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Terapia Psicodinamica para La Patologia de La Personalidad Ocr 2
Terapia Psicodinamica para La Patologia de La Personalidad Ocr 2
TERAPIA PSICODINÁMICA
~
BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA
Desdée De Brouwer
Título de la edición origina l:
PSYCHODYMANIC THERAPY FOR PERSONALITY PATHOLOGY
Tre ating Self and Interpe r s onal Func tioning
© 2018 American Psy chiatric Ass ociatio n Publis hing
Washington, USA
Cualquie r fo rma de r epr o duc ció n , distribuc ión, c omunicación pública y t ra n s fo rmación d e
esta obra solo pue d e ser r e alizad a con la a utori z a ció n d e s u s titula res , salvo excepción p re-
vista por la ley.
Dir íjase a CEDRO (Centro Es paño l d e De r echos Rep rogr á ficos -www.ced ro.o r g- ), si n e cesi-
t a fotocopia r o escan ear a lg ú n frag m ento d e esta o bra.
P r inted in Spa in
ISBN: 978-84-330-3 114-3
Depósito Legal : BI-01450-2020
Impresión: G rafo, S.A. - B asauri
Para Mike
,,
Indice
SECCIÓN!
La personalidad y los trastornos de personalidad contemplados
desde la perspectiva de la teoría de las relaciones objetales
SECCIÓN 11
Visión general de la PFT-A: tareas básicas,
la relación terapéutica y estrategias de tratamiento
SECCIÓN III
La consulta habilidosa
SECCIÓN IV
Establecer el marco del tratamiento
SECCIÓN V
Técnicas y tácticas de la PFT-A
SECCIÓN VI
Fases del tratamiento y trayectorias de cambio
Epílogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 627
muchos temas, cómo enlaza la teoría de las relaciones objetales con otros tipos de
psicodinámica, de qué forma se puede entender la organización neurótica de la
personalidad por contraste con la organización borderline de la personalidad, y en
qué sentido la teoría de Kernberg difiere de la teoría kleiniana. Adicionalme nte,
al lector se le ofrece una guía para la lectura de este libro, una definición concisa
de muchos términos, muchos ejemplos clínicos, numerosas figuras y tablas que
brindan una.amplia variedad de información (por ejemplo, una clara jerarquía de
las defensas), y muchas referencias bibliográficas relevantes.
Lo que es más importante, los autores evidencian de qué forma el modelo
relacional-objetal explicativo de la personalidad encaja con el "modelo alternati-
vo para los trastornos de personalidad" del DSM-5, que se centra también en la
experiencia individual y en las relaciones interpersonales como los sellos distin-
tivos de la personalidad'. La concepción que presentan los autores constituye un
desarrollo importante que invita a los lectores a unificar la psiquiatría y el psi-
coanálisis contemporáneos, a medida que estos dos ámbitos se fusionan para
desarrollar una teoría integrada de la personalidad. Dicha integración, tan nece-
saria desde h acía mucho tiempo y que finalmente tenemos ante nosotros, cons-
tituye uno d e los mayores logros de los autores.
En la sección II los-autores se ocupan del tratamiento. Explican a grandes
rasgos los elementos esenciales de la psicoterapia focalizada en la transferencia-
ampliada (PFT-A), tanto al nivel teórico más elevado como-a l nivel más cercano
a la experiencia clínica, a la manera de una "guía práctica". A todo lo largo del
libro, los autores explican que el propósito de la PFT-A es siempre el de promover
la consolidación de la identidad, con el objetivo de mejorar la percepción y la
vivencia de sí mismo, y el funcionamiento interpersonal; la PFT-A implica siem-
pre una actitud activa, positiva y de apoyo h acia cada uno de los pacientes. Los
autores exploran el uso de la relación terapéutica, además de cómo entender y
utilizar la transferencia y la contratransferencia. También resumen a grandes
rasgos las estrategias del tratamiento de una forma légica. Exploran cómo
entender y proceder al tratamiento del trastorno narcisista de la personalidad y
del trastorno límite de la personalidad. Finalmente exploran algunas cuestiones
relativas a la adaptación del tratamiento al paciente individual, de manera que
la PFT-A se rige por unos principios básicos al tiempo que es flexible. De resultas
de ello, el lector se queda con una comprensión teórica de la relación entre la
organización de la personalidad del paciente, la relación terapéutica y las estra-
tegias de tratamiento -y con una guía bien organizada y muy humana respecto
de cómo hacer psicoterapia dinámica.
En la sección III el lector tiene un enfoque práctico para la evaluación d el
paciente . Dicha e valuación incluye una valorac ión del funcionarniento de la
personalidad y del nivel de organización de la personalidad. En el proceso de
PRÓLOGO 15
ejemplificar cómo llevar a cabo ambos procesos, los autores ponen de mani-
fiesto de qué forma esta evaluación clínica encaja con el modelo teórico p ara
explicar los trastornos de personalidad que se expuso en la sección l. También
exploran las razones fundamentales que subyacen a una evaluación de tales
características. Finalmente, muestran detalladamente cómo utilizar los ins-
trumentos de evaluación, tales como la Structured Interview of Persona lit y
Organization-Revised (STIPO-R, entrevista desarrollada por Clarkin et al.,
[2016] para el diagnóstico de la personalidad a lo largo de una serie de dimen-
siones relevantes) y la "entrevista estructural" desarrollada por Kernberg
(1984). El lector aprende cómo utilizar unas técnicas específicas de evalua-
ción, al tiempo que cimentando y ~anteniendo siempre la alianza terapéutica.
El lector también aprende a compartir sus impresiones diagnósticas con el
1
Referencias
Caligor, E.; Kernberg, O.F.; Clarkin, J.F.: Handbook of Dynamic Psychoth erapy for Hig-
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Kernberg, O.P.: "Structural diagnos is", en Severe Personality Disorders: Psychothera-
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Yeomans, F.; Clarkin, J.F.; Kernberg, O.F.: Transference-Focused Psychotherapy for B or-
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tric Publishing, 2015 [Edición en español: Psicoterapia centrada en la transferencia:
su aplicación al trastorno límite de la personalidad. Bilbao: Desclée De Brouwei:,.
2017].
Prefacio
H e mos escrito este libro pensando tanto en los estudiantes como en los pro-
fesionales clínicos experim entados, y esperamos que sea ig u a lmente de interés
para los investigadores. Dependiendo de las necesidades del lector, este volu-
men puede cumplir una amplia variedad d e funciones. Para el público más
general ofrecemos un 'modelo coherente explicativo d el funcionamiento d e l a
personalidad, además d e su patología, clasificación y evaluación. Esta evalua-
ción diagnóstica ofrece información respecto d el pronóstico y añticipa las difi-
cultad es clínicas que probablemente aparecerán ya no sólo en el tratamiento a
largo plazo, sino también en el contexto del manejo de una _crisis aguda y de
una intervención a corto plazo. Dada la omnipresencia de los trastornos de per-
son a lidad en la población general y en los contextos clínicos (Torgersen, 2014),
las primeras secciones del libro, que se concentran en el modelo PFT-A de pato-
logía y de evaluación, debería ser de utilidad p ara los profesionales en general
dentro d e cualquier contexto clínico prácticamente. Los profesionales clínicos
han hecho u so del modelo PFT-A no sólo e n la terapia con pacientes ex ternos,
sino también en la práctica psicofarmacológica, en unidades de pacientes hos-
pitalizados, en los servicios de urgencias, y en los servicios de psiquiatría de
enlace (interconsulta psiquiátrica, medicina p sicosomática) y de abuso de s us-
tan cias y salud mental (Hersh, 2015; Zerbo et al., 2013).
Para los lectores más especializados interesados en la psicoterapia de los
trastornos de personalidad, ofrecemos una d escripción en profundidad d el tra -
tamiento, basado en una serie de principios generales. Para los estudiantes d e
psicoterapia, enfatizamos los principios que guían la intervención y brindamos
amplias ilustraciones clínicas. Para los psicoterapeutas experimentados, ofrece-
mos una síntesis integrada e innovadora de los enfoques psicodinámicos con-
temporáneos de psicoterapia, enraizada en un modelo contemporáneo d e
psicopatología. Para los profesionales clínicos que no realicen tratamientos a
largo plazo, ofrecemos unos principios clínicos, estr ategias y técnicas específi-
cos, que aparecen descritos en este volumen dentro del cont exto d e un m o delo
integrado d e tratamiento a la r go plazo que se puede utilizar a efectos prácticos
en los tratamientos de apoyo y a corto plazo, así como en el m a n ejo agudo de
pacientes con tras t ornos de personalidad. Para los profesi onales c l íni cos inLere-
sados en aprender más acerca de tales a plicaciones recomendamos asimismo la
PREFACIO 23
El lector verá que los capítulos de este libro no están organizados siguiendo
un orden cronológico, empezando por ejemplo por la evaluación y la fase ini-
cial, y avanzando progresivamente hasta llegar a la finalización del tratamie n-
to. En lugar de ello, hemos optado por organizar el libro y elegir la secuencia d e
capítulos con el propósito de ayudar al lector a llegar a la mejor compre n sió n
posible del modelo y del tratamiento -tanto de las técnicas específicas como de
las razones fundamentales para seleccionar dichas técnicas. Nuestro énfasis
principal no recae en responder a preguntas específicas, como: "¿Qué debo
hacer cuando ... ?". Antes bien, nuestro objetivo es el de capacitar a los lectores
para que puedan responder por ellos mismos a preguntas tales como: "¿Qué
debo hacer para proceder sistemáticamente a decidir qué hacer a continua-
ción?". "¿Cuáles son mis objetivos en este momento?". Y "¿Cuál es mi concep-
ción respectó de la forma en que esta intervención podría favorecer un cambio?".
Hemos dividido el libro en seis secciones, contando con que diferentes sec-
ciones serán probablemente de particular interés para diferentes lectores. La
sección I comprende el modelo explicativo de la personalidad derivado de la
teoría de las relaciones objetales, la patología de la personalidad y la clasifica-
ción de los_trastornos de personalidad. Estos capítulos constituyen una b ase
esencial para los capítulos clínicos que les siguen y ofrecen una síntesis accesi-
ble para el lector que desee familiarizarse con este enfoque respecto de la per-
sonalidad y de los trastornos de la personalidad. La sección II ofrece una visión
general de la PFT-A al nivel de la teoría clínica, incluida una introducción a
los conceptos nucleares, un análisis de la relación terapéutica y una descrip-
ción de las estrategias que configuran el tratamiento. La sección II será d e pa r-
tic ular interés para el lector que busque tener un conocimiento general d el
modelo PFT-A y de sus objetivos, y que quizás esté m e nos interesado en su apli-
cación práctica.
La sección III comprende la evaluación del paciente y planificación del tra-
tamiento, bajo el marco abarcador de la consulta terapéutica. Esta sección
desarrolla contenidos presentados en la sección I, conforme vamos describie n-
do con más extensión el modelo PFT-A de clasificación dentro del contexto del
análisis de la evaluación. (Los lectores para los que la clasificación y la evalua-
ción revista el máximo interés puede que prefieran proceder a leer la sección
III inmediatamente después de la sección I, volviendo después sobre sus pasos
para revisar las consideraciones clínicas que aparecen en la sección II). El
modelo de evaluación que presentamos puede ser útil para los profesionales
dentro de una variedad de contextos clínicos; el modelo aparece reflejado en
una entrevista semiestructurada, la "entrevista estructurada para la evalu a-
ción de la organización de la personalidad-revisada" (STIPO-R, Structured
PREFACIO 25
Material clínico
Reconocimientos
Referencias
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20435966.
* N. del T.: E ste p rocedimiento (y la igu alación o equiparación gen érica q u e preten de brindar), tan
arra igado en la escritu ra a n glosajona, puede r esultar poco familiar o un ta nto r etó rico en n u estra
len gua, razón p o r la c ua l en la tradu cción esp añola se h a opta d o desp rejuiciadam en te por m a n-
te n er la h o m ogen eizació n tra d icio nal, esto es, por la utilización prefer e nte del masculino para
representar a a mbos gén eros.
PREFACIO 27
Yeomans, F.; Clarkin, J.F.; Kernberg, O.F.: Trans ference-Focused Psychotherapy far
Borderline Personality Disorder: A Clinical Cuide. Washington, DC: American
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transferencia: su aplicación al trastorno límite de la personalidad. Bilbao: Desclée De
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Zerbo, E.; Cohen, S.; Bielska, W.; Caligor, E.: "Tran sference-focused psychotherapy in
the general psychiatry residency: a u seful and applicable model for residents in
acute clinical settings". Psychodynamic Psychia.try 41, (1): 163-181, 2013 23480166
Video guía
Hemos grabado una serie de siete videoclips breves, que ilustran algunos de
los principios y técnicas básicos de la PFT-A. Si bien los vídeos se basan en
casos reales de terapia, las secuenciqs que ofrecemos son compuestos ficticios
creados con objeto de proteger la confidencialidad de nuestros pacientes. Todos
los pacientes que aparecen en los vídeos son actores y no pacientes reales, y
cualquier parecido con personas reales es una mera coincidencia. Cada uno de
los vídeos está relacionado con el material que se describe en el texto y se
acompaña de un comentario por escrito (véase también la sección ulterior den-
tro de esta guía: "Vídeos analizados por capítulos", para un análisis adicional
del texto):
Las entradas que aparecen en el texto identifican los vídeos n1e diante el
título y el tiempo aproximado de duración, corno se muestra en el siguiente
ejemplo:
O Videoilustración 1:
Evaluación de la integración d e la identidad:
nivel borderline de organización de la personalidad (8:33)
Las videoilustraciones son tra nsmitidas en inglés por internet y se pued en ver
online entrando en www.appi.org/caligor y utilizando el reproductor d e vídeo
incorporado. ·1< Los vídeos están optimizados para los sistemas operativos más
actuales, incluidos los sistemas operativos móviles.
Capítulo 7
* N. del T.: A ra íz de una sugerenc ia personal realizada al Dr. Kernberg por el traductor, los a u tores
est á n estudiando la inclusión de s ubtítulos en es p a ñ ol en las videoilus tracion es clínicas online
para la e dición en español d e Psychodynamic Therapy far Personality Pathology: Treating S elf and
Interpersonal Fun c tioning, con o bje Lo d e fac ilitar s u difus ió n e n e l ámbi to de l os lectore s hispa-
nopa rlantes.
VIDEOGUÍA 31
Capítulo 8
Vídeo 3. "Negociación contractual " (4:52).
Descripción: El Dr. Yeomans y una mujer de 26 años de edad con una historia
de depresión crónica, que está en paro y su familia lleva manteniéndola des-
de hace muchos años.
Capítulo 9
Vídeo 4 . "Identificar las relaciones objetales dominantes" (4:35).
Descripción: El Dr. Yeomans y una mujer soltera de 34 años de edad diagnos-
ticada de trastorno histriónico de la personalidad.
Capítulo 10
Vídeo S. "El proceso de interpretación: nivel borderline de organización de la
personalidad" (8.56).
Descripción: La Dra. Caligor y una mujer de 28 años de edad que presenta
problemas con sus relaciones interpersonales y sentimentales.
Capítulo 12-
Vídeo 7. "Neutralidad terapéutica" (3:20).
Descripción: El Dr. Yeomans y un varón soltero de 28 años de edad que ha
dejado los estudios universitarios y que trabaja en una oficina.
Reconoci1nientos
Los autores desean dar las gracias a las siguientes personas por la realización
y la producción de los vídeos:
Productor ejecutivo: Cara Blumstein.
Productor: J acob Snyder.
Dirigidos por Ian Rice y Jacob Sussman.
Introducción:
Un modelo de tratamiento dirigido
a trabajar el funcionamiento
1 intrapsíquico e interpersonal
trastornos estables a lo largo del tiempo y de las diferentes situaciones. Las limi-
taciones de dicho sistema han sido ampliamente documentadas (Kotov et al.,
2017; Livesley y Clarkin, 2015), y en cierto sentido, de sus cenizas ha surgido un
consenso respecto de un enfoque diferente, más ecológicamente válido y más
clínicamente útil para entender los trastornos de personalidad.
Las limitaciones importantes del enfoque tradicional incluyen la amplia
comorbilidad entre los diversos trastornos, el fallo en explicar la naturaleza
dimensional de la patología, la discontinuidad con el funcionamiento normal de
la personalidad, y una pobre cobertura del espectro de presentaciones clínicas
de los trastornos de personalidad. Tal vez lo más importante sea el fallo del sis-
tema DSM en definir lo que sería esencial para todos los trastornos de persona-
lidad y que es compartido por todos ellos, y el fallo resultante en ofrecer un
marco de referencia que permitiera organizar y formular unos enfoques cohe-
rentes para el tratamiento .de la patología de la personalidad.
Si bien continúa habiendo mucha controversia, existe una convergencia a lo
largo de este ámbito especializado respecto de una serie de cuestiones centrales,
lo que refleja la evolució~ en el conocimiento y en el estudio de los trastornos de
la personalidad. Existe actualmente una aceptación general respecto de lo
siguiente:
Representaciones internas
Un desarrollo paralelo en el conocimiento de los trastornos de personalidad
ha sido el reconocimiento general de la importancia crucial de las representacio-
nes internas de sí mismo en relación con el otro, organizadas a la manera de uni-
dades cognitivo-afectivas, para la organización del funcionamiento individual e
interpersonal (Clarkin y Livesley, 2016). Es posible identificar formulaciones que
se solapan en los conceptos de relaciones objetales internas (teoría de las relacio-
nes objetales) (Kernberg y Caligor, 2005), modelos internos de referencia (teoría del
apego) (Bowlby, 1980), esquemas cognitivos (teoría cognitivo-conductual) (Pretzer
y Beck, 2005), y estilos distintivos interpersonales desadaptativos (teoría interper-
sonal) (Benjamín, 2005; Caín y Pinkus, 2016). Estos enfoques han contribuido a
mejorar nuestra comprensión del desarrollo del funcionamiento individual e
interpersonal normal y patológico, y de su organización y expresión en el aquí y
ahora. Estos modelos pueden conformar el desarrollo de estrategias clínicas
INTRODUCCIÓN 37
Evaluación
Los avances recientes en el conocimiento de los trastornos de personalidad,
junto con los avances acontecidos en las teorías psicodinámicas contemporáneas
relativas al apego y a las relaciones objetales, tienen profundas implicaciones ya
no sólo para la comprensión de los trastornos de personalidad y su tratamiento,
sino también para el enfoque PFT-A aplicado a la evaluación clínica. Estos desa-
rrollos implican que la evaluación deberá estar dirigida ya no únicamente a iden-
tificar los síntomas Y. la disfunción actuales, sino también a identificar los
dominios subyacentes de funcionamiento qµe revisten una importancia central
para entender la p ersonalidad y el trastorno de personalidad, concentrando la
atención en el funcionamiento intrapsíquico (e.g., perturbación de la identidad) e _
interpersonal (e.g., relaciones interpersonales problemáticas o turbulentas), las
representaciones de sí mismo y de los otros, y la naturaleza del apego. Además de
unos enfoques clínicos altamente desarrollados para la evaluación de la patolo-
gía de la personalidad, existen actualmente unas entrevistas validadas y unas
evaluaciones en formato de autoinforme que concentran la atención en el funcio-
n amiento individual e interpersonal, y en el estilo de apego (Clarkin et al., 2018).
1. Todas estas contribuciones, incluida la nuestra propia, son compatibles con el marco general de
referencia del "sistema de procesamiento cognitivo-afectivo" desarrollado por Mischel y Shoda
(2008) para explicar el funcionamiento de la personalidad. Dentro d e este modelo, las unidades
cognitivo-afectivas serían pautas organizadas de procesos psicológicos - incluidos los conceptos
de sí mismo y de los otros, las expectativas y creencias, los afectos, los objetivos y valores, y las
estrategias autorreguladoras- enraizadas en unas predisposiciones genéticas y epigenéticas. Las
unidades cognitivo-afectivas se expresan conductualmente en unos contextos específicos, gene-
rando respuestas por parte del entorno y, en el proceso, modificándolo a su vez. Las respuestas
del entorno repercuten en las expectativas del individuo con el paso del tiempo, conduciendo a la
cristalización del entorno característico del sujeto.
38 TERAPIA PS ICODINÁMICA PARA L A PAT O LOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Estructuras psicológicas
Crucial para el modelo relacional-objetal de patología de la personalidad es
el concepto de estructura psicológica. Dentro de un marco.de referencia psicodi-
námico, las estructuras son pautas estables de funcionamiento psicológico que
se activan de manera repetida y predecible en determinados contextos concre-
tos. Ello quiere decir que las estructt1:ras psicológicas no son propiamente estruc-
turas en el sentido concreto
1
del término, sino más bien procesos psicológicos que
se pueden entender como disposiciones a organizar la experiencia subjetiva y la
conducta de determinadas formas predecibles.
Al nivel de la observación clínica, la naturaleza de las estructuras psicológicas
se puede inferir y también evaluar de forma sistemática sobre la base de la influen-
cia que ejercen sobre los aspectos descriptivos del funcionamiento de la persona-
lidad ..:..en particular, de la conducta del individuo, sus relaciones interpersonales
y su vivencia subjetiva. Por ejemplo, la conciencia es una estructura psicológica
bastante conocida que comprende los procesos psicológicos implicados en el fun-
cionamiento moral. La conducta ética (y poco ética), los sentimientos de cul-
pabilidad y el compromiso con los valores e ideales morales son todos ellos
características descriptivas del funcionamiento de la personalidad, que se organi-
zan en torno a los diversos procesos que tomados conjuntamente conforman la
estructura de la conciencia. De forma similar, la operación defensiva de la nega-
ción es un proceso psicológico que se manifiesta descriptivamente en la tendencia
predecible a minimizar el impacto emocional de las experiencias dolorosas.
La piedra angular de todos los modelos psicodinámicos de los trastornos de
personalidad es que las características descriptivas de la patología de la perso-
nalidad que caracterizan a un determinado trastorno de personalidad se pueden
ver como el reflejo de la naturaleza y la organización de las estructuras psicoló-
gicas subyacentes. Los tratamientos que conducen a una serie de cambios ~n las
estructuras psicológicas, conducirán al mismo tiempo a una serie d e cambi.os en
las características descriptivas de la patología de la personalidad y a una mejora
del funcionamiento psicológico.
representación mental de una pauta de relación que consta de una r e pre sen-
tación de sí mismo a la que llamaremos representación del self, relacionánd ose
con una representación de un otro, a la que llamaremos representación objetal,
vinculadas a un estado afectivo concreto (Kernberg, 1980). La teoría relacional-
objetal de los trastornos de personalidad sitúa estas representaciones inte r-
nalizadas del self y del otro en el centro de la comprensión de la exper ien cia
psicológica, la psicopatología y el tratamiento psicoterapéutico; las relaciones
objetales internas se contemplan como los organizadores de la experiencia sub-
jetiva y como los elementos constitutivos fundamentales de las estructuras de
orden superior.
y la forma en que dichas relaciones objetales internas se organizan las unas res-
pecto de las otras con obj eto de constituir la formación de la identidad (Kern-
berg y Caligor, 2005).
La formación de la identidad normal se entiende corno la expresión de un a
organización adaptativa, flexible y estable de las distintas r elaciones objetales
internas componentes, proceso al que denominarnos consolidación. de la identi-
dad, mientras que la patología en la formación de la identidad se entiende como
una organización inadecuada o rígida de las diferentes relaciones objetales
internas constitutivas. La formación de la identidad constituye un organizador
central del funcionamiento individual e interpersonal, normal y trastornado; la
personalidad normal se caracteriza por una identidad plenamente consolidada,
mientras que los trastornos de la personalidad se caracterizan por la presencia
de desarrollos patológicos en la formación de la identidad.
En el tratamiento de los trastornos de la personalidad, la intervención clínica
va dirigida a promover, a nivel de las estructu ras psicológicas, la coalescencia o
Evaluación sistemática
En los años 80 del pasado siglo, Kernberg pote nció adicionalrn.ente un enfo -
que explicativo, sobre la base de la teoría de las relaciones objetales, del funcio-
INTRODUCCIÓN 45
Referencias
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Kernberg, O.F.: "Structural diagnosis", en Severe Personality Disorders: Psychothera-
peutic Strategies. New Haven, CT: Yale University Press,- 1984, pp. 3-26 [Edición en
español: Trastornos graves de la personalidad: estrategias psicoterapéuticas. México:
Manual Moderno, 1992].
Kernberg, O.F.: Aggression in Personality Disorders and Perversions. New Haven, CT:
Yale University Press, 1992 [Edición en español: La agresión en las perversiones y en
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Kernberg, O.F.: Conteniporary Controversies in Psychoanalytic Theory, Techniques, and
Their Applications. New Haven, CT: Yale University Press, 2004 [Edición en español:
Controversias contempqráneas de las teorías psicoanalíticas, sus técnicas y aplica-
ciones. México: Manual Moderno, 2_007].
Kernberg, O.F.: "Identity: recent findings and clinical applications". Psychoanalytical
Quarterly, 75 (4): 969-1004, 2006 17094369.
Kernberg, O.F.: "What is personality?". Journal of Personality Disorders, 30 (2): 145-156,
2016 27027422.
50. TERAPIA PSlCODlNÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
• Una descripción del marco de referencia dentro del cual está insertado el tra-
tamiento (e.g., psicodinámico, cognitivo-conductual, interpersonal).
• E laboración de un modelo claramente especificado que explique la patología
que va a ser tratad a (i.e., identificar qué es lo que le "pasa" al p aciente).
• Designación de qué aspectos de la psicopatología constituirán los objetivos
del tratamiento (i.e., clarificar qué es lo que cambiará en el paciente, en el
caso de que el t ratamiento tenga éxito).
• Una teoría respecto de cómo puede el tratamiento conducir a lograr los cam-
bios fijados como objetivos (i.e., un modelo para explicar los mecanismos de
cambio).
'
El término y el concepto de personalidad hace referencia a la organización
dinámica de unas pautas duraderas de conducta, cognición, emoción, motiva-
ción y formas de percibir y-de relacionarse con los demás, que son características
de un individuo (Kernberg, 2016). La personalidad del individuo es una parte
integrante de su vivencia de sí mismo y del mundo -hasta el punto de que puede
que le sea difícil imaginarse siendo de ninguna otra forma diferente. La persona-
lidad se desarrolla a partir de la interrelación entre los factores genéticos y tem-
peramentales, la experiencia evolutiva, y el conflicto y la defensa psicológicos.
Cuando en 1980 el DSM-III incluyó el trastorno de la personalidad en el siste-
ma diagnóstico (American Psychiatric Association, 1980), lo hizo dando por
supuesto que las características del trastorno de la personalidad son estables en
el transcurso del tiempo. Son muchos los profesionales clínicos que han seguido
aceptando este. supuesto y continúan mostrándose pesimistas respecto de la
posibilidad de modificar verdaderamente la disfunción de la personalidad. Pero
la investigación empírica acerca de la personalidad y de los trastornos de perso-
nalidad ha seguido avanzando, y los datos de que disponemos ahora apoyan una
visión más compleja y menos estática, una visión más optimista respecto del pro-
nóstico a largo plazo de los individuos con trastornos de personalidad. Los datos
actuales sugieren que la p~rsonalidad implica estabilidad y cambio (véase Clar-
kin et al., 2015), y los datos longitudinales apoyan la opinión de que la alteración
en el funcionamiento de la personalidad puede verse modificada de resultas d e la
maduración, del paso del tiempo y de la experiencia vital (Lenzenweger, 2010),
además de por un tratamiento llevado a buen término (Bateman y Fonagy, 2008). 1
1. Los estudios longitudina les han puesto de_ manifiesto que el trastorno de la personalidad, tal y
como viene siendo definido e identificado por los criterios y rasgos del DSM, tiende a declinar a
nivel categorial y a nivel dimensional con el transcurso del tiempo, tanto e n las muestras comu-
nitarias (Lenzenweger, 2010; Lenzenwegeret al. , 2004) como en las muestras clínicas (Grilo et al.,
2004; Zanarini et al., 2005). En general, los síntomas clasificados como criterios diagnósticos con
frecuencia suelen declinar, p ero el funcionamiento continúa estando por debajo dei nivel óptimo
(Zanarini et al., 2012).
56 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
PARTE 1
Descripción psicodinámica de la personalidad
y del trastorno de la personalidad
de personalidad (Tyrer y Johnson, 1996), y las valoraciones de las áreas de disfunción interperso -
nal (Bornstein, 1998). Si bien los investigadores están tratando de encontrar la forma óptima de
llegar a un valor total para reflejar la gravedad, puede que sea más útil clínicamente identificar
áreas deficitarias indicativas de gravedad que tengan probabilidades de modificar la respuesta al
tratamiento. Por ejemplo, e l espacio multidimensional definido por las teoría de las relaciones
obje tales incluye tanto las categorías prototípicas de trastornos como las valoraciones dimensio -
nales d e áreas o dominios claves de disfunción.
5. La organización categorial de los trastornos de personalidad tal como aparece definida desde el
DSM-III h asta el actu a l DSM-5 no resiste el examen empírico (véase Wright y Zimmerman n,
2015). Los datos recabados a partir de una muestra grande de pacientes internos som etida a un
análisis estadístico bifactorial, puso de manifiesto la presencia de un amplio factor general d e
patología de la personalidad que se extiende a lo largo de las 10 categorías de trastornos de la
personalida d reconocidas en el DSM-5 (Sharp et al., 2015). Los autores s u girier.on que es ta
estructura fac torial sería consistente con la formulación que hace Otto Kernberg de la organiza-
ción borderline de la personalidad.
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 59
6. Los rasgos ofrecen una visión general del funcionamiento de la personalidad, pero tienen una serie
de limitaciones para el profesional clínico, en la medida en que no permiten captar la variación
intraindividual a lo largo de las distintas situaciones ambientales. Por ejemplo, un individuo puede
tener un marcado rasgo agresivo, pero este hecho no brinda información respecto de cuándo, con
quién o en qué circunstancias el individuo se muestra agresivo (Meehan y Clarkin, 2015).
60 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
En el polo más grave del espectro están los individuos cuyos rasgos ya no sólo
son extremos y desadaptativos, sino que también se contradicen mutuamente.
Por ejemplo, un individuo que de forma característica presta demasiada aten-
ción a los detalles, cada cierto tiempo podría entregar un documento plagado de
omisiones y de errores evidentes, o bien alguien que habitualmente suele evitar
el trato con la gente, hasta el punto de llegar a aislarse socialmente, contra todo
pronóstico puede desempeñar el papel de ser el alma de la fiesta en una reunión
social con mucha gente.
Desde una perspectiva descriptiva, del individuo cuya rigidez de personali-
dad llega hasta el punto de interferir de manera significativa, sistemática y cró-
nica en su funcionamiento cotidian9, y/o genera una perturbación significativa
en el individuo o en la~ personas que le rodean, decimos que tiene un trastorno
de la personalidad.
PARTE 2
Clasificación de la patología de la personalidad dentro
del modelo de la teoría de las relaciones objetales
criptivas. La OBP es una categoría mucho más amplia sobre la base de las
características estructurales, y más específicamente de la patología de la for -
mación de la identidad. El diagnóstico de OBP (Kernberg, 1984) incluye el
diagnóstico de TLP del DSM-5, además de a todos los trastornos graves de la
personalidad. Véase la figura 2.2 para una mayor clarificación de la relación
entre las categorías diagnósticas que figuran en la sección II del DSM-5 y los
niveles de organización de la personalidad.
7. La LPFS se pued e enco ntrar e n el apé ndice de "recursos útiles" que aparece al final d e este libro,
y también figura en el "modelo alternativo para los trastornos de personalidad", en la sección III
d el DSM-5.
8. Una diferencia muy importante e ntre los dos sis temas d e clasificación es que la LPFS se concen-
tra exclusivamente e n el funciona miento individual e interpersonal, prestando una aten ción
minima al papel que des empe ñan e l funcionamie nto moral y l a a g res ión e n la clasificación d e la
gravedad del trastorno d e la pe rsonalidad.
Mínima gravedad -------------------------------------------------------- ► Máxima gravedad
r
►
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CT1
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V,
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Patología leve r►
8
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• Introvertido Extrovertido
Obsesivo- .----......_--~ Gravedad
-l
compulsivo Depresivoª Histéricoª leve [T1
;;o
Patología de la ►
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ONP
personalidad de ►
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nivel superior: o
OBP superior Evitativo Dependiente Histriónico ºz
►-
~
ñ
Narcisista ►
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►
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►
OBP intermedia Paranoide ~
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oC)
OBP inferior Esquizoide Trastorno límite ►'
de la personalidad b e:,
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r
►
-o
[T1
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Esquizotípicoc Antisocial V,
o
z
r►
Psicosis Gravedad ~
e:,
atípicas extrema
Figura 2-2. Relación entre los niveles de organización de la personalidad y los diagnósticos de la sección II del
DSM-5.
1
La gravedad va de la más leve, en la parte superior de la figura, a la más extrema, en la parte inferior de la figura. Las flechas indican el espectro de
gravedad.
OBP = nivel borderline de organización de la personalidad; ONP = nivel neurótico de organización de la personalidad.
ª Ni la personalidad depresiva ni la personalidad histérica se incluyen en el DSM-5 (aunque la primera se incluyp en el DSM-IV-TR, Eje II, como una
serie de criterios que requerían una mayor investigación). Dado que ninguna de las dos personalidades satisface los criterios de gravedad para poder
diagnosticar un trastorno dela personalidad, estas personalidades se caracterizan de la mejor forma como modalidades comunes de patología subsin-
drómica de la personalidad (también llamadas patología de la personal idad de nivel superior [Caligor et al., 2007]). Las incluimos aquí porque aparecen r
)>
ampliamente reconocidas y descritas en la bibliografía clínica y se encuentran frecuentemente en la práctica clínica con pacientes externos.
b Obsérvese la distinción entre el trastorno límite de la personalidad (TLP) del DSM-5 y el nivel borderline de-organización de la personalidad (OBP). El ~
(/)
TLP es un trastorno de personalidad específico, que se diagnostica sobre la base de una constelación de características descriptivas. La OBP es una o
z
categoría mucho más amplia, sobre la base de unas características estructurales, y más específicamente de la patología en la formación de la identidad. ?:
El diagnóstico de OBP (Kernberg, 1984) incluye el diagnóstico de TLP del DSM-5, además de a todos los trastornos graves de la personalidad. 6
►
e,
e Incluimos aquí al t rastorno esquizotípico de la personalidad porque se deciqió conservarlo en la sección II del DSM-5. Sin embargo, sobre la base de
los estudios genéticos y de familia, parete que el trastorno esquizotípico de la personalidad se describiría mejor no como un trastorno de la persona- -<
lidad, sino más bien como un trastorno dentro del espectro de la esquizofrenia. 5
(/)
>-l
Fuente: Adaptado de Caligoret al., 2007, pág. 20. ;o
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68 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
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Valor prototípico z
Rango de valores ►
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Valores morales Valor prototípico 1 2 3 4 5 ►
'"O
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Rango de valores 1 1-2 2-3 3-4 4-5 C/l
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Nota: OBP =nivel borderline de organización de la personalidad; ONP =nivel neurótico de organización de la personalidad; OP = organización de la r►
personalidad; STIPO-R = entrevista estructurada para la evaluación de la organización de la personalidad-revisada (Clarkin et al., 2016). a
►
e:,
ª A modo de ejemplo, para la identidad como dominio o dimensión de la STIPO-R, la organización normal de la personalidad se asocia con la califica-
ción de 1 en "identidad" de la STIPO-R; la ONP con la calificación de 2; la OBP superior con la calificación de 3; y la OBP intermedia e inferior con las
calificaciones de 4 y 5, respectivamente, con alguna variabilidad.
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 71
Perspectivas clínicas
Ilustración clínica 1:
Nivel neurótico de organización de la personalidad
Ms. N, una mujer soltera de 28 años de edad que da clases en una escuela de pri-
maria, fue vista en consulta con la queja de "problemas con los hombres". M s . N
era atractiva, encantadora y veladamente seductora. Decía sentirse incompeten-
te y poco atractiva en comparación con sus amigas y sus compañeras de trabajo,
tímida con los hombres e inhibida sexualmente, aunque reconocía que con fre-
cuencia se sorprendía de ver que era el centro de atención en las situaciones
sociales. Tenía la sensación de que sus inseguridades explicaban el por qué no
había encontrado todavía una pareja estable, mientras que muchas de sus ami-
gas estaban casadas o tenían novio, y explicaba que últimamente su incapacidad
de hacer ningún avance la había hecho sentirse "alicaída".
La figura 2-3 muestra el perfil STIPO-R de Ms. N, seguido del análisis de las
valoraciones STIPO-R para esta paciente.
74 TERAPIA PS ICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Defensas. El profesi onal clínico advierte una evidenci a escasa o inexi ste n t e
d e la presencia de defensas de nivel inferior; las defensas de la paciente se
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASl'ORNOS DE PERSONALIDAD 75
Valores morales. La paciente d emuestra tener unos valores mora les y unos
ideales plenamente internalizados. Disfruta "haciendo algo por la sociedad, a
cambi o o en compensación". Su funcionami e nto e n este ámbito se diferencia de
la personalidad normal e n razón de una cierta rigidez leve, que se manifiesta en
la autocrítica cuando no log ra satisfacer los elevados niveles de exigencia que
ella misma se impone.
o inmoral; el individuo demuestra tener una cierta rigidez (ya sea por exceso
o por la presencia de un cierto relajamiento moral) en el sentido de la· pre-
ocupación y de la responsabilidad respecto de la conducta potencia lmente
hiriente o poco ética; el individuo siente culpa, pero de manera tal que las
autorrecriminaciones rurniativas son más prevalecientes que los esfuerzos
proactivos por reparar el daño.
Ilustración clínica 2:
Nivel bordérline de organización de la personalidad
M s . B, una mujer soltera de 28 años de edad y con trabajo, fue vista en consulta.
Al igual que Ms. N (en la ilustración clínica 1), .Ms. B se presentaba con la queja
principal d e t e n er "problemas con los hombres". Era físicamente atractiva y e n l a
entrevista vestía falda corta y blusa escotada. Aunque se mostró colaboradora,
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 77
sus maneras eran muy provocativas sexualmente, lo que dejó al consultor mas-
culino con una sen sación de incomodidad. Cuando el consultor le preguntó a c er-
ca de su forma de vestir, Ms. B explicó que "necesitaba que le prestaran
muchísima atención" y que tenía un historial de estallar en rabietas y pataletas
cuando no conseguía su propósito. Este último comentario tenía la apariencia de
una amenaza velada.
La paciente describió una serie de relaciones breves con hombres que, según
informaba ella, siempre acababan mal. Empezaba cada relación con la sensa-
ción de que "este es el hombre que me va a solucionar todos mis problemas", para
más adelante acabar decepcionada y frustrada. Ms. B le dijo al consultor que
cuando cambiaban sus sentimientos hacia sus novios, le resultaba difícil contro-
lar su rabia contra ellos; en cierta ~casión, agredió verbalmente y amenazó a un
hombre con el que había estado saliendo, hasta el extremo de que el hombre lla-
mó a la policía.
Cuando se le preguntó por sus relaciones con sus padres, la paciente se
encogió de hombros mientras explicaba que se había distanciado de ellos desde
que éstos descubrieron que en cierta ocasión ella había cogido "tan sólo 20
dólares" d el monedero de s u madre ("yo estaba desesperada"); cuando el entre-
vistador preguntó si podía empatizar con lo que sentían sus padres, Ms. B res-
pondió que había albergado la esperanza de que se d ecidieran a "darme una
oportunidad". Negó que tuviera ningún otro historial de robos, ni de a lg una
otra actividad ilegal.
Tenía un grupo d e a mistades dispersas - "más bien de conocidos, en reali-
dad"- que iban y venían. Su hermana era la única persona en la que podía con-
fiar o hacia la que sentía c ierto apego. Desd e que d ejó los estudios de formación
profesional a los seis meses de empezar, había tenido una serie de trabajos;
actualmente est aba trabajando de recepcionista. Su tra bajo le parecía deprimen-
te , aburrido y sin sentido, si bien no se podía imaginar otra cosa diferente que
pudiera hacer a nivel de trabajo o de estudios superiores. S e pasaba el tiempo en
el trabajo habitualmente h aciendo compras online y llamadas telefónicas perso-
n a les desde s u teléfono, y con frecuencia llamaba para decir que estaba enferma;
justificaba estas conductas en razón de la naturaleza aburrida y rutinaria de su
trabajo.
Ms. B dijo que se sentía infeliz y resentida la mayor parte del tiempo; disfru-
taba saliendo de compras, pero al margen d e ello tenía pocos intereses. Tenía la
sen sación de que su vida "no estaba yendo a ninguna parte" y se sentía atormen-
tada por sentimientos crónicos de vacío. Cuando se le pidió que se d escribiera a
s í misma, su reacción inicial fue hostil: "¡Soy una mierda y siempre me llevo la
p eor parte! -¿Es eso lo que quiere usted oír?". Durante la entrevista, el consultor
advirtió que se sentía cada vez más ~gobiado por el vacío profundo y generaliza-
do que caracterizaba la narrativa y la vivencia de la paciente, junto con el nivel
caótico de su funcionamiento en diversos ámbitos.
La figura 2-4 muestra el perfil STIPO-R de Ms. B, seguido del análisis de las
valoraciones STIPO-R para esta paciente.
78 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
1
Identidad . Relaciones Defensas Agresión Valores
objetales morales
Ilustración clínica 3:
Nivel borderline superior de organización de la personalidad
Mr. Hes un abogado de 38 años d e edad, casado y sin hijos, que fue visto en con-
sulta por problemas de ansiedad. Ves tido con traje y corbata, el pac iente t enía
sobrepeso, venía liger~mente despeinado y visiblemente sudoroso, y mantuvo un
contacto ocular limitado. Describió su trabajo en un pequeño gabinete jurídico
como una labor muy exigente y que rebasaba potencialmente s u s capacidades.
L e dijo a l consultor que se pasaba p eríodos importantes d e tie mpo mie ntras
est ab a en la oficina en un estad o d e a n sie dad, con la sensación d e que s u s com -
pañeros le miraban por encima del hombro y Mr. H se preguntaba si acaso no
hablarían de él a s us espaldas. Dijo que a veces acababa por senti rse tan incómo-
do que se sentía compelido a salir huyendo del d espacho, y finalmente lo resolvía
dándose un atracón de helado.
También habló de problemas con el ven cimiento de los plazos; de forma habi-
tual postergaba las tareas h asta el ultimísimo minuto, lo que h a bía puesto en
peligro la calidad d e su trabajo y en ocasiones le llevaba a rebasar el plazo d e
entrega. E n respuesta a las preguntas sobre s u rendimiento gen eral en el trabajo,
M r. H explicó que las revisiones oficiales d e su rendimiento laboral h a bían indi-
cad o la presencia de problemas y la n ecesidad d e m ej orar, p ero no se h abía
hablado de despedirle y a pesar d e su a n siedad se sen tía r elativamente afianzado
en su puesto de trabajo.
Mr. H se describió a sí mismo como una persona tímida, socialmente torpe-y
pasivo, comp arándose s iempre con los d e m ás y sint iéndose inferior. Describió
con admiración a s u mujer como una p erson a más enérgica y eficaz que él, aña-
diendo que de ordinario lo mangoneaba y le d a b a órd enes; también ella lo criti-
cab a por tener sobrepeso y por no cuidar d e su salud, "pero ella tiene toda la
razón". Cuando se le p reguntó cómo se sentía respecto de su relación matrimo-
nial, dijo que el s uyo era "un matrimonio excelente". Cuando se le pidió que d es-
cribiera a s u mujer, respondió diciendo: "Es una persona fuerte, m aravillosa-sin
ella, est aría perdido".
El paciente n o tenía amigos íntimos. Habló de que se juntaba una vez a la
semana con un grupo d e "colegas d e borrach eras" que se remontaba a los tiem-
pos del instituto, y seguía en contacto con un compañero de h abitación d e la uni-
versidad que vivía en otra ciudad. Disfruta ba jugando al póker por internet y
participaba en varias partidas a la .vez, pero por lo demás no tenía intereses que
le llevaran a salir d e casa. D espu és d e escuchar l a historia d e M r. H, e l con s ultor
se sintió preocupado por el impacto que la patología de persona lidad del entre-
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 83 .
La figura 2-5 muestra el perfil STIPO-R de Mr. H, seguido del análisis de las
valoraciones STIPO-R para este paciente.
1
Identidad Relaciones Defensas Agresión Valores
objetales morales
Ilustración clínica 4:
Nivel borderline inferior de organización de la personalidad
Mr. Les un hombre de 38 años, casado, abogado en paro y sin hijos, que fue vis-
to en consulta por "depresión" y "problemas con el trabajo". Inicialmente le dijo
al consultor que su mayor problema era que dejaba las cosas para más tarde,
explicando que ello era un reflejo de que era "demasiado meticuloso". Sin
embargo, a medida que la entrevista siguió adelante resultó que desde que se
licenció en la Facultad de Derecho unos 10 años atrás, Mr. L había sido despe-
dido de varios trabajos porque no ·conseguía acabar los proyectos y con fre-
cuencia rebasaba las fechas límites de entrega; también tenía antecedentes de
falsificar las planillas horarias, de llamar con frecuencia al trabajo para decir
que estaba enfermo, y de enzarzarse en luchas de poder con sus jefes. Su viven-
cia subjetiva respecto de los empleos y de los despidos era la de haber sido tra-
tado injustamente, sin mostrar ningún sentido de la responsabilidad personal
86 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
por las consecuencias negativas de sus actos. Muy recientemente había trabaja -
do como ayudante de abogado, lo cual era un trabajo que le parecía humillante,
y había sido despedido 6 meses antes de la consulta psicológica a raíz d e ame -
nazar físicamente a un compañero de trabajo y a continuación empujarlo con-
tra una fotocopiadora, acto éste que Mr. L describió como "plenamente
justifica do, dadas las circunstancias".
Durante la entrevista, el paciente se mostró emocionalmente dist ante y
sutilmente hostil y desvalorizador. Se describió a sí mismo como una p ersona
que alternaba entre sentirse más listo que nadie y sentirse como "un idiota fra-
casado", e informó de que su mujer se quejaba de que no aportaba ningún apo -
yo económico ni emocional. Mr. L explicó que había perdido el interés sexual
por su mujer al principio de su matrimonio, y que d e forma rutinaria recurría
a los servicios de prostitutas. Seguía casado porque su mujer era la dueña del
apartamento donde·vivían, y a él le encantaba vivir de las rentas de ella. Cua n-
do se le pidió que describiera a s u mujer a fin d e recabar una imagen vívida y
rea list a de ella, respondió diciendo: "Es aburrida, t odo el tiempo está queján-
dose y estoy h arto de ella". Cuando el entrevistador le alentó a que aporta r a
a lguna información adicional, tal vez algún aspecto positivo acerca de su
mujer, Mr. L respondió: "Gana un buen sueldo y m e deja que me qued e en su
apartamento".
1
Identidad Relaciones Defensas Agresión Valores
objetales morales
La figura 2-6 muestra el perfil STIPO-R de Mr. L, seguido del análisis de las
valoraciones STIPO-R para este paciente.
constante. Sus percepciones de los demás, como por ejemplo su mujer, son simi-
larmente cambiantes o bien constantemente desvalorizadas y distorsionadas.
PARTE 3
Estructuras psicológicas y niveles dentro
de los trastornos de personalidad
Identidad
La consolidación de la identidad
La formación de la identidad normal, o consolidación de la identidad, se corres-
ponde con una percepción integrada de sí mismo que se manifiesta subjetivamen-
te en unas vivencias, tanto de sí mismo como de otras personas significativas, que
son complejas, realistas y constantes a lo largo del tiempo y de las distintas situa-
ciones. La formación de la identidad normal se manifiesta en la capacidad de
invertir tiempo y energía, a lo largo del tiempo, en unos intereses profesionales,
intelectuales y recreativos, y de "conocer la propio opinión" respecto de los pro-
pios valores, opiniones, gustos y creencias. El sentido coherente del self que con-
fiere la formación de una identidad normal es esencial para tener una autoestima
sana, para la capacidad de generar y extraer placer de los compromisos en el
90 TERAPIA PSICODLNÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 5:
La difusión de la identidad en el nivel borderline superior
de organización de la personalidad
Una mujer joven con el diagnóstico de trastorno histriónico de la personalidad
con rasgos dependientes y organizada en un nivel borderline superior, fue vista
en consulta. Se había licenciado en la universidad y después había trabajado en
una serie de empleos en una variedad de ámbitos, incluida la publicidad, la deco-
ración del hogar, el paisajismo y el análisis de datos; ninguno de ellos le había
parecido particularmente interesante o valioso, y la paciente había sido incapaz
de identificar unos objetivos profesionales a largo plazo. Disfrutaba leyendo
novelas-y pasando el tiempo en las redes sociales, pero por lo demás negaba
tener ningunos intereses o hobbies personales.
Cuando el consultor le pidió que se describiera a sí misma, encontró poca
cosa que decir, pero sí comentó de heche que la mayor parte del tiempo se sen-
tía deprimida, vacía y sin ningún sentido ni propósito concreto. Añadió que le
resultaba difícil describirse a sí misma porque su visión de ella misma y de su
estado de ánimo cambiaban con mucha frecuex:icia, dependiendo de dónde
estuviera o de con quién estuviera (amigos, familiares, compañeros de traba-
jo); solía cambiar su forma de vestir, sus gustos musicales y su forma de hablar
para amoldarse a su grupo más reciente de amigos. Cuando se le preguntó
acerca de las personas importantes en su vida, explicó que los novios iban y
venían; de forma: característica al principio parecían geniales, pero rápida-
mente se volvían controladores y maltratadores. Sus descripciones de otras
personas en su vida eran vagas, generales y polarizadas -por ejemplo, carac-
terizaba a los individuos como "agradables", "guapos" y "divertidos", o como
"egoístas" y "crueles".
94 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Defensas
10. Tanto la teoría de las relaciones objetales como la teoría del apego reconocen el papel que desem-
peñan las operaciones defensivas, pero de formas un tanto diferentes (Levy et al., 2015).
96 T ERAPIA PS!CODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
" Las defensas b asadas en la escisió n aparecen con frecuencia b ajo la d enominación de d efensa s
"p rim itivas" en la bibliografía psicodinámica. La idealizació n d e nivel inferior y la negación d e
nivel inferior aparecen a veces bajo la denominación d e "idealización primitiva" y de "negac ión pri-
mitiva" resp ectivame nte.
normal. Las d efensas d e nivel neurótico evitan la pertur bación s ubje tiva en
base a reprimir, o desterrar d e la consciencia, aspectos de la vivencia psicológica
del sujeto que son conflictivos o que suponen una fuente potencial de malestar
emocional. Las defensas basadas en ·Ia escisión no d estierran propiamente d e la
consciencia los contenidos menta les, sino que, en lugar de ello, compartimentali-
zan o mantien en una distancia d efensiva entre los contenidos mentales conscien-
tes que se contradicen mutuame nte o cuyo acer camiento genera ría un conflicto
psicológico (Kernberg, 1975).
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 97
Defensas maduras
La mejor forma de definir las defensas maduras, o defensas sanas, es descri-
biéndolas como unos mecanismos de afrontamiento adaptativos y flexibles que
le permiten al individuo abordar las situaciones generadoras de ansiedad con
un mínimo de perturbación emocional (Vaillant, 1992). Las defensas maduras
se corresponden con la capacidad de contenerflexiblemente las relaciones obje-
tales internas conflictivas dentro de una percepción positiva general de sí mis-
mo y de los demás. Constituyen el estilo defensivo predominante en la
personalidad normal y se asocian a un funcionamiento .flexible y adaptativo.
Las defensas maduras no excluyen de la consciencia ningún aspecto de un con-
flicto, ni mantienen una distancia protectora entre aspectos de la vida emocio-
nal que se contradicen entre sí. En lugar de ello, las defensas maduras admiten
dentro del conocimiento subjetivo a todos los aspectos de una situación genera-
dora de ansiedad, con poca o ninguna distorsión, si bien de una forma que
minimiza la perturbación psicológica, al tiempo que optimizando el afronta-
miento (Vaillant, 1992).
La supresión, la anticipación, el altruismo, el humor y la sublimación son
ejemplos de defensas maduras. La supresión implica dejar a un lado intencio-
nadamente y adaptativamente un pensamiento o un sentimiento determina-
dos, hasta que llegue el momento en el que se pueda emprender una acción
constructiva. La anticipación implica planificarse o prepararse de antemano
como una manera de abordar las situaciones potencialmente estresantes. E l
altruismo implica extraer indirectamente una satisfacción a través de la expe-
riencia de ayudar a los demás. El humor implica la capacidad de ver los aspec -
tos cómicos, graciosos o divertidos de una situación estresante, como un a
manera de reducir el malestar y de crear una distancia útil respecto de los
acontecimientos inmediatos. La sublimación implica la canalización construc -
tiva y creativa de las motivaciones conflictivas en dirección a otras áreas d e
funcionamiento que no sean conflictivas, y constituye una característica c en-
tral de la adaptación normal.
sí misma y del otro (la paciente no era capaz de valorar hasta qué punto ella era
una mujer sexualmente atractiva). Pero de forma característica las defensas b a sa-
das en la represión lo hacen sin distorsionar flagrantemente la percepción que el
sujeto tiene de la realidad externa (Ms. N no ignoraba que recibía atención sexual;
sencillamente se sentía constantemente sorprendida por este hecho). Así pues,
aunque las defensas basadas en la represión sean las responsables de la rigide z de
personalidad y puedan interferir en algunas áreas focalizadas de funcionamien-
to o generar malestar o perturbación, a diferencia de las defensas basadas en la
escisión las defensas neuróticas no desembocan habitualmente en unas conduc-
tas abiertamente anormales o perjudiciales.
Si bien existe una variedad de ·defensas neuróticas que operan d e dife-
rentes formas, todas 'e llas implican la represión dentro del contexto de una
percepción de sí mismo relativamente bien integrada; algún aspecto de la
vivencia subjetiva queda separado de la consciencia y excluido de la posibili-
dad de acceder a la misma (Kernberg, 1975). En el caso de la represión clásica
lo que se reprime es la idea, mientras que en el aislamiento del afecto lo que se
reprime es el afecto. La intelectualización se asemeja al aislamiento; e n este
caso el afecto es reprimido, al tiempo que el individuo se concentra conscien-
temente en un mundo de ideas abstractas. En la formación reactiva desaparecen
tanto el afecto como la idea asociada, y son reemplazados por sus contrarios.
En la proyección neurótica lo que se reprime es la conexión o relación e ntre el
sujeto y sus impulsos y sentimientos, y en el desplazamiento se reprime la
conexión o relación entre un impulso o una emoción y un determinado objeto
en particular.
Aunque no se la considera una defensa neurótica (i.e., el proceso no es incons-
- ciente), la racionalización refuerza la represión en base a ofrecer unas explica-
ciones aparentemente racionales para unas conductas que tienen unas raíces
inconscientes. Además, la racionalización y la negación suelen utilizarse para
reforzar tanto la represión como la escisión de las siguientes formas:
11. Dis tinguimos e ntre la disociación como una operació n defen s iva y los estados disociativos. Los
estados disociativos implican la operación defensiva d e la disociació n, pero también incluyen u n
estado a lterado de con c ie ncia; la disociación com o operación defensiva no implica un esta do
a lte ra d o de conciencia.
12. En la bibliogr afía p sicodinámica, los términos defensas disociativas y escisión se utilizan con fre-
cuencia de m a nera m ás o m enos intercambiable . La escisión se utiliza princ ipalmente cuando se
alude a la disociación de aspectos idealizados (fuertemente positivos) y persecutorios (fuertem en-
te negativos ), o a mados y odiados, de la experie ncia s ubjetiva, mientras que la disociación se
reserva más habitualmente para referirse a la separación de otros aspectos de la experie n cia
interna (e.g., impulsos sexuales y dependientes) que están en conflicto o que se contradicen
mutua m e nte. Las d efensas basadas en la escisión fueron descritas de manera sistem ática por pri-
mera vez p or Melanie Klein (19 46/1975, 1952/ 1975) e incluyen , a dem ás de la escisión propiamen-
te dicha, la idealización d e nivel inferior, la desvalorización, la identificación proyectiva, el con-
trol omnipotente y la negació n d e nivel inferior. Klein s u girió que el predominio d e esta con s te-
lación de operaciones d efen sivas es una caracte rística central de lo que ella denominaba la posi-
ción esquiw-paranoide, que constituye un nivel de d esarrollo psicológico y de organización men-
tal que según Klein era muy primitiva y característica de los pacientes que adolecían d e una
p sicopatología grave. Como consecuencia, a l grupo de defensas b asadas en la escisión Klein las
denominaba defe n sas p..-i.n1.itivas , y l a s contras t ab::i co n l a s d efens ::is n e uróticas c l á s i cas que se
basan en la represión.
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 101
13. Para un análisis de la escisión propiamente dicha en los pacientes con una organización neuró-
tica de la personalidad, véase en el capítulo 3 la ilustración clínica a propósito de "La relac ión
dinámica entre las orientaciones paranoide y depresiva en un paciente organizado en un nivel
neurótico", a fin de disponer de un ejemplo y un análisis de la "escisión de la posición depresiva".
104 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOG ÍA DE LA PERSONALIDAD
individuo que por lo demás posee una identidad consolidada y una percepción
relativamente bien integrada de sí mismo y de otras personas significativa s.
Dentro de este contexto, la escisión y la disociación serían menos extrema s y
más estables que en la patología de personalidad más grave, y no derivan en las
percepciones y vivencias de la realidad interna y externa altamente polarizadas,
rápidamente cambiantes y altamente cargadas afectivamente que son caracte-
rísticas de los trastornos graves de la personalidad.
En lugar de las percepciones altamente distorsionadas y muy cargadas afec-
tivamente que se observan junto con la escisión en el caso de la organización
borderline de la personalidad, en los individuos organizados en un nivel neuróti-
co, la escisión y la disociación se asocian con la segregación de aspectos de la
vivencia psicológica que están relativamente bien integrados, pero en conflicto,
y con la disociación más o menos sutil de las motivaciones conflictivas fuera del
ámbito de la percepción dominante de sí mismó (Caligor et al., 2007). Por eje m -
plo, un hombre joven se mostraba muy tímido sexualmente y a veces impotente
con sus novias, pero cuando no sentía ningún apego esp~cial solía tener ave ntu-
ras de una sola noche en las que se mostraba sexualmente muy lanzado, libre de
sus inhibiciones habituales y "como si no fuera yo mismo en absoluto". E ste
joven daba muestras de una incapacidad de integrar las· emociones tiernas y
apasionadas (i.e., la ternura y la pasión) dentro de la misma relación. Por con -
traste con Ms. N, que se servía de la represión para manejar sus conflictos sexu a -
les, este joven confiaba en la disociación. Pasaba al acto sus impulsos sexuales,
pero únicamente de una forma disociada, fuera del ámbito de su percepción
dominante de sí mismo; tanto los impulsos tiernos como sexuales eran vive n cia-
dos conscientemente y materializados externamente, pero no al mismo tiempo
o en relación con la misma persona.
Otro ejemplo sería el de una paciente que, a pesar de ser generalmente muy
crítica y desvalorizadora respecto de los hombres en su vida, idealizaba total-
mente a su marido; rara vez le encontraba algún defecto, lo defendía con vehe-
mencia cuando otras personas lo criticaban y se sentía extremadamente
afortunada de haber encontrado "a un hombre tan excepcional y tan maravillo-
so". Esta mujer daba muestras de una incapacidad de integrar la ternura y la
hostilidad; confiaba en la idealización y la disociación para proteger la relación
con su marido de los sentimientos hostiles. Al igual que el joven mencionado
inmediatamente más arriba a propósito de las motivaciones sexuales, esta mujer
vivenciaba plenamente tanto las emociones tiernas como las emociones hostiles
hacia los hombres, pero únicamente disociándolas; la paciente disociaba toda
posible hostilidad fuera d e l ámbito de la relación con su marido, al tiempo que
criticaba y desvalorizaba a los demás hombres que pudiera haber en su vida.
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 105
Valores morales
14. E l concepto de mentalización es muy amplio y se solapa con otros conceptos tales como la con -
ciencia p lena (mindfulness), la empatía y la consciencia afectiva (Choi-Kain y Gunderson, 2008).
Una visió~ más delimitada de la mentalización ha sido formulada por Kernberg (2012), por lo
que hace a la intervención terapéutica con pacientes que manifiestan una disfunción grave de la
personalidad. El complejo proceso de interpretación en la psicoterapia focalizada en la transfe-
rencia (i.e., los pasos relativos a la clarificación, la confrontación y la interpretación en el aquí y
ahora, tal y como se describen a lo largo de todo este volumen) contribuye a aumentar la capaci-
dad que el paciente tiene de mentalizar -es decir, la capacidad de obrar en consonancia con una
concepción de sí mismo y de los demás r elativamente exacta, equilibrada y compleja, incluso
bajo condiciones de una activación afectiva extrema.
LA PERSONALIDAD Y LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD 109
PARTE 4
Implicaciones clínicas del modelo estructural
de los trastornos de personalidad
¡SO ~e
- .. encia de ......
sí. .
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Psicodinámica clínica dentro
del ·marco de la teoría
de las relaciones objetales:
Conflicto, ansiedad, defensa
3 y relaciones objetales internas
Hasta este momento nos hemos venido centrando en las perspectivas diagnós-
tica y estructural aplicadas a los trastornos de la personalidad dentro <lel marco
de la teoría de las relaciones objetales. Nos ocuparemos ahora de la" perspectiva
dinámica, focalizando la atención en la n aturaleza de los conflictos psicológicos
que caracterizan a los trastornos de la personalidad en los diferentes niveles de
gravedad, y en la relación existente entre las relaciones objetales internas, la
defensa y el conflicto. En el modelo de tratamiento de la psicoterapia focalizada
en la transferencia-ampliada (PFT-A), el terapeuta relaciona la integración pro-
gresiva de las relaciones objetales internas y el cambio estructural con la elabo-
ración de los conflictos psicodinámicos que motivan las operaciones defensivas
patogénicas, focalizando la atención en el papel que desempeñan las ansiedades
que interfieren en los procesos de integración. A medida que las ansiedades van
siendo contenidas y elaboradas, el paciente renuncia a las defensas desadaptati-
vas, asume la responsabilidad respecto de las motivaciones conflictivas y alcanza
a tolerar la ambivalencia. Estos cambios psicodinárnicos se corresponden con la
consolidación de la identidad, el acceso a unos niveles más elevados de organiza-
ción de la personalidad y la disminución de la rigidez de personalidad.
1. Una motivación GOnflictiva (i.e., una motivación que estaría en conflicto con
otras motivaciones), a veces también denominada "impulso" o "instinto".
2. Una vivencia afectiva negativa asociada a la manifestación de la motivación
conflictiva, lo que a veces se describe en términos de un "peligro" o de una
"ansiedad que moviliza la defensa".
3. Una defensa basada ya sea en la represión o en la escisión.
Motivaciones conflictivas
Las motivaciones conflictivas son deseos, necesidades o miedos muy podero-
sos y altamente motivados que serían incompatibles con los valores del indivi-
duo o la percepción que el sujeto tiene de sí mismo, o cuya manifestación
directa el individuo anticipa que conduciría a una situación vivida como doloro-
sa, atemorizante o peligrosa. Los diferentes individuos vivenciarán las diferen-
tes motivaciones como más o menos conflictivas. Por ejemplo, una persona
puede sentir que las necesidades de dependencia son sumamente conflictivas,
anticipando la humillación en el caso de que dichas necesidades llegara n a
expresarse, mientras que otra persona diferente puede disfrutar libremente de la
manifestación de las necesidades de dependencia, anticipando que las sensacio-
nes de consuelo y de seguridad acompañarán a la expresión de dichas necesida-
des. Las motivaciones que normalmente acabai:i. en conflicto incluyen aquellas
asociadas a la expresión de los siguientes aspectos:
los conflictos y las ansiedades que motivan las defensas será diferente en los
diferentes niveles de organización de la personalidad, pero a lo largo del espec-
tro de gravedad los objetivos clínicos siempre serán ayudar a los pacientes a con-
tener y a elaborar las ansiedades asociadas a la expresión de las motivaciones
conflictivas, lo que les permitirá adoptar unas defensas más flexibles y adaptati-
vas. Este proceso implica promover los procesos de integración, alentar la con-
solidación de la identidad y favorecer el logro de unos niveles progresivamente
más elevados de organización d e la personalidad.
"O
C/l
►
o
tr1
r
►
C/l
:;o
tr1
r
fi
Naturaleza Los conflictos son Oscilación entre los conflictos Los conflictos son o
z
de los conflictos predominantemente depresivos; paranoides y depresivos; predominantemente ¡;J
o
dominantes responsabilidad respecto sentido variable de la propia paranoides; las motivaciones ._
tll
tr1
de las propias motivaciones responsabilidad. conflictivas son proyectadas, ~
r
tr1
conflictivas. sin ningún sentido C/l
de la propia responsabilidad.
Nota: OBP = nivel borderline de organización de la personalidad; ONP = nivel neurótico de organización de la personalidad.
1
--
N
122 . TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
las relaciones objetales internas defensivas son por definición menos amenazan-
tes para el individuo que las motivaciones conflictivas fr_ente a las que se está
defendiendo, en todos los niveles de organización de la personalidad las relacio-
nes objetales defensivas tienen una mayor accesibilidad a la consciencia que las
relaciones objetales contra las que se erigen las defensas. Lo que esto quiere
decir es que en cualquier momento, dentro del contexto del conflicto, se puede
ver que las representaciones de sí mismo y del otro que están más cercanas a la
conciencia y que organizan la experiencia subjetiva del individuo desempeñan
unas funciones defensivas, en base a reforzar la represión o la disociación de las
relaciones objetales más conflictivas. En consecuencia, dentro del tratamiento el
identificar y explorar las relaciones objetales defensivas que están organizando
la experiencia consciente del paciente dentro de la sesión, será siempre el primer
paso en el análisis de las ansiedad~s y de los conflictos que interfieren en los pro-
cesos de integración.
Dentro de esta sección, analizamos la forma en la que las relaciones objetales
internas se organizan dentro del contexto de la patología de la personalidad
para desempeñar unas funciones defensivas, señalando las similitudes y las
diferencias entre las estructuras neurótica y borderline. El explorar la forma en
la que las relaciones objetales internas pueden estructurarse para desempeñar
unas funciones defensivas en diferentes niveles de organización de la personali-
dad ofrece una explicación de las relaciones entre el conflicto psicológico, la
defensa y la patología estructural en los trastornos de personalidad. Esta con-
cepción organiza las estrategias que guiarán la técnica y genera un vínculo con-
ceptual entre la intervención clínica y el cambio estructural.
de los pacientes al principio del tratamiento, en tanto que los peligros de la depen-
dencia y las relaciones objetales internas paranoides asociadas son disociadas y
negadas. Puede que sea únicamente con el tiempo, y a menudo de resultas de la
creciente experiencia de intimidad, vulnerabilidad o conflicto, cuando las relacio-
nes objetales internas paranoides comiencen a aflorar en el tratamiento. En los
pacientes organizados en los niveles borderline intermedio e inferior, por contras-
te, el terapeuta inicialmente tiende a advertir de manera más constante la activa -
ción del sector paranoide de experiencia, con el sector idealizado permaneciendo
activamente escindido y negado, protegido por el predominio de las relaciones
objetales paranoides. En el tratamiento, puede que sea necesario un tiempo para
poder identificar los aspectos idealiz¡:i.dos de la experiencia subjetiva del paciente,
los cuales pueden pe~manecer ocultos en su mayor parte, realizando tan sólo
alguna que otra aparición esporádica, para volver rápidamente a la orientación
paranoide.
Resu,nen de las relaciones obje tales inte rnas defensivas y la defensa borderline
Proyección neurótica
En el caso de una estructura neurótica, a veces el terapeuta advierte, dentro
d e una única relación objetal interna impulsiva, la atribución de una motiva-
ción conflictiva a una representación objetal, junto con la disociación de la
PSICODINÁMICA CLÍNICA DENTRO DEL MARCO DE LA TEORÍA DE LAS RELACIONES OBJETALES 133
Identificación proyectiva ·
En la organización borderline de la personalidad, la defensa aparece de ntro
de una única relación objeta! interna, con la atribución de una motivación con-
flictiva a una representación objetal y dirigida hacia una representación del self
Como en el caso de la ONP, cuando se escenifica esta relación objeta! interna, las
partes impulsivas de sí mismo se atribuyen a un objeto externo, al tiempo que el
sujeto se vive a sí mismo como el objeto de su representación impulsiva de sí
mismo proyectada. (Por ejemplo, en una situación que estimule la hostilidad y la
activación de una relación objetal internalizada compuesta de una representa-
ción vengativa de sí mismo en relación con una representación objeta! que hace
136 TERAPIA PSICODINÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
2. S i bien el modelo de Kernberg respecto de los niveles de p sicopatologia y el modelo de los klei-
nianos contemporáneos se solapan en gran m edida, las diferencias en los marcos de r eferen cia
psicoanalític~s subyacentes -y en particular la relativa minimización dentro d el marco de refe-
rencia kleiniano de la importanc ia d e la formación de la id entid ad y d e las con s id erac ion es d fr1g -
nósticas, adem ás de las concepciones diferentes respecto d e los impulsos- explicarían las diver-
gencias fundamentales.
PSICODINÁMlCA CLíNlCA DENTRO DEL MARCO DE LA TEORÍA DE LAS RELAClONES OBJETALES 14 ]
La posición esquizo-paranoide
Para Klein (1946), las ansiedades centrales de la posición esquizo-paranoide
reflejan la influencia de la agresión innata, primitiva. La agresión está pobre-
mente integrada y es de unas proporciones catastróficas. En el niño muy p eq ue -
ño desbordado por su agresión interna, la proyección de la agresión primitiva
genera una desconfianza paranoide y un mundo de objetos externos "malos";
estos objetos externos "malos" pueden ser reintroyectados (reintegrados defensi-
vamente a l interior), generando la vivencia de una suerte de persecución interna.
La proyección de los objetos internos males en la madre en particular deriva en
la vivencia de una m .a dre totalmente mala, frustrante y persecutoria, mientras
que la proyección de los impulsos amorosos del niño, contemplados inicialmen-
te como expresiones de sus disposiciones amorosas e innata~, deriva en la viven-
cia de una madre totalmente buena y gratificadora. Los objetos internos, tanto
los totalmente buenos como los persecutorios, se desarrollan a través de los
ciclos reiterados de proyección e introyección y, en virtud de este proceso, los
cuidados amorosos y gratificantes de la madre contribuyen adicionalmente al
desarrollo del sector totalmente bueno o idealizado, a l tiempo que la escisió n
sirve para proteger las experiencias buenas y placenteras con la madre de las
experiencias malas y persecutorias.
De resultas de estos procesos inevitables, el niño tiene dos experiencias con-
tradictorias con la madre: por un lado, la experiencia de una madre gratificante,
sentida como una figura que cubre sus necesidades y con la cual mantiene una
relación idealizada; y por otro lado, la experiencia de una madre frustrante, sen-
tida como una figura que niega la gratificación y que agrede y con la cual man-
tiene una relación persecutoria. El niño pequeño no puede manejar este grado
de complejidad y en lugar de ello mantiene estas experiencias idealizadas y p er-
secutorias como entidades separadas y distintas.
A esta situación psicoMgica Klein la llama la posición esquizo-paranoide, por-
que la proyección y la agresión ge neran paranoidismo, y al mismo tiempo la
escisión del objeto implica una escisión concomitante de sí mismo, generando
un cisma dentro del self La ansiedad fundamental en la posición esquizo-para-
noide es el miedo a la destrucción de las relaciones objetales idealizadas inter-
nas y externas por obra de unas. relaciones objetales persecutorias y de la
agresión primitiva, y las defensas dominantes son la escisión y la identificación
proyectiva. Además de las ansiedades paranoides y de las defensas basadas en la
escisión (a las que Klein denomina defensas primitivas), la posición esquizo-
paranoide se caracteriza por unos límites yoicos débiles, el pensamiento omni-
potente y concreto y los llamados objetos parciales.
142 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
ahora como teniendo una vida propia y sus propias necesidades, más allá del
control del sujeto y con otros objetos distintos de uno mismo (Ogden, 1993b).
Esta nueva consciencia introduce la triangulación esencial para el desarrollo
del complejo de Edipo.
que no gira enteramente alrededor del niño. También hasta este momento hemos
venido centrando nuestro análisis de las ansiedades depresivas predominante-
mente en relación con los conflictos entre el amor y la agresión, pero ahora
ampliamos dicho análisis con objeto de incluir los conflictos entre la compleja
variedad de motivaciones y necesidades que entran en juego dentro de la situa-
ción edípica, y en última instancia en todas las relaciones humanas.
Tanto para Freud como para Klein, la situación edípica -la relación entre el
niño y los dos padres- es el conflicto triangular o triádico prototípico. El sello
distintivo de los conflictos triádicos, por contraste con los diádicos, es que la
relación del individuo con una persona o fuente de gratificación amada, deseada
o necesitada aparece inextricablemente vinculada psicológicamente a un terce-
ro. Desde la perspectiva de los conflictos triangulares, el escollo evolutivo que
supone la situación edípica implica aceptar vivir en un mundo en el que las per-
sonas a las que el individuo ama y necesita tienen unas relaciones con otras per-
sonas de las que él queda excluido (además de unas necesidades propias que
tampoco le incluyen a él). La capacidad de entender y de tratar de resolver este
dilema se basa en la conciencia de un sí-mismo con una vida interna subjetiva,
de otra persona separada de uno mismo y no controlada por uno mismo, y de un
tercero. Esta constelación representa un nivel relativamente maduro de desarro -
llo psicológico y cognitivo; es compatible con lo que Klein describió como la
posición depresiva y aparece asociada de forma · característica y habitual a la
capacidad de autoobservación y de autorreflexión o introspección.
En los conflictos edípicos, los deseos, necesidades y temores sexuales, depen-
diente~, competitivos, narcisistas y agresivos aparecen vinculados a las fanta-
sías infantiles de separar a la pareja parental con objeto de poseer la atención
exclusiva de uno de los dos padres, excluyendo y venciendo al otro progenitor,
además de a otros miembros.de la familia. Como consecuencia, los deseos, nece-
sidades y temores sexuales, dependientes, competitivos, narcisistas y agresivos y
146 TERAPLA PSIC ODIN ÁMlCA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica:
La relación dinámica entre las orientaciones paranoide y depresiva
en un paciente organizado en un nivel neurótico
Un hombre de mediana edad había tenido una historia de una relación larga y
conflictiva con su padre, una persona muy dominante, que ahora es un anciano.
Luego de un año de una terapia de mucha utilidad pero un tanto tormentosa, el
paciente pasó de una OBP superior a un nivel predominantemente neurótico de
organización y de funcionamiento de la personalidad. Sin embargo, después de
que se produjera una interrupción de dos semanas en el tratamiento, el paciente
vino a su sesión quejándose airadamente y amargamente de su padre. Su tono
era rencoroso; el paciente describió a su padre diciendo que era intratable, exas-
perante, egoísta, dañino y cruel. El paciente prosiguió reconociendo alegremen-
te: "¡Esta vez le di una buena!".
El terapeuta preguntó acerca de qué es lo que había precipitado este cambio
tan marcado de la reciente actitud más positiva del paciente hacia su padre, a lo
cual el paciente r eplicó airadamente que se había estado engañando a sí mismo,
que era imposible tener ninguna relación con semejante "hijo de puta, egocéntri-
co y sádico". A continuación el paciente procedió a criticar al terapeuta por pare-
cer que no comprendía esto que el paciente estaba diciendo.
El terapeuta advirtió para sus adentros la llamativa reaparición de la visión
polarizada y pobremente integrada que el paciente tenía de su padre (y aunque
no era afectivamente dominante en ese momento, también del terapeuta),
impregnada de hostilidad. Cuando el terapeuta solicitó una mayor información
respecto de las circunstancias de la discusión con su padre, salió a la luz que el
paciente se había puesto enrabietado al ver que su padre no le pensaba dar una
importante cantidad de dinero que le había pedido, si bien, al mismo tiempo, el
paciente com2rendía que a su padre le preocupaba mantener un margen econó-
mico para sí mismo.
Llegados a este punto, el terapeuta le comunicó su impresión al paciente,
comentando que le llamaba la atención la actitud actual bastante extrema del
paciente hacia su padre, señalando que hasta cierto grado parecía asemejarse a
una reaparición de la visión "totalmente mala" respecto de su padre que había
a lbergado al principio de s u tratamiento, pero que había ido cambiando en los
últimos meses.
El paciente reconoció entonces el cambio brusco que se había operado en su
actitud y pareció quedarse pensativo. El terapeuta sugirió que quizás, con su
padre envejeciendo y cada vez más :frágil, la idea de que la propia hostilidad y
avidez del paciente aparecieran d irigidas hacia alguien que le preocupaba y que
parecía, a su vez, preocuparse por él (aun cuando esta persona haya podido tener
muchos fallos y defectos) era algo demasiado doloroso; quizás fuera más fácil
ver a su padre como alguien que no merecía que le quisieran. El paciente empezó
a llorar en silencio.
150 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
caso de que llegara a verse, no pasaba nada; la paciente podía limpiar la maleta
cuando volviera a casa.
152 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Referencias
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Routledge, 1992, pp. 34-45.
Sección 11
Visión general de la PFT-A:
Tareas básicas, la relación
terapéutica y estrategias
de tratamiento
1
En este capítulo p resentamos las tareas terapéuticas básicas de la psicotera-
pia focalizada en la tran sferencia-ampliada (PFT-A), tanto para brindar u na
visión general del e nfoque de tratamiento como para introducir algunos concep-
tos que serán analizados en detalle en los capítulos siguientes. Definimos algu- ·
nos términos claves y familiarizamos al lector con los elementos básicos que
constituyen el fundamento conceptual y los elementos constitutivos técnicos
fundamentales del tratamiento. Nuestro enfoque general consiste en focalizar la
atención en promover la coalescencia de las relaciones objetales conflictivas con
el fin de fomentar la consolidación y la integración de la identidad, las cuales
pueden tener lugar en niveles crecientes de complejidad. Tal y como explicamos,
los procesos de integración son diferentes en los diferentes niveles de organiza-
ción de la personalidad. Al mismo tiempo existen unos objetivos y unos princi-
pios clínicos unificadores que organizan la labor clínica a lo largo del espectro
completo de gravedad. En este capítulo revisamos los elementos básicos del tra-
tamiento, al tiempo que llamando la atención respecto d e la forma en la que
dichos elementos pueden desempeñar diferentes funciones o estar sujetos a una
aplicación práctica diferencial en función de la gravedad de la patología de la
personalidad.
Tareas básicas
• La primera tarea del terapeuta que sigue nuestro enfoque consiste en crear
un contexto que facilitará la activación y la escenificación de las relaciones
objetales conflictivas dentro de la terapia, al tiempo que asegurándose de
que esto suceda de una forma controlada y terapéutica. Esta tarea se logra en
virtud de crear una relación terapéutica entre el terapeuta y el paciente que
esté contenida fiablemente dentro de los límites establecidos por el marco y el
contrato del tratamiento.
156 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGfA _DE LA PERSONALIDAD
Tarea 1: Sentar las bases para la exploración -Llevar las relaciones objetales
conflictivas al seno del tratamiento
El contrato terapéutico establece el marco del tratamiento, que define las con-
diciones que serán de aplicación al tratamiento, incluidos los papeles respectivos
del terapeuta y del paciente. Dentro de la estructura brindada por el marco tera-
péutico, el terapeuta establece cuál va a ser la relación terapéutica. La alianza
terapéutica desarrollada entre el paciente y el terapeuta, y la actitud de n e utrali-
dad terapéutica por parte del terapeuta son aspectos centrales de la relación psi-
coterapéutica.
La relación psicoterapéutica
Dentro de la estructura fiable brindada por el marco del tratamiento, el tera-
peuta ~FT-A y el paciente establecen una relación especial, a la que se alude
como la relación psicoterapéutica. Esta es una relación sumamente especializada
158 TERAPIA PSICODrNÁMIC A PARA LA PATOLOG(A DE LA PE RSONALIDAD
La a lianza terapéutica
La alianza terapéutica es un componente muy importante de la relación psi-
coterap éu tica (Bender, 2005). Dentro de un marco de referencia psicodinámico,
la a lianza es la r elación establecida entre la parte autoobservadora del paciente
que quiere y puede hacer u so de la ayuda recibida, y el terapeuta en el papel de
exp erto útil. La alianza refleja, por un lado, las expectativas realistas que a lber-
ga el paciente de que el terape uta tiene algo que ofrecer sobre la base de su for-
mació n , experiencia y preocupación solícita, y, por otro lado, el compromiso por
parte del terapeuta de ayudar al paciente y hacer uso de una comprensión cada
vez mayor del sujeto (Kernberg, 2004).
Los pacientes con una patología de personalidad de nivel superior son capa-
ces en su mayor parte de establecer una alianza relativamente estable en las pri-
meras fases de la terapia (Bender, 2005). Las dificultades iniciales o las rupturas
de la a lianza que puedan surgir durante el transcurso del tratamiento son rela-
tivamente fáciles de resolver y, una vez elaboradas, con frecuencia sirven para
profundizar en la comprensión que el paciente tiene de sí mismo, al tiempo que
consolidando adicionalmente la relación de trabajo entre el terapeuta y el pacien-
te (Caligor et al., 2007).
Por contraste, los pacientes con trastornos de la personalidad más graves s u e-
len tener dificultades en establecer una alianza terapéutica, y la calidad d e la
alianza es vulnerable y susceptible de experimentar una amplia fluctuación de
una sesión a otra, e incluso momento a momento dentro de una misma sesión
TAREAS BÁSICAS Y ELEMENTOS BÁSICOS DEL TRATAMIENTO 159
(Yeomans et al., 2015). Los esfuerzos por establecer una alianza dependen d e
la capacidad que tenga el terapeuta de evitar tomar partido en el conflic to
actualmente activado dentro del paciente y en el tratamiento. Las rupturas son
frecuentes e inevitables, y pueden venir acompañadas de fuertes reacciones
emocionales por parte del paciente; no es infrecuente que dichas reacciones pue-
dan incluir hostilidad, acusaciones y paranoidismo. La exploración de las ruptu-
ras a medida que acontecen a lo largo de todo el tratamiento es crucial para e]
proceso psicoterapéutico dentro de la PFT-A, especialmente en el tratamiento de
pacientes con trastornos graves de la personalidad. En el tratamiento exitoso
de los pacientes con este tipo de trastornos, durante el transcurso de la terapia se
desarrolla una consolidación gradual de una alianza terapéutica estable.
la sesión. A través de este proceso es como las relaciones objetales conflictivas del
paciente comienzan a cobrar vida dentro del contexto de la terapia.
En el tratamiento de los trastornos de personalidad de nivel superior, en los
que predominan las defensas basadas en la represión, este proceso es similar en
muchos sentidos al proceso de la asociación libre (Auchincloss y Samberg, 2012)
que se utiliza en los tratamientos psicoanalíticos. El objetivo consiste en facilitar
la aparición en el tratamiento de las relaciones objetales conflictivas en su mayor
parte inconscientes, y de las correspondientes defensas asociadas. La activación
de las relaciones objetales conflictivas se ve estimulada mediante la invitación a
comunicarse abiertamente y libremente en la relación terapéutica y por otros
aspectos del encuadr~. A medida que se activan y se escenifican en el tratamien-
to las relaciones objetales conflictivas y defensivas, las mismas encuentran su
expresión principalmente a través de los pensamientos, emociones y asociacio-
nes del paciente conforme van siendo comunicadas verbalmente y a través de las
distintas dificultades que el paciente pueda sentir (las "resistencias" 1) a la hora
de comunicarse abiertamente y libremente.
En el tratamiento de pacientes con trastornos de personalidad más graves,
en los que predominan las defensas basadas en la escisión, el terapeuta también
le pide al paciente que hable abiertamente y libremente. Con la ayuda d e unas
instrucciones bastante similares dadas al paciente, el terapeuta observará unos
desarrollos diferentes a los que se describen en el caso de la organización neu-
rótica de la personalidad, y que reflejan la influencia que ejercen las defensas
l. El término y el concepto de resistencia son de una importancia crucial para los enfoques psicodi-
námicos clásicos aplicados a la técnica (Auchincloss y S amberg, 2012), y la resistencia se utiliza
para referirse a la activación y la escenificación de las defensas del paciente en relación con e l tra-
tamiento. En las s ituaciones de tratamiento en las que predominan las d efen sas basadas en la
represión, las operaciones d efensivas del paciente se manifestarán frecuentemente como una
especie de dificultad (de "resistencia") en relación con la comunicación abierta o la autoobserva-
ción, a menudo bajo la forma de silencios, omisiones perceptibles de contenidos específicos o par-
ticulares, o cambios de tema. En las situaciones de tratamiento en las que las d efensas basadas en
la escisión son las que organizan el material clínico, las "resistencias" tienden a ser más fáciles de
identificar, adoptando con frecuencia la forma de unos silencios prolongados o incluso obstina-
dos, hablar d e cuestiones triviales, o no traer a la sesión contenidos importantes (todo lo cual refle-
ja la escenificación de las defensa disocia tivas en relación con el tratamiento), además de pone r a
prueba el marco terapéutico, como por ejemplo venir persistentemente tarde a las sesiones o can-
celar sesiones constantem.ent e. Dentro del contexto de l a PFT-A, el Lénnino resistencia es un tanto
problemático en el sentido de q u e implica que el paciente está obrando intencionadamente en
contra del tratamiento, cuando en realidad la activación de las defensas constituye el eje central
del tratamiento. En consecuencia, hemos optado por omitir en este volumen el uso de los térmi-
nos resistencia y análisis de la resistencia. Dentro del modelo basado en la teoría de las relaciones
objetales que utilizamos en la PFf-A, la resistencia se puede entender de manera más útil y m ás
específica desde la perspectiva de la activación y la escenificación de las relaciones objetales de fen-
sivas del paciente dentro del tratamiento, y el análisis de la resistencia se puede entender en el
sentido de identificar, explorar e interpretar la influencia que ejercen y las funciones que desem-
peñan dichas relaciones objetales defensivas. Para el lector interesado en un análisis contemporá-
neo de la resistencia dentro del marco de referencia de la psicología del yo, recomendamos el capí-
tu lo de Busch (1995) "Resistance Analysis", en The Ego at the Center of Clínica[ Technique.
162 TERAPIA PSJCODINJ\MICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
organizan el resto del material clínico y que hacen las veces de indicadores r es-
pecto del conflicto central que se ha visto activado actualmente dentro de la
sesión; una vez identificadas en la mente del terapeuta, de forma característica
dichas relaciones objetales se convierten en el centro focal de la intervención.
Si bien la afectividad o la expresión emocional intensificadas a menudo sue-
len conducir al terapeuta a identificar las relaciones objetales dominant es, no
siempre es este el caso; a veces la dominancia afectiva está marcada por la
ausencia de un afecto esperado, indicando la activación de defensas tales como
la supresión, la represión, la negación o la disociación en relación con los con-
flictos nucleares. Además, la dominancia afectiva suele expresarse con frecuen-
cia a través de la reiteración de un esquema relacional determinado, comunica d o
a través de las descripciones verbales que el paciente ofrece de sus relaciones
interpersonales y a través de la comunicación no verbal con el terapeuta. En los
trastornos de personalidad más graves, la mayoría de las veces (aunque no siem-
pre) las relaciones objetales dominantes se activan y se escenifican directamen t e
en la relación con el terapeuta, mientras que en los trastornos de personalidad
de nivel superior, la dominancia afectiva puede aparecer localizada con frecuen-
cia dentro del ámbito de las relaciones objetales extratransferenciales, escenifi-
cada en las descripciones que el paciente ofrece de su vida interpersonal.
y puede que giren en torno a la cuestión del mantenimiento del marco y el con-
trato de tratamiento. A medida que los aspectos disociados de -la vida del
paciente van siendo identificados y haciéndose patentes, el terapeuta explorará
las defensas disociativas que han mantenido a estos desarrollos fuera del ámbi-
to del tratamiento y a continuación vinculará los desarrollos acontecidos en la
vida y el funcionamiento actual del paciente con la transferencia y los conflic-
tos que están siendo explorados en ese momento en el tratamiento.
En el tratamiento de pacientes organizados en un nivel neurótico, las defen-
sas disociativas no son una cuestión clínica central y la necesidad de que el
terapeuta indague activamente acerca de la vida y el funcionamiento externos
del paciente es menos apremiante. Los pacientes organizados en un nivel neu-
rótico tienden de forma natural a traer al tratamiento aspectos relevantes d e
sus vidas cotidianas, ya sea deliberadamente o a través de sus asociaciones;
habitualmente no se enzarzan en conductas destructivas que justifiquen una
indagación. Al mismo tiempo, el terapeuta hace bien en escuchar para detectar
posibles omisiones crónicas de aspectos de la vida del paciente de los que d e
forma natural esperaría oír hablar durante el transcurso de una terapia conti-
nuada. De forma característica, las omisiones de este tipo reflejan unas manio-
bras defensivas inconscientes por parte del paciente, aunque a veces dich as
omisiones pueden representar una evitación deliberada de un material que el
sujeto es reacio a compartir.
El proceso de interpretación
Una vez que las relaciones objetales dominantes han sido identificadas y
verbalizadas, la siguiente tarea consiste en explorar los conflictos-psicológicos
implícitos en dichas relaciones objetales, al tiempo que ayudando al paciente a
tolerar el tomar conciencia de los aspectos amenazantes de la vivencia psicoló-
gica que han sido defensivamente eludidos y evitados. Este proceso implica lle-
var al conocimiento consciente del paciente gradualmente y con mucho tacto
los aspectos conflictivos de la experiencia subjetiva que están siendo reprimi-
dos, escindidos y negados, o escenificados fuera de su conciencia. Organizamos
nuestra concepción acerca de este enfoque bajo el encabezamiento de "el pro-
ceso de interpretación" y concebimos dicho proc eso como una serie de inter-
venciones que ayudan gradualmente al paciente a aumentar su conscie nd a
con objeto de incluir los aspectos conflictivos de la experiencia psicológic a, a l
tiempo que favoreciendo unos niveles de autocomprensión cada vez más pro-
fundos .
El proceso de interpretación se puede conceptualizar o definir a grandes ras-
gos en términos de clarificación, confrontación e interpretación propiamente
dicha (Auchincloss y Samberg, 2012):
Análisis de la transferencia
En la PFT-A las interpretaciones se hacen predominantemente en el aquí y
ahora, focalizando la atención en lo que Sandler (1987) llama el presente incons-
ciente o inconsciente actual. Ello s i gnifica que en su mayor parte el proceso de
interpretación se concentra en las ansiedades actuales del paciente a medida que
TAREAS BÁSICAS Y ELEMENTOS BÁSICOS DEL TRATAMIENTO 169
Interpretaciones genéticas
Las interpretaciones que establecen un vínculo entre la historia temprana del
paciente y las relaciones objetales escenificadas en una sesión de terapia, históri-
camente se han venido denominando interpretaciones genéticas (Auchincloss y
Samberg, 2012). En el tratamiento de pacientes con una patología de la persona-
lidad de nivel superior suele ser fácil establecer estos vínculos, incluso durante la
consulta previa o en la fase inicial del tratamiento. Por contraste, en el tratamien-
to de pacientes con trastornos de personalidad más graves las descripciones que
hace el paciente de figuras tempranas importantes suelen ser inconsistentes e
inestables, lo que hace que sea menos tentador establecer vínculos con el pasado.
Hemos encontrado, no obstante, que con ambos grupos de pacientes lo mejor es
evitar focalizar tempranamente la atención en relacionar los conflictos actuales
con el pasado del sujeto. El concentrarse prematuramente en el pasado puede
170 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
dar apoyo emocional directo dentro del contexto de una crisis personal. Este
enfoque, aunque diferente de lo que otros muchos recomiendan (e.g., Gabbard,
2010), es tanto razonable como útil cuando se aplica con flexibilidad dentro del
marco terapéutico de la PFT-A. En esencia, en la medida en la que el terapeuta
pueda limitar el uso de las intervenciones de apoyo, sacrificar:á los beneficios a
corto plazo derivados de brindarle al paciente una ayuda o un alivio, a cambio
de favorecer los objetivos terapéuticos a largo plazo relativos a fomentar la auto-
conciencia y los procesos reflexivos.
Una vez dicho esto, queremos dejar clara la distinción entre que el paciente
se sienta emocionalmente apoyado por el terapeuta, y que el terapeuta haga uso
de las técnicas de apoyo. Si bien el 'terapeuta PFT-A no hace uso habitualmente
de las técnicas de apoyo, sí crea un entorno que intrínsecamente sirve de apoyo
para el paciente -en base a brindar un marco del tratamiento consistente y fia -
ble; demostrando compromiso, calidez, interés y preocupación solícita; y adop-
tando una actitud de aceptación hacia el paciente, absteniéndose de juzgarlo.
Insight
El proceso de interpretación le ayuda al paciente a tomar conciencia y encon-
trarles un sentido a algunos aspectos de su vida interior que han estado mante-
nidos fuera de la conciencia. A medida que el terapeuta PFT-A interpreta los
conflictos que están siendo escenificados actualmente o frente a los que se está
erigiendo activamente la defensa, las interpretaciones le ayudan al paciente a
encontrarle un sentido a algo que está vivenciando (o tratando de no vivenciar)
en ese mismo momento. A esta combinación de vivencia emocional y de com-
prensión intelectual dentro del contexto de una preocupación solícita respecto
de lo que se está empezando a comprender, se la denomina insight (Auchincloss
y Samberg, 2012; Caligor et al., 2007). El insight conlleva la experiencia de pro-
fundizar, de vivenciar algo que encaja en su lugar d e una forma afectivamente
significativa y con sentido, y no debe confundirse con la mera comprensión inte-
lectual de un individuo respecto de su historia o su dinámica. Si bien a veces
puede ser doloroso en el sentido de suscitar unos sentimientos de responsabili-
dad personal o de remordimiento, con frecuencia el insight suele brindar una
sensación de alivio, junto con una autocomprensión más profunda. Aun así, el
insight no genera automáticamente los cambios estructurales y dinámicos que
constituyen el objetivo de la PFT-A. El proceso de elaboración es el que traduce
el insight en un cambio a nivel de personalidad.
Contención
El término contención formulado por Wilfred Bion (1962/1967), alude en un
sentido general a la utilización de la capacidad de pensar para atemperar los
172 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Elaboración
El proceso de elaboración implica la reiteración del ciclo de activación,
escenificación, contención e interpretación de un conflicto determinado d en-
tro de una variedad de contextos diferentes durante el transcurso del tiempo
(Auchincloss y Samberg, 2012). De hecho, el grueso de cualquier terapia a ·lar-
go plazo para los trastornos de la personalidad incluye el proceso de elabora-
ción; una vez que los conflictos nucleares y las relaciones objetales asociadas
han sido identificados, son escenificados y explorados una y otra vez a todo lo
largo del transcurso del tratamiento. El proceso de activar, escenificar e inter-
pretar reiteradamente un conflicto dado, y de vincular las diversas relaciones
objetales y patrones interpersonales asociados a l mismo, le ayudará al pacien-
te a ganar una con-1prens ión de s í n.ismo más profunda y más coherenle y ::;ig-
nificativa emocionalmente . Además, estamos convencidos de que el proceso
TAREAS BÁSICAS Y ELEMENTOS BÁSICOS DEL TRATAMIENTO 173
Referencias
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TAREAS BÁSICAS Y ELEMENTOS BÁSICOS DEL TRATAMIENTO 175
Ilustración clínica 1:
Expresar e mpatía y practicar la neutralidad técnica
Un profesional masculino de mediana edad present aba un cuadro de pasividad,
problemas de au toestima y sentimientos de d epresión. Le dijo a su terapeuta que
h a b ía estado a lbe rgando la esp eran za de que le asignaran un proyecto nuevo en
el trabajo, pero que finalmente se lo h abían d ad o a otra persona. El paciente
p arecía estar extremadamente afectado, posiblemente al borde de las lágrimas.
Terapeuta: Veo que todo esto es muy perturbador. [El paciente permanece
en silencio, pero alza la vista hacia la terapeuta. La terapeuta se siente
alentada a proseguir].
La terapeuta primeramente h ace un comenta rio empático, comunicando
calidez y preocupación. A continuación prosigue invitando a l p aciente a retroce-
d er ligeramente a fin d e poder a d optar una persp ectiva más objetiva, y sitúa los
h ech os actuales dentro del cont exto de su representación d e sí mismo y d e s u
historia p erson a l.
.LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 179
Terapeuta: ¿Sabe? Pienso que podemos entender el por qué todo esto le
puede resu~tar especialmente difícil. .. Hemos estado hablando mucho
acerca de la visión negativa que usted alberga acerca de sí mismo, de
que tiene la sensación de que las cosas nunca salen como usted quiere
y de que ello es así porque se siente incompetente o inferior de alguna
forma. Algo como lo que usted acaba de contar debe parecer precisa-
mente como una especie de confirmación.
Este comentario incluye la comunicación implícita de que aunque la situa-
ción actual del paciente le confronta con una realidad objetivamente dolorosa y
con la que tendrá que lidiar, el grado de angustia que siente el paciente refleja
también una experiencia más personal y subjetiva de la situación, sobre la que
es posible reflexionar, redefinir y finp.lmente comprender.
Paciente: Pero usted no puede de ningún modo comprenderlo verdadera-
mente -esta clase de cosas no se suceden a usted.
El paciente rechaza la manifestación de preocupación y el deseo de ayudar
por parte de la terapeuta. Llegados a este punto, la terapeuta tiene la opción de
corregir la distorsión del paciente revelando que ella también ha sufrido recien-
temente un revés muy importante. Durante un momento considera la posibili-
dad de obrar de este modo, pero pensándolo mejor tiene la sensación de que esta
autorrevelación serviría de poco para ayudar al paciente a afrontar más eficaz-
mente su decepción, y llamaría innecesariamente la atención respecto de la
terapeuta y de las necesidades de la terapeuta.
En lugar de ello, la terapeuta elige señalarle al paciente que está haciendo
una suposición, suposición que hace que su situación actual sea todavía más
dolorosa y que interfiere en la percepción y la vivencia que el paciente tiene d e la
terapeuta como una persona que le puede ayudar.
Terapeuta: ¿Me ve usted como alguien incapaz de comprender o de empa-
tizar con su situación?
Paciente: Pues sí. Obviamente las cosas le van a usted mucho mejor que a
mí.
Terapeuta: Comprendo que el hecho de verme como alguien invulnerable
a los reveses y a las decepciones hace que sea difícil estar aquí o hablar
conmigo de estas cosas, pero siento curiosidad respecto de por qué
razón está usted convencido de que mi experiencia debe ser tan dife-
rente de la suya.
Dentro del enfoque PFT-A, la postura del terapeuta alude a la forma en la que
el terapeuta se posiciona en relación con los conflictos del paciente y la forma en
la que enmarca sus intervenciones coh esta disposición en mente. La actitud tera -
péutica se diferencia de la postura terapéutica (distinción que puede que no se r ea-
lice en otros enfoques), debido a la intención de diferenciar entre: 1) la actitud del
terapeuta hacia el paciente desde una perspectiva interpersonal, y 2) la posició n
del terapeuta en relación con las necesidades y los conflictos internos del paciente.
Dentro del marco PFT-A de referencia, la actitud del terapeuta se puede des-
cribir como una actitud emocionalmente comprensiva y de apoyo, pero la postu-
ra del terapeuta es absolutamente diferente de la que se adopta en la psicoterapia
de aJ)oyo (Rockland, 1989) o en el tratamiento basado en la mentalización (TBM,
Bateman y Fonagy, 2006), la terapia conductual dialéctica (TCD, Linehan, 1993),
la terapia cognitivo-conductual (TCC, Beck et al., 2004), o incluso la terapia expre-
siva de apoyo o terapia psicodinámica breve (Gabbard, 2010; Luborsky, 1984).
El terapeuta de apoyo se alía activamente con las fuerzas más adaptativas den-
tro del paciente (Winston et al., 2012) e interviene con objeto de alentar y d e apo-
yar directamente dicho funcionamiento adaptativo por parte del paciente. El
terapeuta expresivo de apoyo se mueve entre la postura de apoyo propia del tera-
peuta de apoyo y una postura más expresiva, dependiendo del paciente individual
y del momento clínico. Los terapeutas cognitivo-conductuales y conductuales
dialécticos adoptan la pestura de un coach o entrenador particular, enseñándole
al paciente una serie de habilidades para ayudarle a modificar los pensamientos
y conductas desadaptativos, mientras que el terapeuta que sigue el enfoque basa-
do en la mentalización adopta una postura mentalizadora en la que hace todo lo
posible por modelar y reforzar en el paciente una actitud abierta y reflexiva en
base a adoptarla uno mismo.
Por ejemplo, con un paciente que s1:1fre una decepción en el trabajo el terapeuta
de ·apoyo podría brindar ánimo o consejo y podría perfectamente contar una
anécdota personal relevante. La respuesta inicial del terapeuta expresivo de apoyo
ante la decepción del paciente podría ser similar, pero con la expectativa de des-
plazarse en dirección a un enfo que más exploratorio a medida que e l pacie nte
alcanza a sentirse menos intensamente decepcionado. El terapeuta cognitivo-con-
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 181
La neutralidad técnica
La descripción clásica de la postura adoptada por el terapeuta PFT-A y ejem-
plificada en la ilustración clínica 1 es la de neutralidad técnica (Auchincloss y
Samberg, 2012; Levy e Inderbitzin, 1992). El adjetivo técnica dentro de esta ex-
presión es un tanto desafortunado, en el sentido de que tiene unas connotaciones
182 TERAPIA PSICODINÁMIC A PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 2:
Adoptar una pqstura neutral c;on una paciente borderline:
favorecer la contención del conflicto, en lugar de reforzar la escisión,
la externalización y la acción
Una mujer soltera de 25 años de edad con un nivel borderline superior de organi-
zación de la personalidad (OBP superior) y diagnosticada de trastorno histrióni-
-co de la personalidad con rasgos narcisistas, tenía un historial de haber iniciado
diversos tipos de tratamiento y más adelante abandonarlos precipitadamente.
Durante la consulta inicial, el terapeuta analizó con la paciente su estimación
respecto de que la mejor forma de abordar los objetivos terapéuticos de la pacien-
te sería dentro del contexto de una terapia a largo plazo al ritmo de dos sesiones
semanales, señalando que anteriormente los enfoques menos intensivos habían
fracasado al parecer. Paciente y terapeuta acordaron trabajar juntos dos veces a
la semana como parte de su contrato de tratamiento. A los dos meses de iniciar
el tratamiento, la paciente comenzó a quejarse de la frecuencia de las sesiones.
Había una cualidad desvalorizadora en sus comentarios, mientras se quejaba de
que el venir dos veces a la semana era incómodo y poco práctico, debido a su
horario de trabajo; la paciente quería reducirlo a una sesión semanal.
podría recordarle a la paciente las dificultades que la habían llevado a buscar tra-
tamiento, y su deseo en aquel momento de comprometerse con una terapia que
pudiese abordarlas en profundidad. Las intervenciones de esta naturaleza subra-
yan la observación de que la postura neutral del terapeuta no excluye el llamar
activ_a mente la atención del paciente respecto de cuestiones relativas a la realidad;
por el contrario, el llevar la atención a los aspectos negados de la realidad es una
de las funciones esenciales del terapeuta neutral. Las intervenciones de este tipo
son especialmente cruciales en el tratamiento de pacientes borderline, en quienes
la disociación y la negación desempeñan un papel tan central en el f unciona-
miento desadaptativo. Dentro de este contexto, el llevar la atención del paciente
en dirección a los aspectos disociado~·de su realidad tanto externa como interna
constituye una tarea fundamental para el terapeuta, y el no emprenderla supon-
dría en esencia aliarse con la negación y las defensas disociativas del paciente.
Después de recordarle a la paciente sus debates anteriores, el terapeuta PFT-
A podría pasar después a decir lo siguiente:
Percibo que exis te una división dentro de usted; una parte de usted quiere estar
en tratamiento, y se compromete a abordar los problemas que la trajeron aquí y
a luchar por alcanzar los objetivos que establecimos antes de empezar. Al mismo
tiempo, hay otra parte de usted que no quiere que le ayuden -y que de hecho
anteriormente ha venido rechazando la ayuda reiteradamente. A esta parte no le
preocupa su autodestructividad y ahora parece que se siente tentada a malograr
otro esfuerzo más por recibir ayuda.
Ilustración clínica 3:
Adoptar una postura neutral con un- paciente neurótico: favorecer el
aumento de la autoconciencia, en lugar de reforzar la represión
Un hombre casado de 45 años y c on un nivel neurótico de organización de la p er-
sonalidad (ONP) y diag nosticado de trastorno obse sivo-compulsivo de la perso-
nalidad, describió a su mujer como excesivamente crítica, lo cual era un rasgo de
carácter en ella que a él le resultaba especialmente desagradable. Siguió dicien-
do que a pesar de que la quería, desearía que ella fuera diferente en este aspecto.
A los varios meses de iniciar el tratamiento, y después de una interrupción de dos
semanas, el paciente entró.y habló de que habían salido a cenar fuera con otra
pareja, y durante la cena tuvo la sensación de que su mujer se había mostrado
abiertamente crítica con él. El paciente se sintió molesto e incómodo y le pareció
que su mujer se había puesto ella misma en evidencia. Negó sentir ninguna rabia
o enfado hacia ella.
186 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
La alianza terapéutica
1. Existe una variedad de situa cione s clínic a s que r e que rirá n que el tera p e uta s e d esvíe tra n s ito ria-
m ente de la neutralidad técnica; para un análisis más detallado, véase el capítulo 12, "Intervenir III".
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 189
Transferencia y contratransferencia
2. Véanse también los trabajos d e Etchegoyen (199 1), Harris (2005), Jos eph (1985), Sandler (1976),
Smith (2003) y Wes ten & Gabbard (2002) para unas vis ione s de l a trans ferenc ia dentro d e dife-
rentes marcos d e referencia ps icod in ámicos .
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 191
como de los papeles que desempeñan dentro del proceso clínico, debe estar enrai-
zada dentro del marco de referencia de un determinado modelo de la mente y . del
tratamiento. En este capítulo definimos la transferencia y la contratransferencia
dentro del marco de la teoría psicodinámica contemporánea conocida como la
teoría de las relaciones objetales, y a continuación analizamos la presentación clí-
nica de la transferencia y de la contratransferencia en la PFT-A, focalizando la
atención en la forma en que la naturaleza de estos desarrollos difiere a lo largo del
espectro de gravedad d e la patología de la personalidad.
En el capítulo 11 desarrollamos con más detalle la manera de explorar las
transferencias en la PFT-A, analizando la forma en la que el trabajar la transfe-
rencia plantea y genera diferentes dificultades y compensaciones en el trata-
miento de pacientes con trastornos de personalidad de diferentes niveles de
gravedad. En el capítulo 12 abordamos la manera de hacer uso de la contra-
transferencia con objeto de "escuchar" las comunicaciones verbales y no verba-
les de los pacientes.
Transferencia
3. Conceptualmente, podemos establecer una distinción entre escenificación y acting out. La esceni-
ficación de las relaciones objetales internas con stituye una propiedad universal y omnipresente
del funcionamiento mental. Por contraste, el término acting out se aplica a las situaciones en las
que el paciente pasa a la a cci ón. para bloquear específicameni:e e l acceso a la conciencia de la:;
relaciones objetales internas activadas actualmente en el tratamiento.
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 193
Una vez dicho esto, nos gustaría igualmente señalar que dentro del contex-
to de una identidad consolidada a menudo las transferencias se puede n e n -
tender bastante fácilmente en el sentido de la activación de aspectos d e las
relaciones tempranas internalizadas del paciente con sus objetos parentales,
en donde podemos ver derivados de aspectos reales de dicha relación, además
de unas representaciones teñidas e influencias por la defensa y la fantasía. Por
contraste, las relaciones objetales pobremente integradas características d e
los pacientes organizados en un nivel borderline se activan en la transferencia
de formas que no permiten la reconstrucción de los conflictos infantiles con
los objetos parentales. Antes bien, la transferencia refleja una multitud d e rela -
ciones objetales internalizadas entre aspectos disociados o escindidos d e sí
n1.ismo y los objetos, con frecuencia de una naturaleza sumamente fantaseada
y distorsionada. Sólo en las fases avanzadas del tratamiento de los pacientes
con perturbaciones de la identidad, una vez que las relaciones objetales inter-
na e s tán mejor integradas, es cuando podemos ver las modalidades d e d esa-
rrollos transferenciales más avanzados que arrojan luz respecto los conflictos
infantiles tempranos.
En resumen, dentro del marco de referencia de la teoría contemporánea d e
las relaciones objetales cualquier desarrollo transferencial dado reflejará u na
combinación de experiencias evolutivas tempranas con las figuras d e apego,
vivencias fantaseadas y anheladas y defensas contra unas y otras -todas ellas
vivenciadas y organizadas dentro del contexto de unos factores genéticos y tern.-
peramentales subyacentes. Así, por ejemplo, al principio de esta subsección el
padre rechazante y el sí-mismo incompetente pueden reflejar las experiencias
evolutivas reales del individuo con· un padre poderoso, negativo y descalifica-
dor, pero también podrían reflejar perfectamente unas necesidades defensivas,
posiblemente en relación con unas ansiedades respecto tener un padre incom-
petente o bien en relación con unos sentimientos de rechazo· hostil dirigidos a l
padre. Al mismo tiempo, dicha relación objetal podría reflejar la influencia que
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 195
Ilustración clínica 4:
Desarrollos transferenciales en un paciente borderline inferior:
la transferencia paranoide aguda y vivenciada concretamente
conduce al act_ing out
Un paciente con un trastorno paranoide de la personalidad con rasgos a ntisocia-
les insiste, durante su primer contacto telefónico con un posible terapeuta, en
que durante su conversación telefónica el terapeuta le prometa que le va a tratar,
antes siquiera de concertar una primera consulta. Cuando el terapeuta le explica
que le encantará ver al paciente, pero que únicamente podrán acordar que va a
trabajar con él después de que hayan tenido la oportunidad de verse, el paciente
se muestra encolerizado, acusando al tera peuta de ser insincero y deshones to, y
de querer deshacerse d e él. Pone en duda si será capaz d e trabajar con un tera-
peuta en el que siente que no puede confiar.
Ilustración clínica 5:
Desarrollos transferenciales e n una paciente borderline intermedia:
la transferencia paranoide crónica y vivenciada concretamente
conduce al acting out
Una paciente diagnosticad a de trastorno límite de la p ersonalidad evitaba todo
contacto ocular con su terapeuta masculino, que acababa de completar su for-
mación. Esta fue la situ ación desde su primer encuentro inicia l y p ersistió a lo
largo del tiempo. De niña, la paciente había sido víctima d e abu sos sexuales a
manos d e su abuelo. Lo que salió a la luz con el tiempo fue la con vicción de la
pacienle respecto de que s i l e miraba a l t erapeut a a los o j os, éste se sentiría des-
bordado por la excitación sexual y no sería capaz de controlarse. Contempla do
d esde la perspectiva de la paciente, este sería el resultado inevitable de sostener
la mirada del terapeuta, vivencia ésta que la dejaba sintiéndose insoporta ble-
mente pode rosa y asustada.
Este ejemplo ilustra que dentro del contexto de una patología más grave, la
comunicación no verbal del paciente suele ser la primera indicación de la acti-
vación de los desarrollos transferenciales. Este ejemplo también ilustra la
influencia que ejerce la inversión de papeles e n la transferencia, y sus funciones
defensivas; en este caso, la percepción y la vivencia que la paciente tiene de sí
misma como una figura poderosa, controladora y que está excitando sexual-
mente a un terapeuta descontrolado, la protegía de la vivencia de un terapeuta
poderoso y controlador en relación con un sí-mismo sobreestimulado sexual-
mente e impotente. Ambas configuraciones estaban asociadas a niveles do loro-
sos de excitación sexual y a un temor muy intenso, cada una de ellas
defendiendo mutuamente de la posibilidad de tomar conciencia de la otra.
Ilustración clínica 6:
Desarrollos transferenciales en una paciente borderltne superior:
la transferencia idealizada persistente no puede soportar la frustración
Una paciente con un trastorno histriónico de la personalidad se mostraba an-
gustiada, idealizadora y deseosa de agradar en su relación con su terapeuta.
Las cosas discurrían sin contratiempos ni complicaciones, y la terapeuta tenía
la sensación de que ambas estaban desarrollando una sólida alianza de traba-
jo, con la paciente centrando al principio la atención dentro de las sesiones en
su s conflictos matrimoniales y después informando de que las cosas habían
mejorado enormemente en la relación con su marido.
A los seis meses de tratamiento, la paciente llamó a su terapeuta en el últi-
mo minuto para cancelar una sesión, para poder llevar a su hijo pequeño a l
pediatra. La paciente pidió recuperar la sesión, pero la terapeuta le explicó que
esa semana no le quedaba ninguna hora libre . A la terapeuta le pareció que la
llamada de teléfono de la paciente no tenía nada de especial. Sin embargo,
cuando la paciente vino a la sesión s iguiente se mostró hostil y fría - lo que
s uponía un cambio espectacular respecto de su comportamiento habitua l. La
paciente acusó a la terapeuta de no confiar en ella y de haber tomado la deci-
sión de castigarla paciente negándose a recuperar la sesión, porque la terapeu-
ta daba por sentado que la paciente estaba siendo manipuladora y estaba
mintiendo respecto de que su hijo estaba enfermo. La t erapeuta se sintió abso-
lutamente tomada por sorpresa.
Ilustración clínica 7:
Desarrollos transferenciales en un paciente borderline superior:
la transferencia narcisista no deja ningún espacio para el terapeuta
Un paciente borderline de nivel superíor con un trastorno narcisista de la perso-
nalidad llevaba muchas sesiones hablando de problemas en llevarse bien con los
demás, que habían interferido en su rendimiento laboral y le habían movido a
buscar tratamiento. Hablaba ininterrumpidamente de principio a fin de las sesio-
nes, pareciendo comunicar la impresión de que necesitaba que la terapeuta escu-
chara todos los detalles, pero rara vez le daba a ésta la oportunidad de comentar
nada o de interrumpir su discurso.
Luego de varios intentos fallidos, la terapeuta finalmente probó a explorar
más enérgicamente la conducta del paciente en las sesiones. Le sugirió a l pacien-
te que reflexionaran acerca de la aparente necesidad que tenía el sujeto de man-
tener a la terapeuta "fuera de la conversación". Cuando vio que el paciente
ignoraba esencialmente su comentario, la terapeuta señaló que el paciente no
había admitido las palabras de ella, citando esto como un ejemplo respecto de
qué era exactamente lo que ella había estado tratando de explicar que sucedía en
la relación con él.
Llegados a este punto el paciente se negó a hablar. Lo que salió a la luz fue
una percepción y una vivencia de la terapeuta dentro de la transferencia como
una figura condescendiente, que "predicaba" pero no escuchaba, y que demos-
traba tener una actitud despectiva hacia la necesidad que tenía el paciente de que
le escucharan.
4. Ello contras ta con la s ituac ión de los pacientes borderline de nivel interm edio e inferi or. en los
que las relac iones obj e tales defensivas e impulsivas son inter cambiables y con frecuencia se alter-
nan d e hecho d entro del contexto de la transferencia.
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 205
te con lo que se puede ver dentro del contexto de los trastornos de personalidad
más graves, muchos pacientes neuróticos son capaces de mantener una relación
b enigna relativamente estable con el terapeuta, relativame nte libre de la intro-
misión de las relaciones objetales conflictivas. Aunque observándolo más de cer-
ca las relaciones objetales conflictivas (predominantemente defensivas) suelen ser
identificables en la percepción y la vivencia que el paciente tiene del terapeuta,
con frecuencia dichas manifestaciones transferenciales son sutiles y egosintóni-
cas. Como consecuencia de ello, en el tratamiento de pacientes con una patología
de personalidad de nivel superior, a medida que se van desplegando las relacio-
nes objetales conflictivas, a menudo éstas suelen ser afectivamente dominantes
en el ámbito predominantemente de· la vida interpersonal del paciente, más que
en el contexto de la transferencia.
En el tratamiento de pacientes con una patología de personalidad de nivel
superior, cuando las transferencias-salen de hecho a la luz y asumen la dominan-
cia afectiva, tienden a desarrollarse gradualmente, a ser relativamente estables
y a evolucionar lentamente a lo largo del tiempo. Primeramente, el terapeuta
advierte la influencia de las relaciones objetales defensivas egosintónicas a medi-
da que comienzan a organizar la percepción que el paciente tiene del terapeuta
y su interrelación con él, y únicamente más adelante el terapeuta observa de
hecho los efectos de las relaciones objetales conflictivas subyacentes. Dentro de
este contexto, cuando las transferencias se convierten en el centro de la atención
clínica, con frecuencia se presentarán como el reflejo de unas percepciones y
vivencias que ya han sido exploradas anteriormente en relación con la vida inter-
personal del paciente.
Los pacientes con una patología de personalidad de nivel superior son capa-
ces en su mayor parte, con la ayuda-del terapeuta, de distanciarse para adop-
tar una posición más objetiva, observar y reflexionar acerca de su percepción
del terapeuta, entendiendo que puede que haya otras formas de ver las cosas
y de explicar su experiencia subjetiva. Dicho de otra forma, los pacientes más
sanos tienden a conservar la cualidad "como si" de la transferencia, lo que
constituye una diferencia de primera magnitud entre los desarrollos transfe-
renciales en este grupo d e pacientes y los desarrollos que se observan en los
trastornos graves de la personalidad. En consecuencia, las transferencias
neuróticas son relativamente fáciles de trabajar, y cuando llegan a ser afecti-
vamente dominantes pueden funcionar como una vía útil de acceso para la
exploración del mundo interno y de las relaciones objetales conflictivas del
paciente.
. 206 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 8:
Desarrollos transferenciales en un paciente neurótico:
la evolución gradual de la transferencia negativa no interfiere
en la capacidad de reflexión
Después de llevar seis meses de tratam.iento con un terapeuta con el que había
sentido una sólida sensación de colaboración y de respeto mutuo, un pac ie nte
comenzó a tener la sensación molesta respecto de que quizás en realidad su
terape uta no le aceptaba. El paciente comenzó a preocuparse por la posibili-
dad de que el terapeuta, en su condición de conferenciante y autor reconoc ido a
nivel nacional, secretamente pudiera juzgar negativamente la falta de ambición
profesional por parte del paciente y su decisión de ser él quien cuidara principal-
mente de sus hijos, mientras su mujer desempeñaba un trabajo de mucha r e s-
ponsabilidad y categoría.
Ilustración clínica 9:
Desarrollos transferenciales en una paciente neurótica:
la lenta aparición de la transferencia negativa vuelve a la paciente
reacia a venir a las sesiones
Una p aciente con una p erson a lidad depresivo-masoquista, que anteriormente
h a bía disfrutado de su s sesiones d e terapia y las esp eraba con ilusión, d e repente
comen zó a sentirse reacia a venir a las sesiones. A m edida que estos sentimientos
fueron explorados, quedó claro que la paciente se estaba sintiendo frustrada con
el tratamiento y con el terapeuta . Se preguntaba por qué razón las cosas no avan-
zab a n con más rapidez. A medida que la paciente y el terapeuta siguieron explo-
rando la fru stración d e la p aciente, fue posible desarrollar con más d etalle la
relación objeta! que estaba saliendo a la lu z en la transferencia y organizando
dicha fru stración.
Este ejemplo ilustra la aparición de una transferen cia inicial en relación con
la actitud de la paciente hacia el tratamiento. Adicionalmente el ejemplo pone de -
manifiesto la aparición gradu a l de una transferencia estable y bien organizada
que sería característica de los pacientes neuróticos.
simas dificultades en entender que las defensas caracteriales son algo más que
"sencillamente mi forma de ser". Las transferencias iniciales y las relaciones
objetales defensivas asociadas representan las maneras habituales que tiene el
paciente de percibirse a sí mismo y de relacionarse con los demás. Las defensas
caracteriales y las relaciones objetales que las organizan explicarían el estilo d e
personalidad del paciente, al tiempo que introducen una cualidad de rigidez en
el funcionamiento de la personalidad.
Las transferencias que se corresponden con la escenificación de las defensas
caracteriales suelen ser habitualmente identificables (cuanto menos r etrospecti-
vamente) desde un principio, dado que están presentes en todas las relaciones
interpersonales del paciente. Estas · transferencias iniciales tienden a ser fijas,
r elativamente neutrales, socialmente apropiadas y egosintónicas. Pue d e que
sean bastante sutiles, identificables tal vez únicamente en el ámbito de la inte-
rrelación del paciente con el terapeuta, especialme nte a través d e su s comunica-
ciones no verbales y d e su actitud hacia el tratamiento. Los pacientes están muy
interesados en mantener las imágenes de sí mismo y del otro e nra izadas e n sus
d efen sas car acteria les, en la medida en que su s defensas caracteriales les prote-
gen d e tomar conciencia de las relaciones objetales conflic tivas subyacentes.
Ello sigue siendo así aunqu e puede que dichas imágenes de sí mismo y del otro
sean dolorosas y a menudo s u elan ser desadaptativas en cierta medida.
Contratransferencia
Una característica d efinitori a d e la relación terapéutica en la PFT-A es la
atención continuada que el terapeuta le pres ta a sus propias reacciones emocio-
nales hacia el p aciente. La capacida d de vigilar de cerca y de contener d ich as
reacciones le permite al terap euta que sig ue nuestro enfoque m a ntener una acti-
tud de auténtica calidez y de preocupación solícita h acia el paciente ante las difi-
c ulta des clínicas que pudieran surgir, al tiempo que conservando una postura
n e utral en relación con los conflictos del sujeto.
Entendemos las reacciones emocionales d el terapeuta hacia el paciente b ajo
el con cepto a b arcador de contratransferencia, y su capacidad de hacer uso de
dic h as emociona les desde la p ersp ectiva de la contención (Bion, 1962) de la con -
tratransferencia. Como aparece a nalizado con m ás detalle e n los capítulos 9, 10
y 11, el a n á lisis de la contratransferencia focaliza la atención del terap e uta mien-
tras escucha las comunicaciones verb a les y esp ecialmente las no verbales d el
paciente, y fundamenta el conocimiento por parte del terapeuta de las relaciones
objetales que organizan la exp eriencia subj etiva y la conducta del paciente. Al
mismo tiempo, las contratransferencias que no son contenidas pueden gen erar
puntos ciegos e n el terapeuta y h acer que le sea difícil comprender y/o empatizar
con determinados aspectos de la vivencia consciente y de la experiencia subjeti-
va disociada o incon sciente del paciente (Racker, 1957).
y hasta qué punto las reacciones del terapeuta dicen má_s acerca de las necesida-
des y los conflictos actuales del terapeuta que acerca de las del paciente.
Independientemente de cuál sea la fuente, la tarea del terapeuta consiste en
seguir de cerca, tomar nota y reflexionar acerca de sus r eacciones al paciente - es
decir, contenerlas. Este proceso le permitirá hace r uso de las· contratransferen-
cias para informarse acerca de la situación interna del paciente, al tiempo que
minimizando la probabilidad de que aparezca alguna interferencia contratrans-
ferencial en su capacidad de prestar atención abiertamente y de manera impar-
cial a las comunicaciones verbales y no verbales del paciente. La contención de
la contratransferencia le permite al terapeuta intervenir desde una posición d e
neutralidad técnica, y minimiza el riesgo de un acting out contratransferencial
por parte del terapeuta (véanse los capítulos 9 y 10).
Esta situación persistió durante muchos m eses A pesar d e los constantes esfuer-
zos de la terape uta por "comunicarse" con su pac iente, nada cambió. Le expuso
el caso a un colega, y mientras describía la s ituación clínica la terapeuta alcanzó
a reconocer que de forma gradual y subrepticia había acabado por insta la rse en
una actitud h acia la p aciente que se caracterizaba por una especie de fria ldad,
que se manifestaba b ajo la forma de unos sentimientos sutiles p ero p ersistentes
de d esvalo rización. No pensab a que hubiera dejado traslucir esta actitud a la
paciente, pero no obstante sentía pesar y remordimiento respecto de la p osibili-
dad de h aber d a do la impresión de ser fría.
S. Este proceso es lo que Thomas Ogden (1993) denomina inducción: el paciente se relaciona con el
terapeuta de manera tal que induce dentro del terapeuta las emociones contratransferenciales
que se con-espondeo con las proyecciones del paciente. Por ejemplo, el paciente proyecta la ima-
gen de un progenitor crítico anticipando que el terapeuta lo va a criticar, y en un segundo momen-
to el paciente se comporta de manera tal que hace que el terapeuta se sienta agudamente crítico
en relación con el paciente.
222 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
* N. del T.: forced on or into en el original inglés, a fin de diferenciar entre la proyección "neurótica"
y la identificación proyectiva inductiva, es decir, entre las modalidades de proyección r eforzadas
por la represión en la patología de nivel superior, y las formas de proyección reforzadas por la
escisión y la disociación en la patología de nivel intermedio e inferior.
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA 223
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Estrategias de tratamient9
6 y mecanismos de cambio
tamie nto r e flejan la organización d efensiva del pacien te y la influencia que las
defensas ejercen sobre la s ubjetividad en los individuos situados en difer entes
niveles de organización de la p ersonalidad, y nos centramos particularmente
en nuestra con cepción respecto de la forma en la que las estrategias d e trata-
miento refuerzan diferentes capacidades psicológicas e n pacientes con dife-
rentes niveles de gravedad, facilitando el cambio terapéutico.
PARTE 1
Visión general de las estrategias básicas de la PFT-A
La estrategia central d e la PFT-A en todas las fases del tratamie nto consiste
en focalizar la atención en las relaciones objetales escenificadas en cada sesión .
A medida que el p aciente habla abiertamente y libremente en su sesión d e tera-
pia o advierte que tien e dificultades en obrar de este modo, el terapeuta deberá
ser capaz de identificar uno o d os esquemas o patrones relacionales que sea n
m ás prominentes. A dichas relaciones objetales se las denomina relaciones obje-
tales dominantes. Las relaciones objetales dominantes con stituye n la expresión
superficial, o la más accesible, del conflicto activo en ese momento e n la sesión;
al reconocer las relaciones objetales domina ntes el terapeuta está identificando
un á rea de conflicto y, concentrando la atención en dichas relaciones objetales
dominantes, procede a iniciar un proceso que incluye la exploración d el conflic-
to que está e n activo en ese m01nento determinado.
En la estrategia 1 d e la PF T-A el terapeuta ide ntifica las relacio n es objeta-
les d ominantes e n cualquier sesión dada, y a continuación trabaja junto con
el paciente con el fin de traducir las r elacion es objetales dominantes e n pala -
b ras . En l a est rategia 2 el terapeuta llama la atención d el paciente respecto de
las formas e n las que la escenificación d e las relaciones objetales dominantes
est á organizando s u experien cia subj e tiva y el material clínico d e una manera
repetitiva y rígida . Est e centro focal de a tención conduce d e m anera natura l
a la estrategia 3, e n donde el terapeuta explora y a continuación interpreta la
relac ión ent re las r elaciones o bjet a les escenifica das e n ese momento y las
relaciones objetales contra las que se erige la defensa, concentrando la aten-
c ión e n las ansiedades que motivan las defensas basad as en la escisión o en la
r epresión.
En la estrategia 4 la identificación, exploración e interpretación de las rela-
ciones objetales conflictivas asociadas a los conflictos nuclear es, reiteradas a
lo largo del tiempo y en diferentes contextos -es d ecir, la elaboración d e los
conflictos centrales- promueve la conten c i ón d e l as rel acion es obj etal es jnter-
ESTRATEGIAS DE TRATAtv¡IENTO Y MECANISMOS DE CAMBIO 23 1
PARTE 2
Las estrategias básicas de la PFT-A y sus funciones
ponentes de la relación objetal (o con los tres, en el caso de los esquemas rela-
cionales triádicos) puede estar muy cerca de la conciencia. Por ejemplo, el
terapeuta podría ver al paciente como un sí-mismo dependiente y gratificado
en relación con un cuidador atento; como un sí-mismo enfadado, exigente e
infantil en relación con una figura parental rechazante; como un sí-mismo
desvalorizado e inferior en relación con un otro poderoso y degradante; o
como un sí-mismo víctima de abusos y de malos tratos en relación con un
perseguidor sádico.
Cuando el terapeuta siente que una determinada relación objeta! está empe-
zando a coger forma y hacerse patente, solicitará algunos detalles adicionales
respecto de la experiencia subjetiva que el paciente tiene de las relaciones que
está describiendo o escenificando con el terapeuta. Dado que, por definición, las
relaciones objetales dominantes constituyen la manifestación más accesible de
un conflicto actualmente en activo dentro del tratamiento, al identificar las rela-
ciones objetales dominantes el terapeuta también está empezando a focaliza r la
atención clínica en un área de conflicto.
Terapeuta: Mientras cuenta usted este episodio, parece como si su jefe estuviese
tratando de rebajarlo delante del grupo. ¿Piensa usted que lo hizo a propó-
sito?
Paciente: ¡Disfrutó de cada segundo!
Terapeuta: Entonces, si le he escuchado correctamente, le parece que su jefe
disfruta rebajándolo a usted y haciéndole que se sienta inferior, al tiempo
que usted siente que no puede repeler el ataque. ¿Le parece que esto es
exacto?
Paciente: Sí. Mi jefe es un auténtico hijo de puta.
Terapeuta: Suena como si todo esto lo dejara a usted sintiéndose impotente y
humillado.
Cuando le pregunté acerca de la razón de que viniera tarde a las sesiones, res-
pondió usted que mi pregunta parecía "cruel" -que yo parecía no comprender, o
todavía peor, no preocuparme por lo difícil que le resulta a usted salir de la cama
para venir aquí. Desde ese momento ha estado usted llorando. Viene a ser como
si me percibiera usted a la manera de un supervisor insensible y cruel que le está
planteando unas exigencias imposibles de satisfacer, al tiempo que usted se sien-
te indefensa y desbordada, incapaz de defenderse, y que lo único que puede hacer
es estar aquí sentada y llorar. ¿Le parece que lo que estoy diciendo describe la
situación correctamente?
Cuando le pregunté acerca de la razón de que usted bebiera, una vez más yo di
la impresión de ser un supervisor crítico que le obliga a pensar en unas cosas
que usted se siente incapaz de manejar. Parece que esta misma relación se
repite una y otra vez, cada vez que yo digo o que hago algo que a usted no le
gusta o que prefiere dejar de lado.
Una vez que el paciente se siente familiarizado con las relaciones objetales
dominantes que tienden a organizar su experiencia subjetiva una sesión tras
otra, el terapeuta amplía sus intervenciones con objeto de abordar la relación
entre las relaciones objetales dominantes y otros. aspectos de la vivencia del
paciente. En esta fase del proceso el terapeuta sitúa el modelo relacional que
238 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOG ÍA DE LA PERSONALIDAD
Al mismo tiempo que usted me ve como una figura controladora, parece que
usted me controla a mí cuando insiste en que yo no plantee unos temas en los
que usted no quiere pensar. ¿Cómo lo ve usted?
Una vez m ás habla u sted de que se siente humilla do en el trabajo, como si t u vie-
ra usted la sensac ión de ser un fracasado incompet e nte rod eado d e hombres
competentes que disfrutan rebajándolo a u st ed. Este es un esquema que nos
resulta familiar, pero me sorprende el h echo d e que salga otra vez a la luz preci-
sam ente ahora, inme diatamente después de su reciente ascenso laboral. Da la
impresión de que su s éxitos en la vida real y el r econocimientp que recibe u sted
n o tienen ninguna influencia sobre la percepción que tiene d e u sted mismo;
parece casi como si estuviese usted muy interesado en aferrarse a esta visió n
dolorosa de usted mismo.
Este proceso refuerza la capacidad de tolerar el tomar conciencia de las ans ie-
dades que movilizan las operaciones defensivas, introduciendo una mayor -flexibi-
lidad en el funcionamiento defensivo; este proceso también amplía la perspectiva
del paciente con objeto de que pueda comprender la cualidad creada, simbólica, de
la subjetividad y, finalmente, la in-fluencia que ejercen los conflictos ps icológicos
sobre su experien cia vivencia[ y su conducta.
PARTE 3
Ajustar las estrategias PFT-A al paciente individual
• r.T .
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~ei~~!~,~
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· º·.de,)as:4~férisá§':
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246 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
~,t'""' ~ \ ~· •
.
... . f ·'1hteso de: c~~'l~g/pl
. .
Cada una de estas estrategias requiere que el paciente salga fuera de la viven-
cia afectiva inmediata -primeramente para tomar conciencia de la cuaHdad
rígida, repetitiva y predecible de su experiencia subjetiva (estrategia 2a); después
para advertir las contradicciones existentes entre su percepción actual y su con-
ducta actual (estrategia 2b); y finalmente para señalar las contradicciones exis-
tentes entre su vivencia actual dominante y las vivencias que ha tenido en otras
ocasiones (estrategia 2c). 1
1. La excepción a esta secuencia general de abordar las inversiones de los papeles a ntes de abordar
la escisión aparece en el tratamiento d e algunos pacientes borderline de nivel superior. Con los
pacientes que son capaces de mantener unas idealizaciones defensivas relativamente estables, al
tiempo que escindiendo el segmento paranoide de la experiencia vivencial, el terapeuta empieza
abordando la escisión (estrategia 2c) antes que la inversión de los p apeles (estrategia 2b). Para
estos pacientes, el focalizar la atención en la idealización sacará finalmente a la luz las relaciones
objetales paranoides subyacentes, junto con unas inversiones de papeles identificables. Por regla
general, cuando son evidentes ta nto la inversión de los papeles como la escisión, el terapeuta
abordará primeramente la inversión d e los papeles.
250 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE L A PERSONALIDAD
p edirle que las sesiones emp ezaran y finali zaran a s u hora, e incluso la expecta-
tiva d e que M s. M hablara durante las sesio nes, todo ello hacía que la pacien1 c se
s intiera acosada, controla d a , hostil y rebelde, con la terapeu ta representando el
papel de una fig ura rígida, controladora y egoísta. Dific ultades similares apare-
cían también repetidamente en la relación d e M s. M con su madre .
2. Cuando un paciente borderline se encuentra e n una disposición r eceptiva, las interve nciones d e
este tipo, a las que de forma clásica se las define como confrontaciones de la defensa, pueden alen-
tar al paciente a retroceder ligerame nte para observar y reflexionar acerca de s u propia experien-
c ia interna.
ESTRATEGIAS DE TRATAMIENTO Y MECANISMOS DE CAMBIO 253
3. E s te objetivo tera péutico de ayudarle al paciente a observar y a reflexionar acerca de unos con-
flic tos inte rperson a les repetitivos, sería similar a otros enfoques de tratamiento, tales como e l
objetivo d e a umentar la capacidad de mentalización en la terapia basad a en la mentalización
(Bateman y Fonagy, 2006), y la resolución de las rupturas tera péuticas (Safran y Muran, 2000).
254 TERAPIA PSICODLNÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA ~ERSONALIDAD
c ontexto del conflicto psicológ ico. Estas capac idades son los ele mentos consti t u-
tivos fundamentales de la con solidac ión ~e la identidad, a medida que el pacien-
te comienza a contextualizar la experiencia subjetiva que tiene en ese momento
en relación con las experiencias subjetivas contradictorias que ha tenido en otras
ocasiones.
¿De qué forma integra el terapeuta el materia l procedente del pasado den-
tro del tratamiento del paciente borderline?
E l c u ándo y el cóm o r elacionar la experiencia s ubj etiva actual y las dificul-
tades actuales del p aciente borderline con su historia evolutiva, s uele ser con fre-
c u e ncia m a teria de confusión. En la PFT-A, únicame nte después de que el
paciente haya alcanzado' cierto grado de consolidación de la identidad es cuando
d eberían exponerse las hipótesis de· esta clase. En razón de ello, si bien se consi-
dera que forma p arte de la cuarta estrategia de tratamiento de la PFT-A con los
pacientes borderline, esta estrategia no suele utilizarse habitua lmente h asta n o
llegar a las fases ulteriores d el tratamiento, como aparece ejemplificado en el
análisis de la estrategia 4b.
260 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
4b: Relacionar los conflictos identificados con la historia evolutiva del paciente
Este proceso ahonda el nivel de autocomprensión del paciente, al tiempo que
promueve adicionalmente la contención de las ansiedades que motivan la defen sa,
reforzando la contextualización de la experiencia subjetiva a lo largo del tiempo y
el proceso de consolidación de la identidad.
dentificar;las:relaci'oh ·
,n~t6ré~si~ech~ i(rJ
/ ~tdJ~s-·defenJitfl: ·
a~cii.~s:f,;
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de las ansi<~da.des que impícl~q, 'Ción 'd~,las' relp,ciones o 1e a es ~ • .. 1~ f': ~,, ' "I"
con lo que sucede con los pacientes borderline, las comunicaciones y asociaciones
verbales del paciente neurótico tie nde n a ser los indicadores más útiles de las rela-
ciones obje tales cargadas afectiva mente, complementados por la comunicación
no verbal del p aciente y por la contratransferencia. También por contraste con el
tratamiento de los pacientes borderline, dentro del contexto de la patología neuró-
tica de forma característica las primeras sesiones no suelen estar altamente car-
gadas afectivamente ni ser desconcertantes y caóticas, y las relaciones objetales
dominantes no necesariamente aparecen escenificadas en la transferencia.
El terape u ta escucha a tentamente con objeto de identificar posibles esque-
mas relacionales que tiendan a repetirse en las descripciones que el paciente
hace d e sus relaciones con los d e m ás, o en sus descripciones r especto d e su
experiencia interna. Con frecuencia, puede que dichos esquemas relacionales
aparezcan reflejados sutilmente e n su relación con el terapeuta, como lo esta-
ban en la actitud pesarosay-el tono de disculpa de Ms. S hacia la Dra. C respec-
to d e cancelar una sesión. Sin e mbargo, aunque el terapeuta pueda identificar
los vacíos obj e tales afectiva m e nte dominantes escenificados en la transferencia,
a menudo dic h as relaciones obj e tales suelen ser menos accesibles y abordables
para el p aciente en la transfere ncia d e lo que lo son dentro de otros contextos y
d e otras r elaciones. Una vez que el terapeuta identifica para sus adentros las
r elaciones objetales dominantes, trabajará junto con el paciente para dar forma
a una descripción de dicho p atr ó n relacional reiterado. Por contraste con la con-
fusión d e identificaciones generada por la inversión de los papeles en el trata-
miento de los pacie ntes borderline, el pacie nte n e urótico se identifica rá d e
manera estable con uno de los componentes d e la r elación objeta! dominante,
adoptando con frecuencia una posición infantil.
Al igual que sucede en el tratamiento de los p acientes borderline, la primera
estrategia d el tratamiento de los pacientes neuróticos consiste e n organizar y
traducir e n palabras la experiencia subjetiva d el paciente, al tiempo que comu-
nicando empatía. Desd e la p er sp ectiva del proceso clínico, el identificar y más
a d elant e traducir e n palabras las rela ciones objetales dominantes focaliza pri-
mera m ente la a ten ción del terapeuta y d espués la d el paciente en dirección a un
á r ea de conflic to, y a la experiencia subjetiva del suj_eto dentro de dicho contexto.
En la labor con el pacie nte n eurótico, el observar y describir las relaciones obje-
tales dominantes estimula y refuerza las capacidades de autoobservación y d e
reflexión que pudieran estar sutilmente dific ulta das dentro del contexto del con-
flicto y la defe n sa, aunque d e forma ·c aracterística dichas capacidades su ele n
estar bien desarrolladas y ser relativamente estables en el paciente n eurótico.
Además, d a d o que por definición d esempeñan unas funciones d efen sivas, el
focalizar la atención en las relaciones objetales dominantes permite injcia r el
proceso de explorar la defensas del paciente n eurótico.
ESTRATEGIAS DE TRATAMIENTO Y MECANISMOS DE CAMBIO 267
e moción d e que se organ izaba s u s tareas dia rias para adaptarse a s u empleada
de hogar, porque esta mujer tenía que hacer malabaris mos para compaginar
otros trabajos y al mismo tiempo a tender a su s compromisos personales. La
terapeuta se preguntó en voz alta: "¿Quién está trabajando para quié n ?".
En otra sesió n, Ms. S ya no sólo llegó unos pocos minutos tarde, sin o que tam-
bién v ino e mpa pa da, explica ndo que la Dra . R le había p edido que hid~ra de
correo para llevar unos documentos a otra ins titució n en medio d e una lluvia
t orren cia l. Cuando la Dra. C preguntó si no podría haber habido otras formas d e
que la paciente y la Dra. R hubier an podido llegar a un acue rdo p ara trasladar
los documentos, M s. S respondió que ni tan siquiera se le h a b ía pasado por la
m ente el pararse a considerar otras opciones.
L a D ra. C r espondió: "Pudiera ser perfectamente que a l fina l resultara n o
h a b e r ninguna solución a ltern ativa, pero m e llama la a te n ció n el que ni tan
siquiera se le ocurriera a usted considerar si acaso h a bía a lg una. Como su ele
ser habitual en u sted, de forma a u tomática dio por sent ado que la soluc ió n más
obvia y tal vez la única e ra que u sted 'prestara su s ser vicios"'. A m e dida que la
Dra. C escu chaba a M s. S hablar de s u s experiencias y preocupac iones cotidia-
nas, llamó la atención de la paciente respecto de las distorsiones que se d eriva-
ban del hecho d e que se aferrase firmemente a la visión que tenía d e ella misma
y de s u posició n en el m undo: la profunda y ext rema desvalorización de sí mis-
ma y del mérito d e s u s contribuc iones, la minimización de su s propias necesi-
dades y el ensalzamiento incuestionable d el otro, enraizados e implícitos en
este modelo relaciona l (estrategia 26; véan se también los "Comentarios" más
abajo).
Comentarios: A medida que las defensas del paciente se vuelven menos eficaces,
las ansiedades que motivan la defensa comienzan a salir a la luz en el tratamiento,
conforme las relaciones objetales conflictivas subyacentes y las motivaciones aso-
ciadas se vuelven más accesibles y más abordables. (En nuestro ejemplo, estas
ansiedades estaban asociadas a los deseos de autonomía, de atención y finalmente
272 TERAPIA PS ICODINÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
de triunfo competitivo por parte de Ms. S). Llegados a este punto, la labor d el tera-
peuta consiste e n ayudarle al paciente neurótico a explorar sus ansiedades y a
iden tificar los conflictos subyacentes, con el objetivo de ayudarle a tolerar el
tomar conciencia de las relaciones objetales conflictivas reprimidas. Este proce-
so implicará identificar y explorar las funciones que desempe ñan las r elaciones
objetales d efen sivas, relacionando la activació n de dic has relaciones con la s
ansiedades que motivan la defensa y, finalmente, con las motivaciones conflicti-
vas subyacentes. (Esta serie de intervenciones se corresponde con el proceso d e
interpretación, que analizarnos detalladamente en el capítulo 10). Con frecuen-
cia, el paciente neurótico es capaz d e mantener los conflictos nucleares en su
mayor parte fuera de la transferencia, mientras son explorados en colaboración
con el terape uta, quien es percibido co'mo una presencia relativamente neutral y
b e nigna, que ofrece ayuda.
-
Estrategia 4: Elaborar los conflictos identificados a medida
que se activan en diferentes contex tos a lo largo del tiempo,
relacionándolos simultáneamente con los objetivos del tratamiento
y con la historiaevolutiva del paci ente
Este proceso le permite al paciente tolerar el tomar conciencia de las ansiedades
asociadas a la manifestación de las motivaciones conflictivas, vivenciar dichas
ansiedades como simbólicas, y finalmente contener las motivaciones conflictivas
dentro de una percepción y una vivencia. dominante de sí mismo; dichos cambios
a nivel de integración se corresponden con la renuncia del paciente a utilizar las
defensas basadas en la represión en un área de conflicto, y con la disminución de
la rigidez de personalidad.
evolutiva del paciente. El terapeuta también vuelve a r e lo mar los objetivos tera-
péuticos establecidos de mutuo acuerdo, focalizando la atención en la forma en
que el paciente puede comprender ahora las dificultades que le llevaron a buscar
tratamiento, y dirigiendo los esfuerzos terapéuticos a que el paciente renuncie a
los modelos desadaptativos asociadas a las quejas alegadas en su momento. Final-
mente, como parte del proceso de elaboración suele ser posible relacionar los
conflictos que han sido explorados y desarrollados fuera de la transferencia con
las manifestaciones transferenciales sutiles que tiñen la relación terapéutica,
incluso en el caso de aquellos pacientes neuróticos que tienden a evitar trabajar
las transferencias. Conforme los conflictos son elaborados y el paciente es más
capaz de tolerar el tomar conciencia .d e las relaciones objetales conflictivas, puede
que se vuelva más capaz de darse c uenta de las formas mediante las cuales sus
conflictos se han venido representando dentro de la relación con el terapeuta.
El resultado del proceso de desc ubrir, comprender y asumir la responsabili-
dad respecto de las necesidades, deseos y temores conflictivos sería que las rela-
ciones objetales asociadas a la manifestación de dichas motivaciones se vuelven
m enos amenazantes y extremas; a medida que los aspectos d e la experiencia
individual anteriormente reprimidos son tolerados y explorados conscientemen-
te, acaban por verse de una forma menos concreta. En razón de ello, en lugar de
vivir las motivaciones conflictivas, y los temores asociados a su p osible manifes-
tación, como unas realidades concretas ("Ser competitivo equivale a ser mons-
truo"), el paciente puede percibir y vivenciar las motivaciones conflictivas como
d eseos, necesidades y temores internos.
Por ejemplo, Ms. S acabó por sentir que sus d eseos competitivos no la trans-
fonnaban realmente en un monstruo, sino que más bien ella tenía miedo de que
fuera así -es decir, alcanzó a comprender su s temores en un sentido simbólico,
a la manera d e fantasías temerosas respecto de lo que significa ser agresivamen-
te competitivo, en lugar de como unas realidades irrefutables, concretas. En
razón de ello, a medida que las relaciones objetales conflictivas se vuelven menos
concretas y menos extremas, el paciente es capaz de incorporarlas y de contener-
las dentro de su sentido dominante d e sí mismo, y en el proceso, ahondando y
enriqueciendo su percepción de sí mismo y de los demás.
brinda de los objetos tempranos evolucionarán, al igual que puede esperar que las
descripciones que el paciente hace de los objetos actuales también evolucionarán.
Estos cambios terapéuticos reflejan los cambios acontecidos en las defensas y en
los procesos de integración conforme se elaboran los conflictos.
Por ejemplo, Ms. S se presentó inicialmente con una visión benigna y super-
ficial de su madre, después más adelante albergó una visión muy negativa pero
igualmente superficial, y acabó teniendo una visión más compleja que incluía
elementos tanto positivos como negativos. Su imagen de su jefa en la universi-
dad fue evolucionando igualmente, volviéndose más compleja, más realista y
predominantemente, pero no enteramente, negativa. Como consecuencia, y
como ya analizamos en relación coh Ms. M, la paciente borderline descrita más
arriba en este mismo capítulo, cuando el terapeuta hace referencia a las figuras
parentales o bien a otras figuras importantes dentro del proceso de describir las
relaciones objetales dominantes en el aquí y ahora, el terapeuta tiende a hablar
en términos de prototipos más que eri términos de individuos -por ejemplo, un
sí-mismo niña sumisa y obediente, en relación con una madre o figura materna
dominante, en lugar de en relación con "la madre de usted".
Dado que habitualmente y de forma característica los pacientes neuróticos
son capaces de brindar una narrativa vital coherente, puede resultar tentador
enzarzarse junto con ellos en generar hipótesis acerca de la influencia que ejercen
las experiencias evolutivas tempranas sobre su situación psicológica actual y sus
dificultades psicológicas actuales. Sin embargo, aunque el hecho de abrigar y
contemplar tales hipótesis pueda ser gratificante a un cierto nivel tanto para el
paciente como para el terapeuta, este enfoque suele ser generalmente desacerta-
do, en la medida en que tiende a derivar en una serie de debates intelectualizados
que hasta cierto punto son ajenos a la inmediatez de la vivencia afectiva actual del
paciente y de su vida actual, y por consiguiente de un valor terapéutico limitado.
De hecho, al principio del tratamiento los pacientes neuróticos tienden a hacer
esfuerzos por enzarzarse en toda una serie de teorías respecto de la influencia
que ejerce el pasado lejano sobre sus dificultades con objeto de evitar percibir y
sentir los conflictos de una manera más inmediata, y estas teorías se pueden ver
como una forma de interferir en la profundización del proceso clínico.
Por contraste, más adelante en el tratamiento, en relación con el proceso de
elaboración de los conflictos nucleares generalmente suele ser útil establecer vín-
culos entre las ansiedades y los conflictos que están siendo elaborados en el aquí
y ahora, y las figuras y las experiencias importantes·extraídas de la historia evolu-
tiva del paciente. Estos vínculos tienden a presentarse de forma natural dentro del
proceso clínico, saliendo a la luz bajo la forma de asociaciones y recuerdos espon-
táneos por parte del paciente, y desempeñan la función de ahondar s u nivel de
autocomprensión y de autoaceptación, fomentando los procesos de integración.
278 TERAPIA PSICODINÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDA D
Referencias
Bateman, A.; Fonagy, P.: Mentalization-Based Treatment for Borderline Personality Disor-
der. Nueva York: Oxford University Press, 2006.
Clarkin, J.F.; Caligor, E.; Stern, B .L.; Kernberg, O.F.: Structure d Interview of Persona-
lity Organization-Revised (STIPO-R), 2016. Dis ponible en www.borderlineclisor-
ders.com, verificado el 20 de septiembre de 2017.
Joseph, B.: Psychic Equilibrium and Psychic Change: Selected Papers of B euy Joseph.
Editado por Feldman M, Spillius EB. Londres: Tavistock/Routledge, 1989.
Safran, J.D.; Muran, J.C.: Negotiating the Therapeutic Alliance. Nueva York: Guilford
Press, 2000.
Sección III
La consulta habilidosa
Todo tratamiento comienza por una evaluación detenida, seguida de ·una deli-
beración respecto d e los objetivos del tratamiento y de las distintas opciones tera-
péuticas. La consulta clínica llevada a cabo con destreza y en profundidad, y con
la participación activa del paciente, prepara el terreno para las recomendaciones
terapéuticas y para cualquier tratamiento que pueda venir a continuación.
La consulta empieza por una evaluación exhaustiva, focalizando la a tención en
los problemas que alega tener el paciente, los síntomas y los rasgos de personali-
dad desadaptativos; el funcionamiento actual en el trabajo; las relaciones interper-
sonales y el tiempo libre; y el nivel de organización de la personalidad. Para la
evaluación del funcionamiento de la personalidad y del nivel de organización de la
personalidad, nos servimos del modelo explicativo y de la clasificación de los tras-
tornos de la personalidad que se describen en el capítulo 2 . Completamos también
dicho análisis mediante la consideración adicional y más detallada respecto de los
factores existentes dentro y a lo largo de cada uno de los distintos niveles de gra-
vedad que probablemente influirán en el curso del tratamiento y en los resultados.
La evaluación ofrece tanto a l terapeuta como al paciente una comprensión
clara respecto de la naturaleza y de la gravedad de las dificultades del suje to.
Luego de finalizar la evaluación, el consultor comparte sus impresiones diagnós-
ticas con el paciente y trabaja junto con él para definir los objetivos del trata-
miento. E l consultor esboza a grandes rasgos las opciones de tratamiento y sus
riegos y b e neficios relativos, y ayuda al paciente a llegar a una decisión informa-
da respecto de cómo proceder a continuación - decisión que refleja los objetivos
y las necesidades personales del paciente, y que se sirve de la experiencia y de la
pericia del consultor. Hacia el final de la consulta, el paciente tendrá un conoci-
miento y una comprensión del diagnóstico y de la forma en que ello interfiere e n
su funcionamiento, habrá identificado unos objetivos terapéuticos específicos y
realistas, t endrá una comprensión general respecto de lo que entraña la psicote-
rapia focalizada en la transferencia-ampliada, y habrá manifestado su interés (o
s u desinterés) en comenzar el tratamiento.
Evaluación del paciente
7 y planificación del tratamiento
Cuando nos encontramos por primera vez con un paciente, siempre empeza-
mos por hacer una evaluación exhau stiva. Descrita con más detalle en la parte
1 d e est e mismo capítulo, la evaluación implica caracterizar los síntomas que
alega te n er el p aciente y los rasgos de personalidad patológicos, el fu n ciona-
miento genera l de la personalidad, el nivel d e organizació n de la personalidad y
los diagnósticos DSM-5 (American Psychiatric Association, 2013) en el caso de
que éstos sean aplicables. La entrevista clínica diagnóstica se puede com p le-
mentar con la inclusión de cuestionarios estructurados que indagan acerca de
los síntomas y de los rasgos de personalidad desadaptativos. Además, la "en tre-
vista estructurad a para la evaluación de la organización de la personalidad-revi-
sada" (STIPO-R; Clarkin et al., 2016) puede integrarse dentro de la evaluación
clínica con el obj etivo d e enriquecer la valoración de la organización de la per-
sonalidad. Una evaluación exhaustiva, incluyendo los diagnósticos DSM-5 y
estru c turales, prepara el terreno para la planificación del tratamiento.
Como se detalla en la parte 2 de este mismo capítulo, la segund a mitad de la
consulta clínica entraña compartir las impresion es diagnósticas con el paciente,
definir los objetivos del tratamiento, describir las opciones de tratamiento, ade-
m ás de sus r iegos y beneficios relativos, y ayudar al paciente a llegar a una deci-
sión informada respecto de cómo proceder a continuación -decisión que refleja
los o bje tivos y las nece:sidades personales del paciente, y que s e s i rve d e l a expe -
riencia d el terapeuta como con s ultor.
La evaluación de la organización de la personalidad, que conduce a h acer un
diagnóstico estructural, es la que informa la visión que el profesional clínico tie-
n e respecto del pronóstico, las opciones de tratamiento y las necesidades contrac-
tuales, al tiempo que la evaluación de los síntomas, rasgos y déficits funcionales
informa la visión del profesional respecto de ciertas cu estiones que probablemen-
te se convertirán en uno de los centros focales de la intervención clínica durante
282 TERAPIA PSICODINÁM IC A PARA LA PATOLOG ÍA DE LA PERSONALI DAD
La consulta terapéutica
le nguaje que evite la je rga esp eciali zada y que esté cercano a la ex perie nc ia
individual c uando anali ce las dificultades del paciente y comparta s us impre -
s iones -y en virtud de es te proceso ayudándole al paciente a desarrollar nuevas
formas de p e nsar respecto d e los problemas alegados y haciendo uso de la labor
d e psicoeducación.
Dirigir la evaluación
l
Consultar con los terapeutas anteriores
l
Compartir la impresión diagnóstica y
hacer psicoeducación respecto del diagnóstico
l
Definir unos objetivos de tratamiento realistas
l
Analizar las opciones de tratamiento, incluidos los riesgos,
los beneficios y las condiciones necesarias
l
Verse con los familiares o con el cónyuge, en el caso de estar indicado,
para analizar el plan de tratamiento
l
Ayudar al paciente a llegar a una decisión informada
respecto de la el~cción del tratamiento
Estructura d e la consulta
S e r ecomie nda reser va r unos 9 0 m inutos para la consulta i nicia L Una a lter-
n ativa via ble sería concer tar d os e n c ue ntros m ás breves; p e ro sería d eseable la
sen sación r ela tivam e nte p a u s ada d e disp o n er d e un e nc u e ntro inic ia l d e u na
h o ra y m edia, en la m edida e n que los hora rios lo p ermita n. S ue le ser úti l d es-
pués d e l primer enc uentro hacer que el pac ie nte v ue lva para tener una sesión de
45 minutos con o bjeto d e fina lizar la d eliber ación resp ecto d e la impresión diag-
n ós tica y la pla nificación del tratamiento. Un seg u ndo en cue nt ro con el pacie nte
en la con s ulta terapé utica tien e la ventaja d e p ermitirle a J pac iente y a l terapeu ta
t ener un tiempo p ara reflexion ar a ce r ca d e la e ntrevista inic ial, y d espués el tera-
p euta pued e utilizar est e segundo en ~u entro para a bord a r a lg unos aspectos de
la situac ió n intern a y exte rna d el pacie nte que pudieran h a b er s ido o mitid os o no
h ab er s ido lo suficiente m en te explor a d os e n el prim er e n c u e ntro. Además, u n
segundo en c ue ntro o frece la o p o rtunida d d e que e l ter a peuta explo r e las r eac-
cion es d el paciente h acia la entrevist a inic ia l, y d e r esp o nde r plen a m ente a la s
preguntas d el s ujeto y a b ordar s us p reo cupac ion es. Alg unos p acientes, especia l-
m ente a quellos que tien en unos p r oblem as más complejos o sobre los qu e exis te
a lg una duda diagnóstica , p u e d e n r e querir d os o in cluso m ás sesio n es d e segui-
miento, bajo la form a d e una evaluación clínica amplia d a , con obje to d e p o d er
d e te rminar un pla n d e trata miento .
PARTE 1
Evaluación diag nóstica
l. Por ejemplo, incluso en el caso de los pacientes con un nivel borderline superior de organización
de la personalidad que pueden parecer s uperficialmente "normales" (e.g., a lgunos individuos con
un lrastomo narcisista de la personalidad), el diagnóstico de trastorno de la personalidad com-
plicará el tratamiento y afectará negativamente a l pronóstico para e l tratamiento de otros tras -
tornos concurrentes.
286 T ERA PIA PS ICOD I NÁM ICA PARA LA PAT O LOGÍA DEL,\ PERSONALIDAD
exhau s tiva (i. e., d escriptiva, fun c io nal y es truc tura l), a l m argen d el contex to o ele
la n a turaleza ele los proble mas qu e llevan a l suje to a rec ibir atenció n clínica:
• Se d e fin e n cla ramente los s íntomas a legados com o quejas princ ipales y los
rasgos el e p e rsonalida d patológjcos, d eriva ndo en un diag nós tico descriptivo
(e.g., un diagnós tico DSM-5, IJCD-10-MC] o ICD -10).
• S e evalú a e l func ion a miento de la personalidad, d erivando e n una evalua ción
del nive l genera l d e f unciona rnie nto del paciente (e.g., Global Assessment o(
Functio11 i ng S cale , GAF o "escala d e evaluación g lob a l d el funcionamiento").
• Se explo ra e n profundidad la organización d e la personalidad, derivando en
un diag n óstico estru c tural (e.g., nivel d e organización de la p ersonalidad
[véase tabla 7-2 más a d elante en este capítulo] o las valoraciones dimens iona-
les d e la STIPO-R).
El flujo co nceplual (i.e., o mapa con ceptual del diagrama d e flujo) d e la e nlre-
vista clínica d iagnóstica y la recogida de datos resultante compre nde los siguie n-
tes aspectos de la evaluación de la personalidad: las caracterís ticas d escripti vas
d el funcionamiento y la patología de la personalidad; las caractedsticas estruc-
turales de la personalidad, incluida la evaluación dimensional d e la organización
de personalidad y el diagnós tico estructural; y los dominios d e funcionami e nto
que son centrales y revisten una importancia crucial para el funcionarn ie nto y la
patología de la personalidad.
Histoda
' , >
ev,9.b.itiva/_persqnal'
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·-• . .
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• Para un análisis más deta llado, véase más adelante la s ubsección "Fase IV: Historia pasada",
hacia el final de la parte 1 de este mismo capítulo.
290 TERAl'l r\ PSICODI ÁMICA P/\RA LA PATOI.O(iÍ1\ DI~ t·A 1'1·. R. ONA l .l l)AI)
Una vez finalizada esta fase de la entrevista clínica, el consultor habrá recaba-
do una visión en profundidad del funcionamiento y de la patología del pacie n te,
incluidos los síntomas y las dificultades presentes y pasados, los rasgos de p er-
sonalidad desadal?tativos y el funcionamiento de la personalidad. Esta informa-
ción debería ser suficiente para diagnosticar o descartar la presencia de
trastornos afectivos o de ansiedad, trastornos de la alimentación o trastornos
por abuso de sustancias, y hacer un diagnóstico de trastorno de personalidad
correspondiente a la sección II del DSM-5, en el caso de que esté presente algún
trastorno de este tipo.
Pacientes Tienen los trastornos de personalidad menos graves dentro del espectro
con una OBP borderline; un pronóstico positivo, pero menos consistentemen te
de nivel positivo que los pacientes del grupo neurótico.
superior Se desempeñan pobremente en los tratamientos no estructurados.
Se desempeñan bien en las modalidades estructuradas de terapia
y por lo general extremadamente bien en la PFT-A.
La ausencia relativa de una patología significativa del funcionamiento
moral y la presencia de una capacidad para establecer relaciones
dependientes, caracterizan a este grupo y son factores pronósticos
positivos para la PFT-A.
Con frecuencia son diagnosticados de trastorno histriónico,
dependiente y evitativo de la personalidad, y pueden presentar rasgos
narcisistas más sanos.
294 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Cuando tiene usted una relación amorosa, ¿advierte que la imagen que tiene
usted de su pareja puede cambiar cuando ella le decepciona o cuando usted se
enfada con ella? En esos momentos, ¿viene a ser como si usted la viera a ella
como una persona exclusivamente odiosa -a la que usted no puede soportar o le
repugna, o que usted es incapaz de recordar qué fue lo que vio en ella? ¿O se
parece más a: "Vale, estoy muy enfadado de verdad, pero ella sigue siendo una
persona muy cercana para mí", en don.de usted puede sostener que está enfadado
y que se siente cercano al mismo tiempo?
focali zando la atención en los valores nucleares y en los rasgos de la persona li-
dad. Por ejemplo, un paciente podría decir:
E s una cuestión difícil. .. Déjeme pensar. Soy inteligente, tengo algo d e ratón d e
biblioteca - un adicto al trabajo, en realidad. Me gusta estar siempre ocupado,
me en canta enzarzarme en un buen proyecto. N o soy una persona muy expresiva
emocionalmente ... Me gusta mi trabajo, soy a bogado ... Estoy consagrado a mi
familia , m e siento orgulloso de mantenerlos económicamente, aunque a veces
m e pongo d e mal humor con los niños cuand o vu elvo d espués de haber tenido
una jornada laboral muy dura, ya sabe usted lo que es eso .. . Trato de ser un buen
hijo, mis padres se están haciendo mayores ... Me supongo .que podría u sted
decir que soy una persona que siempre trata d e hacer las cosas lo mejor que pue -
d e y d e sacar el mayor partido p osible de las cosas. ¿Es algo así como esto lo que
u s ted tenía en mente?
~or contraste, los pacientes con una patología d e la identidad t endrán muchas
más dificultades en responder. Algunos pacientes pueden debat irse abiertamen-
te con la tarea y comentar que no están seguros de quién es son, mientras que
otros pueden brindar una d escripción breve y s uperficial compu esta d e unos
pocos atributos inespecíficos o concretos. Por ejemplo, un paciente podría decir:
"No estoy seguro d e qué contestar. Soy a lto, moreno .. . No soy muy inteligente,
tampoco gan o mucho dinero y por eso vivo con mi mamá ... ¿Es eso lo que m e
preguntaba usted?".
Con ayuda del entrevistador, los p acientes con una p ertu rbación de la identi-
dad menos grave pueden brindar una descripción general de ellos mismos,
caracterizada habitua lmente p or algunas cualidades con cretas y una serie de
adjetivos, o por una descripción de las cosas que hacen, en lugar d e describirse
ellos m ismos como personas. El entrevistador podría proseguir en la sig uiente
dirección: "Ha utili zado usted varios adjetivos para describirse a usted mismo.
Estaba pensando si podría u sted completar u n poco más s u descripción, tal vez
dándole un poco de vida con la ayuda de un ejemplo o de una anécd ota que
pudiera servir para ilustrar a lguna de esas cualidades".
Por contraste, en el caso de una p erturbació n grave de la identidad la percep-
ción de sí mismo y el sentido de la p ropia identidad pueden ser tan vagos, confu-
sos y empobrecidos que al paciente le resulta dificil identificar nada, excepto lo
más básico, la mayoría de las veces atributos físicos, como aparece ejemplifica-
do por el paciente moreno de pelo, más arriba . O bien el paciente puede sentirse
desconcertado sin más y decir: "¿Puede repetirme la pregunta?" o "Mis opinio-
nes y mis impresiones respecto de mí mismo cambian a cada momento, así que
en realida d no puedo decir nada".
Cuando los pacientes tienen dificultades, · el entrevistador puede alentar al
sujeto a brindar alguna información adicional: "¿Hay alguna o t ra cosa q u e
300 TERAPIA PSICODlNÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
pudiera usted decirme para que así yo pueda hacerme una imagen más comple-
ta de su p ersonalidad o de cómo es usted como persona?". "Observo que habla
u sted principalmente de sus características negativas. ¿Hay alguna c u a lidad
positiva de la que usted pudiera hablarme brevemente?". "Ha resaltado u sted las
cosas que se le dan bien. ¿Existen otros aspectos que le resulten más difíciles de
afrontar?". O quizás el entrevistador puede señalar que el paciente lo ha hecho
muy bien a la hora de describir cómo le ven los d emás, pero que h a dicho muy
poco respecto de cómo se siente él en relación con sigo mismo, por dentro.
Luego de haber explorado el grado d e integración de la percepción que el
paciente tiene de sí mismo, el entrevistador puede volver a revisar la percepción
que el paciente tiene respecto de las personas importantes en su mundo. En esta
fase de la entrevista el profesional clínico focaliza la atención en las relaciones
más íntimas, dado que en los pacientes con trastornos graves de la personalidad
- que carecen de una imagen est a ble e integrada d e las personas que hay en su
vida- los déficits e n la percepción que tienen d e los d emás son h abitualme nte
más pronunciados en el caso de las personas que son más importantes para el
s uje to. Ade m ás, los pacientes narcisistas m ej or integrados que tienen una p er-
cepción d e sí mismos relativamente estable pueden ser identificados claramente,
llegados a este punto dentro del desarrollo de la entrevista, m ediante la constata-
ción d e la au sencia de sutileza y profundidad en las descripciones que h acen de
los demás - hallazgos éstos que son de lo más llamativos cuando el paciente pro-
cede a describir a las p erson as con las que mantiene una relación más estrecha.
El entrevistador le pide al paciente que ofrezca una d escripción de alguna
persona importante en su vida actua l. Si el paciente tiene dific ultades en respon-
der a esta solicitud, el entrevistador puede alentarle preguntándole cu á l sería la
persona de la que se siente más cercano y a continuación invitando al sujeto a
describir a esta persona como si estuviera escribiendo un pasaje hablando de
ella dentro d e una narración.
Al ig u a l que su cede con la descripción d e uno m ismo, con la ayuda de a lgu-
nas indicacio n es los individuos con una identidad con solidada son capaces de
brindar una descripción tridimensional d e otras personas significativas, carac-
terizadas por la sutileza y la profundidad, lo que hace que a l entrevistador le· sea
fácil imaginarse a la persona d escrita. Lo siguiente sería un ejemplo:
Por contraste, los pacientes con i.ina patología de la identidad s uelen describir
a los demás sirviéndose de una serie de adjetivos: "Es agradable, es bonita ...
¿Qué más quiere usted que le diga?". Las descripciones del otro suelen ser tam-
bién bastante autorreferenciales: "Se porta bien conmigo, sabe siempre cómo
me siento y está dispuesta a echarme una mano", o "Es inás lista que yo. Pero no
tan atractiva como yo".
A veces el paciente puede ofrecer una visión muy sesgada -"Es maravillosa, la
mejor mujer que un tío pueda tener, guapa, inteligente"- o enteramente negativa
-"Como persona es un desastre, pegajosa, exigente. No entiendo cómo he podido
acabar teniendo una mujer semejante". Cuando un paciente ofrece una descrip-
ción muy polarizada, suele ser útil señalarle al sujeto dicha unilateralidad y pre-
guntar si puede hablar de algunas otras características adicionales: "Ha descrito
usted a su mujer en unos términos enteramente positivos. ¿Tiene algunos defec-
tos como persona?". "Ha mencionado usted una serie de adjetivos para describir
a su mejor amigo. Estaba pensando si podría usted completar un poco más su
descripción, tal vez dándole un poco más de vida con la ayuda de algún ejemplo
o alguna anécdota que permita ejemplificar esas cualidades". Con un poco de
estímulo, los pacientes con una patología de la identidad menos grave pueden
incluir algunos elementos más específicos y menos polarizados dentro de sus
descripciones de otras personas. Por contraste, en el caso del paciente con una
patología más grave la percepción que tiene el sujeto respecto de la otra persona
significativa aparece demasiado rígidamente polarizada y/o es demasiado super-
ficial como para dejar espacio para la inclusión de alguna complejidad o sutileza.
Como explicamos en el capítulo 2, la consolidación d e la identidad diferencia
a la personalidad normal y a la p~tología de la personalidad de nivel superior
(i.e., la patología neurótica), del defecto en la consolidación de la identidad que
aparece en los trastornos de personalidad más graves (i.e., el espectro borderli-
ne). La patología de la identidad se puede caracterizar a lo largo del espectro de
gravedad, abarcando de la patología relativamente leve a la patología más grave.
Junto con la gravedad creciente, aparece una distorsión cada vez mayor y una
302 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
2. Es digno de mención que los pacientes con un trastorno narcisista de la personalidad pueden
plantear una dificultad concreta a la hora de evaluar la formación de la identidad. La confusión
diagnóstica refleja la presentación clínica específica de la patología de la identidad en el trastorno
narcisista de la personalidad; la patología de la identidad puede ser menos evidente en la evalua-
ción inicial de lo que pueda serlo, por ejemplo, en el trastorno límite o incluso en el trastorno
histriónico de la personalidad. La patología de la identidad en el trastorno narcisista se caracte-
riza por la presencia de una percepción de sí mismo s uperficialmente integrada, si bien carece de
profundidad, y con frecuencia suele ser frágil, lo que puede aparecer acompañado de la capaci-
dad de perseverar en unos objetivos profesionales y personales. Esta constelación puede condu-
cir a s ubestimar el alcance y la gravedad qe la patología de la identidad. Sin emb argo, cuando el
entrevistador recuerda que la evaluación de la formación de la identidad focaliza la atención en
la percepción y la vivencia de los demás, además de en la percepción y la vivencia de sí mismo,
resulta más difícil pasar por alto el diagnóstico de patología de la identidad en el caso del trastor-
no narcisista; en el trastorno narcisista de la personalidad la percepción de sí mismo relativa-
mente bien integrada aparentem ente, discurre pareja junto con una percepcióñ de los demás
marcadamenLe superficial, con frecuencia de forma llamativa -vaga, indefinida e imprecisa, y
carente de especificidad.
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y PLANfFICACIÓN DEL TRATAMIENTO 303
¿Diría usted que su relación con su mujer se caracteriza por la intim idad y por la
confianza? ¿Puede us ted compar tir abiertamente a lgunas cosas con ella?
Cuando tiene relaciones sexuales, ¿ello h ace que se sienta u sted más cerca de ella?
O bien , en r espuesta a que el p aciente refiera tener dific ultades con sus amis-
tades, el entrevist ador podría hacer las siguientes preguntas:
En esas relaciones, ¿advierte u sted que está "llevando la cuenta" - pensando acer-
ca de quién está recibiendo más o sacando m ás b eneficio de la relación- o con
frecuencia tiene la sensación de que se aprovechan de uste d?
¿Tiende usted a ab a ndonar a las personas a las que e n otro tiempo estuvo unido?
¿Sus relaciones íntimas se car acterizan por la confian za, la apertura y la fran-
queza, o diría usted que se muestra u sted p recavido y reservado, incluso con las
personas que le son más cercanas?
¿Tiende uste d a verse a u sted mismo, a los demás o a las dis tintas situaciones en
términos d e blanco o negro; o de todo o nada?
¿Le s ucede que idealiza u sted a las personas, esperando muchísimo d e ellas o
incluso poniéndolas en un pedestal, únicamente para darse cuenta poco d es -
pués de que dic has personas no eran en absoluto lo que u sted se pensaba que
eran? ¿Se s iente usted entonces muy decepcionado y se pone a buscarles faltas
y defectos?
Cuando los planes con los que usted contaba se vienen abajo, ¿es u sted de esas
personas que pueden adaptarse con facilidad, encajar el golpe y hacer otros pla-
nes, o tiende usted a quedarse bloqueado cuando le s ucede esto?
la personalidad. La agresión dirigida contra uno mismo puede ser tan grave y
tan perturbadora como la agresión dirigida hacia otras personas. L as formas
menos graves de agresión autodirigida se pueden manifestar bajo la forma de
ideación suicida o fantasías autodestructivas crónicas, autoabandono, excoria-
ciones compulsivas (dermatilomanía) o conductas de riesgo. A medida q u e
aumenta la gravedad de la patología, el terapeuta verá la presencia de autolesio-
nes deliberadas -por ejemplo, hacerse cortes, quemaduras, o llevar a cabo inten-
tos subletales de suicidio- y en el extremo m ás grave del esp ectro puede darse
una inmersión crónica en las autolesiones graves o potencialmente morta les, o
en las conductas parasuicidas.
La indagación específica- en relació'n con la manifestación d e la agresión, ini-
ciada de manera sistemática por el entrevistador, es esencial para la evaluación
de los trastornos de la p ersonalidad. Los pacientes puede n ocultar d elibe r ada-
mente los a ntecedentes de conduc tas agresivas o bien, bajo la influencia d e la
disociación o de la n egación, puede que no pien sen mencionarlo durante la
e ntrevista clínica inicial, a menos que les pregunten explícitamente por ello .
A continuación tenemos alg unas preguntas que el e ntrevistador podría
hace r:
¿Descuida u sted a veces su salud física? Por ej emplo, ¿va u st ed a ver al médico
cuando se pone enfermo? ¿Se desinfecta cu a ndo se hace alguna h erida? ¿Su des-
atención o su n egligen cia han tenido a lgunas con secu encias graves?
¿Tiende u sted a p erder los estribos con los d emás? ¿Puede darme un ejemplo d e
alguna ocasión en la que le sucediera esto r ecientem ente?
Durante los últimos 5 año s, ¿alguna vez ha herido u s ted físicamente a alg uien d e
manera inte nc ionad a? D e ser así, por favor, c u énteme qué fue lo que sucedió.
Funcionamiento moral
Al igual que sucede con la valoración de la agresión, la valoración del funciona-
miento moral es menos central en la .évaluación de los pacientes organizados a lo
largo del espectro neurótico. En los pacientes con una patología de personalidad
de nivel superior, se puede ver un sistema de valores y un funcionamiento moral
internalizados relativamente bien integrados y estables. En la medida en que la
patología del funcionamiento ético interfiera en el funcionamiento interpersonal,
estos pacientes pueden mostrar inflexibilidad, a menudo caracterizada por una
tendencia al exceso de autocrítica y a fijarse unas normas y unos criterios internos
indebidamente elevados. A medida que el entrevistador se desplaza en dirección y
a lo largo d el espectro borderline de organización de la personalidad, la aprecia-
ción de los valores morales se convierte en un aspecto de la evaluación cada ve z
más fundamental y en última instancia crucial. Al igual que en la evaluación de la
agresión, la evaluación del funcionamiento moral es en su_,mayor parte conduc-
tual, combinado con la valoración de la percepción (o la carencia) por parte del
paciente de una brújula moral interna y de la capacidad de sentir culpa.
Dentro del espectro de pacientes que presentan una patología de la identidad,
el funcionamiento moral puede ser bastante variable (véanse la figura 2-1 y la
tabla 2-1 en el capítulo 2). Los individuos con formas más moderadas de patolo-
gía de la identidad, que de manera característica suelen encajar dentro del grupo
borderline superior, presentan con frecuencia unos sistemas de valores que n o
están plenamente internalizados o que son inconsistentes. Se puede ver que los
valores morales de un paciente guían la conducta en determinadas áreas, inclu-
so de manera rígida, pero pueden coexistir junto con algunas "lagunas" morales
(e. g., un científic o dedicado a vigilar la ética d e su especialidad, falsifica los
datos; una enfermera, sumamente escrupulosa con los cuidados de los pacientes
y excesivamente autocrítica en relación con cualquier defecto que pueda percibir
subjetivamente en su trabajo, hace recetas falsas). Como otra posible alternativa,
el funcionamiento moral puede estar organizado de manera más consistente,
pero en relación principalmente con el miedo de ser atrapado, más que con unos
valores internalizados; en otros casos, el funcionamiento moral excesivamente
severo y rígido aparece teñido por unos autorreproches agresivos y dolorosos
motivados incluso por transgresiones de poca importancia (e.g., un joven se
310 TERAPIA PS ICODINÁMICA PARA LA PATOLOG LA DE LA PERSONALIDAD
reprende y se ataca con saña durante días, después de haber te nido un pequeño
descuido en el trabajo, angustiándose y volviéndose un tanto paranoide en rela-
ción con sus superiores).
La patología más grave del funcionamiento moral incluye mentir, estafar y
robar. Algunos individuos pueden servirse crónicamente del engaño (e.g., un
miembro respetado del clero se descubre que lleva años cogiendo dinero del cepi-
llo para las limosnas de su iglesia; después de muchos años d e casados una mujer
descubre que su amado esposo y padre de sus hijos, que con frecuencia su ele
estar de viaje por motivos d e trabajo, lleva mucho tiempo ocultándole que tiene
una segunda familia en otra ciudad). Más adelante d entro del espectro de la pato-
logía del funcionamiento moral están las manifestaciones bajo la forma de una
conducta antisocial abiertamente a gresiva - por ejemplo, ch a ntajes, malversacio-
n es, atracos o ataques violentos. En el extremo más grave d e l espectro, más a llá
de la presencia d e conductas o rasgos antisociales, esta ría e l colapso absoluto d e
todo funcionamiento moral y d e todas las normas morales que caracteriza al
trastorno a ntisocial de la personalidad. Existe evidencia d e que las intervenciones
psicológicas h abituales aplicadas a l tratamiento de los individuos antisocia les y
psicopáticos son ineficaces, y los programas d e tratamiento multifacético pueden
brindar la mayores esp eran zas de tener algún éxito (Patrick, 2007).
En la valoración de los p acientes con trastornos gr aves de la personalidad, la
evaluación del funcionamiento moral se convierte en un factor crucial -quizás
el más crucial- que guiará la planificación diferencial del tratamiento y afectará
enormemente (negativamente) al pronóstico. Como consecuencia, las preguntas
específicas diseñadas para facilitar una revisió n completa d e los sistemas de
funcionamiento moral y d e la conducta antisocial son esenciales en la evalua-
c ión d e los pacientes con trastornos d e la p ersonalida d, y en esp ecial de aquellos
de entre éstos que tienen una patología más grave. Dichas preguntas podrían
incluir los siguientes ejemplos:
¿Hay veces en las que engaña usted deliberadamen te a otras p erson as -por ej em-
plo, exagerando la verdad e n un cu rrículum o en una solicitud laboral, o plagia n-
d o e l trabajo d e a lguna otra p er sona? ¿Dice u s t ed mentiras rotundas? ¿Ha
engañado o no ha dicho la verdad a la h or a de responder a las p reguntas d e es.t a
entrevista?
¿Ha hecho u ste d a lgo ilegal durante los últimos 5 años? ¿Tiene antecedentes
penales?
¿Alguna vez se h a visto usted metido en a lgún hurto en una t iend a o en ~lgún
robo, o en el consumo de drogas ilegales o en el tráfico d e drogas? ¿Ha t enido
u sted relaciones sexuales a cambio de dinero o de drogas?
¿Alg una vez ha malversado usted a lgún dinero, ha firmado c heques que sabia
que no tenían fondos o no ha p agado sus impuestos?
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y PLANIFICACIÓN DEL TRATAMlENTO 3 11
Métodos y procedimientos
La entrevista estructural
El enfoque PFT-A de entrevista clínica se deriva de la "entrevista estructural"
de Kernberg (1984). La "entrevista estructural" es una entrevista clínica ligera-
mente estructurada que puede ser administrada por un profesional clínico expe -
rimentado en aproximadamente unos 90 minutos, sirviéndose del juicio clínico
y de la h a bilidad clínica del entrevistador. La entrevista focaliza la atención en
los síntomas y en los rasgos de personalidad patológicos del paciente, además de
en las dificultades funcionales asociadas a los mismos; en la capacidad que tiene
el paciente d e reflexionar acerca de sus dificultades; y en las distintas formas
particulares mediante las cuales se manifiestan sus p roblemas en su relación
con el entrevistador.
En la "entrevista estru ctural", el consultor se apartará periódicamente de
explorar las dificultades y el nivel de funcion amiento del paciente, con objeto de
hacer u so de la clarificación y de la confrontación, utilizadas para poner de relie-
ve y explorar las operaciones d efensivas y las cuestion es conflictivas activa-
d as e n el á mbito de la relación paciente-entrevistador. Este proceso le ofrece al
entrevista dor unos datos a dicionales que complementan lo que el p aciente expo-
ne en su narrativa; finalmente, el proceso le permite al profesional descartar una
dolencia psicótica y dedicarse al diagnóstico diferencial entre el nivel neurótico
y el nivel borderline de organización de la personalidad.
Durante el transcurso de la "entrevista estructural ", el entrevistador indaga-
rá con objeto de obtener una clarificación de las experiencia subjetiva del pacien-
te cada vez que la información sea vaga, esté poco clara o contenga a lg u nas
lag unas. Además, el entrevistador se servirá de la confrontación para señalar
amablemente las omisiones o las contradiccion es que puedan aparecer en la
narrativa del paciente, o las inconsistencias entre las comunicaciones verbales y
no verbales. El entrevist~dor proseguirá preguntando cómo entiende el paciente
estas contradicciones o incongrue!).cias y alentará al sujeto a brindar alguna
información adicional que pudiera clarificar lo que ha estado suce diendo. Por
ejemplo, el entrevistador podría decir: "Observo que está usted describie ndo a
sus mujer en unos términos bastante negativos. Anteriormente m e había dicho
usted que ella era la m ejor compañera que uste d era capaz de imaginar. ¿Cómo
encajarían una cosa con la otra?".
-314 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 1:
Entrevista estructural de Ms. A, 3 fase I
Ms. A es una mujer soltera de 30 años de edad que vino derivada para tratamien-
to por su médico de atención primaria. La paciente vino a la entrevista con el Dr.
U vestida de manera informal pero con estilo, maquillada y de peluquería. El
entrevistador empezó por el principio acostumbrado de la "entrevista es truc tu-
ral", que se compone de una serie de preguntas de final abierto:
Dr. U: ¿Cuáles son los problemas que la traen aquí? ¿Tiene a lgunas otras
dificultades en su vida? ¿Qué espera recibir del tratamiento? [La
naturaleza compleja y relativamente poco estructurada de estas pre-
guntas requiere que el paciente tenga un sensorio claro (i.e., atención,
orientación, consciencia, comprensión, juicio y demás) y es un buen
tamiz inicial para detectar o descartar una dolencia psicótica].
Ms. A: Estoy deprimida. Las cosas se han puesto tan mal que me he pasa-
do las dos últimas semanas metida en la cama. No puedo dejar de
llorar. Me siento paralizada -literalmente no me puedo mover. No
puedo seguir adelante. Me despierto, no puedo afrontarlo y me vuel-
vo a dormir -no puedo salir de la cama. ·
Dr. U: ¿Qué es lo que no puede afrontar?
Ms. A: Mi vida -es un auténtico desastre. Nadie me quiere. No veo ningún
sentido ... Verdaderamente no puedo afrontar mi vida. Me quedo
tumbada, sin más. ·
3. La ilustración de este caso ofrece un ejemplo de una entrevista clínica con un paciente borderline.
Para una ilustr ación detallada de una entrevista con un paciente neurótico, remitimos al lector a
Caligor et al. (2007), capítulo 9: "Patient Assessment and Differential Treatment Planning", pp.
175-201.
316 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGf~ DE LA PERSONALIDAD
Dr. U: Cuando se deprimió usted hace un mes, ¿cómo le estaban yendo las
cosas? ¿Era usted consciente de algo que pudiera haber desencade-
nado la depresión?
Ms. A: Mi novio, Mike, rompió conmigo. Bueno, en realidad no era mi
novio. Lo conocía del trabajo desde hacía muchos años; éramos nues-
tros mejores amigos y después empezamos a tener una relación. Pero
él decía que no creía en la monogamia. Nunca me mintió -y la since-
ridad es muy importante para mí, por lo que me alegro de que fuera
honesto. Pero jamás salía conmigo ni quería conocer a mi familia .
Todo era según sus condiciones; me Uaniaba de vez en cuando para
venir a mi casa por la noche. Yo estaba enamorada de él y pensaba
que él estaba enamorado de mí. Tenía tanta paciencia conmigo, era
tan amable. Pero después, hará un mes aproximadamente, de repen-
te y como caído del cielo me dijo que quería vivir por su cuenta.
Dr. U: ¿Le molestaba que él se estuviera viendo con otras mujeres?
Ms. A: ¡Por supuesto que sí! Me volvía loca. Nos peleábamos constante-
mente por ese motivo.
Dr. U: ¿Fue entonces esa la razón de que rompteran entre ustedes dos?
Ms. A: No -como ya le d ije, apareció como caído del cielo. No tengo la
menor idea de qué fue lo que pasó. Él dijo que me lo había advertido
de sobra, que llevaba mucho tiempo sugiriendo que me dedicara-a
otras cosas, pero que yo no quería escucharlo. Pero no creo que esa
fuera la verdad. Y ahora no quiere hablar conmigo, no me responde
a mis mensajes de texto.
torno por déficit de atención con hiperactividad que también había sido tratado
con medicación en otro tiempo. Negó tener antecedentes de conductas autodes-
tructivas, deshonestas o ilegales. Jamás había tenido que ser ingresada.
O Videoilustración 1:
Evaluación de la integración de la identidad:
nivel borderline de organización de la personalidad (8:33)
O Videoilustración 2:
Evaluación de la integración de la identidad: autodescripción;
formación de la identidad normal (3:36)
Dr. U: Me gustaría ahora preguntarle acerca de las personas que son n1ás
importantes para usted en su vida actual. Por ejemplo, ¿quié n es la
persona más importante para usted ahora mismo?
Ms. A: La persona más importante para mí es Mike. Aunque hayamos roto,
sigo pensando en él constantemente, y él es la persona más importan-
te para mí. Incluso ahora le sigo queriendo y no puedo vivir sin él.
El terapeuta advirtió la cualidad autorreferencial en la descripción que la pacie~-
te hacía d e Mike, y la ausencia de información respecto de Mike, como persona.
Dr. U: ¿Puede hablarme un poco más de Mike, para que yo pueda formar-
m e una impresión real y viva de él? ¿Cómo es él como persona
-¿cómo describiría usted su personalidad?
Ms. A: Es la única persona que jamás haya habido que me ha comprendi-
do. Era tan amable y tan paciente conmigo. Nadie me ha tratado
jamás así de bie n. M e h acía que m e sintiera muy protegida. E r a mi
mejor amigo. Siempre me apoyaba.
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y PLANIFICACIÓN DEL TRATAMIENTO 323
Dr. U: ¿Qué es lo que yo no comprendo? ¿Puede ver usted por qué razón
podría yo sentirme confundido por lo que usted me está diciendo?
Ms. A [ahora un tanto más re-flexiva]: Ya lo he pillado -el por qué todo
esto parece tan complicado. Sé que puede parecer una locura, pero
sin conocer personalmente a Mike y lo especial que es, usted no
podrá hacerse una idea.
(Quality of Object Relations Scale, Piper y Duncan, 1999) predice las respuestas
de los pacientes a las diferentes modalidades de psicoterapia breve. El "procedí,
miento de evaluación de Shedler-Westen" (SWAP, Shedler-Westen Assessment
Procedure, Westen y Shedler, 1999a, 1999b) utiliza la metodología Q-sort para
evaluar fiablemente la personalidad y la patología de la personalidad. La SWAP
se califica sobre la base de las descripciones que los pacientes hacen de ellos mis-
mos y de otras personas, recabadas en las narrativas interpersonales durante las
entrevistas clínicas o las sesiones de terapia. La "escala para la valoración del
nivel de funcionamiento de la personalidad-forma abreviada" (LPFS-BF, Leve!
of Personality Functioning Scale-Brief Form, Hutsebaut et al., 2016) es un instru-
mento de autoinforme fácil de usar y que está en desarrollo como una manera
de hacer un cribado 'rápido de la patología grave de la personalidad. La "entre-
vista clínica estructurada para la evaluación del modelo alternativo DSM-5 para
los trastornos de la personalidad" (SCID-5-AMPD, Structured Clinical Interview
for the DSM-5 Alternative Model of Personality Disorders, First et al., 2018) es un
instrumento más reciente desarrollado para acompañar y reforzar el uso en el
ámbito de la investigación y en contextos clínicos d_e la sección III del DSM-5,
"Modelo alternativo para los trastornos de personalidad". La entrevista tiene
tres módulos separados, que evalúan respectivamente el nivel de funcionamien-
to de la personalidad, los rasgos de personalidad y k>s trastornos de personali-
dad categoriales.
:fraíisférencias,i- . - Un sí-mismo inferior, l)n sí-mismo bien cuidado y Desapegado, frente a un terapeuta Un sí-mismo deseado y
!;tcf~1es/RéÍacione~ :'. inepto y carente de atendido, frente a un cuidador que hace de caja de resonancia - Un estimulado sexualmente, frente
. objeta!~_ · -~ ,. _· .. atractivo, frente a un otro idealizado sí-mismo superior y grandioso, frente a un otro receptivo, que
.aominántes ..
• Jt . ...
superior y rechazante a un otro inferior y desvalorizado reacciona oportunamente
Figura 7-4. Características descriptivas nucleares de los trastornos dr la personalidad organizados
en lok niveles borderline intermedio e inferior
,,-l
tT1
)>
"O
hostiles y combinado con integrada, deriva en crónica para mantener idealización deja ñ
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es un lobo para el ~
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hombre") o
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a los demás 1 1 1 1 ►'
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Un sí-mismo deshonesto r
Un sí-mismo Un sí-mismo Un sí-mismo Un sí-mismo despectivo, )>
perseguido y lleno emocionalmente paranoide, víctima superior, ideal, frente a y manipulador, frente ,,tn
"O
en
de odio, frente distante y enrabietada, frente un otro inferior y a un otro amenazante, o
z
a un otro superior, grandioso, frente a un otro desvalorizado manipulador y )>
embaucador
ee,
crítico y a un otro intrusivo victimizador; o bien
►
o
desvalorizador y omnipotente un sí-mismo
perfectamente
gratificado, frente
a un cuidador
idealizado
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y PLANIFICAC IÓN DEL TRATAMIENTO 333
PARTE2
Compartir la impresión diagnóstica y
el plan diferencial de tratamiento
S. En el enfoque PFT-A, la forma más exacta de describir la patología de nivel neurótico es com o
una patología clínicamente significativa, pero subumbral o subsindrómica con r esp ecto al d iag-
nóstico de un trastorno de la personalidad. Esta práctica concuerda con el consenso general r es-
pecto d e que se requiere la presencia de un "deterioro moderado'' para diagnosticar un tras lomo
de la personalidad (véase el "Modelo alternativo para los trastornos de personalidad'" en la sec-
ción III del DSM-5, criterio A).
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y PLANIFICACIÓN DEL TRATAMIENTO 335
Ilustración clínica 2:
Compartir la impresión diagnóstica con un paciente neurótico
también algunas áreas en las que parece usted haberse quedado "estanca-
da" y con las que no está completamente satisfecha. El problema principal
que le preocupa parece ser su vida sentimental; le gustaría tener una p are-
ja, pero no ha sido capaz d e encontrar una apropiada, y dice u sted que
siente que es menos atractiva que sus amigas y que no es digna d e m erecer
la atención y la admiración de los hombres. Además, a unque aparentemen-
te le preocupa menos, habla usted de que a veces tiene dific ulta d e s en
hacer se vale r como es debido -según sus propias palabras, en "pararles los
pies"- lo que puede hacer que sea usted excesivamente complac iente con
los d em ás. Y finalmente, h a hablado u sted de una t endencia a ser d emasia-
do autocrítica consigo misma cuando no está a la altura de su s propias
expectativas relativamente elevadas, y de que recienteme nte se s iente baja
de ánimo. ¿Diría usted que lo que acabo de decir sería un r esume n acerta-
do de las dificultades que usted ha descrito?
Ms. N: Sí, así es.
Entrevis tador: ¿Le parece bien que comparta con usted mi manera de entender
lo que u st ed me ha contado, la forma como lo encajo yo mentalmente?
M s . N: Sí, por favor.
Entrevistador: Bueno, p ermítame decirle en primer lugar que diferentes perso-
nas pued en tener difere ntes perspectivas respecto d e la mism a s ituación;
unos se pu ed e n centrar primeramente y princ ipalmente en s u estado d e
á nimo, y otros tal vez en s u s pensamientos n egativos o en s u s habilidad es
interpersonales. Pero yo veo las cosas des d e la perspectiva d e s u personali-
dad y de lo que yo llamaría una c ierta rigid ez en s u personalidad. Cuando
digo rigidez, quiero decir, por ejemplo, que en teoría a u sted le gu staría ser
más coque ta y seductora, pero usted no pue d e p ermitírselo, y en luga r de
ello se siente u sted tímida y vergonzosa en las sit uaciones sociales e n las
que podría conocer a a lgún h ombre, cediendo usted automáticamente para
s us adentros ante s u s a migas. De forma similar, también le gu s taría ser
m ás asertiva; ta l vez incluso se adentra usted e n d e terminadas s ituaciones
llevando un pla n para no d ejarse pisotear y pararle los pies a la otra perso-
n a, p ero entonces acaba uste d sintiéndose incó moda y es incapaz de seguir
hasta el final. Estas son unas conductas que le gustaría cambiar, y u st e d
comprende que se sen tiría m ejor y se quedaría usted mejor si fu era cap az
d e obrar d e otro modo. Pero viene a ser como si estuviera u sted estan cad a
o b loqueada d e alguna forma; no ha s ido u sted capaz de cambiar estas con -
ductas, a pesar de h aber h echo los mayores esfuerzos. Esto es lo que quiero
d ecir cuando hablo d e rigidez. ¿Lo que estoy diciendo tien e a lg ún sentido
para usted? ¿Le parece bie n que continúe?
M s. N: Por favor, siga u sted.
Entrevistador: Me parece que quizás fuera d e su con ciencia viene a ser como si
u sted se aferrase a una vis ión un tanto d e m asiado limita d a respecto ·de
quién es u sted o d e quién se supone que es. S e ve a usted misma como una
p er sona cariñosa y maternal que siempre hace las cosas lo m ejor que pued e
- a la m a n era de una "chica buena", por así d ecir. Si bien esto es perfecta-
mente normal, el problema de tener esta imagen es que es bastante inflexible;
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y PLANIFIC AC IÓN DEL TRATAMIENTO 337
Ilustración clínica 3:
Compartir la impresión diagnóstica con un paciente borderline
Entrevistador: Habló usted de una serie de áreas de dificultad, pero parece dar
la impresión de que la principal de ellas, que le altera a usted y que la trae a
usted aquí hoy sería la naturaleza tormentosa e insatisfactoria de sus rela-
ciones con los hombres. ¿Es correcto esto? [La paciente mueve la cabeza en
señal de asentimiento]. Parece como si estas relaciones empezaran bien,
pero acabaran mal; sugirió usted que parte del problema podría ser el
carácter que tiene usted -es usted propensa a arremeter contra la otra p er-
sona cuando un hombre le decepciona o no satisface sus expectativas. Me
suena también como si pudiera usted tener algunos problemas similares
con sus amigas, pero esto le preocupa menos. ¿Diría usted que lo que aca bo
de decir hasta este momento sería exacto? ¿Le parece bien que continúe?
Ms. B: ¡Por supuesto!
Entrevistador: Además le he oído decir que ha sido usted incapaz de identific ar
o de luchar por llevar a cabo una trayectoria profesional satisfactoria, o d e
desarrollar unos intereses personales que pudieran ayudarle a sentirse más
implicada en el mundo, más viva. Tengo la impresión de que no ha sido
usted capaz de alcanzar las metas que cabría que usted esperase, a su edad:
una relación estable con un hombre, algún tipo de trayectoria profesional o
de trabajo estable, quizás una vida social activa. Estas decepciones hacen
que le sea difícil sentirse bien consigo misma y tienden a dejarla sintiéndose
resentida con las personas que parecen tener más cosas que usted, y usted
se da cuenta de que se siente cada vez más infeliz y más enfadada.
Ms. B: Eso es verdad, efectivamente. Llevo sintiéndome fatal. .. cabreada cons-
tantemente.
Entrevistador: Lo comprendo, y comprendo que ha acabado por volverse doloro-
so. En mi opinión, veo que las diversas dificultades que usted describe esta-
rían relacionadas las unas con las otras. ¿Le gustaría que se lo explicara? [La
paciente asiente con la cabeza]. Entiendo que sus dificultades son las manifes-
taciones de un problema subyacente que tendría que ver con su personali-
dad. En primer lugar, ¿qué quiero decir cuando hablo de personalidad? Todos
sin excepción tenemos una personalidad; nuestra personalidad organiza la
forma en la que percibimos y nos sentimos respecto de nosotros mismos y de
los demás, y nuestra forma de desenvolvernos en el mundo. Una parte parti-
cularmente importante del funcionamiento de la personalidad es nuestra
identidad o nuestra percepción respecto de nosotros mismos, y también
nuestra percepción respecto de los demás. Tengo la impresión de que una
gran parte de su problema sería que no tiene usted una percepción estable.,
coherente y organizada respecto de usted misma o de las personas importan-
tes para usted. Viene a ser como si la visión que usted tiene pudiera oscilar
-en un determinado momento su novio parece ser una persona maravillosa
y la solución a su infelicidad y usted se siente genial con él, y más delante de
repente puede convertirse en un enemigo y usted procede a atacarle. Esta
clase de inestabilidad hace que sea difícil mantener unas relaciones o perse-
guir unos objetivos, y tiende a dejar a la gente con una especie de sensación
de vacío y de falta de sentido, sensación ésta que puede llegar a ser muy dolo-
rosa. ¿Lo que estoy diciendo le suena que pudiera ser verdad?
EVALUACIÓN DEL PACIENTE Y.PLANIFICAC IÓN DEL TRATAMIENTO 339
Ilustración clínica 4:
Compartir la impresión diagnóstica con un paciente borderline
de nivel superior
mismo como una persona inferior, incompetente y menos que los den1ás, y
una visión correspondiente de los demás -muy específicamente de su mujer ,
y también de la gente del trabajo- como personas superiores a usted, mejo-
res que usted en diversos sentidos. En la situación ideal las cosas no son así;
la persona tiene una visión más compleja de sí mismo y también de las otras
personas significativas en su vida, una visión que incluye tanto las caracte-
rísticas buenas como las malas. Pero en su caso, viene a ser como si u sted
tuviese únicamente unas características negativas y los demás tuvieran
exclusivamente unas características positivas -como su mujer: enteramen-
te fuerte, admirable y eficaz. Sus visiones parecen estar polarizadas en cier-
to modo, y como si hubiera en ellas una cierta cualidad plana o un tanto
bidimensional. ¿Tiene esto algún sentido para usted? ¿Puede seguir lo que
estoy diciendo? [El paciente asiente con la cabeza]. Bien, pienso que esta for-
ma de vivir y de sentir las cosas hace que el mundo parezca un tanto des-
concertante y confuso -y ciertamente es bastante desmoralizador; hace que
se sienta usted angustiado y temeroso de las críticas. [Pausa]. La clase de
problemas de los que estamos hablando -su percepción rígida y negativa d e
usted mismo y su tendencia a parecerle que los demás son mejores que
usted, y la influencia que esta forma de ver las cosas ejerce sobre sus rela-
ciones interpersonales- suelen describirse habitualmente desde la perspec-
tiva de un trastorno de la personalidad. ¿Alguna otra persona, además de
mí, le ha hablado anteriormente de esto, o hay alguien que le haya sugerido
que usted pudiera tener un trastorno de la personalidad?
Mr. H: No, nunca. He recibido tratamiento para la ansiedad, pero nadie me ha
hablado jamás de que yo pudiera tener ningún trastorno de la personali-
dad. Suena alarmante -¿quiere eso decir que soy peligroso?
Entrevistador: Rotundamente no. Los trastornos de la p ersonalidad no son alar-
mantes en modo alguno, y está claro que usted no es peligr:oso -ex-cepto qui-
zás para u sted mismo, en la medida en que a veces descuida usted su salud.
Los trastornos de la personalidad pueden ser relativamente leves o relativa-
mente graves. Está usted en lo cierto al pensar que los trastornos más graves
pueden aparecer asociados a conductas violentas o a características antiso-
ciales, pero en su caso la violencia no constituye un problema. Quiero enfa-
tizar que tiene usted .un trastorno de la personalidad relativamente leve, con
muchos puntos fuertes a nivel de personalidad: es usted honesto, tiene una
relación estable con su mujer y tiene una carrera profesional, aunque tenga
problemas en ese ámbito. En los últimos años se han descubierto muchas
cosas sobre los trastornos de la personalidad y finalmente se ha visto que
parecen ser mucho más comunes, menos estáticos y mucho más tratables de
lo que se pensaba anteriormente, especialmente los trastornos de personali-
dad más leves, tales como el que yo pienso que tiene usted.
Mr. H: ¿Tengo algún tipo en particular de trastorno de personalidad? Sé que a
un tío mío lo diagnosticaron de un trastorno narcisista de la personalidad.
Entrevistador: Muchas personas tienen un trastorno que no encaja dentro de la
categoría de un determinado trastorno de personalidad en particular, sino
342 TERAPIA PSICODINÁMTCA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Para los pacientes que estén siendo apoyados económicamente por otra perso-
na, como por ejemplo un familiar u otra persona importante significativa, y par-
ticularmente si va a ser otra persona diferente del paciente la que habrá de costear
el tratamie nto, se recomienda analizar las opciones de tratamiento con el tercero
relevante, además de con el paciente. La mejor forma de llevar esto a cabo sería
en una reunión familiar con el paciente y con las otras personas significativas en
su vida, en donde el consultor expone el plan de tratamiento, incluidos los riesgos
y los beneficios, además de los resultados esperados. Durante el proceso de ana-
lizar las distintas opciones de tratamiento y de seleccionar el tratamiento, tam-
bién se recomienda encarecidamente celebrar una reunión con los familiares u
otras personas significativas del paciente que tenga un alto riesgo de conductas
destructivas o autodestructivas. Abordamos este tema con una mayor profundi-
dad en el análisis de la n egociación contractual, en el capítulo 8.
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352 TERAPIA PSICODINÁMJCA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
PARTE 1
Visión general del marco
y del contrato de tratamiento
PARTE 2
Elementos universales del contrato terapéutico
Los elementos básicos del contrato de tratamiento PFT-A incluyen unos pará-
metros universales y esenciales que se aplican a los tratamientos de los pacientes
a lo largo de todo el espectro de gravedad de la patología de la personalidad.
Logística
El marco del tratamiento define los arreglos concretos del tratamiento y los
cometidos respectivos del paciente y del terapeuta en su labor conjunta. En la
PFT-A, las sesiones tienen lugar idealmente unas dos veces por semana (véase
más abajo la sección subsiguiente: "Frecuencia de las sesiones") y habitualmente
los tratamientos duran un mínimo de 1 año, pero rara vez más de 4 años. Las
sesiones son de 45 o 50 minutos de duración, y paciente y terapeuta se sientan el
uno al lado del otro, cara a cara, en unos sillones que sean cómodos. Suele ser
útil tener unas horas concertadas de manera regular, que tengan lugar cada
semana en el mismo día y a la misma hora, pero si ello no es viable también pue-
de valer un horario flexible. Lo importante es que los procedimientos normati-
vos para programar, reprogramar y cancelar sesiones sean establecidos
explícitamente al principio del tratamiento, y que las sesiones sean programadas
360 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Frecuencia de las sesiones: dos veces por semanas versus una sesión semanal
La PFT-A, al igual que la psicoterapia focalizada en la transferencia (PFT;
Yeomans et al., 2015), es un tratamiento al ritmo de dos sesiones semanales. Sin
embargo, en algunos conte~tos puede-que sea poco realista o poco práctico insis-
tir en tener dos sesiones semanales; de hecho, en algunos sistemas sanitarios o
seguros m édicos las sesiones de psicoterapia al ritmo de dos veces por semana se
rechazan de plano. Cuando este sea el caso, la PFT-A al ritmo de una sesión
semanal, aunque tal vez no sea lo ideal puede resultar ser la mejor opción para
muchos pacientes con trastornos de personalidad.
EL CONTRATO TERAPÉUTíCO ESENCIAL 361
En resumen, las dos sesiones semanales 1) les ofrecen a los pacientes n euró-
ticos un aumento de la oportunidad de "abrirse" y de implicarse más directa -
mente y más afectivamente en las sesiones, y 2) benefician a los pacientes
borderline en virtud de aumentar la oportunidad de contener el afecto y la con-
ducta destructiva mediante un contacto adicional con el terapeuta. En razón de
ello, las dos sesiones semanales favorecen la capacidad por parte del terap e uta
d e optimizar el nivel de implicación afectiva del paciente dentro de las sesiones,
de manera que la experiencia sujetiva esté cargada afectivamente, pero no sea
tan abrumadora que no pueda ser explorada (véase el análisis de las tácticas en
el capítulo 11).
Ilustración clínica 1:
Negociación contractual en torno a una motivación limitada
para el tratamiento
Mr. F, un hombre de 35 años funcionando en un nivel borderline superior, con
rasgos narcisistas e histriónicos, se "moría por empezar y por llegar al fondo de
mis problemas". Pero cuando el terapeuta redujo la velocidad y revisó detenida-
mente las condiciones del tratamiento con el paciente, Mr. F explicó que todo ello
le sonaba "genial", pero que no podía comprometerse a asistir asiduamente a las
sesiones de terapia -seguro que el terapeuta podría entender que el paciente
necesitaba sentirse libre de irse de viaje con su novia cuando le viniera bien, y
seguro que un terapeuta tan cualificado podría ingeniárselas con las reiteradas
ausencias e interrupciones en el tratamiento que se derivarían de ello, y podría
trabajar con Mr. F cada vez que éste se encontrara en la ciudad. El terapeuta infi-
rió la presencia de una fantasía subyacente por parte del paciente respecto de
poder "nadar y guardar la ropa", que sería un deseo estrechamente relacionado
con las quejas que alegaba teJ?,er.
El terapeuta le señaló esto con mucho tacto a Mr. F y a continuación expli-
có que si bien podía entender el deseo del paciente, no era realista empezar un
364 TERAPIA PSICO DINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Este ejemplo ilustra la adopción por parte del terapeuta de una postura neu-
tral en relación con el conflicto del paciente respecto de empezar el tratamiento,
a l tiempo que adoptando una actitud activa en lo relativo a las precondiciones
necesarias y realistas para que el tratamiento pue d a llevarse a cabo.1 El terapeu-
ta -en lugar de permitir que el paciente externalizase su conflicto respecto d e si
emp ezar el tratamiento o no, a lenta ndo al paciente a acceder, por ejemplo, o de
p ermitirle aferrarse a sus expectativas poco realistas, accediendo a empezar sin
haber comprendido claramente la importancia de la asistencia a las sesiones de
terapia- anüna implíc itamente a l paciente a afrontar su propio dilema interior y
a tomar una decisión b asad a en la realidad.
Cuando el terapeuta adopta est a posición neutral al tiempo que explicando
cuidadosamente las razones que subyacen a los diferentes elementos del contra-
to de tratamiento, es raro que el paciente rechace la propuest a del terape uta. El
terapeuta no se tomará a l pie d e la letra el acuerdo o el rechazo superficial inicia]
por parte d el paciente resp ecto de las condiciones para poder llevar a cabo el
tratamiento -por ejemplo, el deseo expresado por Mr. F d e "ponerse manos a la
obra"- sino que, antes bien, se asegurará d e que el pacient e h aya considerado
d etenidamente lo que implica el manifestar su acuerdo. Dado que los conflictos
y emociones del paciente en relación con el hecho de empezar el tratamiento
evocarán invariablemente los conflictos nucleares que interfieren en el f und o -
namiento y que h a n llevado al paciente a buscar tratamiento, el proceso de esta-
blecer minuciosamente el contrato preparará el terreno para la exploración d e
dich os conflictos, una vez com enzado el tratamiento .
1. En este caso, el terapeuta señala unas realidades obvias y formula unas conclusiones lógicas res-
pecto de Mr. F. Por nuestra parte, enfatizamos que dich a actitud es con gruente con el h ech o de
q u e el terapeuta mante nga una postura n e utral, e n lugar de ser incompatible con ello. Las inter-
venciones del t erapeuta se pueden entender desde la perspectiva de proceder a confrontar la
negación defensiva de la realidad por parte del paciente. En este ejemplo, el terapeuta permanece
neutral en el sentido de que no anima a Mr. Fa seguir adelante con el tratamiento, y no adopta
la posición de que ser ía un a maJa id e a que e l paciente hicie s e lo qu e prete nde. En lugar d e e ll o,
el t erap euta le ayuda a ver realistamente sus conflictos internos y externos respecto de emprender
un tratamiento intensivo.
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 365
Ilustración clínica 2:
Advertir los desarrollos transferenciales tempranos, al tiempo
que evitando la interpretación
Mr. D, un paciente con una organización borderline superior y con rasgos para-
noides, que vino a terapia a instancias de su mujer para abordar sus problemas
· e n sus relaciones con sus familiares y con su s compañeros de trabajo, dio por
sentado que l a terapeuta estaba recomendando tener dos sesiones semanales
porque se beneficiaría económicamente d e ello. La terap euta respondió en pri-
mer lugar reconociendo las preocupaciones de Mr. D: "Veo que se siente recelo-
so resp ecto de c uáles pudieran ser mis m otivacion es". A continuación, prosiguió
explicando las razones clínicas que tenía para plantear las dos sesiones semana-
les: "Estoy haciendo esta recomendáción porque de acuerdo con mi evaluación,
ello sería la forma más eficaz de acced er a una comprensión más p rofunda de
su s dificultades y d e a lcanzar sus objetivos de tratamiento. Esto sería mucho
más difícil de lograr con un tratamiento a una sesión semanal".
Cuando el paciente permaneció en silencio, la terapeuta prosiguió: "Pero me
gustaría añadir que sospecho que esta tenden cia de usted a ser desconfiado des-
empeña un papel en las dificultades que usted describe tener en su s relaciones,
y que son las que le traen a tratamiento. Su cau tela extrema en lo referente a
confiar en los d emás será indudablemente a lgo e n lo que focalizaremos nuestra
atención en su terapia, si accede u sted a que trabajemos juntos. Por el momento,
sin embargo, estaba pensando si se sien te usted capaz de acceder a empezar un
tratamie nto PFT-A a l ritmo de dos sesiones semanales, o si sería mejor conside-
rar otras modalidades d e tratamiento que se adapt asen más a l h orario de una
vez por semana".
Ilustración clínica 3: ·
Incluir la interpretación temprana de las ansiedades transferenciales
en la fase de contratación
M s. E, una mujer d e mediana edad que tenía dos hijas a dolescentes y que era
s umamente autocrítica y funcionaba en un nivel neurótico d e organización de la
p er sonalida d , se presentó alegando tener difi~ulta des en hacer progresos en el
368 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
"estab a metiendo".
Cuando el terapeuta solicitó una clarificación, lo que salió a la luz fue que
la paciente est aba conve ncida de que el comprometerse con un h orario r e gu-
lar a unas dos sesiones semanales haría que le fu er a imposible estar libre para
ocuparse d e sus hijas d e la forma como ella sentía que n ecesitaba estarlo. Una
vez captada la preocupación de Ms. E, el terapeuta ·s eñaló la creencia latente
d e la paciente respecto de que le sería posible satisfacer sus propias necesida-
des únicamente a expen sas d e sus hijas, y que probablemente ello formaba
parte del problema e n lo referente a sus dificu ltades en avanzar en el trabajo.
Dado que M s. E segu ía mostrándose cautelosa, el terapeuta prosiguió sugi-
r iendo que daba la impresión de q u e ella daba p or sentado que él sería infle xi-
ble y no mostraría ningún interés en ajustarse a los horarios de ella -como si
el terapeuta aceptara tomar a la paciente únicamente si ésta se mostraba
sumisa y dispuesta a sacrificarse.
Llegados a este punto, Ms . E sonrió, v isiblemen te relajada, y preguntó si el
terapeuta sería capaz de programar el tener las sesion es a ú ltima hora de la tar-
de cu ando su marido hubiese vuelto a casa. Este fue el principio de un trata-
miento sumam ente afortunado, que giró en torno a las negociaciones internas
de la paciente con una representación m aterna que exigía una devoción total y
exclu siva a su s hijas.
Asistencia constante.
Pagar dentro del plazo establecido.
Hacer todo lo posible por comunicarse abiertamente y libremente.
vez que el trata miento haya comenzado, el terapeuta expondrá en unos términos
generales las preocupaciones del sujeto, pero después se centrará nuevame1 t t e
en si el paciente es capaz de imaginarse trabajando dentro de los parámetros del
tratamiento, tal como sigue:
Veo que está usted teniendo dificultades con la idea de empezar y acabar nues-
tras sesiones en consonancia con la asignación de tiempo fijada de antemano .
Soy consciente de que esto contrasta mucho con la forma en la que funciona-
ban las cosas con sus anteriores terapeutas, que solían prolongar las sesiones
si llegaba u sted tarde y que habitualmente r e trasaban las sesiones s i surgía
algo que hacía que le fuese inconveniente llegar a la hora programada. Entien-
do que lo que le estoy proponiendo es más incómodo y me imagino que podría
remover toda una variedad de emociones desagradables, de algunas de las
cuales puede que tenga u sted conciencia, en tanto que otras estarán fuera de
su conocimiento. Estas emociones serán probablemente importantes en el
caso de que decidamos trabajar juntos, y trataremos de comprenderlas más
plenamente dentro d e su terapia. Sin embargo, sabemos que las cosas fueron
mal en s u último tratamiento y su terap e uta me dijo que con el paso del tiem-
po rara vez llegaba u sted a su hora, que con frecuencia faltaba a las sesiones y
que ella acabó sintiéndose incapaz de manejar los inconvenientes que le esta-
ba usted generando en su horario de trabajo. Por estas razones le animo a que
considere si se siente usted capaz de trabajar dentro del marco de referencia
que le estoy proponiendo.
Pagar los honorarios dentro del plazo establecido. Antes de empezar el tra-
tamiento, el paciente deberá tener un conocimiento y comprensión claros de los
honorarios del terapeuta, los procedimientos de facturación, las expectativas
respecto del pago y de las transacciones con la compañía de seguros que cubre
la asistencia sanitaria, y los cargos en r elación con las sesiones canceladas o per -
didas. Todo terapeuta d eberá elaborar sus propias normas formales, lo que hará
que sea menos probable que ceda ante las primeras presiones contratransferen-
ciales y se decida a hacer algunas excepciones. Por ejemplo, el terapeuta podría
decir lo siguiente:
Mis honorarios ascienden a 150 $ (130 €) por sesión. Le daré una factura el pri-
mer día d e cada mes o tan pronto como me sea posible después del 1, y le pido
que me pague a mediados de mes. Reservaré dos sesiones para usted cada sema-
na. Si tiene usted que cancelar alguna sesión, le pido que me avise con un míni-
mo de 48 horas de antelación.
EL C9NTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 37]
Ilustración clínica 4:
Dificultades que surgen cuando no se sigue una política formal de pagos
Ms. G, una paciente narcisista que funcionaba en un nivel superior y que de dis-
tintas formas estaba despertando el interés del terapeuta, que la estaba viendo en
consulta, explicó que, si bien el dinero "no era ningún problema", estab a tenien-
do "dificultades en disponer de dinero en metálico a corto plazo". En respuesta
a ello, sintiéndose reticente a presionar a la paciente, el terapeuta se abstuvo de
exponer sus normas habituales respecto de pedir que se le pagase a mediados de
cada mes.
Durante los meses siguientes, Ms. G pedía disculpas pero reiteradamente
aplazaba el pago de las sesiones, asegurándole al terapeuta que al mes siguiente
sí podría pagarle. Inicialmente, el terapeuta se sintió culpable p or pedir que le
pagaran sus honorarios; al fin y al cabo, la paciente ya había anticipado que
tenía un problema y él no había expuesto la existencia de unas normas formales
respecto del plazo para pagar los honorarios. El exponer unas normas formales
en este momento, cuando llevaban ya varios meses de tratamiento, le resultaba
incómodo. Cuando la paciente llevaba ya 4 meses sin pagar y le debía una canti-
dad tan considerable que no estaba claro si alguna vez sería capaz de pagar, el
terapeuta había empezado a darse cuenta de que se sentía distraído por s u moles-
tia con la paciente en relación con el impago de los honorarios. El terapeuta se
sintió atrapado en una situación destinada a agravarse -hasta que d e repente
Ms. G anunció que no podía permitirse el costearse la terapia, que no podía
pagarle al terapeuta lo que le debía y·que dejaba el tratamiento.
A veces puede que advierta usted que los pensamientos que tiene dentro d e la
sesión le parecen poco importantes o vergonzosos, pero le animo a hablar de
ellos incluso en ese caso. De forma similar, si tiene usted algunos pensamientos
o preguntas respecto de mí, le animo a que hable de ellos igualmente, aun cuan-
do puede que no sean la clase de cosas de las que alguien hablaría en una rela-
ción interpersonal corriente. También puede ser útil explorar las cosas que
advierta usted que está pensando mientras está viniendo hacia aquí o saliendo
de sus sesiones. 2 Es probable que a veces se dé cuenta de que no se siente cómo-
do comunicándose abiertamente, que se sienta tentado a ocultar cosas o que n o
sepa qué d~cir. Esto no es infrecuente, pero el comprender de hecho qué es lo que
está interfiriendo en que usted pueda pensar y también comunicarse abierta-
mente y libremente cuando está usted aquí, son partes importante de la terapia
y nos ayudan a comprender mejor sus dificultades.
Con los pacientes que tengan una historia de conductas impulsivas o auto-
destructivas (véase también más adelante en este mismo capítulo la subsección
"Trabajar con el paciente para elaborar un marco de referencia que permita
anticipar y manejar las conductas" y la sección "Contratación en torno a conduc-
tas específicas, los tratamientos adicionales y la medicación"), el terapeuta
podría añadir lo siguiente:
Más a llá de la regla general de hablar libremente durante la sesión, si a lgo está
sucediendo en su vida en donde corra usted el riesgo d e hacerse daño o de dañar
a otras p ersonas, o si está s ucediendo algo que pudiera afectar a la continuidad
del tratamiento, en ese caso deberá usted hablar del tema. Por ejemplo, s i obrara
usted impulsivamente o temerariamente en sus relaciones sexuales durante el fin
de semana, o si tuviera usted a lgún problema e n el trabajo y corriera el riesgo de
perder s u empleo, sería importante que lo planteara para poder analizarlo a l
principio de la próxima sesión.
2. En e l caso d e los pacientes n euróticos, exis te una utilidad potencial en que hablen d e su s sueños
y de s us ensoñaciones diurnas. Habitualmente e n el tratamiento de los pacientes b o rderlíne el
trabajar los s u eños no r evestirá una utilidad especial hasta no llegar a las fases ulteriores del tra-
tamiento. Véa se el capítulo 13 para un a nális is más a fondo de esta c uestión.
EL CONTRATO T ERAPÉUTICO ESENCIAL 375
Le veré a usted dos veces por semana en los días y en las horas que decida mos
conjuntamente. Cada sesión durará 4 5 minutos. Le avisaré con un mes de ante-
lación c u a ndo tenga planeado ausentarme del despacho. H aré siempre todo lo
que pueda por recuperar una sesión que yo haya cancelado, si voy a estar en el
d espacho otros días de esa semana. En el caso de una cancelación de emergen-
cia, le llamaré a su teléfono m óvil. Me comprometo a trabajar con usted a un rit-
mo regular de dos sesiones semanales.
Con los pacientes que tengan una historia de intentos de suicidio o d e otras
conduc tas destructivas, el terapeuta podría añadir lo siguiente:
El trabaj o que hacemos e n esta modalidad d e t erapia tiene lugar d entro de nues -
tras sesion es de t erapia regularmente acordadas y dentro del marco temporal
que hemos acordado . Sé que esto es diferente de su último tratamiento, en d on-
d e u sted lla maba habitualmente a su doctor c uando se sentía angustiado a últi-
ma hora de la tarde y durante el fin de semana. Si bien e ntiendo que es to le
ayudaba durante un tiempo, pienso que está u st ed aquí porque tenía u sted la
sensación de que s u tratamiento anterior podía llevarle únicamente h asta ese
punto. En gen eral, el trata miento que yo estoy su giriendo no siempre brindará
un a livio inmediato b ajo la forma de un apoyo telefónico por mi parte, ni tan
siquiera d e mi apoyo durante sus ses.iones. De hecho, si m e pongo en el p apel d e
brindarle a poyo u orientación (coaching), ya sea por teléfono o en p ersona, ello
interferirá en que yo sea capaz de ayudarle de la mejor forma a alcanzar los
objetivos a largo plazo de este tratamiento: ayudarle a pensar y a hacerse cargo
d e lo que está p asando por dentro de u sted . ayudarle a funcionar e n el mundo
d e m anera más independie nte y más adaptativa, y ayudarle a utilizar su nuevo
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 377
conocimiento con objeto de poder tomar buenas decisiones por usted mismo.
Una vez dicho esto, comprendo que probablemente habrá veces en las que usted
quiera ponerse en contacto conmigo en el espacio entre sesiones. O puede que
haya veces en las que salga usted de una sesión sintiéndose angustiado. Debería-
mos considerar si se siente usted motivado en este momento como para empren-
der esta modalidad de tratamiento. Si lo está, vamos a pensar en qué es lo que
podría hacer usted para contribuir a abordar sus sentimientos de la mejor for-
ma en los momentos en los que se sienta usted angustiado y alterado, y vamos a
considerar algunos posibles recursos a los cuales pudiera usted tener acceso,
recursos tanto dentro de usted mismo como en su vida exterior. Por ejemplo,
podría usted abordar la situación utilizando sus habilidades conductuales dia-
lécticas, llamando a un amigo, saliendo a correr, yendo a algún evento o reu-
nión, o leyendo algún libro.
PARTE 3
Elementos individualizados
del contrato terapéutico
Ilustración clínica 5:
Identificar y negociar una conducta disruptiva para el tratamiento
M s . K, una paciente borderline superior, fue vista en con sulta varios años des-
pués de haber finalizado un largo tratamie nto . Era un ama d e casa de 45 años,
diag nosticada de trastorno narcisista de la personalidad con rasgos sadomaso-
quistas. Habló d e que inicialmente se había sentido esperanzada con aquel tra-
tamiento, pero que fina lmen te lo abandonó sintiéndose d ecepcionada; seguía
asolada p or los mismos problemas interpersonales que la habían llevado a bus-
car tratamiento casi una década antes.
M s. K habló de su anterior tratamiento y de s u terapeuta, el Dr. A, en unos
términos anodinos y vagos; la paciente autorizó al Dr. P, el terapeuta que la esta-
ba viendo en el proceso de consulta terapéutica con vistas a iniciar una PFT-A, a
contactar con el terapeuta anterior. Cuando habló con éste, el Dr. P averiguó que
durante todos los años que había estado en tratamiento con el Dr. A, la paciente
había llegad o tarde por sis tema a su s sesiones con un mínimo de 5 minutos de
retraso (y habitualmente 10 minutos), independientemente d e la hora que tuvie-
sen programada. Si bien el Dr. A había plantead o esta conducta como un proble-
1na a a b ordar, Ms. K persistió en segu ir llegando tarde. El terapeuta anterior· le
explicó al Dr. P que en última instancia había llegado a la conclusión de que eso
era "lo mejor que la paciente parecía capaz de hacer" y que el verla durante una
sesión reducida era mejor que no ver_la en absoluto.
Ms . K llegó unos pocos minutos tarde a s u siguiente encuentro con el Dr. P y
éste pla nteó la cuestión de la tardanza persistente de la paciente en su tratamien-
to anterior. La paciente se mostró d espectiva, insistiendo en que no era n ada d el
otro mundo y que con frecuencia sus sesiones eran "aburridas, y de todas formas
no ayudaban".
382 TERAPIA PS ICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
El Dr. P le explicó a Ms. K que si bien entendía que el hecho de llegar tarde a
ella no le parecía importante, contemplado desde la perspectiva del terapeu t a el
llegar crónicamente tarde, aunque sólo fueran unos poco s minutos , era algo
extremadamente importante y en opinión de él probablemente había contribui-
do al resultado decepcionante d e su tratamiento anterior. El terapeuta pros iguió
diciendo que sospechaba que en virtud de su tardanza, la paciente había m ante-
nido algunos sentimientos importantes fuera del tratamiento; si ella y el Dr. P
pretendían trabajar juntos, el resolver cómo traer esos sentimientos d entro del
nuevo tratamiento sería un objetivo importante.
A continuac ión el terapeuta compartió su impresión respecto de que si Ms. K
era incapaz de modificar su conducta y asistir a sus sesiones puntualmente, p r e-
veía otro tratamiento fallido y tenía sus reservas respecto de empezar en tales
condiciones. El Dr. P sugirió hacer del llegar a las sesiones puntualmente y de
manera constante una condición para el tratamiento. La paciente se mostró d e
acuerdo, y el tratamiento empezó.
Ms. K volvió a llegar unos pocos minutos tarde a su siguiente sesión. El tera-
peuta identificó la tardan za de la paciente como un tema prior itario, explorando
cómo es que h abía llegado tarde al poco después de haber hablado de la c uestión
y d el acuerdo a l que ambos habían llegado, y c omentó que la conducta de M s. K
le h acía sentir curiosidad; el Dr. P h a bía dejado absolutamente claro que la tar-
d a n za continuada de la paciente interferiría en la efectividad d e la t erapia . A la
luz d e esta clarificación, ¿cómo explicaba ella el que llegara tarde a esta sesión?
Ms . K m anifestó un d estello visible de rabia, que negó y no se m ostró dispuesta a
explora r a dicionalmente, dicie ndo simplemente que en lo sucesivo sería puntual.
Ms. K llegó sin demora a la siguiente sesión. Sus modales fueron inic ia lmente
contenidos y después cada vez m ás cautelosos; la exploración de su actitud hacia
el terape uta condujo a profundizar en su percepción del Dr. P como una persona
controladora y e indigna de confianza, que "interpretaba" un papel con ella mien-
tras albergaba e l propós ito oculto de frustra rle o de humillarle. El h ech o d e
identificar y de explorar esta transferencia paranoide a ltamente car gad a afec ti-
vam ente, que había sido escindida y escenificada con los papeles invertidos en el
tratamiento a nterior, fue el principio de alcanzar finalmente a comprender y en
última instan cia a r esolver los problemas interp ersonales d e la p aciente.
Este ejemplo ilus tra la importancia de controlar ciertas formas d e acting out
-no con el propósito d e c orregir per se la c onducta d e l pacie nte , cuanto d e bido a
que dicha conducta funciona a la manera de una qefensa fija fre nte al d espliegu e
d e las relaciones objetales conflictivas dentro del contexto d e l tratamie nto.3 En
est e ejemplo, la conducta del paciente no era ni peligrosa ni abiertamente per-
turbadora, pero no obstante amenazaba el bue n resultado del tratamiento en
virtud de proteger a Ms. K d e vivendar unas relaciones obje tales p a togén icas
d entro d e l c ontexto del tratamiento y de la transferencia; en la medida e n que
Ilustración clínica 6:
Negociación contractual en torno a una conducta de alto riesgo
El Dr. M, un especialista en el tratamiento de trastornos de la personalidad, fue
contactado por el Dr. A, quien le preguntó si podía derivar a su cuidado a un
paciente que había estado viendo en psicoterapia. El paciente, el Dr. O, era un
médico soltero de 38 años de edad que alegaba tener problemas de relación. El
experto diagnosticó al paciente de trastorno histriónico de la personalidad con
rasgos sadomasoquistas y narcisistas, organizado en un nivel borderline de inter-
medio a superior.
El Dr. A había estado viendo al paciente durante los últimos 12 meses en el
marco de una psicoterapia no estructurada al ritmo de dos sesiones semanales,
utilizando un enfoque "ecléctico". Inicialmente, las cosas parecían haber ido
bien; los síntomas depresivos del paciente se resolvieron y "trabajaba mucho" en
la terapia, en donde focalizaba la atención en los problemas de su niñez al tiem-
po que mantenía una transferencia idealizada. Varios meses después de iniciar
el tratamiento, el Dr. O le dijo al terapeuta que cuando se sentía angustiado solía
buscar en las páginas web de "bondage", disciplina y masoquismo (BDM) para
encontrar a una mujer con la que tener relaciones sexuales sadomasoquistas
consensuadas. Si bien negaba enzarzarse en juegos sexuales "peligrosos", el
paciente le contó al Dr. A que en los últimos meses había practicado el coito sin
protección en varias ocasiones durante las "aventuras" de este tipo.
Durante los meses siguientes, el terapeuta advirtió la presencia de una pauta
reiterada en donde el Dr. O solía reaccionar ante una sesión de terapia especial-
mente emotiva yendo a su casa, buscando una pareja y "enrollándose". El Dr.. A
se sintió incómodo con este giro que habían dado los hechos; trató de interpretar
el significado de las actividades del paciente, pero comprobó que sus esfuerzos
no tenían ninguna influencia sobre la conducta del sujeto. Con el tiempo, el tera-
peuta advirtió que evitaba abordar durante la sesión el material cargado afecti-
vamente, por miedo a precipitar lo que este terapeuta describía como un "acting
out sexual". El Dr. A le reconoció al Dr. M, el especialista en trastornos de perso-
nalidad, que actualmente se sentía completamente controlado por su contra-
transferencia, que apa r ecía e xpresad a b a jo la forma de una preocupación
angustiada por la conducta del Dr. O y, por debajo de su preocupación, de unos
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 385
Por ejemplo, Ms. V, una mujer en su treintena que funcionaba en un nivel bor-
derline superior, llevaba en paro desde que perdiera su trabajo varios años atr ás
y era mantenida por su padre, que era un hombre acaudalado. La paciente expli-
có que el hecho de trabajar era muy "estresante" para ella. Ms. V tendía a sentir-
se fácilmente desbordada, al borde de las lágrimas e incapaz de seguir ningunas
instrucciones o incluso de funcionar en modo alguno y prefería con mucho
"ahorrarme a mí misma otra humillación más" en base a mantenerse al margen
de ningún puesto de trabajo.
Otra paciente, que estaba organizada en un nivel borderline inferior y tenía u n
trastorno narcisista de la personalidad con rasgos antisociales, estaba cobrando
una subvención pública. Aunque había trabajado de administrativa en otro tiem-
po, la paciente explicaba que no le gustaba tener que "responder ante nadie" y
podía cobrar casi la misma cantidad de dinero del subsidio estatal de lo que
ganaría si volviera a trabajar.
Al margen de los motivos que impulsan al paciente a llevar un estilo de vida
dependiente, la dependencia económica y el desempleo crónicos suponen u n
riesgo significativo para el tratamiento. Ello se debe tanto a que las ganancias
secundarias, ya sean emocionales o económicas, pueden anular la motivación
del paciente a ponerse bien, como a que la PFT-A focaliza la atención clínica
simultáneamente en la conducta del paciente durante las sesiones y en su fun-
cionamiento en el mundo exterior; por consiguiente, el paciente que esté asis-
tiendo a sus sesiones de terapia, pero que por lo demás se quede sentado en su
casa evitando en lugar de afrontar sus ansiedades y sus conflictos en relación
con desenvolverse en el mundo, podrá igualmente evitar abordar sus conflictos
dentro de su tratamiento.
Según nuestra experiencia, con la excepción de los estudiantes a jornada
completa y los que tienen la responsabilidad del cuidado constante d e los
niños, los pacientes con trastornos de personalidad necesitan implicarse en
una actividad estructurada, si pretenden beneficiarse de la PFT-A. Dicha acti-
vidad puede ajustarse al nivel actual de discapacidad real del sujeto, con la
expectativa de ir aumentando los niveles de responsabilidad con el tiempo.
Puede que algunos pacientes sólo sean capaces de participar en un prog;rama
de día, mientras que otros son plenamente capaces de trabajar a jornada com-
pleta en un nivel muy elevado. Entre medias está una gama de pacientes que
van de los que empiezan por participar en una labor de voluntariado a los que
emprenden una formación laboral, un trabajo a tiempo parcial, o un trabajo a
jornada completa que puede que esté por debajo de lo que en última instancia
son capaces de hacer.
Durante la evaluación clínica, el terapeuta toma una historia detenida res-
pecto de cómo se mantiene económicamente el paciente, cómo se maneja en
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 389
O Videoilustración 3:
Negociación contractual (4:52)
Ilustración clínica 7:
Negociación contractual en torno a una ganancia secundaria
M s. V (mencio nada más arriba en esta s ubsección), soltera y en su treintena,
tenía un trastorno de p erson a lidad por dependencia, llevaba varios años sin tra-
bajar y era mantenida económicament e por s u acaudalado p a dre . La paciente
manifestó s u interés por empezar la PFT-A. Presentaba una d epresión crónica,
una larga historia d e relaciones problemáticas con los hombres y un d eseo d e
casarse. Había fracasado en varios tratamientos a nteriores bast ante largos.
Durante la primera sesión de contratación, el terapeuta le explicó que s i el
t ratamiento pretendía ser eficaz, Ms. V n ecesitaría e mprender alguna clase
de actividad estru ctu rada . Al principio podía ser una ocupación a media jor-
nada o incluso un trabajo como voluntaria, pero e l compromiso d e trabajar
como mínimo a m e dia j ornada era una precondición para poder llevar a cabo
la terapia. La paciente respondió que el trabajar le resultaba muy "estresan-
te", en el sentido d e que se sen tía desboFdada con much a facilidad, llorosa e
incapaz de seguir las instrucciones o ni tan s iquiera de funcionar en modo
a lg uno, como señalamos más arriba. El terapeuta comprendía su dificultad y
subrayó que esto era a lgo sobre lo que deberían trabajar juntos e n el trata-
miento.
Ms. V respondió diciendo que sabía que el terapeuta t en ía razón - que ella
debería estar trabajando- pero que no le gu stab a que le pusieran un plazo, ni qu e
le dijeran lo que tenía que hacer. El terapeuta contestó que también esto era algo
importante sobre lo que tendrían que tra b ajar, pero que seguía siendo cierto que
s i no t rabaja ba, n o se beneficiaría de la terapia. Si M s . V n o podía acceder a
encontrar un trabajo en el p lazo de unos pocos meses, la PFT-A no era el trata-
mient o adecuado para ella en este preciso momento, y ambos podían h ablar
acerca d e otras opciones de tratamiento tales como, por ejemplo, la psicoterapia
de apoyo o la terapia cognitivo-conductual.
EL CONTRATO TERAPÉUTIC;O ES ENCIAL 391
Implicar a terceros
A menudo puede ser de utilidad implicar a la familia del paciente o a otra per-
sona significativa en la fase de contratación, especialmente cuando el paciente
tiene una patología más grave. El encuentro deberá tener lugar con el paciente
estando presente, y se les deberá hacer entender a todas las partes que, fuera de
las emergencias, el contenido de las comunicaciones del paciente con el terapeu-
ta deberá seguir siendo confidencial. Al mismo tiempo, la familia es libre de
compartir con el terapeuta cualquier información que tengan la sensación de
que pudiera ser importante.
Un método práctico útil es que si la familia o alguna otra persona significa-
tiva está brindando u.na fuente primaria de apoyo, ya sea económico o emocio-
nal, por lo general suele ser una buena idea tener una reunión para incluir a
dicha persona antes de que el paciente empiece el tratamiento. Una reunión
familiar estaría claramente indicada si el paciente vive con sus padres o si éstos
lo están manteniendo económicamente, o·si el cónyuge del paciente o sus padres
son los que van a pagar la terapia. Se recomienda encarecidamente tener u na
reunión familiar cuando se tenga que negociar un contrato de tratamiento con
cualquier paciente que tenga un riesgo significativo de conductas destructivas o
autodestructivas; según nuestra experiencia, es extremadamente difícil que el
terapeuta PFT-A pueda mantener una postura neutral con un paciente d estruc-
tivo, a menos que haya una colaboración por parte del sistema de apoyo del
paciente.
Una reunión familiar durante la fase de contratación puede permitir empe-
zar la terapia sobre una base sólida y servir para prevenir posibles p roblemas
que puedan surgir más adelante, incluido el intento del paciente de crear una
división entre el terapeuta y la familia, y el respaldo involuntario por parte de la
familia de los esfuerzos del paciente por eludir algunos aspectos d el contrato de
tratamiento. El objetivo de tener una reunión con la familia durante la fase d e
contratación consiste en ayudar a los familiares a comprender en qué consiste el
tratamiento, qué aspectos se incluyen d entro d el contrato de tratamiento, qué
cabe esperar y cómo se va a manejar la conducta del paciente una vez que empie-
ce el tratamiento, además de hablar de cómo se va a llevar la cuestión del pago
de los honorarios. Cuando el terapeuta esté tratando a un paciente que tiene un
riesgo de conductas destructivas o autodestructivas, la reunión con los familia-
res ofrece una oportunidad necesaria de hablar respecto de cómo se manejan
las emergencias dentro del marco de la PFT-A y de analizar las razones que sub-
yacen a las limitaciones de la implicación del terapeuta. El terapeuta también
puede educar a la familia y a otras personas significativas respecto de cómo pue-
den ayudar al paciente de la mejor forma en cualquier situación de emergencia
que pudiera plantearse.
392 TERAPIA PS ICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
4. Para los lectores que trabajen principalmente con pacientes borderline de nivel inferior, el citado
manual de psicoterapia focalizada en la transfer-encia ofrece un análisis en profundidad de la
n egociación contractu a l y del manejo de las emergencias en el caso de los pacientes gravemente
perturbados.
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 393
Trastornos concurrentes
Al abordar al paciente con una patología de personalidad que también tiene
algún trastorno psiquiátrico concurrente, tales como el abuso del alcohol o de
las drogas, un trastorno de alimentación, una dolencia afectiva o un trastorno
de ansiedad, es esencial entender que la PFT-A no es un tratamiento que vaya
dirigido específicamente a estos trastornos, que con frecuencia concurren junto
394 TERAPIA PSICODLNÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD.
como para hacer que sea razonable empezar la terapia a título de ensayo, com-
prendiendo que las conductas identificadas plantea"n una amenaza potencial
para el tratamiento y serán evaluadas de manera continuada. Si la medicación
psicoactiva va a ser brindada dentro del contexto de la PFT-A, los procedimien-
tos para integrar el manejo de la medicación dentro de la t_e rapia se expondrán
y se incluirán como parte del marco del tratamiento.
Consumo de sustancias
Muchos pacientes con trastornos de personalidad tienen una historia actua l
o pasada de abuso o dependencia de sustancias. Los pacientes que dependan
actualmente del alcohol o de otras ·s ustancias, o que estén en las fases iniciales
de la recuperación se desempeñarán pobremente en la PFT-A, y deberán ser
derivados a unos tratamientos que se centren en la desintoxicación, la reducción
de daños y/o la abstinencia y la prevención de recaídas. En algunos casos, la
terapia psicodinámica puede generar estrés emocional y aumentar potencial-
mente la probabilidad de una recaída, especialmente en aquellos pacientes que
se encuentran en las fases iniciales de la recuperación. Por estas razones, en el
caso de los pacientes con una historia de dependencia de sustancias, se reco-
mienda la PFT-A únicamente cuando estén en r emisión estable. Dependiendo
del historial de consumo de sustancias del paciente, el terapeuta deberá general-
mente esperar a que haya transcurrido como mínimo un período de 6 meses d e
abstinencia y se haya establecido un plan de recuperación estructurado, antes de
considerar la posibilidad de empezar la terapia psicodinámica. El terape uta
deberá incluir unos parámetros estrictos que refuercen la prevención de recaí-
das, los cuales incluyen muy frecuentemente la participación continuada del
sujeto en un programa en 12 pasos o en un tratamiento para el abuso de sustan-
cias, posiblemente con la inclusión del manejo de una medicación adicional,
como parte del contrato de tratamiento. Si el terapeuta tiene algunas dudas r es-
pecto de la confiabilidad del paciente en lo relativo a colaborar con el tratamien-
to, puede ser útil implicar a un especialista en abuso de sustancias que pueda
valorar al sujeto antes de·empezar el tratamiento PFT-A y comentar el riesgo de
recaída y, en el caso de que el tratamiento haya comenzado, realizar análisis
aleatorios para detectar el consumo de sustancias y trabajar con el paciente l a
prevención de recaídas.
Más común que los pacientes qu,e presentan una dependencia real de sustan-
cias son los pacientes que abusan del alcohol, cannabis, cocaína, medicamentos
recetados, opioides u otras drogas ilegales. La negociación contractual con estos
pacientes puede ser difícil, especialmente con los pacientes cuyos círculos socia-
les o profesionales aprueben abiertamente el consumo de sustancias. Según
nuestra experiencia, los individuos que de forma habitual consumen sustancias
396 TERAPIA PSICODINÁM IC A PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Trastornos de alimentación
El enfoque PFT-A para los trastornos de alimentación es esencialmente el
mismo que para el consumo indebido de sustancias. La mejor forma de tratar a
los pacientes con anorexia o bulimia activa y grave es con un tratamiento cogni-
tivo-conductual para estabilizar los síntomas, antes de pasar a considerar el tra-
tamiento de la patología subyacente de la personalidad. Para los pacientes con
trastornos más leves y que no tengan una historia de complicaciones médicas
significativas, puede que sea posible combinar provechosamente el tratamiento
de la patología de personalidad en la PFT-A con las intervenciones de orientación
conductual para los síntomas de los trastornos de alimentación. Por ejemplo, es
razonable empezar la PFT-A al tiempo que derivando al paciente a un especialis-
ta en trastornos de alimentación o un nutricionista que pueda vigilar el peso del
sujeto y trabajar con el paciente las conductas de alimentación anormales.
De forma característica, el contrato con el paciente incluye la condición de
que si su peso cae por debajo de determinado objetivo, si la frecuencia de las
conductas purgativas sobrepasa un d~terminado umbral, o si aparecen alg unas
complicaciones metabólicas o dentales, el terapeuta interrumpirá el tratamiento
habitual para focalizar la atención en los síntomas del trastorno de alimenta -
ción. Una vez que dichos síntomas se estabilicen, el terapeuta puede entonces
valor a r s i tie n e sentido retomar l a PFT-A. Para los pacientes que tie nen unos sín-
tomas relativamente leves - por ejemplo, atracones ocasionales acompañados o
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 397
Manejo de la medicación
Muchos pacientes con trastornos de personalidad vienen a PFT-A tomando
ya alguna medicación; muchos de los que no lo están podrían beneficiarse de
probar a tomar alguna medicación para el tratamiento de los trastornos afecti-
vos o de ansiedad, o para algunos síntomas específicos tales como la ideación
paranoide, el control deficiente de ros impulsos o la desregulación afectiva. Otros
podrían desarrollar algunos síntomas durante el transcurso de la PFT-A que jus-
tificaran una intervención psicofarmacológica. Muchos pacientes que toman
medicación psicotrópica requerirán un ajuste de sus regímenes farmacológicos
para optimizar la respuesta al tratamiento medicamentoso y minimizar los
efectos secundarios, e incluso los pacientes que tomen una dosis estable de medi-
cación requerirán de una valoración continuada de los efectos secundarios a lar-
go plazo y de la reaparición de los síntomas.
Por consiguiente, en el tratamiento de los trastornos de personalidad el tera-
peuta deberá identificar y vigilar la evolución de los síntomas; y cuando los
pacientes estén tomando alguna medicación, deberá identificar y vigilar la res-
puesta a la misma y cualquier efecto secundario que pueda tener lugar a todo lo
largo del trascurso del tratamiento. Esto se aplica independientemente de si el
terapeuta es médico, y de si el terapeuta o a lgún otro especialista externo está
recetando y vigilando la medicación.
Al hablar con el paciente del manejo de la medicación, el terapeuta será más
estructurado en sus preguntas y más directivo en sus intervenciones de lo que
suele ser habitual para el terapeuta PFT-A por norma general. Al manejar la
medicación y vigilar los síntomas, con frecuencia el terapeuta establecerá el
orden del día y le pedirá sistemáticamente al paciente que brinde información
específica, independientemente de si ésta es la cuestión afectiva dominante. En
consecuencia, cuando un paciente e5.tá tomando alguna medicación psicoactiva
es necesario tener un marco de referencia dentro del cual organizar la integra-
ción del manejo de la medicación dentro de la terapia. Este marco de referencia
se introduce bajo la forma de un acuerdo entre el terapeuta y el paciente respecto
de cómo se piensa abordar el manejo de la medicación dentro de la estructura del
tratamiento. Estos arreglos, que son un elemento integrante y esencial del marco
398 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOG(A DE LA PERSONALIDAD
del tratamiento, forman parte del contrato terapéutico y se pueden incluir dentro
del contexto de la explicación respecto de cómo van a trabajar juntos el terape uta
y el paciente, y del papel que cada uno de ellos va a desempeñar en la terapia.
Si bien existen diferentes formas de gestionar el manejo de la m edicación
dentro de la estructura del tratamiento PFT-A, suele ser útil reservar los prime-
ros minutos de cada sesión para hablar de las cuestiones relacionadas con el
tema. El terapeuta le explica al paciente que deberá utilizar este tiempo para
sacar a colación cualquier problema o pregunta que pudiera estar r e laciona d a
con la medicación, incluido el estado de los síntomas, los efectos secunda rios y
la necesidad de renovar las recetas. El terapeuta también explica que también él
utilizará el comienzo de las sesiones, en el caso de que necesitara plantear alg u-
nas cuestiones concernientes a la medicación.
Este enfoque para el manejo de la medicación es análogo a la forma en la que
-el terapeuta suele hablar de otras conductas específicas incluidas en los a sp ectos
individualizados del contrato de tratamiento. Por ejemplo, en la ilustración clí-
nica 6, que presentamos anteriormente en este capítulo, el Dr. M le explicó a su
paciente-médico, el Dr. O, que en el caso de que se desviara del contrato de tra-
tamiento y tuviera relaciones sexuales sin protección, o si se sentía presionado
internamente a hacerlo, debía plantearlo como el primer tema a abordar e n s u
siguiente sesión de terapia, en lugar de seguir el procedimiento habitual d e habla r
de lo que se le pasara por la mente.
Una mujer joven con una diabetes tipo 1 empezó un tratamiento PFT-A con unos
niveles de azúcar en s angre deficientemente regulados y una historia de epis odios
hipoglucémicos potencialmente mortales, los cuales anteriormente la paciente
había utilizado para llamar la atención tanto de su familia corno del equipo de tra-
tamiento. La negociación contractual para la PFT-A incluyó trabajar e strecha-
mente con un endocrinólogo y con una enfermera especializada en diabe tes, que
dirigirían el manejo de la diabetes de' la paciente; el terapeuta y la paciente tam-
bién llegaron al acuerdo de que la paciente hablaría con el terapeuta cada vez que
hubiese manejado mal, ya fuera deliberadamente o involuntariamente, sus n iveles
de insulina o tuviera algún "bajón" de azúcar, y que el terapeuta, el endocrinólogo
y la e nfe rn,era s e c omunicarían librem e nte entre e llos res pec t o d e l n,ane j o d e la
dolencia de la paciente.
EL CONTRATO TERAPÉUTICO ESENCIAL 399
Ilustración clínica 8:
Renegociar el consumo de alcohol
Ms. R, estudiante universitaria de posgrado de 25 años de edad que funcionaba
en un nivel borderline superior y que presentaba un cuadro de ansiedad social
dentro del contexto de un trastorno de la personalidad por evitación con rasgos
depresivos y paranoides, reconoció que por las noches se "tomaba uno o dos
vasos de vino" junto con su marido "para relajarse". La paciente, que se mostró
muy cautelosa durante la fase de contratación inicial, negó tener antecedentes de
400 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
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2017].
Sección V
Técnicas y tácticas de la PFT-A
• Clarificación.
• Confrontación.
• Interpretación.
• Manejo de la neutralidad técnica.
• Utilización de la contratransferencia.
Además, estas cinco técnicas exploratorias básicas serían los elementos cons -
titutivos fundamentales de las intervenciones exploratorias de orden superior,
en particular:
• El proceso de interpretación.
• El análisis de la transferencia.
• El proceso de elaboración.
Cuando ello sea necesario para proteger el proceso clínico, las cinco téc nicas
básicas son complementadas con intervenciones adicionales de apoyo, que gene-
ralmente son:
• El establecimiento d e límites.
• La renegociación contractual.
TÉCN IC AS Y TÁCTICAS DE LA PFr-A 407
través de su conducta en relación con el marco del tratamiento, los objetivos de]
tratamiento y su funcionamiento general fuera· de las sesiones. Para o c u parse
del material que el paciente trae a la sesión, el terapeuta sigue unos proce di-
mientos a fin de identificar las relaciones objetales afectivamente dominantes,
prestando atención a las comunicaciones verbales y no verbales del paciente, y a
la contratransferencia. Para identificar los aspectos importantes del funciona -
miento del paciente que pueden estar escindidos de] material que trae a la sesión,
el terapeuta presta una atención detenida a la integridad del marco y del contra-
to de tratamiento, y a lo que el paciente trae o no a la sesión con respec to a su
funcionamiento externo, especialmente en lo concerniente a las quejas alegadas
y a los objetivos del tratamiento.
no está dando unos pasos evidentes en su vida cotidiana para luchar por alcan-
zar los objetivos del tratamiento, ello también se convertirá en una prioridad.
Contemplado desde esta perspectiva, una vez que han sido acordados mutua-
mente durante la fase de contratación, el terapeuta considera los objetivos del
tratamiento como parte del marco del tratamiento.
rar qué es lo que la paciente está escenificando a través de su conducta, las más
de las veces enmarGada desde la perspectiva de un conflicto entre una parte de
ella misma que quiere estar en tratamiento y recibir ayuda y otra parte de ella
que quiere destruir dicha oportunidad, y/o desde la perspectiva de la relación
objetal activada en la transferencia -por ejemplo, el hacerse cortes como una
negativa a someterse a una autoridad arbitraria. En la mayoría de los casos, el
focalizar la atención en el contrato de tratamiento conducirá gradualmente a
una mejora conductual (véase el capítulo 8). A veces, puede que en este proceso
el terapeuta necesite hacer uso del establecimiento adicional de unos límites
(véase el capítulo 12).
. . ,
Aménazas de ipterrumpir el tr;,~tamiento: lniciar planes"pata trasladarse a viv:i,f _
,;;aotra duda~u o.trá paj-té -~l país¡ entrevistarse para~acceaér ·ai#i·trabajo ·qt1e · i:. ·' •
~haría imposible asjstir a las, s~siop.~ d~ terapia; dejar: el tt~bajó ictual,' lo~ estJ:ídios
~ g' uu'~ 'actividad estructurada, s-i:q té,ner llil plan ~lt~rnatiyo.. " .:t1 . ,, ••~"' ~ , .: •
peligro implicado, como el tema prioritario a tratar en la sesión: "Dice usted que
no merece la pena hablar de ello, pero de hecho no hay nada más importante
para nosotros que analizar esto aquí y ahora. En lugar de ser una pérdida de
tiempo, el abordar su conducta -conducir estando ebria- y el peligro que ello
supone para usted y para los demás, son las únicas cosas de las que merece la
pena que hablemos".
Ilustración clínica 2:
Dejar el trabajo como objetivo prioritario de intervención -Mr. G
Mr. G, un hombre de 35 años con un trastorno narcisista de la personalidad y
que funcionaba en un nivel borderline,intermedio, alegaba tener dificultades cró-
nicas en el trabajo y estallidos periódicos de rabia, que le habían llevado a buscar
tratamiento ante la insistencia de su mujer. Durante su sesión con la Dra. Y el
paciente habló de una serie de cuestiones, y a continuación anunció con indife-
rencia que tenía previsto presentar su renuncia en el trabajo al día siguiente.
Esta era la primera vez que la Dra. Y oía hablar del propósito de Mr. G; c uando
la terapeuta trató de explorar su decisión, sin pensárselo dos veces el paciente
replicó que el trabajo era aburrido, que estaba cansado de él y que no le gustaba
t ener que rendirle cuentas a un jefe. Su intención era tomarse unas largas vaca-
ciones para "recargar las pilas" antes de ponerse a buscar otro trabajo.
Para la Dra. Y estaba claro que la intención de Mr. G de dejar su trabajo era
la cuestión prioritaria a tratar en la sesión, en tanto que amenazaba la continua-
ción del tratamiento. La terapeuta respondió al anuncio "impremeditado" del
paciente recordándole el arreglo actual al que habían llegado respecto del pago
del tratamiento: "En su momento acordamos que su mujer pagaría la mitad de
los honorarios de1 tratamiento y que usted pagaría la otra mitad de sus propios
ingresos. A la luz de este acuerdo, parece que su intención actual significa esen-
cialmente ya no sólo dejar su trabajo, sino también finalizar el tratamiento. ¿Qué
piensa usted acerca de esto?".
Las mentiras descaradas (por contraste con las omisiones), el intentar iniciar
un contacto personal o físico con el terapeuta, el venir a las sesiones d rogado o
borracho e invadir la privacidad del terapeuta, serían ejemplos de desviaciones
particularmente destructivas respecto del marco del tratamiento y que se limi-
tan generalmente a los pacientes organizados en el espectro borderline intermedio
e inferior. Todas estas conductas constituyen violaciones respecto del encuadre;
cuando se presentan, se convierten en una cuestión prioritaria.
Una forma habitualmente desestimada de desviación respecto del marco del
tratamiento, y que se encuentra en pacientes organizados a todo lo largo del
espectro de gravedad, sería el fracaso en perseguir activamente los objetivos del
tratamiento. Los objetivos del tratan;iiento forman parte del marco del t rata-
miento y el dejar de tenerlos en mente con el tiempo dotará a la terapia de una
cualidad superficial y errática; los objetivos del tratamiento son la "estrella
polar" de cualquier tratamiento PFT-A. Como consecuencia, UI].a de las tareas
del terapeuta a la hora de identificar un tema prioritario consiste en mantener la
consciencia respecto de los objetivos del tratamiento, aun cuando el paciente no
lo haga, y prestar atención a si el paciente está luchando de manera razonable
por alcanzar dichos objetivos en su vida cotidiana.
Los pacientes a lo largo del espectro completo de gravedad pueden, cuanto
menos durante algún tiempo, desatender o perder de vista sus objetivos. Pero en
su mayoría los pacientes neuróticos de manera natural le permitirán al terapeu -
ta percatarse de cómo están ocupando su tiempo fuera de las sesiones, poniendo
de manifiesto si están persiguiendo activamente sus objetivos o están pasándo-
los por alto. Por contraste, con frecuencia los pacientes borderline suelen dejar al
terapeuta en la oscuridad, con una percepción borrosa o desigual respecto d e su
funcionamiento cotidiano, lo que puede hacer que el terapeuta, además del pro-
pio paciente, pierda de vista los objetivos acordados. La falta de ce>rnunicación a
este respecto puede reflejar una omisión deliberada por parte del paciente. Pero
dicha omisión también puede reflejar la influencia que ejercen las defensas diso-
cia ti vas del paciente sobre su comunicación con el terap euta - puede que al
paciente simplemente no se le ocurra plantear determinadas cuestiones o h a blar
de determinados hechos o cosas que han sucedido.
algunas preguntas: "¿Está intacta la estructura del tratamiento?". "¿Se está ajus-
tando el paciente a las condiciones necesarias para el tratamiento que acordamos
en su momento? "¿Se está absteniendo de comportarse de maneras potencialmen-
te perturbadoras para el tratamiento?". "¿Vengo escuchando algo que indique que
está dando unos pasos evidentes con objeto de luchar por alcanzar sus objetivos
terapéuticos?".
Si la respuesta a cualquiera de estas cuestiones es no, esta cuestión se conver-
tirá en el tema prioritario de la sesión. Si el terapeuta no tiene una idea clara
respecto de cómo está funcionando el paciente en ámbitos relacionados con el
contrato y con los objetivos del tratamiento -deberá inquirir. Por ejemplo, si en
la fase de contratación el paciente accedió a asistir a las reuniones de un progra-
ma en 12 pasos, el terapeuta podría decir: "En su momento llegamos al acuerdo
de que participaría usted en las reuniones diarias, pero no le he oído decir nada
recienten1ente acerca de esto". O si el paciente se ha comprometido a llegar al
trabajo a su hora y el terapeuta no tiene claro cómo le está yendo al sujeto a este
respecto, el terapeuta podría decir: "En su momento acordamos que de manera
constante llegaría usted puntual a su trabajo, pero desde hace varias semanas
no le he oído decir nada respecto de cómo le está yendo esto".
caso omiso de las personas que ocupan una posición de autoridad) se est_án acti-
vando dentro de la terapia y en relación con el terapeuta. En el ejemplo que esta-
mos tratando, el hecho de que el paciente no se esfuerce por encontrar u n
trabajo o no asista a las sesiones con regularidad, se convertiría en un tema prio-
ritario para la intervención. A fin de llamar la atención respecto de las defensas
disociativas que están organizando la actitud y la conducta del paciente en rela-
ción con encontrar trabajo, el terapeuta podría decir: "He notado que n o ha
dicho usted nada últimamente respecto de dedicarse a buscar trabajo. E n su
momento acordamos que el encontrar un trabajo sería una de las condicion es
del tratamiento, y usted mismo dice que se altera por el hecho de no tener tra b a -
jo, pero no le he oído decir nada respecto de ningún esfuerzo por su parte para
lograr un empleo. ¿Qué piensa usted acerca de esto?".
En resumen, en el tratamiento de los pacientes borderline la atención a la inte-
gridad del encuadre y el identificar las desviaciones respecto del encuadre dirigi-
rán al terapeuta en dirección a un tema prioritario. El crédito que le conceden los
pacientes borderline al paso al acto y a la disociación significa que puede que no
traigan al tratamiento de forma natural aspectos problemáticos de su funciona-
miento, cuanto menos no deliberadamente. La vigilancia por parte del t erapeuta
de la integridad del marco del tratamiento y del cumplimiento de los objetivos, el
llamar la atención respecto de las desviaciones y el responsabilizar al paciente en
relación con ello, le permitirá al terapeuta fundamentar lo que está pasando d en-
tro de las sesiones en las realidades de 1) las condiciones necesarias para el tra-
tamiento, y 2) las r ealidades del funcionamiento cotidiano del paciente en
relación con los objetivos del tratamiento. Al mismo tiempo, el explorar las des-
viaciones respecto del encuadre desempeñará la función de transformar la s con-
ductas patogénicas crónicas (los rasgos de personalidad desadaptativos) en unas
relaciones objetales que puedan ser exploradas dentro del tratamiento.
Ilustración clínica 3:
Abordar el no buscar trabajo como una desviación respecto del marco
del tratamiento -Ms. L
Ilustración clínica 4:
Elegir el momento oportuno para abordar el llegar tarde a las sesiones
como una desviación respecto del marco del tratamiento -Ms. S
Volvemos nuevamente a Ms. S, la asistente voluntaria de investigación, casada y
de 50 años de edad que presentamos en el capítulo 6 en relación con las estrate-
gias de tratamiento. Diagnosticada de personalidad depresiva con rasgos depen-
dientes y funcionando en un nivel neurótico de organización de la personalidad,
la paciente alegaba tener problemas de autoestima y de aislamiento social.
Seis meses después de empezar el tratamiento, Ms . S empezó de manera
cons tante a llegar 3 minutos tarde a sus sesiones, disculpándose brevemente en
todas las ocasiones. Al principio, la Dra. C se sintió sorprendida por la nece sidad
subjetiva que tenía la paciente de disculparse por unas tardanzas tan insignifi-
cantes. Con el tiempo, la terapeuta razonó que el empezar con retraso, aunque
probablemente tuviera algún s ignificado, no estaba en modo alguno interfirien -
do en el trata miento; existían actualmente otras prioridades más activas y el tra-
tamiento estaba discurriendo bien. A la larga, la Dra. C d ejó enteramente d e -
p restar atención tanto a la tardanza como a las disculpas habituales.
Por otro lado, durante muchos meses las sesiones venían centrándose en la
percepción que M s. S tenía de ella misma como una persona excesivamente en ér-
gica, intrusiva y codiciosa. En algún momento durante el proceso la terapeuta
a d virtió la presencia de una sensación vaga de estancamiento en la p sicoterapia.
S imultáneamente, la Dra. C notó que la paciente había tomado la costumbre de
encorvarse cu a ndo entraba y cuando salía del despacho, como si pretendiera vol-
verse más p equeña. Cuando la terapeuta llamó la atención r especto de esta con-
ducta, lo que salió a la luz fue que el hecho de encovarse reducía la ansiedad d e
Ms. S de resultas de una relación objetal activada en la transferencia: la de una
imagen de sí misma materna, poderosa, agresiva e intrusiva, frente a una tera-
peuta vulnerable, inocente e infantilmente ingenua.
A la Dra. C se le ocurrió que la tardanza de la p aciente, de manera similar al
hech o de encorvarse, desempeñaba la función de tranquilizar a Ms. S y de d efen-
d erla frente a l temor de mostrarse agresiva e intrusiva con la terapeuta. Cua ndo
la Dra. C le su girió esto a la paciente, Ms. S reconoció que esta sugerencia tenía
sentido, si bien no se h abía parado a pensar en ello. A medida que desde entonces
empezó a llegar más pronto a s us sesiones, la pac iente reveló sentirse cad a vez
más angustiada, preocupada por la pos ibilidad de que pudiera llegar a mostrar-
se de algún modo excesivamente agresiva e intrusiva, incluso maliciosa, en su
interés por la terapeuta.
Comentarios: Este ejemplo ilustra que con los pacientes neuróticos, las desvia-
ciones incluso leves o sutiles respecto del encuadre suelen tener una importancia
psicológica y pueden ser el primer signo de unos desarrollos transferenciales. Al
mismo tiempo, si las cosas están yendo bien en el tratamiento, puede que altera-
peuta le lleve más tiempo hasta abordar las desviaciones menores respecto d el
encuadre de lo que sería habitual en el tratamiento de los pacientes borderline . En
el tratamiento de los pacientes neuróticos, con frecuencia las relaciones objetales
432 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOL:OGÍA DE LA PERSONALIDAD
1. La sensación por parte d el terapeuta de que las cosas parecen estar estancándose en el tratam ien-
to, con frecuencia suele s ervir de indicación para iniciar la exploración d e las d esviac iones relati-
vamente menores , pero crónicas respecto del encuadre en el tratamiento del paciente neurótico.
LDENTIFlCAR UN CENTRO FOCAL DE INTERVENCIÓN 433
O Videoilustración 4:
Identificar las relaciones objetales dominantes (4:35)
IDENTIFICAR UN CENTRO FOCAL DE INTERVENCIÓN 435
Contenido verbal
El contenido de las comunicaciones verbales del paciente suele ser con fre-
cuencia la vía más directa y accesible a través de la cual las relaciones objetales
conflictivas salen a la luz en la sesión de terapia, particularmente dentro del con-
texto de las defensas basadas en la represión. Mientras escucha el contenido de
las comunicaciones verbales, el terapeuta PFT-A estará especialmente atento a los
esquemas relacionales implícitos que puedan estar presentes en las descripciones
que el paciente hace de sus relaciones interpersonales, incluidos los comentarios
que puede hacer respecto de la relación con el terapeuta, o respecto de la percep-
ción que tiene de él.
Cuando un paciente habla directamente acerca de la percepción que tiene del
terapeuta (e.g., compartiendo sus,impresiones respecto de cómo le está tratando
el terapeuta o respecto de lo que éste puede sentir en relación con el paciente), los
esquemas relacionales escenificados y las relaciones objetales activadas en la
transferencia suelen tener habitualmente una dominancia afectiva dentro de la
sesión. En ausencia de una alusión directa respecto de la relación con el terapeu-
ta, las relaciones objetales dominantes pueden salir a la luz igualmente en el con-
tenido verbal a través de la descripción de las relaciones que el paciente tiene con
otras personas y de las pautas relacionales fuera de la transferencia. De forma
absolutamente característica, los mismos patrones relacionales se repetirán en
las comunicaciones verbales del paciente, en diferentes contextos y quizás bajo
diferentes configuraciones, a lo largo del transcurso de la sesión, señalando la
dominancia afectiva. Con frecuencia estas comunicaciones serán descripciones
de experiencias interpersonales en las que el paciente tomó parte, pero a veces la
pauta relacional dominante descrita no implicará al paciente directamente. En
cualquiera de los dos casos, el terapeuta inferirá que el paciente se identifica a un
determinado nivel con uno o con ambos componentes de la relación objetal.
De forma característica, las ROADs Puede que las ROADs no sean evidentes en
son escenificadas en la transferencia. la transferencia.
Una única ROAD prominente organiza Las ROADs pueden ser identificadas dentro
y domina el material clínico. de una compleja interrelación
de relaciones objetales defensivas
e impulsivas en torno a un conflicto
en particular.
-.. ~¡ ·~ ,.;· 1 ; .- - - , . • · - . ; ~ '.
, te'fsedüentifita: .e stable
,_. . . -,~ f l~ ?
Comunicación no verbal
A veces las relaciones objetales dominantes se manifestarán con la máxima
claridad a través de las comunicaciones no verbales del paciente. Este es espe-
cialmente el caso dentro del contexto d e las defensas basadas en la escisión,
que con frecuencia conducen al paciente a expresar a través de la acción aque-
llos aspectos de s u experiencia subjetiva que no comunica con palabras. En tal
caso, el terapeuta presta atención a lo que el paciente hace en la sesión, inclui-
do el cómo dice lo que dice, además de la atmósfera general que se percibe den-
tro de la habitación. El profesional clínico tomará nota en particular del
lenguaje corporal del sujeto, su expresión facial, el contacto ocular, además de
la cualidad de su discurso. El terapeuta se preguntará para sus adentros:
"¿Está hablando con la voz especialmente baja o a alta, con rapidez o con len-
titud, y su tono de voz es plano o expresivo?". También tomará nota de la acti-
tud del sujeto: "¿Se está comunicando abierta y libremente, o se muestra
vacilante, callado o cauteloso?".
Finalmente, el terapeuta advierte si las comunicaciones no verbales d el
paciente son congruentes o discrepantes con respecto al contenido de su
comunicación verbal. Las discrepancias entre las comunicaciones no verba-
les y verbales reflejan la influencia que ejercen las operaciones defensivas del
paciente sobre su comunicación, y cuando aparecen dichas discrepancias ello
permitirá d irigir la atención del terapeuta hacia las relaciones objetales afec-
tivamente dominantes. Con frecuencia las comunicaciones no verbales refle-
jan las relaciones objetales que están activas en ese momento y que están
siendo escenificadas en la transferencia; pero puede que el paciente no sea
p lenamente consciente de su conducta y/o de los pensamientos y los senti-
mientos asociados en relación con el terapeuta, hasta que éste no llama la
atención acerca de ello.
A fin de transformar la comunicación no verbal del paciente en una imagen
de las relaciones objetales activadas dentro de la sesión, el terapeuta puede
preguntarse para sus adentros: "Si estuviera observando esta sesión en una
cinta de vídeo, ¿cómo describiría la .m anera general de ser y de estar del pacien-
te dentro de la sesión, y su forma d e relacionarse y de comunicarse conmigo?
¿Parece relajado, h abl a libremente, o parece vacilante o temeroso? ¿Está trans-
mitiendo calidez, o parece enfadado o frustrado? ¿Se muestra atento e impli-
cad o, o despectivo? ¿Se muestra controlador o ansioso por complacer?". El
terapeuta también puede considerar las siguientes cuestiones: "¿Cómo me está
438 TERAPIA PSlCODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Contratransferencia
De la misma forma que presta atención a las comunicaciones verbales y no
verbales del paciente, primero identificándolas y después reflexionando acerca
de qué es lo que están comunicando en relación con la situación y la vivencia
interna del paciente, el terapeuta también presta atención a su propia contra-
transferencia (véanse los capítulos 5 y 12 para un análisis adicional de la contr a-
transferencia). Como ya expusimos en el capítulo 5, en la PFT-A definimos la
contratransferencia como la reacción emocional total del terapeuta hacia el
paciente -la totalidad de los sentimientos, pensamientos y relaciones objeta les
activados en el terapeuta, de resultas de la interrelación y de la comunicación con
el paciente. Dentro del contexto -de las defensas basadas en la escisión, a menudo
la contratransferencia suele ser la primera pista respecto de cuáles son las rela-
ciones objetales que están organizando la transferencia, llevando la atención del
terapeuta en dirección hacia las relaciones objetales afectivamente dominantes.
Mientras escucha y se comunica con el paciente, el terapeuta PFT-A tendrá
un flujo continuado de reacciones hacia el sujeto. Algunas serán muy intensas y
prominentes, y otras tan sutiles que apenas serán perceptibles o puede incluso
que sean pasadas por alto hasta no haberlo hablado con un supervisor. Indepen-
dientemente del contenido y de la cualidad de la contratransferencia, el terapeu-
ta hará un esfuerzo por prestar atención y tomará nota de sus reacciones
internas hacia el paciente, al tiempo que conteniendo dichas reacciones. Cuando
hablamos de contener la contratransferencia, nos referimos al proceso en donde
el terapeuta se refrena de actuar de manera refleja e instintiva sobre la base de
lo que el paciente está removiendo dentro de él, y en lugar de ello procede a
reflexionar acerca de su experiencia interna en relación con el paciente.
El objetivo del terapeuta, al hacer uso de la contratransferencia como canal
de comunicación, no es ni ignorar (negar, reprimir, rechazar) ni pasar al acto
sus reacciones hacia el paciente, sino antes bien el de registrar conscientemente
dichas reacciones y reflexionar acerca de sus posibles in1plicaciones. La conten-
ción implica la capacidad de vivenciar plenamente una emoción sin que la mis-
ma nos controle, ni que sintamos la necesidad de pasar inmediatamente a la
acción para descargarla. La tarea del. terapeuta consiste en permitirse reaccio-
nar libremente internamente hacia el paciente, y a continuación desplazarse a la
posición de observador en relación con su propia reacción hacia el sujeto; el
terapeuta "escuchará" y reflexionará acerca de su propia contratransferencia y
en un segundo mon"1ento hará uso de la misma para documentar su concepción
respecto de qué es lo que está sucediendo por dentro del paciente y en el proceso
IDENTIFICAR UN CENTRO FOCAL DE INTERVENCIÓN 439
Comentarios: Esta escena ilustra e l papel centr al que con frecuencia desem-
peña la contratransferenc ia del terapeuta en lo relativo a identificar las r elaciones
objetales afectivamente dominantes en el tratamiento de pacientes con trastornos
graves de la personalidad. El ejemplo también ilustra claramente la poderosa
influencia que ejerce una única relación objetal, que o stensiblemente estaría
organizando todos los aspectos de la experiencia interna y de la conducta exler -
na del paciente durante la sesión -en la transferencia, la contratransferencia y
en la descripción que hace Mr. G de la relación con s u mujer- con diversas inver-
siones de papeles. E sta relación objetal caricaturesca y extrema sale a la lu z cla -
ramente d e resultas del material clínico como la relación objetal afectivamente
domina nte en la sesión.
Este ejemplo también pone de manifiesto el procesamiento interno de la Dra.
Y -escuchando las quejas del paciente respec to de s u mujer, a dvirtiendo su ac6tud
y s u lenguaje corporal d enigrante y hos til, y en particular manteniendo la concien-
cia respecto d el nivel extraño d e hostilidad y de d esdén que sentía hacia Mr. G e n
la contratransferencia. La Dra. Y ensambló la información procedente d e c ada
uno d e estos tres canales distintos d e comunicación, con objeto de identificar d en-
tro de su m ente las relaciones objetales afectivamente dominantes.
3. La com bin ació n d e represió n y de disociación ilustrad a aqu í, sería característica d e los pacientes
que encajan e n el lím ite entre la organización borde rline de la person alidad de nivel superior y la
organizació n n eurótica de la p erson alida d .
IDENTIFICAR UN CENTRO FOCAL DE INTERVENCIÓN 445
Reflexionando acerca del material clínico, la terapeuta tomó nota para sus
adentros d e que la p aciente estaba describiendo dos relaciones objetales separa-
das . La primera d e ellas estaba organizada en torno a una visión egosintónica -
que a M s. S le resultaba familiar y que a estas alturas cumplía una función
claramente d efensiva- de sí misma como una persona incompetente, inferior,
indigna d e recibir una atención positiva, y desconectada d e las person as que le
parecían más atractivas e influyentes. Esta relación objetal estaba asociada a
una sen sació n d e insignificancia y d e posible humillación. La segunda relación
objeta} estaba or ganizada en relación con una percepción m enos familiar de sí
mis m a y asocia da a una buena dosis de ansiedad. En esta relación objetal, la
paciente disfrutaba d e estar en el candelero; se sentía capaz de extraer p lacer d e
la atención y de la admiración d e otras personas que eran influyentes y atracti-
vas. Est a relación objetal estaba muy cargada afectivamente, asociada a una sen-
sación de poder, d e placer intenso y de entusiasmo.
La Dra. C identificó esta última relación objetal como la relación objetal afec-
tivamente dominante en la sesión. En este momento, la terapeuta tenía m enos cla-
ro cuál era el elemento dominante en la transferencia. La actitud de Ms. S h acia
la Dra. C parecía a nivel superficial una actitud de timidez combina da con felici-
dad por e l h ech o de hablar de una emoción agradable, como podría tener hacia
una amiga y confidente, o también quizás hacia un hombre atractivo. La terapeu -
ta pensaba si el entusiasmo de la paciente durante la sesión podría en parte estar
vinculado a los deseos reprimidos y conflictivos de ser admirada por la Dra. C.
Referencias
Bateman, A.; Fonagy, P.: Mentalization-Based Treatment for Borderlin·e Personality Disor-
der. Nueva York: Oxford University Press, 2006.
Bion, W.R.: "A theory of thinking" (1962), en Second Thoughts . Londres: Heinemann,
1967, pp. 110-119.
Diener, M.J.; Hilsenroth, M.J.; Weinberger, J.: "Therapist affect foc us and p·a tient o utco -
mes in psychodynamic psychotherapy: a meta-analysis". American Journal of
Psychiatry, 164 (6): 936-941, 2007 17541054.
Yeomans, F.; Clarkin, J.F.; Kernberg, O.F.: Transference-Focused Psychotherapy for Bor-
derline Personality Disorder: A Clinical Guide. Was hington, DC: American Psychia-
tric Publishing, 2015 [Edición en español: Psicoterapia centrada en la transferen cia:
su aplicación al trastorno límite de-la personalidad. Bilbao: Desclée De Brouwer,
2017].
Intervenir I:
Las intervenciones exploratorias
10 y el proceso de interpretación
El proceso de interpretación
La interpretación propiamente dicha Ofrecer una hipótesis sobre por qué razón
desempeña la función puede ser que el paciente esté sintiendo
de profundizar la autocomprensión o haciendo las cosas como lo viene
del paciente. haciendo; encontrarle un sentido
a los elementos manifiestamente
irracionales presentes en el material
confrontado, apelando a las motivaciones
inconscientes, ansiedades y significados
personales en el aquí y ahora que
impulsan las operaciones defensivas.
~k; ,íf'.1{ ,·
. :t: ' ~ . otá:ci
iegi~..,
\,
·es
e.e;
5"
. '
Por contraste, una vez que un conflicto ha sido explorado con detalle y que el
paciente está empezando a tolerar el tomar conciencia de los aspectos conflic ti-
vos de su experiencia interna, con frecuencia entonces suele volverse útil pensar
en la forma como todo esto ha podido llegar a ser lo que es y vincular los conflic-
tos nucleares con la historia temprana del paciente. En consecuencia, será bien
adentrada la fase intermedia y en las fases avanzadas del tratamiento y e n el
proceso de elaboración cuando más habitualmente y con el máximo provecho
podemos traer la vida temprana del paciente al proceso de interpretación. Den-
tro de este contexto, el establecer lazos entre el yo del pasado y el yo del presente
ayuda a promover y a consolidar el cambio.
Clarificación
pedir ejemplos para ilustrar lo que el paciente está describiendo, o repetir lo que
el paciente parece estar describiendo y pedirle feedback acerca de la exactitud de
la percepción del terapeuta.
El terapeuta pedirá una clarificación en relación con el material clínico que
no esté claro, que sea vago o un tanto incompleto, cualidades que con frecuencia
suelen señalar la influencia que ejercen las operaciones defensivas sobre las
comunicaciones del paciente y sobre el proceso clínico. En consecuencia, la cla-
rificación tiende a dirigir la atención clínica hacia un área de de-fensa y de conflic-
to, al tiempo que permaneciendo al nivel de la experiencia consciente dominante del
paciente; la clarificación es una intervención meramente informativa y esclarece-
dora, complementando y dando cuerpo a la experiencia del paciente de la forma
más clara y específica posible. La clarificación no implica abordar el material psi-
cológico que no está en ese momento dentro del ámbito de la conciencia del
paciente. En la PFT-A, la clarificación siempre es el primer paso para ide ntificar
y definir las relaciones objetales afectivamente dominantes.
Los siguientes son algunos ejemplos d e clarificación:
Terapeuta: Me dijo que usted y John tuvieron una discusión ayer. ¿Puede explicar-
me con más detalle qué fue exactamente lo que sucedió entre ustedes dos?
Terapeuta: Dijo usted que lo pasó genial el fin de semana. ¿Puede decirme a lgo
más?
Paciente: Sen cillamente me divertí un montón.
Terapeuta: ¿Puede darme un ejemplo de qué fue lo que hizo y que fue tan divertido?
Terapeuta: Dijo usted que se sintió solo. ¿Puede hablarme un poco más sobre
qué se siente estando "solo"?
Terapeuta: Dijo u sted que no se lleva s intiendo demasiado bien. ¿Puede h a blar-
m e un poco más acerca d e cómo se ha venido sintiendo?
Paciente: Me vengo sintiendo verdaderamente mal conmigo misma.
Terapeuta: ¿En qué sentido?
Paciente: Bueno, me siento muy insatisfecha con mi aspecto físico, y ahora viene
el fin d e semana con la sensación d e que a mi novio no le importa verdadera-
mente s i nos vemos o no. Podría perfectamente sustituirme por otra persona.
Terapeuta: Parece entonces que se siente usted poco atractiva y no como alguien
que l e impo rte verdaderamente a s u novio, o l e parezca especial. ¿Sería esa
una descripción correcta respecto de cómo se viene usted sintiendo?
Ilustración clínica 1:
La clarificación con un paciente neurótico
Mr. Y: Mi divorcio está finalmente en marcha. Julia me ha presionado mucho
para que lo tramitara. Supongo que le iba dando largas a l asunto ... no es
que yo tuviera esa intención, pero no me veía capaz de ponerlo en marcha
-sencillamente no se concr etaba.
Dr. B: No estoy seguro de haber entendido bien. ¿Qué es lo que no se concretaba
o lo que usted no se veía capaz de poner en marcha?
Mr. Y: Tenía que verme con los abogados, afrontar la cuestión de la custodia de
Nina, nuestra hija más pequeña. Yo no quería pensar en eso, no quería que
se hiciera realidad.
Dr. B: ¿Qué es lo que usted no quiere que se haga realidad?
Mr. Y: Esa etapa de mi vida ha quedado atrás .. . Ahora tengo únicamente la
"custodia parcial" d e Nina. Mientras tanto, ella vive con Julia y yo soy el
forastero . .. Da la impresión de que a hí está esa maravillosa familia de la
que yo solía formar parte y ahora estoy fuera de ella. [El paciente se pone a
llorar]. S é qu e bue na parte d e e llo e s responsabilidad mía - yo podría habe r
sido mucho mejor. Verdaderamente no puedo echarle la culpa a Julia.
INTERVEN IR I 455
Ilustración clínica 2:
La clarificación con un paciente borderline superior
M s . J: Estoy llegando tarde a l trabajo. Por las mañanas me quedo paralizada.
Dra. C: N o estoy segu ra de entender qué es lo que quiere decir.
Ms. J: Me quedo absolutamente paralizada -no pued o salir de la cama, mi c u er-
p o no me responde.
Dra. C: ¿Puede darme más detalles?
Ms. J: Buen o, h ago el café, leo el periódico .. . como si fuese a cámara lenta. Y me
siento muy deprimida.
Dra. C: No acabo d e entenderlo. ¿Qué q u ería d ecir usted entonces cuando dijo
que llegaba t arde porqu e se quedaba paralizada y no podía salir de la cama?
M s. J: Buen o, lo que q uiero decir es que me siento paralizada. Sí salgo de la
cama. Pero me muevo con mucha le ntitud durante toda mi rutina h abitu a l.
No tengo el m en or control sobre esto. Me doy cuenta d e que eso va a h acer
que llegue tarde, pero da la sensación de que no hubiera ninguna forma de
moverme con más rapidez. Me supongo que d ebería llegar puntual.
Dra. C: ¿Cuál es el acuerdo a l que ha llegad o con su jefe respecto de cuándo
debería llegar u st ed a l trabajo?
Ms. J: Ah, Hal quiere que esté a llí más temprano. Pero me supongo que no d a la
sensación de que 1ne preocupe gran cosa.
Dra. C: ¿Parece entonces como s i Hal le estuviera diciendo que quiere que esté
allí a su hora, pero eso es a lgo que a usted no le preocupa verdaderamente?
M s. J: Pues sí, en r ealidad no me importa s i llego tarde, especia lmente si est oy
cansada, pero él le da mucha importancia a que yo vaya más temprano. No
sé si es que está en fadado.
Dra. C: Así pues, cont emplado d esd e su p er sp ectiva, ¿parece como si él le estu-
viera diciendo lo que tiene u s t ed que h acer, t a l vez incluso mangoneándole?
M s . J: Sí, y eso no me g u sta nada.
· 456 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOG ÍA DE LA PERSONAUDAD
de la atenc ión clínica se desplazará a la percepción que el p acie nte tie n e del tera-
peuta e n ese momento -es decir, a la clarificación y la exploración d e las relacio-
nes objetales activadas actualmente en la transferencia.
Ilustración clínica 3:
Un paciente borderline superior reacciona agresivamente
a las solicitudes de clarificación
Un pac ie nte borderline superior con un t r asto rno narcisista de la p ersona lidad,
r eaccionó c on irritació n ante las reitera das solicitudes de clarificació n p or parte
d e su ter ap eu ta en r elación con s u d escripción vaga y un ta nto eva s iva resp ecto
d e su s aventuras extram a trimonia les. El p acien te reaccionó con un arr eb ato
emocion a l hos til: "¡Acab a mos de r evis arlo con tod o d etalle! ¿Po r qué sig u e
pidiéndome que le explique lo que estoy diciendo? ¿E s que no est á escu ch and o
u s ted ni una p a lab ra d e lo que le estoy diciendo? ¿O es que no con fía usted en que
yo le esté h a bla ndo con franqu eza?".
La terapeu ta resp o ndió persever and o en clar ificar la relació n objeta! que
estaba organizando la interr ela ció n actua l: "¿Pu ed e h abla rme u n p oco m á s
acerca d e esos sentimientos -ya sea que yo no muestr o ningún inter és, q u e n o
estoy prestando u n a atenció n p len a a n u estra conversación o q u e recelo d e
u sted, que no con fío p lenam e n te en que esté u st e d d iciéndome la verd a d ?". Esta
lín ea de investigación dejó a l descubiert o la cu e st ión d omina nte en la sesión , la
c u a l, com o resultó ser, n o era la aventura extrama tr imonial d el paciente , sino
m ás bien una r elació n obje ta l activad a e n la transfer e n cia y caract erizada por
u na de las personas most rán dose d esinter esad a y despectiva, y la otra s u spica z
y e ngañosa, con la r elación obje ta! en su conjunto teñid a de una d escon fian za y
una d e svalorización mutuas.
suspicaz y fala z. Esta relación obje tal está organizando la percepción que el
paciente tiene de sí mismo y d e la terapeuta e n interrelación, con el pacie nt e
identificándose e n un cierto nivel con ambos compone ntes de esta relación
o bjeta] caracterizada por la desconfianza y la hostilida d.
Resumen
La clarificación implica focalizar la atención en un área de vaguedad o con -
fusión, y pedir más detalles hasta que el paciente y el terape uta tengan una com -
prensión clara respecto de lo que el sujeto ha estado describiendo. La clarificación
es la intervención más básica y la m~s comúnmente utilizada por el terapeuta
PFT-A en la labor con pacientes repartidos a todo lo largo del espectro de grave-
dad. Es un proceso que explora más detalladamente la experiencia consciente
dominante del paciente, creando un espacio p sicológico en donde el suj eto puede
observar y p en sar acerca de qué es lo que está haciendo y vivenciando, al tiempo
que sintiendo que el t erapeuta se mues tra interesado en conocer los d etalles y
que finalmente "capta" o comprende su experiencia subj etiva (Britton, 1998;
Steiner, 1993). La clarificación inicia un profeso d e autoobservación y de intros-
pección, que caracteriza la totalidad del proceso de interpretación.
Dado que por definición las defensas basadas en la escisión introducen una
vag uedad, superficialid ad y discontinuidades importantes en el discurso d el
paciente, la clarificación tiende a d esempeñar un papel más central en el trata-
miento de los pacientes bo rderline que en el t ratamiento d e los pacientes n euró-
ticos .1 A todo lo largo del espectro d e gravedad, la clarificación desempeña la
función de ser el primer paso en el proceso de interpretación, brindando una
comprensión clara y específica de la experiencia interna del sujeto compartida p or
el terapeuta y el paciente, y con frecuencia llamando la atención clínica respecto
de un área de conflicto. La clarificación permite explorar más detalladamente y
describir las representaciones de sí mismo y del objeto que están organizanao la
experiencia con sciente del paciente.
Resumiendo, el terapeuta u tiliza la clarificación para lograr lo siguiente:
l. Dado que la vagu edad desempeña unas funciones defensivas d en tro del contexto d e las d efensas
b asadas en la escisión, el proceso de clarificación con los pacientes borderline su ele funcionar a la
m a n era d e una modalidad de confrontación (que analizam os en la siguiente secció n de este mis-
m o capítulo). Ello explica en parte las reacciones negativas que pueden verse suscitadas en a lgu-
n o s pacie ntes bor·d e rline e n ice,;p u esta a l a solic i t ud de clarificaci ón ( e.g., el paciente con un trasto 1~
no narcisista de la personalidad que d escribimos anteiiorrnente en la ilustración clínica 3).
INTERV ENIR I 459
Confrontación
Terapeuta: Me ha dicho usted muchas veces que desearía q u e los h ombres le pres-
tasen más atención. Por ello me sorprende un tanto oír que cu ando el chico
en e l que está u s te d tan interesada l e mandó un 1-uensaje de lex t o l a noch e
pasada, usted no le respondió. ¿Qué piensa usted?
INTERVENIR 1 461
Confrontación y neutralidad
La efectividad de la confrontación, y del proceso de interpr etación e n gene-
ral, estriba en que el terapeuta mantenga u na postura n eutral y contenga (en
lugar de p asar a l acto) su contratransferencia (Levy y Inderbitzin, 1992). El
resultado d eseado d e la confrontación es que el, paciente luchará d entro de sí
mismo con la discrepancia e ntre dos visiones contradictorias , ambas de l as c ua-
les entiende que son suyas. Un proceso eficaz de confrontación le ayudará a l
paciente a salir fuera de su experiencia subjetiva dominante en ese momento,
con objeto d e considerar dos p e~spectivas contradictorias.
Si el terapeuta no es n eutral existe el riesgo de que la confrontación degenere,
d e manera que el paciente lo vea de una forma y el terapeuta lo vea de forma
diferente o que le esté diciendo al paciente que deb ería verlo de otra forma. En
esta situación, el paciente se aferra a una de las perspectivas al tiempo que pro -
462 TERAPIA PSICODINÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PER SONALIDAD
Ilustración clínica 4:
Confrontación y neutralidad
Una paciente habló de la última pelea que había tenido con su novio. S e quejaba
de que el novio había sido egoísta y denegador. Des de s u perspec tiva, lo único
que ella necesitaba era un abrazo. Tan pronto como s u novio la abrazase, ella
sabía que podría escucharle. Pero en ausencia de dicha manifestación d e afecto
físico, se sentía incapaz de escuchar la versión que s u novio tenía de los h echos.
Desde su perspectiva, lo que ella pedía "era tan sencillo" y sin embargo él se
negaba "tercamente" a concedérselo. ¿Por qué, se preguntaba ella, tenía él que
ser tan egoísta y tan controlador?
Desde una posición de neutralidad, la terapeuta ofreció una confrontación,
invitando a la paciente a ampliar su perspectiva llamando su atención acerca de
las implicaciones de algunos aspectos de su propia conducta que la paciente
estaba negando. La terapeuta dijo: "He oído que u st ed sentía que la conducta de
John era egoísta y denegadora, y que se sentía usted controlada por él. Al mismo
tiempo, estoy tratando de imaginar cómo se sentía él cuando le dijo u s ted que no
podía escucharle a menos que le diera un abrazo, aunque pudiera ser que él no
tuviera ganas de abrazarle".
La paciente respondió: "¿Me está diciendo entonces que es por mi culpa?". La
terapeuta respondió, manteniendo una postura neutral y permaneciendo fuera
de la situación, con la esperanza de fomentar la capacidad por parte d e la pacien-
te de observarse a sí misma y de reflexionar: "No estoy pensando en fallos ni en
culpas en este caso. Antes bien, me estaba preguntando si cuando su ced e esto,
usted y John no estarán de alguna forma en la mis ma situación. ¿Pudiera ser que
al mismo tiempo que usted.siente que él es denegador y controlador, John sienta
que u sted se mues tra d e la misma forn"lca con é l, c uando se nieg a u s Led a hablar
con él hasta que no le dé un abrazo?".
INTERVENIR 1 463
O Videoilustración 5:
El proceso d e interpre tación: nivel borderline de organización
d e la p ersonalidad (8:56)
son defensivos, lo que le permitiría evitar el tener que afrontar sus sentimientos
agresivos, que el s ujeto terne que harán que los demás se alejen de él. Además d e
ilustrar el proceso de interpretación con un paciente neurótico, la secuencia
s ubraya el modo en que las relaciones objetales dominantes, e n el caso de los
pacientes n e uróticos, se manifies ta n con frecuencia bajo la forma de un tema
relacional repetitivo. Durante el proceso de confrontación, la terapeuta confro nta
con mucho tacto los aspectos egosintónicos d e la conducta del paciente que con-
tribuyen a perpetuar este esquema relacional r e petitivo. Esta secuencia ilustra
igualmente el valor potencia l que revisten las asociaciones del paciente neurótico
en lo relativo a explorar más a fondo las ansiedades y los conflictos s ubyacentes,
y la capacidad de autoanálisis que con frecuencia suelen demostrar tener los
pacientes neuróticos.
O Videoilustración 6:
El proceso de interpetación: nivel n euró tico de organización
d e la p ersonalidad (6:30)
Volvernos a hora a Mr. Y, el p aciente que estaba pasando por un proceso de divor-
cio y en consecuencia haciendo el duelo por la pérdida de su familia. E l paciente
había estado describiendo su estado anímico: "Da la impresión de que a hí está
esa maravillosa familia de la que yo solía formar parte y ahora estoy fuera de
ella. [El paciente se pone a llorar]. Sé que buena parte de ello es responsabilidad
mía -yo podría haber sido mucho m ejor. Verdaderam ente no puedo echarle la
culpa a Julia".
Llegados a este punto, el terapeut a podría empezar por una clarificación
adiciona l, ayuda ndo al paciente a d esarrollar más plenamente su actitud en el
momento actual respecto de su ruptura matrimonial, un final teñido de a utoa-
cu sa ciones y de una actitud protectora hacia su mujer. Aunque en esos momen-
tos Mr. Y estaba embargado por la tristeza y los autorreproches, el Dr. B era
conscie nte d e que el paciente esta ba escenificando una visión d e sí mismo en
relación con su mujer (con el paci ente como una figura infantil, desterrado por
una figura m atern a justa e imparcial, en razón d e sus limitaciones) -y dicha
visión, aunque dolorosa, era sólo una parte d el sistema. El terapeuta mantuvo
la con ciencia respecto de que esta visión discrepaba enteramente de otras
cosas de las que el paciente había informad o anteriormente acerca d e la con -
d ucta de su mujer dentro de su matrimonio, incluido un episodio de infidelida d
que e n est e m o m e nto e l paci ent e est a ba apare ntemente negando, minimizando
o ignorand o.
INTERVENIR I 467
El Dr. B optó por confrontar la visión actual del paciente, llamando la aten-
ción res pecto de otras percepciones de las que había hablado en otro tiempo.
"Está diciendo usted que no puede echarle la culpa a Julia por la disolución de s u
matrimonio, porque en muchas s entidos usted podría haber sido un mejor espo-
so y un mejor padre. No tengo ninguna razón p ara dudar de que usted podría
haber actuado mejor, pero al mismo tiempo me llama la atención su actitud".
El terape uta hizo una p a u sa y esperó a ver la reacción del paciente: "¿Qué
quiere usted decir?".
Entonces el Dr. B continuó: "Bueno, viene a ser casi como si usted eligiera, o
d e a lguna forma necesitara hacerse usted enteramente responsable de la d isolu-
ción de su matrimonio y eximir a su mujer de toda responsabilidad. Sin embar-
go, u sted m e dijo en otro tiempo que el matrimonio empezó a fracasar porque
ella había t enido un~ aventura. Pero es como si dicha realidad fuera enteramen-
te igno rada en el día de hoy mientras está u sted hablando conmigo. En lugar de
ello, vi~ne a ser como s i lo único que c upiera reprochar fueran las limitac iones
d e usted. ¿Qué piensa u sted acerca de esto?".
En respuesta a la intervención del terapeuta, el pac iente se mostró reflexivo,
pudiendo h acer u so de la confrontación para sentirse desconcerta d o por su
visión actua l un tanto unilateral de las cosas, y para sentir curiosidad respecto
d e por qué razón estaba organizando su experiencia subjetiva de esta forma. E l
Dr. B advirtió que mientras continuaban explora ndo los p ensamientos y los sen-
timientos d e Mr. Y dentro de la sesión, el paciente comenzó a angustiarse. Empe-
zó a hablar de su s preocupaciones respecto de quedarse solo y de sentirse solo ;
e n s u s asociaciones, el paciente se vio a sí mismo pensando acerca d e la solidez
de s u s viejas amistades, y pregunt á ndose si los d emás se d ecidirían a permane-
cer a su lado. En la contratran sferencia, el t erap euta se sintió ligeramente culpa-
ble y preó'cu pado por la posibilidad d e que tal vez hubiera presionado al paciente
demasiado pronto.
hasta hacía poco había venido organizando su experiencia subjetiva dentro del
mismo contexto exactamente. Al igual que en el caso de Mr. Y (el paciente n euró-
tico de la ilustración cínica 1), y que todavía es más evidente debido a la natur ale-
za altamente disociada de la experiencia subjetiva de Ms. J, ambas visiones están
polarizadas, sin que ninguna de ellas sea más acertada que la otra. La cuestión es
que, .a pesar de ser mutuamente contradictorias, ambas han sido sentidas co1no
ciertas en momentos diferentes. La t erapeuta está llamando la atención de la
paciente respecto de la naturaleza contradictoria de su percepción e invitándole
a reflexionar acerca de ello, a desarrollar una perspectiva más amplia respecto d e
lo inestable que es su percepción y de lo distorsionada que debe ser.
Las confrontaciones de esta clase,dentro del contexto de una estructu ra bor-
derline pueden desempeñar una variedad de funciones. El hech o d e introduci r
una visión alternativa le ayuda a l paciente a salir fuera de una visión monolítica
de su experiencia subjetiva actua l, absorta en la vivencia del momento y percibi-
da concretamente, percepción que implica por igual distorsión y rigidez; es te
desplazamiento de perspectiva mejorará la prueba de realidad en relación con
su percepción de sí misma en su lugar de trabajo actualmente sumamente diso-
ciada, ayudándole a zanjar cognitivamente la disociación entre las perspectivas
más idealizada y paranoide. Además, en la medida en que la confrontación de la
terapeuta pone de relieve que la paciente ha venido sosteniendo unas visiones
totalmente contradictorias respecto de la misma serie de circunstancias, y d e
que ha tenido unas vivencias similares en otro tiempo, la terapeuta está subra -
yado tácitamente la cualidad interna, creada mentalmente (por contraste con la
concreción que acompaña a la escisión) de la vivencia psicológica, conciencia
ésta que abre la posibilidad de desarrollar una mayor flexibilidad e integración.
El reforzar la prueba de r ealidad y el reforzar la comprensión de la naturale-
za interna y subjetiva de la experiencia p sicológica son algunas de las funciones
desempeñadas por la confrontación en el tratamiento de los pacientes borderli-
ne, funciones que serían menos relevantes en el tratamiento de pacientes con
una patología de personalidad de nivel superior, en quienes estas capacidades
es tá n más plenamente desarrolladas y son más estables. En el tratamiento tanto
de los pacientes neuróticos como borderline las confront aciones permiten intro-
ducir otras perspectivas a lternativas y una mayor flexibilidad en el estilo de pen-
samiento de los pacientes en un área de conflicto.
El ejemplo de Ms. J permite ilustrar la confrontación de la escisión (o de la
idealización/desvalorización) en el tratamiento de una paciente borderline supe-
rior. S ería un descuido de nuestra parte, sin embargo, si abordásemos la con-
frontación en e l tratamiento de los pacientes borderline sir>: comentar
esp e cíficame n t e la c onfrontac ión d e la ide ntificación proyectiva (que a rn.enudo
se describe dentro de la PFT-A en el sentido de llamar la atención respecto de la
INTERVENIR I 471
Resumen
La confrontación implica llamar l_a atención sobre las contradicciones o dis-
crepancias existentes en el material clínico y que reflejan la influencia que ejer-
cen las defensas del paciente sobre sus comunicaciones en la sesión; al hacer
una confrontación, el terapeuta está en esencia confrontando la negación y la
racionalización de las distorsiones sutiles (defensas neuróticas) o no tan sutiles
(defensas basadas en la escisión) en la subjetividad del paciente y que han sido
472 TERAPIA PSICODINÁMIC A PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
y sugiriendo por qué razón el paciente puede estar percibiendo y vivenciando las
cosas como lo hace, o puede estar comportándose de determinada manera
(Sandler et al., 1992). Las interpretaciones le infunden un significado a las obser-
vaciones del terapeuta respecto de la conducta o de las declaraciones del pacien-
te que pudieran parecer ilógicas o arbitrarias.
No obstante, aun cuando sean explicativas, las interpretaciones no son en
modo alguno unas declaraciones de hechos, sino que constituyen hipótesis -con-
jeturas inferidas por el terapeuta, o a veces por el paciente mismo, como parte
de un proceso de indagación continuada. Cuando un terapeuta realiza una
interpretación, lo hace tentativamente, movido por el ánimo de una indagación
abierta y de compartir una posible forma de poder atar los cabos, al tiempo que
manteniendo la conciencia de que existirán siempre otras formas alternativas de
entender los datos clínicos. Una interpretación se puede ver como una narrativa
_ simbólica que reúne los datos dentro de un marco de referencia organizado; una
interpretación eficaz promueve el manejo flexible del conflicto dentro de u n
marco de significado personal y de autocomprensión.
Mientras que la clarificación y la confrontación focalizan la atención en los
contenidos conscientes y preconscientes, las interpretaciones implican llevar a
la conciencia aspectos de la vida interior que son inconscientes, contra los que
se erige activamente la defensa e inaccesibles a la conciencia debido a que de
alguna forma generan ansiedad o son inaceptables (Auchincloss y Samberg,
2012). Dado que la interpretación explora los significados personales que están
motivando la conducta del paciente y organizando s u experiencia interna, la
capacidad que tenga el sujeto de hacer uso de este último nivel de intervención
dentro del proceso de interpretación depe nde de su capacidad de observar y de
reflexionar acerca de su experiencia interna, y de sentir curiosidad respecto de
1a naturaleza de dicha vivencia (Lafarge, 2000). Una interpretación le ayuda al
paciente a encontrarle un sentido a su experiencia subjetiva y a su conduc ta,
ahondando la comprensión de su vida interior, junto con el objetivo a largo pla-
zo de ayudarle a acceder a una perspectiva más amplia en relación con los
aspectos conflictivos de la experiencia psicológica, además de a contenerlos
más eficazmente y a contextualizados. (Véanse l~s capítulos 12 y 13 acerca del
proceso de elaboración).
Los siguientes son algunos ejemplos de interpretación:
Terapeuta: Me ha dicho usted muchas veces que le encantaría poder ser capaz d e
recibir más atención por parte de los hombres y que usted se considera a s í
misma como una persona poco atractiva o deseable [una representación
defensiva de ella misma]. Pero cuando John, el hombre al que acaba usted de
conocer hace poco y que le parece atractivo, le mandó un mensaje de texto
esta mañana, en lugar de sentirse contenta e inferir que este hombre podría
474 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
querer invitarle a salir juntos, usted dio por sentado que no cabía la pos ibili-
dad de que estuviera inte1-ésado en usted y que en lugar de ello lo que este
hombre quería era que usted le diera el número de teléfono de su amiga [con-
frontación]. Ahora bien, no estoy diciendo que esté usted necesariamente e n
lo cierto o equivocada; no es esa mi intención. Lo que me llama la atención
es que lo dé usted por sentado. Viene a ser como si le resultara muy difícil ni
tan siquiera imaginarse que un hombre por el que se siente usted atraída
pudiera interesarse por usted, como si el mero hecho de tomar en considera-
ción semejante posibilidad le generase angustia. Viene a ser como si, en el
fondo, una parte de usted estuviese convencida de que no se merece u s ted
ser la que reciba la atención de este hombre, especialmente cuando se ima-
gina que a la amiga de usted también le gustaría saber de él -como si estu-
viese convencida de que el andar detrás de captar el interés de este hombre
y, de paso rivalizar con su propia amiga, harían que fuese usted una egoís ta
o que de algún modo no fuese usted una buena persona [interpretación].
Terapeuta: Parece usted estar sintiéndose hoy muy cómodo estando aquí, y opti-
mista respecto de nuestra labor conjunta. Pero estaba pensando si puede
usted recordar cómo se sentía la última vez que estuvo aquí: descorazonado
y desesperado, diciendo que este es el enfoqu e equivocado de tratamiento
para usted y que las cosas no van a m ejorar jamás en su vida. De hecho, en
determinado momento dijo usted que las cosas parecían estar tan mal que
estaba u sted considerando la posibilidad de suicidarse.
Paciente: No había vuelto a pensar en eso, pero es verdad, me sentía totalmente
acabado. Pero ahora me siento mucho mejor. En realidad no tiene impor-
tancia cómo me sentía la última vez. Ya pasó - no hace falta que s igan.o s
dándole vueltas.
INTERVENIR 1 475
enfadado en lo más mínimo -o incluso que siente que tiene d erecho a enfadarse
o que quiere hacerse valer ante su mujer- se angustia usted y se echa a t rás.
Como ya analizamos otras veces, en esos momentos Ja visión que tiene de usted
mismo cambia; de repente se vuelve usted pequeño, infantil e incompetente, des-
bordado por la sensación de que todo es culpa suya". Esta reiteración del mate-
rial clínico que había sido clarificado sirvió para poner de relieve y confrontar la
relación objetal defensiva.
El paciente respondió admitiendo su frustración: "Pu es sí, es extraño, ya lo
sé, y también frustrante. Hace que me resulte difícil comportarme como un
adulto. Me siento aterrado por la posibilidad de acabar quedándome solo, y un
tanto desesperado. No tiene ningún sentido".
El terapeuta señaló que la visión defensiva que Mr. Y tenía de sí mismo se
estaba volviendo egodistónica ("extra"ñ a") y al mismo tiempo las ansiedades (el
temor a quedarse solo) de las que le protegía la relación objeta! defensiva estaban
aflorando a la conciencia. A la luz de estos desarrollos, el Dr. B p ensó que Mr. Y
podía estar en disposición de hacer uso de la explorac ión de los motivos y con-
flictos inconscientes que pudiera subyacer a la relación objetal defensiva que le
resultaba familiar. El terapeuta procedió a ofrecer una sugeren c ia que pudiera
explicar este esquema relacional del paciente, haciendo una interpretación que
vinculaba la conducta observable de Mr. Y y su experiencia subjetiva consciente
(que n o es capaz de hacerse valer; que se siente desolado y solo), con las fuerzas
inconscientes que están fuera de su conciencia.
El Dr. B señaló: "Me llama la atención el h echo de que dentro del contexto del
conflicto con Julia, su mente se d esplaza directamente a l temor a acabar que-
dándose solo [la ansiedad que motiva la defensa -la relación objeta! compu esta
de un niño pequeño y de una figura parental ausente, asociados a la sensación de
un aislamiento doloroso], y el resultado es que usted se s iente a la manera de un
niño pequeño y asustado". El terapeuta hi zo una pausa, y el paciente le miró
expectante. El Dr. B decidió seguir adelante: "Viene a ser como si no pudiera
soportar usted el verse como alguien que tuviera el menor poder -o, lo que es
más, el verse incluso como un adulto- dentro d el contexto del conflicto con Julia.
Sé que puede sonar paradójico, pero todo esto hace que me pregunte si no nece-
sitará usted volverse pequeño porque en el fondo tiene usted miedo d e ser dema-
siado poderoso. Viene a ser como si le preocupara a usted la posibilidad de que
si es usted poderoso, pudiera llegar a hacer algo destructivo, o de que algo espan-
toso pudiera salir de usted que pudiera hacer que Julia y todas las demás perso-
nas se sintieran repelidas y acabaran dejándole solo. Como si d entro de su mente
sus únicas opciones fueran ser un niño y conservar los vínculos con los demás,
o ser un adulto y quedarse enteramente solo".
defensiva (un niño incompetente y una figura materna sin tacha; autocríticas y
remordimiento), comenzaron a salir a la luz las ansiedades subyacentes q ue
estaban motivando la defensa. Dichas ansiedades, que tenían que ver con el mie-
do a la soledad, el aislamiento y la pérdida de los vínculos, fueron expresadas a
través de las asociaciones y d e la vivencia afectiva d el p aciente durante las sesio-
nes. Como aparece mencionado en el párrafo final de la ilustración, la ansiedad
de Mr. Y puede entenderse en el sentido de una relación objetal entre un niño
pequeño y una figura parental ausente, asociados a unos sentimientos de aisla-
miento doloroso. Las intervenciones del terapeuta fueron graduadas con objeto
de seguir la cadencia del paciente; sólo a medida que las ansiedades que subya-
cían a las relaciones objetales defensivas -miedo a la p érdida, al aislamiento y a
la agresión- comenzaron a salir a la ·1uz, empezó el terapeuta a ofrecer algunas
interpretaciones.
Puede ser tentador, pero rara vez suele ser terapéutico ofrecer interpretacio-
n es muy tempranas en el caso d el p aciente neurótico. Por ej emplo, en la sesió n
inicial descrita e n esta última ilustración, el Dr. B podría haber vinculado inme-
diatamente la idealización que el pac iente h acía de su mujer con el temor a su
propia agresión. Esta intervención habría sido correcta p ero de escasa utilidad,
dirigiendo el centro d e la atención clínica hacia unos conte nidos ajenos a las
preocupaciones dominantes d el paciente e n ese momento (i.e., la agresión, en
lugar d e la pérdida) y profundamente rep rimidos. Las interpretaciones prema-
turas s u elen conducir a una especula ción intelectual vacía, por contraste con las
interpretacion es ofrecidas en un momento más oportuno, y que conducen a una
exp eriencia afectiva auténtica y a la profundización del material clínico.
Como otra posibilidad, las interpretacio nes prematuras pueden tropezar con
un rechazo d e plano por parte del paciente. En el caso de Mr. Y, fue su recono-
cimiento y su frustración respeto de s u dificultad en ser asertivo lo que le permi-
tió advertir a l Dr. B que los conflictos d el paciente en relación con la agresión
eran en ese momento más accesibles de lo que pudieran h a b erlo estado tiempo
atrás, presumiblemente como consecu encia de los ciclos reiterados de clarifica-
ción y de confrontación llevados a cabo e n las sesiones p receden tes.
En sus interpretaciones, el terapeuta desarrolló dos posibles explicaciones
diferentes respecto d e có1no e l h ech o d e sentirse a l a manera de un niño y de
idea lizar a s u mujer, podía proteger al pacient e d e los temores s ubyacentes a
la pérdida. La primera d e estas explicaciones estaba en r elación con la diso-
ciación y con l a negación de l a conducta de s u mujer, y la segunda estaba en
relación con las defensas represivas en torno a l a agr esividad inconsciente.
Ambas interpretaciones desempeñaron la función de ayudar a Mr. Y a tomar
concie ncia d e algunos asp ectos de su experiencia subjetiva interna que eran
inconscientes.
480 TERAPIA l'S ICODINÁMICA PARA LA PATOLOG ÍA DE LA PERSONALIDAD
El objetivo último de las interpretaciones del Dr. B, sin embargo, no era d ejar
al descubierto las ansiedades y motivaciones inconscientes, sino ayudar a Mr. Y
a contenerlas y contextualizadas mejor. Dicho más extensamente, el objetivo de
una interpretación -por ejemplo, la interpretación que ofreció el terapeuta en
r elación con la agresivida':1 inconsciente- no consiste per se en hacer que el
paciente se dé cuenta de que está enrabietado, s ino en ayudarle a desarrollar una
perspectiva más amplia que le permita contextualizar y contener las partes
encolerizadas de él mismo dentro de su percepción consciente general de sí mis-
mo, de manera que se conviertan en parte de un todo, en lugar de posesionarse
de él en ese momento. 2 En razón de ello, el objetivo de las interpretaciones del
Dr. B consiste en p ermitirle a Mr. Y tolerar los sentimientos agresivos, junto con
la comprensión de que el hecho d e sentir hostilidad no significa que él sea exclu-
s ivamente agresivo, ni tampoco implica n ecesariamente una pérdida inevitable,
permanente y atroz, aunque e n ese momento pueda tener la sensación de que
todo esto es verdad. 3 Estos cambios le permitirán al paciente sentirse más cómo-
do consigo mismo en tanto que adulto cualificado y le llevarán a d esarrollar su
capacidad de profundizar s u s r e laciones con las mujeres, que entonces podrán
ser percibidas y vividas de una forma más completa y más compleja, que incluya
los fallos y las limitaciones de ellas.
De forma similar, el objetivo de las interpretac iones anteriores -que focaliza-
ban la atención en la negación de la pérdida por parte del paciente- sería en su
caso alcanzar a ser capaz de tolerar los sentimientos de pérdida sin sentirse al mis-
mo tiempo condenado a quedarse completamente solo para siempre, a la manera
de un castigo insoportable en razón de sus limitaciones y de su agresividad.
Terapeuta y paciente se pasaron varios meses elaborando los conflictos d el
paciente en relación con la pérdida, la soledad y la agresividad; estos conflictos
reaparecieron periódicamente a todo lo largo del resto del tratamiento como
parte de un proceso continuado de elaboración. Dichos conflictos estaban clara-
mente vinculados a las experiencias evolutivas t empranas de Mr. Y -tanto a su
experiencia con una madre d eprimida, retraída e inaccesib le, como a su identi-
ficación con un padre hostil y un tanto sádico. En su enfoque, el Dr. B aplazó el
centrarse en estos vínculos evolutivos relativamente claros y accesibles, hasta
d espués de que los conflictos nucleares hubieran sido desarrollados más a fondo
en el aquí y ahora; llegados a ese punto, e l establecer vínculos con el pasado le
ayudó al paciente a encontrarles un sentido y a manejar simbólicamente estos
2. Este resultado final del proceso d e interpre·tación se d eriva de los ciclos reiterados d e clarifica-
ción, confrontación e interpre tación, o proceso de elaboración (véanse los capítulos 12 y 13), lo
que conduce progresivamente a una mayor flexibilidad de las defensas, un aumento de los niveles
d e insight emocional y, en última i nsta n cia, a la capacidad de contener y de contextualizar los
aspectos conflictivos d e la experiencia subje tiva dentro de una percepción general de sí mismo.
3. V éase Ca\igor e t al. (2007 ) para un anális i s n-.ás a fond o d e l a influenci a de l a inlerpretación y l os
mecanismos d e cambio en el tratamiento de los pacientes neuróticos.
INTE~YEN IR I 481
mala, espantosa, d e manera que u s te d piensa que d ebe ría mandarlo todo a paseo
y encontrar una solución intermedia en donde no tuviera u s ted que caer tan b ajo.
Pero no la encuentra, de modo que debe haber algo que le mueve a perpetuar este
mismo esquema. Una de las ideas que se me ocurren es que puede que todo ello
tenga que ver con tratar de aferrarse a esa emoción tan especial que se deriva del
hecho de tener una relación positiva -por ejemplo, cómo se sentía usted al prin-
cipio con Halo con Brian, cuando todo parecía tan maravilloso y usted se sentía
perfectamente feliz en su propia piel. Quizás la esperanza de ser capaz de tener
y de conservai- ese estado emocional es lo que lo mantiene en marcha. Si acepta-
ra usted una visión más moderada, sería u s ted menos vulnerable a esas expe-
riencias tan negativas, pero por otro lado tendría usted que renunciar a la
esperanza de esa otra experiencia tan maravillosa, y puede que ello sea verdade -
ramente difícil de aceptar. Vendría a ser como a lbe rgar la esperanza d e seg u ir
siendo un niño para siempre, con un progenitor devoto y ferviente que cuida p er-
fectamente de usted y le trata como a alguien especial; aunque usted sabe que
eso ya no es posible, y que es usted una adulta hecha y derecha - es algo a lo que
resulta difícil renunciar".
Resumen
La interpretación propiamente dicha es la fase final del proceso de interpreta-
ción, que viene después de la clarificación y la confrontación. La clarificación y la
confrontación se centran en lo que el pacie nte dice, hace y siente en un área de
conflicto, al tiempo que invitándole a reflexionar. Las interpretaciones se basan
en estas intervenciones exploratorias anteriores, invitando al paciente reflexivo a
explorar los motivos y significados personales que pudieran subyacer e impulsar
las conductas, pensamientos y sentimientos repetitivos que han sido clarificados
y confrontados. Mientras que la clarificación y la confrontación abordan aspec-
tos de la experiencia subjetiva y la conducta que son accesibles a la conciencia, la
interpretación toma adicionalmente en consideración los procesos mentales
inconsc ientes , centrándose en comprender los e j es impulsores d e la exper iencia
interna y la conducta externa del paciente dentro de un área de conflicto.
Si bien las interpretaciones son hipótesis explicativas, no son en modo alguno
declaraciones de hechos reales. En razón de ello, cuando el terapeuta realiza una
interpretación, lo hace t entativamente movido por el ánimo de una indagación
abierta y de compartir una posible forma de atar los cabos. Una interpretación
ayuda al paciente a encontrarle un sentido a su experiencia interna y su conduc-
ta externa, profundizando su comprensión de su vida interior, con el objetivo a
486 T E RAPIA PSIC ODI NÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA D E LA PERSONALIDAD
largo plazo de ayudarle a acceder a una perspectiva más amplia en relación con
los aspectos conflictivos de la experiencia psicológica, y a contene rlos y contex-
tualiza dos más eficazmente.
R esumiendo, el terapeuta utiliza la interpretación para lograr lo siguiente:
~ . , ~~~:-:;ig~~~
~-=-:·•
~-,.
,.¡·~•f ~
..
·•1,,_•
Referencias
Auchincloss, A.L., Samberg, E. (Eds.): Psychoanalytic Terms and Concepts. New Have n,
CT: Yale University Pres~ 2012.
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Intervenir II:
Análisis de la transferencia
y tácticas que guían el proceso
11 de interpretación
PARTE 1
Análisis de la transferencia
1. E l a n á lisis d e la tran sferen cia e n el tra tam iento d e los p acie n tes con trasto rnos graves de la per-
sonalidad se anali-¿_a c un lodo Lle l a lle e n Tran.sference-Focused Therapy for 130 ,-derline Perso nalily
Disorder: A Clínica/ Cuide (Yeo m ans et al ., 20 15).
INTERVENIR 11 491
.
• • .• , J •• 1 :,.
n ~..- : ~-¡,;}:~ '7'~ l' • ' /~- ..,
';
.. ., . -' '
La contratransferencia no suele ser La contratransferencia es el canal
habitualmente el canal de comunicación de comunicación dominante, y
dominante, en comparación con frecuencia primordial.
con la comunicación verbal.
La contratransferencia es relativamente La contratransferencia suele ser extrema,
sutil y es fácil pasarla por alto. intrusiva y muy cargada afectivamente.
4 94 TERc\PIA PS IC OD INÁM ICA PARA LA PATOf.()(¡j_.\ DI" 1 A PERSO NALIDAD
La transferencia paranoide
Ilustración clínica 1:
Clarificación de la transferencia' paranoide
Volvemos a Ms. M, la paciente borderline diagnosticada de trastorno límite de la
personalidad con rasgos paranoides y narcisistas prominentes, que fue analizada
en la extensa ilustración clínica que aparece en el capítulo 6. Durante un período
prolongado, la paciente estuvo bregando con e l requerimiento del ritmo de dos
sesiones semanales, con la necesidad de empezar y de acabar las sesiones a su
hora, y con los inconvenientes de su desplazamiento hasta llegar a la consulta de
la Dra. C.
Ms. M vino a una sesión con 15 minutos de retraso visiblemente agitada y que-
jándose del tráfico y de la "puta egoistona" que había venido conduciendo el auto-
bús. Cuando la terapeuta trató de clarificar lo que había sucedido aquella mañana
en particular, la paciente se quedó en silencio y le frunció el ceño a la Dra. C,
comunicando claramente a través del cana l no verbal que una vez que había
logrado llegar a la consulta, toda su exasperación y toda su indignación estaban
ahora foca lizadas directamente en la terapeuta. Ante el silencio impertérrito de
Ms. M, la Dra. C hizo varios esfuerzos por clarificar qué era lo que estaba suce-
diendo. La paciente permaneció visiblemente encolerizada, pero no dijo nada.
La terapeuta decidió cambiar de táctica, comentar en lugar de indagar. "Veo
que está usted a lterada y agitada; parece que el trayecto hasta mi consulta ha
sido particularmente exasperante hoy". Ms. M respondió de inmediato "Pues sí.
¡Fue verdaderamente insoportable!". La Dra. C pidió una explicación más deta-
llada: "¿Puede explicar eso un poco más?".
La paciente le lanzó una mirada asesina a la terapeuta y dijo: "Ya se lo h e
dicho a usted mil veces - ¡la sesión empieza demasiado temprano! Tengo que
levantarme a las 7 de la mañana para venir aquí y por la noche no me puedo dor-
mir. Este sitio donde u sted tiene la consulta es una mierda. Tengo que coger dos
autobuses y nunca consigo enlazar el uno con el otro. Así que perdí el segundo
autobús, ¡la puta de la conductora salió cortando! Sabía que llegaba tarde y que
usted siempre comenta el hecho, y eso es a lgo que detesto".
Prosiguiendo con el uso del proceso de clarificación para invitar a Ms. M a
explicar un poco más su experiencia subjetiva, la Dra. C preguntó: "¿Por qué
razón piensa usted que yo comento el hecho?". La paciente respondió: "¡Porque
es usted un auténtico grano en el culo! Le trae s in cuidado lo que pueda sentir
nadie, sólo busca su propia convenie n c ia. Insiste usted en que todo el mundo
496 T ERAPIA PS ICODINÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONA LI DAD
haga las cosa s a s u manera, porque la que n1a nda aquí es usted . Pero c ualquier a
podría ve1- que e n 1-ealida d u s ted es sen c illa m e nte una egois tona y u na com odona
-se e ngañ a a u s ted mis m a". La hostilida d de M s. M era palpable. Sus com enta -
rios d ejaron a la te rape uta sintiéndose simultá nea m en te intimida da, a la defen-
s iva y d enig ra d a .3
La Dra. C p rocedió a tr-aduc ir en p a labra s su p ro pia explica c ió n de la p e rcep -
c ión que la pacie nte te nía de la terap e uta e n ese m o m e nto . Sirvié ndose d e todos
los cana les d e comunicació n y d e su recu erdo d e las quejas frecuentes d e Ms. M
acer ca de s u m a dre , la Dra . C su girió : "Sue n a a com o si yo m e hubiese con verti-
d o en o tra p ersona más en s u vida q ue se preocupa únicam ente por ella misrna,
abus a de s u p o der e intimida a los de m ás con el o bjeto de satisfacer s u s p ropias
necesidad es".
La p aciente corroboró con e ntusiasmo q ue eso era efectivam en te lo que h a bía
p asado: "¡Exact o! Otra puta egois to n a m ás". Pero llegados a este punto el tono de
vo z d e M s. M era m ás triunfante que p a rano ide , y p a recía menos agita da y m en os
en g u ardia . La D ra. C o ptó p or seguir un p oco m ás con la clar ificació n d e la p er-
cep c ió n y la v iven c ia de la p acie nte e n la t ran sfere n c ia . La ter a p euta preguntó:
"¿Pued e explicarm e un p oco m ás qué es lo que hago yo o de qué forma la trato
yo , que hace que se sienta usted intimida d a o q ue s u g iere que estoy d e m ostra ndo
ser una egoiston a o una com o d o n a?". La clarifi cació n y la explorac ió n a dicion a l
continu a d as de la exp eriencia s ubjetiva d e M s . M e n la trnn sfer encia , traducién -
dola en pala bras y compartié ndola a bie rta m e nte con la D ra. C, que escu c h a b a
a t en tame n te y tra ta b a de compre nde r, p areció ayuda r a la paciente a sentirse
m á s calma d a y a mos trarse m ás re flexiva .
Comentarios: E n es te ejemplo se puede ver que la terap euta r ealiza tres nive-
les d e intervención - to das ellas, técnicam en te habla ndo, modalida des d e cla rifi-
cación. Los esfue r zos inicia les de la D ra. C, e n los que le p edía a Ms . M que
explica ra q ué e r a lo que es ta ba su cedie ndo, parecie ron servir única m ente p ara
que la p acie nte empeorara tod avía más y o pta ra p or p erm a n ecer en silen cio.
Cuando la terap euta cambió de tema par a com e ntar la exasperació n d e la pacien -
te, en lugar d e seguir indagando, Ms. M empezó a habla r de h ech o, p ero s u tono
de vo z seguía siendo hostil, aunque quizá s un poco m enos p aranoide . Cuando
finalme nte la Dra. C come ntó la visión que la p aciente te nía de la terapeuta,
com e n zó a cambiar la atmósfera exist en te d entro de la sesión.
En el tra t a miento de p acientes borderlin e, el proceso de desarrolla r y d e expre-
sar con p ala bras la percepción que el paciente tien e del ter apeuta (i.e., identificar
y describir la r elació n obje tal afectiva m ente do m in a nte que está organizando la
trasferen cia) s uele ser el p rimer paso óptimo pa r a m a nejar las tra n sfer encias
muy cargad as a fectivam ente, de ordinario p a ranoides, que salen a la luz en el
tratamie nto (Ca ligor et al. , 2009). El terapeuta vincula r á la exp eriencia afectiva
do minante d el p aciente (ra bia , miedo, odio) con unas representaciones más ple-
3. Esta co nlraLr a n sferen e i a le pen n ilió a la D,-a . C v i s l u m brar la p ercep c i ó n d omina nte q u e M s . M
ten fa de sí mis m a en la tr ansfer e nc ia pa r ano ide .
INTERVENIR 11 497
Ilustración clínica 2:
Confrontación de la inversión de los papeles en el análisis
d e la transferencia ·
Mr. Ges el paciente de 35 años de edad con un trastorno narcisista de la pers ona-
lidad, ahora en la fase intermedia del tratamiento, que fue presentado en la ilus-
tración clínica 2 del capítul o 9 mie ntras se es taba quejando de que s u n.,uj e r se
negaba a ayudarle a pagar su coch e (para el a n á lis is de Jas fases del tratamiento,
INTERVENIR 11 499
5 . Este seria un eje mplo d e cóm o e l expresar con palabras la experiencia subje tiva d el pac i ente
como parte d e l proceso d e clarificación, p u e de brindar una conte nción de l afecto.
INTERVENIR 11 501
Comunicación no verbal
Puede que las transferencias de los pacientes borderline se expresen predomi-
nantemente a través de los canales no verbales -en la conducta del paciente en
relación con el marco del tratamiento o en las comunicaciones no verbales
durante las sesiones. El primer paso para analizar la transferencia es traducir
en palabras las acciones del paciente, y describir las relaciones objetales que
están organizando su conducta.
Ilustración clínica 3:
Comunicación no verbal y análisis de la transferencia
Volvemos a Ms. P, la estudiante de 23 años de edad con un diagnóstico d e tras -
torno límite de la personalidad y un historial de hacerse cortes superficiales, que
fue presentada en la ilustración clínica 1 del capítulo 9. La paciente vino a trata-
miento con los objetivos de mejorar su regulación afectiva y e s tabilizar sus rela-
ciones interpersonales; tenía antecedentes de amenazas de suicidio. El Dr. K
comenzó traduciendo en palabras la relación objeta! que estaba organizando la
transferencia, tal y como había sido desarrollada durante el proceso de análisis
de la contratransferencia que se describe en el capítulo 9. El terapeuta comentó:
"Suena como si me viera usted, cuanto menos en este momento, como alguien
insensible y desapegado, disfrutando de su posición de impotencia y de la posi-
bilidad de hacerle sufrir". La respuesta de la paciente fue mostrarse verbalmente
de acuerdo con el Dr. K y sonreír maliciosamente.
El terapeuta procedió a confrontar la disociación entre la sonrisa abierta de
M s. P y el contenido verbal de la comunicación entre ambos: "Me llama la aten-
ción que estamos hablando de que usted me percibe como alguien que extrae un
placer en hacerle sufrir, y al mismo tiempo se sonríe usted". La paciente volvió a
sonreír abiertamente, pero parecía un poco desconcertada y comentó que en
realidad no era consciente de que estuviera sonriendo en respuesta a la pregunta
502 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGfA DE LA PERSONALIDAD
del terapeuta respecto de cuál pensaba ella que podría ser la razón de que volvi e-
ra a sonreír otra vez. El Dr. K comentó: "Viene a ser como si hubiera una parte
de usted que disfrutara con esto". Ms. P permaneció en silencio.
El terapeuta prosiguió: "Estaba pensando si cuando menciona usted el suici-
dio, existe una parte de usted que quiere hacer que me sienta inquieto o preocu-
pado; viene a ser como si, cuando plantea usted la posibilidad de hacerse daño,
estuviera uste d amenazándome a mí. De la misma forma que usted se imagin a
que yo disfruto con su sufrimiento y su vulnerabilidad, es como si una parte de
usted, quizás en gran medida fuera de su conciencia, disfrutara de la idea d e
hacerme sufrir pagándome con la misma moneda, y extrajera un placer e n
poner de relieve mi vulnerabilidad. Estaba pensando si no será esa parte de
usted la que sonríe cuando hablamos de sadismo. ¿Qué piensa usted acerca d e
esto?".
Ilustración clínica 4:
Confrontación de la escisión y la negación
Volvemos a ocuparnos de Ms. J, la paciente borderline superior que d escribimos
en e l e jemplo a c erca de l a interpre tación, en la ilustración clínica 2 del capítulo
10. La Dra. C y Ms. J prosiguieron identificando y explorando la inestabilidad de
INTERVENIR 11 503
Comentarios: En esta ilus tración, la Dra . C empieza por confrontar la ide a li-
zación que M s. J hace d e la terapeuta e n la trasferencia. En su confrontación, la
D ra. C revisa la historia de la relac ión terapéutica y la fricción que caracterizó a
la transferencia d esde muy pronto, reconociendo que en est e momento la pacien-
te ha escindido y está n egando estos aspectos d e la r elación actual entre ellas y
d e su his toria juntas . En una serie d e interven ciones, la terapeuta invita a M s. J
a recordar el lado negativo d e la relación entre amb as, al mismo tiempo que la
paciente está inmersa en una visión idealizad a. La Dra. C reconoce claramente
las dos caras de la escisión c uando le recuer da a Ms. J las primer as dific ultades
que tuvieron, a l tiempo que reconociendo que la paciente se ha venido b e nefi-
ciand o d el t ratamie nto y ha formado un vínculo con la terapeuta.
Estas intervenciones pueden verse como una serie de confrontaciones de la
escisión y la negación en la transferencia, conforme la Dra. C invita a Ms. J a
sumarse a ella en enlazar c og nitivamerrte los s.egmentos idealizado y paranoide
d e su percepción de la transferencia. En sesiones subsig uient es, continuó refre-
nándose d e hacer una interpretación propiamente dicha, has ta que la paciente
no reconociera que podía cuanto menos entender_la p erspectiva d e la terapeuta.
Llegados a ese punto, la Dra. C tuvo la sensación de que M s . J podía ser capaz d e
servirse con structivam ente de una exploración d e los motivos que impulsaban la
idealización a la que se est a b a a ferrando tan t enazmente; fue e ntonces cuando
la terapeuta ofreció una interpret ación, sugiriendo una posible forma d e enten-
d er el motivo d e la paciente para escindir defensivamente todos los aspectos
n egativos y mantenerlos fuera de la relación terapéutica.
En e l tratamiento de paci entes borderline d e nivel supe r ior, s u e l e s e r c omún
que el paciente se instale en una t ransferencia idealizad a relativamente estable ,
INTERVENIR II 505
para estos dos grupos de pacientes, pero las defensas narcisistas son mucho más
rígidas y están mucho más investidas afectivamente en el trastorno narcisis ta de
la personalidad que en los otros trastornos de personalidad. Con ambos g rupos
de pacientes, pero especialmente con los que adolecen de un trastorno narcisista
de la personalidad, en la fase inicial del tratamiento la escenificación de las
defensas narcisistas tiende a dominar la transferencia-contratransferencia, y e]
análisis de las transferencias narcisistas constituye un primer paso n e cesario y
a menudo prolongado en la exploración de las ansiedades paranoides y depresi-
vas y de las relaciones objetales subyacentes.
Ilustración clínica 5:
Confrontación de las defensas narcisistas
Ms. H, de 40 años de edad, casada, con un diagnóstico de trastorno narcisista de
la personalidad y organizada en un nivel borderline intermedio, se presentó en
consulta después de haberse ido recientemente de su casa sin ninguna razón
aparente, abandonando a su marido y a su hijo de 10 años, dejando atrás su cri-
sis matrimonial. Vestida con esmero y con estilo, la paciente entró en el despacho
del Dr. B y se instaló cómodamente en el sillón como si nada absolutamente le
preocupase en este mundo. Habló libremente acerca de sus planes para encon-
trar un apartamento y después empezó a hablar de sus proyectos para la decora-
ción del interior con excesivo lujo de detalles.
Mientras hablaba, la actitud de Ms. H hacia el terapeuta era desapegada y
despectiva. Prácticamente no miraba al Dr. B a los ojos. La comunicación hizo
que el terapeuta se sintiera vacío, insignificante y extrañamente absorto en la
contratransferencia. Mientras estaba sentado junto a la paciente y escuchándole,
el Dr. B tuvo el pensamiento de que Ms. H podía seguir hablando de la misma
forma indefinidamente, utilizando las horas de terapia para exponer unos monó-
logos hablando acerca de cuestiones triviales y transformando la terapia en una
interminable p érdida de tiempo en su mayor parte. Varios minutos más tarde, el
terapeuta advirtió que su mente había estado divagando.
El Dr. B identificó la relación objeta! dominante escenificada en la transfe-
rencia como una relación en la que Ms. H desempeñaba el papel de una figura
materna desinteresada, desconectada y despectiva, transmitido a través de su
actitud general, de su lenguaje corporal y en la contratransferencia, mientras
que al terapeuta se le adjudicaba el papel complementario de alguien que inicial-
mente hacía un esfuerzo por conectar con la paciente, pero que se veía totalmen-
te dejado de lado y al mismo tiempo subestimado,6 alguien que en última instancia
respondía a la retracción de Ms. H pagándole con la misma moneda.
El Dr. B decidió abordar la relación objeta! escenificada en la transferencia-
contratransferencia focalizando la atención en la conducta y la actitud de la
paciente durante la sesión, y en el contraste entre la crisis continuada en su vida
6. Se podría decir que la experiencia subjetiva inicial del Dr. Ben la contraLransferenc ia e ra la de
una identificación con las partes dependientes y más sanas de Ms. H, que la paciente proyectaba.
INTERVENIR 11 507
Ilustración clínica 6:
Interpretación del conflicto inconsciente
Volvemos a ocuparnos de Ms. S, la asistente voluntaria de investigación de 50
años de dad, casada, funcionando en un nivel neurótico de organización de la
personalidad, con rasgos depresivos y dependientes. En el ejemplo anterior de
Ms. S (ilustración clínica 4 en el capítulo 9), la Dra. C advirtió para sus adentros
que la paciente estaba describiendo dos relaciones objetales separadas: una rela-
ción objetal defensiva compuesta de una representación de sí misma inferior,
incompetente, indigna de recibir una atención positiva de alguien influyente y
superior; y una relación objeta! subyacente altamente conflictiva, compuesta de
una representación de sí misma capaz de obtener y de disfrutar potencialmente
de la atención y la admiración de un hombre atractivo e influyente. En el nivel
más manifiesto, la actitud inicial de Ms. S hacia la terapeuta en la transferencia
parecía ser la de la paciente compartiendo tímidamente, pero contenta, una sen-
sación agradable. En la contratransferencia, la Dra. C se sentía simultáneamente
complacida por la_actitud de Ms. S y también vagamente consciente de sutiles
sentimientos de celos en relación con los éxitos académicos de la paciente.
La terapeuta comenzó describiendo.J.as dos relaciones objetales que Ms. S
había traído a la sesión, empezando por la relación objetal defensiva, y focalizan-
do la atención fuera de la transferencia: "Veo que está usted describiendo dos
visiones muy diferentes de usted misma. La primera, que le resulta-familiar y es
algo que ya hemos analizado muchas veces, es una percepción de usted misma
como incompetente, inferior e indigna, objeto de la condescendencia de los más
afortunados. Esta visión de usted misma se acompaña de sentimientos de in,sig-
nificancia y humillación". La Dra. C hizo una pausa; Ms. S se mostraba atenta ,
pero permanecía en silencio. La terapeuta prosiguió: "Pero también veo que está
presentando una percepción nueva de usted misma, que quizás está teñida de
cierta ansiedad. En esta otra visión, usted aparece como alguien que disfruta de
estar en un primer plano ... complacida ante el hecho de verse admirada por per-
sonas atractivas. Esta visión está asociada a una sensación de poder y de placer".
La paciente se mostró de inmediato muy incómoda e intranquila y comen-
tó: "Cuando dice usted eso, hace que me sienta muy angustiada". La Dra. C
inquirió acerca de la fuente de la ansiedad de Ms. S. La paciente respondió:
510 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
"No lo sé -en primer lugar, es como si quisiera encogerme y quedar reduc ida
a la nada en mi sillón, casi literalmente, como si pudiera desaparecer. M e s ien -
to tan tonta y tan ridícula de pensar que usted me ve como una persona que
quiere que la admiren".
La Dra. C señaló la retracción de Ms. S a su posición defensiva familiar, que
ambas habían identificado y explorado, preguntándole a la paciente por qué el
querer ser admirada tendría que verse como algo ridículo. Ms. S respondió:
"Porque no hay nada que admirar en mí. Me imagino que secretamente usted
siente lástima de mí, y piensa que soy patética. Mire quién es usted y mire quién
soy yo - desde su sillón debo parecer una vieja ilusa, sencillamente patética".
La Dra. C señaló que las expectativas de Ms. S respecto de la reacción d e la
terapeuta hacia ella no parecían ser particularmente comprensivas. La paciente
pareció reflexionar sobre ello, y después comentó: "No, supongo que no m e pare-
ce usted verdaderamente comprensiva en este momento. Es curioso, habitual-
mente yo ... me preocupa que me encuentre usted despreciable, que le parezca
una vieja ridícula".
La Dra. C señaló que tan pronto como había llamado la atención respecto de
los éxitos de Ms. S, tanto profesionales como personales, la paciente se imagina-
ba que la terapeuta se mostraría hostil y despectiva - como si, señaló la Dra. C, la
percepción que Ms. S tenía de la terapeuta como una persona comprensiva se
basara en los sentimientos de inferioridad de la paciente. Ms. S reconoció que
eso parecía ser cierto, que se sentía más cómoda estando en la posición inferior;
parecía lo "correcto", tal vez porque le resultaba familiar y conocido.
La Dra. C coincidió en que la familiaridad formaba probablemente parte de
ello, pero sugirió que parecía haber algo más: "Viene a ser como si utilizara
usted los sentimientos de inferioridad para protegerse y para congraciarse c on
usted mis ma; tan pronto como se siente usted más triunfadora o poderosa, se
imagina que me siento resentida o agraviada, como si pudiera decirme a mí mis-
ma para mis adentros: '¿Quién es ella para sentirse atractiva o triunfadora? Soy
yo la que tiene una trayectoria profesional llena de éxitos y el vestuario más ele-
gante y a la moda. Ese lugar me corresponde a mí -¿cómo se atreve a inmiscuir-
se, ni tan siquiera en la fantasía?"'
Ms. S respondió: "Sí, exactamente. Me pasaba lo mismo con mi madre; me
llevaba a rastras para que viera su negocio, o para que me sentara en su despa-
cho y la viera trabajar. Yo me sentía feliz admirándola; jamás se me ocurrió que-
rer que me admirasen a mí". La Dra. C continuó: "Y cuando empieza usted a
sentir esos deseos estando aquí, conmigo, ello le hace esperar que yo voy a res-
ponder como temía usted que su madre lo hiciera, ·c on resentimiento y con des-
precio, queriendo mantenerla a usted en el lugar que le corresponde". La paciente
manifestó su acuerdo y la terapeuta prosiguió, finalizando su interpretación:
"Puede que esta experiencia empezara con su madre, pero su madre ya no está
con nosotros: No es su madre quien la lleva a usted a retraerse hacia una posi-
ción de inferioridad. Es una parte de usted que está convencida de que la única
forma de conservar sus vínculos es subestimándose usted misma, haciéndose
pequeña. Es como si estuviera usted convencida d e que yo no voy a tolerar que
usted quiera ser mi igual, y menos todavía ser una rival".
INTERVENIR ll 511
Ilustración clínica 7: .
Interpretación de la transferencia dentro del contexto
de una percepción de sí mismo integrada en su mayor parte
Ms. T es una abogada divorciada de 45 años, con una historia evolutiva traumá-
tica y que se presentó en consulta estando en plena crisis en el momento d e su
divorcio. Estando ahora en la fase avanzada del tratamiento, la paci~nte relató
un sueño y después describió una serie de asociaciones.
En su sueño, Ms. Testaba en un bote de pesca, mirando al exterior y previen-
do lo que vería en el horizonte. En el sueño, la paciente tenía el pensamiento de
que en otro tien,po habría permanecido sentada e n la popa donde se lleva a cabo
la pesca, mirando lo que había detrás, la estela que dejaba el bote. La paciente
INTERVENIR II 5 13
asoció que había pasado el fin de semana con J., una amiga de la niñez: "Ella es
tan diferente de mí, se decide a pedir ayuda tan libremente ... Estoy empaquetan-
do los enseres de la antigua casa y encontré los platos de mi madre, Estuvimos
comiendo en ellos todos los días cuando éramos pequeños y después les di de
comer a mis propios hijos en ellos cuando eran niños. Mi madre nunca se rela-
cionó verdaderamente con nosotros, pero siguió fielmente las tradiciones, las
partes ceremoniales de la vida. Tengo una sensación tan aguda del paso d el tiem-
po al ver a la hija de J. prometiéndose en matrimonio: la demencia de mi padre
está avanzando, y finalmente estoy montando mi propia casa para hacer d e ella
un hogar donde algún día los nietos puedan venir de visita . . . está presente una
percepción del paso del tiempo y de las generaciones, mirando hacia adelante
con ilusión, en lugar de centrarme eh mi procedencia partiendo de la situación
en la que me enconti;aba. Solía dar la impresión d e ser algo tan agitado y encres-
pado".
La Dra. C escuchó a Ms. T describir a través d e sus propias palabras, sus aso-
ciaciones y su sueño una percepción incipiente de sí misma e n tanto que persona
íntegra y lo bastante segura de sí misma como para poder manejar la pérdida y
la esperanza en la relación con unos objetos que pueden ser amados y dignos de
confianza, sin tener que negar sus imperfecciones o sus limitaciones.
La terapeuta empezó describiendo la relación objetal que estaba organizando
la comunicación verbal de la paciente en la sesión: "Veo que se siente usted más
segura de usted misma y de su capacidad de dar forma a una vida que procede
de su pasado, pero que no está empantanada en el pasado -un optimismo recién
descubierto y una esperanza de que otras personas pueden confluir con u sted a
medio camino y que puedan ayudarle a seguir adelante". A la paciente se le lle-
naron los ojos de lágrimas y respondió: "Sí, bueno, todo empezó aquí". La Dra. C
permaneció en silencio, con la sen sación de que la paciente no necesitaba una
respuesta para comprender que la terapeuta estaba escuchando. Después de una
pausa breve, Ms. T prosiguió: "Usted confluyó conmigo en la mitad del camino,
más de la mitad. Se concentró usted en mis necesidades cu ando yo no tenía ni la
menor idea de que se trataba de una posibilidad. Aquí he aprendido a pedir ayu-
da y que los demás pueden estar ahí para brindarme apoyo y consuelo. Es un
,,
nuev0 comenzar .
Parte 2
Tácticas que guían
el proceso de interpretación
Las relaciones objetales defensivas son por definición más accesibles que las
relaciones contra las que se erige la defensa; en razón de ello, el moverse de la
superficie a las profundidades -empezando por la experiencia consciente domi-
nante del paciente y desplazándose en dirección a otros aspectos de la experien-
cia subjetiva menos accesibles en ese momento- se corresponde con_empezar
desde las relaciones objetales que están cumpliendo unas funciones d efensivas
para, en segundo lugar, evolucionar en dirección a las relaciones objetales co ntr a
las que se erige la defensa. Este enfoque implica empezar por los aspectos de la
experiencia subjetiva que son más familiares y aceptables para el p acie nte, y
moverse en dirección a aquellos aspectos que son m ás difíciles de tolerar y m á s
amenazantes, a menudo m ás estrechamente vinculados a las motivaciones o
"impulsos" conflictivos.subyacentes, y a las ansiedades asociadas a su manifest a -
ción. Esta trayectoria s~ele describirse como la defensa antes que el impulso. E n
el ejemplo anterior, podríamos destacar esto de la siguiente forma:
Está u sted describiendo una variedad de formas que tien e s u mujer de negarle lo
que u sted le pide y que le deja a u sted sintiéndose frustrado [clarificación de las
relaciones objetales defensivas que están organizando la experiencia subjetiva
superficial del paciente], y estamos analizando la forma en la que la visión que tie-
ne u sted de ella en este momento discrepa de las visiones que usted ha sostenido
en -otros momentos [confrontación de la inestabilidad y la disociación de las repre-
sentaciones contradictorias]. Parece que al margen de lo bien que puedan estar
ye~do las cosas, esta visión negativa de los d os siempre se las arregla para desli-
zar se ina d vertidamente; me p arece recordar que u sted h a b ía h ablado d e que le
h abía sucedido lo mismo con su primera mujer, que era una p er sona muy dife-
r ente de M a rcia [confrontación de la naturaleza repetitiva de los esquemas relacio-
nales]. Viene a ser casi como si d e a lguna forma se sintiera u st ed m ás cómodo
c uando se ve a usted mismo dentro de una relación con una mujer que se mues-
tra denegadora y frustrante, como si a un determinado nivel le angu stiara verse
a u sted mismo teniendo una mujer que quiere cuidar bie n d e usted [interpreta-
ción de la ansiedad inconsciente que está motivando la defensa], por lo que se
retrae usted nuevamente en dire cción a la visión negativa.
Viene a ser como si d e alguna forma se sintiera u sted más cóm odo c u ando se ve
a u sted mis m o d ent ro d e una relación con una mujer que se muestra denegadora
y frustrante, como si a un d eterminado nivel le angustiara verse a usted mismo
teniendo una mujer que quiere cuidar bien de u sted [interpretación de la ansiedad
que está motivando la defensa], quizás p or el temor a que ello pudiera h acer que
se sintiera d emasiado dependiente d e ella . (Esta interpretación más completa
i ncluye una re fe re ncia a la s n e cesidade s d e d e p e nde n c ia. altam e nte c o nfl_ic tivas) .
Por lo que se r etrae u sted nuevamente en direcció n a la visión negativa.
INTERVENIR 11 517
Está usted describiendo una variedad de formas que tiene su mujer de negarle
lo que usted le pide y que le deja a usted sintiéndose frustrado; me llama la aten-
ción que estas son exactamente las mismas palabras que usted me dijo que ella
utilizó para describirle a usted la semana pasada, cua-ndo tu-v ieron ustedes
aquella discusión.
Viene a ser como si de alguna forma, se sintiera usted más cómodo cuando se ve
a usted mismo dentro de una relación con una mujer que se muestra denegado-
ra y frustrante, como si a un determinado nivel le angustiara verse a usted mis-
mo teniendo una mujer que quiere cuidar bien de usted, quizás por el temor a
que ello pudiera hacer que se sintiera demasiado dependiente de ella. Por lo que
se retrae usted nuevamente en dirección a la visión negativa.
518 TERAPIA PSICODlNÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Suele ser generalmente inútil interpretar las motivaciones que están impul-
sando la conducta, los pensamientos y los sentimientos del sujeto, si el paciente
y el terapeuta están trabajando partiendo de unas visiones discrepantes de la
realidad, o si la forma de pensar actual del paciente es extremadamenre concre-
ta o egosintónica. En lugar de ello, en estos casos el terapeuta ajusta las interven-
ciones para fijar como objetivo la cualidad de la experiencia subjetiva y del estilo
de pensamiento del sujeto -la relación del paciente o su actitud hacia las conduc-
tas, pensamientos y sentimientos desadaptativos, más que sus contenidos. El
objetivo en este caso consiste en ayudar al sujeto a desplazarse de una perspec-
tiva enraizada en unas visiones de las realidades interna y externa distorsiona-
das rígidamente o vividas de forrria concreta, en donde las conductas, las
creencias y las emociones defensivas desadaptativas son enteramente egosintó-
nicas, y en su lugar desplazarse en dirección a una mayor flexibilidad en su pen-
samiento y a la capacidad de salirse fuera de su experiencia subjetiva dominante
en ese momento, a fin de considerar otras perspectivas alternativas.
INTERVENIR 11 519
7. Cuando el terapeuta adopta este e nfoque dentro d el contexto del análisis de la transferencia, el
proceso se correspond e con las intervenciones centradas en el terapeuta de las que h ablamos ante-
riormen te en este mismo capítulo (véanse los "comentarios" de la ilustración clínica 1 en la sub-
sección "La transferencia paranoide").
520 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 8:
Trabajar el pensamiento concreto
En medio de una lluvia torrencial, un terapeuta llegó 5 minutos tarde a una
sesión con M s . U, que tenía un diagnóstico de trastorno histriónico d e la perso-
n a lida d ,-con rasgos límites. E l terapeuta pidió disculpas por su tardanza y expli-
có que varias d e las principales carreter as que llevaban a su consulta h abían sido
cerradas a cau sa de la inundació n y preguntó si la paciente podía qued arse un
poco más a l final d e la sesión para recuperar el tiempo. Mientras tanto, salió a la
luz que M s. U ent endía que la tardan za del t er a p euta era una confirmación d e
que n o le caía bien al terapeuta; la paciente estaba segura de que sus disculpas
eran insincera s y de que estaba tratando de ocultar sus verdaderos sentimientos.
M s. U respondió a las d isculpas d el terapeuta explicando que había est ado a pun-
to d e marcharse y que la esp era había sido intolerable, dado que había empezado
a caer en la cu enta de que ella h a bía estado en lo cierto todo el tiempo al pensar
que el t erapeuta no quería tratarla.
Al terapeuta le llamó la a tención la percepción paranoide y concreta de la
paciente; estuvo tentado d e focalizar la atención en el mal tiempo y en lo p oco
razonable que era el no entender la dificultad de hacer el trayecto a la consulta
en tal es condic iones. Pero e n lugar de corregir, confront a r, reforzar l a prueba de
realidad o interpretar, el terap euta comen zó por la clarificación, solicitá ndole a
INTERVENIR U 521
Ms. U que explicara con más detalle su percepción y su vivencia, al tiempo que
absteniéndose de hacer ningún comentario adicional. La invitó a hablarle un
poco más acerca de la percepción que tenía de él y de su tardanza, o acerca de
su convicción respecto de que no le caía bien, y de la forma en que el retraso del
terapeuta confirmaba esta explicación. Mientras la paciente se explicaba más
detalladamente, el terapeuta también inquirió acerca de qué es lo que ella veía
en la conducta de él hasta ese momento que la había convencido de que no que-
ría tenerla como paciente. Ms. U habló de que desde el primer día que se cono-
cieron se había estado preguntando si de verdad quería tratarla. El terapeuta no
había rebajado sus honorarios como sí había hecho su terapeuta anterior, y como
ella había dado por supuesto que él haría, aunque en aquel entonces no dijo
nada. Además, el terapeuta actual no era tan cálido ni tan alentador y compren-
sivo como ella quería que fuese.
Paciente y terapeuta dedicaron varias de las sesiones siguientes a desarrollar
un poco más la percepción actual y pasada que Ms. U tenía del terapeuta como
alguien a quiel} ella le caía mal y que no quería tratarla, y el terapeuta le ayudó a
traducir en palabras los detalles de dicha experiencia subjetiva. Confrontó sutil-
mente las creencias de la paciente, llevándolas a sus conclusiones lógicas -seña-
lando, por ejemplo, las implicaciones de lo que ella estaba diciendo acerca de que
él le cobrara unos honorarios más elevados porque ella no le caía bien, lo cual
sería sumamente poco ético y supondría una violación de las normas de su pro-
fesión. Al mismo tiempo, el terapeuta comunicó no verbalmente su capacidad de
tolerar sin alterarse el ser visto por Ms. U como una figura hostil, rechazante y
deshonesto. Con el tiempo y con la ayuda del terapeuta, la paciente se volvió un
tanto más flexible en su forma de pensar; comenzó a advertir que lo que había
sucedido con el terapeuta le resultaba familiar -que a lo largo de los años, otras
experiencias similares en las que ella se había sentido despreciada y rechazada
pero no había dicho nada, la habían llevado a poner fin a varias de sus amistades
íntimas. Este aumento del nivel de autoobservación y de reflexividad estaba aso-
ciado con un alejamiento, sutil pero significativo, respecto de la cualidad extre-
madamente rígida y concreta de su creencia acerca de que el terapeuta no quería
tratarla; quizás ya no estaba tan segura de esto como lo había estado anterior-
mente. Llegados a este punto, el terapeuta tuvo la sensación de que Ms. U estaba
en una disposición mental en la que la exploración de los posibles significados y
motivaciones que pudieran subyacer a su idea de no caerle bien al terapeuta
podía ser de cierta utilidad, tanto para promover una mayor flexibilidad dentro
del estilo de pensamiento de la paciente, como para empezar a ahondar su riivel
de autocomprensión.
reacción intensa ante el hecho de que el terapeuta llegara tarde. Con este fin en
mente, el terapeuta le ayuda a Ms. U a desarrollar cori. más detalle su percep ción
dentro de la transferencia, alentándole a pensar y a traducir en palabras su
creencia inveterada de que el terapeuta es rechazante y despectivo. Este proceso
de profundización puede entenderse corno una forma de _brindar una conten-
ción cognitiva del afecto, en base a vincular la experiencia afectiva de la paciente
con unas representaciones específicas del terapeuta, al tiempo que simultánea-
mente demostrando no verbalmente que éste es capaz de tolerar y de contener
las proyecciones hostiles de Ms. U. En respuesta a ello, con el tiempo el pensa-
miento de la paciente se vuelve un tanto más flexible, y la intensidad de su con-
vicción respecto de la malevolenda y la aversión del terapeuta hacia ella
disminuye lentamente. Llegados a este punto, las confrontaciones del terapeuta
(e.g., "¿El terapeuta es verdaderamente poco ético? De ser así, ¿por qué sigo
estando en tratamiento con él?") ayudan a Ms. U a reflexionar acerca de su expe-
riencia interna y a contemplar otras perspectivas alternativas. En esencia, el
enfoque del terapeuta tiene el objetivo de ayudar a la paciente a observar y
reflexionar acerca de la relación objetal paranoide que está organizando su expe-
riencia interna, en lugar de limitarse a escenificarla irreflexivamente. Esta acti-
tud observadora le ayuda a pasar de una visión global concreta respecto d el
terapeuta como una figura rechazante y desdeñosa, para desplazarse en direc-
ción a una visión más flexible y m.editada. Finalmente, a medida que se muestra
más reflexiva, Ms. U es capaz de tomar distancia y de observarse a sí misrn.a y a
su experiencia subjetiva ya no solame nte en ese momento, sino igualmente a lo
largo del tiempo. Su creciente actitud reflexiva le p e rmite ver que su percepción
actual forma parte de un esquema repetitivo, junto con la posibilidad de enten-
der que el esquema refleja ya no solamente una historia de maltratamiento, sino
también quizás una dificultad dentro de ella misma.
En resumen, en el caso del paciente que no comparte. con el terapeuta una
visión común de la realidad, o cuya experiencia interna es marcadamente con-
creta, el terapeuta se abstiene de interpretar. 8 En lugar de ello, el terapeuta se
basa en un proceso ampliado de clarificación, complementado finalmente por la
confrontación, en donde la paciente es alentada a explicar mejor los detalles de
su percepción individual y, en base a este proceso,-a observarla y analizarla. La
clarificación le ayuda a la paciente a empezar a tomar una cierta distancia críti-
ca con objeto de observar y de pensar acerca de qué es lo que ha vivenciado con-
Ilustración clínica 9:
Egodistonicidad en un paciente neurótico
Ms. N era la joven con rasgos de personalidad histéricos e inhibiciones sexuales
que funcionaba en un nivel neurótico de organización de la personalidad, y que
presentamos anteriormente en la ilustración clínica 1 del capítulo 2 y en la ilus-
tración clínica 2 del capítulo 7. La paciente se percibía a sí misma como carente
de atractivo para los hombres, a pesar de que objetivamente tenía una persona-
lidad muy atrayente y de que físicamente era extremadamente atractiva. Inicial-
mente, su terapeuta trató de .hacer lo que demostraron ser unas interpretaciones
prematuras, aunque acertadas, de la dinámica subyacente, que tenía que ver con
la culpa en relación con la rivalidad, y con los deseos conflictivos de ser el centro
de atención, vividos inconscientemente por Ms. N como transgresiones agresi-
vas. Estas interpretaciones fueron de interés para la paciente, y Ms. N tenía la
sensación de que sonaban ciertas, pero parecieron ejercer poco o ningún efecto
sobre su percepción de ella misma o sobre su conducta.
Reconociendo que su respuesta a esta paciente bien integrada había sido
suponer incorrectamente que podía beneficiarse rápidamente de las interpreta-
ciones de los significados y las motivaciones, el terapeuta cambió de enfoque
para hacer hincapié en unas intervenciones más básicas. En lugar de tratar d e
promover una mejor comprensió11. de sus conflictos por parte de Ms. N, focalizó
la atención en reforzar su capacidad de observar y de tomar conciencia de la
influencia que su representación defensiva de sí misma ejercía sobre su experien-
cia subjetiva. El terapeuta concibió este objetivo en el sentid0 de ayudar a promo-
ver un cambio dentro de la paciente, alejándola de la cualidad rígida y
sutilmente concreta de su estilo de pensamiento y su percepción individual en
relación con los conflictos sexuales, organizados en virtud de su representación
defensiva de ella misma ("No soy atractiva para los hombres, que no sienten
ningún interés por mí; esto es un hecho real y no una sensación, un temor o una
creencia; ningún hombre se interesará jamás por mí; si alguien diera muestras
de interés, yo automáticamente, y al margen de mi conocimiento consciente, Jo
ignoro o lo malinterpreto con objeto de evitar el tener que cuestionar mi pers-
pectiva defensiva").
El terapeuta focalizó la atención en la rigidez de la visión que Ms. N tenía de
sí misma, señalando que ella tenía repetidamente la misma experiencia inqe-
pendientemente del c ontexto o d e l a s c ircuns tancias , y confront6 su n egació n o
desestimación egosintónica de las indicaciones evidentes de interés por parte
INTERVENIR 11 525
peuta no perdía la paciencia con él, dado que Mr. E fallaba constantemente en
modificar su conducta en respuesta a los comentarios del profesional clínico.
Pero, siguió explicando el paciente, se sentía mejor ahora porque había logrado
comprenderlo; ahora se daba cuenta de que el terapeuta estaba sencillamente
explotándole sin más, que al terapeuta no le preocupaba el tratamiento ni el
paciente, sino que se sentía satisfecho con el solo hecho de seguir la corriente,
fingiendo que se preocupaba y cobrando sus honorarios.
En ese momento, el terapeuta pudo señalar que Mr. E estaba percibiendo la
misma serie de expectativas acerca de él que ambos habían identificado en rela-
ción con las amistades del paciente: que el terapeuta estaba interesado en Mr. E
únicamente en la medida en que pudiera explotarle y que, enraizado en esto,
estaba una visión del terapeuta como alguien disfrutando de un sentimiento de
superioridad y burlándose del paciente para sus adentros. El terapeuta prosiguió
comentando que éste parecía ser el prototipo, en la mente de Mr. E, aplicable a
toda clase de relaciones -el de alguien superior, explotador y sarcástico mirando
por encima del hombro a alguien inferior, explotado y humillado. Venía a ser
corño si el sujeto no pudiera imaginarse que existiera una relación que se basara
en algo que no fuera una persona aprovechándose de la otra, y esta visión se apli-
caba incluso a la situación protegida y segura con su terapeuta.
Llegados a este punto, Mr. E se mostró pensativo y después angustiado. Dijo:
"Veo que quizás no está usted explotándome sin más, disfrutando de cobrar sus
honorarios, sino que también es posible que quiera ser de ayuda aquí, o manejar
bien las cosas. Pero verdaderamente no puedo asimilar esa visión de usted y d e
nuestra relación; sigo volviendo a 'usted está aquí únicamente por el dinero y para
estar en una posición de superioridad respecto de mí'. Es de lo más extraño".
El terapeuta entendió que los comentarios del paciente reflejaban que, a l
menos por el momento, sus supuestos sobre los principios básicos que regían las
relaciones humanas se habían vuelto egodistónicos. El terapeuta vio esto como
una puerta abierta en dirección al largo proceso de explorar y de interpretar los
conflictos que subyacían a la visión escindida, paranoide que Mr. E tenía de sus
relaciones interpersonales con los demás, con el objetivo de ayudarle a poder
modificarlas con el tiempo.
mente la insistencia del paciente en gastar dinero, y desarrolla con más detalle
la visión escindida de Mr. E respecto de que el mundo se compone de señores
magnánimos y de pobres lastimosos, las defensas del paciente comienzan a
debilitarse y a volverse egodistónicas. Llegados a este punto, las ansiedades en
relación con la vulnerabilidad y la explotación ya no pueden ser completamente
escindidas del estado individual grandioso dominante de Mr. E; a medida q u e
las defensas se vuelven m e nos rígidas, el conflicto subyacente se activa en la
transferencia. Conforme el paciente se esfuerza por mantener su visión del tera-
peuta como un explotador, éste comprende que la grandiosidad y la escisión de
Mr. E ya no son tan ininterrumpidas y carentes de fisuras, y que las ansiedades
subyacentes están saliendo a la luz en el tratamiento; por primera vez se abre un
espacio para explorar e interpretar las motivaciones que- están impulsando las
conductas y las actitudes desadaptativas del paciente.
INTERVENIR II 529
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Intervenir 111:
Integrar las intervenciones de apoyo
12 y las intervenciones exploratorias
Objetivo
Explorar la experiencia interna y la conducta.
Aumentar la autoconciencia y la autocomprensión.
Reforzar unas capacidades con frecuencia frágiles en los pacientes que adolecen de
trastornos de la personalidad:
Prueoa de realidad.
Contención del afecto.
Autoobservación.
Introspección.
Reflexión.
Contemplar perspectivas alternativas.
Contextualizar la experiencia.
Actitud: neutralidad técnica
Clarificación, confrontación, interpretación.
Análisis de la transferencia.
Análisis de la contratransferencia.
Elab0ración.
Objetivo
Limitar las conductas destructivas y perturbadoras.
Mantener las condiciones necesarias para el tratamiento.
Proteger la alianza terapéutica.
Actitud: abandonar transitoriamente la neutralidad técnica
Negociación contractual.
Establecimiento de unos límites.
Renegociación del contr ato.
Consejo, ánimos, preocupación.
1. Además, hay veces en las que e mpujado por las presiones contratransferenciales o por la inexpe-
riencia, el terapeuta abandonará involuntariamente e indeliberadamente la neutralidad para
ofrecer apoyo o dirigir al paciente.
534 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PAT OLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
inicial del tratamiento (véase el capítulo 13) y con pacientes que sean especial-
mente propensos al acting out o que adolezcan de una patología más grave, que
las funciones estructuradoras del encuadre combinadas con las intervenciones
exploratorias de la confrontación y la interpretación, sean insuficientes p a r a
contener todas las conductas que pudieran amenazar potencialmente la seguri-
dad del paciente o la viabilidad del tratamiento (Yeomans et al., 2015).
Cuando los pacientes persisten en unas conductas destructivas o que alteran
la terapia, el terapeuta abandonará la neutralidad para establecer unos límites,
estructurando el tratamiento para reforzar el control conductual, según sea
necesario. El establecimiento de límites es la principal técnica no exploratoria
empleada por el terapeuta PFT-A durante el transcurso del tratamiento. En caso
de necesidad, el fijar unos límites se verá complementado por la renegociación
del contrato de tratamiento (véase el capítulo 8) y en determinadas circunstan-
cias puede que sea necesario celebrar una reu:o.ión con un miembro de la familia
del paciente o con alguna otra persona significativa para él. Estas intervenciones
se ven complementadas por otras técnicas relacionadas para manejar la neutra-
lidad técnica (e.g., para restablecer la neutralidad).
En el tratamiento de pacientes que funcionan en un nivel borderline de
organización de la personalidad, especialmente aquellos pacientes con rasgos
límites, narcisistas o antisociales prominentes (e.g., en un nivel borderline
intermedio o inferior), la necesidad de desviarse transitoriamente de la neu-
tralidad para fijar unos límites suele ser un desarrollo relativamente común.
Especialmente al principio del tratamiento, suelen surgir habitualmente unas
situaciones clínicas que requieren que los terapeutas intervengan activamente
estableciendo unos límites con objeto de proteger al paciente, al propio tera-
peuta, o la viabilidad del tratamiento. Por contraste, en el tratamiento d e
pacientes organizados en un nivel borderline superior, y especialmente los
pacientes que funcionan en un nivel neurótico de organización de la persona-
lidad, son menos comunes los desarrollos clínicos que requieren que...el tera-
peuta ofrezca unas intervenciones de apoyo; generalmente suele ser posible
mantener el marco del tratamiento, hacer uso de las intervenciones explorato-
rias y mantener una postura neutral con relativa regularidad.
acting out destructivo, tanto dentro como fuera de las sesiones; y 3) limit ar la
ganancia secundaria (véase también la siguiente subsección "Manejar la ga nan - ·
cia secundaria"). El terapeuta PFT-A es selectivo con respecto a la introducció n
de esta técnica adicional, procediendo a ello únicamente cuando sea clínicamen-
te necesario para proteger la viabilidad del tratamiento o la seguridad del pacien-
te y de los demás, e introduciendo el grado mínimo de estructura necesaria .
Fundamental para el modelo PFT-A es la observación de que el objetivo d e
fijar unos límites en respuesta a la conducta de acting-out va más allá de asegu -
rar el control conductual; el establecimiento de límites es el proceso de contener
las formas habituales de acting out del paciente, lo que conduce a la activación y
al desarrollo dentro del tratamiento de las relaciones objetales que están organi-
zando las conductas desadaptativas y los rasgos de personalidad asociados.
Dichas relaciones objetales se convierten a continuación en el centro focal de la
exploración clínica dentro de la terapia.
En resumen, frente al acting out destructivo o perturbador, el objetivo del
terapeuta que sigue nuestro enfoque consiste en explorar las relaciones objetales
que están siendo pasadas a l acto o escenificadas, en la medida en que se relacio-
nan con los conflictos y las defensas nucleares del paciente, y en particular en la
medida.en que son representadas dentro de la transferencia. Para lograr este
objetivo, habitualmente suele ser necesario contener las conductas destructivas;
en las ocasiones en las que la confrontación y la interpretación demuestren ser
insuficientes con vistas a garantizar un control conductual, el terapeuta hará
u so del establecimiento de límites.
Ilustración clínica 1:
Estable€er unos límites en torno al marco y al contrato de tratamiento
Ms. Q es una artista plástica de 28 años de edad que funcionaba en un nivel bor-
derline s uperior, con rasgos histriónicos y dependientes prominentes. Durante
varios años antes de empezar el tratamiento la paciente había estado bebiendo
moderadamente, con un buen control, pero informó de que tenía antecedentes
de excesos alcohólicos, bajo la forma de episodios de borracheras con secuelas
graves durante y después de sus estudios universit arios. En la fase de contrata-
ción, paciente y terapeuta acordaron que M s . Q se limitaría a beber uno o dos
vasos d e vino o de cerveza unas dos o tres veces a la semana durante el trata-
miento. Si veía que estaba bebiendo m ás y excediendo este límite, debía hablar
inmediatamente de esta conducta como la cuestión prioritaria a tratar, a l princi-
pio de su siguiente sesión de terapia.
Seis meses después de lo que había sido una fase inicial relativamente tran-
quila y aparentemente provechosa, Ms. Q llegó 10 m)nutos tarde a su sesión del
viernes por l a mañana , mal arregl ada y con lo s ojos enrojecidos. La pac i e nte se
disculpó por su retraso y a continuación se lanzó a h ablar de la velada tan "super-
INTERVENIR lll 537
divertida" que h a bía pasado la noche anterior; Ms. Q h a bía descubierto un club
nuevo y había conocido a un grupo de jóvenes artistas consolidados que, no le
cabía la menor duda, contribuirían a fomentar su desarrollo profesional.
Mientras el Dr. K solicitó algunos detalles más específicos acerca de la velada
[clarificación], salió a la luz que la paciente había estado fuera de casa h asta las
4.00 de la madrugada y que después había dormido muy poco. El terapeuta pre-
guntó acerca del consumo de alcohol de Ms. Q durante el transcurso d e la vela-
da. La pac iente comentó con indiferencia que había sido una velada muy larga y
que había "bebido cantidad". El terapeuta preguntó específicamente si lo que
había bebido r epresentaba una infracción de lo que habían acordado entre
ambos, a lo que Ms. Q respondió: "Sí, s upongo que sí, p ero no gran cosa-no vol-
verá a suceder".
Durante el transcurso de la sesi6n el Dr. K le comentó a la paciente sus preo-
cupaciones, focalizando la atención en que Ms. Q no h a b ía sacado directamente
el tema d e la bebida como un problema a abordar al principio de la sesión, como
habían acordado ent re ellos, además de minimizar la importancia de la cuestión
cuando el terapeuta le preguntó específicamente. El Dr. K le recordó que habían
habla do inicialmente acerca de sus antecedentes de excesos alcoh ólicos y de los
problemas que le habían generado, y también comentó que todo lo que fuera
rebasar una cantidad muy limita da de consumo de alcohol era incompatible con
el tipo de tratamiento que estaba siguiend o.
La paciente finalmente reconoció la trascendencia de su conducta y le asegu-
ró a l terapeu ta que no volvería a su ced er. El Dr. K comunicó s u preocupación
respecto de que la conducta de Ms. Q reflejaba un compromiso vacilante con el
tratamiento. Le recordó a la pa~iente los recientes progresos que había realizado
y señaló que su conducta durante la velada pasada parecía formar parte de una
antigua pauta reiterad a de hacer progresos y a continuación anularlos recu-
rriendo nuevamente a l a lcohol y/o a unas r elaciones destructivas que socavaban
su estabilidad y s u crecimiento personal y profesional. Ms. Q asintió con la cabe-
za en señal de acuerdo, dicie ndo que hasta ese momento no había pensado en la
velada de la noche anterior en esos términos; sencillament e le h abía parecido "de
lo más emocionante".
La siguiente sesión se concentró en la percepción que la paciente tenía d el
terapeuta como u na figura débil y convencional, incapaz de apreciar ni de enten-
der los aspectos emocionantes, arriesgados y creativos de Ms. Q, que eran tan
necesarios para su labor artística. Trabajando juntos, llegaron a comprender la
reciente borrachera de la paciente como una rebeldía contra las constricciones y
como una expresión de libertad, pero de una forma que resultaba destructiva y
que la alejaba d e la visión útil que tenía del Dr. K, y d e las partes más controladas
d e ella misma que habían forjado una relación positiva, un tanto idealizada, con
él. Ambos coincidieron en que se estaban rozando unos conflictos importantes
relacionados muy estrechamente con las quejas que alegaba tener la p aciente, y
que se podían explorar de la mejor forma dentro del contexto de un control con-
tinua do de su consumo d e a lcohol, como habían acordado inicialmente.
El lunes siguiente p or la mañana, Ms. Q llegó nuevamente tarde a su sesión,
otra vez con los ojos enrojecidos. El terapeuta se p reguntó para sus adentros si
538 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
El Dr. K confesó sus dudas, sobre la base de que la conducta de Ms. Q ponía
de manifiesto unos sentimientos muy contradictori(?S y un compromiso fluc-
tuante con el tratamiento. Seguirían adelante para valorar si, en este momento
de su vida, la paciente estaba la suficientemente motivada a controlar los aspec-
tos más destructivos de su personalidad. Si demostraba ser incapaz de atenerse
a su nuevo acuerdo, tendrían que interrumpir el tratamiento y considerar otras
opciones alternativas.
Ilustración clínica 2:
Establecer unos límites en torno a la conducta de acting-out dentro
de las sesiones
Ms. D, un ama de casa de 34 años de edad que funcionaba en un nivel borderline
intermedio, con rasgos de personalidad tanto límites como narcisistas, tenía un
historia l de arrebatos agresivos, especialmente en relación con su marido y con
sus hijos cuando éstos no hacían lo que ella quería. Durante los primeros meses
de Lralarniento, l a pac iente se mostró con frecuencia hostil y despectiva hac ia la
Dra. Z.
En una sesión, Ms. D empezó a levantar la voz, insultando a la terapeuta y
gritándole, interrumpiéndole cuando la Dra. Z trataba de hablar y haciendo que
la terapeuta se sintiera distraída por la preocupación respecto de que estuvieran
alarmando a otros profesionales clínicos que estaban haciendo su labor en los
despachos adyacentes. La paciente prosiguió intensificando en escalada su con-
ducta, levantándose intermitentemente de su asiento y dando vueltas por el des-
pacho. Sus repetidas interrupciones hacían que a la Dra. Z le fuera imposible
540 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
explorar qué era lo que podía estar sucediendo entre ellas; cuando la terape u ta
trató de comentar la conducta de Ms. D, la paciente habló por encima de ella h as-
ta que la terapeuta se quedó callada. Mientras tanto, estaba claro que Ms. D esta-
ba obteniendo una gran satisfacción derivada de su conducta.
La Dra. Z empezó a sentir que no podía pensar con claridad debido al bom-
bardeo constante de insultos y quejas por parte de la paciente, junto con sus idas
y venidas por el despacho. La terapeuta interrumpió firmemente a Ms. D p a ra
introducir un límite: "Voy a tener que pedirle que baje la voz y tome asiento para
que podamos analizar qué está pasando aquí".
La paciente respondió: "¡Analizar, analizar! Aquí puedo hacer lo que me dé la
gana. Estoy aquí para expresar mis emociones, para decirle a usted 'todo lo que
me venga a la cabeza' y lo que me viene a la cabeza es que estoy en mi derecho de
gritar, ¡si así lo decido!".
La Dra. Z respondió coincidiendo en que la paciente era libre de hablar d e su s
emociones y de hecho la terapeuta estaba muy interesada en escuchar lo que M s .
D tuviera que decir, pero el levantar la voz de esa manera impedía que pudieran
trabajar juntas provechosamente. La doctora explicó que le estaba pidiendo a la
paciente que modificara su conducta porque le resultaba difícil pensar cuando
Ms. D se ponía a gritar y a dar vueltas por el despacho; además, el ruido podía
alterar a otros profesionales que estaban ejerciendo dentro del consultorio, lo
cual no era a dmisible.
Ms. D empezó de nuevo a gritar insultantemente. La paciente insistía: "¡Es mi
sesión d e terapia, la estoy pagando y soy libre de hacer aquí lo que me dé la gana!".
La Dra. Z respondió que eso no era cierto en realidad. Prosiguió diciendo que
si Ms. D se mostraba incapaz de controlar su conducta, tendría que pedirle que
abandonara la sesión para tranquilizarse. Añadió que pensaba que lo que M s . D
estaba escenificando con ella ese día era importante, y si la paciente era capaz d e
sentarse y de bajar la voz, ambas tendrían la oportunidad de averiguar algo
valioso. La terapeuta d eclaró que el mero hecho de descargar la hostilidad y alte-
ra r el con s ultorio no era provechoso para la terapia de Ms. D, pero que el echar-
le un vistazo y tratar d e comprender su conducta era importante, y estaba
estrecham e nte r elacionado con sus dificultades en su vida familiar, que la habían
llevado a buscar tratamiento desde un principio.
Ilustración clínica 3:
Establecer unos límites en torno a la conducta de acting-out fuera
de las sesiones
Mr. X, un hombre de 55 años de e dad que funcionaba en un nivel borderline supe-
rior, con rasgos masoquistas y narcisistas, tenía un historial de hipertensión gra-
ve tratada con una combinación de .tres m e dicaciones diferentes. El paciente
tenía un largo historial d e una adherencia deficiente a sus medicaciones, lo que
le había llevado a t ener que acudir varias veces a urgencias por sus crisis hiper-
tensivas. Como parte de su contrato de tratamiento con la Dra. Y, Mr. X había
accedido a tomar s u medicación de la forma que se le había prescrito, ir a ver
mensualmente a la enfermera de su internista para vigilar su presión arterial, y
INTERVENIR III 541
La terape uta pudo inferir que Ms. D estaba disfrutando de descargar su hos-
tilidad y de alterar la capacidad por parte d e la Dra. Z de pensar, y la capacid ad
por parte d e sus otros compañeros d el consultorio d e trabajar en unas cond icio-
n es apropiadas. Los objetivos centrales del tratamiento eran ayuda r a la paciente
a asumir la responsabilidad respecto d e la sensación d e omnipotencia y del pl~cer
sádico que extraía de su conducta agresiva; a dvertir la influen cia negativa q u e
dicha conducta ejercía sobre ella misma y sobre sus relaciones interpersonale s; y
comprender las complejas motivaciones que estaban organizando tanto su rabia
destructiva como su negativa a asumir la responsabilidad respecto d e dicha r a bia.
En la sesión que describimos, los esfuerzos inicia les de la Dra. Z por comentar o
por explorar la conducta de M s. D fuer~n infructuosos. Al mismo tiempo, latera-
p euta tenía la fuerte sensación d e que el permitirle que se descargara sin más
durante la sesión como estaba haciendo, sería contraproducente y representaría
una escenificación transferencial-contratransferencial destructiva, compuesta de
una paciente hostil, intimidatoria y con la sensación de tener todo el derecho, y
una terapeuta débil, acobardada e incompetente. A juicio de la Dra. Z, el estable-
cer unos límites en relación con la conducta de acting-out era el primer paso n ece-
sario e n dirección a ayudar a Ms. D a manejar mejor su hostilidad.
Mr. X, por otro lado, se estaba poniendo en peligro a sí mismo e infringiendo
s u contrato, necesitando que se fijaran unos límites y al mismo tiempo generan-
do la oportunidad de clarificar y explorar las relaciones objetales que est aban
organizando su seguimiento d eficien te crónico de la medicación y d e la supervi-
s ión médica, y su condu cta autodestructiva: un sí-mismo desafiante y sádico,
feliz de hacerse daño, a cambio del placer de atormentar a una figura de a utori-
d a d indefensa, a terrada y fru strada.
Ilustración clínica 4:
Establecer unos límites en torno a la ganancia secundaria que amenaza
la viabilidad del tratamiento
Mr. U, de 20 años de ed ad, estaba en tratamiento por un fracaso académico.
Tenía un diagnóstico de trastorno n arcisista de la personalidad y un largo histo-
ria l de absentismo escolar y de no estudiar o no entregar los trabajos para casa,
y actualmente estaba en período de prueba acadé'mico. S e pasaba la mayor
parte del tiempo en cerrado en el dormitorio de la residencia universitaria, dur-
miendo o escuchando música. Sus padres est aban absolutamente exasperados y
accedieron a costearle la terapia, lo que le permitiría al paciente proteger una
pequeña h erencia que h abía recibido de su abuelo.
El Dr. P se había reunido con Mr. U y su familia antes de que empezara el tra-
tamiento, y había explicado su norma respecto de cobrar las sesiones perdidas a
menos que el paciente se pusiera en contacto con él con 24 horas d e ante l a ción.
Mr. U faltaba con frecuencia a las sesiones. Explora ndo su conducta, quedó cla-
INTERVENIR 111 543
En este caso, el placer que extrae Mr. U en frustrar a sus padres y en d esperdi-
ciar el dinero que invertían en él brindaba la ganancia secundaria. El Dr. P fi n a l-
mente vio que era necesario desviarse de la neutralidad técnica para r eu n irse
con los padres del paciente, establecer unos límites con Mr. U y trabajar junto
con la familia con el objeto de establecer otras formas alternativas de pagar las
sesiones perdidas.
1. Esperar hasta que se haya pasado la crisis y el paciente se muestre más reflexivo.
2. Revisar la desviación y las razones de la desviación.
3. Revisar la percepción que el paciente tiene de la desviación.
4. Explorar las relaciones objetales que están organizando la transferencia y que se
han v isto escenificadas en la desviación .
INTERVENIR 111 547
Ilustración clínica 5:
Desviarse de la neutralidad y restablecer la neutralidad
En una sesión la tarde de un viernes,'Ms. W, una madre soltera diagnosticada d e
trastorno límite de la personalidad, le dijo a su terapeuta que iba a ausentarse d e
la ciudad durante el fin de semana. La paciente mencionó de pasada su intención
de dejar a su hija de 6_ años de edad con su novio. El Dr. P le señaló a Ms. W que
se había venido quejando repetidamente de su novio, del que se sabía que abusa-
ba de la cocaína, como una persona irresponsable y poco fiable. El terapeuta le
preguntó a continuación a la paciente cuáles eran sus pensamientos y sentimien-
tos en relación cori dejar a su hija en manos de este hombre. Ella se encogió de
hombros, reconociendo las palabras del Dr. P, pero como si quisiera dar a enten-
der que "ese no es mi problema".
Manteniendo una actitud neutral, el terapeuta llamó la atención respecto de
la aparente despreocupación de Ms. W en relación con la posibilidad de poner en
peligro a su niña, pero su actitud siguió siendo anodina y no manifestó ninguna
intención aparente de modificar sus planes. El Dr. P le recordó a la paciente que
uno de los objetivos de su tratamiento era el de ser una buena madre y no repetir
los errores que había cometido con ella su propia madre, quien había abusado de
diversas sustancias y había desatendido a sus hijos.
La actitud de Ms. W continuó siendo indiferente. Parecía no sentir ninguna
ansiedad, al tiempo que el terapeuta advirtió que estaba sintiendo temor por la
niña y que en cierta forma se estaba sintiendo responsable de protegerla. Sirvién-
dose de esta contratransferencia, el Dr. P aventuró una interpretación, señalando
que daba la impresión de que la paciente estuviera rechazando y depositando en
él la parte de ella misma que quería angustiadamente ser una buena madre, al
tiempo que a través de su conducta se estaba identificando con la parte de ella
misma que insensiblemente pretendía desatender a 1~ niña, al igual que su propia
madre la había desatendido a ella. La paciente se mostró despectiva, respondien-
do que fuera cual fuese el riesgo que el fin de semana pudiera suponerle a su hija,
le correspondía a ella resolverlo com<? ella quisiera.
ver qué clase de madre era él. ¿Protegería a la paciente y a su hija de su acting
out destructivo, o se mostraría insensible e indiferente, permitiéndole que se
enzarzara en una conducta destructiva, como había hecho su propia madre? A
este nivel de comprensión, Ms. W se había identificado con una representació n
de sí misma como una niña angustiada, dependiente y vulnerable, proyectada
igualmente en su propia hija.
Ilustración clínica 6:
Aplicación flexible de la neutralidad técnica
Mr. A, un paciente de 55 años con rasgos obsesivos, organizado en un nivel neu-
rótico, llevaba un año en tratamiento cuando a su mujer le diagnosticaron una
clase rara de cáncer de mama. Un experto en tratar este tipo de cán cer trabajaba
en la misma institución con la que su terapeuta, el Dr. M , estaba asociado. El
paciente explicó que había s ido incapaz de lograr que a su mujer le dieran una
cita oportuna y preguntó si el terapeuta podía llamar por teléfono en nombre de
é l. El Dr. M conocía d e h echo a l oncólogo y arregló las cosas para que la mujer
de Mr. A fuera atendida a l día siguiente.
El paciente empezó su siguiente sesión expresando lo profundamente agra-
decido que se sentía. E l terapeuta le preguntó a Mr. A si tenía algún otro senti-
miento respecto de lo que hab ía pasado. El paciente reconoció que h abía
pensado que el Dr. M "se preocupaba de verdad" y también explicó que era con s-
ciente de que esto le h abía h ech o sentirse un tanto incómodo. Ello condujo a una
exploración fructífera d e los conflictos profundamente arraigados de Mr. A _en
torno a querer y al mismo tiempo t emer llegar a establecer una relac ión de
dependencia, conflictos que se habían visto intens ificados dentro del contexto de
sus preocupaciones actuales respecto de la salud d e su mujer.
Utilización de la contratransferencia
La capacidad del terapeuta de contener la contratransferencia determinará si
la contratransferencia puede ayudarle a comprender mejor el mundo interno del
paciente y ahondar el proceso clínico -o si ello limita su capacidad de compren-
der y empatizar con el paciente, o desemboca en un acting out contratransferen-
cial (Kernberg, 2004). La capacidad que tenga el terapeuta de contener los
afectos del paciente en la contratransferencia no sólo facilita una comprensión
más completa del sujeto, sino que a veces puede ser una intervención terapé utica
de por sí. Por el contrario, los fallos en la contención privan al terapeuta de una
importante herramienta terapéutica y suelen ser la causa más común d e las d es-
viaciones innecesarias respecto de la neutralidad técnica.
Contención
En la PFT-A, la contratransferencia hace las veces de canal central d e comu-
nicación, y en el tratamiento de pacientes con una patología más grave de la per-
sonalidad suele ser con frecuencia el acceso más directo que tiene el profesional
clínico respecto de qué está pasando en el tratamiento. La capacidad que tenga
el terapeuta de servirse de su contratransferencia dependerá d e su capacidad de
hacer lo siguiente:
INTERVENIR 111 553
O Videoilustración 7:
Neutralidad terapéutica (3:20)
Ilustración clínica 7:
Trabajar la contratransferencia
Ms. O era una mujer de 45 años divorciada, profesional de prestigio y sin hijos,
con rasgos narcisistas e histriónicos , organizada en un nivel borderline muy ele-
vado. Comenzó una sesión hablando con cierta extensión del fin de semana
maravilloso que había pasado con su nuevo novio, cei:itrándose en el sexo exce-
lente y en la enorme diversión de los que había disfrutado, la gente tan variopin-
ta, las casas preciosas. A medida que avanzaba la sesión, la paciente empezó a
sentirse cada vez más entusiasmada. Su tono se hizo estridente; hablaba y se reía
en voz alta mientras narraba anécdotas humorísticas.de manera extremadamen-
te animada y vívida.
Inicialmente, la Dra. T (varios años más joven que su paciente) se dejó arras-
trar por el estado de ánimo de Ms. O, sintiéndose ella misma emocionada y con
ganas de reírse junto con su paciente.: (Este sería un ejemplo de identificación
concordante en la contratransferencia; véase el capítulo 5). Sin embargo, mien-
tras la terapeuta seguía sentada junto a Ms. O, comenzó a sentirse empequeñeci-
da y desmoralizada; se descubrió a sí misma pensando en todas las cosas que
tenía ]a padente y que ella mi s ma no tendría jamás. (Este sería un ejemplo de
identificación complementaria en la contratransferencia; véase el capítulo 5).
INTERVENIR 1H 557
Fallos en la contención
Aunque por lo general no suela ser deseable, puede que el fallo en contener las
presiones contratransferenciales no sea absolutamente evitable en la PFT-A,
aunque el terapeuta sea un profesional experimentado. El tratar a pacientes con
trastornos de personalidad, y en particular a los que tienen una patología más
grave, puede suscitar unas emociones intensas y a menudo muy desagradables
en el terapeuta. En ocasiones el terapeuta actuará en respuesta a dichas emocio-
nes, a veces a pesar de los esfuerzos·activos por no hacerlo, enzarzándose en
diversas formas de acting out contratransferencial en virtud de recurrir a algún
tipo de acción para aliviar los estados emocionales desagradables activados den-
tro de él, ya sea por el paciente o por la situación clínica.
En razón de ello, aunque las contratransferencias en el tratamiento de los
pacientes con trastornos de personalidad más graves tienden a ser relativamente
fáciles d e identificar, suelen ser difíciles de contener, dejando al terapeuta con el
riesgo de enzarzarse en alguna forma de acting out contratransferencial (Joseph,
1987/1988; Pick, 1985). Algunas modalidades comunes de dicho acting out dentro
de este contexto incluyen el retraerse emocionalmente del paciente o, por el con-
trario, el verse arrastrado en dirección a un diálogo abierto, comunicando hos-
tilidad involuntariamente, comportándose de manera seductora, fijando límites
innecesariamente o tolerando inapropiadamente las infracciones del contrato
de tratamiento.
2. Este seria un ejemplo de la influencia que ejerce sobre el paciente la contención por parte del tera-
peuta de las proyecciones del paciente, incluso en ausencia de un intercambio verbal entre ellos.
558 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
peuta- que reflejan en espejo la expe riencia interna del sujeto. Dichas en1ociones
pueden ser extremadamente difíciles, a veces quizás imposibles, de co ntener
consistentemente, y no es infrecuente que conduzcan a formas sutiles o n o ta n
sutiles de acting out contratransferencial. Como fue el caso del Dr. P, que lla m ó
por teléfono durante el fin de semana a Ms. W, esto puede suceder incluso en
ocasiones en las que los terapeutas son plenamente conscientes de las presiones
contratransferenciales bajo las que se encuentran, y a veces a pesar de sus esfuer-
zos activos por no pasarlas al acto.
En resumen, en la PFT-A las desviaciones innecesarias de la neutralidad téc n i-
ca por parte de un terapeuta relativamente experimentado, se derivan de forma
característica y habitualmente de un defecto en la contención de la contratr a n s fe-
rencia. En las situaciones más extremas, puede que el terapeuta pase flagr ante-
mente al acto, como fue el caso del Dr. P. En los casos más sutiles, puede que no
alcance a ver la situación en su totalidad desde una posición neutral, lo que le vol-
ve rá susceptible de participar inconscientemente en las escenificaciones defensi-
vas, como aparece ilustrado en la contratransferencia crónica de la Dra. T en
relación con Ms. O.
En situaciones tales como la llamada de teléfono del Dr. P, cuando el fallo en
contener la contratransferencia conduce a desviarse innecesariamente d e la
n eutralidad técnica, el terapeuta manejará la desviación después de acontecido
el hecho, de una forma similar al manejo de las desviaciones planificadas esb o -
zadas más arriba a grandes rasgos en este capítulo dentro de la subsección "Des-
viaciones y restablecimie nto de la neutralidad". El terapeuta empezará p o r
se ñalar que lo que hizo implicó de hecho un salirse fuera de su papel habit u a l,
reconociendo que fue un error, si está convencido de que así lo fue, y a continua -
ción procediendo a explorar junto con el paciente cómo percibió y vivenció éste
al t erapeuta y su conducta.
Por ejemplo, en la sesión que tuvieron después de la llamada telefónica el Dr .
P empezó reconociéndole a Ms. W que nabía cometido un error al llamarla
durante el fin de semana y que, mirándolo retrospectivamente, el terapeuta
debería haber esperado a que llegara la sesión siguiente para poder hablar d e
sus preocupaciones. A continuación el Dr. P despl_a zó nuevamente el centro d e
atención a la paciente, explorando la experiencia subjetiva que Ms. W había teni-
do del terapeuta en relación con la llamada de teléfono; por un lado, la paciente
sentía que el Dr. P la estaba condenando de manera muy crítica por ser una
madre incompetente, y por otro lado, le parecía que la estaba desatendiendo por
no plantear la cuestión de si necesitaba de hecho algún apoyo social adiciona l
para ayudarle en su tarea de criar y educar a su hija. En una sesión ulterior, M s.
W reveló otra vivencia oculta adicional, respecto de la llamáda telefónica d el Dr.
P y de su reconocimiento de su error -que estas acciones significaban que el
INTERVENIR III 563
Autorrevelación contratransferencial
Nuestro análisis respecto de trabajar la contratransferencia quedaría incom-
pleto de no incluir un comentario cauteloso acerca del enfoque relativo a la
autorrevelación contratransferencial en la PFT-A. La autorrevelación contratrans-
ferencial se refiere a que el terapeuta comparta abiertamente, y tal vez explore
junto con el sujeto, su propia reacción emocional personal e idiosincrásica hacia
el paciente y hacia la situación clínica. 3 En la PFT-A, el terapeuta por lo general
no se sirve de la autorrevelación contratransferencial; si bien hace uso activamen-
te de la contratransferencia, en su mayor parte el terapeuta no transmite ni le
comunica directamente al paciente sus pensamientos ni sus sentimientos con-
tratransfe renciales.
En lugar de ello, como aparece ilustrado en este capítulo, en la PFT-A el tera-
peuta intenta utilizar su contratransferencia para documentar las intervencio-
nes que focalizan la atención en la experiencia subjetiva que el paciente tiene d e
la relació n, enfoque éste que sería consistente con un marco relacional-objetal d e
referencia. En razón de ello, al tiempo que reconociendo la contribución y la par-
ticipación inevitable de ambas partes en cualquier interrelación humana, en
nuestro modelo el terapeuta trata de focalizar la exploración en la experiencia
interna del paciente, al tiempo que manteniendo una actitud relativamente reser-
vada que en la medida d e lo posible permita contener la contratransferencia y
minimizar la participación interpersonal activa del terapeuta en los desarrollos
d entro de la tra nsferencia .4
3 . Por ejemplo, el terap euta h a bla r á librem ente de s u d escon cierto en r espuesta a lo que el pacien -
te está diciend o o h aciendo, con el o bje tivo de c onfrontar la nega ción o de ofrecer una confro n-
tació n. Por ejemplo, el terap e uta p odría d ecir: "Me s iento desconcertado ; acab a u sted de d ecir-
m e A y a hora m e es tá u s te d diciendo B. Parecen c ontra d ecirse mutuamente", o "Me está costan-
d o segu ir l a n a rración d e l o s h e c h os q u e está u s t<c:d d tescribi e ndo; e s tá b r inda ndo u s t e d un m o n -
tón de informa ción, pero n o pare ce tener sentido. ¿Entiende usted por qué me está cos ta ndo
seguirle?".
4. Este enfoque es bastante diferente del que se adopta en una variedad d e enfoques psicodiná micos
contemporá neos, muchos de los cuales suelen hacer uso de las autorrevelaciones c ontratransfe-
r e n ciales . Por ejemplo, en el ca so d e los terapeutas que trabajan dentro de un marco de referencia
p sicoanalítico relacional, la focaliza ció n d e la atención en el ámbito intersubjetivo y en la auto-
rrevela ció n c ontra trans ferencial son componentes integrales d el tratamiento (Auchincloss y
Samber g , 2012). Los terapeutas que a plican la terapia basada en la mentalización focaHzan la
atención en r eforzar la mentalización en el paciente, y d entro de este marco de r eferencia la auto-
rrevelación contratransferen c ial se utiliza como una forma de modelar y de estimular el proceso
de mentalización entre paciente y terapeuta (Bateman y Fonagy, 2006).
564 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
S. Si el paciente fuese verda deramente incapa z d e comprender que estaba p oniendo a su hija en
peligro, el terapeuta n ecesitaría cambiar d e registro con objeto d e b rindar unas intervencio n es de
apoyo continuado, tales como recomendar que la paciente participe en algunas clases d e escu ela
de padres o de supervisión parental, ya sea j untamente con la PFT-A o en su stitución d e la misma .
INTERVENIR In 565
Ilustración clínica 8:
La elaboración en el tratamiento de un paciente neurótico
Mr. R se presentó en consulta ante la insistencia de su mujer, que se quejaba de
su excesiva pasividad; y todavía peor, desde la perspectiva de su mujer, cada vez
que ella le llamaba la atención a propósito de su conducta, la respuesta del mari-
do era la de mostrarse sumiso y conciliador, pidiéndole que le dijera qué podía
hacer para m ejorar. A su mujer dicha actitud le parecía exasperante.
En su terapia, la pasividad y la sumisión del paciente fueron identificadas ini-
cialmente como rasgos característicos de su funcionamiento ya no solamente
dentro de su matrimonio, sino también en su trabajo, donde no se decidía a p edir
un aumento de sueldo o un ascenso; en su relación con sus hijos adolescentes, con
los cuales hacía constantemente de "policía bueno", al tiempo que le dejaba a su
mujer toda la tarea de poner límites y de castigar; y en su relación con sus propios
padres. La sumisión pasiva de Mr. R también era sutilmente evidente en la forma
de comportarse en las sesiones de terapia y en su interrelación con el Dr. L.
La exploración y la interpretación inieiales se centraron primeramente en
ayudar al paciente a ser más consciente de su conducta. La clarificación d e la
conducta y la experiencia subjetiva de Mr. R les permitió al terapeuta y al pacien-
te caracterizar e identificar más detalladamente una relación objeta! egosintóni-
ca compuesta de un sí-mismo infantil, halagador y complaciente, frente a una
figura d e a utoridad dominante, superior y un tanto temida, asociados a senti-
mientos d e querer ser amado y aceptado. Terapeuta y paciente focalizaron la
atención en esta relación objeta! d efensiva y en la conducta pasivo-sumisa de Mr.
R , explorando la forma en la que las mismas eran escenificadas dentro de una
variedad de contextos, y prestando atención a la forma en la que, en muchos de
los contextos, la conducta del paciente era desadaptativa. [Este es un ejemplo de
clarificación y de confrontación].
Con el tiempo, la pasividad d el paciente se fue volviendo cada vez más eg9dis-
tónica. Llegados a este punto, el Dr. L pudo ayudar a Mr. R a desvelar y explorar
las ansiedades que motivaban la relación objeta! defensiva y que tenían que ver
con el mie do a ser rechazado o criticado, si se mostrarse asertivo. [Esta fue la fase
inicial de la interpretación]. A la larga, el paciente se sintió cada vez más familia-
rizado y comprensivo en relación con esta parte d e él mismo cuando ésta se acti-
vaba d entro de una variedad de contextos diferentes. En sus sesiones, solía
describir sus conductas defensivas a medida que las iba percibiendo en su vida
cotidiana, y era capaz de vincularlas a las ansiedades subyacentes, a menudo
con escasa intervención por parte de su terapeuta. Ahora, cuando Mr. R. se daba
cuenta de que quería adoptar una actitud pasiva o sumisa, era capaz de refrenar-
se, identificar la tentación de escenificar la relación objetal defensiva que le
resultaba familiar, y reconocer sus ansiedades s ubyacentes. Dentro de este con-
texto, el paciente se sintió capaz, aplicando un esfuerzo bastante considerable,
de ser un poco más asertivo con su mujer. ·
Llegados a este punto, el Dr. L invitó a Mr. R a considerar qué sentido podría
tener su expectativa p er sistentemente temerosa d e que el ser asertivo le conduci-
ría a ser rechazado y criticado. Focalizando la atención clínica en las defensas,
los miedos y las fantasías del paciente, el terape uta pudo ayudar a Mr. R a tomar
568 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
6. Unas veces e l pacien t e parecía identificarse más estrec hamente con e l agresor, y otras veces con
la víctima.
INTERVENIR 111 569
disfrutando de ser- "un poquitín canalla" en relación con ella durante los des-
acuerdos. Su esposa, que se sentía relativamente cómoda con las manifestaciones
relativamente moderadas de agresividad, vio con buenos ojos la recién descubier-
ta asertividad de su marido, que ella sentía como que él se mostraba más debida-
mente masculino. En la contratransferencia, el terapeuta advirtió que sentía un
nuevo respeto y admiracién hacia Mr. R y hacia sus logros, muy por contraste con
su vivencia inicial en la transferencia-contra transferencia, que se había visto teñi-
da de una modalidad sutil de desprecio, lo que sería una identificación comple-
mentaria dentro de la contratransferencia.
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Sección VI
Fases del tratamiento
y trayectorias de cambio
Las siguientes son las tareas principales de la fase inicial del tratamiento:
Ilustración clínica 1:
Abordar el encontrar trabajo y la asistencia a la sesiones como parte
del marco del tratamiento
Mr. W, organizado en un nivel borderline intermedio, con rasgos pasivo-agresi-
vos y narcisistas, se molestaba profundamente porque le dijeran lo que tenía que
hacer; se rebelaba implícitamente dando largas en relación con cualquier reque-
rimiento o exigencia que le plantearan. Esta actitud había sido altamente pertur-
badora en el ámbito de su vida interpersonal y había sido la responsable de que
estuviera crónicamen~e desempleado. Si bien uno de los objetivos de su trata-
miento era encontrar un trabajo, cuando su terapeuta, el Dr. L, planteó que el
paciente estuviera ocupado como una condición del tratamiento, Mr. W manifes-
tó una enorme rabia y resentimiento. Lo aplazó durante muchos meses, haciendo
esfuerzos poco meditados o torpes por encontrar un empleo estable. Este mismo
paciente faltaba sistemáticamente a las sesiones de la mañana, quedándose dor-
mido después de haberse pasado una noche de juerga salvaje.
No fue hasta llevar 6 mese s en el tratamiento, después de hablar mucho del
encuadre y de la vi~bilidad del tratamiento, cuando Mr. W finalmente estaba tra-
bajando y asistiendo regularmente a las sesiones. Estos cambios fueron el resul-
tado de la atención constante al marco del tratamiento por parte del Dr. L; el
terapeuta llamaba la atención invariablemente a propósito de las desviaciones
respecto del marco del tratamiento y fijaba límites cuando ello era necesario. AJ
tiempo que llamaba la atención respecto del fallo d e su paciente en encontrar un
empleo o en asistir con regularidad a las sesiones, el Dr. Lle recordaba a Mr. W
el contrato de tratamiento que ambos habían acordado. El terapeuta enfatizaba
que el estar ocupado, junto con la asistencia habitual y puntual a sus sesiones,
era una condición necesaria para el tratamiento; únicamente si ambas condicio-
nes eran satisfechas, el tratamiento podría tener éxito.
Las intervenciones de este tipo, focalizando la atención en la integridad y la
adherencia al encuadre como una condición basada en la realidad para que el
tratamiento pudiera salir bien, sentaron las bases para señalar la contradicción
entre el deseo por parte del paciente de estar en tratamiento como una manera
de avanzar en la vida, por un lado, y su decisión de no satisfacer las condiciones
necesarias para la viabilidad del tratamiento, por otro. Al mismo tiempo, el Dr.
L ayudó a Mr. W a explorar las relaciones objetales escenificadas en la transfe-
rencia: una lucha entre una figura poderosa, controladora y desvalorizadora, y
una figura indefensa, resentida y empequeñecida, con el paciente identificándo-
se conscientemente con la figura empequeñecida, pero escenificando la figura
controladora y desvalorizadora a través de su conducta. Estas relaciones objeta-
les organizaban las conductas desadaptativas crónicas que habían llevado a Mr.
W a buscar tratamiento, y que ahora se estaban viendo activadas en relación con
las negociaciones en torno al marco del tratamiento.
578 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 2:
Establecer unos límites en torno a las autolesiones
y a la ganancia secundaria
Ms. Y, organizada en un nivel borderline inte rmedio con rasgos predominante-
m e nte sad o masoquistas y límites, tenía un historia l d e depresió n crónica y de
hacerse cortes superficiales como una forma de manejar la ansiedad y la p ertu r-
bación. En tratamientos anteriores con otros terapeutas, a medida que la pacien-
te se implicab a en el tratamiento, su conducta de hacerse cortes h a bía aumentado
vertiginosamente e n frecu en cia y en gr avedad. Los cortes se convirtieron rápida-
mente en el centro focal de estos tratamientos, implicando a su s t erapeutas ante-
riores en la labor de valorar s us heridas y d esembocando finalme nte en la
interrupció n del tratamiento y/o en la hospitalización.
Como parte de su contrato d e tratamiento PFT-A, Ms. Y había acordado que
si sentía el impulso de hacerse cortes, se abstendría d e pasar el impulso a l acto
y hablaría d el mismo en la sesión siguiente, o que si se sentía incapaz o d esmoti-
vada de ab sten erse, se h aría con un certificado médico y un informe d e la enfer-
mera o de algún otro profesional clínico antes de asistir a su p róxima sesión.
(Véase e l análisis d e la negociación contractual en el capítulo 8 para u n a n á lisis
adicional de la gananc ia secund aria y de las razones fundamenta les para esta
clase de estructuración d el tra t a miento).
Como era de esperar, durante los primeros mes es de tratamiento los cortes
de la paciente aumentaron inicialmente en escalada. En respuesta a ello, el Dr.
M fijó sis t emá ticamente unos límites, a l tiempo que reduciendo la ganancia
secundar ia en virtud d e aplazar la siguiente sesión hasta que Ms. Y no hubiera
ido a ver a su enfermera. Dentro d e este contexto, los cortes se fu eron solucio -
nando gradua lmente.
Simultáneam e nte, la paciente desarroll ó una transferencia abiertamente
paranoide. M s. Y percibía a l terapeuta como una figura fríam ente confiscatoria,
que le h abía privado d e su única fuente de consuelo y de autorrelajación. E l d esa-
r rollo m ás d eta lla do de la relación objet a ! que subyacía a este estado subje tivo
conduj o a la descripción del Dr. M como un sádico car ente de c ompasió n , a lg uien
que quería única mente dominar a la paciente , a l tiempo que a ella le correspon-
día el pape l de víctima sufriente e indefensa que no tenía nada a lo que poder
r ecurrir, ning una fuente de a livio - "corno un a nima l a l que le hubieran quitado
la p iel ". L a exploración adicional d e dicha relación objeta! a medida que ésta iba
organizando la transferen cia, inició un proceso d e comprensión d e las m otiva-
ciones que impulsaban las conduct as autodestructivas de Ms . Y.
l. La importancia d e l a atención prestada p or el terape uta a la trans fere n c i a negativa e n la fase ini-
cial ha sido corroborada por la labor de Levy et al., 2015.
FASE INICIAL, INTERMEDIA Y AVANZADA DEL TRATAMIENTO 581
Transferencias negativas
Transferencias paranoides. Podemos generalizar observando que a todo 19
largo del espectro de gravedad, la activación temprana de las transferencias
paranoides vivenciadas concretamente plantea todo un reto para el desarrollo de
la alianza de trabajo. Cuando las transferencias paranoides son concretas, el
paciente es incapaz de considerar otras perspectivas alternativas que pudieran
582 TERAPIA PSlCODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 3:
Contención y neutralidad técnica en torno a las defensas narcisistas
Ms. F, una mujer casada y con carrera, funcionando en el límite entre la organi-
zación borderline de la personalidad de nivel superior y la organización neurótica
de la personalidad, con conflictos y defensas caracteriales narcisistas y maso-
quistas prominentes, vino a tratamiento por depresión. Varios años antes, uno
de sus hijos jóvenes adultos había sido diagnosticado de una enfermedad crónica
debilitante. La paciente vivió el diagnóstico de su hija y su cronicidad como un
golpe que había sido incapaz de afrontar o de cuyo impacto había sido incapaz
de recuperarse, y habló de que sentía una profunda tristeza y envidia cada vez
que escuchaba a sus amigos o colegas hablar acerca de sus propios hijos sanos.
Las relaciones interpersonales de Ms. F eran duraderas y estables, pero tenía
tendencia a enjuici~r y adoptar una actitud de superioridad moral cuando los
demás no hacían lo que ella pensaba que era lo correcto, o cuando parecían "salir-
se con la suya"; cuando había algún desacuerdo, la paciente tenía tendencia a
"quedarse estancada", rumiando lo que ella percibía como equivocaciones e insis-
tiendo para sus adentros en que la otra persona admitiera sus faltas personales.
Desde las primeras sesiones con el Dr. A, Ms. F dejó bien claro que tenía poca
fe en la profesión médica. Vino a tratamiento enfadada y desconfiada, dispuesta
a criticar al terapeuta ante el menor fallo, y demostrando tener escasas expecta-
tivas de que el Dr. A pudiera comprenderle o ayudarle. En el fondo, la paciente
vivió el comienzo del tratamiento como un ponerse en las manos de alguien que
tenía todas las cosas que ella no tenía, y que no compartía ninguna de sus aflic-
ciones, aunque esto no era algo de lo que ella hablara directamente con el tera-
peuta. En lugar de ello, Ms. F recurrió a su propensión a mostrarse crítica y
moralmente superior, acusando al Dr. A de ser desconsiderado en sus comenta-
rios, o de no estar lo suficientemente atento o preocupado, o de cobrarle dema-
siado. A lo largo de toda la semana se dedicaba a darle vueltas en la cabeza a las
transgresiones del terapeuta.
No obstante, la paciente siguió asistiendo a todas las sesiones programadas,
llegando a su hora, pero preguntándose en voz alta con frecuencia: "¿Qué hago
yo aquí?". En la contratransferencia, el terapeuta se sentía constantemente cues-
tionado, criticado y desvalorizado. Se descubría a sí mismo pensando que quizás
no pudiera ayudar a esta paciente y se preguntaba si tal vez no se sentiría alivia-
do en el c a so de que Ms. F se decidiera a dejar el tratamiento.
Dentro de este contexto, el Dr. A focalizó la atención en fomentar una alianza
de trabajo. Contenía su contratransferencia y siempre que le fuera posible con1.-
partía con la paciente su comprensión respecto de la percepción que ella tenía de
él como alguien potencialmente insensible, poco comprensivo, incompetente e
incapaz de empatizar con su dolor: Por ejemplo, el terapeuta solía decirle a Ms.
F: "Veo que mi comentario ha reforzado la visión que tiene usted de mí como un
charlatán, insuficientemente empático y desatento". El Dr. A ofrecía tales inter-
venciones desde una posición de neutralidad técnica, luego de encajar las críti-
cas de la paciente -en lugar de reaccionar instintivamente. El terapeuta hacía un
esfuerzo para no dejarse arrastrar a entrar en un debate acerca de sus fallos o
584 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOG(A DE LA PERSONALIDAD
Ilustración clínica 4:
Utilizar.la clarificación y la interpretación para abordar las ansiedades
Mr. V, un paciente neurótico con rasgos de personalidad evitativos y depresivos,
advertía con frecuencia que se sentía angustiado durante las sesiones. Cuando
su terapeuta le solicitó una clarificación, el paciente, que era una persona suma-
mente introvertida, fue finalmente capaz de comunicar su sensación de que no
586 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
sabía de qué hablar, que de alguna manera lo estaba "haciendo mal" y que no era
la persona adecuada para una terapia psicodinámica.
La Dra. Y sugirió: "Suena a que una parte del problema fuera que usted se
espera que yo no voy a entender lo difícil que es para usted empezar en esta tera-
pia, como si anticipase usted que me mostraré impaciente o incluso crítica con
usted". A medida que la terapeuta ayudó a su ·paciente a volverse más plenamen-
te consciente de las ansiedades estimuladas por el inicio del tratamiento, Mr. V
fue capaz de reflexionar acerca de ellas y de distanciarse de ellas en cierta medi-
da, diferenciando mejor entre su terapeuta en la transferencia (exigente, enjui-
ciadora) y la terapeuta en el desempeño de su papel (empática, perseverante,
servicial dentro del tratamiento).
El paciente comenzó a relajarse conforme alcanzó a ver sus ansiedades corno
inquietudes en lugar de cómo hechos, y como aspectos de su experiencia subje -
tiva que eran de interés, a observar y comprender en colaboración con la Dra. Y.
Mr. V fue capaz de sentirse más cómodo en la terapia, al tiempo que desarrollan-
do una mayor confianza en el interés y la preocupación de la terapeuta.
Ilustración clínica 5:
Mantener el marco terapéutico con una paciente
con riesgo de dejar el tratamiento
La paciente es una mujer de 25 años de edad, estudiante de postgrado y organi-
zada en un nivel bord~rline intermedio, con rasgos narcisistas prominentes. Lue-
go de llevar seis sema:nas en terapia y una semana antes d el descanso inminente
motivado por las vacaciones, durante las cuales tenía la intención de salir fuera
de la ciudad, la paciente dejó un mensaje de voz para su _!erapeuta anunciándole
que se veía obligada a cancelar sus sesiones del lunes y del miércoles, que eran
las últimas sesiones que quedaban antes del paréntesis vacacional. En su mensa-
je de voz la paciente explicaba que durante el fin de semana había pospuesto la
realización de sus tareas académicas y ahora necesitaba anular las sesiones para
dejar un tiempo para hace un trabajo trimestral muy importante. Añadía que,
"en el caso de que fuera necesario" estaría dispuesta a tener las sesiones por telé-
fono. Cuando recibió el mensaje de la paciente, la terapeuta se sintió manifiesta-
mente desvalorizada; al mismo tiempo, advirtió su propia tentación de
mostrarse flexible, temiendo que la paciente estuviera "pendiendo de un hilo" y
probablemente se decidiera a abandonar el tratamiento si la terapeuta no se
amoldaba a la paciente con las sesiones por teléfono. Por contraste, el grupo de
supervisión de la terapeuta sugirió que ésta se mantuviera firme.
La terapeuta llamó a la -paciente, asegurándose de hablar con ella directa-
mente, y después de varios intentos logró que cogiera el teléfono. Durante su
conversación, la terapeuta enfatizó que comprendía la importancia de las fechas
límites para la entrega de los trabajos académicos; al mismo tiempo, el resultado
positivo del tratamiento dependía de que ambas mantuvieran un ritmo sistemá-
tico de encuentros, especialmente antes de una interrupción. En respuesta a la
llamada de la terapeuta, la paciente accedió a venir. En la siguiente sesión la
terapeuta fue capaz de traducir en palabras la visión por parte de la paciente de
que el venir a sus sesiones cuando tenía que hacer un trabajo académico suponía
una desvalorización de la importancia d el trabajo de posgrado, como dando a
entender que no tenía ninguna trascendencia por comparación con la labor tera-
péutica y con las exigencias de la terapeuta; por el contrario, el cancelar las
sesiones suponía una declaración de· que su labor académica era más importan-
te que la labor de la terapeuta. El traducir en palabras esta experiencia subjetiva
respecto d e necesitar defenderse de la desvalorización en la transferencia, le
ayudó a la paciente a poner en perspectiva su sensación de agravio, reforzando
una alianza terapéutica débil y p ermitiéndole comenzar a sentirse más cómoda
dentro d el tratamiento.
588 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALTDAD
Elaboración
El proceso de elaboración comienza en la fase intermedia del tratamiento, se
prolonga hasta la fase de conclusión y finalmente es completado por el paciente,
trabajando con independencia del terapeuta después de acabar el tratamiento.
Pero el grueso de la elaboración tiene lugar durante la fase intermedia de la tera-
pia. En el tratamiento de los pacientes borderline, la transferencia suele ser uno
de los centros focales principales de elaboración; al mismo tiempo, el terapeuta
se asegura de fundamentar el trabajo exploratorio en la realidad, en base a lla-
mar simultáneamente la atención respecto de las escenificaciones paralelas que
están teniendo lugar en la vida interpersonal actual del paciente. En el trata-
miento de los pacientes neuróticos, de forma característica y habitualme nte la
elaboración focaliza la atención clínica fuera de la transferencia, si bien con la
mayoría de los pacientes aparecen oportunidades de que el terapeuta señale
algunas escenificaciones paralelas, aun cuando sean sutiles, dentro del contexto
del tratamiento y en la relación con el terapeuta. (Véase el capitulo 12 para un
análisis adicional de la elaboración).
En el enfoque PFT-A, el proceso de elaboración es el que facilita la vincula-
ción entre la autoexploración y el cambio terapéqtico; la elaboración deriva en
unos cambios a nivel de integración que se corresponden con el aumento de la
capacidad de adoptar una perspectiva y de contextualizar la experiencia subjeti-
va en las áreas de conflicto, un funcionamiento flexible y adaptativo, y la m.e jora
de los síntomas. A lo largo del espect~o completo de gravedad, el proceso reitera-
do de activar, escenificar y explorar un conflicto dado derivará en la contención
de las relaciones objetales conflictivas, al tiempo que fomentando un nivel m ás
completo de autoconciencia y, finalmente, un nivel emocionalmente significa tivo
de autocomprensión.
FASE INICIAL, INTERMEDIA Y AVANZADA DEL TRATAMIENTO 591
una gama más amplia de experiencia psicológica durante la fase intermed ia, se
ve reforzada por la actilúd tolerante y aceptadora del terapeuta contenedor, a
medida que las relaciones objetales internas conflictivas van siendo escenifica-
das en el tratamiento y exploradas.
En el tratamiento d e los pacientes borderline, las relaciones objetales esceni-
ficadas al principio de la fase intermedia están por definición escindjdas, e n
mayor o menor grado, dependiendo de la gravedad de la patología del paciente y
de los conflictos activados actualmente. A todo lo largo del transcurso de la fase
intermedia, el terapeuta puede esperar ver alguna evidencia de un cambio pro-
gresivo, irregular pero general, en dirección hacia la integración y la resolución
de la escisión en el paciente borderline. A nivel de macroproceso (i.e., a lo largo
de los meses y los años de tratamiento), a medida que el paciente avanza a través
de la fase intermedia, las relaciones objetales se vuelven menos ampliamente
escindidas, cada vez más complejas y más moduladas afectivamente. A nivel de
microproceso (i.e., durante el transcurso de una sesión o de varias sesiones), se
puede ver al paciente oscilar entre unos estados s ubjetivos mejor integrados ,
asociados a unas capacidades reflexivas estables, por un lado, y unos estados
subjetivos más pobremente integrados y una falta de reflexividad, por otro.
Conforme el paciente avanza a lo largo de la fase intermedia en dirección a la
fase avanzada del tratamiento de la terapia, los períodos de integración se vuel-
ven más frecuentes y más prolongados, salpicados de unas regresiones más o
menos transitorias a los estados escindidos. En este proceso, el paciente se vuel-
ve más capaz de retroceder ligeramente para adoptar una perspectiva crítica,
observar y reflexionar acerca de su experiencia subjetiva, incluso en las áreas de
conflicto, mejorando su capacidad de contener el afecto y facilitando una mayor
integración adicional. De principio a fin, la evolución de la escisión a la integra-
ción, reflejada en el desarrollo por parte del paciente de la capacidad de tolerar
estados afectivos más complejos y de apreciar una variedad más amplia de expe-
riencia psicológica, se ve reforzada por la capacidad por parte d el terapeuta de
contener las proyecciones del sujeto y los estados afectivos altamente cargados.
Ilustración clínica 6:
Elaborar los conflictos depresivos y las ansiedades depresivas
Ilustración clínica 7:
Elaborar la transferencia paranoide
Mr. J, un paciente borderline de nivel intermedio con rasgos límites, n arcisistas y
paranoides, a legaba tener una sen sación dolorosa d e autodesprecio y pro blemas
en el trabajo debidos a la aparición de arrebatos agresivos durante los cu a les se
volvía b astante paranoide. M r. J se adentró en la fase intermedia con una trans-
ferencia p aranoid e en la que percibía al terapeuta, el Dr. H, como lo hacía con su
jefe: como un enemigo poderoso y peligroso. La única evidencia d e una cara
idealizada d e la escisión era la elección apare ntem ente contradictoria por parte
del paciente de continuar en tratamiento, a pesar d e su hos tilida d y d e su descon-
fianza hacia el terapeuta.
Durante la fase inicial, el Dr. H trabajó junto con Mr. J primeramente para
verbalizar la v ive n cia paranoide que éste tenía del terapeuta, y a continuación
para tolerar el tom ar concienc ia de sus ataques absolutamente flagrantes y hos-
tiles al Dr. H, en base a llamar la atención sobre las constantes y r epentinas
inversiones de los papeles d en1ro de una díada paranoide. Durante este período,
el terapeuta hizo grandes esfuerzos por contener la hostilidad del paciente, a l
tiemp o que advirtiend o para s u s adentros la aparente ausencia de ninguna alian-
za de trabajo.
Muchos meses más tarde, con la terapia ya bien adentrada en la fase interme-
dia, el Dr. H se dio cuenta de que Mr. J había dejado de quejarse acerca d e su tra-
bajo ; las sesiones ya no estaban salpica das de arrebatos paranoides centrados en
la rabia que sentía hacia su jefe, quien le había puesto en período de prueba, y
h acia su s compañeros de trabajo, de quienes el paciente tenía la sensación de que
se metían con él y lo desvalorizaban. Cu and o el terapeuta preguntó acerca d e
qué es lo que había estado su cediendo en el trabajo, Mr. J explicó, para sorpresa
del Dr. H, que ya no estaba en período de prueba lab or a l. En respu esta a que el
terapeuta comentara que el paciente no había informado en las sesiones de que
su s ituación en el trabajo había mejorado, Mr. J respondió que no h abía pensado
que fuera algo digno de ser men-cionado.
A medida que el Dr. H y el paciente fueron clarificando los d etalles específicos
d e lo que había estado su cediendo en el lugar de trabajo de Mr. J, el terape uta
a dvirtió lo que parecía ser el afloramiento dentro del paciente de una visión de sí
mismo como a lguien potencialmente capaz de tener éxito, junto con la renuencia
a h ablar de esto en el tratamiento. La visión positiva incipiente de sí mismo con-
templada por Mr. J estaba asociada en su mente con la experiencia subjetiva de
estar bajo la protección del Dr. H, un hombre que "sabia cómo hacerlo". El tera-
peuta llamó la aten ción respecto d e las visiones discrepantes que el p aciente h abía
tenido de él a lo largo del tiempo: primero como un en emigo p eligroso, y ahora a
veces como un salvador y sanador poder oso. El Dr. H también señaló la reticen cia
d e Mr. J a compartir el la do más positivo d e su experiencia subjetiva, y su girió que
quizás el paciente se sentía movido a aislar lo positivo porque parecía frágil; podía
ser destruido con demasiada facilidad, cuando en cualquier momento el terapeu-
ta sanador y poderoso pudiera ponerse en contra d e él para convertirse, una vez
más, en un enemigo [este sería un ejemplo de ansiedad paranoide].
600 TERAPIA PSTCODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Sólo al cabo de muchos meses, durante los cuales el Dr. H rastreó la oscila-
ción entre las transferencias paranoides de Mr. J y sus breves momentos de i<lea-
lización, poniendo de relieve que ambos eran extremos y dis torsiona dos, y
señalando la forma en la que cada una de estas experiencias defendía frente a la
otra, comenzó verdaderamente el paciente a tener momentos de una experiencia
psicológica más integrada. Este cambio vino señalado por su reconocimien to de
que, después de una sesión en la que se había mostrado especialmente hostil
hacia el terapeuta, había advertido para su sorpresa que sentía remordimientos
por haberse metido con él tan agresivamente.
Ilustración clínica 8:
Focalización terapéutica en los objetivos del tratamiento
Mr. O, un auxiliar médico de 46 años de edad, organizado en un nivel neurótico
y diagnosticado de trastorno depresivo de la personalidad con rasgos obsesivo-
compulsivos, vino a tratamiento porque se sentía como "un fracasado"; explicó
que era incapaz de hacerse valer o de luchar activamente por alcanzar puestos
de liderazgo dentro de su lugar de trabajo y el éxito económico que deseaba. Este
paciente tenía otras áreas de dificultad, aparte de la autoestima y del a scen so
profesional. Era perfectamente feliz de mantener una relación cariñosa y respe-
tuosa, pero un tanto constreñida, con su mujer, quien al parecer también estaba
satisfecha con su relación matrimonial. Aunque el matrimonio carecía de pasión
sexual, Mr. O no veía esto como un problema. Además de esto, el paciente estaba
batallando, con cierto grado de perturbación, con las exigencias de cuidar de sus
padres de avanzada edad. Si bien se· le podría haber dado prioridad en el trata-
miento a cualquiera de entre todas estas áreas de dificultad, Mr. O se sentía afli-
gido y preocupado principalmente por sentirse como un fracasado en el
desempeño de su labor profesional; esto era lo que le había llevado a buscar t ra-
tamiento, y ~u objeLivo identific ado como tal era el de n1ejorar s u func ionarn.ien-
to y su percepción de sí mismo en el lugar de trabajo.
FASE INICIAL, INTERMEDIA Y AVANZADA DEL TRATAMIENTO 603
A medida que los conflictos del paciente se fueron haciendo patentes, su tera-
peuta, el Dr. T, enfatizó la vinculación ~ntre las relaciones objetales que estaban
siendo escenificadas y las inhibiciones de Mr. O en relación con el poder, la auto-
ridad y el dinero, pero menos atención a las inhibiciones del paciente en relación
con la sexualidad y la intimidad. Por ejemplo, conforme las ansiedades d el
paciente respecto de la rivalidad competitiva se fueron volviendo más nítidas, el
terapeuta sugirió que quizás una forma de comprender el que se refrenara tanto
en el trabajo era que el obrar de ese modo le ayudaba a evitar el verse a sí mismo
en una posición de poder, donde podría temer descontrolarse y atacar a las p er-
sonas menos poderosas o más vulnerables que él.
De forma similar, cuando Mr. O reaccionó ante los éxitos personales sintién-
dose angustiado o culpable, el Dr. T enfatizó nuevamente -1a vinculación con las
inhibiciones del paci~nte respecto del éxito profesional en su trabajo. Aunque el
terapeuta comentaba' los vínculos existentes entre los conflictos del paciente y su
relación emocionalmente contenida y sexualmente inhibida con su mujer, estos
vínculos no fueron e nfatizados en el proceso de elaboración. En resume n , a
medida que un determinado conflicto e n particular se hacía patente, el Dr. T
enfatizaba cómo se relacionaba ello con las inhibiciones del paciente en lo rela-
tivo a luchar por alcanzar una mejora profesional y económica, y prestaba menos
atención a explorar la forma como estos mismos conflictos hacían que el pacien-
te se mostrase igualmente inhibido en otras áreas.
Ilustración clínica 9:
La focalización de la atención en los objetivos saca a relucir la escisión
y la negación en el tratamiento
Organizada en un nivel borderline intermedio, con rasgos pasivo-agresivos, narci-
sistas y dependientes, Ms. Z se presentó en consulta con la queja de que con fre-
cuencia perdía los estribos con su hija de 6 años. La paciente reconoció que a veces
había tratado de "convencerla con amenazas para que se portara bien". Ms. Z negó
tener ningún contacto físico durante .estos episodios ("Sólo quiero asustarla para
que me escuche"). La ·paciente se daba cuenta de que su conducta era destructiva
y manejaba el malestar que sentía después del hecho mostrándose indulgente con
la niña, al tiempo que tratando de no pensar en su propia conducta.
Ms. Z informó de que tenía igualmente arrebatos emocionales ocasionales
con su marido, pero éstos eran menos frecuentes, y el marido parecía que era
capaz de manejarlos sin alterarse demasiado. Solía responder insistiendo enér-
gicamente en que su mujer se calmase, y ella se sentía capaz de responder posi-
tivamente a los límites que él fijaba. La paciente buscó tratamiento cuando se dio
cuenta de que su hija daba la impresión de que no quería estar con ella. Al mismo
tiempo, la hija comenzó a tener dificultades en la escuela.
En los primeros meses del tratamiento, esta paciente hablaba irreflexivamente
acerca de una variedad de temas: cómo le había ido el día, peleas con sus amigas,
un ligue reciente, y su decepción por no haber estudiado una carrera. La terapeu-
ta, la Dra. E, advirtió para sus adentros que el discurso de Ms. Z no parecía estar
dirigido hacia ningún objetivo específico, y que la paciente no demostraba ningún
interés aparente en escuchar lo que la terapeuta pudiera tener que decir.
A la Dra. E le pareció que la cuestión dominante era que Ms. Z no hablaba de
cosas que tuvieranjmportancia, al tiempo que dejaba de lado a la terapeuta. La
Dra. E eligió comentar esta observación, compartiendo con la paciente su impre-
sión de que aunque Ms. Z estaba hablando de toda una serie de c uestiones, no
estaba claro qué es lo que cualquiera de estos temas tenía que ver con las dificul-
tades que la habían llevado a buscar tratamiento.
La paciente respondió esencialmente ignorando el comentario de latera-
peuta y retomando su monólogo. Cuando la Dra. E le señaló esto a la paciente,
M s. Z r econoció que prefería hacer para s u s adentros como si la terapeuta no
estuviera presente. Lo que salió a la luz fue que la paciente no quería pensar en
las reacciones de la Dra. E hacia ella, y especialmente en ninguna reacción res-
pecto de lo que ella había dicho acerca de su tratamiento o de su hija durante
la evaluación clínica inicial: Este diálogo derivó en un análisis provechoso de
la confianza que depositaba la paciente en la negación y la racionalización
para reforzar su preferencia respecto de no pensar en su comportamiento con
su hija, y del hecho de que este estilo de afrontamiento tenía el precio de per-
petuar su conducta destructiva.
606 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
reacciones son más comunes durante la fase intermedia del tratamiento del
trastorno de la personalidad, a medida que el paciente comienza a desarrollar
una percepción más realista respecto de la ayuda brindada por el terapeuta y
por el tratamiento.
En los pacientes con una patología de personalidad de nivel superior, la diná-
mica de la reacción terapéutica negativa suele estar relacionada con frecuencia
con las ansiedades depresivas, tales como el sentimiento de culpa del paciente,
ya sea consciente o inconsciente, respecto de recibir ayuda y/o hacer avances. Es
común que los pacientes sientan que no se merecen recibir la ayuda del terapeu-
ta, o que manifiesten su preocupación respecto de que cualquier avance realiza-
do será de alguna forma a expensas de otras personas o que "dejará atrás" a
personas importantes por las que el paciente se preocupa. Las reacciones tera-
péuticas negativas de esta clase, que reflejan unas ansiedades depresivas, serán
elaboradas -en el caso de algunos pacientes, muchas veces- durante el transcur-
so de la fase intermedia, y volverán a ser trabajadas como parte del proceso de
finalización de la terapia.
Por contraste, en el caso de los pacientes borderline la mayoría de las veces las
reacciones terapéuticas negativas reflejan unas defensas frente a las ansiedades
paranoides. Dentro de este contexto, el reconocimiento por parte del paciente de
que el terapeuta ha sido de utilidad o de que tiene algo con sentido que ofrecer,
puede hacer que parezca "demasiado poderoso" a ojos del paciente. De resultas
de ello, la ayuda del terapeuta puede estimular sentimientos de inferioridad, envi-
dia u hostilidad, además del miedo a ser explotado o controlado, acompañado de
impulsos a anular cualquier avance que se haya podido hacer. Las reacciones
terapéuticas n egativas derivadas de las ansiedades paranoides asociadas a la
envidia son especialmente comunes en los pacientes borderline de nivel inferior, y
también en los pacientes narcisistas a lo largo de todo el espectro de gravedad.
(Expresado en las palabras de uno de los pacientes: "Siempre le tiro piedras a m i
propio tejado").
Las reacciones terapéuticas negativas derivadas de las ansiedades paranoi-
des también pueden verse, pero menos comúnmente, en pacientes con una pato-
logía de personalidad de nivel superior. Los pacientes con dicha patología junto
con unos conflictos narcisistas prominentes son especialmente propensos a l as
reacciones terapéuticas negativas como consecuencia de la envidia.
Para ilustrar las dos modalidades de reacción terapéutica negativa y la forma
en la que pueden presentarse en el c'ontexto de la PFT-A, volvemos a Ms. F, la
paciente que describimos más arriba en este mismo capítulo y que se mostraba
tan crítica y desvalorizadora durante la fase inicial de su tratamiento, al tiempo
que batallando con una relación objetal subyacente compuesta de alguien afor-
tunado, superior y triunfante, frente a un otro envidioso y derrotado.
610 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
fuente de apoyo, y que la hija estaba convencida de que su propia salud había
mejorado a consecue n cia de ello.
Al día siguiente , M s . F vino a su sesión para compartir la buena noticia, pero
también para decir que de repente se estaba sintiendo deprimida -cuanto menos
tan d eprimida como lo estaba la primera vez que vino a terapia. Se preguntaba
una vez más si el tratamiento le estaba siendo verdaderamente de ayuda, y hac ia
el final de la sesión anunció que había decidido poner fin al tratamiento. Al fin y
al cabo, pudiera ser que hubiese conseguido todo aquello de lo que era capaz.
Una vez más, el Dr. A vinculó el estado de ánimo deprimido actual y la actitud
nihilista hacia los desarrollos favorables en sus relaciones con los miembros de
su familia, especia lmente con su hija. El t erapeuta señaló la posición paradójica
de Ms. F: justamente cuando estaba empezando a cosechar las ganancias d el tra-
tamiento, parecía que se sentía desmoralizada y que quería dejarlo. El Dr. A pro-
siguió sugiriendo que tal vez ahora la paciente se estaba sintiendo deprimida y
deseosa de poner fin al tratamiento porque, fuera d e su conciencia, se sentía c ul-
pable o indigna d e la ayuda que estaba recibiendo, especialmente porque jamás
podFía haber nada que pudiera hacer que su hija se recuperase por completo.
Ms. F comentó inmediatamente que había sido cap az de disfrutar de la vela-
da con su familia y de las palabras d e ánimo d e su hija tan sólo durante un breve
momento; muy rápidamente, comenzó a focalizar to da su atención en los muchos
años que su hija lleva b a padeciendo su enfermedad, y a preocuparse por lo que
pudiera s ucederle a su hija en un futuro -como si, señaló la p aciente, n ecesitara
anular su propia felicidad. Simultá neamente, por primera vez, le v ino a la cab e-
za la idea de que el Dr. A podría tener él mismo también algún hijo con una
enfermeda d crónica -qué espantoso sería que ella hubiese estado todo este tiem-
po h ablando d e su propia hija, hurgando involuntaria m ente en las h eridas del
propio terap euta.
ellas, con frecuencia corrigiéndose ellos mismos sin necesidad de que interven-
ga el terapeuta, para a continuación volver a retomar un nivel más altame nte
integrado de experiencia psicológica.
Por ejemplo, llegados a este punto un paciente podría decir: "Después de salir
de aquí el viernes pasado, estaba seguro de que usted se estaba riendo de mí. Por
un momento me sentí muy humillado y rabioso, pero incluso en ese mismo
momento sabía que no era verdad. Sé que me está perturbando el hecho de que
haya cancelado usted nuestra sesión de la semana que viene". Esta elaboración
reiterada de la oscilación entre la integración y las "microrregresiones" de_vida
corta durante la transición a la fase avanzada del tratamiento, contribuye a la
disminución gradual de la vulnerabilidad a la regresión por parte del sujeto.
Para el momento en que el paciente borderline está haciendo la transición a
la fase avanzada, el proceso clínico empezará a asemejarse a l tratamiento de los
pacientes neuróticos; a medida que las defensas basadas en la represión vayan
sustituyendo a la escisión, el terapeuta advertirá la aparición de asociaciones
libres, y puede que el paciente se decida también a contar espontáneamente sus
ensoñaciones diurnas o sus fantasías como parte del discurso clínico. El tera-
peuta tiene ahora la oportunidad y la libertad de focalizar la atención clínica
junto con el paciente en la narrativa enraizada en las comunicaciones verbales
del sujeto, ahondando y enriqueciendo su nivel de autocomprensión. Las inter-
pretaciones realizadas en el aquí y ahora, características de las fases inicial e
intermedia del tratamiento, pueden, llegados a este punto, vincularse provecho-
samente a la historia del paciente con sus objetos significativos del pasado, rela-
ciones que a menudo surgen de manera natural en sus asociaciones. La capacidad
de asociar abre también la posibilidadde llevar a cabo un análisis convencional
de los sueños, en donde las asociaciones del sujeto en relación con el sueño pue-
den ser vinculadas a algunas cuestiones dominantes en el -tratamiento y en la
transferencia. Puede que el paciente empiece a establecer unos vínculos espon-
táneos entre su vida dentro y fuera de las sesiones, yendo y viniendo de una a
otra, al tiempo que vinculando su conducta con el terapeuta con su conducta
reciente con otras personas significativas. Por ejemplo, una paciente hizo la
siguiente observación: "No puedo creerme lo mal que me comportaba con mi
supe rvisor e n e l trabajo -gritándole cada v e z que no n,e salía con la mía, sin
tener ninguna conciencia de lo molesto y de lo inapropiado que ello podía ser...
Me supongo que hacía lo mismo aquí; me comportaba como una niñita despó-
tica e insoportable".
Las tareas centrales d e la fase avanzada del tratamiento son consolidar los
avances que se hayan realizado durante el transcurso de la terapia, hacer el due-
lo por las pérdidas y las decepciones, facilitar el cambio continuado después de
que finalice la terapia, y dejar la puerta abierta para que el paciente vuelva en un
futuro, si ello fuera necesario. Todos estos objetivos se ven facilitados en virtud
de afrontar y elaborar las inevitables decepciones que vienen junto con el final
de un tratamiento exitoso.
Los temas centrales a abordar en la fase avanzada del tratamiento y en la
finalización incluyen los siguientes aspectos:
FASE INICIAL, INTERMEDIA Y AVANZ ADA DEL TRATAM IENTO 61 5
peuta. Si bien la disminución gradual suele ser con frecuencia una solución
óptima en las terapias de apoyo con el objetivo de mitigar las ansiedades de riva-
das de la separación, en la PFT-A la intención de disminuir gradualmente las
sesiones es la de permitir que dichas ansiedades salgan a la luz a fin de que pue-
dan s~r exploradas y elaboradas mientras el tratamiento está todavía en curso.
Este proceso hace que sea más fácil que el paciente se desenvuelva bien sin el
terapeuta en la fase posterior a la finalización, ofrece una oportunidad impor-
tante de consolidar los avances terapéuticos, y puede que facilite la prosecución
del crecimiento y el desarrollo del sujeto después de acabar el tratamiento.
Recomendamos mantener la relación terapéutica, sin modificar manifiesta-
mente la forma en la que el terapeuta y el paciente se relacionan, a medida que
el tratamiento va llegando a su fin. El obrar de este modo ofrece la mejor opor-
tunidad de que el paciente elabore sus sentimientos hacia el terapeuta, en espe-
cial los sentimientos de decepción o de rabia que pueden verse activados en
relación con el final de la terapia. El mantener el estilo habitual de interrelación
también contribuye a que sea más fácil para el paciente volver en un futuro, en
el caso de que así lo eligiera. Una vez dicho esto, queremos añadir que es inevi-
table que la relación entre paciente y terapeuta adopte una cualidad más realis-
ta conforme el tratamiento se acerca a su fin y que se elaboran las transferencias.
Pero más allá de esta evolución natural en la relación terapéutica, no es reco-
mendable que el profesional clínico modifique su papel o que adopte una actitud
más amigable socialmente o abiertamente de apoyo en relación con el paciente
durante las últimas semanas del tratamiento. En las sesiones conclusivas, sí es
apropiado que el terapeuta señale los avances que se han realizado y comunique
cualquier sentimiento positivo que pueda tener respeto de la experiencia de
haber trabajado junto con el paciente.
Finales prematuros
No es infrecuente que los pacientes con trastornos de personalidad conside -
ren la posibilidad de poner fin al tratamiento antes de haber alcanzado los obje-
tivos del tratamiento. Cuando un paciente verbaliza un deseo tal, el terapeu ta
deberá hacer lo siguiente: 1) explorar los motivos que mueven al paciente a m a r-
charse y relacionarlos con las ansiedades que se están viendo activadas e n ese
momento dentro del tratamiento, prestando una atención especial a la transfe-
rencia; y 2) considerar seriamente cualquier posible desarrollo acontecido en la
vida del paciente que pudiera imposibilitar la continuación del tratamiento. Si el
sujeto persiste en querer dejar el tratamiento, el terapeuta deberá exponer una
evaluación realista de lo que se ha logrado, lo que no se ha logrado, y de lo que
cabría esperar de resultas de una labor adicional.
Si el paciente continúa insistiendo en poner fin al tratamiento prematuramen-
te, el terapeuta deberá evitar enzarzarse en una lucha de poder. Es apropiado que
el profesional clínico comunique francamente sus reservas respecto de acabar la
terapia en ese momento, y a continuación fijar de mutuo acuerdo una fecha para
dejar de verse, idealmente con un mes de antelación corrio mínimo. El terapeuta
puede explicarle al paciente que es útil dejar este período de tiempo para concluir
la experiencia y para consolidar los avances. El terapeuta deberá también explica r
que "la puerta está abierta", en el caso de que el sujeto tuviera la sensación de que
le gustaría continuar el tratamiento en algún momento en un futuro.
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624 TERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Referencias
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CT: Yale University Press, 2012.
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su aplicación al trastorno límite de la personalidad. Bilbao: Desclée De Brouwer,
2017).
Epílogo
Formación
Por último, les ofrecemos a los lectores una sugerencia respecto de la forma-
ción. Según nuestra experiencia, el modelo de patología, evaluación y tratamien-
to que describimos aquí es de gran interés y utilidad para las personas que se
están formando. La claridad conceptual del modelo en su conjunto, y la conti-
nuidad entre la teoría de las relaciones objetales, los niveles de organización de
la personalidad, la planificación diferencial del tratamiento y la técnica clínica,
ofrecen un contexto óptimo para el aprendizaje clínico.
Obviamente, el terapeuta no puede desarrollar unas habilidades clínicas
mediante la mera lectura de un libro. Generalmente es necesaria la labor clínica
continuada bajo la supervisión de un profesional clínico más experimentado, si la
persona en formación pretende desarrollar su competencia clínica, tanto en este
como en cualquier otro modelo de tratamiento. El estudio de las sesiones de tera-
pia grabadas en cinta de vídeo como parte de la supervisión es una piedra angu-
lar de nuestro enfoque para la formación. El observar y analizar las sesiones
grabadas en vídeo saca a la luz la interrelación entre las comunicaciones verbales
y no verbales del paciente y la contratransferen cia del terapeuta, de una forma
que no puede ser replicada por las notas del terapeuta ni incluso por las grabacio-
nes de audio. La grabación en vídeo es especialmente central en la formación y en
la supervisión del tratamiento de pacientes borderline, en donde las sesiones pue-
den evolucionar con rapidez y estar altamente cargadas afectivamente, haciendo
que con frecuencia sea difícil para los terapeutas en formación captar en tiempo
real las diversas comunicaciones del paciente, a menudo disociadas entre sí.
Hemos comprobado que la supervisión en grupo, haciendo uso del material
clínico grabado en cinta de vídeo, rest,1lta ser particularmente provechosa. Este
formato optimiza el tiempo de nuestros profesionales clínicos más experimen-
tados, al tiempo que exponiendo a los candidatos en formación a una amplia
variedad de pacientes. Adicionalmente, el proceso grupal ofrece un entorno
agradable de aprendizaje entre congéneres, que refuerza la contención de la
contratransferencia.
630 TERAPIA PSICODIN ÁM ICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
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Apéndice:
Recursos útiles
Contenidos
Identidad
l. Identidad consolidada -La percepción y la vivencia de sí mismo y de los
demás aparece bien integrada, con una dedicación e interés profundos en el
trabajo/los estudios y el tiempo libre.
2. Identidad consolidada, pero con algunas áreas de déficit ligero -La percep -
ción y la vivencia de sí mismo y de los demás* aparece bien integrada en su
mayor parte, pero con una cierta superficialidad, inestabilidad o distorsión
leves, y/o con cierta dificultad en el ámbito de la dedicación al trabajo/los
estudios o el tiempo libre.
3. Patología relativamente leve de la identidad -La percepción y la vivencia de
sí mismo y de los demás aparece un tanto pobremente integrada (superficia-
lidad o incoherencia e inestabilidad evidentes, a veces percepción contradic-
toria y distorsionada)*, con un claro deterioro en la capacidad de dedicarse al
trabajo/los estudios y/o el tiempo libre; o bien el individuo se muestra intere-
sado principalmente en satisfacer sus propias necesidades narcisis tas.
1. Adaptado con la debida autorización de Clarkin JF, Caligor E. Stern BL. Kernberg OF: Structured
Interview of Personality Organization-Revised (STIPO-R): Score Form. Personality Disorde rs
Institute, Weill Medica! College of Cornell University, marzo de 2016. Disponible en http://www.
borderlinedisorders.com /assets/STIPO-R_Score_Form_March _2016%20.pdf. Verificado el 8 d e
diciembre de 2017.
* Nota de los autores: La patología narcisista viene s ugerida por la presencia de una discrepancia
marcada entre: 1) la inestabilidad o la superficialidad en la percepción que el individuo tiene d e
los demás, y 2) l a relativa estabilidad o especificidad en la percepción que e l individuo tiene d e :,í
mismo.
APÉNDICE -633
Relaciones objetales
l. Los apegos son fuertes, duraderos, realistas, matizados, satisfactorios y
mantenidos a lo largo del tiempo; las relaciones interpersonales no se con-
templan desde la perspectiva de la satisfacción de las propias necesidades; la
capacidad para la interdependencia y la empatía están plenamente d esarro-
lladas; el individuo es capaz de combinar la sexualidad y la intimidad.
2. Los apegos son generalmente fuertes, duraderos, r ealistas, matizados y
mantenidos a lo largo del tiempo, con la presencia de alg ún conflicto o d e una
gratificación incompleta; las relaciones interpersonales no se contemplan
desde la perspectiva de la satisfacción de las propias necesidades; la capaci-
dad para la interdependencia y la empatía están plenamente desarrolladas;
existe cierto grado de disfunción o d e conflicto en el ámbito de las relaciones
sexuales/íntimas.
3. Los apegos están presentes, pero son superficiales, frágiles y aparecen mar-
cados por el conflicto y la ausencia de gratificación; las relaciones interperso-
nales tienden a contemplarse desd e la perspectiva de la satisfacción de las
propias necesidades; existe una cierta capacid ad de preocuparse por el otro,
o cierto grado d e empatía; las relaciones sexuales se acompañan de una inti-
midad limitada.
4. Los apegos son escasos y sumamente superficiales; las relaciones interper-
sonales se contemplan consistentemente desde la perspectiva de la satisfac-
ción d e las propias necesidades; la capacid a d de empatía es escasa; a pesar de
los esfuerzos manifiestos por buscar una mayor intimidad, las relaciones
íntimas desarrolladas son escasas o nulas.
S. No existen unas verdaderas relaciones (puede que tenga conocidos); es posi-
ble que el individuo esté gravemente aislado, careciendo incluso de meros
conocidos; cualquier relación que pueda tener se basa exclusivamente en la
satisfacción de las propias necesidades; no existen muestras de ninguna capa-
cidad para la empatía; no existe ninguna capacidad para la intimidad y/o no
se evidencia ningún intento de buscar una mayor intimidad.
634 TERAPIA PSICODINÁM ICA PARA LA l>ATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Defensas
l. El sujeto afronta las dificultades de manera flexible y adaptativa; no se
observa ninguna evidencia de que el individuo recurra a las defensas de n ivel
inferior (basadas en la escisión); la resiliencia al estrés es evidente en la mayo-
ría de los ámbitos; el individuo utiliza consistentemente una amplia variedad
de estrategias de afrontamiento adaptativas.
2. Se utilizan unas estrategias de afrontamiento adaptativas, pero con menos
consistencia o eficacia, o en algunas áreas pero no en otras, junto con la pre -
sencia de una resiliencia general al estrés. El individuo hace uso de algunas
defensas de nivel inferior (que pueden estar limitadas a la idealización y/o la
desvalorización), pero claramente éstas no constituyen el estilo defensivo pre-
dominante del entrevistado; se advierte un deterioro limitado o inexistente en
el funcionamiento de resultas del recurso a las defensas de nivel inferior.
3. Las defensas de nivel inferior se· utilizan de forma variable; se observa )a
presencia de oscilaciones sig nificativas en la percepción de sí mismo y de )os
demás . Se advierte cierto deterioro en el funcionamiento de resultas d el
recurso a las defensas de nivel inferior.
4. Las defensas de nivel inferior se utilizan de manera habitual; los cambios
significativos en la percepción de sí mismo y de los demás son relativamente
graves y generalizados. Se advierte una clara evidencia de deterioro en la vida
del entrevistado de resultas del recurso a las d efensas de nivel inferior.
5. Las defensas de nivel inferior se utilizan de forma generalizada a lo largo
de las distintas situaciones. Los cambios radicales y graves en la percepción
de sí mismo y de los demás llegan a un grado en el que interfieren grosera-
mente en el funcionamiento, junto con numerosos ejemplos de inestabilidad
y de distorsión.
Agresión
l. Control de la agresión -Los episodios de enfado y de agresión verbal parecen
ser apropiados a la situación.
2. Control relativamente bueno de la agresión -Las manifestaciones desadap-
tativas de la agresión se limitan a la presencia de inhibiciones (defecto en la
expresión de la agresión), conductas autodestructivas menores o autoabando-
no de poca importancia, un estilo interpersonal controlador, o arrebatos ver-
bales ocasionales.
3. Control moderadamente pobre de la agresión -Las manifestaciones desa-
daptativas de la agresión incluyen conductas autodestructivas o de alto riesgo
significativas, autoabandono o incumplimiento de los cuidados prescritos,
y/o frecuentes rabietas o arrebatos emocionales de agresiones verbales llenas
de odio, control hostil crónico de los demás, y/o extracción de un placer sádi-
co derivado del malestar o de la desgracia de los demás.
APÉNDICE 635
Valores morales
1. La brújula moral interna es autónoma, consistente y flexible; no se advierte
ninguna evidencia de conducta amoral o inmoral; el individuo demuestra
tener un sentido maduro y apropiado de la preocupación y de la responsabi-
lidad respecto de la conducta potencialmente hiriente o poco ética; no se evi-
dencia explotación de los demás para obtener una ganancia personal; el
individuo vivencia y siente la culpa de una forma apropiada.
2 . La brújula moral interna es autónoma y consistente, con rigidez y/o ambi-
güedad implicando algunas oportunidades cuestionables de obtener una
ganancia personal; no se advierte ninguna evidencia de una conducta clara-
mente amoral o inmoral; el individuo demuestra tener una cierta rigidez (ya
sea por exceso o por la presencia de un cierto relajamiento moral) en el sen-
tido de la preocupación y de la responsabilidad respecto de la conducta poten-
cialmente hiriente o poco ética; el individuo siente culpa, pero de manera tal
que las autorrecriminaciones rumiativas son más prevalecientes que los
esfuerzos proactivos por reparar el daño.
3. Existe un cierto sentido de las normas morales internas, pero éstas son exce-
sivamente rígidas y/o laxas; el indíviduo puede demostrar tener una dificultad
considerable en utilizar dichos criterios para guiar sus conductas, las cuales
pueden incluir a lguna conducta poco ética o inmoral sin enfrentamiento a
una víctima externa (e.g., plagio, trampas, mentiras, evasión de impuestos); el
individuo puede ser explotador, con dificultades en asumir la responsabilidad
636 T ERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA PATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
respecto de unas conductas que son hirientes y dañinas para los demás; el indi-
viduo carece de un sentimiento apropiado de culpa y de preocupación y/o pue-
de sentir "culpa" bajo la forma de una autorrecriminación sádica en ausencia
de un verdadero remordimiento.
4. Los valores morales y las normas internas son débiles, inconsistentes y/o
corruptos; la orientación moral se dirige a no ser atrapado y puede inclu ir la
presencia de conducta antisocial agresiva (e.g., robos, falsificaciones, ch ant a -
jes); dicha conducta puede implicar un enfrentamiento directo con las vícti-
mas, pero sin agresiones o ataques físicos, y la violencia que pueda acon tecer
generalmente no suele ser premeditada; la explotación de los demás es ego -
sintónica y el individuo trata libremente y sin reservas de encontrar oportu-
nidades de sacar una ganancia personal a expensas de los demás; la culpa o
el remordimiento están ausentes.
S. No se evidencia ninguna comprensión del concepto de valores morales; es
evidente la presencia de conducta antisocial violenta y agresiva (ataques,
agresiones, premeditación) o de psicopatía manifiesta (no existe ning un a
comprensión ni noción del concepto de valores morales), acompañada o n o
de conduc ta violenta; no exis te ningún indicio de sentimientos de culpa o d e
remordí miento.
2. Fuente: Ame rican Psychiatric Association: Diagnostic and S tatistical Manual of Mental Disorders ,
5ª edición. Arling ton, VA: American Psychiatric Associa tion, 2013, pp. 775-778. Copyrig ht © 2013
Ame ric an P s y c hiatric Assoc i a ti o n . Utilizado con l a d e bida autoriz a c ión. [N. d e l T. : S e ha o pta d o
por traducir directamente del original inglés que figura en este Apéndice de "R ecursos útiles", e n
lugar de transcribir sin m ás la ver sió n incluida en la edición en español del DSM-5].
Escala para la valoración del nivel de funcionamiento de la personalidad.
O-Escaso o I Tiene una conciencia Establece y aspira a Es capaz de comprender Mantiene diversas
ningún deterioro continuada de un alcanzar unos objetivos objetivamente las relaciones satisfactorias
sí-mismo único; razonables, sobre la percepciones y las y duraderas en su vida
mantiene unos límites base de una evaluación motivaciones de los personal y social.
apropiados acordes a realista de las propias demás en la mayoría de Desea establecer y se ►
"O
implica en una serie de tn,
los distintos papeles. capacidades personales. las situaciones. z
Entiende y valora las relaciones afectuosas, o
Tiene una autoestima Se sirve de unos ñ
perspectivas de los cercanas y recíprocas. tn
positiva consistente y estándares adecuados
autorregulada, junto de conducta, demás, aunque discrepe Lucha por la colaboración
con una valoración alcanzando la de las mismas. y el beneficio mutuo, y
objetiva de sí mismo. realización en diversos Es consciente del efecto responde con
Es capaz de sentir, tolerar ámbitos. que sus propias flexibilidad a una
y regular una gama Puede reflexionar y acciones ejercen sobre amplia variedad de
completa de emociones. extraer un sentido los demás. ideas, emociones y
constructivo de su conductas de los demás.
experiencia interna.
°'vJ
-...)
°'vJ
Escala para la valoración del nivel de funcionamiento de la personalidad (continuación). 00
-1
1- Cierto deterioro I Tiene un sentido Está excesivamente Tiene ciertas dificultades Es capaz de establecer tTl
2-Deterioro I Depende excesivamente Los objetivos personales Es hipersensible a las Es capaz de establecer y
moderado de los demás para suelen ser más a percepciones y las desea establecer
definir su identidad, con menudo un medio de vivencias de los demás, relaciones en su vida
debilitamiento de la ganar la aprobación pero únicamente en la personal y social, pero
demarcación de los externa que estar medida que guarden puede que sus vínculos
límites. generados por el propio relación con ef propio sean superficiales en
Tiene una autoestima individuo, y en razón de individuo. gran medida.
vulnerable, controlada ello pueden carecer de Es excesivamente Las relaciones íntimas se
por una preocupación coherencia y/o de autorreferencial; basan predominante-
exagerada por la estabilidad. capacidad mente en la satisfacción
valoración externa, Los estándares personales significativamente de las propias
?;
junto con un fuerte pueden ser reducida de valorar y de necesidades de [Tl,
z
deseo de aprobación. irrazonablemente altos comprender la vivencia autorregulación y de o
de los demás, y de autoestima, junto con
o
Tiene una sensación de (e.g., una necesidad de ['l'l
°'
.¡:.
o
·•~~1~·:~_··x' "f~~
'.<,h '."C'"~ ,,~ .,.,_,:,
,,i<'"'~t.E1,1ll\'lav1'a
-~ "·~:t'#• i.:.,
3-Deterioro grave I Tiene un sentido débil de la Tiene dificultades en La capacidad de considerar y Tiene cierto deseo de
autonomía y de la capa- establecer y/o de comprender los pen- establecer relaciones en su
cidad de obrar; sensación alcanzar unos samientos, los sentimien- vida social y personal, pero -l
de falta de identidad, o objetivos tos y la conducta de los la capacidad para estable- ~
demás está significativa- cer vínculos positivos y ►
de vacío. La definición de personales. "O
los límites es pobre o Los estándares mente limitada; puede que duraderos está significa- >
"O
(/}
rígida: puede manifestar internos que discierna aspectos muy tivamente reducida. ñ
o
una identificación regulan la conducta específicos de lo que Las relaciones se basan en la o
son poco claros o sienten los demás, parti- fuerte creencia en la z)>,
excesiva con los demás,
un énfasis excesivo en la contradictorios. La cularmente vulnerabi- necesidad absoluta respecto ~
)>
independencia respecto vida es sentida lidades y sufrimiento. de un otro u otros íntimos,
~
de los demás, o una como carente de Generalmente es incapaz de y/o en las expectativas de ;e
►
oscilación entre ambas sentido o peligrosa. considerar otras · abandono o de maltrato. r
►
posturas. Tiene una capacidad perspectivas alternativas; Los sentimientos respecto ~
La autoestima frágil se ve significativamente se siente sumamente de la implicación íntima el
fácilmente influenciada reducida de amenazado por las con los demás alternan 5o
por los hechos externos, reflexionar sobre diferencias de opinión o entre el miedo y el rechazo, >
o
y la autoimagen carece sus propios por los puntos de vista y el deseo desesperado de ['11
r
de coherencia. La valora- procesos mentales y alternativos. vinculación. ►
"O
comprenderlos. Se siente desconcertado o no Poca mutualidad; los otros
['11
ción de sí mismo carece de ;e
(/}
,i~át)t~,;
4-Deterioro 1 La vivencia de un sí-mismo Muestra una pobre Muestra una incapacidad El deseo de afiliación es
extremo único y la sensación de diferenciación entre los pronunciada de limitado, debido al
capacidad de obrar y de pensamientos y los considerar y de profundo desinterés o
autonomía están prácti- actos, por lo que la comprender las a la expectativa de
camente ausentes, o bien capacidad de establecer percepciones y las daño externo. La
están organizados en unos objetivos motivaciones de los implicación con los
torno a la vivencia subje- personales está demás. demás es desapegada,
tiva de una persecución gravemente debilitada, La atención a las desorganizada o
externa. Los límites con junto con la presencia perspectivas de los consistentemente
los demás son confusos o de unos objetivos poco demás está negativa.
están ausentes. realistas o incoherentes. prácticamente <l:usente Las relaciones son
Tiene una autoimagen débil Los estándares internos (la atención es concebidas casi ►
"'zm,
o distorsionada, que se ve de conducta están hipervigilante, exclusivamente en o
fácilmente amenazada prácticamente ausentes. focalizada en la términos de su ñ
m
por las relaciones con los La autorrealización real satisfacción de las capacidad de brindar
demás; distorsiones es prácticamente propias necesidades y comodidad/consuelo o
significativas y confusión inconcebible. en evitar el daño). de infligir dolor y
en torno a la valoración Es profundamente Las relaciones sufrimiento.
de sí mismo. incapaz de reflexionar interpersonales pueden La conducta social/
Las emociones no son constructivamente generar desconcierto y interpersonal no es
congruentes con el acerca de su propia desorientación. recíproca; en lugar de
contexto ni con la experiencia interna. ello, busca la
experiencia interna. Puede que las realización de las
El odio y la agresión motivaciones personales propias necesidades
pueden ser los afectos no sean reconocidas y/o básicas o huir del
dominantes, si bien puede que sean vividas como dolor.
que sean negados y externas al propio 0-,
-" mode lo a lternativo para los Lras Lorn os -rela ción terapé utica y e mpatía: 177- 180
d e perso na lida d" ( MATP): 20 , 36, 628, e mpleo (tra bajo ). Véase también actividad
636 estructura d a ; f-trn c ionamie nto e n e l
duelo, y reacción d el te rape uta a la trabajo.
fina li zació n d e l tratamie nLo: 62 1 e nfoque dime ns ional:
E -ap licad o a la clas ificac ió n d e los
educació n . Véase psicoeducación; trastornos d e person a lidad: 2 1, 33, 59,
for mación. 70, 80-89
-aplicad o a la eva luación d e la
educación d e los hijos (escue la d e padres),
p e rson a lida d e n la e n t1-evis ta clínica
e interven ciones d e a poyo: 551, 564(n5)
diagn óstica: 289, 290
"efectos secundarios", de la PFT-A: 349
e n foque híbrido, p arn la eva luación: 59
Ego at the Center of Clinical Technique, The
engaño, y fun c iona mie nto moral: 309
(Busch , 1995): 161(nl)
e ntrevis ta clínica d ia g n óstica. Véase
egodis lonicida d :
también "ent1-evis ta estn.1ctu ral";
-confrontación y egodisto nicidad: 464, 471
Structured Clinical Inte rv iew fo1· the
-egodistonicidad de las re lacio n es
DSM-5 Alte rna tive M o d e l of P e 1·son a lity
obje tales d efensivas: 239, 250, 255
Disorde rs (SCID-5-AMPD); Struc tured
- proceso de interpre tació n y
Inte rview of Pe r·son a lity Organizatio n -
egod istonic ida d : 523-527
R evised (STIPO-R):
e laboració n: - á reas d e conte nidos de la e ntrevis ta
- la e laboración como intervenc ió n diagn óstica: 289
exp lo ratoria: 564-57 0 - flujo conceptua l y recogida d e datos:
-ele m e ntos b ásicos y estralegias d e la 288-311
PFT-A, y ela boració n : 172-173, 232, 242 , -instrume ntos estruc turados para la
245 , 257-261 , 262, 272-277 e ntJ-evis ta diagn óstica: 286
- fase a va nzada d el tratamiento y - m é todos y procedimie ntos d e la
e la b oración: 620 e ntrevista di agn óstica: 3 11-3 27
- fase in termedia d e l trata mie nto, y - STIPO-R y e ntrevis ta diagn óstica: 286-
e la b o ración: 590-592, 606-6 11 325
- insight y proceso d e ela boració n: 171 - tipos d e person a lidad y e ntrevista
emer gen c ias, y temas prioritar ios: 165, diagn óstica: 32 7-328
409-410, 412-416 "entrevista estructura l". Véase también
empa tía: en trevista clínica diagnóstica; Stru ctured
- d escripción d e las relaciones objetales Clinical l nterview for ch.e DSM-5
dominantes, y e mpatía: 265 Altemative Model of Personality Disorders
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la personalidad" (LPFS) y em patía: 637- of Person.ality Organ.ization- Revised
641 (STIPO-R):
-evaluac ión d e la capacida d para la - enfoque PFT-A d e e ntrevista clínica y
e mpatía: 302 e ntrevista estruc tural: 3 13-3 15
- identificación concordante y e mpatía: - formación d e la ide ntidad y e ntrevista
2 14 estructura l: 3 19 -320
- proceso d e inte rpre tació n y empa tía: -funcio namiento d e la personalid a d
5 14, 515 e ntrevis ta estru c tural: 3 1 7-3 1 8
PSICOTERAPIA SENSORIOMOTRIZ 651
estra tificació n, d e las relacion es o bjetales -tra ns ició n d e la fase inte rmedia a la fase
inte rnas: 125, 128-1 29, 133 avan zad a del tra tam iento y exp erie nc ia
estruc tu ra(s), u tilizació n d el término : 39 a fecti \·a: 6 12
estructuras ps icológicas: experie nc ia s u bje ti va :
-calidad d e las re lacio n es o bje ta les y -con fro ntación y experien c ia s ubje tiva: 469
estruc turas psicológicas: 105 -de fensas basad as en la r e p resión y
-con cepto d e estruc tu ra psicológica: 56 expe r ie n c ia s u bje tiva: 268-269
- d efen sas y estruc tu ras psicológicas: 95- - la experie n c ia subje tiva com o centro
104 foca l de explo rac ió n: 240
- diagnóstico estruc tural de los trast o rnos -relacio nes obje ta les intern as y
d e personalida d y estructu ras experiencia subjetiva: 40
psicológicas: 61-6 2 externa li zació n , ejem p lo d e exte rnalización
-eje mplos d e estr u c turas p sicológicas: 57 d e fe ns i\.·a: 48 1(n4)
-en la te oría d e las r elacio n es o bjetales: F
38-39
Fairba irn , R o n a ld: 44
- ide ntidad y estruc turas psicológicas:
89-9 5 fami lia. Véase también educació n de los
-pr u e ba de realidad y estructuras hijos (escuela de pad res):
psicológicas: 107 - petic io nes de la Fa milia y d esviaciones
-valores m orales y estru c turas respecto d e la n e utralida d : 550-55 1
p sicológicas: 106 -reuni ones con la fa milia d urante la fase
de con tratación: 39 1
evaluación. Véase también entrevis ta clín ica
diagn óstica; cons ulta clínica; diagn óstico: fan tasías:
-avan ces recien tes en e l conocimie n to -co mplejo d e Ed ipo y fa ntasías: 145
d e los trastorn os d e pe rsonalida d y - separacio n es du ra nte el trata mi en to y
evaluación: 37 fantasías: 6 17
-elementos d e u n a evaluació n fase avan zada de l tra ta mie n to:
com p r e h e n siva: 28 1, 284 -ambiva le ncia en la fase avan zad a: 620
-evaluació n d e la in tegridad d el marco -an á lisis d e la separació n y fase
del trata miento: 420 avan z~da: 617-620
- evaluació n d e la m otivació n para -con tacto terapeu ta-pacie n te des pués d e
e l trata mien to en e l proceso d e q u e acabe e l tratam ie nto: 622
contratación : 362-366 -esta bleci m iento d e u na fech a para el
- nivel de or gani zación d e la person a lida d fin a l del tr a tamiento y fase avan zada:
en la evaluació n clínica: 63 6 14
-STIPO-R y evaluación estruc tura d a: - fina li7.ación p rematura d el tratamie nto
325-327 du ra nte la fase avan zad a : 622
- teor ía d e las re lacio n es objetales y - ind icaciones para fina lizar el
evaluació n : 38, 282 trata mi e nto y fase avan zad a: 6 14-6 16
-trastornos con curren tes y evaluación : - indicad o res de cambio y tran sic ió n d e la
284 fase in termedia a la fase avan zada: 6 11
evaluació n ecológica m o m e n tán ea: 4 3 -mantener e l e nc u adr e d u ran te tod o e l
p roceso de con clusión y fase avanzad a:
exp e riencia afectiva. Véase también
620
afecto(s):
-reacción d e l terapeuta a nte el fin a l del
- difus i ón de l a i de ntidad y experienc ia
tratamiento d e l pacie n te: 62 1
afectiva negativa: 92
PSICOTERAPIA SENSOR IOMOTRIZ 653
-en la fase interm edia d e l ti-ata mie nto y -en las ilus tracio nes clínicas: 54 7-549
explornció n d e las a ns ied a d es: 592-600 - ne utra lida d técnica e interven c io nes
- integrac ión como e le m e nto centra l d e la explo ra to1·ias: 54 5-552
PFT-A: 145, 150 - propósito y ta reas d e las inte rvenc io nes
- integrac ió n d el m a te ria l d el pasado e n la explorn to rias: 4 5 1
ela b o ración d e -los conflic tos: 259, 276 - técnicas nucleares d e la PFT-A e
- integració n d e las prio 1·idad es d e ntro d e interven ciones exploratorias: 405-407
la focalizació n d e la a te nc ió n cl ínica e n intimidad:
el tra ta mie n to: 413 -va lo ració n d e la capa c ida d para la
-"micron-egresiones" y transic ión a la intimidad : 302
fase avanzad a d el tratamiento : 6 12 -"escala d e l nivel d e func io namie n to de
intelectua lizació n, com o d efe nsa b asad a e n la person a lida d " (LPFS) e intimidad:
la r epresión: 97 637-641
inte rpretacio nes gené ticas, y e le m e ntos "Inve ntario d e person a lidad p ara el DSM -
básicos d e la PFT-A: 169 5" (PlD-5): 328
in terpre tacio n es pre m a tu ras, y pr oceso d e lnventory o( Personality Organ ization: 44
inte rpre tació n: 4 79, 52 5 inversió n de los pa pe les:
inte rvenciones d e ap oyo. Véase lambién -ans ie d a d es d ep resivas e inversió n de
ps icoterapia d e a p oyo: papeles: 595-596
- clases de escu e la d e padres o s u pervis ión -con fro ntación e inversió n d e papeles:
pa r e nta l corno interven c ió n d e apoyo: 471 ,502
564 (n5) - disociac ió n neuró tica inversió n d e
- d esviacio nes de la ne utralidad e pape les: 134-135
interve ncio nes d e apoyo: 54 9-550 -estrategias básicas d e la PFT-A e
- difere n c ia r e ntre inte rvenc io nes inversió n d e pa pe les: 237-240, 245, 249,
explo r a to rias e intervenc io n es d e a poyo: 250-253
53 1, 533 - ide ntificació n proyectiva e invers ió n d e
- disminució n gradual d e las pa peles: l 37-138, 139, 250 , 252
interve nc io nes d e a poyo: 620-62 l - transfere nc ia y a n á lisis de la
-elementos b ásicos d e la PFT-A e interven- trans feren cia , e inversió n de papeles:
ciones d e a p oyo: 170- 17 L, 348, 406 204, 502
- ilu s traciones clínicas de las - transferen c ias paran o ides e inver sión d e
inter ven cion es de a p oyo: 536-54 3 papeles: 4 98-501
- papel a uxilia r d e las intervencio nes d e J
a poyo en la PFT-A: 533-536
Jacobson , E dith: 4 4
- tipos de inter ven cion es d e a p oyo: 53 1
jerar q uía, d e priorida d es terap é u t icas: 165
intervencion es exploratorias:
- a n álisis d e la transferen c ia e K
intervencion es exploratorias: 494-513 Ke mber g, Otto: 20, 38, 43-44, 95, 108(nl 4),
-con tratra ns feren cia e interven c io nes 139,3 12,627
explorato rias: 552-464 Klein, Mela nie: 44, 100(n1 2), 140
- d iferencia r entre inte r ven cio nes de
L
a poyo e intervenciones exploratorias:
Leaming Supportive Psychotherapy: An
53 1,533
-elaboraci ón e i n terven ciones
Jllustrated Cuide (Winston e t a l. , 201 2):
l 70(n 2)
explor atorias: 564-570
PSICOTERAPIA SENSORIOMOTRIZ 657
le ngu aje, y evaluación: 282. Véase también -obje tivo d e aumentar la capacidad d e
comunicación; prono mbres. mentalización en la TBM: 253(n3)
límites (terapéuticos), e integridad del "microrregresiones" , y transición a la fase
marco d el tratamiento: 419 avanzada del tratamiento: 613
pérdida, y fase avanzada del tratamiento: "modelo alternativo para los trastornos d e
LPFS. Véase "escala para la valoración personalidad" (MATP): 21, 36, 59,628,
d el nivel d e funcionamiento de la 636
per sonalidad". modelo estructu ral, de los trastornos d e
M pe rsonalidad: 109- 111. Véase también
diagnóstico estructural.
Mahler, Ma rgaret: 44
modelo psicodiná mico, de los trastornos d e
Main, M ary: 46
personalidad:
manejo de la m edicación: -ansiedades y conflictos cen trales p ara el
-contrato d e tratamiento y c umplimiento tratamiento de los trastornos : 139- 150
de la medicac ión: 378, 397-398
modelos internos de referencia, y teoría d el
-planificación del tratam iento y manejo
apego:46
de la medicación: 346
modo simulado, y marco d el tratamiento :
marco de referencia relacional, y
423
a u torrevelación contra tra ns ferencial:
563(n4) motivaciones:
-análisis de la transferencia y
marco d el tratamien to. Véase también
conciencia por parte del paciente d e las
contrato terapéutico y negociación
motivaciones conflictivas: 512
contractu al :
-conflictos psicológicos y motivac iones:
-el acting out como puesta a prueba d el
116-117, 121, 126, 128- 129
marco del tratamiento: 415
-contrato de tratamiento y evaluación d e
-definición y organización d el
las motivaciones: 362-366
tratamiento: 356-359
-en las ilustraciones clínicas: 426-432, motivaciones sádicas, y conflic to
536-539, 577, 587 psicológico: 119
-establecimiento del m arco d el N
tratamiento: 155-157, 353 narcisis mo. Véase también transferencias
-exponerle al paciente c u ál va a ser el narcisistas:
marco d el tratamiento: 368-377 -análisis d e la transferencia y defensas e n
-fase inicial del tratamiento y marco del las transferencias narcisistas: 505-508
tratamiento: 575-579 -motivaciones conflictivas y narcisismo:
- la integridad del marco del tratamiento 116
como tema prioritario: 411-412, 41 7-432
narcisismo maligno, y organización
materialización, de la ide ntificación borderline de la personalidad: 8 1
proyectiva: 138
negación:
MATP. Véase "modelo a lternativo pa r a los -autorrevelació n contratran sferen cial y
trastornos d e personalidad". negación : 563 (n3)
matrimonio, entrevista clínica diagn óstica - como defensa basada en la represión: 97
y problemas m atrimoniales: 297 -como proceso p sicológico: 39
m entalización: - confrontación y negación : 465, 502
- con cepto de m e ntalización: 108(n 14)
658· TERAPIA PS ICODI NÁM lCA PARA LA PATOLOG ÍA DE L A PE RSONA LI DA D
¡ 1 ' • '
¡ ¡ 1 ' ' ;.:
Combin ando hábilme nte la teoría con la práctica e l ínica, e l presente li bro es un
recurso inestimable para cualquie r profesional clínico que bu sque un mode lo co-
herente para explicar e l fun cionamiento.y la patología de la personalidad , además
de un modelo de clasificación , evaluación y tratamiento. Esta g uía, profundamente
perspicaz, presenta la Psicoterapia Focalizada en la Transferencia-Ampliada , un
e nfoque especializado pero accesible a cualq uier profesional clínico interesado en
e l tratamiento de los trastornos de la personalidad. Compatible co n la Sección III
"Model o alternativo para los trastornos de personalidad" del DSM-5, al tiempo
que desarrollando dicho enfoque descriptivo, ofrece a los profesionales clínicos
un marco de refe rencia accesible para guiar la evaluación y el tratamiento de los
trastornos ele personalidad dentro de una amplia variedad de con textos clínicos.
E n este libro los lectores encontrarán:
• un modelo coherente del funcionamiento de la personalidad y de los trastornos
de personalidad basado en la teoría psicodinámica de las re lac iones objetales;
• un e nfoque clínicamente afín para l a clasificación de los trastornos de personali-
dad, junto con un enfoque comprehensivo para la evaluac ió n c líni ca;
• un modelo de tratami e nto integrado basado en uno s principios clínicos gene ral es
aplicables a todo e l espectro de los trastornos de la persona lidad;
• una explicación de las modificaciones específicas de la téc nica para ajustar la
intervención a la patología de personalidad del paciente individual;
• descripciones de téc nicas psicodinámicas específicas que pueden extrapolarse a
los tratamientos a corto p lazo y a los contextos clínicos agudos.
La evaluación de l paciente y las técnicas psicodinámicas básicas se describen en
unos térm inos actualizados y sin tecnicismos, complementadas por numerosas
ilustraciones clínicas, además de una serie de vídeos online que ejemplifican las
distintas intervenciones . Al final de cada capítulo los lectores encontrarán un resu-
men de los conceptos c línicos claves, lo que hace de este libro tanto un instrumento
de referencia ráp ido y práctico como un trampolín con vistas a l aprendizaje y la
formac ión continuados.
~
ISBN: 978-84-3 30-3 1 14-3
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www. edesclee.com biblioteca de psicología
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