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LA PAZ.

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Libro de Cielo. Luisa Piccarreta

“Hija mía, en cuanto el alma sale del fondo de


la paz, sale del ambiente divino y se encuentra
en el ambiente, o diabólico o humano. Sólo la
paz es la que hace descubrir si el alma busca a
Dios por Dios o por sí misma, y si obra por
Dios, o bien por sí o por las criaturas, porque
si es por Dios, el alma no es jamás turbada, se
puede decir que la paz de Dios y la paz del
alma se entrelazan juntas y alrededor del alma
se ensanchan los confines de la paz, de modo
que todo convierte en paz, aun las mismas
guerras. Y si el alma está turbada, auque fuera
en las cosas más santas, en el fondo se ve que
no está Dios, sino el propio yo o cualquier fin
humano. Por eso, cuando no te sientes en
calma, examínate un poco a ti misma para ver
qué cosa hay en el fondo, destrúyelo y
encontrarás paz.”
Septiembre 9, 1904. Vol. 6

“Hija mía, el alma en paz y que todo su ser


tiende a Mí, gotea de su alma gotas de luz que
caen sobre mis vestidos y forman mi adorno;
por el contrario, el alma turbada gotea tinieblas
y forman el adorno diabólico. Y no sólo esto,
sino que la turbación impide el camino a la
Gracia, y vuelve inútil a la criatura para obrar
el bien.” Agosto 9, 1905. Vol. 6

“Hija mía, la paz es luz al alma, luz al prójimo


y luz a Dios, así que un alma en paz es siempre
luz, y siendo luz está siempre unida a la Luz
eterna, de la cual toma siempre nueva luz para
poder dar también luz a los demás; así que si
quieres siempre nueva luz, estate en paz.”
Septiembre 18, 1906 Vol. 07
“¿Qué tienes? Cálmate, cálmate, aquí estoy, no
sólo estoy contigo sino en ti; además no quiero
este ánimo inquieto, todo debe ser dulzura y paz
en ti, de manera que se pueda decir de ti lo que
se dice de Mí: Que no escurre de Mí otra cosa
que miel y leche, figurando la miel a la dulzura
y la leche a la paz; Yo estoy tan lleno y
empapado de éstos, que escurren de mis ojos,
de mi boca y en todo mi obrar, y si tú no eres
así Yo me siento deshonrado por ti, porque
mientras habita en ti Aquél que es todo paz y
dulzura, tú no me honras, mostrando, aunque
fuese la más mínima sombra de un ánimo
enfadado e inquieto. Yo amo tanto esta dulzura
y paz, que a pesar de que se tratara de cosas
grandes, de mi honor y gloria, no quiero, no
apruebo jamás aquellos modos enfadados,
violentos, fogosos, sino aquellos modos dulces,
pacíficos, porque sólo la dulzura es aquella
que como cadena encadena los corazones, de
modo que no se pueden soltar, es como brea
que se pega y no se pueden liberar, y estoy
obligado a decir: “En esta alma está el dedo de
Dios.” Y además si no me agrada a Mí el modo
enfadado, no agradará ni siquiera a las
criaturas. Uno que habla, que trata aun cosas
de Dios con modos no dulces y pacíficos, es
señal de que no tiene sus pasiones ordenadas,
y quien no se tiene a sí mismo ordenado no
puede ordenar a los demás. Por eso sé atenta a
todo lo que no sea dulzura y paz, si no quieres
deshonrarme.” Diciembre 3, 1906

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