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Inimputabilidad: análisis sobre la imposición judicial de las

medidas de seguridad

Jorge Vázquez Aguilera*

S UMARIO: I. Planteamiento del problema. II. Imputabilidad.


III. Medidas de seguridad. IV. Conclusión. Bibliografía.

I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Durante el desarrollo de la ciencia penal, el estudio de la imputabilidad


se ha llevado a cabo de diversas maneras,1 lo que evidencia que su trata-
miento genera dificultades y por lo mismo merece especial atención, par-
ticularmente, cuando se pretenden examinar las consecuencias jurídicas
asociadas a su ausencia. Pareciera que la imposición de éstas en nuestro
medio no es del todo acertada, pues con frecuencia hallamos resoluciones

*
Secretario del Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer
Circuito.
1
Unas veces dentro de la teoría del delito (como capacidad psíquica de acción,
como presupuesto de la culpabilidad o como componente de ella) y otras en la teoría
de la pena, justificándose así la afirmación de Frank al considerarla una especie de
“fantasma errante”, al que este autor confinó al lugar exacto que le corresponde: la
culpabilidad. Cfr. Frank, Reinhard, Sobre la estructura del concepto de culpabilidad,
traducción de Gustavo Eduardo Aboso y Tea Löw, reimpresión, Buenos Aires, B
de F, 2002, p. 33.

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jurisdiccionales en las que se alude en forma genérica a sujetos imputa-


bles o inimputables, sin diferenciar las diferentes capacidades de com-
prensión y autodeterminación que requiere la comisión culpable de cada
injusto. Además, recientemente apareció un criterio de interpretación
de carácter obligatorio, en el que se establece que la individualización de
las medidas de seguridad debe hacerse conforme a un precepto aplica-
ble únicamente a autores penalmente reprochables,2 lo cual es altamen-
te criticable. Por ello, en el presente trabajo abordaremos el tema desde un
enfoque en el que la capacidad de culpabilidad está referida al hecho típico
y antijurídico que en específico se examine, dado que cada delito exige
para su perpetración diversa capacidad intelectiva, a la vez que propon-
dremos la adopción del principio de proporcionalidad como parámetro
máximo que limite en estos casos la reacción estatal frente a los actos
no susceptibles de imputación culpable.

II. IMPUTABILIDAD

1. Concepto

Para Carrara, “imputar” significa poner una cosa cualquiera en la cuenta


de alguien, conceptualizando a la “imputabilidad” como un juicio sobre
un hecho futuro, previsto como posible, y a la “imputación” como un
juicio sobre un hecho ocurrido,3 de tal modo que esto último permite
considerar a un individuo como responsable de su proceder.4 De acuerdo
con el Diccionario de la Lengua Española, “imputar” es ‘atribuir a otro una

2
Jurisprudencia 1ª./J.14/2006, aprobada el quince de marzo de 2006, por la
Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de rubro “INIMPUTABLES.
LA AUTORIDAD JUDICIAL QUE IMPONGA LA MEDIDA DE TRATAMIENTO EN INTERNACIÓN
DEBE INDIVIDUALIZARLA Y FIJAR SU DURACIÓN (LEGISLACIÓN DEL DISTRITO FEDERAL)”,
publicada en la página 151, julio de 2006, tomo XXIV, del Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Novena Época.
3
Cfr. Carrara, Francesco, Programa de Derecho criminal: Parte general, vol. I,
traducción de José J. Ortega Torres, reimpresión, Bogotá, Temis, 1996, p. 34.
4
Esta idea permite establecer que desde entonces se distinguía entre imputabilidad
e imputación del hecho.

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culpa, delito o acción’,5 en tanto que Marco Antonio Díaz de León define
la “imputabilidad” como “capacidad de un sujeto para comprender la cri-
minalidad del acto y dirigir sus acciones”.6 En una primera aproxima-
ción, Reyes Echandía considera, en términos puramente lingüísticos, que la
imputabilidad es la calidad de quien es imputable, mientras que este último
es aquel al que se le puede imputar algo, aunque concluye que la primera es
cualidad del acto, no del hombre.7 Para nosotros, a diferencia de lo ex-
puesto por este último autor, la imputabilidad es una capacidad referida
al ser humano, pero delimitada por el acto concreto que se pretende im-
putar, por lo que estimamos desacertado hablar de “sujetos imputables o
inimputables”, ya que desde nuestro punto de vista lo correcto sería cali-
ficar de ese modo a los hechos, dependiendo de si provienen o no de una
persona susceptible de imputación.
Acorde con lo anterior, concebimos la imputabilidad como cualidad
de ser culpable, la cual a su vez requiere: 1) posibilidad de comprender lo
ilícito del acto; y 2) posibilidad de conducirse de acuerdo con esa com-
prensión.8 Se trata de una potencialidad de entendimiento y autodeter-

5
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 21ª ed., Madrid,
Espasa Calpe, 2000, p. 1149.
6
Díaz de León, Marco Antonio, Diccionario de Derecho procesal penal y de térmi-
nos usuales en el proceso penal, 3ª ed., México, Porrúa, 1997, p. 1115.
7
Cfr. Reyes Echandía, Alfonso, Imputabilidad, reimpresión de la 5ª ed., Bogo-
tá, Temis, 2004, pp. 3-4.
8
Tal y como lo sostienen Welzel (Welzel, Hans, Derecho penal alemán: Parte
General, traducción de Juan Bustos Ramírez y Sergio Yánez Pérez, 4ª ed., Santiago,
Jurídica de Chile, 1997, p. 182), Stratenwerth (Stratenwerth, Günter, Derecho Pe-
nal: Parte general, traducción de Manuel Cancio Meliá y Marcelo A. Sancinetti, 4ª
ed., Buenos Aires, Hammurabi, 2005, p. 277), Jescheck ( Jescheck, Hans-Heinrich,
Tratado de Derecho penal: Parte general, traducción de Miguel Olmedo Cardenete,
5ª ed., Granada, Comares, 2002, p. 465), Roxin (Roxin, Claus, Derecho penal:
Parte general, reimpresión de la traducción de la 2ª ed. alemana por Diego-Manuel
Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente Remesal, Madrid,
Civitas, 2006, p. 822) y Zaffaroni (Zaffaroni, Eugenio Raúl y otros, Manual de
Derecho penal: Parte general, Buenos Aires, Ediar, 2005, p. 537). Aunque para
otros, como Mir (Muir Puig, Santiago, Derecho penal: Parte general, 7ª ed., Buenos
Aires, B de F, 2004, p. 558) y Muñoz Conde (Muñoz Conde, Francisco, y García
Arán, Mercedes, Derecho penal: Parte general, 3ª ed., Valencia, Tirant lo Blanch,
1998, pp. 403-405) es normalidad motivacional.

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minación, pero referida al hecho concreto que se examine, pues es este último
lo que le va a ser imputado al autor. Con ese enfoque se respeta la dignidad del
hombre, ya que deja de ser estigmatizado como “absoluto incapaz”.

2. Ubicación sistemática

La atribución subjetiva del delito aparece condicionada a una capacidad, la


cual ha sido entendida de diversas maneras a lo largo de la evolución de
la ciencia jurídico penal,9 pudiéndose establecer, en un afán mera-
mente enunciativo, que entre las corrientes generales más significativas
están las siguientes:
a) la clásica, representada fundamentalmente por Carrara, en la que la
imputación presupone inteligencia y libertad moral (libre albedrío),10
b) la positivista, en la que la atribuibilidad se apoyaba en la imputa-
ción física del acto por provenir éste de la “mismidad” del individuo
(determinismo),11 y
c) la moderna, en la que la imputabilidad es entendida como capaci-
dad de culpabilidad, ya sea como presupuesto del juicio de reproche —
como la concibió Jiménez de Asúa, quien admitió que los llamados
inimputables pueden realizar comportamientos descritos por la ley como
delitos, pero señala que son incapaces de actuar culpablemente por care-

9
Como capacidad de acción (Binding), capacidad de deber (Ferneck), capaci-
dad de conducirse socialmente (Liszt), capacidad de delito (Carnelutti), capacidad de
ser destinatario de normas penales (Petrocelli), capacidad de pena (Feuerbach), pre-
supuesto de la culpabilidad ( Jiménez de Asúa) o elemento de la culpabilidad (Mezger,
Bettiol, Soler, Welzel). Cfr. Reyes Echandía, op. cit, pp. 9-23. Por ello es acertada la
observación de Zaffaroni cuando establece que, al hacer un corte longitudinal imagi-
nario de la teoría del delito, descubriremos la constante presencia de un elemento
anímico al que denominó “capacidad psíquica de delito”. Cfr. Zaffaroni, op. cit., pp.
535 y 536.
10
Cfr. Carrara, op. cit., vol. I, p. 37.
11
Esto provocó negar la distinción entre actos imputables o no, surgiendo así la
idea de la peligrosidad como fundamento de la reacción estatal frente a la temibilidad
del agente, careciendo de sentido diferenciar entre penas y medidas de seguridad.
Cfr. Pavón Vasconcelos, Francisco, Imputabilidad e inimputabilidad, 3ª ed., México,
Porrúa, 1993, p. 51-52.

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cer del presupuesto necesario para ello—,12 o bien, como elemento de la


culpabilidad —lo que sucedió a partir de Frank, para quien la culpabili-
dad dejó de ser un simple nexo psicológico entre el autor y su hecho,
entendiéndola como reproche, condicionado a la existencia de tres ele-
mentos de igual rango: normalidad mental del sujeto (imputabilidad),
relación psíquica entre éste y el hecho (dolo o imprudencia) y normalidad
de las circunstancias—,13 postura que Goldschmidt superó al distinguir
entre infracción de la norma de Derecho (antijuridicidad) e infracción de
la norma de deber dirigida a la conducta interna (culpabilidad),14 con lo
cual se acentuó el aspecto normativo; finalmente Freudenthal concluyó
que la inexigibilidad debía ser entendida como causal general de carácter
supralegal de exclusión del reproche.15
Sobre el particular, ubicamos a la imputabilidad como primer ele-
mento de la culpabilidad (normativa),16 entendiéndola como capacidad
sobre la cual descansa la posibilidad del reproche jurídico penal.

3. Su ausencia

Si falta la imputabilidad, es inviable la imputación culpable y consecuente-


mente no habrá condiciones para sustentar válidamente el reproche penal;
en consecuencia, ante su ausencia lo que se excluye es la culpabilidad, mas
no la tipicidad y antijuridicidad de la conducta (injusto).

12
Citado por Reyes Echandía, op. cit., p. 16. En el Derecho mexicano se
adhirió a esta postura Ignacio Villalobos. Cfr. Villalobos, Ignacio, Derecho penal
mexicano, 2ª ed., México, Porrúa, 1970, p. 272.
13
Cfr. Frank, op. cit., pp. 40-41.
14
Cfr. Goldschmidt, La concepción normativa de la culpabilidad, traducción de
Margarethe de Goldschmidt y Ricardo Núñez, 2ª ed., Buenos Aires, B de F, 2002,
p. 90-91.
15
Cfr. Freudenthal, Berthold, Culpabilidad y reproche en el Derecho penal, tra-
ducción de José Luis Guzmán Dalbora, reimpresión, Buenos Aires, B de F, 2003,
pp. 75-76.
16
El segundo sería la conciencia de la antijuridicidad y el tercero la exigibilidad
de otra conducta. Cfr. Terradillos Basoco, Juan, La culpabilidad, México, INDEPAC,
2002, p. 32.

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Al respecto, consideramos que ha quedado superada la postura que


identificó a la imputabilidad con la capacidad de acción,17 así como tam-
bién la idea de ubicar al dolo y a la culpa como formas de la culpabili-
dad,18 con lo cual es congruente afirmar que un sujeto actuó con dolo a
pesar de que no se le pueda imputar culpablemente el acto.19 Surgen
ciertas inquietudes en torno a la imprudencia, toda vez que ésta se define
en el segundo párrafo del artículo 9º del Código Penal Federal, como la
violación de un deber de cuidado que se debía y podía observar “según las
circunstancias y condiciones personales”, lo que implica que su examen,
conforme a esa legislación, atiende al individuo de que se trate, de tal
modo que su incapacidad de comprensión del deber excluiría la
tipicidad culposa. Sobre este tópico debemos precisar que al trasladarse
la culpa al tipo, ésta adquirió carácter objetivo,20 razón por la cual debiera
modificarse esa codificación, pudiendo servir como referente el texto del
párrafo tercero del numeral 18 del Nuevo Código Penal para el Distrito
Federal, en el que se determina que la imprudencia descansa en la infrac-
ción del deber de cuidado “que objetivamente era necesario observar”.
Las circunstancias por las cuales puede faltar la capacidad de culpabi-
lidad quedan comprendidas en dos grandes rubros: 1) minoría de edad, y
2) trastornos de la salud psíquico-mental. En cuanto a lo primero, bástenos
establecer para los efectos del presente trabajo, que la propia ley prevé los
límites de edad para fincar la responsabilidad penal, por lo que basta

17
Con esa postura se le dio a la imputabilidad un carácter tan general que sus
alcances excedieron al ámbito penal. Cfr. Reyes Echandía, op. cit., p. 10.
18
Para Welzel, las normas del Derecho no pueden ordenar o prohibir meros
procesos causales, sino sólo actos dirigidos finalmente, por lo que considera que la acción
humana es actividad final: el hombre, gracias a su saber causal, puede prever las conse-
cuencias posibles de sus actos, asignándose ciertos fines. De ahí que el dolo o la culpa se
analicen en la tipicidad. Cfr. Welzel, Hans, El nuevo sistema del Derecho penal: Una
introducción a la doctrina de la acción finalista, traducción de José Cerezo Mir,
reimpresión, Buenos Aires, B de F, 2002, p. 41.
19
Obviamente, dolo neutro o natural, pues la conciencia de la ilicitud se estudia
dentro de la culpabilidad Cfr. Díaz Aranda, Enrique, Dolo. Causalismo-finalismo-
funcionalismo y la reforma penal en México, México, Porrúa, 2000, pp. 59-63.
20
Así lo sostiene Jescheck, para quien un incapaz de culpabilidad, bajo ciertas
circunstancias, puede prever la realización del tipo y actuar objetivamente con infracción
al deber de cuidado. Cfr. Jescheck, op. cit., p. 638.

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acudir a la legislación aplicable para determinarlo; respecto al segundo, es


difícil delimitar los alcances de las patologías que en específico se presen-
ten al resolver un caso concreto, de tal manera que el juzgador deberá
auxiliarse de peritos para saber si la anomalía afecta la libre motivación del
agente, pero con relación al injusto materia de la litis, toda vez que es
evidente que no se requiere la misma capacidad para cometer un homici-
dio que un fraude. La ausencia de la imputabilidad puede ser permanente
o transitoria, accidental o provocada, pero aludiremos a éstas al analizar la
forma en que se regula la imposición de las medidas de seguridad en el
Nuevo Código Penal para el Distrito Federal.

III. MEDIDAS DE SEGURIDAD

1. Fundamento

En el Derecho penal actual, además de las penas propiamente dichas, se


prevé la imposición de medidas de seguridad,21 constituyendo ambos rubros
lo que podríamos denominar “consecuencias jurídicas del injusto”.22 Am-
bas buscan la protección de bienes jurídicos a través de la prevención,23 pero

21
La doctrina contemporánea acepta que las medidas de seguridad pueden ser
educativas, curativas, laborales y de vigilancia. Cfr Reyes Echandía, op. cit., p. 74
22
Esto dio origen al llamado sistema de “doble vía”, caracterizado por ofrecer
dos consecuencias jurídicas como respuestas al delito (penas-medidas de seguri-
dad), el cual se propuso por primera vez en el proyecto de Código Penal Suizo de
Carl Stooss (1983-1894). Cfr. Jeán Vallejo, Manuel, Sistema de consecuencias jurí-
dicas del delito: nuevas perspectivas, México, UNAM, 2002, p. 52. En la actualidad, el
Derecho penal va más lejos al propugnar por una “tercera vía”, en la que a las penas
y medidas de seguridad se añade la reparación como forma de compensación del
injusto. Ibid., pp. 55-57. Bajo el sistema de la “doble vía”, es difícil justificar la
imposición de penas y medidas de seguridad de igual naturaleza, toda vez que
ambas tienden al mismo fin: proteger bienes jurídicos a través de la prevención.
Como respuesta a tal problema surgió el sistema vicarial, caracterizado por entender
la relación entre pena y medida de seguridad de modo complementario, es decir, el
tiempo de una se contabiliza para la otra. Cfr. Righi, Esteban, Teoría de la pena,
Buenos Aires, Hammurabi, 2001, pp. 57-59.
23
Cfr. Mir Puig, Santiago, Introducción a las bases del Derecho penal, reimpresión
de la 2ª ed., Buenos Aires, B de F, 2003, pp. 78-96.

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debemos precisar que en un inicio, cuando a las penas se les asignaba una
función exclusivamente retributiva, las medidas de seguridad estaban desti-
nadas a eludir las limitaciones que derivaban de la retribución —pena cons-
treñida al principio de justicia—, como ocurrió en el código penal prusiano
de 1794, en el que se estableció que a los ladrones que por sus inclinaciones
delictivas fuesen un peligro para la comunidad, podría mantenérseles presos
a pesar de haber cumplido su pena hasta en tanto dejaran de ser peligro-
sos,24 lo que dio lugar a la indeterminación de las medidas.25
El fundamento de cada una de esas reacciones estatales es distinto,
pues la penas se asocian a la culpabilidad del agente, en tanto que las
medidas de seguridad responden a la peligrosidad futura del autor, adver-
tida a través de una conducta previamente exteriorizada (injusto). 26
Tratándose de actos no susceptibles de imputación culpable, sólo cobran
aplicación las medidas de seguridad,27 pero ¿corresponde a la legislación pe-
nal su regulación? Creemos que la respuesta es afirmativa,28 ya que desde un

24
Cfr. Stratenwerth, Günter, op.cit., p. 51.
25
Con esos planteamientos, que nos parecen inaceptables, no habría obstáculo
para aceptar la inocuización de los que no tienen remedio, como lo hiciera Liszt
respecto de los delincuentes habituales. Cfr. Liszt, Franz von, La idea de fin en el
Derecho penal, UNAM, México, 1994, pp. 111-126.
26
En acatamiento del principio de legalidad, las medidas de seguridad deben ser
siempre posdelictuales y nunca predelictuales.
27
Por lo que en ese sentido no cobra vigencia el sistema de “doble vía”, por lo que
la reacción estatal en estos supuestos sigue siendo monista. Cfr. Bacigalupo, Enrique,
Principios de Derecho penal: Parte general, 5ª ed., Madrid, Akal, 1998, pp. 22-23.
28
Aunque para Jakobs los “incompetentes” deberían estar al margen de lo que
él denominado “Derecho penal de los ciudadanos”, ya que sus injustos no ponen en
duda la vigencia de la norma. Cfr. Jakobs, Günther, Derecho penal: Parte general,
traducción de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González de Murillo,
2ª ed., Madrid, Marcial Pons, 1997, p. 13. Además, señala: “El Derecho penal del
ciudadano mantiene la vigencia de la norma, el Derecho penal del enemigo (en
sentido amplio: incluyendo las medidas de seguridad) combate peligros”. Cfr. Jakobs,
Derecho penal del enemigo, Buenos Aires, Hammurabi, 2005, p. 31. Asimismo
agrega: la reacción frente al conflicto provocado por los hechos de esta clase de
autores se asemeja a la que genera una catástrofe natural: educar, sanar y custodiar.
Cfr. Jakobs, Günther, El lado subjetivo del hecho, en Los desafíos del Derecho penal en
el siglo XXI, Ara, Perú, 2005, p. 132. Por ello, Cancio Meliá sostiene que en una
primera aproximación, Jakobs planteó una concepción del Derecho penal del enemigo

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enfoque garantista, su tratamiento en el ámbito punitivo conlleva ciertos be-


neficios, como lo es, por un lado, aprovechar el bagaje científico alcanzado por
la ciencia jurídico penal para analizar el injusto (así como su exclusión), y
por otro, el poder servirse de la naturaleza estricta de sus normas.29

2. Principios que las rigen

El mayor problema de las medidas de seguridad se relaciona con su dura-


ción, ya que si su imposición se fundamenta en la peligrosidad del agente,
sería válido concluir que no hay empacho alguno para aceptar la posibili-
dad de su indeterminación mientras perdure el estado peligroso. Por ejem-
plo, en un sistema de “doble vía” podría suceder que la temibilidad del
agente exceda por mucho su culpabilidad, de tal forma que una pena
ajustada a esta última se considere insuficiente para la seguridad colectiva,
dando lugar así a la imposición de una medida de seguridad más allá del
tope meramente retributivo. Tal postura choca de frente con un sistema
democrático de Derecho, en el que la dignidad del hombre limita el ejer-
cicio del poder, y en ese contexto, es inconcuso que el Estado de ningún
modo puede instrumentalizar al individuo para lograr la tranquilidad
social. En un sistema de “única vía”, como lo es el que impera con relación a
los injustos no susceptibles de imputación culpable, debe suceder lo mis-

lato sensu, vinculado al Derecho penal de la puesta en riesgo, en el que incluyó a


sujetos no susceptibles de imputación subjetiva, a quienes calificó como “no perso-
nas”. Cfr. Cancio Meliá, Manuel, ¿Derecho penal del enemigo?, Buenos Aires,
Hammurabi, 2005, p. 94. Para Muñoz Conde, la llamada del tipo no involucra a
los sujetos carentes de capacidad de culpabilidad porque no pueden ser motivados
normativamente. Cfr. Muñoz Conde, op. cit., p. 403. Todo ello permitiría sostener
su exclusión del ámbito penal, en mayor medida cuando la culpabilidad —de la que
carecen— es la parte medular del Derecho punitivo. Cfr. Zaffaroni, Lectio Doctoralis,
en Hans Welzel en el pensamiento penal de la modernidad: Homenaje en el centenario
del nacimiento de Hans Welzel, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2005, p. 623.
29
Claro que esto dependerá de cómo se visualice el problema, pues pueden suce-
der dos cosas: 1) negar de manera paradójica precisamente esa evolución para re-
montarse a la escuela positiva, en la que no existía diferencia entre sujetos imputables
e inimputables, sino entre peligrosos y no peligrosos, en la que la reacción estatal se
fundamentaba en la temibilidad del agente; o 2) aplicarles única y exclusivamente las
reglas de la codificación penal que le sean propias.

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mo, es decir, la reacción estatal está sujeta a ciertos principios que la restrin-
gen, siendo éstos el de ponderación y el de proporcionalidad. El primero
consiste en poner sobre la balanza los menoscabos ocasionados en el sujeto
con motivo de la medida de seguridad, con relación a lo que podrían causar-
se globalmente de no imponerla; el segundo, concreta una prohibición de
exceso, tomando como referencia la gravedad del hecho cometido.30

3. Su imposición conforme al Nuevo Código Penal para el Distrito Federal

El artículo 29, fracción VII, del Nuevo Código Penal para el Distrito
Federal, dispone que se excluirá el delito cuando, al momento de la
realización del hecho típico, el agente no tenga la capacidad de compren-
der el carácter ilícito de aquél o la de conducirse de acuerdo con esa com-
prensión, en virtud de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado, a no ser que hubiere provocado ese trastorno para en ese estado
cometerlo, en cuyo caso responderá del resultado típico producido.31 Asi-
mismo, agrega que si esas capacidades están considerablemente disminui-
das, se estará a lo previsto en el numeral 65 de esa misma legislación, el cual
establece la obligatoriedad de imponer una punibilidad atenuada (una
cuarta parte de la mínima y hasta la mitad de la máxima de la pena apli-
cable al ilícito de que se trate).32 Por otro lado, el primer párrafo del
dispositivo 5º de ese mismo ordenamiento legal, determina que no podrá
aplicarse pena alguna si la acción o la omisión no han sido realizadas
culpablemente, indicando que la cantidad de pena estará en relación di-
recta con el grado de culpabilidad, así como de la gravedad del hecho,
adicionando, en su segundo párrafo, que también se requerirá tal culpa-

30
Cfr. Roxin, Claus, op. cit., pp. 105-106.
31
La redacción del texto legal permite sostener que sólo se pune a quien
dolosamente se colocó en tal estado para cometer el injusto, mas no al que lo hizo de
modo imprudente.
32
En estos casos existe imputabilidad, por lo que puede instaurarse el juicio de
reproche penal correspondiente; sin embargo, el problema que se presentará al
juzgador será el de una doble afectación en la punición, pues, por un lado, debería
graduar a la baja la culpabilidad y, por otro, tomar como referencia un marco de
punibilidad atenuado.

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bilidad para la imposición de una medida de seguridad “accesoria”, pero


para la aplicación de otro tipo de medidas, bastará la existencia de un
hecho antijurídico, siempre que, de acuerdo con las condiciones persona-
les del autor, hubiera necesidad de éstas, en atención a los fines de preven-
ción del delito que con aquéllas pudieran alcanzarse.
De la interpretación sistemática de esos preceptos legales se advierte:
1) Opera el sistema de “doble vía” con relación al delito, teniendo
en este caso, tanto las penas como las medidas de seguridad “accesorias”,
un límite vinculado al grado de culpabilidad del agente y la gravedad del
injusto, y es en este contexto como debe entenderse lo dispuesto por
el artículo 72 de esta codificación, cuando establece los criterios para
la individualización de dichas consecuencias jurídicas, siendo evidente
que el legislador se refirió a ellas con relación a un autor capaz de culpabi-
lidad y de ningún modo a uno no susceptible de imputación culpable,
máxime que en su fracción VIII alude a las demás circunstancias especiales
del agente que sean relevantes para determinar la posibilidad que tuvo de
haber ajustado su conducta a las exigencias de la norma, por lo que fue
desacertado que la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación emitiera con base en este último numeral, la jurisprudencia 1ª./
J.14/2006, de rubro “INIMPUTABLES. LA AUTORIDAD JUDICIAL QUE IM-
PONGA LA MEDIDA DE TRATAMIENTO EN INTERNACIÓN DEBE
INDIVIDUALIZARLA Y FIJAR SU DURACIÓN (LEGISLACIÓN DEL DISTRITO
FEDERAL)”.33 Así, se obliga al resolutor a individualizar una medida de
seguridad para los no culpables, aplicando criterios ajenos a su condición.

33
Criterio de interpretación que es obligatorio conforme a lo previsto por el
artículo 192 de la Ley de Amparo, en el que textualmente resolvió: “El artículo 66
del Nuevo Código Penal para el Distrito Federal señala que, en ningún caso, la
duración del tratamiento para el inimputable excederá del máximo de la pena
privativa de libertad que se aplicaría por el delito cometido a sujetos imputables. Por
su parte, el numeral 72 de dicho Código establece los criterios a los que la autoridad
judicial debe atender para la individualización de las penas y medidas de seguridad,
señalando al respecto que esto se hará dentro de los límites fijados por la propia Ley,
con base en la gravedad del ilícito y el grado de culpabilidad del agente. Lo anterior
pone de manifiesto la intención del legislador de que la autoridad judicial, en cum-
plimiento a la garantía de seguridad jurídica para el inimputable mayor de edad, al
resolver la imposición de una medida de seguridad, la individualice y determine
el tiempo del tratamiento con la mayor precisión posible […]”.

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2) La inimputabilidad del sujeto excluye tal culpabilidad, mas queda


abierta la posibilidad de imponer medidas de seguridad por el hecho típi-
co y antijurídico cometido, en atención a la necesidad de aquéllas (princi-
pio de ponderación).34 En este último supuesto, las medidas consisten en
tratamiento en internación o externación, pero sin que se haya incluido
en el numeral 5º el principio de proporcionalidad para delimitar su dura-
ción, es más, en el artículo 62 del código de mérito se permite, tratándose
de la inimputabilidad permanente, la imposición de una reacción estatal
por el tiempo necesario para lograr la “cura” del incapaz, la cual podría ser
hasta de cincuenta años.35 Tal temporalidad atenta contra la dignidad
humana, pues haciendo a un lado la magnitud del injusto, se somete a la
persona a una reacción estatal que lo instrumentaliza en aras de salvaguar-
dar a la colectividad del peligro que representa; además, evidencia un
trato discriminatorio porque para los otros sujetos considerados
“inimputables”, el numeral 66 fija un tope máximo vinculado a la pena
privativa de libertad que se aplicaría por ese mismo delito a los “imputa-
bles”. Con relación a esto, en el Código Penal Español se incluye una
solución similar, al establecerse en sus numerales 101 a 103, que a los
exentos de responsabilidad penal podrá imponérseles, si fuere necesario,
tratamiento en internación que no excederá del tiempo que habría dura-
do la pena privativa de libertad si el sujeto hubiera sido declarado respon-
sable, pero a diferencia de nuestra codificación, la redacción española parece
referirse a una hipótesis no susceptible de comprobación: ¿cómo saber
con precisión la sanción aplicable a un sujeto del que se ignora su grado de
culpabilidad? Por ello estimamos que el límite debe orientarse conforme a
la pena abstracta.

34
Entendida la ponderación simplemente como una relación costo-beneficio.
35
Si la inimputabilidad es permanente, evidentemente no tiene cura y el trata-
miento necesariamente durará el lapso máximo previsto por la ley.

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IV. CONCLUSIÓN

La imputabilidad es la cualidad de ser culpable, conformada por la


capacidad de comprender lo ilícito del acto y la capacidad de conducirse
de acuerdo con esa comprensión, referida al hecho concreto que se
examine, cuya ausencia excluye la culpabilidad del sujeto, mas deja intacto
el injusto. Por tal razón es posible imponerle una medida de seguridad,
limitada por los principios de ponderación y proporcionalidad, acordes
con un Estado social y democrático de Derecho. Por tanto, debe
reformarse el artículo 62 del Nuevo Código Penal para el Distrito Federal,
a fin de establecer que la duración del tratamiento a “inimputables
permanentes” no debe exceder del tiempo de la sanción prevista para el
delito de que se trate (proporcionalidad como tope), quedando su
imposición y temporalidad sujeta a su necesidad (ponderación).

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