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Ficha CLARA JACKSON DE HEBER

3ºBD. Liceo:_______________________________
Nombre del alumno:__________________________
Fecha de entrega:________________

Filosofía Política

“En filosofía política uno no puede


esconderse. Los que decidan
quedarse al margen se encontrarán
con que otros han tomado las
decisiones por ellos, les agraden o
no. No decir ni hacer nada equivale a
aceptar la situación presente, por
muy repulsiva que ésta sea” (Wolff,
Jonathan. Introducción a la
Filosofía Política)

Hasta ahora hemos discutido acerca de cómo debe actuar el ser humano en un sentido
individual: cómo deben ser las acciones para ser “buenas”, cómo debemos orientar cada uno
de nosotros nuestra conducta. Es decir, nos hemos movido en el plano de la Ética.
Ahora bien, somos seres sociales, vivimos en una comunidad. Nuestras acciones nunca están
aisladas, y tan importante como saber cuándo una acción es justa es determinar cuándo una
organización social lo es. Nos moveremos entonces al plano de la valoración de las
organizaciones sociales: entraremos a la Filosofía Política.

Bibliografía de consulta sugerida:


Arendt, H (1997) ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós
Bobbio, N. (1998) “Política”. En: BOBBIO, Norberto; MATEUCCI, Nicola y PASQUINO, Gianfranco (Dir.).
Diccionario de política. 11a ed. Madrid: Siglo Veintiuno.
Wolff, J. (2001). Filosofía política: una introducción. Grupo Planeta.

¿De qué se ocupa la Filosofía Política?1


1 Botero, Juan José: Una Introducción a la Filosofía Política; página 15
Permítanme empezar deslindando el verdadero ámbito de la filosofía política de otros campos con
los que no debe confundirse. En primer lugar, ha de desligarse de las discusiones políticas
ordinarias: éstas se reducen por lo común, y es fácil constatarlo, a confrontaciones entre eslóganes o
consignas, condimentadas a veces con una retórica no siempre muy afortunada, aunque a veces
ingeniosa. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con la filosofía. En segundo lugar, también
debemos distinguir entre las discusiones en filosofía política y otras discusiones, más serias que las
ya mencionadas, las cuales versan sobre asuntos pragmáticos o estratégicos del momento: estos
debates son claramente coyunturales, no filosóficos. Pero además, y en tercer lugar, hay que superar
la muy común creencia según la cual las discusiones políticas serias son los debates ideológicos . No
me cabe la menor duda de que este tipo de debates, que se dan regularmente sobre diversos temas
entre formaciones políticas establecidas o partidos más o menos estables (por ejemplo entre
concepciones socialdemócratas, neoliberales, feministas, ecologistas, conservadoras, etc.), son
mucho más serios que las discusiones políticas ordinarias a las que me refería antes; pero es un error
suponer que la filosofía política no hace cosa distinta a reflejar la superficie de estos debates,
recogiendo lo que en ellos se expone. Si uno se fija con cuidado en esas discusiones, reconoce la
continua aparición de posiciones conceptualmente muy confusas; de problemas conceptuales, de
argumentos en cuyas premisas se mezclan fuentes teóricas muy diversas y no siempre compatibles
entre sí, e incluso de propuestas de acción que son francamente contrarias a los fundamentos
doctrinales mismos en los que se supone que se apoya la concepción política en juego. No hay que
buscar muy lejos los ejemplos. El campo de la filosofía política, así lo creo yo, debe penetrar las
apariencias que envuelven esos debates ideológicos, de tal modo que saque a la luz la coherencia
interna -y también, por supuesto, las posibles incoherencias- de las teorías subyacentes a las
posiciones debatidas; eso es lo que diferencia a la filosofía política de lo que serían concepciones
políticas particulares sobre algún tema o problema específico. Lo que estoy intentando señalar es
muy importante: cuando se discute de filosofía política, realmente no se está discutiendo de
política, se está discutiendo acerca de las concepciones más profundas que subyacen a las teorías
políticas en debate. Esto debe quedar bien claro desde el comienzo: cuando se debaten teorías de
filosofía política no se está discutiendo de política, sino de filosofía.

La Filosofía Política como disciplina normativa

La filosofía política es una disciplina normativa, es decir, pretende establecer normas (reglas o
criterios ideales). Lo normativo se puede oponer a lo descriptivo. Los estudiosos descriptivos se
proponen averiguar cómo son las cosas. Los estudiosos normativos, en cambio, pretenden descubrir
cómo debería ser: qué es lo justo, qué es lo moralmente correcto. La política puede ser tratada
desde una perspectiva descriptiva y desde una perspectiva normativa. Usualmente, los responsables
de llevar a cabo estudios descriptivos sobre la política son el científico político, el sociólogo o el
historiador. Así, por ejemplo, algunos científicos políticos se plantean la cuestión acerca de la
distribución real de bienes en una sociedad dada. ¿Quién es rico en Estados Unidos? ¿Quién tiene el
poder en Alemania? El filósofo político, como cualquiera de nosotros, tiene buenas razones para
estar interesado en la respuesta a tales cuestiones, pero su interés principal está en otro lado: ¿qué
regla o principio debería gobernar la distribución de bienes? («Bienes» aquí hace referencia no sólo a
propiedades sino también a poder, derechos, libertades.) El filósofo político no pregunta « ¿cómo
está distribuida la propiedad?», sino « ¿qué distribución de la propiedad seria justa o equitativa?».
No pregunta « ¿cuáles son los derechos y las libertades de la gente?», sino «¿qué derechos y
libertades debería tener?».
¿Según qué criterios ideales, o normas, debería regirse la distribución de bienes en una sociedad?

1) A partir de los textos anteriores, sintetiza en menos de cinco enunciados: ¿Qué es la Filosofía
Política, y de qué otras disciplinas se distingue?

2) Indica cuáles de las siguientes preguntas corresponden a la Filosofía Política y cuáles no:

a. ¿Qué criterios deberíamos establecer para distribuir la riqueza?


b. ¿Qué partido político debe ganar las próximas elecciones en Uruguay?
c. ¿Cómo está distribuida la riqueza en Estados Unidos?
d. ¿Qué ha llevado a que exista un 10 % de pobreza extrema en el mundo?
e. ¿Cuál fue el mejor presidente de la historia uruguaya?
f. ¿Cuál sería la mejor forma de gobierno?
¿Qué se entiende por “política”?

Definición de “política”

“Derivado del adjetivo de polis (politikós) que significa todo lo que se refiere a la ciudad, y en consecuencia
ciudadano, civil, público, y también sociable y social, el término política ha sido transmitido por influjo de la
gran obra de
Aristóteles titulada “Política”, que debe ser considerada como el primer tratado sobre la naturaleza, las
funciones y las divisiones del estado y sobre las varias formas de gobierno, predominantemente en el
significado de arte o ciencia del gobierno, es decir de reflexión... sobre las cosas de la ciudad. (…) En la edad
moderna el término perdió su significado original, poco a poco sustituido por otras expresiones como ‘ciencia
del estado’, ‘doctrina del estado’, ‘ciencia política’, ‘filosofía política’, etc., y se emplea comúnmente para
indicar la actividad o el conjunto de actividades que de alguna manera tienen como término de referencia la
polis, es decir el estado.”

BOBBIO, Norberto. “Política”. En: BOBBIO, Norberto; MATEUCCI, Nicola y PASQUINO, Gianfranco
(Dir.).
Diccionario de política. 11a ed. Madrid: Siglo Veintiuno, 1998. p. 1215

La política, los políticos y nuestros prejuicios:


Reflexión de Hannah Arendt (“Introducción a la Política”)

I. Capítulo: Los prejuicios

a) El prejuicio contra la política y lo que la política es hoy de hecho

En nuestro tiempo, si se quiere hablar sobre política, debe empezarse por los prejuicios que todos
nosotros, si no somos políticos de profesión, albergamos contra ella. Estos prejuicios, que nos son
comunes a todos, representan por sí mismos algo político en el sentido más amplio de la palabra: no
tienen su origen en la arrogancia de los intelectuales ni son debidos al cinismo de aquellos que han
vivido demasiado y han comprendido demasiado poco. No podemos ignorarlos porque forman parte
de nosotros mismos y no podemos acallarlos porque apelan a realidades innegables y reflejan
fielmente la situación efectiva en la actualidad y sus aspectos políticos.
Pero estos prejuicios no son juicios. Muestran que hemos ido a parar a una situación en que
políticamente no sabemos —o todavía no sabemos— cómo movernos. El peligro es que lo político
desaparezca absolutamente.
Pero los prejuicios se anticipan, van demasiado lejos, confunden con política aquello que acabaría
con la política y presentan lo que sería una catástrofe como si perteneciera a la naturaleza del
asunto y fuera, por lo tanto, inevitable.
«Tras los prejuicios contra la política se encuentran hoy día, es decir, desde la invención de la bomba
atómica, el temor de que la humanidad provoque su desaparición a causa de la política y de los
medios de violencia puestos a su disposición, y —unida estrechamente a dicho temor— la esperanza
de que la humanidad será razonable y se deshará de la política antes que de sí misma (mediante un
gobierno mundial que disuelva el estado en una maquinaria administrativa, que resuelva los
conflictos políticos burocráticamente y que sustituya los ejércitos por cuerpos policiales).
Ahora bien, esta esperanza es de todo punto utópica si por política se entiende —cosa que
generalmente ocurre— una relación entre dominadores y dominados. Bajo este punto de vista, en
lugar de una abolición de lo político obtendríamos una forma despótica de dominación ampliada
hasta lo monstruoso, en la cual el abismo entre dominadores y dominados tomaría unas
proporciones tan gigantescas que ni siquiera serían posibles las rebeliones, ni mucho menos que los
dominados controlasen de alguna manera a los dominadores. Tal carácter despótico no se altera por
el hecho de que en este régimen mundial no pueda señalarse a ninguna persona, a ningún déspota,
ya que la dominación burocrática, la dominación a través del anonimato de las oficinas, no es menos
despótica porque «nadie» la ejerza. Al contrario, es todavía más temible, pues no hay nadie que
pueda hablar con este Nadie ni protestar ante él.

Pero si entendemos por político un ámbito del mundo en que los hombres son primariamente
activos y dan a los asuntos humanos una durabilidad que de otro modo no tendrían, entonces la
esperanza no es en absoluto utópica. Eliminar a los hombres en tanto que activos es algo que ha
ocurrido con frecuencia en la historia, sólo que no a escala mundial —bien sea en la forma (para
nosotros extraña y pasada de moda) de la tiranía, en la que la voluntad de un solo hombre exigía vía
libre, bien sea en la forma del totalitarismo moderno, en el que se pretende liberar «fuerzas
históricas» y procesos impersonales y presuntamente superiores con el fin de esclavizar a los
hombres. Lo propiamente apolítico [unpolitisch.] —en sentido fuerte— de esta forma de dominación
es la dinámica que ha desencadenado y que le es peculiar: todo y todos los que hasta ayer pasaban
por «grandes» hoy pueden —e incluso deben— ser abandonados al olvido si el movimiento quiere
conservar su ímpetu. En este sentido, no contribuye precisamente a tranquilizarnos constatar que
en las democracias de masas tanto la impotencia de la gente como el proceso del consumo y el
olvido se han impuesto subrepticiamente, sin terror e incluso espontáneamente —si bien dichos
fenómenos se limitan en el mundo libre, donde no impera el terror, estrictamente a lo político y [lo]
económico. Sin embargo, los prejuicios contra la política, la idea de que la política interior es una
sarta fraudulenta y engañosa de intereses e ideologías mezquinos, mientras que la exterior fluctúa
entre la propaganda vacía y la cruda violencia son considerablemente más antiguos que la invención
de instrumentos con los que poder destruir toda vida orgánica sobre la Tierra. Por lo que concierne a
la política interior, estos prejuicios son al menos tan antiguos —algo más de un centenar de años—
como la democracia parlamentaria, la cual pretendía representar, por primera vez en la historia
moderna, al pueblo (aunque éste nunca se lo haya creído). En cuanto a la política exterior, su
nacimiento se dio en las primeras décadas de la expansión imperialista a fines del siglo pasado,
cuando los estados nacionales, no en nombre de la nación sino a causa de sus intereses económicos
nacionales, empezaron a extender la dominación europea por toda la tierra. Pero lo que hoy da su
tono peculiar al prejuicio contra la política es: la huida hacia la impotencia, el deseo desesperado
de no tener que actuar eran entonces todavía prejuicio y prerrogativa de una clase social
restringida que opinaba como Lord Acton que el poder corrompe y la posesión del poder absoluto
corrompe absolutamente. Que esta condena del poder se correspondía completamente con los
deseos todavía inarticulados de las masas no lo vio nadie tan claramente como Nietzsche en su
intento de rehabilitarlo —aunque él, de acuerdo con el sentir de la época, también confundió, o
identificó, el poder [Macht.], que un único individuo nunca puede detentar porque surge de la
actuación conjunta de muchos, con la violencia [Gewalt.], de la que sí puede apoderarse uno solo.

A partir de la lectura del texto de Hannah Arendt y comentarios realizados en clase, piensa y responde:
1. ¿Cuáles son los prejuicios sobre la política que todos tenemos?
2. Explica la siguiente afirmación de la autora: “El peligro es que lo político desaparezca
absolutamente”
3. ¿En qué sentido debe entenderse el término “política” según la autora?

RECAPITULANDO…

¿Qué es la filosofía política?

“Es la rama de la filosofía que sopesa los méritos y


defectos de los distintos órdenes políticos, tales como
el liberal, el democrático, el socialdemocrático y el
fascista. El filósofo político nos dice qué regímenes
favorecen los intereses de las mayorías y cuáles los de
las minorías; qué gobiernos protegen los derechos y
cuáles los restringen; qué Estados promueven el
progreso y cuáles lo obstaculizan. (…) el filósofo
político procura dar argumentos a favor o en contra de
los distintos órdenes sociales (…).”

“La filosofía política estudia las ideologías sociales pero no se limita a ellas. También estudia el sistema político
como componente de la sociedad; en particular, estudia los intereses privados y los sentimientos morales que
mantienen o alteran un orden político dado, así como los derechos y deberes del ciudadano en los distintos
sistemas políticos. Pone particular interés en la justicia como equilibrio entre derechos y cargas sociales; e
investiga la cuestión de si la justicia social es una meta alcanzable o un espejismo.

Una filosofía política amplia reconocerá que la política no se limita a la lucha por el poder, sino que incluye la
gobernanza y los problemas técnicos y políticos que ésta plantea. (…)”

(Bunge, M. “Filosofía política”)

“La Filosofía política se ocupa principalmente de cómo las cosas deberían ser en contraposición a cómo las
cosas realmente son, no se ocupa de la descripción o explicación de lo que sucedió o sucede- aunque tome en
cuenta el análisis de quienes somos y cómo vivimos actualmente-. El análisis filosófico sobre la política,
consiste, en primer lugar, en darle precisión a conceptos como justicia, libertad, igualdad o democracia,
conceptos que no dejan de ser controversiales y delinean los argumentos en la materia. (Cfr. Farrelly)”

(Pallas, C. “Introducción a la Filosofía Política)

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