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Zelleman
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Propósitos
al dejar fuera regiones que pueden ser determinantes para dar cuenta de la “objeti-
vidad”. Por otra, se propone rescatar formas racionales que no son las propias del
proceso de explicación científica, sin que por ello sean menos racionales, ya que no
hay ninguna causa para considerarlas, como se ha hecho tradicionalmente, como
“no científicas”.
En suma, pretendemos desarrollar una reflexión acerca de la construcción de un
conocimiento que no deje fuera, por su afán de rigor y precisión formales, regiones
de la realidad significativas para la definición de prácticas de transformación, lo que
supone encontrar formas racionales que no necesariamente tendrán que identificarse
con la explicación científica.
El punto de partida
La categoría de totalidad, que Spinoza ha anunciado por primera vez con su natura natu-
rans y natura naturata, en la filosofía moderna (…) comprende la realidad en sus leyes
internas y las conexiones internas y necesarias, en oposición al empirismo que considera
las manifestaciones fenoménicas y casuales, y no llega a la comprensión de los procesos
de desarrollo de lo real. (Por lo mismo) no es un método que pretenda ingenuamente
conocer todos los aspectos de la realidad sin excepción y ofrecer un cuadro “total” de la
realidad con sus infinitos aspectos y propiedades, sino que es una teoría de la realidad y
de su conocimiento como realidad.1
1
Karel Kosic, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967, p.53
misma, ni, menos aún, un objeto real. Es un modo de organizar la apertura hacia la
realidad que no se ciñe a permanecer dentro de determinados límites teóricos, pues
se fundamenta en un concepto de lo real como articulación compleja de procesos y
exige que cada uno de éstos sea analizado en términos de sus relaciones con otros
(aunque no sea cada uno objeto de análisis como tal).
Por lo expresado anteriormente, es necesario distinguir entre el “todo” como la
“estructura del objeto” y el “todo” como “exigencia epistemológica del razonamien-
to”. El problema no consiste en romper solamente con un punto de vista aditivo, sino
plantearse los requerimientos de razonamiento que exige la necesidad de analizar in
situ a los constituyentes de la totalidad, de manera que la estructura de actividades
de la totalidad no pueda ser inferida de las propiedades manifestadas por sus cons-
tituyentes separadamente de la totalidad”.6 Por eso, el concepto “todo” constituye
un modo de recortar la realidad para construir el objeto de estudio que, sin partir de
la exigencia a priori de “todas las propiedades o aspectos de una cosa”, permita dar
soluciones sobre “ciertas propiedades o aspectos especiales de la cosa en cuestión
(…) que le hacen aparecer como una estructura organizada”. Es preciso añadir que
la totalidad constituye una delimitación de lo real que, toda vez que se apoya en la
realidad como articulación de procesos, se caracteriza por su naturaleza crítica, en
la medida que da importancia a lo no acabado sobre cualquier limite teórico cerrado.
Pero por esto también consideramos que la totalidad representa una solución al pro-
blema de la “preeminencia del problema” por sobre cualquier ideal metodológico,
esto es, sus mecanismos de adecuación a la cosa concreta. En base a su capacidad
de apertura hacia lo real es que permite avanzar en una problematización cada vez
más profunda de la realidad, de manera de dar preeminencia a la construcción del
objeto con sus desafíos metodológicos muchas veces inéditos.
6
Nagel, op. cit., p. 357.
7
Con motivo de esta imposibilidad lógica Popper anota que “los holistas quizás tengan la esperanza
de salir de esta dificultad mediante la negación de la validez de la lógica, la cual, piensan, ha sido
arrumbada por la dialéctica”. Cfr. Popper, op. cit., p. 93. Es preciso señalar que es incorrecta la equi-
valencia entre holismo y totalidad.
8
A este respecto es rescatable una de las acepciones de la palabra “todo” analizadas por Nagel (op. cit.,
p. 349), como en el caso de “esquema de relaciones entre ciertos tipos específicos de objetos o sucesos,
cuando dicho esquema puede manifestarse en diversas ocasiones y con diversas modificaciones”. La
“parte” puede designar, entonces, cosas diferentes en contextos diferentes. Puede referirse a cualquiera
de los elementos relacionados de acuerdo con ese esquema en una de sus manifestaciones.
1*
Cfr. Apertura: organización de una exigencia de objetividad.
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una estructura teórica con una realidad determinada, pues la cuestión de fondo, a
que nos enfrentamos, es el problema de la viabilidad de las diferentes opciones de
construcción definidas por los actores sociales.
Esto es, la interrogante de cuán real es la transformación de la política en historia.
Problemática
el corte del presente, que hace parte del proceso como secuencia de coyunturas, y
el proyecto como direccionalidad en el largo tiempo.
La direccionalidad complica la elaboración de las conexiones con lo empírico,
ya que no puede reducirse a un corte estructural como tampoco derivarse de un fin
informativo. En ninguna de las dos situaciones se captaría a la objetividad real.
Primero, porque la objetividad es un proceso y no el simple reflejo de un corte por
“estructura” que sea; segundo, porque el desenvolvimiento en “el tiempo” tampoco
se resuelve en el logro de un fin normativo, sino en la direccionalidad que se vincula
con la voluntad social, condición indispensable para la concreción de lo real.
Por consiguiente, el ámbito de las conexiones con lo empírico es el determi-
nado por el ámbito delimitado por la potenciación de lo objetivo, de acuerdo con
una voluntad social orientada por la exigencia de imprimir direccionalidad a los
procesos.
La teoría deberá por consiguiente reflejar esta potenciación de lo dado, lo que
no es susceptible de alcanzarse a través de modelos teóricos. A la inversa, hay que
supeditar el modelo teórico a la cuestión de la viabilidad de lo potencial, lo teórico
al desarrollo de una capacidad de determinación de lo viable.
Al enfrentarnos con una mutabilidad real imprevisible y con una praxis que la
moldea, no tiene sentido limitarse a trabajar con estructuras teóricas “acabadas”
(con las complicaciones adicionales que plantea su aplicación en lo que se refiere
a su adecuación, desajuste y falacia); sin que, a la inversa, a partir de esta consi-
deración se fortalece un cambio en la relación con las estructuras teóricas. Los
componentes conceptuales de éstas deben desprenderse para convertirse en instru-
mentos mediante los cuales se puedan delimitar campos de lo real; omitiendo la
supeditación a cualquier función explicativa capaz de predeterminar la delimitación
de los campos de observación, en términos de su propia exigencia de jerarquización
de las determinaciones reales.
Esta modalidad en el uso de las teorías es inherente a la perspectiva del cono-
cimiento coyuntural o presente, lo que exige asumir la objetividad real en función
de una dirección. Direccionalidad que obliga, a la vez, a subordinar las exigencias
teóricas a la aprehensión del presente como ámbito de la praxis constructoras de
la historia.
2
Louis Althusser, La revolución teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1974, p. 148.
3
Ibid.
4
Lucio Colletti, El marxismo y Hegel, Grijalbo, México, 1977.
5*
No hay un desarrollo adecuado de lo político, ya que, como observa Colletti en El marxismo y Hegel,
“falta un análisis serio, articulado de lo político (…) falta el marco en qué ubicarlo, en cuyo interior
construir una conciencia de la política”.
La conciencia histórico-política
6
Manuel Sacristán, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, conferencia pronunciada
en la Fundación Miró, Barcelona en noviembre de 1979, publicada en Cuadernos Políticos, p. 74.
aparentemente morfológica; pero donde cada uno de los niveles asume el carácter
que le determina su incorporación en el conjunto, simultáneamente con mostrar
cómo cada nivel contribuye al movimiento del conjunto. El siguiente párrafo de El
Dieciocho Brumario ilustra lo que decimos:
Por eso, en ningún periodo nos encontramos con una mezcla más abigarrada de fases
altisonantes e inseguridad y desamparo efectivos, de aspiraciones más entusiastas de
innovación y de imperio más firme de la vieja rutina, de más aparente armonía de toda
7
Carlos Marx, “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, Obras escogidas en tres tomos, t. I,
Progreso, Moscú, 1963, pp. 300-301.
Hasta los escritores franceses revolucionarios corroboraron, por una especie de temor
reverente ante la tradición republicana, el error de la idea de que monárquicos dominaban
en la Asamblea Nacional Constituyente. Por el contrario, desde las jornadas de junio, la
Asamblea Constituyente que siguió siendo la representante exclusiva del republicanismo
burgués, destacaba tanto más decididamente este aspecto suyo cuanto más se desmo-
ronaba la influencia de los republicanos tricolores fuera de la Asamblea. Si se trataba
8
Carlos Marx, “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, Obras escogidas en tres tomos, t. I,
Progreso, Moscú, 1963, p. 414.
9
Carlos Marx, La lucha de clases en Francia, de 1848 a 1850, Obras escogidas en tres tomos, t. I,
Progreso, Moscú, 1963, p. 234.
10
Carlos Marx, “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, Obras escogidas en tres tomos, tomo I,
Progreso, Moscú, 1963, pp. 430-431.
Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos, que, como productores,
actúan de un determinado modo, contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas deter-
minadas. La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso
concreto, empíricamente y sin ninguna clase de falsificación, la trabazón existente entre la
organización social y política y la producción (Carlos Marx y Federico Engels, La ideología
alemana, Cid Ediciones, Moscú, p. 25).
Y este modo de considerar las cosas no es algo incondicional. Parte de las condiciones reales
y no las pierde de vista ni por un momento. Sus condiciones son los hombres, pero no vistos
y plasmados a través de la fantasía, sino en su proceso de desarrollo real y empíricamente
registrable, bajo la acción de determinadas condiciones. Tan pronto como se expone este
proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo
es para los empiristas, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios,
como para los idealistas.11
11
Carlos Marx; Federico Engels, La ideología alemana, Cid Ediciones, Moscú, p. 27.
12*
Es el caso de la teoría del valor que, junto con pretender una explicación de la transformación de los
valores en precios, es un modo de resolver la relación entre las diferentes áreas del conocimiento. A
este respecto, conviene recordar opiniones como las siguientes: “La teoría del valor no es simplemente
una teoría que intenta explicar cómo se determinan los precios; es también una especie de manifiesto
metodológico que contiene la opinión de Marx acerca de cómo se deben estudiar las economías, y
llama a una restauración de la unidad esencial entre las varias ciencias sociales” (R.L. Meek, citado
por Sacristán: El trabajo científico de Marx, cfr. Bibliografía).
de este elemento en función de los otros elementos, de esta estructura en función de otras estructu-
ras… es obligarse a definir lo que, en otras palabras, podríamos llamar el índice de determinación, el
índice de eficacia en el cual el elemento o la estructura en cuestión están actualmente afectadas en la
estructura de conjunto del todo” (Louis Althusser: “Los efectos de la economía clásica”, en Para leer
El Capital, Siglo XXI, México, 1974, p.117).
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La diferencia entre permanencia y tiempo consiste en que mientras aquélla es una duración sin in-
volucrar ninguna transformación del elemento particular de que se trate, el tiempo refleja el devenir en
el que un elemento establece su sistema de articulación según esté ubicado en tal o cual totalidad.
etapa de consolidación, por una parte, de las sociedades socialistas, y por otra, a
una reacción frente a los peligros de reducción del marxismo a una pura ideología,
como resultado de convertirse en praxis concreta…; lo que crea las condiciones
para la embestida teórica científica de las fuerzas regresivas”.
La aparición de esta conciencia histórica se manifiesta, en el plano gnoseológico,
en una apertura hacia las situaciones históricas. Lo que plantea que la captación de
lo histórico-concreto se efectúe mediante un mecanismo que refleje las transforma-
ciones de contenido derivadas de los cambios en los parámetros de análisis. Este
mecanismo es la construcción del objeto, porque cumple la función de objetivarse
hacia lo real.
Sin embargo, lo anterior obliga a tener que resolver los problemas de las distor-
siones propias de los diferentes recortes de tiempo y de espacio que coexisten en las
situaciones históricas. Ello significa poder resolver que el análisis de las situaciones
históricas no se reduzca al ángulo de análisis de un fenómeno propio de un plano
temporal y/o espacial. (En esta dirección, la dinámica generada por las estrategias
y tácticas de los sujetos sociales consiste en la solución que se da al ritmo y dis-
tribución espacial de los procesos que están involucrados en la definición de una
política, según sea propugnada por uno u otro sujeto social.
La realidad histórico-política, por constituir una construcción de los sujetos
sociales imposibilita que la relación con ella se limite a esquemas conceptuales
de explicación. Más bien la relación descansa en esquemas que den cuenta de las
opciones de viabilidad para los diferentes sujetos: esquemas que reflejan al mo-
mento en que la realidad potencial es transformada en realidad material, mediante
proyectos que, simultáneamente, se apropian del presente y lo potencia hacia el
futuro. De lo que concluimos que lo específicamente cognoscitivo de lo político es
su función para reconocer a lo potencial; por eso su relación con la realidad no es,
strictus sensus, un correlato por cuanto aquella todavía no esta dada.
Perspectivas
Los textos que a continuación presentamos constituyen un esfuerzo por dar respuesta
a las exigencias epistemológicas que supone la construcción de un conocimiento