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El Maldonado (2007)

Miguel Ángel Petrecca

el interpretador, número 33 «el río»: mayo 2008 / Gog y Magog

-selección-

El Maldonado

Cuando las lluvias continuas del invierno

engrosan una vez más su cauce escondido

y el empleado de la inmobiliaria que cruza

por los cuartos vacíos de una casa en venta

se apura a dar por terminada ya la visita,

temeroso de que el potencial comprador

perciba la subida del agua en el barrio,

en los remolinos de las bocas de tormenta

atascadas con tanta basura y hojas secas

se ve el ímpetu de este dios entubado, cloacal,

al que ingenieros, planificadores urbanos,

los artífices de túneles aliviadores,


se esfuerzan por borrar de nuestra memoria

sin ningún éxito. siempre cada año

el arroyo convertido de golpe

en río caudaloso sube a la superficie

de la avenida y a los pies de los peatones

deposita objetos perdidos, repugnantes:

todo lo que se cuela sin querer

por las alcantarillas o atraviesa el laberinto

de los desagües vuelve a subir hasta nosotros,

y revirtiéndose por unos pocos días

la tendencia más que centenaria del río

a perder terreno frente a la ciudad,

recaptura en un contraataque relámpago

territorios: y después, así como vino

retrocede, dejando detrás suyo nada más

en las puntas de los zapatos ya secos

un barro quebradizo que se deshace

en el aire como la amenaza intangible

de estos días de carnaval en que desfilaron


por las calles nuestros dioses olvidados.

Costanera Sur

Como un atleta que bate su propio record


una y otra vez, oscurece ya más temprano

cada día y la chica que busca algo en su bolso

se guía por el destello mínimo del celular,

porque una seguidilla de lámparas

mal sincronizadas o rotas no han acudido

a tomar la posta que la luz del sol

dejó al retirarse. con la punta de los dedos

cuenta las monedas para su colectivo

mientras mira pasar los camiones livianos,

sin container; en el parabrisas

uno de ellos luce el sticker anacrónico

que promueve la postulación de Buenos Aires

sede de los Juegos Olímpicos 2004.


Vetas relumbrantes y escurridizas como una anguila,

filones que corren bajo tierra en zigzag

sueña el minero y al despertarse aun olfatea

en el aire el tesoro deshecho con el sueño,

el seminarista eyacula dormido y el agricultor,

inquieto, divisa en el horizonte del sueño

colores que son sin duda para su cosecha

señal de ruina, patrullas municipales sigilosas anoche

fumigaron contra los mosquitos en el parque.

Mientras una ola polar se prepara hace días

para invadir la ciudad yo duermo destapado

dando vueltas en la cama, soñando con el río

turbio que corre entubado bajo mi calle.

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