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Diagramado por Desiree

Índice
Sinopsis
Árbol Genealógico
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Próximo Libro
Sobre la Autora
Sinopsis
El agente Cooper Dayton va a conocer a la familia de hombres
lobo de su novio. Desarmado. En su territorio.

Y lleva a su gato.

Cuando el Agente Cooper Dayton accedió a asistir al funeral del


abuelo de Oliver Park, no sabía en qué se estaba metiendo. Resulta que el
fallecido era el alfa de la manada de hombres lobo más poderosa de la costa
este. Y su muerte es muy sospechosa. Independientemente, Cooper está
decidido a amar y apoyar a Park de la forma en que Park ha estado para él.
Pero Park lo dejó lamentablemente desprevenido en cuanto a la
política y la etiqueta de la manada de lobos. ¿Manadas rivales? ¿Un orden
de asientos en la mesa de la cena? ¿Una figura misteriosa llamada el Pastor?
Lo peor es que Park no le dijo a su familia nada sobre Cooper. Cooper se
siente dos pasos por detrás, y el reticente Park no ayuda.
Hay muchos miembros de la manada ansiosos por abrirse sobre Park
y por qué Cooper es equivocado para él. Sus historias hacen que Cooper se
pregunte si está reteniendo a Park. Pero no hay tiempo para entrar en eso...
cuando los dardos tranquilizantes letales comienzan a volar, Cooper
necesita resolver el misterio de la muerte del alfa y luchar por el hombre
que ama, todo antes de que alguien más muera.
Árbol Genealógico
Capítulo Uno
Extensas colinas verdes retorciéndose y superponiéndose como
cuerpos abrazándose debajo de una sábana. Dramáticos acantilados cayendo
abruptamente hacia el mar oscuro agitándose y girando muy por debajo,
pero aun extendiéndose tanto que tocaba el cielo. Un camino sinuoso e
interminable que parecía equilibrarse y bailar a lo largo del mismo borde
del mundo. Era el tipo de lugar donde podrías imaginarte a alguien con un
vestido blanco suelto corriendo por la hierba para encontrarse con su
amado. Un lugar romántico y atemporal donde los pechos se levantan, las
aventuras escandalizan y el amor es algo para declarar.
Cooper Dayton levantó la vista de la imagen perfecta en la guía que
había elegido en el aeropuerto de Halifax y miró por la ventanilla del auto.
Nadie en su sano juicio sería atrapado corriendo en esto. Ciertamente no
con un vestido, suelto o no. Dondequiera que mirara había nieve. Sucia
nieve arada hacia el costado de la carretera, creando barreras parecidas a
parachoques, nieve limpia que se arrastraba y caía de los muchos pinos que
cubrían las montañas y colinas circundantes, nieve que parecía más niebla
mientras flotaba y bailaba justo encima del hielo del asfalto. Hacía frío,
incluso dentro del auto, y era desolado, poco acogedor y tan jodidamente
brillante que Cooper seguía teniendo que cerrar los ojos solo para evitar ver
puntos. Febrero no era cuando hubiera elegido para venir a Cape Breton,
Nueva Escocia, pero, de nuevo, no se suponía que fueran unas vacaciones o
una escapada romántica o sobre él, en realidad.
Cooper fingió mirar hacia abajo a la guía, pero en su lugar examinó
astutamente al hombre en el asiento del conductor y la razón por la que
estaba en este viaje olvidado de Dios para empezar. Oliver Park estaba tan
rígido y poco acogedor como el paisaje que los rodeaba, con su propia
frialdad distintiva para empezar. Había finas líneas de tensión como
paréntesis alrededor de su boca y círculos oscuros bajo sus cálidos ojos
amaretto. Su mirada parecía suave y desenfocada, no la más reconfortante
considerando las salvajes colinas de acantilados por las que los estaba
conduciendo de arriba a abajo.
—Estoy bien —dijo Park, y Cooper saltó. Ahí iba su intento por ser
sutil.
—Por supuesto que lo estás —dijo rápidamente. Los sonidos de la
calefacción teniendo dificultades y el crujido ocasional de los neumáticos
sobre el hielo los cubrieron durante un largo minuto. Luego dos—. Pero si
quisieras hablar...
—Cooper. —La voz de Park era plana, vacía, sin emociones.
Desprovista de la ternura, diversión o, más comúnmente escuchada,
exasperación que generalmente acompañaba al nombre de Cooper. Vacía de
nada en absoluto, como había sido desde que recibió la llamada telefónica
que los traía hasta aquí.
—Estoy bien —repitió Park en voz baja, más suave esta vez, pero aún
distante y hueca. Con cuidado, navegó por la larga curva de la carretera y
comenzó a bajar por una colina traicionera.
—Está bien —dijo Cooper, todo tranquilidad y aquiescencia. Pero la
preocupación profunda, palpitante enterrada en el fondo de su estómago
volvió a estallar. ¡No está bien! ¡Auxilio! ¡Auxilio!
La empujó hacia abajo de nuevo. ¿Qué más podía hacer? Por una vez,
esto no tenía nada que ver con él. Park y él estaban bien. Genial, incluso.
Park sabía que Cooper estaba aquí para él. Que lo amaba. Un hecho que
todavía hacía que Cooper se sintiera desesperadamente vulnerable. Cristo,
prácticamente se retorcía en su asiento solo pensando las palabras ahora.
Pero Cooper sabía que Park también lo amaba, y eso ayudaba.
Después de la catástrofe del otoño pasado en Jagger Valley, muchas
cosas habían cambiado. Cooper había estado en cama con una tibia rota,
recuperándose de una cirugía e incapaz de poner peso en su pierna mientras
Park había estado suspendido y pasado casi todos los días y noches en el
apartamento de Cooper. Park lo había ayudado a adaptarse, a someter el
patinete de rodilla, a cocinar y a limpiar cuando no podía estar de pie
durante largos períodos de tiempo, y generalmente lo distraía cuando la
frustración que venía de volver a aprender lo que podía y no podía hacer
por segunda vez en menos de dos años amenazaba con llevarlo al límite de
la inquietud hacia la depresión. Durante poco más de tres meses, Park se
había mudado con él, dejándolo solo para hacer sus cambios, registrar su
propio apartamento al otro lado de la ciudad y de vez en cuando encontrarse
con amigos. Había sido... agradable.
Luego, hacía casi un mes, terminó la suspensión de Park. Había
vuelto al BSI para servicio de escritorio, el yeso de Cooper había sido
quitado, reemplazado por una férula mientras recuperaba la estabilidad y la
masa muscular; el patinete de rodilla y las muletas habían sido donados y
Park se había ido.
Bueno, no se fue. Eso era demasiado dramático. Todavía se veían
varios días a la semana. Por las noches también, por supuesto. Pero la ropa
que había encontrado su camino hacia el cesto de la ropa sucia de Cooper,
la cómoda y el armario ya no estaban, el cargador del teléfono en el lado de
la cama de Park había desaparecido, y las cantidades absurdas de comida
que habían sido empacadas en el refrigerador se habían estropeado y vuelto
a sus aburridos esenciales antes de Park.
Enumerados juntos así, parecía una tontería estar molesto por cosas
tan pequeñas. No es que estuviera siquiera molesto. Solo estaba... Bueno, de
todos modos. Necesitaba tiempo para volver a aprender su nueva realidad.
De nuevo. Por tercera vez ya. Casi como si la ausencia de Park fuera tan
perturbadora como un hueso roto o un intestino destrozado.
No ayudaba que Cooper no hubiera vuelto al trabajo todavía, o que
cuando regresara, no volvería a ser compañero de Park. Las noticias de su
relación habían salido después de Jagger Valley; ¿Cómo podrían no haberlo
hecho? Cada comunicación oficial era cuidadosamente desinteresada acerca
de la vida privada de sus agentes, pero reafirmaban su postura de que los
agentes del BSI involucrados en una relación no se podían asociar en el
campo.
En cuanto a la respuesta no oficial... Cooper estaba protegido de la
mayor parte de eso. Pero no había sido exactamente el Señor Popularidad
antes...
—Lo estás pensando demasiado —había dicho Park cuando Cooper
lo interrogó sobre las minucias de su primer día de regreso a la oficina,
buscando alguna pista de que la hostilidad y sospecha que Cooper había
adquirido por la pesadilla de su primer caso juntos en Florence habían sido
transferidas a Park—. ¿Por qué les importaría? ¿Por qué le importaría a
alguien que estemos saliendo?
—No lo sé. Tal vez...
—Tal vez nada. —Park le había besado la nariz—. No somos tan
importantes.
No estaba equivocado. Pero eso no explicaba por qué Park todavía
estaba haciendo trabajo de escritorio y no tenía una pareja permanente a un
mes de regreso de su suspensión.
Cooper volvió a mirar a Park en el asiento del conductor. Tenía su
vieja y clásica máscara neutra colocada. Pero después de meses de vivir
juntos Cooper podía mirar debajo de las grietas y descifrar indicios de
agotamiento, tensión y algo como preocupación. ¿Preocupación por qué?
¿El trabajo? ¿Volver a ver a su familia? ¿O algo completamente diferente?
Fuera lo que fuese, Park no hablaba.
Habían pasado poco más de veinticuatro horas desde que llegó la
llamada telefónica mientras estaban sentados en una cafetería bebiendo
cafés calientes y especiados. Park había estado riendo, suelto y relajado
mientras Cooper le contaba sobre su fascinante día de desarmar la fuente de
agua de Boogie y la subsecuente incapacidad para volver a ensamblarla,
cuando su celular vibró. Allí, en el bullicio de después del trabajo de la
cafetería, su rostro había pasado de una agradable sorpresa a una cuidadosa
máscara en blanco que Cooper no había visto en meses.
—¿Sucede algo malo? —había preguntado Cooper cuando él colgó
abruptamente.
—No. Yo... Sí. Esa era Cami. Mi hermana Camille. —Había
tropezado, sonando aturdido—. Nuestro abuelo está muerto. —Luego se
sacudió y se negó a discutirlo.
Hay muchas formas de llevar el luto, ninguna es menos válida que las
otras pero este cerrarse y cerrarse... Cooper no sabía cómo ayudarlo. Y
deseaba desesperadamente ayudar a Park. Estar ahí para él de la manera que
Park había estado para él infaliblemente durante los últimos cuatro meses;
burlándose de su humor oscuro, discutiendo tranquilamente con él cuando
la inercia hacía que su sangre hirviera, abrazándolo como si fuera la única
cosa segura en una vida llena de incertidumbres.
Y ahora el abuelo de Park estaba muerto. El hombre que lo había
criado a él y a sus cinco hermanos cuando sus padres los habían
abandonado para unirse al grupo de lobos rebeldes del WIP. El hombre que
había mentido durante décadas, diciéndoles que sus padres estaban muertos
para evitar que tuvieran una relación con ellos. El lobo que era el alfa de la
manada familiar que Park había dejado para unirse al Trust, con la
esperanza de encontrar a su madre.
Francamente, era una historia lo suficientemente complicada como
para llenar su propia mini serie de Ken Burns1. O un episodio de telenovela,
al menos. Park tenía que tener emociones complicadas en torno a la muerte
del hombre, o cualquier tipo de emoción en absoluto, en realidad, pero él no
dijo una palabra. Solo insistió en que siguieran adelante como si nada fuera
diferente.
Le había pedido a Cooper que continuara contándole sobre la fuente
agua rota de Boogie allí en el café, y cuando finalmente terminaron sus
cafés, él había seguido a Cooper a casa y arreglado la maldita cosa él
mismo, a pesar de la insistencia de Cooper de que no era necesario.
—Lo siento que…
—Está bien. Gracias. Estoy bien.
Luego se movió nerviosamente por el apartamento como si paseara
por una jaula y bloqueó cualquier intento adicional de hablar o de consuelo.
Finalmente, Cooper se había rendido y lo había dejado caminar de un
lado al otro. Se había retirado a la cocina para prepararles la cena solo para
que Park lo siguiera, todo nervioso y con ojos salvajes, y lo inclinara sobre
la encimera de la cocina para follarlo.
—¿Está bien así? —Park había dicho, sacando la ropa del camino y
arrastrando sus dedos por la raja del culo de Cooper.
—Sí. Lo que sea. —Cooper le había mordido la espalda, sorprendido
por el repentino giro de los acontecimientos pero no descontento por ello.
Especialmente cuando Park se arrodilló y volvió a tocarlo con la lengua. Lo
había trabajado con la boca y las manos hasta que Cooper se convirtió en un
desastre, chocando contra los armarios de la cocina.
—¿Puedo tenerte? —Park se quedó sin aliento, como si fuera él el
que estaba siendo despedazado, nervio por nervio.
—Sí. Hazlo, por favor. —Cooper había arqueado su espalda,
buscando el cuerpo de Park—. Ya me tienes —susurró en el mostrador, y
Park se quejó. Esperemos que por el placer de empujar en el cuerpo de
Cooper y no en la forma cursi, pero no pudo evitarlo. Era cierto. Park lo
tenía como la fiebre. Alterando el pensamiento, hirviendo la sangre y
consumiendo todo. Cooper se había arrojado de nuevo a la hoguera.
No fue el sexo más rudo que habían tenido, pero había habido un
borde de pánico, casi torpe, que francamente había aumentado la excitación
de Cooper un poco más. Durante un corto pero glorioso tiempo se sintió tan
necesitado como el oxígeno.
Tal vez este fuera un punto de inflexión, pensó. Una presa
rompiéndose. Una forma para que Park reafirmara la vida y el amor antes
de afrontar responsablemente su pérdida.
Habían terminado en el piso de la cocina, Cooper derramándose sobre
el azulejo, y sobre sus rodillas mirando la sombra oscura que era Park
jadear y bombear hacia él a través del reflejo del horno.
—No cambia nada —había murmurado Park después, presionando
besos a través de los omóplatos de Cooper—. No lo dejaré.
—¿Qué?
Park se puso rígido y se apartó, evitando su mirada.
—Nada importante.
Luego le pidió que fuera a Canadá con él para la ceremonia del
funeral, y cuando Cooper estuvo de acuerdo, agradecido de finalmente ser
de alguna ayuda, se excusó de inmediato por el resto de la noche.
—¿No te vas a quedar?
—No, necesito cambiar —había dicho Park a pesar de haber ido por
una de sus “carreras” esa mañana—. Me ocuparé de los boletos y te
recogeré antes del vuelo. —Lo había besado distraídamente, y eso fue todo.
Ni una palabra desde entonces sobre por qué viajaban al extremo norte de
Cape Breton en el medio de una helada brutal.
Decididamente, no era la liberación emocional que Cooper había
esperado. Y aun así, cada kilómetro que se acercaban, la peligrosa quietud
que irradiaba de Park se intensificaba.
Preocupación. Definitivamente era preocupación. Quizás incluso
miedo.
Cooper dejó la guía y se aclaró la garganta. Esto se estaba poniendo
ridículo.
—¿Les dijiste que yo venía?
Park parpadeó lentamente, como si lo hubieran sacado de sus
pensamientos.
—Sí, por supuesto —dijo después de un largo momento. Luego—:
No te pongas nervioso.
—No lo estoy —dijo Cooper. Bueno, no lo estaba hasta que dijiste
eso. Sinceramente, él había estado demasiado ocupado preocupándose por
Park para considerar su propio hito de acercamiento: conocer a la familia.
Mierda—. ¿Estarán... todos allí?
Park inclinó la cabeza.
—Mmm, la mayoría. Mis dos hermanas mayores, Camille y Jackie,
ya deberían estar allí. Sin embargo mis dos hermanos menores no lograrán
llegar en absoluto. Addy está investigando para su doctorado en Turquía y
la esposa de Simon, Peggy, estará de parto en cualquier momento. Ha sido
un embarazo difícil, así que no quieren viajar. Mi hermano mayor, Griffin,
estará aquí para el servicio, pero dudo que se quede después. Tiene una
propiedad en Halifax y se... —sacudió la cabeza como si decidiera cuál era
la palabra correcta—: llena de actividad con todos nosotros.
Múltiples alfas, pensó Cooper, completando lo que Park evitaba.
—Entonces ¿quién va a estar allí?
—Mira, nadie espera que digas bien los nombres de todos de
inmediato. Sé que es abrumador. Lamento haberte arrojado al pozo así antes
de que estés listo.
—Disparates. Póngame, entrenador. Nací listo.
Park resopló ante la falsa y dolorosa valentía.
—Está bien. Mi abuela Helena, obviamente. —Se detuvo, luciendo
perdido, ya golpeado por algún pensamiento o recuerdo incómodo.
—¿Cuál era el nombre de tu abuelo? —dijo Cooper suavemente.
—Joe. —Park sonrió, más bien una mueca, y rápidamente siguió
adelante, dándole a Cooper un resumen de su familia.
Tenía dos tíos, Marcus y Stuart, y una tía, Lorelei. Ninguno de los tíos
vivía con Helena, aunque tampoco estaban demasiado lejos. Cooper
recordaba vagamente los nombres. Marcus, casado y sin hijos, era el que
había desobedecido a la manada y le había dicho a Park la verdad sobre sus
padres, y Park hablaba de él con cariño.
Stuart era viudo y su hija, Delia, también vivía en DC. Park de vez en
cuando salía a cenar con ella. A menudo invitaba a Cooper, pero Cooper
siempre se negaba. Afirmaba que era porque las parejas necesitaban tiempo
separados y mantener amigos separados, pero la verdad era que se había
sentido patético acompañándole como el niño que tu madre te hace invitar.
Eso y que él había estado demasiado nervioso para conocer a la prima de
Park. Finalmente, Park dejó de invitarlo.
La tía de Park, Lorelei, sí vivía con Helena, y eso era interesante.
—¿Qué quieres decir con que ella y su exmarido todavía viven allí?
—Exactamente eso. Lorelei y Tim llevan divorciados, eh…
diecinueve años, ¿creo? Pero él nunca se mudó. Criaron a mi primo
Raymond juntos.
—Está bien —dijo Cooper lentamente—. Eso es bueno. —Tal vez—.
Pero Raymond debe ser un adulto ya. ¿Qué les impide, ya sabes, separarse?
Park vaciló.
—Tim es... Bueno, Tim ya no es exactamente de la familia, pero
todavía es parte de, ya sabes... —hizo un gesto vago—, parte de la manada.
—¿Entonces él tiene que quedarse? —Cooper intentó imaginarse
viviendo con Park durante décadas después de que se separaran y su cuerpo
retrocedió—. Eso debe haber sido brutal para ambos.
Park arrugó la nariz.
—Supongo. En realidad, nunca lo había pensado. Mis abuelos
tampoco están románticamente juntos, no lo han estado durante años, pero
siempre parecen estar bien. Parecían estar bien —corrigió en voz baja.
—Sabes, dices que es difícil para tu familia estar bajo el mismo techo
como una súper manada, pero todos estos divorcios y separaciones suenan
como la oportunidad perfecta de separarse y comenzar sus propias manadas
para mí.
—Es complicado —dijo Park—. No les gusta cuando la gente se va.
—Tú te fuiste.
Park miró fijamente a Cooper pero no respondió.
—Eres uno de los seis. Y tu papá era uno de los cuatro, ¿verdad? Ese
es un árbol genealógico abarrotado.
—Hay mucha presión sobre las manadas más viejas para que se
reproduzcan. Por el bien de la especie y toda esa mierda —murmuró Park.
Sonaba molesto, como si esta fuera una vieja discusión que había
escuchado con demasiada frecuencia.
—No me había dado cuenta de que, eh, la especie necesitaba
mantenimiento —dijo Cooper.
—Es… difícil. Necesitamos más espacio que ustedes, acceso a la
tierra para cambiar, etcétera. Muchos lobos simplemente no tienen el
espacio para criar niños.
—Pero tu familia sí.
Park se rio oscuramente.
—Sí, tenemos espacio. Y tengo once sobrinas y sobrinos para
probarlo, con más por venir. A este ritmo seremos la especie. Aunque al
menos mi hermana mayor Jackie y su esposa, Mai, adoptaron. Mai es
cirujana cardíaca —agregó con orgullo.
Cooper dejó de jugar con su férula.
—¿Tu hermana es gay?
—Es bi —corrigió Park, y luego llamó la atención de Cooper—.
¿Qué?
—Nada —dijo Cooper rápidamente. Podía sentir a Park
examinándolo, así que levantó la mirada para encontrarse con sus ojos—.
Solo... ¿ellos saben sobre... mí?
La mirada curiosa de Park se congeló y parecía casi incómodo antes
de que la comprensión relajara su rostro de nuevo.
—¿Quieres decir si saben que tú y yo salimos? Sí. Te dije que eso no
es problema.
Cooper frunció el ceño.
—¿Qué pensaste que quería decir?
Park parecía distraído mientras ponía el auto en una marcha más baja
para subir la siguiente colina brutal.
—¿Hmm? Oh, nada, solo estaba confundido. Estamos a unos quince
minutos de Port Drove, la última ciudad antes de la finca. ¿Todavía quieres
parar antes por el gato?
Cooper sonrió ante el tono de Park de “Solo tolero a ese animal por
ti”. Mientras su relación se había hecho más cercana con todo el tiempo que
habían pasado juntos, la relación de Park y Boogie era tan unilateral como
siempre, con Boogie constantemente tratando de presionar firmemente el
regazo de Park o tomar una siesta en la parte baja de su espalda en la cama
mientras Park refunfuñaba, la evitaba y la reubicaba suavemente del lado de
Cooper cada vez que la atrapaba.
Cooper se giró en su asiento, ignorando el pico de incomodidad en su
espinilla, para examinar el transportador para gatos en el piso del asiento
trasero. Boogie había estado incluso más silenciosa de lo habitual durante el
viaje, completamente apagada por su injusto cautiverio. Ella lo miró ahora a
través de los barrotes antes de apartar la mirada, como si la sola vista de él
le disgustara. En otras palabras, el viaje no parecía haber afectado su
habitual personalidad.
Con su joven y extraordinaria vecina Ava, en un campamento de
periodismo, a menos de diez horas para hacer otros arreglos y, está bien,
seamos honestos, una lista de contactos de amigos bastante vacía, se había
visto obligado a traer a Boogie en el viaje.
—Sí. En cualquier lugar donde pueda recoger algunas latas y arena
sería genial, gracias. —Se sentía mal al pedirle a Park que se detuviera
ahora que estaban tan cerca, pero no tenía sentido empacar suministros que
podía comprar en cualquier lugar. Especialmente cuando ninguno de ellos
estaba seguro de cuánto tiempo estarían aquí—. A menos que pienses que
tu familia...
—No —dijo Park—. No son gente de grandes felinos.
Cooper le hizo una mueca a Boogie, quien todavía lo ignoraba.
—¿Estás seguro que no les importará que la trajera?
Silencio. Aparentemente, Park también lo estaba ignorando ahora.
Bueno, siete horas después de esta aventura y Cooper había logrado alienar
a ambos compañeros. Justo a tiempo.
Se dio la vuelta para mirar hacia adelante y trató de reajustar su
propia pierna, pesada con la férula, lo más sutilmente posible. No
necesitaba haberse molestado. Park estaba ocupado frunciendo el ceño al
volante.
—¿Oliver? ¿Qué pasa?
—El auto ha comenzado a tirar hacia la izquierda —dijo mientras
llegaban a la cima de la colina, tomaban otra curva empinada con un lindo y
pequeño mirador sobre el mar y comenzaban a bajar de nuevo—. Creo que
el…
El auto dio una sacudida repentina a la derecha y la expresión de Park
cambió a pura alarma.
—¿Qué? ¿Es el neumático? —preguntó Cooper, incluso sabiendo que
un pinchazo no explicaría lo que estaba sucediendo o el suave y casi
silencioso descenso del auto por la carretera de montaña.
—No —dijo Park con brusquedad, toda su pierna temblando mientras
bombeaba agresivamente los frenos. Ahora estaban ganando velocidad lenta
pero constantemente. Yendo más rápido en el camino inclinado y helado de
lo que lo habían hecho en todo el día. El pie derecho de Cooper estaba
presionado fuerte contra el suelo del auto, tratando de frenar
inconscientemente él mismo y su espinilla recién curada protestó por la
tensión. Comprobó el velocímetro. Los sesenta y cinco pasaron los setenta y
se acercaron a los ochenta.
—¿Tienes puesto el cinturón de seguridad? —dijo Park con fuerza.
—Por supuesto —dijo Cooper. Las palabras se arrastraron un poco y
sus labios se sentían raros, hormigueantes—. ¡Espera! —Se giró en su
asiento de nuevo para agarrar el transportador de Boogie, ¿por qué
demonios lo había dejado suelto en el suelo? Se lo puso en su regazo y lo
metió entre su cuerpo y el cinturón del pecho mientras un fuerte silbido y
golpes sonaban desde adentro. Si le dolió la pierna con el giro, esta vez no
lo notó.
—Sostente. —Park agarró el freno de mano y tiró de él.
No pasó nada.
—Oh, bien —dijo Park.
Cooper se rio. Ni siquiera se dio cuenta de que lo estaba haciendo
hasta que Park lo miró con preocupación. Nada era gracioso. Ciertamente
no se sentía divertido. El hormigueo en sus labios se había extendido por su
rostro, por su cuero cabelludo y por su columna vertebral hasta que no pudo
quedarse quieto. Le dolían los brazos donde se hundían en el transportador
de Boogie. Pero el aleteo en su pecho insistía con estallar en forma de risa,
de todas formas. Más allá del rostro incrédulo de Park, vio que el
velocímetro marcaba casi noventa.
¿Cuántas veces puedes engañar a la muerte? El pensamiento no
deseado se enterró en la cabeza de Cooper como un parásito. Seguramente
cuatro es demasiado.
Más adelante, la carretera desaparecía donde se curvaba una vez más
alrededor de la montaña. Más allá, el mar brillaba como una gema oscura
colocada entre la nieve y el cielo incoloros. No lo lograrían a esta
velocidad. Cooper se estiró y puso su palma contra el pecho de Park como
si pudiera sujetarlo del impacto.
Pobre Boogie. Debería haberla dejado en casa.
—Sostente —dijo Park de nuevo. No digas esa vieja línea cansada,
pensó Cooper, y agarró la parte delantera del abrigo de Park mientras
acercaba el transportador para gatos a su pecho hasta que el pestillo de
metal se clavaba en su piel. No haría ninguna diferencia al final.
Park bajó la marcha y Cooper se sacudió hacia adelante cuando el
auto retrocedió un poco y se quejó en protesta. Park exhaló con fuerza. No
fue una caída dramática en velocidad, cinco kilómetros como máximo, y la
curva de la carretera estaba directamente delante de ellos ahora, pero era
algo. Cooper estuvo tentado a tirar de la maldita cosa hasta la primera
marcha pero se resistió. En cambio, vio como Park reducía una y otra vez,
una marcha a la vez, cada caída en la velocidad ni remotamente cerca a lo él
quería, cada sacudida hacia adelante más severa, y cada gemido del motor
más fuerte y más tenso.
Park los bajó a la segunda velocidad justo cuando entraban en la
curva, y Cooper se lanzó hacia adelante cuando el velocímetro descendió
por última vez. Todavía iban demasiado rápido. Los neumáticos chirriaron
cuando tomaron la curva y él apenas los escuchó por encima del motor, tan
agudos y estresados ahora que Cooper casi esperaba que algo explotara y
cediera debajo de ellos. De repente los neumáticos traseros derraparon
sobre un trozo de hielo y, por un momento, se sintió como si estuvieran
cayendo.
Park agarró el volante con ambas manos y Cooper contuvo la
respiración. Recordó que tenía quince años y estaba aprendiendo a
conducir, con su padre en el asiento del pasajero. Recordó la sensación de
tomar esa primera curva a una velocidad superior a cuarenta kph.
—¿Qué pasa si vuelco el auto, papá?
—No lo harás, Coop.
—¿Pero, cómo lo sabes?
—Están hechos para no hacerlo. Créeme.
Recordó inclinarse hacia atrás en la curva como si pudiera
contrarrestar todo el auto, y el posterior enfado de su padre.
—¡Vuelve a meter tu trasero en el asiento! ¡No vamos a volcar!
Cooper sintió que la mejilla de su trasero izquierdo se hundía en el
cojín ahora, tratando instintivamente de mantener cierto equilibrio...
... y luego, de repente, estaban en una recta nuevamente, yendo a
cincuenta y cinco. Se rio de nuevo, esta vez sonando un poco más aliviado
y menos como un villano de dibujos animados en un asilo embrujado.
—¡Sí! —Su voz era fuerte, entrecortada y temblaba con adrenalina—.
¿Ahora qué? ¿Esperamos la próxima cuesta arriba? —preguntó, evitando
mirar al mar enojado acechando en su periferia.
—Demasiado arriesgado —dijo Park—. Podría volver a empeorar
antes de mejorar.
—Entonces nosotros... —Cooper miró hacia la izquierda. Varios
kilómetros más adelante, la cara interior del acantilado que estaban
bordeando se relajaba hacia lo que parecían colinas empinadas y pequeños
árboles, aunque la topografía de la tierra era difícil de determinar bajo la
nieve.
—Esperemos que no venga otro auto —dijo Park—. O ninguna
bajada oculta.
Puso su mano sobre la de Cooper, todavía agarrando la pechera de su
abrigo, y se la llevó a la boca para darle un breve beso, luego los guio hacia
el lado equivocado de la carretera, avanzando lentamente hacia la
acumulación de nieve en forma de barrera a la izquierda que un arado había
hecho. El auto saltó y se inclinó antes de que pudieran tocar la barrera
cuando chocó con la escorrentía en el costado.
Dentro de su transportador, Boogie siseó y golpeó la puerta de la
jaula, finalmente en sintonía con el peligro.
Cuando el costado del automóvil golpeó el parachoques helado, el
auto se balanceó y Cooper no pudo contener su grito. Los sonidos del hielo
chocando contra el metal hicieron que pareciera que iban más rápido en
lugar de reducir la velocidad, ahora que la distancia se medía con bofetadas,
golpes y chillidos.
—¿Listo? —Park tuvo que gritar.
—Confío en ti —dijo Cooper. Podía sentir los latidos del corazón de
Park contra su puño justo antes de que se salieran completamente de la
carretera y él fuera arrojado contra la puerta del pasajero mientras el auto se
precipitaba y patinaba sobre la nieve.
Se escuchó un horrible chirrido, por lo que había una barandilla real
debajo de todo eso, después de todo, y luego el chillido continuó cuando
Boogie tomó el grito de guerra. Cooper había perdido agarre en Park y solo
estaba agarrando el transportador con su mano derecha mientras su mano
izquierda se disparó al frente como si pudiera detener lo que venía.
Otro golpe de esos que hacen repiquetear los dientes vino de debajo
de ellos, y Cooper se tambaleó hacia adelante. Boogie aulló y el lado
derecho de su cara se estrelló contra el saliente entre el parabrisas y la
ventana del asiento del pasajero.
—¡Mierda! —Cooper se agarró la cara cuando una fiesta rave estalló
brevemente en su ojo. Sintió una sacudida en el estómago y sus
pensamientos tropezaron como un disco rayado antes que todo se volviera
negro abruptamente.
Capítulo Dos
—Acelera, Coop. ¡No vas a volcar el maldito auto!
—¿Pero y si lo hago, papá?
—Deja de ser un gato asustadizo. Simplemente hazlo. ¡Hazlo ahora!
¡No tengas miedo!
—¡Cooper! ¿Estás bien?
—¿Papá? —murmuró Cooper, sintiendo unas manos recorriendo su
pecho y haciendo palanca contra los dedos presionados contra su ojo. Sus
dedos. Él estaba agarrando su cara. Que dolía. Mucho. Su ceja en particular
estaba pulsando tan fuerte que podía sentirla en su palma.
—¿Qué? No, soy yo. —La voz estaba aún más preocupada ahora.
—Oliver —dijo Cooper, asintiendo y aliviado, la realidad
retrocediendo lentamente en su lugar. Luego—: ¡Oliver! ¡Vuelve a poner las
manos en el volante!
—Está bien. Nos hemos detenido. ¿Te duele el cuello?
—No. —Cooper gimió—. Solo mi maldita cara. ¿Tú?
—Estoy bien. —Sintió que unos dedos fríos y suaves agarraban su
barbilla y la inclinaban ligeramente hacia atrás—. ¿Puedes abrir los ojos?
Oh. ¿Estaban cerrados? Cooper parpadeó para abrirlos y sintió que su
ojo derecho inmediatamente comienza a derramar lágrimas como agujas de
acero disfrazadas mientras la luz solar se disparaba a través de su córnea.
—¡Mierda! —Los volvió a cerrar y sintió los dedos de Park trazar
delicadamente su cuenca, ceja y pómulo. Se sentían fríos y húmedos.
—No creo que nada esté roto, pero estás sangrando y podrías tener
una conmoción —dijo Park—. Necesitamos llevarte al hospital.
—¡No! —Cooper gimió contra su propio brazo—. No más médicos.
—Perdiste el conocimiento.
—No lo hice. Solo estaba cerrando los ojos —murmuró. Park guardó
silencio—. Puedo sentir tu desaprobación desde aquí. Seguramente eso
significa que no tengo una conmoción.
—Tendrías que estar muerto para no hacerlo. —Park suspiró, pero ya
estaba resignado. Había visto cuánto odiaba Cooper los hospitales esta
última vez y no iba a obligarlo a hacerlo ahora—. Podemos hacer que Mai
te revise primero, pero si encuentra algo...
—No lo hará. Además de la evidencia de los tres infartos que acabo
de tener. Uno por cada vez que tú... ¡Boogie! —Sus ojos se abrieron de
nuevo, el dolor seguía ahí pero no tan mal esta vez, solo ardor e irritación
general. Y lágrimas. Muchas lágrimas.
—Ella está bien —dijo Park.
—Oh, ¿entonces hablas gato ahora? —Los dedos temblorosos de
Cooper abrieron el pestillo. Cinco kilos de animal salieron disparados. Su
pelaje estaba completamente parado en punta, y se lanzó fuera del pecho de
Cooper y hacia el asiento trasero, logrando arañar su abrigo y su piel en tres
lugares diferentes en su camino.
—¡Jesús! —dijo Cooper, girándose para mirarla, pero ella ya había
desapareció en el maletero y parecía estar corriendo y arañando sus bolsas
—. Eso es gratitud para ti. ¿Estás seguro de que ella está bien?
—Sí, está a salvo en el transportador y el accidente no fue tan grave.
Los airbags ni siquiera se dispararon. —Park frunció el ceño—. Si hubieras
estado usando el cinturón de seguridad correctamente y no compartiéndolo
con el gato, no te habrías lastimado, tampoco. —Parecía realmente molesto,
como si alguien fuera a descontarle puntos en un examen de conducir.
Cooper sonrió ante el pensamiento y otra risa ligeramente histérica
escapó de su garganta. La adrenalina todavía estaba bombeando a través de
él, y ahora que la niebla de su cabeza se estaba despejando, tenía el
abrumador deseo de salir del auto. El cinturón de seguridad que descansaba
contra su pecho bien podría haber estado ahogándolo. Desabrochó el
cinturón, buscó a tientas la manija de la puerta y cayó en la nieve, con
piernas temblorosas.
El automóvil estaba inclinado levemente hacia una zanja al pie de una
colina. Alrededor de ellos había docenas de pinos jóvenes, lo
suficientemente pequeños como para no amontonarse entre sí, pero lo
suficientemente grandes como para hacer daño si hubieran golpeado uno.
La conciencia de su propia vitalidad lo atravesó de nuevo, y Cooper tuvo
que resistir el impulso de empezar a correr. Solo su férula lo detuvo. No se
había sentido tan despierto en meses. Estaba tan nervioso como Boogie. La
idea de ellos correteando en el maletero juntos lo hizo reír de nuevo.
—¿Estás seguro que estás bien? —dijo Park, saliendo del auto
también y agachándose para mirar debajo—. Te has estado riendo mucho
más de lo habitual para nuestras experiencias cercanas a la muerte.
—Sí, bien. —Park tenía razón. Pero era diferente. Correr hacia la
muerte en un auto en lugar de enfrentarse al número de asesinos
trastornados que habían perseguido a lo largo de su trabajo juntos. Todo ese
miedo sin oportunidad de pelear o huir, supuso Cooper.
—Supongo que eso es lo que pasa cuando estoy en un aprieto y no
puedo hacer nada más que relajarme y ver cómo le das una patada a la
muerte en los dientes. ¿Ves algo?
—Todo el vientre está demasiado destrozado para decir algo ahora. —
Park se puso de pie y fue a pararse junto a Cooper—. No es raro que la sal
corroa las líneas de freno por aquí. Pero me sorprende que la empresa de
alquiler no las verifique con regularidad. Y es extraño que la línea del freno
de emergencia también estuviera rota —murmuró, mirando pensativamente
el auto.
—Suerte que sabías qué hacer. —Cooper pasó una mano por el brazo
de Park hasta la base de su cuello y tiró de él más cerca hasta que tropezó y
su peso apretó a Cooper contra el auto—. Fue una conducción bastante
impresionante esa de recién.
—No iba a dejar que te escaparas de conocer a mi familia tan
fácilmente. —Se encogió de hombros, pero hubo un leve temblor en su voz
y una intensidad en sus ojos que no provenía de su intercambio a un dorado
brillante e inhumano.
Cooper pensó que no era el único que todavía estaba atrapado en el
remolino de un subidón de adrenalina. Extendió la mano para tocar la cara
de Park, suavizando las líneas de preocupación.
—¿Estás seguro que estás bien? —preguntó.
—Tan bien como siempre. —Park besó las yemas de los dedos de
Cooper mientras pasaban sobre su boca—. Perfecto.
—Bueno, decídete. No pueden ser ambos.
Park mordió sus dedos, atrapándolos entre sus dientes por un
momento. Sostuvo la mirada de Cooper, succionó dos ligeramente en su
boca, luego los soltó.
—Hmm. —Ahora era la voz de Cooper la que temblaba. Descansó
sus dedos contra el labio inferior de Park y trazó la unión exterior. El aire
frío picaba donde golpeaba la piel mojada—. Supongo que deberíamos
llamar a un remolque, ¿eh? Aunque, para ser honesto, con el subidón del
que estoy saliendo, probablemente podría empujar el auto hasta el pueblo.
—No agregó con mi pene porque no era totalmente grosero, pero Park
sonrió con complicidad de todos modos y lamió las puntas de los dedos de
Cooper, el bastardo.
—Buena suerte en conseguir una señal aquí. Tendremos que buscar
ayuda a la antigua.
—¿Gritando? —Adivinó Cooper mientras miraba a su alrededor. A la
antigua tenía razón. Bien podrían haber salido del mapa moderno y
aterrizado en la edad de hielo prehistórica. No había señales de vida
humana. Ni siquiera podía ver el camino desde este ángulo.
—Caminaré hasta la ciudad y traeré ayuda —decía Park—. No
deberían ser más de quince kilómetros. Incluso podría conseguir un par de
barras de señal antes de eso.
Cooper parpadeó rápidamente y dejó caer su mano.
—Tú... mientras yo hago qué, ¿rezo? ¿Me siento aquí esperando tu
regreso y compongo una balada sobre tu valentía?
—Quiero decir, lo que sea que toque tu mandolina. —Park movió las
cejas—. No tiene sentido que vayamos los dos.
—Excepto que realmente no quiero pasar el rato en la tundra helada
preguntándome si volverás y sacar pajitas con Boogie sobre quién come a
quién primero.
Park se rio.
—¿Crees que te dejaré aquí?
Cooper miró a su alrededor de nuevo.
—Por supuesto que no. Pero la guía decía... —Se interrumpió,
avergonzado—. Bueno, ¿qué pasa con la seguridad en números? No quiero
que hagamos nada... peligroso.
Park inclinó la cabeza.
—Estás constantemente corriendo de cabeza hacia las garras de
psicópatas y asesinos. Acabo de escucharte carcajearte a través de un
accidente automovilístico potencialmente fatal. Te gusta el peligro.
Cooper protestó, pero Park lo interrumpió.
—Por favor. No intentes negarlo. Prácticamente me estabas follando
hace un minuto. Te excitas con esta mierda. Así que no me digas que tienes
miedo de estar solo en la naturaleza durante una hora.
—No —dijo Cooper brevemente—. Pero el libro decía que nadie
debería caminar solo. ¿Qué pasa si te encuentras con un animal?
—Entonces hay una probabilidad del 50/50 de que estemos
relacionados.
—Oli…
Park lo besó. Una presión firme de labios cerrados.
—Puedo defenderme. Y puedo moverme mucho más rápido que tú.
Cooper lo fulminó con la mirada.
—La férula es más una precaución que cualquier otra cosa. Estoy
básicamente…
Park lo besó de nuevo.
—No estaba hablando de eso. Quiero decir que voy a caminar hasta la
carretera, orientarme, y si no hay autos pasando, cambiaré y correré a la
ciudad.
Cooper sintió que su boca formaba una pequeña “o” de sorpresa, pero
rápidamente lo sacudió.
—Bueno. Supongo que eso funciona. —Park lo estaba observando de
cerca—. ¿Qué?
Se encogió de hombros y se inclinó hacia adelante como si fuera a
besar a Cooper una vez más, pero vaciló, con expresión casi insegura. Así
no era Park en absoluto.
—¿Oliver? ¿Qué pasa?
Park abrió la boca, la cerró y luego dijo: —Nada. Solo estoy...
contento de que pudieras venir conmigo. —Cooper no estaba seguro si eso
era lo que realmente quería decir o no, pero no empujó.
—Siempre estoy feliz de venir contigo —dijo con seriedad. Park le
guiñó un ojo—. Idiota. Eso no es lo que yo... —Fue interrumpido por la
boca de Park una vez más, y mientras los otros besos habían sido amables
intentos de interrumpir sus quejas, este estaba lleno de un solo propósito,
reclamar.
Cooper se estremeció, un pulso de deseo ondulando justo debajo de su
piel. Pasó sus dedos a través del cabello de Park y por su espalda para
apretar su trasero a través del áspero jean.
De manera decepcionante, Park se apartó.
—Debería irme. Solo va a ponerse más frío aquí.
—Puedo pensar en un par de formas para calentarnos —murmuró
Cooper, recorriendo sus dedos debajo del abrigo de Park y a lo largo de su
cintura.
—¿Sí? —Park se inclinó hacia adelante para acariciar su oreja—. ¿Y
cómo encaja el gato en estos planes?
Cooper frunció el ceño y lo soltó de mala gana.
—Ugh. Bien. Tienes razón. Deberías irte.
Trató de sonar más indiferente de lo que se sentía cuando Park lo
soltó, abrió la puerta trasera y empezó a hurgar. Por supuesto que se
quedaría detrás. Eso era lo que tenía más sentido. Pero había un profundo
sentimiento de malestar sentado en la parte posterior de su garganta. ¿Por
qué?
Sin importar que Park bromeara, Cooper no tenía miedo de esperar
aquí. ¿Aburrimiento? Sí. Pero no miedo. También sabía que Park era más
que capaz de protegerse solo. Además, ¿contra qué demonios tendría que
protegerse? ¿El frío? No era como si estuvieran aquí en un caso y
necesitaran cuidar sus espaldas. Y moviéndose como lobo, Park sería el
depredador más grande alrededor. Cooper probablemente estaba
reaccionando a la tensión sobrante del accidente girando alrededor de su
torrente sanguíneo y estaba confundiendo las cosas.
O nervios, ahora que estás mucho más cerca de conocer a su familia.
—Maldición —murmuró.
—¿Qué? —Park apareció con una bolsa de mano vacía arrugada en
sus manos y empezó a quitarse el abrigo.
—¿Para qué es eso?
—Para llevar mi ropa y mi teléfono mientras estoy... corriendo. —Se
inclinó hacia atrás en el auto para colocar su pesado abrigo con cuidado en
el maletero, presumiblemente para que Boogie se acurruque en él, el gran
blando—. No quiero aparecer totalmente desnudo y darles un susto a los
lugareños.
Cooper imaginó que era un lugareño pescando en el hielo, paleando
nieve o cualquier cosa que hiciera la gente por aquí en esta época del año, y
ver a un Park totalmente desnudo y de aspecto salvaje deambulando fuera
del bosque. A menos que “un susto” significara algo completamente
diferente en Canadá, Cooper no podía verse reflejado.
Tal vez Park tenía razón y le gustaba un poco el peligro.
—Hmm —dijo, sacudiendo la cabeza—. ¿No sería más fácil hacerlo
aquí?
Park se congeló por un segundo y luego continuó arreglando su
abrigo en una especie de cama para gatos sin responder. Cooper se
preguntaba si iba a ignorarlo.
Tratando de sonar lo más casual posible, agregó: —Si cambiaras
ahora, podría poner tu ropa en la bolsa por ti y pasarías menos tiempo
congelándote tus partes.
—Yo... preferiría que no —dijo finalmente Park, con la voz apagada.
—Está bien —dijo Cooper rápidamente, sin querer presionar—. Solo
estaba pensando en tus partes.
Park soltó un bufido y salió del auto.
—Normalmente lo haces.

***
Cooper escuchó mucho después de que Park desapareciera sobre la
cresta, esforzándose por escuchar alguna señal de él cambiando o tal vez
incluso verlo reaparecer como lobo para un aullido de Adiós o, más
probablemente, ¡Hace mucho frío! ¡Espera en el auto, tonto! Pero no hubo
nada. Solo el viento constante azotando el mar y nieve, nieve, nieve.
Cooper no se sorprendía, la verdad. Mientras que algunas cosas habían
cambiado desde Jagger Valley, otras no lo habían hecho.
Después de que la poco saludable abstinencia de cambiar de Park casi
lo destrozara el último otoño, Cooper había pasado mucho tiempo tratando
de averiguar por qué. ¿Cómo había llegado a ese punto? ¿Qué le hizo
compartimentar su propia identidad y tirar la llave?
A Cooper le molestaba. Mucho. No se creía totalmente la endeble
excusa de Park de que había odiado dejar a Cooper solo durante un
momento tan emotivo. En cambio, le preocupaba que la verdad tuviera
mucho más que ver con él. O más específicamente, su relación. Después de
todo, Park parecía bastante abierto sobre ser un hombre lobo y lo que eso
implicaba, cuando se conocieron en Florence, antes que hubieran terminado
juntos, ¿no?
Era cierto que las circunstancias no eran buenas, con la asociación
forzada, el reciente ataque de Cooper que puso en peligro su vida y los
meses donde el ahora psicópata y ex mentor de Cooper lo alimentó con
viciosas mentiras sobre los hombres lobo. Pero desde entonces Cooper
había hecho una autoevaluación muy necesaria y completa para desraizar
cualquier prejuicio que ni siquiera sabía que tenía. Y desde Jagger Valley,
había estado intentando ser una persona mucho más abierta. Amor e
intimidad significaban ser vulnerable, y Cristo, estaba enamorado. Así que
lo intentaba. Cada día.
Ambos habían mejorado con las emociones y las cosas de relaciones,
pero en el frente lobo no había mucho progreso. Park volvía a hacer
cambios diarios pero aún no donde Cooper pudiera ver, y aunque no
necesariamente escondía cosas de Cooper, no hacía todo lo posible para
discutir nada que tuviera que ver con que él fuera un hombre lobo.
¿Cooper no era lo suficientemente receptivo? ¿Lo suficientemente
comprensivo? ¿Estaba haciendo o diciendo algo que hacía que Park se
sintiera como si no pudiera ser él mismo alrededor de él? ¿O era su yo
auténtico y el constante empuje de Cooper de que hablara abiertamente
sobre ser un hombre lobo, las manadas y el cambio lo que lo ponían en una
caja en la que no se sentía cómodo?
Maldición, no lo sabía. Y no estaba consiguiendo muchas pistas frías
o calientes de Park, tampoco. No es que fuera su trabajo o el de cualquier
hombre lobo educar a Cooper. Pero tampoco era algo que Cooper pudiera
buscar en Google por su cuenta.
Cómo hablar con tu novio hombre lobo.
Tu amante hombre lobo y tú.
Sopa de hombre lobo para el alma.
Dios sabía que el BSI no era de ayuda. Si bien la colaboración con el
Trust había hecho grandes mejoras en las relaciones y el trato de los lobos
en la comunidad, al final del día su trabajo era rastrear hombres lobos
sospechosos de matar humanos. Eso era todo. Y todos sus entrenamientos
eran relevantes para eso y solo eso.
¿Qué tan rápido podría un lobo cambiar completamente y estar listo
para atacar? Tres punto cinco segundos.
¿Necesitaba un lobo desvestirse para cambiar? Por supuesto que no,
pero no esperes que esa ropa esté en condiciones de ser usada en la parte
trasera del patrullero. Jaja. Risas, risas. Siguiente pregunta por favor.
Um, nunca he visto a mi novio en su forma de lobo. ¿Esto es normal o
nuestra relación está condenada?
Sí, maldita sea.
Cualquier cosa más profunda que la autodefensa: política, cultura,
relaciones interpersonales, reglas de manada y alianzas, que surgieran
durante un caso se dejaban para los propios agentes lobo. El compañero del
Trust se ocupaba de los lobos mientras que el agente humano interfería con
la policía local y no aprendía mucho más sobre los hombres lobo que cómo
podían ayudarlos o dañarlos.
Cooper estaba harto de eso. Estaba harto de la misma mierda
estancada una y otra vez. Los susurros de los otros agentes que lo habían
seguido desde Florence, las interminables sospechas de las fuerzas del
orden locales, el interrogatorio a los hombres lobo conectados con la
víctima por la única razón de que estaban donde ellos estaban.
Lo que antes había parecido una aventura alucinante había perdido su
brillo. Al final del día, el BSI era una agencia gubernamental que luchaba
por ser mejor mientras se construía sobre un sistema defectuoso,
problemático y lleno de agujeros, y bajo el control financiero de un
gobierno quebrantado e inmoral. El pensamiento de volver en un par de
semanas era casi tan malo como la idea de no volver en absoluto.
Cooper suspiró. Park se había ido por más de una hora y Cooper había
estado parado afuera esperando todo ese tiempo. Estaba empezando a tener
frío y debería haber vuelto al auto, pero se resistió. La idea de sentarse
durante una cantidad desconocida de tiempo en esa trampa mortal le daba
claustrofobia.
Se frotó la cara con la mano, sintiendo la proximidad de un dolor de
cabeza e hizo una mueca cuando volvió a abrir el corte sobre su ojo.
—Por el amor de Dios. —Se volvió para estudiar su reflejo en la
ventanilla del auto y retrocedió. No era de extrañar que Park se hubiera ido
corriendo. Cooper medio esperaba que no volviera. La idea de conocer a su
familia con este aspecto... Cristo.
Estaba increíblemente pálido y demacrado, su cabello era un desastre
y los comienzos de un ojo morado estaban engrosando la bolsa de su ojo
derecho al tamaño de una lavandería. Un violento corte dividía su ceja y
había lanzado sangre por un lado de su cara, estilo Carrie. Todos se reirán
de ti2, en efecto.
Una rama se rompió detrás de él, un fuerte crujido en el silencio, y
Cooper se dio la vuelta, con el corazón latiéndole con fuerza.
Al principio no vio nada. Nieve, bosque, claros y oscuros. Pero ahí
estaba. Algo moviéndose. Una forma deslizándose dentro de las sombras de
los pinos, a solo unos metros de distancia.
Sus ojos se esforzaron por enfocarse más allá del deslumbrante brillo
de la nieve y el latido en su cabeza. Podría ser una persona inclinada y
arrastrándose, pero la sombra parecía demasiado grande para eso. Tampoco
se lanzaba de árbol en árbol como podría esperar si una persona intentara
una treta.
Los movimientos de la sombra eran lentos, deliberados y
metódicamente estaban volviéndose cercanos. ¿Un ciervo que aún no lo
había notado? ¿O algo más? Algo acechándolo.
Cooper dio un paso vacilante para poder ver mejor y prácticamente
pudo escuchar a Park balbucear en su oído. No te encanta el peligro, ¿eh?
Vaciló y luego alcanzó detrás de él y puso una mano en la manija de
la puerta. Si el animal era peligroso, tardaría menos de un segundo en saltar
dentr…
La forma se acercó unos pasos más, hacia un rayo de luz solar
deslizándose entre los árboles, y su pelaje aleonado relució. Era un ciervo.
Cooper suspiró y se rio levemente de sí mismo, soltando la manija de la
puerta. El ciervo miró hacia arriba como si escuchara el ruido. Miró a
Cooper, sin pestañear y sin moverse.
—Hola —susurró Cooper, levantando las manos para mostrar sus
palmas abiertas, como si eso significara algo para los ciervos. Aun así,
masticó una vez, un gracioso movimiento circular, y mostró rápidamente su
cola a cambio, un pequeño destello de blanco. Detrás de ella, en las
sombras de los bosques más profundos, había otro destello de blanco y,
entrecerrando los ojos, Cooper logró distinguir un segundo ciervo.
—Tienes un amigo. Solía tener uno de esos. Supongo que no lo has
visto. Mide alrededor de uno noventa, es bastante lindo, puede o no estar
usando ropa.
Escuchó un fuerte resoplido y el ciervo que estaba enfrente sacudió la
cabeza, se volvió y brincó lejos, saltando a través de la maleza y la nieve
con el segundo ciervo justo detrás.
—¡Oye! ¡No me digas que les ofende la desnudez! —les gritó Cooper.
Ah, mierda. Solo otra vez, naturalmente.
Escuchó el sonido de bufido de nuevo.
Eso no venía del ciervo.
Giró. Allí, detrás de él, a menos de tres metros de distancia, había un
lobo enorme.
Su pelaje era de un negro intenso y estaba parado en la nieve, con el
pecho hacia afuera, el cuello largo y la cola hacia atrás como si estuviera
haciendo una audición para el Show del Perro de Westminster. También se
estaba riendo de él. O al menos eso es lo que parecía con la boca abierta y
los ojos entrecerrados.
—¿Oliver? —susurró Cooper.
El lobo cerró la boca abruptamente, ladeó la cabeza y luego corrió
directamente hacia él.
El miedo animal se hizo cargo. Cooper tropezó, con la pesada férula
en su pierna, e intentó abrir la puerta del auto. Sus dedos, entumecidos por
el frío y el pánico, se resbalaron una vez, pero lo logró la segunda vez.
Cayó en el asiento trasero, con una rodilla en el piso, y la espinilla
palpitándole, y cerró la puerta de un tirón, casi aplastando su propio pie.
Cooper se preparó para la sensación del lobo golpeando el costado del
auto, pero no sintió nada. Se tumbó de espaldas sobre los asientos
escuchando, respirando con dificultad. Después de un minuto, tuvo la
tentación de sentarse y mirar por la ventana, pero cada vez que fortalecía
sus músculos, todo lo que podía imaginar era que el lobo eligiera ese
momento para estrellarse contra el cristal y en su cara. Así que se quedó
plano a lo largo de los asientos y trató de recuperar control de su
respiración.
Cuando un minuto se convirtió en dos, comenzó a sentirse estúpido.
¿Y si era Park? ¿Y si estaba tratando de mostrarle a Cooper esta parte de sí
mismo? ¿Era esto lo que Cooper consideraba un comportamiento receptivo
y comprensivo? ¿O si fuera un pariente de Park enviado aquí para ver cómo
estaba o, Dios, buscando ayuda porque algo le había pasado a Park? ¿Y si
fuera solo un jodido lobo regular?
Entonces se abrió la puerta del asiento del pasajero.
Bueno, no era un lobo regular, entonces.
Al principio, todo lo que pudo escuchar fue el crujir de las garras en
el metal, el lento sonido de desbloqueo y el pitido rítmico del sensor del
automóvil. Entonces la puerta se abrió torpemente en dos intentos, como si
fuera maniobrada por un niño pequeño.
Cooper contuvo la respiración. Desde este ángulo, todo lo que podía
ver era la parte superior de la puerta abierta y las nubes gris paloma.
Entonces el lobo negro saltó con gracia en el asiento, llenando todo el
campo de visión de Cooper. Lo miró fijamente. Tan cerca podía ver que los
ojos del lobo eran de un azul plateado claro incandescente, más brillante
que el cielo. Entonces no era Park.
No era su Park, de todos modos.
Cooper levantó lentamente las manos, con las palmas hacia afuera. El
lobo parpadeó perezosamente, una vez tras otra, y luego trepó con cierta
dificultad a la consola central para que sus patas delanteras se posaran en el
borde del asiento trasero. Con cada respiración profunda que Cooper
tomaba, cada expansión de sus costillas, podía sentir el pelaje húmedo del
lobo rozando la piel de su cadera donde su camisa se había levantado.
Cooper mantuvo las manos en alto, aunque en este punto el gesto se
sentía menos como si estuviera mostrando que estaba desarmado y más
como protegiéndose del final. Este era un tipo de terror diferente del
accidente de auto. Se sentía completamente paralizado. Incluso si podía
moverse, ¿cuál era el punto? No había absolutamente ningún lugar donde ir.
Estaba de espaldas, desarmado y atrapado en un automóvil debajo de
alguien que podría acabar con él con un golpe bien colocado.
El lobo se inclinó sobre él y empezó a olfatear. Comenzó en su
esternón y se movió hacia abajo. Cuando el delicado roce de su nariz pasó
sobre las cicatrices talladas en su vientre, Cooper no pudo evitar gemir.
El lobo inmediatamente se apartó y volvió a mirarlo a los ojos. Luego,
lentamente levantó su pata y la puso sobre la mano de Cooper,
manteniéndola allí por un segundo antes de empujarla suavemente hacia
abajo hasta que la palma de Cooper estaba presionada plana contra el
asiento. Las almohadillas de sus patas estaban frías pero no muy húmedas.
Su pelaje, por otro lado, goteaba agua por la muñeca de Cooper.
El lobo volvió a parpadear perezosamente, una, dos veces, resopló y
sonrió, jadeando suavemente. Todo en él decía que no había ninguna
amenaza. Cooper se estremeció, pero se sintió un poco mejor. O al menos
ya no sentía que fuera a morir inmediatamente. Pequeños pasos.
—Lo siento —suspiró Cooper—. Supongo que reaccioné
exageradamente. —El lobo ladeó su cabeza—. ¿Eres, eh, pariente de Park,
eh, Oliver, quiero decir?
La boca del lobo se cerró de golpe y resopló.
—¿Eso es un sí o un no? —dijo Cooper.
El lobo parecía aburrido con esta rutina fallida del Dr. Dolittle y
comenzó a olfatearlo de nuevo, avanzando más lento esta vez. Evitó el
vientre de Cooper completamente, comenzando en cambio en la mano que
todavía estaba en el aire y parecía particularmente interesado en las puntas
de su dedo índice y medio. Los dedos que habían estado en la boca de Park
antes.
Ugh. Por favor, que no fuera así como conocía a la abuela de Park.
Cooper estaba empezando a calmarse cuando el lobo resopló
abruptamente y trepó hacia adelante un poco más, las garras se deslizaron
sobre el cuero falso de la consola, hasta que estaba mirándolo directamente,
nariz con nariz. Lo miraba fijamente como si estuviera catalogando su
rostro, hasta que una de sus orejas se movió hacia atrás, recogiendo un
sonido distante.
El lobo suspiró profundamente, como si estuviera extremadamente
molesto, y luego, de la nada, lamió la mejilla de Cooper. Un golpe rápido en
el lado sin sangre que fue lo suficientemente fuerte como para mover la
carne de su rostro.
Cooper no se movió. No pensó. Solo miró. El lobo le devolvió la
mirada, la oreja girando continuamente hacia adelante y hacia atrás,
monitoreando algo fuera.
—Uh, gracias, pero ¿tengo novio? —susurró Cooper, inseguro.
El lobo parpadeó, luego comenzó a ladrar rápidamente, aullidos
agudos, sacudiendo la cabeza con los ojos cerrados. Cooper reevaluó. El
lobo no se había estado riendo de él antes, pero ahora se estaba riendo de él.
De repente se detuvo, lo miró y le guiñó un ojo lenta y deliberadamente.
Antes de que Cooper pudiera ordenar sus pensamientos, se había
retirado al asiento delantero y fuera del auto. Un segundo después, la puerta
se cerró de golpe.
Cooper se sentó lentamente, abrió la puerta trasera y se sentó mitad
adentro y mitad afuera del auto. Podía ver al lobo corriendo colina arriba,
con el abrigo negro brillante contra la nieve, sin molestarse en desaparecer
en la cubierta del bosque. Él lo observó irse y luego saltó y gritó un poco
cuando Boogie saltó del maletero hacia la parte superior del asiento.
—Oh, qué amable de tu parte aparecer. Gracias por apoyarme —
murmuró. Ella se lamió la pata intencionadamente.
Cooper se llevó la mano a la mejilla. Ahora estaba seca. Sin rastro de
lo que había sucedido. Si aún no pudiera ver al bastardo, medio se
preguntaría si habría alucinado todo el encuentro.
En la cima de la colina, el lobo se detuvo y se volvió. Cooper salió
totalmente del auto y, sintiéndose un poco ridículo, levantó la mano para
saludar. Pero el lobo no lo estaba mirando en absoluto.
Cooper se volvió para ver qué le había llamado la atención.
Es por eso vio al hombre con la pistola justo cuando apretaba el
gatillo.
Capítulo Tres
—¡Eso fue increíble! ¿Viste eso? Era el más grande que he visto.
¡Jamás! Te dije que el norte de Cape Breton era donde teníamos que estar,
David.
La mujer, la doctora Freeman, llámame Emily, estaba agachada
examinando las huellas de lobo sin mirar a su marido, David, solo señor
Freeman, Emily es la experta, yo soy el efectivo, o a Cooper. Prácticamente
había estado gateando alrededor en la nieve desde que había llegado
corriendo.
Solo Señor Freeman, por otro lado, no quitaba los ojos de Cooper y
no reconocía las exclamaciones emocionadas de su esposa o incluso las
huellas. Su expresión era intensa de una manera extraña: arrogancia,
encanto, agresión y sospecha todo envuelto en una mirada penetrante.
Cuando Cooper vio a la doctora arrodillándose y colocándose sobre sus
codos para pasar un hisopo en la huella de una pata, David se interpuso a
propósito en el medio, bloqueando su vista. ¿Ocultando lo que ella estaba
haciendo u ocultando a su esposa?
—¿Dijo que la criatura simplemente trotó hasta tu auto, olfateó y
luego se fue?
—Sí, así es —dijo Cooper con más confianza de la que sentía. No
tenía idea de cuánto tiempo los Freeman y el tercer hombre, el hombre con
la pistola, habían estado observando. Pero considerando la exuberancia
desenfrenada con la que la doctora Freeman estaba midiendo la longitud de
la zancada entre las pisadas: ¡ochenta y siete centímetros! ¡Eso es más
grande incluso que un lobo gris, David! Cooper asumió que él sabría si ella
había visto a “la criatura” abrir y cerrar la puerta del auto casualmente para
un olisqueo y un beso.
—¿Y ese sonido? ¿Los ladriditos? ¿Qué lo hizo vocalizar? —
preguntó David.
Dije que no estaba soltero.
—No tengo idea. Es, eh, todo un poco borroso, de todos modos.
Tan pronto como vio el arma y comprobó que no era él sino el lobo
quien estaba bajo ataque, había corrido hacia los extraños para averiguar
qué diablos estaba pasado y evitar que el que pudiera ser potencialmente un
pariente de Park fuera asesinado por cazadores.
Pero el hombre de la pistola ni siquiera dudó cuando Cooper le gritó.
Él simplemente subió por la colina tras el lobo, moviéndose más rápido en
la nieve que de lo que Cooper pensó que era posible para un humano. La
doctora Freeman estaba pisándole los talones primero, pero se rindió a la
mitad y corrió de regreso para comenzar a medir de inmediato el tamaño de
la pata y la longitud de la zancada en cambio. El señor Freeman ni siquiera
trató de correr. Él se quedó atrás para presentarse a un Cooper furioso.
Estaban en el área estudiando coyolobos o coyotes orientales.
—Un hibrido de coyotes y lobos —había explicado la doctora
Freeman—. Ellos están más cerca de los lobos en tamaño y dinámica social,
pero tienen el descaro de los coyotes, como nos gusta decir. Son muy
astutos y más hábiles para navegar por los paisajes humanos.
—¿Y los está estudiando disparándoles? —preguntó Cooper,
frunciendo el ceño.
—Tranquilizantes solamente —dijo David suavemente—. Emily
espera etiquetar a uno para que nos lleve de regreso a su manada.
—Y quiero tener la oportunidad de examinar físicamente a estos tipos
de cerca y tomar algunas muestras de sangre. —Emily se paró de examinar
las huellas y ahora estaba tipeando en su teléfono—. Hay marcadas
diferencias físicas y conductuales en los animales que hemos visto aquí en
comparación con la manada que seguimos en Ontario. Esta podría ser una
especie completamente nueva.
—Simplemente parecía un lobo para mí —dijo Cooper con torpeza.
Como agente del BSI de vez en cuando tenía que convencer a los lugareños
que los hombres lobo eran gente humana normal. Nunca había estado en la
posición de intentar convencer a alguien que un hombre lobo era solo un
lobo normal. Tenía la clara sensación de que no lo estaba haciendo muy
bien.
Los Freeman eran una pareja un tanto extraña. Ambos eran blancos y
de California, donde ella trabajaba como profesora y él era una especie de
diseñador de software, pero las similitudes se detenían allí. La doctora
Emily Freeman parecía tener cuarenta y tantos años con cabello rubio
descolorido y gris desordenado con una gorra de béisbol de la UCLA. Su
rostro estaba seco, rojo y curtido por la intemperie, como si ella hubiera
estado bajo la nieve y el viento durante un mes y no cinco días como ellos
dijeron. Ella también llevaba delineador de ojos muy negro en los párpados
inferiores que le daba una expresión extrañamente triste incluso mientras
charlaba alegremente sobre su investigación y planes para las próximas dos
semanas en Cape Breton.
David, por otro lado, era... llamativo. Él podría haber tenido cuarenta
y tantos también, pero era difícil decirlo bajo el bronceado y la cara
sospechosamente suave, y si su hermoso cabello rubio estaba teñido, era un
trabajo demasiado caro para que Cooper lo notara. Su ropa también gritaba
dinero. Marcas que se ajustaban bien y lucían nuevas pero confiables.
También tenía, notó Cooper con cansancio, el distintivo bulto de un
arma de fuego en su cintura, y dudaba que esa fuera un tranquilizante.
Parecía vagamente familiar de esa forma que lo hacían los actores en los
comerciales, pero Cooper no podía decir si en realidad había visto al
hombre antes o si simplemente se parecía a todos los demás hombres rubios
blancos cuidadosamente seleccionados que inundaban los medios.
Cuando se dieron la mano, su agarre fue un poco demasiado firme y
lo sostuvo un poco demasiado tiempo. Un movimiento de poder absurdo
que Cooper nunca había entendido realmente y eso no hizo más que
molestarlo más. De hecho, era tan poco intimidante que casi se había
preguntado si David se le estaba insinuando, si el tipo no estuviera
obviamente rastreando cada mirada de Cooper a su esposa.
—Las pistas se originan en el oeste y van directamente hacia ti —
estaba diciendo Emily, caminando como un pato sobre la nieve—. Sin
dudarlo, ni dar vueltas. ¡Sin miedo de la gente en absoluto!
—Tal vez estaba rabioso —sugirió Cooper débilmente—. O
hambriento. O rabiosamente hambriento.
—Sea lo que sea, ya no está. —El hombre de la pistola tranquilizante
que había corrido detrás del lobo caminaba hacia ellos, emergiendo de los
árboles. Cooper notó que también llevaba una pistola en la cintura. La
doctora Freeman podía haber estado aquí para estudiar a los animales, pero
parecía que los hombres con los que viajaba estaban preparados para mucho
más que ciencia—. Las huellas se adentran en el bosque al otro lado de la
colina. Vi alrededor de cinco camas de ciervos, pero parece que nuestro
lobo hizo un amplio espacio alrededor de ellos al venir y al irse.
Emily jadeó y miró a su esposo con tanta emoción que Cooper
prácticamente podía escucharla nombrar su especie o variación recién
descubierta de coyolobo o lo que sea.
—¿Le diste? —preguntó David.
—No. —El hombre se chupó el labio con los dientes, como si eso le
molestara—. El pequeño bastardo era rápido.
—¿Está seguro? —preguntó Cooper.
—¿Por qué? —El hombre miró a Cooper críticamente; sus ojos eran
de un gris pálido casi incoloros. Era un hombre blanco bajito con cabello
prematuramente plateado, una complexión poderosa y un acento
quebequense—. No es uno de esos justicieros de los derechos de los
animales aquí para saquearnos de nuevo, ¿verdad?
—Uh, no lo creo.
El hombre resopló.
—Podría haberme engañado con todos los gritos que estaba haciendo
cuando llegamos aquí. ¡No dispare! ¡No dispare! —dijo burlonamente.
—No puedes culpar al hombre por estar un poco sorprendido,
Charles. Este es Cooper Dayton —dijo David, dándole una palmada en el
hombro a Cooper—. Tuvo un pequeño accidente y se salió de la carretera.
Lo llevaremos a la ciudad. Cooper, conozca a Charles Girard, nuestro
propio cazador y guía a todo lo salvaje.
Charles escaneó el cuerpo de Cooper, con los ojos clavados en el
corte de su frente y luego su férula. Era una mirada no sexual, pero todavía
se sentía invasiva y deshumanizante. Como si fuera un animal herido,
Charles estaba decidiendo entre hacerle un regalo y sacrificarlo.
—Así que estaba esperando aquí abajo para ser rescatado, ¿verdad?
—Mi... amigo caminó a la ciudad —dijo Cooper con fuerza, y
Charles sonrió con suficiencia aunque Cooper no podía ver qué tenía de
divertido. Se preguntaba si ellos habían pasado a Park de camino hacia
aquí. Casi preguntó, pero se mordió la lengua. Si ellos no habían pasado a
una persona, eso solo generaría más preguntas. Dios, había mucho que
recordar cuando se guardaba un secreto—. ¿Qué quiso decir con
saqueadores y justicieros?
—Nada con lo que no nos hayamos enfrentado antes —dijo David,
agitando una mano—. Niños con grandes ideales y acceso a Internet. Todo
el mundo ama al animal bonito y peludo hasta que te roba el foco.
—Eso no es todo y lo sabes —dijo Charles—. Se han metido en
nuestra camioneta, destrozado el equipo, robado armas y la policía no hizo
nada. Ellos también están ocupados arrastrando nuestros traseros a la
comisaría porque algunas familias excéntricas y ricas lloraron por invasión
de propiedad privada.
—¿No entienden que solo queremos estudiar a los animales? —se
quejó Emily, levantando la vista de su teléfono por primera vez.
—¿No pueden simplemente intentar establecerse en otro lugar?
¿Estudiar otros lobos? ¿O coyolobos o lo que sea? —sugirió Cooper.
—¿Intentar en otro lugar? —La cara de Emily se contrajo, su alegría,
de persona distraída se agudizó en algo intenso, casi maníaco—. ¿E ignorar
la oportunidad de su vida? Ha habido rumores de una rama diferente de
cánidos en esta parte de Canadá durante años, pero nunca pude conseguir
los fondos para ejecutar una verdadera expedición antes.
—No tienes los fondos ahora, cariño —dijo David a la ligera, una
amonestación casi juguetona, pero no del todo.
La expresión de Emily se aclaró.
—Por supuesto, tienes razón, David. Lo siento. Sabes lo agradecida
que estoy. Que pagaras de tu propio bolsillo para que yo pudiera jugar en el
bosque con los animales... —Su voz era aduladora ahora, casi
humillándose, y perturbó profundamente a Cooper. Él miró a Charles para
ver si este era un patrón habitual entre la pareja, pero el cazador estaba
ignorando a sus jefes a favor de estudiar a Cooper.
—Lo siento, solo puedo darte tres semanas. Sé lo importante que es
para ti —dijo David. Su tono era bastante normal, ¿pero quién podría decir
si eso significaba algo o no? Vio a Cooper mirándolo y le explicó—: En
este momento somos una empresa un poco autofinanciada. Pero somos
optimistas para el futuro. Los hallazgos iniciales de Emily han llamado la
atención en casa.
Charles resopló.
—También sus arrestos.
—Son las notas que envié sobre estos animales las que los hacen
considerar financiarme en absoluto —dijo Emily, ignorando a Charles—.
Las criaturas aquí son más inteligentes de lo que he visto antes. Más
grandes que incluso los lobos puros y sus comportamientos son... —Ella
negó con la cabeza—. ¿Alguna vez ha sentido, Señor Dayton, como si
estuviera justo en la cúspide de algo? ¿Algo que cambiará su vida para
siempre?
Ella lo estaba mirando con seriedad. El delineador de ojos debajo de
su ojo izquierdo estaba un poco manchado, y por un momento pareció
treinta años más joven. La emoción pura y sin adornos brotando de ella,
como una adolescente entrando en un club por primera vez y todavía
pensando que había algo mágico simplemente más allá de la puerta.
Cooper no pudo evitar asentir.
—Sí. —Se aclaró la garganta—. Supongo que sí.
—Bueno, estamos sentados en algo grande aquí, puedo sentirlo. De
ninguna forma podemos irnos y empezar en otro lugar —dijo Emily—. No
importa quien diga que no podemos quedarnos. Primero tendrían que
matarme.

***
Charles y David ayudaron a Cooper a transportar su equipaje y el de
Park a su todoterreno de aspecto serio mientras Emily terminaba de tomar
muestras de nieve en la que ella esperaba que apareciera un cabello y “tal
vez incluso algo de ADN viable” para testear. Recogió la nieve de la huella
de una pata en pequeños vasos de plástico que lucían como algo que un
médico podría darte para orinar. A diferencia de cualquier equipo que
hubiera visto en su vida, las tapas eran de un brillante púrpura, casi neón.
Ella los metió uno por uno en una bolsa térmica que luego dobló
cuidadosamente en un estuche para muestras duro de color violeta. Era
interesante para la casi intencionalmente monótona y malva doctora
Freeman. Dentro, Cooper vislumbró incluso más vasos de muestra de
colores chillones ya llenos y etiquetados.
Se movió incómodo. Todo el asunto lo ponía nervioso. ¿Qué había ahí
dentro? ¿Y si encontraba algo? ¿Cómo se verían esos resultados? ¿Qué
pasaba si alguien encontraba una muestra dentro de su automóvil? ¿O peor,
en su jodida cara? Más de una vez, cuando Emily emitía un sonido
emocionado o decía: “Esto es interesante” tuvo la tentación de correr hacia
allí y pisar la nieve que estaba examinando.
Se preguntaba si esto era lo que pasaba con los lobos todo el tiempo.
Quizás eso explicaba por qué todos los hombres lobo que había conocido
pasaban tan poco tiempo en forma de lobo. Era estresante como la mierda.
La razón por la que la familia de Park estaba toda aquí tan aislada y rodeada
de naturaleza como el dinero podría comprar tenía mucho sentido. Sin joda,
necesitabas más espacio como lobo que como humano. Necesitabas espacio
de los humanos. Pero incluso las partes más salvajes del mundo se estaban
encogiendo. Cooper consideró por primera vez cómo la invasión del hábitat
no solo afectaba a las plantas y los animales.
Cuando Emily finalmente terminó y el auto de alquiler había sido
vaciado, todos se dirigieron al auto de los Freeman. Boogie había
sorprendido a Cooper al correr obedientemente de regreso a su
transportador inmediatamente en lugar de interactuar con los extraños, y
esta vez él la había sujetado firmemente en el asiento al lado de él. Nunca
dejaría de seguir las instrucciones de Cómo viajar con gatos que había
buscado en Google de nuevo.
La ciudad estaba un poco más lejos de lo que Cooper esperaba, y
Cabot Trail, la única carretera principal que rodeaba esta parte de Cape
Breton, se curvó, subió y se sumergió con saña varias veces más antes de
que pudieran girar hacia tierra plana y acercarse a los inicios de la
civilización. Eventualmente su teléfono afirmó tener suficiente servicio para
enviarle un mensaje de texto a Park, pero el mensaje aún se veía como no
entregado. Cooper no pudo evitar imaginarse a Park dando vueltas
alrededor del auto de alquiler abandonado, llamándolo con temor antes de
que un dardo tranquilizante lo dejara inconsciente e indefenso, y una figura
parecida a Charles se cerniera sobre él hablando de etiquetarlo para más
tarde. Cooper se estremeció.
—¿Tiene una dirección en la que podamos dejarlo? —dijo Emily
desde el asiento del conductor.
—Oh, cualquier lugar de la ciudad está bien.
David se rio entre dientes.
—Estamos en la ciudad.
Cooper abrió mucho los ojos y miró por la ventana. Al principio no
vio nada. Una casa aquí, un cementerio allá. Pero luego, de repente, estaban
en ella. Lo que sea que “ella” fuera.
Había visto muchos pueblos pequeños antes, se había criado en uno,
pero esto era otra cosa. Escaso no lo cubría. Claramente era más un pueblo
de pescadores, incluso eso, con pequeños grupos de una vez tablillas de
colores brillantes aquí y allá. Era un poco difícil saber qué era qué. Muchos
de los edificios parecían tener múltiples propósitos. Helados, comida,
suministros para acampar, ropa y recuerdos, todos vendidos juntos. Había
algunas extravagantes galerías de arte, un par de lugares para almorzar con
exteriores desiertos, y un montón de lugares para alquilar kayaks y botes o
comprar boletos para ir a un tour de caza de ballenas. Casi todo parecía
cerrado. Park había dicho que Cabot Trail recibía un número decente de
turistas durante la temporada alta. Esta obviamente no era esa temporada.
Cooper no vio a una sola persona.
Revisó su teléfono de nuevo. Su mensaje aún colgaba en el limbo y la
idea de esperar alrededor de un pueblo fantasma en el gélido frío con una
tonelada de bolsas y un gato traumatizado con la esperanza de que Park lo
rastreara de alguna manera no le atraía.
—Todavía no he podido comunicarme con mi amigo —se disculpó—.
¿Podría posiblemente probar con sus teléfonos?
—Me temo que tampoco tenemos servicio —dijo David—. Es algo a
lo que tiene que acostumbrarse aquí.
—¿Hay un teléfono fijo en su hotel que pueda usar? —preguntó
Cooper, comenzando a sentirse un poco desesperado. Quizás esperar junto
al auto habría sido más inteligente.
Al frente, David y Emily intercambiaron una mirada.
—En realidad no nos estamos quedando en el área —dijo.
—Oh, lo siento. Pensaba que estaba investigando a los coyolobos
justo aquí en Port Drove.
—Ninguna de las posadas nos aceptó —dijo Charles—. Y tres Airbnb
cancelaron en el último minuto. Gracias, Parks —agregó en voz baja.
Cooper se sobresaltó.
—Lo siento, ¿qué?
Charles lo miró. Sus ojos color gris pálido eran más oscuros ahora,
como manchas de carbón, mientras el sol desaparecía detrás de las nubes
que soplaban desde el mar.
—Los Parks. Bueno, fueron ellos o los Rosettis. De cualquier manera,
entre los dos hay una mierda al estilo mafia detrás de escena y nadie en esta
ciudad se atreve a decir mu al respecto.
—Ya, Charles —dijo David. Ese tono de nuevo. Igual que el que
había usado con su esposa. Como si estuviera hablando con un niño que lo
había divertido pero que aún necesitaba ser disciplinado. A Cooper se le
puso la piel de gallina—. No vayamos contando cuentos.
—¿Era de ellos de quien hablaba antes? —preguntó Cooper—. ¿Las
familias que llamaron a la policía por invasión de propiedad privada?
—Sí, aunque cómo supieron que estábamos allí es un misterio —dijo
David—. Desafortunadamente, gran parte de la actividad animal que le
interesa a Emily parece agruparse alrededor de sus propiedades, y ambas
familias han rechazado nuestras solicitudes de encontrarnos y llegar a algún
tipo de arreglo.
Charles dijo: —Bueno, ese en el que Rosetti estaba interesado...
—No contemos los pollos antes de que nazcan —interrumpió David.
Él colgó el brazo detrás de su esposa y le frotó la nuca ligeramente. Ella se
inclinó hacia el tacto y David hizo contacto visual con Cooper. Él podría ser
solo el dinero detrás de la empresa, pero claramente había pasado tiempo
suficiente alrededor de los lobos para captar algunos de sus gestos más
territoriales—. Deberíamos volver antes de que las muestras de Emily se
derritan.
Y eso era todo lo que Cooper iba a sacar de eso. Eventualmente los
Freemans lo dejaron en una pequeña tienda de comestibles para que al
menos pudiera conseguir comida y arena para el gato mientras esperaba.
—¿Está seguro que no quiere que nos quedemos con usted? —dijo
Emily, examinándolo preocupada, como si recién ahora se diera cuenta de
que estaba manchado de sangre—. No se ve muy bien. —Lejos de la
distracción de las huellas de los lobos, ella era una persona mucho más
considerada.
—Está bien —dijo Cooper rápidamente, mucho más ansioso que
antes de correr el riesgo en la ciudad por su cuenta. No podía imaginar una
forma peor de conocerse por primera vez con la familia de Park que estando
con la gente que probablemente estaba corriendo tras ellos con pistolas
tranquilizantes—. Estoy seguro que mi amigo no está lejos. Gracias de
nuevo con todo y, eh, ¡buena suerte!
Los Freeman saludaron. En la parte de atrás, Charles solo le dio una
constante mirada contemplativa.
Cooper se estremeció y los observó irse antes de cargar con Boogie y
los dos equipajes de mano en el interior. Molesto, se dio cuenta que
cojeaba. Aunque había estado sentado casi todo el día, estaba agotado, la
cabeza le latía con fuerza y su pierna curada era aparentemente la primera
parte del cuerpo en dejar de funcionar. Esperaba que hubiera un lugar para
sentarse un rato y ordenar su cabeza. Tal vez incluso un baño que pudiera
usar para quitarse la sangre, pero no estaba conteniendo la respiración.
La tienda de comestibles era una habitación grande y abierta con
estantes bajos sobre los que podía ver por encima al arquear el cuello un
poco. Era más un mercado de una gasolinera sin la gasolina, e incluso eso
era generoso. La luz fluorescente era de un amarillo casi caricaturesco, y
una canción de los sesenta sonaba un poco más fuerte de lo que la mayoría
de las tiendas mantenían sus radios. Era como retroceder en el tiempo.
Unas campanas en la puerta anunciaron su llegada, pero nadie miró en
su dirección. Una mujer sentada detrás del mostrador hojeando una revista,
un hombre con su hijo sobre sus hombros estaba mirando en silencio a los
tres congeladores en la parte de atrás y una mujer solitaria estaba en la
entrada llenando una canasta con barras de granola una a la vez. Un par de
termos de café y una pila de tazas de poliestireno se paraban en equilibrio
sobre una mesa destartalada cerca del frente, y Cooper hizo una línea recta
hacia ellos.
Cuando pasó junto a la mujer de las barras de granola, ella se giró
abruptamente, prácticamente haciéndole una doble toma, y lo miró
fijamente. O al menos asumió que ella estaba mirando. Ella estaba usando
unas enormes gafas de sol oscuras. Él asintió y después de una pausa ella
asintió en respuesta, pero no siguió eligiendo barras. Todavía podía sentir
sus ojos en él mientras continuaba hacia el frente y se preparaba una gran
taza de café.
Bien, entonces. Definitivamente necesitaría lavarse, y pronto.
Cooper se acercó a la mujer del mostrador. Ella era blanca, en sus
cuarenta más o menos, con cabello plateado y rizado que tenía mechas de
extensiones de clip azul eléctrico colocadas al azar.
—Hola, disculpe. He tenido un pequeño accidente. ¿Hay algún lugar
donde podría lidiar con esto? —Hizo un gesto a su cara.
Ella lo miró como si los hombres ensangrentados llevando gatos
fueran una parte penosamente regular y aburrida de su día.
—El baño es solo para empleados —dijo simplemente, volvió a mirar
su revista, se lamió el pulgar y pasó la página.
—Sí, de acuerdo. Pero tal vez solo por esta vez...
—Solo empleados. —Esta vez no se molestó en mirar hacia arriba.
—Bueno. Uh, gracias, de todos modos. Entonces, ¿podría usar su
teléfono?
—El teléfono es solo para clientes que pagan —dijo en un tono
monótono.
—Correcto. Yo solo... volveré, entonces. —Bueno, mierda. Ahí iba la
cortesía canadiense. Cuando se dio la vuelta, la mujer de las gafas de sol
había desaparecido.
Cooper intentó enviar otro mensaje de texto y fue a buscar cosas de
gatos, arrastrando las bolsas y a Boogie con él. Ella estaba extremadamente
callada en su transportador, y cada vez que la miraba ella le devolvía una
mirada como diciendo siempre supe que me decepcionarías al final.
Cooper sintió una punzada de culpa.
—Lo siento, Fluffer —le murmuró, y también agarró una bolsa
grande de golosinas para gatos. No había sido un viaje fácil para ella.
Tampoco había sido un viaje fácil para él, con el accidente de auto, los
investigadores armados y lo que sea que hubiera pasado con ese lobo. A
este ritmo Cooper estaba casi deseando ver la tranquila previsibilidad de la
ceremonia conmemorativa mañana. Decidió que él mismo se merecía un
regalo.
Buscó en los pasillos algo dulce y poco saludable, y encontró una
pequeña selección de dulces en la esquina trasera. Ya en el pasillo estaba la
mujer con las gafas de sol, recostada casualmente contra el estante opuesto
y desenvolviendo lentamente una barra de granola de su canasta. Ella
asintió hacia él y Cooper asintió. De nuevo, la sintió mirándolo, podía oírla
dar un paso más cerca, y las cicatrices en su vientre hormiguearon.
¿Ahora qué?
Inclinó su cuerpo mientras escaneaba los dulces para poder verla
fácilmente en su periferia. Ella era alta y blanca con cabello oscuro muy
corto y espeso que solo cubría la parte superior de sus orejas. Sus gafas de
sol oscurecían la mayor parte de su cara y dificultaba determinar su edad,
pero definitivamente era mayor que él por al menos una década más o
menos. Ella se balanceaba hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones,
mirando fijamente, y el estómago de Cooper se tensó casi dolorosamente
ahora.
Si ella fuera un humano, podría tomarla. No muy fácil. Ella estaba
obviamente en forma y tenía un aura cómoda sobre su postura que
insinuaba que sabía cómo pelear, pero entonces él también. La férula sería
complicada, por supuesto, pero no tan mala como había sido el yeso. Si ella
fuera un lobo... bueno. Pero, ¿por qué lo atacaría un lobo en un minisúper?
No estaba aquí en un caso. Acababa de llegar.
Confía en ti para cabrear a alguien en los primeros dos minutos en la
ciudad fronteriza, diría Park. ¿O Cooper estaba exagerando? Quizás la
tensión de las últimas veinticuatro horas lo había llevado a alturas
imprevisibles de paranoia. Desafortunadamente, eso tenía sentido.
Dio un salto cuando sintió un puñado de mensajes de texto en su
bolsillo. Hablando del diablo. Park aparentemente también había intentado
y fallado en comunicarse con él, y todos entraban a la vez. Parecía que
había regresado al auto y estaba preocupado de encontrarlo abandonado.
—Mierda —murmuró Cooper. Sus propios textos finalmente también
se habían procesado, pero aun así envió otro; luego se puso rígido cuando la
mujer se acercó de nuevo. Esta vez ella cruzó el pasillo y se apoyó contra el
estante enfrentándolo, prácticamente encima de los dulces que había estado
mirando. Ella masticaba pensativamente su barra de granola y escaneaba su
cuerpo. ¿Verificando si tenía armas?
Cooper tomó una respiración.
—¿Está buscando algo?
Ella sonrió.
—No. Solo mirando.
Se enjugó tímidamente la mejilla.
—Tuve un accidente.
—¿Está seguro?
Él frunció el ceño.
—¿Qué quiere decir?
En el frente de la tienda sonaron las campanas y escuchó la voz de
Park.
—¡Cooper!
Se volvió automáticamente, el corazón dándole un vuelco ante el
diminuto pulso de emoción que conseguía cada vez que Park lo sorprendía.
—¡Aquí atrás!
Se volvió para mirar a la mujer a tiempo para ver que había
retrocedido por el pasillo y estaba abriendo una puerta que decía “solo para
empleados” en la esquina de la trastienda.
—¡Espere! —dijo, pero ya era demasiado tarde. Justo antes de
desaparecer, sostuvo su dedo contra sus labios en un gesto de shh.
—Ahí estás. —Park apareció en el otro extremo del pasillo,
ruborizado, arrugado y frustrado con una pesada capa de preocupación por
todo eso. Él lucía como la maldita cosa más hermosa que Cooper había
visto en su vida. ¿Solo habían sido un par de horas? Parecieron años.
Estuvo muy tentado de agarrar a Park, arrastrarlo de la tienda y
sacarlo de esta ciudad de locos. Como estaban las cosas, Cooper no pudo
evitar sonreír y apresurarse a encontrarlo a mitad de camino, prácticamente
arrastrando su pierna ya.
Para su sorpresa, Park tiró de él para abrazarlo. Ese no era su estilo,
de afecto público y emoción abierta y honesta. Cooper estaba esperando
una broma y una mirada sardónica, no un abrazo. No fue un abrazo de
“hola amigo”, tampoco. Sintió dedos clavándose posesivamente en su
espalda y el rostro de Park enterrado en su cabello, exhalando con fuerza.
—Pensé... —murmuró Park, y luego sacudió la cabeza, frotando sus
labios bruscamente sobre la sien de Cooper.
La intensidad de la reacción de Park sorprendió a Cooper, y se sintió
desconcertado y un poco culpable. El deseo de despotricar sobre quedarse
atrás y toda la rareza que había encontrado desde entonces se
desvanecieron. Solo quería asegurarle a Park que estaba bien. Quería poder
decirle que nada extraordinario había sucedido. Que no necesitaba...
La boca errante de Park se congeló y se puso rígido contra Cooper
antes de apartarlo abruptamente fuera de sus brazos. La expresión del rostro
de Park era alarmante: confusión, ira, dolor y miedo, antes de desaparecer
rápidamente en su máscara en blanco.
—¿Oliver? ¿Qué pasa?
—Tú… —Park se mordió el labio. Agarró la barbilla de Cooper entre
sus dedos índice y pulgar suavemente.
—Sé que me veo horrible. Traté de limpiarme, pero aparentemente
tienes que estar en nómina para mear por aquí.
Park negó con la cabeza e inclinó la cara de Cooper ligeramente hacia
atrás y hacia afuera. Al principio Cooper pensó que estaba mirando el corte
de nuevo, ¿se había puesto peor? ¿Estaba goteando materia cerebral?
Porque honestamente, eso podría explicar unas pocas cosas.
Pero entonces Park se inclinó sobre él, su nariz rozando el lado
opuesto del rostro de Cooper, inhalando y trazando el mismo camino que
había hecho la lengua del lobo.
Oh. Eso.
Park se apartó para mirarlo con expresión cautelosa. Cooper aclaró su
garganta.
—Así que conocí a alguien —intentó.
—¿Y él... te besó? —preguntó Park lentamente.
—¿Qué? No. Bueno, algo así. Pero no así. No fue un beso, beso. Solo
una lamida. —Park se estremeció—. Tampoco así —se apresuró a protestar
Cooper—. Fue un lobo. Como un lobo en toda regla, ya sabes, piel y esas
cosas... —Él se fue callando ante la mirada de horror en el rostro de Park.
—Explica.
Entonces Cooper le contó todo lo que había pasado: el lobo, Charles
Girard y los Freeman, incluso la mujer con gafas de sol, porque si ella
pensaba que él tenía el hábito de guardarle secretos a Oliver, ella llegaba
unos ocho meses demasiado tarde. Para cuando se puso al día, Park estaba
pellizcando el puente de su nariz, con los ojos cerrados como si el dolor de
cabeza de Cooper fuera contagioso.
—Entonces —dijo nervioso después de que Park no hablara—. Verás,
no fue realmente un beso.
Park se echó a reír, un ladrido brusco.
—Oh, Cooper —suspiró—. Tú sí que haces la vida interesante, de
todos modos.
Volvió a abrazar a Cooper y empezó a frotar su cara con insistencia
sobre la cabeza de Cooper. La barba incipiente de Park se arrastró por su
cabello y respiró pesadamente sobre el cuello de Cooper.
—No me importa porque sé que no puedo verme peor ahora, pero
¿qué diablos estás haciendo? —murmuró Cooper.
—Es bárbaro e innecesario, y estoy completamente avergonzado de
mí mismo por hacerlo —dijo Park, su barbilla dibujando círculos en el
hombro de Cooper ahora—. Pero odio que su olor esté sobre ti. —Susurró
esa última parte y deslizó sus manos arriba y abajo de los brazos de Cooper
—. Quiero que vuelvas a oler como nosotros.
—Oh. —Cooper se sintió un poco emocionado. Eso era...
inesperadamente erótico—. Espera. ¿Él? ¿Eso significa que reconoces
quién es?
Park suspiró contra el punto sensible debajo de la mandíbula de
Cooper y se enderezó.
—Sí.
—¿Sí y...? ¿Quién es? ¿Estás… relacionado?
Park resopló, una reacción extrañamente similar a la del lobo.
—No. Definitivamente no estamos relacionados.
—¿Entonces él es parte de otra manada? ¿Los Rosettis? —sugirió
Cooper.
Park entrecerró los ojos, luciendo un poco desconcertado por el
nombre que Cooper dejó caer.
—¿De dónde sacaste ese nombre?
—Oh, los Freeman mencionaron que otra familia en la ciudad estaba
bloqueando su investigación. Solo asumí... ¿No son lobos?
—Sí, son lobos. Sin embargo, no son realmente una familia. Solo
usan ese nombre porque es la explicación más fácil de por qué más de diez
adultos viven en la misma casa, y que no son una secta.
—Sin embargo, una manada es como una familia, ¿no? ¿Una familia
elegida?
Park lo estudió.
—Supongo que sí. O ciertamente puede serlo de todos modos.
—Hablando de lo cual. —Cooper miró por encima del hombro de
Park—. ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Tu familia está aquí?
—Sí. Mi cuñada vino a revisar tu cabeza. Está esperando en el auto.
—Ah. ¿No pudo encontrar estacionamiento? —preguntó Cooper
sarcásticamente.
—No. Ella simplemente no quería entrar.
Cooper se puso rígido.
—¿Por mí?
—No, claro que no. Ella simplemente... —Park miró hacia el frente
de la tienda—... no quería entrar.
Cooper retrocedió unos pasos y se puso de puntillas para mirar por
encima de la estantería. La mujer del mostrador todavía tenía la revista
abierta, pero estaba mirando fijamente en su dirección.
—¿Esto es... —territorio Rosetti? Cooper articuló las últimas
palabras—. ¿Acabo de empezar una pelea entre bandas? ¿Es por eso que no
me dejaba usar el baño?
Park puso los ojos en blanco.
—No funciona así. No vamos a entrar en guerra en ningún momento.
Ni nos pondremos a cantar. A menos que, por supuesto, empiece a
preguntarse qué nos está tomando tanto tiempo.
Cooper agarró su canasta de comida y arena para gatos y el
transportador de Boogie.
—Vámonos. A menos que... ¿Está bien si compro estas cosas aquí?
Park gimió.
—Cooper, de verdad. —Y le arrebató la canasta de las manos,
acechando hacia el mostrador delantero. Cooper recogió el resto de las
bolsas y lo siguió con cautela. Park estaba charlando aparentemente
amigablemente con la mujer en el mostrador, ya pagando.
—Aquí tiene, lindo —dijo mientras Cooper se acercaba. Ella arrancó
una toallita húmeda de debajo del mostrador y se la ofreció, con todo el
encanto de pueblo pequeño ahora. Era la misma historia cuando estaban
entrevistando a sospechosos. Todo el mundo quería portarse bien con Park.
A veces, Cooper se preguntaba por qué Park soportaba a alguien como él,
crónicamente incapaz de portarse bien.
—Se ve como algo que el lobo arrastró a casa —agregó la mujer.
—Sí, gracias. —Limpió con cuidado donde supuso que estaba la peor
suciedad mientras intentaba no reabrir el corte. Luego, después de un
momento, se pasó la toallita sobre el lugar que el lobo había lamido también
—. ¿Mejor? —preguntó a Park.
—Bastará —dijo la mujer—. Ahora váyanse de aquí. Antes que
tengamos que tener una pelea entre bandas. —Ella se rio, Park resopló y
Cooper se sonrojó. Excelente.
—Gracias de nuevo —dijo Park.
—No te preocupes, Ollie. —Ella se puso seria de repente e inclinó la
cabeza—. Nos vemos mañana, ¿sí?
La expresión de Park era sombría.
—Supongo que sí.
—¿Con él? —Ella miró a Cooper.
Park se enderezó, luciendo cada centímetro del hombre peligroso que
era.
—Sí —dijo con fuerza. La despreocupada frivolidad había
desaparecido tan repentinamente como había venido. Se miraron el uno al
otro durante un largo momento, alguna comunicación no verbal pasando
entre ellos, hasta que la mujer suspiró.
—Buena suerte con eso, entonces —dijo.
—¿Tienes algo que decir? —dijo Park en voz muy baja.
La nariz de la mujer se arrugó y su mirada marrón oscura bajó otro
par de grados la temperatura.
—Sabes que a mí no me importa, por supuesto. Pero… —ella se fue
callando.
Park parecía a punto de decir algo, pero miró a Cooper.
—Sí. Pero. —Él asintió y ella echó la cabeza hacia atrás, justo en el
borde entre deferente y burlona.
Cooper siguió a Park fuera con una mirada curiosa hacia la mujer.
Ella todavía lo miraba fijamente mientras salían del mercado. Había algo
casi... emocionado en eso.
—Está bien, entonces no hubo duelo de canto, pero ¿qué diablos fue
eso? —murmuró Cooper tan pronto como la puerta se cerró detrás de ellos.
—Todavía no —dijo Park distraídamente. Un auto se detuvo en la
calle y se estacionó frente a ellos tan repentinamente que el conductor debía
haber estado mirando y esperando.
Aquí vamos. Los nervios habían vuelto con toda su fuerza. Cooper
estaba aquí para apoyar a Park. Punto.
Pero también era la primera vez que conocía a la familia de un
amante. Que conocía a la familia de Park. Se sentía como un asunto
importante. Se sentía como el asunto más importante.
—¿Cómo me veo? —espetó mientras se acercaban al auto. No pudo
evitarlo.
—Como si hubieras visto algo de mierda —dijo Park.
—Oh, Dios. Me gusta mantenerme a la moda. Oliver, espera. —
Agarró el brazo de Park y lo arrastró un poco más calle arriba—. En serio,
¿qué quiso decir ahí? ¿Cuándo dijo que a ella no le importaba? ¿Sobre qué?
Park negó con la cabeza, molesto.
—Ella no sabe de lo que está hablando.
Cooper no soltó su brazo. La hermana de Park estaba casada con una
mujer, así que no creía que fuera un problema que trajera un novio a casa,
pero no podía imaginar a qué más podría hacer referencia la mujer.
—¿Es... incómodo que tú vuelvas? Porque dejaste la manada, quiero
decir.
Park se mordió el labio.
—No. Eso no es... quiero decir, sí y no. Menos ahora que mi abuelo
se ha ido —dijo. Hizo una pausa—. Es solo que... podrían ser...
Demasiado tarde para lo que sea que hubiera podido decir Park. Se
interrumpió cuando la puerta del auto se abrió y una mujer salió y se movió
con gracia hacia ellos. Ella era baja y vietnamita-canadiense, tenía el
cabello largo y oscuro en una trenza baja y hombros inesperadamente
poderosos. Sus ojos oscuros estaban estudiando a Cooper con simpatía.
—Oh, mírate. Recibiste un golpe. —Ella alcanzó la derecha de la cara
de Cooper sin siquiera un “cómo estás”, y él se echó hacia atrás sorprendido
hasta que se dio cuenta de que ella no lo estaba tocando, solo extendiendo el
interior de su muñeca cerca de sus labios.
—Um... —¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Mirarla? ¿Besarla?
¿Ofrecerle su muñeca a cambio? Miró a Park, desconcertado, pero Park de
repente estaba evitando mirarlo—. Mai, este es Cooper, mi novio. Cooper,
mi cuñada, Mai.
—Encantado de conocerte —dijo Cooper en la manga de su abrigo,
sintiendo un poco de emoción por el título casualmente incluido de “novio”.
Mai era la cirujana casada con la hermana mayor de Park, Jacqueline,
recordó Cooper. Ella también era aparentemente, partícipe de saludos híper-
extraños.
—¿Puedo echar un vistazo? —Hizo un gesto hacia el corte y Cooper
asintió. Mai dejó caer su muñeca y suavemente tomó su cabeza. Ella pinchó
los huesos alrededor de su ojo y sus dedos eran fríos, firmes, seguros y un
poco demasiado íntimos demasiado rápido, como todos los demás médicos
que había tenido. La familiaridad de ello, por desagradable que fuera, relajó
a Cooper un poco. Al menos ella no estaba ofreciéndole más partes del
cuerpo para besar u... oler.
Oler, obviamente. Los ojos de Cooper se agrandaron.
—Oh, ¿te hice daño? —preguntó Mai cuando él inhaló bruscamente.
—No —dijo rápidamente—. Está bien.
—Bueno, Ollie tiene razón. No hay fracturas y sé que no lo parece,
pero no necesita puntos. Las heridas en la cabeza simplemente sangran
mucho.
—Cierto. Eso es lo que traté de decirle —dijo Cooper, tratando de
atrapar la mirada de Park de nuevo. Quería llevarlo a rastras y confirmar su
sospecha en ese momento, pero ya era demasiado tarde para eso y Park
todavía se negaba a mirarlo.
—Déjame comprobar si hay una conmoción cerebral —estaba
diciendo Mai. Ella le preguntó algunas preguntas sencillas y sacó una
linterna del bolsillo de su chaqueta. ¿Todos los médicos llevaban una de
esas? ¿Era un regalo de graduación de la escuela de medicina?— Mira aquí
para mí.
Ella lo destelló en sus ojos y vaciló. La rápida eficiencia con la que
había repasado todo lo demás parecía estancada. Ella dejó caer el rayo de
luz y Cooper pudo ver que su rostro estaba arrugado por la confusión. La
luz volvió al otro ojo y luego volvió a bajar. Aún confundida.
—¿Algo está mal? —preguntó Cooper preocupado.
—No —le aseguró Mai—. Déjame... —Ella le iluminó con la luz su
ojo derecho durante tanto tiempo que Cooper finalmente tuvo que apartar la
mirada, llorando. Mientras parpadeaba para eliminar las manchas, la
escuchó acercarse un poco más a él, olfateando, y luego se congeló.
Mai retrocedió rápidamente, exhalando. Cuando su visión se aclaró,
Cooper pudo verla compartiendo una mirada larga e inquisitiva con Park,
quien no tuvo problemas en mirarla a los ojos. De hecho, parecía enojado, o
desafiante, y su labio se estaba encrespando como si estuviera muy cerca de
gruñir.
—¿Qué pasa? —preguntó Cooper.
Mai se volvió hacia él.
—Nada en absoluto —dijo enérgicamente—. No veo ninguna
indicación de una conmoción cerebral. Tienes un poco de irritación en el
ojo, pero nada que el cuerpo no pueda manejar por sí solo con una buena
noche de sueño.
Su voz seguía siendo eficiente, rápida y amable, pero su rostro estaba
alerta con intensa curiosidad y ella no dejaba de mirar a Park como si él
acabara de confesar un secreto increíble. Cooper supuso con amargura que
lo había hecho.
—Solo hazme saber si tienes algún cambio repentino en la visión —
agregó.
—Bueno, ahora puedo ver perfectamente —dijo Cooper. Podía sentir
su sonrisa temblando un poco—. De hecho, creo que estoy empezando a ver
las cosas con más claridad de lo que hacía antes.
Park hizo una mueca. Bien. Él debería.
Sí, Park le había dicho a su familia que iba a traer a Cooper, y sí, le
había dicho a su familia que estaban saliendo, pero era obvio ahora que
había dejado algo fuera. Algo que ni siquiera se le había ocurrido preguntar
a Cooper.
Park no les había dicho que Cooper no era un hombre lobo. Y por la
mirada en la cara de Mai, esto importaba.
Capítulo Cuatro
—“Anoche soñé que iba a Manderley otra vez”3 —murmuró Cooper
por lo bajo cuando las formidables puertas electrónicas se abrieron para
revelar gradualmente un largo camino de entrada de guijarros que
serpenteaba y daba vuelta a la montaña casi en un ángulo vertical. Y mira
cómo resultó eso para la segunda Sra. De Winter.4
—Lo siento, ¿qué? —dijo Mai desde el asiento del conductor.
Él hizo una mueca. Estaba acostumbrado a que Park fuera la única
persona que podía entender su murmullo entre dientes. Si no quería que la
familia de Park pensara que era un bicho raro, tendría que esforzarse en
morderse la lengua. Bueno, ¡más raro de lo que ya sería como La Sorpresa
de Park! Es un novio humano.
Había sido un viaje incómodo desde la ciudad hasta la casa familiar.
Mai mantuvo un flujo constante de charla llenándolos sobre quién ya estaba
allí: todos excepto Addy y Simon, por supuesto, y Griffin y su familia, que
habían sido inesperadamente retrasados, pero Park estaba inusualmente
silencioso en el asiento delantero y eso arrojaba una sombra tensa sobre
todo.
—Lo siento, solo estaba hablando solo —le respondió a Mai, que lo
estaba observando curiosamente por el espejo retrovisor—. Entonces. Uh,
esto debe ser un trabajo del infierno para arar.
Vaya, brillante inicio de conversación, Coop. Se apresuró a señalar el
camino de entrada cuando comenzaron a subir la empinada cuesta. Detrás
de ellos podía escuchar las amenazantes puertas cerrándose de nuevo. Había
una especie de diseño en la puerta, hierro negro retorciéndose algo así como
un árbol frutal escarpado y, sorprendentemente, un conejo. Aunque quizás
un lobo sería un poco demasiado en el clavo.
—Lo es —respondió Mai, tomando el débil intento de Cooper de
charla trivial y siguiéndole la corriente—. Tenemos un par de arados
propios aquí, lo que ayuda. Probablemente los verás en acción este fin de
semana. Huele como que una gran nevada está de camino.
Cooper miró por la ventana.
—Mmm —dijo de acuerdo. Él podía sentir la intensa mirada de Mai
sobre él tan segura como un toque, pero en realidad, no era necesario tener
súper sentidos para saber que se acercaba una tormenta. Más allá de los
acantilados flotando sobre el mar, las nubes se habían oscurecido y parecían
descender hacia la tierra como si alguien arriba se hubiera arrojado sobre
una cama y toda la tierra estuviera atascada mirando hacia el colchón de
resortes hundido.
—Espero que el resto de tu familia no tenga problemas para viajar…
—La voz de Cooper se apagó cuando el camino de entrada llegó a su punto
más alto y la casa de los Park apareció a la vista.
Era… grande. Más grande que una casa grande. Más grande de lo que
una casa tiene derecho a ser. Tampoco era una McMansion5, sino antigua,
extensa y hecha de hermosa madera oscura sin pintar que no se hubiera
visto fuera de lugar hacía cien años, excepto por los paneles solares que
brillaban en el techo verde oscuro. Troncos Lincoln6 volviéndose locos.
Supuso que debería haber esperado el tamaño considerando cuántos
adultos vivían aquí. Además, sabía vagamente que Park provenía de una
familia de dinero y, bueno, ahí estaba. Pero saberlo y aparcar en su
monstruosa sombra eran dos cosas muy diferentes. Cooper sintió que la
incomodidad que le había estado picando la base del cráneo desde el
mercado florecía en su piel. No perteneces aquí.
Le dijo a esa voz que se fuera a la mierda y salió del auto, llevándose
a Boogie con él y colocando su transportador en el suelo.
—Voy a meter estos en la casa —dijo Mai por encima del hombro
pasando apresuradamente junto a ellos con más de sus maletas de lo que
una persona promedio hubiera podido llevar.
Y advertir a todos que el nuevo novio de Park es un humano,
completó Cooper. Bueno, al menos sabrían lo que estaban consiguiendo. A
diferencia de él.
Miró hacia la casa, contemplando las contraventanas azul oscuro y las
enormes urnas de piedra llenas de vegetación invernal, hojas de acebo
oscuro y frutos rojos brillantes. Un pesado llamador de latón en la puerta
mostraba de nuevo el diseño de la otra puerta.
En su periferia, Cooper vio a Park parado a su lado, observando su
expresión de cerca.
—¿Qué piensas?
—Es bonita —dijo Cooper. Park se movió en su lugar como
esperando por más—. Realmente... —abrumadora, desmesurada, ostentosa
—... agradable —añadió sin convicción. Señaló el llamador—. ¿Temporada
de caza de conejos?
—Técnicamente se supone que es una liebre. Y ya no las matamos.
Mi abuelo solía llevar a sus hijos a cazar cuando eran pequeños así
recordaban su posición en el orden natural. En la parte superior del reino
animal —dijo Park, disgustado—. Eso se detuvo cuando yo vivía aquí,
gracias a Dios. Al menos algunas tradiciones se extinguen.
—Ahora solo publican sus pequeñas efigies de conejitos como
advertencia.
—Es una... cosa de familia.
—¿Como un blasón familiar? —Cooper podía escuchar la alarma en
su propia voz y verla reflejada en la expresión de Park—. Quiero decir, eso
es... genial. Voy a tener que trabajar en algunos chistes sobre liebres y
volver.
—¿Podrías…? —Park se detuvo y Cooper lo miró. Park se pasó una
mano a través del cabello, tirando nerviosamente de los mechones—. ¿Te
gustaría vivir así algún día?
—¿En un castillo de troncos?
Park puso los ojos en blanco.
—No, me refiero a aquí. Fuera de la ciudad, así.
—Esto no es “fuera de la ciudad” —balbuceó Cooper mientras su
mente daba vueltas. No había nada parecido a preguntas casuales en una
relación seria. ¿Quieres niños? ¿Quieres una gran boda? El tácito conmigo
estaba siempre acechando en el aire.
—Este es el fin del mundo. Podrían hacer una serie de NatGeo solo de
la composición del camino de entrada. —Park resopló—. Pero, eh, sí. Me
gusta… la naturaleza.
Se miraron el uno al otro por un momento.
—Cooper —dijo Park finalmente con voz brusca—. Sobre antes, con
Mai, realmente la cagué. Yo... —Se detuvo, y sus ojos se fueron a la deriva,
desenfocándose. Él frunció el ceño—. Mierda, no. Espera...
—¿Qué…?
Un aullido penetrante resonó en el viento. Cooper se sobresaltó y se
retorció hacia el sonido. A cuatro metros, al borde de un bosquecillo de
pinos, un gran lobo de pelaje rubio estaba sentado, con la cabeza echada
hacia atrás y aullando hacia el cielo. Un sonido doloroso e inquietante que
era demasiado sonoro para venir de una garganta humana.
El aullido se fue apagando y el lobo bajó la cabeza, saltó
abruptamente y corrió directamente hacia ellos. Cooper se tensó pero se
negó a ceder a la necesidad de su cuerpo de correr. Seguramente este era un
miembro de la familia de Park. Seguramente se acercaba para un agradable
hola...
El lobo estaba ganando velocidad ahora, con los hombros levantados
y la cabeza gacha como si estuviera cobrando impulso para saltar. Cooper
cubrió las cicatrices ardientes de su vientre. Tranquilos, hombres.
Mantengan sus puestos, instruyó a sus pies.
—Espera, no... —comenzó Park.
¿No qué? ¿No te quedes ahí parado mientras una máquina de matar
de cien kilos corre a toda velocidad hacia ti? Sin embargo Cooper no tuvo
tiempo de cambiar de opinión. El lobo estaba sobre ellos. Saltó
directamente hacia Park, chocando contra su pecho. Cooper se escuchó
gritar de miedo cuando Park se tambaleó hacia atrás antes de que sus brazos
rodearan al lobo y luego los hiciera girar en círculos rápidos.
Cooper dio un paso hacia adelante como si fuera a saltar sobre el
retorcido tiovivo también, entonces escuchó a Park reír. Los guijarros en el
camino de entrada se deslizaron de sus zapatos y otro sonido, como rocas
más grandes, rocas mucho más grandes golpeando y rechinando juntas,
comenzaron a emanar de ambos. Cooper había escuchado ese sonido una
vez antes. Sabía lo que iba a ocurrir.
La cabeza y las patas delanteras del lobo estaban sobre el hombro de
Park, y su cola y patas traseras se aferraban a su frente, por lo que cuando
Park los hizo girar en círculos, Cooper solo podía vislumbrar una mitad del
lobo a la vez. Vio la cabeza del lobo, ancha y plana con una hermosa piel
gruesa, los ojos cerrados y la boca abierta y jadeando de dolor o placer.
Ciento ochenta grados y el lobo parecía horriblemente destrozado.
Las patas traseras ahora colgaban inútilmente, la columna vertebral rota, las
rodillas hacia atrás, y la cola de repente desapareció por completo.
Ciento ochenta grados y era un rostro extraño. Más cerca de un rostro
humano que de lobo, pero los planos y los ángulos estaban mal, como si le
hubieran cortado el mentón completamente y la nariz estuviera tan abajo de
la cara que los ojos fuertemente cerrados parecían como si hubieran sido
trasplantados a la frente.
Ciento ochenta grados y era un cuerpo humano no peludo moviéndose
como si las piernas intentaran envolver la cintura de Park, pero las caderas
estaban inclinadas demasiado hacia atrás para dejarlas.
Ciento ochenta grados y una mujer riendo abrió los ojos y pasó sus
manos con garras por la columna vertebral de Park hasta la parte superior
de su cabeza para darle un coscorrón.
Todo sucedió en menos de dos giros, apenas más de un segundo.
Tres coma cinco segundos mi trasero. El Trust se está quedando con
nosotros.
—¡Qué carajos te tomó tanto tiempo! Nos hemos estado divirtiendo
durante horas —dijo la mujer mientras Park la bajaba. Ella golpeó ambas
manos, ahora afortunadamente sin garras, contra su pecho y lo empujó—.
Helena nos hizo esperar para la cena y tengo tanta hambre que casi le doy
un mordisco al tío Tim, que está siendo particularmente molesto esta noche.
—Problemas con el auto. —Park tiró de ella y le acarició la parte
superior de la cabeza con todo su rostro mientras ella apretaba y golpeaba
sus bíceps. Ambos siguieron tocándose uno al otro con golpes y empujones
bruscos, como si no pudieran resistirse. A ninguno parecía importarle que la
mujer estuviera totalmente desnuda, por lo que Cooper trató de ignorarlo
también.
Era más alta que la altura promedio y tenía una constitución poderosa,
con gruesos muslos musculosos, hombros anchos y una barriga regordeta y
blanda. Cooper notó algunos tatuajes, incluida una liebre muy similar a la
del escudo de la familia, aunque esta saltaba triunfalmente de un sombrero
mágico en la parte externa del muslo. Su cabello, un tono o dos más claro
que el marrón oscuro de Park, estaba afeitado cerca de la cabeza excepto
por un grueso trozo que caía artísticamente sobre su frente. Parecía tener
unos cuarenta años, pero no era fácil saberlo mientras su cara todavía era
bastante lobuna. No tan aterradora como antes, pero de la forma en que
había visto a otros lobos ponerse a veces: híper-angulares, sus dientes
afilados asomando entre sus labios, y el iris de sus ojos brillando y borrando
el blanco. Aun así, Cooper podía ver fragmentos de Park en su rostro, una
nariz y barbilla familiares. Ahora que tenía barbilla, de todos modos.
Dejó escapar una exhalación temblorosa que sonó como un gemido
apenas reprimido y los hermanos se volvieron hacia él. La expresión de la
mujer era desvergonzadamente curiosa, la de Park era... nerviosa.
Nervioso por cómo vas a reaccionar al ver un lobo cambiar por
primera vez, pensó Cooper. Rápidamente colocó una sonrisa en su rostro
con la mandíbula floja, pero no había nada que pudiera hacer con respecto
al temblor de sus piernas o la forma en que su corazón latía fuera de su
pecho. No estaba disgustado ni asustado, no lógicamente. Pero más
profundo que la lógica, acababa de ver a un lobo gigante crujir, crepitar y
aparecer en la forma de una mujer, y su cerebro primitivo y de presa ya
había hecho sus maletas y estaba a medio camino de regreso a la frontera.
Él lo compensó al sonreír aún más fuerte.
Park hizo una mueca ante el resultado y tiró de su propio cabello de
nuevo.
—Cooper, esta es mi hermana mayor Camille. Cami, mi novio,
Cooper.
Cooper recordaba que la gente de Florence había mencionado a
Camille antes en su primer caso. También recordaba haber pensado que ella
había sido su mejor sospechoso en una serie de asesinatos brutales, pero no
había pasado tanto tiempo solo los últimos tres meses como para pensar que
ese era un tema con el que romper el hielo.
—Encantado de conocerte. —Cooper empezó a ofrecer su mano para
estrecharla, pero aun derribado por su desnudez, y sí, por la imagen de su
nariz y labios fusionados juntos hacía un par de segundos, la levantó en una
extraña mitad onda, mitad saludo.
Camille le devolvió el saludo de forma burlona. Una camarera
secuestrada había ido a Camille en busca de ayuda con su acosador y el
hombre había desaparecido solo para ser encontrado en lo profundo del
Bosque Montaña Blanca, nunca más capaz de acosar a nadie más que a los
gusanos que se alimentaban de él. Jefferson, el ex compañero de Cooper en
el BSI y actual psicópata en una celda, en realidad lo había matado. Pero
más que apenas Cooper fácilmente había creído que Camille era bastante
capaz y los lobos de la ciudad se habían mostrado nerviosos y deferentes
ante cualquier mención de ella y la familia Park. Cooper podía ver por qué.
—Ella cuida la propiedad de Florence con su esposo, Ricky —fue
todo lo que había dicho Park, como si eso lo explicara. Pero había algo más
primordial que eso.
Los ojos de Camille eran agudos y, a pesar de estar desnuda, exudaba
una especie de poder y comodidad consigo misma, que la mayoría de la
gente tendría que pagar para adaptarlo en un traje a medida.
Estar desnuda...
—Oh, Dios mío, debes estar helada —tartamudeó Cooper,
arrancándose su abrigo y ofreciéndolo.
—Está un poco fresco —dijo Camille, sonando cautelosa y casi
perturbada, como si su gesto fuera extraño. Ella vaciló un momento más,
luego aceptó la chaqueta ofrecida y se la puso sobre los hombros sin
molestarse en abrocharla. La vio olfatear el cuello ligeramente y fruncir el
ceño—. Ugh. ¿Eso es...? —Le disparó a Cooper una mirada crítica—.
Problemas con el auto, ¿eh? ¿Y a quién llamaste exactamente para
comprobar debajo de tu capó?
Entonces se volvió hacia Park, toda hermana mayor, severa con solo
un destello de burla alrededor de la boca, y Park negó con la cabeza,
rápidamente haciendo una mueca.
Camille olfateó de nuevo, su ceño se profundizó y la burla
desapareció. Su expresión era confundida y un poco disgustada.
—¿Por qué apestas como... —Ella se fue callando, inhaló
profundamente y se volvió con los ojos muy abiertos y molesta para mirar a
Park.
Bien. Dos para dos. Eso parecía resolver el tema. Mai no fue una
anomalía. Park no le había dicho a nadie de su familia que Cooper era
humano. ¿Por qué no? ¿Era… malo? ¿Estaba avergonzado? ¿Debería
estarlo Cooper? De las reacciones hasta ahora la respuesta parecía ser que
sí.
—Sí —dijo Cooper, porque alguien tenía que hacerlo. El silencio era
demasiado—. Pésimo detergente. —Pésimo código genético.
—Cierto. Debería haberlo notado. Antes. —Camille cerró la chaqueta
apretándola como si de repente se sintiera incómoda y su rostro, que
lentamente, casi perezosamente había estado encontrando el camino de
regreso de la mujer lobo salvaje, era abruptamente, irremediablemente
humano.
—Lo siento —soltó Cooper. Se sentía culpable. Como si hubiera
presenciado su cambio bajo falsas pretensiones. Pero no fue él quien había
mentido, o incluso ocultado la verdad. ¿Cuál era el plan de Park? ¿De
verdad pensaba que no iban notarlo? ¿O simplemente no le había importado
usar a Cooper como una especie de declaración en una tensa relación
familiar que se había negado a explicar?
Cooper se abrazó a sí mismo, sintiéndose un poco enfermo. Su única
pregunta ahora era qué tan enojado se te permitía ponerte con tu novio
mientras él estaba de luto.
Park parecía que estaba haciendo cálculos similares. Antes de que
Camille pudiera responder, asintió hacia la casa.
—Helena nos está llamando. ¿Podemos hablar sobre esto más tarde?
—Más tarde —coincidió Cooper. Cogió el transportador para gatos.
—Oh, mira. Otra encantadora sorpresa —dijo Camille con suficiente
sarcasmo para cuajar el aire—. También trajiste una mascota.
Park le siseó suavemente.
—Uh, esta es Boogie. Mi gata.
—Encantador —dijo Camille inexpresivamente—. ¿Como en Boogie
Woogie7?
—Como en Boot Scootin Boogie8 —murmuró Cooper—. Sus marcas
como que parecen botas de vaquero y ella hace esta cosa con sus patas... A
ti no te importa, no tiene importancia.
¿Por qué no podían ocurrir accidentes automovilísticos en momentos
como este? ¿O un buen hoyo conveniente? Nunca más había oído hablar de
un buen hoyo de esos de antes. Eso podría ser lo único que podría salvarlo
de la mirada de incredulidad y disgusto.
—Así... —ella hizo un gesto hacia él—, naciste. Eso... —ella fulminó
con la mirada al portador para gatos—, es una elección. Y si fuera tú,
elegiría no llevarla dentro.
—¡No puedo dejarla aquí! —dijo Cooper, horrorizado. ¿Era
demasiado tarde para robar un auto y hacer una escapada? Este experimento
había fallado. Él quería estar en casa, en su apartamento, bajo las sábanas.
—No va a entrar en la casa —dijo Camille lentamente, con una
innecesaria cantidad de desafío en su voz.
El primer golpe era oler como si se hubiera acercado y puesto
personal con ese maldito lobo misterioso, el segundo golpe era ser un
humano que había presenciado un cambio profundamente personal. No
esperaba que Boogie fuera el golpe número tres, pero aquí estaban. Ni
siquiera en la puerta todavía y el poderoso Casey había sido eliminado.
—Podemos ponerla en el granero —sugirió Park. Cooper hizo un
sonido de protesta—. Está completamente renovado, aislado y tiene
calefacción.
—No te referirás al Anexo Sur. Qué pasa con la…
Park le dio una mirada de advertencia.
—Estoy seguro de que estará bien. El gato probablemente estará más
feliz y más tranquilo allí en un espacio manejable que deambulando por
toda la casa.
—Además, nuestro tío Marcus es súper alérgico —agregó Camille—.
Y también lo son los hijos de Jackie y Mai. Y el tío Stuart simplemente odia
a los gatos. Al igual que Tim. Y Bethany. Y…
Park la interrumpió.
—Está bien, gracias, Cami. No estás ayudando.
Ella se encogió de hombros. Parecía casi emocionada por lo que
obviamente esperaba sería el próximo drama.
—¿Listo para conocer a todos los demás? —preguntó Park.
—¿Tengo que estar ahí para eso? —dijo Cooper, y Camille se rio.
—Oh, Ollie, y yo aquí que pensaba que tu regreso al asiento familiar
sería incómodo —dijo—. Pero estoy segura de que no pasará nada malo
ahora.

***
Gracias a lo que Cooper supuso que fue el trabajo rápido de Mai,
nadie más parecía terriblemente sorprendido por su decepcionante
humanidad o trató de involucrarlo en más saludos lobunos o apretones de
manos secretos. De hecho, nadie parecía inclinado a acercarse a él en
absoluto.
Esperaba tener la oportunidad de refrescarse, o al menos quitarse un
poco de sangre de la cara, pero todos estaban esperando por él tan pronto
como terminó de colocar a Boogie en el granero. Park repasó la más breve
de las presentaciones mientras que lo que se sentía como toda la familia
estaba parada en el extremo opuesto del enorme hall de entrada. Once
adultos y siete niños. Todos mirándolo fijamente como si hubiera salido de
una jaula de animales exóticos para su entretenimiento y repulsión.
Solo la abuela de Park, Helena, se le acercó mientras el resto de su
manada miraba con recelo desde atrás. E incluso ella se detuvo a un buen
metro de distancia de Cooper antes de darle una bienvenida fría y
desinteresada. Ella tenía que estar en sus ochenta pero parecía un poco más
joven gracias a su perfecta postura. Su cabello blanco estaba revuelto y su
piel estaba desgastada y arrugada como alguien que había pasado toda su
vida al aire libre, pero era fuerte y vigorosa y se movía sin una pizca de
fragilidad.
Había algo un poco más... raro en ella que en cualquier otro lobo que
hubiera conocido antes. Era menos probable que pasara por una abuela
humana promedio, especialmente para aquellos que lo sabían. En parte era
por la forma en que no parpadeó, ni una vez, mientras lo examinaba. En
parte era porque la grasa juvenil que suavizaba un rostro y cuerpo se había
caído para revelar una estructura esquelética que era un poco demasiado
puntiaguda y extraña.
Pero también había algo más. Algo que la hacía parecer del lado
equivocado de lo salvaje, incluso con su chaqueta de franela suelta, sus
calzas y sus joyas turquesa gruesas y plateadas. Tal vez era la cultura de su
generación intentar menos encajar con los humanos. O tal vez cuando llegas
a los ochenta ya te da igual fingir ser lo que no eres. Ese era ciertamente su
propio plan de jubilación.
—Es un gusto conocerle. Lamento su pérdida —dijo Cooper cuando
quedó claro que no iba a decir nada y el tenso silencio en el hall se volvió
demasiado para él.
Ella le dio una mirada larga y apreciativa y finalmente asintió, menos
en aprobación y más para indicar que su inspección había terminado.
—Gracias. Fue generoso de su parte venir tan lejos solo para apoyar a
Oliver.
—Oh, bueno, a pesar de las apariencias, estoy aquí por mi propia
voluntad, lo juro. —Él señaló su cara. Helena no sonrió—. Quiero decir,
pero sí, por supuesto que quiero estar aquí. Él es importante para mí —
murmuró Cooper, sintiéndose extremadamente sonrojado bajo los ojos de la
manada.
—¿Y cuánto tiempo han sido pareja?
—Um... —Cooper miró a Park, que solo estaba mirando sus pies,
inútilmente—. ¿Nos conocimos hace unos ocho meses? ¿Cierto?
Park solo gruñó.
—¿Y se conocieron dónde? Oh… —Ella agitó la mano una vez arriba
y abajo en la imitación más antinatural de un gesto de oh no importa que
jamás hubiera visto—. Supongo que se conocieron en DC. En una de esas
aplicaciones o lo que sea que use la gente ahora. Delia ha mencionado que
Oliver estaba saliendo con alguien en la ciudad. Aunque ella no nos dijo...
mucho sobre ti.
Helena miró con frialdad a una mujer delgada con traje. Delia misma,
asumió. La hija del tío Stuart. Ella le recordó a Cooper a una de esas
mujeres blancas estiradas de los suburbios que corren 5K todas las
mañanas, manejan tres organizaciones benéficas, se desplazan a la ciudad
para ser la directora financiera de alguna empresa y llevan pequeñas
botellas de vino por donde quiera que vayan.
—No he tenido el placer de conocer a Cooper personalmente, Helena
—dijo Delia, sonando un poco tensa. Cooper tuvo la clara sensación de que
ella estaba en problemas por no darle a la familia el aviso adecuado.
—En realidad —dijo Cooper, tratando de aliviar la tensión—, Oliver
y yo nos conocimos a través del trabajo. Éramos, ah, compañeros.
—No del Trust —dijo Helena rotundamente.
Cooper miró a Park, cuyo rostro se había convertido en una máscara
de piedra ahora.
—Uh, No. Del BSI.
El silencio sonoro en el pasillo no era curioso ahora, sino
abiertamente hostil. La temperatura se sentía más fría por dentro de lo que
lo había estado fuera.
—Ya veo —dijo Helena finalmente—. Bueno, será mejor que
tengamos cuidado de no salirnos de la línea con uno de los mejores del BSI
entre nosotros —dijo por encima del hombro, y algunos de los demás se
rieron—. ¿Oliver? —Ella le tendió el brazo para que lo tomara, tan formal y
correcto como era posible—. ¿Vamos a comer?
Park vaciló y miró a Cooper. Rara vez había visto a Park tan
miserable, tan... inseguro. Helena también se volvió para mirarlo y Cooper
se obligó a sí mismo a sonreír fácilmente y asentir. Adelante. Todo está
bien.
Absolutamente nada estaba bien. Pero ¿qué podía hacer? ¿Cooper
estaba incómodo por la falta de una cálida bienvenida? Por supuesto.
¿Estaba dolido y confundido de que Park lo hubiera puesto en esta posición
al no decirle a nadie que estaba trayendo a casa a un humano o a un agente
del BSI? Obviamente. Pero un sorprendente e intenso desafío había surgido
bajo la mirada incrédula de la familia. No había manera de que quisiera que
ninguno de ellos viera una sola grieta en su relación.
¿Este tipo? ¿De verdad?
Será mejor que lo creas.
Tenía mucho tiempo para enojarse con Park más tarde en privado. Y
furioso seguro que lo estaría. Por ahora, sin embargo, no les daría la
satisfacción de ver algo menos que una pareja feliz y sólida.
Sonrió aún más fuerte para la familia en la parte de atrás y les hizo un
gesto hacia adelante.
—Lideren el camino.
Con una última mirada de preocupación, Park tomó a Helena del
brazo e hicieron el trayecto hacia el comedor contiguo. Todo está bien.
Cooper empezó a seguirlos, pero sintió un ligero toque en su espalda.
—Todavía no —murmuró un hombre. Se parecía mucho a Park más
veinte o treinta años. Hermosos ojos amaretto, de hombros anchos y
gentiles, pero con cabello plateado, una línea de la mandíbula más suave y
un poco de barriga. En su imaginación Cooper no pudo evitar imaginarse a
Park como un hombre mayor. Tan guapo y elegante como siempre. Las
arrugas que ya se arrastraban volviéndose profundas y permanentes
alrededor de sus ojos y frente por décadas de exasperación con Cooper.
Se aclaró la garganta, sintiendo un rubor de calidez en su rostro.
—Uh, lo siento. —Más allá de ellos, los miembros de la familia de
Park se movían al comedor en pares o tríos. Mai le dedicó una pequeña
sonrisa alentadora, Camille una sonrisa burlona y el resto solo parecía
curioso. Solo los niños no parecían impresionados por su presencia mientras
se reían y pasaban corriendo junto a los demás—. ¿Hay una orden de
superioridad para entrar o algo así?
—Oh, espero que no pienses que somos así de malos.
—Sabes, he escuchado eso mucho hoy y me he dado cuenta de que es
la abreviatura Park para: sí, somos así de extremos, pero no quiero darte
detalles. Solo grita salta cuando sea mi turno.
El hombre rio genuinamente.
—Bueno, tal vez seamos malos, pero tú no tienes un lugar aquí, así
que no te afecta. —Cooper trató de no inmutarse ante eso. Comprendió lo
que el hombre había querido decir y no se equivocaba—. En verdad, solo
esperaba que pudiéramos tener unas palabras. Soy Marcus, el tío de Oliver.
Extendió su mano para estrecharla y Cooper la tomó, reexaminándolo
con nuevos ojos. Recordó ese nombre de una conversación que él y Park
tuvieron en Jagger Valley. Este era el tío que había ido en contra de las
órdenes de la manada al decirle a Park la verdad sobre sus padres. Se había
metido en problemas por eso, también.
Park estaba agradecido con él, pero Cooper no había podido ver más
allá de la pregunta ¿Por qué no antes? ¿Cómo podías pasar décadas
contándoles a los niños que sus padres estaban muertos cuando no lo
estaban? La única razón por la que Marcus finalmente confesó la verdad fue
porque el padre de Park había muerto realmente. Ahora esa era una relación
que él nunca llegaría a tener. No es que hubiera logrado tener una relación
con su madre aún viva, quien se negaba a reunirse con él. Pero aun así. ¿No
era mejor conocer la dolorosa verdad que reconfortantes mentiras? Al
menos entonces Park tenía voluntad. Aunque Cooper supuso que todo se
reducía a si realmente creías que la ignorancia era una bendición.
Marcus continuó: —Solo quería decir que, por mi parte, estoy feliz de
que estés aquí.
Cooper suspiró levemente.
—No me di cuenta de cuán minoritaria sería esa opinión —dijo. ¿Qué
esperaba Marcus que dijera? ¿Se suponía que debía estar agradecido de que
su existencia no fuera repugnante? Lanzó una mirada subrepticia hacia el
comedor, que Marcus captó claramente.
—No les hagas caso —dijo—. Casi todas las parejas traídas a esta
casa han sufrido algún tipo de inquisición de una forma u otra.
—Y nadie espera la Inquisición española —dijo Cooper
automáticamente, parpadeando un poco al ser referido como la pareja de
Park por segunda vez en dos minutos—. O a mí, aparentemente.
—Se sabe que los lobos nos adaptamos rápido —dijo Marcus.
—Lamento que tengan que hacerlo. Especialmente en un momento
difícil como este —dijo Cooper, pensando en el rostro esculpido de Helena.
Definitivamente complicó su objetivo de ser el compañero más solidario
que podía ser cuando su presencia ya estaba generando problemas, y
todavía no estaba seguro de cómo sentirse acerca de Park arrojándolo al
ring para valerse por sí solo.
—Todos estamos felices que Ollie esté feliz. Ha estado castigándose
durante demasiado tiempo.
—¿Castigándose? —dijo Cooper a la ligera, medio en broma, medio
preguntando—. Es de consenso general en casa que el perfecto Oliver
nunca ha hecho nada malo en su vida.
—¿Y desde cuándo la culpa requiere pecado? —Marcus arqueó las
cejas, desconcertado.
—Bueno, tal vez no pecado —coincidió Cooper vacilante—. Pero
algo.
—¿Nunca te has sentido mal por algo que no fue tu culpa? ¿O que
incluso no estaba mal en absoluto? Por supuesto que sí. De lo contrario, por
qué disculparte por no ser lo que crees que queríamos.
—Eso no fue… no me estaba disculpando por ser yo.
—Bueno. No dejes que te obliguen. Nadie debería sentirse como un
secreto sucio. —Gentilmente colocó su mano en la parte posterior del brazo
de Cooper, justo por encima del codo—. Salta.
—¿D-Disculpa? —tartamudeó Cooper. Marcus asintió hacia la
habitación ahora vacía—. Oh, ya veo. ¿Entonces esta es mi posición? ¿En el
fondo?
Los ojos de Marcus se arrugaron.
—Todo el mundo necesita empezar por algún lado. No te disculpes
por eso, tampoco —susurró.
Cooper se rio a su pesar. El hombre era un poco extraño. O excéntrico
gracias a su riqueza. Pero era el único miembro de la familia que aún no
entrecerraba los ojos como si él fuera el chiste y estuviera tratando de
averiguar cuál era la broma.
Se dirigieron al comedor. Los niños habían desaparecido en la cocina
para comer por separado y el resto de la familia estaba parada alrededor de
la pesada mesa de pino cargada de una absurda cantidad de comida. Cooper
podía ver dos grandes platos de arroz perfumados de coco, dos ollas de sopa
de curry y tres salteados de verduras con jengibre servidos directamente del
wok.
No le sorprendió ver a Helena en la cabecera de la mesa. Era obvio
por la forma en que los demás se movían a su alrededor que ella estaba a
cargo aquí. Estaba un poco sorprendido al ver a Park ocupando el otro
extremo de la mesa, ¿no debería ser la próxima persona poderosa de la
manada? ¿Uno de los tíos o tías mayores? Pero su comprensión de la
jerarquía de asientos se limitaba mirar películas de época en PBS, por lo
que había un ochenta y cinco por ciento de posibilidades de que estuviera
diciendo cualquier cosa.
Cooper se dirigió hacia Park, pero la mano de Marcus se apretó
ligeramente sobre su brazo y con un sutil movimiento de cabeza lo empujó
hacia el otro extremo de la mesa con las tías y tíos y lejos de donde Park
estaba sentado con su prima, sus hermanos y sus parejas. El estómago de
Cooper se tensó, pero aceptó su puesto asignado entre un hombre mayor y
una mujer. No tan extremo, en efecto.
—Mi hermano Stuart y mi hermana, Lorelei. Todos pórtense bien
ahora —dijo Marcus tranquilamente, palmeando a Cooper en el hombro,
luego se fue para quedarse junto a una mujer blanca pecosa de cabello rojo
y anteojos que parecía haber empezado a beber ya. Bethany, la esposa de
Marcus, Cooper recordó de las presentaciones en el pasillo.
Cooper lo miró con nostalgia. ¿No podría simplemente trabajar para
ganarse a un miembro de la familia, aunque fuera raro? Alternativamente,
se preguntó dónde había conseguido Bethany esa generosa copa de vino que
estaba acunando. Desafortunadamente, ninguna de las opciones parecía
estar disponible para él. Asintió en señal de saludo y sus nuevos
compañeros de asiento, o compañeros de pie, lo miraron sin comprender,
como si totalmente desconcertados en cuanto a quién era Cooper o por qué
estaba aquí. Se identificaba con eso.
Stuart incluso se estaba burlando de él un poco. Lorelei al menos
sonrió eventualmente, pero sus ojos oscuros eran fríos y parecían catalogar
todo su cuerpo con una especie de curiosidad objetiva como si fuera un
hongo sorprendente que hubiera aparecido un día en su sendero favorito y
ella estuviera tomando nota de sus colgajos, pliegues y colores particulares
para buscar más tarde. Ella estaba usando mucha tela suelta y parecía el tipo
de persona que finalmente podría decirle a Cooper, qué significaba
exactamente retrógrado con respecto a los planetas y si eso se suponía que
era algo bueno o malo. No necesitaba un horóscopo para decirle que su
cena iba a ser agotadora.
Se movió inquieto, tratando de poner el menor peso posible en su
pierna mala, y se preguntó si habría alguna forma sutil en que pudiera
reajustar la férula. Despacio, manteniendo los ojos en alto y
comprometidos, difícil cuando nadie estaba realmente captando su atención,
Cooper se agachó y tiró de una correa de velcro. Lo cual fue, por supuesto,
cuando Helena finalmente retiró su silla. Como coreografiado, todos se
sentaron como uno. Todos excepto Cooper, que se había movido un
segundo por detrás al seguirlos.
Estaba apretujándose junto a un Stuart de aspecto molesto, haciendo
monstruosos sonidos raspando el suelo con la silla de madera, cuando
Lorelei jadeó: —¡Detente! Si te sientas, habrá trece en la mesa.
Cooper se quedó inmóvil, con el culo fuera y la pierna temblorosa, sin
saber si estaba bromeando o no.
—Um... —No parecía que estuviera bromeando. Pero entonces, ¿qué
esperaba que hiciera, que se sentara en la mesa de los niños en la cocina?
—Oh, déjalo sentarse, Lollie —dijo Stuart, sorprendiendo a Cooper.
Pero entonces tal vez el hombre estaba preocupado porque lo tocara si
Cooper se veía obligado a irse.
—¡Pero alguien en la mesa morirá!
—Sí. Yo. De hambre —refunfuñó Camille.
—No —dijo Lorelei sin aliento—. El que se levante primero morirá
dentro de un año. ¿Deberíamos realmente arriesgarnos considerando...?
—Estoy segura que estaremos bien —interrumpió Mai pacientemente.
Cooper miró a Park, cuya expresión parecía más tensa de lo habitual,
luego se sentó. Lorelei gimió. Se dispusieron a comer, de todos modos.
—Esto se ve maravilloso —dijo Cooper a nadie en particular. Era
mejor lanzar una amplia red si quería llamar la atención de alguien—. ¿Es...
todo vegetariano?
—¿Es eso un problema? —preguntó Stuart a su derecha.
—Oh, no, solo quise decir, se supone que debo… tengo algunas
restricciones dietéticas —dijo Cooper sin convicción; se dio cuenta de que
estaba tocando su vientre y dejó caer la mano con rapidez.
—No comemos carne roja —dijo Marcus preocupado, y miró su reloj,
discreto pero lo suficientemente elegante que Cooper estaba seguro que
costaba más que un alquiler mensual—. Podría salir corriendo y conseguirte
algo si esto no te conviene. Ollie no nos dijo que estabas enfermo.
—Pero fue tan comunicativo con el resto —murmuró Stuart.
Al escuchar su nombre desde el otro extremo de la mesa, Park
reaccionó.
—¿Quién está enfermo?
—Nadie —dijo Cooper con firmeza, deseando haber mantenido la
boca cerrada. Lo último de lo que quería hablar con la familia de Park era
de su intestino destrozado por un hombre lobo—. Esto está bien. Quiero
decir, más que bien. Solo estaba...
—¿Sorprendido? —Stuart preguntó con frialdad—. ¿El BSI cree que
simplemente arrastramos cadáveres en una cueva?
—Eso no es lo que dijo. —La voz de Park era tensa y enojada.
Stuart se rio.
—Porque tienen la reputación de decir siempre lo que quieren decir.
—Cooper no estaba seguro de si se refería al BSI, a los humanos o, diablos,
a los vegetarianos.
Park comenzó a responder con irritación, pero Cooper lo interrumpió
con una mirada dura. Él estaba frustrado porque Park estaba empeorando
una ya mala situación. Tal vez era una causa perdida, pero no podía evitar
que todavía quisiera patéticamente, bueno, gustarle, a la familia de Park.
Nunca antes había conocido a la familia de un novio. ¿Era demasiado pedir
al menos fingir que estaba yendo bien?
—Lo siento. No quería ofender. Realmente solo quise decir que todo
se ve maravilloso.
—Estamos bastante comprometidos con la cocina sostenible aquí —
dijo el hombre al otro lado de Cooper, ya sea lanzándole un salvavidas o
simplemente ajeno a la forma en que la conversación había cambiado. Este
debía ser el ex marido de Lorelei, Tim. Se parecía inquietantemente más a
Lorelei que ella al resto de su familia. Él también tenía el cabello largo y
enredado de color rubio-gris, gafas, vestía una tela que parecía áspera y
suelta a la vez, y tenía numerosos collares de cuerda asomando a través de
su camisa parcialmente desabrochada. Aparentemente incluso después del
divorcio habían seguido siendo una de esas parejas que mezclaban estilos.
—Joe pensaba que si no podías cazarlo tú mismo, no deberías
comerlo. —Tim hizo una mueca, con expresión menos que cariñosa—. Un
poco extremo, tal vez, pero tratamos de mantener nuestra comida de origen
local. ¿Sabes qué tan alta es la huella de carbono de la industria cárnica?
Cooper, de hecho, lo sabía. Se apresuró a fingir que no, solo
agradecido que alguien le estuviera hablando si no amablemente, al menos
sin obvia hostilidad.
A su alrededor los demás empezaron a charlar sobre cosas normales.
Cooper estaba sorprendido. No porque a una manada de lobos le gustara
hablar de hockey, sino porque esperaba mucha más solemnidad del grupo
en general. Pero los otros parecían estar tomando la ruta de Park e ignorar
por completo la razón por la que estaban todos allí. Simplemente hablaron
amablemente. No escuchó una palabra sobre el velatorio de mañana.
Cooper se sentía más como un espectro en el banquete que el hombre
muerto real.
El otro extremo de la mesa era claramente el extremo divertido, o al
menos estaba intentando serlo. Allí, Park continuaba echándole miradas a
Cooper con preocupación y obvia culpa, pero el resto de su familia se reía
franca y alegremente alrededor de él. Mai se sentaba con su esposa,
Jacqueline, que era una mujer risueña de aspecto suave que no compartía
ninguno de los rasgos de Park y se pasaba la mitad de su tiempo mirando
con adoración a Mai y dándole besos furtivos en el hombro y la otra mitad
resolviendo quejas, solicitudes, argumentos y Ups, olvidé mi pregunta que
sus cuatro hijos, todos menores de diez años, que le informaban uno a la
vez desde la cocina.
Camille y Delia flanqueaban a Park y parecían estar compitiendo por
su atención en una especie de familia cercana, casi tanto como los hijos de
Jacqueline eran para ella. Curiosamente, el esposo de Camille, Ricky, un
hombre negro bajo y delgado con gafas y con una especie de figuras de
cómic en su camiseta, parecía estar en la competencia también y los tres se
estaban volviendo progresivamente más ruidosos, hablando entre sí para
sacar a Park de su mal humor y actualizarlo sobre sus propias vidas y
chismes sobre los tres hermanos faltantes y sus familias.
—¿Dónde diablos está Griffin? —preguntó Park a la mesa—. Pensé
que estaría aquí antes del servicio de mañana.
—Tu hermano no lo logrará, después de todo. Tenía un asunto
inesperado en Halifax —dijo Helena—. La gente de Allana exigió una
reunión.
—Ya está comenzando —murmuró Stuart, tirando de la esquina de su
bigote. Era una versión un poco más pelirroja, más gris y más seria de
Marcus. Su rostro estaba muy arrugado por años de fruncir el ceño y tenía
una fea cicatriz arrugada que comenzaba detrás de la oreja y que
desaparecía en el cuello de su camisa—. Buitres. Ni siquiera pueden darnos
un día para llorar.
—Papá —dijo Delia en tono de advertencia—. No.
—¿Me equivoco? —Stuart miró alrededor de la mesa, y la mirada
finalmente aterrizó en su madre. Se inclinó hacia ella con entusiasmo—.
Ahora más que nunca deberíamos pensar en vender algunas de las tierras de
reserva. Enfocar realmente nuestros recursos.
—No —dijo Helena simplemente, sin siquiera mirar a su hijo.
—No todo. Incluso mil acres serían un comienzo. Podríamos
mantenernos involucrados. Delia ha supervisado innumerables proyectos de
desarrollo de viviendas para poblaciones desfavorecidas.
—No es una idea terrible, Helena —dijo Tim a la ligera—. Un punto
de caridad no se vería mal en un momento como este, y sé que Griffin
preferiría estar aquí con su familia que en renegociaciones de propiedad con
la manada de Allana de nuevo.
—Pero lo hace, de todos modos —dijo Helena, removiendo
tranquilamente su sopa—, porque es su responsabilidad hacia la tierra. Algo
que Stuart nunca ha entendido.
Un destello de dolor pasó por las facciones de su hijo y rápidamente
bajó la mirada.
Eso parecía ser todo. La conversación pasó rápidamente a otras cosas,
todos ansiosos por superar la tensión, pero Cooper continuó observando a
Stuart sutilmente.
—Volvió a la manada después de perder a su esposa. No quería criar a
Delia solo —había dicho Park en el auto cuando le dio a Cooper un
resumen de su familia—. Eso es lo que lo trajo de vuelta a la manada.
—¿De vuelta? ¿Qué lo hizo irse?
Park había hecho una pausa.
—No aprobaron su relación con la madre de Delia, creo. No conozco
los detalles, fue antes de que yo naciera. Y el tío Stuart ya había regresado
cuando mis hermanos y yo fuimos... encontrados.
Encontrados hambrientos y abandonados por sus padres.
—Así que decidió que no podía hacer lo de ser padre soltero y le
dieron la bienvenida a tu tío de vuelta, ¿sin problema? —dijo Cooper
cuando tuvo su voz bajo control.
—Oh, hubo problemas. Él era el primogénito y eso... significaba algo
en aquel momento. Perdió su posición en la manada. La falta de confianza
hace débil a un eslabón —había añadido Park con una voz ronca que no era
la suya, como si estuviera citando a alguien.
—¿Quieres decir que él era el siguiente en la fila para ser el alfa y
ahora no lo es?
Park había fruncido el ceño.
—Yo no lo diría de esa manera.
—Sé que tú no lo harías. No me di cuenta de que podías volver a
alistarte en una manada —había dicho Cooper con cuidado, observando la
expresión de Park.
Él gruñó, evasivo.
—Ayudó que tuviera a Delia de tres años a remolque. No iban a
rechazarla. Y para entonces mis padres ya habían escapado para unirse al
WIP y la manada se veía bastante escasa. Supongo que algunas traiciones
son menos perdonables que otras. Pero aun así a veces... bueno. Nadie
guarda más rencor que un lobo.
Stuart estaba picoteando su comida en silencio y tirando de la esquina
de su bigote. Parecía escuchar todo lo que le rodeaba, pero no se
involucraba en más que un comentario casual aquí y allá, sus ojos
ocasionalmente volviendo a su madre. No se veía particularmente como un
hombre que huiría por un amor verdadero. Pero la vida tenía una forma
cruel de quitarle el brillo a una persona. Cooper sintió una extraña simpatía
por el tipo. Él había renunciado a todo para seguir a su corazón solo para
perderla y tener que volver arrastrándose a su madre, quien todavía parecía
mantener eso en su contra, treinta años después. Ahora su sobrino se había
presentado con su propio amante ilegítimo y todos estaban siendo... bueno,
no geniales. Pero no habían sido echados bajo una lluvia de piedras y
maldiciones, tampoco. En la posición de Stuart, Cooper podría haber sido
un poco idiota también.
Por supuesto, su situación era diferente. Park ya no era parte de la
manada, por lo que no podían sacarlo. Pero si lo fuera, y su familia lo
hiciera elegir entre ellos y Cooper, ¿qué habría hecho?
O tal vez es exactamente por eso que no les habló de ti, pensó Cooper.
El hecho de que ya no fueran manada no significaba que Park no los amara.
O no quisiera perderlos.
Cooper se sintió repentinamente enfermo. Exhaló ruidosamente.
Stuart levantó la mirada y lo sorprendió mirándolo. Frunció el labio,
mostrando sus dientes. Lo que podría ser una sonrisa incómoda para
cualquiera que no lo reconociera por lo que era: una advertencia.
—Lo siento —dijo Cooper rápidamente, avergonzado. Pero no pudo
animarse a apartar la mirada. Esto pareció enojar más al hombre y sus
dientes se alargaron ligeramente.
—Dios mío, Stuart —dijo Lorelei alegremente, y Cooper la miró,
rompiendo el momento—. Muy mala energía. Muy mala. El chico ya parece
haber pasado por suficiente.
—Sí, nos enteramos de tu accidente —agregó Marcus mientras su
esposa, Bethany, hacía un simpático arrullo y se sería otro vaso de vino.
—Qué mala suerte —dijo ella—. Nunca hemos tenido problemas con
los autos de Michael antes, ¿verdad, amor?
—¿Siempre usan la misma empresa de alquiler? —preguntó Cooper.
—Oh, sí —dijo Marcus—. Tenemos que apoyar a los lobos locales,
¿no es así?
Todos alrededor de su extremo de la mesa parecieron divertirse con
eso. Cooper también sonrió, como si entendiera de qué diablos estaban
hablando. Halifax no era particularmente local, pensó, pero se mordió la
lengua. Después de todo, se había topado con lobos que reconocían el
nombre Park tan al sur como Maryland. O tal vez era una cosa de Canadá.
—Es algo que nuestro padre siempre decía —explicó Marcus con
amabilidad y claramente viendo la confusión de Cooper.
—Cada vez que compras a un humano, un lobo pasa hambre —dijo
Lorelei con brusquedad, citando claramente a su padre ahora también—.
Dale a un humano un centavo y él tomará tu cena.
Sorprendido por su franqueza, Cooper miró hacia el fondo de la mesa
a Park, quien lo estaba mirando con tristeza. Conversaciones como esta,
destacando la separación entre humanos y lobos, eran exactamente el tipo
de cosas que Park trataba de evitar a toda costa. Cooper no se había dado
cuenta de lo frecuentes que debían haber sido cuando él era chico.
Otra razón perfectamente comprensible sobre por qué había evitado
decirles sobre ti. Comprensible, no buena. Pero no era como si Park hubiera
planeado este viaje y tuviera mucho tiempo para aclararlo. Estaban aquí por
la inesperada muerte de lo que sonaba como un hombre bastante aterrador.
Un poco más de la ira de Cooper se alivió.
La voz de Lorelei había vuelto a su tono despreocupado habitual.
—Recuerdan esa vez que estábamos en Estrasburgo y Marcus
compró, ¿qué eran, palomitas de maíz? ¿Helado?
—Nueces confitadas de un vendedor ambulante humano —dijo
Marcus—. Olvídate de las manzanas en el Edén, este era el verdadero
pecado imperdonable.
—Joe lo hizo cazar su comida por el resto de las vacaciones. —
Lorelei se rio—. Pero, por supuesto, él era terrible en eso.
Marcus se sonrojó pero se rio de sí mismo.
—Realmente lo era. Benjy no dejaba de intentar colarme porciones de
cena a hurtadillas. —Cooper sabía que Benjy era el nombre del padre de
Park, aunque nunca hablaban de él—. Pero solo me traía todas las sobras
que no le gustaban… y a mí tampoco.
Marcus y sus hermanos se rieron entre dientes. Incluso Stuart sonreía
con cariño. La mirada de Helena era distante, como si ni siquiera estuviera
escuchando, y realmente, quién podría culparla. Cooper pensó que esta era
una historia bastante jodida para elegir como un divertido recuerdo del
querido papá en la víspera de su velorio.
—Entonces Joe nos atrapó y Benjy trató de fingir que no era de él. —
Marcus continuó—. Como si realmente hubiera logrado cazar sopa de
calabaza en medio de la Selva Negra. —Todos rieron de nuevo—.
Realmente podría haber usado la ayuda de Raymond en ese entonces.
—Raymond es su hijo, ¿verdad? —dijo Cooper, mirando entre Tim y
Lorelei. Reconoció el nombre y estaba agradecido de finalmente tener algo
para agregar a la conversación—. Entonces, ¿es un buen cazador o
simplemente le gusta la sopa de calabaza?
Un silencio tenso cayó sobre el grupo.
—¿Un buen cazador? —dijo Tim con rigidez. A la derecha de
Cooper, Stuart los estaba observando con expresión divertida.
—Lo siento, pensé que eso era lo que quería decir con, um, usar su
ayuda —dijo Cooper torpemente.
—No, tienes toda la razón —lo interrumpió Lorelei, aunque estaba
mirando a su ex marido mientras lo decía—. Raymond es muy...
autosuficiente.
—Cierto. —Cooper claramente había dicho algo malo, pero por su
vida no podía averiguar qué o cómo superarlo—. ¿Está viajando?
—Él ya está aquí, en realidad. —Cooper miró alrededor de la mesa,
sorprendido, pero ella agitó la mano con impaciencia y se corrigió a sí
misma—: Quiero decir que está en la zona.
—¿Deberíamos dejarle un cuenco? —preguntó Stuart. Su tono era lo
suficientemente agradable, pero por las reacciones alrededor de la mesa el
significado era cualquier cosa menos eso. Lorelei parpadeó rápidamente, su
rostro se volvió inquietantemente vacío, y solo por un momento los ojos de
Tim brillaron con puro odio. Aparentemente el momento de la camaradería
de hermanos se había ido.
—Papá —dijo Delia bruscamente desde el extremo de la mesa.
—Mai, ¿recogiste más sal para el camino de entrada mientras estabas
en el pueblo? —preguntó Marcus, obviamente el pacificador de la familia, y
la conversación se volvió hacia cosas banales una vez más.
Cooper podía sentir los ojos de Helena sobre él, su mirada tan intensa
que tenía que apartar la suya. Mantuvo la boca cerrada durante el resto de la
comida y en su lugar observó a Park mediar las atenciones de Camille,
Ricky y Delia, escuchando a cada uno por igual mientras subía a su regazo
a un niño ocasional con los ojos llorosos para acurrucarse e intercambiar
tranquilas risas con Jacqueline y Mai.
Verlo así hizo que el pecho de Cooper se contrajera, y lo último de su
ira comenzó a desvanecerse. Casi desde el principio había notado que Park
ansiaba atención, necesitaba estar rodeado de personas, al menos a veces,
de una manera que Cooper nunca lo hacía. Al principio asumió que era a la
manera clásica del hijo del medio, pero ahora estaba seguro que iba más
profundo que eso. Quizás esta necesidad por los demás venía del abandono
de sus padres. Quizás estaba enterrado en su propia naturaleza. Ya sea que
Park eligiera usar la palabra con A o no, era un alfa que necesitaba una
manada.
Y, sin embargo, Park estaba solo casi tan a menudo como Cooper. No
era algo que notara particularmente cuando estaban solo ellos dos. Pero al
observar a Park hacer malabarismos con sus hermanos y sobrinas y sobrinos
con facilidad, mientras Cooper estaba sentado en un silencio dolorosamente
incómodo en el otro extremo de la mesa, incapaz de hacer una simple
broma sobre la sopa sin causar estragos, tuvo que preguntarse si estaba
reteniendo a Park de algo.
En lugar de estar enojado porque Park lo había llevado ignorante y
desprevenido ante esta situación, se preguntó por qué lo había hecho. ¿Era
Cooper quien le estaba impidiendo tener esto? ¿Su presencia aquí estaba
forzando a Park a elegir?
¿Podrías verte viviendo en un lugar como este?
Cooper tosió, atragantándose con una tira de pimienta picante. La
mirada de Park inmediatamente se deslizó hacia él preocupado, y Cooper
negó con la cabeza e intentó sonreír de manera tranquilizadora. Estoy bien.
Park arqueó una ceja pero se volvió vacilante de regreso a su cuñado,
Ricky, quien estaba describiendo el último drama de Florence. La jefa
Brown, con quien habían trabajado juntos en su primer caso, aparentemente
había hecho una declaración de amor muy pública por la gruñona dueña del
bar, Rudi, y ya había rumores de compromiso.
Bueno, ¿Podría Cooper verse a sí mismo en algún lugar como este?
¿O en Florence? Asentándose fuera de la ciudad y tal vez incluso
comenzando algunos rumores propios...
Agachó la cabeza, sintiendo un calor que se extendía dentro de él que
por una vez no tenía nada que ver con la ira o la vergüenza. Se estaba
adelantando. Park ni siquiera había sido capaz de decirle a su familia que
Cooper era un humano aburrido, y uno bastante incómodo en eso. Tenían
mucho en lo que trabajar incluso antes de considerar... bueno.
Cooper se centró en su comida durante el resto de la cena. Cuando la
comida fue terminando, no se dio cuenta de quién fue el primero en
abandonar la mesa.

***
Cooper entró en el granero y cerró la puerta detrás de él con un
suspiro. Se sentía como si hubiera estado funcionando sin carga durante al
menos las últimas dos horas. El corte sobre su ojo palpitaba y su pierna
debajo de la rodilla era puro peso muerto. Afortunadamente, la cena había
sido notablemente rápida. Nadie en la mesa parecía inclinado a quedarse
una vez que se acabó la comida, y fue fácil para Cooper escabullirse con
una excusa murmurada de que necesitaba ver cómo estaba su gata. El
granero estaba a unos diez minutos de distancia de la casa, bajando un
camino empinado pero desprovisto de nieve en un valle bloqueado de la
casa por un acantilado y una tonelada de pinos. Todavía no había empezado
a nevar, pero el aire estaba húmedo, una especie de frío penetrante que
prometía tormenta en cualquier segundo, y estaba completamente oscuro.
El granero estaba parcialmente convertido; aproximadamente la mitad
del espacio mantenía las estructuras de su propósito original: una escalera
muy gastada conducía a un oscuro altillo construido sobre cuatro establos
vacíos desde hacía tiempo y varias herramientas oxidadas colgaban
pulcramente en las paredes de madera; pero la otra mitad se parecía más a
una casa club o una cómoda sala de reuniones más que cualquier otra cosa.
Estaba bien acondicionada, espesas alfombras de colores cubrían el suelo, y
alguien había creado una discordancia de sofás y sillones sin forma y una
enorme mesa de madera.
Park tenía razón. Boogie, obviamente, estaría más feliz aquí que si
hubiera estado vagando por la casa principal abrumadoramente grande o
incluso encerrada en una habitación individual. También era una buena
excusa para alejarse de los demás por un poco. De hecho, estuvo medio
tentado de caer rendido aquí en uno de los sofás si eso significaba no tener
que hablar con nadie más de la familia de Park durante el resto de la noche.
—¡Boogie! —llamó Cooper, chasqueando la lengua y escuchando
distraídamente por algún indicio de ella. Miró en los establos. Estaban
inmaculadamente limpios, a tal punto que se habría preguntado si no se
habían construido de muestra si no fuera por un olor a animal y a humedad
muy débil y por algunos daños en las paredes y puertas de madera. La parte
superior de la puerta batiente del establo tenía barras integradas en una
pequeña ventana. Trazó el frío hierro y se estremeció.
—¡Boogie! No te hagas la difícil —volvió a intentar Cooper.
Contra la pared opuesta a los establos, había alineados varios
tocadores de madera oscura. Parecían fuera de lugar en el granero, incluso
con los demás muebles. Eran más como algo que verías en un dormitorio
señorial o en una oficina ejecutiva. Curioso, Cooper abrió un cajón al azar.
Ropa. Abrió otro. Más ropa. Las examinó de cerca. De hombre, de mujer,
género neutro, ropa interior, de verano, de invierno, todas de diferentes
tallas, novedades y estilos. Si tenía que adivinar, diría que cada miembro de
la familia tenía al menos tres atuendos almacenados aquí. Se movió a otro
tocador y encontró toneladas productos de higiene y suministros de
primeros auxilios. El siguiente tocador tenía una tonelada de productos
alimenticios no perecederos, como cecina, barras energéticas, latas de sopa,
caldo de pollo y cartones de leche de soja. El último estaba lleno de
archivos en papel.
Pasó su mano sobre las lengüetas de plástico. Lo que simplemente
había sido una exploración divertida hacía un momento ahora se sentía
como un gran error.
Solo cierra el cajón y aléjate, Cooper.
Respirando superficialmente y tratando de tocar lo menos posible,
empujó una de las pestañas hacia atrás para poder leerla. Un nombre, Alicia
Carter, seguido de una X y dos O. No sabía lo que significaba, pero dudaba
que representaran abrazos y besos.
Un golpe sordo sonó en algún lugar detrás de él. Cooper cerró de
golpe el cajón y escuchó el eco en el granero.
—¿Boogie?
En su visión periférica creyó ver movimiento en el altillo, pero ¿cómo
había llegado hasta allí arriba? Entrecerró los ojos hacia las sombras, y
después de un largo momento pudo ver un par de ojos reflectantes.
—¿Qué estás haciendo ahí arriba, Boogs? —dijo un poco
tentativamente, esperando que una horrible zarigüeya no estuviera dispuesta
a saltar sobre él.
Los ojos desaparecieron. Aguzó el oído pero no pudo localizarla de
nuevo. Afuera, el viento parecía aumentar, y algo de nieve y hielo sueltos
salpicaron la única ventana grande cerca del techo. Cooper se movió al
centro del granero en el círculo de sillas y sofás. Era más probablemente
que Boogie se te acercara cuando no querías tener nada que ver con ella.
Eso era probablemente por qué le gustaba tanto Park.
Vio un mapa en la mesa. No tenía provincias, territorios, estados o
siquiera las líneas del país dibujadas, por lo que le tomó un momento
vergonzosamente largo identificar la forma de la tierra como las Provincias
Atlánticas de Canadá, Quebec y el noreste de América. Sin embargo, había
otras demarcaciones que no pudo identificar, y eso hacía que la reconocible
línea costera pareciera extraña y desconocida. Rastreó un área
particularmente grande con la punta de su dedo hasta el final de la Costa
canadiense más allá de Maine, New Hampshire, y en lo que estaba bastante
seguro que sería Massachusetts.
Pum. Cooper saltó y gruñó cuando Boogie saltó sobre la mesa.
—Dios, maldición —exhaló, con el corazón latiéndole salvajemente.
Boogie solo lo miró fijamente como si fuera él quien había hecho algo
inesperado y perturbador. Él le tendió una mano en señal de disculpa y se
abrió camino sobre el mapa para aceptar su toque—. ¿Por qué estás tratando
de asustarme hasta la muerte, eh? ¿Me veo como que necesito más emoción
hoy?
Ella golpeó su cabeza contra su mano.
—No te importa que yo no sea especial, ¿verdad, Boogs? —murmuró
Cooper, arrugando la parte superior de su cabeza. Boogie se inclinó hacia la
presión, ronroneando, luego se apartó de repente, como si avergonzada de
ser sorprendida disfrutando de su compañía. Ella lo observó por un
momento, la cola golpeando contra su brazo con más poder de lo esperado
de algo tan delgado antes de saltar de la mesa y deambular hacia una oscura
esquina del granero—. Bueno, supongo que eso me responde.
La puerta del granero se abrió y una ráfaga de aire frío se coló dentro
e inmediatamente envió un escalofrío por la columna de Cooper. Se volvió
para ver una figura oscura en la ligera penumbra. Aun así, reconocería la
silueta de Park en cualquier lugar.
—Hola, ¿quién es? —dijo Cooper, de todos modos.
Park cerró la puerta, cortando el sonido del viento silbante, pero solo
se quedó allí mirándolo por un momento, con el rostro oscurecido por las
sombras, y sus ojos tan inhumanamente reflexivos como los de Boogie.
Cooper esperó, mirándolo.
—¿Estás bien? —dijo Park suavemente, finalmente moviéndose hacia
él y hacia la luz. Sus mejillas y nariz estaban rojas como si hubiera estado
fuera durante mucho tiempo, y escudriñó el granero, con los ojos clavados
en la cómoda de archivos por apenas una fracción demasiado larga. Cooper
se resistió a darse la vuelta para comprobar que había cerrado el cajón
completamente y nada se asomaba—. Has estado aquí abajo un rato.
—Sí, estoy bien —dijo Cooper. Mantuvo la voz baja, para igualar la
suya. Park estaba muy cerca de él ahora, pero parecía inusualmente
cuidadoso de no tocarlo. Aire frío irradiaba de él, un par de copos de nieve
se estaban derritiendo en gotas en su cabello y olía levemente a cigarrillos.
—¿Estuviste fumando? —preguntó Cooper, frunciendo el ceño.
—Mi tío. Estaba un poco molesto —respondió Park, sin molestarse en
especificar cuál.
—¿Qué fue eso? Me refiero al tema de la tierra.
—Mis abuelos han hecho algunas inversiones en conservación de
tierras durante años. Stuart cree que hay mejores usos para ello —dijo Park
distraídamente. Él estaba mirando la mesa ahora y pasó su mano
pensativamente sobre el mapa, antes de trazar el mismo límite que Cooper
había trazado. Se aclaró la garganta—. Escucha, sé que hoy no ha sido fácil.
Y sé que lo hice mucho peor y tienes todo el derecho a estar enojado —dijo
Park, con los ojos todavía en el mapa. Este era obviamente el comienzo de
un discurso preparado. Cooper distraídamente lo imaginó trabajando en lo
que iba a decir, practicando y paseando afuera en la nieve. Sintió una
pequeña punzada en el pecho—. Entiendo que debería haber sido más
comunicativo con mi familia sobre cómo nos conocimos y tu... tú. No tengo
excusas y no fue en absoluto justo ponerte en esa posición…
—No estoy enojado, Oliver —dijo Cooper en voz baja.
—Te prometo que no tuvo nada que ver con… —Park se detuvo a
mitad de camino y lo miró—. ¿Qué?
—Dije que no estoy enojado. Está bien.
—Eso suena como algo que diría una persona enojada.
—Cierto. —Cooper sonrió y colocó su palma sobre la mano de Park
en el mapa. Park se quedó inmóvil cuando los dedos de Cooper se apretaron
alrededor de los suyos—. Pero honestamente no estoy enojado —repitió. Sí,
había estado enojado. Herido y confundido también. Pero verse obligado a
mantenerlo en secreto y fingir que todo estaba bien le había dado la
oportunidad de observar a Park con su familia durante la cena y algunas
piezas faltantes habían caído en su lugar. La ira casi se había ido ahora.
Reemplazada por algo más cercano a la tristeza o quizás al arrepentimiento.
Quizás Marcus tenía razón; tal vez no merecía ser el sucio secreto de
alguien. Pero tampoco esperaba que Park se jactara de estar con un agente
humano del BSI. No cuando significaba arriesgar su relación con su familia
—. Lo entiendo.
Los ojos de Park se entrecerraron.
—¿Qué entiendes exactamente?
—Tu familia es importante para ti, te preocupas mucho por ellos y
ellos obviamente te aman, pero además de Delia, no has visitado a ninguno
de ellos ni una vez en los ocho meses que te conozco. —Él se encogió de
hombros—. Las cosas claramente están aún tensas. Lo han estado desde que
te uniste al BSI. Tal vez incluso desde que dejaste la manada. —Park no
reaccionó a eso de una forma u otra—. Veo la forma en que tratan a Stuart
incluso después de todo este tiempo. Y obviamente la situación con tu
abuelo era... complicada.
Park hizo una mueca.
—Tiene sentido que no quieras echar más leña al fuego conmigo. Y
todo el drama que traigo. No es como si nunca hubiera intentado evitar una
conversación difícil en mi vida. —Ni siquiera había salido del armario con
su familia cuando llevó a Park a casa para conocerlos, por el amor de Dios.
Hablando sobre poner a tu amado en una posición incómoda.
Park negó con la cabeza.
—Eso no es... —Sacó cuidadosamente su mano de la de Cooper y se
apretó el puente de la nariz—. No lo sé, tal vez. No estoy siquiera seguro
del por qué yo mismo. Cada vez que traté de decirles, simplemente... no lo
hice. Pensaba que no debería tener que decirlo. Que no debería importar. —
Él suspiró—. Estaba siendo terco y no pensé en cómo eso te afectaría. La
cagué.
—Mmm. ¿Qué se siente? Yo nunca lo he hecho.
Park sonrió levemente, pero cuando finalmente miró a Cooper a los
ojos, su expresión era casi impactante en su tristeza. Como si saber que él
había decepcionado a Cooper, que le había fallado, incluso, fuera
devastador.
—Lo siento. Estaba equivocado y te lastimé.
—Oye, está bien —insistió Cooper, y un gemido se liberó de lo
profundo dentro del pecho de Park—. Estoy bien. —Alcanzó a Park,
necesitando tranquilizarlo, pero Park se apartó del roce de sus dedos.
—No —dijo, rechazando el toque. Cooper inmediatamente dio un
paso atrás—. Yo… Primero deberíamos hablar. —Park suspiró, pasando
una mano por su rostro. Se movió para sentarse en el sofá y Boogie
inmediatamente trotó desde el mundo de las sombras para saltar a su
regazo, ronroneando y amasando sus muslos, ajena a la tensión—. ¿Estás
molesto?
Cooper frunció el ceño.
—No. Te lo dije. Ya lo superé. Acepto tu disculpa.
—Eso no. ¿Estás molesto por lo otro?
Revisó rápidamente los eventos del día.
—¿Que tu familia sea locamente rica? Fue difícil al principio, pero
con dedicación y trabajo duro creo que lo superaré.
—No. —Park exhaló, frustrado—. Me refiero a Camille. ¿Estás...
preocupado? ¿Perturbado? ¿A-asustado? —Susurró lo último y no quiso
levantar la vista del piso.
—¿Te refieres a que la viera cambiar? Oliver, no. Eso no es... estuvo
bien.
Ahora era el turno de Cooper de hacer una mueca. Bien no era la
palabra correcta. Pero ¿cuál era? ¿Increíble? ¿Asombroso? ¿Algo que
deseaba que Park le confiara a él mismo? No, eso tampoco sonaba bien. No
quería que Park pensara esto era una especie de fetiche para él. Aúlla para
mí, cariño, o lo que sea. No lo era. Y mientras Cooper podía ver que había
algo... perturbador en el cambio, por supuesto que podía, todo su cuerpo se
había roto y reconstruido en sí, por el amor de Dios; también era crudo y
honesto.
—Es natural para ella —dijo finalmente—. Así que, ¿por qué debería
molestarme?
Park le lanzó una mirada escrutadora.
—Supongo que no debería. —Él sonaba dudoso.
Cooper trató de sonreír para tranquilizarlo.
—Espero no haberla molestado a ella.
Resopló.
—Muy pocas cosas molestan a Cami durante mucho tiempo.
Cooper dio un paso vacilante hacia adelante, luego se sentó en el sofá
y recibiendo iguales miradas aprensivas de Park y Boogie.
—¿Te molestó a ti? ¿Que yo viera su cambio, quiero decir?
Park acarició la piel de Boogie de la cabeza a la cola, una rara señal
de afecto descarado que hizo que su ronroneo se multiplicara por diez.
—Supongo que me vas a decir no debería haberlo hecho.
Cooper abrió la boca y la cerró. ¿Quién era él para decirle a Park qué
sentir? Había dicho lo que podía y no era suficiente. Al menos hoy no. Park
claramente estaba cargando una mierda profunda que Cooper no estaba lo
suficientemente autorizado para resolver. Solo podía hacer lo mejor que
podía.
—¿Puedo tocarte ahora? —dijo Cooper en su lugar.
—Sí. Si tú… quieres.
Cooper puso su mano sobre el muslo de Park y lo escuchó exhalar,
como aliviado. Cooper acarició el músculo allí, sintiendo que la tensión se
relajaba.
—¿Puedo besarte?
—Sí. Por favor —Park suspiró, y Cooper se inclinó lentamente,
enviando a Boogie a escabullirse molesta, y sus labios se encontraron. Un
simple, toque afectuoso que ofrecía la seguridad y la conexión que no podía
parecer darle con palabras. Le gustaba la forma en que Park a veces
contenía la respiración cuando Cooper lo besaba así. Como si el afecto
inesperado fuera tan precioso que no quería arriesgarse a ninguna
interrupción. La forma en que Park se mantenía recto y rígido, claramente
queriendo lucir lo mejor posible para alguien que seguramente ya debía
saber que pensaba que no podría ser más hermoso.
Quizás no lo sabía. Tal vez ese era el problema.
Cuando se separaron, Park presionó su frente contra la de Cooper. Se
quedaron allí durante un largo minuto, hasta que compartir la respiración se
volvió demasiado incómodo. Park presionó un beso directamente debajo del
ojo de Cooper, tan suave y ligero como un copo de nieve que aterriza en
una pestaña, luego otro en el borde de su mandíbula, antes de recostarse en
el sofá, tirando de Cooper contra él. Él miró a su alrededor de nuevo, con la
mano acariciando la cadera de Cooper y bajando por su muslo.
—Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en este granero. Es raro
tenerte aquí. Bueno. Pero raro.
Cooper había sentido lo mismo al ver a Park en su propia casa de la
infancia. Ese colapso de compartimentos que todos construimos para
nosotros mismos. Por supuesto, su casa era significativamente más pequeña
y no tenía una guarida secreta completa en el exterior.
—¿Qué es este lugar? ¿La Baticueva de la familia?
—Es un poco multifunción. Una sala de suministros para post-
corridas. Almacenamiento adicional. Nuestro sótano fuera de la casa. —
Park sonrió, pero era débil, melancólico—. Joe solía traerme mucho aquí
abajo.
—¿Tu abuelo? ¿Para qué?
—Mmm. Para charlas sobre el futuro. Lo que siempre implicaban una
gran cantidad de charla sobre el pasado.
—¿Qué quieres decir?
—Oh, la típica charla de abuelo de alguna manera. Menos en otras.
Nuestra historia. Cómo su familia llegó a ser propietaria de esta tierra hacía
generaciones. Como nosotros como lobos llegamos a existir.
—¿Quieres decir como la evolución?
Park inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo.
—¿Crees que evolucionamos, entonces?
—Bueno, ¿a diferencia de qué? —dijo Cooper torpemente—. ¿Ser
mordidos por un lobo radiactivo?
—Cuando era pequeño, Joe nos contó la historia del primer hombre
lobo y los cazadores. —Park vaciló, la mano se posó en la cadera de Cooper
y comenzó a jugar con la pretina.
—¿Y bien? No me dejes colgado.
—Es una historia tonta.
Cooper se acomodó más profundamente contra el costado de Park.
—Te he hecho mirar Bringing Up Baby tres veces. ¿Qué te hace
pensar que no me gustan las historias tontas?
Park resopló.
—Está bien. Hace mucho tiempo, una manada de lobos, no hombres
lobo, gobernaban un gran bosque. Ellos mantenían el equilibrio de la
naturaleza, cazaban solo cuando tenían hambre, y eran respetados por todos
los demás animales. Luego una noche, un humano solitario se perdió en el
bosque.
—Uh-oh —dijo Cooper.
—Los lobos se apiadaron del humano y le mostraron cómo cazar,
navegar por los senderos y donde estaba el agua más limpia.
Eventualmente, cuando hubo aprendido todo lo que pudo debido a sus...
insuficiencias, dejó la manada de lobos para regresar a su propia especie.
Les enseñó a los demás allí todo lo que había aprendido. Pero los humanos
fueron codiciosos con sus nuevos conocimientos. Mataron a todos los
demás animales, desviaron el agua a su propio campamento y talaron el
bosque para no tener que compartir los senderos. Cuando los lobos
protestaron, los cazadores comenzaron a matarlos también, y se pusieron la
piel como advertencia a los demás.
—Jesús, qué montón de idiotas.
—Los lobos sobrevivientes atacaron a los cazadores, quienes los
atacaron de nuevo, y así siguió, el bosque, los lobos y los cazadores
murieron como uno solo. Hasta que a una mujer inteligente se le ocurrió
otra forma. —Vaciló de nuevo, pero esta vez fue por el bien del drama.
—¿Cómo se llamaba? —preguntó Cooper.
Park agitó la mano.
—Nombrar es una tradición humana y ni siquiera una extendida. Los
lobos no tenían necesidad de nombrarse a sí mismos entonces. Ella era solo
una mujer inteligente que olía a agujas de pino en el suelo del bosque
después de que la nieve se hubiera derretido y posaba junto al barranco
donde solía correr el arroyo.
—Esa es Señorita Aguja de Pino si eres desagradable.
Sintió el pecho de Park temblar por la risa contenida.
—De todos modos, mientras otros atacaban a los cazadores, la mujer
inteligente los observaba en su lugar. Ella rodeó su campamento,
permaneció en silencio y fuera de la vista, y comenzó a copiar lo que veía.
Aprendió a caminar sobre dos piernas, a meter la cola y tirar de su pelaje
dentro de su piel. Una noche se puso de pie con su disfraz y caminó
directamente hacia su campamento. Los cazadores se mostraron cautelosos
al principio, pero ella les ofreció una liebre muerta a cambio de refugio y
aceptaron. —Park hizo una pausa.
—¿Una liebre? ¿Como en tus puertas?
—Shhh, Dios, debiste haber sido un placer en el jardín de infantes. A
la mañana siguiente, cuando los cazadores despertaron, uno de ellos estaba
muerto, colgando de un árbol con su garganta cortada. No sospecharon del
primer hombre lobo porque ella no tenía armas que pudieran cortar la piel
de esa manera. No sospecharon de los lobos porque no habrían podido
hacer los nudos en el árbol. La única posibilidad que quedaba era que el
hombre hubiera sido asesinado por alguien de su propia especie. Entonces
los cazadores lucharon entre ellos, acusándose unos a otros del crimen. La
pelea se volvió feroz y durante once días se mataron entre sí hasta que solo
quedó uno, el explorador perdido original.
—Por supuesto que sí. —Cooper cerró la boca de golpe cuando Park
suspiró intencionadamente.
—El primer hombre lobo le reveló su verdadera naturaleza y le dijo
que le advirtiera al resto de los de su especie a no volver a adentrarse
demasiado en el bosque nunca más. No les pertenecía, y los cazadores no
eran los únicos animales que podían aprender. El perdido juró que les diría,
y el primer hombre lobo regresó con su manada como lobo una vez más.
Justo antes de morir, ella le enseñó a los demás a caminar como ella podía
en caso de que los cazadores se olvidaran y se alejaran demasiado del
camino del bosque.
—Jesús —susurró Cooper—. Veamos lo que puedes hacer,
Greenpeace. Eso fue... oscuro. ¿Esta es la historia que les contaba tu abuelo
cuando eran niños?
Park resopló.
—Se suponía que debía a ser inspiradora. Él quería que nosotros
recordáramos nuestro propósito principal como guardianes de la naturaleza.
Algo atrapado entre mundos para mantener el equilibrio. —Se encogió de
hombros—. De todos modos, es solo un ridículo cuento infantil. Y hay
toneladas de otros mitos de la creación flotando por ahí a través de culturas.
Incluso varían según la manada en la que crecías. Los padres de Mai
emigraron de Vietnam, y la criaron con un ejemplo que involucra un
puente, nueve árboles frangipani y un fantasma aburrido con la muerte. Sin
embargo, tendrás que pedirle a ella que te la cuente; es mucho mejor que
yo. Cuando Simon la escuchó por primera vez, durmió con las luces
encendidas durante una semana, y él tenía al menos diecisiete en ese
momento. —Park sonrió con cariño.
—Entonces, ¿Joe trajo a todos tus hermanos aquí para historias como
esa?
Park negó con la cabeza.
—No exactamente. Él esperaba mucho de mí —dijo despacio—. Era
obvio desde el principio que yo tenía... cualidades de liderazgo que los otros
no. Camille y yo, los dos.
—Tomaron un montón de Myers-Briggs9 por aquí, ¿verdad? —
sugirió Cooper irónicamente.
—Algo así. Finalmente, Cami perdió el interés. El granero la
asustaba, si puedes imaginar eso. Ella comenzó a inventar excusas para
mantenerse alejada de aquí, pero yo no pude. Tener su atención se sentía...
especial. No quería perder eso. Entonces, incluso después de todo lo que
hice por... —Debajo de él, Park se movió en su asiento—. Lo que sea. De
todos modos, resulta que lo perdí.
—Lo siento —dijo Cooper en voz baja—. Estoy seguro de que no te
habría dejado si hubiera podido.
Park se rio.
—Sí, maldita sea, lo habría hecho. No quise decir que lo perdí porque
se haya muerto. Joe y yo tomamos caminos separados mucho antes de esto.
—¿Qué quieres decir?
—¿Alguna vez has tenido una relación tan construida alrededor de
una cosa que cuando quitas esa cosa, te das cuenta de que son solo dos
extraños que no se gustan mucho? Así éramos Joe y yo. Me entristece que
esté muerto. Pero mi abuelo, el que me llevaba sobre sus hombros
contándome cuentos de hadas, desapareció de mi vida hace años. Que aun
así fueron unos quince años más de los que mis otros hermanos pasaron con
él, así que no debería quejarme demasiado. No era un hombre cálido.
—¿Qué causó la grieta?
—Joe no solo estaba decepcionado cuando dejé la manada. Se sintió...
atacado. Él dijo que le estaba robando todo lo que me había enseñado para
usarlo contra él. Como si yo alguna vez hubiera querido algo de esto —
agregó Park en voz baja.
—¿Algo de qué?
Hizo un gesto alrededor del granero.
—Oh, este tipo de cosas. Los secretos. Las responsabilidades. Su
mundo.
—También es tu mundo. —Cooper vaciló—. ¿No es así?
—No necesariamente —dijo Park rápidamente, casi enfadado. Él
suspiró—. Yo solo… Hay más de una forma de ser lobo. Eso es algo que no
entendí hasta que fui mucho mayor, después de haber perdido años y años.
Su mano volvió a acariciar el muslo de Cooper.
—Es por eso que dejé la manada. No porque me mintieron acerca de
que mis padres estuvieron vivos durante todos esos años o porque quería
encontrar a mi madre, estaban molestos por eso, pero eso no me hubiera
impedido buscar, fue porque dejé de ser la persona que Joe quería que fuera
y fui en busca de una nueva forma de vivir. Él simplemente no podía
aceptar eso. Nunca volvió a hablarme de verdad.
La garganta de Cooper se apretó.
—¿Qué tipo de persona quería Joe que fueras?
La mano de Park se detuvo a mitad de la caricia, su cuerpo se tensó y
luego se relajó deliberadamente.
—Oh, alguien que no se acostaba con el enemigo, para empezar —
dijo Park con deliberada ligereza. Sus dedos bailaron sobre las piernas de
Cooper, peligrosamente alto. Claramente, había sido demasiada
conversación seria para una noche. Eso estaba bien con Cooper. Había sido
más franqueza de la que había logrado de Park en mucho tiempo—. Y
alguien que mantenía a los intrusos entrometidos como tú lejos de los
archivos ultrasecretos, por otro lado.
—¿Qué? —Cooper se atragantó, removiéndose para enderezarse—.
¿Cómo supiste que yo...? No lo sabías hasta que lo acabo de confirmar.
Obviamente. —Puso los ojos en blanco y Park le dio unas palmaditas en el
muslo de forma consoladora y luego empezó a masajear el músculo ahí—.
Lamento haber fisgoneado. Fue... involuntario.
—¿El viento solo abrió ese cajón? Tu historia necesita trabajo.
Cooper gimió.
—¿Crees que tu familia se dará cuenta?
El rostro de Park se volvió preocupado.
—Sí. No estarán felices. Helena nunca creerá que no eres un espía del
BSI ahora. No encima de todo lo demás. De hecho, es posible que
necesitemos hablar sobre irnos esta noche, antes de que las cosas se salgan
de control.
A Cooper se le cayó el estómago y se puso de pie, demasiado ansioso
para quedarse quieto. Comenzó a pasearse frente al sofá donde Park estaba
sentado, observando.
—Lo siento —repitió, mortificado—. No te puedes perder la
ceremonia. Yo me iré. Alquilaré un auto. Quizás no de ese tipo Michael. O
les diré que no vi nada. No lo hice. Solo algunos papeles. Ni siquiera leí
nada.
La expresión seria de Park se rompió. Se rio y atrapó a Cooper por las
caderas, tirando de él para que se detuviera frente a él.
—Relájate. Estás siendo tan dulce que me estás haciendo sentir
culpable. Estaba bromeando. ¿Realmente crees que mantendrían cualquier
cosa realmente secreta aquí en un granero sin llave, metido en el cajón de
una cómoda para que cualquiera se topase con ello?
Cooper sintió que se sonrojaba y empujó a Park ligeramente, quien se
balanceó hacia atrás llevándose las caderas de Cooper con él en un
movimiento de empuje. Cooper se lamió los labios, repentinamente muy
consciente de sus posiciones, él de pie ante un Park sentado. El leve
zumbido de excitación que había comenzado cuando Park había estado
acariciando sus muslos, pero que se sentó en el asiento trasero mientras
hablaban, asomó la cabeza de nuevo.
—Bueno, no lo sé. No es tan ridículo. No estamos exactamente en
una calle transitada donde cualquier fisgón pudiera entrar. Y parecía una
mierda bastante secreta para mí.
Park arqueó ambas cejas, miró a Cooper, masajeando con los pulgares
las marcas entre sus caderas.
—Y sin embargo, aquí estás, un fisgón atrapado fisgoneando.
Sentado como estaba, su rostro estaba a la altura del vientre de
Cooper; colocó un beso suave y prolongado a la cicatriz más grande allí,
sabiendo instintivamente dónde estaba incluso a través de la camisa. La
respiración de Cooper se aceleró y su pene tembló con interés.
—No me has atrapado todavía —dijo. Le guiñó un ojo a Park,
saliendo de su agarre de mala gana, y luego se alejó rápidamente del sofá,
con la esperanza de cruzar el granero antes...
La mano de Park se cerró alrededor de su muñeca y lo hizo girar de
manera eficiente para que estuviera enfrentando la mesa con Park detrás de
él. Apenas había logrado un metro y ni siquiera había visto a Park
levantarse del sofá.
Park soltó su muñeca antes de que su brazo comenzara a quejarse por
el giro y se presionó ligeramente contra su cuerpo, inmovilizándolo contra
la pesada madera.
—Te atrapé —susurró Park en su oído, luego frotó su nariz contra el
costado de la cabeza de Cooper. Una gota de nieve derretida del cabello de
Park cayó sobre la parte de atrás del cuello de Cooper y se deslizó por
debajo del cuello de su camisa, haciéndolo temblar—. Ahora ¿qué hago
contigo? —dijo Park a la ligera, y Cooper escuchó la verdadera pregunta
que estaba haciendo. ¿Qué deseas? ¿Cuál es el juego?
—¿Qué suelen hacer con los intrusos que se infiltran en su habitación
secreta, y no traman nada bueno?
Park les dio la vuelta y saltó para estar sentado en la mesa ahora y
Cooper estaba de pie entre sus piernas, frente a él, con los pies de Park
enganchados alrededor de sus pantorrillas. Se recostó en sus manos y su
camiseta se subió para revelar una suave franja de piel. Con su cuerpo
estirado así, y su entrepierna exhibida de manera prominente, parecía una
pintura al óleo de decadencia, lujuria y pecado.
—¿Entonces no tramas nada bueno? —dijo Park, mordiéndose el
labio pensativo.
Cooper lo miró fijamente, cautivado por la forma en que su diente
ligeramente demasiado afilado atrapaba y tiraba de la carne regordeta.
—Sí —dijo, con voz baja y grave con excitación—. Nada bueno en
absoluto. Definitivamente deberías enseñarme una lección sobre revisar lo
que no es mío.
Park se levantó de la mesa para ponerse de pie, lo que obligó a
Cooper a dar un paso atrás.
—Tendría que evitar que huyeras, por supuesto. Al menos hasta que
me enterara de cuánto sabes.
—Por supuesto —suspiró Cooper, sus ojos parpadeando hacia los
establos detrás de él. Park siguió el movimiento y dio otro paso adelante.
Era apenas unos pocos centímetros más alto que Cooper, pero era más
ancho y sabía cómo usar su cuerpo para su ventaja; así tan cerca parecía
cernirse sobre él.
—Escogiste el lugar equivocado para buscar.
—Lo siento. No vi nada. No se lo diré a nadie.
—¿Cómo es? O no viste nada o no dirás nada. —Él empujó a Cooper
hacia atrás hasta que el talón de Cooper golpeó la pared entre dos establos.
Ellos pararon.
—Por favor, déjame ir —dijo Cooper, sonriendo.
—Lo haré. Pero podrías haber robado algo. Tendré que registrarte
primero. —Pasó la mano por el pecho de Cooper y luego asintió hacia el
compartimento abierto—. Podrías querer algo de privacidad en caso de que
alguien entre.
Cooper tragó con sequedad. No había ni una sola parte de él que se
preocupara de que Park en realidad lo lastimara, lo encerrara contra su
voluntad o lo obligara a hacer algo que no quería hacer del todo. Incluso
ahora Park mantenía sus brazos a los lados y retrocedió un poco, dándole a
Cooper una opción. Podría deslizarse hacia la izquierda y caminar junto a
Park, volviendo al espacio abierto del granero... o podría deslizarse hacia la
derecha, directamente en uno de los establos.
Eligió bien.
Cooper retrocedió hacia el cubículo hasta que estuvo parado en el otro
extremo. Park desapareció, y en el granero lo oyó rebuscar en uno de los
cajones.
—No vas a plantarme nada, ¿verdad? —le dijo Cooper. Él pasó su
mano de arriba a abajo por su propio cuerpo, trazando casualmente el
camino que la mano de Park había tomado hacía un segundo, desde la
garganta hasta el ombligo. Arriba de nuevo, luego más abajo hasta que
apenas se estaba acariciando la dureza. Se sentía ligero y relajado, casi
vertiginoso. Después de toda la pesadez del día, era bueno ser... juguetón.
Ser otra persona por un tiempo.
Park regresó, le mostró una botella de lubricante sin abrir y la metió
en su bolsillo. Luego se paró en la puerta y se apoyó contra el marco, con
los brazos cruzados, mirando casualmente a Cooper tocarse a sí mismo.
—¿Qué estás haciendo?
—Trabajando en una liberación anticipada —dijo Cooper.
Park se rio.
—Lindo. Pero no es así como funciona esto.
—¿Cómo funciona? Ahora que me has atrapado y enjaulado, ¿me vas
a registrar? —Extendió los brazos a los lados burlonamente—. Creo que
solo estás fanfarroneando.
Park solo levantó una ceja, impasible.
—Eres muy maleducado para alguien en tu posición. Creo que me
gustaba más cuando estabas rogando.
Cooper se estremeció de anticipación, pero exteriormente se burló.
—Eso fue solo un acto para salir de aquí. Yo no ruego.
Park se encogió de hombros.
—Ya veremos. ¿Recuerdas tus palabras seguras?
Cooper las repasó, mirando a Park directamente a los ojos,
confirmando que estaban en la misma página.
—Bien. —Park lo examinó de arriba abajo—. Desnúdate.
Cooper consideró brevemente cómo quería jugar esto. Estuvo tentado
de montar un espectáculo, aún más tentado que arrancarse la ropa a la
velocidad de la luz y conseguir a Park dentro de él ya, pero tenía curiosidad
por ver qué sucedería si se negaba.
Se cruzó de brazos y puso su expresión más petulante.
—Estás bromeando.
—Te dije que tenía que registrarte. Así que desnúdate.
—Me gustaría ver que me obligaras —dijo Cooper, y el desafío sonó
mucho más parecido a la solicitud que era. Se dirigió a la puerta del establo
como si pudiera colarse y pasar junto a Park y fue levantado del suelo casi
de inmediato. Él gruñó y se tensó, agarrándose a los hombros de Park.
Siendo un hombre bastante alto, Cooper no recordaba haber sido levantado
y movido así en su vida adulta, y la sensación era desconocida y un poco
más alarmante de lo que estar a centímetros del suelo merecía serlo.
Park lo llevó adentro, rodeó su cintura con el brazo y lo ayudó a
pararse. Empujó a Cooper suave pero firmemente contra la pared del
establo, con la palma plana contra su pecho.
—Intentemos esto de nuevo. No voy a obligarte a hacer nada —dijo
en voz baja, y su pulgar comenzó a frotar en pequeños círculos que rozaban
el pezón de Cooper—. Te estoy dando una opción. Puedes desvestirte solo...
o puedo desvestirte yo. De cualquier manera, no te irás de aquí hasta que te
vea desnudo. —Giró el pezón a través de la camisa de Cooper ligeramente
y luego dejó caer la mano—. Así puedo asegurarme de que no estás
sacando ningún archivo de contrabando, es decir —agregó como una
ocurrencia tardía.
—Bien. Lo haré. —Cooper tenía la respiración pesada y no necesitaba
fingir ser torpe mientras se quitaba la ropa. Le entregó cada artículo a Park,
quien lo sacudió como si buscara contrabando, luego lo tiró en el rincón
más alejado del puesto. Cuando se quedó en bóxeres, Cooper vaciló.
—Sigue —dijo Park. Metió el dedo debajo del borde inferior de la
tela—. A menos que quieras ayuda. —Su uña se convirtió en una garra y
asomó a través de la tela. Desgarró la pierna del bóxer, creando una
hendidura, y la garra rápidamente se redujo a la uña de un hombre tan
rápido que era difícil imaginarla de otra manera.
Cooper se estremeció. Tan raro como era que Park dejara salir su lado
lobuno, era aún más raro durante el sexo. Podía sentir a Park observando su
reacción con atención. Él quería que supiera que esto estaba bien. Más que
bien. Pero no podía dejar de temblar un poco mientras obedientemente se
quitaba los bóxeres arruinados. Miró al suelo recatadamente y trató de
cubrir su erección.
—Dios, me vas a matar —dijo Park en voz baja, y Cooper tuvo que
bajar su barbilla aún más para tratar de ocultar su sonrisa.
—Entonces morirás feliz —bromeó.
—Sí —dijo Park simplemente, y la emoción en su voz fue suficiente
para hacer que Cooper mirara hacia arriba, sorprendido.
Park retrocedió hasta el otro extremo del establo.
—Voy a cerrar esto ahora.
Le dio a Cooper la oportunidad de protestar, pero cuando asintió y
dijo “Sí”, Park cerró la pesada puerta. Ahora estaba un poco más oscuro.
Solo una tenue bombilla iluminaba el puesto y algo de la luz ambiental del
granero proyectaba sombras a través de las rejas hasta el suelo.
Park lo rodeó, pasando un dedo por los hombros de Cooper, hacia
abajo por su espalda y a través de la elevación de su trasero.
—Eres un intruso muy bonito. —Los ojos de Cooper se cerraron y su
cabeza cayó hacia atrás—. Tal vez incluso el más bonito que jamás haya
atrapado.
—¿Tal vez? —chilló Cooper, abrió los ojos y Park deslizó su dedo
entre sus mejillas—. No estoy escondiendo nada allí —dijo Cooper, con
voz temblorosa.
—Eso es para que yo lo determine —dijo Park. Pinchó con curiosidad
en su agujero, y luego lo rodeó de nuevo—. No te cubras. Manos a la
espalda.
Cooper obedeció, exponiendo su pene dolorosamente duro.
—¿Qué es esto? —dijo Park, como si estuviera realmente sorprendido
—. ¿Desnudarte para mí te excitó un poco? —Su dedo se arrastró por la
polla de Cooper y ahuecó sus bolas suavemente—. ¿Esto te está
encendiendo?
Cooper negó con la cabeza y luego gimió cuando Park comenzó a
acariciar su polla.
—Mentiroso —dijo Park a la ligera—. Estoy empezando a
preguntarme si no te colaste aquí esperando ser atrapado. ¿Es así? ¿Querías
que te encontrara, que te castigara?
—No —dijo Cooper, luego gritó patéticamente cuando Park apartó su
mano—. Bien, está bien. Quería que me atraparan —corrigió, tratando de
frotarse con la cadera de Park, con las manos todavía detrás de la espalda.
De repente, fue girado y clavado de cara a la pared.
—Eso fue una tontería de tu parte —murmuró Park en el cabello de
Cooper—. Porque ahora puede que no te deje ir.
Sus manos exploraron el cuerpo de Cooper, frotando y apretando
hasta que todos los músculos se sentían calientes y despiertos y Cooper
jadeaba de deseo. Él jadeó: —Te necesito ahora.
—Dijiste antes que no ruegas. ¿Sigue siendo cierto?
Cooper siseó. Una respuesta en sí misma.
—Adelante. Ruega por lo que quieres.
—Por favor —dijo Cooper—. Por favor, fóllame.
Escuchó el pequeño chasquido de una botella de lubricante al abrirse,
y luego Park se preparó con un brazo contra los hombros de Cooper
mientras su otra mano masajeaba y abría su agujero.
—Tal vez debería mantenerte aquí —dijo Park pensativo,
sumergiéndose metódicamente en él para estirarlo—. Nos gusta abastecer el
granero con suministros para después de ir a correr. No me importaría un
culo como el tuyo esperándome aquí cuando vuelva. Te mantendría
desnudo todo el tiempo, por supuesto. Tal vez te daría un juguete, así
siempre estarías listo para mí. —Cooper gimió—. Te gustaría eso, ¿no?
—Sí —dijo Cooper, flexionándose hacia atrás en los dedos de Park—.
Mantenme aquí.
—Escúchame. —Park tiró de su cabeza hacia atrás suavemente para
mirarlo a los ojos—. Tengo que asegurarme de que tomes bien mi polla
antes de decidir si quiero quedarme contigo o no. Voy a follarte ahora y
llenarte. ¿Qué dices a eso?
Se habían hecho análisis completos de enfermedades de transmisión
sexual hacía un par de meses y gradualmente habían abandonado los
condones después de que Cooper admitiera que le gustaba el sexo
desordenado, pero a Park todavía le gustaba comprobarlo.
—Sí —dijo Cooper, frotando su mano, desesperado por más—.
Hazlo. Por favor. Déjame mostrarte lo bueno que puedo ser. Te prometo que
puedo tomarlo.
Los ojos de Park parpadearon y tragó, haciendo que su garganta se
moviera violentamente. Él besó a Cooper entonces. Con la boca cerrada y
dulce.
—Te amo —dijo en voz baja.
Cooper frunció el ceño, sorprendido por el repentino cambio de
humor.
—Lo sé.
Park lo besó de nuevo. Esta vez más descuidado, con más calor.
Todavía mordiendo los labios de Cooper, se apresuró a desabrochar su jean
y lo bajó solo lo suficiente como para liberar su polla y guiarse a sí mismo
para empujar firmemente hacia adentro. Cooper se separó del beso,
jadeando.
—Oh, mierda.
Park lo abrazó, con sus gruesos brazos alrededor de su cuerpo,
impidiéndole alejarse del ardor. Cuando Cooper gruñó su disposición,
lentamente empezaron a moverse, con bombeos cortos y poco profundos.
Un ritmo constante y uniforme que hizo que la piel de Cooper estallara con
calor y sus ojos se agitaran mientras jadeaba al ritmo de los empujes de
Park. Oh, oh, oh. Como si estuviera sorprendido. Como si de alguna manera
hubiera olvidado lo bueno que podría ser.
Cooper trató de aferrarse a los paneles de madera, pero sus palmas
sudorosas no dejaban de deslizarse, por lo que cruzó los brazos a la altura
de los codos y se inclinó más hacia el estiramiento, arqueando la espalda.
Se imaginó cómo se vería presionado contra la pared del establo, desnudo y
aferrado a sí mismo mientras un Park completamente vestido jugaba con él
y lo follaba exactamente como Cooper quería. Como necesitaba.
—Por favor —gruñó Cooper, sin siquiera estar seguro de lo que
estaba pidiendo en este punto. ¿Correrse ahora? ¿No parar nunca?
—Lo que sea —prometió Park—. Puedes tener lo que quieras.
—Quiero ser bueno para ti.
—Lo eres —dijo Park con fiereza—. Tan bueno. No me avergüenzo
de ti. Nunca podría —agregó, apretando su cadera.
Cooper se quedó sin aliento.
—¿Qué?
—No estaba tratando de ocultarte ni nada de ti a nadie. Estoy tan
orgulloso de ti, tan orgulloso de estar contigo, de ser parte de tu vida. Que
me hayas elegido.
A Cooper le dolía la garganta y parecía que no podía recuperar el
aliento. Él enterró su rostro en sus brazos, y Park continuó: —Si pudiera
decirle al mundo entero que te amo, lo haría.
Cooper sintió que la humedad le recorría la mejilla y colgaba
precariamente de su maxilar. ¿Sudor o una lágrima? Se mordió el brazo.
—Eres demasiado bueno para mí —dijo Park, y finalmente,
finalmente, su brazo rodeó a Cooper para sacudir su polla. Cooper jadeó el
nombre de Park entrecortadamente, empujó en su mano y se corrió
brutalmente, vagamente consciente de que Park estaba recibiendo su
liberación en su puño. Se desplomó incontrolablemente, como si todos los
músculos se hubieran aflojado y ya no pudiera sentir su cuerpo. Todo lo que
quedaba eran nervios hormigueantes y calor.
Cuando Cooper se recostó en sí mismo, se dio cuenta de que Park
había detenido los embistes y lo sostenía gentilmente, con reverencia,
soportando su peso corporal mientras esperaba que pasara su orgasmo. Park
respiraba pesadamente contra el cuello de Cooper. Podía sentir la tensión
temblorosa contra su espalda mientras Park se contenía de embestirlo.
Cooper recuperó el equilibrio e hizo un llamamiento a las últimas
fuerzas que le quedaban para mantenerse vertical. Bueno, la pared ayudaba.
Ajustó un poco sus caderas, animando a Park a continuar.
—Vamos —dijo arrastrando las palabras—. Termina en mí. Úsame.
Park comenzó a empujar lentamente hacia él, tratando de evitar
golpear directamente su próstata hipersensible.
—Eres tan dulce.
Los nudillos de Park acariciaron su vientre suavemente, trazando las
cicatrices allí, y Cooper tembló. Su mano, todavía sucia con la corrida de
Cooper, continuó hacia arriba, más allá de las cicatrices, donde lo untó,
caliente y pegajoso, sobre la clavícula de Cooper, frotándola contra su piel.
Cooper gimió, el olor de su propia liberación abrumadora, y más aún
cuando la mano de Park continuó por su garganta y flotó a unos centímetros
de su boca.
—¿Me limpias? —preguntó Park, y Cooper le lamió los dedos con
avidez. Los empujes de Park se aceleraron y Cooper se permitió un pequeño
gemido.
Los labios de Park se movieron contra la parte posterior de su cuello.
—Si fuera por mí, te mantendría marcado y lleno de mi corrida todo
el tiempo para que todos sepan que eres mío. ¿Puedo hacer eso? —Rozó sus
dientes contra la piel de Cooper.
—Sí, hazlo. Cualquier cosa. Márcame. Dámelo. Lléname para que
todos sepan a quién pertenezco.
Cooper jadeó, luego se sacudió cuando sintió que Park chupaba un
moretón en el grueso músculo que conectaba su cuello con su hombro.
Bombeaba en él con fuerza y rápido ahora, haciendo que el sonido de sus
cuerpos golpeándose juntos resonara en el pequeño espacio. Tal vez era
estar encerrado en el establo y el olor a sexo, o tal vez era el cerebro
exhausto de Cooper, pero había algo muy básico sobre toda la cosa, como si
fuera poco más que un animal en celo siendo montado y engendrado. No
era un pensamiento desagradable, e involuntariamente apretó la polla de
Park.
—Cooper —gruñó Park, y sus dedos trazaron los labios de Cooper—.
Chúpame.
Cooper se los metió en la boca con fuerza, mareado al pensar en Park
llenándolo por ambos extremos, y sintió a Park sacudirse y gruñir mientras
se corría y se vaciaba en el cuerpo de Cooper una y otra vez.
Durante mucho tiempo se quedaron allí, respirando con dificultad.
Eventualmente Park se retiró suavemente de él y los ayudó a bajar a ambos
al suelo hasta que estuvo parcialmente reclinado contra la pared y Cooper
estaba extendido sobre su pecho. No lo sujetó ni lo tocó más de lo necesario
para amortiguarlo del suelo, por lo que Cooper estaba agradecido. Todavía
no era de acurrucarse mucho, y momentos como este se sentían demasiado
emocionalmente crudos para ser sostenido o de vez en cuando incluso para
hablar. Pero a Park no le gustaba dejar a Cooper completamente solo
después de un juego duro o intenso, por lo que habían llegado a una especie
de compromiso donde podría quedarse mientras se comprometiera lo menos
posible.
Cooper tenía que admitir que había algunos beneficios. Un lugar
cómodo para descansar la cabeza. El sonido de los latidos del corazón de
Park disminuyendo gradualmente, lo que no debería ser tan fascinante como
era. Centrarse en pequeños detalles como ese lo ayudaba a volver a ingresar
al mundo y recordarse a sí mismo.
Cuando estuvo listo, se movió un poco por el cuerpo de Park y le dio
un beso debajo de la mandíbula. El brazo de Park lo rodeó con gratitud.
—¿Estuvo bien?
—Perfecto —suspiró Cooper. Sintió la corrida goteando de él y
bajando por su muslo, y se retorció contra el pecho de Park—. Bueno, en su
mayoría. Dejando a un lado todas las conversaciones sexuales, en realidad
no quiero toparme con nadie de tu familia cubierto de pies a cabeza con
semen.
—Te meteré a escondidas. Hay toneladas de entradas secretas —dijo
Park, presionando un beso en la parte superior de su cabeza mientras su
mano se deslizaba hacia abajo para frotar perezosamente sus dedos en el lío
entre las piernas de Cooper—. Sin embargo, no fue solo hablar para mí —
agregó después de un momento—. Amarte es el privilegio de mi vida ya
sobre privilegiada. Nunca quise que sintieras como si te estuviera
escondiendo de ellos. Estaba tratando de ocultarlos a ellos de ti.
Cooper se retorció en los brazos de Park para mirarlo.
—No hay nada que necesites esconderme. Nada que puedan decir o
hacer para hacerme sentir diferente sobre ti.
—No lo sabes —susurró Park.
—Estoy enamorado de ti, Oliver. No de tu familia. Si todos nos
llevamos bien, excelente. Si no, gran cosa. No son lo que quiero... —
tartamudeó—. Ya sabes. Ellos no son a los que necesito que estén
enamorados de mí. ¿Está bien? Mientras tú y yo no tengamos secretos, está
bien.
Park empujó a Cooper hacia su pecho y lo abrazó.
—Sí. Tienes razón, por supuesto. Estamos bien.
Afuera, el viento se había aumentado y la nieve que era más como
hielo comenzó a caer, golpeando la ventana como intentando socavar el
vidrio.
Capítulo Cinco
Cooper rodó en la gran cama vacía y se estiró, sintiendo que los
dolores de la noche anterior se daban a conocer. No debería haber dormido
tanto tiempo en el piso de granero. Incluso con Park como almohada, era
demasiado viejo y su cuerpo había pasado demasiado para eso. Se había
despertado sobresaltado, casi golpeándose el codo con la pared abierta del
establo.
—¿Pesadilla? —había preguntado Park preocupado.
—No. Solo frío.
En verdad, había soñado con ese primer hombre lobo arrastrando a un
cazador aún vivo hacia un árbol. Primero el hombre lobo era Helena, luego
Joe, luego Park, sonriendo y silbando mientras el cazador gritaba. Relación
honesta y abierta o no, los sueños a menudo debían guardarse para uno
mismo. No era como si significara algo de todas formas.
Fiel a su palabra, Park se las había arreglado para colarlos dentro y
hasta la habitación sin toparse con una sola alma. Luego insistió en lavar a
Cooper en la ducha de la suite y prácticamente lo metió en la decadente
cama. Era un poco exagerado, pero Cooper se sentía demasiado amado y
satisfecho para disuadir el apego.
Sin embargo, estaba solo esta mañana. Como de costumbre, Park
había desaparecido para cambiar en algún lugar antes de que Cooper
despertara. De hecho, parecía que todos lo habían hecho. Después de
ducharse, vestirse y dirigirse hacia abajo, Cooper se encontró en lo que
parecía ser una casa totalmente vacía. Consideró explorar un poco, pero
Dios no lo permitiera si se encontraba con alguno de los miembros de la
familia mientras husmeaba. Él dudaba que su reacción fuera la mitad de
positiva que la de Park anoche.
En cambio, Cooper hizo un viaje rápido para alimentar a Boogie,
quien ni siquiera lo honró con más de un maullido antes de continuar
acechando lo que sea que ella hubiera encontrado en el granero, y luego
trazó sus pasos hasta el comedor de nuevo y posteriormente a la cocina.
Como el resto de la casa, la habitación era demasiado grande y estaba
muy iluminada y amueblada en una especie de ambiente rústico y resistente
con muchos contrastes en cobre, oscuros gabinetes azules, azulejos gris
pizarra y una estufa de gran rango. En la mesa de madera gruesa, encontró
una montaña de roscas y una nota que le indicaba que se sirviera queso
crema, salmón ahumado, alcaparras y cebollas rojas recién cortadas,
tomates y pepinos de la nevera y café de la encimera. No reconoció la
escritura a mano y se preguntó qué miembro de la familia Park había sido
encargado en ser su conserje.
Cooper se sirvió una taza y se preparó un sándwich de rosca. Se lo
comió de pie, mirando por las grandes ventanas de la cocina. En la distancia
podía ver una pandilla de niños Park jugando en la nieve. Parecía que
anoche solo habían nevado unos diez centímetros y el cielo todavía estaba
oscuro y pesado, prometiendo más por venir. Se suponía que la ceremonia
conmemorativa sería esa tarde, pero Park había dicho que sucedería aquí en
la propiedad, así que no había necesidad de viajar. Cooper no tenía idea de
lo que iban a hacer en todo el día mientras tanto. ¿Querría toda la familia
pasar el rato? Intentó imaginarse jugando juegos grupales con Stuart y
resopló.
Luego escuchó que su bufido resonaba detrás de él.
Cooper se dio la vuelta e inhaló con fuerza. Un hombre estaba
arrodillado encima de la mesa de la cocina, examinando las roscas. Un
hombre al que nunca había visto antes.
Se congeló bajo la mirada de Cooper, y se miraron el uno al otro por
un momento. El hombre parecía estar en la veintena, tenía el cabello rubio
desaliñado y barba, estaba bajo de peso y tenía músculos muy nervudos.
Músculos nervudos que Cooper podía ver muy bien porque el hombre
estaba completamente desnudo.
Cooper se aclaró la garganta.
—Hola. —Saludó y los ojos del hombre siguieron su mano
atentamente—. Soy Cooper, eh, el novio de Oliver. ¿Tú eres... tú, eh, vives
aquí?
El hombre no mostró señales de escucharlo, pero olfateó el aire con
atención.
—Uh —dijo Cooper. Nunca había visto a un hombre lobo en forma
humana actuando tan como un animal antes. Le ponía nervioso—. ¿Estás
buscando a alguien? —Él echó un vistazo a la puerta de la cocina. Tendría
que pasar junto al hombre para llegar hasta allí—. Tal vez puedo ayudarte a
encontrarlos.
Dio un paso adelante y el hombre gruñó. No había otra palabra para
ello. Una advertencia profunda y vibrante que hizo que la cocina de repente
se sintiera demasiado pequeña.
Cooper dio un paso atrás apresuradamente, y ese pareció ser un
movimiento equivocado. El hombre se arrastró por la mesa, más rápido de
lo que Cooper podía haberlo hecho sobre sus manos y rodillas, y saltó sobre
él. Las manos de Cooper se alzaron con un grito para defenderse, dejando
caer el sándwich y la taza, que se rompieron en la loza y le salpicaron el
tobillo sin férula con café caliente, pero el hombre los golpeó a un lado
fácilmente y luego cayó sobre él, presionándolo contra la ventana. Los
brazos de Cooper quedaron atrapados entre ellos cuando el hombre se
inclinó sobre él y le olió el cuello.
Cooper se quedó lo más quieto posible. No tenía muchas otras
opciones. Él deseaba poder calmar los latidos de su corazón. Deseaba no
haber estallado en sudor. Deseaba poder dejar de temblar. Podía sentir el
aliento caliente del hombre ahora contra su oído. Tenía todos los elementos
de algo erótico pero se sentía tan mal, tan genuinamente aterrador y no
deseado que Cooper se sintió enfermo.
Podía darle un cabezazo al hombre, pero ahora mismo tenía la nariz
enterrada bajo la mandíbula de Cooper y no era una buena idea utilizar el
lado frágil de su cabeza. Podría intentar darle un rodillazo en las bolas, pero
así de cerca no estaba seguro que podría conseguir el impacto necesario. Tal
vez sería suficiente.
Comenzó a darse cuenta de que todo el peso del cuerpo del hombre
estaba sobre él, no en una forma agresiva, sino como si el hombre no
pudiera sostenerse por sí solo. Quizás si Cooper lograba golpearle un
tobillo…
Entonces el hombre le habló al oído.
—No estás seguro aquí. —Su voz era apenas más que un graznido y
las palabras sonaban arrastradas, un poco descuidadas e indefinidas, como
quien habla con la boca entumecida—. Ella está observando.
Antes de que Cooper pudiera siquiera procesar lo que había dicho, el
hombre se retiró y resopló como para quitarse el olor de la nariz. Luego se
sumergió con bastante calma para recoger la mitad de la rosca del suelo,
dejando atrás la mayoría de las coberturas, saltó sobre la mesa y procedió a
comérsela.
Cooper exhaló temblorosamente y dio un paso cauteloso hacia un
lado. El hombre ni siquiera lo miró, simplemente siguió picoteando su rosca
como si no tuviera más preocupación en este momento que evitar las
alcaparras. Cooper siguió moviéndose lentamente hasta que pudo alcanzar
el cuchillo para mantequilla que había usado para el queso crema en el
mostrador. El cuchillo era pequeño y lo agarró con tanta fuerza que perdió
la sensibilidad en las yemas de los dedos, pero se sentía un poco mejor con
él.
—Oye. ¡Oye! —gritó Cooper. El hombre ni siquiera se inmutó—.
¿Qué es lo que quieres decir que no estoy a salvo aquí, eh? ¿Quién es ella?
¿Quién está observando?
El hombre terminó la rosca y lamió el queso crema de sus dedos, uno
a la vez, luego saltó de la mesa hacia él. Cooper se preparó y levantó el
cuchillo en señal de advertencia, pero el hombre no lo tocó esta vez. Se
detuvo a unos centímetros de distancia, se balanceó inestable sobre sus pies
y parpadeó rápidamente, con los ojos desenfocados, como si estuviera
mareado.
—¡Oye! —repitió Cooper—. ¿Qué sucede contigo?
El hombre tropezó y empezó a caer. Cooper saltó hacia adelante y lo
atrapó antes de que pudiera abrirse la cabeza con la mesa.
—Vaya, vamos. —Cooper lo tiró al suelo y comenzó a retroceder,
pero el hombre lo agarró por la muñeca. Sus garras no estaban afuera,
nunca lo habían estado, recordó Cooper, y por primera vez el hombre lo
miró directamente a los ojos. Su expresión era asustada.
—Ella lo sabe —dijo.
Cooper se puso en cuclillas lentamente.
—¿Qué sabe?
El hombre inclinó la cabeza hacia atrás y enseñó los dientes, que se
alargaron y afilaron ante los ojos de Cooper.
—¡Raymond! Ya es suficiente.
Helena Park estaba de pie en el umbral de la cocina, con expresión
severa. La boca del hombre se cerró de golpe y desvió la mirada una vez
más. Ella caminó hacia la cocina hasta que estuvo de pie sobre ellos, y
Cooper se apresuró a levantarse.
—Espero que no lo esté molestando, Señor Dayton.
—Ah, no, en absoluto. Solo estábamos hablando —dijo Cooper,
ignorando lo incómodo que había estado hacía unos momentos. Pero no
pudo quitarse esa mirada de terror de su mente. El hombre, Raymond,
seguía mirando al suelo, y Helena le pasó la mano por el cabello
cariñosamente, recogiendo algunos de gruñidos.
—Um, él está... —¿bien? quería decir Cooper. Pero incluso él no
estaba seguro de qué quería decir con eso.
—Es el hijo de Lorelei y Tim. —Helena le dio unas palmaditas en la
cabeza y luego pasó a ambos para mirar por la ventana, con las manos
entrelazadas a la espalda. Ella llevaba otro cómodo combo de calzas y
camisa de franela hoy, pero esta vez tenía unas botas de montaña resistentes
que dejaban manchas de humedad en el suelo—. A menudo no
conseguimos ver a Raymond en piel estos días. Qué regalo para usted.
Cooper pensó que Raymond estaba mostrando un poco de piel ahora
mientras tiraba de sí mismo a una posición semi de pie y se arrastraba fuera
de la cocina sin una mirada atrás.
—¿En piel? —repitió Cooper—. ¿Quiere decir como no lobo?
Helena se volvió hacia él, la luz que entraba por la ventana fluía a
través de su corto cabello blanco, creando el efecto casi de un halo.
—Siempre somos lobos, Señor Dayton. Simplemente elige no verlo
cuando caminamos y hablamos como usted. —Inclinó la cabeza hacia la
ventana—. ¿Le importaría tomar algo de aire conmigo?
—Uh, claro —dijo Cooper, sorprendido—. ¿Ahora mismo?
—Tiene tiempo para tomar su abrigo. Y no creo que necesitemos eso,
¿usted sí? —Ella hizo un gesto con la cabeza hacia el cuchillo para
mantequilla que aún sostenía en su puño.
—Oh, esto fue solo... para el queso crema. —Cooper puso
apresuradamente el cuchillo en la mesa.
Helena parpadeó lentamente, una expresión que reconoció de Park
que generalmente significaba que sabía que Cooper estaba mintiendo y le
divertía. La versión de Helena no parecía tan cariñosa.
—Me reuniré con usted en la puerta principal en, digamos, ¿quince
minutos? —dijo ella.
Cooper estaba abrigado y esperando fuera en diez. Él solo podía
distinguir seis niños de los siete que había conocido ayer, jugando en la
colina del patio delantero. Estaban teniendo una pelea de bolas de nieve.
Mientras observaba, una de las niñas, que probablemente tenía unos seis
años, saltó a la cabeza de su hermano mayor a través de una distancia de un
metro y medio. Ella fácilmente lo llevó al suelo y los sonidos de gruñidos y
aullidos ocasionales recorrieron todo el camino hasta el patio.
—No le preparó para esto en absoluto, ¿verdad?
Cooper saltó y se dio la vuelta para encontrar que había aparecido
Helena, todavía llevando una camisa de franela y calzas, a un par de
centímetros de él. Ella hizo un gesto primero a los niños, pero su mano
abarcó la extensa propiedad, la ridícula casa e incluso ella misma. Cooper
comprendió las connotaciones y las críticas.
—No hablamos mucho de nuestro pasado —dijo con cuidado.
—¿Quiere decir que Oliver no habla de nosotros? ¿O sobre sí mismo?
—dijo ella. Cuando Cooper no respondió, frunció la boca en una sonrisa
divertida, mitad molestia, mitad aprobación—. Su expresión, señor Dayton.
Qué leal es. Como un pequeño perro faldero serio. ¿Vamos?
Comenzó a caminar por la nieve, alejándose de los niños y hacia el
borde de un bosque. Después de un momento de vacilación, Cooper la
siguió. ¿Realmente tenía opción?
Helena los condujo por un sendero de nieve compacta que se hundía
profundamente en el bosque entre las colinas. Cuando miró más de cerca,
Cooper pudo distinguir huellas de patas grandes. Hizo una pausa y miró con
recelo a los pinos raquíticos y las paredes de roca desmoronándose. Sabía,
en el fondo de su alma, que Park no querría que Cooper se encontrara con él
cuando estaba cambiado. Cooper no quería violar esa privacidad.
—Ya están a kilómetros de distancia —dijo Helena, observándolo.
Entonces pareció escuchar la amenaza en sus palabras y agregó un poco con
pesar—: Si está preocupado sobre ser escuchado.
—¿Usted no quería ir con ellos? —dijo Cooper, y siguió caminando.
—Alguien necesita quedarse con los pequeños. Son demasiado
jóvenes para cambiar.
—¿Pero qué hay de usted? —dijo, preocupado—. Yo podría cuidar a
los niños para que usted pueda...
Helena hizo un gesto con la mano para callarlo.
—No duermo mucho estos días. Tuve mucho tiempo para estirar mis
huesos anoche. Sin embargo, su preocupación es conmovedora. Supongo
que eso significa que ha visto lo que nos pasa cuando nos resistimos al
cambio.
Se mordió el labio y evitó la pregunta.
—Sé que a Oliver le gusta cambiar todos los días.
—Por supuesto que no —dijo Helena con prontitud—. Tenía la
esperanza de que se le pasara la reticencia infantil una vez que nos dejara,
pero por la forma en que está eligiendo las palabras, aparentemente no.
Cooper recordó la forma en que el cuerpo de Park había comenzado a
descomponerse después de una semana de no cambiar. Sus repentinos y
aterradores cambios de humor, los mareos y la agitación, como si su propia
piel luchara por contenerlo.
¿Por qué? Cooper quería preguntar. ¿Por qué Park se hacía eso a sí
mismo? ¿Por qué era reticente? ¿Y siempre había sido así? Preguntarle a
Helena se sentía demasiado ir a espaldas de Park, incluso si ella se lo dijera,
lo cual dudaba. Tenía la sensación de que había una razón por la que se
estaba acercando a él sola, cuando Park posiblemente no pudiera
interrumpir. Cooper mantuvo la boca cerrada.
Helena, observando su lucha por el rabillo del ojo, suspiró como si le
hubiera leído la mente.
—Supongo que sabe por qué le he invitado a venir aquí.
—Um, ¿para decirme que mi compromiso con su sobrino, el Señor
Darcy, es imposible?
—No están comprometidos, ¿verdad?
Cooper tosió, un rayo de algo brillante e intangible se disparó desde
su pecho y se alojó en su garganta.
—Um, no, no. Solo estaba…
—Haciendo una broma —dijo Helena—. Lo sé. Me he dado cuenta
que hace eso cuando se siente incómodo. ¿Le hago sentir incómodo, señor
Dayton?
—No —mintió Cooper.
—Extraño. Yo lo estaría si fuera usted. Pasar el fin de semana en una
casa de monstruos. Y ahora uno de ellos le ha atraído al bosque solo. —Ella
sonrió—. Estoy bromeando.
Cooper sonrió débilmente, pero no pudo evitar pensar en la
desesperación de la advertencia Raymond, el miedo en sus ojos.
—No porque usted se sienta incómoda, espero.
—Por supuesto que lo estoy —dijo, muy práctica, y levantó una mano
para silenciar su protesta—. No se lo tome como algo personal. Parece un
chico lo suficientemente interesante. Veo por qué Ollie se siente atraído por
usted. Siempre le gustaron los desafíos. Una vez, cuando era niño, trajo a
casa un mapache medio despedazado por coyotes. Esa cosa no quería tener
nada que ver con él y peleaba con él todos los días. Al final de la semana no
sé quién se veía peor, el mapache u Oliver. Pero él insistió en intentarlo.
Cooper simplemente parpadeó. ¿Él era el mapache en este escenario?
Helena continuó: —No, estoy incómoda porque hay muy pocos
humanos que conocen nuestra verdad tan... íntimamente como usted.
Hemos tenido que ser una especie en secreto desde hace mucho tiempo. Las
cosas no salen bien cuando nuestros mundos se mezclan.
—¿Como el BSI, quiere decir? Oliver me dijo una vez que algunas
manadas protestaron sobre darse a conocer. Supongo que la suya fue una de
ellas.
—¿Una fuerza militarizada para regular un mundo entero del que no
saben nada? ¿Qué hay que protestar?
—Entiendo.
Ella resopló con delicadeza.
—Disculpe, pero realmente dudo que lo haga. ¿Hay algo tan
intrínseco a su identidad ancestral, a su propia definición de sí mismo, que
al manipularlo, controlarlo, borrarlo o cambiarlo literalmente le destruiría?
Ahora, ¿puede imaginar a su hijo tratando de ocultar eso mismo por
vergüenza?
Colocó una mano sobre su pecho.
—Eso te rompe el corazón. —Ella miró hacia otro lado de repente,
como sorprendida por su propia emoción.
—Tiene razón —dijo Cooper en voz baja—. No puedo imaginar eso.
No querría hacerlo.
Ella lo evaluó intensamente como si buscara sinceridad, luego asintió
y caminó en pensativo silencio durante un par de minutos.
—¿Ustedes tendrán niños?
Cooper tropezó en la nieve.
—¿Disculpe?
—¿Planean criar hijos? —dijo Helena con cierta impaciencia.
Él jugueteó con la cremallera de su chaqueta.
—No lo hemos discutido.
—¿No ve que esto durará a largo plazo, entonces?
—No. Quiero decir sí, lo hago, pero no es por eso, simplemente no
hemos hablado de ese tipo de cosas todavía.
Helena seguía mirando hacia adelante, al camino, inexpresiva.
—¿No cree que es algo que la gente debería saber sobre el otro antes
de ponerse demasiado serios? A la paternidad no debería ingresarse por
culpa u obligación. Es perfectamente natural no querer tener hijos, sabe.
Desearía que alguien me hubiera dicho esto mismo hace sesenta y cinco
años. No le deseo esa carga a nadie. ¿O sería el de culpar de dejar a Oliver
sin una familia, me pregunto?
—Lo siento, no veo cómo esto es de su incumbencia —dijo Cooper
con frialdad.
—¿No es de mi incumbencia? —Ella se detuvo y se volvió hacia él,
forzando Cooper a detenerse abruptamente—. Los cuatro hijos de Jackie y
Mai nacieron de padres humanos impregnados por hombres lobo. Humanos
que no sabían en qué se estaban metiendo hasta que fue demasiado tarde y
trataron de sacarles a la fuerza la diferencia a sus hijos o simplemente los
abandonaron por completo.
—Eso es horrible.
—Eso es miedo e ignorancia. ¿Sabría usted cómo criar a un hombre
lobo, Señor Dayton? ¿Sabría qué hacer cuando se abran paso, a gritos, al
primer cambio? ¿Cómo guiarlos al otro lado y convencerlos de que regresen
cuando se queden atrapados en el medio, llorando mutaciones de carne,
pelaje y huesos que ya no encajan? ¿O evitaría todo ese desorden y
simplemente adoptaría humanos? ¿Alejando a Oliver aún más de sí mismo
hasta que haya reprimido su naturaleza tan profundamente que ni siquiera
se hable de ella? Ni siquiera los niños lo sepan. Sus cambios serían el
tiempo especial a solas de papi.
Cooper la miró fijamente.
—Eso no es… nunca le pediría a Oliver que fuera algo que no es. Yo
nunca querría eso.
—Y sin embargo, él esconde y tergiversa la verdad por esa misma
razón, para que usted no vea su verdadero yo y nunca lo ha hecho. No es de
mi incumbencia —repitió Helena con desdén—. Mi incumbencia es la
supervivencia de los de nuestra especie. Una responsabilidad que heredé de
mis padres, quienes la obtuvieron de los suyos. ¿Tiene alguna idea de
cuántas generaciones de lobos han luchado y muerto por proteger nuestra
forma de vida?
La voz de Helena se había vuelto muy tranquila.
—Joe y yo dedicamos nuestras vidas a crear un territorio seguro para
los lobos, y es mi turno de pasar eso a mis hijos y los hijos de mis hijos.
Entonces sí, son de mi incumbencia. Oliver es de mi incumbencia. Y usted,
una herramienta de la gente que nos caza y nos roba, ¿cree que puede entrar
aquí y quitármelo?
—Yo no estoy quitando nada —dijo Cooper. Estaban parados en la
gélida sombra del acantilado, pero se sentía ardiendo y temblando de ira—.
Oliver ya no le pertenece. No es de su manada. Él tampoco me pertenece.
—Entonces déjelo —dijo Helena rápidamente, casi desesperada.
Cooper frunció el ceño.
—¿Qué?
—Alejarse. Termine la relación. Necesita estar con los de su propia
especie. Alguien que entienda por lo que ha pasado, por lo que pasa todos
los días y lo hará por el resto de su vida. Alguien que lo vea resueltamente
por lo que es.
—Yo lo veo.
—No. Solo ve lo que él quiere que vea. —Ella suspiró—. No puedo
culparlo a usted por eso. Pero está permitiendo sus mentiras y solo van a
empeorar. Seguirá intentando ser el simple novio humano para usted hasta
que ni si siquiera se reconozca a sí mismo. Creo que lo sabe, Señor Dayton.
Creo que ya ha comenzado a verlo usted mismo. Oliver no estaba destinado
a estar solo. Él necesita un compañero con el que pueda construir una
manada. ¿Se interpondría en el camino a eso?
Cooper negó con la cabeza.
—Yo…
Helena levantó las manos, casi suplicando.
—Si no le pertenece, váyase. Deje que sea su propio lobo.
—No puedo hacer eso —susurró Cooper.
Su rostro se endureció primero de disgusto y luego en una expresión
cortésmente en blanco, casi aburrida.
—Entonces se está mintiendo a usted mismo también. Realmente no
lo ama. No más de lo que un hombre ama a una mascota; algo con lo que
obsesionarse porque le gusta la forma en que le hace sentir consigo mismo.
Pero como cualquier animal salvaje forzado a caminar, lo matará al final.
De una manera u otra.
Se volvió y siguió por el camino. Cooper la miró fijamente. Su
corazón latía salvajemente y le dolía todo el rostro.
—Se equivoca —dijo, sabiendo que Helena aún podía oírlo. Ella no
se giró. Caminó tras ella y gritó esta vez—: ¡Se equivoca!
Su voz rebotó entre las colinas que los rodeaban, y tres pájaros se
sobresaltaron de un árbol, tomando vuelo unos treinta metros más arriba del
acantilado para aterrizar en un árbol diferente. Cooper los miró fijamente.
¿No? El recuerdo del rostro de Park, esa desesperada tristeza. Pero
Park lo amaba. Él lo sabía. ¿No significaba eso que eran adecuados el uno
para el otro? ¿No era suficiente el amor?
Los pájaros volvieron a dispersarse repentinamente, trinando de
miedo. Cooper entrecerró los ojos hacia su nido abandonado. Un
movimiento entre las ramas. Un destello de luz solar sobre metal. Un cañón
largo y estrecho asomándose entre las agujas.
—¡Abajo! —gritó Cooper.
Corrió, resbaló en la nieve y se arrojó sobre Helena sin un segundo
pensamiento. Por un milisegundo sintió que su cuerpo se resistía, sintió su
fuerza superior deteniéndolo en pleno vuelo como una pared de ladrillos.
Golpeó el aire directamente fuera de sus pulmones y apenas notó una
punzada de dolor en la pierna antes de que ambos se estrellaran contra la
nieve. Cooper la protegió con su cuerpo, sus manos cubriendo
instintivamente la parte posterior de su cabeza.
Entonces… nada. Ni disparos. Ni gritos. Ni explosión. Incluso los
pájaros estaban tranquilos.
Cooper levantó lentamente la cabeza para mirar a su alrededor. No vio
nada.
Bueno, mierda.
—¿Qué demonios está haciendo? —Helena siseó debajo de él.
—Lo siento, pensé que vi... —Cooper negó con la cabeza. Su propia
voz sonaba extraña, distante y resonante, y los árboles se difuminaron un
poco. Apretó sus ojos cerrándolos, luego abriéndolos. Quizás había
golpeado a Helena con más fuerza de lo que pensaba.
—Pensé en un arma —Cooper intentó de nuevo, empujándose para
levantarse de ella. Pero el suelo no estaba donde se suponía que debía estar,
y perdió el equilibrio y colapsó sobre el cuerpo cálido y sorprendentemente
firme de Helena con un uf.
Helena estaba hablando de nuevo, pero era como escuchar voces que
se filtraban a través de una salida de aire, al mismo tiempo clara y
distorsionada.
¿Qué estaba él…? ¿Por qué había...? Cooper se humedeció los labios
y se concentró en elegir una pregunta que pudiera responder.
El mundo daba vueltas, y de repente la parte posterior de su cabeza
descansaba sobre un cojín de nieve y estaba mirando una masa oscura de
ramas que creaban patrones contra el cielo. Era como mirar un test de
Rorschach10. ¿Qué decía sobre él lo que veía?
El rostro de Helena apareció en su test. Ella se veía enojada.
—Uh-oh —dijo Cooper. Levantó la mano para tocar su mejilla. ¿Era
tan suave como parecía?
Ella le dio una palmada en la mano, apartándola a un lado y levantó
una linda pluma rosada. No, eso no. Cooper entrecerró los ojos. Un dardo
tranquilizante. Eso no era bueno.
Cúbrase, trató de decir, pero no tenía idea de qué estaba intentando su
boca. En su lugar, extendió la mano para empujar a Helena. Sus brazos se
sentían desagradablemente ligeros y se sobrepasó, y los nudillos se
conectaron con su barbilla.
—Corra —dijo Cooper arrastrando las palabras. Pero sus ojos se
cerraron antes de que pudiera asegurarse de que ella había escuchado.
Capítulo Seis
Sintió aire frío contra su hombro. La piel de gallina le recorrió el
brazo. Cooper metió los codos hacia adentro, apretó más el edredón de
plumas alrededor de sí mismo y se acercó más al cálido cuerpo a su lado.
Sintió una mano bajar suavemente sobre su cabeza y acariciar su cabello.
La mano de Park, por supuesto. Y esa era la cadera de Park en la que estaba
enterrando su rostro. El olor familiar de Park, fresco y terroso. Rara vez
estaba aquí cuando Cooper se despertaba por las mañanas por lo que esto
merecía celebrarse.
Cooper acarició debajo del borde de la camisa de Park hasta que
encontró un parche cálido de piel justo encima de la cintura. Lo besó y
suspiró.
—Mmmm.
La mano en su cabeza lo palmeó con desdén, como diciendo de
acuerdo, eso es suficiente. No era la reacción que esperaba.
—Cooper, despierta.
—Estoy despierto —suspiró Cooper.
Algo así. Sus ojos todavía estaban cerrados y estaba teniendo más
dificultades de lo habitual para empujar más allá de la última capa de niebla
espesa. El sexo matutino perezoso ayudaría.
Trató de enganchar una de sus piernas hacia arriba y sobre Park, solo
para darse cuenta de que estaban en lados opuestos del edredón.
Inaceptable. Cooper coló un brazo hacia afuera de su capullo al aire fresco
para agarrar la camisa de Park y arrastrarlo hacia abajo.
—Ven aquí. Déjame mostrarte mi brillante ascenso.
Park se resistió, pero sonaba divertido.
—No es de mañana.
—Sí, lo es. El gallo acaba de cantar. ¿Lo escuchas? —Presionó
deliberadamente.
—¿Siempre es así o siguen siendo las drogas hablando por él?
Cooper se congeló ante la nueva voz en la habitación. Se apartó de
Park, trepando a una posición vertical, y se enredó irremediablemente en el
edredón. Sus extremidades insoportablemente, anormalmente pesadas y
torpes no estaban ayudando, y cuando se sentó contra la cabecera, su cabeza
giraba y estaba jadeando. Y... ¿desnudo?
—¿Qué… pasó?
Mai estaba parada en la esquina de la habitación vestida con un
pantalón de gaucho de un dramático color negro, botas y una capa, y estaba
desenvolviendo una manguera de goma. Para estrangularlo y sacarlo de su
humillante miseria, si había un Dios misericordioso.
Ella agitó la manguera hacia él, que resultó estar unida a un manguito
de presión sanguínea, por lo que aparentemente no.
—Voy a revisar tus signos vitales ahora. Trata de no tirarme los tejos
de nuevo.
—¿Qué?
Miró a Park, quien sonrió levemente, pero sus ojos estaban oscuros,
serios y tensos por la preocupación.
—Has tenido un par, ah, salidas en falso. ¿Qué es lo que recuerdas?
Cooper se pasó la mano por la cara, luego saltó cuando los dedos de
Mai se presionaron con firmeza alrededor de su muñeca para tomarle el
pulso. La sensación de ella sosteniéndolo provocó un recuerdo, y los
acontecimientos de la mañana se tambalearon de regreso. El hombre
desnudo en la cocina. Raymond. ¿Lo había atacado…? No, Helena había
entrado y habían caminado en la nieve, donde ella se había puesto toda
Lady Catherine de Bourgh11 con su culo.
Cooper gruñó, una oleada de rabia lo recorrió cuando los detalles de
esa conversación regresaron. Había estado tan enojado y herido, y solo un
poco asustado de que Helena tuviera razón...
Luego había una pistola en los árboles, y después de eso, nada.
—¿Me dispararon? —preguntó Cooper dubitativo. Su cuerpo se
sentía incómodo, un poco aturdido y rígido como si estuviera sacudiendo
alfileres y agujas, pero no sentía algún dolor grave. Nada como la agonía
después de que le hubieran desgarrado las entrañas o incluso el agotador
dolor de su tibia rota.
—Un dardo tranquilizante —dijo Mai, estirando su brazo y fijando el
apretado tensiómetro debajo de su axila—. Ingeriste una desagradable carga
de sedantes. Un cóctel especializado, creemos.
—¿Creen? —dijo Cooper mientras Mai empezaba a apretar el
brazalete—. No me malinterpretes, me alegro de no estar en el hospital,
pero... ¿por qué no estoy en el hospital?
Park se veía incómodo y un poco enojado. ¿Con él?
—Tengo todo lo necesario para monitorear tu recuperación aquí —
intervino Mai antes de que Park pudiera hablar—. No hay nada más que el
hospital hubiera hecho excepto observar y esperar.
Tal vez. Pero, ¿y si la dosis hubiera sido demasiado para su peso
corporal? ¿No podía la gente morir con tranquilizantes? No tenía idea de
cómo funcionaban esas cosas.
El brazalete estaba tan apretado ahora que sentía su propio pulso
latiendo en sus bíceps, rápido y alarmado. Cuando Mai soltó la presión,
ambos miraron saltar el marcador del dial.
—Todavía un poco baja —dijo, soltando el velcro—. ¿Cómo te
sientes?
Cooper se humedeció los labios; su boca estaba asquerosamente seca,
y se sentía un poco... mareado y como desprovisto de sus propias
sensaciones, como si hubiera tomado un par de Xanax de más. Pero con
cada segundo que pasaba esa sensación iba desvaneciéndose, y era
reemplazada por una creciente y urgente necesidad de respuestas.
—Sediento y confundido —dijo Cooper finalmente—. ¿Quién me
disparó? ¿La policía encontró algo? —Pensó en Girard, el cazador barra
guía, galopando detrás de ese lobo—. ¿Fue un accidente o…? ¿Helena
vio...?
Mai se puso de pie, intercambiando una mirada con Park, quien puso
su mano sobre el muslo de Cooper y dijo las dos palabras menos útiles en el
historial de respuestas: —Es complicado. No sabemos mucho. No he
hablado con los demás desde que Helena te trajo dentro.
¿Helena lo había llevado todo el camino de regreso? Incluso con la
fuerza del hombre lobo, eso no podría haber sido fácil para ella.
Park presionó un suave beso en la esquina de sus labios, chocó su
nariz contra la barbilla Cooper e inhaló profundamente.
—Me asustaste.
Cooper cerró los ojos y se inclinó hacia el toque de Park. Él quería
tranquilizarlo, pero, francamente, también estaba asustado. No había forma
de que quienquiera que disparara no hubiera escuchado a Helena y Cooper
discutir. De ninguna manera él, o ella, había equivocado a ninguno de ellos
por un animal. No. A ninguno de ellos.
—Estaba destinado a Helena —dijo Cooper—. Vi el cañón. Creí
haberlo hecho, de todas formas. El arma apuntaba a Helena. Ni siquiera
estábamos cerca en ese momento.
Mai cerró la cremallera en una pequeña bolsa de cuero guardando la
manguera de goma.
—Deberías vestirte —dijo ella—. Todos están esperando abajo. Y
todos tenemos preguntas.

***
El comedor parecía funcionar como una especie de sala de reuniones.
O al menos eso era lo que parecía con toda la familia de Park reunida
alrededor de la mesa en un orden muy similar a la cena de anoche. Sin
embargo hoy emanaban menos vibraciones de ganas de comer, y más de
conspiración a punto de realizar un asesinato ritual. Especialmente con
todos vestidos de un negro funerario y luciendo furiosos, como si hubieran
sido los que hubieran sido disparados y drogados.
Cooper respiró hondo y se pasó la mano por su chaqueta gris pizarra,
la sensación de ella desconocida. Se había comprado un traje nuevo,
deseando egoístamente verse bien al conocer a la familia de Park. Ahora
deseaba estar usando su jean y camiseta familiares. Comenzó a ir a su lugar
anterior entre Stuart y Lorelei, pero Park lo agarró del brazo con un
silencioso “No” y tiró de él hacia su propio asiento en el otro extremo de la
mesa.
Por un horrible momento, Cooper se preocupó de que sería arrastrado
directamente a su regazo, pero después que Park le diera una mirada rápida,
Delia le ofreció a Cooper su lugar en cambio y fue a sentarse junto a su
padre. Todo fue muy incómodo, empeorado por el hecho de que nadie
hablaba una palabra.
—Ya era hora —dijo Stuart cuando ambos se acomodaron, aunque
debajo de la mesa Park todavía se aferraba a su muñeca con fuerza como un
niño con un globo—. ¿Qué carajo sucedió?
Dirigió la pregunta únicamente a Cooper, y sonó como una acusación.
Por muy mal que pensara que se había llevado con la familia de Park ayer,
tenía la sensación de que había sido un gran abrazo grupal comparado con
lo que vendría ahora. Rápidamente transmitió todo lo que podía recordar
sobre esa mañana.
—¿Eso es todo? —preguntó Lorelei. Su voz soñadora le quitó la
mordacidad a las palabras—. ¿Un destello de sol sobre metal e
inmediatamente pensaste en una pistola? ¿Viste algo más?
—Entrenamiento del FBI. No estaba pensando, solo reaccioné —dijo
Cooper, y Lorelei suspiró pesadamente.
—¿Qué estaban haciendo ustedes dos en el bosque, de todos modos?
—preguntó Tim, un poco sospechosamente.
Cooper miró a Helena a los ojos.
—Pedí ver algo de la propiedad —dijo—. La señora Park tuvo la
amabilidad de mostrarme los alrededores.
Los ojos de Helena se entrecerraron, pero no lo contradijo.
—¿Planeando mudarte ya? —preguntó Camille a la ligera.
Cooper la ignoró.
—¿Qué hay de usted? —Le devolvió la acusación a Helena.
—¿Qué hay de ella? —gruñó Stuart.
—Bueno, ¿vio a alguien después que me desmayé? O, ya sabe, ¿olió
algo?
Helena lo miró fijamente, sin pestañear, mientras toda la mesa
dependía de su palabra.
—No —dijo finalmente—. Todo lo que sé es que estaba caminando
cuando saltó sobre mí desde atrás. Después de localizar el dardo en su
pierna, pensé que era mejor concentrarme en reubicarle para cubrirlo.
—Gracias —dijo Cooper. Era difícil estar frustrado con Helena
después que ella se hubiera concentrado en salvarlo cuando fácilmente
podría haber huido—. ¿Qué hay sobre la policía? ¿Qué dijeron?
—Esto no es asunto de la policía —dijo Helena.
—¿Qué? Me dispararon.
—No tenemos el lujo de darle la bienvenida a los policías en nuestras
vidas sin consecuencias. Y tenemos nuestra privacidad que proteger. Hay
demasiadas preguntas que no podemos responder.
—El BSI, entonces —dijo Cooper—. Puedo llamar…
—No. Innecesario —dijo Helena con firmeza.
—In… —Miró a su alrededor a las caras en blanco, finalmente
volviéndose hacia Park, quien simplemente negó con la cabeza ligeramente
—. Pero... pero fue atacada. Alguien trató de derribarle con una pistola
tranquilizante. A usted, Sra. Park, no a mí, y no tiene idea de quién o por
qué, pero creo que podemos asumir que no fue bien intencionado.
—Definitivamente no lo fue —dijo Marcus, y Stuart siseó—. ¿Qué?
Por el amor de dios, el hombre recibió un disparo. ¿No debería tener todos
los hechos? Oliver, al menos, debería saber.
—Soy muy consciente de lo que crees que Oliver necesita saber —
dijo Helena bruscamente, y Marcus se estremeció ante el agudo
recordatorio de su desafío y todo su cuerpo pareció desplomarse
patéticamente. Park no había estado bromeando cuando dijo que los lobos
guardaban rencor.
Todos en la habitación miraron hacia abajo y hacia otro lado, como si
no quisieran ser atrapados en la mirada de Helena. Incluso Park se había
congelado en su asiento, esperando algo. El aire estaba sofocado por la
tensión. Después de un largo momento, la habitación se relajó como si
fueran uno, reaccionando a alguna señal que Cooper no había visto. Que tal
vez no podía ver.
Sintió una punzada de molestia por las palabras de Helena aun
flotando alrededor de su cerebro nebuloso, y las apartó lejos. Ella se había
equivocado. Park y él estaban bien. Eso era todo lo que había sobre el tema.
—¿Qué quieres decir con que definitivamente no fue un accidente? —
estaba diciendo Park.
—Oliver —comenzó Helena, luego con una expresión peculiar, casi
renuente agregó—: Señor Dayton. Lamento decir que este no es el primer
ataque a la manada. Joe, la muerte de tu abuelo puede no haber sido...
natural.
—¿Qué quieres decir? —dijo Park en voz baja, peligrosamente. Él
apretó la mano de Cooper y luego lo soltó para agarrar el brazo de su silla.
Helena miró a Lorelei, que saltó un poco en su asiento, como si no
hubiera esperado que la llamaran para hablar en clase. Ella se aclaró la
garganta.
—Yo lo encontré. En los bosques del este. Estaba corriendo, buscando
a Raymond, y... —Ella miró a Helena—, creo que llevaba varias horas
muerto. Encontré tres dardos en su pierna. Igual que el que le sacaron al
Señor Dayton.
Silencio.
—Estás diciendo que fue asesinado —dijo Cooper lentamente,
incrédulo. Park no parecía capaz de decir nada en absoluto—. ¿Qué dijo la
policía?
—No hubo participación de la policía —habló Helena de nuevo.
Cooper la miró fijamente, sin estar seguro de lo que estaba
escuchando al principio.
—¿Qué quiere decir con que no participaron? ¿Cómo pudieron no
hacerlo? Debe haber habido una investigación. Una autopsia...
—No se realizó. Joe tenía noventa y dos años. No fue difícil para las
autoridades creer que se había confundido, alejado y sucumbido al frío. No
podíamos arriesgarnos a las preguntas.
—Pensamos que no fue intencional —dijo Marcus, con voz tranquila
y mirando nerviosamente a Helena. Junto a él, su esposa, Bethany, colocó
una mano pálida y tranquilizadora sobre su hombro—. Estaba desnudo, así
que asumimos que alguien le había disparado mientras estaba en su pelaje,
pensando que era un simple lobo. Hemos tenido problemas con cazadores
invadiendo la propiedad antes. Estábamos preparados para afrontarlo. Pero
ahora...
—De ninguna manera alguien pensó que Helena era un lobo —
finalizó Cooper—. Un simple lobo —se corrigió—. Si fuera la misma
persona detrás de ambos ataques, hay aún más razón para llamar al BSI.
Hay una oficina de campo no muy lejos...
—No —repitió Helena con firmeza.
—¿No? Usted misma acaba de decir que su manada está siendo
atacada. Su compañero fue asesinado. Alguien acaba de intentar matarle.
—¿Y los cazadores autorizados por el gobierno cómo ayudarán con
eso, exactamente? —dijo Stuart—. El BSI no es para nosotros.
—No es así.
...ya no. ¿Cierto? Cooper miró a Park en busca de respaldo, pero él
solo frunció el ceño y sacudió la cabeza rápidamente en un gesto de déjalo.
Pero Cooper no podía.
—Tenemos que informar esto a alguien, de todos modos. Ustedes no
deberían tener que afrontar esto solos.
—Siempre lo hemos hecho —dijo Helena—. Nos ocuparemos de eso.
—No deja de decir eso. ¿Pero qué significa? —Cooper recordó la
conversación con el grupo de investigación ayer—. Cuando pensaban que la
muerte de Joe era un accidente, ¿fueron ustedes los que robaron las armas
del equipo de investigación? ¿Los que sabotearon su equipo?
—¿Te refieres a esos bastardos invasores que se hacen pasar por
investigadores? —dijo Stuart—. ¿Sabes que ella ni siquiera está empleada?
Hicimos que la policía contactara con su supuesta universidad, y la habían
despedido hacía meses. —Sus ojos se estrecharon—. ¿Cómo los conoces?
—No lo hago —dijo Cooper rápidamente—. Me llevaron a la ciudad
después del accidente. —Toda la manada lo observaba con sospecha, como
si acabara de declararse espía—. ¿Ustedes…?
—No tuvimos nada que ver con la pérdida de sus armas. Además, ¿no
es obvio quién está detrás de esto? —preguntó Tim. Miró a cada uno de los
demás, parpadeando como una lechuza detrás de sus lentes y obviamente
disfrutando del drama del momento—. Los Rosettis finalmente están
haciendo su movimiento.
La mesa estalló en una variedad de respuestas a eso.
—No —dijo Stuart—. Absolutamente no.
—Es posible —dijo Marcus.
—Pero no hemos tenido problemas con ellos durante años —dijo
Lorelei.
—Ya era hora —respondió Tim alegremente—. Sylvia Rosetti es
ambiciosa. No esperaban que ella estuviera a la sombra para siempre. Y lo
dijiste tú mismo, Stu. Son buitres, desesperados por tomar el control.
—Estaba hablando de Allana, que ha estado tratando de robar nuestro
territorio durante meses —protestó Stuart—. No Sylvia, con quien hemos
vivido al lado y en paz durante años. Mientras tanto, los humanos que
traspasan la propiedad con pistolas tranquilizantes nos han estado acosando
durante más de una semana, tratando de engañar a la policía, tratando de
irrumpir en nuestra casa... —Se había puesto tan furioso que sus ojos
estaban brillando, el blanco había desaparecido por completo, y su hija,
Delia, tuvo que ponerle una mano reconfortante en el hombro.
—Estoy de acuerdo con Stuart —dijo Cooper, sorprendiéndose a sí
mismo y a todos los demás en la habitación—. El dardo, tal como lo
recuerdo, se parece mucho al que le vi usando ayer a su guía, Girard.
—Pero no hay razón para que nos maten —dijo Park en voz baja—.
Joe podría no haberse llevado bien con los humanos, pero un equipo de
investigación al azar, patrocinado o no, no tiene razones para matarnos.
Cooper se tensó. No esperaba un desacuerdo de su propio bando, por
así decirlo. Normalmente estaban sincronizados durante una investigación.
Se sintió... desequilibrado. Se dio cuenta de repente de que esta era la
primera vez que jamás compartía una habitación con personas que Park
amaba tanto como a él, si no más. No era algo malo. Solo diferente.
Tim estaba asintiendo.
—Dijiste que esas armas fueron robadas a los investigadores, de todas
formas. Y según la cantidad de tiempo que derribó a un humano, Mai cree
que la droga era especializada. Probablemente por un lobo que sabía que
arrancar una garganta lo marcaría para el BSI. —Stuart comenzó a protestar
y Tim lo cortó—. Quizá no sea Sylvia Rosetti. Pero quizás sea alguien de su
manada. O alguien de las manadas más pequeñas de la ciudad. Demonios,
incluso un lobo solitario podría haberse sentido con suerte.
—Tim tiene razón —dijo Marcus, mirando a Helena, que se había
vuelto impasiblemente silenciosa, simplemente escuchando a sus hijos
discutir sus diversos casos—. No es secreto en cuanto a dónde vivimos. Y
Dios sabe que hemos conseguido nuestra parte justa de enemigos a lo largo
de los años. Hay muchos lobos con motivos para querer que la manada se
desmorone. Oliver lo sabe mejor que nosotros. Tal vez él…
Park se puso de pie, su silla se balanceó sobre sus patas traseras y casi
se volcó. El brazo de madera que había agarrado ahora tenía cuatro
profundas hendiduras en el costado.
—No debería haber dicho nada. Vine a presentar mis respetos a mi
abuelo. Eso es todo. No tengo nada que ver con el resto de... esto.
Caminó hacia la puerta.
—Cooper, ¿vienes?
Cooper se dio cuenta de que estaba boquiabierto.
—Pero...
Park no esperó a que terminara, simplemente salió de la habitación.
La puerta se cerró con un clic suave que bien podría haber sido un golpe, y
la habitación pareció hacer eco con su ausencia.
Cooper se puso de pie tembloroso, asombrado. ¿Qué demonios estaba
pasando?
—Debería...
Nadie se molestó en mirar en su dirección. Cada uno miraba fijamente
la mesa o al otro, luciendo culpable, molesto o frustrado. Solo Helena lo
miró a los ojos con calma, a propósito.
¿Ve? ¿Ve cómo huye de su propia familia? ¿Cómo le da la espalda a
lo que es?
Cooper frunció el ceño, pero no parecía poder apartar la mirada. Sus
ojos eran enormes e impresionantes en su oscuridad. Piscinas en las que no
te atrevías a tocar el fondo por miedo a lo que se deslizara debajo de la
superficie.
—No debería haber dicho eso —suspiró Marcus.
Lorelei le acarició el brazo.
—No podías saber que sería tan susceptible. Todos estos años
después, honestamente.
Los ojos de Helena parpadearon, liberando a Cooper de su agarre.
—Oliver tiene razón. Si va a haber una guerra de manadas, no lo
involucra a él. Ya no.
Cooper se arrastró hacia atrás. Obviamente esa era su señal.
—Yo solo...
—Señor Dayton. —Helena jugó pensativamente con el pesado collar
en su garganta, una especie de intrincado nudo de latón—. Recuerde. Nada
de policías. Ni BSI. No tiene pruebas de lo que sucedió hoy y nadie aquí
respaldará su historia. —Los demás lo miraron solemnemente de acuerdo
—. Nos ocupamos de esto solos.

***
Encontró a Park paseando por la sala de estar al otro lado del
vestíbulo. Su rostro estaba inmutable, pero la ira reprimida agudizaba cada
movimiento y cada ángulo de su cuerpo.
—¿Estás bien? —preguntó Cooper en voz baja.
Park rechazó su pregunta.
—Nunca debí haberte traído aquí —dijo—. Nunca debería... Siempre
pasa algo con ellos. Siempre.
Cooper pensó que eso era un poco injusto. Park lo hacía sonar como
si ser fatalmente el objetivo fuera la típica travesura familiar de esta
semana. Anteriormente en Todo el Mundo Odia a los Parks…
Sacudió la cabeza, reprendiéndose a sí mismo. Claramente, todavía
estaba superando los efectos de la droga en su sistema. Todo parecía
surrealista, todavía estaba como un paso atrás. Por supuesto, eso también
podría tener algo que ver con el tema mismo. Guerras de manadas, lobos
solitarios con rencores misteriosos y adquisiciones hostiles... ay, dios.
Y Park tenía la audacia de burlarse de él por comparar todo con las
películas. Había llegado a Guess Who's Coming to Dinner12 y se despertó
de un inesperado interludio de El Padrino. Era demasiado.
Cooper se balanceó sobre sus pies, luego se sentó con cautela en un
hermoso sillón azul Francia que parecía más caro que todo su guardarropa.
Todo su cuerpo se sentía rígido y tembloroso.
—Nos iremos —dijo Park, todavía caminando—. Justo después de la
ceremonia. A no ser que quieras irte ahora. Eso está totalmente bien. Mejor,
incluso.
—¿La ceremonia? —repitió Cooper, confundido—. No me digas que
el servicio sigue en pie.
—Por supuesto que sí. Cancelarlo sería un signo de debilidad. Y no
podemos permitir eso, ¿verdad? —agregó Park amargamente—. No,
simplemente sonreirán, como siempre. Pon buena cara. Nunca dejes que te
vean quebrarte. —Sacudió su cabeza—. Bueno, nosotros no tenemos que
hacerlo. Podemos irnos ahora mismo.
¿Podrían? Además de lo obvio, estaban atrapados en medio de
ninguna parte, sin transporte y lo que parecía una tormenta feroz en el
horizonte, mientras que al menos un asesino acechaba en el bosque. Cooper
no podía recordar la última vez que se sintió tan aislado. Quizás eso era
parte del plan todo el tiempo...
—Creo que nuestros frenos fueron saboteados —dijo,
sorprendiéndose a sí mismo. No había estado siquiera pensando en ello
conscientemente, pero una parte de él todavía debía haber estado en
funcionamiento, porque tenía sentido—. Creo que alguien está apuntando a
los alfas en tu familia, incluido tú.
—No soy parte de esta familia —espetó Park, volviéndose hacia
Cooper. Él cerró los ojos contra lo que vio en el rostro de Cooper y suavizó
su tono—. No de la manera que le importa a quien esté haciendo esto.
Marcus tenía razón. Ellos tienen enemigos como manada. No soy parte de
esa manada.
—También dijo que tú sabrías eso mejor que cualquiera de ellos —
dijo Cooper—. ¿Qué quiso decir con eso?
Park miró hacia otro lado y comenzó a caminar una vez más, un poco
más tranquilamente esta vez. Pero todavía había una energía crepitante
saliendo de él, electrificando el aire y poniéndole los cabellos de punta a
Cooper en la nuca.
—Por mi trabajo con el BSI, supongo. Tú y yo vemos este tipo de
cosas más que ellos.
En realidad no, pensó Cooper. Con una notable excepción al
comienzo de su trabajo como compañeros, casi siempre eran llamados para
investigar ataques de lobos en humanos. Casos marcados por patrones
particulares de heridas “inusuales”. Solo en un puñado de ellos, la víctima
también resultaba ser un lobo. Incluso entonces era siempre el típico crimen
pasional que nada tenía que ver con ser lobo en absoluto.
Esto se sentía como una guerra. Golpes estratégicos y sistemáticos.
Los primeros golpes declarativos entre una pandilla y otra.
En lugar de eso, dijo:
—Si el BSI ve esto todo el tiempo, ¿por qué no estamos llamándolos?
—No quise decir esto, esto. Me refiero a la muerte. A la violencia. —
Park agitó la mano, abarcando casualmente todos los horrores a los que su
trabajo los exponía—. Vamos, Cooper, sabes que nunca vendrían. No hay
humanos muertos y el BSI no miraría dos veces a un lobo que le dispara a
otro lobo. Además —agregó sombríamente—, la manada nunca lo
aceptaría.
—¿Necesitan hacerlo? No voy a dejar que me intimiden para que
guarde silencio. Un hombre ha muerto. ¿No es nuestro deber hacer algo al
respecto?
—Se hará algo. Pero... —Park vaciló—. El BSI no es bien respetado
aquí arriba. Mi familia, sí. Si los lobos locales descubren que estamos bajo
ataque y hemos llamado al BSI, al menos en esta etapa, donde todavía no
sabemos realmente nada, podrían perder mucho respeto. El respeto lo es
todo. Es una de las principales monedas de toda nuestra cultura. Por favor
confía en mí que llamar al BSI causaría más problemas de los que curaría.
Cooper frunció el ceño y abrió la boca para replicar. Pero las palabras
de Helena flotaron a través de su mente. Que alguien como él no podía
entender. Una herramienta de la gente que nos caza y nos roba. Él tragó. Y
tristemente Park tenía razón sobre lo otro también. El BSI probablemente
no lo consideraría de su competencia. Entonces, ¿a quién diablos recurrían
los lobos cuando estaban en problemas?
—Está bien, de acuerdo. ¿Qué pasa con la policía?
—Una vez que sepan más, involucrarán a la policía. Ella finge lo
contrario, pero la mitad del departamento está en el bolsillo de Helena. No
será difícil apuntarlos en la dirección del sospechoso y decirles que saque la
basura. Ellos simplemente no pueden dejarlos dando vueltas investigando
en esta etapa tan temprana. Esto no es algo con lo que la policía, que no
sabe de los lobos, está equipada para lidiar. Ponerlos en medio de una
guerra de manadas es ponerlos en peligro.
—¿Porque estás absolutamente seguro de que no son los Freeman?
Park le dio una mirada en blanco.
—La científica, el marido y el santo pistolero —le recordó Cooper—.
Porque si bien algunas de sus armas pueden haber sido robadas, los vi
corriendo detrás de los lobos con al menos una funcionando bien ayer. Y
parece que tienen alguna razón para estar enojados, sino un motivo total.
¿Cuántas veces tu familia los ha acusado a la policía? Llámame loco, pero
eso parece una pista, Blue.
—No. —Park negó con la cabeza—. Cooper, créeme, eso no es nada.
Si supieras la mitad de la mierda que mi familia ha hecho, no dudarías en
que dispararle a Helena hoy no fue otra cosa que un ataque de otra manada.
—Está bien, pero creo que deberíamos intentar ponernos en contacto
con ellos, de todos modos. Podemos al menos intentar hacer coincidir sus
dardos con el que me sacaron para confirmar que es de una de las armas
robadas. Y si podemos averiguar quién tomó sus tranq…
Park levantó la mano.
—Cooper, por favor, suficiente. Conozco esa mirada. Pero esto no es
algo en lo que debamos involucrarnos.
Cooper lo miró boquiabierto.
—¡Pero ya estamos involucrados! Hablé con tu primo esta mañana,
Raymond… parecía saber que algo estaba pasando. Él me advirtió que
estaba en peligro.
Park solo lo miró con abyecto horror.
—¿Raymond? ¿Habló contigo? ¿Estás seguro que no te refieres a
Ricky?
—No, definitivamente era Raymond. Un tipo joven y rubio.
Cincuenta por ciento chalado, cincuenta por ciento aterrador, cien por
ciento desnudo.
Park se pasó una mano por la cara.
—Raymond casi nunca usa su piel —murmuró—. El fin de los
tiempos realmente debe estar sobre nosotros.
—Eso es lo que dijo Helena. ¿Qué significa eso? ¿Cuál es su historia?
—No hay historia, realmente. Simplemente prefiere estar en su forma
de lobo. Dijo que se sentía más cómodo un día y eso fue todo. Tim culpa a
Joe por ello. Piensa que fue demasiado duro con él al crecer, qué más hay
de nuevo. Pero he oído hablar de otros que eligen vivir con su pelaje a
tiempo completo, también, y no por ninguna otra razón que no sea natural
preferencia.
—Él no se enferma por no estar, ya sabes, en forma de... ¿persona?
¿De la manera que lo haces cuando no te conviertes en lobo?
—No. Solo nos afecta de una manera. Aunque puede ser
desorientador estar en piel después de largos períodos de no estarlo. Los
lobos comienzan a... perder la memoria de cómo actuar. Como si ya no
fuera tu cuerpo.
Eso tenía sentido y encajaba con lo que Cooper había visto en el
comportamiento de Raymond. Lo que hizo que fuera aún más preocupante
que se hubiera obligado a cambiar e involucrarse en absoluto.
—Trató de decirme algo sobre que ella sabe. ¿Alguna idea de lo que
eso significa?
Park miró por la ventana el cielo gris oscuro.
—No.
—Bueno, ¿hay alguna manera de que podamos localizarlo de nuevo?
¿Preguntarle?
—No.
—Oliver, por favor. No quiero ser directo, pero su abuelo puede haber
sido asesinado. ¿No quieres respuestas?
—¿Qué quieres que te diga? —Park se volvió hacia él y levantó y
dejó caer sus manos con una palmada contra sus muslos—. ¿“Bueno,
pandilla, parece tenemos otro misterio en nuestras manos”?13
—¿Honestamente? Sí —dijo Cooper, frustrado—. Tu abuelo está
muerto. Tu familia está siendo atacada. Yo he sido atacado. Quizás dos
veces. Quiero saber que eso significa algo para ti.
—Por supuesto que significa algo —dijo Park, tranquilo, frío y mortal
—. ¿Crees que no quiero encontrar a quien te hizo esto en este momento y
hacerlo pedazos? Se necesita todo lo que tengo para no perderme por
completo en este momento. Cada instinto básico dentro de mí me está
gritando que cambie, cace y destruya a la amenaza.
Cooper no pudo detener el escalofrío que le recorrió la espalda. Park
percibió la reacción e inclinó la cabeza hacia un lado. Se miraron el uno al
otro durante un largo minuto.
—Tengo miedo de quién soy aquí —dijo finalmente Park. Su voz se
había roto a algo casi dolorosamente vulnerable, y estaba mirando a Cooper
desde debajo de las pestañas como si estuviera esperando que se alejara—.
Tú también deberías tenerlo.
Cooper se puso de pie y tomó la mano de Park.
—No lo hago. Nunca podría. Y yo soy demasiado terco para perderte,
incluso contigo mismo, así que no te preocupes por eso, tampoco.
Park se mordió el labio.
—Necesito decirte algo —dijo. Su respiración se había acelerado y
frotaba sus palmas por sus muslos nerviosamente—. Yo…
El sonido de una campanilla suave llenó la casa, tarareando en el aire,
una, dos, tres veces. Park exhaló, casi aliviado.
—Es alguien en las puertas. Los invitados están llegando. —Miró
profundamente a los ojos de Cooper y tocó con su dedo suavemente la
costra en su frente—. ¿Estás seguro que quieres quedarte?
Cooper se estiró para agarrar su mano.
—Si realmente crees que es lo mejor para ti irnos ahora, está bien. Es
tu decisión y te apoyaré. Pero no quiero ser la razón por la que te vayas y te
arrepientas por el resto de tu vida.
Park asintió con seriedad.
—Nos quedaremos esta noche para el velorio. Pero, Cooper, por favor
escúchame. No quiero involucrarme en el resto.
Cooper abrió la boca y Park lo interrumpió.
—Si empiezo a hacer preguntas sobre las relaciones de la manada,
podría tomarse por el camino equivocado. Como que quiero saber por…
razones personales.
—¿No es personal?
—Por favor, confía en mí en esto.
—Siempre confío en ti —dijo Cooper inmediatamente, y Park sonrió,
pero era una sonrisa tensa, infeliz.
—Bueno, no siempre —bromeó Park torpemente, refiriéndose a la
primera vez que se conocieron.
Cooper se encogió de hombros en un gesto de más o menos. Porque
lo que Park no sabía, lo que nunca había sabido, era que incluso entonces, a
pesar de lo que le habían dicho a Cooper, de lo que le advertía su propia
conciencia, se había sentido atraído por Park casi desde el principio. Había
tenido que luchar contra su deseo natural de confiar en Park; con su espalda
como compañero, con su cuerpo como amante. Había perdido esa pelea más
rápido que con nadie más en el que había confiado antes.
Cooper abrió la boca y la cerró. Se sentía demasiado tarde decir algo
de eso ahora. Innecesario, también. Habían pasado por demasiado juntos
desde entonces. ¿Los pequeños detalles de cómo empezó realmente
importaban ya?
—¿Qué era lo otro que querías decirme? ¿Antes? —preguntó Cooper
en su lugar. No estaba seguro de que le gustara la forma en que se había
desarrollado esta conversación. Se sentía desequilibrado y... mal. Pero eso
podrían ser fácilmente los tranquilizantes que aún estaban dejando su
sistema.
Park miró el cuadro que colgaba sobre la chimenea. Una acuarela de
acantilados descendiendo hacia el mar.
—Solo ten cuidado esta noche. La manada Rosetti y todos los otros
lobos en el área que puedan venir, estarán aquí fingiendo dar sus respetos.
Cooper enarcó una ceja.
—¿Tus archienemigos están invitados al velorio de su posible
víctima?
—No son nuestros enemigos. Y es... —Park vaciló, buscando una
palabra—… una costumbre.
—¿Crees que intentarían algo aquí rodeados de gente?
—No. Incluso si son los Rosettis, y por una vez estoy de acuerdo con
Stuart en que no lo son… Sylvia no es tonta. Tú, por otro lado...
—¡Oye!
—… has hecho de meterte en situaciones difíciles tu propio deporte
olímpico personal. Por favor, por mí, trata de no ganar una medalla por una
vez.
Capítulo Siete
Dejando a un lado los planes de asesinato, fue una ceremonia bastante
normal. Por momentos sincera, por momentos torpe y aburrida. Si hubieran
estado en un funeral antes, habrían estado en este, y Cooper había estado en
más de lo que le correspondía.
Joe Park había sido incinerado y alguien había abierto en la nieve un
camino a un kilómetro del borde del acantilado con vistas al océano. Allí su
familia liberó a sus cenizas al viento y el agua. A mitad de los discursos, la
nieve empezó a caer, solo ligeramente al principio, y fue desconcertante
tratar de distinguir las cenizas de los copos. Adecuado, también, a su
manera. El hombre que había contado historias de lobos como guardianes
de la naturaleza ahora indistinguible de ella.
Vino mucha gente. Mucha más de lo que Cooper esperaba. Se unieron
a la lenta procesión desde la casa hasta el mirador cuando llegaron en un
particular orden, y tuvo la clara sensación de que había muchas
“costumbres” de las que Park no se había molestado en ponerle al corriente.
La atmósfera era más tensa que triste, pero tal vez esa era solo su
percepción, todavía dándole vueltas a lo que se había enterado.
La familia creía que uno de estos lobos era probablemente el
responsable de atacarlos, y mientras la procesión se acercaba cada vez más
a los acantilados, él no podía evitar imaginarse a un lobo saliendo de la
multitud y empujando a uno de la familia por el borde. Pero Park tenía
razón: sería una locura escenificar un ataque ahora. El sospechoso, si
hubiera un sospechoso, apenas llegaría a su objetivo porque cincuenta lobos
estarían sobre él. Cada uno de ellos cargando sus armas completamente
todo el tiempo.
¿Crees que no quiero encontrar a quien te hizo esto en este momento
y hacerlo pedazos?
Cooper exhaló temblorosamente. Eso había sido inesperado. Y muy
diferente del hombre afable e imperturbable que conocía. Pero querer
lastimar a alguien y de hecho hacerlo podría ser diferente. ¿Y podría decir
honestamente que se sentiría diferente si alguien le hubiera disparado a
Park?
Cuando la ceremonia llegó a su fin, Helena se levantó y dijo algunas
cosas. Nada demasiado sentimental, no es que Cooper hubiera esperado eso
de ella. Ella simplemente agradeció a Joe por ser un compañero para ella y
un líder para su comunidad.
—Todo lo que siempre quiso fue hacer un mundo seguro para
nosotros —finalizó, y las palabras, temblando solo un poco en su
sinceridad, le recordaron tanto a Cooper lo que ella había dicho esa mañana
que tuvo que apartar la mirada.
No le gustaba que no llamaran a la policía ni al BSI. Pero él nunca
había necesitado tener miedo de ninguno de los dos, tampoco. Nunca tuvo
que proteger un secreto que, si revelado, amenazaría todo su mundo. No a
menos que contaran cómo se había sentido siendo gay y encerrado a los
trece cuando cada secreto se sentía estremecedor, pero eso no se comparaba.
Le había sorprendido la mirada desdeñosa en los ojos de Park cuando
mencionó involucrar a la policía otra vez. ¿Pero era realmente tan extraño?
¿Qué podían hacer los policías?
No llamar al BSI era más difícil de defender: los crímenes de lobos
eran su propósito, después de todo, pero mentiría si no viese el punto de
vista de los Parks. Incluso antes de su licencia médica, Cooper había estado
dándole vueltas a sus sentimientos sobre la agencia. Ya no era realmente
feliz allí, ¿lo había sido alguna vez? Aunque la agencia había hecho
movimientos en la dirección correcta, el progreso era lento y este viaje
estaba ilustrando cuán mal equipados y enfocados todavía estaban.
¿Guerras de manadas? ¿Eliminación dirigida a los alfas? Incluso este
velatorio promedio y humano en la superficie, insinuaba reglas y
costumbres sobre las que el BSI no sabía nada.
Por ejemplo, si la mitad de estos lobos eran enemigos de los Parks,
¿por qué habían sido siquiera invitados aquí hoy? Los asesinatos eran
cometidos con mayor frecuencia por alguien que la víctima conocía, pero
esto parecía exagerado. Si tuviera la mitad de sospechosos de su asesinato
apareciendo en su velatorio, Cooper se preguntaría qué demonios estaba
pasando. Por supuesto, dudaba que asistiera la mitad de esta cantidad de
gente en su velatorio para empezar, pero aun así. Tenía la sensación de que
Park no le estaba contando toda la historia.
Finalmente, el cielo se oscureció aún más y el viento aumentó. Era
especialmente vicioso en el borde de los acantilados: las ramas de los
árboles eran sometidas a un tirón frenético y a un balanceo, y la nieve
encontró su camino bajo el cuello de la camisa de Cooper y hacia los
huecos en la base de su garganta. Los otros parecían ansiosos por el
repentino giro en el clima. Los invitados encorvaban los hombros y
caminaban de un lado a otro, mirando de lado a lado. Bajo el viento y el
susurro de los árboles, el sonido se distorsionaba. Los aromas
probablemente también. Cooper supuso que si perdía dos de sus sentidos
más agudos mientras estaba rodeado de potenciales enemigos, también
estaría nervioso.
Finalmente, la ceremonia se interrumpió y el grupo volvió a subir a la
casa y a ponerse a resguardo, extendiéndose por la planta baja. Alguien
había encendido un fuego en la chimenea y crepitaba agradablemente,
dando un engañoso brillo reconfortante para una noche incómoda. Park, o
alguna versión de Park que Cooper rara vez había visto antes, permaneció
pegado a su lado durante todo el asunto. Una presencia inquieta y enojada
que merodeaba cerca sin siquiera tocarlo, ni siquiera accidentalmente, y
miraba casi desafiante a cualquiera que se acercara a ellos que no fueran
parientes.
Cuando Cooper vio a la mujer con el cabello a rayas azules del
mercado en la esquina y se dirigió hacia ella, Park lo detuvo físicamente.
—No vamos a hablar con Sylvia Rosetti esta noche —murmuró Park.
—¿Esa es la Sylvia? ¿Policía de baños solo para clientes durante el
día, alfa enemigo por la noche?
Park le dijo, mirando a su alrededor.
—Ella no es nuestra enemiga —dijo con firmeza antes de guiarlo a un
compañero de conversación más apropiado. Era honestamente agotador,
pero Cooper no sabía cómo desanimarlo sin lastimar sus sentimientos.
Después de cuarenta y cinco minutos de hablar con la prima de Park,
Delia, sobre los mejores bares en DC, finalmente tuvo que rendirse. Ella era
perfectamente agradable, mucho más agradable que su padre, y Dios sabía
que a Cooper le gustaba beber, como lo demostraban las tres copas de vino
que ya había tomado, pero, francamente, no salía lo suficiente estos días
para justificar un desglose de barrio por barrio. También el caminar a través
de la nieve y la inagotable posición comenzó a darse a conocer con un
latido en su pierna, y agradecido aceptó la excusa para un poco de espacio
para respirar.
—Ve. Habla con tu familia y tu... —Cooper miró alrededor de la
habitación—. Habla con la gente. Me voy a sentar solo un rato.
—¿Estás seguro? ¿Necesitas que busque a Mai? O simplemente
podemos ir arriba. O aún podemos irnos —agregó Park esperanzado.
Cooper miró hacia afuera. Ahora era cerca del crepúsculo. Una
espeluznante luz gris verdosa se filtraba en lugar de brillar a través de las
enormes ventanas y la nieve había empeorado. El viento obligaba a los
copos a formar alianzas en el aire, creando formas y la ilusión de figuras
rodeando la casa. Buitres en el crepúsculo.
Sintió un repentino escalofrío recorrer su columna.
—Creo que nuestra oportunidad de escapar ha pasado, ¿no?
—Di la palabra y yo mismo nos desenterraría.
—Guarda tus cucharas. Solo quiero sentarme. Además, tu no enemiga
Sylvia ya se ha ido. —Park miró a su alrededor para confirmar eso y
Cooper tocó su cintura ligeramente, bajando la voz—. Dijiste que no
estamos en peligro, ¿verdad?
Park hizo una mueca.
—Un movimiento contra cualquiera de nosotros hoy sería la
autodestrucción.
—Entonces no te preocupes por mí. Pasa tiempo con tu familia.
Porque tan pronto como sea posible, voy a sacarte de esta espeluznante
novela de Forster14 y no voy a dejarte volver por mucho tiempo.
—¿Lo prometes? —dijo Park, bromeando, pero a la vez no. Parecía
exhausto. Las líneas en forma de tela de araña arrugaban las comisuras de
sus ojos y boca, y había un músculo temblando en su mandíbula.
—Mmm. ¿Alguna vez te he mentido? —Cooper se inclinó hacia
adelante para presionar un beso su mejilla y lo sintió ponerse rígido,
incómodo. Cooper se apartó—. Lo siento. ¿No se suponía que debía hacer
eso?
—No, no, está bien —dijo Park apresuradamente, pero no lo miraba a
los ojos y estaba escaneando la habitación como si tomara nota de todos los
que podrían haber visto.
Cooper siguió su mirada y se dio cuenta para su incomodidad que
estaban siendo muy cuidadosamente observados. No directamente. Pero
sabía cómo se veía cuando uno estaba tratando de escuchar a escondidas sin
llamar la atención. Algunos de los invitados estaban demasiado quietos, ya
no hablaban ni hacían nada, solo miraban a cualquier lado menos a Cooper
y a Park, esforzándose por escuchar.
Cooper abrió la boca para disculparse, ¿por qué? Park estaba fuera del
armario, y dijo que estaba bien; pero fue interrumpido por un rápido beso
de regreso. Este fue mucho más posesivo que el beso en la mejilla casual y
prácticamente platónico de Cooper, y lo dejó balanceándose levemente y
viendo puntos cuando Park finalmente lo soltó.
—No te metas en problemas —dijo Park, con voz ronca, y lo guio a
un asiento junto al fuego con una copa de vino antes de que Cooper pudiera
recuperar el control de sus labios y preguntar por qué carajos había sido
eso.
Observó como Park cruzaba a la habitación contigua para hablar con
Camille y Ricky y la multitud se separó ante él, agachando la cabeza en
señal de deferencia. Era... extraño.
Ésta no era la primera vez que Cooper había visto a los lobos
reaccionar sumisamente a Park de alguna forma. Cualquier caso al que iban
solía involucrar lobo cuyos ojos se abrían de miedo en el momento en que
Park entraba en la habitación. La mayoría de los agentes del Trust también
lo evitaban. Cooper siempre había asumido que estaban reaccionando a
alguna señal oculta para los humanos y relacionada con ser un alfa.
Pero ciertamente había otros alfas en la habitación y no conseguían la
misma cantidad de espacio, movimientos nerviosos y ojos siguiendo cada
movimiento que hacían como Park. ¿Era algo más a lo que reaccionaban los
lobos? ¿El regreso del hijo pródigo, tal vez? ¿La riqueza de su familia?
Cooper se dio cuenta que no le gustaba la idea de otra señal oculta que Park
llevaba que él no pudiera ver.
No te habría molestado antes de esta mañana.
Cooper escaneó la habitación en busca de Helena y, en cambio, vio
las rayas azul eléctrico de Sylvia deslizándose de regreso a la habitación.
No se había ido después de todo. Él comprobó para ver si alguno de los
otros Parks se había dado cuenta, pero un relato particularmente ruidoso de
“aquella vez que un alce pateó a Joe mientras corría” estaba
reproduciéndose en la esquina y la familia parecía absorta.
Sylvia rodeó el borde de la habitación, moviéndose hacia un grupo de
lobos solitarios parados torpemente en la esquina, balanceando copas de
vino y pequeños platos de comida. Como si sintiera su mirada, se volvió
para mirarlo. Cooper levantó una mano a modo de saludo y ella cambió de
dirección hacia él. Lo siento, Oliver.
Pero ella había ido a él. Y no estaba investigando, solo... dándole
seguimiento a alguien que había conocido ayer. ¿Si surgía el tema del
asesinato? Bien, eso era solo hablar del trabajo. El trabajo de Cooper, con
suerte, y no el de Sylvia.
—Hola de nuevo. ¿Acaba de llegar aquí? —preguntó Cooper
alegremente, levantándose para saludarla.
Sylvia sonrió lentamente. Sabía que ella había estado aquí todo el
tiempo. Ella sabía que él sabía. Puede que Cooper no hablara lobo, pero aun
así tenía un par de códigos en su manga.
—Solo estaba usando el baño. Es una casa grande. Es fácil perderse.
—Tiene suerte que no sea solo para clientes.
—Bueno, se podría decir que he tenido una especie de relación
comercial con la familia más tiempo del que usted lleva vivo.
—Soy más joven de lo que parezco —dijo Cooper—. Sin embargo
eso debe haber sido una sorpresa. Un socio de tanto tiempo... muriendo
inesperadamente de esa manera.
—¿Es realmente inesperada la muerte a los noventa y dos años? —
dijo Sylvia. Ella se inclinó cerca, y Cooper captó el leve olor a orégano y
cigarrillos—. Algunas de las personas aquí creen que él mismo lo hizo.
Las cejas de Cooper se elevaron tan rápido que sintió que la piel
alrededor de su costra tiraba.
—Yo no, por supuesto —continuó Sylvia enérgicamente—. Si
conociera a Joe tanto como yo lo hacía, sabría que él nunca era de los que
soltaban nada voluntariamente. Oh, querido. Se ha hecho sangrar de nuevo.
—Sylvia lamió el borde de su pulgar y frotó suavemente el pequeño hilo de
sangre fresca.
Cooper estaba demasiado conmocionado para alejarse. Era un gesto
gentil, amable, y puramente maternal convertido vagamente en aterrador
por el hecho de que solo la había visto una vez. No tenía idea si estaba
destinado a ser una amenaza o si Sylvia era solo una loca sin fronteras
personales. O tal vez era una cosa de lobos. Era la segunda vez que obtenía
la saliva de un extraño en cuarenta y ocho horas, y eso era algo que no
había podido decir desde la universidad.
—Listo —dijo ella, examinándolo, satisfecha—. No tan bonito como
a él le gusta, tal vez, pero ya no tan desaliñado. Además, es refrescante ver
a Ollie con alguien tan diferente. No tenemos suficiente sangre nueva en
Port Drove.
—Yo, eh, no me quedaré —tartamudeó Cooper, con la mente dándole
vueltas. Tal vez no debería haber comenzado esa última copa de vino. Había
comenzado la velada con un cóctel de plumas en el muslo, después de todo.
—Eso es lo que todos dicen. Pero mire a esta gente. —Ella hizo un
gesto con la cabeza hacia la habitación llena—. Ellos tampoco pensaban
quedarse. Pero los Parks siempre tuvieron un don para... coleccionar.
Especialmente Oliver. —Sylvia hizo girar un mechón de cabello color azul
alrededor de su dedo—. Incluso yo fui solo una turista de paso una vez.
—Ayer conocí a un par de turistas que mencionaron conocerle, en
realidad —dijo Cooper impulsivamente—. Esperaba ponerme en contacto
con ellos antes de irme. Dejé una chaqueta en su auto. ¿Una doctora y un
señor Freeman?
Un grito de risa llegó desde el otro lado de la habitación, y la atención
de Sylvia pareció vagar, deteniéndose en Lorelei y Tim susurrando
furtivamente en la esquina.
—No me suenan —dijo distraídamente—. Pero hay casi tantos
Rosettis en Port Drove como Parks, si entiende lo que quiero decir. Espere.
Movió sus dedos hacia alguien detrás del hombro de Cooper y un
hombre apareció, como si hubiera sido conjurado.
—Quizás Geoff pueda ayudarle. Ahora realmente debería darle el
pésame a Helena e irme antes que la nieve nos sepulte a todos. Venga
pronto al mercado y charlaremos. Incluso podría dejarle entrar al espacio de
la parte de atrás para hacer pis. Mientras tanto, beba y sea feliz.
—¿Porque mañana moriremos15? —preguntó Cooper, terminando el
dicho.
—Disfrute de la fiesta, señor Dayton. —Ella guiñó un ojo y se alejó, y
el hombre que había convocado inmediatamente llenó su lugar, impidiendo
que Cooper observara a dónde iba a continuación, tan suavemente que
parecía coreografiado.
El hombre, Geoff, supuso, era alto, más alto que Cooper en al menos
unos diez centímetros. Blanco, calvo, de cuello grueso y lucía una
quemadura solar a lo largo de la nariz, parecía lo que en las viejas películas
de gánsteres llamaban un matón. Ya que a Park no le gustaban todas las
metáforas cinematográficas, Cooper simplemente lo llamaría una amenaza.
Cuando trató de dar un paso rodeándolo, el hombre lo imitó, bloqueando su
camino. Obviamente, él era el músculo que Sylvia había convocado para
evitar que la siguiera.
Contrariamente a la intuición, parte de Cooper se sentía más segura, o
al menos en un terreno más estable, alrededor de Geoff. Esta era una
intimidación que él entendía alta y clara. Puramente física. Sylvia y él ni
siquiera hablaban el mismo idioma.
—Así que eres el nuevo —dijo Geoff con rigidez, como si incluso esa
sutileza básica social fuera dolorosa—. ¿Una bebida? —Le ofreció un
nuevo vaso de Pinot, luciendo como un especial después de la escuela.
Peligro extraño, por diez. Cooper estaba sorprendido de no ver humo con
forma de calaveras y tibias cruzadas gorgoteando sobre el borde.
—Estoy bien, gracias.
Geoff se encogió de hombros, y un poco de vino se deslizó por el
borde y sobre sus dedos hacia la alfombra.
—¿Te gusta Port Drove?
—¿Cómo podría no hacerlo, con toda la gente cálida y acogedora? —
dijo Cooper sin emoción. A Geoff no le hizo gracia.
—¿Te quedarás mucho tiempo? —Sus ojos oscuros eran demasiado
astutos, demasiado intensos para que fuera una pregunta casual.
Cooper se encogió de hombros, tratando de mantener la respuesta
vaga.
—Creo que eso depende de la tormenta. ¿Y tú? ¿Eres de por aquí?
—He estado viviendo con Sylvia durante tres años.
—Oh. ¿Tú y ella...? —Cooper se calló y Geoff lo miró sin emoción.
—Trabajo para ella. En su mercado.
—Correcto. Estuve ahí ayer. Buen lugar. Sylvia mencionó que podrías
ser capaz de ponerme en contacto con algunas personas que conocí en el
pueblo. ¿Los Freeman?
La expresión blanda y concreta de Geoff se oscureció y se torció en
una gárgola.
—Los investigadores —dijo con el mismo nivel de deleite que la
gente usaba para decir la palabra cucarachas—. ¿Qué tipo de negocios
tienen los Parks con ellos?
—Ningún negocio —dijo Cooper rápidamente, no queriendo ser
considerado portavoz de la manada y comenzar ningún rumor—.
Simplemente me llevaron ayer y dejé mi chaqueta en el auto. Tonto de mí.
Pero con un clima como este podría usar todas las capas que pueda
conseguir.
Geoff no se lo creyó.
—No los conozco.
—¿De verdad? Porque mencionaron que tuvieron una reunión con
alguien en la familia, eh, Rosetti. Tal vez podrías…
—No. No hubo reunión. —Geoff se cruzó de brazos y Cooper no
pudo evitar notar que los brazos de la chaqueta de su traje se tensaban para
contener los músculos de sus hombros—. No, a menos que estés hablando
de ese tipo con el palo en el culo, afirmando que quería hablar sobre
algunos títulos de propiedad antiguos que había desenterrado en la oficina
de registros.
—¿Qué títulos de propiedad?
Geoff se encogió de hombros.
—¿A quién le importa? Tan pronto como llegó allí, dio un giro de
ciento ochenta y me acusó de tener un romance con su esposa.
Cooper frunció el ceño, sorprendido.
—¿Y? ¿Lo tenías?
Un gruñido de advertencia bajo salió del enorme pecho de Geoff.
—¿Esa humana de treinta y cinco kilos lamiendo mis talones,
arrodillándose en mi mierda y jadeando sobre las huellas de mis patas?
—Pervertida —dijo Cooper con calma—. ¿Entonces eso es un sí o un
no?
Los gruñidos se hicieron más intensos y los ojos de Geoff se
ampliaron y brillaron cuando el lobo se despertó ante la flagrante falta de
respeto. Alrededor de ellos varios invitados se habían vuelto para mirar
fijamente.
—Me gustan mis amantes mucho menos frágiles. —Dio un paso más
cerca de Cooper, cuadrando sus hombros—. No sé cómo Oliver no te parte
por la mitad cada vez que te folla. —Miró deliberadamente la férula de
Cooper y hacia arriba hasta el hematoma en la cabeza—. O tal vez lo haga y
a ti te guste.
—No retrocedas —le había dicho Park una vez. Había sido un día
realmente bueno que habían pasado vagueando por el apartamento y
terminando medio desnudos en el sofá. Después de nada más que sexo,
comida y dormir, era de esos raros momentos que Park parecía
genuinamente relajado para hablar de cosas de lobos. Ansioso, incluso—.
Si sientes que intentan dominarte o intimidarte, la mejor reacción es no
reaccionar. Vamos a practicar.
Se había arrastrado sobre el cuerpo extendido de Cooper, con el pecho
hacia afuera, y la barbilla hacia arriba, de repente pareciendo el doble de su
tamaño normal.
—Ruge —había dicho, completamente en serio.
Cooper no pudo evitarlo. Simplemente se había levantado y lo había
besado.
—No es así como quiero que desarmes a los lobos amenazantes —
había dicho Park severamente.
—Oh, bueno, supongo que necesito más práctica.
Cooper sonrió, recordándolo ahora. También había sido una noche
realmente buena. Los ojos de Geoff se abrieron y se apartó abruptamente,
como si estuviera profundamente perturbado por la reacción de Cooper.
Miró a su alrededor, y su expresión se volvió consternada al ver cuántos
lobos estaban ahora mirando abiertamente su intercambio. Una audiencia
pequeña pero atenta sin siquiera pretender no escuchar a escondidas.
Incluso Helena estaba merodeando junto a la chimenea, mirándolos con
expresión inescrutable.
—¿Quién diablos te crees que eres? —siseó Geoff.
Cooper sintió su primer hilo de genuina preocupación. No había nada
peor o más peligrosamente impredecible que un hombre humillado. Pero él
sabía incluso sin Park que decirle que retrocediera ahora con todos estos
testigos era una idea aún peor que antes.
—Voy a necesitar que te calmes y salgas de mi cara —dijo Cooper
uniformemente.
Geoff estaba sorprendido ahora. Su rostro se estaba poniendo rojo, de
rabia o vergüenza, no importaba. Ninguno de los dos presagiaba nada
bueno.
—Crees que eres gran cosa por el Pastor, ¿no?
Cooper frunció el ceño. ¿Esa era jerga para el BSI? ¿O…?
Geoff no esperó una respuesta.
—Todavía tengo contactos en Estados Unidos, ¿sabes? He escuchado
todo sobre ti. Cómo que eres la mitad del hombre que solías ser. —Él
golpeó su propio estómago, luego se inclinó más cerca, susurrando, apenas
audible—: Cómo a ti y a tu compañero humano les gustaba matar lobos y
filmarlo para correrse. Me pregunto qué dice Helena al respecto.
Cooper sintió que se le congelaba la columna vertebral.
—A menos que ella no lo sepa. Oh, oh. Bueno, espero por tu bien que
nadie...
Sus ojos parpadearon sobre el hombro de Cooper. Ya no estaban
solos. Antes de volverse completamente para mirar; por un momento
desconcertante Cooper pensó que Park había llegado, antes de darse cuenta
que era Marcus. Realmente se veían similares.
—¿Todo bien? —dijo Marcus alegremente. Su cabeza se hundió un
poco con cortés deferencia.
Geoff se enderezó y asintió considerablemente menos deferente.
—Yo ya me iba. —Hizo contacto visual con Cooper una vez más, y a
pesar de todo, Cooper se aseguró de devolverle la mirada. Geoff hizo una
pequeña mueca—. Mantengan a sus malditas mascotas en su lugar,
¿quieren? —dijo antes de irse furioso, casi golpeando con el hombro a
Marcus.
—¿Qué fue eso? —preguntó Marcus, mirando a Geoff cruzar la
habitación e inclinarse para susurrar algo al oído de Sylvia.
—No lo sé —murmuró Cooper, con el corazón latiendo salvajemente.
¿La familia de Park conocía los detalles de lo que pasó en Florence? Dado
que ni siquiera sabían quién era, lo dudaba. De cualquier manera, Geoff
estaba amenazando con asegurarse que lo hicieran ahora. Había llegado tan
de repente—. Estábamos discutiendo sobre los Freemans y se volvió loco.
La boca de Marcus se apretó ligeramente con disgusto y él, por su
parte, no se molestó en fingir no reconocer el nombre.
—¿Por qué? ¿Qué le dijiste?
—¡Nada! Sylvia dijo que podía preguntarle cómo ponerme en
contacto con ellos. Por eso, literalmente, lo llamó para que se acercara.
Luego simplemente se volvió loco.
—Geoff es la mano derecha de Sylvia Rosetti. Él simplemente no se
vuelve loco. Ella podría haber fingido querer ayudarte, pero todo lo que
Geoff hizo o dijo fue bajo sus órdenes.
—No lo sé —dijo Cooper vacilante. Al final del día, los lobos eran
todavía gente. Alfa o no, la gente hacía cosas a espaldas del otro todo el
tiempo. Supuso que era posible que la personalidad loca de Sylvia fuera
todo un acto. Pero ¿no era también posible que Geoff tuviera sus propias
razones para amenazar a Cooper al segundo que empezó a preguntar sobre
la doctora Freeman específicamente?— ¿Alguna idea de por qué David
Freeman estaría preguntando sobre títulos de propiedad?
—Lo siento, no puedo ayudarte. Mantener a los humanos fuera de
nuestro negocio es más terreno de Stuart. Quizás quieras preguntarle a él.
Cooper hizo una mueca ante la idea de una expedición de pesca uno a
uno con Stuart, hablando de por qué los humanos eran los peores.
—No debes tomarte su reticencia hacia ti demasiado personalmente
—dijo Marcus gentilmente, captando su mirada.
Cooper pensó que reticencia no era realmente la palabra que hubiera
elegido. No cuando disgusto, hostilidad abierta y aborrecimiento estaban
listas para ser cosechadas.
Marcus continuó: —Ha tenido algunas... malas experiencias con los
de tu clase antes.
—Sí, yo también, pero trato de no echármelo en cara.
Marcus se rio.
—No te pareces en nada a lo que esperaba. Y no solo porque no eres
un lobo. —Hizo una pausa pensativo—. En realidad eres bastante como la
madre de Delia. Ella también era humana, ¿sabes?
Cooper se quedó boquiabierto.
—¿La ex de Stuart? No, no lo sabía. Quiero decir, Oliver dijo que su
familia desaprobó la relación, pero no dijo por qué.
—No es una historia feliz. Se conocieron bastante jóvenes, Stuart y la
madre de Delia. Joe no lo aprobaba, por supuesto, y peleaban por eso
constantemente. Cuando se le prohibió verla, Stuart dejó la manada.
—¿Qué pasó?
Marcus miró al vacío, aparentemente perdido en el recuerdo.
—Terminó bastante de repente, dos años después. Verás, ella no sabía
lo que éramos. Lo que él era. El intento equivocado de Stuart de protegerla
de nuestro mundo. De Joe. Cuando se enteró... bueno, en pocas palabras,
ese fue el final. Ahora el pensar que cualquier humano conozca nuestro
secreto es suficiente para hacer salir sus garras.
Cooper no pudo evitar tocarse la barriga.
—No lo sabía.
—¿Cómo pudiste haberlo hecho si Ollie no te lo dijo? —dijo Marcus
como una cuestión de hecho—. Al igual que Stuart, estoy seguro que Ollie
tiene buenas intenciones, pero te ha puesto en una situación de riesgo sin
todos los hechos.
—Oliver no cree que estemos en peligro.
Una leve sorpresa cruzó el rostro de Marcus antes de convertirse en
una tierna especie de diversión casi compasiva.
—Si te dijo eso, tal vez piense que tú también necesitas protección.
Cooper frunció el ceño y examinó la habitación en busca de Park, que
parecía haber desaparecido. Ahora que estaba pensando en ello, era extraño
que Park no hubiera sido el que intervino cuando Geoff se enfrentó a él.
Diablos, estaba sorprendido que Park no se hubiera presentado tan pronto
como Sylvia volvió a entrar en la habitación. Ella estaba en una profunda
conversación con Lorelei ahora, pero Geoff había logrado desaparecer su
enorme cuerpo también entre la multitud.
Cooper sintió una pequeña pizca de preocupación en la base de su
cráneo. En lugar de Park, había visto otro rostro familiar e inesperado. La
mujer con las gafas de sol del mercado. La imitación de Double
Indemnity16. Ella había pasado junto a la entrada de la sala de estar, se
detuvo en la puerta, miró a Cooper, luego continuó fuera de la vista.
—¿Viste eso?
Marcus parpadeó.
—¿Disculpa?
—Esa mujer, pasando por la puerta hace un momento.
Marcus todavía parecía perplejo.
—No importa. ¿Me disculpas? —dijo Cooper. Empezó a seguir a la
mujer cuando Marcus le tomó el codo con un agarre sorprendentemente
fuerte.
—Espero no haber dicho nada que te haya molestado.
—No, no, claro que no. —Echó un vistazo ansioso a la puerta vacía.
—Yo solo… —Marcus vaciló, considerando, luego habló el resto
apresuradamente como si supiera que tenía una oportunidad para decir esto
—. Espero que sepas que Ollie está en una posición precaria. Puede que no
le guste, pero todo lo que hace, cada elección que hace, importa este fin de
semana. Y ahora que te ha anunciado, tus acciones se reflejan en él ante los
espectadores. Y créeme, están observando.
Cooper frunció el ceño.
—¿Te refieres a Geoff?
—Me refiero a todos en esta sala. Y todos a los que todos en esta sala
le cuenten. Puede que no te lo parezca, pero los lobos vivimos en un mundo
engañosamente pequeño. Y cada día se reduce más.
Marcus pareció distante por un momento, luego soltó el brazo de
Cooper.
—Solo creo que deberías saber en lo que te estás metiendo. No me
gustan los secretos. Nunca los encontré particularmente útiles al final.
—Sí, he oído eso de ti.
—Bien. Habla con Ollie. Recuérdale que a él tampoco le gustan.
Cooper vaciló.
—Oliver me dijo lo que hiciste por él, cuando su padre murió.
Siempre te ha admirado por eso.
—¿De verdad? —La expresión de Marcus era sorprendida pero
complacida—. Bueno, él podría ser el único.
—Seguramente se dan cuenta de que nunca deberían haber mentido
para empezar. —Él recordó la aguda refutación de Helena a Marcus esa
misma tarde. La tensión y el estallido de una ira ardiente que casi había
sofocado la habitación. Enmendó, culpable—. O al menos los hermanos y
hermanas de Oliver se deben haber alegrado de saber la verdad.
Marcus sonrió de forma extraña, con una mueca de tristeza en la boca.
—Creo que has subestimado cuánto de nuestras vidas como lobos
estamos dedicados a mantener una ficción u otra. La honestidad es algo
inesperado y aterrador para criaturas como nosotros. Todos me culparon
porque dejara la manada, tú lo sabes. Joe nunca pudo perdonarme por eso.
No era necesario decir: él ahora nunca lo hará.
—Lo siento —murmuró Cooper.
—Era lo correcto —dijo Marcus con firmeza, y su rostro era cálido y
de disculpas una vez más; los ojos amaretto que le recordaban a Cooper al
hombre que amaba. Amaba y potencialmente había perdido por el
momento, al menos.
Cooper miró hacia la puerta.
—Mírame poniéndome triste. Y en un velorio de todos los lugares. —
Marcus guiñó un ojo y lo despidió con un gesto para espantarlo—. Siento
haberte retenido tanto tiempo. Ve. Busca a Oliver y sean honestos con el
otro. Convence a un viejo lobo que no es demasiado tarde para que
aprendamos nuevos trucos.
Cooper se despidió de nuevo y cruzó la habitación. Salió de la ruidosa
sala de estar hacia el vestíbulo, donde la mujer había desaparecido. Al
principio no la vio. Luego, allí estaba, en el segundo nivel con vista al piso
principal. Sus manos descansaban en la barandilla, como si lo hubiera
estado esperando. Tan pronto como Cooper la vio, ella desapareció de
nuevo, por un pasillo que conducía más profundamente en la casa.
Él se dirigió a las escaleras, pero antes que pudiera alcanzar el primer
escalón, la puerta hacia el exterior se abrió y Stuart entró, trayendo consigo
una ráfaga de aire helado, nieve arremolinándose y un fuerte olor a
cigarrillo.
Cuando vio a Cooper, se quedó helado y su rostro se ensombreció.
—¿Qué estás haciendo deambulando?
—Yo... —Cooper se detuvo. Se obligó a no mirar hacia el balcón. Era
la casa de Stuart, tenía derecho a saber si algún loco andaba por ahí, pero
Cooper se sintió extrañamente incómodo de hablarle sobre la mujer.
Dudaba que fuera la intención de Marcus, pero su historia sobre la madre de
Delia había hecho que Cooper se compadeciera más de Stuart... y confiara
menos en él—. Se estaba poniendo tenso allí. Pensé que sería mejor para
todos si yo fuera arriba por esta noche.
Stuart se tiró del bigote pensativamente y, cuando habló, su voz
sorprendentemente no era cruel.
—Oliver tenía razón al querer mantenerte fuera de esto. No es seguro.
Era un extraño déjà vu de su conversación con Marcus. Tan diferentes
como eran los hermanos, parecían estar de acuerdo en que no todo era tan
seguro y simple como Park lo hacía sonar, lo cual era frustrante.
—Puedo cuidarme solo.
—No estaba hablando de ti —espetó Stuart—. Típico humano
egocéntrico. Ni siquiera puedes ver en cuánto peligro nos pones con solo
estar aquí. Que sepas que si algo le pasa a Oliver, será por ti.
Stuart se inclinó más cerca.
—Tu debilidad lo debilita a él. Siempre lo hará.
Antes que Cooper pudiera evitar quedarse boquiabierto, Stuart pasó
junto a él, con cuidado de no tocarlo, y volvió a entrar en la sala de estar.
¿Qué carajos? Cooper lo miró fijamente. ¿Qué demonios se suponía
que significaba eso? Y lo que era más importante, ¿era una advertencia o
una amenaza? Miró hacia el balcón, pero por supuesto la mujer se había
ido. Maldita sea Stuart y su siniestra mierda. Él y Marcus, honestamente.
Cooper medio que se preguntaba si habría sido planeado si Stuart no se
hubiera visto tan sorprendido a verlo.
Cooper se aseguró de que nadie en la sala lo estuviera mirando, y
luego subió apresuradamente las escaleras, de dos en dos, luego una a la vez
cuando su espinilla débil se rio de tanta temeridad, y continuó pasando el
balcón, hacia el pasillo que la había visto tomar. Pero no había nadie.
Redujo la velocidad, escuchando por alguna señal de ella, pero la casa
estaba construida con solidez con paredes increíblemente gruesas e incluso
los silenciosos sonidos de condolencias y la cháchara artificial de la planta
baja se iba debilitando rápidamente a medida que cruzaba la alfombra.
¿Qué eran todas estas habitaciones? No había estado aquí antes. El
dormitorio de él y Park no estaba en este lado de la casa, y no era como si
se le hubiera ofrecido un recorrido.
Todas las puertas estaban cerradas de manera displicente y el peso de
su férula hacía un ruido sordo desigual contra el suelo. Seguía esperando
que un Raymond medio transformado saltara en cualquier segundo,
rugiendo: ¡El ala oeste está prohibida!
Cooper se permitió un movimiento protector de su mano sobre sus
cicatrices y continuó. Al final del pasillo llegó a una bifurcación en el
camino, por así decirlo. Había una luz a la izquierda. La derecha estaba
oscura.
—Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y tomé el menos
aterrador17 —murmuró Cooper y se dirigió hacia la luz. Literalmente y no
metafóricamente, esperaba.
Apenas se había movido tres metros cuando escuchó el suave clic y el
ruido sordo de una puerta cerrándose detrás de él, al final del pasillo oscuro.
Él rápidamente retrocedió. Allí. Voces amortiguadas. Presionó su oreja
contra la madera, deseando no por primera vez poder escuchar como un
lobo. Alguien estaba enojado.
Cooper respiró hondo, abrió la puerta y se quedó helado.
Esa no era la mujer.
Capítulo Ocho
—¿Oliver?
La habitación era una especie de biblioteca barra oficina, con paredes
del piso al techo con estanterías para libros y un pesado escritorio y una
silla de cuero en el centro. Park estaba detrás del escritorio parado cerca,
muy cerca, con un hombre que Cooper no reconoció. Un hombre atractivo
cuya mano estaba actualmente agarrando la solapa de la chaqueta de Park.
Ambos estaban mirando a Cooper con expresiones gemelas de
sorpresa que habrían sido divertidas en otras circunstancias. Cuáles esas
eran esas circunstancias, no podía empezar a adivinarlas.
—¿Qué...?
Park dio un paso atrás apresuradamente, con expresión incómoda y un
poco culpable, y la mano del hombre se apartó de él.
—Cooper. ¿Qué estás haciendo aquí arriba? —Hizo una mueca de
dolor ante sus propias palabras—. Quiero decir, ¿pasa algo? ¿Estabas
buscándome?
—Creí haber visto a esa mujer venir aquí —dijo Cooper lentamente
—. La mujer rara del mercado. —No podía dejar de mirar del hombre a
Park y viceversa, tratando de leer el lenguaje corporal. Confiaba en Park.
Confiaba en él con su vida. No pensaba que lo engañaría o lo lastimaría
intencionalmente. Pero en serio. ¿Qué demonios?
El hombre, un hombre blanco, con cabello oscuro, de la edad de
Cooper o menos, estaba observándolo de vuelta, obviamente curioso y un
poco... ¿engreído? ¿Divertido?
—No vimos a nadie extraño venir aquí —dijo—. La compañía actual
excluida, por supuesto.
Cooper se puso rígido.
—Lo siento, ¿y tú eres?
Park le lanzó una mirada al hombre e indicó a Cooper que entrara en
la habitación.
—Ah, este es Eli. Eli, Cooper.
—Nos conocimos —dijo el hombre, moviéndose lenta y
delicadamente alrededor del escritorio para estrechar la mano de Cooper. Su
agarre era suave, casi flácido, lo que obligó a Cooper a sostenerlo con más
fuerza o dejarle caer la mano.
—¿Sí? No te recuerdo.
—Eso es gracioso. No he podido quitarme de la cabeza el recuerdo de
verte de espaldas jadeando. —El pulgar de Eli trazó un pequeño círculo en
el interior de su muñeca, y esa fue toda la advertencia que recibió antes de
que Eli se lanzara hacia adelante e inhalara el aire junto al cuello de Cooper,
su agarre en la mano de Cooper de repente irrompible como el hierro—.
Mmm, ya se desvaneció. ¿Realmente dejé una impresión tan efímera?
Presionó un beso rápido y seco en la mejilla de Cooper. Al otro lado
de la habitación, Park gruñó y Cooper se apartó. Esta vez Eli lo soltó sin
resistencia.
—Tú eres el lobo.
—El lobo. —Eli se llevó una mano al corazón—. Ese es un gran
nombre. Especialmente por aquí. Especialmente hoy.
—El lobo en el auto. Me lamiste.
—Lo siento por eso. Olías como... alguien a quien solía conocer, y
como que me sobreexcité un poco. —Eli lo miró parpadeando, falsamente
inocente—. Solo agradece que no te oriné encima. —Rodeó a Cooper con
una mirada apreciativa—. Eres incluso más lindo de lo que Ollie dijo que
eras.
—Bueno, no me ha dicho nada sobre ti —dijo Cooper con voz tensa.
Él trató de no inquietarse o cubrirse ante la descarada valoración.
—Oh, soy el chico de al lado. —Eli se detuvo frente a él y le guiñó un
ojo—. El que se escapó. El viejo galán. La llama apagada. El ex.
Las cejas de Cooper se alzaron y miró a Park, que se estaba
masajeando las sienes como si estuviera esperando un aneurisma. O quizás
le estaba dando la bienvenida a uno.
Ahora que sabía que Park había salido con él, Cooper tomó una
mirada mucho más cuidadosa. Eli era más bajo que Cooper y más pesado;
musculoso, sí, pero con una agradable capa de grasa que lo hacía lucir
suave, tierno y bastante sexy. Su cabello negro era abundante y largo, más
allá de la barbilla, y tenía una barba muy recortada, ojos grises y pestañas
oscuras absurdamente gruesas. Era innegablemente atractivo, hermoso,
incluso, y no se parecía en nada a Cooper.
¿Qué era preferible, se preguntó Cooper, descubrir que el ex de tu
pareja se parecía a ti o no?
—No me di cuenta… —comenzó, luego cerró la boca porque eso lo
cubría. No se dio cuenta. No era que le sorprendiera que Park tuviera un ex
o que dicho ex fuera deprimentemente atractivo. Ese era el riesgo de salir
con alguien tan innegablemente encantador como Park. Cooper se
sorprendía a menudo que no necesitara ahuyentar a más ex amantes. Ni
siquiera le sorprendió que Eli fuera un lobo.
Alguien que lo entienda. Quizás esto era exactamente a quien Helena
tenía en mente. De lo que no se había dado cuenta era que el supuesto ex
amante caliente y hombre lobo estaría materialmente aquí hoy. Instalado en
una habitación de arriba jugando con los botones de Park mientras Cooper
estaba abajo siendo escupido por todo el mundo y preocupándose por él
como un idiota.
El silencio se prolongó. Por favor, no me hagan preguntar por qué
están aquí arriba juntos, suplicó a los dioses de las relaciones. Pero nadie
estaba ofreciendo información voluntariamente. Eli todavía lo estaba
estudiando como si fuera un autenticador y Cooper fuera una falsificación
muy inteligente, y Park miraba con tanta furia los estantes al otro lado de la
habitación, que bien podría haber estado tratando de leer los libros sin
abrirlos.
—¿Debería...? Probablemente debería volver abajo —dijo Cooper
finalmente—. Lo siento por interrumpir.
—¿Qué? No. No interrumpiste nada —protestó Park—. Eli solo
estaba…
—Diciéndole a Ollie que encontré rastros de intrusos en el extremo
este del bosque, justo en el límite de la propiedad Park-Rosetti —dijo Eli—.
Humanos. Tres o cuatro, creo.
—¿Y estabas ahí fuera porque...? —preguntó Cooper—. ¿Estabas
babeando sobre más automovilistas varados?
Eli se rio.
—Solo estirando mis piernas. Vivo a menos de veinte kilómetros de
allí.
Oh. Solo una media maratón informal e improvisada. Ningún
problema.
—Debes ser muy elástico.
—Eso es lo que me dicen.
Cooper sintió que se le encendía la cara. Se aclaró la garganta
repentinamente apretada.
—Entonces tú, eh, vives cerca de la frontera, ¿verdad? Entonces,
¿eres un Rosetti?
Eli arrugó la nariz divertido y miró a Park.
—Dios no. Soy un Park.
—¿Disculpa? —dijo Cooper aturdido. A lo lejos, en la parte del
refugio antibombas de una neurona de su cerebro aún vivo y funcionando,
registró el suspiro de Park—. ¿Qué quieres decir con un Park?
—¿Me uní a la manada hace quince, veinte años? Por supuesto, solo
era un pequeño bebé entonces.
Esos chistes siempre eran más divertidos cuando la persona no
parecía literalmente que podría ser tan joven. O tal vez Cooper simplemente
no estaba en el estado anímico para reírse.
—¿Así que ahora vives en sus bosques como, qué, su primera línea de
defensa?
—Me gusta pensar en mí mismo más como un canario. —Eli hizo un
saludo perezoso—. Pío, pío.
—¿Y notaste algo inusual en la mina de carbón el día que Joe Park
murió, Piolín? —espetó Cooper.
Eli enarcó una ceja bien formada, divertido.
—Sabes, me pareció ver un lindo ga…
Park interrumpió:
—Guárdate el acto de vodevil para la carretera. Estoy seguro que si
Eli vio cualquier cosa ya se lo ha dicho a los demás.
—Está bien —dijo Cooper—. ¿Entonces lo hiciste? ¿Ver algo, quiero
decir? ¿O es un secreto que solo ustedes, los Parks, pueden saber? —Le
vino a la mente la palabra abrasador. Cooper se sentía acalorado con solo
decirlo.
—Déjame adivinar. Eres el poli malo —dijo Eli arrastrando las
palabras—. Es caliente.
Park cortó la réplica de Cooper.
—De todos modos, gracias por informarme sobre todo esto. Pasaré tu
información sobre los intrusos a Helena. Ella probablemente envíe a alguien
para hacer un seguimiento contigo mañana.
Eli parpadeó sorprendido e inclinó la cabeza.
—¿No planeas comprobarlo tú mismo?
Park hizo un gesto hacia Cooper, como diciendo: Lo haría si no
estuviera cargando con este.
—Probablemente nos iremos más temprano que tarde.
—No me importa posponerlo —dijo Cooper rápidamente.
No había manera en el infierno que Park lo usara como excusa para su
extraña renuencia a involucrarse en ayudar a su familia. No después de lo
que Marcus había dicho. Y no frente a este... ex.
Además, Cooper quería ir. Tres o cuatro humanos, había dicho Eli.
Probablemente no era nada, pero Cooper no podía evitar recordar la extraña
reticencia de los Freemans de decirle dónde se alojaban. Cada B y B los
había rechazado. ¿Por qué no probar un poco de B y E18? O invadir, al
menos. No podía imaginar a la apasionada doctora Freeman dispuesta a
quedarse más de una hora lejos de sus amados lobos “anormales”.
—Creo que deberíamos comprobarlo nosotros mismos —dijo Cooper
con decisión—. De todos modos, tenemos que esperar el transporte de
regreso a Halifax.
—Sí, Ollie —intervino Eli. Un aliado inesperado—. No seas
aguafiestas. He echado de menos tu olfateo y búsqueda.
De acuerdo, tal vez no era un aliado, exactamente.
Los ojos de Park se entrecerraron. Le dijo a Cooper: —Sabes que
estos son solo unos intrusos al azar, ¿verdad? Probablemente sean cazadores
o adolescentes estableciéndose en algún lugar para hacer una fiesta. No son
lobos, por lo que no tienen nada que ver con los ataques.
—Claro —dijo Cooper—. Así que aún más fácil. Lo comprobamos,
les decimos a esos niños que salgan de tu césped, y es una cosa menos de la
que debe preocuparse tu familia. —Park todavía lo miraba con sospecha—.
A menos que... ¿haya alguna otra razón por la que no deberías estar
hurgando en la frontera Rosetti?
—No. No hay motivo —dijo Park de manera uniforme.
Eli aplaudió.
—Entonces está arreglado. Por lo que puedo decir, nuestra presa
empaca el campamento durante el día a las ocho, así que sugiero que cuanto
antes mejor si queremos atraparlos antes que se vayan. ¿Podemos
encontrarnos en mi casa y poner a Cooper en un trineo mientras tú y yo
corremos?
—Tiene más sentido si viajamos todos —dijo Park apresuradamente
—. No querría asustar a los campistas. Nos vemos a las seis a más tardar.
Eli asintió; ojos agudos y pensativos mientras se movían entre Park y
Cooper.
—Lo que usted diga, jefe. Debería irme. No me reconocerían sin mis
diez horas completas de sueño reparador. Positivamente bestial. —Guiñó un
ojo y se escabulló, cerrando la pesada puerta detrás de él.
Cooper miró hacia donde se había ido fijamente.
—Entonces —dijo cuando se sintió razonablemente seguro que Eli
estaba fuera del alcance de oído—. Tu ex. Él es realmente...
—Exasperante —ofreció Park.
—... caliente —terminó Cooper al mismo tiempo.
—¿Qué? —Park lo miró boquiabierto.
—Nada. ¿Fue en serio entre ustedes dos?
—No particularmente. —Park se encogió de hombros—. Quiero
decir, no al final. O al comienzo.
—Sí, así es como tiende a ir el arco de una relación —dijo Cooper de
modo inexpresivo—. Entonces ahora solo vive con tu familia, es parte de la
manada y comparte tu apellido. Eso es genial.
—Tiene su propia casa en la propiedad —corrigió Park—. Y el
apellido conlleva... beneficios. Puede usarlo cuando quiera. Pero con la
misma frecuencia no lo hace. Los apellidos entre los lobos suelen ser
indicativos de manada. Pero si vives y trabajas en el mundo humano donde
tienden a ser más patriarcales al respecto, el cambio de nombres puede
resultar confuso.
—Entonces, ¿estaban... quiero decir, tú y él no estaban, eh, casados?
Park arqueó una ceja.
—No. Definitivamente no. Eli se convirtió en un Park, si quieres
ponerlo así, antes que comenzáramos una relación no platónica. Siguió
siendo un Park después que nuestra relación terminó, mucho antes de que
yo dejara la manada. Su decisión de unirse con nosotros, con ellos, no tenía
nada que ver conmigo.
—Tú solo endulzabas el trato.
Una sombra oscura cayó sobre el rostro de Park y desapareció.
Cooper arrastró los pies en el lugar, inseguro de haberlo visto.
—Algo así.
—Entonces, ¿por qué convertirse en un Park si no era por ti? ¿Qué
significa eso siquiera?
—Tiene algunos talentos relativamente únicos que lo convierten en un
activo valioso —dijo Park vagamente—. No es realmente mi posición
discutirlo. Pero en pocas palabras, Joe y Helena le ofrecieron un lugar en la
manada y él aceptó.
—Helena lo quería. —Cooper resopló—. Eso tiene sentido.
—¿Qué quieres decir?
—Nada. Me imagino que ustedes dos hacían una buena pareja.
Helena probablemente le había dado la bienvenida a Eli y a todos sus
valiosos activos con los brazos abiertos. Sin caminatas amenazantes por la
colina y por el bosque, al abierto disgusto y consternación de la abuela por
él. ¿Y por qué no? Seguramente Eli entendía todos los matices de la cultura
de los hombres lobos y podría criar lobos bien ajustados, felices y
saludables… ¿cachorros? ¿Crías? ¿Niños?
Mientras tanto, Cooper ni siquiera conocía la maldita terminología y
no podía quedarse solo diez minutos en un velorio sin entrar en una pelea
literal. Dudaba que Park se escapara para cambiar fuera de la vista cuando
estaba con Eli. Ellos probablemente habían estado cambiando y dando
vueltas como lobos todo el tiempo. Corriendo veinte kilómetros y estirando
las piernas con quién sabe qué más.
Park lo miraba con el ceño fruncido casi tan fuerte como lo había
hecho con los libros.
—Sea lo que sea en lo que estés pensando, está provocando horrores
indescriptibles en tu cara. ¿Qué quieres decir con que puedes imaginar que
hacíamos una buena pareja?
—No puedo evitarlo. Soy el desaliñado —dijo con irritación—. Solo
quería decir que ustedes parecen bien emparejados. Tienen más... en
común.
—Si esto todavía se trata de que no le dijera a mi familia que eres…
—No, no. Te dije que estaba bien. —Oh, que daría por tener las
vicisitudes menores de ayer—. Es interesante verlos juntos, eso es todo.
—¿Es por eso que quieres caminar por el bosque en el amanecer?
¿Quieres interrogar a Eli? ¿Observarnos interactuar?
Cooper negó con la cabeza.
—¿Por qué querría eso? ¿Qué se supone que debo estar haciendo en
esta caminata? Tratar de iniciar un... un...
—¿Una investigación? —Sugirió Park.
—¿Un trío? —terminó Cooper.
Park se atragantó.
—Bueno. Obviamente no somos una pareja que debería intentar
terminar las oraciones del otro.
—Mira, olvídalo. Es bueno que tu familia quiera tanto a Eli. —
Cooper sostuvo su mano en alto para detener la protesta de Park—. La
razón por la que quiero ver estos intrusos es porque Marcus me dijo que
este es un... momento precario para ti.
Los ojos de Park brillaron dorados.
—Marcus debería mantener la boca cerrada.
—En realidad, me alegro que haya sido honesto conmigo. No es que
no me di cuenta de todos mirándonos allí abajo. Me sentiría mejor equipado
para lidiar con eso si dejaras de intentar mantenerme al margen. —De
intentar mantenerme fuera de tu mundo, pensó.
Park se pasó los dedos por el cabello, tirando un poco, frustrado y se
apoyó contra el escritorio.
—No eres solo tú. Quería mantenernos a los dos fuera de esto.
—Pero no se puede compartimentar todo —dijo Cooper con suavidad
—. Tú querrás volver a ver a tu familia, y si tú y yo vamos a ser... algo a
largo plazo, no quiero que piensen en mí como ese idiota humano que te
arrastró lejos cuando la mierda golpeó el ventilador.
O el tipo cuyo ex compañero del BSI había matado lobos por odio
fanático bajo sus propias narices. Pero Cooper no podía soportar ni siquiera
mencionar eso. Además, sabía lo que diría Park. No es tu culpa, tú no
hiciste nada malo, bla, bla, bla.
Qué montón de tonterías con buenas intenciones.
—Simplemente no quiero reflejarme mal sobre ti —dijo en voz baja
—. O... o ponerte en peligro porque no sé qué está pasando.
—Cooper —suspiró Park—. Ven aquí. Por favor.
Cooper se movió para pararse entre sus piernas detrás del escritorio y
se dejó tirar en un abrazo.
—Por mucho que me gustaría decir que todo lo que hago es por ti,
esta vez me temo que Marcus te ha engañado. No me vas a arrastrar a
ningún sitio. —Park comenzó a acariciar su espalda de arriba y abajo—. No
quiero quedar atrapado en una investigación porque entonces parecería que
estoy más involucrado en las... decisiones que toma la manada de lo que
estoy. Cuando me separé de ellos, me tomó mucho trabajo convencer a la
gente que estaba realmente fuera. Especialmente desde que no tenía otro
apellido para tomar. No quiero deshacer ese trabajo.
—Está bien —dijo Cooper. Empujó su nariz contra el cuello de Park.
La conversación sobre los apellidos estaba haciendo que su corazón latiera
con fuerza por razones que no estaba listo para siquiera pensar, y las manos
de Park lo estaban distrayendo. Distrayendo intencionalmente, apostaba,
pero maldita sea, estaba funcionando—. Supongo que eso tiene sentido.
Pero si no estuvieras conmigo, ¿aun así...?
—Si no estuviera contigo, no estaría contigo. Y esa es una idea
demasiado terrible en la que pensar, así que no lo hagamos. —Park lo besó
a lo largo de la mandíbula, moviéndose lentamente hacia arriba y alrededor
del borde de la oreja, y Cooper se estremeció agradablemente—. No cuando
hay tantos otros lugares en los que prefiero pensar.
Besó el cuello de Cooper, desabotonó el botón superior de su camisa
y lamió el hueco de su garganta.
—Oh, mierda —murmuró Cooper, echando la cabeza hacia atrás.
Arrastró sus dedos a través del cabello de Park. Su piel se tensó,
hormigueando por la conciencia, el sonido de una lengua sobre la piel y la
respiración pesada de Park pecaminosamente pavloviana.
De repente, Park lo empujó hacia atrás de modo que tropezó y cayó
gruñendo en la sólida silla detrás del escritorio, el cuero crujiendo debajo él.
—Jesús, ¿por qué fue eso?
—Estoy siendo proactivo. Te sentías débil en las rodillas.
Cooper resopló.
—Oh, ¿lo hacía?
—Tal vez no. Pero yo sí. —Park sonrió con picardía y se puso sobre
sus propias rodillas, una a la vez, su cuerpo demasiado grande para
simplemente caer al suelo. Él recorrió los muslos de Cooper con sus manos,
y luego volvió a bajar, estudiando la forma en que la tela se alisaba y
arrugaba bajo sus dedos.
—¿Ya te lo dije? Te ves muy bien hoy —dijo Park. Él besó la esquina
interior de la rodilla derecha de Cooper—. Como un chico realmente
agradable. —Él empezó a subir por la costura del pantalón de Cooper.
—Vaya. —Jadeó Cooper. Detuvo a Park con una mano en la
mandíbula mientras llegaba a la parte más carnosa de su muslo—. ¿Es
realmente un buen momento para esto?
—Un muy buen momento —dijo Park, besando su palma. Luego
abriendo su boca y besándolo de nuevo. Su lengua trazó las líneas de vida
de Cooper, una sucia lectura de su palma que predecía que vendrían cosas
buenas—. Necesito estar cerca de ti. —Dejó caer sus labios sobre el bulto
creciente en el pantalón de Cooper y respiró aire caliente a través de la tela
—. Necesito probarte.
Cooper gimió. Park lo mordisqueó, persuadiendo a su polla para que
se endureciera en una posición incómodamente apretada, como una sirena
que atrae a un marinero a su perdición.
Park le tocó con la nariz.
—Por favor, ¿puedo? ¿Puedo probarte? —Cooper no tenía ninguna
posibilidad.
—Sí, sí. —Se desabotonó, levantó el culo y empujó el pantalón y el
calzoncillo bóxer hasta las rodillas con la ayuda de Park antes de colapsar
de nuevo en la silla; el alivio de liberar su erección siendo un objetivo
placentero en sí mismo.
Park envolvió una mano firme alrededor de la polla de Cooper y lo
examinó. Él hizo un pequeño suspiro de satisfacción, como si fuera la cosa
más bonita que jamás hubiera visto, que lo era, ya saben, extremadamente
optimista, pero el amor era una droga increíble. Cooper apretó los brazos de
la silla para evitar intentar guiar al caballo a beber y rogarle que beba, por
así decirlo. Con Park, él aprendió, que la paciencia lo era todo.
El cuero se había vuelto resbaladizo por el sudor bajo sus manos
cuando Park se sentó de rodillas. Sus ojos parpadearon para encontrarse con
los de Cooper y empezó a lamer provocadoramente la cabeza. Pequeñas
lamidas intencionales de gatito, como si estuviera persiguiendo el sabor.
—Dios, sí. Eso es bueno —dijo Cooper, refiriéndose tanto a lo visual
como al hormigueo que se extendía por su cuerpo. Había algo
increíblemente atractivo sobre tener todo ese poder arrodillado a sus pies,
centrándose en nada más que complacerlo—. Eres tan hermoso —dijo, la
sinceridad arqueando las vocales, como si la palabra en sí misma estuviera
llena de alegría.
Park sonrió tímidamente, un rubor apareció en sus mejillas. Si era de
excitación o por el cumplido, quién sabía.
—Gracias. —Frotó la polla de Cooper sobre sus labios—. ¿Puedo
chuparte? ¿Por favor?
Cooper clavó las uñas en el cuero.
—Estás muy educado hoy. Adelante entonces.
Park deslizó sus labios sobre la cabeza, gimiendo, y lenta y
metódicamente se abrió camino arriba y abajo por el eje de Cooper.
—Maldición, tu boca es dulce —dijo Cooper, moliendo su culo hacia
abajo en el asiento para evitar que sus caderas se movieran.
—Solo dulce para ti —murmuró Park, retirándose para luego bajar y
tomarlo muy profundo.
—Así es —jadeó Cooper—. No puedo dejar que nadie más te tenga
así. Allí afuera tienes que ser duro y fuerte. Pero aquí eres tan dulce y
suave, y con ganas de agradar. Solo para mí.
—Mmmm —acordó Park, trabajando el ritmo. La mayoría de él
estaba bloqueado por el escritorio, pero cualquiera que abriera la puerta
podría ver su cabeza balanceándose de arriba a abajo sobre el regazo de
Cooper y saber de inmediato qué estaba pasando.
—Será mejor que me hagas correr rápido antes que alguien entre y te
vea de rodillas chupando pollas debajo del escritorio como una puta
profesional.
Park gimió, enviando vibraciones por la piel sensible de Cooper. Él
logró bajar su boca alrededor de la polla de Cooper y aumentar la
velocidad. Cooper ahuecó suavemente la parte posterior de su cabeza,
todavía dejando que Park liderara, pero disfrutando del ascenso y la bajada,
y la idea de que este toque suave era reconfortante para él. Que podía sentir
el elogio de Cooper fluir directamente de sus dedos y calentar su columna
vertebral.
—Eres tan bueno —dijo Cooper—. Un chico tan bueno.
La mano de Park desapareció del muslo de Cooper para desabrochar
su propio pantalón, y comenzó a masturbarse en sincronía con el
movimiento de su boca.
Fue esto lo que empujó a Cooper al límite, ver a Park demasiado
encendido solo de chupar a Cooper que no pudo resistirse a masturbarse
violentamente, metiendo su propia mano entre las piernas de Cooper.
Sintiendo que sus bolas se apretaban, Cooper instó a Park a subir y
soltarlo, memorizando su rostro ruborizado y borracho de sexo, la forma en
que sus labios húmedos e hinchados se quedaron abiertos, jadeando, y el
dorado incandescente de sus ojos mientras suplicaba, antes de tirar de él
hacia abajo sobre su polla y derramarse profundamente en su garganta.
Park se lo tragó todo, manteniéndolo caliente en su boca y respirando
ásperamente ahora a través de su nariz, hasta que Cooper tuvo suficiente, lo
apartó y lo puso de pie.
—Contra el escritorio —ordenó, guiando a Park para que se inclinara
sobre la superficie de madera. Agarró la polla de Park, la sacó del pantalón,
dura y goteando, y lo acarició hasta terminar. Park se corrió rápidamente
después de eso, arqueándose contra el escritorio, gritando el nombre de
Cooper detrás de labios apretados.
Después, ambos colapsaron sobre el escritorio, respirando con
dificultad.
—Te amo —dijo Park, sosteniéndolo contra su pecho—. En verdad te
amo. Lo digo en serio.
—Eso es incómodo, porque yo he estado bromeando todo este
tiempo.
Park tiró de la parte de atrás de su camisa sudada.
—Puercoespín. ¿Por qué tengo tanta debilidad por los bastardos? —
Se deslizó hacia abajo para presionar un beso en la frente de Cooper y se
congeló.
Luego se movió un poco hacia la derecha y le olió el ojo con
atención.
—¿Quién demo…? —Apartó a Cooper, sosteniéndolo con el brazo
extendido—. ¿No puedo dejarte solo durante diez putos minutos sin que
alguien te esté lamiendo?
—Nah. —Cooper sonrió y se estiró, sus músculos estaban flojos y
cálidos y todos los anteriores miedos de la noche se desvanecían con las
endorfinas—. ¿O no te diste cuenta? Soy muy lamible.
Capítulo Nueve
Cooper acarició a una Boogie dormido en su regazo. Para cuando él y
Park se habían limpiado y habían bajado, el último de los invitados se había
ido y Cooper pudo escabullirse y pasar un buen rato con su gata. Se sentía
culpable por dejarla aquí sola todo el día, pero en realidad no era muy
diferente de cuando trabajaba y la dejaba en el apartamento. Lo que solía
hacerle sentirse culpable como el infierno también. Había pasado mucho
tiempo compensando en exceso al comprarle juguetes con los que nunca
jugaba y camas elegantes en las que nunca dormía. Eventualmente Cooper
se había dado cuenta de que estaba proyectando su propia soledad sobre
ella.
Cuando empezó en el BSI, se había alejado de los pocos amigos que
tenía. Nadie entendía por qué no podía hablar en absoluto de su nuevo
trabajo. Nadie tenía paciencia para su ansiedad, que se había vuelto
drásticamente peor después de ser destripado por un hombre lobo y que
toda su comprensión de la realidad fuera puesta del revés. Su apartamento
se convirtió en su refugio y su prisión. Mantenía alejada a la gente.
Pero también... mantenía alejada a la gente. Eventualmente, lo único
sobre el lugar que lo hacía feliz era Boogie.
Park había cambiado eso. Bueno, obviamente no había curado la
ansiedad de Cooper. Pero tener a Park allí, viviendo con él aunque sea
temporalmente, le había recordado a Cooper, el gran apartamento era. Las
ventanas dejaban entrar más luz cuando Park tomaba su café junto a ellas
por la mañana, observando a la gente. La ducha se ponía más caliente
cuando Park se apiñaba contra él y evitaba que la espuma del champú
goteara en sus ojos. La cocina olía mejor cuando Park horneaba pan jalá19,
incluso después que Cooper descubriera que el ingrediente secreto era que
hacía puré de calabaza y se negara a hablar con él durante el resto del día.
Dejando a un lado el incidente del jalá, también habían mejorado su
comunicación. Un buen ejemplo: después de esa mamada espontánea,
Cooper le había hablado de sus conversaciones con Sylvia y Geoff, y Park
solo había maldecido al cielo dos veces antes de aceptar que Cooper podía
cuidarse solo. Eran pasos agigantados más allá de donde habían
comenzado, y Cooper se preguntaba si era hora de, bueno, dar otro salto.
Detrás de él escuchó la puerta abrirse y cerrarse, apenas perceptible
excepto por el aire frío que entró hacia el interior.
—Si no dejas de seguirme hasta aquí hasta tarde por la noche, voy a
pensar que tienes un fetiche sexual con el granero —dijo Cooper.
—Espero que no.
Cooper se puso de pie y se volvió ante la desconocida voz femenina,
enviando a Boogie silbando al suelo. La mujer del mercado, todavía con sus
gafas de sol, estaba a un par de metros de distancia.
Caminó hacia él con las manos levantadas para tranquilizarlo. Cooper
se recordó con el ciervo junto a la carretera, calmando a una presa
asustadiza. Podría lastimarte, pero no lo haré. No ahora.
Dio un paso atrás.
—¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?
La mujer se detuvo.
—Solo quiero hablar, Cooper.
—¿Como sabe mi nombre?
—Sé todo sobre la manada Park.
—Eso no se aplica a mí.
—¿No está saliendo con Oliver Park?
—Él no es parte de la manada.
—Pero nunca se librará de ellos. No realmente.
Cooper entrecerró los ojos.
—¿Quién es usted? —Repitió.
La mujer metió la mano en su chaqueta y él dio otro paso atrás,
chocando contra la mesa. Se devanó los sesos para recordar si había
cualquier cosa en esos cajones que pudiera usar como un arma.
Estúpidamente, solo podía recordar la cecina.
—Tranquilo —dijo—. Solo le estoy mostrando mi placa. —
Efectivamente, ella sacó una pequeña billetera de cuero y le mostró una
placa con una insignia que Cooper no lo reconoció. ¿Algo canadiense, tal
vez?
—¿Se supone que debo creer que no la recogió en alguna tienda de
artículos para Halloween?
La mujer puso los ojos en blanco.
—Mi nombre es Agente Bennet. Estoy de encubierto. Para el Trust.
Cooper frunció el ceño y trató de dar otro paso más sutil hacia atrás.
—No sabía que tenían agentes en el campo.
—Creo que conoce a mi jefa, Margaret Cola. Ella le conoció en
Florence, Maine, después de que arrestaran a su compañero por asesinato,
intento de asesinato, conspiración para...
—Sí, ¿cuál es su punto? —interrumpió Cooper, la sensación de
malestar cada vez que alguien mencionaba que su antiguo mentor se
revolvía el estómago—. Eso no prueba trabaje para el Trust. Mucha gente
sabe todo sobre ese caso. Créame.
—¿Sabe mucha gente que Oliver Park fue asignado al caso de
Florence para investigar su participación en los crímenes? —Cooper se
detuvo y la mujer sonrió—. No. No lo creo. ¿Y cómo llamaría su trabajo en
ese momento, si no era un agente de campo?
—Está bien —dijo finalmente—. ¿Qué está haciendo aquí, Agente
Bennet, de encubierto para el Trust?
—Creo que lo mismo que usted.
Cooper resopló.
—¿Apoyar a un ser querido durante su pérdida?
—Para investigar el asesinato de Joseph Park y el intento de asesinato
de Helena Park. No intente parecer sorprendido. Sé que lo sabe todo.
—¿Cómo?
—Ya se lo dije, lo sé todo sobre esta manada.
—¿Por qué entonces? ¿Qué interés tiene el Trust en los Parks?
Ella resopló y caminó hacia él.
—Es como preguntar qué interés tienen los caballeros en su rey.
—¿De qué está hablando? ¿Quién se supone que es el rey en este
símil?
La Agente Bennet frunció los labios.
—Use su cabeza. —Hizo un gesto hacia el mapa en la mesa—. ¿Qué
cree que es esto, un mantel individual? La manada Park gobierna esta tierra.
Toda. Construyeron un pequeño país para ellos. ¿Qué buena agencia
operando justo en medio de su reino no querría mantener un ojo en eso?
—Pero no son la única manada grande en esa área —protestó Cooper
—. Ni siquiera son la única manada grande aquí en Port Drove. Los
Rosettis...
—Están subordinados a los Parks. Prácticamente empleados, o peor.
Cada puto lobo de Quebec a Pensilvania lo es, ya sea si son parte de la
familia real o no. Al menos por ahora.
Cooper miró fijamente el mapa sin apenas verlo. Entonces la manada
de Park era una especie de clase dominante y se había apoderado
completamente del noreste del continente. Por supuesto, sospechaba que
eran... algo. Pero sospechar y oírlos ser descriptos como una buena
oligarquía chapada a la antigua eran dos cosas diferentes. Y Park siempre
había hecho que pareciera que su familia era una de las muchas manadas
grandes y, por lo tanto, respetadas. No había habido indicios que los
Rosettis estaban bajo su control, ¿o sí? ¿O era eso lo que quería decir
cuando había dicho que había muchos lobos que podrían guardar rencor
contra su familia? El control generaba resentimiento.
Cooper frunció el ceño.
—¿Qué quiere decir con la familia real por ahora?
—La manada es vulnerable. Su alfa fue asesinado y su sucesor aún
debe reclamar el control.
—Me parece que Helena tiene bastante control —murmuró Cooper.
—Aún no. Hay un proceso por el que pasar. Rituales y costumbres.
Su lugar todavía puede ser impugnado por cualquier persona fuera de la
manada. O por cualquiera que esté dentro.
—Un momento precario —murmuró.
—Más de lo que puede imaginar.
—¿Es por eso que el Trust está aquí? ¿Supervisan... cosas como esta?
La Agente Bennet se pasó las manos por la chaqueta y lo miró.
—¿Qué sabe sobre el WIP?
Cooper tuvo que volver a una conversación que había tenido con Park
el otoño pasado cuando estaban en Jagger Valley.
—El Partido de la Independencia Lobuna, ¿verdad? Sé que no les
gusta cómo se hacen las cosas.
—Acertado, aunque ridículamente vago —dijo Bennet enérgicamente
—. Las manadas de lobos solían ser no más que familias protegiendo su
propiedad. Pero con el crecimiento de la población humana, el avance de la
tecnología y la pérdida de hábitat, nuestro mundo se hizo más pequeño y las
manadas se hicieron más grandes. Más... corporativas. Las manadas más
fuertes pudieron hacer crecer su territorio al apoderarse de la tierra de otras
y permitir que las manadas locales siguieran viviendo allí, bajo su control.
—¿Como una fusión de lobos?
—En cierto sentido. Algunas “empresas” crecieron más que otras.
Adivine cuáles.
—¿Las estúpidamente ricas y privilegiadas?
Bennet asintió.
—El WIP se formó primero como un contrapeso a eso. Creen que
manadas como los Parks tienen demasiado poder. Y esa riqueza no debería
ponerte inmediatamente en la posición de establecer las reglas y ser juez,
jurado y verdugo sin regulación ni temor a represalias.
Cooper se cruzó de brazos.
—¿Está tratando de decirme que los Parks están ejecutando personas?
—dijo bruscamente.
—Tal vez no. Pero ciertamente no están por encima de la intimidación
física para mantener su imperio.
Ella suspiró y pasó las manos por la chaqueta de nuevo. ¿Un gesto
nervioso? ¿Algún tipo de señal? ¿Pero para qué?
—He estado trabajando de encubierto con el WIP durante algunos
años. Recientemente ha habido... murmullos. Rumores que se avecina un
cambio de poder. Que estaba en acción una trama que cambiaría para
siempre la forma en que se gobiernan los lobos en todas partes. Los ignoré.
La manada Park es una... institución. No es algo que pueda derribarse de la
noche a la mañana.
Dio otro paso más cerca y bajó la voz a un murmullo casi íntimo.
—Y luego Joe Park fue asesinado. Helena Park fue atacada. Y el
Pastor regresó.
Cooper sintió que el corazón le latía en la garganta. Esa era la
segunda vez esta noche que había escuchado esa palabra. La primera había
sido una línea desechable a la altura de la ira de Geoff y apenas lo había
notado. Lo había descartado como una especie de jerga para el BSI o las
divagaciones desenfrenadas de la rabia. Pero cruzarla de nuevo, solo unas
horas después, además de la forma en que la Agente Bennet lo dijo en voz
baja medio reverente, medio aborrecible, le dio miedo de una manera que
no entendía todavía. Como abriendo un terrible secreto que te habías
ocultado a ti mismo.
—¿El Pastor? —preguntó de mala gana—. ¿Qué es eso?
—Se refiere a quién. El territorio de la manada Park ha crecido un
doscientos ochenta por ciento en los últimos diecisiete años, doscientos
ochenta por ciento. ¿Cómo cree que hicieron eso?
—No lo sé, ¿publicidad divertida?
Los labios de la Agente Bennet se torcieron en una mueca que no
pudo contener.
—Ha tenido que pasar algún tiempo con la familia ya. ¿Quién cree
que conquistaba a las otras manadas? ¿Quién reclamaban sus tierras,
reprimía las protestas y disciplinaba a los rebeldes? ¿Alguna suposición?
Cooper no se movió.
—¿Joe? ¿Helena? —ella continuó—. Ellos son testaferros: poderosos,
sí, pero viejos, sus días de lucha han terminado. ¿Y sus hijos? ¿Lorelei con
la cabeza en las nubes dirigiendo un imperio? Ni siquiera puede mantener a
su propio hijo parado sobre dos pies. ¿Marcus? —Ella rio con frialdad—.
¿La manifestación física de demasiado poco, demasiado tarde? ¿El mártir
moralista que todavía menciona la única vez que se atrevió a defenderse a sí
mismo en su larga y vacía vida de temblar e inclinarse ante cualquiera con
una columna vertebral de una vértebra?
Dio otro paso más cerca.
—¿Qué hay de Stuart? ¿El hombre que abandonó la manada para
estar con la amante humana que se volvió contra él tan pronto como
descubrió lo que era y trató de asesinarlo a él y a su única hija? —Ella pasó
una mano por el costado de su propio cuello, exactamente donde estaba la
cicatriz de Stuart—. Tuvo que arañar y suplicar su camino de regreso a la
manada antes de que aceptaran que corrigiera sus errores. ¿Crees que
confiarían en él para arreglar los suyos? ¿O tal vez el padre de Oliver, que
se escapó de su familia en la primera oportunidad que pudo y aun así murió
luchando contra todo lo que representaban?
Se chupó los labios, fingiendo lástima.
—Qué desilusionante progenie para el pobre Joe. Aun así, tenía su
segunda oportunidad con los nietos. ¿No era mucha, mucha suerte que
pudiera criarlos a todos él mismo? Una segunda oportunidad.
La Agente Bennet se inclinó hacia delante y Cooper pudo ver su
propio rostro tenso en el reflejo de sus gafas de sol.
—Adelante, adivine. ¿Cuál de sus nuevos niños, cree que Joe preparó
para ser su pequeño soldado perfecto?
Quería alejarla de un empujón. Quería gritarle que se apartara de su
rostro. Pero no podía moverse. Cooper podía sentir el cajón de archivos a su
espalda. Aquí en este granero, donde Joe traía a Oliver y le enseñaba sobre
su deber para la naturaleza.
Hay más de una forma de ser lobo. Eso es algo que no entendí hasta
que fui mucho mayor, después de haber perdido años y años.
—Bien —dijo Bennet, enderezándose y retrocediendo—. Ahora
finalmente lo ha entendido. —Sacó su teléfono del bolsillo y comprobó la
hora—. Tengo una cita a la que acudir.
—Espere. —Cooper solo había estado en silencio durante un par de
minutos como máximo, pero su voz salió oxidada y rota, como si se hubiera
olvidado de hablar—. ¿Eso es todo? ¿Qué espera que haga ahora? —Ahora
que ha desequilibrado completamente mi mundo.
—Debería tener una última información que he estado esperando
después de esta noche. Me comunicaré con usted pronto. Mientras tanto,
puede trabajar en averiguar el próximo movimiento del Pastor.
—¿Qué quiere decir con el próximo movimiento?
—Le acabo de decir que es el hombre lobo más poderoso y temido de
este lado del continente. La posición de alfa para la manada más rica y
codiciada está lista para ser tomada. No me diga que no ve una conexión.
¿O no se ha preguntado por qué realmente no quiere que el BSI meta sus
narices? —Ella saludó perezosamente—. El rey está muerto. Larga vida al
rey.
Cooper se tambaleó hacia atrás.
—Cree que Oliver va a intentar hacerse cargo de la manada.
Ella le sonrió con frialdad.
—¿Por qué no? Todo el mundo tiene una teoría. Asignar un nuevo
alfa es más grande que los reality shows en este mundo. ¿Por qué cree que
tantos lobos vinieron hoy? ¿Para comer con los dedos? ¿Por los anfitriones
amables y hospitalarios? ¿Porque Joe era tan querido?
Ella rio.
—Saben que el Pastor ha regresado y es más que capaz de tomar el
control de Helena y de cualquier otro Park que la defienda. Algunos quieren
eso. Darían la bienvenida a la consolidación del poder. Otros piensan que su
aparición con un amante humano lo ha debilitado demasiado y quieren que
los Rosettis tomen el trono. Otros solo esperan una buena y larga pelea, así
pueden subir de posición durante el caos.
—Oliver solo quiere irse a casa.
—Eso es lo que le dijo el Pastor...
—No lo llame así.
—... pero no le dijo nada de esto. Entonces, ¿todavía confía en él?
Él la miró fijamente, negándose a responder, y finalmente Bennet se
encogió de hombros.
—Una última cosa. Es muy importante que me mantenga encubierta.
Si le dice a cualquiera de la familia que estoy aquí, incluido Oliver, les diré
que usted fue quien me llamó. No les gustaría eso, sabe, interferencia de
fuera.
Cooper arqueó las cejas.
—¿Me está amenazando, Agente Bennet?
—Solo le estoy informando de mis planes. Si encuentra eso
amenazante, le sugiero que ajuste los suyos en consecuencia.

***
Cooper estaba acostado en la cama con las luces apagadas cuando
Park entró en la habitación bien pasada la medianoche. Había estado
hablando en voz baja con Stuart en la cocina cuando Cooper finalmente
salió del granero. Se había quedado allí mucho tiempo después que la
Agente Bennet se fuera, al principio simplemente acariciando a Boogie y
mirando a nada en especial. Luego había abierto el cajón de archivos.
Se había quedado allí mirando los archivos cerrados y sus pequeñas
pestañas de colores sin tocarlos durante mucho tiempo. Un paso más y sería
oficialmente demasiado lejos para dar marcha atrás. Demasiado para
enterrar fuera de la vista y fuera de su mente. ¿No pasaste ese punto ya?
Había tomado un archivo al azar y lo había leído.
Iana Lopez. 44. Compañero: Lobo macho. (Ver G. López). Niños: Un
macho post cambio. CA: 71%. Manada: Ocho adultos. Cinco niños post
cambio. Uno pre-cambio.
Había fechas en las que se había “adquirido” la manada hacía unos
diez años ya, las coordenadas de la tierra que habían controlado en Western
Mass y una lista de alianzas con otros lobos de la zona. Iana tenía dos
hermanas en una manada a menos de veinticinco kilómetros de distancia, lo
que hacía que su territorio “fuera fácilmente accesible para nosotros”.
Había un párrafo de notas al final del archivo que describía la
situación de las debilidades personales, fortalezas, miedos, esperanzas y
deseos de Iana para la manada, que se habían utilizado para ganar su
lealtad. Aparentemente ella tuvo un ex novio abusivo que no dejaba de
acecharla y acosarla. La policía humana no era de ayuda. Se negaron a
creerle a Iana. Amenaza eliminada, decían las notas.
Era ridículamente fácil reconocer la letra de Park. Cuando estaban
viviendo juntos, dejaba a Cooper pequeñas notas por el apartamento para
animarlo.
¿Película esta noche?
Estoy orgulloso de ti por ponerte el pantalón. ¿Puedo ayudarte a
quitártelo?
¡Mantente fuera de la cocina! Es una sorpresa. PD Puedo oler tus
mentiras, así que ni siquiera lo intentes.
Tenía una forma divertida de escribir sus a como o al revés.
Demasiado elegantes como una máquina de escribir, mostrando su escuela
privada.
Amenaza eliminada. Ese mismo pequeño barrido de la a.
Después de salir del granero y regresar a la casa, Cooper no había
entrado la cocina para decirle a Park que había vuelto. Simplemente
retrocedió silenciosamente, dejándolo con su conversación con Stuart, de la
que no pudo evitar escuchar fragmentos: ¿Pero necesitabas anunciarles un
amante humano a todos, Ollie? Como si las cosas no fueran lo
suficientemente complicadas. Sabes que ahora serás un objetivo...
Cooper no pudo soportar escuchar más. Se fue directamente a la
cama, sus pensamientos volando sin parecer aterrizar en ninguna parte. No
podía dejar de ver esas pequeñas a.
Cuando Park finalmente se unió a él en el piso de arriba, Cooper se
quedó sin hablar en su lado y escuchó a Park prepararse para la cama,
escuchó el suave susurro y el ruido sordo de la ropa siendo arrojada al
suelo.
Cooper debería haberse sentado. Enfrentarlo. Preguntarle. Hablar con
él. Decir algo. El viejo Cooper no era comunicativo. Él había trabajado
tanto para cambiar y crecer. Por el bien de Park. Pero maldita sea, las malas
noticias te golpeaban hasta la base rápidamente.
Mantuvo los ojos cerrados y su respiración uniforme, fingiendo
dormir. La cama se sumergió cuando Park se deslizó detrás de él. Cooper
casi se arqueó hacia atrás para encontrarse con él, la calidez familiar de su
cuerpo un tirón inmediato. Se quedó quieto.
—¿Cooper? —murmuró Park.
Él no respondió. No abrió los ojos. Cobarde. Pero él simplemente...
no podía. No quería mentirle a Park y no podía imaginarse fingiendo que
nada había sucedido. Pero no quería tener esa conversación esta noche.
Necesitaba tiempo para pensar. Pensar de verdad, y no este inútil temblor
que su cerebro estaba teniendo.
Lo que realmente necesitaba era dormir. No pensó que lo conseguiría.
Park envolvió un brazo gentil alrededor de su cintura, obviamente
tratando de no despertarlo, y su mano descansó contra la parte inferior de su
vientre, alineando los dedos con las cicatrices allí. Presionó un suave beso
contra la parte posterior de su cuello, y Cooper casi se quebró.
Háblale.
Él lo haría. Por la mañana. Por ahora mantuvo los ojos cerrados y se
inclinó contra la calidez de Park. Necesitaba este consuelo, solo por esta
noche.
Capítulo Diez
Eli estaba sentado en su porche bebiendo algo caliente cuando
llegaron a las seis de la mañana. Tenía una linda casita, similar en diseño a
la mansión de los Parks, pero esta era legítimamente del tamaño de una
cabaña y estaba escondida en el medio de la nada. Cooper comenzaba a
dudar de su teoría de que los Freeman eran los campistas misteriosos.
Parecía un lugar extremadamente apartado para que lo eligieran al azar. Les
había llevado treinta minutos de carreteras de servicio solo llegar a la casa,
y Park dijo que se necesitarían otros cuarenta en motos de nieve y
senderismo a pie desde allí.
Tuvo que darle a Cooper una mini lección sobre motos de nieve antes
de irse, y cuando notó que Cooper parecía más callado esta mañana, Cooper
culpó de eso a los nervios.
—Solo sigue mis huellas y ve despacio. Es más fácil que conducir un
automóvil —le aseguró Park, verificando que su casco estuviera
firmemente puesto.
—Excelente. Porque hemos tenido buena suerte con eso
recientemente.
—No crees que dejaría que nada te lastimara, ¿verdad?
Cooper tuvo que apartar la mirada ante eso, alejándose de los dedos
de Park y jugueteando con el acelerador. Él no respondió.
Podía sentir a Park mirándolo, sorprendido por el rechazo.
—¿Quieres montar conmigo? —preguntó tentativamente.
—No. Esto está bien. Como caerse de una bicicleta, ¿verdad? Nunca
te olvidas cómo.
—Buen chico, lindo. Muéstrales cómo se hace —dijo Eli, acelerando
su propio motor. Cooper estaba realmente agradecido por su presencia hoy.
Aunque ponía una fachada teatral, debajo de todo Eli era obviamente
extremadamente observador, e impidió que Park pudiera apartar a Cooper a
un lado para descubrir qué sucedía.
No es que no planeara hablar con Park. Lo hacía. Justo después de
que terminaran esto. Preferiblemente lo más lejos posible de oídos
indiscretos.
Te está mintiendo, había dicho Helena. No le gustaba que le debiera
una disculpa después de todo.
Tuvieron que dejar las motos de nieve en el camino y caminar cuando
el terreno se volvió demasiado peligroso. Park estaba preocupado por su
pierna, pero Cooper insistió en que estaba bien. Y lo estaba, más o menos.
Caminar a través de la nieve fresca en terreno desconocido y
potencialmente peligroso no era lo recomendado por un médico, es cierto,
pero tenía cosas más jodidas por las que estresarse que su gloriosa férula en
la espinilla.
Cooper caminaba con Eli mientras Park los seguía. Era extrañamente
evocador de su primer caso juntos, caminando por el Bosque Nacional
Montaña Blanca hacia la escena del crimen, con la poca luz que se filtraba
entre los pinos y confundía a la vista. Cooper se había sentido ridículamente
incómodo entonces, pensando que Park guardaba secretos. Pensando que
era manipulador. Tal vez incluso peligroso. Parecía que habían completado
el círculo de alguna manera. Solo que esta vez, con cada paso, el corazón de
Cooper se sentía como si se estuviera rompiendo.
Eli parecía más que dispuesto a mantener un flujo constante de charla.
Cosas tontas e intrascendentes como la temporada de hockey y los tipos de
turistas que hacían el Sendero Cabot en el verano: el fotógrafo de paisajes
con una parka lloviera o hiciera sol, la familia quebequense cargando una
barbacoa completa en su remolque, los inevitables motociclistas aficionados
que no sabían dónde se estaban metiendo.
Sin mención de manadas, lobos o asesinatos. Nada que arriesgara a
excavar más profundo en absoluto, que era cómo Cooper se había metido en
este lío para empezar. Dándole a Park espacio y tiempo. Dejándolo salirse
con la suya con todas esas estúpidas respuestas vagas. Aparentemente Park
tenía un tipo, y eran evasores profesionales. Bueno, a la mierda con eso.
—Entonces, ¿cómo se conocieron tú y Park? —preguntó Cooper
alegremente, interrumpiendo una diatriba sobre por qué el equipo favorito
de Eli había hecho el peor intercambio posible—. ¿Tú también creciste por
aquí?
Eli resopló.
—Definitivamente no. Tuve una educación muy diferente a la de
Ollie. Definitivamente soy más el Oliver Twist de los dos. Yo corría con
manadas rebeldes en el oeste cuando vi por primera vez a mi Fagin20 aquí.
Cooper miró hacia atrás para ver a Park, que había permanecido casi
en silencio y preocupado, se espabiló con el cambio en la conversación. Su
atención como un centinela cauteloso en la pared.
—¿Manadas rebeldes? ¿Eso es como el WIP?
Eli lo miró sorprendido.
—Algo así como ellos —dijo con cautela—. Aunque en estos días
WIP puede significar muchas cosas. En su mayoría éramos solo un grupo
heterogéneo de marginados que habían saltado de la sartén con la intención
de hacer nuestro propio fuego.
—Entonces, ¿qué estaba haciendo Oliver allí?
—¿Cuánto más lejos, Eli? —interrumpió Park. Cooper hizo una
mueca. Dios, era obvio ahora, la forma en que controlaba cuidadosamente
cada conversación sobre su pasado.
—Solo unos minutos —dijo Eli—. ¿Notaste que nos estamos
moviendo exactamente en paralelo a la frontera de Rosetti? Te dije que era
una elección curiosa.
Park tarareó con expresión pensativa.
—Entonces, me estabas diciendo por qué Oliver andaba por el oeste
iniciando fuegos con manadas rebeldes —dijo Cooper, haciendo bromas y
apenas manejando al impaciente con un toque maníaco.
—Oh, cierto —dijo Eli, mirando a Park con recelo—. Nosotros, es
decir, la manada con la que estaba... se había metido en algunos problemas.
Ollie me ayudó. Por supuesto, inmediatamente me enamoré de él.
Corazones en los ojos, y devoción con trompetas al cielo. Luego lo arruinó
por completo al abrir la boca y hablar, y pasaron años antes de que volviera
a gustarme...
—Nos enganchamos unos meses después de conocernos —protestó
Park.
—Sé lo que dije. —Eli le dio una mirada.
—¿Qué tipo de problemas? —Presionó Cooper. Vio que los ojos de
Park parpadeaban, pero no interrumpió por tercera vez. Incluso él debía
darse cuenta de que parecería sospechoso.
Eli miró sus botas perforando la capa de nieve fresca. Había esa luz
azul grisácea de la mañana antes de que el sol hubiera salido por completo y
Cooper podía ver cada aliento que soltaba, curvándose como humo
alrededor de sus labios.
—Puedes imaginar que grupos de adultos no relacionados por sangre
viviendo juntos atraen cierta atención curiosa. Creo que era más fácil salirse
con la suya en los viejos tiempos, pero ahora los humanos sospechan de
cualquiera que no esté peleando por obtener su propio espacio. Pagando
felizmente tres veces más por una habitación. Ninguno de la familia puede
entrar en mi oficina privada en casa. Bla, bla.
Eli dejó caer su mano.
—Nosotros no somos así. Con los lobos, compartir es cuidar. Pero a
menos que seas un Park que caga dinero con varias casas en la propiedad,
las manadas tienden a vivir en situaciones difíciles. Barrios marginales
rurales y similares. Es por eso que Stuart ha estado presionando para
desarrollar algunas de las reservas de tierras durante años. Nosotros no
tenemos ningún lugar para vivir... sin ser observados.
Eli frunció el ceño, un pequeño puchero que lo hizo más guapo de
alguna manera.
—Recibimos mucha mala atención. Policías que piensan que no debes
hacer nada bueno porque cometiste el imperdonable error de ser pobre.
Pandillas humanas que creen que no estás haciendo nada bueno y no
quieren que interfieras con lo nada bueno que ellos están haciendo. Eres
vulnerable.
»Bueno. En pocas palabras, algunas personas descubrieron que
estábamos escondiendo algo y... usaron eso para su ventaja. Nos usaron. —
Eli volvió a quedarse callado de nuevo. Su carismático rostro estaba
inusualmente en blanco ahora. Se veía perdido en sus recuerdos. De esos
que todavía llevaban grandes palos para pinchar las esquinas de tu mente,
susurrando tus peores miedos.
Eli tarareó, un sonido tranquilizador.
—Hasta que un día glorioso Ollie llegó en su Jeep blanco e hizo que
todo desapareciera con las palabras mágicas.
—¿Qué palabras? —susurró Cooper.
—Efectivo o cheque. —Eli se rio de sí mismo, el mal humor se había
desvanecido—. No dejes que nunca te digan que el dinero no compra la
felicidad. Compró mi libertad y esa es la misma mierda.
—Gran charla TED21 —dijo Park, poniendo los ojos en blanco—.
Pero hemos llegado.
Los árboles se habían abierto dando a un pequeño claro y el olor de
una fogata era pesado en el aire. Finalmente habían llegado al sitio.
Por acuerdo silencioso, los tres se separaron para mirar alrededor.
Cuerdas rosadas suspendían de los árboles varias mochilas pesadas en
colgantes de osos, y había instaladas dos tiendas de campaña al abrigo del
acantilado. Estaban vacías y las solapas de su frente colgaban sueltas y
abiertas. Verlo envió una punzada de aprensión por la columna de Cooper.
Cada vez que veías una puerta abierta sin nadie en casa, no presagiaba nada
bueno para el residente. Incluso si la puerta fuera solo un tramo de nylon.
Dentro vio un par de mochilas de ropa y reconoció el mismo logotipo
UCLA del sombrero de la doctora Freeman en una sudadera que fue dejada
casualmente tirada en el suelo de la tienda de campaña. Cooper sabía en el
fondo de su instinto que había tenido razón. El equipo de investigación se
había fijado aquí arriba. Pero no había ni rastro de ellos ni rastro del estuche
violeta de muestras. Debían haber partido ya durante el día, o...
A Cooper se le erizaron los vellos de la nuca. Él se agachó fuera de la
tienda de campaña. En el centro del pequeño claro había un anillo de
piedras alrededor de una pila de carbón y ceniza. Se agachó y puso la mano
sobre el lodo. Estaba frío. Anoche tarde, al menos, entonces. No había
huellas. Todo estaba prístino y cubierto por la nieve de anoche.
—¿Te encuentras con muchos campistas cuando estás patrullando? —
le preguntó Cooper a Eli, que estaba revisando la otra tienda.
—Claro —respondió, llegando detrás de Cooper—. Te sorprendería
saber cuánta gente piensa que una carpa los exime de todas las leyes de
propiedad privada.
—Tenías razón sobre la ubicación. Es un lugar extraño para instalarse
—dijo Park.
—A diez kilómetros completos de cualquier acceso a la vía pública.
Todos hablaban en voz baja. Claramente Cooper no era el único que
sentía algo malo persistiendo en el aire.
—¿Quien quiera que estuviera aquí no quería ser encontrado? —
sugirió.
—¿Pero aquí específicamente? Realmente está directamente en la
frontera de Rosetti —dijo Park. El viento cambió de dirección y él inclinó
su rostro hacia él, frunciendo el ceño—. ¿Hueles eso?
La pregunta no era para él, pero Cooper inhaló profundamente, de
todos modos. Todo lo que consiguió fue ceniza húmeda y aire frío.
Eli claramente obtuvo algo más. Estaba mirando a Park y sacudiendo
la cabeza. No era una negación, más como esto no es bueno.
—¿Qué? —dijo Cooper—. ¿Qué es?
Park salió del pequeño campamento y bajó una colina, con una mano
extendida detrás de él mientras sus botas resbalaban y desaparecía. Cooper
lo siguió, pero Eli se interpuso en su camino.
—Hola bombón. Quizás deberías quedarte aquí...
—Por favor, sal de mi camino, Eli.
—Tú y yo podemos simplemente saltar en un trineo y salir de aquí
antes que la nieve golpee el ventilador, ¿eh?
Cooper lo estudió. Había miedo genuino allí, y una expresión más
oscura, perseguida. De repente pudo ver con bastante claridad al lobo criado
en una pandilla, luchando por sobrevivir. ¿Qué le habría pasado si Park no
hubiera intervenido?
—¿Qué hay allí abajo? —dijo con calma.
Eli hizo una mueca y miró por encima del hombro, inseguro. Él no
respondió, pero no intentó detener a Cooper de nuevo cuando continuó
detrás de Park.
Había más hielo aquí en las sombras de los acantilados, y Cooper
tuvo que deslizarse por la pendiente sobre su trasero. A pesar del buen
equipo, la nieve se coló por detrás de su chaqueta y la piel sobre su columna
se tensó y pinchó, tan frío que se sentía en carne viva.
Llegó al fondo con un gruñido.
—¿Oliver?
Park estaba de espaldas a él en un pequeño bosquecillo de árboles.
Más cuerdas rosas y ultra fuertes colgaban de las ramas, como una festiva
fiesta de decoraciones. Cooper podía trazar cada una hasta una bolsa para
oso naranja brillante suspendida a cinco metros de altura como algo salido
del Dr. Seuss.
Y ahí, en el centro, el principal atractivo. David Freeman con su
elegante chaqueta negra colgaba boca abajo de un tobillo, balanceándose
ligeramente en la brisa, la cuerda crujiendo contra la rama era el único
sonido. Su boca y ojos estaban abiertos con una mirada atónita y un grupo
de tres dardos tranquilizantes mullidos rosas estaban clavados en el cuello
como una flor en el ojal.

***
—¿Has perdido completamente la cabeza? —dijo Cooper.
Caminaba de un lado a otro por la sala de estar, ya impecablemente
ordenada después de anoche, sin indicio de los más de cincuenta lobos que
habían pasado. Incluso la pequeña mancha de vino de Geoff estaba
notablemente ausente. Cooper la había buscado con ahínco. Le daba algo en
lo que concentrarse además del recuerdo del rostro cuidadosamente
conservado de Freeman flojo y feo en su muerte.
La adrenalina de Cooper seguía corriendo, aunque había pasado más
de una hora desde que habían comenzado la larga caminata hasta la casa.
Eli había desaparecido para cuando habían vuelto a subir la pendiente hasta
el campamento, un hecho que no parecía preocupar o incluso sorprender a
Park.
—Necesita contárselo a los demás. Es más rápido de esta manera —
explicó Park, asintiendo con la cabeza hacia la pila de ropa que había
dejado atrás—. No tendremos cobertura aquí y Helena tendrá que
prepararse.
Cooper no le había preguntado para qué se estaba preparando. Había
asumido que Park quería decir llamar a la policía. Ahora deseaba haberlo
aclarado. De esa manera él podría haberse sorprendido menos cuando Park
lo llevó a la casa y le dijo que mientras el resto de la familia “limpiaba”, él
y Cooper necesitaban rectificar sus historias.
—¿Historias?
—Sí —dijo Park, como si fuera obvio—. Ya sabes, lo que vamos a
decirles sobre por qué estábamos allí, por qué Eli vive en medio de nuestros
bosques sin acceso a la vía pública, lo que estábamos haciendo ayer.
Obviamente no pueden saber sobre los otros ataques.
Fue entonces cuando Cooper se dio cuenta de que la familia estaba
preparando la propiedad destruyendo cualquier evidencia que pudiera
atraer demasiada atención y nadie había llamado a la policía en absoluto.
—Nada ha cambiado —dijo Park con cansancio, una vez que Cooper
dejó de maldecir y se calmó marginalmente.
—¿Nada…? Bien, bien. ¡Excepto por la maldita horca de bricolaje del
patio trasero, con un hombre muerto incluido!
—Mira, no estoy diciendo que no debamos llamar a la policía en
absoluto...
—Pero quieres asegurarte de que no mencione nada sobre por qué
pasé la mayor parte de ayer en un sueño inducido por haber sido drogado o
el hecho de que tu abuelo fue asesinado hace menos de una semana.
—Ni siquiera sabemos que están conectados.
—¿No están conectados? —farfulló Cooper—. ¿Así que asesinar con
un tranquilizante es simplemente una tradición divertida aquí arriba? Tres
personas han recibido disparos con la misma arma en días de diferencia.
¿Eso es, qué, al menos el cinco por ciento de la población de este pueblo?
—Park puso los ojos en blanco—. Algo está pasando.
—Obviamente algo está pasando —dijo Park, molestamente tranquilo
—. Pero nosotros necesitamos avanzar con mucho cuidado con qué
información va a dónde.
—¿Qué información… te estás escuchando ahora mismo? Voy a
llamar a la policía, algo que deberíamos haber hecho hace una hora, y les
voy a decir la verdad, que tienen un potencial asesino en serie en sus manos
que ya ha atacado al menos tres veces. Quizás más.
Cooper sacó su teléfono de su bolsillo, pero se congeló cuando la
mano de Park se cerró alrededor de su brazo.
—Suéltame, Oliver —dijo en voz baja, con el tono nivelado. Park
dejó caer su mano de inmediato y no trató de ocultar la confusión y el dolor
que cruzó su cara.
—¿Qué... qué pasa? —dijo Park, obviamente descolocado. Cooper
sabía que preguntaba qué pasaba entre ellos, además de todo el asunto del
asesinato. Fingió que no.
—Un hombre ha muerto. La doctora Freeman y Charles Girard están
potencialmente desaparecidos y quieres encubrirlo, gracias por preguntar.
¿Qué hay de ti? ¿Qué pasa contigo?
—No estamos encubriendo nada —protestó Park—. Si Freeman y
Girard están ahí fuera, podemos encontrarlos más rápido que cualquier
policía humano. Nos ocuparemos de eso. Pero si quieres llamarlos,
adelante. Trae a la policía aquí. Pero no podemos contarles sobre los
incidentes anteriores.
Nos ocuparemos de eso. Esa frase de nuevo. ¿Cuántas veces algo
necesitaba ser repetido para convertirse en un mantra? ¿Qué tal una
maldición?
Cooper exhaló temblorosamente y se guardó el teléfono en el bolsillo.
—Oliver, voy a preguntarte algo y quiero que seas completamente
honesto conmigo.
El rostro de Park se contrajo con confusión, y solo una pizca de miedo
y culpa. Cooper lo sintió como una patada en las costillas. Pero tenía que
continuar.
—¿No quieres que la policía sepa sobre tu abuelo y el ataque sobre
Helena porque crees que alguien de tu familia mató a David Freeman?
Park lo miró parpadeando, como si ni siquiera lo hubiera escuchado.
—¿Qué? —dijo finalmente.
—¿Crees que alguien mató a David en venganza por matar a Joe?
—¿Por qué pensarías eso?
—Dijiste que tu familia se ocuparía de encontrar al tirador. Tú no
querías involucrarte. ¿Qué pasaría si encontraran algo que confirmara que
Stuart tenía razón: que los Freeman, intencionalmente o no, mataron a Joe?
Has aludido al hecho de que tu familia promulga su propia justicia fuera de
la ley antes. Y... es como la historia, ¿no? El primer hombre lobo y el
cazador colgando del árbol.
—Cooper. —Park negó con la cabeza—. Ese es un cuento de hadas.
—Dijiste que varía entre las manadas.
—Sí, tal vez ciertos detalles, pero la parte del cazador colgando es
muy común. Especialmente por aquí. Estoy seguro que muchos niños
crecieron escuchando esa historia.
—¿Y el resto? ¿Qué diablos quisiste decir cuando dijiste que se
ocuparían de ello si no...?
—¿Si no es asesinato? —Park sonaba incrédulo ahora. Entonces, peor
aún, él se rio de Cooper, como si las cosas que estaba diciendo fueran
demasiado absurdas para creerlas. Como si estuviera siendo tonto.
—Bien —espetó Cooper—. Si no estás protegiendo a alguien,
¿entonces por qué la mentira? ¿Por qué me dices que interfiera con una
investigación de asesinato?
Park se pasó las manos por el cabello y tiró, murmurando: —Cristo,
sabía que era una mala idea traerte aquí.
Cooper respiró hondo. Dolía. Por supuesto que dolía. Más aún por los
susurros de duda que ya estaban acechando profundamente dentro de él
todo este tiempo. El miedo a que esto mismo ensombreciera cada acción,
cada interacción desde que había llegado aquí. Esto fue un error. Tú eres un
error.
Park no pareció darse cuenta. Estaba diciendo: —No te estoy
pidiendo que interfieras con nada.
—Sí, lo estás haciendo —dijo Cooper, deseando desesperadamente
que su voz no estuviera temblando—. Porque eso es lo que haces, ¿no?
Ponerles buena cara a las cosas malas y cubrir la mierda. Arreglar las cosas
para la manada. Pagarle a la gente y crear una pequeña historia agradable
para que las autoridades la crean mientras haces lo que sea que mierda
quieras detrás de escena. Pastoreando a todos a tu alrededor. Bien, qué
lástima. No quiero ser una de tus ovejas.
Park palideció ante sus ojos, con una expresión tan sorprendida que
Cooper bien podría haberlo abofeteado. Su respiración se convirtió en
jadeos cortos y rápidos.
—¿Q-qué dijiste?
—Me escuchaste —dijo Cooper, incluso cuando deseaba que Park no
lo hubiera hecho. Toda la razón por la que había esperado para hablar de
esto era para que pudieran hacerlo con calma, razonablemente, con mucho
tiempo y sin riesgo de interrupciones. No ahora, cuando estaba herido,
enojado, y había un hombre muerto en un árbol—. Sé sobre el Pastor. S-
sobre ti.
—¿Dónde has oído eso? —susurró Park, sus labios apenas se movían.
—La Agente Bennet me lo dijo. —El rostro de Park permaneció
inquietantemente pétreo, sin signos de reconocimiento—. La mujer que vi
en el mercado de los Rosettis. Ella es un agente del Trust, y estuvo aquí
anoche. Yo… hablé con ella.
Eso provocó una reacción, aunque fugaz e indescifrable.
—¿La llamaste para que viniera aquí?
—No —dijo Cooper bruscamente—. Dijiste que no llamara al BSI,
así que no lo hice. Ella ya ha estado observando a tu familia mucho antes
que yo llegara aquí.
Park lo estudió y luego asintió.
—¿Y qué dijo exactamente la Agente Bennet?
Cooper le dijo. Todo lo que podía recordar, tan exacto como podía.
No tuvo que preguntar si Bennet había dicho la verdad. Él podía decir que
lo había hecho por la cara que Park tenía.
Cuando terminó, Park respiraba con dificultad, y sus ojos se habían
cerrado. No los abrió cuando habló.
—Parece habladora, tu Agente Bennet.
—Ella no es mi nada —espetó Cooper—. ¿Y bien?
—¿Qué quieres que te diga? Parece que ya lo has oído todo.
—¿Por qué no lo escuché de ti?
—Porque fue hace años. Yo... te dije que estuve atrapado tratando de
complacer a mi abuelo durante mucho tiempo.
—Sí, mira, pensé que te referías a las cosas habituales, como vestirte
prolijamente, conseguir un título útil y salir con un buen hombre lobo. ¡No
que fueras el jodido Gengis Kan22, temido por todos y uniendo manadas por
cualquier medio necesario! El diablo está en los detalles con esto.
Literalmente.
Park se estremeció.
—No lo entiendes. Ese momento de mi vida fue complicado. No tenía
muchas opciones.
Cooper se burló. Amenaza eliminada.
—Parece que estabas bastante en control de tus propias decisiones. —
Él hizo una pausa—. Eché un vistazo a los archivos.
—Jesús. —Park se pasó la mano agresivamente de un lado a otro por
el cuero cabelludo—. Ojalá no hubieras hecho eso.
—Sí, bueno, sucedió. Para que conste, ¿todo el juego de “atrapado
fisgoneando en tu guarida secreta”? No es tan sexy ahora que sé que no
estabas bromeando.
—No creerás que en realidad encarcelé a gente allí —siseó Park.
—¡No sé nada! Porque nunca te molestaste en contarme nada.
—Ese ya no es quien soy. No me gusta hablar de eso porque no me
gusta pensar en ello.
Cooper se rio, incrédulo.
—¿Me conoces? No me gusta hablar de nada, Oliver, pero lo hago
por ti. ¿Crees que es divertido para mí contarte sobre mi madre muerta, los
matones de mi infancia y mi compañero psicópata? No lo es. ¿Crees que me
hace sentir bien cuando me ves vomitar porque comí demasiado rápido para
mi jodido estómago o cuando vuelves al apartamento y no me he vestido ni
me he duchado o me he movido porque mi ansiedad está girando fuera de
control? No lo hace. Es doloroso, es humillante, es un jodido infierno. Pero
trabajo en ello de todos modos porque pensé que eso es lo que hace la gente
cuando está enamorada y quieren una... una vida en serio juntos. —Su voz
se estaba volviendo más fuerte, haciendo eco en los techos altos. Seguro
que los oirían. Ya no le importaba—. Pensé que estábamos más allá de un
buen momento, sexo y risas.
—Lo estamos —insistió Park—. Yo quiero eso.
—¿En serio? Porque no se ve así desde aquí. No ha sido fácil para mí,
pero te di todos mis puntos débiles y tú me diste la misma máscara falsa y
perfecta de mierda que les das a todos los demás.
—Simplemente no quería que fueras lastimado.
—¡Entonces deja de lastimarme! —gritó Cooper.
Park se tambaleó hacia atrás, físicamente sacudido por el dolor en la
voz de Cooper.
—Yo no quise... —Se mordió el labio con fuerza, los puños apretados
y temblorosos—. Solo quería ser tan bueno como pensabas que era.
—No necesitaba nada bueno. Necesitaba un compañero que me
respetara lo suficiente como para dejarme decidir qué y a quién quiero para
mí. Es como si me hubieras quitado la elección.
—Cooper, por favor...
La puerta de la sala de estar se abrió de golpe y Stuart irrumpió,
Lorelei deambulando detrás, demorándose junto a la puerta.
—¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Por qué no estás ayudando a
mover los archivos del Anexo Sur? —Miró a Cooper. Dios sabía lo que vio.
No podía ser bonito—. ¿Este lugar se va a ser arrasado por la policía en
poco tiempo y están teniendo una pelea de amantes?
—¿Alguien los llamó ya? —preguntó Cooper. Sus labios se sentían
torpes y entumecidos y su voz todavía era demasiado fuerte. Parecía que no
podía regular nada. Su volumen, su respiración, sus palabras, su corazón.
Llámalos ya. Hacía un minuto se sorprendió de que la policía no
estuviera aquí todavía. Ahora sentía pánico de saber que estaba en camino.
Necesitaba más tiempo. Park no se había molestado en darse la vuelta y
seguía mirándolo fijamente.
—Helena llamó hace cinco minutos. —Lorelei respondió a la
pregunta de Cooper, moviendo los ojos perezosamente entre ellos como si
midiera el espacio o, quién sabe, comparando sus auras—. Se ha quitado la
moto de nieve de Eli y los demás casi hemos terminado con los senderos
del oeste. Tim todavía está buscando a Raymond.
Cooper sintió un hilo de preocupación. Raymond... ¿Y si no lo
encontraban a tiempo? ¿Qué iba a impedir que la policía disparara a un lobo
peligroso?
—Tenemos suerte que anoche nevó —decía Lorelei—. Menos pistas
para explicar cuando registren la propiedad.
Stuart aspiró entre sus dientes críticamente.
—Una búsqueda, Dios mío. Probablemente conseguirán que todos los
de Port Drove se involucren. Doscientos treinta y cinco años hemos logrado
mantener a los humanos fuera de nuestra propiedad, y un par de noches con
él aquí y el lugar está infestado. Esto es exactamente lo que te estaba
diciendo, Ollie. ¿Crees que no he estado en tu situación? No funciona. —Se
estiró como para tocar su propia cicatriz y luego tiró su mano hacia atrás
para tirar de su bigote en su lugar—. No puede.
—Fuera —dijo Park con fuerza. Él todavía no se volvió.
Stuart se erizó y se incorporó en toda su estatura.
—Será mejor que cuides lo que me dices. Yo…
—¡Fuera! —Park se giró y le gruñó, un sonido inhumano que
desgarró directamente su pecho como un arma física lanzada a través de la
habitación. Era el ruido más cruel que Cooper había oído jamás hacer a
Park, y no pudo evitar dar un traspié hacia atrás, gruñendo de sorpresa y
miedo animal.
Por el contrario, Stuart se limitó a doblar las rodillas, los pies
clavados en su lugar y cabeza hacia abajo y hacia un lado. No lo
suficientemente como para que Cooper no pudiera ver el destello de sus
dientes y la mirada de rabia impotente en sus ojos abatidos. En la puerta,
incluso Lorelei había dejado de balancearse, sus ojos errantes quietos y en
blanco, como si escuchara a alguien susurrarle al oído.
Hubo un momento de absoluto silencio en el que Cooper sintió que
era el único que no escuchaba el mensaje.
En realidad, no lastimaría a Stuart... Cooper tocó el hombro de Park,
solo suavemente, lo suficiente para traerlo a tierra, y Park le dio la espalda a
su tío, mirando a Cooper con ojos grandes e implorantes. Detrás de él Stuart
inmediatamente salió de la habitación y Lorelei lo observó irse.
—La policía estará aquí en diez —dijo Lorelei después de un largo
momento, mirando a Cooper con fiera curiosidad. Parecía que quería decir
más, pero ella frunció los labios y salió detrás de su hermano.
—Cooper... —empezó Park.
—Este no es el momento. Escuchaste a Lorelei. Quiero saber qué le
diremos a la policía. Podemos hablar de la otra cosa... más tarde.
Park asintió vacilante. En contraste con el gruñido, su voz era
tranquila, gentil, casi suplicante cuando habló.
—Mira, tal vez tenías razón. Tal vez fue un error no llamar a la
policía ayer. Tal vez si lo hubiéramos hecho, Freeman no estaría muerto.
Asumiré la responsabilidad por eso. Pero lo hecho, hecho está. Si lo
aclaramos ahora, habrá preguntas. Preguntas que no puedo responder. No
sabes cómo es.
—Tienes razón —dijo Cooper aturdido—. No lo sé. —Sacudió la
cabeza—. Tal vez ese es el problema. Honestamente, no he entendido el
setenta por ciento de las cosas que han pasado desde que llegué aquí. Estoy
tan fuera de lugar, que ya no sé lo que está bien.
—Lo sé. Y no quería eso para ti —dijo Park con seriedad—. Intenté
mantenerte separado de todo esto, de este mundo...
—Pero eso no funcionó. Para ninguno de los dos. —Él suspiró—.
Helena dijo que esto pasaría.
Park parpadeó y se mordió la cicatriz del labio.
—¿Qué dijo? ¿Cuándo?
—Ayer, en nuestro paseo. Dijo que no podría entender lo que se
necesita para proteger una especie entera. Ella tenía razón en eso. Tal vez
tenía razón sobre todo lo demás. Quizás lo estoy empeorando. Tal vez te
hago peor. No podemos seguir así.
Park hizo un gesto con la cabeza.
—¿Qué estás diciendo?
—No lo sé —dijo Cooper.
Miró la alfombra. Tenía un intrincado diseño brillante rojo anaranjado
y azul lapislázuli. Un diseño y combinación de colores que debería haber
sido chillón y horrible, pero lucía caro. No se había quitado las botas
cuando entraron pisando fuerte en la casa, y una mancha oscura de nieve
derretida manchada con barro se extendía debajo de él. Se sintió como un
perro a punto de ser devuelto a la perrera por hacer pis en una alfombra que
valía más que su vida. No pertenecía aquí.
Necesita estar con los de su propia especie. Alguien que entienda por
lo que ha pasado, por lo que pasa todos los días y lo hará durante el resto
de su vida. Alguien que lo vea resueltamente por lo que es.
—Les diré —dijo Park de repente. Su voz era desesperada—. Todo.
Todo lo que pueda —corrigió, tenso, como si las palabras mismas
estuvieran cubiertas de ácido y no pudiera soportar que se le salieran de la
boca.
—No. —Cooper no levantó la mirada. Ni siquiera estaba seguro de
que eso fuera lo que quería ya. No estaba seguro de nada. ¿Quién diablos
era él para aparecer en el mundo de otra persona y decirle cómo
comportarse? Incluso invitando a la policía la propiedad estaba poniendo a
miembros de la familia como Raymond en riesgo de muerte. Eso no era
algo que Cooper hubiera tenido que considerar antes.
Y lo que dijo Park era cierto: una pregunta llevaría a otra, y no podía
pensar en una respuesta que satisficiera a todos sin exponer a los hombres
lobo. Para bien o para mal, los Parks habían elegido este camino en el
momento que habían manipulado el cuerpo de Joe y Cooper había sido
arrastrado por el paseo. Independientemente de lo que estuviera pasando
entre él y Park, Cooper no sería el que pusiera a su familia en peligro de
exposición. El que pusiera en peligro su mundo entero.
—Olvídalo. Haz lo que creas que es mejor y dime qué decir.
—¿Aún confías en mí lo suficiente como para saber qué es lo mejor?
—dijo Park en voz baja.
—Desafortunadamente, parece que no puedo evitarlo. Nunca pude.
Capítulo Once
Cooper estaba sentado en el vestíbulo de la estación de policía,
esperando a que Park terminara de dar su declaración. Todavía había
policías en el lugar y buscando en el bosque a los ahora oficialmente
desaparecidos doctora Freeman y Charles Girard. El cuerpo de David
Freeman había sido retirado y los informes preliminares indicaban que la
hora de la muerte había sido a altas horas de la madrugada, cuando la noche
se convierte en mañana. Lo habían matado a poca distancia de las tiendas
de campaña y luego llevado a propósito a donde estaba su cuerpo
escenificado. ¿Por qué? ¿Y qué había estado haciendo David vagando por
el bosque a las cuatro de la mañana? ¿Había escuchado un ruido y había ido
a investigar? ¿Se había estado encontrando con alguien? ¿Había ido solo?
Las autoridades locales eran lo suficientemente amables pero no
estaban interesadas en compartir demasiada información. De hecho, Cooper
se sorprendió de haber obtenido tanto como lo había hecho. Un beneficio de
estar asociado con los Parks, asumió. Aunque ahora que su propiedad era la
escena de un crimen, había un ligero pero distintivo frío entre la policía y la
familia.
Cooper miró el reloj en la pared y se frotó las cicatrices con ansiedad.
Park había estado hablando con el inspector mucho más tiempo que él.
Está bien. No hay nada de qué preocuparse. No es que Park sea
culpable.
Pero era difícil deshacerse de la paranoia. No estaba acostumbrado a
este grado de mentiras y cubrir sus huellas. La pregunta era, ¿podría
acostumbrarse?
No es necesario... Las cosas pueden volver a la normalidad cuando
lleguen a casa. Podrán dejar atrás este mundo loco y estresante. Eso era
tentador. Solo cerrar los ojos y superar esto hasta que pudiera retomar
donde lo habían dejado en DC, tentativamente felices y felizmente,
felizmente ignorantes. Pero eso no era justo. Porque esa vida era solo otro
encubrimiento, con sus propios secretos, distracciones e historias destinadas
a hacer que el humano no mire demasiado de cerca. Solo que esta vez
Cooper había sido el humano fuera.
Era difícil saber a dónde ir desde aquí. Amaba a Park. Mucho. Pero el
dolor que sentía porque le hubiera mentido le había dado, si no claridad, al
menos una razón para dar un paso atrás y mirar realmente lo que estaban
haciendo. Helena había tenido razón. Park claramente no estaba bien.
Si Cooper fuera un psicólogo de sillón, adivinaría que el primer
abandono que Park había experimentado con sus padres junto con el amor
extremadamente condicional de Joe lo había convertido en alguien que
haría cualquier cosa, sería cualquiera, por amor. Eso sonaba romántico.
Pero no lo era.
Y aunque nunca fue intención de Cooper alimentar eso, no había
ayudado, tampoco. Había estado demasiado dispuesto a aceptar a Park
como perfecto. Se había sentido agradable creer que alguien tan cercano a
lo impecable había mirado a la vida culpable de Cooper y pensado: Oh, sí,
quiero participar en eso. Era validación y le había dado el aliento y el
impulso que necesitaba para procesar el último par de años y sanar. Pero no
le había dejado a Park mucho espacio para desempacar su propia mierda.
No hay suficiente espacio en esta relación para los dos.
Había escuchado ese tipo de cosas de parejas separadas antes. Nos
amamos, pero no encajamos adecuadamente. Esos eran generalmente los
que se mantenían amables durante años, quienes mantenían a sus amigos
mutuos y tal vez incluso eran invitados a las bodas del otro. El tipo de gente
que creía que el amor no era suficiente; también tenías que ser correcto y
beneficioso para la otra persona.
¿Cooper creía en eso? Quizás sí, quizás no, era difícil saberlo. Todo lo
que sabía con certeza en ese momento era que la idea de pararse en la boda
de Oliver con otro hombre hablando con viejos compañeros de trabajo y
diciendo nos amamos, claro, pero simplemente no funcionó, lo hacía querer
prender fuego el mundo entero.
—¿Señor? —Una joven de uniforme detrás del mostrador de la
estación lo llamó. Ella sostenía un teléfono fijo marrón oscuro y anticuado
—. ¿Dijo que usted era el Agente Dayton del BSI?
—Sí, eso es correcto.
—Tiene una llamada en espera. —Ella cubrió la boquilla y susurró—.
Es su jefa.
Él frunció el ceño. ¿Santiago? ¿Sabía ella siquiera dónde estaba?
Tomó el teléfono con un agradecimiento que no sentía realmente.
—¿Hola? —dijo Cooper con cautela.
—Tengo la información que solicitó —le dijo una mujer al oído. La
Agente Bennet.
—Es posible que también tenga una actualización —dijo Cooper. La
mujer en uniforme lo estaba observando y trató de apartar su cuerpo de ella,
pero el cordón rizado lo encadenaba al escritorio.
—Bien —dijo Bennet—. Cuando nos encontremos, podemos
negociar.
—Ahora no es un buen momento. Estoy…
—En la comisaría, esperando que el Pastor termine de dar su
declaración y la Inspectora Pictou está escuchando. Sonría a la Inspectora
Pictou, Agente Dayton.
Cooper hizo una mueca débil y la mujer de uniforme, que claramente
creía que su jefa le estaba dando por culo, le devolvió una sonrisa
compasiva.
—¿Dónde está? —dijo él.
—Vaya al faro. Sea rápido. Ya estoy aquí y no me gusta esperar.
—Espere, ¿dónde está eso?
—Empiece fuera y camine hacia la luz. Y, Agente Dayton, espero no
tener que decirle que venga solo. Esta reunión queda entre nosotros. —La
línea se cortó y Cooper devolvió el teléfono a la Inspectora Pictou.
—¿Fue malo? —dijo ella con simpatía.
—Bueno, me dijo que caminara hacia la luz. Pero lo crea o no, lo he
pasado peor.
Fuera de la estación, la ciudad todavía estaba desierta. Ni un auto en
la calle. Nadie caminaba por las aceras, nadie entraba y salía de las tiendas.
Este bien podría ser su primer día aquí.
Siempre era extraño ver lo poco que los asesinatos afectaban
realmente a un lugar. En cualquier caso, debería haber un pregonero
corriendo por las calles gritando: ¡Dos personas han muerto, dos más han
desaparecido, la mejor relación que alguna vez has tenido está volando en
picada, derribada por secretos de los que ni siquiera conoces el alcance!
Escuchen, maldita sea.
Cooper respiró hondo y examinó el horizonte. El aire frío sabía a sal y
humo y le hacía doler la garganta. Sobre los tejados y cuesta abajo hacia el
puerto había un pequeño faro blanco. Contrariamente a lo que había
esperado, no era redondo sino un polígono, lo que lo hacía parecer más
pequeño, por alguna razón. Estaba achaparrado sobre un edificio de tablillas
rojas de un piso que era apenas un poco más corto.
Cuando Cooper se acercó al edificio, se dio cuenta que era una
especie de negocio con puertas de doble vidrio y una calcomanía de un pez
en cada panel. Un centro educativo o museo, probablemente. ¿Había algo
parecido a un museo de peces? El faro no tenía puertas, pero estaba adosado
a la casa de los peces, por lo que decidió intentar ir por allí. Antes de entrar,
Cooper vaciló, luego le envió a Park un mensaje de texto.
Agente Bennet. Faro. Ven cuando sea conveniente.
Su dedo colocó el cursor sobre el botón enviar y luego agregó:
Por favor.
El vestíbulo tenía ventanas de piso a techo en el lado opuesto de la
habitación, la mitad de las cuales daba al puerto y la otra mitad al
estacionamiento vacío. En los ganchos junto a la puerta colgaban varios
impermeables amarillos brillantes del tamaño de un niño, al estilo Scuppers
Sailor Dog23. En el rincón más alejado había un tablero pintado con un
capitán de barco con un abrigo amarillo similar. Le faltaba la cara para que
la gente metiera la cabeza para sacarse fotos, por si acaso alguna vez
quisieran saber cómo se verían como un pescador canoso atrapado en una
tormenta con un pez antropomorfo gigante y con una gorra alegre colocada
a sus pies.
En el centro del vestíbulo había un escritorio, donde estaba sentado un
joven negro delgado revisando su teléfono con una mirada aburrida. En
realidad, era más un niño. La primera persona no relacionada con Park que
Cooper había visto en esta ciudad menor de veintidós años. Quizás los
jóvenes estaban ocupados navegando en mar abierto.
—Buenas tardes —dijo Cooper, sonando inmediatamente como el
anciano como el que se sentía.
Los ojos del chico se apartaron de su teléfono con pereza, y Cooper se
dio cuenta con un sobresalto que había estado en el velatorio ayer. Parecía
mayor con traje parado con un grupo de lobos solitarios. Hoy tenía una
etiqueta con su nombre clavada en una camiseta deportiva. Hola, soy
Alexander.
—Bienvenido al Museo del Patrimonio y Pesca del Atlántico Port
Drove. ¿Le gustaría comprar un boleto?
—Uh, no, gracias. Solo me preguntaba, ¿cómo puedo entrar al faro?
—El faro está cerrado al público durante la temporada —dijo el chico
arrastrando las palabras—. En su lugar, disfrute de nuestras dos
emocionantes exhibiciones…
—De hecho, solo estoy interesado en el faro, gracias. ¿Hay alguna
manera de que pudiera hacer un pequeño recorrido fuera de temporada?
El chico lo miró sin comprender.
—El faro está cerrado al público.
—Cierto. Oye, me gustan tus uñas. —Cooper señaló su esmalte azul
oscuro.
El chico parpadeó y obviamente reprimió un suspiro, como si no le
pagaran lo suficiente para aguantar esto.
—Um, ¿no te vi ayer en el servicio? —Cooper chasqueó sus dedos—.
Alexander, ¿verdad?
El chico miró fijamente su propia etiqueta con su nombre y luego
volvió a mirar a Cooper.
—Vaya —dijo—. Mire, hombre, no quiero problemas con el Pastor.
Pero tampoco voy a dejarle entrar en una zona peligrosa y tapiada, y poner
en peligro mi trabajo.
Cooper se ruborizó culpable.
—Él no es… no tienes que preocuparte por el… eso.
—¿Me veo preocupado? —dijo Alexander—. ¿Ahora quiere un
boleto para el museo o no?
—Sí, sí, está bien. ¿Cuánto cuesta?
Alexander golpeó en el escritorio un papel plastificado.
—¿Dieciocho dólares? —Cooper se atragantó—. ¿Eso incluye una
cena con pescado?
—Actualmente tenemos dos exhibiciones abiertas. Una sobre historia
local y la otra sobre el impacto ambiental de la industria pesquera. Hoy
también estamos mostrando un cortometraje que creo que le resultará
especialmente interesante.
—Lo haré —dijo Cooper rotundamente, entregándole un billete de
veinte y sintiéndose como un tonto. ¿Cómo iba a encontrar a Bennet así?
¿Por qué no se encontraban en una cafetería como agentes encubiertos
normales de una agencia secreta que regula seres sobrenaturales?
—Debería comenzar en cuatro minutos. —El chico le entregó su
boleto y cambio, todavía luciendo aburrido—. Es posible que desee guardar
su asiento.
Cooper miró alrededor del edificio desierto.
—Sí, gracias. Haré justo eso. —Comenzó a caminar junto al chico,
salió del vestíbulo, luego se detuvo y se volvió—. ¿Oye, Alexander? ¿Un
lugar como este tiene acceso a registros públicos?
El chico parpadeó, molesto.
—¿Qué tipo de registros?
—Oh, escrituras de propiedad y ese tipo de cosas.
Alexander resopló.
—No se necesitan registros para eso. Le ahorraré la molestia. Los
Parks son propietarios de Port Drove.
Cooper frunció el ceño.
—Sé que están, eh, “a cargo” —dijo, usando comillas en el aire—.
Pero me refiero a legalmente. ¿Hay algún lugar al que alguien pueda ir a
comprobar fronteras reales de propiedad, por ejemplo?
—Sí —dijo Alexander lentamente, como si Cooper estuviera siendo
particularmente denso—. Me refiero a legalmente también. No hay
fronteras de propiedad. El ochenta y cinco por ciento de la tierra de
propiedad privada por aquí es propiedad de ellos. Las propiedades privadas,
incluso las empresas... simplemente alquilan la mayor parte. —Entornó los
ojos—. ¿No debería saber eso ya?
Cooper lo miró fijamente, tratando de procesarlo todo. Por primera
vez sintió que estaba empezando a comprender lo que estaba en juego aquí.
Manadas alfas controlando territorio y manadas subordinadas que luchaban
por el poder todavía eran un poco teórico para Cooper. No lo entendía.
Parecía algo salido de una fantasía. ¿Una guerra de manadas luchando por
el control de qué?
Pero derechos de propiedad. Propiedad empresarial. Disputas
territoriales. Alquiler. ¿Y conectando todo más dinero del que Cooper podía
imaginar? Sí, esas eran cosas por las que la gente mataba todo el tiempo. Él
entendía eso.
—¿Alguien podría averiguarlo?
—No lo sé. Supongo que si realmente cavara. Pero no es como si la
gente viniera a Port Drove para comprar bienes raíces. Joe Park siempre
dejaba en claro que prefería morir que vender un acre. —Los ojos de
Alexander se abrieron como si se hubiera dado cuenta de las implicaciones
de lo que había dicho—. Quiero decir... pero eso fue solo una forma de
hablar.
—Correcto. Por supuesto. Una cosa más: ¿alguien más ha estado
preguntando sobre este tipo de cosas?
Alexander frunció el ceño.
—No le dije nada. No soy idiota. Además, esto es solo un museo, no
tenemos ese tipo de acceso.
—¿Quién fue?
—No lo sé. Un humano. Un viejo blanco. Parecía ese tipo de los
comerciales de joyería. ¿Sabe a qué me refiero?
Cooper no lo hacía. Pero sí conocía a un tipo blanco de aspecto
comercial. Y comparado con este niño, era incluso viejo.
Agradeció a Alexander y salió del vestíbulo, con la cabeza dándole
vueltas.
Joe Park había sido un hombre difícil y hambriento de poder que
luchaba por dominar a otras manadas y a su propia familia por igual,
preocupándose solo por apoderarse de la tierra negándose a vender hasta el
día de su muerte. David Freeman, otro alfa imbécil, había estado hurgando,
buscando títulos de propiedad, y ahora estaba muerto, también. Obviamente
había una conexión, pero el cómo y el quién eran vagas sospechas que
Cooper no se atrevía a decir en voz alta por miedo a estar equivocado. Este
no era cualquier caso. Park había crecido con estas personas. Eran amigos.
Eran familia.
El museo parecía ser solo una sala larga con un gran divisor en el
medio. Las vitrinas a lo largo de la pared contenían artefactos de barcos y
largas pancartas sobre la historia de los pueblos originarios de la zona,
cambios en la industria pesquera a lo largo de los años y la actual crisis
ambiental a la que se enfrentan todos los océanos. En el separador de
habitaciones había grandes fotografías en blanco y negro de barcos del 1800
y tripulantes de rostro sombrío posando. Cooper pudo hacer una ronda
completa en dos minutos. Cuando asomó la cabeza a la sala de medios,
estaba oscura y vacía, y la pantalla estaba negra. Gran película. No pudo
encontrar una puerta que pudiera conducir al faro.
En su segundo viaje alrededor de las vitrinas, un pequeño talismán de
metal atrapó su vista. Estaba corroído casi más allá del punto de
reconocimiento, pero Cooper aún pudo distinguir la liebre saltando, con sus
largas orejas entrelazadas con las ramas de un árbol frutal. Era exactamente
el mismo símbolo que el que tenía la puerta de los Parks.
Cooper tomó una foto con su teléfono.
—Disculpa —dijo, dirigiéndose hacia el frente—. ¿Puedes decirme
qué es este símbolo?
Pero Alexander se había ido del escritorio.
—¿Uh, hola? —Cooper miró a su alrededor, pero el vestíbulo estaba
vacío. Él no había escuchado que las puertas de entrada se abrieran, pero no
parecía haber ningún otro lugar adonde ir.
De repente, en la parte trasera del museo, comenzó la música, junto
con la voz de un hombre.
—¿Hola? —Cooper llamó de nuevo.
Regresó a la exposición, y pasó junto a las vitrinas y las fotos. Los
sonidos provenían de detrás de la pesada cortina que bloqueaba la
habitación de medios.
—¿Alexander? —dijo Cooper tentativamente. Asomó la cabeza detrás
de la cortina. Era un poco más fácil ver la habitación ahora que el video
estaba reproduciéndose. Cuatro bancos sin respaldo estaban frente a la
pantalla, donde miles de peces desesperados y retorciéndose estaban siendo
arrastrados fuera del agua por una red mientras un solemne narrador
describía el saqueo imprudente de los océanos. En el banco trasero, en la
esquina de la habitación, la Agente Bennet estaba sentada viendo el video,
con las gafas de sol firmemente puestas, y las lentes reflejando la masacre
en la pantalla.
—Agente Dayton —dijo—. Me alegro de que pudiera venir.
Ella palmeó el asiento a su lado. Cooper miró hacia el museo vacío,
luego entró lentamente y se sentó. Se sintió desconcertado y fuera de
equilibrio ante la posibilidad de que ella hubiera estado aquí sentada en la
oscuridad cuando él había comprobado antes, observándolo en silencio.
Probablemente esa era su intención. La Agente Bennet parecía una experta
en sacar a los demás de su juego.
—Bueno. Claramente, el Trust invierte más tiempo en enseñar cómo
establecer un enlace dramático que nosotros. ¿No había ningún otro lugar
donde pudiéramos habernos encontrado?
Ella sonrió lánguidamente.
—Siempre me ha gustado estar aquí. Es uno de los pocos negocios
realmente neutrales que quedan en la ciudad. —Ella lo miró—. ¿Está solo?
—Sabe que sí. ¿De qué se trata esto?
—¿No le dijo al Pastor a dónde iba?
—Deje de llamarlo así —dijo Cooper en voz baja—. Park todavía está
dando su declaración. —No era mentira. Solo una evasión.
Ella asintió y volvió a mirar el video. En la pantalla, las redes estaban
siendo abiertas, y junto con el pez de vientre plateado, basura colorida se
derramaba a través de la cubierta del barco.
—Escuché que tuvo una mañana emocionante.
—Así que ya sabe que David Freeman fue asesinado.
—¿Sabe por qué?
Cooper se movió en el incómodo banco, sin querer compartir sus
recién formuladas sospechas, aun tomando forma en la oscuridad.
—Tomo eso como que tiene una teoría.
Bennet sacó una carpeta de debajo de su abrigo y se la tendió a
Cooper para que la tomara.
—La información que pude obtener anoche.
Lo abrió y escaneó los documentos rápidamente, lo mejor que pudo.
En la luz baja e inconsistente, tardó un momento en darse cuenta que
estaban en francés.
—¿Qué es esto?
—Correos electrónicos. Entre Charles Girard, el rebelde guía de
nuestro desafortunado equipo de investigación y su novia. En resumen, no
es una coincidencia que los Freeman estén aquí en Port Drove. Fueron
atraídos.
—¿Qué quiere decir?
—La doctora Freeman se encuentra en una posición delicada,
financiera y profesionalmente.
—Sé que la despidieron recientemente y que su esposo estaba
financiando este viaje. Sé que necesita que la investigación dé resultado y
se convierta en algo publicable si tiene alguna esperanza de volver a
trabajar en el mundo académico.
—Eso es lo que también pensó David Freeman. Pero según el señor
Girard, la relación de los Freeman se estaba deteriorando rápidamente.
Parece que el señor Girard estaba preocupado que si David Freeman dejaba
el matrimonio, no recibiría la tarifa completa que se le prometió.
—¿Y?
—Su amante, que en estas páginas se hace llamar Doudou, estaba,
digamos, igualmente preocupada y alentó al Señor Girard a que le pagaran
por adelantado. —Ella sonrió, dientes brillando en azul a la luz de la
película—. A pesar de lo arisco que es el Señor Girard, no es naturalmente
una persona de confrontar, pero Doudou fue... convincente. No voy a entrar
en cómo en este momento, pero fue un intercambio particularmente
fascinante si alguna vez tiene una noche libre.
—Sí, gracias, tomaré su palabra —dijo Cooper, y envió una oración
para que un agente del gobierno con cara de piedra nunca tuviera motivos
para clasificar y sonreír ante sus propios nombres de mascotas y sextos—.
¿Entonces qué pasó?
—Como era de esperar, Girard no consiguió su adelanto, pero cuando
habló con la doctora Freeman al respecto, ella le dijo que no se preocupara.
Que la financiación estaba siendo cubierta enteramente por un benefactor
que la había invitado específicamente a establecer su proyecto de
investigación en Port Drove.
—¿Y Girard creyó esa mierda?
—Eso es precisamente lo que dijo Doudou. Sin embargo, creo que la
doctora Freeman estaba diciendo la verdad. —Bennet golpeó ligeramente
los papeles—. Para convencer a Doudou, Girard incluyó convenientemente
una serie de detalles de esa conversación. Individualmente circunstancial,
pero en conjunto, creo que alguien manipuló a los Freeman para que
vinieran aquí específicamente para causar problemas a la manada Park.
Levantó la mano y contó cada punto con un dedo.
—Girard no nombró al benefactor, solo que eran fanáticos del trabajo
de la doctora Freeman en evolución rápida y que pagarían el doble de lo
prometido si ella lograba capturar a uno de los lobos que mostrara un
comportamiento anormal.
Ella dejó caer un dedo.
—Fue idea del benefactor y no de los Freeman acampar en la
propiedad de los Parks, incluso proporcionando coordenadas de dónde
podrían ubicarse sin ser detectados.
Otro dedo.
—El benefactor empujó a los Freeman a alojar múltiples denuncias
contra los Parks en la policía, asegurando una historia de disputas bien
documentada.
Cerró la mano en un puño y la volvió a colocar en su regazo.
—Por sí mismo difícilmente es un sabotaje. Pero combinado con los
ataques a los alfas de la manada Park usando la misma arma que se ha visto
usando a los Freeman, creo que ha sido un ataque cuidadosamente
ejecutado sobre la manada. Sé de un solo grupo que está en posición de
sacar provecho de su caída y tiene los medios económicos para organizar
esto.
—Los Rosettis —supuso Cooper. En cierto modo, tanto Stuart como
Tim habían tenido razón. El equipo de investigación estaba involucrado,
pero como un peón en una guerra de manadas.
—Los Parks tienen una debilidad por encima de todas las demás, la
misma debilidad que tiene cada lobo: el descubrimiento. Gran parte de su
poder proviene de tener dinero y poder para mantener a los humanos fuera
de sus negocios. Pero si eso fuera a cambiar... el sistema se derrumbaría
rápidamente.
—Entonces, cree que uno, o todos, los Rosettis dirigieron
intencionalmente a la doctora Freeman hasta aquí, establecieron un registro
de fricción y mataron a David Freeman en la propiedad Park para echarles
la culpa de asesinato así la policía no tendría más remedio que investigar.
—Quizás. O tal vez solo querían una distracción adecuada y no tenían
intención de matar a David Freeman hasta que comenzó a hacer demasiadas
preguntas. —Pasó al final de la carpeta y a la última página—. Encontré
esto en la computadora del Señor Freeman hace un par de días.
Cooper arqueó las cejas.
—¿Cómo? De hecho, ¿cómo consiguió todo esto?
—Puedo ser muy convincente. —Ella le sonrió dulcemente, y por un
extraño momento recordó a Park justo antes de encantar a un pobre idiota a
que confiese sus pecados. Cooper solía sorprenderse de que alguien del
tamaño de Park se hubiera molestado en desarrollar más trucos bajo la
manga que los que eran puramente de intimidación física. Ahora se daba
cuenta de que Park habría necesitado tantos trucos como pudiera conseguir
mientras se apoderaba de todo el maldito continente noreste.
Cooper se aclaró la garganta y examinó lo que parecían ser
declaraciones bancarias.
—¿Qué estoy mirando?
—Impresiones de capturas de pantalla encontradas en su escritorio.
Parece ser una cuenta separada donde la doctora Emily Freeman estaba
transfiriendo todo el dinero que su marido creía que iba a financiar la
investigación.
—Así que estaba haciendo una doble inmersión, usando el dinero del
benefactor para trabajar y el dinero de David para abrir una cuenta de
escape. —Bien por ella, pensó Cooper. Especialmente si David había sido
un bastardo tan grande como Cooper sospechaba que era. Si la doctora
Freeman no estaba justo en medio de un complot asesino para desmantelar
la infraestructura de una especie entera, estaría tentado a decirle que
continúe.
—Como estos vinieron de la computadora de él, podemos asumir que
David descubrió la traición también. Es posible que haya localizado al
benefactor y la confrontación salió mal.
—Conocí a un miembro de la manada de Rosetti anoche —dijo
Cooper, pensando en voz alta—. Un hombre llamado Geoff. Dijo que David
Freeman se le acercó bajo la pretensión de títulos de propiedad y luego lo
acusó de tener una aventura con su esposa.
La Agente Bennet inclinó la cabeza hacia un lado, absorbiendo esa
información.
—Geoffrey ha sido la mano derecha de Sylvia Rosetti durante tres
años. Mientras ella podría ser reacia a actuar contra Helena por razones
sentimentales, él no lo haría.
—Digamos que todo esto es cierto. ¿Dónde están la doctora Freeman
y Girard? —En su bolsillo, el teléfono de Cooper vibró. Lo ignoró.
—No he podido determinar eso todavía. Pero sería del mejor interés
de los Rosettis mantenerlos alejados de la policía para que nada de esto
salga a la luz. Suponiendo que aún no estén muertos, claro.
—Si están muertos, ¿por qué llevárselos y dejar que encuentren a
Freeman? —Su teléfono volvió a vibrar y Cooper lo sacó para revisar los
mensajes rápidamente. Eran de Park.
Cola dice que no hay registros de una Agente Bennet en plantilla.
Sal ahora.
—¿Problemas, Agente Dayton?
Cooper levantó la mirada y se guardó el teléfono en el bolsillo.
—No. Ningún problema —dijo. Bennet, o quienquiera que fuera, lo
miró desde atrás de sus lentes. Su comportamiento había cambiado, solo un
poco a alerta y peligroso. O tal vez ahora él era consciente del peligro.
—Ese era mi compañero. Ha terminado y me espera en la estación. —
Cooper se puso de pie, recogiendo la carpeta con él—. Así que debería
irme.
La mujer lo miró con expresión en blanco.
—No hemos discutido los próximos pasos —dijo.
—Gracias por la info. Park y yo, ah, la comprobaremos. Y yo estaré
en contacto con usted esta vez, ¿qué tal eso? —Cooper dio un paso atrás y
la mano de la mujer salió disparada y se cerró alrededor de su antebrazo. Él
soltó la carpeta y los papeles se desparramaron por el suelo, brillando en la
poca luz, como peces en una cubierta.
—Siéntate, Cooper. No quiero hacerte daño. —Sintió el pinchazo de
las garras a través de su manga.
—¿Agente Bennet? —preguntó, tratando de sonar confundido—.
¿Qué está haciendo?
Ella se puso de pie y lo acercó más a ella, pisando los correos
electrónicos del pobre Girard. Él apenas se dio cuenta que ella metió la
mano en su bolsillo y sacó su teléfono celular. Ella dejó que su mano se
arrastrara por su brazo, garras parciales raspando no lo suficiente como para
sangrar, pero lo suficiente como para que no se atreviera a moverse hasta
que ella agarró su pulgar.
—No le importa si tomo prestado su teléfono, ¿verdad? —murmuró
suavemente, y presionó el botón de inicio con su huella digital,
desbloqueando la pantalla.
—Espere…
—¡Cooper! —La voz de Park. En algún lugar del museo.
La mujer miró más allá de él, hacia la puerta, y por un momento su
rostro se torció en algo parecido a la emoción antes que el miedo se
apoderara de ella. Ella soltó a Cooper, empujando su teléfono en su mano, y
tropezó hacia atrás hacia una oscura esquina de la habitación justo cuando
Park irrumpió a través de la cortina, casi arrancándola de la vara.
—¡Cooper!
—Aquí. Estoy bien —dijo Cooper, tropezando un poco cuando Park
agarró su hombro y tiró de él contra su costado protectoramente—. Estoy
bien —repitió, poniendo una mano tranquilizadora en el brazo de Park y
mirándolo a los ojos, que eran inhumanamente reflectantes en la penumbra.
Pero Park ni siquiera lo miraba, solo miraba fijamente a la esquina,
congelado.
—La Agente Bennet me estaba contando algunas cosas interesantes
sobre los Freemans —dijo Cooper falsamente casual, sin estar seguro de
cómo Park quería jugar esto.
Park estaba apretando su hombro ahora más allá del punto de
comodidad, y Cooper trató de distraerlo casualmente sin darle mucha
importancia, pero el agarre no cedió. Era tan impropio de él olvidar su
propia fuerza y lastimar físicamente a Cooper.
El alivio inmediato que había sentido al escuchar la voz de Park se
estaba desvaneciendo rápidamente. Algo estaba mal. Más que mal.
Park todavía no había respondido. Él miraba fijamente a la mujer y
ella le devolvía la mirada. El agarre en su hombro era significativamente
doloroso ahora, y Cooper sospechaba que tendría moretones con marcas de
dedos en una hora. Puso su propia mano sobre la de Park para apartarla.
Aun así, Park se resistió por un segundo, como si no sintiera el toque, pero
finalmente dejó caer su mano. Cooper podía escuchar su respiración,
inusualmente rápida y ruidosa.
La habitación se había oscurecido cuando en la pantalla la cámara se
arrastraba por el fondo del océano mientras la vida vegetal submarina se
balanceaba y oscilaba. Cooper abrió su boca, pero Bennet se le adelantó.
—Oliver —dijo—. Es… bueno verte.
Park hizo un pequeño sonido de incredulidad.
—¿Se conocen? —dijo Cooper finalmente. Quizás ella era una agente
del Trust después de todo.
—Sí —dijo la mujer lentamente—. Por supuesto. Le dije que trabajo
con...
—No le mientas. —Park habló finalmente, su voz apenas más que un
graznido—. A él no.
Bennet no ofreció más información, ni siquiera miró en dirección a
Cooper. No podía comprender su expresión detrás de las lentes oscuras.
Decidida, ciertamente. Eso estaba en su mandíbula. Pero también algo más.
¿Herida? ¿Anhelante?
Ella suspiró y finalmente se quitó las gafas de sol, apoyándolas en su
cabeza. Una viciosa cicatriz cortaba la esquina de su ojo izquierdo, dándole
de alguna manera una mueca torcida, dejando su iris de un blanco azulado
lechoso.
A su lado, Cooper escuchó a Park exhalar bruscamente.
—¿Cuando sucedió eso? —preguntó.
—Hace años.
Más silencio pesado. Cooper iba a perder la cabeza. Todo este fin de
semana había tenido pausas más dramáticas que una película francesa de
nueva onda.
—Si alguien en algún momento me va a poner al corriente, ahora
sería genial.
Park se movió arrastrando los pies, luciendo como si esperara que la
mujer respondiera. Cooper pensó que estaba ladrando al árbol equivocado.
La mujer estaba apenas parpadeó.
—Esta es Daisy Boudillion —dijo Park—. O, ocasionalmente, Daisy
Boudillion Park. Ella es mi… madre.
Capítulo Doce
La mente de Cooper iba a toda velocidad. La madre de Park. La
madre que había salido un día y no había vuelto nunca. La madre que Park
había creído muerta durante la mayor parte de su vida hasta que Marcus
desobedeció a la manada y le contó la verdad. La madre por la que Park
había renunciado a su trabajo como profesor de inglés para encontrarla.
Había forjado un trato con la directora del Trust, Margaret Cola, solo para
descubrir que ella, su propia madre, había estado con el WIP todos estos
años y no estaba dispuesta a encontrarse con él o incluso siquiera hablarle.
Ella no se parecía en nada a él. Parecía demasiado joven para ser la
madre de Park. No podía haber tenido más de diecinueve o veinte años
cuando lo había tenido. Y tampoco era como si fuera el hijo mayor. Park
nunca había mencionado algo sobre los años que vivió con sus padres
además de que eran incómodamente pobres, se mudaban mucho y no tenían
contacto con el resto de la familia. Ser madre tan joven de tantos en esa
situación debía haber sido difícil. Realmente difícil. No es que Cooper
ahora la perdonara por lo que le había hecho a Park. Pero... simplemente no
se había dado cuenta, eso era todo.
—Entonces —dijo Cooper—. Supongo que eso significa que no es
realmente una agente del Trust. Nunca lo fue.
—Es una estafadora —dijo Park rotundamente.
—Sí, lo estoy viendo. ¿De dónde sacó la placa?
Por un momento, su mirada de impaciente irritación era casi idéntica
a la de Park antes de suavizarse.
—El WIP ha estado observando de cerca al Trust durante algún
tiempo. Cuando Oliver se puso en contacto conmigo por primera vez a
través de los contactos de Cola, pude rastrear a uno de ellos y me tomé la
libertad de, ah, adquirir su placa. —Ella se encogió de hombros—. Pensé
que podría ser útil algún día. O muchos días como ha sido el caso.
—Pero sabía cosas —dijo Cooper—. Sobre el primer caso de Oliver y
yo juntos. ¿Cómo? ¿De dónde sacó esa información?
Park se rio amargamente.
—Eso es fácil. Eso lo consiguió de mí, también. ¿No es así? Le he
estado enviando correos electrónicos cada tres semanas aproximadamente.
Pequeñas cosas sobre mi vida. Luego cosas más grandes. Incluso le conté
todo sobre ti, esperando que algo fuera lo suficientemente interesante como
para provocar una respuesta. Cualquier respuesta. Pero nunca lo hizo.
Honestamente, pensaba que ella no se molestaba en abrirlos.
Daisy se estremeció, pero Park continuó.
—No pensé que nada pudiera hacer peor daño que eso. Supongo que
no había considerado la posibilidad de que realmente los estuvieras leyendo
para usar la información en tus engaños. Eso fue poco imaginativo de mi
parte.
Él vaciló, dándole la oportunidad de decir que no era cierto, que no
era así. Él quería que ella lo hiciera. Dios, estaba escrito en cada línea de su
rostro lo mucho que él quería que ella lo hiciera. Pero Daisy no dijo nada.
Park cerró los ojos, centrándose, antes de abrirlos.
—Lo que no entiendo es por qué. ¿Por qué todo esto? Fingiste ser un
agente del Trust para poder mentirle a Cooper ¿con qué fin? Para poder
contarle... ¿sobre mí? ¿Sobre lo que he hecho? —Su voz se quebró un poco
y la culpa de Cooper se triplicó—. ¿Estabas tratando de asustarlo para
protegerlo? Porque sé que no fue para mi beneficio.
Daisy se humedeció los labios, apartándose de su tembloroso hijo.
Ella se dirigió solo a Cooper.
—Puede que no sea una agente, pero no estaba mintiendo sobre el
resto. Nada de todo eso. Realmente estoy aquí para averiguar qué está
pasando. Ha habido murmullos entre mis contactos del WIP. Sé que se
avecina un golpe de Estado. Alguien está intentando desmantelar el reinado
de los Parks.
—Y pusiste a Cooper en mi contra porque pensaste que era yo. —La
forma en que Park lo dijo no era una pregunta.
Ella lo miró, como si fuera un extraño en la calle gritando tonterías y
estuviera considerando si valía la pena su tiempo corregirlo.
—No estoy completamente sin amigos en esta ciudad. He estado
manteniendo un ojo en ti y en tus hermanos y hermanas todos estos años. Sé
que Joe te preparó para que te hagas cargo —dijo Daisy con rigidez—.
Sé que te manipuló. Te hizo hacer cosas horribles.
El sonido que Park hizo profundamente en su garganta no sonó
humano, y Daisy dio un paso instintivo más cerca. Por un momento pareció
que iba a extender la mano para tocarlo, antes de detenerse notablemente.
Cristo. ¿Cómo podía la ausencia de contacto golpear tan fuerte?
Cooper estaba prácticamente tambaleándose por ello él mismo.
Casualmente, deslizó su mano en la de Park y sus dedos fueron aplastados
casi de inmediato. Eso estaba bien. Él podría soportar algunos moretones
por esto.
El ojo de Daisy se movió, notando el pequeño momento. Sin ninguna
inflexión dijo: —Incluso tú debes saber que hay muchos que creían que
regresabas a Port Drove para apoderarte del territorio. Muchos incluso lo
agradecerían.
—¿Tú lo harías?
Ella inclinó la barbilla hacia arriba.
—Sabes que no apruebo cómo tus abuelos dirigen los territorios. Creo
que el momento de Helena está retrasado y el cambio sería bueno para
todos. Pero… no. Nunca quise que ese fuera tu camino en la vida.
—Bueno, abandonarnos con las mismas personas que odias es una
forma divertida de demostrarlo.
La mirada que le dio Daisy era muy condescendiente.
—Tu padre y yo tomamos la mejor decisión que pudimos en una mala
situación. No eres padre. No lo entenderías.
—¿Y tú te consideras padre? —dijo Park.
El labio de Daisy se movió, casi mostrando los dientes.
—Había que hacer sacrificios. Al menos sabía que Joe y Helena te
enseñarían a ser duro. Con ellos sabía que estarías a salvo.
—Seguro, pero no alguien a quien quisieras conocer o incluso enviar
un maldito correo electrónico, ¿cierto? Una mala persona. Alguien que hace
cosas horribles.
—Lo que pude haber pensado o no, no importa ahora —dijo ella
impaciente, lo que parecía una declaración tremendamente audaz y
evidentemente falsa para Cooper—. Solo estoy aquí para evitar que estalle
una guerra de manadas. Como ya he discutido con tu compañero, es casi
seguro que los Rosettis estén detrás los ataques. Ya sea como manada con
Sylvia al timón o, como cree el Agente Dayton, solo Geoff.
—Vaya —dijo Cooper apresuradamente mientras Park se volvía hacia
él—. No sé lo que pienso. Pero creo que deberías escuchar lo que...
Le costó cómo llamarla. Tu mamá obviamente estaba fuera; la mujer
claramente no tenía ningún interés en ser madre. Daisy parecía demasiado
familiar. ¿Señora Park? ¿Señora Boudillion?
—... lo que descubrió sobre los Freeman. —Podía oír la reticencia en
su propia voz. No quería nada más que meterse a Park en el bolsillo y
llevárselo lo más lejos posible de este doloroso lío lo más rápido posible, y
que la guerra de manadas fuera condenada. Pero había un asesino y dos
personas desaparecidas dependían de ellos.
Apretó los dedos de Park a modo de disculpa y sintió que Park se
aferraba a él desesperadamente. Al menos se veía más firme y su voz era
tranquila cuando dijo: —Bien. Dime. ¿Qué tenemos?
Daisy le explicó rápidamente lo que ya le había dicho a Cooper.
—¿Y tú crees que Sylvia es la benefactora anónima? —dijo Park
dudoso cuando ella terminó—. Conoce a nuestra familia desde hace años.
Eso parece bastante maquiavélico para alguien que solía hornearme pastel
de plátano para mi cumpleaños.
Daisy resopló.
—Una defensa a prueba de tontos.
—Es más de lo que tú has hecho durante los últimos treinta años —
espetó Park.
—También podría ser Geoff —intervino Cooper. Quería que Park
tuviera la oportunidad de ventilar sus quejas, pero ahora no era el mejor
momento. No sin un par de consejeros profesionales sobre relaciones
disponibles y mejor insonorización que una cortina—. O realmente
cualquiera en la manada Rosetti, aunque los que están en la cima se
beneficiarían más, ¿verdad? —Miró entre los dos por confirmación y no
obtuvo nada—. De cualquier manera, creo que el siguiente paso es hablar
con Sylvia Rosetti antes de que lo haga la policía.
—No será el caso de la policía por mucho más tiempo —dijo Park—.
He llamado al BSI.
Cooper sintió que se le abría la boca y la cerró.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Esta mañana. Después... después de nuestra conversación. —
Levantó la barbilla y miró a Cooper a los ojos—. Les expliqué toda la
situación. Todo. Ahora que un humano ha muerto, me sorprende que no
estuvieran aquí ya.
Cooper no supo qué decir. ¿Después de su pelea? ¿Qué significaba
esto?
—¿Los agentes vienen aquí? —siseó Daisy—. Necesito irme—. Ella
se puso de nuevo las gafas de sol y se dirigió hacia la puerta.
—Oiga —dijo Cooper, interponiéndose en su camino—. ¿Qué quiere
decir con irse? ¿A dónde va?
—No puedo estar aquí cuando lleguen. No estoy... —Ella miró a Park
—. Tengo algunas órdenes de arresto pendientes.
—Pero no puede simplemente desaparecer —dijo Cooper. El tácito de
nuevo colgaba en el aire—. ¿Cómo podemos contactarle?
—Ya tienen todo lo que tengo. Encuentren a la doctora Freeman. Ella
es la única que puede probar que los Rosettis están detrás de esto. No hay
nada más que yo pueda hacer.
—Pero…
—Cooper —dijo Park, su voz ronca—. Solo déjala ir.
Sin una segunda mirada, Daisy Boudillion Park salió de la habitación.
Ni Cooper ni Park se interpusieron en su camino.
Hubo un momento de absoluto silencio. Y luego el video comenzó de
nuevo, con los sonidos de las olas y una sirena de niebla lejana. La voz
sonora del narrador se preguntaba si el océano profundo era el mayor
misterio sin resolver de la Tierra.
—¿Estás bien? —dijo Cooper.
Park lo miró como si no entendiera la pregunta. Suficientemente
justo. ¿Quién estaría bien después de eso?
Cooper extendió la mano tentativamente para tocar su brazo.
—Oye…
Park cobró vida de un tirón y atravesó la cortina.
Cooper exhaló y luego lo siguió. El brillo de la habitación principal
hizo que su visión se nublara y parpadeó rápidamente, mirando a las
grandes claraboyas. Había algo en salir de una habitación oscura después de
un tiempo prolongado que hacía que la vista de la luz del día fuera
impactante, tan impactante, como si no pudieras creer que el resto del
mundo hubiera continuado sin ti.
Park caminaba de un lado a otro frente al divisor, con los hombros
ocasionalmente temblando como si estuviera sacudiéndose un toque
invisible.
Cooper abrió la boca. La cerró. ¿Qué diablos podía decir?
—¿Oliver? —dijo en voz baja, luego saltó cuando Park golpeó sus
manos contra el divisor y las arrastró hacia abajo, las garras abrieron el
lienzo, dejando cuatro cortes violentos, y gruñó, un sonido puramente
animal que resonó por la habitación y le puso los pelos de punta a Cooper.
Park arrancó sus garras fuera del tablero, que temblaba, amenazando con
caerse, y se encorvó con las manos sobre las rodillas, respirando
profundamente.
Cooper se humedeció los labios y caminó con cautela hacia adelante
para tocar la espalda de Park. Park dejó escapar un suspiro entrecortado y
luego otro, y Cooper no pudo resistir tirar de su camisa y de él hacia sus
brazos. Park se aferró a él, agarrando su espalda, y su cabeza cayó sobre el
hombro de Cooper, con el rostro enterrado en su cuello. Cooper sintió las
vibraciones del sonido contra su piel y luego el temblor agitado de Park se
convirtió en algo más rítmico. Se dio cuenta que Park estaba llorando.
No dijo “Está bien” porque no lo estaba, o “Lo sé” porque no lo sabía.
No dijo “Lo siento” porque era un cliché vacío y ceremonial, o “No la
necesitas” porque la necesidad no tiene nada que ver con eso. Se trataba de
querer. Y en algún momento, al menos una vez en la vida, sin importar
quién, por qué o qué viniera antes, todos quieren a su mamá.
Cooper simplemente apretó a Park con más fuerza y presionó beso
tras beso en su sien, la parte superior de su cabeza, su hombro. Deseando
que sintiera cuánto lo amaba. Una persona no puede amarte lo suficiente
como para compensar a todas las personas que no, pero Cooper no lo estaba
intentando por toda la gente. Solo por una. Solo para justo ahora.
No estaba seguro de cuánto tiempo estuvieron allí. Incluso después
que Park dejó de llorar, su cuerpo se detuvo y su respiración se equilibró,
mantuvo su rostro presionado contra la curva del cuello de Cooper. Podía
decir que Park era reacio a moverse de este momento y lidiar con lo que
venía después. Él también lo era. Así que se quedaron allí parados
balanceándose mientras Cooper acariciaba su cabello, sudoroso a pesar del
frío de la habitación. Cooper deseaba poder mantenerlo así, escondido
contra su hombro por el resto del día.
Finalmente, Park se enderezó y se soltó de sus brazos. Su rostro
estaba rojo y un poco hinchado, y evitó la mirada de Cooper.
—Ah, mierda —dijo, y se pasó la mano apresuradamente para
cubrirse los ojos con una fuerte inhalación—. Lo siento.
—No lo hagas —dijo Cooper de inmediato, con seriedad.
Era cierto que rara vez se emocionaban así, después de todo los dos
tenían una vida entera de lavado de cerebro que, las lágrimas de alguna
manera devaluaban a un hombre; pero aunque deseaba que las
circunstancias fueran diferentes, se sentía más fuerte y más cerca de Park
que nunca. No quería ver nunca más llorar a Park, pero de una manera
extraña, quería estar allí cada vez que lo hiciera.
—¿Puedo... qué puedo hacer?
Park negó con la cabeza, frotándose los ojos de nuevo, hasta que se
expandieron en su lobo dorado y resplandeciente, borrando por completo el
rojo y haciendo sus expresiones más difíciles de leer. Era la primera vez que
Cooper veía a Park elegir sacar al lobo a la superficie cuando solo estaban
ellos dos, como un dispositivo de protección. La primera vez que usaba al
lobo para bloquear a Cooper. Eso lo preocupó.
—Vamos a hablar con Sylvia Rosetti —dijo Park.
—¿Te refieres ahora? ¿Estás seguro? Quizás deberíamos esperar hasta
que la caballería llegue.
—No. Necesito... Necesitamos hacer esto ahora. Si lo que… si la
información es buena, la doctora Freeman y Girard podrían estar
quedándose sin tiempo.
Cierto. Pero Park todavía no miraba directamente a Cooper, y tenía la
sospecha de que esta urgencia repentina de terminar el caso en el que nunca
habían estado en primer lugar, tenía más que ver con distraerlos a ambos de
lo que acababa de suceder que de cualquier otra cosa.
Bueno, había preguntado qué podía hacer para ayudar y esto era lo
que Park había elegido.
—Está bien —dijo Cooper con cautela—. Pero en caso de que esto
salga mal, no estoy armado y ambos sabemos de manera realista que no
seré de mucha ayuda en una pelea contra, bueno, cualquier lobo en esta
ciudad, honestamente. ¿Podemos al menos entrar con algún refuerzo?
Park estuvo de acuerdo, aunque zumbaba con impaciencia.
—Llamaré a Eli. Tú actualiza al BSI sobre la situación y dónde
encontrarnos. —Sus ojos seguían brillando completamente dorados, y había
una intensidad desconocida en su rostro que agudizaba sus características.
Era como si ahora supiera que finalmente se uniría a la pelea, el terror
entrenado del noreste había despertado.
Esto era lo que veían los lobos cuando veían al Pastor, pensó Cooper,
y tembló.
Sacó su propio teléfono.
—¿Y dónde debo decirles que uno va a enfrentarse a un alfa rival y
evitar una guerra de manadas?
Park sonrió sombríamente.
—Este cerdito va a ir al mercado.

***
Las campanas anunciaron su llegada a lo que parecía ser una tienda
vacía. Ningún cliente. Nadie en el mostrador. Pero el café todavía
gorgoteaba en su plato caliente y la voz suplicante de Dusty Springfield
resonaba un poco demasiado fuerte alrededor de la habitación.
No tienes que quedarte para siempre, lo entenderé. Créeme, créeme...
—Sylvia —llamó Park. Caminó más profundamente en el mercado,
escaneando los pasillos, su gran cuerpo tan elegante e inquieto como un
depredador en una jaula. Cooper y Eli lo seguían de lejos—. ¡Geoff!
—No escucho a nadie —murmuró Eli.
—Parece que se fue de repente —dijo Cooper—. ¿Es posible que ella
fuera... advertida?
¿Es posible que tenga un cómplice dentro del otro campamento?
Pensó.
No pudo evitar pensar en el leve olor a cigarrillos en el cabello de
Sylvia.
Park frunció el ceño pero no respondió.
—Podríamos mirar alrededor —dijo—. El mercado se conecta con el
almacén y hay una oficina en la parte trasera. Si ella se fue a las apuradas,
deberíamos saberlo por el estado de su caja fuerte.
—¿Cómo sabes dónde está la caja fuerte?
—Es temporada de recaudación de impuestos. La época más
maravillosa del año —cantó Eli con la melodía de una vieja canción
navideña. Parecía terriblemente alegre para alguien que había descubierto
un cuerpo antes del desayuno y había sido incorporado en una misión de
último momento de confrontación barra rescate antes del almuerzo. Pero al
menos alguien estaba feliz.
—¿Qué quieres decir con recaudación de impuestos? —preguntó
Cooper.
—Todos los negocios dirigidos por lobos bajo el control de la manada
les deben una tarifa operativa anual —dijo Park.
Las cejas de Cooper se levantaron.
—¿Eso es... además del alquiler?
Park lo miró sorprendido.
—Sí. La mayor parte del impuesto se destina a un fondo de
emergencia, sin embargo.
—¿Emergencia?
Park vaciló y luego dijo: —Mantener un secreto así de grande tiene
importantes costos de gestión. Sobornos para humanos que se acercan
demasiado, compras de tierras mantenidas sin desarrollar para ir a correr,
dinero para fianza para los lobos que terminan en cárceles donde no pueden
cambiar, etcétera.
Cooper absorbió eso. No había pensado mucho en lo que implicaba
mantener a los hombres lobo fuera de las noticias. Ahora parecía que no
podía dejar de pensar sobre eso.
La misma debilidad que tiene todo lobo.
Los Parks inmediatamente descartaron pedir ayuda cuando Joe fue
asesinado porque no tenían a quien llamar. La vieja manada de Eli había
sufrido un chantaje y quién sabe qué más hasta que los Parks enviaron a
Oliver para comprar su libertad. El BSI no se había involucrado en este
caso hasta que fue un humano quien había muerto y una guerra entre
manadas amenazaba aún más vidas humanas. Con razón el anticuado
sistema de control de manadas florecía. Los lobos no tenían a quien acudir
cuando estaban en problemas y no podían confiar en la policía sin poner en
peligro su secreto. Eso dejó un sentimiento de insatisfacción en la garganta
de Cooper.
Park los guio a la parte de atrás y a través de la puerta donde Cooper
había visto a la Agen… a Daisy deslizarse hacía una vida.
El almacén del mercado era enorme, oscuro y estaba abarrotado.
Pallets de madera surtidos con altísimas filas de productos secos envueltos
en sarán llenaban el espacio, creando un laberinto de comida, como la red
más retorcida de una tienda de comestibles. El espacio zumbaba con el
sonido de los motores de una docena de neveras.
—¿Sylvia? —Park llamó de nuevo—. ¿Geoff?
Desde algún lugar profundo del almacén llegó un leve ruido sordo.
Los tres se congelaron y se miraron el uno al otro.
—¿Dirección? —preguntó Park en voz baja. Eli asintió hacia la parte
trasera derecha.
Se abrieron paso a través del laberinto de envases de cartón brillante.
En cada esquina pronunciada, Park y Eli se detenían e inhalaban
profundamente. En una de estas coyunturas, mientras se acercaban al fondo
de la habitación, ambos se miraron con preocupación.
—¿Qué es? —susurró Cooper.
Eli hizo una mueca.
—Sangre.
—¡Solo queremos hablar! —gritó Park de nuevo.
Otro golpe sonó. Mucho más cerca esta vez. Y luego una y otra vez.
Doblaron una última esquina y el laberinto se abrió hacia la parte
trasera del almacén. Había una puerta cerrada a la izquierda y la pared
estaba revestida con frigoríficos arcón. Del tipo que se abría en la parte
superior y se encontraban en los sótanos de las casas de vacaciones para
helados o en los garajes de asesinos en serie para sacar carne de gente fuera
del paso.
Pum, pum. El sonido venía de uno de estos refrigeradores. El que
tenía una caja de aspecto pesado encima y un tubo de goma colgando a un
lado. Cooper dudaba que hubiera helados dentro.
Se apresuró hacia adelante y tocó el costado del refrigerador. Estaba
cálido y quieto. Desenchufado hacía tiempo. Cuando volvió a oír el ruido
sordo, lo sintió en la palma de la mano.
—Ayúdenme a quitar esto.
Park y Eli sacaron la caja y la parte superior del refrigerador se abrió
de golpe. Una jadeante doctora Emily Freeman saltó.
—Por favor, por favor —gritó, cayendo en los brazos de Cooper. Él la
agarró sacándola de la nevera. Su piel estaba ligeramente fría, pero no
peligrosamente. Estaba empapada en sudor y un hilo de sangre manaba de
un corte en su frente.
—Está bien. Está bien —dijo Cooper lo más tranquilizador posible,
sosteniendo la mayor parte de su peso. Miró con los ojos muy abiertos por
encima de la cabeza de la doctora Freeman a Park, que parecía casi tan
conmocionado como ella. Cooper se dio cuenta de que hasta ese momento
Park no había creído realmente que la manada de Rosetti, a quienes debía
haber conocido la mayor parte de su vida, podría haber hecho esto. Eli
había retrocedido, con la cara escondida en las sombras del laberinto de
mercancías. Cooper esperaba que no fuera a salir corriendo.
—Por favor ayúdeme, por favor ayúdeme. —La doctora Freeman
estaba peligrosamente cerca de hiperventilar. Cooper podía sentir su saliva
y lágrimas empapando su pechera.
—Está a salvo ahora —dijo, tratando de sostenerla sin abrazarla
demasiado apretado o restrictivamente. Ambulancia, le gesticuló a Park con
la boca, quien asintió y comprobó su teléfono con el ceño fruncido.
—Hay un teléfono fijo en la oficina —dijo, y se apresuró a ir a la
puerta cerrada. Estaba bloqueada y Park tuvo que patearla con fuerza, y con
cada golpe que hacía la doctora Freeman saltaba en los brazos de Cooper.
—Shh shhh —Cooper trató de calmarla—. Ese es solo mi compañero
consiguiéndole un poco de ayuda. Nada que temer.
Después de tres intentos, hubo un fuerte crujido y la puerta entró
volando. Ambos lobos emitieron sonidos de sorpresa y disgusto. Eli incluso
tuvo que darse la vuelta, poniendo sus manos en una torre de stock como si
hubiera perdido el equilibrio, y jadeo en seco un par de veces.
Cooper se mordió la lengua, no quería alarmar a la doctora Freeman.
Tiró suavemente de ella más lejos de la puerta. Park se tapó la boca y la
nariz con su mano tropezando dentro de la oficina y se perdió de vista. Y
luego regresó fuera.
—¿Quién? —dijo Eli con urgencia—. ¿Quién es, Ollie?
Park estaba pálido y visiblemente conmocionado.
—Geoff. Está muerto. Más dardos tranquilizantes.
—¿Pero la sangre?
Park miró a la doctora Freeman, que seguía llorando ajena.
—Alguien... le arrancó los dientes.
—Qué carajos —susurró Eli—. ¿Qué carajos?
—La línea telefónica ha sido desconectada —continuó Park
enérgicamente—. Voy a intentar de nuevo en el frente. Cuídalos —le
ordenó a Eli, y volvió corriendo a la oscuridad del laberinto.
Cooper miró a Eli, quien le devolvió la mirada, con el rostro
completamente en blanco. De la misma manera lo había hecho cuando se
perdió en esos dolorosos recuerdos del pasado. Sus irises se habían
expandido, bloqueando lo blanco, y el gris pálido brillaba aún más
transparente. Bajo esta luz, el resultado no era ni humano ni animal, sino
puramente necrófago.
—Está bien, está bien —repetía Cooper, deseando creerlo él mismo.
La doctora Freeman pareció calmarse un poco—. ¿Me puede decir qué es lo
que pasó?
—Yo… yo no lo sé. Fuimos atacados. Me desperté en... en la
oscuridad —sollozó—. En un... en un ataúd. E-enterrada viva. —Ella le
clavó las uñas en la espalda y Cooper hizo lo que esperaba que fuera un
sonido relajante.
—¿Y Girard? ¿Sabe lo que le pasó?
La doctora Freeman se tensó en sus brazos.
—¿No… ha encontrado a Charles?
—No, aún no. Pero todavía estamos buscando. Sé que esto es difícil,
pero ¿tiene alguna idea de quién le atacó?
Demasiado tarde. La doctora Freeman había comenzado a llorar de
nuevo y parecía haber alcanzado su límite de responder preguntas. Cooper
miró a Eli y señaló con la cabeza los frigoríficos. Compruébalos, murmuró.
Después de un momento de quietud, Eli asintió. Comenzó a ir
sistemáticamente a través de los demás, abriendo y cerrando cada
refrigerador lo más silenciosamente posible para para no asustar a la
doctora Freeman. Cooper dejó que el llanto continuara ininterrumpidamente
durante un poco antes de preguntar en voz baja: —¿Puedo comprobarle si
tiene heridas?
Ella volvió a clavarle las uñas, pero asintió. Cooper la apartó un poco
para examinar la herida en su cabeza primero. Era mucho más superficial de
lo que había lucido al principio. Estaba justo en el medio de su frente, entre
sus cejas, que parecía un lugar inusual para golpear a alguien. Era
improbable que un golpe superficial como ese en la parte más gruesa del
cráneo la hubiera noqueado. Ella no tenía ninguna marca de restricción en
sus muñecas u otras heridas que Cooper pudiera ver.
—¿Le duele algo?
La doctora Freeman negó con la cabeza.
—¿Sabe si le drogaron?
Ella frunció el ceño.
—¿Drogado?
—¿Disparado con un tranquilizante?
—¿Es eso lo que se usó? No recuerdo...
Una de las puertas de la nevera se cerró de repente y la doctora
Freeman saltó, gritando, y volvió a caer en los brazos de Cooper.
—Está bien. Bueno. —Jesús, Eli.
Cooper trató de girarse lentamente sin sobresaltar a la doctora
Freeman para mirarlo solo para descubrir que Eli era un bulto inmóvil en el
suelo de cemento.
Y Sylvia Rosetti estaba parada sobre él.
Hubo un momento en que nadie se movió. Se miraron el uno al otro.
Sylvia miró del rostro de Cooper a la mujer que sollozaba, al refrigerador y
viceversa otra vez.
—Hijo de puta —dijo en voz baja, dando un paso hacia ellos—. Mató
a Geoff.
Cooper negó con la cabeza.
—No, espere.
Cuando la Dra. Freeman se dio la vuelta, jadeó: —¡Usted! ¡Ella mató
a David! ¡Lo recuerdo ahora! ¡Ella me atacó y lo mató!
—Nunca he visto a esta pequeña mierda mentirosa en mi vida. ¡Mató
a Geoff y ahora me está tendiendo una trampa! —gruñó ella—. Sé todo
sobre usted y sus videos enfermos. Maldito BSI. Bueno, no me va a acusar
de esto.
Dio un paso más y sus dientes se alargaron hasta convertirse en
colmillos. La Dra. Freeman jadeó.
Cooper tomó la mano de Freeman y tiró de ella hacia el laberinto.
—¡Oliver! —gritó, tan fuerte como pudo.
Freeman tropezó, como si sus piernas no pudieran sostenerla, y se
estaba moviendo demasiado lento. Cooper no se detuvo a pensar. Él
simplemente la agarró por la cintura, la levantó por encima de su hombro y
siguió corriendo. Su pierna se sentía débil y especialmente torpe con la
férula y seguía tropezando cada cinco pasos, pero aun así corrió. No había
otra opción. No podía oír ninguna señal de Park. ¿Dónde demonios estaba?
—¡Oliver! —gritó sobre los gritos de Freeman aferrada a su espalda.
No tenía idea de dónde había salido Sylvia o cuánto tiempo había
estado observándolos, esperando hasta que estuvieran separados y
distraídos. No podía dejar de imaginarse a Park en el suelo del mercado,
aferrado a un teléfono, con una piscina de sangre esparciéndose a su
alrededor por el linóleo. El corazón de Cooper colapsó sobre sí mismo y su
visión se oscureció por un segundo.
Si él está muerto, tú también. En todos los sentidos que importan.
—Oliver, por favor —se atragantó. No te atrevas a estar muerto o te
mataré yo mismo. No podía recordar exactamente qué camino tomar. ¿A la
izquierda en las galletas? ¿A la derecha en las cajas de pasta?
—¡Asesino! —Sylvia estaba gritando no muy lejos—. ¡Monstruo!
Cooper se detuvo dudando en las curvas. Solo vete, solo vete.
Freeman era tan liviana como se veía pero incómoda de sostener, y juntos
seguían golpeando las paredes de mercancías. Cuando los gritos cesaron
abruptamente, le preocupó que la hubiera golpeado con unas latas de sopa
dejándola inconsciente, pero cuando miró por encima de su hombro, se dio
cuenta de lo que había robado la voz de Freeman.
Una gran criatura parecida a un lobo con un rostro grotescamente
aplanado estaba rodeando la esquina, emergiendo de las sombras y
pateando su jean. Eso se sacudió su pelaje plateado que parecía crecer de
una ligera pelusa a un espeso abrigo delante de sus ojos. Las extensiones de
cabellos azules rebotaron en el suelo de cemento.
—Hermoso —murmuró Freeman. Por primera vez ese día sonaba
tranquila, incluso alegre.
Sylvia apuntó su hocico al techo del almacén y aulló.
Cooper colocó a la doctora Freeman en una posición más estable, más
cerca de su cuello, y salió corriendo. Sin prestar atención a la dirección en
la que iba ya, solo estaba pensando: Corre. Corre. Pon tanta distancia entre
tú y Sylvia como sea posible.
—¡Cooper! —Desde algún lugar detrás de las paredes y paredes de
productos escuchó a Park gritando su nombre.
Cooper sintió lágrimas en sus ojos ante el sonido de la voz de Park.
¡Está vivo! ¡Está vivo! Él trató de devolverle el grito, pero estaba tan sin
aliento que su garganta se bloqueó. Él giró hacia la que debería haber sido
la puerta de regreso al mercado...
...solo para ver un callejón sin salida de cajas de cereales. Caras
animadas sonrientes de conejos, elfos y tigres, todos mirándolo desde
debajo de la envoltura de sarán. Estááááááássss jodido.
Escuchó el clic de las garras en el cemento y supo lo que vería antes
de incluso darse la vuelta. Efectivamente, allí, bloqueando la entrada (y
salida) a su rincón, había un enorme lobo plateado.
—Arriba. Trepe. Rápido.
Cooper impulsó a Freeman. La adrenalina que había mantenido su
pierna en movimiento hasta ahora simplemente no estaba ayudándolo
ahora. Los músculos de su muslo derecho temblaron y había perdido la
sensibilidad debajo de la rodilla. Tuvo que poner la mayor parte de su peso
sobre la pierna izquierda, y la inestabilidad hizo que Emily se agarrara y
raspara su cabeza mientras ella lo usaba como escalera de mano. De pie
sobre sus hombros, ella pudo subirse a la cima de las cajas con su ayuda.
—¡Vaya! La detendré el mayor tiempo posible.
La Dra. Freeman no perdió el tiempo con largas despedidas. Ella
desapareció, saltando por el otro lado de las cajas. Pudo oírla aterrizar con
un lloriqueo e inmediatamente huir. Bueno, esa era una vida fuera de su
conciencia.
Volvió a mirar al lobo que se acercaba lentamente.
—No empeore las cosas para usted más de lo que ya están —dijo con
la mayor firmeza posible.
Sylvia bajó la cabeza, levantó los hombros y las piernas se doblaron a
una posición semi agachada. No tenía nada de humana. Sin bufidos ni ojos
en blanco que pudiera interpretar como, ¿empeorar para mí? Preocúpese
por usted mismo. No hubo pausa de consideración o ceño fruncido para
indicar arrepentimiento o que ella había entendido lo que dijo en absoluto.
En ese momento, ella era un animal puro acercándose a una matanza.
Cooper levantó las manos a la altura del vientre y sintió que apretaba
las rodillas. Absolutamente inútil, pero no pudo evitarlo. Era solo un poco
instinto profundo el poner algo, cualquier cosa, entre sus partes más suaves
y los colmillos y garras mortales acechando hacia él.
—Por favor —dijo Cooper, con la voz quebrada—. Por favor.
Esperaba que Oliver estuviera bien. Esperaba que supiera que Cooper
no creía que era una mala persona que había hecho cosas horribles. Nunca
lo había hecho. Nunca pudo.
Un aullido resonó en el almacén. Venía de arriba. Desde arriba de las
cajas, una forma enorme y oscura se abalanzó sobre Sylvia.
Era otro lobo. Grande con pelaje oscuro. Esas eran las únicas cosas
que Cooper podría decir con seguridad antes de que los dos lobos se
estrellaran contra una pared de mercancías que tembló con la fuerza del
impacto. Lucharon sobre los restos, deslizándose y mordiéndose el uno al
otro. Una garra perdida cortó las restricciones de plástico alrededor de una
caja, y docenas de frascos de aceitunas comenzaron a caer al suelo. Algunos
rodaron sin dañarse, otros se hicieron añicos en el cemento. El olor a
vinagre salado impregnó el aire.
Sal de aquí. Sube por la pared mientras están distraídos. Pero Cooper
solo podía mirar.
Estaba claro que el lobo grande y oscuro tenía fuerza, velocidad y una
hábil ventaja sobre Sylvia, pero ella tenía la sangre de su amigo, su
protegido, su familia, llenándole la nariz y luchaba con rabia asesina para
demostrarlo. Ellos pelearon de un lado a otro, de arriba a abajo hasta que
finalmente el lobo oscuro logró poner su mandíbula alrededor de la parte
posterior de su cuello y la tiró bruscamente al suelo. La arrastró lejos de
Cooper mientras ella gruñía y lo arañaba, lejos de someterse, pero
impotente en su agarre de hierro.
Y luego todo se fue a la mierda. Cooper pudo ver el desastre que
venía justo antes de que sucediera, pero su grito de advertencia llegó
demasiado tarde y el lobo oscuro, sin sospecharlo, dio un paso atrás sobre
los restos dentados de un tarro de aceitunas roto. Aulló, las rodillas se
doblaron por el dolor cegador del vidrio cortando la delgada red carnosa
entre los dedos de las patas, y Sylvia se deslizó de su agarre ahora ligero.
Ella saltó sobre el lobo oscuro, derribándolos a ambos, y su cuerpo
cayó fuerte en otro desastre de vidrios rotos. Él chilló esta vez, apartándose
instintivamente y yendo directamente hacia las mandíbulas de Sylvia.
Fue entonces cuando Cooper arrojó un tarro de aceitunas pesado e
intacto tan fuerte como pudo en su cabeza. Alcanzó su objetivo y el gruñido
de Sylvia se convirtió en un breve gruñido, como un signo de interrogación.
Ella se tambaleó, obviamente aturdida, y el lobo oscuro la arrojó fuera de
él, volvió a agarrar su nuca con los dientes y golpeó su cabeza contra lo que
quedaba en pie del suministro de aceitunas. Sylvia cayó al suelo,
inconsciente.
El repentino silencio fue sorprendente. Cooper solo escuchaba el
bombeo de su corazón en sus oídos y su propia respiración acelerada.
Demasiado acelerada.
El lobo grande y oscuro lo estaba mirando. Los hermosos ojos
amaretto cautelosos, asustadizos y tristes. Un perro esperando la bota.
Cooper cayó de rodillas.
—Oliver —exhaló, y el lobo parpadeó—. Pensé que estabas muerto.
Le dolía el pecho y sus brazos se sentían raros. Demasiado ligero para
su cuerpo. Como si una colmena de abejas hubiera establecido un
campamento justo debajo de su clavícula y enjambres de ellas estuvieran
llenando sus apéndices. Se negaba a dejar que se lo llevaran volando. No
podía soportar apartar los ojos de Park por un segundo.
Extendió un brazo tambaleante hacia Park. El lobo bajó la cabeza,
inseguro, luego cojeó lentamente más cerca, dejando huellas
ensangrentadas en el cemento. Se sentó, justo fuera del alcance de la mano
de Cooper, y luego se deslizó hacia una posición recostada, observando,
siempre observando. Cooper tuvo la clara impresión que todas sus
expresiones estaban siendo escrutadas y memorizadas para preocuparse por
ellas más tarde, pero no podría importarle menos. No cuando Park estaba
sangrando y ellos ambos casi morían.
Avanzó arrastrando los pies sobre sus rodillas y sin dudarlo comprobó
la herida en el costado de Park. Sangraba lentamente, pequeños trozos de
vidrio todavía sobresalían del pelaje. Cooper los recogió con cuidado,
vigilando el flujo. Cuando estuvo limpio, se desabotonó la camisa y la
envolvió alrededor del torso de Oliver como un vendaje improvisado. La
pata trasera estaba peor. Piezas más grandes estaban más profundamente
incrustadas, pero debido a la ubicación estaba sangrando mucho menos, así
que también las removió. Park se quedó en silencio y quieto todo el tiempo.
—Listo. Deberías estar bien. Es difícil decirlo así, pero creo que ni
siquiera necesitarás puntos.
Park lo miró parpadeando. Su pelaje se veía... suave. Magnífico,
incluso. Curiosamente el marrón oscuro se desvanecía en un blanco
plateado en su vientre, patas, garganta y en dos pequeñas manchas detrás de
las orejas. Cooper quería extender la mano y acariciarlo. Sostenerlo. Pero
no quería hacer nada que pudiera interpretarse como tratarlo como un
animal. Entonces Cooper sostuvo su pata delantera en su lugar y apretó.
Park miró hacia abajo, donde se tocaban.
—Debería comprobar a Eli —dijo Cooper finalmente. No estaba
seguro de lo que estaba esperando exactamente. Park, obviamente, no iba a
decir nada. No así. Cooper no estaba seguro de por qué no estaba
cambiando, pero probablemente tenía algo que ver con el dolor o la
adrenalina o, diablos, tal vez simplemente con estar desnudo en un almacén
bastante helado.
Cooper comenzó a alejarse. La otra pata delantera de Oliver cruzó su
cuerpo con un esfuerzo por bajar sobre su mano, y parpadeó hacia él.
Cooper no pudo evitarlo. Tenía que decirlo.
—Lo siento. No te tomes esto a mal, pero te ves realmente...
Oliver y él saltaron cuando en algún lugar del almacén una puerta se
abrió de golpe.
—¡BSI! ¡Levante las manos e identifique su ubicación!
—¡Estamos aquí! —gritó Cooper en respuesta—. Situación
controlada. ¡El sospechoso está incapacitado y tenemos un agente caído!
Oliver entrecerró los ojos.
—¿Qué? Estás literalmente en una posición caída. —Podía escuchar
los golpes de las botas de los agentes acercándose. Debía haber estado más
cerca de la salida de lo que pensaba—. ¡Estamos aquí! —gritó de nuevo
—. Repito. Situación controlada. El sospechoso está incapacitado. El agente
Park está...
Un agente del BSI dobló la esquina con su arma desenfundada y
disparó a Park con su pistola eléctrica.
Capítulo Trece
—¡Oliver! —gritó Cooper, pisando fuerte en el vestíbulo de los Parks,
nieve y barro volando de sus botas por el azulejo. No le importó. Él solo
necesitaba encontrar a Oliver, ver que estaba bien.
Tan pronto como Park fue atacado en el almacén, todo fue un caos.
Cooper había perdido su mierda, yendo tras el agente que le había disparado
con su taser, que pronto sería un ex agente si Cooper tenía algo que decir al
respecto. Inmediatamente el resto del equipo del BSI había aparecido, y
mientras algunos intentaban calmar a Cooper, un par de los agentes lobo
habían rodeado a un Park inconsciente y se lo habían llevado para
comprobarlo. No habían permitido que Cooper fuera con él, prometiendo:
—El Agente Park será conducido de regreso a la propiedad de su familia
tan pronto como cambie y sea dado el visto bueno.
Cooper se apresuró a dar su declaración lo más rápido posible, que
aun así les había costado horas esperar mientras resolvían las historias. Para
cuando estaba libre para irse, Park ya se había ido.
—¡Oliver! —llamó Cooper, atravesando el comedor y comprobando
la cocina vacía. No había ninguna señal de un solo miembro de la familia
Park, y la sensación de pavor en su estómago aumentó.
Relájate, solo es la adrenalina sobrante, trató de decirse a sí mismo.
Pero eso era una mentira. Las sospechas no formadas que habían estado
flotando en su cabeza desde ayer se estaban volviendo más oscuras y
preocupantes ahora. Este caso simplemente no cuadraba.
Los agentes de BSI no estaban interesados en decirle mucho a
Cooper, él seguía siendo después de todo, el más indeseable de la agencia,
pero no podían retenerlo completamente en la oscuridad. Especialmente no
después de que ellos mismos la hubieran jodido tan magníficamente.
Básicamente estaban de acuerdo con Daisy. Sylvia Rosetti había decidido
que era hora de un cambio de poder. Ella había atraído a los Freeman aquí y
les había dado “permiso” para acampar en el límite de su propiedad con
historias de “lobos anormales” pasando por su bosque y un montón de
pistas para demostrarlo. Luego ella había robado sus armas y asesinado a
Joe, tendiéndoles la trampa como perfectos tontos, ya sea como distracción
o para ser asesinados también, y fijar sus asesinatos en la familia.
—Probablemente esperaba que la manada hiciera el trabajo sucio por
ella y de hecho masacrara a los pobres bastardos —había dicho un agente
llamado Morrison antes que otro agente lo hubiera pateado y murmurado
algo sobre cómo Cooper estaba follando con uno de dicha manada. Se
callaron muy rápido después de eso.
Sylvia se apegaba a su historia: no tenía idea de dónde estaba Girard y
no sabía nada de los ataques hasta que se presentó al trabajo antes del
amanecer para encontrar a Geoff muerto. Los hallazgos iniciales habían
establecido la hora de la muerte tarde la noche anterior. Ella afirmó que
cuando encontró el cuerpo había entrado en pánico, cerrado la puerta de la
oficina y se había ido para “conseguir ayuda”. Ella afirmó que no había
señales de la Dra. Freeman en ese momento y negó rotundamente haberla
puesto en el refrigerador. Cuando Sylvia había regresado, había atacado a
Cooper y Eli creyendo que ellos estaban allí en nombre de la manada Park
para llevársela... o mejor dicho, eliminarla.
Su historia era débil, incluso para una falsa coartada. ¿Por qué
pensaría ella que la manada estaba tomando represalias, a menos que
estuviera admitiendo la responsabilidad de los asesinatos de Joe y Freeman?
Ella no tenía respuesta para eso. ¿Ayuda de quién supuestamente había ido
a buscar? Ella no lo diría. De hecho, poco después de insistir que había sido
engañada, simplemente había dejado de hablar por completo.
La BSI no pareció particularmente preocupado cuando Cooper les
había hecho estas preguntas.
—¿Estás tratando de decir que la Sra. Rosetti no te atacó?
—No, ella lo hizo. Definitivamente lo hizo.
—¿Entonces, cuál es el problema? Tú mismo dijiste que ella no
habría atacado si fuera inocente, y la Dra. Freeman la escogió de la
alineación como su agresora.
El problema era que el instinto de Cooper estaba menos satisfecho
que nunca. También había muchas preguntas sin respuesta. ¿Por qué matar
a Geoff? Si esto se tratara de una guerra de manadas, ¿no querría ella a su
mano derecha a su lado? ¿Y por qué matar a David Freeman pero no a
Emily? No a menos que se tratara realmente de algo más que una simple
toma de poder. Acres y acres de algo más...
—¡Oliver! —volvió a llamar a Cooper, ansioso. Entró en la sala de
estar y Stuart se levantó rápidamente de donde había estado acurrucado en
el sofá, pasando sus manos por su cabello.
—Oh. —Cooper se demoró en la puerta, dejando una gran distancia
entre ellos. Cada uno de sus instintos le decía que se diera la vuelta, se
metiera en el auto y condujera directamente de regreso a casa a DC, directo
a la casilla de la cárcel sin recoger los doscientos dólares.24 Pero dejar a
Park no era una opción. Nunca lo había sido—. ¿Oliver está aquí?
—En el piso de arriba. Duchándose. —Stuart tragó—. Nos contó lo
que pasó. —Su voz era ronca y sus ojos estaban rojos. Su bigote estaba
particularmente desigual, como si le hubiera arrancado varios cabellos de
un lado. El mismo lado de la cicatriz.
—Correcto. Debería irme. Comprobarlo.
—¿Sylvia ha...? —Stuart se detuvo. Humedeció sus labios—. ¿Ella
realmente lo hizo?
—No ha confesado —dijo Cooper lentamente—. Pero la doctora
Freeman la ha identificado positivamente, por lo que le están presentando
cargos. Tres cargos de homicidio. Un intento de homicidio y dos secuestros.
Incluso están remolcando nuestro auto para ver si hay evidencia de algo
sucio con los frenos.
—Jesús. —Los ojos de Stuart se cerraron como si no pudiera soportar
ver el mundo un momento más—. ¿Ella dijo... por qué?
—Ella no está hablando en absoluto. Por ahora. —Cooper se movió
en su lugar y mantuvo su voz cuidadosamente neutral, tranquila, sin
curiosidad—. El BSI cree que todo se trataba sobre apoderarse del territorio
de tu familia. —Él dudó—. Eso parece mucho trabajo para una pequeña
recompensa para mí. ¿A quién le importa el título y algunos impuestos
sobre negocios moribundos cuando el dinero real está en la tierra?
Stuart lo miró con dureza. Las uñas de su mano derecha se alargaron
en garras y luego se retiraron de nuevo a su piel. Un reflejo que había
pensado mejor. Ambos se quedaron en silencio durante un largo momento,
luego: —Tienes que creerme —dijo Stuart con brusquedad—. No sabía
nada sobre el resto.
—¿Nada sobre qué? —dijo Helena, entrando en la habitación por
detrás de Cooper, quien saltó, con el corazón latiendo con fuerza.
Marcus la siguió y puso una mano tranquilizadora sobre el brazo de
Cooper.
—¿Todo bien allí? —murmuró, y Cooper asintió—. Nos enteramos
sobre Sylvia. Impactante.
—¿No sabías nada sobre el resto de qué? —repitió Helena con
impaciencia, mirando entre Cooper y su hijo.
—Helena, yo... —Stuart respiró hondo. Todo su cuerpo estaba
temblando y el blanco de sus ojos había desaparecido, perdido en el lobo—.
Esto es mi culpa. Sylvia y yo hemos estado vendiendo terrenos, nuestros
terrenos, a desarrolladores de viviendas durante el año pasado. Solo
estábamos tratando de revitalizar Port Drove. Todo este espacio solo iba a
desperdiciarse mientras los lobos están viviendo unos encima de otros en
las ciudades.
»Juro que no tenía idea que Sylvia había lastimado a nadie. Tienes
que creerme. Eso nunca fue parte del plan. Solo estábamos vendiendo las
propiedades exteriores. Las que ni siquiera tocamos. Yo nunca la habría
dejado...
Helena le dio una bofetada. El chasquido de carne sobre carne resonó
en el aire, sorprendiendo a Cooper. Claramente también sorprendió a Stuart.
—¿Mamá? —susurró él.
—Cuando nos hablaste por primera vez de parcelar la tierra, te
dijimos que no. Nos desobedeciste y ahora Joe está muerto. Seguiste
mintiendo, para proteger a Rosetti sobre tu propia familia, y Oliver, Eli y el
Señor Dayton casi mueren.
Cooper parpadeó, sorprendido de escuchar su propio nombre en la
mezcla. A su lado Marcus se había quedado extremadamente quieto, ni
siquiera respiraba.
—No lo sabía. —La voz de Stuart tembló.
—Te creo —dijo Helena, y volvió a levantar la mano hacia el rostro
de Stuart. Cooper dio un paso adelante. Ella podía ser cincuenta kilos más
liviana y medio metro más baja que su hijo, pero él no podía quedarse
quieto y mirar una agresión.
Pero Helena no le pegó. Ella simplemente curvó su palma suavemente
hacia la mejilla de Stuart y lo miró a los ojos. Sus propios irises se habían
expandido y brillaban como oscuros e implacables estanques.
—Pero has puesto en peligro a toda esta manada. Ya no puedes
llamarte Park.
Stuart jadeó y luego hizo un sonido horrible. Algo como un gemido
que parecía venir de lo más profundo de él.
—Por favor... no lo sabía. Te lo juro que no lo…
—Suficiente. Ya no eres mi manada.
Cayó de rodillas y empezó a temblar, pero Helena se quedó allí,
impasible, incluso cuando Stuart apretó los labios como si tratara de
reprimir sus propias protestas y promesas.
Cooper sintió un fuerte tirón cuando Marcus tomó un agarre
sorprendentemente firme de su codo.
—Vamos —murmuró—. No puedes ver esto.
Cooper se resistió.
—Él necesita ayuda.
Stuart había caído sobre su costado ahora y se abrazaba a sí mismo
con tanta fuerza que sus hombros parecían dislocados. Quizás lo estaban.
Cooper podía oír los sonidos de roca contra roca cuando el resto del cuerpo
de Stuart comenzó a cambiar. Sus rasgos se estaban volviendo
horriblemente distorsionados, mucho más lento y más doloroso que cuando
Camille lo había hecho. Casi como si estuviera luchando contra el cambio.
—Necesitas irte. Esto no es para que lo vean los humanos —dijo
Marcus con urgencia. Sus ojos eran muy brillantes, intensos.
—¿Qué está haciendo? —exigió Cooper, tratando de deshacerse de
Marcus. Helena los ignoró, sin apartar los ojos de su hijo—. Lo está
lastimando.
—Se está lastimando solo —dijo Marcus—. No puedes ayudarlo
ahora.
—Pero…
—Simplemente lo estás empeorando —dijo Marcus, y cuando tiró del
brazo de Cooper de nuevo, fue lo suficientemente fuerte como para que
Cooper lo sintiera en los tendones de su cuello y finalmente se dejara sacar
de la habitación—. Él necesita cambiar y no te querría aquí. Vamos. Espera
a Oliver arriba.
Marcus cerró la puerta firmemente detrás de él, y Cooper se quedó
solo en el vestíbulo.
Veinticinco largos minutos después, incluso con las paredes
ridículamente gruesas, todavía podía oír el aullido lastimero que resonaba
por toda la casa. Cuando miró por la ventana del dormitorio, vio a un
delgado lobo gris correr a través de la nieve y desaparecer entre los árboles.
Con la convicción que rara vez sentía sobre algo, Cooper estaba seguro que
sería la última vez que vería a Stuart Park.

***
—Despedido no es suficiente. Quiero que lo arresten. Y luego voy a
matarlo, maldita sea. Incompetente, pedazo de...
Cooper se fue callando cuando la puerta del dormitorio se abrió y un
Park en forma de persona y completamente vestido se deslizó en la
habitación. Había pasado más de una hora desde que Cooper había subido a
esperar, pero Park parecía que acababa de salir de la ducha hacía unos
minutos. ¿Había estado allí todo este tiempo?
Tenía el cabello mojado, las mejillas enrojecidas y se veía tan guapo
que dejó a Cooper sin aliento. Si nunca hubiera vuelto a ver a este
hombre...
—Santiago, voy a tener que devolverte la llamada.
—Agente Dayton, espera. No te atrevas a colgar este teléfono.
Necesitamos que discutir…
—No queda nada por discutir. Te lo dije, he terminado.
—No puedes...
Cooper cortó la llamada y tiró su teléfono en la maleta abierta en la
esquina.
—Hola.
—Hola. —Park vaciló en la puerta, con expresión ilegible, luego se
movió entrando a la habitación para sentarse en la cama. Cojeaba
levemente, manteniendo el peso fuera de su pie izquierdo.
Cooper ansiaba sentarse a su lado y abrazarlo. Ser abrazado. Él
todavía estaba profundamente conmovido. No solo por lo que había
sucedido con Sylvia, sino también por ver a Stuart... bueno, fuera lo que
fuese que eso hubiera sido.
No tenía sentido por qué le había molestado tanto. Sabía que no tenía
sentido. El tipo había sido un idiota desde el momento en que se conocieron
y él era al menos parcialmente responsable de múltiples delitos. Pero la
mirada de pura agonía en su rostro había perturbado a Cooper en un nivel
que ni siquiera estaba seguro de haber entendido completamente todavía,
casi como si hubiera sido testigo de una violencia horrible, y ahora todo lo
que quería era recordar cómo olía el cabello de Park y cómo se sentía la piel
a lo largo del borde de su mandíbula contra sus labios diez horas después de
la última vez que se afeitó.
Pero había un campo de fuerza de tensión que irradiaba desde Park,
gritando No Tocar, así que se quedó de pie donde estaba y trató de no
inclinarse hacia su verdadero norte personal demasiado obviamente.
—¿Cómo te sientes?
Park se encogió de hombros.
—Bien. Todo vendado ahora. Tenías razón. No fueron necesarios
puntos. La pistola eléctrica fue... algo que no quisiera experimentar de
nuevo, pero no dejó efectos permanentes. —Le sonrió levemente—. Al
menos para mí. Suena como que el agente responsable podría tener algunos
problemas.
—Exagente. Santiago acaba de llamar para decirme. Ha sido
oficialmente despedido —dijo Cooper. Después que la primera vez resultara
en una tragedia fatal, el BSI ahora tenía una política de tolerancia cero para
los tiroteos ilícitos, gracias a Dios. Cualquier agente que no pudiera evaluar
rápida y adecuadamente una situación o cuyo primer instinto fuera usar una
fuerza mortal e innecesaria no era alguien que debería estar cargando algo
más peligroso que un Pixy Stix25—. Si es más inteligente de lo que parece
saldrá de la ciudad antes que yo lo alcance.
—Será mejor que se cuide las espaldas en el pasillo de accesorios
para ensaladas, tu arma de elección.
Cooper resopló pero sintió una punzada de nervios. ¿Accesorios? El
lenguaje de Park se estaba volviendo todo florido y de escuela privada, una
señal segura de que estaba incómodo.
—Buen objetivo, por cierto —agregó Park.
—Se me conoce por lanzar algunos strikes bajo presión. Mejor
cerrador que las Pequeñas Ligas jamás hayan visto.
—¿De verdad?
—No. Era pésimo. Pero Sylvia estaba a medio metro de distancia. No
era exactamente un tiro para las Grandes Ligas.
Park todavía parecía nervioso e incómodo. Se movió inquieto y la
cama crujió en protesta.
—¿Qué quisiste decir por teléfono con Santiago? Dijiste: He
terminado. ¿Qué... qué significaba eso?
—Oh. —Cooper exhaló temblorosamente—. Le dije que había
terminado con el BSI. Yo, uh, voy a presentar mis papeles, por así decirlo.
Park lo miró fijamente.
—¿Eso es todo? ¿Así? —Había más pánico en sus ojos de lo que
Cooper había esperado. Después de todo, no había escondido realmente su
insatisfacción y Park sabía que había estado considerando esto durante
mucho tiempo. ¿Se suponía que Cooper debería haberlo consultado con él
primero?
—Bueno, sí —dijo Cooper lentamente—. Quiero decir, ¿después de
lo que pasó hoy? —Se estremeció—. He tenido suficiente.
Park miró abruptamente su regazo y un violento temblor sacudió su
cuerpo.
—¿Oliver…?
—No es nada. Solo... duele. —Tocó su costado suavemente.
Cooper dio un paso hacia adelante, alcanzándolo para consolarlo.
—No, por favor —dijo Park suavemente—. No puedo.
Cooper se congeló y luego dio un paso atrás, dejando caer las manos a
un lado. No era propio de Park rechazar el contacto, y sintió una punzada de
preocupación y frustración. ¿Esta actitud retraída podría deberse a que lo
había visto cambiar? Eso... molestó a Cooper más de lo que había pensado
que lo haría. ¿Cuál era el maldito problema? ¿Era realmente tan poco
confiable todavía?
Lo apartó a un lado. No importaba. Obviamente, Park tenía razón y él
no le debía una explicación.
Cooper se aclaró la garganta.
—¿Te dieron, eh, algo para tomar para el dolor? —preguntó.
En silencio Park sacó un frasco de prescripción médica de su bolsillo
y se tomó tres pastillas sin agua.
—¿Qué harás ahora? —dijo con voz ronca—. En lugar del BSI,
quiero decir.
—No lo sé —dijo Cooper, mirándolo con preocupación, todavía
sintiéndose mal e incómodo. Realmente no tenía ganas de hablar sobre sus
perspectivas laborales o la falta de ellas por encima de todo lo demás—. Ya
lo averiguaré. ¿Cómo está Eli?
—Absolutamente bien, pero exprimiendo la situación. Aparentemente
conoció a un lindo enfermero. Sin duda exigirá tratamiento las 24 horas del
día por un caso fatal de corazón roto para la hora de la cena.
Cooper sonrió.
—Bueno. Me gusta Eli. Me gustaría mantenerme en contacto con él
—agregó.
El rostro de Park se tensó como si estuviera luchando por mantener la
máscara en su lugar, y todavía evitaba la mirada de Cooper. Finalmente,
dijo: —Eli es una persona buena, amable y confiable a la que cualquiera
tendría la suerte de llamar amigo y sé que realmente le gustas. Estoy seguro
de que estaría feliz si ustedes dos pasaran tiempo juntos.
—Oh, sí. Excelente. —Cooper había estado pensando más como una
situación de amigos, pero si Park se sentía raro pasando el rato con su ex,
era su prerrogativa. Se aclaró la garganta—. ¿Tuviste oportunidad de hablar
con tu familia desde...?
Park parpadeó lentamente, con expresión aún en blanco y distante.
—Sé acerca de Stuart y su traición con Sylvia. —Pausa—. Y según
Marcus, también tú. Incluso antes de que se sincerara con Helena.
Cooper suspiró.
—No lo sabía. Yo solo... me preguntaba, seguí una corazonada. Él
estaba claramente resentido de que tu familia estuviera sentada sobre tantas
propiedades sin capitalizarlas. Y estaba tan convencido de que Sylvia no era
la que estaba detrás de los tiroteos. Sylvia es propietaria de una pequeña
empresa en un pueblo fantasma que paga impuestos al estado y a la
manada. Pero tu abuelo se negó a vender durante años. Si se hubiera
enterado que Stuart lo hizo de todos modos, especialmente con un rival
potencial...
—Joe nunca lo hubiera tolerado —asintió Park—. Sylvia podría
haberlo matado no por el control de la manada, sino solo para mantener el
secreto.
—Y David Freeman estaba en la casa de los Rosettis preguntando
sobre títulos de propiedad antes de su muerte. Si Geoff sospechaba y
amenazó con decirlo si no recibía una parte, supongo que eso explica por
qué ella lo mató.
—Marcus dijo que Stuart juró que no sabía nada sobre ninguno de los
ataques.
—Yo le creo —dijo Cooper rápidamente. El hombre que había visto
arrastrándose y roto en el suelo, completamente destruido por el rechazo de
su familia, no era probable que hubiera matado a su propio padre a sangre
fría—. Pero lo que todavía no entiendo es… —Cooper hizo un gesto hacia
su boca, sintiéndose un poco enfermo—, ¿por qué le arrancaron los dientes?
¿Por qué dispararle a Helena?
Park se frotó los ojos.
—Quizás una vez que Joe estuvo fuera de su camino, ella vio una
oportunidad de tomar el control del territorio después de todo. En cuanto a
los dientes, no lo sé. No lo sé. La gente hace locuras cuando se siente
amenazada. —Él se miró los dedos por un momento—. ¿Por qué no me
dijiste que sospechabas de Stuart?
—No estaba seguro de que lo hacía. No hasta el final. No quise acusar
a tu familia sobre una posibilidad. No con... todo lo demás que está
pasando. —Park evitó sus ojos—. Todavía no estoy seguro de que todo
tenga sentido.
Cooper pensó en esos supuestos rumores en el WIP. ¿Era esta la trama
que cambiaría para siempre la forma en que se gobernaba a los lobos?
¿Bienes inmuebles siendo desviados? Por supuesto, eso suponiendo que se
pudiera confiar en Daisy. Y no se podía. No en lo más mínimo porque ella
misma era del WIP.
Cooper frunció el ceño.
—Helena echó a Stuart de la manada, ¿no es así?
—Sí —dijo Park incómodo.
—¿Eso los hace más vulnerables? —¿Qué pasaba si todavía había una
guerra de manadas en el horizonte? ¿Y si el cambio que había querido decir
el WIP aún estaba por llegar?
—En realidad, no. Lo contrario. Con Geoff y Sylvia fuera de la
imagen, los Rosettis se han desmoronado completamente. El resto de su
manada está contaminada por asociación y tendrán que vivir como lobos
solitarios por un tiempo. Volvemos a ser tres veces tan grandes como la
siguiente manada más grande, y con Stuart disciplinado con tanta dureza y
públicamente, la posición de Helena como líder es más fuerte de lo que era
antes de que todo esto cayera. —Park se encogió de hombros—. Es curioso
cómo las cosas cambian tan rápido.
—Sí —dijo Cooper pensativo—. Curioso. —Él dudó—. No me di
cuenta que fuera... así. Quiero decir, él sonaba...
Park parecía muy solemne.
—Ser expulsado de una manada contra tu voluntad es una de las
experiencias mentales más dolorosas por las que puede pasar cualquier
lobo. Deja cicatrices profundas.
—Oh —dijo Cooper en voz baja—. Mierda. ¿Y ella hizo eso solo por
una propiedad?
—Y porque culpa a Stuart de ponernos a los tres en peligro.
—Oh, bueno, quizás a ustedes dos. Pero no creo que se esté
estresando demasiado por mí.
Park ladeó la cabeza.
—Eso no es cierto. Ella está realmente muy impresionada contigo. Le
salvaste la vida ayer. Y hoy salvaste la mía.
—Eso es erróneo. En el mejor de los casos, fue un esfuerzo mutuo.
—Realmente no lo fue —dijo Park con vehemencia—. Te convencí
de que fueras al mercado sin respaldo adecuado. Te abandoné allí
indefenso. Subestimé a Sylvia.
Su voz saltó un poco en el tono.
—¿Honestamente? No creí que mi... que Daisy tuviera razón en todo
eso. Benefactores anónimos y cuentas secretas, parecía demasiado
extravagante. Como algo que alguien inventaría. No estaba pensando con
claridad. Solo quería demostrarle que estaba equivocada. Demostrarle que
no podía aparecer de la nada y hacer mi trabajo o contarme secretos sobre
las personas que he conocido toda mi vida. Fui tan jodidamente terco y eso
hizo que te salieras lastimado.
Park respiró hondo y temblorosamente.
—Yo te lastimo. Otra vez. Te sigo lastimando. —Él miró a Cooper a
los ojos—. Ella tenía razón sobre mí, mi madre. No estoy orgulloso de lo
que he hecho. Realmente soy solo una máscara falsa. Un buen rostro
escondiendo algo malo.
Escuchar sus propias palabras, retorcidas así y usadas por Park para
lastimarse a sí mismo, abrió algo dentro de Cooper.
—No eres algo malo. Y que se vaya a la mierda cualquiera que te
haya hecho pensar que lo eres, incluyéndome a mí. Eres bueno. Eres la
mejor persona que he conocido.
—¡No lo soy! —gruñó Park—. No me conoces porque te mentí. ¿Eso
suena como una buena persona? ¿Nunca te has preguntado por qué el
noventa por ciento de los lobos con los que interactuamos me tienen terror?
¿Por qué no tengo prácticamente a nadie en mi vida? Literalmente has visto
a un niño correr gritando por mi presencia en Jagger Valley. ¿Suena eso
como algo que le pasa a una buena persona?
Park miró su regazo. Respiraba con dificultad, con pequeños jadeos
extraños.
—La primera vez que alguien me llamó el Pastor tenía quince años y
acababa de vencer a un hombre adulto en una pelea. Él era una persona
terrible y un terrible líder de manada. Cruel y vengativo. Marcus y yo solo
se suponía que estábamos negociando fronteras, pero las cosas se salieron
de control. El líder de la manada le dijo alguna mierda a su esposa, así que
Marcus le respondió con otra mierda. El líder de la manada lo atacó.
Marcus no es un luchador, le toma una eternidad cambiar y ni siquiera
puede sacar sus garras cuando se le ordena, así que me metí.
Park abría y cerraba los puños.
—Lo humillé. Quería humillarlo. Me hizo sentir... poderoso. Después,
toda su manada me tenía miedo. Estuvieron de acuerdo en seguir lo que yo
propusiera.
Miró a Cooper, su expresión era desesperada, rota.
—Cuando Marcus se lo contó a Joe más tarde, dijo que eran como
ovejas con el pastor. Nunca había visto a mi abuelo más orgulloso que en
ese momento. Él siguió llamándome Pastor. Así que seguí haciendo lo que
decía y expandiendo el territorio.
»A veces, eso significaba hablar con la gente sobre por qué estaban
más seguros con nosotros. Hay beneficios. Verdaderos. Me gustaban esos
viajes. Podía ayudar a la gente, también. Lobos como Eli que estaban en
problemas y atrapados sin nadie a quien acudir. No tenemos a nadie a quien
acudir además de las manadas más grandes cuando estamos en problemas.
Pero a veces... a veces tenía que amenazarlos o tendríamos que luchar. Yo
siempre ganaba, pero ya no me gustaba. Lo odiaba. Lo odio. Dondequiera
que iba, la gente me llamaba el Pastor. Y ahora estaban todos asustados.
Cooper se sorprendió al ver aparecer lágrimas sin derramar en los
ojos de Park.
—No quería que me vieras así —susurró—. Con mi pelaje. Un animal
cuyo único lenguaje es el dominio o la sumisión. Algo aterrador. He
asustado a tanta gente. No quería asustarte también.
Cooper fue hacia él y envolvió sus brazos alrededor de Park, con un
brazo en su hombro, el otro tirando de su cabeza hacia el esternón de
Cooper. Acarició su cabello y sintió a Park derretirse contra él, acariciando
su piel y empapándose del toque como si pensara que nunca lo volvería a
tener.
—Lamento haberte mentido —susurró Park, sus palabras una
vibración contra el corazón de Cooper—. Sobre mi pasado. Por favor, dame
otra oportunidad. Por favor no… no me dejes.
Cooper inhaló bruscamente y sus manos se contrajeron contra la piel
de Park.
—¿Qué? —Se apartó para ver mejor a Park, que parecía reacio si no
completamente nervioso por dejar el abrazo de Cooper—. No te voy a dejar,
Oliver. Dios, ¿por qué piensas eso?
—Renunciaste…
—Porque soy infeliz allí. Lo sabes.
—Y esta mañana, en la sala, dijiste que somos malos el uno para el
otro.
—Yo no...
—Dijiste que me hacías peor. Que no podemos seguir.
—¿Entonces pensaste que íbamos a romper durante todo el día?
Park miró hacia otro lado y luego volvió a mirar a Cooper con las
pestañas bajas.
—Yo no... no estaba seguro...
—Oliver, no. Eso no fue… quise decir peor por tener que ocultar
quién eres. Tratando de ser alguien que no eres. Quise decir que no
podemos seguir contigo sin hablar de ser un hombre lobo y yo dejándote
que lo hagas. Es malo para ti. Es malo para nosotros. Y estoy realmente,
realmente harto de las cosas que son malas para nosotros. Dios, no voy a
dejarte. Estoy tan jodidamente enamorado de ti que no podría si lo
intentara.
Entonces lo besó. Simple. Tranquilizador. Sellando una promesa. Park
lo convirtió en algo completamente diferente. Él era todo desesperación y
felicidad tentativa y amor sin complejos que Cooper sintió hasta los dedos
de los pies.
Park lo arrastró hacia adelante, y cayeron juntos en la cama y el beso
se volvió dulce de nuevo.
—Por favor —murmuró Park—. Te necesito. Por favor...
Cooper no estaba seguro de lo que estaba pidiendo exactamente, y no
estaba seguro de que los detalles importaran. Solo sabía que Park había
estado sufriendo hoy y todavía estaba suave, vulnerable y suplicante en sus
brazos.
¿Debería Cooper seguir enojado porque hubiera escondido un gran
secreto sobre su pasado? Tal vez. Park había ocultado a propósito algo por
lo que pensaba que Cooper lo dejaría. Ya sea que lo hubiera hecho o no, esa
manipulación fue incorrecta.
¿Ya había estado demasiado enojado? Quizás eso también. Nadie le
debía a nadie lo secretos más dolorosos de su vida. Pero ahora mismo nada
de eso parecía importar. Todo lo que quería era besar a Park a lo largo de las
líneas de la fisura. Quería besarlo por todas partes.
Así que resultó que ninguno de los dos era perfecto. ¿Cómo podría
querer algo perfecto por encima de esto?
Ininterrumpidamente se desnudaron, y con cada nuevo parche de piel
revelado, su toque aumentó en intención. Dedos siendo arrastrados se
convirtieron en caricias que se volvieron tirones como si ambos estuvieran
desesperados por memorizar cada curva y relieve del cuerpo del otro.
Cuerpos que estuvieron a punto de no volver a tocar otra vez.
Cuando Cooper encontró el pesado vendaje en las costillas de Park, y
jugó con el borde pensativamente.
—¿No está donde pensabas que estaría? —preguntó Park, mirándolo
cautelosamente.
Cooper parpadeó y se tomó un momento para comprender lo que
estaba preguntando.
—No, no lo está —dijo—. Está más arriba. Se parecía a tu barriga
antes, pero esto... esto podría haber perforado tus pulmones.
Park tarareó, con expresión aún vigilante.
—No es una traducción exacta. Mucha masa corporal tiene que
desplazarse hacia arriba. Los órganos se reorganizan. Los huesos se
rompen. —Él no podría haber sido más obvio si hubiera estado gritando:
¡Esto es una prueba!
La mano de Cooper se extendió sobre el vientre de Park y se inclinó
para besar el área general que hubiera esperado que fuera la herida y luego
el borde del vendaje.
—Nunca podrías asustarme. Me gustó verte como lobo, o con tu
pelaje, supongo. No solo porque un asesino en serie me había acorralado
hasta una tumba de cereales y en el segundo que te vi, me sentí seguro. Ni
siquiera porque eres jodidamente adorable así.
Park resopló, avergonzado.
—Lo siento, espero que no sea extraño o grosero, pero realmente lo
eres. —Cooper pasó los dedos por el vello debajo del ombligo, disfrutando
de la sensación de Park temblando y gruñendo debajo de él—. Me gustó
porque cuando te vi, lo primero que pensé fue: gracias a Dios, finalmente
confía en mí.
La respiración de Park se detuvo.
—Por supuesto que confío en ti —dijo.
—No siempre. No con cada parte de ti. —Park empezó a protestar de
nuevo y Cooper lo calmó—. Está bien. Tienes equipaje. Algunos pueden
decir que tengo un pequeño equipaje de mano o dos yo mismo.
Ignoró firmemente el resoplido de Park y continuó: —Ser abierto no
es fácil para ninguno de los dos. Mierda, tal vez no lo sea para nadie. Pero
trabajo en ello porque, para mí, tú lo vales. ¿Y sabes qué, Oliver? Yo
también lo valgo. Así que junta tu mierda para que podamos seguir siendo
compañeros, estar enamorados y toda esa basura.
Park los hizo rodar de modo que estaba sobre Cooper y sostenía su
cara en sus manos.
—Ahí está mi puercoespín. No te reconocí por un minuto, todo
sensible y dulce sin tus espinas.
Cooper empujó hacia arriba, golpeando su polla medio dura contra la
de Park.
—Todavía tengo una espina justo aquí mismo si te sientes nostálgico.
La risa de Park se derritió en besos suaves, y los besos suaves se
volvieron toques urgentes hasta que ambos estaban desesperados por más.
Una tormenta eléctrica presionó el espacio entre su piel, caliente, brillante y
crepitante.
—¿Qué deseas? —susurró Park en el pliegue de su muslo—. Puedes
tener cualquier cosa. —Presionó un beso abierto en la piel de Cooper—.
¿Mi boca? ¿Mi lengua? ¿Mi culo? ¿Mi pene?
—Sí, bien —gruñó Cooper—. Eso suena bien.
Park se rio sin aliento.
—Tienes que elegir. ¿O necesitas que repita las opciones?
—¿Qué es esto, un programa de juegos? ¿Quién Quiere Ser Follado?
¿Puedo llamar por teléfono a un amigo?
Park le mordisqueó las bolas con la boca suavemente en lugar de una
respuesta, luego se abrió camino más abajo para lamer su agujero.
—Eso —jadeó Cooper—, es guiar al testigo.
Park asomó la cabeza de nuevo.
—¿Es eso una objeción, su señoría? —Había tanta risa en sus ojos y
voz, tan diferente a momentos antes, diablos, a todo este fin de semana, tal
vez más, como si fuera la primera vez Cooper lo veía total y completamente
libre.
Una emoción inesperada llenó su pecho, y Cooper tuvo que morder
fuerte el interior de su mejilla para no llorar. La felicidad de nadie había
estado tan intrínsecamente vinculada a la suya. La alegría de Oliver era su
alegría ahora. Y Oliver nunca había lucido tan jodidamente alegre. Juntos
podrían hacer el hogar más feliz.
—¿Cooper? —dijo Park, preocupado.
Podía sentir sus propios labios temblar. Los apretó y sacudió su
cabeza.
—Ven a casa conmigo. Quédate.
Todo el cuerpo de Park se quedó inmóvil.
—¿Qué?
—Ven a vivir conmigo. Múdate conmigo.
—¿Hablas en serio?
—¿Por qué no lo haría? —dijo Cooper. Parecía una buena idea
cuando lo dijo, pero la reacción de Park con la boca abierta no estaba
exactamente impulsando su confianza.
—Es solo... —Park tartamudeó—. Quiero decir, sé que te gusta tu
espacio. No quiero interferir jamás en eso.
Cooper resopló.
—No vale la pena tener un espacio sin ti en él.
Las palabras apenas salieron de su boca antes de que Park estuviera
encima de él. Besando su cuello, cara y pecho. Descuidado y áspero, todo
su cuerpo temblando de excitación. Cooper estaba mareado con ello.
—Entonces, ¿eso fue un sí o me estás decepcionando realmente
duramente?
—Sí, sí —dijo Park apresuradamente, moviéndose para presionar
besos ligeramente más suaves en su mandíbula y luego a lo largo de la línea
del cabello y por toda la oreja—. Quiero vivir contigo. Mucho. —Incluso su
voz estaba temblando, y sus caderas se movieron en un pequeño empuje
abortado—. ¿Podemos...? ¿Puedo?
—¿Conmemorar la ocasión? —Sus manos bajaron por la espalda de
Park hasta que apretó su trasero y lo sintió empujar de nuevo. Esta vez Park
siguió adelante, montando su pierna y soltando pequeños jadeos
emocionados, mientras sus ojos se cerraban.
Cooper se rio sin aliento.
—Jesús, espérame. —Park se quedó quieto con evidente esfuerzo.
Cooper nunca lo había visto emocionarse tan rápido. No tenía
ninguna duda de que podría acabar a Park en ese mismo momento con un
simple frotamiento. Eso era tentador y lo hacía sentir tan jodidamente
deseable que casi perdió el control de sí mismo.
Cooper movió su pierna en un círculo lento, moliéndose contra la
dureza de Park, y todo el cuerpo de Park se sacudió mientras casi sollozaba.
Tentador de hecho, pero él quería más. Quería empujar a Park y ver
explotar esa alegría.
Cooper se arqueó para susurrar contra la mandíbula de Park.
—Te quiero sobre tu espalda para que pueda montarte. —Le mordió
la piel—. Quiero correrme en tu polla. Por favor, ¿puedo?
Los ojos de Park se abrieron de golpe y saltó como si una alarma
hubiera sonado y se deslizó sobre su espalda con tanta violencia que la
sábana de la esquina se desprendió. Para cuando Cooper se sentó y agarró
lubricante de la mesita de noche, Park estaba reclinado con una almohada
detrás de la cabeza, acariciando su polla y prácticamente retorciéndose en la
cama mientras lo miraba con impaciencia.
—Maldita sea, ¿dónde está el fuego? —dijo Cooper.
—Ven aquí y te mostraré dónde —dijo Park con brusquedad, tirando
de Cooper en una posición arrodillado hacia atrás sobre su rostro y
procediendo a poner el cuerpo de Cooper en llamas con sus labios y lengua,
haciendo casi imposible que el calor de su boca no lo hiciera balancearse
hacia atrás.
Park lo lamió dejándolo relajadamente flexible con una especie de
enfoque reverente. Luego lo folló abriéndolo con sus dedos lubricados hasta
que Cooper se quejaba suavemente, con su cabeza colgando suelta y pesada
entre sus hombros. Su cuerpo entero dolía con necesidad y determinación.
Sabía lo que quería a nivel celular.
Volvieron a ajustar posiciones, torpes y titubeantes. ¿Con qué?
¿Excitación? ¿Agotamiento? ¿Emoción? ¿Solo las habituales y extrañas
etapas intermedias al sexo? Sin embargo, no se sentía incómodo. No con la
temblorosa felicidad contagiosa de Park entre sus muslos. No con esa
expresión de pura felicidad en su cara cuando Cooper finalmente se hundió
completamente en la polla de Oliver.
—Cooper —gimió Park, agarrando sus caderas con los dedos.
—¿Sí? ¿Bueno?
—Perfecto. Siempre perfecto. Estoy deseando volver a casa contigo.
Dios, desearía que estuviéramos allí ahora.
—¿Es eso lo que te ha emocionado tanto? —adivinó Cooper—. ¿Que
vivamos juntos?
Park respiró hondo, sin apartar los ojos de su rostro.
Cooper sonrió.
—Lo es, ¿no? No me digas que te pone duro mi inmueble. —
Balanceó un círculo lento sobre la polla de Park.
—No seas... —jadeo—... ridículo —dijo Park, apretando los dedos en
su piel—. Tú ni siquiera... —jadeo—... tienes ascensor.
—¿Así que soy yo por quien estás emocionado? —Cooper se levantó
un poco y se hundió de nuevo, probando el ángulo—. ¿Quieres despertar
conmigo? ¿Quieres venir a casa conmigo?
Park inclinó la cabeza, exponiendo las largas líneas de su garganta, y
gimió.
—Te encanta eso, ¿no? —Cooper comenzó a montarlo en serio ahora,
con las manos extendidas sobre el pecho de Park para mantener el
equilibrio—. Nosotros, juntos. Compartiendo una casa. Compartiendo un...
territorio. —Probó la palabra tentativamente. Le gustó más de lo que pensó
que lo haría.
—Sí —siseó Park—. Por favor...
Cooper rebotó en su polla, incapaz de contener los pequeños gemidos
cada vez que su cuerpo llevaba a Park hasta el fondo. Sus muslos estaban
comenzando a arder, pero era intrascendente en comparación con el calor
nuclear que irradiaba de la superficie de su piel. Se preguntó si estaría
brillando.
—¿Quieres que te monte así en nuestra cama? —dijo Cooper—.
¿Quieres que te tome presionado contra la puerta de nuestra casa cuando no
podamos esperar a llegar a nuestra habitación?
—¡Sí! —gritó Park—. En cualquier sitio. De cualquier modo.
El rostro de Park estaba lleno de ojos anhelantes y ansiosos por
complacer. Su gran cuerpo estaba esparcido entre los muslos de Cooper y
sus dedos lo agarraban fuerte, al punto de dejar moratones, para ayudar a
Cooper a subir y bajar por su polla. Al observarlo fijamente así, indefenso
de placer, Cooper se sentía como un maldito rey.
—Haré cualquier cosa por ti —susurró Park—. Solo quiero estar
contigo.
Cooper rasguñó el centro del pecho y el vientre de Park, evitando los
vendajes y provocando un silbido y un movimiento de sus caderas.
—Entonces vamos, fóllame. Justo como me gusta —desafió Cooper.
Park les dio la vuelta. La espalda de Cooper golpeó el colchón con un
bufido. Desorientado por el repentino cambio de gravedad y el incómodo
vacío dentro de él, solo pudo parpadear hacia el techo por un momento,
jadeando, hasta que Park lo arrastró hasta el borde de la cama, donde ahora
estaba parado, empujó sus piernas hacia atrás y volvió a entrar con un
gemido. Encontró el ángulo perfecto en Cooper y estableció un ritmo brutal.
El sonido de su piel golpeando juntas hizo eco a través de la habitación.
Park agarró los muslos de Cooper, entrelazando los brazos con las
piernas, sosteniéndolos.
—¿Así?
—Maldición, sí —jadeó Cooper—. No te detengas. —No podía dejar
de mover sus manos. Sobre las sábanas arrugadas, su propio cuerpo, para
agarrar la cabecera por encima de él. Y luego todo de nuevo. Se estaba
deslizando por el borde del mundo sin nada a lo que aferrarse.
—Solo quiero complacerte. Me encanta hacerte feliz. Me encanta
amarte. Por favor, no me hagas dejar de amarte.
—Nunca —dijo Cooper, precipitado y descarado y lleno de la
confianza omnisciente que solo puede proporcionar un orgasmo que se
acerca rápidamente.
Park dijo su nombre como una maldición una y otra vez y agarró la
polla de Cooper. Tiró de ella bruscamente. Cooper podía sentir la hinchazón
de la felicidad al rojo vivo bajo su vientre de repente tocado y tirado de
ambos extremos, dentro y fuera, arriesgándose a la implosión. Era
demasiado. Tropezó y cayó por el borde, viniendo entre ellos, arqueándose
y sintiéndose más ligero que la luz de la luna, como si todo lo que
necesitaba fuera la ráfaga de viento adecuada para atraparlo y llevarlo al
cielo.
Dentro de él, sintió a Park estremecerse al final de su propia
liberación antes de colapsar sobre la cama y rodando a ambos. Cooper se
instaló en el peso de su cuerpo. Preferiría estar aquí, sudando y asqueando
con Park, que flotando alrededor de las estrellas cualquier día.
Presionó su mejilla contra el pecho de Park, todo su cuerpo
moviéndose hacia arriba y hacia abajo mientras Park luchaba por recuperar
el aliento. La mano de Cooper tocó el espacio sobre el corazón de Park,
sintiendo su alegre pulso. Luego tocó más abajo, imaginando donde el
corazón de Park podría caer cuando estaba en su pelaje.
—No me mientas de nuevo. Entonces seriamente tendría que dejar tu
trasero y no creo que pueda sobrevivir a eso. —Justo entonces, en ese
momento, no quería sobrevivirlo.
Park cubrió la mano de Cooper con la suya y se apartó para poder
mirarlo a los ojos.
—Has visto lo peor de mí. Eres lo mejor de mí. No voy a arriesgarme
a perder eso de nuevo. —Su pulgar comenzó a acariciar la parte posterior
de la mano de Cooper. Se besaron, demasiado agotados para algo más
elegante que un toque en los labios.
—Pregúntame lo que sea —dijo Park con seriedad cuando se
apartaron—. Cualquier cosa en absoluto, y te juro que te diré toda la
verdad.
Cooper sabía que esperaba preguntas sobre ser el Pastor. Sobre qué
había hecho exactamente, si alguna vez realmente había lastimado a
alguien, por qué precisamente los lobos le tenían miedo. Podía sentir a Park
preparándose para ello. Y si, un día Cooper necesitaría saberlo. Pero hoy ya
había sido... duro. Y confiar no era algo para apresurar o abusar.
—El pelaje de la mayoría de los lobos es del mismo color que su
cabello, ¿verdad? —dijo Cooper finalmente.
Las cejas de Park se levantaron.
—¿Sí?
—Entonces, ¿cómo es que el tuyo tenía tanto blanco? —El pulgar de
Park de repente dejó de moverse y parecía curiosamente avergonzado—.
¿Oliver?
Cooper trató de incorporarse y la mano de Park lo detuvo, aunque
continuó sin decir nada.
—Mira, estuviste de acuerdo en que también tenemos que poder
hablar sobre cosas de lobos. Por favor. Créeme. Nada de que seas un
hombre lobo me pone incómodo. Amo cada parte de ti.
—Y es bueno escuchar eso, gracias. Pero no es eso. No tiene nada que
ver con ser un lobo. —Park hizo una pausa de nuevo.
—Me estás poniendo un poco nervioso.
—No lo estés. No es gran cosa. —Se aclaró la garganta—. Yo solo,
eh, comencé a notar algo de gris hace un par de años. —Park miró a
Cooper, que estaba simplemente mirándolo sin comprender, luego miró
hacia otro lado, y su cara comenzó a sonrojarse—. Solo unos pocos cabellos
aquí y allá. Luego algunos más. Los he estado arrancando, pero
obviamente, el pelaje es diferente.
Después de un largo y tranquilo momento, Cooper se alejó rodando
de modo que su espalda quedó plana en la cama y ya no se tocaban.
—¿Nunca terminarán las mentiras? —aulló al techo.
Park jadeó y rodó encima de él, haciéndolo callar. Se rieron y
lucharon hasta quedar oficialmente exhaustos, y luego Cooper le mostró a
Park lo que realmente pensaba que era la mejor parte de él.

***
—Las bolsas están en el auto —dijo Park—. Los frenos han sido
revisados tres veces. Se ha informado al BSI que se vaya a la mierda. Voy a
despedirme de mi familia. Tú vas a recoger a la gata y meterla en el auto.
Entonces te reunirás conmigo en exactamente veintitrés minutos para que
puedas despedirte, lo que no durará más de dos minutos. Entonces tú y yo
entraremos en el auto y saldremos volando de aquí.
—Maldita sea —dijo Cooper—. ¿Así será vivir contigo? Mantienes
un horario apretado. ¿Deberíamos sincronizar nuestros relojes?
Park marcó sus respuestas en sus dedos.
—Uno, sí, lo será. Dos, eso no es lo único apretado que tienes que
esperar. Y tres, ya estoy sincronizándolo contigo aquí mismo. —Palmeó su
corazón.
El rostro de Cooper se partió en una sonrisa.
—Eso es tan cursi. —Se inclinó hacia adelante para un beso.
Park se tapó los labios con la palma de la mano.
—¿Me escuchaste mencionar algo en el horario sobre entretener tu
insaciable libido? No. Vamos, vamos. La libertad está a menos de
veinticinco minutos.
Cooper suspiró.
—Bien. Pero la próxima vez que haya un horario, te sugiero que
tomes esto en consideración. —Palmeó el trasero de Park y se alejó con un
pequeño rebote en su paso.
—Tampoco programé tiempo para pasearse —dijo Park detrás de él, y
Cooper le mostró el dedo medio. Hizo su camino por el largo y sinuoso
camino al granero, con suerte, por última vez.
Ahora que era de mañana, Cooper y Park finalmente iban a escapar.
La noche anterior había sido... incómoda. Park había apartado
silenciosamente a sus hermanos y sus parejas a un lado para contarles sobre
la presencia de Daisy alrededor ciudad, con resultados variables. Camille,
siendo la mayor con el recuerdo más claro del abandono, parecía
genuinamente furiosa, mientras que los otros eran más curiosos e inseguros.
Cooper no podía imaginar lo confuso que sería eso para ellos. La repentina
e inesperada reaparición de una madre que realmente solo recordaban por
su ausencia.
Mientras tanto, la eliminación de Stuart arrojó un aura pesada en la
casa. Cooper medio esperaba que Lorelei dijera algo sobre la “mala
energía”, pero ella estaba inusualmente tranquila y seria; su personalidad
despreocupada se había ido.
Tim, por otro lado, seguía diciendo: —Lo sabía. Todos deberíamos
haberlo visto. Joe nunca debería haberle dado la bienvenida —hasta que
Lorelei de repente le dijo que se callara ya. Marcus era aún más deferente
con los demás de lo habitual, hasta un grado casi incómodo y patético, y
Bethany había bebido tanto durante la cena que ni siquiera se molestó en
bajar a la mañana siguiente.
Sin embargo, la hija de Stuart, Delia, era la peor de todas. Ella lucía
absolutamente sorprendida. Apática y desgarrada por el dolor, su cabello sin
lavar, bolsas brutales bajo sus ojos y lágrimas brotando en momentos
aleatorios. Ninguno de los otros parecía saber qué decirle. Cooper estaba
empezando a ver lo que Park había tratado de decirle por qué Stuart había
sonado tan roto. No era solo ser expulsado, era como si hubiera muerto.
Solo Helena se mantuvo distante. Amurallada y sin emociones. Nadie
la miró a los ojos y, a su vez, ella no habló con nadie.
Cooper se había quedado en su mayor parte escondido en su
habitación de arriba, simultáneamente queriendo darle a la familia algo de
privacidad y queriendo evitar todo el lío de emociones. Especialmente
cuando estaba teniendo dificultades para ocultar lo feliz que estaba. Feliz de
finalmente irse a casa.
A casa. Cooper sonrió. A casa con Park. Eso sonaba bien. Todo lo
demás parecía más factible ahora. ¿Y qué si se enfrentaba a un cambio de
carrera importante? Gran grito. ¡Estaba a punto de compartir un cajón de
calcetines! Ahora eso era asombroso. Él, Cooper Dayton, el desastre
ansioso, gruñón e insociable estaba cohabitando con (sorpresa tardía,
amigos), alguien casi tan desastre como él.
Bueno, eso le parecía muy bien. Al final resultó que, él era tan duro y
espinoso como necesitaba ser para proteger al hombre dulce, vulnerable, y
engañosamente blando del que se había enamorado.
Cuando Cooper finalmente entró en el granero a menos de quince
minutos, estaba tan absorto imaginando su ropa interior entremezclada en el
cajón superior que no se dio cuenta de inmediato que no estaba solo.
—¡Oh, Dios! —Se apretó el estómago con una mano, la otra yendo a
su arma ausente, antes de obligarse a relajarse.
Helena estaba sentada en el sofá, vestida con una camisa negra de
gran tamaño y calzas, mirándolo con ojos fríos y contemplativos. En su
regazo Boogie estaba acurrucada y ronroneaba tan fuerte que el sonido
prácticamente hacía eco a través del granero. Helena no podría haberse
parecido más a una mente maestra malvada si lo intentara. Se consoló a sí
mismo imaginando cuánto menos intimidante parecía cuando se puso de pie
cubierta de pelo de gato.
—Lamento haberle asustado —dijo—. Solo esperaba atraparle por un
momento a solas.
—Está bien —dijo Cooper lentamente, moviéndose para apoyarse en
la mesa central. Él esperaba que esto no se convirtiera en otro discurso
sobre el deber y el sacrificio por el bien de la especie. Había pasado
demasiados momentos este fin de semana obsesionado con las palabras de
Helena y todavía estaba profundamente incómodo con lo que había
presenciado entre ella y Stuart ayer.
—Oliver me contó sus noticias. Felicitaciones —dijo, acariciando a
Boogie. Imposiblemente, el ronroneo maníaco se intensificó, cayendo una
octava.
—Gracias —dijo Cooper.
Boogie se acomodó para que su columna vertebral se alineara entre
las piernas de Helena y su vientre blanco y gordo estuviera en exposición.
Absoluta Jezabel.
—Es algo muy importante para nosotros, ya sabe, compartir un
espacio habitable.
—Yo, eh, tengo esa impresión, sí.
—Y escuché que está recientemente desempleado. ¿Qué hará ahora?
Ay.
—No estoy totalmente sin opciones...
Se fue callando. Realmente no tenía un plan de respaldo. Dejar el BSI
significaba dejar el FBI también, algo que sabía desde que se unió por
primera vez. Era una de las razones por las que había tenido demasiado
miedo de renunciar antes. La mayor parte de su vida se había preparado
para trabajar en investigación federal, y nunca había hecho realmente
ninguna otra cosa, además de asistir a algunos cursos de criminología y
trabajar en la cabina de proyección en una pequeña sala de cine. Tan
cansado como estaba del BSI, ¿podría realmente darle la espalda a esa vida
por completo?
Tenía que resolverlo rápidamente. Sus ahorros eran limitados, y ahora
con Park mudándose, no quería que pareciera que dependía de él
financieramente.
Porque sí, renuncié a mi trabajo sin un plan de respaldo y por
casualidad invité mi novio súper rico a vivir conmigo en la misma hora.
¿Por qué pregunta?
Eso no lucía bien para nadie.
Helena lo miraba con astucia.
—Me gustaría hacerle una oferta, Señor Dayton.
Cooper levantó las manos.
—Espere, por favor, si me está sobornando para que deje a Oliver, la
respuesta sigue siendo no. No le haría eso a él. O a mí mismo. No podría.
—¿Sobornarlo? —Ella se rio suavemente—. Dios, tiene una malvada
opinión de mí. No, le estoy pidiendo que considere unirse a mi manada.
Cooper la miró parpadeando.
—Unirme a ellos para...
—Unirse a ellos para nada. Para todo. Para volverse un miembro. Por
supuesto, también le preguntaré a Oliver, pero él nunca estaría de acuerdo a
menos que usted estuviera a bordo.
Él la miraba boquiabierto, totalmente sin palabras.
—Pero… yo no soy...
—Sí, lo había notado. —Helena sonrió brevemente—. Pero como mi
hijo insiste en recordarme, los tiempos están cambiando y nosotros
debemos cambiar con ellos. Después de este fin de semana, he comenzado a
ver su punto.
—¿Stuart?
Los irises de Helena se expandieron ligeramente y brillaron. Única
señal de que el nombre dolía.
—No. Él ya no es mi hijo.
Cooper se estremeció ante eso.
—Escuche, esto va a sonar ridículo, lo sé, pero Oliver parece pensar
que parte de la razón por la que echó a Stuart es por mí, y si eso es un poco
cierto, solo quiero decir que creo que debería reconsiderarlo.
—Se compadece de él. ¿Por qué?
—Debido a que el BSI no puede encontrar ningún indicio de que
supiera sobre los tiroteos y realmente creo que tenía buenas intenciones al
desarrollar la tierra. —Tierra que Cooper no pensaba que debería pertenecer
toda a una familia de todos modos, aunque fuera utilizada para ayudar a
personas como Eli o donada al público como una verdadera conservación
—. En el peor de los casos, era un cómplice inconsciente de todo lo demás.
Helena rascó a Boogie debajo de la barbilla y estudió a Cooper.
—Sé sobre su ex compañero y esos videos de masacres. Vi uno.
El corazón de Cooper se detuvo.
—Vio... —Su voz sonaba muy muy lejana—. Pensaba que se suponía
que habían sido eliminados. ¿Cómo…?
—Incluso yo sé que nada desaparece realmente de Internet. Marcus
los encontró. Es muy bueno con las computadoras.
—¿Marcus lo sabe? —preguntó Cooper, sorprendido. Eso parecía un
secreto bastante grande para que ocultara el Señor No puedo-decir-
mentiras…
—Él nos mostró. Stuart pensó que usted era un peligro para la
manada. Él le odiaba. Se los mostró a Geoffrey, esperando que le atacara.
¿Todavía se compadece de él?
Cooper se quedó callado por un momento, recordando ese aullido
final sonando por la casa.
—Sí.
La ceja de Helena se movió un poco por la sorpresa.
—Si sabe sobre los videos, ¿por qué todavía me quiere en su manada?
—Porque, como dice, fue un cómplice inconsciente. Y lo que es más
importante, tiene cualidades que valoramos.
—¿Cualidades como el hecho de que adonde yo vaya va Oliver?
Helena sonrió.
—No mentiré y diré que no quiero que Oliver vuelva a la manada
donde pertenece. Soy una anciana, Señor Dayton. La manada es estable por
ahora, pero necesito elegir un nuevo sucesor ahora que... las cosas han
cambiado. —Se humedeció los labios—. Pero también debe darse cuenta
que su notable CA tiene su propio atractivo.
—Lo siento, ¿mi qué? —El término le resultaba vagamente familiar,
pero no podía recordar de dónde.
Helena ladeó ligeramente la cabeza.
—Seguramente usted y Oliver han discutido... —Se interrumpió y
miró hacia la puerta con el ceño fruncido. Con voz repentinamente baja y
urgente, dijo—: Señor Dayton, ¿usted...?
Demasiado tarde. La puerta se abrió de golpe y Charles Girard entró
sosteniendo una pistola.
Capítulo Catorce
—Levántese. Contra la pared. ¡Vamos, muévase! —Girard hizo un
gesto con el cañón de su pistola. No la del tranquilizante, tampoco. Esta era
del tipo que disparaba balas reales e inmediatamente mortales.
Helena se puso de pie, dejando caer suavemente a una Boogie alerta y
vigilante al suelo, y siguió las órdenes con una expresión en blanco en su
rostro.
—Tú, también. Y mantén las manos en alto.
—Está bien, tranquilo —dijo Cooper suavemente. Girard parecía que
necesitaba calma. Parecía que estaba a cinco experiencias horribles más allá
de la necesidad de calma, en realidad. Su cabello y barba estaban
enmarañados con suciedad y escombros, y su piel y su ropa estaban
manchadas de sangre seca. Había locura en sus ojos. Locura desesperada,
aterrorizada y alimentada por el odio. Apestaba a sudor y suciedad y no
podía dejar de temblar, al menos parcialmente de frío, aunque había miedo
allí también. Cooper supuso que había estado durmiendo a la intemperie, si
había estado durmiendo en absoluto, durante los últimos dos días—. No
estás en peligro, Charles. Solo baja el arma, ¿de acuerdo?
La expresión de Girard no vaciló.
—¿Eres uno de ellos? —preguntó, apuntando con el arma a Cooper.
Temblaba en su mano, de un lado a otro.
—¿Uno de qué?
—¡Sabes que! —gritó Girard—. ¡Ellos! Los... los monstruos.
—No sé de qué estás hablan…
—El lobo... cosas de pie sobre dos patas.
Mierda. Cooper se mordió el interior de la boca. Esto estaba mal.
Muy mal. Él debía haber sido testigo del ataque de Sylvia y de alguna
manera escapó. Cooper podía recordar fácilmente cuán aterradora fue su
experiencia al ser atacado brutalmente y descubrir que el mundo no era lo
que parecía. Y esa vez nadie había muerto.
—Has pasado por un trauma terrible —dijo Cooper, manteniendo su
voz calmada—. Tomemos un respiro, siéntate y hablemos de ello. Te
prometo que lo resolveremos juntos.
—¡No necesito hablar! ¡No estoy confundido! ¡Sé lo que vi! —La
mano derecha de Girard tocó algo en su bolsillo mientras su mano izquierda
mantenía el arma vacilando entre Helena y Cooper.
—Está bien, dime. ¿Qué viste?
Los ojos de Girard se desviaron, solo un poco, y Cooper dio un
pequeño paso casual hacia adelante.
—David me despertó cuando salía sigilosamente del campamento. Él
pensaba que la doctora Freeman se iba a encontrar con un hombre e iba a
seguirla. Él estaba tan celoso esta última semana, seguro de que ella se iba a
encontrar con alguien. Me… me preocupé por ella. Seguí sus huellas. Pero
cuando los vi...
Todo el cuerpo de Girard se estremeció y volvió a tocarse el bolsillo.
El gesto parecía calmarlo.
—No era un hombre en absoluto. Era una especie de... cosa. Su rostro
era horrible y era más rápido de lo que podía ser cualquier hombre, más
fuerte también. Mató a David. Lo ató a un árbol como si estuviera drenando
sangre de la carne.
Como un cazador ata a su presa. Cooper frunció el ceño, una fea
sospecha se formó en su mente.
Girard estaba llorando ahora, las lágrimas corrían por la suciedad de
su rostro, dejando patrones extraños detrás.
—No pude ver a la doctora Freeman. Solo su bolso. Yo sabía que ella
ya estaba en los árboles, en alguna parte. Sabía que me perseguiría a
continuación. Así que me escondí junto al océano, donde no podía olerme.
Su arma se deslizó hacia la izquierda, apuntando directamente a
Helena ahora.
—Entonces era mi turno de rastrearlo. Lo seguí hasta aquí. Encontré
sus rastros... —Estaba murmurando ahora, en pánico y medio enloquecido.
Como si estuviera demasiado avergonzado de decirlo en voz alta sabiendo
cómo sonaba, pero también ferviente. Convencido de lo que había visto.
Cooper estaba seguro que había visto muchas cosas.
»Sé lo que son ahora. Monstruos. Asesinos. Pero lo robé mientras
estaba distraído, atando a David al árbol. Lo robé de su bolso. Ahora tengo
la prueba. —Tocó su bolsillo compulsivamente de nuevo—. Sé que no
estoy loco.
Cooper se abrió paso lentamente entre la línea de fuego del arma y
Helena.
—Charles, escúchame. No creo que estés loco. Te creo. Pero tienes
que creerme tú ahora. Nadie aquí te va a hacer daño. Helena no mató a
nadie y la doctora Freeman está viva. Así que baja el arma y puedo
explicarte todo.
—¡Deja de mentir! —gritó Girard, y su arma se movió hacia Cooper
—. ¿Crees que no sé qué está pasando? Sé lo que vi. Sé lo que escuché. Tú
también eres uno de ellos, ¿no es así?
—No lo es. —Helena habló por primera vez, dando un paso al frente
y atrayendo el arma de Girard de nuevo hacia ella—. Él no es nadie. Solo
un humano. Tiene razón. Yo soy el monstruo aquí. Solo yo.
—Helena —advirtió Cooper—. No.
—Pero si soy más rápida y más fuerte que usted, ¿qué le hace pensar
que puede aparecer en mi territorio y amenazarme? —Entonces ella le
mostró los dientes. Era extraño e inquietante ver colmillos emergiendo del
rostro de una anciana, incluso para Cooper, que sabía que estaban allí desde
el principio. No podía imaginar lo que le parecería a otra persona.
Pero Girard lo sorprendió riendo, un sonido agudo e histérico que
envió un rayo de miedo a través de Cooper. Inclinó la cabeza hacia adelante
y hacia atrás.
—Mírese. No es un monstruo en absoluto. —Girard la miró con los
ojos entrecerrados—. Es solo otro animal. Adoptando una pose como ellos.
Alejando la atención de los miembros más débiles de la manada como ellos.
He pasado toda mi vida cazando animales, sabe. Me pregunto, ¿usted
también sangra como ellos?
El disparo fue impactante. Helena se desplomó en el suelo con un
breve, único grito que fue tragado por el propio grito de Cooper.
—¡Mierda! —gritó, cayendo de rodillas a su lado. No estaba muerta,
gracias a Dios. Pero la cantidad de sangre que salía de su pierna no era
buena.
—Oh, sí —dijo Girard, mirándolos, con el arma todavía temblando en
su mano—. Todos los animales sangran.
—Estás cometiendo un gran error —dijo Cooper. Encontró el punto
de entrada de la bala.
Muslo derecho, centro. Sabía tanto como todos sobre eso. Si había
cortado la arteria femoral, podría desangrarse en minutos. Si no... bueno.
Quién diablos sabía, todavía era una herida de bala en la pierna y eso no era
exactamente saludable.
Se quitó la camisa, rasgó la manga y la ató tan fuerte como pudo justo
encima de la herida en un torniquete improvisado. Cuando tensó el nudo,
Helena gritó de dolor.
—Lo sé. Aguante.
—Basta. Aléjate de ella —dijo Girard.
—No puedo hacer eso, Charles. —Cooper mantuvo un ojo en Girard
y continuó usando el resto de la camiseta para cubrir la herida. Helena
estaba encorvada contra la pared del granero, respirando demasiado rápido
y temblando. Su mirada vagaba alrededor del granero sin verlo. Por una
vez, parecía fría.
—Va a estar bien —susurró Cooper, manteniendo una presión
constante en su muslo.
—¡Cállate o le dispararé de nuevo!
—Ella es una mujer inocente...
—¡Ella no es una mujer! —gritó Girard—. Vi al animal regresar aquí.
A esta casa. Lo escuché hablar. ¡Todos son animales!
—El... el lobo que te atacó ha sido arrestado, ¿de acuerdo? La única
persona peligrosa aquí eres tú. Así que baja el arma. Piensa en Doudou. —
Cooper sacó desesperadamente el sobrenombre de la novia de los correos
electrónicos y esperaba que lo estuviera pronunciando correctamente—.
Ella te ama. No la dejes así, no te metas en problemas por nada.
El rostro de Girard se contrajo.
—¿Quién?
—Tu novia. Déjame pedir ayuda y es posible que aún puedas
marcharte sin tiempo en la cárcel.
—¿Qué novia? —escupió Girard. Parecía aún más asustado que antes
—. ¿De qué diablos estás hablan…?
Arriba, en el desván, algo crujió. Girard giró, apuntando con el arma
hacia la oscuridad.
—¡Quién está ahí! ¡Dispararé! ¡Dispararé hasta el último de ustedes!
Cooper tomó las manos de Helena y las apretó contra su propia
herida. Se sentían pequeñas y débiles debajo de él, y podía sentirla temblar
peor que nunca, pero ella lo miró a los ojos y asintió en comprensión. Él se
movió de sus rodillas hasta ponerse de cuclillas y se acercó un poco más a
Girard. Otro crujido y luego una serie de golpes. Girard disparó
salvajemente, una, dos veces, y Cooper se abalanzó sobre él.
Girard no cayó fácilmente. Lucharon estando de pie; Cooper colgando
de la espalda de Girard, manteniendo una mano alrededor de la muñeca de
su arma mientras Girard intentaba darle un cabezazo. Cooper pateó con
saña la parte de atrás de sus rodillas, tirando de Girard hacia abajo con todo
su peso. No hubo una inclinación dramática. No se estrellaron contra el
suelo. Más bien, gradualmente, por etapas, se deslizaron al suelo, una
pierna a la vez hasta que se arrodillaron de espaldas, Girard retorciéndose
en sus brazos.
—¡Suéltala! —gruñó Cooper, clavando su pulgar en el tierno punto
del pulso de la muñeca que sostenía el arma.
Girard aulló incluso cuando el arma cayó de sus dedos espasmódicos.
Rodó por el cuerpo de Girard mientras él se arqueaba hacia atrás para tratar
de romper el agarre de Cooper a su alrededor. Cooper podía sentirlo
debilitarse. Solo tenía que hacer que Girard perdiera el equilibrio y caer
encima de él para...
De repente, un mechón de pelaje se lanzó hacia ellos desde la
oscuridad. Boogie se deslizó entre sus piernas y mordió el muslo de Girard.
Sus dientes atrapados en su jean, sin hacer absolutamente nada. Aun así, el
peso inestable de Girard se estaba volcando. Cooper entró en pánico. Si uno
o ambos caían sobre ella...
Ahora estaba luchando por mantener a Girard de pie y fuera del suelo.
Él se movió apartar a Boogie con la rodilla, y el codo de Girard logró
atraparlo en la garganta. El dolor repentino y sin aliento lo aturdió lo
suficiente como para que Girard pudiera derribar a Cooper sobre su espalda.
Se tensó, intentando escuchar los sonidos de un gato adolorido, pero no
escuchó nada. Boogie había desaparecido en la oscuridad una vez más.
—¡Mon tabarnak!26 —gritó Girard y le dio un revés a Cooper en la
cara.
Sintió que el corte en su frente se abría y parpadeó para eliminar las
manchas de sus ojos. Detrás del rostro amenazador y los ojos rojos de
Girard, en el desván, vio la sombra de una figura agachada a punto de saltar.
Ese no era un gato.
—Mierda —dijo Cooper, y pateó a Girard, luchando por escapar.
Daisy Boudillion Park aterrizó con un gruñido en la espalda de
Girard. Sus pesos combinados cayeron sobre la pierna sensible de Cooper y
su visión se nubló por un segundo por el dolor. Cuando los ojos de Cooper
se abrieron de nuevo, Daisy estaba recogiendo a Girard levantándolo como
un muñeco de trapo. Su rostro era feroz, furioso y más lobo que mujer. Ella
lo arrojó contra los aparadores que se alineaban en la pared del granero, que
se balancearon hacia atrás y luego hacia adelante por el impacto. Uno se
inclinó y aterrizó sobre Girard, derramando cientos de archivos de color
crema sobre su cuerpo. Él no consiguió volver a levantarse.
Hubo un sonoro silencio. Cooper miró el cuerpo inmóvil y luego a la
ligeramente jadeante Daisy. Sus gafas de sol se habían ido, y la cicatriz se
veía particularmente retorcida ahora que las líneas de su rostro se habían
convertido en algo más nítido y más animalista que el lobo medio sin
transformar. Ella lo miró cautelosamente y él la miró de vuelta,
concentrándose en no mirar hacia donde había caído el arma.
—¿Qué demonios está haciendo aquí?
—¿Por qué, Agente Dayton? Es casi como si no estuviera feliz de
verme. —Su voz cuando todavía era loba, así era un poco más suave y
fluida que la de un humano, las ásperas consonantes casi desaparecían en la
parte posterior de su garganta estirada.
—Dios mío. —La voz de Helena rompió el momento—. Tú. —Ella
estaba pálida, agotada y sudorosa, y miraba a Daisy con pura conmoción.
Por primera vez desde la había conocido, parecía de su edad.
Daisy se volvió, y su rostro se suavizó a uno más humano antes de
arrodillarse al lado de su ex suegra.
—Helena —fue todo lo que dijo. Colocó sus manos sobre las de
Helena sobre la herida. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se habían
visto? ¿Cómo era ver a la mujer que había criado a tus hijos? Incluso
cuando habías pasado toda la vida luchando por derribarla a ella y a todo lo
que era.
Sutilmente, Cooper recogió el arma abandonada. Se acercó
cautelosamente al cuerpo quieto de Girard y se arrodilló en el suelo del
granero. No necesitaba comprobar el pulso de Girard para saber que estaba
muerto. El ángulo mortal de su cuello era suficiente para ver eso. Aun así,
comprobó de todos modos, tomándose su tiempo y manteniendo un ojo
vigilante en Daisy y Helena.
Casi saltó dos kilómetros fuera de su piel cuando una Boogie
perfectamente ilesa rozó su brazo, luciendo terriblemente engreída por casi
conseguir que lo mataran.
—Gata maligna —murmuró Cooper, frotándole la cabeza una vez
antes de alcanzar el bolsillo de la chaqueta de Girard, curioso. Sus dedos
tocaron plástico duro.
Cooper frunció el ceño. Sacó uno de los vasos de muestra de la
doctora Freeman con las tapas de color púrpura brillante. El vaso sonó
mientras lo movía. Lentamente, lo levantó para ver. En la parte inferior del
vaso, un solo diente canino, ligeramente más largo que el promedio,
brillaba, amarillo-blanco a la luz.
Era como si toda la imagen se hubiera desplazado hacia la derecha y
las piezas faltantes cayeran en su lugar.
—Ella lo sabía —dijo Cooper en voz baja, recordando lo que
Raymond Park había dicho—. Ella sabe.
David Freeman pudo haber estado hurgando y preguntando por
derechos de propiedad, pero de lo que en realidad había acusado a Geoff era
de tener una aventura con su esposa. Estaba convencido que Emily iba a
encontrarse con un hombre.
A pesar de no verlos durante años, Daisy sabía todo sobre la manada,
afirmaba que sus “contactos” le habían contado todos los detalles sobre la
infancia de Oliver, la forma en que Joe lo había criado para convertirse en el
Pastor.
Todo lo que había sucedido había hecho que la manada de Park fuera
más fuerte que antes. Solo sin Joe y Stuart. Es curioso cómo eso funciona,
había dicho Oliver. Curioso o exactamente según el plan.
Cooper miró al otro lado del granero. Helena se había derrumbado y
sus ojos estaban cerrados.
—Necesita un hospital —dijo Daisy, tomándole el pulso a Helena—.
Dejé mi auto en la carretera principal fuera de las puertas. Está más cerca
que la casa. Puedes conducir mientras yo la vigilo.
Apuntó el arma hacia ellas, sutilmente, lo suficiente para no ser
atrapado desprevenido.
—¿De dónde sacó esos correos electrónicos?
—¿Qué? —Los ojos de Daisy se fijaron en el arma de inmediato—.
Dayton... ¿qué está haciendo?
—Los correos electrónicos entre Girard y su novia hablando sobre el
benefactor misterioso de la doctora Freeman. ¿Dónde los consiguió?
—Le dije que tengo mis fuentes…
—Girard no tenía idea de lo que estaba hablando. Ni siquiera tenía
una novia en Quebec.
—Obviamente está mintiendo.
—Alguien lo está —coincidió Cooper—. ¿Por qué vino aquí? Hoy,
quiero decir. No para una reunión maternal, supongo.
Los ojos de Daisy se entrecerraron.
—La doctora Emily Freeman ha desaparecido. Ella se dio el alta en
contra de las órdenes del médico y su BSI parece que no puede encontrarla.
—¿Qué hay de su bolsa de muestras? ¿La encontraron o también se
perdió?
—No lo sé —dijo vacilante—. ¿Importa?
Él levantó el vaso y Daisy inhaló con fuerza.
Cooper preguntó de nuevo: —¿De dónde sacó los correos
electrónicos?

***
Todos estaban charlando en el comedor cuando Cooper finalmente
regresó a la casa. Debería haber sido el salón principal. La reunión de los
sospechosos siempre caía en el salón principal. Pero estos no eran
sospechosos cualesquiera. Esta era la familia de Park, por quien se
preocupaba y amaba, incluso si era complicado a veces.
Cooper escuchó por un momento desde afuera de la puerta abierta.
Sus voces todavía eran suaves y conmovidas por la última pérdida, pero
había calor allí e incluso una pequeña risa al despedirse. Toda la familia
estaba adentro, salvo los niños. Los hermanos de Park y sus parejas, su
prima Delia, sus tías y tíos. Incluso Bethany se había presentado, aunque
con resaca.
Cooper daría cualquier cosa por no tener que interrumpir. Por no
quitarles esto de ellos también. No tenía elección.
Oliver estaba sentado en su asiento habitual alrededor de la mesa del
comedor, con la espalda hacia la puerta, por lo que no se dio cuenta de
inmediato cuando Cooper entró. Fue solo cuando Lorelei jadeó que todos se
volvieron hacia él. Cooper podía imaginar cómo lucía, sin camisa y
salpicado con la sangre de Helena, su propia herida en la cabeza goteaba de
nuevo, y llevaba la pistola en la mano. Muchos de ellos estaban mirándolo
fijamente abiertamente horrorizados, ante sus cicatrices, exhibidas con
intensidad.
—¿Cooper? —Jadeó Park—. ¿Estás…?
—Estoy bien —dijo—. Es... Helena. Le han disparado. Ella está de
camino al hospital ahora.
La habitación estalló con un sonido y la familia se puso de pie.
—¿Dónde le dispararon? —preguntó Mai—. ¿Ha perdido el
conocimiento?
—¿De camino al hospital con quién? —preguntó Marcus
bruscamente.
—Tenemos que ir con ella —dijo Camille.
—No —dijo Cooper—. Nadie se va todavía.
Silencio.
—Tú —dijo Tim, y dio un paso hacia él—. ¡Le disparaste!
—No —dijo Cooper, apuntando el arma en señal de advertencia, y
Tim se detuvo—. Yo no.
—Cooper... —dijo Park—. ¿Qué…?
—Sylvia es culpable de robar su propiedad. Pero ella no mató a nadie.
Girard apareció. Llevaba esto. —Sacó el vaso de muestra de su bolsillo y lo
arrojó sobre la mesa del comedor. En el interior, el único diente repiqueteó.
—En el nombre de Dios ¿qué es eso? —susurró Lorelei.
—Una muestra. Presumiblemente una de muchas. La doctora Emily
Freeman ha huido con el resto.
—¿Muestra? ¿Qué muestras? —preguntó Tim.
Park estaba mirando la taza sobre la mesa, con una mirada de
comprensión naciendo en su cara.
—Muestras biológicas, supongo —dijo Cooper—. Sangre y cabello.
Por lo menos, el resto de los dientes faltantes de Geoff Rosetti.
Más de una persona hizo un ruido de horrorizado disgusto.
—El asesino se los entregó a la doctora Freeman ayer por la mañana
temprano en un encuentro acordado. Desafortunadamente para ellos, David
Freeman sospechaba que su esposa estaba teniendo una aventura y la siguió
esa noche. Lo que encontró en cambio, fue mucho más horrible que
cualquier cita. Vio a un hombre lobo dándole un repaso a las partes
saqueadas del hombre lobo que acababa de asesinar para que la doctora
Freeman estudiara.
—Ridículo —dijo Tim—. ¿Por qué diablos un lobo le daría a un
científico humano muestras que podría usar para exponernos?
—Pregúntale a Marcus.
Marcus parpadeó hacia él.
—¿Qué?
—Tendrás que responder esa. Es lo único que todavía no entiendo —
dijo Cooper—. El resto creo que lo tengo bastante resuelto. Descubriste que
Stuart y Sylvia estaban yendo a hurtadillas detrás de la espalda de Joe,
vendiendo propiedad. Viste la oportunidad de eliminar a tres lobos
poderosos que se interponían entre tú y el control de la manada en un solo
movimiento. Ellos ya habían hecho la mitad del trabajo por ti y habían
creado su propio motivo. Todo lo que tenías que hacer era matar a Joe y
sentarte mientras el BSI sacaba a Sylvia y Helena a Stuart. Ahora, de
repente, estás mucho más cerca del trono. Simple, pero muy inteligente.
—Esto es absurdo. —Se rio Marcus—. Estás bromeando. Es eso o
necesitas que vuelvan a mirarte ese bulto en la cabeza.
Cooper lo ignoró.
—Desafortunadamente, luego te volviste un poco codicioso y
decidiste eliminar dos obstáculos más entre tú y el poder. Intentaste matar a
Helena. Intentaste matar a Oliver también, manipulando nuestros frenos. De
repente ya no era simple. Tu familia se mostraba más reacia de lo que
esperabas en sospechar de Sylvia, y estos nuevos ataques no ayudaban. Tu
plan simple era complicado ahora. Eso fue descuidado de tu parte. Joe te
obligaba a cazar, pero tú nunca fuiste muy bueno en eso, ¿verdad? Puedes
disparar un arma, sabes cómo encadenar presas, pero la violencia nunca ha
sido tu fuerte.
Marcus se sonrojó.
—Pero la manipulación. La manipulación es en lo que eres bueno.
Eso y las computadoras. Entonces decidiste ayudar en la investigación
dejando un bonito rastro.
—Ollie, ¿esto es una especie de broma? —preguntó Marcus—. Dile a
tu novio que su elección del momento es terrible.
Park, que había estado mirando el diente, se volvió inexpresivo hacia
Marcus y no respondió.
Cooper continuó:
—Por supuesto, no podrías ser tú quien guiara la atención hacia el
rastro. Tenías que tener una persona de fuera. Alguien que no pudiera ser
acusado de inventar información para tomar el control. Afortunadamente
conocías a alguien que preferiría morir antes que ser parte de la manada
Park. Has estado en contacto con Daisy Boudillion Park todos estos años,
sus ojos y oídos en Port Drove, dándole actualizaciones sobre sus hijos a
medida que crecían. Así es como supiste que Benjy había muerto cuando
nadie más le había hablado en años. Así es como supiste que ella estaba en
la ciudad siguiendo un rumor del WIP sobre un golpe estado para acabar
con todos los golpes de estado.
»A partir de ahí fue fácil. Gracias a haber asesinado recientemente a
David Freeman, tenías acceso a su computadora. Con la información allí,
pudiste revisar algunos correos electrónicos y hacer capturas de pantalla de
los extractos bancarios para hacer un pequeño sendero hasta Sylvia. Se lo
diste a Daisy sabiendo que ella no confiaba en los lobos de esta ciudad y me
lo daría; y yo, a su vez, traería al BSI.
A Cooper se le erizó la piel, disgustado de que cada uno hubiera
hecho exactamente lo que Marcus pensó que harían. Bueno, Park había sido
el que había llamado al BSI. Pero lo que había parecido un gran gesto de
apoyo de su compañero ahora estaba para siempre manchado por las
conspiraciones a su alrededor.
—Todos éramos marionetas para ti. Tan predecibles como tocar
cuerdas. Cada uno con nuestro pequeño papel a desempeñar.
—¿Estás loco? —dijo Marcus—. Sylvia intentó matarte. Después que
encontraras un rehén en su propiedad. La doctora Freeman también fue una
víctima, ¿recuerdas? Ella estaba secuestrada y retenida en un refrigerador,
por el amor de Dios. Explica eso.
—Fácilmente escenificado. Tenía la herida en la cabeza más
superficial que jamás haya visto y sospecho que sus informes de toxicología
volverán sin rastro de tranquilizantes, por eso se marchó tan de repente.
Nunca tuvo sentido por qué Sylvia mataría a todos pero mantendría viva y
capaz de identificarla, a la doctora Freeman. Más bien, sospecho que
después que te diste cuenta que el pobre Charles Girard te había visto matar
a David Freeman y luego escapó, necesitabas un testigo creíble para señalar
con el dedo a Sylvia, y rápido. La doctora Freeman era perfecta.
—¿Y ella accedió a hacer esto? ¿Por qué?
—Por las muestras, por supuesto. Le prometiste una prueba de un
secreto que haría su carrera. Más que una carrera, ella sería una leyenda. La
científica que descubrió a los hombres lobos. ¿Te imaginas ese prestigio?
Cooper negó con la cabeza.
—Lo que no entiendo es ¿por qué reclutar a la doctora Freeman en tu
trama para empezar? Después de todo ese esfuerzo por llegar a la cima,
¿por qué reunirse con ella? ¿Por qué darle voluntariamente las herramientas
para destruirte?
Los ojos de amaretto de Marcus, tan parecidos a los de Park, estaban
helados y llenos de odio.
—Cuando escuché que tu compañero torturaba y mataba hombres
lobo, estaba dispuesto a darte el beneficio de la duda. Claramente eso fue un
error. No lo sé cuál es su plan, pero no pueden creer una palabra de lo que
está diciendo. ¡Por el amor de Dios, por lo que sabemos, acaba de atacar a
Helena!
Allí estaba. El golpe final y desesperado. Y podría funcionar. Por las
miradas en las caras de los otros, ellos no sabían nada de los videos.
Estaban asustados por la ausencia de Helena. El hedor de su sangre en su
cuerpo. No estaba seguro de qué pensar ahora. Cooper sabía que acababa de
contar una historia increíble y retorcida sobre alguien a quien habían
conocido y amado toda su vida. Mientras tanto, él no era nadie. Ni siquiera
un lobo. Era un forastero que no pertenecía.
Park se acercó a Cooper.
—Yo le creo.
—Ollie —dijo Marcus con incredulidad—. No.
—Cooper nunca me ha mentido. Confío en él.
—¿En contra tu propia familia? ¿Tu sangre?
—En contra de cualquiera.
La cara de Marcus se torció y resopló, su voz generalmente agradable
ahora burlona: —¿Y qué, lo sigues a él ahora? ¿Es tu alfa humano?
—Sí —dijo Park simplemente—. Lo es.
Cooper lo miró, sorprendido, pero Park no lo miró a los ojos. Él
miraba fijamente a su familia, su ex manada, uno por uno.
—Lo es.
Después de un segundo, Mai y Jackie, tomadas de la mano, cruzaron
la habitación y también se pararon detrás de Cooper. El rostro de Marcus se
aflojó en estado de shock. Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa,
Camille y Ricky también cruzaron la habitación. Lorelei y Tim se miraban
el uno al otro, teniendo el tipo de conversación silenciosa que solo los
amigos de toda la vida podían tener.
—Lollie… —dijo Marcus.
Lorelei negó con la cabeza, incapaz de mirar a su hermano a los ojos.
Ella y su ex marido se unieron a Cooper. Finalmente solo quedaron Delia y
Bethany, aunque por sus expresiones eran menos sobre elegir un bando y
más sobre que todavía estaban demasiado conmocionadas para moverse.
—Le tendiste una trampa a mi papá —susurró Delia.
—Del…
—Mataste al abuelo.
—Yo…
—¿Para qué? ¿Para poder hacerte cargo de la manada? ¿Por más
dinero? ¿No era todo esto suficiente para ti?
—¡No! —gritó Marcus, y la habitación repicó con un silencio de
sorpresa—. No tenía nada que ver con el dinero. Lo hice por nosotros. Por
cada uno de nosotros. Para que todos podamos avanzar como especie. Los
humanos nos cazan y nos matan. El BSI no hace nada excepto decirnos
cómo gobernar nuestras manadas, y todo lo que hacemos día tras día es
tener las mismas discusiones insignificantes sobre la tierra.
—Papá quería mantener la tierra intacta para que los lobos corrieran
en secreto. Stu quería desarrollar la tierra para que los lobos pudieran vivir
juntos en sus manadas en secreto. Ambos eran demasiado estúpidos para
ver que estaban discutiendo exactamente por lo mismo. Cuando no estamos
peleando por la tierra, estamos canalizando millones de dólares para
corromper a los humanos para guardar nuestro secreto. Secretos, secretos,
secretos. ¿No pueden ver lo vulnerables que nos hacen? Alguien necesitaba
hacer algo.
—¿Y ese algo es hacernos públicos? ¿Contarle la verdad a todo el
mundo humano? —preguntó Camille bruscamente.
—¿Qué hay de malo en eso? Somos la especie más fuerte, rápida, y
dominante. Pero debido a este enorme secreto, nos acobardamos en los
pequeños bosques que quedan en el mundo mientras los humanos
envenenan la tierra, arrestan a nuestra gente y drenan nuestros bancos a
través de chantajes.
Marcus dio un paso adelante, sus ojos brillaban con un dorado
radiante.
—Si lo hacemos público, hasta el final, no nos quedaría ninguna
debilidad. ¿Qué diablos podría detenernos entonces? ¿Quién diablos podría
detenernos? Gobernaríamos todo este puto mundo. Salvaríamos la tierra,
controlaríamos la población y restauraríamos los recursos naturales.
—Una revolución —dijo Park—. Contigo al timón.
—¿Por qué no? —siseó Marcus—. ¿Por qué no yo? Los he visto
pasarme a todos durante todos estos años porque no tengo “material alfa”,
porque mi CA es demasiado bajo. Pero mira lo que he logrado hacer en
unos días. ¡Ahora piensa en lo que podríamos hacer juntos!
Miró a su esposa con ojos suplicantes. Pero incluso Bethany había
comenzado a retroceder lejos de él.
—Oh, Marcus —susurró—. ¿Qué has hecho?
—¡Lo correcto! ¡Hice lo correcto! —gritó Marcus—. Necesitamos
proteger la tierra de los cazadores. ¿No lo ves? ¿No te acuerdas?
Pero era inútil. Su familia había elegido. La manada de Park se
mantuvo unida como una detrás de Cooper, y no había nada que Marcus
pudiera decir para hacerles cambiar de parecer. Y si no era capaz de salir de
esto con las palabras, no tenía nada. Había terminado.
Después de todo, como había dicho Park, Marcus no era un luchador
ni nada especial en absoluto, realmente. Como cualquier hombre
hambriento de poder, en el fondo era un cobarde.
Capítulo Quince
Cooper dejó a Park y a su familia merodeando alrededor de la cama
de hospital de una Helena inconsciente con la excusa murmurada que
necesitaba buscar un café. Aunque apreciaba profundamente el apoyo que
la familia de Park había demostrado esa mañana, decir que la situación era
incómoda era quedarse corto. La mayoría de ellos todavía parecían en
estado de shock. En cuestión de horas, habían perdido a otro miembro de la
familia.
El estómago de Cooper se retorció al imaginar lo que sentiría Helena
cuando despertara y alguien se lo dijera. Esperaba que ella reconsiderara
dejar que Stuart volviera a la manada. Cooper no sabía por qué estaba tan
obsesionado con eso, pero lo estaba. A todos los efectos, debería disgustarle
o, en el mejor de los casos, debería sentirse neutral sobre Stuart. Pero la
idea de ser desechado por tu manada y dejado solo en el mundo en contra
de tu voluntad lo hacía sentir enfermo del alma, incluso si no era un lobo él
mismo.
Cooper se detuvo en su lugar y casi dejó caer su taza de espuma de
poliestireno demasiado pequeña de café. En el pasillo, Margaret Cola,
directora del Trust, estaba sentada remilgadamente en una de las sillas de
plástico azul oscuro.
Tenía el mismo aspecto que la última y única vez que la conoció en
persona. Las mismas perlas, lápiz labial color ciruela y ojos negros y
afilados que perforaban su alma. Solo su vestido tubo había sido
reemplazado por un traje de pantalón azul eléctrico que brillaba contra su
piel morena oscura. Ella parecía una reina aquí para juzgar. En todos los
aspectos que importaban, ella lo era.
—Señora —dijo Cooper, asintiendo con la cabeza—. ¿Qué está
haciendo aquí?
Cola lo reconoció con nada más que un parpadeo lento.
—Helena y yo nos conocemos desde hace muchos años. Vengo a
apoyarla durante este momento difícil.
—Correcto. —Supuso que eso no le sorprendía. De la misma manera
que averiguar que la Reina Isabel I y María, Reina de Escocia, habían sido
amigas por correspondencia durante años no le sorprendía. ¿Quién sabía
qué clase de red estaban los ricos y poderosos?— Ella salió de la cirugía y
los médicos son optimistas, que estará bien.
—Un disparo no es la única lesión de la que Helena tendrá que
recuperarse hoy —dijo Cola neutralmente.
—No —estuvo de acuerdo, luego vaciló—. ¿Stuart sabe lo que pasó?
Alguien debería decírselo.
—No hemos podido localizarlo todavía. Pero estoy segura que es solo
cuestión de tiempo.
—¿Y Sylvia?
—Por supuesto que la mayoría de los cargos en su contra han sido
retirados, pero la Sra. Rosetti todavía está detenida por el BSI por atacarlo a
usted y al Señor Eli Park.
—Sin embargo van a considerar las circunstancias atenuantes, ¿no?
Quiero decir, tenía una buena razón para pensar que la estaban engañando.
Ella la tenía.
Cola lo estudió.
—Entiende que tanto ella como Stuart todavía son responsables del
robo de propiedad por valor de millones de dólares.
—Bueno, cuando lo pone así —dijo Cooper, suspirando. Cola tenía
razón. Fuera lo que fuera lo que hubiera sucedido, Stuart y Sylvia no eran
tan buenas personas en sí mismas. Cooper no estaba seguro de por qué le
molestaba tanto que ella todavía estuviera bajo arresto. Sylvia había
intentado matarlo, después de todo. Stuart también de manera indirecta.
Pero verlos a ambos castigados casi se sentía como si el verdadero villano
hubiera conseguido exactamente lo que quería al final. Todo excepto el
trono.
—¿Qué pasará con Marcus?
—Está bajo la custodia del Trust por ahora. Esperamos que pueda
darnos alguna indicación sobre con cuánta información pudo haber huido la
doctora Freeman o a dónde podría ir. Hasta ahora, no ha hablado.
Probablemente mantiene la esperanza de que su plan se lleve a cabo.
—Que todo se haga público y al diablo las consecuencias —murmuró
Cooper.
—Así parece.
—¿Qué pasa si no la encuentran a tiempo? ¿Y si publica la prueba?
Cola sonrió, frunció los labios y entrecerró los ojos. Una pequeña
expresión peligrosa que se parecía más a un gato salvaje que a un lobo.
—¿Realmente cree que toda una especie secreta puede ser derribada
con una sola llamada telefónica o un artículo? Es cierto, asumiendo que
Marcus le diera evidencia más que suficiente, que hay una amenaza
concreta, pero incluso entonces la doctora Freeman necesitará tiempo para
armar sus hallazgos y las personas adecuadas para presentarlos. Mientras
ella hace eso, nosotros la encontraremos.
—¿Nosotros?
Cola inclinó la cabeza y sus ojos escanearon escrupulosamente su
cuerpo.
—Agente Dayton, también esperaba poder hablar con usted.
—¿Conmigo? Ya hice mi informe...
—No sobre los eventos de hoy. No directamente, de todos modos.
Quería hablar con usted sobre su futuro.
Cooper parpadeó.
—Sabe, la última persona que me dijo eso está en una cama de
hospital actualmente conectada a soporte vital.
Cola sonrió con frialdad.
—Bueno, espero que considere mi oferta con la misma seriedad que
la de ella. —Dio unas palmaditas en el asiento a su lado, y sus uñas
brillantes hicieron clic contra el plástico—. Por favor.
Cooper jugueteó con la cremallera de la sudadera con capucha
prestada del hospital, y luego se sentó, posándose torpemente en el borde
para poder mantener su cuerpo torcido hacia Cola.
—Escuché que renunció al BSI.
—¿De dónde consiguió eso tan rápido?
Cola enarcó una ceja.
—¿Es incorrecto?
—No —dijo Cooper con cautela. Y luego, con más firmeza—. No.
Me voy.
—¿Y qué planea hacer en su lugar?
—¿Trabajar un tiempo en un cine? —dijo Cooper impulsivamente,
aunque en ese momento le gustaba bastante la idea de sentarse en la
oscuridad durante un mes o diez—. ¿Ver si puedo enseñar? ¿O consultar
con... alguien? Todavía no lo sé.
—¿Odia tanto el BSI que lo dejaría por lo desconocido?
—No es odio —protestó Cooper—. Es más como...
Se fue callando, tratando de poner en palabras los sentimientos que
habían estado creciendo durante meses. El sentimiento que solo había sido
confirmado por cada interacción aquí. Se había enfrentado de primera mano
con la total inutilidad del BSI en lo que respectaba a los lobos como
víctimas. Comprendía ahora que los hombres lobo estaban enojados por
algo más que un comienzo difícil y algunos pasos en falso. Él había visto
cuán problemática era la falta de respeto del BSI por la historia de los
hombres lobo realmente. Solo en las últimas veinticuatro horas había
presenciado cosas y aspectos de su cultura, que ni siquiera podría haber
imaginado antes.
Esta ignorancia era exactamente lo que Marcus había usado, en lo que
había confiado para poder tenderle la trampa a Sylvia. Sistemas
fragmentados de los que podría depender para comportarse acorde. Sabía
que el BSI vería a un lobo y lo culparía. Sabía que su propia familia vería a
un subordinado y asumiría que ella tenía que estar conspirando por el poder.
Marcus era un tipo malo, pero Cooper tenía que admitir que tenía
razón sobre un par de puntos. Uno de los cuales era que el estado de las
cosas en este momento no estaba funcionando. Y continuar en el BSI era un
apoyo pasivo del estatus quo tóxico.
—Simplemente no se siente bien —dijo Cooper finalmente—. Como
si estuviera peleando en la guerra equivocada. O como que estoy en el lado
equivocado de... las cosas.
—No hay bandos en la justicia. Solo el bien y el mal —dijo Cola con
neutralidad. Una cita si alguna vez había escuchado una, y Cooper tuvo que
reírse. Hacía mucho tiempo, el director del BSI le había dicho algo muy
similar el día en que había conocido a Park. Él había pensado que era una
tontería, también.
—Ambos sabemos que es mucho más complicado que eso —dijo
Cooper—. Marcus se equivocó al matar pero no al querer un mundo mejor
para los lobos. El BSI hace bien en arrestar a los delincuentes violentos,
pero no en hacer la vista gorda ante cada violencia que no parezca un lobo
matando a un humano. No quiero ser un eslabón que ayude a que un
sistema roto siga funcionando. No… puedo.
Cola inclinó la cabeza y lo observó durante un largo rato. Luego se
inclinó bruscamente para sacar un maletín de cuero delgado de debajo de su
silla. Abriéndolo en su regazo, sacó un fajo de papeles y se lo entregó a
Cooper.
—¿Qué es esto?
—En resumen, un futuro mejor. —Ella se puso de pie, y Cooper se
levantó apresuradamente también—. Me gustaría que considerara trabajar
con nosotros, Señor Dayton.
—¿Nosotros? Quiere decir…
—El Trust, sí. Hemos estado en proceso de establecer un
departamento de agentes de campo para investigar delitos contra lobos.
Ambos, dentro de la comunidad y del exterior, amenazas humanas.
Toda una agencia que investigaba crímenes contra hombres lobo.
Cooper se dio cuenta de que tenía la boca abierta.
—¿Han estado en el... proceso de establecer?
—Desde hace un par de años. Nuestra asociación con el BSI fue
siempre destinada a ser el primer paso de muchos. Hace mucho que
sabemos que es necesario un cambio en la forma en que vivimos los lobos.
Contamos con el apoyo del WIP. Con nuestros agentes disponibles para
intervenir, habrá menos abusos sin control por parte de las manadas
dominantes. Los lobos tendrán un lugar al que acudir en tiempos de
problemas. Tenemos el también el apoyo de las manadas dominantes.
Menos responsabilidad y costo para ellos en gestionar sus territorios y
constituyentes. Bueno, la mayoría de las manadas, de todos modos. Y si
Helena da su bendición pública, otros seguramente la seguirán.
—Así que yo...
—Sería un agente de campo del Trust trabajando en una capacidad
similar a lo que hace para el BSI ahora, pero para los casos en los que los
hombres lobo han sido atacados, ya sea por compañeros lobos o humanos al
tanto.
El corazón de Cooper saltó a su garganta y la emoción bombeó a
través de su cuerpo. Sonaba... perfecto. Todavía podía hacer algo que
amaba, algo en lo que era bueno, mientras hacía algo bueno también.
Satisfaciendo una necesidad real.
Se mordió la lengua. Se estaba adelantando.
—¿Cree que estoy calificado para eso? Siendo humano, quiero decir.
—Es cierto que la mayoría de nuestros agentes serán hombres lobo.
Pero nuestro mundo es pequeño. Con eso viene un cierto nivel de
familiaridad que podría perjudicar sus investigaciones. Es útil tener un
punto de vista externo. Además, tiene el entrenamiento, empatía y una
habilidad definida para captar este tipo de casos ya.
—Oliver...
—También haré la misma oferta al Agente Park. Su particular
conjunto de habilidades y una comprensión íntima de muchos de los
sistemas de poder y las relaciones de manadas en la costa este son
invaluables para nosotros.
—Entonces ya lo sabes. Que él era el, eh, Pastor.
Cola lo miró parpadeando lentamente, evaluándolo.
—Creo que encontrará que muy pocos lobos no lo saben.
—Estoy tratando de imaginarme lo que eso significa, pero es difícil.
Supongo que mi comprensión de la fama se limita a intentar conseguir
autógrafos y selfies.
—Park ha lidiado con eso toda su vida adulta. Los lobos del este le
temen o quieren congraciarse con él. Estoy segura que está acostumbrado
ya.
Cooper estaba, de hecho, seguro que no. Se sintió herido al pensar en
cuán solitario había estado Park todos estos años. Cuán solitario se sentía
todavía a veces.
—Pero si él también se uniera al Trust...
—No veo ninguna razón por la que no deberían seguir trabajando
juntos como compañeros en el campo.
Cooper la miró fijamente.
—¿Compañeros? —¿Podía hacer un trabajo por el que estaba
genuinamente emocionado por primera vez en... años y seguir trabajando
con Oliver?— No sé qué decir.
—Tómese un tiempo. Piénselo. Hable con Park. —Ella se puso de
pie, cepillando la pelusa invisible de su pantalón—. Pero no tarde mucho.
Su primer caso será localizar a la doctora Freeman. De lo contrario, puede
que no haya mucha comunidad para proteger y servir.

***
Cuando Park lo encontró, Cooper estaba sentado en un banco fuera
del hospital mirando hacia afuera a través de la nieve. Incluso aquí podía
oler el mar.
—Puedo entender querer hacer cualquier cosa para salvar un lugar
como este. Realmente es hermoso —dijo Cooper con los ojos cerrados.
Sintió más que escuchó a Park sentarse a su lado.
—Sí, lo es. Hermoso.
Cooper entreabrió los ojos para encontrar a Park mirándolo.
—¿Helena?
—Lo suficientemente consciente y casi estable como para ser
trasladada a un hospital más grande en el continente.
—¿Y tú? ¿Estás bien?
Park se encogió de hombros.
—No, en realidad no. Pero lo estaré.
Cooper tomó su mano y la sostuvo en su regazo. Sus dedos estaban
prácticamente calientes contra los frígidos de Cooper.
—¿Qué hay de Daisy?
—Se ha ido. Las enfermeras dicen que la mujer que registró a Helena
desapareció en minutos. No espero tener noticias de ella pronto.
—Lo siento —susurró Cooper.
Park negó con la cabeza; parecía totalmente despreocupado. Más en
paz de lo que lo había estado durante días.
—No lo hagas. No por mi bien, de todos modos. Ella ya hizo más por
mí hoy que el resto de mi vida combinado.
Cooper frunció el ceño, confundido.
—Ella te salvó la vida. Por eso siempre le estaré agradecido.
Cooper resopló.
—No quiero que te sientas obligado con ella por mi causa. —Miró a
Park astutamente—. Además, Boogie también ayudó, ya sabes. ¿Vas a
reconciliarte con ella?
—“No pidamos la luna”, Cooper. “Tenemos las estrellas”.27
—Sabes lo que me hace que cites a Bette.
Park movió las cejas y apretó la mano de Cooper.
—Estás de humor.
—Hablé con Cola.
—Ah.
Park lo estudió.
—Pensé que estarías más feliz por eso.
—Lo estoy —dijo Cooper rápidamente—. Pero... antes que digas
algo, deberías saber que Helena te quiere de vuelta en la manada y ella... me
ofreció, uh, un lugar ahí también.
Park miró hacia la llanura nevada. Una ambulancia estaba aparcando
silenciosamente en el estacionamiento y un par de médicos saltaron
llevando bocadillos y burlándose unos de otros en voz alta.
Cooper bajó la voz.
—He visto cómo extrañabas a tu familia. Cómo ellos te han
extrañado. Si quieres volver aquí, bueno. —Hizo un gesto hacia el
estacionamiento—. Como dije, es un lugar hermoso y podría aprender a
vivir aquí.
—¿Dejarías un trabajo en el Trust prácticamente hecho a tu medida
para que yo pudiera volver a vivir con mi abuela? —preguntó Park,
frunciendo el ceño.
—Sí, lo haría. Tu felicidad es más importante para mí que el trabajo.
Cualquiera sea el trabajo. —Cooper se llevó el dorso de la mano de Park a
la boca para darle un beso—. Obviamente necesitas una manada y
obviamente yo te necesito. Entonces si esta es nuestra mejor oportunidad de
estar juntos en una manada, no quiero retenerte.
Park lo sorprendió riendo.
—Oye, estaba haciendo una propuesta seria de afecto. ¿Te importa?
—Cooper —dijo Park, todavía riendo—. No necesito unirme a ellos
para ser parte de una manada. Ya soy parte de una manada.
—¿Qué...?
—La tuya, tonto.
Cooper lo miró parpadeando.
—¿La mía? Tú eres… ¿qué?
Park inclinó la cabeza y una ligera arruga de preocupación apareció
entre sus ojos.
—Siempre y cuando todavía me quieras.
—Por supuesto que sí —dijo Cooper apresuradamente—. Solo pensé,
quiero decir, eso que dijiste antes, en el comedor, a Marcus, sobre... ya
sabes...
—¿Que eres mi alfa? —dijo Park, con voz divertida, aunque la arruga
preocupada todavía estaba allí.
Cooper se dio cuenta que estaba un poco asustado y respiró hondo.
—Sí, eso. Pensé que era algo que dijiste para enojar a Marcus.
—No. —Park hizo un sonido de pop en la p.
—¿Pero, cómo es posible? Tú eres tan... y yo soy...
—Bueno, por supuesto, no estás en tu momento más brillante ahora
mismo —dijo Park irónicamente—. Pero normalmente tienes uno de los
Coeficientes Alfa más altos que he visto. Eres tan ferozmente independiente
que peleas con cualquiera que haya intentado controlarte, vas corriendo
hacia el peligro de cabeza sin preocupación aparente por tu vida y no tienes
ninguna duda en darme órdenes. ¿Por qué esto te sorprende?
—Guau. Guarda algo de esos dulces halagos para la tarjeta de San
Valentín. Entonces, está bien. Sin embargo, ¿qué significa esto? ¿Qué
hacemos ahora?
—Bueno, tendremos que llevarte al DMV28 para registrarte como mi
alfa, y hay un examen escrito y uno práctico —dijo Park con sarcasmo—.
¿Qué quieres decir con qué hacemos ahora? Sigue haciéndolo tú y yo... me
relajo. Es… —se sonrojó—, ah, inesperadamente relajante seguir tu guía.
—Hmm. —Cooper absorbió eso por un momento, fascinado por el
sonrojo. Había algo allí que merecía ser explorado algún día—. Bueno. Y
sin burlarte de mí, ¿qué significa en cuanto a nuestra relación?
—¿Para ti? No significa nada más que lo que hemos estado
construyendo juntos durante un tiempo. Eres mi compañero. Mi amor. Mi
familia.
—¿Y para ti? —preguntó con voz ronca.
—Contigo finalmente estoy en casa. —Park lo dijo como si fuera así
de simple. Tal vez por una vez podría serlo. ¿No habían tenido suficientes
complicaciones en sus vidas?
Cooper se inclinó hacia adelante y le dio un suave y prolongado beso
en los labios. Cuando se apartó y abrió los ojos, el rostro de Park estaba
completamente abierto y brillando con tierna, casi tímida felicidad y amor.
Cooper no pudo evitar devolverle la sonrisa. Sí, podría acostumbrarse
mucho a algo simple. Con Oliver a su lado, en su manada, ¿qué podría salir
mal?

*****
Próximo Libro

El Agente Cooper Dayton y su compañero, Oliver Park, se


infiltran en un retiro para parejas que necesitan asesoramiento. Dicen
que la mejor tapadera es aquella que se acerca a la verdad...
El Agente Cooper Dayton se siente casi aliviado al recibir una
llamada telefónica de su exjefa en el Buró de Investigaciones Especiales.
Significa un alivio temporal de las tensiones creadas por la búsqueda de una
casa con Oliver Park, su compañero tanto en el trabajo como en la vida.
Vivir juntos en una casa para siempre es exactamente lo que quiere Cooper.
Simplemente no le gusta trabajar en los detalles.
Con un ex hombre lobo alfa desaparecido, Cooper y Park son
prestados al BSI para llevar a cabo la búsqueda en un recóndito retiro de
montaña. Los agentes viajarán al complejo de forma encubierta... como una
pareja que necesita asesoramiento.
El complejo es pintoresco, los jardines son impresionantes y todos los
miembros del personal recelosos como el infierno.
Con una larga lista de sospechosos y peligros acechando en cada
cabaña, Cooper debería concentrarse en el caso. Pero siempre ha estado
nervioso por la dinámica de poder en su relación con Park, y participar en
las actividades de parejas en el retiro lo saca todo a la superficie. Sin
embargo, se avecina una tormenta y Cooper y Park deben apresurarse a
resolver el caso antes que cambie el clima. O antes que más invitados, o los
propios agentes, terminen muertos.
Sobre La Autora

A Charlie Adhara siempre ha amado las buenas historias y, en


ocasiones, alguna mala. Después de obtener su título en neurociencia,
Charlie decidió que prefería mucho más estudiar el corazón. Ella ahora
escribe romances contemporáneos, misterios, paranormal y gay. O alguna
variedad de todo eso. Cualquiera sea el género, sus historias muestran a
personas imperfectas tropezando, dando traspiés con los problemas y
enamorándose.
Charlie ha tropezado bastante ella misma, pero tiende a encontrar su
camino de regreso al noreste de los EE.UU. Después de todo, hogar es
donde está el perro.
Notes
[←1]
Ken Burns: Kenneth Lauren Burns es un cineasta estadounidense, conocido por su estilo de
usar imágenes de archivo y fotografías en películas documentales.
[←2]
Todos se reirán de ti: Frase característica de la película Carrie.
[←3]
Famosa línea de apertura del libro Rebecca, una novela gótica de 1938 de la autora inglesa
Dame Daphne du Maurier. Argumento: Tras enviudar por primera vez, Maxim de Winter viaja
hasta Montecarlo para olvidar su pasado. Allí se casa con una mujer más joven que él y, tras la
luna de miel, regresan a la mansión de campo de los Winter: Manderley. Todo es perfecto
hasta que la memoria de la fallecida Rebecca hace mella en el matrimonio.
[←4]
Otra alusión al libro Rebecca.
[←5]
McMansion: En las comunidades suburbanas, McMansion es un término peyorativo para una
gran vivienda "producida en masa".
[←6]
Troncos Lincoln: son un juguete para niños estadounidenses que consta de troncos en
miniatura de muescas cuadradas que se utilizan para construir pequeños fuertes y edificios.
[←7]
Boogie-woogie: es un estilo de blues basado en el piano, generalmente rápido y bailable.
[←8]
Boot Scootin’ Boogie: es una canción de música country grabada por primera vez por la
banda Asleep at the Wheel.
[←9]
El Indicador de Myers-Briggs, es un test de personalidad diseñado para ayudar a una persona a
identificar algunas de sus preferencias personales más importantes.
[←10]
El test de Rorschach: es una técnica y método proyectivo de psicodiagnóstico creado por
Hermann Rorschach.
[←11]
Lady Catherine de Bourgh: es un personaje de la novela de 1813 Orgullo y prejuicio de Jane
Austen.
[←12]
Guess Who's Coming to Dinner: es una comedia dramática estadounidense de 1967. El
argumento trata de un matrimonio blanco de clase media y de ideas liberales que recibe la
visita de su hija y les presenta a su prometido, un joven negro. La joven, educada en ideas
progresistas, cree que sus progenitores aceptarán de buen grado que se case con él.
[←13]
Frase de la serie de dibujos animados de Scooby-Doo.
[←14]
Forster: Edward Morgan Forster fue un novelista, ensayista y libretista británico. Sus obras
abordan las diferencias de clase y la hipocresía de la sociedad general.
[←15]
Referencia a un dicho que se basa en versículos de los libros bíblicos de Eclesiastés e Isaías:
Come, bebe y sé feliz, porque mañana moriremos.
[←16]
Double Indemnity: Película de suspenso psicológico estadounidense dirigida por Billy Wilder
de 1944.
[←17]
Parafrasea parte del poema narrativo de Robert Frost, “The Road Not Taken” (El Camino No
Tomado), publicado en 1916. Su tema central es la divergencia de caminos, tanto literal como
figurativamente.
[←18]
B y B: refiere a Bed and Breakfast, como sitio de alojamiento. B y E refiere a Breaking and
Entering, que significa allanamiento de morada.
[←19]
Jalá: es un pan trenzado especial que se consume en Shabat y en las festividades judías,
excluyendo la fiesta de Pésaj.
[←20]
Fagin: es un personaje ficticio de la novela Oliver Twist, de Charles Dickens. En el prefacio
de dicha novela se le describe como “receptor de bienes robados”.
[←21]
TED: TED es una organización sin fines de lucro no partidista dedicada a difundir ideas,
generalmente en forma de charlas breves y poderosas. TED comenzó en 1984 como una
conferencia en la que convergieron Tecnología, Entretenimiento y Diseño, y hoy cubre casi
todos los temas, desde la ciencia hasta los negocios y los problemas globales, en más de 110
idiomas.
[←22]
Gengis Kan: fue un guerrero y conquistador mongol que unificó a las tribus nómadas de esta
etnia del norte de Asia, fundando el primer Imperio mongol, considerado el segundo más
grande de la historia en términos de expansión territorial.
[←23]
Scuppers The Sailor Dog: es un libro para niños.
[←24]
Alusión al juego Monopolio.
[←25]
Pixy Stix: es un caramelo agridulce en polvo de colores, generalmente empaquetado en una
envoltura que se asemeja a una pajita para beber.
[←26]
Insulto en francés.
[←27]
Cita de la película Now, Voyager de 1942, un drama americano protagonizado por Bette Davis.
[←28]
DMV: Siglas en inglés para Departamento de Vehículos Motorizados.

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