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IGLESIA BAUTISTA

AMBIENTE DE GRACIA
Burke, 23/10/2016
Rev. Julio Ruiz, pastor
Sermones de Romanos

CUANDO LO QUE CREES TE ALEJA DE DIOS


(Romanos 2:17-29)

INTRODUCCÓN: ¿Había pensado en la posibilidad de esta declaración? ¿Puede haber


alguien que su creencia le aleje de Dios? Pues este es el caso que nos presenta el presente
pasaje bíblico. Esta parte de la carta revela el comportamiento del judío, entendiéndose al
que es israelita, al miembro de la raza elegida, los hijos de Abraham y los participantes
directos de los pactos divinos. La importancia de este pasaje radica cuando Pablo nos
presenta al pueblo escogido de Dios en una jactancia que los pone lejos de él, porque al
justificarse por las obras de la ley, más no por su fe en Cristo, los deja bajo esta condición.
Es como si estuviéramos hablando de la incredulidad del creyente o de la condenación de
los “santos”. El cuestionamiento que Pablo hace es hacia el judío legalista e hipócrita, los
mismos que Jesús enfrentó y los calificó de esta manera. Y por supuesto que al hablar de
ellos no significa que todos los judíos eran así. Para el tiempo cuando Jesús vino habían
muchos judíos piadosos y temerosos de Dios. Los que conformaron la familia del Mesías y
los que reconocieron el cumplimiento profético, eran judíos que amaban a Dios con todo su
corazón y sin hipocresía. Ese fue el caso de José, el padre adoptivo de Cristo, María su
madre, Elizabeth su tía, así como el sumo sacerdote Simeón y Ana quienes le vieron y le
dedicaron. De modo, pues, que el énfasis del apóstol acá es en una religión que se preocupa
más por lo externo que por lo que hay en el corazón. Es la religión que se esfuerza en hacer
prosélitos para que los hombres se circunciden en la carne más no en el corazón. El reto de
este pasaje es mostrarnos los peligros de pretender creer en Dios bajo un sistema legalista,
pero que se aleja de Dios porque ponen más su confianza en las obras de la ley que en la fe
en Jesucristo. El propósito del mensaje de hoy es revelarnos que Dios no quiere adoradores
de palabra sino de hecho y en verdad. Cuándo, entonces, lo que creo me aleja de Dios.

I. TE ALEJAS DE DIOS CUANDO SIENTES ORGULLO SOLO POR EL


CONOCIMIENTO DE LA PALABRA

1. Orgulloso en la ley por ser judío v. 17. Los judíos cuando tenían que compararse a los
gentiles en los temas religiosos simplemente se consideran superiores a ellos, porque
ponían toda su confianza en la ley dada por Dios. Pero este “don del cielo”, lejos de
hacerlos humildes y misioneros a los gentiles, les hacía gloriarse en Dios pero no conforme
a ciencia y a su carácter de amor hacia los demás, sino bajo un espíritu de jactancia y
menosprecio hacia ellos. Cuando la religión que profeso me hace crear una jactancia
orgullosa, que lo que hace es vanagloriarse en Dios y en toda la parte externa de su
nombre, el resultado será una completa hipocresía. Si bien es cierto que los judíos eran
superiores a los gentiles porque eran depositarios de la palabra de Dios, no lo eran en sí
mismo porque no hacían lo correcto. En esto hay un peligro latente. No es suficiente que
me haga llamar cristiano evangélico, que me apoye en la palabra y hasta me gloríe en Dios.
Todo esto pudieran verlo como señales distintivas que soy un hijo de Dios, sin embargo
esta palabra me está mostrando otra cosa. Pablo se gloría en la cruz de Cristo, la razón final
de la fe.

2. Orgulloso porque la ley es mejor v. 18. La instrucción de la ley hacía que el judío
conociera lo que era la voluntad de Dios y aprobara lo mejor. Esto significa que nadie más
como ellos para saber cómo ha sido la obra de Dios y cómo se ha manifestado a través de
los tiempos. Ellos, por el estudio profundo y detenido de la ley, sabían todo lo que ella les
revelaba para aprobar lo mejor. Nadie les podía ganar en esto. Es como el profesor de
matemática que ha estudiado esa materia que nadie podrá hablarle de algo contrario a lo
que él, por experiencia y por lo que se sabe de lo que ya se ha dicho y avalado, ha
comprobado como cierto. Bien podemos decir que los judíos eran los guías de ciegos y los
que estaban en tinieblas, de manera que nadie podía decirles lo contrario. Ellos eran
conocedores de todas las Escrituras. Pero mis amados no es suficiente conocer la palabra,
que sepa que ella me revele la voluntad de Dios, que en cada aspecto donde la lea ella
compruebe lo mejor, pero al final resulte que esa palabra no ha encontrado cabida en mi
corazón. Hay un peligro latente de considerarme superior a otro por el solo conocimiento
de la palabra.

3. Orgulloso en tener la verdad en forma tangible v. 20. Ninguna otra nación tenía los
libros sagrados como los judíos. Ellos tenían el orgullo de mostrar la Torah que era un
manual de instrucción judía sobre sus costumbres y raíces como pueblo de Dios. Tenían el
orgullo que la ley, los profetas y los salmos escritos en papiros primero y luego en
pergaminos. Ellos podían mostrar como nadie más sus libros que le hablaban de la ciencia y
la verdad. De esta manera los judíos se enorgullecían también de ser “instructores de los
indoctos” y “maestros de niños”. La verdad de la ley la daban a conocer a los paganos y a
los nuevos que sería la traducción de este texto. Pero al hacerlo ellos se enorgullecían de
poner ese conocimiento en estas personas, pero no daban a conocer lo que se decía de
Jesús. Cuando Cristo les confrontó sobre por qué le rechazaban como el Mesías
prometido, les dijo: “Escudriñad las Escrituras porque ellas son las que dan testimonio de
mí” (Jn. 5:39). Como era de esperarse, ninguno de esos judíos orgullosos iba a reconocer a
Cristo en esas Escrituras que enseñaban. Mis amados el conocimiento de la palabra tiene
que llevarme a Cristo siempre.

II. TE ALEJAS DE DIOS CUANDO ENSEÑAS LA PALABRA PERO SIN


APLICARLA A TU VIDA

1. Enseñar sobre el pecado, viviendo en el pecado vv. 21, 22. Bien es sabido que una cosa
es lo que se dice y otra muy distinta es lo que se hace. Es como aquel aforismo que
sentencia: Tus hechos son tan fuertes que no puedo oír tus palabras. Estas preguntas
revelan que hay una diferencia entre lo que enseño y lo que practico. ¿Cuál es el propósito
de estas preguntas? ¿Por qué Pablo nos trae estos pecados específicos? Un analices de estas
preguntas nos daría como resultado lo siguiente: Los que decían que no se debía hurtar y
hurtaban, nos indica que aquel era un pecado obsesionado por el pueblo judío. Los que
enseñaban que no se debía adulterar y adulteraban, mostraban como la leyes sobre el
divorcio alimentaba este pecado entre la población. Dios había dicho que odiaba el repudio.
Y también los que enseñaban la abominación que es adorar imágenes, sin embargo muchos
de ellos eran culpable de sacrilegios en la forma cómo adoraban otras cosas que no era
Dios precisamente. Todas estas preguntas nos confrontan de igual manera para que nos
examinemos de modo que sepamos hasta dónde estamos enseñando sobre el pecado,
viviendo en alguna condición pecaminosa.

2.Enorgullerse de la palabra, infringiendo la palabra v. 23. Todo orgullo es peligroso


porque tiene su raíz en el padre que le dio origen, Satanás. Pero el orgullo espiritual es el
más peligroso de todos. Santiago nos dirá después que “toda jactancia es pecado”, cuanto
más si ella está relacionada con la palabra misma. Los judíos vivían muy orgullosos de la
ley, de allí esa actitud prepotente y farisaica. Cuando vieron a un Mesías humilde que
invitaba a poner la otra mejilla, que recomendaba a pagar tributo al César y que andaba con
pecadores y publicanos, lo menospreciaron. Ellos habían hecho de la ley la llamada
tradición de los ancianos y por ningún lado hablaban de la humildad como una virtud del
alma y del espíritu. Jactarse de tener la ley de Dios para el bien del hombre y no practicarla
es hipocresía. Israel se dejó ver la costura de la hipocresía infinidades de veces. Para ellos
lo más importaba eran los elementos externos aunque la persona viviera moral o
espiritualmente en una condición de espaldas a la ley misma. No nos enorgullezcamos en
tener una Biblia y saberla si su contenido no cambia nuestro carácter. No es suficiente tener
una Biblia si ella no me cambia.

3. Actuando mal para que otros menosprecien al Señor v. 24. Este texto, que nos viene
del Antiguo Testamento, es muy serio y digno de considerarlo. Cuando lo que hago es
hablar de la Biblia pero con mis actos la niego dejo la puerta abierta para que los demás la
menosprecien. Definitivamente mi testimonio es un libro abierto delante de los hombres. Es
allí donde ellos leen todos los días mis acciones y me califican si son buenas o son malas.
Israel ya había dado muchos motivos para que los gentiles blasfemaran del nombre del
Señor. Sus actuaciones en “nombre” de Dios menospreciando al pueblo que no era judío,
entre los aparecían los samaritanos, era motivo para que los paganos blasfemaran del
nombre de Dios. Cuando los hombres descansan en una forma muerta de piedad, terminan
despreciando a su prójimo con menos conocimiento, aunque ellos mismos confían en una
forma de conocimiento que llega a estar desprovista de vida y poder. También es cuando
me glorío en el evangelio y hablo de sus bondades pero llevo una vida impía que deshonra
a Dios y al final ese estilo vida hace que otros blasfemen el nombre de Dios.

III. TE ALEJAS DE DIOS CUANDO TE PREOCUPAS POR GUARDAR LA


LETRA MÁS NO EL ESPIRITU

1. Pretender guardar la ley, infringiéndola vv. 25- 27. El judío moralista tenía una
excesiva obsesión en guardar la letra de la ley más que el espíritu de ella. Uno de las
defensas que hacían tenía que ver con su más amado rito, el de la circuncisión. Pero la
circuncisión era una señal de todo el sistema mosaico. Ese era su único valor. El rito en sí
era un simple distintivo. La situación para el judío era que se esforzaban por guardar el rito
y recorrer grandes distancias para hacer prosélitos a través de esta práctica, pero infringían
la ley al no cumplir algunos de sus andamientos como amar a su prójimo. El único valor
que tenía la circuncisión era si la persona podía guardar el resto de la ley, y quedó
comprobado, hasta que Cristo vino, que nadie podía cumplir perfectamente la letra de ley
sin que fallara en algo por la naturaleza pecadora que ya todos tenemos. ¿Cuál era el dilema
en que se encontraba el judío? Bueno que si fallaba en el cumplimiento de alguna parte de
la ley, ya era un transgresor y esto hacía inválido el rito, llegando a ser como cualquier
incircunciso, como cualquier otro gentil. Mis hermanos Jesús dijo que la letra mata, más el
espíritu vivifica. Tenemos que guardar el espíritu de la palabra y no tan sólo la letra
muerta, allí está la diferencia.

2. La circuncisión es la que se hace en el corazón vv. 28-29. Lo que Pablo ha resaltado acá
es que un judío auténtico no es el que lo es exteriormente sino el que se forma en el
interior. La circuncisión verdadera se da en el corazón no en otra parte del cuerpo. Jesús
dijo que es del corazón donde salen o buenos o malos pensamientos. Si bien es cierto que la
circuncisión era una señal de separación, de allí la frase “circunciso o incircunciso”, un
corazón circuncidado se ha apartado del mundo para servir al Señor. De esta manera, el
verdadero judío al igual que un verdadero creyente, recibe la alabanza no de los hombres,
sino de Dios quien es el único que tiene la capacidad de observar la naturaleza de cada
persona y discierne sus pensamientos e intenciones. La circuncisión en el corazón es la
única manera de poder cumplir la ley del Señor. La profecía de Jeremías nos habla que
Dios escribiría su ley en el corazón (Jr. 31:33). Cuando la ley es escrita en las tablas de la
mente y del corazón deja de ser letra muerta y ceremonia externa. La mente y el corazón
son los lugares más profundos donde el hombre tiene el real encuentro con Dios . Es allí
donde la letra le da paso al espíritu. La circuncisión en el corazón forma parte del nuevo
pacto escrito ahora en la sangre de Cristo.

COCLUSIÓN. ¿Cómo explicar que sea la misma creencia la que me aleje de él? Bueno, el
pasaje que estudiamos nos conduce a este tema y a esta realidad. Ningún pueblo conoció
más acerca de Dios como Israel. Ellos fueron el primer pueblo monoteísta y lo son hasta el
día de hoy. Ellos fueron testigos de los pactos y las promesas. Fueron testigos de la manera
como les fue dada la ley en el Sinaí; ningún otro pueblo vio algo parecido. Fueron testigos
de los insondables milagros divinos. En fin, conocieron a un Dios cercano que los amó y
los perdonó. Pero irónicamente, la forma cómo hicieron sus creencias de la ley,
convirtiéndola en una tradición de los ancianos, les llevó alejarse de ella. La condena de
Pablo en este pasaje tuvo que ver con un pueblo que le dio toda una importancia a la
religión externa más que a la experiencia del corazón. Cuando eso sucede mi creencia me
aleja de Dios. De esto se desprende que la circuncisión real es la del corazón. Si mi corazón
se aparta para Dios, lo cual es el significado de este rito, entonces mi creencia convertida en
mi fe me acerca a Dios. Los ritos externos me alejan de Dios. Pero un corazón donde Dios
escriba su ley me acerca y me consagra a él. ¿Su creencia le acerca o le aleja de Dios?

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