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IGLESIA BAUTISTA

AMBIENTE DE GRACIA
Burke, 02/07/2017
Rev. Julio Ruiz, pastor
Sermones de Romanos

LA DEUDA QUE JAMÁS SE PAGA


(Romanos 13:1-10) v. 8

INTRODUCCIÓN: Mi hermano, ¿tiene alguna deuda que pagar? Creo que es difícil
encontrar a un hombre o mujer en la tierra que no tenga una deuda que pagar. ¿Sabe usted
cuántas tarjetas de crédito tiene el americano promedio? Pero más aún ¿sabe usted cuánta
deuda acumulada tiene en cada una de ellas? Las compañías de consolidación de las deudas
han llegado a la conclusión (para el caso americano) que una familia promedio pudiera
tener hasta 13 tarjetas, con deudas en cada una de ellas. Un simple detalle con respecto a las
tarjetas de crédito nos dice que una familia que tome una cena pudiera terminar costándole
112% más de lo que habría costado si lo pagara a contado. El asunto es que siempre
tenemos una deuda aun cuando reducimos al máximo nuestros gastos. La recomendación
del presente texto es que paguemos todo lo que debemos. Una de esas deudas es con el
estado. Pablo nos dice que paguemos a todos los que debemos. Y en el orden de este pasaje
aparece la deuda que tenemos con el estado. Lo primero que Pablo nos dice que tenemos
que pagar a las autoridades existentes nuestro respeto porque han sido establecidas por Dios
(v.1). Estoy consciente lo que significa para muchos el pagar con respeto y sujeción esta
deuda con algún estado que nos gobierne, sobre todo si sabemos que el responsable de la
crisis económica y social es precisamente el gobierno de turno. Más aun cuando sabemos
que quienes están en eminencia son una partida de corruptos que lapidaron los tesoros de la
nación para su propio consumo. Sin embargo, lo que esta palabra nos insta es a obedecer las
autoridades que Dios ha puesto. Quizá ahora usted se pregunte ¿cómo saber que la
autoridad que gobierna mi país ha sido puesta por Dios? ¿Es posible que Dios permita que
un tirano o dictador sea quien nos gobierne? Pues el texto no nos da lugar para otra
interpretación. Se nos manda, pues, a orar por los gobernantes. Cuando Pablo escribió esta
carta no estaba en roma pero iba hacia allá y el emperador que gobernaba era Nerón quien
le cortaría después la cabeza. De manera que este texto nos presenta la importancia de
pagar todo lo que debemos, incluyendo nuestros impuestos. Pero hay una deuda que no
podemos pagar. De ella vamos hablar ahora.

I. ¿CUÁL ES NUESTRA GRAN DEUDA?

1. Es una deuda con el dador más grande (Jn. 3:16). Hay deudas terrenales que no las
podemos pagar. ¿Por qué cree usted que existe la figura de una banca rota? Los que pasan
por esta experiencia reconocen que las deudas fueron impagables y se declaran en esta
condición. Por lo menos esto llega a ser un gran alivio en países como EE.UU porque luego
le da el chance a la persona de recomponer su crédito en un determinado tiempo para luego
comenzar otra vez… a endeudarse. Ahora piense un poco en este ejemplo. Dios nos ha
dado todo. A él lo podemos ver como el gran Acreedor de todo lo que tenemos. Nada es
nuestro. Todo le pertenece. Por lo tanto lo primero que vemos es que nuestro Dios es el
gran dador, ni siquiera es un prestamista. Dios no nos ofrece tarjetas de crédito porque él no
está pensando en hacer crecer sus riquezas. Pero nuestro Dios no hará eso jamás porque él
es el Gran Dador. ¿Se ha puesto a pensar que Juan 3:16 tiene una connotación que va más
allá de la muerte de Cristo? Si Jesucristo es la razón por la cual todo lo que vemos existió,
entonces tenemos con él una deuda imposible de pagar porque él es el más grande dador del
amor.

2. Es una deuda con el deudor más cercano (v. 6). Ahora vea esta situación. Con la única
persona con quien pudiéramos cancelar la deuda sería con mi prójimo. Pero, le pregunto,
¿qué pasaría si canceláramos la deuda de amor con nuestro prójimo? ¿Puedes imaginarte
diciéndole a un amigo: «Ya te he amado lo suficiente»? Puede que jamás digamos esas
palabras en realidad, pero algunas veces nuestro lenguaje corporal y nuestros gestos las
dicen a gritos. A lo mejor nos cansados y decidimos cancelar esa deuda para no saber más
de mi hermano que no me cae bien. El asunto es que podemos llegar hasta ponernos
malhumorados, aburridos, inquietos, impacientes, de lo más egoístas, preocupándonos más
por el amor que las personas nos deben. Pero cuando se trata de amar, hemos de pagar
deudas, no cobrarlas. El texto bíblico nos recuerda explícitamente que el amaros los unos a
los otros es la deuda que yo no debo ni puedo pagar. Mi prójimo es mi deudor más cercano.
Esto significa que yo tengo que amarlo todos los días de mi vida. Nunca podrá cancelar esa
deuda. Mi amor por él forma parte del segundo y más grande mandamiento.

3. Es una deuda consigo mismo (v. 9c). En este asunto del amor y la deuda que jamás se
podrá pagar reconocemos la que tenemos con Dios, con nuestro prójimo y la que tenemos
con nosotros mismos. Esta última a veces es la más difícil. No siempre nos amamos a
nosotros mismos. Piense un poco en lo que acá estamos diciendo. Comencemos por nuestro
cuerpo. Tenemos que empezar amando a nuestro cuerpo tal cual es, sin forzarlo a ajustarse
a un modelo que nos han impuesto. Amarlo, cuidarlo y respetarlo por dentro y por fuera,
incondicionalmente. Si comenzamos por acá, además de amar nuestra dignidad y
personalidad, entonces quedamos en capacidad de amar siempre sin que se agote esta
reserva. ¿Cómo está su tanque del amor? ¿Se ha agotado? ¿Ama a su hermano como se ama
así mismo? Si esta es la deuda que no puede ser pagada, pues no lo haga. El asunto es que
cuando uno se ama a sí mismo podrá compartir amor y en ese compartir hay libertad,
respeto, y un profundo crecimiento. En la deuda que no debe ser pagada está mi propio
amor. Si cancelo ese amor es porque no me amo a mi mismo.

II. ¿POR QUÉ NO PUEDE PAGARSE ESTA GRAN DEUDA?

1. Porque es más grande que las deudas contraídas (vv. 6, 7). Observemos este
interesante texto. Nos viene del contexto de lo que es nuestra responsabilidad cristiana ante
las autoridades que abarca algo que va más allá de la obediencia (vv. 1, 5). Y es aquí donde
aparece el presente texto donde se dan una lista de nuestras reales deudas, las cuales
tenemos que enfrentar y las mismas tenemos que pagarlas porque son parte de nuestros
deberes como cristianos. A primera vista el llamado del apóstol es decirle al cristiano que
si bien es cierto que hay una deuda que se nos dice que no debemos pagarla, en estas
debemos ser ejemplos de pagos a tiempo, sean materiales o de reconocimientos. La que
aparece de primero son los tributos e impuesto. ¿Ya pagó sus impuestos? ¿Los ha hecho
bien? Lo segundo es el respeto a las autoridades y a los que son dignos de respeto. Lo otro
es la honra. Esta es una deuda que ya tiene muchos intereses. No somos dados a honrar a
los demás. La sociedad egoísta nos conduce ignorar esta virtud. El asunto es que estas
deudas hay que pagarlas, pero el amaraos los unos a los otros no puede ser cancelado. Esa
es una deuda eterna.

2. Porque el amor es lo que permanecerá para siempre (1 Cor. 13). En el capítulo 13 de 1


Corintios se nos habla de tres cosas que jamás dejarán de ser: la fe, la esperanza y el amor,
pero como dice Pablo “el mayor de ellos es el amor”. ¿Por qué Pablo hace esta referencia
cuando habla del amor? Vamos a verlo de esta manera. Para los efectos terrenales la fe es
necesaria porque sin ella es imposible agradar a Dios y porque por fe andamos no por vista.
Pero cuando estemos en el cielo la fe no será necesario. Con respecto a la esperanza ella es
la que nos sostiene para una vida mejor y además es la que mantiene viva todas las
promesas bíblicas con la certeza que cada una de ellas se cumplirá. Pero tanto la fe como la
esperanza también perecerán y lo único que permanecerá será el amor. Si el amor es el
mayor de estas tres virtudes tenemos que concluir que esta deuda no podrá ser pagada
jamás. Este texto nos va a mostrar la importancia y la definición de ese amor impagable
porque el amor nunca deja de ser y esto es lo que tiene un creyente. El amor debiera ser
nuestro distintivo.

3. Porque el amor es lo que edifica mutuamente (Ef. 4:15, 16). Si yo le quito el oxígeno
del amor a mi iglesia la dejo huérfana de lo elemental para su crecimiento. Pablo nos habla
de la unidad de la iglesia en este capítulo 4 de Efesios. Y cuando uno lee todo el texto
puede ver que el énfasis ha sido la de edificar al cuerpo de Cristo bajo la base y el
ligamento más estable y sólido como lo es el amor. Por un lado Pablo nos dice que es a
través de la verdad dicha en amor que creceremos unidos y lograremos nuestros más
anhelados sueños. Por cierto este texto debe ser bien entendido. Corremos con la tentación
de decir las cosas y hasta mantener una posición desprovista del amor hacia mi hermano. Si
el amor es la deuda que no debe ser cancelada, mi determinación debiera ser que por
encima de lo que tenga que hablar con un hermano, el amor debe lubricar cada
conversación. Cuando esto hago ayudo a la edificación de mi iglesia. Por otra parte el
mismo Pablo nos dice que el real crecimiento de la iglesia tiene que ser en amor. Esto debe
ser notorio. Cada miembro de la iglesia tiene que hacer su parte en este edificación en
amor. No le quite este oxígeno a su iglesia.

III. ¿QUÉ LOGRAMOS AL MANTENER ESTA GRAN DEUDA?

1. Mantener esta deuda es hacer bien al prójimo (v. 9). En este pasaje la palabra
“prójimo” se repite tres veces por lo que nuestra atención pareciera concentrarse en el amor
al prójimo después del amor a Dios. Debo entender que esta distinción hecha es dada
porque el amor a Dios tiene su legítima expresión en mi amor a mi hermano. ¿Y quién es
mi prójimo le preguntó un maestro de la ley a Jesús? Su respuesta hecha a través de la
célebre parábola del “Hijo Pródigo” nos revela que mi prójimo es aquel que está cercano y
necesitado. El Buen Samaritano entendió que una de las manifestaciones de amor hacia mi
hermano es que descienda a ellos, cure sus heridas y los sostenga en el mismo amor. El
sacerdote y el levita cancelaron su deuda de amor al menospreciar y no ayudar al hombre
echado en el camino. El Buen Samaritano dejó un fondo abierto con el cual mantenía la
deuda con el hombre herido, pues el texto nos dice que las instrucciones dadas al mesonero
era hasta que él regresara. Mis amados hay un feliz resultado cuando mantengo mi deuda de
amor con mi prójimo. La deuda significa que nunca me olvido que mi hermano necesita de
mi amor.

2. Mantener esta deuda nos libera de la ley (vv. 8b, 10b). Este es un capítulo que comienza
hablando de los deberes que todos tenemos hacia las autoridades. Entre esos tenemos que la
ley del gobierno de turno demandaba el cumplimiento estricto asignado para cada
ciudadano so pena de severos castigos. Seguramente fue por eso que Pablo habló sobre la
necesidad de pagar a todos lo que debéis, entre lo que incluyó: tributos impuestos, respeto y
honra. Y es en medio de estos deberes que Pablo lleva al lector al deber fundamental en
sus relaciones, el deber del amor. Hemos siempre oído y enseñado que es imposible
cumplir la ley, especialmente la de los diez mandamientos. Sin embargo Pablo
sorprendentemente nos dice que cuando yo amo a mi prójimo, a mi hermano cercano, yo
cumplo ley. Note estas dos oraciones: porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley…
así que el cumplimiento de la ley es el amor. La ley fue escriba sobre una sentencia de
prohibición y su incumplimiento era sinónimo de castigo. Sin embargo Pablo nos dice que
al cumplir los primeros cinco mandamientos de la ley cumplo con el amor. Debo cuidarme
de mis actitudes para no hacerle mal al prójimo. Y la única manera de hacerle mal prójimo
es cancelando mi deuda con él.

CONCLUSIÓN: Un comentarista llamado Hodge ha dicho, refiriéndose a este tema, lo


siguiente: “Desembarazaos de todas las obligaciones menos el amor, el que es una deuda
que nunca se termina de pagar”. El amor a mi Dios es una deuda que jamás podré pagarle
por lo que ya él hizo por mí. El amor por mi hermano es una deuda que tengo que
mantenerla porque me une a él una misma sangre, la que Cristo derramó por nuestros
pecados. Y el amor a mí mismo debo mantenerlo porque soy el especial tesoro de mi Dios.
No cancele esta deuda.

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