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CURSO VIRTUAL

ABORDAJE EN SITUACIONES DE DESASTRES,


CATÁSTROFES E
INCIDENTES CRÍTICOS
Primeros auxilios en las intervenciones de emergencia y dispositivos de contencion
emocional de las personas con mayor vulnerabilidad psicosocial

2020

Unidad 2
Intervenciones para el fortalecimiento de la comunidad

Di Nella (2012)
Cap. 1: Modelos de Estado y políticas de Salud (Mental):
Historización
(págs. 40 a 60)
SERIE PSICOSOCIAL

INCLUSIÓN MENTAL
Políticas públicas con enfoque de derechos
(Por la superación del dogma manicomial)

Autor:
YAGO DI NELLA

Presentan:
Dr. Juan Sylvestre Begnis - Lic. Mercedes Rattagan

Participan:
Lidia Calvillo - Martín de Lellis - Lorena Negro -
Andrea Paz – Lucía Pomares - Miriam Sola - Sofía
Venesio - Romina Urios - Martín Yacachury

www.koyatuneditorial.com.ar -1-
Yago Di Nella
Inclusión mental : políticas públicas con enfoque de derechos. -
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Koyatún Editorial, 2012.
216 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-987-1939-00-8

1. Políticas Públicas. I. Título.


CDD 320.6

(Cooperativa de trabajo y servicios)

Maquetación: Fernanda Presa


www.fernandapresa.com
Ilustracion Danilo Vasiloff

Buenos Aires, Diciembre 2012. Impreso en Argentina


1ra Edición. Cantidad de ejemplares 1000. ­­­­

La reproducción total o parcial de esta obra está rigurosamente prohibida.


Su tratamiento o transmisión por cualquier medio o procedimiento, sin
autorización escrita de los titulares del copyright, implica una violación
directa a las leyes vigentes.

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CAPÍTULO 1

MODELOS DE ESTADO Y POLÍTICAS


DE SALUD (MENTAL): HISTORIZACIÓN4
Yago Di Nella
Romina Urios

“Para pensar es necesario ser varios”

Graffiti callejero anónimo, Ciudad de La Plata

4 Presentado en el I Congreso de Psicología del Tucumán: “La psicología en la Sociedad Contemporánea:


Actualizaciones, problemáticas, Desafíos”. Organizado por Universidad Nacional de Tucumán, Facultad de
Psicología. 17, 18 y 19 de septiembre de 2009. Tucumán, Argentina. Contó con la colaboración técnica y
coautoría de la Lic. Romina Urios, integrante de la Cátedra Marie Langer de Salud Mental y Derechos Hu-
manos, UNLP.

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Presentación

El presente trabajo surge a partir de una investigación llevada a


cabo por la Cátedra Libre Marie Langer de Salud Mental y Derechos Huma-
nos, a raíz de ser un tema que se presenta como contenido de aprendizaje
y reflexión en los seminarios que la Cátedra dicta durante el año en la
Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata (Psicología
Política durante el primer cuatrimestre y Psicología Comunitaria en el se-
gundo, ambos entre 2006 y 2009).
Esta investigación pretende establecer una relación histórica en pro-
gresión teniendo en cuenta los diferentes modelos de Estado que se han
sucedido en el tiempo, y cómo las nociones de Salud y, específicamente,
de Salud Mental, se ven modificadas en ellos. Para esto, tomaremos los
cuatro modelos de Estado que se han sucedido hasta el momento: el
Estado Conservador (donde tendremos en cuenta dos modelos: el sar-
mientino y el de Ramos Mejía), el Estado Benefactor o de Bienestar (cuya
máxima expresión se da en nuestro país con la presidencia de Perón), el
Estado Neoliberal (cuyo desarrollo más importante se dio en la década del
noventa) y el Estado Jus-Humanista (teniendo en cuenta a los Derechos
Humanos como marco ideológico y como principio fundante de legalidad
en nuestro país).
La noción de Salud Mental se ve atravesada por lo que cada Es-
tado delimita para los conceptos de población, la concepción de salud y
enfermedad, institución, enfoque y modelos de abordaje, diagnóstico y
prestación, y el sujeto de intervención, además de combinarse en aquella
concepción, lo que el Estado se plantea como su deber y su objetivo (uto-
pía). Estas son las variables que se tendrán en cuenta en cada modelo de
Estado para poder analizar las nociones antes especificadas.

Sobre la necesidad de historización

Emprender el recorrido por la Historia de la Salud Mental en la Ar-


gentina, a partir de la forma en que nuestros pensadores construyeron la
Salud Mental y –sobre todo– la enfermedad mental, revelará las particu-
laridades de dicha noción en nuestro país. Generalmente la bibliografía
existente sobre esta temática refiere a la historia de la Salud Mental en
Europa. Desde luego que ciertos hitos históricos europeos produjeron un
impacto en la Argentina (y América), pero no todos ellos. Queremos decir
que se puede observar una suerte de “eurocentrismo” en el modo en que
se ha historizado la cuestión en estos pagos, con algunas excepciones,
entre las que es preciso destacar la obra de Gregorio Bermann (1965).
Consideramos necesario focalizar las vicisitudes de dichas nociones
en nuestra realidad local, si queremos hacer algo más que desarrollos
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históricos meramente descriptivos. Procuraremos aquí, en cambio, explicar
el presente y modificar el futuro. Desarrollos argentinos sobre este tema
exhaustivo son La locura en Argentina, de H. Vezzetti; y La Salud Mental y
asistencia psiquiátrica en Argentina, de G. Bermann, entre otros. En ellos
se vincula la Salud Mental al modelo de Estado en el cual se inserta. A
partir de esos trazos iniciales, hemos construido cuatro modelos de com-
prensión y operatoria en torno a las políticas de salud/enfermedad mental.
Este capítulo consiste entonces en el desarrollo de esos cuatro tipos de
conceptualización y abordaje del problema de la locura, pues lamentable-
mente a eso se ha reducido la “cuestión mental” de la salud en la Argenti-
na, al menos hasta estos tiempos actuales, como veremos a continuación.
Los cuatro modelos de Estado mencionados de nuestro esquemá-
tico ordenamiento de historización, no fueron etapas sucesivas, sino más
bien capas de una compleja trama de múltiples enlaces y superposiciones.
Así, vemos hoy aún enclavados en la realidad operante rasgos propios de
cada modelo en el modo que se trata el tema de la llamada “locura”, y es
a veces difícil diferenciar si un rasgo del modelo conservador se mantiene
por desidia o por continuidad burocrática del modo de intervención.
Claro que de inmediato se recurre al conocimiento de dicha historia,
se vuelve más permeable la visión del campo, y nos es posible entonces
discriminar lo que proviene de uno o de otro modelo. En una palabra, el
antídoto a la confusión desagregada y espasmódica de políticas super-
puestas en torno a los temas sanitarios es y será su historización, y es en
este punto que encontramos sentido a los párrafos que siguen.
Quien desconoce la historia de cualquier campo, ¿cómo puede com-
prenderlo? Y cómo puede ser activo en su devenir, sin caer en problemas…
Escapa a este estudio el abordaje de dicho asunto, pero esperamos sea mí-
nimamente respondido en el ejemplo aquí abordado. Sólo agregaremos que
la más magnífica arma de control social es y ha sido la desmemoria colectiva
sobre los propios sucesos que determinan –y sobredeterminan– cualquier
fenómeno social. Esto bien vale para el campo psi (Di Nella, 2007 y 2010).
La noción de Salud Mental se ve atravesada por lo que cada Estado
delimita para los conceptos de población, salud, enfermedad, institución y
modelos de abordaje y prestación. De acuerdo a cómo se conciban dichos
elementos, será construida la matriz estratégica de intervención estatal.
Además, recíprocamente el modo de intervenir hablará sobre aquella con-
cepción con que el Estado se plantea su función y establecerá su misión,
su deber y su objetivo.

Yuxtaposición de los modelos

Una aclaración necesaria que el lector ya podrá observar: dejamos


constancia de que cada modelo de Estado en su gestión política de la Sa-

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lud es aquí presentado sintéticamente. Aclaramos además una idea bási-
ca: cada modelo se fue implementando de modo simultáneo y no sucesivo
a lo previo establecido. Cada modelo entonces no excluye al anterior, sino
que se le superpone.
Los viejos modelos de Estado dejan sus legados, con sus lógicas
funcionantes. Así, por ejemplo, las personas con padecimientos mentales
sin recursos económicos propios siguen en este período atendiéndose, en
su mayoría, en los asilos monovalentes. El advenimiento del hospital poli-
valente no viene a sustituirlo, sino a ofrecer otra nueva y yuxtapuesta ofer-
ta: la de la atención del sufrimiento agudo mediante servicios de consul-
torios externos y la atención psicológica en los servicios más propiamente
médicos, como los de obstetricia, de cirugía, etc. El sistema privado se
monta sobre las fallas de los anteriores, prestando servicios diferenciales
a los sectores pudientes de la sociedad. Por lo tanto, hoy en día es usual
ver todos los modelos de concebir el Estado en relación a la Salud Mental
(motivo del presente trabajo) en complejas tramas de mestizaje y superpo-
sición funcional, en cualquier distrito del país, salvo algunas excepcionales
provincias con procesos de Reforma Integral de sus Sistemas.

I- El Estado Conservador

Bermann plantea que “a diferencia de otras partes de Hispanoamé-


rica, la Argentina no fue conquistada sino colonizada”, Motivo por el cual
la población autóctona no fue exterminada, sino incorporada a una cultura
dominante, colona. Dicha incorporación se llevaría a cabo por dos vías: el
proyecto educativo de Sarmiento y la introducción de población extranjera,
la gran inmigración europea. (Domínguez Lostaló, 1999a)
Estas vías son los medios por los cuales el Estado Argentino Con-
servador introdujo un modelo de cultura, el occidental europeo. En todo
el siglo XIX, salvo pequeños lapsos, la Argentina tomó como modelo eco-
nómico a Inglaterra y como modelo cultural a Francia. Luego del Golpe de
Estado de 1930 impulsado por la Standford Oil Norteamericana, Estados
Unidos pasó a ser el modelo económico, y Francia siguió siendo el ideal
en lo cultural. Pero si de algo podemos estar seguros, es que el modo de
pensar del Estado Conservador veía en el afuera europeo todo lo bueno y
civilizado; y en el interior todo lo malo, salvaje y eliminable.
Vezzetti (1985) plantea claramente que la población en el Estado
Conservador es pensada según dos modelos alternativos, en apariencia
opuestos, pero concordantes en lo esencial.
Uno de ellos es el modelo sarmientino, según el cual la población
bárbara, autóctona y mestiza se puede incorporar a un orden social civili-
zado a través de la educación. De esta manera, no predomina en la ideas
sarmientinas una expulsión o exterminio poblacional, sino una incorpo-

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ración a una cultura que intenta legitimarse como dominante. La pobla-
ción autóctona es inferior debido a su barbarismo y su grado de atraso
evolutivo, respecto a lo que se considera civilización. De este modo no
cabe atribuirle a Sarmiento un pensamiento racista colonialista en térmi-
nos naturalistas, dado que no plantea a la población originaria como una
subespecie vinculada a su biología, sino vinculada a su barbarismo, antes
que nada de índole cultural.
Este momento histórico se corresponde con el intento de construir
una nación que debía poblarse de seres civilizados, de acuerdo al pensa-
miento evolucionista en el que cabía imaginar a las sociedades. La pobla-
ción civilizada, y como tal superadora del atraso evolutivo o primitivismo
en el que se encontraba la población bárbara, se caracterizaba por poseer
trabajo, dueño, patrón, residencia y alfabetización.
La Salud Mental estaba dada por el mismo grado de civilización. Ser
saludable era ser civilizado. El ser racional, civilizado y sano controla sus
pasiones, y dado que la pasión es un desborde respecto del ideal moral
racional, al bárbaro se le atribuye el carácter pasional, desordenado, irra-
cional; a la espera de que el orden y la ley civilizadora vengan a ordenar.
El otro modelo es el de Ramos Mejía: para él, la enfermedad se
vincula a lo racial, las leyes naturales de la evolución encuentran aquí su
aplicación. El enfermo es aquel ser (o sociedad) biológicamente inferior.
La naturaleza pasional, la sobreexcitación de las pasiones no controladas
volitivamente son retraducidas en términos raciales y conducen al extravío
mental, a la enfermedad. De esta manera, hay una raza biológicamente
inferior, irracional, enferma.
A la oposición salvaje-ciudadano de Sarmiento, Ramos Mejía le su-
perpone la oposición aborigen-europeo. Aquellos que poseían característi-
cas ágrafas, de vida en el medio rural, mestizados y con precario control de
las pasiones, conforman un salvaje o aborigen ser inferior, y es el Estado
el que debe establecer su destino, su control. A su vez, tales características
constituyen lo que se entendía por enfermedad. Ciudadanos sanos eran
aquellos cultos, urbanos, racionales (como contraparte de las pasiones).
Esta dicotomía llegaría a formulaciones horrorosas que son más
bien negadas y olvidadas por sus defensores. Dirá por ejemplo Sarmien-
to: “Se nos habla de gauchos... La lucha ha dado cuenta de ellos, de toda
esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este
es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma
criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”5.
Estos atributos dan lugar a la producción de una figura tipo, el
“gaucho malo” quien encarna la locura rural. Esta es identificada por Vez-
zetti, parafraseando a Sarmiento, en los siguientes términos: “[…] el gau-
cho malo es una criatura del desierto, pura naturaleza, los vicios lo ligan a
5 Carta de Sarmiento a Mitre del 20 de septiembre de 1861 y publicada en El Nacional el 3 de febrero de 1857.

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la sociedad humana, es cuasi animal, instinto, ciego, tigre”.
El gaucho malo incluye al nómade sujeto de tierras adentro que,
entre otros supuestos vicios, no respondía a los valores que poseía el
ciudadano, como tener patrón, compartir costumbres urbanas, tener como
valor al par propiedad-trabajo, ser monogámico. El gaucho tenía un modelo
de vida totalmente diverso al esperado por Occidente. Trabajaba cuando lo
creía necesario, solamente bajo necesidad, no entregaba su libertad en que-
hacer alguno (los modos de empleo distaban de ser mínimanente liberales
en esos momentos), no se hacía cargo de sus hijos, era polígamo y no tenía
interés en la propiedad de la tierra ni aceptaba patrón a sus intereses.
De lo anterior se desprende, sin demasiada sutileza intelectual, que
el concepto de enfermedad mental fue utilizado, por parte del Estado Con-
servador como una estrategia de control de aquello que aparecía como
desajustado frente a un ordenamiento dominante. Era imprescindible es-
tablecer lo sano y lo no sano, lo correcto de lo inmoral. Tanto la noción
de bárbaro de Domingo Faustino Sarmiento como la noción naturalista de
raza de Ramos Mejía constituyen formas de construcción discursiva que
sirvieron al Estado Conservador en su necesidad de ejercer tal control,
dado que la delimitación e identificación de estos grupos como subcultu-
ras es la base sobre la cual la enfermedad va a apoyarse.
Estos grupos además eran ajenos a las dos grandes razones de
organización del Estado en aquel momento, la propiedad de las tierras y
la organización de la familia nuclear; es así como, mediante control social
formal, se les asignaría la categoría de enfermos mentales. Se asiste aquí
al nacimiento de la enfermedad mental en nuestro país, pero como cate-
goría necesaria y estratégica al control social de la población refractaria a
la implantación del Modelo de Estado Conservador.
La población autóctona, entonces, constituía algo peligroso; debía
ser controlada con determinadas pautas culturales de orden. En palabras
de Sarmiento:

Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, ac-


tivos, inteligentes: clase gobernante. Somos gentes decentes.
Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de
verse en nuestra Cámara [Diputados y Senadores] ni gauchos
ni negros ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patrio-
ta” [Discurso de 1866].
Esta transformación que dará origen a un nuevo modelo
de relación entre médico y paciente es hecha posible por una
reforma de gobierno y administración de los asilos, cuyo obje-
tivo es poner orden [...] Ante todo, orden en la separación y ais-
lamiento de los distintos cuadros que hasta entonces se mez-
claban y confundían sus caracteres; separar, por ejemplo, los

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agitados de los tranquilos y prevenir sus contactos. La distribu-
ción metódica de los alienados facilita las medidas de adminis-
tración y disciplina, y se constituye en sí mismo en un régimen
físico y moral. Pero el orden exige no sólo el aislamiento de los
internados según criterios a la vez psiquiátricos [crónicos-agu-
dos; tranquilos-agitados], económicos [pudientes, o sea “pen-
sionistas” y no pudientes] y morales [colaboradores-rebeldes].
También impone el aislamiento respecto del medio exterior,
sobre todo la familia. La secuestración es una condición del tra-
tamiento moral, y el espacio manicomial no sólo reemplaza a su
familia, más que eso se postula como el paradigma de la familia
virtuosa y verdadera” (Vezzetti, 1985: p. 59).

Tal es el deber ser del Estado: preservar el orden social reprimien-


do el desorden y estableciendo pautas de orden cultural. Las personas
internadas en ese momento eran de dos clases: población autóctona e
inmigrantes. La salud se establecía a partir de ciertos dones, como el de
civilidad, para Sarmiento.
Para el modelo sarmientino, la cultura caracterizaba a la salud. Tan-
to es así que el llamado Padre de la Educación llegaba a esto: “La Ingla-
terra se estaciona en las Malvinas. Seamos francos: esta invasión es útil
a la civilización y al progreso” (en El Progreso, 28 de diciembre de 1842).

Sarmiento se lamenta que hayamos vencido a los ingleses en las


invasiones inglesas, llega a proponer que se colabore para propiciar una
colonia yanqui en San Juan y otra en el Chaco hasta convertirse en colo-
nias norteamericanas de habla inglesa (años 1866 y 1868), porque, según
sus propias palabras: “Estados Unidos es el único país culto que existe
sobre la Tierra. España, en cambio, es inculta y bárbara. En trescientos
años no ha habido en ella un hombre que piense... Europa ha concluido
su misión en la historia de la humanidad”.
Para el modelo de Ramos Mejía, por su parte, el don estaba dado
por el acceso a una naturaleza saludable, el don es natural, mientras que
la enfermedad, una alteración fisiológica vinculada a la debilidad de la
raza. A tal punto llega esto que será expresado en términos inequívocos
y dicotómicos:

Hay un perfil nítido de la patología inmigrante que pone


un acento esencial en el papel del dinero: el “culto inmode-
rado del dinero” como condición del extranjero alcanzará di-
fusión y persistencia, desde las ficciones sociológicas de José
M. Ramos Mejía hasta los estereotipos de la novela naturalis-
ta, y de esa psicología elemental se derivará con lugar común

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para retratar la crisis de la sociedad argentina alrededor del
noventa [...] Así surgen algunos clichés perdurables: para la
masa nativa, la mala disposición para el trabajo; para los inmi-
grantes, el excesivo afán de lucro. Finalmente, miseria y locura
se superponen y se explican recíproca y directamente, por el
recurso a una psicología o a una etnología –igualmente “sal-
vajes”– que reducen la fenomenología social conflictiva a los
componentes mentales de las masas” (Vezzetti, 1999: p. 84).

Este discurso biologista y naturalista implica cierto pasaje de una


explicación por lo cultural en Sarmiento a una explicación por lo natural,
lo cual profundiza el mecanismo de control del que habláramos anterior-
mente. Esta fundamentación natural, biológica, de lo bárbaro abre paso a
la explicación médica, a la medicalización (proceso del que primeramente
habla Foucault) y por allí entonces se filtraría por primera vez la psiquiatría
como herramienta del Estado para ejercer tal control.
El Estado, según el modelo sarmientino, se propone llevar a cabo
una acción civilizatoria para la población, por medio de la cual se discipli-
na a las personas mediante la educación, y el que no se civiliza es expul-
sado a la frontera. El modelo es así de simple. La acción que se propone
el Estado para el modelo naturalista es, en cambio, purificar la población
mediante el exterminio del grupo inferior en la evolución.
La llamada Campaña del Desierto logró reemplazar la población au-
tóctona por la europea. Fue así llamada para introducir la idea de que
aquellas tierras eran despobladas e imposibles de albergar vida y, de
esta manera, encubrir el exterminio realizado. Era un desierto porque, en
una palabra, no estaba habitada por personas, sino por salvajes. En esto
había coincidencia plena. Sarmiento alberga esperanzas sobre el gaucho.
Cree posible su educación, pero no así con el llamado indio. La ventaja de
estudiar el pensamiento de Sarmiento es que no se anda con eufemismos.
Veamos:

¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes


de América siento una invencible repugnancia sin poderlo re-
mediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a
quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Cau-
policán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapa-
ces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y
grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pe-
queño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado.6

6 Palabras de Domingo F. Sarmiento publicadas en El Progreso, 27 de septiembre de 1844 y en El Nacio-


nal, 25 de noviembre de 1876.

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Es este el venerado padre de la Educación de la patria, destinatario
de incontables calles, museos, plazas y centros “culturales”. El proyecto
conservador, sea por su vertiente culturalista o por la naturalista, no deja
de ser evolucionista, y discriminadora, etnocentrista-occidentalista y, so-
bre todo, intolerante. Teniendo resuelto el destino de los habitantes ori-
ginarios (su deshumanización y posterior exterminio), aún persiste el pro-
blema de los gauchos y los inmigrantes que no se avenían, por diversas
razones, al modelo occidental de propiedad, trabajo y familia. Entonces
fue necesario otro paso.
El asilo y la cárcel son las instituciones que se inventan (mejor
dicho, se importan del mismo occidente venerado) para sumarse a esta
estrategia de control. A las personas que no se subordinaban al orden
civilizado dominante les eran asignados esos espacios interiores, incluidos
en la red social, pero que aun así implican una exclusión de la persona
mediante el aislamiento que le proporciona.
El modelo de abordaje vigente en el Estado Conservador es la
educación (para Sarmiento) y la reclusión (para el naturalismo de Ramos
Mejía). Este último modelo renuncia a la estrategia educativa porque lo
caracterizado como enfermedad es del orden natural, por lo cual se hacen
diagnósticos que nombran patrones de conducta no esperables en un ser
civilizado. Tales diagnósticos introducen una selectividad que produce un
sujeto de intervención típico, aquel otro cultural ajeno, exterior al modelo
impuesto. Bermann (1965) relata que las personas internadas en esa épo-
ca pertenecen al mismo grupo social: “los pobres, indios, negros, mestizos
y blancos indigentes”. En tanto apartamiento de un patrón cultural, es es-
perable entonces el confinamiento de un estereotipo. Veamos un ejemplo:

Un caso más o menos típico es el de los ebrios y alcohó-


licos. Si el alcohol es presentado como la causa principal en las
estadísticas de los hospicios, sin embargo, se trata de diferen-
ciar ebriedad y locura, que tienden a asimilarse conjuntamente
para una ingenua consideración moralizante que ve la locura en
cualquier clase de desviación de las normas corrientes de con-
ductas [...] Pero el imperativo moral del alienista aparece domi-
nado por la función de distinguir: no basta la segregación, es
necesario crear un espacio de conocimiento y afinar una tecno-
logía de intervención. Ante todo es la noción misma de enfermo
mental la que debe ser construida correlativamente a ese espa-
cio, y la distinción tajante respecto del ebrio sirve para fundarla
en una afirmación de principios que no obsta para que el hospi-
cio se llene de alcohólicos (Vezzetti, 1985: p. 65).

Hasta aquí, atributos como trabajo, patrón, propiedad, razón, pro-

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pios de un ser considerado culto, civilizado, constituían el modelo de lo
sano, pero en los tiempos modernos se alertaba sobre los riesgos de la
civilización, y no tardará en producirse, hacia fines del siglo, el viraje por
el cual la ciudad es el espacio de producción de nuevas formas de locura.
La población europea que se esperaba bajaría industriosa y laborio-
sa de los barcos de ultramar, no fue precisamente la que llegó. Arribaron
a estas costas aquellos grupos de crianza desplazados de Europa. El in-
migrante no es el portador de la civilización, sino un buen bárbaro, según
términos de Vezzetti. Sería, en cambio, el turno de dos tipos de grupos, o
un importador y portador de ideologías contrarias al orden y progreso que
suponía el nuevo poblamiento del interior del país: anarquistas, comunis-
tas, etc., los cuales generarían luego nuevos conflictos no imaginados. O
bien, el inmigrante, dotado de razón, pero con afán desmesurado por la
propiedad y el dinero; con ambiciones sólo materiales. Este último, será
rápidamente descalificado por el pensamiento minoritario, de la élite. De
esta manera, lo civilizado, urbano, deja de ser un modelo de salud para
pasar a ser el germen de la “nueva” locura.
Los inmigrantes que no encontraban localización rural o agrícola
ocupaban la periferia de las ciudades. Vivían en conventillos, hacinados,
espacios convertidos en espacios de enfermedad, según la visión alienis-
ta. La urbanización entonces, según lo observa el modelo conservador,
produce locura, y emerge una nostalgia por la naturaleza y las relaciones
humanas propias de la vida rural.
En este punto del problema, se crean las Colonias Agrícolas para
Alienados bajo el supuesto de que lo civilizado y urbano ya no produce
salud necesariamente, y –en cambio– el contacto con la naturaleza y el
trabajo agrícola la propician. La psiquiatría presta al Estado la arquitectura
técnica y científica para ejercer la persecución y reclusión de estos sectores
o grupos sociales “agitadores” del orden social.
Hacia fines del siglo XIX, hay una significativa atención a estos
espacios de “mala vida” que constituyen la amenaza de la civilización. Es
necesario practicar sobre ellos una reclusión hacia las Colonias Agrícolas
de Alienados, para que allí el orden exterior de la naturaleza se proyecte
en el orden interno moral. Claro que, siendo provenientes de la civilizada
Europa, ya no es practicable aquel destino prefijado para el indio y para el
gaucho. Los tiempos transcurridos han dado otras mejores opciones, más
humanas. El proyecto tomaría el nombre de su mentor: Cabred.
Los grandes hospicios que se desarrollan en esta época albergan
gran número de personas, la Colonia Montes de Oca tenía miles de inter-
nos, y allí se producía la verdura que abastecía tanto a la misma Colonia
como a Luján y zona de influencia. Cabred fue el iniciador del sistema
psiquiátrico de puertas abiertas, el cual se define como un conjunto de
disposiciones de orden material y de régimen interno que tienden, todas,

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a dar al establecimiento el aspecto de un pueblo, a proporcionar a sus
moradores la mayor suma de libertad compatible con su estado de locura
y a hacer del trabajo uno de los elementos más importantes del tratamien-
to moral. Además, Cabred propone al trabajo como eje de la asistencia
dándole mayor amplitud a formas organizadas y sistemáticas, pero al aire
libre, dotando a las colonias de buenas tierras cultivables, aún hoy tan
deseadas por otros organismos del Estado o por privados.
El papel terapéutico del campo y la naturaleza se establecen a partir
de la aparición de los desórdenes de la gran ciudad como generadores
de locura, encarnada en los inmigrantes, los cuales habían enfermado en
Buenos Aires, en la oscuridad de la noche, el vicio, la vagancia, el sexo.
Según Cabred, la luz del día del trabajo rural introducía buenas
costumbres, el hábito al trabajo, la familia. En un discurso inaugural, dice:

La creación de este Asilo abre así una nueva era en el


tratamiento de los anormales, pues entre nosotros, lo mismo
que en los países más adelantados de Europa, han sido los
últimos en alcanzar los beneficios de la caridad y de la ciencia
[...]. Llevados a la práctica estos principios científicos y huma-
nitarios bajo el régimen de internado, que es la mejor forma de
educación para anormales, se obtendrán en la Argentina los
mismos beneficios alcanzados en las instituciones similares
de Europa (De Lellis, 2006: p.136).

Se puede vislumbrar en esas palabras el inicio del pasaje al modelo


siguiente. Cabred es nada menos que la bisagra entre el modelo extermi-
nador de lo diverso propio del Estado conservador y el modelo asisten-
cialista del Estado de Bienestar. Para Cabred, y así para su proyecto, el
llamado anormal es alguien que merece cuidados por parte del Estado, y
será este el principal avance de su obra, el de la humanización del inter-
dicto y el acceso a un primer derecho, a la vida, con asistencia estatal.

II- El Estado de Bienestar

En el Estado de Bienestar, el Estado es garante de la asistencia. Se


supone que su función se centra en atender las necesidades de su pueblo.
El llamado bienestar consiste primariamente en que dichas necesidades se
cubran con su gestión.
Este modelo de Estado define a su población como pasiva, dado
que no espera nada de la gente, sino sólo que sea receptora de sus polí-
ticas públicas de asistencia social. Le asigna un único rol activo: el de ser
un buen elector.
El deber del Estado es antes que nada moral, de asistencia; su

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accionar directo se proyecta en la atención cotidiana de las necesidades
primarias de Salud, en el sentido del caritativismo. Este deber moral opera
según el modelo de familia: el Estado es el padre, el pueblo el hijo, y como
tal el Estado debe garantizar la asistencia a su prole.
Específicamente en el ámbito de la salud, las necesidades se tra-
ducen en determinadas enfermedades, tal es así que el Estado tiene la
obligación de asistir la enfermedad. De este modo se entiende la gestión
política de la Salud. Es decir, que desde este modelo de concebir el Es-
tado, la salud queda reducida a la asistencia de la enfermedad. Dicha
atención se produce, por lo general, en el momento en que esta última
se ha presentado ante el Estado, esto es, en su fase terminal, cuando es
imperiosa la intervención externa.
No hay una preocupación por la salud en su sentido positivo, en
relación a procurar el bienestar físico y psíquico de quienes están sanos.
Desde este modelo no es usual que se generen campañas o programas de
promoción de salud. Lo que se propone el Estado es cubrir la atención de
todas las enfermedades una vez ya instaladas en la población, o en la per-
sona por “asistir” o “rehabilitar”. El efecto buscado sobre el enfermo es la
remisión del daño o enfermedad. En este sentido, es la población con me-
nos recursos, en general, la que termina siendo objeto de asistencia: “El
beneficio secundario de ser pobre es que uno es asistido” (Di Nella, 2010).
El Hospital Polivalente es la institución tipo de este modelo de
gestión política del Estado para con la Salud, reemplazando a las cárce-
les y asilos propios del modelo de Estado conservador. En la institución
polivalente se atienden todas las demandas que en él recaen en materia
de enfermedad. Toma, entonces, al individuo en situación de enfermedad
sobre la base de un marco teórico biológico, biopsicológico o psicológico.
Sea cual fuere, el resultado es el mismo: asistir al enfermo del momento y
esperar a que ingresen al servicio otros nuevos enfermos.
El dispositivo instrumentado para abordar las necesidades de salud
es organizado por el modelo médico hegemónico, en el cual el objeto de
estudio se ve atomizado y, por ende, se corresponde con una especiali-
zación de las prestaciones. La especialización se reduce a una sola varia-
ble (fragmentación de la diagnosis mediante), la pregunta por las causas
de cualquier padecimiento, es decir, produce una lectura unicausalista
y monodisciplinaria de los problemas por abordar. Fragmenta al sujeto
en relación a su sufrimiento, apuntando sólo a aquello que produce el
malestar y desde la subdisciplina por la que interviene el profesional o
técnico actuante. No hay una visión integral y holística de la persona, ni
una historización de su caso. El abordaje es enteramente sintomático y
circunstancial; esto es, apegado a la idea directriz de remitir el cuadro.
Aparece la categoría de individuo enfermo como categoría sobre
quien diagnosticar, la cual viene a prevalecer sobre la idea de raza o grupo

-50- www.koyatuneditorial.com.ar
enfermo del anterior modelo de Estado. Esta noción de individuo es parti-
daria de una concepción ahistórica y asocial del hombre y sus problemáti-
cas. Por ende, no se incluyen en la consideración de la salud-enfermedad
otras categorías de análisis más que las que conciernen sólo al individuo y
su actual patología en cuestión, disgregando, como ya se ha mencionado,
la noción de un sujeto integral histórico-social7. Se aísla la enfermedad
de toda la constelación de factores que pueden influir en su surgimiento,
implantación en el sujeto y posterior desarrollo.
De este modo, por medio de este “aislamiento” de las enfermeda-
des, a las cuales se procuraba abarcar por completo en frondosas taxono-
mías y permanente especialización de subdisciplinas y servicios, se llega
a una idea de cobertura sobre todo el espectro de las enfermedades, lo
cual resulta una visión poco probable y de muy difícil abordaje, dado que,
como es bien sabido, hay tantas o más enfermedades como personas
enfermas. Si bien las enfermedades pueden ser las mismas, estas toman
características diversas en relación con el sujeto que las porta, el contexto
histórico-social en que se desarrolla, ni pensar en los casos en los que una
o más enfermedades se ven combinadas en una misma persona.
Este modelo plantea que cuanto más se divide algo es mejor para
estudiarlo –pleno auge del mecanicismo–: el cuerpo humano es entendido
como una máquina. A partir de este paradigma, comienzan a surgir las
especialidades, se deja de tener en cuenta el sujeto como un Todo. Pos-
tula, asimismo, una hegemonía de la medicina en las ciencias de la salud.
Es lo que se llamó el Modelo Médico Hegemónico (término acuñado por
Eduardo Menéndez). El Estado Benefactor queda, de este modo, definido
como el responsable de asegurar los bienes y servicios fundamentales y la
protección de la salud de los habitantes.

Por esto, “cumplido el ciclo de apogeo y declive del Es-


tado de Bienestar y de las propuestas del Consenso de Wash-
ington, asistimos a un esfuerzo, presente en diversos países
de la región, que apunta hacia una recomposición del rol pro-
motor y activador del Estado en áreas clave de la economía y
como garante en la equiparación progresiva de las oportuni-
dades para todos los miembros de la sociedad [...] Como ha se-
ñalado Bresser (1999), hacia fines de los años noventa comen-
zó a ser evidente que en la reconstrucción del Estado no sólo
era importante asegurar la propiedad privada y los contratos,
sino tener también en cuenta aquellas medidas que aseguran
los derechos sociales y la promoción de la competitividad en
el país. En este contexto se rediscute el rol del Estado y de la

7 Hemos trabajado este tema en su aplicación a lo mental al estudiar su impacto en la formación y ejerci-
cio profesional de la psicología. Para más detalle sobre esta cuestión ver Di Nella, 2010.

www.koyatuneditorial.com.ar -51-
sociedad civil, principalmente la responsabilidad primaria que
atañe a cada una de las partes y los alcances de lo que debe
evaluarse como participación social (De Lellis, 2006: p.136)

Este modelo será luego parcialmente superado por el paradigma


neoliberal, en el que el Estado es visto como “subsidiario o promotor de
los proyectos y capacidades de las organizaciones que representan a la
comunidad” (De Lellis, 2006: p.127). Pero no nos adelantemos.
En conclusión, esta visión atomizante del sujeto, en tanto individuo
enfermo, hace prevalecer el modelo “clínico” a través de una idea de linea-
lidad plasmada en una monodisciplina unicausalista. Es lo que Saforcada
(1999) denomina modelo de abordaje “individual restrictivo”, tributario del
pensamiento biomédico. La biología humana se consolida así como campo
hegemónico y factor determinante de la gestión pública de la Salud, sien-
do lo mental un periférico subproducto del modelo médico hegemónico.

III- El Estado Neoliberal

El Estado Neoliberal surge autoproclamándose como un movimien-


to superador del Estado de Bienestar. No desarma ni destruye lo previo
establecido (salvo lo que es imprescindible para poder instaurarse), sino
que lo transforma parcialmente. Se aboca a la oferta de un servicio para
quienes pueden acceder a él, dejando el sistema público para la atención
de los menos pudientes.
Pero el Neoliberalismo, no es sólo un modelo económico, sino que
posee una visión totalizante que abarca tanto la dimensión política como
la económica y la cultural. Lo que resalta como importante es que queden
garantizadas las reglas del Mercado, buscándose el éxito personal por
medio de la competencia, lo cual genera una gran sobreexigencia. Esto
se refleja a su vez en una sociedad que resulta netamente individualista,
donde lo diferente es percibido como peligroso. Se produce así una frag-
mentación de lo social.
En este sistema de consumo se valora sólo el presente, desdibu-
jándose así la idea de futuro, ya que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Cayendo muchas veces en la desesperanza y en la necesidad de tener que
adquirir cada vez mayor tecnología para poder “avanzar”.
Con la implantación del modelo neoliberal, “la región ha asistido
al desmantelamiento del Estado y el posicionamiento del mercado como
máximo regulador de la vida social. Los servicios sociales se transforma-
ron en mercancías reguladas por la oferta y la demanda. La relación entre
prestador-usuario se impregnó de la lógica empresarial que utiliza como
equivalencia ciudadano -cliente. El sector salud fue gradualmente ganado
por la lógica inversión-rentabilidad. Esto operó a favor de la conservación

-52- www.koyatuneditorial.com.ar
del paradigma individual restrictivo en las concepciones y prácticas de
salud” (De Lellis, 2006: p.18).
El deber del Estado es garantizar el accionar del mercado, sostener
la acción del mercado de la salud por medio del establecimiento del sis-
tema de salud privado (ganancias privadas) y desregulación de las obras
sociales (que compitan siguiendo leyes de mercado).
Desde este modelo de Estado se opera mediante una conceptualiza-
ción de la población, en tanto pasiva (al igual que en el Estado de Bienes-
tar), frente al patrón de intercambios: el mercado. Este último se ocupa de
establecer las reglas, distribuir roles y funciones. Lo que queda por fuera
de las leyes del mercado no es considerado objeto de políticas públicas –a
no ser como modo de control social–, y, de esta manera, todo este sector
de población excluida de sus reglas se ve recluido en los hospicios como
población no integrada.
Como las políticas públicas tienen por objeto sostener al mercado
(de la salud mental, en este caso), lo que no es productivo al Sistema
queda en la posición de “lo salvaje, lo incontrolado, lo bárbaro” (Di Nella,
2007: p.102). Los sujetos que padecen mentalmente en forma crónica –y
carentes de recursos para ingresar al mercado– son, en sí, innecesarios
al modelo y peligrosos. Están de más, sobran. Lo mejor es mantenerlos
alejados de la sociedad que no los necesita.

Si tomamos en cuenta que el Estado Neoliberal, como


tal, ha producido una inmensa proporción de población exclui-
da, “innecesaria” al sistema para su funcionalidad, entonces
queda por pensar nuestro lugar y función para con aquellos
que han sido ubicados imaginariamente –y en la realidad so-
cial– en el lugar de lo sobrante, la basura, el desperdicio. Ha-
bría que considerar que esta misma población que empieza a
quedar fuera queda también por fuera de la capacidad de par-
ticipar en los intercambios de servicios por dinero, porque no
lo tiene, porque no puede intercambiar en esos términos; su
capacidad adquisitiva es tan escasa que, en términos de satis-
facción de la necesidad de atención en salud mental, es nula”
(Di Nella, 2010).

De esta manera, la salud (y lo mental de ella también) es un bien


rentable y rentabilizado, es decir, debe dar ganancias en términos de que
el costo por la prestación sea menor al beneficio económico de este. Esto
ha llevado a un hecho nuevo: que la población pague por un uso potencial
de la atención en salud, incluso que abone sin necesitarla jamás, por la
simple idea del “riesgo de enfermar”. Es así como se crean los seguros
de salud por medio de una cuota prepaga, modelo desde el cual se cubre

www.koyatuneditorial.com.ar -53-
este riesgo de enfermar, sin que medien acciones en torno al cuidado de
la salud. El buen cliente es el que no enferma, que se cuida solo su salud
y no anda ocasionándole gastos a la prepaga.
La salud queda así establecida como un bien que se compra, como
un servicio privado adquirible en el mercado. Esto se lleva a cabo en ins-
tituciones que se conforman como empresas de salud constituidas por los
seguros que crean centros de salud o clínicas y sanatorios asociados a los
seguros. Dentro de ellos, el modelo de prestación preferido es el de con-
sultorio externo (es el más barato y de mayor beneficio económico). En los
centros no privados se ofrece una cobertura mínima frente a una demanda
potencial con posibilidades de elegir pagar por una oferta-cobertura mayor.
De este modo, se produce una privatización de los servicios de
salud, teniendo acceso a los niveles de más alta complejidad tecnológi-
ca quienes tienen posibilidades de pagar el costo que esto representa.
Aunque parezca exagerado, no puede más que concluirse que se trata de
un modelo donde los servicios de salud son un componente más de la
sociedad de consumo, que define a la salud de la población como un bien
de transacción, bajo la idea de costo-beneficio. Su principio fundante es
la rentabilidad.
Ahora bien, quien no puede entrar en el circuito comercial queda
excluido del derecho a la mejor atención posible, generando aún más
exclusión en las clases menos favorecidas de la sociedad. Las prepagas
introducen otro modelo diagnóstico: lo a diagnosticar en este contexto
es el riesgo a enfermar, con lo cual se hace un cálculo del costo de la
atención a una persona y en función de ello se evalúa si la atención por
ofrecer cabe a ese sujeto o no. De lo anterior se desprende que el sujeto
por intervenir debe ser lo más sano posible, un individuo (y no un grupo)
sano con necesidad objetiva o subjetiva de cobertura y con capacidad
adquisitiva suficiente como para asegurar económicamente su salud. Se
pretende cubrir la necesidad de cobertura de salud del individuo sano. A
ello se debe entonces el inconmensurable auge de la atención por medio
de consultorio privado o externo.
Este modelo prestacional necesita para su implementación un perfil
profesional especial, y el mismo Estado tiene la capacidad de producirlo.
“Dicho paradigma, sostenido por los organismos multilaterales de crédito
y de amplia vigencia durante la década pasada, asiste hoy a un relativo
declive, en parte por las consecuencias negativas que se han manifestado
en el plano social: desempleo, inequidad, pobreza, desigualdad entre los
grupos sociales y entre las naciones” (De Lellis, 2006: p.136)
Llegamos, de este modo, a otro momento “bisagra”, entre este mo-
delo y el siguiente, el cual todavía se encuentra en etapa de preparación
e implantación, donde lo que aún falta es ponerlo en práctica en forma
equitativa e igualitaria.

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IV- El Estado Jus-Humanista

El Estado Jus-Humanista supone un lugar diverso y superador para


con el rol de la población, a diferencia de todos y cada uno de los modelos
anteriormente descriptos. Esta debe tomar la iniciativa en la delimitación
de sus problemas de salud y debe establecer conjuntamente los temas
prevalentes de su interés, como parte del esquema central de la política
pública. Se relaciona entonces con una noción de población activa, puesto
que es de fundamental importancia en el proceso de salud, ya que es un
agente dinámico y de cogestión de los servicios públicos sanitarios. Es la
misma población quien debiera participar en la gestión de las instituciones
de salud, lo que suele llamarse participación comunitaria. Las Naciones
Unidas y los centros académicos de todo el mundo vienen destacando
este tipo de organización planificada participativamente como requisito
nodal para cumplir con el objetivo central del modelo: Salud para todos.
Es justamente en esto que se trasciende al modelo anterior. Debe
contemplarse por igual al individuo enfermo y al sujeto saludable como
beneficiarios de los servicios, para empezar a pensar en sujetos con un rol
activo en las circunstancias y situaciones que tienen que ver con su propia
salud. Es más, se los presenta como sujetos dinámicos de cogestión en la
toma de decisiones y en la construcción de políticas públicas de salud. Se
parte de la noción de que las acciones sanitarias no deben ser algo que
proviene del exterior de una comunidad, sino que deben ser producto del
esfuerzo de esta ante los problemas que perciben en su entorno. Esto no
equivale a destruir el mercado de la salud, sino a la necesaria articula-
ción por parte del Estado en el control del sistema privado, a la vez que
operando en el fortalecimiento del sistema público, en el sentido de la
atención cercana y directa de los problemas de la comunidad.
Como esta iniciativa comunitaria es necesaria pero no suficiente
para lograr mejores condiciones de salud en la población, el DEBER del
Estado es garantizar el derecho a la salud (en nuestro país, un derecho
constitucional), ya sea por medio de las tecnologías necesarias o con
apoyo financiero institucional; y garantizar, también, el deber legal de que
cada persona tenga posibilidades de atenderse para mantener o mejorar
su salud. Basándose en una ética de derechos humanos, se asigna la tarea
de promoverlos y, entre ellos, el derecho a la salud es uno de los más re-
levantes. Así, desde el modelo Jus-Humanista, la Salud es un derecho de la
población. La Declaración de los Derechos Humanos, en su Artículo 3 dice:

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a


la seguridad de su persona”. Es una definición general sin con-
diciones ni excepciones. Nos incluye, e incluye a las personas
que tratamos, sus familias, la comunidad a la que se destina
www.koyatuneditorial.com.ar -55-
nuestro trabajo profesional. Resultado claro que de aquí emer-
gen ya no sólo derechos, sino también obligaciones referidas
a reconocer en los demás este derecho que nos pertenece a
“todos los individuos” [...] Lo mismo podemos afirmar respec-
to del Artículo 5: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Nuestra posición
social como médicos psiquiatras nos enviste de un poder que
suele crear condiciones violatorias de esta definición. La mis-
ma existencia de las que Goffman llama “instituciones totales”
es contradictoria con la disposición taxativa de este artículo”
(Pellegrini, 2005: p.112).

El Estado Jus-Humanista se propone así proveer un desarrollo in-


tegral del ser humano, desde una acción continua, sostenida y activa,
cotidiana. Ya no se puede atender la enfermedad advenida, como en el
modelo del Estado de Bienestar. Ya no se trata de elegir a los más sanos
y venderles prepagas, como procuran los seguros de salud. Esto supone,
desde el inicio, un tema no contenido en el Estado Neoliberal: la Atención
Primaria de la Salud. Esta se define como un conjunto sistematizado de
actividades multisectoriales aplicadas al sujeto y al medio ambiente, des-
tinadas a alcanzar un nivel cada vez mayor de salud para la comunidad y
a satisfacer las necesidades de salud de los individuos que la componen.
Las instituciones principales de este modelo estatal son, entonces, las
unidades barriales sanitarias.
Un documento que ha sido de los más importantes en el tema
es la Carta de Ottawa, allí se plantean algunos objetivos significativos:
a) elaboración de políticas públicas sanitarias; b) creación de ambientes
saludables, generadores de salud; c) refuerzo de la acción comunitaria; d)
desarrollo de aptitudes individuales que promuevan la salud, que apunten
a estilos de vida favorables y saludables; e) reorientación de los servicios
de salud; f) educación para la salud: factores protectores y factores de
riesgo. La definición de Atención Primaria de la Salud (APS) que se diera
en Alma Ata resulta particularmente clara:

[…] la asistencia esencial, basada en métodos y tecnolo-


gías prácticos, científicamente fundados y socialmente acep-
tables, puesta al alcance de todos los individuos y familias de
la comunidad, mediante su plena participación, y a un coste
que la comunidad y el país puedan soportar, en todas y cada
una de las etapas de su desarrollo, con un espíritu de auto-
rresponsabilidad y autodeterminación. La Atención Primaria
es parte integrante tanto del sistema nacional de salud, del
que constituye la función central y el núcleo principal, como

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del desarrollo social y el económico global de la comunidad.
Representa el primer contacto de los individuos, la familia y
la comunidad con el sistema nacional de salud; lleva lo más
cerca posible la atención de salud al lugar donde residen y
trabajan los individuos y constituye el primer elemento de un
proceso permanente de asistencia sanitaria.

De aquí se desprenden cuatro principios clave:

1. Universalidad: Todo individuo, familia o comunidad debe tener


acceso a los servicios de salud, independientemente de su condición so-
cial, género, nivel educativo, edad u origen étnico.
2. Equidad: Proveer de distintas respuestas a distintas problemáti-
cas. Implica asegurar oportunidades de atención diferentes en respuesta a
diferentes tipos de necesidades y oportunidades de atención igualitarias
en caso de que no existan diferencias que justifiquen dicha discriminación.
3. Integralidad: El objetivo final de la estrategia no es la erradi-
cación de las enfermedades, sino la mejora del estado de salud de los
individuos y las poblaciones. Por lo tanto, las acciones deben integrarse,
incluyendo la prevención primordial (promoción y protección de la salud),
la prevención primaria (protección específica y diagnóstico precoz de la en-
fermedad) secundaria (asistencia y tratamiento oportuno) y la prevención
terciaria (rehabilitación).
4. Continuidad: Son objetivos a largo plazo y por eso requieren
continuidad, tanto en la iniciativa como en las políticas.

El objetivo que se plantea, entonces, desde la APS, es trabajar


desde la Promoción de la Salud, y no ya sobre la enfermedad. Para llevar
adelante este enfoque promocional es necesario trabajar de forma co-
munitaria y desde el paradigma de la complejidad, en unidades barriales
con posibilidad de contacto directo con el vecindario. Se plantea, de este
modo, una reorganización total del sistema actual de salud en su con-
junto, porque el foco de atención pasa a estar en la comunidad y no en
los individuos particulares. Se apunta a poder trabajar con las familias,
y desde el ámbito familiar, para que se generen estrategias de participa-
ción comunitaria que ayuden a facilitar la implementación de actividades
referidas a la promoción y prevención, pero pensando en que esto tenga
una base en la comunidad. El error más frecuente suele estar en la idea
de los profesionales (formados desde la tecnología neoliberal) de imponer
sus dispositivos de consultorios externos como praxis central de la APS.
Los resultados son lamentables. Por lo general, se culpa a la población
de no hacer uso de estos dispositivos. Los profesionales tienden a poner
la mirada crítica en la demanda de la gente antes que revisar sus propios

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instrumentos y técnicas de acercamiento a la comunidad (Di Nella, 2010).
La APS postula también la necesidad de descentralizar los servicios
de salud, promoviendo que aquellos que poseen más complejidad puedan
también brindarse en los niveles primarios de atención (esto implicaría un
gran cambio en relación a los centros altamente complejizados y de poco
acceso para la población en general, que se hereda del modelo anterior).
Otra de las modificaciones que se introducirían en este modelo sería la
reasignación y capacitación técnica de los profesionales para que puedan
operar en Unidades Sanitarias o Centros de Atención Primaria, resolviendo
las diferentes problemáticas a las que deban enfrentarse en materia de
salud-enfermedad.
De este modo se da el pasaje: “De una ética liberal para la cual la
salud es un bien individual, y por cuanto su cuidado es responsabilidad de
cada uno, se pasa a una ética solidaria donde el autocuidado se articula
como responsabilidad, en tanto la salud y la enfermedad son bienes y
costos sociales” (De Lellis, 2006: p.18).
Para establecer un diagnóstico desde el modelo Jus-Humanista es
necesario ampliar la mirada desde el individuo enfermo hacia una trama
social condicionante de los modos de enfermar y –lo cual es nuevo– los
modos de mantenerse en estado saludable. Por un lado, esto implica de-
tectar cuáles son las capacidades y potencialidades del grupo humano en
cuestión y especificar sus recursos. Luego, detectar cuáles son los factores
que vulneran la salud de ese lugar. En este interjuego de las capacidades y
dichos factores es donde se producen las intervenciones. Y por último, es
necesario relevar cuáles derechos no son garantizados por el Estado. Esto
se lleva a cabo en la comunidad, que es el sujeto de intervención, con la
posibilidad de focalizar en grupos de mayor vulnerabilidad.8
A diferencia de los modelos anteriores, se exige a los profesionales
un cambio completo respecto a sus usos y costumbres. En el modelo de
APS, el lugar predominante de trabajo es el vecindario. Se interviene en
terreno, con frecuencia en el domicilio del grupo atendido. Si lo que se
intenta es producir salud (no atender la enfermedad), entonces la tarea
sobre las condiciones cotidianas de vida se vuelve fundamental, condición
irremplazable. El eje pasa a estar en los determinantes sociales de la sa-
lud. En los capítulos siguientes, nos referiremos a este cambio absoluto
del modelo de intervención.

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VARIABLE ESTADO ESTADO DE ESTADO ESTADO
CONSERVADOR BIENESTAR NEOLIBERAL JUS-HUMANISTA
Categoría Descriptor Descriptor Descriptor Descriptor

Población Peligrosa. La Pasiva. Recep- Pasiva. Activa. Actor


población au- tora de las polí- Mercado social por
tóctona debe ticas públicas. (lo ajeno a él excelencia.
ser controlada Elector de sus no es conside- Agente dinámi-
con pautas representantes. rado en el dise- co de cogestión
culturales de ño de las políti- de lo público.
orden. cas públicas, a Seguridad
excepción de su humana.
control social).

Deber Orden. Se debe Moral. (Asis- Dogma. Sólo Legal. Ética de


preservar el tencia) Socorrer garantizar los Derechos
orden social. “la necesidad”. las reglas del Humanos, es
Se reprime el Caritativismo. Mercado. constitucional.
desorden.

Concepción de “Don” Paternalismo Rentabilidad Derecho que


salud Salud = Atender = Ecuación promover y
Cultura. Asistir. costo-beneficio. garantizar
Salud = don para toda la
natural. población.

Palabra clave Cultura/Natural Clínica Seguro Promoción (de


La enfermedad (Enfermedad). (Riesgo de la salud).
como altera- enfermar).
ción fisiológica
vinculada a la
debilidad de la
raza.

Utopía Propuesta Cobertura de Salud como Desarrollo


civilizadora. todo el es- servicio privado Humano Inte-
Exterminio: pectro de las adquirible en el gral (equidad
reemplazo de enfermedades. Mercado. social). Gestión
la población participativa de
autóctona por la planificación
la europea. en Salud.

Institución Cárcel y asilo Hospital públi- Clínica o sana- Unidad sanita-


(instituciones co polivalente. torio asociado ria barrial.
de encierro). al seguro en
salud.

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