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Varios días después de huir de mi antiguo amo, intente ganar algo de comida y

dinero, pero estaba en la miseria, por lo cual, tuve que trabajar para otro amo, un
maestro de la villa de Toledo, llamado Gonzalo. Este nuevo amo pintaba muy
bien, ya que me ofrecía un hogar junto a él y su familia, incluso me ofrecía una
alcoba propia. Todo esto era a cambio de que le limpiara la casa, le hiciera las
compras y le consiguiera nuevos libros para continuar con la enseñanza de sus
alumnos.

Al principio no me trataba nada mal, era muy honrado conmigo, me respetaba,


siquiera de vez en cuando me daba algún día libre.

Mi estancia con el Maestro duró bastante, hasta que un día entraron un par de
ladrones en la escuela y en el intento de defender a sus alumnos, entre los cuales
se hallaba su hijo, Alonso. Mal Hirieron a mi amo y no logró sobrevivir, la
mujer de éste y su hijo cayeron en la pobreza, debido a que el único dinero que
entraba en esa casa lo obtenía mi amo en la escuela. Aún así me dejaron seguir
residiendo con ellos, yo siempre procuraba que tuvieran algo que llevarse a la
boca, sin importar lo que tuviera que hacer para ello, ya que ellos junto a mi
difunto amo, me dieron lo que sería la primera familia de verdad que tuve en
mucho tiempo.

Al poco tiempo en un intento de conseguir comida para ellos, me descubrió un


guardia robando en el mercado. Esto supuso un problema para la familia del
maestro, puesto que hubo un juicio y me sentenciaron a morir en la horca. Estos
se enteraron de lo sucedido, así que me dijeron que no se podían hacer cargo de
mi, ya que la justicia debía seguir las leyes.

Llegó el día de mi sentencia, yo creía que hasta ahí había llegado mi vida, pero
sucedió algo inesperado para todos. Uno de los presos de los calabozos tenía la
Peste, lo que provocó una gran revuelta, puesto que se habían contagiado
muchos más reclusos. Esto, hizo que el Comisario de la villa ordenara que todos
los prisioneros fueran trasladados a la cárcel militar de Castilla La Mancha,
experta en plagas para nuestro ajusticiamiento. En un tramo del traslado, unos
bandidos asaltaron los carruajes, así que aproveché para salir huyendo al
poblado más cercano.

Tras horas corriendo encontré un pequeño poblado desierto. Nuevamente me


encontraba sin nada; ni comida, ni un lugar en el que dormir y encima era un
prófugo de la Justicia. Perviví a duras penas durante una semana a base de
pescados y agua, las cuales conseguía en un río cercano al diminuto poblado.

Sin ninguna esperanza de vida, puse rumbo a Castilla La Mancha para intentar
obtener algún trabajo. Me encontraba a escasa horas de Castilla y de repente
escuché un disparo, me acerqué al lugar del que provino ese disparo, en él me
encontré a un hombre desfallecido tirado en el suelo, con mucha sangre
rodeándolo, ya que le había impactado la bala en el hombro. Aparentaba ser un
don nadie, puesto que llevaba una ropa básica y rota por ciertos lados, pero aun
así le ayudé.

Le dí un poco de agua, le vendé el hombro y esperé junto a él hasta que se


despertara. El hombre se despertó y me dio la gracias por ayudarle y ampararle
hasta que se encontrara mejor. Este muy agradecido por lo que hice, me invitó a
ir a su casa y que él me recompensaría . Tras unas horas a caballo llegamos a un
enorme palacio, asombrado le pregunté quién era y él me respondió “¿Por qué
me ayudaste, a pesar de ver mis apariencias y creer que era un don nadie?” a lo
que le respondí “ porque cualquiera merece la ayuda de otros tenga las
apariencias que tenga”, el hombre se presentó y resultó ser el Duque de Alba.
Me dió nuevamente las gracias por salvarle la vida y a cambio me ofreció un
trabajo como consejero en su palacio, también me dijo que siempre tenga
presente lo que había hecho, ya que hay veces que las apariencias engañan y
esto se puede dar en muchas ocasiones de la vida. Yo encantado acepté su
petición. A partir de ese día sabía que las cosas cambiarían.

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