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La Obra Misional y la Expiación, Elder Jeffrey R.

Holland
Liahona, Octubre 2001
El Profeta José Smith declaró una vez que todas las cosas “pertenecientes a nuestra religión son solo apéndices” para la
Expiación de Jesucristo. En una manera similar y por las mismas razones, cada verdad que un misionero o un miembro
enseña es sólo un apéndice para el mensaje central de todos los tiempos- que Jesús es el Cristo, el Salvador y Redentor
del mundo.

Nuestro mensaje fundamental es que, con una ofrenda completa de Su cuerpo, Su sangre y la angustia de Su espíritu,
Cristo realizó la expiación por la transgresión inicial de Adán y Eva en el Jardín de Eden y también por los pecados
personales de cualquiera que viviría en este mundo desde Adán hasta el fin del tiempo.

Algunas de esas bendiciones son incondicionales, como el don de la Resurrección. Otras de las bendiciones son muy
condicionales, requiriendo el guardar los mandamientos, realizar ordenanzas y vivir la vida de un discípulo de Cristo.

De cualquier forma, el mensaje esencial del mensaje del evangelio es esta, desde la boca misma del Maestro: “Yo soy el
camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Por tanto, la Expiación de Cristo, que hace que volver al
Padre sea posible, es el hecho central, el cimiento crucial y la doctrina principal del gran y eterno plan de salvación, el cual
somos llamados a enseñar.

Prerrequisitos para el Bautismo

Probablemente hay muy pocos misioneros, si hay alguno, que no saben de lo central de esta doctrina. Pero me sorprendí
al descubrir que esto no es algo que fácilmente viene luego de una charla acerca de obra misional.

Por ejemplo, en conferencias de zona, he preguntado a los misioneros qué quieren que los investigadores hagan como
resultado de sus charlas con ellos.

“¡Ser bautizados!” se escucha seguidamente en un coro unísono.

“Sí,” digo “pero ¿qué tiene que preceder a eso?”

Ahora ellos parecen cautelosos. Ajá, piensan ellos. Este es un examen. Es un examen sobre la primera charla. “¡Leer el
Libro de Mormón!” grita alguien. “¡Orar!” clama un Elder. “¡Asistir a la iglesia!” declara una de las hermanas. “¡Recibir
todas las charlas!” ofrece alguien más.

“Bueno, han cubierto casi todos los mandamientos de la primera charla,” digo, “pero ¿qué más quieren que sus
investigadores hagan?”

“¡Ser bautizados!” se escucha a coro por segunda vez.

“Élderes y hermanas,” suplico, “¡ya me han dicho acerca del bautismo y yo sigo preguntando!”

Ahora ellos están perplejos. Debe ser uno de los compromisos de las otras charlas, ellos piensan. “¡Vivir la Palabra de
Sabiduría!” alguien dice. “¡Pagar el diezmo!” otro exclama. Y así sigue.

Debo decir que casi nunca los misioneros llegan a identificar las dos cosas más fundamentales que queremos que hagan
los investigadores antes del bautismo: tener fe en el Señor Jesucristo y arrepentirse de sus pecados. Aun así “creemos que
los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento;
[luego] tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don
del Espíritu Santo”.

La nueva vida de un converso debe ser construida sobre la de en el Señor Jesucristo y Su sacrificio redentor – una
convicción que Él realmente es el Hijo de Dios, que Él vive en este momento, que sólo Él posee las llaves de nuestra
salvación y exaltación. Esa creencia debe ser seguida por un arrepentimiento sincero, arrepentimiento que muestra
nuestro deseo de ser limpios y renovados y completos, arrepentimiento que nos permite recibir todas las bendiciones de
la Expiación.

Luego viene el bautismo para la remisión de pecados. Sí, el bautismo también es para la membresía en la Iglesia, pero eso
no es lo que el Profeta José Smith decidió recalcar en ese artículo de fe. Él recalcó que era bautismo para la remisión de
pecados - enfocándonos a ustedes y a mí, el misionero y el investigador, nuevamente en la Expiación, en la salvación, en
el don que Cristo nos da.

Hacer la Expiación Central en la Obra Misional

Permítanme sugerir algunas cosas que todos nosotros podemos hacer para mantener a Cristo y Su Expiación al frente de
la conciencia de los miembros e investigadores.

Animen en cada forma posible reuniones de la Iglesia más espirituales. Los investigadores merecen sentir esencialmente
el mismo espíritu en la reunión sacramental que el que sienten cuando están siendo enseñados por los misioneros.

Orienten a los investigadores al explicarles la ordenanza de la santa cena que ellos presenciarán. Los misioneros podrían
leerles a estos investigadores las oraciones sacramentales que se encuentran en las escrituras, ellos podrían compartir
algunas palabras de los himnos sacramentales preferidos, o podrían hacer un número de otras cosas que puedan ayudar a
estos nuevos visitantes a tener una poderosa experiencia de aprendizaje cuando visiten la reunión sacramental.

En una manera similar, hagan todo lo que puedan para hacer de los servicios bautismales una experiencia espiritual
centrada en Cristo. Un nuevo converso merece tener este sagrado, cuidadosamente planeado y espiritualmente
edificante momento. Las oraciones, los himnos, seguramente los discursos que se den – deben estar enfocados en el
significado de esta ordenanza y en la Expiación de Cristo, lo que lo hace eficaz. Misioneros, no se consuman tanto por el
deseo de registrar un bautismo que olviden lo que este bautismo representa y lo que debe significar en la vida de este
nuevo miembro.

A lo largo de la experiencia de enseñanza, los misioneros deben testificar del Salvador y de su regalo de salvación para
nosotros. Obviamente deben testificar con regularidad de los principios que están enseñando, pero es especialmente
importante que testifiquen de esta doctrina central del plan de nuestro Padre Celestial.

Hay muchas razones para testificar. Una de ellas es que cuando declaran una verdad, esta traerá un eco, una memoria
inconsciente al investigador, que ellos ya habían escuchado esa verdad antes – y por supuesto que lo hicieron. El
testimonio de un misionero invoca un gran legado de testimonio que se remonta al concilio de los cielos antes de que
este mundo fuera. Allí, en un lugar anterior, estas mismas personas escucharon este mismo plan explicado y escucharon
allí el papel que Jesucristo jugaría en su salvación.

La cuestión es que muchos investigadores no sólo están escuchando nuestros testimonios de Cristo, sino que ellos
escuchan el eco de otros, testimonios anteriores, incluyendo su propio testimonio de Él, ya que ellos estuvieron entre los
fieles que guardaron su primer estado y ganaron el privilegio de este segundo estado. ¡Siempre debemos recordar que
estos investigadores estuvieron entre los valientes que derrotaron una vez a Satanás por el poder de su testimonio de
Cristo!

Más adelante, cuando compartan sus testimonios de “Jesucristo, y a este crucificado”, usando la frase de Pablo, invocan
el poder de Dios el Padre y el Espíritu Santo. El Salvador mismo enseño:

“quien en mí cree, también cree en el Padre; y el Padre le testificará a él [el investigador] de mí, porque lo visitará [al
investigador] con fuego y con el Espíritu Santo.

“Y así dará el Padre testimonio de mí, y el Espíritu Santo le dará [al investigador] testimonio del Padre y de mí, porque el
Padre, y yo, y el Espíritu Santo somos uno. …

“…esta es mi doctrina; y los que edifican sobre esto, edifican sobre mi roca, y las puertas del infierno no prevalecerán en
contra de ellos.”
Entonces ¿por qué deberíamos testificar frecuentemente y con poder de Cristo? Porque hacerlo invita y se vuelve parte
del divino poder del testimonio que dieron Dios el Padre y el Espíritu Santo, un testimonio llevado en alas de fuego hasta
el corazón de los investigadores. Ese testimonio divino de Cristo es la roca sobre la cual cada nuevo converso debe
construir. Sólo este testimonio del Ungido expiatorio, el Vencedor, prevalecerá contra las puertas del infierno.

Estudien las escrituras conscientemente y familiarícense con esos pasajes que enseñan y testifican de la misión redentora
de Cristo. Nada tocará su corazón y animará su alma como las verdades de las cuales he estado hablando.

Pediría particularmente a los misioneros de tiempo completo y a los miembros misioneros a estudiar y enseñar la
Expiación de Jesucristo con el Libro de Mormón. Digo esto de manera particular pues fue en mi misión que llegué a amar
el Libro de Mormón y la majestuosidad del Hijo de Dios, la cual se revela aquí. En su enfoque sin precedentes en el
Salvador del mundo, el Libro de Mormón es literalmente un nuevo testamento u “otro testamento” de Jesucristo,
declarando a todos que mediante la Expiación del Hijo de Dios, “así como has caído puedas ser redimido; y también todo
el género humano, si, cuantos quieran”.

Testimonios de Profetas del Libro de Mormón

Consideren esto del comienzo del ministerio de Nefi:

“Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren
y él lo soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su amorosa bondad y su longanimidad para con los
hijos de los hombres.

“Y el Dios de nuestros padres,… sí, el Dios de Abraham, y de Isaac, y el Dios de Jacob se entrega a sí mismo como hombre,
… en manos de hombres inicuos para ser levantado, según las palabras de Zenoc, y para ser crucificado, según las
palabras de Neum, y para ser enterrado en un sepulcro, de acuerdo con las palabras de Zenós. …

“Y todas estas cosas ciertamente deben venir, dice el profeta Zenós. Y se henderán las rocas de la tierra; y a causa de los
gemidos de la tierra, muchos de los reyes de las islas del mar se verán constreñidos a exclamar por el Espíritu de Dios: ¡El
Dios de la naturaleza padece!”

O esto del notable hermano de Nefi, Jacob, ¡quien dio un sermón de dos días sobre la Caída y la Expiación!

“¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que prepara un medio para que escapemos de las garras de este terrible
monstruo; sí, ¡ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu! …

“Y viene al mundo para salvar a todos los hombres, si estos escuchan su voz; porque he aquí, él sufre los dolores de todos
los hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y niños, que pertenecen a la familia de
Adán.

“Y sufre esto a fin de que la resurrección llegue a todos los hombres, …

“Y él manda a todos los hombres que se arrepientan y se bauticen en su nombre, teniendo perfecta fe en el Santo de
Israel, o no pueden ser salvos en el reino de Dios.”

O, como un último ejemplo, esto de el gran patriarca Lehi:

“Por tanto, la redención viene en el Santo Mesías y por medio de él, …

“He aquí, él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer los fines de la ley, por todos los de corazón
quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se pueden satisfacer los fines de la ley.

“Por lo tanto, cuán grande es la importancia de dar a conocer estas cosas a los habitantes de la tierra, para que sepan que
ninguna carne puede morar en la presencia de Dios, sino por medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo
Mesías, quien da su vida, según la carne, y la vuelve a tomar por el poder del Espíritu, para efectuar la resurrección de los
muertos, siendo el primero que ha de resucitar.
“De manera que él es las primicias para Dios, pues él intercederá por todos los hijos de los hombres; y los que crean en él
serán salvos.”

Obviamente reconocen que estos ejemplos eran testimonios sólo de las primeras páginas del Libro de Mormón. Aun así,
esto es suficiente para hacerles sentir el urgente e impresionante tema que recorre todo este registro sagrado. El Libro de
Mormón fue – y todavía es – el instrumento misional más indispensable para esta dispensación.

Les testifico que cambiaremos vidas, incluyendo las nuestras, si enseñamos la Expiación con el Libro de Mormón al igual
que, por supuesto, con todas las otras escrituras.

La Expiación y el Misionero

Alguien que sepa cualquier tipo de obra misional tendrá la oportunidad de preguntar, ¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué no
puede ser nuestro progreso más rápido? ¿Por qué no hay más personas uniéndose a la iglesia? ¿Por qué el único riesgo
en la obra misional no es la neumonía por estar empapados todo el día y toda la noche en la pila bautismal?

He pensado bastante acerca de este gran asunto. Ofrezco este como mi sentimiento personal. Estoy convencido de que la
obra misional no es fácil porque la salvación no es una experiencia barata. La Salvación nunca fue fácil. Somos la Iglesia de
Jesucristo, esta es la verdad, y Él es nuestro Gran Eterno Caudillo. ¿Cómo podemos pensar que sería fácil para nosotros
cuando nunca, jamás, fue fácil para Él? Me parece que los misioneros y los líderes misionales tienen que pasar por lo
menos unos momentos en Getsemaní. Los misioneros y los líderes misionales deben avanzar por lo menos un paso o dos
hacia la cima del Calvario.

Ahora, por favor no me malinterpreten. No estoy diciendo nada acerca de estar siquiera cerca a lo que Cristo
experimentó. Esto sería presuntuoso y sacrílego. Pero creo que los misioneros e investigadores, para llegar a la verdad,
para llegar a la salvación, para saber algo sobre ese precio que se pagó, tendrán que pagar un símbolo de ese mismo
precio.

Por esta razón no creo que la obra misional deba ser fácil, ni lo es la conversión, ni la retención, ni seguir fieles lo es. Creo
que debe requerir algo de esfuerzo, algo desde las profundidades de nuestra alma.

Si Él pudo compadecer toda la noche, arrodillado, sobre su rostro, sangrando de cada poro, y clamando, “Abba, Padre
(Papa), todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa” entonces no me sorprende que la salvación no sea
algo fácil para nosotros. Si se preguntan si no hay una manera más fácil, recuerden que no son los primeros en preguntar
eso. Alguien más grande y magnífico preguntó hace mucho tiempo atrás si no había una manera más fácil.

Cuando estén sufriendo, cuando sean rechazados, cuando son humillados y echados fuera, están de pie sobre la mejor
vida que este mundo podría conocer, la única vida pura y perfecta que nunca haya vivido. Tienen motivos para ponerse
firmes y estar agradecidos de que el Hijo Viviente del Dios Viviente sabe todo sobre sus penas y aflicciones. El único
camino a la salvación es mediante Getsemaní y hacia el Calvario. El único camino a la eternidad es mediante Él – el
Camino, la Verdad y la Vida.

Testifico que el Dios viviente es nuestro Eterno Padre y que Jesucristo es Su viviente Hijo Unigénito en la carne. Testifico
que este Jesús, quien fue muerto y colgado de un madero, vive. Todo el triunfo del evangelio es que Él vive, y porque Él
vive, también nosotros viviremos.

En ese primer Domingo de Resurrección, María Magdalena pensó primero que vio un jardinero. Bueno, ella lo hizo – el
Jardinero que cultivó el Edén y soportó el Getsemaní. El Jardinero que nos dio el árbol de la vida.

Declaro que Él es el Salvador del mundo. Sé que somos levantados a vida porque Él herido fue por nuestras
transgresiones, molido por nuestras iniquidades, que Él fue varón de dolores y experimentado en quebranto porque Él
intercedió por los transgresores.

Testifico que Él vino de Dios como un Dios para vendar a los quebrantados de corazón, a consolar a todos los que lloran, a
proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel. Les prometo que por, su fiel respuesta al
llamado de compartir el evangelio, Él sanará sanar sus corazones quebrantados, secará las lágrimas de sus ojos, y los
librará a ustedes y a sus familias. Esa es mi promesa misional para ustedes y su mensaje misional al mundo.

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