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Análisis Criminal - Esquema Operativo - Módulo 3 y 4
Análisis Criminal - Esquema Operativo - Módulo 3 y 4
Canter elaboró lo que hoy se conoce como perfil geográfico, y postuló una teoría que se conoce
como círculo de Canter. Él había estado estudiando la conducta humana en el uso del espacio,
entendió que las prácticas humanas responden a la significación asignada a los lugares. De acuerdo
con esta premisa, sugirió crear un círculo con todos los hechos criminales hallados y observar qué
pasa en el medio. Señaló que la distancia entre dos hechos distantes conectados entre sí conforma
el radio de un círculo, dentro del cual están el resto de los crímenes. En el centro, se encuentra algún
espacio significativo para el autor, ya sea su hogar o su lugar de trabajo. Tal como lo previno el
modelo, John Duffy se movía en ese centro.
Dado a que los primeros ataques habían sido más descontrolados y desorganizados que los últimos,
construyó el mapa de manera cronológica. Los primeros casos “muestran a una persona en una
jornada viciosa, que empieza con violaciones no planeadas y oportunistas hasta llegar a hechos con
mayor nivel de planificación y brutalidad”. Comprendió que se trataba de un proceso y el ofensor
debía vivir dentro del triángulo referido por los primeros hechos. Solo uno de los seleccionados vivía
allí. Además, formuló otros elementos: el perpetrador debía ser un obrero semicualificado con una
mala relación con su mujer, entre otros detalles. Todos ellos convergían en esta persona.
Finalmente, a través de un testigo y las tareas de vigilancia efectuadas por la policía, se logró probar
la culpabilidad de John Duffy y fue detenido. El 26 de febrero de 1988, un jurado lo declaró culpable
y se lo sentenció a cadena perpetua.
Luego del juicio Carter dijo:
El delincuente deja siempre alguna huella de su personalidad en el propio acto delictivo. Cualquier
comportamiento personal muestra ciertas características únicas para aquel individuo, así como
una serie de patrones fijos que son típicos del subgrupo al cual pertenecen él o ella.
Esta es la premisa fundamental del perfilamiento criminal, más específicamente, del análisis
operativo de casos.
ANÁLISIS CRIMINAL. ESQUEMA OPERATIVO – MOD 3 y 4 - Lic. Criminología. Univ. S XXI – Marta Susana Ramírez.
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Canter lo cuestionó al explicar que “El modelo de la deducción experta se convertirá en el sinónimo
del proceso holmesiano (por la novela Sherlock Holmes), de encontrar vínculos entre una clave
particular con un aspecto particular de su autor”. A su modo de ver, el método del FBI es solo una
forma de enmarcar teóricamente los argumentos propios del investigador, puesto que vincula
objetos de la escena del crimen con las características del victimario. Por ello, la experiencia es
necesaria para tales fines.
Para no caer en una simplificación excesiva sin un anclaje en el pensamiento científico, Canter
propone que debe recurrirse a la investigación sistemática y empírica que sustente las relaciones
establecidas en cada caso. Su propuesta es el análisis cuantitativo de casos. Este, busca indagar las
características de los criminales con los elementos hallados en las escenas del crimen. Se debe
realizar la producción de información estadística a partir de hechos ocurridos y mediante técnicas
avanzadas de análisis probabilísticos, construir categorías aplicables a casos nuevos. Se llevaron
adelante numerosos análisis estadísticos sobre muestras de distintos países. Se logró observar la
relación entre las historias de vida de los criminales y los hechos esclarecidos.
Las categorías creadas, no deben ser consideradas en términos absolutos, sino que deben ser vistas
como gradaciones que engloban comportamientos ideales que muchas veces no ocurren
exactamente como se pensaron en la realidad. Son construcciones del investigador que le permiten
una comprensión de los casos nuevos. Ello muestra cómo es consciente, de que estos estudios
tienen como resultados tipologías específicas que podrían inducir al error si no se entiende el
proceso inferencial.
En ciencias sociales y naturales, poco a poco se fue tomando conciencia acerca de este error, al
observar cómo no siempre es factible encuadrar la realidad en una categoría específica. En
matemáticas, a este tipo de problemas se los analizó bajo la perspectiva de la teoría de los
conjuntos borrosos. Esta plantea que la categorización humana nunca puede ser taxativa. Por el
contrario, los individuos no pertenecen efectivamente a un solo tipo creado, sino que responden a
algunas características aproximativas (Ej. de los colores: no existe una definición empírica del rojo,
simplemente categorizamos a un objeto de esta manera por ciertas gradaciones cromáticas
presentes en él).
El tipo no se define categóricamente, sino que se lo limita a través de grados de membrecía. Un
antropólogo argentino, Carlos Reynoso, dice: “La pertenencia de un elemento a un conjunto
determinado no puede decidirse mediante un juicio categórico por sí o por no; por el contrario, cabe
reconocer grados de membrecía a lo largo de un continuum de posibilidades”.
Carter dirá: que los tipos definidos en sus investigaciones son el resultado de la clasificación de
ciertas conductas semejantes, pero no son construcciones taxativas de tipos empíricamente
observables.
Su modelo requiere un estudio constante y sistemático de la criminalidad. Una de sus mayores
preocupaciones es que, en tanto método científico, la perfilación criminal debería nutrirse de las
estadísticas y la cuantificación de las variables a fin de construir sus categorías analíticas. Él cuenta
que, cuando fue consultado por el caso del asesino de los trenes, quedó sorprendido con el escaso
material estadístico disponible con el que se podía elaborar un perfil. Y se abocó a explorar la
temática y desarrollar investigaciones empíricas (estas todavía escasean en nuestro país).
No se trata de aplicar las técnicas tradicionales de las estadísticas (frecuencias, medias, modos,
medianas, etc.), debe recurrirse a las nuevas técnicas de estadísticas, se recurre a métodos
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Canter, sugiere
1. La hipótesis de consistencia: el modo en que el sujeto se relaciona con otras personas es el
resultado de su estilo de vida. A lo largo de la vida uno va adquiriendo patrones de conducta,
además de recursos para adaptarse y enfrentar el entorno. Estos patrones son relativamente
estables, ya que es posible que sufran modificaciones, pero no se alteran demasiado. Las
personas suelen aplicarlas en distintos contextos. Cuando la persona delinque: hasta cierto
punto aplicará los mismos patrones de conducta que utiliza en otros contextos y, fueron
adquiridos en el desarrollo de su vida. El delincuente trata a todas sus relaciones de manera
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similar a la forma en que trata a su víctima. En la escena del crimen Se comportará de manera
semejante a como lo hace en otros contextos y aplicará los mismos patrones de conducta que
le sirvieron durante toda su vida. Esto se denomina consistencia interpersonal.
2. La dimensión temporal-espacial. Sostiene que el tiempo y el espacio no son aleatorios, por el
contrario, son el resultado de una selección consciente del ofensor. Ambas categorías
convergen en lo que denomina el mapa mental del criminal. Lo define como “el conocimiento
geográfico único que una persona tiene de un área, comúnmente moldeado por sus
experiencias residenciales”.
3. Las tres últimas hipótesis, las características criminales, la carrera criminal y los saberes
forenses, refieren a otros datos propios del ofensor. A partir del estudio de otros casos de
producción de estadísticas mediante entrevistas a ofensores de distintos delitos, se busca
relacionar estas características con las historias personales de los individuos. Se precisa
entonces establecer correlaciones de variables que ayuden a la construcción de hipótesis
basadas en datos cuantitativos. La inducción generalizada es su metodología de trabajo.
Canter remarca un modelo jerárquico que va desde la conducta criminal vs. la conducta no criminal
hasta la firma en la comisión de un delito. No se trata de trazar esta jerarquía, sino que plantea la
conducta humana como un conjunto complejo de dimensiones interrelacionadas. La conducta de
una persona puede pensarse como una especie de subset (subconjunto) de las conductas posibles
para llevar adelante una actividad. Además, estos subsets se solapan con los de otras personas y de
ese modo, surgen las tipificaciones (radiales, facetas o gamas).
Así, vemos que la clasificación no puede ser taxonómica. Un individuo no cae en un tipo solamente.
Se clasifican y una persona puede llevar adelante distintas conductas en la comisión de un delito y
su vida diaria. Eso es lo que lo hace único. Para la perfilación debe trazarse el tema dominante en
la escena del crimen, a fin de que sea posible encontrar la vinculación con el resto de los casos y
derivar posibles rasgos de la personalidad.
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Herbert Simon, habla de la racionalidad limitada y propone que es cierto que las personas
ponderamos medios y fines o costos y beneficios, pero por lo general carecemos de toda la
información relevante para completar esa evaluación. Ello nos impulsa a tomar decisiones con los
datos disponibles, por lo que muchas veces no son las racionalmente correctas. El proceso es el
mismo porque elegimos entre medios y fines, pero no sabemos que NO tenemos todas las variables
para una correcta ponderación, haciendo que nuestras decisiones no sean racionalmente
adecuadas.
La idea de que una persona acota su acción a una selección racional solo explica parte de la
conducta, pero no puede reducirse solamente a ello. Pero, es posible formular una hipótesis en
términos del principio del menor esfuerzo, solo restará sostenerla con más evidencias.
Rossmo (2000): no solo se debe a una decisión racional, sino que es resultado de las conductas
rutinarias de las personas. Hay que considerar además los trayectos y las oportunidades implícitos
en ellos. Mediante la teoría de las actividades rutinarias introduce una dimensión a considerar: el
camino seguido por el sujeto en su devenir diario. Sostiene que no se trata solo de la relación base
(hogar-crímenes), sino que hay que considerar las rutinas de la persona.
En aquellos casos donde la víctima y victimario no se conocen (también puede suceder cuando sí se
conocen) el crimen se comete en la intersección de las rutinas de cada una de sus partes. De esta
manera, las rutinas de la víctima nos brindarán información de este fatídico encuentro y aportarán
la hipótesis acerca de la posible significación del lugar para el victimario.
Reynoso describe esta rama de la psicología puede dividirse en:
Psicología ecológica: Son los estudios que se focalizan en el modo en que los grupos humanos
usan y se adaptan a sus entornos y,
Psicología ambiental: Estudios centrados en los procesos individuales o subjetivos por medio
de los cuales damos significados a los espacios. De aquí deriva la criminología ambiental o
ecológica, que aborda temas como las trayectorias utilizadas por los criminales para cometer
sus hechos, los lugares donde viven y la construcción de sus espacios.
Al momento de cometer un hecho criminal, la persona piensa en estos mismos términos. Conoce
ciertas zonas o áreas en las inmediaciones de su hogar, donde se siente seguro y protegido. Sin
embargo, es consciente de que no puede cometer un crimen muy cerca de su hogar. En aquellos
casos en los cuales no hay relación entre victimario y víctima, al momento de tomar la decisión,
consciente o inconscientemente, el delincuente sabe que cuanto más cerca esté de su hogar, la
probabilidad de ser reconocido es mucho mayor. Por lo tanto, su solución es distinguir otra área o
una subárea dentro de los espacios y lugares que conoce. Allí se animará a delinquir sin temor a ser
reconocido e identificad. Se trata de una zona que también le es familiar sin ser parte constitutiva
de ella. Se llamará zona de confort. Por tanto, la zona de seguridad, también definida como buffer,
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y la zona de confort constituyen una dupla construida en el espacio por el propio victimario. Es, por
cierto, imaginada por él y definida por sus prácticas y rutinas.
Deja de lado una franja más amplia de la ciudad que le es ajena. No la conoce ni se siente protegido,
además, no conoce las trayectorias de la gente ni sabe cómo escaparse en caso de ser descubierto.
En esa franja evitará cometer delitos. A este principio, Rosmo lo describe como el decaimiento con
la distancia. El criminal va cometiendo menos hechos cuanto más lejos está de su casa.
Serrano: “El agresor prefiere actuar cerca de su zona de anclaje y, a medida que debe arriesgarse
más viajando más lejos, la frecuencia de los crímenes decae”. Esto no significa que los crímenes solo
se hacen alrededor de la casa del criminal, sino que este tiene, en algún punto, una suerte de área
donde está tranquilo y seguro (la zona de confort) y, es alrededor de esta zona donde cometerá
más cantidad de crímenes.
Así, establece un modelo de perfilamiento geográfico al que Rossmo nombra Criminal Geographic
Target (CGT). Para desarrollarlo, aplica un algoritmo para identificar lugares de búsqueda de la
persona. El primer paso es identificar la zona de confort o buffer de la siguiente manera.
Aquí, se establece que el punto mayor de esta zona de confort es el resultado de considerar las
localidades de las escenas del crimen. En este sentido, la que se encuentra más hacia el norte
es Ymax; la ubicada más hacia el sur es Ymin; la que se encuentra más hacia el oeste es Xmax, y la
ubicada más hacia el este es Xmin. Los límites se obtienen, sumando la mitad de la distancia entre
la escena más al norte y más al sur, por un lado, y, por otro, la más cercana al este y el oeste de
acuerdo con la cantidad de hechos asociados. Con ello, se tiene como resultado la zona de
caza, buffer o zona de seguridad del victimario.
Luego, se genera un puntaje para cada punto, incluyendo a cada escena. Con el resultado estimado
por cada uno de ellos, se encontrará la probabilidad de que sea la base el punto con valor más alto.
Esto se hace con la siguiente fórmula.
Dicha fórmula está formada por dos partes, donde ϕij puede asumir un valor 1/0. Así,
Se considera como valor 1 si está dentro del radio de la zona de caza o buffer. Por tanto, sabemos
que | Xi - Xn | + | Yi - Yn |es la distancia Manhattan (la distancia entre dos puntos resultante de la
suma de las distancias entre sus coordenadas). El sistema de distancias, se trata de la distancia que
uno calcula entre dos puntos de la ciudad en cuadras. En una manzana, si uno quiere ir de un vértice
al otro, la distancia normal (la euclidiana) es de 100 metros, pero la distancia Manhattan es de 200
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metros porque uno no podría atravesarla en diagonal de un punto a otro. Este fragmento de la
fórmula indica que, si el punto estudiado está dentro de la zona de caza, es medida en la distancia
Manhattan con respecto a los crímenes cometidos.
Para distinguir esta área de la zona de seguridad, se debe contar con información empírica (estudios
sobre casos ya resueltos) que definan cuál es la distancia de decaimiento, es decir, la distancia entre
la casa del agresor y la zona donde no cometerá un hecho. En la fórmula está representada por f y g,
por lo que estos dos indicadores sirven para acercarse teóricamente a la zona donde habita.
Otro aspecto relevante para tener en cuenta es que su método requiere, además de una definición
de f y g, un mínimo de cinco casos relacionados y bien establecidos. Debe tenerse en cuenta que
solo se utiliza un tipo determinado de escena, no se deben mezclar escenas de encuentro, escenas
de agresión o abandono. Solo se debe confeccionar el mapa teni endo en cuenta uno de estos
criterios.
Canter y Rossmo también reconocen que no siempre es tan lineal y asume que la franja no puede
ser siempre de la misma medida, por el contrario, él postula que va a depender del método de
búsqueda aplicado. Sugiere que en el modus operandi, el victimario aplica al menos un tipo de
estrategia delictual, al momento de seleccionar a su víctima. Y reconoce cuatro métodos de
búsqueda de las víctimas: el cazador, cazador furtivo, el pescador y el trampero.
1. El cazador, suele cometer los hechos en las inmediaciones de su hogar. La zona de
confort desaparece o puede confundirse con su zona de seguridad, por lo que, si se logra
identificar el área de incidencia, será más fácil saber dónde vive. Entre estos casos, se agrupan
aquellos victimarios conocidos por sus víctimas. En algún punto, se asemeja al tipo que Canter
llamó el merodeador, ya que este acecha a su presa en un radio no muy lejano de la base, pero
con la cautela de no acercarse mucho a ella. Además, cumpliría con la hipótesis del círculo.
2. El cazador furtivo, suele atacar lejos de su residencia, pero cerca de algún lugar conocido o en
una trayectoria cotidiana. Por sus características, distingue la zona de seguridad y la zona de
confort, pero en alguna medida puede extenderse ampliamente dado que viajaría. Este tipo se
pasea por esta última área geográfica, se siente seguro allí, por lo que busca su víctima por ahí,
pero la extensión de sus crímenes puede ser bastante amplia. Lo que Canter llamó viajero.
3. El pescador, ataca derivado de la oportunidad, es quien se encuentra haciendo alguna otra
actividad y al ver la posibilidad de cometer un crimen, lo hace. Está en el lugar sin buscar ni
merodear por allí. Simplemente, por algún elemento del contexto, se lanza a su crimen. Se
asemeja a la categoría que el FBI llamó desorganizado, por su espontaneidad y falta de
planificación.
4. El trampero. Este es quien recurre al engaño para que la víctima se traslade a su zona de
confort. Logra tal objetivo porque tiene cierta relación de poder previa con la víctima o logra
engañarla mintiéndole. Se asemejaría al organizado del FBI, por su capacidad de planificación
y de engaño, aunque no es lo mismo.
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actividad brinda formación suficiente para ello, y, más aún, un conocimiento privilegiado sobre
personas sin este caudal. Pareciera que desplegar una actividad en un tiempo prolongado es
fundamento suficiente para descubrir sus «secretos» y sus profundidades.
Kocsis comienza su trabajo con una reflexión acerca de la técnica y su eficacia en el perfilamiento
criminal. Su preocupación inicial, fue determinar si la técnica servía como herramienta para el
análisis criminal, o si solo se trataba de una construcción mediática o, profesional. En el
libro, Criminal Profiling, se plantea por qué sigue existiendo la técnica si no es tan eficaz como se
piensa. Sugiere tres respuestas: 1) por el éxito mediático y la fascinación del público; 2) porque es
un instrumento que se utiliza para la investigación criminal, aunque pocas veces se lo expuso al
escrutinio académico, y, 3) porque la policía lo sigue utilizando y esto fomenta la imaginación acerca
de su exactitud en una suerte de razonamiento circular —la policía lo usa, entonces es exacto, y es
exacto porque la policía lo usa. Este último, es en la que ancla su validación, el uso del instrumento
por parte de las fuerzas de seguridad es lo que garantiza su factibilidad.
Desarrolló un conjunto de investigaciones que se orientaban a comprobar la técnica. En un primer
abordaje, mediante un cuestionario de autorreporte, se le preguntó a un grupo de policías acerca
de su mirada sobre la técnica y todos ellos respondieron que lo consideraban sumamente útil para
su trabajo; pero, cuando se les dio un caso y un perfil elaborado por un perfilador, el resultado no
fue lo esperado. Los que sabían quién había sido el perfilador, coincidieron con el informe leído;
pero aquellos que no lo sabían discreparon fuertemente de sus resultados.
El primer hallazgo dio fuerza, a la hipótesis acerca del sesgo organizacional de las policías: en esta
muestra, aquellos que consideraron que el perfil había sido redactado por un perfilador lo evaluaron
en mejores términos que los que no lo eran.
En otra investigación, se tomaron casos reales y se los entregaron a distintos grupos de
profesionales, con un cuestionario de respuestas múltiples e n el que se les pedía que respondieran
qué características preveían del ofensor.
La muestra estaba formada por las siguientes personas:
5 perfiladores reconocidos.
30 psicólogos: para los que decían que hay que tener conocimientos en psicología.
35 policías: validando la hipótesis de la necesidad de contar con experiencia en investigación
de delitos.
30 estudiantes de ciencias sociales: porque se suele fundamentar que es necesario tener
pensamiento crítico y análisis racional de la información.
20 psíquicos: porque, en muchos casos, también son consultados por las fuerzas de seguridad.
23 economistas: este último grupo sirvió como testeo, ya que no se le aportó datos del caso,
sino que se le preguntó acerca de qué piensa sobre las características típicas de un asesino.
Además, no se les brindó datos del caso y se les pidió que lo resolvieran adivinando o usando
sus «conocimientos» —en otras palabras, sus estereotipos sobre estas personas.
Como resultado, se pudo
determinar que, a excepción
de los psíquicos, todos los
otros grupos tuvieron mejores
resultados que, simplemente,
adivinando o utilizando los
propios prejuicios. En términos
estadísticos, las diferencias entre los resultados obtenidos por los perfiladores, psicólogos,
estudiantes de ciencias sociales y policías fueron significativos con respecto al grupo de control; no
así ocurrió con los psíquicos.
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Dos cosas llamaron la atención: 1°. el desempeño de las policías estuvo debajo de las expectativas;
2°. esto pondría en tensión, el supuesto de la necesidad de la experiencia como factor de eficacia
en los resultados de la investigación. Se condujo una nueva investigación desde la cual se ahondó
en el análisis de estos dos fenómenos; se buscó explorar los resultados de la eficacia de las policías
en las investigaciones penales y, luego, la idea de que la experiencia por sí sola aporta efectividad
en la respuesta.
Se tomó un grupo conformado por las siguientes personas:
12 detectives especializados en homicidios.
31 detectives senior con 10 años de experiencia en investigación.
19 detectives trainee (en formación), pero con 10 años de experiencia como oficiales.
50 policías en formación para ser oficiales de policías, reclutados al azar.
Como grupos de control:
o 31 estudiantes de ciencias, responden el cuestionario adivinando, sin mucha
información.
o 50 personas al azar, sin una experiencia en particular, que respondieron el cuestionario
adivinando, sin demasiada información.
Como resultado de esta investigación, se concluyó que los resultados de los grupos de policías no
superaron, significativamente, a los de los grupos de control. El único grupo que logró superar,
significativamente, los resultados con respecto a los grupos de control fueron los estudiantes de
ciencias sociales. Con este estudio, Kocsis cuestiona el argumento que sostiene la necesidad de la
experiencia en investigación como prerrequisito o condición necesaria para ser un buen perfilador.
Como resultado de estos y otros estudios más, logró establecer la precisión que tiene cada uno de
los grupos estudiados. En una escala del -1 al 1, los resultados fueron los siguientes:
Perfiladores (muestra de 11 personas): 0,82.
Psicólogos (muestra de 36 personas): 0,16.
Estudiantes de ciencias sociales (muestra de 85 personas): 0,31.
Detectives especialistas (muestra de 25 personas): -0,43.
Policías en general (muestra de 85 personas): 0,07.
Policías recién reclutados (muestra de 50 personas): 0,17.
Especialistas no policías (muestra de 12 personas): 0,12.
Psíquicos (muestra de 20 personas): -0,14.
Grupos de control, sin material y solo adivinando (muestra de 120 personas): -0,36.
Aun a pesar de los altos puntajes que obtuvieron los perfiladores, plantea que no resulta
necesariamente indicativo de su efectividad porque es la muestra más pequeña. Pocos expertos
respondieron a la invitación efectuada por los responsables de este estudio. Señala que uno de los
aspectos más débiles de la técnica es que no hay una validación intersubjetiva —ni en ámbitos
académicos ni por testeos de este tipo—.
De estos datos puede remarcarse la efectividad de los otros grupos, tales como los estudiantes de
ciencias sociales. Para él, estos datos ponen en evidencia distintas cuestiones: en primer lugar,
ponen en tensión el postulado de la necesidad de la experiencia por sobre otros prerrequisitos —
tales como una mirada más abarcativa e integral del caso, con objetividad—; en segundo lugar,
muestra la necesidad de mayores estudios de evaluación del método y su efectividad, de manera
de obtener mejores resultados y lograr una mejora en la calidad de la técnica. Muestra la necesidad
de fortalecer la formación policial o investigativa, para integrar elementos de análisis de casos, con
una mirada integral y objetiva.
Resultados que obtuvieron los grupos de la nueva investigación
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Como resultado demostró que las capacidades sobresalientes y necesarias para este tipo de técnicas
es la capacidad de entender la conducta humana y, la capacidad para el estudio y análisis objetivo.
Los resultados de Kocsis son contundentes en esta cuestión.
Para ser un buen perfilador, un analista de casos, uno debe mantener una perspectiva crítica, una
mirada objetiva y analítica, sistemática, que permita ver aquellos detalles no siempre fácilmente
observables. Esto no significa que la experiencia no sea útil ni necesaria, sino que, lo que se está
señalando es que esta es importante, siempre y cuando no sea solo esto. Esta debe estar integrada
en una mirada crítica, también, que nos permita ver nuestros propios errores en la práctica y
nuestros mismos sesgos. Los sesgos muchas veces provienen de nuestras instituciones, en las que
trabajamos, de nuestras rutinas y «saberes» anclados en ellos.
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intermedio. Por su parte, este es un valor que, una vez que se calcula, va desde el 1 al -1 (el primero
es la correlación positiva y el último la negativa). Con base en el cálculo de este indicador, se
posicionan los distintos elementos en el espacio del gráfico, y se toma como referencia que aquellos
con correlaciones positivas altas están más cerca —y sobre la derecha del plano— de aquellos con
correlaciones negativas —y sobre la izquierda del plano.
Se hacen tres diagramas que reflejen esto.
a) En primer lugar, se conforma un diagrama con las características de los ofensores, viendo sus
interrelaciones y mapeando aquellos aspectos con vínculos más cercanos.
b) En segundo lugar, se crea otro diagrama, pero con las características que se hallan en l as
escenas del crimen y, al igual que el anterior, se asocian espacialmente cada uno de los ítems
estudiados.
c) En tercer lugar, se traza un nuevo diagrama, en el que se plasmen las conductas halladas y, por
fuera —sobre los ejes de las X e Y—, se incorporan las características de los ofensores
(aglutinadas en cluster, en grupos de características asociadas).
En este último mapa, por encima de todas las características, se traza una flecha cuya cabeza (donde
está la flecha) se interpreta como el lado + y su «cola» el lado. Así, todas las características de la
escena del crimen cercanas a la cabeza están fuertemente vinculadas, mientras que las del otro lado
muestran elementos no asociados.
Kocsis, en su libro dice que “el perfilamiento criminal es un
análisis sistemático de un crimen individual o una serie de
crímenes relacionados, con el propósito de construir un perfil
que describa varias características del victimario que pudo
cometer el hecho”. El resultado final es, asimilar una escena del
crimen con alguna de las que se analizaron previamente; con este
dato, se pretende identificar las características predominantes de
las personas relacionadas con estas conductas. Como resultado,
se espera un gráfico como el siguiente:
La elaboración de un perfil criminal, es un proceso complejo que tiene varios pasos. En primer lugar,
se comparan los hallazgos en la escena del crimen con las conductas descritas en los estudios
previos.
No siempre hay una correspondencia directa entre ambas, pero sí podremos ver en qué relación
están según las flechas trazadas en el diagrama. En este continuum, en las distancias que los
elementos tienen con respecto a las flechas, y los otros elementos presentes en el diagrama,
podemos inferir cuáles son los elementos o características del ofensor que cometió los hechos.
Un método que, apoyándose en las tipologías previas, espera predecir características de los
victimarios desconocidos.
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Reconocemos a un asesino serial, no por la cantidad de hechos, sino por un proceso psicodinámico
que lo lleva a cometer varios hechos —o querer cometerlos—, dado que puede ser detenido antes.
Es este proceso el que nos interesa y nos sirve para clasificarlos.
Dirá que los asesinos en masa como los spree o frenéticos están impulsados a cometer los hechos
por ciertas presiones de su vida, el odio, venganza, o problemas personales que los catalizan
matando gente en un momento determinado y en un espacio acotado. Los seriales se ven
impulsados por otros procesos, como búsqueda de gratificación sexual, perversidades o sadismo.
Son los procesos psicológicos que los impulsan a aplicar diferentes criterios los que distinguen a
cada uno de los tipos.
Señala que lo más importante no es tanto el número, sino la tendencia —la psicodinámica— de
propender a reincidir. No se trata, de que cumpla con las cantidades establecidas en los tipos, sino
que debe tener una compulsión, una necesidad a cometer nuevos hechos. Esto no significa que se
trata de un desorden psicológico, una psicopatía, tal como lo sugieren otros autores.
Psicopatía:
Si bien es un componente o una dimensión de la personalidad de los delincuentes seriales, no lo
define totalmente. El psicópata carece de empatía hacia el otro, no le interesa o no siente lo que el
otro siente; en los casos de aquellos asesinos seriales que disfrutan de la tortura al otro, tienen un
nivel de sentimiento hacia el otro que, justamente, le permite saber si tiene éxito con su objetivo.
Los psicópatas suelen ser irresponsables en sus conductas cotidianas. Esto es algo que no
necesariamente ocurre con los seriales porque, en muchos casos, suelen ser trabajadores
sumamente responsables y ordenados. También suelen ser impulsivos y no planificadores; a
diferencia de ello, muchos de los delincuentes seriales son planificadores y no impulsivos.
No todos los psicópatas cometen delitos y, por otra parte, no a todo delincuente serial puede
diagnosticársele una psicopatía. Si bien tienen ciertas características o dimensiones de la psicopatía,
no puede usarse como una definición en sí misma.
Argumenta que sí es cierto que comparten algunas características en común con la psicopatía.
En primer lugar, es cierto que, las víctimas son en muchos casos «objetos» para satisfacer sus
propias necesidades. Esto hace que carezcan de remordimientos por sus crímenes, ya que están
justificados por la sola búsqueda de satisfacción de placer.
En segundo lugar, como los psicópatas, los agresores seriales suelen ser manipuladores. Buscan
tener una de empatía o simpatía que busca atraer a sus víctimas.
Narcisismo:
Es otro concepto que suele utilizarse para describir a los agresores seriales. Son, aquellas personas
que tienen una idea de sí mismas sumamente ampliada y buscan la admiración de los otros. Esto,
las conduce, también, a carecer de empatía hacia el otro, pero, a diferencia del psicópata, la persona
necesita que ese otro lo idolatre y lo admire. Este es, un componente en muchos agresores seriales.
Esta necesidad es, en realidad, el resultado de una profunda baja autoestima. De esta manera, la
necesidad de sentirse superiores es, la estrategia o el nudo que necesitan para superar estos
aspectos de su personalidad.
Sadismo:
Es otro aspecto. En términos psicológicos, es el placer que se obtiene por el sufrimiento del otro; se
busca ver el dolor ajeno para, de esa manera, lograr satisfacerse sexualmente. Esta misma
característica está presente en los agresores seriales, cometen violaciones y torturas por el solo
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hecho de ver sufrir al otro. Aun cuando parece que lo utilizan para controlar a sus víctimas, se puede
determinar que, ese control es excesivo y solo se ejerce para verlo tener miedo.
El sadista, además, tiene una fuerte inclinación a restringir la libertad ajena, coartar la libertad de la
persona con la que se relaciona. Este mismo patrón de conducta puede verse en los agresores
seriales, quienes, en muchos casos, buscan dominar a sus víctimas e, inclusive, a sus compañeros.
Parafílico:
En muchos casos, forman parte de los rasgos de la personalidad de los agresores seriales. Es aquel
que goza sexualmente con objetos inusuales, rituales o situaciones inusuales, en los que la persona
logra satisfacción sexual. Ej. el fetichismo, que consiste en el goce sexual a través de objetos
inanimados. Este rasgo está presente en muchos de los agresores sexuales: la búsqueda de ropas
íntimas, souvenir, etc. Además, los mismos mecanismos de dar muerte: el apuñalamiento, la
estrangulación, el piquerismo, etc. Son parte de rituales o situaciones en las que logran obtener
placer sexual.
Compulsividad:
Una persona que padece de compulsividad no puede parar de comportarse de un modo ante
determinadas situaciones. En alguna medida, un agresor serial tiene ciertos rasgos compulsivos que
explican el ciclo de la conducta serial: se inicia cuando comienza a haber una tensión que impulsa al
sadismo o parafilia; tensión que se va acumulando hasta que necesita satisfacerse. Para ello, comete
el hecho y ello conduce a una liberación de la tensión, lo que genera el momento de enfriamiento.
Esto dura hasta que comienza un nuevo ciclo.
Un agresor serial tiene elementos del psicópata, del narcisista, del sádico, del parafílico, del
fantasioso o disociativo, del compulsivo; pero ello no lo explica completamente. El agresor serial, es
consciente de sus crímenes; todos estos aspectos inciden en sus conductas criminales, pero no las
explican completamente, no los hace ser, por ese motivo, menos responsables. Su proceso es más
complejo porque, a pesar de todo, sabe perfectamente lo que está haciendo y el mal que está
infligiendo; estas características solo sirven para comprender parte de sus rasgos.
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No debemos confundir y tratar de traspolar un trazo de esa conducta hallada a un análisis del
inconsciente, como si fuera un acto matemático.
Las burocracias tradicionales, insertas nuestros organismos, se sustentan en otros pilares. Por un
lado, en la estructura (área que compone la organización) es un punto aislado del resto, con una
unidad que le es propia. Por otro, las funciones. Cada una de cumple un pedazo de la función global
para la que fue pensada esa organización. Por último, los procedimientos (y con ellos, la escritura y
el expediente); el único método de comunicación entre las áreas es a través de la redacción de
documentos compartidos en un mismo expediente que, debe seguir un pautado camino (cuyo
reglamento está plasmado, también, en otro documento). Esta es la visión estructural funcionalista
de las organizaciones, predominante en los años del taylorismo y el fayolismo, con relativo éxito en
lo que se conoce como fordismo.
Ese modo de organizar el trabajo, fue perdiendo su efectividad, eficacia y calidad. Las organizaciones
se fueron convirtiendo en pesadas estructuras burocráticas, y se fueron abriendo nuevos modelos
de organización. Se fue observando que, los procedimientos estaban mediatizados por relaciones
sociales personales; se pudo ver que, más allá de lo que reflejaban los organigramas, las relaciones
informales y otros fenómenos son más la regla que lo irregular. Ej. en las empresas privadas, el
toyotismo y la filosofía de la calidad fueron empujando a modelos menos rígidos, menos formalistas,
que permitieran generar cambios culturales más dinámicos.
Es el contexto dinámico, lo que impulsó la necesidad de nuevas transformaciones en las
organizaciones y, trajo aparejado en las relaciones de trabajo. Lamentablemente, la administración
pública no fue acompañando estos cambios y se fue quedando encerrada en sus estructuras,
procedimientos, en sus funciones, organigramas, reglamentos y procedimientos. Nuestra actividad
se mueve en este contexto, en esta «dimensión» del trabajo. Como analistas operativos, debemos
lidiar con esta cultura administrativa y debemos tenerla presente al momento de construir
nuestros equipos.
Para un antropólogo, el concepto de cultura, se refiere a un conjunto de significados que se
comparten socialmente. Sin este conjunto, sin un código que nos represente, que construyamos en
nuestro día a día, que nos dé ciertos modos de interpretar nuestra realidad, no hay equipo.
Algunos conceptos de la psicología social: grupos focales o grupos de discusión. Se sostiene que
estos grupos tienen dinámica, se los define como: “el grupo de discusión es la construcción de una
situación cuyo objeto es provocar una conducta simbólica, llámese diálogo, discusión, habla, etc. Es
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Carlos Matus (politólogo que dedicó su trabajo a la reflexión y construcción de métodos de gestión
innovadores en el ámbito de la administración pública). En su obra Los tres cinturones del gobierno,
describe una metodología para pensar la relación entre política y gestión del Estado. Hace una crítica
a los métodos tradicionales de gestión y propone distintas estrategias para superarlas con base en
lo que llamó plan estratégico social.
Uno de los primeros presupuestos es que los problemas sociales que aborda el Estado traspasan o
cruzan todas las especialidades, no solo en términos departamentales o burocráticos, sino también
en términos interdisciplinarios. Esto mismo ocurre con nuestras investigaciones. Su complejidad, a
diferencia de otras investigaciones, necesita una mayor flexibilidad de las organizaciones y d e las
unidades internas. Se requiere un aporte conjunto sin una mediatización burocrática.
Matus sugiere considerar lo que se llaman capacidades de gobierno, conformadas por:
1. La pericia personal: remite a las capacidades de los equipos dentro de las estructuras, y allí
describe algunos condicionantes propios que derivan de ellos
2. Los sistemas de trabajo: remite a los procesos de trabajo.
3. El diseño organizacional: Remite al modo en el que las estructuras organizacionales se piensan
en función de sus objetivos. Él lo llama la gestión de conversaciones como parte del nivel del
sistema de trabajo, al momento de organizarnos en una tarea.
Señala que, no podemos olvidarnos de que las conversaciones en nuestros procesos de trabajo
son actos de habla. John Searle y John Austin (dos lingüistas) dicen que nuestra habla no es neutral,
sino que hacemos cosas con palabras, nuestras conversaciones son, actos, acciones. No solo
emitimos mensajes, sino que, además, hacemos cosas cuando hablamos. De nuestras palabras se
desprenden tres niveles: el locutivo, lo que se dice (el mensaje); el ilocutivo (lo que queremos decir
con ese mensaje), y el perlocutivo (lo que queremos que pase diciendo lo que decimos).
Podemos resumir que, cuando hablamos, ocurre lo siguiente:
Damos directivas, emitimos órdenes y, a través de ellas, se generan obligaciones a otros
agentes.
Se generan compromisos, mediante promesas y peticiones.
Se aportan afirmaciones, que deberán someterse a validación.
Se elaboran declaraciones, que serían un discurso sobre algunos puntos concretos.
Se dan expresiones, que son aquellos comentarios que califican la realidad.
Para evitar que todas estas cuestiones se pierdan, la propuesta es el registro constante de nuestras
conversaciones. En este registro, para que sea efectivo: deben reconocerse estos niveles y, así,
trazar una suerte de contabilidad de estos actos de habla.
La propuesta de Matus es llevar un registro que indique lo siguiente:
⇒ Nuestros activos/pasivos. Me deben o debo compromisos o promesas.
⇒ Llevar una cuenta de orden y directivas: peticiones cumplidas y no; órdenes cumplidas o no
cumplidas.
A esto agregaríamos el nivel epistemológico y comunicacional:
⇒ Afirmaciones. Validadas o no validadas; evidencias ausentes o presentes para su validación.
⇒ Declaraciones: evaluación de emisión de declaraciones o no.
Esto nos lleva a un segundo nivel a tener en cuenta: el de la gestión o, el del liderazgo.
Lee Bolman y Terrence Deal (1995) hablan de la relación entre estas variables: No hay un liderazgo
único y verdadero; no hay una receta teórica sobre cómo ser un buen líder; por lo que lo interesante
es ser conscientes sobre qué tipo de líder somos o queremos ser, qué acciones debemos encaminar
y, en nuestro contexto particular, cuál es el que se ajustaría a los distintos contextos.
Ellos reconocen que, en la literatura que se vincula a las organizaciones, se pueden observar cuatro
enfoques que, a su vez, son los que hacen emerger los distintos tipos de líderes:
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La perspectiva racionalista presta atención a las metas, los roles y el diseño organizacional. Parte
del supuesto de que todo lo que ocurre —y deja de ocurrir en una organización— es el resultado de
cómo está estructurado, de cómo es la estructura organizacional. Las capacidades humanas y sus
vínculos, todos los aspectos informales, están encuadrados en este esqueleto y es lo que hace que
sucedan las cosas.
Su líder se preocupa por cómo organizar el trabajo, qué roles debe asumir cada uno, cómo
segmentar las tareas y, cómo aprovechar o conducir la información para detectar problemas y
corregirlos. Esto no significa, que son malos líderes o poco exitosos. Bolman y Deal, creen que esto
es posible si van acompañados de las propias conductas del líder.
Con estas características, el líder debe cumplir con las responsabilidades que asume por su rol y las
tareas encomendadas; debe adaptarse a las estructuras y, eventualmente, generar los cambios
desde los procesos mismos organizacionales. Deben tener siempre en mente modelos que den
cuenta de la interrelación entre estructura-estrategia-entorno, la capacidad de análisis necesaria
para lograr adecuar estos aspectos. Esto se pone en juego en la medida en la que ejecutan las
acciones o ponen en práctica sus ideas. Ser un líder estructural, no significa cerrarse a su propia
mirada, sino estar dispuesto a prestarle atención a los datos que la estructura emite, y buscar
espacios de debate de estos datos.
En nuestro caso, el liderazgo estructural supone concentrarse en cómo vamos a desarrollar el
trabajo, qué rol asumirá cada integrante de los actores que participen, tener presentes las
posibilidades de cada uno de ellos en términos de recursos —humanos y económicos— que podrán
aportar. Tendrá presente, el diseño de ese círculo o mesa de concertación y, los mecanismos de
registración de las conversaciones. Puede controlar efectivamente los aspectos formales de los
procesos burocráticos, sin perder de vista la necesaria flexibilidad y celeridad que s e requiere en los
casos en los que nos tocará actuar.
Su principal riesgo es, perder empatía hacia las personas y los equipos, y que se crea que son una
suerte de engranajes o máquinas, sin decisiones ni resistencias. Además, corren el riesgo de volverse
meticulosos con los procedimientos, y no dejar espacios para la flexibilización ni libertad a los
agentes de emitir opinión (jefes que pretendan imponer la jerarquía, más que las opiniones, en los
debates).
La perspectiva de los recursos humanos. Desde esta mirada, es importante la relación entre las
necesidades de la gente, sus habilidades y valores y los roles que cumplan dentro de una
organización. El eje está puesto en la búsqueda de articular estas nociones en el ámbito laboral.
Aquellos líderes que se orientan por estos principios se preocupan por constituirse en facilitadores
y catalizadores de las necesidades de la gente. Buscan motivar a los equipos y lograr de cada uno su
mejor aporte. La raíz de su liderazgo está en la creencia y valoración de la gente con la que trabaja,
que se traduce no solo en una convicción, sino en demostraciones constantes de sus convicciones.
Otra de las conductas típicas es su accesibilidad frente a los equipos. Tienen una relación
sumamente humana con su gente. Buscan empoderar a los equipos, y otorgarles mayores
responsabilidades, compartiendo información y haciéndolos partícipes de sus decisiones. El
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liderazgo en recursos humanos corre el peligro de dejarse llevar por las decisiones de la gente a su
cargo, licuando su propia responsabilidad en los roles.
En nuestro caso, líderes como estos son necesarios para mantener el espíritu abierto y para
posibilitar la discusión y los debates. Si el analista operativo tiene claro que la respuesta no surge
de un individuo, entonces, los líderes de este tipo lograrán crear estos espacios de discusión, de
formulación de hipótesis y de estrategias de investigación.
La perspectiva política es aquella que ve en las organizaciones solo la estructuración del poder, los
conflictos y la distribución de los recursos. Su mirada está más orientada a la conformación de
coaliciones, de negociaciones y de manejo de conflictos. El eje está puesto, en el conflicto y el poder.
Estos líderes logran éxitos en tanto y en cuanto puedan ser claros en lo que quieren y en lo que
pueden obtener. El equipo que conducen sabe cuál es la estrategia y puede convertirse en parte de
ella. Tienen capacidad de negociación y de detección de alianzas estratégicas, lo que consolida su
lugar. Por lo general, tienden a buscar persuadir al otro de sus convicciones; luego, son capaces de
negociar y ceder en algunas cuestiones. Finalmente, y solo en caso necesario, recurren a la presión
o coerción. Su principal problema es dejarse arrastrar por el dilema del poder y buscar ganar o
imponer su propio criterio.
En nuestro caso, líderes como estos que conducen son grandes articuladores interinstitucionales.
Logran coordinar sin demasiados conflictos entre organismos diversos y pueden, ser más eficaces al
momento de buscar recursos para la investigación. Son capaces de definir estrategias macro.
La perspectiva simbólica, es aquella cuyo énfasis está puesto en los significados y en la cultura;
presta atención a las «desviaciones», las «culturas» internas y los grupos. Su mirada, está puesta en
los símbolos, los implícitos, y en lo que se llama la teatralización de la conducta.
Estos líderes buscan, principalmente, interpretar las conductas y, lograr buenos resultados en tanto
y en cuanto logren potenciar estos símbolos en pos de la estrategia común. Logran ser buenos
comunicadores de visiones, mediante múltiples recursos tales como la construcción de relatos o
anécdotas, en las que está plasmada esta identidad del grupo, relatos del «nosotros» que coadyuvan
a la integración de las personas.
Para un analista operativo, esta cualidad puede ser útil en la conformación de los equipos de trabajo.
Uno de los pilares es crear un equipo tanto interdisciplinario como interinstitucional, que logre
interpretar los datos que provienen de las evidencias y que logre debatir sobre hipótesis. Desde esta
perspectiva, la unidad y la identidad son claves para consolidar dicho equipo, por lo que los líderes
con estas características son importantes para este rol.
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preocupaciones y cuáles son sus habilidades. De esta manera, al momento en el que interviene en
un proceso de estas características es consciente de sus alcances y límites.
Desde nuestra mirada, el analista operativo cumple otros roles entre los cuales el análisis de caso
es solo una parte. Para conducir mejor las investigaciones en estos casos complejos, debemos
abordar la temática de la gestión, aun cuando sea escaso el material provisto. Nosotros tenemos
que saber que estamos en entornos organizacionales, que nuestras investigaciones seguramente
trasciendan lo organizacional y deban vincularse con otras áreas de Gobierno —ya sean fuerzas de
seguridad, distintas jurisdicciones, etc.—. A todos estos elementos hay que liderarlos para una
conducción eficaz, eficiente y de calidad de la investigación.
Algunas de las pautas que se plantean aquí se relacionan con esto y, básicamente, se pretende
despertarles este concepto: no solo armamos perfiles, sino que, también, planificamos o
colaboramos con la planificación de las tareas investigativas. Ayudamos a pensar estrategias de
entrevistas con testigos, etc. Todo esto es, pues, parte de nuestro trabajo.
MÓDULO 4.
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Cada situación es única, por lo que no puede deducirse de probabilidades ni de la teoría de los
números. Surge de la interrelación de los hechos ocurridos en ese momento y esa circunstancia. Por
ello, si bien no descarta el uso de las estadísticas criminológicas, sugiere que no debería ser el centro
de atención porque cada caso es particular.
Turvey, postula, ocho principios teóricos sobre los que se sustenta su enfoque.
1. Principio de unicidad: Cada persona es única, una “única constelación de modos de ver el
placer, el dolor, el gusto y el disgusto”. Aun cuando compartamos una misma cultura, o carga
genética, nuestro modo de interpretar ese mundo es único debido a la combinación propia de
factores biológicos, contextuales, temperamentales y psicológicos. De este principio de derivan
dos consecuencias metodológicas. Por un lado, es esta unidad lo que cuestiona o pone en crisis,
la cuantificación. Si cada individuo es único, su agrupamiento es una construcción teórica que,
puede aportarnos algunas sugerencias de hipótesis de trabajo. Sin embargo, no sabemos si el
caso concreto se ajusta a estas categorías genéricas. Por otra parte, nos alerta acerca de los
peligros de transpolar los pensamientos, sentimientos o deseos propios en la interpretación de
lo ocurrido. Muchas veces nos olvidamos de que lo que nos parece lógico o racional es,
simplemente, nuestro propio modo de actuar y nuestra manera de interpretar el mundo que
nos rodea. Creemos que este modo de interpretar los hechos está implícito en la realidad
misma, porque es la interpretación y la lógica que todos aplicaríamos frente a una situación
concreta…
2. Principio de separación, su segundo postulado: Con dos aspectos más de interpretación:
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Turvey afirma que hay dos obstáculos que afectan generalmente al investigador.
Sesgo del observador: la tendencia consciente o inconsciente de encontrar los resultados
que esperamos encontrar. Muchas veces, estas creencias se basan solo en las observaciones
de los testigos y las ideas difundidas por los medios.
Sesgo confirmativo: la tendencia consciente o inconsciente de solo valorar y observar los
datos que confirman nuestras teorías previas, ignorando también los elementos que nos las
cuestionan o ponen en tensión.
Desde su perspectiva, si nos centramos en la unicidad del sujeto, la cuantificación es un esfuerzo
prácticamente innecesario que solo responde a una visión reducida de lo que es la conducta
humana.
El investigador debe focalizarse en el hecho concreto o la identificación de las evidencias que le
permitan reconstruir lo ocurrido y, trazar una hipótesis sobre las características del ofensor. Para el
análisis, él propone nutrirse de tres fuentes:
análisis forense propiamente dicho y reconstrucción del crimen;
victimología forense;
análisis de la escena del crimen.
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estudio muy cuidadoso de la víctima, su historia personal, sus rutinas y su estilo de vida. Esta
historia además de brindarnos un marco en el que ocurre el hecho, nos aporta elementos para
la interpretación de las marcas recibidas en su cuerpo y cualquier otro objeto hallado en el
lugar del hecho. Comprender este proceso social, estas conductas, rutinas y su historia personal
garantiza una mejor hermenéutica del suceso.
La clave es contar con los modos en que cada uno de los sujetos da sentido a su contexto.
Múltiples estudios se focalizan, en estas cuestiones pequeñas, pero que al mismo tiempo
aportan mucho para entender cómo el ser humano conceptualiza su entorno.
En un encuentro entre dos personas que culmina en un homicidio, no conocemos nada acerca
del victimario. Pero tenemos otra fuente de información en la que podemos apoyarnos y está
a nuestro alcance: la víctima, ya que logró escaparse de su letal suerte o contamos con sus
familiares y círculo más cercano. Tenemos información de una de las variables de la dupla
criminológica (víctima-victimario) o la tríada criminológica, como actualmente se la conoce
(víctima-situación-victimario). Su propuesta es realizar un profundo análisis de la víctima, que
nos aporte buenos elementos para la interpretación de lo ocurrido.
Análisis de la escena del crimen: La 3ra. Fuente. Se trata de un proceso analítico de los
elementos hallados y traza el marco en el que ocurrieron los hechos. Aquí determinaremos de
qué tipo de escena del crimen estamos hablando. Así, distingue entre las siguientes.
o Escena del crimen primaria: es donde se desarrolla la mayor cantidad de conducta criminal
y, por tanto, donde pasa más tiempo; por lo que se trataría del lugar donde más evidencia
fáctica podría encontrarse.
o Escena del crimen secundaria: es el lugar donde hubo interacción entre la víctima y el
victimario, no donde se desarrolló la mayor cantidad de conductas delictivas, pero sí puede
ser el espacio que sirvió de apoyo a estas acciones. Dentro de este dos más:
Escenas del crimen intermedias: es el espacio intermedio entre la escena del crimen
primaria y el lugar de depósito: es posible hallar evidencias de transferencias, vehículos,
transportes, etc.
Sitios de depósito o descarte: es el lugar donde el cadáver fue encontrado. En este
caso, puede ser una escena primaria o secundaria
o Escena del crimen terciaria: es un espacio donde se encuentran evidencias físicas de lo
ocurrido, pero no hubo interacción entre víctima y victimario: escondites, lugares de
descarte de evidencias, etc.
Hace un recorte en tres niveles: 1) la evidencia física y la teoría que encierra su interpretación; 2) la
victimología y la mirada sobre por qué la víctima estuvo en el lugar del hecho, y 3) el nivel local y
concreto de la escena del hecho. Estos tres niveles, en cierta manera, se superponen y deben ser
integrados al momento de trazar los elementos del perfil criminal.
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En el análisis de eventos lo importante es desmembrar los hechos en unidades que puedan tener
un referente empírico (obtener los comprobables en las evidencias). En este primer paso, lo que
sugiere es clasificar los hallazgos de manera tal que uno pueda saber con base en ellos qué unidades
de conducta se dieron allí. En este momento de la investigación se encuentra, la clasificación de las
escenas del crimen y la relación entre estas y las evidencias halladas allí. Todo esto aportaría datos
acerca del proceso que en definitiva condujo al hecho criminal.
Las evidencias son unidades de sentido, pequeñas marcas o inscripciones, que nos dan señales del
texto. Esta identificación y descripción de estas unidades es, semejante a aprender las primeras
palabras de un idioma nuevo: solo cobra sentido en el contexto completo, no aisladas.
Para determinar estos eventos es necesario aplicar el método científico que le dé fundamento a las
afirmaciones construidas. Se debe observar en estas unidades las evidencias y sus relaciones. Ej.
manchas de sangre que hablan de los movimientos. Esto supone tambi én utilizar saberes previos
para apoyarse en la interpretación de lo ocurrido, determinar lo que uno puede saber de otros
casos sobre unidades de eventos semejantes. Con esto, es posible formular hipótesis.
A partir de ellas, se deberán secuenciar los eventos hasta tener la imagen completa de lo sucedido.
El conjunto de los eventos habla de todo lo ocurrido allí y su secuenciación es importante para
reconstruirlo. Además, se tienen en cuenta aquellas claves u observaciones a la luz del crimen
ocurrido. En este último aspecto es importante tener en cuenta crímenes semejantes que permitan
la construcción de hipótesis, Turvey sostiene que debemos tener el alerta crítico.
Se deben proponer explicaciones de los eventos que propongan además alternativas a estas
explicaciones. En la reconstrucción, se requiere contar con varias explicaciones plausibles
para eliminar las alternativas por medio de la lógica, el pensamiento crítico y la experimentación.
La falsación que, es lo que separa el pensamiento científico de otros tipos de pensamiento.
La escena del crimen no habla directamente de los eventos como si se tradujeran uno a uno. Turvey
propone lo que llama el análisis de la dinámica de la evidencia. Se refiere a todos los procesos por
los que atravesó la evidencia hasta su análisis definitivo. En arqueología llaman a este proceso,
el palimpsesto. La evidencia, antes de ser descubierta, atraviesa por un conjunto de actividades o
cambios. Se desarrollan a continuación.
Principio de transferencia de Locard o creaciones directas del victimario: por ejemplo, la
escenificación descrita por el FBI o la misma víctima y elementos depositados por la víctima
antes de los hechos o transferencias ocurridas por el contacto de los primeros testigos con
la escena o alteraciones realizadas por estos. La escenificación puede ser causada por los
familiares de las víctimas para conservar la dignidad de la víctima.
Los cambios por el tiempo: las lluvias, el calor y otras condiciones climáticas inciden
directamente en la escena e incluso en los procesos de descomposición de los cadáveres.
Es necesario considerarlos al momento de interpretar las evidencias halladas.
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Los cambios por el entorno: el entorno puede generar muchas alteraciones en el lugar: los
animales que se encuentran en las cercanías o la actividad de insectos que si bien nos
brindan herramientas para establecer precisamente la hora de muerte (entomología
forense), también pueden generar algunas confusiones, como marcas que en realidad son
producto de su accionar y no del victimario. Otros elementos son los incendios de la escena
y, mucho más, los esfuerzos por apagarlos.
Alteraciones, destrucciones, modificaciones de las personas: el primer oficial interviniente,
los médicos, etc. Todos los que concurren a la escena del crimen pueden, queriendo o sin
querer, alterarla y perder evidencias claves para la determinación de los hechos.
El reconocimiento de que ese elemento es una evidencia. Cuando esto ocurre, es necesario
generar un protocolo de preservación, levantamiento, aseguramiento y transporte con su
respectiva cadena de custodia (su trazabilidad).
Todos estos componentes inciden al momento de la reconstrucción de los hechos, por lo que sus
efectos deben ser tenidos en cuenta. Este paso o reconstrucción es una de las piezas claves para la
perspectiva del BEA, ya que constituye la clave para la interpretación de la conducta del victimario,
la víctima y la escena.
Reconoce la importancia de separar el análisis propiamente forense (la reconstrucción del crimen),
el análisis de victimología forense y el análisis de la escena del crimen en tres áreas de intervención
diferentes. Considera que para la reconstrucción del crimen y la escena del crimen deben ocuparse
profesionales expertos en la materia. El perfilador, dice, no puede hacer todas estas tareas juntas,
sino que debe nutrirse de ellas. Es conveniente que tenga nociones de ellas, pero no puede hacer
todo al mismo tiempo. Apunta al trabajo en equipo y la integración interdisciplinar de todos los
elementos que enriquezcan el análisis. Para Turvey, el objetivo de la perfilación:
● colabora en la comprensión de los elementos en la escena del crimen;
● contribuye en la construcción de la línea de tiempo;
● identifica un grupo de posibles sospechosos;
● aporta hipótesis de investigación;
● contribuye a la reconstrucción del crimen;
● colabora en la contextualización de las acusaciones de victimización;
● brinda elementos para la comprensión del modus operandi;
● ayuda a entender el motivo del victimario;
● contribuye a establecer el momento de mayor exposición del victimario;
● aporta datos para vincular casos;
● asiste a definir líneas de seguridad pública;
● reduce la deificación como la demonización de la víctima.
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4. Redacción del informe y su entrega: por último, en esta etapa se dice que debe entregarse
un documento concreto escrito, acompañado también de una presentación oral. Este no
debe contener todas las hipótesis sueltas, sino que, integrarlas en un relato único de lo
ocurrido, de quién podría ser el presunto autor – el perfil criminal – y, también, elementos
operativos para la investigación. Además de ese perfil, debe integrar los pasos a
seguir, arriesgar dónde y cuándo buscarlo, y otras premisas operativas.
Para una correcta sistematización propone que cada fragmento de información sea categorizado en
función de los cuatro pilares detallados antes. En la primera etapa, la recolección de datos, se deben
aglutinar los datos sobre la víctima, la escena del crimen, la reconstrucción del hecho y el autor. En
la segunda, las inferencias de todos ellos; y, en la tercera, las hipótesis relacionadas entre sí o con
los datos y las inferencias. Para ordenar los elementos, se presenta un esquema de tablas en donde
redactar todos estos elementos. Así, los datos tienen dos columnas, en donde se fija la
nomenclatura D V, para el caso de los datos de las víctimas; D E, para el caso de las escenas del
crimen y así sucesivamente. Se lista cada uno de estos datos relacionándolos con cada eje.
En la etapa de realización de las inferencias se utiliza el mismo esquema, pero añade una tercera
columna donde se muestra su apoyatura, “Procede de”. Allí se ve, desde que evidencia, dato o de
donde proviene dicha inferencia. Las inferencias son, premisas de un nivel similar a los datos, pero
que involucran una apreciación sobre su veracidad o probabilidad de ocurrencia.
DATO: Aquellas premisas observacionales de primer orden que no son discutibles por nadie. Las
afirmaciones que la misma observación muestra y, contrastada con otros, no hay debate . Ej. Uno
concreto es la fecha.
INFERENCIAS: Pueden ser premisas observacionales – de primer orden - que, en alguna medida, sí
son discutibles. Ya Popper hablaba de premisas observacionales, distinguiéndolas de otro tipo; y
refería que eran estas la base empírica. VERA se sustenta en este mismo paradigma popperiano.
HIPÓTESIS: al igual que las inferencias, tiene tres columnas, con la tercera que designa de dónde
procede. Las hipótesis; sin embargo, no necesariamente hacen referencias a los ejes mencionados,
sino que pueden ser premisas formuladas en el que se traten varios de estos.
Tabla: Método VERA
Esta estrategia metodológica conlleva a una estructuración del razonamiento hipotético deductivo,
a partir de premisas empíricas (datos) hacia los elementos más amplios como las hipótesis, pasando
por las inferencias. Como resultado, se obtiene un esquema preciso de los razonamientos, de su
validez empírica y, también, sirve de guía para su falsación.
En cuanto a la información que debe volcarse con respecto al eje de la víctima (V), toda la
información está centrada en responder una pregunta elemental: ¿por qué fue elegida esta víctima
y no otra? Es este dilema nos aportará información relevante para conocer al autor del hecho, dado
que esta ha sido elegida, bajo algún criterio, por su agresor. Responder la pregunta nos conduce a
este criterio, aun cuando haya sido elegida, por azar. Esto se sintetiza en dos dimensiones: la
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La escena del crimen (E), debe buscarse responder a la pregunta sobre ¿por qué en ese lugar y
momento y no otro? Pero, además, considerar un doble plano: no se trata solo del sitio físico,
concreto, donde se encontró a la víctima o rastros del delito, sino conocer la dimensión temporal,
el cuándo. El tiempo en que sucedió el hecho es clave por múltiples razones, pero no menos
importante es por la relación existente entre tiempo y espacio, es decir, no es lo mismo un sitio en
determinado momento del día que en otro. La significación del espacio es completamente diferente
si la correlacionamos con el momento del día.
Es necesario entender qué tipo de escena es la que estamos observando. Para ello, hay que
distinguir entre el lugar de abordaje, lugar del delito, lugar de abandono de la víctima, escenas de
transición. Todos son espacios que aportan datos relevantes para la investigación y definen diversas
fases de lo ocurrido. Su relevancia no debe estar predefinida y, desde este enfoque descartan la
noción de escena del crimen primaria, secundaria, terciaria. Ese tipo de conceptualizaciones llevan
implícito un orden de prioridad y de importancia cuando, en realidad, no puede preestablecerse.
Para la reconstrucción de los hechos (R), se busca responder a la pregunta ¿cómo sucedió? Se trata
de una reconstrucción cronológica que dé sentido a las evidencias existentes. Las dimensiones a
tener en cuenta son, el modus operandi, los rituales, las escenificaciones y la firma o sello personal
(nociones de las categorías del FBI - Federal Bureau of Investigation).
La información relevante vinculada al autor (A) es la variable de la que menos información o datos
concretos poseeremos. La pregunta que debe guiar a la investigación es ¿qué sabemos del autor?
debemos tener presente qué es lo que sabemos, concretamente de este; qué datos relevantes y
seguros poseemos; y qué inferencias e hipótesis podemos hacer de este.
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Sugieren que el equipo de analistas operativos aporte datos a los investigadores. Estos deberían
comprometerse a que, una vez hallado el implicado, proveerle los resultados de la pesquisa. De este
modo, ver las distancias entre lo deducido y las características reales del agresor; y, así, poder
replantear críticamente el proceso de deducción buscando su perfeccionamiento.
No se trata solo de un proceso unidireccional – del analista operativo hacia los investigadores – que,
implícitamente coloca al superinvestigador versus el resto de los mortales. Se trata de articular
ambos equipos y aprovechar los esfuerzos mutuos para aprender en los procesos concretos.
Cesar Fortete: Director de la Policía Judicial de Córdoba señala que, desde esta perspectiva se
reconocen estos dos niveles del análisis criminal:
⊗ Análisis estratégico: se trata de estudiar tanto el fenómeno delictivo como de evaluar los
resultados de la acción de las fuerzas de control de la criminalidad. Con base en estos datos,
construir sustento para la toma de decisiones estratégicas en la lucha contra la criminalidad. En este
punto, las estadísticas de respuesta (de resultados, de impacto y de efectos) , el análisis de los
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procesos de trabajo y los indicadores de gestión (de calidad, de eficacia y de eficiencia) son
elementos necesarios para la toma de decisiones y la corrección del rumbo institucional.
⊗ Análisis operativo: se trata del abordaje del caso concreto y de la relación con otros casos que
podrían estar vinculados. Se busca el estudio pormenorizado de la estructura de sentido, las
relaciones entre sí y todas las herramientas de la construcción de perfiles. Mediante la comparación
de casos, buscar indicios de vinculación para determinar (o no) la serialidad. Como resultado, se
espera el apoyo a la investigación en aquellas causas con niveles de complejidad que exceden las
metodologías tradicionales.
Al análisis estratégico, cabe contextualizarlo en el marco de lo que se llamó la nueva gestión
pública, término utilizado a partir de las reformas del Estado en los años 90 derivados de la crisis de
las burocracias tradicionales. Pensar en estrategia presupone tomar conciencia de dos planos: los
resultados deseados por quienes toman decisiones. Y, el “terreno o territorio” sobre los que se
ejecutará, no solo en sentido “geográfico”, sino también en función de los actores que actúan allí.
Debe tenerse presente que los resultados esperados o deseados, son formulaciones abstractas y
carentes de asideros empíricos si no se plasman en indicadores medibles, observables y
contrastables. No se trata de expresar deseos sin tener en claro de qué modo estos se traducen en
resultados concretos. Para construirlos, es clave contar con estadísticas criminales confiables y
creíbles; las cuales, a su vez, deberían insertarse en lo que se conoce como el ciclo de la información.
En la teoría clásica de gestión privada o managment está conformado por cuatro etapas.
1. La planificación donde se indica el camino a seguir y los elementos que se van a medir.
2. El análisis de los datos, que presupone contar con las estadísticas de la organización y, más
específicamente, de los resultados que esperamos de la misma. Con este estudio, se piensa en
3. Planes de mejora o abordajes a situaciones concretas para mantener o cambiar el rumbo
(algunos autores lo llaman diseño del proyecto y la implementación).
4. Finalmente, la evaluación de los resultados obtenidos con lo implementado y esto supone una
nueva planificación.
Este ciclo presupone a la información como necesaria para guiar la acción y es constitutiva del nivel
de gobierno de toda organización.
En este plano se requieren indicadores de dos tipos:
1. De respuestas: hay que distinguir en resultados inmediatos: casos finalizados, casos finalizados
con éxito, etc.; de los impactos (resultados mediatos) como ser niveles de satisfacción con los
resultados obtenidos, etc.; de los efectos (resultados más alejados) que se relaciona con la
legitimidad de la organización, etc.
2. De procesos: tiempos de respuesta, efectividad de los nodos de un proceso. En este punto, hay
que distinguir los macroprocesos de los microprocesos, como también, los procesos b ásicos –
aquellos procesos de trabajo orientados al fin último de la organización -; los procesos de
apoyo, todos aquellos vinculados al soporte de los primeros; los procesos de innovación y
desarrollo, los cuales suponen búsqueda de mejoras y de nuevos se rvicios.
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Hay que tener en cuenta que estos sistemas tienen sus limitaciones, ya sea en su producción como,
también, desde su contenido. Muchas veces las organizaciones públicas no tienen sistemas
informáticos que aporten datos de calidad ni de fácil acceso y ello restringe la capacidad de
construcción de los indicadores. En cuanto al segundo aspecto, los datos de los organismos son,
justamente, los delitos conocidos y excluye otra gama de criminalidad no reportada. Entre estos
están, por un lado, los delitos sin víctima, que son los delitos contra el medio ambiente, contra el
Estado, etc. Son todos aquellos que se cometen sin infligirle daño a nadie de manera directa. Por
otro lado, los delitos no denunciados; lo que se conoce como la cifra negra, donde la víctima por
temor o por no creer en las instituciones, etc. opta por no presentar la denuncia.
Para ambos casos, y más en los delitos no denunciados, se pueden aplicar distintas estrategias de
relevamiento de la información:
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como desde la prevención. Todo esto constituye los ingredientes para la definici ón de políticas de
seguridad y de prevención.
La perspectiva de la BKA va más allá del perfilamiento criminal y sugiere que el análisis del
comportamiento criminal debe integrarse en una lógica más amplia. Se conforma por el análisis
estratégico y el análisis operativo.
El método VERA procura ser una herramienta para la construcción de las inferencias (deducciones).
Guía la deducción ordenando la información en los datos, las inferencias y las hipótesis. Todas ellas
relacionándolas con la víctima, la escena del crimen, la reconstrucción del hecho y el autor; de ahí
su sigla.
El análisis operativo de casos, tal como lo formula la BKA alemana se fundamenta en una estrategia
más amplia que la mera perfilación criminal. La desarticulación del mito del superinvestigador,
conllevó a una reducción de las expectativas de las técnicas del perfilador. No se trata de invalidarla,
sino por el contrario, se busca su integración en procesos más amplios de investigación; de apoyo y
articulación en equipos de trabajo que incorpore muchas miradas. Se busca pensarlo en función de
los procesos de toma de decisiones en cuanto a la estrategia de la organización.
No es simplemente el análisis del caso, sino una mirada integral de la organización, siendo este solo
un momento concreto, pero que también debe insertarse en procesos macro, de definición
estratégica. La propuesta alemana presupone mayor complejidad a la técnica y la integralidad.
Aquí planteamos en análisis estratégico como una de las dimensiones que conforman este modelo.
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La hermenéutica objetiva dice: La acción social, está conformada por una estructura semejante y
una configuración semejante, en la que las unidades de sentido (en nuestro caso, las letras y las
palabras) van cobrando un significado en relación con las otras y, luego, también en función de lo
no dicho ni hecho. En este punto, nos permite ver las elecciones que el actor tomó en el momento
del hacer y esta elección o racionalidad es resultante de su historia de vida y su estructura de
personalidad. De ese relato que vamos contando con nuestro actuar.
Cesar Fortete en un artículo que describe el método: (Texto del rastro)
Si se considera que la comisión de un delito es una manifestación de la personalidad de su autor o
que muestra rasgos de esta en el contexto de su historia de vida, cualquier persona que comete
una conducta delictiva produce un texto que representa un fragmento de su vida prá ctica.
Estos textos que vamos creando y construyendo a medida que vivimos tienen dos aspectos
atendibles y útiles para la investigación criminal. Esas opciones (si usamos tal o cual conducta en
determinado contexto) son parte de lo que se define como estructuras de significados latentes.
Están presentes en nuestras elecciones, pero no siempre lo están en nuestras concienci as. Guían
nuestras decisiones, muchas veces sin quererlo o sentirlo. Son parte de nuestro arsenal simbólico,
nuestro modo de ver el mundo, nuestros valores y categorías interpretativas.
Llegar a este plano es uno de los puntos fundamentales de la investigación criminal. Son estas
estructuras las que nos hablarán de los procesos de socialización del autor de los hechos, nos
contarán parte de su historia y, nos acercarán indicios sobre su identidad. Alcanzarlas, requiere,
sondear las reglas (lingüísticas, comunicacionales, cognitivas y sociales) que condicionaron este
accionar y provienen de múltiples mundos sociales: en cuanto seres humanos, compartiremos
algunas de estas reglas; en cuanto occidentales, otras tantas, y así sucesivamente nuestros campos
de socialización nos permitirán ingresar en ellas e interpretarlas.
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Para eso, se requiere el equipo de trabajo. Este cumple una doble función metodológica. Primero,
tenemos que sondear universos de sentido que son múltiples en nuestras sociedades complejas,
entonces cuantos más seamos, más experiencias y sentidos aportamos para la interpretación. Si lo
que estamos buscando es un enfoque objetivo, la objetividad no está presente en el universo o, no
podemos estar seguros de que nuestra mirada ve la naturaleza tal cual es. Por lo tanto, solo nos
queda confiar en el otro, en la corrección del otro. En epistemología esto se conoce como la
contrastación intersubjetiva. Es esto lo que nos garantiza la objetividad en el análisis, nuestras
interpretaciones y nuestras lecturas de lo ocurrido.
Es conveniente ir seccionando los tramos en función de los lugares en donde ocurrieron e identificar
dos tipos de conductas.
Funcionales: aquellas realizadas para cumplir con el objetivo deseado en condiciones
normales o, para resolver situaciones concretas e imprevistas. Estas podrían reflejar
elementos de la historia personal del autor, ámbitos de socialización y profesionales.
No funcionales: aquellas realizadas, pero que no son estrictamente necesarias para
cometer el hecho. Estas son las que traducen principalmente aspectos de la estructura de
la personalidad del autor.
En esta clasificación de las conductas uno tiene que tener bien presente el motivo, ya que aun
cuando puede haber un conjunto de motivos, uno de el los predomina sobre el resto, y aquí está
definido su objetivo.
No solo usamos palabras, sino que hacemos cosas con palabras. Todo acto de habla tiene tres
niveles.
→ El locutivo: lo que se dice (el mensaje).
→ El ilocutivo: lo que queremos decir con ese mensaje (los implícitos o el metamensaje).
→ El perlocutivo: lo que queremos que pase al decir lo que decimos (la consecuencia esperada o
deseada).
Esto ocurre en todo acto comunicativo y la acción social entendida como texto se basa, en este
mismo supuesto. Toda acción social brinda un mensaje a alguien, que expresa nuestro deseo. Por
tanto, si invertimos este modelo, nos permite ahondar en las capacidades de sentido de la acción.
Con la reconstrucción tenemos a la vista lo que se hizo (perlocutivo) y a partir de allí se debe indagar
en el mensaje y el metamensaje, ambos componentes del motivo (uno en un nivel relativamente
latente y el otro completamente intencional)
Una vez definido o identificado este motivo, el siguiente paso es reconocer el modus operandi, el
proceso elegido para cometer el hecho, su estrategia y el conjunto de acciones seleccionadas por el
autor como las más eficaces para cumplir con su objetivo. En este se distinguen el ingreso al lugar,
la selección de la víctima, la selección del lugar, el momento del ataque, las formas realizadas para
cometer el hecho y las acciones que buscan encubrir el hecho y ocultar su autoría
Finalmente, en cuanto a las conductas no funcionales, se debe abordar lo que conocemos como la
firma, los aspectos propios que reflejan elementos de la personalidad, experiencia, capacidad
intelectual, etc. Son acciones innecesarias que se deben dilucidar teniendo en cuenta su motivación
y su objetivo. Estas son las que no están orientadas a cumplir con este, sino que lo exceden y van
más allá de él. Ej. tipo de violencia ejercida, las formas de comunicación, parafilias, etc.
Brent Turvey clasifica a la firma en dos tipos: activas y pasivas. Las primeras son conductas
totalmente conscientes e intencionadas, realizadas cuando el agresor tiene el control de la situación
y las deja, justamente, porque tiene intención de marcarlas para satisfacer una necesidad
emocional. Es, un mensaje del victimario (nivel locutivo de la acción social). Las pasivas, no son
intencionales porque el victimario no está en control de sí mismo cuando las ejecuta, lo que se
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conoce como overkill es un ejemplo, es decir, cuando una persona acuchilla más de lo necesario
para matar. Reflejan, este descontrol emocional (nivel ilocutivo de la acción social y qué implicancias
tiene este accionar).
Fortete: “El análisis operativo de casos es un procedimiento analítico que se propone entender lo
mejor posible un hecho criminal desde una perspectiva criminalística y criminológica para extraer
hipótesis sobre las causas y la dinámica del hecho delictivo”. No se trata solo de trazar analogías con
otros casos, sino que exige un estudio sistemático de estos niveles mencionados anteriormente. Se
busca, la reconstrucción completa e integral de lo sucedido no solo desde el nivel fáctico, sino desde
lo simbólico de la acción, el motivo predominante que guía al victimario.
Comparación con la clínica: El médico ahonda en los síntomas de un paciente, busca la lógica de
funcionamiento de ese organismo y profundiza sobre las pistas de su coherencia interna, para eso,
necesita la historia clínica y como resultante de este estudio en profundidad sobre la persona,
elabora un diagnóstico. Los datos de la bibliografía sobre enfermedades y sintomatología es parte
de su instrumental hermenéutico: le ayuda a proponer hipótesis de investigación, pero no define el
caso como si fuera un manual. Ej. El error que cometemos quienes nos autodiagnosticamos por
Internet. Creemos que leyendo síntomas podemos clasificarnos y, de esa manera, encontrar la
solución a nuestros dolores.
El modus operandi (MO), constituye los actos principales para la comisión del delito y, por ende,
nos aporta información acerca de las decisiones que el agresor tomó en los contextos en que se vio
envuelto. Aporta datos sobre decisiones, procedimientos o técnicas utilizadas, ya sea de manera
consciente y programada, como también por impulso del contexto y la necesidad.
Las conductas asociadas a este suelen estar orientadas a proteger de l a identidad del agresor;
ejecutar exitosamente el crimen, y facilitar el escape del agresor del lugar. En todos estos casos, el
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victimario aprende a medida que comete los hechos, por tanto, aprende de su propia experiencia:
conoce los lugares, las salidas más eficaces, etc. Mientras su estabilidad emocional no decaiga, irá
perfeccionando sus métodos, quedándose con los más eficaces y buscando nuevos.
Hay un consenso prácticamente unánime en la teoría de considerar este aspecto de la conducta
como el más variable. Su capacidad de vinculación, por ende, suele ser más escurridiza y compleja
porque en relación con las estrategias para ejecutar el crimen, está atada a los contextos
situacionales. Si bien es posible, por ejemplo, que una persona aprenda métodos nu evos para el
ingreso a los hogares de un hecho a otro, también puede suceder que , habiendo probado una
modalidad, la repita constantemente en otros hechos. En este último punto, el MO puede ser una
herramienta para vincular casos.
En cuanto a la firma, algunos autores señalan que, no todos los criminales seriales las dejan y, por
otro, es posible que con los cambios en las personas este universo simbólico varíe también, con lo
cual puede modificarse. Para otros, al ser el reflejo de las fantasías y simbología del agresor, son
conductas que tienden a ser más estables y repetitivas, esto no significa que la repetición de un acto
sea necesariamente una, sino que esta es por lo general repetitiva. Pero hay consenso en cuanto a
que, en caso de hallar una firma similar en dos hechos, entonces estaríamos en presencia del mismo
autor.
Tanto los rituales como la victimología son elementos destacados de la firma. En los rituales,
algunos agresores suelen ser rutinarios y medianamente organizados, por lo que para cometer un
hecho delictivo recurren a prácticas semejantes y estandarizadas que se asemejan a un ritual. En el
caso de las víctimas, su selección no es casual y responde a una decisión (consciente o inconsciente)
del agresor. Por tanto, sus características pueden hablarnos de elementos propios de la fantasía del
agresor.
El análisis de cada una de estas unidades debe contemplar lo que se llama la dinámica de la
evidencia: considerar los hallazgos críticamente y tener en cuenta los procesos que los condujeron a
estar donde están para prevenir desvíos con respecto a su situación inicial. Buscamos lograr la
reconstrucción lo más certera posible de las unidades y lo ocurrido concretamente.
Recordemos el concepto de Escenas, tal como se formulan desde el método víctima-escena-
reconstrucción-autor (VERA). Recuérdese que, desde esta perspectiva, no se clasifican de acuerdo
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con las categorías clásicas de escenas primarias, secundarias, etc. Por el contrario, se distinguen
estos espacios en cuanto a la funcionalidad con respecto al hecho, es decir, qué se hizo allí. Por ello,
se las nombra como lugar de abordaje, lugar del delito, lugar de abandono de la víctima y escenas
de transición. En cada uno de estos lugares, el victimario realiza un tipo determinado de actividad,
que, con una descripción adecuada, podrá compararse con otros casos.
Estas definiciones del espacio pueden correlacionarse con otras categorías descriptivas, que vimos
en lecturas anteriores, y configurar el siguiente esquema.
⊗ Lugar de abordaje: distintos modos de ataque que pueden ser los siguientes, si utilizamos la
conceptualización de Rossmo (2000).
Métodos de ataque repentino (raptor): es el ataque que sucede de golpe, sin aviso previo,
donde la víctima es sorprendida de un momento a otro.
Método de ataque stalker: es el ataque resultante de un proceso de seguimiento, vigilancia,
etc. Por tanto, es más planificado y sistemático.
Método de ataque emboscador: es el ataque configurado en una trampa preestablecida
por el atacante, que involucra también planificación y sistematicidad.
⊗ Lugar del delito: es básicamente donde ocurre la acción delictual. es conveniente analizar las
dimensiones de firma, modus operandi y rituales. Para ello, es conveniente añadir la categoría de
escenificación, pero hay que tener siempre presente sus posibles desvíos producto de la
intervención de familiares y testigos. Hay que prestar atención a las distintas modalidades de
selección de las víctimas y los elementos utilizados en la agresión (la presencia o ausencia de
elementos propios, etc.).
⊗ Lugar de abandono: es fundamental observar las evidencias sobre posibles escenificaciones.
Además, en caso de haber distancias entre este y el lugar del hecho, es conveniente recurrir a las
técnicas de perfilamiento geográfico.
⊗ Escenas de transición: es necesario georreferenciarlos e identificar los patrones de movimientos.
Primero, al interior del caso y luego, comparándolo con otros casos sospechosos por sus similitudes.
Todos ellos pueden mapearse de manera conjunta para observar algún patrón.
De esta manera, se debe ir caracterizando cada una de las unidades segmentadas, agrupándolas por
los lugares de ocurrencia y, a su vez, clasificándolas en términos de su contenido, determinar si se
trata de firma, modus operandi o rituales. Una vez hecho esto, es necesario comparar caso por caso
para intentar determinar o descartar la presencia de una serialidad. Esto se realiza no solo desde el
plano explícito u observacional, sino también desde el hermenéutico.
Con la descripción de las unidades de sentido que componen el sintagma, el suceso o lo que ocurrió,
vemos los significados subyacentes en cada uno de los casos y los contrastamos con los otros casos.
Así, vemos qué se dijo (locutivo), qué se quiso decir (ilocutivo) y qué se quiso hacer (perlocutivo)
con cada una de esas unidades y las comparamos para determinar si hay presentes sentidos
semejantes o si hay intencionalidades diferentes. Esto nos arrojaría ciertas pistas e indicios sobre la
serialidad.
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unidades de sentido a fin de poder inferir lo que llamamos el sintagma: la secuencia del hecho y su
sentido.
Dijimos que resulta conveniente no solo observar lo que se hizo sino también lo que se dejó de
hacer, esto en lingüística se llama cadena paradigmática. Asimismo, tendremos que interpretar lo
que se hizo (perlocutivo), lo que se quiso transmitir con lo que se hizo (locutivo) y lo implícito de ese
mensaje (ilocutivo). Con este nivel buscamos comprender el motivo del autor y, con ello, distinguir
las conductas funcionales (modus operandi) de las no funcionales (firma).
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Cabe decir que, como sabemos, tratamos con casos en los que, muchas veces, la información es
escasa, fragmentaria, de difícil acceso. En algunos casos está perdida o bien escondida por el propio
autor. Todos estos contextos son escollos para una investigación; por ende, cualquier otro dato que
podamos tener ayuda siempre y cuando lo sepamos interpretar críticamente.
Esta misma posición sostienen los autores del método VERA: “La conjunción del modus operandi,
del ritual y, en su caso, de la escenificación configura lo que se ha venido en denominar el sello
personal o firma del autor del hecho delictivo”. Entiende que esta abarca tanto el modus
operandi como otras prácticas simbólicas de la acción. (Soto Vera)
Vicente Garrido sostiene que es necesaria esta segmentación entre conductas simbólicas (no
funcionales) de las conductas operativas (aquellas que reconocemos como conductas funcionales)–
dado que resulta más claro en el plano teórico-práctico. Sostiene, que esta separación, si bien puede
ser arbitraria, es más esclarecedora para la descripción de lo ocurrido.
En alguna medida, comparto la visión de este último. Es cierto que resulta difícil catalogar una
conducta en una taxonomía dicotómica, es decir, caracterizarla como funcional o no funcional, Pero,
no se trata de considerarlas como parte de una u otra cate goría, sino que, en realidad, podría
pertenecer a ambas.
Ejemplo: cuando un homicida mata por estrangulamiento, este es el núcleo de su modus operandi
(es la conducta realizada para matar) pero, en otro nivel, es también su firma (lo podría hacer de
otras maneras, pero lo hace de esta). Así, el estrangulamiento constituye tanto su modus
operandi como su firma. El sentido atribuido a esa acción es lo que pertenece a la última categoría;
mientras que el resultado de esa acción es su modus operandi.
Por este motivo, ya sea que consideremos esta escisión o no, lo importante e s retener el concepto
de que la firma es parte del universo simbólico, las fantasías y rituales, del autor; mientras que el
modus operandi corresponde a la práctica, a lo utilitario (incluso podríamos decir que es la
estrategia).
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A medida que la investigación avanza debe complementarse o profundizarse las hipótesis acerca de
los niveles de estructura de la personalidad, de rasgos o estilos de vida, que vayan acotando la
población a investigar. No pretende, ser el fin de la investigación; no busca que, con este
documento, encontrar al culpable, sino solo ser un proceso de discusión y debate, que acerque a
los investigadores al autor.
En este sentido, aquellas nociones del equipo de trabajo y las formas de liderazgo cobran nueva
significancia.
No se trata de que haya un superinvestigador capaz de dar con el perfil del autor y, luego, con su
identidad. Se trata de articular todos los saberes posibles en el marco de una investigación, ordenar
las discusiones y los mecanismos de interpretar la información, de validar las hipótesis (Ej. el método
VERA puede ser una buena referencia) y a partir de allí crear un marco que dé sustento “objetivo”,
a las argumentaciones e hipótesis para continuar la investigación.
El enfoque del equipo es superior a otros enfoques por los siguientes motivos:
Las funciones del grupo como factor correctivo.
El trabajo en equipo tiene un impacto sinérgico.
Concentración del conocimiento.
Se multiplica la capacidad de procesamiento de la información.
Se pueden desarrollar una variedad de hipótesis.
Esas hipótesis pueden ser evaluadas objetivamente.
Se resalta el nivel grupal como instrumento para corregir miradas, generando la sinergia y el
aprovechamiento de los recursos y capacidades de cada uno. Este grupo, tenderá a la concentración
del conocimiento y tendrá, mayores posibilidades para el análisis de lo recabado. Evaluando las
hipótesis de manera objetiva.
El procedimiento supone varias fases: la recolección de información del caso (en donde se
contemple el informe de la situación del descubrimiento), los hallazgos logrados en el lugar del
hecho, los resultados obtenidos en la autopsia, el relevamiento y análisis de la víctima, el análisis de
los resultados de los laboratorios forenses, el estudio del palimspesto.
Para ello, el investigador o investigadores deben ir al sitio del hecho, contactarse con los
especialistas forenses actuantes; y, documentar todo. En este último punto, y en caso de englobar
múltiples instituciones, se recomienda trazar acuerdos y documentos donde se plasmen
compromisos, etc. De esta manera, lograr sistematizar los esfuerzos de los equipos de trabajo.
En una segunda fase, se hace una evaluación de la información, viendo los vacíos o faltantes de
datos. Con esto, se determina si es necesario realizar una nueva recolección o bien, a partir de ello,
iniciar el proceso de interpretación de la información.
Una cuarta etapa, la redacción del informe tiene como contenido: cómo se cometió el delito; cuáles
son las motivaciones (método de ataque, abordaje, etc.); hipótesis sobre la descripción posible del
delincuente; cualquier otro elemento significativo del caso; y los lineamientos investigativos. Esta
última etapa contiene los puntos propositivos que, son fundamentales para continuar con el
análisis, ya que, en caso de llegar nueva información, se inicia el proceso.
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Esta es, la descripción realizada por la BKA del modo en que funciona s u método de análisis
operativo de casos. Para que sea más fructífero y enriquecedor el enfoque, es necesario
complementar con aquellos aciertos o agregados provistos por el resto de las técnicas referenciadas
en este curso.
Estamos ante una disciplina relativamente nueva, con poco trabajo empírico (sobre todo en nuestro
país) que nos ayude a sostener afirmaciones sólidas o de la solidez que nos gustaría. Pocas veces se
la ha utilizado en Argentina, entre otras razones por las cuales no hay muchos profesionales
dedicados a ello. La Policía Judicial es una de las grandes excepciones de nuestro país, pero no hay
réplicas de estructuras semejantes en otras provincias.
Es cierto, también, que tenemos muchos menos casos seriales que en otros países. Argentina tiene
pocos ejemplos de asesinos seriales; algo más de abusadores sexuales seriales; y algunos menos
sobre asesinos en masa y frenéticos. Ocurren, no hay que negarlo, pero en proporciones menores
que en otros países. Sí tenemos muchos casos de homicidios no resueltos y con algunos problemas
tanto desde el punto de vista procesal como también del rol de la investigación criminal. La materia,
y la licenciatura en su conjunto, apuntan a fortalecer esta nueva área en crecimiento.
Como hablamos en las primeras lecturas, los sistemas inquisitivos (que hasta no hace mucho tiempo
eran hegemónicos en nuestro país), dejan poco espacio a las técnicas más flexibles, más dinámicas.
Además, no dejan lugares institucionales para su impulso y creación: en procesos donde lo que
prima es la decisión del magistrado; poco lugar hay para el debate y la discusión de hipótesis; para
la articulación interinstitucional, entre otros conceptos necesarios para el crecimiento de esta
metodología. Esperamos que estos cambios logren imponerse y podamos ver crecer técnicas como
estas para dar una respuesta más efectiva, eficaz y de calidad en la resolución de casos complejos.
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