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Escándalos de la Nobleza
Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier
similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no algo
intencionado por parte del autor.
Debido a mis fuertes creencias personales deseo enfatizar que las menciones al
diablo son solo metáforas poéticas y que, en ningún momento, al escribir esta
novela se exalta la magia negra ni las creencias en lo satánico, sino que se
pretende mostrar los peligros de esta y ensalzar la figura de Dios
Contenido
Joe era incapaz de ver algo. Tenía los ojos cubiertos por
sombras y sus manos le sudaban. Anduvo con zancadas
largas hasta la torre en la que estaba su madre y subió
peldaño por peldaño. Siempre lo supo, pero no lo quiso ver.
Virgin había intentado matar a Scarlett.
Lo había traicionado desde el principio. ¡Su propia madre!
Lo había condenado a una vida de oscuridad, incitándolo
a convertirse en el monstruo que era ahora. Porque si
Scarlett no se hubiera apartado de él, la historia hubiera
sido muy distinta.
Y no solo había hecho sufrir a su esposa y a su hija con
sus perversas acciones, sino que había estado matando a su
hermano lentamente, sin que él supiera nada.
No sabía si estaba respirando cuando llegó a lo alto de la
torre y entró en la habitación de su madre. Tampoco sintió el
roce del cuchillo cuando se lo sacó del cinturón y lo empuñó
con sus dedos. Observó el cuerpo durmiente sobre el lecho,
alzó su arma y la clavó en su madre sin piedad. Sin
embargo, cuando atravesó las sábanas, se dio cuenta de
que solo era un muñeco de ropa el que reposaba sobre el
colchón.
¿Dónde se había metido esa condenada mujer sin
sentimientos? ¿Dónde se había metido aquella mujer que se
hacía llamar madre? La buscó a través de la sala, decidido a
matarla, pero no encontró nada salvo su bastón tirado a un
lado y las ventanas abiertas. Se asomó y vio las sábanas
enrolladas hacia el jardín trasero. ¡Virgin había fingido hasta
su discapacidad!
—¡Joe! —oyó en la lejanía la voz de Scarlett—. ¡Joe,
detente! —la oyó suplicar, acercándose a él.
Sintió el roce de sus dedos femeninos sobre la mano con
la que sostenía el arma y entonces despertó de su trance,
sudoroso y confundido. Miró el cuchillo en sus manos y lo
tiró al suelo.
—Soy el monstruo del que todos habláis —dijo,
respirando aceleradamente—. Soy capaz de matar a mi
propia madre, deseo matarla. Y lo haría, Scarlett, lo haría
una y mil veces después de saber que intentó...
—Pero no lo harás —Lo cogió por las manos Scarlett,
obligándolo a mirarla a los ojos, esos ojos verdes y
preciosos que siempre lo aliviaban—. No lo harás porque yo
no lo permitiré.
—Debo ir a buscarla.
—No —le prohibió ella con determinación.
—La encontraré. Ha actuado a mis espaldas y ninguno de
mis hombres la apoyará ahora que saben que yo no estaba
al corriente de sus órdenes, está sola. Es el momento para
acabar con ella.
—Te pido y te suplico, Joe —insistió «lady Excéntrica»—,
que te quedes conmigo. O entonces sí que me iré para no
regresar jamás. No quiero que manches tus manos con la
sangre de tu propia madre.
—Ha actuado en mis espaldas.
—Lo sé —lo calmó Scarlett, cogiéndole la cara entre sus
manos—. Lo sé, pero Dios se encargará de hacer justicia.
Por favor, por una vez... hazme caso. Me lo debes después
de lo de las cartas...
Joe cerró los ojos con fuerza y negó repetidamente. —La
mataré si la encuentro.
—Me encargaré de que jamás lo hagas. Porque, ¿sabes
una cosa, Joe? Tú no eres como ella. Matarla sería fácil y
satisfactorio para ti, pero no vivirías el resto de tu vida en
paz. Y eso es lo que quiero ahora que las cosas empiezan a
arreglarse: paz. Paz para ti, para mí... y para Bethany. Ni
siquiera te pediré que abandones tu Sociedad Secreta
Contra la Nobleza, no te pediré nada Joe. Solo esto... que no
la mates, y menos por mí. No soportaría cargar con la culpa
de una muerte, Joe... No lo soportaría...
—Ha matado a mi hermano.
Scarlett se quedó muda y asintió. —Deja que Dios se
encargue, estoy convencida de que tiene mejores planes
que los nuestros en cuanto a Virgin. Aprovechemos los
pocos días que le quedan a tu hermano para conocerlo
mejor, no para venganzas.
—Eres una debilidad muy irritante, Scarlett —accedió Joe
después de un largo silencio, relajando la musculatura y
recuperando la respiración normal de su cuerpo.
—Somos amantes de lo extraño, ¿no es así? —rio un poco
ella, abrazándolo, cubriéndolo con su luz, templándolo.
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