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El Lazarillo de Tormes
El Lazarillo de Tormes
dinero, pero estaba en la miseria, por lo cual, tuve que trabajar para otro amo, un
maestro de la villa de Toledo, llamado Gonzalo. Este nuevo amo pintaba muy
bien, ya que me ofrecía un hogar junto a él y su familia, incluso me ofrecía una
alcoba propia. Todo esto era a cambio de que le limpiara la casa, le hiciera las
compras y le consiguiera nuevos libros para continuar con la enseñanza de sus
alumnos.
Mi estancia con el Maestro duró bastante, hasta que un día entraron un par de
ladrones en la escuela y en el intento de defender a sus alumnos, entre los cuales
se hallaba su hijo, Alonso. Mal Hirieron a mi amo y no logró sobrevivir, la
mujer de éste y su hijo cayeron en la pobreza, debido a que el único dinero que
entraba en esa casa lo obtenía mi amo en la escuela. Aún así me dejaron seguir
residiendo con ellos, yo siempre procuraba que tuvieran algo que llevarse a la
boca, sin importar lo que tuviera que hacer para ello, ya que ellos junto a mi
difunto amo, me dieron lo que sería la primera familia de verdad que tuve en
mucho tiempo.
Llegó el día de mi sentencia, yo creía que hasta ahí había llegado mi vida, pero
sucedió algo inesperado para todos. Uno de los presos de los calabozos tenía la
Peste, lo que provocó una gran revuelta, puesto que se habían contagiado
muchos más reclusos. Esto, hizo que el Comisario de la villa ordenara que todos
los prisioneros fueran trasladados a la cárcel militar de Castilla La Mancha,
experta en plagas para nuestro ajusticiamiento. En un tramo del traslado, unos
bandidos asaltaron los carruajes, así que aproveché para salir huyendo al
poblado más cercano.
Sin ninguna esperanza de vida, puse rumbo a Castilla La Mancha para intentar
obtener algún trabajo. Me encontraba a escasa horas de Castilla y de repente
escuché un disparo, me acerqué al lugar del que provino ese disparo, en él me
encontré a un hombre desfallecido tirado en el suelo, con mucha sangre
rodeándolo, ya que le había impactado la bala en el hombro. Aparentaba ser un
don nadie, puesto que llevaba una ropa básica y rota por ciertos lados, pero aun
así le ayudé.