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Texto y mapa sobre la reforma agraria durante la II República.

CLASIFICACIÓN

Volvemos a encontrar un documento doble, por una parte, un texto con fragmentos de la
Constitución de 1931 relativos a la posibilidad de expropiación de tierras si responde a un
interés general, y un mapa con las provincias españolas y el porcentaje de fincas de más de 250
hectáreas con respecto a la superficie agraria total. Como siempre empezamos con la
clasificación y naturaleza. En el caso del texto es un fragmento de la Constitución de 1931, es,
por tanto, una fuente primaria de naturaleza jurídica, aprobada el 9 de diciembre de ese
mismo año, el destinatario es claramente público. El mapa es también una fuente primaria, es
un documento elaborado en 1932, casi a la vez que la Constitución. El mapa es un mapa
temático de carácter económico y social y se sitúa también en los primeros años de la II
República.

IDENTIFICACIÓN DE IDEAS

En el texto la idea principal es clara, toda la propiedad privada puede ser expropiada si el
interés general -por utilidad social dice el documento- así lo considera. Prevé también la
posibilidad de una adecuada indemnización. Habla también de que los intereses económicos
particulares están sometidos al interés económico nacional. Otra idea secundaria es que los
bienes privados contribuyen al sostenimiento de los servicios públicos. En el mapa se refleja el
porcentaje de latifundios con respecto a la superficie agraria de cada provincia,
concentrándose sobre todo en la mitad sur. Vemos la mayor concentración de latifundios
(fincas superiores a 250 hectáreas) en gran parte de Andalucía, Extremadura y Castilla-La
Mancha, siendo estas superficies en Sevilla, Cádiz, Jaén, Huelva, Granada, Córdoba, Ciudad
Real y Cáceres más del 40 % de la superficie agraria provincial. Por el contrario, el fenómeno es
muy reducido (en torno al 10 % en Zamora, Valladolid, Palencia, Soria, Guadalajara, Cuenca y
Castellón). No aparecen datos en gran parte del tercio norte peninsular, pero sabemos que el
problema no era tan acuciante. Con los datos de este mapa podemos deducir
aproximadamente las provincias con un mayor número de jornaleros (agricultores sin tierras y
que trabajan las de otros) cuyas condiciones de vida son miserables y se convierten en un
potencial foco revolucionario debido a la expansión de la ideología anarquista que tantos
problemas ocasionará a los gobiernos republicanos.

CONTEXTO HISTÓRICO

La llegada de la Segunda República (1931) aceleró lasas promesas que reciben los campesinos
sobre una reforma agraria necesaria entorno a la miseria agraria. Una secuencia de decretos
dirigidos a paliar la precaria situación de los campesinos despertó pronto el recelo de los
propietarios agrarios. El decreto de laboreo forzoso obligaba a los propietarios a tener
cultivadas las tierras. El decreto de términos municipales para combatir el parto agrícola
estableció la obligación prioritaria de contratar braceros del propio término municipal. También
se aprobó el seguro de accidentes de trabajo y la jornada laboral de ocho horas, y se prohibió
expulsar de sus tierras a los pequeños arrendatarios.

La reforma agraria: La reforma agraria fue, sin duda, la obra de mayor envergadura del bienio
de izquierdas (1931-33). El problema agrario presentaba una doble vertiente. La agricultura
española tenía rasgos arcaicos: atraso técnico, baja productividad, sobre todo en los
latifundios, mano de obra abundante y barata (en 1930 el 47% de la población activa
correspondía al sector primario). Persistía una inadecuada estructura de la propiedad con
predominio de parcelas minúsculas en el norte, y extensos latifundios en el centro y sur, donde
predominaba el proletariado agrario. La ley de reforma agraria de septiembre de 1932 era muy
moderada. Pretendía la modernización técnica, acabar con el latifundismo y realizar una
redistribución de la propiedad más justa mediante el asentamiento de campesinos en las
tierras expropiadas.

Establecía cuatro tipo de tierras expropiables: los antiguos señoríos, las tierras mal cultivadas,
las permanentemente arrendadas y las de regadío que no estuviesen regadas.

Todos los propietarios expropiados debían ser indemnizados. La propiedad de las fincas
correspondió al Estado. El régimen de explotación colectivo o individual lo decidirían entre
socialistas y republicanos.

El fallido intento golpista del general Sanjurjo en 1932 tuvo un doble efecto: se expropiaron sin
indemnización las tierras de la alta aristocracia por haber apoyado la fracasa sublevación y se
aceleró la aprobación de la ley. La aplicación de la ley quedó en manos del Instituto de Reforma
Agraria, con un presupuesto de 50 millones de pesetas, a todas luces insuficiente. Sus
resultados fueron muy limitados. En dos años solo se establecieron unas 12 mil familias,
debido a su complejidad técnica, el exiguo presupuesto, el escaso interés de los republicanos
de izquierda, así como la oposición de la derecha y de los grandes propietarios. La lentitud de
su aplicación y el aumento del paro provocaron la frustración de los jornaleros y derivaron en
protestas radicales.

Estallaron insurrecciones anarquistas con tráficos enfrentamientos con las fuerzas del orden
público. Los sucesos de Casas Viejas, en enero de 1933, con el enfrentamiento entre
campesinos afiliados a la CNT, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto. Las fuerzas del orden
público acribillaron a tiros a ocho campesinos durante las luchas y fusilaron sin más a otros
doce una vez sofocado el levantamiento. Estos sucesos minaron la credibilidad republicana. La
oposición radical y la derecha exigió una investigación parlamentaria y tanto la prensa como la
opinión pública atacaron a Azaña como responsable de estos hechos.

Con la victoria de los grupos de derechas se inaguró una nueva etapa El Bienio Radical-Cedista
(1933-35). Los primeros gobiernos del Partido Radical, entre diciembre de 1933 y octubre de
1934, se formaron en coalición con partidos republicanos de centro y el apoyo parlamentario
de la CEDA, que presionó para revisar las reformas del primer bienio. Se rectificó la reforma
agraria sin derogar por completo las leyes anteriores. A la aristocracia latifundista le fueron
devueltas las tierras confiscadas. Los propietarios agrarios tras el triunfo de la derecha
incumplieron las leyes laborales y bajaron los salarios. La respuesta fue una huelga general
campesina en junio de 1934, con un balance de docenas de campesinos muertos o heridos y
miles de encarcelados. La subida de la CEDA al gobierno derogó completamente la Ley Agraria
de 1932.

El triunfo del Frente Popular (1936) aceleró de nuevo la reforma durante el gobierno del Frente
Popular y durante la Guerra Civil. El triunfo del bando rebelde frenó en seco estas
pretensiones.

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