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si no te bancás mis defectos es porqueno me amás tanto como decís.

—Tus defectos me
lastiman. No meculpés a mí. —Sos libre de irte. —No ves que no puedo idiota, ¿no ves que
noquiero? Y otra vez el desequilibrio, de empujarse aabrazarse, de lastimarse a cuidarse. Y
otra vez esaestúpida necesidad de necesitarse. De no podersoltarse, de no saber frenarse.Luz
se estaba acostumbrando a lo que no quería.Pasaban tormentas y mentiras. La
lastimabantodos los días. No se animaba a cambiar, peroestaba harta que no la sepan amar, de
no la dejen volar. Harta que no le den ni un beso paradespertar, que no le den ni un abrazo
paradescansar.

La última noche se arregló, y como la primera vez se ilusionó. Lo esperó una hora, pintó
tresbocetos, revisó el teléfono veinticinco veces, y lo llamó dos. — ¿Dónde estabas Federico?
Me asusté. — Tuve que acomodar unas cosas en casa Luz. — Dijo con un tono de mierda. — ¿Y
por qué no me avisaste! — Porque estaba acomodando unas cosas, Luz.Vamos.Ella sabía que
no debía ir, pero quería.Últimamente era adicta a todo aquello quedolía. Comieron, y hablaron
de cosas que aninguno de los dos les importaron. Quizá parano gritar lo que pasaba, que algo
se terminaba,que algo empezaba. Hicieron el amor, peromás distantes que juntos. No
estabanconectados, ya no estaban enamorados. Ellalloró, y con el llanto sacó el vació que
sintió. Élcontó que tenía ganas de aprender a caminarsolo. De tomarse un tiempo, de otro
cuento

Esa noche el corazón de Luz se rompió. Supoque él la quería perder, que se iba sin ganas de
volver. Las tormentas duraron varios días, y buscó milformas de curarse las heridas, desde
quedarsesola y dormida hasta compartirse conpersonas que nunca la entendían, que vez
desanarla la rompían. Ella sufría, pero no serendía. Su destino se hizo trizas, tuvo que buscar
otrocamino, reinventarse y salvarse del olvido. Nosé por qué, pero en su cabeza apareció la
ideade viajar. Quizá necesitaba alejarse para volverse a encontrar. Nunca lo había hecho,esto
de hacer lo que quería, de escaparsabiendo que podía. Aunque digan lo contrario.Se banco
escuchar miedos ajenos, que hay quetener cuidado, que son malos hasta los buenos.Que era
débil, que corría peligro, por tenerlargos los pelos y no llevar dos huevos.7

— A la mierda con todo. Denme un pasaje por favor.En el viaje la vida aprovechó y con
música laaconsejó. Al llegar se sintió mejor, dejó la valija y observó, el hotel tenía un
parqueamplio y compartido, con plantas exóticas y bellas, con el sol que se estaba yendo, con
lasestrellas que estaban viniendo. Saludó a algunas personas antes de entrar a lahabitación, se
dio una ducha y en la cama seacostó, encendió el celular, suspiró, avisó, loapagó y se durmió.
Luz desayunó con un mapa, como toda unaaventurera. Aún no se sentía entera, pero yano
necesitaba que ese tipo la quiera. — ¿Entonces me quedé sin tostadas? Escuchó Luz mirando
las suyas.

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