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El Elefante Pipoleto Que Queria Ver El Mar - Ana Sanchez Quiles
El Elefante Pipoleto Que Queria Ver El Mar - Ana Sanchez Quiles
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Ana Sánchez Quiles
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Ana Sánchez Quiles, 2021
Ilustraciones: Ana Sánchez Quiles
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A mis nietos:
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l elefante Pipoleto, era un elefante muy joven,
vivía en la selva con su familia, pero él se aburría,
quería ver mundo y le decía a su mamá:
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—¿Dónde has escuchado eso? Yo nunca lo he oído,
Pipoleto. —Decía la mamá elefanta con cierto gesto de
sorpresa.
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Pipoleto se quedó pensando, qué puedo hacer para ir a
ver ese lugar, y de pronto se acordó del señor Búho que
era sabio ¡seguro que él lo sabe! y se puso muy
contento.
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—¿Qué quieres Pipoleto, qué necesitas de nosotras?
—A Pipoleto lo conocían todos los animales del bosque,
porque era muy bueno y cariñoso con todos los animales
y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.
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—Está bien, te haremos el favor. —Las dos empezaron
a revolotear alrededor del búho cotorreando y haciendo
un ruido infernal.
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Pipoleto dejó pasar un rato para que a Don Sabiondo se
le pasara el mal humor y en cuanto lo vio más tranquilo,
se acercó a él.
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—Bien pues hazme la pregunta de una vez, que quiero
volver a dormir. —Don Sabiondo tenía fama de no ser
muy simpático.
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—Pero Pipoleto, el mundo fuera de la selva es muy
peligroso, aquí estás con tu familia y te sientes seguro,
todo el mundo te conoce y entre nosotros tratamos de
cuidarnos unos a otros, pero fuera de aquí están los
humanos. Ellos tienen poco respeto por los animales y
cuando te vean te cazarán y te llevarán a un circo y allí
te harán actuar, te darán poca comida, te darán latigazos
para que aprendas a hacer lo que ellos quieran. No seas
loco y quédate aquí en tu mundo con tu familia.
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—Pero es que yo aquí me aburro, necesito ver mundo.
—Le dio las gracias a don Sabiondo y se marchó.
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—Mañana antes de que amanezca y estén todos
dormidos me escaparé y me iré en busca del mar y allí
seguro que lo paso muy bien.
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Ya había entrado la noche cuando por fin salió a un
espacio abierto, no había árboles y ningún tipo de
vegetación. Cuando Pipoleto miró a su alrededor y vio
lo desolado que estaba el paisaje, sintió como si
estuviese desnudo y con un poco de miedo, pues nunca
había visto nada igual.
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Había un muro de una casa abandonada que estaba
medio derruida y allí a su resguardo se acostó.
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El lugar que había escogido para pasar la noche estaba
justo al lado de una carretera.
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Pipoleto ya casi se estaba arrepintiendo de haber dejado
a su familia y la selva. Allí no tenía que preocuparse ni
de la comida ni del agua y también echaba de menos a
sus padres.
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Cuando llegó a la orilla metió sus patas en el agua, notó
que estaba fría pero no le importó, llego una ola gigante
y lo bañó entero. Pipoleto reía sin parar, pero cuando se
dispuso a beber, rápidamente expulsó todo el agua que
había cogido porque comprobó que era salada. ¡Pero
bueno, es que fuera de la selva no hay agua potable!
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Cerró los ojos un rato y cuando los abrió vio a un grupo
de hombres con unas gruesas cuerdas en las manos que
lo estaban rodeando, Pipoleto intentó levantarse pero era
demasiado tarde. Los hombres lo habían amarrado y lo
estaban cargando en un camión, lo llevaron a un circo,
donde había otros animales. Leones, tigres, elefantes,
pero ninguno era de su familia. Pipoleto estaba muy
triste, pensaba que ya nunca volvería a ver a sus padres
y no podría volver a la selva.
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La vida en el circo era dura, había un hombre que era el
domador y siempre tenía un látigo en la mano y cada
vez que daba una orden le estrellaba el látigo en el lomo.
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Al joven elefante le gustaba las visitas de José pero no
dejaba de pensar en su familia y lo mal que lo tendrían
que estar pasando sus padres, ojalá le hubiese hecho
caso al búho Don Sabiondo.
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Todavía no sabía cómo lo haría pero tenía que
intentarlo. Cuando se lo dijo a Pipoleto este se puso muy
contento y se puso hacer piruetas. José reía al verlo tan
alegre.
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Estuvieron andando dos días hasta llegar al borde de la
selva. Allí se despidieron. Pipoleto no quería que José se
adentrara en ella, porque lo mismo de peligroso es la
selva para un humano que la ciudad para un elefante.
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Pipoleto los vio desde lejos y se alegró mucho que
estuvieran allí porque así José no tendría que volver
solo, ya que era muy pequeño y había muchos peligro en
un camino tan largo.
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Por las noches, Pipoleto se sentaba en el centro de un
círculo formado por todos los animales de la selva. Allí
contaba todas las aventuras que había tenido en el viaje
y les explicaba una y otra vez, como era el mar. Todos
se quedaban con la boca abierta escuchándolo, pero él
les advertía a los elefantes más jóvenes que ni se les
ocurriera hacer la misma tontería que él había hecho,
pues por muy fascinante que sea lo que hay fuera no se
puede comparar con esta maravillosa selva, que es
nuestro hogar.
FIN
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ANA SÁNCHEZ QUILES (Málaga, España).
Ha publicado varias poesías en la revista Amaduma del Aula de Mayores de la
Universidad de Málaga.
Ha colaborado en los libros: Camino de la Universidad, A la Luz de la Poesía
y Cuatro Elementos.
En solitario el poemario A flor de Piel y diez cuentos infantiles, entre ellos El
elefante Pipoleto que quería ver el mar.
Las novelas Atrapada y Cenizas y rosas.
Premios:
2016. 2.º Premio de Poesía de la Asociación Cultural Zegrí.
2017. 1.º Premio de Poesía de la Asociación Cultural Zegrí.
2018. 2.º Premio de Poesía de la Asociación Cultural Zegrí.
2018. 2.º Premio de Poesía de la Asociación Frater.
2019. 2.º Premio de Poesía de la Asociación Frater.
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