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La historia de Budha

Por: Srila Atulananda Acarya.

Hace unos dos mil quinientos años


En la pequeña provincia Bihar
Donde hoy deslinda la India con Nepal
Ocurrió el nacimiento del sabio.

El rey Suddhodana fue su padre,


Mayadevi su madre, alma pura,
Cuatro ángeles fueron a anunciarle
De su futura buena fortuna.

Todo prosperó en el reino


Cuando el niño hubo nacido
Rebosó el tesoro lleno
Por presentes recibidos.

A palacio llegó el sabio Asita


Al día siguiente de él nacer
A todos alegró su visita
Y le preguntaron su parecer.

Lloró el sabio al ver al niño


Y lamentó su vejez:
“No alcanzaré a dar oídos
A lo que de él debo aprender…”.

Dijo que antes fue Sumedha,


Un brahmana renunciado
Que ahí recibió la tarea
De dar al mundo un cayado:

“Mira, – dijo la revelación -


Nacimiento, vejez, muerte, te atan
Halla el camino de salvación
Por el que el ser, del dolor, se aparta…”

Después ocho astrólogos vinieron


Siete anunciaron sería un gran rey
“Asceta será- dijo el octavo-
Dejará a un lado su linaje al ver
Cuatro hechos que al mundo dan socavo:
Dolencia, muerte, pobreza y vejez…”.
Tal anuncio abrumó a Suddhodana
Quien ni deseaba ver a su hijo sufrir
El rigor de una vida consagrada
Ni dar el trono a sucesor no afín.

Al séptimo día su madre murió,


Y su abuela Anjana se hizo cargo de él…
“Que nada vea que le cause dolor…”
Fué la estricta orden emitida por el rey.

“Que ni una flor se marchite ante sus ojos


Que sólo conozca vida de placer
No vea tristeza, sólo alborozo,
Sólo belleza poned junto a él…

Que nada lo haga despreciar el mundo


Que no descubra su verdadera faz….”
(A muchos hacen esto, no sólo a uno,
Mas sólo unos pocos logran despertar).

A los dieciséis años quiso casarlo


Para así asegurar su futuro real
“Lo haré- dijo Siddharta, así llamado-
Pero con mujer de carácter ideal”.

De buenos modales, modesta, veraz,


Tierna como una hermana, generosa,
Joven, bella, pero sin vanidad…
Sólo a alguien así tendré por esposa.

Tiempo tomó encontrar a Yasodhara


A quien ganó en competencia a otros príncipes
Un nieto le dio al gozoso Suddhodana
Mas lo anunciado aún debía cumplirse.

Pidió Siddharta ir a pasear


A los jardines de recreo
Ante esto el rey ordenó ocultar
Pobres, sucios, viejos, enfermos…

Más el príncipe pidió al cochero


Tomar un camino no dispuesto
Y a poco avanzar, con cierto miedo,
Vió pasar curvado, a un hombre viejo.

Dime, Channa, – al cochero dijo -


¿Qué pasa a ese hombre que así camina,
Arrugado, tembloroso, indeciso…?
Nunca vi a alguien así en mi vida.

Channa, obligado a responder, dijo:


“Es la vejez la que a este hombre aflige…”
¿Y todos la habremos de padecer?
Sí, dijo Channa, al inquieto príncipe.

Luego vio a uno afectado por lepra


“¿Qué es esto?” – preguntó muy dolido
“A este hombre la enfermedad le aqueja…”
“¿Y nos vendrá a todos?”…. ”Sí, es sabido…”

Luego pasó un cortejo fúnebre:


“¿Quién va ahí, sin moverse siquiera?”
“El ha muerto, príncipe, y no dudes,
Que a todos ese fin nos espera…”

Más adelante vio a un renunciante…


“¿Quién es, y porqué emana esa paz?”
“Él dejó todo, y sólo halló importante
Hollar el sendero de la Verdad…”

Desde ahí Siddharta no fue más el mismo


Presente tuvo que éste es lar de dolor
El rey hizo todo por impedirlo
Mas nada cambiaba su decisión.

Ni bellas danzarinas
Ni exquisitos manjares
Ni música de vina
Ni encantos temporales…

Una noche decidió partir del reino


Channa mismo lo llevó abatido en lágrimas
“Hasta no hallar cura al dolor no vuelvo”
Y cambió por trapos, su ropaje y espada.

Esto fue a orillas del río Anoma


Donde cortó su hermoso cabello
“No llores por mí- le dijo- llora
Por quienes sufren el cautiverio…”

“Levántense sin tardanza


Sigan vida de pureza
Virtud es bienaventuranza
En la otra vida y en ésta.

El deseo es la causa del dolor


El dolor no se aparta del placer
Libertad es correcta aspiración,
Correcto actuar, no violencia, hacer bien…”

Detuvo el sacrificio de animales


Y enseñó en su época normas de moral
No apoyó las muchas austeridades
Sí el meditar en el bien trascendental

Tras volverse Budha, el Iluminado,


Volvió a su palacio a instruir a su hijo
Dió su mensaje hasta los ochenta años
A sus miles de amados discípulos.

Budha nos eleva al nirvana


Al cese de variedad material
Más allá de ese vacío se halla
El cielo del reino espiritual.

Con su enseñanza nos prepara


Para amar un mundo de luz
Del que otros grandes nos hablan
Como Cristo y Mahaprabhú.

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