Está en la página 1de 4

Lectura

Laín Entralgo, Pedro.


Helenidad, monoteísmo y sociedad señorial (edad media).
Ocaso y extinción del mundo antiguo 1
___________________________________________________________________

Tercera parte

HELENIDAD, MONOTEISMO
Y SOCIEDAD SEÑORIAL (EDAD MEDIA

Introducción

Todas las Edades de la historia son «medias»; todas se hallan entre una época anterior a ellas y otra a ellas posterior.
¿Por qué, entonces, se discierne en la historia universal una «Edad Media» por antonomasia: el dilatado lapso temporal que
transcurre entre la invasión del Imperio romano de Occidente por los pueblos germánicos, a lo largo del siglo V, y la toma
de Constantinopla por los turcos, en 1453? En torno al Mediterráneo existen y se contraponen, a lo largo de ese milenio, tres
culturas distintas entre sí, la bizantina, la islámica y la europea de Occidente. Dentro de ésta, la vida puramente feudal de los
siglos IX y X es bien poco semejante a la vida incipientemente burguesa de las ciudades italianas y flamencas del siglo XV.
¿Por qué, pues, es reunido todo ese vario conjunto bajo un rótulo, Edad Media, que además de ser unitario elude toda
referencia a su contenido? Sólo una respuesta cabe: porque, simplificando abusivamente las cosas, los historiadores del
Barroco y de la Ilustración, y luego los positivistas, pensaron que entre la cima de la cultura clásica y su redescubrimiento o
renacimiento moderno, no más que una dilatada solución de continuidad habría sido el desarrollo de la cultura occidental.

Esa tácita convención historiográfica ha sido ampliamente revisada por la investigación y el pensamiento del siglo
XX. Pero desde nuestro particular punto de vista, el correspondiente a la historia de la medicina, tal vez sea posible señalar
la existencia de un nervio común y unificante dentro de tan enorme disparidad; el que, conexos entre sí, forman los tres
términos del epígrafe precedente. Desde fines del siglo v hasta la segunda mitad del siglo XV, la medicina es, en efecto: en
tanto que saber científico, el vario resultado de acomodar la ciencia médica [138] griega, y muy en primer término la de
Galeno, al triple monoteísmo —cristianismo bizantino-oriental, islamismo, cristianismo romano-occidental— en que
respectivamente tienen su centro religioso las tres grandes culturas mediterráneas del Medioevo; y en tanto que praxis social,
la aplicación terapéutica y asistencial de ese resultado en el seno de una sociedad que, bajo la ineludible peculiaridad de cada
uno, en los tres casos es señorial, en cuanto al orden socioeconómico de su realidad, y artesanal, en cuanto a su modo de
gobernar y utilizar el mundo cósmico.

Vamos a estudiar sucesivamente el curso de ese doble empeño en Bizancio, en el mundo islámico y en la Europa me-
dieval de Occidente. Pero como el triple modo de realizarlo tiene un mismo presupuesto histórico, a él deben ser dedicadas
las páginas iniciales de nuestra ojeada a la medicina de la Edad Media. [139]

1
Laín Entralgo, Pedro. Historia de la Medicina. Ed. Masson. Barcelona, 1991. Tercera parte: “Helenidad,
monoteísmo y sociedad señorial (edad media)”. Sección I “Ocaso y extinción del mundo antiguo”. Págs. 139-
143.
Dr. Oswaldo Salaverry 1
Lecturas de Historia de la Medicina
Sección 1

OCASO Y EXTINCION DEL MUNDO ANTIGUO

En lo que a nuestro tema concierne, dos motivos descuellan entre la muerte de Galeno y la invasión del Imperio
romano por los pueblos germánicos, y en los dos tienen común presupuesto las tres grandes formas de la medicina medieval;
son la propagación del monoteísmo judeo-cristiano por toda la cuenca mediterránea y la perduración posgalénica de la
medicina griega. Como luego veremos, pronto uno y otro evento entraron en mutua relación.

Capítulo 1

CRISTIANISMO PRIMITIVO Y MEDICINA

Entre el comienzo de la predicación de Cristo y el edicto de Milán (año 313), con el cual el emperador Constantino
declaró religión del Imperio romano a la cristiana, ésta fue propagándose desde Palestina y Siria hasta las tierras más oc-
cidentales del Mediterráneo; y así, a la vez que poco a poco iba desarrollando sus internas virtualidades religiosas, el cris-
tianismo tomó contacto con las culturas griega y romana, y a través de ellas cobró su primera forma histórica y social.

A. La relación inicial entre el cristianismo y la medicina tuvo tres modos de expresión, uno metafórico, otro
taumatúrgico y otro ético-doctrinal. Bien que metafóricamente, Cristo se llama a sí mismo «médico», y en más de una
ocasión (Mat. [140] IX, 12; Marc. II, 17; Luc. V, 31). Por otra parte, cura milagrosamente a varios enfermos. El deber de
atender al que padece enfermedad es, en fin, innovadoramente proclamado. Examinemos lo esencial de estos dos últimos
temas.

1. El problema de la curación milagrosa no pertenece al historiador de la medicina, sino a escrituristas, teólogos


y antropólogos. Pero la respuesta de Cristo a la pregunta de sus discípulos acerca del ciego de nacimiento —con la cual,
como vimos, claramente manifiestan la mentalidad todavía arcaica de su pueblo y de ellos mismos— trae consigo una
novedad de primer orden: «Maestro, ¿quién ha pecado para que este hombre haya nacido ciego, él o sus padres? —Ni él ni
sus padres han pecado; sino que esto ha sucedido para que las obras de Dios sean en él manifiestas» (Jo. IX, 1-3).—
Cualquiera que sea la interpretación que se dé a la segunda parte de la sentencia —ya enteramente extramédica—, es
evidente que con la primera Cristo ha roto el hábito tradicional de ver en la enfermedad el castigo de un pecado. No siempre
los cristianos han sabido hacer suya esta lección.

2. En su anuncio del juicio final dice Cristo: «Estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la
cárcel y fuisteis a verme. Entonces los justos le replicarán: Señor, ...¿cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a
verte? Y el rey —Cristo en su trono— les responderá: Os lo aseguro. Cada vez que lo hicisteis con uno de mis hermanos más
humildes, conmigo lo hicisteis» (Mat. XXV, 35-40). Bajo forma de mandamiento ético, queda prescrito el deber del cristiano
de atender al enfermo sólo por obra del amor de efusión (agápe). La philanthropía como fuente de la philotekhnía de los
hipocráticos, el «amor al arte» como consecuencia del «amor al hombre», se convierte en caridad operativa para con la real y
concreta persona del doliente, sólo porque en él, por modo misterioso, «está Cristo».

B. La paulatina encarnación ulterior del cristianismo en el mundo moverá a la realización operativa del
mandamiento antes mencionado; por tanto, a la asistencia al enfermo sólo por amor. En tal asistencia hay, por supuesto,
prácticas de carácter sacramental, en primer término la unción de los enfermos; pero también un cuidado de estos a la vez
médico y moral. La creación de hospitales, más exactamente, la invención de la institución hospitalitaria, fue consecuencia
directa de esta nueva actitud ético-operativa ante el aflictivo hecho de la enfermedad.

Una lectura atenta de los primeros textos cristianos permite discernir varios modos en la realización de la caridad médica. Por lo
[141] menos, éstos: 1. La institución social, por obra de viudas y «diaconisas», de la ayuda al paciente en su domicilio. 2. La ya mencionada
creación de hospitales. El primero de que tenemos noticia es la «ciudad hospitalaria» que en Cesarea de Capadocia fundó el obispo Basilio.
3. La condición igualitaria del tratamiento. Respecto de la asistencia médica, ya no hay diferencia entre griegos y bárbaros, libres y esclavos,
pobres y ricos. La expresa ponderación que de aquélla hace un texto de Juliano el Apóstata es sin duda su mejor elogio. 4. La incorporación
metódica del consuelo —una suerte de psicoterapia cristiana— a la operación del médico. La asistencia médica más allá de las posibilidades
del arte, por tanto allende la ética griega; esto es, el cuidado de los incurables y los moribundos. 6. La asistencia gratuita, sólo por caridad, al
enfermo menesteroso. 7. La valoración a un tiempo moral y terapéutica de la convivencia con el enfermo: la com-pasión, en el sentido
paulino del término.

Por supuesto que no todo fue puramente cristiano en la medicina de los primeros seguidores de Cristo; también la mi-
lagrería y la superstición seudocristianas —exorcimos y conjuros, reliquias verdaderas o falsas, amuletos, astrología,
ceremonias antes mágicas que religiosas, adopción de la incubatio o sueño en el templo— tuvieron cultivadores en las

Dr. Oswaldo Salaverry 2


Lecturas de Historia de la Medicina
primitivas comunidades cristianas. La influencia del mundo helenístico, en cuyo seno tantas y tan diversas creencias se
mezclaron, tenía que hacerse notar.

C. La relación entre el cristianismo primitivo y la medicina tuvo también aspectos doctrinales y técnicos. Desde
un punto de vista puramente religioso, no serán pocos los autores cristianos (Clemente de Alejandría, Tertuliano, Lactancio,
Cipriano de Cartago, Gregorio de Nisa) que utilicen el pensamiento griego —psicología de Platón, patología de Galeno—
para comenzar la elaboración de una teoría antropológica del pecado y de la penitencia; para trazar, por tanto, las primeras
líneas de una teología moral y una antropología cristiana. Es también entonces cuando, tras la espléndida lección que había
sido el Libro de Job, cobra cuerpo la idea cristiana de la enfermedad, no como castigo de la divinidad, según la pauta
arcaica, ni como azar o necesidad de la dinámica del cosmos, según la pauta hipocrática, sino como prueba (Basilio de
Cesarea, Gregorio de Nisa).

Tres actitudes cardinales se manifiestan entre los primeros cristianos ante la tekhne iatriké de los griegos. En algunos, como Ta-
ciano el Asirio y Tertuliano, la radical repulsa: los cristianos no deben aceptar nada de los paganos. En otros, la secuacidad incondicionada.
Tal fue el caso de un grupo de estudiosos que en la Roma inmediatamente posterior a la muerte de Galeno, según un texto de [142] Eusebio
de Cesarea (Hist. eccl. V, 28, 44), veneraban a Galeno y Aristóteles, y hubieron de sufrir la condenación que recayó sobre su mentor, el
heresiarca Artemón. No hay que olvidar que en su tratado de usu partium Galeno, en nombre de la concepción helénica de la physis,
combate la idea judeo-cristiana de la omnipotencia divina. Pronto contemplaremos las consecuencias de este suceso. Entre los renuentes
frente a las ideas griegas y los incondicionales de ellas se movían los que postularon y practicaron una asunción de la medicina y la filosofía
griegas a la vez inteligente y discernidora: Orígenes, Clemente de Alejandría, Gregorio de Nisa. Esta será la actitud que en definitiva
prevalezca.

Capítulo 2

ENTRE GALENO Y ORIBASIO

Después de la muerte de Galeno, el pensamiento griego pierde rápidamente su capacidad creadora. Podría hablarse
de su cansancio o su agotamiento, si a estos términos se les quiere dar un sentido no estrictamente biológico. Es cierto que
no pocas escuelas médicas, desde Siria hasta las Galias, continúan enseñando a quienes en ellas quieren aprender. Más aún:
tras el incendio del Museo cuando Julio César atacó a la ciudad, Alejandría rehizo sus ricas colecciones de textos y siguió
brillando como potencia intelectual. Pero a partir del siglo II, los médicos —griegos paganos o cristianizados, orientales
paganizados o cristianos, latinos de la ribera norte o la ribera sur del Mediterráneo— no pasaron de escribir pequeños
tratados monográficos, compilaciones parciales o ensayos de tendencia sincrética. Siguiendo a M. y P. Schmid,
contemplaremos, distribuidos según el área cultural a que pertenecieron, los que entre ellos parecen más dignos de recuerdo.

A. Ante todo, los médicos griegos; más propiamente, los que, procedentes de cualquier lugar del Mediterráneo
oriental o del Oriente próximo, en griego compusieron su obra escrita. Por la orientación de ésta pueden ser clasificados en
iatrosofistas (comentadores de los textos. recibidos según el método interpretativo tradicional en la Alejandría helenística),
médicos filosóficos (influidos en su actitud intelectual por la Academia de Atenas, activa hasta su clausura por Justiniano, el
año 529) y autores de compilaciones más o menos hábiles y extensas.

En orden cronológico, pueden ser aquí mencionados: el iatrosofista Casio (siglos II-III d.C.); Filúmeno (s. III), autor de escritos va-
rios; [143] Filagrio (s. IV), buen observador de la realidad clínica, escritor fecundo y famoso por su autoridad en las enfermedades del bazo;
Adamancio de Alejandría (s. IV), cultivador de la fisiognómica; Posidonio (s. IV), uno de los primeros en atribuir localización cerebral a las
facultades psíquicas, la imaginativa en el «ventrículo anterior», la inteligencia racional en el «ventrículo medio», la memoria en el
«ventrículo posterior»; Zenón de Chipre (s. IV), que fundó una afamada escuela en Alejandría, y sus discípulos Magno y Cesario, doctos, se
nos dice, en la doctrina de la physis; Jónico de Sardes, coetáneo de los anteriores, en quien se unieron extrañamente el talento clínico y la
filosofía y la mántica neoplatónicas; Teón de Galacia, autor de una terapéutica y de un libro titulado Anthropos, «El hombre». Sólo
fragmentos o breves referencias conservamos de todos estos autores. Sin solución de continuidad cronológica o científica entre ellos y
Oribasio, con éste se inicia formalmente la medicina bizantina.

B. Siempre como traductores o secuaces de los griegos, un pequeño grupo de médicos latinos actúa y escribe,
tras la muerte de Galeno, en la parte occidental del Imperio romano. El más importante de todos ellos, el númida Celio
Aureliano (siglos IV-VI), quedó ya mencionado páginas atrás como latinizador de la medicina de Sorano de Efeso.

Algo anteriores a Celio Aureliano son varios escritos de materia médica: uno de Gargilio Marcial (decenios centrales del siglo III),
apoyado en Plinio, Dioscórides y Galeno, un Liber medicinae de Plácido y el Liber medicinalis de Quinto Sereno, colección versificada de
Dr. Oswaldo Salaverry 3
Lecturas de Historia de la Medicina
recetas. Mayor importancia tuvo la obra de Aviano Vindiciano, arquiatra de Valentiniano II (375-392), amigo de San Agustín y hábil
colector del saber griego, desde Hipócrates y Diógenes de Apolonia hasta Asclepíades de Bitinia. Discípulo distinguido de Vindiciano fue
Teodoro Prisciano, que en torno al año 400 compuso un tratado de terapéutica de cierto renombre. Coetáneo de Celio Aureliano e influido
por él, Casio Félix, cristiano y arquiatra en Cartago, fue autor de una obrita significativamente titulada De medicina ex graecis logicae
sectae auctoribus liber translatus. De esa logica secta —la dogmática— habría sido príncipe el mismísimo Hipócrates.

Dentro de esta variopinta etapa final del mundo antiguo —a la vez pagana y cristiana, oriental y griega, romana y afri-
cana, neoplatónica y gnóstica, supersticiosa y racional, erudita y mal informada— fue configurándose la primera relación
del cristianismo con la medicina, y sobre ella como suelo fue tomando cuerpo la medicina bizantina e iniciándose el proceso
histórico que O. Temkin ha llamado «la ascensión del galenismo». [144]

Dr. Oswaldo Salaverry 4


Lecturas de Historia de la Medicina

También podría gustarte