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[Sexto libro]

El enterarse que Aramis


estaba con vida, le cambió el
rumbo de su existencia
nuevamente.

Saber que el corazón de la


persona que más odia y
desprecia en este mundo
aún latía dentro de su
pecho, le llenó el suyo otra
vez de rencor.
Abrumado por muchas
preguntas dentro de su
cabeza, Heron marchará en
una odisea en busca de
aquellas contestaciones que
le ayudasen. En busca de las
respuestas que le
contestasen y aclarasen su
duda más grande...

¿Cómo sucedió?

Pero, lo que Heron no sabe


es que aquella búsqueda le
llevaría por caminos
distintos y muy difíciles. Le
llevaría a una verdad la cual
ni él mismo... se imaginaba.

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Introducción

El enterarme de que Aramis


Feron aún seguía con vida,
me llenó nuevamente el
corazón de odio y rencor.
Aquel sentimiento el cual
pensé que ya había
enterrado en el tiempo... que
ya había logrado hacer que
quedara confinado muy
dentro de mi ser.
Pero ahora, todo aquello se
había activado
nuevamente... mi sed de
venganza, mi propósito de
vida.
Puedo admitir que el coraje
me nubló la mente y la
razón. Haciéndome vivir con
un solo objetivo... volver a
quitarle la vida a esa
malnacida.
Sin embargo, creo que la
vida me juraría sucio y me
daría una puñalada por la
espalda al ponerme más
obstáculos en el camino de
los que pensé.
Pero, hay una cosa de lo que
sí puedo estar seguro, y es
que, todo aquel que
interfiera en mi misión de
acabar con Aramis Feronel,
juro por mi vida que...
terminaría muerto también.
Capítulo 1

No sabía que en realidad se


podía odiar tanto como lo
hago yo.
Desconocía cuánto coraje y
rencor se podía retener en
un corazón roto y dañado...
así tal cual lo tenía yo.
El conocer que Aramis
estaba con vida, volteó mi
mundo de cabeza de
maneras inesperadas.
Saber que sangre corría por
sus venas cuando la de mi
madre no... eso hacía que
perdiera un poco la razón y
la cordura.
Aún no puedo creer cómo es
que esto a sucedido.
¿Cómo es que este asqueroso
ser logró volver de entre los
muertos?
¿Cómo es que pudo salir de
las garras del infierno y
regresar?
Mientras corro a toda prisa
por el bosque, de regreso a
Lontar, pienso en las mil y
una maneras que me
gustaría volver a matar a
Aramis.
Como es que me gustaría
romperle todos y cada uno
de los huesos de su cuerpo.
Tal vez sacarle toda gota de
sangre de sus venas y
dejarla completamente seca,
o puede que solo disfrute
torturándola por lo que me
queda de vida.
Sí, algo me inventaría.
Llegando frente al castillo de
mi padre, pego un salto muy
grande frente a la entrada,
caigo en el tejado que da a la
ventana de mi habitación, la
abro y me adentro en ella.
Una vez dentro de mi alcoba,
subo mis manos a mi cabeza
entretanto halo con fuerza de
mis cabellos. Hasta el punto
en el cual siento dolor, pero
eso no me detiene.
Camino de lado a lado en el
cuarto con la mirada
perdida; mis pasos
acelerados, mi respiración
agitada.
Mi mente no paraba de darle
vueltas al hecho de que
Aramis aún respiraba. No
dejaba de pensar en qué fue
lo que hice mal aquel día...
en qué fallé.
—¡Maldita sea! —Grito con
todas mis fuerzas para luego
darme la vuelta y darle un
puñetazo al armario. Mi
puño atraviesa la madera de
las puertas y se adentra en
mueble.
Yo frunzo los labios, retiro
mi mano de la madera, para
luego soltar un grito de
coraje, tomar el armario
entre mis brazos, alzarlo en
el aire y aventarlo con todas
mis fuerzas hasta el final de
la habitación.
El armario choca contra la
pared y explota en pedazos.
Me quedo viendo con coraje
las piezas del armario rotas
en el suelo. Mi respiración
más agitada de lo que antes
estaba; el odio y rencor por
Aramis haciéndose más
fuerte con cada segundo que
pasaba.
—¡Heron! —Escucho la voz
de Leopoldo cercano a mi
posición. —¿Qué pasó aquí?
—Se para a mi lado y
observa el lugar.
—No quiero hablar de ello,
Leopoldo. —Me alejo de él y
me siento en el borde de mi
cama.
Leopoldo solo me mira con
una expresión de
nerviosismo en el rostro.
Éste quedándose callado por
algunos momentos.
Yo inclino mi cabeza
levemente hacia atrás y tomo
un suspiro.
—Aramis está con vida. —
Digo sin hacer contacto
visual con él. Mis ojos hacia
el techo de la habitación.
Leopoldo hace un chirrido
inmediatamente tras
escuchar aquello. Yo inclino
la cabeza hacia adelante y le
observo, sus ojos casi
saliéndosele de las cuencas.
—No entiendo como pasó. —
Niego con la cabeza.
—Pero, ¿estás seguro de
ello? —Se lleva una mano a
la boca y comienza a morder
las uñas de sus dedos. Yo
asiento.
—Sí. —Trago hondo. —La olí
cuando fui a Vontrom. —
Poso mis manos en el
colchón, me impulso y me
levanto. —No tengo duda de
ello... —Le miro fijamente. —
Es ella, es Aramis.
Leopoldo se pasa las manos
por el rostro, desesperado.
—¿Y qué haremos ahora?
¿Qué pasará? —Hace una
mueca de aflicción con el
rostro.
—Es muy fácil Leopoldo... —
Digo. Éste me mira
confundido.
—¿Qué estás pensando?
—La meteré.
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Luego de haber dicho
aquello, algunos días habían
pasado desde entonces. Yo
me había centrado en
entrenar lo más que pudiera.
Si quería derrotar a Aramis
de una buena y vez por
todas, tenía que estar
preparado para ello.
Tanto físicamente como
mentalmente.
El simple hecho de saber que
existía la posibilidad de ver a
Aramis una vez más a la
cara me ponía los pelos de
punta. Me revolcaba el
estómago y me hacía sentir
una sensación desagradable
en el.
Me hacía sentir náuseas, no
por tener nervios ni nada por
el estilo; sino por verla a los
ojos una vez más... ver a ese
ser tan desagradable y
despreciable el cual tanto
odiaba.
Había estado tratando de no
darle muchas más vueltas al
asunto del cómo es que
Aramis estaba con vida, y en
vez de ello solo enfocarme en
entrenar fuerte para así
arrancarle la cabeza a esa
arpía de una buena vez y por
todas cuando la viera.
—A pesar de que eres un
completo idiota, se puede
admitir que te ves muy bien
cuando entrenas. —Escucho
la voz de Marela no muy
lejos de mi posición.
Yo haciendo lagartijas en el
centro del patio de
entrenamiento, solo.
Volteo el rostro y la veo ahí
parada. Con sus brazos
cruzados sobre su pecho y
con una sonrisa de medio
lado en los labios.
Hago caso omiso de sus
palabras y solo me enfoco en
lo que estoy haciendo.
—Me enteré que Aramis está
con vida. —Observo con la
esquina del ojo como se
acerca, despacio.
Yo no digo nada ante su
comentario. Continúo
haciendo lagartijas a pesar
del dolor que podía llegar a
sentir en los brazos ante las
horas de entrenamiento,
pero eso no me frenaría.
—No entiendo como es que
está viva, Heron. —Se para
justo a mi lado. —Que
pésimo trabajo hiciste,
querido. —Se burla.
Yo, en menos de un
parpadear, me levanto del
suelo, corro hacia ella y la
empujo por los hombros
hasta llegar a la pared más
cercana del castillo y
estampar su espalda contra
ella.
Mis manos sobre cada uno
de sus hombros, firmes.
—¡No sabes lo que dices! —
Hablo entre dientes, con
coraje.
Sí, admito que sus palabras
tocaron un lugar sensible en
mi orgullo, y que puede que
solo me esté precipitando
con ella.
—Bueno, ya todos sabemos
que sí está viva... —Dice con
un poco de sarcasmo en su
voz. Aquella sonrisa burlona
aún en sus labios pintados
de aquel rojo llamativo.
Frunzo los labios y aprieto
más mi agarre hacia ella.
Marela solo suelta una risita
mientras sus ojos me
recorren de arriba a abajo el
rostro.
—Solo te estoy molestando,
querido. —Muerde levemente
su labio inferior y siento
como el ambiente rápido
cambia y se vuelve tenso
entre nosotros.
Suelto de mala gana mi
agarre hacia sus hombros y
doy un paso atrás.
—Me estás haciendo perder
el tiempo Marela. Necesito
seguir entrenando.
Me dispongo a dar la vuelta
para marcharme, pero
Marela inmediatamente me
sostiene de un brazo, me
hala hacia ella, coloca sus
manos a ambos lados de mi
rostro, y en menos de un
segundo estampa sus labios
contra los míos y comienza a
besarme.
Yo me quedo perplejo ante
aquello, pero puedo admitir
que al sentir sus labios
contra los míos, besándome
de aquella manera tan
provocativa y salvaje,
simplemente no me pude
controlar. Razón por la cual
comienzo yo también a
besarla
Colocando mis manos a
ambos lados de su cintura,
la empujo de una forma
salvaje hasta que su espalda
nuevamente vuelve a quedar
contra aquella pared de
antes.
Ella suelta un jadeo y juro
por todos los vampiros
ancestrales que aquello
provocó que los vellos de mi
nuca se erizarán. Esto
teniendo un efecto en mí,
haciéndome prender más y
aumentar la intensidad de
esto que estaba sucediendo.
Nuestros labios se estaban
devorando los unos a los
otros, tanto que el respirar
se volvió irregular.
Bajo mis besos desesperados
hacia su cuello y comienzo a
besarla ahí. Marela inclina la
cabeza hacia un lado,
permitiéndome recorrer más
terreno, mientras sus manos
solo se pasean por mi pecho
desnudo y humedecido por
el sudor.
Bajo una de mis dedos hasta
el borde de su vestido y halo
de el de forma imprudente.
Ella me lo permite.
—Disculpe la interrupción
su alteza, pero tengo que
hablar con usted. —Escucho
la voz de Leopoldo a nuestro
lado.
Detengo inmediatamente lo
que hago, volteo el rostro y
es ahí cuando le veo. Éste
parado frente a la puerta
trasera del castillo con
algunas libretas de apuntes
y papeles entre sus brazos y
su pecho.
Yo tomo una bocanada de
aire, paso mis dedos por mi
cabello despeinado y doy un
paso atrás. Marela se me
queda viendo y percibo como
está espera a que hecho
Leopoldo del lugar, para
seguir en lo que estábamos.
—Ya Marela se iba. —Digo.
Ésta me observa con fuego
en los ojos por unos
instantes para acto seguido
arreglarse el vestido,
rebasarme y solo marcharse
hecha una furia sin decir
una palabra o algún
comentario sobre todo esto.
Sé que está molesta por
haber permitido esta
interrupción, pero ahora
mismo no podía lidiar con
sus berrinches. Tenía que
centrarme en lo que estaba
haciendo si tener este tipo
de... ¿cómo lo puedo decir?
¿Interrupciones sexuales?
—¿Qué es lo que quieres
Leopoldo? —Camino hasta
una banca cercana y tomo
una toalla con la
prontamente me seco el
sudor de mi cuerpo.
—Entre el entrenamiento
riguroso que estás haciendo
y el sexo descontrolado con
Marela, te quedarás sin vida.
—Alza una ceja. Yo
entrecierro los ojos ante su
comentario.
—No he tenido sexo con ella
desde hace mucho. No sabes
lo que dices. —Termino de
secarme y coloco la toalla
húmeda sobre mi hombro
derecho.
—Si no hubiera llegado a
tiempo, sé que ese "hace
mucho" se hubiera
convertido en un "hace
poco". —Habla entre dientes.
Yo le miro con mala cara.
Leopoldo se da cuenta de
que estoy a solo un poco
más de provocación para
darle un buen tortazo, por lo
que se carraspea la garganta
y cambia el tema.
—Como sea. No debes
entrenar así, Heron. Debes al
menos descansar un poco.
Llevas días solo entrenado y
entrenando. —Camino hacia
la puerta del castillo, la abro
y me adentro. Leopoldo me
sigue.
—Debo estar listo para
cuando vaya a Vontrom a
enfrentarla. —Me dirijo hacia
la habitación, por los pasillos
vagamente alumbrados del
castillo.
—Si pero... —Me doy la
vuelta repentinamente y le
interrumpo. Él cesa su
hablar de inmediato.
—¿Qué es lo que viniste a
decirme después de todo? —
Le miro de arriba a abajo. Él
mete un poco la cabeza entre
sus hombros, nervioso. —
¿Acaso encontraste
información de lo que te dije
que buscaras? —Leopoldo
hace una mueca con la boca.
Vuelco los ojos, giro sobre mi
propio eje y continúo mi
andar.
—Tuve que leer toda la
biblioteca dos veces, Heron.
—Abro las puertas de mi
habitación y me adentro en
ella. Leopoldo todo el tiempo
justo tras de mí. —Pero
sabes, creo que encontré
algo.
Inmediatamente me giro
hacia él y le miro. Siento
como mi pecho se aprieta
momentáneamente al estar
atento a lo que sus labios
pronunciarían después.
—¿Qué es lo que
encontraste? —Pregunto
impaciente.
—Bueno, no sé si sea de
gran utilidad, pero, según lo
que yo entendí en el texto...
—Toma sus apuntes entre
sus manos y comienza a
ojearlos.
Mis ojos clavados en él.
—En el libro decía que si
una loba clase X le da de su
sangre a otros lobos, esto les
dará más fuerza y vitalidad.
Al igual que si una loba clase
X, le da de su sangre a otra
loba clase X... le da poder.
Frunzo el ceño al oír aquello.
Leopoldo nota la expresión
de confusión en mi rostro.
—Lo que pude entender con
mi larga y extenuante
lectura en la biblioteca... —
Hace énfasis en aquellas
últimas palabras. Yo cruzo
las brazos sobre mi pecho
con una expresión cansada
en el rostro.
—Leopoldo...
—Bueno, en las costumbres
de los lobos cuando una loba
clase X nace a los 100 años
del nacimiento de la anterior;
la loba clase X más vieja le
ofrece su sangre en sacrificio
a la recién nacida. Así le da
parte de su poder, su fuerza
y vitalidad a la nueva clase X
que a surgido. La anterior
muere al dar su vida por
aquello y la recién nacida
adquiere el poder de su
antecesora.
—¿Así que la loba más vieja
se tiene que sacrificar por la
que a nacido? —Leopoldo
asiente.
—Sí. —Avanza hasta la cama
y tiende sus papeles sobre el
colchón. Ojeándolos a toda
prisa, buscando algo entre
sus apuntes.
—Así que, si lo piensas
Heron... —Rebusca entre las
hojas. —Creo que ya van
más de 100 años desde el
nacimiento de Aramis, ¿no
es cierto? —Toma un papel
entre sus dedos y lo lee.
Yo paso mi mano por detrás
de mi cuello, pensando, y me
acerco a su posición.
—Sí, puede que ya hayan
pasado unos 120 años. No lo
tengo muy claro, es una
aproximación.
—Exacto. —Me señala con
aquel papel en sus manos.
—Así que eso quiere decir
que... —Hace una pausa en
su hablar.
Frunzo mis cejas y cierro los
ojos por un momento.
—Que ya hay otra loba clase
X en el mundo. —Suelto un
suspiro.
—Sí. —Asiente. —Y debe ya
tener aproximadamente
unos 20 y tantos años de
edad.
Tomo una bocanada de aire,
paso mis manos por mi
rostro, halando mi piel, para
luego recostarme de la pared
tras de mí y deslizarme
lentamente por ella hasta
quedar sentado en el suelo.
Mi mente a este punto a
punto de estallar.
—Pero entonces, se supone
que Aramis le haya dado de
su sangre a la nueva loba
clase X. —Digo
masajeándome la cien.
—Tienes razón, pero
intuimos que eso no pasó ya
que Aramis sigue viva. —
Inclino mi cabeza hacia la
pared tras de mí. Viendo el
tejado sobre nuestras
cabezas; lo mismo que
recuerdo que hacía desde
pequeño cuando me sentía
perdido y acorralado.
—Al contrario Leopoldo. —
Hago una pausa en mi
hablar. —Puedo jurar que
ella estaba muerta, y ahora
es que resulta que está viva.
—Bufo.
—Y ese es el punto, Heron.
—Se acerca y se sienta justo
frente a mí con aquellos
papeles en mano. —¿Te
puedo decir lo que yo pienso
que pasó? —Pregunta, yo
asiento.
—Sí, adelante.
—Creo que en esta ocasión,
todo ocurrió al revés.
—Explícate.
—Bueno, que conociendo a
Aramis y al Rey Lobo Alpha,
no dudo en que ellos hayan
utilizado la sangre de la
nueva loba clase X para
ayudar a la víbora de Aramis
de alguna manera. —Hace
una mueca de aflicción con
la boca.
Choco levemente mi cabeza
contra la pared tras de mí
por varias ocasiones,
pensando.
—Eres un maldito genio
Leopoldo. —Bufo.— Eso
tiene demasiado sentido.
Suena como algo que la
familia Feronel haría.
—La pregunta aquí es...
¿estará muerta la nueva loba
clase X? —Alza una ceja. —
¿La habrán drenado hasta
dejarla vacía?
—No lo sé. Pero esto está
muy mal, Leopoldo. —Me
paro de la cama y camino
hacia la ventana de mi
habitación. Me paro frente a
ella y poso una mano sobre
su marco. —Si Aramis a
bebido de la sangre de esta
nueva loba clase X, significa
que con cada gota que
consumió se volvió aún más
fuerte que antes, más
poderosa.
—Sí.
Bajo la mirada y chasqueo la
lengua. Pensando en lo
injusta que es la vida,
dándole siempre
oportunidades a los malos
mientras que a los que
tratamos de hacer las cosas
bien solo nos lanza la mierda
de los demás.
—Sabes... —Subo la vista
nuevamente y miro el
horizonte a través de la
ventana. —Tengo que
averiguar si esta nueva loba
clase X está con vida.
—¿Para qué su alteza? ¿Qué
mas da si está viva o no?
—Porque si está con vida,
significa que me arriesgo a
que con cada gota de su
sangre que Aramis beba se
torne más fuerte... más
poderosa que antes. —Cierro
mi mano derecha en un
puño firme a un lado de mi
cuerpo. —Y eso no lo puedo
permitir, Leopoldo.
—¿Y qué es lo que harás?
—Encontraré a esa loba
clase X y la mataré.
Capítulo 2

Me quedo viendo el horizonte


a través de mi ventana, en
silencio.
Mi mente con miles de
pensamientos acerca de esta
nueva mujer lobo que había
aparecido en escena.
¿Cómo no me di cuenta
antes del tiempo que a
transcurrido desde el
nacimiento de Aramis?
Era obvio que para entonces
habría otra loba clase X en el
mundo.
Fui descuidado.
Pero, lo que sí no sabía ni
me imaginaba era que estas
se pudieran dar sangre
mutuamente.
Desconocía por completo esa
parte de los lobos. No tenía
ni idea que ellos llevaban a
cabo este tipo de ritual una
vez cada 100 años.
Sea como fuere, esta nueva
loba clase X lo único que
interponía eran problemas
para mí y los de mi especie.
Las lobas clase X
usualmente eran utilizadas
en primera linea de batalla
en las guerras, por su fuerza
y agilidad. Es por ello que
toda mujer loba, en la
historia de nuestro pasado,
siempre se trataba como una
gran amenaza.
Aún más ahora que conocía
de este ritual de sangre entre
clase X.
Aún más cuando ahora
sabía que Aramis había
vuelto por ello, y
probablemente mucho más
fuerte y poderosa que antes.
Debía encontrar a esta
nueva loba clase X y
deshacerme de ella, bueno,
eso sí es que aún seguía con
vida. Ya que si el Rey Lobo
Alpha la estuvo utilizado
como el pequeño
experimento personal de
Aramis, dudo mucho que le
haya dejado una sola gota de
sangre en sus venas.
Todo por su querida hija
mimada.
Aún así, deseaba saber si lo
estaba o no, ya que, si de
alguna forma ésta había
logrado sobrevivir a las
garras de los Feronel;
definitivamente no
sobreviviría a las mías
cuando le arrancase la
cabeza.
No podía permitirme dejarla
con vida, no si Aramis podía
seguir utilizándola y
fortaleciéndose de ella.
Debía hallarla.
—Pero Heron, no sabes si
esa chica está viva. —
Leopoldo habla y me saca del
trance en el que me
encontraba. —Tampoco
sabes por dónde empezar a
buscar. —Me doy la vuelta y
le veo abrazando aquellas
libretas y papeles que había
traído.
—No lo sé, pero la buscaré.
—Camino en dirección a la
puerta de mi habitación.
—¿Qué tal si ya falleció?
Puede que los Feronel la
hayan matado. —Abro la
puerta y salgo de la alcoba.
—Entonces tendré que
averiguarlo. —Digo mientras
camino por el pasillo.
Leopoldo tras de mí.
—Todo esto es muy
peligroso, Heron. —Acelera el
paso y se posa a mi lado
mientras caminamos. —
Estamos hablando de dos
lobas clase X. ¿Qué tal y si
ambas son amigas y las dos
te atacan? —Llego hasta
frente a la puerta de la
oficina de mi padre y me
detengo antes de abrirla. —
No sobrevivirías a una pelea
contra dos lobas clase X. —
Me mira con una expresión
de angustia en el rostro.
Yo suelto un suspiro.
—Lo tengo que intentar,
Leopoldo. No puedo solo
dejar que Aramis esté suelta
por el mundo, que esté a sus
anchas luego de todo el mal
que les hecho a mi familia.
—Niego.
Él no dice nada, cabizbajo.
Procedo a abrir las puertas
de la oficina de mi padre con
la intención de
encontrármelo como de
costumbre dentro de ella,
trabajando, pero para mi
sorpresa la oficina estaba
completamente vacía.
—Si busca a su padre, está
en los baños termales. —
Dice. Yo alzo una ceja.
—¿A estas horas?
—Sí, me dijo que no se le
molestase. Que iba a estar
ocupado por un tiempo. Solo
puedo informarle personales
e interrumpirle cuando se
trata de asuntos de gran
importancia. —Alza el dedo
índice al aire, yo vuelco los
ojos.
—Creo que yo soy un asunto
de gran importancia. —Paso
por su lado y salgo de la
oficina, en dirección a donde
se encontraba mi padre.
—Me temo que no señor
Heron. —Dice con la voz
temblorosa al tener que
acelerar su paso para así
poder alcanzarme. —Su
padre fue muy específico en
que no se le molestase.
—Me importa una mierda. —
Giro a la derecha y llego
frente a las puertas dobles
que conducían a la piscina
de aguas termales bajo techo
que teníamos en el castillo.
Unas vez aquellas palabras
abandonaron mis labios,
procedí a empujar con
ambas manos las puertas
dobles de madera que me
separaban de donde estaba
mi padre.
El calor de las aguas
termales invadiéndome el
rostro rápido que se crea
una abertura por entre las
puertas. Una leve cortina de
humo blanco, del mismo
vapor de las aguas,
cubriendo el lugar.
Me adentro a la habitación y
veo como Leopoldo se queda
atrás. Seguramente estaba
muy asustado como para
seguirme. Tal vez nervioso
por no haberme podido
frenar a pesar que mi padre
le había dado órdenes
directas de no dejar pasar a
nadie.
Miro a mi alrededor, la
visibilidad siendo muy poca
por esta fina capa de neblina
que cubría los baños
termales. Las luces de
algunas velas en candelabros
en la pared siendo un poco
visibles a través de esta
espesa niebla. El calor y la
humedad siendo claramente
evidentes en mi cuerpo.
Camino hacia donde sé que
estaban los baños termales,
y entre que me acerco, puedo
escuchar algunas risitas de
mujer en la lejanía.
Frunzo el ceño al oír aquello.
Al llegar a la piscina, diviso a
mi padre sumergido hasta el
cuello en ella con cuatro
vampiras completamente
desnudas alrededor de él.
Hago una mueca de
desagrado con la boca.
—¡Heron! —Exclama al
momento en que se da
cuenta de mi presencia. —
Ven, pasa. —Me incita a
acercarme, con la mano.
—Necesito hablar contigo,
papá. —Me acerco hasta el
borde de la piscina y le miro
serio. Éste con sus brazos
extendidos hacia los lados,
una chica por brazo. Estas
tocándole el pecho y los
hombros delicadamente.
—Eso puede esperar, hijo.
Ven y adentrarte a los baños,
hay suficiente espacio para
todos.
Las vampiras me miran de
arriba a abajo entre risitas.
Yo niego.
—Vamos, no seas
aguafiestas. —Mi padre hace
una señal con las manos y
dos chicas salen del agua, en
mi dirección.
Yo les miro, confundido.
Estás completamente
desnudas.
—Padre, es importante lo
que tengo que hablarte. No
tengo tiempo para estas
cosas. —Las vampiras se me
acercan y comienzan a
tocarme el cuerpo mientras
sueltan una que otra risita.
Yo me muevo un poco,
tratando de que me dejaran
en paz. Pero no se
marchaban.
—En realidad aveces puedes
llegar a ser un agua fiestas,
Heron. —Se para de la
piscina. Su pecho desnudo,
unos pantalones en la parte
inferior de su cuerpo. —¿Qué
es lo que me tienes que
decir? —Sale del agua y un
sirviente rápidamente
entrega una toalla con la que
se envuelve.
—Necesito que me autorices
para utilizar tu ejército. —
Coloco mis manos sobre el
hombro de una de las chicas
y la alejo. Ella me mira
confundida, pero respeta mi
espacio y se retira. La otra
hace lo mismo.
—¿Para qué demonios
quieres tú mi ejército? —Le
veo comenzar a cambiarse
tras un vestidor allá en la
esquina. El sirviente
proveyéndole la ropa, una
por una.
—Aramis está viva, papá. —
Digo e inmediatamente veo
como mi padre sale de detrás
del vestidor, abotonándose la
camisa, y me mira con una
expresión de confusión en el
rostro.
—¿Qué dijiste? —Se acerca a
mi posición.
—Descubrí que Aramis está
con vida, por ello necesito tu
permiso y tu tropas para
atacarla.
Su ojos viéndome, pero su
mirada en realidad se
encontraba perdida en sus
pensamientos.
Luego de algunos segundo
éste sale de su trance y
habla.
—No puede ser... —Murmura
llevándose la mano a la
cabeza.
Las chicas se le acercan y
tratan de animarle
pasándole sus manos
suavemente por la espalda y
brazos, pero él se molesta.
—¡Fuera de aquí! —Grita. —
¡Lárguense!
Las chicas rápidamente se
alejan y salen a toda prisa de
los baños termales.
—¿Cómo es que sabes que
está viva? ¿Qué es lo que te
hace pensar eso? —Frunce el
ceño mientras me mira.
Esperando impaciente una
respuesta de mi parte.
—Tenía mis dudas acerca de
que si estaba viva, por lo que
fui a Vontrom, me acerqué al
castillo y ahí fue cuando
pude oler su esencia. —Hago
una pausa en mi hablar. —
Es ella, no hay duda.
Mi padre se lleva las manos
a la cabeza y comienza a
caminar de lado a lado frente
a mí. Su respiración agitada.
—Esto es ridículo. —
Murmura para sí mismo.
Luego se da la vuelta y me
enfrenta. —¿No se supone
que la habías matado? —Me
toma de la camisa y me
agita.
Yo asiento.
—Eso yo también creí. Pero
según las investigaciones de
Leopoldo, Aramis volvió a la
vida gracias a otra loba clase
X que le dio de su sangre. —
Digo viéndole fijamente. Una
expresión seria en mi rostro.
Él se queda inmóvil, con su
mirada clavada en la mía
como dagas.
Después de algunos
momentos me suelta de mala
gana y se aleja. Éste estando
de espaldas a mí por algunos
segundos.
—¿Alguien te vio en las
cercanías de Vontrom? —
Espeta. Yo niego.
—No.
—Sabes que debes pedir mi
aprobación antes de entrar a
terreno de lobos. —Me
señala con el dedo índice. —
No puedes solo ir y
desplazarte por terreno
enemigo sin yo saber nada.
—No podía quedarme con la
duda de si Aramis estaba
con vida, cosa que gracias a
esto, descubrí que sí lo
estaba. —Exhalo por la
nariz. —Además, por ello he
venido, por tu permiso para
utilizar tus tropas. Necesito
ir a Vontrom para investigar
si la otra clase X sigue con
vida, porque si lo es, es una
amenaza para los de nuestra
raza. —Mi padre hace una
mueca con la boca.
—No te puedo dar
autorización para utilizar el
ejército, Heron. —Comienza
a caminar en dirección a las
puertas de salida. Yo abro
los ojos muy grandes,
asombrado, luego le sigo.
—¿De qué hablas? ¿Acaso no
escuchaste nada de lo que
dije? —Le sigo fuera del
lugar.
—Sí, pero no permitiré que
comiences una guerra. —
Camina por los pasillos en
aparente dirección a su
oficina.
—Si Aramis sigue bebiendo
la sangre de esta nueva loba
clase X, se volverá
increíblemente fuerte.
Quizás tanto que no
podamos después detenerla.
—Subo las escaleras tras de
él.
—¡Ya te dije que no! Se
acabó el tema, Heron.
—Entonces lo haré sin tu
ayuda. Protegeré a Lontar
por mí mismo. —Digo
cuando éste está a punto de
abrir la puerta de su oficina.
Pero, al escuchar mis
palabras, se da la vuelta y
me mira con fuego en los
ojos.
—¡Te prohíbo que vayas a
Vontrom otra vez! —Tensa
su mandíbula. —No quiero
que vuelvas a poner un pie
en ese lugar. ¿Me oíste,
Heron? —Se me queda
viendo serio.
Cierro las manos en dos
puños firmes a ambos lados
de mi cuerpo mientras me
repito a mí mismo que es mi
padre. Que lo debo respetar
y que no debo ser
impertinente con él.
Por lo que me trago mis
palabras hirientes y solo no
digo nada.
—Ahora vete y termina con
los asuntos que tienes
pendientes, como
conseguirte una vampira con
la que casarte y heredar el
trono de una buena vez y por
todas. —Se dispone a
marcharse, pero antes de
que cierre la puerta tras de
sí, yo hablo.
—¿Acaso se te olvidó lo que
esa bruja le hizo a nuestra
familia? —Él detiene el
oscilar de la puerta y se
queda inmóvil, de espaldas.
—¿Acaso ya no recuerdas lo
mucho que nos hizo sufrir
cuando...? —Me interrumpe.
—Eso fue hace mucho,
Heron. —Habla en voz baja.
—Ya no hay nada que
podamos hacer al respecto.
—¿No hay nada que
podamos hacer? —Bufo. —
¿Es una broma? —Niego. —A
mí se me ocurren muchas
cosas que podemos hacer,
como por ejemplo, arrancarle
la cabeza a Aramis y a su
padre. ¿No lo crees?
Mi padre voltea un poco el
rostro y me ve por sobre su
hombro.
—Solo olvídalo, Heron. No
hace falta iniciar otra guerra
contra los lobos.
Yo siento como mi cuerpo
tiembla por la rabia.
—Solo dices eso para no
lidiar con una guerra en tu
reinado. Es vergonzoso papá.
—Hago una mueca de
disgusto con la boca. Mi
padre se da la vuelta,
camina hacia mí y se pega
muy cercano a mi rostro.
Sus ojos rojos clavados en
los míos.
—Como Rey está en mí
procurar por mi gente, por
mi pueblo. Con una guerra
innecesaria lo único que
ganamos es la muerte de
vampiros de nuestro ejército,
como también ver a Lontar
caer entre ruinas y
perdición. Todo por tu tonta
obsesión de querer acabar
con Aramis, Heron. —Hace
una pausa en su hablar.
—Sí pero.. —Me interrumpe.
—¡Entiéndelo, tu madre ya
está muerta! Matando a
Aramis no conseguirás que
regrese.
Una vez aquellas palabras
salen de entre sus labios, yo
pierdo el control y estampo
un puño con todas mis
fuerzas contra la pared a su
lado. La pared se estremece
y varios pedazos de piedra y
ladrillo caen al suelo al esta
romperse por mi impacto.
Mi padre no mueve ni un
solo músculo, ningún tipo de
reacción por su parte. Ni tan
siquiera un pestañeo para
protegerse del polvo y las
partículas que salieron
disparadas en todas las
direcciones.
—Largo de mi vista. —Dice
con un tono de voz clamado
pero firme a la misma vez.
Su mano extendida hacia la
derecha, su dedo índice
señalando el corredor.
Yo saco lo puño del hueco en
la pared, doy media vuelta y
solo me alejo del lugar.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
•:•:•:•:•:•:•:•
Molesto con los comentarios
de mi padre hacia mi madre
y hacia todos esta situación,
corro fuera del castillo y me
adentro al bosque que
rodeaba Lontar.
Me desplazo a toda prisa por
entre los árboles mientras
maldigo a mi padre por
haber hablado así de mi
madre.
¿Cómo se atreve faltarle el
respeto a su memoria de esa
manera?
¿Cómo fue capaz de haber
dicho semejante atrocidad?
¿Es que acaso no tiene
corazón?
Suelto un grito de coraje
mientras dejo de correr, me
acerco rápidamente a un
árbol cercano, lo abrazo para
luego halarlo con todas mis
fuerzas, y arrancarlo de raíz.
Acto seguido lo lanzo contra
otro cercano y ambos árboles
hace un sonido fuerte al
estos dos destruirse
mutuamente.
Me quedo viendo aquella
escena con la mirada
perdida. Mi respiración
agitada, mi cuerpo tenso.
No podía esperar a encontrar
a Aramis nuevamente y
hacerla sufrir, pero, esto no
sucedería sin antes
averiguar si su banco de
sangre personal aún seguía
con vida... la otra loba clase
X.
Ya que si así era, ella sería la
primera a la cual le
arrancaría la cabeza. Luego
Aramis seguiría en la fila.
Pero, para encontrar
respuestas necesitaba visitar
a Vontrom, cosa que mi
padre se oponía a toda costa.
Aunque puedo admitir que
su opinión y su falta de
apoyo no me detendrían.
Vengaría la muerte de mi
madre ya sea con o sin su
ayuda. Entraría a Vontrom
como que me llamo Heron.
Averiguaría la información
que quiero y acabaría con
todo este sin sentido de una
buena vez y por todas.
Acabaría con todas las lobas
clase X y con quien se
interpusiera en mi camino...
para siempre.
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Capítulo 3

Después de caminar por el


bosque y despejar la mente
hasta el punto en el cual
logré tranquilizarme un poco
luego de aquello, me dirijo a
paso lento de regreso al
castillo.
Ya había anochecido para
este punto, y algunas horas
pasado, por lo que regresar a
Lontar era lo más apropiado
que podía hacer en estos
momentos.
Mientras camino por el
oscuro bosque en el cual
solo algunos rayos de luz
reflejados por la luna
pasaban por entre las hojas
de las copas de los árboles,
veo en la lejanía una luz
cálida alumbrando un
perímetro en específico.
¿Me pregunto qué será,
acaso es... fuego?
Continuó mi andar en
aquella dirección, pero con
más cautela; atento.
Sea lo que fuere no era
normal en estos lares,
mucho menos a estas horas
de la noche. Por lo que debía
ser cuidadoso por si se
trataba de alguna amenaza a
Lontar. Por si era obra de los
lobos o de Aramis.
Al estar lo suficientemente
cerca de la procedencia de la
luz, me escondo tras el
tronco de un árbol y
finalmente observo de que se
trataba.
Era una fogata.
Habían unas tres tiendas de
acampar formando un
semicírculo. Tres jóvenes,
dos chicos y una chica, de
aproximadamente unos
veinte años sentados en
posición de loto alrededor de
la fogata.
Suelto un suspiro de alivio al
saber que no era nada
relacionado a lobos o al Rey
Lobo Alpha, ya que eran
simplemente unos humanos
teniendo una acampada.
Bajando de un salto de la
rama de aquel árbol, decido
solo seguir mi camino y no
prestarle atención a los
campistas. Meto mis manos
en los bolsillos delanteros de
mi pantalón y me dispongo a
pasar cerca de su posición.
—Oye amigo, ¿estás bien?
¿Estás perdido? —Pregunta
uno de ellos. Yo volteo el
rostro hacia él y le miro sin
decir nada ni detener mi
paso. —¿Necesitas ayuda? —
Vuelve y pregunta.
—Estoy bien. —Me limito a
comentar volviendo la
mirada hacia en frente.
—Parece que estás pasando
por un mal momento amigo,
veo tu aura... está bien
jodida. —Dice la chica, quien
se fuma una especia de
cigarrillo el cual
prontamente le pasa al que
tiene a su lado. Yo detengo
mi andar y le miro,
confundido.
—¿Mi aura?
—Sí, tienes una mala vibra
muy fuerte viejo. —Añade el
que ahora tiene el cigarro. —
Se ve que estás pasando por
algo feo, ¿por qué no te
sientas con nosotros y dejas
que todo lo que tienes
encima fluya? —Habla muy
pausado; los párpados
parecen pesarle.
—Solo síguenos la onda y te
sentirás mejor. Aquí te
llenaremos de buenas vibras
compañero. —Habla el que
me llamó en un principio.
Lo pienso por un momento.
¿Qué es el aura esa de que
hablan y cómo es que
pueden verla?
¿Cómo saben que estoy
pasando por un mal
momento con tan solo
verme?
Decido acercarme hacia ellos
con la intriga de saber sus
conocimientos y como era
que sabían aquello.
Al llegar cerca de la fogata lo
primero que estos hacen es
ofrecerme aquel cigarrillo
que todos estaban fumando.
—Toma, para que te
comienzas a poner en
sintonía. —Dice uno de los
chicos con el cigarrillo entre
sus dedos. Su mano
extendida hacia mi.
—No fumo, pero gracias. —
Niego.
—No podrás deshacerte de la
mierda que tienes encima
solo; aveces se necesita un
poco de ayuda de la
naturaleza. ¿Sabes lo que te
digo? —Habla la chica,
incitándome a tomarlo. Por
lo que extiendo mi mano y lo
cojo entre mis dedos.
Lo analizo por un segundo.
Que apariencia más extraña
tiene este cigarrillo. No era
como los otros que había
visto antes, su olor tampoco
era igual.
Era... diferente.
—Vamos, ¿qué esperas? —
Sonríe el chico que me dio el
cigarrillo.
Sin darle muchas más
vueltas al asunto, acerco
aquello a mis labios y le doy
una halada. Siento como el
humo cálido inunda mis
pulmones y una sensación
extraña me invade.
Este era mi primer cigarrillo,
jamás había fumado; por lo
que me resultaba extraño la
sensación que me provocaba.
Saco el cigarrillo de entre
mis labios y se lo devuelvo al
que me lo dio.
—Eso hermano, ahora
siéntate aquí con nosotros y
espera que la naturaleza
haga lo suyo. —Sonríe
procediendo a fumar ahora
él. Yo no digo nada.
Durante los próximos
minutos, observé como aquel
cigarrillo pasó de boca en
boca, incluyendo la mía en
varias ocasiones. Comencé a
sentir como mi cuerpo se
sentía mucho más liviano,
como las preocupaciones y
toda la mierda que tenía en
la cabeza iban
desapareciendo de poco.
Como todo el estrés y la
ansiedad que sentía por la
situación de Aramis iba
disipándose con el paso del
tiempo.
Sonrío de labios cerrados,
sintiendo como los párpados
comenzaban a sentirse algo
pesados.
—¿Ya lo sientes hermano?
¿Ya sientes como flotas en el
aire? —Dice la chica
subiendo las manos al aire y
ondeándolas de una forma
delicada. Sus ojos cerrados.
—Sí, lo siento. —Asiento de
forma pausada.
—Eso es viejo, ahora solo
déjate llevar. Solo siente
todas esas sensaciones. —
Habla uno de los chicos. Yo
procedo a cerrar los ojos,
inclinar levemente mi cabeza
hacia atrás, tomar una
bocanada de aire y luego
soltarlo por la nariz de poco
a poco.
Todo esto sintiéndose
verdaderamente increíble.
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Abro los ojos y miro a mi
alrededor, me poso la mano
sobre la cabeza y me levanto
del suelo.
Frunzo los ojos al el sol de la
mañana molestarme al
pegarme algunos rayos en la
cara.
¿Qué carajos había pasado?
¿Acaso me había quedado...
dormido?
Los vampiros no duermen.
¿Cómo es que amaneció y no
me di cuenta o me acuerdo
de nada en las pasadas
horas?
Me siento en el suelo,
limpiándome las hojas y la
tierra que tenía pegada en
las ropas, para luego
pararme.
Miro a mi alrededor, el fuego
de la fogata ya se encontraba
extinto.
Recuerdo la fogata y los
jóvenes que me invitaron a
fumar, pero después de
algunas haladas, ya todo se
vuelve confuso y borroso.
Vuelvo a la vista a mi
derecha, y veo las tiendas de
acampar con las puertas
abiertas. Los chicos no
estando por ninguna parte.
Me pregunto si solo salieron
a buscar comida o agua,
pero sea como fuera, ya yo
me debía ir de aquí. Tenía
que regresar a Lontar antes
de que a Leopoldo o a mi
padre le diera un mareo al
saber que no había
regresado en la noche
teniendo tantas
responsabilidades y cosas
por hacer.
Pasando mi mano por mi
rostro cansado, noto algo
húmedo en ella; por lo que
bajo la vista hacia mis dedos
y es ahí cuando lo veo...
sangre.
¿Acaso me había alimentado
anoche?
¿Por qué es que no me puedo
acordar de nada?
¿De qué animal me
alimenté?
Camino a paso lento por
alrededor del campamento,
viendo si encontraba aquel
animal del que había
consumido sangre.
No recuerdo haberlo hecho,
mucho menos haberlo
enterrado; por lo que si no le
di las gracias y lo enterré, el
cuerpo del pobre animal no
debía estar muy lejos.
Mientras camino por
alrededor de las tiendas de
campaña, el olor a sangre
repentinamente inunda mis
fosas nasales.
Frunzo al ceño ante la
confusión.
¿El animal estaba dentro de
la tienda de campaña?
¿Por qué el olor a sangre
venía en esa dirección?
A menos que...
Inmediatamente, sin perder
más tiempo, corro hacia la
tienda de campaña y me
adentro en ella. Una vez
dentro mis ojos se me
quieren salir de las cuencas
al ver aquella escena frente a
mí... al ver a todos los chicos
muertos en el suelo. Poca
sangre brotando de una
herida en sus cuellos, todos
boca abajo; sus ojos aún
abiertos.
Me quedo sin respiración por
un instante, por lo que
rápidamente me doy la
vuelta ante aquella escena,
salgo de la tienda de
campaña y trato de respirar
cercano a la fogata.
Mis manos temblorosas.
¿Yo... acaso yo había hecho
aquello?
Pero, yo no me alimento de
humanos; solo lo hice con
Clara aquella vez. Y fue
porque mi padre me obligó;
me dio a escoger entre
alimentarme de ella o
quitarle la vida. Obviamente
la primera obsion me pareció
la más sensata.
Además, ¿por qué les haría
eso?
Ellos me trataron bien, me
ayudaron, me hicieron
olvidar lo malo que me
estaba pasando.
Me divertí con ellos.
Todo debe haber sido culpa
de ese cigarrillo extraño que
fumamos. No era como que
me estuviera excusando por
haber matado a tres
personas, pero, juro por Dios
que perdí el conocimiento y
no recuerdo nada de lo que
hice anoche.
En realidad no quería
hacerles esto... no quería
que esto terminara así.
Quizás los vampiros solo
estamos hechos para
destruir. Por ello la
insistencia de mi padre en
que no debemos mezclarnos,
ni tan siquiera para tener
una buena charla en el
mercado.
Porque solo destruimos todo
lo que tocamos.
Volteo mi cuerpo y miro las
tiendas de campaña. Siento
lástima por ellos; no puedo
solo irme y dejarlos ahí
tirados. Necesitaba que se
fueran al menos en paz, que
tuvieran un funeral como
ellos se merecen.
Procediendo a adentrarme a
la cabaña nuevamente, saco
los cuerpos sin vida de los
jóvenes; uno por uno. Luego
hago un agujero con mis
manos, uno por cada cuerpo,
y procedo a enterrarlos no
muy lejanos a este
campamento.
Miro el lugar en donde yacen
sus cuerpos y no puedo
evitar soltar un suspiro...
sentir culpa.
—Gracias por haber existido,
por haberme acogido cuando
lo necesitaba y por ser
increíbles seres humanos. —
Hago una mueca de aflicción
con el rostro para acto
seguido caminar hacia el
campamento.
Una vez llego ahí, tomo el
encendedor que encontré
cercano a la fogata, en el
suelo, y le prendo fuego a
todas las tiendas.
Veo como las llamas
comienzan a consumir todo
a su paso entretanto se
apoderan del campamento
improvisado en cuestión de
un minuto o dos.
Lanzo el encendedor al suelo
y comienzo a alejarme
mientras el fuego elimina
todo rastro de lo que hice
aquella noche.
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•:•:•:•:•:•:•:•
Ya frente al castillo de
Lontar, me adentro en el y
camino directamente hacia
al área de entrenamiento.
Paso por una de las oficinas
y veo a Leopoldo hablando
con algunas vampiras. Yo
sigo de largo, sin importarme
lo que allá pasaba.
—¡Heron, espera! —Vuelco
los ojos al percatarme que
me seguía. Pero no me
detengo. —¿Te encuentras
bien? Vi que no regresaste
en toda la noche. Me
preocupé. —Llega a mi lado.
—A mí... —Tartamudeo al
recordar lo que había hecho.
Al volver a mi mente las
imágenes de esos chicos
muertos dentro de la tienda
de acampar. —Se me pasó el
tiempo y no me di cuenta. —
Miento.
Él me mira con sospechas.
—Sabes que puedes contar
conmigo para lo que sea. —
Llego a la puerta que lleva al
patio trasero del castillo. —
Puedes confiar en mí, ya que
puedo ser más que tu
cuidador o consejero, puedo
ser tu amigo si así lo deseas.
—Rápidamente comienzo a
desabotonar mi camisa.
Miro a Leopoldo mientras lo
hago, sus ojos reflejando
bondad y sinceridad.
Haciéndome sentir cómodo
con su presencia.
—Yo, yo he cometido un
error. —Termino de quitarme
la camisa y la coloco sobre
una banca cercana.
—¿Qué sucede? ¿Está todo
bien?
—No. anoche me pasó algo
muy raro. —Tomo el muñeco
de madera de entrenamiento,
lo cargo y lo coloco en el
centro de la arena. Era uno
de esos muñecos que tienen
palos largos saliendo de el en
diferentes alturas para que
le pegues patadas y golpes
con las manos. Todo esto
para ganar rapidez a la hora
de pelear.
—Me estás poniendo
nervioso, Heron.
—Leopoldo... —Me acerco a
él, le coloco una mano sobre
el hombro y miro hacia todos
lados; asegurándome de que
nadie viniera o escuchara lo
que estaba a punto de decir.
—Maté a tres personas
anoche. —Los ojos de éste
casi se le salieron de las
cuencas al escuchar lo que
había dicho.
Noto como su rostro se torna
pálido por unos instantes.
—Heron... —Murmuran sus
labios. Sus mirar clavada
como dagas en mi alma.
Yo paso mi mano por mi
cabello, despeinándolo.
—No fue a propósito. —
Niego. —Fue un accidente,
ellos me dieron a fumar una
especie de cigarrillo extraño
que me hizo sentir muy raro
y perder el conocimiento;
cuando desperté ellos solo
estaban ahí tirados sin
sangre en sus cuerpos y yo...
—Hablo muy rápido,
nervioso. Leopoldo se me
acerca y coloca ambas
manos sobre mis hombros.
—Heron... —Dice con un
tono de voz más calmado. Yo
le miro. —Fue un accidente,
tú no querías lastimar a esas
personas. Te conozco, sé de
lo que eres capaz; sé de lo
que está hecho tu corazón.
—Sonríe de medio lado. —No
te culpes, solo fue un terrible
accidente.
Yo asiento mientras tomo
una bocanada de aire.
—Ahora, dime, ¿limpiaste lo
que allá pasó?
—Sí. —Leopoldo suelta su
agarre a mi cuerpo y da un
paso atrás.
—Bien.
Un silencio incómodo invade
nuestro alrededor, por lo que
doy algunos pasos hacia
atrás también, en silencio,
para luego acercarme al
muñeco de madera y
comenzar a pegarle.
Sé que está pensando en lo
que pasó. Por lo que prefiero
no hablarle más acerca del
tema y solo tratar de que
éste lo olvide; ya que ello no
me hacía sentir orgulloso de
mí mismo. Más bien me
hacía sentir como una
completa mierda de ser.
Comienzo a pegarle al
muñeco de madera mientras
mi mente solo trata de llenar
los espacios vacíos de los
recuerdos de lo que ocurrió
anoche.
Trato de recordar cómo fue
que pasó ese trágico
incidente, pero por más que
me esfuerce no parece
funcionar.
Solo había un gran hueco en
mi mente seguido por los
recuerdos de lo que pasó
antes de fumar aquel
cigarrillo de mierda.
¿Qué carajos era eso?
¿Cómo un simple cigarrillo
puede hacer tanto?
¿De dónde lo sacaron?
No lo comprendo muy bien,
pero lo que sí sé es que no
quiero volver a fumar nada
más en lo que me queda de
existencia. Jamás volveré a
poner otro cigarrillo entre
mis labios; eso lo tengo
seguro.
—Oye Heron. —Leopoldo se
acerca un poco mientras me
ve pegarle con fuerza al
muñeco de madera. —Tu
padre me contó que no te
entregará el ejército para ir a
Vontrom.
—Sí, discutimos por ello. —
Digo sin quitar la vista del
muñeco. Mi pecho
comenzando a sudar.
—¿Qué harás ahora? Porque
me dijo que te prohibía
rotundamente regresar allá.
¿Cómo vas ahora a averiguar
si la otra loba clase X está
con vida? —Le doy una
patada al muñeco que hace
que una de sus partes se
ropa y salga disparada.
—No me importa lo que el
piense o diga, aún así voy a
ir. Aunque tenga que hacerlo
solo. —Leopoldo se exalta
ante mi comentario.
—¡No puedes hacer eso! Eso
muy peligroso, Heron. Si te
pasara algo, los lobos no van
a tener misericordia contigo,
¿lo sabes? —Comienza a
mover su pierna derecha;
siempre lo hace cuando se
pone nervioso.
—Ya está decidido. Iré solo,
Leopoldo. —Hablo un poco
agitado por la fatiga del
ejercicio. —Entraré a
Vontrom y averiguaré lo que
quiero. Luego saldré de ahí
con la información.
—¿Por qué no te llevas a tus
militares? No necesitas
permiso de tu padre para
utilizarlos. —Doy una patada
giratoria. Leopoldo se agacha
evitándola ya que esta le
pasó muy cerca de su
cuerpo.
—No puedo llevarlos, mi
padre notaría su ausencia y
sabría que le desobedecí y
que fui a Vontrom. —Le doy
los últimos golpes al muñeco
de madera. Luego me
detengo y tomo aire. —Tengo
que hacer esto lo más
cauteloso posible; el no se
puede enterar de nada. ¿Lo
entiendes? —Recuesto mi
mano sobre uno de los palos
del muñeco, mi respiración
agitada. Leopoldo asiente.
—Está bien, ¿pero ya tienes
un plan, Heron?
—Ya lo tengo todo planeado.
—Asiento. —Entraré a
Vontrom tan sigilosamente
que nadie se percatará de mi
presencia. Luego averiguaré
el paradero de esta nueva
loba clase X y cuando al fin
la encuentre... acabaré con
ella. —Sonrío de medio lado.
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Capítulo 4

Algunos días habían pasado


desde aquel trágico accidente
el cual quiero apenas
mencionar.
Los días habían sido
atropellados, estaba dando
tumbos dentro de mi propia
mente, tratando de pensar
en qué hubiera hecho difenre
para que nada de esto haya
sucedido.
Pero ya era demasiado tarde.
Sentado bajo un árbol de
mango a las afueras del
castillo, descansando luego
de haber entrenado con los
vampiros militares, lanzo
pequeñas piedrecitas que
encuentro a mi alrededor al
tronco de un árbol cercano.
Hoy había sido un día
agitado, lleno de ejercicio y
mucho entrenamiento fuerte
del cual puedo decir salí algo
lesionado.
Ya estaba tan cansado que
mis reflejos no eran lo
suficientemente rápidos, por
lo que uno de mis militares
logró herirme en el hombro
con su sable.
No era nada de que
preocuparse, sanaría, pero sí
me jodia un poco la vida el
saber que a pesar de mi
arduo entrenamiento aún así
tenía mis debilidades. Ya que
cuando peleara con Aramis o
con la nueva loba clase X,
estos tipos de errores no
podían ocurrir; no había
margen para estar cansado o
despistado... era todo o
nada.
—Heron, ¿por qué no estás
vestido aún? —Leopoldo sale
de la nada hecho un
torbellino de estrés. Éste
corriendo en mi dirección. —
¡Me va a dar la cachucha!
¿Qué haces aquí todo sucio y
mal oliente? —Llega a mi
lado y me mira de arriba a
abajo con aires de
preocupación.
—¿De qué estás hablando?
¿Para qué se supone que
tengo que estar presentable?
No hay ninguna reunión hoy.
—Lanzo la última piedra que
tenía en las manos y le pego
al tronco del árbol. Luego
procedo a pararme del suelo.
—¡Tienes que estar vestido
en 10 minutos, sino el rey
me va a hacer papilla! —Me
toma del brazo y comienza a
llevarme a rastras hacia el
interior del castillo.
—¿Hay alguna reunión que
se te haya olvidado
mencionarme? —Abre la
puerta y ambos nos
adentramos al lugar. Éste
dispuesto a caminar junto
conmigo hasta mi alcoba.
Cuando de pronto, nos
topamos con mi padre en el
pasillo principal.
—¡Mi señor! —Leopoldo se
queda inmóvil al verle frente
a él.
Mi padre frunce el ceño
entretanto su mirada me
recorre el cuerpo entero.
Prontamente sus brazos
están entrelazados frente a
su pecho.
—¿Por que no está listo aún?
—Le habla a Leopoldo. Éste
suelta el agarre a mi brazo y
baja la mirada al suelo en
forma de reverencia.
—Lo lamento mi rey, ahora
mismo lo llevaba a que se
cambiase. Lo tendré listo en
10 minutos, lo prometo. —
Levanta el rostro y le mira.
Mi padre alza una ceja.
—¿Se puede saber que está
sucediendo? — Comienzo a
irritarme.
—Sí, sucede que no estás
listo para la ceremonia. Y
sabes que no puedes llegar
tarde, no cuando tantos
vampiros han venido a desde
tan lejos solo para conocerte.
—Comienza a caminar,
pasándole por el lado a
Leopoldo. —Te quiero en el
salón principal en 5
minutos. —Pasa por mi lado
y sigue su andar por el
pasillo.
Yo miro a Leopoldo con mala
cara. Como queriéndole decir
que me debía algunas
explicaciones.
Pero, antes de que pudiera
abrir la boca para rechistar,
Leopoldo vuelve, me toma de
la mano y me hala por el
pasillo. Pero esta vez con
más prisa que antes.
Puedo decir que llegamos
frente a la puerta de mi
habitación en un santiamén.
Y en lo que pude parpadear,
ya estábamos dentro de la
alcoba con Leopoldo
buscando dentro del armario
algunas prendas para que
me cambiase.
—¿De que ceremonia está
hablando mi padre? —Digo.
Leopoldo llega frente a mí y
me lanza una camisa de
botones manga larga de color
blanca y unos pantalones de
vestir de color negro los
cuales yo atrapo en el aire.
—Ya te había explicado lo de
la ceremonia Heron, ¿no lo
recuerdas? —Comienzo a
colocarme la camisa y
abotonarla. Mientras tanto
Leopoldo saca unos zapatos
elegantes de color negro.
—Si te estoy preguntando es
porque no se nada al
respecto. —Me quito los
pantalones que llevaba
puestos y me coloco los que
el vampiro me había dado.
—Tu padre organizó la
ceremonia en el salón
principal, se supone que
estarías listo al menos media
hora antes de que
comenzara. —Se agacha y
me ayuda a ponerme los
zapatos. —Ya los invitados
comenzaron a llegar, y
créeme, no quieres hacerlos
esperar. Es de mal gusto. —
Termina de ponerme los
zapatos, yo me abotono el
pantalón y me arreglo la
camisa. —¡Listo! Ya nos
podemos ir. —Nuevamente,
Leopoldo me toma
bruscamente de la mano y
me arrastra por el pasillo a
toda prisa, en dirección al
salón principal.
—No se de ninguna reunión.
Hoy era mi día libre. —
Suelto de mala gana su
agarre a mi mano y me
detengo a solo unos pasos de
la puerta principal del salón.
—Bueno, es la ceremonia
de... —Justo cuando está a
punto de decirme, mi padre
llega momentáneamente tras
nosotros y nos coloca a
ambos sus brazos por sobre
nuestros hombros.
—Justo a tiempo, nunca
dudé de ti Leopoldo. Sabía
que no me defraudarías. —
Le mira con una sonrisa en
en los labios.
Yo entrecierro los ojos.
—¡Abran las puertas! —Dice
en voz alta y prontamente
las puertas comienzan a
abrirse de poco a poco. Los
de la servidumbre
abriéndonos paso hacia el
salón principal.
Una vez nos adentramos al
lugar, miro a mi alrededor,
habían muchos vampiros de
la realeza aquí. Familias
importantes, vampiros
adinerados. Algunas familias
reales de otras ciudades
vampíricas anexas a Lontar
bebiendo sangre en copas
allá formados en pequeños
grupos sociales.
Frunzo el ceño al ver aquello.
—¿Qué está sucediendo aquí
papá? —Mi padre suelta el
agarre hacia Leopoldo y
hacia mí.
—¡Atención, el rey Gladimir y
su hijo Heron han llegado! —
Dice en voz alta uno de los
sirvientes.
Inmediatamente todos
voltean a ver, a vernos. Los
murmullos de los invitados
resonando en el ambiente.
—Ven Heron, acompáñame.
—Prosigue hasta llegar tras
una mesa larga al fondo del
salón la cual solo tenía dos
sillas. Dos copas vacías en
ella; servidumbre a su
alrededor, esperando las
órdenes de su rey.
—Padre... —Digo mientras
comienzo a caminar hacia la
mesa en un intento para que
me diera explicaciones de lo
que era todo esto y el porqué
yo debía estar aquí. Pero en
cambio noto como los de la
servidumbre comienzan a
llenar con sangre aquellas
dos copas antes vacías sobre
la mesa. —¿Qué demonios
está pasando? ¿Por qué hay
solo familias adineradas e
importantes en el salón?
¿Por qué todos asistieron a
esto? —Murmuro al pararme
frente a él, frente a la mesa.
Mi padre me da una sonrisa
de labios cerrados para luego
ignorar por completo todas y
cada una de mis preguntas.
—¡Su atención por favor! —
Me llama con la mano,
parado frente a una de las
dos sillas. —Ven conmigo
hijo. —Señala la silla a su
lado.
Todos se me quedan viendo,
expectantes a que vaya y me
siente a un lado del rey. Por
lo que no me cuesta otra
más que dar la vuelta a la
mesa y llegar hasta el lado
derecho de mi padre.
—Papá, exijo que se me diga
que es lo que está
sucediendo aquí. —Hablo
entre dientes, tratando de
ser disimulado para que los
vampiros aquí presentes no
vieran la tensión que había
entre nosotros. Ya que a
pesar de todo, mi padre
seguía siendo su rey, y yo su
hijo y futuro heredero al
trono. Por lo que aunque
aveces no lo deseara, debía
comportarme y permanecer
firme para aparentar algo
que no era. Para darle la
impresión a los demás de
que todo estaba bien bajo el
techo de nuestro sofisticado
castillo y que el rey de
Lontar tenía todo bajo
control.
—¡Buenas noches amigos! —
Mi padre comienza a hablar
mientras extiende sus manos
levemente hacia los lados en
el aire. Éste habiendo
ignorado por completo mi
pregunta anterior. —Quiero
darle las gracias a todos por
venir en tan especial noche.
—Sonríe abiertamente,
mostrando sus colmillos. —
Hoy es un día muy especial
para mi querido hijo y
heredero al trono de Lontar.
—Voltea el rostro y me ve
con un toque de orgullo en
su mirar.
Yo tomo una bocanada de
aire.
Hace demasiado que mi
padre no me veía de aquella
manera. No desde que
comencé a negarme a tomar
el trono y suplantarle.
Así que puedo admitir que
ver esa mirada en sus ojos
hacia mi persona, provocó
que algo se moviera dentro
de mi pecho vacío.
—Mediante esta ceremonia,
como todos saben, estamos
aquí para conseguirle una
pretendiente digna a mi hijo
Heron... —Abro los ojos muy
grandes y siento como un
frío me recorre la espalda al
oír aquiello.
En la lejanía podía escuchar
los murmullos de los
vampiros. Hablando entre sí.
—Una vampira especial la
cual lo acompañe de la mano
en su travesía como rey de
Lontar... él busca una reina.
—Sonríe de lado a lado.
Escucho los aplausos de las
familias que estaban frente a
mí, pero los escuchaba muy
lejos. Mi mirada perdida en
la copa vacía de en frente. Mi
mente a punto de explotar.
¿Cómo se le ocurre a mi
padre hacer semejante cosa?
Y además, sin avisarme.
Desconocía que todo esto se
estaba llevando a cabo. Esto
era algo muy importante lo
cual no se debía tomar a la
ligera.
Aún no estaba decidido si
quería seguir adelante con
todo esto de ser rey, y el que
mi padre haya planificado
todo esto a los espaldas... me
hiere los sentimientos y me
hace sentir presionado.
Obligado a tener que tomar
la decisión de ser el rey de
Lontar sin tan siquiera poder
rechistar.
—Así, que de esta manera,
comenzamos oficialmente
con la ceremonia de
compromiso de mi hijo
Heron. —Extiende su mano
hacia mí.
Yo me quedo inmóvil. Los
vampiros vuelven a aplaudir
y escucho como música
comienza a sonar en la
lejanía. Música suave y
elegante provendiente de un
violín allá en la esquina del
salón.
Mi padre se sienta en la silla,
y suenlta un suspiro de
victoria.
Yo tenso los labios.
—¿Con que ceremonia de
compromiso? —Un vampiro
de la servidumbre trae un
jarrón lleno de sangre y
vierte hasta que la copa
frente a mi padre y a la mía
se llenan hasta al menos la
miad.
De pronto, veo como las
familias comienzan a
disiparse y se van hacia un
lado del salón. Las chicas
más jóvenes, y
aparentemente las que
participarían en dicha
actividad, quedándose en el
centro del lugar.
La música cambia y
prontamente estas
comienzan a bailar de forma
individual, pero teniendo un
coreografía en conjunto.
Estas vistiendo unos trajes
elegantes y a la vista muy
sofisticados y costosos.
Todas viéndose muy bonitas
en verdad.
Las miro, las vampiras
llevando acabo aquel baile
frente a mi padre y a mí.
Todas tratando de
impresionarme.
La realidad es que no quería
estar aquí, no quería para
nada esto; pero, tenía que
hacerlo. No podía permitir
que nadie supiera el drama
que mi padre y yo nos
teníamos montado con toda
la situación del trono y de mi
negación a ser rey.
Nadie fuera de las paredes
de este castillo podía
enterarse, ya que estoy
seguro de que se convertiría
en un caos. Sin mencionar el
hecho de que pudiera
ocasionar que algunos
vampiros rebeldes se
revelaran y vinieran a querer
quedarse con el trono a la
fuerza.
Sé que he sido muy terco en
toda esta situación de no
querer tomar la
responsabilidad de ser rey,
pero, al final del día, por más
que huyera, creo que ese
destino me alcanzaría de
alguna forma u otra.
Todo por reclamar aquello
que se me fue otorgado por
derecho; por defender lo que
mi familia a llevado durante
años y construido con el
sudor de su frente
Solo por ello me quedo aquí,
pretendiendo como si en
realidad toda esta ceremonia
me importara.
Las vampiras continuaron
bailando y haciendo rutinas
de baile allá en el centro de
la pista. Todas con unas
sonrisas de lado a lado entre
que sus miradas me
penetraban el alma.
De pronto, la música cambia
repentinamente y ellas se
hechan hacia un lado. Un
caballero miembro de su
familia ahora baila con ellas;
y es ahí que sé que debo
hacer entrada.
Me paro de la silla y camino
en aquella dirección. Mis
manos atadas entre ellas
tras mi espalda.
Ahora, debía tomar la
sedición de con quien quería
bailar. Todo basado en la
que más me haya
impresionado con su baile de
antes. Si al bailar con ella,
deseaba conocer a otra en su
lugar, solo le daba las
gracias y el caballero de su
familia volvía a bailar con
ella.
Es una decisión muy difícil,
no sabía a qué chica escoger.
Todas se veían muy
hermosas, sin mencionar lo
carismáticas.
No tenía la menor intención
de escoger a una porque me
complacía, pero como
mencioné antes, no creo que
haya mucho que pueda
hacer... no creo poder
escaparme de esta.
Camino entre las parejas que
están bailando mientras
miro a mi alrededor. Siento
como el aire se torna pesado
y la tensión de las chicas,
como las miradas, se hacen
evidentes.
Miro a la vampira del pueblo
de Bronto, es una joven muy
bonita. Cabello ondulado
cobrizo, piel blanca como la
seda, pecas en su estro, de
estatura mediana y con un
cuerpo envidiable. Sus
pestañas y cejas son del
mismo color de su cabello,
sus ojos de un tono verde
oliva.
Ella había bailado muy bien
anteriormente, sin
mencionar la gracia peculiar
con la que lo hacía.
Razón por la cual me le
acerco y le pido al caballero
con el que está que me seda
esta pieza.
La chica sonríe de lado a
lado y noto como un brillo
especial se le dibuja en los
ojos.
—¿Me permitirías esta pieza?
—Extiendo mi mano hacia
ella con cortesía. La chica
asiente, me hace reverencia,
para acto seguido comenzar
a bailar conmigo.
—Estoy muy contenta de que
me haya dado la
oportunidad, su alteza. —
Dice con la voz un poco
fracturada. Imagino que por
los nervios de la ocasión.
—Es placer es mío. —Digo
para ser cordial. —¿Puedo
saber su nombre? —Ambos
continuamos bailando al
ritmo suave de la música
mientras hablamos.
—Veronica. —Hace una
pausa en su hablar. —
Veronica Gazton.
—Un placer entonces
señorita Gazton. —Le doy
una voltereta y ésta vuelve a
quedar frente a frente a mí.
Nuestras miradas se mezclan
la una con la otra y la veo
sonrojarse.
—¿Y entonces está buscando
a su futura reina? —
Pregunta con una sonrisa en
los labios. Yo trato de que en
mi cara no se demuestre lo
que en realidad pienso, por
lo que actuó lo mejor que
puedo.
—Sí, creo que ya es tiempo
de que encuentre a la
indicada. —Aqullas palabras
costando salir de mi boca
más de lo que imaginaba.
—¿Y cree que pueda
conseguirla esta noche? —
Alza una ceja con una
sonrisa pícara en los labios.
Yo bufo hacia adentro.
Bajando la mirada por un
momento.
—Eso espero señorita. —Alzo
la vista y la veo. —¿Y usted,
para está aquí esta noche?
—Quería ver si en realidad lo
que decían del futuro rey de
Lontar era cierto. —Se queda
callada por un momento. —
Si era tan interesante como
lo pintaban por ahí. —Suelta
una risita.
—¿A si? —La tomo de la
mano, palma con palma, al
nivel sobre nuestros
hombros, mientras ambos
caminamos haciendo
círculos y nos miramos
fijamente; intercambiando de
mano con cada que le ritmo
de la música nos lo permitía.
—¿Y cree que ese vampiro a
cumplido con sus
expectativas?
—Aún no lo sé, tengo que ver
más de él si es que quiero
llegar a una conclusión.
Yo río por lo bajo
procediendo a morder un
poco mi labio inferior
mientras sonrío.
En ese momento, la música
cesa y ambos damos un paso
hacia atrás. Había bailado
toda la pieza con ella, lo que
significaba que hasta ahora
ella era la única que me
interesaba.
Algunas miradas asesinas
por parte de las demás hacia
la chica. Pero ésta estaba
demasiado concentrada en
mirarme como si quisiera
verme el alma, como para
darse cuenta de lo que
pasaba a su alrededor.
Según lo que mi padre me
había estado enseñando
todos estos años acerca de el
procedimiento de la
ceremonia de buscar pareja,
ahora procedía mostrarle el
castillo y tener una
conversación más tranquila.
Conocerla mejor.
Un chaperon nos tenía que
acompañar en todo
momento, el cual imagino
será Leopoldo.
Las demás chicas se retiran
de la pista de baile y
regresan con sus familias.
Yo extiendo mi mano hacia
Veronica; ella la toma y
prontamente ambos
comenzamos a caminar
hacia las puertas de salida.
Leopoldo siguiéndonos de
lejos, lo suficiente cerca
como para no perdersenos
de vista, pero también lo
suficientemente lejos como
para no escuchar nuestra
conversación. Para darnos
un poco de privacidad.
—Y entonces, ¿estarías
dispuesta a dejar tu pueblo y
tu hogar por venir a vivir en
un castillo lejano con un
futuro esposo? —Pregunto
mientras salimos del salón y
comenzamos a caminar por
los pasillos.
—Sí. —Asiente. —Eso
llenaría de orgullo a mi
familia, y yo por ellos haría
cualquier cosa.
—Ya veo. Entonces, ¿estás
aquí solo por ellos o porque
tú quieres?
—Bueno, eso depende. —
Sonríe picarmente mientras
tomamos una derecha.
Yo alzo una ceja.
—¿De qué depende?
—Si el futuro rey lo hace
interesante, entonces estoy
aquí por mí; sino, por mi
familia.
Rio por lo bajo.
Miro por sobre mi hombro y
veo como Leopoldo nos sigue
a una distancia prudente.
Sus ojos pegados a las
páginas de un libro mientras
camina.
—Entonces lo haré
interesante para ti. —Digo,
la halo por la mano, abro
una puerta al azar que nos
quedaba al lado y me
adentro junto con ella a una
habitación. Habitación la
cual resultó ser el almacén
del castillo.
La chica me mira con una al
risita en los labios mientras
su pecho sube y baja
aceleradamente. Mis manos
ahora sobre los hombros de
esta, empujándola hacia la
pared.
—¿Heron? ¿Veronica? —
Leopoldo comienza a
llamarnos en el pasillo al
darse cuenta que no
estábamos. —¿Hacia donde
se fueron?
Pongo mi dedo índice sobre
mis labios, indicándole a la
chica que se mantuviera en
silencio, ella asiente.
Escucho como sus paso se
alejan, y cuando ya está lo
suficientemente lejos de
nuestra ubicación ambos
soltamos una risita.
Los dos nos quedamos
mirándonos el uno al otro
entretanto nuestras sonrisas
poco a poco se nos iban
desapareciendo de los labios.
El ambiente se torna un
poco tenso.
—Entonces, ¿cómo es que lo
harás interesante Heron? —
Pregunta con aquella mirada
peculiar. Yo solo trago hondo
al verla fijamente a los ojos.
Capítulo 5

Me quedo viendo a Veronica


fijamente. Sus ojos clavados
como dos sagas filosas en mi
alma. Su pecho subiendo y
bajando de forma acelerada,
pero ésta tratándo de ocultar
sus evidentes nervios.
Un escalofrío me recorre la
espalda y siento como la
tensión sube en el aire.
Mi cuerpo se tensa y percibo
una sensación extraña
invadirme; un impulso.
Es tan hermosa, sensual,
atractiva... pero, algo andaba
mal.
Podía ahora mismo solo
besarla y tal vez arrancarle
la ropa y hacerla mía, pero
algo me lo impedía.
Por alguna extraña razón, el
recuerdo de Clara comenzó a
invadirme la mente.
Su rostro, sus ojos... su
sonrisa.
Doy un paso atrás y suelto
mi agarre hacia los hombros
de Veronica. Ella me mira
con una expresión de
confusión en el rostro.
Paso mi mano por detrás de
mi cuello y suelto un
suspiro.
¿Qué estás haciendo, Heron?
Clara es una humana, no
tiene nada que ver contigo.
Son seres de dos mundos a
partes, sin mencionar el
simple hecho de que tu
padre le arrancaría la cabeza
si se entera que está con
vida.
Clara ahora estaba feliz y
tranquila con su padre en la
villa. Ella debía permanecer
ahí oculta de los vampiros,
segura... protegida.
Yo no podía ser parte de su
vida aunque así lo desease,
ya que, solo pondría su vida
y a su familia en riesgo.
Así que, ¿por qué me seguía
apareciendo en el
pensamiento?
¿Por qué parecía aún
interponerse en mi vida
como si su mera existencia
significase más para mí?
—¿Estás bien? —Pregunta
Veronica mientras juega,
incómoda, con la parte
inferior de su cabello.
—Creo que ya deberíamos
regresar al salón. Leopoldo
debe estar buscándonos. —
Me acerco a la puerta y la
abro. Ella me mira
confundida.
—Pero yo pensé que... —La
interrumpo.
—No deseo ser irrespetuoso
contigo, Veronica. —
Extiendo mi mano,
invitándola a salir del
almacén. —No quiero que
tengas una impresión
errónea de mi persona. —
Miento al ocultarle los
motivos reales; los motivos
sin sentido que rodeaban mi
cabeza.
Veronica sale del almacén,
notándose un poco apenada.
—Entiendo. —Dice mientras
cierro la puerta tras mí al
salir. —Creo que es muy
noble de tu parte el que no te
aprovecharas de la situación.
Eso dice mucho de ti. —Me
sonríe de labios cerrados.
Yo asiento.
—¡Ahí están! —Leopoldo
llega por nuestras espaldas.
Nos rebasa y se para frente a
nosotros con las manos
sobre su cintura. —¿Se
puede saber dónde estaban
metidos? —Alza una ceja. —
Saben que soy su chaperon,
que no pueden desaparecer
así como así. Esas son las
reglas del cortejo. —Nos
señala con el dedo índice.
—Fue mi culpa, me distraje
mostrándole mi colección de
sables en el salón de al lado.
—Miro a Veronica, ella
sonríe levemente. Siguiendo
mi mentira. —Ruego
disculpe mi imprudencia mi
lady. —Inclino la cabeza un
poco hacia abajo, en señal de
arrepentimiento.
Ella toma su vestido con su
dedo índice y pulgar y lo
levanta un poco mientras
flexiona las rodillas.
—Acepto sus disculpas,
caballero.
—Como sea, volvamos ya al
salón para seguir con la
ceremonia de cortejo. —
Leopoldo vuelca los ojos y
comienza a caminar en
aquella dirección. Nosotros le
seguimos mientras nos
reímos por lo bajo sin que
éste lo llegase a notar.
Una vez en el salón, todos se
nos quedan viendo atentos.
Expectantes a saber lo que
había sucedido, lo que yo
diría de nuestra salida. Si es
que aceptaba a Veronica
como posible candidata a
compromiso, o si solo
escogería otra por desagrado
hacia ella.
Veronica vuelve con su
familia mientras yo me
siento tras la mesa a un lado
de mi padre. Leopoldo
cercano a nosotros.
—Entonces, ¿cómo te fue? —
Pregunta mi padre con una
sonrisa en los labios.
Yo contengo lo más que
puedo que la expresión de
"quiero salir corriendo de
aquí" se note en mi rostro.
—Creo que bien. —Me limito
a responder. Mi padre sonríe
abiertamente.
—¿Entonces eso quiere decir
que aceptas a la chica para
cortejarla y seguir viendo si
es la indicada?
—Mira papá, todo esto me
parece un tanto apresura...
—Antes de que pudiera
terminar de hablar, mi padre
se levanta de su silla y todos
inmediatamente voltean a
verle.
—¡Ya está decidido, mi hijo
Heron y Veronica, la hija de
los reyes del oeste,
comenzarán cortejarse de
ahora en adelante!
Los aplausos eran vagos, sin
mucha vigorosidad. Solo
aplaudían por cortesía, ya
que sé que las demás
familias debían estar un
tanto decepcionadas por
aquello.
Me quedo mirando a mi
padre con el ceño fruncido,
mis manos apretando con
fuerza los posa manos de mi
silla.
Él definitivamente había
planeado todo esto. Había
ideado un plan para
obligarme a cortejar a una
vampira públicamente y
salirse con la suya.
Sabía que yo no me opondría
a nada si lo hacía de esta
manera, ya que, yo no
permitiría que el nombre de
nuestra familia cayera en
ridículo; mucho menos poner
la seguridad de Lontar en un
hilo al desafiarle frente a
todos.
Por lo que ahora mismo,
debía tragarme mi orgullo y
mi coraje hacia toda esta
situación y solo seguirle la
corriente.
Éste voltea el rostro y me ve
con una sonrisa de oreja a
oreja en los labios. Mientras
yo, solo me moría por dentro.
2
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
•:•:•:•:•:•:•:•
Después de que aquella
estúpida ceremonia se
culminara; me quedé parado
fuera del castillo, recostado
de un árbol mirando las
estrellas y pensando.
Mi mente yéndose muy
adelante en la historia.
Imaginándome teniendo que
comprometerme con
Veronica para luego casarme
con ella y tener que gobernar
Lontar... que pesadilla.
Si tan solo Clara estuviera
aquí. Ella sabría
exactamente lo que decír
para subirme el ánimo.
Me gustaría saber qué hace
en estos momentos. Me
gustaría verla, saber que se
encuentra bien.
¿Y si...?
¡No!
¡No puedo!
Solo lo empeoro todo si voy a
verla. Solo avivo este
sentimiento extraño que me
invade el pecho cuando
pienso en ella... y eso era un
error.
Suelto un suspiro mientras
miro la luna posada allá en
el cielo.
¿Y si solo hecho a un
vistazo?
¿Uno pequeño sin que ella lo
notase?
Sí, creo que eso funcionaría.
Despegando la espalda del
tronco del árbol, comienzo a
correr por el bosque que
rodea Lontar a toda
velocidad. Dirigiéndome
hacia aquella villa en donde
se encontraba ella.
Con cada paso que daba,
más me arrepentía de lo que
estaba haciendo, pero el
deseo por tan solo verla una
vez más era mucho más
fuerte que cualquier impulso
que me gritara que solo diera
la vuelta. Que me decía que
estaba haciendo todo mal y
que probablemente, me
arrepentiría de ello.
Al cabo de un tiempo, llego
hasta la villa, por lo que bajo
la velocidad y comienzo a
caminar por las calles del
lugar. Mis manos metías
ahora en los bolsillos
delanteros de mi pantalón,
mi rostro levemente
inclinado hacia abajo.
No había casi nadie en las
calles, solo alguna que otra
mujer con escotes
pronunciados y vándalos en
las esquinas; escondidos
bajo las sombras. Esperando
alguna presa indefensa que
atacar.
Yo solo continuó mi paso.
Al llegar cerca de la casa de
Clara, me detengo y solo me
le quedo viendo con dudas.
Aún podía solo dar la vuelta
e irme. Hacer como si nunca
hubiera llegado hasta acá...
pero no podía.
¿A quién quería engañar?
No me iba a marchar de este
lugar hasta al menos verla;
hasta saber que se
encontraba bien.
Me acerco sigilosamente a su
casa, y como la vez pasada,
me paro frente a aquel árbol,
doy un salto y subo sobre
una rama.
Cuando de pronto, me
enredo en algo que
rápidamente me envuelve las
manos y el cuerpo.
Salto y bajo del árbol
mientras trato de quitarme
de encima este hilo muy
delgado que me envolvía. Las
latas atadas a este haciendo
demasiado ruido en esta
noche silenciosa.
—¡Mierda! —Murmuro
logrando arrancar del hilo
alguna de las ruidosas latas
vacías que chocaban las
uñas con las otras al
moverme.
—¿Heron?
Me quedo inmóvil al
escuchar aquella voz que tan
bien conocía. Aquella voz
que había estado deseando
oír desde hace mucho.
Giro el rostro lentamente
hacia mi derecha y ahí es
que la veo... Clara.
Llevaba puesta una bata
rosada de dormir de tirantes
finos hasta la rodilla. Sus
brazos abrazándola a sí
misma por el aparente frío
de la noche. Su cabello
suelto y un tanto
despeinado. Sus pies
estaban descalzos, y sus ojos
pesados me daban a
entender que se acababa de
despertar. Seguramente por
el alboroto que yo había
formado.
—Clara...
—Viniste. —Una sonrisa se
le dibuja en el rostro
mientras comienza a
acercarse a mi posición.
Yo halo una que otra lata y
la lanzo al suelo. Aún
estando a bastante
enredado.
—Lo siento, no quieria
despertarte. Solo necesitaba
saber que estabas bien. —
Bajo la vista al suelo. Ella se
para justo frente a mí, posa
su mano bajo mi barbilla y
ejerce presión hasta que mis
ojos y los suyos se cruzan.
—Sabía que volverías. —
Aquella sonrisa haciéndose
más pronunciada.
Yo no digo nada. Solo me
quedo viéndola fijamente.
—Te ayudo. —Comienza a
desatarme de una forma
muy gentil, hasta que todo el
hilo abandona mi cuerpo y
las latas restantes también
caen al suelo.
—¿Cómo es que llegó esto al
árbo...? —Señalo, pero antes
de que pudiera terminar,
noto como Clara suelta una
risita. Yo entrecierro los ojos.
—Fuiste tú. —Alzo una ceja.
Ella asiente.
—Sé que te gusta esconderte
en los árboles, por lo que
coloqué esa trampa
especialmente para ti. Para
el día en el que volvieras no
perderme el poder saludarte.
—No se si es una buena
idea. No quiero impregnarme
de tu olor y que mi padre se
de cuenta que aún vives. —
Hago una mueca con la
boca. —Por eso te vigilo
desde la lejanía. —Ella da un
paso adelante y se acerca. Yo
me tenso.
—Ya tienes mi olor en tus
ropas, ¿no es cierto?
Asiento.
—Entonces, ya que te has
infectado con mi olor... —
Extiende su mano y la posa
delicadamente sobre mi
mejilla. Yo siento como un
escalofrío me recorre la
espalda en un segundo. —
¿Por qué no tenerlo también
en tu piel? —Acerca su
rostro al mío y me da un
beso delicado en la frente;
ésta parada en la puntilla de
sus pies. Luego se aleja un
poco y se me queda viendo.
Trago hondo.
Quiero decirle tantas cosas,
pero nada aparenta salir de
mis labios. Tantas veces que
he soñado despierto con este
preciso momento, y ahora
que la tenía justo frente a
mí, no parecía poder
reaccionar como lo había
imaginado tantas veces en
mi cabeza.
—Te extrañé.
Digo finalmente. Clara
parece reaccionar ante
aquellas dos simples
palabras, y sus ojos se
tornan con un brillo muy
bonito y especial.
—Yo también Heron,
demasiado. —Su dedo pulgar
acariciando gentilmente la
piel de mi rostro.
Una sonrisa de labios
cerrados se me forma en el
rostro por alguna razón, al
escuchar aquello salir de su
boca. Al saber que en
realidad... Clara había
pensado en mí durante este
tiempo.
Subo mi mano y la poso
sobre la suya, que aún está
en mi mejilla.
Ella toma una pequeña
bocanada de aire. Yo agarro
sus mano entre la mía y la
bajo de mi mejilla. Nuestras
miradas clavadas la una con
la otra.
—Yo, necesito verte más
seguido Heron.
—No.
—¿Por qué? Nadie se
enterará que vienes,
podemos ser muy discretos.
—Niego.
—No quiero ponerte en
peligro. —Suelto su mano
suavemente y doy un paso
atrás.
Ell me mira con fuego en los
ojos.
—¡Eres un idiota! No me
pones en riego. Sé que eres
cauteloso.
Trato de no bufar, ya que se
veía tan linda aún cuando
estaba molesta.
—¿Sabes cuánto tiempo he
estado esperando que
regreses? ¿Cuántas noches
me quedo despierta mirando
por la ventana esperando
verte saltar a ese puto árbol?
—Señala el árbol tras de mí.
—Bueno, aquí me tienes.
¿No? —Sonrío un poco y me
encojo de hombros. Ella
suelta aquella expresión
ruda, y una suave y tierna
vuelve a su rostro
lentamente. —Entonces,
¿para qué me querías aquí
contigo? ¿Para reclamarme?
—Río por lo bajo.
—No, para esto...
Una vez aquellas palabras
salen de su boca, Clara se
acerca rápidamente hacia
mí, posa sus manos
delicadamente a ambos
lados de mi cuello y estampa
sus labios contra los míos.
Una ola de éxtasis me invade
el alma y siento como cada
músculo de mi cuerpo se
tensa por aquello.
Mi primer instinto fue
colocarle las manos sobre los
hombros y alejarla
inmediatamente.
Ella se me queda viendo en
silencio mientras su pecho
sube y baja muy rápido. Mis
manos sujetándola.
La recorro de arriba a abajo
con mi mirar, notando como
los pequeños cabellos de su
cuerpo estaban erizados,
como la sangre bombeaba
con rapidez por sus venas,
como su cuerpo me pedía a
gritos esto.
Por lo que inmediatamente la
jalo nuevamente hacia mí y
la besó apasionadamente.
Rodeo mi manos por su
cintura y la pego aún más.
Aumentando la intensidad
de aquello.
Ella mete sus dedos entre mi
cabello y hala de ellos
delicadamente.
Nuestras respiraciones
mezclándose la una con la
otra; nuestros labios
bailando en sintonía
mientras podía decir que nos
comíamos a besos.
Lo que sentía en estos
momentos no lo podría
describir, el deseo hacia esta
humana me nublaba la
mente y la razón... me hacía
desear cosas indecentes con
su persona.
Me hacia querer más.
Corro junto con Clara a una
velocidad impresionante,
mientras aún nos besamos,
y pego su espalda de la
pared exterior de la casa.
Ella suelta un jadeo.
Bajo mi mano de su cintura
hasta su muslo, lo tomo y lo
coloco sobre mi cabeza.
Acariciando la piel de este de
forma suave, comenzando
desde su rodilla hasta
adentrarme bajo su bata de
color rosado. Hasta sentir el
borde de su ropa interior.
Ella me lo permite.
Bajo mis besos hasta su
cuello, sintiendo como el
latir de su corazón al la
sangre bombear por sus
venas chocaba contra la piel
de mis labios.
Mi instinto reacciona a ello y
percibo como mis colmillos
salen de mi boca. Razón por
la cual me alejo un poco y la
miro.
Ella se me queda viendo, su
respiración agitada.
—No puedo hacer esto, soy
un puto vampiro Clara. Te
puedo lastimar. —Intento
alejarme, pero ella me agarra
de la camisa, por el área del
pecho, y me acerca de forma
violenta hacia su persona.
—Me vas a lastimar si sales
corriendo ahora mismo.
Créeme, eso si dolería. —
Murmuran sus labios; yo me
quedo pensativo. Viéndola,
observando lo sensual que se
veía. Lo mucho que había
esperado este momento y lo
mucho que la deseaba.
Asiento.
Clara sonríe, se me acerca y
me besa con delicadeza. Yo
cierro los ojos y solo disfruto
de aquello que esta humana
me estaba haciendo sentir.
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Capítulo 6

Con mis ojos aún cerrados,


siento como Clara me besa
delicadamente con toques
muy suaves y sutiles.
Mis colmillos aún visibles.
Me quedo inmóvil, no quería
mover mis labios y que mis
colmillos le fueran a hacer
daño. No quería herirle de
ninguna manera.
Ella muerde mi labio inferior
y lo hala suavemente;
aquello provocando que mi
cuerpo se tense de esta
manera.
Inhalo profundamente y
percibo como mis colmillos
se comienzan a esconder
nuevamente; por lo que
cuando ya no están,
aprovecho la ocasión, la halo
hacia mí y comienzo a
besarla con pasión.
Me dejo llevar por mis
impulsos; bajo la pierna de
Clara de mi cintura, meto
mis manos bajo su bata
hasta llegar a su cintura y la
halo con fuerza a mi cuerpo.
Ella rechista de una forma
muy sensual sobre mis
labios; y ahí es que me
detengo.
Dejo de besarla y doy un
paso atrás mientras paso mi
mano por la parte trasera de
mi cuello y pienso.
Dando vueltas en el mismo
lugar sin aparente sentido
alguno.
—Heron, ¿estás bien? —
Clara se me acerca un poco;
dejándome algo de espacio.
—No puedo hacerlo. —Digo
mientras paro mi andar.
Subo las manos a mi cabeza
y miro el cielo estrellado
sobre nosotros entretanto
suelto un suspiro largo y
pausado.
—¿Por qué? ¿Qué sucede?
—No puedo quitarme de la
cabeza la idea de que eres
una humana y de que todo
esto que estamos haciendo
está muy mal. —Volteo y la
miro. Puedo ver el
sentimiento de decepción
reflejado en sus ojos.
Clara no dice nada por un
momento; ésta solo bajando
el rostro, demostrando que
mis palabras le hacían
sentido.
Me acerco a la chica y le doy
una sonrisa débil de medio
lado. Su cabeza aún
inclinada.
Extiendo mi mano hacia su
rostro y sujeto su barbilla de
forma delicada. Ejerzo un
poco de presión en el hasta
que sus ojos y los míos se
encuentran.
—Sabes, por alguna extraña
razón, la cual aún
desconozco, algo de tu
persona me llama
constantemente hacia ti y
me hala nuevamente a estar
contigo. —Bufo. —Todo de ti
me fascina, todo de ti me
parece tan interesante, pero,
el hecho de que seas
humana choca contra todo lo
que conozco. Con mis
ideales. —Hago una pausa
en mi hablar. Ella se queda
en silencio. —No pretendo
que me entiendas, está bien.
Te estoy pidiendo
demasiado.
Doy un paso hacia atrás,
soltando el agarre a hacia su
rostro. Ella se me queda
viendo por unos momentos.
—Te entiendo, y acepto la
forma en la que piensas.
Acepto completamente tus
costumbres, Heron. —
Frunzo el ceño levemente al
escuchar aquello.
Sorprendido. —Sé que eres
de otra época, con ideales y
costumbres diferentes a las
mías. También eres otra
especie, con reglas y
jerarquías las cuales puede
que nunca llegue a
comprender. —Da un paso
hacia adelante. —Pero a
pesar de todo, te entiendo.
—No es mi intención hacerte
perder el tiempo, Clara.
Tampoco deseo que te hagas
de ilusiones, porque siendo
sincero, no sé el tiempo que
me pueda llegara tomar el
procesar todo esto. —Suspiro
sintiéndome algo agobiado.
Ella sonríe con dulzura.
Luego se acerca hasta mí y
me toma de las manos.
—Creo que eres de esos
seres especiales en el
universo por los que vale la
pena esperar. —Sus ojos
cristalizándose.
Un frío se me aloja en el
pecho al escuchar aquello.
Me le quedo viendo fijamente
mientras mi mente procesa
aquellas palabras que han
salido de su boca.
¿Quién es esta chica y
porqué me hace sentir así?
Jamás en mi existencia
pensé que una humana
podría hacerme sentir esto.
Nunca me hubiera
imaginado estar de esta
manera.
—¿Porqué es que eres tan
magnífica? ¿Dónde estuviste
hace 300 años?
Le devuelvo la sonrisa, me
acerco y le doy un beso corto
en los labios. Ella me lo
permite.
—Creo que hace 300 años
aún no existía, Heron. —Ríe
por lo bajo. Yo suelto una
risita.
—Sabía que si te venía a ver
encontrarías la manera de
subirme el ánimo. —Poso mi
mano sobre su antebrazo y
acaricio su piel con mi dedo
pulgar.
—¿Qué es lo que te sucedía?
¿Acaso estás preocupado por
algo? ¿Tienes algún
problema? —Una expresión
de preocupación en su
rostro.
Me le quedo viendo sin saber
exactamente qué responder
a su pregunta.
¿Cómo decirle que mi padre
había organizado una
reunión para
comprometerme con una
vampira?
¿Cómo decirle que tengo que
cortejar a Veronica si no es
que quiero que mi pueblo
caiga y que probablemente
haya una guerra interna
entre vampiros?
No quiero herirla, no quiero
que sufra.
Sé que sus sentimientos por
mí son puros y bonitos, y no
quiero que mi situación
actual cambie eso.
Quiero que Clara me
continúe viendo con ese
brillo en los ojos. Que su
pulso se acelere cada vez que
mi piel hace contacto con la
suya. Que los vellos de su
cuerpo continúen erizándose
de esa manera cuando la
beso.
No quiero que nada de esto
cambie, pero a su vez, todo
esto me aterrorizaba.
—No es nada importante,
Clara. —Niego alejando mi
mano de su brazo. —Solo
son problemas con mi padre,
como siempre. —Me encojo
levemente de hombros. Ella
asiente.
—Sabes que puedes venir y
hablar conmigo cuando
desees. Bueno, si es que
quieres hacerlo. Si no, solo
podemos también sentarnos
en silencio uno al lado del
otro. —Sonríe.
Yo estoy de acuerdo.
—Gracias Clara. —Sonrío.
Ella asiente , pero no dice
nada más; tímida.
Hay un momento incómodo
de silencio por parte de los
dos. Ninguno diciendo
aunque sea una sola
palabra.
—Creo que ya me tengo que
ir. —Soy el primero que
hablo luego de aquello. —No
quiero que mi padre se vaya
a dar cuenta de mi ausencia
y que los problemas en
Lontar aumenten.
—Te volveré a ver, ¿no es
ciento? —Sus ojos clavados
en los míos. Esperando
ansiosamente una respuesta
de mi parte.
—Sí.
La expresión en su rostro
cambia inmediatamente a
una de alegría.
—Mientras yo exista...
siempre regresaré por ti
Clara.
Ella se muerde su labio
inferior mientras sonríe.
Luego, repentinamente, cree
hacia mí, me salta encima y
me abraza con fuerza.
Su rostro metido en mi
cuello. Sus brazos rodeando
con fuerza mi torso. Yo poso
los míos alrededor de su
cintura y la abrazo también,
recostando mi nariz de su
hombro. Oliendo su bonito
olor.
Ambos nos retiramos un
poco y nos vemos el uno al
otro.
—Nos vemos Clara. —Damos
un paso atrás.
—Nos vemos Heron. —Dice,
y una vez aquellas palabras
salen de su boca, yo
inmediatamente comienzo a
correr a toda velocidad y
desaparezco de su rango de
visión en un segundo.
Corro por el bosque que
rodea el pueblo mientras mi
tonto rostro no para de
sonreír.
Me siento como un idiota por
ello, pero como un idiota
feliz.
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•:•:•:•:•:•:•:•
A mitad de camino, decidí
detenerme en un lago
cercano para quitarme el
olor de Clara del cuerpo y de
mis ropas. Me froté la piel
con lodo junto con aquellas
prendas; luego las enjuague,
y aunque empapadas, me las
volví a poner y corrí
nuevamente en dirección a
Lontar. Cuando ya no
quedaba rastro de la esencia
la de la chica por ninguna
parte. No quería que mi
padre o nadie se enterara de
que Clara estaba con vida, y
para ello, me esforzaría
muchísimo para que no
sucediera.
Empapado, llego hasta el
castillo y pego un salto
rápido hasta el tejado frente
a la ventana de mi
habitación. Me adentro
inmediatamente a ella.
No quería que nadie se
enterase de que me había
marchado y que había
regresado empapado. No
quería dar explicaciones
algunas de lo que estuve
haciendo, mucho menos
crear algún tipo de
sospechas que fuesen a
hacer que mi padre me
enviara sus guardias a
espiarme.
Ya que no sería la primera
vez que lo hacía.
Una vez dentro de la
habitación, camino hasta
frente a la cama y comienzo
a desabotanr mi camisa. Me
quería dar una ducha,
mucho más luego de mi
baño con lodo en el lago;
pero, no me molesta, ya que
si esto hacía que Clara
estuviera a salvo... cualquier
cosa por ella no pesaba en lo
más mínimo.
De pronto, escucho como la
puerta de lo alcoba se abre
repentinamente.
Giro mi cuerpo y veo a
Marela atravesarla.
Vuelco los ojos casi de
inmediato y le doy la
espalda.
—¿Qué es lo que quiere,
Marela? ¿Acaso nadie te
enseñó a tocar las puertas
antes de entrar? —Continúo
desabotonando mi camisa
empapada, los últimos
botones.
Y yo que no quería que nadie
me viera empapado...
—Vine porque quiero
preguntarte algo que a
estado rondando las calles
de Lontar en estos últimos
días. —Dejo caer la camisa
al suelo.
—¿Qué es?
—¿Es cierto que comenzarás
a cortejar a Veronica? —
Pregunta. Yo bufo por lo
bajo.
—La verdad que los chismes
vuelan como el viento en
Lontar. —Me incino y
comienzo a quitarme los
zapatos y la smedias. Luego
los coloco a un lado del
armario, y las media
empapadas junto a la camisa
en el suelo.
—Pero Heron, ¿cómo es que
puedes cortejar a Veronica
cuando yo he sido la que a
estado bajo tus sábanas
todas todos estos años? —
Dice con un tono de voz
molesta. —A ti nunca te a
interesado el compromiso,
Heron. No lo entiendo.
—Todo es obra de mi padre,
Marela. —Comienzo a
quitarme la correa, luego a
desabotonare el pantalón.
—¿En realidad te vas a
comprometer con ella?
Me quito los pantalones
junto con la ropa interior.
Los pantalones caen al suelo
y comienzo a caminar
desnudo en dirección al
baño.
—Sabes que no me
comprometeré con nadie. —
Giro el grifo y abro la
corriente de agua de la
ducha. Marela me sigue.
Miro por sobre mi hombro y
la veo de brazos cruzados
bajo el marco de la puerta.
Su ceño fruncido. —Ya lo
has dicho antes, no me
gusta el compromiso. —Me
adentro a la ducha y solo
dejo caer el agua sobre mi
rostro.
—Sé que lo vas a terminar
haciendo por tu padre,
Heron. Sé que cuando se
trata de Lontar y su gente,
puedes llegar a sacrificar
mucho por ellos. Por eso me
cabreo.
Inclino la cabeza hacia en
frente para que el agua
ahora me bajase por el cuello
y la espalda. Mis ojos
cerrados.
—Si te vas a comprometer
con alguien, ¿por qué no lo
haces conmigo? Pensé que
teníamos algo sabes. Tanto
años cogiendo y estando a tu
lado... pensé que al menos
tenía alguna oportunidad,
más que tener sexo.
Abro los ojos y la miro, ésta
viéndose con una expresión
entre molesta y
decepcionada.
Yo hago una mueca con la
boca mientras tomo el jabón
y comienzo a tallarme el
cuerpo.
—Ya te dije Marela, no me
comprometeré con nadie.
Eso incluye a Veronica. —La
chica me mira con fuego en
los ojos.
—Habla con tu padre,
cancela el cortejo entonces.
Si no quieres compromiso,
entonces no lo hagas. —
Continúa cruzada de brazos.
Su hombro recostado del
marco de la puerta.
—No quiero hablar de esto
Marela. —Suspiro. —Ya te
dije que todo a sido cosa de
mi padre, y no es que tenga
muchas opciones. Sabes que
no puedo solo cancelar todo
luego de que lo anunciara
públicamente. Estás al tanto
de lo que implicaría. Además
de que si cambiara mi
cortejo con Veronica por
cortejarte a ti, eso desataría
una guerra entre vampiros.
Entre los del Oeste y Lontar,
por faltarles el respeto de esa
manera. —Comienzo a
sacarme el jabón del cuerpo.
—Y nadie quiere eso, es
innecesario.
—¿Entonces cortejarás esa
bruja? ¿Eso es lo que me
estás queriendo decir? —
Espeta molesta.
Yo termino de quitarme el
jabón del cuerpo, por lo que
giro el grifo y cierro el flujo
de agua de la ducha.
Mientras el agua aún gotea
de mi rostro, miro a Marela
quien me observa como si
quisiera sacarme los ojos de
las cuencas en cualquier
momento.
—Contéstame, Heron.
—Sí. La cortejaré. Pero no la
comprometeré, ya pensaré
en algo. —Digo, pero en el
momento en el que aquellas
palabras salen de mi boca,
Marela enfurece y noto como
las venas en su rostro se
hacen prominentes.
Ella se queda callada
mientras aprieta los puños
fuertemente a ambos lados
de su cuerpo y tensa la
quijada.
—¿Me podrías pasar la
toalla? —Señalo la toalla a
su mano izquierda. Ella abre
los ojos muy grandes, para
luego tomarla de mala gana
y lanzármela con toda su
fuerzas a la cara. La toalla
me impacta el rostro, y
mientras tanto escucho
como Marela forma una
pataleta para acto seguido
desaparecer del cuarto de
baño.
Yo solo doy con suspiro
mientras niego con la cabeza
y me seco el cuerpo.
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Algunos días habían pasado
desde aquella noche que fui
a verla Clara a su casa, y
puedo admitir que ya le
extrañaba.
No puedo dejar de pensar en
lo que pasó aquella noche y
en las palabras inesperadas
que salieron de sus labios
hacia mi persona. Aún el
sonido de su voz continuaba
haciendo eco dentro de mi
cabeza una y otra vez.
Repitiéndose como una cinta
de película cuando tiene
polvo y salta una y otra vez
en la misma escena.
Pero habían cosas que
necesitaba hacer además de
solo quedarme todo el día y
la noche pensando en mis
problemas sentimentales, y
eso era encontrar a aquella
loba clase X... la que debía
asesinar.
Encerrado con Leopoldo en
la biblioteca. Ambos
buscamos información que
nos pudiera ayudar a
descifrar cómo era el interior
del Castillo de Vontrom.
Necesitaba saber cómo era el
interior del mismo antes de
infiltrarme en el en busca de
aquella loba.
Sé que cuando niño estuve
allí en muchas ocasiones,
pero la realidad era que mis
recuerdos era un poco
difusos y distorsionados. No
eran tan buenos como para
crear un mapa del castillo
solo basándome en ellos.
Ambos ojeando libros viejos
y pergaminos que
encontramos en los confines
de la biblioteca.
—¿Seguro que quieres entrar
a Vontrom todavía sin la
autorización de tu padre? —
Me pregunta Leopoldo quien
ojea unos viejos pergaminos
allá en una esquina.
—Tengo que hacerlo si
quiero encontrar a esa loba
clase X nueva. —Lanzo un
libro por los aires, tras mi
hombro, al no haber
encontrado nada que me
ayudase en el. Una pila de
libros tras de mí.
—Pero suena demasiado
peligroso ir por ti solo allá.
¿Y si los lobos te descubren
y te hacen algo? ¿Y si te
torturan? O peor... ¿te
matan? —Baja el pergamino
y pone cara de preocupación.
—No hay otra opción,
Leopoldo. —Lanzo el último
libro hacia atrás y me siento
en una silla a mi lado;
sintiéndome ya agotado. No
físicamente, sino más bien
mentalmente. —Si no mato a
esa loba, Aramis la seguirá
utilizando para volverse más
fuerte. Y luego será una
patada en los testiculos
poder deshacerme de ella. —
Cuelgo uno de mis brazos
tras el espaldar de la silla.
Leopoldo vuelve y enrolla
aquel pergamino y se me
acerca.
—Aún pienso que todo esto
es una locura. —Se para al
otro lado de la mesa, justo
frente a mi dirección.
—Lo sé, pero debo hacerlo.
Por vengar la muerte de mi
madre... por defender a
Lontar y los demás
vampiros. —Me quedo
callado por un momento. —
Debo encontrar a esa nueva
loba clase X a como de lugar.
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Capítulo 7

Una semana había pasado


desde que Leopoldo y yo
comenzamos a buscar
información en la biblioteca
acerca del castillo del rey
lobo alfa, pero podía decir
que nuestra nuestra
búsqueda no tuvo muchos
frutos.
En la biblioteca de London
no había demasiada
información acerca de los de
esa raza. Todo lo que
encontrábamos eran
características que ya
conocíamos de los hombres
lobos, como su fuerza, su
regeneración rápida, y aquel
distintivo mal olor que los
caracterizaba tanto. Pero,
nada que me diera alguna
pista de cómo era el interior
del castillo.
Hacía mucho sentido que no
hubiera dicho información,
ya que hace muchos años
que ningún vampiro ponía
un pie en sus premisas, no
desde desde el incidente con
mi madre y Aramis.
Cuando lobos y vampiros se
declararon mutuamente
enemigos naturales.
1
Cansado de rebuscar y no
encontrar información,
decido que ya es hora de no
perder más tiempo y solo
embargarme en mi misión y
enfocarme en encontrar
aquella loba clase X antes de
que Aramis se siguiera
fortaleciendo.
Ya los últimos rayos del sol
habían abandonado el cielo,
por lo que me adentro a mi
habitación y decido
prepararme para lo que se
avecinaba.
Comienzo a vestirme con las
ropas tácticas de color negro
que solía utilizar en las
misiones del ejército. Me
coloco en el cinturón algunas
armas; un cuchillo, algunos
kunai, una espada corta en
la espalda, y una navaja.
Escucho como alguien toca a
la puerta, así que digo en voz
alta que pasen. Al abrirse
veo a Leopoldo adentrarse.
Éste me ve con una
expresión de preocupación
en el rostro mientras termino
de atarme los zapatos.
—¿Estás seguro de que
quieres hacer esto? —Se
acerca un poco.
—No hay otra opción, ya te
lo dije. —Termino de
vestirme por completo. Me
paro erguido frente a su
persona.
—Encontes creo que no hay
mucho más que pueda
hacer. —Hace una mueca
con la boca. —Solo desearte
suerte en tu misión. —Se
encoge de hombros. Yo
asiento y sonrío levemente.
—Leopoldo... —Camino hacia
él y poso mi mano sobre su
hombro. Él espera
atentamente a lo que saldría
por mis labios. —Necesito
que vuelvas a repetirme qué
es lo que le dirás a mi padre
si nota mi ausencia. Necesito
saber que entendiste bien el
plan.
—Le diré que usted fue a
alimentarse en un área
donde habían unos venados
de raza diferente y de sangre
con mejor sabor, y que
luego, si le daba tiempo, iría
a ver a Verónica para
cortejarla. —Asiento.
—Perfecto. —Retiro mi mano
de su persona.
—¿Crees que me creerá? —
Comienza a jugar con los
dedos de sus manos
—Sí, siempre lo hace. No
tiene porqué desconfiar.
Menos luego de que yo
"accediera"... —Hago
comillas con mis dedos al
mencionar aquella última
palabra. —A cortejar a
Veronica.
—Creo que en eso tienes
razón.
—Bueno, me tengo que ir ya
si no es que quiero que el
amanecer me tome en
Vontrom. Todos sabemos
que los lobos se desplazan
mejor y que son más fuertes
en el día, por eso de ser de
sangre caliente. Nosotros por
el contrario nos manejamos
mejor en la oscuridad. —Me
acerco a la ventana de mi
habitación y la abro.
Pero, cuando estoy a punto
de saltar por ella, Leopoldo
habla. Por lo que volteo el
rostro y le miro por sobre mi
hombro.
—Regresa sano y salvo, ¿sí?
—Éste notándose en verdad
muy nervioso.
—Lo haré. —Digo, para acto
seguido saltar de aquella
ventana y comenzar a correr
en dirección a Vontrom.
Corro a toda velocidad a
través del espeso bosque que
rodea Lontar, por entre los
árboles. Mientras avanzo, mi
mente no para de imaginarse
todo tipo de posibles
escenario, todo lo que podía
ocurrir en cuanto pusiera un
pie en
. Desde ser descubierto,
torturado y aniquilado; hasta
encontrarme a Aramis en
uno de los rincones y poderle
arrancar la cabeza de una
buena vez y por todas.
El camino hacia allá se me
hizo eterno. Quería llegar tan
deprisa, que la ansiedad por
ello hizo que mi recorrido
pareciera muy largo en
verdad.
Los nervios y la
desesperación por saber si
en realidad la loba clase X o
la misma Aramis se
encontraban en el castillo de
Vontrom me estaba
consumiendo por dentro.
Necesitaba respuestas,
necesitaba saber qué estaba
pasando y si aún Aramis
seguía en aquel lugar... tenía
que aclarar todas mis dudas,
y eso solo lo iba a hacer
adentrándome a Vontrom.
Una vez llego a las premisas
del pueblo, bajo el ritmo y
comienzo a andar. No quería
que algún lobo me fuera a
ver corriendo a esta
velocidad e inmediatamente
supiera que se trataba de un
vampiro.
Ya que si no fuera porque me
vieran y notaran mis ojos
rojos, no tenían forma de
saber que yo era un vampiro.
Rodeando las afueras de
Vontrom, comienzo a
desplazarme por detrás de
los edificios y a veces sobre
los tejados. Tomando vías
alternas para tratar de evitar
cualquier tipo de
enfrentamiento innecesario.
Cualquier situación que
fuera a arruinar mi factor
sorpresa.
Las calles estaban desoladas
como la vez anterior, y no
era como que me
sorprendiera demasiado, ya
que por lo general los lobos
eran criaturas diurnas, y no
solían vagar por la noche si
no era más que
extremadamente necesario.
Una vez estoy lo
suficientemente cerca del
castillo, me escondo tras
unos barriles repletos de
agua, cerca de un
establecimiento, y miro los
alrededores.
Tal y como la vez anterior,
habían varios goblin
merodeando y escoltando los
alrededores del castillo del
rey lobo alpha. Y
desafortunadamente, según
lo que podía ver, creo que la
seguridad había aumentado
desde la última vez.
No lo sé, tal vez el encontrar
los cuerpos sin vida de
varios de lo suyos influyó
grandemente en el aumento
de su seguridad.
Pero, estaba decidido a
entrar ahí, y nada me lo iba
a impedir.
Procediendo con cautela, me
desplazo entre los árboles y
arbustos hasta llegar cerca
del lado derecho del castillo.
Ahí había divisado una
pequeña ventana cerca del
suelo la cual creo me puede
llevar hasta el sótano del
lugar.
No había demasiada
vigilancia de este lado, ya
que no había puerta alguna;
solo un goblin que pasaba
cada 1 minuto marchando y
luego desaparecía en la
cornisa.
Vigilante desde detrás de
unos helechos altos, espero
pacientemente a que aquel
lobo encapuchado de negro
pase por frente a la ventana
y siga su paso hasta la
cornisa.
Tenía que ser muy rápido,
un minuto no era demasiado
tiempo cuando posiblemente
tenía que forzar la ventana
para abrirla y luego
adentrarme por ella a sabe
dios donde.
Pero, me arriesgaría. No
había venido hasta aquí para
tener dudas de mis
habilidades, había llegado
hasta aquí por respuestas, y
no me iría hasta tenerlas.
Una vez el goblin toma una
derecha y desaparece de mi
rango de visión, salgo de mi
escondite y corro a toda
prisa hasta la pequeña
ventana. Me coloco de
rodillas frente a ella y
comienzo a intentar abrirla;
pero como había
sospechado, estaba cerrada
desde adentro.
Comienzo a tratar de abrirla
halando de ella, pero por
más que lo intentaba con
todas mis fuerzas la ventana
no parecía ceder.
Pensé en solo darle una
patada al vidrio, romperlo y
adentrarme de esa forma al
castillo; pero eso alertaría al
goblin que estaba a punto de
regresar... al que estaba a
tan solo unos segundos de
llegar nuevamente a esa
cornisa.
Pienso en que no es posible
que toda mi misión se vaya a
ir a la mierda por culpa de
una puta ventana.
Siento como las venas de mi
rostro se brotan y como el
coraje, la frustración y el
enojo comenzaban a
apoderarse de mí entretanto
seguía halando de ella con
fuerza.
—¡Ventana de mierda! —
Murmullo entre dientes al
escuchar los pasos del goblin
ya cerca de la cornisa. A solo
unos cinco segundos, como
máximo, de descubrirme.
Tenso mi mandíbula, cierros
los ojos y tiro de esa ventana
sintiendo como los músculos
de mi cuerpo y brazos se
tensaban de esa manera.
El goblin ya casi en la
cornisa...
De pronto, la ventana cede y
abre, yo inmediatamente, y
sin pensarlo ni por un
segundo, me deslizo por ella
y la cierro tras de mí al
pasar.
Me estremezco al escuchar
como el goblin llega cerca de
mi posición y pasa por frente
a la ventana marchando
como de costumbre.
Suelto un suspiro.
Eso había estado cerca...
demasiado furia yo.
Girándome y dándole la
espalda a la ventana, miro a
mi alrededor para ver donde
había parado; y es ahí
cuando lo veo.
Habían cuerpos de cerdos
colgados de ganchos desde el
techo, estos pareciendo estar
congelados. Algunas otras
carnes de ciervos y
diferentes variedades de
animales guardadas en
contenedores en unas
estanterías a la izquierda.
Estaba en una especie de
almacén o frigorífico.
El frío que aparentaba hacer
en el lugar no me afectaba
en lo más mínimo, por
aquello de que los vampiros
no podemos sentirlo.
Y ahora mismo doy gracias
por ello, sino hubiera estado
en graves problemas.
Camino sigiloso por el
frigorífico, entre los cuerpos
sin vida de los cerdos
mientras busco la puerta de
salida.
Cuchillos y artefactos de
esos de cocina sobre mesas
de madera por doquier.
Entretanto caminaba, el
sonido metálico de las
cadenas viejas oscilando con
los cuerpos de los cerdos
llenaba el silencio nocturno
del lugar.
Diviso una puerta a mi
izquierda, por lo que avanzo
con cautela mientras posó
una de mis manos sobre la
empuñadura de mi cuchillo.
Solo en caso de que alguien
entrara por esa puerta.
Procedo a abrir lentamente
la puerta mientras me fijo en
los alrededores. Un corredor
muy largo tanto a mi
derecha como a mi izquierda.
Nadie en el.
Avanzo a paso lento, tomo
una derecha en el pasillo sin
saber muy bien hacia dónde
me dirigía y cómo
encontraría lo que buscaba.
Estaba a ciegas, sin un
rumbo aparente y sin saber
si en realidad lograría
encontrar las respuestas a
mis preguntas. Pero al
menos lo intentaría.
Mientras avanzo, medio
agachado y con mi mano
izquierda sobre la
empuñadura de mi cuchillo
en todo momento, escucho
murmullos aproximándose,
por lo que me agacho y me
escondo tras una maceta
grande con una palmera que
había en una esquina.
Me asomo un poco y veo
como habían dos
encapuchados hablando
entre ellos cercanos a unas
escaleras que conducían a lo
que creo yo sería el primer
piso; ya que por la
apariencia de este creo que
me encontraba en el sótano.
Extiendo mi manos hacia el
cinturón de mi pantalón y
tomo dos kunai que tenía en
el. Los coloco entre mis
dedos y miro a mis objetivos
fijamente.
Tenía que deshacerme de
estos dos lobos si es que
quería seguir mi camino
hacia el primer piso, ya que
dudo mucho que fuera a
encontrar respuestas en su
carnicería.
—Ya estoy harto de esta
basura. No veo la hora de
largarme de todo esto. —Dice
uno de ellos mientras escupe
saliva hacia su izquierda.
—A mí me gusta joder a la
gente, en especial a los
prisioneros. —Ríe por lo
bajo. —Me gusta arrancarle
las uñas cuando los torturo.
—Ambos sueltan risitas
malévolas.
—Es lo único bueno de esta
porquería, además de el
hecho de haberme tirado a la
jefa. —Yo aprovecho su
despiste y me acerco a la
posición perfecta lentamente.
A aquella en la que les
pudiera atacar con mis
kunai en la distancia.
—Espera, ¿a Aramis? —Dice
el otro notándose muy
sorprendido.
—Sí —Sonríe.
—¿Cómo es que...?
—Solo fue una vez, una
noche loca. Ya nunca más
me a vuelto a mirar.
En ese mismo momento, me
levanto de golpe y lanzo mis
kunai con todas mis fuerzas
hacia ellos. Las armas se le
clavan a ambos en la frente y
prontamente los dos caen al
suelo sin vida.
Yo suelto un suspiro
entretanto comienzo a
caminar en aquella
dirección. Luego me agacho,
tomo mis kunai de sus
frentes, limpio la sangre en
ellos en mi pantalón y los
guardo nuevamente.
Miro los cuerpos sin vida de
estos dos idiotas, no podía
dejarlos aquí tirados, ya que
si algún encapuchado venía
y los veía ahí, muertos,
sonarían la alarma y se
alertarían todos.
Tomando de uno en uno a
ambos por debajo de los
brazos, los halo hasta el
frigorífico y los escondo bajo
unas mesas que habían allá
en la esquina.
Aquí no los encontrarían tan
fácilmente, la iluminación no
era buena, y a juzgar por el
tiempo que llevaba aquí sin
ver ni una sola alma
adentrarse al frigorífico, no
es como que vinieran mucho
aquí. Seguramente venían
una vez al día para
prepararse su comida.
Volviendo a la escalera, la
subo con precaución estando
muy alerta de que no fuera a
bajar otro goblin; pero no lo
fue.
Veo a donde había llegado,
estaba a un lado de un tipo
de salón principal en donde
había una especie de trono
al final de este; escasos
escalones frente a el.
Unos pilares enormes que
iban desde el techo hasta el
suelo formando un pasillo
largo hasta lo que creo yo es
la puerta principal.
Miro hacia todos lados, no
parecía haber nadie en este
lugar, ni un solo hombre
lobo.
Continúo con cautela, en
este piso no había nada, solo
ese trono vacío allá al final
del lugar, por lo que decido
dirigirme a unas escaleras a
la izquierda del salón. Estas
parecían dirigir al segundo
piso.
Pero cuando estoy ya solo
escasos pasos de la escalera,
escucho como alguien venía.
Volteo el rostro hacia todos
lados, pero no encontraba
donde esconderme, solo
estaba el trono tras de mí y
los pilares. Cosa a las cuales
no me daría tiempo a llegar a
juzgar por la voz del lobo que
venía y sus pasos cercanos.
Miro hacia arriba, veo un
candelabro grande, ya
apréndete eternamente
fuerte, sobre mi cabeza; por
lo que sin pensarlo dos veces
salto y me cuelgo bien de
aquello.
Rodeo mis brazos y piernas
del candelabro y me sujeto
con todas mis fuerzas. Veo
como los pasos finalmente
llegan cercanos a donde yo
estaba, bajo la mirada y es
ahí cuando lo veo... al rey
lobo alpha junto con sus tres
Victorian.
Me quedo inmóvil y en
completo silencio viendo
hacia abajo lo más que
podía, estos caminando
hacia las escaleras,
dispuestos a dirigirse al
segundo piso.
—Tenemos que encontrarla,
no importa lo que diga
Aramis. La quiero aquí. —
Dice el rey lobo alpha parado
frente a las escaleras. Estos
estando justo abajo de mí.
—Sí mi señor. —Responde
uno de los Victorian.
Mientras estos continúan
con su conversación, yo
comienzo a sentir como mi
manos empiezan a zafarse,
no aguantaría mucho más
aquí de esta manera.
No soportaría mucho más
tiempo aquí colgado; por lo
que si estos no se alejaban
pronto, sé que caería y me
descubrirían.
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Capítulo 8

Estoy pendiendo de un hilo


aún sobre las cabezas de los
Victorian y del Rey lobo
alpha.
Mi cuerpo ya temblando por
el dolor y el cansancio de
mis músculos al sostener mi
cuerpo en esta posición por
tanto tiempo.
Si caía, toda mi misión de
buscar información habría
sido un fracaso. Sin
mencionar que
probablemente los Victorian
y el Rey lobo alpha me
matarían sin hesitar.
Los Victorian eran
demasiado fuertes, los había
visto pelear en batallas para
los lobos por siglos y se que
no son fáciles de combatir.
Supe que estos se habían
debilitado un poco cuando
alguien de su misma raza
logró asesinar a uno de ellos
hace unos años, pero ahora
que nuevamente eran tres...
volvieron a ser imparables.
En cuanto al Rey lobo alpha,
él sí que era demasiado
fuerte. Nunca lo había visto
pelear o en alguna batalla,
ya que siempre mandaba a
su ejército o a los Victorian.
Pero sí le había visto
entrenar, y aparentaba tener
demasiada fuerza. Mucho
más que cualquier lobo que
haya visto jamás, incluyendo
a Aramis.
Así que, en conclusión, si
caía de este candelabro; muy
seguramente sería mi fin.
Continúo escuchando como
estos hablan justo bajo de
mí. Siento como un dolor
agudo y punzante me abarca
los músculos y el cuerpo
entretanto comienzo a sentir
calambres en las piernas y
brazos.
Necesitaba que se
marcharan ya.
—En fin, ¿consiguieron
algún tipo de información en
la búsqueda? —El Rey se
para en el primer escalón de
la escalera. Su mano posada
del badandal, la otra
sujetando su lujoso bastón.
—Sí, tenemos información.
—Contesta uno de los
Victorian, el más nuevo.
Yo comienzo a sentir como
mis dedos se empiezan a
deslizar del metal del
candelabro. Como
comenzaba a resbalarse.
—Entonces quiero todos los
detalles en mi oficina, ahora.
—Finalmente comienza a
subir la escalera, los
Victorian tras de él,
siguiéndole.
Gotas de sudor frío
comienzan a bajar por mi
rostro y cuello mientras me
aferro con todo lo que me
quedaba a ese candelabro.
Mis dedos aún resbalando,
uno por uno.
Una vez escucho como a
puerta de la oficina del Rey
lobo alpha se abre y se cierra
tras estos pasar, me suelto
inmediatamente y caigo de
pie en el suelo.
Mi respiración agitada, mi
cuerpo adolorido.
Sin perder mucho más
tiempo, me recompongo
rápidamente y comienzo a
subir aquellas escaleras
Tenía que escuchar lo que
los Victorian le dirían al Rey
lobo alpha, podría ser
importante.
Caminado un tanto
agachado, bordeando las
paredes en todo momento,
llego hasta la oficina del Rey
lobo alpha y me paro a un
lado de su puerta media
abierta. Veo como el rey se
sienta tras su escritorio de
madera oscura mientras que
los Victorian se paran de
brazos cruzados frente a
este.
Me quedo viendo lo que
puedo por aquella abertura,
estando muy al pendiente de
que ningún lobo
encapuchado fuera a venir y
me encontrara desprevenido;
por la espalda.
—Entonces, díganme lo que
saben. —El Rey lobo alpha
coloca su bastón recostado
de la mesa y se inclina hacia
atrás en su silla.
—Le pedimos el rastro a
Katrina, no la logramos
localizar. —Responde uno de
los Victorian. El rey parece
decepcionado al escuchar
aquello.
Katrina, ¿quien es ella?
—¿Cómo que le perdieron el
rastro? —Su cara
tornándose roja.
—No sabemos que fue lo que
sucedió, los teníamos en la
mira y de pronto ellos solo...
desaparecieron. Y no ayuda
para nada que ya no
podamos percibir su olor.
El Rey lobo alpha se levanta
violentamente de la silla y da
un puñetazo contra la mesa.
Los Victorian pegan un salto
y se quedan tanto inmóviles
como callados.
—¿Cómo pueden ser tan
ineptos? —Los mira con
fuego en los ojos. —Los envié
a ustedes tres en vez de a los
goblin para que no les
perdieran el rastro. —Les
señala, molesto. —¡Solo es
una niña y su familia de
pendejos! No entiendo como
se les pudo haber escapado
de las manos. —Grita.
—La última vez que vimos a
la loba clase X fue en el
bosque de Koralgh, cerca del
pueblo de Girla. —Responde
el Victorian más nuevo del
grupo. —Los logramos
perseguir hasta allí, pero por
alguna razón desaparecieron
sin dejar rastro.
¿Loba clase X?
Así que esa tal Katrina es la
loba.
Esto explica muchas cosas.
Si el Rey lobo alpha la estaba
buscando con sus matones
Victorian, eso quería decir
que la chica había escapado
de alguna manera y
definitivamente estaba a la
fuga.
Así que... la relación entre
estos no era como me la
imaginaba. Tal vez esta tal
Katrina se cansó que la
utilizaran y huyó. Pero, esto
no cambia el hecho de que si
la llegasen a encontrar y
capturar; la obligarían a
darle su sangre a Aramis
nuevamente y ésta seguiría
fortaleciéndose.
Cosa que no podía permitir
que sucediera.
Aún así debo encontrarla y
eliminarla. No correría ese
riesgo.
—No obstante, logramos
herir a uno de los lobos que
la acompaña. Así que no
creo que lleguen muy lejos
con él herido de esa manera.
Definitivamente eso les hará
la huida más difícil.
—¡Bien! —El Rey lobo alpha
le da una palmada a la mesa
y suelta un suspiro. —Al
menos algo positivo entre
tanta mierda. —Pasa su
mano por entre su cabello y
se da la vuelta. Dándole la
espalda a estos; mirando por
aquella ventana frente a sí.
Todos se quedan en silencio
por algunos instantes.
—¿Y dónde está Aramis? —
Pregunta aún en aquella
misma posición.
—Lo último que supimos de
ella era que estaba buscando
el rastro de Katrina también.
Estaba en un pueblo cerca a
la posición de la chica. Pero,
gracias a que se distrae con
facilidad con los humanos...
—Arrancándoles la cabeza...
—Le interrumpe otro
Victorian.
—Sí, bueno, pues se puede
decir que nosotros estamos
más cerca de encontrar a a
chica que ella. —Termina de
explicar.
Escucho como el Rey lobo
alpha suelta una bocanada
de aire.
—Encuentren la loba clase X
y tráiganla al castillo antes
de que pierda la paciencia.
—Entrelaza sus manos tras
su espalda. Los Victorian
asienten.
—Sí señor, eso haremos.
—¿Y qué quiere que
hagamos con los demás?
¿Con los que la acompañan?
—Pregunta el más nuevo del
equipo. Los otros Victorian le
dan una mirada matadora,
como regañándole por haber
hecho esa pregunta. Él se
encoge de hombros.
—¡Matarlos! —Responde el
rey. —Los quiero a todos
muertos, menos a la chica.
—Sí señor.
—Ahora fuera de mi oficina.
¡Lárguense y tráiganmela!
Inmediatamente, corro y me
alejo de la puerta. Miro hacia
todos lados, no había
demasiados lugares en los
cuales pudiera ocultarme.
Sin mencionar los lobos
encapuchados que podía
haber en la lejanía
merodeando el pasillo.
Escucho como el sonido de
la puerta al abrirse
lentamente comienza a llenar
el aire que los rodea.
Veo a mi izquierda una
puerta hacia lo desconocido;
lo pienso por un segundo y
termino aventurándome a
adentrarme a donde sea que
me llevara.
Era eso o que me vieran los
Victorian en medio del
pasillo cuando salieran de la
oficina.
Me adentro al lugar y cierro
la puerta a medio cerrar.
Dejando un pequeño espacio
en el cual mirar lo que allá
afuera sucedía.
Volteo el rostro y me percato
donde estaba. Era una
alcoba, específicamente de
mujer a juzgar por los
vestidos lujosos que
colgaban de algunas perchas
de las puertas del armario.
Frunzo el ceño al percatarme
de ese olor. Al olor que
inundaba todo el aire... era
el de Aramis.
Estaba en su puta
habitación. No me lo podía
creer.
De todas las habitaciones
que debe tener este castillo,
justo tenía que esconderme
en la de ella.
Que desagradable.
Vuelvo mis ojos a la puerta y
veo por aquel pequeño
espacio como los Victorian
caminaban por el pasillo y se
alejaban los tres del lugar.
Los Victorian iban por la
chica, cosa que no podía
permitir. No debían
encontrarla, ya que si lo
hacían, la traerían aquí y
todo se jodería.
Tenía que actuar rápido,
tenía que hallarla antes de
que ellos lo hicieran. Ya que
luchar yo solo contra tres
Victorian para impedirles
que lo hicieran, eso sí sería
un suicidio. Por lo que no me
costaba otro remedio más
que tratar de adelantámele.
Poso mi mano en la puerta
dispuesto a marcharme,
miro sobre mi hombro y veo
la habitación sin ventanas de
la asquerosa de Aramis.
Esto no se daba todos los
días, así que aprovecharía
esta oportunidad única que
el universo me había
regalado.
Giro sobre mi propio eje y me
acerco a su armario. Tomo el
vestido rojo de lentejuelas
que colgaba de la puerta, y
con ambas manos, procedo a
halarlo con fuerza hasta que
se rompe por la mitad y
algunas de sus lentejuelas
caen al suelo.
Sonrío de labios cerrados al
sentir satisfacción por joder,
de alguna manera, a la perra
de Aramis.
Suelto el vestido roto al suelo
y miro el armario que tengo
en frente.
Disfrutaría de esto...
Abriendo las puertas del
armario de Aramis, veo los
vestidos lujosos y costosos
que habían dentro de el.
La muy asquerosa siempre
tan elegante y coqueta; como
la odiaba.
Tomando cada uno de los
vestidos, procedo a
romperlos y hacerlos
pedazos. Luego lanzarlos al
suelo tras de mí.
Pienso en todas las cosas
que Aramis había provocado
en mi vida al asesinar a mi
madre de aquella manera. Y
siento asco solo de saber que
estaba en su espacio,
respirando el mismo aire que
respiró... tocando lo que ella
había tocado.
Lanzando el último vestido al
suelo, los observo por un
momento con disgusto
mientras siento satisfacción
al, al menos, poderme
desquitar de esta manera.
Giro sobre mi propio eje y
camino hacia la puerta
media abierta nuevamente.
Acerco mi rostro a la puerta
y observo el panorama
afuera. Habían unos cuantos
lobos encapuchados
merodeando, vigilando.
Tenía que encontrar la
manera de salir de este lugar
rápido para poder
adelantármele a los Victorian
en la búsqueda de esta tal
Katrina. Así que tenía que
actuar de prisa.
Analizo la opciones que tenía
en estos momentos; podía
volver a bajar las escaleras y
llegar al primer piso para
luego volver a ir al sótano y
salir por aquella misma
ventana en la carnicería.
Pero eso sería muy
arriesgado, estaba bastante
lejos del lugar, y muy
probablemente me
encontraría con algunos
encapuchados en el camino.
La otra opción era encontrar
una salida en este mismo
piso, no lo sé, encontrar
alguna vía alterna y bajar al
primer piso de alguna forma
que no fuera por aquellas
escaleras.
Noto como el goblin que
vigilaba una parte del pasillo
toma una derecha y
comienza a caminar en
dirección a las escaleras
principales, así que
aprovecho la situación, y de
que éste ahora estaba de
espaldas a mi posición, y
salgo de la habitación de
Aramis.
Me agacho, y me escondo
tras una mesa de madera
que había cercana. No veía
demasiadas opciones, estaba
en una situación un tanto
difícil para serles sinceros.
Caminando agachado hacia
la izquierda, me asomo en la
cornisa derecha del pasillo y
observo como había una
ventana al fondo, pero frente
a esta, un goblin solitario
fumándose un cigarrillo.
No sería muy difícil
deshacerme de él, abrir la
ventana y escaparme, pero,
¿cómo acercarme a él sin
que gritara y alertara a los
demás?
Pienso por un momento en
qué es lo que debería hacer,
en cómo distraerlo para que
se alejase de esa ventana
para yo poder escapar.
—¡Oye tú! ¿Quién mierdas
eres? —Escucho una voz
tras mis espaldas.
Cierro los ojos por un
momento y siento como un
frío me recorre el estómago.
¡Mierda!
Ahí iba mi factor sorpresa.
Me pongo completamente en
pie, lentamente, y suelto un
suspiro. Luego me doy la
vuelta y es ahí cuando veo a
uno de los goblin mirándome
fijamente. Éste con su mano
sobre la empuñadura de un
cuchillo que tiene guardado
en la cintura.
—¿Qué haces aquí? ¿Quién
eres? —Vuelve y pregunta.
Veo con la esquina del ojo
como el otro lobo
encapuchado suelta el
cigarrillo al suelo, lo pisa,
para luego comenzar a
caminar en esta dirección.
—Yo... —Tartamudeo. Sin
saber exactamente qué decir.
—Yo soy el nuevo
guardaespaldas del rey lobo
alpha. —Miento. El
rapidísimo frunce el ceño.
—¿Guardaespaldas? —El
otro goblin llega a nuestro
lado.
—¿Y por qué estabas
escondido en la cornisa? —
Me mira de arriba a abajo.
Yo trato de verme
convincente.
—Espera... —El
encapuchado que estaba
frente a la ventana se me
acerca y me mira fijamente.
Trago hondo.
—¡Tus ojos... son rojos! Eres
un vampi...
En ese mismo instante,
antes de que pudiera
terminar de decir aquello,
me agacho rápidamente,
extiendo una de mis piernas,
me giro y le doy una patada
al lobo. Éste pierde el control
y prontamente cae al suelo.
Veo con la esquina del ojo
como el goblin que había
llegado último trata de
pegarme por la espalda un
puñetazo, pero yo me inclino
hacia adelante, doy una
voltereta y me levanto tan
rápido como puedo.
El otro encapuchado se pone
en pie y ambos me miran
con coraje. Yo me coloco en
posición de ataque.
—¡Vampiro de mierda! ¿Qué
cojones haces aquí? —Dice
uno de ellos mientras
arremete contra mí. Yo logro
esquivar su ataque y lanzarle
simultáneamente un
puñetazo que le pega en el
rostro. Éste se tambalea y
noto como sangre comienza
a salir de su nariz.
—¡Muere! —Grita el goblin
que a quedado tras de mí.
Miro sobre mi hombro y le
veo envestirme con un
cuchillo.
Trato de esquivarle, pero ya
era muy tarde, él logra
esperarme el cuchillo en mi
costilla e inmediatamente
siento un dolor agudo y
punzante en el área.
Suelto un pequeño quejido
mientras me hecho hacia un
lado, haciendo que el arma
punzante abandonara mi
cuerpo. El goblin con el
cuchillo aún en su mano.
Percibo como sangre
comenzaba a salir de la
herida.
Entre dolor, miro a los lobos
encapuchados con odio y
rencor. Poso mi mano en la
herida y ejerzo presión sobre
ella.
—¿Qué está pasando? —Veo
como dos encapuchados más
llegan a la escena corriendo.
Estos me ven fijamente y sé
que inmediatamente se
percatan de la situación.
Carajo, no se podía poner
mejor esta situación.
Sin pensarlo demasiado, doy
un salto y le pego una
patada voladora, mientras
giro, a uno de los lobos.
Sangre sale de su boca
entretanto su cuerpo se
inclina hacia un lado y
finalmente cae al suelo
inconsistente.
Yo caigo al suelo en mis dos
pies sintiendo un fuerte
dolor en el área de la costilla
donde tenía la herida. De
pronto, veo con la esquina
del ojo como un puño me
pasa a solo unos escasos
centímetros de mi rostro.
Abro los ojos muy grandes y
lo esquivo inclinándome
hacia un lado.
Reincorporándome
rápidamente, arremetí
contra aquel que me lanzó el
puñetazo, le di uno yo de
vuelta seguido por otro casi
de inmediato y éste cayó
inconsciente junto a su
compañero en el suelo.
Escucho como en la lejanía
venían muchos más lobos
encapuchados corriendo
escaleras arriba.
Tenía que salir de aquí ahora
mismo. Sino, la situación se
pondría mucho peor y no sé
si sería capaz de escapar
cuando todos los malditos
goblin de Vontrom se
lanzaran en mi contra.
Miro a mi derecha y veo
aquella ventana.
No tenía muchas opciones en
estos momentos, era o
enfrentarme a todos los
goblin que subieran por la
escalera tras de mí, o correr
hacia aquel pasillo sin salida
y esperar que pudiera salir
por esa ventana.
Decido por la segunda.
Dándome la vuelta, comienzo
a correr a toda velocidad
hacia la ventana. Escucho
como los encapuchados
corren tras de mí, intentando
alcanzarme.
Sin bajar la velocidad ni un
poco, corro hacia la ventana,
cierro los ojos, salto, y con
mi hombro la embisto.
Muchos pedazos de cristal
salen volando por los aires y
yo siento como mi cuerpo
solo comienza a caer en
picada.
Capítulo 9

Mientras mi cuerpo cae al


vacío desde lo alto del
castillo, siento como el viento
me pega en la piel entretanto
mi futuro se muestra
nublado.
¿Hacia dónde caería?
¿Sobreviviría?
Demasiadas preguntas y
dudas rondando mi cabeza
en estos instantes. Viendo
mi futuro pasar por delante
en tan solo unas milésimas
de segundos.
Tomando un poco de
valentía, giro el cuerpo y
miro hacia abajo, veo el
suelo a solo unos escasos
metros de mi. A solo una
corta distancias para
estamparme contra el.
Me digo a mí mismo que este
no sería mi fin, que esta no
sería la manera en la que
terminaría. No sin antes
haberme llevado la vida de
Aramis por delante. No sin
haber llevado a cabo la
venganza por mi madre.
Utilizando las fuerzas que
me quedaban, trato de
reincorporarme a último
minuto y lograr caer de
manos y pies en tierra firme.
Una vez mis manos y pies
sienten el suelo bajo de ellas,
me tomo un momento y doy
una respiración profunda.
Miro hacia arriba y veo como
dos lobos encapuchados se
asoman por la ventana rota
de la cual yo había caído, y
me ven.
En ese mismo instante, una
alarma aguda comienza a
resonar en el aire que nos
rodeaba. Los lobos
encapuchados habían
activado algún tipo de
seguridad, avisando mi
inesperada presencia; por lo
que si quería salir de aquí
con vida tenía que hacerlo
ahora. Antes de que todos
los goblins salieran del
castillo y se lanzaran sobre
mi como una ola de apestoso
lobos rabiosos.
Levantándome del suelo y
colocándome erguido, miro a
mi a alrededor en busca de
alguna salida viable
—¡Ahí está! —Escucho la voz
de un lobo encapuchado
cercano a mi posición. Miro
por sobre mi hombro y es ahí
cuando lo veo allá cerca de la
cornisa del castillo
señalándome con su dedo
índice y un brazo extendido.
Unos cuatro goblin más a su
alrededor.
Inmediatamente, y sin darle
más vueltas al asunto,
comienzo a correr hacia
aquella muralla de piedra
que protegía tanto los lados
como la parte posterior del
castillo de Vontrom.
—¡Atrápenlo! —Grita uno
mientras les escucho echar a
correr tras de mí.
Una vez estoy cerca de la
muralla, pego un salto
fuerte, me elevo en los aires
y logro llegar hasta la parte
superior de la esta. Apoyo mi
manos en ella para
prontamente impulsarme y
lograr saltarla.
Una vez caigo al suelo, del
otro lado de la muralla,
comienzo a correr a toda
prisa entre los edificios y
algunas casas de Vontrom.
Aún no amanecía, por lo que
todavía las calles y rincones
de la ciudad se encontraban
despejados y solitarios;
haciendo este escape uno a
mi favor.
Mientras corro rápidamente,
girando de vez en cuando
entre callejones, de pronto,
veo como de una cornisa sale
alguien y se me atraviesa en
el medio, Extiende su mano
y logra pegarme en el pecho
haciendo que yo pierda el
control y caiga de espaldas al
suelo.
Me quejo un poco y me
siento.
Miro con el ceño fruncido
hacia adelante, tratando de
ver quién se había metido en
medio, y es ahí cuando lo
veo... el Victorian más nuevo
del grupo.
—¿A dónde vas con tanta
prisa, amigo? —Pregunta con
una sonrisa en los labios. Yo
me pongo en píe.
—No soy tu amigo, imbécil.
—Digo mientras le observo
con coraje.
—Sí, lo sé. Jamás lo
podríamos ser. —Bufa. —Tú
eres un asqueroso vampiro,
y yo soy un lobo solitario. —
Comienza a caminar
lentamente hacia mí, sus
manos tras su espalda.
Yo tenso mi cuerpo y aprieto
mis manos en dos puños
firmes a ambos lados de mi
cuerpo, preparándome para
atacarle en cualquier
momento. Ante cualquier
movimiento que hiciera.
—Fuera de mi camino. —Le
digo mientras le miro con
mala cara. Él suelta una
risita burlona.
—¿Por qué lo haría? — Ríe.
—Si tú eres el que estás en
mi pueblo. —Extiende los
brazos hacia los lados
mientras mira sus
alrededores con una sonrisa
en el rostro. —Tú eres el que
ha venido a invadir nuestra
tranquilidad y paz. ¿Se
puede saber para qué
viniste?
—Eso no te importa. No es
asunto tuyo
—En realidad, sí lo es. —
Asiente. —Estás en mi
territorio chupa sangre, y
eso lo hace mi asunto. —
Muerde su labio inferior
mientras me mira con esa
estúpida expresión la cual
juro por Dios quiero quitarle
a fuerza de golpes.
Yo solo me quedo callado por
unos momentos mientras le
miro fijamente y pienso.
Si este Victorian aún estaba
por aquí, significaba que los
otros dos deben estar cerca.
Que aún no se habían
marchado en la búsqueda y
captura de esta tal Katrina.
Por lo que si quería tener
algo tiempo de para
prepararme para yo ir en su
búsqueda también y
adelantármele tanto a los
Victorian como a Aramis;
debía deshacerme de este
idiota y regresar a Lontar
cuanto antes.
—Ya me cansé de esta
conversación sin sentido. —
Me coloco en posición
defensiva. Él solo sonríe.
—¿En realidad quieres
terminar esto tan rápido? —
Se cruje los dedos de las
manos unos con otros. —
Estaba comenzando a
divertirme con esta
conversación. Lástima que se
acabe cuando te arranque el
corazón. —Bufa.
—Entonces, ¿por qué atrasar
más esto? —Digo para luego
salir corriendo hacia él.
Una vez estoy lo
suficientemente cerca, le
lanzo una patada alta con
todas mis fuerzas. El
Victorian sube uno de sus
brazos para protegerse y el
impacto de mi golpe lo recibe
ahí.
Me quedo viéndolo fijamente
mientras éste solo esboza
una sonrisa macabra al
haber logrado detener con tal
facilidad mi golpe.
—¿Pensaste que sería an
fácil, amigo? —Me empuja y
yo doy unos cuantos pasos
hacia atrás.
Me quedo perplejo.
Este lobo era bueno,
demasiado para mi gusto. Él
solo detuvo mi patada como
si fuera nada. Y juro que
apliqué mucha fuerza en
ella; tanta que cualquier
goblin había salido
disparado por los aires al
instante.
—¿Qué pasa? ¿Te haz
amedrentado? —Se burla. Yo
tenso mi mandíbula ante su
comentario.
—Yo jamás me hecho hacia
atrás. —Digo para luego
acercarme nuevamente a
toda prisa hacia él y
comenzar a lanzarle una
patada tras otra. Un
puñetazo seguido del
siguiente.
Él esquivando todos mis
ataques.
El Victorian me lanza un
ataque y logra pegarme en el
hombro. Yo me quejo un
poco por el dolor, pero
aprovecho, tomo su brazo y
lo tuerzo con fuerza. Él
suelta un grito de dolor y le
noto perder la compostura.
Inmediatamente giro mi
cuerpo, me paro frente a él y
le pego con fuerza justo en el
rostro. El Victorian da
algunos pasos hacia atrás
mientras lleva sus manos
hacia el área de impacto.
—¡Te mataré! —Alza el rostro
con sangre brotando de sus
labios. Acto seguido
arremete contra mí.
Entretanto peleamos
arduamente, con la esquina
del ojo observo como los
otros dos Victorian se
acercan corriendo en la
lejanía. Al parecer habían
escuchado el alboroto y
venían a socorrer a su
compañero.
Pienso.
No iba a poder ser capaz de
enfrentarme solo a los tres.
Ya vi que son demasiado
fuertes solo uno de ellos, así
que no imaginaría hacerlo
contra los tres por mi
cuenta.
Seguramente me matarían.
Pegándole una patada en el
estómago a aquel Victorian;
hago que pierda el aire y
consecutivamente se incline
hacia adelante por el dolor
del golpe y por su búsqueda
por querer respirar
nuevamente.
Miro tras mi espalda y veo
como aquellos dos Victorian
se aproximaban cada vez
más y más.
—Termináremos esto más
tarde. —Me le acerco un
poco. Esté tosiendo por la
búsqueda de aire aún. —
Cuando tus dos amigos no
vengan a interrumpir.
Tras aquellas palabras salir
de mi boca, inmediatamente
giro sobre mi propio eje y
comienzo a correr lo más
rápido que puedo en la
dirección contraria.
Salgo del callejón y atravieso
a toda velocidad la carretera
principal. Luego corro entre
dos casas, allá al final, salto
la valla tras de estas y me
adentro al bosque.
Saliendo así oficialmente de
Vontrom.
Miro por sobre mi hombro
mientras corro rapidísimo
entre los árboles y no veo
nada. Nadie me seguía.
Seguramente los otros dos
Victorian se habían quedado
en ayudando a su
compañero, o simplemente
dejaron de seguirme para no
perder su tiempo.
No lo sé, pero lo importante
era que ya no lo hacían, no
le seguían, y ahora yo podría
regresar a Lontar más
tranquilo.
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•:•:•:•:•:•:•:•
Una vez en el castillo de
Lontar, me adentro a este a
toda prisa mientras dirijo
mis pasos apresurados hasta
la habitación de Leopoldo.
Una vez frente a su puerta,
la abro sin tan siquiera
preguntar o tocar y entro en
ella.
Mis ojos se me quieren salir
de las cuencas al ver a
Leopoldo en la cama con una
de las vampiras del servicio.
Gemidos y sonidos
perturbadores llenaban el
aire de la alcoba.
Una vez estos se percatan de
mi presencia, Leopoldo salta
de sobre la chica y ambos
recorren a cubrirse sus
cuerpos desnudos con una
sábana que estaba a su
alrededor.
—¡Heron! —Dice Leopoldo en
voz alta mientras me mira
con sus ojos como dos lunas
llenas.
—Lo siento, debí tocar. —Me
doy la vuelta y me dispongo
a marcharme.
—¡No, espera!
Bajo el marco de la puerta,
miro por sobre mi hombro y
le veo salir de la cama
mientras toma otra sábana y
la enrolla alrededor de su
cintura. La vampira
tapándose hasta debajo de
su nariz con la otra.
Leopoldo camina hasta mí y
me mira con una sonrisa en
los labios.
Ambos salimos de la
habitación y eméste cierra la
puerta tras de él.
—¡Volviste! Estás vivo. —
Dice con alegría.
—Sí. —Me encojo de
hombros. —Aunque te puedo
decir que me descubrieron.
—La expresión en su rostro
cambia por completo.
—Eso es malo.
—Demasiado. —Paso mi
mano por detrás de mi
cuello, estresado.
—¿Pero estás bien? ¿No
estás herido? —Sus ojos me
recorren de arriba a abajo.
—Estoy bien. —Suspiro. —
Tuve que pelear con algunos
goblin y contra un Victorian.
—¡Mierda¿! Contra un
Victorian? Esos son los lobos
que... —Le interrumpo.
—Sí, son unos de los más
fuertes. Pero eso no es lo que
importa; lo importante aquí
es que obtuve la información
que buscaba.
—¿Sabes de la loba clase X?
—Sí. Ya sé su nombre y
donde fue vista por última
vez. El Rey lobo alpha y los
Victorian la buscan para
atraparla. Al parecer se les
escapó de las manos.
—Eso es bueno.
—El problema es que Aramis
también la busca. No puedo
permitir que ni el Rey lobo
alpha ni Aramis la
encuentren. No permitiré
que esa perra se haga más
fuerte con su sangre.
—¿Y qué harás ahora? —Se
me queda viendo, esperando
ansiosamente una respuesta
de mi parte.
—Me marcho a buscarla. —
Hago una mueca con la
boca. —Iré tras Katrina, la
encontraré y la mataré.
—Con que Katrina... —Posa
su mano sobre su barbilla y
comienza a acariciarla.
—Supuestamente está
acompañada, pero me
importa una mierda. Todo
aquel que se me meta en
medio y se interponga... lo
mataré.
—¿Y cuándo te marchas,
Heron? —Pregunta.
—Hoy mismo. —Hago una
pequeña pausa en mi hablar.
—Empacaré, me prepararé
para el viaje y me marcharé.
Tengo que actuar con
rapidez si es que quiero
adelantarme a los Victorian y
a Aramis. Ya que me llevan
delantera.
—¿Y cuánto tiempo vas a
estar fuera?
—No lo sé. —Paso mi mano
por mi cabello, pensativo.
—Heron, sabes que será muy
difícil ocultarle a tu padre
dónde has ido realmente. Si
te marchas por demasiado
tiempo va a sospechar que
algo está sucediendo aquí. —
Asiento.
—Lo sé, pero la realidad es
que es imposible saber
cuando regresaré, Leopoldo.
—Hago una pausa en mi
hablar. —Solo haz lo mejor
que puedas e invéntate mil
excusas para justificar mi
ausencia.
—¡No se que le voy a decir!
—Se comienza a poner
nervioso.
Yo me quedo en silencio por
algunos momentos mientras
pienso en alguna excusa que
Leopoldo le pudiera decir a
mi padre que justificara que
me fuera por posiblemente
un largo periodo de tiempo.
Tenía que ser algo que lo
convenciera y que no lo
hiciera dudar. Algo que le
agradara...
—Lo tengo. —Digo con una
sonrisa en los labios.
—¿Qué tienes? Habla ya. —
Dice ansioso.
—Le dirás que me encaminé
hacia el pueblo donde vive
Verónica. Que fui a pasar
tiempo con ella y a
cortejarla. Y que
probablemente me quede en
su castillo por un tiempo,
para conocer a la familia.
—¿Y si se comunica con ellos
y descubre que en realidad
no estás ahí? —Se lleva las
manos a la boca y comienza
a morderse las uñas.
—No lo hará. —Niego con la
cabeza.
—¿Qué te hace estar tan
seguro? —Leopoldo frunce el
ceño. Viéndome con muchas
dudas.
—Él no querrá ser
imprudente. Sabe que es
algo muy importante y no
puede intervenir. No se vería
bien que el padre del
vampiro que corteja esté
metiendo sus narices desde
ya. —Sonrío. —Así que no te
preocupes, conozco a mi
padre y lo chapado a la
antigua que es. Él respetará
y no se comunicará. —
Leopoldo asiente débilmente,
aún dudoso.
—Si tú lo dices.
—Tranquilo, todo estará
bien. Solo sigue el juego. —
Colco mi mano sobre su
hombro. Leopoldo me regala
una leve sonrisa nerviosa.
—Entonces, no me queda
más que desearte suerte en
tu búsqueda, Heron. Y ten
mucho cuidado, te estás
enfrentando a los Victorian y
a posiblemente dos lobas
clase X. No quiero que salgas
mal herido o peor. —Baja su
mirada al suelo con aires de
preparación.
—Estaré bien. Regresaré a
casa, te lo prometo. —Le
sonrío, él asiente.
Saco mi agarre de su
hombro y doy un paso atrás.
—Entonces, esto es un hasta
luego. —Dice con la voz
quebrantada. Sé que se
procura mucho por mi, que
esté muy nervioso.
—Sí. —Sonrío —Ahora iré,
encontraré a esta tal Katrina
y a sus amigos, y los mataré
a todos y a cada uno de
ellos. —Sonrió de medio lado
mientras asiento.
Capítulo 10

Luego de prepararme para lo


que se avecinaba, tomé mi
mochila junto con mi mini
sable, algunas cuchillas y
mis kunai; miro mi
habitación y suelto un
suspiro.
No sé qué es lo que vaya a
suceder en mi búsqueda de
esta loba clase X.
Puede que todo salga mal,
me arranquen en corazón del
pecho y todo acabe de esa
manera para mí; o solo
puede que yo sea el que le
arranque a ella la cabeza y
entonces eso me lleve a estar
más cerca de asesinar a
Aramis de una buena vez y
por todas.
No lo sé, pero al menos debía
intentarlo.
Tenía que hacer algo; por mi
pueblo, por la seguridad de
mi gente. Debía tomar acción
antes de que Aramis
continuara fortaleciéndose.
Mientras ajusto todo y
verifico que tenga lo
necesario para este viaje, el
cual no estoy muy seguro de
cuanto durará, escucho
como la puerta de mi
habitación se abre de poco a
poco. Giro un poco la cabeza
sobre mi hombro y es ahí
cuando vea a Leopoldo
adentrarse... pero esta vez ya
vestido.
—Heron... —Habla en voz
baja. Un papel arrugado
entre sus manos. —¿Ya está
listo? —Me coloco la mochila
en mi espalda y asiento.
—Sí, creo que tengo todo. —
Leopoldo se acerca y
extiende hacia mí su mano
con aquel papel en ella. —
¿Qué es eso? —Lo tomo.
—Es un mapa de la región.
Te será de utilidad, creo. —
Sonríe de medio lado. Yo
abro el mapa y lo miro. —La
marca que está ahí... —Se
acerca y señala con el dedo
un círculo marcado con tinta
roja en el papel. —Es donde
me dijo usted que fue vista
por última vez esa tal
Katrina. Creo que ahí es
donde debe comenzar su
búsqueda.
—Sí, eso es lo que haré.
Gracias. —Enrollo aquel
mapa y lo coloco en uno de
los bolsillos laterales de mi
mochila.
—Tenga mucho cuidado, por
favor. —La expresión en su
rostro es de aflicción. —
Vuelve a casa completo.
Yo bufo mientras me acerco
a la ventana de mi
habitación.
—Créeme, eso intentaré. —
Suelto una risita y comienzo
a salir por la ventana.
Una vez afuera, giro el
cuerpo y le doy un último
vistazo a Leopoldo quien me
mira y ondea su mano en
forma de despedida. Yo le
sonrío de medio lado para
acto seguido saltar del tejado
del castillo y comenzar a
correr a toda prisa por el
bosque.
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Mientras recorro el bosque a
altas velocidades, pienso en
que necesito llegar donde la
loba clase X antes de que los
Victorian o la misma Aramis
la encontraran primero.
Tenía que hayarla lo antes
posible, no podía permitirme
fallar en esto.
Por esta razón, ya había
recorrido una buena porción
del camino corriendo lo más
rápido que mi cuerpo me lo
permitía. Sin detenerme ni
por un momento o bajar el
ritmo ni tan solo un
segundo.
Debía llegar rápido, y eso
solo lo conseguiría de esta
forma.
La marca que Leopoldo me
había hecho en el mapa
estaba a unos cuantos días
de Lontar. Por lo que si
continuaba a este ritmo,
lograría llegar tal vez hasta
un día antes de lo previsto.
De pronto, mientras corro,
siento como el mundo se me
viene abajo y mis piernas no
me responden
adecuadamente. Bajo la
velocidad momentáneamente
y poso mi mano derecha
sobre mi frente; la izquierda
la coloco contra la corteza de
un árbol a mi lado, para
mantener el equilibrio.
Me tomo un momento para
inhalar una gran bocanada
de aire entretanto abro y
cierro los ojos, tratando de
recomponer la compostura.
Estaba mareado, creo que
había llevado mi cuerpo al
límite y quemado todas las
energías que me quedaban.
¿Cuándo fue la última vez
que comí algo?
¿Hace cuánto tiempo no me
alimento?
No lo recuerdo.
Con toda esta situación de
Aramis y la nueva loba clase
X creo que había olvidado
alimentarme hace mucho.
Más tiempo de lo que debía.
Sin mencionar todo el
esfuerzo y las peleas
constantes que había tenido
en estos últimos días. No me
sorprendía que mi cuerpo
comenzara a fallar.
Quitándome la mochila de
las espaldas, pienso que
debo tomarme un momento
para buscar algún animal el
cual casar y alimentarme de
el. Necesitaba llegar con
energías a la localización
donde habían visto por
última vez a Katrina. No
podía llegar sintiéndome
mal, mareado o sin haberme
alimentado adecuadamente,
ya que no sé lo que me
encontraría una vez llegase
allá.
También debo ser cuidadoso
de no encontrarme con los
Victorian o con la misma
Aramis en mi travesía, ya
que eso solo empeoraría las
cosas y muy probablemente
me atrasaría en mi
búsqueda, sin mencionar
hacer que le pierda el rastro
a la loba.
Paso mis manos por mi
cabello y doy unos pasos
hacia adelante entretanto
concentro mi audición en los
alrededores.
Escucho pequeños redores
correteando entre las hojas
del suelo. Algunas aves
surcando los aires sobre mi
cabeza; y una que otra
ardilla saltando de rama en
rama entre los árboles.
Hago una mueca con la boca
al solo percibir pequeños
animales a mi alrededor.
Nada lo suficientemente
grande de lo cual me pudiera
alimentar y recobrar las
energías que necesitaba.
Vuelvo a tomar mi mochila
del suelo y me la coloco
nuevamente en la espalda.
Percibo el sonido de un río
cerca de mi posición, por lo
que me camino en aquella
dirección.
Siempre que habían cuerpos
de agua, eso significaba que
los animales se acercarían a
el para beber, por lo que si
buscaba a sus alrededores,
podría encontrar alguno lo
suficientemente grande para
abastecerme. No lo sé, tal vez
un ciervo, un jabalí o un
cerdo salvaje del lugar.
Allá cerca del río, comienzo a
caminar por su orilla,
siguiendo su cauce. Mis ojos
y oídos alertas ante
cualquier corazón que
bombeara la suficiente
sangre que necesitaba.
Mientras camino a paso
lento, frunzo mis ojos al ver
la lejanía una especie de
edificación. Procedo
acercarme con cautela,
escondiéndome entre los
árboles y la maleza alta para
no ser visto.
Al estar lo suficientemente
cerca, me emociono al
percatarme que se trataba de
una granja. Un establo lo
suficientemente grande como
para albergar animales de
granja; en el otro extremo
otra estructura la cual
imagino sería la casa o el
hogar de los granjeros.
Me paro tras de un árbol y
escucho atentamente los
sonidos que me rodeaban.
Comienzo a oír el relinchar y
algunos caballos, los sonidos
particulares de algún cerdo;
al igual que alguna vaca y
cabra.
Era lugar perfecto para
alimentarme, pero ya que era
una granja custodiada por
humanos, si lo hacía, debía
proceder con precaución.
Caminando de forma lenta y
sigilosa cerca del granero,
procedo a abrir aquellas dos
puertas rojas de madera que
me separaban de mi cena.
Una vez dentro, vuelvo a
cerrarlas tras de mí
entretanto miro mi alrededor
y me deleito.
A mi dete habían alrededor
de unos cinco caballos
bastante grandes y fuertes. A
mi izquierda, unas jaulas
con unos cerdos muy gordos
y jugosos; a su lado unas
tres vacas junto con cuatro
cabras.
Me quedo mirando cuál de
estos animales sería mi
cena. Coloco mi mochila
colgando de un pequeño
clavo en una viga de madera
y camino a paso lento por
frente de las jaulas.
Analizando cuál de estos
animales me daría la sangre
suficiente que necesito para
seguir con mi viaje.
No sabía cuándo sería la
próxima vez que me
alimentaría, por lo que si lo
hacía ahora, tenía que
aprovechar y beber toda la
sangre que pudiera para así
soportar la mayor parte del
tiempo sin tener que comer
nuevamente.
Parado frente a la jaula de
los cerdos, mis ojos se van
hacia uno en particular;
hacia el más grande de
todos.
Me acerco a ellos muy
despacio para no asustarlos.
Abro la puerta que nos
separaba y me adentro al
corral. Los cerdos parecen
no prestar importancia a mi
presencia; todos lo
suficientemente entretenidos
alimentándose de lo que sea
que fuera que hubiera en esa
bandeja de madera. Todos
sin llegar tan siquiera a
voltear para mirarme.
Me acerco al cerdo que había
escogido con anterioridad, y
lo escucho como su corazón
bombea toda aquella
exquisita sangre a través de
sus venas, como esta fluía de
una forma perfecta a través
de su cuerpo.
Siento como los colmillos
comienzan a salir de entre
mis labios de poco a poco.
Preparándose para lo que
venía. Mi boca salivando.
Empujando al cerdo lejos de
los demás, para que no
causaran alboroto al ver a su
compañero ser secado hasta
la muerte, lo llevo por
aquella puerta hasta lograr
sacarlo al pasillo principal.
Una vez ahí, rápidamente y
sin pensarlo demasiado, le
clavo mis dientes en el cuello
y libero aquella toxina que
los paraliza. El cerdo suelta
un pequeño quejido casi
inaudible y prontamente cae
al suelo casi totalmente
paralizado.
Comienzo a succionar su
sangre mientras cierro los
ojos y solo disfruto de la
sensación que esto me
provocaba. Lo bien que se
sentía alimentarse, lo bien
que se sentía tener este
exquisito líquido de color
rojo entre los labios.
Una vez termino de
consumir cada gota de
sangre del animal, me paro
erguido y suelto un suspiro
profundo mientras cierro mis
ojos y limpio la sangre que
había chorreado desde mis
labios hasta mi quijada.
Miro el animal a mi lado y
pienso que debo enterrarlo
como siempre hacía con
todos los demás; por lo que
lo tomo de las patas traseras
y empiezo a halarlo en
dirección a la puerta
principal.
Mientras halo el cerdo, una
de las patas se choca contra
un balde vacío de metal allá
en una esquina y provoca
que esto haga un estruendo.
Inmediatamente los animales
de la granja se asustan y
comienzan hacer ruido. Yo
suelto el animal y me acerco
a aquellos asustadizos para
tratar de calmarles.
—Silencio. —Murmuro
mientras extiendo mis
brazos hacia ellos en una
forma desesperada por
hacerlos guardar silencio.
Pero los animales no
paraban de hacer ruido y
pegarle a la madera a sus
alrededores, a las jaulas.
Los caballos parándose en
dos patas mientras
relinchaban.
—¿Quién está ahí? —
Escucho la voz de un
hombre cercano a la puerta,
por lo que miro por encima
de mi hombro en aquella
dirección y es ahí cuando
veo como las dos hojas de
madera comienzan a abrirse
de poco a poco.
Rápidamente, reaccionando
de forma apresurada, pego
un salto grande y caigo sobre
una viga de madera cerca del
techo del establo.
—¿Quien está ahí? —Repite.
Miro hacia abajo y veo a un
hombre de edad avanzada
adentrarse. Éste con una
escopeta en las manos.
—¡Sal ahora mismo! —Grita
mientras apunta el arma en
todas las direcciones.
Buscando aquello que había
ocasionado el ruido.
Observo el cuerpo sin vida
del cerdo no muy lejano a la
posición del anciano. Solo
esperaba que éste no se
topará con el o descubriera
su cuerpo, ya que eso me
delataría.
Me quedo observando como
el hombre comienza a
recorrer de forma sigilosa el
establo. Tratando de ver en
la oscuridad. Siendo solo
iluminado por aquella
pequeña lámpara de aceite
que había encendido al
entrar al lugar. Esta estando
colgada de un clavo en la
pared cercana a la puerta
principal.
Los animales continuaron
haciendo ruidos y pegando
saltos dentro de sus corrales
por doquier. El silencio de la
noche siendo llenado de
aquellos sonidos.
—Tranquilos. —Dice el
hombre acercándosele a los
caballos, extendiendo su
mano hacia ellos y logrando
tocarles el hocico. Los
animales se calman y dejan
de relinchar.
Observo a mi alrededor, no
había ningún lugar por el
cual pudiera meterme y
escapar, solo la puerta
principal. Sin mencionar el
hecho de que no me podía ir
aún, no hasta que lograra
enterrar el cuerpo del cerdo
para así deshacerme de toda
evidencia de mi presencia en
este lugar.
Mientras me quedo inmóvil y
en completo silencio sobre
aquella viga de madera, veo
como el hombre camina en
dirección al cuerpo sin vida
del cerdo. Como estaba solo
unos cuantos pasos de
encontrarlo.
Abro los ojos muy grandes
entre que tenso mi cuerpo al
ver aquello.
No podía intervenir ya que
no quería que este hombre
me viera... estaba prohibido.
Los humanos no debían
saber de la existencia de los
vampiros por ninguna
circunstancia. No debían
saber que éramos más que
un simple personaje de
fantasía en sus películas y
libros.
Aunque mal interpretados,
pero... de alguna forma ahí
nos tenían.
No podía huir, no podía
enfrentarme a él... así que
solo me quedaba rezar
porque este anciano no
encontrara el cerdo.
—¿Pero qué carajos?
Lo que menos deseaba, al fin
y al cabo, pasa.
Noto como los ojos del
hombre se le agrandan al ver
el cuerpo sin vida del animal
en el suelo.
—¡Clotilde! —Suelta el arma
y prontamente se pone de
rodillas a un lado del
cadaver. —¿Qué te pasó?
¿Quien te hizo esto? —Posa
sus manos sobre el hombro
de la cerda y la inspecciona
con la poca luz que llega de
aquella lámpara de aceite en
la lejanía.
Mi pecho subiendo y bajando
aceleradamente. Expectante
a lo que fuera a pasar.
—¡Que no vea la mordida!
¡Que no vea la mordida! —
Murmuro para mí mismo
con los ojos cerrados.
Esperanzado a que este
hombre no sellara su destino
de esta forma.
—¿Qué es esto? —Dice en
voz baja mientras pasa
delicadamente sus dedos por
sobre los pequeños hoyuelos
que habían hecho mis
colmillos en la piel del
animal.
Aquellos momentos de
silencio se sintieron
verdaderamente como una
eternidad.
—¿Acaso se trata de un...?
—Detiene su hablar
abruptamente y toma
nuevamente el arma entre
sus manos y comienza a
apuntar hacia todas las
direcciones con ellas.
Sus manos temblorosas.
—¿De un... vampiro? —Dice
con la voz entrecortada.
Una vez aquellas palabras
salen de entre sus labios, yo
tomo una bocanada de aire
entretanto me paso las
manos por el cabello...
sabiendo lo que esto
supondría.
Sin pensarlo demasiado,
pego un salto y caigo al suelo
sobre mis dos piernas. Me
coloco erguido viéndole
fijamente; éste de espaldas a
mí.
Escucho como su corazón se
acelera al oír como caí tras
de él. Veo como su cuerpo
tembloroso se va girando
sobre su propio eje
entretanto sudor frío le
comienza a recorrer el cuello.
Una vez sus ojos y los míos
se encuentran, noto como la
expresión en su rostro
cambia a una de terror, y
como su piel se torna de un
tono pálido.
En ese mismo instante, saco
mis colmillos de entre mis
labios y salto sobre el
anciano sin pensarlo
demasiado.
Capítulo 11

Mientras sacudo la tierra


que quedó en mis manos
tras enterrar el cuerpo del
animal a un lado del
granero, miro hacia atrás y
solo puedo sentirme un
tanto apenado.
No pensaba que esto
terminaría así. No tenía idea
que culminaría de esta
manera.
Me adentro por última vez al
establo, tomo mi mochila,
me la coloco en la espalda y
vuelvo a salir.
Camino cabizbajo
alejándome del lugar cuando
de pronto escucho el
rechinar de una puerta
cercana.
Inmediatamente corro y me
escondo tras un vehículo
tractor que hacía cerca. Me
asomo solo un poco por la
parte frontal para ver de qué
se trataba.
—¿Gerardo? ¿Está todo
bien? —Veo una anciana
salir de la casa anexa al
granero abrigándose el
cuerpo con una frisa. Una
chanclas felpudas en sus
pies. —¿Gerardo? —Camina
con temor hacia el establo.
Yo cierro los ojos y suspiro.
Luego solo me doy media
vuelta y me alejo entretanto
los gritos y los llantos de la
anciana al descubrir el
cuerpo sin vida de su
marido, supuestamente
muerto por un accidente al
caerse de una escalera y
romperse el cuello,
comienzan a llenar el aire del
lugar.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
•:•:•:•:•:•:•:•
Luego de haber retomado el
bosque, haber hecho una
larga caminata y de
ahogarme en mis
pensamientos y
remordimientos, me
sorprendo a ver luces en la
lejanía.
Comienzo a acercarme a
aquella dirección, y es ahí
cuando me percato que me
había topado con algún tipo
de pueblo humano.
Se veía un pueblo muy
pequeño y algo descuidado.
De las casas se podía ver
como humo blanco salía de
las chimeneas en los tejados.
Solo una que otra farola
funcional alumbrando las
calles solitarias de este
lugar.
Empiezo a caminar por la
acera de la calle principal,
mientras miro los
alrededores de donde me
encontraba.
Las tiendas, panaderías y
demás lugares, ya se
encontraban cerrados debido
a que era prácticamente ya
de madrugada.
Mientras camino, veo como
una pareja joven se
adentraba en un edificio que
parecía tener alrededor de
tres pisos al final de la calle.
Me acerco despacio allá, y es
ahí donde puedo leer un
letrero en el edificio en el que
se especificaba que se
trataba de un alojamiento de
24 horas.
Miro por la ventana de
cristal que hay a un lado de
la puerta, y veo como una
señorita muy atractiva
atiende a aquella joven
pareja que buscaban donde
pasar la noche.
Decido optar por preguntar
si aún tenían alojo en este
lugar, ya que siendo sinceros
no me vendría mal darme un
buen baño, aclararme la
mente e idear bien mi plan
de ataque.
Abro la puerta principal y
veo como la joven le entrega
una llave a la pareja. Estos
caminan hacia la derecha, se
adentran por un pasillo y
desaparecen en la lejanía.
—¿En qué le puedo ayudar,
señor? —Pregunta la chica
con un enorme sonrisa en
los labios. Yo me acerco al
mostrador y me quito la
mochila de la espalda.
—¿Tiene disponible una
habitación? —Pregunto. Ella
asiente con la cabeza.
—¿De cuántas camas quiere
la habitación? —
Inmediatamente frunzo el
ceño.
—De una creo que estaría
bien. —La chica
prontamente comienza a
mirar la pared llaves que
tiene detrás de ella. Luego
toma una y se gira hacia mí.
—Aquí tiene. — Extiende su
mano y me la entrega. —
Habitación 204.
—¿Cuánto es por una
noche? —Tomo un pequeño
saquito de cuero de mi
mochila en el que tenía
algunas monedas de oro
para el viaje
—¿Solo una noche? —Alzo
mirada y la miro serio.
—Sí, solo una noche.
—Serían $60. —Saco una
moneda de oro del saco y la
coloco sobre mostrador. La
chica rápidamente me mira
raro. —No, no aceptamos eso
aquí.
—¿Por qué no? Te estoy
dando más de lo que me has
pedido.
—Ya eso no se utiliza. ¿De
dónde lo has sacado? —
Toma la moneda entre sus
dedos y lo observa.
—Eso no importa. —Digo
serio. Ella continúa
observando la moneda de
oro.
—¿Y como cuánto vale esta
moneda?
—Alrededor de $150. —Ella
abre los ojos muy grandes al
escuchar aquello.
—¡Listo! Entonces ya tiene la
llave de su habitación, que
pase buenas noches. —Toma
la moneda y se la pone entre
sus pechos. Una sonrisa de
oreja oreja en su rostro.
Sin decir ni una sola palabra
más, meto el saco de
monedas de oro dentro de la
mochila, la cierro y luego me
la coloco en la espalda otra
vez. Con la llave mano, subo
las escaleras a un lado de la
recepción hasta el segundo
piso. Camino por el oscuro
pasillo entre tanto busco la
habitación 204.
Una vez la encuentro, meto
la llave, giro el pomo y hago
abrir la puerta. Un fuerte
olor a cigarro inunda
prontamente las fosas
nasales.
Observo la habitación, no
tenía muchos lujos ni era
muy espaciosa. En el centro
al fondo había una cama de
madera la cual se veía
bastante vieja. Una mesa de
noche chueca, también de
madera, con una lámpara;
lámpara la cual alumbraba
muy tenuemente. A mi
izquierda una puerta muy
angosta la cual imagino
llevaba al cuarto de baño.
Tras cerrar la puerta detrás
de mí, me acerco a la cama y
coloco la mochila sobre el
colchón. Abro la cremallera y
comienzo a sacar mis
cuchillas y armas para
ponerla sobre la cama. Hago
recuento de ellas y las
verifico. Tenían que estar en
perfecto estado para cuando
me encontrara con la loba
clase X, también por si tenía
un encuentro no planeado
contra los Victorian o la
misma Aramis.
Mientras estoy sentado en la
cama, sacándole filo a mis
cuchillos, escucho como
alguien toca a la puerta.
Inmediatamente me paro de
la cama y pienso en qué
haría ahora con todos estos
cuchillos. No me daría
tiempo a guardarlos todos en
la mochila, no con alguien
tocando a mi puerta.
Tomo la sábana que había
doblada sobre las almohadas
y la tiendo sobre las armas.
Me acerco a la puerta y la
abro tan solo un poco para
ver de quién se trataba. Era
la chica de la recepción.
—¿Sucede algo? — Pregunto.
Ella niega con la cabeza
mientras sonríe, sus manos
tras su espalda.
—Solo vine a ver qué te
parecía la habitación. —Me
empuja por el pecho y me
hace dar dos pasos hacia
atrás, lo suficiente como
para ella adentrarse en la
habitación.
Yo frunzo los labios al saber
que las armas aún siguen en
la cama.
—Está muy bien para solo
una noche. —Digo abriendo
la puerta por completo para
que se fuera, tratando de
deshacerme de la chica. —
Pero si no le importa, ha sido
un día muy largo y quiero
descansar. —Señalo la
puerta, ella solo me sonríe.
—¿Y qué te trae por este
desolado lugar? —Me da la
espalda y comienza caminar
por la habitación, mirándolo
todo. Yo me torno tenso al
saber lo que habían bajo
aquellas sábanas.
—Vengo a ver un amigo. —
Digo sin entrar mucho en
detalle.
—¿Un amigo? —se voltea
espontáneamente y coloca
una de sus manos los pilares
de madera de la cama. Yo
traigo hondo. —¿Cuál es su
nombre? Porque este pueblo
es tan chico que todos nos
conocemos.
—No vive aquí. —Niego con
la cabeza mientras subo una
mano y me rasco la parte de
atrás del cuello. —Solo estoy
de paso.
—¿A sí? ¿Entonces dónde
vive?
Yo trato de controlarme lo
más posible ante no hacer
ningún gesto con el cual la
chica identificara que le
miento o que le oculto algo
— No, vive en Girla. —Ella
inmediatamente alza una
ceja.
—¿En realidad vas para ese
pueblo? —Se aleja de la
cama y se acerca mi
posición. —Porque ahí solo
lo que viven son bárbaros,
bandidos y rateros.
—Tal vez mi amigo y yo
seamos unos más de esos
rateros. —Me encojo de
hombros. Ella bufa.
—No tienes cara de ratero. —
Llega hasta en frente mío y
comienza a jugar con los
botones de mi camisa.
—¿Qué te hace estar tan
segura de eso? —Me inclino
hacia atrás, tratando de
alejarme lo más posible de
ella. Pero ésta no da marcha
atrás.
—No lo sé, no tienes cara de
bandalo. —Ríe por lo bajo. —
Más bien pareces un chico
bueno.
—No tienes idea de quién
soy. —Coloco mis manos
sobre sus hombros y la alejo
delicadamente de mí.
—Puedo averiguarlo si
quieres. —Dice como tono de
voz muy provocativo. Yo
bufo.
—No, en realidad no quieres
averiguarlo. —Llego hasta la
puerta y estiro mi brazo,
indicándole la salida. La
chica me sonríe con una ceja
arqueada.
—Bueno, si cambias de
opinión, ya sabes donde
encontrarme. —Sale de la
habitación, me da una
última mirada por encima
del hombro y luego
desaparece en la oscuridad
del pasillo. Yo tomo una
bocanada de aire; sintiendo
alivio ante su ausencia.
Faltó muy poco para que esa
mujer descubriera mi
arsenal de armas. En estos
tiempos era muy normal que
se llevara una pistola y una
cuchilla, pero jamás va a ser
nada normal que tuvieras
tantas armas como las que
yo llevaba. Por lo que si
usualmente se veía alguien
cargando una cantidad así
de armas letales, éste sería
atacado por todos los
hombres del lugar, sin
mencionar a la policía.
Guardando mis armas
nuevamente en mi mochila,
decido que es hora de darme
un baño refrescante para
luego, con la mente fría,
volver a reanudar mi viaje.
Me adentro al cuarto de
baño, enciendo el agua, me
desnudo y me meto a la
ducha.
Mientras el agua recorre
gentilmente mi espalda, mi
cabeza inclinada hacia abajo
con los ojos cerrados, pienso
en toda toda la mierda que
había pasado últimamente.
Me gustaría tanto que Clara
estuviera aquí. Ella siempre
sabe que decir para hacerme
sentir mejor, para
levantarme el ánimo, para
hacerme querer seguir yendo
hacia adelante.
La extrañaba, puedo
aceptarlo.
Solo espero poder salir con
vida de esto, para así poder
volver a verla. Sería una
lástima que muriera sin
poder tan siquiera
despedirme de ella.
Saliendo de la ducha con la
toalla enrollada de mi
cintura, me coloco una
muda de ropa nueva que
había empacado; la ropa
sucia la coloco en una bolsa
de plástico y la meto dentro
de la mochila.
Tomo entre mis manos el
mapa que Leopoldo me había
preparado y analizo mi
posición y la distancia hacia
Pueblo Girla.
Si me apresuraba, creo que
podía llegar en tal vez un
día, máximo dos.
Por lo que si me quería
adelantar, y asegurarme de
que los Victorian o Aramis
no se me hayan adelantado,
debía seguir con mi camino
ahora mismo.
Luego de colocarme los
zapatos nuevamente, tomo
mi mochila y salgo de la
habitación. Bajo las
escaleras hasta el primer
piso y me paro frente a la
recepción. La chica de hace
un rato pintándose las uñas
de sus manos sobre la mesa.
—Aquí tiene las llaves. Dejé
todo como estaba. —Coloco
las llaves frente a ella y ésta
me mira con una expresión
de confusión en el rostro.
—Pero si apenas llegaste.
Pagaste por una noche y solo
utilizado alrededor de una
hora. ¿Todo bien?
—No necesito más. Puedes
quedarte con todo el dinero
no me interesa. —Doy la
espalda y comienza caminar
en dirección a la puerta.
—¿Estás seguro? –Habla en
voz alta al verme abrir la
puerta y disponerme a
marchar. Yo la miro serio por
sobre mi hombro y no digo
nada; solo cerrar la puerta
detrás de mí al salir.
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Caminando por la orilla de la
carretera, la cual según el
mapa me llevaría directo
hacia aquella cuidad, lugar
en donde Katrina había sido
viera por última vez; miro el
mapa y decido cuál sería la
ruta más rápida hacia aquel
lugar, escucho como un auto
muy ruidoso se acerca tras
de mí en la carretera.
Miro con la esquina del ojo y
veo una camioneta vieja y
oxidada pasar por mi lado a
alta velocidad. Esta con
música muy fuerfe
resonando.
Vuelco los ojos y regreso mi
mirar al mapa; enfocándome
en lo que realmente
importaba.
Cuando de pronto, noto
como la camioneta reduce la
velocidad abruptamente para
luego detenerse en seco y
comenzar a dar marcha
atrás.
Frunzo el entrecejo
entretanto miro por sobre el
mapa lo que allá sucedía.
Esta acercándose a toda
prisa.
Una vez llega a mi lado, veo
como hay cuatro jóvenes
dentro de ella; de las edades
entre 19 y 21. Todos
viéndome con sonrisas
malévolas en sus rostros.
Continúo mi andar por la
carretera, doblando el mapa
y guardándolo en el bolsillo
delantero de mi pantalón.
La camioneta avanza y me
sigue el paso lentamente.
—¿A dónde vas a estas horas
y tan solo, amigo? —
Pregunta el que está en el
lado del pasajero. Su brazo
reposando mitad fuera del
auto y la otra mitad en el
interior.
Yo solo opto por no
responder y continúo mi
camino. Ellos aún
siguiéndome en su
camioneta a velocidad lenta.
—¡Oye, te hice una pregunta!
—Insiste.
—No necesito ayuda, gracias.
—Coloco mis manos en los
tirantes de mi mochila, sin
quitar la vista de enfrente en
ningún momento. Veo con la
esquina del ojo como todos
se miran entre ellos y
sueltan una risita.
—¿Qué llevas ahí? —Señala
con el rostro mi mochila. —
¿Acaso tienes el dinero
suficiente para irnos a tomar
una cerveza?
Yo giro mi rostro hacia ellos
y les miro con los ojos
entrecerrados; cansado de
sus insistentes preguntas.
—Les importa una mierda lo
que lleve o no en mi mochila.
—Contesto. La sonrisa
prontamente se le quita del
rostro al chico y adopta una
seria.
—¡Detén el puro auto Chris!
—Le grita al conductor.
Inmediatamente la
camioneta se detiene y todos
los chicos se bajan de ella y
me rodean.
Yo detengo mi andar y les
miro serio.
—Sálganse de mi camino. —
Digo con una voz calmada
pero fría.
Aquel chico da un paso
adelante y se me para justo
en frente. Cara a cara.
—Dije que me dejes ver lo
que hay en la mochila. —
Habla entre dientes.
—¿Quieres ver lo que traigo
en la mochila? —Pregunto.
Él solo me mira con fuego en
los ojos.
—¿Acaso tengo que
repetirlo?
Yo río por lo bajo mientras
comienzo a quitarme la
mochila de mi espalda.
—¡Dámela, maldita sea! —
Extiende su mano hacia mí y
grita.
—Entonces ven por ella.
Una vez aquellas palabras
salen de mi boca,
inmediatamente lanzo la
mochila al aire; tan alto que
juro por Dios se veía
diminuta en la distancia.
Rápidamente, arremeto
contra el chico que tengo
frente a mi, le tomo de la
cabeza y le rompo el cuello
haciéndola girar. Corro a
toda velocidad hacia los
demás, y los asesino uno por
uno de forma apresurada.
Rompiéndoles los cuellos a
unos mientras que a otros
solo les arranqué la yugular
de sus cuellos.
Una vez el cuerpo del último
chico cae al suelo, extiendo
mi mano hacia mi izquierda
y atrapo la mochila antes de
que esta caiga al suelo.
Me agacho por un momento
y limpio mis manos
ensangrentadas en la camisa
de uno de los jóvenes. Luego
me reincorporo y
simplemente sigo mi
camino... camino hacia
Katrina.
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Capítulo 12

Luego de aquella
desagradable situación en la
que me vi envuelto por aquel
grupo de jóvenes rateros,
continúo mi andar cerca de
la carretera principal en
busca de aquel pueblo
marcado en mi mapa.
Katrina había sido vista por
última vez en el bosque que
rodea Girla, en Koralgh. Lo
que significaba que si
buscaban refugio
definitivamente el pueblo
sería su mejor opción. Más
aún cuando los Victorian
habían dicho que uno de los
del grupo de la loba X había
salido herido.
Tenían que haber ido a Girla,
esa era su única opción más
cercana si es que querían
ayudar a su amigo.
Entretanto camino por
aquella carretera con el
sonido de los carros al pasar
inundando el aire que me
rodeaba, veo un letrero de
concreto cerca de la
carretera el cual ponía:
"Bienvenidos a Pueblo Girla,
donde el estofado de
guisantes te quitará la ira"
Interesante...
Doblando mi mapa y
guardándomelo en el bolsillo
delantero derecho de mi
pantalón, comienzo a
caminar a pasado lento pero
firme hacia aquel lugar.
Podía servir como la
respiración se me tornaba
algo irregular. Puede que
sean los nervios ante lo
desconocido, al no saber lo
que realmente pasaría; o tal
vez puede que solo fuera la
intriga de no saber si en
realidad encontraría a
aquella loba X aquí... aquella
que interfería tanto en mis
planes contra Aramis.
Miro los alrededores, el
pueblo parecía ser uno
bastante pobre. Las casas de
madera estaban algo
deterioradas; los tejados con
agujeros en ellos, ventanas
rotas tapadas con ropas o
algún tipo de plástico, las
puertas chuecas, y algunas
viviendas que ni tan siquiera
tenían. Se veía mucha
basura por los alrededores,
al igual que personas sin
hogar en cada esquina.
Habían varios edificios de lo
que parece ser tiendas
clausuradas. Algunas
panaderías y hospedajes
también en bancarrota.
¿Qué mierdas paso aquí?
¿Por qué este pueblo está en
tan mal estado?
Busco con la mirada algún
lugar en el cual pedir
información. No sabía como
lucia esta tal Katrina, y a
juzgar por lo difícil que se le
estaba haciendo a los
Victorian y a Aramis
encontrarla, intuyo que algo
no andaba bien en ella.
Me percato de un pequeño
edificio allá al final de la
calle el cual tenía las luces
encendidas. El único en al
parecer toda esta cuadra,
por lo que decido caminar en
aquella dirección. Una vez
frente al lugar, noto que se
trataba de una taberna; una
bastante vieja y deteriorada
para serles sinceros.
Empujo aquellas dos
pequeñas compuertas de
madera que me llegaban
aproximadamente a la
cintura y entro al edificio.
Inmediatamente me llama la
atención la cantidad de
hombres que se me quedan
mirando. Todos viéndome de
forma muy seria. Un silencio
un tanto incómodo en el
ambiente.
Camino en dirección a la
barra tratando de ignorar
todas las miradas punzantes
de estos tipos enormes y
barbudos. Todos vigilándome
atentamente. Una vez llego
frente a la barra, apoyo mis
manos del mostrador y miro
al cantinero quien me
observa con los ojos
entrecerrados.
—No eres de por aquí,
¿verdad? —Toma un paño
sucio y desgastado, y
comienza a limpiar unos
vasos de cristal que tenía
sobre el mostrador.
—No. —Me limito a
comentar. —Estoy buscando
a alguien.
Mi comentario parece captar
su atención.
—¿A sí? —Me mira por un
momento, luego sus ojos
vuelven a lo que estaba
haciendo.
—Es una chica, se llama
Katrina.
—No la conozco. —Niega con
la cabeza.
—Debe tener unos veinte y
tantos años. Está
acompañada por un grupo
de personas.
Bueno... de lobos, pero eso a
él no le interesa.
—No, lo lamento. No he visto
a nadie más que a los que
frecuentan usualmente este
lugar. —Termina de secar los
vasos y los acomoda en una
tablilla tras de él. Luego se
voltea nuevamente hacia mí.
—Y para serte sincero... hace
demasiados años que no veo
una chica por aquí. —Apoya
ambas manos sobre el
mostrador; yo asiento.
—Entiendo. —Me torno
erguido nuevamente y coloco
mis manos en los tirantes de
mi mochila; dispuesto a salir
de la taberna. Pero antes de
hacerlo, vuelvo y le hago otra
pregunta. —¿Hay algún
lugar en el que me pueda
hospedar?
—Sí.
Llega un cliente y éste le
sirve una cerveza en uno de
los vasos que previamente
había lavado. Yo espero
pacientemente a que termine
de atenderle.
—El hospedaje de Rita. —Me
presta atención una vez
termina. —Es el único
hospedaje que queda en pie
en este lugar. Si las personas
que buscas están aquí, o
pasaron por el pueblo,
definitivamente se tuvieron
que hospedar ahí.
—Gracias. Me a sido de gran
ayuda. —Meto mi mano en
uno de los bolsillos de mi
pantalón, pero cuando me
dispongo a sacar una
moneda de oro para
agradecerle por su
anmabildad, el cantinero se
extiende hacia adelante y me
toma fuertemente del brazo.
Yo inmediatamente le miro
confundido.
—¿A dónde crees que vas? —
Hace una pequeña pausa en
su hablar. —No hay
información gratis. —Me
mira con los ojos
entrecerrados.
Yo alzo una ceja.
Estaba a punto de sacar una
moneda de oro para dársela
por su amabilidad, pero en
realidad creo que de amable
este hombre no tenía ni un
pelo.
Halo mi brazo de mala
manera y hago que éste
suelte su agarre a mi
persona.
Saco mi mano de dentro del
bolsillo de mi pantalón, junto
con la moneda de oro, y la
coloco sobre el mostrador.
Luego solo me doy la vuelta y
procedo a salir de la taberna.
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Una vez fuera, me dirijo
hacia la dirección que me
había indicado el cantinero,
y tras algunos minutos logro
ver en la distancia el letrero
neón del hospedaje de Rita.
Llego frente del lugar, y
abriendo la puerta de
madera de la entrada, me
adentro al hospedaje y
camino hasta el mostrador.
Una joven de unos 19 años
aproximadamente tras de
este.
—Bienvenido, ¿busca una
habitación? —Pregunta con
una sonrisa en los labios.
Quería preguntarle si
Katrina se estaba
hospedando en este lugar,
pero sonaría muy
sospechoso si solo entraba
por la puerta y preguntaba
por alguien de esa manera.
Además de que no creo que
me de dicha información tan
fácilmente.
Tendré que pensar en algo, y
rápido.
—Bueno en realidad estoy
buscando a... —Hago una
pequeña pausa en mi hablar
entretanto pienso. —A mi
novia, Katrina.
Mierda, las cosas que se
tienen que hacer.
—¿Katrina? —Se rasca la
barbilla.
—Sí, una chica de veinte y
tanto años acompañada
por... —Pienso. —Por mis
primos. —Miento.
—Ah, sí. —Asiente.
Siento como un frío se me
aloja en el pecho al oír
aquello.
—Recuerdo que estaba con
unos chicos, los cuales me
imagino serían tus primo.
¿Cómo era que se llamaba
aquel chico...? —Mira hacia
arriba, pensativa. —Ah sí,
Justin. Él pagó la cuenta por
las habitaciones de todos. Lo
recuerdo porque estaba
buenísimo, con todo respeto,
claro está.
Trato de contener la emoción
que sentía en mi pecho con
el simple hecho de saber que
esta mujer sabía quién era
Katrina.
—Sí, es ella. ¿Sabe en qué
habitación se encuentran? —
Pregunto tratando de no
sonar desesperado.
—Lo siento cariño... —Niega
con la cabeza. —Ellos ya se
fueron. —Se encoge de
hombros.
Yo frunzo los labios mientras
vuelco un tanto mis ojos.
—¿Estás seguro de que tu
novia no solo huyó de ti y no
quiere que la encuentres? —
Me mira fijamente. —No lo
sé, puede que seas un
abusador, o tal vez la quieras
matar... en estos días no se
sabe. —Alza una ceja.
Inmediatamente esbozo una
sonrisa.
—No, ¿cómo se te ocurre? —
Suelto una risita nerviosa. —
No mataría a Katrina jamás.
Es mi novia, ¿por qué lo
haría? No digas boberías. —
Muevo la cabeza de lado a
lado.
—Que alivio, sino me sentiría
terrible por darte su
información. —Ríe por lo
bajo colocándose una mano
en el pecho, demostrando
sentirse calmada.
—Y... ¿sabes hace cuánto se
fuero o para dónde? Es que
en realidad necesito
encontrarla. Tengo que... —
Pienso en alguna excusa
barata que decirle. —Tengo
que decirle que su abuela
murió hace unos días. —
Intercambiamos miradas por
un momento. Yo trago
hondo, esperanzado en que
esta humana creyera mis
palabras.
—Se fueron hace una
semana aproximadamente,
tal vez menos. Los escuché
hablando en la cafetería de ir
a un pueblo... ¿cómo era que
se llamaba? —Mira el techo
sobre su cabeza mientras
piensa. Mis nervios
floreciendo. —Samba... no,
no era ese. Quizás Tortuga...
tampoco. —Niega.
Que ganas de estrangularla
por bruta, si no fuera porque
necesitaba su información,
juro que la noquearía.
—¡Ya sé! —Grita
repentinamente. Yo me
espanto. —Pueblo Azabache,
ahí fueron. —Sonríe. —Lo sé
porque casualmente los
escuché, no es como que me
pase escuchando las
conversaciones de los
demás.
Yo vuelco los ojos.
—Y cuéntame, ¿por qué
están separados ustedes
dos? Digo, no están uno al
lado del otro. Me causa un
poco de intriga eso. —Se
inclina hacia adelante y
apoya sus codos sobre la
mesa. Su mirada fija en mí.
Inmediatamente yo saco el
mapa del bolsillo de mi
pantalón y lo coloco sobre el
mostrador, abierto.
Miro el mapa y con la vista
busco frenéticamente el
lugar. La chica
observándome en silencio.
De pronto, diviso el nombre
del pueblo Azabache. Miro la
distancia entre este lugar y
dicho pueblo, no estaba muy
lejos, tal vez un día o dos si
apresuro el paso.
—Muchas gracias por tu
ayuda. —Tomo el mapa del
mostrador y lo comienzo a
doblar, para luego, volverlo a
colocar en el bolsillo de mi
pantalón.
—Espero que encuentres a
tu novia pronto. —Se
reincorpora y me regala una
sonrisa. Yo camino hasta la
puerta y la abro.
—Sí, yo también. —Digo
antes de salir del lugar y
cerrar la puerta tras de mí.
Una vez fuera del hospedaje,
saco mi brújula y miro hacia
la dirección la cual debía
tomar; hacia el Este. Vuelvo
a guardar el instrumento en
uno de los bolsillos de mi
pantalón, y mientras lo hago,
un olor repentino, y
desagradable a lobo, inunda
mis fosas nasales.
Miro hacia todos lados en
busca de la procedencia de
tal nefasto olor. No podía ser
la loba clase X o sus amigos,
ya que la mujer del
hospedaje había sido clara
cuando dijo que se habían
marchado hace una semana
aproximadamente; por esta
razón debía ser alguien más.
De pronto, en la lejanía, mis
ojos percatan la presencia de
aquellos seres los cuales
menos deseaba ver en estos
momentos... de los Victorian.
Un frío me sube por el pecho
al verles venir caminando
por en centro de la carretera.
Los tres uno al lado de otro.
Mirando todo a sus
alrededores.
¿Cómo es que ya habían
llegado aquí tan deprisa?
Tal vez me retrasé debido
aquel incidente en la granja.
Sea lo que fuere,
definitivamente tenía que
irme de este lugar ahora y
tratar de acelerar el paso.
Los Victorian ya estaban
aquí, lo que significaba que
me estaban pisando los
talones en esta búsqueda de
la loba clase X; y no iba a
permitir que estos imbéciles
se la llevaran de regreso al
Rey lobo alpha.
Por encima de mi cadaver.
Tomando una izquierda en
dirección al Este, camino lo
más rápido posible sin llegar
a resultar sospechoso para
estos humanos.
Los lobos no tenían cómo
identificarme como un
vampiro; los humanos
mucho menos. Por lo que eso
me daba una ventaja a la
hora de escapar y
escabullirme entre ellos.
Así que, aprovechando la
oportunidad, sujeto los
tirantes de mi mochila, y
cabizbajo, camino hacia
puedo Azabache con paso
firme.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
•:•:•:•:•:•:•:•
Dos días habían pasado
desde que salí de aquel
pueblo. Avancé lo más
rápido que pude para tratar
de adelantarme y que los
Victorian no me fueran a
alcanzar.
Caminé por carreteras
baldías mientras tanto corría
cuando llegaba a zonas
boscosas. Estaban ansioso
por llegar a aquel pueblo que
la mujer me había
mencionado, no quería que
Katrina se fuera a marchar
de ese lugar, no quería
perderle el rastro
nuevamente.
Sentía que ahora me
encontraba tan cerca de
encontrarla, y no podía
permitirme perderla.
Mientras corro a una
velocidad medianamente
normal, o parecida a la
velocidad en la que corrían
los humanos, diviso en la
lejanía un letrero grande en
el cual ponía "bienvenidos a
Pueblo azabache".
Inmediatamente siento como
mi pecho se aprieta y una
emoción me invade el alma...
bueno, si es que tenía una.
Apresurándome, llego hasta
un lado del letrero y miro un
pequeño camino de tierra
que llevaba al pueblo. Desde
aquí se podían ver algunas
pequeñas casas de madera
aglomeradas entre sí allá al
final del mismo.
Me dirijo en esa dirección
mientras los primeros rayos
de sol comienzan iluminarme
la cara. El día se veía muy
tranquilo y calmado, los
cielos estaban despejados y
la brisa que soplaba me
acariciaba el rostro.
Mientras camino hacia el
centro del pueblo, observo
atentamente mis alrededores
en busca de algo que me
indicase la presencia de
Katrina en este lugar, lo que
fuera. Si la loba clase X
seguía en este pueblo, debía
saberlo como de lugar.
Mucho más cuando los
Victorian estaban tan cerca
de mi posición actual.
—Disculpe señor. —Me
acerco un hombre que se
encontraba vendiendo
verduras y frutas a un lado
de la carretera.
—¿Qué va a desear usted
hoy? —Señala algunas de las
verduras que tenía sobre
una mesa improvisada de
madera frente a él. Una
sonrisa grande en su rostro.
—En realidad quería hacerle
una pregunta. ¿Sabe usted
si una chica llamada
Katrina, de
aproximadamente 20 años,
ha pasado por aquí? Quizás
con un grupo de personas,
uno de ellos llamándose
Justin. —La sonrisa
prontamente se le
desaparece del rostro.
—¿No vas a comprar nada
entonces? —Me mira
fijamente, esperando una
respuesta de mi parte.
—¿Daría información si le
compro algo?
—Puede ser...
Quitándome la mochila de
mis hombros, la coloco en
frente de mí, abro la
cremallera principal y tomo
aquel pequeño saquito donde
tenía mis monedas y saco de
su interior una. Miro las
diferentes verduras y frutas
que tenían el hombre sobre
la mesa y pienso en cuál
debería tomar. No es como
que a mí me agradara la
comida de los humanos, por
lo que en realidad no me
importaba.
Sin pensarlo demasiado,
tomo una banana y le
entrego al hombre una
moneda de oro. Éste la mira
por un momento,
confundido, para luego
echársela a la boca, darle un
mordisco y sonreír. Después
de ellos la mete en el bolsillo
de su pantalón.
—Quédese con el cambio. —
El hombre inmediatamente
sonríe. —Solo dígame si ha
visto a esa chica.
—No, no la he visto, lo
siento. —Se encoge de un
hombro mientras comienza a
atender a un cliente que
apenas acababa de llegar. Yo
le miro muy confundido.
—Pero me dijo que si
compraba algo, me podría
dar información. —Me meto
en la conversación del
vendedor y el cliente y les
interrumpo. El cliente me
mira de medio lado, como
queriéndome señalar lo
irrespetuoso que estaba
siendo.
—No, yo le dije que si no me
compraba nada no le iba a
decir si tenía información o
no. Pero como me compró
algo, le dije que no sé de
ninguna chica llamada
Katrina; así que tiene lo que
quería.
Sus ojos vuelven al nuevo
cliente parado junto a mí. Yo
siento como la rabia y el
coraje se apodera de mi
mente. Pero, tomo una
bocanada de aire y trato de
controlar las ganas que tenía
de solo lanzármele encima
este hombre y partirle el
cuello de una vez y por
todas.
No tenía tiempo para
asesinarlo, así que, hoy
había tenido suerte.
Manteniendo la calma, solo
doy dos pasos hacia atrás y
me alejo del puesto de ventas
del comerciante. Tenía que
enfocarme en mi misión y no
querer ir arrancando cabezas
por la carretera. Tenía que
encontrar a esta loba clase X
como de lugar.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
•:•:•:•:•:•:•:•
Luego le preguntar en varios
puestos, panaderías, bares y
demás lugares, desanimado,
arrincono mi espalda contra
la pared de barbería y solo
suspiro. Ya habían pasado
varias horas desde que
llegué a Pueblo a Azabache y
aún seguía sin nada.
Me frustraba demasiado la
idea de pensar que le había
perdido el rastro a Katrina.
Los Victorian debían estar ya
muy cerca, y el hecho de
saber que ellos la podían
encontrar primero, y que
Aramis podría continuar
fortaleciendo su fuerza; me
revolcaba el estómago y me
daban ganas de vomitar.
¿Y si la mujer de hospedaje
me mintió?
¿Y si tal vez escuchó mal
hacia donde iban Katrina y
sus compañeros?
¿Y si solo me dió la
información equivocada para
salir del paso?
No lo sé, pero nada de esto
me pintaba bien, ya que no
había ni tan solo la más
diminuta señal de que la
loba clase X estuviera o
hubiera estado en este lugar.
De pronto, escucho como la
campanilla de la puerta de la
barbería suena indicando
que alguien la había abierto.
Giro el rostro, frustrado, y
veo a dos chicos salir de ella.
—Vamos Lían, te ves bien
con el pelo corto. Ya era hora
de que te recortaras y dieras
su cambio de "look". —Dice
uno de los chicos mientras le
da una palmadas al otro en
la espalda. Entretanto éste
parece estar muy afligido.
—Ya no estoy tan seguro. —
Se pasa los dedos por su
cabello corto y lo hala un
poco. —¿Y si le pregunto al
barbero si solo me puede
pegar el cabello que me
acaba de cortar? —Sus ojos
levemente cristalizados.
—No seas pendejo, te volverá
a crecer. —El otro chico trata
de contener la risa.
—¡¿Sabes cuánto tiempo
tomó que mi cabello
estuviera largo, Justin?! —
Hace una pausa en su
hablar. —¡Varios años! —Se
señala la cabeza mientras su
tono de voz se vuelve más
elevado —¡Y todo porque tú y
Wesley decidieron que era
muy gracioso pegarme una
goma de mascar en el,
malditos!
—Ya crecerá, cálmate. —Ríe
por lo bajo. —Ven, vamos
con los otros que nos están
esperando. —Dice y ambos
comienzan a caminar por la
cera.
Yo me les quedo viendo.
Luego de algunos segundos,
mis ojos se abren como dos
lunas llenas al percatarme
que aquel chico le había
llamado Justin al otro.
¿Será éste el mismo Justin,
o puede que solo sea mera
casualidad?
¿Acaso será éste el amigo de
Katrina que había
mencionado la chica de
hospedaje?
No estoy seguro, pero
definitivamente debía
averiguarlo.
Por lo que despego mi
espalda de las paredes de la
barbería, y en silencio,
comienzo a seguirles.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
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Capítulo 13
Capítulo Final

¿Qué estaba haciendo?


.¿Acaso estoy seguro de que
estos dos jóvenes son los
indicados?
¿De que este tal Justin es el
mismo Justin que andaba
con la loba clase X?
No estoy seguro de ello, pero
como dije antes, no había
nada que perder en indagar
un poco en el asunto.
Total, ya he llegado hasta
acá, y no me iba a ir hasta
encontrar a esta Katrina y
cortarle la garganta. Así que
al menos debía intentarlo...
al menos debía ver si en
realidad tenía suerte con
esto.
Siguiendo a estos dos
personajes, carretera abajo,
veo lo muy idiotas que son.
Solo hablaban de chicas,
peleas y de alcohol;
definitivamente no tenían
neuronas en el cerebro.
Tras algunos cuantos
minutos de seguirles, veo
como estos dos se detienen
frente a lo que parece ser
una casa vieja y en muy mal
estado de deterioro. Las
ventanas estaban
clausuradas por planchas de
madera las cuales impedían
que la luz solar entrase por
ellas. El césped muy alto, al
igual que las malas hierbas
que amenazaban con
comerse todo el lugar.
Al estos detener su andar,
inmediatamente me escondo
tras un bote de basura
cercano a la cerca de la
entrada. Ambos miran por
sobre sus hombros, como
queriendo verificar que nadie
les sugiera. Yo solo me
quedo inmóvil, aguantando
la respiración.
Si eran lobos, ellos lograrían
escuchar el latir de un
corazón, pero, como soy un
vampiro y carezco de uno; lo
único que estos podrían
percibir era el sonido de mi
respiración. Razón por la
cual prefiero sostenerla por
algunos instantes, a correr el
riesgo de ser descubierto.
No tenía demasiada fe en
que este tipo, Justin, fuera a
ser el mismo que mencionó
la mujer del hospedaje. No
olían a lobos, y puedo decir
con certeza que el hedor de
un lobo se podía percibir a
una distancia razonable de
distancia; pero estos dos solo
olían a palomitas de maíz y
Cheetos.
Observando con cautela
desde mi posición, diviso
como estos abren la puerta
de aquella vivienda, si es que
se le podía llamar así a este
cuchitril, y prontamente se
adentrarse; cerrándola tras
de sí al pasar.
Rápidamente, y corriendo
sobre la punta de mis pies
para no hacer ruido, me
acerco a la puerta del lugar y
escucho con atención.
—Bienvenidos nuevamente
hijos míos. —Habla una
mujer.
—Ya regresamos, ¿todos
siguen aquí? —Pregunta uno
de ellos.
—Disculpe, ¿va a entrar o
no? —Escucho una voz tras
mis espaldas. Me reincorporo
y prontamente miro hacia
detrás mío, era una pareja
joven tomados de la mano.
En la mano libre del chico
una maleta pequeña de
cuero color marrón oscuro.
Estaba tan concentrado en
escuchar lo que allá dentro
pasaba que no me di cuenta
que había alguien tras de mí.
Fui descuidado, y eso no me
agradaba en lo absoluto.
Si hubieran sido los
Victorian o Aramis,
posiblemente para este
punto ya hubiera estado
muerto. Debo tener más
precaución.
—¿Vas a entrar para
hospedarte o solo te
quedarás aquí afuera? Mi
novia y yo deseamos una
habitación, así que si nos
disculpas... —Trata de
rebasarme para llegar a la
puerta. Pero, antes de que
alcance la perilla, yo la tomo
y la abro.
—Sí, en realidad deseo
hospedaje. Solo verificaba
que estuviera en el lugar
correcto. —Digo mientras me
adentro al lugar. El chico me
mira con los ojos
entrecerrados mientras
suelta una bocanada de aire;
demostrando su aflicción.
Al entrar, disimuladamente
miro todo a mi alrededor en
busca de este tal Justin que
había seguido hasta aquí. Y
es ahí cuando le veo subir
con su amigo Lían por las
escaleras de la derecha
hasta el segundo piso.
Sin pensarlo demasiado,
comienzo a dirigirme en
aquella dirección...
—Disculpa, ¿acaso te estás
hospedando aquí? —Habla la
mujer de la recepción. Por lo
que detengo abruptamente
mi andar sin llegar a
voltearme hacia ella. —Si lo
hicieras, recordaría tu cara;
de eso estoy segura. —Giro
lentamente sobre mi propio
eje hasta tenerla en frente.
—Estoy vieja pero no loca. —
Alza una ceja.
—No. —Niego con la cabeza.
—No me hospedo aquí, pero
me gustaría hacerlo. —Me
acerco hasta el mostrador.
—¿Cuántas camas deseas en
tu habitación? —Pregunta,
yo solo intento escuchar
hacia dónde se dirigen los
pasos de los chicos, ya que
habían desaparecido de mi
campo de visión al subir por
completo la escalera.
—Solo una, por favor. —Meto
la mano en el bolsillo de mi
pantalón y saco algunas
monedas sueltas que tenía
en el y las coloco frente a
ella.
—Aquí tienes hijo. —
Escucho como coloca algo
metálico en el mostrador. Al
girar el rostro veo la llave
reposando sobre la madera,
por lo que rápidamente
extiendo mi mano, la tomo y
miro el número que había en
ella.
Una sonrisa se me ilumina
en el rostro al ver que me
había tocado en el segundo
piso.
Sin perder mucho más
tiempo, corro hacia las
escaleras y comienzo a subir
a toda prisa; sujetándome de
los pasamanos.
—¡El cambio! —Grita la
mujer desde abajo. Yo ya
casi llegando al segundo
nivel.
—¡Quédeselo! —Grito
también llegando finalmente
arriba.
Una vez termino de subir
aquel último escalón, miro el
largo y oscuro pasillo que
tenía en frente a mí.
No había nadie en el... había
perdido de vista a los tipos.
Comienzo a caminar
despacio por el corredor. El
crujir de la madera bajo mis
pies, llenando el silencio que
me rodeaba con el.
Miro y escucho atentamente
los sonidos a mi alrededor,
tratando de percatarme de
algo que me indicase en qué
habitación estaban. De algo
que me diera una pista de su
ubicación.
Mientras camino y llego a la
primera habitación, con
cautela, me acerco a la
puerta para tratar de espiar
lo que en ella pasaba. El
gemir de una mujer y un
hombre haciéndose muy
presente en mis oídos.
Frunzo el ceño y me alejo de
inmediato, luego continúo
con mi andar.
Al acercarme a la segunda
puerta, el estruendo de un
una ventosidad expedida por
uno de los orificios del
cuerpo humano hace eco
dentro de aquel cuarto.
Siento inmediatamente
repugnancia, por lo que sin
hesitar me alejo del lugar.
Tras hacer varios intentos,
todos fallidos, puerta por
puerta, me acerco a la
penúltima sin muchas
esperanzas. Ya había pasado
mi habitación hace un
tiempo, por lo que era esta o
la que le seguía, sino, estaba
completamente perdido y sin
pista alguna. Estaría como
en el principio.
Acercándome sin
demasiadas expectativas, me
concentro en escuchar lo que
allá dentro sucedía.
Es ahí cuando los escucho...
las voces de aquel chico Lían
y Justin.
¡Eran ellos!
Habitación 223.
—Vamos Dexter, esta es la
tercera partida de cartas que
te gano. Me prometiste que
compartirías conmigo tu
chocolate. —Dice alguien a
quien no le reconozco la voz.
—No. Porque estás haciendo
trampa, Wesley. Sé que eres
un tramposo.
—Jamás haría trampas, yo
soy un hombre honrado. —
Algunos ríen.
—Si tú eres honrado, yo
tengo un tatuaje en el
trasero. —Reconozco esa voz,
es del tal Lían.
—¿Lo tienes? —Pregunta
alguien. Otros ríen.
—Vamos, no hablen así
frente a las chicas. —Hace
una pausa mientras los
demás ríen. —Katrina, no te
rías así porque te juro...
Los ojos se me abren como
dos lunas llenas al escuchar
aquella única palabra...
Katrina.
Trago hondo mientras siento
como un frío me recorre la
espalda al darme cuenta de
que sí en realidad estaba en
el lugar correcto; de que al
fin la había encontrado.
La loba clase X estaba tras
esta puerta vieja. Separados
solo por un pequeño pedazo
de madera.
Mis instintos me decían que
solo rompiera esta barrera
que nos separara, entrara a
la habitación y le cortara la
garganta de una buena vez y
por todas. Pero mi razón me
pedía a gritos que no lo
hiciera, ya que una
habitación llena de no sé
cuántos hombres lobos, más
una loba super fuerte, no era
lo más sensato que podía
hacer.
Así que me decido por
esperar.
Tenía que ideal un plan
ahora que sabía que Katrina
estaba aquí. Tenía que
pensar muy bien las cosas y
en cómo iba a hacer para
separarla del grupo y así
poderme deshacer de ella.
Intuyo que esta loba clase X
no sería fácil de matar, ya
que si Aramis, los Victorian o
el mismísimo Rey lobo alpha
no lo habían logrado; dudo
mucho que a mí se me
hiciera más sencillo.
Debía andarme con cuidado
si no es que quería que todo
mi plan, mi venganza, y por
todo lo que he trabajado
últimamente, se fueran a la
mierda en un abrir y cerrar
de ojos.
Me alejo de la puerta por un
momento entretanto pienso
en cuál sería mi siguiente
movimiento. Tenía que
averiguar más, quería ver
quién era esta Katrina...
como se veía. Necesitaba
identificarla.
Pero, ¿cómo lo haría?
¿Cómo entraría un vampiro
a un cuarto repletos de lobos
salvajes y mal olientes?
¿Tal vez si me disfrazara de
alguien del servicio? No, eso
no funcionaría. El hospedaje
a penas duras se mantenía
en pie, ¿cómo es que iban a
tener dinero para pagarle a
alguien del servicio? No
hacía sentido.
Piensa Heron, piensa.
Miro hacia arriba
sintiéndome un tanto
desesperado a este punto.
Sintiendo que había llegado
a un pasillo sin salida
alguna; atrapado.
En tanto paso mis dedos por
entre mis cabellos, veo la
ventanilla de los ductos de
aire en el techo. Era lo
bastante grande como para
yo caber en ella. Quizás, y
solo quizás, si me adentraba
a los ductos de aire podría
acercarme más a la
habitación de estos.
Sin darle muchas más
vueltas al asunto, pego un
salto y tomo aquella rejilla de
metal que cubría la abertura
del ducto. Esta fácilmente se
afloja y se cae; seguramente
por la corrupción y el mal
estado de todo este lugar.
Pero en esta ocasión, me
alegro que fuera así. El
sonido metálico que provoca
aquello al caer llena el
pasillo en un santiamén; yo
cierro un ojo entretanto
tenso mi cuerpo y me quedo
totalmente paralizado.
Esperanzado de que estos
lobos estuvieran lo
suficientemente distraídos
en sus tontas peleas para
que no hubieran escuchado
aquello o prestado atención.
Algunos segundos pasan y
no escucho o veo indicios de
reacción por parte de ellos.
Por lo que, colocando la
rejilla en el suelo tras unas
cajas de cartón apiladas,
pego otro salto, cuelgo mis
manos del borde, me
impulso y me adentro al
ducto de aire.
El olor en este lugar no era
muy agradable que digamos.
El espacio estaba húmedo,
con limo y hongos. El metal
bajo mis rodillas y manos
frío y mojado. Sin mencionar
la cantidad de telas de araña
por todo el ducto.
Frunzo los labios al pensar a
lo que había llegado con tal
de encontrar a esta loba
clase X. Todos los problemas
por los que he pasado.
Debería sacarle el corazón
del pecho en vez de ahogarla
en su propia sangre
cortándole el cuello. Sí, así
sufriría más; tal y como lo he
hecho yo en esta búsqueda.
Tantas humillaciones, peleas
y demás solo por esta chica
Katrina. Pero, al fin y al
cabo, luego de su muerte, sé
que todo se pondría de mi
lado y así podría finalmente
completar mi venganza
contra Aramis. Podría vengar
la muerte atroz de mi madre
de una buena vez y por
todas... para siempre.
Mientras me desplazo
gateando por los ductos,
escucho las risas y las voces
de los lobos cercanos a mi
posición. Tomo una derecha
en la ventilación y veo como
luz se asomaba desde una
rejilla en el suelo.
Al acercarme, con cuidado,
me asomo y observo. Desde
aquí podía ver el interior de
la habitación. Tenía una
alfombra un tanto sucia y
desgastada de color rojo.
Habían unos muebles de lo
que parecía ser cuero, tal vez
imitación, de color marrón
oscuro. Unas camas a la
izquierda.
Me quedo un tanto
impresionado al ver la
cantidad de lobos que había
en este lugar.
¡Mierda!
No pensé que fueran a haber
tantos... pero espera, ¿hay
acaso humanos aquí?
Entrecierro los ojos y miro
con detenimiento mientras
presto atención también a
los sonidos de la sangre que
corría por sus venas.
El sonido de la sangre al
correr por las venas de un
hombre lobo, o loba clase X,
era mucho más rápido de lo
que corría por las venas de
un humano.
Por ello, con solo escuchar
aquello podría saber quién
era un lobo y quién no.
Habían dos humanos, no,
espera.. tres.
¿Cuatro?
No, no; tres. Creo.
Me quedo muy confundido
viendo aquella escena,
¿Por qué unos lobos
andarían con humanos? ¿No
son los humanos sus
enemigos? ¿No son acaso su
comida en ocasiones?
La verdad es que no logro
comprender muy bien lo que
ocurría, o el porqué de esta
convivencia. Pero nada de
esto me incumbía en lo
absoluto, lo que me
interesaba era identificar a la
loba clase X para llevar a
acabo mi cometido.
Asesinarla.
Continúo observando, había
una chica embarazada
humana, una mujer de edad
madura y... una joven de
unos veinte y tanto años.
Esa era ella.
Ahí estaba, sentada en aquel
sofá riendo y comiendo una
patatas fritas.
Mis puños se aprietan al
verla ahí, al saber que otra
loba clase X en realidad
existía.
Tal vez es tal cual Aramis;
fría, despiadada y sin
sentimientos. Puede que sea
malvada y cruel, sí, debía
serlo si era una de su clase.
—Justin, ¿me trajiste
aquellos dulces que te pedí?
—Habla la embarazada. El
tal Justin se da la vuelta y la
mira en silencio por unos
segundos, luego hace una
mueca de pena con la boca.
—¡Lo olvidaste! —La mujer
se coloca las manos en la
cintura.
—¡Fue culpa de Lían! ¡Él me
distrajo! —Señala al otro.
—No, yo no fui.
—Sí, tú con tus lloros por
haberte cortado el cabello. —
Vuelca los ojos. El tal Lían se
molesta.
—Mira Justin...
—Tranquilos. —La loba clase
X se para de aquel sillón e
interviene. —Yo puedo ir a
buscar esos dulces para ti
Cristal.
—Yo te acompaño. —La
embarazada camina con
dificultad hacia una mesa
cercana y toma algunos
billetes de dentro de una
cartera. —No quiero
quedarme aquí, me vendría
bien algo de aire fresco.
—Sabes que no debes
caminar demasiado, Cristal.
—Un chico fuerte y alto llega
a la escena. —Sabes que
debes descansar lo más que
puedas. —Se le acerca y
coloca su mano sobre su
hombro.
—Lo se cariño, pero estoy
aburrida aquí. Déjame
aunque sea dar una vuelta
con Katrina. Estoy con ella,
sé que me cuidará. —La
chica acaricia la mejilla del
lobo. Él sonríe.
—¿Segura que no quieres
que te acompañe?
—No. Quédate con los demás
planificando que ruta que
vamos a tomar cuando nos
vayamos de aquí esta
noche...
¿Esta noche?
¿Ya tan pronto se van?
Pero si acabo de llegar.
No podía permitir que se
fueran sin yo tan siquiera
haber ideado un plan para
deshacerme de la loba. Si se
marchaban, significaría que
tendría que seguirles hasta
que una oportunidad lo
suficientemente buena como
para tomar a la loba por
sorpresa se presentase.
¡Mierda!
¿Por qué las cosas tienen
que complicarse tanto?
Miro nuevamente hacia
abajo y las veo abandonar la
habitación y cerrar la puerta
tras de sí al pasar.
Esta era mi oportunidad de
oro y probablemente la única
que iba a tener. Katrina
estaba sola con la humana
embarazada. Serían presa
fácil, ya que la humana no
sería difícil de noquear y
dejar inconsciente, lo que me
dejaría solo con la loba X
para acabar con ella.
Sea como fuere, de una cosa
estaba totalmente
consciente, y eso era de que
tengo que actuar rápido
antes de perderlas y
desperdiciar esta gran
oportunidad.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.
•:•:•:•:•:•:•:•
Luego de salir del ducto de
aire, con mucho cuidado de
no hacer ruido y alertar a la
manada de lobos que había
dentro de aquella habitación,
bajo a paso ligero, pero
silencioso, por las escaleras.
Las veo abrir la puerta
principal del hospedaje y
salir juntas a la calle.
—¿Ya se va señor? —
Pregunta la mujer de la
recepción al verme pasar por
el lado de ella.
—No, solo voy a comprar
comida. —Mis ojos fijos en la
puerta.
—Si quiere le puedo
recomendar algunos lugares
que aún siguen abiertos
luego del cierre por culpa del
gobierno.
Me acerco a la puerta de
salida y la abro lentamente.
Mirando por la abertura lo
que allá afuera sucedía.
—No gracias, caminaré por el
pueblo y miraré por mí
mismo lo que deseo comer.
Pero gracias. —Comienzo a
salir del hospedaje, viendo
como las chicas caminaban
por la acera a la izquierda
del edificio. Una al lado de la
otra.
—¿Está seguro de que...? —
Antes de que la mujer
pudiera terminar de hacerme
aquella pregunta, yo salgo
por completo de bajo del
marco de la puerta y la
cierro lentamente tras de mí.
Comienzo a caminar en la
misma dirección que las
chicas estaban tomando. A
una distancia prudente, pero
no demasiada para no
perderlas de vista.
La chica, Katrina, no
desprendía ningún tipo de
olor o aroma; cosa que se me
hacía demasiado extraño
para serles sincero, ya que
todos, absolutamente todos
los los lobos, tenían un
nefasto olor en ellos;
incluyendo a Aramis, los
Victorian y al Rey lobo alpha.
Me pregunto,¿qué habrá
sucedido aquí?
¿Cómo lograron deshacerse
de su olor?
Tras seguirlas por un buen
rato por las calles de este
pueblo, las veo llegar hasta
un pequeño puesto a un lado
de la carretera. Yo me
arrincono de una pared
cercana, saco mi mapa del
bolsillo, lo desdoblo y solo
pretendo estar mirando por
direcciones en el mientras de
una vez me tapo la cara
parcialmente con el mismo.
Las miro, estas comprando
algunas nueces azucaradas y
demás. Algunas galleras y
dulces también.
Espero pacientemente
entretanto intento ideal un
plan dentro de mi cabeza en
qué haría ahora. Debo ser
cuidadoso de no ser
descubierto antes, porque si
lo hacía, estoy seguro de que
estas huirían y estarían más
al pendiente y vigilantes.
Tras terminar sus compras,
noto como Katrina y la
embarazada comienzan a
caminar de regreso a lo que
parece ser el hospedaje. Yo
me escondo tras mi mapa y
solo las veo pasarme justo
por en frente mientras
hablaban entre ellas y reían.
Una vez estas dos tienen una
distancia prudente, empiezo
a seguirlas con cautela.
Teniendo precaución de que
no se fueran a percatar de
mi presencia.
Pienso... debo actuar rápido
si es que quiero deshacerme
de Katrina. No puedo
permitir que llegue de
regreso al hospedaje, porque
una vez llegue a su guarida
protegida por sus perros
falderos, sé que no tendría
oportunidad.
Mientras las sigo, recuerdo
que cuando veníamos en la
dirección contraria pasamos
por frente a un callejón. Tal
vez, si me adelanto tomando
otro camino, podría
emboscarlas en el callejón
cuando pasasen.
Sí, lo intentaría.
Tomando una derecha en
una carretera secundaria,
me apresuro a pasos
acelerados para llegar
primero que ellas al callejón.
Tenía que rebasarlas, y a
este punto, solo rogar por
que no optaran por tomar
otra ruta diferente; porque
en ese caso, estaría frito.
Al llegar al callejón, me
adentro en el rápidamente y
lo atravieso. Miro por la
cornisa hacia mi izquierda,
asomándome solo un poco, y
es ahí cuando las veo
acercarse. Cada una
comiendo de aquellos dulces
los cuales habían comprado
hace unos minutos atrás.
Regresando por completo al
callejón, pego mi espalda a la
pared tras de mí, recostando
la cabeza también en ella.
Cierro los ojos y trato de
tranquilizarme. Los nervios
porque todo esto saliera bien
me estaban invadiendo el
cuerpo y la razón, en
realidad estaba ansioso.
Concentrándome en los
sonidos que me rodean,
enfoco mis sentidos hacia el
latir del corazón de la loba
clase X y la humana
embarazada. Escuchando
como, con cada segundo que
pasaba, el sonido de su latir
se hacía más fuerte... estaba
más cercano.
Cuando finalmente escucho
como estas estaban
cruzando por frente al
callejón, abro los ojos y es
ahí cuando las veo. Ambas
muy sonrientes hablando la
una con la otra.
Inmediatamente, sin perder
más tiempo, me despego de
la pared, corro hacia allá y
tomo a la loba de un brazo.
Mi agarre fuerte contra su
mano.
Con fuerza, halo de ella y la
obligo a adentrarse al
callejón. La lanzo
imprudentemente hacia mi
derecha y veo como ésta cae
al suelo de espaldas. Los
dulces cayéndosele de las
manos y rodando por el
suelo frente a mis pies.
—¡Katrina! —Grita la chica
embarazada al ver aquello.
—¡Corre Cristal! —Grita la
loba aún desde el suelo.
Pero, antes de que la
humana comenzara a correr,
yo corro a toda velocidad, la
agarro por un brazo y la
lanzo también al callejón.
Siendo más sutil con esta
última debido a su condición
actual.
—Ninguna de las dos van a
ir a ningún lado. —Digo
mientras las señalo. La
humana se pone en cuclillas
en el suelo a un lado de la
loba, abrazándola.
—¿Quién eres y qué es lo
que que quieres de nosotras?
—La loba toma a la humana
por una mano y la coloca
tras de ella, luego ambas se
levantan con cautela del
suelo.
Yo bufo.
—Al fin te encuentro. —
Muevo mi mano derecha
hacia mi espalda, y de mi
cinturón militar, tomo un
cuchillo y comienzo a jugar
con el entre mis dedos. Los
ojos de ambas chicas en el.
La humana comenzando a
llorar.
—No tenemos dinero. —Dice
Katrina en un intento por
zafarse de esta situación.
—No quiero su estúpido
dinero. —Alzo una ceja
mientras doy un paso al
frente; estas dándolo hacia
atrás. La humana
embarazada, protegiéndose
de la loba.
—Entonces, ¿qué es lo que
quieres? —Pregunta Katrina.
Una sonrisa se me forma en
los labios de oreja a oreja al
escuchar aquellas palabras
salir de su boca.
Suelto aire por la nariz
entretanto miro por un
segundo hacia abajo, hacia
aquel cuchillo el cual hacía
girar entre mis dedos... con
el que planeaba degollarla.
Luego, subo lentamente la
mirada y observo a la loba
clase X directamente a los
ojos.
—Es muy simple Katrina,
simplemente quiero tu
cabeza... —Digo mientras la
miro con una sonrisa
macabra en el rostro.

Fin
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