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BOLILLA I: INTRODUCCIÓN1

1. RESUMEN HISTÓRICO

El problema del conocimiento, así como se lo trata hoy, nace con Descartes.

Se dice que los antiguos no lo sospecharon, pero es falso. La diferencia que existe entre los
antiguos y los modernos es que los modernos lo plantearon de modo idealista, como el primero e
incluso el único problema de la filosofía; mientras que los antiguos lo plantearon en una
perspectiva realista, como una parte de su metafísica.

Históricamente, no sería difícil mostrar que el problema del conocimiento no es una invención de
Descartes y de Kant.

Está en el centro de las preocupaciones de Platón, como podemos ver en particular en el Teeteto,
diálogo enteramente consagrado a buscar las condiciones de un conocimiento que sea
verdaderamente científico. Aristóteles lo trata sistemáticamente: primero en los Segundos
Analíticos, en los que se halla expuesta la teoría de la ciencia; después en el tratado Del Alma, en
el que se analizan las diversas funciones del conocimiento; por último, en muchos lugares de la
Metafísica, especialmente en el libro IV, en el que defiende el valor de los primeros principios
contra los sofistas.

San Agustín también lo trata.

En el medioevo el problema del conocimiento reaparece bajo la forma del «problema de los
universales»: ¿qué es lo que corresponde en la realidad a las esencias universales que el espíritu
concibe en sí mismo? Apasionadamente discutido durante todo el siglo XIII, este problema ya no
cesará de preocupar a los filósofos. Realismo absoluto de origen platónico, realismo moderado de
origen aristotélico, conceptualismo y nominalismo, fueron las principales posiciones tomadas
respecto a él. Pero nos equivocaríamos si creyésemos que para los pensadores medievales toda la
crítica se reducía a tomar partido en la cuestión de los universales. Cada uno de ellos ha elaborado
una teoría completa del conocimiento: santo Tomás y san Buenaventura, primero, después Duns
Escoto, por último Occam, cuyo nominalismo prepara directamente la epistemología moderna.

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Tomado de ROGER VERNAUX, Epistemología general o crítica del conocimiento, París 1959, Ed. Herder

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Con Descartes, el problema del conocimiento se convierte en el primer problema que la filosofía
debe resolver si quiere conducir con orden sus pensamientos. Descartes escribe en sus “Reglas
para la dirección de la mente”: «Nada me parece más absurdo que discutir osadamente sobre los
secretos de la naturaleza sin haber antes examinado si la inteligencia humana es capaz de
penetrarlos».

El problema planteado por Descartes es doble. 1° Encontrar una primera verdad, absolutamente
indudable, de la que puedan deducirse todas las demás. El método es entonces la duda, de donde
sale el cogito, y después el yo y sus ideas.

2º Como la respuesta a lo primero es el “yo pienso”, el segundo paso es demostrar la existencia


del mundo material. Este segundo problema se ha llamado «problema del puente». Todos los
sucesores de Descartes se han esforzado en resolverlo, y el fin lógico del cartesianismo es el
idealismo de Berkeley, según el cual el mundo no tiene existencia fuera de nuestras ideas.

Kant distingue en el conocimiento lo que viene de la experiencia y lo que pone el sujeto. Esto
último es lo a priori. En lo conocido hay una materia, que es totalmente desordenada, y una
forma, que es la que lo ordena. La forma ordenadora es siempre a-priori. El estudio del
conocimiento será el estudio de lo a priori que hay en nuestra inteligencia y en nuestra
sensibilidad, y el modo con el cual la inteligencia y la sensibilidad lo aplican a la materia
desordenada que viene de la experiencia.

Una vez estudiado como conocemos, podremos ver qué conocemos de la realidad, y si es posible
la metafísica, que pretende ser la ciencia de la realidad en sí.

La respuesta de Kant será negativa. No podemos conocer cómo es la realidad en sí, por lo cual la
Metafísica es imposible.

2. TENDENCIAS DE LA ESCUELA TOMISTA

1º. La influencia de Descartes se advierte en la Criteriología del cardenal Mercier y en su sucesor,


monseñor Noêl.

Estos autores admiten la necesidad del planteo de Descartes antes de hacer metafísica. Creen
necesario empezar por una duda metódica, a fin de que dicha crítica sea radical. Se consideran
realistas porque creen resolver el problema de Descarte. Su realismo se llama “realismo crítico”.

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El padre Roland-Gosselin, O.P., tal vez depende menos de Descartes, pero no obstante, admite
que la crítica es lógicamente anterior a la metafísica. No admite la duda inicial, pero se propone
vencer al idealismo en su propio terreno, lo que le obliga a partir del pensamiento para hallar el
ser.

2.° En el padre Maréchal, S.I., reina la influencia de Kant. La intención del padre Maréchal es
reconciliar Kant y santo Tomás gracias a una interpretación nueva de las dos doctrinas. Así como
Mercier pretende del planteo de Descartes, llegar al realismo, Maréchal pretende del planteo de
Kant llegar a Santo Tomás.

3º E. Gilson dice que el planteo de Descartes o de Kant ya admite el idealismo (es decir, ya admite
que el conocimiento lo único que conoce es su propio acto); y una vez admitido el idealismo, no se
puede salir de él.

Gilson dice que hay que elegir ser idealista o ser realista, antes que cualquier planteo, pues todo
planteo se coloca en uno de los dos. Las ventajas del realismo sobre el idealismo se ven a
posteriori, una vez realizadas ambas filosofías, porque el realismo se ajusta a la vida real.

4.° Por último Gény, S.I. y Maritain, están de acuerdo con Gilsón que el planteo de Descartes es ya
idealista y que no se tiene que intentar resolver, pero que se puede igualmente cuestionarse,
dentro del realismo, admitiendo de entrada que se conoce la realidad, cuál es el valor del
conocimiento.

En esta línea está también Fabro. Pero aún teniendo esto en común, Fabro y Maritain proceden de
modo diverso. En la segunda parte del curso intentaremos mostrar cómo la postura de Fabro es la
correcta, y como la postura de Maritain lleva a un idealismo.

3. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

1º. El problema no consiste en descubrir una primera verdad, es decir, una verdad que sea
indudable y que pueda servir de principio para deducir todas las verdades metafísicas.

2º. El problema del conocimiento no puede reducirse al problema del mundo exterior.
Preguntarse si el mundo existe, es aún un problema específicamente cartesiano. Presupone el
idealismo, pues es un camino característico del idealismo querer hallar el mundo partiendo del
pensamiento.

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Por el contrario, nos parece legítimo preguntar cómo sabemos que el mundo existe.

Después de la pregunta del “cómo”, que podríamos llamar “problema psicológico”, viene esta otra
pregunta: cuál es el valor del conocimiento humano; problema que podríamos llamar: “problema
crítico”.

Admitiendo que el conocimiento tiene valor de realidad, el problema del conocimiento, en su


aspecto crítico, es cuál es la medida de ese valor. Ejemplo: no dudo que el sonido es algo de la
campana, y que ambos son reales; pero me pregunto qué es el sonido en la campana, y si tiene el
mismo modo de ser en la campana que en mi oído.

4. LA NOCIÓN DE CRÍTICA

El término «criteriología» hace referencia al estudio del valor del conocimiento; aunque se usaría
más para el valor del conocimiento vulgar.

«Epistemología» hace referencia en cambio al valor del conocimiento científico.

La «Gnoseología» estudiaría cómo se da el conocimiento, sin preguntarse tanto por el problema


crítico. En este sentido se podría usar también el término “psicología”.

Lo que veremos en el curso hace referencia más a la gnoseología y a la crítica. La epistemología no


será tratada.

5. EL MÉTODO CRÍTICO

El método crítico no es la duda, ya que se trata de un método arbitrario que da prioridad al sujeto
sobre el objeto, siendo que en todo acto de conocimiento se me presentan juntos. Si admitimos
como verdadero lo que se presenta inmediatamente a la conciencia, no se ve por qué hay que
darle prioridad al sujeto cuando el objeto también se me presenta de modo inmediato.

Además es apriorístico afirmar que no es evidente el conocimiento de la realidad, cuando


fenomenológicamente se me presenta como inmediato.

El método será entonces fenomenológico. Se describirá el conocimiento, admitiendo su valor de


realidad porque se impone en la descripción, se analizará el mismo, y una vez analizado se verá el
valor de realidad que tiene.

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6. LOS PRESUPUESTOS DE LA CRÍTICA

Para realizar el método crítico se usará de la lógica y de las ciencias.

No es necesario que se haga de ellas una crítica anterior a la crítica, porque su uso se coloca en el
momento descriptivo fenomenológico.

7. NECESIDAD DE LA CRÍTICA

Lo es por una doble razón. La exige tanto el error como la verdad.

Muchas veces nos damos cuenta que nos equivocamos. Es necesario entonces establecer criterios
para discernir la verdad del error.

La verdad nos lleva a preguntarnos cuál es el fundamento de la misma.

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BOLILLA 2: BREVE HISTORIA DE LAS CORRIENTES GNOSEOLÓGICAS

Las distintas posiciones que se han tomado en torno al problema del conocimiento pueden
reducirse fundamentalmente a cinco, conforme al siguiente planteo:

- La primera cuestión a resolver es la de saber si el espíritu humano es capaz de alcanzar la verdad.


Hay dos respuestas posibles. Si decimos que no es capaz, damos con el escepticismo; si, en
cambio, afirmamos que es posible al hombre alcanzar la verdad, somos dogmáticos. El
dogmatismo y el escepticismo son contradictorios: no pueden ser verdaderos simultáneamente.
En tanto que el escepticismo dice que el hombre no puede conocer nada, el dogmatismo dice que
el hombre puede conocer algo. Si se acepta el escepticismo, se acabó todo aquí mismo. Por el
contrario, si se acepta el dogmatismo, hay que seguir avanzando.

- La segunda cuestión a resolver dice: ¿Mediante qué facultad cognoscitiva puedo conocer la
verdad? Hay dos respuestas exclusivistas, a saber, el empirismo, según el cual solamente se
conoce por la experiencia sensorial, y el racionalismo, para el cual sólo se conoce con la razón.
Empirismo y racionalismo son contrarios: no pueden ser verdaderos simultáneamente; pero sí
falsos simultáneamente.

- La tercera cuestión se formula así: ¿Qué cosas podemos conocer? Existen dos respuestas clásicas:
el realismo y el idealismo. Según éste se conocen solamente las propias ideas; según aquél,
también la realidad extramental. El realismo y el idealismo se oponen contradictoriamente,
porque uno sostiene que todo ser es un ser de conciencia, mientras que el otro sostiene que algún
ser no es un ser de conciencia.

En realidad, el realismo no se opone solamente al idealismo, sino que se opone a las cuatro
corrientes, según la cuestión que se plantee. Nosotros afirmamos:

- contra el escepticismo: que el hombre es capaz de conocer con certeza.

- contra el racionalismo: que el hombre es capaz de conocer por la experiencia.

- contra el empirismo: que el hombre es capaz de conocer por la razón.

- contra el idealismo: que el hombre es capaz de conocer el ser real.

Por eso, expresamos así nuestra tesis: El hombre es capaz de conocer, con certeza, por la
experiencia y la razón conjuntamente, la realidad extramental.
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Pasamos a analizar cada una de las corrientes por separado.

1. ESCEPTICISMO

a) Principales exponentes

Uno de los primeros fue Pirrón (360 AC - 260 AC): su divisa era “no más lo uno que lo otro”. No
creer nada, vivir en la completa indiferencia (ataraxia o apatía). Quería una especie de ascesis o
purificación para extinguir el pensamiento (semejante al nirvana budista). En la vida real esta
doctrina no se puede sostener porque no se haría nada; sería imposible vivir. Por eso se dan otras
formas de escepticismo más moderadas.

El probabilismo, profesado por la Nueva Academia -en concreto, por Arcesilao (315 AC - 240 AC) y
Carnéades (214 AC – 129 AC) -, sostiene que nunca estamos seguros de poseer la verdad, pero
algunas representaciones son probables y bastan para vivir.

El escepticismo clásico o fenomenismo, propio de Enesidemo (80 AC – 10 AC), cree en las


apariencias que se le imponen y duda de todo lo demás. Se duda entonces de poder remontarse a
los principios de las cosas. No hay conocimiento de las cosas, sino del fenómeno; es decir, de lo
que aparece.

El escepticismo empirista da un paso más. Según Sexto Empírico (S. II), en un desarrollo lógico de
lo anterior, es posible prever y actuar sobre los fenómenos, ya que se pueden observar y detectar
regularidades, constantes fenoménicas. El cientificismo moderno y contemporáneo está afectado
por esta clase de empirismo escéptico. Por consiguiente, lejos de reducirla a una vieja cuestión sin
sentido, debemos notar que el escepticismo tiene hoy quizá más vigencia que en otros tiempos, a
la vez que se lo presenta con mayor elaboración científica.

b) Argumentos

El escepticismo no puede presentar un cuerpo de doctrina como verdadero, porque caería en


contradicción; sus argumentos son solo argumentos puntuales.

1. Las contradicciones y diversidad de opiniones de todos los filósofos (es el más popular de sus
argumentos).

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2. Los errores que se dan en los sentidos, a la vez que los sueños, locuras, alucinaciones nos llevan
a preguntarnos: ¿cómo saber que no estamos siempre equivocados? Lo que parece verdadero
puede que no lo sea necesariamente. Las apariencias engañan.

3. La relatividad que existe en todo conocimiento nos lleva a la misma conclusión. Hay una doble
relatividad:

- El conocimiento es relativo al objeto conocido. Pero resulta que cada cosa está en relación con
todas las demás. Por lo tanto, tengo que conocerlo todo para conocer bien cada cosa. Y nadie
pretende ni puede saberlo todo.

Este argumento se repite en nuestros días con la filosofía hermenéutica (Gadamer, 1900-2002,
escuela de Frankfurt) y la analítica del lenguaje. Se dice que toda interpretación es verdadera en la
medida en que sea coherente, porque la parte tiene sólo significado en el todo; y, así, una palabra
sola no significa nada sin su contexto.

- El conocimiento es relativo al sujeto que conoce, de tal modo que es imposible saber lo que es la
cosa en sí misma, independientemente de su relación con nosotros. Además el sujeto cambia con
la edad, la cultura, la educación, etc., etc.

4. Si una propiedad no está demostrada no hay razón alguna para admitirla. Para demostrarla
tengo que recurrir a un principio. Pero, a su vez, tengo que demostrar el principio, porque si no
está demostrado, no tengo razón alguna para admitirlo. Y así sucesivamente. Por tanto, no es
posible saber nada, ya que nada se termina de demostrar.

c) Refutación de los argumentos

1. Hay algunos principios en los que están todos de acuerdo.

Por otra parte, también es verdad que hay muchas conclusiones en que la mayoría de los filósofos
están de acuerdo. Más aún, se halla ese gran cúmulo de verdades que llevó a Leibniz (1946 - 1716)
a hablar de philosophia perennis. Y, por último, de las contradicciones de los filósofos no se sigue
necesariamente que ninguno tenga razón, sino que no todos la tienen.

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2. El error mismo supone la verdad. El hecho que a veces nos equivoquemos no hace caer en el
escepticismo. Es suficiente con establecer criterios de verdad.

3. Es cierto que cada cosa está en relación con las otras. Pero, el argumento tendría valor si todo el
ser de la cosa se redujese a un puro cruce de relaciones. Ahora bien, esto no es así porque toda
relación es un accidente que supone unos términos. Es cierto que una cosa no se puede conocer
íntegramente sino en el conjunto, pero eso no significa que no se pueda conocer nada de ella.

En cuanto a la relatividad respecto del sujeto, la cual también es verdadera, hay que recordar que
el conocimiento implica también una relatividad respecto del objeto, el cual es exterior e
independiente de nosotros. Por tanto, habiendo elementos subjetivos en el conocimiento,
también los hay objetivos; y estos nos permiten conocer la cosa.

4. El argumento se vuelve contra ellos mismos, porque no demuestran su principio.

Además, toda demostración se apoya necesariamente sobre principios indemostrables. No todo


ha de ser demostrado. Lo evidente no se demuestra.

En conjunto, los argumentos escépticos no tienen otro papel que aportar una apariencia de
justificación a una posición que se ha tomado independiente de ellos, es decir, arbitrariamente.

d) Valoración del escepticismo

Pascal decía que nunca ha habido un pirroniano efectivo perfecto. La refutación más sencilla del
escepticismo es práctica: según Aristóteles, la acción implica un juicio sobre lo que es bueno y
malo (en base a lo cual hago esto o aquello), lo útil y perjudicial, lo que es y no es. El escepticismo
llevaría a la inacción y a la muerte a corto plazo. En la práctica es imposible.

La actitud intelectual de la duda, tan contraria al movimiento natural del espíritu, implica la
convicción de la indiferencia. Hay, por lo tanto, una contradicción en el escepticismo.

En el momento en que el escéptico se pone a argumentar para justificarse, niega su escepticismo,


pues supone el pensamiento. De ahí que es común que atenúen su postura y que en la práctica
sostengan el probabilismo o el fenomenismo.

Estos caen en el error de olvidar que la verosimilitud y la probabilidad sólo tienen sentido en
relación con lo verdadero y lo cierto. Si nada es cierto, tampoco nada es probable. En otras

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palabras, ¿cómo puedo saber que hay un 95% de acierto y un 5% de error, si no puedo conocer la
verdad?

Incluso se contradicen porque es cierto, según ellos, que una representación es probable y la otra
no; y esto no con una mera probabilidad.

2. EMPIRISMO

Para los empiristas, el único medio de conocimiento es la experiencia sensible.

a) Principales exponentes

Algunos autores que se orientan en esta dirección son Protágoras (485-411) y Epicuro (341-270),
con su moral hedonista, negador de la causalidad y afirmador del azar para dar lugar a la libertad.

En la edad media el representante principal es Occam (1280-1349). Sostiene que en el espíritu no


hay conceptos abstractos y universales que representen las esencias, sino solamente términos o
palabras, cuyo único sentido consiste en designar unos individuos dados por la experiencia. Es
entonces un nominalista.

Pero esta corriente comenzó a construirse sistemática y científicamente con la aparición del
empirismo inglés, profesado por Locke, Hume y Berkeley. Podemos resumir brevemente sus
principios gnoseológicos:

- no hay en el espíritu ideas innatas ni conceptos abstractos.

- el conocimiento se reduce a impresiones sensibles.

- lo que llamamos “ideas” son copias débiles de estas impresiones, es decir, imágenes.

- las cualidades sensibles son subjetivas.

- las relaciones entre ideas se reducen a asociaciones.

- los principios primeros, y en particular el principio de causalidad, son asociaciones de ideas que
se han hecho habituales.

- el conocimiento está limitado a los fenómenos, es decir, al mundo de las representaciones


sensibles y toda metafísica es imposible.

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En el siglo XIX Comte da nuevo auge al empirismo bajo la forma de positivismo (sólo el
conocimiento científico es válido). Su positivismo limita el conocimiento al estudio de los
fenómenos naturales y de sus leyes según los procedimientos del método experimental.

El vitalista Bergson (1859-1941; son vitalistas los que dicen la vida se debe a una fuerza
meramente material que no está presente en las cosas inanimadas) no niega todo valor a la
inteligencia conceptual, pero le asigna como función la acción (la inteligencia es puramente activa
y nada pasiva), y como objeto la materia, el espacio y el número, negándole todo valor metafísico.

En nuestros días, en la línea abierta por Bergson, el empirismo es más floreciente que nunca.
Consiste en considerar al sentimiento como más penetrante y más revelador que los sentidos o la
inteligencia. Se recurra al método de la revelación “indirecta” del ser mediante las categorías de la
subjetividad.

Otra corriente derivada es la filosofía analítica inglesa.

b) Argumentos del empirismo

El empirismo se plantea o se afirma como un hecho, lo cual es normal, por cuanto sus principios le
prohíben demostrar sus afirmaciones. No hay pruebas, fuera de la tesis misma que define al
empirismo: es un hecho que todo conocimiento procede de la experiencia, que ninguna
afirmación es verdadera si no se funda en una experiencia, que una idea no es nada más que un
resumen de múltiples experiencias.

A su vez, ellos atacan las posturas contrarias:

1. Contra la teoría cartesiana de las ideas innatas, Locke dice: ¿se trata de ideas innatas actuales,
formadas todas en el espíritu y presentes en él desde su origen? La hipótesis es contraria a los
hechos, pues ni los niños, ni los salvajes, ni los locos tienen las ideas de un hombre adulto
cultivado. ¿Se trata de ideas innatas virtuales, de ideas que el espíritu actualiza extrayéndolas de
su propio fondo? La hipótesis es contradictoria, pues el pensamiento, según Descartes, se define
por la conciencia. Decir que una idea está en el espíritu sin que él se dé cuenta, es decir que está y
no está a la vez.

2. Contra la teoría escolástica de la abstracción, Berkeley dice: es un hecho que no tenemos la


maravillosa facultad de formar ideas abstractas. No puedo representarme un hombre que no sea

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ni alto ni bajo, ni blanco ni negro, etc. Además, no podemos concebir separadamente cualidades
que no pueden existir separadas, como por ejemplo un color sin superficie.

3. Contra el valor del concepto abstracto, Bergson sostiene que la realidad es un movimiento
continuo; la intuición muestra que no existen cosas, sino solamente el movimiento. Ahora bien, la
inteligencia, por sus conceptos, presenta las cosas como definidas, estables, inmóviles. Su función
es tomar una serie de vistas instantáneas sobre el cambio y dividir la realidad, procedimiento
necesario a la acción, pero que, lamentablemente, deja escapar la realidad y presenta, por tanto,
escaso valor gnoseológico.

4. Contra los primeros principios, sostienen que los principios son una generalización de los datos
de la experiencia, del mismo modo a como el científico que ve una serie de cosas, saca una
constante y hace con eso una ley. Son puras convenciones lógicas o hábitos mentales.
Particularmente el principio de causalidad que es una mera asociación de fenómenos.

c) Discusión de los argumentos empiristas

Lo referente a la doctrina cartesiana no toca al realismo y, por tanto, podemos dejarlo pasar. La
doctrina cartesiana es errónea y la crítica de Locke es aceptable.

En cuanto a los argumentos de Berkeley. Si hablamos del universal metafísico, es verdad que el
concepto se debe apoyar en una imagen. Pero esta imagen puede ser vaga. Y es sólo la imagen la
que necesariamente debe tener elementos particulares.

Dice Berkeley que no podemos representarnos aparte lo que no puede existir separado, como, por
ejemplo, un color sin extensión. A esto respondemos que hay dos tipos de abstracción: separar
considerando una parte sin considerar la otra; separar pensando que una parte puede existir sin la
otra. El concepto de accidente se obtiene por el primer tipo de abstracción.

Vale también acá que para pensar una cosa hay que apoyarla en el fantasma. Es el fantasma el que
debe tener, al menos en confuso, elementos particulares.

En cuanto a Bergson: si la inteligencia inmoviliza la duración, entonces no capta lo real, según


Bergson. Pero, entonces, ¿cómo es posible que guíe nuestra acción -cosa que acepta Bergson-, si
no nos da a conocer nada real? No es posible separar el valor práctico y el valor teórico de una
función de conocimiento; hay una relación de dependencia.

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d) Valoración del empirismo

Hay en el empirismo una verdad importante, de la que se nutre y de la que extrae la fuerza para
resistir los ataques del racionalismo, a saber, que el espíritu humano no tiene ideas innatas, y que
la experiencia le es indispensable.

El defecto esencial del empirismo es privar al hombre de inteligencia y de razón, limitando todo
conocimiento a los objetos concretos que nos da la experiencia. En esto es infiel a los datos más
claros de la experiencia. Pues es un hecho que el hombre es capaz de pensar las esencias
abstractas de lo sensible, de comprender qué son las cosas que ve.

Es un hecho que los primeros principios son evidentes por sí mismos, que su verdad aparece con la
sola condición de que se comprendan sus términos.

Es un hecho el de que, razonando bien, el hombre es capaz de conocer algo distinto de lo que le es
dado directamente por la experiencia.

En resumen, el defecto esencial del empirismo es ser poco empirista o serlo estrechamente, es
decir, dar un valor absoluto a una forma particular de experiencia y negar las demás. Si se
considera toda la experiencia humana, no se puede ser empirista.

El empirismo ve muy bien que el espíritu humano no está dotado de una espontaneidad absoluta,
que no es capaz de extraer de su propio fondo los objetos que conoce. Pero el empirismo llega a
negar toda espontaneidad al sujeto y a convertir el conocimiento en una recepción pasiva de
impresiones. El empirismo no ve en el conocimiento más que el papel del objeto, y no quiere
reconocer el del sujeto que es también esencial.

3. RACIONALISMO

Así como el empirismo parte del a-priori de que el único conocimiento válido es el sensible; así el
racionalismo parte del a-priori de que el único conocimiento válido es el de la razón.

a) Principales exponentes

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En la filosofía griega hubo dos movimientos importantes en relación con el racionalismo: la escuela
de Elea, cuyo representante más notable fue Parménides, y el estoicismo.

Parménides tiene una posición muy clara: “el ser es, el no ser no es”. Esto es contrario a que exista
lo múltiple y el movimiento, ya que estos implican un agregado al ser; y por ende una mezcla con
el no ser.

La solución: la inteligencia me muestra que sólo el ser es; los sentidos me muestran solo una
apariencia.

La filosofía estoica está fuertemente teñida de orientalismo. Para el oriental las cosas sensibles
son ilusorias y el origen de todas nuestras desgracias consiste en tomarlas como si fuesen reales
porque se desvanecen, y, entonces nuestros apetitos, que esperaban encontrar en ellas el reposo,
quedan insatisfechos. El sabio es feliz porque se hace indiferente a las circunstancias y a los
movimientos de la sensibilidad, extirpa sus pasiones y trata de vivir puramente según la razón, que
es en lo que consiste la felicidad.

Con Descartes aparece el racionalismo en la filosofía moderna.

Según su doctrina, las ideas innatas están presentes en nosotros desde el origen, o sea, no las
obtenemos a partir de la realidad. Consecuencia: nuestro pensamiento es autónomo y, por tanto,
independiente de la realidad. El argumento: la materia no puede influir sobre el espíritu.

Por otro lado, para Descartes el único tipo de ciencia verdadera es el matemático. Esto lleva a
afirmar la autonomía del pensamiento con respecto a la realidad: las matemáticas hace
elaboraciones que son propias. La mente del matemático construye el mundo de las matemáticas.

El racionalismo de Kant se funda enteramente en la distinción entre la materia y la forma del


conocimiento. Los dos elementos son necesarios para constituir un conocimiento; pero tienen un
origen y una función diferentes.

La forma consiste en un cierto número de leyes que dependen de la constitución del sujeto. La
forma es a priori, o sea, independiente de la experiencia y existente de antemano en el sujeto que
conoce. Al nivel de la sensibilidad, hay dos formas a priori, el espacio y el tiempo; al nivel del
entendimiento, hay doce categorías; al nivel de la razón, tres ideas.

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Las formas a priori se descubren despojando a la experiencia de aquello que es variable y
quedándose con lo que siempre se da en toda experiencia. Esto, dice Kant, es la extensión, tanto
simultánea como sucesiva. Así se llega a las formas “espacio” y “tiempo”, que no son algo de las
cosas, sino algo que el sujeto añade para que se verifique una experiencia. Las categorías son las
estructuras -sustancia, accidentes, causa, efecto- que el entendimiento impone a la experiencia
sensorial. Con la deducción de las categorías Kant entiende superar a Aristóteles. Las tres ideas
son las de mundo, alma y Dios. No reflejan nada objetivo, en el sentido realista, sino que son
simplemente tres “principios globalizadores” de las experiencias.

La materia, el contenido del conocimiento, es, por el contrario a posteriori. Nos es dada por la
experiencia sensible. Es necesaria, porque sin ella el pensamiento sería vacío y no tendríamos
nada que conocer. Pero, en definitiva, vence el racionalismo, porque la experiencia sensible sólo
nos da una maraña de datos confusos, sin orden, y es el espíritu el que organiza esos datos brutos
según sus propias leyes a priori, construyendo objetos inteligibles.

En definitiva, según Kant, nunca podremos acceder a las cosas como son en sí, sino como nos son
dadas. Ahora bien, cuando nos son dadas, necesariamente caen bajo nuestra actividad
estructurante y, por consiguiente, las conocemos con las estructuras que les imponemos. La cosa
en sí, es incognoscible y se llama númeno; la cosa en la experiencia sensible -formada en el
espacio y el tiempo- se llama fenómeno; el fenómeno estructurado por la aplicación de las
categorías se llama objeto.

b) Argumentos del racionalismo

1. El principal argumento racionalista es la impotencia de la materia para producir una idea en el


espíritu (Descartes). Las ideas no pueden provenir de la realidad porque, si así fuera, lo corporal,
que es de orden inferior, estaría actuando sobre lo espiritual, que es de orden superior.

2. El segundo argumento es insinuado por Descartes de la siguiente manera: es un hecho que la


experiencia no presenta nunca objetos tales como los que son concebidos por el entendimiento
(por ejemplo: una recta o un triángulo estrictamente geométricos). Leibniz lo expresa más
claramente: la experiencia sólo da casos particulares, contingentes, nunca una verdad general; nos
presenta el hecho de que una cosa es, nunca la necesidad de que sea así. Ergo, cada vez que el
espíritu afirma una verdad necesaria y universal, la saca de sí mismo y no de la experiencia.

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Este mismo argumento lo retoma Kant, presentándolo así: nuestra inteligencia tiene un
conocimiento de lo universal y necesario y puede, de ese modo, formular leyes científicas. Pero,
resulta que la experiencia sólo nos brinda hechos particulares y contingentes. Ergo, las cosas del
mundo no nos pueden dar las ideas, que hacen posible un conocimiento científico. Para salvar la
posibilidad de la ciencia, Kant inventa la existencia de los juicios sintéticos a priori.

c) Refutación de los argumentos racionalistas

1. Es cierto que lo corporal no puede imprimir ideas en la inteligencia, que es de orden espiritual;
pero es la misma inteligencia (intelecto agente) la que ilumina el fantasma de la sensibilidad,
actualiza los valores inteligibles que esos fantasmas tienen en potencia e imprime tales valores
inteligibles en el intelecto posible. No es lo inferior lo que determina a lo superior, sino lo superior
quien extrae sus contenidos de lo inferior.

2. El segundo argumento ya fue refutado por Aristóteles. Decía el Estagirita que la universalidad
está en nuestra mente. Nosotros conocemos las esencias de las cosas por abstracción. Al separar
lo inteligible de la materia en que se realiza, lo inteligible adquiere universalidad.

d) Valoración del racionalismo

El racionalismo niega la verdad del conocimiento sensible y niega o minimiza el influjo de éste
sobre el conocimiento intelectual.

Cosa curiosa y contradictoria del racionalismo es que, cuando intenta justificar su posición, no
evita el tener que pagar tributo al empirismo. ¿Cómo sabemos que la experiencia solamente da
hechos particulares y contingentes y no nos da esencias universales? Lo sabemos por la
experiencia misma. Es un hecho de experiencia que la experiencia sólo nos da hechos. Es decir, la
base del racionalismo es una verdad de experiencia.

La idea de una matemática universal es característica del racionalismo porque consiste en definir
el método del saber independientemente del objeto. Aplica un mismo método para conocer
distintos objetos específicamente diversos.

Así como el empirismo no puede evitar emplear la inteligencia si quiere afirmarse como verdad
universal, el racionalismo no puede justificarse sin recurrir a la experiencia.

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Pretender reducir todo el conocimiento a la pura razón es ignorar la naturaleza de la razón
humana.

4. IDEALISMO

Hay un estrecho parentesco entre el racionalismo y el idealismo, y algo así como una pendiente
natural del primero hacia el segundo, pues el mejor medio para obtener una realidad que sea
racional es evidentemente admitir que lo real está constituido por la actividad de la razón. No
obstante, no podemos identificar pura y simplemente las dos corrientes. De hecho, el problema al
que responden no es el mismo: para uno es el medio del conocimiento, para el otro su valor.

a) Principales exponentes

Precursores:

El idealismo es una doctrina moderna. La teoría de las ideas separadas de Platón, que algunos han
querido interpretar como idealismo, es una teoría realista, exageradamente realista.

El padre del idealismo es Descartes. Propiamente, no es idealista; pero al construir su sistema,


siembra los gérmenes del idealismo, que son fundamentalmente tres:

- Descartes empieza su filosofía con la duda metódica. Rechaza todas las certezas que pueda haber
adquirido, y muy especialmente las que están fundadas en los datos de los sentidos. Así no le
parece evidente la existencia del mundo.

- El primer principio de su filosofía es el cogito. Afirma que el pensamiento es la única realidad que
se le da al espíritu de una forma inmediata e indudable. Todas las demás realidades deben
deducirse de ésta.

- Descartes atribuye al espíritu ideas innatas que están en él como cuadros y no como ventanas a
través de las cuales se ven otras realidades: las ideas son los objetos mismos del conocimiento.
Son quod cognoscitur y no quo cognoscitur. Queda por saber si les corresponde un objeto real. Es
lo que se ha llamado “problema del puente”.

Estos son los términos generales de los que ha vivido la filosofía moderna. Los sucesores
inmediatos de Descartes (Malebranche, Berkeley, Leibniz) se inclinan hacia el idealismo sin llegar
francamente hacia él. Berkeley niega la existencia de los cuerpos como substancias, y demuestra
que son ideas cuya única realidad consiste en ser percibidas. Él es quien da la fórmula tipo del
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idealismo: esse est percipi (el ser es ser percibido). Pero, admite aún la existencia en sí del alma y
de Dios.

Con Kant se constituye y define el idealismo. Da a su posición el nombre de idealismo


trascendental o crítico. No niega la existencia de una realidad exterior al hombre; pero sí sostiene
que nosotros no podemos conocer las cosas tal como son en sí mismas. Lo único que puede
conocer el hombre es la realidad que él mismo estructura, según las leyes propias de su
sensibilidad y de su entendimiento. Conocemos sólo el mundo de nuestras representaciones.

Así, por ejemplo, nosotros pensamos que el espacio y el tiempo son algo real, pero lo que sucede
es que nuestra sensibilidad puede conocer las cosas sólo en el espacio y en el tiempo; la
espacialidad y la temporalidad son puestas por nuestra sensibilidad y no afectan a las cosas en sí
mismas. Algo semejante ocurre con nuestros conceptos: el hombre común cree que él obtiene sus
ideas a partir de las cosas. Pero no sucede así, sino que la mente estructura lo conocido por medio
de sus conceptos; es decir, los conceptos no proceden de las cosas, sino de la mente.

Por tanto, aunque hay cosas fuera de nosotros que tienen existencia propia, nosotros no sabemos
absolutamente nada de ellas. Lo que nosotros conocemos refleja la organización y el modo de
obrar que tienen nuestras facultades, de tal modo que nuestro conocimiento no alcanza la
realidad. En consecuencia, la realidad no es conocida.

Idealismo propiamente dicho:

Aunque para Kant la cosa en sí, es decir, la realidad exterior, es incognoscible, de todos modos,
existe, es. Sus discípulos han sido más osados. Suprimen la cosa en sí y profesan un idealismo
radical. ¿Para qué vamos a hablar de la cosa en sí, si no podemos conocerla? Hablemos de lo que
conocemos: nuestras representaciones, nuestras leyes a priori, nuestra actividad espiritual que es
la que construye el mundo.

El idealismo poskantiano es un idealismo absoluto: es una teoría del ser, es decir, una metafísica
completa. No hay que caer en el equívoco de pensar que el idealismo niegue la realidad del
mundo. No niega su realidad, pero sí cambia su fundamento. Fundamenta toda la realidad, Dios
incluido, en la actividad del espíritu.

Algunas de las mejores fórmulas del idealismo son:

- la de Berkeley: esse est percipi.

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- la de Renouvier: “yo me sitúo en el punto de vista del conocer y no en el del ser sin el conocer,
que se me escapa absolutamente”.

Ambas fórmulas significan que el objeto y el sujeto son definibles únicamente por su relación
mutua que es el conocimiento. ¿Qué es un objeto, una cosa, un ser? Lo que aparece a un sujeto.
¿Qué es un sujeto, una conciencia, un espíritu? Aquello en quien o a quien aparece un objeto. La
metafísica se ve reducida al problema del conocimiento y cae en un círculo que anula toda
dialéctica.

b) Los argumentos idealistas

Todo argumento idealista se funda en el principio de inmanencia: el intelecto no puede ir más allá
de su propio pensamiento:

- Locke: puesto que el espíritu no tienen otros objetos de sus pensamientos que sus propias ideas,
es evidente que sólo acerca de nuestras ideas versa todo nuestro conocimiento.

- Kant: nunca tenemos relación más que con nuestras representaciones. En cuanto a saber lo que
pueden ser las cosas en sí, está indudablemente fuera de la esfera de nuestro conocimiento.

- Brunschvicg: el conocimiento constituye un mundo que es para nosotros EL mundo. Más allá no
hay nada. Una cosa que estuviese más allá del conocimiento sería por definición lo inaccesible, lo
incognoscible, es decir que equivaldría para nosotros a la nada.

- E. Le Roy: un más allá del pensamiento es impensable.

Del principio de inmanencia se siguen otros dos:

- El de la proyección: según el cual todo dimana de la conciencia como los rayos desde el sol.

- El de pertenencia, que viene en reemplazo del principio de causalidad, según el cual toda
representación objetiva nos retrotrae al fundamento que es la conciencia.

El idealismo también toma fuerza de la crítica que hace al realismo: porque el realismo no explica
el hecho (según les parece a los idealistas), se rechaza el hecho mismo que se intenta explicar.

De este modo rechaza que el conocimiento sensible sea una intuición de lo real y se ve conducido
al fenomenismo. Lo único que le es dado inmediatamente al espíritu es su propio pensamiento,

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sus ideas, sus representaciones, sus fenómenos y con estos elementos trata de explicar la
totalidad del universo.

En resumen: el idealismo hace un paso más allá del racionalismo kantiano. Para el idealismo no
existe una cosa en sí que permanece desconocida, sino que toda la realidad tiene la misma
naturaleza de nuestro pensamiento. La clave está en identificar pensamiento con realidad. El
pensamiento es la realidad. Es la conciencia la que funda el ser.

El exponente principal es Hegel. Él distingue en el hombre tres niveles de conocimiento: la


sensación, el intelecto (que piensa los objetos: el árbol, la mesa), la razón (que es la facultad del
Absoluto).

El Absoluto se desarrolla en el mundo conociéndose a sí mismo, no habiendo diferencia entre ser y


conocer; el hombre, con la razón, lo logra conocer tal cual es.

c) Refutación de los argumentos del idealismo

Refutamos el principio de inmanencia, porque todo idealismo se funda en él.

En el principio de inmanencia hay una tautología: lo que no tiene nada de común con el espíritu no
puede ser pensado. Esto es evidente. Pero ello no implica que el espíritu no pueda conocer nada
más que su propio pensamiento. Dicho de otro modo, hay que ver si las cosas exteriores al espíritu
no tienen nada en común con el espíritu. Veamos:

1. Que las cosas no tienen nada en común con el espíritu es verdad en la cosmología cartesiana.
Según esta visión cosmológica, un cuerpo es una porción de extensión (res extensa la llama
Descartes) y no tiene nada en común con el espíritu cuya esencia es el pensamiento (res cogitans).
Pero esta visión dualista de la realidad no se impone necesariamente. Se puede muy bien admitir,
y con mejor razón, que las cosas tienen una forma que las constituye en su naturaleza y, a la vez,
esa forma las hace activas y cognoscibles (doctrina cosmológica hilemorfista). En resumen, el
idealismo supone una cosmología cartesiana. Eliminada la hipótesis supuesta, cae la tesis por
carecer de fundamento.

2. Por otro lado, el idealismo supone también una psicología cartesiana. Es decir que el idealismo
está encerrado en sus ideas. Pero si el conocimiento tiene un valor intencional, por más que la
conciencia no vaya más allá de su conocimiento, llega a la realidad.

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Aunque el principio del fenomenismo no sea distinto del principio de inmanencia, merece una
discusión particular. También afirma una tautología: lo conocido es solo lo que aparece; esto es el
fenómeno; lo que no aparece queda desconocido. La tautología es separar el fenómeno del ser.

d) Valoración del idealismo

- El movimiento idealista se comprende y se justifica plenamente como eliminación progresiva de


lo real tal como estaba concebido por un realismo degenerado: la extensión cartesiana y la cosa en
sí kantiana. Los cuerpos son pura extensión, la cosa situada “detrás” de los fenómenos es
incognoscible, entonces construyamos lo real con los fenómenos presentes en la conciencia.

- Por otra parte, el idealismo aclara muy bien la actividad del espíritu en el conocimiento y el
carácter inmanente de esa actividad. Pues no puede ponerse en duda que el conocimiento sea un
acto inmanente, ni que las ciencias estén construidas por el espíritu. El inconveniente es que el
idealismo considera incompatible la inmanencia con la trascendencia.

- El debate entre idealismo y realismo es de orden metafísico antes que gnoseológico.

- El primer modo de combatir eficazmente el idealismo es elaborar una cosmología y una


psicología correctas. Una cosmología correcta: es decir, devolver a las cosas una forma que les
asegure la unidad, la actividad, la inteligibilidad. Una psicología correcta: es decir, restituir al
conocimiento su intencionalidad (apuntar a un objeto), demostrando que el acto de conocer es un
acto segundo, y no un acto primero.

- Finalmente, en el orden gnoseológico (es decir, del conocimiento), tenemos que notar que el
idealismo no es una coherente teoría del conocimiento. Por el contrario, posee dificultades
internas y, aunque le pese, vive de los préstamos que le hace el realismo. Por ejemplo, aunque
rechaza la noción realista de la verdad, afirma que sus doctrinas son verdaderas porque están
conformes con la realidad, son acordes a la realidad (que es el concepto realista de verdad:
adecuación, conformidad entre la cosa y la inteligencia).

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BOLILLA 3: EL CONOCIMIENTO

1. NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO

El conocimiento es un acto, espontáneo en cuanto a su origen e inmanente en cuanto a su


término, por el que un hombre se hace intencionalmente presente alguna región del ser

A) Es un acto.

Hay que distinguir el proceso de conocimiento, que se puede dar según movimiento, del acto de
conocimiento, que es contemplación inmóvil. Cuando hablamos del conocimiento en general, nos
referimos al acto. El proceso de conocimiento variará según el tipo. La definición dada entonces se
refiere al acto de conocimiento, o al conocimiento sin más.

Como ejemplo ponemos que una cosa es la simple aprehensión y otra cosa es la abstracción. Lo
primero es el acto de conocimiento, la simple contemplación de la esencia de una cosa; lo
segundo es el proceso por el cual se llega a ese acto. El conocimiento, propiamente dicho, es la
simple aprehensión; la abstracción es un mecanismo por el cual se llega a ese conocimiento.

B) El conocimiento es un acto espontáneo.

Esto quiere decir que el conocimiento es un acto vital del sujeto. Es verdad que el objeto actúa
sobre el sujeto; pero el sujeto debe tener luego una reacción espontánea que justifique el acto
cognoscitivo.

Si no fuese necesario la espontaneidad, todas las cosas conocerían. Golpeo el escritorio, pero éste
no conoce; le piso la cola a un gato y éste sí conoce. A la acción sobre el sujeto, el sujeto agrega
una espontaneidad, que tiene el gato y no el escritorio, que justifica el conocimiento.

El sujeto del conocimiento no es entonces totalmente pasivo, aunque requiere una cierta
pasividad, puesto que el conocimiento no es invención del sujeto.

Esta pasividad-espontaneidad se da en todo tipo de conocimiento, sea sensible como intelectual.

C) El conocimiento es un acto inmanente. Porque es un acto que perfecciona al sujeto que lo


ejerce; es un acto del sujeto. Es él el que conoce.

Además, el conocimiento es un acto vital; y es propio de los acto vitales el ser inmanentes.

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D) El conocimiento es un acto intencional. Esto significa que el acto de conocimiento, inmanente
al sujeto, hace presente al mismo un ser diverso (exterior) de él.

Esto obliga a que el conocimiento sea una presencia inmaterial del objeto en el sujeto. La
naturaleza intencional es siempre inmaterial, aun en el conocimiento sensible.

E) El conocimiento es un acto por el que se hace presente alguna región del ser.

Esta parte de la definición muestra que lo que se hace presente intencionalmente al sujeto es una
parte del ser real. Recordemos que Santo Tomás dice que todo lo que se conoce se conoce en
cuanto que está en acto; que lo primero conocido por el intelecto y en lo cual se resuelven todos
los otros conocimientos, es el ente.

El conocimiento es entonces una especie de ser: ser intencional. Ontológicamente es un accidente


en el sujeto; intencionalmente es la cosa conocida. Por eso la cosa no está con su ser real en el
sujeto, aunque el sujeto la posee, pero solo intencionalmente.

2. MODALIDADES FUNDAMENTALES DE CONOCIMIENTO

a) Discurso

Es el movimiento del espíritu que pasa de un conocimiento a otro: “Se habla de conocimiento
discursivo en cuanto que de algo conocido primero (prius notus), se llega al conocimiento de algo
posteriormente conocido (posterius notus), que primero era ignorado” (S.Th., I, q.58, a.3, ad 1.). Se
pasa de lo conocido a lo desconocido y el segundo conocimiento se obtiene por medio del
primero. Solemos reservar el nombre de discurso al movimiento de la razón que encadena juicios
(silogismo); pero éste no es el único tipo de discurso. Es también discurso el paso del conocimiento
sensible al intelectual.

Pero discurso se usa generalmente para designar formas de razonamiento, las cuales son tres:
deducción, inducción y analogía. Por medio de la deducción pasamos de los principios a las
conclusiones; por medio de la inducción pasamos de uno o muchos hechos sensibles a un principio
universal; por medio de la analogía establecemos una conveniencia entre muchos términos.

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b) Intuición

Es aquí donde se presenta el punto delicado de la cuestión, sobre todo porque suele reducirse la
intuición a alguna de sus varias formas (por ejemplo, para Descartes sólo existe la intuición
intelectual, para Kant la sensible).

El carácter esencial de la intuición es la presencia intencional de un objeto a una facultad. ¿Qué


formas puede adoptar esta forma de presencia?

1. Ante todo, la intuición concierne a la captación directa de un ser existente. De allí que el tipo
perfecto, el modelo de conocimiento intuitivo sea la sensación.

2. La intuición designa, en segundo lugar, la captación refleja de un ser existente. Esto se da en el


tipo de conocimiento que llamamos conciencia. Hay diversos niveles de conciencia: la conciencia
sensible, por la cual sentimos que sentimos (esto se da por el sentido común), y la conciencia
intelectual, por la cual pensamos que pensamos. Al pensar la realidad, la inteligencia descubre su
acto, se descubre a sí misma como la potencia de la que procede el acto de pensar y descubre la
existencia del sujeto, el yo, que tiene inteligencia y piensa. Por eso, dice Santo Tomás que ningún
hombre puede dudar o negar que existe pues percibe su existencia en el acto de pensar. Si bien
esta intuición de la conciencia revela la existencia del sujeto que siente y que piensa, sin embargo
no revela la naturaleza de ese sujeto. Para que el hombre conozca que es racional y llegue a
determinar las propiedades que caracterizan a la naturaleza racional, necesita el razonamiento.

3. Podemos extender, además, la noción de intuición a la captación directa e inmediata de un


objeto concreto inexistente. Es una intuición de orden sensible, por cuanto el objeto es concreto,
pero no es lo que llamamos intuición sensible, porque ese objeto no es captado como teniendo un
actus essendi fuera del sujeto, existiendo fuera del sujeto. Este objeto es lo imaginario,
representado por un fantasma. Sea que tal objeto exista en la realidad (como cuando alguien
imagina un lugar donde ha estado, pero donde no está ahora) o sea algo puramente ficticio (los
seres imaginarios), lo cierto es que tales objetos son intuidos porque están intencionalmente
presentes a una facultad de conocimiento: la imaginación. Ese conocimiento no es reflejo sino
directo, pues no consiste en la conciencia del acto de imaginar, en la conciencia de estar formando
una imagen, sino que se dirige al objeto que se nos presenta a través de la imagen.

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4. También es intuición la captación de una esencia abstracta que se hace presente a la
inteligencia por un concepto. Según esto, si bien la abstracción, tomada estrictamente como paso
del fantasma al concepto, es sin duda un discurso, va a parar a una intuición, porque la captación
del concepto es simple contemplación, visión, o sea, intuición.

In I Sent., d.3, q.4, a.5: “Entender no es otra cosa que la simple mirada del intelecto a aquello
inteligible que le está presente”.

De Ver., q.14, a.9: “Se dice que están prestas al intelecto aquellas cosas que no exceden su
capacidad, de tal modo que a ellas se dirija la intuición del intelecto”.

S.Th., I, q.59, a. 1, ad 1: “El intelecto conoce por una simple mirada; la razón yendo de uno a otro”.

S.Th., I-II, q.4, a.2: “…la operación del intelecto, que es la visión”.

S.Th., II-II, q.1, a.4: “se dicen vistas aquellas cosas que por sí mismas mueven nuestro intelecto o
nuestro sentido al conocimiento de ellas”.

En otras palabras, si bien se pasa del conocimiento sensible al intelectual, ese paso no es
psicológicamente consiente, presentándose el conocimiento de la esencia de modo
psicológicamente intuitivo.

5. Por último, la noción de intuición se aplica no sólo a la aprehensión de las esencias por la
inteligencia, sino a la de ciertas verdades. Sin duda, cualquier juicio requiere una preparación
discursiva pues la inteligencia debe discurrir tanto para pasar del fantasma al concepto, como para
comparar los conceptos que serán sujeto y predicado. Pero hay casos en que la verdad del juicio
aparece inmediatamente a la inteligencia. Es el caso de los juicios “per se nota” (juicios evidentes,
juicios conocidos por sí mismos) como, por ejemplo “el todo es mayor que la parte”. La verdad de
este juicio es conocida sin discurso. Tan pronto el sujeto comprende el significado de los
conceptos de todo y de parte, capta la verdad de ese juicio. De Ver., q.8, a.5: “Conocemos los
principios sin discurso, por una simple mirada”.

Los primeros principios de la razón especulativa (es imposible que algo sea y no sea, al mismo
tiempo y bajo el mismo respecto) y de la razón práctica (se debe hacer el bien y evitar el mal) son
captados intuitivamente. Si no hubiese juicios captados intuitivamente, sería imposible razonar,
porque el discurso pide que haya certezas primeras que no se conocen de modo discursivo.

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c) Acerca de la experiencia

a) El término “experiencia” puede tomarse, en un sentido muy amplio, como equivalente de


intuición. En este caso, es conveniente reservarlo para referirlo a la intuición de los seres
existentes. En este caso la experiencia tiene dos formas: la intuición sensible y la conciencia. Son
las llamadas experiencia externa y experiencia interna.

b) El término “experiencia” tiene un sentido más restringido. Es la experiencia que posee un


“hombre de experiencia” (en latín se llama experimentum). La memoria registra y reproduce los
diversos datos de los sentidos y los compara, sintetiza y resume de tal manera que resulta un
esquema aplicable a otros casos parecidos. La experiencia no se eleva a lo universal, no deduce
leyes, pero se aproxima lo más posible a ello manteniéndose en el plano del conocimiento
sensible. Por eso S. Tomás la llama experimentalis scientia. Da una tal familiaridad con lo concreto
(el leñador con los árboles, el marino con el viento y el mar, etc.) que el riesgo de error es mínimo
cuando se juzga una situación nueva en función de las anteriores.

c) Además, el término experiencia puede designar la experimentación, que es la base de las


ciencias naturales. Se trata de hacer experiencias, no de tener experiencia.

Todas las demás formas de conocimiento rebasan el nivel de la simple experiencia. ¿Son, a priori,
obra de la razón pura? Nada es más confuso que la noción de aprioridad. En el mismo Kant la
noción es equívoca, pues significa dos cosas muy distintas: lo que no deriva de la experiencia y lo
que es condición de la experiencia. Teniendo en cuenta esto ¿qué podemos decir que hay de a
priori en el conocimiento?

- Si por a priori entendemos lo que no deriva de la experiencia, entonces las facultades del sujeto y
sus leyes son principios a priori del conocimiento, por cuanto no derivan de la experiencia. Pero
todo el contenido del conocimiento es a posteriori: o dado por la experiencia o sacado de la
experiencia.

La cuestión es más delicada si se considera el conocimiento intelectual. La esencia se abstrae de la


experiencia; por tanto, es a posteriori. Pero hay en la esencia algo que no procede de la
experiencia, sino que depende de la naturaleza de la inteligencia: el estado de abstracción y el
carácter de universalidad que adquiere. Como esto no procede de la experiencia se puede llamar a
priori.

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En el juicio, además de su condición abstracta, los términos tienen una función de sujeto y
predicado que también les es impuesta por el espíritu. Como no procede de la experiencia
también puede llamarse a priori.

Finalmente, en el razonamiento, el orden y el lazo de los juicios son lógicos, es decir, son
introducidos por la razón, o sea, no son dados por la experiencia. Son a priori.

Entonces, el contenido de lo conocido es siempre a posteriori, pero el modo de conocerlo


depende del sujeto. Se diferencia de Kant que hacía de los contenidos una naturaleza a priori.

- Entendiendo por a priori lo que es condición de la experiencia, todo lo que se encuentre en el


sujeto que haga posible el conocimiento, será a-priori. Así por ejemplo, las facultades, la tendencia
natural a conocer, etc.

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BOLILLA 4: LA VERDAD

Antes que nada debemos recordar que el conocimiento es un acto del sujeto que tiene valor
intencional. Siendo un acto interior tiene por objeto algo exterior.

1. CONCEPCIÓN REALISTA DEL CONOCIMIENTO

Cfr. C. FABRO, La fenomenologia della percezione, Opere Complete 5, EDIVI, Segni 2006(3), 46:

1. En el conocimiento la dualidad sujeto – objeto es irreducible.

2. Cada uno de los miembros puede ser considerado en dos momentos: uno antes de conocer, y
otro después de conocer. Si son antes de conocer, ellos no surgen por el conocimiento.

3. El primer momento es el de la posibilidad de conocer y de ser conocido; el segundo es el de


conocer y ser conocido.

4. Los dos tienen que tener ciertos requisitos para que el conocimiento pueda darse.

5. El paso de la potencia al acto se da porque el objeto ejerce una causalidad sobre el sujeto, y el
sujeto elabora algo propio. Ambos deben ejercitarse activamente. En el sujeto hay una cierta
pasividad y una cierta actividad.

6. Como el sujeto produce algo propio que no está en el objeto, surge la necesidad de la
adecuación.

7. Si hay adecuación el acto del intelecto es verdadero; si no hay adecuación, el acto del intelecto
es falso.

Es notoria la precisión de la propuesta fabriana que le permite describir con enorme profundidad
la esencia de la diferencia entre realismo e idealismo. Gracias al acto cognoscitivo el sujeto se hace
del objeto, pero sujeto y objeto no dependen ontológicamente de dicho acto.

Es muy interesante notar el razonamiento que Fabro desarrolla:

Hay una independencia y precedencia temporal – en el plano ontológico – del sujeto y del objeto
sobre el acto cognoscitivo. Decimos “en el plano ontológico” porque el objeto no será objeto y el
sujeto no será sujeto sino después de constituido el conocimiento.

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La precedencia temporal implica una conservación y un cambio; y por tanto un pasaje de la
potencia al acto que se da tanto en el objeto como en el sujeto.

Este pasaje de la potencia al acto consiste en una actividad tanto en el objeto come en el sujeto.
En el objeto esta actividad es hacerse conocer; mientras que en el del sujeto es conocer. Ambas
actividades implican la no mera pasividad y, por consiguiente, un aporte positivo de ambos en el
proceso cognoscitivo. El conocimiento realista no es para Fabro un “mero” padecer, sino, un
“cierto” padecer.

Se debe entonces defender un doble protagonismo: el del objeto que se impone como “dato”
gracias a su causalidad; y el del sujeto, que con su propio trabajo interior hace presente el objeto a
sí mismo. Si se entiende bien, se puede decir que el sujeto hace de la cosa un objeto.

2. LA VERDAD EN KANT

1. Para Kant la verdad también es la adecuación del conocimiento con su objeto.

2. Pero para Kant el objeto es construido por el mismo sujeto.

3. La cosa en sí aporta la materia del conocimiento; el sujeto pone la forma.

4. Hay contenidos a-priori y otros que tienen mezcla de a-priori y empírico. “Sustancia” es a-priori;
“espacio” es a-priori; “rojo”, “arriba”, son mezcla de a-priori y empírico. En estos últimos es
imposible discernir qué es a-priori o empírico.

5. Por tanto, algo puramente empírico es incognoscible y la cosa en sí queda absolutamente


desconocida.

6. Igualmente, aún si lo puramente empírico no se puede conocer, lo a-priori se aplica a lo


empírico con cierto orden.

7. Cuando este orden no se respeta, estamos en el error. Por ejemplo, cuando digo que una cosa
está debajo de otro, cuando en realidad está arriba; o cuando digo que una cosa perdura en el
tiempo, y digo que es sustancia, cuando en realidad no perdura. Estos errores se deben a que al
aplicar lo a-priori no conservé las reglas con las cuales lo a-priori se debe aplicar.

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8. La verdad se da entonces con el acuerdo del juicio a las leyes inmanentes de la razón. Se trata
de una adecuación del pensamiento consigo mismo, pero no es recurrente; porque se trata de la
adecuación del actuar de la razón comparado con aquello como la razón debe actuar.

3. LA VERDAD COMO ADECUACIÓN DE LA INTELIGENCIA CON LA VOLUNTAD.

Durkheim (Francés: 1858-1917) tiene una concepción sociológica de la verdad: la verdad se halla
en el consenso de las voluntades. Crítica: Es evidente que el consenso colectivo no produce la
verdad, y que incluso hay veces en donde se equivoca.

William James (Estadounidense: 1842-1910), por su parte, tiene una concepción pragmática de la
verdad, considerando verdadero lo que produce un bien práctico.

Crítica: se trata de un criterio válido de verdad. Pero no se puede reducir la verdad a un criterio de
discernimiento de la misma. Además, hay muchas verdades que no se pueden vincular con las
utilidades.

4. LA VERDAD SE DA EN EL JUICIO

La verdad es entonces dentro del realismo la adecuación de la inteligencia con la realidad. ¿En qué
operación alcanza el intelecto esta adecuación?

La doctrina de Santo Tomás es que la verdad se alcanza en el juicio. Son tres los argumentos da en
distintas obras Santo Tomás:

1. Peryermeneias. La simple aprehensión es al término como el juicio a la proposición. La verdad


está en la proposición y no en el término; por consiguiente la verdad está en el juicio y no en la
simple aprehensión.

2. De Veritate. La adecuación se da cuando el intelecto produce algo propio que no está en la cosa.
En la simple aprehensión el intelecto no produce nada propio, sino que tiene una copia de la cosa.
En el juicio se produce algo propio que no está en la cosa; por consiguiente en el juicio se puede
dar la verdad o el error. Será verdad cuando lo producido por el intelecto sea adecuado a la cosa.

3. Suma Teológica. La verdad está en la simple aprehensión, pero materialmente, porque no está
como conocida. Es recién en el juicio que la verdad está como conocida, porque el intelecto en el
juicio conoce la misma verdad.

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5. EL ERROR

Hay conocimientos que se dan según una simple aprehensión; otros que se dan gracias a una
síntesis que hace el sujeto.

Por ejemplo: en la aprehensión del color por parte de la vista, no hay síntesis.

En cambio en la unificación de todos los sensibles de los sentidos externos (color, dureza, sabor,
etc.) en un único objeto (p.ej. una manzana), hay síntesis por parte del sujeto. El sujeto debe hacer
en este caso un trabajo de síntesis subjetiva (unir los diferentes sensible aprehendidos por
separado con cada sentido externo en la unidad de un objeto) para aprehender la síntesis objetiva
(de hecho en la realidad esas formalidades – color, sabor, dureza – se encuentran unidas en la
única manzana). Se conoce entonces una síntesis objetiva gracias a una síntesis subjetiva que es
propia del sujeto, porque el trabajo de unificación es propio del sujeto cognoscente.

Siempre que haya un trabajo de síntesis por parte del sujeto para conocer una síntesis objetiva,
puede haber posibilidad de error.

El motivo es que siempre que haya necesidad de hacer una síntesis, será necesario aprehender a
hacerla, poniéndola a prueba. Y lo que es necesario aprender, es falible de error.

En cambio, cuando no existe este trabajo de síntesis, el error se da sólo per accidens. Es decir, el
error es posible, pero por causas ajenas al proceso cognoscitivo. Por ejemplo, cuando se ven mal
los colores por enfermedad del órgano.

Causas de error:

1. En el sentido externo se da sólo el error per accidens debido a una enfermedad en el órgano.

2. En la simple aprehensión se da sólo el error per accidens debido a un error en la formación del
fantasma en el ámbito de la síntesis perceptiva.

3. En la percepción (conocimiento sensible e intelectual del concreto material; como cuando


delante de una manzana el hombre la conoce), se puede dar el error, como veremos más
adelante, porque para percibir el concreto singular la sensibilidad interna debe realizar un doble
trabajo de síntesis: la síntesis primaria o formal en donde se unifican en una unidad objetiva la
multitud de cualidades aprehendidas por los sentidos externos; y la síntesis secundaria o
intencional, en donde se unen a esa unidad formal los significados.

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4. En el juicio existencial puede haber error porque el mismo es la expresión racional de la síntesis
aprehendida en la percepción.

5. En los juicios esenciales también puede haber error, producto de una deficiencia en el hábito de
la ciencia.

6. Finalmente, el error en el juicio puede estar provocado por la voluntad, que mueve a juzgar sin
evidencia, o inclina mal al sujeto en los juicios prudenciales.

Nuestros afectos desordenados pueden causar un error en los juicios prudenciales.

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BOLILLA 5: CERTEZA

Es un estado de la mente. Hace referencia a la fuerza con la cual la mente se adhiere su objeto.

1. CAUSAS DE LA CERTEZA

1. La notoriedad del objeto. Esto se llama evidencia. La evidencia es una propiedad del objeto. La
certeza que provoca es un estado del sujeto.

Hay evidencia en la precepción; hay evidencia en los juicios existenciales que expresan lo percibido
(este hombre está vivo); hay evidencia en los juicios esenciales que expresan lo percibido (el
hombre es animal); hay evidencia en los razonamientos que se hacen a partir de cosas evidentes
(evidencia por otro).

2. La fuerza de la voluntad. Esto se llama fe. La fe puede incluso superar la evidencia causando una
certeza más fuerte que esta última; como cuando uno confía más en lo que otro dice que en lo
que uno piensa (el nene que ante el resultado de una cuenta cree más en la maestra que en él
mismo).

El acto de fe es un acto de la inteligencia imperado por la voluntad. Se fundamenta en la autoridad


del que revela y no en la propia ocurrencia (diferencia entre fe católica y protestante).

La fe puede ser natural o sobrenatural.

2. GRADOS DE CERTEZA

1. La duda. Es cuando el intelecto no encuentra más inclinación para una cosa que para la opuesta.

La duda negativa es cuando no se encuentra ningún elemento para un lado o para el otro.

La duda positiva es cuando encuentra elementos para ambos lados, pero con igual peso.

2. La opinión. Es cuando se encuentran más motivos para un lado que para el otro, pero no lo
suficientemente fuertes como para llegar a la certeza. La afirmación tiene “temor” a equivocarse.

Igualmente hay veces que se usa el término “duda” para hablar de “opinión”. En este caso se suele
usar el término “duda negativa” cuando sin encontrar elemento alguno para un lado, los
elementos para el otro no dan la certeza total. En cambio, el término “duda positiva” implicaría
que se encuentran elementos para el lado contrario del cual se duda.

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Ejemplo de la idoneidad de una persona para un puesto: “duda negativa” sería que no me termina
de convencer para ese puesto, pero no veo nada en concreto que sea contrario a dicho puesto;
“duda positiva” sería que no me termina de convencer para ese puesto y encuentro cosas
contrarias para dicho puesto.

1. Certeza moral. Es la certeza sobre el obrar humano.

2. Certeza de fe natural. Se trata de un grado de certeza similar al anterior.

3. Certeza física. Es la que surge del conocimiento empírico.

4. Certeza metafísica. Es la que surge de los principios del ser.

5. Certeza de fe sobrenatural. Es el grado más grande de certeza. Si no alcanza el grado máximo de


certeza se debe a la imperfección del acto. Pero es el grado máximo de certeza porque Dios no se
puede equivocar ni puede mentir.

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