la paz, sale del ambiente divino y se encuentra en el ambiente, o diabólico o humano. Sólo la paz es la que hace descubrir si el alma busca a Dios por Dios o por sí misma, y si obra por Dios, o bien por sí o por las criaturas, porque si es por Dios, el alma no es jamás turbada, se puede decir que la paz de Dios y la paz del alma se entrelazan juntas y alrededor del alma se ensanchan los confines de la paz, de modo que todo convierte en paz, aun las mismas guerras. Y si el alma está turbada, auque fuera en las cosas más santas, en el fondo se ve que no está Dios, sino el propio yo o cualquier fin humano. Por eso, cuando no te sientes en calma, examínate un poco a ti misma para ver qué cosa hay en el fondo, destrúyelo y encontrarás paz.” Septiembre 9, 1904. Vol. 6
“Hija mía, el alma en paz y que todo su ser
tiende a Mí, gotea de su alma gotas de luz que caen sobre mis vestidos y forman mi adorno; por el contrario, el alma turbada gotea tinieblas y forman el adorno diabólico. Y no sólo esto, sino que la turbación impide el camino a la Gracia, y vuelve inútil a la criatura para obrar el bien.” Agosto 9, 1905. Vol. 6
“Hija mía, la paz es luz al alma, luz al prójimo
y luz a Dios, así que un alma en paz es siempre luz, y siendo luz está siempre unida a la Luz eterna, de la cual toma siempre nueva luz para poder dar también luz a los demás; así que si quieres siempre nueva luz, estate en paz.” Septiembre 18, 1906 Vol. 07 “¿Qué tienes? Cálmate, cálmate, aquí estoy, no sólo estoy contigo sino en ti; además no quiero este ánimo inquieto, todo debe ser dulzura y paz en ti, de manera que se pueda decir de ti lo que se dice de Mí: Que no escurre de Mí otra cosa que miel y leche, figurando la miel a la dulzura y la leche a la paz; Yo estoy tan lleno y empapado de éstos, que escurren de mis ojos, de mi boca y en todo mi obrar, y si tú no eres así Yo me siento deshonrado por ti, porque mientras habita en ti Aquél que es todo paz y dulzura, tú no me honras, mostrando, aunque fuese la más mínima sombra de un ánimo enfadado e inquieto. Yo amo tanto esta dulzura y paz, que a pesar de que se tratara de cosas grandes, de mi honor y gloria, no quiero, no apruebo jamás aquellos modos enfadados, violentos, fogosos, sino aquellos modos dulces, pacíficos, porque sólo la dulzura es aquella que como cadena encadena los corazones, de modo que no se pueden soltar, es como brea que se pega y no se pueden liberar, y estoy obligado a decir: “En esta alma está el dedo de Dios.” Y además si no me agrada a Mí el modo enfadado, no agradará ni siquiera a las criaturas. Uno que habla, que trata aun cosas de Dios con modos no dulces y pacíficos, es señal de que no tiene sus pasiones ordenadas, y quien no se tiene a sí mismo ordenado no puede ordenar a los demás. Por eso sé atenta a todo lo que no sea dulzura y paz, si no quieres deshonrarme.” Diciembre 3, 1906