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Algunas oraciones del Libro de los Salmos:

Salmo 4:1
Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Dame alivio cuando esté
angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración.

Salmo 4:6-8
Muchos son los que dicen: «¿Quién puede mostrarnos algún bien?» ¡Haz, Señor,
que sobre nosotros brille la luz de tu rostro! Tú has hecho que mi corazón rebose de
alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en
abundancia. En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir
confiado.

Salmo 6:1-4
No me reprendas, Señor, en tu ira; no me castigues en tu furor. Tenme compasión,
Señor, porque desfallezco; sáname, Señor, que un frío de muerte recorre mis
huesos. Angustiada está mi alma; ¿hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? Vuélvete,
Señor, y sálvame la vida; por tu gran amor, ¡ponme a salvo!

Salmo 7:8-10
¡El Señor juzgará a los pueblos! Júzgame, Señor, conforme a mi justicia; págame
conforme a mi inocencia. Dios justo, que examinas mente y corazón, acaba con la
maldad de los malvados y mantén firme al que es justo. Mi escudo está en Dios, que
salva a los de corazón recto.

Salmo 9:1-8
Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón, y contar todas tus maravillas. Quiero
alegrarme y regocijarme en ti, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. Mis
enemigos retroceden; tropiezan y perecen ante ti. Porque tú me has hecho justicia,
me has vindicado; tú, juez justo, ocupas tu trono. Reprendiste a los paganos,
destruiste a los malvados; ¡para siempre borraste su memoria! Desgracia sin fin
cayó sobre el enemigo; arrancaste de raíz sus ciudades, y hasta su recuerdo se ha
desvanecido. Pero el Señor reina por siempre; para emitir juicio ha establecido su
trono. Juzgará al mundo con justicia; gobernará a los pueblos con equidad.

Salmo 28:6-9
Bendito sea el Señor, que ha oído mi voz suplicante. El Señor es mi fuerza y mi
escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y
con cánticos le daré gracias. El Señor es la fortaleza de su pueblo, y un baluarte de
salvación para su ungido. Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, y cual pastor
guíalos por siempre.

Salmo 38:17-22
Estoy por desfallecer; el dolor no me deja un solo instante. Voy a confesar mi
iniquidad, pues mi pecado me angustia. Muchos son mis enemigos gratuitos;
abundan los que me odian sin motivo. Por hacer el bien, me pagan con el mal; por
procurar lo bueno, se ponen en mi contra. Señor, no me abandones; Dios mío, no te
alejes de mí. Señor de mi salvación, ¡ven pronto en mi ayuda!

Salmo 56:1-4
Ten compasión de mí, oh Dios, pues hay gente que me persigue. Todo el día me
atacan mis opresores, todo el día me persiguen mis adversarios; son muchos los
arrogantes que me atacan. Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confío
en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme
un simple mortal?

Salmo 62:1-2
Solo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi salvación. Solo él es mi roca y
mi salvación; él es mi protector. ¡Jamás habré de caer!

Salmo 62:7-8
Dios es mi salvación y mi gloria; es la roca que me fortalece; ¡mi refugio está en
Dios! Confía siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él.
¡Dios es nuestro refugio! Selah

Salmo 63:1-5
Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo
mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta. Te he visto en el santuario y
he contemplado tu poder y tu gloria. Tu amor es mejor que la vida; por eso mis
labios te alabarán. Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré. Mi
alma quedará satisfecha como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te
alabará mi boca.
Oh, Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te
anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta. (Salmo 63:1)

Salmo 141:1-2
A ti clamo, Señor; ven pronto a mí. ¡Atiende a mi voz cuando a ti clamo! Que suba a
tu presencia mi plegaria como una ofrenda de incienso; que hacia ti se eleven mis
manos como un sacrificio vespertino.

20 oraciones de agradecimiento a Dios en la Biblia

Otras oraciones que encontramos en la Biblia:


La oración de Jabés: 1 Crónicas 4:10
Jabés le rogó al Dios de Israel: «Bendíceme y ensancha mi territorio; ayúdame y
líbrame del mal, para que no padezca aflicción». Y Dios le concedió su petición.

La oración de Salomón: 1 Reyes 3:7-9


Ahora, Señor mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más
que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes,
un siervo tuyo en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que
es imposible contarlo. Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para
gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién
podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?

La oración de Ana: 1 Samuel 1:11


Entonces hizo este voto: «Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de
esta sierva tuya, y si en vez de olvidarme te acuerdas de mí y me concedes un hijo
varón, yo te lo entregaré para toda su vida, y nunca se le cortará el cabello».

La oración del rey Ezequías: Isaías 38:2-3


Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al Señor: «Recuerda, Señor, que yo
me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho
lo que te agrada». Y Ezequías lloró amargamente.

La oración de Nehemías: Nehemías 1:5-11


Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que
te aman y obedecen tus mandamientos, te suplico que me prestes atención, que
fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel.
Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo,
hemos pecado contra ti. Te hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho;
hemos desobedecido los mandamientos, preceptos y decretos que tú mismo diste a
tu siervo Moisés. Recuerda, te suplico, lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “Si
ustedes pecan, yo los dispersaré entre las naciones: pero, si se vuelven a mí, y
obedecen y ponen en práctica mis mandamientos, aunque hayan sido llevados al
lugar más apartado del mundo los recogeré y los haré volver al lugar donde he
decidido habitar”. Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran
despliegue de fuerza y poder. Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues
somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este
siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor del rey.

El Padre nuestro: Mateo 6:9-13


Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu
nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy
nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, sino
líbranos del maligno.

El significado del Padre nuestro

La oración del Padre nuestro en la Biblia

La oración de Jesús por sí mismo: Juan 17:1-5


Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: Padre, ha llegado
la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti, ya que le has
conferido autoridad sobre todo mortal para que él les conceda vida eterna a todos
los que le has dado. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra, y
he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame en tu
presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera.

La oración de Jesús por sus discípulos: Juan 17:6-19


A los que me diste del mundo les he revelado quién eres. Eran tuyos; tú me los diste
y ellos han obedecido tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene
de ti, porque les he entregado las palabras que me diste, y ellos las aceptaron;
saben con certeza que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Ruego por ellos.
No ruego por el mundo, sino por los que me has dado, porque son tuyos. Todo lo
que yo tengo es tuyo, y todo lo que tú tienes es mío; y por medio de ellos he sido
glorificado. Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía
en el mundo, y yo vuelvo a ti. Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el
nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros. Mientras estaba
con ellos, los protegía y los preservaba mediante el nombre que me diste, y ninguno
se perdió sino aquel que nació para perderse, a fin de que se cumpliera la Escritura.
Ahora vuelvo a ti, pero digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, para
que tengan mi alegría en plenitud. Yo les he entregado tu palabra, y el mundo los
ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido
que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Ellos no son del
mundo, como tampoco lo soy yo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad.
Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo. Y por ellos me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

La oración de Jesús por todos los creyentes: Juan 17:20-26


No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el
mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti,
permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como
nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en
la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos
tal como me has amado a mí. Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo
donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste
desde antes de la creación del mundo. Padre justo, aunque el mundo no te conoce,
yo sí te conozco, y estos reconocen que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer
quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en
ellos, y yo mismo esté en ellos

Lee más sobre Juan 17 y descubre cómo Jesús oró e intercedió

La oración de Jesús en la cruz: Lucas 23:34a


Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Pablo ora por los efesios: Efesios 1:17-21


Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de
sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean
iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado,
cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es
la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza
grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los
muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo
gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque,
no solo en este mundo, sino también en el venidero.

Pablo ora por los filipenses: Filipenses 1:9-11


Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en
conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e
irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por
medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

La oración de los discípulos: Hechos 4:24-30


Cuando lo oyeron, alzaron unánimes la voz en oración a Dios: «Soberano Señor,
creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos, tú, por medio
del Espíritu Santo, dijiste en labios de nuestro padre David, tu siervo: “¿Por qué se
sublevan las naciones y en vano conspiran los pueblos? Los reyes de la tierra se
rebelan y los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido”.
En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para hacer lo
que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera. Ahora,
Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu
palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y
prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús».

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