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REFLEXIÓN POR SEMANA SANTA

Acordémonos de que estamos en la santa presencia de Dios………………………

MIOPÍA ESPIRITUAL

Un hombre que padecía un serio problema de miopía se consideraba un experto


en la evaluación de obras de arte. Un día visitó una galería con su esposa y unos
amigos. Debido a que había olvidado los lentes en su casa, no podía ver las
pinturas con mucha claridad. Pero eso no le impidió expresar sus opiniones.
Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, no dudó en
criticarlo, y con cierto aire de superioridad dijo entre otras cosas que el sujeto
estaba vestido de forma ordinaria y andrajosa.
Luego continuó con sus comentarios despectivos hasta que su esposa logró
llegar hasta él y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: «Querido, estás
frente a un espejo».
La psicología nos dice que la proyección es un mecanismo de defensa que
consiste en atribuir nuestras propias faltas a los demás; es algo común en
nuestros días. El Señor nos invita a ungir nuestros ojos con colirio para que nos
demos cuenta de nuestra verdadera condición espiritual. Una vez que lo
hagamos, el Espíritu Santo nos motivará a quitar primero la viga de nuestros ojos
antes que señalar a nuestros prójimos para que realicen cambios en sus vidas.
¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga
que está en tu propio ojo? —Mateo 7:3
«Si los hombres desean colocarse donde Dios pueda usarlos, no deben criticar a
los demás para poner de relieve sus defectos. Esto constituye la tentación
especial de Satanás por medio de la cual se esfuerza por estorbar la obra» (El
evangelismo, p. 460).
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Acordémonos de que estamos en la santa presencia de Dios………………………

UN ÁNGEL SENTADO EN MI CAMA


¿Has leído en la Biblia historias sorprendentes de ángeles que se presentaron a
distintos personajes? Esos relatos hacen que nuestro corazón se llene de emoción y
de alegría.
¿Crees que los ángeles de Dios todavía en nuestro tiempo pueden presentarse ante
las personas?
Vivíamos en la ciudad de Tapachula, Chiapas. Entonces mis hijos eran pequeños, la
mayor tenía cinco años. Como familia teníamos la costumbre de contarles a los
niños una historia de la Biblia antes de dormir y orar con ellos. Esa noche no fue la
excepción, así que después de la historia los mandamos a dormir. La habitación de
los niños estaba junto a la nuestra.
De pronto, a media noche escuché a mi hija gritar. Pero no era un grito de miedo,
sino una exclamación de alegría: «¡Papá, papá, ven, mi ángel está aquí!» Mi esposo
salió corriendo al cuarto de los niños y al acercarse vio una luz intensa, su corazón
empezó a latir de prisa. Entonces preguntó: —Hija, ¿qué pasa? —¡Papá, aquí
estaba mi ángel sentado en mi cama! Mi ángel estaba muy bonito —agregó la niña.
—¿Qué te dijo tu ángel? —Él me dijo que me portara bien porque quería que fuera
al cielo con él.
¿Era posible que el ángel del Señor viniera directamente a visitar a una niña y
animarla a continuar por el camino del bien?
Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Porque les digo que en el
cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial (S.
Mateo 18: 10).
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EL APLAUSO DE DIOS

¿Deseas tener éxito en la vida? Tu respuesta por supuesto, es un rotundo sí. ¿Quién no quiere
triunfar? Muy bien, lee con sumo cuidado estas palabras: Si quieres alcanzar el éxito no lo persigas.
Cuanto más lo persigas, tanto más te esquivará.
¿Recuerdas a Victor Frankl, el psiquiatra austriaco que sobrevivió a los horrores de Auschwitz, el
temible campo de concentración nazi? Él cuenta que cuando escribió el libro que en español se
conoce como El hombre en busca de sentido, no quiso que su nombre apareciera en el libro. Frankl
no quería fama. Solo quería transmitir al lector el mensaje de que «la vida tiene significado bajo
cualquier circunstancia, aún las más adversas».
Finalmente, ante la insistencia de sus amigos, accedió colocar su nombre en la portada del
manuscrito. El resto de la historia es conocido. El libro se convirtió en un éxito de librería. Para el
momento de la muerte de Frankl, en 1997, se habían vendido más de diez millones de ejemplares y
se había traducido a veinticuatro idiomas. Por supuesto, con el éxito vino la fama. Sin embargo,
mientras vivió, nunca dejó de advertir: «El éxito, al igual que la felicidad, no se persigue. Te llegará
cuando no te preocupes por él».
Hay sabiduría en estas palabras. Alguien expresó la misma idea de otra manera: «El éxito es un
viaje, no un destino. Y la felicidad se encuentra en el transcurso del viaje». Para comprobar la
veracidad de los estas palabras, basta pensar en los héroes juveniles de la Biblia: José, Daniel,
Ananías, Misael, Azarías, Ester, Timoteo… ¿Cuántos de ellos vivieron obsesionados con el aplauso
del mundo? ¡Ninguno! ¿Por qué entonces, llegaron a ser grandes?
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UN HIJO AGRADECIDO

Un hombre muy pobre pudo enviar a su hijo a la universidad. Cuando estaba por graduarse, el
muchacho le escribió una carta a su padre pidiéndole que asistiera a la ceremonia. Pero él le dijo
que no podía asistir porque solo tenía un traje, bastante viejo. El hijo le aseguró que lo del traje viejo
no le importaba. Lo que quería era que estuviese él ahí.
Por fin, el señor hizo el viaje. El día de la entrega de diplomas, el joven entró al salón de actos con
su padre, y le buscó uno de los mejores asientos. Grande fue la sorpresa del anciano cuando supo
que su hijo era el mejor alumno de su promoción; y cuando el muchacho recibió el premio,
descendió del escenario y delante de todo el público reunido besó a su padre y le dijo:
– Toma, papá; este premio es tuyo. Si no hubiese sido por ti, jamás lo hubiera recibido.
Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a si mismo por nosotros, ofrenda y
sacrificio a Dios en olor fragante. Efesios 5:2
Como hijos de Dios debemos estar absolutamente agradecidos. Él es la fuente de todo: de la vida,
el sustento, el consuelo y la fuerza física y espiritual. El entregó a su hijo Jesucristo para poder
cargar con todos nuestros pecados otorgándonos su perdón y la vida eterna, por su gran amor
hacia nosotros.
Cuántas veces nos hemos detenido un momento y hemos dejado un breve espacio para poder orar
y no pedir nada, sino en una total entrega como agradecimiento por sus múltiples favores en
nuestras vidas.

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