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posibilidad de elegir entre distintas acciones o formas de lenguaje. Los seres humanos
tenemos autonomía para hacer una cosa u otra y para suprimir lo que no se desea. En
ambos casos se trata de una elección dentro de la cual se incluye la opción de no hacer
nada.
La capacidad de decidir está, sobre todo, en la corteza cerebral, un área del cerebro que
nos ajusta al medio y tiene un desarrollo tardío en las personas. En realidad, no se
adquiere la completa madurez hasta acercarnos a la tercera década de la vida, cuando
finaliza el proceso madurativo de la corteza cerebral. A esa edad logramos postergar la
gratificación, algo que no puede hacer un niño que lo quiere todo aquí y ahora. Por esta
razón, la corteza prefrontal es la que nos abre a la libertad y a la creatividad.
Quizás pocos logren darse cuenta de que a la hora de tomar decisiones el peor obstáculo
o enemigo a sortear es la propia mente, ya que buena parte de nuestros comportamientos
son inconscientes. Estas conductas casi automáticas se denominan rutinas “heurísticas”
y tienen como finalidad ayudar a la persona en las elecciones que cotidianamente debe
llevar a cabo. En otras palabras, son procesos internos que automatizan elecciones y
permiten elegir alternativas de manera expeditiva y económica en términos de consumo
de energía.
Las decisiones están hechas a partir de la intuición, un concepto que no es más que un
razonamiento inconsciente, mucho más sabio de lo que frecuentemente se piensa. De
hecho, la mayor parte de la percepción del mundo es completamente inconsciente, ya
que sólo le prestamos atención a cosas que son distintas o sorprendentes: lo demás lo
ignoramos y, en eso, tiene mucho que ver la corteza prefrontal.
Sucede que se activan ciertas zonas de la corteza que son afines a lo que se ha percibido
o se piensa hacer, aunque esta estimulación no llega al nivel de la consciencia, una
especie de “anclaje” o vínculo con estereotipos o experiencias pasadas.
No somos conscientes de qué hacemos ni por qué, pero actuamos, y, muchas veces, la
intuición es repentina ―lo que se llama "corazonada"―: se hacen cosas sin saber por
qué, aunque cuando se analizan los motivos se encuentran razones lógicas para justificar
un comportamiento.
También el “conocimiento” es un sesgo que puede alterar sustancialmente cualquier
decisión. En ese terreno, Dan Ariely, psicólogo especialista en economía conductual,
demostró a través de un experimento publicado en Psychological Science cómo el
conocimiento puede influir y alterar la percepción de los sentidos.