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Colección “Memoria de Clase”

SOBRE EL TERRORISMO Y EL ESTADO

La teoría y la práctica del terrorismo


divulgadas por primera vez

Gianfranco Sanguinetti
SOBRE EL TERRORISMO Y EL ESTADO
La teoría y la práctica del terrorismo
divulgadas por primera vez

Gianfranco Sanguinetti

Se permite y alienta la reproducción total o parcial de este libro por todos


los medios posibles.

Colección “Memoria de Clase”


ISBN: 978-956-9854-02-6
1ª Edición, verano 2017.
Tiraje, 200 copias.
Santiago, Chile.

Se conservan las notas de la primera edición y traducción al castellano


(Bilbo, 1993), salvo que se indique lo contrario.

Edición y correcciones: Nahuel Valenzuela


Contacto: pensamientoybatalla@gmail.com

Diseño y diagramación: Taller Espiracle


Contacto: rosalesglz@gmail.com
espiracle.tumblr.com
Colección “Memoria de Clase”

SOBRE EL TERRORISMO Y EL ESTADO

La teoría y la práctica del terrorismo


divulgadas por primera vez

Gianfranco Sanguinetti
ÍNDICE

PRESENTACIÓN 9

PRÓLOGO 11

SOBRE EL TERRORISMO Y EL ESTADO 17


PRESENTACIÓN

La edición de este clásico escrito de Gianfranco Sanguinetti


tiene algunos objetivos bien precisos. El primero de ellos es
difundir un texto fundamental sobre el declive movimiento
proletario más avanzando en la Europa post II Guerra Mundial:
el italiano. Este texto resume varios de los problemas que se
debieron enfrentar y que a la larga, significaron su trágica
derrota luego de una década de constantes revueltas de clase.

A pesar de la importancia de este texto y de la experiencia que


relata, la traducción y edición al castellano de esta u otras obras
que se centren en el movimiento post 68 italiano es bastante
escasa. Pocos, aunque significativos, han sido los esfuerzos por
aumentar la bibliografía de este momento histórico, tales como
los de las editoriales españolas “Traficantes de sueños”, “Virus”,
“Klinamen” y “Likiniano Elkartea”. En Chile, además, se acaba
de publicar Apocalipsis y sobrevivencia de Francesco Santini. En
este sentido, es que intentamos aportar con la publicación de
Sobre el Terrorismo y el Estado para su difusión y conocimiento
en el ambiente revolucionario de nuestra región.

El segundo propósito, es ilustrar mediante este ejemplo


histórico lo que es capaz de hacer el Estado para salvarse así
mismo utilizando todos los medios posibles. La provocación, la
delación, el terrorismo, la desinformación, la tortura, la alianza
de todo el sistema de partidos, la modificación de su “Estado
de derecho”, y la coordinación internacional construyendo una
vasta red de servicios secretos operando contra el proletariado,
tal y como lo fue Operación Gladio. En Italia todas las fuerzas
de la clase dominante se unieron para aplastar el ascenso
revolucionario que desbordaba por todas partes las viejas
estructuras del movimiento obrero controladas por el estalinista
y poderoso PCI.
10 · Gianfranco Sanguinetti

Por último, queremos contribuir con este texto al debate en


torno a la violencia política, ya que este punto fue crucial en
el desenlace del “segundo asalto proletario a la sociedad de
clases” en Italia. Cuando ya poco quedaba de “movimiento” –
tras el fracaso de la conferencia de Bolonia-, algunos de los que
quedaron en pie, desesperados encauzaron sus fuerzas “en una
fuga hacia adelante”, nutriendo una multiplicidad de grupos
armados especializados y separados de la clase que iniciaron
una guerra por su cuenta, envolviéndose en una dinámica
de violencia ciega, de acción-reacción, en la cual estaban
condenados de antemano al fracaso. Mientras este espectáculo
ocurría, el proletariado por su parte, arrinconado en las fábricas,
lugares de estudio y barrios, desmoralizado, sin una perspectiva
clara hacia dónde ir, pasaba rápidamente a convertirse en un
espectador pasivo de una guerra entre aparatos que le resultaba
ajena.

¡Por el Socialismo y la Libertad!


¡Arriba las y los que Luchan!
Pensamiento y Batalla, Verano 2017
PRÓLOGO

¿Por qué publicar Sobre el Terrorismo y el Estado? En tiempos


mediocres como los que vivimos hoy, hablar de un cambio
radical en la sociedad pareciera algo tan banal y simple como un
cambio de chaqueta o de maquillaje. Sin embargo, nunca fue
tan difícil imaginar y previsualizar una subversión que reordene
la sociedad entera, transformándola total e irremediablemente.

Una confusión de datos sin fuentes, consignas aprendidas de


memoria, poca actividad crítica y demasiada autocomplacencia
enrarecen el ambiente al hablar sobre el fenómeno de la violencia
revolucionaria. Muchas veces, queda simplificada a la acción
callejera de ciertos individuos o grupos, más preocupados de
enaltecer y justificar sus acciones que de avanzar en la lucha
social transformadora.

Poco se oye a quien habla desde una óptica que busque no


quedar estancada en un culto religioso a los héroes y sus fusiles,
ni en la pura y simple rendición, aquella que niega por completo
la necesidad de una acción armada de parte del proletariado.

La historia del texto que usted tiene entre sus manos, no carece
de extraños detalles propios de algunas películas o series, en
donde la Mafia y el Vaticano se juntan con el gobierno, la
alta burguesía, el fascismo y el poder militar para evitar que la
verdad salga a la luz. ¿Cuál es esa verdad? La falsedad del lema
“Libertad, Igualdad y Fraternidad” que no es más que una mera
consigna para mantenerse en el poder; quienes viven a costa
de la mayoría no escatimarán nunca en usar los más bajos y
censurables trucos.

En este sentido, el libelo acusa a los servicios secretos italianos


(Servicios de Información y Defensas) de perpetrar los atentados
12 · Gianfranco Sanguinetti

ocurridos en 1969 en Piazza Fontana de Milán1. El poder en


ese momento había adjudicado la acción a grupos anarquistas2,
a izquierdistas, e incluso a grupos neofascistas. Sin embargo,
más tarde, algunas hipótesis apuntarían a los diversos servicios
secretos de los países miembros de la OTAN3. El texto también
denunció, con detalles bastante fehacientes, algunos arreglos
entre grupos políticos de diferentes tendencias para evitar la
revolución social y destruir al movimiento proletario que venía
en ascenso.

El autor de este texto, Gianfranco Sanguinetti4, no solamente


publicó diferentes textos que abordaron el peligro del terrorismo
para el movimiento revolucionario, sino que también utilizó
las herramientas que ofrecen los escándalos político-literarios.
En el año 1975, bajo el seudónimo de “Censor” publicó
clandestinamente -y lo hizo llegar a toda la prensa- un panfleto
llamado Verídico informe sobre las esperanzas de salvar al
capitalismo en Italia. Escrito en un lenguaje extremadamente
culto, que simulaba la pluma de un ilustrado y cínico burgués.
1 Fue un atentado de corte terrorista que tuvo lugar el 12 de diciembre de 1969, a las 16:37. El
blanco del ataque fueron las oficinas del Banco Nazionale dell’ Agricoltura, dejando un saldo
de 17 muertos y 88 heridos. Las investigaciones posteriores concluyeron que se trató de una
operación de bandera falsa (atentados cometidos con el fin de generar confusión y justificar
ciertas acciones militares que cuentan con poca aceptación de la población) ejecutada por los
servicios secretos de Italia, en cooperación con la CIA, a través del reclutamiento de grupos
fascistas. (N. del A.)
2 Conocidos fueron los operativos por hallar a las y los responsables, de los cuales resultó
capturado el anarquista Giuseppe Pinelli, quien pasó a la historia por las circunstancias turbias y
dolorosas de su muerte: mientras era interrogado por la policía, “cayó” desde un cuarto piso del
edificio de la comisaría. Su extraño y brutal asesinato inspiró la obra teatral Muerte Accidental de
un Anarquista del destacadísimo dramatugo Dario Fo.(N. del A.)
3 La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza intergubernamental,
que responde a criterios militares y que fue creada a partir de 1949, con el fin de frenar
mediante las armas la influencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en
países europeos y el Norte de América. Componen esta alianza 28 Estados, entre ellos países
como Estados Unidos, Bélgica, Francia e Italia. El pacto de la OTAN supone una solidaridad
instantánea entre los Estados miembros, en caso de ser atacados por un enemigo “externo”. (N.
del A.)
4 Militante de la sección italiana de la Internacional Situacionista, planteó desde un principio
que las bombas de Piazza Fontana eran obra de los servicios secretos italianos a través del
documento ¿Arde el Reichstag? difundido por diferentes calles de Italia. (N. del A.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 13

Con un estilo incisivo y tremendamente lúcido exhortaba a la


clase dominante a hacer uso de todo tipo de artimañas para
mantener el funcionamiento del sistema y combatir el peligro
de revolución social. Obviamente, en su escrito, llamaba a
las operaciones de bandera falsa, al terrorismo sin brújula y a
desatar la desmoralización entre las y los proletarios en revuelta.
Añadiendo algo de glamour -como a quienes se consideran
herederas y herederos legítimos de la Internacional Situacionista
les encanta- a tiempos tan complicados como los llamados
“años de plomo”, la discusión sobre la identidad del anónimo
panfletario fue más discutida que las ideas que pregonaban sus
documentos, lo que llevó a Sanguinetti a finalizar la polémica
con otro panfleto llamado Pruebas de la inexistencia de Censor
por su autor.

Aunque toda esta polémica de escritos y panfletos no parezca


más que un intercambio de correos de una oficina de prensa
a oficinas y viviendas de personas dedicadas a otros rubros
cercanos al poder, el movimiento proletario y revolucionario en
el mundo se debatía en una guerra sucia entre la transformación
y el aniquilamiento.

El peso de la contrarrevolución había logrado dividir al


proletariado de sus vanguardias, que adquirían un carácter cada
vez más proclive al desarrollo de la lucha armada, separada de
la misma clase. En el caso italiano, la aparición de múltiples
células, con diferentes discursos y estructuras, demostraban por
un lado el receso del movimiento de masas (mediante arreglos
del Estado con los sindicatos y el Partido Comunista Italiano) y
por el otro, mostraba también una mayor determinación de los
sectores en lucha5.

5 En ese sentido, vale bien consultar el libro Autobiografía de un Irreductible del combatiente
Claudio Lavazza, quien participara del movimiento de Autonomía Obrera en los años 70 en
Italia. (N. del A.)
14 · Gianfranco Sanguinetti

Una vez muerto el espíritu original y liberador de las luchas


colectivas y aparecido el espíritu del miliciano especializado en
la guerra social (físicamente preparado y celoso cuidador de “La
Verdad”), los organismos secretos del Estado no solamente se
han visto desafiados a participar de la violencia, sino que han
aplicado todos sus conocimientos en contrainteligencia y guerra
sucia.

Sobre el Terrorismo y el Estado analiza y cuestiona diversos sucesos


de violencia política ocurridos en la década de los 60 y 70 en
Italia y propone varias hipótesis sobre las reales intenciones que
hay detrás de aquellas acciones. Con un lenguaje a veces extraño
y hermético, el autor propone diferentes puntos de vista sobre
como el poder se beneficia con acciones de terrorismo, aquella
violencia separada del movimiento de masas que tiene como fin
dar muestras de fuerza militar al bando contrario.

En sus argumentos recurre una y otra vez a viejos defensores del


Estado, como Séneca, consejero de Nerón y a errores legendarios
del movimiento revolucionario moderno. Por ejemplo, releva
la amistad de Lenin con Roman Malinovscki, un infiltrado en
el partido bolchevique, que sin que nadie supiera enviaba a
Siberia a cientos de militantes y dirigentes.

El secuestro de Aldo Moro, coronaba una serie de acciones


militares, en donde muchas veces el proletariado pasó a ser
rehén de las disputas de grupos que ya se habían apartado del
movimiento y los sicarios del Estado.

El terrorismo alimentaba el pensamiento único del antiterrorismo


y de nada servían la imagen de las y los caídos para despertar la
acción armada y bien disciplinada del proletariado entero. Si
bien, hay diversas versiones sobre si el secuestro de Aldo Moro
fue idea de las Brigadas Rojas o de los servicios secretos, está
Sobre el terrorismo y el Estado · 15

claro que cuando muere el espíritu lúdico y libertario de la


revuelta y es reemplazado por el culto a la violencia, no hay
un mejor mundo posible. Sino que la guerra se convierte en
una cacería de brujas, hasta que las cárceles y los cementerios se
llenan de proletarias y proletarios.

Sobre la Internacional Situacionista

La IS fue un grupo de intelectuales y artistas que pretendían ser algo


así como la última vanguardia artística del siglo XX. Su incesante
actividad, por “realizar el arte” y juntarlo con la vida cotidiana
en un juego transformador y revolucionario, los llevó a una serie
de disputas y fraccionamientos. Sin embargo, su influencia en
las discusiones políticas de los grupos revolucionarios no puede
considerarse como menor. Se les considera influyentes en grupos
guerrilleros como el Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) de
España, por ejemplo.

Sus planteamientos rupturistas sobre el contenido del programa


de la revolución los llevó a incomodar a las y los más puristas
de las ideologías oficiales de Izquierda (marxistas y anarquistas).
Planteaban en sus panfletos una revolución de la vida cotidiana,
en donde se pusiera en constante tela de juicio la Mercancía
-aquel producto que al trabajo se le vuelve extraño y que maneja
todos los aspectos de la vida bajo el capitalismo-, el Trabajo, la
Ideología -entendida como serie de consignas estáticas y alejadas
de la realidad- y la división de la sociedad en clases sociales.

Exhortaban al proletariado -no sabemos si muchas proletarias y


proletarios se interesaron por su revista en realidad- a radicalizar
sus luchas y dotarlas de una visión histórica, que considerara una
sociedad comunista, sin patrones ni Estado, sociedad que estaba
lejos de ser construida por los “Socialismos Reales”. Sus lecturas
los llevaron a revalorar a denigradas y denigrados comunistas,
16 · Gianfranco Sanguinetti

que al no pertenecer al bolchevismo ni a la socialdemocracia, no


eran considerados parte interesante de la revolución. Hablamos
de Pannekoek, Gorter, el Partido Comunista Obrero Alemán, los
Espartaquistas alemanes, y también a “Los Amigos de Durruti” y
otros anarquistas no tan puros como demandaba la Iglesia Ácrata
de aquella época.

Lo que nunca se dice, es que Guy Debord y sus amigos -con


una minoría femenina escribiendo desde las sombras de la
organización- más que desarrollar nuevas y llamativas ideas,
sintetizaron y analizaron prácticas que se encontraban en buena
parte del movimiento antagonista y que se expresaron en sucesos
tan visibles y celebrados como el Mayo del ‘68, sin olvidar que el
mundo entero estaba en una total revuelta en aquellos años.

Al leer este libro, enriquecido de consignas y con un tono


de aristocrática arrogancia, quedamos con la sensación de
encontrarnos en un escenario bastante más desalentador por la
fragmentación de las luchas y la pasividad de gran parte de las y
los explotados que parecen haber aceptado sin más las leyes de la
oferta y la demanda. Lo que alimenta a las y los desesperados y al
pensamiento único que propugna el antiterrorismo.

Finalmente, más que a reivindicar la obra de la Internacional


Situacionista, el llamado es a reflexionar sobre la lucha armada,
una de las tareas más incómodas y complejas de abordar para el
movimiento revolucionario mundial. El cómo, el por qué y el
momento del ataque, la organización y sus límites, la relación
con la legalidad, y sobre todo, hablar del efecto de la violencia,
las armas y la muerte sobre la psicología del o la combatiente son
temas que deben discutirse seriamente y la edición de este libro
puede ser un excelente aporte a su desarrollo, que seguramente
comenzó ya hace mucho tiempo.

Daniel Fierro Salinas


SOBRE EL TERRORISMO Y EL ESTADO
La teoría y la práctica del terrorismo
divulgadas por primera vez

Todos los actos de terrorismo, todos los atentados que tuvieron


y tienen cabida en la imaginación de los hombres, fueron y son
o acciones “ofensivas” o acciones “defensivas”. Si forman parte
de una estrategia ofensiva, hace tiempo que la experiencia ha
demostrado que están siempre destinados al fracaso. Si forman
parte de una estrategia defensiva, la experiencia demuestra que
estos actos pueden conllevar algún éxito, pero sólo momentáneo
o precario. Son actos de terrorismo ofensivo, por ejemplo, los
atentados de los Palestinos o de los irlandeses; son defensivos, por
el contrario, la bomba de Piazza Fontana6 y el secuestro de Aldo
Moro7.

En cualquier caso, no es sólo la estrategia lo que cambia, según


se trate de un terrorismo ofensivo o defensivo, sino también los

6 En el atentado explosivo ocurrido el 12 de diciembre de 1969 en el Banco de los Agricultores


de la Piazza Fontana de Milán, fueron asesinadas 17 personas y otras 88 resultaron heridas. (N.
del E.)
7 Aldo Moro fue un líder democratacristiano que ocupó dos veces el cargo de Primer Ministro
de Italia. Fue uno de los artífices del acercamiento entre la DC y el PCI en lo que se llamó
el “compromiso histórico”. En Roma, el 16 de marzo de 1978 fue secuestrado en via Fani
por las Brigadas Rojas. Este hecho provocó una verdadera caza de brujas que apuntó a todo
aquel que estuviese a la izquierda del PCI; se establecieron 72 barreras de control, se registraron
37.000 casas, más de 6.000.000 de personas fueron interrogadas y se impuso el estado de sitio.
Moro fue finalmente asesinado, ante la negativa cerrada del Estado y del bloque de partidos de
dialogar, liberar a brigadistas encarcelados y de reconocer a las BR como un interlocutor político
válido. Las consecuencias para el movimiento proletario fueron catastróficas, ya que el asesinato
de Moro dio carta blanca al Estado para reprimir indiscriminadamente, sin compasión y de
manera directa las luchas cotidianas, y en definitiva para ahogar cualquier perspectiva realmente
revolucionaria. La tesis que sostiene Sanguinetti y otros revolucionarios y revolucionarias, es
que las Brigadas Rojas se encontraban infiltradas y teledirigidas desde su cúspide por el Estado;
se sindica a Mario Moretti, uno de los fundadores de las BR y máximo jefe de la organización
al momento del secuestro de Moro, como un provocador vinculado a la Operación Gladio.
Cuando toda la cúpula de las BR cayó, Moretti casualmente no cae en la trampa, e impone
ya sin oposición una línea militarista, rígida y de combate frontal al Estado que desemboca
en el asesinato de Moro. Una defensa e historia de las Brigadas Rojas desde la perspectiva de
Moretti se puede encontrar en: Moretti, Mario (2008) Brigadas Rojas. Entrevista de Carla Mosca
y Rossana Rossanda. Madrid: Akal. (N. del E.)
18 · Gianfranco Sanguinetti

“estrategas”8. Son los desesperados y los ilusionados los que acuden


al terrorismo ofensivo; al defensivo, por el contrario, “siempre y
solamente” los Estados, bien sea porque están en pleno centro de
una crisis social grave, como el estado italiano, o porque la teme
mucho, como el Estado alemán.

El terrorismo defensivo de los Estados es practicado bien


“directamente” por ellos, bien indirectamente, con sus propias
armas o con las de otro. Si los Estados recurren al terrorismo
“directo”, éste debe estar dirigido contra la población -como por
ejemplo en el caso de la masacre de Piazza Fontana, del Italicus9, y
de Brescia. Si deciden al contrario recurrir al terrorismo indirecto,
éste debe dirigirse aparentemente contra ellos- como por ejemplo
en el asunto Moro.

Los atentados ejecutados directamente por los servicios especiales


del Estado y por sus servicios paralelos, no son reivindicados
por nadie habitualmente, pero son atribuidos e imputados
cada vez a algún “culpable” ad hoc, como Pinelli y Valpreda10.
8 La “Estrategia de la Tensión”, fue la maniobra que encontró el Estado italiano para poner atajo
a la creciente oleada de luchas sociales; la insubordinación obrera que comenzaba a generalizarse
a fines de la década de los sesenta en diversos puntos de la península era ya insostenible para
la clase dominante. Para ello utilizaron, tal y como lo plantea Sanguinetti, atentados de
“bandera falsa”, cuya responsabilidad era atribuida públicamente a las vanguardias obreras de
las grandes fábricas, los grupúsculos extraparlamentarios de izquierda y a los “partidos armados”.
En realidad, todas estas acciones de carácter espectacular fueron perpetradas por los servicios
secretos italianos y también de otros países miembros de la OTAN, en ocasiones utilizando
como fuerza de choque a las numerosas formaciones neofascistas que proliferaron en aquella
época. Para profundizar en el tema recomendamos la lectura de Ganser, Daniele (2005) Los
ejércitos secretos de la OTAN. La operación Gladio y el terrorismo en Europa occidental. (N. del E.)
9 El 4 de agosto de 1974 se registró un ataque explosivo al tren “Italicus” en Emilia-Romagna
el cual cobró la vida de 12 personas y dejó 105 heridos. (N. del E.)
10 Luego de la masacre de Estado de Piazza Fontana el movimiento anarquista/libertario fue
el que recibió más duramente los golpes represivos, los cuales fueron dirigidos por el comisario
Calabresi. Decenas de anarquistas fueron detenidos, pero dos de ellos fueron sindicados
rápidamente como los autores del atentado en base al testimonio de un infiltrado fascista y
de un supuesto taxista; Giuseppe Pinelli y Pietro Valpreda. Mientras Valpreda es detenido en
Roma, Pinelli es torturado salvajemente en la jefatura de policía de Milán. Cuando se desarrolla
el “interrogatorio”, el ferroviario anarquista Pinelli, cae por la ventana del cuarto piso –oficina
de Calabresi- y fallece. Posteriormente, Valpreda y el resto de militantes libertarios serán
liberados gracias a la presión ejercida por el movimiento proletario en la calle. El asesinato de
Sobre el terrorismo y el Estado · 19

La experiencia ha mostrado que ahí está el punto débil de este


tipo de terrorismo, y lo que determina su fragilidad extrema para
el uso que se trata de hacer políticamente de él. A partir de las
conclusiones obtenidas de esta misma experiencia los estrategas
de los servicios paralelos del Estado intentan dar en adelante una
mayor credibilidad, o al menos una menor inverosimilitud, a sus
propios actos, por ejemplo, firmándolos directamente con una
sigla cualquiera de un grupo fantástico, o incluso haciéndolos
reivindicar por un grupo clandestino existente cuyos militantes
son aparentemente, y a veces ellos mismos lo creen así, ajenos a
los designios del aparato del Estado.

Todos los grupúsculos terroristas secretos están organizados


y dirigidos según una jerarquía clandestina incluso para
los militantes de la clandestinidad, jerarquía que respeta
perfectamente la división del trabajo y de funciones propias de
la actual organización social: arriba se decide, abajo se ejecuta.
La ideología y la disciplina militar preservan a la cúspide de todo
riesgo, y a la base de cualquier sospecha. Cada servicio secreto
puede inventarse una sigla “revolucionaria” y ejecutar cierto
número de atentados, bien difundidos por la prensa, a los que se
asignará hábilmente un pequeño grupo de militantes ingenuos, a
los que dirigirá con la máxima desenvoltura.

En el caso de un grupúsculo terrorista aparecido espontáneamente,


no hay nada más fácil, para los servicios secretos del Estado,
que infiltrarse en él, gracias a los medios de que disponen y a la
extrema libertad de maniobra de la que disfrutan, destacarse entre
la cúspide inicial, y sustituirles, ayudados sea por detenciones
selectivas realizadas en el momento adecuado, o por la ejecución de
los jefes originales, lo que ocurre en general en un enfrentamiento
armado con las “fuerzas del orden”, avisadas oportunamente por
sus elementos infiltrados.

Pinelli inspiró la obra Muerte accidental de un anarquista del dramaturgo Dario Fo. (N. del E.)
20 · Gianfranco Sanguinetti

Desde entonces, los servicios paralelos del Estado disponen a


su antojo de un organismo perfectamente eficaz, formado por
militantes ingenuos o fanáticos, que no pide nada más que
ser dirigido. El grupúsculo terrorista de origen, nacido de los
espejismos de sus militantes sobre las posibilidades de concebir
una ofensiva estratégica eficaz, cambia de estrategas y se convierte
en un apéndice “defensivo” del Estado, que lo manipula con
agilidad y desenvoltura, según las necesidades del momento, o
según lo que él “cree” que son sus necesidades.

Desde Piazza Fontana hasta el secuestro de Aldo Moro, sólo han


cambiado los objetivos contingentes que el terrorismo defensivo
ha alcanzado, pero lo que en la defensiva, “no puede cambiar
nunca”, es la “meta”. Y la meta desde el 12 de diciembre de 1969
al 16 de marzo de 1978 y todavía hoy, sigue siendo la misma, es
decir, hacer creer a toda la población, desde entonces intolerante
o en lucha contra el Estado, que tiene “al menos un enemigo
en común” con él, enemigo contra el que el Estado la protege,
a condición de no ser cuestionado por nadie. La población que
es generalmente hostil al terrorismo, y no sin razón, debe pues
reconocer que, “al menos en esto necesita” al Estado, en el que
en consecuencia debe delegar los más amplios poderes, con el fin
de que pueda afrontar con energía la ardua tarea que constituye
la defensa común contra un enemigo oscuro, misterioso, pérfido,
despiadado y, en una palabra, quimérico. Frente a un terrorismo
presentado siempre como el “mal absoluto”, el mal en sí y para sí,
todos los males, mucho más reales, pasan a segundo plano, y sobre
todo deben ser olvidados: ya que la lucha contra el terrorismo
coincide con el “interés común”, es ya el “bien general”, y el
Estado que la lleva generosamente es el bien en sí y para sí. Sin la
maldad del diablo, la infinita bondad de Dios no podría aparecer
y ser apreciada como se debe.

El Estado, por una parte debilitado en extremo por los ataques del
Sobre el terrorismo y el Estado · 21

proletariado que al igual que su economía soporta diariamente


desde hace diez años, y de otra parte, por la incapacidad de sus
gestores, puede disimular igual de bien ambas cosas, encargándose
de escenificar “solemnemente” el espectáculo de la sacrosanta
defensa común contra el monstruo terrorista, y puede en nombre
de esa piadosa misión, exigir de todos una porción suplementaria
de su exigua libertad, que reforzará el control policial sobre toda
la población. “Estamos en guerra”, y en guerra contra un enemigo
tan potente que cualquier otra discordia y cualquier otro conflicto
serían actos de sabotaje y de deserción: no se tiene el derecho de
ir a la huelga general más que para protestar contra el terrorismo.
El terrorismo y “el estado de urgencia” permanentes, un estado
de urgencia y de “vigilancia”, he aquí los únicos problemas, o al
menos los únicos a los que está permitido e incluso vivamente
recomendado consagrarse. Todo lo demás no existe, y debe ser
olvidado, por lo menos debe ser callado, guardado, reprimido en
el inconsciente social, ante la gravedad de la cuestión del “orden
público”. Y, ante la obligación universal de defenderlo, todos
están invitados a la delación, a la cobardía, al miedo: la cobardía
se convierte, por primera vez en la historia, en una cualidad
sublime, el miedo está siempre justificado, el único “valor” no
despreciable es el valor de aprobar y sostener todas las mentiras,
todos los abusos y todas las infamias del Estado. Como la crisis
actual no exceptúa a ningún país del planeta, la paz, la guerra,
la libertad y la verdad no tienen ya ninguna frontera geográfica:
su frontera atraviesa igualmente a todos los países, y todos los
Estados se arma y declaran la guerra a la verdad.

¿Alguien duda todavía del poder oculto de los terroristas?


¡Pues bien!, tendrá que cambiar de opinión ante las imágenes
magníficamente filmadas de tres terroristas alemanes a punto de
subir a bordo de un helicóptero, tan poderosos que consiguen a
continuación escaparse incluso de los servicios secretos alemanes
más capaces de filmar su presa que de alcanzarla.
22 · Gianfranco Sanguinetti

¿Alguien cree que 100 o 200 terroristas no estén en condiciones de


dar un golpe mortal a nuestras instituciones? Pues bien, mirad lo
que 5 o 6 de ellos son capaces de hacer en algunos minutos a Moro
y su escolta y admitid pues que el riesgo para las instituciones (tan
queridas por otra parte por más de 50 millones de italianos) es un
riesgo real y terrible. ¿Alguno quiere mantener lo contrario? ¡Es
un cómplice de los terroristas! Todo el mundo estará de acuerdo
en esto, el Estado no puede dejarse abatir sin defenderse: y cueste
lo que cueste, esta defensa es el deber imperativo y sagrado de
cada uno. Y esto porque la República es pública, el Estado es de
todos, cada uno es el Estado, y el Estado es todos, porque todo el
mundo disfruta de sus ventajas, tan equitativamente repartidas:
¿No es esto la democracia? Por lo tanto el pueblo es soberano,
pero ¡ay de quien no la defienda! ¿Convencidos? ¿O quizás creéis
todavía, después de lo de Moro, pobres ciudadanos ávidos de
crítica, que siempre es el Estado, como en los tiempos de Piazza
Fontana, el que lleva a cabo los atentados?

¡Innobles sospechas! Y que ofende a la dignidad de las instituciones.


Zaccagnini llora, aquí está la fotografía, Cossiga también, miradlo
en el noticiario televisado, y ¡abandonad de una vez por todas
la idea de cargar todo sobre las espaldas de los que no dudan
en sacrificar la vida de otro en nombre de la defensa de nuestras
instituciones más democráticas! Pero ¿creéis todavía, pobres
ciudadanos, que nosotros ministros, nosotros generales, nosotros
agentes secretos del Anti-terrorismo -por antífrasis- estaríamos
dispuestos a sacrificar a Aldo Moro, destacado hombre de Estado,
hombre de sentimientos elevados, ejemplo de rectitud moral,
nuestro amigo, nuestro modelo, nuestro protector y, cuando hizo
falta, nuestro defensor?11

Esto es exactamente lo que debería pensar todo buen ciudadano


11 Alusión a la defensa de los servicios secretos que hizo Moro en el Parlamento cuando estos
fueron acusados de participar en el Golpe de Estado fallido del general De Lorenzo en 1964.
(N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 23

que no duda nunca, vota siempre, paga si es rico y se calla en todo


momento. Las sospechas sobre el Estado están permitidas en lo
que respecta a Piazza Fontana, porque las víctimas eran simples
ciudadanos: pero ¿no se querrá también sospechar del Estado
cuando la víctima es su más prestigioso representante? Kennedy,
pertenece al pasado. Únicamente por esto la agonía de Aldo Moro
se alargó tanto, para que cada uno pudiera seguir tranquilamente el
espectáculo del secuestro y la falsa discusión sobre la negociación,
leyendo cartas patéticas y mensajes despiadados de las fantásticas
BR12 que canalizarán el desprecio de las gentes sencillas y de los
pobres de espíritu, dando así un poco de verosimilitud a todo
el suceso y una razón para manifestarse al psicodrama colectivo,
manteniendo la contemplación y la pasividad general, que es lo
que más cuenta.

Si Moro hubiese sido abatido con sus guardaespaldas en vía Fani


todo el mundo habría pensado en un ajuste de cuentas, de los que
12 El origen de las Brigate Rosse (Brigadas Rojas-BR) se remonta a la experiencia del
Collettivo Politico Metropolitano (Colectivo Político Metropolitano-CPM) de Milán, el
cual había nacido luego de los debates en el seno de los Comités Unitarios de Base (CUB)
de las fábricas, que buscaban enlazar programáticamente las luchas obreras, estudiantiles y
barriales (multisectorialidad). Posteriormente el Movimiento de Trabajadores Estudiantes
(MTE) también se suma a las reflexiones del CPM de que es necesario dotarse de organismos
político-militares no solo defensivos, sino también ofensivos, es decir, el embrión del partido
armado. Luego se conforma el grupo Sinistra Proletaria (Izquierda Proletaria-SP) en el cual
participaban centenares de militantes reagrupados en unos 50 colectivos. En este grupo existía
una constante referencia teórica e ideología hacia las guerrillas urbanas latinoamericanas, es
especial al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros de Uruguay. Un grupo pequeño y
selecto de SP en una reunión realizada en un pueblo llamado Pecorile en septiembre de 1970
determinó el camino que los llevaba directamente a la guerrilla. Las primeras acciones de las BR
se desarrollan dentro de las fábricas especialmente en la Sit-Siemens y la Pirelli de Milán; el 17
de diciembre de 1970 se registra la primera acción firmada con la estrella asimétrica de cinco
puntas y la leyenda “Brigate Rosse”, que consistió en el incendio del automóvil del director de
la Sit-Siemens. Luego se pasó a los secuestros, a la creación de columnas en diversas ciudades
(Roma, Milán, Turín, Véneto, Nápoles, Génova, Bolonia, Florencia, etc.), al “ataque al corazón
del Estado” y a la autodestructiva deriva militarista. En 1972 las y los militantes de las BR pasan
a la clandestinidad y empiezan a ejercitar lo que ellos comprenden como el “contrapoder obrero”
y la “justicia proletaria”; acciones que ya eran cuestionadas por ser “ejecutadas por especialistas”
y no por las masas, según otros grupos políticos que formaban parte del movimiento. Luego
del desastre de Moro, se produce una crisis al interior de las BR y comienza a fracturarse en un
archipiélago de grupos. Sus principales cuadros en el inicio fueron Renato Curcio, Margherita
Cagol, Mario Moretti y Alberto Franceschini. Según Moretti la organización en su mejor
momento nunca tuvo más de 120 militantes regulares, aunque su red de apoyo y colaboración
abarcaba unas 1.200 personas. (N. del E.)
24 · Gianfranco Sanguinetti

la historia está llena, entre Gangs capitalistas y centros de poder


rivales -como era el caso. En este caso, la muerte de Moro habría
sido juzgada ni más ni menos como la de Enrico Mattei. Sin
embargo, nadie ha señalado todavía que si un grupo cualquiera
de poder se encontrase con la obligación, por necesidad o por
interés, de eliminar un Enrico Mattei13, que reivindicaría o lo
haría reivindicar, sin ninguna duda y con la mayor facilidad, tal
asesinato por tal o cual grupúsculo terrorista secreto14; he aquí por
qué hubo que escenificar el largo secuestro, y subrayar unas veces
la crueldad, otras lo patético, otras “la firmeza” del gobierno; y
cuando se creyó que las gentes estaban ya por fin convencidas
de la procedencia “revolucionaria” y la responsabilidad de los
“extremistas”, sólo entonces, los verdugos de Moro tuvieron
luz verde para deshacerse de él. Y tú, Andreotti, que eres menos
ingenuo que desenvuelto, no vengas a decirme que todo esto te
parece nuevo, y no te hagas el ofendido, ¡por favor!

Toda la polvareda levantada en el país sobre la cuestión de


negociar o no -cuestión que apasiona todavía a los imbéciles- era
lo que tenía que salir mejor, pero es también lo que peor resultó:
ahí es donde lo artificioso de toda la máquina, apenas montada
detrás de bastidores, se descubrió mejor en la escenificación, en
este caso de la cumbre de la DC15 y del PCI16, la rechazaba porque

13 Poderosísimo jefe de la empresa estatal del petróleo (ENI) asesinado antes de 1968, es decir,
antes del espectáculo del terrorismo. (N. del T.)
14 Recientemente, Sindona, notorio mafioso que ha hecho quiebra, ¿no ha montado su propio
rapto en los Estados Unidos, donde había huido para eludir el proceso en el que debía responder
de la bancarrota de la Banca Franklin? Un sedicente “grupo proletario” ha reivindicado el
secuestro, pero nadie lo ha creído, porque en América la prensa no está tan domesticada como
en Italia en este tema. (N. del T.).
15 La Democrazia Cristiana (Democracia Cristiana-DC) fue un partido de “centro” fundado en
1943 y disuelto en 1994. Durante la época a la que hace referencia el texto de Sanguinetti fue
el partido más influyente y votado en Italia. (N. del E.)
16 El PCI (Partito Comunista Italiano-Partido Comunista Italiano) nació en 1921 en la
ciudad de Livorno, producto de una escisión de izquierda del PSI (Partito Socialista Italiano-
Partido Socialista Italiano); sus principales dirigentes en ese entonces fueron Amadeo Bordiga
y Antonio Gramsci. En la época que compete a este escrito de Sanguinetti, el PCI tenía una
marcada orientación estalinista, es decir, contraria a la revolución proletaria y al desarrollo de
Sobre el terrorismo y el Estado · 25

sabía perfectamente que el guion del drama preveía el desenlace


del que efectivamente disfrutamos. Y porque sabía también, vista
la situación, que no debía desperdiciar la ocasión, una tantum, de
mostrarse inflexible, a costa de otro: por eso pudimos admirar a
Zaccagnini y Cossiga, Berlinguer y Peccioli, cagarse sin disimulo
en la dignidad de las instituciones republicanas - dignidad, por
lo demás, muy bien representada por el presidente de la época,
Leone17. Los jefes del partido que rechazaba la negociación sabían
además que no debían perder la ocasión de tener a Moro muerto,
mucho menos peligroso para ellos que vivo, porque más vale
un amigo muerto que un enemigo vivo. Porque si Moro, como
hipótesis, hubiera sido liberado, cosa por otra parte imposible, los
estalinistas y los democristianos sabían perfectamente que habrían
tenido que vérselas con un hombre tres veces más peligroso, por
más popular, después de su aventura, desacreditado de todas las
maneras posibles por sus amigos, cuando no podía defenderse y
por lo tanto de ahí en adelante enemigo declarado de sus amigos
y ex-aliados estalinistas. En consecuencia, nadie tiene derecho a
criticar a Andreotti y a Berlinguer, porque no han servido más
que a sus propios intereses. Por el contrario, lo que se les puede
reprochar es haberlos servido tan mal, es decir haber provocado más
dudas y sospechas que aplausos sobre su conversión improvisada
y repentina a una inflexibilidad que debía forzosamente fluir de
sus intereses inconfesables, no pudiendo derivar ni de su carácter,
ni de su pasado, ni de la pretendida voluntad de salvaguardar las
instituciones, de las que se burlan en la práctica a cada instante.

En cuanto a Berlinguer, en concreto, no ha perdido la ocasión


de aparecer una vez más, como si uno no estuviera convencido
todavía, como el hombre político más incapaz del siglo; porque
la autonomía obrera. Poseía una influencia electoral de millones de votantes, por ejemplo, en
las elecciones generales anticipadas del 20 de junio de 1976 alcanzó su máximo histórico con
el 34% de las preferencias y en ese mismo año contaba con 1.814.262 militantes, lo que lo
convertía en el Partido Comunista más grande fuera del URSS y de sus países satélites. (N. del
E.)
17 Poco después dimitió por desvergonzada corrupción. (N. del T.)
26 · Gianfranco Sanguinetti

desde el principio, estaba más claro que el agua que el secuestro de


Moro era ante todo un golpe importante contra el “compromiso
histórico”18, y ciertamente no por extremistas de izquierda - que
en ese caso, habrían secuestrado a Berlinguer para castigarlo
por su “traición” sino por un grupo de poder y de intereses
que es irracionalmente hostil al compromiso con los sedicentes
comunistas, y digo bien “irracionalmente”, porque semejante
política no puede ciertamente perjudicar a los intereses del
capitalismo: pero, por supuesto, el “eficaz” Berlinguer ni siquiera
ha conseguido convencer de esto a “todos” los sectores políticos,
los medios militares y los grupos de poder, aunque desde hace
un lustro se dedica a esta tarea, y sólo a ésta. Así Aldo Moro,
designado desde hace tiempo ya como el artífice del gobierno
de “unidad nacional”, ha corrido con los gastos apenas llevada la
empresa a buen puerto: “de donde se puede deducir una regla general
que no falla nunca o casi nunca, es que aquél que es causa de que
otro se haga poderoso se arruina él mismo”, como dijo Maquiavelo,
y no por casualidad, sino allí donde habla De principatibus mixtis,
como es mixta la actual mayoría de gobierno.
18 La expresión “compromiso histórico” nace como reflexión de la dirección estalinista del
PCI - Enrico Berlinguer-, en torno al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 producido
en Chile, que derrocó a Salvador Allende y la “vía chilena al socialismo” preconizada por la
Unidad Popular. Se trata de una estrategia que busca constantemente un equilibrio entre la
práctica reformista y el lenguaje demagógico revolucionario. Ante la oleada de luchas obreras de
base que golpean a la burguesía italiana aún después del “otoño caliente”, y que se originan al
margen y en contra de los sindicatos y el “partido del proletariado”, el PCI opta por proponer
un compromiso que representa la unión de todas las fuerzas sociales del país en una perspectiva
de “unidad nacional” -para salvar a la república-, con los partidos de mayor representación
nacional: la DC y el PSI. Se intentaba de esta forma frenar el ascenso de la lucha proletaria con
una política de consenso y reformista, cerrando el paso a la posibilidad de que se imponga desde
abajo una revolución genuinamente comunista. El compromiso se inicia con el apoyo del PCI
al gobierno democristiano de Giulio Andreotti en 1978 y acaba con el asesinato de Aldo Moro.
Esta línea del PCI dividió profundamente al proletariado italiano y luego del ’77 impulsó a
que sectores significativos de las vanguardias obreras, desesperados al no ver una salida viable
en “el movimiento” y a la traición sin tapujos del PCI, pasaran a engrosar directamente las
formaciones militaristas que se multiplicaron por doquier a inicios de 1978, los que motivados
por un voluntarismo ciego llevaron adelante, sin ninguna posibilidad de victoria, una guerra de
aparatos contra el Estado, que fue inapelablemente derrotada. La generalización de la “lucha
armada” fue desastrosa para el proletariado, dejando como saldo 40.000 denunciados a la
policía, 15.000 procesados, 6.000 presas y presos políticos y centenares de muertos. La ola de
delación entre antiguos compañeros y compañeras, los fenómenos del “arrepentimiento” y la
“disociación”, son solo consecuencias del culto-práctica de la violencia separada y espectacular.
(N. del E.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 27

Con la desaparición de Moro, todos los demás dirigentes políticos


“aperturistas”, democristianos u otros, han sido “advertidos”:
porque los que han decidido y puesto en marcha el secuestro de
Moro han mostrado así, que podían, en cualquier momento,
hacer algo peor. Craxi fue el primero en comprenderlo, pero todos
los hombres del poder lo comprendieron y Berlinguer, en vez de
denunciar inmediatamente este hecho, en vez de admitir que este
golpe era mortal para su política, prefirió una vez más callarse,
fingir creer todas las versiones oficiales, mostrar demasiado celo
en la caza de brujas, incitar a la población a la delación, no se
sabe de qué ni de quién, continuando marchándose de sus
propias mentiras, apoyando la intransigencia democristiana y
profiriendo injurias contra los extremistas, con la piadosa ilusión
de tranquilizar así a esos sectores ocultos que habían cogido a
Moro. Pero los estrategas de la operación de vía Fani se reían de
la buena voluntad abstracta de Berlinguer contra la subversión
porque sabían que él sabía, y porque sabían también que, cuando
se trata de verdadera subversión, de la que perjudica a la economía,
Berlinguer no consigue ya impedir a los obreros salvajes hacer
lo que hacen. No basta con “querer” enterrar la subversión,
Berlinguer, haría falta también mostrar que “puedes” hacerlo: los
laureles de la voluntad abstracta están hechos de hojas muertas
que nunca han sido verdes, ¡idiota!

En efecto, como todo el mundo ha podido constatar, desde


entonces el PCI no cesa de padecer las amargas consecuencias
de su propia deshonestidad estúpida: durante el secuestro, fue
ampliamente acusado por la prensa burguesa de ser en definitiva
su responsable, por haber alimentado en sus militantes toda clase
de ilusiones sobre la revolución social, obteniendo estos hermosos
resultados; después perdió las elecciones; a continuación el
despreciable Craxi (ya durante el secuestro chalaneaba con el
partido de la negociación, que sabía imposible, pero le permitía
diferenciarse de los demás) pasó a la ofensiva acusando a los
28 · Gianfranco Sanguinetti

estalinistas de todo, pero disfrazándolo de vagas querellas


ideológicas -tanto más ridículas viniendo de un hombre de tal
talla intelectual y cultural. Pero, en todos los casos, Berlinguer ha
sido el que ha perdido; y el PCI, como no quería ser atacado por
sus aliados del gobierno, renunció a la lucha y en cada derrota que
sufría se asistía a la escena discretamente cómica en la que Piccoli
y Andreotti acariciaban la nuca de Berlinguer, aconsejándole no
desesperar, y seguir así. Sin embargo, a pesar de estos reveses, hoy
todavía los estalinistas siguen fingiendo creer testarudamente que
Moro fue asesinado por extremistas de izquierda: se puede decir
pues que la cascada de derrotas ante la que corre el PCI “está
verdaderamente merecida”, siendo tan nulo como “partido de
lucha” e inexistente como “partido de gobierno”19. Lo que me
parece menos comprensible y más injustificado que todo, el resto,
es que los estalinistas se lamentan de ello sin pudor, y se hacen
siempre las víctimas, es decir de su propia incapacidad por un
lado, y de las intrigas de sus enemigos, por otros enemigos mucho
menos incapaces e indecisos que ellos, como lo testimonia entre
otras la operación de vía Fani.

El partido de la negociación, al contrario, sobrevive a su derrota,


sacando alguna fuerza de la debilidad del partido opuesto, y está
representado pro Craxi, por razones puramente instrumentales, y
por Lotta Continua20, a causa de la estupidez extremista que impide
19 Eslogan del PCI. (N. del T.)
20 Organización política de la izquierda extraparlamentaria surgida de las asambleas de
trabajadores y estudiantes en Turín durante el “otoño caliente” que llegó a contar “con 152 sedes
en toda Italia y con algunos miles de afiliados, más de 10.000 militantes, según Renzo Del Carria,
cerca de 20.000 en el momento de mayor crecimiento y difusión territorial de la organización”
(Giachetti, Diego (2006) Italia más allá del 68. Barcelona: Virus Editorial). Lotta Continua
planteaba como tesis central que el crecimiento de la conciencia antagonista de la clase
proletaria de daría a través de una movilización continua y cualificada, es decir, “al calor de la
lucha misma”. En el año 1975, pocos meses después de su segundo congreso, se produce un
conflicto interno entre las mujeres feministas de la organización y los servicios de orden –grupos
de choque y autodefensa para despliegues en la calle, conformados por una mayoría abrumadora
de hombres-, que llevará a la autodisolución de facto del partido. El periódico “Lotta Continua”
seguirá imprimiéndose pero ya no dependiente de algún grupo político, sino como un “órgano
independiente del movimiento”. Además de Lotta Continua existieron otras organizaciones
importantes dentro del área extraparlamentaria de la “nueva izquierda” post ‘68: Il Manifesto
Sobre el terrorismo y el Estado · 29

a sus militantes darse cuenta siquiera de que son parte integrante


del espectáculo que querrían combatir, y del que sin embargo
se alimentan a manos llenas. A este partido de la negociación se
asociaron, naturalmente, muchos intelectuales, cuya sagacidad es
conocida y cuya profundidad de pensamiento ya no hace falta
demostrar: a estas características viene a añadirse, en este caso,
la más crasa ignorancia de la historia, menos perdonable todavía
que lo demás en el que quiere tener la última palabra en todo,
comerciando con su pretendida ciencia. Me explico: ante todo,
lo que une a los burgueses reaccionarios y a las bellas almas de la
burguesía progresista, a los intelectuales de moda, a los militantes
quejosos y a los hinchas contemplativos de la lucha armada, es
precisamente creer que respecto a Moro, y por primera vez, el
Estado “no habría mentido” en materia de terrorismo; por lo
tanto, para toda esta gente, el secuestro es obra de revolucionarios,
de los que el lúgubre Toni Negri21 dijo: “hemos subestimado su
eficacia... Estamos dispuestos a la autocrítica”. Todos son pues,
voluntaria o involuntariamente, las víctimas de esta enésima
mentira del Estado: los extraparlamentarios y los intelectuales de
izquierda admiten por supuesto que el Estado se sigue sirviendo
del terrorismo, post festum, pero no pueden concebir que lo haga
(El Manifiesto) grupo expulsado del PCI que llegó a tener 8.000 miembros y un periódico;
Potere Operario (Poder Obrero) que contó en su mejor momento con unos 1.500 militantes
y reivindicaba la hegemonía de la lucha obrera en contra de la tesis de Herbert Marcuse muy
difundida en aquellos años que afirmaba que la clase obrera estaba integrada al sistema y que
el estudiantado tenía un rol central en la lucha por la liberación; Partito Socialista Italiano
di Unità Proletaria (Partido Socialista de Unidad Proletaria-PSIUP) con 17.500 miembros;
Avanguardia Operaia (Vanguardia Obrera), grupo de orientación antiestalinista el cual se
conformó originalmente por estudiantes y por obreros radicalizados en las luchas emprendidas
por los Comités Unitarios de Base (CUB) de las grandes fábricas milanesas y que llegó a contar
con 18.000 militantes; y varios otros grupos de orientación maoísta tales como, Il Movimiento
Studentesco, Unione dei Comunisti Marxisisti-Leninisti, etc. Muchos de estos grupos o lo que
había quedado luego de sus autodisoluciones en el “movimiento” –a excepción de la mayoría
de grupúsculos maoístas- confluyeron en 1975 en una lista electoral llamada Democrazia
Proletaria (Democracia Proletaria). Para saber más acerca de la trayectoria y planteamientos
de estos grupos recomendamos: Balestrini, Nanni & Moroni, Primo (2006) La horda de oro.
Madrid: Traficantes de sueños; Katsiaficas, George (2013) La subversión de la política. Ciudad
de México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México; y Giachetti, Diego (2006) Italia
más allá del 68. Barcelona: Virus Editorial. (N. del E.)
21 Poco después de la publicación de este libro, Negri ha pagado caro el hecho de habérselo
tragado todo a propósito de Moro. (N. del T.)
30 · Gianfranco Sanguinetti

asesinando a su más prestigioso “representante”. Por eso hablo de


ignorancia histórica: nadie conoce, o en todo caso nadie se acordó
de la miríada de ejemplos en los que los Estados en crisis, y en
crisis social, han eliminado precisamente a sus “más reputados
representantes”, con la intención y con la esperanza de levantar y
canalizar una indignación general - pero generalmente efímera -
contra los “extremistas” y los descontentos. Para no citar aquí más
que uno entre mil, de estos ejemplos históricos, recordaré que
los servicios secretos zaristas, la temible Okhrana, olfateando con
terror y no sin razón el acercamiento de la revolución de 1905,
hicieron asesinar, el 28 de julio de 1904, nada menos que al
ministro del Interior Plheve, y como esto no les pareció suficiente,
hicieron asesinar poco después, el 17 de febrero de 1905, al gran
duque Sergio, tío del zar, hombre muy influyente y jefe de la
circunscripción militar de Moscú.

Los atentados, perfectamente logrados, fueron decididos,


ejecutados y reivindicados por la “Organización de combate”
de los Socialistas-Revolucionarios, a la cabeza de la cual acababa
de llegar el famoso Azev, un ingeniero efectivamente ingenioso,
agente de la Okhrana, sucediendo al revolucionario Guerchouni22
oportunamente detenido poco antes.

Cito este único pero admirable ejemplo de provocación, porque


para citar todos los que se conocen en el siglo pasado, no bastarían
500 páginas; y lo he elegido también porque la Italia de 1978
tiene un vago pero real parecido con la Rusia de 1904-1905. Y, en
cualquier caso, cabe destacar que todos los poderes en dificultades
“se parecen siempre a todos los demás poderes en dificultades”,
igual que su comportamiento y su manera de proceder.

22 Guerchouni, detenido por supuesto a causa de Azev, recomendó vivamente a sus compañeros
colocar precisamente a Azev a la cabeza de la Organización de combate, por el valor y la audacia
que había demostrado en el transporte, de Suiza a Rusia, de armas, explosivos y publicaciones
del partido, cuyo Comité Central estaba entonces exiliado en Ginebra. (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 31

La lógica que siguen actualmente los estrategas de este espectáculo


es sencilla, llana y vieja: para no admitir precisamente cuáles
son sus dificultades reales, y cuáles son las contradicciones
incurables en las que se debate esta vieja sociedad, los dirigentes
del espectáculo terrorista nos presentan llanamente las cosas
más contradictorias: el terrorismo del 78 como la consecuencia
inevitable de las revueltas proletarias del 77, y Piazza Fontana
como la desembocadura lógica del ardiente año 1969. ¡Nada más
falso! Las revueltas del 77 son la continuación del otoño caliente y
el secuestro de Moro la continuación de la provocación de Piazza
Fontana. La historia procede por medio de contradicciones
dialécticas, pero es espectáculo, como los filósofos escolásticos,
proclama simplemente: post hoc ergo propter hoc, después de
aquello, por lo tanto a causa de aquello; es el error del hecho. En
el 77, ¿la joven generación proletaria se sublevó contra su propia
miseria? ¡Pues bien, en el 78, estos mismos jóvenes rabiosos
secuestraron a Moro! Y poco importa que las BR no hayan
tenido nada que ver en las rebeliones del 77, a las que acusaban al
contrario de “espontaneísmo”: los jóvenes proletarios del 77 eran
subversivos, las BR están compuestas por jóvenes, las BR son los
subversivos del 77. ¡En absoluto, señores del gobierno! ¡Y vosotros,
oficiales superiores de los servicios paralelos, “como vosotros os
equivocáis siempre”, querríais que todo el mundo hiciera otro
tanto! Y quienquiera que denuncie vuestras provocaciones es de
inmediato acusado de ser “él” el provocador, porque la realidad
está siempre invertida en el espectáculo.

La verdad es, señores del gobierno, que puesto que en 1977 vuestro
sillón volvió a temblar bajo vuestro culo y la tierra bajo vuestros
pies, vosotros, vosotros precisamente, pasasteis a la contraofensiva,
asesinando esta vez a aquel de los vuestros que vosotros (y vuestros
auxiliares secretos) considerabais como el más apto para levantar
la indignación popular (nadie hubiera pestañeado si se hubiera
secuestrado a Rumor, o incluso a Fanfani), y que era el máximo
32 · Gianfranco Sanguinetti

responsable del actual “cuadro político” -que como podéis ver,


no gusta a “todos” los sectores capitalistas que vosotros y vuestras
organizaciones militares, estáis llamados a defender. Se puede pues
decir que Moro fue el homólogo italiano de Allende: y detrás de
la acusación de servir a los intereses de la burguesía y del capital
más que a los del proletariado, estaba de hecho y mal camuflada,
la “acusación opuesta”, la de no servir los intereses capitalistas
como algunos capitalistas hubieran querido.

El 16 de marzo último, día de la operación de vía Fani, no pude


evitar pensar enseguida dos cosas: primero que los servicios
secretos habían sido finalmente reorganizados y que se habían
repuesto un poco de las vicisitudes del 12 de diciembre de 1969,
así como de las humillaciones que resultaron (y, aquí también
una vez más, la realidad es invertida por el espectáculo: porque
se atribuye el éxito del golpe de vía Fani a la inexistencia de los
servicios secretos). Y, en segundo lugar, pensé en ese pasaje de
Cándido en el que se afirma que “en este país es bueno de vez en
cuando matar a un almirante para estimular a los demás”.

Sciascia, que es el lector italiano de Voltaire más conocido, no es


ciertamente el más espabilado ya que, olvidando este pasaje y toda
la realidad, se pierde en tal o cual frase de las cartas de Moro sin
encontrar nunca el “conjunto” de los hechos, que ningún detalle
examinado al microscopio puede indicar o dejar entrever. Incluso
hoy, Sciascia cree que Craxi u otros habrían tenido realmente
interés y la intención de negociar con “los revolucionarios”, y
se indigna, con un brío digno de una causa mejor, de la poca
amistad mostrada a Moro por sus amigos, lo que es un detalle
insignificante, en lugar de reservar su indignación para lo esencial
-es decir, para el hecho de que con esta provocación, no solo
él, sino el mundo entero ha sido engañado, las leyes policiales
se aprobaron, y mientras que los intelectuales y el Papa lanzan
llamadas hipócritas e infames contra el “extremismo”, cien
Sobre el terrorismo y el Estado · 33

inocentes son encarcelados para siempre, y así sucesivamente.

Dime, Sciascia: ¿qué importancia puede tener para la historia, o


incluso solamente para la verdad, el que Aldo Moro haya tenido,
además de otras desgracias, la de estar rodeado de “amigos” infieles
e indignos? ¿Es acaso una novedad que el mundo político romano
está constituido por canallas y asesinos? ¿No has leído nunca,
Sciascia, lo que ya había señalado hace tres años el cardenal de
Retz, que era un panfletario más sagaz que tú: que “hay mucha
gente en Roma que les gusta asesinar a los que están en tierra”? Nuevo
Emile Zola, no acusas a los enemigos de Dreyfus, sino a sus amigos
calumniadores, no acusas a los criminales y a los responsables, sino
a los que han cometido la simple falta de calumniar y deshonrar
a la víctima, post festum, entre los que abundan por otra parte
los cronistas del “Corriere”, periódico en el que sin embargo tú
escribías, para no añadir nada. Y si lamentas, Sciascia, que Moro
haya tenido los amigos que tuvo, ¿por qué demonios no empiezas
a dar buen ejemplo, cesando por ejemplo de confraternizar con el
indecente e incalificable Bernard-Henry Levy?

Pero de los intelectuales ya he dicho lo indecible, y añadir más


sería superfluo.

En cuanto a los grupúsculos de pretensiones extremistas, que se han


lanzado todos a cuerpo descubierto a análisis ideológicos sobre la
violencia y la estrategia del terrorismo “revolucionario”, recordaré
solamente que los límites de su capacidad de comprensión de
la realidad se han manifestado hace algunos años, desde Piazza
Fontana, y en cada ocasión siguiente, como cuando aplaudieron el
asesinato de Calabresi23, sin que se les hubiera pasado por la cabeza

23 Luigi Calabresi fue un comisario italiano que jugó un rol importante en la “estrategia de
la tensión”. El ferroviario anarquista Giuseppe Pinelli al momento “de caer” por la ventana
se encontraba en la oficina de este policía. Calabresi también identificó el cuerpo sin vida
de Feltrinelli, quien supuestamente falleció al poner una carga explosiva en una torre de alta
tensión. El 17 de mayo de 1972 fue asesinado a tiros; el Estado se apresuró en culpar a militantes
de Lotta Continua, organización que había levantado una campaña pública denunciando el
34 · Gianfranco Sanguinetti

que el comisario había sido eliminado “por sus propios patronos”,


para los que se había convertido en una carga: había participado
en el golpe montado contra Valpreda, en el asesinato de Pinelli
y en otros: incluso algunas semanas antes de ser asesinado, fue
precisamente Calabresi quien reconoció a Feltrinelli en el cadáver
irreconocible de Segrate, lo que le valió las felicitaciones de todos
los periódicos por su “memoria”, su “sagacidad”, etc., sin que
nadie se preguntara nunca si se trataba de memoria, de sagacidad,
o de “otra cosa bien distinta”.

Estos extraparlamentarios alienados se pierden detrás de todo


lo que dicen los estalinistas en materia de terrorismo, porque
no saben que el PCI es únicamente capaz de mentir, y la única
cosa que no pueden creer nunca, es la “simple verdad”: que, por
ejemplo, las BR están teledirigidas, que Moro fue eliminado por
los servicios paralelos y que ellos mismos son unos imbéciles, que
solo sirven para ser encarcelados cada vez que es útil24.

Los estalinistas cuando la “pista roja” de Piazza Fontana se


derrumbó miserablemente, sin protestar siquiera porque
Valpreda llevaba encerrado tres años, sacaron la “pista negra”;
y he aquí que nuestros extraparlamentarios adoptan la “pista
negra”; y que corren detrás de los estalinistas para gritar con
ellos que “el fascismo no pasará”. Naturalmente no excluyó por
las buenas que algún elemento fascista haya participado en tal o
cual acto terrorista, “negro” o “rojo”: pero esto no tiene ninguna
importancia, porque sabemos todos que nuestro Estado se sirve de
fascistas notorios como todos sus generales, gobernadores, jueces
y comisarios, así como se sirve de agentes secretos, elementos
infiltrados, manipuladores terroristas; y esto sin que este Estado
ni este terrorismo puedan ser definidos como “fascistas”.
papel de Calabresi en el caso Pinelli. Ciertamente, como señala Sanguinetti, Calabresi sabía
demasiado, y por lo tanto, el Estado lo suprimió para no dejar cabos sueltos. (N. del E.)
24 Esto se ha podido comprobar cumplidamente después de la aparición de este libro, por las
oleadas de detenciones en masa del 7/5/79 y más recientemente del 21/12/79. (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 35

Los estalinistas, desde el momento que no se les puede acusar


de ignorar lo que es fascista, deben en consecuencia ser acusados
de haber mentido pretendiendo que la provocación de Piazza
Fontana era “de sello fascista”. El hecho de que el general Miceli,
hoy abiertamente fascista, lo fuera ya cuando era jefe del SID25,
no es ciertamente lo que determinó su acción cuando dirigía los
servicios secretos: porque los servicios secretos recibían órdenes
y ejecutaban lo que los políticos les mandaban hacer. Pero la
mentira de los estalinistas, respecto a Piazza Fontana, no era
inmotivada, aunque fuera torpe, puesto que querían callar
lo que sabían perfectamente y puesto que al mismo tiempo se
encontraban atacados por los obreros salvajes, y es sabido con qué
violencia debieron propagar en el 69 el fantasma de la “amenaza
fascista” con el fin de construir “la unidad de la clase obrera” bajo
sus directrices.

Una semana después del 12 de diciembre, los trabajadores del


metal del sector privado, que eran la vanguardia del movimiento
y su franja más dura, fueron obligados a desconvocar todas
las huelgas a partir de la anunciada para el 19 de diciembre, y
a aceptar el contrato impuesto por los sindicatos. Bien sabían,
Longo y Amendola, que si hubieran dicho la verdad en caliente,
el 13 d diciembre de 1969 habría estallado la guerra civil, y
bien saben hoy todavía que cuando uno quiere, como ellos, ser
invitado a cenar en un rincón de la mesa del Estado, no se puede
decir en voz alta que “los platos están sucios”: pero, sin embargo,
pueden decir en voz baja y en secreto: “los platos están sucios, ya
lo sabemos: si nos invitáis nos callamos”; y en efecto se callaron.

Puesto que los estalinistas se callaron en el 69, el “partido de las

25 El Servizio Informazioni Difesa (Servicio de Información de Defensa-SID) fue el servicio


secreto italiano entre 1966 y 1977, responsable en Italia de variados actos de carácter terrorista
en complicidad con la OTAN y la CIA, el cual tenía lazos con la más vasta red clandestina
anticomunista denominada Operación Gladio. (N. del E.)
36 · Gianfranco Sanguinetti

manos limpias”26, ha tenido en lo sucesivo que seguir callándose


y mintiendo sobre las provocaciones y asesinatos ulteriores
perpetrados por los servicios secretos de ese mismo estado del
que exigen hoy el agradecimiento por su solidaridad, y del que
quieren repartirse los jirones con los democristianos.

Durante mucho tiempo, los situacionistas fueron los únicos


en Europa en revelar que el Estado italiano era el autor y el
beneficiario exclusivo del terrorismo artificial moderno y de todo
su espectáculo.

Y mostramos a los revolucionarios de todos los países que Italia


era el laboratorio europeo de la contrarrevolución, y el terreno de
experimentación privilegiado de las técnicas policiales modernas,
y esto, desde el 19 de diciembre exactamente, fecha de la
publicación de nuestro manifiesto titulado El Reischtag arde27.
26 Eslogan del PCI. (N. del T.)
27 Y aquí hay que citar, como ejemplo de lucidez revolucionaria, algunos pasajes de este
texto, que se podía encontrar entonces en la misma Piazza Fontana y delante de las mayores
fábricas milanesas, durante los días de más fuerte represión: “Ante la escalada del movimiento
revolucionario, a pesar de la acción sistemática de recuperación de los sindicatos y de los burócratas de
la vieja y de la nueva izquierda, el poder se ve obligado... jugar esta vez la carta falsa del terrorismo...
La burguesía italiana de 1969... no necesita ya errores de viejos anarquistas para encontrar un
pretexto para la realización política de su propia realidad totalitaria, pero intenta fabricarse un tal
pretexto ella sola, encerrando a los nuevos anarquistas en un golpe policial preparado... La bomba de
Milán ha explotado contra el proletariado. Destinada a golpear las franjas menos radicalizadas a fin
de aliarlas en el poder, y llamar a la burguesía a concentrarse...; no es una casualidad si ha habido
una masacre entre los agricultores (Banco Nacional de Agricultura) y solo miedo para los burgueses
(en el Banco Comercial, la bomba no explotó). Los resultados directos e indirectos de los atentados, son
su meta... Pero la burguesía italiana es la más miserable de Europa. Incapaz hoy de ejercer su propio
terror activo sobre el proletariado, sólo le queda intentar comunicar a la mayoría de la población su
propio terror pasivo, el miedo al proletariado. Impotente y torpe, en la tentativa de bloquear de esta
manera el desarrollo del movimiento revolucionario y de darse al mismo tiempo una fuerza que no
posee, corre el riesgo de perder de un sólo golpe una y otra posibilidad... Es así como las facciones más
avanzadas del poder (internas o paralelas) han debido equivocarse. El exceso de debilidad conduce a
la burguesía italiana al terreno del exceso policial: comprende que la única manera de salir de una
agonía sin fin pasa por el riesgo del fin inmediato de su agonía. Así el poder debe quemar desde el
principio la última carta política que se puede jugar antes de la guerra civil o de un golpe de Estado
del que es incapaz, la doble carta del falso ‘peligro anarquista’ (para la derecha) y del falso ‘peligro
fascista’ (para la izquierda) con el fin de enmascarar y de hacer posible su ofensiva contra el verdadero
peligro: el proletariado. Además, el acto por el que la burguesía intenta hoy conjurar a la guerra civil
es en realidad su primer acto de guerra civil... Para el proletariado no se trata ya pues de evitarla
ni de empezarla, sino de ser el vencedor... Por fin ha comenzado a comprender que no es a través de
la violencia parcial como se puede ganar, sino por la autogestión de la violencia revolucionaria y el
Sobre el terrorismo y el Estado · 37

La última frase de este manifiesto, “compañeros no os dejéis


detener aquí”, es lo único, sin excepción, que ha sido desmentido
por la historia: este movimiento se detuvo precisamente ese día,
y no podía ser de otra manera, desde el momento en que éramos
los únicos en tener plena consciencia de lo que la operación de
Piazza Fontana significaba, y en decirlo, sin disponer, de cualquier
modo, de otros medios de una “Roneo robada” como lo precisaba
este manifiesto28. Como dice el pueblo, “el que tiene el pan no
tiene los dientes y el que tiene los dientes no tiene el pan”, y
todos los valientes extraparlamentarios de entonces, que poseían
periódicos y revistas, no tenían los dientes, y no publicaban nada
pertinente sobre esta masacre, ocupados todos ellos como estaban,
y lo siguen estando, en buscar la “estrategia correcta” a imponer
al proletariado, que para ellos no sirve más que para ser dirigido,
y ¡además por ellos!

A causa de su incurable complejo de inferioridad frente a la


capacidad de mentir del PCI, efectivamente superior a la suya,
los extraparlamentarios aceptaban de inmediato la versión de los
hechos acreditada por el PCI, según la cual las bombas eran “de
signo fascista”, y no podían por lo tanto ser obra de los servicios
secretos de este Estado “democrático”: tan democrático que no
se inquieta jamás por lo que ellos puedan contar y que ellos son
los únicos en considerar como “peligroso” para el espectáculo, del
que son los comparsas mal recompensados, pero indispensables.
Su falsa explicación de los hechos estaba acorde, de todas formas,
perfectamente: con la verdadera ideología de estos grupúsculos,
encaprichados todos entonces por Mao, Stalin y Lenin, como
lo están hoy por Guattari, Toni Negri o Scalzone, o por su
miserable “vida privada” y sus ridículos “burdeles”. Puesto que
armamento general de los trabajadores organizados en los Consejos Obreros. (El proletariado) sabe
pues ahora que debe rechazar definitivamente por la revolución, la ideología de la violencia al mismo
tiempo que la violencia de la ideología... Compañeros, no os dejéis detener aquí... ¡Viva el poder
absoluto de los Consejos Obreros!”. (N. del T.)
28 En enero de 1970 salió Bombas, sangre, capital, folleto de Ludd que acusaba abiertamente a
los servicios secretos de la masacre, única excepción a la desbandada general. (N. del T.)
38 · Gianfranco Sanguinetti

estos supuestos “extremistas” no querían decir la verdad y no eran


capaces de acusar abiertamente a este Estado de ser “el terrorista”,
no han sabido tampoco combatirlo con la mínima eficacia: porque
decir que esta bomba era “fascista” era tan falso como decir que
era “anarquista”, y todas las mentiras, incluso presentadas como
opuestas, “son siempre solidarias” en el sabotaje de la verdad.
Sólo la verdad es revolucionaria, sólo la verdad puede perjudicar
al poder, y sólo ella es capaz de mandar a paseo a los estalinistas
y los burgueses, y el proletariado siempre engañado y traicionado
por todos, ha aprendido a buscar por sí sólo, la verdad, y es
impermeable a las mentiras, por muy “extremistas” que se digan.
De la misma manera, y por la misma ineptitud culpable, todos los
extraparlamentarios de 1978 cayeron alegremente en la trampa
del secuestro Moro “obra de compañeros que se equivocan”. Pero,
¿no veis, niños, que sois los únicos “compañeros que se equivocan”
también esta vez? Vuestro epitafio, valientes extraparlamentarios,
ya lo escribió Dante:

Ma voi prendete l’esca, si che


l’amo dell’antico avversaro a sé vi
tira pero póco val freno o
richiamo29

Víctimas de su propia falsa conciencia, que se expresa siempre en


la Ideología, los extraparlamentarios no podían eludir de todas
formas por más tiempo las cuestiones planteadas por el terrorismo
espectacular, y empezaron pues, a partir de 1970, a considerar
la cuestión del terrorismo en sí, en el empíreo de la ideología,
de forma totalmente metafísica, completamente abstraída de la
realidad de las cosas. Y cuando la verdad sobre la masacre de Piazza
Fontana salió finalmente, después de que cayeran una tras otra
todas las mentiras admitidas al respecto, ni los bellos espíritus de la
burguesía intelectual-progresista, ni los espantagorriones de Lotta
29 Pero mordéis el cebo, y el anzuelo / del antiguo adversario os atrae hacia él, / de poco os
sirven el freno y el aviso. (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 39

Continua y consortes fueron capaces de plantear de una vez por


todas la cuestión en sus términos reales, es decir “escandalosos”:
que la república democrática no ha dudado en hacer una masacre
cuando esto le ha parecido útil, porque cuando todas las leyes
del Estado están en peligro “para el Estado no existe más que una
ley única e inviolable: la supervivencia del Estado” (Marx). Este
es exactamente ese famoso “sentido del Estado” que cargaron
sobre las espaldas de Moro, y del que los filisteos adornan ahora
su cadáver. En 10 años, nadie ha querido levantar un “asunto
Dreyfus” sobre el comportamiento de nuestros servicios secretos,
cuyos dirigentes entraban y salían de la prisión tranquilamente,
ante la indiferencia general de todos los detentores privilegiados
del “sentido del Estado”, este sexto sentido sublime del que están
provistos nuestros políticos, a diferencia del resto de los mortales,
que están mutilados de él, como lo están, de una forma totalmente
diferente, los que estaban en el Banco de Agricultura y que no
están ya muertos. ¿O entonces, hay alguien convencido de que
este misterioso “sentido del Estado” es algo distinto de lo que he
dicho? “Moro tenía el sentido del Estado” y “Berlinguer tiene el
sentido del Estado”: si esto no significa lo que he dicho, sin frases
vacías que vienen a decir lo mismo que tal chica tiene “el sentido
del coño” y yo el de mis cojones y que Tina Anselmi30 no tiene
ningún sentido, incluso si causa sensación.

Los extraparlamentarios, en un primer momento, no creyeron


saber, luego supieron sin creer, y, para acabar, han creído “sin
concluir que es el Estado el que abrió la vía del terrorismo en
Milán”; y el país entero entró en esta época de locura aparente y de
loca apariencia: toda esta cuestión del terrorismo se ha convertido
en objeto de diatribas académicas y de fogosas invectivas
que llevaron a los unos, burgueses y estalinistas, a condenar
hipócritamente el terrorismo “de cualquier color” como si no
fueran precisamente ellos los que, alternativamente, lo dirigían y

30 Ministro democristiano. (N. del T.)


40 · Gianfranco Sanguinetti

lo tapaban dándole “el color más conveniente”, y a los otros, los


que se creían “extremistas”, a acariciar la idea de que “al terrorismo
de Estado se responde con el terrorismo proletario”. Nuestros
servicios secretos encontraron la mesa servida: apenas se formaron
los primeros grupúsculos terroristas clandestinos, BR y NAP31,
la policía, los carabineros y los cuerpos separados compitieron
sobre quién infiltraría primero estos grupos paramilitares, con el
fin de prevenir sus actos, o teledirigirlos, según las necesidades y
las desiderata del momento y de los poderosos.

Así, todo el mundo ha podido ver cómo se han aniquilado


radicalmente los NAP, sea deteniendo a sus miembros para
exhibirlos a continuación de forma innoble en tal o cual proceso,
o directamente sirviéndose de ellos como blanco de tiro de
pichón, espectáculo refinado en el que han brillado las “fuerzas
del orden” para el placer de la más sucia burguesía. 32

31 Los NAP (Nuclei Armati Proletari-Núcleos Armados Proletarios) nacen en las prisiones,
de la confluencia de militantes de izquierda y de colectivos de presos comunes que habían
desarrollado una conciencia política de su situación social. Su influencia teórica se remonta a la
experiencia del Black Panther Party (Partido de los Panteras Negras) en las prisiones de EEUU,
Frantz Fanon, el caso de George Jackson y los hermanos Soledad. Los NAP intentaron dotar
de una dirección los intereses de lo que Fanon llamó en su famoso libro “los condenados de
la tierra”, que en Italia correspondía a la capa más precaria del proletariado que provenía del
sur y que en muchos casos sobrevivía en las grandes metrópolis recurriendo habitualmente a
prácticas fuera de lo legal; lo que despectivamente muchos denominan, marginales, lumpen o
subproletarios. Realizaron varios atracos bancarios para autofinanciamiento y sus blancos de
ataque predilectos fueron las cárceles para adultos y menores, además de los manicomios. Los
NAP fueron masacrados por la represión policial, varios de sus miembros fueron asesinados
a sangre fría, torturados y encarcelados masivamente. A finales de 1977 surge un grupo en
Milán autodenominado PAC (Proletari Armati per il Comunismo-Proletarios Armados
por el Comunismo), cuya lucha armada principalmente anticarcelaria se puede enlazar con
la experiencia de los NAP; uno de sus miembros fue Claudio Lavazza, quien cumple una
pena de prisión en España y es autor del libro de memorias Autobiografía de un irreductible.
La VOP (Vanguardia Organizada del Pueblo), guerrilla urbana chilena de los tiempos de la
Unidad Popular, tiene ciertos elementos en común con los planteamientos teórico-prácticos
desarrollados por los NAP. (N. del E.)
32 Este espectáculo sanguinario ha sido ofrecido con cuentagotas, pero varias veces: cuando
la policía esperaba a Abatangelo a la salida del Banco de Florencia, matando a dos de sus
compañeros, cuando la hermana de Montini fue asesinada a sangre fría en su refugio de Roma,
y una decena de casos más. ¿Quizás se quiere todavía hacer creer, que fue por casualidad y no por
la infiltración, por lo que la “Benemérita” obtuvo estos éxitos? “La benemérita”: los carabineros.
(N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 41

Con las Brigadas Rojas, por el contrario, ocurrió de otra manera:


se conocen sólo dos nombres de agentes infiltrados en este grupo,
son Pisetta y el fraile cristiano Girotto33, que aunque burdos como
agentes provocadores, consiguieron sin embargo hacer caer en su
trampa a Curcio y a los demás del llamado “grupo histórico”,
todos militantes poco expertos en cuestiones de clandestinidad
y muy poco “feroces” además como terroristas. Sin embargo, si
las BR no han sido nunca desmanteladas, después de haber sido
decapitadas, no es ciertamente debido a la prudencia de los demás
militantes, que no son menos ingenuos que sus jefes cogidos en la
primera trampa, sino a la decisión de sus nuevos jefes. ¿Y por qué
demonios, el Estado, en dificultades ya por otras razones, habría
dejado pasar la ocasión de oro que se le ofrecía de poder disponer
en adelante de un organismo terrorista de aspecto autónomo, bien
infiltrado, y tranquilamente dirigido a distancia? No creo que el
general Dalla Chiesa sea ese genio guerrero del que habla Carl
von Clausewitz, pero ha leído ciertamente a Clausewitz con más
atención y provecho que Curcio, y tiene mayores medios para
poner al servicio de sus facultades. El general Dalla Chiesa se debe
reír a gusto, con sus colegas del SISDE, del SISMI y del CESIS,
de todas las declaraciones d ellos ideólogos lucharmadistas sobre
su firme intención de “llevar el ataque al corazón del Estado”;
en primer lugar porque sabe que el Estado no tiene corazón, ni
siquiera metafóricamente, y a continuación porque sabe muy
bien, como Andreotti y Berlinguer, que “el único ataque capaz de
herir de muerte al Estado es hoy únicamente el que denuncia sus
prácticas terroristas”, y que las denuncia violentamente, como lo
estoy haciendo yo, por ejemplo.

El general Dalla Chiesa, a pesar de que conozca más a fondo la


táctica que la estrategia, a pesar de que cofunda la estrategia con la
estratagema, sustituyendo el arte de la guerra por la astucia, sabe
no obstante que el terrorismo es el “sucedáneo de la guerra” en

33 Apodado “Fratre Mitra”, “Hermano Metralleta”. (N. del T.)


42 · Gianfranco Sanguinetti

una época en que las grandes guerras mundiales son imposibles,


o en todo caso, no permiten ya hacer masacrar a un proletariado
por otro, en extenuantes y sangrientas batallas. Nuestro general y
los demás estrategas de la alta policía política saben también que
el terrorismo espectacular es “siempre antiproletario” y que es “la
continuación de la política por otros medios”: continuación de la
política antiproletaria de todos los Estados, naturalmente. Que
este Estado necesite el terrorismo artificial moderno, se prueba
ante todo por el hecho de que es precisamente aquí, en Italia,
donde se inventó hace 10 años, y se sabe que la burguesía italiana
suple con imaginación su falta de capacidad: fue también ella la
que “inventó el fascismo”, que tuvo a continuación tanto éxito en
Alemania, en España, en Portugal, etc., en todos los lugares donde
se trataba de aplastar una revolución proletaria. Por otra parte, el
espectáculo terrorista ha conocido un éxito inmediato entre el
gobierno alemán, que no envidia nuestra situación, pero envidia
nuestra imaginación, es decir la de nuestros servicios secretos,
como en los años 20 envidió a nuestro Mussolini, porque esta
imaginación permite a nuestro navegar en la mierda sin ahogarse.

Que este Estado necesite al terrorismo, es algo de lo que cada


uno de sus representantes se ha convencido perfectamente, si no
por razonamiento al menos por experiencia, y esto a partir del
buen resultado instantáneo y milagroso de la operación de Piazza
Fontana. La prueba es que, si no ha habido a este respecto “asunto
Dreyfus”34, no es porque la cuestión fuera menos escandalosa,
34 El “Caso Dreyfus” fue un proceso que empezó en 1894 cuando una empleada de la embajada
alemana en París encontró documentos militares franceses en un cesto. Los investigadores del
ejército concluyeron que el espía debía ser un oficial artillero y el joven capitán Dreyfus se
erigía como el perfecto sospechoso: un judío, además de alsaciano (Alsacia era una región
franco-germana y sus habitantes eran a menudo sospechosos de simpatizar con Alemania). El
antisemitismo estaba extendido por toda Francia; acusando a un “extranjero”, el ejército alejaba
cualquier sospecha de sí mismo. Con la prensa y el gobierno reclamando su sangre, Dreyfus fue
procesado y condenado a cadena perpetua. Dos años después, un nuevo jefe del departamento
de inteligencia francés descubrió una evidencia que implicaba a otro oficial, que luego fue
despedido. El oficial implicado fue procesado, pero su absolución había sido pactada con
anterioridad. Tras el juicio militar el escrito Émile Zola escribió una carta abierta al presidente
de Francia, que tituló J’ acusse (Yo acuso) detallando todo lo que era falso en el caso Dreyfus, por
lo que Zola fue condenado por difamación y desterrado a Inglaterra. (N. del E.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 43

sino más bien porque todos los partidos, por razones diversas, han
comprendido que si esa bomba había salvado al Estado, que cada
uno de ellos defiende a su manera, la verdad sobre esta bomba
era capaz por sí misma, de destruirlo definitivamente. Y si no
ha habido “asunto Dreyfus”, esto se debe a que, entre nuestra
intelligentsia asalariada, ningún Emile Zola del momento ni ha
tratado ni ha querido exigir nunca una verdadera conclusión
sobre el caso Piazza Fontana: Giorgio Bocca, púdicamente,
comienza por el año 1970 su libro sobre el terrorismo, y, en
cuanto a los demás mandarines de la cultura, ante la luz cegadora
que proyecta el incendio del Reichstag, han preferido siempre,
como Passolini y Sciascia, buscar las luciérnagas, sin encontrarlas,
evidentemente, pero continuando su discurso con grandes
lamentaciones, sobre las responsabilidades de la contaminación
en esta desaparición, “polemizando” alegremente, sin denunciar
nunca la contaminación terrorista, de la que todos son a la vez
cómplices y víctimas.

Me gustaría que los servicios paralelos y los generales -que


leerán atentamente Remedio a todo, al menos el capítulo que les
concierne- atiendan un momento a dos cosas que les digo, sobre
la fragilidad de su estrategia: Dalla Chiesa sobre todo toma nota
bien de lo que Clausewitz te ha enseñado, en el capítulo que
dedica a la astucia:

“Pero aunque tendamos a ver a los generales... destacar en astucia,


en habilidad, en sagacidad, hay que reconocer que estas cualidades se
manifiestan poco en la historia... no es difícil descubrir la razón... En
efecto, es ‘peligroso’ utilizar solo en apariencia fuerzas considerables
durante un cierto lapso de tiempo con el único fin de engañar al
enemigo: porque siempre se corre el riesgo de que sea en vano, y de que
estas fuerzas falten más adelante en el momento decisivo. Esta fría
verdad, que debe estar siempre presente en la mente del que actúa en
guerra, quita a los jefes militares las ganas de este doble juego fundado
44 · Gianfranco Sanguinetti

en una agilidad fingida... En una palabra, las piezas del ajedrez


están desprovistas de esta agilidad que es el elemento característico de
los ardides y de la astucia... (los ardides no hacen daño a nadie si no
consiguen engañar -lo que es raro-)”.

La segunda cuestión a considerar, a propósito de una estrategia


basada en la provocación, es vieja como el mundo: ya Séneca -y le
cito a él porque entendía en materia de terrorismo de Estado y de
provocaciones, siendo consejero de Nerón- señalaba que “es más
fácil no tomar esta vía que detenerse una vez iniciada”. Como una
droga, el terrorismo artificial necesita y reclama ser administrado
en dosis cada vez más masivas y “más frecuentes”: perché men paia
il mal futuro e il fatto35 como diría Dante. Rehaced, pues, vuestras
cuentas, policía y generales, y ved que ya no funciona nada.

Si, en consecuencia, el Estado necesita el terrorismo, como lo he


demostrado, necesita también no dejarse pillar siempre con las
manos en la masa, para, a continuación, poner cara de bueno
como sus ministros, Rumor y Tanassi por ejemplo, en Catanzaro,
igualados en esto sólo por los generales Malizia, Maletti y Miceli.
Y ¿qué mejor ocasión, para el Estado, que la ofrecida por un
grupo como las BR, decapitado y disponible, cuyos antiguos jefes
están en la cárcel sin enterarse de nada? De todas formas, aunque
los antiguos jefes estuvieran libres, si dos infiltrados fueron
suficientes para encarcelarles, uno sólo, menos burdo que el
Hermano Metralleta o Pisetta, habría bastado para llevarles donde
se quisiera, sin que pudieran sospechar nada. Sé perfectamente
que los elementos infiltrados conocidos hasta ahora, así como la
mayoría de los agentes provocadores en funciones, no son unos
linces, pero nuestros militantes clandestinos, como se ha visto,
tampoco son más espabilados. E incluso si fueran todos unos
Lenin como se cree, hay que señalar que los bolcheviques fueron
ampliamente y en varias ocasiones infiltrados: Roman Malinovski,

35 “A fin de que parezcan menores los crímenes futuros y los crímenes realizados”. (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 45

obrero y agente de Okhrana, formaba parte del Comité Central


bolchevique, teniendo la más ciega confianza de Lenin, y
enviaba a Siberia a cientos de militantes y dirigentes, y, ante una
sospecha formulada por Bujarin contesto que era “indigna de
un militante consciente: si persistes, serás tú el que serás denunciado
como traidor”, según los recuerdos de la mujer de Lenin, Nadiejda
Kroupskaia. Pero el caso de Malinovski no es aislado: al abrir
en 1919 los archivos secretos de la Okhrana, Lenin se extrañó,
con razón, de descubrir que de 55 provocadores profesionales
en funciones y regularmente pagados, 17 “trabajaban” entre los
Socialistas-Revolucionarios, pero 20 se repartían el control de los
bolcheviques y de los mencheviques, y ¡algunos como militantes
de base! Y Lenin tuvo la amarga sorpresa de tener que constatar
que los provocadores son casualmente siempre estos mismos
“camaradas” por los que tenía, él tan prudente y tan experto en
materia de clandestinidad, la más profunda estima y la mayor
confianza por los servicios prestados y la audacia mostrada en
varias ocasiones.

Hoy, lo que entonces pasaba por las más refinadas sofisticaciones


de la Okhrana, no son más que arcaísmos: los servicios paralelos
modernos del Estado, de “todos” los Estados, disponen de una
cantidad de medios y de personal de todas las clases y perfiles
sociales, bien entrenados en las armas y en las ideas, a menudo
mucho más capaces que los militantes ingenuos, que sin embargo
corren con los gastos. La forma organizativa del partido, siempre
jerárquica, es la que mejor se presta a la infiltración y a la
manipulación -al contrario precisamente de lo que cuente la prensa
burguesa-: todos los núcleos de base formados por militantes
clandestinos son mantenidos al margen y en la ignorancia de
todo, sin ninguna posibilidad de diálogo y de debate, y todo
funciona perfectamente gracias a la más ciega disciplina y a las
oportunas órdenes dadas por una cúpula inaccesible, que anida
generalmente en tal o cual ministerio o grupo de poder. Y si
46 · Gianfranco Sanguinetti

alguna vez algún provocador se hace sospechoso, llega siempre


una detención providencial, bien aireada por la prensa, que le saca
del peligro y le libra de toda sospecha; sin embargo puede volver a
ser puesto en acción gracias a una increíble y “heroica” liberación.
Y a menudo también los provocadores dejan ahí el pellejo.

He aquí pues una razón suplementaria que me obliga a poner


en guardia a todo subversivo de buena fe contra la idea de
organizarse jerárquica y clandestinamente en una especie de
“partido”: la clandestinidad puede ser, en ciertas ocasiones, una
necesidad, mientras que cualquier jerarquía beneficia siempre y
únicamente a este mundo que se trata de abatir. La infiltración
es prácticamente imposible, o descubierta muy deprisa en estos
grupos revolucionarios que prescinden de la división entre
militantes y dirigentes, y que se basan “en lo cualitativo”: “El único
límite de la participación en la democracia total de la organización
revolucionaria es el reconocimiento y la auto-apropiación efectiva,
por todos sus miembros, de la coherencia de su crítica, coherencia
que debe demostrarse en la teoría crítica propiamente dicha y en la
relación entre ésta y la actividad práctica” (Debord).

Se sabe desde hace tiempo que en varios “escondrijos” de las BR se


ha encontrado un importante material de reserva, proveniente de
puestos de policía, de comisarías e incluso de ministerios -que sin
embargo, extrañamente, no han sido nunca tomados al asalto ni
saqueados por las BR-. Ante hechos tan elocuentes, la información
espectacular ha pretendido siempre explicarlo todo subrayando una
vez más la supuestamente prodigiosa organización de las temibles
BR, añadiendo como refuerzo a este hermoso descubrimiento
publicitario el hecho de que estos militantes clandestinos, tan
acosados pero también tan tentaculares, se habrían infiltrado en
todas partes, incluso en los ministerios y en las comisarías. Dejad
que me ría ante tal explicación de una realidad tan lúgubre, tan
torpemente camuflada. Una vez más, se abusa de la inteligencia
Sobre el terrorismo y el Estado · 47

de 50.000.000 de italianos, que no son alemanes dispuestos a


mamar el biberón envenenado de la televisión, del “Corriere” y
de la “Unitá”, y los que atribuyen al hombre común tal estupidez
revelan solo la suya, que, por ser ilimitada, deja de ser común.
Una vez más, el poder, diciéndolo al revés, acierta: no son las BR
las que se han infiltrado en las comisarías y en los ministerios, sino
agentes estatales de las comisarías y de los ministerios los que se
han infiltrado hábilmente en las BR, y ciertamente no sólo en la
cúspide.

Y si en diez años la gran lucha sin cuartel contra el monstruo


terrorista, tan elogiada, ha logrado únicamente alimentar
desmesuradamente ese “monstruo”, si incluso el proceso de Piazza
Fontana no llegó a empezarse nunca verdaderamente, esto se debe
también al hecho, no sí muy bien si de lo más cómico o de lo más
repugnante, de que se han encargado siempre de esta lucha sin
tregua, esos mismos servicios secretos, que siempre han dirigido
y promovido el terrorismo, y no porque se hubieran “desviado”
o hubieran sido “contaminados”, sino porque, sobre un plan
estrictamente militar, ejecutaban siempre las órdenes recibidas.
Y todos los militantes que se exhiben en el banquillo de los
acusados, como si fueran bestias feroces, chicos ingenuos a los que
gustaría ver envejecer en las cárceles de la patria, son seguramente
siempre los menos implicados, incluso si son señalados con el
dedo alternativamente como “jefes” o “estrategas” (es la cosa más
sencilla hacer creer a un fanático ingenuo que participa en tal o
cual operación únicamente porque depositó el comunicado que
la reivindicaba).

Y nuestros oficiales superiores se divierten, contando su


colección de medallas al mérito obtenidas bien sea alimentando
al terrorismo; bien sea “descubriendo” a los “culpables” en el
momento oportuno.
48 · Gianfranco Sanguinetti

En realidad no hay nada nuevo en este fenómeno que sólo puede


ofender la virtud de los hipócritas, y que desde hace siglos se repite
en las épocas de corrupción y decadencia de todos los Estados.
Por ejemplo, Salustio, historiador de la corrupción y de la crisis de
la República de Roma, cuenta que el censor Lucio Marco Filipo
denunció ante el Senado a Lépido, general traidor, por medio de
estas valientes palabras:

“Quisiera por encima de todo, senadores... ver los designios criminales


volverse contra sus autores. Pero, lejos de esto, toda la República es presa
de sediciones estimuladas por los mismos que deberían prevenirlas... y
vosotros, senadores indecisos, dudosos en vuestros murmullos, confiados
en las palabras y en las predicciones de los augurios, preferís desear
la paz antes que defenderla, y no veis que la blandura de vuestros
decretos os hace perder a vosotros toda dignidad, y a él, cualquier
temor... en efecto, cuando las recompensas pertenecen a los malvados,
cuesta mucho seguir siendo gratuitamente hombre de bien... ¿hay en
vosotros miedo, abatimiento o demencia? No sabría decirlo... Y tú,
Lépido, traidor hacia nosotros, infiel hacia tus cómplices, pretendes
restablecer con semejante guerra la concordia que se ha hecho vana
por la forma en que ha sido obtenida. ¡Qué impúdico eres!...”

Es exactamente así, la paz social que el terrorismo puede procurar


“se ha hecho vana por la forma en que ha sido obtenida”, con la
diferencia de que hoy los “impúdicos” son todos los diputados
de la República y todos los oradores que se desatan contra el
terrorismo, y que lo desarrollan incluso en la retórica, fingiendo
siempre no saber lo que todo el país dice de este famoso año
69. Escuchad un momento lo que dice un Lépido moderno, el
honrado Leo Valiani, que no tuvo vergüenza de deplorar, en julio
de 1978 en el “Corriere” las “sentencias demasiado moderadas”
contra algún ejecutor.

“(Estas sentencias) animan a los subversivos a perseverar, a atreverse


Sobre el terrorismo y el Estado · 49

todavía más. No pedimos a los jueces -sigue el incansable Valiani- que


condenen a cualquiera, sin estar convencidos de su culpabilidad. Pero
cuando la República está como ahora, en lucha con organizaciones
clandestinas, las mismas que sembraron la muerte en Piazza
Fontana... cualquier indulgencia con todos los que han militado en
tales organizaciones subversivas representa un suicidio”.

¿Y qué indulgencia puede sobrepasar, por Dios, la de Valiani,


experto en terrorismo estalinista y burgués, protector de estos dos
terrorismos y promotor de todas las mentiras al respecto, que finge
todavía, únicamente él en Italia, no saber que “la organización
clandestina que sembró la muerte en Piazza Fontana” no es sino
la organización del almirante Henke que mandaba entonces el
famoso SID, al que por decencia, es decir por indecencia, se le ha
cambiado ahora el nombre? ¿Y se querría seguir todavía diez años
más con las mismas chácharas de Valiani, esta vez a propósito del
asunto Moro? ¿Qué parlamentarios, qué honorable crápula, entre
todos los que se reprochan el uno al otro su propia “indulgencia”,
y que hablan a solas de la “salvación de la República” se ha atrevido
hasta ahora a exponer, acusar y nombrar a los asesinos de hace
diez años?

El hecho es que la salvación de esta República criminal depende


desde ahora únicamente de su capacidad para seguir encubriendo
a estos asesinos y a los de Moro, así como a los de Calabresi,
Occorsio, Coco, Feltrinelli36, Pinelli, etc.: y esto lo saben muy
36 Giangiacomo Feltrinelli, fue un editor, político y activista comunista italiano, que formaba
parte de una de las familias más ricas de Italia, y que fundó en 1954 la editorial Giangiacomo
Feltrinelli Editore. Feltrinelli creó en 1970 bajo el seudónimo de batalla de “Osvaldo”, el
segundo grupo armado de “los años de plomo” italianos: Gruppi di Azione Partigiana (Grupos
de Acción Partisana-GAP). La primera aparición de los GAP ocurre el 16 de abril de 1970
cuando en la ciudad de Génova infiltran una voz en el canal de audio de la televisión que está
transmitiendo el telediario. Además este grupo realiza varios ataques con explosivos a diversos
blancos; consulados de EE.UU, fábricas, refinería Garrone, etc. Esta organización se proyectaba
como una guerrilla foquista de tipo rural que debía establecerse en las montañas, a diferencia
de las Brigatte Rosse cuya actividad se centraba en el área urbana. Este excéntrico personaje era
amigo de Fidel Castro y de Régis Debray (quien estuvo con el Che en Bolivia), y se le acusó de
ser cómplice del homicidio del cónsul boliviano en Hamburgo –Roberto Quintanilla Pérez-,
ex coronel de la policía secreta boliviana responsable de la muerte de Ernesto “Che” Guevara,
50 · Gianfranco Sanguinetti

bien nuestros ministros y parlamentarios que siguen callándose


para recibir nuevas compensaciones que van a completar su ya
sustancial parte proporcional.

Nuestro régimen, desde la época del gran miedo de 1969, ha


depositado siempre una inmensa confianza en su alta policía
política y en su capacidad de imaginarse siempre soluciones
teóricas y espectaculares en todas las cuestiones históricas y
sociales: nuestro régimen está por tanto cometiendo el mismo
error que el régimen zarista, que consagró toda su energía
a construir la mejor y la más poderosa policía secreta de todo
el mundo, como fue el caso de la Okhrana en su tiempo; esto
permitió al zar aguantar diez años más sin cambiar nada, pero el
derrumbamiento fue después más violento y definitivo. Como
decía un pensador burgués, Benjamin Constant: “el exceso de
despotismo puede únicamente prolongar una situación que tiende
a disolverse, y retener bajo una misma dominación a unas clases
que todo tiende a separar... Una vez más este remedio, peor que la
enfermedad, no es de una eficacia duradera. El orden natural de las
cosas se venga de los ultrajes que se le quieren hacer, y cuanto más
violenta ha sido la compresión, más terrible es la reacción”.

Y en Italia, diez años de semejante política, de alta policía empieza


a hacerse notar, también en sus efectos dañinos e incontrolables:
el Estado sigue estando ahí, con demasiada autoridad y menos
reputación que nunca, pero sus auténticos adversarios se han
multiplicado, su conciencia ha crecido, y con ello la eficacia y
la violencia de sus ataques: y cuando es la policía la que hace la
quien fue asesinado por Monika Ertl a golpes con una pistola Colt Cobra 38 propiedad de
Feltrinelli, quien al ser interrogado por la policía declaró “haberla perdido”. El cuerpo sin vida
de Feltrinelli fue encontrado por un campesino el 15 de marzo de 1972 debajo una torre de
alta tensión de la localidad de Segrate, periferia de Milán. La torre dinamitada fue sustituida
sin que se tomaran huellas dactilares, además las manos y cara de Feltrinelli estaban intactas
-no sufrieron quemaduras producto del “accidente”-, sin embargo, la cabeza presentaba varias
contusiones y lesiones internas que demostraban golpes o torturas. Desde un primer momento
se sospechó que la muerte no fue algo fortuito provocado por la errónea manipulación de una
carga explosiva, sino un homicidio de Estado, amparado por la estrategia de la tensión, tal y
como lo sostiene Sanguinetti. (N. del E.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 51

política, el resultado es siempre un derrumbamiento completo.

Hoy, el siniestro Craxi37 busca unos aplausos fáciles fingiendo darse


cuenta ahora, de que en Rusia, escandalosa novedad, los delitos
de opinión son considerados como crímenes de guerra: ¿pero
no ves, pobre Craxi, que aquí en Italia “los crímenes de Estado”
son considerados como delitos de opinión? ¿No es éste quizás un
hecho menos indigno que tu casta indignación? ¡Ridículo Craxi!
¿A quién querías convencer de tu inocencia inmaculada? Tú que
te pavoneas con tu digno compadre Mitterrand, ¿quién crees tú
que ha olvidado que Miterrand es un gángster que pagó hace
unos años a otros gángsteres más oscuros que él, para ser víctima
de un falso atentado? Nadie te cree Craxi, cuando proclamas que
¡sine macula enim sum ante thronum! Y todos vosotros, jefes de
partidos, sois como Mitterand: cuando no sois vosotros quienes
encargáis los atentados, sino uno de vuestros rivales, os calláis
siempre, y ¡después habláis de firmeza del estado ante vuestras
propias provocaciones!

Que en Italia los crímenes de Estado son considerados como


simples delitos de opinión, está probado entre otras cosas por este
sencillo hecho concreto: cuando, en 1975, bajo el seudónimo
de Censor, publiqué las pruebas “históricas”, y no judiciales,
de que el autor de la matanza de Piazza Fontana era el SID,
todos los periódicos y periodistas recogieron ampliamente mis
conclusiones, pero se escandalizaron mucho más del hecho de
que un personaje anónimo, aparentemente cercano al poder, se
hubiera atrevido a acusar abiertamente al SID que del hecho
a secas de que el Estado hubiera ordenado y hecho ejecutar
una gran masacre para salir indemne de una crisis social muy
grave. El periodista Massimo Riva expresó admirablemente los
pensamientos de todos sus colegas, preguntándose en el “Corriere”
a propósito del asunto-Censor qué misteriosa maniobra de poder
37 Como si se tratara de una feliz coincidencia, cuando este libro estaba en la imprenta, Craxi
se ha inventado su propio atentado. (N. del T.)
52 · Gianfranco Sanguinetti

anunciaba: “¿Qué esconde esto? ¿El miedo de decir públicamente


la verdad? ¿Una advertencia entre peces gordos del régimen?” No
eran mis afirmaciones y conclusiones escandalosas, sino mi
anonimato, lo que desencadenaba el escándalo, mejor dicho, la
polvareda levantada alrededor de la identidad de Censor servía
para tapar el escándalo de lo que denunciaba. Todos preferían
hacer estúpidas conjeturas sobre mi identidad, aunque sólo fuera
para evitar hablar de lo que había dicho: “¿Una advertencia entre
peces gordos del régimen?”: ahí está el quid de la cuestión, según
Riva y los otros, y lo que provoca el escándalo es únicamente la
meta de la solidaridad entre los poderosos, y no sus crímenes.38

Pero el mejor, como de costumbre, es Alberto Ronchey, que


sorprendería solamente si ya no consiguiera sorprender: decía, a
propósito de mis pruebas, que “sean las que sean las responsabilidades
y las intrigas del Sifar-SID o de otros cuerpos separados”, a pesar de
ello, “en cuanto a las bombas, a los secuestros... si se tratara realmente
de un ‘terrorismo de Estado’ estaríamos en presencia de un sistema
de gobierno criminal, y nadie tendría nada que hacer con un poder
semejante: ni los comunistas, ni los socialistas ni los demás”39. Lo
que es verdaderamente increíble, no es ciertamente el terrorismo
de Estado, sino la forma de razonar de Ronchey: puesto que los
comunistas y los socialistas tienen algo que hacer con semejante
poder, por lo tanto, según Ronchey, es una garantía suficiente
para que un terrorismo de Estado no sea creíble: por lo tanto
no existe, “sean las que sean las responsabilidades y las intrigas”
del SID; Dios por el contrario es creíble; por lo tanto existe,
razonando como Ronchey. A propósito del terrorismo y del
Estado, parece realmente haber vuelto a las discusiones sobre la
existencia de Dios y del diablo. ¿Será verdad? ¿Existirá? Y si existe
¿es verdaderamente creíble? El poeta dice mucho más sabiamente:

38 “Estoy efectivamente sin mácula ante el trono”, frase bíblica citada por Bossuet en Oraciones
Fúnebres. (N. del T.)
39 Cf. A. Ronchey, Accade in Italia 1968, 1977 (Sucedió en Italia). (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 53

Certo era ver, ma credibil non era a


chi del senno suo no fosse padron40

No alcanzo a comprender a dónde quieren ir a parar los Ronchey


con su lógica teológica: no he dicho nunca que detrás de cada
atentado estén los servicios secretos, teniendo en cuenta que hoy
incluso un cóctel molotov y un sabotaje a la producción son
considerados como “atentados”: he dicho, al contrario, y esto
desde hace casi diez años, que todos los actos espectaculares de
terrorismo están teledirigidos, o directamente ejecutados por
nuestros servicios secretos. Y daos cuenta de que no digo “por
servicios secretos”, sino por “los nuestros”, sí, por los servicios
secretos italianos, de los que se reconoce siempre la huella y
el hedor, la habilidad y la torpeza, la ingeniosidad táctica y la
necedad estratégica.

Mirad, por ejemplo, cómo el SID llegó a la operación de Piazza


Fontana: por medio de ensayos y aproximaciones sucesivas.
Habían decidido hacer una masacre entre la población, y la
prepararon con dos ensayos generales: las bombas del 25 de abril
en la Feria y en el Banco de la estación de Milán, y las bombas
en los trenes de agosto del mismo año. Los servicios secretos
así prepararon a la opinión pública con esos backgrounds, y se
prepararon, ellos, técnicamente.

¿Y qué ensayos generales prepararon el secuestro de Moro? En


ese caso también los hubo, porque nuestros reconocibles servicios
paralelos, incluso si cambian de objetivo, operan siempre de la
misma manera -lo que no les perdonaría Maquiavelo-. En abril
de 1977 secuestraron a De Martino, sin derramamiento de
sangre, lo que constituía ya un ensayo general: en sus ensayos,
los servicios secretos nunca quieren hacer correr la sangre, el 25
de abril de 1969 no murió nadie, en agosto tampoco. El ensayo,

40 “Cierto, era verdad, pero no era creíble”. (N. del T.)


54 · Gianfranco Sanguinetti

sin embargo, indica siempre el objetivo que se quiere alcanzar:


en el 69 la población, en el 77-78 un hombre político. El mismo
día del rapto de De Martino, reivindicado a continuación por
un centenar de grupos fantásticos, lo denuncié como un ensayo
general de los servicios secretos, en un cartel impreso y difundido
en Roma41. El segundo ensayo, que revelaba bien el objetivo
elegido -es decir, un hombre político- fue la famosa bomba en el
despacho del por entonces ministro del Interior, Cossiga. Después
vino el golpe contra Moro, esta vez bañado de sangre, porque ya
no se trataba de un ensayo general.

En la ola de amenazantes revueltas de principios de 1977, los


servicios secretos, que desde hace diez años están siempre alerta
y nunca inactivos, empezaron a orientarse decididamente en una
dirección bien concreta: las dos provocaciones citadas, que no son
las únicas en las que se exhibieron, son en cualquier caso las que
mejor anunciaban el objetivo apuntado y la continuación de los
acontecimientos.

Se puede decir por lo tanto que el secuestro de Moro era la


cosa menos imprevisible del mundo, puesto que era la menos
imprevista, lá dove si puó ció che si vuole42, es decir en el seno
del poder. Primero se temía que De Martino, amigo de los
estalinistas, llegara a la presidencia de la República, y haciéndole
pagar unos cientos de millones para recuperar a su hijo, se
destruyó la reputación de este “socialista”; el sucesor de Leone
estaba desde entonces señalado públicamente. Moro, al que se
podía chantajear con mucha menos facilidad que a De Martino
o a Leone, era por lo tanto “más peligroso”, porque era más
fuerte; por otra parte Moro era el responsable del pacto con los
estalinistas y, como presidente de la República, habría tenido
todavía más responsabilidades. Dos y dos son cuatro, incluso en
41 Cf. “Aviso al proletariado sugli avenimenti delle ultime ore”. Roma 7 de abril de 1977
(“Aviso al proletariado italiano sobre los acontecimientos de las últimas horas”). (N. del T.)
42 “Allí donde se puede lo que se quiere”. (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 55

política: 16 de marzo de 1978; el Presidente debe morir, por dar


la vuelta al título de un libro de Andreotti. Seis meses después
de la operación de vía Fani, cuando la política antiestalinista de
Craxi daba sus primeros frutos, Amintore Fanfani, apodado en
toscano il Rieccolo43, lanzaba su primer vigoroso ataque contra
el gobierno, contra el secretario de la D. C., contra el “gobierno
de concentración”, contra el “acercamiento” realizado pro
Moro, denunciando “los abusos del unanimismo”, la ineficacia
del gobierno “equívoco” de “unidad nacional” y anunciando la
superación “de un estadio político”, recogiendo así los aplausos
de los craxistas y suscitando “recelos” en los estalinistas. Aunque
Fanfani sea el hombre político italiano que ha coleccionado,
después de Berlinguer, el mayor número de chaquetas, a pesar
de esto, Fanfani no es un cretino; más inteligente que hábil y
menos espabilado que ingenioso, il Rieccolo no ha hecho más
que sacar las conclusiones políticas del asunto Moro, hasta tal
punto es cierto que el terrorismo es la continuación de la política
por otros medios.

Mientras exista un poder separado de los individuos, no son


ciertamente individuos lo que le faltará; ningún funcionario del
poder y del capital es irreemplazable, nadie es indispensable en
el mantenimiento de su dominación, ni Kennedy, ni Mattei, ni
Moro, ni ninguno de los que están todavía vivos y en activo. Lo
que en una época turbulenta se hace indispensable a un poder
que no quiere renovarse, es precisamente la “eliminación” de
ciertos hombres, sea porque son demasiado comprometidos y
despreciados, como Rumor, sea porque quieren una “renovación”,
la menor posible, lo que suscita algún recelo o alguna pequeña
reacción de defensa en ciertos sectores del poder: y se sabe que
los sectores más retrógrados son siempre los mejor armados. Las
“aperturas” de Moro fueron consideradas así como contrarias a
ciertos intereses, y como una concesión a un “cambio” -y esto a

43 Il Rieccolo: El aquí está otra vez. (N. del T.)


56 · Gianfranco Sanguinetti

pesar de que históricamente, era precisamente cualquier cambio-,


lo que tales aperturas intentaban impedir, pero sin excesiva
convicción ni garantís suficientes, es decir, de forma diferente a lo
que desearían algunos poderosos y militares.

En la historia, todo poder se comporta como se comportó


siempre cualquier otro poder; y a medida que la actual política
policial de provocaciones sigue su curso, que es irreprimible como
he demostrado, la necesidad de deshacerse, al estilo de la mafia,
de algunos de estos hombres que utilizaron hasta la víspera, se
impone también para sus poderosos estrategas, semi-lúcidos y
semi-inconscientes, pero completamente asustados. Ahí no hay
nada nuevo, y es una confirmación ulterior del viejo precepto
según el cual “aquél que es la causa de que otro se haga poderoso
se arruina a sí mismo”; ni Moro, ni ninguno de sus colegas han
impedido nunca a la policía política hacerse tan poderosa en diez
años; nadie ha contestado ni combatido nunca un fenómeno
que al contrario todos han alimentado: Moro fue la primera
víctima de cierta importancia que tal política ha segado, pero
no la única. Los estrategas del terror se habían deshecho ya de
otros personajes, menos importante pero no menos utilizados
hasta entonces; tenemos a la vista varios ejemplos todavía frescos:
la liquidación de Calabresi, la lejana y misteriosa muerte del
fascista Nardi, acusado del asesinato de Calabresi, el suicidio de
un buen número de oficiales del SID, los “accidentes” mortales
ocurridos a diferentes testigos del proceso de Piazza Fontana, los
atentados espectaculares y simultáneos contra los magistrados
Coco y Occorsio que se hicieron reivindicar, para guardar la
simetría siempre presente en el espectáculo de los “extremismos
opuesto” a las BR y a los fascistas. Es importante señalar que
estos dos magistrados habían tenido que habérselas, y no poco,
contra el terrorismo: Coco con el turbio e incongruente asunto
del secuestro de Sossi, y Occorsio con el golpe preparado como
gran espectáculo contra la “bestia humana” Pietro Valpreda.
Sobre el terrorismo y el Estado · 57

Naturalmente, toda la información mentirosa que se presenta


siempre como la confirmación de la versión oficial de los hechos,
es precisamente lo que viene a desmentirla: Coco no cedía a las
BR, “por lo tanto” se vengaron, y no se comprende por qué, para
vengarse, no asesinaron en este caso al juez Sossi: cojo un rehén
y te hago chantaje: si no cedes al chantaje, te mato a ti, y no al
rehén: lógica ilógica, pero lógica espectacular.

En cuanto a Occorsio, ya que al final estuvo ocupado en una


investigación sobre los fascistas, eran por lo tanto ellos los que
tenían interés en matarlo, pero, por favor, que nadie aventure la
menor sospecha. Al decir verdad, si Occorsio se ocupó al final de
los fascistas, después de haberse ocupado tanto de los anarquistas,
con tan malos resultados, es porque alguien le sugirió que se
ocupase de los fascistas, para poder hacerles reivindicar su fin,
dándole así una explicación (no se podía acusar a Valpreda de haber
asesinado también a Occorsio: Valpreda es un “culpable” gastado,
quemado e inutilizable; si mañana se leyera que ha asesinado a su
suegra, no habría nadie en Italia dispuesto a creerlo).

Los jueces que se ocupan del asunto Moro son las personas menos
envidiables de Italia, y deben andarse con ojo; desde ahora, en
sus investigaciones, deben tener cuidado de no confundirse y no
disgustar a ciertos sectores del poder; luego, y siempre tendrán
que tener cuidado de todo porque para el Estado la primera
ocasión será buena para deshacerse de ellos: y las BR reivindicarán
de inmediato su muerte, que de esta manera quedará explicada a
la opinión pública. En Italia todo lo que puede ser explicado es,
por lo mismo, justificado, y si la explicación es abusiva, puesto
que nadie replica, es una explicación sin apelación, una mentira
que no es desmentida y que no puede serlo. Si se puede desmentir
no es desmentido, si es desmentido no es “creíble”, y si no es
“creíble” no es -por decirlo a la Ronchey-. Pocas cosas de las que
había previsto Orwell en 1984 no se han verificado todavía: leed,
58 · Gianfranco Sanguinetti

por ejemplo, el siguiente párrafo:

“Ella era mucho más espabilada que Winston, y mucho menos


permeable a la propaganda del Partido. Un día, cual él hizo
fortuitamente alguna alusión a la guerra..., le dejó estupefacto
diciéndole sin énfasis que en su opinión no había guerra. Según todas
las probabilidades, los cohetes que caían cada día sobre Londres eran
lanzados por el mismo gobierno, ‘sólo para mantener a la población
en el terror’. Era una cosa en la que él literalmente no había pensado
nunca...”

Algunos extraparlamentarios, perdidos tras sus ilusiones pueriles


y la teología fetichista de la lucha armada, querrían quizás
objetar, puesto que ellos creen en la lucha armada, que otros
más extremistas que ellos, pueden efectivamente practicarla y ser
responsables de todo, incluido el secuestro de Moro. Quiero que
conste aquí que no he puesto nunca en duda, ni en público ni
en privado, la imbecilidad de nuestros extraparlamentarios, en
su conjunto; pero es conveniente observar que estos, en lo que
les concierne, no ponen nunca en duda lo que el espectáculo
pueda contar sobre él mismo y sobre ellos. Escuchad esto,
valientes militantes alienados: si efectivamente Moro hubiera sido
secuestrado y asesinado, como creéis, por revolucionarios libres
y autónomos como os lo ha dicho el Estado, resultaría que, “por
primera vez en diez años, el Estado no ha mentido en materia de
terrorismo”. Pero como es absurdo e inaudito hay que excluirlo.

Por el contrario, la triste verdad es que habéis creído siempre


en todas las mentiras pasadas, sobre Valpreda, sobre Feltrinelli,
sobre las BR y así sucesivamente: e incluso el periódico oficial
de los anarquistas, “Umanitá Nova”, se apresuró a tomar
precauciones, después de lo de Piazza Fontana, disociando sus
“responsabilidades” de las de Valpreda -dando prueba así de un
valor a la medida de su inteligencia-.
Sobre el terrorismo y el Estado · 59

Muchos militantes de extrema izquierda se creen muy sagaces


porque han comprendido que Pinelli no se tiró por sí sólo por
la ventana del 4º piso de la Comisaría; pero es un record de
astucia que no podrán nunca superar, puesto que poco después
aplaudieron a nuestros servicios secretos cuando asesinaron al
comisario Calabresi. Nuestra burguesía y los estalinistas, que
tantas veces han demostrado su incapacidad, tienen así muchas
razones para consolarse si consideran el tamaño de la estupidez
de sus pretendidos adversarios “extremistas”, que, por así decirlo
compensa la suya -si no la anula-. Y en diez años, en efecto, ningún
grupúsculo extraparlamentario ha logrado nunca dañar por poco
que sea a este Estado, porque nadie ha sido capaz de favorecer
de ninguna manera las luchas prácticas de los obreros salvajes, y
menos todavía de contribuir al progreso de la conciencia teórica.

Impotentes y torpes, los militantes acusan hoy al Estado de ser


moralmente “responsable” de la muerte de Moro “por no haberlo
salvado”, y no por haberlo asesinado, al igual que en 1970
acusaban al Estado de “responsabilidad moral” en la masacre de
Piazza Fontana, no precisamente por haberla ordenado, sino por
no haber ordenado la detención de ciertos fascistas implicados en
este asunto, al menos en el plano jurídico. Estos aspirantes que
se recrean imitando los gestos de los politiqueros consagrados,
siguen ignorando que la moral no tiene nada que ver con la
política, sino y únicamente con la ideología justificativa de una
política, es decir con todas las mentiras que cualquier política
necesita normalmente. Por eso no hablan siempre más que
de “responsabilidad moral” del Estado y se convierten así en
corresponsables de todas sus mentiras.

Pero intentemos considerar por un instante, emitiendo una


hipótesis osada, que el secuestro de Moro hubiera sido concebido
y llevado a cabo por subversivos. En este caso, habría que
plantearse unas preguntas, que son las únicas que los militantes
60 · Gianfranco Sanguinetti

contemplativos no se han planteado nunca, ocupados como están


en admirar todo de lo que no son capaces, o a desaprobar todo
aquello en lo que no participan, lo que equivale a decir todo.

Ante todo habría que preguntarse cómo es posible que en dos


meses unos subversivos hayan sido capaces de acusar a Moro
únicamente de servir a los intereses de la burguesía en vez de
servir los del proletariado -como si fuera una particularidad de
Moro, ¡como si en el Parlamento no hubiera otros “culpables”
de este “crimen”!-. Lo absurdo de semejante acusación la hace
completamente increíble: Aldo Moro no prendió nunca ni hizo
creer que defendía los intereses de los obreros, al contrario que
los estalinistas y los extraparlamentarios. Acusarle de semejante
crimen es como acusar a los ricos de no ser pobres, o a un enemigo
de no ser tu aliado. Si fue para cargar sobre él semejante acusación
para lo que estos hipotéticos “subversivos” montaron el “proceso”
de Moro, podrían haberse ahorrado el trabajo, y haberle asesinado
en vía Fani junto con sus guardaespaldas. Pero como ya he dicho,
tras esta acusación, está la acusación contraria: los secuestradores
de Moro le acusaban en realidad de no servir suficientemente los
intereses de la burguesía, y no ciertamente de servirlos demasiado.

Por otra parte, la torpe parodia de “justicia proletaria” groseramente


puesta en escena por los carceleros de Moro, “ni siquiera intentó”
hacerle escupir la verdad sobre la matanza de Piazza Fontana,
ni sobre otros cien hechos igual de escandalosos, que todos los
hombres del poder normalmente conocen, y que habrían sido
altamente instructivos para el proletariado. A este respecto, es de
destacar que si Moro temía, en una de sus primeras cartas, tener
que hablar de “lamentables y peligrosas” verdades, esto no inquietó
realmente a nadie del gobierno, lo que muestra bien que nuestros
ministros no temían nada por este lado, porque sabían que no
tenían nada que temer. En sus declaraciones los secuestradores
de Moro, no han sabido nunca ni querido, dirigirse a los obreros,
Sobre el terrorismo y el Estado · 61

a los que nunca han dicho nada interesante; después de haber


afirmado osadamente, inmediatamente después del secuestro, que
“nada sería ocultado al pueblo”, los carceleros de Moro enseguida
entablaron, a través de él, una intensa correspondencia secreta
con todos los hombres del poder de la DC para quienes este golpe
era un aviso, y el secuestro duró el tiempo necesario para que
todos estuvieran convencidos: y la primera prueba que debían
dar de su convicción era no “negociar”, prueba que efectivamente
todos se apresuraron a dar. Las condiciones para la liberación del
rehén, que oficialmente habría tenido lugar si el Estado hubiera
aceptado liberar a una quincena de militantes encarcelados
parecían planteadas únicamente “para que no fueran aceptadas”,
y no porque no fueran inaceptables, sino más bien porque,
no interesando para nada a ningún sector del proletariado, no
podían apoyarse en el país en ningún movimiento espontáneo, o
simplemente violento, de lucha -que los carceleros de Moro, por
lo demás, no se proponían en absoluto suscitar- . En lo que los
secuestradores han traicionado su identidad de agentes del poder, y
de la forma más torpe, es en el empeño que mostraron para hacerse
reconocer oficialmente por todos los poderes constituidos, desde
el PCI a la DC, del Papa a Waldheim: este hecho por sí sólo prueba
admirablemente que no sólo reconocían la legitimidad de todos
los poderes, sino que también se preocupaban por ser reconocidos
“solamente por ellos”, y en absoluto por el proletariado. Por su
parte, los jefes de partido se traicionaron cuando admitieron
que el fin de este secuestro era dividir a las fuerzas políticas del
gobierno, añadiendo a continuación que había fracasado en
esto, cuando es en esto precisamente en lo que el secuestro “tuvo
éxito”: si los carceleros de Moro hubieran sido unos subversivos,
tal división no habría podido interesarles realmente, porque
todo subversivo sabe que la única división susceptible de crear el
desorden, debe operarse entre los explotados y los explotadores
-y ciertamente no entre los diferentes partidos- que representan
solamente, en el espectáculo, las diferentes fuerzas que trabajan
62 · Gianfranco Sanguinetti

para mantener la misma explotación, no cambiando más que


los beneficiarios. Finalmente, si los secuestradores de Moro
hubieran sido subversivos, no habrían desperdiciado la ocasión
de liberarlo, porque, después de haber sido calumniado por sus
amigos y traicionado por sus aliados de la víspera, Moro, una
vez libre, habría combatido a todos los que había protegido hasta
entonces. Por el contrario, matándole, los artífices del golpe de vía
Fani han sacado oportunamente del apuro a todos los poderes.
Y en particular a la DC, para la que Moro era útil muerto, pero
enormemente perjudicial vivo.

En cualquier caso, si los secuestradores de Moro hubieran sido


unos subversivos, no habrían elegido seguramente como objeto
de negociación la libertad de Curcio44 y los demás, porque eso
era dar al poder el excelente pretexto para mandarles a paseo
y de no “perder el honor”: puestos a elegir reivindicaciones
inaceptables, deberían haber pedido algo muy diferente a la
liberación de quince detenidos únicamente, cuando se plantean
reivindicaciones inaceptables, se debe al menos estar atentos a que
no sean fácilmente “rechazables”, como lo era la liberación de esos
pocos brigadistas. Pero los secuestradores de Moro no querían
en realidad nada de lo que pedían oficialmente: lo que querían,
sabían que no podían pedirlo abiertamente sin correr el riesgo de
desenmascararse -y lo que querían “lo han obtenido ya”-, poco
antes de que los carceleros de Moro se deshicieran de él, todos
los términos reales del chantaje se habían invertido, respecto a
los términos espectaculares y oficiales del chantaje a la DC; y los
44 Renato Curcio fue uno de los fundadores de las Brigadas Rojas. Ingresó activamente a la
lucha antagonista en la facultad de sociología de Trento y luego participó de las rebeliones
obreras en las fábricas de Milán. El 5 de junio de 1975, mientras las BR mantenían prisionero
al empresario industrial Vallarino Gancia –primer secuestro realizado para conseguir dinero-,
en una cabaña ubicada en el caserío Spiotta, los carabineros irrumpen y ejecutan a Margherita
“Mara” Cagol, brigadista y esposa de Curcio. Posteriormente éste es encarcelado y pierde toda
conexión con la organización en el exterior. En este contexto ocurre el secuestro de Aldo
Moro por las Brigadas Rojas, “acción” que en sus propias palabras “fue una opción trágicamente
destructiva para la organización”. Para saber más acerca de la visión de Curcio sobre aquellos años
recomendamos: Scialoja, Mario (1994) Renato Curcio. A cara descubierta. Nafarroa: Editorial
Txalaparta. (N. del E.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 63

términos reales se habían transformado en esto: o cambiáis de


política o liberamos a Moro y veréis que “será él” el que cambiará
de política. En esta coyuntura los dirigentes democristianos y los
“socialistas” prefirieron sabiamente “ser ellos” los que cambiaran
de política, a costa de Moro, antes de correr el riesgo de ver a Moro
cambiarla “a su costa”. El mundo está hecho así, por mucho que
chillen todas las ocas del Capitolio, pretendiendo lo contrario.

Todos nuestros incapaces extraparlamentarios, como primitivos


deslumbrados por el éxito técnico del golpe de vía Fani, no
fueron capaces de ir más allá, considerando por ejemplo que
aquél que dispone de tantos medios y capacidades tácticas no
las pondrá ciertamente al servicio de un proyecto político de
mayor envergadura. Pero los extraparlamentarios ante la eficacia
operativa demostrada en vía Fani y a continuación, naturalmente
prefirieron atribuirlo a “compañeros que se equivocan” más que
a “enemigos que no se equivocan”, y que les dan por culo a todos
tranquilamente. Aquí también, nuestros izquierdistas tomaron
sus pobres deseos por la realidad, sin sospechar que la realidad
sobrepasa siempre sus deseos, pero no como ellos quisieran.
Y si fueran menos ignorantes, no subestimarían tanto, y sin
razón, la capacidad de los servicios paralelos italianos: sabrían,
por ejemplo, que las únicas acciones de guerra verdaderamente
brillantes llevadas a cabo en Italia durante el último conflicto
fueron acciones de comando, ejecutadas por la Marina. Apenas
me parece necesario recordar cómo esta brillante tradición se ha
transmitido admirablemente de la Marina militar a los servicios
secretos, dirigidos primero por el almirante Henke, que no ha
sido nunca un imbécil, después por el almirante Casardi, más
capaz todavía, con el interregno ignominioso de un general
incapaz como Vito Miceli que a fin de cuentas tuvo que sucumbir
a su propia incapacidad y a la imprudencia de Andreotti que
no tardó en darse cuenta de ello. En efecto Andreotti no hizo
arrestar al general Miceli porque hubiera sido el responsable de
64 · Gianfranco Sanguinetti

las “desviaciones” del SID -que datan de mucho antes, como


bien sabe Andreotti- sino que lo hizo arrestar precisamente
porque Miceli corría el riesgo, por torpeza, de destapar la olla
de los servicios secretos. Y una vez más, Andreotti se manifestó
como un político más perspicaz todavía de lo que parecía,
justificando a continuación su ataque contra Miceli por un afán
de fidelidad a la Constitución, lo que le valió algunas simpatías,
esperadas, de la izquierda. El único error de Andreotti, como de
costumbre, fue un error de falsa modestia y de vanidad: después
de la detención de Miceli, se mostró demasiado complaciente,
exagerando un poco la carta de la ingenuidad y repitiendo sin
cesar que él, por prudencia, nunca quiso ocuparse de los servicios
secretos: declaración escandalosa, para un jefe de gobierno, pero
necesaria para alguien que, habiéndose mezclado en ello, ha visto
cose che’l tacere é bello45 pero cosas tan escandalosas, que sólo se
pueden callar si se finge no conocerlas. Andreotti sabe bien que
el escándalo de la ignorancia es el precio que debe pagar para
fingir la ignorancia de ciertos escándalos. Resulta cómico ver a
este zorro disfrazado de cordero para hacerse aceptar mejor entre
los lobos.

Aparte de los almirantes, hay en Italia entre los carabineros unos


excelentes oficiales superiores, que no son todos como Miceli o La
Bruna, (no hay como los Miceli y los La Bruna para caer en todas
las trampas). Por otra parte, existe un argumento más profundo
y dialéctico a favor de los jefes de nuestros servicios secretos: si
esta época exige que ciertos hombres practiquen el terrorismo, es
igualmente capaz de “crear” los hombres que necesita. Y además,
no se trata de creer que la operación de vía Fani es una obra
maestra de capacidad operativa: hasta ayer, incluso Idi Amin Dada
podía permitirse ciertos éxitos técnicos que no dejarán nunca de
extrañar a los geniales militantes de Lotta Continua.

45 “Cosas que es mejor callar”. (N. del T.)


Sobre el terrorismo y el Estado · 65

Mucho menos ingenuos que los extraparlamentarios, un buen


número de obreros, que he encontrado en las más diversas
situaciones, han concluido de inmediato: ¿Aldo Moro?, son
“ellos” los que le han secuestrado, entendiendo por “ellos”,
naturalmente, a los que tienen el poder ¡Y pensar que hasta ayer,
tales obreros votaban, y en general votaban al PCI!

La rotura definitiva que existe desde ahora en el país entre, por una
parte, todos los que tienen la palabra, los políticos, los poderosos y
sus criados, periodistas u otros, y por otra parte todos aquellos que
están privados de ella, aparece perfectamente en el hecho de que
los primeros, lejos de la mayor parte de los hombres y protegidos
por la barrera de sus guardaespaldas, no saben ya lo que dicen y
piensan los segundos, en la calle, en el bar, en su lugar de trabajo.
Así las mentiras del poder se van por la tangente, para acabar
bajo la acción de una fuerza centrífuga, en una especie de órbita
autónoma que no toca ya ningún polo del “país real” donde la
verdad puede entonces abrirse paso con tanta más agilidad porque
ningún obstáculo va a estorbarle o intimidarle. Inversamente, el
espectáculo se ha convertido en autista, es decir, afectado por este
síndrome de la psicopatología esquizofrénica según el cual las
ideas y los actos del enfermo no pueden ser ya modificados por
la realidad, de la que está irremediablemente separado, reducido
a vivir en su propio mundo “fuera del mundo”. El espectáculo,
como el rey Edipo, se ha arrancado los ojos y sigue ciegamente
en su delirio terrorista: como Edipo no quiere mirar la realidad,
y como el presidente Andreotti, dice que no quiere saber nada
de los servicios secretos, y declara por el contrario que han sido
desmantelados y no existen desde hace años. Si, como Edipo, el
espectáculo no quiere mirar más la realidad, lo que quiere, por el
contrario, es solamente “ser mirado”, contemplado, admirado y
aceptado por lo que declara ser. Quiere por lo tanto ser escuchado,
sin escuchar nunca, pero a pesar de todo no le importa mucho
no ser escuchado más: lo que parece más importante para el
66 · Gianfranco Sanguinetti

espectáculo es que pueda continuar incansablemente su viaje


paranoico. Desde el mismo momento en que es la policía la que
pretende hacer la historia, todo hecho histórico es explicado por
el poder según las claves policiales. El especialista húngaro de
psiquiatría, Joseph Gabel, dice que, según lo que define como la
“concepción policial de la historia”, “el motor de la historia no es el
conjunto de las fuerzas objetivas, sino la acción individual buena o
mal”, donde cada suceso “viene a situarse bajo el signo del milagro
o de la catástrofe”: el esclarecimiento del suceso no depende así ya
más de su explicación histórica, sino de la magia roja o negra. Así
para el poder la bomba de Piazza Fontana ha sido el milagro que
ha permitido a los sindicatos renunciar a toda huelga, y al Estado
evitar la guerra civil; la muerte de Moro, al contrario, anunciaba
una misteriosa catástrofe que, gracias a la habilidad y firmeza de
nuestros políticos, fue evitada. Y poco importa que gran número
de personas de la “plebe” -por usar una feliz expresión del
estalinista Amendola- digan, como he oído decir miles de veces:
“si matan a Moro, a mí me da igual; es su problema”. “El país ha
aguantado, ha sabido reaccionar”: ¡qué mentiras! La única reacción
de este mitológico “país”, ha sido, muy sabiamente, “no creer” ya
una palabra de todo lo que se decía.

Paralelamente a las explicaciones catastrofistas o milagrosas


de la historia, el espectáculo ha llegado a no saber ya a quién
domina, no conociendo ya la realidad y los pensamientos que
debe controlar con urgencia: y, como decía Maquiavelo, dove
men si sa, piu se sospetta46: toda la población y en particular todos
los jóvenes se hacen sospechosos a los ojos del poder. Al mismo
tiempo, si el terrorismo oficial quiere ser el único fenómeno real,
en esta “concepción policial de la historia” todas las revueltas
espontáneas, como las de Roma y Bolonia en el 77, se convierte
en “un complot” artificial tramado y dirigido por “fuerzas ocultas”
pero “fácilmente reconocibles”, como hoy sostienen todavía los

46 “Donde menos se sabe más se sospecha”. (N. del T.)


Sobre el terrorismo y el Estado · 67

estalinistas. Todo lo que el poder no prevé, porque no lo organiza,


es por lo tanto un “complot” contra él; al contrario, el terrorismo
artificial, porque está organizado y teledirigido por los patronos
del espectáculo, es un fenómeno real, espontáneo, que estos
fingen constantemente combatir, por la sencilla razón de que es
más fácil defenderse de un enemigo ficticio que del enemigo real.
Y al enemigo real, al proletariado, el poder querría negarle incluso
el estatuto de enemigo: si los obreros se pronuncian contra este
terrorismo demencial, entonces “están contra el Estado”; si están
contra el Estado, entonces “son terroristas”, es decir, enemigos del
bien común, “enemigos públicos”. Y contra un público enemigo,
todo es legal, todo está permitido.

Gabel dice que “la concepción policial de la historia representa


la forma extrema de alienación política...: el acontecimiento
desfavorable no puede explicarse más que por el sesgo de una acción
exterior (el complot), es vivido (por el enfermo) como una catástrofe
inesperada, ‘inmerecida’. Y he aquí cómo toda huelga espontánea
se convierte en un ultraje a la ‘clase obrera’ tan bien representada
por los sindicatos, toda lucha salvaje es ‘provocadora’, ‘corporativa’,
‘injusta’, ‘inmerecida’. Todo esto, precisamente, entra dentro del
cuadro clínico de la esquizofrenia autista: el síndrome de la acción
exterior... es la traducción clínica de la irrupción de la dialéctica
en un mundo cosificado, que no sabría admitir el acontecimiento
más que como catástrofe”47. La irrupción de la dialéctica no
corresponde, sin embargo, a nada más que a la irrupción de la
lucha en un mundo cosificado, que es más exacto denominar
mundo espectacular-mercantil, que no puede admitir la lucha,
ni siquiera en pensamiento. Así, esta sociedad espectacular ni
siquiera es ya capaz de pensar: el que razona lógicamente, por
ejemplo, acepta la identidad de dos cosas solamente cuando esto
se basa en la identidad de los sujetos; el espectáculo al contrario,
paralógico, establece la identidad a partir de la identidad de los

47 Gabel, J. La falsa conciencia. (N. del T.)


68 · Gianfranco Sanguinetti

predicados y dirá: “el diablo es negro, lo negro es el diablo” o “el


judío es malo, todos los malos son judíos” e incluso “el terrorismo
es catastrófico, la catástrofe es el terrorismo”. Sin el terrorismo
todo iría bien: pero desgraciadamente este terrorismo existe: ¿qué
se le va a hacer?

Si yo digo: “un policía debe ser irreprochable, Mario Bianchi es un


policía, luego es irreprochable”, el esquizofrénico dirá al contrario:
“Mario Bianchi es irreprochable, luego es policía”. De la misma
manera, el espectáculo, afectado de autismo, dice: “los que han
secuestrado a Moro son terroristas, Moro ha sido secuestrado por
las BR”. Ninguna identificación es abusiva para el espectáculo,
salvo una, ésta: el Estado afirma desde hace años que combate a
las BR, las ha infiltrado varias veces sin tratar nunca de eliminarlas
“luego el Estado se sirve de las BR” como tapadera, porque “las
BR sirven a este Estado”, luego BR =Estado. Que el poder teme
por encima de todo esta identificación, lo ha confesado de mil
maneras, por ejemplo cuando forjó el eslogan neurótico y torpe:
“O con el Estado, o con las BR”, lo que equivale a decir: “o
conmigo o si no conmigo”.

Mucho tiempo antes de la llegada del espectáculo, la religión


que ha sido siempre un prototipo de ideología funcional para
todos los antiguos poderes, ya había inventado el diablo: primer
y supremo “agente provocador”, que debía asegurar el triunfo
más completo del reino de Dios: la religión no hacía más que
proyectar en el mundo metafísico la simple necesidad de todo
poder concreto y real. Así, Cicerón necesitaba exagerar el riesgo
que representaba Catilina, para glorificarse personalmente como
salvador de la patria, y al mismo tiempo, multiplicar sus propios
abusos. Para cualquier poder, la única y verdadera catástrofe
es ser barrido de la historia; y cada poder, una vez debilitado y
sintiendo la inminencia de la verdadera catástrofe, ha intentado
consolarse siempre fingiendo llevar un combate desigual contra un
Sobre el terrorismo y el Estado · 69

adversario muy cómodo: pero tal lucha ha sido también siempre


la última arenga pro domo sua48 pronunciada por ese poder. De
estos ejemplos está llena la historia.

“Así como el escándalo es necesario para la mayor gloria de Dios


-dice Paul-Louis Courier- también lo son las conspiraciones para el
mantenimiento de la alta policía. Hacerlos nacer, asfixiarlos, cargar
la mina, descubrirla, es el gran arte del Ministerio; es la cualidad
suprema y el objetivo de la ciencia de los hombres de Estado; es la
política trascendente en nuestro país perfeccionada desde hace poco
por excelentes hombres en esa materia, que el inglés envidioso quiere
imitar y remeda, pero groseramente... Además de que los ministros,
tan pronto como se conocen sus intenciones, no pueden o no quieren
llevarlas a cabo. Política conocida, política perdida; asuntos de
Estado, secretos de Estado... La discreción se exige en un gobierno
constitucional”49.

Courier hablaba así en 1820, en plena Restauración; hoy, por


miedo a una nueva revolución más terrible, se usan los mismos
procedimientos que en aquella época, pero en mayor escala, para
alcanzar una restauración “preventiva”. La “política trascendente”
de entonces es la política inmanente del espectáculo, el cual
se presenta siempre, al igual que Dante decía de Dios, como
l’avversario d’ogni male50, y por lo tanto, todo lo que está contra
el espectáculo es “malo” según su lógica autista. Y frente a esta
despiadada restauración preventiva, frente a esta infame serie
de provocaciones, de masacres, de asesinatos y de mentiras que
intentan camuflar una realidad clara como el agua de manantial,
frente a todo esto, se multiplican los “estudios” sociológicos sobre
el terrorismo, que todos los periodistas “asalariados” y progresistas
prefieren su seguridad a la simple realidad de los hechos, pugnan

48 “Para su casa, en favor de su propia causa”. (N. del T.)


49 Courier, Paul-Louis. Panfletos políticos. (N. del T.)
50 “El adversario de todo mal”. (N. del T.)
70 · Gianfranco Sanguinetti

por descubrirse “alguna simpatía” por la “lucha armada” y la


clandestinidad, como decía el incalificable Giorgio Bocca,
añadiendo como excusa que esto le recordaba sus épicos combates
de resistente. Hombres como Bocca se encuentran por así decirlo,
“disculpados” cuando por miedo declaran que sienten simpatía
por este terrorismo, porque ganan 4 o 5 millones al mes y porque
saben perfectamente que este terrorismo les da seguridad de que
podrán seguir así. Pero el que no tiene nada es engañado por estas
gentes que mienten siempre esperando seguir engordando largo
tiempo a costa de los demás: gentes como tú, Bocca, no merecen
que se las mate, ¡sería demasiado honor! Nadie quiere verte morir,
pero por mi parte, si me cruzo contigo un día por la calle, puedes
estar seguro de que te enseñaré a vivir, imbécil.

Y he aquí por otro lado al abogado Giannino Guiso que nos relata
las sublimidades ideológicas de Curcio, y al sociólogo Sabino
Acquaviva que se extiende en grandilocuentes “explicaciones”
sobre el terrorismo, mientras que el pedante Scialoja, periodista
del “Espresso”, discurre pretenciosamente sobre las “estrategias”
de la lucha armada, fingiendo todos juntos estar en el meollo de
la revolución social, tratando todos de dar una credibilidad al
terrorismo artificial como preludio de la revolución:

“Vous serez etonnés, quand vous serez au bout,


de en nous avoir rien persuadé du tout”51

No os digo más que esto, respetados mistificadores: contrariamente


a vosotros, he conocido bien, en los últimos 13 años, a una gran
parte de los revolucionarios de Europa -conocidos también por
todas las policías- que más han contribuido, por la teoría y por la
práctica, a reducir el capitalismo a sus actuales condiciones: pues
bien, ¡ninguno de ellos, sin excepción, ha practicado nunca, ni
51 Cita de Paul-Louis Courier, en francés en el original. Aquí Courier corrige a Moliére:
“Quedarás pasmado, cuando llegues al final, por no haberme convencido en absoluto”; “Vous serez
ébahi, quand vous serez au bot, que vous en m’aurez rien persuadé du tout”. (N. del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 71

aplaudido lo más mínimo el terrorismo espectacular moderno, lo


que verdaderamente no es de extrañar! No hay asuntos secretos
en la revolución, todo lo que es secreto hoy pertenece al poder,
es decir a la contra-revolución. Y esto todas las policías lo saben
perfectamente.

Conviene que desde ahora tengáis la conciencia tranquila sobre


un punto, señores del gobierno: mientras vuestro Estado exista y
yo esté vivo, no me cansaré jamás de denunciar el terrorismo de
vuestros servicios paralelos, y cueste lo que cueste: porque ahí está
precisamente el principal interés del proletariado y de la revolución
social, en este momento y en este país, y esto precisamente porque,
como decía Courier, “política conocida, política perdida”. Y si este
Estado criminal quiere seguir mintiendo, matando y provocando
a toda la población, se verá obligado en adelante a tirar su máscara
“democrática”, a actuar en primera persona contra los obreros,
abandonando el actual espectáculo de comedia en el que se
exhiben los servicios secretos, que mantienen ilusiones sobre la
“lucha armada” en algunos militantes ingenuos, con el fin de dar
verosimilitud a sus provocaciones, para a continuación meter en
la cárcel a centenares de personas, mientras que nuestros políticos
se entrenan en el tiro a pichón esperando la guerra civil.

A partir de 1969, para seguir siendo creído, el espectáculo tuvo


que atribuir a sus enemigos acciones increíbles, y para seguir
siendo aceptado, atribuir a los proletarios acciones inaceptables,
y darles una gran publicidad para que las gentes que se dejan
asustar elijan siempre el “mal menor”, dicho de otra manera, el
actual estado de cosas. Cuando “los verdaderos jefes” de las BR
ordenaron tales atentados, que apuntaban a dirigentes industriales
de segunda fila, hecho únicamente digno de la cobardía policial y
no del valor revolucionario, sabían perfectamente lo que querían:
dar miedo a esta parte de la burguesía que, como no disfruta -ella-
de las ventajas de la gran burguesía, no tiene suficiente conciencia
72 · Gianfranco Sanguinetti

de clase, con el fin de ganársela a la guerra civil. La fragilidad de


este tipo de terrorismo artificial se debe de todas formas a esto:
procediendo de esta manera, esta política acaba por ser también
mejor conocida, y en consecuencia juzgada, y todo lo que había
hecho su fuerza, acaba por constituir su debilidad, hasta tal
punto que las grandes ventajas que prometía a sus estrategas se
convierten en un perjuicio mayor.

El actual presidente de la República, Pertini, hombre ingenuo,


que no teme más que a lo que conoce, sigue temiendo únicamente
al fascismo: pero debería desde ahora temer lo que no conoce, y
lo más rápidamente conocer lo que debe temer hoy: no ya una
dictadura abierta, sino un temible despotismo camuflado de los
servicios secretos, despotismo tanto más fuerte en cuanto que usa
su propia fuerza para afirmar con vigor que no existe. No es en
absoluto por casualidad que Fanfani, casi de incógnito, creó en
septiembre del 78 un nuevo puesto importante, sin precedente
en la historia de nuestras instituciones: el de “consejero adjunto
al presidente de la República para los problemas de orden
democrático y de seguridad”. Y tampoco es por casualidad, si para
ocupar este puesto, Fanfani llamó al general de división Arnaldo
Ferrara, considerado en el plano militar el mejor oficial de los
carabineros, uno de los mejores de Europa. Destinando al viejo
Pertini, al joven general Ferrara, del que se ha dicho, “hombre de
ojos de hielo y de gustos refinados”, Fanfani institucionalizó de un
golpe, un estado de hecho, sancionando el poder alcanzado por los
cuerpos paralelos, y dio el primer paso hacia la coronación de un
viejo sueño de una República presidencial: Arnaldo Ferrara, este
oficial inteligente y refinado, que recientemente había rechazado la
dirección del SISDE (Servicio Secreto del Ministerio del Interior)
para no renunciar a sus propias ambiciones, y esto a pesar de
la insistencia de Andreotti a la que no había cedido este oficial
superior, “introducido en los secretos más recónditos del estado y
de los hombres que lo representan” -como nos lo asegura Roberto
Sobre el terrorismo y el Estado · 73

Fabiani- es de hecho el nuevo presidente de la República. Además


Ferrara posee hoy poderes que ningún presidente de la República
ha tenido nunca, poderes que el solo cargo de “consejero”, que
aparentemente no es más que honorífico, le garantizan mucho
más y mejor que cualquier otro cargo político, al mismo tiempo
que el cargo le asegura una libertad de acción cuyos límites
son difícilmente determinables, pero fácilmente franqueables.
Enfrentado a semejante estado de cosas, el proletariado no tiene
más que combatirlo a campo descubierto, o acostumbrarse a
soportar todas las pesadas consecuencias.

Esta es la razón por la que, si a alguien le interesa, se confió la


presidencia de esta República a un hombre “por encima de toda
sospecha”: para ocultar su final y su transformación “indolora”
en estado policial, manejando el espectáculo de las apariencias
“democráticas”. El honorable Pertini, porque permaneció
siempre al margen de su propio partido y porque es quizás el
único hombre político, que no habiendo tenido nunca poder
real, ha permanecido siempre ajeno a las prácticas de los servicios
paralelos, es por lo tanto también el hombre que mejor conoce
estas prácticas, y el que presenta las mejores referencias para ser
manipulado sin ni siquiera darse cuenta, por este poder oculto.
Los cuerpos separados del estado, llegados a su poder actual,
no pueden sino continuar con la misma táctica de infiltración
utilizada con éxito en lo tocante a las BR, extendiéndola ahora
a todas las instituciones del Estado. Así, no sólo no cederá el
terrorismo, sino que aumentará cuantitativa y cualitativamente: y
se puede prever ya que si una revolución social no pone fin a esta
trágica farsa, la presidencia de Pertini señalará el período “más
funesto” de la República. Y que no me vengan a decir que lo que
digo “es muy grave”: lo sé perfectamente, pero también sé que
callarse como todo el mundo es más grave todavía, y sobre todo lo
que es muy grave, es el fenómeno al que todo el mundo asiste sin
denunciarlo nunca. No hay ya nada secreto en este fenómeno, que
74 · Gianfranco Sanguinetti

sin embargo permanece todavía oculto a la conciencia general: y


como dijo Bernard Shaw: “no hay secretos mejor guardados que los
que todos conocen”. Y la conciencia llega siempre demasiado tarde.

En semejantes condiciones, el primer deber de cada subversivo


consciente es quitar sin piedad de las cabezas llamadas a la acción
cualquier ilusión sobre el terrorismo. Como ya he dicho en otro
lado, el terrorismo no ha tenido nunca históricamente eficacia
revolucionaria más que allí donde otra forma de manifestación de
la actividad subversiva se hacía imposible por una represión total,
y por lo tanto cuando una fracción considerable de la población
proletaria era llevada a tomar partido silenciosamente por los
terroristas52. Pero ya no es, o no es todavía el caso de la Italia
actual. Además, hay que señalar que la eficacia revolucionaria del
terrorismo ha sido siempre muy limitada, como lo muestra toda
la historia de finales del siglo XIX.

La burguesía que impuso su dominación en la Francia de 1793


gracias al terrorismo, debe recurrir otra vez a esta arma, pero en
un contexto estratégico defensivo, en el momento de la historia
en que su poder es universalmente cuestionado por esas mismas
fuerzas proletarias que su desarrollo ha creado. Paralelamente,
los servicios secretos del Estado burgués encubren su terrorismo
utilizando oportunamente a los militantes más ingenuos de un
leninismo completamente deshecho por la historia, leninismo
que por otra parte utilizó, entre 1918 y 1921, el mismo método
terrorista anti-obrero para destruir a los soviets y apoderarse del
Estado y de la economía capitalista en Rusia.

Todos los Estados han sido siempre terroristas, pero lo han sido
más violentamente en su nacimiento y en la inminencia de su
muerte. Y los que hoy, bien sea por desesperación, bien sea porque
52 Confrontar el manifiesto distribuido el 23/9/77 en Bolonia, Roma y Milán, titulado
“Benvenurri nella citá libera del mondo” (“Bienvenidos a la ciudad más libre del mundo”). (N.
del T.)
Sobre el terrorismo y el Estado · 75

son víctimas de la propaganda que el régimen hace del terrorismo


como nec plus ultra de la subversión, contemplan con una
admiración acrítica el terrorismo artificial entrenándose incluso
a veces para practicarlo, ignoran que hacen la competencia al
Estado en su propio terreno; e ignoran no sólo que ahí el Estado
es más fuerte, sino también que tendrá siempre la última palabra.
Todo lo que no abate el espectáculo lo refuerza; y el reforzamiento
inaudito de todos los poderes estatistas de control, desarrollados
estos últimos años bajo el pretexto del terrorismo espectacular, es
utilizado ya contra todo el movimiento proletario italiano, hoy el
más avanzado y el más radical de Europa.53

No se trata ciertamente de “estar en desacuerdo” estúpidamente y


abstractamente con el terrorismo, como lo hacen los militantes de
Lotta Continua, y menos todavía de admirar a los “compañeros
que se equivocan”, como lo hacen los supuestos Autónomos -que
dan así un pretexto a los infames estalinistas para predicar la
delación sistemática- sino que se trata de juzgarlo simplemente
por sus propios resultados, de ver a quién benefician estos, de
decir claramente quién practica el terrorismo y qué utilización
hace de él el espectáculo; a continuación se trata de acabar con él,
de una vez por todas.

53 Renato Curcio realizó un balance de la actividad armada en Italia que tituló Progetto
Memoria.La mappa perduta. En este texto Curcio da cuenta de la existencia de 47 grupos
formales o difusos que ejercieron la lucha armada en la convulsa Italia de aquellos años. Según
este estudio algunos de los y las procesadas acusadas de estar implicados en la lucha armada,
según su organización de pertenencia, real o supuesta, es el siguiente:
-GAP (Grupos de Acción Partisana): 65 personas, 58 hombres y 7 mujeres.
-FCC (Formaciones Comunistas Combatientes): 121 personas, 87 hombres y 34 mujeres.
-Brigadas Rojas-Partido de la Guerrilla (BR-PG): 147 personas, 107 hombres y 40 mujeres.
-Brigadas Rojas-Walter Alasia: 113 personas, 85 hombres y 28 mujeres.
-Brigadas Rojas-Partido Comunista Combatiente (BR-PCC): 93 personas, 69 hombres y 24
mujeres.
-Brigadas Rojas-Unión de Comunistas Combatientes (BR-UdCC): 73 personas, 58 hombres
y 15 mujeres.
-AR (Acción Revolucionaria): 88 personas, 61 hombres y 27 mujeres.
-NAP (Núcleos Armados Proletarios): 65 personas, 51 hombres y 14 mujeres.
-PL (Primera Línea): 923 personas, 722 hombres y 201 mujeres.
-Barbagia Rossa: 28 personas, 23 hombres y 7 mujeres. (N. del E.)
76 · Gianfranco Sanguinetti

Obligar a todo el mundo a tomar continuamente posición a favor o


en contra de acontecimientos misteriosos y oscuros, prefabricados
en realidad con esta finalidad precisa, este es el verdadero terrorismo;
reducir constantemente a la clase obrera a pronunciarse a favor o
en contra de tal o cual atentado, al que todo el mundo, aparte de
los servicios secretos, es ajeno, es lo que permite al poder mantener
la pasividad general y contemplación general de este lamentable
espectáculo, y lo que permite a los burócratas sindicales reunir bajos
sus directrices anti-obreras a los trabajadores de cada fábrica en
lucha, donde regularmente un dirigente se hace herir en las piernas.

Cuando Lenin pronunciaba en 1921, cuando la represión del


soviet de Kronstadt, el famoso “aquí o allí con un fusil pero no con
la oposición obrera” era mucho menos honesto que Berlinguer que
dice, “o con el Estado o con las BR”, porque no temía declarar que
su único fin era la liquidación de la oposición obrera. ¡Pues bien!
A partir de este preciso instante, el que se dice “con el Estado” sepa
que ya está también con el terrorismo, y con el más podrido de
los terrorismos de Estado dirigido contra el proletariado; que sepa
que está con los responsables de las muertes de Piazza Fontana, del
Italicus, de Brescia, y con los asesinos de Pinelli y cientos de otros,
y que no vengan más a tocarnos los cojones, porque estamos hartos
de las lágrimas de cocodrilo sobre “los mártires de vía Fani”, de
las provocaciones, de las intimidaciones groseras, de los asesinatos,
de la cárcel, de la hipocresía desvergonzada de la defensa de las
“instituciones democráticas” y de todo lo demás.

Y en cuanto a nosotros, subversivos, que estamos precisamente


con la oposición obrera y no con el Estado, demostrémoslo ante
todo y en cualquier ocasión desenmascarando siempre los actos del
terrorismo del Estado, al que dejamos gustosos el monopolio del
terror; se trata de hacer la infamia más infame todavía, dándola a la
publicidad: a la publicidad que se merece.
Sobre el terrorismo y el Estado · 77

Cuando nos llegue el turno, no nos faltarán las armas, ni tampoco


los luchadores más valientes: no somos esclavos del fetichismo
mercantil de las armas, pero nos las procuraremos cuando sea
necesario y de la forma más sencilla de todas: cogiéndooslas a
vosotros, generales, policías, burgueses, porque tenéis ya suficientes
para todos los obreros de Italia... “No tenemos reparos, no los
esperamos de vosotros. Cuando llegue nuestro turno, no embelleceremos
la violencia”. (Marx)

Mil vía Fani y mil Piazza Fontana no ayudan al capitalismo tanto


como puede perjudicarle una sola huelga salvaje antiburguesa
y antiestalinista, o un simple sabotaje de la producción violento
y logrado. Millones de conciencias oprimidas se despiertan y
se rebelan cada día contra la explotación: y los obreros salvajes
saben perfectamente que la revolución social no se abre camino
acumulando cadáveres a su paso, esto es una prerrogativa de la
contrarrevolución estalinoburguesa, prerrogativa que ningún
revolucionario le ha discutido nunca.

Y en cuanto a aquéllos que se han unido al militantismo alienado


y jerárquico en el momento de su quiebra, no se harán subversivos
más que saliendo de él, y sólo si consiguen negar prácticamente las
condiciones que el espectáculo en sí mismo prepara, para lo que
hoy es designado con el término vago, pero exacto, de dissenso54,
siempre, por su misma naturaleza, impotente.

El que en Italia no usa desde ahora la inteligencia de que dispone para


comprender rápidamente la verdad que se esconde en cada mentira
del Estado, éste es un aliado de los enemigos del proletariado. Y los
que todavía pretenden combatir la alienación de forma alienada
por el militarismo y la ideología, se darán cuenta enseguida que han
renunciado a todo combate real. ¡No son ciertamente los militantes
los que harán la revolución social, ni los servicios secretos, ni la
policía estalinista los que la impedirán!

54 “Desacuerdo”. (N. del T.)

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