Está en la página 1de 1

sus patas. Se pasan el día jugando. ¡Déjame levantarme! ¡Eres malo, Baloo!

¡Déjame
levantarme! Quiero jugar otra vez con ellos.
—Escucha, Cachorro de Hombre —dijo el Oso con una voz que retumbaba como los
truenos en una noche cálida—. Te he enseñado la Ley de la Jungla para todos los
pueblos que en ella habitan, salvo el Pueblo de los Monos, que vive en los árboles.
Ellos no tienen ley. Son unos proscritos. No tienen un idioma propio, sino que utilizan
palabras robadas de las que oyen decir a los demás cuando espían y acechan en las
copas de los árboles. Sus costumbres no son las nuestras. No tienen jefes. Carecen de
memoria. Fanfarronean y charlan fingiendo ser un gran pueblo que se dispone a
acometer grandes empresas en la jungla, pero basta que oigan el ruido de una nuez al
caer para que se echen a reír y se olviden de todo. Los de la jungla no queremos tratos
con ellos. No bebemos donde beben ellos, no vamos a donde van ellos, no cazamos
donde ellos cazan, no morimos donde ellos mueren. ¿Me has oído hablar alguna vez
de los Bandar-log antes de hoy?
—No —susurró Mowgli, pues un gran silencio se había apoderado de la selva al
acabar Baloo su explicación.
—El Pueblo de la Jungla los mantiene alejados de su boca y de su pensamiento. Son
muy numerosos, malvados, sucios, desvergonzados y lo que desean, si es que son
capaces de desear algo, es llamar la atención del Pueblo de la Jungla. Pero nosotros
no nos fijamos en ellos aunque nos tiren nueces y porquería a la cabeza.
Apenas acababa de decirlo cuando una lluvia de nueces y ramitas cayó de entre las
ramas. En las alturas, entre las delgadas ramas de los árboles, se oyeron toses, aullidos
y el ruido de saltos furiosos.
—El Pueblo de los Monos está prohibido —dijo Baloo—. Le está vedado al Pueblo
de la Jungla. Que no se te olvide.
—Prohibido —dijo Bagheera—, aunque sigo creyendo que Baloo debería haberte
prevenido en su contra.
—¿Yo… yo? ¿Cómo iba yo a saber que se pondría a jugar con semejante gentuza?
¡El Pueblo de los Monos! ¡Puaf!
Un nuevo chubasco cayó sobre sus cabezas y los dos se alejaron trotando,
llevándose a Mowgli consigo. Lo que Baloo había dicho de los monos era enteramente
cierto. Su lugar estaba en las copas de los árboles y, como las bestias raras veces alzan
la cabeza, no había ocasión de que los monos y el Pueblo de la Jungla se encontrasen.
Pero siempre que se encontraban con un lobo enfermo, un tigre herido o un oso en
igual estado, los monos lo atormentaban y, además, se divertían arrojando palos y
nueces a las bestias, esperando llamar así la atención. Luego se ponían a ch

También podría gustarte