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Wolfrahan Lontar - K.J. Padilla
Wolfrahan Lontar - K.J. Padilla
¿Cómo sucedió?
Luego de aquella
desagradable situación en la
que me vi envuelto por aquel
grupo de jóvenes rateros,
continúo mi andar cerca de
la carretera principal en
busca de aquel pueblo
marcado en mi mapa.
Katrina había sido vista por
última vez en el bosque que
rodea Girla, en Koralgh. Lo
que significaba que si
buscaban refugio
definitivamente el pueblo
sería su mejor opción. Más
aún cuando los Victorian
habían dicho que uno de los
del grupo de la loba X había
salido herido.
Tenían que haber ido a Girla,
esa era su única opción más
cercana si es que querían
ayudar a su amigo.
Entretanto camino por
aquella carretera con el
sonido de los carros al pasar
inundando el aire que me
rodeaba, veo un letrero de
concreto cerca de la
carretera el cual ponía:
"Bienvenidos a Pueblo Girla,
donde el estofado de
guisantes te quitará la ira"
Interesante...
Doblando mi mapa y
guardándomelo en el bolsillo
delantero derecho de mi
pantalón, comienzo a
caminar a pasado lento pero
firme hacia aquel lugar.
Podía servir como la
respiración se me tornaba
algo irregular. Puede que
sean los nervios ante lo
desconocido, al no saber lo
que realmente pasaría; o tal
vez puede que solo fuera la
intriga de no saber si en
realidad encontraría a
aquella loba X aquí... aquella
que interfería tanto en mis
planes contra Aramis.
Miro los alrededores, el
pueblo parecía ser uno
bastante pobre. Las casas de
madera estaban algo
deterioradas; los tejados con
agujeros en ellos, ventanas
rotas tapadas con ropas o
algún tipo de plástico, las
puertas chuecas, y algunas
viviendas que ni tan siquiera
tenían. Se veía mucha
basura por los alrededores,
al igual que personas sin
hogar en cada esquina.
Habían varios edificios de lo
que parece ser tiendas
clausuradas. Algunas
panaderías y hospedajes
también en bancarrota.
¿Qué mierdas paso aquí?
¿Por qué este pueblo está en
tan mal estado?
Busco con la mirada algún
lugar en el cual pedir
información. No sabía como
lucia esta tal Katrina, y a
juzgar por lo difícil que se le
estaba haciendo a los
Victorian y a Aramis
encontrarla, intuyo que algo
no andaba bien en ella.
Me percato de un pequeño
edificio allá al final de la
calle el cual tenía las luces
encendidas. El único en al
parecer toda esta cuadra,
por lo que decido caminar en
aquella dirección. Una vez
frente al lugar, noto que se
trataba de una taberna; una
bastante vieja y deteriorada
para serles sinceros.
Empujo aquellas dos
pequeñas compuertas de
madera que me llegaban
aproximadamente a la
cintura y entro al edificio.
Inmediatamente me llama la
atención la cantidad de
hombres que se me quedan
mirando. Todos viéndome de
forma muy seria. Un silencio
un tanto incómodo en el
ambiente.
Camino en dirección a la
barra tratando de ignorar
todas las miradas punzantes
de estos tipos enormes y
barbudos. Todos vigilándome
atentamente. Una vez llego
frente a la barra, apoyo mis
manos del mostrador y miro
al cantinero quien me
observa con los ojos
entrecerrados.
—No eres de por aquí,
¿verdad? —Toma un paño
sucio y desgastado, y
comienza a limpiar unos
vasos de cristal que tenía
sobre el mostrador.
—No. —Me limito a
comentar. —Estoy buscando
a alguien.
Mi comentario parece captar
su atención.
—¿A sí? —Me mira por un
momento, luego sus ojos
vuelven a lo que estaba
haciendo.
—Es una chica, se llama
Katrina.
—No la conozco. —Niega con
la cabeza.
—Debe tener unos veinte y
tantos años. Está
acompañada por un grupo
de personas.
Bueno... de lobos, pero eso a
él no le interesa.
—No, lo lamento. No he visto
a nadie más que a los que
frecuentan usualmente este
lugar. —Termina de secar los
vasos y los acomoda en una
tablilla tras de él. Luego se
voltea nuevamente hacia mí.
—Y para serte sincero... hace
demasiados años que no veo
una chica por aquí. —Apoya
ambas manos sobre el
mostrador; yo asiento.
—Entiendo. —Me torno
erguido nuevamente y coloco
mis manos en los tirantes de
mi mochila; dispuesto a salir
de la taberna. Pero antes de
hacerlo, vuelvo y le hago otra
pregunta. —¿Hay algún
lugar en el que me pueda
hospedar?
—Sí.
Llega un cliente y éste le
sirve una cerveza en uno de
los vasos que previamente
había lavado. Yo espero
pacientemente a que termine
de atenderle.
—El hospedaje de Rita. —Me
presta atención una vez
termina. —Es el único
hospedaje que queda en pie
en este lugar. Si las personas
que buscas están aquí, o
pasaron por el pueblo,
definitivamente se tuvieron
que hospedar ahí.
—Gracias. Me a sido de gran
ayuda. —Meto mi mano en
uno de los bolsillos de mi
pantalón, pero cuando me
dispongo a sacar una
moneda de oro para
agradecerle por su
anmabildad, el cantinero se
extiende hacia adelante y me
toma fuertemente del brazo.
Yo inmediatamente le miro
confundido.
—¿A dónde crees que vas? —
Hace una pequeña pausa en
su hablar. —No hay
información gratis. —Me
mira con los ojos
entrecerrados.
Yo alzo una ceja.
Estaba a punto de sacar una
moneda de oro para dársela
por su amabilidad, pero en
realidad creo que de amable
este hombre no tenía ni un
pelo.
Halo mi brazo de mala
manera y hago que éste
suelte su agarre a mi
persona.
Saco mi mano de dentro del
bolsillo de mi pantalón, junto
con la moneda de oro, y la
coloco sobre el mostrador.
Luego solo me doy la vuelta y
procedo a salir de la taberna.
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Una vez fuera, me dirijo
hacia la dirección que me
había indicado el cantinero,
y tras algunos minutos logro
ver en la distancia el letrero
neón del hospedaje de Rita.
Llego frente del lugar, y
abriendo la puerta de
madera de la entrada, me
adentro al hospedaje y
camino hasta el mostrador.
Una joven de unos 19 años
aproximadamente tras de
este.
—Bienvenido, ¿busca una
habitación? —Pregunta con
una sonrisa en los labios.
Quería preguntarle si
Katrina se estaba
hospedando en este lugar,
pero sonaría muy
sospechoso si solo entraba
por la puerta y preguntaba
por alguien de esa manera.
Además de que no creo que
me de dicha información tan
fácilmente.
Tendré que pensar en algo, y
rápido.
—Bueno en realidad estoy
buscando a... —Hago una
pequeña pausa en mi hablar
entretanto pienso. —A mi
novia, Katrina.
Mierda, las cosas que se
tienen que hacer.
—¿Katrina? —Se rasca la
barbilla.
—Sí, una chica de veinte y
tanto años acompañada
por... —Pienso. —Por mis
primos. —Miento.
—Ah, sí. —Asiente.
Siento como un frío se me
aloja en el pecho al oír
aquello.
—Recuerdo que estaba con
unos chicos, los cuales me
imagino serían tus primo.
¿Cómo era que se llamaba
aquel chico...? —Mira hacia
arriba, pensativa. —Ah sí,
Justin. Él pagó la cuenta por
las habitaciones de todos. Lo
recuerdo porque estaba
buenísimo, con todo respeto,
claro está.
Trato de contener la emoción
que sentía en mi pecho con
el simple hecho de saber que
esta mujer sabía quién era
Katrina.
—Sí, es ella. ¿Sabe en qué
habitación se encuentran? —
Pregunto tratando de no
sonar desesperado.
—Lo siento cariño... —Niega
con la cabeza. —Ellos ya se
fueron. —Se encoge de
hombros.
Yo frunzo los labios mientras
vuelco un tanto mis ojos.
—¿Estás seguro de que tu
novia no solo huyó de ti y no
quiere que la encuentres? —
Me mira fijamente. —No lo
sé, puede que seas un
abusador, o tal vez la quieras
matar... en estos días no se
sabe. —Alza una ceja.
Inmediatamente esbozo una
sonrisa.
—No, ¿cómo se te ocurre? —
Suelto una risita nerviosa. —
No mataría a Katrina jamás.
Es mi novia, ¿por qué lo
haría? No digas boberías. —
Muevo la cabeza de lado a
lado.
—Que alivio, sino me sentiría
terrible por darte su
información. —Ríe por lo
bajo colocándose una mano
en el pecho, demostrando
sentirse calmada.
—Y... ¿sabes hace cuánto se
fuero o para dónde? Es que
en realidad necesito
encontrarla. Tengo que... —
Pienso en alguna excusa
barata que decirle. —Tengo
que decirle que su abuela
murió hace unos días. —
Intercambiamos miradas por
un momento. Yo trago
hondo, esperanzado en que
esta humana creyera mis
palabras.
—Se fueron hace una
semana aproximadamente,
tal vez menos. Los escuché
hablando en la cafetería de ir
a un pueblo... ¿cómo era que
se llamaba? —Mira el techo
sobre su cabeza mientras
piensa. Mis nervios
floreciendo. —Samba... no,
no era ese. Quizás Tortuga...
tampoco. —Niega.
Que ganas de estrangularla
por bruta, si no fuera porque
necesitaba su información,
juro que la noquearía.
—¡Ya sé! —Grita
repentinamente. Yo me
espanto. —Pueblo Azabache,
ahí fueron. —Sonríe. —Lo sé
porque casualmente los
escuché, no es como que me
pase escuchando las
conversaciones de los
demás.
Yo vuelco los ojos.
—Y cuéntame, ¿por qué
están separados ustedes
dos? Digo, no están uno al
lado del otro. Me causa un
poco de intriga eso. —Se
inclina hacia adelante y
apoya sus codos sobre la
mesa. Su mirada fija en mí.
Inmediatamente yo saco el
mapa del bolsillo de mi
pantalón y lo coloco sobre el
mostrador, abierto.
Miro el mapa y con la vista
busco frenéticamente el
lugar. La chica
observándome en silencio.
De pronto, diviso el nombre
del pueblo Azabache. Miro la
distancia entre este lugar y
dicho pueblo, no estaba muy
lejos, tal vez un día o dos si
apresuro el paso.
—Muchas gracias por tu
ayuda. —Tomo el mapa del
mostrador y lo comienzo a
doblar, para luego, volverlo a
colocar en el bolsillo de mi
pantalón.
—Espero que encuentres a
tu novia pronto. —Se
reincorpora y me regala una
sonrisa. Yo camino hasta la
puerta y la abro.
—Sí, yo también. —Digo
antes de salir del lugar y
cerrar la puerta tras de mí.
Una vez fuera del hospedaje,
saco mi brújula y miro hacia
la dirección la cual debía
tomar; hacia el Este. Vuelvo
a guardar el instrumento en
uno de los bolsillos de mi
pantalón, y mientras lo hago,
un olor repentino, y
desagradable a lobo, inunda
mis fosas nasales.
Miro hacia todos lados en
busca de la procedencia de
tal nefasto olor. No podía ser
la loba clase X o sus amigos,
ya que la mujer del
hospedaje había sido clara
cuando dijo que se habían
marchado hace una semana
aproximadamente; por esta
razón debía ser alguien más.
De pronto, en la lejanía, mis
ojos percatan la presencia de
aquellos seres los cuales
menos deseaba ver en estos
momentos... de los Victorian.
Un frío me sube por el pecho
al verles venir caminando
por en centro de la carretera.
Los tres uno al lado de otro.
Mirando todo a sus
alrededores.
¿Cómo es que ya habían
llegado aquí tan deprisa?
Tal vez me retrasé debido
aquel incidente en la granja.
Sea lo que fuere,
definitivamente tenía que
irme de este lugar ahora y
tratar de acelerar el paso.
Los Victorian ya estaban
aquí, lo que significaba que
me estaban pisando los
talones en esta búsqueda de
la loba clase X; y no iba a
permitir que estos imbéciles
se la llevaran de regreso al
Rey lobo alpha.
Por encima de mi cadaver.
Tomando una izquierda en
dirección al Este, camino lo
más rápido posible sin llegar
a resultar sospechoso para
estos humanos.
Los lobos no tenían cómo
identificarme como un
vampiro; los humanos
mucho menos. Por lo que eso
me daba una ventaja a la
hora de escapar y
escabullirme entre ellos.
Así que, aprovechando la
oportunidad, sujeto los
tirantes de mi mochila, y
cabizbajo, camino hacia
puedo Azabache con paso
firme.
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Dos días habían pasado
desde que salí de aquel
pueblo. Avancé lo más
rápido que pude para tratar
de adelantarme y que los
Victorian no me fueran a
alcanzar.
Caminé por carreteras
baldías mientras tanto corría
cuando llegaba a zonas
boscosas. Estaban ansioso
por llegar a aquel pueblo que
la mujer me había
mencionado, no quería que
Katrina se fuera a marchar
de ese lugar, no quería
perderle el rastro
nuevamente.
Sentía que ahora me
encontraba tan cerca de
encontrarla, y no podía
permitirme perderla.
Mientras corro a una
velocidad medianamente
normal, o parecida a la
velocidad en la que corrían
los humanos, diviso en la
lejanía un letrero grande en
el cual ponía "bienvenidos a
Pueblo azabache".
Inmediatamente siento como
mi pecho se aprieta y una
emoción me invade el alma...
bueno, si es que tenía una.
Apresurándome, llego hasta
un lado del letrero y miro un
pequeño camino de tierra
que llevaba al pueblo. Desde
aquí se podían ver algunas
pequeñas casas de madera
aglomeradas entre sí allá al
final del mismo.
Me dirijo en esa dirección
mientras los primeros rayos
de sol comienzan iluminarme
la cara. El día se veía muy
tranquilo y calmado, los
cielos estaban despejados y
la brisa que soplaba me
acariciaba el rostro.
Mientras camino hacia el
centro del pueblo, observo
atentamente mis alrededores
en busca de algo que me
indicase la presencia de
Katrina en este lugar, lo que
fuera. Si la loba clase X
seguía en este pueblo, debía
saberlo como de lugar.
Mucho más cuando los
Victorian estaban tan cerca
de mi posición actual.
—Disculpe señor. —Me
acerco un hombre que se
encontraba vendiendo
verduras y frutas a un lado
de la carretera.
—¿Qué va a desear usted
hoy? —Señala algunas de las
verduras que tenía sobre
una mesa improvisada de
madera frente a él. Una
sonrisa grande en su rostro.
—En realidad quería hacerle
una pregunta. ¿Sabe usted
si una chica llamada
Katrina, de
aproximadamente 20 años,
ha pasado por aquí? Quizás
con un grupo de personas,
uno de ellos llamándose
Justin. —La sonrisa
prontamente se le
desaparece del rostro.
—¿No vas a comprar nada
entonces? —Me mira
fijamente, esperando una
respuesta de mi parte.
—¿Daría información si le
compro algo?
—Puede ser...
Quitándome la mochila de
mis hombros, la coloco en
frente de mí, abro la
cremallera principal y tomo
aquel pequeño saquito donde
tenía mis monedas y saco de
su interior una. Miro las
diferentes verduras y frutas
que tenían el hombre sobre
la mesa y pienso en cuál
debería tomar. No es como
que a mí me agradara la
comida de los humanos, por
lo que en realidad no me
importaba.
Sin pensarlo demasiado,
tomo una banana y le
entrego al hombre una
moneda de oro. Éste la mira
por un momento,
confundido, para luego
echársela a la boca, darle un
mordisco y sonreír. Después
de ellos la mete en el bolsillo
de su pantalón.
—Quédese con el cambio. —
El hombre inmediatamente
sonríe. —Solo dígame si ha
visto a esa chica.
—No, no la he visto, lo
siento. —Se encoge de un
hombro mientras comienza a
atender a un cliente que
apenas acababa de llegar. Yo
le miro muy confundido.
—Pero me dijo que si
compraba algo, me podría
dar información. —Me meto
en la conversación del
vendedor y el cliente y les
interrumpo. El cliente me
mira de medio lado, como
queriéndome señalar lo
irrespetuoso que estaba
siendo.
—No, yo le dije que si no me
compraba nada no le iba a
decir si tenía información o
no. Pero como me compró
algo, le dije que no sé de
ninguna chica llamada
Katrina; así que tiene lo que
quería.
Sus ojos vuelven al nuevo
cliente parado junto a mí. Yo
siento como la rabia y el
coraje se apodera de mi
mente. Pero, tomo una
bocanada de aire y trato de
controlar las ganas que tenía
de solo lanzármele encima
este hombre y partirle el
cuello de una vez y por
todas.
No tenía tiempo para
asesinarlo, así que, hoy
había tenido suerte.
Manteniendo la calma, solo
doy dos pasos hacia atrás y
me alejo del puesto de ventas
del comerciante. Tenía que
enfocarme en mi misión y no
querer ir arrancando cabezas
por la carretera. Tenía que
encontrar a esta loba clase X
como de lugar.
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Luego le preguntar en varios
puestos, panaderías, bares y
demás lugares, desanimado,
arrincono mi espalda contra
la pared de barbería y solo
suspiro. Ya habían pasado
varias horas desde que
llegué a Pueblo a Azabache y
aún seguía sin nada.
Me frustraba demasiado la
idea de pensar que le había
perdido el rastro a Katrina.
Los Victorian debían estar ya
muy cerca, y el hecho de
saber que ellos la podían
encontrar primero, y que
Aramis podría continuar
fortaleciendo su fuerza; me
revolcaba el estómago y me
daban ganas de vomitar.
¿Y si la mujer de hospedaje
me mintió?
¿Y si tal vez escuchó mal
hacia donde iban Katrina y
sus compañeros?
¿Y si solo me dió la
información equivocada para
salir del paso?
No lo sé, pero nada de esto
me pintaba bien, ya que no
había ni tan solo la más
diminuta señal de que la
loba clase X estuviera o
hubiera estado en este lugar.
De pronto, escucho como la
campanilla de la puerta de la
barbería suena indicando
que alguien la había abierto.
Giro el rostro, frustrado, y
veo a dos chicos salir de ella.
—Vamos Lían, te ves bien
con el pelo corto. Ya era hora
de que te recortaras y dieras
su cambio de "look". —Dice
uno de los chicos mientras le
da una palmadas al otro en
la espalda. Entretanto éste
parece estar muy afligido.
—Ya no estoy tan seguro. —
Se pasa los dedos por su
cabello corto y lo hala un
poco. —¿Y si le pregunto al
barbero si solo me puede
pegar el cabello que me
acaba de cortar? —Sus ojos
levemente cristalizados.
—No seas pendejo, te volverá
a crecer. —El otro chico trata
de contener la risa.
—¡¿Sabes cuánto tiempo
tomó que mi cabello
estuviera largo, Justin?! —
Hace una pausa en su
hablar. —¡Varios años! —Se
señala la cabeza mientras su
tono de voz se vuelve más
elevado —¡Y todo porque tú y
Wesley decidieron que era
muy gracioso pegarme una
goma de mascar en el,
malditos!
—Ya crecerá, cálmate. —Ríe
por lo bajo. —Ven, vamos
con los otros que nos están
esperando. —Dice y ambos
comienzan a caminar por la
cera.
Yo me les quedo viendo.
Luego de algunos segundos,
mis ojos se abren como dos
lunas llenas al percatarme
que aquel chico le había
llamado Justin al otro.
¿Será éste el mismo Justin,
o puede que solo sea mera
casualidad?
¿Acaso será éste el amigo de
Katrina que había
mencionado la chica de
hospedaje?
No estoy seguro, pero
definitivamente debía
averiguarlo.
Por lo que despego mi
espalda de las paredes de la
barbería, y en silencio,
comienzo a seguirles.
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Capítulo 13
Capítulo Final
Fin
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