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FILOSOFÍA 1º BACHILLERATO

U.D. 6. LA JUSTICIA Y LAS UTOPÍAS SOCIALES


A. INTRODUCCIÓN.
B. LA JUSTICIA Y EL DERECHO.
- Las normas de convivencia.
- Legalidad y legitimidad.
- Teorías de la justicia.
- El Derecho. Iusnaturalismo y Positivismo Jurídico.
C. UTOPÍAS Y DISTOPÍAS SOCIALES
- Definición y características de las utopías.
- Principales utopías.
- Las críticas a las utopías.
- Las distopías o utopías negativas.

INTRODUCCIÓN
Una vez que en el anterior tema hemos explicado las principales ideas de la política,
analizando las características de la democracia y de los sistemas no democráticos, nuestro
último tema nos va a hacer reflexionar acerca del lugar hacia donde se dirige nuestra sociedad
y el papel de la justicia y de las utopías. ¿Nos dirigimos a un futuro utópico donde reinará la
justicia, la igualdad, la libertad, como prometen los ideales democráticos, o más bien nos
dirigimos a una sociedad distópica en la que el Estado de Derecho tiende a desaparecer para
ser sustituido por principios más totalitarios?

Para analizar esta cuestión tenemos que comenzar por analizar cómo es nuestra democracia
actual. En nuestra sociedad los medios de comunicación tienen gran poder como formadores
de opinión. Cada medio de comunicación difunde información que en muchas ocasiones está
dirigida por intereses económicos o políticos. Todo el mundo tiene acceso a la información,
pero la gran cantidad de información parece que produce ciudadanos desinformados. Los
políticos parecen muchas veces tener características de showman, más que de
verdaderamente políticos. Nos alejamos de la idea platónica de que debería gobernar el más
sabio. Da la impresión de que gobierna quien más manipula, quien más popular aparece ante
la sociedad.

Nuestra sociedad es abierta, y los cambios sociales se producen de una forma rápida. Por eso ,
la forma tradicional de entender y de desarrollarse la política está desapareciendo. Vemos que
la participación de los ciudadanos es cada vez menor, y hay un alejamiento progresivamente
mayor entre los ciudadanos y las instituciones. Esto, según muchos intelectuales pesimistas,
nos dirige a una sociedad muy diferente a la que tenemos. La polarización ideológica, la
atracción que posiciones extremistas genera sobre millones de personas, es preocupante. Las
guerras que estamos viviendo no nos traen buenas noticias.

Al mismo tiempo, pensamos que la barbarie a la que llegó la humanidad en el siglo XX debe
hacernos pensar que no seremos capaces de volver a cometer esos errores. Además, cada vez
son más frecuentes experimentos de democracia real que utilizan la tecnología y muestran un
futuro muy interesante hacia el cual podemos dirigirnos. Parece que hay esperanzas en que la
humanidad ha aprendido, y el diálogo democrático puede ser la forma de política del futuro.

Los ciudadanos tenemos que plantearnos qué sociedad queremos. Y esto implica el reflexionar
sobre la justicia. El ideal sería dirigirnos a una sociedad y a un mundo justo. Pero ¿qué es la
justicia? ¿Cómo sería un mundo justo?

B. LA JUSTICIA Y EL DERECHO.
Las normas de convivencia. Para poder responder a la pregunta sobre cómo sería un mundo
justo, tenemos que empezar por explicar cómo funciona nuestra sociedad. La primera idea es
que necesitamos normas para convivir, y esas normas nos obligan a actuar de una
determinada manera. Por lo tanto, un mundo justo sería un mundo en el que las normas que
nos rodean fueran justas. Como sabemos, las normas que nos dirigen las adquirimos a través
del proceso de socialización.

Existen, en general, tres tipos de normas:

- Las normas morales, que nos obligan en nuestra conciencia. En cierta medida, hay
una idea de universalidad en ellas. Siento que cuando no miento, por ejemplo, es
porque creo que nadie debería mentir, porque creo que está mal, para cualquier
persona.
- Las normas jurídicas, que no nos obligan desde nuestra conciencia, sino desde la
sociedad. La autoridad establece dichas normas, que obligan a todos los miembros
de una sociedad. Cuentan con el respaldo de la fuerza coactiva, de las fuerzas de la
ley, que puede llegar a usar la violencia para imponer la obediencia a una norma.
Estas normas jurídicas son leyes jurídicas.
- Los usos sociales, que son costumbres que no llegan a tener el rango de normas
morales ni jurídicas, porque no llegan a ser obligatorias desde mi conciencia ni
desde el estado. Son formas de comportarnos que se respetan en una sociedad, y
que si no se cumplen pueden generar un cierto rechazo social.

La primera pregunta, por tanto, si queremos pensar sobre cómo sería un mundo justo, es
¿quién determina qué norma es justa o no? ¿Qué es entonces la justicia?

Legalidad y legitimidad. Una primera respuesta a qué es la justicia puede ser muy simple:
tenemos un sistema de leyes y normas, que nos dicen qué es lo justo y qué es lo injusto. Por lo
tanto, lo justo es lo que dicen las leyes y las normas que se puede hacer, lo que injusto es lo
que las leyes y las normas prohíben. Pero ¿el hecho de que una ley o una norma diga que una
acción es un delito hace que esa acción sea mala por sí misma?
Esto no está del todo claro, porque tenemos que diferenciar dos conceptos esenciales:
legalidad y legitimidad. Una norma o ley es legal cuando está escrita en un código legal oficial,
validado por un estado. Una norma o ley es legítima cuando coincide con el concepto de
justicia y de moral de cada persona. Una acción puede ser legal, ya que un código de leyes
permite que se realice dicha acción, pero puede ser ilegítima según la conciencia de una
determinada persona. Al mismo tiempo, una acción ilegal puede ser legítima desde el punto de
vista de la moral o la justicia individual de cada uno.

Desde el punto de vista de la moral, una norma o ley puede ser legítima o ilegítima. La
legitimidad o ilegitimidad tiene que ver, por tanto, con la ética. Por ejemplo, ¿es legítimo que
sea el dinero de una persona el criterio para admitir en un país a alguien que sea extranjero?

Desde el punto de vista de la forma o de la validez jurídica, una norma o ley es legal o ilegal. Si
forma parte de un ordenamiento jurídico de un país concreto, es legal. Si no forma parte de un
ordenamiento legal, es ilegal.

Por supuesto, lo justo sería que la legalidad y la legitimidad coincidieran. Es decir, que los
ciudadanos sientan que todas las leyes –legales- de su país, coinciden con sus criterios
morales. Cuando no hay esa coincidencia, aparece la posibilidad de desobedecer a las normas
y a las leyes.

Teorías de la justicia. La palabra Justicia proviene del latín Iustitia, que a su vez traduce el
griego Dikaiosine, y que en un principio significaba “dar a cada uno lo que le corresponde”.
Esta definición es muy ambigua, porque no aclara qué es lo que le corresponde a cada uno.
Veremos algunas teorías diferentes de la justicia.

Para Platón, algo es justo cuando está ordenado, cuando no hay un caos. Por eso, una sociedad
es justa cuando en ella cada persona hace aquello que le corresponde. La democracia, afirma,
no es justa, porque en ella no hay orden, ya que reina la mentira, el engaño.

Para Aristóteles la justicia está relacionada con la igualdad proporcional. Para él, lo justo es
que tratemos igual a los que son iguales y desigual a los que son desiguales. Así, Aristóteles
diferencia entre dos tipos de justicia:

- La justicia conmutativa, que consiste en el intercambio equilibrado de bienes entre


personas. Si alguien vende una casa, no es justo que se le pague con unos zapatos.
- La justicia distributiva, es la igualdad en el reparto de bienes o de cargas entre los
individuos. Aquí Aristóteles dice que hay que tener en cuenta los méritos a ala
hora de distribuir, para que la distribución sea justa. Lo justo es que cada uno,
según su rango social, sus méritos, reciba lo que le corresponda.

En ambos casos, Aristóteles siempre se refiere a la igualdad entre personas de un mismo rango
social. Es decir, en una venta entre un esclavo y un ciudadano, no es necesario que haya
justicia conmutativa.

Con la Edad Moderna, a partir del siglo XVII, las sociedades evolucionan. Se empieza a pensar
que todos los seres humanos poseen unos derechos naturales, que podemos conocer a partir
de profundizar en la naturaleza humana. El descubrimiento de América, entre otros
acontecimientos, fueron esenciales para que se llegaran a estas ideas. Los filósofos
contractualistas Locke, Hobbes y Rousseau entenderán que una sociedad justa es aquella en la
que cada uno de nosotros perdemos un poco de nuestra libertad, renunciando a algunos
derechos naturales, para que entre todos podamos convivir. Una sociedad justa es una
sociedad en la que, aunque pierda ciertos derechos naturales, la ley asegura mi seguridad,
libertad, dignidad y propiedad privada.

Los filósofos utilitaristas, como Stuart Mill o Bentham, afirman que lo justo es lo que beneficie
a la mayor cantidad de gente posible. Pero no responden claramente cómo se debe distribuir
la justicia para que ese principio de beneficio para la mayoría, pueda convivir con la idea de dar
a cada uno según sus propios méritos.

Para los pensadores socialistas, lo justo es la eliminación de la desigualdad. Para los primeros
socialistas, llamados Socialistas Utópicos (como por ejemplo Saint Simon, Owen o Fourier), una
sociedad sólo será justa si no se eliminan los medios de producción privados. Estos pensadores
crearon pequeñas comunidades en forma de cooperativas, para crear sociedades justas.

Para los anarquistas, lo justo es la eliminación del estado y de cualquier forma de autoridad,
ya que toda autoridad es una forma de opresión.

En el mundo actual, todas las teorías sobre la justicia insisten en la importancia de defender el
pluralismo dentro de la sociedad. En otras palabras, nuestras sociedades están formadas por
muchísimos puntos de vista, culturas, religiones e identidades diferentes. La justicia se
producirá cuando esos puntos de vista puedan ser aceptados y expresados libremente. Entre
las diferentes teorías, la teoría de la justicia más importante es la de John Rawls.

Rawls en su libro de 1971 Teoría de la Justicia afirma que una sociedad justa es la que trata a
sus miembros con igual respeto y consideración. La justicia es la Imparcialidad, es decir, el que
no haya ninguna idea previa que vaya a influir en una decisión y puede decantarla para un lado
u otro. Por ello, se pregunta cómo debería organizarse la estructura básica de la sociedad a
partir de la Constitución y de las principales instituciones. Así, Rawls afirma que los ciudadanos
de cada sociedad deben decidir qué es lo justo. El problema es que siempre que participamos
en un debate acabamos por defender, incluso inconscientemente, aquellas ideas que nos
benefician. Para evitar este problema, Rawls propone una especie de experimento: que un
grupo de ciudadanos reflexionen sobre qué es lo justo en una hipotética sociedad, partiendo
de una posición original o inicial, sin estar sometidos a ninguna autoridad, y sin ningún
prejuicio, sin conocer de antemano que género, etnia o posición social tendrán en la sociedad
para la que están decidiendo qué es lo justo. Es decir, se trata de decidir, para una sociedad
imaginaria, en la que no sé qué papel voy a tener, qué sería lo justo. Esa ignorancia original es
denominada por Rawls “velo de ignorancia”. No hay ideas preconcebidas, no hay presupuestos
de un grupo u otro superior o inferior. De forma totalmente objetiva se decide qué es lo justo.
Rawls afirma que cabe esperar que quienes reflexionan desde esta situación hipotética, serán
completamente imparciales.

Cualquier conjunto de leyes o instituciones que surgieran de una situación hipotética sí,
cumpliría con los dos principios fundamentales de la justicia:
- El principio de libertad, ya que habría libertades básicas para todos.
- El principio de diferencia, ya que se aseguraría el derecho de la justa igualdad de
oportunidades.

Resumiendo, Rawls propone que la justicia sea el asegurar unas libertades y derechos básicos
para todos, de modo que quienes tengan peor suerte tengan asegurado un nivel de vida digno.

El derecho. Iusnaturalismo y Positivismo Jurídico. El derecho es un sistema de reglas y leyes


públicas que regula las relaciones de unos con otros y que cuenta con el respaldo del poder de
las instituciones públicas. La existencia del derecho permite la convivencia entre las personas,
pero al mismo tiempo genera problemas, ya que pueden existir leyes que a ojos de muchos
ciudadanos puedan ser ilegítimas.

La cuestión es ¿existen algunas normas, o leyes, que sean naturales, que nadie podría jamás
rechazar, porque pertenecen a la propia naturaleza humana? Ante esta cuestión existen dos
grandes posturas.

El Iusnaturalismo afirma que hay un derecho natural, un conjunto de criterios y normas


universales, que existen por encima de las leyes que hace cada país. Un país que elabore unas
leyes que vayan contra los principios del derecho natural está elaborando un código de leyes
que puede ser legal, pero carece de legitimidad.

Frente al Iusnaturalismo, el positivismo jurídico afirma la postura contraria: cada sociedad crea
sus propias leyes y no hay ningún criterio superior que determine ninguna exigencia de justicia
suprema. No hay ninguna norma o ley que sea natural, todo depende de cada sociedad. Si un
estado decide crear unas leyes, esas leyes están basadas en la forma de vivir y de relacionarse
de ese estado, y no hay ninguna forma de justicia natural o universal en todos los seres
humanos.

Ambas posturas son dos posiciones extremas, pero existe una postura intermedia, que afirma
que hay una serie de principios que todo estado tiene que respetar: la igualdad, la libertad, el
respeto a la dignidad de la persona, que deben ser respetados en cualquier código de leyes.

C. UTOPÍAS Y DISTOPÍAS SOCIALES.


Definición y características de las utopías. En el lenguaje cotidiano, usamos la palabra UTOPÍA
y el adjetivo “utópico” para referirnos a algo deseable pero inalcanzable, algo que desearíamos
pero que está fuera de nuestras posibilidades presentes e incluso futuras. Etimológicamente,
utopía proviene del griego y significa “no lugar”, o “lugar no existente”. Esta palabra la usó por
primera vez el filósofo Tomás Moro en el siglo XVI.

La utopía podemos considerarla hecho antropológico básico, porque es un rasgo fundamental


de la libertad. Los seres humanos tenemos que construir nuestra realidad para poder
sobrevivir, y es en ese aspecto donde tiene sentido la utopía, ya que es un motor de cambio y
transformación social debido a que las utopías nacen de una insatisfacción o desacuerdo con la
realidad externa.
Toda utopía es un intento de modificación radical de un determinado orden social. Tienen una
dimensión revolucionaria, pues van en contra de lo establecido. Las características básicas de
las utopías son:

 Origen. Surgen en momentos de crisis de tradiciones, de las ideologías dominantes y


del orden social existente. Intenta proponer una alternativa a la realidad social del
momento en el que se escriben.
 Fundamentación. Parten de una determinada forma de entender al ser humano y al
bien común. Se basan igualmente en unos determinados valores éticos y políticos
desde los cuales se elabora un nuevo orden social.
 Función. Tienen una función crítica, porque denuncian injusticias del orden social
vigente. También tienen una función constructiva, porque ofrecen alternativas e
ilustran el modo como pueden llevarse a cabo.
 Objetivo. Pretenden idear y crear instituciones que puedan llevar a nuestra sociedad a
convertirse en una sociedad perfecta.
 Metodología. Son “experimentos mentales” sobre la sociedad, dando posibilidades u
opciones alternativa. En muchos casos plantean opciones muy concretas, propuestas
detalladas de planificación social, reglas de convivencia, nuevas instituciones…

Partiendo de estas características, podemos finalmente definir una utopía social como un
modelo ideal de sociedad alternativo al existente, que presenta los valores y las instituciones
necesarios para llevar a la práctica una vida buena y feliz para los ciudadanos. Pretende
producir un cambio y transformar la sociedad.

Principales utopías.

La utopía de Platón. En el siglo IV a. C., Platón elabora su República, un sistema político


aristocrático, que puede considerarse la primera utopía social. Platón consideraba que la
democracia es un sistema absurdo, ya se basa en que lo que opine la mayoría se convierte en
lo justo y lo que hay que hacer. Cuando tengo una enfermedad, voy al médico, y aunque la
mayoría me diga cómo curarme, hago caso al médico, porque sé que él es quien sabe. Cuando
busco un terreno bueno para construir una casa, pregunto a un arquitecto, y hago lo que me
dice, aunque la mayoría de la gente me diga lo contrario. Entonces, cuando quiero saber qué
es lo correcto en una sociedad, ¿¿¿por qué hacemos caso a la mayoría, cuando tal vez
deberíamos escuchar a los que verdaderamente saben??? Este es el gran error de la
democracia.

La pregunta, dice Platón, es ¿quién sabe realmente qué es lo correcto en política? Y responde
claramente: los sabios, los que alcanzan la sabiduría.

Partiendo de un estudio del alma humana, Platón propone una sociedad autocrática formada
por tres tipos de personas, por tres clases sociales. La primera clase social es la de los
productores de bienes y comerciantes. Esta clase social se dedica a fabricar lo que necesita la
sociedad, y a comerciar con otras sociedades para obtener lo indispensable. Este grupo social
tiene que tener todas las comodidades, familia, propiedad privada, descanso, lujo… Pero en
ningún caso puede tener voz ni voto en las decisiones del estado. El segundo grupo social está
formado por aquellas personas que se dedicarán a defender la sociedad de ataques externos, y
de revoluciones internas. Este grupo, formado por hombres y mujeres, no deben tener
propiedad privada (los bienes serán comunitarios) ni familia, ni tampoco voz ni voto en las
decisiones políticas. Su trabajo es entrenar para estar operativos y preparados para cualquier
situación. El tercer grupo social está formado por hombres y mujeres que se dedicarán a tomar
las decisiones políticas correctas en la sociedad. No tendrán propiedad privada, ni familia, ni
lujos, ni ningún tipo de privilegio. Se dedicarán al estudio y a la sabiduría para tomar las
mejores decisiones. Nunca tienen que tener en cuenta las opiniones de los otros dos grupos.

Platón intentó hasta en tres ocasiones llevar a la práctica este sistema en una ciudad llamada
Siracusa, en la isla de Sicilia. Los tres intentos fueron un fracaso.

Con el descubrimiento de América aparecieron muchas utopías populares, que hablaban de


lugares lejanos en los que se vivía de una forma totalmente feliz. Los que regresaban de las
Indias hablaban de lugares donde las fuentes manaban vino y miel, donde todo estaba lleno de
oro y plata, donde había manantiales mágicos que convertían en inmortal a quien bebía de
ellos, donde había comida abundante para todos. El Dorado, o Jauja representan dichos
lugares.

En esa misma época el filósofo inglés Tomás Moro (1478-1535) escribe su libro Utopía, que usa
por primera vez este término. En el libro describe una isla imaginaria donde la gente vive de
forma diferente a como se vive en la sociedad habitual. En esa isla de Utopía se produce una
igualdad entre los ciudadanos. Los rasgos básicos de esa sociedad que inventa Moro son los
siguientes:

- Total igualdad económica y eliminación de la propiedad privada. No hay competencia,


y el fruto del trabajo es recogido por toda la comunidad, que lo distribuye entre todos.
La isla posee un número determinado de casas, todas iguales, con un huerto, que cada
diez año por sorteo cambia de familia.
- Inexistencia del dinero. La economía se apoya en el intercambio de prestaciones o
trabajos. La moneda no tiene sentido y está prohibida.
- Estructura de política democrática. Se eligen de forma secreta representantes por cada
treinta familias, siempre que los ciudadanos juran elegir al más apto. Además de esos
representantes, hay políticos que desde un senado dirigen los asuntos más
importantes de la isla.
- La institución básica es la familia.
- La sociedad está plenamente planificada. Hay una organización rígida: comidas en
común, jornada laboral limitada, educación de los hijos totalmente estructurada…
- La educación se centra en la formación profesional y la valoración de la vida social.
- El principio básico es la tolerancia, tanto en cuestiones religiosas como políticas y
sociales. Cada ciudadano tiene la religión que quiere.

En la misma época que Moro, el religioso Tomasso Campanella (1568-1639) escribe La ciudad
del Sol en la que describe una sociedad dirigida por sacerdotes donde reina la concordia entre
todos los ciudadanos. Los bienes económicos pertenecen a toda la comunidad, y el gobernante
del estado es el más sabio. Sólo se trabaja cuatro horas diarias y todo gira en torno al ocio y a
la dirección por parte de la religión. A su vez, Francis Bacon (1561-1626) escribe La nueva
Atlántida, en la que habla de una sociedad utópica científica o tecnológica. Son los
intelectuales y científicos los que dirigen la sociedad. Esos líderes no se preocupan por el
pueblo, sino que están dedicados a la ciencia y al conocimiento científico de la naturaleza. A
través de sus estudios se produce tecnología que dirige la vida de los ciudadanos.

Las utopías de Moro, Campanella y Bacon se conocen como las Utopías del Renacimiento.

En el siglo XVIII y principios del XIX se produjeron nuevas utopías, basadas en los cambios
tecnológicos, sociales y económicos producidos por la aparición de la revolución industrial y el
capitalismo. Los filósofos veían la llegada de una sociedad individualista e insolidaria, que
producía una gran cantidad de injusticias. Surge así el llamado Socialismo Utópico, cuyos
principales representantes son Owen, Fourier y Saint Simon. La principal característica de estas
utopías es que fueron llevadas a cabo a través de experimentos en pequeñas comunidades,
sobre todo en Estados Unidos. Fourier fundó comunidades llamadas Falansterios, totalmente
autosuficientes. Cada falansterio estaba formado por cien familias que se autogestinaban y
compartían el trabajo, que debía ser gratificante e intercambiable. Owen llegó a fundar una
comunidad llamada Nueva Armonía, en la que se abrió el primer jardín de infancia y la primera
biblioteca pública de Estados Unidos.

Las críticas a las utopías. Existen muchas críticas a las utopías:

Tienen un carácter fantasioso e ingenuo. Para muchos, las utopías se distancian de la realidad
existente. Su autor se imagina un mundo perfecto, pero tan irreal que resulta difícil establecer
relaciones con el mundo que tenemos ante nosotros. Además, muchas utopías crean un
mundo nuevo, con nuevas estructuras, pero no explican cómo se puede cambiar esta realidad
para llegar a él.

Las utopías están condicionadas históricamente. Cada utopía es una respuesta a una situación
histórica determinada. Por lo tanto, cuando esa situación histórica cambia, la utopía deja de
tener sentido. Muchos filósofos critican a las utopías porque una vez que se ha superado la
época en la que fueron escritas, no tienen nada que aportar al mundo actual y quedan como
reflexiones casi ridículas.

Provocan estatismo social. Es decir, las utopías se basan en una idea de la sociedad muy
estática, ya que podemos pensar que si lo que propone cada utopía se consiguiera, la historia
tendría que detenerse, no tendría sentido que hubiera más cambios. En cambio, todos
sabemos que la historia evoluciona constantemente. ¿Sería deseable un cambio hacia una
utopía que hiciera que nada cambiara nunca más?

Muchas utopías se acercan al totalitarismo, como afirmó el filósofo Karl Popper. Aunque él se
refería a la utopía platónica, podría expandirse esa crítica a muchas otras utopías. Toda utopía,
piensa Popper, impone una forma de sociedad que todos los ciudadanos tienen que aceptar.

Las distopías o utopías negativas.

En el siglo XX, con la aparición de los totalitarismos, aparecen escritores e intelectuales que
denuncian situaciones no deseables. Estas reflexiones se conocen como Utopías negativas o
Distopías.
A diferencia de las utopías, las distopías no muestran un mundo ideal, sino que describen una
situación terrible a la que la sociedad y el ser humano llegará si no cambia su forma de actuar
en el momento presente. Las distopías tienen una serie de características:

- Pesimismo. Nos muestran imágenes del futuro donde se sufre una involución hacia
estados más primitivos. En muchas distopías, directamente, se muestra un colapso de
la sociedad.
- Fatalismo. En estos trabajos se intenta evitar un destino fatal. Para ello se acude a una
situación del futuro.
- Temor. Se muestra una sociedad repleta de problemas: explosión demográfica,
armamentismo, desgaste ecológico, contaminación, control social a través de la
tecnología, lucha por el poder, enfrentamientos entre países…
- Falta de libertad y justicia. En la mayoría de las distopías ha desaparecido la
democracia y ha sido sustituida por sistemas totalitarios.

Las distopías suponen una crítica a la sociedad actual. Huxley en 1932 publicó Un mundo feliz
en la que se plasma las consecuencias a las que puede llevar la ingenua confianza en el
desarrollo tecnológico. La sociedad de “Un mundo feliz” está dirigida a conseguir la máxima
felicidad para sus miembros, pero dicha felicidad es engañosa, ya que es una felicidad
inconsciente, de gente que no sabe que está siendo dirigida. Los ciudadanos, desde pequeños,
se moldean para que deseen hacer lo que el estado necesita que hagan. Así, el estado elimina
la libertad y la autonomía del individuo, para crear ciudadanos obedientes y condicionados,
como robots. Los niños son concebidos en probetas y clasificados para pertenecer a una de las
cinco clases de población, desde la más inteligente hasta la más estúpida. La obra es muy
interesante, ya que describe la forma de un sistema totalitario escondido tras una dictadura,
es decir, una cárcel de la que los ciudadanos no quieren escapar. Gracias al consumo y al
entretenimiento, los esclavos viven bajo una ilusión democrática inexistente.

Geroge Orwell escribe la novela 1984 que analiza el poder totalitario. Plantea un mundo
dividido en tres superpotencias que están en constante guerra. Cada potencia está gobernada
por una pequeña élite, que dirige cada país de forma dictatorial. La inmensa mayoría de la
población trabaja como proletaria. El estado tiene varios ministerios: el del Amor, el de la
Verdad, el de la Paz y el de la Abundancia. El ministerio de la Verdad reelabora
constantemente la historia y las noticias, para que las guerras constantes entre las potencias
tengan sentido ante la población. El estado está dirigido por un personaje llamado EL Gran
Hermano, al que todos los ciudadanos deben amar. Todo el territorio está controlado por
cámaras de televisión, que recuerdan “El Gran Hermano te vigila”. No existe libertad, ya que
cualquier persona que comete cualquier acción punitiva es detenida y eliminada.

Ray Bradbury escribe Farenheit 451, que describe una sociedad futurista en la que los
bomberos, tras haber inventado un mundo en el cual nada se quema, tienen como función
quemar libros con la excusa de que son el verdadero problema de la humanidad. Un grupo de
ciudadanos crea una sociedad secreta que memoriza libros, para poder volver a reescribirlos
una vez son quemados.

En la actualidad existe un boom de novelas y series distópicas. Las sagas Divergente (con
mucha influencia de la República Platónica) y Los juegos del hambre tienen muchos seguidores
al haber sido grandes éxitos a nivel cinematográfico. Otras distopías de gran éxito actualmente
pueden ser Silo (que plantea un futuro en el que los seres humanos viven bajo control en un
mundo subterráneo, ya que el exterior es inhabitable, y un personaje decide escapar de esa
sociedad), o las novelas de Phillip K. Dick.

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