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medidas de seguridad
*
Secretario del Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer
Circuito.
1
Unas veces dentro de la teoría del delito (como capacidad psíquica de acción,
como presupuesto de la culpabilidad o como componente de ella) y otras en la teoría
de la pena, justificándose así la afirmación de Frank al considerarla una especie de
“fantasma errante”, al que este autor confinó al lugar exacto que le corresponde: la
culpabilidad. Cfr. Frank, Reinhard, Sobre la estructura del concepto de culpabilidad,
traducción de Gustavo Eduardo Aboso y Tea Löw, reimpresión, Buenos Aires, B
de F, 2002, p. 33.
287
II. IMPUTABILIDAD
1. Concepto
2
Jurisprudencia 1ª./J.14/2006, aprobada el quince de marzo de 2006, por la
Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de rubro “INIMPUTABLES.
LA AUTORIDAD JUDICIAL QUE IMPONGA LA MEDIDA DE TRATAMIENTO EN INTERNACIÓN
DEBE INDIVIDUALIZARLA Y FIJAR SU DURACIÓN (LEGISLACIÓN DEL DISTRITO FEDERAL)”,
publicada en la página 151, julio de 2006, tomo XXIV, del Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Novena Época.
3
Cfr. Carrara, Francesco, Programa de Derecho criminal: Parte general, vol. I,
traducción de José J. Ortega Torres, reimpresión, Bogotá, Temis, 1996, p. 34.
4
Esta idea permite establecer que desde entonces se distinguía entre imputabilidad
e imputación del hecho.
culpa, delito o acción’,5 en tanto que Marco Antonio Díaz de León define
la “imputabilidad” como “capacidad de un sujeto para comprender la cri-
minalidad del acto y dirigir sus acciones”.6 En una primera aproxima-
ción, Reyes Echandía considera, en términos puramente lingüísticos, que la
imputabilidad es la calidad de quien es imputable, mientras que este último
es aquel al que se le puede imputar algo, aunque concluye que la primera es
cualidad del acto, no del hombre.7 Para nosotros, a diferencia de lo ex-
puesto por este último autor, la imputabilidad es una capacidad referida
al ser humano, pero delimitada por el acto concreto que se pretende im-
putar, por lo que estimamos desacertado hablar de “sujetos imputables o
inimputables”, ya que desde nuestro punto de vista lo correcto sería cali-
ficar de ese modo a los hechos, dependiendo de si provienen o no de una
persona susceptible de imputación.
Acorde con lo anterior, concebimos la imputabilidad como cualidad
de ser culpable, la cual a su vez requiere: 1) posibilidad de comprender lo
ilícito del acto; y 2) posibilidad de conducirse de acuerdo con esa com-
prensión.8 Se trata de una potencialidad de entendimiento y autodeter-
5
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 21ª ed., Madrid,
Espasa Calpe, 2000, p. 1149.
6
Díaz de León, Marco Antonio, Diccionario de Derecho procesal penal y de térmi-
nos usuales en el proceso penal, 3ª ed., México, Porrúa, 1997, p. 1115.
7
Cfr. Reyes Echandía, Alfonso, Imputabilidad, reimpresión de la 5ª ed., Bogo-
tá, Temis, 2004, pp. 3-4.
8
Tal y como lo sostienen Welzel (Welzel, Hans, Derecho penal alemán: Parte
General, traducción de Juan Bustos Ramírez y Sergio Yánez Pérez, 4ª ed., Santiago,
Jurídica de Chile, 1997, p. 182), Stratenwerth (Stratenwerth, Günter, Derecho Pe-
nal: Parte general, traducción de Manuel Cancio Meliá y Marcelo A. Sancinetti, 4ª
ed., Buenos Aires, Hammurabi, 2005, p. 277), Jescheck ( Jescheck, Hans-Heinrich,
Tratado de Derecho penal: Parte general, traducción de Miguel Olmedo Cardenete,
5ª ed., Granada, Comares, 2002, p. 465), Roxin (Roxin, Claus, Derecho penal:
Parte general, reimpresión de la traducción de la 2ª ed. alemana por Diego-Manuel
Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente Remesal, Madrid,
Civitas, 2006, p. 822) y Zaffaroni (Zaffaroni, Eugenio Raúl y otros, Manual de
Derecho penal: Parte general, Buenos Aires, Ediar, 2005, p. 537). Aunque para
otros, como Mir (Muir Puig, Santiago, Derecho penal: Parte general, 7ª ed., Buenos
Aires, B de F, 2004, p. 558) y Muñoz Conde (Muñoz Conde, Francisco, y García
Arán, Mercedes, Derecho penal: Parte general, 3ª ed., Valencia, Tirant lo Blanch,
1998, pp. 403-405) es normalidad motivacional.
minación, pero referida al hecho concreto que se examine, pues es este último
lo que le va a ser imputado al autor. Con ese enfoque se respeta la dignidad del
hombre, ya que deja de ser estigmatizado como “absoluto incapaz”.
2. Ubicación sistemática
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Como capacidad de acción (Binding), capacidad de deber (Ferneck), capaci-
dad de conducirse socialmente (Liszt), capacidad de delito (Carnelutti), capacidad de
ser destinatario de normas penales (Petrocelli), capacidad de pena (Feuerbach), pre-
supuesto de la culpabilidad ( Jiménez de Asúa) o elemento de la culpabilidad (Mezger,
Bettiol, Soler, Welzel). Cfr. Reyes Echandía, op. cit, pp. 9-23. Por ello es acertada la
observación de Zaffaroni cuando establece que, al hacer un corte longitudinal imagi-
nario de la teoría del delito, descubriremos la constante presencia de un elemento
anímico al que denominó “capacidad psíquica de delito”. Cfr. Zaffaroni, op. cit., pp.
535 y 536.
10
Cfr. Carrara, op. cit., vol. I, p. 37.
11
Esto provocó negar la distinción entre actos imputables o no, surgiendo así la
idea de la peligrosidad como fundamento de la reacción estatal frente a la temibilidad
del agente, careciendo de sentido diferenciar entre penas y medidas de seguridad.
Cfr. Pavón Vasconcelos, Francisco, Imputabilidad e inimputabilidad, 3ª ed., México,
Porrúa, 1993, p. 51-52.
3. Su ausencia
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Citado por Reyes Echandía, op. cit., p. 16. En el Derecho mexicano se
adhirió a esta postura Ignacio Villalobos. Cfr. Villalobos, Ignacio, Derecho penal
mexicano, 2ª ed., México, Porrúa, 1970, p. 272.
13
Cfr. Frank, op. cit., pp. 40-41.
14
Cfr. Goldschmidt, La concepción normativa de la culpabilidad, traducción de
Margarethe de Goldschmidt y Ricardo Núñez, 2ª ed., Buenos Aires, B de F, 2002,
p. 90-91.
15
Cfr. Freudenthal, Berthold, Culpabilidad y reproche en el Derecho penal, tra-
ducción de José Luis Guzmán Dalbora, reimpresión, Buenos Aires, B de F, 2003,
pp. 75-76.
16
El segundo sería la conciencia de la antijuridicidad y el tercero la exigibilidad
de otra conducta. Cfr. Terradillos Basoco, Juan, La culpabilidad, México, INDEPAC,
2002, p. 32.
17
Con esa postura se le dio a la imputabilidad un carácter tan general que sus
alcances excedieron al ámbito penal. Cfr. Reyes Echandía, op. cit., p. 10.
18
Para Welzel, las normas del Derecho no pueden ordenar o prohibir meros
procesos causales, sino sólo actos dirigidos finalmente, por lo que considera que la acción
humana es actividad final: el hombre, gracias a su saber causal, puede prever las conse-
cuencias posibles de sus actos, asignándose ciertos fines. De ahí que el dolo o la culpa se
analicen en la tipicidad. Cfr. Welzel, Hans, El nuevo sistema del Derecho penal: Una
introducción a la doctrina de la acción finalista, traducción de José Cerezo Mir,
reimpresión, Buenos Aires, B de F, 2002, p. 41.
19
Obviamente, dolo neutro o natural, pues la conciencia de la ilicitud se estudia
dentro de la culpabilidad Cfr. Díaz Aranda, Enrique, Dolo. Causalismo-finalismo-
funcionalismo y la reforma penal en México, México, Porrúa, 2000, pp. 59-63.
20
Así lo sostiene Jescheck, para quien un incapaz de culpabilidad, bajo ciertas
circunstancias, puede prever la realización del tipo y actuar objetivamente con infracción
al deber de cuidado. Cfr. Jescheck, op. cit., p. 638.
1. Fundamento
21
La doctrina contemporánea acepta que las medidas de seguridad pueden ser
educativas, curativas, laborales y de vigilancia. Cfr Reyes Echandía, op. cit., p. 74
22
Esto dio origen al llamado sistema de “doble vía”, caracterizado por ofrecer
dos consecuencias jurídicas como respuestas al delito (penas-medidas de seguri-
dad), el cual se propuso por primera vez en el proyecto de Código Penal Suizo de
Carl Stooss (1983-1894). Cfr. Jeán Vallejo, Manuel, Sistema de consecuencias jurí-
dicas del delito: nuevas perspectivas, México, UNAM, 2002, p. 52. En la actualidad, el
Derecho penal va más lejos al propugnar por una “tercera vía”, en la que a las penas
y medidas de seguridad se añade la reparación como forma de compensación del
injusto. Ibid., pp. 55-57. Bajo el sistema de la “doble vía”, es difícil justificar la
imposición de penas y medidas de seguridad de igual naturaleza, toda vez que
ambas tienden al mismo fin: proteger bienes jurídicos a través de la prevención.
Como respuesta a tal problema surgió el sistema vicarial, caracterizado por entender
la relación entre pena y medida de seguridad de modo complementario, es decir, el
tiempo de una se contabiliza para la otra. Cfr. Righi, Esteban, Teoría de la pena,
Buenos Aires, Hammurabi, 2001, pp. 57-59.
23
Cfr. Mir Puig, Santiago, Introducción a las bases del Derecho penal, reimpresión
de la 2ª ed., Buenos Aires, B de F, 2003, pp. 78-96.
debemos precisar que en un inicio, cuando a las penas se les asignaba una
función exclusivamente retributiva, las medidas de seguridad estaban desti-
nadas a eludir las limitaciones que derivaban de la retribución —pena cons-
treñida al principio de justicia—, como ocurrió en el código penal prusiano
de 1794, en el que se estableció que a los ladrones que por sus inclinaciones
delictivas fuesen un peligro para la comunidad, podría mantenérseles presos
a pesar de haber cumplido su pena hasta en tanto dejaran de ser peligro-
sos,24 lo que dio lugar a la indeterminación de las medidas.25
El fundamento de cada una de esas reacciones estatales es distinto,
pues la penas se asocian a la culpabilidad del agente, en tanto que las
medidas de seguridad responden a la peligrosidad futura del autor, adver-
tida a través de una conducta previamente exteriorizada (injusto). 26
Tratándose de actos no susceptibles de imputación culpable, sólo cobran
aplicación las medidas de seguridad,27 pero ¿corresponde a la legislación pe-
nal su regulación? Creemos que la respuesta es afirmativa,28 ya que desde un
24
Cfr. Stratenwerth, Günter, op.cit., p. 51.
25
Con esos planteamientos, que nos parecen inaceptables, no habría obstáculo
para aceptar la inocuización de los que no tienen remedio, como lo hiciera Liszt
respecto de los delincuentes habituales. Cfr. Liszt, Franz von, La idea de fin en el
Derecho penal, UNAM, México, 1994, pp. 111-126.
26
En acatamiento del principio de legalidad, las medidas de seguridad deben ser
siempre posdelictuales y nunca predelictuales.
27
Por lo que en ese sentido no cobra vigencia el sistema de “doble vía”, por lo que
la reacción estatal en estos supuestos sigue siendo monista. Cfr. Bacigalupo, Enrique,
Principios de Derecho penal: Parte general, 5ª ed., Madrid, Akal, 1998, pp. 22-23.
28
Aunque para Jakobs los “incompetentes” deberían estar al margen de lo que
él denominado “Derecho penal de los ciudadanos”, ya que sus injustos no ponen en
duda la vigencia de la norma. Cfr. Jakobs, Günther, Derecho penal: Parte general,
traducción de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González de Murillo,
2ª ed., Madrid, Marcial Pons, 1997, p. 13. Además, señala: “El Derecho penal del
ciudadano mantiene la vigencia de la norma, el Derecho penal del enemigo (en
sentido amplio: incluyendo las medidas de seguridad) combate peligros”. Cfr. Jakobs,
Derecho penal del enemigo, Buenos Aires, Hammurabi, 2005, p. 31. Asimismo
agrega: la reacción frente al conflicto provocado por los hechos de esta clase de
autores se asemeja a la que genera una catástrofe natural: educar, sanar y custodiar.
Cfr. Jakobs, Günther, El lado subjetivo del hecho, en Los desafíos del Derecho penal en
el siglo XXI, Ara, Perú, 2005, p. 132. Por ello, Cancio Meliá sostiene que en una
primera aproximación, Jakobs planteó una concepción del Derecho penal del enemigo
mo, es decir, la reacción estatal está sujeta a ciertos principios que la restrin-
gen, siendo éstos el de ponderación y el de proporcionalidad. El primero
consiste en poner sobre la balanza los menoscabos ocasionados en el sujeto
con motivo de la medida de seguridad, con relación a lo que podrían causar-
se globalmente de no imponerla; el segundo, concreta una prohibición de
exceso, tomando como referencia la gravedad del hecho cometido.30
El artículo 29, fracción VII, del Nuevo Código Penal para el Distrito
Federal, dispone que se excluirá el delito cuando, al momento de la
realización del hecho típico, el agente no tenga la capacidad de compren-
der el carácter ilícito de aquél o la de conducirse de acuerdo con esa com-
prensión, en virtud de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado, a no ser que hubiere provocado ese trastorno para en ese estado
cometerlo, en cuyo caso responderá del resultado típico producido.31 Asi-
mismo, agrega que si esas capacidades están considerablemente disminui-
das, se estará a lo previsto en el numeral 65 de esa misma legislación, el cual
establece la obligatoriedad de imponer una punibilidad atenuada (una
cuarta parte de la mínima y hasta la mitad de la máxima de la pena apli-
cable al ilícito de que se trate).32 Por otro lado, el primer párrafo del
dispositivo 5º de ese mismo ordenamiento legal, determina que no podrá
aplicarse pena alguna si la acción o la omisión no han sido realizadas
culpablemente, indicando que la cantidad de pena estará en relación di-
recta con el grado de culpabilidad, así como de la gravedad del hecho,
adicionando, en su segundo párrafo, que también se requerirá tal culpa-
30
Cfr. Roxin, Claus, op. cit., pp. 105-106.
31
La redacción del texto legal permite sostener que sólo se pune a quien
dolosamente se colocó en tal estado para cometer el injusto, mas no al que lo hizo de
modo imprudente.
32
En estos casos existe imputabilidad, por lo que puede instaurarse el juicio de
reproche penal correspondiente; sin embargo, el problema que se presentará al
juzgador será el de una doble afectación en la punición, pues, por un lado, debería
graduar a la baja la culpabilidad y, por otro, tomar como referencia un marco de
punibilidad atenuado.
33
Criterio de interpretación que es obligatorio conforme a lo previsto por el
artículo 192 de la Ley de Amparo, en el que textualmente resolvió: “El artículo 66
del Nuevo Código Penal para el Distrito Federal señala que, en ningún caso, la
duración del tratamiento para el inimputable excederá del máximo de la pena
privativa de libertad que se aplicaría por el delito cometido a sujetos imputables. Por
su parte, el numeral 72 de dicho Código establece los criterios a los que la autoridad
judicial debe atender para la individualización de las penas y medidas de seguridad,
señalando al respecto que esto se hará dentro de los límites fijados por la propia Ley,
con base en la gravedad del ilícito y el grado de culpabilidad del agente. Lo anterior
pone de manifiesto la intención del legislador de que la autoridad judicial, en cum-
plimiento a la garantía de seguridad jurídica para el inimputable mayor de edad, al
resolver la imposición de una medida de seguridad, la individualice y determine
el tiempo del tratamiento con la mayor precisión posible […]”.
34
Entendida la ponderación simplemente como una relación costo-beneficio.
35
Si la inimputabilidad es permanente, evidentemente no tiene cura y el trata-
miento necesariamente durará el lapso máximo previsto por la ley.
IV. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA