Está en la página 1de 13

Orando con Santa Luisa de Marillac

Himno a Santa Luisa

Luisa de Marillac,
mujer comprometida,
transparencia de Dios
muy cerca del que sufre,
tus huellas nos inspiran.
Abriremos caminos
que inviten al amor, a servir con
alegría.

Dios te hablaba desde el fondo de tu ser;


Le buscabas, anhelabas ser feliz,
Y escuchaste desde el grito de los pobres
El proyecto de Dios Padre sobre ti.

AMBIENTACIÓN
Santa Luisa de Marillac, esposa fiel, madre modelo, formadora,
misionera, maestra, educadora y cofundadora con San Vicente de Paúl de
la Compañía de las Hijas de la Caridad, ayúdanos a alcanzar del Señor,
las mismas virtudes que alentaron tu vida para entregar por completo la
nuestra al servicio de Jesucristo en la personas de los más pobres. En tu
protección confiamos la misión de toda la familia vicenciana, para que
fieles a la llamada de nuestro Señor Jesucristo seamos agentes de
caridad.

Las primeras Hijas de la Caridad quedaron impresionadas


por la actitud orante de Luisa de Marillac.
En las conferencias celebradas sobre las virtudes de la
Señorita Le Gras, varias Hermanas pusieron de relieve su pro-
funda unión con Dios:
«Siempre tenía su espíritu ocupado en Dios.»
«Tenía mucha vida Interior y pensaba mucho en Dios.»
«Tenía el espíritu elevado a Dios en sus penas y enfermedades y
buscaba en ello el agrado de Dios”
«Tenía el don de bendecir a Dios en todas las cosas”
«Era muy grande su sumisión a la voluntad de Dios.»
La lectura de las meditaciones de Luisa de Marillac, de sus plegarias, de
sus cartas a las Hermanas y a San Vicente nos permite descubrir de qué
manera la persona de Jesús iluminó, esclareció su vida. Luisa de Marillac
tuvo el deseo constante de asociarse a «esa misteriosa aventura del
Verbo Encamado». Quiso dejar a Cristo apoderarse de su propia vida con
el deseo de participar, ella, humildemente, en su Misión salvífica del
mundo, mediante el servicio a los Pobres.
La oración de Luisa puede definirse, con una expresión de San. Vicente,
como «una larga conversación de su alma» con el Hijo de Dios, el Verbo
Encarnado, Cristo Redentor.

«Honrar a Jesucristo».
Hay una expresión que se encuentra con frecuencia en la pluma de Luisa
de Marillac: «Honrar a Jesucristo». Su pensamiento queda resumido en
una carta dirigida al Sr. Portail, en 1647:
«…me parece que es el Espíritu de Jesucristo el que ha inspirado escojan
esta forma de vida a las personas que Él ha elegido para honrar la vida
humana que llevó aquí en la tierra.»
El Reglamento de las Hermanas del Hospital de Angers, redactado
conjuntamente por Vicente de Paúl y Luisa de Marillac en 1640, empieza
en estos términos:

«Las Hijas de la Caridad de los pobres enfermos van a Angers para


honrar a Nuestro Señor Jesucristo, Padre de los pobres, y a su Santa
Madre, para asistir a los pobres enfermos… corporal y espiritualmente.»
Honrar a Nuestro Señor Jesucristo significa, para Luisa de Marillac, unirse
al Verbo de Dios en su vida de amor y de entrega.

Canto: GRACIAS QUIERO DARTE

1 Gracias quiero darte por amarme.


Gracias quiero darte yo a ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí.
Gracias por amarme a mí también.

Estribillo:
Yo quiero ser, Señor amado,
como el barro en manos del alfarero.
Toma mi vida, hazla de nuevo,
yo quiero ser un vaso nuevo.

2 Te conocí y te amé.
Te pedí perdón y me escuchaste.
Sí, te ofendí perdóname, Señor,
pues te amo y nunca te olvidaré. [Estribillo]

Luisa de Marillac honra a Cristo en su


Encarnación.
 Luisa de Marillac honra a Cristo en su Encarnación —Verbo hecho
hombre—, viviendo en medio de los hombres.
Invita a las Hermanas a que penetren en la grandeza de la
Encarnación del Hijo de Dios, a que sigan a Jesucristo paso a paso
durante su vida terrena, a que lleguen a ser «familiares» con el
Evangelio.
 Luisa de Marillac honra a Jesucristo en el gran misterio de la
Redención, a Cristo que muere por la salvación de los hombres.
Invita a las Hermanas a que se asocien a la misión de Cristo
Redentor, a que la prolonguen junto a la humanidad doliente por
medio del servicio corporal y espiritual.
 Luisa de Marillac honra a Cristo, segunda Persona de la Santísima
Trinidad, que vive en unión amorosa con el Padre, de cuya unión
procede el Espíritu Santo.
Invita a las Hermanas a que se dejen invadir por el Amor de Dios y a
que configuren su vida con la de Cristo.
La oración de las Hijas de la Caridad ha de estar, como la de Luisa,
impregnada de la contemplación de Cristo. La vida de la Hija de la
Caridad tiene que ser reflejo del rostro de Cristo, de su infinita bondad, de
su Amor inconmensurable. Esa vida debe ser la continuación de la misión
redentora de Cristo. Cristo es la Regla de la Hija de la Caridad.

Mirada de fe del itinerario espiritual de Luisa


de Marillac
La mirada de fe es un hecho humano fundamental que nos orienta hacia
Dios y nos invita a vivir de su Espíritu. La presencia de los Santos es un
recuerdo continuo de las cosas del cielo. La Iglesia nos enseña que los
santos son inseparables de la plenitud de los misterios de Cristo en lo
concreto, del mismo modo que lo son del misterio de la santa Iglesia por
su calidad.
La Sagrada Escritura nos recuerda nuestros deberes: «Sed santos,
porque yo, vuestro Dios, soy santo» (Lev 19, 2). Jesús responde en
eco: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» Cristo
invita a seguirle y creer no es sólo adherirse intelectualmente a lo que él
dice, sino comprometerse con El «Si alguno quiere venir en pos de mí,
que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga». El camino de la fe es
un camino de prueba y de libertad, pero es también la obra de la gracia.
Esta gracia, con frecuencia es oscura. Reside también en el sufrimiento,
pero Dios siempre nos precede como gracia. Si crecemos en el hacer, es
preciso también hacerlo en el ser, en el arte de vivir.

.«La caridad de Jesucristo crucificado nos apremia»

El camino de santidad de Luisa de Marillac


«Entregada a Dios al servicio de los demás»
Con firme suavidad, el Señor Vicente le indica el camino «Dios es amor y
quiere que vayamos a Él por amor» 2. Es a la vez una etapa ascendente y
descendente. Luisa sube espiritualmente y se despoja humanamente. En
un contexto de desórdenes políticos (la Fronda), de fundaciones fuera de
Paris, de formación de las Hermanas, imperturbablemente, continúa
realizando su resolución: adhesión a la voluntad de Dios.
En la conferencia del 3 de julio de 1660 presidida por el Señor Vicente,
algunas nociones aportadas por las Hermanas permitirán conocer mejor a
Luisa de Marillac como instrumento de Dios para formar a las Hermanas,
perfeccionar lo que había comenzado y descubrir los designios de Dios
sobre la Compañía. La correspondencia con las Hermanas que están
lejos, nos ilustran sus cualidades personales, su espíritu de adaptación y
la unión entre el quehacer diario y la intervención divina.
¿Cómo lo vivió Luisa de Marillac?
En la imposibilidad de trazar de nuevo lo vivido de la historia diaria, hemos
retenido algunas líneas seguras: la docilidad al Espíritu Santo, el
abandono y la confianza en la Providencia y la ascesis. La vida de Luisa
es un conjunto de fidelidades que se convierten en la gran fidelidad a las
inspiraciones del Espíritu Santo el día de Pentecostés de 1623.

¿Por qué hace referencia al Espíritu Santo en sus escritos? La iluminación


de Pentecostés es bien conocida por ella misma: las tinieblas en las que
estaba sumergida, se encuentra iluminada y el corazón sosegado por la
certeza de la grata presencia que le habitaba y que le hacía presagiar su
futura misión. Esta claridad que, de repente la invade, fue la respuesta a
su alma sedienta de Dios. Algunos aspectos de su vida permiten
comprender mejor y esbozar su disponibilidad al Espíritu Santo.

Su niñez
En primer lugar, ¡qué doloroso fue para Luisa saber y comprender su
origen! No se rebela, pero sufre por no ser como las otras que vuelven a
su familia. Hasta los trece años, vivirá en el Convento Real de Poissy
donde está su tía, Luisa de Marillac. Es pues en este marco monacal
donde comienzan a germinar las gracias de su bautismo.

Esta atmósfera de contemplación y oración en la que Luisa estaba


inmersa, que no conoció idas y venidas de una vuelta a la familia, ¿no es
esto lo que sencillamente la hacía, más que a las demás, receptiva a
escuchar a Dios a través de las jornadas ritmadas por el sonido de la
campana?
Es lo que dirá mucho tiempo después a Margarita Chétif: «Desde mi
infancia, he tenido gusto y facilidad por la meditación» Y, puesto que la
educación fue muy avanzada, no dejó de estimular su espíritu y su
inteligencia a la cultura y a las artes del siglo con este sentido religioso en
el que Dios es el comienzo y el fin de todo conocimiento.

1604-1613
El tiempo de Poissy no dura. Luisa está a pensión en casa de una buena
señorita. Es un cambio de medio pero se adapta con el sentido que le
daba su piedad. Comulgando con las evoluciones religiosas de su tiempo
que pone en práctica el Concilio de Trento, se alimenta de Bérulle, de los
escritos de san Francisco de Sales que hacían furor en la época. Las
Capuchinas se instalan en Paris y Luisa sueña con formar parte de ellas.
A las primeras Carmelitas las recibe, en nombre de la Reina, su tío Miguel
de Marillac. Este confidente no teme escribirle un día: «El alma pobre, que
se reconoce y acepta como tal, espera de Dios lo que él disponga… Se
contenta con someterse a Dios y no intenta dictarle la manera cómo ha de
conducirla»3. No teme ayudarla a ser más dócil al Espíritu Santo y Luisa
comprende bien este lenguaje.

Después de 1625
La santidad es una obra larga y difícil, es la obra del Espíritu Santo la que
día tras día, perfila el alma para hacerla pura y agradable a Dios. El Señor
Vicente será el instrumento de la liberación progresiva de los escrúpulos
de Luisa y de los lazos que aún la retienen cautiva y le impiden confiar en
los impulsos del Espíritu con toda humildad y obediencia.
¿Cuántos retiros no haría para consagrarse más totalmente al Señor y a
sus miembros sufrientes, los pobres? Al finalizar una de sus oraciones,
escribe:
«No es, pues, bastante que me enseñes, oh Salvador mío, los medios
para prepararme a la venida del Espíritu Santo, sino que hace falta que tú,
alma mía, trabajes de verdad para vaciarte de todos los impedimentos, y
actúes, o mejor dicho dejes actuar plenamente a la gracia que el Espíritu
Santo quiere derramar en todas las potencias de nuestro ser; y esto no
podrá ocurrir sino mediante la destrucción de mis malos hábitos que
cuando llega el caso se oponen a ello»4.
Así, la santidad se abre paso en el corazón de Luisa. En su oración casi
continua Luisa se deja impregnar por el Evangelio que, cuanto más
contempla y medita, más ve a Dios en los pobres. Contemplación y
acción, es todo uno: la una invade a la otra y viceversa.

Lo que ella desea para ella misma, lo desea para sus hijas: «Hay que
(ser) totalmente de Dios, ¿Quiénes somos nosotras para querer escoger
libremente nuestros caminos? Dejemos que Dios actúe»5.

El abandono y la confianza en la Providencia


Dejarse conducir por la Providencia, confiar en la Providencia,
abandonarse en la Providencia, son otros tantos términos que a menudo
encontramos en los escritos de Luisa de Marillac: correspondencia con las
primeras Hermanas o notas personales. Si Luisa habla y escribe así, es
para compartir con ellas los sentimientos que la impregnan
profundamente.

En ella, el empleo de la palabra Providencia traduce a la vez su


confianza total en Dios y el abandono en la fe a sus designios. A veces,
emplea sencillamente esta palabra para significar la acción de Dios en
una u otra circunstancia. El Señor Vicente la ayudó en este proceso que la
llevará a un completo abandono en Dios, liberándola de una ansiedad
natural. Hacia 1629, la invita a no adelantarse a la Providencia: «Dios, hija
mía, tiene grandes tesoros ocultos en su santa Providencia.
Luisa ha vivido y ha sabido compartir con las primeras Hermanas esta fe y
esta confianza en la Providencia basada en su amor de Dios. Lo que
escribe no puede ser más que el reflejo de lo que piensa, de lo que vive y
de lo que la habita hasta el final de su vida.

Canto: SIEMPRE CONFÍO EN MI DIOS

Siempre confío en mi Dios, (2)


Él me conduce, no temo. Me acompaña al caminar
Aunque sin luz camine yo en la noche,
Aunque el temor me impida avanzar.
Aunque perdido yo vaya por las calles,
Sin encontrar amor y amistad.
Aunque yo inquieto me mueva todo el día,
Sin encontrar la paz del corazón.
Aunque las fuerzas me falten en la vida,
Y la ilusión se apague frente a mí.

MIRADA CONTEMPLATIVA DE
SANTA LUISA
Luisa de Marillac era una mujer
contemplativa aunque no llevaba
vida contemplativa, estaba siempre
entregada a los pobres con una
vida repleta de acciones, de viajes,
de correspondencia, de reuniones.

“Le aseguro, en conciencia, que ya no hay posibilidad de resistir


a la compasión que causan estas pobres gentes” (C.318)
Santa Luisa fue una mística unida a Jesucristo por el sufrimiento
y la pobreza. Una mística totalmente entregada a Dios y
comprometida con los pobres, un alma apasionada por el amor.
Veía a Cristo en los pobres y a los pobres en Cristo.

Esta mujer llegó a experimentar que el seguimiento de Cristo se


da en la historia sufriente de la humanidad. Su cristología dejó
de ser teórica para hacerse práctica, dando paso a la vivencia de
un Cristo encarnado en los márgenes de la sociedad y hecho
siervo para anunciar y realizar la Buena Nueva en favor de los
pobres.

Se atreve a “dar la vuelta a la medalla” y experimenta que los


pobres, aunque vulgares y groseros, son el “sacramento de
Cristo”. Está convencida de que los pobres, antes que
destinatarios de nuestros servicios, son la presencia latente y
patente en el mundo del Señor crucificado.
No basta con ir y dar, sino que es necesario un corazón
purificado de todo interés (C. 257)

Santa Luisa nos invita unir el pasado con el presente, el ayer


con el hoy, para saber qué es lo que Dios espera de nosotras,
por eso nos dice que “nada nos debe detener cuando se trata de
la gloria de Dios y del bien de los pobres”.
Tengamos presentes las palabras de San Vicente refiriéndose a Santa
Luisa: Su rostro debe estar presente en nuestra vida, no lo podemos
olvidar, lo tenemos que contemplar con frecuencia para aprender de ella a
amar y servir”.

Comparte lo que más te haya llamado la atención de


Santa Luisa.

ORACIÓN A SANTA LUISA (Todas)


¡Oh gloriosa Santa Luisa de Marillac!
esposa fiel, madre modelo,
formadora de catequistas, maestras, educadoras y enfermeras.
Ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:
socorro a los Pobres,
alivio a los enfermos,
protección a los desamparados,
caridad a los ricos, conversión a los pecadores,
vitalidad a nuestra Iglesia
y paz a nuestro pueblo.
Cuida nuestro hogar y nuestra Comunidad
y cuanto hay en ellos.
Que sea un camino recto
que nos conduzca a nuestra casa del cielo,
y que tu bendición descienda todos los días
sobre cada uno de los que en ellos vivimos.
Bendito seas, buen Dios,
porque sembraste el amor en Santa Luisa
para ejemplo nuestro
e imitación de Jesús,
Camino, Verdad y Vida.
Amen.

MAGNIFICA: YO CANTO AL SEÑOR

Yo canto al Señor porque es grande,


me alegro en el Dios que me salva;
feliz, me dirán las naciones,
en mí descansó su mirada.
Unidos a todos los pueblos,
cantamos al Dios que nos salva.
El hizo en mí obras grandes,
su amor es más fuerte que el tiempo,
triunfó sobre el mal de este mundo,
derriba a los hombres soberbios.
Unidos a todos los pueblos,
cantamos al Dios que nos salva.
No quiere el poder de unos pocos;
del polvo, a los pobres levanta;
dio pan a los hombres hambrientos,
dejando a los ricos sin nada.
Unidos a todos los pueblos,
cantamos al Dios que nos salva.
Libera a todos los hombres,
cumpliendo la eterna promesa,
que hizo en favor de su pueblo,
los Pueblos de toda la tierra.
Unidos a todos los pueblos,
cantamos al Dios que nos salva.




También podría gustarte