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El átomo cuántico

La visión del átomo ha ido variando durante la historia, pero con la


física cuántica sufrió una revolución.

Publicado por
Eugenio M. Fernández AguilarFísico, escritor y divulgador científico
Creado:14.12.2023 | 10:00
Actualizado:15.12.2023 | 15:42
EN:
 Física
 Física cuántica

El estudio del átomo está ineludiblemente ligado al nacimiento de

la teoría cuántica de la materia. Dalton imaginó unos átomos


indivisibles, como pequeñas bolitas independientes. Thomson dio un
paso más, dotando al átomo de divisibilidad con el descubrimiento del
electrón. Perrin le dio una vuelta de tuerca al modelo de pastel de
pasas de Thomson y Rutherford dio en la tecla del descubrimiento del
núcleo. A partir de aquí, el panorama estaba listo para emplear los
términos usados en la recién nacida cuántica para el estudio del
átomo.

Rutherford imaginó un átomo en el que los protones y neutrones


ocupaban una porción muy reducida llamada núcleo. Muy lejos de
este núcleo se encontraban los electrones. Una visión simplificada que
resolvía bastantes problemas, pero dejaba nuevas incógnitas. La más
significativa: ¿cómo es que los electrones, de carga negativa, no
colapsan y acaban cayendo al núcleo, de carga positiva? Aquí
aparece la mente innovadora de Neils Bohr para constituir el primer
modelo atómico que in- cluía conceptos cuánticos. En realidad, el
modelo de Bohr, de 1913, fue un modelo de transición entre los
modelos clásicos y los modelos cuánticos, andaba a caballo con
visiones compartidas de ambos campos.
Rutherford imaginaban un átomo compuesto por un núcleo central y los electrones en una corteza exterior. Créditos: wasjawasja

Los antecedentes
Bohr fue coetáneo al nacimiento mismo de la mecánica cuántica. En

1900, Max Planck dio en el clavo para resolver el famoso problema


de la radiación electromagnética del cuerpo negro. Las cuentas no
salían, pero llegó Planck y utilizó un subterfugio
matemático: sustituyó las integrales por sumatorios. En términos
mundanos, esto es que la energía emitida y absorbida no podía darse
de cualquier forma, de manera continua, es decir, no puede tomar
cualquier valor. Descubrió con su original idea que la energía viene
dada en diminutos «paquetes». La energía es como las monedas.
Tiene valor una moneda o dos monedas, pero no una moneda y
media. A estos paquetes o cuantos se les llamaría más adelante
fotones. La hipótesis fue dada a conocer por el propio Planck en una
sesión de la Sociedad Física de la Academia de Ciencias de Berlín.
Fue una simple hipótesis hasta que Einstein la retomó en un artículo,
publicado en 1905, sobre el efecto fotoeléctrico. La idea de base era la
misma, pues Einstein usó esos cuantos de luz para explicar dicho
efecto. Tan acertado fue el enfoque que recibió el Premio Nobel de
Física por ello en 1921.

Así que Neils Bohr estaba siendo testigo del uso del concepto de
energía cuantizada en el seno del discurso científico. Usó dicho
concepto en el fenómeno de los espectros. Y con ello nos dio una
nueva forma de ver el átomo. Antes de ver cuál fue su idea
revolucionaria, acerquémonos al maravilloso mundo de los espectros.
Los electrones solo pueden órbitas en lugares muy concretos, según el modelo de Bohr.Altayb

Los espectros atómicos


Fue Newton el primero en emplear el término «espectro» en el plano

científico. El famoso experimento del prisma de Newton sirvió para


dividir la luz blanca en los distintos colores de los que está compuesta.
La imagen formada sobre una pantalla de este abanico de colores
recibe el nombre de espectro y tiene el aspecto de un arcoíris. Una
visión más ampliada sería el espectro electromagnético en el que se
representa el conjunto de ondas electromagnéticas ordenadas por
energías, desde las ondas de radio hasta los rayos gamma. La luz
visible estaría incluida en este espectro. Se trata de un espectro
continuo, en el que se va pasando de un tipo de onda a otra de
manera paulatina, sin saltos, ordenadas por longitudes de ondas.

Ilustración que recrea el famoso experimento del prisma de Isaac Newton.

En los siglos posteriores se mejoraron las técnicas para obtener

espectros. William Hyde Wollaston construyó un espectrómetro que


enfocaba la luz del sol de tal forma que no se conseguía un espectro
uniforme, sino que había saltos con bandas oscuras. Sería Joseph von
Franunhofer el que descubriría en 1915 que, efectivamente, el
espectro de la luz solar estaba dividido por una serie de líneas
oscuras.

Por otra parte, la luz generada en el laboratorio mediante el


calentamiento de gases, metales y sales mostraba una imagen
diferente: líneas muy estrechas y coloreadas sobre un fondo
oscuro. Pronto se descubrió que la longitud de onda de cada una de
esas bandas caracterizaba unívocamente a cada elemento. Este
hallazgo sería una toda una revolución, pues sería el inicio de la
espectrografía como disciplina científica.

Pero el golpe de gracia lo dieron el físico Gustav Kirchhoff y el


químico Robert Bunsen, pues se percataron de que algunas líneas
brillantes de los espectros conocidos coincidían con las líneas oscuras
del espectro solar. Estas líneas oscuras corres- pondían a la absorción
de ciertos elementos en la atmósfera solar. Esto demostró que los
elementos existentes en los astros son los mismos que los que
tenemos en la Tierra.

A pesar de todo el avance de la espectrografía durante el siglo xix, no


se conocía con certeza el origen de los espectros de los distintos
elementos. Por fin, en el siglo xx se daría con la respuesta.

El átomo de hidrógeno
En 1885, el matemático y físico suizo Johann Jakob Balmer dio con
una fórmula fundamental para el desarrollo posterior de la visión del
átomo. Tomó las observaciones efectuadas por el físico y astrónomo
sueco Anders Jonas Ångström sobre las líneas espectroscópicas del
átomo de hidrógeno. De hecho, este fue quien descubrió que el Sol
contiene hidrógeno. La fórmula de Balmer sirve para encontrar las
longitudes de onda de las distintas líneas de emisión del átomo
de hidrógeno. Y lo hace de forma satisfactoria, pero no explica por
qué lo hace. Es, por tanto, una fórmula fenomenológica.
Sabemos que las estrellas contienen hidrógeno gracias a los análisis espectrográficos. Créditos: sololossololos

La fórmula de Balmer funcionaba tan bien que el mundo científico


siguió indagando sobre su uso y extensión a otros elementos. La
fórmula solo servía para el átomo de hidrógeno, pero era cuestión
de tiempo y pericia poder generalizarla. Y fue lo que hizo el físico

sueco Johannes Rydberg, tan solo tres años después de que


Balmer comunicara el subterfugio matemático de su fórmula. El 5 de
noviembre de 1888 se presentaba la fórmula de Rydberg que describe
las longitudes de onda de una buena cantidad de átomos. Pero, al
igual que la fórmula de Balmer, solo guardaba las apariencias, era
una fórmula que explicaba cómo se distribuían las distintas series
espectrales, sin dar una explicación científica de su razón de ser.

Sería Bohr el que acertaría en el centro de la diana, relacionando el


concepto de cuanto con los espectros. Y de paso resolvió el problema
central del átomo de Rutherford: aquel que nos animaba a pensar que
los electrones debían co- lapsar con el núcleo. Bohr estableció una
hipótesis terriblemente simple con resultados sorprendentes: los
electrones absorben o emiten energía solo en cantidades muy
concretas. Son los ya mencionados cuantos. Y además estas
energías los hacen estar en órbitas determinadas de las que solo
pueden moverse si hay un intercambio energético dado por estos
cuantos de energía. Un electrón puede estar excitado y ocupar una
órbita diferente a la fundamental, cuando pierde la energía y vuelve a
su órbita, dicha energía se devuelve en forma de cuanto. En este
intercambio se emite o absorbe luz en forma de cuantos de luz
(fotones), como en un intercambio de monedas. Esta energía
concreta es la que puede verse en los espectros de emisión, con
líneas claras en torno a longitudes de onda muy determinadas.
Teniendo esto en cuenta se deducen matemáticamente
las fórmulas de Balmer y Rydberg, dando así soporte conceptual a
estos acercamientos fenomenológicos.

El modelo atómico actual


El modelo de Bohr, sin embargo, mantiene algunos conceptos

alejados de la mecánica cuántica. Imaginó un átomo en el que los


electrones dan vueltas circulares alrededor del núcleo. Su
contribución fue decir estas órbitas tienen unas energías determinadas
y que no pueden darse situaciones intermedias, son órbitas discretas,
es decir, discontinuas. Pero seguían siendo órbitas, una palabra que
se desterraría en el desarrollo del modelo atómico cuántico posterior.

Un paso más hacia la transición del modelo atómico actual fue


el modelo de Sommerfeld, de 1916. El físico alemán Arnold
Sommerfeld generalizó el modelo de Bohr desde un punto de vista
relativista, es decir, no incluyó novedades sustanciosas desde la
mecánica cuántica.

El modelo de Bohr mostraba carencias para átomos que no

fueran de hidrógeno, Sommerfeld encontró que en un mismo

nivel energético podían darse varios subniveles. Las modifi-

caciones de Sommerfeld fueron: introducción de órbitas

elípticas y electrones con velocidades relativistas. Además, dedujo


que el núcleo atómico no es inmóvil, sino que tanto este como los
electrones permanecen en continuo movimiento.

Sommerfeld dedujo que el núcleo atómico no es inmóvil. Créditos: koto_fejakoto_feja


Tanto el modelo de Bohr como el de Sommerfeld explicaban los
espectros atómicos en base a los denominados números cuánticos,
unas cantidades introducidas para poder dar sustento a la realidad.
Pero nada decían sobre el origen de estos números. Sería el físico
austríaco Erwin Schrödinger el que daría el paso hacia un modelo
cuántico completo, dotando al electrón del derecho a comportarse
como una onda. Un electrón concebido como onda de materia
llevaría asociada lo que se denomina función de onda, es decir, una
función matemática que describe su comportamiento dentro del
núcleo. Con este planteamiento apoyado por la dualidad onda-
corpúsculo del físico francés Louis-Victor de Broglie, la imagen del
átomo cambia sustancialmente. Ya no hablaríamos de órbitas, sino
de orbitales, es decir, zonas del espacio donde hay una alta
probabilidad de encontrar al electrón. Las soluciones de la
integración de la ecuación de Schrödinger nos daría los distintos
números cuánticos. Dicho de otro modo, se explican las líneas
espectrales con sustento físico-teórico, no fenomenológico.

Este artículo se publicó en el número de coleccionista de Muy


Interesante nº. 25, Mundo cuántico.
¿Qué es realmente un "ser vivo"?
¿Qué es realmente un ser vivo? Exploramos los desafíos y las
paradojas de definir la vida desde una perspectiva científica.

Publicado por
Álvaro BayónBiólogo y divulgador científico
Creado:13.12.2023 | 19:00
Actualizado:13.12.2023 | 19:00
EN:
 Ciencia
 Virus
 Energía
 Divulgación científica
 Plantas

En nuestra percepción cotidiana del mundo es relativamente sencillo,


casi intuitivo, saber qué es un ser vivo, y diferenciarlo de algo que no
lo es. Son seres vivos los animales y las plantas, las personas
que nos rodean, y no lo son los coches, los edificios o los muebles.

Sin embargo, los límites de lo que es un ser vivo se desdibujan en


situaciones extremas, como el mundo de lo muy pequeño. Los
virus, por ejemplo, son entidades biológicas normalmente no
consideradas seres vivos. Y aún es más difícil si tratamos de hallar
posibles formas de vida extraterrestre. En lugares fuera de nuestro
planeta la vida pudo haber surgido de muchas formas distintas, y
según cómo definamos qué es un ser vivo, seremos capaces o no de
reconocerlos como tal en caso de encontrarlos.

Intuitivamente identificamos muchos seres vivos — Extreme Photographer/iStock

La dificultad de definir la vida


Podemos hacer trampas y definir lo que es un ser vivo como todo
sistema que tiene vida. Pero la trampa tiene poco recorrido: donde
radica la verdadera dificultad para saber qué significa eso, es conocer
la definición de „vida‟.

El primer impulso es acudir al diccionario de la Real Academia


Española. En su última edición, define vida como:

1. f. Fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la


posee.

2. f. Energía de los seres orgánicos.

Estas definiciones son útiles para su uso cotidiano, pero desde el


punto de vista científico y filosófico caen en un error grave: asumen
por cierto el vitalismo, la doctrina precientífica según la cual los seres
vivos poseen una especie de fuerza, energía o impulso vital
esencial distinto del impulso que domina la física y la química. El
vitalismo fue refutado por el químico alemán Friedrich Wöhler en
1828, con la síntesis química de la urea, y hoy sabemos que la vida,
se defina como se defina, consiste en realidad en una serie
de propiedades emergentes de la materia.
Friedrich Wöhler — GeorgiosArt/iStock

La vida definida según sus propiedades: mala


idea
Durante mucho tiempo la vida se definió a partir de las propiedades
de los sistemas que la presentan; solemos decir que algo está vivo
cuando nace, crece, se relaciona con el entorno, se reproduce y
muere. Pero esta definición tampoco es adecuada.

Por un lado, no todo lo que sabemos que está vivo muere. Los
organismos unicelulares, como bacterias, arqueas y protozoos son
organismos inmortales, no presentan una muerte natural. También
lo son algunos animales y plantas. Por supuesto, pueden ser
destruidos por medios físicos o químicos, pero la muerte no forma
parte necesariamente de su ciclo vital. De hecho, la muerte,
entendida de esta forma, es una consecuencia evolutiva de la
pluricelularidad y la reproducción sexual. De modo que la
propiedad de ―morir‖ hay que sacarla de la ecuación.

Si nos quedamos con el resto de las propiedades también hay


problemas. Pero no porque haya seres vivos que no las cumplan, sino
porque las cumplen entidades que consideramos no vivas. Por
ejemplo, los cristales minerales nacen, en el sentido de que se
originan a partir de un núcleo de crecimiento inicial, crecen y obtienen
materia y energía del entorno —una forma de relación—, Y si se
fragmentan, dan lugar a dos cristales distintos que seguirán creciendo
cada uno por su lado, como una estrella de mar; así que en ese
sentido, también se reproducen. Pero no consideramos que un
cristal esté vivo. Tampoco lo decimos del fuego, aunque también
nace, crece, se relaciona con el medio y se reproduce.
El fuego nace, crece, se relaciona con el medio y se reproduce… ¿es un ser vivo? — Javier Paredes Perez/iStock

La vida celular y la vida evolutiva


Alejándonos de las definiciones centradas en las propiedades
intrínsecas de la vida, podemos dar la vuelta al concepto: no
considerar al ser vivo como el sistema que tiene vida, sino la vida

como el proceso presente en un ser vivo. Y con ello, volvemos casi


al principio: la dificultad, entonces, recae en decidir qué es un ser
vivo y qué no —y, por lo tanto, en cómo decidir si un ser está vivo o
no—.

Una definición que surgió y rápidamente fue descartada fue la de


la vida metabólica, según la cual, todo lo que presenta metabolismo
está vivo. Descartada porque, por un lado, existen sistemas artificiales
que, aunque exhiben procesos metabólicos, no están compuestos de
materia biológica. Y por otro lado, hay organismos que frenan su
metabolismo en determinados momentos de su vida, y lo
reanudan después; si aceptamos la definición metabólica de la vida,
serían organismos que dejan de estar vivos y luego vuelven a la vida.
Necesitamos otros criterios distintos.

La teoría celular se abre camino, en este caso, para definir un ser


vivo. Y es que tradicionalmente, la célula se define como la estructura
básica de la vida. Si definimos “ser vivo” como aquel que está
compuesto por, al menos, una célula, la identificación es sencilla.
Aunque claro, la muerte es, ahora, un problema, pues un organismo
formado por células muertas no está vivo. Necesitamos que las
células estén vivas, y para ello necesitamos, de nuevo, definir qué es
estar vivo. Y se vuelve a liar la madeja.
Otra definición bastante aceptada en las últimas décadas es la
definición evolutiva de la vida, que establece que la vida es un
sistema químico autosostenible capaz de someterse a la evolución
darwiniana. Esta forma de definir la vida pone el acento en la
importancia de la evolución y la herencia como requisitos
fundamentales para considerar algo vivo.

Pero, de nuevo, encontramos dificultades cuando nos acercamos a los


límites de la vida. No hay duda de que todo ser vivo evoluciona,
pero de ahí a asumir que todo lo que evoluciona está vivo hay un
salto conceptual. Por ejemplo, sabemos que existen entidades
sintéticas que siguen las leyes evolutivas.

Estas dos definiciones de vida, la celular y la evolutiva, entran


además en conflicto entre ellas. Existen entidades biológicas,
como los virus o los viroides, que no están compuestos de células,
pero que son capaces de mutar y de evolucionar. ¿Son seres vivos o
no lo son?

Según la definición que escojamos, un virus puede ser o no un ser vivo. — Loops7/iStock

La vida autopoiética
Ante la complejidad de definir la vida mediante enfoques tradicionales,

surge la noción de vida autopoiética, propuesta por los biólogos


chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela. La autopoiesis se
define como la propiedad de una entidad dada de mantener y recrear
sus propias estructuras de manera continua en un espacio físico
delimitado por sí misma. Esta definición se distancia de la rigidez de
criterios como la vida celular o evolutiva, centrando la atención en la
capacidad del sistema para autoconstituirse como una unidad física
única.

La referencia al espacio físico en la autopoiesis no se limita a la mera


materialidad, sino que subraya la importancia del metabolismo
como propiedad inherente de la vida, aunque ni exclusiva ni
necesariamente constante. Contrariamente a la definición
metabólica convencional, la vida autopoiética no se basa únicamente
en procesos químicos, sino en la capacidad de un organismo para
ser, al mismo tiempo, el productor y el producto de su propia
estructura.

Los cristales nacen, crecen, se relacionan con el medio y se reproducen, pero no son autopoiéticos. — marichka_b/iStock

La vida autopoiética pone así el énfasis en la capacidad de un


sistema para autoconstituirse y, a la vez, autolimitarse, algo que
entidades como los cristales minerales o el fuego no hacen. Sin
embargo, esta forma de definir la vida implica un nivel de complejidad
tal, que no es posible una respuesta binaria entre lo vivo y lo no vivo,
sino una especie de espectro, con entes claramente inertes en un
extremo, seres claramente vivos en el otro, y entidades a medio
camino entre la vida y la no-vida. Ahí estarían virus, viroides y
organismos similares.

Al adoptar este enfoque, nos encontramos en una encrucijada, en la


cual la ciencia y la filosofía convergen para reflexionar sobre la
esencia misma de la vida. Su comprensión nos desafía a mirar más
allá de las definiciones convencionales y a abrazar la complejidad
inherente a este fenómeno fundamental, propiedad emergente de
la materia. Pero, como sucede habitualmente en ciencia, no toda la
suerte está echada, y es probable que, en el futuro, nuevos
conocimientos proporcionen mejores definiciones que aborden de
forma más precisa y exacta qué es esto que llamamos ‗vida‘.

En última instancia, ¿qué es realmente un ser vivo? Quizás la


respuesta yace en la intersección de la autoorganización, la
autopoiesis y la capacidad de adaptarse; aunque tal vez, la respuesta
más adecuada sea “no lo sé”. Un recordatorio de que la curiosidad y
la investigación continúan siendo motores fundamentales en nuestra
comprensión del misterio de la vida. La discusión sigue abierta, y
está muy lejos de quedar zanjada.

Referencias:
 Boden, M. A. 2000. Autopoiesis and Life. Cognitive Science Quarterly,
1, 117-145.
 Chodasewicz, K. 2014. Evolution, reproduction and definition of
life. Theory in Biosciences, 133(1), 39-45. DOI: 10.1007/s12064-013-
0184-5
 Gómez-Márquez, J. 2021. What is life? Molecular Biology Reports,
48(8), 6223-6230. DOI: 10.1007/s11033-021-06594-5
 Varela, F. J. et al. 1973. De Máquinas y Seres Vivos: Una teoría sobre
la organización biológica. Editorial Universitaria.
ALBERT EINSTEIN

El día en que Einstein falló


en matemáticas
El día en que Einstein falló en matemáticas nos enseña que los errores y los
fracasos son oportunidades para aprender y crecer.

Einstein hizo predicciones

Biografía de Einstein

La vida sencilla de Einstein


Einstein
falló en matemáticas

 FRANCISCO MARÍA
 Colaboro en diferentes medios y diarios digitales, blogs temáticos, desarrollo de páginas
Web, redacción de guías y manuales didácticos, textos promocionales, campañas
publicitarias y de marketing, artículos de opinión, relatos y guiones, y proyectos
empresariales de todo tipo que requieran de textos con un contenido de calidad, bien
documentado y revisado, así como a la curación y depuración de textos. Estoy en
permanente crecimiento personal y profesional, y abierto a nuevas colaboraciones.

O 13/12/2023 09:00

O ACTUALIZADO: 13/12/2023 09:00

Todos conocemos a Albert Einstein como el genio detrás de la teoría de la


relatividad, pero ¿sabías que incluso los más grandes mentes pueden cometer
errores en ocasiones? En este artículo, exploraremos el día en que Einstein
falló en matemáticas y cómo esto nos enseña una valiosa lección sobre la
importancia de perseverar a pesar de los fracasos.

Un genio en su juventud
Corría el año 1895 y Einstein, quien entonces tenía tan solo 16 años, se
encontraba estudiando en el Politécnico de Zurich. A pesar de su innegable
talento para las matemáticas y la física, había una asignatura en la cual no
destacaba: el álgebra. Su profesor, el Dr. Jost Winteler, le había asignado
una serie de problemas para resolver.
Entre los problemas se encontraba uno en particular que se le resistía a
Einstein. Era un ejercicio sobre la resolución de ecuaciones diferenciales,
un tema complejo para cualquier estudiante de bachillerato, pero que Einstein
debería dominar sin problemas dada su habilidad matemática. Sin embargo,
por más que intentaba resolverlo, no lograba encontrar la solución correcta.

-- / --
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Llegó la frustración y el desánimo


Este fracaso en el ámbito matemático afectó profundamente a Einstein. Se
sintió frustrado y desanimado, llegando incluso a cuestionar su propio
talento. Pero en lugar de dejarse vencer por el fracaso, decidió tomarlo como
una oportunidad para aprender y crecer.
El joven genio se dio cuenta de que necesitaba ayuda adicional para
comprender y dominar el álgebra. Buscó la asesoría de su amigo Marcel
Grossmann, quien era un experto en esta área. Juntos, dedicaron horas y horas
a estudiar y resolver problemas matemáticos. Einstein aprendió a enfrentar los
obstáculos con paciencia y determinación, sin rendirse ante las dificultades.
Finalmente, el día en que Einstein logró resolver el problema que tanto le
había frustrado, experimentó una sensación de triunfo indescriptible. Había
aprendido que los errores y los fracasos son parte del camino hacia el
éxito, y que la perseverancia y la determinación son clave para superarlos.

La lección de la vida
Este episodio en la vida de Einstein nos enseña que incluso los genios tienen
momentos de debilidad y duda. Sin embargo, es la forma en que
enfrentamos estos momentos lo que define nuestra verdadera capacidad.
En lugar de lamentarnos por nuestros fracasos, debemos aprender de ellos y
utilizarlos como trampolín hacia el éxito.
La historia de Einstein también nos muestra la importancia de buscar ayuda
cuando la necesitamos. A veces, no podemos resolver los problemas por
nuestra cuenta y eso está bien. Contar con el apoyo y la guía de otras
personas puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Además, esta historia nos recuerda que el camino hacia el dominio de una
disciplina, ya sea matemáticas, física o cualquier otra, no es lineal. Todos
enfrentamos obstáculos en nuestro aprendizaje, pero lo importante es
seguir adelante y no rendirse. Como dijo Einstein: «El éxito es 1% inspiración
y 99% transpiración».
Por todo ello, la próxima vez que te encuentres enfrentando un obstáculo en tu
camino, recuerda la historia de Einstein y sigue adelante.

WERNER HAISENBERG:EL FISICO QUE TRAICIONO A HITLER Y


CREO LA MECANICA CUANTICA
Conocido por su famoso Principio de Incertidumbre, el alemán Werner
Heisenberg ganó el Nobel bajo el título de creador de la mecánica
cuántica.
Actualizado a 12 de diciembre de 2023, 20:00
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CC

Retrato de Werner Heisenberg, ganador del Nobel en 1932

Noelia Freire

―Por la creación de la mecánica cuántica, cuyo uso ha


conducido, entre otras cosas, al descubrimiento de las
formas alotrópicas del hidrógeno‖. Esas fueron las palabras
de la Academia Sueca en el año 1932 cuando entregaron
el Nobel de Física a Werner Karl Heisenberg, un joven
científico alemán que, apenas cumplidos los 31 años,
acababa de revolucionar la historia de la física.
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Y es que Heisenberg, efectivamente, desarrolló toda la


teoría que sostiene las bases de la física cuántica, siendo
el Principio de Incertidumbre el clímax de ella. Y es que,
antes de sus investigaciones, la teoría cuántica del átomo
tenía como base la mecánica clásica, a la que simplemente
se le habían añadido un par de fórmulas cuánticas para
sostener los nuevos desarrollos. Sin embargo, doctorado y
con el apoyo de sus maestros Bohr y Sommerfield,
Heisenberg desarrolló las matemáticas adecuadas para la
nueva era cuántica que estaba llegando: solo con 24 años
había creado la mecánica de matrices, la primera
definición completa de la mecánica cuántica.

Los 7 pasos para otorgar un premio Nobel

EL PRINCIPIO DE
INCERTIDUMBRE
Desde joven, Heisenberg siempre demostró una gran
capacidad para los desarrollos matemáticos y la lógica, por
lo que no sorprendió a nadie cuando se graduó con
honores en Física en la Universidad de Múnich y comenzó
un doctorado en matemática pura bajo con el físico Arnold
Sommerfield como supervisor y Wolfgang Pauli como
compañero de estudios. Sin embargo, ¿por qué no seguir
enfocado en la física en vez de cambiarse a la rama
matemática? Pues bien, en aquellos momentos, la
f��sica se consideraba esencialmente una disciplina
experimental, por lo que la falta de habilidad de
Heisenberg en los laboratorios lo hizo encaminarse hacia la
física más matemática.
CORDON PRESS

Werner Heisenberg in 1961

De Múnich, Heinsenberg pasó a primero a la Universidad


de Gotinga, donde trabajaría bajo las órdenes de Max
Born y, finalmente, al Instituto de Física Teórica de
Copenhage, dirigido por Niels Bohr. Fue aquí donde
Heinsenberg inventó la mecánica cuántica matricial. En su
desarrollo, en vez de concentrarse en la evolución de los
sistemas físicos de principio a fin, concentró los esfuerzos
en conocer únicamente el estado inicial y el final. Esta
forma de trabajar no era ni más ni menos que la que
sugería la teoría de matrices en matemáticas, lo que dio
nombre a la formulación.
Además, directamente de esa teoría, el joven Heisenberg
desarrolló el famoso Principio de Incertidumbre como una
especie de ―guinda del pastel‖ de esa formulación. Esta
idea afirma que no es posible conocer en todo momento
la posición y el momento de una partícula y que, de
hecho, cuanto más conocimiento tenías sobre una de esas
variables, mayor era la incertidumbre sobre la otra. Esto fue
un antes y después en la ciencia pues, al fin y al cabo,
significaba que era imposible llevar a cabo mediciones
perfectas ya que el observador, solo con su presencia,
podía influir en la medida que se estaba realizando.

Los 5 puntos clave para entender la física cuántica


En el año 1929, con solo 28 años y toda una nueva teoría
completamente desarrollada, se dio cuenta de que, gracias
a la aplicación de esos nuevos conceptos y de sus
conocimientos sobre atómica nuclear, era capaz de
predecir que la molécula de hidrógeno podía existir en dos
estados simultáneos: uno como ortohidrógeno y otro
como parahidrógeno. Lo que diferenciaría a uno de otro
sería el sentido de giro de los núcleos. Aunque parezca un
hecho sin importancia, este descubrimiento sirvió
para frenar la evaporación del hidrógeno líquido en los
cohetes que usan combustible líquido, suponiendo un gran
avance para el campo de la astronáutica.

LA TRAICIÓN A HITLER
En el año 1938, su gran reputación como físico llamó la
atención del gobierno de Hitler, el cual se encontraba en
pleno desarrollo de un proyecto que crease una bomba
atómica alemana. Forzosamente, Heisenberg fue obligado
a encabezar el proyecto, trabajando conjuntamente con
Otto Hanh, el científico que descubrió la fisión junto a Lise
Meitner.

FERMILAB,
U.S. DEPARTMENT OF ENERGY

Heisenberg y Bohr en 1934.


Sin embargo, en septiembre de 1941, Heisenberg
abandonó Alemania para visitar a su colega Niels Bohr en
Copenhague. Allí, en un acto calificado de traición al
gobierno nazi, Heisenberg habló sobre el proyecto de la
bomba nuclear, dando detalles sobre como sería su
construcción e, incluso, dibujando un reactor con datos
reales. Y es que Heisenberg sabía que Bohr tenía
contactos fuera de la Europa colonizada por los alemanes,
por lo que trató de proponer un esfuerzo conjunto para
que los científicos de ambos bandos – esto incluía a los
que estaban trabajando en el Proyecto Manhattan-
retrasaran la creación de la bomba hasta el final de la
guerra.

Oppenheimer, Einstein y la bomba atómica


Al final de la guerra en Europa y como parte de
la Operación Epsilon, los científicos alemanes, entre los
que se encontraba Heisenberg, fueron recluidos en una
casa de campo por el ejército aliado en la que
colocaran micrófonos para poder espiar todas sus
conversaciones. El 6 de agosto de 1945, todos los reclusos
escucharon un informe de radio acerca de la bomba
atómica que acababa de detonar sobre la ciudad japonesa
de Hiroshima.
Tan solo la noche siguiente, los micrófonos captaron como
Heisenberg se dirigió a sus consternados compañeros para
explicarles de manera informal cómo los estadounidenses
habían conseguido desarrollar la bomba, detallando
exactamente las cantidades de uranio-235 necesarias,
además del diseño específico del artefacto. Este hecho
evidencia que Heinseberg tenía a su disposición las
herramientas para diseñar la bomba, quizás antes que los
propios estadounidenses, pero que, por razones éticas o
personales, no quiso colaborar a terminar el proyecto.

Neutrinos, las partículas que guardan


los más grandes secretos del Universo
ALBERTO MILO7 DICIEMBRE, 2023

Getty
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El cosmos está lleno de misterios, pero unas partículas,


conocidas como “neutrinos”, están siendo estudias con
el fin de entender de dónde venimos.
Aunque el Universo es enorme, muchas de las respuestas que los
científicos buscan, sobre este, están en las porciones más
diminutas. Ese es el caso de los neutrinos, un tipo de partículas que
abundan en el espacio cósmico y que pueden revelarnos información
fundamental sobre el origen de todo.

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Para entender los puntos clave, acerca de los neutrinos, hablamos con
el Dr. Alejandro Farah Simón, miembro del Instituto de
Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
y del Programa Espacial Universitario (PEU). Esto fue lo que dijo
a National Geographic en Español.

¿Qué son los neutrinos?

Una de las partículas subatómicas más abundante del Universo es


el neutrino. Se piensa que esta se generó después de la Gran
Explosión, en enormes cantidades. También, de forma constante,
continúa apareciendo en el proceso de fusión nuclear, presente en
todas las estrellas, y en la explosión de las mismas.

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Debido a que no tienen carga eléctrica, los neutrinos pueden


atravesar la materia sin interactuar con ella, lo cual hace difícil
su detección y permite que exista en grandes cantidades. A pesar de
tener una masa extremadamente pequeña, contribuyen
significativamente en la masa total del Universo, en razón de su
abundancia.
¿Por qué son importantes para el entendimiento del Universo?

Los neutrinos están presentes prácticamente en todo el Universo.


Debido a que se han estado generando desde la Gran
Explosión, pueden aportar información sobre cómo inicio este.
Además, la enorme emisión de ellos en la fusión nuclear de las
estrellas, y en las explosiones de supernovas, permite entender la
física y la evolución estelar.

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