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Saqué a pasear a la Lulú con mis audífonos sobre las orejas y una mascarilla de

género color azul. Y no me di cuenta que también llevaba pantalones azules, un


capuchón azul y zapatos azules. Mi hija ya me lo ha dicho: Papá! Tan de azul!
Hay tres tonos que me gustan para vestirme y generalmente es todo de un color o de
otro. Podría decir que me gusta el azul, el café o marrón y el negro. Nunca te he
visto con ropa clara Papá! Me repetía Rayen.
Dicen que los colores lo definen a uno, psicológicamente hablando. Creo haber leído
que el azul inspira tranquilidad y relajo y se asocia al cielo o al mar. Bueno creo
la percepción del color es un proceso individual y subjetivo, pero alguna similitud
o convención asociada existirá. El negro definitivamente se asocia a la oscuridad o
la tristeza. Me imagino que los colores mezclados generan otras sensaciones.
La Lulú repentinamente se detiene y se encorva para defecar sobre un trocito de
pasto verde en la vereda. El color de la caca es café intenso y me gusta. Los
olores son otra cosa.
Por los audífonos suena Sigur Ros y me transporto a esos parajes desolados de
Islandia que podrían ser rincones de la Patagonia o de las tierras altas de
Escocia. La música de Sigur Ros es totalmente melancólica y el cantante Jonsi que
lo pude conocer en Brooklyn el año pasado, genera u obliga adentrarse en un estado
emocional de introspección.
Caminar por las calles desiertas en la mitad de una Pandemia con un perro que no se
da cuenta del cambio y con esa música de fondo me produce melancolía a borbotones.
No sé si busco ese estado especial, pero me gusta, me tranquiliza aunque la
tristeza lo mancha todo de golpe obligándome a tirarle una pelota verde
fosforescente a la Lulú para que salga corriendo por ella.
Cambio de música en mi listado para buscar algo más arriba o alegre y no lo logro.
Mis listados son largos y para una persona más optimista podría ser insoportable
creo. Ahora suena Joy Division con su canción love Will teas us apart. Sus
canciones son odas a las alegría pero la música y estilo es muy oscura o
desesperanzada, Ian Curtis su vocalista tenía epilepsia y a veces en el escenario,
le daban reales ataques y todo se cancelaba. Un día no soportó más y se tomó todo
el frasco. Cambio y escucho a Fontaines DC que son de este siglo y tienen un estilo
muy parecido a Joy Division, letras optimistas y ejemplares con música
distorsionada y un vocalista serio, impávido, pálido y triste, muy triste.
Cambio a The Cure y me tranquilizo mientras tiro a la Lulú para volver a la casa.
Las canciones, las películas y los libros tristes me alegran o me tranquilizan no
lo sé. Y ya las críticas no me afectan como antes. Parejas o familia me han dicho
que mis gustos son muy raros o poco alegres, ya soy así y me acostumbré. Mi padre
también era un poco así lo pienso y quizás mi abuelo y bisabuelo. Aunque mi Padre
con los años se ha entusiasmado con las manifestaciones de alegría u optimismo.
Todo ha cambiado en él y quizás por eso me cuesta comunicarme con él. Su distancia
emocional siempre me llamó la atención.
El sol traspasa los árboles sin mucha fuerza, el sol de otoño no invade mucho.
Ahora suena Johann Johansson y comienzo a caminar más lento, su música si me invade
y me quita el frío. Los acordes de una mini orquesta mezclada con loops
electrónicos amalgamados de manera genial si me transportan a Brooklyn, hace
algunos años donde viví. Recuerdo que Johann Johansson hizo un concierto en una
Iglesia antigua y me había conseguido un ticket sin número. Esa tarde estaba gélida
y había que hacer fila para entrar a la Iglesia y esas dos horas no las noté tanto,
era mi músico de cabecera en ese año. El era el culpable de mi estado de ánimo, con
el compartía sueños de día. Logré entrar de los primeros y me pude sentar en
segunda fila. La Iglesia con sus Santos e imágenes iluminada con luces azules y
rojas se veía extraña. Adelante una pequeña orquesta ensayaba y en un rincón habían
sintetizadores, máquinas de loops, una grabadora de cintas antigua, y un piano de
cola.
Al año siguiente supe por una pequeña nota en el diario The Guardian que Johann
había tenido una sobredosis en su casa de Reykiavik, Islandia.
Ya de vuelta en la casa me doy cuenta que tengo que llevar a mi hija donde su Madre
y eso sí me angustia, y mucho.

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