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La Potencia Belica Del Clima Representac
La Potencia Belica Del Clima Representac
la gUerra de arana
[E]sa guerra que nos produjo la catarsis del deshonor nacional por los turbios
hechos del istmo de Panamá [fue] una guerra nunca declarada que produjo
más muertos por los errores en las contraseñas, los ahogados, las picaduras
de los animales y las enfermedades que por los encuentros armados. En fin,
una guerra donde se enloquecía en la infructuosa búsqueda del enemigo por
los vericuetos de trochas de caucheros y de indios. (34)
la FUga iMposible
Habría que vivir en esas tierras ardorosas [se refiere al Putumayo], que
bañan ríos de silencio, taciturnos y turbios, para darse cuenta completa de
cómo deben y tienen que aflojarse los resortes de la voluntad en el mayor
número de los no habituados, tan pronto como la acción del clima se va
haciendo sentir sobre los organismos en lucha. El simple paso por ellas [por
esas tierras] –por entre las llamas como quien dice, por entre la nube de
mosquitos impertinente, por entre las plagas ocultas, por entre las pútridas
emanaciones de las aguas estancadas, por entre una naturaleza brutal, donde
los simples fenómenos naturales, como la lluvia y el crecimiento de los ríos,
son cataclismos– permite adivinar lo que a la larga es una acción disolvente […]
No habremos de cansarnos de pedir el frecuente relevo de las tropas. La
permanencia larga en las zonas deletéreas es una anticipación de lo que las religiones
vengativas llaman el infierno. (210, énfasis mío)
Los bellos muchachos que rompían a hombro las aguas del río se han consumido bajo la
fiebre. Sus recios músculos están casi caídos como telas húmedas, y aquella
potente figura de atleta que hacía caños al agua entre las montañas musculosas,
va aquí deshecho [sic] y vacilante, moviéndose como el candil de un borracho
en la noche sola de estrellas y de luna, de un lado a otro, amenazando anda,
quieto a momentos, unas veces empinado, otras arrastrándose. (Arango
Uribe 109, énfasis mío)
En las depresiones del terreno se forman vastas ciénagas, que son fértiles
criaderos de todos los insectos imaginables, entre ellos el fatídico anofeles,
cuyo punzón inyecta el paludismo. En su fondo prospera la inmunda raya,
grande como la copa de un paraguas, que se alimenta de cieno y cuyo traidor
aguijón infiere una herida incurable, que produce en las carnes humanas la
podredumbre de la muerte. (274, énfasis mío)
punto de que inclusive la flora propia del trópico –el árbol de plátano,
por ejemplo– se convierte en un vegetal enfermizo, desquiciando
inclusive al espacio tropical de sí mismo: el plátano no resiste su propio
hábitat: “entre el rastrojo que la inundó [a la finca de un colono], emergía
de distancia en distancia una mata de plátano, cargada con un racimo
enteco y descolorido” (Tobón 115).
Al analizar las fotografías sobre la Amazonía brasilera del suizo-
estadounidense Louis Agassiz, la historiadora de la ciencia Nancy Leys
Stepan sostiene que en ellas “what is being represented is not so much
the landscape per se as the landscape as an impediment or invitation to
progress” (133). La politización del paisaje, un procedimiento de viejo
cuño que, para el caso de la Amazonía, se debate entre las “conflictive
metaphors” (Slater) de Eldorado o el infierno verde, da una nueva
vuelta de tuerca cuando, como en nuestro caso, se da en un contexto
de guerra. En la Guerra con Perú el paisaje amazónico no se representa
como un impedimento o una invitación al progreso, sino como un
impedimento a la guerra, que es al mismo tiempo una invitación a
ella: “La estadía en plena selva no podía prolongarse y el vértigo de
las inundaciones con sus batallones de mosquitos se insinuaba en los
pronosticados cambios climáticos. No pocos se sintieron abrumados
por la impaciencia y llegaron a pensar en la posibilidad de atacar sin
la autorización del Ministerio” (Atehortúa 63). Por eso, las memorias
de los soldados deciden representar la guerra como la única forma de
escapar a la selva mientras se permanece en ella, dándole forma a esa
“fuga imposible” de la que hablara más arriba. De esta manera, la guerra
es vista como un antídoto contra la selva, una forma de suspender el
clima y, viceversa, la selva es vista como una invitación a la guerra: un
espacio que pide ser impregnado de velocidad por el conflicto bélico:
notas
1
Ver páginas 29-55.
2
Sobre la angustia de Rivera de ver repetido ese trauma nacional opera La vorágine (1924), una
novela sobre el boom cauchero de comienzos de siglo, cuando ya Arana estaba quebrado
por la competencia de las compañías inglesas de caucho en Malasia y Ceilán (hoy Sri Lanka).
Asimismo, la novela se publicó tres años después de la muerte del cauchero Tomás Funes,
otro de los antagonistas del personaje principal, Arturo Cova, en los límites selváticos con
Venezuela (Neale-Silva 318). El anacronismo que algunos han visto en la novela al escoger
como tema un conflicto pasado, me parece, al igual que a Isaías Peña, que obedece a la
preocupación por la desatención de estos territorios; una preocupación que buscaba evitar una
guerra con los ocupantes peruanos (Peña 45). La novela de Uribe Piedrahita Toá, narraciones
de caucherías (1933), publicada durante la guerra, nacionaliza estos territorios a través de un
predecible recurso: un médico citadino se enamora de una indígena del Putumayo llamada
Toá.
3
Aunque ese dinero sí salió de las arcas del Estado colombiano, no está claro si llegó
directamente a Arana. De acuerdo con el biógrafo de Arana, Ovidio Lagos, el Rey del Caucho,
en quiebra total, había vendido sus títulos (espurios o no) sobre el Putumayo a Víctor Israel
por una suma irrisoria comparada con el real valor que tendrían los miles de kilómetros que
le pertenecían en el Putumayo (378). Así, una vez desembolsado por el Estado colombiano, el
dinero no le habría llegado directamente a él o a sus familiares.
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Emblemático es el caso del empresario peruano Enrique Vigil, cauchero arruinado, dueño
de la hacienda La Victoria en predios cercanos al caserío de Leticia en territorio colombiano.
Vigil pretendía, en lo que el poeta peruano José Santos Chocano denominó un chantaje del
“sátrapa de Leticia” (46), vender al gobierno colombiano por 80 mil dólares su hacienda,
amenazando con enardecer los ánimos nacionalistas de sus paisanos y llevarlos a la revuelta
anticolombiana. Ayudado por el ingeniero Oscar Ordóñez, loretano, cumplió sus promesas el
1 de septiembre de 1932.
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Así mismo, en lo que parecería otra publicación extemporánea pero cuya explicación es
política en tanto se debe al conflicto militar amazónico, también se publicaron en 1933 textos
sobre el holocausto amazónico de principios de siglo tales como La guarida de los asesinos: relato
histórico de los crímenes del Putumayo de Ricardo Gómez (Páramo, La vorágine 33).
6
Lo contrario también es cierto. El general Vázquez Cobo escribe sobre la creciente del río: “la
navegación por el Amazonas, a partir del mes de diciembre, es muy peligrosa por la cantidad
238 • Felipe Martínez-Pinzón
de palizadas, verdaderas islas flotantes, que arrastra el río, por ser la época de creciente; así es
que, al llegar la noche, hay necesidad de amarrar los buques a alguna ladera o en un puerto,
para continuar al día siguiente. Agréguense a esto, neblinas espesas, constantes en esta época,
en el bajo Amazonas” (174).
7
Este procedimiento lo copiaría en sus memorias sobre el conflicto Jorge Tobón en Sur (1954).
Antolín Díaz también usaría cortos párrafos separados por asteriscos en Lo que nadie sabe de la
guerra (1933).
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Soy consciente de estar operando sobre la definición de guerra que da el futurista italiano
Filippo Tomasso Marinetti en el Manifiesto Futurista de 1909. Según él, la guerra es la “única
higiene del mundo”. Las conexiones entre vanguardias europeas y americanas –en los años
20 en Colombia surge el movimiento vanguardista de “Los nuevos”–, pensamiento higienista,
la Guerra con el Perú y el ascenso del fascismo a ambos lados del Atlántico son temas por
estudiar en profundidad.
9
En una reciente entrevista, Virilio habla de la relación entre guerra, velocidad y espacio para
concluir que estamos ante el fin de la geografía: “in our World of accelerated instantaneity,
[the end of geography is] also the end of the fullness or the wholeness of the Earth” [en
nuestro mundo de instantaneidad acelerada, (el fin de la geografía es) también el fin de la
Tierra como totalidad o unicidad; traducción de los editores] (“The Third War” 29).
bibliograFía