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Los textos de Aristóteles de la Metaphysica y del De Anima se citan según las ediciones co-
mentadas de W. D. Ross. Las traducciones que he usado son las siguientes: para la Metaphysica
la de V. García Yebra, Metafísica (edición trilingüe), Gredos, Madrid, 2012, y para el De Anima la
de M. Boeri, Sobre el alma, Colihue, Buenos Aires, 2010.
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W. D. Ross se queja de que este pasaje es oscuro y de que son más bien una serie de conside-
raciones aisladas y desconectadas: «The chapter appears to be a first sketch, which Aristotle
would undoubtely have much improved if he had revised it» en Aristotle’s De Anima. Edition
and commentary by W. D. Ross, Oxford Clarendon Press, Oxford1961 p. 300. Para un estudio
sistemático véase el artículo de E. Berti «The Intellection of ‘Indivisibles’ according to Aristot-
le De Anima iii.6» in G. E. R. Lloyd and G. E. L. Owen (eds.), Aristotle on the Mind and Senses,
Cambridge, Cambridge University Pressy. Existe además un trabajo reciente de Trentini en
Fabio, S., Sillitti, M. G., Fronterotta, F., Il Noûs di Aristotele, Sankt Agustin, Akademia Verlag,
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International Aristotle Studies, 2018, pp. 160-190, que critica la posición de Ross con buenos
argumentos.
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no es intelección, sino potencia, es natural que sea para el fatigosa la continuidad de la intelec-
ción. Además, es evidente que habría otra cosa más honorable que el intelecto, lo entendido.
En efecto, el entender y la intelección se dará también en el que entiende lo más indigno; de
suerte que, si esto debe ser evitado (efectivamente, no ver algunas cosas es mejor que verlas),
la intelección no puede ser lo más excelente. Por consiguiente, se entiende a sí mismo, puesto
que es lo más excelso, y su intelección es intelección de intelección».
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He introducido algunas modificaciones en la traducción.
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Véanse las discusiones en Frede, M. and Charles, D. (eds.), Aristotle’s Metaphysics Book Lamb-
da, Symposium Aristotelicum Series, Oxford University Press, Oxford, 2000.
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«Das Hauptmoment in der Aristotelischen Metaphysik ist, dass das Denken und das Geda-
chte eins ist- dass das Objektive und das Denken (die Energie) dasselbe ist» en TWA Bd. 19,
p. 163.
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J. Gredt, Elementa Philosophiae Aristotelico-Thomisticae. Vol i.: Logica / Philosophia naturalis,
Herder, Freiburg-Barcelona, 1956, Pars i, caput I, 1, 6, 16: «Simplex apprehensio definitur: actus,
quo intellectus aliquam essentiam cognoscit, quin quidquam de ea affirmet vel neget; qua cognitione
producitur conceptus. Simplici enim apprehensione intellectualiter concipimus rem». Por su parte
Millán-Puelles comenta en varias ocasiones que: «Los últimos elementos en que se resuelve
la estructura lógica son los conceptos; con estos se constituyen los juicios, y de juicios está
hecho el raciocinio. Todo artificio o sistema científico –y lo mismo acontece en el pensamiento
ordinario– es, en último término, por tanto, una ordenación o complexión de conceptos (…)
El acto de concebir o simple aprehensión no afirma ni niega nada; se limita a tomar nota de
algo, sin aventurarse a enjuiciarlo (…) La simple aprehensión es puramente representativa y
enteramente neutral», Fundamentos de filosofía, Madrid, Rialp, 2013, pp. 75-76.
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Afirma Millán-Puelles que: «El concepto -la simple representación intelectiva que no afirma
ni niega nada- es verdadero siempre, aunque nada más que en la acepción de la verdad ontoló-
gica», Léxico filosófico, Madrid, Rialp. 2015, pp. 588-589.
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Más adelante continúa del siguiente modo: «Por consiguiente, la peculiar verdad del co-
nocer es una adecuación que, al ejercerse en la vida propia del espíritu, lleva en sí el sello o
la marca de la vida espiritual, la reflexión, en su propio ser consciente de sí mismo», Léxico
filosófico, Madrid, Rialp. 2015, p. 592.
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Millán-Puelles, A., La estructura de la subjetividad, Madrid, Rialp, 2014, p. 44.
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14
Millán-Puelles, A., La estructura de la subjetividad, Madrid, Rialp, 2014, p. 215.
15
Millán-Puelles, A., Teoría del objeto puro, Madrid, Rialp, 2015, pp. 240-241.
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La cabal autopresencia que Dios tiene o, mejor dicho, es, de su absoluta enti-
dad puede ser definida –El mismo se ha definido así, Ego sum qui sum– como
una actividad superlativa e incondicionadamente tautológica; pero justo por
ello no se la puede, en cambio, definir como tautología de una subjetividad
que así deviene consciente, sino como la del ser que por esencia es su con-
ciencia en acto, puro acto consciente de sí propio, en una forma que no tolera
residuos. El cogito-sum de Dios difiere del humano por ser la intelección
de todo el ser, del suyo y de los otros, ya que estriba en la autoconciencia,
siempre en acto, del ser fundante de los demás seres. Por consiguiente, no se
puede hablar, en un sentido propio, de las condiciones de posibilidad de la
tautología divina, sino que, por el contrario, hay que decir que esta tautología
es, en último término, la condición de toda posibilidad y, por ende, también
de la posibilidad de la tautología subjetiva17.
16
Millán-Puelles, A., La estructura de la subjetividad, Madrid, Rialp, 2014, p. 99.
17
Millán-Puelles, A., La estructura de la subjetividad, Madrid, Rialp, 2014, pp. 268-269.
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Toda idea de ‘sujeto’ -si no está depurada por una previa determinación
ontológica fundamental- comporta ontológicamente la posición del subiec-
tum (ὑποκείμενον), por más que uno se defienda ónticamente en la forma
más enfática contra la ‘sustancialización del alma’ o la ‘cosificación de la
conciencia’19.
Las razones para esto son múltiples pero, con algo de ligereza, podría-
mos resumirlo del siguiente modo: la investigación filosófica prioritaria
sobre el ser humano debe ser ontológica y solo a partir de esta son posibles
otro tipo de investigaciones como la antropológica, psicológica o biológi-
ca. Lo primero debe ser el análisis existencial del Dasein en su darse origi-
nariamente como ser al que en su ser le va su ser a partir de su cotidianeidad.
De lo contrario se cae en una «cosificación» del Dasein por la primacía de
la perspectiva teórica, sobre la vida fáctica. Que tal primacía sigue ejercien-
do su influjo en investigaciones filosóficas contemporáneas sobre el ser
humano –y lo hará en el futuro si no se tienen en cuenta las indicaciones
heideggerianas– lo muestra, por ejemplo, el caso de la verdad.
Son conocidas las reflexiones de Heidegger sobre el concepto de ver-
dad que la tradición atribuyó a Aristóteles, ante todo, para mostrar su dis-
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Ha sido mérito de Franco Volpi haber indicado de qué modo tan profundo está la filosofía
práctica de Aristóteles en la estructura argumental de Ser y tiempo. Cf. Volpi, F., Heidegger e
Aristotele, Daphne Editrice, Padova, 1984.
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M. Heidegger, Ser y tiempo, Trotta, Madrid, 2012, p. 46.
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A modo de resumen del importante parágrafo 44, se puede decir que, según
Heidegger, hay que rechazar las tres tesis tradicionales acerca de la verdad.
Primera, no es el enunciado el lugar por excelencia de la verdad; es el Dasein
el que, en sentido primario, está en la verdad o en la no-verdad. Segunda, la
verdad, en su sentido originario, no consiste en una concordancia entre el
conocimiento y lo conocido, sino en la aperturidad del Dasein. La tercera,
puramente histórica y también negada por Heidegger, dice que no debe atri-
buirse a Aristóteles las dos tesis anteriores21.
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Tomo este término de Vigo, Arqueología y aleteiología, Berlín, Lógos, 2014. La relación Hei-
degger-Aristóteles se caracteriza por ser una confrontación productiva, es decir, una interpre-
tación de algunas tesis que va más allá del comentario expositivo y que se hace siempre a la luz
de un intención subyacente.
21
Ser y tiempo de Martin Heidegger. Un comentario fenomenológico, Tecnos, Madrid, 2015, p.
192.
22
Como señala Rodríguez en su comentario al parágrafo 9 de Ser y tiempo: «El ser que somos
implica, pues, una referencia al propio ser mucho más determinantes y decisiva que el saber
de sí clásicamente tematizado por la autoconciencia, pues se trata del hecho de que el hombre
existe poniendo siempre en juego su ser, estando siempre envuelto en la faena de tener que ser:
para él, el mero hecho de ser consiste en tratar con su ser; de lo que se trata, mientras es, es de
su ser. Tal relación no es, pues, simplemente cognoscitiva, sino propiamente ontológica, no
consiste en saberse o pensarse, sino en ser de una manera u otra, en determinar el propio ser»
en Ser y tiempo de Martin Heidegger. Un comentario fenomenológico, Tecnos, Madrid, 2015, p. 54.
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Serían, por ejemplo, más originarias, el cuidado (Sorge) y la angustia (Angst) propiciada por
el ser-para (vuelto hacia)-la muerte (Sein-zum-Tode).
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Por ejemplo el siguiente texto: «A la hora de determinar el sentido de la «verdad» se acos-
tumbra a apelar al testimonio directo de Aristóteles. Según él, «verdad» es algo que «aflora
en el juicio»; dicho con más precisión, la «adecuación» entre el pensamiento y el objeto.
Al mismo tiempo, este concepto de verdad se comprende como fundamento de la teoría del
conocimiento llamada «teoría de la copia». Ahora bien, en Aristóteles no se encuentra la más
mínima huella ni de este concepto de verdad como «adecuación», ni de la concepción co-
rriente de λóγος como juicio válido, ni mucho menos de la «teoría de la copia». Convertir
a Aristóteles -en el contexto de una apologética dirigida contra un «idealismo» mal com-
prendido- en el principal testigo de ese monstruo epistemológico llamado «realismo crítico»
significa interpretar de un modo completamente erróneo la situación fenoménica tal y como
se presenta en sus fuentes», Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles, Trotta, Madrid,
2002, p. 62. No faltan críticos respecto a esta apropiación heideggeriana del concepto aristoté-
lico de ‘verdad’. Véase por ejemplo, A. Llano, El enigma de la representación, Síntesis, Madrid,
2010, pp. 36-37, donde acusa al filósofo germano de naturalismo epistemológico. Y también
Berti en : «Heidegger, in conclusione, ha ragione di valorizzare il carattere di «svelamento»,
cioè di vera e propria «scoperta» (εὕρεσις), che è proprio della verità concernente le «realtà
non composte» di cui Aristotele parla in Metaph. Θ 10, ma sbaglia nel concepite in modo
intuizionistico, cioè come conoscenza immediata, tale scoperta, a causa del suo pregiudiziale
rifiuto del valore della dialettica, rifiuto da lui condiviso con la tradizione neoplatonica e scola-
stica» en «Heidegger ed il concetto aristotélico di verità» en Brague, R. (Ed.) Herméneutique
et ontologie. Hommage a Pierre Aubenque, PUF, París, 2000, p. 120.
25
Véase, por ejemplo, Heidegger en Lógica. La pregunta por la verdad, Alianza editorial, Ma-
drid, 2004, pp. 144-115 [136-138]. Me han sido de gran ayuda las consideraciones de A. Vigo
y R. Rodríguez sobre el concepto heideggeriano de verdad como desocultamiento y sus raíces
aristotélicas en la forma de la verdad antepredicativa. Véase especialmente, Vigo, Arqueología y
aleteiología, Berlín, Lógos, 2014, pp. 11-36.
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embargo, esto es cuanto menos una simplificación. Más bien como explica
Alejandro Vigo26:
26
Cf. Vigo, Arqueología y aleteiología, Berlín, Lógos, 2014, p. 24. También García Norro afirma
que en la doctrina sobre la verdad de Heidegger en SZ: «no se trata tanto de repudiar la de-
finición tradicional de verdad como de apropiarse de modo originario de ella y mostrar que,
en razón del fenómeno originario de la verdad, la historia de la filosofía se vio forzada a llegar
a la idea de la verdad como adecuación. La identificación del ser-verdadero con el ser-descu-
bridor pone de relieve, de forma inmediata, que el fenómeno de la verdad se encuentra ín-
timamente vinculado al Dasein. La verdad no existe como una cosa que está ahí, no puede
tener el carácter de una realidad. Solo hay verdad mientras fácticamente haya Dasein, ya que
el ser-descubridor es una forma de ser del Dasein. Por supuesto que esta dependencia de la
verdad respecto del Dasein no supone una relativización. El Dasein no crea la verdad arbitraria-
mente. Lo que pretende decir Heidegger es que el sentido primario, el analogado principal, de
la verdad no es el enunciado ni tampoco el ente intramundano descubierto, el ser descubierto
(Entdecktsein o Entedeckheit), sino su descubrimiento (Entdeckung) o, mejor, quien lo descubre
(Entdeckend-sein)» en Ser y tiempo de Martin Heidegger. Un comentario fenomenológico, Madrid,
Tecnos, 2015, p. 192.
27
En cambio, para una defensa de la existencia y complementariedad de una ‘verdad ontoló-
gica’ y una ‘verdad antepredicativa’ en Aristóteles puede verse el completo artículo de Rodrí-
guez, Del sujeto y la verdad, Madrid, Síntesis, 2004, pp. 166-180.
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Conclusión
He intentado mostrar que las similitudes del planteamiento aristotélico
acerca de la naturaleza de lo intelectual –según una línea interpretativa
que coloca como analogado principal de la verdad aquella que se da en el
juicio– y el de Millán-Puelles son de gran calado y, podríamos decir, estruc-
turales. Sobre todo, pienso, en su referencia a la reflexión como un acto pro-
pio de lo inmaterial e intelectual y la atribución de esta a las inteligencias
tanto humana como divina. Sin embargo, las reflexiones de Millán-Puelles
van más allá de las indicaciones de Aristóteles. Esto se muestra en dos de
las fórmulas más acabadas de Millán-Puelles acerca del ser humano y de
Dios: del primero afirma que es subjetividad aptitudinalmente consciente, en
cambio, de Dios afirma que no es subjetividad y por tanto –a diferencia del
ser humano– en Dios sí hay identidad de ser y conocer. Como decíamos,
Aristóteles no llega tan lejos y en sus textos es difícil encontrar una doctri-
na tan nítida como la ofrecida por Millán-Puelles. Por otra parte, la lectura
que ofrece Heidegger de Aristóteles es la que enfatiza que es el ser del ser
humano –y no determinadas operaciones intelectuales– el que consiste
en descubrir la verdad; con lo cual no es necesario apelar a un sujeto que
soporte tales actos intelectuales y tampoco cifrar en la reflexión cognosci-
tiva la posibilidad del autoconocimiento. Como ocurre con otras doctri-
nas aristotélicas no suele ser suficiente con una única interpretación para
comprenderle, sigue siendo cierto lo que escribía Jaeger hace casi un siglo:
28
Según A. Vigo, Arqueología y aleteiología, Berlín, Lógos, 2014, p. 26: «El haber advertido a
partir de la interpretación de Aristóteles esta conexión esencial entre la ontología sustancialis-
ta, basada en la comprensión del «ser» como constante presencia, por un lado, y el modelo
tradicional de la existencia propia, como vida de pura actividad contemplativa, por el otro,
constituye, creo, una de las motivaciones básicas del proyecto de Ser y tiempo de una analítica
existenciaria del Dasein, concebida como ontología fundamental, y también de la inversión de
la concepción tradicional de las relaciones entre teoría y práxis que Heidegger lleva a cabo a
través de ella».
29
Ser y tiempo de Martin Heidegger. Un comentario fenomenológico, Tecnos, Madrid, 2015, p.
180.
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«Aristóteles tiene una dura y austera forma; no hay vista de largo alcance,
ni intuición genial y cómoda capaz de comprenderle realmente. Rara vez
nos brinda un conjunto en que los ojos puedan descansar con complacen-
cia. Solo en los detalles concretos, solo con una intensa concentración, es
posible hacerse dueño de su esencia»30.
30
W. Jaeger, Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectual, FCE, México, 2000, p.
198.
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