En la pequeña provincia Bihar Donde hoy deslinda la India con Nepal Ocurrió el nacimiento del sabio.
El rey Suddhodana fue su padre,
Mayadevi su madre, alma pura, Cuatro ángeles fueron a anunciarle De su futura buena fortuna.
Todo prosperó en el reino
Cuando el niño hubo nacido Rebosó el tesoro lleno Por presentes recibidos.
A palacio llegó el sabio Asita
Al día siguiente de él nacer A todos alegró su visita Y le preguntaron su parecer.
Lloró el sabio al ver al niño
Y lamentó su vejez: “No alcanzaré a dar oídos A lo que de él debo aprender…”.
Dijo que antes fue Sumedha,
Un brahmana renunciado Que ahí recibió la tarea De dar al mundo un cayado:
“Mira, – dijo la revelación -
Nacimiento, vejez, muerte, te atan Halla el camino de salvación Por el que el ser, del dolor, se aparta…”
Después ocho astrólogos vinieron
Siete anunciaron sería un gran rey “Asceta será- dijo el octavo- Dejará a un lado su linaje al ver Cuatro hechos que al mundo dan socavo: Dolencia, muerte, pobreza y vejez…”. Tal anuncio abrumó a Suddhodana Quien ni deseaba ver a su hijo sufrir El rigor de una vida consagrada Ni dar el trono a sucesor no afín.
Al séptimo día su madre murió,
Y su abuela Anjana se hizo cargo de él… “Que nada vea que le cause dolor…” Fué la estricta orden emitida por el rey.
“Que ni una flor se marchite ante sus ojos
Que sólo conozca vida de placer No vea tristeza, sólo alborozo, Sólo belleza poned junto a él…
Que nada lo haga despreciar el mundo
Que no descubra su verdadera faz….” (A muchos hacen esto, no sólo a uno, Mas sólo unos pocos logran despertar).
A los dieciséis años quiso casarlo
Para así asegurar su futuro real “Lo haré- dijo Siddharta, así llamado- Pero con mujer de carácter ideal”.
De buenos modales, modesta, veraz,
Tierna como una hermana, generosa, Joven, bella, pero sin vanidad… Sólo a alguien así tendré por esposa.
Tiempo tomó encontrar a Yasodhara
A quien ganó en competencia a otros príncipes Un nieto le dio al gozoso Suddhodana Mas lo anunciado aún debía cumplirse.
Pidió Siddharta ir a pasear
A los jardines de recreo Ante esto el rey ordenó ocultar Pobres, sucios, viejos, enfermos…
Más el príncipe pidió al cochero
Tomar un camino no dispuesto Y a poco avanzar, con cierto miedo, Vió pasar curvado, a un hombre viejo.
Dime, Channa, – al cochero dijo -
¿Qué pasa a ese hombre que así camina, Arrugado, tembloroso, indeciso…? Nunca vi a alguien así en mi vida.
Channa, obligado a responder, dijo:
“Es la vejez la que a este hombre aflige…” ¿Y todos la habremos de padecer? Sí, dijo Channa, al inquieto príncipe.
Luego vio a uno afectado por lepra
“¿Qué es esto?” – preguntó muy dolido “A este hombre la enfermedad le aqueja…” “¿Y nos vendrá a todos?”…. ”Sí, es sabido…”
Luego pasó un cortejo fúnebre:
“¿Quién va ahí, sin moverse siquiera?” “El ha muerto, príncipe, y no dudes, Que a todos ese fin nos espera…”
Más adelante vio a un renunciante…
“¿Quién es, y porqué emana esa paz?” “Él dejó todo, y sólo halló importante Hollar el sendero de la Verdad…”
Desde ahí Siddharta no fue más el mismo
Presente tuvo que éste es lar de dolor El rey hizo todo por impedirlo Mas nada cambiaba su decisión.
Ni bellas danzarinas Ni exquisitos manjares Ni música de vina Ni encantos temporales…
Una noche decidió partir del reino
Channa mismo lo llevó abatido en lágrimas “Hasta no hallar cura al dolor no vuelvo” Y cambió por trapos, su ropaje y espada.
Esto fue a orillas del río Anoma
Donde cortó su hermoso cabello “No llores por mí- le dijo- llora Por quienes sufren el cautiverio…”
“Levántense sin tardanza
Sigan vida de pureza Virtud es bienaventuranza En la otra vida y en ésta.
El deseo es la causa del dolor
El dolor no se aparta del placer Libertad es correcta aspiración, Correcto actuar, no violencia, hacer bien…”
Detuvo el sacrificio de animales
Y enseñó en su época normas de moral No apoyó las muchas austeridades Sí el meditar en el bien trascendental
Tras volverse Budha, el Iluminado,
Volvió a su palacio a instruir a su hijo Dió su mensaje hasta los ochenta años A sus miles de amados discípulos.
Budha nos eleva al nirvana
Al cese de variedad material Más allá de ese vacío se halla El cielo del reino espiritual.
Con su enseñanza nos prepara
Para amar un mundo de luz Del que otros grandes nos hablan Como Cristo y Mahaprabhú.