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CENTRO SUPERIOR DE ESTUDIOS HOMEOPATICOS

MANUAL DE AUTOAPRENDIZAJE

LA ENTREVISTA

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NOMBRE DE LA MATERIA:

LA ENTREVISTA

CUATRIMESTRE. CLAVE DE LA MATERIA:

IX LE-903

OBJETIVO GENERAL DE LA MATERIA

El alumno adquirirá experiencia mediante la observación de pacientes con la supervisión del


docente.

TEMAS Y SUBTEMAS.

1. El interrogatorio
1-1 Cómo formular preguntas.
1-2 Cómo abordar un caso agudo.
1-3 Cómo abordar un caso crónico.

2. La toma del caso.


2.1 La visita al homeópata.
2.2 Cómo tomar el caso.
2.3 Requisitos para tomar el caso-
2.4 Recoger el caso.
2.5 La toma del caso.

3. Examen del paciente.


3.1 La historia clínica.
3.2 El interrogatorio,

4. Posología.
4.1 La dosificación.
4.2 La elección del remedio.
4.3 La totalidad de los síntomas

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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE.
Entrevista de pacientes reales
Repertorización de los casos
Diagnósticos Homeopáticos
Discusión en clase
Comentarios críticos
Elaboración de cuestionarios

CRITERIOS Y PROCEDIMIENTOS DE EVALUACIÓN Y ACREDITACION


Presentación de trabajos 60%.
Participación en clase 20%.
Examen escrito 20%.

Un organismo bien alimentado no requiere de medicamentos, y un organismo mal alimentado de nada le


sirven los medicamentos.

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Instructivo para la utilización del presente manual:

El manual está estructurado de la siguiente forma:

Primero se presenta el programa general de la unidad de aprendizaje; el módulo


al cual pertenece dicha unidad; la clave de la misma; las actividades que se
realizarán para lograr los objetivos propuestos y finalmente los criterios de
evaluación de la unidad.

Enseguida se presenta el objetivo particular por cada tema y subtemas acerca del
cual se realizarán una serie de preguntas preliminares en el punto II, que deberán
ser contestadas a satisfacción en los siguientes puntos del manual.

Posteriormente se presenta la bibliografía que contiene la información necesaria


para responder a dichas preguntas. A continuación el estudiante anotará las
ideas principales y las entregará al asesor en el tiempo y la forma indicada.

Igualmente, el discente hará comentarios críticos por escrito, con los acuerdos,
desacuerdos y dudas que tengan sobre el material revisado, entregándolos al
asesor, dichos comentarios serán analizados en el aula.

Finalmente, el formando entregará al asesor una autoevaluación que constará de


5 preguntas, diferentes a las preliminares, que formarán parte de un banco de
reactivos para el examen escrito final. Si las ideas principales no quedaron
suficientemente claras se regresará a las lecturas recomendadas y se
consultarán con el asesor.
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MANUAL DE AUTOAPRENDIZAJE

Objetivo particular del tema: El alumno formulará un correcto interrogatorio


homeopático.

I) Temas y subtemas.
1.1 Cómo formular preguntas.
1.2 Cómo abordar un caso agudo.
1.3 Cómo abordar un caso crónico.

Semana 1 Entrevista de un paciente real el cual no debe de ser familiar


del alumno que lo lleva, y de preferencia que sea adulto terminando la
entrevista se procederá a repertorizar el caso, y enseguida se discutirá el
diagnostico con los alumnos.

Nota: Una vez que el paciente entre, nadie entra, nadie sale, los celulares
totalmente apagados y nadie hace comentarios ni pregunta al paciente solo
el maestro y el alumno que lo trajo están junto al paciente y solo ellos
preguntan.

Tarea: traer la próxima semana o enviar por correo el caso, la


repertorización, el miasma de cada síntoma, el miasma predominante del
paciente, un comentario personal del caso de cuando menos ½ cuartilla
y el Síndrome mínimo característico del medicamento dado al paciente,
si alguna semana el medicamento diagnosticado fuera el mismo de

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alguna otra semana entonces el maestro les dirá que policresto
estudiaran

Como esta materia es totalmente práctica todas las semanas será


exactamente lo mismo o sea se entrevistará un paciente diferente cada
semana, todos los cuestionarios se entregarán contestados a mano:

SEMANA 4: Cuestionario 1°.

SEMANA 7: Cuestionario 2°.

SEMANA 7: Cuestionario 3°.

SEMANA 10: Cuestionario 4

La semana 14 se practicará un examen final

II) Preguntas preliminares;

1. ¿En las enfermedades crónicas las preguntas en que deben basarse?


2. ¿Qué se debe ver en el paciente para una entrevista correcta?
3. ¿A qué se refiere el Dr. Schmidt cuando habla de los cuatro datos del Dr. Hering?
4. ¿En el caso de las enfermedades crónicas cual es la clasificación a adoptar con
respecto a las preguntas?
5. ¿Cuáles son los síntomas etiológicos?
6. ¿Porque nos dice el Dr. Schmidt que el hacer el interrogatorio de los síntomas mentales
al final es incorrecto?
7. ¿Qué tan conveniente es explicar al paciente la importancia primordial de los síntomas
mentales?
8. ¿Qué consejo los da el autor al interrogar a las mujeres sobre sus menstruaciones?
9. ¿Por qué razones debemos de escuchar atentamente a nuestro enfermo?
10. ¿Cuál es la pregunta preliminar al inicio de la entrevista?
11. ¿Para qué nos sirve preguntar qué remedios ha tomado el paciente anteriormente?
12.¿De qué manera podemos preguntar si deseamos saber en qué momentos del día se
siente menos bien?
13. ¿Cuál es la razón por la que no debemos de hacer preguntas que lleven al paciente a
contestar “si” o “no”?

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14. ¿Qué nos aconseja hacer el Dr. Schmidt cuando alguna pregunta nuestra hace llorar al
paciente?
15. ¿Cómo se debe de formular una pregunta para saber si nuestro paciente es celoso?
16. ¿Qué nos aconseja el autor respecto a las preguntas de índole sexual?
17. ¿Cuál es la manera correcta de abordar un caso agudo?
18. Describa cual es el esquema del Dr. Hering.
19. ¿Cuáles son los síntomas concomitantes?
20. ¿Cuál es la razón por la que no debemos de hacer preguntas relativas a un
medicamento en particular?
21. ¿De un ejemplo de un síntoma raro, extraño y peculiar?
22. ¿Cuál es la importancia de los deseos y aversiones?

III) Obtener la información mediante la lectura de:

El arte de interrogar Pierre Schmidt Editorial B. Jain India 2000 pp. 16--59

IV) Anotar las ideas principales de las lecturas indicadas.

V) Hacer comentarios críticos por escrito, de la(s) relación(es) que se establecen


entre las ideas principales dentro de las lecturas indicadas.

VI) Realizar una autoevaluación formulando un cuestionario por escrito sobre las
lecturas indicadas. Se debe regresar a las lecturas para verificar si las ideas
principales están claras o no.

EL INTERROGATORIO

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Rara vez vemos en las revistas alopáticas, y no muy a menudo en las
homeopáticas, artículos sobre el arte de examinar y, especialmente, de interrogar
los enfermos, y, sin embargo, esto es esencial en medicina y particularmente, en
homeopatía.

Vemos cuales son las bases de toda interrogación, cuál, a la mejor


clasificación de las preguntas a formular, cómo formularlas, y, sobre todo, cómo
saber si fueron bien formuladas. Aquí no se trata de presentar un cuestionario
completo, sino el más corto posible. Para obtener el máximo de resultados y en
tiempo limitado. Este es el cuestionario del médico práctico, que dispone
aproximadamente de 30 minutos para el interrogatorio de un enfermo. Existe uno
muy completo; el de Kent; pero consta de 32 páginas y es especialmente útil para
escudriñar ciertas partes del interrogatorio.

En las enfermedades crónicas las preguntas deben basarse las reglas de la


semiología homeopática concernientes al valor de los síntomas, tratando siempre
de considerar el enfermo en su conjunto; de ver al paciente en su totalidad y no
solamente en tal órgano tal localización; no la enfermedad, su patología o
diagnóstico, sino el enfermo vivo, doliente, que siente y piensa.

No hablo, naturalmente, aquí, de lo histórico de la enfermedad, de los


antecedentes hereditarios o personales, informes, todos, que evidentemente,
forman parte de la anamnesis, pero que no presentan ninguna dificultad
comparable a la del interrogatorio directo, cuando el enfermo a expuesto
libremente a su médico que “atacan” a su enfermo, que lo detienen en medio de
una frase, diciéndole; “No eso no me interesa”. Este proceder interrumpe el
diálogo, falsea la relación entre médico y enfermo y es un error psicológico
considerable. Todos deberían conocer las clases magistrales dadas en las XXIII,
XXIV, XXV, XXVI conferencias de Filosofía homeopática de Kent, que tratan en
extenso este tema. En las enfermedades agudas el interrogatorio se basa más
particularmente en los cuatro datos de Hering que detallaremos más adelante.

¿Cuál es, pues, la clasificación a adaptar con respecto a las preguntas? Por
un lado, poseemos los consejos dados por Hahnemann en su Órganon del arte
de curar; por la otra, el notable estudio de Kent en sus capítulos XXXII y XXXIII,
referentes al valor de los síntomas. Finalmente, las numerosas clasificaciones
establecidas por los doctores; Gibson Miller, Grimmer, Galdwin, Green, Loos,
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Margaret Tyler, Del Mas, Stearns… etc., para citar solamente los principales. Si
quisiéramos discutir aquí cada una de las clasificaciones propuestas, y cuyas
grandes líneas son más o menos parecidas, nos saldríamos del tema. Las
preguntas que voy a indicar ahora son verdaderamente por tiempo limitado, las
que todo homeópata debe conocer, pues permiten apreciar lo esencial de un
caso, sin perderse ni extenderse. Como a menudo, ¡ay ¡nos indica el enfermo.
Por orden de importancia, tendremos siempre primero para las enfermedades
crónicas:

1) Los síntomas mentales, evidentemente, con la condición de que sean


verdaderamente representativos del sujeto, y que sean característicos. Si
tenemos generalidades, como un poco de irritabilidad, o depresión, esto no
nos interesara.
Es necesario que haya modalidades o que el síntoma sea verdaderamente
típico. Para saber si un síntoma es verdaderamente característico, bastara
con abrir el Repertorio; si encontramos una rúbrica que contiene 500
remedios esto no interesa. Se necesita en lo posible, remedios en los tres
grados.
2) Los síntomas generales, son las reacciones del organismo a todas las
influencias exteriores, el calor, el frio, las condiciones metereopáticas; el
movimiento… etc., todo lo que pone al individuo en contacto con el mundo
exterior. Estos síntomas son esenciales, ya que tienen en cuenta a todo el
individuo y no únicamente a una de sus partes.
3) Deseos y aversiones alimenticias. Un enfermo que tiene grandes deseos
de sal, que sala antes de probar; o que no puede pasar un día sin comer
azúcar o chocolate; o que tiene una aversión tremenda por el queso o los
repollos; todo esto nos interesa enormemente. Con la condición de que
estos deseos o aversiones sean muy marcados. En este capítulo. Hay que
agregar a esto las agravaciones alimenticias; a un enfermo pueden gustarle
mucho los huevos, pero no tolerarlos y esto nos interesa también.
4) Los síntomas sexuales. Sobre todo, en la mujer, en lo referente a las
reglas; los síntomas sexuales psíquicos, y subjetivos que. Para nosotros,
son siempre muy importantes, porque cuanto más subjetivos son los
síntomas, más nos interesan, contrariamente a la medicina clásica, que los
pone aparte (excepto los psiquiatras, para quienes son esenciales). El

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síntoma subjetivo caracteriza al enfermo, es el que hace su personalidad.
Pertenece a la medicina del hombre y no a la enfermedad. Además, estos
síntomas sexuales pertenecen a manifestaciones instintivas y tocan el
instinto de conservación y la periodicidad biológica. Estos síntomas
sexuales, son, pues muy importantes. Requieren, evidentemente. De parte
del médico, mucho tacto y circunspección. Esta cuestión depende de
nuestra educación personal, de nuestra formación, de nuestra comprensión
de la psicología humana para saber cómo abordar estas preguntas sin herir
a nadie. Ciertos enfermos pueden ser interrogados desde la primera vez,
otros, solo después de varias sesiones. Lo mismo para el examen del
enfermo; no es necesario hacerlo desvestir completamente desde la
primera vez; esta es una cuestión de psicología y tacto.
5) El sueño y los sueños. Estos últimos síntomas son muy importantes
porque forman parte del inconsciente. No sabemos lo que pasa durante
nuestro sueño. Según las filosofías, se han formulado numerosas teorías,
pero solo sabemos una cosa; que algo sucede durante nuestro sueño
puesto que, durante este feliz periodo, ya no tenemos conciencia de nuestro
estado físico. Para unos, se trata de un envenenamiento por el ácido
carbónico; para otros es una partida hacia lo astral; en síntesis, anda
sabemos en realidad, y esta es una de las cosas perturbadoras, al pensar
que una de las bendiciones del cielo representa para nosotros tanto
desconocido. Para los homeópatas este periodo tiene muchísima
importancia.
¿Cuál es nuestra posición durante el sueño? No nos acostamos de
cualquier manera y ¿Por qué algunos se acuestan atravesados en la cama?
¿Con las piernas fuera de las frazadas? O ¿con una pierna levantada?
Algunos duermen con los ojos entreabiertos. Otros con la mandíbula
colgante; algunos rechinan los dientes, gritan, hablan, lloran. Hay toda una
sintomatología del sueño que pondrá a prueba el don de observación del
enfermo y del médico. Se sobreentiende que los sueños solo tienen
importancia si se repiten constantemente. Recuerdo un caso curado por el
Dr. Weir, teniendo en cuenta los sueños de la enferma; nadie le había
preguntado al respecto, y esta persona soñaba todo el tiempo con gatos, lo
que indicaba formalmente Pulsátilla; que pronto curo a la enferma.

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Si exploramos estos cinco grandes capítulos de la sintomatología, sin
siquiera ocuparnos de la razón por la cual un enfermo viene a consultar, ya
sea reumatismo, eczema, glaucoma u otra cosa, tendremos los principales
hilos conductores que nos permitirán curar mucho mejor que si damos “el
remedio” del glaucoma, del eczema o reumatismo. Así tocamos el meollo
del caso.
También debemos tener en cuenta los síntomas etiológicos que
siempre hay que buscar en primer término: ¿a partir de cuándo, después de
que enfermedad comenzó? A veces será la muerte de un amigo, una
pérdida de dinero. Una decepción, una vejación una mortificación, una
indignación, una cólera o una enfermedad aguda, una vacuna… etc.
Estas cinco categorías representan para todo homeópata la base
misma de la sintomatología característica de las enfermedades. Son como
los dedos de la mano: el pulgar representa los síntomas mentales,
inseparables, indispensables para todo acto terapéutico. Con estos 5
grupos el médico practico tiene lo esencial del caso considerado; cualquier
otro síntoma, cualquiera que sea o cualquiera que sea el órgano o región a
que pertenezca, es secundario porque es patognomónico y a menudo, y a
menudo, hasta puede ser descuidado, a menos de que sea particularmente
notable, singular, raro, característico, o dotado de una modalidad
verdaderamente curiosa.
Olvidemos el reumatismo de la rodilla, olvidemos el eczema, la
enterocolitis, por lo cual los enfermos vienen a consultar y prescribamos
para estas cinco categorías de síntomas. Nuestras curaciones más bellas
serán las que hagamos siguiendo esta regla. Así habremos tratado el
enfermo y al enfermo curaremos, la enfermedad se desvanece por sí
misma. No olvidemos nunca que los síntomas mórbidos son consecuencia,
resultados, y que los síntomas presentados por el enfermo son anteriores a
estos resultados. Prescribamos, pues, para el enfermo; he aquí la llave de
la verdadera terapéutica.
Solo después de esta serie vienen los síntomas locales relativos a los
diferentes órganos. Si hay vacilación entre los remedios encontrados, estos
permitirán hacer la elección, pero con la mayor frecuencia responden al
medicamento correspondiente a la totalidad característica del caso
considerado
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Pero, si teóricamente el orden de esta clasificación parece el más
lógico y el más aceptable, prácticamente no lo es.
La experiencia me ha dado preciosas enseñanzas al respecto. Al
principio de mi práctica comenzaba todo interrogatorio por los síntomas
mentales. Pero necesite mucho tiempo para darme cuenta de mi error. En
efecto, un enfermo nuevo, que nada sabe y nada comprende de
homeopatía, no solamente se asombra, sino que se ofende con un
interrogatorio que concierne a su carácter y a sus reacciones emotivas,
cuando viene a consultar por su jaqueca, una tuberculosis pulmonar o una
hipertrofia de próstata. Muy a menudo piensa que se le somete a un
psicoanálisis disfrazado y que se lo toma por un caso mental; y pronto se da
cuenta el médico por la manera de responder, por la actitud o la mirada de
su paciente, del error que está cometiendo. He tenido enfermos que se han
levantado y han abandonado el consultorio diciendo que no podían
continuar soportando ser interrogados así
Por otra parte, al hacer el interrogatorio de los síntomas mentales al
último, al final del examen, constituye también un error sicológico, pues
entonces el enfermo esta fatigado y como, desde su punto de vista, estos
síntomas no tienen relación con su enfermedad y no presentan para él nada
de esencial, responde mal, brevemente, casi sin reflexionar y manifiesta su
impaciencia y su prisa por terminar.
¿Cuál es el método a seguir? Por eso la experiencia enseña que es
preferible comenzar con los síntomas generales, después, una vez
establecido el contacto, la confianza, abordar enseguida las preguntas
relativas a los síntomas mentales. Explicando rápidamente al enfermo su
impotencia primordial, desde el punto de vista homeopático, puesto que el
hombre es superior al animal cuyos síntomas mentales son rudimentarios,
mientras que alopatía los síntomas del intelecto son casi omisibles. En
efecto la Homeopatía basa toda su terapéutica en el efecto de los
medicamentos observado sobre el hombre sano, efectos tanto físicos como
psíquicos, mientras que la medicina oficial se basa únicamente en la
experiencia hecha en animales, obteniendo así, solamente respuestas
físicas.
Nos ha dicho Pascal: “Es el pensamiento lo que hace la grandeza del
hombre” y es él a quien se cuida, antes que a la casa en que vive.
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Enseguida vienen las aversiones, los deseos y las agravaciones
alimenticias. Después los síntomas relativos al sueño y a los sueños.
Finalmente, para terminar, una categoría de síntomas muy importantes para
el sexo femenino, los que corresponden a las indisposiciones mensuales.
En cuanto a las preguntas relativas a la sexualidad, como lo hemos visto,
rara vez pueden considerarse desde la primera consulta.
Cuando mucho, se puede abordar esta pregunta con mucho tacto en
ocasión del interrogatorio de los antecedentes, de las enfermedades
hereditarias o del relato cronológico de la anamnesis del paciente. Después
del interrogatorio así concentrado sobre las preguntas esenciales, conviene
volver a algunos de los síntomas indicados por el enfermo y más
particularmente a los considerados como extraños, poco frecuentes, raros o
singulares y examinar sus modalidades para juzgar el valor real que
conviene atribuirles en la clasificación jerárquica a establecer de inmediato.
También a veces es útil, cuando vemos llegar a un enfermo con un
papelito preparado con anticipación, dejarlo hablar tranquilamente y
enumerar sus síntomas hasta la saciedad, sin formular una sola pregunta.
Es muy útil dejar que el enfermo se exprese. Si naturalmente, al cabo de
media hora no ha terminado, diremos entonces cuán importante es su
exposición y que continuaremos el examen la próxima vez. Pero, prolongar
una consulta durante horas es un error. Así, el enfermo no podrá decir que
su médico estaba apurado y que no tuvo tiempo de oírlo.
Escucharemos siempre con paciencia. Cosa curiosa: el enfermo es
tan egoísta que adora hablar de sí mismo y jamás agota este tema. Una vez
que ha comenzado hablar de sí mismo, ya no hay tren que tomar, ni
entrevista urgente, está encantado de que la cosa dure mucho tiempo y de
que pueden escucharlo con paciencia. Por cortesía debemos escuchar
atentamente a nuestro enfermo y concentrarnos en lo que nos dice: desde
el punto de vista psicoterapéutico este es un excelente comienzo. Debemos
de esperar para empezar a interrogar, que nuestro enfermo haya realmente
terminado. No hay nada peor que ver a un enfermo sacar de su bolsillo una
larga lista, después de haberlo interrogado y examinado durante tres
cuartos de hora, y tener que volver a empezar toda la historia. Por eso les
pregunto siempre si no tienen más que agregar, si han terminado, si están

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seguros de no haber olvidado nada. Y solo cuando han agotado su caudal,
entonces podemos empezar a preguntar.
En toda consulta se debe examinar cualquier órgano el enfermo,
auscultarlo, mirarle los ojos o los oídos. Un enfermo que sale de nuestro
consultorio sin que lo hayamos examinado algo se siente frustrado: la
consulta no vale. Pero si hemos examinado algo, tomado la tensión arterial,
o cualquier otra cosa, está satisfecho. El ser humano es así, quiere que se
le mire algo.
Por mi parte, me gusta mucho examinar los ojos; esto siempre me
enseña algo y tiene la gran ventaja de que cuando el enfermo tiene la
mandíbula apoyada en la mentonera del microscopio corneo no puede
hablar; y uno puede, entonces, reflexionar tranquilamente y tener un
momento de tregua.
Cuando empecé mi práctica, observé bien aún doctor que era nuestro
médico de familia y que tenía un éxito formidable en Neuchátel. Distaba
mucho de ser el más instruido de los médicos, pero tenía un mundo de
gente y lo adoraban. ¿Por qué? Este médico estaba siempre vestido de
una manera impecable, era de una limpieza perfecta; sus uñas, manos,
cuello estaban limpios, estaba bien peinado. Llegaba siempre puntualmente
cuando tenía una cita. Y, cualquiera fuera la enfermedad, siempre
auscultaba el corazón (otro momento en que los enfermos no hablan). De la
misma manera, el médico homeópata no debe conformarse con saber su
homeopatía, también debe saber lo que hace en el campo, llamado
adverso, y estar siempre al corriente de los últimos remedios aparecidos.
Después del interrogatorio teórico que acabamos de esbozar,
examinamos ahora el interrogatorio presentado de manera eminente
practica por preguntas que respetan los preceptos Hahnemannianos. Todas
las preguntas elegidas son intencionalmente las que corresponden a
Medicamentos que figuran en todas nuestras Materias Medicas, pero más
particularmente en el Repertorio de Kent, bajo rubricas de tipo de tamaño
mediano que contienen remedios del 2o y 3er, grado, si es posible; y no
esas largas rubricas como la de la tristeza, de la agravación de noche o de
la sed, simplemente, que encierran todos los remedios.
Es inútil preguntar a un enfermo cosas cuya correspondencia no
figuran en nuestras Materias Medicas. Por esta razón, los alópatas no
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formulan preguntas sobre temas que no les interesan desde el punto de
vista terapéutico o diagnóstico, pues saben que no encontraran
correspondencias. Lo mismo sucede con nosotros.
Por supuesto que nos interesamos en todo lo que se nos dice y
nuestra Materia Medica es tan rica y abundante que es muy raro no
encontrar en ella un síntoma expresado por el enfermo. Si no encontramos
un síntoma en el Repertorio hay tres diccionarios sobre las “Sensaciones If”,
“Como si”.

COMO FORMULAR PREGUNTAS

Preguntas preliminares

A) ¿De dónde sufre Ud.? ¿Y cuáles son las cosas que desea ver curadas? ¿
Esta es la pregunta preliminar; es importante formularla en primer término,
aunque no nos sirvamos de ella, porque es la que le interesa al enfermo.
Este describirá entonces sobre todos sus síntomas locales considerados
por el cómo los más importantes y a los que el médico tendrá en cuenta en
último lugar. Para el enfermo es una excelente extroversión que hay que
dejarle desarrollar hasta el último detalle. Nosotros no hacemos un
psicoanálisis, sino que procedemos a un análisis psicológico, lo que es muy
diferente porque el médico y el enfermo permanecen en el, mismo nivel.
B) ¿Qué remedios toma Ud.? ¿Actualmente y cuáles son los efectos que ha
observado?
¿Para qué sirve, señores, buscar un remedio para síntomas debidos a una
droga que toma el enfermo y que basta con suspender para eliminar sus
síntomas? Si un enfermo toma Estreptomicina y se queja de comezón,
síntomas alérgicos o trastornos auditivos, ante todo hay que suspender la
Estreptomicina. Pues, a menudo, el enfermo no nos dice lo que toma y
continuara absorbiendo sus drogas, pensando que esto no tiene ninguna
relación con la homeopatía.
Después de escuchar pacientemente la exposición del enfermo, es a
menudo útil decirle; “Lo he escuchado sin interrumpirlo. Pero vamos a
cambiar de sistema. No se asombre si lo interrumpo en sus respuestas para
formularle otra pregunta. Significa que ya he obtenido la respuesta que
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esperaba. No crea que es porque no valoro su respuesta, es que en esta
dirección una explicación más larga no aportaría ningún detalle útil, nuevo
interesante”. Es necesario ponerse en correspondencia simpática con
nuestro enfermo.

Cuando empecé mi practica pasando por todas las páginas de las rubricas del
Repertorio concernientes a los síntomas generales y mentales, necesitaba 40
horas para interrogar a mi enfermo…Ahora, esto se reduce a hora y media y en
este espacio puedo hacer un interrogatorio bien completo; este que presento es
más corto, pero contiene lo esencial.

SINTOMAS GENERALES

1) ¿Cuál es el momento en las 24 horas del día en que se siente menos bien
en general? Ciertos enfermos no pueden responder y a nosotros nos toca
decirles: “Hay personas que se sienten menos bien al despertar, otras antes
del mediodía; otras a las 16 horas; en el crepúsculo; al acostarse o de
noche”. Damos pequeños ejemplos sin prestar mayor atención y mirando
bien al enfermo. De repente vemos que sus ojos se iluminan y nos dirá: ¡oh!
Yo, antes de mediodía, es espantoso, tengo hambre canina, me siento
mal…etc.” Dirá: “Cuando me siento menos bien es a las 16 horas”; y a
menudo, conocer esta agravación horaria es un dato precioso.
2) ¿En qué estación se siente menos bien? Esta pregunta puede abrirnos
horizontes muy útiles. Ciertos enfermos están peor en primavera. O siempre
mal en invierno. Por supuesto, anotamos lo que nos dicen; si no manifiestan
que lo que va peores simplemente el ojo, o el intestino, o la piel, hay que
hacer una diferencia entre la agravación del estado general o de ciertas
partes del cuerpo. Hay enfermos que tienen conjuntivitis o resfrió de heno
en primavera y en otoño diarreas. Si encontramos numerosos síntomas en
la misma estación, por supuesto que esto nos interesara más
particularmente.
3) ¿Qué siente Ud.? En tiempo frio, o caluroso. o ¿seco o húmedo? Es
imposible responder “si” o “no” a tales preguntas. Ciertos enfermos nos

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dicen que no sienten nada. Entonces les diremos; “Hay enfermos que,
cuando hace frio tienen resfríos; otro dolor de oídos cuando hay humedad;
algunos se sienten mucho mejor con tiempo seco…” y así dejamos al
enfermo siempre en libertad de responder. Es exactamente como una
mamá que ve a su hijo regresar de la escuela y le dice; “has fumado esta
mañana” o “robaste esto”; por supuesto que el niño responderá; “no”, pues
la respuesta condice con esta clase de preguntas. Pero si mamá sabe
hablarle y le dice: “escucha, lo siento, pero me parece que hueles a
tabaco…” entonces el niño no dirá “no” enseguida, se ruboriza y
gentilmente se le conduce a confesar lo que ha hecho; en esto hay que ser
psicólogo y no formular preguntas demasiado directas.
4) ¿Qué siente Ud.? ¿Cuándo hay niebla?
5) ¿Cómo se siente Ud.? ¿A pleno sol?
6) ¿Qué siente Ud. ¿Con los cambios de tiempo?
7) ¿Cómo soporta Ud. la nieve?
8) ¿Qué clima no puede Ud. Soportar y donde le gusta pasar sus vacaciones?
9) ¿Cómo se siente Ud. ¿Antes, durante y después de las tormentas?
10) ¿Cuáles son sus reacciones al viento en general? Hay personas que
detestan el viento, para otros, les es igual. Es necesario saber siempre si
estas reacciones son generales o locales.
11) ¿Cómo soporta Las corrientes de aire? Hay enfermos que tienen
deseo de aire; que no pueden permanecer sin tener la ventana abierta, pero
que tienen horror por las corrientes de aire y nosotros tenemos cierto
número de remedios que corresponden a la vez al deseo de aire y a la
agravación por las corrientes de aire.
12) ¿Cómo soporta Ud. ¿Las diferencias de temperatura? Al ir de una
pieza caliente a una fría, al salir al aire o al entrar a un cuarto caliente;
bajando al sótano…etc. Ciertos enfermos toman su sobre todo para ir al
sótano.
13) ¿Cómo soporta Ud. ¿El calor en general? Y nosotros insistimos el
calor de la cama, de un cuarto. De un horno; de un radiador; hay aquí
pequeñas diferencias que demuestran que un individuo puede presentar
diferentes modalidades.

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14) ¿Cuáles son sus reacciones a las temperaturas extremas? Algunos
nos dirán que no soportan en absoluto los extremos y hay en el Repertorio
(pág. 1349) una rúbrica preciosa a este respecto.
15) ¿Qué diferencia hace Ud. entre su ropa de verano y de invierno?
¿Cómo se abriga en la cama, de noche? Algunos no son nada friolentos de
día, pero si de noche.
16) ¿Cuántos enfriamientos tiene Ud. por invierno o en otras estaciones?
Esta es una pregunta que obliga al enfermo a hablar.
17) ¿Cómo deja Ud. la ventana de su cuarto de noche? Algunos la abren
completamente. Otros la dejan entornada, otros la cierran y hasta cierran
los postigos.
18) ¿Cuál es la posición que le es más desagradable: sentado, parado,
acostado y por qué? Hay enfermos que no pueden permanecer parados o
acostados. Pero algunos piensan que están parados todo el día y concluyen
que esto no les molesta, y entonces les formulamos la pregunta siguiente.
19) ¿Cómo Soporta Ud. la posición parada, una prueba de costura, la
espera de un ómnibus? En la iglesia ¿Como soporta Ud. el estar
arrodillado? Ciertas señoras no soportan de ninguna manera probarse un
vestido, que dure más de 5 minutos. Como vemos esta pregunta de la
posición de pie, ya formulada en la pregunta 18 es aquí repetida. Esta
manera de volver a la pregunta una o dos veces es intencional: es un
procedimiento de verificación muy recomendable y necesaria.
20) ¿Qué deporte practica Ud., cuando y con qué frecuencia? Esto es de
interés secundario, pero el enfermo nos contara algo al respecto. “Si,
practico esgrima, pero lo que me molesta es que transpiro mucho y
enseguida me enfrió”, “Practico tenis, pero entonces, siempre me duele el
talón”, y así nos enteramos de cosas que no nos hubiera dicho de otra
manera y que son muy útiles para nosotros.
21) ¿Cómo soporta Ud. el viajar en barco, ferrocarril, auto, avión, los
medios de transporte? ¿y desde cuándo?
22) ¿Cómo se siente Ud., en general, antes, durante y después de la
comida? Hay enfermos que están siempre mal después de la comida, otros
están mucho mejor y no pueden privarse de comer 3 0 4 veces al día.
23) ¿Cuál es su apetito y que comida podría Ud. fácilmente suprimir?
Ciertos enfermos no pueden suprimir una comida ni ayunar y otros se
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encuentran, al contrario, mucho mejor suprimiéndola, y que, no obstante,
comen por costumbre. A menudo nos responderán: “Puedo perfectamente
suprimir una comida, y detesto las grandes cenas y los banquetes”. Esta es
una pregunta que no hemos formulado pero que demuestra que la pregunta
está bien formulada puesto que el paciente ha reaccionado y desarrollado
su respuesta según su propia elección.
24) ¿Cuándo experimenta Ud. necesidad de beber, que bebe Ud. de
preferencia y en qué cantidad? Hay que prestar mucha atención a esta
pregunta de la bebida. Si preguntaremos al paciente si tiene sed, podrá
pensar que tiene mucha sed porque toma su sopa, porque bebe su té a la
mañana y un vaso de vino en su comida de la noche. otros, aunque beben
yodo el día, responderán que no tienen sed porque evidentemente todo
mundo bebe.
25) ¿Cuáles son los alimentos que no le convienen y por qué? Si el
paciente no responde enseguida le preguntaremos observando
cuidadosamente su rostro: ¿las cosas dulces? ¿saladas? ¿acidas?
¿grasas? ¿huevos? ¿carne? ¿fiambres? ¿fruta? Verduras, repollo, cebolla,
manteca… en una palabra, le citamos varios alimentos y en esta ocasión
miramos lo que pasa en su cara, anotando inmediatamente sus respuestas
en el papel.
26) ¿Cómo soporta Ud. el vino, cerveza, café, té, leche, vinagre? Así el
enfermo no puede respondernos “si” o “no”, tiene que decir algo; y la
manera en que nos responderá nos hará subrayar una, dos o tres veces el
síntoma y nos mostrara que tiene verdaderamente tal deseo o aversión.
No habría razón para indicar muchas más substancias alimenticias; nos
hemos limitado a aquellas, para las cuales el Repertorio de Kent indica
remedios correspondientes. Pues, no olvidemos, este cuestionario
contempla esencialmente un fin práctico, el de descubrir el remedio capaz
de curar.
27) ¿Qué efecto le produce el tabaco y cuanto fuma Ud. por día? Uno
nos responderá: “casi no fumo; simplemente un paquete y medio, porque mi
amigo fuma tres o cuatro”, otro nos dirá que fuma enormemente porque
fuma tres cigarrillos por día y no está habituado a fumar mucho.
28) ¿Cuáles son los medicamentos o substancias externas o internas que
lo hacen sentirse enfermo? Todo, alcanfor, árnica… recuerdo siempre a una
19
enferma que prevenía siempre a sus oculistas diciéndoles: “Doctor, no me
dé atropina, no la soporto”, y naturalmente, por reflejo alopático, estos
médicos se la daban de todos modos, causándole trastornos alérgicos,
eczema, etc.; como resultado… y estos trastornos duraban semanas. Hay
que respetar las indicaciones que dan los enfermos, sobre todo cuando son
tan personales.
29) ¿Qué vacunas se le han administrado y cuál ha sido su efecto sobre
su salud? El efecto de las vacunas es muy importante. Cuando un enfermo
no reacciona; a veces es porque la vacuna interfiere en la salud del enfermo
y queda demasiado débil para reaccionar.
30) ¿Cómo soporta Ud. los baños calientes, los baños de rio, de lago o
de mar? Tengo una enferma que va todo el año, todas las mañanas al algo
a tomar su baño. Tiene reumatismo y esto la alivia enseguida.
31) ¿Cómo se siente Ud. en el mar y en la montaña? Esto nos servirá
enseguida para aconsejar a nuestros enfermos. Si no hemos formulado
esta pregunta, podemos aconsejar una estadía en la montaña y oír
responder que allí no se siente nada bien. Seamos bien prudentes para no
aconsejar enseguida algo que precisamente agrava a nuestro enfermo.
32) ¿Cómo soporta Ud. los cuellos, cinturones, fajas, ropas cerradas? Hay
gente que en cuanto entra en su casa comienza por arrancarse el cuello o
la corbata, o señoras que inmediatamente después de la comida esta
obligadas a aflojarse el cinturón. Hay pocos remedios que corresponden a
esta necesidad y a nosotros corresponde completar esta rúbrica por
nuestras observaciones.
33) ¿Cómo cicatrizan sus heridas y cuánto tiempo sangran? Esta
pregunta corresponde a los hemofílicos, a los enfermos que se infectan
fácilmente o a los que hacen erupciones cutáneas al menor rasguño.
34) ¿En qué circunstancias se ha desvanecido Ud.? En la iglesia, en un
cuarto lleno de gente, en ayunas etc.

Estas son las preguntas que conciernen a los síntomas generales. Estos nos
dan la llave para muchos enfermos, con la condición de que esos síntomas
sean verdaderamente típicos. Recuerdo siempre cuando comencé a trabajar
con el Dr. Glawdin, yo había interrogado a un enfermo, había obtenido 40
síntomas y estaba muy orgulloso de ello y él me los tacho todo. Solo me quedo

20
uno; porque para uno el enfermo había respondido “si” o “no”, para el otro era
demasiado general y nada característico, para los otros, eran patogenéticos, y
no me quedaba nada, yo estaba confundido y me sentía verdaderamente muy
disminuido. Como consecuencia, aprendí a interrogar mejor.

LOS SINTOMAS MENTALES.

Esta cuestión es muy difícil y por lo tanto muy preciosa. Desde hace 47 años,
apenas tengo 5 casos en los que no he obtenido síntomas mentales. Siempre
los hay, pero hay que aprender a observar, y a veces lo se los puede encontrar
ni interrogando ni observando y uno se ve obligado a preguntar al ambiente
que rodea al enfermo y que hace conocer cosas muy interesantes que no se
hubieran podido saber de otra manera. Como Hahnemann lo dice tan bien, hay
síntomas que el enfermo nos dice, síntomas que uno observa y los que
muestra el ambiente que rodea al enfermo.

Los síntomas mentales solo tienen valor, si son bien marcados, presentan
modalidades y son no patognomónicos.

1) ¿Cuáles son las más grandes emociones y las más grandes penas que ha
experimentado en su vida? Esta pregunta es extremadamente útil. Y como
ya hemos interrogado a nuestro enfermo, ya hemos establecido un primer
contacto, ya no nos ve como extraños. Y a menudo el enfermo tiene una
pequeña lágrima en ojo en este momento. Cuando un médico ha sido capaz
de hacer llorar o reír a su enfermo en la primera consulta, ha tocado su
corazón y eso es muy importante. Muy a menudo veréis mojarse los ojos
del enfermo, bajara la cabeza para esconder su emoción. una buena
palabra del médico será entonces necesaria. Por eso en cuanto se
produzca la extroversión, la pregunta siguiente formulada rápidamente le
hará levantar la cabeza con una expresión algo aturdida, luego traerá a su
rostro una sonrisa feliz.
2) ¿Cuáles han sido en su vida sus ms grandes alegrías? Enseguida su rostro
se ilumina, piensa en las cosas agradables de la vida. Pero la cantidad de
ingratos es inconmensurablemente. Hay enfermo que, en su vida, pasan de
un éxito al otro, pero no consideran a esto como una alegría: un marido

21
perfecto, una fortuna magnifica, buen personal doméstico, hijos que les dan
satisfacciones, en pocas palabras, tienen todo lo necesario para ser felices
y no lo consideran como una bendición del cielo. Somos nosotros los
encargados de hacérselos ver y demostrarles que son privilegiados y que
tienen mucha suerte. Y de repente nos dicen. “Es verdad, no me había
dado cuenta”. Y se van completamente felices. Estas dos preguntas son
particularmente importantes y la facultad psicológica del médico lo
conducirá a deducciones preciosas, Además, formuladas en el momento
oportuno y en tono benevolente, preparan el camino para las preguntas
siguientes.
Tuve dos enfermos que me dijeron: “Dr., le prohíbo hacer referencia a mis
asuntos personales, no quiero responder a esas preguntas”. Por supuesto,
podremos suprimirlas, pero son precisamente las preguntas esenciales las
que no quieren responder; y jamás se podrá curar tan bien a un enfermo
cuando quiere, escondernos algo. Tengo una enferma que me ha pedido no
hablar jamás de su pasado, y me pregunto por qué continúa viniendo a
consultarme. No quiere que se hable de su pasado; yo lo conozco por las
otras personas de su familia, y se también por qué no quiere que se hable
de él.
Y hay tantos otros medios para conocer a un enfermo: la numerología, la
nominología, el estudio de las manos, de la letra, de los ojos, que nos
ayudaran a descubrirlo que se nos quiere ocultar. “No hay secretos que el
tiempo no revele” y, de una manera o de otra, se puede siempre llegar a
descubrirlos. Pero psicológicamente es un error esconderlos pues, lo mismo
que a su abogado, siempre hay que decir la verdad a su médico.
Después de esas dos preguntas, a menudo, el enfermo nos cuenta algo de
sí mismo, y nos ha tomado simpatía porque lo hemos escuchado hablar de
cosas que no ha podido decir a nadie.
3) ¿Cuáles son los momentos en las 24 horas en que se siente deprimido,
triste o pesimista? Esta manera de interrogar no evita decir; “Es Ud. triste o
deprimido” Hay enfermos que están deprimidos a la mañana al despertar y
dos grandes remedios para eso son: Lachesis y Alúmina.
4) ¿Cómo soporta Ud. los inconvenientes o las molestias? Algunos responden
que no les interesan; otros que la menor cosa los abruma, y a menudo en
esa ocasión alguna otra cosa.
22
5) ¿En qué ocasiones llora Ud.? Así no herimos. Recuerdo a una enferma que
había dejado a un excelente homeópata por haberle preguntado si lloraba…
por eso tuve buen cuidado de no repetirle la misma pregunta…Si el enfermo
no responde enseguida, preguntaremos mientras vigilamos su expresión;
¿la música? ¿los recuerdo? ¿en qué momento del día? Ciertas personas
pueden contener el llanto, otras no; ¿cómo se comporta Ud.?” “Hay
personas que lloran al menor reproche”. Tuve una secretaria a la que cada
vez que le hacia una observación reía a carcajadas. Hay también los que se
sienten mejor después de haber llorado, y otros mucho peor; esto también
nos interesa.
6) En ocasión de dificultades, penas, ¿Cómo soporta Ud. el consuelo y que
efecto le hace? Esta es una pregunta clave que separa enseguida a
Pulsátilla de Natrum muriaticum, por ejemplo. Conocer la agravación por el
consuelo nos será de mucha utilidad. Evidentemente se trata de personas
que nos son simpáticas y si, aun en este caso, el enfermo no quiere ser
consolado, y prefiere permanecer solo, este síntoma deberá ser retenido. Al
contrario, la mejoría por el consuelo es algo normal y, por consiguiente, no
es un síntoma. Cuando nos dicen; “al principio me agrava, pero enseguida
mejora” Lo que cuenta es la agravación y habrá que retenerlo pues es una
manifestación primaria.
7) ¿Cuáles son las ocasiones en que se ha sentido desesperado? El fin de
esta pregunta es amortiguar la cuestión del suicidio, del asco por la vida.
8) ¿Cuáles son las circunstancias por lo que siente celos? Los hay de tres
clases: de la cabeza, del corazón y de los sentidos; se les puede tener
separados o juntos…Debemos prestar mucha atención a todos estos
síntomas mentales. Si nos responden en tono agrio: “¡Nunca me enojo ¡”
pronto comprenderemos lo que esto quiere decir. Y hay enfermos que nos
dirán que no son impacientes, cuando no podrán esperar un minuto en la
sala de espera y se pasearán a lo largo del corredor; ciertos enfermos nos
dirán exactamente lo contrario de lo que son y a nosotros nos toca
observarlo y descubrirlo.
9) ¿Cuándo y porque siente ansiedad y miedo? Si el paciente no responde
enseguida se puede agregar; muchas personas tienen miedo de noche, de
la oscuridad, de estar a solas. Hay otras que tienen miedo a los ladrones, a
la multitud, a ciertos animales, a la muerte, a las enfermedades, a los
23
espíritus, a que les suceda algo, una desgracia, de perder la razón, al ruido
de la noche, a la pobreza, a las tormentas, al agua…etc. Así lo dejamos en
libertad para responder, no lo obligamos a decir nada.
Evidentemente; en el Repertorio no están todos los miedos, y entre los
animales solo se encuentran los perros y los animales en general. Pero
anotaremos los diversos miedos para no hacer lo que un enfermo hizo a su
mamá. Sabía que tenía miedo a las ranas y un día cuando dormía la siesta
le paso una rana por el vientre. Ella despertó aterrorizada. Estas son
bromas que no se deben hacer y que pueden ser peligrosas.
10) ¿Cómo se siente Ud. en una habitación llena de gente? ¿Qué lugar
elige Ud. en la iglesia, en una conferencia, en un espectáculo? Así
podemos conocer algunos síntomas de claustrofobia que nos serán muy
útiles.
11) ¿Se pone Ud. colorado o pálido cuando se enoja; y ¿que lo hace
enojar? Y ¿cómo se siente Ud. después? Revemos agradecer a
Gallavardin, remedios muy interesantes para las cóleras rojas y las cóleras
pálidas. También conocemos las consecuencias de la cólera.
12) ¿Cómo soporta Ud. la espera? Si no responde, formular entonces
preguntas sobre la impaciencia
13) ¿Ciertas personas hacen todo con prisa y precipitación otras al
contrario con extrema lentitud? Y Ud., ¿Cómo camina? ¿Cómo come?
¿cómo habla?, ¿Cómo escribe?, y ¿cómo es Ud. en sus gestos?
14) ¿Cuáles fueron para Ud. las repercusiones de penas de amor
contrariado, ofensas, mortificación, indignación, malas noticias o miedos?
Estos son síntomas etiológicos esenciales. Esta pregunta es, a mi parecer,
una pregunta clave en el capítulo de los síntomas mentales. No siempre
tenemos una respuesta, pero hay por lo menos un 70% de enfermos que
responden. Recordemos el caso de aquel portero del Conservatorio de
Ginebra que tenía la costumbre, desde hacía unos veinte años de salir
todas las mañanas con un camarada; y de 8 a 9 iban a pasear con su perro
al borde del lago. Eran amigos inseparables. Una mañana. A las 8 el amigo
no estaba allí, a las 8:30 el portero telefoneo: ¿Por qué no vino Pablo?
que escándalo, él. Siempre es puntual…” No daba tiempo a que le
respondieran… Finalmente la señora le dijo: “Escuche, querido. Ud. no lo
verá. Murió esta noche”. nuestro hombre se detuvo, dejo el auricular, y
24
sintió en el oído derecho un zumbido espantoso que ya no lo dejo. Fue a
consultar a especialistas que le hicieron pruebas de Barani, insuflaciones.
Masajes que nada cambiaron a los zumbidos, lo llenaron de remedios,
calmantes, sin resultados. Y durante seis meses el pobre hombre sufrió de
un martirio. Una sola dosis de Gelsemiun XM y el zumbido desapareció
completamente durante un año; en ese momento tuve que darle una
segunda dosis porque después de una emoción había vuelto a sentir un
pequeño zumbido. Y se curó definitivamente ¿Cuál es la medicina que
puede hacer una cosa semejante y llegar con una pequeña dosis de la
XMa, dilución Korsakoff a curar un zumbido de oídos consecutivo a una
mala noticia? Calcárea y Gelsemiun son los remedios para las
consecuencias de malas noticias. En el Repertorio esto se encuentra en
“bad news” y en esta rúbrica tenemos más o menos 50 remedios, Calcárea
y Gelsemiun. ambos. En tercer grado. Siempre que sea posible
comencemos con un vegetal: Gelsemiun corresponde admirablemente a
esto. A menudo alguien nos dice: “Si. tuve una gran tristeza en mi vida,
perdí a mi hermano” preguntaremos siempre “¿Cómo lo supo Ud.? Si
nuestro paciente asistió al accidente se trata de consecuencia de miedo; en
otros casos será consecuencia de excitación nerviosa.
Pero en general el enfermo se entera por teléfono y en ese caso hay que
tomar “malas noticias”.
15) En sus momentos de depresión o tristeza. ¿cómo encara Ud. la
muerte? ¿presentimientos? ¿pensamientos? ¿deseos? ¿deseos de
suicidio? Hay enfermos que tienen presentimientos de muerte, aun deseos
de muerte. Otros tienen deseos de suicidio; algunos estarían dispuestos a
hacerlo, otros no tienen el valor para hacerlo a pesar de su deseo o
impulso. ¿cuál es el medio que Ud. hubiera elegido? Algunos hablan de
horca, otros de veneno, etc.… y enseguida podemos saber si el enfermo
nos dice la verdad. Primero cuando alguien nos dice la verdad el ojo se
dilata un instante; si dice una mentira, la pupila se contrae. Para un deseo
de suicidio por medios sangrientos o espectaculares, revolver, accidente,
cuchillo, siempre encontraremos un aplastamiento en la parte superior de la
pupila izquierda, al contrario, si hay deseos de suicidio por medios no
espectaculares, no sangrientos como el veneno. Gas, ahorcamiento.
Encontraremos el aplastamiento en la parte superior de la pupila derecha.
25
El aplastamiento de la pupila en su parte superior en el ojo izquierdo indica
también a menudo, rabia, cólera reprimida, una pequeña rebelión secreta;
en el ojo derecho se encontrará pena de amor...
16) . Ciertos enfermos sufren cuando sus cosas no están en un orden
meticuloso. A otros les es indiferente. Algunos en la noche doblaran su
camisa, su calzoncillo, bien doblados. Pondrán sus zapatos uno al lado del
otro; otros los pondrán sin ningún orden por los rincones. Y eso nos interesa
y nos permitirá diferenciar entre un Sulphur, un Arsenicum…etc.
17) ¿Cómo es su carácter antes, durante o después de las
menstruaciones? Esto es muy importante. Antes de las reglas una mujer
puede o bien estar agitada o deprimida, irritable, llorar, Estos son síntomas
muy preciosos que pertenecen al enfermo en su conjunto.
Durante todo este interrogatorio, el médico, mientras trata. Por su
actitud y buenas palabras. De poner cómodo al enfermo, no debe
dejar de mirarlo y “espiarlo”, si podemos decir, con tacto y discreción;
todo médico que tiene los ojos y la mente despiertos observara
numerosos síntomas mentales sin decir una sola palabra, como, por
ejemplo, la timidez, la locuacidad, la susceptibilidad, el egoísmo, la
confusión, la reserva, la exaltación, los estremecimientos, el orgullo, la
altanería, la negligencia, la desconfianza, la agitación. Las risas
anormales, los trastornos de la memoria, la disposición, calma, los
suspiros, la vivacidad, la lentitud,
los llantos al hablar de la enfermedad…etc.

Además, hay síntomas que no hay necesidad de preguntar porque los


mismos enfermos los enuncian si son verdaderamente marcados, o bien el
ambiente los describe antes de la consulta, como la negativa a comer, el deseo
de huir, a veces el miedo al suicidio y hay síntomas que es necesario saber
observar. Los tics son muy interesantes, son síntomas del subconsciente y se
puede decir que casi siempre tienen una relación genital. Cuando alguien tiene
tics hay algo que no anda bien del lado sexual, sobre todo si se encuentran cerca
de la nariz. En los niños puede corresponder a un rechazo después de un
reproche o algo que les ha chocado.

LAS AVERSIONES Y LOS DESEOS ALIMENTICIOS.

26
1) ¿Cuáles son los alimentos por los que Ud. tiene un deseo marcado? Aquí
conviene, durante la respuesta de los enfermos, observar bien su mímica
pues es muy fácil leer en sus rostros observando, por ejemplo, las
particularidades de las comisuras de la boca que se bajan si la persona esta
asqueada o al contrario suben mientras los ojos brillan si existe un deseo o
fuerte atracción alimenticia. Es bueno agregar, por ejemplo: ¿Los pasteles?
¿los dulces? ¿las cosas azucaradas? ¿el azúcar solo? no se formula la
pregunta, se enumera y de repente el enfermo reacciona: ¡Oh los dulces!,
me encantan, ¿las cosas acidas? ¿las cosas condimentadas? ¿las cosas
grasas? la manteca (al hablar de manteca preguntemos siempre sola o con
pan) la fruta, el pescado, la carne, el café, el vino, la cerveza, la sal. Lo que
nos interesa no es el enfermo que nos dirá: “Si me gusta mucho la sal” sino
el que tiene una necesidad de sal y hasta sala antes de probar sus
alimentos.
2) ¿Cuáles son los alimentos que le hacen mal y que Ud. no puede comer?
Todas estas preguntas, como es fácil notar, ya fueron formuladas al
principio del cuestionario. Pero al repetirlas podremos darnos cuenta si la
respuesta fue hecha correctamente la primera vez o no; si el enfermo se
contradice esto constituye una contraprueba muy útil.

LOS SINTOMAS DEL SUEÑO.

1) ¿En qué posición duerme Ud. y desde cuando de esa manera? Ciertos
enfermos nos dirán: “Nunca he podido dormir sobre la izquierda”, y hay
cardiacos que solo duermen bien sobre la izquierda. ¿En qué posición
coloca Ud. la cabeza? Algunos duermen con la cabeza levantada, otros con
la cabeza completamente bajan. Si vemos un enfermo que hace un ataque
de asma o de enfisema y que solo está bien completamente acostado con
la cabeza baja, nos parecerá extraordinario, y es un síntoma precioso que
nos conducirá a Psórinum. También hay que preguntarles en qué posición
colocan los brazos, cabeza, piernas.
2) ¿Qué hace Ud. durante el sueño? Y agregaremos como al pasar: Algunos
enfermos hablan, gritan, lloran, ríen, se estremecen, están agitados, tienen
miedo, crujen los dientes, duermen con los ojos abiertos.
3) ¿A qué hora se despierta y cuáles son las horas de sus insomnios o
somnolencias en las 24 horas y que causas las atribuye? Algunos nos dirán
27
que no duermen porque tienen comezón, palpitaciones, o sueños horribles
que los despiertan.
4) Exponga los sueños que se producen más a menudo. Esta pregunta es
muy importante. Aquí hay una excepción en el Repertorio que debemos
conocer. En el Repertorio debemos tratar de hacer corresponder los
síntomas de los remedios de valor equivalente a la importancia de esos
síntomas en el enfermo. Un deseo de sal muy marcado en un enfermo debe
llevarnos a buscar en el Repertorio un remedio que tenga también ese
deseo muy marcado, luego, un remedio en el grado más fuerte, impreso en
caracteres gruesos, a menos de que se trate de un remedio raro e
insuficientemente experimentado. Pero para los sueños, si encontraremos
un remedio en grado pequeño también debemos de fiarnos de él.

La hora de despertar de noche es muy importante. Desgraciadamente


muchos enfermos nos dirán: “depende de la hora en que me acueste. Si me
acuesto a las diez me despierto a las 2, si me acuesto a las 24, me
despierto a las 4”. Esto no nos interesa. Lo que necesitamos, es la hora en
que se despierta más a menudo. Si responde que a las 4 de la mañana
sabremos que tenemos una indicación de Sulphur; sabemos que ese
enfermo a menudo se levantara para evacuar de noche o bien a la mañana
en cuanto se despierte deberá saltar de la cama por necesidad de evacuar-
toda esta cuestión del horario de insomnios será muy útil- no confundamos
en el Repertorio la rúbrica que concierne al horario de insomnios: el
insomnio después de las 2 no corresponde a los mismos remedios que el
despertar a las 2 y volver a dormirse algunos minutos después y no se
tratara de un insomnio

LOS SINTOMAS SEXUALES.

Con aire despreocupado, pero vigilando al paciente diremos:

1) Hay enfermos muy inclinados a las relaciones sexuales, otros, al contrario,


muy fríos, algunos hasta experimentan aversión por todo contacto.
Anotemos las respuestas: pero será más fácil corroborar estos síntomas
formulando esta pregunta a la otra parte de la pareja en una visita posterior;
y a veces nos enteraremos de cosas que serán exactamente lo contrario de
lo que nos había dicho el enfermo. Seamos siempre prudentes en los
28
síntomas sexuales. Es útil saber que puede haber aversión sexual o
insensibilidad. Muy a menudo es una cuestión de educación, de técnica.
A menudo, cuando un marido cree ser delicado, es grosero porque la
sensibilidad femenina es “exquisita”, y el hombre no es nunca bastante
delicado para con su pareja; no se da cuenta de la manera grosera en que
se comporta para con su esposa; tengo un matrimonio que ha fracasado
completamente porque el señor deseaba, a la noche, ver a su mujer
pasearse completamente desnuda, por los salones iluminados. Ella lo hizo
para darle gusto, pero desde ese día le tomo asco. Hay en ese dominio mil
y un pequeño detalle a los cuales se debe prestar atención. Recuerdo otro
marido que adoraba fotografiar a su mujer completamente desnuda;
evidentemente ella encontró el hecho encantador en el mismo momento,
pero después se preguntó para quien sería la foto…

INDISPOSICIONES MENSUALES

En este capítulo extremadamente útil y precioso para la búsqueda de


remedios. Kent decía que todo lo que concierne a las secreciones, cualquiera que
sea su origen, color, olor, consistencia, concierne a características que jamás se
encontraran en el ataúd y lo que caracteriza a la vida y debe ser objeto de
nuestras investigaciones es lo primero que no vemos en el ataúd.

1) ¿A qué edad tuvo sus primeras reglas y a qué edad cesaron?


2) ¿Cuál es su frecuencia, su regularidad?
3) ¿Cuál es su duración, abundancia, color, olor? ¿cuál es el aspecto y la
consistencia de la sangre
4) Indique la hora en que la hemorragia es más manifiesta. Hay mujeres que
no pierden de noche, otras de día, otras pierden solamente caminando.
5) ¿Cómo se siente Ud. antes, durante y después de las reglas?
¿físicamente? ¿moralmente? Y eventualmente en el momento en que
deberán llegar; esta es la pregunta del molimen catamenial

29
REVISION DEL CASO.

Para terminar, se hace lo que llamamos revisión del caso. Es necesario


tomar entre los síntomas indicados por el enfermo los que son raros, extraños,
poco frecuentes o singulares, por ejemplo:

Sensación de clavo que se hunde en la cabeza;


Sensación de hilo que tira los dos ojos hacia atrás;
Sensación de bola en el cuello;
Sensación como de garra que aprieta el corazón;
Sensación de tener las rodillas y los tobillos como vendados.
Síntomas que, para nosotros son de gran importancia siempre que tengamos la
seguridad de que no hay causa ocasional que los provoque, por ejemplo,
traumatismos, cuerpos extraños, causas externas. Si un enfermo que se queja de
estar apretado en la muñeca, por una pulsera o reloj que aprieta demasiado, esto
no es un síntoma. Si nos hablan de bola en el cuello, habrá que preguntar en qué
momento se produce, si es al tragar o después de haber tragado, o si no es
modificada al tragar…etc. Y mirar si no hay un bocio, por supuesto.
Trataremos enseguida de precisarlas modalidades, de los síntomas más
sobresalientes de los cuales se queja el enfermo, es decir, la agravación por el
movimiento, el descanso, el calor, el frio, en un cuarto, al aire, según la posición,
etc.

Como abordar un caso agudo

Las afecciones agudas son reacciones pasajeras desagradables o menos


repentinas que se manifiestan por síntomas agudos y que molestan al individuo.

30
Siempre comienzan, tienen tendencia a aumentar, luego los síntomas se
enmiendan y desaparecen… o bien, el enfermo muere. Tal es la suerte de una
neumonía, de una hemorragia, de una infección séptica de garganta, etc.
Más particularmente en las enfermedades agudas, pero también en las
crónicas, hay que recordar el esquema de Hering en ocasión del interrogatorio y
examen del enfermo.

ESQUEMA DE HERING.

1.-SENSACIONES

3.-MODALIDADES 4.-SINTOMAS
CONCOMITANTES

2.-LOCALIZACION

Pero por sobre este esquema, hay que pensar siempre en el síntoma
etiológico posible que domina todo y se traduce por las siguientes observaciones
del enfermo.

“Desde mi último embarazo; desde una pena; desde una hemorragia; desde
una cólera; una vejación; un miedo; desde la supresión de mi eccema que. No
obstante, estaba “curado” (¿); o desde tal operación … ¡ESTOY ENFERMO!

Retened que un síntoma etiológico tiene siempre primacía sobre todos los
otros y que será siempre el primero a considerar en la búsqueda del remedio
salvador. Si tenéis la suerte de tener semejante síntoma, no os rompáis la
cabeza, el remedio debe encontrarse en la rúbrica correspondiente.

1-SENSACIONES

31
Interrogad sobre las sensaciones experimentadas para saber de qué clase
de dolores se trata. La Homeopatía conoce aproximadamente 139 dolores
diferentes en el Repertorio de Kent. Preguntad a que se parece el dolor, pero
evita sugestionar a vuestro enfermo. Si es necesario enumerad una serie de
dolores, varios ejemplos “como una pequeña letanía”, vigilando la manera en que
el enfermo responde, diciendo, por ejemplo: “Hay personas que se quejan de
dolores ardientes, picantes, de presión, de estallido, que corroen, etc. “

Observad bien los propios términos utilizados por el enfermo en esta descripción
y tened certeza de no haberlo sugestionado poniéndole “tal expresión en la boca”.
No pregunte, por ejemplo:

¿ES UN DOLOR ARDIENTE?, ¿PICANTE?

Siempre hay que dejarlo hablar y sobre todo evitar que puede responder “Si” o
“No”, pues entonces la pregunta está mal formulada.

2.-LOCALIZACION.

No os fíes jamás de términos como “Me duelen los riñones, los brazos, el
estómago”, pues puede tratarse del sacro, del antebrazo o de la vesícula biliar.
Haced que os muestren siempre el lugar y no con la mano, por sobre las ropas,
sino con el índice y directamente sobre la piel, no temáis hacer desvestir a
vuestro paciente. Así se evitan muchas sorpresas. Por ejemplo, el caso de un
cirujano muy conocido al que un enfermo va a consultar por ganglios dolorosos
en la ingle derecha. El cirujano la hace acostar, abrir el pantalón, palpa la región
inguinal derecha, y constata algunos ganglios calientes y dolorosos, interroga
sobre posible accidente o una infección en los pies, hace quitar los zapatos y
medias y no encuentra nada, ni una uña encarnada, ni supuración alguna.

El enfermo vuelve a vestirse y toma la receta: pomada de letiol que ensucia su


ropa interior y no trae ningún alivio. El enfermo hace 37.5° de temperatura,
duerme mal y va a ver su médico homeópata, el que lo hace desvestir
completamente y constata un magnifica zona poplítea y en el muslo posterior
derecho, jamás se debe temer hacer desvestir al enfermo y observar por sí
mismo la localización designada. Dos dosis de Mezéreum 10,000(K) y en 15 días
la zona y todo su cortejo sintomático había desaparecido sin dejar otros rastros
que algunas huellas rojas en el trayecto de la erupción.
32
Luego haces que te muestren siempre con el dedo el trayecto doloroso y las
irradiaciones.

Alguien se queja de una sensación helada en el estómago hay que precisar


si la siente en el interior o en el hueco epigástrico, sobre la piel, pues esto
corresponde a remedios completamente diferentes.

3.-MODALIDADES

Luego, se pasa a las particularidades que acompañan las manifestaciones


dolorosas u otras y de las que se queja el enfermo, pues esto permite una
individualización preciosa. Abrid el Repertorio de Kent—ese precioso diccionario
de síntomas de más de 1,500 páginas—y estudiad de una vez por todas los
dolores, por ejemplo, de cabeza; “Head-pain”. Para vuestro interrogatorio agudo
retendréis todas las condiciones que modifican aumentan o disminuyen las
sensaciones experimentadas por el sujeto; por ejemplo: las influencias
meteorológicas, el calor, el frio, el sol, la tormenta, el aire, la humedad, la
posición, el movimiento, la marcha, antes, durante o después de la menstruación
y todas las ocasiones en los que los dolores aumentan o disminuyen.

4.-LOS SINTOMAS CONCOMITANTES.

Estos entran en la categoría de síntomas curiosos, raros, extraordinarios,


porque nuestros conocimientos anatómicos y fisiopatológicos no nos permiten
explicar la relación de estos síntomas entre sí. En la medicina clásica se descuida
siempre; en medicina homeopática, al contrario, se los retiene celosamente y con
el mayor cuidado, pues caracterizan, no a la enfermedad, sino más bien al
enfermo, el objeto principal y de predilección de todo médico homeópata.

Por ejemplo, una ciática que mejore al orinar (Tellerium) o con unas
sensación de frio del lado doloroso (Ledum, Mercurius, Silícea), o bien calambres
abdominales que se producen en cuanto el enfermo bosteza (Zincum), o después
de una vejación (Colocynthis, Staphisagria), o que se producen cada vez que
fuma (Bromium), o también vértigos en ocasión de cada erección (Tarentula) o
después de haberse afeitado (Carbo Animal), en cuanto una mujer embarazada
(Arsenicum, Gelsemium, Natrum Muriaticum, Phosphorus)

33
En resumen, en todo caso agudo, retened por consiguientes o lo que se
llama el conjunto de los síntomas y sobre todo los síntomas más notables, los
marcados, aun los más raros. Que han surgido en ocasión de la manifestación
aguda, sin preocuparse del pasado.

COMO ABORDAR UN CASO CRONICO

El primero que aclaro verdaderamente esta cuestión fue Kent


Evidentemente al desarrollo a partir de las Enfermedades Crónicas, pero
Hahnemann solo da al respecto indicaciones demasiado generales y demasiadas
vagas. Claro que todo lo podemos encontrar en los trabajos de Hahnemann. pero
desde el punto de vista práctico y didáctico, es a Kent a que le debemos sobre
toda esta enseñanza.

Es Kent quien nos ha enseñado a buscar en los casos crónicos, entre la


universalidad de los síntomas, sobre todo, cinco categorías que constituyen los
síntomas más esenciales de todo individuo, a saber:

1) Los síntomas mentales, que son los más importantes;


2) Los síntomas generales;
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3) Los deseos y aversiones;
4) Los síntomas del sueño;
5) Los síntomas sexuales.

Empezar el interrogatorio por los síntomas mentales, es en general, “malograr


el caso”, por la buena razón de que si, a un enfermo que viene a vernos por
primera vez, le preguntamos que, si es celoso, o colérico, lo disgustaremos y
haríamos fracasar nuestra observación. Todos somos sensibles y
eminentemente susceptibles no toquemos esta susceptibilidad o por lo menos
“acariciémosla” suavemente de otra manera…Podemos “acercarnos” a ella; de
una manera diferente. Evidentemente, si es el enfermo el primero en
exponernos sus síntomas mentales, aprovecharemos con deleite: pero esto no
sucederá muy a menudo.

Claro que sin decir nada podemos observar ciertas cosas en un enfermo
impaciente que ya en la sala de espera ha llamado dos o tres veces a la
secretaria, par a preguntar si falta mucho par a que le llegue su turno, que se
pasea por el corredor, que se agita en nuestro consultorio. . etc.

Empezaremos pues con preferencia por los síntomas generales; todo el


mundo soporta que se le hable de las influencias exteriores llamadas
meteorológicas, de la temperatura, del calor o del frio, en una palabra, de todo
lo que concierne a los síntomas generales en el Repertorio.

En cuanto a los deseos y aversiones, estas son manifestaciones que


representan verdaderamente al individuo. Cuando alguien agrega sal antes de
haber siquiera probado, cuando sale de su casa para ir a comprar una rodaja
de jamón o una tableta de chocolate, esto representa un deseo, una necesidad
característica. Lo mismo sucede con los deseos que con las aversiones; esto
pertenece al individuo y no a su estómago.

Tenemos enseguida los síntomas del sueño, Son para nosotros


extremadamente preciosos, porque son inconscientes: insomnios,
somnolencias, posición durante el sueño, sueños etc.

En cuanto a los síntomas sexuales, rara vez podemos extraerlos, en la


primera consulta. Hahnemann decía ya que para estos síntomas hay que tratar
de interrogar primero al conyugue o por lo menos a alguien que conozca bien
35
el enfermo. Sobre este tema los enfermos eluden la verdad y mienten muy
fácilmente; por lo tanto, no hay que provocarlos. Es como cuando se le dice a
un niño “¡comiste chocolate!” “¡fumaste!”. A esta interjección responderá
evidentemente “no”. Es mejor decirle “Escucha me parece que hoy hueles un
poco a cigarro- es una lástima fumar así”. Y luego, hay que ayudarle un poco a
confiarse y no atacarlo de frente cuando uno sabe de antemano que
responderá lo contrario.

Es evidente que si preguntamos a un enfermo cuáles son sus necesidades


sexuales, hay que reconocer que le costara responder puesto que no sabe
muy bien qué es lo normal en este dominio. Pero si una esposa viene a
decirnos: “Mi marido desea tener relaciones sexuales todos los días desde
hace 14 años “este es un síntoma digno de tomarse en cuenta. Hay que
conoce en este dominio todas las anomalías sexuales y los enfermos no
confiesan de buena gana los pequeños vicios que puedan tener al respecto y
el médico debe, verdaderamente tener una psicología muy aguda y un gran
tacto para saber formular sus preguntas de manera aceptable y obtener una
respuesta válida. Pero, en la duda, vale más dejar, el tema de lado pues lo
mismo tendremos suficientes síntomas para prescribir.

Volvamos, ahora, con más detalles a esta cuestión de anamnesis.

1.-LOS SINTOMAS GENERALES

Aquí tenemos que considerar todas las reacciones a las condiciones


meteorológicas. Estos síntomas solo tienen valor si son netamente marcados y
si uno está seguro de la respuesta. Es necesario que nuestras preguntas
jamás puedan ser contestadas con un “si” o “no”. No preguntaremos a alguien:
“¿Soporta Ud. el sol?” “¿Se enferma Ud. cuando se expone a la humedad?
pues puede responder “si” o “no” estas son malas preguntas.

Pero podemos preguntar; “¿Cómo soporta Ud. el sol?”. Hay personas que
salen con sombrero y que temen mucho al sol…” y esperamos la respuesta.

En los síntomas generales tenemos enseguida las agravaciones horarias. El


reloj medicamentoso es siempre precioso para nosotros. Preguntemos al

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enfermo: 2 ¿Cuál es la hora del día o de las 24 horas en las que Ud. se siente
menos bien?”. Cierto nos responderán: “¡Eh! Es al despertar, antes del
mediodía o de las 4. Preguntaremos siempre en que se agrava el enfermo en
ese momento del día. La agravación horaria es siempre algo precioso; ya sea
para un síntoma general, o para un síntoma local; y a nosotros nos toca
establecer la diferencia. Hay dolores o malestares que se producen siempre a
las 10. Otros a las 14, sin que pueda darse una explicación a esta reacción.
Luego, en Homeopatía tenemos la suerte de tener medicamentos que han
provocado síntomas precisamente a esas horas. Así tenemos la llave que
responde a la cerradura.

Hay también la reacción al calor y al frio, Kent ha insistido mucho al


respecto. El Dr. Tyler lo mismo. Se pueden dividir los enfermos en cuatro
categorías: los que se agravan siempre por el calor; los que se agravan por el
frio; los que se agravan por las temperaturas extremas; y finalmente, los que
son indiferentes, al frio o al calor que soportan igualmente bien el uno como el
otro. En el Repertorio encontramos el exceso de calor vital, para los que tienen
demasiado calor y la falta de calor vital para los grandes friolentos que tienen
siempre demasiado frio. Estos son síntomas muy importantes de las
manifestaciones constitucionales.

El Dr. Tyler una lista de remedios agravados por el calor y de los remedios
agravados por el frio, lo que no es una misma cosa y un matiz que debe
tenerse bien en cuenta. En Inglaterra sobre todo se ha considerado a estos
síntomas capaces de ser eliminadores. Pero cuando no se está absolutamente
seguro de este síntoma se corren grandes riesgos de equivocarse. Seamos
pues, prudentes y usemos la mayor circunspección al eliminar nuestros
remedios. Nuestro medicamento debe encontrarse siempre entre los que
corresponden a los 3 0 4 primeros síntomas esenciales que hemos elegido

Hay síntomas que caracterizan a un individuo, así como algunos rasgos


caricaturales caracterizan a un rostro. El homeópata debe tener un espíritu de
fineza y de observación muy desarrollada y a él le toca saber reconocer un
caso dado, lo que es raro, lo que es característico, esencial. Lo que es
extraño, poco frecuente, curioso, no habitual: y si puede encontrar estos
síntomas característicos, entonces es el rey de la situación.

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Están también los síntomas que se relacionan con las condiciones
metereopáticas; los enfermos se agravan por los cambios de tiempo, de
temperatura, las tormentas, el viento, las estaciones, la nieve, la humedad.

Están también por supuesto, las reacciones a las condiciones del clima, el
mar las montañas. Hay que saber si esto modifica verdaderamente sus
síntomas o si se trata simplemente de un placer para ellos. Hay que saber,
pues, hacer algunas preguntas claves.

Pensemos también en la pregunta de agua; hay enfermos que se lavan con


agua fría, otros con agua caliente, a algunos les gustan los baños, a otros le
agravan…etc.

Esta también la pregunta del movimiento, de la influencia de la marcha, de


la posición.

Ciertos enfermos no soportan las ropas ajustadas. Entonces hay que saber
si es simplemente en el pecho, o en el cuello, o en el vientre… ¿Qué usa Ud.?,
¿cinturón?, ¿tiradores?, por qué.

Pensemos en la pregunta de los traumatismos. Ciertos enfermos están mal


desde un traumatismo que puede ser antiguo. Para otros las menores heridas
supuran, o sangran, etc. ¿Cómo son las cicatrices? Rojas, gruesas,
pruriginosas, dolorosas.

2.-SINTOMAS MENTALES.

Pueden ser abordados inmediatamente después de los síntomas generales;


el enfermo esta todavía bastante “fresco” como para responder. A veces es
necesario saber crear un ambiente que disponga a nuestro enfermo a la
confidencia. Evidentemente, cuando podemos decir a un enfermo; “Escuche,
señor, veo que le gusta mucho viajar, que le gustan las lecturas filosóficas y
espiritualistas, que detesta Ud., la música…” en una palabra, si podemos
decirle sobre su carácter algo que él no nos haya dicho, esto crea ya una
corriente de confianza, seguramente no aprenderemos esto en las Facultades.

Cuando era estudiante, tenía un profesor que nos decía que “Cuando un
enfermo llega a la consulta, hay que empezar por decirle que es un mentiroso;

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no hay que escucharlo y hay que pensar enseguida en el cáncer, en la sífilis o
en la tuberculosis y fiarse solamente de las manifestaciones objetivas del
examen clínico”, el homeópata es confiado, y si su enfermo lo engaña,
terminará por darse cuenta de ello. Si hay preguntas delicadas en las que
sabemos que hay muchas posibilidades de no tener una respuesta exacta y
bien, no debemos formularlas. Debemos darnos cuenta de ello y dejar siempre
a nuestro enfermo en libertad para dar su respuesta.

Observemos la manera de andar, la manera en que nos hablan. A veces


veremos que, al hablarnos, de repente, uno de los ojos de nuestro enfermo
comienza a bizquear; veremos esto en los niños, en los jóvenes a veces;
menos frecuentemente en los hombres. Esto significa que nuestro enfermo
tiene miedo, que tiene aprensión, que está impresionado. No le formulemos
entonces preguntas desagradables, no le anunciemos que tiene cáncer y que
pronto morirá. Seamos circunspectos, pensemos que nuestro enfermo es
impresionable y adaptemos nuestra actitud a ese estado.

O bien, es una joven que se ruboriza a cada cosa que el decimos; hay que
hacer que se sienta cómoda. Hay enfermos a los que no se pude mirar fijo y
debemos aparentar mirar el paisaje de la derecha o de la izquierda; cosa que
no nos impedirá mirarlos muy atentamente y al detalle; pero sin mirarlos fijo
pues se sentirán espantosamente incómodos.

Tratemos siempre a nuestro enfermo con miramientos. Seamos


benevolentes y libre todo no nos apresuremos. Si no encontramos todo desde
el principio, pensemos que pronto lo encontraremos. Nunca nos
arrepentiremos de haber esperado para dar un buen remedio y siempre
estaremos contentos de haber esperado dando una substancia anodina,
(placebo).

Pero también hay preguntas sobre sus síntomas mentales que se pueden
formular perfectamente a la gente. Hahnemann ha dado toda una lista de
síntomas vergonzosos sobre los cuales vale mas no interrogar directamente y
sobre los que no nos dirán la verdad. Si leemos el Órganon, los
encontraremos. Estos son síntomas por los que se experimenta un sentimiento
de vergüenza, que uno no se anima a confesar, los abordaremos

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indirectamente. Pero entre los síntomas mentales que podemos obtener
directamente, hay varias clases.

Primero, los miedos y las ansiedades. Estos son los síntomas que se
abordan más fácilmente, “¿De qué tenía Ud. miedo cuando era pequeño? Hay
niños que no pueden dormir en la oscuridad o con la puerta cerrada. Esta el
miedo de los animales, el miedo de estar solo, el miedo al porvenir, el miedo
de que suceda una desgracia; el miedo al agua…”. Propondremos nuestra
pregunta de una manera general. “Hay personas que tienen miedo a los perros
“. Y a veces, nuestro enfermo dirá enseguida: “¡Yo también!”. Conozco una
señora que tenía un miedo espantoso a un perro que le saltaba violentamente
encima cada vez que pasaba delante de la propiedad en que estaba, y saltaba
contra el cerco ladrándole furiosamente. “Le indique un pequeño medio muy
simple. Compre dos o tres salchichas y arrójeselas al perro al pasar”. Lo hizo y
después de tres veces no hubo más ladridos cuando pasaba, el perro ya no
la odiaba, y ella, ya no tenía miedo al perro. Las moscas se casan con miel…

Yo tenía una americana que vivía en el último piso de una gran casa y que
no podía dormir porque los sirvientes que vivían arriba armaban, al regresar,
un bochinche tremendo con su taconear. ¿Qué hizo? Tuvo buen cuidado de no
sermonearlos o escribir al administrador, no, compro cinco pares de bonitas
pantuflas, se las regalo y a partir de ese día no hubo más ruido. Los sirvientes
estaban encantados de recibir semejante regalo y todo el mundo estaba
contento.

Luego siempre debemos tratar de encontrar una solución por la vía


agradable y por la vía desagradable. Hay que tomar a la gente por la tangente,
ser amable, benevolente, y se tendrá mucho más éxito procediendo así que
siendo malhumorado, que haciendo “valer sus derechos” y pasando todo el
tiempo reclamando.

También hay personas de edad que tienen miedo a los ladrones sin que
haya una razón valedera. Lógicamente, si acaban de ser robados, esto carece
de validez.

Algunos tienen miedo a la muerte, sin ninguna razón. Otros piensan en la


muerte, o tienen presentimientos de muerte. Por supuesto que no podemos

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pedir a nadie que se alegre al pensar en la muerte. Pero recordemos que todo
lo que se relaciona con la conservación de la vida es una cosa esencial y uno
de los síntomas mentales más importantes para tener en cuenta.

Hay quien tiene claustrofobia, que no soporta estar en un cuarto cerrado o


en un ascensor; también encontramos esto en el Repertorio, en el capítulo de los
miedos, encontraremos todo lo que podamos desear al respecto. Consultémoslo
siempre con cuidado.

A propósito de la muerte, también hay personas que tienen ideas de


suicidio. Esta es una pregunta delicada para formular. Podemos decir; “Hay
personas que tienen deseos de morir…Hay personas que tienen deseos de
suicidarse… y que son perseguidas por estos pensamientos…” Y observaremos
de reojo si nuestro enfermo permanece impasible o no. Según su reacción
sabremos si hemos acertado.

Pensemos, pues, en la muerte, en el deseo o en el miedo de morir; en el


deseo de suicidio; todo esto tiene relación con el instinto de conservación que es
el instinto más marcado en nosotros, cuando nuestra vida está en peligro, en
general, todos somos muy sensibles a ello, y los síntomas que se relacionan con
la muerte estarán entre los mejores que podamos obtener como síntomas
mentales.

Enseguida debemos de pensar en un síntoma excelente que es el deseo o


aversión por la compañía; hay personas que no pueden vivir solas; cuando están
solas, siempre tienen deseo de telefonear a alguien y hablan durante horas, y
otros a los que les horroriza la gente, las reuniones, las multitudes…

También tenemos la aversión por el consuelo. Lo repetido a menudo, la


mejoría por el consuelo es algo normal, no es un síntoma y no debemos
precipitarnos hacia Pulsátilla si a nuestro enfermo le gusta ser consolado. No
obstante, este síntoma está marcado en el Repertorio; pero nada tiene que ver
con el síntoma mejora por el consuelo. Sabemos que a todo el mundo le gusta
que lo consuelen, que lo comprendan, pero si alguien tiene aversión por esto,
entonces tendremos un síntoma interesante. Si estamos frente a una ciática o a
una neumonía o a una enfermedad que anda tiene que ver con el consuelo y
nuestro enfermo siente que sus dolores o s fiebre disminuyen por el consuelo,

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este será un síntoma mental interesante. O bien, un dolor de cabeza calmado por
el consuelo, como cuando tenemos hambre, es normal que el hecho de comer
nos haga bien; pero si tenemos un dolor de oído izquierdo que mejora comiendo,
tendremos algo interesante pues no se ve la relación entre el hecho de comer y el
dolor de oído, y los síntomas que los buenos homeópatas retienen son siempre
los síntomas inverosímiles y paradojales, porque conciernen esencialmente “al
enfermo”, objeto primordial de nuestras preocupaciones.

Enseguida tenemos todos los síntomas en “hipo” y todos los síntomas en


“híper”, es decir, todos los síntomas de depresión y excitación.

Entre los síntomas de depresión tenemos el asco por la vida; los llantos,
con todas sus modalidades, Algunos lloran voluntaria o involuntariamente; otros
no pueden contener el llanto mientras conversan; o bien de sus enfermedades o
cuando les hacemos un reproche.

Yo tenía una dactilógrafa que, al contrario, estallaba en carcajadas cuando


se le hacia un reproche, cosa desastrosa, pues ante tal reacción uno quedaba
desarmado. Hay personas que se sienten mejor cuando lloran y los que, al
contrario, se sienten, peor, los agrava. Algunos lloran al oír música. Todo esto se
encuentra en el Repertorio; abramos este precioso diccionario, miremos todo lo
que contiene. Empecé mi homeopatía volviendo las 92 páginas de síntomas
mentales para cada enfermo; al principio necesitaba 40 huiras para estudiar un
caso; ahora todo va mucho más rápido, en general solo necesito una o dos horas.
pues volviendo las páginas del Repertorio uno aprende muchas cosas y sabe, por
lo menos, cuáles son las preguntas que debe formular a sus enfermos y se tiene
la seguridad que tiene los remedios que le corresponden.

Entre los síntomas de la excitación tenemos los de las personas que se


enojan por la menor pequeñez, que no pueden soportar la menor contradicción,
que contradicen, que montan en cólera, que tienen accesos de rubor o de
palidez, que se sienten mejor o peor después de la cólera, hay enfermos que
sienten deseos de gritar.

Hay sujetos taciturnos y otros que hablan sin cesar. Hay también síntomas
raros como los delirios, o por ejemplo la sensación de desdoblamiento, de tener
dos voluntades, dos narices etc.…

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Tomemos, en general, nuestros enfermos separadamente. Así tendremos
respuestas que jamás obtendríamos si estuvieran acompañados; el médico debe
de ser confidente, tener memoria “de elefante”, y debe saber guardar para si todo
lo que haya oído.

Muchos adolescentes, por ejemplo, temen que uno vaya a contar a nos
padres todo lo que han dicho, pero nos harán confidencias si saben que les
guardaremos el secreto. Así podremos arreglar situaciones de familia que no
podríamos abordar de otro modo. El médico es ante todo un amigo del enfermo y
de su familia. Debe tener sentimientos humanos, y tratar de ser para su enfermo
el sostén al que aspira.

La medicina no es un oficio; es primero una profesión para la mayoría, pero


puede ser un apostolado, un sacerdocio, para un pequeño número, o mejor
todavía, una misión como el caso de Hahnemann. Para que así sea, el médico
debe ser en lo posible un ejemplo y si pasa sus veladas en los “boîtes” pronto
encontraran sus enfermos la ocasión para decírselo. El médico debe de
comportarse de cierta manera que haga que pueda influenciar mejor a su
enfermo, si su conducta es correcta, y Kent ha desarrollado muy bien esta
cuestión en su filosofía de la homeopatía.

3.-LOS DESEOS Y LAS AVERSIONES.

Son muy importantes siempre que sean muy marcados. Si alguien nos dice:
“sí, me gusta el queso…” de ninguna manera indica que tiene deseos de queso.
Pero si sus ojos se iluminan y nos dice; “adoro el queso, no puedo pasar sin él,
este es un síntoma que se debe tener en cuenta.

Por supuesto que a todos los niños les gustan los dulces. Pero hay
personas que se compran todos los días una tableta de chocolate. Conozco
señoras que tienen siempre en su cartera un cartucho de caramelos y un señor
que tiene en el hall de entrada de su casa una enorme caja dorada de bombones
para ofrecer a todos sus visitantes…porque así tiene ocasión de servirse también
él.

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Al respecto tenemos en el Repertorio “Pastry”, pastelería” Delicacies” que son
todas golosinas, y “Sweets” que son los caramelos para chupar; esta también el
deseo de azúcar simplemente. Algunos. Comerán con gusto azúcar y rechazaran
un pastel, éstas son sutilezas; que podrán encontrar o perder un remedio útil.

Algunos adoran los ácidos, el vinagre, el limón, los caramelos acidulados,


los pepinos…etc.

También interrogaremos sobre la sal y las cosas saladas. Algunos nos dirán
“prefiero comer salado”; pero si es normalmente salado, no se tratará de un
deseo verdadero. Pero otros agregan sal a las comidas antes de haberlas
probado o hasta les gusta comer pedacitos de sal: ahí tenemos un síntoma
interesante.

Finalmente formularemos la pregunta sobre las grasas y las cosas


grasosas. La manteca, el tocino, los fritos. El deseo de cosas grasosas es, en
particular, un síntoma de Tuberculinum.

Algunos beben 10 tazas de café por día; en los deseos y aversiones esta
también el tabaco; el alcohol; con rubricas consagradas al vino, a las bebidas
espirituosas, la cerveza, el aguardiente…etc. Evidentemente, el Repertorio ha
sido hecho en América y ciertas rubricas nos parecen no haber sido bastante
desarrolladas. Nos gustaría, en particular, tener otros remedios para el deseo de
chocolate; Monnot nos había dicho ya que había observado que los tipos “Sepia”
tenían deseo de chocolate, pero muchos de nosotros deberíamos verificar este
síntoma. Lo mismo para la aversión al chocolate.

Cuando a un señor le gustan las cosas dulces, esto debe interesarnos


mucho más que si se trata de una señora o de un niño. Debemos tener en cuenta
lo que es natural y lo que lo es menos.

También están los huevos. Preguntamos siempre a los que los adoran si los
desean pasados por agua o como. Y la leche…fría, caliente, cruda o cosida.

Ciertos enfermos mastican papel, o un lápiz, u otras cosas completamente


indigestas, se trata de “Pica” para el cual el Repertorio nos indicara remedios muy
preciosos. Lo mismo para la aversión por las papas, el deseo de choucrout, etc.,
todo esto puede ayudarnos cuando el síntoma es claro y bien marcado. Pero

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todas estas pequeñas rubricas no contienen muchos remedios y no debemos
hacer de estos síntomas, síntomas eliminatorios. Y pensemos en las frutas,
verduras, carnes, vinos, licores, té, café, bebidas calientes, frías, heladas etc.

No olvidemos que los síntomas de las aversiones son siempre más


preciosos que los de los deseos. La aversión es mucho más anormal que el
deseo y lo precede cuando jerarquizamos los síntomas.

Después de este interrogatorio sobre los deseos y aversiones, no olvidemos


de preguntar cuáles son los alimentos preferidos o detestados, que no se toleran,
que hacen enfermar, provocando diarrea, náuseas, vómitos u otros malestares y
anotémoslos cuidadosamente.

4.-LOS SINTOMAS DEL SUEÑO.

Tenemos primero la posición durante el sueño: cabeza levantada o de


cabeza baja, ojos entreabiertos o cerrados al dormir, boca abierta, crujir de
dientes y todas las otras manifestaciones de llantos o gritos etc.… Todo esto nos
importa. Algunos duermen boca abajo, o sobre las rodillas, o de espaldas, o de
costado; o atravesados en la cama. Algunos les gusta dormir completamente
desnudos.

Encontraremos cardiacos que dormirán mejor acostados sobre su lado


izquierdo que sobre el derecho, mientras que a la inversa parece más normal y
no nos ocuparemos de ello.

Preguntemos también cual es la calidad del sueño, hay sueños que son
reposantes otros que no lo son; sueños agitados. Algunos se despiertan durante
la noche y les preguntaremos: ¿a qué hora? ¿Por qué?

Los sueños cuando se repiten tienen gran valor. Tuve un caso de epilepsia
en el que pude tener éxito. Vacilaba entre Silícea y Calcárea, pero como el
enfermo tenía sueños de vértigos decidí dar preferencia a Silícea, único que tiene
este síntoma y que pudo curar a este enfermo. Yo os he contado varias veces el
caso del Dr. Weir, quien tenía una enferma anémica y siempre fatigada y para la
que vacilaba en su prescripción. Dio Pulsátilla, porque la enferma tenía sueños de
gatos y en algunas semanas estaba completamente restablecida. Conozco un
enfermo que todas las noches bajaba a recorrer su departamento porque estaba

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seguro que en alguna parte había ladrones y esto siempre en medio de la noche:
¡es espantoso! Nosotros que no tenemos estos síntomas, no nos damos cuenta
de lo que representa. Es como los impulsos ¡es horrible!

También tenemos los bostezos. Algunos bostezan de manera vehemente,


en otros, el bostezo se detiene en la mitad. No puede pasar de ahí;
preguntaremos a qué horas y en qué ocasiones sucede.

Y, por supuesto, tenemos los insomnios-con los diferentes horarios y sus


diversas causas; la somnolencia y la narcolepsia.

5.-SINTOMAS SEXUALES.

Su interrogatorio exige el máximo tacto y de psicología de parte del médico.


Los síntomas sexuales son casi tan importantes como los síntomas mentales,
pues dependen de la psicofisiología del individuo, conciernen a su instinto y a sus
impulsos interiores, así como a su ser profundo.

En la mujer se le aborda fácilmente por la pregunta de las reglas cuyas


numerosas modalidades son extremadamente preciosas para favorecer y
determinar el Simillimun

¿A qué edad tubo sus primeras reglas?


¿Y las ultimas?
¿Cuál es su edad actualmente?
¿Cuándo empiezan y son más abundantes? ¿de día? ¿de noche? ¿En qué
momento del día sobre todo?
Indique
La abundancia
La frecuencia
La regularidad
La duración
La cantidad
El olor
El color
Con o sin coágulos
Suaves o ásperas
Excoriantes
Dolorosas
Cuando y como
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Como es Ud. antes, al principio, durante y después o entre reglas.
Carácter
Irritable
Enervada
Agitada
Triste
Llorosa
Agotada
Apática
Y ¿Cómo se siente Ud. en general?
Si hay leucorreas (flujo)
Su olor
Color
Abundancia
Consistencia
Dolorosas
Cuando y como
Antes, durante o después de las reglas
¿De qué color manchan la ropa?
¿Qué siente Ud. en sus órganos?
Útero
Ovarios
Sensaciones
Dolores
Irradiaciones
Comezones
Indique bien todo lo que las agrava y mejora.
Hay enfermas que se quejan de tener hemorragias fuera de sus reglas, gases por
la vagina, y Ud.
Si Ud. ha tenido o es propensa a abortos, en que mes se han producido ¿Por
qué?
¿A qué edad se casó Ud.?
¿Cuántos hijos ha tenido?
Indique si sus deseos sexuales son:
Vientos
Aumentados
Atenuados
Si Ud. no tiene ninguna sensación durante las relaciones o si experimenta
aversión desde el punto de vista sexual
O también si experimenta orgasmo

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¿Cuándo ha consultado Ud. a un ginecólogo y que le ha dicho?
Para los hombres
¿Cuándo ha experimentado Ud. una enfermedad venérea?
Sífilis
Blenorragia
Erupciones
Verrugas
Hinchazón de las partes sexuales
Hidroceles
Varicoceles
Irritación o humedad entre los muslos y las partes sexuales
Indique
Si los testículos han descendido
Si el prepucio puede retraerse a fondo sin dolor
Si Ud. pierde por verga un líquido pegajoso
Transparente
De qué color
Al evacuar
Después de orinar
En qué momentos u horas
Inconscientemente
Con o sin erección
Durante el sueño
Cuando sueña
Con que frecuencia
Mencione
Si sus erecciones son demasiado débiles
Demasiado cortas
Incompletas
Dolorosas
Con o sin deseo sexual
Si hay eyaculación precoz
Dolorosa
Sin orgasmo
Si el esperma le parece frio
A veces sanguinolento
Si Ud. ha sufrido blenorragia indique
El tratamiento seguido
La duración
Las complicaciones eventuales que sobrevinieron

48
Las recidivas
Y como se sintió después de la curación
Así como todo lo que concierne a la sexualidad

Este último capítulo cierra las preguntas a formular en un caso crónico.


Leamos con cuidado las que conciernen a la forma de abordar un caso agudo y
eso nos permitirá obtener excelentes resultados en todos los casos curables.
Estas consideraciones son el resultado de 47 años de aplicación rigurosa y
fiel a la doctrina Hahnemanniana y a los consejos dados por Kent.
Imitar a Hahnemann y a Kent solo podrá aportarnos la mayor satisfacción
terapéutica. La homeopatía recompensa a quienes le son fieles y yo soy feliz de
pues es una alegría poder difundir nociones basadas en una ley y en principios
que se revelan justos y útiles en su aplicación.

Objetivo particular del tema: El alumno estructurará una buena toma del
caso

I) Temas y subtemas.

2. La toma del caso

2.1 La visita al homeópata


2.2 Como tomar el caso
2.3 Requisitos para tomar el caso
2.4 Recoger el caso
2.5 La toma del caso

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II) Preguntas preliminares:

1.- ¿Cuáles son los síntomas de interés para el Homeópata?


2.- ¿Para qué nos sirve una buena toma del caso?
3.- ¿Por qué debemos anotar los datos patológicos existentes?
4.- ¿Cómo debemos de anotar los síntomas en una entrevista?
5.- ¿Hahnemann expuso las reglas para ala entrevista? ¿cuáles son?
6.- ¿contra qué se deben de confrontar los síntomas obtenidos en una
entrevista?
7.- ¿Cuál es el comportamiento que deben tener los Homeópatas durante la
entrevista?
8.- ¿Cuándo si debemos de interrumpir a un paciente?
9.- ¿Por qué no debemos de formular preguntas que induzcan a
determinadas respuestas?
10.- ¿Cuál es la transgresión más severa a la ley de la curación según el
Dr. Paschero?
11.- ¿Qué nos dice la ley de curación del Dr. Hering?
12.- ¿Cuáles son los dos grandes errores de la medicina tradicional que nos
menciona el Dr. Paschero?
13.- de acuerdo al Dr. Vithoulkas cuál es la única forma de aprender a hacer
una entrevista?
14.- ¿Qué puede suceder si el paciente se siente juzgado?
15.- ¿Cuáles son las capacidades que debe de desarrollar el Homeópata?
16.- ¿Si el objetivo de una entrevista no es conseguir el mayor número de
datos entonces cuál es?
17.- ¿Cuáles son las causas excitantes que tienen influencia en una
enfermedad?
18.- ¿Para qué es importante el registro de los síntomas de una entrevista?
19.- ¿Cuál es la misión del Homeópata?
20.- ¿Cómo se manifiesta la desarmonía en un enfermo?
21.- ¿Describa cuál es la importancia la capacidad de percibir en un
Homeópata?
22.- ¿Defina a que llama la Homeopatía medicamento constitucional?

III) Obtener información mediante la lectura de:

Homeopatía para todos. Sheila y Robín Gibson. Editorial Grijalbo. México


1995 pp. 37-42
Curso de Homeopatía Para graduados. Margaret L Tyler. Editorial Albatros.
Buenos Aires, Argentina. 1982 pp. 103-124

50
Homeopatía. Tomás Pablo Paschero. Editorial El Ateneo. Buenos Aires,
Argentina 1984 pp. 439-440
Las Leyes y Principios de la Homeopatía en su aplicación práctica. George
Vithoulkas. Editorial Paidós. España. 1997 pp. 201-221
Fundamentos Filosóficos de la clínica homeopática. María Clara Bandoel
Editorial Albatros. Buenos Aires, Argentina. 1990 pp. 143-170

IV)Anotar las ideas principales de las lecturas indicadas.

V) Hacer comentarios críticos por escrito, de la(s) relación(es) que se


establecen entre las ideas principales dentro de las lecturas indicadas.

VI)Realizar una autoevaluación formulando un cuestionario por escrito


sobre las lecturas para verificar si las ideas principales esta claras o
no
UNA VISITA AL MEDICO HOMEOPATA.

En todas partes impera la idea de que la homeopatía solo tiene eficacia


debido a que el médico pasa mucho tiempo hablando con el paciente, y se piensa
que esta es la principal terapia de la especialidad. Algunos pacientes pueden
mostrarse aprensivos al consultar a un homeópata, pues no saben que esperar;
tal vez han oído decir que esa clase de médicos hacen preguntas muy extrañas y
sin importancia para el problema que los aqueja.
No obstante, hay un buen motivo para que el homeópata pase más tiempo
con sus pacientes que el promedio de los médicos ortodoxos. Es necesario de
que el paciente de toda la información sobre los síntomas y signos que tiene, par
a establecer una buena correlación entre su padecimiento y el remedio indicado.
Por así decirlo, es necesario crear un cuadro de identidad y la enfermedad del
paciente que tenga las características de uno de los múltiples remedios
disponibles en la homeopatía. la entrevista se inicia más o menos en el mismo
tenor de una visita al médico convencional, con una pregunta sobre el problema
del enfermo, el tiempo de duración del padecimiento, si este se ha presentado
con anterioridad y los antecedentes familiares del paciente.
Sin embargo, el homeópata tiene que ampliar la información que obtiene,
pues el tratamiento está dirigido al paciente en todos sus aspectos, no solo al
padecimiento actual. Por ello. El médico homeópata preguntara sobre la forma

51
como se inició la enfermedad y, en particular sobre las causas que pudieron
haberla precipitado, tales como una lesión, el frio, una infección, desconsuelo,
temor o un resentimiento profundo y persistente. Esto es importante porque el
remedio adecuado para la causa que inicio el cuadro en ese momento tal vez
debe utilizarse durante algún tiempo, debido a que el acontecimiento inicial puede
seguir presente y perpetuar el desequilibrio de la energía. También es importante
obtener una historia familiar completa en ese sentido, debido a que puede sugerir
la necesidad de utilizar una clase específica de remedio homeopático –nosodes-
para contrarrestar la tendencia hereditaria.
En la historia del padecimiento actual hay que obtener una descripción
exacta de los síntomas, y en este momento cuando pueden surgir muchas
preguntas extrañas y detallistas. El médico homeópata tiene interés en tres
clases de síntomas denominados, en la jerga homeopática, síntomas particulares,
síntomas generales y síntomas extraños, raros y peculiares.
Los particulares son los síntomas pertinentes al problema inmediato del
paciente, y a menudo son los primeros que el enfermo comunica a su médico.
Suelen ser padecimientos que el paciente refiere como míos o propios los
síntomas “mi” “mi dolor”, “mi ardor de estómago”, la rara sensación de mi pie”,
etcétera. Es necesario caracterizar estos síntomas son toda exactitud posible,
para realizar una buena correlación con el remedio. Por ejemplo, no basta que el
paciente diga que tiene un dolor de cabeza, hay que determinar el lugar del dolor
–lado derecho o izquierdo, adelante o atrás, localizado o generalizado, y si irradia
hacia alguna otra parte y la naturaleza del dolor –por ejemplo, intenso o leve,
penetrante, repentino, punzante, contundente, palpitante, opresivo, cortante,
persistente o quemante-.
En la elección del remedio, también es importante identificar las
modalidades del síntoma, es decir, cualquier circunstancia que mejore o empeore
el malestar, como calor, frio, movimiento, reposo, diferentes clases de clima,
distintas horas del día o, incluso de la noche, o épocas del año.
No obstante, lo más importante para el homeópata son los síntomas
generales de la enfermedad, o síntomas “yo” –los malestares que el paciente
explica como: “me siento” o “estoy” agitado, ansioso, agotado o cualquier otra
cosa. Estos síntomas se originan en un nivel más profundo que los anteriores, los
cuales se localizan en la región afectada. Los síntomas generales son una
experiencia sensorial que abarca la totalidad del paciente y sugieren la manera
como el enfermo responde a la enfermedad y al ambiente, y también la forma
como el cuerpo a movilizado sus defensas para recuperar la armonía y la salud.
Estos síntomas son característicos de todos los pacientes, sin importar que
tengan sangre fría o caliente, el modo de cómo les afecta el clima, o la
temperatura, si sudan con exageración, si sufren cambios de estado emocional,

52
mental o en los patrones del sueño, cuáles son sus preferencias de postura al
dormir., clases de sueños, deseos o aversiones o trastornos provocados por
ciertos alimentos, y otros muchos aspectos. Si se trata de una mujer, también es
importante establecer si la condición empeora o mejora con el ciclo menstrual, o
si tiene alteraciones del estado de ánimo en etapas específicas del ciclo
menstrual.
Las características emocionales y mentales básicas del paciente son
importantes para establecer el remedio adecuado. El médico pretende saber si el
paciente suele estar relajado o nervioso y tenso, si es introvertido o extrovertido,
tímido, o sociable, agresivo, lloroso, impaciente, irritable, impulsivo, ansioso,
celoso, receloso, sensible, compasivo, si rechaza o acepta la compasión de los
demás, si prefiere o evita la compañía de otros, si se guarda los problemas o los
comparte, o si tiene algún temor insuperable como a las alturas, los truenos, las
multitudes, los desconocidos, los espacios abiertos o cerrados, la oscuridad, la
soledad o la muerte. Todo esto contribuye a crear la imagen general del paciente
y, con mucha frecuencia, sirve para identificar el remedio.
El análisis detallado de los problemas del paciente también permite que
este se sienta más tranquilo, pues percibe el interés sincero del médico en su
problema, en vez de tratarlo de una manera indiferente o superficial. Este trato
puede impulsar a su enfermo a mencionar problemas de naturaleza más íntima
como las dificultades sexuales o matrimoniales que de otra manera podría omitir
en el interrogatorio, pero pueden ser importantes en la valoración general y el
tratamiento de su enfermedad.
La tercera clase de síntomas que interesan al homeópata reciben el nombre
de extraños. Raros y peculiares -son síntomas no característicos de la
enfermedad. Por ejemplo, un paciente que enfermo por una exposición al frio,
pero prefiere permanecer descubierto e incluso abanicarse; o, por el contrario, un
individuo con fiebre que quiere permanecer arropado bajo varias mantas en la
cama, un dolor quemante que sede con el calor; o un paciente con fiebre muy
elevada y quien no tiene sed. Otros ejemplos de síntomas extraños, raros y
peculiares son sudación solo en regiones descubiertas del cuerpo, sensación de
que las extremidades son muy frágiles o hechas de cristal, sensación de ser dos
personas en una misma y en constante conflicto o la sensación de que hay un ser
vivo que salta dentro del vientre.
Al finalizar la consulta, el homeópata a acumulado abundante información
sobre el enfermo, y es evidente de que la entrevista requiere de más tiempo del
que suele invertirse en la consulta de un médico general. En este tiempo, los
pacientes tienen la oportunidad de hablar de sus problemas y como les afectan,
así como de otros aspectos de la personalidad y vida íntima que no tratarían en

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condiciones normales. Si es necesario realizar un examen físico, será muy similar
al que haría cualquier medico ortodoxo, aunque un poco más detallado
A partir de la información obtenida, el homeópata determina el o los
remedios que necesita su paciente. El proceso para hallar el remedio indicado se
facilita al consultar los manuales de referencia que relacionan los síntomas
descritos con los remedios que tienen dichas características. En fecha reciente,
esta información ha sido acumulada en programas para computadora y los casos
difíciles se resuelven con mayor rapidez por medio de este sistema.
En casos agudos, los síntomas suelen ser más sobresalientes y definidos
que en las situaciones crónicas, y la elección de remedios para padecimientos
agudos suelen ser bastante rápida y simple. La mayor parte de los trastornos
agudos pueden solucionarse con unos cuantos remedios, muchos de los cuales
se encuentran en el botiquín casero de remedios.
Si se obtiene suficiente información durante la primera visita, las
subsecuentes serán más breves. A la larga, el tiempo invertido en la primera
sesión brinda muchas recompensas a los médicos y a su paciente, siempre que
se hayan establecido lineamientos claros para los tratamientos futuros. Si el
homeópata elige el remedio correcto, es posible que desaparezcan también
muchos de los malestares que el paciente ha experimentado durante años, con lo
que se ahorrara mucho tiempo en el futuro. Una terapia homeopática eficaz
también mejora la calidad de vida del paciente y da al médico una mayor satisfacción
en su trabajo; por consiguiente, la terapia adecuada provoca una sensación de
bienestar, tanto físico como mental, en el paciente y en el médico.
El homeópata puede concluir la consulta con una explicación sobre la forma
de administrar los y como debe tomarlos. Los remedios homeopáticos se
administran de distintas maneras, dependiendo de que la enfermedad sea aguda
o crónica y de la potencia, o fuerza que se utilice. En los padecimientos agudos
suele utilizarse una potencia elevada y administrarla con frecuencia (al principio
cada cinco o diez minutos) y luego a intervalos cada vez más prolongados (media
hora, una hora, dos horas), según la mejoría observada. Por otra parte, en los
casos crónicos lo habitual es utilizar una dosis única de potencia elevada, o una
dosis única dividida, es decir, tres polvos a tomar cada cuatro horas, y repetirla en
un mes o más tiempo, según el estado del paciente. Sin embargo, cuando se
utiliza una potencia baja habrá que indicarla en forma de tabletas, tomando una,
dos o tres veces al dio durante un periodo de dos o tres semanas, o más, esto
dependerá de la condición del enfermo.
También es necesario explicar que los medicamentos homeopáticos
empiezan a asimilarse en la boca y que, por ello, es necesario administrarlos con
la boca limpia y con suficiente tiempo antes o después de ingerir alimentos, o

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bebidas o fumar. Hay que evitar tomarlos con agua porque esto impide que
permanezcan en la boca el tiempo necesario para su absorción.
Es aconsejable almacenarlos remedios donde no estén expuestos a una luz
intensa o al sol, o al frio o al calor excesivos, así mismo hay que mantenerlos
lejos de sustancias de olores fuertes alcanfor o menta.
Todo lo anterior se debe a que el calor, la luz y las sustancias de olores
fuertes destruyen el poder de los remedios. En otras palabras, ¡no los ponga en
una ventana, al rayo del sol, junto a una bola de alcanfor!
Algunos homeópatas también aconsejan que el paciente no consuma té.
Café durante el periodo de tratamiento. Aunque no hay un consenso general al
respecto, si usted toma grandes cantidades de café o té es aconsejable, incluso
desde el punto de vista de la salud, que reduzca el consumo en la medida de lo
posible

************************

COMO “TOMAR EL CASO”

Quizá el problema más difícil en la Homeopatía sea saber “tomar el caso”.


La inexperiencia puede inducir a pensar que “cualquiera puede tomar el caso,
pero que, en cambio se requiere un experto en prescripción para elegir la droga”.
Lo cierto es que, sin embargo, lo exactamente opuesto. Cuando se ha tomado
bien un caso la tarea está prácticamente terminada; si no ha sido bien tomado
nadie puede prescribir correctamente.
No es simplemente la consideración de los síntomas lo que conforma el
diagnostico; los síntomas deben de ser meticulosamente observados y anotados.
Pero precisamente donde la escuela antigua se detiene por completo, allí
comenzamos nosotros. Los “cuentos de viejas” que el médico alópata deja
impacientemente de lado y a los que no asigna importancia alguna, son con
frecuencia los factores esenciales que conducen a una exitosa prescripción
homeopática. Pensamos que ello ha surgido ya de las páginas precedentes.
Pero, cuando ello sea posible, debe de hacerse un diagnóstico y anotarse
los datos patológicos existentes: a) por respeto a la propia reputación; b) al fin de
observar el curso de la enfermedad y el resultado del tratamiento; c) por la

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necesidad de descontar a menudo cosas que dependen de una causa patológica
y que, por consiguiente no son hechos que distinguen a un paciente
determinado; y también, d) porque pueden determinar una gran diferencia en la
preparación homeopática empleada, especialmente al comienzo del tratamiento,
cuando hay groseras modificaciones patológicas con destrucción de tejidos, como
en la tuberculosis avanzada. En este caso conviene comenzar prudentemente, a
riesgo de provocar una reacción demasiado violenta no tolerada por el paciente
No habla a favor del buen nombre de un médico el que se dedique tanto a
sus síntomas y a la prescripción, al extremo de descuidar el examen, pongamos
por caso, del recto en un paciente que viene quejándose de “almorranas” para
que un médico más consiente diagnostique, más adelante un carcinoma
inoperable. El remedio, ¡muy bien!, ¡pero también el diagnostico!
Al tratar a un paciente, muchas veces el homeópata puede curar cosas de
las que nunca se había hecho mención antes; así, por ejemplo, al curar una
cefalea rebelde curar también, inadvertidamente y para su propia sorpresa, una
alopecia que el paciente jamás había mencionado antes. O bien, repasando las
anotaciones hechas, preguntar en una visita ulterior acerca de algún trastorno del
que se quejaba el paciente y que este ha olvidado por completo, pero quedo
anotado en la historia del paciente como testimonio de su curación.
Porque, como ya se dijo, los síntomas debidos, por ejemplo, a un fibroma
enclavado en la pelvis, a un cálculo en la vejiga, la ciática o dolor de nervio
debido a una subluxación articular, son en su mayor parte mecánicos y deben
corregirse con medios mecánicos. Hahnemann ha insistido en ello.
El remedio seleccionado en base a dichos síntomas , síntomas que
dependen de obstáculos o compresiones mecánicas “comunes” a la afección
grosera que los origina y no peculiares del paciente, no corregirá el estado
articular ni reabsorberá el cálculo, sin embargo, algún otro remedio, seleccionado
en base al verdadero conjunto de síntomas del paciente y completamente al
margen de los molestos padecimientos que constituyen su principal queja, han
producido la reabsorción de fibromas y cálculos , pues… lo que se ha depositado
puede ser reabsorbido . Pero esto no siempre es fácil. “Enganchad vuestro coche
de una estrella”, y que vuestras pretensiones y anhelos sobrepasen siempre lo
que realmente puedes abarcar; tendréis desilusiones, quizás debido a
conocimientos insuficientes o a la inexistencia de una cantidad suficiente de
drogas bien experimentadas; pero iréis mucho más allá que si os limitáis
simplemente a decir “imposible”, no existe tratamiento para esta enfermedad”, y
ni siquiera, intentáis hacerlo.
En un caso bien tomado, en el que el problema haya sido correctamente
planteado, cualquiera casi puede hacer la ecuación, en cambio el homeópata
más brillante debe fracasar en el hallazgo del remedio seleccionado cuando el

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caso ha sido tomado por quien carezca de los conocimientos más elementales de
lo que ha de tenerse en cuenta para la prescripción homeopática. Precisamente
faltan las cosas que desea saber. Esto se observa en forma marcada cuando las
historias hospitalarias las toma un practicante que no ha aprendido aún que es lo
que tiene importancia y debe ser preguntado, anotado y subrayado. El médico
que personalmente ha hecho la historia es el que consigue los mejores
resultados. ¡No siempre una ayuda es útil!
Y sin embargo la historia homeopática es sumamente sencilla. Hahnemann
expuso las reglas deducidas de su gran experiencia y perspicacia, siguen siendo
válidas.
1) Anote todo, con las mismas palabras utilizadas por el paciente y quienes
lo atienden, comenzando con su principal molestia o padecimiento.
2) No trate de traducirlo en los términos médicos de nuestros días pues en
tal caso solo conseguiría hacer más dificultosa la tarea de comparación.
La Homeopatía está escrita en el sencillo lenguaje que expresa
correctamente lo que realmente han sentido los experimentadores. Si las
patogénesias y la Materia Medica hubieran sido escritas en el lenguaje
de la ciencia contemporánea de Hahnemann, la Homeopatía hubiera
dejado rápidamente de existir o habría debido volver a escribirse cada
vez. Esta sencillez de expresión asombra a los médicos acostumbrados
a los términos médicos modernos, ella es justamente la que ha salvado a
la Homeopatía. No se encontrarán en la “materia Medica” términos tales
como “nistagmo” o “paranoia” y si se encuentra “nystagmus” en el
Repertorio y es para referirse únicamente a “movimientos normales del
globo ocular”. Pero se encontrarán, en cambio, detalladas ilusiones de
toda clase, pudiendo confrontar lo hallado en el paciente con lo que
realmente han provocado cierta o ciertas drogas en personas sanas, sin
la confusión de términos quizás transitorios o locales y de las teorías,
quizás también transitorias anexadas a dichos términos. Hahnemann
buscaba hechos y por eso vive. Las nomenclaturas y las teorías son
barridas por el tiempo, al surgir nuevos investigadores y autores nuevos.
Hahnemann solo tenía respeto por los hechos anotados “en el lenguaje
simple y no en engaños de la naturaleza.
3) Nunca formule al paciente una pregunta que éste pueda contestar con un
Sí o un No. Nunca haga preguntas que insinúen una determinada
respuesta. Cuanto más práctica se tienen historiar casos, tanto más se
aprende que hay pacientes que responden con un “si” por indolencia,
por no poder expresarse, o despreocupadamente mineras piensan en
alguna otra cosa que desean destacar ante el médico. Uno capta que
tales respuestas son superficiales y que nada significan.

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4) Nunca pregunte: ¿Le agrada el tiempo húmedo, o seco, o caluroso?,
¿Qué tiempo le conviene para su reumatismo, para su asma etc.? Y
cuando contesten, reflexione…Durante una ola de tiempo caluroso un
paciente puede decir que desea el tiempo frio, o que en un tiempo muy
frio desea calor. Solamente aquellos que se afectan muchísimo por el
calor o el frio darán una respuesta digna de registrarse. Un paciente que
en la época de más crudo frio dice: “¡Me gusta el frio!” o que en pleno
verano abrazador realmente goza del calor, impresiona en nosotros la
exactitud del síntoma, dando lo que es digno de ser anotado. Además,
para el paciente la palabra “caluroso” puede significar “falta de
ventilación” o “falta de aire”, lo que no siempre es lo mismo
5) Observe y deduzca el temperamento del paciente. los hay
hipocondriacos; los hay sensibles e intolerantes; personas que exageran
y presentan sus malestares en forma demasiado vivida, para impresionar
al médico y para que este redoble sus esfuerzos para ayudarles; o, por
otro lado, aquellos que ocultan lo que es importante, por vergüenza, por
timidez o reserva. Lo que se busca es la verdad; el más o el menos son
igualmente engañosos e inducen a error.
6) Existen pacientes a los que se les han pegado términos médicos que
oyeron a los doctores, o amistades que han estado en tratamiento con
médicos, o que leyeron en diarios y revistas, personas que no
comprenden dichos términos pero que los aplican y gustan utilizarlos. Así
le sucedía recientemente a una mujer que se observaba y estudiaba sus
sensaciones y decía tener una “ulcera gástrica”. Al ser interrogada
manifestó luego que no tenía una ulcera gástrica sino “un estomago
gástrico.”. Desesperado le dije ¿Sabe Ud. que significa la palabra
gástrico? “Lo que Ud. está diciendo es que tiene un estómago,
estómago” Se convenció y momentáneamente se calmó. Luego dijo
tener “ciática por todo el cuerpo”. Hubo que repetirle constantemente. sí
de ayudarla, es preciso que Ud. y yo hablemos el mismo lenguaje.
dígame que es lo que realmente siente y no piense en el nombre que eso
tiene. pero fue inútil. Sus malestares eran legión y los había clasificado
en su mente bajo rubros engañosos.
Pero “la locuacidad”. A cada instante hay que detenerlos en procura de
los síntomas esenciales. Existe tan solo el que dan un síntoma mental
franco: locuacidad, o el taciturno, el suspicaz, en cuyo caso hay que
sacarles los síntomas con tirabuzón. Por eso anote primeramente lo que el
paciente diga.
7) Hecho esto, vuelva sobre sus afirmaciones y hágaselas calificar. Tiene
dolor de cabeza, ¿aparentemente que es lo que lo provoca? ¿el trabajo?

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¿la ansiedad? ¿errores de dieta? ¿algún alimento especial? ¿cuándo
aparece? ¿al despertar? ¿en cualquier momento del día? ¿cuándo
desaparece? ¿Qué es lo que lo alivia? El calor o el frio, el movimiento o
el reposo, ¿el comer o ayunar? etc. En la lista de las preguntas útiles
que damos más adelante, ellas pueden ser utilizadas respecto del
paciente en su conjunto, o bien respecto de las modalidades de sus
partes enfermas.
8) Habiendo anotado estas manifestaciones y calificadas por el paciente allí
donde requieren calificación, formule nuevas preguntas, busque todo lo
que sea “extraño”, “raro” o “peculiar” y anótelo como elemento de
especial valor.
9) Y ahora, al final, pero no por eso menos importante, trate de descubrir
sus síntomas mentales, especialmente aquellos síntomas mentales q
que se deban a la enfermedad. Si se abre luego demasiado pronto en
busca de estos síntomas, el enfermo probablemente se acorace y
levante sus defensas. gane su confianza, deje que comprenda que estas
para ayudarle de un modo muy especial y que para ello ha de ponerse al
descubierto todo el cuadro.
Habréis anotado mucho más de lo necesario para forjar el caso, repasadlo y
comprobad que figuren en el los síntomas mentales y la totalidad de los
síntomas característicos para confrontarlos con algún remedio. Conviene
subrayar esos síntomas esenciales. Todo lo demás puede ser útil a modo
de referencia y para señalar los progresos; pero el grano que habéis cernido
afanosamente –a menudo solo unos pocos síntomas- es lo que os dará, o
deberá daros, el remedio.
Se requiere cierto esfuerzo para tomar el caso correctamente; la facilidad se
adquiere con la práctica y la experiencia y merece el esfuerzo realizado.
Ella determina lo que diferencia entre éxito y fracaso.
Del “Órganon”, de Hahnemann, simplificado y resumido.
El examen individual de un caso de enfermedad requiere del médico
ausencia de prejuicios, sentidos sanos, atención en la observación y
fidelidad en el registro de enfermedad.
Para ello solo daré directivas generales.

Habla el paciente.
El paciente detalla la historia de sus padecimientos. Los allegados refieren
de que han oído quejarse al paciente: describen su comportamiento y lo que
han observado en él. El médico ve, escucha y observa todo lo que en el
paciente sea de carácter no habitual o este alterado.

59
Anota exactamente todo lo que el paciente o sus allegados le dicen
utilizando las mismas expresiones empleadas por aquellos.
Guardando silencio les permite decir todo lo que tengan que expresar
y se cuidad de no interrumpirles a menos que se aparten del tema, pues
toda interrupción corta el hilo del pensamiento y lo que desean decir no lo
expresan luego exactamente del mismo modo.
Pero les aconseja desde el comienzo, hablar lentamente, para que
pueda anotar los puntos de importancia
Comienza una nueva línea con cada nueva circunstancia mencionada
por el paciente o sus allegados, de modo que los síntomas estén todos
alineados uno debajo del otro. Puede de este modo hacer agregados a
cada síntoma, dado al comienzo en forma vaga, pero luego más
explícitamente.
Cuando los relatores hayan puesto fin a lo que tenían que decir “motu
propio”, el médico vuelve entonces sobre cada síntoma y sonsaca las
particularidades o modalidades respecto de cada uno de ellos.

El Médico Obtiene las particulares y las calificaciones.

Relee, uno por uno, los síntomas que se le han relatado y formula nuevas
preguntas sobre cada uno de ellos; por ejemplo: ¿a qué hora se produjo ese
ataque? ¿Fue algún tiempo después de tomar la actual medicina, o mientras la
tomaba o solo algunos días después de haberla dejado de tomar? Describa
exactamente el dolor o la sensación y el lugar exacto. ¿El dolor vino en
paroxismos aislados o eran continuado?, ¿Cuánto tiempo duro? ¿En qué
momento del día o de la noche y en qué posición del cuerpo era más violento? O
bien, ¿en qué momento del día o de la noche, y en qué posición del cuerpo no se
sentía? ¿Cuál ha sido la naturaleza exacta de tal o cual circunstancia
mencionada? Todo ello descrito en palabras simples.

No formular preguntas que induzcan a determinadas respuestas.

De esta manera el médico obtiene información más precisa respecto de


cada detalle, pero jamás debe de formular sus preguntas en forma tal que quede
sugerida la respuesta, por ejemplo, el médico nunca deberá de preguntar:
¿sucedió en tal o cual forma? Jamás debe de hacer sugestiones que tiendan a
seducir al paciente a dar una respuesta falsa o a un relato incorrecto de sus
síntomas. Jamás debe de formular preguntas que puedan ser contestadas con un

60
Sí o un No; porque el paciente, por indolencia o por complacer al que interroga,
puede ser inducido a error contestando por la afirmativa o por la negativa algo
que no sea la verdad, que sea un relato incorrecto o no lo estrictamente cierto,
con lo que el cuadro de la enfermedad resulta falso y por ende inadecuado al
tratamiento
Si los detalles voluntariamente expuestos por el paciente no incluyen nada
al respecto de las partes o funciones del organismo, o del estado mental, el
médico formula nuevas preguntas respecto de ellas y del estado de la mente y
del carácter. Pero aquí también debe de utilizar solamente expresiones
generales, de modo que sus informantes se vean obligados a entrar en detalles.

De los síntomas.

Por ejemplo: ¿Cuál es el carácter de las deposiciones?, ¿Cómo es la


orina?, ¿Cómo es su carácter?, - ¿su humor?, ¿su memoria? - ¿Cuánto tiene
necesidad de beber?, ¿Qué gusto tiene en la boca?, ¿Cuáles son los alimentos y
bebidas que más apetece? ¿Cuáles son los que más le repugnan? ¿Tiene cada
uno de ellos su sabor natural?, ¿o algún otro sabor no habitual? ¿Cómo se siente
después de comer o beber? ¿Tiene algo que decir acerca de la cabeza, las
extremidades o el vientre?
Cuando el paciente ha suministrado de esta manera la información
solicitada y a trazado un cuadro tolerablemente perfecto de la enfermedad, el
médico puede verse obligado (si no tiene toda la información que necesita) a
formular preguntas más precisas y algunas preguntas especiales.
Cuando el médico ha terminado de escribir los síntomas particulares del
caso, anota sus propias observaciones acerca del paciente y averigua lo que era
peculiar al paciente cuando estaba sano.

Las propias observaciones del médico.

Nota, por ejemplo el comportamiento del paciente durante la visita: si estaba


malhumorado, disputador, precipitado, lloroso, desesperado y triste o
esperanzado, tranquilo etc.; si estaba como adormecido, o de comprensión
embotada, su manera de hablar, ronquera, debilidad, incoherencia; el color de la
cara, ojos, piel, el estado de la lengua, aliento, su olor, su audición; si sus pupilas
estaban contraídas o dilatadas, su reacción ante la luz; el carácter del pulso; el
estado del vientre; el estado de la piel, si húmeda, caliente, fría o seca al tacto; su
posición, acostado con la cabeza estirada hacia atrás, con la boca semi o
totalmente abierta; la posición de los brazos, o si esta acostado de espaldas; con

61
qué esfuerzo se levanta por sus propios medio; y todo aquello que llame la
atención al médico.

Síntomas provocados por drogas.

La sensación y síntomas de un paciente bajo la influencia de alguna


medicina previa no dan una imagen pura de su enfermedad. Pero los síntomas y
malestares que ha padecido antes de empleo de tales medicinas, o después de
haberlas interrumpido durante una cantidad de días, pintan fidedignamente la
enfermedad original y deben ser anotados cuidadosamente.
En una enfermedad crónica, cuando el paciente ha estado tomando
medicinas hasta el momento en que se lo ve por vez primera, conviene dejarlo
algunos días sin medicina, o administrarle algo que no tenga ningún carácter
medicinal, aplazando la indagación más precisa de sus síntomas mórbidos, a fin
de poder abarcarlos incontaminados y en su pureza y obtener así una imagen
verdadera de la enfermedad.
Pero cuando la enfermedad es muy aguda y su urgencia no permite
tardanza, el médico (si no puede averiguar cuáles eran los síntomas antes del
empleo medicinal) debe darse por satisfecho con el estado mórbido presente.
Una enfermedad complicada por una inadecuada utilización de drogas es
generalmente más seria y peligrosa que la enfermedad original, y requiere ayuda
rápida y eficiente trazando el cuadro completo actualmente presente, podrá
enfrentarlo con un remedio homeopático adecuado y el paciente no será
sacrificado a los efectos perniciosos de la droga que ha ingerido.

Causas de la enfermedad.

Si la enfermedad aguda o crónica es el resultado de una causa evidente, el


paciente o sus allegados la mencionaran en privado espontáneamente, o cuando
se les interrogue minuciosamente.
Las causas de un carácter vergonzoso, que el paciente y sus allegados no
gustan confesar, deberán ser descubiertas por el médico mediante preguntas
hábilmente formuladas o por información privada. Tales son las tentativas de
envenenamiento o suicidio, onanismo, abusos, glotonería, excesos de bebidas
alcohólicas, café, abusos en el comer, o de cierto alimento, infección con
enfermedad venérea o sarna; amores desafortunados, celos, infelicidad
doméstica, preocupaciones, aflicción por alguna desgracia familiar, malos tratos,
venganza frustrada, orgullo herido, dificultades económicas, temores
supersticiosos, imperfección de órganos genitales, etc.

62
En las enfermedades crónicas.

Cuando se interroga en un caso crónico, hay que considerar las


ocupaciones habituales del paciente, su modo usual de vida y dieta, su situación
doméstica, etc., para averiguar todo aquello que pueda tender a producir o
mantener la enfermedad, de modo que su eliminación pueda promover la
curación.
En las enfermedades crónicas de las mujeres, hay que prestar especial
atención al embarazo, esterilidad, deseo sexual, partos, abortos,
amamantamiento y el estado de la menstruación, intervalo entre estas, etc., color
y cantidad, si está precedida o seguida de leucorrea. Especialmente averiguar
qué trastornos orgánicos o mentales, que sensaciones o dolores preceden,
acompañan o siguen a la menstruación.

Investigación de enfermedades crónicas.

En las ENFEMEDADES CRONICAS las investigaciones deben ser lo más


meticulosas y circunstanciadas posible. Hay que anotar los detalles más
pequeños, si es que ha de obtenerse la curación porque en estas enfermedades
dichos pequeños detalles son los más peculiares y diferentes a los de las
afecciones agudas.
Además, los enfermos crónicos están tan acostumbrados a sus
sufrimientos, que prestan escasa o nula atención a los síntomas accesorios
menores que a menudo tienen la mayor importancia para la elección del remedio.
Han llegado a considerarlos como una parte casi necesaria de su estado, casi
como un estado de salud, pues en quince o quizás veinte años de padecimientos
han llegado a olvidar como es la verdadera sensación de salud. Apenas si
pueden creer que esos síntomas accesorios, esas desviaciones más o menos
acentuadas de la salud, pueden tener alguna relación con la enfermedad
principal.

El carácter del paciente.

Los enfermos difieren mucho en carácter. Los hipocondriacos y las


personas muy sensibles e intolerantes para el dolor, suelen describir sus
dolencias demasiado vívidamente, utilizando expresiones exageradas para
inducir al médico a que redoble sus esfuerzos para curarlos.

63
Otros por indolencia, falsa modestia, timidez o debilidad mental, suprimirán
síntomas, o los expresarán en términos vagos, o dirán que carecen de
importancia.
Si bien debemos de escuchar especialmente la descripción que el mismo
paciente hace de sus sensaciones y padecimientos, asignando especial crédito a
las expresiones con las que trata de hacernos comprender sus malestares –
porque pueden ser alteradas o expresadas erróneamente por los amigos y
allegados del enfermo-, la investigación especialmente de las enfermedades
crónicas requiere suma circunspección. Tacto, conocimiento de la naturaleza
humana, prudencia en el interrogatorio, y una gran dosis de paciencia.
En su conjunto el médico halla mucho menos dificultades en el examen de
las enfermedades agudas y en aquellas de reciente origen, porque aquí los
fenómenos y las desviaciones de la salud, por ser reciente y estar frescas en la
memoria del paciente y sus allegados, son todavía nuevas y llamativas. El médico
necesita saber todo también en estos casos; pero es mucho menos lo que debe
profundizar, pues habitualmente le son manifestados espontáneamente

Enfermedades epidémicas.

En la investigación de la totalidad de los síntomas de las ENFEMEDADES


EPIDEMICAS Y ESPORADICAS, carece completamente de importancia si alguna
vez apareció antes en el mundo algo similar, bajo el mismo u otro nombre.
Ni la novedad ni la peculiaridad de una epidemia así establece alguna
diferencia en el modo del examen o tratamiento, porque el médico siempre debe
de tomar en cuenta la imagen pura de toda la enfermedad reinante como algo
nuevo y desconocido, e investigarla meticulosamente, siempre que desee
practicar la medicina de un modo real y radical, no sustituyendo jamás la
observación verdadera por simples conjeturas, ni dando por establecido que el
caso que tiene ante si es conocido total o parcialmente, por el contrario,
investigándolo a fondo en todas sus fases.
Este es un requisito mayor aun en estos casos, porque el examen atento,
mostrara que toda la enfermedad predominante es, en muchos aspectos, un
fenómeno único, que difiere ampliamente de todas las epidemias anteriores a las
que se ha aplicado erróneamente determinados nombres, con la excepción de
aquellas epidemias resultantes de un principio contagioso que siempre sigue
siendo el mismo, como viruela, sarampión etc.

Varios casos para obtener la imagen epidémica.

64
El médico no puede obtener la imagen completa de una epidemia en base a
su primer caso. Solamente una atenta observación de varios casos le revelara la
totalidad de sus signos y síntomas, pero un médico observador puede, inclusive
del examen de su primer o segundo paciente, llegar a un conocimiento muy
aproximado de su verdadero carácter y tener en su mente su retrato
característico, consiguiendo así hallar su remedio homeopático adecuado.
Registrando los síntomas de varios casos, se completa cada vez más la
imagen de la enfermedad, en lo que ella tiene de más característico e incluyendo
las peculiaridades de su enfermedad colectiva. Síntomas tales como la pérdida
del apetito, insomnio, etc. Se vuelven más definidos respecto de sus
peculiaridades, mientras los síntomas especiales y más marcados, peculiares
solamente a pocas enfermedades y presentación rara –por lo menos en igual
combinación- se vuelven prominentes y constituyen los característicos de dicha
epidemia.
Todas las personas que sufren de una epidemia reinante, que la han
contraído en la misma fuente padecen la misma enfermedad epidémica, y la
totalidad de sus síntomas no puede ser conocida en base a un solo enfermo;
solamente puede ser correctamente averiguada por los padecimientos de
numerosos pacientes de constituciones diferentes.

Ventajas de un caso bien tomado.

Una vez bosquejada correctamente la imagen de la enfermedad (en la


totalidad de los síntomas que especialmente la señalan y distinguen), se ha
cumplido la tarea más difícil.
El médico pose entonces ante sí una imagen de la enfermedad
(especialmente si es una enfermedad crónica) para guiarlo en su tratamiento.
Puede investigarla en todas sus partes y extraer los síntomas
característicos para oponerles (es decir, a la misma enfermedad en su conjunto)
una fuerza morbífica muy similar, en forma de una sustancia medicinal
homeopáticamente elegida, seleccionada de la lista de los síntomas de todas las
medicinas cuyos efectos puros han sido determinados.
Y cuando durante el tratamiento desea saber cuál ha sido el efecto de la
medicina y que cambios se han producido en el estado del paciente, solamente
necesita durante este nuevo examen borrar los síntomas que han mejorado
marcar los que aún quedan y agregar todos los síntomas nuevos que puedan
haber aparecido.

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Síntomas

El médico observa las desviaciones del estado previo de salud del paciente,
sentidas por este, reconocidas en el por quienes lo asisten y observadas en el por
el médico. El conjunto de todos estos signos observados representa la
enfermedad en toda su extensión “(Órganon)”
Más adelante nos seguiremos refiriendo a las enfermedades crónicas.
Una de las reglas de la prescripción homeopática es tomar el caso con las
propias palabras de los pacientes. No procuréis traducirlas en términos médicos
aumentareis vuestras dificultades y probablemente equivocareis el remedio.
Resulta asombroso comprobar cómo los pacientes se expresan en los mismos
términos de la “Materia Médica”, Hahnemann mostro su gran sabiduría cuando
registró minuciosamente las expresiones verdaderas de la gente común. Si
hubiera registrado sus observaciones en la terminología médica de sus días,
hace tiempo que hubieran estado fuera de uso. Tal como figuran, lo están para
siempre, en lugar de estar fuera de tiempo, los escritos de Hahnemann siguen
siendo avanzados respecto de la época, y la gran dificultad en la aceptación de
sus hallazgos es que muchos de ellos se han adelantado a la época. Pero el
mundo médico lo está alcanzando y la Homeopatía ha dejado de ser un disparate
para convertirse en sentido común

“comience anotando las afirmaciones del paciente utilizando sus mismas palabras”

¿Por qué? Para evitar errores y malas interpretaciones, pero especialmente


con fines de comparación.
La Materia Medica está formada por expresiones vertidas por gente común
en un lenguaje sencillo. Se equiparán.
Esto ha sido un reproche contra la Homeopatía. Sus hechos no están
vertidos en los términos científicos de nuestros días.
Precisamente ha sido esta sencillez de la verdad la que ha salvado a la
Homeopatía haciéndola útil para siempre y para todos los pueblos, si se hubiera
escrito en la jerga científica de hace siglos, hace tiempo que estaría en desuso.
“La ciencia de una generación es con frecuencia un disparate de la
siguiente. Y a la inversa de este caso. Lo que se juzgara como disparate en la
Homeopatía hace un siglo, es reconocida ahora como la última palabra de la
ciencia. La verdad es grande y con el tiempo prevalece”
Respecto de la “toma del caso”, se interroga mucho, solamente se registra
lo que es definido; y se descubre a menudo el remedio por unos pocos síntomas,

66
pero síntomas característicos, entre los que se incluyen síntomas mentales
francos y síntomas extraños, raros y peculiares al paciente.
Lo siguiente figura entre lo que debe de preguntarse:
MOMENTO DE LA AGRAVACION. (En el Repertorio siempre se refiere a
agravación cuando no se especifica expresamente que se trata de mejoría.

Primeras horas de la mañana


Mañana y mediodía
Tarde
Anochecer Antes y después de medianoche
Noche

Estas agravaciones horarias se las halla al final, encabezando el capítulo


“GENERALIDADES”, pero, se las encuentra lo asimismo a lo largo de todo el
Repertorio encabezando todos los rubros.
Horas especiales, a menudo de gran importancia como el horario de las 10
a las 11 a.m. de Sulphur y Natrum Muriaticum; de 4 a 8 p.m. de Lycopodium, en
toda clase de afecciones desde neumonías y fiebres hasta dolores de muelas, la
agravación de la 1 a.m. de Arsenicum. etc.
Estas horas especiales figuran después mañana, tarde, noche etc. adónde
se producen.
PERIODICIDAD. Muy importante a menudo como “cada siete días”, de
Sulphur y la periodicidad horaria de Cedrón.
CONDICIONES METEOROLOGICAS. Peor o mejor por el frio, es decir del
paciente en su conjunto, o de las partes afectadas (que se encuentran a lo largo
de todo el libro)
Peor o mejor por el aire, por lugares cerrados, por truenos, “tormentas”,
Sepia sufre por los truenos y sin embargo Sepia es uno de los remedios que
figuran como contenta durante una tormenta con truenos.
Phosphorus y Rhododendron y unos cuantos remedios más tienen temor
al trueno. Recientemente se citó un caso curioso. Una familia se trasladó a un
sitio donde había hermosos rododendros y todos ellos que nunca habían estado
nerviosos de ese modo, presentaron terror a los truenos. Sin quererlo estaban
haciendo una patogenesia de Rhododendron.
SUEÑO. “Peor al despertar”. Muchas drogas tienen este síntoma
especialmente, Lachesis, que duerme en una agravación, y hasta tiene “miedo ir
a dormir” por el aumento de los padecimientos que tiene al despertar.
Mejor por dormir, tiene unas pocas drogas, como Sepia y Phosphorus.
Claro está que el sentirse mejor por dormir es un hecho normal y la homeopatía
trata con lo anormal, pero hay casos en que la mejoría por dormir es muy

67
marcada en los que tienen grandes sufrimientos; o, por ejemplo, casos en los que
dormir un poco pone fin a un dolor de cabeza. Por eso el rubro, mejor por dormir.
Los sueños a veces útiles, especialmente cuando el sueño se repite
constantemente; como los sueños de muerte, de ser perseguido, etc.

FALTA DE CALOR VITAL. “frialdad”


TRANSPIRACION. Alivio por, agravación por,
Sus localizaciones; caliente, fría, ofensiva, etc.
Incapacidad para transpirar. Sudoración suprimida.
CAMBIOS DE TEMPERATURA, DE TIEMPO, TIEMPO VENTOSO Y
TORMENTOSO, TIEMPO SECO.
PEOR POR EL BAÑO. Por el baño caliente; o el baño de mar-
COMER. Mejor por, peor por.
APETENCIAS O AVERSIONES. (bajo “Estómago”. “deseo por”, “aversión
por”
Como puede ser: por grasa, sal, cosas dulces, alimentos muy condimentados,
carne, pescado, leche, pan, fruta, cosas acidas, vinagre, bebidas calientes,
bebidas frías, helados, estimulantes, alcohol, té, café etc.
Y menos importantes, aunque también de importancia los alimentos que
desagradan bajo el rubro “Generalidades”
SED: extrema insaciable, ausencia de sed durante la fiebre, solamente sed
por bebidas calientes o frías.
MENSTRUACION: antes, al comienzo de, después, es decir agravación o
mejoría, anticipada, escasa, abundante, o suprimida.
POSICION: De pie, sentado, acostado, arrodillado, está mejor o peor
acostado sobre el lado derecho, lado izquierdo, de espaldas, sobre el vientre,
mejor o peor acostado sobre el lado doloroso, o el lado que no duele
MOVIMIENTO: mejor o peor por el movimiento, peor al comenzar a
moverse.
COMPRENSION: mejor o peor por la, no tolera la.
TACTO. Y sensibilidad de la piel, aversión al contacto
DOLOR errático y cambiante
SENSIBLE AL DOLOR. Ausencia de dolor.
Hipersensibilidad de los sentidos
A la luz
Al ruido, a la música
SOBRESALTOS.
VERTIGO.
TEMORES: De una desgracia. De la enfermedad
Aversión a la compañía y mejor estando solo, temor de estar solo.

68
Y síntomas mentales como:
Indiferencia y aversión a los seres queridos
Orgullo
Nostalgia
Pesadumbre, aflicción
Despreciativo
Contradice, o detesta la contradicción
Critico
Celoso
Suspicaz
Llorón
Cansado de la vida
Violento, vehemente
Temido y vergonzoso
Locuacidad
Apresurado. Lentitud
Y así sucesivamente a través de las 95 páginas que abarca el rubro mente
Hemos expuesto más arriba la clase de preguntas que hay que formular y a
las que puede desearse una respuesta; la respuesta solo es válida si se la
obtiene al formular directamente la pregunta.
Como ya se dijera, muchas de esas preguntas pueden ser formuladas en
relación a los síntomas generales. (“Yo siento el calor o el frio”), o bien para
calificar los síntomas particulares (“Mi cabeza o mi estomago están peor por el
calor o el frio”). O bien los síntomas generales o particulares pueden ser
contradictorios, lo que resulta muy sugestivo a favor de una o quizá de un par de
drogas y por consiguiente sirven para abreviar la tarea.
Poe ejemplo: Phosphorus siente intensamente el frio, habitualmente son
seres friolentos y sin embargo el dolor de cabeza de un paciente de Phosphorus
se alivia con aplicaciones frías y los dolores de estómago de Phosphorus sus
vomitas etc. ansían frio, hielo, los líquidos fríos hasta pueden ser vomitados
cuando se calientan en el estómago.
Cuando los síntomas generales y los particulares son contradictorios
constituyen un fuerte argumento en favor de un remedio.
Una vez historiado el caso y orientado hacia uno, posiblemente dos o tres
remedios probables, id a la “Materia Medica” y leedlos en ella para estar seguro
que concuerda por doquier, hacedlo con el propósito de hacer una prescripción
correcta, pero lambien en vuestro propio beneficio, para aprender así Materia
Medica y verla en acción entonces no olvidareis y obtendréis una perfección
imposible de conseguir de otra manera

69
ELECCION DEL REMEDIO

Los síntomas determinantes.


Hahnemann nos dice que “los síntomas que determinan la elección del
remedio son los más peculiares de ese remedio y de marcada similitud con ese
remedio”
Y agrega “cada medicina difiere de todas las demás en sus efectos”.
Recuérdese aquí que lo que nos atañe son las diferencias y no las
correspondencias. Una multitud de síntomas pueden ser comunes a gran número
de drogas y si se asigna igual importancia a esos síntomas, la elección del
remedio resulta imposible. Síntomas tales como “la pérdida del apetito, falta de
sueño, debilidad etc.” si no están calificados, resultan inútiles para la
determinación del remedio, por ser “comunes a la mayoría de las drogas y a casi
todas las enfermedades”.

Rasgos característicos.

Hahnemann dejo sentado que, “en la comparación de los síntomas de la


enfermedad con la lista de síntomas de las patogénesias de las drogas, deben
tomarse en cuenta especialmente y casi exclusivamente los rasgos más
destacados y peculiares (característicos) del caso. Deben guardar la mayor
similitud con los síntomas de la medicina, si esta ha de ser curativa”

Importancia fundamental de los síntomas mentales.

Y añade: “El estado de la mente y temperamento del paciente es lo más


importante del quehacer homeopático, si deseamos realmente llevar a nuestro
paciente hacia una curación verdadera.

LA RECOGIDA DEL CASO

El sistema homeopático es una disciplina científica basada en leyes, principios y


técnicas sensatas y verificables. No obstante, en su aplicación al paciente
individual, también es un arte. En ningún momento como el proceso de la
recogida del caso homeopático se observa con tanta claridad este aspecto
artístico de la homeopatía. Aunque son varias las pautas generales para recoger
un caso, cada entrevista es un proceso completamente singular que exige del
entrevistador distintos tipos de sensibilidad y diferentes enfoques para cada
paciente. Se trata de un proceso vivo, fluido, que, conduce a la información sobre
la que se realizan juicios científicos.

70
La recogida del caso en las alteraciones crónicas (la recogida del caso
agudo se estudiará a la conclusión de este capítulo) precisa de gran cantidad de
experiencia y formación, que no se puede adquirir mediante la lectura de libros.
los libros pueden ofrecer el armazón básico y una sencilla compresión de los
objetivos de un caso bien recogido, pero la desventaja del aprendizaje en los
libros, en este contexto, la tendencia del lector a conceptualizar el proceso en
forma de reglas. Al escribir un libro el autor debe generalizar por necesidad sus
descripciones y ejemplos, y el lector, por consiguiente, capta una idea demasiado
exacta, demasiado sencilla, demasiado blanco o negro.
La única forma fidedigna de aprender el arte de recoger el caso es intervenir
realmente en el proceso bajo la supervisión de un homeópata experto y eficaz. En
principio esto puede consistir simplemente en sentarse en una esquina y observar
al homeópata recoger los casos, y luego compartir las impresiones tras la
conclusión de la entrevista. El marco ideal sería una consulta en la que hubiera
instalado un falso espejo; en la que se pueda realizar una entrevista en una
intimidad simulada, mientras que los estudiantes toman notas detrás del espejo,
luego, el revisor puede estudiar las notas y hacer sugerencias las sutilezas y
énfasis que intervienen en el caso. Inicialmente, su control sobre el proceso real
de tomar notas e interpretar las respuestas del paciente es muy valioso para el
estudiante novicio. Ayuda a desarrollar la necesaria sensibilidad a cada paciente,
así como la objetividad para traducir con exactitud las expresiones del paciente
en información utilizable en el armazón homeopático.
Mas tarde, el estudiante debe intervenir recogiendo personalmente los
casos. El entrevistador homeopático debe hacerse consciente de sus propias
respuestas al paciente, por lo que debe aprender una cierta disciplina en la
situación real de la entrevista. Se debe conseguir un equilibrio entre la necesidad
de una información objetiva exacta, la sensibilidad hacia lo que el paciente está
expresando en realidad, y el establecimiento de una relación que permita al
paciente sentirse lo suficientemente cómodo para compartir los sentimientos y
experiencias más íntimas. En condiciones ideales, este proceso debería también
ser supervisado por un homeópata experto, de forma que el entrevistador pueda
refinar aún más sus habilidades entrevistadoras. Cada entrevistador tiene una
personalidad singular, y por ello un estilo único de dirigir una entrevista, y cada
paciente necesita de un enfoque individualizado. No obstante, es necesario
refinar las habilidades necesarias, de forma que la información registrada
finalmente en el papel sea lo suficiente fidedigna para su posterior estudio.
La información recogida durante la entrevista homeopática es solo la mitad
del proceso que conduce a la curación final. Un caso bien recogido que ofrece
imágenes vivas del paciente y es meticuloso, se puede estudiar fructíferamente
durante horas al final, no solo con el objetivo de llegar a un remedio, sino también

71
desde el punto de vista del aprendizaje de las interacciones fundamentales entre
la salud y la enfermedad. Un caso bien recogido también es una experiencia
valiosa para el paciente, porque se convierte en una oportunidad para examinar
de una forma consciente las más cruciales e íntimas regiones de su vida.
Por otra parte, un caso mal recogido puede ser origen de una frustración
infinita. Cuanto más se estudia un caso, más confusos nos sentimos ante lo que
está pasando realmente con el paciente, y cualquier prescripción basada en esta
información será una mera conjetura. Si no se mejora la información en visitas
posteriores, es posible seguir tal caso durante años, siguiendo con la
desfiguración de la imagen mediante las prescripciones basadas en conjeturas,
hasta que finalmente el caso se torna incurable. Esta es la experiencia de todo
homeópata en sus primeros años, pero el daño puede, al menos, minimizarse
mediante la apropiada supervisión y formación práctica.
El objetivo de la entrevista homeopática es llegar con exactitud a la totalidad
de los síntomas significativos para el paciente a los tres planos. Es esta totalidad
la que expresa las alteraciones patológicas en el plano dinámico, y a la alteración
interior solo se podrá comprender mediante el descubrimiento exacto y completo
de esta totalidad de síntomas. En otras palabras, es esta totalidad la que expresa
a nuestro conocimiento la frecuencia resonante de la dolencia. Específicamente,
el entrevistador no está recogiendo sencillamente una colección de datos que
más tarde se pueden analizar según un proceso mecánico o informatizado para
llegar a una conclusión. Se trata de una expresión viva extraída de las más
íntimas e importantes regiones de la vida del paciente, de forma que el
entrevistador debe alentar de forma suave y sensible la expresión exteriorizada
de este estado interior.
La recogida homeopática del caso es un arte en este sentido. Se puede
comparar al entrevistador con un pintor que lenta y penosamente crea una
imagen que representa en su esencia una visión particular de la realidad. El
artista empieza a pintar de una forma particular, pero al proseguir, la imagen
cambia de forma y se hace más clara de una manera no prevista por completo.
Lo mismo se puede decir de una entrevista homeopática. Al principio, la
descripción del paciente puede parecer que se dirige a un remedio en particular,
o a una comprensión particular de la evolución de la patología individual de la
persona, pero con una mayor descripción el concepto puede variar por completo.
De esta manera, pues, la información conseguida es tan verificable como
cualquier dato científico, pero su adquisición es un verdadero arte.

72
EL MARCO

En primer lugar, se debe prestar atención al marco en que se realiza la entrevista.


El ambiente debe ser tranquilo, con una decoración armoniosa, sencilla y
estética. Se debe reducir al mínimo las interrupciones, y el paciente no debe
sentirse excesivamente apremiado.
También es importante que el paciente no esté sesgado por una
preparación excesiva antes de la entrevista. Son apropiadas unas pocas
instrucciones sencillas para aclarar que la entrevista homeopática se concentra
en todo el paciente y no solo en el problema físico inmediato, se debe evitar
describir exhaustivamente el tipo preciso de información necesaria en
homeopatía, en especial el empleo de cuestionarios homeopáticos. Es probable
que esta información haga que el paciente se centre demasiado en detalles
insignificantes en vez de en los temas más significativos para su experiencia vital.
La actitud del prescriptor es un factor muy importante que puede marcar la
diferencia entre un caso bien y mal recogido. Es de importancia capital, que el
entrevistador esté interesado y preocupado por el bienestar del paciente. Este interés
puede vehiculizarse mediante unas pocas preguntas no entremetidas planteadas
de tiempo en tiempo durante la narración del paciente y escuchado con gran

73
cuidado y atención. Si el entrevistador esta sinceramente interesado, el paciente
se sentirá más motivado para ofrecer la información necesaria.
No debería de existir una implicación de juicio de parte del prescriptor. Los
síntomas ofrecidos por el paciente se aceptarán con interés, pero de forma
acrítica. No debe ofrecer consejo, y se debe evitar los preceptos morales si el
paciente se siente juzgado, probablemente se retraerá y rehusará divulgar la
información verdadera de mayor valor.
La mente sin prejuicios del prescriptor es importante no solo para la
comodidad y la libertad de expresión del paciente, sino también para la propia
capacidad del prescriptor para percibir la realidad del caso. Con excesiva
frecuencia, la tendencia es tratar de catalogar los síntomas en interpretaciones
basadas en la experiencia previa o en el conocimiento de la materia médica. Este
proceso es, hasta cierto punto, inevitable, pero el entrevistador debe estar muy
prevenido en contra de él se debe de estar muy alerta sobre cualquier intento
habitual o inconsciente de encasillar la expresión del paciente en categorías
preconcebidas
Esta es la esencia del enfoque empírico de la medicina; esta descrito de
forma excelente en el aforismo 100 de Hahnemann:
Es indiferente por completo que algo similar haya parecido o no antes en el
mundo bajo el mismo nombre u otro cualquiera. La novedad o peculiaridad de una
enfermedad de este tipo no marca diferencias ni en el modo de examinarlas o de
tratarla, porque el médico debe considerar de todas maneras el cuadro real de
cualquier enfermedad prevaleciente como si fuera algo nuevo y desconocido, e
investigarla meticulosamente por sí mismo, , si desea practicar la medicina en forma
real y radical, sin sustituir jamás la conjetura por la observación real, sin dar por
sentado que el caso de enfermedad al que se enfrenta ya se conoce de forma parcial
o total, sino examinándola siempre de forma cuidadosa en todas sus fases.
J.T. Kent, uno de los mejores prescriptores homeopáticos de todos los
tiempos, elaboro aún más este punto admitiendo humildemente como los
prejuicios tienden a deslizarse con facilidad en el proceso. En este párrafo
comenta el anterior aforismo de Hahnemann.
Téngalo siempre en cuenta, subráyelo una docena de veces con tinta roja.
Píntelo en la pared, señálelo con el dedo. Una de las cosas más importantes es apartar
de la mente, al examinar el caso, cualquier otro caso que parezca similar. Si no lo
hace así, la mente se torna prejuiciosa a pesar de sus mejores esfuerzos. Tengo que
luchar en cada nuevo caso en el que intervengo. Tengo que trabajar para impedirme
pensar en casos similares que ya he curado, porque impondría prejuicios sobre mi
mente.
Al escuchar activamente al paciente, deben intervenir mucho la imaginación
y la sensibilidad del homeópata. El homeópata debe desarrollar la capacidad de

74
vivir la experiencia del paciente. No es simplemente un tema de ponerse en el
lugar del paciente, sino de percibir la experiencia del paciente en su propio
contexto. Ya que es evidentemente imposible que nadie pueda experimentar en
realidad toda la gama de expresiones observadas durante un solo día de
prescripción homeopática, es necesario que el homeópata suspenda los
prejuicios personales, y en la imaginación se sumerja en el contexto de cada
paciente a fin de vivir esta experiencia, siquiera durante un momento.
El paciente pude describir un síntoma extraño a la experiencia personal del
homeópata –por ejemplo, el miedo experimentado entre una multitud- el
homeópata se debe preguntar activamente, ¿Qué es esto? ¿Se trata de una
sensación de opresión o ahogo por la cerrazón de la atmosfera?, ¿es miedo a
que alguien le pueda causar daño corporal, ¿Es el temor de no ser capaz de
escapar si se produce un desastre imaginado? ¿Se trata de una vulnerabilidad
emocional a los sufrimientos padecidos por los que están en la multitud? ¿Es una
sensación de pérdida de la identidad personal al sumergirse en la identidad de la
multitud como una sola identidad? A partir de estas imágenes internas, el
homeópata será capaz de plantear preguntas que aclaren con mayor precisión el
significado exacto de este síntoma para el paciente. Viviendo así este síntoma, el
homeópata también está trasmitiendo al paciente que está verdaderamente
interesado y que puede comprender realmente incluso las más íntimas de las
experiencias o pensamientos del paciente.
Este proceso es idéntico al que interviene en el estudio de la materia
médica. Al principio, cuando se aborda la materia médica, uno se siente frustrado
ante la abrumadora masa de datos aparentemente no relacionados. Pero si se
aborda cada uno de los síntomas de la manera antes descrita, el remedio se
experimenta gradualmente como una entidad viva integrada. Se debe leer cada
síntoma con gran interés y solemnidad, se debe poner en juego la imaginación.
De forma que se pueda vivir la experiencia real del síntoma y del remedio.
¿Cómo se relaciona la experiencia de este síntoma con los demás? ¿Qué es
similar? Tras meditar de esta manera sobre el significado de los síntomas y su
interrelación, el homeópata consigue gradualmente una mejor comprensión del
remedio. Del mismo modo que después conseguirá una mejor compresión del
paciente. sí un paciente se siente cuidado, comprendido y no juzgado, finalmente
aflorara su estado interior o esencia. Así si se lee el remedio con interés
compresión y de manera acrítica, finalmente mostrara al homeópata su esencia
interna. En el último análisis, la equiparación de estas dos imágenes vivas o
esencias constituye el proceso fundamental de la homeopatía.

PROVOCACION DE LOS SINTOMAS

75
Durante la entrevista, el homeópata estará relativamente en silencio,
planteando simplemente unas pocas preguntas discretas de tiempo en tiempo
para aclarar un punto, para mostrar un interés activo en lo que está diciendo el
paciente, o para dirigir la narración hacia aéreas más relevantes. Este es un
proceso suave, catalítico, y no meramente un proceso incomodo, mecánico y
rutinario de simple recogida de datos. El homeópata participa en forma activa e
íntima de lo que está diciendo el paciente. No se parece en nada al tipo de
entrevista realizado mediante un cuestionario escrito. El objetivo no es conseguir
el mayor número de datos posible sino provocar una imagen viva de la esencia
de la patología interna del paciente.
En la mayoría de las entrevistas comienzan de forma natural pidiendo al
paciente que describa todo lo que considera un problema en este momento. Por
lo general, los pacientes empiezan entonces a describir mayoritariamente
molestias físicas, y sus descripciones son con frecuencia bastante generales.
Con mucha probabilidad, se centrarán en una información de naturaleza alopática
–pruebas de laboratorio, diagnóstico de otros médicos etc.-. El entrevistador
sencillamente deja continuar la narración hasta que el paciente no tenga nada
más que decir de momento.
Inicialmente es importante que el homeópata este convencido de la
naturaleza homeopática de la dolencia. Aunque este conocimiento es de escasa
importancia en la prescripción del remedio homeopático, es muy significativo para
juzgar la gravedad de la dolencia en ese momento, lo que es especialmente
importante para comprender el pronóstico patológico para el futuro. Por lo tanto,
el homeópata bien pudiera querer examinar los registros alopáticos e informes de
laboratorio previos. Si la situación patológica sigue siendo oscura, puede ser
interesante recoger más información radiológica o de laboratorio, o incluso
recabar la opinión diagnostica de un especialista.
El homeópata puede preguntar entonces al paciente, ¿qué más? Esta
pregunta ayuda a convencer al paciente que incluso los síntomas no alopáticos o
no físicos tienen importancia. El homeópata puede efectuar un breve comentario
para asegurar al paciente que es importante la totalidad de los problemas del
paciente.
Por lo general, el siguiente paso consiste en volver sobre lo que ha
presentado a fin de aclarar el significado de cada síntoma, y obtener los detalles,
de tanta importancia en homeopatía. Se pregunta por la localización exacta de
cada síntoma, la sensación precisa, su duración, su momento característico de
agravación o mejoría, cuantos meses o cuantos años dura, y sus modalidades
frente temas como el calor o el frio, los cambios de estación, la actividad o el
reposo, la posición, el frote o la presión, etc. Dado que estos síntomas son las
principales dolencias del paciente, se deberían elaborar con cierto detalle, incluso

76
aunque finalmente desempeñen un papel solo menor en la elección del remedio.
Cualquier tipo de exploración física necesaria se debería realizar también para
aportar una observación objetiva y para asegurar al paciente que el problema se
está investigando de forma concienzuda.
Es natural preguntar entonces por la evolución del estado patológico actual
del paciente. No debería ser un mero registro rutinario de los antecedentes
médicos del paciente, sino un interrogatorio activo sobre la secuencia exacta de
aparición de los síntomas actuales. ¿Cuándo se produjeron? ¿Hubo algún
acontecimiento importante en la vida del paciente cercano al momento de
aparición de los síntomas? ¿que –causas excitantes- se pueden considerar
factores pronósticos en la producción de síntomas? En particular, la evolución del
estado patológico del paciente se debería centrar en las siguientes influencias
mayores:
1. Cualquier choque mental o emocional acaecido en la vida del paciente.
Aquí se podrían incluir duelos, graves pérdidas financieras, separación de los
seres queridos, crisis de identidad y otras tensiones de la vida.
2. Cualquier enfermedad grave que pueda haber afectado la salud global
del paciente. Se deben buscar en particular enfermedades venéreas,
enfermedades infecciosas prolongadas y desequilibrios o ataques mentales.
3. Cualquier tratamiento administrado durante la vida del paciente. Estos
tratamientos suelen ser supresores, y este factor puede tener una gran
importancia en la evolución de la patología hacia regiones más profundas. A este
efecto se debe tener en cuenta el tratamiento farmacológico, la cirugía, la
psicoterapia, los tratamientos naturales, e incluso las técnicas de meditación. Se
debe preguntar en especial por el consumo de cortisona, píldoras
anticonceptivas, hormonas tiroideas, tranquilizantes y antibióticos. Con
frecuencia, la simple formulación de preguntas sobre estos tratamientos
específicos estimulará la memoria del paciente sobre un episodio importante
anterior.
4. vacunaciones que se hayan administrado y reacción del paciente a ellas.
Toda esta información se debe recoger en una secuencia cronológica, de
forma que el homeópata pueda observar las etapas del desarrollo de la patología
actual. Con frecuencia, este interrogatorio se mostrará también muy educativo
para el paciente, que probablemente no había tenido en cuenta todos estos
factores con respecto a su salud general.
A estas alturas del caso se deberían comprender bastante bien la patología
básica y su evolución. El siguiente paso lógico es preguntar sobre las
preocupaciones típicas de la sintomatología homeopática. Estas preguntas
sondean aéreas de la vida del paciente que probablemente no se habían

77
considerado relevantes en el cuadro, lo que sirve también como proceso
educativo, además de la información homeopática real conseguida.
Estas preguntas deberían incluir la mayor cantidad de información que fuera
posible conseguir, desde luego, pero deberían tender a centrarse en áreas
particulares de importancia para la experiencia diaria del paciente:
1. Tolerancia a la temperatura, la humedad, los cambios de estación, el sol,
el clima brumoso, el viento, las corrientes de aire, las habitaciones cerradas etc.
2. Cambios que se producen en momentos determinados del día o de la
noche, y también durante estaciones particulares.
3. La calidad del sueño, la placidez o la agitación del sueño, la posición al
dormir, los momentos de paseo y las razones de él. La necesidad de cubrirse
diferentes partes del cuerpo, si la ventana debe estar abierta o cerrada, etc.
sueños habituales, sonambulismo, sonidos gestos peculiares durante el sueño
etc.
4. Apetito, sed, anhelos de comida, aversiones a alimentos y agravamientos
con la alimentación.
5. Deseo sexual, satisfacción sexual, e inhibiciones u obsesiones
particulares con respecto a la sexualidad.
6. Funcionamiento de los distintos sistemas del organismo, endocrino,
circulatorio, gastrointestinal, de excreción, respiratorio, cutáneo, etc. En las
mujeres se debe elaborar la función menstrual y la historia obstétrica,
7. La calidad global de la energía disponible para las funciones de la vida
diaria bajo distintas circunstancias.
8. Las limitaciones emocionales, ansiedades específicas, miedos o fobias,
falta de confianza en sí mismo, irritabilidad, etc.
9. Calidad de vida del paciente en relación con los seres queridos, la familia,
los amigos y los colegas.
10. Síntomas mentales como mala memoria, incapacidad de concentración
o de comprensión, estados ilusorios o alucinógenos, paranoia.
Esta lista de síntomas se debe considerar simplemente como ejemplo; las
preguntas reales en un caso determinado estarán guiadas por la naturaleza de la
propia enfermedad. Al preguntar por todas estas cosas se debe permitir una gran
flexibilidad, de forma que el paciente ser tan expresivo como sea posible, una vez
que comprenda la envergadura de los síntomas de interés para el homeópata.
Todo síntoma aparecido debe ser explorado en profundidad con respecto a
su exactitud y vividez. Por ejemplo, si el paciente notifica –depresiones-, es
importante preguntar por el significado exacto para el paciente. En estos tiempos
de modas psicológicas, este término se ha convertido en generalizado y vago,
aunque se utilice de forma habitual. En un paciente determinado puede describir

78
un deseo suicida, meros pensamientos suicidas, desaliento, falta de autoestima,
ansiedad, pesimismo, desesperación, apatía, letárgica mental, etc.
Se debe aclarar la calidad precisa del síntoma, y se debe incluir a todos los
factores modificadores.
En que es importante, estos síntomas se deben elaborar en una imagen
viva de su significado para la vida del paciente. Cuando el paciente ofrece una
descripción generalizada, el homeópata puede preguntar ¿Cómo qué? O ¿puede
ofrecer un ejemplo concreto? De esta manera, las palabras utilizadas cobran
vida, y el homeópata puede evaluar con exactitud la importancia e individualidad
del síntoma. Este principio de conseguir imágenes vivas es de una importancia
muy crucial. Si el homeópata simplemente recogiera datos secos no habría caso
alguno, y la prescripción curativa podría ser imposible.
Una vez obtenida la sintomatología homeopática detallada en el plano
físico, se establecido la suficiente confianza de interrogar más profundamente por
los síntomas mentales y emocionales. Estos son de importancia capital y deben
de aclararse con el máximo cuidado. En este terreno es donde probablemente los
pacientes guardan lo secretos más importantes, de forma que el entrevistador
debe de actuar con gran tacto y sensibilidad para que se manifiesten.
Los pacientes que son crónicos en particular guardan en su profundidad
sentimientos, pensamientos o experiencias que les causan mucha vergüenza y
embarazo. Creen que estos secretos son tan ofensivos y tan inaceptables que los
demás no serían capaces de soportarlos. En un sentido cristiano, se consideran
como profundos y oscuros –pecados- que se deben mantener reprimidos y
ocultos a toda costa. Estas imágenes, sentimientos o miedos ocultos son de la
máxima importancia para el homeópata, porque constituyen la expresión de la
actividad del mecanismo de defensa en los niveles más profundos del organismo.
Una vez que se llevan estos síntomas a la superficie, especialmente cuando se
acompañan de fuertes emociones, el homeópata puede estar seguro de que está
revelando la más profunda –esencia- de la patología. Entonces y solo entonces
se puede seleccionar un remedio que toque las entrañas más profundas del
mecanismo de defensa y provocar la curación.
Desentrañar estos profundos síntomas es desde luego un tema muy
delicado. La primera clave de su presencia se puede poner de manifiesto por una
mera tensión, o duda, o gesto, o alteración de la voz.
Dado que se habrán erigido muros alrededor de estos puntos dolorosos. El
paciente intentara pasar rápidamente sobre estos síntomas y alcanzar otras
cosas menos dolorosas. El entrevistador debe ser muy sensible a esta dinámica.
En nuestro contexto cultural normal, existen numerosas señales sutiles (verbales
o no verbales) que utilizamos para advertir a los demás que no traspasen hasta
un área privada. Gran parte de esta comunicación se realiza en forma subliminal.

79
Sin embargo, el entrevistador homeopático debe ser capaz de recoger estas
señales. Quizá la mejor manera sea ser sensible al propio grado de tensión
emocional. Si, en el curso de una entrevista, homeópata se siente a disgusto
sobre un tema determinado (suponiendo desde luego que no se trate de
simplemente de un punto doloroso para el propio homeópata), esta área se debe
explorar con más profundidad, de forma suave y sensible, pero con resolución.
Los homeópatas son tan humanos como cualquiera; por lo tanto, pueden
desear ser amados y respetados por sus pacientes. Esta motivación puede, por si
misma, impedir que el homeópata compruebe las aéreas dolorosas. Si existe un
área sensible, el homeópata tiene la responsabilidad ante el paciente de
alentarle, de forma acrítica y cuidadosa, a describir abiertamente este síntoma. A
menudo incluso la más suave de las comprobaciones en estos terrenos
provocara que el paciente se derrumbe y llore, o que se agite o se enfade. Si los
síntomas se expresan acompañados de esta carga emocional, su expresión es
beneficiosa para el paciente y de gran valor para el homeópata. En estos
momentos, el paciente está con la guardia baja, y toda expresión aparecida es
profunda y esencial para el caso.
Para algunos este enfoque puede ser una reminiscencia del método
catártico de la entrevista psicoanalítica. Es cierto que la habilidad puesta en juego
en una entrevista homeopática es superficialmente afín a la necesaria en el
psicoanálisis, pero el objetivo de la provocación de los síntomas es muy distinto.
En homeopatía, estos síntomas se hacen aflorar con el objetivo de comprender
profundamente la verdadera patología, la forma precisa de actuar del mecanismo
de defensa, y, por lo tanto, para encontrar el remedio más apropiado que pueda
conducir a la curación. Un psicoanalista, al descubrir tan importante pensamiento,
sentimiento o experiencia tendera a perseguirla de forma analítica. Por otra parte,
el homeópata, tras estar satisfecho con la provocación del síntoma se dirigirá a
otros síntomas.

Registro de los síntomas

Sería preferible poder conducir una entrevista homeopática sin tener que
distraerse por la necesidad de tomar notas, pero no es posible. El registro
homeopático es muy importante para la asistencia del paciente. Ofrece un
método fidedigno para refrescar la memoria del prescriptor en futuras visitas, y
ofrece un medio mediante el que el paciente se puede trasladar de un prescriptor
a otro sin interrumpir la continuidad del tratamiento. Al registrar el caso
homeopático, el objetivo primario es describir con exactitud y concisión todos los
factores todos los factores importantes del cao, eliminando la información

80
irrelevante. Además, el registro debería comunicar la intensidad relativa del
énfasis de síntomas particulares.
En la medida de lo posible se debe registrar la propia expresión del
paciente, en citas exactas. Esto es importante porque toda la literatura
homeopática se basa en la terminología grafica del lenguaje ordinario. Todas las
comprobaciones registran los síntomas de la forma más parecida posible a las
expresiones naturales de los comprobadores. Desde luego, en ocasiones se
puede traducir un coloquialismo particular a un lenguaje homeopático más
común. Hahnemann ofrece un claro ejemplo de ello: es permisible traducir las
palabras como –mes- -regla- o –periodo- a la terminología familiar de los
homeópatas –menstruación-. Estas traducciones se hacen de forma bastante
segura cuando se trata de síntomas físicos, pero tiene que ser muy precavido al
traducir los síntomas mentales y emocionales. Se debe tener mucho cuidado en
alentar al paciente a ser muy específico sobre estos síntomas, de forma que se
puedan interpretar con exactitud en el lenguaje homeopático. Aun así, cuando
sea posible, la mejor conducta es adherirse al máximo a la fraseología original del
paciente.
También es importante abstenerse de colocar palabras en boca del
paciente. Las preguntas se deben de plantear en forma no inductora de la
respuesta, de forma que no se permita que el paciente responda lo que cree que
Ud., que está buscando. Por ejemplo, el entrevistador debe preguntar, ¿Cómo
tolera los cambios de estación? El paciente ante esta cuestión, tiene una serie de
posibles respuestas y se ve, por lo tanto, orientado a examinar la cuestión a la luz
de la experiencia personal. O se puede plantear la pregunta - ¿tiene algún anhelo
o aversión especialmente fuerte? - en vez de alguna pregunta orientadora como -
¿anhela los dulces? -.
Se debe evitar a cualquier precio la pregunta directa, como las preguntas
para responder si o no en un cuestionario. Por ejemplo, si un paciente responde
afirmativamente a la pregunta - ¿anhela dulces? - la respuesta no se debe
registrar. Para determinar si se trata de una verdadera expresión patológica de la
individualidad del paciente, se deben plantear más preguntas para determinar su
validez; - ¿hasta qué punto es tan fuerte este anhelo? - - ¿con que frecuencia lo
experimenta? - - ¿hasta qué punto es difícil vencerlo? - - ¿puede poner algún
ejemplo de las circunstancias en que siente este anhelo? -.
También se deben de evitar las cuestiones hipotéticas. Por ejemplo, no se
obtendrá una información inútil de una pregunta del tipo: - ¿Estaría irritable si
llegara tarde a una cita? ¿Su coche estuviera detenido a un paso a nivel
esperando a un tren inusitadamente largo, y los niños estuvieran gritándose y
golpeándose en el asiento de atrás? -. Esta pregunta no aportaría información
alguna verdaderamente expresiva del mecanismo de defensa del paciente.

81
A veces, el paciente no tiene una respuesta determinada a la pregunta
inicial, deliberadamente no inductora. Supongamos que el entrevistador pregunta:
- ¿tiene miedos o fobias? -. El paciente responde, -no que yo recuerde-.
Supongamos que, por globalidad del resto de los síntomas, el entrevistador
quiere saber específicamente si el paciente tiene miedo a las alturas. Sería
incorrecto preguntar directamente - ¿tiene miedo a las alturas? -, porque el
paciente puede inferir que el entrevistador está buscando una respuesta
afirmativa. En cambio, el entrevistador puede ofrecer una serie de posibilidades
para ayudar a la memoria del paciente, como, por ejemplo, - ¿tiene miedo de la
oscuridad, de estar solo, de las alturas, de las tormentas, de los perros, o de
cualquier otra cosa? -. Supongamos que el paciente contesta entonces: -Si
siempre he tenido mucho miedo a las alturas. Siempre las evito. Se puede confiar
en esta respuesta porque escogió entre una serie de otras posibilidades.
Presentadas con el mismo énfasis.
Los síntomas importantes no se deben dejar con un simple valor facial. Se
deben comprobar para estar seguro de que se presenta el cuadro real. Por
ejemplo, se puede preguntar a un paciente: - ¿tiende a ser inusitadamente
molesto o chapucero? -. El paciente responde: -Soy muy chapucero- pero si se
vuelve a plantear la pregunta - ¿cómo le consideran los demás en ese aspecto?,
el paciente bien puede replicar –muy pulido-. El paciente molesto nunca está
totalmente satisfecho y por lo tanto se considera chapucero.
Cuando un paciente presenta un síntoma particular, es aconsejable anotarlo
y dejar luego un espacio en blanco debajo de él. No debe interrumpir al paciente
simplemente para efectuar clarificaciones y modificaciones. En cambio, se deja
un espacio en blanco, y esta información se rellena, después de que el paciente
haya acabado de hablar. Desde luego, con ciertos pacientes, en especial los que
parecen disfrutar divagando sobre cualquier cosa que se le venga a la cabeza,
puede ser necesario interrumpir de vez en cuando para regresar a los temas
relevantes. Pero incluso en esta situación, las interrupciones se deben realizar
solo a cuentagotas, porque siempre existe la posibilidad de que estas
divagaciones puedan desvelar claves de un síntoma importante.
Una técnica muy importante que se debe utilizar en todos los casos
homeopáticos es el subrayado. En cualquier síntoma homeopático, son tres
factores los que determinan sus énfasis: la claridad, la intensidad y la
espontaneidad. Un síntoma de mucha importancia para el paciente, que se
explica con gran claridad descriptiva, gran intensidad que provoca interferencia
con la vida del paciente, y espontaneidad (es decir, ofrecido de forma voluntaria,
por el paciente en vez de puesto de manifiesto en el interrogatorio) soporta el
mayor peso de un caso. Estos tres factores se combinan en el proceso de
subrayado:

82
1. Sin subrayado: síntomas vagos, que no se ofrecen espontáneamente, ni el
paciente los percibe como muy intensos.
2. Subrayado simple: síntomas de mayor claridad e intensidad, aunque se
manifiesten solo mediante el interrogatorio.
3. Doble subrayado: síntomas de gran claridad, moderada intensidad, y
ofrecidos de forma voluntaria y espontanea.
4. Triple subrayado: síntomas de máxima claridad gran intensidad y ofrecidos
de forma totalmente espontanea.
Estos subrayados se deben utilizar con precisión, y se deberían de aplicar
tanto en las visitas de seguimiento como en las entrevistas iníciales. Así se
pueden evaluar los cambios en el énfasis de un síntoma en el cuadro global,
además de su mera presencia o ausencia. Esto puede ofrecer claves
sumamente importantes del progreso o de pronóstico de un caso a lo largo del
tiempo.
Finalmente, el registro debe incluir información puramente objetiva como el
nombre, la dirección, la edad, la fecha de nacimiento, la talla, el peso y la
fecha de la entrevista. Una breve descripción física del paciente incluyendo el
hábito corporal, la conducta general y los gestos o la postura, puede ser
valiosa para desarrollar una imagen del paciente como individuo. Se debe
incluir dato radiológico o de laboratorio, así como los hallazgos de la
exploración física.
A la conclusión del registro de cada visita se deben anotar las recomendaciones
realizadas al paciente; si se aconsejan cambios dietéticos u otras alteraciones
terapéuticas, y la prescripción del remedio con su potencia y numero de dosis.

Casos Difíciles

Todos los casos se recogen de forma individual. No existen rutinas fijas que
se deban seguir, aunque si hay piezas básicas de información que se debe
conseguir a fin de realizar una prescripción correcta. Cada paciente se debe
abordar de forma individualizada, y cada uno plantea retos particulares al
entrevistador homeopático.
Sin embargo, existen tipos de pacientes que presentan problemas
particularmente difíciles. Estos, por diversas razones, impiden conseguir una
totalidad de los síntomas. Cada uno se debe afrontar de forma particular, y los
síntomas que provienen de estos individuos se deben considerar con gran
precaución hasta que estén cuidadosamente confirmados.
El primer grupo de estos pacientes los constituyen los tímidos, sensibles,
reservados o retirados. Esconden muchos de sus síntomas o los describen con

83
mucho menos intensidad de lo realmente cierto. Estas personas suelen creer que
el entrevistador no está interesado en sus pequeñas molestias y acabara
fastidiado o agotado por ellas. Pueden considerar vergonzoso expresar algunos
de los síntomas mentales, emocionales o sexuales. Al esconder o amortiguar sus
síntomas, estas personas engañan al homeópata, que registra un cuadro
incorrecto, y por lo tanto prescribe un remedio inadecuado.
Con estas personas se necesita un enfoque totalmente especial. se debe
tratar a cada paciente con mucho ingenio, se debe comunicar especialmente
confianza, y demostrar al paciente que el entrevistador está realmente interesado
en todos los detalles, por –insignificantes- o –vergonzosos- que sean. Tras
interrogar y comprobar suave y acogedoramente, el paciente empieza a sentirse
cada vez más cómodo y deseoso de exponer los síntomas necesarios.
En pacientes –cerrados- que ofrecen muy pocos síntomas, las
observaciones objetivas adquieren mayor importancia. El entrevistador debe
anotar todo gesto, acción nerviosa, etc. –intranquilidad de los dedos-, agitación
del cuerpo o de los pies, irritabilidad excesiva, locuacidad, el tiempo trascurrido
para dar una respuesta (demasiado rápida o demasiado lenta). La dificultad para
encontrar las palabras correctas, la fácil robotización, la caída del cabello, el
morderse las uñas, la timidez en la expresión, la sudoración de las palmas o del
cuerpo, los olores etc.
El segundo grupo de casos difíciles son los hipocondriacos. Este grupo
incluye no solo a los excesivamente ansiosos sobre su salud, sino también a los
que observan compulsivamente cada uno de los detalles relacionados con la
salud, hasta perder toda perspectiva. Estas personas tienden a relatar un
tremendo volumen de diminutos síntomas que posiblemente no se pueden valorar
mucho por el homeópata por la tendencia de estos pacientes a exagerar. En
estos casos se observa la propia naturaleza. Hipocondriaca, y quizá la ansiedad
que puede existir sobre la salud. Cualquier otro síntoma solo se debe subrayar
con gran precaución, y quizá solo después de la confirmación mediante
colaboradores o familiares objetivos. Con frecuencia estos pacientes intentan
impresionar en gran medida al homeópata con lo muy enfermos que creen estar.
Ningún enfoque particular del entrevistador puede contrarrestar esta conducta,
pero lo mejor es presentar una conducta de comprensión objetiva sin excesivas
muestras de simpatía o de alarma. Mientras tanto, se debe alentar al paciente a
captar una visión global de su alteración, a resumir y reseñar los síntomas, y a
comunicar solo los más persistentes.
Un tercer grupo de pacientes problemáticos son los intelectuales –las
personas con gran nivel educativo que confían en su mente para conseguir el
éxito en la vida-. Se podría creer que los intelectuales serían los mejores
pacientes homeopáticos porque sus observaciones serían más sagaces que las

84
de los demás. En realidad, lo cierto es lo contrario. Los intelectuales tienden a
relatar la realidad según lo que es explicable para su mente; si algo es peculiar o
inexplicable, tienden a bloquearlo fuera de su conocimiento. Así pues, los
intelectuales tienden a ver lo común de las cosas, en vez de la individualidad, y
es poco probable que sean capaces de notificar sus propios síntomas singulares.
Evalúan o interpretan sus síntomas según lo que han leído, las teorías actuales,
las conjeturas que coinciden con su filosofía de la vida; de esta manera, -
interpretan- los síntomas reales de más valor para el homeópata. Una persona
sencilla, sin estudios –un villano-, expresa sus síntomas con mucha más claridad
y exactitud que un intelectual. Por ejemplo, si el intelectual admite que tiene cierta
ansiedad, inmediatamente se detiene a explicar que naturalmente se debe al
ambiente hético en el que se ve obligado a vivir. O si tiene miedo, explica que se
debe a una experiencia traumática de la infancia, y asevera: -Estoy casi seguro
de que he vencido al miedo en un 80%. Por tales conjeturas y razonamientos, es
imposible que el homeópata este seguro de si el miedo es o no un síntoma
significativo. Entonces la homeópata pregunta: - ¿Cómo duerme? - el intelectual
replica: -Tengo un poco de insomnio, pero ciertamente se debe a la irregular vida
nocturna que debo llevar-.
Al final tras una larga y penosa entrevista, el homeópata tiene una masa de
síntomas calificados por la frase –si, pero… En estos casos, puede no haber
síntoma alguno sobre el que prescribir con fiabilidad. Son casos difíciles de
evaluar. El homeópata debe de ser escéptico a las explicaciones ofrecidas por el
paciente intelectual, y debe tener siempre en cuenta si la gravedad del síntoma
es en realidad proporcional a las explicaciones ofrecidas. Por ejemplo, muchas
personas tienen experiencias infantiles traumáticas o llevan vidas exigentes con
horas irregulares de sueño, pero, ¿Cuántos desarrollan miedo de por vida o
insomnio crónico? Es importante tener en cuenta la diferencia entre la -causa
excitante- sobre la que tienden a centrarse los intelectuales, y la susceptibilidad
de esta causa.
Los pacientes con muchos estudios también crean otra distorsión. Han leído
muchas teorías sobre la dieta, las vitaminas, los regímenes de limpieza, etc., y
han adoptado alguna de estas ideas, sin consideración alguna a la singularidad
de su propio organismo. Por ejemplo, un profesor bien instruido que padezca de
fiebre de heno, ulcera duodenal, estreñimiento y otros problemas puede haberse
convencido, a través de un libro de nutrición, que la sal es mala para el género
humano. Por lo tanto, evita la sal, aunque era un alimento habitual y apetecido en
su caso. Su química puede necesitar de una cantidad de sal que las otras
personas, pero por razones intelectuales ha alterado este equilibrio en su propio
organismo. Esto no solo elimina de la observación un síntoma que es de suma
importancia para el homeópata, sino que el desequilibrio químico resultante

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podría provocar una depresión, o fatiga, etc. Entonces, para su nuevo estado, el
intelectual estudia otros libros de nutrición y decide tomar mega dosis de
complejo vitamínico B para corregir lo que supone una deficiencia de vitaminas. A
su vez, esto provoca otros síntomas, y el proceso continúa.
En el momento en que el intelectual llega al homeópata, a utilizado su
mente para interferir tan profundamente la expresión natural del propio organismo
que se hace virtualmente imposible descubrir que estaba tratando de hacer el
mecanismo de defensa en primer lugar. Desde luego, el intelectual puede explicar
la razón de todas y cada una de las alteraciones que ha realizado, pero es
imposible discernir que síntomas provienen de las alteraciones previas y cuales
son verdaderas expresiones de la patología. En esta situación, la única salida es
recomendar que el paciente abandone todas las vitaminas, siga una dieta basada
únicamente en lo que apetezca o desee, y regrese al cabo de algunos meses a la
entrevista homeopática.
Otro gran problema planteado por los intelectuales es su insistencia en
tomar sus propias decisiones con respecto al tratamiento. Quieren saber la razón
de todo, y quieren participar en todos los juicios. Por supuesto, los pacientes
deben tener una responsabilidad global de su salud, y deben ser lo
suficientemente atrevidos para solicitar una información básica acerca de su
progreso, su pronóstico, y la razón por la que se está utilizando el tratamiento.
Pero este proceso no debe llegar hasta el extremo de involucrar al paciente en
todas las pequeñas decisiones para las que el homeópata se ha formado durante
muchos años. Llegado un punto, la persona debe sentarse y reconocer el valor
de la experiencia.
El tema cobra su máxima evidencia en los pacientes intelectuales que
compran materias médicas y estudian los remedios que les administran. Sin
formación ni experiencia clínica, se confunden fácilmente en las diversas
sutilezas que intervienen en la elección de un remedio sobre otro. Aún peor, una
vez leídos algunos remedios en la materia médica, tienden naturalmente s
describir sus propios síntomas según lo que han leído. Si este proceso llega
demasiado lejos, el homeópata puede recibir solamente una información
originada en la teoría del intelectual y no en los síntomas que expresan el
verdadero estado patológico del paciente.
Un grupo relacionado de pacientes problemáticos a los que se enfrenta el
homeópata son los que tienen suficiente fortuna para visitar especialistas de todo
el mundo, de un médico. Este paciente –en vuelo rasante de médicos- puede
haber recibido un diagnóstico de –neurastenia-, con la recomendación de reposo.
De otro –agotamiento suprarrenal- prescribiéndose una combinación particular de
Vitaminas, minerales e infusiones. Luego otro nutricionista diagnostica el
problema como –intolerancia a los hidratos de carbono- y la paciente aprende a

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evitar los hidratos de carbono. Finalmente, un clínico ecologista descubre. A
través de pruebas cutáneas y pruebas controladas de pulso, que la paciente es
alérgica a 25 sustancias distintas presentes en los alimentos y en el ambiente. Al
paciente evita estrictamente los alimentos nocivos, asume una dieta rotatoria que
no se basa en las necesidades individuales y se somete a una serie de
inyecciones de alérgenos, para aminorar la alergia. En el momento en que llega a
la consulta con el homeópata, tiene una dieta muy anormal, consume cajas llenas
de vitaminas, esta atontada por Valium, y llega corriendo a la consulta tras haber
recibido una inyección de alérgeno. Además de esto, en vez de describir los
síntomas, la paciente enumera como dolencias principales –neurastenia-
agotamiento suprarrenal-, -intolerancia a los hidratos de carbono- e
hipersensibilidades químicas.
Estas personas tienden a considerar a su homeópata como otro médico
entre una red de personas a quienes se paga para crear un estado relativamente
como de –salud- para el paciente. Se sienten completamente dependientes de los
fármacos, las vitaminas, las inyecciones de alérgeno etc., y la mera sugerencia
de que los abandonen llena de pánico a estos pacientes, estas personas se
encuentran en el estado más lastimoso. La imagen que se podría haber originado
de su mecanismo de defensa se suprimió hace tiempo a niveles más profundos,
han perdido el rastro de sus cualidades de auto observación, y se han hecho
adictos de la industria de la salud. Es virtualmente imposible que un homeópata
trate con éxito estos casos. A menos que estén dispuestos a regresar a las leyes
fundamentales de la naturaleza y de la curación, están condenados a seguir su
peregrinación a las consultas de los médicos, sus combinados de píldoras, y a la
degeneración de sus alteraciones crónicas.
Cada uno de estos grupos de casos difíciles plantea una pregunta a los
familiarizados con el misticismo oriental; ¿Cuáles son las consecuencias
kármicas del tratamiento homeopático? . Al administrar un remedio, ¿estamos
curando un estado de sufrimiento que está diseñado para ser un acicate para el
crecimiento espiritual? La respuesta a esta cuestión reside en que es necesaria
una gran inteligencia y conciencia para que, en primer lugar, un paciente inicie un
tratamiento homeopático, coopere en el proceso de auto observación y confesión
necesaria para encontrar un remedio, y luego para tener la paciencia suficiente
para dejar que la curación se complete a su propio paso y sin interferencias. La
homeopatía plantea muchas exigencias a sus seguidores. En sus hábitos de vida,
se deben de ajustar a una dieta relativamente natural y espontanea, deben evitar
las sustancias que pueden interferir con el funcionamiento del mecanismo de
defensa, deben observar sus respuestas a los diversos estímulos con gran
sencillez y objetividad, y deben estar dispuestos a expresar la verdadera
experiencia de su estado de desequilibrio interior. Si el paciente está dispuesto a

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someterse a esta exigente tarea, se custodian las influencias kármicas de la
enfermedad en el proceso de curación.

Recogida del caso agudo

Un episodio agudo es autolimitado se caracteriza por un periodo latente, un


periodo de observación y un periodo posterior de declinación de los síntomas que
puede desembocaren la curación o en la muerte del paciente. Las enfermedades
agudas son tales que el mecanismo de defensa es capaz de manejar por sí
mismo la alteración. En una enfermedad verdaderamente aguda no se producen
secuelas crónicas. Desde luego, cualquier alteración crónica preexistentes se
retira al trasfondo durante la dolencia aguda, solo para regresar después.
El objetivo del remedio homeopático en una dolencia aguda es simplemente
acelerar los procesos naturales que se pusieron en movimiento mediante el
mecanismo de defensa. El homeópata solo necesita prescribir sobre los
espectaculares síntomas de la fase aguda e ignorar los síntomas subyacentes
pertenecientes al estado crónico. Esto es relativamente sencillo porque los
síntomas agudos son espectaculares y están frescos en la mente del paciente. lo
importante es descubrir las reacciones especificas generadas por el mecanismo
de defensa en respuesta al estímulo agudo aislado.
Durante una enfermedad aguda, el homeópata recoge información de tres
fuentes. Idealmente, el primero es el ambiente físico del paciente. Si fuera
posible, es de sumo valor realizar una visita domiciliaria durante una grave
enfermedad aguda. El homeópata observa si la habitación esta oscura o
expuesta a la luz del día, si la ventana está abierta o cerrada, si el paciente está
cubierto o se quita la ropa, si está utilizando una bolsa de agua caliente, si el
paciente está sentado en la cama, si en la mesilla hay un jarro lleno de agua o té
frio, si hay una silla para los visitantes, etc. Además, se observa directamente al
paciente: ¿Su expresión es ansiosa, pacifica, insólitamente alegre o de estupor?
Su color, ¿es pálido o enrojecido? Sus ojos, ¿son claros o están nublados?
¿Están los labios secos y agrietados, o húmedos? ¿Hay olores especiales?
¿Relata el paciente los síntomas con facilidad y libertad, o le gustaría que lo
dejaran solo sin molestarle? ¿Está ansioso o irritable? Para un homeópata con
buen conocimiento de los remedios agudos, una simple visita a la habitación del
paciente enfermo ofrece un caudal de información durante los primeros minutos.
La segunda fuente de información es el propio paciente. si el paciente está
en posición de ofrecer síntomas fidedignos, se recogen todos los síntomas, y se
observan sus características homeopáticas: la localización exacta, el momento de
aparición y su duración, el tipo preciso de sensación, y las modalidades que lo
mejoran o empeoran. En un caso agudo, esta información se suele poner de

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manifiesto con facilidad porque los síntomas son espectaculares y los
modificadores se encuentran frescos en la mente del paciente. Luego se realiza
una exploración clínica para determinar el diagnóstico
preciso, la gravedad y el pronóstico de la dolencia en ese momento.
La tercera fuente de información la constituyen los amigos o familiares que
han estado cuidando al paciente. Con frecuencia el paciente está demasiado
estupefacto para ofrecer una información precisa. De forma que la mejor
información se consigue de los cuidadores, que tienen una perspectiva más
objetiva. Consideremos un ejemplo de síntoma agudo y los factores pertinentes
que se deben determinar en relación a él. Por ejemplo, tomaremos la fiebre.
La fiebre podría aparecer solo por la tarde, o solo durante las horas
matutinas, o solo entre las 9 y las 11 de la mañana, o justo entre las 6 y las 8 del
atardecer. Quizá la fiebre descienda después de comer, o puede aumentar solo
después de comer. Quizá mejore solo con el sueño. Ocasionalmente, se
observará que afecta solo a ciertas partes del organismo, o solo a un lado del
cuerpo. Puede verse precedida de escalofríos, o seguirse de ellos. Puede existir
una sudoración que alivie la fiebre, o la sudoración puede no aliviarla. Puede
existir sed con la fiebre, o ausencia de sed. Cada uno de estos síntomas puede
conducir al homeópata hacia un remedio distinto.
Cada síntoma se debe de escrutar exactamente con este grado de detalle,
hasta llegar a la totalidad de los síntomas agudos. A partir de esta totalidad se
puede determinar el remedio para ese momento particular. Desde luego, la
velocidad de los síntomas cambia con rapidez durante una dolencia aguda,
y podría estar indicado otro remedio al cabo de unas horas. Pero si el
remedio se administra basándose en la totalidad de los síntomas agudos en el
momento es probable que acelere el progreso hacia la curación y alivie
considerablemente el paciente.

La toma del caso

1) El observador.

“El examen individualizado de un caso de enfermedad… no exige al médico


más que ausencia de prejuicios y sentidos perfectos, atención al observar y
fidelidad al trazar el cuadro de la enfermedad”.
Parágrafo 83 – Órganon de Hahnemann

“…La investigación del cuadro completo y verdadero con sus peculiaridades,


exige especial circunspección, tacto, conocimiento de la naturaleza humana,
cautela en conducir la indagación y paciencia en grado sumo”

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Parágrafo 98- Órganon de Hahnemann

El homeópata puede comprender las características individuales del


desarrollo del desequilibrio vital constitucional del paciente, conocer el
medicamento que le corresponde y guiarlo hacia el camino de su curación cierta,
solo a través de una historia homeopática correcta. Y esta se logra, cuando la
misma refleja fielmente tanto la percepción adecuada de la totalidad sintomática
de todos los planos vitales, como el seguimiento exacto, de la evolución del
paciente, una vez que se lo ha medicado.
Y para llegar a adquirir la capacidad y el hábito de tomar la historia que la
Homeopatía exige, es indispensable que consideremos en primer lugar, desde
que posición y actitud podemos percibir y registrar convenientemente la misma. Y
este requisito es debido a que, como sabemos, la Homeopatía se mueve en el
campo de las cualidades biológicas, es decir de la Energía Vital, que es la
cualidad esencial de todo ser vivo, así como de las energías medicamentosas,
que son las cualidades que manifiestan cada una de las sustancias dinamizadas
experimentadas , y dado que el instrumento que las determina, somos nosotros
mismos, el éxito de nuestra tarea, depende tanto del conocimiento de dichos
fenómenos, como de la disposición que tengamos para percibirlos y constatarlos.
Hemos visto que la primera cualidad que debemos conocer, es la del mismo
ser humano, pues si entendemos que es lo normal en él, y cuál es el sentido
apropiado de vida, podemos comprender que es lo digno de curar en cada
paciente, y hacia donde debe encaminarse su evolución cuando se lo medica; y
tal conocimiento se adquiere, solo cuando comenzamos a captar desde nosotros
mismos , cual es el fin de nuestra vida, y en especial cual es el objetivo de
nuestra labor; recién entonces, estamos aptos para percibir que es sintomático en
el enfermo, como individualiza su manera de sufrir, y cuál es el sentido que debe
seguir su evolución , para alcanzar su curación cierta. No debemos
sorprendernos por lo tanto, que el parágrafo primero del Órganon de Hahnemann,
se refiera a este aspecto, y que afirme que “la elevada y única misión del médico es
curar” Quien practica el arte de la Homeopatía, y obtiene resultados valederos,
conoce muy bien por experiencia , que el modo particular y único con que cada
paciente experimenta su desequilibrio y cada medicamento su poder curativo, se
manifiesta plenamente, solo cuando puede mantenerse la tarea, con la exclusiva
misión de curar.
Tener esta actitud frente al paciente, puede parecer a primera vista un
hecho obvio, sin embargo, no solo es el requisito indispensable para el ejercicio
correcto de la Homeopatía, sino que además, todo aquel que no lo ha tenido en
cuenta, y ha intentado usar esta Ciencia para objetivos ajenos al de curar,
encontró obstáculos insalvables, para la obtención de los resultados que ella

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promete, y aun los que tuvieron la oportunidad de conocer su método, pero no se
sostuvieron en su labor, de acuerdo con tal experiencia, han recogido en menos
tiempo de lo que imaginaron, solo los amargos frutos del fracaso. Los cuales,
aunque ellos se atribuyan a la Homeopatía tiene su origen en usar de ella para la
propia necedad, y no para ser útil al enfermo. Y esto último sucede, porque
cuando anteponemos el objetivo de curar, cualquier otro fin, nuestra visión se
obnubila hasta el punto de no ver ninguno de los síntomas característicos
individualizantes que puede presentar al enfermo, y si tenemos en cuenta, que
para la Homeopatía no presentar tales síntomas, es sinónimo de incurabilidad.
¿Qué suerte puede llegar a tener el paciente, si cae en manos de alguien incapaz
de percibir?
La capacidad de percibir dice Hahnemann, no es innata, sino que su
desarrollo requiere del médico un gran esfuerzo; y esto es beneficioso para el
enfermo, pues hace que los indolentes, además de los no bien intencionados,
abandonen pronto el deseo de ejercer la Homeopatía. Y tal capacidad se logra
cuando puede unirse indisolublemente el conocimiento del método homeopático con
la actitud personal correcta, y se mantiene solo mientras el médico puede sostener su
labor, con el único fin de curar.
Y recién cuando esta actitud se hace un hábito, se adquiere el grado de
libertad de prejuicios necesario para ver claramente, es decir para percibir, lo más
profundo y lo más humano de cada persona, que subyace más allá de las
modalidades en su sufrimiento y de la acción errada de la enfermedad, y puede
comprenderse en consecuencia, a través de la individualidad sintomática, como
se manifiesta la desarmonía, que la identidad de ser, experimenta en su manera
de sentir y de obrar. Y esto significa, poder llegar a entender, más allá de las
consecuencias de la enfermedad y de los síntomas reactivos del desequilibrio de
la Energía Vital, las características peculiares de aquellos síntomas que
representan en su conjunto, el modo con que cada uno expresa en el estado de
desarmonía, su reclamo, por la coartación de su posibilidad de desarrollar
plenamente su ser, y que constituye la manera con que cada paciente manifiesta
su psora primaria, con lo cual, como veremos, no solo podemos comprender el
medicamento constitucional que le pertenece a cada uno, sino que además,
sabemos el cambio de sentido vital que debemos esperar cuando medicamos.
Es así, que cuando estamos junto al paciente y nuestra acción está libre de
prejuicios, nos podemos conectarnos seres humanos, y cuando de este modo, no
nos “enfrentamos a un médico y un grupo de síntomas”, sino que dos personas
con el único deseo de brindar cada una, lo mejor de sí misma, se materializa, de
parte nuestra, la posibilidad de ser útil al semejante, y de parte del paciente, su
curación.

91
Estar libre de nuestras necesidades, apetencias y límites personales. En
suma, de nuestro miasma, es sinónimo del estado de equilibrio, o sea de salud. Y
en este sentido, cabe preguntarse, ¿cómo ejerce un médico a quien no se le ha
encontrado su Simillimun?, o en el caso de que se conozca su medicamento,
¿cómo actúa quien circunstancialmente este desequilibrado? Para respondernos,
debemos que, en estado de enfermedad, perdemos la plenitud de nuestra libertad
para usar nuestras capacidades. Pero no perdemos la responsabilidad ni la
posibilidad de aplicar las mismas, para los objetivos correctos. Tenemos que
tener en cuenta, asimismo, que el hecho que nos encontremos en estado de
equilibrio, no significa nada más, que presentar nuestro instrumento vital
automático, libre del condicionamiento miasmático constitucional y a disposición
plena de nuestros altos fines, pero si aún en este estado, no asumimos la
responsabilidad sobre nuestros actos, nuestra visión no es capaz de percibir. En
cambio, si gracias o a pesar de nosotros mismos, nos esforzamos por
sostenernos en el sentido correcto en nuestra tarea y, por lo tanto, nos
comprometemos en sentir bien, en pensar bien, y en actuar bien, adquirimos en
tal acción, la ausencia de prejuicios y los sentidos perfectos necesarios para
comprender adecuadamente al paciente, y por supuesto para conocer la mejor
manera de curarlo.
Pero como nuestra práctica, cotidiana, suele entorpecerse más
frecuentemente de lo que deseamos, con nuestra propia tendencia miasmática.
Antes de tratar de curar a un paciente y así como debemos tener claro frente al
mismo, cual es nuestra única misión, tenemos que conocer que puede suceder
cuando anteponemos a tal objetivo, nuestro modo particular de sufrir. En este
caso, lo que más comúnmente vemos, es que, al estar condicionados por nuestra
propia psora, pensemos egocéntricamente en nosotros mismos, y en vez de
entender apropiadamente al paciente, y de comprender como sufre y resuelve, en
función de su enfermedad, sus circunstancias vitales, caemos en suponer que lo
hace del modo en que las sufriríamos y resolveríamos nosotros mismos, y por
supuesto no percibimos así, a quien hay que curar. Puede pasar también, cuando
prevalece en nuestra tarea, una de las infinitas caras de la psora que nos toca a
cada uno, que “suframos por el paciente”; si alguno de nosotros por ejemplo,
modalizan, su minusvalía biológica a través de la impotencia, y otro a través del
desamparo, o del temor de la muerte, o de la ansiedad por la salud, o de los
escrúpulos de conciencia por la posibilidad humana de errar, y nos
compadecemos por esto por el paciente, o nos angustiamos por él, o estamos
inseguros de nuestra prescripción o aun nos aterrorizamos cuando enfrentamos
a la realidad de la muerte, etc. ; estamos sufriendo de esta manera por nosotros
mismos, y no ayudamos así, de ningún modo al paciente, pues lo que él pide y
necesita es que lo curemos, y no que “derramemos lagrimas por él”.

92
Y en todos los casos en donde no estemos libres, no solo no
comprendemos lo digno de ser curado en el enfermo, sino que además, lo más
probable es que, nos inclinemos por atender los reclamos de lo que es “urgente”
para él, o de lo que resulta circunstancialmente “molesto”, y de este modo, salvo
una excepcional casualidad, tendremos a suprimir una y otra vez las
consecuencias de la desarmonía, pero modificaremos la causa, aun cuando
encontremos su Simillimun, estaremos propensos a interferir las reacciones
exonérativas que aparezcan, pues en este caso, si no comprendemos al
paciente, menos entenderemos que las mismas corresponden a la marcha de la
Ley de Curación.
Resulta difícil que nos comprendamos a nosotros mismos y que estemos
libres de prejuicios, si el desequilibrio de nuestra Energía Vital, se ha desarrollado
hasta el punto de acallar el sufrimiento psórico, es decir, si el sentido de nuestra
vida, está condicionado por la estructuración miasmática, pues en este caso,
mientras el desvió no encuentre vallas en su camino, lo más probable, es que
estemos “conformes “con el sentido de vida que este nos marca. Pero aun si nos
toca esta circunstancia, nuestra conciencia puede sobreponerse al destino
biológico, y nuestra voluntad mantenernos en el sentido correcto en nuestra
tarea, y en este esfuerzo, no solo podemos colocarnos en condiciones de
comprender al semejante, sino que por supuesto, encontraremos una mejor
disposición para buscar nuestra curación.
Poca suerte puede tener en cambio en su labor. El médico que a pesar de
su responsabilidad como ser humano, decide como fin de vida, cumplir con los
fines egocéntricos miasmáticos, aunque peor, será la fortuna del paciente que
trate, por lo que él mismo, debe estar convenientemente prevenido. Debe saber
así, que, dentro de la escala de este tipo de médicos, existen aquellos, que,
usurpando el digno título de homeópata, empelan cualquier medio para satisfacer
su único y bajo fin, que es su billetera. Estos medicastros son fácilmente
reconocibles, pero hay otros, que, con formas más sutiles de malversar su
profesión, usan a la Homeopatía, para solventar su ambición de poder, o de
prestigio, o de aprecio; estos, cuando están movidos por su tendencia sicótica,
Pueden llegar a tener cierto éxito aparente y momentáneo en su labor, pero
como están decididos por una meta errada, jamás comprenden ni que es lo
digno de ser curado en el enfermo, ni menos hacia donde debe tender su
curación, por lo que “sus éxitos”, consisten en suprimir tanto lo circunstancial de
la enfermedad, como la casual reacción curativa que pueden provocar sus
medicamentos; eso sí, este tipo de médicos espúreos, saben “derivar
elegantemente” los casos difíciles, aduciendo que “no son para la Homeopatía”,
y saben igualmente, sobresalir cuando deben de exponer “clases magistrales”,
frente a aquellos médicos, que siendo tan necios como ellos, están ávidos de

93
falso brillo. Pueden ser también detractores de la Homeopatía, quienes, aunque
traten de emplear sus métodos, están movidos y decididos por la meta que les
traza su miasma syphílitico; estos, como los anteriores, son incapaces de aceptar
que la curación debe de tender hacia un objetivo de vida autentico y positivo,
aunque en este caso, la destructividad miasmática, no solo les impide ver cuál es
el camino, de la curación, sino que además, hace que abandonen más pronto, y
más abiertamente que los anteriores, el esfuerzo por ser útil al prójimo.
La práctica nos confirma así, que solo cuando aceptamos que nuestro único
fin es curar, somos capaces de librarnos de todo prejuicio, y aun de todo falso
conocimiento, y de adquirir de tal modo, la condición de percibir adecuadamente, el
plano cualitativo de lo biológico.
Y esto, es indispensable para ser un auténtico homeópata, porque si bien
todo buen médico formado en la escuela tradicional, está capacitado para
determinar las alteraciones orgánicas, ya sean funcionales o lesiónales, lo que el
atiende, corresponde en su conjunto, a sensaciones particulares y acciones
impropias, del plano cuantitativo del organismo, y nosotros sabemos, que tales
alteraciones, son solo las últimas consecuencias del desequilibrio energético vital.
Pero por otro lado, conocemos que los síntomas que representan exclusivamente
el desvío energético vital, son de otro orden que los que pertenecen al plano
material, pues además de ser sentidos por la totalidad de la persona, y no por
una parte de la misma, corresponden a la desarmonía que el modo de ser
humano, experimenta en su manera de sentir, de pensar y de actuar, es decir se
manifiestan en el plano cualitativo de su ser, y solo si podemos percibir este
plano, podemos comprender en donde reside el desequilibrio de la Energía Vital,
y corregirlo, es decir, somos capaces de ser homeópatas.
Respecto a nuestra calidad humana, hemos visto en los capítulos
anteriores, que lo más característico que presentamos, y que nos distingue de los
demás seres de la naturaleza, es nuestro potencial dotado de razón, por el cual,
desde nuestro ser biológico, automático y ciego y predeterminado en su
identidad, nos desarrollamos como personas. Esta capacidad, es la que nos
posibilita tener conciencia de nosotros mismos, y es la que nos permite, discernir
y elegir voluntariamente, nuestros actos y aun nuestro destino, y
fundamentalmente, propender a desarrollar valores espirituales trascendentes de
las necesidades y fines biológicos. Hemos visto también, que en el estado de
equilibrio, junto con la ausencia de síntomas, se constara que el desequilibrio vital
automático, se presenta subrogado al sentido y fin trascendente humano, y que
por lo tanto, y en primera instancia, un sentimiento, función o acción se
transforma en síntoma, es decir esta alterado en su naturaleza, cuando su
propósito esta desviado del fin apropiado del hombre; en tal caso, las
necesidades, anhelos y limites vitales que mueven a los seres, no solo sufren,

94
sino que además, condicionan en su acción, el logro de los objetivos
trascendentes, que la conciencia le indica al ser humano, que él puede alcanzar.
¿Y cómo podemos individualizar qué es sintomático en el paciente, sino
tenemos claro en nosotros mismos, cuál debe ser el sentido correcto de nuestra
vida, y por lo tanto de nuestra labor?, ¿puede alguien cuyo fin no sea curar al
semejante, comprender cuál es el cambio de actitud vital que debe esperar en el
paciente tratado?, por supuesto que no. Así, por ejemplo, aquel cuyos objetivos
personales están tras la meta de solventar sus necesidades materiales, o de
estima, o de poder, no tomara como sintomático del paciente, si éste manifiesta
que vive para tales fines especialmente si sus circunstancias le son favorables a
su conformación miasmática; y ambos, estarán satisfechos, hasta el momento, en
que observen asombrados, la psora larvada, estalla estrepitosamente, a través de
alguna lesión orgánica importante. Tampoco podrá comprender que la falta de
esperanzas y de fe en la vida y en sus valores, es lo digno de ser curado en el
paciente que presenta tales síntomas, quien ha abandonado los esfuerzos por
sobreponerse al destino biológico, pues se decidió por la huida syphilítica.
Queda claro por lo expuesto, que la aplicación parcial e incorrecta de la
Homeopatía, puede deberse tanto a la falta de la capacitación de conocimientos
adecuados, como una actitud errada frente al paciente. Estas condiciones, hacen
que existan distintos niveles de percepción, y, en consecuencia, distintas
maneras de aplicación la Ley de los semejantes, aunque podemos ver, que el
solo hecho de admitir en la terapéutica la Ley de los semejantes, no da al médico,
el carácter de auténtico homeópata, sino que tal, solo quien puede comprender
en toda su amplitud y profundidad, que es lo digno de ser curado en el enfermo, y
fundamentalmente, cómo debe cumplirse en cada uno. La Ley de la curación, y,
ante todo, quien puede entender ante sí mismo, cuál es el sentido y fin apropiado
del hombre.
Y dentro de los distintos grados de visión, encontramos que la Ley de los
semejantes, al puede aplicar, desde el “organicista”, que en su miopía llega a ver
solo las modalidades sintomáticas peculiares de las alteraciones locales, hasta el
“psicologista”, que entiende al hombre, sólo desde lo que él considera “la lucha
de su instintividad y su adaptación al medio”, es decir que puede verlo, sólo
desde su reactividad miasmática. Y como desde ninguno de ambos extremos se
alcanza a percibir, que la función más elevada y propia del ser humano, es su
espíritu dotado de razón, ninguno de ellos puede comprender, que la idea del ser,
es la propiedad más característica del hombre y que, por lo tanto, su sufrimiento
primario, no es más que el resultado entre lo que él siente que es, y sabe que debe ser,
y no entre lo que él quiere ser y lo que él puede, cómo lo manifiesta su
reactividad. Atendiendo así, en mayor o menor grado, solo a lo parcial y
consecuente del dinamismo de la enfermedad, no se percibe de tal manera, el

95
hilo conductor que origina y sostiene a los distintos eslabones correspondientes a
las diferentes manifestaciones del desequilibrio, es decir, se ignora aquello que
denominamos psora primaria, o idea primaria errada del ser, y ésta que se
manifiesta a través de la peculiaridades únicas que le pertenecen a cada
individualidad, es como veremos, el vector que nos marca el sentido errado vital
que debe modificar nuestro tratamiento, y por lo tanto, es el camino cuyo sentido
contrario debe recorrer la evolución del paciente, para logra la curación .
Podemos entender así, porque, quienes tienen una ceguera central en su
comprensión, ya sea por falta de conocimientos, o por su actitud errada, no
pretenden, ni esperan ver, en quienes reciben su terapéutica, operarse el cambio
apropiado de sentido vital y, por lo tanto, se limitan sus aspiraciones, a lograr sólo
la desaparición de los síntomas del paciente, y esto, no hace que el médico, sea
un auténtico homeópata.
Es fácil imaginar, que la existencia de estos distintos niveles de percepción.
Produzca grandes diferencias en el registro de la historia del paciente. Así, hay
tanta disparidad entre la historia que toma el médico común y el homeópata
auténtico, como es grande la distancia entre la historia que realiza este, y el
homeópata espúreo. Para el médico común, la toma del caso consiste en la
confección de una simple ficha, en donde a una somera descripción de algún
síndrome clínico, y muchas veces solo al “nombre” de este, el agrega la larga lista
de drogas que indica. El homeópata espúreo, se contenta con anotar la mayor
cantidad de síntomas característicos que pude encontrar, los cuales, sin tener
mucho en cuenta su orden jerárquico, suma mecánicamente, así “sabe” qué
medicamento debe administrar; con esto le basta para cumplir con el objetivo de
que tales síntomas desaparezcan, y si esto sucede, y el mismo paciente vuelve
con otra cantidad de síntomas, él los anotará y prescribirá el nuevo medicamento
que resulte. No encontraremos en ambos tipos de historia, el retrato del paciente,
a lo sumo, sus datos personales, como su nombre, edad, domicilio, etc.
En cambio, quien intenta comprender la modalidad individual del desarrollo
del desequilibrio constitucional del paciente, para encontrar así el simillimun que
le pertenece, y lograr de esa manera una auténtica curación, tratar de registrar
detalladamente, la biografía del mismo, en toda la extensión y profundidad
témporo-espacial posible, y consigna desde lo que se encuentra de peculiar, de
los planos orgánicos más superficiales, hasta lo más característico que observa,
de los planos más elevados humanos; y anota así, todos los datos que el
paciente recuerda de su vida, desde donde alcanza su memoria, hasta su estado
actual. Sólo de esta manera, el homeópata verdadero puede delinear, a través de
las circunstancias vitales únicas e irrepetibles que cada paciente relata, tanto la
idea errada del ser que identifica su individualidad biológica, como el modo
característico con que sufre y resuelve su existencia.

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Y como en recién cuando el homeópata tiene en sus manos una historia
correctamente tomada, puede percibir claramente el conjunto sintomático del
paciente, he indicar el medicamento único y constitucional que le corresponde, y
puede comprender cuál es el camino que debe recorrer para alcanzar su curación
cierta, veamos cual es la técnica adecuada para lograr este tipo de historia.

2) La toma de la historia homeopática

“Cuando la totalidad de los síntomas que caracterizan y distinguen el caso, o,


en otras palabras, una vez que esta trazado el cuadro de la enfermedad, la
parte más difícil del trabajo está concluida…”
Parágrafo 104- Órganon de Hahnemann
El homeópata entrenado, cuando toma una historia conoce la importancia
de considerar en primer lugar, los aspectos que se relacionan con la forma
conveniente de confeccionar la misma, y el que se inicia, aprende a poco de
andar, que sus dificultades tempranas, pueden ser debidas, a que no ha
contemplado lo formal del registro de la historia. Y esto sucede, porque la
experiencia indica, que tal aspecto, contribuye a ordenarnos el pensamiento, lo
cual, como veremos es tan fundamental, como tener claro, el objetivo que debe
movernos frente al paciente.
Es necesario, así, tener en cuenta, que la historia debe tomarse en una hoja
lo suficientemente extensa, pues en la misma debe quedar anotado con el mayor
detalle, desde lo más remoto que el paciente recuerde de su vida, y sus
circunstancias, hasta su estado actual, y que esto debe realizarse, “sin ahorrar
palabras”, pues muchas veces las que quedan entre líneas, pueden ser la clave
de la comprensión del mismo, con el tiempo, uno adquiere la experiencia de
retener lo que es sustancial de su vida y de anotar sucintamente, lo que es
circunstancial, aunque no debe temerse, especialmente si uno recién inicia, que
la historia resulte, como dijo una vez un estudiante, “una novela”.
Y así como debemos desechar las minúsculas fichas que suelen ser usadas
por el médico común, y elegir hojas adecuadas, éstas deben ser de tamaño y
forma similar, para los distintos casos que tratemos, para que, de esa manera,
podamos archivarlas en forma ordenada y conveniente. Sólo si podemos
confeccionar y conservar adecuadamente una historia y no confiar jamás que
nuestra memoria retenga lo que el paciente nos relata de su vida y sus
sufrimientos, ni confiar que recordemos aquello que sucede después de nuestra

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prescripción, y si sentimos que, al hacerlo, estamos velando por lo más preciado
que él tiene, que es su vida, podemos seguir adelante.
El tratamiento homeopático auténtico, no atiende lo momentáneo u
ocasional, sino que esto, es una parte de la totalidad del paciente, por lo que
tenemos que considerar, que nuestras historias, deben guardar, tanto el presente,
como el pasado del mismo, y que aún tendrán que contener, su futuro, es decir,
la evolución y las observaciones que éstas nos merezcan, una vez que lo
mediquemos. Debemos esperar además, que una vez que el paciente haya
alcanzado su estado de equilibrio, el vuelva tiempo después, cuando retornen los
síntomas por los cuales medicó, para una segunda prescripción; y aun debemos
de esperar que vuelvan los pacientes que han abandonado el tratamiento,
porque pretendían “desprenderse rápido de lo molesto” y no curarse, la mayoría
retornan después de recorrer los consultorios de varios “especialistas”, pues
además de encontrar su enfermedad agravada, recuerdan nuestras advertencias
y propuesta respecto a la curación.
En cuanto a los términos que son más aptos para describir lo que el
paciente nos refiere, tenemos que aprender, además de ser lo más explícitos
posibles, a trascribir el relato, con las mismas expresiones que usa el enfermo,
pues tanto estas, como las que están registradas en las patogénesias,
corresponden al lenguaje de la naturaleza, y esta desconoce los “tecnicismos” que
podemos usar para tratar de sintetizar una idea, y nunca tales términos, reflejan
la exactitud que necesitamos para comprender el camino de la curación. Y aun
cuando el paciente mismo, trate de explicarnos sus dolencias con los términos y
el “nombre de los diagnósticos”, que uso el “especialista” que lo vio con
anterioridad, debemos interrumpirlo, y sugerirle que nos manifieste que es lo que
siente en realidad, y no que refiera lo que dijeron “que tiene”. Cabe anotar aquí,
que el homeópata espúreo, como trata de “encontrar síntomas”, y no de
comprender lo digno de ser curado en el paciente, suele sintetizar su relato,
anotando solo los “síntomas” que él cree interpretar, y usa para esto, los termino
con que tales “síntomas”, están registrados en el Repertorio homeopático, que es
como veremos, sólo la guía, ordenada por orden alfabético, de las modalidades
sintomáticas que se encuentran en las patogénesias, y este, que no refleja de
ninguna manera, la auténtica naturaleza del sufrimiento, es sólo nuestro medio,
para pensar en los medicamentos que pueden ser similares al enfermo, y para
buscar así, en las patogénesias, el medicamento que le corresponde. De este
modo, como jamás encontraremos el fin de nuestra labor en el Repertorio,
debemos de evitar caer en este error. El mismo maestro James T. Kent, que nos
legó la obra monumental, que es el Repertorio que usamos, nos advierte acerca
de este hecho.

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Y así como una historia homeopática correcta, debe ser el fiel retrato del
paciente, tiene que reflejar también nuestra actitud y nuestros conocimientos
apropiados. Al respecto, una hoja en blanco, es lo que corresponde, a la libertad
de prejuicios que debemos tener, cuando nos disponemos a tomar un caso; esta
hoja en blanco, es el medio que nos posibilita trazar con la mayor fidelidad, lo que
paciente nos refiere, y es la que nos permite respetar aún el orden que él mismo
da a su relato. Y como este orden, es parte también, de las modalidades del
dinamismo de su desequilibrio, jamás, un cuestionario preestablecido es útil, ni
pertenece a la historia que toma un auténtico homeópata. Así, a lo sumo,
anotamos previamente, sólo el encabezamiento necesario para poder
identificarla. El modelo que usamos, y como veremos tiene su razón de ser, es el
siguiente:

Fecha: Nombre: Edad: Estado Civil:


Tratamiento: Domicilio: Profesión:

Consulta:

Y en cuanto a los conocimientos, estos nos indican, que, para poder


percibir, cómo se cumplen en cada caso, los Principios y Leyes generales,
tenemos que investigaren cada paciente, en toda la extensión del tiempo y el
espacio de su vida, las características de sus distintas dimensiones, desde los
planos orgánicos más superficiales, hasta lo más profundo de su plano cualitativo
humano. Sabemos de este último, que los más peculiar y propio del hombre, es la
conciencia acerca de su vida y su destino, así como la capacidad de discernir y
elegir el sentido de sus actos, y por lo tanto, para conocer quién es cada ser,
tenemos que averiguar, hasta sus sentimientos y pensamientos acerca de su
existencia y sus circunstancias, así como las acciones particulares con las que
resuelve, para llegar a comprender, de esa manera, con certeza, cuáles son las
modalidades particulares, de su identidad biológica constitucional, y en
consecuencia, cuál es su medicamento simillimun.
Para tener en cuenta, así, en todo paciente, qué es lo que debemos
conocer de él, especialmente de su plano cualitativo, el cuadro sinóptico
siguiente, puede ser útil como regla.

Fecha y Tratamiento: Nombre Edad: Estado Civil:

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Identidad biológica constitucional Idea de ser Pasado, Presente y Relación con
los
Medicamento futuro, y sentido de demás.
Su vida.
Domicilio: Profesión
Relación con Relación con su
el entorno responsabilidad.
general
Consulta:
Cuando tenemos presente estos hechos, y consideramos que nuestro
objetivo es comprender y ser útil a quien sufre por no ser, lo que él siente que
puede y debe ser, y si podemos para esto, no juzgar, ni interpretar sus actos, sino
que percibir sus modalidades características, y si, además, nuestros sentidos
pueden estar perfectos, nuestra observación atenta, y nuestra paciencia
desarrollada en grado sumo, estamos en condiciones de tomar la historia. cada
existencia, es inédita e irrepetible, tanto en su forma, como en su contenido,
como es único, tanto en el conjunto de circunstancias en donde ésta se
desarrolla, como la influencia que las mismas ejercen y la manera con que cada
una de éstas se resuelven por lo que, el modo en que cada paciente expone su
historia, será también inédito e irrepetible; por lo tanto, tenemos que tener en
cuenta, que lo que comentemos seguidamente, son sólo recomendaciones
generales, acerca de la conducta más adecuada, para lograr la exactitud de su
registro.

La toma del caso, comienza desde el mismo momento en que el paciente


entra al consultorio, pues aún la manera como él se presenta ya nos puede estar
manifestando alguna peculiaridad de su forma de ser. Así algunos entran
tímidamente, y otros muestran gran zozobra y expectativa, y otros desconfianza y
reserva, y otros pueden deshacerse en cumplidos, como otros entrar
agresivamente, exigiendo una atención inmediata, y del mismo modo, un niño,
puede entra llorando y arrastrado por sus padres, y otro buscar con su mirada
nuestro afecto, o protección, o aprobación, como otro, apenas traspasa la puerta,
es capaz de buscar maliciosamente que picardía puede hacer, etc. Y aun el
aspecto que el paciente puede presentar, nos habla de su naturaleza, algunos
muestran una pulcritud y afectación extrema, y otros un marcado desaliño en su
ropa o maneras, etc. En todos los casos, tenemos que tener en cuenta, como ya
hemos reiterado, que nuestros prejuicios deben quedar de lado, y que tanto los
modales que “contradicen”, a nuestro miasma como los que “agradan” a nuestro
egocentrismo, son solo parte de la forma con que cada uno, nos está pidiendo
ayuda.

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Conviene aclarar aquí, que estos hechos, así como todos los que podemos
percibir a través de la consulta, tienen que ser registrados en la historia, aunque
es útil, anotarlos entre paréntesis, para deslindar de este modo, aquellos que
corresponden a nuestra observación, de los que pertenecen al relato del mismo
paciente; pues como veremos, esto último, especialmente si fue manifestado
espontáneamente, es lo primero que debemos de considerar, ya que, lo que el
paciente nos dice acerca de que siente y como lo siente, es lo más auténtico de
su sufrimiento. Si aquello que nosotros o sus allegados observamos coincide con
tal relato, tanto mejor, si no corresponde con lo que el paciente nos refiere, debe
prevalecer en nuestra consideración lo que él manifiesta.
La entrevista comienza “formalmente”, cuando preguntamos al enfermo, sus
datos de filiación. Y aun en este acto él ya puede expresar no sólo su manera de
ser, sino que además puede darnos algunas referencias acerca de aspectos de
su vida, en donde encontraremos alteraciones sintomáticas, por lo que también,
tenemos que estar atentos a estos hechos, para investigar más adelante, con
mayor detenimiento, la relación de los mismos, con la totalidad de su sufrimiento.
Podemos ver así, que cuando preguntamos el nombre, o la edad, o el domicilio,
algunos se detienen a pensar y contestan con dificultad, manifestando así,
groseras alteraciones en su intelecto o la memoria; y muchos, cuando
preguntamos su estado civil, relacionan su respuesta, con sus logros o fracasos
afectivos, así como cuando preguntamos acerca de su profesión, otros hacen
algún comentario acerca de su posición o de su responsabilidad, o de su
voluntad, etc.
Seguidamente, sugerimos al paciente, que nos relate con el mayor detalle
posible y con sus propias palabras, y no con términos del “diagnostico” que
pudieron dar a sus malestares, cuál es el motivo de su consulta. En este punto,
debemos considerar varios hechos. En primer lugar, debemos tener en cuenta,
que una vez que pedimos al paciente que hable, nuestra tarea debe limitarse a
observar y a esperar con toda paciencia, su relato. Y una vez que él comienza
con el mismo, y mientras nos refiera lo que le sucede, solo tenemos que
ocuparnos de anotar todo lo que nos va contando, del modo más fiel posible. Así,
jamás debemos de interrumpirlo, sino que lo correcto, es que nos dejemos llevar
por la corriente de su orden, pues este, también es parte de las modalidades de
su desorden, y fundamentalmente, porque una interrupción extemporánea, altera
de tal manera la espontaneidad de su relato, que resulta difícil una vez cometido
el error, que el paciente nos trasmita sus sufrimientos, con la fidelidad y la
autenticidad que necesitamos, para conocer su naturaleza.
A lo sumo, cuando el paciente se detiene, podemos preguntar, “¿y qué más
recuerda?, y ¿qué más? ...” y recién cuando él concluye porque no recuerda nada
más, podemos aclarar que nos interesa conocer, además del motivo de su

101
consulta, todos los malestares que él puede llegar a sentir en todas las partes de
su organismo, así como todos sus sufrimientos, de toda índole, y aún desde los
actuales, hasta los más remotos que alcanza su memoria. De esta manera, y sin
influir en el paciente a través de preguntas dirigidas, podemos darle a entender.
Que para nosotros es importante, interiorizarnos de todos los pormenores de su
existencia, en toda la amplitud de su espacio, y la extensión del tiempo.
Y sólo cuando él acaba con su relato, es lícito que le pidamos mayores
detalles acerca de los malestares que nos manifestó, para conocer así, con
precisión, sus modalidades peculiares. Y esto debe hacerse, empleando como
hasta ese momento, preguntamos suscitantes de relato, sin usar jamás, aquellas
que pueden implicar una respuesta prefijada, o un necesario sí o no. No diremos
por ejemplo “sus dolores de cabeza, ¿mejoran o empeoran con el esfuerzo?”,
sino que lo correcto es pedir que el paciente nos aclare respecto de todas y cada
uno de sus malestares desde cuando los siente, cuando y como aparecen y
desaparecen, cuáles son las características de su curso, con qué circunstancia
pueden mejorar o empeorar, o con cuales pueden ser concomitantes, o
alternantes, aún podemos pedir mayores detalles, acerca del modo en son
sentidos o superados, etc. Pero en todos los casos, tenemos que tener en
cuenta, como señala el maestro James T. Kent, que el buen homeópata, es aquel
que, con la menor cantidad de palabras posibles, extrae la mayor cantidad de
referencias del paciente. Esto también es parte del arte que debemos de adquirir y
ejercitar.
A esta altura de la toma del caso, además del relato propiamente dicho,
podemos observar algunos más, que también debemos consignar, como, por
ejemplo, la manera con que el paciente expone sus síntomas, así como el modo
con que él atiende a nuestras preguntas. Respecto a esto último, no cometamos
el error de interrumpirlo, si sus respuestas son distintas de las que esperábamos,
ya que es suficiente que nuestra intervención, cumpla con el requisito de suscitar
un relato; y este debe ser respetado, aunque el enfermo no haya entendido
nuestra pregunta, pues aquello que manifiesta es lo que él siente y espera
trasmitirnos. En cuanto a la forma de confiarnos sus sufrimientos, podemos
encontrar, por ejemplo, que algunos se irritan cada vez que les dirigimos una
pregunta, otros pueden llorar, y otros reír. Algunos, reiteran cada pregunta antes
de contestar, y otros se toman largas pausas, y luego contestan con dificultad,
pues no encuentran la palabra justa. Y otros repiten, hasta el cansancio, los
pormenores más mínimos, así como otros manifiestan desconocer hasta los
detalles más importantes de su vida. Algunos pueden mostrarse parcos y
reservados, como otros, entrar en extensas divagaciones y aún saltar de un tema
a otro. Como otros, acompañar cada respuesta con un discurso especulativo,
acerca de cada tema que preguntamos. Y aún algunos pueden contradecirse una

102
y otra vez con cada respuesta, etc. Tengamos estos hechos en cuenta,
especialmente, si son raros o extraños en su forma, porque también
corresponden a las modalidades características sintomáticas del paciente, y, por
lo tanto, pueden ser importantes para su individualización.
Con los datos obtenidos hasta este momento, un rutinario queda satisfecho,
pues como él se limita a encontrar los síntomas raros, extraños del enfermo,
puede llegar a esta altura, a la indicación de un medicamento. Pero como la
finalidad de un auténtico homeópata, es comprender como debe cumplirse en
cada paciente la Ley de curación, él debe conocer junto con los hechos, los
detalles de la dinámica miasmática de cada uno, es decir, el modo característico
e individual con que se desarrolla en cada enfermo, el desequilibrio vital, para
llegar a entender así junto con el medicamento semejante que le corresponde;
cuál es el camino de la curación y cómo debe esperar que paciente lo recorra.
Por lo que, para un verdadero homeópata, en este tramo de la toma del caso, la
historia recién comienza.
Antes de continuar con las consideraciones de la misma, debemos de hacer
notar, que especialmente en este primer tramo, tenemos que obviar un serio
prejuicio, que consiste en “pensar” en determinado medicamento, mientras
escuchamos al paciente.
Tenemos que estar atentos para desechar esta idea de la mente, pues si
no, a partir de que ésta aparece, estaremos propensos a “guiar” al paciente, con
sugerencias impropias, hacia el medicamento que suponemos que él puede ser,
con lo cual, su comprensión está perdida. Y esto, le puede pesar, más
frecuentemente de lo deseado, tanto al que recién inicia y conoce unos pocos
medicamentos, y en consecuencia “trata de ajustar” sus casos a tales
conocimientos parciales, como al médico de cierta experiencia, que desea
“apurarse por entender”, apenas escucha unos pocos síntomas que le son
familiares.
Siguiendo la toma del caso, a esta altura, el enfermo ya pudo haber
comprendido, a través de nuestras investigaciones, que nos interesa saber, no
solo todas las características peculiares de sus malestares locales, sino que,
además, y principalmente, el modo con que sufre, y resuelve, todas las
circunstancias de su vida. La mayoría de los pacientes, nos consultan por
problemas orgánicos físicos, y muchos no conocen los alcances del tratamiento
homeopático, y en un primer momento, sólo esperan que éste les resuelva. Lo
que la medicina tradicional no les ayudo a superar. Pero si aún si el motivo de la
consulta se refiere a problemas físicos locales, la naturaleza desliza a través del
relato espontáneo, las modalidades del sufrimiento del plano cualitativo del ser
humano, es decir, del que se relaciona con la totalidad de la persona, y no con una
parte del organismo. Cada ser es una unidad indivisible, y a pesar que la

103
medicina común no lo perciba, y aunque el enfermo este educado por esta
medicina oficial, y si bien su preocupación en un primer momento, puede ser sólo
lo local del desequilibrio vital, él conoce que el dolor de su alma, es más grande e
importante, que el mayor dolor físico que puede sentir. Lo que sucede, es que,
hasta el momento, nadie puede haberle preguntado por tal dolor, ni menos por los
avatares de su vida, por lo que él no está acostumbrado a referirse a estos
hechos, especialmente si su “visita” es a un médico alópata.
Cuando el paciente nos manifiesta “yo me siento mal” se está refiriendo a
la totalidad de su ser, y no a una parte de su organismo. Y nosotros sabemos,
cuando tratamos homeopáticamente, que debemos dirigirnos a este “yo”, que
existe como una persona, y no como a un conjunto de órganos, y el enfermo lo
percibe, por lo que no se sorprende cuando le preguntamos: “bueno, dígame
ahora, ¿cómo es Ud., ¿cómo es su forma de ser?”.
Y cuando el enfermo responde, y habla de su mismo, lo más frecuente, es
que comience detallando alguna modalidad de su humor, o de su sensibilidad,
unos dicen por ejemplo, “soy una persona melancólica”, o “irritable”, o “me tomo
todos los problemas a pecho, o “soy sensible”, o “muy reservado y guardo los
sufrimientos para mí”, y otros dirán que son aprensivos, o ansiosos, o que viven
angustiados, o con temores, y otros hablaran de su desesperanza o por el
contrario, de su optimismo, y otros romperán en llanto cuando le preguntemos
cómo son. Y mientras algunos se desbordan en una profusión de datos, otros se
limitan a decir, que son “nerviosos”, y creen que con esto ya nos dijeron todo, y
existen quienes, poniendo a prueba nuestra paciencia, nos dirán, por ejemplo,
“ha, eso tiene que decírmelo Ud.”, o están aquellos que nos responden, “¿cómo
quiere que me conozca a mí mismo?, pregúnteles a mis allegados”, etc.
Y como además de lo que pueden manifestarnos respecto de las
modalidades peculiares sintomáticas de su forma de ser, nos interesa conocer en
especial, las alteraciones sintomáticas, propiamente dichas, pedimos
seguidamente, a cada uno, que nos aclare, a qué cosas son sensibles, o cuáles
son los problemas que lo angustian de ese modo, o que lo irritan, o entristecen, o
lo “pone nervioso”, etc., y a quiénes esperan que nosotros “adivinemos cómo
son”, rogamos que nos confíen sinceramente cómo es su modo de ser. Conviene
que tales preguntas, como todas las que efectuamos en el interrogatorio, sean
hechas del modo más decidido que podamos emplear, pero a la vez, de la
manera más ambigua posible, para que así el paciente, sin sentirse influido en lo
más mínimo, acepte que él debe esforzarse y ser explicito, trasmitirnos qué siente
él auténticamente, como alterado, en su forma de ser.
En ese punto, nuestra comprensión debe de estar atenta, pues, en especial
a partir de ese momento, es cuando podemos encontrar la manifestación de los
síntomas que corresponden, a la relación errada que él siente, consigo mismo, es
104
decir, podemos hallar la clave de su propia idea errada de ser. Es aquí, por lo
tanto, donde cobra importancia particular, el respeto que debemos tener, por la
espontaneidad del relato del paciente, y aún por el orden que este elige, para
referirse a los pormenores de su vida, pues en estas referencias y en este orden
con que las expone, encontraremos con seguridad, no solo la máxima jerarquía
sintomática de su desorden, sino que, además, el punto de partida, del trayecto
del sentido errado de su vida. Apreciaremos el valor de estos hechos, cuando
analicemos el tema de los diagnósticos, pero podemos adelantar, que la
experiencia nos indica, que cuando no hemos entendido a un paciente, y
tratamos en consecuencia algunos de los síntomas, reactivos, y por lo tanto
cuando no hemos encontrado su simillimun, si volvemos nuestra atención, a los
datos que anotamos en esta parte de la historia, descubriremos asombrados,
que en la misma, estaba la clave del medicamento del paciente, esto sucede
desde luego, sólo cuando tenemos el buen habito, de dejar una constancia fiel,
de lo que el paciente nos relata.
En todos los casos, la existencia no puede separarse del entorno, ni de las
exclusivas contingencias circunstanciales, que le tocan a cada ser, por lo que
debemos esperar, que la manifestación de la idea errada que tiene uno de sí
mismo, sea expresada por cada enfermo, en relación con los hechos cotidianos,
dentro de los cuales trascurre su vida. Así, tomando como punto referencia tales
hechos, cada paciente nos detallará su manera de sentir y de pensar, acerca de
sus circunstancias, y nos hablará en especial, de aquellas a las que es
particularmente sensible, y nos expresara, además, cómo las sufre y las resuelve.
Y dentro de esta exposición, el hecho más notable que observamos en
todos los casos, es que todo ser, se refiere a su entorno, desde sí mismo, “yo
sufro, yo pienso, yo discierno y resuelvo, es decir, desde mi manera de ser, vivo
la vida y sus eventos”.
Por lo tanto, como veremos en detalle en el próximo capítulo, para fin de la
individualización de cada naturaleza, debemos conocer en primer lugar, cuál es la
relación de cada paciente consigo mismo, pues desde las modalidades
características de tal relación, se extienden, las que corresponden al modo de
conectarse con el medio en donde trascurre su existencia.
La relación errada con uno mismo, define el sufrimiento primario
constitucional o psora primaria de todo ser, es un hecho que podemos percibir y
comprender en todos los casos. Vemos así, que todo paciente nos manifiesta,
que él sufre de un modo particular, el reclamo de su conciencia, por no ser, lo que
sabe que puede y debe ser, pues cada uno siente, la alteración en él, de algunos
de los valores, que la misma conciencia le indica, que son propios y le
pertenecen, a la identidad humano; es decir que el sufrimiento, está reflejado en
todo paciente, en la coartación que él siente, de las posibilidades del desarrollo

105
del pleno de su ser. Todo enfermo, nos expresará así aún a través del relato más
superficial, su sufrimiento por sentir y conocer, que su plenitud anhelada, está
perdida.
Así, a partir de sí mismo, todo paciente manifestará por medio de sus
síntomas característicos, su manera de sufrir, el desvío del sentido apropiado de
su existencia, que él siente condicionada constitucionalmente, por la alteración
fatal, de sus valores que le corresponden como ser humano, y, sobre todo,
coartada en su desarrollo eficiente y pleno. Así por ejemplo, quién siente la
individualidad de su idea de ser, afectada por el error del valor amor, nos hablará
en primer lugar, de sus anhelos y frustraciones afectivas, y quien está
condicionado por el sentido errado del deber, se explayará en especial, acerca
de las preocupaciones, y modos de resolver errado, de todo aquello que tiene
que ver con su responsabilidad, así como quien sufre de modo característico, la
alteración del conocimiento, nos hablará en primera instancia, de su mal pensar o
sentir, acerca de su vida y sus fines, y otros se referirán a la perdida de posición ,
o de lugar, etc.
Una vez que tenemos registrado fielmente todos estos hechos, corresponde
que completemos la investigación, averiguando todos los aspectos de la vida, que
el paciente pudo haber dejado de lado en su relato, y aún en algunos casos,
debemos pedir mayores detalles, acerca de los hechos expuestos. Sólo así,
podremos ver claramente, a través de su historia, cómo vive desde su yo, y
desde la idea de sí mismo, su relación con sus semejantes, su entorno y sus
circunstancias, es decir, seremos capaces de percibir, todo el espacio de su
existencia. Preguntaremos, por ejemplo, si es que el paciente no se refirió al
respecto, quienes son sus allegados, y cómo es su relación con cada uno de
ellos, y aún que imagen tienen ellos de él, o él de ellos; cuál es su profesión y
cómo vive sus obligaciones; qué piensa de la sociedad, cómo actúa en ella. Con
cuáles de sus circunstancias está de acuerdo, y cuáles rechaza, a cuáles es
sensible, cuáles lo angustian, o atemorizan, o preocupan, qué circunstancias lo
satisfacen y cuáles lo complacen etc.
Y para obtener una historia completa, tenemos que averiguar estos mismos
aspectos, no sólo en relación con el estado actual del paciente, sino que,
además, con el trascurso de las distintas etapas de su existencia, es decir,
tenemos que conocer no sólo el presente, sino que también, su pasado y su
proyección al futuro. Averiguaremos, por ejemplo, qué recuerda de su niñez, de
su adolescencia, de su juventud, y cómo recuerda que él era, durante cada una
de estas etapas; cómo estaba conformada su familia paterna, cuáles eran las
características de la relación con la misma, cómo fue su relación con sus
compañeros de niñez; cómo fue su educación; cuáles fueron en cada uno de los
periodos de su vida, sus anhelos, sus frustraciones, sus logros, etc. Y aún

106
corresponde aquí, completar si es necesario, la idea que tiene de cada uno,
acerca de su futuro, preguntaremos, por ejemplo, qué esperaba y espera de la
vida en general, y aún es conveniente averiguar, a través de qué medios confía
concretar sus expectativas, etc.
Vemos así, como podemos llegar a conocer, a través del registro adecuado
de la historia vital del paciente, cuál es su manera peculiar de sentir, de pensar y
de discernir acerca de su existencia y de sus posibilidades. Sólo de tal modo,
podemos llegar a comprender y a determinar, cuáles son los síntomas más
característicos e individualizantes de su desequilibrio vital, es decir aquellos que
expresan su idea errada de ser. Vemos, asimismo, cómo esta comprensión se
completa, cuando junto con esto, podemos trazar el sentido de su vida, a través
de sus manifestaciones acerca de cómo vive, desde su yo, sus particulares
puntos de referencias circunstanciales, con lo cual podemos entender el
desarrollo miasmático de su desequilibrio y, por lo tanto, los síntomas peculiares
que configuran su totalidad sintomática individual.
Tenemos que tener en cuenta, que, en el momento de la entrevista, cada
paciente, mostrará distintos grados de desarrollo de su dinámica miasmática, así
en su estado actual, algunos presentarán su psora activa, y por lo tanto todas las
modalidades sintomáticas, de su sufrimiento al descubierto; en estos casos será
fácil percibir la desnudez de la minusvalía biológica. En cambio, en aquellos que
están conformados por la estructuración miasmática, encontraremos
especialmente modalizada, las acciones particulares, con que dicha
conformación. Acalló y resolvió miasmáticamente, la condición psórica. Pero en
todos los casos, para llegar a conocer con seguridad, la identidad biológica de
cada ser, lo adecuado es investigar detalladamente, todo el trascurso témporo-
espacial de su historia vital, ya que, delineando sólo su estado actual, jamás
podemos curar a un paciente, pues para lograr esto, tenemos que conocer tanto
su idea y sentimiento de la vida, como las acciones peculiares que ha elegido,
para desarrollarla y resolverla, y la totalidad de las características individuales de
tales hechos, se definen, sólo a través del conocimiento de toda su existencia, y
nunca por la consideración de un momento de la misma.
Creo que no necesita ser aclarado, que el tramo de la toma del caso que
acabamos de comentar, corresponde en especial al aspecto mental del paciente.
Para completarla, debemos puntualizar los aspectos que se refieren a los
síntomas generales físicos. Pero antes, tenemos que investigar, si no fueron ya
expuestos en el relato anterior, las modalidades de su sueño y de su sexualidad.
En cuanto al sueño, además de los síntomas característicos que se
relacionan con el horario en donde se puede desvelar el paciente, y de los
síntomas que se refieren a la posición que adopta para dormir, y aún el humor o
actitud que tiene cuando se despierta, podemos encontrar aquellos síntomas

107
peculiares, que corresponden a los sueños propiamente dichos; si los temas que
él sueña, se han reiterado, ya sea en el momento actual, o en alguna época de su
vida, éstos deben tenerse en cuenta, pues además de corresponder a los
síntomas, característicos del paciente, están en relación en la mayoría de los
casos, con la idea errada de ser.
Y lo mismo pude decirse respecto de los síntomas que pertenecen a la
sexualidad, ya que sus peculiaridades, están íntimamente ligadas con la
efectividad.
Y de los síntomas generales físicos, averiguaremos en primer lugar las
características de la alimentación. Preguntamos cómo es el apetito, investigamos
si el paciente presenta algún deseo marcado por algún alimento o sabor en
especial, o por el contrario aversión por otros, y detallaremos las modalidades de
su sed, y de todos los hechos que pueden relacionarse con las características de
su digestión, como, por ejemplo, la intolerancia por determinados alimentos aún
la mejoría o agravación general por otros, etc. Dejamos consignado así mismo,
las modalidades de sus evacuaciones.
Vemos luego, cuáles de las circunstancias climáticas pueden influir en él
enfermo, cuáles los mejoran o lo empeoran, o le acarrean algún malestar
particular. Debemos averiguar así mismo, las características que pueden
presentar su transpiración, pues estas corresponden a los síntomas generales
físicos del enfermo, preguntamos, por ejemplo, si transpira en algún lugar
particular de su cuerpo, o durante alguna circunstancia en particular, o sí el sudor
mismo, tiene alguna peculiaridad que puede llamar la atención.
Investigamos también, sí existen algunas modalidades horarias, o
periodicidad, o posición, en el sufrimiento general del enfermo, tanto de mejoría
cómo de agravación. Del mismo modo, vemos si en sus síntomas, existen
modalidades de alternancia o de concomitancia, etc.
Y una vez que tomamos la historia corresponde que la leamos, para ver así,
si no quedo algún hecho sin investigar. Y cuando consideramos que, en la
misma, están registrados detalladamente, todos los aspectos de la vida del
paciente, podemos pasar a su examen semiológico físico. Este debe realizarse
con el mismo escrúpulo y exigencia que se tiene para el resto del examen, pues
el plano material del organismo, es parte de la unidad indivisible de su ser. Y por
lo tanto también sus alteraciones deben ser consideradas e individualizadas, para
lo cual ni los exámenes complementarios necesarios, deben dejarse de lado.
Respecto de la consideración del plano material del organismo, sabemos
que la gran diferencia que existe entre el homeópata auténtico y el médico
rutinario, es que el primero ve en el paciente, a una persona, en donde el
desequilibrio vital, puede manifestarse las consecuencias de su alteración, en el

108
plano orgánico, en cambio el segundo, no ve, ni a una unidad del plano orgánico,
y toma por tanto en cuenta sólo sus partes, es decir, “diseca en vida” al paciente.
Y esto no significa que debamos desechar, las observaciones de las
características personales, o lesiónales físicas, sino que, por lo contrario,
tenemos que darle la jerarquía que le corresponde. Así, en un examen correcto
homeopático, no puede faltar el examen clínico clásico. Veremos seguidamente
cómo a partir de su diagnóstico, se desarrolla el resto de los pasos del
diagnóstico homeopático.

Objetivo particular del tema: El estudiante manejará adecuadamente un


examen del paciente.

109
I) Temas y Subtemas.
3 Examen del paciente.
3.1 La historia clínica.
3.2 El interrogatorio.

II) Preguntas preliminares:

1. ¿Cuál es la diferencia entre la técnica para diagnosticar una enfermedad y


para hacer la prescripción homeopática?
2. ¿Según el Dr. Close como es un médico sabio?
3. ¿Dónde podemos encontrar las indicaciones válidas para encontrar el
remedio?
4. ¿Qué se conoce en Homeopatía por rapport?
5. ¿De qué manera conseguimos hacer un buen rapport?
6. ¿En qué momento de la entrevista es más conveniente hacer el examen
físico al paciente?
7. ¿Cómo obtenemos mejores resultados durante una entrevista desde el
punto de vista homeopático?
8. ¿Qué no debemos de hacer durante el relato de nuestro paciente según el
Dr. Close?
9. ¿Cómo es la clasificación operativa de síntomas?
10. ¿Cuál es la importancia de estar libre de prejuicios en un Homeópata?
11. ¿Cuál es la finalidad de la entrevista homeopática?
12. ¿Qué es lo más importante de la toma del caso?
13. ¿Para qué nos sirve averiguar la historia familiar del paciente?
14. ¿Sobre qué cuestiones debe de interrogarse?
15. ¿Cuál es la importancia de ratificarse las respuestas?

III) Obtener información mediante la lectura de:

El genio de la homeopatía. Stuart Close. Editorial Sección médicos


Homeópatas. Colegio de médicos de Sevilla. Sevilla, España.
1994. pp. 153-165.
Páginas de Medicina Homeopática. Armando G. Grosso. Editorial El
Ateneo. Buenos Aires Argentina. 1987- pp. 96-102.
IV) Anotar las ideas principales de las lecturas:
V) Hacer comentarios críticos por escrito, de la(o) relación (es) que se
establecen entre las ideas principales dentro de las lecturas
indicada.

110
VI) Realizar una autoevaluación formulando un cuestionario por escrito
sobre las lecturas indicadas. Se debe regresar a las lecturas para
verificar.

*********************

EXAMEN DEL PACIENTE

Nos ocupamos, de manera general, de la cuestión del examen del paciente


con el propósito especial de hacer una prescripción homeopática.
A primera vista podría parecer que este tema debía de haber sido
presentado antes de la cuestión general de la sintomatología, tratada en el
capítulo precedente. Va que la finalidad de cualquier examen del paciente es
descubrir signos y síntomas. Sin embargo, es evidente que no podemos

111
emprender inteligente y lógicamente el estudio de los métodos de examinar a
los pacientes para una prescripción homeopática hasta que hayamos aprendido
qué son los síntomas, desde el punto de vista homeopático, y decidido alguna
forma adecuada de clasificación. Tendremos más éxito en nuestra búsqueda de
algo si sabemos que estamos buscando.
Se cuenta la historia de John Burroughs, el venerable decano de los
naturalistas americanos, que en una ocasión fue a visitar la casa de una
admiradora, que vivía en los suburbios de una de nuestras grandes ciudades. Su
anfitriona, manifestando su gran amor por los pájaros, lamentaba su desaparición
del vecindario. No había visto un pájaro desde hacía muchísimo tiempo. Los
traviesos chicos y los gatos que merodeaban los había echado. >Tío John< la
miró compasivo, pero no dijo nada. Poco después se puso el sombrero, guardó
su libro de notas y sus gemelos de ópera de bolsillo y fue a dar un paseo de una
hora. A su regreso invito a su anfitriona a sentarse junto a él, saco su libro de
notas y le mostro una lista de casi veinte especies diferentes de pájaros que
había observado durante su paseo, ¡en media milla alrededor de su casa! La
diferencia entre el Sr. Burroughs y su anfitriona era simplemente que él no sólo
sabía qué buscar, sino dónde y cómo buscarlo; y así fácilmente encontró lo que
estaba oculto a sus ojos.
Eso ocurre al examinar a un paciente. El estudiante que conoce la
naturaleza, constitución, formas y variedades de los síntomas necesarios para la
prescripción homeopática encontrara muchas cosas en un caso, que a otro,
especialmente preparado sólo quizás en patología y diagnostico general, se le
pasara totalmente por alto. Porque la patología y el diagnostico no buscan, ni
toman en consideración, los fenómenos que son más significativos desde el
punto de vista del prescriptor homeópata. Las “modalidades” o “condiciones
características”, por ejemplo, que hemos visto que son de mayor importancia en
la selección del remedio homeopático, significan poco o nada para el patólogo o
el diagnosticador general. Lo mismo se podría decir de los síntomas mentales y
subjetivos. Así que hemos de separar y clasificar los diferentes síntomas
revelados por un completo examen general, y variar nuestros métodos de
examen de acuerdo con el fin particular a alcanzar.
La técnica de un examen para diagnosticar una enfermedad es bastante
diferente de la de un examen para hacer la prescripción homeopática.
El diagnostico de enfermedad por los métodos modernos está basado en
gran parte en signos físicos, test y reacciones, que implican el uso de muchos
instrumentos de precisión, en los que él paciente no toma parte activa, y de los
que él no tiene ningún conocimiento. La selección del remedio homeopático, en
cambio, está basada en su mayor parte, y a veces completamente, en los
fenómenos o deducciones sacadas de los fenómenos de la experiencia

112
consciente subjetiva, percibida sólo por el paciente y referida por el examinador.
Casi todos los fenómenos objetivos que poseen valor desde el punto de vista de
la terapéutica homeopática, son de tal carácter que requieren sólo el ejercicio de
los sentidos y facultades ordinarias de observación del paciente, sus conocidos
o el médico mismo. Esta distinción debería tenerse claramente en mente. Los
exámenes para el estudio patológico y para el diagnóstico son necesarios e
importantes en sus diferentes campos; pero desde el punto de vista de la
fármaco-terapéutica homeopática, su importancia es sólo relativa, no absoluta.
Aparte de la localización física y orgánica de la enfermedad proporcionan
comparativamente poco que sea de valor para el prescriptor homeópata, en su
especial trabajo de seleccionar el medicamento sintomáticamente similar.
No se permite al patólogo, por lo tanto, criticar los métodos o hallazgos del
prescriptor, ni al diagnosticador suponer que sus hallazgos son suficientes para el
experto en materia médica; pero se le permite respecto a cada una de estas
materias en el espíritu y desde el punto de vista médico. Pues el médico. Como
ideal, es más grande que cualquier especialista médico. Las especialidades en
medicina sólo existen para que, combinándolas el ideal del perfecto médico no
pueda morir y desaparecer de entre los hombres. Por mucho que podamos dudar
de la necesidad o del real de los resultados, es verdad que, en la vasta extensión
de la llamada ciencia médica, se ha hecho imposible para cualquiera abarcarlo y
dominarlo todo. No obstante, la medicina ha sido dividida en tantas
especialidades, que podríamos parafrasear el viejo proverbio, <<coge nueve
sastres para hacer un hombre>>, en un nuevo proverbio médico: <<coge nueve
especialistas para hacer un médico>>
El médico general, si uno se atreve a seguir esa antigua y honorable
vocación debe actuar con varias capacidades –como higienista, sanitario,
patólogo, psiquiatra, diagnosticador, terapeuta, y quizás incluso cirujano y
obstetra; pero en cada uno de esos apartados, puede verse obligado a colmar la
medida de sus propias deficiencias técnicas recurriendo a los especialistas. El
médico sabio es el que reconoce sus propias limitaciones personales y técnicas,
y juiciosamente utiliza los servicios de los demás, que están especialmente
cualificados en alguna rama particular. Y el especialista sabio es el que reconoce
sus limitaciones –el que se da cuenta que, después de todo, por muy experto
que pueda ser en su rama, es sólo, como dijéramos, una parte de un médico, en
el amplio sentido de su palabra. La modestia deja buenos dividendos a la larga.
Con ese espíritu todos podemos cooperar en interés de nuestra profesión y
de nuestros pacientes, y coincidir con Hahnemann en el postulado del primer
parágrafo del Órganon: “la más alta y ubica misión del médico es curar a
enfermo”. Cada especialidad médica está subordinada a ese ideal, el trabajo del
prescriptor homeópata, que consiste específicamente (como lo hace) en la

113
aplicación de los medicamentos a la enfermedad, de acuerdo con un principio
definido, con la finalidad de curar estados tales que sean tratables con
medicamentos, debe siempre seguir siendo una de las más importantes
funciones desempeñadas por un médico. Aunque las referidas ramas de la
medicina –higiene, profilaxis, sanidad, cirugía, terapéutica, física etc.-, han tenido
grandes avances, está todavía muy lejos el día en que la farmacoterapia llegue a
ser innecesaria.
De esto resulta que el fármaco-terapeuta debe ser un especialista en el
sentido de convertirse en un experto en su parcela y esto, permítaseme decirlo,
es la acuciante necesidad de la profesión.
Este capítulo no tiene nada que ver con el diagnóstico y los exámenes y
síntomas patológicos, como tales, excepto para mostrar su relación general con
la prescripción homeopática. La finalidad de este capítulo es enseñar los
principios de la <<toma del caso>> y cómo determinar, desde el registro de
examen de un caso, qué síntomas son más útiles como indicaciones para el
medicamento curativo, bajo el principio homeopático. Ahora se presentaran
algunos puntos sobre el método de conducir el examen, de tal manera que se
descubran y desarrollen esos síntomas para usarlos al prescribir.
En el estado actual de la ciencia farmacoterapéutica y con nuestra materia
médica en su forma actual, lo más importante que debe recordarse al examinar al
paciente para una prescripción homeopática es que, con muy pocas excepciones
las indicaciones más válidas para el remedio van a encontrarse:
1. En aquellas sensaciones y fenómenos mórbidos subjetivos que caen
dentro de la esfera de la propia experiencia del paciente, y son perceptibles
sólo para él.
2. En aquellos signos objetivos de enfermedad perceptibles para los sentidos
por si solos o naturales, de nosotros mismos, el paciente o los demás.
Pero primero debemos, por supuesto, depender totalmente de las
manifestaciones del propio paciente. Los hallazgos del termómetro. El
estetoscopio, el microscopio y los demás instrumentos de diagnóstico, nos dan
muy poco, aunque están directamente disponibles, para la selección del
remedio. Su principal valor está en determinar el diagnóstico y la patología del
caso en que se apoya el pronóstico y el tratamiento general auxiliar. También
apunta o, más exactamente, definen la base anatómica de la prescripción y
nos ayudan a localizar correctamente los síntomas.
En consecuencia por lo tanto, en nuestro examen, deberíamos intentar a la
vez ponernos en una posición y una relación personal con el paciente que
favorézcalo mejor posible, una completa y franca revelación por su parte de
todas las circunstancias, y condiciones que le han llevado a esas dolencias; y
una igualmente completa, simple y franca manifestación de sus sufrimientos

114
como a él le parecen. El problema aquí es, en gran parte, psicológico. Es
bueno, en algunos casos explicar brevemente a un nuevo paciente la especial
finalidad de un examen homeopático, e indicar cómo difiere del examen
ordinario, por incluir especialmente síntomas mentales y subjetivos, y ciertas
condiciones que habitualmente son ignoradas.
Primero debemos ganarnos la confianza del paciente y quitarle, en la
medida de lo posible, la sensación de inhibición y embarazo. Esto se favorece
de una manera general con un trato calmado, digno, pero al mismo tiempo
tranquilo y simpático por parte del examinador; un comportamiento confiado
pero no pomposo; simple y directo, pero no agresivo; alegre, pero no
impertinente; serio, pero no grave o fúnebre. Deberíamos intentar poner al
paciente cómodo, adaptándonos a su personalidad y humor.
No deberíamos confundir al paciente con una mirada demasiado penetrante
hacia algún rasgo objetivo que pueda atraer nuestra atención. Podemos
aprender a observar con precisión fenómenos objetivos sin que lo parezca. Si
un paciente nos ve mirar fijamente alguna parte de su anatomía,
probablemente se pondrá ansioso y se olvidara de otras cuestiones, que son
más importantes para nosotros como prescriptores.
Lo mismo se puede decir de instrumentos o a la realización de diferentes
actos de examen físico. Un paciente nervioso con frecuencia se pondrá
seriamente desconcertado por proceder tan simple como escuchar la
actividad de su corazón con un estetoscopio –a veces incluso por tomarle el
pulso. Es mejor, por lo tanto, con los pacientes nerviosos, posponer tales
exámenes hasta casi el final de la consulta, o hasta que haya pasado su
nerviosismo.
El paciente debería ser animado a contar su historia libremente y a
descargar su mente. Nosotros queremos la historia y los síntomas del caso
desde el punto de vista del paciente primero. Si el examen se hace después,
cuando el paciente esté sereno, habrá menos peligro de confundir o prejuiciar
su mente.
La primera parte de la consulta debería conducirse en un tono fácil, de
manera semicoloquial. Los mejores resultados, desde el punto de vista
homeopático, se obtienen haciéndole olvidar que está en consulta. Se puede ser
concienzudo y sistemático sin ser demasiado informal. La mera idea de pasar un
examen formal es desconcertante para el paciente ordinario. Le teme como teme
ir al dentista. El quiere sentir, y es mejor para el sentir, que está contando sus
problemas a un comprensivo amigo, que tiene los recursos en su mano para
ayudarle. Es una buena norma dejar hablar al paciente, y hablar Ud. mismo poco
durante una consulta; dejarle contar su historia a su manera, sin interrupción,
excepto para volver al tema si se desvía. Podemos introducirlo en su narración

115
preguntándole cuándo y cómo comenzó su problema, y podemos instruirle para
que sea lo más concreto posible al relatar su historia y al localizar y describir
sus sensaciones tal como a él le parecen. No debemos reírnos de él ni corregir
pedantemente sus errores.
No debemos hacer <<preguntas directas, << ni <<poner palabras en su
boca>>, sino dejarle expresar sus sentimientos y observaciones a su manera.
Después analizaremos, completaremos, corregiremos e interpretaremos sus
manifestaciones de acuerdo con los principios de la sintomatología homeopática,
como expusimos en el capítulo anterior.
Las observaciones a las afirmaciones del paciente deberían hacerse
mientras el este hablando, pero tranquilamente sin ostentación.
Es conveniente dejar un examen entre los síntomas según se van
anotando, de manera que, cuando el paciente haya terminado sus
manifestaciones espontáneas, uno pueda echar un vistazo rápido a la página, ver
lo que ha quedado fuera e incluirlo. Luego se plantean preguntas de tal modo que
se complete cada síntoma, como la localización, la sensación y la modalidad, y
se añaden a la historia.
Como una cuestión de conveniencia, al anotar y rellenar las historias es
bueno dividir la página en tres columnas verticales –la primera para la fecha y el
remedio, la segunda para los síntomas y la tercera para las modalidades o
condiciones. Esto hace que el ojo capte rápidamente de un vistazo lo que hay en
una página.
No deberíamos dar prisa al paciente en su narración. Podemos mantenerlo
tranquilamente centrado en la cuestión, evitando manifestaciones divagantes e
inconsecuentes, pero esto es mejor hacerlo, como regla, manteniendo una
actitud de metódica absorción en los rasgos médicos del caso.
Es conveniente tener siempre en mente, durante el examen del caso,
alguna clasificación operativa de síntomas, como generales, particulares y
comunes. Al examinar un caso recogemos datos, hechos, particularidades, a
partir de los cuales vamos determinar después los rasgos característicos del caso
por el proceso lógico de generalización. Si queremos generalizar correctamente
debemos tener todos los hechos y estar seguro de ellos.
Cada cosa a su tiempo y todo en orden, con miras al resultado. Primero el
análisis; hechos de las manifestaciones del paciente, luego del que lo cuida, de
los familiares o amigos, y luego nuestras propias observaciones. Luego viene la
síntesis; la revisión y estudio de los síntomas y la construcción del caso,
clasificando los síntomas según generalizamos. Comparación de los síntomas del
paciente con los síntomas de la materia médica en el repertorio a continuación, y
finalmente la selección del remedio indicado por el procedimiento de exclusión.

116
Es conveniente practicar con casos sencillos primero, para familiarizarse
con la técnica. Los casos difíciles vendrán bastante pronto y pondrán a prueba
nuestra habilidad y paciencia al máximo.
La clasificación de síntomas sugerida, en síntomas generales, particulares
y comunes, es aplicable a los casos difíciles como a los sencillos; a la
enfermedad crónica como a la aguda. El plan general se puede modificar y
adaptar de diferentes maneras, pero los principios que los sustentan son siempre
los mismos.
La forma del examen y la dirección que toma debería conformarse a la
clasificación de síntomas adoptada, y uno bien puede tener impresos en blanco
para usarlos como guía y recordatorio.
Hahnemann dedica 22 párrafos en el Órganon a la cuestión del examen del
paciente –párrafos 83 al 105.
En las notas a esos párrafos él da muchas sugerencias y directrices
generales para conducir un examen. Enseñan entre otras cosas, cómo formular
apropiadamente nuestras preguntas –una cuestión muy importante. No se
espera que uno haga a cada paciente todas las preguntas que Hahnemann da en
esas importantes notas, sino que seleccionemos y apliquemos las que tengan
relación con el caso particular de que se trate. Constituyen una guía general en el
arte de interrogar.
Hay un punto en el párrafo 83 que merece una especial atención por unos
momentos.
Hahnemann dice <<El examen individualizante de un caso de enfermedad...
no exige del médico sino libertad de prejuicios, y sentidos sanos atención al
observar y fidelidad al trazar el cuadro de la enfermedad>>
<< ¡Sin prejuicios!>> Dicho rápidamente suena sencillo, fácil, y casi
gastado, sin embargo, es un <<trago amargo>>, cuando nos detenemos a
explorar las profundidades de nuestras propias mentes. En ese aspecto es como
la vieja moda del tazón de <<infusión de consuelda>> que yo tenía que tomar
semianualmente, en primavera y en otoño, cuando era un chico campesino en
Wisconsin. Caliente y muy endulzado, eso desde luego, ¡pero amargo! ¡Amargo
no era la palabra! Todavía oigo a mi madre; << ¡Ahora cierra los ojos, hijo, y
trágatelo rápido; después no notarás el gusto (mucho)! >> Suena fácil, pero
inténtalo.
¿Quién de nosotros esta sin prejuicios? Los prejuicios de una mente
materialista; de teorías psicológicas, que parecen muchas veces estar
enfrentadas a los principios homeopáticos: de duda en cuanto al uso del remedio
único o de no usar ningún medicamento, en absoluto; los prejuicios de << una
aversión a trabajar >>. muchos de nosotros hemos << nacidos cansados >>. No
nos gusta trabajar. Pereza, egoísmo y una << conciencia relajada >> son

117
responsables de más faltas y defectos homeopáticos que ninguna otra cosa, pues
la buena prescripción homeopática significa trabajo.
Esos son nuestros peores enemigos, y los peores enemigos de la
homeopatía. Contra ellos, si queremos tener éxito en nuestro trabajo, debemos
estar en continua guerra dentro de nosotros mismos, hasta que hayan sido
conquistados por el establecimiento de unos métodos y una práctica correcta y se
haya desarrollado un genuino interés por el trabajo. Ningún hombre dominado
por dudas o prejuicios arraigados pude hacer un buen trabajo. El vendedor
comercial de hoy en día, por ejemplo, no es considerado competente, ni con el
apropiado estado de ánimo para lograr el éxito, hasta que es capaz de <<
venderse a sí mismo >>, como dicen los expertos. Esto significa que debe adquirir
y tener una creencia y convicción totales de la utilidad, indispensabilidad y valía de
los artículos que tiene que vender. Para él esto significa estudio, esfuerzo personal,
autodisciplina, hasta que desarrolla un genuino entusiasmo por sus artículos, su
empresa y su trabajo. Esto significa confianza en sí -mismo y en sus artículos.
En ningún sitio se mostraran más claramente los prejuicios que en el
examen homeopático de un paciente. Si uno aborda un caso prejuiciado a favor
de alguna teoría patológica su examen estará, insensible pero inevitablemente,
limitado por esa teoría. No obtendrá todos los hechos del caso, ni interpretara
apropiadamente los que obtenga; y sin todos los hechos no puede estudiar o
tratar el caso correctamente.
Los prejuicios y las dudas pueden superarse con reflexión, estudio,
autodisciplina y autosugestión; cultivando el espíritu científico; volviendo
frecuentemente a una consideración y reflexión sobre los amplios principios
generales que sustentan nuestro arte, con la intención de reformar métodos,
fortalecer la moral y corregir la actitud mental o punto de vista erróneos, todo
enfocado hacia el desarrollo de una técnica más práctica, más precisa, y más
comprensiva.
Las creencias y las convicciones pueden ser reforzadas y la energía
estimulada reflexionando sobre el hecho de que nuestro método terapéutico es
eficaz y exitoso porque está basado en una ley inmutable. Debemos recordar y
repetir mentalmente la ley y sus corolarios y revisar los hechos en los que está
basada, o mejor aún, escribir un pequeño ensayo sobre la cuestión; traer a la
mente o buscar ilustraciones y ejemplos de su verdad y adecuación, estudiar los
casos y curaciones referidos en nuestra literatura por los maestros; pensar en el
deber, lealtad al principio y coherencia en la práctica; pensar en los éxitos,
conseguidos por métodos correctos y sin compromiso. De pensar en los éxitos a
realizar los éxitos hay un largo camino.

118
Nuestro trabajo como médicos implica la realización de numerosas
funciones relacionadas, todas las cuales están subordinadas a la principal
función de curar al enfermo.
Como especialistas en medicación terapéutica, nosotros examinamos los
síntomas de los que depende la elección del remedio; pero como médicos,
también examinamos los síntomas de los que depende el diagnóstico y el
pronóstico. Nuestro objetivo es hacer un completo examen, incluyendo todas las
investigaciones patológicas necesarias. Teniendo todos los hechos en la mano
determinamos qué rasgos del caso son médicos, cuáles son quirúrgicos, cuales
psicológicos, higiénicos, sanitarios, etc. Tenemos todos esos compartimientos
distintos en nuestra mente, refiriéndonos al caso como un todo, dándonos cuenta
de que cada uno tiene su relación particular y se refiere a todos los demás, y
especialmente, hemos de intentar realizar el compartimento de terapéutica
homeopática, qué para nosotros es el más importante de todos, porque sabemos
que es inútil intentar basar la prescripción homeopática en otra cosa que no sean
los síntomas que pertenezcan a su legítima esfera. Las generalizaciones del
diagnosticador o el patólogo, por muy correctas que sean, no pueden servir como
base para la prescripción homeopática.
La finalidad del examen homeopático es obtener los síntomas del paciente
de tal manera que permita su comparación con los síntomas de la materia
médica para seleccionar el remedio similar u homeopático. Cada enfermedad
tiene su parecido sintomático en la materia médica homeopática es como una
<<galería de delincuentes>>, en la que están colgados los retratos de todos los
delincuentes patológicos de todo el mundo. Cuando usted coge a un delincuente
compara sus rasgos con los retratos. ¡Luego le hace <<tomar su
medicamento>>!.
Como toda caza de delincuentes cuando está de servicio, nuestros sentidos
deben de estar alertas, nuestra mente clara, nuestras facultades lógicas
agudizadas, nuestras simpatías y prejuicios dejados al margen. Cuando los
hechos estén ante nosotros podemos simpatizar, corregir, tranquilizar y animar
cuanto nos parezca prudente y conveniente.
A veces hemos de recurrir al artificio en el examen del caso para conseguir
los hechos. Tienen que superarse muchos obstáculos. Entre ellos está el pudor,
frecuentemente por parte del paciente. a veces (raramente en la actualidad) por
parte del médico, si es joven e inexperto. Muchas veces recuerdo divertido mis
sentimientos cuando presencie por primera vez un examen de un caso de tisis
pulmonar de mi antiguo preceptor, el Dr. Wells. La parte del examen que excitó
mi risa fue la que se refería a las características del esputo. Pregunto
particularmente cómo era su color, olor, forma y sabor. Era la primera vez que
había oído tales preguntas, y la primera vez que me hacían ver que tales hechos

119
podían tener alguna relación con la selección del remedio. yo creo que no era
demasiado pudoroso, pero tal refinamiento de análisis más bien me disgustaba,
después de que el paciente había sido recetado y despedido, manifesté
francamente mi dificultad al viejo maestro. Él sonrió un poco benévolamente ante
mi ignorancia y se burló de mis remilgos. Luego sobriamente me indico que la
respuesta del paciente de que el esputo <<sabia dulce>> le había permitido
diferenciar entre dos remedios muy parecidos y hacer una elección muy precisa.
Esa resultó ser la ocasión para algo de una tristemente necesaria instrucción en
la necesidad del fiel análisis de todos los elementos del caso –que nadie nunca
me dio en mi carrera.
Aquí, una vez más, debe dirigirse la atención, como una parte importante
del examen homeopático, a la utilidad e importancia del análisis lógico en el
examen sintomático del paciente. El clínico analiza síntomas, por la misma razón
y con el mismo método que el patólogo analiza un espécimen patológico.
Muchas de las manifestaciones del paciente serán meras generalidades,
estas no serán de ningún valor para el prescriptor vasta que hayan sido
analizadas en sus elementos. Como se ha dicho, son meramente síntomas
comunes, sin individualidad. El paciente le dirá, por ejemplo, que tiene un dolor
cabeza. Esa, y otras generalidades semejantes, deben ser analizadas de forma
que los elementos de localización, sensación y modalidad se obtengan por
preguntas apropiadamente formuladas. El paciente puede manifestar que tiene
una secreción de algún tipo. Después de localizarla anatómicamente, debería ser
analizada en sus elementos de color, de olor, consistencia y calidad (suave,
escoriante, provocando picor, etc.). De modo similar con una diarrea, en lo que se
refiere al carácter de la descarga; pero aquí el acto mismo de descargar debería
ser analizado en sus elementos, su carácter y concomitantes en tiempo y espacio
fijados, creando las divisiones de <<antes de defecar>>. En otras palabras, al
paciente se le pide describir qué siente y que ocurre antes, durante y después
del acto de la defecación. Así, en una fiebre intermitente, como otro ejemplo, la
forma de la enfermedad es analizada en sus elementos:

1. Tipo y periodicidad (cotidiana, terciana, cuartana, semanal, mensual,


semimensual, anual o semianual); y después en cuanto a la hora del
día en que aparece el paroxismo;
2. Estadios, (pródromos, escalofrío, calor, transpiración);
3. Apirexia

En cada una de estas divisiones los fenómenos son localizados como aparecen,
definiendo en cada síntoma particular tan precisamente como sea posible. Así,
descubrir y obtener los hechos de un caso y darles forma e individualidad, como

120
un todo, es el arte del consumado examinador homeópata. Esto es una
ilustración de lo que en un capítulo anterior significaba hablar de la <<totalidad>>
como consistente en hechos <<relacionados, que tienen forma, coherencia e
individualidad>>, y caracterizando su formación como <<artística>>.
Aunque los hechos deben recogerse del paciente, su forma, relaciones y
valor dependen casi completamente del examinador. El paciente por sí solo,
habitualmente dará sólo afirmaciones toscas, desconectadas generalidades
burdas, hechos concretos aislados y algunos detalles una -mera masa informe. El
examinador diestro analiza y completa paciente y hábilmente, las manifestaciones
obtiene detalles, los conecta con el todo y construye el caso lógica y
científicamente, dándole una forma típica, de acuerdo con la idea preconcebida.
Eso es arte, y el verdadero arte es siempre científico.
Como modelo de análisis en enfermedades especiales, y para uso práctico
diario, conseguir y estudiar el de Allen sobre fiebre intermitente; Bell sobre
diarrea, y kimball sobre gonorrea. En análisis general y síntesis, en el campo
entero de la materia médica, el <<Therapeutic Pocket Book>> de
Boenninghausen y el Repertorio de Kent son clásicos, para todo homeópata.
El <<Therapeutic Pocket Book>> de Boenninghausen y su libro sobre la
fiebre (desgraciadamente agotado) son los modelos originales e irremplazables
sobre los que se basan todos los demás trabajos fiables de esta clase.
Boenninghausen, que siguió y trabajo con Hahnemann, es la fuente principal
para el análisis y clasificación de síntomas, de la todos nos servimos. Su
nombre, junto al de Hahnemann es el más ilustre en la galaxia de los héroes
homeópatas. Los métodos de práctica basados y diseñados según el trabajo de
tales maestros no pueden dejar de proporcionar éxitos a todo profesional que los
use y promueva la causa de la homeopatía.

********************

Historias clínicas

Lograr una buena historia clínica es una de las partes más importantes de la
toma del caso. Por lo mismo, se dice que es también generalmente la más
descuidada o malhecha.
Para enfrentarnos inteligentemente con el presente debemos de conocer
algo del pasado. Debemos conocer no sólo los hechos del presente, quizás un
padecimiento agudo, sino también qué es lo que ha llevado a ello. De otro modo
frecuentemente nos veremos frustrados en nuestros intentos de curar, y

121
descubriremos que nuestros pacientes hacen lentas e imperfectas
recuperaciones de enfermedades agudas aparentemente simples, o se asientan
en estados de invalidez más o menos confirmada.
Esto es porque todas las auténticas enfermedades agudas son en realidad
estallidos de exacerbaciones de enfermedades crónicas subyacentes,
profundamente asentadas, previamente latentes, o tendencias heredadas y
predisposiciones a enfermar, que existen prácticamente en todas las personas;
un tema especial que es tratado en otra parte.
Entonces, en los exámenes, como norma y en el momento adecuado,
obtenemos primero una lista, tan completa como sea posible, de las
enfermedades previas del paciente, desde la infancia hasta el presente, en orden
casi cronológico en lo posible, con las edades en las que aparecieron los
ataques, y preguntamos sobre la naturaleza, síntomas, duración, severidad y
secuelas.
Deberíamos preguntar cuidadosamente no sólo por las enfermedades
agudas eruptivas, infecciosas, inflamatorias o febriles, incluyendo las llamadas
<<enfermedades de los niños>>, sino sobre los trastornos más crónicos y
oscuros, incluyendo enfermedades de la piel; enfermedades de órganos y
glándulas (tonsilitis, adenitis, etc.); enfermedades nerviosas (epilepsia,
<<convulsiones>>, corea, estados paralíticos etc.); catarros y <<descargas>> de
cualquiera de los orificios mucosos; enfermedades de los huesos o articulaciones
y raquitismo; todos los desórdenes de la esfera sexual, especialmente sífilis y
gonorrea.
En las mujeres y muchachas deberíamos informarnos sobre las reglas,
edad a la que se establecieron y regularidad de los periodos, anotar todas las
desviaciones de lo normal y averiguar el tiempo e influencia de matrimonios,
partos, etc.
No deberíamos olvidar preguntar si, y cuando, el paciente ha sido
vacunado y enterarnos qué curso tomó la enfermedad implantada. Al mismo
tiempo deberíamos informarnos, si han sido realizadas inoculaciones con sueros
o vacunas. Muchos trastornos pueden ser atribuidos a vacunaciones e
inoculaciones, intencionadas o accidentales.
El tipo de tratamiento que ha tenido el paciente para las enfermedades
experimentadas, y las principales drogas usadas, deberían conocerse, si es
posible. Puede ser necesario antidotar alguna de ellas.
La ocupación y los hábitos del paciente; dieta, ejercicio, sueño, uso e té,
café, tabaco, estimulantes, narcóticos, etc. deberían ser anotados.
Es importante si el paciente ha tenido accidentes o lesiones mecánicas, o
ha sufrido algún shock o aflicción mental, tales como pena, susto, ansiedad o
preocupación, negocios perdidos o arruinados, experiencias domesticas

122
desgraciadas, decepciones amorosas, etc., y fijar fechas y secuencia. Tales
experiencias tienen una poderosa influencia para causar o predisponer a la
enfermedad, a la vez que son valiosas para el proscriptor como síntomas
orientadores.
A continuación es importante averiguar la historia familiar, esto es, una
breve historia de las enfermedades, causas de muerte, predisposiciones y
tendencias a enfermar, y particularidades individuales no solo de los hermanos y
hermanas del paciente, sino de su padre, madre, tíos, y tías y sus abuelos, si es
posible.
Todo esto es historia general y debería formar parte del registro de cada
caso. En algunos casos será necesario entrar, minuciosamente a fondo, en la
historia y en los fenómenos de las fases particulares de las enfermedades
precedentes, para obtener los datos necesarios para una inteligente prescripción
homeopática.
Tal examen debería hacerse no sólo por su gran valor práctico y científico,
sino por su influencia psicológica sobre los pacientes. Los pacientes estarán más
propensos a seguir permanentemente con el médico, y su influencia sobre ellos
será mucho más fuerte, si él tiene completas y exhaustivas historias de sus casos
en su archivo y este hecho les impresiona. Esto les da confianza en su habilidad
y destreza profesional.
A los pacientes les gusta sentir que su médico <<lo sabe todo sobre ellos>>
que él no sólo está interesado en ellos y sus familias, personal y
profesionalmente. Sino que se toma la molestia de conocer y mantener en
contacto con todas sus peculiaridades individuales. No hay modo más seguro de
construir una permanente, lucrativa y sustancial práctica que obrando así. Ni
que decir tiene que los honorarios de ese primer examen deben de estar en
proporción al tempo y habilidad empleados y que serán pagados sin queja, pues
todo paciente inteligente verá que está obteniendo un buen servicio que bien vale
su dinero.
Los impresos en blanco, cubriendo sistemáticamente los puntos trazados,
modificados según el juicio individual y la necesidad, facilitarán mucho más el
proceso de una buena historia y toma del caso. Deberían ser de tamaño tipo
carta, con hojas en blanco del mismo tamaño, para desarrollar los casos
individuales y guardarlos. Con toda la documentación referente a cada caso, en
carpetas en un archivador vertical con índice, para referencia constante. Los
registros individuales son clasificados, alfabéticamente bajo el nombre de cada
paciente. No es conveniente guardar los registros de los casos en pequeñas
tarjetas, como hacen algunos. Debería haber un espacio amplio para que queden
bien. Las hojas de tamaño tipo carta proporcionan suficiente espacio, se

123
equiparan a la correspondencia ordinaria y se ajustan a los archivadores
verticales ordinarios.
El examinador debería estar constantemente alerta y observando mientras
hace un examen oral. El paciente puede estar inconsciente y delirante; o ser un
niño, incapaz de hablar; o un demente. Puede estar fingiendo o tratando de
engañar, en cuanto a la naturaleza o causa real de su enfermedad. El
conocimiento de la historia natural y los fenómenos de la enfermedad ayudaran a
formarse un verdadero cuadro de la enfermedad.
Como prescriptor, el homeópata siempre está buscando lo que hay en el
caso de peculiar, poco común, característico e individual. Eso puede notarse en
alguna expresión casual del paciente mientras habla, que rebele su humor o su
estado mental, o el origen de su trastorno; puede encontrarse el color, forma o
expresión de su rostro; o en su actitud, modo de andar, o comportamiento físico.
Si el paciente está confinado a su cama, el examinador observara su
posición en ella, su manera de moverse o darse la vuelta, su respiración, el
estado de su piel, el color u olor de su transpiración, el olor de la exhalación de la
boca o el cuerpo, el aspecto físico de las excreciones. La relación de las
sensaciones del paciente con la atmosfera y la temperatura se manifiesta en la
cantidad de abrigo, la ventilación de la habitación, bolsas de hielo, botella de
agua caliente, etc. Todos esos y muchos otros pequeños detalles perceptibles
para el examinador alerta, quizás sin hacer una pregunta, serán guías valiosas
en la elección del remedio. Deberían ser registrados como tales.
El estado mental, consciente y subconsciente, se manifiesta por el
comportamiento general, la conversación, la expresión del rostro, los deseos y
aversiones y la manera de dormir, así como las expresiones verbales voluntarias.
Los síntomas mentales son los de mayor importancia. La pericia en observar y
analizar esos rasgos de la enfermedad debería ser cultivada, pues las
conclusiones correctas y el tratamiento eficaz muchas veces dependen más de
las propias observaciones y constataciones del médico que de cualquier cosa que
los demás, o incluso el paciente, sean capaces de decirle.
Respecto al humor o disposición mental, por ejemplo, deberá ser capaz de
juzgar por la manera del paciente de relatar o expresar sus sufrimientos y por su
comportamiento hacia sus acompañantes, si esta triste o alegre, tranquilo o
ansioso, confiado o asustado, indiferente, malhumorado, critico, malicioso,
irritable, desconfiado o celoso.
En cuanto al intelecto, puede observar por sí mismo si el paciente está
embotado, estúpido, inconsciente, excitado, delirante, distraído, confuso, etc.
Todos los puntos precedentes son cubiertos por las rubricas de cualquier buen
repertorio y deben ser cubiertos por el remedio seleccionado.

124
Todos ellos, y sus condiciones asociadas, son lo más valioso y
característico como indicaciones terapéuticas, deberían observarse y anotarse
cuidadosamente. Cada caso debería ser abordado con esta idea, y mantener la
mente activa y alerta mientras se habla con el paciente y sus conocidos.
Un trabajo así tiene sus satisfacciones, aparte de sus relaciones científicas
<<el mayor estudio del hombre es el hombre>>. A la mayoría de nosotros nos
gusta <<estudiar la naturaleza humana>> y nos enorgullecemos un poco de
nuestra sagacidad, <<catalogando>> a la gente que encontramos por un estudio
de su fisiognomía su aire, etc. El prescriptor homeópata encontrará ventajoso
cultivar el arte del análisis psicológico, y bien puede enorgullecerse de esto
cuando sea capaz esta parte de su trabajo médico sistemáticamente también.
Por descontado que el examen físico de un paciente también se hará
completa y sistemáticamente, y los hallazgos serán añadidos al registro. Como
esta cuestión no está dentro del alcance de este trabajo, no le concederemos
mayor atención.
El autor sentirá que ha cumplido su propósito si ha conseguido imprimir en
los lectores la necesidad y las ventajas de hacer siempre un examen completo y
sistemático, y conservar los registros escritos completos. Nada conduce más
firmemente al honor y la reputación profesional y al éxito en la práctica, una
reputación honestamente merecida de hacer exámenes cuidadosos, de
<<tomarse interés por el caso>>, de ser siempre completo y esmerado, es uno de
los activos, más valiosos que un médico puede tener, y que puede ser
legítimamente capitalizado en su beneficio económico.

Objetivo particular del tema: El estudiante seleccionara el medicamento


adecuado para el paciente en homeopatía.

I) Temas y subtemas.
4 Posología
4.1La dosificación
4.2La elección del remedio.

125
II) Preguntas Preliminares.

1. ¿Qué es posología?
2. ¿Cuáles son los tres elementos esenciales de la homeopatía?
3. ¿A qué se debe ajustar la dosis homeopática?
4. ¿Describa que nos dice la tercera ley de Newton?
5. ¿Cuál es la importancia de la tercera ley de Newton para dosificación
homeopática?
6. ¿Porque en homeopatía casi nunca se utilizan las dosis fisiológicas?
7. ¿Cuáles son los tres requisitos para que un medicamento actué?
8. ¿Cuál es la considerada correcta dosis adecuada homeopática?
9. ¿Describa las cinco consideraciones que influyen en la elección de la
dosis?
10. ¿Qué cosas modifican la susceptibilidad del paciente?
11. ¿En estados terminales cual es dosificación a seguir?
12. ¿Cuándo debemos repetir una dosis?
13. ¿Cómo se manifiesta la acción de un remedio?
14. ¿Qué nos dice la ley de la dosificación?
15. ¿Cuáles son más importantes los síntomas generales o locales y
porque?
16. ¿Para investigar el remedio requerido cuales son los métodos?

III) Obtener información mediante la lectura de:

El genio de la homeopatía. Stuart Close. Editorial Sección médicos


Homeópatas. Colegio de médicos de Sevilla. Sevilla, España. 1994 pp. 167-
190.
Páginas de medicina homeopática. Armando G. Grosso. Editorial el Ateneo.
Buenos Aires. Argentina. 1987 pp. 91-95; 132-134

126
IV) Anotar las ideas principales de las lecturas indicadas.

V) Hacer comentarios críticos por escrito. de la(s) relación(es) que se


establecen entre las ideas principales dentro de las lecturas
indicadas.

VI) Realizar un auto evaluación formulando un cuestionario por escrito


sobre las lecturas indicadas. Se debe regresar a las lecturas para
verificar.

*************************

127
POSOLOGIA HOMEOPATICA

Por posología (del griego posos, cuánto) entendemos la ciencia o doctrina


de la dosificación.
Pequeñas dosis y homeopatía son comúnmente considerados como
términos sinónimos. Si los que tienen tal idea, se inclinan favorablemente por la
homeopatía, es probablemente porque han oído que las medicinas son
<<agradables de tomar>> o por cualquier otra razón. Mientras tal impresión, con
lo que implica, no es del todo indeseable, es de lamentar que no haya sido
suministrada una más amplia base de juicio por parte de aquellos cuyo deber es
instruir al público en los principios de la homeopatía. Si no hubiera existido tal
concepción juvenil, la homeopatía habría sido más extensamente apreciada.
No puede negarse la cuestión de la dosis homeopática es muy importante.
Los tres elementos esenciales del sistema son el principio, el remedio y la dosis; y
los tres son de igual importancia. La posología y la cuestión relacionada de la
potenciación, fueron objeto de tantos malentendidos, discusiones y controversias
en los primeros días de la homeopatía, que la profesión, después de dividirse en
dos campos opuestos, empezó a cansarse del asunto. Ha llegado a considerarse
como una especie de <<nudo gordiano>>, que es cortado por cada cual como
mejor puede con el instrumento a su disposición. Hahnemann mismo en su
tiempo, desesperando casi de ser capaz de poner de acuerdo a sus seguidores
sobre la cuestión, corto el nudo proponiendo tratar todos los casos con la
potencia treinta. Siguiendo esta sugerencia, otros tácitamente adoptaron una
dosificación confinada a una, o a una muy limitada categoría de potencias. Los de
la mentalidad materialista se restringieron a las tinturas y trituraciones crudas, o
a las diluciones muy bajas, oscilando de la 1X a la 6X. Otros oscilan de las
potencias terceras a la treinta, mientras otro pequeño grupo, de tendencia
metafísica, usaba sólo las potencias muy altas, oscilando de la dos mil a la millón,
cada uno de acuerdo a su predilección personal.
Tal estado de cosas es desafortunado, asumiendo que hay una diferencia
en la acción de las diferentes dosis de medicamentos, y que ha estado
disponible para el uso una serie de potencias o preparaciones de los diferentes
medicamentos, se deduce que la serie entera debería estar abierta a cada
profesional, y cada uno debería ser competente, deseoso y dispuesto para usar
cualquier potencia o preparación del remedio indicado en un caso dado, sin
prejuicios. Si se confina a sí mismo a una o dos potencias, sean bajas, o medias
o altas está limitando a su propia eficacia y privando a sus pacientes de valiosos
medios de alivio y curación.
Según los principios homeopáticos, cualquier potencia puede requerirse en
cualquier caso. Es tan irracional esperar curar todos los casos con dos o tres

128
potencias cualquiera, como esperar curar todos los casos con dos o tres
remedios cualesquiera. En ambos casos, aquellos que siguen tal camino están
dominados más por el amor a la comodidad y sus prejuicios que por su deseo de
eficacia.
La selección de la dosis es una parte integral del proceso de hacer una
prescripción homeopática como la selección del remedio y exactamente igual de
importante. Un remedio bien seleccionado puede fallar completamente, o incluso
perjudicar, a causa de una dosificación equivocada. La dosis al igual que el
remedio, debe ajustarse a la necesidad del paciente.
La doctrina homeopática de la dosificación, como la ley de curación, está
basada en el descubrimiento de la acción opuesta de las grandes y pequeñas
dosis de medicamento. Esto es otra aplicación en medicina de la ley acción
mutua la tercera ley newtoniana del movimiento, <<acción y reacción son iguales
y opuestas>>. Todo el que está familiarizado con la acción de las drogas sabe,
por ejemplo, que la Ipeca en grandes dosis produce náuseas y vómitos y en
pequeñas dosis, bajo ciertas condiciones curará lo mismo; que el Opio en
grandes dosis producirá un profundo sueño o narcosis, y en pequeñas dosis, bajo
ciertas condiciones curará lo mismo.
Estrechamente ligada a esto está la llamada acción primaria y secundaria
de las drogas, en virtud de la cual vemos muchas drogas, al principio o en la
etapa primaria de su acción producir un grupo de síntomas, y en la segunda
etapa un conjunto exactamente opuesto de fenómenos; como cuando el sueño
profundo de la acción primaria del Opio es seguido por una vigilia de mucha
mayor duración; o cuando la diarrea inducida por un catártico es seguida por una
constipación de mayor duración. Esto se aplica, por supuesto, sólo a las drogas
dadas en forma tangible y cantidades considerables, en lo que se llaman <<dosis
fisiológicas>>.
Aunque el antagonismo fisiológico entre grandes y pequeñas dosis es una
ilustración de la ley homeopática de la posología, el uso de las drogas en
<<dosis fisiológicas>> no tiene nada que ver con su uso homeopático, porque los
remedios homeopáticos no se usan nunca en <<dosis fisiológicas>>. Esta
afirmación es cierta, incluso en aquellos casos en que el bajo poder reactivo del
paciente a veces requiere dosis materiales del remedio homeopático. Sería más
preciso decir que los medicamentos homeopáticos no se usan nunca por sus
<<efecto fisiológico>>.
Es necesario, para una clara comprensión de la cuestión, distinguir entre
tres términos; fisiológico, terapéutico y patogenético, usados por las escuelas de
medicina para expresar la naturaleza de la acción de las drogas. Hay una
desmoralizante tendencia incluso en la escuela homeopática, a usar estos
términos sin discriminación.

129
La palabra <<fisiológico>>, como corrientemente se usa en medicina en
relación a la acción y dosificación drogal, es engañosa e imprecisa. La palabra
tiene un sentido tranquilizador, agradablemente sugerente de algo normal y
saludable. Su uso tiende a oscurecer, o mantener en segundo plano, el hecho de
que el tipo de acción drogal así designado es esencialmente toxico y por lo tanto
realmente doloroso y perjudicial.
La <<acción fisiológica>> de una droga no es su acción terapéutica o
curativa. Es exactamente lo opuesto de una acción curativa, y no es nunca
empleada en la práctica homeopática con fines terapéuticos. El uso de la palabra
<<fisiológico>>, en conexión con la acción y la dosificación de la droga, tiende a
despistar al no avisado y a justificar el uso de medidas que de otro modo serían
consideradas ilegitimas.
Es una palabra, es un eufemismo. Puesto que la acción de las dosis
<<fisiológica>> y el propósito para el que se da es declaradamente producir
síntomas drógales, de una manera directa y positiva, ese hecho debería ser
claramente expresado en el nombre, a fin de que no pueda ser malentendido.
La escuela homeopática a reconocido la conveniencia y justicia de tomar
esta posición, y ha cumplido con los requerimientos de precisión científica en la
nomenclatura, mediante la adopción y uso de la palabra <<patogenético>> (Gr.:
pathos, sufrimiento, y génesis, origen, <<que produce sufrimiento>>) para
describir apropiadamente el carácter de tal acción drogal. El <<sufrimiento>> del
organismo producido por la droga es expresado en síntomas, que son el lenguaje
de la enfermedad. En lenguaje homeopático, por tanto, estos denominados
<<síntomas patogenéticos>>, un término que es preferible porqué es preciso y
verdadero.
Terapéutico significa curativo, sanador, aliviante. Una acción patogenética
no es nunca curativa. La acción de una droga puede ser patogenética (toxica), o
terapéutica (curativa), dependiendo de la cuantía y fuerza de la dosis, de la
susceptibilidad del paciente y del principio según el cual se da.
En el tratamiento homeopático de la enfermedad, una droga no es nunca
dada por su acción patogenética. Dosis patogenéticas pueden darse, sin
embargo, con fines experimentales a una persona sana, al hacer lo que se llaman
ensayos. Al tratar homeopáticamente la enfermedad, el objeto no es producir
síntomas sino eliminarlos. Mediante el remedio similar a la dosis mínima es posible
hacer esto de una manera directa, sin producir síntomas. No es necesario recurrir
al método indirecto, antipático o alopático de producir síntomas drógales en una
parte para eliminar una enfermedad de la misma, o de cualquier otra parte, y por
lo tanto no es necesario utilizar dosis <<fisiológicas>> o patogenéticas. La
curación homeopática se obtiene sin sufrimiento, sin la producción de síntomas
drógales, de una manera positiva y directa, por la acción de las dosis sub-

130
fisiológicas o sub-patogenéticas; en otras palabras, por la dosis mínima, que es
una dosis tan pequeña que no es capaz de producir síntomas cuando se usa
terapéuticamente. La homeopatía requiere que la dosis terapéutica deba ser
capaz de producir sólo una ligera agravación o intensificación temporal de los
síntomas ya existentes; nunca de producir síntomas nuevos. Sólo el remedio
similar, en la dosis más pequeña posible, es capaz de producir este resultado
altamente deseable. Por este medio la fuerza y la vitalidad del paciente se
conservan, su sufrimiento se reduce rápidamente al menor grado posible y se
consigue una verdadera curación, si el caso no ha pasado del estadio curativo.
No debe entenderse que las dosis infinitesimales no son capaces de producir
síntomas en personas sanas susceptibles, pues esto no es cierto. Las dosis
infinitesimales producirán síntomas en ciertas personas altamente sensibles, y
muchos de nuestros más valiosos ensayos se han hecho con medicamentos más
o menos potenciados. Aún más, ningún remedio puede considerarse ensayado a
fondo hasta que no ha sido probado tanto en potencias como en forma cruda.
En el uso ordinario una dosis fisiológica significa una dosis de una droga
empíricamente seleccionada, de suficiente cantidad y fuerza para producir un
efecto definido, predeterminado o grupo de síntomas. Prácticamente equivale a la
dosis máxima compatible con la seguridad. Una dosis fisiológica de Atropina o
Belladona, por ejemplo, es una dosis suficiente para producir dilatación de
pupilas, sequedad de membranas mucosas y rubor o turgencia de la piel. La
acción de la droga es llevada hasta ese punto sin tener en cuenta los síntomas
accesorios que se puedan producir, o si es curativa o no. Ningún otro tipo de
acción es buscado o esperado y, por regla general, no se reconoce si ocurre. Lo
que se intenta es producir un definido efecto drogal directo. Que otros efectos no
deseados ni necesarios se produzcan incidentalmente no importa. No se les
tiene en cuenta, y no se considera que compliquen o perjudiquen el caso si
ocurren.
Al intentar predeterminar arbitrariamente la cuantía y la fuerza de la dosis
fisiológica, se tiene en cuenta sólo la diferencia en la edad de los pacientes, que
son burdamente divididos en dos clases, niños y adultos. Si un paciente es
incapaz de tomar la dosis establecida o usual sin serios resultados, se considera
un caso de idiosincrasia o hipersensibilidad y es sustituida por otra droga.
A diferencia del médico homeópata, el profesional alópata no está
preparado para observar la acción más fina, más delicada de las drogas sobre el
organismo vivo y no reconoce, por lo tanto, los síntomas que expresan tales
acciones cuando se dan. Desde este punto de vista tales síntomas, mientras no
sean serios, no son de ninguna importancia ni tienen ninguna utilidad.
Al considerar las razones por las que las dosis de medicamento elegido
homeopáticamente son necesario más pequeña que la dosis fisiológica de la

131
prescripción antipática o alopática encontramos primeramente el hecho de la
resistencia orgánica.
Cada organismo vivo está dotado de un poder inherente, automático, de
reacción de estímulos. Por medio de este poder, el organismo ofrece resistencia
a todo lo que tienda a dañar, destruir su integridad o perturbar su normal
funcionamiento. La resistencia se manifiesta por sufrimiento, dolor, fiebre,
inflamación, secreciones y excreciones alteradas etc.
Este poder se despliega cuando las drogas se administran porque estás son
enemigas de la salud, en proporción a su potencia y el tamaño de la dosis. Para
que una droga disimilar produzca su llamado efecto fisiológico, por lo tanto, la
dosis debe ser suficientemente grande para superar, primero esta resistencia
corporal y segundo para producir sus síntomas característicos.
Cuando se administra la droga similar u homeopática en una enfermedad,
encuentra poca o ninguna resistencia, porque la esfera de su acción ya ha sido
invadida y su resistencia superada por la acción similar del agente productor de la
enfermedad. Los órganos o tejidos afectados están abiertos a los ataques de
afuera. La susceptibilidad a la droga similar está, por consiguiente, fuertemente
aumentada.
La droga homeopática actúa sobre las mismas zonas implicadas en el
proceso de enfermedad, de una manera similar a la acción de la causa
productora de la enfermedad misma. Para que el sufrimiento de los órganos
afectados no pueda ser aumentado y el paciente dañado, se debe dar una dosis
mucho más pequeña.
La dosis homeopática, por lo tanto, es siempre una dosis sub-fisiológica o
sub-patogenética; esto es, una dosis tan pequeña como para producir síntomas
patogenéticos; pues nosotros deseamos no producir más síntomas, sino sólo
eliminar y borrar los síntomas ya existentes, se debe de dar también en una dosis
tan pequeña como para producir una severa agravación de los síntomas ya
existentes.
Otra razón de la pequeña dosis radica en el hecho de que la enfermedad
vuelve a las partes afectadas anormalmente sensibles, como vemos en ojo
inflamado que es dolorosamente sensible a un grado de luz al que reacciona
normalmente en estado de salud.
La tercera razón es que la droga homeopática se da siempre
individualmente, de tal manera que su acción es completa e inmodificada por
otras drogas.
Los homeópatas no dicen, vagamente, que los medicamentos en dosis
infinitesimales curen la enfermedad incondicionalmente. La proposición es que
los medicamentos actúan curativamente en cantidades infinitesimales, cuando se

132
dan en casos que a ellos son homeopáticos. Y cualifican aún más esta afirmación
estableciendo tres requisitos necesarios para tal acción.

1) El desarrollo de las virtudes especiales que hay en el medicamento por un


proceso peculiar de preparación o potenciación.
2) La susceptibilidad aumentada a la impresión medicinal producida por la
enfermedad.
3) La selección del remedio sintomáticamente similar.
Afirman, y está ya demostrado, que una dosis infinitesimal de medicamento
tiene poder y actúa como una fuerza; pero para que la fuerza sea medicinal o
curativa es necesaria una condición de aplicación; a saber, que sea aplicada de
acuerdo con la ley homeopática.
La fuerza para ser eficaz, debe ser no sólo aplicada en la cantidad
apropiada, sino en la dirección apropiada y en el momento apropiado.
La cantidad apropiada de una droga a administrar en un caso dado no
puede nunca ser establecida por un razonamiento a priori sino solo por la
experiencia; y así ha sido señalado. Aquellos que dudan en dar las dosis
infinitesimales de la homeopatía sobre la base de su improbabilidad, deberían
recordar que una cantidad infinitesimal es una cantidad. No se puede considerar
como nada. Oíd la respuesta de Hahnemann a los que tildaban a la dosis
infinitesimal de <<nada>> y <<absurdo>>.
<< ¿Cómo es eso? ¿La porción más pequeña posible de una sustancia, no es
una parte integral del todo? Siendo dividida y subdividida, incluso hasta el límite
de lo infinito, ¿no quedaría algo, algo sustancial, una parte del todo, aunque fuera
tan mínima? ¿Qué persona en su juicio lo negaría?
Y si es en realidad una parte integral de la sustancia dividida, lo que nadie
en su juicio puede dudar, ¿Por qué debería esta mínima porción, que es
ciertamente algo, ser inactiva, mientras el todo actúa con tanta violencia?>>
Las opiniones y la práctica de Hahnemann con respecto a la dosis fueron
perfeccionándose gradualmente, a través de largos años de cuidadosa
experimentación y observación; al principio, incluso algún tiempo después de la
promulgación de la ley de los similares y el método práctico basado en ella, él
usaba medicamentos en dosis materiales y en la forma usual. Su descubrimiento
del principio de potenciación sobrevino gradualmente medida que experimentaba
la reducción de la dosis, a fin de llegar a un punto en que las severas
agravaciones no se produjeran. Gradualmente, por la experiencia, se dio que el
poder latente de las drogas era liberado o desarrollado por trituración, dilución y
sucusión. Así llegó a su conclusión final de que “la dosis adecuada es siempre la
menor dosis posible que efectué una curación”.

133
Teniendo ahora una visión general de los principios subyacentes a la
cuestión de la dosis, y un patrón general por el cual valorar los resultados, sería
deseable intentar formular algunas reglas, basadas en la experiencia, que nos
guíen en la selección de la dosis adecuada para un caso particular.
La cuestión parece más compleja ahora que en el tiempo de Hahnemann,
pero realmente no es así. Los mismos principios se aplican ahora que entonces.
Durante la mayor parte de su vida Hahnemann tenía sólo lo que ahora llamamos
las potencias bajas: es decir, de la primera a la treinta; aunque en los últimos
años pudo conseguir y utilizar algunas potencias más altas. Boenninghausen ha
escrito que Hahnemann le manifestó repetidamente que usaba generalmente la
dilución sesenta, y que frecuentemente las usaba más altas con gran
satisfacción. Boenninghausen también refiere que Hahnemann, en su
correspondencia, estaba muy interesado en los experimentos de
Boenninghausen y Gross con las altas potencias y aprobaba calurosamente los
mismos. Se ha dicho repetidamente que Hahnemann trataría de esta cuestión en
la próxima sexta edición del Órganon, un trabajo que desgraciadamente nunca
vio la luz hasta 1922.
Desde el tiempo de Hahnemann los fabricantes de potencias han estado
activos y ahora tenemos potencias que llegan a la millonésima centesimal, e
incluso más altas. Hombres con la confianza, valentía y entusiasmo para
experimentar con esas elevadas preparaciones y publicar sus resultados no han
faltado. Médicos de incuestionable honestidad, capacidad y experiencia han
atestiguado que obtienen resultados curativos con el uso incluso de altísimas
potencias. No es justo por nuestra parte cuestionar ese testimonio hasta que
hayamos sometido el asunto a comprobación. A la luz de la experiencia y de las
recientes revelaciones en otras parcelas de la ciencia sobre el poder de lo
infinitesimal, no hay nada inherentemente improbable sobre esto, y es
incuestionablemente ventajoso para nosotros contar con un arsenal tan amplio
como sea posible.
La mayor parte del trabajo de la profesión, sin embargo, se hace con las
bajas y medias potencias y éstas, si son correctamente prescritas y
acertadamente manejadas, darán resultados satisfactorios en la gran mayoría de
los casos. La tercera, sexta, veinte y treinta potencias, con un surtido de la
doscientos para <<rematar>>, proporcionan una escala general de trabajo.
Cuando el joven profesional puede permitirse añadir a estas un surtido de
quinientas y mil de Boericke & Tafel hechas a mano, estará realmente bien
equipado. Lo demás es <<lujo>>, pero si a alguien le ofrecieran un surtido de
cincuenta mil y cien mil de Fincke, Swan o Skinner, ni su modestia ni sus
prejuicios le impedirían aceptarlas y probarlas.

134
Cientos de profesionales, incluyendo al que escribe, las han usado con
gran satisfacción

Elegir la potencia

Ahora bien, ¿hay alguna enseñanza que nos ayude a elegir la mejor
potencia para un caso dado? Hay poca enseñanza pero muchas opiniones.
Profesionales que públicamente hacen ostentación de su liberalidad en esta
cuestión, con demasiada frecuencia descubriremos, en un conocimiento más
íntimo, que practican un obstinado exclusivismo en el uso de alguna potencia
particular, generalmente una muy baja o muy alta, y critican duramente a aquellos
que difieren de ellos. Esto es lamentable, porque tales profesionales
indudablemente se privan ellos mismos y a sus pacientes de muchos agentes
curativos que están fácilmente a su alcance.
La serie de potencias ha sido comparada a la escala musical. <<Un artista
experto puede, desde luego, construir una armonía con las diferentes vibraciones
de la misma cuerda, pero qué armonía más bella y perfecta podía construir
mediante una apropiada combinación de todos los sonidos que pueden ser
sacados de su instrumento>> (Guernsey)
En general se puede afirmar que cualquier enfermedad curable puede ser
curada por cualquier potencia, cuando se administra el remedio indicado; pero la
curación puede acelerarse mucho seleccionando la potencia o dosis apropiada
para caso individual.
Cinco consideraciones nos influyen en la elección de la dosis:
1. La susceptibilidad del paciente
2. El asiento de la enfermedad
3. La naturaleza e intensidad de la enfermedad
4. El estadio y la duración de la enfermedad
5. El tratamiento previo de la enfermedad.

Susceptibilidad del paciente


Esta es general y correctamente considerada como la guía más importante
en la selección de la dosis. Es importante tener algunos medios de calibrar, al
menos aproximadamente, la susceptibilidad del paciente.
La susceptibilidad a la acción medicinal es sólo una parte o fase de la
susceptibilidad general del organismo a todos los estímulos. Por analogía, así
como por experiencia, hemos llegado a una consideración de los principales
factores que modifican y expresan la susceptibilidad general.

135
La susceptibilidad varía en los diferentes individuos según la edad, el
temperamento, la constitución, los hábitos, el carácter de las enfermedades y el
ambiente.
La susceptibilidad de un individuo a un remedio en diferentes momentos
también varía. La idiosincrasia puede existir como un factor modificante. La
homeopaticidad debe ser considerada siempre.
Cuanto más similar es el remedio, más clara y positivamente los síntomas del
paciente adoptan la forma peculiar y característica del remedio, mayor es la
susceptibilidad a ese remedio, y más baja la potenciación requerida.
El <<infatigable Jahr>> ha ilustrado muy lucida y bellamente este punto. El
señala una diferencia esencial entre la acción de las bajas y altas potencias, que
consiste no en su fuerza o debilidad, sino en el desarrollo de las peculiaridades
del remedio a medida que subimos en la escala de potencias. Esto se basa en
el hecho bien conocido de que los ensayos de la tintura y potencias más bajas
de una droga por regla general, producen sólo los síntomas más comunes y
generales de la droga, no muy nítidamente diferenciados de otras drogas de su
clase. Es en los ensayos de las medias y más altas potencias donde el carácter
peculiar y especial de la droga e revela, por síntomas más finos y
característicos. Jahr ilustra esto con una figura geométrica, que consiste en
numerosos círculos concéntricos. Con radios trazados para representar remedios
en diferentes etapas de potenciación.
De la primera a la tercera potencia, como se muestra en el círculo más
interno, donde los radios están muy juntos, remedios similares o relacionados con
Ars., Rhus., Bry., y Sulphur tienen muchos síntomas en común; pero entre más
alto se asciende en la escala de potenciación, más se separan los radios unos
de los otros, de tal manera que parecen cada vez más distintos en sus rasgos
peculiares y característicos.
Todos los narcóticos, como Bell., Stram., u Opium, por ejemplo, en crudo y
en dosis masivas, actúan de una forma igualmente estupefaciente, provocando la
muerte por apoplejía o parálisis; todos los drásticos producen vomito y purga, etc.
Sólo en dosis pequeñas o potenciadas sus diferencias más características de
acción se hacen aparentes.
<<Por dilución y sucusión continua, >> dice Jahr. <<los remedios no se
hacen más fuertes ni más débiles, sino que sus peculiaridades individuales se
desarrollan cada vez más>>; en otras palabras, su esfera de acción se amplía,
como se representa por los círculos concéntricos.
La repercusión práctica de esto sobre la elección de la potencia o dosis
según Jahr, es la siguiente: En un caso dado, donde los síntomas no están
claramente desarrollados y hay una ausencia o escasez de rasgos
característicos, o donde dos o tres remedios parecen más o menos igualmente

136
indicados, la susceptibilidad y la reacción pueden ser consideradas como bajas.
Damos, por lo tanto, el remedio que parece más similar, en una potencia baja
(tercera a veinte). Pero cuando los síntomas de un caso indican claramente un
remedio, cuyos síntomas característicos corresponden estrechamente a los
síntomas característicos del caso, damos altas potencias –treinta, doscientas, mil,
o más altas, según el grado de confianza del prescriptor y contenido de su
botiquín.
Podemos modificar ligeramente el consejo de Jahr sugiriendo que, cuando
más clara y positivamente, los síntomas más finos, más peculiares y más
característicos del remedio aparezcan en un caso, mayor el grado de
susceptibilidad y más alta la potencia.
Esta regla cubre más puntos de los requisitos que se van establecer
después de lo que parece a primera vista. El tipo de caso (será descrito
después) que requiere bajas potencias para su curación, no presenta, por regla
general, los matices más finos y característicos de los síntomas que
caracterizan los casos que requieren altas potencias; así que podemos juzgar
con bastante seguridad el grado de susceptibilidad del paciente por el carácter y
lo completo de los síntomas.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, la diferente capacidad de los
examinadores. Un hombre de aguda percepción, preciso, esmerado, concienzudo
y bien preparado, verá muchas cosas en un caso que otro no tan dotado no verá.

La susceptibilidad es modificada con la edad.


Generalmente hablando, la susceptibilidad es mayor en los niños y jóvenes,
personas vigorosas, y en personas que no han sido muy medicadas,
alopáticamente o homeopáticamente, esto es que no tienen la costumbre de
tomar frecuentemente medicamentos, y disminuye con la edad. Los niños son
particularmente sensibles durante el desarrollo, y los órganos más sensibles son
los que se están desarrollando. Por lo tanto, los medicamentos que tienen
peculiar afinidad por esos órganos, deben darse en potencias medias o altas.

La susceptibilidad es modificada por la constitución y el temperamento.


Las potencias más altas se adaptan mejor a personas sensibles, de
temperamento nervioso, sanguíneo o colérico; a personas inteligentes, rápidas
para actuar y reaccionar; a personas entusiastas e impulsivas.
Potencias más bajas y dosis más grandes y frecuentes corresponden mejor
a individuos tórpidos y flemáticos. Torpes de comprensión y lentos para actuar; a
individuos de carácter basto, perezoso, de hábitos groseros; a los que poseen
gran fuerza muscular, pero que requieren de estímulo poderoso para excitarlos.
Tales personas pueden tomar con aparente impunidad grandes cantidades de

137
estimulantes, como whisky, y mostrar poco efecto por ello. Cuando enferman
requieren bajas potencias o incluso a veces dosis materiales.

La susceptibilidad es modificada por el hábito.

Es aumentada por una ocupación intelectual. Por excitación de la


imaginación y las emociones, por ocupaciones sedentarias, por sueño
prolongado, por una vida afeminada. Tales personas requieren altas potencias.

La susceptibilidad es modificada por las condiciones patológicas.

En ciertos estados terminales, el poder del organismo para reaccionar, incluso al


remedio homeopático indicado, puede llegar a ser tan bajo que sólo dosis
materiales pueden despertarlo. Un ejemplo común de esto se observa en ciertas
condiciones terminales de enfermedad valvular del corazón, donde Digitalis es el
remedio indicado, pero no se obtiene ningún efecto con ninguna potencia. El
paciente responderá, sin embargo a dosis tangibles de tintura pura o de una
infusión de Digitalis fresca y a veces se recupera bien de un estado que
parecía desesperado.
Aunque tales dosis, atendiendo sólo a su cantidad, puedan considerarse
como <<fisiológicas>> o patogenéticas, la naturaleza de la reacción en tales
casos es claramente no patogenética, sino dinámica y curativa, como muchos
han comprobado. La forma de la reacción cumple perfectamente con los
requerimientos de la curación, en cuanto a orden y dirección de la desaparición
de los síntomas y a naturaleza del resultado.
La cantidad solamente no hace que constituya una dosis patogenética. la
calidad, la proporcionalidad y la susceptibilidad del paciente son también factores.
Una dosis que sería grande, perjudicial o quizás peligrosa para un paciente
altamente susceptible, no tendría ningún efecto sin embargo sobre otro cuyo
poder de reacción sea muy bajo, en razón de la existencia de lesiones
patológicas groseras, o de larga evolución, enfermedad crónica y agotadora y
mucho tratamiento previo. Es únicamente una cuestión de aproximar la cualidad
y cantidad de la dosis al grado o plano de la enfermedad de acuerdo con la ley
de los semejantes. Si el grado de enfermedad es bajo, y el poder de reacción es
bajo, el remedio debe darse bajo. Así encontramos en tales casos, que los
síntomas del paciente son habitualmente de un orden bajo; síntomas comunes
patológicos; síntomas orgánicos; síntomas terminales groseros, síntomas que
corresponden a los efectos de drogas crudas en dosis toxicas masivas. Los

138
matices más finos de los síntomas pertenecientes a estados agudos, en
pacientes vigorosos sensibles, no aparecen. Los medicamentos potenciados no
actuaran. El caso ha pasado de ese estadio, y los síntomas más finos con él. A
pesar de todo, los síntomas permanecen, y los estados casi desesperados que
representan están aun dentro del alcance de la ley homeopática y a veces seden
a su poder, cuando la ley relacionada de la posología es correctamente
comprendida y aplicada.
Los llamados <<síntomas patológicos>>, cuando tan sólo existen ellos, son
tan significativos y característicos en su forma y pueden ser tan claramente
indicativos de un remedio, homeopáticamente, como los grados más precoces,
más finos de síntomas. Que sean útiles para el prescriptor homeopático o no
depende de la existencia de los síntomas similares en la Materia Médica. Sólo
podemos prescribir para los síntomas que tienen una contrapartida en la Materia
Médica. Por registros de envenenamientos, sobredosificación y algunos ensayos
extremos, así como por la experiencia clínica, tenemos conocimiento de algunas
drogas cuyos síntomas derivados de esta manera, corresponden muy fielmente
a la clase de síntomas patológicos que estamos discutiendo. En la lista de tales
drogas podemos encontrar una que se ajuste a nuestro caso. Si eso no es
posible, un estudio de los síntomas precoces de la historia del caso, si pueden
obtenerse, puede llevar directamente o por analogía, al remedio que se necesita.
Cuando un caso ha alcanzado un estadio en que solo síntomas patológicos u
orgánicos groseros están presentes, están habitualmente es incurable; pero no
está necesariamente fuera de la ayuda con medicamentos homeopáticamente
seleccionados, incluso si no da resultado seguir usando las pequeñas dosis
ordinarias o medicamentos potenciados.
En estados terminales por lo tanto, cuando el paciente no reacciona a los
remedios bien seleccionados, ni a remedios intercurrentes de reacción, dados en
forma potenciada y en pequeñas dosis, recurrir a la droga cruda y aumentar la
dosis hasta el punto de reacción.
Cuando se está razonablemente seguro del remedio dar, la tintura o una
baja trituración, primero en dosis moderada, aumentado la luego hasta que
encuentre la dosificación a la que el paciente reaccione, incluso si es la <<dosis
máxima>> que figura en los libros. La <<dosis máxima>> puede ser la <<dosis
mínima >>necesaria para producir reacción a veces. Cuesta más trabajo conducir
un coche subiendo un monte que en llano; si es muy empinado, el conductor
puede tener que retroceder un trecho y tomar <<carrera>>, para conseguir el
impulso suficiente para subirlo. Cuando llega a la cima del monte puede
desconectar y <<deslizarse>> hacia abajo por el otro lado. Eso es lo que el
prescriptor homeópata tiene que hacer a veces, en el tipo de casos de que
estamos hablando.

139
Esto no invalida en lo más mínimo ni viola el principio de la dosis mínima
en tales casos. El principio de similia, aplicado tanto en la selección del remedio
como de la dosis, es eterna y universalmente cierto. Es tan cierto en estados
terminales de enfermedades crónicas marcadas por lesiones y síntomas
patológicos groseros, como cualquier otro tipo de casos. El médico homeópata
fracasa y deja de cumplir con su deber si, en tal crisis, se retira y deja morir a su
paciente o pasar a otras manos; o si impotentemente cede, abandona el
principio del similia y recurre a las medidas de rutina de la práctica alopática,
basada en suposiciones teóricas. Ocasionalmente llaman a un médico alópata,
que da dosis llamadas fisiológicas de alguna droga corriente, y restablece al
paciente. Él ha hecho meramente lo que el médico homeópata debería tener el
discernimiento y sentido común de hacer; -es decir, dar la droga que es
realmente homeopática al caso, pero darla en las dosis más fuertes requeridas en
ese estadio del caso, para excitar la reacción curativa. Él ha hecho lo que el
médico homeópata es quizás demasiado tímido, demasiado ignorante o
demasiado prejuiciado para hacer. Resultado el alópata se gana el honor, a la
familia y a los honorarios; el homeópata <<se gana la risa>>, y la homeopatía
<<se gana un ojo morado>>. Los éxitos ocasionales de los médicos alópatas en
tales casos son casi siempre conseguidos con drogas que son esencialmente,
aunque en crudo, homeopáticas. El homeópata que habitualmente usa altas
potencias es propenso a olvidar, o a pasar por alto, el hecho de que un caso
terminal puede alcanzar un punto en que los síntomas reclamen dosis materiales,
porque la susceptibilidad sea tan baja que no reaccione a ninguna otra, pero
reaccione a ellas.
Un caso así ocurrió en la práctica del que escribe. Era un caso de
enfermedad valvular de corazón de muchos años de duración, que había
alcanzado un estadio de fibrilación. En una crisis previa había respondido a
medicamentos potenciados. En una ocasión, sin embargo, los medicamentos
potenciados, seleccionados con el mayor cuidado, no tenían ningún efecto. Se
hizo un esfuerzo para despertar la reactividad adormecida con remedios
intercurrentes, también en alta potencia. Se le dio Laurocerasus, Carbo
Vegetavilis, Tuberculinum, y Medorrhinum, como recomiendan las autoridades
homeopáticas.
Todos los esfuerzos fracasaron y el caso rápidamente progresaba hacia el
desenlace. Taquicardia, arritmia, edema, ascitis, hidrotórax, congestión pasiva
del cerebro e hígado, delirio, supresión de orina y coma predecían la rápida
proximidad del fin. Durante un periodo de más de tres semanas, los síntomas
habían indicado positiva e inequívocamente Digitalis; per dosis que oscilaban
desde cuarenta mil bajando hasta gotas de tintura no producían ningún cambio
favorable.

140
En este punto, por consejo de un eminente especialista alipata que fue
llamado a requerimiento de la familia, le fueron administradas importantes dosis
de una preparación especial de Digital y una dieta líquida sin sal. En treinta y
seis horas; cerebro, pulmones e hígado rápidamente se aclararon y el caso, que
parecía absolutamente desesperado, progresaba firmemente hacia una buena
recuperación.
La acción de la Digital fue claramente curativa. No aparecieron síntomas
patogenéticos de ningún tipo, pues la copiosa orina fue claramente un síntoma
curativo. Sólo fueron dadas seis dosis en la droga, a intervalos de doce horas, y
fueron interrumpidas tan pronto como su acción terapéutica completa estuvo
establecida.
Alrededor de un mes después, fue necesario repetir la medicación, en dosis
pequeñas, unas cuantas veces, por un ligero retorno de algunos síntomas,
debido a un sobreesfuerzo.
Este paciente no fue curado, en el sentido de que las válvulas
estructuralmente dañadas de su corazón fueran restauradas, pues es imposible.
Pero la acción de la droga indicada fue curativa en su naturaleza, tanto fue
posible, su vida fue salvada y prolongado, y el fue restablecido hasta un punto de
bienestar y utilidad cuando de otro modo habría muerto.
Digitalis en dosis materiales fue homeopática a su estado, sintomática y
patológicamente, y ninguna otra droga podría sustituirla en ese estadio de la
enfermedad. Ningún otro medicamento de ningún tipo se dio.
En contraste con este caso, y como ilustración más de la necesidad de
estar preparado para utilizar la escala entera de potencias, se presenta el
siguiente caso de la práctica del autor.
La paciente era una joven de dieciocho años, en los últimos estadios de una
enfermedad de corazón incurable. Había estado en tratamiento alopático más de
un año, empeorando inexorablemente. Cuando el autor la vio primera vez estaba
confinada en una silla, incapaz de acostarse o permanecer en cama. Existía
edema generalizado, ascitis e hidrotórax. La orina estaba casi completamente
suprimida, sólo eliminaba alrededor de un litro en veinticuatro horas. La
taquicardia y la disnea eran de lo más angustioso y la muerte parecía eminente.
La historia y la anamnesis de su caso revelaban síntomas inequívocos de
Calcárea. Se le dio una dosis única de Calcárea Carb. C.M. Fincke. La reacción
y respuesta al remedio fueron sorprendentes. En cuarenta y ocho horas la orina
comenzó a segregarse copiosamente. En varios días paso de tres litros y medio
diarios. La hidropesía rápidamente desapareció y pronto fue capaz de acostarse
y dormir cómodamente. En cuatro semanas fue capaz de salir a pasear en un
coche y no mucho después estuvo andando. Vivió trece meses con relativa

141
comodidad y bienestar y luego murió bastante repentinamente de un fallo
cardiaco, después de un ligero sobreesfuerzo.
Estos dos casos representan los extremos de los recursos terapéuticos al
alcance del profesional homeópata.

La susceptibilidad es modificada por el medio ambiente.

La gente que está acostumbrada a un largo y duro trabajo fuera de casa,


que duerme poco y cuya comida es basta, son menos susceptibles.
Las personas expuestas a la influencia continua de drogas, como
trabajadores y comerciantes de tabaco; destileros y cerveceros y todos los
conectados con el comercio del licor y el tabaco, drogueros, perfumeros,
trabajadores químicos, etc., muchas veces poseen poca susceptibilidad a los
medicamentos y habitualmente requieren bajas potencias en las enfermedades,
excepto cuando su enfermedad está directamente causada por la influencia
alguna droga particular, en que una alta potencia de la misma droga o una similar
puede demostrar ser el mejor antídoto.
Oligofrénicos, imbéciles y sordomudos tienen un bajo grado de
susceptibilidad, por regla general.
<<No hay regla sin excepciones y esto es especialmente cierto en esta
materia de la dosis homeopática. Contrariamente a lo que podría esperar, las
personas que han tomado muchas drogas crudas de prescripción alopática,
homeopática o <<recetas de mostrador>>, muchas veces requieren altas
potencias para su curación. Su susceptibilidad a las drogas crudas y bajas
potencias ha sido agotada, e incluso dosis masivas parecen no tener ningún
efecto; como cuando se han usado catárticos y anodinos hasta que no hay
reacción en ellos. Tales casos responderán entonces a altas potencias del
remedio indicado. De hecho a menudo requieren la alta potencia como antídoto.
La alta potencia es efectiva porque actúa sobre suelo virgen; invade nuevo
territorio, como si dijéramos.
Cuando, los viejos <<crónicos>> empiezan a venir al nuevo doctor <<viejos
rodadores>> sobre los que se ha agotado en vano el contenido de las farmacias
y los botiquines de medicamentos en tinturas y bajas potencias de sus
competidores
-<<sensato él>> sacará su cajita de altas potencias y prescribirá con ellas. Los
resultados les sorprenderán, si es que no le sorprende a él. No debería
sorprenderle porque ya se le ha dicho anteriormente.
El asiento, carácter e intensidad de la enfermedad tienen influencia sobre la
cuestión de la dosis. Ciertas enfermedades malignas y rápidamente fatales, como
el cólera, pueden requerir dosis materiales o bajas potencias de la droga

142
indicada. La famosa prescripción de Hahnemann de Alcanfor en dosis de gotas
de tintura fuerte, dadas cada cinco o diez minutos. Con las que tantas miles de
vidas se salvaron, es una ilustración. Más tarde, cuando la reacción se ha
establecido y otros remedios, correspondientes a los síntomas de estadios
posteriores de la enfermedad, aparecen, se requieren potencias más altas.
Hablando en general, las enfermedades caracterizadas por una actividad
vital disminuida requieren las potencias más bajas; mientras las enfermedades
caracterizadas por una actividad vital aumentada responden mejor a las altas
potencias; pero esto, una vez más, es modificado por el temperamento y la
constitución del paciente, la sífilis típica no complicada , en su primer estadio,
existiendo aún el chancro, puede ser curada rápidamente con Mercurio en
medias y altas potencias, si el paciente es de temperamento nervioso o
sanguíneo, y especialmente si no ha recibido ya tratamiento . Si es tipo flemático,
sin embargo, necesitará Mercurio a la segunda o tercera trituración
probablemente. Si el paciente se presenta después, habiendo ya recibido la gran
dosis convencional de mercurio y potasa, hasta que se han producido los
síntomas dinámicos y patogenéticos característicos de esas drogas, las bajas
potencias no serán de ninguna utilidad. O la susceptibilidad ha sido agotada, o
se ha desarrollado una idiosincrasia drogal. Las drogas deben de antidotarse y
el tratamiento posterior realizarse con potencias más altas. Estas observaciones
se aplican no solo al mercurio y a la sífilis, sino prácticamente a todas las demás
enfermedades y drogas. No debe inferirse que el mercurio es el único remedio
para la sífilis; pues en la sífilis, como en todas las demás enfermedades
debemos individualizar tanto el caso como el remedio, si esperamos curar a
nuestros pacientes.
Lo que se ha dicho del uso de potencias más altas en el cólera, después
que la reacción se ha establecido con la tintura de alcanfor, es aplicable en
muchas otras enfermedades de carácter maligno y progreso rápido. Al
comienzo, cuando el torpor o el colapso indican la peligrosamente baja vitalidad
y deficiente reacción, pueden requerirse unas cuantas dosis de una potencia baja
hasta que sobrevenga la reacción, después se debería cambiar la potencia a una
más alta, si es necesario repetir el remedio, es enteramente una cuestión de
susceptibilidad, mientras más alta la susceptibilidad, más alta la potencia.
Debemos aprender cómo juzgar el grado de susceptibilidad si queremos tener
éxito como prescriptores homeópatas; y esto se aplica no solo a la
susceptibilidad normal del paciente, evidenciada por su constitución,
temperamento, etc., sino a sus variables grados de susceptibilidad modificada
por el carácter y estadio de la enfermedad y por el tratamiento previo. En un
estadio puede necesitar una baja potencia, como ya hemos apuntado, y en otro
una potencia alta. El que se limita al uso de una sola potencia, o dos o tres sean

143
altas o bajas, no se sirve de todos los recursos de su arte y frecuentemente no
conseguirá curar.
Se han hecho intentos para establecer reglas que determinen las dosis
basadas en una clasificación patológica de las enfermedades; como, por ejemplo,
que las preparaciones más bajas deberían usarse en la enfermedad crónica con
tendencia a la desorganización de los tejidos y las enfermedades agudas; o que
las altas potencias deberían usarse en afecciones puramente funcionales o
nerviosas; pero esas clasificaciones no son fiables. Sólo sirven para confundir la
mente del estudiante y distraer su atención del punto principal, que es determinar
el grado de susceptibilidad del paciente particular en un momento dado.
Así toda la cuestión de la dosis, como la selección del remedio, se
reduce a un problema de individualización, el cual, como principio, gobierna todas
operaciones prácticas de la homeopatía. Considerando ampliamente esta
cuestión y tendiendo al mayor grado de éxito, se ve que es tan necesario
individualizar las dosis como el remedio, y que toda la escala de potencias debe
estar abierta al prescriptor.
Ocasionalmente se encontrará un caso que no sea del todo susceptible al
remedio indicado. En tales casos la insensibilidad temporal al medicamento
puede atribuirse al abuso previo de medicamento, o a un régimen excitante. Si el
tiempo y las exigencias del caso la permiten, a veces es mejor suspender toda
medicación durante unos cuantos días y regular cuidadosamente la dieta y el
régimen. Luego la medicación puede reanudarse usando según la constitución y
el temperamento del paciente, una potencia baja o media.
Hahnemann había recomendado en tales casos la administración de
Opium, en una de las potencias más bajas, cada ocho o 12 horas, hasta que
sean perceptibles algunos signos de reacción. Mediante esto, dice, se aumenta la
susceptibilidad y salen a la luz nuevos síntomas de la enfermedad Carbo Veg.,
Laurocerasus, Sulphur y thuja son otros remedios adecuados en tales estados. A
veces sirven para despertar la reacción en el organismo e manera que el remedio
indicado actué.
Los remedios usados de este modo son conocidos como
<<intercurrentes>>.
Los nosodes Psórinum, syphilinum, Medorrhinum, Tuberculinum, han de ser
recordados también en este estado, en casos de que las enfermedades latentes
representadas por esos medicamentos están presentes, como muestran los
síntomas existentes, o la historia y los síntomas previos del caso. Una dosis
única del nosode apropiado en una potencia moderadamente alta, aclararan a
veces el caso, trayendo a la vista síntomas que harán posible seleccionar el
remedio necesario para continuar el caso con éxito. El uso de tales remedios
debe estar basado en un cuidadoso examen y estudio de la historia del cao; y

144
no meramente en suposiciones empíricas. Aquí, como en lo demás, la
individualización y la ley del similia deben ser la guía.

Repetición de la dosis

Queda hablar de una de las más importantes cuestiones conectadas con el


tema general de la posología: la repetición de la dosis. El manejo del remedio,
con respecto a la potencia y a la dosificación, es casi tan importante como la
selección del remedio misma. La selección del remedio difícilmente puede decirse
que está terminada hasta que se haya decidido la potencia y la dosis. Estos tres
factores, remedio potencia y dosificación, están necesariamente implicados en la
operación de prescribir. Ninguno de ellos puede tomarse con indiferencia ni ser
desatendido.
La primera cuestión con que nos enfrentamos es si dar una dosis o dosis
repetidas. La segunda cuestión es si damos una dosis, ¿Cuándo deberemos
repetirla? Tercero si damos dosis repetidas, ¿con que frecuencia deberemos
repetir las dosis y cuando pararemos de dosificar?
Muchos prescriptores expertos comienzan el tratamiento de prácticamente
todos los casos dando una dosis única del remedio indicado y esperando la
reacción. Este es un método casi ideal –para prescriptores expertos-. ¡por
supuesto todos esperamos llegar a ser prescriptores expertos y por tanto
aceptaremos esto como nuestro ideal!
La enseñanza habitual de Hahnemann, resultado de su larga y rica
experiencia, era dar una dosis única y esperar su acción completa. La sabiduría
de esta enseñanza ha sido ampliamente confirmada desde su tiempo por
muchos de sus seguidores. La duración de acción de un remedio que actúa (y
sin otras consideraciones) varia, por supuesto, con la naturaleza y el ritmo de
progreso de la enfermedad. En una enfermedad de tal violencia y rápida
tendencia hacia la muerte como el cólera, por ejemplo, la acción del remedio
indicado puede agotarse en cinco o diez minutos, y necesitarse otra dosis al cabo
de ese tiempo. En una enfermedad crónica que progresa lentamente. Como la
tuberculosis; la acción de una dosis de un remedio curativo puede continuar
durante dos o tres meses. Entre estos dos extremos existen todos los grados de
variación.
La única regla que puede establecerse con seguridad es repetir la dosis
sólo cuando cese la mejoría. Permitir actuar una dosis, o a un remedio, tanto
tiempo como la mejoría producida se mantenga, es una buena práctica; pero

145
intentar fijar límites arbitrarios a la acción del medicamento, como algunos han
hecho, es contrario a la experiencia.
Profesionales jóvenes y también muchos antiguos, en esta materia, dan
demasiadas dosis, repiten demasiado frecuentemente, cambian de remedio
demasiadas veces. No dan tiempo para la reacción. Dudan, o se apresuran, o se
descuidan y pronto se ponen nerviosos, si el caso es serio. Entonces, ya <<no
hay nada que hacer>>, hasta, o al menos, que entren en razón y corrijan sus
errores. A veces tales errores no se pueden corregir y un paciente paga las
consecuencias con su vida. Conviene ser cuidadoso e <<ir despacio>> al
principio; luego no habrá tantos errores que corregir. Deberíamos examinar
nuestro caso cuidadosa y sistemáticamente, seleccionar nuestro primer remedio y
potencia con cuidado, dar nuestra, dar nuestra primera dosis, si se decide la
dosis única y luego vigilar los resultados. Si el remedio y la dosis son correctos
habrá resultados curativos. Necesitamos no tener ninguna duda a este respecto.
El remedio y la potencia indicados, incluso en una dosis única, no pueden darse
sin algún resultado, y el resultado debe ser bueno. En general, se puede dar por
sentado que si no hay ningún resultado perceptible después de un tiempo
razonable, dependiendo de la naturaleza del caso, el remedio o la potencia eran
incorrectos.
Una de las cosas más difíciles es aprender a esperar. Tres cosas son
necesarias para ser un Maestro en el arte de curar: sabiduría, valentía y paciencia.
<<Fuertes dosis>> y repetición frecuente no servirán si el remedio no es
correcto.
En la parágrafo 245 Hahnemann da la regla general <<el progreso
perceptible y continuo de la mejoría en una enfermedad aguda o crónica es una
circunstancia que en tanto dure contraindica invariablemente la repetición de un
medicamento cualquiera porque el efecto benéfico que la medicina continúa
ejerciendo se está aproximando rápidamente a su perfección. Bajo estas
circunstancias cada nueva dosis de medicamento perturbara el proceso de
recuperación>>.
En la larga nota al parágrafo 246, sin embargo, que debería estudiarse
cuidadosamente. Hahnemann cualifica esta afirmación e indica las circunstancias
bajo las cuales es admisible repetir la dosis del mismo remedio, utilizando la
acción de Sulphur en enfermedades crónicas como ilustración.
En los parágrafos 247-248, Hahnemann dice: <<Estos periodos (señalados
para la repetición de la dosis) han de ser determinados siempre por el curso más
o menos agudo de la enfermedad y por la naturaleza del remedio empleado. La
dosis del mismo medicamento ha de repetirse varias veces si es necesario, pero
sólo hasta que sobrevenga la recuperación , o hasta que el remedio deje de
producir mejoría , en este periodo el resto de la enfermedad, habiendo sufrido un

146
cambio en su grupo de síntomas, requiere otro medicamento homeopático,
<<estudiar también los parágrafos 249-252.
La dosis única del remedio indicado, repetido siempre que cese la mejoría ,
en tanto los síntomas nuevos o modificados no indiquen un cambio de remedio,
se adapta a todos los casos, pero especialmente a los casos crónicos y casos
agudos tales que puedan verse frecuentemente y ser vigilados de cerca. La
naturaleza y el progreso de la enfermedad determinaran, bajo esta regla, con qué
frecuencia debe repetirse la dosis. Se pueden presentar casos, no obstante, que
no puedan vigilarse tan de cerca como nosotros quisiéramos. Podemos no tener
posibilidad de visitar al paciente frecuentemente, ni permanecer con él el tiempo
suficiente para observar el periodo, completo de la acción del remedio. En tales
casos es permisible, y realmente necesario, ordenar una repetición de dosis
estableciendo intervalos de una, dos o tres horas, hasta que se sienta o se vea
mejoría, o quizás hasta nuestra próxima visita. En tales casos es conveniente
indicar que el medicamento sea interrumpido tan pronto como el paciente esté
mejor, dando alguna instrucción sencilla al que lo cuida sobre lo que constituye
un signo fiable de mejoría, según la naturaleza del caso.
Si el paciente está tan grave como para necesitar dosis a intervalos de
menos de una hora, es el deber del médico permanecer con el paciente y
enjuiciar su estado y progreso por el mismo, a menos que este absolutamente
seguro del remedio, o esté en comunicación telefónica del caso.

Efecto del remedio.


El siguiente punto a considerar, dentro del tema general de la posología
homeopática, es el efecto del remedio.
Después que hemos seleccionado el que creemos que es el remedio
indicado y administrado en una potencia y dosis apropiada, nuestro deber es
observar al paciente cuidadosamente, para que podamos estimar correctamente
e interpretar inteligentemente los cambios que ocurran, pues de esos cambios en
el estado del paciente, revelados por los síntomas, depende nuestra actuación
siguiente en el posterior tratamiento del caso.
Lo primero a determinar es si el remedio ha actuado de alguna manera o
no. Si no ha actuado. Hemos de determinar a continuación si el fallo es debido a
un error en la selección del remedio, o a la selección incorrecta de la potencia.
Si, al revisar cuidadosamente nuestra historia consideramos el remedio
correctamente elegido, cambiamos la potencia a una más alta o más baja, según
pueda requerir las circunstancias, después de una reconsideración del grado de
susceptibilidad del paciente.
Al decidir la cuestión de si el remedio a actuado o no, debemos tener
cuidado de no dejarnos despistar por las opiniones o prejuicios del paciente o

147
sus acompañantes. Algunos pacientes, habiendo centrado toda su atención o
interés en un síntoma particular, que ellos consideran de máxima importancia,
afirmaran que no ha habido ningún cambio; que no están mejor, o incluso que
están peor que antes de tomar el remedio. Esas afirmaciones deberían tomarse
con gran precaución y deberíamos pasar a revisar su historia punto por punto
con cuidado. No es necesario contrariar al paciente asegurando
malhumoradamente que debe estar equivocado, sino que podemos expresar
nuestro pesar o simpatía y luego tranquilamente preguntarle por cada síntoma en
particular. Encontraremos frecuentemente que el paciente ha mejorado en
muchos aspectos importantes, aunque su síntoma favorito (frecuentemente
estreñimiento) continúe todavía inmodificado.
La acción de un remedio se manifiesta por cambios en los síntomas del
paciente. Del carácter de esos cambios depende nuestro posterior curso de
actuación. Un remedio muestra su acción: 1. Produciendo nuevos síntomas; 2. Por la
desaparición de síntomas; 3. Por el aumento o agravación de síntomas; 4. Por la
mejoría de síntomas; 5. Por un cambio en el orden y dirección de síntomas.
1. Un remedio inadecuadamente elegido puede cambiar en el estado de un
paciente hipersensible, produciendo nuevos síntomas no relacionados
con la enfermedad y perjudiciales para su bienestar. Estos son síntomas
patogenéticos. Su aparición indica que el remedio no está curando al
paciente, sino meramente haciendo un ensayo. Se requiere la
interrupción y un antídoto.
2. Un remedio correctamente elegido, dado en una potencia demasiado
baja o a veces demasiado alta, o en demasiadas dosis, puede causar
una agravación de los síntomas existentes tan severa como para poner
en peligro la vida del paciente; especialmente si el paciente es un niño o
en una persona sensible y si un órgano vital como el cerebro o los
pulmones está afectado. Belladona a la “tercera o sexta potencia”, dada
en dosis demasiado frecuentes en un caso de meningitis, por ejemplo,
puede causar la muerte por sobreactuación; mientras la treinta o
doscientos dada en una dosis única, o en dosis repetidas sólo hasta
que se note algún cambio de síntomas, curara rápidamente. Phosphorus
tercera o sexta potencia en la neumonía, en circunstancias similares
puede rápidamente causar la muerte. Las bajas potencias de
medicamentos que actúan profundamente son peligrosas en tales casos,
en proporción a su semejanza con los síntomas.
Mientras más precisa la selección del medicamento, mayor debe ser el
cuidado ejercido para no dañar al paciente prescribiendo potencias
demasiado bajas y dosis demasiado numerosas. La medicación debería
ser detenida a la primera aparición de tales agravaciones. Debería

148
administrarse un antídoto si no disminuyen rápidamente. El prescriptor
descuidado raramente reconoce tales agravaciones. Cuando advierte los
síntomas habitualmente los atribuye al curso natural de la enfermedad o
le llama una <<complicación>>.
3. Una ligera agravación o intensificación de los síntomas, que aparece
rápidamente después de dar el remedio y pasa pronto, es un buen signo.
Reclama una suspensión de la medicación hasta que la mejoría
consecutiva cese o los síntomas cambien otra vez. Esta es la primera y
mejor evidencia de la acción curativa de un remedio bien elegido.
4. Una agravación prolongada sin mejoría y con progresiva declinación del
paciente se ve a veces en una enfermedad crónica profundamente
asentada, como resultado de la sobreactuación de un medicamento anti-
psórico o anti-sifilítico que actual profundamente, dado en una potencia
demasiada alta al comienzo del tratamiento. Si la potencia es demasiado
alta, su acción puede ser demasiado profunda y de gran alcance, y la
reacción demasiado grande para que la debilitada energía vital la
soporte. Remedios tales como Sulphur, Calcárea, Mercurius, Arsenicum
y Phosphorus, dados a la potencia 50M o CM. A veces han apresurado
casos tuberculosos o de sífilis terciaria hacia la gravedad. Al comenzar
el tratamiento de casos sospechosos o posiblemente incurables es
mejor usar potencias medias o bajas, como la 30 o 200 e ir subiendo
gradualmente, si es necesario, según progrese el tratamiento y el
paciente mejore.
Muchas altas potencias del remedio exactamente similar son
implacables descubridoras de cosas escondidas. A veces traerán a la luz
una verdadera avalancha de síntomas que arrollaran al debilitado paciente.
La enfermedad ha avanzado demasiado para un intento tan radical. Si la
enfermedad no ha avanzado tanto, una larga y severa agravación puede
afortunadamente ir seguida por una lenta mejoría. El paciente estaba en la
<<zona fronteriza>>, con el comienzo de serios cambios destructivos en
algún órgano vital.
En estas reacciones y agravaciones homeopáticas distinguiremos entre
cambios producidos en órganos importantes y cambios en tejidos superficiales y
órganos no vitales. Cuando reaparecen antiguas erupciones e la piel, antiguas
ulceras vuelven a salir, fistulas antiguas vuelven a abrirse, antiguas descargas
vuelven a fluir, ganglios tuberculosos hinchados se ponen inflamados, se abren y
supuran; retornan antiguos dolores articulares; los síntomas del corazón, pulmón,
riñón, hígado, bazo o cerebro del paciente mejoran mientras tanto; luego
sabemos que tanto el remedio como la dosis eran correctos y progresa una
verdadera curación. Pero si encontramos síntomas superficiales que

149
desaparecen y los órganos vitales muestran signos de avance de la
enfermedad, sabemos que hemos fallado.
La dirección de la curación es de dentro a afuera, de arriba a abajo y en orden
inverso a la aparición de los síntomas. Mediante este criterio podemos saber
siempre si estamos curando o sólo paliando una enfermedad. Los últimos
síntomas aparecidos en una enfermedad, deberían ser los primeros en
desaparecer bajo la acción de un remedio curativo.
En enfermedades subagudas y crónicas no es infrecuente que grupos de
síntomas precedentes reaparezcan sucesivamente, mientras los últimos síntomas
se calman y la curación progresa. Este ordenado cambio de síntomas no debería
nunca. Ser interferido por una repetición de dosis o un cambio de remedio, en
tanto continúe. Cuando la mejoría cesa o reaparezcan síntomas antiguos y
permanecen sin cambio, es el momento de repetir la dosis.
5. El cambio que sigue en la administración de un remedio puede ser una
mejoría rápida, corta, seguida de una recaída en el estado original o una peor.
Esto puede ocurrir porque el remedio fue sólo parcialmente similar, o insuficiente
en cuanto a dosificación. Pero cuando esto se observa varias veces
sucesivamente y no sigue una mejoría duradera a los remedios cuidadosamente
seleccionados significa que el caso es incurable. No hay vitalidad suficiente para
sostener una reacción curativa, y el desenlace es inminente.
6. En enfermedades funcionales, o al comienzo de enfermedades
orgánicas agudas, acompañadas quizás de dolor severo, la administración de la
dosis apropiada del remedio indicado puede ser seguida de una rápida
desaparición de síntomas sin ninguna agravación. Este es el tipo más satisfactorio
de curación, grato tanto para el médico como para el paciente. El remedio y la
potencia eran exactamente correctos y la vitalidad del paciente es excelente.
La ley de la dosificación.

Resumiendo la cuestión, parece que la ley de la dosificación está contenida en la


ley de los semejantes, o ley de equivalentes; ambas expresiones son meras
paráfrasis de la ley e Acción Mutua. Conocida también como tercera ley del
movimiento de Newton.
La ley podía ser formulada así: la dosis curativa, como el remedio, debe ser
similar en cantidad y calidad a la dosis del agente morbífico que causó la
enfermedad.
Von Grauvogl dice: <<La única y simple pregunta puede ser sólo ¿qué
cantidad de una sustancia es necesaria para inducir ese contra movimiento
químico o físico en cualquier parte enferma del organismo, el cual es de igual
intensidad, y dirección opuesta a aquel (movimiento) que es inducido por la
causa morbífica, para controlar ésta última inmediatamente, o al menos

150
retrasarla, y luego por repetición, eliminarla?>>Expresada de esa forma, la
cuestión se conforma al principio fundamental de la homeopatía, Similia,
Similibus Curantur, que es una formulación, en términos equivalentes , de la
tercera ley del movimiento, <<acción y reacción son iguales y opuestas,>>
Grauvogl viene a decir que <<la tarea es sólo descubrir el equivalente del
movimiento entre la cantidad de movimiento excitada por la materia mórbida , y
la cantidad de movimiento que hemos de oponerle mediante alguna droga.>>
<<par la solución del problema>>, dice, <<tenemos la ley natural, de acuerdo con
la cual la cualidad contiene la medida del movimiento y del contramovimiento, y
de ahí, para la finalidad terapéutica; la dosis correcta puede y debe ser nada más
que esta cantidad de la indicada cualidad (o remedio) que es igual a la cantidad
de fuerza de la causa de la enfermedad y cualitativamente va en contra su curso
y movimientos. Posemos así, en la misma dosis, o cantidad de la causa mórbida,
la medida para la cantidad de la dosis de la droga a usar. >> (Y viceversa).
A primera vista se podría objetar que esto nos deja tan oscuras como
antes, puesto que no se indica cómo hemos de medir la cantidad de fuerza de la
causa mórbida. Pero una pequeña consideración nos mostrara que esto nos
ayuda, porque sugiere que se puede encontrar una medida. Tal vez se ha
encontrado una medida. Vamos a ver si es así.
Grauvogl es cuidadoso al advertirnos que no debemos despistarnos al
considerar la cualidad de la causa mórbida externa como la medida de la dosis,
porque las cualidades de un agente mórbido externo, que actúa dentro del
organismo, no pueden ser juzgadas por cantidades. Una cantidad o dosis de una
sustancia mórbida tan pequeña como para ser invisible, o imperceptible en
cualquier forma excepto por sus efectos, podría establecer una acción de
carácter tan violento en cualidad como para hacernos pensar que la cantidad
debe haber sido grande. Bajo tales circunstancias, la tendencia y la tentación es
dar un remedio en dosis cuyo tamaño y potencia correspondan a nuestra
imaginada dosis de la causa mórbida. De hecho esto es lo que está haciendo
continuamente, para gran prejuicio de la raza humana. ¡Qué violentas y
destructivas acciones se producen por la introducción en una herida de una
cantidad infinitesimal de material séptico de un instrumento imperfectamente
esterilizado!, o por una célula mórbida microscópica o germen; o más notable
aún, por la influencia de una emoción violenta súbita, y puramente mental e
intangible en cuanto a cantidad.
¿Cómo vamos a medir entonces esas cantidades?
La ley de los semejantes o acciones equivalentes revela la respuesta, la
potenciación mecánica según una escala nos da la unidad de medida. El
resultado se obtiene simplemente invirtiendo nuestra regla de los semejantes. La
cantidad real y eficaz de la causa mórbida necesaria para producir la

151
enfermedad no puede ser mayor que la cantidad del medicamento necesario
para curarla.
Esta concepción, como conclusión lógica, nos permite situar la cuestión
sobre una base experimental y sacar posteriores conclusiones en cuanto la
cuantía de la dosis. De esta manera podemos graduar nuestras bajas, medias y
altas potencias, inteligente y lógicamente.
La química ha dado la pista para el modo de proceder en tales casos, con
su modo de determinar la unidad de medida. La Química ha establecido, con toda
la precisión de una ley natural, qué cantidad de ácido, por ejemplo, es necesaria
para neutralizar, y saturar una cantidad dada de álcali.
El principio ha sido establecido así en abstracto, pero en un caso dado,
donde el principio ha de aplicarse prácticamente, el químico, como el
prescriptor homeópata, debe individualizar, porque tiene que tratar muchas veces
con una cantidad desconocida e indeterminada.
Grauvogl lo ilustra de esta manera: <<Ningún químico>>, dice, << que
quiera determinar cuánta potasa contiene un cierto manantial, procedería como si
pudiese suponer una cantidad de potasa empírica o tradicionalmente dada, e
inmediatamente añadir la cantidad de ácido correspondiente a ella, necesaria
para la saturación a la cantidad dada de agua mineral; pues, aparte de que tal
proceder sería no tener en cuenta todas las leyes del arte experimental, debe
considerar que en las estaciones secas todas las aguas minerales son
relativamente más ricas en componentes sólidos que en las estaciones húmedas.
Debe, entonces, comenzar con la más pequeña cantidad de ácido
altamente diluido y añadirla, gota a gota, y contar cada gota, hasta que el
experimento esté concluido. >>
Precisamente según las mismas reglas del arte experimental, podríamos
proceder para encontrar la dosis en cualquier caso particular de enfermedad. Se
puede decir, sin embargo, que en los exámenes siguientes los resultados del
primer experimento podrían dar un punto de partida general, desde el cual se
puede hacer una determinación aproximada de la cantidad necesaria en casos
semejantes. Así podríamos determinar aproximadamente, a partir de un
experimento exitoso con una cierta potencia de un remedio, en un cierto tipo de
individuo, aquejado de un cierto tipo de enfermedad, la validez general de esa
potencia en su relación con condiciones similares.
Experimentos concretos de este tipo muchas veces desbaratan las
nociones preconcebidas, pero el científico está siempre dispuesto a someterse a
la lógica de la experiencia.
Me habían enseñado, por ejemplo, que <<las bajas potencias actuaban
mejor en las enfermedades agudas. >> Acepté esta generalización y actué
según esto durante algún tiempo, antes de descubrir que era un conjunto muy

152
amplio si no completamente falsa. No paso mucho tiempo antes de que
presenciara una curación de una enfermedad aguda con una potencia
doscientos tan rápida y brillante que me animo a comprobarlo por mí mismo.
Tuve éxito en bastantes casos y luego falle en uno, cuando reflexione sobre la
excepción y busqué una razón de porqué la alta potencia había actuado en diez
casos semejantes y fallado en uno, la encontré en el tipo más grosero de un
individuo y su grado más bajo de susceptibilidad, como también en el grado más
bajo de su proceso de enfermedad. Requería una forma más grosera, más
material, más baja, de un remedio para curarlo.
Me habían enseñado también que los niños y personas de edad, siendo de
baja vitalidad y débil poder reactivo, requerían bajas potencias para su curación.
De nuevo encontré que la generalización era un conjunto demasiado amplia;
pues había curado los más desesperados casos de crup, difteria, cólera
infantum, etc., con unas cuantas dosis de una alta potencia , después de haber
sido dados por muertos por aquellos que habían prescrito tinturas y bajas
potencias sin resultados y había visto brillantes efectos curativos de las altas
potencias en el anciano y en el joven , cuando tanto el remedio como la potencia
estaban indicados. Una vez más, debemos de individualizar. Las bajas potencias
no curaran todas las enfermedades agudas, a todos los niños, ni a todas las
personas de edad. Ni las altas potencias curaran todas las formas de
enfermedades en todas las personas. Todas las potencias son necesarias para
la curación de la enfermedad y cualquier potencia puede ser necesaria en un
caso dado.

LA ELECCION DEL REMEDIO DE FONDO.

Los síntomas generales

A menudo sucede que el médico que comienza a ejercitarse en la


terapéutica homeopática no puede discernir los síntomas de valor dentro del
conjunto que proporciona el enfermo, y ni en cuales basar la prescripción del
remedio de fondo.

153
Los enfermos nos detallan sufrimientos de sus órganos. Nos dicen, por
ejemplo: que tienen tos (síntoma de pulmón o de laringe), que tienen vómitos,
pirosis (síntomas de estómago). Estos se llaman síntomas de órganos o
síntomas locales.
Pero hay otros síntomas relacionados no ya con el malestar de un órgano
sino con el estado general del paciente. Son los síntomas generales.
A diferencia de lo que pudiera pensarse, los síntomas importantes no son
los locales, sino los generales. Son éstos los que expresan cómo es y cómo sufre
todo el sujeto y solamente podrá mejorarse o curarse el sujeto cuando la
prescripción sea para todo él y no para uno entre sus órganos.
Esto no significa que los síntomas locales deban despreciarse. También se
toman en consideración pero sólo en segunda instancia. Son con frecuencia
objeto de los remedios llamados de drenaje o remedio de órganos.
En la terapéutica alopática se concede máxima importancia al síntoma del
órgano enfermo y se le opone un remedio que neutralice el signo morboso,
despreciando los síntomas generales. Apenas en el menor número de casos se
presta atención a estos últimos, cuando se indica un tratamiento específico de
fondo o se hacen curas higiénicas de reposo, trabajo o dietética.
El remedio para el tratamiento de fondo del sujeto, llamado con frecuencia
anti-psórico, antisicótico, antisifilítico, se obtiene del estudio y consideración de
los síntomas generales.
De aquí surge la noción de su importancia. El remedio de fondo debe
basarse en ellos y solamente ellos nos dan el diagnostico terapéutico.
Hay, además, una tercera categoría de síntomas. Son los síntomas
especiales, propios del paciente, síntomas raros, sensaciones personales que no
tienen explicación o que no están en relación con lo que la fisiopatología nos
enseña. Se llaman síntomas particulares. Por ejemplo: es normal que un
asmático mejore su disnea sentándose en la cama, pero es excepcional que
tenga que acostarse para mejorarla (Psórinum). Es corriente que una placa de
urticaria mejore con una aplicación fría, lo raro, particular y propio de un sujeto
determinado, es que mejore con una aplicación caliente (Urtica). Ejemplos como
éstos hay muchos. Pues bien si un paciente nos proporciona una sensación
no explicable por la fisiopatología de su afección, este síntoma, llamado
particular, cobra el valor de un síntoma guía de hilo conductor hacia el medicamento,
y es un signo de alta jerarquía para decidirnos en una elección medicamentosa
difícil.
Podemos obtener pues, en un paciente, de acuerdo con lo dicho, síntomas
locales, particulares y generales.

154
De estos últimos, vamos ocuparnos con detención valiéndonos de un
ejemplo, la historia de una enferma cuya evolución confirmó la buena elección
medicamentosa.
Relataremos los síntomas tal como la enferma los dio, que es nuestro
procedimiento habitual de anotación y, luego, los que logramos por el
interrogatorio, apartando los locales de los generales e indicando cuáles son y
cómo se obtienen éstos.
Debemos decir que los síntomas generales son tan importantes como para
autorizar una prescripción, aunque algunos síntomas locales falten en la
patogenesia del remedio. Se estima, y la práctica lo confirma con frecuencia, que
si se da un remedio para todo el sujeto y éste mejora, la mejoría del órgano no
puede sustraerse de la mejoría del estado general.
M. C. T., soltera, de 24 años, dactilógrafa, consulta por sufrimiento del
estómago que de tres años atrás.
Hasta los 15 años sufrió paludismo, tratado siempre con altas dosis de
quinina. Después salió de Tucumán y no volvió a sufrir paludismo, pero nunca se
encontró completamente bien.
Desde hace tres años presenta vómitos y arcadas a la mañana, pesadez de
estómago desde la 1/2 hora después de comer hasta las 4 de la tarde. A esta
hora el té la calma, pero luego se instalan ardores que los alcalinos calman con
irregularidad del intestino corriente. Lengua siempre pastosa y mal sabor, falta de
apetito, comienza a comer y, a los pocos bocados, tiene sensación de saciedad.
Pérdida de memoria. Mareos constantes. Mucho cansancio físico.
Estos son los síntomas que la enferma nos da.
Pasamos a explorarla y encontramos lo siguiente: Mujer delgada,
demacrada por el sufrimiento. Estado de nutrición malo, Peso; 40 kilos. Talla 1.52
centímetros, panículo adiposo sumamente escaso, sin turgencia. Deshidratación
general de tejidos. Actitud de cansancio.
Ambos vértices soplantes. Ligera broncofonía derecha sin ruidos
agregados.
Corazón sin particularidades notables.
Abdomen; nada especial, salvo su estómago fácilmente percutible. Grande
y prósico.
Piel sin particularidades.
El diagnostico se impone: gastroprosis, impregnación bacilar o palúdica o
ambas a la vez.
Ahora comenzamos el interrogatorio, obteniendo otra serie de síntomas
algunos complementan sus sensaciones locales, otros se relacionan con su
estado general.
Estos últimos, que son los síntomas generales se refieren:

155
1° A las modalidades generales
2° Al carácter del enfermo
3° A los deseos y aversiones de los alimentos
4° A funciones generales del organismo (relacionados con el estado general, no
con el órgano enfermo)
Explicamos cada uno de estos apartados, pero antes de hacerlo, queremos
llamar la atención sobre el valor que debe darse a cada contestación durante el
interrogatorio.
Para que una prescripción sea sólida y segura, debe basarse en síntomas
sólidos y seguros. Las contestaciones del enfermo se valorarán según su
firmeza. Una contestación vaga no puede tomarse en cuenta como base
fundamental para una prescripción. Y si el enfermo no brinda más contestaciones
carentes de precisión, la elección del remedio también podrá carecer de ella.
Por lo tanto el médico debe cuidarse de hacer preguntas tendenciosas para
tratar de lograr un sí o un no que den apoyo al medicamento que él supone que
cuadra, sino que debe hacer reflexionar al enfermo para que el mismo conteste lo
que estime como cierto.
Pasemos ahora a explicar cuáles son los síntomas que se refieren a:
1° Modalidades Generales del sujeto.
Son los modos de agravación o mejoría que el enfermo experimenta en
horas fijas y determinadas, por ejemplo: por la mañana, por la tarde o noche, a
horas fijas o ciertas épocas del año. Periodicidad de la afección. Respuesta a la
variación climática: acción del tiempo frio, caluroso, seco, húmedo, tormentoso,
lluvioso. Acción de los cambios de temperatura.
Cuando hablamos de agravación o mejoría como modalidad general
debemos entender la agravación general del sujeto, y no la agravación de una
parte de él. Nosotros diremos, de un enfermo que necesite Natrum Sulfuricum,
que tiene agravación general por la humedad, es decir, que todo él se agrava,
que es su estado general el que sufre por la humedad. El enfermo dirá: Yo me
encuentro menos bien en tiempo húmedo; y no dirá: me duelen las piernas por la
humedad. Esto último sería una agravación local (síntoma local) y no una
agravación general (síntoma general).
Hay que tener en cuenta, cuando es preciso interpretar si se trata de una
agravación local o general, que hay algunos remedios que presentan a la vez
agravación general por un agente y mejoría local de algún síntoma por el mismo
agente. Por ejemplo: Arsenicum tiene mejoría general por el calor (modalidad
general) y mejoría de las cefaleas por el frio (modalidad local), Bryonia: mejoría
general por el frio (modalidad general) y mejoría local por el calor en el abdomen
(mejoría local). Son verdadera discordancias dentro de un remedio que por

156
fortuna son pocas y se van conociendo a medida que se compenetre el
facultativo en la Materia médica.
Todo esto significa que, cuando un enfermo asigna a un agente
determinado su mejoría o agravación, debe investigarse si es todo su organismo
el que experimenta el cambio (modalidad general) o si es un órgano o parte de él
(síntoma local).

2° Carácter del enfermo.


De acuerdo con su modo de ser los pacientes pueden dividirse en
deprimidos, agitados o ansiosos.
Hay que ver si el enfermo gusta de estar solo. Si rechaza la compañía, o el
consuelo o si en cambio. Le es grato, este último, si tiene fobias: miedo de la
oscuridad, de las tormentas, de la enfermedad, de la miseria, de perder la razón,
miedo a alguna cosa determinada.
Si tiene ideas fijas, obsesiones. Si es indiferente a lo que lo rodea, familia,
casa, etc.
No hay que creer que para ver estas cosas hay que estar en presencia de
un alienado. Muchísimos enfermos, de estado mental sano en apariencia,
confiesan cuando la confianza media ya entre él y el médico que tiene un miedo
cerval, inexplicable para ellos pero cuyo origen revele quizá un psicoanálisis, a
las tormentas o a cierto animalito inofensivo por ejemplo: hormigas. Muchas
sorpresas de este género han recibido cualquier homeópata explorando este
sector de la semiología psíquica.

3° Deseos y aversiones.

Apetito: exagerado o ausente.


Sed: escasa, intensa. Que bebidas prefiere o cuales le sientan más: frías,
calientes, heladas.
Si le gusta mucho la sal, los dulces, los ácidos, las grasas. Si hay
repugnancia por alguno de ellos. Qué alimento le gusta más. Si ha notado que
algún alimento le haga mal. En este caso, se establecerá también si se trata de
una modalidad general o local.

4° Funciones generales del organismo.

Si duerme bien. Si pierde el sueño a alguna hora determinada. Estado del


enfermo durante el insomnio: quieto, tranquilo, inquieto. Si necesita levantarse de
la cama y caminar, pesadillas de tema determinado y constante.

157
Transpiración: mucha, poca, con olor especial, falta de transpiración.
Orina: aspecto, olor, color, sedimento.
Aspecto de la piel y de la cara: grasosa, seca, manchas, verrugas.
Tendencia a las infecciones. Equimosis espontanea o por golpes ligeros.
Menstruación. Como expresión de función general, es decir, con órganos
sanos. Tiempo de aparición, color, olor, duración. Flujo: color, olor, escoriante o
no.
Mejoría o agravación del estado general antes de las reglas, durante las
mismas o después.
Desfallecimiento, desmayos, languidez general o de estómago a horas
determinadas.
Hipersensibilidad a la luz, ruidos, olores, tabaco.
Y por último, debe interrogarse al enfermo si presenta sensaciones
especiales no preguntadas.
Volviendo a nuestra enferma, hacemos el interrogatorio de acuerdo con
este plan y completamos nuestra historia así.
Agravación general a la mañana.
Extremo cansancio.
Muy friolenta.
Mejoría por los baños fríos de ducha.
Carácter
Deprimida, impulsiva. Reacciona violentamente a las contrariedades, pero
fuera de esos momentos está tranquila, por lo común deprimida y malhumorada,
retraída, prefiere la soledad. El consuelo no le agrada.
Fobias: miedos en general, especialmente a la oscuridad. (Esto es poco
acentuado).
Deseos y aversiones
Apetito escaso. Prefiere salados y ácidos. Mucha sed.
Funciones generales.
Duerme agitada, pero sin desvelarse, sin ensueños.
Piel sin particularidades. Bromhidrosis de pies
Menstruación normal, sin influencia sobre el estado general.
Sensación de bearing down acentuada.
Desfallecimiento general y especialmente de estómago a las 10 a.m. a
esta hora comería siempre algo.
Invitada después a añadir cualquier dato no mencionado todavía, nos
manifiesta que tiene; cefaleas frontales agravadas durante el curso del día y que
mejoran por la noche.
La exposición a la humedad, (“mojaduras”) produce algunos dolores vagos
en las rodillas.

158
Bien, con estos síntomas cualquiera que conozca la Materia medica no
vacila en indicar el remedio: Natrum muriaticum.
Si el médico es partidario de Kent recetara Natrum muriaticum 200° y nada
más, o bien un placebo acompañante.
La enferma siguió bien durante 4 meses, gano peso y se sintió capaz de
trabajar con voluntad. Después no pudo consultar nuevamente por vivir en el
interior y desmejoro de nuevo, pero sin llegar a su estado anterior, a pesar de
haber sufrido una congestión pulmonar ligera en el lado izquierdo. Pasaron 8
meses, después de la primera prescripción, y en una nueva consulta se volvió a
indicar Natrum muriaticum 200.
Es vista nuevamente al mes y nos manifiesta que ha mejorado todo, que se
encuentra bien y solicita el alta para volverse.

Objetivo particular del tema: El discente comprobara los resultados obtenidos a


través de las prescripciones dadas.

I) Temas y subtemas:
5 La clínica.
5.1Diagnósticos y pronósticos.
5.2Prescripciones y observaciones.
159
5.3La práctica de la homeopatía.
5.4Análisis del caso.
5.5La entrevista de seguimiento.

II) Preguntas Preliminares.

1. ¿Cuál es el ideal de un auténtico homeópata?


2. ¿Qué debe ser curado en el enfermo?
3. ¿Cuáles son los medios para lograr la curación?
4. ¿Cómo sabemos que el paciente va hacia una curación real?
5. ¿Qué es la energía vital?
6. ¿Por qué debemos de respetar la ley de curación?
7. ¿Cuál es el significado de diagnosis?
8. ¿Cuál es el significado de prognosis?
9. ¿Qué sucede cuando respetamos y ponemos en marcha la ley de curación?
10. ¿Qué sucede cuando hacemos una supresión de la piel?
11. ¿Cuándo no encontramos en remedio correcto que debemos de hacer?
12. ¿En dónde se expresa primero la desarmonía constitucional?
13. ¿Cómo podemos observar el desequilibrio constitucional?
14. ¿Qué comprendemos por metástasis mórbida?
15. ¿Cómo divide la Dra. Bandoel a los pacientes?
16. ¿Qué se entiende cuando hablamos de síntomas peculiares?
17. ¿Para qué nos sirve investigar en el paciente su relación con su entorno y
sus semejantes?
18. ¿Qué se entiende por entidad biológica constitucional del paciente?
19. ¿Cuál es el significado de idiosincrasia?
20. ¿Qué esperamos del pronóstico homeopático?
21. ¿Qué nos indica la reaparición pasajera de los síntomas antiguos
suprimidos?
22. ¿Describa que es una agravación homeopática?
23. ¿Qué podemos esperar cuando en los enfermos funcionales después de su
simillimun aparecen problemas en la piel?
24. ¿Y con respecto a la pregunta anterior que de vemos hacer cuando esto
suceda?
25. ¿Qué podemos esperar en los enfermos incurables después de administrar
el simillimun?
26. ¿Cuál es la tarea previa a la primera prescripción?
27. ¿Defina cual es realmente la primera prescripción?

160
28. ¿Cuándo se pone en marcha la ley de curación cual es el proceder correcto
del homeópata?
29. ¿Cuáles son las posibles consecuencias cuando se administra el similar
pero no el simillimun?
30. ¿Cuándo es el momento oportuno para una segunda prescripción?
31. ¿Y cuál es el medicamento adecuado para la segunda prescripción?
32. ¿para el Dr. Paschero que es la constitución mórbida?
33. ¿Qué es más importante la selección del remedio o la selección de la
potencia?
34. ¿Cómo se seleccionada potencia adecuada para el paciente?
35. ¿Por qué debemos de administrar un solo remedio a la vez?

III) Obtener información mediante la lectura de:


Fundamentos Filosóficos de la clínica homeopática. María clara Bandoel.
Editorial Albatros, Buenos Aires Argentina. 1990 pp. 171-240
Homeopatía. Tomas Pablo Paschero. Editorial El Ateneo. Buenos Aires
Argentina 1984 pp. 441-447
Las leyes y principios de la homeopatía en su aplicación práctica.
George Vithoulkas. Editorial Paidós. España. 1997 pp. 237-267.

IV) Anotar las ideas principales.

V) Hacer comentarios críticos por escrito, de la(s) relación(es) que se


establecen entre las ideas principales dentro de las lecturas
indicadas.

VI) Realizar una autoevaluación formulando un cuestionario por escrito


sobre las lecturas indicadas. Se debe regresar a las lecturas para
verificar.

*****************************

161
DIAGNOSTICOS Y PRONOSTICOS

Un médico altamente entrenado en el arte de observar, se vuelve un erudito en


ordenar lo que observa.
James Tyler Kent.

1) Observar y esperar
El ideal de un auténtico homeópata, que conoce los Principios y Leyes
biológicos que rigen a todos los seres de la naturaleza, es percibir cómo se
cumple en todos los pacientes dichos Principios y Leyes, para comprender así,
que debe ser curado en cada uno, cuáles son los medios para lograr la
curación, y cuál es la evolución que le asegura, una vez que medicó, que está
en el camino de la curación cierta.

162
Veamos entonces, como aplicamos los conocimientos homeopáticos y
logramos por lo tanto, sus objetivos.
Sabemos que es la consideración del Principio vitalista, la que nos permite
percibir, en el desequilibrio de la unidad dinámica que rige la vida, es decir de la
Energía Vital, a la enfermedad propiamente dicha: pero además, conocemos que
por medio de este Principio, tenemos la posibilidad de comprender, qué es lo
normal del ser humano, y cuál es sus sentido y el fin apropiado de vida, y por lo
tanto, podemos distinguir en cada paciente, qué está alterado en él, en cada uno
y todos los planos vitales que lo conforman.
Conociendo asimismo, la ley de los semejantes, sabemos que el único
medicamento que puede restituir la armonía de la Energía Vital desequilibrada, es
aquél que en su forma dinamizada, suscito en los experimentadores, síntomas
semejantes a los que presenta espontáneamente el paciente. Y esto hace que
nos ocupemos de de determinar en todos ellos, cuáles son los síntomas
característicos que le corresponden a cada individualidad, y que son ajenos a lo
común de cualquier alteración o entidad clínica establecida, con lo que sabemos
de tal modo, cuál es el medicamento que le corresponde.
Pero sobre todo, teniendo en cuenta, que la Ley de la curación, se cumple
sólo cuando comprendemos en todo paciente, como se manifiesta
particularmente en él, lo común de la única enfermedad que reconocemos, que
es el desequilibrio de la Energía Vital, buscamos aplicar en todos los casos, el
medicamento que cubre en semejanza, la totalidad de los síntomas, con que se
individualiza en cada uno, el desarrollo de la dinámica miasmática, es decir. De la
enfermedad constitucional del ser humano. Este es el diagnostico fundamental
homeopático, veremos cómo llegamos a él.
Recordemos en este sentido, que la Homeopatía, por definición es un Arte
que se apoya en una Ciencia, es decir en fijos y establecidos Principios y Leyes,
por lo que jamás obtendrá resultados satisfactorios quien aplique en su
práctica, sólo su magra experiencia, o las vacuas consideraciones especulativas
acerca de la enfermedad. Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta, que antes de
medicar, debemos comprender claramente como se cumplirá en cada paciente, la Ley
de la curación, con lo cual conoceremos con exactitud, una vez que lo
mediquemos, no sólo cuál es el camino cierto que su evolución, debe seguir para
alcanzar la curación, sino que además, sabremos cuando debemos respetar su
marcha, y no interferir con ninguna prescripción, y entenderemos asimismo,
cuándo debemos cambiar el rumbo del curso evolutivo, pues nuestra prescripción
no fue adecuada.
Las Leyes universales son implacables en su cumplimiento, y están por
encima de nuestra capacidad de comprenderlas, en toda amplitud, y se
manifiestan más allá de nuestros deseos, y salvo el necio, ¿quién puede

163
animarse a manejar las energías de la naturaleza, sin conocer el curso que ellas
pueden tomar? .Aunque si bien, como seres humanos, somos incapaces de
percibirlas en toda su extensión, cuando podemos observarlas y respetarlas,
estas mismas Leyes acuden en nuestro apoyo, y nos ayudan a percibir en cada
paciente, cómo lograr su curación cierta y efectiva, y aun nos asisten
especialmente cuando nos equivocamos y no las comprendemos en un primer
momento, lo cual puede suceder debido, a nuestra posibilidad humana de errar.
Según el diccionario, diagnosis, deriva del griego, y etimológicamente
significa distinguir, conocer, y es por lo tanto en medicina, el conocimiento
diferencial de los signos de la enfermedad, y diagnóstico, que es lo relativo a la
diagnosis, significa el conjunto de signos que sirven para fijar el carácter peculiar
de una enfermedad, o en otras palabras, la calificación que da el médico a la
enfermedad, por los signos que advierte.
Del mismo modo, prognosis, que deriva del griego, y que significa el
conocimiento anticipado de algún suceso, lleva a que la medicina emplee el
término pronóstico, para dar a entender el juicio anticipado que forma el médico
respecto de los cambios que pueden sobrevenir durante el curso de la
enfermedad, y sobre su duración y terminación, por los síntomas que le han
precedido o acompañan.
Pero podemos empezar a vislumbrar, que tanto los diagnósticos, como los
pronósticos que observa la Homeopatía, deben corresponder exclusivamente a
su Ciencia, y que no sólo pueden ser distintos de los que sostiene la medicina
común, sino que además, deben ser absolutamente ajenos a la misma. Y esto es
fácilmente comprensible que suceda, desde el momento en que la última, se basa
en inciertas teorías etiopatogénicas y en dañinas, aunque rentables, acciones
drógales, y en cambio la Homeopatía se mueve en la dimensión cualitativa de
la naturaleza, y es capaz por lo tanto, de percibir y aplicar sus Leyes, las cuales
son completamente ignoradas por la medicina rutinaria. Y así como podemos
entender, que en nuestros diagnósticos está implícito el tratamiento, es decir el
hallazgo del medicamento Simillimun del paciente, veremos que en los
pronósticos homeopáticos, se contemplan dos aspectos fundamentales del
conocimiento de la enfermedad, el primero se refiere a la comprensión de que la
enfermedad dinámica del ser humano, es constitucionalmente crónica, lo cual,
como sabemos, está en función a que la Energía Vital. Automática y
predeterminada en sus propósitos, y ciega en sus fines, es incapaz de restituirse
espontáneamente de su desequilibrio inherente; y el segundo, tiene en cuenta,
que mientras no, encontremos el medicamento simillimun del paciente, la
enfermedad, seguirá inexorablemente su curso, debido a que tal energía, es la
única capaz de restituir la desarmonía inherente del dinamismo vital. Y tales
consideraciones hacen que el pronóstico homeopático se ocupe de comprender,

164
la evolución que debe seguir el paciente medicado, para alcanzar su curación
cierta. Como es fácil de ver, estos hechos se basan en el conocimiento de la Ley
de los semejantes y la Ley de la curación.
Antes de adentrarnos en el análisis de estos temas. Tenemos que tener en
cuenta, que si bien nuestro mayor arte, es llegar a percibir qué es lo digno de ser
curado en el enfermo, y por lo tanto, entender cuál es el medicamento que le
corresponde, así como el camino de su curación cierta, puede suceder, cuando
indicamos el medicamento dinamizado, que nuestro criterio haya sido acertado, y
que éste sea el simillimun del paciente, o por el contrario que nuestro
entendimiento haya sido parcial, y que nuestro medicamento corresponda a un
medicamento similar, es decir, a un medicamento al cual, el paciente es
susceptible a su influencia, y que puede por lo tanto provocar cambios en su
cuadro, y aún suprimir algunos de sus malestares, pero que no es capaz de
curarlo, y aún podemos llegar a indicar , un medicamento que es completamente
ajeno a su naturaleza. En este último caso, será fácil que comprendamos que
debamos ajustar nuestra prescripción, debido a que no observaremos ningún
cambio en sus síntomas. Pero cuando la idiosincrasia del paciente, es sensible al
medicamento que le administramos, es decir, cuando provoca la movilización de
sus síntomas, sólo si nuestros conocimientos están unidos a una actitud personal
correcta y por lo tanto, sólo si estamos libres de prejuicios sabremos con certeza,
como acompañarlo, hasta que él alcance su curación. Así por ejemplo, si le
hemos indicado su simillimun, el conocimiento de la Ley de la curación y la
firmeza de una actitud correcta, nos ayudará a no hacer nada más que observar
el curso de dicha Ley, y nos permitirá trasmitirle al paciente la suficiente
confianza, como para que el tolere los malestares pasajeros, de las
exoneraciones necesarias. Pero tan difícil como mantenernos sin hacer nada, es
admitir que el medicamento que le hemos indicado es un similar, y que estamos
asistiendo a una mera supresión de sus síntomas, es decir a la agravación de su
enfermedad, pero no a la curación efectiva, en cuyo caso, entenderemos, como
ajustar nuestra prescripción hasta encontrar su simillimun sólo si aceptamos que
humanamente; nos hemos equivocado, con lo cual, tendremos la suficiente
libertad como para percibir, el camino que los fijos Principios y Leyes de la
naturaleza nos indiquen, que es el más apropiado para encontrar la prescripción
adecuada.
Frente a estos hechos, podemos comprender, que sólo es necesario, tener
claro en nosotros mismos, cuáles son los fines propios del ser humano, para
comprender que corresponde a la desarmonía del paciente, y hacia dónde
encaminarse el sentido de su vida, una vez que lo mediquemos, sino que
además, tal actitud es indispensable, para seguir su evolución hasta el logro de
su curación. Y cuando nos mantenemos nosotros mismos dentro de nuestro

165
sentido correcto, y tenemos la suficiente libertad, como para aceptar que los
Principios y Leyes de la naturaleza, son fijos, y que somos nosotros los que
podemos errar y no las Leyes, no caeremos por ejemplo, en la omnipotencia de
suponer, que si un enfermo no mejora, es debido a que “él es un caso de
excepción a las reglas”, ni tampoco inventaremos reglas de excepción, para
justificar nuestras falencias, ni nos contentaremos, si el enfermo no evoluciona
favorablemente, con decirle, que “su medicamento todavía no fue experimentado,
y que debe conformarse con la aparente y momentánea mejoría de una
supresión, ni menos aceptaremos la más absurda idea que escuchamos decir de
los espúreos, acerca de “que el similar no suprime”, sino que por el contrario,
comprendiendo y confiando en los Principios y Leyes universales, y acatándolos
en primera instancia en nosotros mismos, aceptaremos nuestro limite , y nos
esforzaremos para comprender mejor al paciente, hasta descubrir, con los
mismos Principios y Leyes, el camino de su curación, y aún en el caso de que no
lo hallemos, nuestra conciencia y el agradecimiento del paciente, nos
conformaran, que humanamente, hemos hecho todo lo mejor que pudimos.
Estos hechos, serán especialmente apreciados, cuando comentemos en el
capítulo siguiente, las posibilidades de evolución que puede tener el paciente
medicado, pero aún, antes de desarrollar el conocimiento del método que lleva a
la comprensión de los diagnósticos, y pronósticos, debemos estar prevenidos, del
esfuerzo y de la actitud, que la Homeopatía exige, a quien espera lograr lo que
ella promete, y que no basta, no alcanza, para obtener sus beneficios, con el
conocimiento de tales métodos, sino que los mismos son plenamente efectivos,
sólo para aquél que tiene como única misión, curar. ¿Puede un médico, que ha
aprendido la técnica homeopática, pero que no se sostiene a sí mismo, dentro de
una posición correcta frente al paciente, llegar a percibir adecuadamente el
camino de la curación, y aun juzgar acertadamente, los cambios que sobrevienen
cuando prescribe? Lo más probable, es que no sólo no comprenda qué es
sintomático en el paciente, sino que con seguridad, cuando observe alguna
exoneración curativa, la suprima, y cuando suprima, se contente; y como en este
caso, la única víctima es el paciente, frente a tales médicos, no queda más que
desear, que su conciencia despierte alguna vez.
En cambio, cuando aplicamos adecuadamente los Principios y Leyes que
sustentan a la Homeopatía, y por lo tanto cuando percibimos en el paciente lo
digno de ser curado, así como el curso de su curación, podemos llegar a observar
maravillados, las asombrosas modificaciones que se producen cuando recibe su
simillimun. El homeópata verdadero, y aun el paciente tratado mismo, saben que
esta apreciación no es exagerada, pues cuando se cumple la Ley de la curación,
asistimos “a un nuevo nacimiento de una persona autentica”, y esto lo expresa
literalmente el paciente, quien en este caso, suele decir, por ejemplo, “soy otra

166
persona”, o “es notable , pero siento y pienso de otra manera, y aún las
circunstancias que siempre me afectaron y aún siguen siendo las mismas en mi
vida, las aprecio de otro modo, y ya no me influyen, ¡ahora recién me conozco, y
puedo comprender y aceptar a los demás”, etc., etc. Y como cuando
prescribimos, y aún antes de entregar nuestra receta, explicamos detalladamente
a cada uno, como esperamos que se cumpla en él, la Ley de la curación, cuando
esto sucede, el paciente agrega, “es increíble pero se ha cumplido con exactitud
matemática, lo que usted me previno”
El médico que tuvo aún una sola vez en su vida, la experiencia de asistir a
tal curación, sabe que desde ese momento, una tarea queda comprometida, y
entiende por qué el maestro Kent, señala que la adquisición de una verdad, es
una arma de doble filo, que hiere al médico que la recibe, pues lo hace desde ese
instante, miles de veces más responsable de su acción , pero a la vez, ésta se
vuelve contra él , si la llega a usar, para fines ajenos, a lo que la misma verdad
indica. El que recién se inicia no debe desanimarse por esto, sino que debe
saber, que la responsabilidad del conocimiento, es lo que sostiene al homeópata
en su ardua tarea, y que los frutos de sus desvelos, que es llegar a curar
auténticamente al semejante, es la mejor y más digna recompensa que como
médico, él puede esperar.
Si tenemos estos hechos en cuenta, podemos comenzar con el análisis de
los diagnósticos.

2) Diagnósticos.

Cuando intentamos comprender como se manifiesta la desarmonía vital de


cada paciente, tenemos que considerar en primer lugar y en todos los casos,
no sólo lo qué es normal del ser humano, sino que además, qué es lo común
de su enfermedad, para percibir así, claramente, qué es lo que corresponde
particularmente al desequilibrio de cada individualidad.
Respecto a esto último, debemos recordar, las consideraciones que fueron
expuestas en el capítulo que trata acerca de la dinámica miasmática. Hemos
comentado el mismo, cómo el curso de la enfermedad, manifiesta que el
desequilibrio constitucional de la Energía Vital, predeterminada en su
identidad, automática en sus propósitos, y ciega en sus fines, es incapaz de
restituirse espontáneamente, y que la enfermedad inherente del ser humano,
se desarrolla así, inexorablemente, hasta el fin de su existencia, llegando a la
muerte por destrucción, en vez de culminar en la plenitud de su evolución.
Hemos visto asimismo, que la propiedad de la Energía Vital de preservar la
vida, se manifiesta en el estado de desequilibrio, impropia, imperfecta e inútil,
en sus esfuerzos conservadores, y que tales esfuerzos, en el plano material,

167
consisten en preservar el todo, a expensas de una parte, con lo cual, si bien
se acalla en sufrimiento, éste no se supera, sino que se mantiene larvado,
minando la vida. Así, de acuerdo con el grado de desequilibrio, éste se
localizara en un primer momento, en los planos más superficiales del
organismo material, y a medida que avanza su curso, se manifestara en los
planos más profundos, hasta llegar a los órganos y funciones vitales, con lo
cual, terminara ´por destruirse la vida, sabemos por esto, que si durante el
desarrollo del desvío de la Energía Vital, asistimos a l supresión de sus
manifestaciones superficiales, tenemos que esperar, después de un periodo
de latencia que la misma desarmonía, se localice en los planos más profundos
del organismo. La marcha contraria, es decir, la vuelta pasajera de los síntomas
antiguos suprimidos, desde los planos más profundos, hacia los más superficiales,
y desde las funciones más nobles a las menos vitales, acompañando esto, por la
desaparición de los síntomas y la aparición de la sensación de bienestar general,
es justamente lo que se comprueba cuando se ha administrado el medicamento
simillimun al paciente, y por lo tanto cuando se cumple en él, la Ley de la
curación.
Cuando conocemos este hecho, y lo comprobamos en cada paciente sin
excepción no queda más que admitir, que sólo el ignorante, puede tratar
localmente una lesión, y creer que así, está curando. Pues cuando “se trata” una
lesión local, lo que se logra, no es más que acelerar el curso espontáneo del
desequilibrio de la Energía Vital, y lo único que se consigue, es provocar,
después de un periodo de latencia, sólo su metástasis mórbida en un plano de
mayor compromiso vital del organismo. Y para esto. No hay regla que justifique
tal acción. Sólo el desconocimiento, disminuye la responsabilidad del daño que el
médico puede causar al enfermo, aunque debemos aceptar, que a pesar de esto,
también somos responsables de nuestra ignorancia, por lo que, cuando no
encontramos el mejor modo de curar a nuestro enfermo, lo único que
corresponde, es que no le indiquemos nada, pues así, si bien no lo curamos, por
lo menos, no lo dañamos.
Y en cuanto a la manifestación del desequilibrio vital, en el plano energético
propiamente dicho, hemos visto, que la desarmonía constitucional, se expresa en
primer lugar, en el mal sentir, el mal pensar y el mal actuar, conque el ser
humano, sufre la alteración del conocimiento de su existencia. Y esto, es lo que
denominamos psora primaria, o idea errada primaria de ser. Hemos comentado
también, que el sentido errado del desequilibrio constitucional, se observa en el
hecho de que los anhelos y limites vitales, no sólo se sufren sino que coartan la
libertad para el cumplimiento de los fines trascendentes, para los cuales el ser
humano conoce, que le está dada su existencia, pues el estado de desarmonía,
pasan a ser, los fines y los medios de la vida.

168
Observemos asimismo, que el intento preservador de la vida, ineficaz e
imperfecto en sus propósitos, puede espontáneamente, sólo acallar dicho
sufrimiento, y conformarlo, aunque sólo, mientras las circunstancias son propicias
a sus fines egocéntricos; y aun por este medio, es incapaz de modificar el rumbo
de su destino. Para cumplir con sus objetivos, comprobamos que puede adoptar
dos caminos posibles, o tender preferentemente hacia el desarrollo de los
anhelos vitales, autoafirmándose frente a las exigencias de la vida, y de su
medio, negado así la certeza de la muerte, o aceptar la muerte, y huir de las
posibilidades de la vida.
El periodo de conformación en donde la psora se desarrolla larvada, es lo
que conocemos como psora latente, y denominamos a las respectivas
modalidades de resolución del sufrimiento, sycosis, a la que corresponde a la
autoafirmación de la vida, y syphilis a la huida de la misma.
Conocemos además, que la psora puede manifestar la plenitud de sus
modalidades individuales de sufrimiento, tanto durante el periodo en donde el
desequilibrio de la Energía Vital, no completó el desarrollo de su acción de
acallar dicho sufrimiento, como durante el periodo en donde la desarmonía
estructurada, se encuentra frente a las circunstancias a las que cada
individualidad, es particularmente susceptible, en cuyo caso, ejerciendo ésta su
influencia deletérea , son capaces de alterar y “derrumbar” dicha conformación,
provocando en su “fracaso”, la manifestación de la vigencia de la psora que
transcurriría larvada, hasta ese momento.
En el trascurso de esta etapa, que como vemos, puede corresponder tanto
al comienzo del desarrollo miasmático, como a sus periodos de estructuración
fallida, es lo que conocemos como psora en actividad.
El arte de nuestra tarea, consiste justamente, en delinear con la mayor
nitidez posible, los distintos matices, que representan a la totalidad de las
modalidades sintomáticas individuales, tanto del sufrimiento, como de las
acciones erradas, que condicionan constitucionalmente la existencia. Pero sólo si
podemos percibir, que la misma está conformada, tanto por el brillo de las
acciones aparentemente eficientes de la sycosis, como por la oscuridad de la
acción destructiva syphilítica, y sobre todo, si junto con esto, podemos tratar el
eje vector de la vida de cada paciente, que es su idea errada de ser, y que es el
sello más fijo de su identidad biológica, lograremos conocer, no sólo cuál es el
medicamento simillimun de cada uno, sino también, la manera con que tenemos
que esperar que desaparezcan los síntomas, así como donde debe operarse el
cambio de sentido vital. Este conocimiento, es el único que nos asegura que
hemos comprendido en el paciente, el camino de su curación cierta. Al respecto,
tengamos en cuenta, que un grupo síntomas, pueden desaparecer, tanto debido
a que el paciente se está curando, como sólo porque la acción miasmática se

169
está conformando y de tal modo, acallando el sufrimiento, es decir, está
suprimiendo sus manifestaciones, y en tal caso, sólo si comprendemos en cada
paciente, su dinámica miasmática, entenderemos cuándo estamos asistiendo a
su curación cierta, y cuándo sólo a la supresión de sus síntomas. En el primer
caso, como veremos más adelante en detalle, el cambio de sentido vital, se
operará sobre el mismo eje vector, de la identidad biológica de cada
individualidad, y se observará, que la idea errada del ser, se transforma en idea
de ser, y en el segundo, el error del conocimiento, que coarta la existencia,
seguirá vigente, y condicionando las acciones, a los fines egocéntricos vitales, y
aunque el sufrimiento esté aparentemente acallado y no manifieste por lo tanto,
sus modalidades particulares, podremos comprobar en este caso, que las
acciones siguen respondiendo al fin errado vital.
Y así como en todo paciente, debemos de considerar qué es lo común del
desequilibrio vital, para poder determinar qué es lo propio e individual de cada
uno, frente a todos ellos, tenemos que tener claro cuál es el objetivo de la
curación, es decir, qué entendemos por estado de salud. Tal concepto, como
vimos, está sintetizado en el parágrafo 9 del Órganon de Hahnemann que dice:
“En el estado de salud, la Energía Vital (autocrática), que dinámicamente anima
al cuerpo material (organismo), gobierna con poder ilimitado y conserva todas las
partes del organismo en admirable y armoniosa operación vital, tanto respecto a
las sensaciones como a las funciones, de modo que el espíritu dotado de razón
que reside en nosotros, puede emplear libremente estos instrumentos vivos y
sanos, para los más altos fines de su existencia”.
Es decir, sólo aceptamos que el paciente alcanzo su estado de salud
cuando comprobamos que junto con la desaparición de sus síntomas, en el
sentido egocéntrico y fin automático de la Energía Vital, está subrogado al sentido
trascendente, del potencial dotado de razón que reside en el.
Estos son los diagnósticos, pronósticos y objetivos de curación, que
debemos observar en todo paciente, los cuales esperamos que se cumplan,
cuando le indiquemos su simillimun.
Respecto a los diagnósticos homeopáticos, tenemos que saber en primer
lugar, que éstos exigen respetar un orden, por medio del cual, podemos llegar a
percibir claramente, cuál es el medicamento del paciente y cuál es el camino de
su curación, y sobre todo, como seguir adecuadamente su evolución curativa.
Los pasos consecutivos de tal orden son el primero, corresponde al diagnóstico
estático de la enfermedad; el segundo al diagnóstico dinámico miasmático, y el
tercero, es el diagnóstico de la identidad biológica constitucional del paciente.
Veremos seguidamente, cómo llevamos a la práctica estos pasos, y cómo
aplicamos para este fin, en cada uno de ellos, las distintas clasificaciones
sintomáticas que fueron analizadas en los capítulos anteriores. Cuando

170
observemos el orden de los diagnósticos, entenderemos en cuales sus etapas, se
detienen, cada uno de los distintos niveles, de las diferentes visiones, aunque
por supuesto, intentaremos comprender cómo alcanzamos la comprensión
necesaria, para la aplicación de la Ley de los semejantes, sea seguida por el
cumplimiento de la Ley de la curación.
El primer paso, es el diagnóstico estático de la enfermedad, y este, como
todos los demás, se determina e las distintas dimensiones del organismo, lo cual
hace que se componga por el diagnóstico estático del plano material y el
diagnóstico estático del plano de la Energía Vital.
Y el que se refiere al plano material, corresponde al diagnóstico clínico del
paciente, por lo que, quién se inicia en la Homeopatía, debe estar bien enterado
de los exámenes y métodos, que llevan a un correcto diagnóstico clínico, y debe
tener en mente, que la determinación de la individualidad sintomática del
paciente, no puede hacerse, si no se conoce adecuadamente, lo común de la
enfermedad, en todos sus planos.
A través de este diagnóstico vemos que síntomas del plano material en
especial, son propios y comunes de determinada entidad clínica, con lo cual
sabemos, qué síntomas del paciente son peculiares de su modo de sufrir. Si
alguien por ejemplo, manifiesta que sufre sed exagerada, no lo tomaremos en
cuenta como síntoma peculiar, si tal hecho se presenta en un paciente que
presenta un síndrome diabético, y si el paciente no presenta ningún síndrome que
contenga tal manifestación, la sed exagerada, podrá ser un síntoma característico
de su desarmonía.
Este diagnóstico por otro lado, es el que nos permite conocer el grado de
extensión y profundidad del desarrollo del desequilibrio vital en el plano material.
De tal manera, su determinación, nos da entender, como debemos esperar, que
en ese plano se cumpla la evolución curativa del paciente. Como hemos visto. La
Energía Vital, desequilibrada, en su intento de preservar la vida, tiene la
capacidad, de localizar la desarmonía general en una parte del organismo, con lo
cual, a expensas de esa parte, conserva el todo. Así, en la primer etapa del curso
del desvío, ésta se localiza en la piel, luego en mucosas, más tarde en el
mesénquima, luego en parénquimas, más tarde en órganos y funciones vitales,
para localizarse en su última etapa, en la función más noble, en la mente. Debe
tenerse en claro, y no está por demás insistir, que la capacidad de la Energía
Vital de localizar el sufrimiento general, en una parte del organismo, no significa,
que, por este medio, la desarmonía se resuelva, sino que, a lo sumo, solo se
acalla el sufrimiento general, con lo cual no se supera, la vigencia del
desequilibrio. Así por ejemplo, un paciente que está sufriendo el “prurito mental”
de la ansiedad y el miedo de su psora en actividad, se siente aliviado de su
inquietud, cuando en el plano material, aparece un prurito en la piel, con lo cual

171
por supuesto, no se “cura” su psora y del mismo modo, un niño que sufre una
entidad exantémica, mejora de sus malestares generales, cuando aparece el
exantema correspondiente en piel.
Y así como sabemos que una lesión local, sólo acalla el sufrimiento, pero
que la misma, de ninguna manera lo resuelve en todos los casos, tenemos que
tener en cuenta, que la supresión de una manifestación local, no solo no cura el
desequilibrio general, sino que cuando se suprime su localización, el desvío vital
se manifestara vigente, después de un periodo de latencia, a través de alguna
metástasis mórbida, en un plano más profundo del organismo.
Conociendo estos hechos, tenemos que considerar, que si bien la
Homeopatía y la medicina común, pueden emplear los mismos métodos para
llegar a este diagnóstico, las conclusiones a las que arriba, en este caso, la
Homeopatía, no sólo son completamente ignoradas por la medicina común, sino
que esta última, toma como “enfermedades diferentes”, a las distintas
localizaciones. Y como además, su nefasto tratamiento, atiende sólo a lo local del
desequilibrio, y puede a lo sumo, hacer desaparecer una manifestación superficial
y provocar por lo tanto, su metástasis en un plano más profundo, es decir,
acelerar el curso espontaneo del desvío, cuando se efectúa el diagnóstico de la
extensión del desequilibrio vital en el plano material, debe tenerse muy en cuenta,
en todo paciente, cuáles fueron los tratamientos supresores que recibió, y cuáles
fueron sus efectos, es decir, las metástasis mórbidas consecuentes.
Podemos ver así, que además de la extensión, este diagnóstico nos permite
determinar, el grado de profundidad que alcanzo en el plano material, el desvío
vital. Así de acuerdo con la etapa de desvío con que encontramos el desarrollo de
la enfermedad, los pacientes pueden dividirse en:
1) Enfermos Funcionales
2) Enfermos clínicamente curables, con lesiones en órganos no vitales
3) Enfermos clínicamente curables, con lesiones en órganos vitales
4) Enfermos clínicamente incurables.
Respecto de este diagnóstico, tenemos que observar algunos hechos más.
Uno de ellos, es que el trascurso y agravación del desequilibrio, puede ser
diagnosticado desde los mismos comienzos de la historia de la raza humana,
así por ejemplo, cuando tratamos a un recién nacido, tenemos que tener en
cuenta, que él es el resultado y víctima, de las supresiones que ha
sobrellevado el ser humano, y que por lo tanto, no veremos el grado de desvío
de su desarmonía, en su “punto cero”, sino que el niño, manifestará su
desequilibrio vital, parte desde el grado de desarrollo que él ha heredado. Otro
hecho que suele inquietar especialmente al que inicia, es que, siendo la piel, o
las mucosas o aun el mesénquima, planos superficiales del organismo, ¿a qué
grado de desarrollo de la desarmonía, corresponde una lesión maligna que

172
puede encontrarse con estos planos? A poco de razonar, uno puede entender,
que las localizaciones materiales, que pertenecen a la alteración de una parte
no vital, se acompañan de la consiguiente preservación de las partes vitales
más nobles del organismo, pero en el caso de cualquier entidad maligna,
hallamos que la desarmonía general del desequilibrio vital, se han desarrollado
de tal modo que se muestra incapaz de localizarse en una parte y de preservar
al todo; así en los casos donde podemos comprobar que la alteración alcanzo
la totalidad del organismo material, podemos determinar, que estamos frente
a la última etapa del desvío, aunque algunas de sus manifestaciones se
presenten en la piel, o en mucosas, es decir en planos superficiales.
Podemos vislumbrar además, que el diagnostico homeopático del plano
material, es el medio por el cual llegamos, al pronóstico de cómo tendrá que
cumplirse en ese plano, la evolución curativa del paciente, pues como sabemos,
la marcha de la curación, pero en el sentido contrario, que el desarrollo de la
enfermedad.
Y en cuanto a la determinación del diagnóstico estático en el plano
energético vital propiamente dicho, podemos ver, que la primera clasificación
sintomática que comentamos anteriormente, corresponde a este diagnóstico. A
través del mismo, discriminamos los síntomas que son comunes en el paciente,
ya sea porque pertenecen a la entidad clínica que él sufre, o porque no presentan
ninguna modalidad individual que lo caracterice, de los síntomas que son
peculiares, que incluyen aquellos sentimientos, funciones y acciones, que
además de ser extraños a la naturaleza humana, son característicos del
desequilibrio vital del enfermo y ajenos a la alteración orgánica material que
puede presentar.
Sabemos que los síntomas que son propios de la individualidad del
paciente, son los que nos llevaran al diagnóstico terapéutico, pues sólo el
medicamento que contiene en su patogenesia síntomas semejantes, es el que le
pertenece al caso.
Además de distinguir los síntomas comunes de los característicos, hemos
visto, que es posible determinar en ellos, un orden de jerarquía sintomática. Así
los síntomas pueden dividirse, en síntomas generales y síntomas locales. Los
primeros corresponden a aquellos referidos a la totalidad de la persona, a su “yo”,
y no a una parte de su organismo, y son por lo tanto, los representantes más
genuinos del desequilibrio energético vital propiamente dicho, y adquieren por
esto, el primer lugar, en el orden de consideración jerárquica, y los segundos que
se refieren a alguna modalidad particular, de la consecuente alteración material
del organismo desequilibrado, ocupa el último lugar, en nuestra consideración; y
si aún, como puede suceder, sus características determinan algún medicamento

173
distinto del que le corresponde a la totalidad sintomática que conforma el conjunto
de los síntomas generales, tales síntomas locales, no son tomados en cuenta.
Y dentro de los síntomas generales, podemos distinguir a su vez, dos
categorías, en primer lugar, están los síntomas que pertenecen al plano mental,
es decir a la función de mayor jerarquía del ser humano, y en segundo lugar
están los síntomas generales físicos, y son los que se refieren a la relación con
el organismo y el entorno físico. Y aún dentro de los síntomas mentales, podemos
determinar un orden de consideración, en relación con la jerarquía de la función
a la que cada síntoma pertenece. Así, ocupan el primer lugar, los que se
relacionan con la conciencia, la voluntad y el afecto, dado que el pensamiento, la
capacidad de decidir y el sentimiento, son los aspectos mentales más
característicos del ser humano. Seguirán en el orden, los síntomas de la
sexualidad y el sueño, que se relacionan con los primeros; luego los de la
sensibilidad y sensitividad, el humor, y finalmente los que corresponden al
intelecto y a la memoria, que son sus modalidades, los menos característicos.
Y en cuanto a los síntomas físicos generales, sabemos también que
podemos encontrar los que se relacionan con la alimentación, es decir con los
deseos y/o aversiones y las mejorías y agravaciones generales alimenticias, así
como los que corresponden a la función digestiva general; están también lo
síntomas que se refieren a los deseos y/o aversiones y mejorías y agravaciones
generales climáticas, y los que se relacionan con la posición, los horarios y la
periodicidad de mejoría y agravación general, así como los que modalizan una
secuencia, como por ejemplo, una alternancia o concomitancia general
sintomática, y aún podemos encontrar síntomas físicos, en algunas modalidades
de sudor, y en toda modalidad de alteración local, que se relacione con alguna
propiedad general del organismo.
Conociendo las distintas categorías sintomáticas, la categoría que nos
corresponde en esta etapa del diagnóstico, es justamente, discriminar y ordenar,
la totalidad de los síntomas que podemos hallar en la historia biopatográfica del
paciente. Y una vez que están ordenados de acuerdo con la jerarquía del plano al
que pertenecen, y con la modalidad característica que pueden presentar, el paso
siguiente, es el que se denomina su repertorización. Nos valemos de esto, del
Repertorio de la Materia Médica Homeopática del maestro James Tyler Kent, que
ha sido completado en la actualidad, con las referencias de distintos autores,
agregados por Barthel, y traducido a nuestro idioma, por el doctor Murata.
El que inicia, tiene que conocer en qué consiste este Repertorio,
brevemente podemos decir, que, en él, están agrupados en distintos rubros, los
síntomas, que, en cada uno de los sistemas y funciones del organismo, se
suscitaron durante la experimentación de los medicamentos, y aun los que se
comprobaron curados en la clínica. Y tales síntomas, qué están ordenados por

174
orden alfabético, se encuentran además, ordenados de acuerdo con las
modalidades de presentación que los acompañan, como son los horarios, la
periodicidad, las mejorías, las agravaciones, alternancias que les corresponden; a
continuación de lo cual, están consignados los síntomas que presentan
modalidades de alteración propiamente dicha, y siguiendo a cada síntoma, se
encuentran, los medicamentos que manifestaron tal síntoma. Por ejemplo, el
síntoma ansiedad, puede encontrarse en el rubro que agrupa a los síntomas
mentales, y una modalidad de presentarse como, por ejemplo, ansiedad durante
el trabajo sedentario, tiene consignado, que se suscitó en Arsenicum y en
Graphites.
En el Repertorio, podemos observar además, que determinados síntomas,
están cubiertos por un número importante de medicamentos, 50 ó 100 por
ejemplo, como pueden ser la ansiedad, o la tristeza o la irritabilidad no
modalizada; a otros síntomas le corresponden un número pequeño de
medicamentos, que para nuestra consideración pueden ser hasta 10 ó 15 por
ejemplo, a la ansiedad durante el trabajo sedentario, le corresponden sólo dos
medicamentos y aún podemos encontrar otros síntomas a los cuales les
corresponde sólo uno, como por ejemplo la ansiedad después de escuchar
crueldades, que pertenece de acuerdo con el Repertorio, únicamente a Calcárea
Carbónica. Así el número de medicamentos que acompañan a cada síntoma en
el Repertorio permite una clasificación cuantitativa; los de mayor cantidad son los
llamados síntomas, síntomas comunes del Repertorio, los segundos,
corresponden a los síntomas característicos y los terceros a los síntomas
exclusivos del mismo.
Siguiendo entonces con el análisis de nuestro tema, veamos en qué
consiste la Repertorización. Una vez que tenemos discernidos la totalidad de los
síntomas del paciente, y separados así, los síntomas comunes de los peculiares,
y éstos últimos a su vez, ordenados de acuerdo con la jerarquía del plano a que
corresponden, es decir, en primer lugar los mentales, luego los generales, y por
último los característicos locales, buscamos en el Repertorio, qué síntomas
registrados en el mismo, pueden concordar con los síntomas que hemos
determinado como característicos del paciente.
Y en este examen, podemos ver, cuáles son los síntomas característicos o
exclusivos del Repertorio están presentes dentro de los peculiares del paciente,
con lo cual, podemos excluir, aquellos que aunque son raros y extraños a lo
normal del ser humano, y propios del paciente, son comunes a casi todos los
medicamentos experimentados. Seguidamente, anotamos cuáles de los
medicamentos, señala el Repertorio, que contienen el síntoma que determinamos
como el de mayor jerarquía en el paciente, y se precede del mismo modo, con el
síntoma que ocupa el segundo lugar en orden de importancia, pero consignamos

175
sólo aquellos medicamentos que cubren al mismo tiempo, el síntoma precedente,
es decir excluimos aquellos medicamentos que no se presentan simultáneamente
en ambos síntomas, y seguimos del mismo modo, con el resto de los síntomas,
con lo que llegamos a ver, cuál o cuáles de los medicamentos registrados en el
Repertorio, contienen la totalidad sintomática característica del paciente.
Si nuestra tarea concluyera aquí, sería muy simple indicar el medicamento
que determinamos de tal manera, y no sería ridícula la idea de algunos rutinarios
acerca de valernos del “intelecto supremo” de la actualidad, es decir de la
computadora, ni aún sería necesario el desarrollo de la actitud, que la
Homeopatía exige al médico. Pero como podemos ver, esta parte de nuestra
tarea, es completamente mecánica, y su consideración estática, y siendo estático
un hecho completamente ajeno a la naturaleza de los seres vivos, las
conclusiones que obtenemos de tal modo, no nos indican de ninguna manera el
desarrollo particular e individual, del dinamismo de la enfermedad; a lo sumo, la
repertorización, nos puede orientar hacia el medicamento que le corresponde al
paciente , pero jamás comprenderemos a través de la misma, ni quién es el
paciente, ni qué es lo digno de curar en él, ni dónde ni cómo, debe operarse el
cambio del sentido vital, ni por lo tanto, cuál es el camino de la curación.
Y esto sucede, sobre todo, porque como señalamos, el Repertorio no es
más que un ordenamiento alfabético de síntomas, los cuales además, sintetizan a
través de unos pocos términos, la extensa manifestación sintomática de la
patogenesia y ni aún la clasificación numérica, manifiesta automáticamente lo
característico de un síntoma. El siguiente ejemplo, puede aclarar estos hechos:
un medicamento, en este caso Silícea, dice en patogenesia, que “siente los
mayores escrúpulos de conciencia”, acerca de los deberes que él cree que no
cumple adecuadamente y Arsenicum dice que “siente ansiedad de conciencia
como si hubiera cometido un crimen”, y Sulphur, “temor de que con sus
acciones, pueda dañar a los demás”, como vemos, estos síntomas son muy
distintos entre sí, Silícea habla del cumplimiento del deber, Arsenicum del
sentimiento errado que tiene de sí mismo, y Sulphur de la falta de confianza en
sus acciones. En el Repertorio, los medicamentos que presentan alguna
alteración de la conciencia, están reunidos en el rubro, “ansiedad de conciencia,
como si hubiera cometido un crimen”; y como los tres mencionados se refieren a
la alteración de la conciencia de ser, están agrupados en éste rubro, a pesar de
la gran diferencia, y de que salvo Arsenicum, la ansiedad de conciencia de los
otros dos, no se refiere en absoluto a la sensación de sentirse criminal. Y,
respecto a la clasificación numérica, este síntoma en el Repertorio, es cubierto
por 68 medicamentos, es decir de acuerdo con tal clasificación, este sería un
síntoma común; sin embargo, es fácil comprender, aún a través de los ejemplos
citados, que el mismo, corresponde al grupo de síntomas que conforman la idea

176
errada de ser, es decir que pertenece a lo más característico de la individualidad
idiosincrásica.
Podemos ver así, que en el caso del ordenamiento estático de los síntomas
característicos del paciente, aunque se tome en cuenta, la jerarquía del plano en
donde se manifiestan tales síntomas, este orden, no es más que una suma
mecánica, es decir, es sólo una apreciación numérica de los síntomas, que no
contempla ni la concomitancia, ni la relación, ni la sucesión que pude presentar
entre sí, los distintos síntomas.
Y este último, que en su conjunto, determina la modalidad característica del
desarrollo de la enfermedad en el paciente, es como veremos, la consideración
que define tanto la individualidad genuina, como el camino de la evolución
curativa.
Todas estas advertencias aparentemente adversas, respecto del
diagnóstico estático, del plano energético, podría desalentar a quien está ávido
por aprender a curar, y a esta altura debe estar preguntándose, “si tales
consideraciones, no llevan a conclusiones seguras, ¿no sería conveniente
dejarlas de lado y seguir adelante?”. Hay que saber que no es así, sino que por
el contrario, este paso es de una utilidad inapreciable, pero siempre que se
tengan en cuenta, los riesgos y errores que puedan acarrear, si no es aplicado
convenientemente. Recordemos, respecto a la parte mecánica de nuestra tarea,
es como señala Kent, “el hecho de que un técnico no llegue jamás a ser un
artista, no significa que un artista, debe dejar de lado el aspecto técnico de su
labor”, y este último sabe, que sólo después de haber adquirido en su arte, todo
el dominio técnico necesario, puede comenzar a desarrollar plenamente su
capacidad.
Y para deslindar prejuicios acerca de esta etapa del diagnóstico
homeopático, tenemos que conocer que se ha puntualizado sus límites, antes de
analizar sus beneficios, debido especialmente, al hecho que es en esta etapa,
donde se detiene el homeópata espúreo, y lo que con esto se logra, es a lo sumo,
observar la desaparición de síntomas, lo cual puede suceder. Tanto si se
administra un medicamento similar, como el simillimun del paciente, y como este
diagnóstico no indica, ni qué es lo digno de ser curado en el enfermo, ni cómo
debe de cumplirse en él la curación, y como, además, esto no es preocupación
del espúreo, no tal método si no se suprime en su primer momento, porque acertó
con el simillimun del enfermo, lo hará luego, cuando aparezcan las reacciones
exonerativas de la curación, pues entenderá que “los síntomas nuevos”, deben
ser tratados. En cambio, está prevenido del límite de apreciación que se logra con
este diagnóstico, no se contentará con llegar a la “repertorización” del paciente, ni
tomará esto, como el último objetivo de su tarea, sino como lo que debe ser, sólo
un paso intermedio de nuestra comprensión.

177
Debe conocerse asimismo, que a pesar de los pobres resultados que se
obtienen con éste tipo de práctica espúrea, ésta es la que más se ha extendido
por el mundo, aunque desde la misma época en que aparecieron los primeros
Repertorios el mismo Hahnemann, advertía que ellos, son nuestro instrumento y
el medio indispensable de nuestra labor, pero no el fin de la misma, y que por el
contrario, nuestro objetivo es buscar en las experimentaciones puras de los
medicamentos, su semejanza automática, con el desequilibrio vital del paciente,
la practica espúrea sin embargo, desoyendo esto, se ha desarrollado tanto, que
pasaron generaciones de médicos que ni llegaron a conocer, que existía otra
referencia terapéutica que no fuera el Repertorio. Y como la maleza crece más
rápido y con menos esfuerzos, que los frutos auténticos, los espúreos no sólo
consiguieron con esto, sumar adeptos, sino que, además, basándose en el digno
Repertorio, y usando malabarismos especulativos, llegaron hasta “inventar
originales terapéuticos”, con lo cual, han pretendido ocultar su ignorancia, tanto
de la Doctrina Homeopática, como de su sólido fundamento, que son las
experimentaciones puras de los medicamentos. El daño de esto, lo han recibido
tanto los pacientes, como muchos médicos, que cuando se acercaron a la
Homeopatía al encontrarse con tales hechos, perdieron la oportunidad de
comprenderla, y abandonaron el intento de aplicarla.
Sabiendo separar, la paja del trigo, veamos ahora, cuál es la utilidad de este
paso diagnóstico, y cuál es el lugar que le corresponde al Repertorio. Para
comprender el uso correcto del Repertorio, y la aplicación adecuada del
diagnóstico estático, la siguiente analogía puede servir de ejemplo: cuando
deseamos saber dónde vive, y como comunicarnos con determinada persona,
buscamos una guía telefónica, y ésta nos indica tales datos, y con los mismos,
sabemos cómo conectarnos con ella; pero cuando recurrimos a la guía telefónica,
no tenemos jamás la pretensión, de que ésta nos indique quién es y cómo es tal
persona. Pues bien, la función del Repertorio es semejante a la guía telefónica,
es el medio por el cual podemos entender, cómo comunicarnos con el paciente,
pero no esperamos que él nos determine cómo es y cuál es su individualidad, así
como el Repertorio es usado como corresponde, cumple el fin de servir a
nuestros conocimientos y a nuestra observación, permitiéndonos que nuestros
oídos sepan escuchar y nuestros ojos ver.
De tal manera, cuando el paciente nos relata su historia y sus malestares, y
nos manifiesta alguna modalidad peculiar, el Repertorio es el primer medio al que
recurrimos, para conocer sí esta modalidad pertenece a algún síntoma
expresado en las experimentaciones de los medicamentos; y como hemos visto,
éste no sólo nos informa si ese síntoma existe en las patogénesias, sino además,
nos orienta en el sentido de darnos a conocer que medicamentos lo contienen;
éste es su primer y mayor beneficio. Si por ejemplo el paciente nos dice, que

178
agrega sal a todas las comidas, aun antes de probarlas, buscaremos en el rubro
que corresponde a los deseos y aversiones alimenticias, y comprobaremos que
efectivamente tal modalidad extraña a lo normal del ser humano, se manifestó en
las experimentaciones; y además de saber que podemos considerarlo,
conocemos el Repertorio, que medicamentos suscitaron tal síntoma.
Pero, ese mismo paciente puede relatarnos que “es una persona optimista”,
a pesar que se le venga el mundo abajo; y que se lleva bien con todo el mundo,
pues no tiene problemas con nadie, y como buen vecino trata de no inmiscuirse
en la vida de los demás, y puede agregar, que con los problemas y
preocupaciones que él tiene, el tiempo no le alcanza para ocuparse de los otros;
puede decirnos además, que es amigo de todos, salvo de aquel que no lo
considera bien, lo cual lo hiere profundamente, ya que él se siente una buena
persona, pues la actitud que observo toda la vida, es no hacer daño a nadie…”.
Un homeópata avezado a través de estas pocas líneas, puede encontrar por lo
menos siete síntomas de la más alta jerarquía, y aun saber, sin necesidad de
recurrir a otro medio más que a su entendimiento y a su memoria, que el único
medicamento que puede expresar tales características es Sulphur, y aun
comprender por este relato, que es lo digno de ser curado en el paciente, y cuál
es el sentido errado de su vida, el que se inicia puede desperrase y no ver en
este paciente, más que sus deseos exagerados de sal, a aún puede percibir, que
a tras la aparente conformidad y sociabilidad, el desequilibrio de tal caso,
manifiesta el síntoma egoísmo, y que se ofende fácil, es decir puede comprender
dos de sus síntomas mentales. Pero cuando investiga el Repertorio, tales
síntomas más que el deseo exagerado de sal, puede encontrar que los
medicamentos que cubren tales síntomas, son Calcárea Carbónica y Sulphur. El
espúreo averiguara en este caso, algún síntoma de menor jerarquía que puede
tener el paciente, y determinara por el Repertorio, qué medicamento lo contiene.
Y de esta manera la individualidad es “definida” por los síntomas de menor
categoría. Pero lo que corresponde es investigar las patogénesias de Calcárea
Carbónica y Sulphur, y por este medio, no sólo seremos capaces de percibir la
real totalidad sintomática del paciente, sino que además, podremos comprender a
qué a qué sentido errado de la vida responden sus acciones, y cuál es la idea
errada de ser, que condiciona su existencia. Así en este caso, descubrimos que
Sulphur sufre su minusvalía biológica, sintiendo que puede dañar con sus
acciones a los demás. ¡Y esto mismo, nos confió el enfermo, es lo que condiciono
su actitud durante toda su vida!, pues “al tratar de no hace mala los demás”, en
su actualidad, él “se considera una buena persona” y si volvemos a la
patogenesia, encontramos que Sulphur, acalla su sufrimiento, sintiéndose una
gran persona, lo cual se extiende en su relación con los demás, a través de una
cantidad de síntomas, que hablan de su ofensa y resentimiento cuando el prójimo

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no considera su alto valor, y en su relación consigo mismo se traduce en
exagerado optimismo y confianza que tiene. Si indicamos en este caso Sulphur,
comprendiéndolo de esta manera, sabremos qué esperamos que se modifique
en este paciente, y mientras tal cambio no ocurra, sabremos además, que su
desequilibrio sigue vigente.
Este último aspecto de nuestra labor, corresponde al diagnóstico dinámico
miasmático, y será analizando seguidamente. Pero antes tenemos que considerar
como aprendemos a usar el Repertorio y nos familiarizamos con él, pues si
observamos un síntoma en el paciente, y nos dirigimos al Repertorio para ver si
este síntoma existe en el mismo, si no conocemos su contenido, no sabremos
donde ir a buscarlo. Por lo que, para adquirir los beneficios de su utilidad, y
apreciar su valor, tenemos que ejercitarnos, a través de una tarea que puede
parecer en su primer momento tediosa, pero cuando el ejercicio mecánico
comienza a darnos sus frutos, nos entusiasmamos con el mismo, y no dejamos
de practicarlo. Existen varias maneras de ejercitarnos, pero hay una que
debemos considerar especialmente, porque es la que nos brinda mayor utilidad, y
nos aporta resultados múltiples. Y tal ejercicio consiste en elegir un medicamento
cualquiera, y trascribir los síntomas que en el Repertorio lo contienen, conviene
para esto respetar el orden que en el registro de los síntomas sigue el
Repertorio. Cuando finalizamos esta tarea, nos encontramos con que hemos
aprendido, cómo están expresados los síntomas en el mismo, qué síntomas
existen, y aun qué síntomas manifiestan corresponder a pocos medicamentos,
es decir cuáles son característicos numéricos, y aun cuáles son exclusivos; y si
cuando extraemos determinado medicamento, marcamos tales síntomas,
conoceremos aún cuáles son, de ese medicamento, sus síntomas
característicos y exclusivos. Así después de repetir esta operación con varios
medicamentos, comenzamos a familiarizarnos con el lenguaje del Repertorio, y
sabemos dónde y cómo buscar lo síntomas que nos pueden expresar los
pacientes.
Y mientras nos ejercitamos de esta manera, nos vamos dando cuenta que
simultáneamente, estamos aprendiendo las modalidades propias de cada
medicamento, y aun el diagnostico diferencial entre los mismos, y así, nos
encontramos que tenemos en nuestras manos, la expresión rudimentaria de la
patogenesia. Tal es el beneficio múltiple que podemos conseguir con esta labor
aparentemente mecánica, y muchas veces agotadora.
Tenemos finalmente que tener en cuenta, que aunque con esto, nuestra
practica se enriquece, y aunque con el tiempo, logremos recordar un número
importante de síntomas, no debemos esperar que nuestra memoria retenga todo
lo que aprendimos en el Repertorio, ni tenemos que esperar, llegar a conocerlo
en toda su extensión, pues aún después de muchos años de usarlo, siempre

180
tenemos la oportunidad de descubrir un síntoma nuevo, por lo tanto, el Repertorio
tiene que acompañarnos en nuestra tarea cotidiana, y estar cerca nuestro , para
que podamos consultarlo toda vez que sea necesario, aun durante la entrevista
con el paciente.

*****************

PRESCRIPCIONES Y OBSERVACIONES DEL PRONÓSTICO

“El ideal más elevado de una curación, es establecer la salud, de manera


rápida, suave y permanente, o quitar y destruir toda la enfermedad, por el camino
más corto, más seguro y menos perjudicial, basándose en principios de fácil
comprensión”.
Parágrafo 2- Órganon de Hahnemann.
1) Primera prescripción.
La elección del medicamento homeopático, es la tarea previa a la primera
prescripción. Y esta se logra cuando por un lado, percibimos en el paciente,
los síntomas guías que representan su identidad biológica constitucional, y por

181
otro, conocemos la individualidad de los medicamentos, porque la hemos
definido, estudiando en las Materias Médicas Puras, es decir en las mismas
fuentes de las experimentaciones, las características y jerarquías de los
síntomas, y las modalidades de la dinámica miasmática de cada
experimentación. Y cuando de esta manera, encontramos el medicamento,
cuyos síntomas, patogenéticos son semejantes a los síntomas guías del
paciente, estamos en condiciones de de indicarlo; y lo hacemos,
recomendando una sola dosis del mismo.
En cuanto al grado de potencia del medicamento, es decir, al grado de
dilución dinamizada que elegimos, no existen Leyes conocidas que indiquen
antes de medicar, cuál es la potencia que necesita el paciente. Así, nos
acercamos a la adecuada, hasta determinarla, sólo después de observar, la
respuesta que cada uno manifiesta, cuando es influido por la potencia del
medicamento que hemos administrado. Es esta observación, la que nos
permite apoyarnos en las Leyes descubiertas y tener en cuenta, cómo
esperábamos que se cumpliera en cada caso, la Ley de la curación, pues
sabemos que hemos indicado la potencia adecuada, cuando comprobamos
que la misma, ha promovido la puesta en marcha de esta Ley, y del mismo
modo, sabemos que debemos de ajustar la prescripción que observamos que
no se cumplen sus pautas. Y si sucede esto último, es que el pronóstico fue
acertado, y que los síntomas que persisten, y aun los síntomas nuevos que
pueden aparecer, siguen indicando que el medicamento elegido, fue e
apropiado, la observación nos señalara, que lo que debemos de ajustar, es
sólo su potencia, indicaremos así una potencia distinta del mismo
medicamento, hasta observar en el paciente, el cumplimiento en él, de la Ley
de la curación.
Respecto de las diluciones dinamizadas que usamos, debe conocerse
que existen varios métodos para obtenerlas, y que cada uno de éstos, resultan
distintas escalas, son las realizadas por el método Korsakoff, por el método
denominado de las diluciones cincuenta milesimales, y por el conocido como el
método de las centesimales hahnemannianas. Sus características técnicas
serán comentadas en el libro de la terapéutica, pues para su uso, lo que
importa conocer, es que las respuestas a las mismas, es individual, y ésto se
manifiesta en el hecho de que ciertos, muestran susceptibilidades a algunas
potencias obtenidas por uno de los métodos, y otros a las potencias
correspondientes a otro de los métodos.
Y para su indicación, la nomenclatura que usamos es la siguiente: después
del nombre del medicamento que recetamos anotamos solo el número
degrado de potencia, si ésta corresponde a una lograda por el método de
Korsakoff, por ejemplo indicamos Sulphur 10 Mil; si pertenece a una obtenida

182
por el método de las cincuenta milesimales, después del número de grado
agregamos la sigla LM, y por ejemplo, Sulphur 12 LM, y si prescribimos una de
las potencias que corresponde al método de las centesimales
hahnemannianas, agregamos después del número de grado, la siglas CH, por
ejemplo, Sulphur 100 CH.
Y como para iniciar el tratamiento, tenemos que elegir una de ellas,
comenzamos con alguna de las que se obtienen por el método Korsakoff.
Seleccionamos en primer lugar una de las potencias logradas por tal método,
no sólo por habito, sino porque se observa con frecuencia que la
susceptibilidad de la mayoría de los pacientes, responde a algunas de ellas, lo
cual por supuesto no significa que todos los pacientes pueden ser influidos por
éstas, sino que por el contrario, algunos se moverán, sólo en las potencias
obtenidas por otros métodos.
En cuanto al grado de potencia que usamos para comenzar el tratamiento,
antes de confiar en el azar, seguimos algunas reglas, que no son de ninguna
manera Leyes y por lo tanto, no se cumplen en todos los casos. Así de
acuerdo con el maestro Kent, aplicamos la regla que señala, que cuanto más
profundo es el plano al cual corresponden, los síntomas guías que deciden el
medicamento, más alta es la potencia que puede necesitar el paciente; de tal
modo, para el caso donde los síntomas guías, pertenecen en especial, a la
más alta jerarquía de los síntomas mentales, indicaremos de acuerdo con esta
regla, una potencia más alta, que para el caso donde los síntomas guías,
están determinados solo por los síntomas peculiares físicos.
Esta regla tiene cierta confirmación en la práctica, pues coincide de alguna
manera, con los distintos grados de las potencias, qué eligen, aquellos que
tienen diferentes niveles de comprensión para la aplicación de las Leyes de los
semejantes, y sobre todo, porque con esto, cada uno de ellos, obtiene los
resultados que esperan. Así por ejemplo, el organicista, que observa y se guía,
sólo por los síntomas locales peculiares usara la potencia 6°, o la 10°, o la 30°;
el mecanicista, comenzara con la potencia 200°; y con esto, ambos verán la
desaparición de los síntomas que tratan. Y el que se ocupa de comprender la
identidad biológica constitucional, y de encontrar el simillimun del paciente, es
decir el medicamento dinamizado que es capaz de poner en marcha la Ley de
la curación, comenzara el tratamiento indicado en una potencia adecuada
tomando en cuenta susceptibilidad del paciente y esta puede ser cualquiera de
las potencias.
Y si la observación de la respuesta del paciente a nuestra indicación, nos
señala que debemos de administrar una potencia distinta de su medicamento,
para encontrar la dinamización adecuada al caso, y hasta llegar a la
apropiada, indicamos potencias consecutivas, siguiendo escalas

183
convencionales. Por supuesto que después de cada prescripción observamos
el curso que toma la evolución, y sólo cuando el caso lo requiere, efectuamos
una nueva prescripción.
Pero antes de recomendar determinada potencia del medicamento que
entendemos adecuado para el paciente, lo que corresponde, es explicarle, qué
esperamos que suceda cuando él experimente su influencia. Así, él debe conocer
en primer lugar, que el objetivo de la curación, es restablecer su equilibrio vital, es
decir su armonía como persona, y no sólo el funcionamiento de alguno de sus
órganos o sistemas. Pero además, él debe de estar prevenido, que esperamos
comprobar en él, la vuelta pasajera de sus síntomas antiguos suprimidos, junto
con la gradual desaparición de todos sus síntomas, y la mejoría de su estado
general, y la consecuente sensación de bienestar y armonía, tanto con él mismo,
como con su entorno, y que esto sucederá, aun durante la reaparición pasajera
de sus síntomas antiguos suprimidos, siempre y cuando, la indicación del
medicamento y su potencia, corresponda a su simillimun, es decir, sea capaz de
poner en marcha la Ley de la curación. Y aun el paciente debe saber, que
mientras esto no acontezca, no consideramos que se está curando, cierta y
permanentemente.
Respecto de estas instrucciones, tenemos que tener en cuenta, que las
mismas jamás deberán contener ninguna sugerencia que implique obligar al
paciente, a determinado cambio de su conducta, ya sea la referida a su
disposición moral o mental, o algunos de sus hábitos, como pueden ser los
higiénicos-dietéticos, sino que por al contrario, lo único que debemos hacer, es
comprender, silenciosamente, si lo que él nos relata de su vida y actitud,
corresponde o no, a lo normal del ser humano, pues sólo si consideramos de tal
manera estos hechos, percibiremos qué es sintomático en él, y por lo tanto, qué
es lo digno de ser curado, y sabremos como esperar, que su medicamento
simillimun, corrija sus posibles alteraciones. En cambio, con la imprudencia de los
“consejos” extemporáneos, lo único que podemos llegar a obtener, es la
supresión de algún síntoma valioso, o aun la desconfianza del paciente, para
relatarnos sus vicios profundos, y lo que es más grave, comprometemos su
libertad, cuando nuestro objetivo es que la alcance.
Lo único que estamos obligados a prevenir al paciente, con toda la fortaleza
que nos da nuestro conocimiento y experiencia, es que él no debe interferir, el
curso de su curación, si esta se ha puesto en marcha, ni suprimirse ninguna
dolencia, ya sea la vigente o la que puede aparecer, si todavía no encontramos
su medicamento, es decir advertirle que no recurra a ninguno de los tratamientos
supresores que le ofrece la medicina rutinaria. El deberá comprender de este
modo, que las únicas causas externas que pueden agravar su enfermedad
natural constitucional, son tales tratamientos locales, y que si alguno de ellos

184
tiene “éxito”, inexorablemente, el desequilibrio vital, se manifestara, después de
un tiempo de latencia, en un plano orgánico más profundo. Mucho de los que han
desoído estos consejos, han retomado el tratamiento homeopático, luego de la
experiencia de comprobar en sí mismos, las nefastas consecuencias de los
tratamientos parciales de su enfermedad. Y casi todos los que han entendido
estos hechos y observado los beneficios de respetar las Leyes de la naturaleza,
han pasado a ser los colaboradores del homeópata, en la misión de curar; así,
los mismos pacientes de la Homeopatía, son los mejores guardianes y
consejeros, pues son ellos, los que ayudan a sus allegados, a sobrellevar los
malestares superficiales y pasajeros que acarrea el curso de la auténtica
curación, y son los que entienden, muchas veces más que el propio médico, que
en ciertos casos, debe saber esperarse pacientemente, hasta que la percepción
del homeópata, descubra, el medicamento y la potencia adecuada.
Si nuestro objetivo es encontrar el medicamento semejante a la identidad
constitucional de cada paciente, con el fin de suscitar la puesta en marcha de la
Ley de la curación, la única base para la elección, del medicamento y de la
conducta a seguir, una vez que éste se indica con los fijos Principios y Leyes de
la naturaleza; por lo tanto, ni la edad del paciente, ni la gravedad del caso, ni
ninguna otra causa, dan motivos para que se modifique la apreciación del
tratamiento que cada uno necesita. Cuando administramos el medicamento
dinamizado, instamos al paciente, a que vuelva a consultarnos 30 o 40 días
después, si su desequilibrio no manifiesta corresponder a una agudización de su
miasma crónico, y pocas horas o días después, si el inicio del tratamiento,
coincide con alguna de estas agudizaciones, y esto es la única diferencia que
podemos encontrar, en el seguimiento de los diferentes casos.
De tal manera, una vez que hemos recomendado el medicamento que
creemos conveniente, podemos observar, después de que el enfermo recibió su
influencia, si la misma corresponde o no, a la primera prescripción. Pues la
primera prescripción es sólo la primera indicación que es capaz de provocar cambios
en la sintomatología del paciente, es decir, es la administración de una potencia,
frente a la cual, su idiosincrasia, muestra ser susceptible. Por lo tanto, podemos
entender, que no llegamos a concretar una primera prescripción, si las potencias
que indicamos, no produjeron cambios en el cuadro del paciente.
Vemos así, que la primera prescripción, puede corresponder al
medicamento cuya similitud y potencia son adecuadas, para el logro de la puesta
en marcha en el paciente, de la Ley de la curación, o puede corresponder a un
medicamento similar a la identidad biológica del mismo, pero no semejante a
ésta, frente al cual, él es susceptible de modificar su cuadro, pero no curarse.
En el primer caso, es decir, se prescribe el simillimun, si se perciben y
respetan, los Principios y Leyes de la naturaleza, se puede comprender, que la

185
marcha de la Ley de la curación, no debe ser interferida, con ninguna indicación;
y puede entenderse asimismo, cuando el paciente reclama una segunda
prescripción. Y en el segundo caso. Es decir, si se prescribió sólo un
medicamento similar, siguiendo los mismos Principios y Leyes, se podrá llegar a
apreciar, de modo más ajustado, el medicamento que le corresponde a la
identidad biológica del paciente; y si la observación sigue señalando, que el
mismo es el apropiado, se sabrá cuando se necesita indicar, sólo una potencia
distinta del mismo medicamento.
Esperamos así, después de medicar, que el curso de la evolución, nos
indique si realizamos una primera prescripción, y que nos señale además, el
momento y el ajuste necesario de la prescripción siguiente. Y observamos para
esto, una vez que prescribimos, si se confirma, y cómo se cumple, el pronóstico
homeopático, el cual como sabemos, es llegar a ver en todos los casos, junto
con la desaparición de todos los síntomas, y la vuelta pasajera de los síntomas
antiguos suprimidos en el plano material, y el cambio apropiado del sentido vital,
en el plano dinámico.

2) Observaciones del pronóstico.


Corresponde entonces en esta etapa, observar si las conclusiones
del diagnóstico, y los objetivos del pronóstico, han sido acertados, y por lo tanto,
si han permitido indicar, el medicamento capaz de poner en marcha la Ley de la
curación; siendo de tal modo, el momento donde debemos hacer una crítica
objetiva de nuestra labor, necesitamos aquí, poner en juego nuestro mayor grado
de libertad de prejuicios, para aceptar que pudimos habernos equivocado, si el
caso no sigue la evolución apropiada, y aun tener la suficiente humildad, para
comprender, si el paciente se está curando, que nosotros, sólo hemos sido el
instrumento del cumplimiento de las eternas Leyes.
Hemos visto que nuestros diagnósticos, nos permiten determinar la
identidad biológica constitucional del paciente, y por lo tanto, sus síntomas guías
y sus síntomas auxiliares, con lo cual, como sabemos, podemos conocer la
individualidad del medicamento necesario. Hemos visto asimismo que en el plano
orgánico material, podemos distinguir cuatro grados de extensión del desvió
energético vital, pues encontramos 1) enfermos funcionales, 2) enfermos curables
con lesiones en órganos no vitales, 3) enfermos curables con lesiones en órganos
vitales, y 4) enfermos clínicamente incurables.
Y en cuanto al pronóstico homeopático, conocemos que observamos su
cumplimiento, sólo cuando el paciente recibe su simillimun.
De tal modo, si ha administrado el simillimun (medicamento adecuado al caso
y potencia correcta).
A) En el plano energético se observará:

186
1) La sensación subjetiva de mejoría general. El paciente en este
caso, expresará, que “él está mejor”, aun desde los primeros momentos, en
donde todavía sus síntomas están presentes.
2) La desaparición paulatina de los síntomas guías.
3) La desaparición paulatina de los síntomas auxiliares.
4) Y fundamentalmente se observara el cambio esperado de la actitud vital, es
decir, se verá que la idea errada del ser, se ha transformado, en idea de
ser, y que las sensaciones, funciones y acciones, han perdido su alteración,
y por lo tanto, han pasado a ser, el instrumento libre, de los altos fines
existenciales.
B) Y en el plano orgánico se observará:
La desaparición en primer lugar, de los últimos síntomas aparecidos, que
corresponden como sabemos, a la localización
más profunda del desvió; y la aparición pasajera de los síntomas antiguos
suprimidos, en el orden inverso a su aparición, y por lo tanto, desde los planos
más profundos, hasta loa planos más superficiales del organismo.
Y de acuerdo con el grado de profundidad que alcanzó la localización del
desvió se observará:
1) En los enfermos funcionales no suprimidos, mejoría prolongada,
sin reacción exonérativa.
2) En los enfermos funcionales, con alteraciones suprimidas, o en
Los lesiónales leves, reacción exonérativa corta y rápida, seguida de prolongada
mejoría.
3) En los enfermos curables, pero con lesiones en órganos vitales;
reacción exonérativa prolongada, y mejoría aparentemente lenta.
4) En los enfermos clínicamente incurables, observaremos mejoría
sin reacción exonérativa.
Es decir si se administró el simillimun, comprobaremos el cumplimiento de
esta Ley de la curación.
Si se administró un medicamento frente al cual la idiosincrasia del paciente
no es susceptible; no se observará ningún cambio en su sintomatología.
Y si se administró un medicamento similar, pero no el simillimun, es decir un
medicamento cuya potencia es capaz de modificar el cuadro del paciente, pues
su idiosincrasia es sensible a la misma, pero no es capaz de curarlo, podrán
observarse algunas de estas posibles consecuencias:
A) En el plano energético.
1) Exacerbación de los mismos síntomas que motivaron la primera
prescripción.
2) O, aparición de síntomas nuevos, que si son de mayor jerarquía

187
Los síntomas por los cuales se prescribió, veremos que deben ser considerados
en la próxima prescripción, como parte de los síntomas guías del caso; y éstos
aún, aparecer acompañados por nuevos síntomas auxiliares.
3) O, la desaparición parcial de los síntomas guías, lo cual puede
acompañarse, por la aparición de síntomas nuevos.
4) O, la desaparición de los síntomas auxiliares, y persistencia de
los síntomas guías, y aun aparición de síntomas nuevos.
Se entiende que los síntomas nuevos que pueden llegar a observarse, no
pertenecen más que a la exaltación de la idiosincrasia del paciente, influida por
una dinamización, frente a la cual, la misma es susceptible de manifestarse.
Y en todos los casos en donde hemos administrado un medicamento
parcialmente semejante, la respuesta, puede corresponder:
I) O a una resolución miasmática fallida, donde se observara por lo tanto, la
exaltación de los síntomas que modalizan la psora en actividad.
II) O a una resolución miasmática exitosa; en tal caso, se observara, la
desaparición de los síntomas que pertenecen al particular modo de sufrir
del paciente, y veremos en cambio, la exaltación o persistencia de los
síntomas que corresponden a su manera peculiar idiosincrásica, de
resolver, y acallar dicho sufrimiento.
En el primer caso, observaremos, que la mayoría de los pacientes, al
sentirse desvalidos de sus “defensas”, reclamarán con urgencia, nuestra
ayuda y protección; aunque podremos ver, que algunos creerán, basados
en una educación “psicologista”, que tal sufrimiento, equivale a una “toma
de conciencia”, pero en tales casos, si observamos atentamente, y
conocemos qué esperamos de la curación, comprenderemos que los
mismos, no manifiestan más, que la exaltación de las modalidades del
desarrollo de su idea errada del ser.
Y sucede que el automatismo vital, bajo la influencia de un medicamento
parcialmente semejante al caso, acalla el sufrimiento, si lo hace a través de la
resolución sycótica, observaremos que el paciente podrá aparentar y aun creer,
que está mejor, ya que este caso, él será capaz de adaptarse o de imponerse al
medio, pues sus acciones, serán “eficientes”, para la satisfacción de sus anhelos
vitales. Y aun el paciente que resuelve su sufrimiento de acuerdo a sus
posibilidades syphilíticas, podrá llegar a creer que está mejor, pues si bien entrara
en un estado de apatía e indiferencia por la vida, sentirá y expresará, que “por lo
menos no sufre”.
Por supuesto que en ninguno de estos casos, observaremos el cambio de
sentido vital, que comprobaremos en el paciente que está en camino de alcanzar,
su estado de salud; la vigencia del sentido egocéntrico de las acciones vitales,
nos indicaran en cambio, que fuimos capaces, de modificar la sintomatología del

188
cuadro, pero de ninguna manera, nuestra prescripción, fue capaz de poner en
marcha la Ley de la curación.
B) Y cuando prescribimos un medicamento similar, en el plano orgánico
podremos observar:
I) Mejoría corta, o mejoría parcial, acompañada o seguida por:
1) Una falta de reacción exonérativa, en funcionales suprimidos, o
en lesiónales, es decir, en los casos en donde se esperaba tal reacción; o.
II) Una aparente reacción, que equivale a una real agravación,
en funcionales no suprimidos o en enfermos clínicamente incurables, en quien no
se esperaba una reacción exonérativa o.
III) La aparición de lesiones en los planos más superficiales, pero
con persistencia de los síntomas guías. Este caso, también corresponde a una
aparente reacción exonérativa; la persistencia de síntomas guías, nos indica que
estamos asistiendo sólo a la aparición de determinados síntomas, pero no a la
evolución curativa, (por ejemplo cuando vemos en un caso de asma, que este
síndrome desaparece sólo porque el mismo alterna con eczemas); o.
IV) Una agravación prolongada de las lesiones existentes, o la
aparición de lesiones nuevas en el mismo plano, sin la consecuente aparición de
lesiones en los planos más superficiales, es decir, sin reacción exonérativa; lo
cual nos señala, que la prescripción, sólo ha provocado la exaltación del
desequilibrio; o.
V) La desaparición de las lesiones existentes, y persistencia de
Los síntomas guías, lo cual corresponde como sabemos, a una supresión. Si
sucede esto podemos comprobar además, la aparición consecuente de la
metástasis mórbida; si no la observamos es sólo porque el desvió vital necesita
en ese caso, un lapso más de tiempo, para manifestar su agravación.
2) También podremos observar, una agravación sin mejoría corta o
parcial previa, la cual se podrá, acompañar de:
I) Un progreso del cuadro existente.
II) La desaparición del mismo, supresión
III) La desaparición del mismo, y la aparición de lesiones en planos más
profundos, en estos casos veremos junto con una supresión, su
metástasis mórbida consecuente.

3) Segunda prescripción.
Conociendo qué debemos esperar de nuestra prescripción, y
sabiendo qué podemos observar cuando se producen sus efectos, estamos en
condiciones de entender, cuando es el momento de la segunda prescripción y
cuál debe ser está.

189
Aunque debemos tener presente, que tanto la exactitud en la apreciación de
los hechos que pueden observarse, como su evaluación acertada, depende del
seguimiento correcto del caso. Corresponde para esto, que registremos en la
historia del paciente, todos los cambios que pueden sobrevenir, cuando es
influido por el medicamento dinamizado, y aún debemos consignar, los
malestares que pueden persistir, o las nuevas afecciones que pueden aparecer.
Si aplicamos aquí, todos los cuidados, que hemos comentado, que deben tenerse
en cuenta, y anotamos por lo tanto, con fidelidad, todas las circunstancias, que el
paciente nos puede manifestar respecto de su evolución, podremos comparar
adecuadamente, aquello que observamos del movimiento de los síntomas con lo
que esperábamos que ocurriera, cuando determinamos su pronóstico.
Encontraremos de tal manera, las respuestas a los interrogantes que se plantean
en este momento,
Y las preguntas que se presentan son las siguientes.
¿Se han cumplido en el paciente, después que medicamos, las expectativas
de curación, que entendimos que correspondían a su caso? Y si la observación
del movimiento de sus síntomas, indican que el curso evolutivo, es distinto del
que esperábamos, ¿qué nos está señalando este curso, de acuerdo con lo que
conocemos acerca de las Leyes?
Y frente al movimiento del cuadro del paciente, ¿Cuánto tiempo debemos
de esperar, y mantenernos sólo como observadores libres?
¿Cuándo es el momento oportuno para una segunda indicación del
medicamento dinamizado?
¿Cuál es tal medicamento?
Como hemos comenzado a ver, la misma observación pura de la
naturaleza, nos brindará las respuestas de estos interrogantes; pero estas podrán
ser percibidas, siempre que nos apoyemos en el conocimiento de sus Principios y
Leyes, y que comprendamos, que en este periodo de nuestra tarea, lo único que
cabe hacer, en primer lugar, es observar fundamentalmente esperar; sólo de tal
modo, apreciaremos el momento oportuno, para indicar una segunda
prescripción, y sabremos desde luego, cuál debe ser ésta.
La experiencia nos indica, que en esta etapa donde no debemos hacer
nada más que observar y esperar, es una de las más difíciles de nuestra práctica,
pues en este momento, no sólo debe prevalecer sobre nuestro entendimiento o
deseo, la confianza en las eternas Leyes de la naturaleza, sino que además, es
especialmente aquí, cuando debemos transmitir esa misma confianza al paciente,
ya que él también, deberá saber esperar, que aparezcan en su organismo, las
necesarias reacciones curativas, es decir, los pasajeros recuerdos, de sus
síntomas antiguos suprimidos, y sobre todo, deberá saber, que llegará a su
curación, sólo cuando logre su armonía dinámica, y por lo tanto, cuando sienta la

190
libertad intrínseca, para desarrollarse como persona. Conociendo esto, él
comprenderá, que como seres humanos, tenemos la posibilidad de no entenderlo
en su primer momento, por lo que deberá estar prevenido, que en ese caso, la
indicación de un medicamento parcialmente semejante a su individualidad
biológica, podrá evitar algunos de sus síntomas, o aun provocar la aparición de
síntomas nuevos, o lo que es peor, podrá llegar a provocar la supresión de
algunos de ellos, sin la consecuente mejoría.
Estando así el paciente atento, él será capaz de informarnos con claridad,
los pormenores del curso que toma su evolución, una vez que es medicado, y
aun él entenderá, si su cuadro se agrava, que este hecho, puede ser una buena
oportunidad, para corregir la prescripción.
Teniendo esto en cuenta, podeos ver, en el caso donde la primera
prescripción correspondió al simillimun del paciente, y por lo tanto suscito en él, la
puesta en marcha de la Ley de la curación, que el momento indicado para una
segunda prescripción, es cuando observamos, la vuelta de los síntomas guías,
por los cuales se medicó, siempre que comprobemos su persistencia y que la
evolución curativa, muestre que se ha detenido en su progreso.
Estas últimas consideraciones, deben tenerse presente, pues en algunas
oportunidades, puede suceder, que la marcha de la curación, se detenga en su
progreso, durante cierto periodo de tiempo, pero si no vuelven los síntomas guías
por los cuales se efectuó la prescripción, no corresponde medicar, ya que la
vigencia de tales síntomas, es nuestra única pauta para volver a indicar una
nueva potencia medicamentosa igualmente, pueden persistir por un periodo
prolongado, algunos de los síntomas guías o auxiliares, y aun en otros casos,
pueden aparecer, síntomas nuevos, pero si a pesar de esto, se observa que se
está cumpliendo la Ley de la curación, no debe medicarse. Si sabemos esperar,
podremos ver en los primeros casos, que después de ese periodo de tiempo, la
evolución curativa, vuelve a progresar, en su curso, y en los segundos,
observaremos la desaparición de tales síntomas.
La mayor parte de las veces, loa síntomas “nuevos que pueden aparecer,
que son en realidad, sólo síntomas antiguos suprimidos, que el mismo paciente
no menciono en la primera consulta, porque él olvido haberlos padecido, o nos
los refirió porque él creía que estaba “curado” de esos malestares, aunque tales
síntomas, pueden ser ciertamente nuevos para el paciente, en este caso,
corresponden a la exaltación de su idiosincrasia, y esto sucede, cuando la
potencia que indicamos, no se ajusta exactamente, a lo que él necesita, aunque
es lo suficientemente cercana a la misma, como para poner en marcha la Ley de
la curación, pueden aparecer por ejemplo, cuando indicamos una potencia 10,000
a quien necesita una 10,050.

191
No creo que deba aclararse, que no debamos medicar, cuando el paciente
reclama, porque le es, “penosa” una exoneración curativa. Cuando aparecen
tales reacciones, algunos de ellos, puede decirnos que se “sienten peor”, lo cual
puede ser “intolerable”, para los allegados, y por esto, nos exigirán un rápido
alivio, pero si observamos que estos malestares corresponden al cumplimiento de
la Ley de la curación, es decir, a la vuelta de síntomas antiguos suprimidos, y a
la superficialización, por lo tanto, de las localizaciones orgánicas del desvió,
debemos sólo ayudar al enfermo para que los tolere, y transmitirle confianza
como para que él entienda que sólo son afecciones necesarias y pasajeras, es
decir, debemos educarlo para que él sepa también, esperar. Como dijo el
maestro Kent, “los lamentos del paciente, o de los familiares, no indican una
segunda prescripción”, sino que el momento apropiado, es sólo cuando
comprobamos la vuelta y la persistencia, de los síntomas guías por los cuales
prescribimos en la primera oportunidad.
La causa por la cual debemos de evitar el apuro por indicar una prescripción
es que cuando ésta, es extemporánea, es capaz de arruinar la evolución curativa,
aun del caso donde la primera prescripción fue la adecuada; y lo que sucede
cuando medicamos en un momento inapropiado, es que no sólo puede
detenerse la marcha de la Ley de la curación, sino que además, se puede
provocar, un desorden tal, en la aparición y desaparición de los síntomas, que lo
más seguro es que perdamos de vista, el entendimiento de qué es lo digno de ser
curado en el enfermo, y la comprensión de cómo debe lograrse en él, la
restitución de su equilibrio. Y cuando nos equivocamos de esta manera, lo que
logramos en definitiva, es sólo la supresión de algunos de los síntomas, y en
consecuencia, la agravación del desequilibrio vital. Este hecho por lo tanto, no
obliga a tener siempre presente, que cuando se plantea, la duda acerca de cuál
es el momento oportuno para indicar una segunda prescripción, lo correcto,
antes de cometer un error, es esperar, y no indicar nada; ni la impaciencia ni el
“temor” de perder al paciente, ni la propia inseguridad, son motivos para indicar
una segunda prescripción, sino que son sólo prejuicios que debemos de evitar; y
esto, debemos tenerlo siempre en cuenta, especialmente frente a los casos
urgentes o graves, los cuales no tienen la suficiente capacidad como para tolerar
nuestra equivocación. Cuando la naturaleza reclama un medicamento, a través
de los síntomas característicos individuales, la observación pura, y el oído libre,
son nuestros únicos instrumentos, y el apoyarnos en las Leyes fijas, nuestro
unido medio, para encontrar lo necesario y curar.
De tal modo, recién cuando comprobamos fehacientemente que se ha
detenido la evolución curativa, y recién cuando observamos la vuelta y
persistencia de los síntomas guías por los cuales medicamos, estamos en
condiciones de determinar que éste, es el momento oportuno para indicar una

192
segunda prescripción. En este caso, si la primera prescripción manifestó ser el
simillimun del paciente, corresponderá indicar el mismo medicamento, en la
misma potencia, que el anteriormente prescrito. Reiteraremos así, la misma
indicación, todas las veces que la evolución del paciente lo señale, para lo cual,
desde luego debemos tener siempre en cuenta, todas las consideraciones que
hemos puntualizado, respecto de cuándo es el momento oportuno para
recomendar una segunda prescripción.
Puede suceder que observemos, después de una, o de varias veces de
administrar tal potencia, que en un momento, la misma resulta parcialmente
semejante al caso, lo adecuado aquí, es indicar una potencia distinta, del mismo
medicamento que comprobamos es el simillimun del paciente; y para la elección
de la nueva potencia, aplicamos las reglas habituales, hasta encontrar la potencia
justa.
En cuanto al seguimiento del caso, en donde hemos encontrado el
simillimun del paciente, debemos saber finalmente, que cuando vuelven los
síntomas guías, es decir, cuando se detiene la evolución curativa, y vuelve a
estar activo el desequilibrio vital, jamás el desvió, retrocede al grado de
profundidad primitivo, sino que este, sólo queda fijo en el plano y grado que
alcanzó hasta ese momento. En esta circunstancia, el paciente percibe, que no
se encuentra también como hasta entonces, él siente que ha perdido su armonía,
y que vuelve a sufrir, algunos de los síntomas propios de su susceptibilidad
aunque él manifestara que, “nunca, tales malestares, alcanzan la magnitud que
tenían antes del tratamiento”, debemos así tener en cuenta, que si llegamos a
observar, que la reaparición de los síntomas, vuelven al caso, al nivel primitivo del
desequilibrio, lo más probable, es que el medicamento, o su potencia, son sólo
parcialmente semejantes a la individualidad del paciente.
Veamos ahora, qué actitud debemos de adoptar, cuando observamos que
la primera prescripción, correspondió a una dinamización parcialmente
semejante. Como ya hemos comentado, comprobaremos aquí, que en el plano
energético, puede provocarse en algunos pacientes, la exaltación del mismo
cuadro, y en otros, desaparición de sus síntomas auxiliares, pero acompañando a
esto, por la persistencia parcial o total de sus síntomas guías, y junto con esto,
en otros podremos ver, la aparición de síntomas nuevos, que podrán ser aún, de
mayor jerarquía, que los síntomas primitivos; y en el plano material, podremos
observar, que en algunos, no se produce la reacción exonérativa, y que en otros,
sólo se exalta el cuadro existente, y aun en otros podremos ver, que la
desaparición de los síntomas, corresponde sólo a la supresión de la localización
del desvió, y por lo tanto, a la agravación del desequilibrio.
Y en todos los casos en donde observamos que la prescripción no
promovió, la puesta en marcha de la Ley de la curación, sino que sólo algunas

193
de las respuestas posibles, con que la susceptibilidad del paciente reacciona,
frente a una dinamización a la que sólo es sensible, lo primero que debemos de
hacer, es no desesperarnos, sino que por el contrario, debemos aquí emplear el
mayor grado de objetividad, para aplicar de mejor manera, nuestros
conocimientos. Y si de tal modo, aceptamos que tenemos la posibilidad humana
de errar, y trasmitimos esta comprensión al paciente, él mismo, y los fijos
Principio y Leyes de la naturaleza, nos ayudara a corregir la prescripción.
Es así, que cuando observamos que el movimiento de los síntomas, no
siguen el curso que corresponde a la evolución curativa, si nos mantenemos
libres de prejuicios, estaremos en condiciones de percibir, la causa de nuestro
error, y la manera de superarlo. Veremos así, que la mayor parte de las veces,
éste coincide con una toma incompleta del caso, o incorrecta. Y la misma resulta
incompleta cuando no investigamos en toda su extensión, o en la necesaria
profundidad, la historia biopatográfica del paciente, quien por el mismo desarrollo
de su miasma, o por una falta de instrucción, es capaz de obviar, los detalles más
importantes de su vida, aunque lo más frecuente en este caso, es que nosotros
mismos, no hemos sido capaces de averiguarlos.
Desde ya, una historia incompleta, es una historia incorrecta, aunque esta
última, también puede deberse, a que no registramos con fidelidad, aquello que
el paciente manifiesta de sus sufrimientos. Es fácil entender, que cuando
obtenemos los datos biopatográficos de modo apropiado y suficiente, podemos
equivocarnos, tanto en la determinación del medicamento que le pertenece al
caso, como en las expectativas acerca de su evolución.
Aunque también podemos llegar a un pronóstico errado, y prescripción
desacertada, cuando, a pesar de haber obtenido una historia correcta, nos
equivocamos en la determinación de algunos aspectos del diagnóstico. Y esto
puede ocurrir, cuando no abarcamos en nuestra consideración, todo el espacio o
el tiempo, del desarrollo del desequilibrio, y por lo tanto, no tenemos en cuenta, la
totalidad sintomática del paciente; o puede deberse a la incomprensión de lo que
su naturaleza nos manifiesta, lo cual nos lleva, a una percepción inadecuada, de
las modalidades peculiares de su individualidad. Y la consecuencia tanto de la
falta de amplitud de nuestra visión, como de la mala interpretación de las
características sintomáticas del paciente, es que en estos casos perderemos de
vista los síntomas de mayor jerarquía del mismo, y por lo tanto, lo digno de ser
curado en él; y si desconocemos esto, jamás podremos determinar
adecuadamente, cómo debe cumplirse en él, la Ley de la curación.
Pueden haber muchas causas, por las cuales no llegamos a comprobaren
algunos pacientes, la esperada evolución curativa, hemos comentado aquí, sólo
las que se observan con mayor frecuencia; y junto con estas, debemos tener
siempre presente, que una preparación incorrecta, de la potencia indicada, puede

194
ser también, una causa nefasta, que impide la curación del paciente, esto desde
luego, no depende de nosotros, sino de la honestidad y rectitud del facultativo a
quien recomendamos la preparación de la prescripción.
Conociendo así nuestros probables errores, cuando nos encontramos con
alguna de sus posibles consecuencias, si nos apoyamos el los fijos y eternos
Principios y Leyes de la naturaleza, sabremos como corregir la prescripción. De
tal manera, cuando el caso no sigue la evolución curativa, lo indicado, es prever
todos los aspectos que consignamos en la historia del paciente, y volver a
investigar, los pormenores y modalidades del desarrollo de cada una de sus
circunstancias vitales, para determinar así, la causa de nuestro error, y por
supuesto, para saber corregirlo; aún tenemos que tener en cuenta, aquí, que un
examen clínico incompleto, o incorrecto, también puede ser parte de nuestra
equivocación, por lo que no debe dejarse de lado, una mejor apreciación del
mismo.
Y si junto con esta revisión, observamos qué rumbo tomó el desvió cuando
indicamos un medicamento inapropiado, la consideración de los Principios y
Leyes biológicos, nos señalaran cómo ajustar de mejor manera la prescripción,
siempre que sus constantes y fijos puntos de referencia, sean nuestro apoyo,
cuando evaluemos los datos que podemos obtener, ya sea del nuevo examen del
paciente, como la evolución de su desacertado curso evolutivo. Así, teniendo en
cuenta el Principio vitalista, y conociendo de acuerdo con el mismo, que es lo
normal del ser humano, y que es lo común de su desequilibrio vital constitucional,
podremos definir en esta circunstancia, cuáles de los valores humanos están
particularmente alterados, y tomaremos en consideración para esto, los síntomas
nuevos que pueden haber aparecido, así como los que persisten, y aun los que
comprobemos que fueron suprimidos.
De tal manera, cuando observamos en un paciente, que el medicamento
que indicamos, sólo provoco la exaltación del sufrimiento, es decir el estallido de
la psora, pues fue capaz de frustrar sus modalidades de resolución,
considerando, de acuerdo con el Principio vitalista, qué es lo normal del ser
humano, apreciaremos con mayor nitidez, a través de los síntomas nuevos que
pueden aparecer, y de aquellos que pueden persistir, cuáles son las
características de su idea errada de ser, y cuáles son las modalidades de
sufrimiento, que individualizan su desequilibrio, y con estos datos, tendremos una
mejor oportunidad, para encontrar el medicamento que le corresponde.
Y cuando observamos después de una prescripción, la desaparición de los
síntomas guías, y aun los malestares locales, pero no el cambio de sentido vital
que esperamos ver en la curación, es la misma consideración del Principio
vitalista, por la que conocemos cuál es el sentido de vida apropiado del ser
humano, la que nos indica que en ese caso, se logró únicamente la supresión de

195
los síntomas y por lo tanto la agravación del desequilibrio. Cuando esto sucede,
es decir cuando desaparecen los síntomas del sufrimiento psórico y aun los
malestares locales, sin la simultanea puesta en marcha de la Ley de la curación,
el paciente puede llegar a creer, en un primer momento, que él “esta mejor”, pues
el sentirá, que sus acciones, “pueden ser eficientes”, para el fin de conformar y
acallar dicho sufrimiento. Pero si comprendemos el Principio vitalista, veremos
que dichas acciones, no han dejado de responder, a los fines egocéntricos
vitales, lo cual nos señalara que el desequilibrio mantiene su vigencia. Si aquí
volvemos a tener en cuenta la totalidad sintomática, considerando tanto los
síntomas suprimidos, como los nuevos que pueden aparecer, podremos entender
más ajustadamente la identidad biológica que le pertenece a esa individualidad,
si definimos de mejor manera, la característica de las acciones que fueron
capaces de acallar el sufrimiento, a través de la percepción del sentido y fin
errado vital, que las mueve y condiciona; y con esto, podremos comprender más
nítidamente, la idea errada del ser, que le corresponde a esa individualidad, y
tendremos así, mejor oportunidad de encontrar el simillimun que le pertenece.
Y en donde no indicamos en una primera oportunidad, la dinamización
adecuada, pero seguimos entendiendo que el medicamento es el mismo que
prescribimos, son estas mismas consideraciones, las que nos aseguran, que sólo
debemos cambiar en la siguiente prescripción, el grado de potencia.
Y en todos los casos, el conocimiento de las Leyes generales de la
naturaleza, es el que nos señala, que la Ley de los semejantes, se aplicó
correctamente, sólo si fue capaz de promover en el paciente, la puesta en marcha
de la Ley de la curación, y por lo tanto, sólo si lo está encaminando, hacia el logro
de la armonía de su instrumento biológico, es decir hacia la libertad para cumplir
con los altos fines de su existencia humana.
Vemos así, que el éxito de una prescripción, depende del criterio con que
se toma la totalidad de los síntomas, pero este último depende, de la amplitud de
nuestro conocimiento y fundamentalmente, de la actitud que nos sostiene,
cuando aplicamos la doctrina.

***************************
CLINICA HOMEOPATICA

La homeopatía es un sistema terapéutico basado en leyes y principios generales


bien definidos. No es el único método terapéutico.
Hipócrates, es el padre de la medicina, definió las reglas de la salud
basadas en la higiene, la dieta y el clima con el agregado de la medicación
según la ley de los contrarios para suprimir síntomas o la ley de los similares para
exaltar la natura medicatrix. Desde entonces se hizo tradicional la aplicación de

196
ambos principios, aunque siempre en forma empírica y con marcada
preponderancia de la ley de los contrarios. En diversas épocas surgieron médicos
como Paracelso, Van Helmont, Stahl y otros, que trataron de exaltar la ley de los
semejantes, pero siempre desde un plano puramente empírico en cuanto a la
selección de los medicamentos. Hasta que sobrevino Hahnemann, quien hizo del
principio de la similitud una regla terapéutica universal, gracias a la
experimentación de las drogas directamente en el ser humano, pero sin dejar de
reconocer la validez de la ley de los contrarios en la terapéutica paliativa.
La definición clara de la terapéutica homeopática es la siguiente:
Toda sustancia que en dosis tóxica o fisiológica es capaz de producir en un
sujeto aparentemente sano, aunque sensible, un síndrome determinado, es
también capaz, en un gran número de casos de enfermedad en enfermos
también sensibles, de aniquilar un cuadro de síntomas similares siempre y
cuando sea aplicado en pequeñas dosis.
Para que el paciente reaccione al medicamento similar debe de estar en
estado de susceptibilidad, definiendo como susceptibilidad el poder de la materia
viva de adecuar la reacción a la naturaleza del excitante.
Este reconocimiento de la susceptibilidad del paciente y la necesidad, por
corolario, de usar las microdosís han inspirado el curso de las investigaciones
terapéuticas de la medicina oficial en todo lo que llevamos de este siglo,
marchando paralelamente a la homeopatía, y por lo tanto sin encontrarse jamás.
Todos admiten la acción de las microdosís en un organismo susceptible con las
hormonas, diastasas, vitaminas, ácidos aminados, o metales coloidales,
antígenos, vacunas, toxinas, sustancias catalíticas, etc., pero no admiten que por
lógica consecuencia, el uso de las microdosís, en base de susceptibilidad
específica debe estar regida por el principio de la similitud.
La biología ha especificado el problema de la homeopatía.
La ley farmacodinámica de Arndt-Schulz establece que pequeñas dosis
estimulan la actividad vital, dosis medianas la excitan y dosis fuertes la deprimen;
dosis muy fuertes la anulan o la suprimen.
Cuándo la dosis del fármaco o toxico es muy fuerte, mata la célula, coagula
las albúminas y desagrega los coloides. El organismo es considerado por la
acción destructiva del tóxico, en su acción llamada primaria, porque este no lo
deja reaccionar.
Cuando la dosis es menos fuerte, la célula injuriada sufre una modificación
en su fisiología dando lugar a un proceso fisiológico que se expresa por una
determinada sintomatología, la acción primaria del toxico suplanta la enfermedad
natural por un cuadro que muchas veces corrige la disfunción orgánica local, por
lo cual a estas dosis atenuadas se les llama dosis fisiológicas.

197
Pero las dosis aún más pequeñas, tienen una acción fisiológica o primaria
muy leve sólo perceptible en sujetos sensibles, por lo que se les llama dosis
hipofisiológicas o infinitesimales. Estas dosis son las que hacen ostensible la
reacción del organismo o acción secundaria de la droga; reacción
extremadamente variable y que depende de la capacidad reactiva del sujeto en
experimentación, específicamente condicionada al balance biopsiquico particular
de sus funciones generales.
Es por eso que la homeopatía experimental es distinta de la
farmacodinámica del laboratorio. Esta estudia la acción primaria de las drogas a
dosis fisiológicas; la homeopatía, el efecto secundario especifico de una
sustancia a dosis intrafisiológica en un organismo sensible a la acción mínimal.
La experimentación de la homeopatía depende estrictamente del estudio de
las reacciones del ser humano y, por ende, sus comprobaciones esenciales
deben ser hechas solamente en el campo de la clínica.
La medicina clínica se une así a la terapéutica, de la que nunca debería
estar separada.
La experimentación de un remedio en el ser humano, en dosis
intrafisiológica, suscita en este la eclosión de un cuadro de síntomas que revela
una alteración dinámica del organismo, una reacción del sistema nervioso central
y neurovegetativo que implica la respuesta total, del individuo a un estímulo
drogal. Este cuadro, llamado patogénesia de un medicamento, está integrado por
sensaciones, cenestesias, variaciones cualitativas de las funciones fisiológicas,
alteraciones de la actitud corporal, del humor, del carácter, de la conducta, es
decir por todas esas manifestaciones que expresan un cambio global en el
comportamiento del individuo.
El valor específico de estos síntomas del aparato psíquico-nervioso-
neurovegetativo que tiene como función esencial la estructuración de la
personalidad del individuo, no reside en cada uno de ellos tomados aisladamente,
sino en la forma particular e inédita con que se integran, para caracterizar una
totalidad que, por similitud, se trata de hallar también en los cuadros naturales de
enfermedad.
El descubrimiento del cuadro experimental de síntomas como una entidad,
cuyo valor especifico esta dado por una especial integración y no por los
síntomas mismos, dio a la medicina una concepción pragmática del problema de
las constituciones o disposiciones mórbidas que desde Hipócrates hasta la
biotipología trata de resolver para salir al encuentro de esos estados subclínicos
que anteceden, acompañan y condicionan las manifestaciones fisiopatológicas.
La biotipología, ciencia de las constituciones mórbidas, ha seguido pegada
a la concepción clínica hipocrático-galénica de los tradicionales biotipos puros
brevilínios o longilínios, esténicos o asténicos.

198
El desarrollo de la neuroendocrinología ha aportado conocimientos que
permitieron a Pende y otros endocrinólogos profundizar y perfeccionar la imagen
clínica morfofisiológica y psicológica de los biotipos constitucionales básicos y sus
numerosas variedades.
La neurología vegetativo-emotiva ha señalado la enorme importancia del
aparato diencéfalo, endocrino y cerebro interno en la disposición constitucional
para responder al estrés emocional, como la susceptibilidades para las
infecciones.
La psicología profunda, los estudios de la personalidad psicosomática a
través de Pavlov con los reflejos condicionados, con Le Senne, un su categoría,
con Kretschmer en sus investigaciones psicobiológicas-psiquiátricas, todos han
concurrido al estudio de este problema constitucional que, por la necesidad de
estudiar en el ser humano total integrado, por sus valores morfológicos,
biológicos, patológicos, psíquicos y espirituales, ha podido constituir por
excelencia la ciencia del hombre.
La homeopatía ofrece a la medicina una solución pragmática del problema
constitucional.
La constitución mórbida es un estado dinámico de alteración en la
operación armónica de la energía vital, que antecede a los cambios
fisicoquímicos de la sangre y humores y las manifestaciones fisiopatológicas.
Esta alteración dinámica no se hace ostensible sino a través de una totalidad
característica de síntomas que permite por similitud, identificarse en un cuadro
semejante suscitado experimentalmente por una sustancia medicamentosa.
El médico homeópata que practica a conciencia la homeopatía sabe cómo
indagar esos síntomas dinámicos que caracterizan a su enfermo y diferenciarlos
de los síntomas patognomónicos que dependen del diagnóstico de la enfermedad
local u orgánica que tengan; y basara su prescripción en esos síntomas no
patognomónicos, aunque el remedio que elija no contenga en cuadro patológico
semejante a la enfermedad local, ya que las patogénesias no han sido llevadas
tan lejos solo en caso de duda entre dos o tres medicamentos que presenten
características similares, se elegirá el que por la experiencia clínica agregada
haya sido capaz de producir un resultado mórbido como el que presenta el
enfermo.
Para hacer más comprensible esta diferencia esencial entre los síntomas
generales que permiten efectuar el diagnostico terapéutico casual o constitucional
del paciente y los síntomas particulares que se refieren a la enfermedad
patológica creemos interesante y demostrativo el relatar una consulta médica
corriente que dará prácticamente los elementos del modus operandi en la clínica
homeopática.

199
Se trata de un paciente culto, abogado, que por enfermedad y por su avidez
intelectual nos llevó a entablar un diagnostico explicativo cuyos términos y
comentarios transcribo a continuación.
Es un enfermo alto, delgado, pálido y ostencialmente excitado, de 38 años
de edad, es soltero, que se presenta a la consulta para buscar una solución
perentoria al problema de una afección crónica alérgico-respiratoria.
-“Vengo a verlo, doctor, porque padezco de rinitis en constante obstrucción
nasal frecuentes poussées febriles de congestión, estornudos, dolores en los
senos por sinusitis a repetición y cefaleas intensas acompañando a estos
cuadros. Me he sometido a múltiples tratamientos sin conseguir otra cosa que
mejorías momentáneas. Me han hecho cauterizaciones, tratamientos
antiinfecciosos, antiparasitario intestinal y antialérgico, me he operado de las
amígdalas y en la actualidad se me ha propuesto la operación de cornetes”
-“Bien, doctor. Dígame como son sus resfríos”.
-“Cada ocho o quince días tengo una coriza violenta con gran congestión de
nariz, estornudos y dolor nasal, seguida de abundantes secreción. Esto dura
cuatro o cinco días, con un estado subfebril y gran astenia física con irritabilidad
nerviosa. Pasada la poussée aguda, continuó con obstrucción nasal, sensación
de sequedad en las fosas nasales y rinofárinx, molestia agravativa en la glabela y
frontal interior”.
-“¿Cómo es la secreción?”.
-“Es abundante, acuosa y blanca, pero consistente como clara de huevo”.
-“¿Qué otra molestia siente?”.
-“Fuera de esto no siento nada que pueda ser de interés. Lo importante,
doctor, que usted me cure, si puede, esta rinitis que me tiene desesperado.
Otras molestias que pudiera tener carecen de importancia al lado de esto, por lo
cual lo consulto, esperando que usted tenga el éxito que no han tenido los
colegas que lo precedieron.
-“Vea, doctor. Esas molestias sobre las que le pregunto, aparte de sus
resfríos, tienen para mi diagnostico más importancia que los resfríos. Mi propósito
es averiguar cómo es usted, puesto que ha quien debo curar es a usted no a su
rinitis. Toda enfermedad aguda o síntoma local, tiene siempre como causa y
origen un proceso crónico general del organismo que determina y condiciona las
manifestaciones locales, ya sea en un órgano como en cualquier parte del
cuerpo, de modo que lo importante es ir a la causa de su rinitis, que, como ya lo
ha comprobado no está en sus amígdalas, ni en su intestino, ni en sus gérmenes
bacterianos, ni en sus cornetes, sino en una disposición mórbida que abarca la
totalidad de su organismo, inclusive su carácter y su forma de ser, es decir, toda
su persona”

200
-“Entiendo, doctor, que lo que usted dice es razonable, pero yo me hecho
toda clase de investigaciones en tal sentido: análisis de sangre, orina, materia
fecal, exudados, test de piel, metabolismo, radiografías, etc., y no me hallaron
nada, salvo amebas en el intestino, que desaparecieron con tratamiento intenso
al poco tiempo. Me indicaron después que hiciera un régimen hipernutritivo para
tratar de ganar peso, porque he sido siempre delgado, y que me sometiera a un
tratamiento antialérgico, pero mis resfríos continuaron cada vez peor”
-“Está bien que se haya hecho todas esas investigaciones fisicoquímicas y
reacciones de laboratorio, pero el resultado que con ellas se puede obtener
informa sobre productos patológicos de la enfermedad local o aspectos parciales
de su afección, pero no sobre la naturaleza de la perturbación de su organismo
como totalidad, que involucra todas las partes y funciones de su cuerpo en la
unidad de su yo, todo lo que usted puede referir a la conciencia de sus
malestares de usted, de su yo, como un sentirse mal, o tener sensaciones,
cenestesias, rechazos, intolerancias, etc., me darán la pauta de su verdadero
estado dinámico interno”.
-“De modo, doctor, que para darle a usted los síntomas de ese estado
dinamice predisponente a los resfríos, debo referirme a mis hábitos de vida, y a
mi forma intima de ser”.
-“Si usted lo ha dicho; en lo que concierne a su forma particular de
reaccionar al medio ambiente y en su comportamiento y relación con los seres
humanos; en suma, en todos los aspectos de la vida misma, tanto en el orden
físico como psíquico”.
Un poco molesto o desconcertado el paciente añade:
Me resulta difícil decirle como soy, y, lo que pueda comentarle de mi vida
íntima y mis costumbres, no veo qué relación puedan tener con mi rinitis. Tengo
urgencia y necesidad por resolver este problema de mis resfríos que me
deprimen enormemente hasta el punto de ponerme a llorar de impotencia y
renegar de la vida. Estoy realmente desesperado y con ganas de abandonar todo
tratamiento. Quisiera vivir solo, no ver a nadie, y que nadie me pregunte nada
porque ya no creo en nada. Soy abogado y trabajo más o menos bien, pero tengo
que hacer esfuerzos para tratar con la gente que me aburre y me cansa y no sé
por qué hago una vida agitada, siempre apurado, como si algo me corriera, nunca
satisfecho, con preocupaciones económicas completamente infundadas”.
Tiene algún motivo aparte de sus resfríos para estar así triste y deprimido”.
-“No porque vivo solo”.
-“No pudo formar familia”.
-“tuve relaciones con dos mujeres para casarme, pero he roto
definitivamente, a pesar que a la primera la recuerdo insistentemente”.
-”Porqué rompió con ellas”.

201
-“La culpa es mía. Yo soy un individuo amargado y triste y esas mujeres
adoptaron actitud de protección maternal, lo cual me sirvió para pelearme
constantemente con ellas, porque a mí no me gusta que me tengan lastima”.
-“Bien, ya tengo suficiente en cuanto a su forma de ser, ahora dígame algo
en cuanto a su forma de vivir o a otras molestias que pueda tener”.
-“No creo que tenga nada de anormal, pues no siento nada fuera de mi
rinitis, el cansancio y dolores de cabeza muy frecuentes, que atribuyo a la vista,
porque me acometen cuando leo mucho”.
-“Sin embargo deben de existir algunas particularidades que, por
considerarlas normales en usted, no les ha dado importancia. Estas pequeñas
particularidades, constituyen los elementos característicos que permiten
diferenciar a usted de las otras personas que tienen rinitis”.
-“No sé a qué particularidades se refiere”.
-“Veamos, ¿Cómo reacciona usted frente al calor, al frio, los cambios de
tiempo, a las tormentas, la humedad etc.”
-“Bueno, yo soy muy caluroso; estoy peor en el verano y prefiero el frio,
pero usted me hace reparar que el sol me hace mucho mal. Me produce dolores
de cabeza y no lo puedo soportar”.
-“¿Qué puede usted decir respecto de sus comidas? ¿Come usted mucho?
¿Tiene preferencia o rechazo por determinadas comidas? ¿Come fuera de sus
horas habituales?”.
-“Si, es habitual en mi sentir apetito, con cierto cansancio general a la
media mañana, aun habiendo tomado un buen desayuno. Además como muy
bien y hasta demasiado a pesar de lo cual no puedo aumentar de peso, ya que,
como usted ve estoy muy delgado”.
-“¿Qué es lo que más le gusta comer?”
-“Como de todo menos el pan que no me gusta”.
-“¿Tiene alguna preferencia por cosas saladas, o dulces, acidas o agrias?”.
-“Si prefiero decididamente las saladas, les agrego sal a las comidas,
aunque me digan que ya tienen suficiente. Esto me trae el inconveniente de tener
que tomar mucha agua, ya que me acosa intensa sed en todo momento”.
-“¿Observa usted algo respecto a su transpiración?”.
-“No, salvo en las palmas de las manos cuando me pongo nervioso, como
en este momento, lo cual me causa mucho fastidio cuando tengo que dar la mano
a otra persona. Además, usted me hace recordar que, cuando como suelo
transpirar en la frente. También debo decirle que siento opresión en el corazón y
fuertes palpitaciones con pulso acelerado, pero eso lo atribuyo a que soy muy
excitable.
-“Nada más puede decirme”.

202
-“No puedo agregar nada más a estos detalles, que me temo no le hayan
aportado los síntomas que usted requiere para resolver mi caso”.
“Si, usted me ha dado síntomas que los homeópatas llamamos generales,
para referirse a su forma total de ser y de reaccionar al ambiente, con los cuales
he podido integrar un cuadro que le voy a leer”.
Agitado. Deprimido. Irritable. Deseo de estar solo. Antropofobia (aversión a
la gente).Rechazo por el consuelo. Peor por el calor. Peor por el sol. Peor a la
media mañana. Aversión por el pan. Deseo de cosas saladas. Sed intensa.
Transpiración en la palma de las manos por excitación. Palpitaciones.
Incapacidad para aumentar de peso, comiendo abundantemente.
Este cuadro revela claramente un estado o disposición mórbida dinámica
que determina su rinitis como manifestación local exonérativa, por ello lo que
debe curarse en usted es ese estado y no su rinitis. Si hubieran tenido éxito en el
tratamiento de su rinitis se hubiera producido una supresión de esa manifestación
local resolutiva y no la curación de usted como enfermo, cuya imagen está dada
por los síntomas subjetivos generales y de su carácter que usted creyó sin
interés médico. La supresión de una enfermedad local sin atender primero y
fundamentalmente la causa general que la produce, no determina la curación del
proceso mórbido constitucional que incuestionablemente subyace a la rinitis y
condiciona el terreno para todas las manifestaciones locales, agudas o
episódicas.
-“¿Qué clase de enfermedad tengo yo entonces?”
-“No se puede dar un nombre genérico a ese estado dinámico general
constitucional que depende de reacciones generales y por ende, personales de
cada individuo. La nosología puede dar un nombre a un determinado mecanismo
fisiopatológico que se repite en otros organismos, pero no puede fijar
genéricamente un síndrome integrado precisamente por síntomas que no se
refieren a un mecanismo, sino a una individualidad. A la homeopatía le interesa
más que la enfermedad que tiene un enfermo, qué enfermo tiene esa enfermedad”.
-“¿Con que diagnostico va a ser entonces usted su terapéutica”?
-“Precisamente uniendo el diagnostico a la terapéutica y dándole a su
enfermedad dinámica real el nombre, si de un nombre se trata, del agente
dinámico que ha sido capaz de provocar un síndrome de reacciones generales,
con un sentido de totalidad particular, semejante al suyo. Hipócrates decía que
hay tantas enfermedades como historias clínicas, significando claramente que
cada enfermo hace su patología, con una disposición mórbida que implica una
biografía inédita. La homeopatía ha llegado a resolver ese problema hipocrático
de la individualización de esa discrasia, dando a cada síndrome personal el
nombre del agente, que por analogía, es capaz de provocar experimentalmente
un cuadro subjetivo semejante”.

203
-“¿Cuál es, entonces el diagnostico terapéutico que me corresponde como
enfermo?”.
-“El diagnóstico terapéutico de su discrasia llevará el nombre de un
medicamento que ha sido capaz experimentalmente de provocar una imagen
sintomática semejante y ese medicamento es Natrum muriaticum”
-“¿Qué significa Natrum muriaticum?”.
-Natrum muriaticum es el cloruro de sodio común que con una preparación
especial, a dosis infinitesimales, se convierte en un medicamento”.
-“Quiere decir que la sal común, que consumo en cantidades todos los días,
a pequeñas dosis se convierte en mi remedio”.
“Si, doctor, pero debo advertirle que no se trata de una microdosís o dosis
infinitesimal de cloruro de sodio, sino de una preparación especial que confiere a
la dilución de cloruro de sodio, propiedades de un nuevo estado molecular de la
materia, que determina liberación de energía en forma semejante de la que se
produce con el fenómeno de ionización o liberación de la energía atómica. A este
proceso de preparación se le llama dinamización o potentización de la sustancia
drogal, con lo que el medicamento homeopático no es ya una simple dilución
decimal o centesimal, sino un producto dinamizado por la sucusión o agitación
mecánica, que lo convierte en remedio. Suministrado el solución dinamizada en
sujetos sensibles, aparentemente sanos, el cloruro de sodio produce
experimentalmente una serie de síntomas que configuran un cuadro
característico similar al suyo, de modo que, por analogía, la ley hipocrática de
similia Similibus curentur es la imagen de su enfermedad a la vez que su
remedio. Como enfermedad, con criterio nosológico, tiene usted una rinitis; como
enfermo usted es Natrum muriaticum, que, como el nombre de otros
medicamentos homeopáticos, Sulphur, Lycopodium, Calcárea carbónica,
Arsenicum, Phosphorus, etc., significa el diagnostico de una disposición dinámica
mórbida de un paciente en su total reacción especifica como persona y no el
diagnostico de una enfermedad orgánica, cuyo nombre evoca solo un mecanismo
fisiopatológico genérico. El enfoque clínico homeopático no es distinto sino más
profundo que el de la medicina mecánico-organicista. El homeópata hace el
diagnóstico de la enfermedad fisiopatológica con todos los elementos y técnicas
semiológicas, pero además, hace el diagnóstico del enfermo con otra semiología,
la subjetiva, que se refiere a las modalidades de su afección: sensaciones;
condición de agravación y mejoría; lateralidad; horario; susceptibilidad a las
variaciones climáticas; síntomas generales; alimento; deseos y aversiones
alimenticias; hábitos de vida; trabajo y sueño; tono de su humor anímico-afectivo;
y en un estudio sumario del grado de maduración de su yo con sus ideas;
sensaciones generales; cenestesias, conflictos familiares, y de adaptación social,

204
perturbaciones del instinto erótico-agresivo, estado de la inteligencia y su
memoria”.
-“Bien, doctor, ya he comprendido y estoy dispuesto a cumplir con sus
indicaciones”.
-“Y yo percibo que usted, como hombre de cultura, comprende ahora que la
homeopatía es una verdadera terapéutica causal, que aspira a resolver el
problema de la discrasia mórbida precedente a las manifestaciones estructurales
fisiopatológicas, lógicamente consideradas como resultado de aquella. Se
explicara, además, la índole del interrogatorio. Teniendo que trabajar con
síntomas dinámicos y no fisiológicos o lesiónales, hube de ponerme en contacto
con su intimidad psicológico-anímica y, por ende, con las causas más profundas
de la enfermedad crónica, con las perturbaciones primarias de la dinámica vital
que estructuraron su personalidad, su carácter, su conducta y su patología. Esa
manera, la homeopatía, especulando con las reacciones del ser humano y no con
las constataciones del laboratorio o la anatomopatología, se enfrenta con el
aspecto humano por excelencia de la medicina. Por esto, solo, Marañón pudo
decir que la homeopatía merece ser verdad”
El problema magno de la medicina consiste en saber que una angina puede
curarse con sulfamidas, antibióticos, medicación local, medicación homeopática,
o sin medicación alguna, pero esa nulificación episódica no significa resolver el
caso, no impide la recidiva o la metástasis, modificada en su forma, del proceso
mórbido constitucional, que incuestionablemente subyace a la angina y
condiciona el terreno para la eclosión de todas las crisis agudas. El médico de
hoy debe tomar clara conciencia, de que la supresión indiscriminada de los
síntomas, sin una estricta referencia al contexto general y biográfico del paciente,
es el fracaso de la medicina. La máxima agresión que comete la terapéutica,
cualquiera que sea su sistema, ya sea con dosis masivas o mínimas, no es solo
por la vía de la intoxicación drogal, sino por la supresión de síntomas y
manifestaciones agudas, que debieron ser respetados en su función exonérativa,
vicariante y resolutiva y considerados siempre como integrantes de una unidad
vital, cuyo sentido mórbido debió ser comprendido en su aspecto clínico
biográfico total.

*****************************************

ANALISIS DEL CASO Y PRIMERA PRESCRIPCION

205
Hasta ahora hemos estudiado el proceso de recogida del caso y los
principios generales que intervienen en la clasificación de los síntomas y su
enumeración según su importancia homeopática. También hemos considerado de
forma general la organización del Repertorio y cómo se puede estudiar en él un
síntoma un síntoma individual. Ahora estamos en condiciones de profundizar en
la forma que se analiza un caso, y también como se escoge un remedio.
Durante esta narración, a menudo parecerá que el análisis de un caso y la
elección de un remedio son juicios rutinarios o matemáticos que se basan en
reglas concretas. Esto parece cierto a causa de las necesarias dificultades al
tratar de traducir un proceso muy complejo a un lenguaje claro y comprensible.
Las leyes y los principios que intervienen en la elección de un remedio son,
definidos y verificables. No obstante, su aplicación a cada uno de los casos
individuales es un asunto complejo, los juicios que intervienen provienen de la
fusión entre el arte y la ciencia. El lector no debe captar la idea de que se puede
conseguir mediante rutinas no meditadas o informatizadas. Tampoco se debe
extraer la conclusión de que las prescripciones realizadas por prescriptores
expertos se efectúan mediante algo parecido a la intuición psíquica o a procesos
mágicos, interviene un proceso definido, sensatamente basado en leyes y
principios sólidos y, con todo, artístico en su aplicación individual. El homeópata
utiliza un amplio espectro de información del paciente, más un gran conocimiento
de los principios homeopáticos y de la materia médica, y luego lo funde todo en
una comprensión –gestalt- (estructural) sobre la que se basa la prescripción.
Este proceso necesita de una gran cantidad de esfuerzo mental, una idea
muy penetrante del paciente individual y una masiva cantidad de estudio. Por ello,
se puede esperar que pocos tengan la necesaria motivación y paciencia para
aplicar este patrón de la homeopatía. Siempre existirá, la tendencia por parte de
los prescriptores a intentar atajos, a encontrar –claves- que se puedan utilizar de
forma rutinaria, y a desarrollar métodos informatizados que puedan reducir el
tiempo y la energía exigida al homeópata para llegar a la prescripción correcta.
Sin embargo, hasta ahora estos intentos han rendido a la larga unos resultados
desalentadores que sólo pueden dañar la imagen pública de la homeopatía. Con
mucha precocidad en la carrera de cualquier homeópata se debe tomar la
decisión de si se van a aplicar (o no) unos patrones estrictos y exigentes. Los
que buscan atajos obtendrán algunos resultados, pero se verán cada vez más
frustrados por la confusión creada por unas prescripciones incompletas. Por otra
parte, quienes se aplican para aprender y aplicar las mejores normas alcanzaran
una tasa de éxitos constantemente creciente, y además se encontraran
verdaderamente conocedores de lo que está sucediendo en cada caso. Una
carrera dedicada a estas normas es, además, muy satisfactoria, no sólo para los
pacientes, sino también para el homeópata.

206
En la mente, de los prescriptores novicios se plantean con frecuencia
cuestiones prácticas: ¿Podre vivir aplicando estas normas? Dado que se necesita
tanto tiempo con cada paciente, ¿cómo podré ver a un número suficiente de
pacientes para poder vivir? Es cierto que cada caso necesita de mucho tiempo y
que, por lo tanto, se cobra al paciente una tarifa elevada comparada con,
pongamos, lo que podría cobrar un alópata. Sin embargo, se debe recordar que
en homeopatía son muchos mejores que los obtenidos con la alopatía. Los
pacientes perciben este hecho y están dispuestos a pagar por los resultados. A
la larga, los pacientes homeopáticos pagan mucho menos por su asistencia
médica que los pacientes alopáticos, porque a medida que mejora su salud, las
visitas se espacian cada vez más, la medicación es mucho más barata, y se
reduce drásticamente la necesidad de pruebas de laboratorio y de
hospitalización. Una vez que el homeópata domina la mejor norma de
prescripción y demuestra unos resultados fidedignos y constantes, puede vivir
estupendamente y estar seguro de contar con una consulta atareada.

************************************

Evaluación pronostica inicial

207
Durante la entrevista inicial, una de las decisiones más cruciales que se
debe tomar es la referente a la gravedad real del caso. Durante el día, el
homeópata visita a una gama de tipos de pacientes. Dos pacientes pueden
acudir a la consulta adoleciendo de síntomas similares –pongamos por caso,
rigidez de las rodillas- Tras recoger el caso completo, tu paciente con esta
dolencia se encuentra relativamente indemne en los demás planos de la totalidad.
El paciente vive una vida plena y creativa bastante poco molestado por otros
problemas, aparte de esta ocasional rigidez de rodillas. Los antecedentes del
caso son anodinos, y los ancestros vivieron hasta la senectud sin dificultades y
murieron rápidamente sin una enfermedad prolongada. Esta persona se puede
considerar fácilmente muy sana, y el homeópata puede estar confiado en que
este caso probablemente evolucionara de forma suave y rápida hacia una
recuperación completa.
Por otra parte, otro paciente puede presentar exactamente la misma
dolencia, pero la entrevista pone de manifiesto un cuadro totalmente distinto.
Aunque el paciente ha aprendido a vivir con ellas, se desvelan muchas
ansiedades, escasa autoestima, depresiones periódicas y un progresivo proceso
de introversión a lo largo de un periodo de veinte años. Cuando el paciente habla,
se evidencia que su capacidad para expresar sus emociones internas está muy
obstruida, afirma que pose suficiente energía para vivir la vida diaria, pero el
interrogatorio más profundo aclara que limita voluntariamente sus actividades por
falta de vigor y necesita de una siesta diaria. Entre los antecedentes se observa
que el paciente fue una criatura muy sensible y que luego padeció de una serie
de graves frustraciones, al correr de los años, todo se hizo estresante: reunirse
con personas no conocidas, solicitar un empleo, considerar un traslado de
domicilio – todo ello se ha vivido con grandes tensiones de las que el paciente
necesita días para recuperarse por completo- Los antecedentes familiares revela
una fuerte historia de cáncer y diabetes, y algunos familiares han sido
hospitalizados por alteraciones mentales. Para el homeópata, este caso se
reconoce con mucha rapidez como de mal pronóstico. Incluso las mejores
exploraciones de laboratorio pueden revelar sencillamente –osteoartritis- Pero el
homeópata sabe que, al cabo de unos años es probable que el paciente
desarrolle una grave dolencia, incluso un buen tratamiento homeopático se verá
plagado de dificultades. En este caso, una prescripción parcial, o la pauta de
forma incorrecta, puede crear tales estragos que pueda ser casi imposible
discernir posteriores prescripciones.
El paciente acude al homeópata no sólo en busca de una prescripción, sino
también de información sobre qué esperar, si la alteración tiene cura, cuánto
tardará, etc. Si se ofrecen falsas expectativas de forma que el paciente espere un
espectacular alivio al cabo de algunos meses, posteriores etapas de previsibles

208
problemas en el camino hacia la curación pueden ser profundamente
desalentadoras. En este caso, el paciente puede sentirse tan desaminado que
abandone al homeópata.
Por lo tanto, es importante empezar el estudio del caso con un juicio de la
gravedad. En el primero de los casos presentados anteriormente, el homeópata
puede confiar en que una buena prescripción producirá un alivio rápido y
duradero de los síntomas. No obstante, en el segundo ejemplo el pronóstico es
mucho más reservado, no debe hacer creer erróneamente al paciente que el
progreso será rápido o fácil. Se debe explicar al paciente que aparecerán ciertas
dificultades, que deberá tener paciencia y respetar la necesidad de ajustarse
estrictamente a las leyes de la curación. En este caso presentara muchos
problemas durante el proceso de curación, y desde luego el resultado final puede
no ser tan completo como se espera en el primer ejemplo.
¿Cómo puede llegar, exactamente, el homeópata a tal juicio pronóstico?
Básicamente, los siguientes factores tienden a señalar hacia un pronóstico
adverso.
1-Un grado limitado de libertad de expresión durante la vida. Aunque las
dolencias iníciales del paciente sean relativamente pequeñas, si la capacidad
global para vivir una vida feliz y creativa están restringidas, es probable que
constituyan fuertes predisposiciones a la enfermedad crónica. En general, se
puede esperar que las personas creativas y altruistas tengan un buen pronóstico.
Las personas con unos horizontes limitados, que se han protegido volitivamente
de las tensiones, o que se aíslan e las relaciones con otras personas –estas
personas portan un pronóstico relativamente menos favorable.
Con frecuencia el homeópata puede vislumbrar estas tendencias desde los
primeros momentos de la entrevista. La observación del grado de apertura de la
expresión, la predisposición a discutir temas sensibles, la postura del paciente, la
capacidad de realizar un contacto humano con el entrevistador –todo ello son
claves-. Además, observaciones clínicas sencillas ofrecen pistas útiles –el color y
la textura de la piel, el tono muscular general, la claridad de los ojos, la condición
de la lengua, el brillo del cabello, etc.
2-El centro de gravedad de los síntomas. Si el centro de gravedad se
encuentra principalmente en los planos mental o emocional, se puede esperar un
pronóstico relativamente malo, estos pacientes suelen progresar hacia la
curación con gran lentitud y dificultad. Por otra parte, se puede esperar que las
personas con muy pocas limitaciones en las esferas mental o emocional, y con
los problemas restringidos al plano físico, se recuperen con mucha más rapidez y
facilidad. Cuanto más profundo el centro de gravedad, peor es el pronóstico.
3-El grado de hipersensibilidad a los estímulos. Las personas sensibles a
todo cambio en el ambiente, las que están evidentemente afectadas por el

209
padecimiento y la violencia, las que reaccionan con fuerza a un ligero y ridículo
rechazo, las que no pueden tolerar la confrontación, las que deben vigilar
constantemente los alimentos que comen, las que se resfrían con mucha
facilidad, etc. – estos pacientes tienen más probabilidades de tener mal
pronóstico-. Sus sistemas son incapaces de mantener un equilibrio estable, y el
mecanismo de defensa se debe poner constantemente en juego para restaurar el
equilibrio.
4-la historia anterior y los antecedentes familiares. Los paciente con una
historia e enfermedades profundas y graves, o los que han recibido gran
cantidad de tratamiento supresor, tienen más probabilidades de encontrar
problemas en el camino a la curación. Además, se puede esperar que los
pacientes que provienen de familias con muchas influencias miasmáticas
profundas –es decir, muertes a edades tempranas por alteraciones patológicas
graves, familiares con enfermedades crónicas debilitantes, graves alteraciones
mentales en la familia, etc. –tengan más dificultades durante el curso del
tratamiento.
Si se observa cualquiera de los factores anteriores en un paciente
determinado, se debería aumentar inmediatamente el índice de sospecha. Incluso
uno solo de estos factores se debería tomar como una clave de una posible
dificultad, y el interrogatorio posterior se debería dirigir cuidadosamente a
comprender la profundidad de la enfermedad en el paciente. En ocasiones, un
paciente presentará sólo uno de los anteriores factores sin tener un pronóstico
muy adverso. No obstante, por lo general, si existe uno de estos factores, los
demás tienden a presentarse. Los pacientes con los cuatro aspectos,
independientemente de la menudencia de la dolencia de presentación, deberían
izar una -bandera roja- en la mente del homeópata. En estos casos, la menor
dolencia puede ser la –punta del iceberg-, y se necesitará mucho tiempo y
energía para llevar a este paciente hasta un grado razonable de salud.

**************************************************

Análisis de un caso para el novicio

210
La siguiente tarea al estudiar un caso inicial es encontrar el remedio
correcto, el similar. Para el novicio, que sólo tiene un limitado conocimiento de la
materia médica, esta decisión puede ser muy difícil, en especial ante los casos
crónicos. Sin embargo, se debe subrayar que la elección del remedio inicial es la
más crucial de las decisiones tomadas en homeopatía. No se deben tomar atajos,
y todo juicio se debe emitir con gran circunspección. El primer remedio es el que
abre el caso. El que comporta la capacidad de curación verdadera del
mecanismo de defensa, y el que fija el caso, bien en dirección hacia un mayor
orden o bien hacia la confusión y el desorden. Con frecuencia, dado que el caso
inicial todavía no se ha embarrado por una prescripción anterior incorrecta la
elección del remedio inicial es una decisión más fácil que la elección de los
remedios posteriores; aún así, se debe recordar que se trata de la más
importante de las prescripciones.
En ocasiones, (pero no a menudo). El caso inicial es evidente. El paciente
presenta unas pocas dolencias sencillas, la imagen homeópata concuerda
claramente con un determinado remedio, unos pocos síntomas peculiares
confirman este remedio, y ningún síntoma lo contraindica. Esta situación es
evidente y el prescriptor puede administrar el remedio con confianza. Incluso los
prescriptores relativamente inexpertos obtendrán resultados espectaculares
cuando la imagen inicial es clara y evidente. Entonces es muy importante esperar
largo tiempo antes de repetir el remedio o administrar otro.
No obstante, la circunstancia más común es una mezcla de cuadros
sintomáticos. Por ejemplo, un paciente puede presentar un síntoma mental muy
característico de Pulsátilla, y, naturalmente. El prescriptor tiende a creer que el
remedio consistirá en Pulsátilla. Sin embargo, al profundizar en el interrogatorio,
resulta que virtualmente ningún otro síntoma confirma Pulsátilla, y además, el
paciente es muy friolero y desea grasas, (dos síntomas que se oponen
frontalmente a Pulsátilla). En esta circunstancia, es evidente que el homeópata
debe resistir la tentación de administrar Pulsátilla. Es necesario estudiar y pensar
más para encontrar un remedio que verdaderamente cubra la totalidad de los
síntomas. Pude ser que no se cubran todos los síntomas, pero es de esperar que
se encuentre un remedio que cubra claramente el grueso de los síntomas más
importantes.
Al principio suele suceder que una recogida de síntomas aparentemente
confusos y poco relacionados parece no ajustarse a remedio alguno
simplemente por falta de conocimiento del prescriptor. Alguien con mayor
conocimiento y experiencia bien pudiera ver el remedio correcto sin dificultad.
¿Qué debería hacer el novicio en esta circunstancia?
El mejor procedimiento es –repertorizar el caso-, se construye una lista
minuciosa de síntomas del paciente, según los procedimientos ofrecidos

211
anteriormente, se debe tener mucho cuidado en la elección de los síntomas
utilizados en la repertorización, y luego se debe tener cuidado en disponerlos en
su orden real importancia.
Para empezar, se deben de excluir de la repertorización formal los síntomas
muy peculiares (aquellos que tienen pocos remedios en el Repertorio).
Luego empezando por el primer síntoma de la lista, el homeópata anota en
una hoja de papel todos los remedios enumerados en la rúbrica correspondiente,
incluyendo la gradación correcta de cada remedio.
Este procedimiento se repite con todos y cada uno de los síntomas
significativos. Se incluyen todos los remedios para reducir las posibilidades de
omitir el verdadero (suponiendo que se escojan las rubricas correctas).
Finalmente, se anotan los remedios que aparecen en todas las rubricas.
En la circunstancia ideal, esta repertorización rendirá sólo una medicina que
aparezca en todas las rubricas. Luego se estudia cuidadosamente este remedio
en la materia médica. Si la <<esencia>> del remedio parece ajustarse a la
<<esencia>> del paciente, se puede administrar con confianza.
No obstante, este ideal se produce muy raramente en la práctica real. Por lo
general, son tres o cuatro fármacos, los que aparecerán en todas las rubricas,
pero sólo se debe escoger uno. Entonces se consultan las rubricas que cubren
los síntomas peculiares, y se estudian en primer lugar los remedios que han
parecido en toda la repertorización y se observan también en las rubricas
peculiares. Si los síntomas peculiares no confirman ninguna de las medicinas de
la repertorización, se estudian cuidadosamente los tres o cuatro fármacos en las
materias médicas para encontrar el que se adapta más completamente a la
totalidad del paciente.
Nunca se debe de administrar un remedio simplemente por ser el que más
puntos ha conseguido en la repertorización. Incluso se debe de rechazar un remedio
con una puntuación mucho mayor que los demás si su descripción en las materias
médicas no se adapta bien al paciente. Como se mencionó anteriormente, la
repertorización es sólo una clave, no la respuesta final.
Algunos homeópatas han desarrollado –hojas de repertorio- que permiten la
tabulación numérica de los remedios con respecto a un síntoma, estas hojas son
fáciles de utilizar, pero no se recomiendan para el novicio. Uno de los objetivos de
estudiar un caso en los primeros años es alcanzar una mayor comprensión de la
homeopatía y de las medicinas. El empleo de las -hojas de repertorio- tienden
evitar que se medite sobre cada remedio en relación con el paciente. El proceso
de escribir bajo cada rubrica todos los fármacos que pueden producirla, aunque
tedioso, puede ser una útil forma de aprender el valor comparativo de los
remedios. A medida que se aprenden más y más medicinas, este método permite
al prescriptor anticipar si un síntoma determinado se encontrará en las

212
comprobaciones de un fármaco en particular. Así pues, el proceso de escribir la
rúbrica ofrece una retroalimentación a las –conjeturas- del prescriptor. Es un
proceso tedioso pero no se debe abandonar en manos de ayudantes o
secretarias porque uno de sus importantes objetivos es fortalecer el conocimiento
homeópata.
Se debe prestar atención a los –pequeños remedios- que aparecen en
algunas rubricas de la repertorización, aunque su grado sea siempre -1-. Los
remedios pequeños son los que tienen unas comprobaciones todavía
incompletas, por lo que el número de síntomas enumerados en ellas es pequeño.
Si esta medicina aparece en toda la repertorización puede ser un signo
importante. Se debe estudiar cuidadosamente en la mayor cantidad posible de
materias médicas. Puede no cubrir todo el caso, sencillamente porque las
comprobaciones son incompletas, pero se puede encontrar una imagen suficiente
para permitir que el prescriptor la administre. Desde luego, se trata de un inicio
muy delicado que necesita de cierta experiencia, pero se debe tener en cuenta.
Con mucha frecuencia se encontrará que un remedio determinado aparece
en todas las rubricas excepto, excepto, pongamos, la tercera y la quinta
(enumerada en orden de importancia); se cubren los primeros y más importantes
síntomas, así como algunos síntomas menores, pero no algunos de los
medianos. Si el resto de la repertorización no ha desembocado en una solución
evidente, también se debe considerar este remedio, se debe comparar con
cualquier síntoma peculiar, y luego se estudiara cuidadosamente en las materias
médicas. Dado que intervienen muchas incertidumbres en la recogida del caso,
en el listado y la clasificación de los síntomas, y también en las comprobaciones
en el repertorio, con frecuencia se observa que el similar no cubrirá todos los
síntomas importantes de un caso. En esta circunstancia, en las visitas de
seguimiento se debe realizar un cuidadoso interrogatorio sobre los síntomas que
faltan para discernir si están curados como parte de la curación de todo él
paciente; si es así, y se confirma en otros pacientes este remedio se puede
añadir a la rúbrica por haber producido un síntoma –curado-.
Utilizando este procedimiento, tedioso y trabajoso, el homeópata aumentará
de forma constante su conocimiento de la materia médica. Al cabo de unos diez
años de práctica, el homeópata evolucionará hasta el punto de que la etiqueta de
–novicio- dejara de ser adecuada. A medida que se consigue mayor experiencia,
se puede dinamizar un poco el proceso de repertorización aplicando un
procedimiento de eliminación… Se debe realizar sólo después de que el
homeópata haya alcanzado un exhaustivo conocimiento de la materia médica,
porque reduce a las claras la oportunidad de considerar todos los remedios
posibles.

213
La repertorización de –eliminación- se realiza construyendo en primer lugar
una lista de síntomas mayores muy cuidadosamente considerada. Se extraen los
síntomas más característicos, que se disponen según su importancia. Este
procedimiento se debe realizar con sumo cuidado, teniendo en cuenta una serie
de factores: La gravedad del síntoma, su nivel jerárquico, la fuerza con la que se
representa la patología esencial del paciente, su cronología en relación con la
evolución de la patología actual, etc.
Luego se escribe el primer síntoma de la lista, y se anotan en una hoja de
papel todos los remedios que aparecen en esta rúbrica, incluyendo la gradación
de cada remedio, luego se escribe el segundo remedio, pero esta vez sólo se
escriben las medicinas contenidas tanto en la segunda rubrica como en la
primera. Se eliminan los fármacos que no se presentan en la primera rubrica,
pero si en la segunda. Luego se anota el tercer síntoma, y sólo se registran los
remedios incluidos en él, así como en las rubricas anteriores. Al finalizar este
proceso, sólo deberían permanecer un pequeño número de remedios tras
completar toda la eliminación. Entonces se estudian juiciosamente estos
remedios en las materias médicas.
Este método atraerá a todos, incluyendo al novicio, porque ahorra mucho
trabajo tedioso. Sin embargo, se trata de un procedimiento arriesgado, porque la
lista original de síntomas es muy crítica. Por ejemplo, si un síntoma se enumera
en primer lugar, existen muchas posibilidades de que el verdadero similar se
elimine del análisis. Por consiguiente, el paciente, recibirá un remedio incorrecto
desde el principio desde el principio del caso. Sólo un homeópata con buen
conocimiento de la materia médica podría detectar este error a tiempo de evitarlo.
A medida que se consigue experiencia, se deposita una confianza cada vez
menor en la repertorización formal. Si posee un conocimiento exhaustivo de los
remedios, el homeópata puede tener una impresión muy fuerte del remedio
correcto al final de la recogida del caso. Entonces bastara una rápida mirada a
ciertas rubricas del repertorio para confirmar o negar esta impresión. En este
caso, el homeópata puede utilizar una sencilla repertorización –digital- que es
como denomino al proceso de colocar los dedos en los lugares adecuados del
Repertorio, para mirar luego adelante y atrás a fin de realizar el procedimiento de
eliminación.
Para el novicio que observe a un prescriptor avanzado, este proceso
parecería muy fácil. Sin embargo, lo que parece tan sencillo es en realidad muy
sofisticado. En la mente del prescriptor avanzado se produce el mismo
procedimiento trabajoso descrito para el novicio, pero la comprensión del
homeópata avanzado es tan completa que no se deben escribir los remedios. En
la mente del prescriptor avanzado las rubricas pertinentes está virtualmente
memorizadas por la prolongada experiencia de escribirlos una y otra vez, de

214
forma que la repertorización se realiza principalmente en la cabeza del
homeópata. Estos prescriptores pueden citar con exactitud, remedio por remedio,
el contenido de todas las rubricas importantes.
El prescriptor avanzado tiene un conocimiento tan profundo de la –esencia-
de los remedios que es posible igualar de forma directa e inmediata la esencia del
paciente con la esencia del remedio. Si se observa la esencia de forma clara e
inequívoca, sólo se necesitan unos pocos síntomas confirmadores para
seleccionar el remedio. Desde luego, se debe tomar el caso completo de todas
maneras, para asegurarse de la ausencia de síntomas contraindicadores. Sin
embargo, en un caso que iguala tan estrechamente la –esencia- del remedio, el
proceso del análisis parecerá sumamente rápido en manos de un prescriptor
avanzado.
Si se percibe la esencia de un remedio en el paciente y algunos otros
síntomas lo confirman, no se deben indicar más pensamientos a la prescripción.
La situación se hace más compleja cuando existen uno o dos síntomas que se
oponen con fuerza al remedio. Entonces el homeópata debe volver al principio y
reconsiderar todo el caso. En esta circunstancia incluso el homeópata avanzado
dedicara tanto tiempo y cuidado a seleccionar el remedio como el novicio. En
realidad, en tal caso el procedimiento de selección de un remedio es
esencialmente el mismo que el descrito para el novicio. Se considera
cuidadosamente la totalidad, se tienen en cuenta todas las incertidumbres, se
revisan las rubricas apropiadas del Repertorio, y finalmente se presta particular
atención a los síntomas peculiares. Se aplica mucho tiento al caso; quizá se
establece un juicio algo comprometido. Sin embargo, la prescripción final igualará
tanto como sea posible la totalidad de los síntomas del paciente con la totalidad
de las manifestaciones del remedio.
En casos tan completos. Puede ser necesario –descartar- síntomas
mentales o generales incluso importantes y confiar en síntomas aparentemente
menos significados pero más peculiares. No se puede describir con exactitud en
un libro cómo se realiza. Cada caso es tan singular que sería imposible
generalizar sobre tales juicios. Provienen de la experiencia, y en gran medida
sólo se pueden aprender en un marco supervisado. Estos juicios pertenecen al
reino del arte en vez de a la ciencia, aunque siempre tienen razones muy
convincentes.
Con frecuencia se encuentran casos en los que existen muchos síntomas
comunes, y sólo un par de síntomas peculiares. Es imposible conseguir una
totalidad distintiva de los síntomas. Se realiza la repertorización, pero como los
síntomas son comunes, aparecerá un gran número de remedios que
inevitablemente serán los más ampliamente comprobados –remedios que
denominamos policrestos-. Este análisis y repertorización tienen pocas

215
posibilidades de producir el remedio correcto. En esta situación, es permisible
centrarse sólo en los síntomas peculiares –incluso desentendiéndose de la
repertorización-. El remedio se selecciona de las rubricas que describen los
síntomas peculiares, y con frecuencia la prescripción tenderá a ser un remedio
bastante poco habitual. Como siempre, se debe realizar el cuidadoso estudio de
las materias médicas antes de decidirse por tal selección.
En ocasiones se encuentra un caso en que el estado crónico se originó de
forma muy espectacular por una poderosa causa excitante. Por ejemplo, se
puede visitar a un paciente cuyo trasfondo miasmático es muy insignificante pero
en el que todo el espectro de, pongamos, dolencias neurológicas data de un
grave traumatismo craneal recibido en un accidente de automóvil. Si, al recoger el
caso, se encuentran uno o dos síntomas peculiares que coinciden con Árnica o
Natrum Sulphuricum (observado por los efectos de las lesiones craneales), la
prescripción sólo se puede basar en el factor causal (confirmado por uno o dos
síntomas peculiares). En esta insólita circunstancia, los síntomas aparecidos
durante el resto de la recogida del caso se ignoran de momento, aunque pueden
ser significativos en posteriores prescripciones.
Como se puede ver con facilidad, la selección de un remedio es un proceso
complejo. Se deben tener en cuenta muchos factores, equilibrándolos entre sí,
aceptándolos en algunos casos y rechazándolos en otros. Las incertidumbres
aparecidas subrayan con fuerza la necesidad de contar en primer lugar con un
caso bien recogido. Los principios descritos, y en especial las excepciones a las –
normas-, sólo son válidos si la información derivada del caso original es fidedigna.
Si el caso original es incompleto, o induce a error, o es incorrecto, es probable
que todos los delicados juicios realizados posteriormente durante el estudio sean
erróneos. La correcta prescripción homeopática depende de la correcta recogida del
caso. la correcta información de las comprobaciones, la correcta preparación del
Repertorio y, finalmente, del correcto análisis del caso.
También se puede comprender con facilidad que la prescripción –por clave-
ocasionalmente puede producir unos resultados con éxito. A veces el estudio más
meticuloso y detallado de un caso por un prescriptor experto llegara al mismo
remedio que un prescriptor –por clave- hubiera escogido en cuestión de minutos.
En este caso, el prescriptor cuidadoso puede parecer tonto o incluso ignorante.
Sin embargo la prescripción –por clave- no produce unos resultados fidedignos y
constantes. Aquí y allí se puede seleccionar el remedio correcto, pero no en
virtualmente todos los casos, -lo que es posible mediante la estricta aplicación de
unos principios homeopáticos profundamente comprendidos.

216
SELECCIÓN DE LA POTENCIA

Una vez seleccionado un remedio, la siguiente decisión a la que se enfrenta


un prescriptor es la elección de la potencia. Para ello no existen reglas fijas, y la
experiencia y observación desempeñan un papel muy grande. En esta sección se
presentarán algunas pautas generales, pero se debe comprender que no están
diseñadas para ser adoptadas como –reglas- generales.
Existe una tendencia, En especial entre los prescriptores novicios, a prestar
mucha atención a la selección de la potencia de la potencia. De forma bastante
extraña, es más común que se pregunte al homeópata instructor por qué se
escoge una potencia determinada en un caso particular que por qué se
selecciona un remedio en especial. En realidad la selección de la potencia sigue
en importancia a la selección del remedio. La Ley de la Similitud es la ley principal
de la curación, y el proceso potenciación es simplemente un factor accesorio. Si
se selecciona el remedio correcto, actuará de forma curativa a cualquier potencia,
aunque una potencia correcta actuará más suavemente en bien en bien de la
comodidad del paciente; a la inversa un remedio incorrecto puede ser inactivo o
perjudicial en un caso, independientemente de la potencia a la que se administre.
Es difícil definir las pautas correctas para la selección de la potencia, porque
en cualquier caso específico es imposible decir lo que hubiera sucedido si
hubiese administrado una potencia distinta. Supongamos que la visita a un
paciente afecto de artritis, asma y ansiedad sobre su salud, se administra
Arsénico a una potencia 30°, y se produce una curación duradera un periodo de
seis meses. Se podría conjeturar que una potencia 10M podría haber producido
una curación en tres meses. ¡Sin embargo, no se puede comprobar porque no se
puede retroceder y administrar una 10M para verlo! Además, no se puede
comparar realmente dos casos que parezcan similares y luego administrar dos
potencias distintas, no existen dos casos exactamente iguales, de forma que no
se puede comparar legítimamente un caso con otro. La única circunstancia en las
que estas comparaciones tienen cierta validez es durante una virulenta epidemia
en la que muchos pacientes necesitan la misma medicina. Además, en esta
circunstancia es cuando se demuestra convincentemente la eficacia de las
mayores potencias, aunque esta experiencia no se puede trasladar
necesariamente a los casos crónicos. Los casos crónicos abarcan una gran
variedad de factores, de forma que cualquier pauta para la selección de la
potencia en las enfermedades crónicas sólo se puede considerar como una
impresión general.
En algunos tipos de casos se debe de utilizar una potencia relativamente
baja –al menos inicialmente-. Los pacientes con constituciones débiles, los

217
ancianos, o las personas muy hipersensibles deben recibir inicialmente potencias
que oscilen, ligeramente, entre 30 y 200. La razón es que potencias superiores
pueden hiperestimular los debilitados mecanismos de defensa, produciendo
potentes e innecesarios agravamientos. Este principio se aplica en particular a los
pacientes afectos a una patología específica del plano físico –es decir,
arteriosclerosis, cáncer, arteropatía coronaria-. Cuando la patología a alcanzado
una etapa avanzada en el plano físico, la constitución se ha debilitado en el
mismo grado, e incluso la administración del remedio correcto a gran potencia
puede conducir a graves padecimientos. Así pues, se puede decir que, en
general, cuanto más grave sea el estado de la patología física, menor debe ser la
potencia a utilizar en la prescripción inicial.
Si se opta por una potencia 30c, con frecuencia se administrará durante un
periodo de tiempo, mientras que se brindan instrucciones para retirarla si se
produjera un agravamiento o una mejoría espectacular de los síntomas. Entre los
pacientes suficientemente débiles para necesitar una potencia 30c, los que
tengan una vitalidad relativamente superior pueden repetir las dosis tres veces al
día durante 30 días. No obstante, si la vitalidad del paciente está muy debilitada,
esta recomendación se podría reducir a una vez al día durante 20 días, esto hay
que tomarlo con precaución ya que creo que lo correcto es estar checando la
reacción del paciente para saber en qué momento deja de actuar el medicamento
para volver administrarlo, y así evitar una obstrucción a la fuerza sanadora de la
fuerza vital en sus intentos por volver hacia el camino de la curación.
Por ejemplo, supongamos que nos encontramos ante un paciente que es un
anciano con una próstata grande, que sospechamos podría implicar un cáncer. Si
la vitalidad del paciente le basta para realizar en un grado razonable sus
actividades diarias, se podría prescribir 30c, y esperar el resultado para saber en
qué momento repetirla.
Los pacientes hipersensibles plantean un problema singular en la selección
de la potencia. Algunos pacientes son excesivamente –nerviosos- reaccionan a
todos los estímulos, físicos y emocionales, son habitualmente delgados y de
movimientos rápidos, están agitados, son sensibles a los olores, a los ruidos y a
la luz, y con frecuencia padecen mucho de la exposición a las sustancias
químicas ambientales o de la alimentación. Estas personas reaccionan mucho
tanto a las potencias bajas (en el plano físico) como a potencias altas (en el
plano electrodinámico). Por consiguiente, es mejor las prescripciones iníciales a
30 y 200 en estos pacientes según su reacción, las potencias posteriores pueden
ser mayores o menores. Pero al menos inicialmente, 30 o 200 son las mejores
elecciones para pacientes hipersensibles.
Por lo general los niños que padecen problemas graves deberían recibir
potencia bajas. Es probable que un lactante con un eccema grave o una psoriasis

218
padezca un severo agravamiento si recibe una potencia elevada. Por
consiguiente, en estos casos deberían recibir una dosis (pongamos, diarias) 30 o
200.
A veces se dice que las altas potencias se deben utilizar en los casos cuyo
centro de gravedad se encuentra en la esfera mental, mientras que las potencias
menores se reservan para los casos centrados en el plano físico. Este punto de
vista es falso. Es cierto que los síntomas mentales son los más importantes en la
selección de una medicina; si ofrecen una indicación clara y evidente para un
remedio, incluso aunque los síntomas físicos no se ajusten con tanta perfección,
se puede administrar una gran potencia – porque se cuenta con una gran certeza
sobre el remedio, y no porque se trate de un caso mental. Otro caso con muchos
síntomas mentales que no se ajusta claramente a ningún remedio, en particular
recibirá una potencia menor porque el remedio no está claro.
Otra idea errónea es que no se puede hacer daño si un prescriptor novicio
restringe la potencia a menos de 30. Como se ha mencionado previamente,
cualquier potencia puede tener profundas acciones, dependiendo de la similitud
de la medicina con el paciente. Si el remedio es el similar, incluso una dosis
bruta o una potencia muy baja puede tener un profundo efecto; además, si es una
sustancia venenosa en principio e iguala exactamente la frecuencia resonante de
un paciente hipersensible, una potencia menor puede provocar un agravamiento
severo y peligroso.
Hay algunos remedios que se debe ser muy cuidadoso al administrar
grandes potencias. Medicinas como Lachesis, Oro y nosodes que son de acción
profunda (especialmente Medorrhinum) tienen una gran tendencia a la patología
física. Por esta razón se deberían restringir habitualmente a las potencias
menores de (30 y 200) a menos que se demuestre que el caso en cuestión
carece por completo de patología física.
En los casos agudos, se debe de administrar una dosis del remedio,
incluso en las dolencias agudas y luego observar el efecto. Si se ha administrado
una potencia menor, es posible que su efecto se agote en cuestión de algunas
horas, en cuyo caso se debe administrar otra dosis. Sin embargo, no se debería
actuar así en forma rutinaria se debe volver a recoger el caso para estar seguro
que no necesita un remedio distinto. En algunos círculos homeopáticos es
práctica común prescribir de forma rutinaria un programa automático de
repeticiones en los casos agudos (pongamos una dosis cada hora hasta llegar
seis dosis). Aunque probablemente esta práctica hace poco daño, también es,
por lo general, innecesaria. Si el remedio está claro se puede administrar una
potencia un poco más alta en una sola dosis, y cuando sea necesaria una
repetición se debe de recoger el caso nuevamente, para ver si es necesario un
nuevo remedio o podemos repetir el mismo.

219
REMEDIO UNICO

Uno de los principios más fundamentales de la homeopatía es prescribir un


solo remedio cada vez. Este principio es tan evidente que se aplica a toda
práctica curativa.
Si se prescribe más de un remedio (o técnica terapéutica) , posiblemente no
se pueda evaluar con exactitud el efecto beneficioso o adverso. Puede no haber
manera de decidir cuál de los componentes de una combinación ha actuado.
Además, posiblemente nadie pueda predecir las interacciones que se puedan
producir entre una combinación de influencias terapéuticas. Si una medicina
determinada actúa de una forma particular cuando se administra aisladamente,
¿quién puede decir cómo podría actuar tras ser alterada de forma imprevisible
por una combinación?
Supongamos que un paciente recibe una combinación de seis remedios
homeopáticos distintos, y se produce un claro deterioro. ¿Qué está pasando?
¿se está produciendo algún tipo de agravamiento complejo? ¿Ha producido un
remedio una crisis curativa mientras que otro es un antídoto de cualquier
progreso previo que se pudiera haber conseguido? ¿Está actuando un remedio a
los pocos días, mientras que otro actúa al cabo de una semana? ¿Es el paciente
inusitadamente sensible a una sustancia determinada? Y si es así, ¿qué
sustancia es esta? Si el agravamiento se considera verdaderamente serio,
¿cómo vamos a encontrar el siguiente remedio que salve al paciente?
A la inversa, supongamos que un paciente recibe una combinación de seis
remedios, y se produce una clara mejoría durante tres meses, ¿Qué medicina
produjo la mejoría? Si la mejoría se demuestra sólo temporal, ¿Cómo se podría
escoger un remedio relacionado para el seguimiento? Supongamos que el
remedio activo se administró a una potencia demasiado baja para la curación
permanente, ¿Cómo se puede decidir cual remedio administrar a una potencia
mayor?
Incluso hay más cuestiones. Si los remedios se comprueban en el contexto
de comprobaciones distintas, cuidadosamente realizadas, ¿qué ocurriría se
combinaran? ¿Serian la acción resultante simplemente una mezcla de las
comprobaciones separadas, una –suma de las partes?- ¿O el resultado sería un
cuadro sintomático radicalmente distinto? Nunca se han realizado
comprobaciones sobre una combinación de remedios, de forma que ¿cómo se
puede predecir qué un conjunto de síntomas curarán estas combinaciones?
La práctica de administrar combinaciones de remedios evidentemente viola
todas las leyes fundamentales de la homeopatía –y también de las del sentido
común- Sin embargo, es práctica habitual en algunas partes del mundo, algunos

220
homeópatas recogen un caso, no pueden ver una medicina que cubra la totalidad
de los síntomas, de forma que crean una combinación de medicinas, cada una de
las cuales (según su estimación) cubrirá un fragmento del caso. para empeorar el
asunto, es práctica común en estos círculos mezclar también los grados de
potencia, e incluso administrar algunos remedios a una hora del día y otros a
otras horas, como bien sabe ahora el lector de este manual, el proceso de la
homeopatía es encontrar el remedio con la frecuencia vibratoria que iguala más
exactamente a la frecuencia resonante del mecanismo de defensa del paciente.
En este contexto, la prescripción combinada seria análoga a tratar de crear una
armonía conectando simultáneamente seis aparatos de radio a distintas
emisoras con la esperanza de crear una sinfonía.
Esta práctica sólo puede crear un completo caos, y desde luego algunos de
los casos más lastimosos de la práctica homeopática son los de los pacientes
que se han sometido durante años a tan caótico tratamiento. El mecanismo de
defensa de estos pacientes esta tan alterado que con frecuencia es
completamente imposible restaurar su salud ni siquiera al nivel anterior a esta
prescripción, se cura cuando se le deja en paz.
Para el homeópata consiente y sabio, la prescripción combinada sólo puede
ser directa y clamorosamente denostada. Incluso la actitud. Tenemos nuestro
camino, y ellos los suyos es insuficiente, porque esta caótica prescripción sólo
puede contribuir a la ruina de la reputación de la homeopatía. Si se intenta
conscientemente utilizar un tratamiento basado en las energías más allá de la
percepción ordinaria, es necesario adaptarse muy estrictamente a las específicas
y refinadas leyes que rigen el empleo de estas energías.

********************************************

221
LA ENTREVISTA DE SEGUIMIENTO

Es frecuente que la prescripción homeopática centre su atención casi


únicamente en el complejo sintomático original y en el hallazgo del primer
remedio. Aunque es cierto que la prescripción más importante en un caso
determinado es la inicial, se debe comprender que tiene la misma importancia
ser capaz de interpretar correctamente la respuesta del paciente al remedio
original. Parece más sencillo que el homeópata aborde la visita de seguimiento
como un sencillo asunto de decidir si el paciente ha respondido o no a la
prescripción inicial. Si el paciente expresa satisfacción, el prescriptor deja escapar
un suspiro de alivio y recomienda confiadamente a la más común de las
prescripciones homeopáticas –Esperan-. Si, por el contrario, el paciente no se
muestra satisfecho y parecen haber sucedido pocas cosas, el homeópata
desciende a la tarea de tratar de decidir una prescripción mejor.
En realidad, la situación verdadera es mucho más compleja, y las
decisiones tomadas durante la visita de seguimiento no se pueden tomar de
forma tan simplista o casual. Aunque la primera prescripción es la más importante
de las adoptadas en homeopatía, la prescripción de seguimiento muy
probablemente sea la más difícil. En la primera entrevista, el objetivo es
relativamente sencillo: analizar el caso de forma que se llegue al remedio
correcto. Sin embargo las entrevistas de seguimiento implican juicios muchos
más complejos. ¿Está verdaderamente mejor el paciente? ¿Está produciendo el
remedio la respuesta deseada, o no se ha producido, o ha aparecido sólo de
forma parcial? Ahora que se conoce la respuesta a la prescripción inicial, ¿cuál
es el verdadero pronóstico del paciente? ¿Se debería administrar un remedio en
este punto, o se debería cambiar la potencia? ¿O es el momento de esperar
posteriores acontecimientos? Quizás está claro que el paciente no ha tenido una
respuesta adecuada al remedio original; ¿es la imagen actual del remedio
suficientemente clara para realizar otra prescripción? ¿O debería transcurrir más
tiempo para permitir la aparición de la verdadera imagen?
Son varios los dilemas que afronta el homeópata durante las visitas de
seguimiento. Desde luego, se puede decir que la visita de seguimiento, incluso
más que la entrevista inicial, exige más conocimiento, más sensibilidad y más
juicio por parte del homeópata. Durante las visitas de seguimiento se pone en
juego toda la gama de conocimiento de la homeopatía. Los principios que
intervienen en las decisiones tomadas durante estas visitas son verificables y
científicas en su sentido más verdadero, pero, de nuevo, su aplicación exige la
complejidad en cada caso individual que sólo se puede considerar un arte.
La tendencia natural de los prescriptores homeopáticos es centrar
principalmente la atención en encontrar el remedio. En las conferencias, los

222
grupos de trabajo y las consultas con otros homeópatas, el tema principal suele
ser si se debe prescribir este o aquel remedio. Desde luego esto es totalmente
correcto para la primera prescripción, pero el tema más importante durante la
visita de seguimiento es ¿qué está sucediendo en realidad? Para este juicio se
necesita un profundo conocimiento de la teoría homeopática, y en muchos casos
es una pregunta difícil de responder. Sólo tras decidir sobre la respuesta
adecuada, el homeópata puede optar por esperar o administrar otro remedio. Si
parece necesario otro tratamiento, se debe decidir si es el mismo u otro remedio,
y si es necesario cambiar la potencia.
También el paciente se enfrenta a nuevos retos durante la visita de
seguimiento. Habitualmente, durante la entrevista inicial, él paciente queda
impresionado por la increíble cantidad de detalles que necesita el homeópata.
Esto puede conducir a la tendencia a centrarse en los detalles en vez de en el
patrón general de cambio. Tiene un gran deseo de notificar la información precisa
necesaria, y también la poderosa esperanza de que el remedio esté actuando
verdaderamente. Distintos pacientes responden a estas presiones de formas
diferentes. Un paciente emocionalmente –cerrado-, que adopta un punto de vista
muy racional de los acontecimientos y revela la información sólo cuando es
espectacular y clara, tenderá a ser sumamente cauto y puede confundir al
homeópata al decidir que el remedio no ha actuado. Un paciente emocionalmente
–abierto- puede verse confundido por el deseo de aportar buenas noticias y, por
lo tanto, comunicar una información evidentemente optimista. Un paciente
hipocondriaco siempre intenta impresionar al prescriptor sobre la importancia de
sus problemas, puede subrayar detalles insignificantes, descartar los síntomas
que se hayan aliviado, y exagerar los nuevos síntomas. Los pacientes
hipersensibles pueden experimentar cambios espectaculares tras tomar la dosis
inicial, sin prestar la adecuada atención a los cambios a más largo plazo.
Así pues, es de subrayar que los pacientes deben ofrecer unos informes lo
más exactos y objetivos que sean posibles. Los pacientes propensos a olvidar el
patrón de los cambios pueden llevar un libro de notas, que no deben llevar los
pacientes que son detallistas que probablemente pierdan así la pista del cuadro
general. Al mismo tiempo, el homeópata debe ser mucho más cauto con las
respuestas ofrecidas durante las entrevistas de seguimiento. Como mencionamos
antes, a la recogida del caso durante la entrevista inicial se asocian problemas
particulares, lo que es todavía más cierto durante las entrevistas de seguimiento,
aunque los problemas sean muy distintos. Siempre se debe preguntar con mucho
detalle por las respuestas del paciente, para determinar el verdadero patrón de
los cambios acaecidos. Se debe realizar con mucho cuidado, teniendo siempre
en cuenta la grave alteración que se puede producir con un remedio incorrecto o
del inadecuadamente pautado. Muchos prescriptores homeopáticos son capaces

223
de seleccionar el remedio correcto a la primera visita, pero un porcentaje
considerable de estos últimos arruinan después el éxito inicial al interferir en un
momento incorrecto o con remedios no adecuados.
Tomemos por ejemplo, un paciente de naturaleza relativamente –cerrada-
que ha recibido el remedio constitucional correcto, pero que en la visita de
seguimiento todavía no está seguro de que el remedio haya actuado. No quiere
ser abiertamente optimista, de forma que notifica que no ha advertido ningún
cambio claro. Entonces el homeópata replantea el caso, observa sólo unos pocos
cambios que se pueden explicar con facilidad por los factores ambientales, y
decide que se debe administrar un nuevo remedio porque no se ha producido
ningún cambio importante. Al volver a estudiar el caso, el remedio original sigue
pareciendo muy bueno, pero ya que parece no actuar, se administra un remedio
de segunda elección. A la siguiente visita, sigue pareciendo que se ha producido
muy pocos progresos, de forma que se intenta otro remedio. Al cabo de cinco
meses de prescripciones, el paciente comenta. –Sabe de todos los remedios que
me dio, el primero me pareció el mejor; recuerdo algunos cambios con él-.Esta es
la situación más exasperante para un homeópata, porque después de tantas
medicinas es posible que no se pueda sencillamente repetir el remedio original; el
caso puede haber quedado tan alterado que la medicina original ya no está
indicada, pues puede haber quedado tan confuso que incluso pueda ser difícil
discernir la imagen actual.
El peligro de juzgar mal la respuesta durante la segunda entrevista puede
ser tan grave que a veces recurro a medidas algo drásticas. Si sospecho que un
paciente tan –cerrado- está ocultando la historia real, puedo decir. Bueno. Dado
que no parece haber ningún progreso, me veo forzado a hacer otra prescripción.
Esperemos que no altere algún efecto beneficioso del primer remedio que pueda
estar ocurriendo. Una vez que el paciente se da cuenta con esta amenaza que
las posteriores prescripciones pueden interferir gravemente con la acción del
primer remedio, es mucho más probable que intente describir la verdadera
situación. En este momento aparece el cuadro real.
Son muchos los ejemplos que se podrían citar para demostrar las trampas
en las que pueden caer los homeópatas y los pacientes. En este capítulo
intentare describir las más frecuentes, según mi propia experiencia. Sería
imposible delimitar minuciosamente todas las respuestas posibles a los remedios
en todas las situaciones concebibles. Este conocimiento sólo puede provenir de
la experiencia. No obstante, los ejemplos ofrecidos en este capítulo intentan
describir las respuestas más características, sus interpretaciones, y las
adecuadas opciones terapéuticas.
Para empezar, debemos ofrecer una clara definición de la -segunda
prescripción- es la que sigue a un remedio que ha actuado. No es necesariamente

224
la segunda prescripción administrada. Si ninguno de los remedios ha actuado
hasta la tercera prescripción es el cuarto remedio. Si un remedio incorrecto que
está muy alejado de la frecuencia resonante del organismo no tiene efecto
alguno, no se tiene en cuenta al considerar las prescripciones de seguimiento. No
obstante, si una prescripción ha tenido incluso un mínimo efecto sobre el
paciente, se considera primera prescripción y su seguimiento se debe de evaluar
en forma muy cuidadosa.
Este punto es un factor importante con respecto a los denominados
remedios hostiles. Por ejemplo, en la experiencia homeopática se ha observado
que el Phosphorus y el Causticum pueden crear reacciones adversas si se
prescriben uno tras otro. Sin embargo, esta observación sólo se aplica a los
casos en que el paciente ha respondido a una de las dos medicinas. Si se
administra Causticum y no se produce ningún cambio, no hay que temer la
administración de Phosphorus como siguiente prescripción. Por el contrario, si
Causticum pareció cierto efecto, el homeópata de evitar seguir con Phosphorus.

INTERVALO DE TIEMPO PARA PAUTAR EL SEGUIMIENTO

Una vez administrado el primer remedio, el siguiente tema es cuánto tiempo


hay que dejar transcurrir antes de visitar de nuevo al paciente. Desde luego, se
trata de un tema determinado en gran medida por la naturaleza de caso
particular. Los casos agudos y los crónicos graves se visitan antes que el
paciente medio. Después de la entrevista inicial, nunca se puede predecir con
perfecta exactitud el curso preciso de los acontecimientos, de forma que
cualquiera que sea la decisión adoptada, se debe explicar al paciente que se
puede cambiar la cita siguiente si se produjeran alteraciones espectaculares que
necesitaran de la atención.
En los casos agudos, el momento adecuado para el seguimiento depende
de la intensidad de la enfermedad. En los pacientes gravemente enfermos, seis
horas será un tiempo apropiado para evaluar la acción del remedio. En los casos
agudos más rutinarios, el mejor momento seria 24 horas después. Estos son los
mejores intervalos de tiempo para evaluar si el remedio ha tenido alguna
actuación, así como para escoger un nuevo remedio si el cuadro ha cambiado
significativamente. Desde luego, si el remedio ha producido una espectacular
mejoría seguida por una recidiva clara, el intervalo puede ser incluso más corto
que el planeado.
En casos crónicos, el intervalo ideal sería de dos meses. En este periodo de
tiempo, la respuesta se podría evaluar fidedignamente en la práctica totalidad de
los casos. Sin embargo, para la mayoría de los pacientes se trata de un periodo
de espera muy largo si no hubiera respuesta.

225
Por lo tanto, por razones prácticas, se puede recomendar un compromiso
de un mes. Si existe algún cambio, positivo o negativo, se puede detectar al cabo
de un mes en aproximadamente el 95% de los casos. Si el remedio original es el
correcto, se puede esperar que un porcentaje muy elevado muestre un resultado
interpretable al cabo de un mes. Con frecuencia, por ejemplo, un paciente no
notificará cambio alguno (o quizá un agravamiento) hasta 20 días después del
remedio, pero entonces, durante más o menos la última semana, se produce una
clara mejoría. Por otra parte, es probable que sólo un pequeño porcentaje de
pacientes presente una respuesta curativa que no sea visible al cabo de un mes.
Desde luego, a veces sucede que al cabo de un mes se ha producido
claramente algún cambio, pero todavía no es interpretable el significado preciso
del cambio. En este caso, puede ser necesario esperar otros 15 días o incluso
otro mes para estar seguro de la naturaleza de la respuesta. No obstante, la visita
de seguimiento al mes nunca es un tiempo perdido, porque se recogen muchos
detalles valiosos que pueden ser de gran ayuda en las posteriores
interpretaciones.
Un principio importante a recordar siempre es que no es absolutamente
necesario administrar un remedio en cada visita. Esta práctica es una presunción
prevaleciente derivada de la dominante filosofía alopática de prescripción, pero se
debe considerar gravemente alteradora en un caso homeopático. Si el curso de
los acontecimientos o la imagen del remedio no están suficientemente claros, la
mejor prescripción es siempre una –tintura de tiempo-. Siempre se puede confiar
que el mecanismo de defensa produzca la imagen necesaria si se le da tiempo
suficiente (suponiendo, además, el conocimiento suficiente por parte del
homeópata para interpretar la imagen que está tratando de producir).
Desde luego, siempre existen circunstancias en las que el paciente se debe
visitar antes de trascurrido un mes. Especialmente los pacientes con alteraciones
patológicas graves, el paso de la dolencia puede ser muy rápido, y puede ser
necesario visitar al paciente unos días después del remedio inicial. Así sucede en
los pacientes hospitalizados, pero para los pacientes ambulatorios en general, se
debería desaconsejar la tendencia a evaluar diaria o semanalmente los casos.
Aunque unas visitas tan frecuentes pueden ser reconfortantes para el paciente,
imponen una debida presión al prescriptor para –hacer algo-. Esta presión
conduce fácilmente a prescripciones que, a la larga, pueden alterar el ordenado
proceso de curación.

******************************************

226
EL AGRAVAMIENTO HOMEOPATICO

El tema del agravamiento homeopático es quizá el aspecto más


controvertido y peor comprendido de la prescripción curativa. Quizá sea en esta
faceta donde los homeópatas se distinguen más espectacularmente de los demás
sistemas terapéuticos, y la incomprensión de este tema también ha creado
graves cismas en la profesión homeopática.
Dado que el similar de un paciente determinado produce síntomas similares
en los individuos sanos, se debe esperar que también produzca los mismos
síntomas en el individuo enfermo. Así, es lógico que una respuesta
verdaderamente curativa se verá precedido por cierto grado de agravamiento de
los síntomas. Como se ha descrito detalladamente en la Primera parte, el
mecanismo de defensa de un paciente sólo puede manifestar su actividad
mediante síntomas. Nuestro objetivo al administrar un remedio homeopático es
estimular el mecanismo de defensa del paciente de forma que finalmente pueda
curar la enfermedad contra la que está luchando. Por lo tanto, para producir una
respuesta verdaderamente curativa, no sólo es de esperar, sino además
deseable que se produzca un agravamiento de los síntomas tras la
administración del medicamento correcto.
El agravamiento homeopático se puede considerar como una manera en la
que la medicina indicada –alienta- al organismo a –confesar-, a sacar a luz los
problemas profundamente asentados o las tendencias nocivas que le estaban
oprimiendo. Para ser completamente libre, un organismo debe ser absolutamente
expresivo y creativo en el contexto de su realidad inmediata. Cuando su
expresión se inhibe, se suprime, se mantiene en secreto o se obstruye, el
individuo enferma. Por lo tanto durante la entrevista homeopática, el prescriptor
debe extraer hasta cierto punto esta expresión –interna- del mecanismo de
defensa para descubrir el remedio preciso para este paciente. Luego el remedio
produce el estímulo del mecanismo de defensa, lo que crea durante un tiempo la
exacerbación de los síntomas que son las únicas manifestaciones de su acción
visible a nuestra percepción.
De esta manera se puede comprender fácilmente que, en especial en los
casos crónicos son deseables los agravamientos homeopáticos. Por lo tanto, la
práctica común de algunos homeópatas de tratar de suprimir los agravamientos
es en realidad un proceso que impide la curación. Las actitudes y las lecciones
basadas en la prescripción de remedios con pocas probabilidades de producir
agravamientos vienen de personas que han comprendido muy poco de la ciencia
de la homeopatía.
Muchas veces, los pacientes homeopáticos se sorprenden cuando llaman a
su homeópata para notificar un agravamiento inicial de sus síntomas y el

227
homeópata les responde –Se trata de un buen signo. Estoy contento-. Desde
luego los homeópatas no son insensibles. No desean infligir padecimientos
innecesarios. En la medida de lo posible, se hace todo para reducir la gravedad y
la duración de los agravamientos homeopáticos, pero siempre se deben de
observar las leyes básicas de la curación. Incluso aunque pueda parecer cruel
por parte del prescriptor, no actuar así es, en realidad, efectuar un mal servicio al
paciente, porque finalmente se prolongará su padecimiento del paciente por la
falta de curación.
En la inmensa mayoría de los pacientes, el agravamiento homeopático no
se puede considerar nocivo. El mecanismo de defensa obedece siempre al
principio fundamental de la cibernética, que dice que cualquier sistema
organizado reaccionará a cualquier compromiso con la mejor respuesta posible
de la que sea capaz en un momento determinado. Esta es la razón por la que
existe un síntoma patológico que puede causar daño al sistema, como una
tensión arterial muy elevada, este peligroso síntoma mejorará inmediatamente,
mientras que otros síntomas pueden verse agravados durante la crisis
terapéutica. Éste es un principio muy importante a recordar cuando se interpretan
las respuestas a las medicinas.
Una circunstancia importante en la que los agravamientos por el remedio
pueden ser nocivos es la repetición de un remedio mal indicado. Si el prescriptor
interpreta mal la respuesta del paciente y sigue repitiendo la medicina, se puede
hiperestimular el mecanismo de defensa, y finalmente se puede producir una
lesión. De ordinario, esto requiere una repetición verdadera, y seria probable que
sólo se produjera con los prescriptores menos juiciosos, pero es, al menos, una
posibilidad teórica.
Otra circunstancia en la que se debe ser cauto sobre los agravamientos
homeopáticos es el caso patológico grave con una potencia constitucional
gravemente debilitada. En estos casos, la curación real es posible, dado que hay
suficiente potencia para producir un agravamiento, pero su tratamiento requiere
de la máxima habilidad y experiencia del homeópata. En esta circunstancia es
importante el buen conocimiento alopático para los prescriptores homeopáticos;
en estos casos graves, es necesario que el homeópata sea capaz de determinar
cuándo un caso está desarrollando una grave alteración patológica. Se debe
actuar rápidamente con la nueva medicina correcta en el momento adecuado,
que puede ser al cabo de unos días de la prescripción inicial. Estos
agravamientos son muy difíciles de tratar, suelen aparecer en pacientes
hospitalizados, es poco probable que un prescriptor novicio se enfrente a esta
situación. No obstante, todos los prescriptores deberían conocer esta posibilidad.
La enfermedad del cólera ofrece una buena analogía. La mayoría de las
enfermedades infecciosas crean una reacción por parte del mecanismo de

228
defensa que se manifiesta por fiebre alta, malestar, algias musculares, anorexia y
otros síntomas. En el cólera, la propia reacción de defensa es tan grave que
realmente puede matar al paciente; no es el microorganismo el que causa la
muerte, sino la grave diarrea (y la consiguiente deshidratación) destinada a
eliminar las bacterias del sistema. Esta es la razón por lo que el tratamiento
alopático del cólera, salva vidas –no por administrar un antibiótico, sino por
ofrecer nutrición intravenosa para contrarrestar la perdida de líquido-. Una vez
que finaliza la reacción defensiva, se retiran los líquidos intravenosos y el
paciente regresa a la normalidad. En este caso, es la hiperactividad del
mecanismo de defensa lo que puede conducir a la muerte, lo mismo se puede
decir del serio agravamiento homeopático en un paciente constitucionalmente
débil y profundamente patológico. Si se produce esta reacción, el remedio
correcto administrado en el momento exactamente adecuado puede capacitar al
mecanismo de defensa para conseguir la salud con mayor eficiencia, pero una
pauta de esperar demasiado sin necesidad con respecto al paso del caso
posiblemente podría llevar a una lesión patológica.
Sin embargo, estos serios agravamientos sólo aparecen en circunstancias
muy insólitas, muy improbables de encontrar para los prescriptores novicios. En
los casos rutinarios visitados en la consulta, el agravamiento homeopático no
puede causar un daño importante. Por lo tanto, no se debería temer o evitar estas
respuestas, sino ser bienvenidas. Siempre que sea posible, la elección inicial de
una potencia bastante cómoda puede reducir la gravedad de la reacción, pero
nunca se debe seleccionar un remedio simplemente para evitar un agravamiento
homeopático. Por el contrario, un agravamiento es un signo alentador de que la
medicina está actuando y de que el paciente está en el camino de la curación.

******************************************

LA TOTALIDAD SINTOMATICA

229
Como los homeópatas prescriben los remedios para sus pacientes de
acuerdo a la “totalidad de los síntomas” presentados por los mismos enfermos, se
deduce que es necesario un completo conocimiento de los síntomas a fin de
prescribir homeopáticamente. No solo es verdad que necesitamos un completo
conocimiento de los síntomas para prescribir homeopáticamente, sino que
también es cierto que en proporción a nuestro conocimiento de esos síntomas
obtendremos exactitud y éxito en nuestra prescripción. Por esta razón
dedicaremos un tiempo al conocimiento de los síntomas.

Definamos al síntoma como una manifestación de la enfermedad. Indica


que la condición o función de un órgano o tejido del cuerpo no es normal.
Recordemos que les decimos a los principiantes, que una persona está en
perfecto estado de salud, cuando sus tejidos y órganos están perfectamente
normales y su funcionamiento es también perfecto.

Las esencialidades de un síntoma están constituidas por su localización,


sensación y modalidades. De estas tres esencialidades del síntoma, la modalidad
es la más importante. Por “localización” no queremos significar la cabeza, la
pierna o mano, sino algún tejido u órgano. Como todos los órganos están
compuestos de más de un tejido, podemos hablar de ellos como localizaciones,
cuando de ellos tratamos, como un todo funcionando como tal. Permítaseme
ilustrar esto tomando como ejemplo la región submamaria izquierda, en esta
región tenemos tejidos como la piel, la aponeurosis, los músculos el periostio, los
huesos, la pleura, una porción del corazón, que a su vez consideramos como un
órgano compuesto de varios tejidos, como el nervioso y el vascular. Las
“sensaciones” indican el tejido afectado; por ejemplo, un dolor como de piquete,
lanzada o relámpago, indica un nervio; un dolor pulsátil, un órgano encapsulado;
un piquete, o dolores como de astilla, indica una piel o mucosa ulcerada.

Por “modalidad” queremos significar lo que hace mejorar o empeorar una


condición o sensación. Hablamos de ellas como agravaciones o mejorías.
Ejemplo: en dolor es agravado o mejorado por el calor, o el frio, la posición, el
ejercicio, la comida, durante el día etc. El cerebro es la localización más
importante. Porque el médico homeópata individualiza cada caso y el cerebro es
la parte más importante del cuerpo humano.

Los síntomas pueden ser divididos en muchas clases;

230
Síntomas subjetivos y objetivos. Objetivo es el que puede ser reconocido
por el observador haciendo uso de sus sentidos; ejemplo, el color, un murmullo,
un olor, un sabor, el frio, el calor, la tersura, la aspereza, etc. Un síntoma
subjetivo es el que percibe o imagina tan solo el enfermo, por ejemplo, el dolor la
ilusión, la alucinación, la apreciación de un espectáculo, la audición, o la
sensación.

¿Cuál de los dos debe tener una importancia más elevada? Esto depende
de que nuestro enfermo sea o no inteligente, digno de confianza y racional. Como
he asentado antes, los homeópatas, individualizamos el caso y a este proceso de
los síntomas mentales debe concedérsele la más alta importancia. En
consecuencia, si el paciente está perfectamente normal de su mente, a los
síntomas subjetivos debe concedérseles el más alto rango. Un síntoma mental es
siempre un síntoma subjetivo; pero nos encontramos pero nos encontramos a
muchos de nuestros pacientes que no merecen confianza, que carecen de razón,
o están escasos de la inteligencia necesaria, para ser exactos, o bien nos
concedemos demasiada buena opinión de nosotros mismos y preferimos creer a
nuestros propios sentidos y no a las apreciaciones de nuestros enfermos.

Los síntomas también pueden ser dinámicos, funcionales y patológicos.


Nuestra segunda clasificación incluye los síntomas dinámicos, funcionales y
patológicos. Es difícil definir un síntoma dinámico; algunos lo consideran como el
ejemplo más puro de síntoma subjetivo, otros entienden por síntoma dinámico la
manifestación de algún estado que nosotros estamos incapacitados para
descubrir por algunos de nuestros sentidos, debido de que carecemos de
instrumentos de precisión suficientemente perfeccionados

Síntomas patognomónicos y característicos


Un síntoma patognomónico es una manifestación distintiva, de alguna
enfermedad, por ejemplo, el rash peculiar, y el olor del sarampión, la fiebre
primaria y secundaria de la viruela, etc. Un síntoma característico es la
manifestación distintiva de una droga, este es, a la, droga, lo que el síntoma
patognomónico a la enfermedad; por ejemplo, la agravación de todos los
síntomas por cualquier intento de dormir, caracteriza a Lachesis. Ustedes
preguntaran si hay enfermedad o estados que se agraven por el sueño, ¿hay
pacientes que realmente se sientan empeorados como resultado del sueño?
Cinco años de experiencia en el estudio nos contestaran que existen algunos
estados resultantes de la eliminación incorrecta que se agrava después del
sueño, siendo especialmente verdad esto en las cefalalgias urémicas y en las
resultantes de la constipación.

231
TOTALIDAD DE LOS SINTOMAS

Probablemente no hay expresión en nuestra literatura homeopática más


confusa que la “totalidad de los síntomas” . en nuestros libros de texto, en
nuestras revistas encontramos casi tantas definiciones de esta frase, como
autores han escrito. Esforcémonos como estudiantes y maestro por encontrar
alguna clara inteligencia a este respecto desde el principio. La primera cosa que
deseo que entiendan es que no se trata de una totalidad numérica. Tres síntomas
de catorce pueden constituir la “totalidad”. Y ya que esta última aserción es
verdad, los síntomas deben tener diferente grado en su categoría. Debe haber
síntomas de mayor o menor importancia. Esta es una razón por la que muchos
escritores de Materia Médica y repertorios dividen y clasifican los síntomas en
cinco grupos o clases de acuerdo con la importancia que cada escritor da alas
referidas manifestaciones.

¿Cómo establecer el carácter de cada síntoma? Hay diferentes caminos


para lograrlo. Cuando he hablado de las esencialidades de un síntoma, he dicho
a ustedes que las manifestaciones mentales (aquellas que revelan una condición
anormal del cerebro) debe concedérseles el más alto carácter y a las
modalidades segunda importancia. Siempre he colocado también las sensaciones
en tercera categoría; a los síntomas patológicos tengo la costumbre de colocarlos
en la cuarta clase; en la quinta he puesto a los llamados “síntomas comunes”,
tales como la falta de hambre, la sed, la diarrea y otros síntomas funcionales que
pueden ser fácilmente ocasionados por errores de dieta, exposición al frio, calor
etc. Pero todo lo que se acaba de decir, tan solo toca superficialmente vuestro
objeto y estaremos pobremente equipados si nuestro conocimiento de los
síntomas no fuera más claro y más profundo.

Ahondando más en nuestro objeto, encontraremos ciertos síntomas de


carácter mental más importantes que otros del mismo orden; ciertos síntomas
funcionales, más importantes que otros de la misma naturaleza y algunos
síntomas patológicos, más importantes también que otros de la misma especie.
¿Cómo pues determina Allen que cierto síntoma debe aparecer en tipo grande y
negro en su Handbook, significando con esto su más elevado carácter? ¿Cómo
decide Boenninghausen qué medicamentos deben ser escritos en letra
mayúscula en su repertorio y como determina Knerr cuáles deben ser marcados
con gruesas líneas dobles, también en su repertorio? Estas particularidades
fueron logradas desde varios puntos de vista, si ellos encuentran un síntoma
mental, peculiar no común, o extraordinario, le atribuyen el carácter más
importante. Permítaseme ilustrar esto. Un hombre llega a nuestro consultorio y

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nos refiere que tiene una cosa como lagartija en el estómago, permaneciendo ahí
durante trece años; este animalejo le ocasionaba muchas calamidades en el
estómago, articulaciones y lado izquierdo de la cabeza cuando entraba en
actividad y el bichejo estaba activo, cuando se presentaba una tempestad,
volviéndose a aquietar tan pronto como esta cesaba. En este caso no solamente
se trata de un síntoma mental de un síntoma mental, sino de un síntoma
peculiar, y una modalidad perfectamente marcada, tal síntoma recibirá por este
hecho el segundo lugar o categoría.

Otra ilustración; entre casi todos los experimentadores de cierta droga,


sentían dolores en las articulaciones y otros síntomas agravados justamente
cuando la tempestad terminaba. Se trata de una modalidad peculiar; a tal síntoma
debería concedérsele también el más elevado carácter.

Una tercera ilustración, la mitad de los experimentadores de cierta droga


tuvieron evacuaciones diarreicas con dolores cortantes, como de retorcedura o
trituración en el abdomen (enteralgia y enteritis), mejorados por la presión fuerte
sobre el abdomen y por las bebidas calientes. Cinco gotas de este medicamento
en una copa de agua caliente, curaron sin fallar en quinientos casos a quienes se
aplicó. Los síntomas aparecieron en tipo negro en Allen en letras mayúsculas en
Boenninghausen y en doble línea en Knerr. A este síntoma le llamamos
verificado.

Veamos ahora la aplicación de esta ilustración, tomamos un caso y


encontramos catorce síntomas. Solamente tres de ellos aparecieron en
Colocynthis, pero son de las más alta importancia; el primero porque es peculiar,
el segundo, porque se trata de una modalidad, y el tercero porque ha sido
verificado muchas veces, todos los catorce síntomas se encuentran en Nux
vómica, pero todos, en este medicamento, son de muy baja categoría.
Expresando los de más importancia por el numeral cinco y los de menor
importancia por uno, encontramos en Colocynthis representa quince y Nux
vómica catorce, y diremos: Colocynthis tiene la “totalidad” de los síntomas.

Al lado de los síntomas peculiares y de los síntomas verificados reportados


por una gran mayoría de los experimentadores, he encontrado otro síntoma al
que atribuyo mucha importancia; lo llamo síntoma racional, como no lo
encontraran ustedes con este nombre en sus libros de texto, lo describiré y
definiré con una explicación. Muchos años hace, mientras estábamos
experimentando cierto medicamento e nuestra escuela , recogimos ciertos
síntomas cefálicos; síntomas subjetivos reportados por la mayoría de los

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experimentadores; después siguieron otros síntomas como evacuaciones
diarreicas, etc., pero no fue sino cuando los sujetos en experimentación
presentaron la esclerótica amarilla y cuando el laboratorio de control demostraba
bilis en la orina, cuando pude yo dar el carácter propio al síntoma cefálico y al de
las evacuaciones. El hecho de que ciertas causas producirían siempre los
mismos resultados cuando se opera en condiciones semejantes, deberá
reconocerse y recordarse en nuestro estudio de los síntomas.

Dr. GEORGE ROYAL

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