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—Todos menos los lobos que se quemaron en la Flor Roja. Ahora escucha.

Shere
Khan se ha ido muy lejos, a cazar, y no volverá hasta que le crezca de nuevo el pelo.
Salió muy chamuscado. Ha jurado que, cuando vuelva, dejará tus huesos en el
Waingunga.
—No es el único que ha jurado algo. También yo he hecho una pequeña promesa.
Pero siempre es bueno recibir noticias. Esta noche me siento cansado, muy cansado a
causa de tantas novedades, Hermano Gris…, pero ven siempre que quieras a traerme
noticias.
—¿No te olvidarás de que eres un lobo? ¿Los hombres no te lo harán olvidar? —
preguntó ansiosamente Hermano Gris.
—Nunca. Siempre recordaré que te quiero a ti y a todos los que están en nuestra
cueva, pero también me acordaré siempre de que he sido expulsado de la Manada.
—Y puede que te expulsen de otra manada también. Los hombres no son más que
hombres, Hermanito, y lo que dicen es igual que las palabras de las ranas del
estanque. Cuando vuelva a bajar a verte, esperaré escondido entre los bambúes que
hay en el borde de los pastizales.
Durante los tres meses que siguieron a aquella noche raramente salió Mowgli del
recinto del poblado, pues estaba ocupadísimo aprendiendo los usos y costumbres de
los hombres. Primero tuvo que aprender a llevar el cuerpo envuelto en ropas, cosa que
le molestaba horriblemente. Luego tuvo que aprender qué era el dinero, y se quedó
sin comprender nada de nada, y, finalmente, tuvo que aprender cosas sobre la
labranza, cuya utilidad no alcanzaba a ver. Entonces los niños del poblado lo hicieron
enfadar mucho. Por suerte, la Ley de la Jungla le había enseñado a dominarse, ya que
en la jungla la vida y el alimento dependen de que uno no se encolerice. Pero cuando
se burlaron de él porque no quería participar en sus juegos ni acompañarlos a elevar
cometas, o porque pronunciaba mal alguna palabra, lo único que evitó que cogiese a
los críos y los partiese en dos fue el hecho de saber que no era jugar limpio matar
cachorritos desnudos.
No tenía la menor idea de su propia fuerza. Cuando vivía en la jungla se sabía débil
en comparación con las fieras, pero la gente del poblado decía de él que era fuerte
como un toro.
Mowgli no tenía ni asomo de sospecha de las diferencias que las castas imponían
entre un hombre y sus semejantes. Cuando el burro del alfarero resbaló en el gredal,
Mowgli lo sacó de allí tirándole de la cola y luego ayudó a cargarlo con los cacharros
que debía transportar hasta el mercado de Khanhiwara. El hecho produjo gran
escándalo, ya que el alfarero pertenece a la casta inferior y su burro es todavía

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