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Nahón. La Imagen Directa Del Dispositivo Televisivo
Nahón. La Imagen Directa Del Dispositivo Televisivo
1
Schaeffer, Jean-Marie, La imagen precaria (del dispositivo fotográfico), Madrid, Ediciones
Cátedra, 1990. La descripción del dispositivo televisivo que voy a desarrollar a continuación, le
debe al estudio de Schaeffer, sobre el dispositivo fotográfico, los fundamentos esenciales en
relación al carácter de la imagen técnica como signo receptivo, y a la especificidad indicial del
signo en su funcionamiento pragmático, habiendo trasladado y ampliado su estudio para el
signo que produce la imagen directa del dispositivo televisivo.
1
imprime dentro de un recuadro, en algún sector de la pantalla, que se trata
efectivamente de una imagen en vivo y en directo.
La imagen directa, como resultado de su dispositivo, consiste en la reunión de
dos tecnologías: por un lado un transductor electroacústico que capta la energía
acústica de un espacio determinado –en general, el que encuadra la telecámara–,
transformándola en energía eléctrica para su transmisión directa;;2 y por otro lado la
transcripción de un flujo fotónico reflejado o emitido por un objeto, que impresiona una
célula fotoeléctrica que convierte esa información lumínica en un flujo de electrones,
permitiendo que la relación de distancia, procedente del espacio real entre el objeto y
la telecámara, se pueda transmitir a distancia a través de la energía eléctrica, y
reproducirse técnicamente como imagen electrónica, en simultáneo. Es lo real de un
cuerpo y su voz, indefectiblemente sincrónicos, de un tropezón, su ruido, y su relación
con el aparato, más el despliegue temporal que los une, lo que se constituye como
especificidad de la televisión. El directo, no es más que la reproducción de la relación
directa entre las cosas, su imagen, su sonido, su temporalidad y espacialidad, y algo
de lo real de esa inscripción, para ser transmitido y reinterpretado en una nueva
constitución espacial y temporal.
En el directo televisivo ya no “se pueden distinguir impresiones por contacto
directo e impresiones a distancia”,3 porque su estatuto reúne ambas en una
presentación temporal simultánea. La imagen es el producto de una máquina que
capta automáticamente una relación y la retransmite instantáneamente. Por un lado
se debilita la noción de impresión, fundacional en la máscara mortuoria como
impresión por contacto directo, y en la fotografía o el cine como impresión a distancia;;
pero la reunión de ambas en el funcionamiento del arché televisivo, transcribiendo el
contacto real entre los objetos en una temporalidad sin hiatos, barriendo punto por
punto las relaciones entre las cosas, inaugura el lugar del telespectador como agente
sincrónico proponiendo una nueva distancia: la de su propio espacio en la compleción
de la imagen, y reforzando contacto y distancia, no ya como impresiones materiales,
sino como materialidades del medio simultáneo de la electricidad.
El directo, entonces, vehiculiza una imagen y su sonido, no ya dando “la
apariencia de lo que estaba ausente”,4 como sucede en la fotografía y el cine, sino lo
que está ocurriendo en este preciso instante. No se preserva una imagen que
transporta un sentido material, la imagen directa se transmite y se pierde, existe en el
tiempo, pero no se preserva. Su sistema de visión que capta las cosas no las puede
retener, su injerencia es directa y afecta la conciencia en el tiempo sincrónico que la
une a esa imagen. Su fugacidad e inmaterialidad constituyen lo esencial de su
potencia transformadora en los procesos mentales y físicos, y en las variables
culturales que determina. La imagen directa no se puede transportar y no es
almacenable, es la experiencia de un aquí y ahora. Con el nacimiento de la
videograbación,5 la transmisión en directo se puede almacenar en cintas
electromagnéticas, o discos duros tal como se hace hoy en día, pero la experiencia
del directo es única e irrepetible, sólo comparable con el tiempo que se despliega en
el campo perceptivo. El tiempo directo del dispositivo televisivo se desvanece por
2
La tecnología de captación del sonido que implementa el dispositivo televisivo, es una clara
heredera de la tecnología de la radio.
3
Schaeffer, Jean-Marie, op. cit.
4
Berger, John, “Apariencias”, en Revista ARTEFACTO 6, pensamiento sobre la técnica,
Buenos Aires, Grupo editor, 2007.
5
En 1956 aparece el material ferromagnético, que permite grabar en un mismo soporte, la
señal de imagen y la señal de sonido;; es el nacimiento de la videograbación. De esta manera
se produce una transformación paradigmática en el lenguaje de la televisión, ya que desde su
nacimiento en 1927, y durante los primeros veintinueve años de emisión, sólo existía la técnica
del directo, funcionando de esta manera la televisión en su especificidad fundacional y
fundamental.
2
barrido de puntos de su momento consecuente, es un tiempo que pasa
reproduciéndose técnicamente.
La imagen directa es una construcción simultánea que involucra diversos
aparatos técnicos que entran en funcionamiento para transcribir imágenes y sonidos
tomados del mundo de las cosas, y transmitirlos instantáneamente a múltiples
locaciones en diversos puntos de recepción, donde otros aparatos específicos
codifican y restituyen esas señales recomponiendo la verdad de esa inscripción, en
idéntica temporalidad. Una verdad que ya no procede de la relación “real” entre el
objeto y la telecámara, sino de la interpretación en tanto signo receptivo, de la realidad
de esa imagen reconstruyendo en ella esa relación inscripta por el dispositivo, y las
visibilidades que constituye como determinante cultural. Esta transcripción de
visibilidades constitutiva de la televisión constituye el arché de la imagen directa.
En el caso del directo, nos encontramos ante un dispositivo que nos propone
un régimen de creencia distinto al del cine porque su noema nos dice que aquellas
imágenes que inscribe y transmite, están sucediendo en el mismo momento en que
las vemos. El nivel del significante como construcción imaginaria del espectador,
especificidad de la representación cinematográfica,6 queda aplacado en la
constitución de un nuevo saber en la recepción de las imágenes directas. El directo
“fortalece la tesis de existencia” estableciendo un régimen perceptivo que se organiza
“a través del saber sobre el dispositivo, del saber del arché, que en el caso del
dispositivo televisivo, que incluye la toma directa, presenta una singular manifestación
de la tesis de existencia: es decir, de la tesis que regula las manifestaciones entre la
imagen y su objeto de referencia”. Entendemos “como tesis de existencia de la
transmisión en toma directa televisiva: A) `la imagen construye/representa a X´;; B) `X
existe en este momento´”.7 A partir de este régimen de existencia que regula la
imagen directa, el funcionamiento del sentido que establece el saber sobre el arché,
se organiza alrededor del orden indicial del signo que constituye. Es en la relación real
entre el objeto representado, el aparato que lo transcribe instituyéndolo como imagen,
y el despliegue temporal entre uno y otro, que se funda la lectura de la imagen directa
como signo receptivo. Es su vínculo existencial el que nos permite hacer una lectura
específica de la imagen en tanto imagen concreta del arché, y constituir un saber que
organiza la lectura de las imágenes directas como tematización de ese arché. Por lo
tanto, el régimen espectatorial que regula la representación televisiva de imágenes
directas, que tienen como especificidad su función referencial, “es, antes que
imaginaria, real: el directo es una técnica de lo real”.8
Para reconstruir el funcionamiento del dispositivo y sus aparatos vamos a
remitirnos a la estructura técnica aplicada en el estudio, paradigma de la transmisión
televisiva y que reproduce, sumando algunos componentes no esenciales, su
funcionamiento de base en la toma de exteriores. Este análisis nos obligará a
detenernos en la especificidad múltiple de la imagen televisiva, que reconfigura el
6
“La ficción, para Metz, se juega en el nivel de lo representado (que es imaginario), más que
en el de la representación: `Lo típico del cine no es lo imaginario que eventualmente pueda
representar, sino el que es ante todo, el que le constituye como significante (uno y otro no
dejan de relacionarse;; si tanta es su aptitud en representarlo, se debe a que la tiene;; no
obstante la sigue teniendo cuando ya no la representa). El desdoblamiento (posible) que
instaura el objetivo ficcional está precedido, en cine por un primer desdoblamiento, consumado
ya-siempre, que instaura el significante. Lo imaginario, por definición, combina en sí una cierta
presencia y una cierta ausencia. En cine, el significado ficcional, suponiendo que alguno haya,
no será la única presencia que actúe así sobre el modo de la ausencia, ante todo actuará el
significante.´ (Metz, 2001 [1977]: 59)”, Carlón, Mario, “El directo televisivo es una técnica de lo
real”, en De lo cinematográfico a lo televisivo (metatelevisión, lenguaje y temporalidad), Buenos
Aires, La Crujía Ediciones, 2006.
7
Ibid.
8
Ibid.
3
estatuto de imagen entendido a partir de las imágenes técnicas anteriores, y que junto
a su especificidad temporal va a encontrar en la TV un nuevo avatar, la imagen en
tiempo real.
El estudio de televisión es un espacio insonorizado en donde aparecen
distintos aparatos que tienen como elemento común su interconexión a través de
energía eléctrica. Por un lado están las telecámaras –entre tres y cinco como mínimo,
aunque pueden ser más dependiendo de los requerimientos de la escena–,9 y los
micrófonos conectados con una sala ubicada en un espacio contiguo al estudio
llamada “sala de switcher”;; allí llegan las distintas señales de video y audio. El
switcher o conmutador10 recoge esas señales de imagen ordenándolas en distintos
canales mientras que una consola de sonido procede de la misma manera con las
señales de audio. Las diversas imágenes de las telecámaras son reproducidas en
pantallas ubicadas delante de los controles, permitiendo la recepción de lo captado en
el estudio para su selección y envío a las ondas. La señal emitida por la antena de
transmisión, conecta a través de ondas hertzianas la emisora de TV con las antenas
de los hogares;; la transmisión por cable, reproduce el proceso pero sin montar la
señal en ondas hertzianas, continuando su transmisión eléctrica por cable de coaxial.
Finalmente, la señal eléctrica llega al televisor del hogar, “el gran espacio privado”,11
donde el tubo de rayos catódicos realiza el proceso inverso a la captura,
reconfigurando la imagen transcripta originalmente en una pantalla de puntos de
barrido, constituyéndola como imagen electrónica en pantalla. Este proceso de
conversión recompone simultáneamente una imagen en los dos campos pares e
impares de la pantalla, barriendo punto por punto toda su superficie de forma
horizontal de izquierda a derecha, a 25 o 30 cuadros por segundo dependiendo de la
norma establecida. La imagen puesta en pantalla es una hibridación entre la luz “real”
transcripta por la cámara, los elementos físico-químicos que permiten su conversión a
información eléctrica, y la materialidad de la electricidad. Esta imagen es
esencialmente un efecto visual, que para reconstituirse efectivamente como imagen,
necesita ser completada por un proceso mental que afecta a todo el sistema nervioso
del telespectador.
Todos estos dispositivos descriptos funcionan gracias a la implicancia física de
técnicos que operan telecámaras, micrófonos, conmutadores, grúas, luces,
computadoras, etc. Estas relaciones técnicas se conectan a través de un lenguaje
corporal que se adapta a las particularidades de los aparatos;; la primera y quizás más
importante de estas adecuaciones de lo físico a lo tecnológico, es la velocidad
instantánea de la electricidad, que determina en primer nivel toda la construcción
televisiva. El trabajo de switcher propone una lógica donde el realizador interviene en
la elección de la cámara en el preciso momento de la inscripción, paso a paso. La
experiencia del vivo es un saber distinto al del cine, es un “veo en el tiempo que
hago”,12 cuerpos que operan aparatos que responden a la velocidad instantánea de la
electricidad construyendo representación y tiempo en simultáneo. La materialidad del
dispositivo electrónico, junto con la velocidad instantánea de la energía eléctrica,
9
Las transmisiones en exteriores se diferencian ya que cuentan con una cantidad mucho
mayor de telecámaras. Los cortejos fúnebres de los fallecidos ex presidentes de la Argentina,
Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner consistían en el tendido de cámaras a lo largo de todo el
recorrido por la ciudad en donde las diferentes emisoras locales se repartieron el recorrido y
compartieron las distintas tomas directas logrando una cobertura total.
10
En la TV argentina no se estabilizó la palabra conmutador y se ha tomado la palabra inglesa
para denominar los espacios dentro del estudio así como la práctica misma. En el transcurso
del artículo nos remitiremos a una y otra palabra ya que consideramos que la palabra en
español, tal como la inglesa, revela parte de la esencia de la práctica televisiva.
11
La Ferla, Jorge, “Televisión, imagen electrónica y formas culturales”, en La Ferla, Jorge,
comp. El medio es el diseño audiovisual, Manizales, Ed. Universidad de Caldas, 2007.
12
Dubois, Philippe, “El video piensa lo que el cine crea”, en Video, Cine, Godard, Buenos Aires,
Libros del Rojas (UBA), 2001.
4
modela el gesto humano de construcción. Lo instantáneo de la luz eléctrica se
reproduce en el control por switcher, la imagen que se registra tiene una temporalidad
idéntica a la de su emisión. Esto quiere decir que se ve por primera vez en el
momento en que ya está siendo emitida;; su proceso de creación también es
instantáneo, y es la velocidad de la electricidad la que determina la temporalidad y su
construcción. La imagen seleccionada por el director de cámaras y transmitida en
pantalla, al ser una imagen directa, no consigue un domino total de su puesta en
cuadro, porque se construye en el mismo momento;; cuando está en las ondas ya no
es la misma imagen que se seleccionó sino otra. Las artes diferidas acomodan sus
materiales a la aplicación de una fantasía, mientras que el directo necesita interpretar
y manipular la materia en vivo, improvisando y, de esta manera, obligando a “aplicar la
fantasía a la materia”.13 Para tener un dominio más controlado de la transmisión, el
director está conectado con su equipo de operadores de cámara y micrófonos a través
de intercomunicadores individuales. Esta característica fundamental permite que se
den indicaciones en vivo, relacionadas con el tipo de encuadre y movimiento,
configurando en directo el espacio de la representación. El operador de switcher
trabaja con la tecnología construyendo sentido en directo, es un performer, y su
operación se asemeja más a la del músico que toca su instrumento en vivo que a la
del director de cine.
2.
La cámara de televisión fue desarrollada, en su funcionamiento óptico, en la
matriz de la camera obscura, reproduciendo la construcción perspectivista como
modelo y norma referencial. En este sentido es importante que repasemos la
concepción del espacio, dividido entre lo visible enmarcado en el espacio perspectivo
de la representación, y lo invisible como erotización del borde que restituye un sentido
complementario a lo visible. Determinación espacial que organiza las sociedades
modernas a través de la perspectiva artificialis instaurada durante el Alto
Renacimiento;;
la perspectiva es, en sentido pleno, la capacidad de representar varios objetos
con la porción de espacio en que se encuentran, de modo tal que la
representación del soporte material del cuadro sea sustituida por la imagen de
un plano transparente a través del cual creemos estar viendo un espacio
imaginario, no limitado por los márgenes del cuadro, sino sólo cortado por ellos,
en el cual se encuentran todos los objetos en aparente sucesión.14
Un funcionamiento técnico, aplicado a la materialidad de los soportes pictóricos,
que converge con procesos mentales que ordenan la percepción cognoscitiva, y
construye un modo de ver y entender lo visto que se reproduce hasta nuestros días,15
encarnado no sólo en el arte pictórico, sino también en los dispositivos de
reproducción de imagen de carácter automático en su registro, como la fotografía y el
cine. En el Renacimiento, por primera vez en la historia, se establece el uso de
dispositivos ópticos para enmarcar o prolongar la visión humana, y de esta manera
poder ver y teorizar sobre el acto de ver16 los objetos del mundo, los astros, el espacio
13
May, Renato, Cine y Televisión, Madrid, Ediciones Rialp, 1959.
14
Panofsky, Erwin, La perspectiva como forma simbólica, Barcelona, Tusquets editores, 2008.
15
Es importante mencionar que en el devenir de los distintos modelos de representación, las
distintas innovaciones técnicas trajeron nuevas concepciones del modelo de visión de la
perspectiva, ampliándolo o pervirtiéndolo.
16
Es paradigmático el uso de la tavoletta de Brunelleschi, que centra la mirada en un punto de
vista fijo para aprehender el espacio. A su vez, durante el Alto Renacimiento son
5
del otro, y todo aquello que se organiza como visibilidad. La invención de la
perspectiva va a constituir un tipo de mirada y organización espacial fundadas en una
matematización del espacio, que va a ser entendida como el proceso de
representación análogo a la percepción fisiológica humana. Este procedimiento
establece un saber lateral sobre el arché de los dispositivos que la reproducen,
logrando que un constructo teórico se establezca como el sistema de visión que
produce realidades organizando lo visible y por consiguiente, lo enunciable.
En la telecámara, aun reproduciendo el dispositivo óptico de la perspectiva, su
cualidad electrónica, que la determina por sobre su cualidad mecánica –heredada de
la cámara cinematográfica–, pervierte la constitución de un espacio perspectivo
creando nuevas constituciones de imagen que tienen como fundamento más su
especificidad físico-química que el desarrollo heredado de la camera obscura.
Por su especificidad eléctrica y química que permite la conversión de la luz en
imagen electrónico-dinámica, la telecámara reproduce una imagen de baja calidad y
poca intensidad en relación a las imágenes técnicas anteriores, que acota la
profundidad de campo sostenida en la determinación espacial perspectivista ligada al
espacio homogéneo e infinito;; ésta, junto con la escritura fonética, también organizada
alrededor del sentido de la vista, configuraron el sistema de visión y aprehensión del
mundo occidental que estableció los enunciados que, todavía hoy, continúan vigentes
en ciertos grados de la práctica social, pero conviviendo con visibilidades no-
discursivas17 que lo fracturan. Esta determinación técnica de la imagen televisiva se
produce por la especificidad automatizada de su proceso de producción, haciendo
evidente que “la inmediación de los procesos de la televisión no puede eliminar en
ningún caso la mediación constituida por el propio proceso, por medio del cual se lleva
a cabo y se difunde la información”.18 Es la materialidad de la transcripción físico-
química en la captación, y la materialidad del barrido electrónico de puntos que
recompone la imagen en el tubo de rayos catódicos, lo que pervierte la profundidad de
campo, instituyendo una imagen inmaterial que no prolonga el estatuto instalado de
un espacio homogéneo e infinito, sino que su estatuto pragmático instala en el campo
receptivo imágenes que pierden su referencia espacial y continua conectada con un
afuera del campo representado, para constituirse como únicas entidades de lo visible.
La adecuación del cuerpo a la determinación tecnológica de los aparatos nos
permitirá entender el estatuto de su dispositivo, ya que el mecanismo y su
materialidad específica nos devuelve parte de la esencia sobre el funcionamiento, y la
manera en que sus signos se constituyen. La telecámara, a diferencia de la cámara
de cine, o la fotográfica, “para el control de las imágenes en máquina […] hace uso de
mirillas que convierten la señal en un pequeño cinescopio colocado en la cara
posterior”19 del aparato, alejando el cuerpo de la máquina, y consiguiendo que el
operador se relacione con el espacio de la representación, adecuando su órgano
visual a la transcripción de la imagen televisual, sin contacto directo con la escena.
Por un lado se obtiene una mayor correspondencia entre lo que “encuadra” la
telecámara y el control adquirido por el camarógrafo en la constitución de esa imagen,
logrando una transcripción más especifica. Pero al mismo tiempo, el operador queda
“completamente ciego con respecto a aquello que se encuentre fuera de los límites
paradigmáticas las transformaciones que produce el telescopio en la cosmología, descentrando
la mirada antropocentrista que había marcado al primer Renacimiento.
17
“Las superficies de visibilidad ya sólo son designadas de una manera negativa, formaciones
no-discursivas, situadas en un espacio que sólo es complementario de un campo de
enunciados. Foucault dice que existen relaciones discursivas entre el enunciado discursivo y lo
no discursivo. Pero nunca dice que lo no discursivo sea reducible a un enunciado, y sea un
residuo o una ilusión.” Deleuze, Gilles, “Los estratos o formaciones históricas: lo visible y lo
enunciable (saber)”, en Foucault, Buenos Aires, Paidós, 2008.
18
May, Renato, op. cit.
19
Ibid.
6
del encuadre”.20 En el dispositivo cinematográfico, el operador posa un ojo en el visor
de la cámara controlando el encuadre, y otro fuera de ella observando aquello que
queda elidido. El juego entre lo visible y lo invisible habita la imagen cinematográfica
porque antes se inscribe en el cuerpo del camarógrafo, constituyendo el fuera de
campo (su presencia en ausencia), en el tiempo de la inscripción. En el dispositivo
directo, el operador de la telecámara, tiene sus ojos y su cuerpo inmersos en el
aparato;; lo visible se construye a partir de un cuerpo que sólo se relaciona con las
imágenes captadas por la telecámara. El operador de switcher, como dijimos, ubicado
en otro espacio, se relaciona con lo representado a partir de distintos puntos de vista
que sólo presentan su recorte, y nunca muestran lo invisible que habitaría su fuga, por
lo tanto, selecciona solamente presencias. En la TV, los Objetos y Sujetos
encuadrados siempre están en el centro de la imagen, no hay erotización de los
bordes, quedando elidido el fuera de campo. La imagen se constituye por un conjunto
de tomas que representa sólo lo visible, negando el concepto de encuadre. En la
televisión no hay encuadre.
En el dispositivo televisivo el instrumental trabaja en simultáneo, estableciendo
la sincronía como concepto fundamental del arché, y no sólo como materialidad de los
aparatos electrónicos;; por eso “debe siempre ser posible la toma simultánea de un
mismo asunto desde por lo menos dos, e incluso más puntos de vista”.21 La imagen
televisiva transmitida por la toma de una telecámara no puede ser pensada, sin
ponerla en relación con la transformación que produce de ella la conmutación
instantánea cotejando distintos puntos de vista, o la injerencia de los controladores
por valores cromáticos de la señal video, o los niveles de ruido capturados por los
micrófonos. La simultaneidad, como especificidad de la televisión, propone un
régimen receptivo distinto al de las demás máquinas ópticas desarrolladas desde la
camera obscura renacentista, organizadas sobre un espacio en donde el ojo ocupa el
centro de la escena como constructor de visibilidades y enunciados discursivos. La
TV, como sistema de representación, genera un descentramiento de esa concepción
visual, afectando sinestésicamente todos los sentidos y provocando “una
reorganización total de la vida imaginativa”,22 que ya no es visual, lineal y
fragmentaria, sino táctil, no lineal e inclusiva. Esta ruptura que propone la
transcripción de la imagen televisual en el interior de su dispositivo, recompone el
efecto de una imagen, a través de la presentación de puntos de barrido que para ser
leídos y procesados por el sujeto, necesitan nuevas cualidades perceptivas y
cognoscitivas que activan la participación en la compleción y aprehensión de la
imagen, que se conforma, no a partir de relaciones entre ojo y cerebro, sino afectando
sincrónicamente a todo el cuerpo.23
La modelización del gesto humano en la construcción de la imagen televisiva, se
ve representada en el tiempo de expectación, a través de un proceso táctil y
sinestésico en la configuración mental de tomas simultáneas, que nos presentan
“nuevas perspectivas más evidentes y más expresivas sobre una misma materia”;;24 lo
que quiere decir que no se da una total supresión de la perspectiva, sino una
expansión de su materialidad visual, expresada en los procesos mentales del
telespectador, que conecta en directo distintos puntos de vista simultáneos. La toma
directa está compuesta por más de una toma directa de la telecámara, implicando una
representación en pantalla que se constituye como el conjunto de distintos puntos de
20
Ibid.
21
Ibid.
22
McLuhan, Marshall, “El medio es el mensaje”, en Comprender los medios de comunicación,
las extensiones del ser humano, Barcelona, Paidós, 2009.
23
“La imagen de televisión requiere continuamente que ‘cerremos’ los espacios de la malla
[mosaica] con una participación sensorial convulsiva, profundamente táctil y cinética, porque el
tacto es más una interacción entre los sentidos que el resultado de un contacto aislado entre la
piel y el objeto”. McLuhan, Marshall, “La televisión. El gigante tímido”, en op. cit.
24
May, Renato, op. cit.
7
vista simultáneos sobre una misma materia, o bien conectándola con otras. Cada
punto de vista tiene como norma referencial el sistema de representación
perspectivista, pero la puesta en pantalla, configurada a través de conmutaciones
constantes de cámara, reconstruye el espacio representado ampliándolo y
recomponiendo sectores no visibles de la perspectiva anterior, y así sucesivamente.
Esto quiere decir que la materia representada no tiene un centro ni un modo fijo de ser
vista sino múltiples, y esta multiplicación evidencia que la construcción del sentido se
efectiviza de manera relacional entre las entidades visibles que el dispositivo pone en
escena. Dos quiebres de la perspectiva artificial: por un lado la baja definición que
acota la profundidad de campo y transforma la visión apoyada en el ojo, y por otro, los
saltos sucesivos de imagen ampliando y construyendo el espacio desde otras
perspectivas, que multiplican los puntos de vista negando una posición fija que
organice el espacio. La conmutación simultánea sobre un espacio o varios
conectándolos secuencialmente, establece una ampliación del espacio de visibilidad,
acotando el campo perceptivo a una acumulación de visibilidades que niegan su
espacialidad como recorte. La imagen televisual se presenta como entidad visible,
configurando su sentido a partir de la relación visible/visual en su determinación
secuencial con otras imágenes que entran en relación.
Rompiendo la regulación del espacio perspectivo clásico, organizado a partir de
la dialéctica entre un espacio visible y otro invisible restituido en la imaginación del
receptor, y anunciando un nuevo modo de recomposición espacial a través de una
mirada formada en las sociedades televisivas, no espacial y continua, sino temporal,
simultánea y discontinua, se produce un descentramiento de la mirada que fragmenta
al sujeto contemporáneo, no sólo en relación a la historia precedente, sino también, a
la subjetividad que lo pone en contacto con el mundo material. Este descentramiento
de la mirada, producido por las modalidades de representación instituidas en los
aparatos de reproducción de imagen electrónica y digital, pone de manifiesto la fuerte
vinculación de la imagen televisual con el modelo pictórico instituido a través de la
imagen barroca en los siglos XV y XVI, como réplica al pensamiento renacentista. Si
para el arte y la cosmología barroca, la apertura del mundo a partir del descubrimiento
del nuevo continente, junto con los descubrimientos de la elipse de Kepler y su
convergencia en el arte pictórico, provoca un descentramiento de las sociedades
europeas, la televisión, con su régimen temporal que conecta a nivel planetario todas
las conciencias en simultáneo a la inmaterialidad de la electricidad, produce un
hombre que estalla en una multiplicidad de fragmentos y sentidos, puestos en relación
a través del razonamiento virtual que se da a partir de flujos secuenciales de
visibilidades que reorganizan el estatuto del cuerpo y su dimensión sensorial
“superando las barreras del tiempo y el espacio que separan a los hombres”.25
Diversas técnicas expresivas se fundan en la especificidad de los aparatos
electrónicos y actúan en el desarrollo de esta fragmentación y superposición de
imágenes que se construyen en tiempo real. Incrustaciones, sobreimpresiones,
pantallas partidas, wipes, chromas, sintetizadores por valores cromáticos, y otros
efectos, producen una ruptura del realismo figurativo del cuadro26 impuesto por la
25
Pérez Ornia, José Ramón, “La edad del video”, en El arte del video (introducción a la historia
del video experimental), Ediciones del Serbal, Barcelona, 1991.
26
A modo de ejemplo, analicemos brevemente la obra videográfica Three transitions (1973), de
Peter Campus. A partir de un trabajo con la materialidad de la imagen video, y la especificidad
del dispositivo chroma key, el espacio de la pantalla reúne en una misma temporalidad varias
imágenes “encastradas”, negando la profundidad de campo perspectivista, e instituyendo una
composición de imágenes que las organiza unas encima de las otras. Funcionando como la
conmutación de puntos de vista simultáneos que realiza la TV en el estudio, el chroma key,
permite superponer imágenes en una misma espacialidad, la de una pantalla que se instituye
como superficie. Una imagen que no tiene referencia en el mundo real, sino que se produce en
tanto visualización del efecto. El video electrónico inaugura una nueva concepción de
profundidad, no sujeta al espacio homogéneo, sino a su fractura (Ver en Dubois, op. cit.).
8
perspectiva clásica y desarrollado en el siglo XX por el lenguaje cinematográfico27
sobre la figura de la profundidad de campo.28 A través de la manipulación
experimental de la concepción clásica de plano y punto de vista fijo,29 el cuadro estalla
en una multiplicidad de imágenes superpuestas, entrando en relación a partir de una
mirada que se desplaza por la totalidad de la superficie de la imagen, que no presenta
límites específicos, conectando distintos segmentos de diversas imágenes con
distintos niveles de perspectiva en una misma espacialidad y temporalidad.
Las emisiones televisivas en directo que realizó Nam June Paik en los años 80,
Good morning Mr. Orwell (1984), Bye bye Kipling (1986), y Wrap around the world
(1988), son paradigmáticas en el uso de estas tecnologías de edición electrónica, y
construcción “en caliente” con switcher electrónico. Como ejemplo, tomaré la
secuencia inicial de Wrap around the world, para describir algunos de los
procedimientos que instalan nuevos usos del dispositivo, descubriendo a partir de la
práctica y experimentación con los aparatos, la especificidad de las imágenes directas
respondiendo, no ya a un “buen uso” de la técnica televisiva como ampliación y
despliegue de su determinación objetivista impulsada por el discurso positivo de la era
mecánica, sino su determinación como aparato que revolucionó las artes, la manera
en que entendemos el espacio, y las relaciones sociales, a partir de la modalidad
introyectiva que crearon sus imágenes en el intercambio comunicacional de los signos
que habitan las sociedades;; Paik trabaja la especificidad de los aparatos, y pone en
evidencia un pensamiento sobre la instrumentación, no sólo en el sentido práctico,
sino fundamentalmente estético.
Wrap around the world, fue una emisión con motivo de la celebración de los
juegos olímpicos de Seúl 1988. Inédita, en vivo y en directo, tuvo su lugar, su duración
y se perdió. Fue una conexión simultánea global vía satélite, donde diez canales
alrededor del mundo, con un switcher master en Nueva York, escribieron, con
imágenes directas, una transmisión que mezcló culturas y lenguajes oponiendo las
distancias espaciales a la cercanía del tiempo;;30 a través de la relación, conexión y
oposición de distintos espacios en una misma temporalidad, en la superficie de la
pantalla. No hubo guión de imágenes porque estas se escribieron en vivo;; sí
preparación de los materiales, pero no del vivo, modelado por lo instantáneo de la luz
eléctrica, donde la imagen emitida se ve en el momento en que ya está en el aire,
estableciendo la evidencia de un proceso de creación instantáneo, una estética del
switcher. En la primera escena, David Bowie realiza una performance con dos
bailarines en un estudio pelado, sin escenografía. Un espacio neutro completado con
procesos electrónicos hechos in situ, en vivo, que deforman, reconstruyen, y mezclan,
imágenes creadas a través de procesos compuestos por el instrumental técnico en
tiempo real, con las tomas directas de cámara;; una “compaginación, en la que el
cuerpo y el escenario ya no están unidos por una continuidad que los ligue en un
espacio, […] cada uno tiene su independencia (cada uno puede variar sin el otro).”31
Manipulando electrónicamente la imagen y dándole un espesor que niega “la
impresión de realidad”, engendrando “un `efecto de irrealidad´ de la representación”,32
27
Los filmes del impresionismo francés, sobre todo Napoleón de Gance, anuncian lo que la
imagen televisiva, por su materialidad electrónica, va a profundizar y lograr en toda su potencia
expresiva.
28
“La profundidad de campo coloca al espectador en una relación con la imagen más próxima
de la que tiene con la realidad. Resulta por tanto justo decir que, independientemente del
contenido mismo de la imagen, su estructura es más realista”, Bazin, André, “La evolución del
lenguaje cinematográfico”, en ¿Qué es el cine?, Ediciones Rialp, Madrid, 2006.
29
A diferencia de la televisión que trabaja en simultáneo con diversas cámaras, el cine sólo en
raras ocasiones ha abandonado el trabajo a una cámara.
30
"El alejamiento de los países repara de algún modo la excesiva proximidad del tiempo”,
Racine, Jean, en Marker, Chris, prólogo del filme Sans Soleil (1983).
31
Dubois, Philippe, op. cit.
32
Ibid.
9
mutando, en la pantalla mental del telespectador, la constitución del saber lateral
sobre el arché que definía su relación con las imágenes directas, ampliando su campo
de lectura y creando nuevos dispositivos discursivos que trabajan la especificidad del
directo.
A mediados de los años 80, a través de la figura del control remoto, y como
reflejo de las nuevas modalidades expresivas que los aparatos de edición inauguran
en la imagen directa, comienza a constituirse una nueva forma de actuar del cuerpo
en relación a la imagen representada. Un cuerpo inmersivo –ya desarrollado en los
siglos XVIII y XIX con los panoramas y los photoramas–, que se despliega
activamente por las pantallas y selecciona entre las diferentes señales, conectando
mano y ojo en relaciones microfísicas que definen el recorrido por el flujo de la
programación. Como correlato y desarrollándose desde fines de los años 60, la
entrada de la TV al museo profundiza las prácticas inmersivas, componiendo obras
donde el cuerpo del espectador (llamado visitante como en los panoramas) es el
protagonista de la escena, que sólo existe si está inmerso en ella. A partir de la
comercialización de la nueva tecnología de la imagen electrónica,33 los artistas
vinculados a las vanguardias de los 60 comienzan a experimentar con un dispositivo
que deja de ser de uso exclusivo de las corporaciones televisivas, para convertirse en
el vehiculo del nacimiento y desarrollo del video de creación, y la consiguiente entrada
del directo en los museos. Es así como la imagen directa, instituida por el dispositivo
electrónico de la TV, se despliega a otros campos trabajando su concepto y abriendo
desde su aparato nuevas modalidades de representación con fines artísticos.
En la videoinstalación Going around the corner piece, de Bruce Nauman
(1969/70), se desplaza al visitante del museo al centro de la escena de la vigilancia. El
dispositivo, instalado en el espacio museístico, excluye al espectador en tanto tal, y lo
convierte automáticamente, a través de un circuito cerrado de televisión, en vigilante y
vigilado. El acto de ver transforma simultáneamente al Sujeto en Objeto de la
vigilancia, poniendo en abismo el dispositivo. La transmisión en directo, especificidad
de la televisión, permite la obra que no cuenta con imágenes de registro, sino
transmisiones directas de cámara que nos devuelven el índice de nuestro propio
cuerpo en tiempo real en el interior del dispositivo. La arquitectura que define el
espacio, y obliga al visitante a cruzar de una esquina a otra (atravesando toda la
instalación como único medio para salir de ella), provoca una fuerte tensión entre la
locación de mi cuerpo y la imagen de mi cuerpo, erigiéndome como Sujeto y Objeto
simultáneamente. Al recorrer la obra, soy yo mismo el objeto de mi mirada,
recomponiendo mi determinación psíquico-fisiológica del espacio;; conecto lo que veo,
con el espacio que ocupo en la grilla (los cuatro pasillos), la posición de las cámaras
(una en cada esquina), y el espacio que recortan y verifico en los monitores (en el
piso, justo a la vuelta de la esquina). La instalación construye un visitante que
reconoce la puesta en escena, y participa activamente en la construcción de sentido
de la obra, pasando al acto, interviniendo con su cuerpo. Nauman desvirtúa el
dispositivo corrompiendo su finalidad ideológica y descubre una nueva dimensión de
uso que no coincide con el consumo utilitario-mercantil del dispositivo de la vigilancia,
reinterpretando a su vez una especificidad de la imagen directa, el vivo.
Un visitante que deambula por el espacio y nunca se queda en una posición
fija, sino que conmuta los diversos puntos de vista desde donde aprehender la obra y
construir su sentido. Una práctica que funda una nueva constitución del cuerpo en el
espacio arquitectónico, y que responde a la imbricación de las imágenes televisivas
33
En 1965 se lanzan al mercado los primeros magnetoscopios portátiles, como la sony
portapack con la que Nam June Paik, el 4 de octubre de 1965, graba desde un taxi la visita del
papa Pablo VI a la catedral de san Patricio en Nueva York (ver Pérez Ornia, José Ramón, op.
cit.).
10
en las asociaciones humanas producidas por la introyección del dispositivo directo,
reorganizando el estatuto del cuerpo, y configurando nuevas actitudes y posturas.34
Esta delimitación inmersiva de las obras video en el museo, tiene su correlato
en la situación espectatorial del dispositivo televisivo en el hogar. El estatuto
pragmático del cuerpo en las sociedades actuales, se organiza a partir de nuevas
modalidades de relación con los dispositivos de reproducción de imagen, y la
introyección en las relaciones humanas que estos generan. Las actitudes y posturas
del cuerpo se organizan frente a la especificidad del dispositivo que las interpela. La
TV, con modalidades de visionado a plena luz, y conversación permitida, estimula el
pasaje al acto del sujeto telespectador, donde la relación entre cuerpo e imagen no es
pasiva, sino activa. El sujeto mira televisión mientras cocina, chatea, y conversa de
otros temas. El aparato de televisión ocupa un espacio no privilegiado en el hogar, y
las imágenes que vehiculiza, y su tiempo de visionado, no están determinadas de
manera precisa, siendo que la TV puede permanecer encendida durante toda la
jornada acompañando las diversas actividades de la vida cotidiana. En el ámbito
receptivo de la precedente tecnología cinematográfica, una sala oscura reúne a la
masa, que en silencio participa de la proyección.35 Los bordes de la pantalla, hundidos
en la oscuridad y erotizados por la intriga de aquello que se nos oculta, recortan una
imagen que despliega su contigüidad en la imaginación del receptor, que completa el
espacio homogéneo del mundo en una percepción que se organiza a través del
funcionamiento icónico del signo, más que del indicial. El televisor, instalado entre las
cosas del hogar, evidencia que más allá del recorte de las imágenes transmitidas, el
espacio que excede los cuatro bordes de la imagen, está constituido por los Objetos y
Sujetos de la vida cotidiana que pueblan el hogar, en definitiva, la vida. El mundo
continúa después de los bordes de la pantalla, no como restitución de una ausencia,
sino como imagen directa de mi hogar, y la transmisión se impone como un fragmento
de ese mundo donde lo visible, en su funcionamiento indicial, se establece como una
imagen-hecho;; las relaciones metonímicas entre las imágenes, se enlazan en
secuencias de actos y flujos de información visual. La imagen directa de la TV, y el
contacto directo con las cosas que están alrededor del televisor, comparten su
estatuto en tanto visión de Objetos y Sujetos que habitan el mundo, visibilidades. Las
diferencias entre el contacto directo de la visión fisiológica con las imágenes directas
(TV), y con las imágenes de las cosas que me rodean, se mezclan llegando a ser
imperceptibles. La visión fisiológica, en su funcionamiento analógico que construye
realidades, se confunde con la visión de las imágenes-hecho directas del dispositivo
televisivo en tanto representación de realidades televisadas. Una y otra imagen,
analógica y digital, ordenadas frente a la percepción, se mezclan y confunden en su
determinación;; ambas reales, pero con diferentes estatutos.
3.
34
El cuerpo inmersivo no es una asociación originaria de las sociedades televisivas, pero sí el
concepto de deambular, presentando como momento genitivo el despliegue urbano de las
grandes ciudades (Ver Benjamin, Walter, Libro de los pasajes, Madrid, Ediciones Akal, 2005),
llega con la estabilización de la televisión, y las prácticas museísticas, a una nueva forma de
conectar cuerpo y paisaje. Si recordamos los panoramas del siglo XVIII, sus grandes
estructuras no proponían un visitante flâneur, sino un sujeto que, accediendo a un mirador,
como punto de vista fijo, lo único que hacía era voltear su cuerpo sobre su propio eje y desde
allí presenciar la representación del paisaje.
35
En los primeros años de estabilización y masificación del cine, la situación espectatorial era
muy distinta. Las funciones se caracterizaban por ser extremadamente participativas
(comentarios, gritos, conversación con los personajes, etc.), ampliando la herencia originaria
del cine como espectáculo de ferias.
11
El directo televisivo se constituye como el paradigma de los sistemas de
representación en imágenes de la era eléctrica, y viene a evidenciar en su
funcionamiento técnico, discursivo, y expresivo, la modalidad automatizada que se
despliega en todos los ámbitos del campo social. La novedad consiste en que la
constitución de la imagen es en tiempo real,36 sin mediaciones temporales entre su
construcción y su representación. Es por esta cualidad específica del arché televisivo
que los procesos de representación y reproducción de la imagen están conectados
entre sí generando en la conciencia humana una aprehensión total del trabajo de esa
imagen, que funda la especificidad del arché.
Las prácticas discursivas que inaugura la neotelevisión, definida por Umberto
Eco a principios de los años 80, vienen a evidenciar su vínculo con la estandarización
de la automatización en los procesos industriales. La automatización implica al
individuo en el proceso técnico de trabajo haciéndolo partícipe y actor consciente;;
“crea funciones para la gente o, lo que es lo mismo, una intensificación de su
implicación en su trabajo y asociaciones humanas, que la precedente tecnología
mecánica había destruido”.37 La era eléctrica une el espacio fragmentado del trabajo
mecánico, evidenciando la distancia entre realidad y representación. De esta manera
el concepto de realidad pasa al plano de la construcción subjetiva, desligándose de lo
supuestamente “real objetivo” desarrollado por la racionalidad iluminista, y los
movimientos estéticos del positivismo del siglo XIX –como el naturalismo y el
realismo– desplegados en la práctica de los dispositivos técnico-mecánicos como la
fotografía y el cine.
La electricidad permite la transmisión simultánea de información, definiendo la
especificidad de lo televisivo como una transmisión simultánea de imágenes a
distancia, y diferenciándose del cine –técnica de reproducción ligada a la era
mecánica. La técnica cinematográfica precisa que un material revele mediante un
proceso químico los datos de luz impresos en un negativo, lo que hace a su
especificidad diferida, encarnando la esencia fragmentaria del trabajo mecánico en los
procesos de construcción de la imagen. Esta distancia (temporal) entre la creación de
la imagen y su expectación, hace imposible conectar en la conciencia del receptor el
proceso de trabajo en el tiempo de la representación de esa imagen y el sonido que la
acompaña. El cine oculta y la televisión muestra e implica. La electricidad, como
medio de la televisión, vino a transformar la temporalidad con la que nos relacionamos
con las imágenes;; ya no es necesario un tiempo de la inscripción y un tiempo de la
proyección, porque ahora son simultáneos, el dispositivo televisivo pertenece a la era
eléctrica y automatizada de los procesos humanos. En el cine, la fragmentación del
trabajo, por su especificidad mecánica, sólo puede hacerse consciente a través de
técnicas narrativas que a partir del pensamiento con las imágenes, los sonidos, y la
palabra, restituyan el trabajo del aparato evidenciando su carácter constructivista.
Esta particular puesta en escena genera en el espectador de cine una nueva
conciencia sobre el dispositivo. En la televisión sucede lo contrario, cuando el aparato
se muestra como determinante de la construcción puesta en la escena de la
representación, el espectador crea otra ilusión, y el carácter constructivista de toda
representación es la única instancia que queda “oculta”.
36
No nos referimos a nuevas imágenes porque entendemos que en la mayoría de los casos se
trata de las mismas de siempre y que sólo algunas prácticas específicas se nos presentan con
nuevos problemas conceptuales. En este sentido nos interesa la proposición de Lev Manovich
en su libro El lenguaje de los nuevos medios, donde plantea que lo que todavía hoy llamamos
imágenes en realidad no lo son en absoluto, ya que estas no se fijan en el tiempo tal como la
pintura, la fotografía o el cine. Manovich propone que desde la aparición de la pantalla en
tiempo real, constituida por el dispositivo TV y más tarde ampliada en el ordenador,
comenzamos a relacionarnos con espacios de visibilidad continuos llamados “en tiempo real”
que no son más imágenes, pero que a su vez, no encontramos todavía la forma de nombrarlas.
37
McLuhan, Marshall, “El medio es el mensaje”, en op. cit.
12
La introyeccion de las imágenes encuentra un nuevo estatuto pragmático a
partir de la simultaneidad de la electricidad. Su materialidad, que conecta el espacio
en tiempo real, evidencia el intercambio que se produce entre una imagen y una
mirada que recibe (da) esa imagen.38 El proceso técnico de la transmisión directa
pone en escena aparatos que trabajan en un tiempo de la transcripción que es
simultáneo al de la recepción;; construcción y mirada actúan de forma sincrónica, y su
estatuto intercambiable se pone en evidencia gracias al sincronismo del dispositivo.
Los saberes que organizan la recepción (y avanzan hacia la interactividad), proponen
un espectador participativo de la imagen vehiculizada por la televisión. Esta
determinación cultural, que se desarrolla alrededor del aparato y establece los
saberes sobre el dispositivo, marca un carácter ontológico de la imagen como régimen
no-discursivo, que en las prácticas de la neotelevisión rompe definitivamente el anhelo
de transparencia desplegado por el discurso sobre el dispositivo durante su
estabilización en las sociedades de posguerra, poniendo de manifiesto su carácter
revolucionario como lenguaje y creación de nuevas realidades.
La imagen actúa como respuesta a una mirada que la motiva, y se inscribe en
un sistema de representación que la determina. La imagen viene a poner en escena
una representación posible del mundo –que es ya-parte del mundo–, y le devuelve al
mundo su reflejo como mirada inscripta en su singular modelo representacional;; y en
tanto imagen, se re-presenta a través del sistema de representación televisivo. Siendo
agente de esa imagen, completando su proceso de producción, el telespectador
traduce, en su proceso mental, y en un tiempo sincrónico al de la representación, el
intercambio de miradas que establece lo representado;; porque aun no siendo el objeto
empírico de esa representación, en tanto la decodifica interpretándola, la está
habitando, y es ya-parte del proceso que constituye su subjetividad. Tal como en el
estadio del espejo, donde el niño se reconoce a sí mismo, dándole cuerpo a sus
propios movimientos a partir del reflejo de su imagen (virtual, en el espejo),
reconociendo así el estatuto de su producción física y constituyéndose como sujeto, el
telespectador, sin ser objeto de la representación, es sujeto de ella en tanto esta se
construye con él y a partir de él, estableciendo una identificación “omnividente e
invisible”39 con la imagen representada. Esta lo transforma en agente efectivo de la
representación, cerrando y dándole sentido al circuito que constituye la transmisión, y
fundando un saber que organiza los discursos sobre la televisión. El dispositivo
directo, en su especificidad automatizada, construye a partir de los saberes laterales
sobre los aparatos técnicos, una primera evidencia del funcionamiento de la imagen.
En la neotelevisión, al mostrarse los aparatos de base que configuran la
emisión, se evidencian los dispositivos discursivos que configuran el sentido del
mensaje televisivo;; se produce una reafirmación constante del estatuto directo a partir
de la vehiculización, en imagen, de las cámaras, los micrófonos, las pantallas, etc.
que transcriben lo que sucede. Esta aplicación establece una nueva naturaleza en el
saber lateral que funda el arché, y constituye el régimen de creencia implicando al
telespectador en la construcción de la imagen transmitida. Los programas de la
neotelevisión, al mezclar los contenidos del flujo televisivo, confundiendo en el tiempo
directo de la transmisión sucesos que pertenecen al terreno de la ficción, con otros del
terreno de la información, instituyen “el propio acto de enunciación, a través de
simulacros de la enunciación”. Esto es lo que en la toma directa “se pone al servicio
38
“El dominio singular que nos ocupa no tiene más que una palabra, video, para designar
simultáneamente (y en ello reside quizás una de sus singularidades primeras) a la vez el objeto
y el acto que lo constituyen, sin distinción. Video: una imagen-acto indisociablemente. La
imagen como mirada o la mirada como imagen.” Dubois, Philippe, “Para una estética de la
imagen video”, en op. cit.
39
Metz, Christian, citado por Carlón, Mario, en “Los sujetos teleespectadores, ¿son activos o
pasivos?”, en op. cit.
13
de un efecto de verdad”,40 y construye el tipo de mirada y saber que funda el hecho
televisivo y, por tanto, a su telespectador.
En los años 60, una obra paradigmática, realizada en el contexto del Centro de
Artes Visuales del Instituto Di Tella, puso en el centro de la discusión por los medios
una crítica directa a lo que Eco llamó la paleotelevisión, con su característica
presentación de los hechos ocurridos por fuera de la televisión como objetivos. Una
transparencia en la representación, que Un arte de los medios de comunicación
(1966), de Eduardo Costa, Raúl Escari y Roberto Jacoby, vino a problematizar,
mostrando la manipulación e interpretación de los acontecimientos representados,
rompiendo la constitución de los medios como productores invisibles de realidad, y
atacando directamente la noción de transparencia con la que el discurso mediático,
impuesto por los dispositivos de reproducción de imagen, presentaba realidad a la
masa mediatizada.
La obra consistía en promocionar y generar una discusión mediática en diversos
medios masivos –diarios, revistas de arte, informativos de TV, etc.–, sobre la
realización de un happening que no había tenido lugar. Apropiándose fotografías de
otros eventos, las presentaba como documentos del supuesto happening a diversos
medios, esperando que “en el modo de transmitir la información, en el modo de
‘realizar’ el acontecimiento inexistente, en las diferencias que surjan entre las diversas
versiones que del mismo suceso haga cada emisor, apareciera el sentido de la
obra”.41 Actuando sobre la función referencial, entendida como efectivización de un
hecho a partir de su descripción verbalizada (presentada como transparente y
objetiva), la pervertía logrando que estos acontecimientos, ficticios fuera del circuito
de la información, pero reales en tanto enunciados presentados por los medios,
pusieran en evidencia los aparatos discursivos que organizan el hecho mediático
construyendo realidad, apoyándose en una creencia que el mismo medio se
autoconcede y en el poder referencial de la imagen. La obra marca la distancia no-
objetiva entre imagen y palabra que describe esa imagen, debilitando el carácter
canónico que se le otorga, y que establece que ya “no interesa a los consumidores de
información si una exposición se realiza o no;; sólo importa la imagen que de este
hecho artístico construye el medio de comunicación”.42 En Un arte de los medios de
comunicación se pone en crisis el dispositivo mediático, edificando una conciencia en
el espectador sobre el carácter constructivista que los hechos presentados por la
televisión y los medios masivos ocultaban en la constitución de su enunciado. Pero al
mismo tiempo pone en el centro de la escena “una obra que comienza a existir en el
momento mismo en que la conciencia del espectador la constituye como ya
concluida”,43 una obra que afecta y se desarrolla en el cuerpo del espectador;; en un
principio, sin que éste lo sepa, y más adelante –cuando se devela la manipulación del
medio–, jugando con su complicidad. El dispositivo de la obra funciona a partir de la
implicancia del espectador construyéndola;; al mostrarse y erigir conciencia sobre lo
representado, crea una nueva ilusión sobre la capacidad discursiva del medio
reafirmando que:
no esta ya en cuestión la veracidad del enunciado, es decir, la concordancia
entre enunciado y hechos, sino más bien la veracidad de la enunciación, que
40
Eco, Umberto, “TV, la transparencia perdida”, en La Ferla, Jorge;; Groisman, Martín, El medio
es el diseño, Buenos Aires, Eudeba, 2000.
41
Eduardo Costa, Raúl Escari, Roberto Jacoby, Un arte de los medios de comunicación,
Buenos Aires, julio de 1966. En Espacio Fundación Telefónica, “Tele-visión. El Di Tella y un
episodio en la historia de la TV”, muestra curada por Rafael Cippolini e Inés Katzenstein,
Buenos Aires, octubre-diciembre de 2010.
42
Ibid.
43
Ibid.
14
concierne a la cuota de realidad de todo lo que sucede en la pantalla (y no en
cuanto se dice a través de ella).44
Negando la transparencia, mostrándose y erigiendo un espectador que participa
como agente de la construcción televisiva, la neoTV instala una creencia alrededor del
dispositivo que la funda como productora de realidad, convirtiéndola en “un aparato
para la producción de hechos”,45 justamente porque el espectador está ahí, junto a la
televisión, en directo, construyendo un saber lateral sobre el dispositivo que establece
la realidad representada como realidad en tanto construcción análoga de las cosas
que representa. Pero este saber lateral, que se instala en las prácticas discursivas de
la neotelevisión, y organiza su lectura negando la transparencia objetivista, produce
enunciados que esconden en sus procesos la interpretación y manipulación sobre los
hechos que representa;; es así que “cuando vemos una cámara en cuadro, [pese a
que muestra el aparato que hace posible la escena], esa cámara está mintiendo”.46 La
disposición de los enunciados hunde en su interior el dispositivo técnico como
contenido del programa pero sin fracturarlo, dejando un espacio vacío que es ocupado
por el espectador. No hay fractura porque evidenciar el dispositivo que organiza el
discurso obliga a quebrar el programa, y la emisión de la neoTV no muestra la
construcción de ese trabajo, sino que al mostrar oculta evitando el análisis del
dispositivo, y la maquinaria tecnológica y enunciativa que hace posible su programa,
por lo tanto la emisión.
4.
La salida del video electrónico del ámbito corporativo de la televisión –a partir
de la comercialización de la videocámara sony portapack en 1965–, extendiendo su
estatuto a instalaciones museísticas y al videoarte, le permite a la imagen electrónica
encontrar diversos campos de aplicación. Estas prácticas, que retoman la tradición de
las artes plásticas, el cine y la música experimental, se concentran en el desarrollo de
las especificidades del dispositivo, creando formas que amplían los usos establecidos
en el lenguaje televisivo, y pensando a través de la experimentación con los aparatos
nuevas maneras expresivas para la imagen electrónica, y los problemas conceptuales
que devienen de la estabilización masiva de la TV en el campo social.
“No bien la resurrectina y el vitalio entraban en contacto, el sujeto entraba en
acción;; mientras, cerca de él, un testigo de su vida, apropiadamente abrigado,
se abocaba a reconocer por los gestos y las palabras la escena reproducida,
que a veces estaba compuesta de un haz de episodios diferentes”
Raymond Roussel, Locus Solus
Present Continuous Past(s), 1974, videoinstalación de Dan Graham, presenta un
dispositivo que reflexiona sobre la ilusión perceptiva del tiempo directo del dispositivo
electrónico, en “la imposibilidad de emplazar un tiempo puramente presente”.47
Graham diseña un espacio donde la especificidad del espejo, que refleja el tiempo
presente, se ve problematizada por la cámara de video que tiene como especificidad
el directo instituido en la televisión, pero que a partir de la videograbación, también
actúa en diferido. La instalación se desarrolla en un espacio rectangular con una
44
Eco, Umberto, op. cit.
45
Ibid.
46
Ibid.
47
Graham, Dan, “Video feedback II”, en Hall, Doug;; Jo Fifer, Sally (eds.), Iluminating video: an
essential guide to video art, Aperture/BAVC.
15
videocámara, un monitor y dos paredes de espejo. La videocámara registra todo el
espacio, un espejo frente a ella que refleja la cámara, y el monitor ubicado debajo de
ella que reproduce la imagen con una demora de ocho segundos.48 El visitante,
cuando entra en el espacio, percibe la demora del dispositivo electrónico, que le
presenta su propia imagen ocho segundos antes, y la reflejada en el espejo, en el
interior de la imagen video, dieciséis segundos antes. De esta manera, la instalación
juega simultáneamente con tres temporalidades escalonadas en el interior de la
imagen representada en el monitor y el tiempo presente en el espacio arquitectónico.
El dispositivo permite que el visitante reconozca en la suma de reflejos, de los espejos
(en directo, y vehiculizadas por el registro videográfico) por un lado, y la imagen video
(que presenta dos pasados recientes) por otro, el acontecer de su presente con una
breve dilación,49 extendiendo el tiempo continuo, e imprimiendo en el cuerpo del
visitante un pensamiento sobre la construcción irruptiva del dispositivo directo y su
introyección en la conciencia. Como en la obra de Nauman, el visitante es
protagonista y agente de la construcción del sentido;; “el uso del tiempo de dilación del
video en conjunción con el espejo permite al espectador ver aquello a lo que
normalmente no puede acceder: su propia simultaneidad en tanto que ambos sujeto y
objeto al mismo tiempo”.50
La obra de Graham deconstruye la veracidad de un enunciado que se instala
sólo por el hecho de constituirse en un tiempo sincrónico al de su transmisión, y con el
agenciamiento del espectador, reflejando los desarreglos que conviven en el interior
de la imagen directa, por lo tanto, del tiempo presente. Present Continuous Past(s)
“mete el antes y el después en el cuerpo, la serie del tiempo;; […] la ordenación del
tiempo, la simultaneidad de sus capas, la coexistencia de sus capas”,51 constituyendo
en la asociación de imágenes que reconstruye el espectador en el interior del
dispositivo, la grieta que habita y deforma el tiempo presente. Una nueva experiencia
perceptual que se inscribe en el cuerpo del visitante, y amplía su lenguaje corporal.
Dan Graham desarrolla y problematiza las relaciones entre la materialidad de la
percepción de aquello que está ahí, en el momento presente generando una
construcción, y la abstracción, que a partir de dispositivos técnicos –tanto una
videograbadora que retrasa una señal, como la concepción serial de una partitura
musical– desmaterializa el constructo y lo convierte en una formula matemática. Una
relación dual entre lo físico analógico, y lo matemático abstracto, entre “la
construcción conceptual generativa, en contra de la materialidad perceptual de la
construcción”.52
Production/Reception (1976), es un proyecto nunca realizado de Dan Graham
en el que trabaja la imagen televisual como espejo, evidenciando que las imágenes,
cuando las miramos, nos devuelven una mirada del mundo como imagen, y de su
construcción, en nuestra mirada y en la devuelta por ellas.53 Utilizando dos canales de
48
“Por medio de una demora del tape ubicado entre la grabadora de video que se encuentra
grabando y una segunda grabadora de video que se encuentra pasando de nuevo lo grabado”,
Graham, Dan, “Present Continuous Past(s)”, en Graham, Dan;; Alberro, Alexander, Two-way
mirror power: selected writings by Dan Graham, Cambridge, Massachussets, The MIT Press,
1999.
49
“Descomponer, deconstruir y analizar críticamente ciertos mecanismos (el video usado como
escalpelo o sea como instrumento de descomposición) […] El video es el punto exacto de
intersección entre estas dos partes, el medio de estas experiencias de descomposición –
recomposición”, Dubois, Philippe, “El video piensa lo que el cine crea”, en op. cit.
50
Graham, Dan, “Video feedback II”, op. cit.
51
Deleuze, Gilles, “Cine, cuerpo y cerebro, pensamiento”, en La imagen-tiempo, Barcelona,
Paidós, 1986.
52
Graham, Dan, “Dan Graham Interviewed by Ludger Gerdes”, en op. cit.
53
“En lo que llamamos representación, en ese modo de entablar relación que funda sin dudas
las relaciones humanas, la mirada nunca es solamente la mirada del hombre sobre el mundo,
es también (y a veces sobre todo) la mirada del mundo sobre el hombre. […] Hay una
16
televisión por cable y una emisora comercial, la obra hace interactuar al telespectador
entre las tres señales que transmiten en directo. Sobre la emisión del informativo
diario de la emisora comercial, el canal por cable A transmite en directo la imagen de
un gran angular enfocando todo lo que sucede en la sala de control donde se organiza
la emisión, y viendo a través del cristal, el estudio, el funcionamiento de las cámaras,
y las operaciones técnicas que hacen posible la emisión;; a su vez, una serie de
micrófonos que captan en la sala de control, en los pasillos, y en diversas partes del
estudio, se mezclan permitiendo escuchar no sólo lo que habita el cuadro sino lo que
está fuera de su recorte. En simultáneo, en el canal por cable B, una cámara ubicada
en el gran espacio privado, enfoca el televisor en el domicilio de “una típica familia de
la comunidad local, […] la perspectiva muestra, ambos a un tiempo, tanto la imagen
televisiva como los espectadores en casa”.54 Al igual que en el canal por cable A, hay
micrófonos desplegados por toda la casa mezclando los diversos audios captados.
Production/Reception es una obra que se constituye en el interior del medio de
comunicación, irrumpiendo en su temporalidad y actuando sobre el mensaje que éste
crea, y creando simultáneamente el suyo durante la transmisión. Las dos imágenes
directas que intervienen el dispositivo de la emisora comercial, rompen con la
especificidad múltiple de la televisión trabajando con una única cámara que transcribe
sin saltos, y en un plano fijo, negando la velocidad de conmutación creciente y la
estimulante perceptiva que ha determinado lo que es y deja de ser “aburrido” en
términos de calidad televisiva. La conmutación, pese a la estaticidad de las tomas, no
queda elidida del dispositivo, ya que traslada la selección al espacio receptivo de la
imagen, donde el espectador cambia de canal, saltando de una pantalla a otra. La
obra, instalándose en el medio, hace consciente al telespectador de su condición
activa conmutando –y a partir de 1984 con el control a distancia– las imágenes
transmitidas. Las imágenes directas que pone en escena, entran en un circuito de
reflejos constituido a partir del agenciamiento del espectador que habita el dispositivo
de la obra. La perspectiva de la sala de control, muestra el instrumental, técnico y
humano, que pone en funcionamiento la emisión, evidenciando las relaciones entre
los individuos que trabajan en la emisora (directores, camarógrafos, asistentes,
microfonistas, etc.), que, reflejadas en la perspectiva del hogar, permiten ver, en
espejo, que sus actitudes, responden también a relaciones familiares, que en
definitiva, actúan y organizan todo el campo social: “la televisión nos vende un
concepto idealizado de la familia feliz. Como en el simulacro de informativo de `felices
noticias´, consiste en un presentador/ora principal –padre/madre– sus hijos e hijas,
tíos y tías”.55 La obra confronta el espacio público con el privado, ubicándonos en la
posición de observadores, obligados a conmutar de una visibilidad a otra, que
presentan su estatuto como intercambiable;; el dispositivo empuja a una lectura
espejada de sí mismo: el cristal, como recorte en el interior de la perspectiva de la
sala de control, se espeja con el recorte de la imagen del televisor en la perspectiva
del hogar. A través de uno y otro recorte vemos el reverso y el anverso de la misma
imagen, una visible y la otra invisible. Como en Present Continuous Past(s), Graham
amplía, a partir de la intervención sobre el dispositivo directo, su determinación
temporal en presente. Los reflejos que construye, no dilatan el tiempo, lo reconstruyen
en su formación como actividad perceptiva, que no depende de la transcripción de ese
tiempo presente, sino de la conjunción de todo un sistema social que organiza una
manera particular de representarse con imágenes, y la introyección que determinan.
El tiempo presente del dispositivo directo es la reunión de las imágenes que se nos
dimensión reflexiva en la mirada. Un regreso sobre sí mismo, una reflexión, una repetición. Re-
visión. Doble vista.”, Comolli, Jean-Louis, “Carta de Marsella sobre la auto-puesta en escena”,
en Filmar para ver, Buenos Aires, Simurg, 2002.
54
Graham, Dan, “Production/Reception (1976)”, op. cit.
55
Graham, Dan, Catalogo exposición TV/ARTS/TV. La televisión tomada por los artistas,
Proyecto expositivo comisariado por Valentina Valentini, La Fábrica, Barcelona, 2010.
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presentan como observables, habitables, y que tienen su correlato en otras imágenes,
no visibles en su superficie, pero presentes en su corporeidad. El canal por cable A, y
el canal por cable B, restituyen los sonidos de todo un campo que el cuadro nos
niega, sin embargo, los escuchamos, y su cuerpo desborda el sentido de la obra, es lo
real imposible de ver, es “la posibilidad de un mundo, de hacer lo probable posible,
crear una probabilidad, [porque] crear lo probable, es ver lo que puede ser visto si lo
invisible se vuelve visible”.56 La pieza de Graham, no sólo deconstruye el mecanismo
a partir del cual se organiza el enunciado televisivo, sino que “destruye su
materialidad existente en tanto ícono cultural”,57 que enlaza y refuerza el saber lateral
sobre el dispositivo, y define la lectura, y los códigos perceptivos que determinan las
formas de las imágenes directas. Las obras de Graham, construyendo composiciones
en dispositivos abstractos que se presentan invisibles en el tiempo de la reproducción,
deconstruyendo la materialidad perceptiva del medio y deformando su especificidad,
descubren en su proceso, estructuras básicas de la comunicación.
Reflexiones finales
Las imágenes nos devuelven una representación del mundo;; “el cine [por
ejemplo] que copia la vida, que viene de la vida y representa la vida”,58 nos da una
imagen, un statu quo, un indicio de un sistema de representación que se inscribió en
un tiempo y nos dice algo de nosotros mismos, nos interpela justamente porque la
habitamos y somos parte de ella. Las imágenes que vehiculizan los dispositivos
automáticos, establecen enunciados no-discursivos que instituyen una nueva
modalidad de saber que se funda en el estatuto que esas imágenes crean de ellas
mismas en relación a su particular funcionamiento. La imagen cinematográfica y la
fotográfica inscriben y perpetúan el tiempo que ha sido, la primera haciéndolo
presente (creando un falso directo, una primera aproximación a la televisión), mientras
que la segunda cortando definitivamente la continuidad del tiempo y presentando un
pasado que ha sido, ha existido, y ha muerto. Las imágenes directas reproducen, en
su determinación técnica, el tiempo presente;; son quizá el punto culminante del sueño
del hombre por ver la vida en directo;; su vínculo existencial sincrónico nos impide
pensar la forma en que nos interpelan con distancia, es por eso que nos obligan a
pensar en contra del presente, ya que “las imágenes y lo real que ellas reflejan
coexisten simultáneamente”;;59 dilatar este vínculo, agrietarlo, o verlo desde otros
puntos de vista pueden ser algunas de las claves.
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Godard, Jean-Luc, en Scenario du film Passion, 1982.
57
Graham, Dan, “Dan Graham Interviewed by Ludger Gerdes”, en op. cit.
58
Godard, Jean-Luc, en Scenario du film Passion, 1982.
59
Fargier, Jean-Paul, “La televisión pura”, en La Ferla, Jorge, El medio es el diseño
audiovisual, Manizales, Ed. Universidad de Caldas, 2007.
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