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LUIS CARLOS RIAÑO SANABRIA

FILOSOFIA DE LA RELIGIÓN
UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS

San Anselmo, Poslogion, cap. I al V

San Anselmo en su labor pastoral busca ayudar a los cristianos en el entendimiento de Dios
y también para que meditasen sobre la razón de la fe, intentaba “demostrar que Dios existe
verdaderamente, que es el bien supremo y que no necesita de ningún principio, y del que,
por el contrario, todos los otros seres necesitan para existir y ser buenos.” Al ver que la
solución a esta dificultad se le desvanecía de las manos, optó por dejarla, pensando que tal
búsqueda era vana e imposible. Un día en que se resistía a resolver tal problema, se le
ofreció la idea que desesperado había buscado, éste al momento la acogió con entusiasmo,
y pensó en desarrollarla por escrito para que los demás pudiesen leerla. Fue así como San
Anselmo publico “Monologion

En su obra Monologion en los capítulos del I al V, San Anselmo expone lo siguiente:

Existe una naturaleza única, que es superior a todo cuanto existe, y que ésta se basta así
misma, y si alguien lo llega a negar “con tal que sea un poco inteligente, podrá convencerse
por la sola razón, de estas cosas”; Todas las cosas que se dicen de ser justas, buenas, etc.,
no pueden ser comparadas con otras de las cuales también se diga que son justas o buenas,
sino que solamente pueden ser consideradas justas y buenas, por la Justicia y la Bondad;
Todas las cosas existen gracias a un principio único, más que por razones de varios, los
cuales por ningún concepto podrían existir sin él, “todo lo que existe por otro es menor que
la causa que ha producido todos los seres y que existe por sí misma.” Cuando se llega a
decir que nada ha existido antes de la esencia suprema, no se debe entender que antes de
que existiese la esencia suprema hubo un tiempo en que no existía nada, sino que, antes de
la esencia suprema, la cual es Dios, no había cosa alguna “Si se comprende esta
explicación… se concluirá con razón que, si no hay nada que haya precedido ni deba seguir
la esencia suprema, nada ha existido antes ni nada existirá después de ella.”

El ultimo capitulo V, lo termina con una oración de suplica a Dios y de abandono a sus
designios, es un arrebato de amor para acercarse más a la profundidad de sus misterios y
poder así contemplar la grandeza de su obra.

Yo te suplico, ¡oh Señor!, haz que te conozca, que te ame, a fin de que encuentre en ti toda
mi alegría. Y si en este mundo no puedo alcanzar la plenitud de la dicha, que al menos
crezca en mí cada día hasta ese momento deseado. Que en esta vida cada instante me eleve
más y más al conocimiento de ti mismo, y que en la vida futura este conocimiento sea
perfecto; que aquí mi amor por ti aumente, que allí alcance su plenitud; que aquí mi alegría
en esperanza sea cada vez mayor, que allí sea completa; en realidad, Señor, tú nos ordenas,
nos aconsejas por tu Hijo que pidamos y nos prometes que recibiremos, a fin de que nuestro
gozo sea perfecto. Yo te lo pido, Señor, como nos lo aconsejas por boca del Maestro
admirable que nos has dado: haz que reciba, como lo prometes por tu Verdad, a fin de que
mi alegría sea llena. Yo pido: haz, ¡oh Dios fiel en tus promesas!, que yo reciba, para que
mi alegría sea completa. Y ahora, en medio de estos deseos y favores, que sea éste el objeto
de las meditaciones de mi alma y de las palabras de mi lengua. Que sea eso lo que ame mi
corazón, lo que hable mi boca. Que mi alma tenga hambre de esa felicidad; que mi cuerpo
tenga sed; que mi sustancia entera la desee, hasta que entre la gloria del Señor, que es Dios
trino y uno, bendito en todos los siglos.

En la obra de San Alcelmo nos encontramos con una clara exposición a manera de
meditación sobre el llamado argumento ontológico de la existencia de Dios. Considero
importante este esfuerzo porque podemos entender según San Ancelmo que no es que se
llega a Dios, por su capacidad intelectual, la cual reconoce es pequeña, sino porque todo el
ser del hombre no solo es que está hecho para Dios, sino que Dios mismo, al hacerse
presente, le enseña a conocerlo y ya lo hace creer en Él.
Entendiendo estas palabras del autor, podemos ahondar en el pensamiento de quien no
pretende crear una “prueba de Dios”, sino de quién se maravilla, al abrirse a la realidad, y
percibe que todo su ser le dice: “Creo”, por lo que dirá: “Deseo comprender tu verdad,
aunque sea imperfectamente, esa verdad que mi corazón cree y ama” y después dice: “Creo,
en efecto, porque, si no creyere, no llegaría a comprender”.

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