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"El Bendito y Feliz Estado" (Mosíah 2 - 41)
"El Bendito y Feliz Estado" (Mosíah 2 - 41)
David A. Bednar
Del Cuórum de los Doce Apóstoles
Introducción
Élder David A. Bednar: Gracias, élderes y hermanas. A los jóvenes élderes y hermanas, los
líderes de misión, los amamos.
Estoy seguro de que están decepcionados porque no están oyendo a la hermana Bednar todavía.
Me reservé para mí la opción de presentarla.
Quiere describir algo que hago que tal vez sea una tontería. Pongo cara a principios o virtudes.
Así que, por ejemplo, tengo un tío que es granjero de vacas lecheras y vaquero. Ha estado
montado en un caballo la mayoría de su vida, y tiene una cara más bien arrugada. Al
contemplarlo interactuar con la gente, él es la persona más honesta que jamás haya conocido en
mi vida, en cualquier lugar, situación o tiempo. Así que, cuando alguien habla de honestidad,
veo la cara de mi tío Don.
Bueno, una de las virtudes, uno de los principios a los que aspiramos par ser bendecidos es la
virtud. El evangelio de Jesucristo no solo tiene que ver con hacer ciertas cosas que debemos
hacer. Tiene que ver con hacer esas cosas para que podamos llegar a ser lo que el Salvador desea
que seamos.
Mi esposa, Susan, no tiene la cualidad de la virtud; ella es la virtud. Si quieren saber lo que es la
virtud, están a punto de verlo. Si quieren saber cómo se siente, están a punto de sentirlo cuando
vean su rostro y escuchen su voz. Hermana Bednar.
Hermana Susan Bednar: Gracias. Estoy encantada de estar aquí con ustedes hoy. Y me imagino
que ustedes también lo están. Esto es asombroso, tener a todos estos nuevos presidentes de
misión, con sus respectivas esposas y tantos miembros de los Doce y sus compañeras, sus
esposas, Autoridades Generales, 168 nuevos presidentes de misión. Para ustedes que son
misioneros, este es un día memorable que esperamos que siempre recuerden.
Quiero contarles de una reunión en la que estuve hace unos años. Fue una reunión de miembros.
Y un converso hizo esta pregunta: “Élder Bednar, el misionero que me bautizó, él y su familia se
han apartado de la Iglesia. ¿Cómo podemos mi familia y yo ayudar a mi misionero y su familia a
que regresen al Evangelio? Esta era una parte del mundo en donde los bautismos eran escasos. Y
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me parte el corazón cada vez que pienso en esa pregunta. Todavía tengo un sentimiento
inquietante al respecto.
No sé nada de este misionero, pero estoy segura de que mientras aprendía un idioma en el CCM
y se preparaba para su servicio misional, él no estaba pensando: algún día mi familia y yo
dejaremos de asistir a la Iglesia. Algún día perderé mi testimonio del evangelio de Jesucristo.
Algún día no honraré mis convenios del templo. Algún día no recordaré el entusiasmo que sentí
al poder enseñar a un hombre y su familia y ayudarles a tomar el primer paso en la senda de los
convenios. Algún día, y no creo que jamás lo habría pensado él, algún día el hombre maravilloso
y fiel que yo bauticé y ayudé a que entrara en la senda de los convenios se levantará en una
reunión de miembros y hará esta pregunta sobre mí: ¿cómo puedo ayudar a mi misionero que
nos bautizó a mi familia y a mí a que regrese?
Creo en verdad que el permanecer en la senda de los convenios tiene algo que ver con recordar.
¿Será que el misionero que se apartó no tomo un tiempo cada día para recordar al Señor? Al
hacer las cosas sencillas que nos traen tan grandes beneficios, como leer y estudiar las Escrituras,
y no solo leerlas sino estudiarlas y pensar en ellas; No solo hacer oraciones, sino hacer oraciones
con propósito; Asistir al templo, tal vez con una pregunta en mente para volver a casa y poder
pensar en ella; participar de la Santa Cena semanalmente y recordar su responsabilidad de ser
un misionero de por vida. Mi corazón aun siente dolor por ese misionero.
No hacer mucho, me esforcé por recordar una parte de mi estudio de las Escrituras en el Libro
de Mormón y Doctrina y Convenios, y frases tales como estas me vinieron: “Recuerda que el
valor de las almas es grande”. “Recuerda las promesas que te he hecho”. “Recuerda lo que el
Señor ha hecho”. “Si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con
vosotros”. “Recuerda los convenios”. “Recuerda los mandamientos de Dios”. “Recuerda la
palabra de Dios”. “Recuerda el plan de redención”. “Recuerda misericordia”.
Quiero que levanten la mano un momento. ¿Cuántos de ustedes recuerdan cuando pusieron sus
papeles parair a la misión? ¿Cuántos recuerdan la noche que abrieron la carta con el
llamamiento? ¿Cuántos recuerda el día que recibieron la investidura, cuando fueron investidos
con poder de lo alto? ¿Y cuántos de ustedes recordarán esta experiencia en el CCM hoy?
Creo que si este misionero de quien hablé al principio hubiese recordado todas estas cosas, su
converso no estaría preguntando cómo podría ayudarlo. Por favor, recuerden, recuerden quienes
son, recuerden lo que defienden, recuerden que tienen un testimonio el evangelio restaurado de
Jesucristo.
Les dejo con mi testimonio hoy de que yo sé con todo mi corazón que Dios vive y que nos ama,
que se preocupa por nosotros, y que contesta nuestras oraciones. Sé que Jesús es nuestro
Salvador y Redentor, que Él nos redimió del pecado y que sí hay una fuerza asociada a Su
sacrificio expiatorio que nos bendice y nos ayuda a hacer cosas que no creemos que podemos
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hacer. Sé que el Espíritu Santo es real; doy testimonio de eso. Y que será nuestro compañero
constante y guía.
También doy testimonio de que José Smith fue el Profeta de la Restauración y que Dios habla a
los hombres en la tierra hoy, a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores. Doy mi
testimonio de que el presidente Nelson es nuestro profeta presente. Y hoy quiero dar testimonio
del llamamiento apostólico de mi esposo. Sé que mi esposo ha sido llamado de Dios por profecía
y por la imposición de manos por aquellos que pueden hacerlo. Es mi oración que siempre
recuerden esta noche. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Élder Bednar: A menudo me pregunta la gente que me conoce bien: “¿Cómo alguien como tú
es llamado a ser miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles?”. Entonces conocen a Susan y
dicen: “Ah, ahora lo entiendo”.
Hace unos días celebré mi cumpleaños número 70. Reconozco que ustedes piensan que 70 son
muchos años, y que revelar mi edad puede causarles gran inquietud a todos.
Tal vez les preocupe que no pueda permanecer de pie sin ayuda mientras doy mi mensaje. O
bien que, dada mi avanzada edad, hasta podrían esperar que fallezca esta noche en esta
plataforma. Por favor no se alarmen.
Como saben, el élder Renlund era un reconocido cardiólogo e investigador médico antes de ser
llamado a servir como miembro del Cuórum de los Doce. Él me revisó extensamente justo antes
de que comenzara este devocional y me aseguró que debería estar perfectamente bien en lo físico
hasta por lo menos las 10 de la noche, y no tengo pensado hablar tanto tiempo.
Yo también solía pensar que con 70 años uno es muy viejo, pero ya no pienso lo mismo. Tengo
unos 50 años más que la mayoría de ustedes, jóvenes misioneros. De hecho, hace exactamente
50 años comencé el segundo año de mi misión en el sur de Alemania. En verdad me cuesta creer
que hayan pasado tantos años tan rápido.
En los 50 años que he vivido más que ustedes en la tierra, he observado, deliberado en consejo y
aprendido de muchos discípulos fieles de Cristo que aman a Dios y obedecen diligentemente Sus
mandamientos.
Y he observado, deliberado en consejo y aprendido de muchos hijos e hijas pródigos que “se
habían apartado del camino de la rectitud, y hollaron con los pies los mandamientos de Dios” 3 y
que al final “volvie[ron] en sí” 4 y regresaron al “redil de Dios” 5.
Dado ese contexto, quiero compartir con ustedes varias lecciones clave que he aprendido sobre
la ley de la obediencia, y espero poder alentarlos a pensar en esta verdad vital de maneras
diferentes y nuevas.
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Ruego fervientemente la compañía y el poder edificante del Espíritu Santo para todos nosotros,
conforme consideramos juntos verdades eternas que son esenciales en la obra de invitar a todos
a venir a Cristo y recibir Su evangelio restaurado.
“[Y] dijo a los que se hallaban con él: Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de
estos materiales y haremos una tierra sobre la cual estos puedan morar;
“y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” 6.
En una revelación dada al profeta José Smith en 1843 aprendemos que “[h]ay una ley,
irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas
las bendiciones se basan;
“y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se
basa” 7.
Por lo tanto, las bendiciones prometidas siempre están relacionadas con todos los
mandamientos.
El rey Benjamín declaró: “Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de
aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas
las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en
el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. ¡Oh recordad,
recordad que estas cosas son verdaderas!, porque el Señor Dios lo ha declarado” 8.
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El pecado y la desobediencia
El pecado es el ejercicio del albedrío moral para desafiar y desobedecer deliberadamente las
instrucciones y directrices del Padre Celestial. También es un pecado el no actuar rectamente de
forma intencional a pesar de conocer la verdad 9. La desobediencia es rebelarse contra Dios y Sus
propósitos, y hace que nos alejemos de la influencia del Espíritu Santo.
Escuchen atentamente a esta enseñanza del rey Benjamín: “que después de haber sabido y de
haber sido instruidos en todas estas cosas, si transgredís y obráis contra lo que se ha hablado, de
modo que os separáis del Espíritu del Señor, para que no tenga cabida en vosotros para guiaros por
las sendas de la sabiduría, a fin de que seáis bendecidos, prosperados y preservados” 10.
Noten que el Espíritu Santo no nos abandona, sino que, mediante la desobediencia, nosotros
nos alejamos de Su influencia.
Alma explicó a su hijo Coriantón de forma simple y breve la consecuencia del pecado y la
desobediencia: “la maldad nunca fue felicidad” 11.
“Por tanto, dio mandamientos a los hombres, habiendo estos transgredido previamente los
primeros mandamientos concernientes a las cosas que eran temporales, llegando a ser como
dioses, discerniendo el bien del mal, colocándose, o siendo colocados, en condiciones de actuar
según su voluntad y placer, ya para hacer el mal, ya para hacer el bien;
“por tanto, después de haberles dado a conocer el plan de redención, Dios les dio mandamientos de no
cometer iniquidad” 12.
La instrucción de Alma pone de relieve una relación esencial entre el plan de redención y la
obediencia a los mandamientos de Dios. Noten que Alma hizo hincapié en la función de los
mandamientos en el contexto doctrinal del plan. Todos debemos seguir su instructivo ejemplo
en nuestra obra de enseñar y testificar.
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Durante los últimos 50 años, he aprendido que el poder espiritual y la belleza del evangelio
restaurado de Jesucristo se evidencian en la interconexión integral de la doctrina y los
principios. Los invito a que nunca consideren la ley de la obediencia como un tema aislado que
se mantiene por sí solo de forma autónoma. Ayuden a las personas a quienes enseñen a
reconocer que la obediencia es una ley culminante que brinda claridad y unidad a todas las
demás verdades del Evangelio.
Por ejemplo, obedecer los mandamientos de Dios para que podamos ser merecedores de recibir
bendiciones para nosotros es bueno, pero obedecer a fin de prepararnos para servir y bendecir a los
demás es mucho mejor.
Obedecer principalmente por un sentido del deber es bueno, pero obedecer porque amamos al
Señor es mucho mejor.
Cumplir con los requisitos de los mandamientos es bueno, pero aceptar y someternos a la voluntad y al
tiempo del Señor es aun mejor.
Realizar las acciones externas de la obediencia constantemente es bueno, pero llegar a ser en nuestro
interior lo que los mandamientos pretenden ayudarnos a llegar a ser es aun mejor.
Por lo tanto, la obediencia actúa en diferentes niveles en varias etapas de nuestro desarrollo
divino. Al principio de nuestro trayecto espiritual tal vez obedezcamos básicamente para obtener
lo que necesitamos o deseamos, o debido a que tememos las consecuencias de la desobediencia.
Con el tiempo quizá obedezcamos porque hemos aprendido que debemos hacerlo y tenemos un
sentido apropiado de la obligación y el deber. Finalmente, podemos tener la bendición de
obedecer porque amamos a Dios y por lo que Él nos está ayudando a llegar a ser.
Por el poder del Espíritu Santo y por medio de Él, en última instancia podemos aprender a amar
el obedecer y vivir los mandamientos de Dios. Especialmente a ustedes, jóvenes élderes y
hermanas, ruego que oigan y recuerden esta importante lección.
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Sin embargo, no deben esperar llegar a este destino espiritualmente riguroso mañana mismo, ni
siquiera la semana próxima. Recuerden que he tenido 50 años más que la mayoría de ustedes
para aprender estas lecciones con el Espíritu del Señor como maestro. Sean pacientes con
ustedes mismos a medida que aprenden de forma gradual a amar el obedecer las instrucciones y
directrices de Dios.
Ya sabemos y aceptamos la verdad de que cada vez que recibimos cualquier bendición de Dios es
porque obedecemos la ley sobre la cual se basa 17. No obstante, una comprensión principalmente
transaccional de la obediencia es incompleta y puede ser errónea. Aunque es obvio que guardar
los mandamientos es mejor que no guardarlos, el hacerlo en gran parte por razones egocéntricas
y aun egoístas no es el destino espiritual final que debemos esforzarnos por alcanzar.
Una perspectiva transaccional podría hacernos tener expectativas poco realistas, inexactas e
inapropiadas sobre las bendiciones específicas que Dios nos concederá y cómo y cuándo las
recibiremos.
Podríamos creer erróneamente que nuestras acciones determinan de forma sustancial las
bendiciones que se nos conceden y cómo llegarán a nuestra vida.
“No debemos pensar en el plan de Dios como si fuera una máquina expendedora cósmica en la
que (1) seleccionamos una bendición deseada, (2) insertamos la suma total requerida de buenas
obras y (3) el pedido se entrega sin demora […].
“[N]o todas las bendiciones que se basan en la obediencia a la ley se amoldan, diseñan y
programan de acuerdo con nuestras expectativas. Hacemos todo lo que podemos, pero debemos
dejar a Dios el manejo de las bendiciones, tanto temporales como espirituales” 20.
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Este nivel de obediencia invita a que el Espíritu Santo efectúe “un potente cambio en nosotros, o
sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer
lo bueno continuamente” 27.
Consideren con detenimiento las bendiciones que se prometen a quienes viven y obedecen el
evangelio de Jesucristo.
“Sí, benditos son aquellos cuyos pies descansan sobre la tierra de Sion, que han obedecido mi
evangelio; porque recibirán como recompensa las cosas buenas de la tierra, la cual producirá
con su fuerza.
“Y también serán coronados con bendiciones de arriba, sí, y con mandamientos no pocos, y con
revelaciones a su tiempo, aquellos que son fieles y diligentes delante de mí” 28.
Con frecuencia, los mandamientos “no pocos” individuales y personales que recibimos tienden a
centrarse en las cosas buenas que podemos y debemos hacer para desarrollar nuestro
discipulado y ahondar en él, a diferencia de centrarse sobre todo en las cosas malas que debemos
evitar o superar. Tales instrucciones celestiales por lo general son de naturaleza proactiva y
anticipatoria.
Por ejemplo, recuerdo que en 1974 el presidente Spencer W. Kimball extendió una invitación
acerca de las contribuciones de ofrendas de ayuno.
Él dijo: “Considero que cuando tenemos en abundancia, como es el caso de muchos de nosotros,
debemos ser muy, pero muy generosos […]. Creo que debemos ser muy generosos y dar no lo
que hayamos ahorrado en las dos comidas en las que hayamos ayunado, sino quizás mucho,
mucho más, incluso diez veces más cuando tengamos la posibilidad de hacerlo” 30.
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Entonces, una persona o una familia no está obligada, pero puede sentir la inspiración de
contribuir al fondo de ofrendas de ayuno de la Iglesia de buena gana y alegres a un nivel muy
superior a las normas básicas con las que la mayoría de nosotros estamos familiarizados. El
“mandamiento no poco” en este ejemplo se obedece con gusto y bendice a otras personas que
afrontan grandes desafíos y tienen recursos insuficientes.
Otro ejemplo es que los miembros fieles de la Iglesia pueden recibir impresiones individuales y
profundamente personales sobre lo que pueden hacer para responder de forma más cabal a la
enseñanza del presidente Russell M. Nelson en cuanto a dejar que Dios prevalezca 31 en su vida
personal y en sus familias.
Los “mandamientos no pocos” nos permiten estar “anhelosamente consagrados a una causa
buena, y hacer muchas cosas de [nuestra] propia voluntad y efectuar mucha justicia;
“porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes” 32.
“He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los
obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sion en estos postreros días” 33.
Progresar más allá de un nivel de obediencia transaccional hasta un nivel de obediencia sincera,
bien dispuesta y transformadora no sucede con rapidez ni de golpe, ni es meramente cuestión de
tener mayor disciplina personal, sino que es un cambio de disposición, aun un potente cambio
de corazón. Esta transformación gradual es algo que el Señor logra en nuestro interior, mediante
el poder de Su Espíritu, línea por línea. Nos entregamos al Señor y escogemos ser cambiados, y
luego Él obra en nosotros y dentro de nosotros.
El presidente Ezra Taft Benson describió la verdadera fuente del poder transformador en
nuestra vida.
“Cuando la obediencia deje de ser motivo de fastidio y pase a ser nuestro cometido, ese es el
momento en que Dios nos investirá con poder” 34.
Los he puesto a dormir; Los invito a que se despierten par esta siguiente parte. Espero que todos
ustedes se abrochen los cinturones.
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6/27/23, 6:45 PM “El bendito y feliz estado” (Mosíah 2:41)
Dada esa definición espiritual, lo que pensamos sobre muchas cosas cambia drásticamente al
comprender que la inteligencia es aplicar en rectitud lo que aprendemos y sabemos. Por
ejemplo, dada esta definición del Evangelio, no debemos equiparar la inteligencia con la
educación formal, el desempeño en exámenes estandarizados, los títulos académicos ni el éxito
terrenal. Según este criterio, algunas de las personas más instruidas que he conocido tenían poca
o ninguna inteligencia, y algunas de las más inteligentes que he conocido tenían poca o ninguna
educación formal.
Algunos de ustedes jóvenes élderes y hermanas dijeron: “Oh, no sé si soy tan inteligente”.
Quieren ser inteligentes. Quieren tomar lo que saben y aplicarlo para la rectitud. Entonces son
súper inteligentes.
Esta definición de inteligencia también nos ayuda a reconocer la función crucial que tiene la
obediencia con respecto a aprender y vivir el evangelio del Salvador. Aquí es donde se tiene que
abrochar los cinturones. ¡Aquí vamos! Consideren los siguientes versículos de Doctrina y
Convenios:
“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la
resurrección”.
“Y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de
su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” 36.
“[Y] si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia […] por medio de su
diligencia y obediencia”.
Por medio de un esfuerzo persistente, eficaz y diligente, una persona puede adquirir
conocimiento en la forma de hechos, datos, información y experiencia. La inteligencia solo
puede adquirirse mediante la obediencia.
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Mis amados consiervos en la obra del Señor, la inteligencia consiste en obedecer fielmente los
mandamientos de Dios y aplicar los principios del evangelio del Salvador en nuestra vida. La
obediencia es el medio por el que ustedes pueden aprender en la vida terrenal las cosas que en
verdad son más importantes en la eternidad.
Promesas y testimonio
Permítanme resumir ahora las siete lecciones importantes que he aprendido sobre la ley de la
obediencia en un período de más de 50 años:
1. La ley de la obediencia se comprende mejor en el contexto del plan de felicidad del Padre
Celestial y el sacrificio expiatorio del Señor Jesucristo.
3. La obediencia está relacionada con todas las verdades y los principios del Evangelio, y es
crucial para todos ellos.
4. No debemos centrarnos en la obediencia como una ley aislada que se mantiene por sí sola
de forma autónoma.
Uno de los deseos más profundos de mi corazón es que cada uno de ustedes jóvenes élderes y
hermanas aprenda sus propias lecciones personales acerca de la ley de la obediencia y reciba el
gozo duradero que solo sienten aquellos que aman a Dios y guardan Sus mandamientos. Por la
autoridad del santo apostolado, invoco las bendiciones sobre ustedes para que puedan
descubrir, comprender, y apreciar “el bendito y feliz estado” 37 de aquellos que guardan los
mandamientos de Dios.
Testifico con gozo que el Padre Celestial es el autor del plan de felicidad y que Jesucristo es Su
Hijo Unigénito y Amado. Y testifico que “por la expiación de Cristo, todo el género humano
puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio” 38. De estas
verdades eternas ofrezco mi firme testimonio en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Notas
1. Véase Doctrina y Convenios 20:77, 79.
2. 1 Nefi 8:28.
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3. Helamán 6:31.
4. Lucas 15:17.
5. Mosíah 18:8.
8. Mosíah 2:41.
20. D. Todd Christofferson, “Nuestra relación con Dios”, Liahona, mayo de 2022.
23. Ibidem.
31. Russell M. Nelson, “Que Dios prevalezca”, Liahona, noviembre de 2020, págs. 92–95.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/broadcasts/mission-leadership-seminar/2022/06/261bednar?lang=spa 12/13
6/27/23, 6:45 PM “El bendito y feliz estado” (Mosíah 2:41)
34. Ezra Taft Benson, citado en Donald L. Staheli, “La obediencia, el gran desafío de la
vida”, Liahona, julio de 1998, pág. 89.
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