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La Revolución Mexicana de 1910: construyendo memorias otras

Si hacemos el ejercicio de imaginarnos a México, es posible que venga a


nuestra mente esa imagen del templo Azteca, su capital e infinidad de
características de este territorio. No hablaremos de un sólo punto, sino de
territorios1 en plural haciendo hincapié en la multiplicidad de espacios que lo
contienen conectando ambos océanos y permitiendo el intercambio con otros
puntos del mapamundi. Como la amplia mayoría de los Estados-nación
latinoamericanos, el Estado nacional mexicano surge sobre la base de los
genocidios, los etnocidios, los ecocidios y femigenocidios2 de los pueblos
preexistentes de Abya Yala.
De oeste a este destacándose con relieves montañosos, planicies y llanuras, que
permiten la abundancia de bienes comunes repartidos a lo largo y ancho de los
territorios.
Al norte de la línea del Ecuador, percibida desde sujetos de acá del sur, es una
línea que supo funcionar como bisagra para crear simetrías en un mapa
planisferio que mantenga la lógica de separar hemisferios y reproducir el
hemisferio norte en el hemisferio sur. Las separaciones cartográficas operan
para imaginar la otredad como una inversión: como espejo, lo que vemos en el
mapa es la misma imagen del mundo conocido pero invertido. Esa inversión tiene
también su relato moral. Es decir, el mundo alterno fue pensado en clave de
simetrías, armonías y equilibrio, y entonces, a partir de ese dispositivo que

1
En el Diseño Curricular hablamos de la categoría de Territorios señalando que su dinámica es
política y no debe ser reducida a un recorte en el espacio. El territorio no es un soporte material,
algo con existencia previa a las relaciones sociales sobre el que se desarrollan los procesos: el
territorio mismo es un proceso constitutivo del entramado de relaciones sociales. Es la sociedad,
en su devenir, la que construye no “el” sino “los” territorios. Cotidianamente, lidiamos con infinidad
de territorialidades superpuestas y de diferentes escalas (Resolución 1463/18 p.165).

2
Genocidios para nombrar el exterminio físico de un pueblo. Etnocidios para nombrar la
eliminación de las culturas preexistentes. Ecocidios para nombrar la destrucción de ecosistemas
enteros. Femigenocidios para nombrar los crímenes contra la mujer por acción u omisión del
Estado.
conocemos como mapa3, se formularon hipótesis para suponer cómo eran las
geografías desconocidas e igualarlas.
La artista brasileña Anna Bella Geiger, a través de su obra “ Variáveis, serigrafía
e bordado a máquina sobre linho” nos muestra como las líneas imaginarias sobre
las que depositamos la ubicación de masas continentales y oceánicas son redes,
tramas que no les permiten otras formas posibles, sin embargo, pueden
escindirse sin que sea un impedimento para el análisis.

No hablaremos de un tiempo en particular, sino que intentaremos narrar en


estas líneas un acontecimiento que persiste en el tiempo y que nos presenta al
espacio mexicano como proceso que surge de la imbricación dinámica y
mutuamente constituyente entre relaciones sociales y la naturaleza historizada.
El mismo ha sido modificado, simbólicamente estructurado y políticamente
constituido dando lugar a los territorios que nos convocan en este escrito.
La ciudad de México fue un escenario marginal durante los años de la Revolución
cuyos acontecimientos más importantes ocurrieron en el campo mexicano y sus
protagonistas fueron campesinos unidos en la lucha por la recuperación del
ejido4.

3
Al mapa como dispositivo -en términos eurocéntricos de modos de ver el mundo- se le otorga
una función sólo de representación separada de la lectura, cuando en realidad las tecnologías
de la imagen producen sentidos, en particular la eficacia comunicativa de los mapas cuestiona
la pertinencia de separar la figura del autor, de la del lector. El mapa es parte constitutiva de la
cartografía y ésta, forma parte de las Instituciones burocráticas que instalaron historias y
narrativas para legitimar sus propias prácticas; esas particularidades se explicitan en los modos
en que los conocimientos y saberes circulan, permeados por imaginarios geográficos construidos
en torno a una geografía también eurocéntrica, patriarcal y colonial. Las comunidades, con sus
formas de ser y estar en el mundo, construyen representaciones sociales, que en el mejor de los
casos pueden servirse de la técnica que utiliza la cartografía, para poder hacer referencia a un
espacio establecido por medio de lo que, a lo largo de la historia de la cartografía, se tomó como
base, que es la exactitud de las medidas y de las formas de las masas continentales y oceánicas.
A partir de ahí, las comunidades representan sus espacios, sus ideas, sus resistencias, sus
bailes, su lengua, sin necesidad de valerse de “signos cartográficos preestablecidos” sino
apelando a sus formas de expresar. Se construyen así, formas otras de representaciones
sociales, lo que Harley propone como una conceptualización del mapa como formación
discursiva.
4
El ejido es producto de un proceso denominado dotación de tierras que recibe un núcleo de
población. En principio, la tierra no es comprada sino que se obtienen gratuitamente ya que
proceden de haciendas expropiadas; el usufructo del ejido está sujeto a una determinada
cantidad de restricciones que intenta reproducir la propiedad comunal. Se enmarca en un
Mucho más que cualquier otro país del continente, México logró su
independencia de España a través de una guerra popular (cuya máxima figura
fue José María Morelos); y al igual que en el resto del continente -a excepción
de Haití- la organización del país, luego de la independencia política alcanzada
en 1821, quedó en manos de los grandes terratenientes y comerciantes nativos
asociados al capital extranjero.

México sufrió directamente el embate de la expansión inicial del capitalismo


norteamericano. En 1847, Estados Unidos invadió el país y se apoderó de la
mitad de su territorio, unos dos millones de kilómetros cuadrados que hoy
constituyen los estados de Texas, Nevada, Utah, Colorado, Nuevo México,
Arizona y California. El joven capitalismo norteamericano se ampliaba
arrebatando tierras mexicanas al estilo de las antiguas guerras de conquista. El
despojo fue legalizado por un tratado entre los países en 1848. Luego, hacia
1855 vendría el ascenso del partido liberal al gobierno mexicano y unas reformas
económicas y sociales lideradas por Benito Juárez hasta su muerte en 1872 y el
ascenso al poder del general Porfirio Díaz que se mantuvo en el poder hasta
1910. Ese fue el año en que el movimiento revolucionario que nuclea a los
sectores populares urbanos y al campesinado indígena y mestizo, procuraron
transformar las estructuras económicas capitalistas de la sociedad y de todo
México.

En ese terreno, la dicotomía entre lo rural y lo urbano forma parte de una larga
historia de intentos por dividir a las sociedades en dos mundos geográficos de
asentamientos humanos, para así poder situar y calificar a la población de
acuerdo con la forma en cómo interactúa con los bienes que los rodean. En este
sentido, en 1910 la intervención de Francisco Madero, proveniente de los
círculos económicos privilegiados de la ciudad, partidario de la libre empresa, del
otorgamiento de facilidades crediticias y de la modernización de la agricultura,
se liga con los sectores populares más desposeídos para liderar la oposición
política que logre la salida de Porfirio Díaz. La incorporación de las masas
campesinas va a tornar a la revolución no sólo de carácter político (como
hubiesen querido los sectores capitalistas) sino que la revolución adquiere una
dimensión social ya que el problema de la tierra es fundamental.

La Revolución territorializada.

Hacia fines del siglo XIX, los territorios mexicanos del norte geográfico,
caracterizado por la actividad industrial, dan lugar a conflictos entre burguesías
emergentes -que se hallaban en desventaja por la competencia extranjera-
contra las burguesías tradicionales.
En ese contexto, los movimientos campesino-indígena desean recuperar las
relaciones sociales previas a la conquista y que los gobiernos independentistas
no devolvieron, de modo que los trabajadores rurales se rebelan periódicamente
contra el dominio latifundista. De ahí que en el sur geográfico, denominado “rural”

complejo de Instituciones estatales y paraestatales donde está prohibido la venta o


arrendamiento de la tierra ejidal. Las autoridades ejidales se establecen para cada núcleo de
población y su conformación es un acto voluntario que no requiere autorización de ninguna
institución estatal.
por las lógicas de producción capitalistas, aparece como “atrasado” y las luchas
campesinas son por la restitución de sus tierras. Las comunidades indígenas del
sur lideradas por Emiliano Zapata, luchaban por la restitución de las tierras
comunales. Sobre todo, en el estado de Morelos, principal centro azucarero de
México, los trabajadores vivían en aldeas comunales donde conservaban sus
tradiciones e instituciones, una de las cuales, el Consejo de Ancianos, es la que
en asamblea elige a Emiliano Zapata para liderar sus propuestas.

El campesinado mestizo del norte liderado por Francisco “Pancho'' Villa, lo hacía
contra el poder latifundista para acceder a la propiedad de la tierra. En estos
territorios, la movilidad era otra, se extendía desde el norte hacia el centro de
México, combatiendo con un ejército integrado por obreros ferroviarios,
campesinos y hombres provenientes del bandidaje social. La diferencia con el
sur geográfico era que no se centraban específicamente en recuperar títulos de
propiedad, sino más bien en la lucha contra la explotación capitalista de los
terratenientes y, por tanto, en lograr mejores condiciones de trabajo; al tiempo
que, en materia agraria, planteaban la repartición de tierras.
La disposición en el espacio era diferente también: mientras en el norte la
población vivía dispersa en las haciendas y sus ejércitos provienen del mundo
semiagrario, surgidos del desarrollo del capitalismo dependiente, con una
creciente independencia militar; en el sur, la zona zapatista se conformó como
un poder autónomo que no estaba dispuesto a esperar la sanción de las leyes
agrarias y avanzó en la ocupación de tierras y en el reparto de las haciendas a
los campesinos.
En 1911, entonces, Madero, con una amplia coalición social que va desde la
burguesía más concentrada y latifundista hasta los sectores sociales más
pobres, pone fin al gobierno de Porfirio Díaz. La alianza no puede fortalecerse y
perdurar por sus intereses claramente antagónicos, de manera que el presidente
Madero cede a las presiones de los latifundistas y el movimiento agrario en el
sur mexicano es sangrientamente reprimido.
Ante esto, el zapatismo expresa su ruptura llevando adelante el “Plan libertador
de los hijos del estado de Morelos” proclamado en 1911 en la villa de Ayala ,
conocido popularmente como el plan de Ayala, con el lema “ Tierra y libertad”,
reconocía también el plan de San Luis de Potosí que planteaba la recuperación
de terrenos, montes, y aguas que hubieran usurpado los hacendados, para
restituir a los indígenas campesinos.
El hecho de no profundizar en políticas económicas definidas, llevó al aislamiento
de Madero de las propias clases dominantes mexicanas que, asociadas al capital
norteamericano, intentan encauzar en los marcos capitalistas la revolución social
desatada. Sobre todo, cuando el 4 de diciembre de 1914 Pancho Villa y Emiliano
Zapata entran con sus ejércitos populares en ciudad de México y concretan su
alianza que expresaba:
• El ejército del norte y el ejército del sur formarían una alianza militar.
• Villa aceptaba el Plan de Ayala.
• Villa abastecería al ejército zapatista con armas.
• Ambos jefes se obligan a luchar recíprocamente, después del triunfo de
la revolución por la elección de un presidente.

Esta unidad de los sectores populares que amenazaba con la expropiación


generalizada del capital, hizo que la burguesía mejicana pospusiera sus
diferencias internas y se abocara a sofocar, a sangre y fuego, la revolución social
liderada por Zapata y Villa. A fines de 1915, la burguesía logra derrotar a Villa en
el norte del país obligando al líder popular a refugiarse en la frontera cercana a
EE.UU. y luego se dirige a terminar con la experiencia que se está llevando a
cabo en el sur del país, en Morelos, ahí donde la revolución social campesina ha
ido más a fondo.
“Abajo haciendas, arriba pueblos” fue el grito inicial del campesinado zapatista
en el sur mejicano, lo que implicaba terminar con la propiedad privada capitalista
y recuperar la propiedad colectiva de la misma a manos de los campesinos.
Desde esta consigna y hasta el Plan de Ayala, primero se parte de la tierra y
después se discute, con lo cual este planteo zapatista es totalmente distinto a
las reformas agrarias emprendidas desde el Estado (incluida la época de Lázaro
Cárdenas) donde es exactamente al revés, se va de arriba a abajo. En medio de
la revolución, entre 1914 y 1917, tiene lugar entonces la Comuna de Morelos, en
el sentido que en ese estado mejicano, se lleva adelante la experiencia agraria
más radical de la historia de Méjico, expropiando5 las haciendas y los ingenios
azucareros que son puestos a producir bajo control de los campesinos. El estado
de Morelos se organizó políticamente a partir del “gobierno de los pueblos”, que
les permitía tratar en asamblea general los asuntos fundamentales, cuyas
decisiones eran después llevadas adelante por los jefes zapatistas.
Desde este proyecto político puesto en práctica en Morelos, Emiliano Zapata
intentó establecer lazos con los sectores urbanos y especialmente con los
trabajadores para ampliar la experiencia del sur mejicano. Y para ello, se
establecieron contactos con la organización obrera que, de manera mayoritaria,
aglutinó a las clases trabajadoras de la capital en la Casa del Obrero Mundial
fundada en el verano de 1912. Ésta, como central sindical coordinó las acciones
de los trabajadores para transformar las viejas organizaciones mutualistas en
sindicatos y para organizar huelgas exigiendo mejoras laborales. Pero su
accionar quedó circunscripto a las demandas exclusivamente obreras sin
interesarse por las demandas campesinas y por ello, finalmente, terminó
apoyando a la burguesía mejicana. El zapatismo comenzaba a ser aislado y
mientras en el norte del país la burguesía mejicana postergaba una y otra vez el
reparto de la tierra, en el sur preparaba una represión mayor para terminar con
la hermosa y revolucionaria experiencia social de la “Comuna de Morelos”.

La institucionalización de la Revolución: cuando la burguesía se apropia


de las luchas populares.

Luego del asesinato de Emiliano Zapata en 1919 (Pancho Villa será asesinado
en 1923 en EE.UU.), la revolución social perdió terreno significativamente y la
burguesía mejicana empezó a encausar por las vías institucionales las
demandas populares. Esa cristalización estatal de los reclamos populares tiene
su máxima concreción en la creación, por parte de la burguesía, del Partido de
la Revolución Institucional (el PRI) en 1924, que gobernará México
ininterrumpidamente hasta el año 2006. Desde 1924 se suceden diversas
presidencias hasta llegar a Lázaro Cárdenas en 1934-1940 que recupera, hasta
cierto punto, las ideas de Zapata. Bajo el lema “una democracia
de trabajadores”, en su declaración de principios estuvo presente un proyecto
5
Expropiar, en este caso, es una medida político-económica que le restituye al campesinado
las tierras que les habían sido robadas “legalmente” por la clase propietaria.
de nación, que garantizaba el reconocimiento del derecho a huelga, la
colectivización de la agricultura, la intervención del Estado en la economía
nacional, la educación pública, la igualdad político-social de la mujer, las
garantías y libertades para los pueblos indígenas, el seguro social, el control de
precios, la construcción de viviendas populares, la no intervención en los asuntos
de otras naciones, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el combate
a cualquier forma de opresión y de fascismo.

Lázaro Cárdenas, como expresión de la burguesía mexicana que incorpora


ciertas demandas populares, llevó a cabo la más amplia reforma agraria,
distribuyó 18.000.000 de hectáreas a las comunidades campesinas, basando
dicha reforma en el plan diseñado años antes por Emiliano Zapata. De esta
manera, aumentó a 25 000.000 de hectáreas la cantidad de tierras comunales
fuera del régimen de propiedad privada, lo que permitió la formación de
pequeñas unidades productivas, con capacidad de autosuficiencia alimentaria.
Asimismo, previó la constitución de ejidos que incluía a cientos de familias a las
que el Banco de Crédito Ejidal (creado por Cárdenas), les entregaba ayuda
financiera para su producción, además de las construcciones de escuelas y
hospitales. Bajo el lema «México para los mexicanos» Cárdenas llevó adelante
una nacionalización de empresas y compañías extranjeras, entre ellas el
petróleo.
Y en materia de política exterior cabe destacar que fue el único país del mundo
que le dio asilo al dirigente de la revolución rusa, León Trotsky, que había sido
expulsado de su país; apoyó a la República española contra el golpe de estado
de Francisco Franco en 1936, y luego de la derrota en 1939, recibió a millares
de refugiados españoles que huían del gobierno fascista.
El reparto de tierras a través del ejido representó un gran logro, lo cual significó
sentar las bases para la puesta en marcha de políticas o mejor dicho planes
orientados al sector rural con propósitos modernizadores que el Estado
proponía. Aun así, el desarrollo rural para el campesinado fue deficiente para
múltiples territorialidades, no así para los grandes productores que continuaron
siendo una élite concentradora de beneficios.

Los bienes comunes, principalmente la tierra y el agua, atraviesan la Revolución


de 1910, y se extiende en el tiempo de los sucesivos gobiernos mexicanos. Es
importante destacar la irrupción del petróleo y la política de nacionalización de
Cárdenas en la década de 1930 que va a permitir el desarrollo del capital
nacional, pero manteniendo lógicas productivistas que no responden a la formas
de habitar el mundo desde los buenos vivires de las comunidades campesinas
ya que expolia las riquezas del suelo mexicano.

Durante los regímenes políticos posrevolucionarios que abarcaron desde el fin


de la revolución mexicana en 1919, con la muerte de Emiliano Zapata, hasta el
presente, se conjuga la búsqueda de la conciencia nacional en las culturas indias
y su aniquilación en nombre de la unidad nacional. En ese contexto, el indígena
es representado desde la cultura hegemónica de dos formas: como la expresión
de un pasado glorioso “el indio poético y lejano” y otra en que el indígena es un
eslabón inferior de un proceso en marcha hacia el progreso y el desarrollo, el
indio “tonto y próximo”, como dice Andrés Medina (1976).
De modo que, en la disputa por las memorias de la Revolución Mexicana, y
desde una perspectiva de clase, color y género que contribuya a la construcción
de un sur epistémico y político, bien puede decirse que en representación de
toda la nación explotada, las masas campesinas mexicanas fueron capaces en
diez años de guerra civil (1910-1920) de rehacer el país de arriba abajo, y con él
de rehacerse a sí mismas; de alzar como figuras mundiales a sus dos más
importantes dirigentes, Emiliano Zapata y Pancho Villa, y de influir en las
revoluciones agraristas y antiimperialistas que tendrían lugar en Latinoamérica
durante el siglo XX.

Las Mujeres en la Revolución6.

La participación de la mujer en el ejército zapatista nos muestra la base de las


comunidades en donde todos y todas participan tanto del trabajo como de la
guerra. Esa fuerte participación de las mujeres en el proceso
revolucionario, lleva a que el 16 de enero de 1916, en Mérida, se realizará el
que probablemente haya sido el primer encuentro feminista de América. Y esto
mismo, prueba cómo la lucha por los bienes comunes, en este caso la tierra,
expresa la idea de cuerpo-territorio encarnado en las mujeres transformadoras
de su realidad colectiva y personal. El espacio de la revolución posibilita que las
relaciones de género, las diferencias sociales y territoriales se vean interpeladas
al visibilizar los cuerpos de las mujeres y disidencias; y son esos cuerpos los que
crean, reproducen, y modifican los entornos en los que viven en México y en
cualquier lugar7 del mundo.

La recuperación del legado de Emiliano Zapata

El primero de enero de 1994, Méjico y el continente todo, se vieron sacudidos


por la irrupción de pueblos indígenas que tomaron posesión de pueblos y
ciudades en el sur de ese país. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional se
anunciaba públicamente como heredero de las luchas campesinas e indígenas
lideradas por Emiliano Zapata ochenta años antes. A través del zapatismo, ahora
los pueblos de Chiapas proceden a la construcción de subjetividades sociales
por fuera del Estado, a través de la generación de un conocimiento del sujeto
opuesto a las conceptualizaciones que lo estandarizan, niegan y borran. Esto
permite resignificar las voces de los y las verdaderas protagonistas de las
historias de lucha por el espacio agrario. La subjetividad a la que nos referimos
está arraigada a un contenido de clase, color y género como lucha. El zapatismo
es una lucha contra la clasificación, estandarización y universalización. Por
consiguiente, es una lucha antagónica a la lógica del capital que reduce todo a

6
Las mujeres mexicanas de la revolución son conocidas como “soldaderas”, participaron como
soldadas, cocineras, enfermeras, entre otras tareas. Se las denominó “adelitas” en referencia a
Adela Velarde Pérez, mujer rebelde, enfermera y combatiente, oriunda de Ciudad Juárez.

7
Lugar según la Resolución 1463/18. El Lugar es explicado por la Perspectiva Ambiental del
Diseño Curricular, como “forma de espacio vivido y enraizado en la cotidianeidad de las
personas, en oposición al desarrollo imperial del capitalismo”. (Pág.166)
mercancía y contra la legalidad que el estado crea para la dominación racional
de los seres humanos, sus culturas, territorios y vida.

En estas luchas, cobra importancia la noción de autonomía que viene de los


pueblos originarios y que se extiende, cada vez más, a recuperar aquello que les
quitaron en la colonia y que los gobiernos del México independiente -desde 1821
hasta el presente- no les devolvieron, para disponer de sus espacios políticos-
territoriales en los que puedan desarrollar sus modos de vida y sus gobiernos.
El zapatismo prueba que es posible la construcción de sujetos revolucionarios
en una sociedad oprimida, a la vez que se manifiesta la dimensión espacial y
territorial de los fenómenos de autoorganización social. De manera que los
modos de rehacer comunidad para los pueblos campesinos indígenas van a
centrarse en su autodeterminación en donde se entretejen las libertades
individuales con la colectiva.
Las comunidades mexicanas que recuperan sus tierras y que reformulan sus
espacios, son parte de una re-territorialización dinámica, configurando una red
de escalas que amplían la capacidad de articulación entre las asambleas,
consejos y organismos desde abajo hacia arriba.

La experiencia de comunaliizar los espacios, recuperando bosques, ríos, tierras,


transforman las subjetividades subalternizadas y colonizadas en sujetos
colectivos dando formas otras a lo político, donde las decisiones que se toman
afectan directamente sus vidas.

Bibliografía:

Gilly, Adolfo. La revolución interrumpida. México, 1910-1920: una guerra


por la tierra y el poder. Ediciones “El caballito”, México, 1971.
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antropología social en el México contemporáneo desde una mirada
descolonial. Universidad Nacional Autónoma de México. Universidad
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• Ribera Carbó, Anna.Revista Scripta Nova. Revista electrónica de
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• Gómez Carpinteriro, F. J. (2013). “Zapatismo y subjetividad
revolucionaria”. Bajo el Volcán. Vol. 13. Número 21. Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla. (Pág. 174)
• Makaran Gaya, P.L., J.W., “Vuelta a la autonomía”, debates y
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autónoma de Buenos Aires: El Colectivo, Ciudad de México: Bajo Tierra
Ediciones. 2019.
• Cabral, Lorena. “Feminismos diversos: el feminismo comunitario”.
Asociación para la cooperación con el Sur. ACSUR Las Segovias. 2010.
• (Atlas histórico de américa latina y el caribe. 22).
• Lois, Carla. “Mapas para la Nación. Episodios en la historia de la
cartografía Argentina”. Buenos Aires: Editorial Biblos. 2014
• Lois, Carla. “Terrae incognitae” Modos de pensar y mapear geografías
desconocidas. Universidad de Buenos Aires: EUDEBA. 2018.

Área Ciencias Sociales, Políticas y Económicas Diseño Curricular Escuela


Secundaria de Neuquén

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