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Comemosloquesomos MabelGracia
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net/publication/277013904
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Mabel Gracia-Arnaiz
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Sentidos e significados da alimentação (saudável): Restaurantes Populares no Brasil e Comedores Sociales na Espanha View project
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© Mabel Gracia-Arnaiz
© De esta edición
Icaria editorial, s. a.
Arc de Sant Cristòfol, 11-23 - 08003 Barcelona
www. icariaeditorial. com
ISBN: 978-84-9888-649-8
Depósito legal: B-6733-2015
Impreso en Romanyà/Valls, s. a.
Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)
Introducción 9
Tramas 11
Preguntas 18
Respuestas 26
PRIMERA PARTE
FORMAS MÚLTIPLES DE CONTAR LA VIDA
I. Comer o no comer ¿esa es la cuestión?: otras miradas
en torno a los trastornos alimentarios 37
Una mirada distinta, pero no distante 39
La cultura: una china en el zapato 52
II. Cerveza de día, copa de noche:
Una etnografía de la publicidad 67
Los anuncios publicitarios: entre la práctica
y el discurso 68
La evolución del consumo de cerveza en España 77
La discursividad en la publicidad de cerveza 84
SEGUNDA PARTE
ALIMENTACIÓN, TRABAJO Y GÉNERO
III. De nutridoras, cocineras y otras tareas domésticas 107
Alimentación, cultura y género 108
TERCERA PARTE
ENTRE LA LIPOFOBIA Y LA OBESOGENIA
V. La emergencia de las sociedades obesogénicas
o de la obesidad como problema social 159
Qué comer, cuánto pesar: la normativización dietética
y corporal 161
Comer, engordar, enfermar: el diagnóstico 164
Controlar el peso, seguir la dieta, moverse más:
las medidas 169
De nuevo, una concepción limitada de la cultura
y la alimentación: la discusión 177
VI. No engordarás: representaciones y experiencias sobre
y desde la obesidad 189
La lipofobia y la medicalización de la gordura 191
¿Es la obesidad una enfermedad? 194
Representaciones y prácticas biomédicas en torno
a la obesidad 200
Si la obesidad es una enfermedad, ¿entonces
yo estoy enfermo? 207
Discusión 213
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Tramas
«Mamá, ¿qué harás hoy para comer?» Ana responde a su hija:
«espaguetis a la boloñesa, nuggets con patatas fritas y natillas, ¿te
gustan, verdad? «Sí, me encantan», responde Julia, de quince años
«pero todo engorda y estoy a dieta, hazme otra cosa».
En menos de tres líneas, este diálogo entre madre e hija sobre una
comida cualquiera en un día cualquiera condensa formas de recipro-
cidad, convención e interés pero, lo que es más importante, pone en
marcha el apasionante juego de las relaciones sociales. Como antro-
póloga me interesan, principalmente, los procesos que intervienen
en nombrar y usar las cosas, en tanto que las palabras (los nombres)
y los objetos (las cosas) dan cuenta, de forma articulada, de la parte
simbólica y material de cualquier actividad humana. Entiendo que
la antropología puede ser una ciencia de las ideas y de las cosas, en
modo inverso al que planteara Lucien Febvre (1975) en Combates
por la historia cuando reivindicaba que la historia era la ciencia del
hombre y del pasado humano, no de los conceptos y los objetos.
El lenguaje no es neutral y los artefactos que fabricamos o usamos
tampoco. Los objetos, según García Canclini (1995), tienen un vida
compleja, y su uso, apropiación y nominación también. Con los
espaguetis con salsa de tomate y carne («a la boloñesa») y el pollo
rebozado convertido en nuggets, Ana elabora un plato cuyo consumo
es familiar y, a la vez, satisface los gustos de su hija adolescente.
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Preguntas
Mi interés por estudiar la relación entre alimentación, género y
salud, y en particular los procesos por los cuales algunas prácticas
alimentarias y corporales se problematizan en función de cuándo y
quiénes las protagonizan o a las juzgan, me han llevado a preguntar-
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Respuestas…
La mirada antropológica, en su sentido más amplio, se interroga y da
respuestas sobre la utilidad y las consecuencias de imponer observacio-
nes generales a la interpretación de los casos particulares, a menudo
completamente descontextualizados, sin tratar de comprender cada
caso en su contexto «local». No estoy poniendo en duda la eficacia
y la capacidad resolutiva de la biomedicina en el diagnóstico y el
tratamiento, ni mucho menos, ni que determinadas situaciones de
obesidad no deban considerarse una enfermedad o un signo de otras.
Pero cuando aquello que se concibe como el origen de una patología
incluye prácticas alimentarias o corporales (culturales, en definitiva),
y se pretende alterarlas, la epidemiología o los ensayos clínicos no
son herramientas necesariamente suficientes para comprender cómo
funcionan (Comelles, 2011). Recurrir, entonces, a instrumentos
cualitativos puede ser útil para entender las múltiples dimensiones e
interconexiones que afectan a determinados procesos. Ahora bien, esta
comprensión no se alcanza únicamente aplicando métodos y técnicas
mixtas, sino reconociendo que la vida alimentaria es compleja y como
tal debe abordarse analíticamente (Warde, 2014).
Este problema intelectual es el que conduce a la biomedicina a
emplear, cuando sale de sus metalenguajes y debe proyectarse sobre la
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Bibliografía
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COMELLES, J.M (2011), «Antropología y Medicina. Crónica de
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De disciplinas y abordajes
Los trastornos alimentarios, aún reconociéndose su genealogía
histórica (Brumberg, 1988; Bell, 1988), se describen como pato-
logías relativamente «nuevas» donde la cultura adquiere un papel
explicativo relevante. Se considera que el origen y el incremento de
la anorexia nerviosa o la bulimia nerviosa están vinculados a cam-
bios sociales, económicos y políticos acaecidos en las sociedades
occidentales contemporáneas. Dicha vinculación, lógicamente, ha
favorecido en los últimos años nuevas oportunidades de estudio
y un aumento de la literatura socioantropológica, dando lugar a
diversos abordajes analíticos. Aún tratándose de estudios con inte-
reses dispares han servido, cuando menos, para relativizar el carácter
anómalo de comer mucho, poco o nada, así como también para
poner en evidencia que el cuerpo no es nunca simplemente bioló-
gico o social. Del mismo modo, ponen de manifiesto la necesidad
de contextualizar la emergencia y la evolución de las enfermedades
según las variables de tiempo y espacio y, finalmente, son útiles para
preguntarse por qué, en un momento dado, ciertos fenómenos se
problematizan y otros no.
En base a esta literatura se pueden establecer cuatro tipo de
aproximaciones dependiendo de los énfasis y los recursos teóricos y
metodológicos empleados (Gracia-Arnaiz, 2012). En primer lugar,
están aquellos trabajos que asumen los presupuestos epidemioló-
gicos sobre el origen causal y la evolución de los TCA, aportando
a la biomedicina técnicas de análisis utilizadas por las ciencias so-
ciales para profundizar en lo que, desde este ámbito, se consideran
factores sociales determinantes. En segundo lugar, se encuentran
las investigaciones que ponen énfasis en la comparación desde un
enfoque historiográfico o etnográfico, dedicándose principalmente
a dar cuenta de la variabilidad de representaciones, significados y
prácticas en torno al cuerpo y la comida en épocas y culturas dis-
tintas. En tercer lugar, están los trabajos que se han interesado en
analizar, por una parte, la distribución desigual de la delgadez o de
la gordura en función de variables como el género, la clase social
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Me pregunto por qué mierda la gente piensa que uno hace esto
enteramente por vanidad, si supieran la esencia de todo esto, esto
es algo mío, tan mío, que voy a defenderlo con uñas y dientes,
y si me cuesta la vida, me sentiré mas que recompensada [...]
porque para mi la anorexia no es sinónimo de enfermedad,
simplemente es una manera de vivir mi vida [...] jamás permitiré
que se metan con algo enteramente mío como son mis ayunos,
vómitos y dietas. (I, bloguera)
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De sujetos y contextos
La mayoría de profesionales sanitarios reconocen el papel de la cul-
tura en la causalidad de los TCA (Garner y Garfinkel, 1980; Toro,
1996), pero de un modo que no puede emplearse como concepto
analítico. Esto es así porque su concepción de cultura oscila entre
un sinónimo de «educación» —de aprendizaje de competencias
académicas o cívicas—, y una ingenua y anacrónica definición como
conjunto de rasgos que, articulados unos a otros, etiquetan una de-
terminada identidad «étnica» (afroamericano), o «cultural» (francés).
Con dificultades para ir más allá, la aproximación biomédica se fija
en lo que conoce, las trayectorias clínicas, y desde la clínica valora
la responsabilidad del paciente en su enfermedad.
En la actualidad, la tendencia a convertir en enfermedad
cualquier malestar, incluso banal, se explica en parte por el des-
mantelamiento de los sistemas de soporte social incompatibles con
el individualismo del modelo de sociedad industrial, y por la dele-
gación sobre los profesionales (o expertos) de la responsabilidad de
su gestión (Comelles, 2011). Considerar patología cualquier forma
de desviación o transgresión social exculpa de su causalidad a los
agentes socioeconómicos o políticos, permite abordarla individual-
mente y culpabilizar a la víctima de su propio mal (victim-blaming),
unas veces por su constitucional vulnerabilidad, otras porque «se
lo ha buscado». En las narrativas de los clínicos es muy común que
se responsabilice al paciente o a su entorno más inmediato de sus
problemas. Comer mucho o poco es una elección personal, hacerlo
ordenada o desordenadamente también. Si enferman, es su respon-
sabilidad: «Se lo buscan ellas solitas. Todas empiezan igual. Se ponen
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En cualquier caso, todas estas mujeres están usando algo tan sig-
nificativo y con tanto valor económico y simbólico como es el cuerpo
o la comida para expresar sus maneras de ser y entender la vida.
Por eso hay que reconsiderar las formas en que se están definien-
do y abordando los trastornos alimentarios y sus pacientes. Aunque
los profesionales sanitarios también son «seres comientes» —tanto
biológica como socialmente—, apenas piensan en las dimensiones
culturales de las experiencias alimentarias. Sus interpretaciones no
aluden a los gustos o placeres de la comida, o a sus sinsabores. Solo
refieren la comida desde el discurso de la salud y la enfermedad, y solo
hablan de la dieta por su interés o adecuación médico-nutricional. Por
si fuera poco, en el tratamiento, se limitan a proponer a las pacientes un
régimen muy estructurado, difícil de cumplir en una sociedad donde
la pluralidad de actividades y de horarios fragilizan el seguimiento de
las rutinas dietéticas, olvidando que las comidas son también espacios
dependientes de una cotidianidad cada vez más densa.
La extensión de los trastornos alimentarios a sectores de la
población que se escapan a los grupos de riesgo —personas con
edades no circunscritos a la adolescencia, de distintas clases sociales,
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Bibliografía
APPADURAI, A. (2001), Après le colonialisme. Les conséquences
culturelles de la globalisation. París: Payot.
ARRIZABALAGA, J. (2000), «Cultura e historia de la enfermedad»,
en Perdiguero, E. Comelles, JM (eds.) Medicina y cultura. Es-
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Cuadro 1
Evolución de la producción total en España
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veza y del proceso de concentración del sector, del que han surgido las
principales empresas cerveceras actuales y la necesidad de contrarrestar
el fuerte aumento de las importaciones. De hecho, la alta inversión
en publicidad fue considerada como uno de los puntos fuertes de la
industria española para el fortalecimiento de las barreras a la entrada
de nuevos productores extranjeros, que tendían a acceder a nuestro
país mediante la compra de las cervecerías españolas consolidadas.
La incorporación de España a la Unión Europea y la participa-
ción extranjera en el mercado español provocaron una concentración
de fábricas de cerveza y una internacionalización del sector a inicios
del nuevo milenio. En la actualidad, solo seis grupos aúnan la casi
totalidad de la producción de cerveza en España y son responsables
de 115 marcas distintas. Es el caso del Grupo Damm, Mahou San
Miguel, Heineken España, Hijos de Rivera, S.A.U, Cervecera de Ca-
narias S.A y La Zaragozana S.A (MAGRAMA-Cerveceros de España,
2013). Las marcas que aparentemente compiten entre sí a través de
la publicidad, pueden en realidad pertenecer a grupos cerveceros con
intereses financieros comunes. Por ejemplo, la inversión publicitaria
de estos grupos aumentó constantemente de 71.461.990 millones
de euros en 2004 a 79.765.833 en 2005, lo que representa un in-
cremento del 11,6 % (Marketing News.es, 2006). En este sentido,
con la presión de la publicidad se pretende mantener las respectivas
cuotas de mercado de cada empresa.
Se han dado varias razones para explicar la disminución del
consumo registrada en las últimas décadas. Entre ellas, se mencio-
nan las oscilaciones en la llegada de turistas —muchos son grandes
consumidores de cerveza—, las diversas recesiones económicas o
la progresiva preferencia por las bebidas sin alcohol y con bajo
contenido calórico. Respecto a esta última cuestión, las campañas
institucionales contra el consumo alcohol, las leyes que restringen
y gravan la venta y la creciente preocupación por salud y el peso
corporal habrían contribuido exitosamente a este descenso.
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Tabla 3
Evolución de gasto y consumo de cerveza en España
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7. Algunos de estos términos, como pilsen, large o ale, se refieren a las cervezas
que cubren una amplia gama, pudiendo ser de baja o alta fermentación, pálidas,
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XI Congreso de Historia Agraria. Available: http://seha.info/
2_2005_sesiones.asp.
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Cuadro 1
Distribución de actividades en un día promedio (en horas y minutos)
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3. La tasa de fecundidad continua siendo una de las más bajas de la UE. A pesar
de que había aumentado por la mayor fertilidad de las madres extranjeras, desde
2008 no ha parado de descender, situándose en 2012 en 1,36 (INE).
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Varones Mujeres
Fuente: Encuesta de Empleo de Tiempo. INE
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un acuerdo con empresarios y modistos para homogenizar las tallas. Esta acción,
sustentada en un estudio antropométrico hecho por el Ministerio de Sanidad y
Consumo en 2007 con 10.415 mujeres entre 12 y 70 años, determinó tres mor-
fotipos corporales para las españolas —diábolo (39%), cilindro (36%) y campana
(25%)—, estableciendo la tasa de obesidad en el 12,4%.
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7. http://www.roche.fr/home/medias/actualites/enquete_ObEpi-Roche_
2012_la_progression_de_l_obesite_ralentit_en_france.html
8. En 1964, los Estudios Nacionales de Nutrición y Alimentación (ENNA-3 en
Carbajal, 2005) indican que la ingesta media se situaba en torno a las 3.008 kcal.
En la actualidad, tal como señala la Fundación Española de Nutrición, la media
está en torno a las 2.600 kcal. En Cataluña, por su parte, la ingesta de energía es
de 1.981 kcal en 2002 (Serra, Ll. et al., 2007).
9. Hay autores que estiman que en los últimos 50 años se ha producido una
disminución de entre 300-600 kcal/día en el gasto energético por actividad física
(Aranceta, 2008: 239)
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Se nos dice que debemos comer bien, pero al mismo tiempo las
rutinas domésticas y dinámicas de trabajo actual se asientan en
una comida rápida, fácil y barata. (Montaner, 2004)
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13. Es el caso, por ejemplo, del Pla integral per a la Promoció de la salut
mitjançant l’Activitat física i l’Alimentació Saludable (PAAS) en Cataluña, del Plan
Integral de Obesidad Infantil en Andalucía 2007-2012 o del programa de Preven-
ción de la Obesidad de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias.
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18. En 2008, la prensa escrita hizo público algunos estudios relativos a Francia
y también EE UU. señalando que, por primera vez desde 1980, la tasa de obesidad
infantil se había estancado. Los investigadores no se atrevieron a apuntar, sin
embargo, si se trataba de una casualidad estadística o una tendencia a largo plazo,
aunque, eso sí, todos coincidieron en afirmar que el éxito había que atribuirlo a las
políticas gubernamentales (disponible en http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/
spanish/news/fullstory_64648.html; www.lavozdegalicia.es/sociedad/2008/05/28/
00031211967335352732582.htm).
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el 56% mujeres y el 44% hombres. El 50% eran de clases social baja y media-baja, el
38% a la clase media y el 12% pertenecían a clase media-alta. Por otro lado, inclui-
mos en el estudio a 5 padres de jóvenes con sobrepeso, 5 educadores de secundaria,
8 profesionales sanitarios y 7 jóvenes sin sobrepeso. En internet, analizamos los
intercambios escritos de 18 jóvenes residentes en Catalunya registrados en los foros
de www.adelgazar.com y www.obesos.org. Los resultados de esta investigación han
sido publicados en Gracia-Arnaiz, M. et al. (2012) Pobres joves grassos! L’obesitat
en les trajectòries juvenils. Tarragona: Servei de Publicacions URV.
Una versión reducida de este capítulo han sido publicadas en español e inglés en
Gracia-Arnaiz, M, (2014) «De la lipofobia al lipofobismo: imágenes y experiencias
en torno de la obesidad», Salud (i) Ciencia, 20 (4): 382-388 y Gracia-Arnaiz, M.
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in a Mediterranean society». Health 7 (5): 1180-1189.
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[…] hay cosas que se dan por ciertas que tampoco están demos-
tradas, no todo el mundo que tiene sobrepeso está enfermo […]
no sé si tampoco es muy conveniente demonizar a esta gente, en
el sentido de hacerlos entrar en la dinámica de una enfermedad.
(Médico de familia)
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Discusión
Cuando la obesidad se plantea como un problema de exceso de
peso atribuible principalmente a un balance energético positivo,
la naturaleza compleja de la biología y la cultura que interviene
en su origen y desarrollo tiende a ser simplificada en beneficio de
enfatizar la responsabilidad individual. Esto es evidente tanto en las
estrategias de salud pública para prevenir la obesidad como en las
narrativas de los profesionales sanitarios y los adolescentes y jóvenes
diagnosticados de sobrepeso en Cataluña. En este contexto, el debate
público sobre las causas del rápido incremento de la prevalencia de
obesidad no está polarizado entre los factores individuales/subjetivos
y los marcos sistémicos (Lawrence, 2004), sino que ambos se inclu-
yen en su explicación. Por una parte, se advierten las consecuencias
negativas de la modernización de las sociedades (industrialización,
sedentarización) en la salud de las personas, mientras que por otra
se las considera culpables por sucumbir fácilmente a las tentaciones
de la comida rápida barata y abundante y del ocio pasivo en lugar de
dedicar el tiempo necesario a comprar alimentos y preparar comidas
saludables y a hacer ejercicio suficiente.
Aunque la relación entre estos factores socioculturales y la con-
ceptualización de la obesidad como una enfermedad «evitable» puede
parecer intuitivamente obvia, demostrar esta conexión no es sencillo.
Casi todos los estudios empíricos apoyan una relación causal entre
numerosos y variados aspectos de la cultura y el aumento de las tasas
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213
Bibliografía
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Fuente: FAO.
Nota: Las cifras correspondientes a 2009 y 2010 son calculadas por la FAO con
la contribución del Servicio de Investigación Económica del Departamento de
Agricultura de los Estados Unidos de América. Para consultar la información
completa sobre la metodología, véanse las notas técnicas de referencia (dispo-
nibles en www.fao.org/publication/sofi/en/).
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Cuadro 2
Repercusión de las distintas revisiones de los datos y la metodología
en las estimaciones de la subnutrición de la FAO
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700
0 1990-92
1995-97 2000-02 2005-07 2008-10 2009-11 2010-12
Inclusión de las pérdidas a nivel minorista Estimaciones finales (incluidos los cambios en la metodología)
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Cuadro 3
Modelos alimentarios
Paises industrializados
• Gran diversificación de los grupos de alimentos
• Consumo elevado de productos de origen animal
• Consumo elevado de proteínas (más de 2/3 partes de origen animal)
• Consumo elevado de lípidos (más de 2/3 partes de origen animal)
• Un aporte hidrocarbonato bajo con un exceso de azúcares simples a
costa de una disminución del consumo de azúcares complejos
• Un aporte bajo de fibras alimentarias
Enfermedades asociadas
Obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, hiperlipoproteinemia,
caries dental, estreñimiento, trombosis venosa, neoplasia colorectal…
Países no industrializados o en transición
• Alimentación monótona, en la que el alimento base proporciona por sí
solo entre el 60-90% del aporte energético
• Una parte reducida de productos para animales en la composición
de la ración
• Un aporte glucídico elevado, esencialmente en forma de azúcares
complejos
• Un aporte proteico más o menos discreto, esencialmente de origen
vegetal
• Un aparte elevado de fibras alimentarias
Enfermedades asociadas
Malnutriciones calórico-proteicas, anemias nutricionales, carencias
de vitamina A, bocio y cretinismo, obesidad…
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Enfoque liberal
El planteamiento liberal está influido por la teoría de la moderni-
zación difundida a partir de los años cincuenta del siglo pasado,
según la cual se considera que el desarrollo de todas sociedades
es posible a partir de la intervención económica, las aplicaciones
tecnológicas y los logros sanitarios. Así, las medidas a adoptar son,
por ejemplo, aumentar la producción de alimentos, introducir la
mecanización, la irrigación, los fertilizantes químicos, las semillas
de alto rendimiento, los cultivos transgénicos e imponer medidas de
control de la natalidad. Se cree en la bondad del sistema capitalista,
pero a diferencia de las tesis más conservadoras basadas en la filosofía
del laissez-faire, defienden las reformas económicas y políticas para
aliviar el hambre. El capitalismo es el mejor modo de producción
y lo que hay que hacer es pulir las imperfecciones asociadas a este
con el fin de mejorar la eficiencia del sistema mundial.
Esta primera teoría, dominante hasta los años ochenta, ha
atribuido las hambrunas a una disminución de los suministros ali-
mentarios por causas naturales (climáticas) y demográficas y, por
extensión, el hambre crónica a una falta recurrente de alimentos.
De esta visión, se desprendía que las políticas de Seguridad Alimen-
taria Nacional (SAN), definida esta por la disponibilidad de unos
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Discusión
Las particularidades de esta «crisis» hacen pensar que no estamos en
un período de inestabilidad coyuntural producida por alteraciones
socioeconómicas previsibles, sino ante un cambio estructural de
tendencias dados los recortes aplicados en algunas sociedades eu-
ropeas y sus consecuencias en el empeoramiento de las condiciones
materiales de vida de millones de personas. En España, constituye
un punto de inflexión que muestra no solo las paradojas de unas
políticas insuficientes, sino los límites de un estado de bienestar
precario que ha dado al traste con derechos fundamentales consi-
derados incuestionables, entre ellos la alimentación.
Por lo tanto, ya no se puede o debe seguir hablando de las so-
ciedades de la abundancia alimentaria con la misma facilidad que
hace un par de décadas, ni afirmar que han disminuido las diferen-
cias en el consumo en aquellos países cuyos sistemas productivos
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