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LA IMPORTANCIA DE LOS ACOCILES EN LOS SISTEMAS ACUATICOS

Los acociles son habitantes bentónicos que habitan en ríos como en arroyos, canales de riego,
lagos y presas, incluyendo los ambientes temporales y cuerpos de agua de cavernas (Villalobos-
Figueroa, 1995; Huner, 1997), por lo que son considerados como organismos cosmopolitas, ya que
han logrado distribuirse en todos los continentes, en cuerpos de agua dulce lóticos, lénticos o
hipogeos. Viven tanto en climas templados como subtropicales, por lo que son los miembros más
importantes, grandes y longevos de las comunidades macro bentónicas dulceacuícolas. Estos, han
invadido exitosamente una gran diversidad de hábitats, ya que son tolerantes a los cambios de
humedad y temperatura (Espina et al., 1993; Buckle et al., 1994)

La diversidad de acociles está constituida por 29 géneros y 634 especies (440 son americanas)
(Hobbs Jr., 1989; Crandall, 1999; Fetzner, 2005). Todas estas especies se incluyen en 3 familias:
Astacidae, Parastacidae y Cambaridae (Hobbs Jr., 1989; Taylor et al., 1996; Taylor, 2002). Dentro de
la familia Cambaridae residente en América, se presentan 11 géneros, Cambarellus, Cambaroides,
Barbicambarus, Bouchardina, Cambarus, Distocambarus, Fallicambarus, Faxonella, Hobbseus, 6
Orconectes y Troglocambarus y Procambarus (Villalobos-Figueroa, 1955; Hobbs, 1984; Taylor et al.,
1996).

En México, se conocen hasta ahora 52 especies nativas de acociles, pertenecientes a dos géneros:
Procambarus, albergando 43 y Cambarellus con nueve especies que se distribuyen principalmente
en la vertiente del Golfo de México, con algunos representantes en la región Centro-Occidental del
país (Campos & Contreras-Balderas, 1985; Rodríguez Almaraz & Campos, 1994; Rodríguez Almaraz
& Mendoza Alfaro, 1999; Bortolini et al., 2007). Un ejemplo es el acocil de río C. montezumae,
crustáceo decápodo endémico de México perteneciente a la familia Cambaridae, localizado en la
meseta central, en los estados de Hidalgo, México, Tlaxcala, Michoacán y Puebla (Villalobos, Cantú
y Lira, 1993).

Se pueden localizar en el detrito, entre piedras, raíces de árboles riparios y madrigueras y están
restringidos a este hábitat, en donde pasan casi toda su vida y ocasionalmente salen a la superficie
para copular, alimentarse o buscar nuevos territorios (Villalobos-Figueroa, 1955; Hobbs, 1989;
Rodríguez-Almaraz & Campos, 1994). La mayoría de los acociles son de hábitos nocturnos, ya que
es cuando salen de sus madrigueras con fines de reproducción y búsqueda de alimento, mientras
que durante el día permanecen refugiados en estas (Villalobos-Figueroa, 1955; Huner & Barr, 1984)

Los acociles tienen predilección por habitar en aguas poco profundas con temperaturas entre 10°C
y 25 °C, y ricas en vegetación (Madrigal-Bujaidar et al.,2017). Es en algunas especies cuando la
temperatura baja de 10 °C o alcanza los 32 °C los animales sobreviven enterrándose en los lodos,
aprovechando la humedad acumulada y se inactivan. Los niveles de PH tolerable se ubican entre
5.8 y 8.5 (Bardach et al., 1986; Huner, 1992). Se reproducen durante las épocas más cálidas del
año, que en el centro del país coinciden con los meses de abril, mayo y junio (García-Padilla, 2014).

Los acociles son especies importantes para los ecosistemas acuáticos, ya que se alimentan, en gran
medida, de los residuos sólidos que se encuentran en los fondos de los cuerpos de agua dulce,
llamados detritus, así como de huevos y larvas de peces u otros organismos acuáticos (Madrigal-
Bujaidar et al., 2017), en relación con esto, estudios previos sugieren que el material animal es más
importante en la dieta de acociles juveniles que en los adultos (Huner, 1990).
Datos compartidos por Charlebois & Lamberti (1996), mencionan que los acociles como
Orconectes rusticus afectan directa e indirectamente el bento de los ambientes lóticos,
ocasionando un efecto de cascada trófica, ya que tienen un impacto multitrófico en las redes
alimenticias de los arroyos, donde esta especie invade. Asimismo, los acociles adultos
normalmente no depredan pues su dieta consiste en gran parte de detritus vegetal enriquecido
con microorganismos degradadores, sin embargo, no podrían desarrollarse con una dieta
predominantemente vegetal (McHarney, 1984; Bardach et al., 1986; Lowery, 1988; Huner, 1991).

Numerosos estudios señalan que la materia vegetal favorece la producción de acociles en áreas
naturales y de cultivo. Por esta razón, el uso de pastos silvestres y otras plantas terrestres,
incluyendo el arroz, son cultivados o se permite que crezcan dentro de los estanques para la
formación de detritus (Huner & Barr, 1984; Huner, 1990). Debido a esto, facilitan la
descomposición de la materia orgánica en los fondos acuáticos, contribuyendo a la transformación
de la energía dentro de la cadena alimenticia, o niveles tróficos, de estos ecosistemas (Hernández
& Correa, 2022).

Por otra parte, las plantas acuáticas como Elodea (Egeria densa) y la planta de Lagarto
(Althernanthera philoxeroides) también resultan adecuadas para aumentar la cantidad de sustrato
y constituyen una buena fuente de alimento para los acociles (Nelson & Dendy, 1979). De aquí, que
se haya sugerido que los acociles jueguen un papel importante en la estructura de las macrofitas y
las comunidades de invertebrados que se refugian entre ellas. (Lodge & Lorman, 1987).

La actividad forrajera de los acociles podría solucionarse a través del control biológico, que es la
introducción de depredadores, principalmente peces, que pudieran contribuir al crecimiento y
abundancia de las macrofitas (Hobbs, III, 1993). Sin embargo, debido a la contaminación,
comercialización, reducción y destrucción de su hábitat, hoy en día, la mayoría de los acociles del
género Cambarellus son considerados como especies amenazadas o en peligro de extinción, e
incluso, dos de las once especies de nuestro país ya se han declarado extintas (IUCN, 2021).

Los hábitos alimenticios y de comportamiento de los acociles del género Cambarellus, así como su
fácil reproducción, los hacen excelentes candidatos para su aprovechamiento mediante sistemas
de acuicultura multitrófica. En estos sistemas se cultiva una combinación de especies que habitan
distintos niveles tróficos, y que reciclan los residuos que son generados por cada grupo animal o
vegetal, convirtiéndolos en nuevos aportes energéticos que serán aprovechados por el siguiente
elemento de la cadena alimenticia.

Estudiar los aspectos fisiológicos, ecológicos y productivos de los acociles endémicos de nuestro
país impacta no solo a nivel ecológico y en la seguridad alimentaria de los mexicanos, sino también
en la dignificación de nuestros pueblos y culturas originarias. Esto permitirá desarrollar en el futuro
un aprovechamiento sostenible de los acociles, fomentando la participación de las comunidades
que tradicionalmente los han aprovechado.
REFERENCIAS

 Bustillos, N., 2012. EVALUACIÓN DEL CRECIMIENTO Y SOBREVIVIENCIA DEL ACOCIL ROJO
Procambarus clarkii (GIRARD, 1852) CON UN ALIMENTO NATURAL Y UNA DIETA
FORMULADA BAJO CONDICIONES DE LABORATORIO. Tesis de maestría en Maestro en
Ciencias, Universidad Autónoma De Nuevo León.
 Hernández, A., & Correa, A., 2022. Los acociles de México: especies con valor ecológico y
alimentario en riesgo de desaparición. Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 Rodríguez, M., 1999. Biología y sistemática de los Cambáridos del Sudeste de México y su
potencial aprovechamiento en la acuicultura. Tesis en doctorado en Doctor en Ciencias
Biológicas, Universidad Autónoma Metropolitana.

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