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No sería un libro escrito por mí, sino uno que plasmaría y desarrollaría mi comprensión de
los veintisiete caracteres reconocidos por la aplicación del Eneagrama a la personalidad que
aprendí originalmente durante los años 1969-1970 (más implícita que explícitamente) de la
mano de Oscar Ichazo y que he venido desarrollando desde entonces.
La concepción del libro ha sido presentar a cada uno de los personajes a través de: 1) Una
autobiografía escrita por otro de mis discípulos, de quien podría decirse que ha recorrido un
rico camino de transformación, y que estaba dispuesto a producir un documento que
implicaba una confesión pública (dada la sinceridad que implicaría un relato biográfico ante
su familia y sus conocidos). La utilidad de tal ejercicio de "transparencia" a través de la
Publicación de la propia autobiografía es algo en lo que había llegado a creer a la luz de
experiencias anteriores, por lo que lo propuse con ese espíritu, y efectivamente ha sido una
experiencia enriquecedora para los participantes.
2) Un capítulo teórico (cuyo conjunto bien podría considerarse un tratado sobre la psicología
de los eneatipos) con una estructura que formulé hace tiempo y me propuse desarrollar una
serie de discípulos, en colaboración con otros voluntarios.
Curiosamente, nunca me sentí, durante mis primeros años de enseñanza de este tema,
como alguien con el deber de desarrollarlo, ni siquiera con algún mérito particular, y sólo
ante la comercialización del Eneagrama y la charlatanería de los imitadores de mi primer
trabajo en Berkeley (creadores del movimiento comunitario o internacional del Eneagrama)
empecé a ser consciente de mi propio mérito por haber ofrecido un trabajo más serio y con
mayor poder transformador. Sin embargo, sólo recientemente, con la retrospectiva de
décadas, he llegado a sentir que, tal como Ichazo predijo, la tarea de ser un mediador de
este conocimiento para el mundo occidental de nuestro tiempo caería en mis manos.
Espero que el haber puesto por escrito todos estos entendimientos sea más una ayuda que
un impedimento para su comprensión profunda, pues a menudo he pensado que el dios
egipcio Thoth tenía razón al imaginar que el don de la escritura transformaría a los humanos
en meros repetidores de palabras, alejándolos de la sabiduría. Imagino que en este caso
mis futuros lectores se dividirán entre los que aprovechen nuestros esfuerzos para su propia
transformación y los que prefieran dedicarse a su enriquecimiento académico, cultural y
material.
Sólo me queda agradecer a todos los que han contribuido a este séptimo volumen tanto su
esfuerzo como su tolerancia a mis críticas, y desearles que el éxito de lo que han producido
les reporte la satisfacción de servir al proceso masivo de autoconocimiento que está
caracterizando a nuestra generación. Agradezco especialmente a Grazia que me haya
sustituido como editora en un momento de mi vida en el que mi actividad docente y mis
otros libros inacabados me requieren, y también a David Barba, de Ediciones La Llave, sin
cuyo aliento seguramente habría seguido posponiendo la finalización de estos nueve
volúmenes hasta que fue demasiado tarde para contarlo con mi supervisión.
Más tarde, me desvinculé del SAT debido a complejas situaciones personales y familiares, y
también porque, cuando Claudio se propuso cambiar el mundo cambiando la educación, no
me gustó lo que percibí como una devaluación de los planteamientos de los programas
educativos existentes que sí tenían en cuenta el valor del crecimiento personal frente al
adoctrinamiento". Cuando fui a verle, antes de que viajara por última vez a Berkeley,
California, me recibió muy bien y me hizo sentir abiertamente escuchada en todas mis
críticas. Me siento satisfecha de pertenecer a esta gran familia que ha pasado por la muerte
de nuestro maestro hace tres años, además de las complicaciones causadas por la
pandemia, lo que supuso un gran trabajo interno entre los diferentes departamentos de la
organización fundada por Claudio , con momentos muy difíciles y con jornadas y frutos
sobresalientes. Por ello, quiero expresar mi agradecimiento al equipo de la Fundación
Claudio Naranjo, al Programa SAT y al Área de Educación de la fundación, así como
destacar el esfuerzo por seguir colaborando junto a los responsables y coordinadores de los
programas SAT de todo el mundo.
Uno de los frutos de este esfuerzo por coordinar y seguir trabajando es la aparición de
nuevos volúmenes de la colección Psicología de los enneatipos. En este libro sobre el tipo
4, por lo que he visto y vivido en colaboración con muchos voluntarios en esta labor, quiero
destacar que la ejecución de la mayor parte de este volumen ha sido fruto de un trabajo
coral, como ha ocurrido en los diferentes volúmenes de esta colección. Quienes
coordinamos los capítulos teóricos, guiados y supervisados por Claudio, y posteriormente
por Grazia Cecchini, facilitamos que varias personas de cada subgrupo escribieran en
diversos capítulos, orientamos el trabajo y también colaboramos en su redacción. Comencé
mi participación en este volumen coordinando a la gente de E4 sexual en enero de 2006, y
tuve la suerte de contar con la estrecha y muy valorada colaboración de Cristina Dicuzzo,
que en paz descanse. Mientras coordinaba dicho subgrupo, me di cuenta de que yo era un
conservacionista de E4, ya que veía que los de sexual trabajaban de una manera muy
diferente a la mía. A partir de ese momento, puse mi tesón al servicio de terminar la parte
teórica del subtipo sexual. Más tarde, Claudio me pidió mi autobiografía para incluirla en el
subtipo de conservación. Y, algún tiempo después, Rossana Pavoni retomó el trabajo con el
subtipo sexual para actualizarlo y terminar el libro (junto con Águeda Segado y Antonella
Sabia, coordinadoras del libro sobre el subtipo de conservación, y Chiara Fustini,
coordinadora del libro sobre el subtipo social).
En cuanto al trabajo con el carácter, vemos que la función de cada eneatipo, además de la
construcción de la personalidad ante el vacío y la incertidumbre, es de supervivencia y
defensa ante las experiencias traumáticas, el dolor, la soledad y la desesperación infantil.
Paradójicamente, cada engranaje del carácter perpetúa el autoenajenamiento y, por tanto,
el sufrimiento, incluso cuando lo que hacemos es forzar la máquina para intentar tener éxito
o distraernos o pasarlo bien.
La envidia, una pasión de tipo 4, tiene, de entrada, muy mala prensa, y además es una
emoción difícil de reconocer para los demás. Es el eneatipo que peor imagen tiene de sí
mismo. En su primera infancia, introyecta (incorpora en sí mismo) a una madre -o figura de
apego principal- que ha ido abandonando, como forma de mantenerse en contacto con ella.
"Al introyectar a esa madre que no ha acogido emocionalmente al bebé (que por diversas
circunstancias lo ha rechazado o separado de él), se incorpora también la mala mirada
sobre sí misma. De este modo, la desvalorización constante está servida", escribí hace
años como testimonio sobre la conservación de Cuatro en el libro de Claudio, 27 personajes
en busca del ser. El mecanismo automático por el que se mantiene la envidia es la
comparación, en la que siempre sale perdiendo la persona, dado que mira lo que falta en sí
misma (y tiende a mirar lo que falta en el otro y en la situación), además de idealizar la vida
del envidiado.Así, retroalimenta la carencia: esa carencia que era real en la infancia, pero
que ahora es falsa.
El subtipo sexual E4, que es el que más hace sufrir sufriendo, cree que tiene que devolver
lo perdido; su pasión es el odio. Es el que maneja la carga más agresiva, siendo a la vez el
más divertido e impulsivo, aunque su mala imagen y su sentimiento de culpa no le permiten
disfrutar de sí mismo ni de su capacidad expresiva y cognitiva. También es el subtipo más
histriónico.
En el E4 social encontramos al más sufridor de los Cuatros: su estrategia es mostrar su
carencia para conseguir lo que necesita. Su pasión es la vergüenza: se encoge y se retrae,
aunque la persona E4 social también tiene un gran anhelo de ser vista. Es el subtipo más
melancólico. Como el resto, le resulta muy difícil reconocer su derecho al bienestar.
En cada libro se repiten, con diferentes matices, cuestiones propias de cada subtipo,
vinculadas a diferentes contenidos que perfilan mejor su comprensión y que facilitan la
posibilidad de identificarse con un eneatipo a las personas que lo leen. Además, los
capítulos teóricos contienen citas autobiográficas que facilitan la comprensión en vivo de lo
explicado (en el caso del subtipo sexual, debo aclarar que, debido al tiempo transcurrido
desde su redacción, se han perdido los nombres de algunos de los autores de las citas).
Las autobiografías permiten un acercamiento más vivencial a cada uno de los subtipos y
mantienen viva la orientación de "poner la carne en el asador", seguir trabajando con los
propios asuntos personales y mostrar caminos de evolución, algo que Claudio nos animó a
hacer. para promover el camino de la transformación.
Los trabajos sobre la vida de personas relevantes, personajes de películas y libros donde se
identifican personajes de cada subtipo, nos permiten seguir profundizando y perfilando las
diferencias entre ellos.
Espero que la lectura de este y los otros volúmenes amplíe tus horizontes y te permita
continuar el viaje de transformación con una mayor comprensión experiencial y mapas más
precisos, aunque no sean sencillos. ¡Buen viaje!
Una de las diferencias más evidentes entre el E4 conservación y los otros subtipos de
envidia es la falta de expresión de esta pasión: la conservación es el subtipo donde la
envidia aparece más negada, y es difícil reconocerla porque la persona no se queda en la
carencia y en la envidia hacia lo que no tiene, sino que a través del esfuerzo transforma de
forma compensatoria lo que le falta, defendiéndose así del sentimiento envidioso. "Visito la
casa de una amiga y la miro, qué casa más bonita.... Lo siguiente es que pongo cortinas
nuevas en la mía, hago cambios, compenso la idea y la sensación de que mi casa es peor",
dice un testimonio de este subtipo.
En el E4 sexual y social, no aparece ninguna acción para compensar lo que no se tiene. El
E4 social, donde sí aparece una clara conciencia del sentimiento de envidia, se queda
lamentándose y quejándose de lo que no tiene, y en el E4 sexual, donde la envidia se siente
como algo muy instintivo, difícil de contener, se destruye lo que se desea para no sentir
envidia.
En el tipo 4 hay un yo deficitario: la persona siente que no vale nada, que no tiene, hay una
imagen empobrecida de sí misma, y también hay una fuerte idealización de lo que le
gustaría ser. Esta imagen idealizada se hace tremenda en el subtipo de conservación: hay
un superyó fuerte que exige constantemente a la persona que alcance ese ideal de
perfección, de omnipotencia, y que la persona nunca alcanza porque realmente es una idea
descabellada. El esfuerzo se pone al servicio, pues, de alcanzar ese ideal, como señala el
siguiente testimonio: "En mi trabajo, si siento que cometo un error, me apunto a un curso
para remediarlo, pero no estoy satisfecho con lo que he hecho. Aprendo, pero luego veo
que tengo otro error y ya estoy pensando en hacer un nuevo curso".
En el E4 sexual y social, la imagen del otro también está muy idealizada, y el listón del
propio ideal también está muy alto. La gran diferencia con la conservación es que en la
sexual se busca alcanzar el ideal sin hacer grandes esfuerzos, y en la social hay un "quiero
y no puedo": sienten que no están a la altura y que no pueden alcanzarlo.
La conservación E4, a través del esfuerzo, quiere dar más que nadie, quieren ser la mejor
madre, la mejor hermana.... <<En el colegio nos decían que teníamos que sacrificarnos por
un ideal cristiano de santidad, yo me ponía piedrecitas en los zapatos, me sacrificaba". En
este testimonio se entiende que el sufrimiento, la hostilidad hacia uno mismo, no es una
búsqueda directa de ese sufrimiento, sino una condición para alcanzar otra cosa, para
poder alcanzar el ideal. En cuanto a las relaciones sociales, la conservación de E4 es un
carácter bloqueado en la relación. El grado de vigilancia frente a la mirada del otro y uno
frente a la propia actuación es tan alto, enorme inhibición, que crea un bloqueo, estar en
una relación se vuelve insoportable y la persona se siente mejor en soledad, porque no se
pone en juego toda esta dinámica interna.
A nivel global, la principal diferencia entre el E4 sexual y los otros subtipos de envidia es la
expresión abierta de la pasión y su inversión de energía en la relación romántica. En el E4
sexual no siempre hay conciencia de envidia, sino de algo instintivo vivido como un
pinchazo que la persona siente al compararse y percibirse por debajo del otro y como
resultado del deseo de ocupar un lugar significativo en la relación con el otro. Aunque la
comparación es común a todos los subtipos E4, en el sexual se expresa de una forma muy
diferente y visceral, como una pulsión que no se puede contener. Esta expresión puede
tener diferentes matices como la venganza y el enfrentamiento claro o la negación flagrante,
la descalificación y culpabilización del otro a través de palabras, gestos despectivos,
miradas de odio, etc. La idealización del otro como fuente de satisfacción se convierte en
desprecio por sus límites, la relación amorosa se convierte en un campo de batalla donde el
E4 sexual compite hasta la destrucción del otro y de lo que más ama. En cualquier caso, las
personas de este carácter no siempre son plenamente conscientes del alcance de su
puesta en escena, ya que el punto de partida es una reacción absoluta a lo que les ha
herido o molestado en el otro.
En todos los subtipos E4 hay una mistificación o idealización del otro, pero en el E4 sexual
esta idealización es exagerada y apasionada, queriendo acercarse a lo idealizado sin gran
esfuerzo, a diferencia del E4 conservativo, dispuesto a esforzarse. El E4 sexual tiende a
mostrar una actitud más peliculera, interpretando papeles más dramáticos y teatrales:
necesitan ser la diva y que les presten toda la atención, algo que a los otros subtipos no les
interesa tanto o no se atreven a hacer.
La película ¿Qué fue de Baby Jane? cuenta la relación entre dos hermanas, ambas E4, una
de ellas paralítica y la otra que actúa como su cuidadora. Una está constantemente en la
queja histriónica (subtipo sexual) y la otra en su papel de víctima resignada que lo aguanta
todo (tenaz). Los espectadores del drama toman partido por la víctima durante toda la
película, hasta que al final, ésta se rebela mostrando todo su odio contenido, y la expresión
de odio de la otra se entiende debido a una cuestión infantil no resuelta. En el subtipo
sexual, se elige el papel de "mala" porque es más glamuroso que el papel oculto de E4
vergüenza-social o el papel contenido de conservación-fuerza.
El sentimiento de que se reclama algo que se merece por derecho propio y que hay que ser
escuchado por ello, es decir, el sentimiento de injusticia contra la que hay que luchar, es un
sentimiento básico en el E4 sexual. En los otros subtipos también existe este sentimiento,
pero el sentimiento de invalidez es seguramente más fuerte en el subtipo social, o la
experiencia de tener que soportar el sentimiento de impotencia en el subtipo de
conservación.
El subtipo sexual es más irresponsable, se siente especial y espera que el otro le resuelva
las cosas; en esto se opone al tenaz E4, que utiliza el valor neurótico de no pedir nada a
nadie, el "yo no necesito". El E4 social también espera que le resuelvan las cosas, pero lo
hace desde una perspectiva más taimada, oculta y manipuladora.
En cuanto a la sensibilidad, es similar en todos los subtipos E4: siempre está presente, con
más atrincheramiento, resistencia al dolor y reserva en el conservacionista, que no es tan
expresivo y es más duradero; En el sexual, en cambio, no hay tanta victimización como en
el social, pero tampoco resistencia ni contención como en el conservacionista: prefiere las
actuaciones dramáticas estelares y a menudo agresivas, esperando a que todo el mundo se
dé cuenta de sus malas actitudes.
El E4 social muestra más su inseguridad emocional, y con ese papel infantil intenta
conseguir lo que quiere. El E4 sexual intenta no mostrar su inseguridad, al igual que el E4
conservacionista, pero de forma polar: mientras que el conservador aparece como
moderado, la postura que adopta el sexual suele ser orgullosa y arrogante, con tendencia a
romperse rápidamente y pasar del odio al llanto y viceversa, en un proceso de llenarse de
odio y desvalorizar a los demás.
El descaro y la pretensión agresiva son frecuentes en el sexual, y hacen que sus relaciones
se vuelvan a menudo insostenibles. En los otros subtipos, suele haber un malestar velado,
algo que se masca en el aire pero que es más difícil de identificar, y donde se suele evitar la
confrontación directa. En su lugar, lo sexual adopta formas hirientes y culpabilizadoras
cuando la realidad no es tan idealizada. El desprecio, la rabia, la ira es algo que el E4
sexual suele permitirse con sus allegados, y suelen tener un verdadero problema con los
límites, tendiendo siempre a pasarse de la raya e intentando imponerse a los demás.
El E4 social, por el contrario, es muy dependiente de las relaciones, y el que más aguanta
en ellas; es tímido y vergonzoso. El sexual es muy polar, pero no fóbico: hace insostenible
la relación, y tiene un verdadero problema con los límites, porque tiende a imponerse al otro
con su agresividad.
En otro orden de cosas, una característica particular del eneatipo social 4 es su forma de
respirar con el pecho hacia abajo, encogiendo los hombros de forma protectora y con el
vientre proyectado hacia delante y hacia abajo, como un peso muerto. En este patrón
respiratorio hay muy poco tono en la parte inferior del cuerpo, los músculos y los órganos
abdominales. El sonido de la espiración suele ser como un suspiro contenido. Quienes
practican esta respiración caducada suspiran y jadean con frecuencia en un intento de
conseguir más aire. A diferencia de los otros patrones respiratorios, para desmontar el del
E4 social se necesita un aumento del tono corporal. Encontrar la fuerza para sostenerse,
arraigando bien los pies en el suelo y dejando que el cuerpo se estire en el canal central, es
un reto para este personaje. La falta de esta fuerza condena a este subtipo a sufrir una
sensación crónica de baja disponibilidad de energía, acompañada de constantes
autolesiones y autojuicios que consumen aún más su debilitada energía.
"Qué niña más fea, tienes una cara que no se lleva ni en el mango de un paraguas">
<Cállate, qué sabes tú de la vida". "Mi madre siempre me comparaba con mi hermana, ella
era la buena, la guapa". Cuando pedí una falda porque estaba cansada de heredar los
pantalones de mi hermano, mi madre me dijo que parecía que me había hecho la boca un
fraile, que no paraba de preguntarme, ¿quién me creía que era yo>>.
Los sujetos con este carácter suelen preguntarse: "¿Para qué preguntar si no me lo van a
dar?". El otro no va a responder a su necesidad: por tanto, consigue lo que es suyo, lo que
le convierte en el más contradictorio de los envidiosos. A veces, ante la idea previa de que
no se lo van a dar y la frustración que ello conlleva, niegan la necesidad, interiorizándose en
no tener derecho. Tampoco los padres les proporcionan una imagen valorada de sí mismos,
con la que puedan identificarse; en una gran mayoría de los casos, al menos una de las
figuras parentales tiene un carácter masoquista. El masoquismo de los padres se transmite
no sólo a través de la identificación, con la autoprivación que imponen, sino a través de un
sentimiento de culpa que engendran en los hijos cuando disfrutan de lo que a los padres les
falta.
Mi padre trabajaba en el campo por la mañana y por la noche en una gasolinera, y siempre
recuerdo a mi madre trabajando en casa, o cuidando de sus familiares, la primera en
levantarse y la última en acostarse. Cuando mi padre trabajaba en una fiesta yo no podía
salir hasta que él llegaba. No salía con mis amigos porque veía a mi madre pasarlo mal y yo
no podía permitirme pasarlo bien. Aspiro al esfuerzo
La conservación de la E4 no ha sido capaz de construir una imagen valorada de sí misma y
ha sido incapaz de compensar el déficit. A lo dicho anteriormente, en la conservación E4,
hay metas e ideales elevados y una gran severidad de conciencia crítica en sus dos
variantes (Bleichmar):
a. Respecto a la no aceptación de atenuantes para no alcanzar los ideales, o desviaciones
de las normas o valores bajo los que se juzga la conducta, es un juez severo: "cuesten lo
que cuesten".
b. En un alto grado de hostilidad hacia sí mismo, eleva los ideales y rebaja las
representaciones de sí mismo para llegar a la conclusión más negativa posible. Una idea
descabellada en muchas conservaciones de E4 es "<esfuérzate y no lo consigas".
Para comprender este carácter, es necesario tener en cuenta el valor que ciertas
situaciones interpersonales traumáticas tienen sobre el sujeto, que necesita transformar lo
doloroso en placentero para adaptarse a ellas o para contrarrestarlas como defensa, o
busca activamente el displacer porque teme que se produzca de forma inesperada.
Cuando no se puede hacer nada para evitar que algo ocurra, o cuando se teme ser
sorprendido por lo que está fuera de la voluntad del individuo, una de las formas de
enfrentarse al sufrimiento es dar un carácter positivo a lo que en realidad es una presencia
indeseable. : la narcisización de la frustración Al principio, no estamos ante un verdadero
masoquismo, ya que no se busca el displacer, sino que en su presencia se mantiene una
cuota de placer narcisista, racionalizando lo inevitable como si fuera inevitable.
Lo que inicialmente era un acto defensivo, una vez que se fija a esta forma de satisfacción
narcisista en dos etapas: una de narcisización defensiva y otra de adicción a la privación o
al sufrimiento, que sí llegan a ser buscados, porque otorgan la sensación de que uno es
quien dirige su propio destino.
Para observar cómo se dinamiza el instinto de conservación en las personas con este
carácter, nos referiremos a las biografías de las personas E4 conservación donde
encontramos, junto a las figuras parentales y las condiciones familiares, como primer
obstáculo para el desarrollo del individuo , otras experiencias muy tempranas de peligro
para la vida y la integridad física de la persona, que suponen inicialmente una lucha y un
esfuerzo por la supervivencia:
Nací con muy poco peso, un kilo. Así que empecé a luchar por sobrevivir. Dos meses
después sufrí una intoxicación y tuve que luchar por sobrevivir.
En otros casos, las vivencias remiten a angustias infantiles desestructurantes en las que la
integridad física, psíquica o emocional del sujeto se siente amenazada y/o surgen
ansiedades persecutorias, en las que de nuevo la supervivencia se siente amenazada. En la
familia se ha sobrevalorado la necesidad de poner todas las fuerzas en la supervivencia
física, se ha transmitido un sentimiento de precariedad, por lo que es necesario asegurar
bienes primarios y concretos, a cualquier precio y sobre todo a pesar de las necesidades
más emocionales o sociales. En cualquier caso, en todas las situaciones hay un esfuerzo
asociado a cómo afrontarlas y/o superarlas: Tenía que salir de la ciudad, costase lo que
costase, no lo soportaba; la sensación que me producía quedarme aquí era de muerte, de
asfixia en todos los sentidos. Para mí, el esfuerzo está ligado a la resistencia. Si se trata de
un contexto de trabajo o de formación, un contexto de supervivencia material, puedo
soportar lo indecible, bebo. No me juego las habichuelas. Si no está en juego la
supervivencia, no lo soporto.
El cuidado y la dedicación a los demás compensan la baja autoestima. A través del esfuerzo
intenta aplacar al superyó y aliviar la culpa del deseo hostil de dañar a los cuidadores
originales. Este deseo hostil tiene sus raíces en las continuas frustraciones por parte de los
padres a las iniciativas del sujeto, la continua demanda de lealtad y devoción a través del
sufrimiento por parte de los padres, el continuo fracaso en producir una correspondencia
agradable con los cuidadores.
Que no quede para mí, que ya me esfuerzo bastante. Me descubro en el estribillo de una
canción: "Que la muerte reseca no me encuentre vacío y solo sin haber hecho bastante"
Por otro lado, ese deseo hostil que forma parte de la severa conciencia crítica de la
conservación E4 traduce este subtipo en exigencia; sin embargo, a través de esta exigencia
la conservación E4, en lugar de exigir al otro, se exige a sí misma:
Para mí, el esfuerzo a veces es sentir que resuelvo cosas que de otra manera no se harían
bien; por ejemplo, en el; cuido a mi hijo, si me descuido hago de todo Además, hay
conductas en las que el esfuerzo se entiende como motivación intrapsíquica, en la que el
otro actúa como mero instrumento.
Hay condiciones en las que la conducta está dirigida a que el otro establezca un
determinado tipo de relación con el sujeto de tal manera que, a partir de las ansiedades y
deseos que tiene frente al otro, se pongan en marcha determinadas conductas destinadas a
provocar un determinado efecto, de manera que no nos agredas, no nos abandones y
danos tu amor.
Berliner señala en un estudio sobre la génesis del masoquismo en términos intersubjetivos
cómo la hostilidad y el maltrato parental determinan que el sujeto, atemorizado por la
agresividad, busque el sufrimiento como forma de inducir culpa y amor hacia los padres a
los que teme.
Menaker destaca que la actitud hostil parental está interiorizada y que el sujeto que se
maltrata sometiéndose y rebajándose ante el otro está actuando defensivamente ante la
persecución, que el sujeto atemorizado busca aplacar a su oponente mediante la técnica
inconsciente de demostrarle que no es alguien con quien se pueda rivalizar. Así, la
conservación E4 se empequeñece, se critica, se coloca en una posición subordinada, cede
sus derechos al otro, se muestra incapaz, ignorante, adopta actitudes e identidades que le
perjudican y le hacen sufrir, lo que conlleva una doble ganancia. En primer lugar, porque
este sufrimiento es menor que la angustia persecutoria. Así, en el trabajo y a veces en las
relaciones, la conservación E4 realiza esfuerzos excesivos, llegando al límite del
agotamiento, debido al terror que le inspira la autoridad que atribuye a sus superiores:
He trabajado en muchas ocasiones con fiebre, o después de un cólico renal, o los fines de
semana sin cobrar a pesar de trabajar en una institución pública. Del mismo modo, he
cuidado de él durante la enfermedad de mi padre, yendo muchos días del hospital a trabajar
En segundo lugar, pretende obtener una sensación de seguridad, que contrarreste las
ansiedades fóbicas o paranoicas. Al rebajarse, el sujeto mantiene idealizados los objetos,
creando así dioses ante los que se humilla. Con ello, además, consigue mantener reprimida
su propia agresividad contra el objeto debido al comportamiento hostil
El esfuerzo también se enfoca como un instrumento para conseguir el amor y el
reconocimiento del otro, aquí el comportamiento no trata de evitar el ataque, sino que es
una forma de autoagresión, una forma de soborno para que no nos abandonen: "Soy bueno,
trabajo duro, merezco ser amado. Voy a sacar 9 y 10 para que me miren".
Otras veces, a través del sufrimiento y del esfuerzo, se mantiene un vínculo con la madre o
el padre, que hicieron del niño o del adolescente el confidente de su sufrimiento, de tal
forma que el niño experimenta un placer infinito de encontrarse en la intimidad, siendo
alguien privilegiado que recibe confidencias.
A medida que crecía, mi madre me involucraba cada vez más en sus problemas de pareja.
Me sentía obligado a acompañar a mi madre para que pudiera llorar y desahogarse
conmigo. Así, además, me sentía con un espacio dentro de la familia, que era como ella me
veía.
Yo también me ocupo de todo en casa, si no lo hago yo, las cosas no se hacen bien. Si
vengo al trabajo enferma, no tienes excusa para no venir.
Esta condición tiene características particulares en las relaciones amorosas. Por último,
teniendo en cuenta lo anterior y sin ánimo de simplificar, nos gustaría mencionar la reseña
de Tarachow sobre la conservación del E4: "El masoquismo es la técnica de alguien que no
puede ser directo>>
2: LA NECESIDAD NEURÓTICA CARACTERÍSTICA. TENACIDAD
Mi madre era una persona muy religiosa, nos contaba vidas de santos, de mártires. En
aquella época yo anhelaba ser santo y, si mártir, aún mejor, mi madre estaría muy orgullosa
de mí. El concepto de santidad que se me ocurrió tenía mucho que ver con el dolor, con el
sufrimiento en silencio por amor a Dios. Y ahí me situé. Cuando tenía siete años me ponía
piedrecitas en los zapatos y corría kilómetros. Cuanto más dolor, más puntos para la
santidad. Después, en el internado, más de lo mismo con las monjas (y mi campo ya estaba
cultivado), el uso del cilicio, por las noches en mi camarilla, rezar de rodillas con los brazos
extendidos. Sin que nadie lo supiera. Esfuerzo, sacrificio, reconocimiento de Dios; un dios
minúsculo que tomaba nota de mis ofrendas (cuanto más caras mejor). Un dios del que mi
madre nos hablaba y con el que nos amenazaba.
Si a esto añadimos que es un personaje oral de gran voracidad, veremos que no le bastará
el reconocimiento de una persona, que irá buscando el reconocimiento de todos, el cariño
de todos, que todos le vean como alguien especial. Como esto es imposible, la persona se
siente frustrada e insatisfecha.
Esto supone para la persona la imposibilidad de consolidar una visión interna propia en la
que pueda reconocer sus propios logros. Como consecuencia de ello, se repite una y otra
vez el círculo vicioso de su anhelado reconocimiento que persigue durante toda su vida. El
resultado de todo es la frustración. El deseo no se satisface, no obtiene el reconocimiento
fantaseado, porque no podría conseguirlo en ningún caso: para lograr algo parecido al
contacto amoroso, ofrece entonces una tarea cumplida a alguien que, debido a sus propias
dificultades, no ha podido o no ha querido vincularse amorosamente al principio de la
existencia.
Por otro lado, la envidia genera susceptibilidad, por lo que la conservación E4 se siente
frecuentemente discriminada cuando la autoridad o el objeto externo valioso reconoce a
otras personas, y está permanentemente controlando a la autoridad para ver qué da a los
demás y qué no. le da a él/ella. Como consecuencia de esto, la persona no está relajada y
tranquila, su mirada está siempre atenta a quién mira, a quién da afecto: le gustaría que
fuera sólo para él/ella. Todo esto le va a ocasionar problemas en las relaciones, ya que se
queda enfadado, casi siempre inconscientemente, con la persona que tiene el poder, y
posteriormente esta hostilidad negada la va a proyectar sobre la figura de autoridad, o sobre
el igual, o la puede desplazar sobre otras personas, por lo que pensará que los demás "me
quieren mal", o "están contra mí", desencadenando un sentimiento de persecución por la
figura externa.
Hay un denominador común en todos los E4 de conservación consultados, y es que donde
más se esfuerzan es en el estudio y en el trabajo. Por conseguir el ansiado reconocimiento
son capaces de hacer sacrificios insospechados que luego les cuestan muy caros, que
pueden poner en peligro su salud, o dañarles físicamente de forma irreversible. No hay
medida en el esfuerzo por conseguir el reconocimiento y el afecto del otro. Por supuesto,
como vimos en el capítulo anterior, evitar el sentimiento de envidia está implícito en el
esfuerzo. Por ejemplo, una persona que, cuando tuvo que impartir un taller sobre un
determinado tema, estudió previamente toda la bibliografía sobre ese tema, evitó
específicamente el "sentimiento de desconocimiento" y la envidia en relación con otros
profesionales. Es decir, compensaba, por un lado, el sentimiento subjetivo de carencia
frente a sí mismo y, por otro, mantenía una idea subjetiva sobre si con ese esfuerzo sabía
más que los demás.
La loca idea persiste: "<si me esfuerzo, conseguiré el afecto y el reconocimiento del otro ser
como único">.
Las primeras ideas locas que surgen como consecuencia de lo anterior son: "no hay para
mí", "<puedo solo, tengo que hacerlo solo>", impregnadas de angustia. Esfuerzo para
sobrevivir, necesidad de no sentir. El motor es el esfuerzo, no parar de no sentir. "Cueste lo
que cueste salgo, sin necesidad". Esta necesidad neurótica se constituye de diferentes
maneras, y en diferentes circunstancias:
La decepción del deseo materno. Vemos con frecuencia casos de nacimiento de una hija en
lugar de un hijo, o al revés. Hijas no deseadas que más tarde fueron comparadas con
hermanas o hermanos nacidos en situaciones mucho más positivas para la madre.
Madres inexpertas, jóvenes y padres que tienen que esforzarse mucho para salir adelante.
Madres en constante tarea, siempre trabajando. Nuestro pensamiento loco por comparación
era: "No estoy a la altura de mi madre".
Anorexia en la adolescencia. En el esfuerzo propio hay una parte de identificación con la
actitud del esfuerzo materno: "Con mi esfuerzo siento que pertenezco, sin esfuerzo, no".
Primera hija, nieta, sobrina, que ha tenido reconocimiento y luego va lo ha perdido. El deseo
de volver a tener lo que se tenía
Mediar entre los padres para cuidar y/o conseguir los deseos de la madre. Siempre falta
algo, siempre algún reproche, las buenas notas, los sacrificios, las renuncias, los actos de
bondad no son suficientemente reconocidos..
Camino que se nos ocurre buscar la mirada o el reconocimiento, que se acerquen, que me
miren, me sientan por dentro, pero nunca son suficientes. Buscamos amor y damos
resultados de nota; el camino por el que buscamos es erróneo, y el reconocimiento, como
mucho, puntual.
Opiniones o creencias inadecuadas sobre la educación o la relación madre-hijo. "No le cojo
porque se acostumbra"; "no le alabo las notas para que no sea creyente".
Vemos muchos casos de niñas muy lloronas que son criadas lejos por familiares que no son
sus padres, escolarizadas a edades tempranas, comparadas con hermanos y denigradas
con respecto a ellos, incluso ocupando posiciones opuestas madre-hija. Junto a todo esto,
vemos muchos miedos relacionados con lo psicobiológico, algo parecido al recuerdo del
trauma, miedo a dormir solas, miedo a la oscuridad, etc.
En cuanto a la relación con los iguales, los hermanos, vemos en nuestras respectivas
autobiografías envidia en muchos casos de los hermanos predilectos, cuidados,
considerados válidos o buenos. Cólera y resentimiento latente contra ellos que se hace más
o menos explícito, directa o indirectamente. Agresividad expresada o contenida, presente en
la relación con ellos.
Dentro de las estrategias interpersonales, las hay más cercanas a la conciencia y otras
totalmente inconscientes, como los mecanismos de defensa que vamos a mencionar en
este capítulo, ya que inciden, no sólo en la estructuración del psiquismo y en la dinámica
interna de la persona, sino también en relación con el otro.
Las estrategias interpersonales de este subtipo van a estar muy influenciadas por rasgos
como el victimismo, el sadomasoquismo, la persecución y la sumisión. Cuando hablamos
aquí de sumisión, no nos estamos refiriendo a la sumisión absoluta de una persona al
deseo de otra, sino más bien a una amplia gama de fenómenos que experimentamos frente
al otro, a la inhibición a la hora de expresarnos, a la mirada atenta de la persona frente al
otro, donde la escudriña para complacerla y no enfadarla. Hablamos de sumisión al otro por
miedo a su respuesta emocional, a que nos castigue con la pérdida de su amor.
(Bleichmar). 1. Bleichmar, H., Revista Aperturas Psicoanalíticas, nº 28
Ver lo que le falta y ver lo que siempre le falta le ayuda a poner más energía en la pasión de
tener un aguante perfecto, una persona incansable en su idea de hacer lo que hay que
hacer. De este modo también consigue ocultar y reprimir la envidia. La conservación E4 es
el contratipo, es decir, el subtipo que intenta sofocar la pasión de la envidia.
Ahora vamos a detallar las estrategias interpersonales, centrándonos también en las ideas
irracionales que se derivan del núcleo cognitivo distorsionado de la falsa carencia.
Existe una fuerte competencia, que a menudo no es completa. Disminuir el propio valor es
una forma de evitar las críticas y obtener algunos elogios sin exponerse a la competencia
directa.
Esta forma de estrategia, como vimos anteriormente, fue aprendida en la infancia para
aplacar al perseguidor externo, uno de sus padres, y en la actualidad, la persona de este
subtipo sigue utilizando el mismo mecanismo de defensa, ya sea contra los demás o contra
sí mismo.
Otra de sus manipulaciones es anticipar sus propias críticas para calmar a la persona que
teme que le critique. Es muy frecuente encontrar pacientes de este subtipo en consulta que
acuden con las tareas hechas para evitar que el terapeuta les dé algún feedback que no les
gustaría escuchar, ya que la imagen que tienen que dar frente al otro quedaría dañada. y
esto no lo pueden soportar. Pueden ser muy críticos con el otro, muy atrevidos y, por otro
lado, muy poco tolerantes con las críticas recibidas. Su defensa favorita es la justificación y
la crítica previa.
Existe otro tipo de manipulación relacional: situarse por debajo del otro. De esta forma,
delega en el otro su propio criterio interno de evaluación, sobre el reconocimiento de algo
que ha hecho, si ese algo está bien o mal. Veamos un ejemplo:
Yo acababa de hacer un trabajo y estaba satisfecho, pero cuando me encuentro con mi
compañero de trabajo le digo: "No sé si lo que he hecho está bien, quizás debería haber
hecho otra cosa, etc.>>. Todo esto con la intención de que la otra persona me valore y me
diga: "Pero si lo que has hecho está bien, tú también sabes mucho de este tema".
A través de este ejemplo, vemos que el eneatipo conservación necesita el elogio del otro,
pero lo hace poniéndose por debajo y dándole al otro autoridad sobre él para que le diga lo
que está bien o mal, ya sea en su trabajo en su vida o en sus decisiones. En este caso,
suele demostrar que no sabe de ciertos asuntos, cuando sí sabe. Este quedarse por debajo
genera entonces cierta incomodidad frente al otro. Es decir, son víctimas de su propia
manipulación. Vemos claramente la falsa falta de la que habla el Dr. Naranjo al referirse a la
fijación de este personaje.
En lo relacional, este eneatipo suele aguantar todo lo que se le viene encima, debido a la
dependencia que tienen del afecto del otro. Así, uno de sus mecanismos favoritos es la
racionalización del daño que siente que recibe de otras personas. No puede correr el riesgo
de mostrar que se siente dañado por la dependencia afectiva y por miedo a no ser bien
visto. Eso mostraría su cara de enfado y... ¿Qué pensarán los demás? ¿Y si el otro se
enfada y le retira el afecto? Digamos que este subtipo "<vendió su alma al diablo>" a
cambio de mantener una autoimagen idealizada de buena persona.
Este subtipo tiene miedo a dos cosas: a que no le vean como bueno y a que el otro se
enfade con él/ella y pueda retirarle el afecto. Para que esto no ocurra, es capaz de fingir,
disfrazar y ocultar sus verdaderos pensamientos y sentimientos. La dependencia afectiva
es, al mismo tiempo, lo que más puede desequilibrar.
Un paciente me contó que, en una conferencia, se había encontrado con una persona que
había sido muy significativa para él. Esta persona no se le acercó, no hablaron como había
sido habitual antes. La experiencia fue que el encuentro tan deseado no pudo tener lugar.
Este suceso le provocó un sentimiento de abandono y angustia.
La persona se dirá a sí misma: "No soy lo que el otro espera de mí", la idea loca que surge
es: "Tal como soy, no merezco el afecto del otro, si me esfuerzo obtendré reconocimiento y
mérito". Todo esto, como sustituto del amor.
Es evidente que estamos condicionados a creer que lo que el otro siente frente a nosotros
-su entusiasmo, o su rechazo, su deseo de acariciarnos o la renuencia a las caricias-
atestigua sobre lo que somos, si somos dignos de ser amados o no, sin darnos cuenta de
que, en verdad, lo único que indica es lo que le sucede al otro.(Bleichmar)
Este párrafo es significativo como salida saludable para el apego y la dependencia afectiva
de la conservación del E4 hacia el otro, y muestra la lectura que hace de la falta de amor del
otro hacia sí mismo cuando no se produce el encuentro.
Como consecuencia de todo lo anterior, lo más común que encontramos en nuestro subtipo
es que, para salir de la angustia de someterse a la mirada, reconocimiento y afecto del otro,
prefieren romper sus relaciones, casi como una forma de salud mental y de mantener la
estabilidad psicofísica.
El aspecto sádico, no tan fuerte como en el E4 sexual, está presente, especialmente en las
relaciones con los padres y la pareja. Hay personas que han tenido un comportamiento
despectivo y de mal trato hacia la madre, con el consiguiente sentimiento de culpa por la
descarga agresiva, y, como consecuencia de ello, es frecuente la acción reparadora hacia la
persona dañada. Así, la persona que fue sometida acaba sometiendo a su sometedor
En relación a la pareja, se siente tan dependiente del otro que, a veces, la persona
subyugada puede manifestar sadismo hacia su pareja, especialmente si tiene algún rasgo
masoquista, y sobre todo porque entra en su área de descalificación: "Si esta persona me
quiere, no debe tener mucho valor." Podemos decir que tanto en la relación de pareja es su
necesidad de sentirse amado, pero llega un momento en que la persona de conservación
E4 está angustiada por la dependencia y por el dolor de no tener al otro como necesita, y en
muchos casos prefiere renunciar al amor.
Muchas personas de este subtipo optaron por renunciar a lo que más querían. Otra idea
loca que surge de esta situación: "<Solo, me las arreglo mejor>>.
El sadismo que siente hacia los demás no es nada comparado con el que siente hacia sí
mismo.
La idea loca es: "Tengo que ser perfecto". Tiene un ideal de sí mismo tan grande que no
tolera tener defectos. Para terminar, vamos a centrarnos en tres de los mecanismos de
defensa más significativos de este eneatipo (introyección, retroflexión y proyección), no
tanto en cuanto a la estructuración o modificación que supone para el psiquismo, sino en
cuanto a su incidencia en el aspecto que vincula a la persona con el otro.
Ante la pérdida del objeto, la persona se siente perdida y tiene una serie de reacciones. Una
de ellas es introyectar al ser amado. De este modo, las relaciones de objeto (con personas
o con ideales) son sustituidas por una modificación interna del yo en forma de introyección.
Ser amado u odiado, ahora dentro de la persona, se convierte en parte de su identidad, de
cómo la persona se ve a sí misma; piensa que la persona introyectada tiene los mismos
atributos.
Veamos el ejemplo de una paciente que sufrió sucesivas experiencias de abandono por
parte de su madre. Cuando nació, la madre tuvo que guardar reposo durante cuarenta días
y fue atendida por la abuela. Más tarde, a los tres meses de edad, la madre fue sometida a
una intervención quirúrgica y, de nuevo, fue retirada. Más tarde, en sucesivas ocasiones,
sus padres se fueron a trabajar y la dejaron sola, intensificando el sentimiento de abandono.
Esta persona, un día de sesión, comenta: "Soy tan manipuladora y agresiva como mi
madre". Y comienza a describir rasgos que percibía como propios y que también eran de su
madre. Impulsada a discriminar si tenía otros rasgos o actitudes diferentes a los de su
madre, no los encontró. La persona descubrió que había un gran vacío en su interior.
A partir de ese momento, comenzó a ser consciente de la relación de odio que mantenía
con ella por tener introyectada en su yo a una persona a la que odiaba. Así, la relación que
se establecía era de odio hacia ella misma por verse a imagen y semejanza de su madre.
Naranjo, al igual que Freud, sostiene que el personaje con este mecanismo "...interioriza el
rechazo paterno o introyecta a un padre o madre no cariñosos, de modo que introduce en
su psiquismo una constelación de rasgos que van desde un mal concepto de sí mismo en
busca de una distinción especial, construyendo un sufrimiento crónico y una dependencia
(compensatoria) del reconocimiento externo.
Una paciente tiene la experiencia de ser incapaz de llevar a cabo la tarea de impartir
formación en un grupo en el que están presentes su jefe y varias personas que también son
muy representativas para ella. Finalmente, lo hace con éxito, y cuando llega la opinión
externa favorable sobre su trabajo, ella rechaza que sea así, y descalifica este
reconocimiento externo.
Hay que preguntarse para qué o por qué esta persona rechaza lo que tanto anhela y por lo
que tanto había trabajado. Es una forma, como decía Naranjo, de mantener un sufrimiento
crónico, un sentimiento de carencia en las relaciones humanas y, en consecuencia, una
forma de perpetuar la envidia. De esta forma, la persona evita recriminaciones,
competencias y responsabilidades.
Claudio Naranjo comenta que en la envidia y en el carácter depresivo masoquista hay otro
mecanismo también fundamental: la retroflexión.
La retroflexión o vuelta contra uno mismo es un mecanismo a través del cual la persona se
hace a sí misma lo que le gustaría que le hicieran los demás. Literalmente significa
"volverse intensamente contra". Es decir, el sujeto vuelve contra sí mismo lo que le gustaría
hacer a los demás.
Claudio Naranjo continúa comentando: "El odio a sí mismo o autorrechazo está implícito en
la noción de haber introyectado un "objeto malo", la idea de retroflexión sugiere que la ira
generada como consecuencia de la frustración se dirige no sólo a la fuente externa de
frustración (y al frustrador original de la propia vida), sino a causa de la introyección en uno
mismo". En esta frase de Naranjo vemos lo que decíamos antes; es decir, que dentro de la
persona se establece una dinámica intrapsíquica en la que el yo está escindido: así, una
parte mira al sujeto con desprecio y odio, y la otra sufre ese maltrato de forma masoquista.
También el odio, como decía Naranjo, se dirige hacia la fuente externa; la agresividad El
problema es saber hacia dónde se dirige: si hacia el exterior o hacia el interior.
Por otro lado, cuando tiene que dirigir su ira contra otras personas que han sido fuentes
externas de frustración, no puede; la dirige contra sí mismo por miedo a la respuesta de la
otra persona, o por sentimiento de culpa; así que esta agresividad toma al propio sujeto
como objeto, lo que provoca en la persona diferentes tipos de somatizaciones y un estado
de desenergización y depresión permanente. "Todo depende de mí, no hay nada para mí".
El E4 social es el que más vuelve la rabia contra sí mismo. El E4 sexual es el subtipo que
expresa más abiertamente la rabia hacia los demás. El E4 de conservación transforma la
rabia en autoexigencia. En los tres casos, lo que se revela es la agresividad de este
carácter.
Hay un ejemplo de una persona que, por envidia y rivalidad hacia su marido -que era una
persona famosa en el espectáculo- le atacó permanentemente. En este caso, el objeto, es
decir, la persona amada, no muere, no se pierde en la realidad, sino que se pierde como
ideal dentro de la persona, y es entonces cuando se puede producir la pérdida dentro del
yo. Este mecanismo es muy importante para explicar ciertos casos de tendencias
autodestructivas, y está ligado al masoquismo secundario, entendido por Freud como un
retorno del sadismo sobre el propio sujeto.
El E4 de conservación se identifica con uno de los padres, que le persiguió. Esto significa
que, en momentos de gran exigencia y angustia, proyecta esa persecución en los demás.
Veamos este ejemplo:
Podemos reconocer algunas ideas irracionales que sostienen esta dinámica: "Si no lo hago
perfectamente, me rechazarán, si no cumplo con todo, me despedirán".
A continuación, vamos a poner otro ejemplo de una situación bastante normal para
cualquier persona, pero que nos ayuda a ver cómo reacciona nuestra conservación E4.
Podremos ver que en la misma situación aparecen varios mecanismos de defensa de
persecución, culpa, demanda, rabia transformada, proyección, sumisión:
Había invitado a unos primos a cenar a mi casa. Cuando les llamé para ver a qué hora
venían, me enteré de que se habían ido a otro sitio. Me sorprendí, porque el día anterior,
durante la comida familiar, habíamos concertado la cita; En vez de razonar y pensar que les
había pasado algo, empecé una especie de fabulación pensando que mis primos tendrían
algo contra mí (fabulación por noid). Entonces empecé a decirme a mí misma que si no
venían era porque yo había hecho algo malo y les había enfadado. Como el día anterior
habían estado juntos con otros parientes, empecé a repasar obsesivamente mi
comportamiento en aquella comida bajo la persecución de mi superyó: "aquí no has tenido
cuidado, has estado hablando más con otros primos y a lo mejor se han sentido molestos,
¡mira que eres descuidada!". La loca conclusión a la que llegué es: "Como no tuve cuidado
con ellos se enfadaron conmigo y por eso no vienen a cenar".
Decidí, por fin, llamar por teléfono para salir del infierno en el que me había metido, pero
mis primos no contestaron a la llamada. En lugar de pensar que estarían ocupados, pensé:
"Antes, mi primo me llamaba inmediatamente". En otras palabras, atribuía el retraso a su
proceso paranoico de contar historias. Decidí, por fin, llamar por teléfono para salir del
infierno en el que me había metido, pero mis primos no contestaron a la llamada. En lugar
de pensar que estarían ocupados, pensé: "Antes, mi primo me llamaba inmediatamente". Es
decir, el retraso lo atribuía a su proceso de narración paranoica.
En este ejemplo vemos cómo E4 transforma la ira en autoexigencia y reproches de
persecución interna. Y parte de la rabia que siente la persona la proyecta en los demás: los
demás se han enfadado conmigo cuando tenía motivos para enfadarme porque le habían
dejado plantado. No expresa su enfado por la angustia que siente ante la posibilidad de que
otros se enfaden. Aquí vemos la sumisión y dependencia del afecto de esta persona, en
este caso, hacia unos primos. Si expreso lo que siento, sólo seré un peso para los demás.
Si expreso mis necesidades, no serán comprendidas, son menos importantes que las de los
demás.
Autoexigencia y Perfeccionismo
Estrechamente relacionado con la tenacidad vive la autoexigencia,
una oralidad autorrevolucionaria que vierte sobre sí misma la demanda tácita, originalmente
dirigida a otra parte. Se alimenta de la tenacidad, ya que exige cada vez más, sube el listón
y lo que está
en juego exige, por otra parte, disponer de los recursos para sostener esta tarea. Pero la
autoexigencia también tiene que ir acompañada de insatisfacción y odio hacia uno mismo;
sólo así se mantiene el vacío interior y deja la puerta abierta a la confrontación
autoevaluativa, útil Para sentir que nunca es suficiente
Nada me basta Una tarea que abordo y que termino, siempre
pre me deja un punto de insatisfacción, como qué tengo que poner en
conciencia y decir: "Vale, está bien, es suficiente". lupe
Empatía
Gran sensibilidad y capacidad de observación que les permite captar y comprender las
características de quienes tienen delante. Buenos oyentes, empatizan fácilmente con el
sufrimiento ajeno y son capaces de contener y acompañar, ya sea porque ven partes de sí
mismos en el otro o porque, conociendo estados internos de profundo sufrimiento, han
desarrollado recursos de autoapoyo. Es un personaje capaz de callar, de soportar el vacío
del otro, de transmitir una comprensión profunda desprovista de juicio. En el sufrimiento
siente un vínculo, como suele ocurrir con sus afectos originales
actitud masoquista
La mala imagen de sí mismo, la falta de estima con la que se relaciona y la idea de no
merecer le llevan incluso a tolerar condiciones humillantes, especialmente en el ámbito
relacional. La sed de pertenencia, la necesidad de amor y reconocimiento son tales que
llevan al sujeto a tolerar sin límites, con la expectativa de que esta tolerancia sea
interpretada por el otro como una muestra de amor y aprecio
Refinamiento
Buen gusto, amor por lo bello y por todo lo refinado, característica compartida con los
demás subtipos y reveladora de una profunda sensibilidad. En el subtipo conservador, esta
sensibilidad está oculta y enmascarada por la rigidez corporal y la congelación emocional.
entusiasmo irresistible
Esto es aún más evidente cuando se trata de apoyar a la otra persona para que recupere su
energía y sus ganas de vivir, para que se transforme y crea más en sí misma. Con un deseo
visceral de armonía y belleza, consigue comunicar que alcanzar un estado de integración es
posible. Esto surge de su propia necesidad, pero también de una profunda percepción de
que la curación (¡no la perfección!) es una realidad posible. Por último, sabe transmitir la
idea de que todo el mundo tiene valor, precisamente porque es una necesidad que siempre
ha sentido. Estas actitudes le convierten en un buen terapeuta, en caso de que se dedique
a esta profesión
Rigidez
Es una rigidez mental que encuentra su correspondencia tanto en una rigidez física y
postural que tiene que ver con una forma unilateral de ver las cosas, autodestructiva en
favor del otro, pero también con una rigidez física y muscular, como para simular una
condición de alerta y miedo siempre presente, estando atento a lo que ocurre alrededor,
captando cada señal desde una perspectiva de control, para saber reaccionar y prevenir
Vale la pena
De carácter valiente, no rehúye los retos, sabe soportar con paciencia y fuerza de voluntad
incluso las pruebas más duras, tanto si le afectan a él como a sus allegados.
Si la apuesta es alta, no hay lugar para reflexionar sobre si emprender o no caminos
difíciles.
Irónico
Capaz de ser gracioso, irónico, incluso sarcástico en ocasiones, como forma de sublimar la
ira. Tiene humor de forma sutil e inteligente, la ironía sobre sus propias características,
sobre los acontecimientos pesados de la vida, como un intento de amortiguar el dolor y
acceder a una cierta ligereza.
Sentido de la justicia
Vive un profundo deseo de justicia que surge de su propia experiencia de haber sufrido
injusticias. Se esfuerza y lucha por la igualdad y cree en el valor de la solidaridad. Puede
ser muy disciplinado a la hora de seguir sus ideales.
Espiritual
Gracias a su contacto con la carencia, busca lo trascendente como forma de liberarse de su
dolorosa experiencia y del sentimiento de incompletud que la acompaña, pero también
como vehículo para dar sentido a sí mismo, a la vida y buscar el Más Allá. Esta aspiración a
la trascendencia, si no se libera del ego, corre el riesgo de ser una búsqueda estoica del
sacrificio, un ideal narcisista de santidad para redimirse de la carencia
EMOCIONALIDAD Y FANTASÍA
POR CATALINA LLADO
Si parto de la descripción que da el diccionario, fantasía viene del término griego phantazo,
que significa aparecer, y éste de phaino, brillar. Se dice que la fantasía es la "facultad de la
mente para representar cosas que no existen". En particular, para "inventar seres y
acontecimientos y crear obras literarias y artísticas, creando cosas que no tienen base real".
De mi personaje, parto de una idea de mí mismo que es también una fantasía. Esta fantasía
parte de un sentimiento, de una sensación interna de desagrado, de no valer. El personaje o
la idea de mí es la de no merecer.
En el día a día, la fantasía se despierta debido a alguna emoción o estado del ser al que no
doy efecto y creo una situación reparadora, compensatoria, que al mismo tiempo adormece
ese sentimiento. En ella, me desdoblo en personajes que puedo ver como en una pantalla
(mi
mente), experimentando sucesos que describen un comportamiento diferente de lo que me
está ocurriendo.
¿Qué conseguí con todo esto? Experimentar intensamente ese dolor, ese malestar, esa
incomodidad, esa sensación de inferioridad, de estorbo de ser malo de crear problemas de
ser incomprendido, de no ser querido, y empecé a articular pensamientos como "me voy de
aquí no me quieren y si voy a acabar con estas situaciones mi marcha servirá para que
vean que soy bueno y se arrepientan de tratarme así". Cuando pasaban las horas y me
cansaba de llorar y esconderme, volvía a casa como un perro apaleado. El regreso era
silencioso y trataba de pasar desapercibido. De ahí aprendí a sufrir en soledad y a elaborar
historias fantásticas del guerrero que vuelve y vuelve para empezar de nuevo con
propósitos heroicos de poder cambiar y continuar la historia luchando como Genoveva de
Brabante o Juana de Arco. Con sacrificio conseguiría el amor.
Hoy en día, en situaciones límite en las que me siento muy preocupada, decepcionada o
perdida, fantaseo con salir de la situación y, a veces, ser ese personaje de película, novela
u obra de teatro triste de mujer desesperada que se asoma a la ventana en busca de un
mundo mejor que suele estar lejos, en un lugar retirado, o romper con todo y empezar de
cero y labrarme un nuevo camino por mi cuenta, o la que asomada al balcón mientras mira
la luna en busca de alguna respuesta ve en el vacío un posible espacio de acogida. En
todos ellos, el denominador común es sacrificar lo que tengo. Incluso mi vida.
Otro de mis juegos favoritos que tiene el motor en la competición- Lo jugué con mi prima,
que disfrutaba siendo la más guapa de la familia. En nuestros juegos, ella hacía de princesa
africana y yo era el misionero que daba la vida por salvarla. Mi bondad llenaba el triste
corazón de una princesa secuestrada o representante de un pueblo muy pobre. Entregarme
o vivir para el otro, para tener un lugar en la relación en la que yo daba por sentado que ella
era feliz porque era guapa y yo sólo podía entregarme a su cuidado.
No puedo dejar este relato de mi vínculo con la fantasía sin comentar que también hubo
momentos en esa relación con mi prima en los que la bondadosa se convertía en monstruo
y podía ser la bruja más malvada o la asesina que corría a la cocina en busca del cuchillo
más grande para poder matarla.
Aún hoy, ante quienes creo gozan de un beneficio -como la belleza de mi prima- la fantasía
me coloca en la sumisión, o en una batalla por lo ajeno, que no tengo ni obtendré jamás. Me
resigno y dejo de hacer lo mío porque el otro obtenga lo que sea, de antemano, ha hecho
que, en ocasiones de hartazgo, saque los cuchillos y luche a muerte con el otro. Al hacerlo,
la actitud es tan intensa que me recuerda a un acto vandálico que deja en mí la impresión
de que soy malo, y en el otro la idea de que lo que tiene no se lo ha ganado.
Sueños de mártir y heroína. Como heroína, recuerdo claramente que antes de dormirme y
durante mucho tiempo, soñaba con sacar buenas notas para complacer a mi padre, que me
prometía inscribirme en un club de natación donde un entrenador me descubriría como una
excelente nadadora y yo llegaría a las Olimpiadas y sería la gran campeona. Así, mi
esfuerzo serviría para que mi padre se sintiera orgulloso de mí, y yo sería válido y querido,
por fin. Después de esa fantasía que me daba el impulso para seguir día a día con
entusiasmo, quedó claro que ni sacaba buenas notas permanentemente ni mi padre me
inscribía en un club de natación, y empecé a fantasear con que cuando fuera mayor me
elegirían gobernador de mi ciudad y me encargaría de arreglar los problemas de los barrios
pobres. Esta fantasía sustituyó a la anterior; como no me descubrirían, me ocuparía de los
que tienen menos posibilidades. Descubrirles en su pobreza les salvaría de la situación.
Ese sentimiento de fantasía --- que me hace pensar y creer que no tengo valor --- despierta
en mí la necesidad de luchar para mejorar, y mientras lucho y trabajo, soy valioso.
¿Cómo está presente la fantasía en mi pareja?
La primera fantasía es posicionarme frente a él con la sensación de estar en deuda, que no
es feliz conmigo o que no soy la que necesita. Esta fantasía me lleva a estar sufriendo por
no ser lo suficientemente válida y por ello voy a recibir un castigo y lo busco como una
droga, y el castigo es el rechazo. En momentos de cansancio o perturbación, a menudo me
encuentro en esa trampa.
Pasan los días y este aguante me lleva a un comportamiento en el que empiezo por hacer
preguntas que sé que me llevarán a un lugar de desacuerdo, enfado, disgusto, dolor e
incluso situaciones de ruptura. Aun sabiendo que al preguntarle, por ejemplo, cómo está
conmigo, qué le pasa, qué quiere o si me quiere, en esos momentos de desencuentro por
diversas y adversas circunstancias, provoco un enfrentamiento, aun sabiendo que eso va a
ocurrir, pues me posee el deseo de sufrir y persevero en mi actitud. Si pongo en imágenes
esa actitud, sería como si, mientras pregunto, me dirigiera al cadalso y sirviera mi cabeza al
otro para que poco a poco me la vaya cortando, creando en el otro el verdugo que me va a
decapitar.
Facilito que el otro me diga lo que sé que me va a hacer daño y permito que eso se
convierta en una crisis en la que, una vez más, me siento herido y destruido. A partir de ahí,
la fantasía es que si no sufro no siento, si no siento no vibro, si no vibro no vivo. Entonces,
sufro por haber creado la situación, y sufriendo siento el amor, siento que hay un vínculo,
roto pero un vínculo, y poco a poco voy reparando el vínculo dañado con mi buen hacer, mi
simpatía y dedicación. Y desde esta actitud pasan los días y me doy cuenta de que no ha
cambiado en nada, y es ahí donde se desata mi disgusto. Esta vez el asco transforma la
fantasía en anhelo. El anhelo de encontrar una pareja mejor; esa pareja es un hombre
respetable, importante, sabio, famoso, que me descubre y encuentra en mí el amor que
nunca tuvo. Soy la Cenicienta de la que se enamora el príncipe.
Ésta podría ser la fantasía equilibradora o compensatoria que alimenta el anhelo y me deja
la esperanza de que algún día este sacrificio que estoy haciendo ahora, en estos tiempos
difíciles, se verá recompensado.
Para amar hay que aguantar y sufrir. Sufro por no ser lo que él se merece, y sufriendo
siento el amor, que nace a borbotones. Mis sentimientos de amor me hablan de ser
espontánea y cariñosa y ese deseo de salir del papel de sufridora y disfrutar del amor me
ciega. Y entonces, en nombre de la libertad, me abalanzo sobre el otro en esos momentos
en los que me habla de retirada.... Y vuelta a empezar.
A los que admiro no les va mejor que a mí. A ellos les doy todo lo mejor que tengo, es decir,
las cualidades que poseo y muchas que no tengo pero que si me entrego a ellos adquiriré (y
llegará mi día).
En la práctica, vivo la fantasía de que soy el mejor trabajador, el que mejor cumple, entiende
y hace el trabajo. Es cierto que ser el mejor trabajador no incluye ser el más simpático o el
más sociable o el que crea las mejores relaciones entre compañeros. Lo que destaca es la
sensación de ser un incomprendido: soy el mejor, pero los demás no lo saben o no quieren
verlo o reconocerlo. Pero los jefes sí ven en mí al mejor representante de su ideología, o al
que consigue los mejores resultados, aunque nunca me lo dicen. Ante la autoridad, mi
fantasía es verme pequeño e indefenso; el otro es alguien grande y sabe más que yo. Mi
actitud es servil, pero hago saber que comprendo. Como él ve potencial en mí, me atrevo a
ponerle límites o a comentar su trabajo sin que me haya pedido opinión, pero en el trabajo
eso es necesario para mejorar. Oscilo entre el pequeño y el que, en nombre del trabajo, se
toma licencias con la autoridad para que todo vaya a mejor.
Para mantener esta fantasía, pienso en el trabajo en mi cabeza todo el día, y eso me lleva a
estudiar, pensar, trabajar. El deseo de ser el mejor es tan grande que la idea que me
gobierna es que todo en el trabajo es serio y profundo. Esto significa estar demasiadas
horas, porque nunca es suficiente y siempre hay mucho que hacer, entender, leer. Así,
todos verán lo comprometida y sacrificada que soy. Esta fantasía hace que me comporte de
forma aislada de los demás o, mejor aún, dejando siempre claro mi territorio.
Esta necesidad de marcar la diferencia con mis compañeros desata un pensamiento de "yo
trabajo y trabajo y los demás trabajan a medias", y en mi afán de destacar tengo una
solución para todo y siempre estoy dispuesto a dársela aunque no me la pidan, o
reservarme y no dársela, esperando que llegue el momento en que necesiten mi opinión,
que será la buena y entonces actuarán como si esa solución fuera la suya. Esto me hace
fantasear con que ellos son mis enemigos, mis rivales, y yo el portador de la verdad.
Todo esto viene de no estar conforme con lo que tengo o con lo que hago, y mi fantasía
crea un ser bicéfalo: por un lado soy imprescindible y me sacrifico por el bien de la empresa
y soy el mejor, y por otro soy el que hace el trabajo sucio y se enfada por hacerlo, lo que me
convierte en el más tonto de todos. Estas dos actitudes se juntan y me agobian tanto que la
idea de trabajar a menudo me cansa más que el trabajo. La carga que produzco es más
abrumadora que el propio trabajo.
En común con los otros apartados está el que habita en mí el sentimiento de no estar
contento con lo que soy, y esta insatisfacción desata mi fantasía en la que soy diferente,
lucho a través del esfuerzo en el trabajo para ser el mejor puesto que peor me siento, y en
mi esfuerzo el sentido del deber me lleva a no tener nunca suficiente información ni los
deberes hechos y necesito seguir y seguir trabajando. Al hacerlo, me aíslo, y en el
aislamiento el otro se convierte a veces en ese ser al que no he cuidado, y entonces el
corazón se llena de culpa y arrepentimiento. Es entonces cuando surge el deseo de
ayudarle y le resuelvo el problema que tiene o le sugiero cómo solucionar algo que sé que
no le está resultando fácil. O, justo al contrario, el otro no está trabajando igual que yo, y
entonces se convierte en el enemigo a traicionar y vencer.
La heroína es la que puede estar sola y, por supuesto, nunca necesita la ayuda del otro ni
quiere favores. Veo los favores como un signo de dependencia. Yo ni pido favores ni
necesito la ayuda de los demás, y por eso fantaseo con que soy independiente. En mi
fantasía no es posible pensar que lo que hago lo hago por lo que siento al compararme con
los demás y por lo mucho que dependo de ellos. En mi dependencia no tengo vínculo
afectivo dentro del campo laboral, y sufro al ver como otros lo tienen. Dependo de la
grandeza de lo que admiro, por esa figura si me mueve el afecto. Mi fantasía me lleva a
depender de lo que creo que esa autoridad quiere y necesita. Exijo que reconozcan mi gran
esfuerzo. Tanto a mis compañeros como a la autoridad. Cuando lo recibo, me parece que
me dan una propina y no la oigo.
conclusión
Puedo hablar de mi fantasía ya que en el trabajo del Programa SAT he aprendido a ser
consciente de cómo está presente en mi carácter y, a partir de ahí, en mis quehaceres y
relaciones diarias.
Ahora, cuando ésta aparece, no soy sólo la actriz de mis fantasías o la directora que
planifica la futura película de mi vida, sino la crítica. Y desde la crítica comienza el proceso
de objetivarme y esto me ayuda a poder desprenderme de la ficción y volver a mirar la
realidad desde un lugar más presente.
La fantasía es, hasta donde yo he entendido, una ficción en la que yo soy alguien que ha
creado una identidad fantástica con la que vivo como si fuera la realidad.
Soy un ser que tiene una identidad. que sabe en algún lugar que esa identidad es falsa y
soy yo quien aún no sabe quién soy.
Siendo este ser que sabe que es desconocido, reconozco que los sueños que persigo y
marcan mi camino son dictados por mi corazón.
Han pasado quince años desde que escribí este capítulo. Releerlo ha sido recordar la época
vivida con ese marco y estructura neuróticos. Mis palabras revelan pensamientos,
emociones, situaciones, alegrías y miedos, bien deletreados de aquella época. Me satisface
la sinceridad del relato. El deseo de buscar la verdad sigue siendo una antorcha que me
guía del mismo modo que sigue iluminando un aspecto neurótico de agotadora exigencia.
Mi llama está hecha de un sentimiento de compromiso, dolor, entrega, placer, miedo, rabia,
realidad y fantasía con un deseo de reconocimiento ahogado en modestia. Algunos de los
rasgos neuróticos que describo en el capítulo se han convertido en una buena herramienta
de trabajo. Aprende a estudiar por placer y no sólo por obligación, sustenta el caos de la
búsqueda en las propuestas y deja de atormentarte tanto por no conocer el final. Profundiza
todo lo que puedas, combinando dureza y rigor sin miedo a acompañarlo de dulzura. Otros,
como la competencia, siguen haciéndome creer que "no hay nadie como yo", porque es
auténtico, aunque ya empiezo a oír al bufón interno reírse de que sigo por ahí, confundiendo
singularidad con unicidad. Hoy, sabiéndome y sintiéndome querido, los juegos del "todavía
no me quieres todo lo que necesito" que conlleva el sentimiento de frustración e inferioridad
están menos presentes en el amor de pareja. Sí cobran más relevancia en el ámbito laboral
y social, donde aún tengo trabajo. No pretendo ser Genoveva de Brabante, pero sí una
luchadora por la revolución que esperamos en el ámbito laboral y una rebelde con causa
social. No me he convertido en gobernadora de la ciudad para ayudar a los pobres, pero
vivo rodeada de setenta culturas diferentes y trabajo para que el teatro sea un
entretenimiento para todos. Cada vez estoy más contento y agradecido de haber tenido el
privilegio de formar parte del equipo de Claudio y de reconocer en él a un sabio de su
tiempo y a un profeta para la humanidad.
6
INFANCIA
POR EMILIA CÓRCOLES
Allen Schore' afirma "A medida que la experiencia de una buena sintonía en la infancia
establece en el sistema nervioso las conexiones de la confianza corporal básica,
construyendo patrones neurobiológicos de gestión del estrés, el bebé introyecta el cuidado
en sintonía como una capacidad para regularse y calmarse. Por ejemplo, sus niveles de
cortisol y el equilibrio entre los sistemas nerviosos simpático y parasimpático reflejan su
capacidad para modular su energía y recuperarse de la adversidad.
Para J. Bolwlby: "El Modelo Operativo Interno es una representación mental de uno mismo y
de las relaciones con los demás que sirve al niño para organizar y garantizar la
permanencia controlada de las conductas de apego e interacción.
G. Tonella³ dice: "El desarrollo de sí mismo se originará a través del vínculo de apego y la
interacción temprana con la madre, una interacción adecuada permitirá la continuidad entre
las experiencias energéticas, sensoriales, motoras, emocionales y representativas.
>>La interacción con la madre calmará y dará sentido a las experiencias del bebé. Si en
esta primera interacción el bebé no se siente reconocido en su existencia, no podrá
reconocerse a sí mismo y buscará este reconocimiento en los demás. Cuando estos
vínculos de apego no ejercen su función organizadora y reguladora, el niño experimenta
angustia"
En el mismo artículo, Tonella cita a Wolf, Emde, Anders, Sanders y Stern: "El yo no se
construye sin vínculos y estos vínculos son obra de cada uno de los padres, de su apego
mutuo y de su interactividad"
También en ese artículo, Tonella menciona a Ainsworth (1978), Main y Salomón (1988), que
demuestran que el niño se protege a sí mismo, adaptando otro tipo de estrategias de apego.
Ansioso-evitativo: Los niños con este estilo de apego muestran una aparente falta de interés
y desapego hacia sus cuidadores durante los períodos de angustia. Tienen poca confianza
en que se les ayudará, presentan inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y
prefieren mantener las distancias con los demás.
Para Anzieu, el contacto con la madre, su apoyo, sus gestos y sus sonidos permitirán crear
una envoltura sonora y gestual que contenga y calme las sensaciones, emociones e
impulsos del bebé hasta que el yo en su crecimiento pueda asumir esa función envolvente.
A este yo lo llamará yo-piel. Si el contacto de la madre ha sido experimentado como
adecuado, el niño desarrollará su propia capacidad de contención y regulación. Si no es así,
el bebé sufrirá angustia por no poder calmarse.
Uno de mis primeros recuerdos es estar acunada en los brazos de mi madre, pero ¿cómo
es posible que yo tenga este recuerdo? Soy tan pequeño, pero sé que mi cabecita está
apoyada en su brazo derecho y mis pies en su brazo izquierdo, ella está de pie junto a la
cortina que cierra un armario muy pequeño, mi sensación no es de comodidad, sino que
siento miedo, angustia, ella está nerviosa y tiene prisa, siento su impaciencia.
Con el tiempo he podido construir que la canción que me cantaba era para rendirme al coco
que sentía como una presencia dentro del armario, no me parece posible que esta
sensación se remonte a una niña de unos tres meses. Pero ese es el recuerdo y nunca le
he cantado esa canción a mi hijo. STEFANIA GIANNINI
Los tres subtipos del rasgo E4 se gestan en la etapa oral de la vida, que abarca desde
finales del tercer mes hasta aproximadamente el decimoctavo mes de edad.
Según Juan José Albert: "Durante esta etapa, la zona que se hace más perceptible para el
niño es la boca, con todas las funciones relacionadas con la succión, el movimiento de la
mandíbula y la deglución.
>>Si el bebé encuentra un vacío al nacer, porque las diferentes interacciones (contactos,
cuidados, juegos) son sin afecto y sin placer, se formará en él la herida oral, que es una
herida de privación, que reducirá en el bebé la intensidad del impulso vital, el impulso de
chupar, chupar, morder. Lo que hace el bebé es "tragar"".
- Privación fisiológica y emocional a una edad temprana, que puede deberse a la pérdida de
la madre por muerte, enfermedad, depresión, abandono o ausencia temporal, por ejemplo,
si está ocupada cuidando a un familiar enfermo, o tiene muchos hijos o porque es madre
soltera, o tiene que ayudar a su marido o como en una minoría de casos, en los que el niño
es abandonado en instituciones.
- Comunicación afectiva materna alterada. No hay respuesta, o es inadecuada a lo que el
bebé necesita, bien porque se crea distancia física en el contacto físico o verbal, bien
porque se le recrimina verbal y a veces físicamente
En el caso más general, cuando la madre permanece al lado del niño pero deja de
atenderle, cuidarle y darle un entorno seguro, el niño introyecta la figura hostil, dando lugar
a su mala imagen interna y a la vivencia de carencia y añoranza de la madre buena La
madre queda como grande e idealizada y el niño se siente muy pequeño y desvalido. Esta
forma de ver a los demás como superiores se va a repetir en sus relaciones a lo largo de su
vida.
La otra herida, en el núcleo emocional, provoca rabia hacia sí mismo y hacia el mundo por
no sentirse reconocido en sus necesidades básicas. Son niños que no hacen nada
agradable por sí mismos; por fuera están contentos y por dentro están saboteados por la
rabia que sienten al experimentar que no se les da de comer.
Suzy Stroke vino a mi SAT 2 y me preguntó por qué no trabajaba molestando a mi mamá; le
dije que no lo sentía, porque mi mamá era las tres B: (Bella, Buena y Buena) Bella, Buena y
Buena, y Susy entonces me preguntó: "¿Qué hacía tu mamá cuando estabas enferma de
niña?". Me iluminé y dije: "Mi mamá, cuando estaba enferma, me daba su foto, era hermosa
y yo la miraba y la tenía conmigo". Susy insistió: "¿Por qué, tu madre no estaba allí?
¿Funciona?". En ese momento se me abrió un mundo; no, mi madre no trabajaba, no sé
dónde estaba, o más bien estaba en casa pero nunca estaba conmigo, no sentía su
presencia, pero necesitaba conservar esa foto, la miraba y la idealizaba. También sentía un
sentimiento de melancolía o nostalgia, como cuando quieres a alguien que no está.
Entonces soñé que ella miraba la foto. STEFANIA GIANNINI
Otros no eran deseados, bien porque la madre esperaba un hijo del otro sexo, bien porque
eran muchos los niños que tenía que atender. En esta etapa, las relaciones con sus padres
estaban marcadas por la rabia no expresada (soportada), la lucha, el esfuerzo, la exigencia
y el deseo de ser vistos, reconocidos y amados.
En la mayoría de los casos, el niño se cría en una familia en la que existe un ambiente
familiar de sufrimiento, dolor, carencia y angustia porque al menos uno de los padres está
deprimido o enfermo. El niño está fijado a experiencias dolorosas y, sobre todo, al
sufrimiento en la forma de vincularse con sus padres. Como ya vimos en el tercer capítulo,
el niño se esfuerza por compensar y agradar a sus padres, que están sobrecargados o
enfermos, anulando sus propias necesidades para contrarrestar la angustia y el sufrimiento,
siendo el esfuerzo idealizado como una virtud y como una forma equivocada de conseguir
su mirada, reconocimiento y afecto.
Algunas mujeres de la conservación E4 recuerdan cómo su padre venía todas las noches a
besarlas antes de irse a dormir.
Acudía a mi padre con gran admiración. Cuando me curaba las heridas, me parecía una
persona que sabía mucho; de hecho, todos los días me curaba los puntos del apéndice con
mucho mimo y cuidado. El único contacto físico agradable y reconfortante que recuerdo era
el de mi padre. A veces me acercaba a él cuando era pequeña, para ver algo de televisión
juntos, era un momento reconfortante para mí. Lo dejé cuando tenía unos doce años,
porque lo experimentaba débil. Su salud estaba comprometida, no contaba mucho en casa.
Era un trabajador, pero era inteligente y estaba muy bien considerado. Muchos de sus
amigos le pedían que les preparara la declaración de la renta, él lo hacía gratis y en esos
momentos yo sentía que él sentía satisfacción y yo me sentía contenta y un poco admirada.
STEFANIA GIANNINI
En muy pocos casos, la presencia del padre es represiva, rígida y de autoridad tiránica con
los hijos.
Una paciente dijo: "Mis recuerdos de mi padre en la infancia son siempre de ausencia o
brutalidad, de castigos y del miedo que mi madre nos metía con él".
Una mujer relató en su autobiografía: "La ausencia total de mi padre me conmueve mucho,
no recuerdo imágenes de jugar con él, de estar tumbada en el suelo, en mi espacio estaban
mis hermanas y a veces mi madre. Le recuerdo ocupado y con sus cosas. Mi madre se
ocupaba de las cosas de la casa".
Una conservación E4 relató: "Mi padre es el que manda en casa, no se podía ir contra él y
siempre nos decía que lo que él ordenaba se hacía sin contestar. Había que comerse toda
la comida antes de que él se levantara de la mesa.
Es un tipo de padre que por diferentes motivos no da estructuración ni orientación al niño,
ya sea por tener mucho trabajo o por estar enfermo, vividor, sádico o por estar ausente.
Otra conservación E4 informó: "Mi padre nunca me pegó físicamente, pero sí siento un tipo
de maltrato en la relación con su indiferencia e incapacidad de mostrar sus afectos y
expresar físicamente su cariño. Desde su obligación y sus "deberías", siento que no supo
respetar mi esencia y no me acompañó en mi proceso de construcción y descubrimiento,
pues ya me daba las respuestas listas"
Lo contaba una conservación de E4: "Mi mediación entre ambos duró casi toda mi vida:
cuando mi madre quería, pensaba o deseaba algo, no se lo planteaba directamente a mi
padre, sino indirectamente y como un reproche; mi padre se negaba, mi madre se quejaba y
yo iba a convencer a mi padre de la conveniencia del deseo de mi madre, pero de forma
sutil y seductora, halagándole primero, incluso lo conseguía. Luego iba a ver a mi madre
para decirle que lo había conseguido y ella, en lugar de agradecérmelo o alegrarse, se
"cabreaba" por haber conseguido lo que no podía".
Mi madre siempre tenía en su tocador una gran foto de mi hermano guapo y alegre, al nacer
pesaba casi cuatro kilos, y en la foto está en su mejor momento, rollizo, con grandes ojos
azules brillantes y rubio; el de la otra foto, más pequeño, soy yo, ya con aspecto apagado y
con mi hermosa bricchielle en evidencia: al nacer pesaba 2,7 kilos y no era bueno para
mamar leche, así que mi madre me amamantó durante muy poco tiempo. STEFANIA
GIANNINI
Una mujer de conservación de E4 dijo: "En mi vida ha sido una constante, la eterna
comparación con mis hermanas. Su comportamiento y sus aficiones siempre han formado
parte de mi vida como una forma de ser igual que ellas".
Otra mujer de E4 conservación dijo: "Es curioso, pero apenas hay fotos de mi infancia. Esta
falta de imágenes siempre me ha molestado mucho, ya que mis tres hermanas sí tienen
fotos".
También puede darse la situación de que el niño elegido sea el que se compare con sus
hermanos, aunque no haya sido comparado por los padres.
En algunos casos, cuando el segundo subtipo es sexual, el anhelo del niño por ser querido
y reconocido le lleva a una rivalidad y lucha competitiva con sus hermanos para encontrar
su espacio entre ellos y ser visto.
En cambio, cuando el segundo subtipo es el social, es muy común en los niños que no haya
rivalidad y lucha abierta entre ellos.
Hemos observado al escuchar los relatos de algunas personas E4 conservación, que han
vivido experiencias traumáticas en una
etapa temprana del desarrollo, ya sea debido a un funcionamiento materno no empático o a
abusos psicológicos o físicos y emocionales prolongados.
La experiencia de los niños es esperar que alguien esté a su lado, les cuide y les proteja.
Necesitan convencerse constantemente de que pueden ser queridos y amados tal como
son. En el caso de una paciente que había sufrido abusos a una edad temprana y que
creció sin saberlo, esto estaba codificado en la memoria y almacenado en el cuerpo y en su
proceso terapéutico pudo establecer una relación de apego terapéutica segura y superar
ansiedades primitivas. liberarse del trauma.
Es frecuente que las personas con conservación E4 tengan un desarrollo precoz, que puede
explicarse como un esfuerzo por compensar las heridas de la pérdida, la carencia y el
abandono. Desde sus primeros años manifiestan que son independientes, aunque tienen
una actitud ante la vida y en su forma de relacionarse como si "se les debiera algo". Son
niños que muestran represión expresiva, tanto corporal como verbal. Se muestran
preocupados, sienten vergüenza y tienen una imagen distorsionada e insegura de su
cuerpo. Una mujer E4 de conservación dijo que no cogía nada si las personas mayores no
le daban permiso de antemano. Otra conservación E4 dijo "Me hice mayor y empezó a
instalarse en mí una timidez importante; me volví callada y reservada. Me veo a los cuatro o
cinco años con cara de niña buena, instalada en el patrón familiar de ser muy buena y
estudiosa.
Este es un recuerdo de cuando aún no tenía tres años. La habitación es grande y luminosa,
estoy de pie en un sillón cerca de la puerta de entrada, mi madre me deja aquí. Siento frío a
pesar de la luz. Tal vez sea primavera pero siento frío, tengo miedo de que un ogro o un oso
venga del largo pasillo que lleva a esta habitación, y me quedo quieta porque el más mínimo
movimiento o respiración podría hacer que el ogro descubriera mi presencia y viniera a
comerme estoy sola, no hay nadie que me ayude. STEFANIA GIANNINI
7
PERSONA Y SOMBRA: LO DESTRUCTIVO PARA UNO MISMO Y PARA LOS DEMÁS
el envidioso
Como el E4 conservación es un contratipo del eneatipo 4 cuya pasión es la envidia, se
manifiesta como un efecto de la sombra, y no de manera franca. Dado que la imagen de sí
mismo se vive como deficiente y devaluada en comparación con una imagen interna
idealizada, se persigue mediante un esfuerzo y una tensión constantes, con la percepción
de que esa perfección está lejos, de que no se ha conseguido o hecho lo suficientemente
bien. La sostiene la loca idea de que cuando la alcance será tan especial, conquistará y
mantendrá el amor anhelado (amor que es un fuerte anhelo de fusión) o logrará la
admiración que compense el sentimiento de deficiencia interna. La percepción interna de
ser especial se manifestaría a través de la perfección alcanzada, se lograría un amor
admirativo compensatorio y, con ello, se conjuraría un profundo miedo al abandono.
Se relaciona con los demás con una envidia que alimenta la competencia, que es donde se
manifiesta la relación con el mundo exterior. La competencia alimenta a su vez el esfuerzo,
la resistencia y la perseverancia que la acompañan y que se relacionan con el miedo a ser
insuficiente, a equivocarse (no puedo fallar) y a ser señalado (esta sensibilidad conecta con
un profundo miedo a experimentar vergüenza), reacciones al sentimiento constante de
carencia.
el juez interior
La relación psicodinámica entre E1 y E4, en este caso con el subtipo conservación, confiere
a este último una voz interna que proyecta el mundo exterior como fuente de exigencias y
mandatos. Hay un superyó fuerte que se manifiesta claramente en el sustrato cognitivo del
personaje; un juez que cuestiona cada paso, cada conducta, cada idea.
El descubrimiento del juez interior llegó bastante tarde en mi vida y se produjo gracias a la
psicoterapia. Me parecía perfectamente normal sentir una voz interior que me acosaba con
exigencias implacables y la consiguiente desaprobación por no hacer lo suficiente o lo
suficientemente bien. Estaba atrapada en un automatismo de búsqueda continua de la
perfección que me agotaba y desmoralizaba, corroyendo obviamente mi autoestima. Sentía
que sólo logrando cosas dignas de admiración obtendría aceptación y consideración, el
amor del mundo exterior y un lugar propio en el universo. ROBERTA RANALLI
El juez interno se cierne como una exigencia constante de hacer y ser mejor de lo que uno
es, cumpliendo también la función de sabotaje y desvalorización.
Pude ver claramente, durante una actividad terapéutica, cómo el juez interno perpetuaba un
verdadero abuso contra mí, a través de una voz imperiosa y sádica que condenaba sin
piedad mi espontaneidad. Era una especie de violación del alma. No era difícil reconocer
cómo en esa parte de mí había conservado la voz y la acción de mi padre, y que, por
aterradora que fuera, me servía para mantener internamente mi relación con él.
ANTONELLA WISE
La dinámica del juez interno no se agota en la relación con uno mismo, sino que se expresa
también externamente en el juicio dirigido hacia el otro, hacia las situaciones, tomando la
forma de sentimientos de desprecio, de confrontación no explícita, de indiferencia hostil, de
retraimiento afectivo, particularmente hacia aquellos que a nuestros ojos consiguen eximirse
del autojuicio, vivir livianamente aceptándose tal como son. Una posición interna difícil de
alcanzar para una conservación E4
Del mismo modo, la ira se expresa hacia quienes alcanzan metas de un modo menos
traumático y agotador que el que uno percibe a su manera. Las diferencias se viven como
una injusticia, juzgando inseparablemente la vida de los demás como más fácil que la
propia. Más bien se expresa a través de un enfriamiento de la relación, un distanciamiento
emocional en el que no sólo se encierra la envidia, sino también, a cierto nivel, el desprecio,
que no es más que la envidia adoptando una postura arrogante.
Soportar vivir alejado de la familia durante muchos años, aunque me causara un gran
sufrimiento, me hacía sentir como un héroe que comprendía y ayudaba a la familia, sin
hacer exigencias de ningún tipo para no aumentar sus problemas; cuanto mayor era mi
capacidad de soportar sin quejarme, mayor era el reconocimiento de mi sacrificio.
Estas capacidades se habían convertido así en mi mayor fuerza y mis mayores méritos,
cuantas más cargas soportaba, más problemas podía resolver, más esfuerzo podía soportar
sin quejarme y más medallas al valor acumulaba a mis propios ojos y a los del mundo.
Este modo creó en mí una compulsión neurótica por ayudar y apoyar a los demás. Así
conseguía un doble objetivo: sentirme bien y obtener el reconocimiento de una persona
digna, Roberta Ranalli
Trabajar, actuar correctamente, hacer las cosas bien, ser útil, son los rasgos que más se
valoran, por lo que este personaje no duda de la necesidad de abandonar pronto la infancia
para entrar en etapas posteriores de la vida sin estar preparado para ello.
El cuadro se agrava aún más por las precarias condiciones económicas y/o sociales, las
experiencias familiares particularmente dolorosas, los estados depresivos de los padres o
incluso la condición de ser el último en el orden de paternidad. Esta última situación agrava
la necesidad de emular a los hermanos mayores para ser queridos por sus padres si en la
familia se aplica el criterio de contribuir al sustento familiar.
Sin embargo, también hay que señalar cómo cargarse de trabajo, de actividad incesante y
extenuante, puede considerarse un modo de vida útil para anestesiar los sentimientos,
llenar vacíos existenciales, darse una fisonomía y evitar la ansiedad. La capacidad de
mantener grandes ritmos de trabajo tiene como objetivo lograr el reconocimiento de la
autoridad, que puede apreciar el compromiso, la dedicación y los resultados.
Por ello, no es difícil encontrar en esta orientación tanto aspectos de competitividad (sentir
que uno lo hace bien y mejor que los demás) como de rigidez (las cosas deben hacerse de
una determinada manera), que inevitablemente pueden agriar y hacer desagradables las
relaciones con quienes comparten el entorno laboral.
el melancólico
Es aquel personaje que arrastra el autocontrol emocional de su ira reprimida
(resentimientos), su tristeza por lo inalcanzable y el dolor de la desconfianza que le sitúan
en una percepción gris, desagradable o agobiante de la vida, que vive en constante tensión.
En mi caso también ha habido una profunda tristeza contenida por la introyección de ser
fuerte.
Durante muchos años he negado y evitado el sufrimiento interno. Sobre todo, los
sufrimientos de la infancia fueron minimizados o ignorados, y me complacía esta capacidad
mía de no darles espacio porque me daba una sensación de fortaleza. ROBERTA RANALLI
La melancolía es un rasgo que surge de mirar al pasado, a lo que pudo ser y no fue, a lo
que no se ha hecho. Tiene varias funciones: la evitación del presente, el contacto con
emociones dolorosas y el rechazo a asumir la responsabilidad del curso de la propia vida.
Al mismo tiempo, puede verse como un acceso a una posición infantil, el lamento del niño
por algo que no tiene o no ha tenido.
Una vez más, la melancolía tiene una implicación hacia el exterior, no sólo cargando las
relaciones personales sino también recreando dinámicas relacionales similares a las de la
familia para preservar el vínculo original.
el sumiso
Al ser una persona que se ve a sí misma desde la eficacia y el control, el E4 no ve su parte
sumisa, que surge de la obediencia a mamá so pena de perder su aprobación y con ello su
amor y pertenencia al vínculo (por miedo al rechazo y temor al abandono). Al no
consolidarse la confianza básica en una "madre suficientemente buena", tampoco se
consolida la rebeldía del niño. Una gran parte del miedo a la agresión permanece en un
lugar oscuro, transformado en autoagresión. Otra parte, se transforma en miedo al conflicto
y cuando éste se produce y si la acumulación de resentimiento es mucha, en parálisis y
explosión.
8
AMOR
POR NOELIA MILÁN
En el E4 la búsqueda del amor es esencial, el anhelo del amor como salvación. No es tanto
una búsqueda activa como en el Cuatro sexual, ya que el Cuatro tenaz reprime más sus
deseos, no los muestra, lo hace indirectamente para que el otro le desecre, lo que le da más
seguridad. Su esfuerzo se dirige realmente más al trabajo que al amor como forma de
obtener reconocimiento. El Cuatro tenaz puede pasar mucho tiempo anhelando,
fantaseando, soñando con la pareja que llegará y le dará lo que no le dieron.
Persigue una búsqueda compulsiva del amor para sentirse completo, creyendo que
encontrando a alguien que repare su sentimiento de no ser visto ni comprendido, resolverá
su insatisfacción en la vida.
Recuerdo que, de niña, mi cuento favorito era el de Cenicienta. Esta fantasía sobre el
Príncipe Azul continuó en mi adolescencia, pasaba horas fantaseando, imaginando cómo
cambiaría mi vida cuando él me encontrara, cómo me salvaría de todo el sufrimiento, vería
lo especial que era, lo que nadie había visto nunca. Me transformaría en una mujer nueva,
siempre sería feliz, por fin tendría todo el amor que no me habían dado.
En este sentido, Hugo Bleichmar explica que el objeto de apego puede ser el que contribuya
a la regulación psíquica del sujeto, a disminuir su angustia, a organizar su mente, a
contrarrestar la angustia de fragmentación, a proporcionarle un sentimiento de vitalidad. de
entusiasmo. La sensación de desvitalización, de vacío, de aburrimiento en ausencia del
objeto de apego hace que se busque compulsivamente.
Al tenaz E4 le importa más lo que va a obtener del otro, lo que va a conseguir, y a ese nivel,
la suya no es una relación recíproca, no está tan disponible para el otro, inconscientemente.
A partir de su experiencia de carencia se produce una utilización y manipulación del otro
para satisfacer sus necesidades. Esta búsqueda se hace eterna y frustrante porque es un
anhelo, está en el ideal, y entonces nunca puede realizarse en la realidad.
El tenaz E4 quiere que el otro colme su sentimiento de escasez interna, su carencia, pide un
reconocimiento, un apoyo que no es capaz de concederse a sí mismo. De ahí que desee la
presencia amorosa absoluta de la pareja, que sea el centro emocional de su vida para estar
seguro de que es amado. Pero el otro nunca va a llenarlo completamente, no puede darle
ese reconocimiento, porque el conflicto es interno, no puede darle un apoyo permanente,
una presencia amorosa total. Es irreal, porque el otro es un adulto con sus propias
necesidades que el tenaz E4 no tiene en cuenta. Cree que el otro está ahí para reparar el
daño e, inevitablemente, lo que sobreviene es frustración
H. Bleichmar afirma que se busca la intimidad porque se valida nuestro estado mental. Se
confirma que existe a través del sentimiento, en la validez de nuestras percepciones y
pensamientos, en la medida en que para el otro lo que somos, sentimos y pensamos existe.
El sentimiento de ser sujetos lleva la marca de nuestra constitución a partir del otro. De
adultos, seguimos exigiendo para nuestra confirmación como sujetos, para la validación de
sentimientos, pensamientos y acciones, que otro los valide. Una vez que se descubre
dolorosamente que el estado emocional del otro y que sus intereses y deseos pueden ser
muy diferentes de los nuestros, el deseo de reencuentro mental se convertirá en el motor de
la psique.
Siempre espero más de mi pareja, tengo dudas, como si un día fuera a descubrir mi defecto
más íntimo y dejara de quererme. Hay días en los que vivo con miedo de que aparezca otra
mujer más inteligente o más guapa y me deje. Por eso, constantemente albergo dudas
sobre si me quiere, aunque me dé pruebas de ello. Otras veces, le digo que no entiendo por
qué está conmigo, por qué me ha elegido cuando hay mujeres mejores en el mundo. Por
eso, cualquier olvido o pequeño detalle de descuido, lo interpreto como si yo no le importara
en absoluto, como si se hubiera olvidado de que existo, una prueba de profundo desamor.
Por ejemplo, si me comprometo a llamarte a una hora y no coges el teléfono porque estás
fuera de cobertura o no te das cuenta de la hora, vivo esa situación como un gran
abandono, no entiendo cómo te puede pasar eso; estaría pendiente, algo falla en la relación
para que esto esté ocurriendo.
Esta desconsideración del otro ante el más mínimo fallo surge del hecho de que ante una
vivencia de la realidad, como puede ser la ausencia de una llamada telefónica en el
momento esperado, que se vive con una inmensa angustia que toca con alguna vivencia de
abandono, le da un matiz catastrófico y surge la incapacidad de relativizar la situación
concreta a lo largo del tiempo. Esta falta de empatía no es sólo consecuencia de una actitud
exigente, sino de una angustia original que no sabe manejar desde su psiquismo porque le
desorganiza a nivel emocional.
Otro aspecto de la demanda afectiva es que el otro cubra su vacío. Como no es así, le culpa
de su infelicidad, piensa que lo que le dan no es suficiente. El E4 tenaz no exige
directamente que el otro le dé, sino que se esfuerza y se exige a sí mismo para merecer.
Puede culparse por no ser querido y esforzarse por hacerlo mejor, es complaciente y se
sacrifica en exceso para conseguir lo que espera y se resiente cuando no le dan lo que
espera. Tienen que adivinar sus necesidades sin pedirlas directamente, ya que su tabú es
pedir y lo más negado es mostrar lo que necesitan, porque suelen ir con la máscara de que
no necesitan nada. Mostrar lo contrario deja al descubierto su dependencia y necesidad.
Además, complacer sirve para asegurarse de que el otro es feliz y no le va a abandonar.
Otro rasgo es la envidia en la relación con respecto a lo mucho que da a los demás y lo
mucho que recibe. Se compara porque la pareja disfruta más y se esfuerza menos, a lo que
sigue el reproche y el enfado porque el otro disfruta con otras personas y no es el único
para el otro. El tenaz E4 es capaz de despertar el sentimiento de culpa en la pareja, la
tiraniza e insiste en conseguir lo que quiere, unas veces presentándose como el que más
sufre, otras como alguien omnipotente, de nuevo sin tener en cuenta al otro. Se esfuerza
por ocultar su profunda debilidad (mostrando su dependencia afectiva), así como la
sensación de sentirse poco, y lo hace a través de una fachada de aparente energía.
A esto se añade la dificultad de vivir lo placentero, que sólo se permite de vez en cuando.
No deja de esforzarse, porque si no cree que le va a pasar algo malo, o que lo va a perder,
tiene que estar atento a cualquier cosa y al otro, por lo que no puede relajarse. Por un lado,
tienden a ser negativos, están preocupados por lo que falta o lo que no está bien, lo que
lleva a la imposibilidad de relajarse, dejarse llevar, confiar. Va a la intensidad, y algunos
codifican las cosas con mucha carga (por ejemplo, al final de las vacaciones o cuando el
dolor físico es exagerado, como si fuera algo tremendo, porque la persona vive con poca
flexibilidad en los cambios). El tenaz E4 vive bajo la amenaza de cómo le va a ver el otro, si
le gusta o le disgusta, si hace las cosas bien o mal, por lo que su relación puede convertirse
en un infierno. No es que busque conscientemente el sufrimiento, sino que vive con miedo a
que el otro descubra sus defectos y se vaya. Como consecuencia, vive esta relación con
miedo, sumisión y persecución, lo que le dificulta disfrutar de lo placentero.
Es característico del rasgo que el amor, una vez conseguido, se devalúe. Se cuestiona si
ese amor es verdadero, si es la persona adecuada, si podría conseguir algo mejor, y sigue
soñando con el ideal. En el momento en que alguien quiere al tenaz E4 se invalida, porque
le quiere a él, que no vale nada. Tiene un ideal de cómo tiene que ser el otro y en la realidad
cotidiana lo descalifica y resalta lo que le falta. De aquí surge el conflicto interno de cómo
continuar la relación con esa persona que ya no le sirve porque la ha descalificado. Esta
puede ser otra forma de encubrir la angustia de comprometerse y asumir que así son las
personas y la vida.
Recuerdo que, de jovencita, preguntaba a mis amigas cómo podían estar seguras de que
estaban con la persona adecuada, quería saber cómo tener esa confirmación, cómo
estaban seguras de que no habría persona que pudiera darles más. Si elegías, renunciabas
a otras posibilidades. Es lo que Claudio nombra de la insatisfacción crónica: si limito mis
aspiraciones me voy a quedar con muy poco, siempre fantaseo con una satisfacción mayor.
En otras ocasiones, la crítica tendenciosa al objeto externo priva al sujeto de todo placer
privado, ya que hace desaparecer aquel del que se espera algo y para el que se está. Esta
es la aportación de M. Klein, que pone de relieve las condiciones internas del sujeto que
conspiran contra la posibilidad de utilizar el objeto externo para su propio desarrollo, en este
caso para la confirmación de su ser y de sus experiencias.
Si hemos acumulado rabia y culpa, esto influirá en nuestras relaciones futuras. Es como si
uno aprendiera que el amor tiene dos caras, amor-rechazo, y entonces es lo que se repite.
En mi caso, no soy de expresar rabia, salvo en las relaciones de pareja, al repetir el patrón
materno, hay una descalificación del otro, a lo que se suma el aspecto de la
contradependencia; necesito sentir que soy autosuficiente, que puedo valerme por mí
misma, no me permito ser dependiente por la desconfianza de que lo que el otro me va a
dar sea bueno o que ese amor me perjudique.
Otra dificultad para el tenaz E4 es recibir y aceptar el afecto buscado, ya que está
convencido de que nadie podrá amarle nunca. Mantiene cierto resentimiento interno, porque
no lo amaron como él necesitaba y proyecta su desconfianza en el otro, sospecha que no le
darán, que el otro no lo valora, no lo tiene en cuenta, no lo hace. Desconfianza de recibir y
aceptar, rotundo rechazo a recibir algo de alguien por no depender del otro.
De esta forma, entiendo el sufrimiento más como placentero, en mi caso es la forma que
encontré para estar en intimidad con mi madre, sólo existía ese espacio. El descanso, la
alegría y las propias necesidades no estaban permitidas. Uno aprende que eso es bueno,
es la forma de estar con el otro, y reconozco que es lo que trasladé a otras relaciones a
partir de entonces.
El Cuatro tenaz puede experimentar una gran angustia cuando alguien le ofrece amor
sincero, ya que despierta el miedo a la dependencia.
Según K. Horney, también puede ocurrir que la representación interna del encuentro con el
otro esté cargada de miedo: ser invadido, abrumado, culpado, perseguido, castigado,
entristecido, sobreexcitado, contagiado de ansiedad, obligado a hacer lo que no quiere, etc.
Ya sea a través de experiencias directas de intercambios con figuras significativas, ya sea a
través de la identificación con esas figuras que le transmitieron cómo viven la intimidad o a
través del producto de sus producciones fantasmáticas.
Como en otros temas, se desea lo que falta y se desvaloriza lo que se tiene. Es el núcleo de
la insatisfacción, la atracción está en lo lejano e imposible de alcanzar, el motor está en el
anhelo, no en lograrlo, ahí es donde se encuentra el verdadero goce. Es una necesidad
neurótica de afecto insaciable y voraz, de ahí su exigencia de amor incondicional. Como
nunca se puede llegar a eso, se fomenta un estado de melancolía, donde se intensifican los
estados de ánimo.
Surge el regodeo en una dulce tristeza, es un estado placentero y evocador de algo que se
tuvo y no se tiene. Se añora la intensidad, lo cotidiano parece aburrido, por eso se exagera.
Se tiende a ir al pasado, evocar lo que se pudo tener y no se tuvo es mejor.
Cuando mis relaciones de pareja eran tormentosas, sentía toda la intensidad del desamor y
la impotencia, eso me daba mucho margen para quejarme y sentirme infeliz en privado y en
las reuniones con amigos. Es difícil de explicar, pero había algo reconfortante en esas
situaciones dramáticas, en contarlo y despotricar de ello, en sentirme la persona más triste
del mundo y tener todos los demás aspectos de la vida con esa sensación de melancolía.
Cuando empecé a tener una relación estable, me pareció incluso aburrido: Sólo podía decir
que estaba bien, añoraba la intensidad de la queja, incluso dudaba, si faltaba lo anterior,
esto podría no ser amor. La relación de mis padres siempre fue de disputas, de idas y
venidas. Uno aprende que la satisfacción en la relación viene de la mano del sufrimiento.
9
PERSONAJES HISTÓRICOS: VINCENT VAN GOGH Y GIROLAMO SAVONAROLA
Vincent Van Gogh nació el 30 de marzo de 1853, el mismo día en que, un año antes, su
madre vio morir a su primer y más deseado hijo recién nacido, llamado Vincent.
La madre, inconsolable por tan duro duelo, puso el mismo nombre, Vincent, a su segundo
hijo. No fue una madre de rechazo explícito y no falló en la función de cuidar, sino en
reconocer la necesidad de particularizar la existencia de Vincent. Por lo tanto, esta
existencia no evolucionó como un valor en sí misma, sino que se percibió como la
sustitución del hijo perdido.
La vida de Vincent está llamada a sustituir la vida de otro que, como persona perdida, tiende
fatalmente a asumir un carácter idealizado. Los padres, al no poder procesar cuanto antes
la pérdida de su primer hijo, encuentran un sustituto real. Esto implica que el pequeño
segundo Vincent, como cualquier sustituto, está condenado a mostrar toda su insuficiencia:
lleva el nombre de otro, sólo puede aparecer como un sustituto indigno, por tanto nunca a la
altura. Vincent siempre será un sustituto de segunda categoría, un rechazado, una herida
narcisista que nunca ha cicatrizado. El sentimiento fundamental de indignidad y melancolía
que le acompañará durante toda su vida es la razón subyacente de su profunda infelicidad y
de su dificultad para vivir.
Vincent murió en julio de 1890, a la edad de treinta y siete años, tras un día de agonía, en
brazos de su querido hermano Theo, después de haber intentado suicidarse pegándose un
tiro en un pozo lleno de estiércol. Poco antes de morir dijo: "Ojalá pudiera irme así". Unos
meses antes había nacido el hijo del querido hermano de Theo, que se llamaba igual que su
tío pintor. El matrimonio de su hermano había tenido lugar antes, comprometiendo
seriamente la relación de pareja entre ambos. Quizá todos estos hechos contribuyeron al
deterioro irreversible de la enfermedad, que ya se había manifestado en la Nochebuena de
1888, tras el abandono por parte de Gauguin del proyecto de Vincent de crear una
comunidad de pintores. De nuevo, el drama de una sustitución, de una expulsión, de un
desarraigo, de un rechazo: no hay lugar para él en el mundo. Su existencia es como una
más, sin sentido, como un desperdicio del mundo.
Su padre era pastor protestante. Vincent lo describe como un padre cariñoso que
encarnaba un rigor moral inflexible. La madre es evocada con ternura. Su deseo maternal
parece ocupar sólo la sombra viva de su hijo muerto. La supuesta originalidad de Vincent,
que se manifiesta en extravagancia, excentricidad, resistencia a los principios familiares,
destinada a amplificarse cada vez más negativamente a lo largo de los años, aparece así
como un signo premonitorio de su inevitable diversidad con respecto a su hijo ideal.
Vincent, durante su corta e intensa vida, se interesó mucho por la literatura, hablaba cuatro
idiomas y escribió cartas extraordinarias, verdaderas obras de arte, testimonio de su
evolución artística y de su transformación en su camino espiritual.
Su hermana lo describe así: "Tiene una complexión más bien robusta que alargada, con la
espalda ligeramente curvada debido a su costumbre de mirar siempre al suelo". Dice que se
mantenía en silencio, alejado de los demás niños, y se aislaba en el jardín, en la naturaleza:
conocía todos los lugares donde crecían las flores más extrañas. Coleccionaba nidos de
diferentes pájaros. Uno de estos nidos se lo regaló a su sobrino, a quien su hermano Theo y
su esposa Johanna llevaron un domingo a Auvers, donde Vincent recibió cuidados. Ya se
vislumbra su carácter introvertido y melancólico, del que el nido representa su deseo de
intimidad y pertenencia.
Toda su existencia está marcada por una disciplina muy estricta y austera; come, simple y
escasamente, pan mojado en cerveza.
Su lujo es su pipa, el alcohol y una visita quincenal a un burdel. Se niega el placer. El placer
y la diversión parecen no estar escritos en el código de la vida. Se convierte en un motivo
de orgullo no tener esta adicción.
En marzo de 1886, la madre abandona la ciudad de Nuenen. En casa tiene una enorme
cantidad de pinturas, pinceles, objetos y, sobre todo, lienzos de Vincent, que, en lugar de
enviar a Theo, encierra en cajas y confía a un carpintero de Breda, desinteresado por la
obra de su hijo. Gran parte de ese material se perderá.
Hay una figura familiar que le da apoyo y sostén: su imprescindible hermano Theo, que le
amó profundamente a lo largo de su corta vida y compartió su pasión por el arte. Fue un
apoyo para él, una especie de espejo ajeno que refuerza y sostiene una identidad
narcisistamente precaria. Según los psicoanalistas, esta relación con un personaje
altamente dependiente aparece como una relación de compensación recíproca imaginaria.
No es casualidad que el dramático epílogo de la vida de Vincent coincida con el matrimonio
de Theo y el posterior nacimiento de su sobrino Vincent. Lo mismo ocurre con Theo: la
muerte de su hermano abre el abismo de su propia locura sobre el telón de fondo de una
situación psíquica muy frágil. Unos meses más tarde, muere de una enfermedad de origen
incierto, tras haber intentado primero matar a su mujer y a su hijo pequeño; hay relatos de
episodios dramáticos de locura y violencia.
Las relaciones
Según Lacan, la relación Vincent-Theo representa un modelo típico de "muleta imaginaria"
que compensa a un Edipo ausente. La relación con su hermano se convierte en la única
relación familiar que le hace existir como sujeto, aunque esta relación, formada por una
identificación narcisista-especular, es incapaz de sostener el sentido de su propia
existencia. Por esta razón, Vincent intentará insistentemente convencer a Theo de que le
siga en su vocación por la pintura, siempre angustiado. Más tarde, cuando Theo tome
esposa y tenga un hijo, ocupando así su lugar en el mundo, la estabilidad psíquica de
Vincent se hará añicos irremediablemente.
Cada fracaso es un arma para exigirse a sí mismo una prueba de sacrificio cada vez mayor.
Forjar un carácter estoico que resista cualquier prueba física, buscando una perfección no
humana, una aspiración divina libre de dependencias materiales y emocionales.
soledad y melancolía
La experiencia que parece desprenderse de la biografía es la de una soledad implacable, la
de sentirse diferente, perseguido por un destino cruel, con un profundo sentimiento de
melancolía. Una inquietud profunda y sin nombre le ha perseguido siempre y no encuentra
salida. Sentirse diferente es su fuerza, y su capacidad de renuncia es el alimento de su
orgullo, de su vergüenza.
Entre 1873 y 1876 trabaja como marchante de arte en la galería de su tío paterno, primero
en París y luego en Londres. Las precarias condiciones del empleo revelan en él un
sentimiento de inadecuación con respecto a todo lo relacionado con la vida práctica y los
vínculos sociales. El conformismo burgués le resulta insoportable, haciendo imposible un
compromiso profesional.
Tiene una fuerte sensación de carecer de raíces, de estar destinado a una vida sin sentido,
en desorden. Esto y la constante sensación de incomprensión le llevan a reforzar su
vinculación con el cristianismo. De 1876 a 1878, se dedica en cuerpo y alma a la
experiencia evangélica. El cristianismo le parecía una solución al desastre de una existencia
sin sentido y se dedicó con fervor a transmitir la experiencia mística de Cristo.
Desgraciadamente, esta misión también fracasó, cuando en 1878 no obtuvo el
nombramiento de predicador que tanto había esperado. Ante este rechazo, viajó a Bélgica,
a la zona minera, para vivir su experiencia cristiana junto a los más pobres y desposeídos.
Se convirtió en defensor de los derechos de los demás.
Más tarde, la dramática historia de su amor no correspondido por Kee le empujó con
creciente convicción a dedicar su vida a la pintura. Y eso hizo hasta el final de su corta vida.
Vincent abandonó París en 1888 en un estado precario debido a una vida irregular y al
abuso del alcohol y el tabaco. Él mismo escribe: "Mi cerebro estaba casi arruinado". En
primavera se traslada a Arles, donde planea crear una comunidad de artistas que se reúnan
en su casa. Prepara el humilde hogar con gran pasión y esmero, a pesar de sus limitados
recursos económicos.
Tal vez Vincent se sienta atraído por el mismo egoísmo que permite a Gauguin devorar la
vida. Y entonces sabe que su amigo tiene dificultades económicas. Es un Van Gogh que
pretende ser una gallina madre y que al mismo tiempo necesita una gallina madre,
dispuesto a sacrificar más de lo que ya tiene, con tal de tener a su amigo a su lado. Una
disposición empática y nutritiva, capaz de hacer grandes sacrificios por el otro, de
complacerle para que no le abandone y de darle reconocimiento.
Cualquier gesto, incluso el más trivial, parecía confirmar su peligrosidad. Lo describen con
una mirada de loco; siempre parecía querer huir y no se atrevía a mirar a nadie. Aquí
podemos ver cómo un rasgo fóbico en el reportaje se convierte ya en una fobia social y
cómo la ansiedad persecutoria se manifiesta en la realidad. Los habitantes de Arles le
persiguen hasta el punto de solicitar su internamiento en un asilo. Entre sus recaídas
debidas al insomnio y las alucinaciones, teme a los arlesianos, dice: "En cualquier caso, no
he hecho daño a nadie".
En 1889, acepta la hospitalización en Saint Rémy tras ser denunciado por sus vecinos por
molestias, con la esperanza de encontrar una contención a sus crisis, como había ocurrido
en parte en el hospital Wincent de Arles. Se compromete, entre otras cosas, porque su
hermano Theo está comprometido: una mujer ocupa el lugar de honor de su hermano y
teme no recibir más ayuda financiera; el asilo resuelve sus problemas cotidianos.
Tan grande es su deseo de trabajar que incluso le declara a Theo: primero "Si me quedara
sin tu apoyo, me dejarían suicidarme sin remordimientos" y, "aunque soy, vil acabaría por
irme. "
Tras esta carta intimidatoria, Theo decide pagar su ingreso en el manicomio. Sin embargo,
sigue pintando con frenesí y desesperación. Este personaje es capaz de despertar la culpa
y puede utilizar el arma para presentarse como víctima. Es interesante cómo vuelca sus
frustraciones en la única figura afectiva que tiene, pero que ahora teme perder.
En Saint Rémy vive una nueva experiencia de soledad e incomprensión; sólo atraviesa sus
crisis sin dejarse aplastar por ellas y saldrá de ellas a través de la pintura, que será su
verdadero apoyo.
Más tarde, también en Auvers, en los últimos meses de su vida, los chicos se burlan de él
por su rareza en el vestir.
En el último año de su vida, Vincent alternó momentos de relativa tranquilidad con otros de
crisis. Su producción artística de esos años es extraordinaria.
Como señalaba Winnicott, la respuesta del rostro de la madre permite al niño tener una
imagen positiva de sí mismo. Sólo el rostro y la mirada de la madre permiten al niño tener
un sentido de sí mismo y reconocerse y sentirse suficientemente amado por otro.
Según Lacan, la experiencia del cuerpo nunca es una experiencia naturalmente armoniosa
para el ser humano, sino que se produce originariamente como una experiencia de
no-unión, de discordancia. Cuando el niño no está suficientemente atendido por los padres,
como en el caso de Vincent, la experiencia de la existencia real puede ser difícil, fea y
agotadora. Esto define el núcleo de la experiencia melancólica.
Por lo tanto, podemos decir que la mala imagen de sí mismo, cultivada por el E4, es la
expresión directa de la introyección de una figura parental negadora.
culpa existencial
En la melancolía, la culpa se alimenta delirantemente, no en relación con el deseo y sus
vicisitudes, sino en relación con la existencia misma. La culpa del sujeto -realmente
irremediable- es la culpa de existir.
La experiencia de su existencia como nuda vida será como un puro descarte, superfluo,
inferior, que llevará a Vicente a una continua lucha por alcanzar lo imposible. La suya fue
una existencia sin hogar, sin posibilidad de ser deseado, errante, a la deriva, desarraigado.
Freud señala que este delirio de culpabilidad es un verdadero delirio moral: el sujeto se
siente subyugado por un sentimiento infinito de indignidad, siente que no tiene derecho a
existir. Su falta fundamental es la de no haberse inscrito en el deseo del otro. El sujeto,
reducido a un objeto descartado, a un objeto rechazado, se separa de esta identificación,
imposible de soportar, pasando al acto resolutorio. Abandona literalmente la escena del
mundo. Lacan habla del suicidio melancólico como un suicidio del objeto.
El sentimiento de indignidad que acompaña su vida está siempre entrelazado con una
especie de impulso afirmativo, una voluntad de ser, una voluntad desesperada. En Van
Gogh, esto supone la lúcida distinción de dos tipos de melancolía: en una melancolía
prevalecería el abandono, la muerte, la ausencia, la esperanza, el estancamiento, la inercia,
mientras que en la otra, lo que el propio Vincent llama melancolía activa, una energía vital
que espera, aspira y busca. Esta melancolía no es en absoluto una negación maníaca de la
herida melancólica, que lleva consigo, sino que indica el esfuerzo singular de no sucumbir a
la llamada de la melancolía. Él mismo habla de ello: "La desolación de lo que se llama
sentimiento de vacío es lo primero que hay que combatir para que no se convierta en una
enfermedad crónica".
Fue precisamente la obra de arte la que adquirió en Van Gogh las características de una
auténtica melancolía activa. Vincent llegó al arte a través de un largo trabajo de
investigación interna sobre sí mismo, tras adquirir la extraordinaria capacidad de
transformar directamente la realidad sobre el lienzo, de pasar de la mirada al gesto sin
mediaciones. Su obra, en su conquistada autonomía de color/signo, se convirtió así en una
de las grandes referencias del arte moderno. La obra de arte será el dolor de la vida, será la
posibilidad de la vida frente a la tendencia a la muerte precisamente como respuesta a la
identificación del objeto perdido. La práctica del arte es entonces cómo transformar la
pulsión de muerte, cómo convertir lo negativo en positivo.
compensación de la psicosis
Sabemos que en Van Gogh la psicosis se manifiesta más claramente en la primera crisis
del invierno de 1888. Exactamente en Navidad, cuando Gauguin se marcha. Hasta
entonces no habían aparecido alucinaciones ni delirios. Esto significa que hasta entonces
había encontrado remedios para evitar que se produjeran. Remedios en los que Van Gogh
busca intensamente, incluso a través de sucesos extraordinarios, experiencias intensas,
donde la voracidad de la envidia, del pretender, del aferrarse, emerge en un apego
excesivo: la relación con su hermano Theo, las pasiones amorosas que impulsan a Vincent
hacia grandes decepciones sentimentales, la relación compensatoria con Sien, la prostituta
madre de un niño con la que Vincent convivió tras su desamor con Kee, el deseo utópico de
crear una comunidad de pintores en Arlés y el intenso pero desastroso vínculo con Gauguin,
el cuidado del pintor en cultivar la técnica pictórica copiando grandes obras del pasado.
Estas compensaciones orientaron la vida de Van Gogh, dieron sentido a su presencia en el
mundo y reforzaron sus vocaciones más singulares, las del cristianismo y la práctica del
arte. Llegó incluso al autosacrificio y a infligirse dolor a sí mismo (aspecto masoquista).
El encuentro con el mensaje evangélico fue para Vicente un encuentro con un sentido
posible de su presencia en el mundo. El amor de Dios, a diferencia del de sus padres, no le
excluye, ni le erige en hijo sustituto de otro ideal; hacerse buen cristiano es intentar rescatar
la vida de la insignificancia a la que estaba destinada. Es la necesidad de admirar el amor.
Escribe a su hermano: "El Señor me ha tomado como soy, con mis defectos". Sin esta
cercanía al amor de Dios, su vida no tendría sentido.
El padre de Vicente vivió su misión de pastor protestante, según su hijo, como una víctima
del conformismo al canon. Le había faltado esa entrega absoluta y sin reservas que exige la
palabra evangélica, mientras que el pintor vive su opción religiosa como una opción radical
que rompe con cualquier concepción estetizante de la vida, con todas esas costumbres
rituales que acaban neutralizando el auténtico mensaje de Cristo . Elegir a Cristo es un salto
al vacío, un compromiso de amor sin condiciones. Lo más importante en la experiencia
cristiana es el símbolo de la cruz, que representa una capacidad de entrega al Otro que
sabe ir más allá de los confines estériles del yo hasta provocar su propia disolución, es una
entrega de sí mismo, anulando todo apego a uno mismo.
A los ojos de Van Gogh, la figura de Cristo no es la del Señor, sino la del pobre, el mendigo,
el que acepta perderlo todo. El Cristo al que reza el pintor no es el Cristo de la
Resurrección, de la Gloria, sino el hijo del hombre, es el Cristo de la Pasión y de la cruz.
Para él, Dios no es el Dios de los filósofos o de los teólogos, sino el que sólo se realiza en
su encarnación humana. El centro de la experiencia cristiana no es la manifestación del
poder de Dios que vence a la muerte, sino el misterio de la encarnación, la kénosis, el
rebajamiento, la humanización de Dios.
Escribe a Theo: "La raza de los mineros es la raza de los últimos, de los más despreciados",
a los que Vicente se siente pertenecer, como extraños sobre la faz de la tierra, como
excluidos de la escena del mundo. mundo. El amor infinito de Dios compensa lo que nunca
ha recibido y su presencia devuelve el sentido a un mundo que parecía desprovisto de él. El
impulso místico, la tensión hacia lo infinito, lo absoluto, no termina con la caída de las
aspiraciones religiosas. Al contrario, la transición de predicador cristiano a pintor es fruto del
amor cristiano por el misterio de la naturaleza, el amor de Dios por sus criaturas, que se
amplifica en el arte. Para Van Gogh, la pintura siempre será sagrada. Será la pintura de lo
absoluto.
Van Gogh afirma que la tarea más sensible de la pintura sería captar el misterio de la
naturaleza, que equivale al misterio del dolor de la vida. Todo pintor sabe, como nos
recuerda Merleau-Ponty, que las cosas no son simplemente representadas por la pintura,
sino que son tocadas, afectadas, observadas desde el propio lado del mundo del pintor. La
pintura, para Van Gogh, surge precisamente de esta mirada que se produce en el Otro. La
naturaleza no es lo que tiene delante, sino que surge como algo que le mira. El pintor se
siente afectado y dice: "Realmente para mí, el drama de la tormenta en la naturaleza y el
dolor de la vida es lo que más me afecta".
La fuerza de su obra pertenece sobre todo a la fuerza del color, por lo que siente una fuerte
atracción por el sur de Francia y su timbre de luz, diferente de la luz del norte y de sus
primeros días. El periodo de Arles y Saint Rémy le permitió conquistar nuevos horizontes
expresivos, que serían la base del arte moderno, tanto desde el punto de vista del plan
cromático, como de la maduración autónoma del lenguaje de signos, cuya rapidez se haría
legendaria, "lleno de errores y lagunas>>.
El corazón de la naturaleza sigue siendo "ese dolor de la vida". Quedarse atrapado en él
entraña un gran peligro. De hecho, en su última carta a Theo dice: "En mi trabajo siempre
arriesgo la vida".
Van Gogh siempre duda de su propio talento. Mira a Gauguin con admiración, su búsqueda
es obstinada y tenaz. No son sólo sus aptitudes las que le conducen al arte, sino que es el
arte el que le llama, le obliga a exponerse. No estamos lejos de la otra llamada, la de Cristo
crucificado, a la que el joven pintor se había acercado ardientemente. El compromiso y el
rigor constante de sus investigaciones no contrastan con la naturaleza de esta llamada que
viene de otra parte. Al convertirse en pintor, Van Gogh dio cuenta de una vida desprovista
de defensas, expuesta a lo desconocido, desprovista de refugio, que le acercó al "dolor de
existir".
La obra de arte de Van Gogh puede compararse a una invocación de lo absoluto, a una
plegaria. También por esta razón sólo puede ser sagrada. En el arte no hay ego, sólo Dios.
Cuando el joven crítico de arte Albert Aurier escribió en enero de 1890 un artículo titulado:
El aislado: Vincent Van Gogh, en el que intuía la grandeza del genio, Vincent se sintió
avergonzado y, escribiendo a su hermano, se sintió tomado como modelo en la pintura
moderna y no creyó merecerlo y rehuyó los cumplidos que recibía.
Lo sagrado y absoluto del arte desgasta y agota a Vincent. Si, por un lado, el arte funciona
como un contraveneno para su psicosis, para su tendencia melancólica, por otro, al haberse
asimilado o distanciado sin reservas del poder de la naturaleza, acaba por quemar al artista,
"quemándole el cerebro".
Abandono
La pasión por el arte sostiene a Van Gogh en la separación de todos los lazos sociales
hasta el punto de realizar su existencia como un ser abandonado.
En él expresa una fuerza profunda, una energía que se vuelve contra las instituciones de
poder, su familia patriarcal, la Iglesia, la teología, la Academia, y también contra el éxito que
estaba teniendo en ese momento el movimiento impresionista. En sus cartas se percibe un
tono crítico hacia su persona y, de las palabras de Vincent, se desprende un sentimiento de
redención cuando reitera varias veces que su obra será una contribución para los futuros
pintores, que su dedicación no será en vano.
El arte japonés era para él el arte de la luz más logrado que existe. No le interesan tanto los
grandes conceptos y las especulaciones universales como el estudio de una simple brizna
de hierba, la forma más modesta y pequeña de la vida, porque el infinito también está
contenido en esta forma y se expresa en ella. Estudiar la brizna de hierba es estudiar el
mundo entero. Esto lleva al pintor a identificarse con todas las plantas, las estaciones, los
animales y la figura humana. La gran innovación japonesa consiste en reducir la práctica de
la pintura a la práctica del dibujo, por tanto esencial, sin mediación, directamente del tubo.
Alcanzar la simplicidad de la línea, del aliento, del acto sin pensamiento, requiere una
disciplina estricta, casi un nuevo ascetismo; el orden monástico de la vida japonesa debe
inspirar su vida de pintor.
La fuerza cromática que Van Gogh extrae de su visión de la naturaleza nunca devasta el
cuadro, sino que lo nutre, lo hace vivo, palpitante; es la manifestación no de un significado,
sino de una realización intraducible, la elevación del objeto a una dimensión sagrada. El
cuadro está sometido a fuertes ondas sísmicas, pero éstas nunca comprometen la obra. Es
Vincent quien deja de gobernar lo que gobierna el cuadro y quien es inexorablemente
consumido por él. GIROLAMO SAVONAROLA Por Francesca Belforte Familia, infancia y
juventud (1452-1475)
Como tercer hijo, todas las esperanzas de su familia estaban puestas en él: siendo aún un
niño, había sido elegido para continuar las tradiciones y dar lustre a un nombre hecho
famoso por su abuelo, Miguel Savonarola.
Por esta razón, Girolamo abandonó el hogar de sus padres a una edad temprana y creció
en casa de su abuelo, bajo su protección, hasta los dieciséis años.
La disposición para la filosofía y la dialéctica estaba marcada en él, y animado por su éxito,
su abuelo quiso perfeccionarlo inculcándole su propio culto a la religión, basado en el
desprecio del mundo.
A la edad en que los niños juegan a imitar la vida, los objetos de diversión de Jerónimo eran
los altares; más tarde, el libro favorito fue la Biblia, y a los dieciséis años el muchacho
modelo, cuya rectitud era ejemplar, ya se escandalizaba de la frivolidad de su generación y
unía sus lamentos a los de su abuelo. Serio y aficionado a la soledad, evitaba los
pasatiempos y la compañía de su edad. La promiscuidad de la juventud y el código varonil
de la calle o los pasatiempos frívolos le repugnaban. Era más probable encontrarlo en la
iglesia, en la soledad de una nave oscura, o dando largos y solitarios paseos por el
terraplén del Po
A la muerte de su abuelo, continuó sus estudios con su padre durante dos años, y luego fue
enviado a la universidad. Tenía dieciocho años y aquel fue su primer contacto con el mundo.
Su impresión fue de revuelta, vergüenza y consternación. Los profesores le parecían
preocupados sólo por "dar un espectáculo de virtuosismo", los grandes ideales destruidos,
la autoridad desacreditada y la juventud corrompida. Durante las disputas académicas en la
universidad, se defendía con una habilidad que impresionaba a sus oponentes y una
manera que los desarmaba, aunque interiormente se debatía entre la protesta y el disgusto.
El esfuerzo por imponerse y resistirse al ambiente universitario arruinó su salud y tuvo que
interrumpir sus estudios. Regresó a casa convencido de que el mundo y su sabiduría tenían
poco que enseñarle. Su familia intentó convencerle de que fuera a la corte estense, pero se
sentía perdido en aquel espléndido ambiente de juego y sensualidad, no conocía el juego,
no podía competir con los hombres jóvenes, fuertes y viriles, se sentía torpe, ridículo ,
inferior, inadecuado, incluso para su posición social.
Volvió de la corte, como de la universidad, asqueado del mundo. Sin embargo, en ese
momento no pensó en abandonarlo, sino que empezó a creer que podría haber sido médico
y, como su abuelo, atender a los pobres con generosidad desinteresada.
Fue también en esa época cuando se enamoró de una joven que vino a vivir cerca de su
casa, hija natural de un exiliado florentino de la ilustre familia Strozzi. Pero su decepción
ante el rechazo de la muchacha -ella le rechazó encogiéndose de hombros, diciéndole que
"la sangre y la ilustre familia Strozzi no podían admitir una unión así"- bloqueó su desarrollo
emocional, le congeló. Una amarga lucha surgió en su interior, y la amargura y la melancolía
se abrieron paso poco a poco en su corazón. Veía por todas partes en el mundo los
defectos de la muchacha: vanidad, crueldad, orgullo y frivolidad. Empezó a escribir un
tratado titulado Desprecio del mundo, reanudó la lectura de los clásicos y de la Biblia
(Sodoma y Gomorra alimentaban su imaginación). Sus virtudes eran su única superioridad y
el mundo se burlaba de ellas y las pisoteaba. Escribió entonces: <<Para ser considerado un
hombre, uno debe ensuciarse la lengua con las blasfemias más sucias y salvajes e incitar a
otros al asesinato y provocar discordia y contienda. Si vives casto y modesto, dicen que
eres tonto, si eres piadoso dicen que eres deshonesto, si crees en Dios dicen que eres
estúpido, si eres piadoso dicen que eres afeminado...>>.
Pasaron los días, los meses y los años, y esta fricción se convirtió en exasperación, y una
crisis normal de adolescente se transformó en una convicción cada vez más profunda en su
interior.
Escribe: "Empecé a reflexionar para mis adentros sobre lo que es esforzarse por fines
inútiles y cómo descuidamos lo que es útil y necesario. Y considerando lo rápido que
avanza la muerte, decidí abandonar todo lo demás, tener en mente sólo el fin del hombre y
prepararme para él con todas mis fuerzas. Por la gracia de Dios empecé a despreciar todas
las cosas terrenas. Un anhelo irresistible por la patria celestial ardía en mi corazón y decidí
servir sólo a Jesucristo, mi Señor.
Lo único que le frenaba en su decisión era el conocimiento del dolor que iba a causar a sus
padres. Además, las condiciones económicas que afligían a la familia distaban mucho de
ser prósperas. Su padre atravesaba dificultades económicas y sus hermanas no tenían
dote. Su madre se marcha al enterarse de su decisión. Un día, mientras tocaba el laúd, su
madre intuyó que la decisión estaba tomada y le dijo: "Hijo, siento que te vas". Él no se
atrevió a mirarla a los ojos y se despidieron en silencio.
Al día siguiente, mientras la familia estaba fuera con la multitud reunida para la fiesta del
Jubileo, desapareció. Y al día siguiente les envió una carta desde Bolonia. Era abril de
1475.
Jerónimo sabía que la misión de la Orden era predicar, y se sentía llamado a hacerlo. Para
eso había nacido y había sufrido: para transformarse de víctima en azote (para reprender,
someter, exhortar y reformar el mundo que le había ultrajado).
Se preparó ardientemente para la misión, pero sus primeros esfuerzos fueron infructuosos.
Tenía una voz débil, una forma torpe de hablar y era excesivamente severo. Le faltaba algo
y se esforzó por superar esas dificultades. Recibió lecciones de oratoria y retórica, por
supuesto, pero cada vez era peor y menos capaz de persuadir a los demás con gestos
estudiados e hipócritas. Releía los pasajes más irisados del Antiguo Testamento y eso
despertaba en él una elocuencia que expresaba por escrito; las revelaciones que captaba al
hilo de los horrores que tenían lugar en Roma le hacían hervir la sangre; pero el púlpito le
resultaba asfixiante y sus sermones dejaban al público tan indiferente como antes. Entonces
la misión de su vida le pareció la conquista de la elocuencia.
En 1481 fue enviado a Florencia, al convento de San Marcos, y fue un gran alivio para él
dejar Ferrara, debido a sus muchos casos oratorios fallidos. En Florencia, Girolamo estaba
muy indignado por la vida lujosa y licenciosa de allí, pero cuando fue enviado a predicar a
San Lorenzo fue un desastre, y la audiencia se redujo a veinticinco personas. No tenía "ni
voz, ni movimiento", ni gracia, ni bondad en una ciudad impregnada de arte por todas
partes, y le aconsejaron que dejara de predicar, cosa que hizo desesperadamente,
profundizando en su interior. Odio la espectacularización de masas de los sermones, que
correspondían a una época blanda y corrupta, para la que había que esperar un azote
divino que castigara a la Iglesia. Comenzó a predicar en provincias, nómada de ciudad en
ciudad, durante siete años, y aquí su candor y espontaneidad produjeron un gran efecto.
Aumentó las austeridades, los ayunos y las sangrías. En 1489 fue llamado a Florencia por
Lorenzo de Médicis siguiendo las instrucciones de Pico della Mirandola, que atravesaba
entonces una crisis espiritual personal. Reanudó la predicación con una nueva emoción
interior, consiguió por primera vez conmover el corazón de la multitud y sus sermones se
convirtieron en un triunfo.
No dejó de denunciar la corrupción del clero, la opresión de los pobres, la tiranía, la codicia
de los ricos y el libertinaje de su generación.
Fue invitado a predicar en palacio y su sermón fue un ataque indirecto y un tanto gratuito
contra Lorenzo de Médicis; Lorenzo le ignoró inicialmente, magnánimo y magnífico.
En julio de 1491 fue elegido prior de San Marcos; era costumbre que el nuevo prior hiciera
una visita de homenaje al jefe de la familia Médicis. Pero Girolamo se negó y fue tajante:
"Sólo a Dios debo mi elección, y sólo a él me inclino". Lorenzo lo consideraba una cuestión
de formas, no de principios; veía la obstinación del prior como un desafío a su encanto,
tolerancia y generosidad, acariciando la simpatía y el respeto del pueblo. Lorenzo intentó
crear encuentros casuales, incluso trató de comprar el convento con dinero, con la amenaza
a través de algunos de los protectores del convento. Después, volvió a despreocuparse
orgullosamente del prior y su disputa volvió a estar latente. Eran dos personalidades
incompatibles: Savonarola era todo principios, Lorenzo era todo conveniencia y sabiduría
mundana.
La falta de principios de Lorenzo era una provocación constante para la moral del fraile, que
le atribuía todos los males de Florencia. Carente por completo de realismo político,
Savonarola redujo el problema político de Florencia a un problema moral y vio en la
ambición de Lorenzo la única explicación del mal sistema.
Su último encuentro tuvo lugar en el lecho de muerte de Lorenzo. Poco antes de morir, no
se conformó con cualquier sacerdote a su lado, sino que quiso que llamaran a Savonarola.
Al principio se negó, pero el moribundo se rebeló contra la negativa y volvió a mandarle
llamar porque era "el único fraile honrado que conocía", y esta vez Savonarola acudió.
Nadie sabe lo que siguió. Poliziano dice que Lorenzo voló a confesarse y Savonarola le
instó a rezar con él. Otra versión dice que Savonarola impuso tres condiciones a Lorenzo
antes de que aceptara la confesión: la fe en la misericordia de Dios, la devolución de los
bienes que su familia había malversado y el retorno de la libertad a Florencia. Al parecer,
Lorenzo se volvió de cara a la pared y murió esa misma noche.
Los sermones de Savonarola eran aclamados pero completamente ignorados, sus profecías
sonaban completamente vanas. Savonarola empezó a pensar que era hora de pasar de las
protestas orgullosas y desesperadas "a los hechos y los ejemplos, que hablan más alto que
las palabras". Decidió reformar la pequeña comunidad del convento de San Marcos. Su
primer paso fue proponer el abandono del propio convento de San Marcos, con su preciosa
biblioteca, sus celdas pintadas al fresco por Beato Angélico, sus claustros adornados con
escudos de armas y sus jardines llenos de estatuas paganas desnudas, demasiado
mundanas a sus ojos.
Decidió retirarse a una ermita con sus discípulos predilectos. Se planeó un nuevo convento
de primitiva sencillez, pero el proyecto fue boicoteado por los frailes más ancianos al darse
cuenta de la severidad que se les imponía. Savonarola comprendió entonces que la
sencillez a la que aspiraba debía alcanzarse mediante nuevas reglas monásticas,
conquistando la naturaleza humana de los monjes con dulzura y alegría (un sacrificio muy
grande para él, pero cuando el demonio de la melancolía le asaltó, lo domó en el púlpito,
donde lo desató), creando una comunidad donde reinara la serenidad, la sencillez y la
felicidad.
Indulgente con los demás, era muy estricto consigo mismo. Nadie superaba sus
austeridades. Sólo dormía cuatro horas por noche. Comía el pan más viejo, dejando el más
fresco para los enfermos y los ancianos, y no tocaba la carne. Con el tiempo, perdió por
completo el sentido del gusto. Predicaba la austeridad practicándola. Insistía en la limpieza,
realizando él mismo las tareas más serviles que se esperaban de los novicios. Y nunca
estaba irritable, salvo en el púlpito.
En la vida privada, Savonarola revelaba un carácter amable y sumiso, cortés; llevaba a sus
monjes a pasear por las colinas, a bailar la ronda o a discutir cuestiones teológicas entre las
mariposas. Pero no bastaba con ganarse a los monjes; era necesaria una decisión política
para aplicar su reforma monástica, que dependía de sus superiores lombardos. Finalmente,
se convirtió en jefe de una congregación autónoma y pudo aplicar su reforma. La regla de la
pobreza se practicaba estrictamente. La comida y la ropa estaban restringidas. Los
dominicos reformados se reconocían por sus sotanas más cortas y holgadas, que apenas
les cubrían las rodillas, y por sus sandalias remendadas; los paños que llevaban no debían
considerarse de su propiedad, los libros y las celdas se cambiaban periódicamente, todas
las cosas necesarias se convertían en otros tantos préstamos, cuya continua circulación era
un recordatorio de la fugacidad de la vida. Savonarola quería combatir todas las formas de
propiedad, rompiendo y anulando la individual en favor de la comunidad. Los monjes tenían
que trabajar para ganarse la vida, las posesiones del convento se vendían. Los que
conocían un oficio contribuían con sus ganancias al sostenimiento de la comunidad,
quedando el resto libre para las cosas espirituales.
La reforma se llevó a cabo con muchos conflictos internos. La salud de los frailes se resintió
por el ayuno excesivo y la fatiga, se dice que varios enfermaron y apenas podían tenerse en
pie. Durante los primeros esfuerzos por alcanzar la perfección, las tentaciones del demonio
eran frecuentes y, según él, el convento estaba invadido por una nube de demonios que
salían del aire contaminado. Cada noche, Girolamo los ahuyentaba, rociando las celdas con
agua bendita y cantando himnos. La nueva regla atraía a las mentes refinadas, tan nobles y
audaces, conectadas con el ideal de la vida sencilla y el pensamiento elevado. Se percibía
en Savonarola en aquel momento una alegría batalladora, un tono de satisfacción. El
desaliento se había convertido finalmente en acción. Recordemos, sin embargo, que la
ambición del moralista, por muy santa y desinteresada que sea, no deja de ser una
afirmación de sí mismo; es el elixir más poderoso, que no opera tanto sobre las cosas
materiales como sobre el hombre mismo para imponerse sus ideales, su pasión, para
imprimir cien veces su propia imagen en sus semejantes. Para Savonarola, esto significó la
reacción de toda su vida: la venganza definitiva contra un mundo que le había rechazado.
Savonarola se dio cuenta de que la incierta situación política de Florencia y de Italia era un
buen momento para un renacimiento religioso. La creciente alarma pública dio nuevo vigor a
los sermones de Savonarola, y por todas partes la realidad respondió a las visiones del
fraile. Era 1494, los franceses de Carlos VIII estaban a las puertas de Florencia, y el 17 de
marzo Savonarola predicaba en la catedral ante una gran multitud: "He aquí, haré que las
aguas vengan sobre la tierra. ¡Arrepentíos!"
Una vez que los franceses se hubieron marchado, se eligió un gobierno provisional en
Florencia y hubo que decidir qué forma política elegir. Savonarola era partidario de la
democracia, por razones políticas. Su propuesta fue aprobada; En los tres meses
siguientes, aunque Savonarola no ocupó ningún cargo oficial, fue de hecho el inspirador o,
al menos, fue visto como el instigador de algunas reformas importantes: fiscal, la institución
del Monte de Piedad (contra '' la falsa secta judía enemiga de Dios'', los usureros), legal.
Por supuesto, todo esto aumentó enormemente sus enemigos y adversarios: los Furiosos,
los oligarcas y los Bigi (partidarios de los Medici), los Blancos (los escépticos dentro de su
partido), sus hermanos de otras órdenes religiosas, envidiosos de su lata. Los ataques
contra él y sus seguidores, llamados los Piagnoni (pero también los atragantados, las
jirafas, los mascadores de paternostri y otros vulgares apodos llenos de burla), unidos a la
fatiga de aquellos meses y a su incansable actividad en todos los campos, minaron la salud
del fraile, que acabó enfermando. Por las noches era atormentado por demonios y burlas, y
desde el púlpito podía verse que estaba enfermo, además de angustiado y deprimido.
Su precario estado de salud le había agriado, como en sus días de juventud, y ante la
amenaza de ver comprometidas sus reformas se volvió muy violento verbalmente,
recomendando severos castigos para cada ofensa (cortar cabezas, confiscar propiedades,
incitar a revueltas violentas, "Quien las corta en pedazos no peca"). El gobierno también
preveía castigos severos para el vicio contra natura, la homosexualidad, pero el edicto
quedó en papel mojado. Y las invectivas se hicieron cada vez más violentas: "Sacadlo y
decid: 'Merece la muerte'. De lo contrario, la ciudad se arruinará. Dejad los bailes y los
juegos y cerrad las tabernas... es tiempo de llorar, no de fiesta"). Después se retiró a su
celda y a la paz de su lecho de enfermo.
Se compusieron himnos sagrados: unos veinte días antes del Carnaval, el fraile instruyó a
todos los jóvenes de buenas familias y los distribuyó en equipos de distrito con sus propios
capitanes, organizados en filas como tantos soldados. Pequeños mendigos armados con
palos paraban a los transeúntes para pedirles dinero para la limosna. Cada equipo llevaba
un estandarte de Cristo y la Virgen. En la plaza del Duomo, grupos de hombres y mujeres
añadían joyas y adornos personales al dinero ya recaudado para los pobres. En resumen,
los chicos se convirtieron en una policía moral. Cada uno tenía su propia tarea, debían
vestir ropas sencillas, evitar a los poetas lascivos y las lecturas inmorales, los bailes, las
escuelas de esgrima y música, y cortarse el pelo hasta las orejas.
Estaban los Pacieri, los Correttori (establecían castigos), los Inquisitori (descubrían abusos),
los Spazzini (proporcionaban higiene y limpieza cívica). Tuvieron que incitar a los otros
muchachos a hacer las mismas renuncias, y así se convirtieron en un azote peor que antes.
Con la autorización del gobierno y del fraile, se divertían reformando severamente a todos
los demás. Los "muchachos de los frailes" atacaban las confiterías durante la Cuaresma,
irrumpían en las tabernas para asustar a los jugadores. Savonarola había encontrado en los
muchachos unos celosos aliados.
Mientras tanto, el gobierno había pedido permiso a Roma para que el fraile predicara
durante la Cuaresma y el Papa accedió, pero impuso a un dominico de confianza para que
lo observara. Y el fraile predicó un terrible sermón sobre los vicios y venalidades que se
cometían en el Vaticano. Todo le hacía audaz, no sólo el éxito de sus reformas políticas y
morales, sino también la fuerza de su incorruptibilidad. En un momento en que hubiera sido
necesaria una moderación estratégica, los sermones del fraile se volvieron cada vez más
incendiarios, y toda la Cuaresma estuvo ocupada con más y más sermones e invectivas
cada vez más violentas contra Roma, a través de visiones. desolación y depravación
universal.
La excomunión (1496-1497)
El verano de 1496 marcó una época de grave crisis económica y desolación en Florencia.
El gobierno ordenó oraciones y procesiones públicas. Savonarola reanudó la predicación y
se dio cuenta de que este momento era una oportunidad propicia para llevar a cabo su
reforma. "Hermanos míos", les exhortó el fraile, "sólo estamos en este mundo para aprender
a morir" y empleó toda su elocuencia para convencerles de la vanidad de la vida efímera.
Mientras tanto, el Papa Alejandro VI intentaba encontrar una forma indolora de refrenar al
fraile, y puso el convento de San Marcos bajo la jurisdicción de un vicario. Savonarola se
opuso y el Papa reaccionó poco después con la excomunión, aunque no estaba muy
convencido.
El Gran Consejo se hizo más numeroso y empezó a estar formado por jóvenes, en su
mayoría arrabbiati, es decir, enemigos de Savonarola. Los arrabbiati decidieron restaurar el
Carnaval de 1497 con los antiguos juegos para levantar la moral del pueblo. Savonarola
reaccionó con la famosa quema de las "vanidades": sus frailes habían recogido máscaras,
cuadros, estatuas de desnudos, espejos, copias de las obras de Boccaccio y del Morgante
de Pulci de casa en casa en la ciudad, y con estos trofeos hicieron un montón en la plaza,
vertieron sobre él líquidos inflamables y lo coronaron con la imagen diabólica del Rey del
Carnaval. El día señalado, cuando los arrabbiati trataron de impedir el acto, la Piazza della
Signoria fue invadida por coros de niños y a una señal convenida sonaron las trompetas y
repicaron las campanas, acompañando la quema de las Vanidades.
Esta quema provocó acusaciones de fanatismo, incluso entre los partidarios del fraile, que
hubieran preferido que los objetos se vendieran y que los beneficios se destinaran a obras
de caridad. Savonarola se volvió sombrío, se sentía impotente. Y cuanto más impotente se
sentía, más redoblaba sus exhortaciones y aumentaba su indignación y melancolía.
Cuando llegó la excomunión (1497), las masas enfurecidas tomaron el control de la ciudad y
anularon todas las medidas del fraile. Se reabren las tabernas y las casas de juego, vuelven
a funcionar el correo y los confesionarios. Savonarola no puede seguir predicando, pero
medita una reacción, apelando al consejo general.
En un clima político agitado, Savonarola hizo un último intento ante el Papa escribiendo una
carta de sumisión. Al no conseguir el efecto deseado, el fraile decidió desafiar la censura la
noche de Navidad y celebró misa en San Marcos, distribuyendo la comunión a 300 de sus
seguidores. Sus seguidores se volvieron cada vez más fanáticos y extremistas, los tímidos
desaparecieron.
El último día de Carnaval, prometió bendecir al pueblo en la plaza de San Marcos, e intentó
hacer pasar la hostia santa del Señor por un milagro. Por la tarde repitió la "quema de las
vanidades", pero hubo menos entusiasmo.
Los sermones de Savonarola se publicaron y empezaron a circular por toda Europa; el fraile
recibió cartas desde Alemania de entusiastas partidarios de su doctrina. El riesgo para la
Iglesia era que Savonarola se convirtiera en la expresión de un movimiento generalizado
contra la Iglesia de Roma, que podía permitirse el lujo de eludir la excomunión de Roma.
Sin embargo, el Papa dudó, ya que conocía bien las incoherencias y la corrupción de la
Iglesia, y antes de lanzar la cuestión, buscó un mediador, el obispo de Parma, que propuso
la solución de que Savonarola pidiera la absolución, incluso fingiendo. hacer un acto de
sumisión. En resumen, el Papa intentó guardar las apariencias, ya que no quería acciones
violentas. Al final, el ultimátum del Papa al gobierno de Florencia salió a la luz. Sus
partidarios políticos se esforzaron por llegar a un compromiso político, que en cualquier
caso incluía que Savonarola suspendiera la necesidad de sus sermones.
La suspensión de los sermones no había satisfecho al Papa, que se dio cuenta de que
había concedido demasiado al aceptar una tregua en lugar de la sumisión. En ese momento
le llegó una terrible carta de Savonarola que agotó su paciencia. En la carta, el fraile se
presenta como una víctima tratada injustamente por todos, un mártir ofendido.
Tranquilamente firme en la rectitud, incluso en la santidad de sus razones, sostiene que
Dios "infligirá el castigo merecido a los que me persiguen", que no busca la gloria terrena
sino que espera con ansia la muerte y concluye amonestando al pontífice para que "cuide
de su salud".
El juicio fue vil y mezquino, vengativo e inhumano. Actuó una justicia grosera cuyo preciso
espíritu de venganza debía más a la furia de la turba, al celo partidista y a la política
eclesiástica. La razón más profunda, sin embargo, era el enorme resentimiento hacia el
moralista: se habían acumulado años de aversión a sus pretensiones y ahora estallaba la
furia. El hecho de que también hubiera intentado plasmar sus visiones en un experimento
teocrático a lo Savonarola empeoró aún más la situación.
La necesidad de dar un aspecto legal al asesinato del fraile retrasó el juicio durante
cuarenta días. El fraile se resistió y sólo la tortura le hizo delirar y confesar lo que los jueces
buscaban, es decir, que había sido un impostor y que sólo había actuado por ambición
personal. Físicamente, Savonarola, agotado por largos años de abstinencia y fatiga, quedó
aniquilado. Al final estaba tan agotado y frágil mentalmente que tuvieron que ayudarle a
comer. Durante esas noches, escribió una gran cantidad de comentarios sobre el Salmo
XXX, imaginando un diálogo con un Tentador y acusándose a sí mismo de ser un cobarde y
un niño y de no haber sabido luchar.
Fue a la muerte con calma y frialdad, defraudando las expectativas del público que rodeaba
el escenario en medio de la plaza llena de leña. Lo ahorcaron y luego lo asaron, junto con
los frailes Domenico y Silvestro.
10
EJEMPLOS LITERARIOS Y CINEMATOGRÁFICOS
UN EJEMPLO LITERARIO
Jane Eyre, de Charlotte Brontë, 1847.
POR SIMONA MAZZIOTTI
La novela de Charlotte Brontë describe la vida de Jane Eyre contada en primera persona,
resultando así una autobiografía escrita por una conservación E4. Emergen con claridad los
pensamientos, emociones e impulsos que rigen y estructuran la personalidad del personaje
de Jane, que desde su nacimiento está confiada a sus tíos, al haber quedado huérfana de
padre y madre.
A continuación se describen los diez años que pasa en el internado, donde es sometida a
una estricta disciplina impregnada de catolicismo de la que absorberá cierta numinosidad.
Más tarde, vivirá como institutriz en casa del señor Rochester, de quien se enamorará.
El relato comienza con una descripción de la vida de Jane Eyre a la edad de ocho años en
una situación familiar impregnada de frialdad emocional, humillación, maltrato e injusticia
(colores típicos del ambiente de privación de conservación en el que vive E4). Huérfana de
nacimiento, vive en la residencia de su tía (viuda esposa del hermano de su madre, que
tiene tres hijos algo mayores que Jane).
La protagonista no recibe el mismo trato que ella aislada y maltratada a instancias de su tía
política, marginada y tratada con severidad y crueldad, no incluida en la vida familiar, porque
[...] no era considerada una niña abierta y poco sociable. La actitud sádica de la tía hacia
ella aflora entre líneas cuando dice: "Lamentaba tener que mantenerme a distancia, pero a
sus propios ojos de que hacía serios esfuerzos por asumir una actitud sociable propia de un
chico de mi edad, de modales más amables y animoso, [...] se vio obligada a excluirme de
los privilegios destinados sólo a los niños felices y contentos".
Su primo John la acosa. Está asustada por sus constantes abusos, que soporta en silencio,
hasta que "el terror se ha apoderado de ella y sentimientos de otro tipo se han apoderado
de ella". Se rebela arremetiendo furiosamente contra él: naturalmente, los adultos que la
rodean sólo ven su furia y la castigan, encerrándola en la habitación donde había muerto su
tío y benefactor. Desesperada, apela a su difunto tío para que la proteja en nombre de la
justicia divina (otro tema típico del personaje).
Así describe su experiencia de aquel suceso, que siguió recordando como traumático
durante todos los años siguientes: "No tuve ninguna duda, nunca la tuve, de que si el señor
Reed seguía vivo me trataría bien... Sentía que esa idea consoladora sería aterradora si se
hiciera realidad [...] Pensé que si ese resplandor rápido y parpadeante anunciaba una visión
del otro mundo".
Se intuye -y esto se explora más adelante en el libro- que el tío de Jane se tomaba
realmente en serio a su sobrina y que su atención hacia ella había sido más sincera y
afectuosa de lo que había sido hacia sus propios hijos (los primos de Jane). Tales
atenciones y cuidados habían despertado los celos de la tía, que había prometido a su
marido que cuidaría de Jane como si fuera su propia hija: una promesa que había
predispuesto a la tía a una profunda y natural antipatía hacia ella.
En aquella casa, Jane sólo le tenía cariño a una de las institutrices, Bessie, que de vez en
cuando era amable: "Cuando tenía esos modales amables, Bessie, era la criatura más
adorable y buena del mundo: Ojalá fuera siempre tan amable, y dejara de someterme, como
solía hacer, a imposiciones, reproches y exigencias absurdas>>.
Jane es enviada a un internado. Esta salida resulta ser su salvación. Cuando Jane se
entera de la noticia, dice: "Esta situación para mí, acostumbrada como estaba a una vida de
constantes reproches y compromisos incomprendidos, debería haber sido un remanso de
paz".
Así, poco a poco, Jane será apreciada por su entrega, perseverancia y disciplina. De
alumna del internado pasará a ser profesora, pero cuando la maestra, la señorita Temple
-que había seguido siendo el vínculo afectivo de referencia para ella tras la muerte de
Helen- se casa y abandona el internado, ella misma siente que ya no tiene sentido seguir
allí y que quiere marcharse : "Desde el día en que me dejó, nunca volví a ser la misma.
No era tanto el apoyo lo que me había quitado la motivación, no era la capacidad de ser
serena lo que había perdido, sino la razón de ser". Así describe su deseo de abandonar el
internado: "Que se me conceda al menos una nueva servidumbre: libertad, exaltación,
placer, sonidos realmente deliciosos, pero nada más que sonidos para mí, pero
servidumbre, eso es algo concreto".
Así comienza una nueva etapa de la vida para Jane (de apenas dieciocho años) cuando
encuentra trabajo como institutriz de una niña a través de un anuncio en el periódico.
Inmediatamente recibirá cuidados, amabilidad y consideración por parte del ama de llaves:
la señorita Fairfax. Es interesante cómo vive todo esto (típico de una conservación E4): "Me
sentí un poco confusa al recibir toda esta atención que nadie me había prestado antes,
sobre todo porque era mi nuevo empleador y, por tanto, mi superior, quien me la ofrecía".
"Un sentimiento de gratitud inundó mi corazón, así que me arrodillé. Pedí fuerzas para
conquistar aquella benevolencia que tan amablemente se me había concedido antes de
merecerla.
Es en esta etapa cuando conoce al señor Rochester, el amo de la finca, mucho mayor que
ella (ella tiene dieciocho años, él cuarenta), que resultará ser el amor de su vida, a través
del cual aflorará claramente el rasgo masoquista característico de su carácter. Jane se
relaciona inicialmente con el señor Rochester porque él se lo ordena. Por un lado obedece,
por otro también es sincera y nada complaciente, aspecto que agrada al Sr. Rochester, un
hombre rudo y brusco en sus formas, inquieto y atormentado. El Sr. Rochester encuentra en
Jane un alma especial que puede salvarlo de la desesperación con su frescura y nobleza de
espíritu. "Hice lo que se me ordenó, aunque hubiera preferido permanecer en la sombra,
pero el señor Rochester tenía una manera tan perentoria de dar órdenes que me pareció
muy natural obedecerle al instante".
El señor Rochester dice de Jane: "Tú, con tu seriedad, tu delicadeza y tu prudencia, pareces
hecha para recibir secretos. Cuanto más hablemos, tú y yo, mejor, porque yo no puedo
contaminarte, mientras que tú puedes purificarme".
Por su parte, Jane se sentía atraída por esta inquietud y habría hecho cualquier cosa por
calmarla: "No puedo negar que su dolor era también el mío, cualquiera que fuese, y que
habría hecho cualquier cosa para aliviarlo".
Así describe su estrategia relacional: "Con él había desarrollado el delicioso arte de alternar
la provocación con la adulación. Era uno de mis mayores placeres, y un instinto de
conservación me impedía cada vez ir demasiado lejos; nunca me aventuraba más allá del
límite de la provocación y, cuando estaba a punto de llegar, sabía utilizar todas mis
habilidades.
Rochester hace creer a Jane que quiere casarse con Blanche, "una refinada dama de
calidad", obligándola a asistir a una recepción en la que disfrutará cortejando a Blanche:
ante sus ojos, Jane, una institutriz sentada en un rincón También soporta los venenosos
discursos de Blanche sobre la inutilidad y la acidez de las institutrices, sometiéndose a la
humillación, parte del juego erótico masoquista con el señor Rochester, hacia quien
secretamente siente una atracción irresistible. Es evidente cómo su envidia de la soleada y
extravagante belleza de Blanche toma el camino del ataque autodestructivo, en forma de
despiadada autocrítica: "Nunca hubo, sobre la faz de la tierra, una persona más tonta que
Jane Eyre. Una pobre ilusa, que más que ella se ha atiborrado de dulces mentiras, tragando
veneno como si fuera néctar...". "Ahora, Jane Eyre, escucha tu sentencia: ponte mañana
ante el espejo y haz un retrato al pastel de ti misma, fielmente, no suavizando ningún
defecto, no omitiendo ningún detalle, por duro que sea, y alisando las irregularidades
antiestéticas luego debajo escribe: retrato de una institutriz sin familia, pobre e
insignificante."
Cuando el Sr. Rochester le pide que se case con ella, Jane está encantada, pero vuelve a
mostrarse testaruda y necesitada de permanecer anclada en su autonomía: "Cuantas más
cosas me compraba, más sentía arder mi estómago". mejillas con un sentimiento de fastidio
y humillación. . . Sólo quiero sentirme a gusto, señor, y no agobiada por una gran obligación
para con usted.
Jane, justo en el altar nupcial, descubre que Rochester ya estaba casado y se siente
irremediablemente traicionada. Huirá sin rumbo ni recursos y con la convicción de que debe
confiar únicamente en sus propias fuerzas. "Cuanto más solo estoy, cuanto más sin amigos
y sin apoyo, más tengo que respetarme a mí mismo". Tras un largo viaje y un largo
deambular, llega exhausta y casi moribunda frente a la casa de San Juan; aquí encuentra la
acogida y el calor de las jóvenes Diana y María (hermanas de San Juan). San Juan, el cura
del pueblo, que resultará ser un hombre muy estricto, la ayudará dándole trabajo como
maestra en una pequeña escuela del pueblo, con una pequeña y modesta casa anexa a la
escuela. Todo ello permitirá a Jane vivir dignamente de su trabajo y con total autonomía.
San Juan quedará especialmente impresionado por la perseverancia, constancia y fortaleza
con la que Jane llevará a cabo su tarea docente. Jane parece contenta en la estabilidad de
su autonomía, excepto porque la atormenta el pensamiento del señor Rochester, de quien le
gustaría tener noticias.
Así es como ella describe su reacción ante la noticia: "Sin duda fue un gran regalo y la
independencia fue algo maravilloso, sí, sentí que ese pensamiento se agolpaba en mi
corazón". Sin embargo, en nombre de un ideal de justicia, Jane decidirá dividir la herencia
en cuatro partes iguales, feliz de considerar a los primos como sus hermanos, sintiendo por
fin que forman parte de una familia. Finalmente ocurre que el joven San Juan, que pronto
partirá como misionero a las Indias, también quiere involucrar a Jane como misionera; le
dice que ve en ella el mismo ardor religioso que él y le pide que se convierta en su esposa.
Jane, impulsada por un espíritu de sacrificio, está dispuesta a acompañarle, pero como
hermana. Eso es inaceptable para él.
Jane, inflexible con el matrimonio, decide buscar de nuevo al señor Rochester. Lo encuentra
ciego y lisiado a causa del incendio provocado por la locura de su esposa, que se había
quitado la vida saltando desde un tejado en llamas. Ahora ella está dispuesta a casarse con
él, a cuidar de él para siempre. Así describe ella su amor: "Estar juntos significa, para
nosotros, sentirnos tan libres como cuando estamos solos y tan felices cuando estamos en
compañía".
Para ambas, hay un resumen inicial, donde se relata la trama y sus puntos principales,
seguido de un análisis del carácter de los protagonistas, de las formas en que afrontan,
reaccionan y se mueven ante las vicisitudes que viven, con la intención de resaltar la
dinámica del carácter, poniendo de manifiesto los rasgos esenciales del E4 especialmente
referidos a la envidia transformada en esfuerzo y tenacidad
A pesar de la diversidad de contextos e historias de los protagonistas, emerge con fuerza la
supremacía del aspecto superyoico, sentencioso y punitivo, en detrimento de los aspectos
maternales poco desarrollados y de un sentido lúdico o de entusiasmo por la vida casi
inexistente.
Con la Inglaterra del siglo XIX como telón de fondo, se desarrolla la historia de la pobre
familia D'Uberfyield, de la que Tess es la hija mayor, en una historia vagamente basada en
la novela de Thomas Hardy.
Tras la noticia, recibida de su padre, sobre la nobleza de los orígenes de su familia (el
apellido D'Uberfyield, en efecto, según algunas investigaciones que conoce a través de un
prelado, deriva del antiguo y noble linaje D'Uberville), la joven es enviada a reunirse con
presuntos parientes para estrechar relaciones y obtener alguna ventaja económica. Aunque
no aprueba la elección, Tess obedece y acude a los parientes que, de hecho, han adquirido
el título de nobleza (como era costumbre en la época) para atribuir prestigio a su posición
social. Tess, que atrae el interés del falso primo por su belleza, es contratada por la familia
como empleada del gallinero.
Pronto los objetivos del primo se hacen patentes y Tess sufre violencia y queda
embarazada. Accede brevemente a convertirse en su amante, pero al descubrir su
embarazo decide regresar a casa de su padre. Allí reanuda su trabajo en el campo mientras
cuida de su hijo, que, debido a las dificultades y a la pobreza, muere de desnutrición. La
deshonra del regreso de su hija no permite al padre aceptar ni los cuidados del médico ni la
asistencia religiosa del párroco para el bautismo. Por esta razón, Tess no puede dar a su
hijo una cristiana sepultura, negada por el prelado, y se encarga tanto del entierro como del
propio bautismo, durante el cual da a su hijo fallecido el nombre de Pain.
Así que se va a un nuevo trabajo, en una lechería, donde el entorno es más hospitalario, el
clima más sereno, y donde se enamora de un joven granjero que está haciendo un
aprendizaje para empezar su propio negocio. Los dos expresan lo que sienten el uno por el
otro, y Tess recibe una propuesta de matrimonio del hombre. Aunque lo desea, no puede
aceptarla tranquilamente porque siente el peso de la culpa y del pasado. Quiere confesarle
al hombre lo que le ha ocurrido, pero no puede hacerlo hasta la noche siguiente a la boda.
El marido reacciona de forma muy distinta a la que Tess esperaba y, cuando le cuenta lo
sucedido, la repudia. Los dos se separan y el marido se marcha a Brasil a montar su propio
negocio. Tess, humillada y rechazada, busca consuelo en una amiga que trabajó con ella en
la lechería y comienza a trabajar duro en el campo. Aquí se le une su prima, que le ofrece
ayuda, que Tess rechaza en un principio, sólo para aceptar tras la muerte del padre de su
marido y las miserables condiciones en las que se encuentran su madre y sus hermanos.
Las aventuras de Tess llegan a su fin cuando su marido vuelve a buscarla, arrepentido de
sus actos. Ahora se ha convertido en la esposa de su primo, pero no es indiferente a la
propuesta del hombre y en un acto de locura, para seguir a su único y mata a su primo y se
une a su marido. Sin embargo, su amor es verdadero, su huida no durará mucho, ya que
será capturada por los gendarmes y posteriormente ejecutada, pero logrará vivir la noche de
amor que le impidieron en su boda. Tess es detenida cuando, durante su huida, pisa las
rocas de la Edad de Piedra, un antiguo templo pagano utilizado para sacrificios.
La primera fase comienza con un paisaje verde, telón de fondo de la Fiesta de la Primavera
en la que Tess, junto con otras niñas, baila para preparar la fiesta del pueblo que celebra la
llegada de la bella estación y el florecimiento de las flores. incipiente de las aventuras de la
niña, pero también indicativo de su florecimiento personal en la vida. En esta primera fase,
sus padres piden a Tess que visite a unos falsos parientes, poseedores del título de
Uberville, un vínculo con el que pretende obtener ventajas económicas. tess para crear una
posición de marginalidad, como muestra la escena de un baile nocturno de los trabajadores,
en el interior de un establo/granero, al que no se incorpora. En esta ocasión, como en otros
momentos de encuentro del personal de servicio, la vergüenza de mostrarse, de
permanecer en un segundo plano, de no mezclarse, se hace explícita, sin embargo, con una
actitud y una opinión orgullosas ("Si hubiera sabido cómo erais, nunca me habría alistado").
Tess mantiene un ideal de sí misma al que se aferra para sentirse diferente de las demás
trabajadoras, con las que, de hecho, comparte las tareas cotidianas, rehuyendo la
posibilidad de formar parte, de integrarse en una pequeña comunidad que podría funcionar
como apoyo y sostén. alimento. Su reticencia, su incapacidad para entregarse y confiar en
nadie, se le echa en cara cuando, en una escena, Tess es agredida verbalmente tras reírse
de una chica que accidentalmente derrama melaza. De hecho, todos los que presencian el
hilarante incidente se ríen, pero la chica se limita a arremeter contra Tess.
La escena, concatenada con la anterior en la que Tess se mantiene alejada del resto del
grupo, sugiere que la distancia que pone entre ella y los demás no le permite participar ni
siquiera en los momentos de hilaridad y alegre convivencia. . De hecho, si todos los
presentes están y se sienten en pie de igualdad con los demás, Tess, al posicionarse de
forma diferente, en términos de originalidad, en términos de sufrimiento, en términos de
belleza, atrae la antipatía y la ira de los demás. la niña, sin que le sea posible sacar a la luz
el miedo profundo, la insuficiencia, la incapacidad de pedir, de mostrar sus propios
sentimientos, que se ocultan tras esa actitud tan altiva. Pero además de los
comportamientos más manifiestos, la conducta de Tess también puede leerse como una
adhesión a su vocación más profunda, la de seguir un camino de pureza, de expiación de
las faltas que considera innatas en ella, lo que la lleva a ridiculizar, a minimizar las
necesidades simples y cotidianas como la diversión, la ligereza, incapaz de valorar el lado
más agradable de la vida.
No es casualidad que cuando se entrega espontáneamente a la risa, ésta se retire
inmediatamente, como indicando la existencia de una prohibición que en realidad es el
resultado de su propia forma de actuar.
Tess bautiza a su hijo con el nombre de Pain (dolor, en español). En este pasaje, ella
expresa su propia experiencia, el fruto que da en el mundo y que la guía, su enfermedad de
la vida, su dolor. Cuando se dirige directamente al sacerdote para pedirle un entierro
cristiano para su hijo y éste se lo niega, Tess reacciona con fiereza, viviendo la negativa
como un rechazo más a su deseo -pero al mismo tiempo también a su renuencia- de
pertenencia. La petición subyacente, de hecho, parece apuntar a la esperanza de que su
dolor pueda ser aceptado por la comunidad (local y religiosa), el entierro cristiano como una
oportunidad de formar parte de la comunidad de los hijos de Dios, un intento de arrancar de
su interior un profundo sentimiento de condena y resignación. El rechazo sanciona una vez
más la imposibilidad de sentirse parte del mundo de los hombres y del Reino de Dios.
Tess entierra a su hijo en un escenario oscuro y lúgubre, donde el paisaje enfatiza la dureza
del momento en el que sólo la tierra árida y oscura puede custodiar su sufrimiento, pasando
todo en silencio y sin compartirlo, guardando su sufrimiento sólo para ella.
Así termina la primera fase de la película, que podemos considerar como la transición de la
ingenua infancia de Tess a la brutalidad de la vida, que la ve a merced del engaño y el
abuso de los demás, a lo que ella responde encerrándose en sí misma y cerrando el
contacto con el mundo.
El trabajo duro es su única posibilidad de supervivencia, pero también una forma de
autofrustración, un castigo por su culpa, que parece estar ligada no sólo a su relación
ilegítima con su primo, sino también al pecado original de haber nacido, de existir, que la
condena a una vida de expiación.
La segunda fase se abre con el inicio de un nuevo trabajo de Tess, elemento que subraya y
sanciona sus dolorosas transiciones emocionales. Mientras que antes el trabajo se
realizaba en el campo, en esta fase concreta el escenario es una lechería.
De hecho, es aquí donde Tess se enamora por primera vez de un hombre, Ángel, también
huésped de la granja como aprendiz de granjero, imbuido de ideas progresistas (se incluye
El Capital de Marx) y con un carácter orgulloso, narcisista y ambicioso.
El momento en el que Ángel parece fijarse por primera vez en Tess es durante una comida,
cuando en una conversación sobre el alma, la chica interviene aportando su experiencia y
versión del contacto con la suya, expresando cómo puede percibirse a través de la conexión
e identificación con el firmamento.
Su intervención la hace visible a los ojos de Ángel, que se enamora de ella, no sólo por su
belleza, sino también por la imagen de criatura inmaculada y etérea que transmite. Su
historia de amor se desarrolla rápidamente y pronto desemboca en una proposición de
matrimonio. En esta fase, que, como se ha indicado, remite al principio femenino, reaparece
la figura materna a través de una carta en la que la madre invita a la muchacha a aceptar la
boda sin mencionar su pasado. En esta invitación surge el impulso de emprender una nueva
posibilidad en la vida, sin anclarse a los acontecimientos ocurridos, a los que, sin embargo,
Tess, incapaz de sacudirse el peso de lo que siente como su culpa, no sabe cómo
abandonarse.
De hecho, la chica, aunque ama al joven y desea el matrimonio, sigue manteniendo vivo el
tormento dictado por la culpa, el miedo y, al mismo tiempo, la necesidad de contar la verdad
sobre su pasado, la violencia que sufrió , la relación con su primo y sus frutos. En el fondo,
quiere darse a conocer, mostrar su sufrimiento en un acto que sería también purificador, una
búsqueda de perdón que no sabe cómo concederse a sí misma. Por eso, decide escribirle
una carta en la que se desnuda y, en sentido metafórico, le entrega su vida, convirtiéndolo
en juez y artífice de su futuro. En este pasaje se hace evidente otro aspecto del carácter de
la protagonista: la entrega de su vida al otro, dueño entonces de su felicidad e infelicidad, y
la renuncia a la responsabilidad de sí misma, a su propio juicio. y a ser la guía de su propia
vida. Tess ama a Ángel de un modo totalizador, desprovisto de matices, como es típico de
este carácter específico, inclinado a idealizar al otro hasta el punto de dejar de sentirse a sí
mismo, en un acto de abnegación total. "¿Cuáles son mis manos y cuáles las tuyas?", le
preguntan. Tess responde: "Son todas tuyas".
La carta, sin embargo, se queda atascada bajo la alfombra de la habitación del hombre, una
coincidencia que parece complicar la situación, pero que también ofrece la posibilidad de
simplificarla dejando atrás el pasado. Tess llega al día de la boda guardando aún este
secreto. Sólo después de la boda, cuando su marido también le ha confesado una aventura
anterior, Tess encuentra el valor para contar su pasado. La reacción de su marido es muy
distinta de la que Tess habría esperado; se encuentra repudiada y abandonada antes de
que puedan consumar su amor. Incluso este momento de felicidad, apenas rozado, le es
arrebatado. Es la segunda vez que Tess asciende a un estado de mayor bienestar (interior y
exterior), pero ni siquiera en esta situación puede mantenerlo. Tras ser abandonada, se
despoja de sus ropas de dama y se pone las de una campesina, para volver a una
condición primigenia y terrenal de privación y soledad.
Tess, obstinada y orgullosa, rechaza la ayuda y es duramente burlada por el primo, quien le
demuestra que su obtusa y altiva tenacidad es un instrumento de resistencia al servicio de
su continuo e indefectible proceso de expiación - "el orgullo se te ha metido en el cilicio"- y
que, al sostener tal estado, está sobrepasando los límites de toda razonabilidad.
Una vez más, el carácter de Tess emerge en el sentido más profundo del esfuerzo intenso,
que abarca la automortificación, su contradependencia, su incapacidad para aceptar ayuda
exterior, lo que, en la forma de pensamiento del personaje analizado, implica el miedo a
perder la fuerza para afrontar la vida de forma independiente, experimentada como peligro y
sufrimiento constantes.
Los rasgos típicos del carácter de Tess pueden rastrearse en la estructura del carácter de
conservación E4, ya que en ella encontramos un esfuerzo constante, materialmente
aplicado en someterse a un duro trabajo, funcional para acallar la preponderancia de su
propio mundo.
En conclusión, puede decirse que Tess experimenta dos relaciones centrales con los
hombres: inicialmente con su primo, Alec, y más tarde con Ángel, su marido. Si con el
primero experimenta una relación poco amorosa y muy carnal, con el segundo la relación se
vuelve etérea y espiritual, como si en estas dos historias sentimentales Tess manifestara
dos aspectos de sí misma, la pasión más instintiva y la espiritualidad más devota, aspectos,
sin embargo, que no llegan a integrarse. Pierde a su hijo debido a la desnutrición y a la falta
de alimento y materia que a ella misma le falta, que no ha recibido ni ha sabido darse.
Lawrence de Arabia, de David Lean (1962) Por Antonella Sabia Resumen La segunda
película elegida es Lawrence de Arabia, basada en la vida del soldado británico T.E.
Lawrence, cuya trama narra las hazañas militares del protagonista con el trasfondo histórico
de la Primera Guerra Mundial y el trasfondo político de la conquista de los territorios árabes
de Oriente Medio por parte del ejército británico.
Gracias a su intuición estratégica y militar, Lawrence condujo a las facciones árabes al éxito,
cultivando en su interior la ambición de unirlas en un gobierno unificado, superando las
divisiones que siempre habían caracterizado a las tribus. La pasión, la totalidad con que se
entrega a la causa harán de él un líder verdaderamente carismático para el ejército árabe,
que lo aclamará y le dará el sobrenombre de Lawrence de Arabia. Sólo en la segunda fase
de la narración, después de haber tenido acceso a los gritos de reconocimiento tanto del
ejército británico como del árabe, Lawrence toma conciencia de que sólo era un medio para
alcanzar objetivos expansionistas y acomodos políticos entre los dos gobiernos, ve
frustrados sus ideales de unir a la Liga Árabe y se decepciona ante la verdad política que se
oculta tras las acciones militares de su país. Lawrence concluye así su historia, que en sí
misma parece ser el reflejo de un viaje existencial en el que afloran los numerosos rasgos
de carácter que sin duda le hacen pertenecer al subtipo de conservación E4. Análisis de la
película según los aspectos del protagonista La película traza las hazañas y el viaje épico,
psicológico y militar del protagonista. El comienzo de la película retrata su funeral,
multitudinario, donde varios personajes de la época gastan palabras sobre el hombre que
fue un poeta, un humanista, un valiente, pero también un exhibicionista desvergonzado sin
poder definir realmente sus rasgos personales más profundos ni expresar opiniones
diametralmente opuestas.
En este punto, es más creíble que la fuerza motriz subyacente sea su necesidad imperiosa
de demostrar valor, la única forma viable de ser aceptado y formar parte de una realidad
mayor (el ejército y el pueblo árabe) y, al mismo tiempo, darse a sí mismo el valor que
ansía. Su traducción personal de frustración y necesidad en intensidad, de pasión por la
causa, ayudan a transmitir su trágica concepción de la vida: sólo mediante un esfuerzo
extremo será bien querido y aceptado.
Las coyunturas posteriores afirman aún más este primer pasaje, ya que Lawrence pasa a
dirigir al pueblo árabe como un líder que se desvive por sus hombres más que por sí mismo,
al tiempo que hace gala de sensibilidad y humanidad.
Es durante esta primera parte del viaje cuando Lawrence, tras un esfuerzo extremo, se da
cuenta de que un hombre de su compañía se ha perdido atrás. Por absurdo que parezca,
Lawrence no duda de que la única acción que debe emprender es volver a montar en su
caballo y regresar en busca del hombre desaparecido. El intento de sus compañeros de
disuadirle de una empresa cuanto menos arriesgada toma la forma de las palabras
pronunciadas por su amigo: "Está escrito".
Estas palabras indican la inevitabilidad del destino, pero insinúan la duda de que la
peligrosidad del gesto no le lleve a completar la empresa. Pero Lawrence se señala la
cabeza y responde: "¡Veré Aqaba! Aquí está escrito". "No hay nada escrito". Indica así su
fuerza de voluntad y se devuelve a sí mismo la paternidad de todo. Esto le permite volver al
desierto rocoso, recuperar al hombre perdido y, con un regreso triunfal al campamento,
donde tras declarar de nuevo que nada está escrito, cae al suelo noqueado por el cansancio
tras devorarse a sí mismo en el esfuerzo y la obstinación de su gesto.
Este marco casi parecería justificar la conducta de Lawrence, si no fuera porque, más tarde,
el mismo hombre al que salvó perecerá por su propia mano, culpable de un acto ilegal
según las reglas entre las tribus árabes. La presunción de poder guiar y controlar los
acontecimientos encuentra aquí su expresión más manifiesta. Pero la acción, sin dejar de
ser heroica, le lleva a la aclamación del ejército y al reconocimiento de su liderazgo,
confirmado por la nueva ropa que recibe, un vestido blanco brillante, símbolo de su
renacimiento. Es lo que desea, a lo que aspira: ser reconocido públicamente, exteriormente,
por sus cualidades interiores. Poco después, el origen mismo de esta necesidad se revela
en confidencia: Lawrence confiesa su origen ilegítimo; es hijo de un noble y de una mujer
que no era su esposa, condición que nunca le permitió el derecho a una posición o
reconocimiento, como si no tuviera derecho a serlo, o se sintiera culpable por haber nacido.
Lawrence destaca, siempre en busca de su propia originalidad, por las estrategias que
propone para la guerra contra una guarida, sugiriendo la creación de unidades móviles para
la conquista de Damasco que puedan atacar rápidamente en el desierto.
Una vez más aparece, aunque como tema de fondo pero al mismo tiempo central, cómo la
acción de Lawrence se orienta a menudo a reunir partes inconexas. El ideal, que él hace
suyo, es unir a las tribus árabes bajo un solo reino, incluidos los elementos más bárbaros
pero igualmente valientes. Parece que esta tensión es una implicación de una acción
interna dirigida al mismo objetivo: reunir partes desconectadas de sí mismo para encontrar
una nueva armonía, sin excluir ninguna parte de sí mismo, ni siquiera el aspecto más
indómito, rebelde, belicoso y destructivo. Este es quizás su verdadero viaje heroico,
reivindicar el derecho a encontrarse a sí mismo. En este viaje interior suyo, la contrapartida
exterior es la adhesión total a la causa árabe, la lealtad al ejército británico. El deseo de ser
él quien triunfe en la empresa reunificadora. La travesía del Nefud, a pesar de las enormes
dificultades, resulta un éxito y contribuye a dar a Lawrence un puesto de honor entre sus
camaradas. Sin embargo, para llevar la noticia de la conquista de Aqaba al mando británico
en El Cairo, Lawrence debe atravesar de nuevo un nuevo desierto, el Sinaí. Pero es
precisamente durante el viaje cuando se produce un importante acontecimiento que dejará
en él una huella indeleble: uno de los jóvenes sirvientes, que enseguida le había infundido
confianza y admiración, pierde la vida al hundirse en las arenas movedizas. Parece que
este nuevo desierto vuelve a ser el fondo, la evidencia y la interioridad del protagonista.
Pierde a su joven amigo, o tal vez una parte de sí mismo: la ilusión propia de la juventud, la
adhesión totalizadora y acrítica, autorreferencial y egoísta, que o la dificultad de ver lo que
realmente hay. No es casualidad que el pasaje siguiente revele las tramas subyacentes del
mando británico y la decisión de que Arabia se convierta en un protectorado británico. Pero
Lawrence sigue impulsado por su misión heroica y tal es la fascinación que ejerce que atrae
la atención de la prensa, que una vez más, como otras, utiliza la idea del hombre romántico
que lidera la revolución árabe para crear un personaje. Por otra parte, Lawrence ya no
puede resistirse al encanto de ser el hombre que unió firmemente a las tribus árabes a su
alrededor en el ideal de la reunificación. Pero una vez más se encuentra con una realidad
muy distinta: abandonado por las tribus en retirada, y con sólo unos pocos hombres, no
tiene más remedio que llamar a la insurrección a los habitantes de la nueva ciudad que
pretende conquistar. . Pero aquí es detenido, capturado y sometido a un interrogatorio
durante el cual el comandante le hace un acercamiento que, aunque no se hace explícito,
parece ser un avance sexual.
femenina de Lawrence, esa naturaleza suya delicada, vulnerable y dulce, la parte más
esbelta y oculta, la misma que siempre ha tratado de esconder tras gloriosas y peligrosas
hazañas militares, es la misma que de alguna manera es desenmascarada, utilizada,
violada y humillada. Tal vez se podría deducir cómo toda la vida del hombre se ha
caracterizado por un intento de cubrir su naturaleza más profunda, una vulnerabilidad que le
coloca a merced del otro, como ocurre en este mismo pasaje, como para confirmar el
peligro de mostrarse tal y como es.
Bromas
12
PROCESO DE TRANSFORMACIÓN Y RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS
En este último capítulo, se exponen las tareas e indicaciones útiles para que la
conservación del E4 se abra a una transformación profunda y respetuosa consigo misma,
capaz de aligerar las cargas y, al mismo tiempo, permitirse la posibilidad de una mayor
satisfacción en la vida.
El primer tema en el que se centra es, sin duda, el dolor, el sufrimiento y la pasión por la
resistencia. La tenacidad con la que E4 conserva los combates que preservan el dolor es,
paradójicamente, una forma de ofrecerle la ventaja de no dejarse avasallar.
Siempre intentando ser mejor de lo que soy. ¿Y qué es ser mejor? Ahí fui directa a odiarme
por ser como era: "Así no sirves, Lola", me dijo una voz. Me topé con una mancha negra
llamada culpa íntima, amiga de no tener derecho y de no merecer. Y me metí en la mancha
de la culpa por haber nacido con el pie izquierdo; mamá casi muere al dar a luz, enfermó y
su hermoso cuerpo quedó marcado para siempre. El sufrimiento acompañó mi nacimiento y
mi nombre, Dolores, que tanto hizo sufrir a otros...
Y hay frases que ayudan: "El sufrimiento no existe para ser explicado sino para encontrarle
un sentido". Y el sentido fue que apareció la inocencia, sí, soy inocente y todos nacemos
inocentes, sentí a esa niña pura y limpia sin manchas dentro de mí y comprendí que no hay
culpa, pero en la vida pasan cosas que tenemos que vivir.
A esto hay que añadir la importancia de reconocer el propio dolor y sufrimiento otorgándole
un estatus, para no tener que delegarlo en los demás en una constante expectativa de
empatía por parte de los demás.
Podemos convertir el sufrimiento en plenitud humana. No me pasa sólo a mí, no soy pobre
ni tengo mala suerte, son cosas de la vida. Mi mala suerte es cuando me recreo, me golpeo,
lo niego, lo uso y no lo suelto. Si, ha habido dolor real en mi vida y ahora puedo sentirlo
como una lección de vida de fortaleza para seguir adelante y sobre todo sentirme muy
humana y abrir mi corazón. Y como humana solo quiero ser una buena persona a la que le
pueda pasar cualquier cosa humana. El sufrimiento entendido me ha bañado de humanidad
por todos los costados. "Nada humano debe serme extraño o ajeno".
También es muy útil trabajar la conciencia del valor imposible de que lo pro -tan deseado y
buscado- es interno y que, por tanto, es contactar con él si sólo se procede por
comparación, quedando a merced de él. Es necesario observar cómo la desvalorización es
una forma de defensa contra la frustración y la carencia y aprender a convivir con ella,
sintiendo que no es nada dramático. Recurrir al humor y a la ironía ayuda a aligerar las
cargas de un personaje tan autoexigente, que se toma la vida tan en serio.
Tienes miedo de estar bien", me dijo Claudio, y me conmovió profundamente. Y era verdad,
otra neura creer que si estoy bien no tendré atención. El hecho de atreverme a estar bien
me confirmó que lo otro era una idea muy loca. Por costumbre, tuve que probar y
experimentar. Resultó que no necesito tanta atención como pensaba y además recibí
atención de otro lugar. Estando bien todo es más fácil, pero luego falta emoción, todo se
vuelve más aburrido, no hay lucha, no hay tantas cosas que contar. ¿Qué voy a hacer? Ya
no seré interesante. Seré soso y aburrido, incluso con el miedo de que ya no me quieran
así. Vivir esto disipó mi miedo: quien me quiere me quiere igual y me siento más tranquilo y
descansado.
Otra tarea útil es darse cuenta de lo difícil que es llegar a conocerse y comprenderse de
forma auténtica, habiendo entrado, por ejemplo, en contacto con la propia voracidad de
amor que tanto aprieta y luego no acepta el amor, cuando éste llega Es un continuo "quiero,
pero no quiero" que alimenta un juego de versos de negar lo que tanto se anhela.
El miedo es a sentirse asfixiado, pero al mismo tiempo también a perder su espacio vital,
porque reconocer la dependencia del otro le hace sentirse demasiado vulnerable y frágil.
Entregarse a la ternura, a la expresión de los sentimientos, de la propia dulzura, como
antídoto contra el miedo al amor.
Dejar que me cuiden y me ayuden me ha hecho bien. Necesito como todo el mundo y no
pasa nada. Aceptar la ayuda sin deudas para mí es creer en el amor.
Ámame y déjame amar. Cuando me sentía amado, tenía miedo, y ahora ¿qué tengo que
hacer? Otra locura más. Cuando no me amaba, invalidaba al otro. Y cuando empieza a
amarme, surge el miedo de depender de ese amor y perder mi libertad... Darme cuenta de
que dependo como todo el mundo, porque soy humano. Aceptarlo.
La verdad es que me gusta estar sola y también en compañía. Sola estoy muy tranquila
(con momentos de claridad). Como esta tranquilidad es bastante nueva para mí supongo
que quiero saborearla sin tantos altibajos. Salgo al mundo teniendo en cuenta mis retiros y
repliegues, para descubrir y no estar siempre fuera como antes. ANTONELLA S. Perdónate
a ti misma: los errores que has cometido, acepta tus limitaciones, míralas con compasión,
siente que tienes derecho a vivir, a un lugar en el mundo, en tu imperfección humana.
Familiarízate con la idea de que no es necesario gastar tanta energía en la autocorrección,
abandona la obstinación de castigarte por los errores y deja de imaginar una posible mejora,
siempre situada en el futuro, viendo el engaño de no vivir en el aquí y ahora. Aceptar los
límites también significa reconocer que el juicio crítico hacia el otro es proporcional a la
autocrítica.
Aceptar lo que es. Apreciar la realidad tal y como es (incluido lo que no te gusta, lo que es
aburrido, normal y corriente), abandonando las preferencias varias, practicando el "<lo que
recibo vale la pena, me basta>". Esta actitud encierra el milagro de la transformación de la
escasez en abundancia.
Recuerdo como después de mi comunión me enamoré de una frase que solía ser una
imagen del mar que decía: "El amor es algo más que un afecto, lo abarca todo. No se
necesita más, porque ya está todo y depende de si es suficiente. Vivir con lo que hay puede
estar bien, saborear un estado es dejar la lucha de querer algo diferente y estar con la
realidad tal y como es. Aceptar la frustración de lo que me gustaría y no sin dramatizar y sin
decirme que no es para tanto y que es otra cosa que pasa en la vida. Ser real, sin pelearme
con lo que me pasa y lo que me viene, sin hacer nada con ello. Risas, lágrimas, lo
agradable, lo desagradable, lo dulce, lo amargo... y trato de vivirlo como es y no pasa nada.
Como un acuerdo con lo que viene de momento, toca esto, pues toca (hay de todo para
todos), sin inventar nada al respecto para no engañarme ni engañar. No querer cambiar la
realidad ha supuesto aceptar cosas que no han sido fáciles, un viaje a mis infiernos más
profundos (mis trampas), un viaje al interior Reconocer la propia necesidad No es necesario
dar muchas explicaciones, justificarla o defenderla, sino simplemente reconocer la propia
necesidad, como forma de salir de la sensación de carencia e identificarse con ella.
La carencia es algo que queda al descubierto, y nada más, lo negativo es quedarse fijo en
ser eso. La necesidad es algo mío en este proceso vital que estoy viviendo: ahora tengo
necesidad de descanso, ahora de afecto, ahora de lo que sea. Y cuando llego a vivir eso
como algo real, a intentar satisfacerme sin culpa ni infravaloración, ya no hay problema.
Satisfago lo que puedo, soporto la fracción de lo que no puedo, y eso forma parte del juego
de la vida, y está bien. No me falta, me falta...
Redimensionar el ideal de uno mismo A qué aspiras, reconocer tu trampa, tener claro que la
imposibilidad de alcanzar el ideal no es más que una forma de sentirse siempre insatisfecho
y pequeño. Del mismo modo, madurar y alimentar el sentimiento de amor propio lleva a la
compasión y a admitir que hay, como en todos, una parte sana de la que sacar fuerzas y
alimentarse. Por eso, el trabajo sobre uno mismo debe vivirse como un proceso de toma de
conciencia, y no como un martirio hacia la santidad. Reconocer el orgullo, como un
movimiento defensivo, la otra cara de la moneda de la envidia. La conservación E4 no
siempre es consciente de su propia envidia, ya que reconocerla le causa dolor y le lleva a
un mayor rechazo de sí mismo. Pero, incluso cuando la admite, a menudo trata de ocultar la
evidencia, porque teme que el otro asocie la escualidez de ese sentimiento con la totalidad
de la persona, haciendo una especie de equivalencia entre la envidia y quien la siente, que
es exactamente la identificación que la conservación E4 hace de sí misma: al sentir algo
reprobable, se siente reprobable. Es igualmente básico cultivar una sana humildad,
disociándola del sentimiento de carencia e inutilidad.
Sentir el derecho a la vida y al propio espacio Uno ya es una persona digna, no tiene que
trabajar tanto para ganarse la vida. Atribuir valor al sentimiento de gratitud. La gratitud es
una forma temprana de aprender a amar, una especie de preludio del amor. En su hambre
compulsiva de afecto y reconocimiento, este personaje es a menudo incapaz de detenerse
el tiempo suficiente para apreciar lo que recibe, pero cuando uno es capaz de hacer esta
transición entonces siente un fuerte sentimiento de gratitud que le hace ser leal, fiel y sentir
con fuerza el alimento que conlleva. Saborear lo que se recibe reduce el sentimiento de
frustración, la sensación de especialización negativa, y fomenta el vivir en igualdad de
condiciones con otras personas. Da gracias por lo que tienes, agradece a los demás, a ti
mismo a los míos, a la Vida
Gracias, valorar lo que tengo, eso es real. Lo que no tengo o me falta no existe, es una
locura. Dejar de tratarme mal y cuidarme. No necesito tanto como creo y cuando necesito
intento dármelo si puedo y si no puedo legitimo mi necesidad sin censura, todo el mundo
tiene necesidades. No exijo ser lo que no soy, no soy perfecta, soy humana con virtudes y
defectos y todo me pasa en esta vida.
Experimentar nuevas formas de amor, desvinculadas del dolor Amar a través de pequeños
gestos no heroicos que no impliquen grandes pruebas. Alegrarse de los éxitos y
capacidades del otro. Desear el bien del otro, amar al otro incluso en el silencio del propio
corazón, sin recurrir necesariamente a expresiones verbales o comportamientos
manifiestos. Esforzarse por la espontaneidad, por la naturalidad. Sin hacer del objetivo una
lucha, intentar estar en el aquí y ahora, abandonando cierta rigidez (física y mental). Una
forma de empezar podría ser prestar atención a la relajación del cuerpo, permitirse decir
cosas sencillas, arriesgarse a ser banal, decir simplemente lo que se piensa, sin pasar cada
palabra por el escrutinio del juez interior.
Me ayuda a prestar atención al esfuerzo. ¿Por qué me esfuerzo? Y pararlo cuando sea
compulsivo y carezca de sentido. No empujar el río y creer en esa frase: "No te esfuerces
tanto, los mejores llegan cuando menos te lo esperas". Y la verdad es que la vida me lo ha
demostrado.
Diferencias, comparación, diferente, especial. Una vez tuve una visión preciosa: un valle
lleno de amapolas, todas diferentes (color, tamaño, forma) y a la vez iguales. No eran ni
mejores ni peores, eran bellas y necesarias. Cada una su belleza particular y al mismo
tiempo la belleza del conjunto.
Confiar en lo que pasa Las cosas simplemente pasan, no soy yo quien tiene que
comprometerse o esforzarse para contribuir. Cultivar la confianza en uno mismo, en lo que
uno siente, experimenta, sin juzgar, dándose crédito, como paso para empezar a quererse,
a valorarse. Desarrollar la confianza en uno mismo y en el mundo exterior es un paso de
suma importancia en el camino de crecimiento de la conservación de E4, ya que el núcleo
de este personaje consiste en el abandono materno debido a su supuesta falta de amor.
Para sobrevivir a este dolor atroz, lo que parece necesario es "cerrar el corazón, congelarlo"
para que el canal afectivo quede bloqueado.
Creo que la cosa está, al menos para mí, en estar vivo sin el "muy". Sin tener que
intensificar mis movimientos o exagerarlos para sentirlos, porque con la suavidad también
puedo disfrutarlo y es más real. Estar atento al límite donde me paso, sin ir cada vez más
lejos. Eso es producto de la represión, la censura y la culpa. "Un volcán reprimido durante
tantos años". Endulzar mis movimientos me ha ayudado, y también no culparme por mi
necesidad. Si niego ser quien soy, es peor, entonces el volcán explota, así que es mejor
dosificar esa energía. Bailar me ayuda mucho y lo necesito de verdad. Para mí es una
buena terapia bailar mis emociones (que tanto me atrapan), así las vivo, pasan y no me
engancho. Si niego mi volcán se enfada y va mal, si niego mi fuego me quema. Mejor será
el calor que abre así mi corazón y lo siento dulce por dentro y así sale delicado y suave y no
brusco y áspero. A veces me he sentido distribuidor de calor y me ha gustado regalarlo.
Siento que me gusta ocuparme de dar calor a las personas que quiero y mejor desde lo
suave y ligero, así no invado.
El trabajo corporal le va muy bien a ese eneatipo, también le gusta y le resulta fácil
expresarse con el cuerpo.
Que se fije en lo bueno que tiene porque lo malo es fácil en su juego. Se topa con la
dificultad de encontrar lo bueno y aparecen la culpa y la vergüenza. En este momento se
puede producir un clic importante, como yo. para que se diga a sí mismo: "Soy yo el que no
cree en mí".
Para meditar Deja de pensar, dedícate, obsérvate y cultiva un espacio neutro, también útil
para practicar la ecuanimidad.
Cuando medito, y eso me ayuda a abrir los circuitos, puedo percibir mejor la belleza
existente. Si no medito, se produce un automatismo que pone el dolor del mundo en primer
plano con demasiada insistencia. Con la meditación calmo la intensidad y la acción
compulsiva, debido a una cierta percepción de que no hay tantas cosas que arreglar. Se
hace algo como lo esencial, dentro y fuera de mí.
No me queda más remedio que tomar a la mariposa como modelo, como referencia de lo
que es útil en el cambio, para mí. Yo, que tengo tanta capacidad de movimiento y acción, y
que además lo necesito para estar bien, para quitarme carga, para que la intensidad no se
vuelva contra mí como un volcán que no entra en erupción, que no explota. Ahora creo que
la salida es quitarme la culpa de eso, permitírmelo en su medida. El vendaval es lo que es
hasta que se consume y pasa, así es mi actividad y mi movimiento. ¿Qué hay de malo en
dejarse llevar? Lo único malo para mí es retroalimentarlo artificialmente en el tenaz intento
de conseguir algo que no sea la finalidad intrínseca de ese movimiento, que no es otra que
dejarme ser. Esa es la creatividad en la que creo. La mariposa vuela sólo por volar (al
menos la mía), y en eso crea la belleza que vemos. Cuando libero mi movimiento o mi
intensidad de la culpa, los hago ligeros, es decir, libres de pesadez, primero para mí y al
mismo tiempo para los demás. Me pregunto mientras lo escribo si la intensidad puede ser
ligera. No sé otros rasgos de carácter, para mí, desde luego, quitar la culpa es aligerarla,
permitirla, dejarla pasar, respirarla, conocerla, observarla sin censura, para poder también
pedirle que pase y se calme. Creo que en términos de energía, todo se trastocó con la
contención de la primera e inocente espontaneidad. No recuerdo que mi deseo fuera
hiperdeseo, que mis sentimientos fueran exagerados, que estuviera excesivamente
excitada. Lo que sí recuerdo es que mi visión del mundo o lo que imaginaba tenía colores,
mucho más color las consideraciones sobre la realidad que me devolvían los mayores.
También había un elemento de risa y disfrute que provenía de mi vitalidad, era alegre.
Practica la ecuanimidad Cultiva la ecuanimidad, conténtate con lo que eres y con lo que
tienes, renuncia al esfuerzo, ríndete y entrégate con honestidad y confianza a la vida.
SX4
LA PASIÓN EN LA ESFERA DEL INSTINTO: CÓMO FUNCIONA LA ENVIDIA EN LO
SEXUAL POR CRISTINA NADAL, JUAN LEÓN Y COLABORADORES
La pasión envidiosa, en el subtipo sexual, adquiere el carácter de una pasión por reclamar
lo que se siente perdido; un reclamo que es un grito furioso contra quienes tienen talentos,
cualidades, objetos y reconocimientos, que las personas que se reconocen en este carácter
sienten que es su derecho tener. La existencia del E4 sexual se caracteriza por un drama
constante, como un enamorado que se desespera por haber perdido a su amor y sólo
puede odiar a quien tanto daño le hizo.
Este sufrimiento pasional por haber sido abandonado es lo que vivió el bebé con su madre:
la "bruja que lo dejó solo y sin nada". Todas las energías se invierten en la búsqueda de ese
amor perdido.
Es muy probable que el bebé E4 sexual sea portador de un alto nivel de energía. Son bebés
que lloran más, se hacen notar más, son más vivaces y molestos que los otros subtipos
envidiosos.
Soy el séptimo de siete hermanos junto con una hermana gemela (E4 social), en las
historias familiares siempre cuentan lo llorón que era yo. Era un bebé inquieto, me
despertaba por las noches quejándome, al contrario que mi hermana que apenas se le
notaba. JUAN LEON
En lugar de deprimirse pronto, ante la frustración de no ver satisfechas sus necesidades por
la madre, el E4 sexual invierte más energía en reclamar el alimento emocional que necesita.
En este trance, es muy posible que este bebé muerda el pezón de la madre (en sentido
figurado o real) y sea reprendido por ello. Ante una madre desinteresada y afectivamente
ausente, consigue llamar la atención, aunque sea en forma de recriminación
Por un lado, como todos los bebés que, como tales, permanecen indiferenciados del
mundo, identifica la fuente del disgusto (en este caso, la falta afectiva de la madre) como
procedente de sí mismo. Por otra parte, el E4 sexual suscita el odio de la madre y él se lo
traga, odiándose a sí mismo. Identificado con la madre y tan necesitado de ella, el bebé la
incorpora engulléndola y comienza a identificarse con una valoración interna de verse a sí
mismo como un monstruo, malo o inadecuado. Normalmente, las madres E4 sexuales son
personas muy emocionales y al mismo tiempo inestables, a menudo repentinamente
distantes o humillantes. Esta ambivalencia hace que la chica o el chico sean incapaces de
prever sus reacciones y vivan en una constante sensación de abandono, sin poder darle un
sentido; tienen una vivencia de injusticia por sentirse maltratados, sin poder asociar este
comportamiento con algún hecho objetivo de la realidad. A veces, este sentimiento de
injusticia se basa en la diferencia de trato de la madre con respecto a otros niños. Hay
muchos relatos sobre haber experimentado una diferencia en la actitud de la madre con los
hermanos, o sentirse menospreciada con respecto a otro hermano enfermo o problemático.
Podemos decir que el E4 sexual siente conocido un paraíso que le ha sido cruelmente
arrebatado
WTodo esto ocurre mientras el bebé va configurando, poco a poco, la integración de la
función materna en sí mismo, que está distorsionada. El E4 sexual pasa a las siguientes
etapas de crecimiento y maduración ya dañado o y fijado en su neurosis. Como en todos los
subtipos, este patrón fijo se reproduce en todas las fases del desarrollo y se interpone en su
diálogo con el mundo. Lo específico del subtipo sexual es que no vuelve toda la hostilidad
contra sí mismo, sino que también la proyecta hacia fuera, hacia los demás.
Veamos el siguiente testimonio que ejemplifica varios de los aspectos que se desarrollan a
continuación y en otros puntos del capítulo:
Me avergüenzo de ser tan despótica e inquisidora conmigo misma, queriéndome tan poco,
despreciándome, negándome el amor (el que puedo darme y el que puedo recibir de fuera),
para luego arrastrarme y pedirlo a diestro y siniestro de forma encubierta, nada clara. No lo
pido ni lo explicito, porque eso me compromete. Entonces, exijo ese amor y esa atención
(me muero por conseguirlo) y, si no lo consigo (que es probable al no exponerlo
abiertamente), desato mi odio y mi venganza (todo antes de sentir dolor, vacío, soledad.) ),
apunto, disparo y, si puedo, mato. Afino mi estilo. Se puede ir a matar de muchas maneras y
yo tengo estilo, no mato de cualquier manera, ¿qué mérito tiene eso? Puedo ser una zorra
con un simple levantamiento de cejas, puedo descargar toda mi rabia y odio con el más
mínimo gesto. Y aquí sí, me siento poderosa, indestructible, absolutamente sexual, porque
seré mala, ¡pero qué buena soy siendo mala! En otra cosa no, pero en el desprecio (tanto
hacia fuera como hacia dentro), soy buena. Y eso me excita, me calienta, me hace trabajar,
me suelta la melena. Aquí sí creo en mí
La estrategia para conseguir algo de amor, aunque fuera un sucedáneo, ha pasado por la
decisión temprana e inconsciente de reclamarlo abiertamente de forma intensa y airada.
Afirmaciones como:
Esta pasión por la intensidad va a marcar el voltaje con el que el E4 sexual se va a manejar
en su vida -por debajo del cual todo le parecerá descafeinado y demasiado opaco y le
mantendrá alejado de su equilibrio hipertrofiando sus emociones, que, a su vez, el tiempo,
agrandarán su fondo carencial.
competitividad
La pasión dominante es la competitividad, de forma odiosa, como deseo de superioridad
ligado a un nivel instintivo. Es probable que, a medida que se desarrollan aprendiendo a
frustrar sus necesidades y a solucionar la frustración, lo compensen gestionando
componentes hostiles de la pulsión agresiva, como la rabia. También puede ser que éste
sea el origen de su sed de venganza, justificada por un sentimiento de justicia. Todo esto
tiene que ver con la vivencia de un desamor original, que proviene de la herida infantil del
amor materno. Una mujer de este subtipo declara:
Con la competitividad aprendí a medir el afecto en un ambiente familiar que no era tibio, y
fuera de casa era la mejor arma para combatir la vergüenza. Competí con mi madre,
creyendo que era la única que entendía a papá, y así tapé la envidia que me daba, que, a
pesar de muchos defectos que tenía, siempre me pareció muy sensual y el buen rollo
sexual que tenía con ella se notaba con mi padre
erotismo y sexualidad
Seducir y atrapar a través del sexo será una buena arma para ganarse a los demás, para
vencerlos. Las siguientes afirmaciones pueden ser un ejemplo:
A los hombres, hasta los treinta años, me los llevaba a la cama para quitarles su poder.
En la adolescencia me dediqué a ligar con los chicos de moda, para Demostrarles que
realmente son una mierda
Y, al mismo tiempo, con erotismo y seducción comprarles el amor: "Conmigo vas a disfrutar
mucho en la cama".
Mantienen la loca idea de que si se entregan sexualmente, les van a querer. Y es una
buena manera de apaciguar la experiencia de carencia y enmascarar el autoaplastamiento y
la desvalorización interna. La siguiente afirmación refleja la motivación original del
predominio sexual en el deseo de fusión con la madre:
A través de lo sexual, reconozco una búsqueda de fusión, en la que, en ese estar revestido,
está el elemento de búsqueda de la madre, aunque sea a través de un hombre.
El erotismo y la sexualidad también sirven para alcanzar otros aspectos valorados, como el
reconocimiento:
Entonces mi cuerpo me servía para presumir, no para engordar y vestirme a la última moda.
En el sexo buscaba algo estético, etéreo, que me impidiera disfrutar. De mayor, follaba para
ser la más moderna de la universidad. El acto en sí, creo que en el fondo, me parecía
vulgar. ANNIE CHEVREUX
En la medida en que es incapaz de hacer desaparecer la envidia que siente, mantiene una
enorme tensión entre el doloroso sentimiento de no tener ni ser lo que envidia y la fantasía
de un paraíso perdido. Junto a esta tensión, mantiene la esperanza de convertirse en el
objeto envidiado. Puede entregarse a esta búsqueda de forma muy voraz. En las pocas
ocasiones en que consigue lo que envidia, más tarde lo transforma en desprecio. Como el
resto de los subtipos envidiosos, no puede valorar lo que consigue ya que nada del exterior
puede satisfacer la carencia original de amor maternal
intenté ser la persona que envidiaba ser con todas mis fuerzas, muy orientado a la imagen,
frívolo, desprecio por lo cotidiano, sentirme especial, hábil para herir a los demás con la
palabra, especialmente a mi pareja de entonces. JUAN LEON
He descubierto que esta actitud es típica del carácter oral. Le pregunté si creía que el
mundo le debía un sustento. No dudó en responder "sí". Es imposible argumentar en contra
de una idea así, ya que transmite un sentimiento interno de aprobación. El individuo que
adopta esta actitud actúa como si creyera que le han arrebatado su derecho de nacimiento
y se pasa la vida intentando recuperar su herencia".
Lo que hacemos es intentar apropiarnos de lo que nos falta, tenemos que cogerlo porque el
mundo te lo debe, y si no lo coges, eres tonto. Si no lo conseguimos, o competimos o le
cortamos la cabeza a todo el mundo y no será de nadie.
En el párrafo anterior se plasman al menos tres creencias distorsionadas (de las que
hablaremos en detalle más adelante): la primera es que el mundo me debe lo que me falta.
El subtipo "sexual" se identifica con la carencia pero se enfada por tenerla y la niega
mediante el orgullo y la arrogancia. Le deben lo que le falta y se enfada porque no se lo
dan. La siguiente idea loca es que tiene que tomar lo que el mundo le debe "y si no lo tomas
eres un tonto". Además de proporcionar la sensación de estar preparado, retroalimenta la
mala imagen, la experiencia de ser un monstruo. Hay cierta mala conciencia ante el robo,
que se esconde tras la ira y el resentimiento.
Irresponsabilidad
Muchos E4 sexuales relatan en sus autobiografías momentos en los que se han depositado
en el otro, generalmente en la pareja. Allí buscan completarse a través de actitudes
fusionales y dependientes. Refiriéndose al inicio de su relación, un E4 sexual relata:
En la necesidad neurótica de exigir que se les devuelva lo que perdieron o lo que les falta,
verificamos que es común en este subtipo huir de las dificultades. Aunque vivan solos y
tengan éxito en su trabajo, su actitud íntima es seguir huyendo. Varios pudieron afirmar y
confirmar este testimonio:
Mi vida fue trazada huyendo de las dificultades, ese era mi motor, no soportaba la
responsabilidad de la vida y me iba a buscar personas y lugares que reprodujeran lo
maternal. JUAN LEÓN
O bueno:
Aprovechaba cualquier excusa para tirarme a la calle, necesitaba mucho a la gente, había
mucho ruido superficial en mi mente, cambiaba constantemente de trabajo, me dedicaba a
trabajos que no me gustaban, cambiaba de ciudad con facilidad, intentaba alejarme de mi
familia. Tenía mucho miedo a mi cuerpo, a la sensación de mi propio cuerpo; una sensación
de inquietud permanente, de mirar siempre hacia otro lado. JUAN LEÓN
Como hemos visto, los sujetos de este subtipo exigen al mundo y a quienes les rodean una
compensación por ser o sentirse carentes, lo que viven como un agravio y lo utilizan como
arma para manipular. La falsa carencia es la visión distorsionada (fijación) de uno mismo,
proyectada sobre el otro y sobre el mundo (nadie ni nada puede llenarme). Para el E4, la
carencia no es una experiencia afectiva específica asociada a un acontecimiento concreto
de abandono o privación, sino que es una condición existencial de ser el abandonado, el
privado, el injustamente discriminado; en el subtipo sexual, esta distorsión cognitiva asume
el significado de tener todo el derecho a acusar al otro por esta carencia y pretender que el
otro sea como él quiere. El hecho de que alguien no te diera lo que necesitabas en tu
infancia no es falso, pero el problema es interpretar cualquier acontecimiento como un
abandono o un acto injusto, sintiéndote con derecho a destruir al culpable y acusando al
mundo de no ser comprensivo. . El impulso de destruir lo envidiado es típico de la envidia, y
el E4 sexual es el que más claramente lo ejecuta. Su impulso destructivo se basa en la loca
idea de que si el otro no tuviera lo que él envidia, la envidia desaparecería. Obviamente no
es así, porque la envidia es una actitud basada en la también descabellada suposición de
que lo bueno está fuera de uno. Destruir lo que se envidia no impide seguir envidiando y
contribuye a aumentar la experiencia de ser un monstruo.
Como sabemos, la fijación se basa en creencias distorsionadas sobre uno mismo, el otro y
la vida, "ideas locas" que están fuera de contexto o de la realidad. Describiremos aquí
algunas de ellas, en los diferentes ámbitos psíquicos y relacionales.
Comparten con el otro E4 la loca idea de "o soy el mejor o soy una mierda", y como muchas
otras personas son mejores en diferentes cosas, a menudo se sienten "una mierda". Como
en todas las relaciones competitivas, están convencidos de que lo bueno es pequeño,
limitado, y que no hay para todos. Por lo tanto, experimentan la idea de que "si otro lo tiene,
yo no puedo tenerlo". El "pastel" es sólo para unos pocos, si hay otros no pueden estar y
creen que por sus cualidades o capacidades no pueden estar entre "<los elegidos>". Así, la
adhesión y la alianza con el otro sirven para conseguir un trozo de tarta. Sin embargo, esto
ni siquiera se lo declara a sí mismo, o sólo muy secretamente. Es muy difícil reconocer el
deseo de privilegio (fama, riqueza o poder) que supuestamente es para unos pocos. En
general, se cuidan de que no se note, incluso pueden despreciar a quienes no ocultan ese
deseo y se enorgullecen de no tener o mostrar esas necesidades que pueden considerarse
vulgares. Derivan de la energía competitiva en ser el centro de atención y en acaparar la
atención de los demás con expresiones histriónicas, graciosas y dramáticas.
Comenta una participante de un grupo terapéutico en el que todos menos ella eran
psicoterapeutas:
Por alguna razón especial tenía que hacerme notar. Como no podía competir en su campo,
jugaba a ser la más enferma, la más loca del lugar. Y ¡cuidado si alguien, de buena fe, se
acercaba y me daba ánimos! ¡Sus consejos y su ayuda podían ser salvadores!
Este subtipo también tiene la loca idea de que mostrar inseguridad te hace indigno. Y la
inseguridad se esconde con la agresividad. La percepción de ser la única persona auténtica
en la habitación es típica de todos los odiadores, y el E4 sexual la utiliza para despreciar a
los demás de forma más explícita. Reconocerse intrínsecamente igual al resto y con los
mismos derechos que los demás es una experiencia profundamente sanadora.
Miedos y proyección Muchos expresan miedo a competir. Al igual que la envidia se esconde
bajo actitudes despectivas y orgullosas, atacar al otro será la mejor manera de no reconocer
la competitividad. Cuando ganar no es fácil, retirarse con una actitud despectiva o airada es
la mejor opción, aunque aumente el sentimiento de amargura. A este miedo se suma el del
propio odio, el de la propia furia que ciega y que aporta poder pero también implica
desestabilización psíquica y malestar interior. Una forma de manejar este miedo es aislarse
con la experiencia de ser totalmente incomprendido y establecer alianzas que los apoyen.
Desde el no reconocimiento de la competitividad de forma abierta, se afirma un odio E4:
Siempre he vivido la necesidad de señalar los defectos del otro más como una forma de
igualarme que como una necesidad de estar por encima. JUAN LEÓN
venganza y lucha
Con la loca idea de "o me vengo o soy tonto", alimentan una venganza alimentada por
fantasías y resentimientos que llevan a cabo consciente e impunemente, convencidos de
que responden a una afrenta. <<Si me la haces, te la hago más gorda y así me pongo por
encima de ti>>. "Si no estoy por encima de ti, soy una mierda". La venganza también puede
ser automática. <<Cuando hago mierda a alguien, rastreando, casi siempre encuentro una
afrenta a la que estoy respondiendo". Como hemos visto, parece que todos los individuos
de este subtipo coinciden ya en sentir celos con gran intensidad. Varios de ellos llegan a
montar escenas histriónicas y otros tratan de ocultarlas. Declaraciones como ésta no son
extrañas:
Siempre he sido muy celoso, en primer lugar, de mi hermano pequeño. Recuerdo que
cuando mi padre le pegaba yo sentía como si me pegara a mí. Es como si quisiera estar en
su lugar, que mi padre me pegara; si lo hacía, al menos me veía.
"Luchar siempre es mucho mejor que la indiferencia". Esta última se vive como el peor de
los castigos. La pelea es una forma de relación, es una forma de ser tenido en cuenta
aunque sea siendo odiado. En la relación con el otro se juega también el odio a uno mismo
y el rechazo de la propia impotencia.
Necesito saber que estoy en igualdad de condiciones con la autoridad, pongo a prueba a la
humanidad y si no responde como creo que debería, le corto la cabeza, sobre todo con
desprecio, hablando mal de ella, poniéndome por encima de ella y, sobre todo, no
necesitándola. En absoluto. JUAN LEÓN
Algunos no declaran abiertamente que reconocen la autoridad de otro: "Me molesta que
pueda pensar que quiero beneficiarme de su contacto". En general, ante las pocas figuras
de autoridad que reconocen, se vuelven sumisos y serviciales y se mueven con un alto
grado de fidelidad y lealtad. En estas situaciones son capaces de desplegar una gran
capacidad de entrega y colaboración genuinas.
Puede darse el caso de que, si consiguen ser tratados de forma especial por una autoridad
reconocida, se sientan preferidos y compitan con el resto, se hinchan narcisistamente a
sentirse superiores, proyectando su propia hostilidad sobre los demás. Acusan a los demás
de ir contra ellos aunque utilicen la preferencia de la autoridad para sentirse ganadores.
Idealizan a quien suponen que puede salvarles de lo monstruosos que se sienten y que les
dará la intensidad que buscan. Como en otros subtipos, también idealizan a quienes creen
que les pueden aportar valores que sienten que necesitan incorporar, de forma parasitaria.
"Si tienes algo, tienes que dármelo".
herramientas de manipulación
Tienen mucha capacidad para la lucha verbal. Son muy elocuentes y agudos, cuando les
interesa saben dónde herir al otro. Ejerciendo esta habilidad pretenden obtener lo que
quieren del otro. Si esto no produce el efecto deseado, pueden pasar a la agresión física o
romper objetos en presencia del otro. El objetivo es someterlo asustándolo: tener al otro
asustado por mis crisis rabiosas e histriónicas es una forma de someterlo.
Muchos cuentan que pierden la visión del mundo cuando se enfadan, ven borroso o todo se
vuelve rojo, aunque saben perfectamente el valor de lo que van a romper y pueden ser
selectivos: no romperán el jarrón chino de quinientos años, a no ser que con ello puedan
hacer más daño al otro.
Si todo lo anterior no funciona, o no les asusta lo suficiente, pueden pasar a amenazas de
autolesión como "me voy a matar", "me voy a tirar por la ventana" o "me voy a morir de
hambre". A veces incluso cometen intentos de suicidio y se autolesionan.
Muchas veces me han dicho que doy miedo, que mis reacciones asustan, que tengo una
gran fuerza y domino emocionalmente cualquier situación. Y es cierto, hay una gama infinita
de recursos para salirme con la mía, pero cuando lo consigo lo que viene después es un
sentimiento de culpa que me mata, no disfruto perdiendo, no disfruto ganando. La batalla
siempre está perdida.
Esta es una de sus grandes discapacidades, porque al ser competitivos nunca encuentran
el bienestar. No pueden estar tranquilos ni perdiendo ni ganando. La serenidad consigo
mismos es muy difícil, intentan huir de la experiencia interna de ser monstruos y no pueden
asumir sus deseos ya que están enredados en protestar por la falta y destruir el bienestar
del otro. Precisamente creer que carecen les devuelve la energía de la lucha, la posibilidad
de existir y sentirse vivos. La catarsis emocional calma durante un breve periodo de tiempo
y se busca porque aporta intensidad. Como la satisfacción no es posible para el envidioso,
ya que la satisfacción es su forma de curación, este subtipo utiliza el arrebato para
descargar la amargura y la rabia que dicha insatisfacción le produce. La falsa identidad se
basa en la falsa carencia que le permite sentir que tiene todas las razones para reclamar y
pedir, para estar en el centro del mundo. La loca idea de que si no reclamo, nadie me hace
caso sostiene la envidia y la competencia.
Devaluador
La devaluación está presente en el repertorio de mecanismos de defensa de este eneatipo
en todos los subtipos. La diferencia en el sexual es que tiende más a la proyección, a
desvalorizar al otro y a culparle abiertamente de sus carencias y defectos. En el eneagrama
no hay nadie más devaluador que el Cuatro sexual. Otros eneatipos también desvalorizan,
pero es en el estilo en lo que difiere el competitivo; Es el recortador de cabeza por
excelencia para parecer comparativamente más alto. Desvalorizar al otro menospreciándolo
y culpabilizándolo como forma de no estar en contacto permanente con su propia sensación
de inutilidad interna.
Irresponsabilidad
Muchos E4 sexuales relatan en sus autobiografías momentos en los que se han depositado
en el otro, generalmente en la pareja. Allí buscan completarse a través de actitudes
fusionales y dependientes. Refiriéndose al inicio de su relación, un E4 sexual relata:
En la necesidad neurótica de exigir que se les devuelva lo que perdieron o lo que les falta,
comprobamos que es común en este subtipo huir de las dificultades. Aunque vivan solos y
tengan éxito en su trabajo, su actitud íntima es seguir huyendo. Varios pudieron afirmar y
confirmar este testimonio:
Mi vida fue trazada huyendo de las dificultades, ese era mi motor, no soportaba la
responsabilidad de la vida y me iba a buscar personas y lugares que reprodujeran lo
maternal. JUAN LEÓN
O bueno:
Aprovechaba cualquier excusa para echarme a la calle, necesitaba mucho a la gente, había
mucho ruido superficial en mi mente, cambiaba constantemente de trabajo, me dedicaba a
trabajos que no me gustaban, cambiaba de ciudad con facilidad, intentaba alejarme de mi
familia. Tenía mucho miedo a mi cuerpo, a la sensación de mi propio cuerpo; una sensación
de inquietud permanente, de mirar siempre hacia otro lado. JUAN LEÓN
Como hemos visto, los sujetos de este subtipo exigen al mundo y a quienes les rodean una
compensación por ser o sentirse carentes, lo que viven como un agravio y lo utilizan como
arma para manipular. La falsa carencia es la visión distorsionada (fijación) de uno mismo,
proyectada sobre el otro y sobre el mundo (nadie ni nada puede llenarme). Para el E4, la
carencia no es una experiencia afectiva específica asociada a un acontecimiento concreto
de abandono o privación, sino que es una condición existencial de ser el abandonado, el
privado, el injustamente discriminado; en el subtipo sexual, esta distorsión cognitiva asume
el significado de tener todo el derecho a acusar al otro por esta carencia y pretender que el
otro sea como él quiere. El hecho de que alguien no te diera lo que necesitabas en tu
infancia no es falso, pero el problema es interpretar cualquier acontecimiento como un
abandono o un acto injusto, sintiéndote con derecho a destruir al culpable y acusando al
mundo de no ser comprensivo. . El impulso de destruir lo envidiado es típico de la envidia, y
el E4 sexual es el que más claramente lo ejecuta. Su impulso destructivo se basa en la loca
idea de que si el otro no tuviera lo que él envidia, la envidia desaparecería. Obviamente no
es así, porque la envidia es una actitud basada en la también descabellada suposición de
que lo bueno está fuera de uno. Destruir lo que se envidia no impide seguir envidiando y
contribuye a aumentar la experiencia de ser un monstruo.
Como sabemos, la fijación se basa en creencias distorsionadas sobre uno mismo, el otro y
la vida, "ideas locas" que están fuera de contexto o de la realidad. Describiremos aquí
algunas de ellas, en los diferentes ámbitos psíquicos y relacionales.
Comparten con el otro E4 la loca idea de "o soy el mejor o soy una mierda", y como muchas
otras personas son mejores en diferentes cosas, a menudo se sienten "una mierda". Como
en todas las relaciones competitivas, están convencidos de que lo bueno es pequeño,
limitado, y que no hay para todos. Por lo tanto, experimentan la idea de que "si otro lo tiene,
yo no puedo tenerlo". El "pastel" es sólo para unos pocos, si hay otros no pueden estar y
creen que por sus cualidades o capacidades no pueden estar entre "<los elegidos>". Así, la
adhesión y la alianza con el otro sirven para conseguir un trozo de tarta. Sin embargo, esto
ni siquiera se lo declara a sí mismo, o sólo muy secretamente. Es muy difícil reconocer el
deseo de privilegio (fama, riqueza o poder) que supuestamente es para unos pocos. En
general, se cuidan de que no se note, incluso pueden despreciar a quienes no ocultan ese
deseo y se enorgullecen de no tener o mostrar esas necesidades que pueden considerarse
vulgares. Derivan de la energía competitiva en ser el centro de atención y en acaparar la
atención de los demás con expresiones histriónicas, graciosas y dramáticas.
Comenta una participante de un grupo terapéutico en el que todos menos ella eran
psicoterapeutas:
Por alguna razón especial tenía que hacerme notar. Como no podía competir en su campo,
jugaba a ser la más enferma, la más loca del lugar. Y ¡cuidado si alguien, de buena fe, se
acercaba y me daba ánimos! ¡Sus consejos y su ayuda podían ser salvadores!
Este subtipo también tiene la loca idea de que mostrar inseguridad te hace indigno. Y la
inseguridad se esconde con la agresividad. La percepción de ser la única persona auténtica
en la habitación es típica de todos los odiadores, y el E4 sexual la utiliza para despreciar a
los demás de forma más explícita. Reconocerse intrínsecamente igual al resto y con los
mismos derechos que los demás es una experiencia profundamente sanadora.
Miedos y proyección Muchos expresan miedo a competir. Al igual que la envidia se oculta
bajo actitudes despectivas y orgullosas, atacar al otro será la mejor manera de no reconocer
la competitividad. Cuando ganar no es fácil, replegarse con una actitud despectiva o de
enfado es la mejor opción, aunque aumente el sentimiento de amargura. A este miedo se
suma el del propio odio, el de la propia furia que ciega y que aporta poder pero también
implica desestabilización psíquica y malestar interior. Una forma de manejar este miedo es
aislarse con la experiencia de ser totalmente incomprendido y establecer alianzas que los
apoyen. Desde el no reconocimiento de la competitividad de forma abierta, se afirma un
odio E4:
Siempre he vivido la necesidad de señalar los defectos del otro más como una forma de
igualarme que como una necesidad de estar por encima. JUAN LEÓN
venganza y lucha
Con la idea loca "o me vengo o soy tonto", alimentan una venganza alimentada por
fantasías y resentimientos que llevan a cabo consciente e impunemente, convencidos de
que responden a una afrenta. <<Si me la haces, te la hago más gorda y así me pongo por
encima de ti>>. "Si no estoy por encima de ti, soy una mierda". La venganza también puede
ser automática. <<Cuando hago mierda a alguien, rastreando, casi siempre encuentro una
afrenta a la que estoy respondiendo". Como hemos visto, parece que todos los individuos
de este subtipo coinciden ya en sentir celos con gran intensidad. Varios de ellos llegan a
montar escenas histriónicas y otros tratan de ocultarlas. Declaraciones como ésta no son
extrañas:
Siempre he sido muy celoso, en primer lugar, de mi hermano pequeño. Recuerdo que
cuando mi padre le pegaba yo sentía como si me pegara a mí. Es como si quisiera estar en
su lugar, que mi padre me pegara; si lo hacía, al menos me veía.
Luchar siempre es mucho mejor que la indiferencia". Esta última se vive como el peor de los
castigos. La lucha es una forma de relación, es una forma de ser tenido en cuenta aunque
sea siendo odiado. En la relación con el otro se juega también el odio a sí mismo y el
rechazo de la propia impotencia.
Necesito saber que estoy en igualdad de condiciones con la autoridad, pongo a prueba a la
humanidad y si no responde como yo creo que debería, le corto la cabeza, sobre todo con
desprecio, hablando mal de ella, poniéndome por encima de ella y, sobre todo, no
necesitándola. En absoluto. JUAN LEÓN
Algunos no declaran abiertamente que reconocen la autoridad de otro: "Me molesta que
pueda pensar que quiero beneficiarme de su contacto". En general, ante las pocas figuras
de autoridad que reconocen, se vuelven sumisos y serviciales y se mueven con un alto
grado de fidelidad y lealtad. En estas situaciones son capaces de desplegar una gran
capacidad de entrega y colaboración genuinas.
Puede darse el caso de que, si consiguen ser tratados de forma especial por una autoridad
reconocida, se sientan preferidos y compitan con el resto, se hinchan narcisistamente a
sentirse superiores, proyectando su propia hostilidad sobre los demás. Acusan a los demás
de ir contra ellos aunque utilicen la preferencia de la autoridad para sentirse ganadores.
Idealizan a quien suponen que puede salvarles de lo monstruosos que se sienten y que les
dará la intensidad que buscan. Como en otros subtipos, también idealizan a quienes creen
que les pueden aportar valores que sienten que necesitan incorporar, de forma parasitaria.
"Si tienes algo, tienes que dármelo".
Herramientas de manipulación.
Tienen mucha capacidad para la lucha verbal. Son muy elocuentes y agudos, cuando les
interesa saben dónde herir al otro. Ejerciendo esta habilidad pretenden obtener lo que
quieren del otro. Si esto no produce el efecto deseado, pueden pasar a la agresión física o
romper objetos en presencia del otro. El objetivo es someterlo asustándolo: tener al otro
asustado por mis crisis rabiosas e histriónicas es una forma de someterlo.
Muchos cuentan que pierden la visión del mundo cuando se enfadan, ven borroso o todo se
vuelve rojo, aunque saben perfectamente el valor de lo que van a romper y pueden ser
selectivos: no romperán el jarrón chino de quinientos años, a no ser que con ello puedan
hacer más daño al otro.
Muchas veces me han dicho que doy miedo, que mis reacciones asustan, que tengo una
gran fuerza y domino emocionalmente cualquier situación. Y es cierto, hay una gama infinita
de recursos para salirme con la mía, pero cuando lo consigo lo que viene después es un
sentimiento de culpa que me mata, no disfruto perdiendo, no disfruto ganando. La batalla
siempre está perdida.
Esta es una de sus grandes discapacidades, porque al ser competitivos nunca encuentran
el bienestar. No pueden estar tranquilos ni perdiendo ni ganando. La serenidad consigo
mismos es muy difícil, intentan huir de la experiencia interna de ser monstruos y no pueden
asumir sus deseos ya que están enredados en protestar por la falta y destruir el bienestar
del otro. Precisamente creer que carecen les devuelve la energía de la lucha, la posibilidad
de existir y sentirse vivos. La catarsis emocional calma durante un breve periodo de tiempo
y se busca porque aporta intensidad. Como la satisfacción no es posible para el envidioso,
ya que la satisfacción es su forma de curación, este subtipo utiliza el arrebato para
descargar la amargura y la rabia que dicha insatisfacción le produce. La falsa identidad se
basa en la falsa carencia que le permite sentir que tiene todas las razones para reclamar y
pedir, para estar en el centro del mundo. La loca idea de que si no reclamo, nadie me hace
caso sostiene la envidia y la competencia.
Devaluador
La devaluación está presente en el repertorio de mecanismos de defensa de este eneatipo
en todos los subtipos. La diferencia en el sexual es que tiende más a la proyección, a
desvalorizar al otro y a culparle abiertamente de sus carencias y defectos. En el eneagrama
no hay nadie más devaluador que el Cuatro sexual. Otros eneatipos también desvalorizan,
pero es en el estilo en lo que difiere el competitivo; es el recortador de cabeza por
excelencia para parecer comparativamente más alto. Desvalorizar al otro menospreciándolo
y culpabilizándolo como forma de no estar en contacto permanente con su propio
sentimiento de inutilidad interna.
Irresponsable
Lo que se observa en esta forma de funcionar es la dificultad y poca capacidad para asumir
responsabilidades en los asuntos de la vida. Como hemos visto, el E4 sexual se dedica
incansablemente a hacer que algo o alguien (normalmente la pareja) se ocupe de aquellos
aspectos que no se sienten capaces de sostener o desarrollar por sí mismos, con un
sentimiento de derecho propio difícil de cuestionar razonablemente. Sólo con el trabajo de
introspección entran en contacto con lo que significa responsabilizarse de la propia vida.
Suelen depositar en el otro la necesidad de sustento material o apoyo emocional que les
permite volcar su energía en la creatividad o en mirarse el ombligo como asuntos realmente
más importantes, que les ayudan a perpetuar la sensación de ser especiales. Si ese
sustento no llega, pueden desarrollar el aspecto de ser incomprendidos, muy presente en
este subtipo, justificando arrebatos de mal humor, enfados, groserías, etc. Relacionan
directamente la irresponsabilidad con la queja y la protesta, como forma de reaccionar ante
el hecho de que no se entiende la responsabilidad:
El E4 sexual también presenta tendencias obsesivas, bien hacia una persona que es objeto
de su amor, bien hacia alguna actividad en la que encuentra consuelo, y éstas se convierten
en el único salvavidas y en algo esencial que está ahí fuera para solucionar los problemas
que no afronta por sí mismo, y quizá para controlar una depresión que no ha podido
contener
Aquí llegó mi encuentro con el yoga y el trabajo interior. Me fui a vivir a una comunidad. Fue
una tabla de salvación y me obsesioné, siempre he estado muy obsesionado con las cosas
que me gustan. Siempre ha habido algo en lo que he puesto mi obsesión
Insatisfecho
Todo lo desarrollado anteriormente se basa básicamente en la insatisfacción y la forma de
relacionarse con ella. Aunque este tema se ilustrará en el apartado sobre el amor, nos
gustaría destacar de forma simpática el estilo Gata Flora ("si se lo meten, grita y si se lo
quitan, llora") del que hace gala este subtipo y que muestra su casi insatisfacción.
permanente en todos los ámbitos. Si no le dan, grita, si le dan, no sabe qué hacer con ella y
lo más probable es que la desprecie. La insatisfacción está asociada a la creencia de que
nada ni nadie es suficiente y a la experiencia de un vacío sin fondo
Emocionalmente lábiles
El E4 sexual oscila mucho entre la euforia y la depresión, no hay grises ni matices, se
mueven en los extremos del todo a la nada, siempre o nunca, de hecho son términos
habituales en su vocabulario. Esta tendencia maníaco-depresiva o ciclotímica se encuentra
en varios niveles de gravedad según el sujeto. Podemos leerla desde la pasión por los
extremos que lleva a la persona a identificarse en diferentes momentos con ser el más
maravilloso o el más mierda. Estos sujetos pueden pasar de un estado a otro en periodos
muy cortos de tiempo, ya sea por estímulos externos, circunstancias ambientales, o
internos, relacionados con la fantasía. La labilidad emocional es característica de este
subtipo. Esta red de funcionamiento conduce al modo de vida intenso con el que tanto se
identifican estas personas, y que utilizan como otra forma refinada de no estar en contacto
con la carencia real
Histriónico
Este rasgo hace que a veces sea difícil reconocer al personaje de este subtipo, ya que
puede parecer muy gracioso, divertido y expresivo. Le gusta ocupar el escenario también de
forma teatral y no sólo a través de lo trágico. Cuando se encuentra en esta polaridad, está
sostenido por una grandiosidad que le hace sentirse superior y que todo lo puedo.
Obviamente es una situación temporal que puede terminar rápidamente, porque es muy
susceptible y sensible a cualquier adversidad.
Egoísta
Siempre encuentra una justificación para su gran sufrimiento o dificultad o falta de
posibilidades, es fácil que sea una persona poco disponible a las necesidades del otro.
Utiliza su sufrimiento para no realizar tareas o delegar en el otro cosas que no le gustan o
que requieren esfuerzo. El egoísmo también está en la convicción de que el sufrimiento del
otro nunca es tan importante como el propio
Violento
Ya hemos hablado de la agresividad y la autolesión, aquí queremos destacar el
comportamiento dañino que pueden tener hacia los demás, llegando a la violencia física,
que sobre todo actúa en la relación de pareja o familiar. La violencia se produce de manera
especial cuando no se soporta la frustración o el miedo cuando se siente que se está
perdiendo el control sobre el otro
Extravagante
A los Cuatros Sexuales no les asusta la originalidad y suelen disfrutar sintiéndose
diferentes. Le encanta ser especial, único y original. Y lo consigue. Puede hablar de forma
muy explícita sin ajustarse a los buenos modales, así como vestir de forma llamativa y a
contracorriente. Su deseo de ser peculiar le hace también valiente y aventurero,
minimizando riesgos y peligros.
Inconstante
A pesar de ser personas muy creativas y con talento, a menudo no consiguen llevar a cabo
sus proyectos. El ideal de sí mismos es muy fuerte y suelen ocultar una baja autoestima.
Tienen muchos sueños y aspiran a ocupar lugares especiales y su sed de ser admirados es
tan grande que les resulta difícil soportar el más mínimo fracaso o cualquier obstáculo. La
dificultad para mantener la disciplina y tolerar el camino necesario puede provocar
decepción y sentimientos de incapacidad que de repente se enmascaran con ira o
desvalorización también hacia el exterior.
Celos Los celos se viven con gran intensidad y son motivo de enormes escenas, sobre todo
en la pareja; pero también, aun disimulando más o menos bien, se sienten celosos en
cualquier situación: familiar, laboral, social, de amistad. La constante competencia que les
mantiene vivos les hace valorar en cada situación si les están prefiriendo o eligiendo
respecto a los demás, y si no se sienten elegidos les duele mucho, provocando y
proyectando celos al que se convierte en su contrincante. Pero también es muy astuto,
conoce el terreno, para provocar los celos de los demás
Dominante
En las relaciones, en su impulso por ser visto y por su exigencia y necesidad de que las
cosas sean como él pretende, incapaz de ser ecuánime o sentirse igual, se impone muchas
veces con una modalidad que atropella, abusa, oprime, humilla y rebaja. Aunque ser polar
también puede ser abrumador en su generosidad, cuidado y preocupación por el otro
Vano Comparte con el vecino E3 esta característica, y con la tríada dependiente de la
imagen, en este caso para ocultar su envidia, como si se disfrazara y maquillara intentando
tapar el horror de su atmósfera interna que tanto le avergüenza. Como hemos visto, la
percepción de uno mismo se encuentra en una serie continua de altibajos, y en los
momentos de ascenso le acompaña la vanidad, como la excesiva creencia en sus
capacidades y la atracción que provoca en los demás. Si está de buen humor, cuida mucho
su aspecto (según sus cánones, claro) y le gusta que le reconozcan, aunque los cumplidos
le incomodan un poco porque en el fondo nunca se los cree del todo. Así que puede
manifestarse como arrogante, engreído y soberbio, egocéntrico y con altos puntos de
narcisismo de reina/rey, considerando a los demás como mediocres
Sarcástico
El sarcasmo del E4 sexual es fruto mixto de su amargura y de su ingenio y locuacidad. No
se ríe sanamente de sí mismo ni de la realidad, sino que se burla con ironía mordaz y cruel,
ofendiendo o burlándose. Y tienen mucha habilidad para hacerlo, sólo que, buscando
excesiva atención, ridiculizan, humillan o insultan mediante. En efecto, el origen etimológico
del sarcasmo está ligado a <<morder la carne>> (de la víctima). En su histrionismo, apelan
al humor de forma inteligente, pero maliciosa buscando hacer quedar mal al otro o si ellos
mismos, si ellos mismos también son objeto de su sarcasmo. Sin embargo, este rasgo sirve
a veces como válvula de escape para la ira, para liberarla antes de que se vuelva
incontrolable y peligrosa.
Alegres y parlanchines
Suelen ser personas muy alegres, especialmente en los momentos de euforia dentro de
sus picos maníaco-depresivos. Así como cuando están de bajón son los más dramáticos del
eneagrama, cuando están de subidón se convierten en los más divertidos, agudos y
capaces de reírse de sí mismos y de sus desgracias. Pintorescos a más no poder, pueden
ser habladores y muy locuaces en su intento de centrar la atención del público en ellos. Si
encuentran el campo abonado, no hay quien les pare, e incluso cansan al público, por
supuesto
Seductor
Intensos para lo malo pero también para lo bueno, suelen ser buenos amantes y están bien
predispuestos para el sexo, ya que es algo en lo que se han especializado como arma para
conseguir el amor. Saben disfrutar del sexo y también buscan su propio placer, a diferencia
de los otros subtipos, que pueden conformarse más con dar placer al otro. Pero no se trata
sólo de seducción sexual; el E4 sexual seduce incluso sin darse cuenta. En general, tienen
una fuerte carga erótica que impregna todos sus movimientos -caminar, bailar, comer,
hablar- y saben manejarla bien cuando está dirigida o enfocada. Seducir y rechazar a
menudo se convierte en los E4 Sexuales en la historia de nunca acabar, un círculo sin fin.
Están atentos a lo que les gusta y detectan lo que funciona y lo que no. Es un pavo real que
sólo despliega su hermosa cola cuando hay alguien que, quizás sin saberlo, le ha seducido
previamente. Son buenos observadores, analizan y captan a quien quieren seducir.
Sensibles y artísticos
Cuando dan los últimos pasos para crecer interiormente, pueden alcanzar altos grados de
comprensión y empatía con el otro y también ser expertos en la capacidad de confrontar de
forma abierta y positiva. Poseen una profunda sabiduría emocional que se traduce en una
buena comprensión del ser humano, de su gama emocional y de la disponibilidad para
conectar y ser compasivos. Son muy sensibles y pasan gran parte de su vida inmersos en
paisajes mentales internos, donde se sienten libres para cultivar y analizar sus sentimientos
y por el deseo de manifestar este mundo interior suelen tener un gran interés por las artes y
muchos se convierten en verdaderos artistas en diferentes campos. Tienen la capacidad de
ser muy creativos, gracias a su riqueza emocional, y su fértil imaginación suele traducirse
en trabajos artísticos o en otros campos en los que aportan lo nuevo, lo original. Tienen un
importante sentido estético de la vida, valoran la belleza en todas sus formas, les preocupa
estéticamente la autoexpresión y la autorrevelación en el carácter general de su estilo de
vida. Si son dados al arte pueden ser profundos, peculiares y novedosos. Por el dramatismo
del carácter pueden ser buenos actores. Buscan darle a todo un toque artístico y especial.
Son de las personas que más investigan e indagan en el crecimiento personal. Tienen
interés en encontrar salidas a lo neurótico. Debido a la experiencia de insatisfacción y
problemas relacionales, suelen estar bien predispuestos a las terapias. Cuando encuentran
un vínculo de confianza, respeto y afecto, pueden comprometerse y responder
positivamente al tratamiento
Intelectual Entre los subtipos E4, el sexual es a veces muy intelectualizado. Esto se revela
en sus aspiraciones, su inclinación al conocimiento, al estudio, a la investigación de los
temas más variados, pero sobre todo humanísticos y filosóficos. Les encanta leer y estar
informados y, en muchos casos, están fuertemente implicados en compromisos sociales o
políticos. En su obstinado inconformismo, pasión por la crítica, rebeldía contra el sistema, lo
definen como un revolucionario, aunque los ideales de justicia por los que lucha pueden
estar basados en una percepción muy personalizada de la realidad que remite a su
necesidad. de compensar su sentimiento de injusticia 5 EMOCIONALIDAD Y FANTASÍA
Trabajaba en una oficina y tenía que entrar a las nueve, como todo el mundo. Todas las
mañanas, cuando llegaba a la boca de metro, no podía meter la ficha en el molinillo, veía a
la multitud como ovejas obedientes y tenía que rebelarme todos los días. Esperaba a que
pasara todo el mundo, perdía uno o dos metros, y cuando apenas quedaba nadie, ponía mi
ficha y pasaba. Yo era diferente. No me gustan las ovejas porque tienen cara de obedientes
y porque pasan todas por el mismo lado. Cristina DICUZZO
Si me sentía deprimido, ponía música para la ocasión, que terminaba en drama. Si, por el
contrario, me sentía eufórica, ponía la música que me llevaba a una euforia aún mayor, todo
esto sola en casa y a veces imaginando que alguien me miraba, lo importante era sentir que
estaba viva y no sentir el aburrimiento de la vida cotidiana. CRISTINA DICUZZO
En mi juventud recuerdo muchas veces que imaginaba situaciones y era esa imaginación la
que me daba impulso y fuerza para seguir viviendo. El futuro sería mejor, el amor llegaría,
sobre todo. En algún lugar secreto había alguien que me descubriría, y era por y para ese
alguien para quien yo cocinaba, me arreglaba, mantenía la casa en orden, etc. Cuando me
alejaba de esa fantasía, podía entrar en períodos de desorden, descuido personal, etc.
Recuerdo una vez en una gran tristeza o melancolía y pasar días saliendo a la calle con
aspecto de auténtico desastre rezando para que ninguna persona conocida me viera.
Por ejemplo, fantasear con algún tipo de amor platónico, incluyendo el erotismo y el
romance, puede ser suficiente para alimentar esta necesidad de intensidad emocional. Si
ese amor pasa de platónico a real, puede producirse una pérdida de interés por el objeto tan
deseado.
En la infancia, la fantasía de ser adoptado o de que uno no es hijo de la familia y por eso no
le quieren, que seguro que hay por ahí unos buenos padres que le están buscando y que
cuando aparezcan, la vida parecerá maravillosa. Incluso sin recurrir a la adopción como
fantasía, suele existir el deseo de que aparezca alguien que sea mejor que los padres que
le han tocado y que le rescate del ambiente degradado y/o vergonzoso en el que se
encuentra inmerso. Afirmaciones como la siguiente son frecuentes: "Me consuelo
inventando que mi verdadera vida está en otra parte".
Hay mucho derroche de fantasía, que, en general, parece preferible a la realidad. Esto
puede llevar al retraimiento y a la reclusión; y es en ese estado en el que se puede vivir
mejor, ya que allí hay más esperanza que en tomar la realidad tal como se presenta. Esto
último exigiría asumir la responsabilidad de cambiarla o aceptarla tal como es. Es a partir de
esta fantasía que el E4 sexual puede desarrollar, en algunos casos, la pasión por la lectura,
el cine, etc. Es decir, a través de un mundo ajeno en el que puede sentirse protagonista de
numerosas historias. Quizá sea esta faceta la que muy probablemente alimente la
creatividad y el arte tan característicos de este subtipo. En este sentido, suelen tener
predilección por determinados tipos de películas y música que evocan estados melancólicos
y a los que pueden recurrir exclusivamente para llorar.
Era adolescente y vi una película en el cine que me emocionó mucho, era trágica, ella moría
y él estaba destrozado. En el cine no podía llorar porque me daba vergüenza que me
vieran. Al rato la pusieron en la tele, me encerré en mi cuarto y justo cuando apareció el
título empecé a llorar y no paré hasta que terminó.
El E4 sexual está más alejado de sus verdaderas emociones de lo que imagina; esta
distancia suele abordarse mediante un proceso de introspección personal y no es fácil de
reconocer.
6
Infancia Por Christina Nadal y Christina Dicuzzo
Este abandono, como casi siempre en la fantasía infantil, se ha producido porque el niño ha
hecho "algo malo" o, peor aún, porque simplemente "es malo".
Mi herida infantil es el abandono que sentí cuando murió mi madre, yo tenía tres años. Me
dijeron que se había ido al cielo, no me dejaron verla muerta. Pensé: se ha ido y me ha
abandonado, no me quiere. ¿Qué le había hecho? Debí de ser mala.
En casos no tan extremos, y cuando la situación familiar está más normalizada, suele haber
unos celos tremendos hacia un hermano que ha sido percibido como el favorito de los
padres, ya sea por enfermedad o por ser más simpático, o más listo, o más guapo, o
adaptado". La experiencia suele ser que hay otro que es mejor, que nunca podrá ser
superado en términos de afecto y atención o consideración.
Palabras de los padres como "este niño es insoportable, no sé qué vamos a hacer con él,
no hay quien lo aguante". También suele haber comentarios comparativos con ese hermano
o hermana que es mucho más tranquilo, comprensivo, bueno, etc.
Antes de mi llegada, al ser el primero, mi padre esperaba al niño, por lo tanto yo era una
decepción para él. En mi caso, mi hermano sólo tiene trece meses menos que yo, por lo
que mi madre se queda embarazada cuando yo apenas tengo cinco meses. Para mí, éste
es el momento de perder el trono. A esto hay que añadir un problema con la lactancia, ya
que debido al embarazo me retiraron el pecho bruscamente. Mamé "mala leche" o mala
leche (al parecer, mi madre descubrió o confirmó su embarazo cuando empecé a
encontrarme mal y, llevándome al médico, le dijo que el problema era su leche, que ya no
me alimentaba por el embarazo). En otras palabras, por culpa de mi hermano perdí el
paraíso. CRISTINA DICUZZO
Ha habido muchos casos de este subtipo que han tenido experiencias negativas con la
lactancia, han expresado literalmente haber <bebido mala leche>> de su madre, incluso en
sentido literal. Poco después de nacer, mi madre contrajo una infección en el pecho. Los
tres primeros meses los pasó entre la vida y la muerte y yo me salvé por los pelos gracias a
la recién inventada penicilina. A menudo me preguntaba quién de los dos era el responsable
de la intoxicación: ella por descuidada, o yo por haberla mordido. Me quedaba la mala
sensación de haberla dañado.
En resumen, no recuerdo una infancia feliz, siempre albergaba la esperanza de que cuando
fuera mayor las cosas mejorarían y toda esa gente de la barriada, que no me entendía,
desaparecería. La adolescencia tampoco fue una etapa muy satisfactoria, todo se
complicaba con el tema del sexo. JUAN LEÓN
Sé que me avergonzaba de ellos (de mis padres), de lo que iban a pensar los vecinos de
nosotros.
Otro aspecto recurrente es el del terror y la fascinación hacia la figura paterna. Una figura
generalmente temida y deseada, que seduce y rechaza. Quizás este sea el contexto en el
que el E4 sexual aprende a amar lo que más odia, a odiar lo que más desea y a luchar por
ser aceptado por la persona que siente que más le rechaza. Estas declaraciones son
representativas de ello:
Al mismo tiempo, desarrollo un sentimiento contradictorio respecto a la violencia y a mi
padre: terror y fascinación. Papá pasa sin transición de ser el más tierno al más implacable
de los padres. En su presencia pende en el aire la amenaza de que pueda disgustarle
Mi padre fue muy tiránico en su juventud y la vida familiar giraba en torno a él, su realidad y
sus necesidades. Nunca he visto que una necesidad de mi madre se antepusiera a una
suya.
También se observa que en la infancia suele haber un aire familiar de mentira, que en algún
lugar hay una verdad oculta que el niño o adolescente sexual E4 se siente llamado a
desenterrar.
Yo crecí sin saber cuál era la verdad y cuál la mentira. En mi caso, soy hija de un padre E7 y
una madre E3, lo que creó un ambiente de fantasía en el que todo estaba perfectamente
bien, mientras yo olía a mierda todo el tiempo, pero la rara era yo. Con el tiempo descubrí
que mi abuela no era mi abuela.
Nunca sé qué es verdad y qué es mentira entre tanto drama, porque ellos se reconcilian con
el mismo ímpetu con el que han empezado a pelearse, entre risas y cariños, como si no
hubiera pasado nada al presenciar las broncas entre ellos; yo lloro y ellos me consuelan
diciéndome que era una broma.
El chico o chica E4 sexual suele ser tímido e introvertido ante el mundo exterior y con los
extraños, y le resulta más fácil la autoexclusión o el aislamiento; Puede ser celoso y
malhumorado con sus allegados y especialmente con los más cercanos (padres y
hermanos).
Yo era un salvaje que me escondía debajo de la mesa cuando no me gustaban las visitas, o
cuando no quería que se fueran. Ante mis ataques de histeria, una vez me metieron la
cabeza bajo el grifo de agua fría para sacarme del ahogo que yo misma me provocaba.
En el caso más generalizado de que la madre permanezca al lado del niño, aunque
emocionalmente ausente, se crea un fuerte sentimiento de abandono que no puede
verificarse, ya que la madre está físicamente allí proporcionando cuidados y atención. Sin
embargo, la falsedad es notoria; ésta se vive con gran intensidad y, con ella, el E4 sexual
aprende a reclamar, como forma desesperada de atraer la atención de la figura ausente
aunque físicamente presente. Tal situación proporciona una importante dosis de
desconfianza, desconcierto y desesperación que permanece a lo largo de toda la vida y
suele ser un aspecto que, si se elige, proporciona intensas emociones personales.
Era una niña muy dramática que metía a mi madre en situaciones difíciles. Tenía muchas
fantasías de abandono y violencia. Si mi madre se iba de compras, yo montaba una escena
de abandono, salía a la calle a gritar y llorar y arrastraba a mi hermano a hacer lo mismo;
tengo cenas realmente increíbles sobre esto. Gritándole a mi madre que no me pegara, yo
sola en el jardín, y mi madre dentro, pidiéndome por favor que parara, haciendo que los
vecinos se preocuparan de que mi madre me estuviera maltratando, hasta que se
asomaban al jardín y, al ver la escena no se lo podían creer (mi madre nunca me pegó).
Pero mi fantasía era enorme, realmente veía el drama. CRISTINA DICUZZO
En mi trabajo personal con terapia he entrado en contacto con la enorme rabia de mi madre,
que nunca vi manifestarse abiertamente -sólo recuerdo que se mordía los labios y apretaba
la boca)-, y me he sentido como si yo hubiera sido la depositaria de esa rabia suya y la
encargada de contagiarla, de declararla. Me ha costado mucho desidentificarme de ese
papel y poder encontrar dentro de mí el derecho a estar tranquila con la vida que tengo.
CRISTINA DICUZZO
Con esta experiencia infantil, perpetúa una actitud adulta que perjudica a los demás,
además de tener un impacto negativo sobre ellos, con diferentes formas de manifestarse.
Se puede sentir un gran amor y admiración por alguien, pero cualquier pequeña acción
puede convertirlo en rechazo minutos después.
La dificultad para sentirse querido pone en juego la invalidez del otro y la propia; el E4
denigra a aquellos con los que se relaciona. "Si me quieres o me aprecias y yo no valgo
nada, ¿qué clase de persona eres? Si me engañas, es porque tu necesidad es como la mía,
entonces eres como yo, o peor, no me sirves para nada". Para quien no concibe ser amado,
el amor, el aprecio y el reconocimiento nunca son lo bastante perfectos, románticos,
intensos como para satisfacer y reconocer al otro. El otro está constantemente desanimado,
nunca es suficiente. Eso les duele y agota a quienes están a su lado, ya que frustra
enormemente la imposibilidad de ser aceptados por lo que son.
Oculta especialmente el miedo al rechazo, que no puede sentir ni mostrar. Niega ser
dependiente y se vuelve contradependiente, mostrando una elaborada y falsa
independencia que aleja y penaliza a sus allegados; se siente invadido, teme ser
descubierto y rechaza la cercanía que luego no puede soportar.
Es tan susceptible de ser herido o frustrado que prefiere anticiparse a la situación hiriendo o
frustrando. No se permite pedir abiertamente y se avergüenza del deseo, por lo que exige
fingir no fingir.. Es un buen chantajista emocional.
No declara su auténtico dolor, a pesar de la queja de sus penas, que son en realidad una
lista indefinida de carencias, a veces irreales o infladas y que sirven para tapar un único y
gran dolor que no puede declarar: no haberse sentido querido. ni atendido. Aceptarlo le
convertiría en su fantasía, en un ser indefenso que nadie quiere porque es pesado,
engorroso, gravoso. Esa herida no puede reavivarse, aunque siempre esté abierta.
Como la vida es una batalla, es destructivo, con una competitividad que impregna todos los
ámbitos de su existencia; desde la posición de quien se siente poco valioso, se centra en
perder, en derrotar y humillar al otro, en invalidar y despreciar, en devaluar lo que no tiene
para ganar la batalla. Es incapaz de disfrutar de sus éxitos sin degradar los logros de los
demás, lo cual es un no-éxito: "Si gano sobre algo que no tiene valor, ¿qué valor tiene mi
ganancia?
Los E4 sexuales tienen mayor facilidad para establecer relaciones sadomasoquistas y, con
más frecuencia que el resto de los envidiosos, pueden ser víctimas de malos tratos físicos y
psicológicos. De adultos, repiten el vínculo afectivo caracterizado por el maltrato que han
sufrido de niños, bien repitiendo la condición de víctima o aspirando a serlo, bien en el papel
de maltratador como forma de venganza; tenemos la piel dura ante el maltrato, sabemos
hacerlo con nosotros mismos y con los demás.
Una sombra del E4 sexual quizás poco explicada es la depresión, de la que huye como una
víbora ante la cruz, pero como sombra siempre la acompaña, en estado latente o presente.
En esta infancia, las actitudes depresivas se apoyaban con la intención de que el niño se
entretuviera y se apaciguara, y las actitudes agresivas o de expresión de necesidades se
frustraban con la amenaza de la retirada afectiva, para contener su demanda de atención.
El impulso de sobrevivir y evitar lo desagradable lleva a la criatura a seguir pidiendo hasta el
agotamiento, ya que la satisfacción de la necesidad no ha llegado, ni ha sido duradera y
repetida. Sus esfuerzos son inútiles y cae en la depresión energética, a la que se añade la
depresión emocional, núcleo psicopatológico del personaje. La depresión y sus variaciones
en su disforia constituyen la base de la actitud con la que se relacionará consigo mismo y
con la vida. La tristizia (tristeza) que Evagrius Ponticus nombró ha sido sustituida y es
precursora como emoción básica de la envidia. Se asocia a la depresión como un
sentimiento de inutilidad que no puede dejar de ser un sentimiento triste. Y cuando no es
pasivo, conduce a actitudes autodestructivas y autoderrotistas. Melanie Klein explica la
envidia como una especie de pecado original, un mal que nos llega genealógica y
filogenéticamente, un aspecto de un instinto de muerte inseparable de nuestra naturaleza.
La depresión se vive como energía estancada, sobre todo cuando uno no se permite poner
límites y permanece en un pantano de energía que se ahoga. Se bloquea y se tiende a
reprimir y excluir, porque no es una emoción que esté bien vista.
En este subtipo proliferan las tendencias adictivas que nacen de la adicción básica al odio
como compensación a la falta de amor, y al sentimiento de que nada es suficiente para este
estado perenne de carencia. El E4 sexual origina adicciones orales, como el alcohol, los
psicofármacos, la comida, con la esperanza de saciar la sed materna desencantada. La
intensidad, ya de por sí un comportamiento adictivo, contribuye a agravar otras
dependencias.
Como ya hemos visto, el E4 sexual tiene una buena capacidad imaginativa, a la que
también es adicto. A través de la autosugestión, desarrolla elaborados planes de venganza
con acontecimientos deseados, e invierte mucha energía en reproducirlos una y otra vez en
su mente para saciar su sed de justicia/venganza. Cuando finalmente lleva a cabo su acción
vengativa, el subsiguiente sentimiento de culpa o remordimiento puede aparecer en
diferentes grados de intensidad; dependerá de lo ofendido que haya estado el deseo de
vengarse. En la aparición del sentimiento de culpa es donde también se aprecia la
diferencia con la forma de venganza del E8, que no suele sentirse culpable.
Por otra parte, los componentes del impulso tierno, aportados por la integración de la esfera
materna, apenas se expresan, y también se desvalorizan y reprimen. Podemos oír: "Me han
obligado a ser atractiva e inteligente, pero no buena". O: "No descubrí el placer de ser
servicial hasta los veintisiete años, aunque con eso me sentía súper falsa" Estos
componentes tienen que ver con el contacto con la dulzura, la modestia, el tacto, la
capacidad de respetar y respetarse, la delicadeza, el reconocimiento de la dignidad
personal, la necesidad de amor, la fragilidad, la confianza en uno mismo, la aceptación de
los límites, la dedicación, la moderación, la calma, la ternura, la generosidad, la escucha, el
aprecio, la prudencia.
En mi sueño estaba con mi terapeuta, y mi aspecto era realmente monstruoso, nada del
exterior recordaba mi apariencia, era como si mi interior se manifestara sin poder controlarlo
ni ocultarlo. Mi terapeuta me animaba a salir con ese aspecto y presentarme ante mis
compañeros. Estaba totalmente aterrorizada. Voy hacia ellos y me saludan con toda la
naturalidad del mundo. Entonces me pregunto: ¿no ven a mi monstruo o también me
aceptan como monstruo? En este sueño tengo mi primera experiencia completa de amor
incondicional. CRISTINA DICUZZO
8
El amor
En la relación amorosa emerge como nunca la parte yoica, la que exige, ataca y desprecia.
Espero que el otro me haga feliz. El otro puede hacer cualquier cosa, pero para mí nunca es
suficiente, siempre falta algo. Si el otro no me ve, no me presta atención, no me reconoce,
para no sentirme pequeña e indigna, lo desprecio. Menospreciar, ofender, denigrar, herir es
mi especialidad. "Atraigo sus manos". A veces los hombres me han levantado la mano y yo,
en el fondo, les he comprendido. Yo también lo habría hecho con uno así. Incluso la actitud
mercantil hacia los hombres y el sexo complaciente: si no tengo sexo, ¿qué puedo dar, qué
se puede encontrar en mí? Doy placer y a lo mejor recibo amor. TERESA CERULLO
En este sentido, una persona perteneciente a este subtipo suele tener muchas relaciones a
lo largo de su vida dotadas de momentos intensos y mágicos en busca de ese amor que
solucione todos sus males.
El E4 sexual tiene una gran necesidad de admirar al objeto de deseo. Parece que no se
podría establecer una relación estable con alguien a quien no se admira, sobre todo por
algo que el otro tiene y que el E4 sexual siente que le falta y cree que no puede conseguir
por sí solo. Aparentemente, las parejas tienden a ser elegidas inconscientemente como
verdaderos faros que indican lo que la persona necesita para desarrollarse por sí misma y
cree que tiene que ser proporcionado por otro. Tal vez el proceso de sanación se centre en
lograr lo que se envidia en el otro y comprobar que uno mismo puede lograrlo, o atreverse a
enfrentar la frustración de no lograrlo y asumir la responsabilidad de sus logros y fracasos.
En un momento dado empiezo a ver en el otro sólo los aspectos neuróticos, sin indulgencia,
o sólo las partes que percibo como negativas. Esto se debe a que entonces podré
confirmarme a mí misma que no soy querible, salvo por una mala persona. TERESA
CERULLO.
Suele encontrar especialmente atractivas a las personas que considera difíciles, porque lo
fácil, lo sencillo, lo simple y, sobre todo, lo posible, no le interesa en absoluto.
Inconscientemente busca a aquellos que representan un reto, que parecen susceptibles de
ser cambiados por la fuerza de su amor y que, sobre todo, cambiarán cuando descubran
todo lo que el E4 sexual cree que vale, que al final le elegirán a él por encima de cualquier
otra cosa.
Necesita sentirse el preferido de la pareja, ser lo más importante en la vida del otro y, al
mismo tiempo, tiene poca conciencia y capacidad para valorar lo positivo que recibe. Este
es un aspecto muy narcisista del que se tiene poca conciencia. Simplemente se da por
hecho que así debe ser en una relación. Como si de esta manera buscara la mirada del
padre y/o madre ausente física o emocionalmente, o pudiera así salir de las comparaciones
en las que se ha visto desfavorecido. Entonces establece una lucha, generalmente no
silenciosa, para obtener el lugar deseado en la vida del otro, manteniendo la eterna posición
del adolescente incomprendido.
¿Mi tartamudeo podía representar una dificultad para hablar por miedo a decir cosas
equivocadas y ser regañado? ¿O era para llamar la atención de mis padres?
En una relación amorosa siempre me siento segundo de alguien o de algo (mi madre y mi
padre, mi madre y mi hermano). Cuando no me siento vista o considerada, el dolor se
disfraza de rabia que lanzo hacia el otro. Exijo su atención, quiero ser yo ante todo, aunque
fuera así, no lo soportaría porque me sentiría asfixiada. Mi madre me contaba que cuando
estaba en la cuna me mecía con el pie mientras tejía con las manos y yo me rebelaba
gritándole que ¡tenía que mecerme con las dos manos! Quería toda la atención y todo el
cariño para mí.
Hay dificultades para crecer. Una compulsión a permanecer en un estado emocional típico
de mis experiencias infantiles. Qué difícil es reconocer la distancia entre el presente y el
pasado. Lo deletérea que es mi neurosis. Querer permanecer en ese estado doloroso como
si no pudiera ser de otra manera. Querer buscar la confirmación del rechazo recibido como
hija. Un dolor que conozco y en el que me revuelco, Como si me costara vivir un estado de
bienestar al que no estoy acostumbrada porque no me lo permito. Estar en el placer lo vivo
como un pecado. De niña, mis expresiones de alegría siempre han sido bloqueadas, vividas
por mi madre, sobre todo, como frívolas y, por tanto, dignas de desprecio. TERESA
CERULLO Desde el lugar de la carencia y del poco valor interno, tiene una gran orientación
a reconocer en todo momento lo que le falta. aunque sea un detalle minúsculo en medio de
grandes muestras de amor del otro. Es como si, ante una muestra infinitamente bella, se
especializara en detectar el único punto defectuoso, se centrara en él y pareciera que es lo
único que ve, lo único que le llega, ese pequeño defecto que le impide disfrutar plenamente
de la belleza. que tiene ante sí.
Esto es común a todos los subtipos E4. Lo que diferencia al sexual es la forma en que
reacciona ante ello: reacciona siendo abierta y descaradamente agresivo, exigiendo lo que
siente que le es dado con una amplia gama de agresiones verbales centradas en lo que no
le falta, en lo infeliz que eso le hace, asegurando probablemente que su felicidad depende
de obtenerlo.
El E4 sexual se presta fácilmente a relaciones en las que la lucha por el poder está
presente. Relaciones que le permiten disfrutar del sufrimiento, de la intensidad necesaria
que le permite sentir la vida con sentido, sin aburrimiento, con un reto y que al final lo va a
conseguir, aunque no sepa muy bien qué.
Tiempo después de arrastrar una crisis profesional y de pareja que duró años, fue cuando
me di cuenta de la faceta masoquista y sádica en la que estaba inmerso. Cuando las cosas
me iban mal, me deprimía y aparecía mi yo masoquista, pensamiento catastrofista, apatía,
irritabilidad, hipersugestión, sexualidad sadomasoquista, y cuando estaba eufórico sacaba a
pasear a mi sádico, un sadismo verbal muy pronunciado y automático; con mi pareja llegaba
a la violencia física. JUAN LEON El E4 sexual se caracteriza por estar en relaciones de gran
intensidad emocional, de lucha y reconciliación. En la pelea es agresivo, con un gran
dominio de la agresión verbal y punzante, ya que sabe detectar la zona más débil del otro y
apuntar donde más duele. Suele ser certero e hiriente. Una vez que ha hecho sentir mal al
otro, entra en la espiral de la culpa desde donde intenta solucionar o revertir la situación. Si
lo consigue, su sed de intensidad se apaga de forma positiva, como una fiera que se calma
a la vista de su presa vencida hasta que la necesidad de luchar ataca de nuevo. Si no lo
consigue, entra en la desesperación, la culpa y el victimismo típicos del abandonado y
herido, desde donde también puede desplegar toda su furia y resentimiento, sintiéndose
justificado incluso para ejercer la justa venganza por el insulto sufrido
La infidelidad se suele llevar a cabo como un acto vengativo, no tanto asociado al propio
disfrute sino para que la pareja se entere y sufra. Lo que se persigue es que el otro sea
castigado. Pero también hay casos en los que la infidelidad ni siquiera se vive con culpa,
porque al sentir la carencia constante, necesitas que tu búsqueda no se detenga y si no
sientes que tu pareja te completa, buscarás y encontrarás a otras personas fuera de la
relación principal, como un derecho a ser feliz. los tres amores Entre los subtipos de E4, el
sexual es el más erótico. Es decir, el que tiene más acceso al placer, aunque puede
descalificarlo o destruirlo rápidamente, ya que no soporta la satisfacción y se identifica con
la carencia. De hecho, es seductor y, en comparación con los otros E4, vive la sexualidad
intensamente y puede superar la vergüenza y el sentimiento de inferioridad que siente,
aunque lo oculte o reprima. Puede decirse que las personas con un carácter E4 que se
entregan a la sexualidad a menudo buscan compensar el amor materno que les ha faltado o
que les ha sido dañino.
En referencia a las situaciones lúdicas, mis expresiones de alegría siempre han sido
mortificadas y experimento el placer con culpa. En una relación amorosa, para
abandonarme y sentir placer, tengo que sentir que amo y que me aman. Sin embargo, debo
decir que he utilizado el sexo para atraer a los hombres. Como siempre me he sentido
indigna de amor, cuando un hombre se ha interesado por mí siempre he pensado: "si no le
doy sexo, ¿qué le voy a dar? ¿Qué puede encontrar en mí? Si le doy placer, se queda". Así
que mi actitud era mercantilista. Doy placer y a lo mejor consigo amor. TERESA CERULLO
El amor compasivo está en todos los E4: cuidar al otro, sufrir por el otro. Se reconoce en la
sensibilidad intensa, aunque no siempre se materializa con acciones de cuidado efectivas,
como en el caso del subtipo conservacionista. Los E4 sexuales no saben sufrir mucho ni se
esfuerzan por cuidar. Pero pueden ser protectores "animales", en caso de que su vida esté
en peligro. Es propio de todo E4 cobrar por dar tanto al otro; pero en el E4 sexual, como ya
hemos visto, cobra exigiendo que le devuelva lo que ha dado, con una pretensión agresiva.
Quizá el amor compasivo lo tenga un poco más desarrollado. Soy una persona empática,
maternal, generalmente cariñosa. También con mi pareja me gusta ser madre, cariñosa.
Pero todo esto hay que reconocerlo, si no, más que una madre, me convierto en una mala
madrastra. Este pensamiento me horroriza. TERESA CERULLO El E4 admira en el sentido
de que ve al otro como alguien que tiene lo que a él le falta. Es una admiración envidiosa
que se convierte en desprecio; al subtipo sexual le cuesta admirar, mejor decir que idealiza,
sobre todo en la pareja, y muy fácilmente la destruye porque se decepciona cuando el otro
aparece con sus límites. Este subtipo también es muy sensible a los temas sociales de
injusticia y puede estar muy implicado en batallas por la igualdad o la defensa de los
excluidos y más necesitados. Puede ser una persona apasionadamente dedicada al rescate
de los que sufren; en este sentido, siente una gran admiración por los valores de solidaridad
y colaboración.
Admirar el amor es lo que más me falta. No me resulta fácil admirar a alguien. Para que lo
haga, debe tener características como honestidad, sentido de la justicia, inteligencia
superior y un gran corazón. Una persona especial, como Claudio Naranjo. No soporto a los
jefes, que suelen ser indignos de su cargo y por los que siento respeto y desprecio al mismo
tiempo.
En la pareja, es imprescindible que sientas admiración para poder querer al otro, aunque
entonces no hago más que denigrarle. Si no me ve, no me escucha, no me reconoce, le
desprecio. Tengo que sentir que el compañero es superior a mí, pero al mismo tiempo esto
es un obstáculo para mí y tengo que demostrar que no lo es, para no sentirme pequeño e
indigno. Aquí empieza la lucha por la supremacía. Despreciar, ofender, herir es mi
especialidad. TERESA CERULLO 9 PERSONAJES HISTÓRICOS: MARQUÉS DE SADE,
SAN AGUSTÍN Y FRANCISCO DE GOYA MARQUÉS DE SADE POR VANESSA
DOROTEA Escritor y filósofo, influido por La Mettrie y Rousseau, asumió un compromiso
privado consigo mismo, luchó por su derecho a ser lo que era y trató de demostrar en sus
obras que incluso una criatura tan sumamente inmoral podía llegar a ser representativa de
un sistema moral diferente, siempre que derivara de la verdadera naturaleza del hombre.
Así es como Sade formula la máxima popular del retorno a la naturaleza, a los instintos. Los
derechos naturales corresponden al hombre natural, y el más grande es la libertad. No hay
nada más bello y más grande que el sexo, y no hay curación sin sexo. Se sentía masoquista
o sádico y, con tal polaridad, todo conducía a la satisfacción y a la liberación. Su género
mítico apunta al animal que llevamos dentro y al extraordinario papel de la inteligencia al
servicio de ese animal. No estaba loco, como les hicieron creer, sino que razonaba de otro
modo. Su musa era el odio, pero llevaba la herencia de la luz del amor ligada a Petrarca. Su
antepasado, el marqués Hugo de Sade, se casó en el siglo XIV con Laura de Noves, que
alcanzó la inmortalidad inspirando sonetos atormentados y anhelantes de Petrarca. Sade se
ocupó de la memoria de Laura, que formó una familia numerosa y murió joven. Ella se le
aparecía en sueños y le consolaba, y esto suena sentimental en alguien que "habría
apagado el Sol para no alumbrar a la humanidad", con una audaz veta de odio al mundo.
Donatien Alphonse François de Sade nació el 2 de junio de 1740 en París y fue bautizado
en Saint-Sulpice por dos criados, los únicos presentes, que habían olvidado su nombre. Su
genealogía se remonta al siglo XIV. El padre fue mariscal, ministro plenipotenciario en
cortes extranjeras y gobernador en cuatro provincias; su matrimonio con Marie Eleonore de
Maillé de Carman le emparentó con las poderosas familias de los condes Borbón y
Richelieu, por lo que pasó su infancia en el castillo de Condé.
Unido por mi madre a la Monarquía, participé, a través de mi padre, en los distinguidos que
contaba la provincia de Languedoc; en la abundancia y el lujo, imaginaba que la naturaleza
y el destino se aliaban para colmarme de dones; lo creía porque eran tan necios de
asegurármelo, y esta ridícula presunción me hizo arrogante, despótico e irascible; pensaba
que todo debía someterse a mí, que todos tenían caprichos y que yo era el único con
derecho a tener y satisfacer.
Un ejemplo ilustra ese peligroso pensamiento alimentado en mí: Nací y viví en el palacio del
príncipe, a cuya familia pertenecía mi madre. Él era de mi edad. Me acercaron a él para que
pudiera pedirle protección en cualquier momento. Un día, jugando, me enfadé porque
quería quitarme algo y se sentía con derecho, por ser superior. Respondí con golpes; nada
me detuvo y tuvieron que separarnos. (Historia de Aline y Valcour).
A los cuatro años, sin conocer aún a su padre, viajó a casa de su abuela Louise Aldonse,
en Avignon. "Me enviaron a casa de mi abuela, cuya ciega ternura me alimentó con toda
clase de vicios". Su madre viajó con su marido por negocios y él se quedó un año con su
abuela y unas tías que mimaron al hermoso niño y le hicieron travesuras. Cuando
decidieron que necesitaba un educador, eligieron a un pariente, el abate y escritor Jacques
de Sade, amigo de Voltaire, de vida frívola y mundana. El abate, de cuarenta años, educó a
su sobrino desde los cinco hasta los diez años. Se dice que la personalidad libertina del tío
influyó negativamente en el niño. Durante diez años, fue al colegio jesuita de
Louise-le-Grand con el abad Amblet, de seis de la mañana a nueve de la noche. Durante el
internado vio poco a su padre y a partir de 1760 casi nada a su madre, que se retiró en un
convento carmelita, lo que nos habla de una carencia familiar. A los catorce años, abandonó
la escuela por orden de su padre y se fue a Versalles, a la academia de caballería de la
guardia real. Su padre quería que su único hijo -otros dos habían muerto después de nacer-
hiciera carrera militar; el patrimonio familiar disminuía mucho debido a la mala
administración. Dos años más tarde, Sade marchó a Alemania, a la Guerra de los Siete
Años, como capitán de caballería; en sus años de militar, su vida desenfrenada de placer
asustó a su padre. Perdió grandes sumas de dinero en el juego. En su novela "Historia de
Aline y Valcour", escribe: "Estalló la guerra. Entrenamiento. Mientras otros iban a la escuela,
yo estaba con mi regimiento. Mi familia, atenta a mi servicio en el Ejército, no me dejó
terminar mi misión. Les aseguro que fui valiente. Mi impetuosidad innata, el alma, el fuego
que me concedía la naturaleza se asociaba a una virtud indomable, la valentía, injustamente
valorada entre los soldados, junto con la intrepidez y el ímpetu. Cuando mi regimiento fue
destruido, nos enviaron de vuelta a los barracones". Esta fase, moralmente, tuvo
consecuencias muy destructivas
En 1763 regresó a su casa paterna en París y llevó una vida desenfrenada de placeres,
deudas de juego y honores. Cliente asiduo de los tocadores, no consideró necesario
presentar sus respetos al rey. Sade evita a su padre, misántropo y lleno de reproches, y
agrava la economía familiar con deudas. El padre considera que el matrimonio es la única
salvación para su hijo. Pero Sade quería casarse con Laure de Lauris, de la que estaba
enamorado. El marqués amó cuatro veces en su vida apasionadamente y sin sadismo, una
de sus contradicciones. Su amada había entregado su corazón a otro hombre y él le
escribe: Sin duda habrás juzgado los sentimientos de mi corazón hacia el tuyo. Vana razón,
dictada por la falsedad, ingrato impostor. Teme unirse a alguien que la adora. Los eslabones
de una cadena persistente sólo son una carga para ti, y tu corazón susceptible a la
inconstancia y a la frivolidad, no fue lo bastante delicado para reconocer su encanto. Mi
amor no era suficiente para ella. Enorme, nacido para hacerte infeliz. Que la infelicidad del
traidor que ha ocupado mi lugar en tu corazón haga que el amor te parezca un día tan
odioso como tú has hecho la infidelidad a mis ojos. Pero, ¿qué digo? ¡Ah, amado amigo,
divino amigo! Único contento de mi corazón, única delicia de mi vida, ¡adónde me lleva mi
desesperación! Perdona las palabras de un infeliz fuera de sí, cuya única meta es la muerte
una vez que ha perdido lo que ama. ¿Quién puede atarme a la vida cuya única felicidad
eres tú? Te pierdo, pierdo mi vida, muero la muerte más cruel, estoy aturdido, querido
amigo, ya no estoy en mi sano juicio, las lágrimas fluyen, veo a través de una nube. ¡Sólo
en ti anhelo y deseo! ¡Sólo pienso en ti!
La elegida fue Renée-Pélagie de Montreuil, hija del presidente del tribunal de apelación y de
una mujer decidida e inteligente llamada la Presidenta. La familia Sade estaba
completamente arruinada y el padre pidió prestado dinero para los trajes y el carruaje. Antes
de la ceremonia, llegaron rumores a Mme. Montreuil sobre su futuro yerno. En 1763 fue una
boda de lujo. Desde la luna de miel, Sade fue espiado por el inspector Marais, que enviaba
informes a su suegra. Los proxenetas enviaban chicas a Sade, además de tener encuentros
con bailarinas, actrices y coristas. Sade no se dejaba ver en sociedad ni se relacionaba con
gente de su condición. Esta introversión y recelo despertaron la ira de la sociedad
versallesca, que lo tomó como un desprecio y una falta de orgullo de casta. La vida que
llevaba no estaba bien vista a nivel social y fue encarcelado seis meses después de su
matrimonio. Al cabo de catorce días, su suegra consigue liberarlo Cuando salió de la cárcel,
Renée estaba embarazada y luego abortó. Amaba a su marido a pesar de sus ausencias. Él
la consideraba fría y mojigata. Durante dos décadas se entregó totalmente a ella y en
circunstancias humillantes defendió sus intereses incondicionalmente. A diferencia de su
hermana menor Julie, con la que Sade se habría casado de buena gana, Renée era sencilla
y corpulenta. Le dio tres hijos a su marido.
En 1766 muere su padre. La relación entre ambos siempre había sido ceremoniosa y
distante, ya que el padre despreciaba a su irrespetuoso hijo, cuyo carácter perverso
consideraba incorregible. En los nueve años que siguieron a la muerte de su padre, y al
desengaño amoroso con Beauvoisin, se sucedieron todos los escándalos que hicieron del
marqués el libertino más desalmado del reino. Se tomó la libertad de agotar su yo
desenfrenado y satisfacer sus deseos perversos y sus instintos sádicos.
En 1768, llevó a su casa de Arcueil a una muchacha, Rose Keller, que más tarde apareció
maltrecha diciendo que, amenazada de muerte, había huido de la casa del marqués, que la
había azotado cruelmente. Su esposa y su suegra consiguen que Rose Keller retire la
denuncia a cambio de una suma de dinero. Pero fue detenido e ingresó en prisión, donde
permaneció hasta noviembre de 1768. Fue el primer escándalo, aunque ya se sabía que se
flagelaba en burdeles, algo habitual pero oculto en aquella época Se dedicó a escribir teatro
y en 1772 representó su primera obra en el castillo familiar. La ambición teatral prevaleció
sobre la escritura. Asiduo al teatro, conocía el ambiente, asistía a los ensayos, dominaba la
declamación dramática y comenzó a dirigir sus propias obras. Tendría que esperar treinta
años para alcanzar el éxito como director teatral. En 1769 tiene su segundo hijo y en 1771
su tercera hija. Vive en el castillo familiar de La Coste, gastando mucho dinero en
decoración, a pesar de las dificultades financieras que le llevan a la cárcel por tercera vez,
esta vez por sus deudas, mostrando un rastro de irresponsabilidad. Invita todos los meses a
la nobleza a representaciones teatrales y bailes. Llega a La Coste su joven cuñada, Ana
Prospère, que se convierte en la gran pasión amorosa de su vida. Se entrega a ella con
ciega sinceridad, y el mundo lo define como un monstruo moral. Fue capaz de una auténtica
pasión amorosa hasta la autodestrucción (rasgo típico del E4 sexual). La amaba más que
ella a él, con gran intensidad emocional. No habrá escándalos ni otras mujeres hasta 1772,
cuando parte urgentemente a Marsella en busca de dinero; allí se reúne con cuatro jóvenes
prostitutas para pasar una de nueve colas, ya que no alcanzaban el ardor adecuado (quería
hacer feliz el mañana. Además del látigo aceptaron la sodomía), les ofreció bombones de
cantaridina, una sustancia para provocar la excitación sexual. Tuvieron que llamar al
médico, que presentó un informe al fiscal. Le acusaron de intento de envenenamiento, pero
las chicas retiraron la denuncia a cambio de una indemnización. La detención no llegó a
producirse porque Sade y su lacayo huyeron. En 1772 ambos son condenados a muerte por
absentismo. Cuando se entera de que la policía le busca en Marsella, hace las maletas y se
marcha a la frontera italiana con su cuñada, que no regresará al castillo en meses.
Al seducir a Ana Prospère, hija soltera del poderoso Presidente, convierte a la suegra de
éste en su enemiga mortal; ésta ordena su detención en diciembre de 1772, pidiendo que
se pongan a su disposición todas las cartas y escritos de Sade. En 1773 huye de la cárcel.
La muerte de Luis XV y el cambio de trono beneficiaron al marqués durante un tiempo, y
nadie se preocupó por él. hasta que se produjo un nuevo escándalo con quinceañeras
contratadas con la excusa de un trabajo que incluía la bacanal sexual del marqués. Al
potente deseo sexual de Sade se sumaba la curiosidad intelectual, el afán por investigarlo
todo. Era un monstruo inteligente y fuerte en el análisis personal y en la propia observación
durante sus excesos. Después de ceder a las irresistibles inclinaciones del sadismo, era
capaz de llevar la vida de un noble, retraído y dedicado a la familia y a la lectura.
Representa muy bien la parte intelectual del personaje, la capacidad de un profundo análisis
de sí mismo y la doble vida. En 1775, a la edad de 35 años, recibe la noticia de que su
suegra ha obtenido una nueva orden de detención. Huye de nuevo a Italia. En 1777 muere
su madre. Sade había sentido poco afecto por ella desde su juventud porque era fríamente
indiferente, como con su padre, con escasas visitas de cortesía: una relación carente de
amor y de total distanciamiento, donde los rasgos de falta de cariño y ternura son evidentes
en la infancia.
Viaja a París y es detenido con una carta de caché firmada por Luis XVI. Asustado, ingresa
en la temida prisión de Vincennes, que era una especie de internamiento de seguridad para
un prominente incorregible. Disfruta de privilegios en el calabozo, lo decora y se abastece.
En 1778, el rey ordena la revisión del caso, se anula la sentencia anterior y, en un
procedimiento de urgencia, el tribunal sólo impone al marqués una pequeña multa y una
reprimenda por desorden excesivo. Le vuelven a detener porque su suegra no quiere dejar
en paz a su odiado yerno, huye de nuevo y comete una nueva imprudencia. Es detenido y
encarcelado en Vincennes, en una celda peor que la anterior, casi sin luz. Escribe cartas a
su mujer durante doce años, hasta que comprende que el propósito no es permitirle volver a
ser libre. A los cuarenta años le consumen los deseos sexuales y pierde la razón. Es un
preso muy molesto, pendenciero y alborotador, además de caprichoso y sorprendente. Un
día es dulce y educado, y al siguiente está insultando a todo el mundo (rasgos: cambios de
humor lunáticos, polaridad amor/odio, no conecta con su dolor, agresivo). Su mujer sufre
estos cambios, la agrede cuando no sigue sus instrucciones y peticiones, a pesar de cumplir
sus órdenes (Rasgos: insatisfacción permanente, maltrato). La ofende por carta y la insulta
cuando lo visita, con celos, sospechas y odio por ser hija del culpable de su fatalidad
(Rasgos: ataca para defenderse, inseguridad oculta, proyecta su odio).
En Vincennes no puede ir demasiado lejos, así que en 1780 Sade empieza a escribir. Leía y
escribía mucho, alejado del mundo y de las mujeres, creando universos imaginarios. Sus
obras eran una confrontación entre su mundo interior y el exterior, odiado por una moral
distorsionada, de la que se sentía víctima. En los años de aislamiento escribió doce
volúmenes y diarios. Se le permitía escribir con controles, confiscaciones y prohibiciones,
por lo que hacía copias que escondía o entregaba a escondidas a su mujer cuando le
visitaba. Escribía para desahogar sus instintos y abandonarse a sus vicios, sin temer la
persecución. En 1781 recibió la noticia de la muerte de su cuñada a causa de la viruela. Al
cabo de cuatro años, la marquesa obtiene permiso para visitarla en Vincennes. Las escenas
de celos eran tales que le negaron las visitas y la correspondencia. Pero ella era la única
que le amaba y debía asegurarse de que así siguiera siendo, aunque él sólo sintiera cierto
erotismo hacia ella. Sade tuvo dos hijos y una hija (de la única se sabe que era una joven
fea y aburrida, según las crónicas). Los niños vivían en el castillo de su abuela materna. A
finales de 1783 Louis-Marie, el hijo mayor, escribe a su padre para informarle de su ingreso,
a los diecisiete años, en el regimiento Roha-Soubise, lo que enfada a Sade, que no ha sido
consultado. Su criado Rousset muere, lo que provoca el abandono y la ruina del viejo
castillo de La Coste. En 1784 es trasladado a la Bastilla. Se le permite amueblar la celda a
su gusto (pide cortinas de seda y otros muebles) y la comida es abundante. Allí escribió sus
obras maestras: Justine, Aline y Valcour, Filosofía en el tocador, Diálogo entre un sacerdote
y un moribundo y Los 120 días de Sodoma.
En 1786 y 1787 se le restringieron las visitas porque era imprevisible e irascible. En 1787 se
le concede una hora de paseo al día y se le asigna un criado. Comienzan los problemas de
salud: inflamación de la córnea por trabajar con poca luz y obesidad debido a la limitación
de movimientos. Durante su injusto cautiverio (por la poderosa suegra) aprovechó todas las
oportunidades para protestar y rebelarse; fue el prisionero más rebelde del rey. Amenazó
con intentos de fuga. Nunca aceptó su situación ni se resignó, reivindicó permanentemente
su derecho a la libertad. (Rasgos: Lucha y lucha constante) En 1789 se cumplían quince
años de su cautiverio y en París comenzó la agitación. Se redoblaron las medidas de
seguridad, prohibiendo pasear a todos los prisioneros. Él no lo aceptó y amenazó: cogió un
tubo con un embudo como amplificador y gritó que querían matarle. Fue trasladado a
Charenton (hospital psiquiátrico) y en diez días estalló el levantamiento popular, la Bastilla
fue asaltada, demolida e incendiada y el gobernador sufrió una muerte cruel. El 14 de julio
de 1789 comenzó la Revolución Francesa. En mayo de 1790, escribe a su amigo Gaufridy,
tras su traslado a Charenton: "¡Mis manuscritos! Lloro lágrimas de sangre. Las camas y las
cómodas son reemplazables, pero no los pensamientos. No, amigo mío, no estoy en
condiciones de describir mi desesperación por esta pérdida irreparable. Desde entonces la
delicada Madame de Sade no quiere saber nada de mí, quiere aniquilarme y me pide el
divorcio. La marquesa podría haber recogido sus cosas, pero no lo hizo. Sade estaba
furioso. Tampoco se había hecho cargo de los numerosos manuscritos que le había
entregado en secreto durante sus visitas a Vincennes y a la Bastilla. Declaró que se los
había dado a otros, que los habían quemado. Estas declaraciones provocaron en Sade
ataques de ira y horribles escenas de odio, que vivió como un abuso. Amenazó a su mujer
con escandalizarla; ella le contestó que sería peor si testificaba. Sade aceptó una
separación ruinosa que le causó grandes dificultades económicas.
Cuando fue liberado se hizo llamar ciudadano Donatien Sade. Frecuentó los círculos
teatrales y conoció a la actriz Constance Renelle, de cuarenta años, con un hijo,
abandonada por su marido. Permaneció con el marqués hasta su muerte. Supo tratar a
aquel hombre insufrible, caprichoso y maniático, y él, a su vez, le correspondió con afecto y
gratitud.
Sade escribió mucho teatro, la mayor parte inédito. En 1791, a los cincuenta y un años,
estrenó una de sus obras en el Teatro Molière, pero un altercado provocó su suspensión.
Después se le abrieron más puertas. Gozó de estima literaria, representó obras y mejoró
bajo los cuidados de su amigo.
A pesar de sus problemas físicos, su deseo sexual no disminuyó, como muestran los nueve
libros siguientes, especialmente Justine y Juliet. Sentía un placer más profundo por la
invención y la escritura; se había convertido, gracias a su dedicación, en un verdadero
escritor. A finales de 1791 escribió a su amigo Gaufridy: "No pertenezco a ningún partido, y
a todos al mismo tiempo. Estoy en contra de los jacobinos, los odio a muerte, venero al rey
pero niego el abuso de poder. Me gustan mucho los artículos de la Constitución, otros me
indignan, desearía que su sentido volviera a la nobleza; haberla suprimido no ha traído
ninguna mejora. Quiero que el rey sea el jefe de la nación y no quiero ninguna asamblea
nacional. Prefiero dos cámaras como en Inglaterra; contiene la autoridad de los reyes, y es
sustituida por la necesidad de una nación representada en dos clases; la tercera (el clero)
es inútil, no quiero saber nada de ella. Mi frase: ¿qué soy entonces? ¿Aristócrata o
demócrata? Dímelo, te lo ruego, porque ni yo mismo lo sé". (Rasgos: elaboración mental
pero inseguridad de las propias ideas, posicionamiento difícil
El 1 de diciembre de 1814 sufrió un ataque de asma, uno de sus hijos le visitó, y al día
siguiente murió con su nodriza Constance a su lado. Será enterrado en el cementerio de
Charenton con una ceremonia religiosa, en contra de su voluntad.
SAN AGUSTÍN DE HIPONA POR ANNIE CHEVREUX Agustín de Hipona (354 a.C.-430
d.C.) nació en Tagaste, provincia de la Numidia romana en el norte de África. De familia
profundamente romanizada, no pasa por alto sus orígenes bereberes. Su madre, una
ferviente cristiana que más tarde se convertirá en Santa Mónica, intenta con poco éxito
inculcarle los principios básicos de la religión. El joven Agustín lleva una vida turbulenta,
dando tumbos sin encontrar su propio camino. Brillante estudioso de las letras, amante de la
poesía y muy elocuente, se dedica con fervor al teatro, que le proporciona fama y elogios.
Su carácter apasionado, impaciente, impulsivo y sensual no le impide interesarse por la
filosofía. Fue decisivo para él descubrir a Cicerón. Como ferviente buscador de la verdad, se
interesa por muchas escuelas filosóficas sin llegar a adherirse a ninguna. Busca sin éxito en
doctrinas heréticas el método que guíe su vida y practica el maniqueísmo, que acaba
abandonando. Parte hacia Roma, donde cae gravemente enfermo. La dolencia que padece
es moral. Ya recuperado, conoce en Milán al obispo Ambrosio, que le ha inmovilizado no
sólo físicamente, sino que le servirá de mentor al recomendarle la lectura de Plotino y de las
Epístolas de Pablo de Tarso. Estas lecturas son decisivas para que se convierta al
cristianismo. Renuncia a la vida mundana y decide vivir ascéticamente. En su deseo de
profundizar en el origen del mal, estudia a los neoplatónicos. Considerado el "Doctor de la
Gracia y el mayor pensador del cristianismo del primer milenio, terminó su vida en Hipona
(provincia de Numidia), donde fue obispo.
Los estudiosos de san Agustín ven su peregrinación espiritual como un itinerario tortuoso y
atormentado; su existencia implica "un sentido de búsqueda y lucha. Un sentido agónico,
casi trágico, que da a todas sus acciones la emoción apasionada de la lucha. Todo esto se
refleja en las Confesiones, la autobiografía de san Agustín, en el tono jadeante y anhelante
con que se dirige a Dios, pidiéndole repetidamente perdón por haber tardado demasiado en
entregarse a él, en romper con la secta maniquea. , por la que siguió peregrinando en la
búsqueda espiritual.
Aquí se recoge lo que se consideró importante sobre cómo trascender el ego: - Reconocer
lo bueno y lo malo dentro de uno mismo. La responsabilidad:
No salgas fuera, entra dentro de ti donde encontrarás el origen de todos tus bienes y de
todos tus males. Yo soy el que quiero y el que no quiero, el que busco, el que consiento. Mi
corazón es el centro de la controversia y la disputa dentro de mí". "Ir y llegar no era más que
querer ir". "El mal era la perversión de la voluntad". "Yo era el origen del hábito que
prevalecía contra mí, puesto que había llegado voluntariamente donde no quería".
- Dificultad y distracción:
"El yo interior impedido y atraído por la realidad que le rodea y que anhela poseer".
...ni siquiera sospeché ligera y oscuramente cómo era una sustancia espiritual (enseñanzas
de la secta de los maniqueos). Así que me avergoncé, pero con alegría, de haber estado
ladrando durante tantos años, no contra la fe católica, sino contra el engendro de mi
inteligencia carnal. Había sido impío y temerario por haber dicho condenando lo que debí
aprender preguntando." "Y tenía tanto miedo de verme libre de todos aquellos obstáculos
que me rodeaban, cuando es justo ser impedido por ellos" -Apego a la obstinación: "El mal
acostumbrado era más fuerte que el bien inexperimentado"
- Apego a la enfermedad: "... Estaba completamente segura de que era mejor para mí
rendirme a tu amor que someterme a mis deseos. Pero uno me complacía y ganaba; el otro
me complacía y me ataba".
-pertenencia. Fuente: "La luz no brillaba sobre mi mente, del modo en que el aceite flota
sobre el agua o el cielo cuelga sobre la tierra. Estaba por encima de mí porque era la misma
luz que me había hecho, estaba por debajo porque había sido hecha por ellos"
-Competencia (en relación con el obispo Ambrosio):
Yo, por mi parte, empecé a amarlo. Al principio no como doctor de la verdad... sino como
hombre afable conmigo. Empecé a escucharle con atención... pero no con la debida
atención. Quería juzgar por mí mismo si lo que decían de sus dotes de orador era cierto, si
su fama como tal era mayor o menor de lo que *decía....
-Búsqueda de reconocimiento. competencia con uno mismo .... El deseo de alabanza nos
lleva a mendigar la aprobación de los hombres, atribuyéndola a una cierta excelencia
personal. E incluso cuando me lo reprocho a mí mismo, sigo tentado por el deseo de
alabanza. En el acto mismo de reprocharme hay una tentación, pues con frecuencia me
envanezco aún más por haber despreciado la vanagloria.
En Madrid, centro de renombrada cultura internacional, el pintor aragonés afianzó cada vez
más su convicción de hacer arte y fortaleció su fuerte deseo de afirmación y reconocimiento,
incluso habiendo fracasado dos veces en las oposiciones de la Academia de Bellas Artes.
Precisamente este rechazo, unido a su estilo antiacadémico y sin escrúpulos, fue el acicate
que le impulsó a venir a Roma, encrucijada de las experiencias artísticas más avanzadas e
ineludible para quien deseaba hacerse un hueco en el mundo del arte. Ni siquiera en la
Ciudad Eterna pudo contener su impetuosa y amenazadora arrogancia. Parece ser que
secuestró a una muchacha del Trastevere encerrada en un convento por unos parientes de
la que se había perdido irremediablemente. Por este hecho fue perseguido por la policía y
se refugió con el embajador español, de donde fue repatriado a sus expensas, regresando a
Zaragoza en junio de 1771.
Tras su repatriación, Goya recibe numerosos e importantes encargos de Bayeu con los que
consolida su reputación. También fue ventajoso el matrimonio con Josefa, hermana de
Bayeu, una mujer poco agraciada a la que, a pesar de las constantes traiciones, estuvo
tiernamente unido, debido al profundo valor que Francisco concedía a la familia. Siempre
gracias a Bayeu, se le encargaron los cartones para los tapices que decorarían el Palacio
de San Lorenzo en El Escorial y el Palacio Real de Gatopardo en Madrid, en los que el
pintor plasmó "toda la jovialidad colorista de las últimas glorias de la aristocracia española
del Antiguo Régimen". El éxito le aseguró un creciente prestigio entre las clases
aristocráticas. Por su comportamiento, amante de la caza, la buena mesa, la música, el
teatro, locuaz, irónico, bromista y seductor, era muy solicitado en los círculos más
extravagantes y relevantes de la vieja nobleza española. Para el joven artista, esta Su
posición de privilegio y reconocimiento unánime debía tomar la forma de una verdadera
redención social. Nacido en provincias, Bora podía por fin presumir de figurar entre los más
destacados de Madrid y compensar su mediocre y carente imagen de sí mismo.
En los cartones para tapices que representan escenas de la vida popular, según el
testamento de la futura reina María Luisa de Parma, Goya cede por fin a su propia inventiva.
La narración es más viva, llena de participación emocional a menudo de origen
autobiográfico, las pinceladas rápidas y fluidas y los colores cálidos y vivos transmiten la
alegría de vivir típica de la vida cortesana, pero también del propio Francisco. El éxito de
Goya estaba en su apogeo. En una carta a su amigo Zapater dice: "Si escribiera con más
tiempo, te contaría los honores que, por la gracia de Dios, me han hecho el Rey, el Príncipe
y la Princesa [...]. Les he besado la mano, ¡nunca he tenido tanta suerte!". Tras ingresar en
la Academia en 1780 gracias al apoyo del rey, Goya realizó numerosas imágenes, en su
mayoría retratos de los nobles de la corte madrileña con ojos despiadados e inmortalizados
en el lienzo como maniquíes de mirada fija y ajena. Impregnados de una gran estupidez y
miseria moral, a pesar de sus diversos honores y ropajes deganados, liberales por instinto y
progresistas de ideas, denunciaron con refinada y fría determinación el mal gobierno, la
corrupción, la inmoralidad y la indiferencia de los gobernantes que deberían preocuparse
por la suerte del pueblo.
ambición y arrogancia A través de la arrogancia y el orgullo de ser superior y más que los
demás, el E4 sexual intenta encubrir su tendencia a la autodestrucción, a la negación de
sus propias necesidades profundas y a la voluntad de destruir al otro, todo aquello que
pondría de manifiesto sus carencias. La notoriedad alcanzada por Goya comenzó a ir
acompañada de reconocimiento oficial. En 1786 fue nombrado Pintor del Rey por el nuevo
monarca Carlos IV. Su ambición estaba más que satisfecha: su presencia, en efecto, se
había hecho indispensable en las recepciones y diversas reuniones galantes. Escribió a su
amigo Zapater con gran presunción y arrogancia: "Ya no soy una antesala; el que quiere
algo de mí viene a buscarme, y yo me hago desear. Si no fuera por gente de muy alto rango
o por la insistencia de algún amigo, ni siquiera estaría trabajando. Y por el mero hecho de
hacerme desear tanto, no me dejan libre ni un momento. Su carácter histriónico y
falsamente acomodaticio le permitió atravesar, sin implicarse en absoluto, incluso los
turbulentos acontecimientos que sacudieron España en aquellos años. Mientras sus amigos
y protectores eran apartados del poder, Goya mantenía su posición y continuaba, como
pintor de corte, al servicio del nuevo rey y sus ministros.
Su especial sensibilidad ante las grandes convulsiones políticas que atravesaron Europa y
los dramáticos acontecimientos personales que vivió en aquellos años contribuyeron mucho
a este drástico cambio de tema y estilo. Era sensual, impetuoso, petulante, vanidoso, pero
también estaba dotado de un agudo sentido de la justicia y la humanidad. Amaba "la verdad
hasta la crueldad y tenía un agudo sentido crítico". Como artista, asumió la responsabilidad
de poner de relieve el verdadero abanico del mal en el que se entrelazaban los hilos de las
acciones llevadas a cabo en nombre de la justicia y de la misericordia divina. Sentía horror
hacia la Inquisición, de la que tuvo que defenderse varias veces, y odiaba profundamente el
fanatismo y la superstición, la ignorancia tradicional y el egoísmo ciego del alto clero o de la
aristocracia ociosa. En El entierro de la sardina (1812-14) y en la posterior Peregrinación a
la fuente de San Isidro (1821-23), el hombre pierde toda su humanización para convertirse,
a través de una pincelada áspera, violenta y corpulenta, en un elemento indistinto de una
muchedumbre delirante y alucinada, empujada por fuerzas caóticas y oscuras destinadas a
producir desastres incontrolables, no muy distintos de los que la guerra civil estaba
produciendo y produciría en aquellos años. Goya, de ser investigado, pasó a ser un
inquisidor al servicio de la humanidad.
Para el E4 sexual, descender a los rincones más oscuros de la propia existencia significa
identificarse con el sufrimiento más tenebroso, con el dolor universal, con la disolución y,
sobre todo, con la despiadada y desesperada lucha por la supervivencia que muchas veces
raya en tonos trágicos y espeluznantes. En 1819 Goya, tras perder sus privilegios y
abandonar la corte, se retiró junto a su joven compañera Leocadia Zorrilla, a la que conoció
en 1805 en la boda de su hijo Javier en una casa de campo a las afueras de Madrid. Tras
otra terrible enfermedad, Goya comenzó a decorar la casa donde pasaría sus últimos años.
El lugar, bautizado por los lugareños como "Quinta del sordo", se convirtió en un teatro en el
que la energía del mal se manifestaba en las más variadas formas de desesperación
obsesiva. En las noches de insomnio y delirio, el dolor personal asumía la inmensidad del
dolor universal, que en el pintor se manifestaba en un sentimiento de profunda angustia,
caracterizado por estados de alucinaciones y percepciones alteradas de la realidad. La
enfermedad y el estado degenerativo de su otrora poderoso cuerpo le enfrentaron al
verdadero y cruel sentido de la vida. La aparente tranquilidad que los honores y el dinero le
habían proporcionado antes de la guerra se desmoronó en una pena insuperable. Todo lo
dado y hecho, todos los pensamientos que le habían agitado, todos los dolores que había
sentido en secreto, en particular la muerte prematura de dos hijas, la muerte de su esposa y
sobre todo de la duquesa de Alba, revivieron de nuevo y aparecieron en su cuerpo
torturado, en su mente alucinada, en su corazón herido. Una noche oscura del alma que
pintó en las paredes de la casa, quizá para no volverse loco y desde luego para poder
expresarse y dar rienda suelta a la inquietud, a la violenta e irreprimible libertad inventiva.
Las visiones alegres y esperanzadas del pasado se transformaron en imágenes de una
humanidad deforme, grotesca, bestial, representada con una violencia expresiva hasta
entonces inusitada, o en terribles personajes de la mitología como Saturno devorando a sus
hijos (1821-23 ), cuadro que se ha convertido en un icono de toda la obra de Goya. El
cuadro recoge al dios devorando vorazmente a uno de sus hijos recién nacidos, aterrorizado
ante la profecía de que uno de ellos le robaría su poder. Las pinceladas -movidas por una
exasperada furia expresiva corpulenta y vivaz, capaz de expresar la agresiva oralidad que le
es característica- son fuertes, rápidas y densas, con un carácter sexual material E4. No hay
que descartar que en este cuadro de gran intensidad Goya quisiera representar a Saturno
en la figura del padre tiránico y repugnante hacia el que el joven Francisco sólo podía
albergar sentimientos de odio y desprecio por su infancia robada, así como la petición
indirecta de responsabilidades tempranas hacia la madre inadecuada. La suya fue sin duda
una relación competitiva tanto en lo afectivo como en lo profesional. Goya nunca compartió
con su padre, que también trabajaba en el medio artístico, ni sus éxitos y premios ni la
lujosa vida mundana que llevaba en Madrid. Le consideraba creíble y marginal, incapaz en
el papel de padre y esposo. Con motivo de su muerte, escribió a su amigo Zapater, con
claro desprecio, que había muerto sin testamento "porque no tenía nada que hacer".
Exilio: retorno a la fuente original Una vez adquirida la conciencia de que todos y todo
pertenece a un único gran diseño, en el que las partes individuales están conectadas entre
sí, el E4 sexual alcanza un estado de tranquilidad meditativa y puede abandonarse al flujo
de la vida como un continuo de experiencias y conocimientos, y formar parte de su totalidad
y plenitud.
Nada más terminar el ciclo de pinturas negras, Goya, acogiéndose a la amnistía concedida
por el rey, decidió abandonar el país y trasladarse a Burdeos, adonde llegó "sordo, viejo,
aletargado y débil y sin saber una palabra de francés, pero deseoso de ver mundo". En la
ciudad francesa, lejos de todo el mundo, pasó los últimos años de su vida con serenidad,
dedicándose a experimentar nuevas técnicas litográficas y enseñando el arte a su pequeña
y querida hija María Rosario. Habiendo dado forma y voz a sus propios demonios,
reconocidos como manifestaciones de las fuerzas vitales del universo, se había dado por fin
la posibilidad de poder abandonarse al fluir de la vida cuyo sentido no se desvela. Los
últimos años del artista se caracterizaron por una actitud más compasiva y acogedora. A
pesar de los achaques y el agobio de una existencia convulsa, Goya nunca perdió esa
extraordinaria vitalidad que, si antes se manifestaba en la búsqueda obsesiva de lo diferente
y lo desconocido, en el desafío al misterio, en la superación del límite, ahora se revelaba en
un saborear todo lo que la vida le ofrecía, captando los aspectos más íntimos, reales y
humanos. Una alegría de vivir y de conocer que le llevó incluso en el arte a experimentar
siempre con nuevas técnicas y soluciones de composición. En La lechera de Burdeos
(1827), que representa a la joven campesina que le llevaba leche cada día, considerada su
última obra, reaparecen los tonos claros de su manera juvenil, revisados a la luz de las
experiencias impresionistas. El pintor, de más de 80 años, dejó con esta obra una especie
de testamento espiritual que invitaba a las nuevas generaciones a mirar el arte y la vida
como un espectáculo eternamente renovado, ante el que hay que situarse inocentemente,
con el encanto y el asombro de un niño. En uno de los últimos dibujos, como si quisiera
darnos una clave para entender toda su existencia de hombre y de artista, representó a un
anciano apoyado en una muleta y un bastón, con la leyenda "Todavía aprendo": el último y
profundo acto de amor hacia la vida que no requiere más que ser vivida plena e
incondicionalmente.
No vivir sin él, sin su vida, sin su alma, y finalmente se va con Edgar a Thrush Farm.
Heathcliff desaparecerá durante tres años, sin revelar dónde estuvo ni qué hizo durante ese
tiempo. Pero sabremos que ha decidido vengarse de todos. Una de las reacciones del E4
sexual es no soportar la frustración, el dolor y la humillación, siendo la huida su mejor
respuesta ante situaciones que no puede sostener.
A su regreso se ha convertido, en apariencia, en un rico caballero. Ha sufrido una
transformación incluso física. Ya no es un niño de la calle, sino que, como cuenta Nelly
Dean, se ha convertido en un hombre, alto, atlético y bien construido. "Mi amo (Edgar)
parecía un joven a su lado. Al ver su continente erguido, se pensó que debía de haber
servido en el ejército. Su semblante tenía una expresión más firme y decidida que el del
señor Linton, delataba inteligencia y, al parecer, no conservaba rastro alguno de su anterior
inferioridad. En sus cejas fruncidas y en el brillo negro de sus ojos persistía su naturaleza
feroz pero contenida. Peligroso puede ser a veces el maquillaje y los cambios externos que
los E4 sexuales consiguen en su afán y necesidad de ocultar el dolor, la vergüenza y la
vulnerabilidad, al tiempo que han encubierto su odio manteniéndolo encendido como una
brasa encuentra a su amada casada con Edgar Linton, que accede a acogerle en su casa
por amor a Catherine, sabe que la hará feliz, y se lo dice claramente a Heathcliff, que le
replica descaradamente que sólo puede sentirse feliz en una situación si hace parte de ella
(egoísmo). "He vuelto sólo para ver tu cara, me he enfrentado a mucha dureza desde la
última vez que oí tu voz" (víctima y manipulador). Tienes que perdonar mi silencio, he
luchado sólo por ti" (sacrificado y recriminador). Y sin importarle, la acosará en su propia
casa, a veces incluso en presencia de su marido. Heathcliff parece no darse cuenta, como
muchos E4 sexuales, de que su decisión, en este caso de volver, incluso enriquecido, no es
suficiente para que las cosas tomen el curso que él desea.
Catherine le pide que se marche y olvide el pasado. "Me trataste sin dignidad y si crees que
no voy a vengarme, eres estúpido", declara sin pudor para hacerla sufrir (rencoroso y
vengativo). Ofende a Edgar llamándole cobarde y le felicita sarcásticamente por el buen
gusto de su ropa.
Su profunda herida no le permite sentir compasión por nadie que no sea Catherine. Como
cuenta Nelly Dean: "La agarró (a Isabella) del brazo y la arrojó fuera de la habitación,
volviendo exclamando: 'No puedo ser compasivo, no puedo. pisoteando, cuanto más
aumenta el dolor'". Está hablando de su mujer. La maltrata física y psicológicamente, la
destroza y la acusa de odiarse a sí misma, de no tener dignidad. No tiene límites si
encuentra a alguien a quien denigrar, y lo hace con amargura y resentimiento. Trata a todo
el mundo con salvaje tiranía y sigue enamorado de su idealización romántica.
Su amor, imposible como era, se volvió violento y apasionado en extremo, generando una
actitud defensiva de contraataque. Un amor inmaduro, bloqueado en la infancia. Los
momentos de felicidad que perseguirán a Heathcliff durante el resto de su vida apenas
tuvieron lugar en unas pocas páginas. Y muchos de ellos fueron una forma de escapar de la
violencia. Otra característica que encontramos aquí de este subtipo donde el apego a los
amores románticos e imposibles se congelan y se mantienen como fuente de perenne
desgracia por el paraíso perdido.
Catherine cae gravemente enferma mientras espera un hijo de Edgar y Heathcliff no soporta
estar lejos de ella, pero ella le dice que enfermó por su culpa, que él la mató. "Son palabras
que quedarán grabadas en mí, torturándome para siempre mientras tú descansarás en
paz"> (víctima extrema, envidia hasta la muerte). Se ha convertido en un juego agotador
que el E4 sexual conoce muy bien: se ofende, se arrastra, vuelve a atacarla: "¿Qué derecho
tenías a dejarme? Yo no te rompí el corazón, lo hiciste tú misma, y me rompiste el mío".
Catherine, moribunda, le pide perdón: "Es difícil, te perdono: Amo a mi asesino" (no puede
calmarse ni siquiera en ese momento mortal, sigue atacando). "Espero que despierte en el
más allá llena de tormento; sólo repetiré una oración para siempre: Catherine Earnshaw,
que no descanses en paz mientras yo viva. Si dices que te he matado, entonces
persígueme como a un fantasma o de cualquier otra forma, basta con que me acompañes
siempre, haz que me vuelva loco pero no me abandones" (auto-tortura flagelante). Su
contradependencia se abre en una dependencia profunda y enfermiza y repite lo que ella le
dijo cuando se fue: "No puedo vivir sin mi vida, no puedo vivir sin mi alma".
El E4 sexual está ligado a un amor imposible por la vida para seguir alimentando su
sufrimiento, que es la única modalidad demencial que conoce y a la que es adicto.
Catherine fallece al dar a luz a su hija Cathy. Heathcliff le dice a Nelly: <<Si miro al suelo,
creo ver sus rasgos grabados en las baldosas. En los árboles y en las nubes, en todo
durante el día y llenando el aire por la noche, veo su imagen. Creo verla en los rasgos más
vulgares de cada hombre y de cada mujer, ¡e incluso en mi propio rostro! El mundo es una
horrenda colección de recuerdos que me dicen que ella vivió y que yo la he perdido. La
muerte de Catherine aumenta su obsesión; llega incluso a pedir al sepulturero que la
desentierre para poder verla una vez más.
Utilizando trampas, engaños y violencia, consigue su objetivo. Edgar Linton cae enfermo y
Heathcliff retiene a Cathy en su casa bajo chantaje para forzar el matrimonio. Ella le pide
que por favor la deje ver a su padre: "No eres un monstruo, sólo eres un hombre cruel. ¿No
has amado a nadie en tu vida? Y Heathcliff, arrogante, responde: "¿Cómo te atreves a
adularme y querer ablandarme? Te odio".
Cuando Edgar muere, Linton hereda sus bienes, como marido de Cathy. Pero también
padece una salud frágil que le lleva a una muerte prematura; antes de morir, cede todos sus
bienes a su padre. Heathcliff odia y maltrata a Cathy, ya que la considera culpable de la
muerte de la mujer que ama y le ordena que se quede a vivir en Cumbres Borrascosas,
para que él pueda alquilar la Granja. La maldice abiertamente por haber venido al mundo y
la castiga abiertamente por su dolor: "No te irás de aquí y te haré sufrir, como mi
pasatiempo favorito". Se aferra al amor imposible que le hizo sufrir para seguir pensando en
paraísos perdidos, es su forma de estar en el mundo.
Incluso habiendo logrado sus perversos objetivos, Heathcliff no es feliz ni está en paz. Se
pasa la vida pensando en Catherine y en poder recordar su rostro tal y como era. Al no
poder encontrar una imagen clara de ella en sus recuerdos, decide suicidarse lentamente,
evitando dormir y comer, hasta que lo consigue.
Hacia el final, Heathcliff confiesa a Nelly Dean que ya no le interesa la violencia, no porque
se haya hartado, sino porque ya la ha superado: "¡Qué mal desenlace! ¿No es verdad? Es
una consecuencia bastante absurda de mis esfuerzos violentos. Después de proveerme de
herramientas suficientes para derribar las dos casas, y de entregarme a unos trabajos casi
hercúleos, resulta que me falta voluntad para consumar mi obra. He derrotado a mis
antiguos enemigos y ahora puedo, si quiero, vengarme de sus descendientes. Pero, ¿para
qué? Me da igual, ya ni siquiera quiero molestarme en levantar la mano contra ellos. Se
avecina un gran cambio (atormentado). Ha sido una larga lucha y me gustaría que terminara
(agotado por su propio enredo de odio). Pierde interés en continuar su venganza, fascinado
y atormentado al mismo tiempo por las visiones de Catalina y el anuncio de su muerte. No
pensará en otra cosa que en poder unirse al fantasma invocado y a los esponsales
póstumos en el más allá de sus espíritus condenados, que para ser dignamente celebrados
requieren una apoteosis vengativa: la destrucción de las casas de Earnshaw y Linton. Pero
la tormenta que lo ha arrasado parece amainar de repente: "Lo que me detiene no es la idea
de golpear, sino sólo la pereza de levantar la mano". Descripción humanizada de un gran
vendaval que amaina. Heathcliff muere aceptando que la nuera viuda y el hijo de su odiado
enemigo vuelvan a empezar juntos. Será enterrado junto a Catherine y Edgar Linton.
En el prólogo del editor a la segunda edición póstuma del libro, en 1850, la hermana de
Emily Bronte, Charlotte, escribió: Heathcliff queda, en efecto, irredento; sin desviar nunca su
rumbo inalterable hacia la perdición.
UN EJEMPLO DE PELÍCULA August Osage County (John Wells, 2013) POR ROSSANA
PAVONI GALLO La familia Weston se reúne en casa de la madre tras la desaparición y
posterior suicidio del padre. La madre, Violet (Meryl Streep), enferma, amargada y adicta a
las pastillas. Vive con Ivy, la única de las tres hijas que se quedó en la casa y que planea
independizarse a los cuarenta años, y una chica indígena que el marido contrató, antes de
irse, para que la cuidara.
Llegan con sus cargas de miseria: Mattie, la hermana de Violet, con su marido; Bárbara, la
hija mayor, con su inminente ex marido y su problemática hija adolescente; Karen, la tercera
hija que intenta por enésima vez tener una relación estable con su novio de turno; y por
último, el sobrino de Violet, frágil y sumiso. Conflictos y sentimientos exacerbados por el
calor de agosto se ponen sobre la mesa. 121 minutos sin compasión los unos por los otros,
en un juego de espejos. Un genograma sistémico en directo de tres generaciones que
repiten, pagan y hacen pagar errores, mitos, eslóganes y dolores. Un árbol genealógico con
linfa que huele a frustración, compitiendo por quién sufre más. Les une la incapacidad de
ser felices, como si vivieran para hacerse daño, con la máxima: condenados a vivir
rodeados de soledad. El calor será una elocuencia constante a lo largo de la película,
asfixiando fuera y dentro de la casa, como el ambiente que crea el protagonista.
Violet padece un emblemático cáncer de lengua que le duele, como la vida, y es adicta a
una larga lista de pastillas con las que alivia su malestar y frustración. La desaparición de su
marido le trajo miedo e inseguridad, revestidos de arrogancia; nostalgia que duele y reaviva
heridas enmascaradas que escupen maldad con histrionismo y enfrentamiento. Su
fragilidad, soledad y victimismo sacan a la luz cuestiones que oculta mal con una presencia
imponente y su lengua encendida. Una madre difícil y disfuncional que se ha sacrificado
para ofrecer lo que ella no tuvo: mejores oportunidades, comodidades y posible éxito a sus
hijas, que parecen no haberlo aprovechado como ella quisiera, para después despreciarlas,
criticarlas y resaltar sus errores, con amor. contaminado que no logra suavizar, salvo en
algunos momentos de reconocimiento y afecto.
Con su hija Ivy, Violet tiene expresiones dulces que de repente van acompañadas de
quejas: "No puedo hacerlo todo yo sola", y sarcasmo, hablando mal (y a espaldas) de una
hija a la otra: "Me imagino cómo seré su ayuda, igual que tú". También es ofensiva:
"Deberías cambiar; con el pelo así y sin maquillaje pareces una lesbiana, deberías buscarte
un hombre digno". Es esclava de la imagen incluso en el dolor, no puede mostrar su
deterioro e intenta enmascarar su tragedia: "¡Todas necesitamos maquillaje, incluso
Elizabeth Taylor!". Se siente menos que nadie pero no puede admitirlo. Cuando un acorde
sensible le conmueve, consigue detenerse, reconocerlo y dar las gracias. "¿Tienes miedo?",
le pregunta su hija. "Claro que sí... Usted es una gran ayuda para mí". Al menos una de mis
hijas se quedó conmigo...".
UN EJEMPLO DE PELÍCULA August Osage County (John Wells, 2013) POR ROSSANA
PAVONI GALLO La familia Weston se reúne en casa de la madre tras la desaparición y
posterior suicidio del padre. La madre, Violet (Meryl Streep), enferma, amargada y adicta a
las pastillas. Vive con Ivy, la única de las tres hijas que se quedó en la casa y que planea
independizarse a los cuarenta años, y una chica indígena que el marido contrató, antes de
irse, para que la cuidara.
Llegan con sus cargas de miseria: Mattie, la hermana de Violet, con su marido; Bárbara, la
hija mayor, con su inminente ex marido y su problemática hija adolescente; Karen, la tercera
hija que intenta por enésima vez tener una relación estable con su novio de turno; y por
último, el sobrino de Violet, frágil y sumiso. Conflictos y sentimientos exacerbados por el
calor de agosto se ponen sobre la mesa. 121 minutos sin compasión los unos por los otros,
en un juego de espejos. Un genograma sistémico en directo de tres generaciones que
repiten, pagan y hacen pagar errores, mitos, eslóganes y dolores. Un árbol genealógico con
linfa que huele a frustración, compitiendo por quién sufre más. Les une la incapacidad de
ser felices, como si vivieran para hacerse daño, con la máxima: condenados a vivir
rodeados de soledad. El calor será una elocuencia constante a lo largo de la película,
asfixiando fuera y dentro de la casa, como el ambiente que crea el protagonista.
Con su hija Ivy, Violet tiene expresiones dulces que de repente van acompañadas de
quejas: "No puedo hacerlo todo yo sola", y sarcasmo, hablando mal (y a espaldas) de una
hija a la otra: "Me imagino cómo seré su ayuda, igual que tú". También es ofensiva:
"Deberías cambiar; con el pelo así y sin maquillaje pareces una lesbiana, deberías buscarte
un hombre digno". Es esclava de la imagen incluso en el dolor, no puede mostrar su
deterioro e intenta enmascarar su tragedia: "¡Todas necesitamos maquillaje, incluso
Elizabeth Taylor!". Se siente menos que nadie pero no puede admitirlo. Cuando un acorde
sensible le conmueve, consigue detenerse, reconocerlo y dar las gracias. "¿Tienes miedo?",
le pregunta su hija. "Claro que sí... Usted es una gran ayuda para mí". Al menos una de mis
hijas se quedó conmigo...".
Su hermana Mattie llega con su marido, del que comenta ácidamente a través de la
ventana, sin ser escuchada: "La aguanta porque fuma muchos porros". Dramática y
extrovertida, Violet se lanza en un abrazo con su hija mayor Barbara (Julia Roberts) nada
más llegar, y no la deja en paz durante su estancia. Barbara, agresiva pero comedida y seca
(moralista y dura), le devuelve: "Quizá papá sepa algo de ti, quizá le atacaste demasiado
cuando bebía". Desconfiada e irracional, Violeta declara que apenas sabía que era para
huir. Misteriosa, su marido se había marchado, ella revisó la caja fuerte donde guardaban
dinero y joyas, por si se los había llevado. Pero también idealiza al objeto amado, sobre
todo en su ausencia, recordándolo por "su silencio, su inteligencia, su distinguirse del resto,
y... tan sexy", o que busca un E4 sexual en las relaciones anheladas y especiales.
convertirlo en pareja.
Violeta reprocha y culpa repetidamente a su hija por no haber venido a verla, por haber
hecho sufrir a su padre, por no haber seguido estudiando, por seguir a su marido. Celosa, le
reprocha no haber vuelto cuando ella enfermó, pero vuelve por su padre. La hija responde:
"Se supone que los padres deben querer a sus hijos de la misma manera, pero tú eres muy
mezquino, siempre me he sentido tratada de forma diferente a mis hermanas>>. Violeta le
dice cínicamente: "Si quieres creer en Papá Noel, esa es la realidad, yo también sabía que
mi madre prefería a mi hermana, y aquí estoy". También exagera con glamour y elocuencia,
hiriendo a la hija: "Tu padre estaba decepcionado contigo, pensaba que tenías talento como
escritora". Violeta pretende ser una defensora de la justicia y tener siempre razón. Se ríe
como si hubiera hecho o dicho algo gracioso o sin importancia, y se marcha. En su forma de
relacionarse y de sentirse intensamente viva, no puede no herir. Pero tampoco puede
soportar el drama y su peso durante mucho tiempo; incluso se cansa de sí misma y olvida
sus flechas, aunque deje al otro postrado. La hija no puede soportarlo y se las ingenia para
atacar con -veneno-, con el que se convierte en víctima: "Estoy enferma, me arde la boca,
mi marido desaparece y tú me gritas". Violeta responde llorando en uno de los pocos
momentos en que la vemos frágil y consolada por la hija.
Cuando le anuncian que su marido ha muerto, se pone a bailar y a reír. Aunque está bajo
los efectos de los medicamentos, hay una forma característica de quitar el dolor, que no
puede ser profundamente golpeado un E4 sexual de repente; resiste, evade, no soporta. La
tercera hija llega con su historia de desastres amorosos, eficiente en el trabajo y con un
hombre mayor que ella, infantil y superficial, cree que la ama, cree que la ama, infantil y
superficial. No muestra dolor por la muerte de su padre y su madre apenas lo tiene en
cuenta. Competitiva pero con baja autoestima, Violeta no se siente ni guapa ni atractiva, e
insiste: "Las mujeres mayores no pueden ser sensuales". Si ella no lo es, tampoco lo serán
las demás. Es muy importante, como en general para el E4 sexual, el atractivo físico y la
capacidad de seducción; le duele no sentirse así nunca más, así que decide que todas
serán viejas y feas. No sabes conquistar a un hombre", le dice a su hija, jactándose a la vez
que menospreciándola.
La siguiente escena de la cena familiar tras el funeral es el ápice, en el que Violet despliega
la necesidad sexual de E4 de ser la diva, cuando tiene público y escenario para lucirse y
destacar. Llega a la mesa con lo que parece ser una arenga preparada y las armas
cargadas. "Veo que los caballeros están en mangas de camisa, creía que esto era una cena
fúnebre". Todos los hombres se levantan y, a pesar del calor y la familiaridad, se ponen las
chaquetas. Violet se asoma, dura, desafiante, fulminante. Mientras fuma, recuerda a los
presentes que alguien tiene que rezar una oración. Su cuñado comienza y ella, que no
comparte la oración con los demás, demuestra con gestos evidentes y despectivos que el
hombre es incompetente e irritante.
Comienza una retahíla de confesiones, secretos, reproches y duras realidades contadas sin
eufemismos sobre las desgracias de su vida: sacrificios, ser madre, tener cáncer, vivir en un
pueblo miserable y olvidado. No deja a nadie sin su dosis de maldad. Ya quiere deshacerse
de los muebles y renovarse, y le ofrece a su hija un mueble del que realmente quiere
deshacerse ella misma, y ni siquiera escucha a las demás. que ataca a la criada, celosa de
los piropos que recibe por la comida, enfatizando: "Para eso te pagan, que quede claro que
pagan". Se burla de la otra hija y de su nuevo novio, mordaz, y busca la complicidad de las
demás, con una mirada de desaprobación.
Destruye el objeto amado y admirado con la misma fuerza que lo idealizó, del cielo al
infierno. Critica a su amado y apenas muerto marido: "No escribió un poema hasta los
sesenta y cinco años, era alcohólico, nunca le gustó enseñar, y estaba tan borracho cuando
tuvo que dar un discurso a los antiguos alumnos de una universidad, que no pudieron
invitarle más". Tiene el valor de decir la verdad con franqueza, sin filtros, pero los tiñe de
resentimiento y envidia. Es capaz de callar a todos cada vez que abre la boca y suelta
dardos, convertida en una matriarca desquiciada que se siente la más verdadera, la más
sufrida, la que lo sabe todo, emocionalmente agotada y extenuante. Como si no hubiera
lugar para la esperanza, para la ternura, para la confianza. Aunque profundamente
insegura, es inteligente y su lenguaje corporal, su tono de voz, sus gestos gráciles y sutiles,
bien dispuestos y controlados, refuerzan el carácter histriónico, seductor e incluso valiente
(pero cruel) del personaje. Siempre necesita ser el centro de atención, hablando alto, siendo
simpática o riendo histéricamente. Critica y manipula, va de un blanco a otro, apuntando las
flechas de su acidez a cada una de las hijas, y luego se ríe.
Hablar del testamento. Una hija no quiere hablar de eso ahora. Ella insiste, gritando: "Si
quiero hablar, hablaré". Entonces, ella dice sin reparos: "Estos muebles y toda esta mierda,
si quieres te los llevas, yo no los quiero, no me sirven, los sacaré a subasta, o te los
venderé a un precio más bajo que en subasta. ". Sólo Bárbara consigue responderle con el
mismo odio: "O te mueres antes de la subasta y nos quedamos con todo, y ya está". Violeta
responde: "Sí, pueden hacerlo así", disgustada pero rezumando orgullo.
"Crecimos sufriendo y sacrificándonos por ti", dice. Su redención incluye al marido: ahora
culpa a las hijas que han obtenido una educación universitaria sin aprovecharla. "Tú no
sabes cuáles son los problemas, sólo yo". Bárbara le pregunta: "¿Por qué nos gritas? ¿Por
qué lo pones todo en contra?", a lo que Violeta responde: "Soy el único hombre
heterosexual de esta casa y hoy es un día perfecto para aclarar las cosas". Busca atención
y se siente la campeona, la justiciera, la única con la verdad en la mano, la que puede
atacar, criticar, burlarse. "Todos piensan que soy mala". La verdad es que Violeta, como la
mayoría de los E4 sexuales, tiene varios dones como la comprensión, la intuición, la
sagacidad de unir puntos con pocos elementos, ver esquemas sistémicos amplios en poco
tiempo. Sólo que ella misma destruye su propia capacidad de ver más allá y se encoge,
cerrándose y dando vueltas alrededor de su ombligo. En una discusión extrema y
escandalosa sobre las drogas que siempre ha consumido, declara: "Sí, soy drogadicta. Me
encantan las drogas: ¡son mis mejores amigas y nunca me fallan! Intenta quitármelas y te
como viva". La hija le recrimina que con una madre adicta. Ni siquiera la escucha: "¡Estoy
en casa!"
En una escena en la que regresan del médico, ella sale corriendo del coche en medio del
campo como con vergüenza y desesperación, en una catarsis desesperada, y la única que
va detrás de ella es Barbara, que reconoce cuando la alcanza que ha perdido el control. .
Violeta, aplacada y sincera: Buscaba razones para luchar y tú me las has dado. Entonces,
¿qué podemos hacer ahora?". "<Tienes que desintoxicarte>, le dice Bárbara. Y Violeta
responde: "Sólo necesito unos días para recuperarme>>. Su apenada hija responde: "No
estás sola, si necesitas ayuda". Y ella, contra-dependiente y astuta, añade: "Tu ayuda no
me sirve de nada, puedo estar muy bien sola, sé que cuando se acaben las conversaciones,
cada uno volverá a su miserable vida, no te preocupes por mí. Sé cómo funciona. Puedo
hacerlo". Y no es mentira, sabe cómo hacerlo desde el punto de vista de su falsa imagen,
aunque paga un coste muy alto por ello. Es difícil aceptar la vejez y el cansancio de una
vida dura. Y Violeta se muestra ahora más vulnerable, sin peluca ni maquillaje, más
tranquila y emocionada al ver a sus tres hijas juntas, en un raro momento en el que no se
siente atacada ni tiene que defenderse. Las reconoce con la ternura de la que es capaz, ya
que forman parte de ella. Y les cuenta un episodio de sus trece años, ya sin teatro, ni
excesos, sin rabia, sólo con sinceridad y la pena que le causa lo que la marcó, ya no la
pobreza ni los golpes, sino una madre malvada: "Un chico me gustaba mucho y llevaba
unas botas vaqueras de las que estaba orgulloso. Pensé que con unas botas así, como
mujer, me pediría que fuera su novia. Soñaba con ello. Le rogué a mi madre por esas botas
hasta que llegó Navidad. Mi madre hizo un paquete muy bonito y lo puso debajo de un árbol
delante de casa días antes, y me dijo que no lo abriera hasta el día 25". Se emociona...
"Cuando llegó la fregona, fui a abrir el regalo: eran unas botas de hombre, grandes, usadas
y viejas, rotas y sucias de caca de perro y barro. Mi madre se rió de mí durante días".
"Estaba maldita, la hija de puta. Debía de haber tomado de ella, imagino">.
Esta historia muestra la raíz de tanto odio: habiéndose sentido humillada y habiendo
recibido la envidia destructiva de quien tenía que cuidarla y reconocerla; la salida que
encontró fue escupir el veneno que se había tragado, devolver a sus hijas lo que había
recibido como hija, quemar lo que la rodeaba y desconfiar de cualquier amor. Con su actitud
ahuyenta a todos, no se deja querer ni consigue amar, no sabe hacerlo, no se lo enseñaron
y no lo aprendió. Ella, su hermana y su hija tratan a sus hijos como ellos les trataron a ellas:
sin amor ni generosidad.
El E4 social tiene una actitud más suave y blanda que el E4 de conservación y el E4 sexual.
Suele tener una complexión delgada, su espalda tiende a irse hacia delante y sus hombros
a cerrarse, como si quisiera hacerse más pequeño de lo que es. Su cuerpo expresa el
deseo de no ser visto y de esconderse de los demás. Al retraer la ira hacia sí mismo, el 4
tiende a cerrar el pecho hacia delante. El rostro de E4 está marcado - es una característica
de este tipo ---, pero su mirada es lánguida, ostentosa, suplicante y dulce. Al establecer una
relación con el exterior, muestra tanto la parte más dulce de sí mismo como el sufrimiento,
para estimular aún más la bondad amorosa del otro.
Cuando Claudio me invitó a decir algo sobre mí en mi primer SAT, me comparó con Bambi
-de los dibujos animados de Disney- por mi aspecto lánguido y temeroso. Esta imagen fue
una revelación para mí. Descubrí que mi cuerpo y mi actitud iban de la mano con el deseo
de inspirar amor y dulzura para no ser castigada ni golpeada. CHIARA F
Cuando el instinto social se siente invadido por la envidia, se convierte en odio a sí mismo,
en el sentimiento de desvalorización de uno mismo en continua comparación con los demás
y el consiguiente sentimiento de inadecuación en relación con el grupo al que se pertenece
o al que se desea pertenecer.
Como todos los E4, el social tiene tendencia a hacer continuas comparaciones entre él
mismo y los demás. Se preocupa constantemente por sí mismo y siempre sale perdiendo;
no pocas veces es muy duro consigo mismo y puede tener una actitud punitiva y despectiva
hacia su persona. El aspecto social está representado precisamente por la mirada dirigida a
lo que está fuera de él, la confrontación continua con el mundo exterior, que le lleva a
mantener un enfoque constante en lo que le falta.
Durante mi primer mes de vida concibieron a mi hermana. Creo que esta circunstancia
cambió prematuramente la fase de lactancia y el vínculo con mi madre, ya que sentí que
una parte de ella ya no era para mí. Su nacimiento no mejoró las cosas. Al contrario, creó
más distancia, nada más nacer tuvo una neumonía grave que absorbió por completo la
atención y la energía de mi madre. Me sentí muy sola y abandonada, sentía que ya no
había interés por mí. Recuerdo una imagen insistente que me acompañó a lo largo del
tiempo en la que estoy de pie en el umbral del dormitorio, ni dentro ni fuera, inmóvil y
apoyada en el marco de la puerta. Nadie repara en mí, mi madre está completamente
volcada hacia mi hermana, inclinada sobre ella, como un solo organismo. Todo ese afecto
-ese "mundo"- me dolía profundamente, porque yo no formaba parte de él. Y cuanto más las
miraba, más sentía que mi cuerpo crecía desproporcionadamente como una marioneta de
goma, hinchada y sin habla, un gigante al que nadie veía ni oía. No podía hacer nada, ni
siquiera ruido, para que se fijaran en mí, sólo me convertía en "ojos>>. Rosa C
La pasión de la envidia se manifiesta de forma diferente a los otros subtipos: al principio del
curso es muy difícil para este personaje reconocerla, no sólo porque la considera un
sentimiento deplorable y negativo , sino porque al carecer de la tenacidad del subtipo de
conservación que sostiene el sentimiento de carencia -y de la libertad sexual instintiva que
toma lo que le falta-, el subtipo social transforma la envidia en falsa admiración: el otro se
convierte en el modelo que aspira a emular, aun con la convicción de que no lo conseguirá,
ya que nunca se siente adecuado. Puede tener una actitud dual hacia las personas: aunque
le resulte fácil idealizarlas, con la misma facilidad puede desvalorizarlas. La desvalorización
surge, paradójicamente, en el momento en que consigue lo que quiere. Cuando consigue el
objetivo tan deseado o codiciado, pierde su encanto, su atractivo y su importancia, a pesar
de haberle parecido el único motivo de felicidad. Este mecanismo está relacionado con una
necesidad neurótica de mantener la tensión hacia algo que no se posee internamente, pero
también está vinculado a la escasa valoración del E4 social hacia uno mismo, que luego
también transmite a quienes le demuestran amor o devoción. "Si quiere a un don nadie
como yo, es que algo le pasa, si no aspiraría a algo mejor", piensa, aunque este
pensamiento va acompañado ambivalentemente de la expectativa de ser especial, de ser
querido sin medias tintas.
Esta carencia, esta perpetua persecución de metas que perdían inmediatamente su sentido
y su significado en el momento en que se conseguían, ha sido también el motor de mi vida
para conseguir cosas. Siempre sentí que "nunca es suficiente", perseguí y logré
(probablemente con la tenacidad de mi segundo subtipo, la conservación) muchas cosas:
Me licencié en Ciencias de la Educación, luego fui ayudante de profesor, luego hice un
máster, luego una licenciatura en psicología. Nunca me sentí suficientemente competente
en mi profesión y durante años busqué fuera esa seguridad que no encontraba dentro de
mí. Pocas personas conocen todos mis caminos, porque todavía existe un sentimiento de
vergüenza al admitir lo que he conseguido. Inmediatamente se apodera de mí esa voz
desvalorizadora que me dice que con todos esos títulos cualquier otra persona habría
podido construir una carrera más satisfactoria y mejor remunerada. GIULIA C
Si miro lo que he hecho, la lista es larga. También reconozco que consigo centrarme y ser
eficaz en mi trabajo pero la sensación de "no ser suficiente" permanece, siempre me siento
como si no supiera nada, alimento esta sensación manteniéndome desordenada y
desorganizada. Un poco exagerado, ¡poniendo demasiado en el plato! Por ejemplo:
¡Siempre leo dos o tres o más libros al mismo tiempo! Casi me asombra cuando recibo
comentarios de agradecimiento de mis pacientes, ¡a quienes les encanta! Quiero decir que
el trabajo ha sido suyo; gran dificultad para atribuirse el reconocimiento y el mérito; no sé si
es envidia, pero cuando alguien lo hace, siento asco, me parece una desvergüenza.
MARINA P
El E4 social tiene hambre de ser amado, y para conseguirlo invierte mucha energía en ser
reconocido como perteneciente,
Recuerdo que durante un curso del SAT, al principio de mi andadura, Claudio me pidió que
me levantara y hablara. Por un momento sentí una gran vergüenza y no podía mirar al
grupo públicamente. Me preguntó de qué me avergonzaba y le dije que tenía la sensación
de que los demás podían ver dentro de mí. "¿Qué ves?", volvió a preguntar Claudio. Tenía
miedo de que vieran que yo no era una persona agradable, mansa y limpia. Me sentía
profundamente sucia. CHIARA F
El E4 social tiene una necesidad constante de reconocimiento no sólo por parte del grupo al
que pertenece, sino también de los de fuera: si me reconocen, es que valgo". Se ve a sí
mismo y se identifica en función de cómo le percibe el mundo. En el subtipo de carácter
social de la envidia hay un contacto emocional constante con la carencia y un deseo de
llenar el vacío. Vive en un sentimiento incesante de que sólo el mundo exterior es
indispensable para satisfacer su falta de plenitud y recuperar un sentido de valía personal.
Es como si una parte de él siguiera esperando lo que su madre tuvo en la infancia; sólo ha
cambiado el objeto, permanece la misma idealización del otro y la expectativa de recibir
aquello que le hará sentirse satisfecho, llenar el sentimiento de vacío y ser finalmente feliz.
El E4 social tiene poca autonomía y, al no sentirse digno ni siquiera de pedir ayuda, utiliza
lamentos: su petición de ayuda, nunca explícita, está hecha de lágrimas, dulzura, ironía,
pero también de culpar al otro, sobre todo cuando está enfadado y decepcionado por lo que
esperaba y no ha sucedido.
Tiene una fuerte emocionalidad y también una marcada capacidad de empatía, pero son
sus emociones las que surgen como reflejo del mundo exterior; es como si sus emociones,
sentimientos y comportamiento no pudieran separarse del mundo exterior a él. La empatía
es el canal a través del cual se permite experimentar sus emociones aún más plenamente y
alimentar esa parte emocional que le hace sentirse vivo y no solo.
En el contexto familiar, ha aprendido cómo debe ser para no molestar, para no irritar a su
madre, para no ser castigado o maltratado, pero se ha olvidado de escucharse a sí mismo,
de sus necesidades, de expresarlas y de confiar en que pueden ser satisfechas, algo que
quizás usted nunca ha aprendido.
Infancia
Ya en la infancia, el E4 social alimenta la ilusión de que puede salvar a las personas que le
rodean, aunque le hagan daño y le humillen. Cree que salvándoles, dándoles una
oportunidad de redención, puede salvarse a sí mismo. Así, se identifica con el otro,
proyectando su necesidad de ser salvado, como si quisiera "comerse" a sus seres queridos.
La necesidad real de satisfacer el "hambre de madre" y la imposibilidad de hacerlo lleva al
niño social E4 a llenarse de ira hacia su propia madre, una ira que no puede permitirse
expresar, ya que la necesita, depende de ella. Así, se la traga, para sentir que la tiene
dentro. "Como no puedo tenerte, me convertiré en ti, así podré tenerte y también odiarte". El
E4 social tiene una relación consigo mismo que refleja la que experimentó con su madre: si
su madre le habla despectivamente, el niño se dirige a sí mismo despectivamente, si a su
madre le molesta su risa y su juego, él se reprime. Se prohíbe reír y jugar. Si su madre le
repite: "Lo haces todo mal, eres un inútil", y la persona se dice constantemente: "<Lo hago
todo mal, soy un inútil", y se convence de ello. Así, incorpora a la "mala madre", la lleva
dentro, se la traga, no puede soportar para sí el dolor de no tener realmente una madre
idealmente buena. El sentimiento de decepción y frustración lo vuelve contra sí mismo;
incluso el odio que naturalmente debería sentir hacia ella, lo dirige hacia sí mismo. Es como
si, al tragarse a su madre, pudiera odiarla a través del odio que se dirige a sí misma.
Soy el primero de tres hijos, el primero que nació con una "singularidad" de corta duración.
Ese mismo año, después de diez meses, nació mi hermana. Con su nacimiento (o quizás ya
durante su gestación), perdí mi "paraíso" y me convertí en "la mayor" desde el principio.
Recuerdo un sueño que tuve durante el trabajo terapéutico: "Era pequeña, creo que apenas
tenía un mes, estaba descansando en mi cuna y esperando a que mis padres volvieran de
una fiesta. Llegaron al cabo de un rato embriagados de alegría, felices, y en cuanto entraron
tuve la certeza de la concepción de mi hermana, sentí que mi madre ya no podía
alimentarme y de repente se convirtió en una asesina de la que tenía que desconfiar. ". Tan
vívido era este sentimiento que toda la noche dormía acurrucada junto a la cama de mi
compañera de habitación, segura de que alguien detrás de la puerta quería matarme. Con
el nacimiento de mi hermana, el brevísimo privilegio que había experimentado hasta
entonces desapareció por completo: era exigente, centralizadora y arrogante, acaparaba
toda la atención sobre sí misma y yo me sentía invisible. Al cabo de un tiempo, vino también
mi hermano. Me contaron que al principio yo era una chica alegre y comunicativa, con una
gran afición por la música y el baile, pero que poco a poco fui perdiendo esa alegría.
Recuerdo que mis hermanos jugaban mucho, había complicidad entre ellos, me llamaba la
atención su desparpajo, sus ganas de divertirse, los veía puros e inocentes; yo participaba
poco, me excluían y me sentía diferente y olvidada. Era como una espectadora en la
ventana de los acontecimientos familiares, esperando que algo cambiara. Rosa C
El E4 social ha interiorizado la mirada negativa y desvalorizadora de la madre y la ha
interpretado como una falta de amor hacia él. Por ello, se ha autoconvencido de que él es lo
que el adulto le hizo sentir que era, y su herida profunda es la de no ser importante. Con
estas características y un miedo indistinto al mundo, a la vida, a las cosas, a las personas,
está claro que al individuo E4 le cuesta mucho afirmarse, experimentar, saborear lo que la
vida le ofrece y lanzarse a vivir experiencias. Lo que hace más espontáneamente es
retirarse del mundo, encerrarse y aislarse. La suya es una necesidad extrema del otro para
vivir.
De niño, me di cuenta muy pronto de que tenía que valerme por mí mismo y de que no
podía pedir ayuda explícitamente, ya que siempre había alguien en la familia que tenía
problemas y necesidades más grandes e importantes, emocionales o materiales, que los
míos. Así, empecé a infravalorar y ocultar mis necesidades a mi madre, acabando por
ocultármelas a mí misma y siendo incapaz de reconocerlas. El vacío que sentía de niña se
convirtió en un vacío existencial. GIULIA C
Si me realizo socialmente, hago algo que le gusta y da satisfacción a mi madre (E3 social),
entonces no lo hago. Para vengarme, estoy dispuesta a destruirme y autosabotearme.
GIULIA C
El E4 social ha crecido con una ambivalencia dolorosa: la persona que debería haberle
amado, que debería haber cuidado de él, es la que más le ha hecho sufrir, la que le ha
castrado y de la que debe defenderse. Esta ambivalencia está perpetuamente presente en
la vida del E4 social.
Con estas figuras parentales ambivalentes, experimenta que su felicidad está ligada a los
demás, a los sentimientos que puede inspirar a otras personas, a su presencia, a su
cercanía: factores esenciales para soportar la dolorosa sensación de soledad interior.
Aunque el E4 social tiene una enorme necesidad de atención, no la pide directamente.
Lejos está de esperarle, aunque está en su derecho. Tiene miedo de ser una carga para el
otro y, en consecuencia, de perderlo, tiene miedo de darse cuenta de que es una molestia
para el otro y, en consecuencia, puede convertirse en una persona difícil para el otro: difícil
de comprender, difícil de satisfacer. Espera siempre los tiempos y momentos de los demás.
Piensa que no es lo suficientemente importante como para dedicarle un tiempo precioso. Y
así interpreta la confirmación de que no vale lo suficiente.
Recuerdo que cuando supe que tenía cáncer, pensé que mi madre por fin sería consciente
de mí, de mi existencia, que además de su hijo menor, también sería consciente de que
tenía otra hija. Para despertar tuvo que perder a esa hija que nunca había visto. Nada
parecía perturbarla ni preocuparla. Una vez, durante un viaje a África, contraje malaria
cerebral; el diagnóstico precoz fue mi salvación. Cuando volví a casa, sólo tenía que hacer
un examen de seguimiento. No sabía cómo decírselo a mi madre, temía su reacción, ya
que de todas formas era algo muy grave. En cambio, no sólo la subestimó, sino que incluso
se rió de ello. En aquella ocasión, recuerdo que tanto mi ex marido como yo nos quedamos
sorprendidos. ALICHITA R
Pasé unos años muy difíciles, emocional y prácticamente, cuidando de un padre con
demencia. Al ser la única de los tres hijos soltera y sin hijos, existía un mandato familiar
para que me ocupara de papá, que cada día perdía más autonomía. Había una fuerte
ambivalencia; quería cuidar de él y al mismo tiempo intentaba seguir una voz interior que
me decía que no podía sacrificar mi vida de esa manera (ya lo había hecho por mi madre,
que ya se había ido unos diez años antes, después de luchar contra el cáncer durante
veinte años).
En un momento dado, se me atascó la espalda. Durante una semana estuve en cama sin
poder levantarme y necesitando
inyecciones y analgésicos. Creo que era mi forma de decir "no puedo más", GIULIA C.
Cuando se le encomienda una tarea, puede entregarse por completo. Al principio le asaltan
el desánimo y el pánico: "¿De verdad puedo hacerlo? Es muy difícil, ¡no estoy a la altura!
Qué figura voy a hacer!".
Lo primero que piensa es en renunciar, porque teme que sea un desastre; comienza su
agotadora lucha interna, advierte al otro de su falta de capacidad, pero luego prevalece su
deseo de participar, de pertenecer, de obedecer las exigencias de los demás. Tras una serie
de reproches a sí mismo, intenta sacudirse e intenta cumplir con lo que se le pide. Tiene
que hacer su trabajo lo mejor posible. Sin embargo, una vez que ha terminado y comprueba
si realmente ha hecho un buen trabajo, resta importancia a los elogios. Le avergüenzan,
porque siente que "roba" los cumplidos; ante los elogios se siente de mala fe porque nunca
está contento con el resultado final. Sólo ha hecho la mínima parte de su deber", o
"Curiosamente, esto me ha venido bien, he tenido suerte, lástima que no valga para nada
más". Se olvida constantemente de los éxitos repetidos y sigue demoliéndose y
lesionándose. Trae a la memoria recuerdos de "situaciones neutras", que juzga fracasos de
los que nunca se libra. Fija en su memoria con increíble facilidad las escenas de situaciones
en las que ha fracasado, mientras borra literalmente aquellas en las que ha logrado sus
objetivos brillantemente y deja pasar los cumplidos y elogios que ha recibido, encontrando
siempre una razón para devaluarlos o restarles importancia.
Cuando estaba en la universidad, recuerdo que a menudo sacaba buenas notas. Cuando
me ponían un treinta en el cuaderno no brillaba de alegría, no parecía posible que me
emocionara. En cuanto me daba la espalda y bajaba las escaleras, me decía a mí misma
que lo había hecho bien porque el profesor estaba de buen humor ese día, o que el examen
era fácil, o que me había hecho las preguntas para las que estaba más preparada. En
resumen, al pie de la escalera no quedaba ni rastro de la intensa alegría que había sentido.
ALICHITA R
Desde la primera infancia adquiere la idea de que el placer se castiga o se paga después
con dolor. El niño E4 social no se permite sentir placer porque teme el dolor que vendrá: el
dolor de descubrir que el placer no es real, o que no durará. Pero también se enfrenta al
revés, a la creencia de que si sigue sufriendo conseguirá que le presten atención. Así entra
en un círculo existencial vicioso; no es sino que sufriendo puedo recibir lo que me hará feliz,
pero si no sufro, no puedo aspirar a que me den lo que necesito.
Recuerdo bien el aire de mi casa cuando era niño. Sólo había lugar para el deber hacer,
para luchar por sobrevivir. El entretenimiento estaba prohibido, el trabajo de los domingos
era aún más exigente, nunca una película, un pequeño viaje, unas vacaciones. Si sonreía
cuando me encontraba con los ojos de mi madre, ella me detenía inmediatamente: "¿Por
qué te ríes, no sabes que mañana puede ocurrir algo terrible?". VALTER M
El rechazo airado hacia la madre suele dirigirse a la comida, que en cierto modo es lo que el
niño no puede expresar abiertamente como equivalente de la teta: "comer", alimentarse, se
convierte para él en una verdadera tortura
No comía nada, me gustaban muy pocas cosas, ¡ni siquiera la pizza! Ni siquiera podía
obligarme a comer ciertas cosas; esto era una fuente de conflictos, mi madre era muy
golosa; cambié de gustos cuando me quedé embarazada. MARINA P
luchar contra su madre, devolverle el odio que siente hacia ella y hacer que se quede con
ella y le dedique parte de su tiempo. Es posible concebir el trastorno alimentario como un
implacable ataque sádico contra el propio cuerpo. Para quienes padecen este trastorno, el
cuerpo representa el conflicto con la madre, con la propia feminidad y con la sexualidad
(Kernberg, 1994). El E4 social suele tener una relación ambivalente con la comida, que
representa el vínculo entre el yo y la figura materna interiorizada. Con los síntomas de la
anorexia o la bulimia, las personas de este carácter manifiestan la dificultad y la
ambivalencia entre querer convertirse en "adulto", superar la dependencia y permanecer en
la protección ilusoria de la relación primaria omnipotente.
En todas las situaciones, cuando terminaba una relación, el hambre desaparecía. Mis
emociones lo llenaban todo, siempre me sentía lleno. Las necesidades del cuerpo eran
aplastadas y olvidadas por la emocionalidad que me embargaba, me sentía fuerte con esa
emoción, me sentía viva aunque mi cuerpo desapareciera. CHIARA F
La comida representaba la verdadera relación que existía entre mi madre y todos los
miembros de la familia: era ella, la cocinera, quien dispensaba placer y amor a través de la
cuidadosa preparación de sus platos. Cuando salía de casa, recuerdo mi neurosis
paroxística de correr a casa a prepararme algo de comida para no entrar en pánico, ya que
me sentía en una especie de peligro mortal de no ser alimentada. La nevera estaba llena a
reventar a pesar de ser yo el único habitante de mi piso. VALTER M
Masoquismo / autodestrucción
Básicamente, existe en el E4 social un fuerte temor. Teme que el entorno inestable, poco
fiable y a veces peligroso que le rodea -que aún percibe como el de su infancia- pueda
causarle nuevos dolores. No sabe cómo moverse en el mundo, tiene la sensación de que
todo es más grande que él y que le supera y no ve ninguna salida; se siente indefenso,
como si no tuviera piel.
Hay personas del E4 social que tienen tendencia a autolesionarse conscientemente. Por
ejemplo, cortarse los miembros y luego ver cómo fluye la sangre: su salida, como una
sangría, libera de la angustia, de la fealdad que uno lleva dentro y de la culpa: "¡Aquí está el
'mal'! que sale de mí, ¡ahora soy libre!". O hay quien come con avidez una cantidad y
variedad impresionante de alimentos sin dar tiempo al cuerpo a transmitir la sensación de
saciedad, sólo para detenerse cuando ya es demasiado tarde, cuando la sensación natural
de saciedad se acompaña de náuseas y vómitos, hasta desembocar en la intoxicación, la
pérdida de los sentidos y el colapso físico.
La culpa
La culpa, que le acompaña desde la infancia, surge del sentimiento de haberse equivocado
y, por tanto, de haber hecho daño a alguien, o de haber defraudado las expectativas de su
madre, siendo él mismo un "error". Este sentimiento está relacionado con su gran empatía.
De hecho, no se sentiría tan culpable si no se diera cuenta de las emociones que despierta
en los demás y no insistiría en ellas si el otro no desempeñara un papel tan importante en
su existencia.
La culpa también está asociada al concepto de castigo. Espera ser castigado y, sobre todo,
está convencido de que lo merece y de que no puede hacer nada para evitarlo. Sufre en
silencio, ni siquiera intenta exculparse o explicar sus razones. Está como rendido ante el
adulto, completamente indefenso. El sentimiento de culpa afecta a la capacidad de juicio del
sujeto y le lleva a sobrevalorar las consecuencias de sus actos.
El subtipo social se aferra a las personas que quiere y vive con miedo a la pérdida, al
abandono, a la muerte, ya que tiene la sensación de que sin ellas, él mismo morirá, porque
está convencido de que no dispone de los recursos necesarios para salir adelante solo en la
vida. Cuenta con los demás más que consigo mismo, valora a los demás más que a sí
mismo, aunque luego acaba cayendo en un abismo en el que incluso el otro carece de
valor, es decir: el abismo de la impotencia que le rodea a él y al resto del mundo.
El verdadero drama para él llega cuando la vida le lleva por una u otra razón a experimentar
la pérdida. Es entonces cuando el dolor se hace insoportable y es como morirse. Siente
dolor emocional, psicológico y físico, como si le faltara una parte interna de su cuerpo; se
siente desolado y tiene la sensación de que no podrá vivir sin su ser querido, que le
acompañó, que le protegió en vida (más en una fantasía idealizadora que en la realidad). La
vida misma pierde sentido. Está el vacío de la pérdida de la persona amada, está el vacío
de la pérdida de la persona que se añora y se odia porque no corresponde. Muy a menudo,
la muerte le enfrenta no sólo a su amor, sino también a su odio reprimido. Sin embargo, eso
para el E4 social podría ser una gran oportunidad de crecimiento, ese dolor atroz podría
abrirle el camino hacia la autonomía y la constatación de que puede salir adelante por sí
mismo. Puede descubrir a través de ese shock que además de no morir por primera vez
puede vivir de verdad, tomar decisiones, vivir tiempo para sí mismo, dedicarse a escuchar y
cuidar; puede descubrir, cuando se rompe lo que para él es un vínculo fundamental, lo que
significa ser libre. Mientras permanezca bajo el ala del otro por miedo a la vida nunca sabrá
lo que significa vivir.
Hasta los seis años, en edad escolar, me sentí segregado, mi mundo era la familia y el
hogar. Mis padres trabajaban y cuando se iban cada día, yo lloraba en silencio entre las
canciones de nuestra niñera y las risas y juegos de mis hermanos, siempre unidos y
cómplices. Para mí siempre fue abandono. Pero aún más dramático era el miedo a que
murieran, él los controlaba si se peleaban, creyendo que podían hacerse daño, actuaba
como testigo. Recuerdo que
miraba con una mezcla de terror y compasión a un niño de mi clase que había perdido a su
madre, me obsesionaba cómo podría sobrevivir, lo mantenía a distancia, me distanciaba del
malestar que me causaba su estado, y me lo imaginaba en una casa oscura y fría, sin nada,
rezaba a todos los dioses, rogaba que nunca me pasara a mí, porque la idea era
insoportable. Rosa C
De niña me angustiaba mucho la idea de que mi madre pudiera morir. Ella, que había
perdido a su madre a los dos años, me repetía a menudo: "Yo también, como mi madre,
moriré cuando cumpla treinta y dos años". Sentía el terror dentro de mí y rogaba con todo
mi corazón al Señor que me dejara morir a mí en vez de a ella, porque yo no podría
sobrevivir al dolor de su pérdida. Walter M
El miedo al abandono contamina muchos ámbitos de la vida del E4 social y le resta libertad
y espontaneidad. Incapaz de expresar su propio punto de vista, por miedo a ser castigado y
abandonado, cuando se encuentra en una situación de discrepancia de puntos de vista,
tiende a entrar en el papel de víctima para justificar la aceptación de opciones que no son
las suyas. Evita el conflicto, pero promulga la culpabilización del otro: "Debes actuar
pensando por mí aunque yo no lo haga". Intenta resolver su sensación de inadecuación
haciendo que el otro se sienta inadecuado y culpable. Lo que no es capaz de hacer por sí
mismo, lo proyecta en el otro. Sabe asumir la defensa de otra persona, es más, siente un
verdadero impulso de defender a quien está sometido a algo que considera injusto. Por otra
parte, cuando vive situaciones similares ni siquiera piensa que afectan a su propia persona,
ni su cabeza actúa por sí misma; en el fondo, no siente que se lo merezca y, además, no se
siente con fuerzas ni energía suficientes para sostener sus propias razones.
La sensibilidad típica del E4 social y su empatía por el dolor ajeno es el mecanismo por el
que inconscientemente lidia con sus propias heridas. Tiende a retraerse. No se siente lo
suficientemente fuerte como para defenderse, ni confía en que nadie le protegerá
realmente. No puede percibir la ira como una energía vital sana y esto no le permite vivir
espontáneamente, seguir sus instintos, lanzarse literalmente al flujo de la vida. Rara vez es
capaz de permitirse situaciones de las que pueda sacar provecho o placer. Expresar la ira
significa tomar conciencia del odio reprimido, significa tomar conciencia de la
"destructividad".
El E4 social elige inconscientemente preservar su "vacío interior" como tal. No sabe estar a
solas con su propio vacío que apesta, que mata. "Si mamá ni siquiera me quería, ¿por qué
debería quererme a mí mismo?". No puede contactar con recursos adultos. Esto sucede
porque nunca renunció a la atención que no recibió de niña y siguió viviendo con la
expectativa de que tarde o temprano se la ofrecerían, tal vez un príncipe que la rescataría.
Y al igual que hizo durante la infancia con su madre, cuando se culpaba por no ser amada,
creyendo que ella era la causa de su abandono, de adulta prefiere huir con el enemigo, es
decir, también puede aceptar ser desvalorizada o maltratada con tal de no perder al otro. La
fantasía la ayuda con esto, porque le da la ilusión de que tarde o temprano las cosas
cambiarán y el otro se dará cuenta de su valor y de lo mucho que la ama. Sostenida por
estos pensamientos, puede aguantar incluso años en una relación frustrante.
2
LA NECESIDAD NEURÓTICA CARACTERÍSTICA. VERGÜENZA
POR SUSANA BAYONAS
Entre todos los subtipos sociales, el E4 social es sin duda el más difícil de reconocer.
Normalmente, un subtipo social, independientemente de su pasión dominante, se revela
muy ansioso de afirmación, de éxito, de ser visto como una persona de valor para poder
sentir que pertenece a su tribu. El E4 social vive todo esto en su interior con gran dificultad
para llevarlo a la conciencia, ya que prevalece en él una actitud de renuncia y asume que no
tiene talento ni valor. El propio deseo de
Broucek propone que la vergüenza es la evolución en la conciencia del niño, en torno a los
dieciocho meses, de su condición de objeto a los ojos de los demás, tratándose de la
conciencia pública, que conduce a la conciencia pública del yo y a una conciencia de sí
mismo basada en la observación del otro exterior.
La vergüenza se divide entre la sensación misma de vergüenza que surge con ocasión de
un acontecimiento concreto, y la sensación constante de vergüenza como ruido de fondo.
La sensación se refiere a una vergüenza anticipada o "actitud existencial" que nos hace
detenernos antes de decir o hacer algo, que nos protege de una exposición que sentimos
amenazante
La vergüenza es un sentimiento que tiene que ver con el deshonor, con la humillación. Es
una emoción que surge de creer que se ha cometido algo malo, una vergüenza que se
siente ante los demás cuando se comete una falta o cuando se hace algo que se considera
ridículo, fuerte o humillante. vivir la pasión de la vergüenza es vivir en la sensación
constante de estar en falta, en la lucha constante entre el gran deseo de ser visible y el
miedo a no estar a la altura. La necesidad de este subtipo social es pertenecer al grupo y la
forma de hacerlo es cultivar en sí mismo este deseo que le hace avergonzarse. La
vergüenza, pasión del subtipo social, es la condición que le permite vivir en la fantasía de
ser visible y no hacer nada para conseguirlo.
Cuando valora lo que hace, no puede aceptarlo. Hay una parte en la que se siente un
impostor, una parte que el otro no conoce y que quiere mantener oculta.
Los individuos con este carácter no tienen una capacidad objetiva para juzgarse a sí
mismos; tienden a encontrar aspectos negativos en sí mismos y también a negativizar sus
propios méritos. Prefieren devaluarse y no reconocer su propio valor, antes que poner en
peligro la relación o el clima de paz con los demás.
Cuando alguien me hace un cumplido porque reconoce un mérito en mí, tiendo a sentirme
incómodo, diría que avergonzado, y entonces la operación que llevo a cabo es restarle
importancia, convertirlo en algo trivial o en aspectos en los que muchas personas se
encuentran comúnmente.
Una de las razones es, sin duda, la de no querer que el otro me considere demasiado
grande, ya que temo decepcionarlo cuando me conozca más profundamente, pero también
hay un aspecto que tiene que ver con la protección del otro: es como si quisiera defenderlo
de una frustración que me es demasiado familiar, a saber, la que proviene de ser
comparado con alguien que es mejor, algo que siempre me ha sucedido. ALICHITA R
El estado de vergüenza pone a la persona por debajo, y mantiene todos sus defectos, con
el rechazo y la convicción de ser una víctima, por lo que deja al otro antes de decir que no.
Hipersensible en los afectos, con un pequeño no que les digan no intentan nada más. Y el
dolor de lo que pudo ser y no fue dura mucho tiempo, se deleitan en la carencia, en el no,
en la desconfianza en sí mismos y en la vida.
Detrás de este sentimiento de carencia hay una necesidad de sentirse mejor que el otro.
Necesita ser rescatado, resuelto, cuidado, necesita ser contenido, abrazado, aprobado,
cuidado y protegido.
Es adicto a las sustancias químicas de la tristeza y la melancolía, que necesita tanto como
el hombre enfadado necesita su inyección de adrenalina. Lo siente en el pecho; cómo sube
y baja con la respiración, que se hace profunda y negra, hacia dentro, sin fin, que da una
sensación mentolada y cálida a la vida, que duele.
Conoce el amor, que une el sufrimiento; Está acostumbrado a que le miren por encima del
hombro. "<Aun cuando me haces todo lo que me haces, te quiero porque te comprendo, y
así, con todo, sé perdonar y amar, soy buena>". María Abac Klemm, en su libro La
personalidad velada, distingue la vergüenza física y la vergüenza existencial.
La vergüenza se apodera del plexo solar y de todo el cuerpo. Me salta el plexo solar, se me
hunde el pecho, la cara se me pone muy roja, me salen manchas rojas en el cuello, me
vibra mucho todo el cuerpo y al mismo tiempo me siento helada por dentro, como si tuviera
hielo encima. el pecho irradia frío a todo el cuerpo, eso me debilita, me hace muy insegura
físicamente, muy vulnerable, se me enfrían las manos. Cuando hablo no digo lo que quería
haber dicho, se me enredan las ideas, siento que hago perder el tiempo a los demás. Un
terror paralizante me comprime el cuerpo, los costados, las costillas se tensan, la
respiración se bloquea, se limita a un nivel tremendamente superficial. Siento que me estoy
volviendo muy pequeña, muy ridícula, me aparece un horrible nudo en la garganta que me
hace ahogarme y mis ojos quieren llorar, no puedo controlarlo y lo peor es que siento que
todo el mundo se da cuenta, eso me hace sentir aún más patética. SUSANA B
E4 tiene la sensación de que no puede decir lo que quiere decir, que le resulta muy difícil
mantener el contacto visual.
Me paralizo, no puedo hablar, ¡sólo de pensarlo me inhibo aún más! También me ha pasado
en el SAT, ¡cuando antes me parecía un lugar tan protegido! Siento ansiedad, el cuerpo
rígido, taquicardia, no creo que me ruborice, si hablo mi voz es tranquila, casi automática,
debido al control que desato. Temo ser juzgado estúpido, inadecuado, no decir lo correcto,
ser menospreciado. Casi no hay capacidad de pensar, se desencadena un estado físico de
inhibición, me escondería. Siempre pensé que con una máscara (de verdad) podría decir
cualquier cosa sin que me vieran. Hoy me he dado cuenta de cómo mi madre le decía cosas
a mi hija, la regañaba, sin preguntarle, sin explicarle, sin enseñarle, ¡directamente la
regañaba! y no entendía por qué le decía que parara, ¡que lo dijera de otra manera! Era
como si "ya supiera" lo que tenía que hacer. MARINA P
La autoestima está en un nivel muy bajo y siente un fuerte sentimiento de culpa por no ser
perfecto y, por tanto, querible. Está profundamente convencido de que no tiene nada bueno
que dar a los demás. Se ve a sí mismo como débil, incapaz, necesitado de la ayuda de los
demás, se percibe a sí mismo como equivocado y está seguro de que nunca podrá mejorar,
porque no tiene cualidades. De este modo, sigue siendo eternamente un niño, aunque
pueda afrontar bien las diversas vicisitudes que experimenta, como si se sintiera más a
gusto en la adversidad que en la rutina diaria. Se esconde tras un llanto infantil, doloroso y
asustado, que expresa la necesidad desesperada de que sus padres u otra persona ocupen
ese papel, alguien que le enseñe la serenidad con la que se puede vivir, alguien que le
acoja, que le ayude a superar la acumulación de constantes abandonos que ha tenido que
soportar. La vergüenza es, entonces, la barrera tras la que puede esconderse, observando
el mundo desde las sombras, la justificación para sí mismo de la imposibilidad de recibir la
tan deseada confirmación.
organizara salidas o qué hacer en mi tiempo libre, a través de ella podía vivir una vida social
sin ser yo quien organizara o decidiera, a veces decidía yo pero esperaba a que la amiga se
expusiera, llamara y actuara. Este aspecto mío se hizo más evidente en el mundo laboral,
mostrando enseguida buenas cualidades como persona sociable, que apoya y crea las
mejores condiciones para que otro (jefe, superior...) pueda trabajar lo mejor posible. Un
requisito indispensable era que fuera una persona a la que admirara y tuviera en alta
estima. Gracias a su capacidad y habilidad, yo también podía serlo. A través del camino
del SAT me quedó claro cómo esta posición de subordinado me permitía evitar la vergüenza
de mostrarme, pero también evitar la competencia, en definitiva, no entrar en conflicto y, por
último, asumir toda la responsabilidad de lo bueno y lo malo. CHIARA F.
Si se encuentra sufriendo por algo que le ha ocurrido, no sólo no busca distraerse del
contacto con lo que está viviendo, de los momentos de alegría con los amigos o de las
situaciones de ligereza, sino que tiende a hundirse más en la tristeza con pensamientos de
momentos que pudieron ser pero no fueron, o que están lejos en el tiempo y son
irrepetibles. Le vienen a la mente recuerdos de experiencias que nunca podrán repetirse; en
definitiva, tiende a enfatizar lo que ya está viviendo, dejándose llevar por una tristeza sin
límites. El dolor atrae magnéticamente otro dolor, la tristeza es una caja de resonancia para
otras tristezas, la vida está en el pasado, el presente no tiene valor.
A través del dolor siente que al menos es aceptado por sí mismo; es el único momento en el
que se detiene, puede observarse y se atreve a permitirse momentos de ternura para sí
mismo. En ese momento cura sus propias heridas y se siente contenido, protegido. Pero
eso no dura mucho, porque pronto aparece de nuevo la ansiedad de enfrentarse al mundo.
Todo tipo de emoción es vista con vergüenza porque podría estar mal, tal y como él piensa
que está. Y vergonzosas son, por supuesto, todas sus manifestaciones, pero ocultar las
emociones es una lucha sin cuartel. No puede contenerlas, son como el agua de un río
crecido, se le notan en la cara, la voz entrecortada, los ojos que se vuelven brillantes en un
instante, el rojo en las mejillas. En esos momentos quiere desaparecer literalmente de la
vista de los demás.
Recuerdo que cuando mi madre decía algo que me dolía, sentía un nudo en la garganta y
los ojos se me llenaban de lágrimas. Odiaba ese momento, porque sabía que, por mucho
que lo intentara, no sería capaz de contener nada, y mientras me sentía como una tonta, mi
madre se daba cuenta de que las lágrimas afloraban a mis ojos y añadía palabras que me
humillaban porque, en su opinión, la mía era una reacción ridícula. ALICHITA R
En las reuniones con más gente estaba un poco encorvada y con las piernas cruzadas en el
borde de una silla con la barbilla metida hacia dentro, la cabeza de una tortuga metida en su
caparazón (por eso nos sale una pequeña papada que oculta la cara como un centímetro),
ojos que entran y salen y se mueven como un radar que capta señales de desaprobación
para usarlas en una comparación injusta y dolorosa y luego vuelven a entrar para murmurar
como las vacas su comida, todas esas señales del mundo que son alimento para que nos
sintamos tan mal, inadecuados, engorrosos, feos, locos, desgraciados, discapacitados.
Esos ojos que salen a buscar comida son nuestra propia barrera para que los demás no se
acerquen ya que el fuego que metemos es el mismo que apagamos. Una vibración
envidiosa. Cuanto más murmuramos y nos comparamos, más nos hundimos en el sillón
como si nos pudiera tragar, y entonces viene la necesidad de que sea la misma tierra la que
nos trague y nos saque de ahí, de los demás, que tanto daño hace. No pertenecer querer
desaparecer Y si de pronto nos atrevemos a relacionarnos, la respiración superficial y corta
nos protege de no estar completos en la experiencia de estar con el otro, nos quedamos
ensimismados juzgando cada palabra, cada gesto de nuestra actuación, como una cárcel
que nos protege de mostrarnos, ya que lo que somos es inaceptable y vergonzoso. Y la
envidia juega su peor partida cuando alguien en la reunión comparte algo de sí mismo con
los demás y percibimos cómo esa persona está siendo escuchada, recibida y apreciada. No
sé los demás E4, pero yo pienso para mis adentros que puedo hacer más y mejor que lo
que hace el otro y me muero del dolor de no poder expresarlo, de no poder hacerme
escuchar y apreciar por los demás. Todavía hoy no sé darme importancia ante los demás y
eso me duele, me está afectando. Antes no me daba cuenta; mis herramientas, estrategias
y máscaras para protegerme estaban muy bien armadas y me protegían de mí misma, de
mi desprecio hacia mí misma. SUSANA B.
3
ESTRATEGIA INTERPERSONAL E IDEAS IRRACIONALES ASOCIADAS
En el melancólico observamos el deseo de comunicar a todo el mundo sus propios
defectos, como si encontrara satisfacción en este envilecimiento. SIGMUND FREUD, EL
DUELO Y LA MELANCOLÍA
El tema del abandono, común a todos los personajes emocionales, adquiere dimensiones
emocionales y conductuales "catastróficas" en el E4 social, como caminar siempre en el filo
entre la vida y la muerte. Cada experiencia interna o relacional y cada acontecimiento
externo se interpreta en términos de "no tener suficiente, no ser suficiente, estar privado".
La falsa carencia, el núcleo cognitivo distorsionado a través del cual todos los tipos E4 dan
sentido a lo que experimentan, se resume en este subtipo en torno a un núcleo de
autodesprecio. Si no tengo es porque no lo merezco, si la vida no me da lo que quiero es
porque no soy digno. Todas las interpretaciones van en la dirección de negarse y
maltratarse a uno mismo. No muerde el mundo como el subtipo sexual y no puede aguantar
estoicamente el desierto interior como el subtipo de conservación. Su envidia se sustenta en
un sentimiento de desesperanza.
Cuando era muy joven y luchaba con mis primeros amores -en los que invertí mucho para
llenar un vacío interior, cuando sentía que no había suficiente interés- nunca esperé a que la
otra parte tomara una decisión: No podía quedarme en ese limbo de espera y la frustración
causada por la falta de intensidad del amor. Yo impedía los acontecimientos y era yo quien
abandonaba al otro. ALICHITA R
Cuando en una relación tengo la sensación de que la otra persona prefiere otra cosa antes
que a mí, empiezo a dudar de la verdad de la relación, cada situación empieza a confirmar
mi sensación y tiendo a crear situaciones para distanciarme y desapegarme con la certeza
absoluta de que la otra persona lo hará. Promulgo comportamientos que anticipan el
desapego. CHIARA F
El E4 social entra en las relaciones sintiéndose en deuda, como si la persona que le tiene
en cuenta le estuviera haciendo un favor. El favor que le está haciendo es que le está dando
permiso para existir, que le está mirando. Ese favor tiene un precio, y el E4 social se siente
inmediatamente en deuda. Quizá por eso a veces prefiere estar solo, para no deber tanto.
Su retraimiento es muy parecido al del personaje E5, pero mientras que el E5 se siente
aliviado y es capaz de recuperar energía, el E4 social se hunde en sus emociones y
alimenta así su propia autodesvalorización. La baja autoestima y el hecho de no haberse
sentido nunca apreciado y reconocido por su madre o por ambos padres, hace que el sujeto
desarrolle la idea de que no tiene ningún valor a los ojos del mundo. Se siente poco
interesante y, a menudo, en su relación con la otra persona, sobre todo cuando ésta se
interesa por él, se siente muy incómodo y a menudo pierde la lucidez a causa de las
emociones que literalmente explotan en su interior y le invaden, lo que complica aún más su
capacidad relacional y comunicativa. Por eso se sorprende cuando, a pesar de todo, el otro
se interesa realmente por él; casi le cuesta entenderlo.
"Si valgo menos que tú, me cuidarás, me protegerás". El E4 social es como un refugiado
que ha atravesado el desierto sin agua y siempre sentirá sed y carencia. El agua es amor,
también expresado en forma física. De adulto, mantiene viva la necesidad de un abrazo que
no tuvo en la infancia, o que le fue arrebatado demasiado pronto. Nunca es el primero en
dar el paso, tiene demasiado miedo al rechazo, pero indirectamente hace todo lo posible por
recibir atención y contacto físico del otro. Para conseguirlo, tiende a hacerse "pequeño" a
los ojos del otro. Así, vende una imagen funcional de sí mismo que despierta ternura para
obtener protección. En estos aspectos se le puede confundir con el personaje conservador
E6, aunque la diferencia entre uno y otro radica en la fuerte invasión de las emociones y la
motivación por el reconocimiento del grupo.
"Lo que te preocupa es siempre más importante". El E4 social invierte su tiempo, su energía
y sus cuidados en el otro a cambio de lealtad y de la seguridad de que no le abandonará;
así, el sujeto satisface sus deseos, sus necesidades y sus intereses labrándose pequeños
espacios para sí, a escondidas, cuidando de no separarse del otro, o se refugia en la
fantasía, en un mundo en el que nadie puede entrar y en el que sólo puede dedicarse a sí
mismo. Sigue aplicando una modalidad aprendida en la infancia, cuando veía a su madre
tan grande y sentía que no podía ocupar espacio con sus necesidades, ni molestarla con
sus exigencias. Siempre se siente menos importante que el otro, al que pone primero en
todo: en la atención, en las necesidades, en los deseos, en la vida.
En realidad, el equilibrio cambia cuando está más seguro del sentimiento del otro, pero se
inclina a no dejar que el otro lo perciba, porque sigue teniendo miedo de ocupar el espacio
para sí mismo, como si temiera algún tipo de castigo. El mayor temor sigue siendo el de ser
abandonado si se permite a sí mismo y a sus necesidades pasar a primer plano. Si soy feliz,
pierdo la esperanza de que vengas a rescatarme.
"Tú sabes mucho mejor cómo hacer las cosas". No tiene suficiente confianza para hacer lo
que se le pide y además siente que no tiene suficiente energía para llevarlo a cabo. El E4
social tiende a la retroflexión, a fantasear, a elaborar proyectos, sin llegar a realizarlos;
siente el entorno hostil o frustrante y abandona la lucha. Una parte tiende a metas
insatisfechas, la otra se retroflexiona para evitar que la acción salga al exterior, lo que gasta
energía y confirma el sentimiento de inadecuación. "Necesito a alguien que sepa más que
yo, en quien pueda apoyarme". De hecho, a menudo se siente inclinado a abandonar el
resultado antes de conseguirlo, aunque el suyo haya sido un proyecto muy interesante. La
baja autoestima le hace preferir dar apoyo y ayuda a otra persona a la que reconoce y
considera capaz de realizar una tarea lo mejor posible. Sin embargo, al hacerlo, espera,
más o menos conscientemente, ser visto y tenido en cuenta. Es capaz de sentir sincera
admiración por alguien a quien considera superior, sobre todo intelectualmente, pero a
quien también considera noble desde el punto de vista humano. Pero si se ve defraudado
en sus expectativas, es decir, si reconoce errores e incapacidades en el trabajo del otro,
puede ser muy crítico, aunque apenas directamente, y también muy devaluador con quien
logra un éxito que le parece inmerecido. Esto, en lugar de elevar su nivel de autoestima, le
genera rabia hacia sí mismo, porque ha vuelto a equivocarse. También es una confirmación
de que es incapaz de hacer valoraciones objetivas. Así que, en última instancia, en lugar de
utilizarlo para ganar fuerza y confianza, lo vuelve contra sí mismo.
En realidad, hay dos instancias completamente opuestas dentro del E4 social, a saber, un
profundo sentimiento de inutilidad y un anhelo de ser especial. La fantasía de una grandeza
secreta choca con la amenazadora convicción de inutilidad que le lleva a la autoevaluación,
a una pesada sensación de vacío, a sentirse incomprendido y a fijarse en el sufrimiento. En
las ocasiones en que logra con éxito un objetivo, nunca alardea de ello, ya que le
avergonzaría y le causaría malestar. Pero, al mismo tiempo, espera que los demás se fijen
en él y, si no lo hacen, se siente muy frustrado.
Recuerdo cuando Claudio habló de las virtudes a perseguir por los Cuatro, "<equanimidad y
contentamiento>". Sentí que se podía ser feliz, ¡incluso era una meta! Me parecía un
permiso que sentía que nunca había tenido. La loca idea era que sólo el sufrimiento daba
derecho a ser visto. MARINA P
Si alguien acepta estar conmigo, o trabajar conmigo, entonces valgo la pena. Pero esto
también puede tener una doble cara: si alguien trabaja conmigo, entonces no vale mucho.
Otras ideas irracionales
- No soy digno
- No tengo derecho, ni a pedir, ni a tener, ni a ocupar espacio y atención, no tengo derecho
a existir.
-Estoy equivocado
-Hay algo malo en mí que debo mantener en secreto
-Si mi madre no me quiere, nadie puede quererme.
- Si sufro, existo porque me quieren y me ven.
- Si tengo éxito me odian o me envidian, me rechazan. Nunca es suficiente, nunca tengo
bastante.
- La vida es difícil y dura.
- Sólo merezco amor si soy bueno, tierno, amable, de gran zonificación, dedicado y no
conflictivo.
-Si expreso mi ira, ya no me querrán.
- Si tengo ideas diferentes a las de los demás, me rechazarán.
- Si expreso mis emociones, los demás me juzgarán estúpido, frágil, ridículo, me verán
débil, me maltratarán, se burlarán de mí.
- Si muestro mi deseo sexual, los demás verán que soy sucio.
-Sufro y siento muchas emociones, eso me hace especial.
- Como yo sufro, nadie sufre.
- Si me dejan, no sé cómo vivir.
-Al final, a pesar de todo, perderé a quien amo
Así 4
OTROS RASGOS CARACTERÍSTICOS Y CONSIDERACIONES PSICODINÁMICAS
Imaginativo/Creativo
El aspecto emocional, sensible e introspectivo le permite acceder más fácilmente a su lado
creativo e imaginativo. Desde muy pequeño, le gusta consolarse y entretenerse en mundos
fantásticos y oníricos en los que su imaginación le permite compensar la gran inhibición que
siente en la vida real. Este mundo imaginario que ha creado y en el que de alguna manera
cree que podrá materializarse en el futuro, le sirve para metabolizar la realidad cotidiana. La
poesía, el arte y la música se convierten en canales de expresión hacia el exterior
Sensible
La baja autoestima y la necesidad de defenderse de los demás le llevan a rechazar las
críticas o los comportamientos que le cuestionan. Su mirada perpetuamente dirigida al
exterior y la continua comparación que hace consigo mismo le llevan a dar una lectura e
interpretación subjetiva de lo que ocurre; la más mínima crítica le aniquila, siente que ha
dado mucho, más que los demás, se encuentra de nuevo sin reconocimiento. Además,
como le cuesta expresar directamente su opinión por miedo a ser herido o conflictivo,
espera lo mismo de los demás (comprensión, empatía)
Romántico
Para este personaje, la vida es dura, difícil y triste, pero se caracteriza por un
Pasivo-agresivo/autodestructivo
No se permite expresar ira, siempre reprime el odio. Mostrar odio hacia su madre (o su
padre) equivaldría a perderla, algo que ningún niño puede permitirse. Así que aprendió a
reprimir su odio y a tragárselo, empezó a odiarse a sí mismo creyéndose defectuoso,
indigno de amor, culpable de no ser amado, para salvar a su madre. La ira paterna que
experimentó en la infancia es demasiado destructiva y angustiosa
Introspectiva
La cerrazón, el aislamiento en el que se refugia de niño y en el que crece, le lleva de alguna
manera a pasar mucho tiempo en contacto consigo mismo, escuchándose y analizándose,
haciendo consigo mismo lo que nadie hacía cuando era niño. El dolor y el contacto con el
sufrimiento le estimulan continuamente a estudiarse a sí mismo y a investigar su dinámica
interior, anhela salir de su sufrimiento y tiene que enfrentarse continuamente a él, pero no
cree que esto pueda hacerse actuando o tomando decisiones por sí mismo. vida. En
cambio, prefiere un movimiento interior de estudio y análisis de cómo es, qué siente y por
qué
Reservado
Es extremadamente reservado, y sólo habla de sí mismo y de su experiencia íntima con
muy pocas personas, ya que no confía en que los demás le comprendan. Desde niño ha
experimentado el no ser comprendido, el no ser visto, el tener la sensación de que nadie es
consciente de sus necesidades, y por ello, de adulto, no tiene fe en que haya alguien que
pueda comprenderle profundamente
Femenino
Delicada, dulce y lánguida. Plantea de forma delicada y tierna, y por tanto también en el E4
social masculino, las características de escucha, acogida, comprensión, cuidado, así como
una fisonomía amable en la que la sonrisa, manifestación de benevolencia hacia el mundo,
se insinúa siempre como nota de fondo. No hay en él ni rastro de agresividad ni de ataque,
sino de dulzura y ternura
Amable
Siempre es amable, se expresa con formas y enfoques suaves, ya que quiere evitar
conflictos y pérdidas. Utiliza la amabilidad para agradar al otro, intenta evitar
comportamientos que puedan provocar o irritar. Ha aprendido a ponerse de puntillas en el
mundo, a tratar de prevenir o evitar los cambios de humor o los ataques del progenitor, por
lo que ha aprendido desde pequeño que esta forma suave es la que mejor le funciona en la
relación
Comprensivo
Dispuesto a comprender los motivos de los demás, su fuerte empatía combinada con el
miedo al abandono y al conflicto le hace ser indulgente y benevolente con los motivos y
razones de los demás. Tiende a ponerse en el lugar del otro, justifica sus acciones incluso
en situaciones en las que es humillado o no es visto, tiene dificultades con la separación,
así como en las relaciones primarias. Desde pequeño aprende que es mejor no expresar su
opinión o claramente lo que quiere porque esto crea una distancia con sus padres. Así
aprende a comprenderlos, a justificarlos
Perezoso y procrastinador
Es recalcitrante para comprometerse y perezoso para realizar una tarea. Tiende a posponer
su ejecución porque siempre
siente que no está a la altura de la tarea y muy a menudo cree que es incapaz o que no lo
hace lo mejor posible. El miedo al fracaso le paraliza. Obviamente, esto está estrechamente
relacionado con la baja autoestima y la falta de confianza en sus propias capacidades.
Nunca nadie creyó en él; de niño no sólo no se le animaba, sino que, por el contrario, se le
devaluaba. Su procrastinación está ligada a la necesidad de hacer las cosas lo más
perfectamente posible, incluso más allá. No admite los errores ante sí mismo y esto le exige
en las acciones que luego emprende una enorme energía para completar la tarea.
Crítica y autodescalificación
Es crítico y descalificador tanto consigo mismo como con los demás. Tiende a ser crítico
consigo mismo porque es la experiencia que ha tenido. Ha sido muy criticado, descalificado.
En la medida en que se compara con los demás y para no ser completamente aniquilado
por la superioridad de los otros, tiende a tener una mirada crítica y a expresar, no
directamente, desaprobación, juicios negativos sobre el otro, su forma de ser. o de trabajar.
Así, la crítica del otro nace de un intento de sobrevivir, de no ser completamente aplastado
por la comparación con el mundo exterior
Tristeza y sufrimiento
Está triste y sufre desde pequeño, incluso antes de ser consciente de ello; cuando se hace
adulto sigue arrastrando este sufrimiento, ya que permanece apegado a esa necesidad de
recibir que nunca ha sido satisfecha. Su atención no se desplaza, no encuentra
compensación en la vida porque es como si siguiera esperando ese amor. Hay una parte de
él que se obstina en no querer renunciar a ella y por eso no aprende a darse el amor que no
recibió en la infancia. Así, el amor se convierte en algo sublime, inaccesible, casi imposible
de encontrar y experimentar
Orgulloso
Reacciona magníficamente ante una ofensa y una herida, en el sentido de que para
defenderse crea una distancia con el otro, o incluso se va, se separa, se vuelve frío y
distante. No retrocede, resiste su sufrimiento sin demostrarlo y confunde el orgullo con la
fuerza, tiene la ilusión de que a través del orgullo puede protegerse a sí mismo. reaviva la
herida de la misma manera que más duele
Tímido
Te gusta ser sociable y necesitas a los demás, pero tiendes a esconderte y te cuesta
exponerte, sobre todo en un contexto social nuevo y amplio. La timidez se debe a una
preocupación excesiva por el juicio de los demás, a la percepción de ser inferior a los
demás y a un sentimiento de inadecuación. Desde muy pequeño experimenta el peso de
ser juzgado, a menudo se le pide que sea diferente de lo que era o que encaje mejor en el
contexto. Desarrolla una tendencia excesiva a centrarse en su mundo interior de
pensamientos, emociones y comportamiento.
Pesimista / desconfiado
Usted percibe el mundo como peligroso e impredecible, por lo que tiende a ver siempre el
lado negativo de las cosas y las situaciones. A través de su pesimismo cree que puede
anticipar y controlar el dolor que sentirá cuando ocurra algo malo, ¡porque está seguro de
que ocurrirá! No tiene confianza en el curso de los acontecimientos ni siquiera en sí mismo,
esto se vuelve funcional para permanecer pasivo y retraído y al mismo tiempo poder
quejarse y sufrir
Inseguro
Tiene la duda constante de que sus acciones o palabras pueden llevarle a situaciones
difíciles o irremediables y que pueden llevarle a decepcionar al otro y ser abandonado por
él; esto, por supuesto, le hace ser muy inseguro. De niño, el padre corregía mucho sus
acciones o incluso le criticaba a menudo, lo que le hacía inseguro y vacilante, sobre todo a
la hora de tomar la iniciativa o actuar instintivamente
quejarse / reclamar
Se queja por cosas sin importancia, es impaciente. Necesidad de expresar y exteriorizar
continuamente la insatisfacción (tengo hambre, tengo sed, me aburro). A través de la queja
busca atención y confirmación de que otro está disponible y le ve. Quejarse es también su
forma de sentir que la otra persona está presente en la relación, es un poco como un
termómetro para comprobar que siempre está ahí, que no se ha ido. Sin embargo, en
situaciones en las que está realmente herido o tiene una necesidad realmente profunda,
tiende a retraerse y a no compartir, porque piensa que nadie podrá ayudarle. El vacío y la
angustia que siente son indescriptibles; no siente que pueda confiar en nadie, desconfía
tanto de los demás y de la vida que piensa que nadie podrá ayudarle realmente ante tanto
dolor (y, sobre todo, que no puede hacer nada para evitarlo). Es como si estuviera
desesperado, agotado. También siente que le invade la vergüenza; mostrarse con tanto
dolor delante de la otra persona te hace sentir una enorme vergüenza y E4 se siente aún
más miserable
Silencio
Es silencioso, tiende a no hacer ruido, a no hacerse notar, a no molestar. Para ser aceptado,
no hay que molestar al otro, no molestar a la propia madre, y por eso, de adulto, se tiende al
silencio, a no interferir en la atmósfera del entorno, a no ser visto por el otro
Altruista/Ayudante
Ser servicial y ayudar surge en el sujeto de la idea de que el amor debe ser merecido, que
no es gratuito. Ha aprendido que para ser amado debe ganarse ese amor de alguna manera
y por eso, cuando se le pide algo, se pone espontáneamente al servicio de la otra persona.
Además, ha experimentado el sentimiento de necesidad y, por lo tanto, es como si de
alguna manera conociera desde dentro el sentimiento del que necesita ayuda y, al ser
claramente empático, le resulta automático acudir al otro. Por último, hay que añadir que le
resulta difícil no atender la petición de alguien. Retroceder le incomoda; cuando lo hace,
siente que está en peligro de perder algo, tal vez de perder a la otra persona o de ser
abandonado
Hipersensible
Es extremadamente sensible a los ruidos fuertes, a los tonos de voz elevados y a los gestos
bruscos. Es como si hubiera desarrollado en su existencia una sensación de peligro
constante, como si estuviera constantemente alerta cuando se expone al peligro de ser
atacado y por ello reacciona con sacudidas, A veces incluso con emisiones vocales
excesivas en reacción a estímulos ambientales que pueden surgir repentinamente
Celoso
Siente celos de su pareja, pero también puede sentir celos de otros seres queridos, incluso
amigos. Sus celos provienen del miedo a que otra persona sea preferida a él, ya que esa es
la experiencia que tuvo de niño, cuando se sintió ignorado en comparación con sus
hermanos. Además, este miedo se hace aún más vívido por el hecho de que ha
desarrollado una falta de confianza en sí mismo y, por lo tanto, está convencido de que otra
persona puede ser mucho más interesante que él a los ojos de su amada
Empático
Tiene una gran capacidad para ponerse en el lugar del otro, para vivir su experiencia
emocional. Esta actitud se apoya en su sensibilidad y emotividad. Además, empatizar con el
otro le permite sentirse útil en la relación. La empatía une al otro y elimina el sentimiento de
culpa por no intervenir o ayudar
5
EMOCIONALIDAD Y FANTASÍA
La fantasía es un juego de manos que las personas hacemos sin entender cómo, y
actuamos para que una parte de nosotros no entienda lo que el otro quiere. ETHEL S.
PERSONA
Sin embargo, en el caso del E4 social, esta actitud se mantiene en la edad adulta porque,
mientras fantasean, experimentan una sensación de omnipotencia: rompen las barreras
entre el presente y el futuro y experimentan la ilusión de manipular la realidad a su antojo.
Desde pequeña, a menudo me invitaban a callar, porque mamá estaba demasiado ocupada
haciendo otras tareas en casa; entonces empecé a fantasear. Era mi manera de no sentir la
soledad de esos momentos y de no aburrirme.
Solía inventarme grandes historias en las que a menudo él era el protagonista. Pero sólo en
la dimensión de la fantasía, nunca en la realidad. Entonces me faltaba la fuerza para hacer
realidad esa fantasía.
Alrededor de los seis años me llevaron a un logopeda por mi dislexia. En una de las
reuniones mi madre compartió con el médico delante de mí su preocupación: a menudo
estaba ausente y absorta en mis propios pensamientos hasta el punto de hacerle pensar
que tenía un problema de audición, pero estaba especialmente alarmada porque me
inventaba historias fantásticas o cambiaba situaciones reales contándolas y añadiendo
cosas que nunca habían sucedido. CHIARA F
a imaginación me ayudó mucho durante los duros años del internado (de los cinco a los
ocho años) a superar el dolor de sentirme abandonado por mi madre, que venía a visitarme
una vez a la semana, y por una situación de dificultad objetiva (el miedo que me infundían
las monjas, sus miradas negativas hacia mí, hijo de madre niña, para ellas sin duda un
pecador, las pesadillas que tenía por una educación religiosa basada en el terror al pecado).
Me convencí a mí mismo de que era una pelota de goma y que todo lo que me golpeaba
rebotaba, por lo que no podía sentir el dolor. VALTER M
Uno de los primeros en descubrir el poder psicológico y los mecanismos de la fantasía fue
el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, que le dio una gran importancia en la vida
mental: la fantasía era la forma de expresar necesidades insatisfechas que de otro modo no
podrían surgir.
El ser humano tiende al placer pero la realidad le obliga a renunciar a él, por lo que la
fantasía le permite acceder a mundos donde todos los deseos pueden satisfacerse,
escapando de los límites de la vida cotidiana. Las ensoñaciones nos consuelan por lo que
no somos o no tenemos, mitigan nuestras ansiedades, nos permiten deshacer, al menos
mentalmente, los errores del pasado.
Recuerdo las primeras pasiones de la adolescencia, las grandes reflexiones sobre qué
hacer en la vida, qué rumbo tomar. Eran temas demasiado importantes como para pensar
en ellos, que a menudo me dejaban fantaseando durante horas y horas mientras los
profesores del instituto
Durante un retiro de meditación Vipassana de diez días pude comprobar cómo funciona mi
mente. Cómo, en ausencia de estímulos externos, seguía creando fantasías increíbles
sobre mi vida y mis posibilidades futuras, especialmente con fuertes tintes románticos.
Había días en los que esperaba noticias importantes en el ámbito laboral/profesional, pero
mi mente siempre volaba (con vuelos pindáricos) sobre temas afectivos, imaginando
asociaciones futuras, fantasías tan reales y concretas que se convertían en un sustituto
válido de la realidad. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para volver a un principio de
realidad, y tras largos momentos en los que imaginaba una vida en pareja, unas vacaciones
en pareja, una vida cotidiana compartida con un hombre, empecé voluntaria e
intencionadamente a repetirme mentalmente: "Tienes treinta y cuatro años, llevas años
soltera, no tienes una experiencia madura de convivencia", un mantra para volver a la
realidad y encontrar un camino real (ni hipotético ni imaginario), hecho de pequeños pasos
que más tarde podrían acompañarme hasta el destino deseado. GIULIA C
En ausencia de vínculos de pareja o de una persona que actúe como motor de este mundo
de fantasía, la E4 social tiende a imaginar historias de amor románticas e imposibles, para
no sentir el dolor de la soledad. Basta una mirada fugaz con un hombre para imaginar viajes
lejanos, pasiones románticas, una vida en pareja y compartir tiempos, espacios y lugares..
Cuando estaba en la secundaria tenía un gran deseo de tener un amor, pero no había nada
en el horizonte, ni nada que estuviera a la altura de mis expectativas e imaginaciones. Un
domingo, cuando
visitaba a mi tía con mi familia, apareció un amigo de ella con su hijo, que inmediatamente
me pareció muy guapo. Pero, como estaba acostumbrada a hacer, en lugar de acercarme,
di media vuelta y me escondí por vergüenza. No recuerdo haber intercambiado ni una sola
palabra, aparte del nombre, con él y, sin embargo, en los días y meses siguientes, construí
una fantasía tan vívida que creí que era verdad. Imaginaba que él también había quedado
impresionado por mí, que pensaba en mí todos los días, que quería volver a verme y que en
cuanto tuviera la oportunidad vendría a confesarme sus sentimientos. Por fin seríamos
felices juntos y yo me sentiría amada como nunca. ALICHITA R
A los veintinueve años estaba en Finlandia para un proyecto europeo; mi madre había
fallecido hacía poco y me alegré de haber elegido una tierra tan aislada, con una naturaleza
y unos paisajes tan impresionantes, para hacer el duelo. A menudo estaba sola y me
sumergía en entornos naturales o urbanos sin buscar compañía. Para sostener
internamente la soledad de la vida cotidiana, inventaba (¡y acababa creyendo!) historias
fantásticas: Yo era la acompañante de un diplomático en viaje de negocios obligado a comer
solo porque estaba ocupado con reuniones importantes y acompañado por el pensamiento
de que por la noche alguien me estaría esperando en casa.
Creo que esta fantasía perturbadora sirve de apoyo y justificación a una timidez patológica
que se expresa especialmente en los ámbitos que me resultan más difíciles, como el amor.
Creo que, sin descartar por completo el rasgo de la fantasía, que en sí mismo tiene un gran
potencial creativo, es necesario realizar un
gran trabajo terapéutico para ponerlo al servicio de tareas concretas y reales, para aprender
a reconocer el momento en que la fantasía se convierte en un sustituto de la realidad y,
como tal, resta energía para realizar cambios reales en la vida. GIULIA C
Las fantasías son entonces un "teatro privado" en el que el autor es a la vez actor,
generalmente el protagonista, y espectador: no se permite ningún otro público. La fantasía
está, de hecho, estrechamente vigilada: uno está dispuesto a contar sus sueños nocturnos
más a menudo que sus sueños diurnos. Puede ser por pudor, por vergüenza, por duda de
no ser comprendido. Pero a menudo también es el miedo a perder el poder de la
imaginación. En otras palabras, tememos que, una vez contada a los demás, la fantasía se
desvanezca y deje de darnos placer o aliviar nuestras tensiones. Otras veces, preferimos
vivirlas en secreto para evitar la confrontación con la realidad: la cara de perplejidad de una
persona nos hace saber que uno de nuestros sueños es irrealizable.
Inmediatamente imagino el destino final. Y en mi fantasía siempre es tan bonito, tan único,
tan especial, tan romántico, tan idealizado... que luego es difícil encontrar un hombre o
situaciones concretas que puedan colmar tan elevadas y perfectas fantasías. Y en lugar de
estrellarme o conformarme con una realidad que no me gusta, o aceptar mis idealizaciones,
acabo prefiriendo seguir alimentando mis fantasías, mucho más satisfactorias. Sin ver la
trampa: el alejamiento de la realidad.
GIULIA C
El E4 social es el tipo que está más en contacto con las emociones, a las que tiene acceso
directo. A menudo le resulta difícil contenerlas y controlar su expresión, sobre todo cuando
se trata de tristeza, decepción, etc. Es como si una ola imparable se apoderara de él y le
llevara a las lágrimas, aunque esto le genere una vergüenza y un malestar considerables.
Como ya hemos dicho, la ira es la emoción menos accesible para E4. La ira y el odio hacia
los seres queridos que han traicionado o decepcionado son emociones que no pueden
expresarse por miedo al rechazo o incluso al abandono, pero tales emociones ni siquiera
pueden alojarse en la conciencia por miedo a sentirse una mala persona, y alimentar así
todas las fantasías o conductas autodestructivas. Ser consciente del odio significaría
también, para los trabajadores sociales, romper la máscara de víctima y de buena persona,
con la que se pretende tener razón y derecho a llorar y pedir.
La tristeza y la melancolía son, sin duda, las emociones más accesibles, directamente
asociadas a la creencia de ser deficientes. Son las emociones a través de las cuales las
personas con este carácter se afligen y esperan secretamente ser vistas y puestas a salvo.
Esta emocionalidad intensa tiene muchas funciones para el E4 social. Esta fuerte
experiencia emocional da color e intensidad a la vida, la hace especial, y al mismo tiempo
especial para el personaje, que tiende a creer que este sentimiento suyo es raro, que es
suyo y de muy pocas criaturas más. La emotividad es un lugar donde se refugia, donde
confirma que está en el mundo, que está ahí, pero al mismo tiempo donde se siente
terriblemente solo. Es totalmente incapaz de gestionar su mundo emocional y, por tanto, es
esclavo de él, está dominado por él.
Escuché las noticias en la televisión y me encontré llorando no sólo por el dolor de lo que
había oído, sino más bien porque me había convertido en esa madre o esa esposa o esa
hija que había perdido a un ser querido. Yo era ella, estaba en su piel, sentía exactamente
su desesperación. ALICITA R
El sentimiento de soledad es constante, aunque el E4 no viva solo y tenga una buena vida
social. Una sensación de ser un extraño para el mundo, alguien que ha sido rechazado,
excluido, alguien que tiene una herida sin esperanza, más profunda y especial que cualquier
otra.
El sentimiento de soledad me acompaña desde que era niño. Fui una niña muy sociable e
incluso a menudo alegre, siempre intentando estar con los demás y luchando
constantemente por no estar sola. Pero, a pesar de ello, siempre sentí una especie de
aislamiento constante del mundo exterior, que se mezclaba con el hecho de sentirme
incomprendida y sola
en el mundo, y cómo ésta era una condición inevitable para la que era imposible encontrar
remedio. CHIARA F
El miedo es sin duda una emoción que nos resulta familiar, sobre todo cuando surge la
posibilidad de exposición social. No es una emoción con la que conecte fuertemente,
también porque en su aislamiento la evita o incluso se la oculta a sí mismo, pero el miedo
siempre está teñido de falta de esperanza, de la sensación de no tener opciones ni
posibilidades.
Y, por supuesto, las emociones más lejanas son la alegría y el júbilo. No se trata tanto de no
permitirse momentos de disfrute -por supuesto que los hay- sino de que este personaje no
se permite la posibilidad de permanecer en la alegría o el contento, de poder sentirlo como
un estado duradero. El contentamiento siempre es ahuyentado por la interferencia de la loca
idea de que "no puede ser para mí, no puede durar". Permitirse la alegría y la satisfacción
sería haber dejado atrás la máscara del enfermo que permite al E4 social decirse quién es y
cómo orientarse en el mundo.
INFANCIA
En la mayoría de los casos, la madre del E4 social tiene una personalidad fuerte y
controladora. Es una mujer dura, que aplica un hipercontrol sobre sus hijos, lo que da al
niño la percepción de no tener su propio espacio. Y no les permite alcanzar su propia
autonomía, porque cualquier iniciativa, cualquier movimiento espontáneo de independencia
o cualquier manifestación divergente es castrada a la fuerza con una intención culpable. La
madre ocupa mucho espacio, absorbe la atención y castiga. En algunos casos, incluso
parece complacerse en impedir que su hijo lleve a cabo sus deseos o cualquier tipo de
iniciativa fuera de la familia. Llega a intervenir en sus amistades, juzgando sus conexiones.
Evalúa negativamente a las personas que le rodean y sólo aprueba a aquellas que
representan los valores en los que cree y con los que se identifica. Normalmente, los
amigos que elige el niño social no son apreciados y son desacreditados por miedo a perder
el control sobre él, que puede encontrar otros modelos fuera de la familia. Es evidente que a
través de la desvalorización de las amistades, el hijo E4 percibe desconfianza en sí mismo,
porque no se siente capaz de elegir por sí mismo.
Cuando mi madre estaba en casa era como si no estuviera, o como si no estuviera para mí,
porque siempre estaba ocupada con cosas más importantes, siempre estaba trabajando.
ALICITA R.
Mi madre no me veía como alguien distinto a ella. Yo era una extensión de ella y en esta
incapacidad de verme a mí misma sólo tenía que ser perfecta y cumplir todas sus
expectativas. Me esforzaba al máximo en todo, iba muy bien en la escuela, ayudaba en
casa como ama de casa, iba de compras, prestaba atención al dinero, ayudaba a mi padre
en el trabajo, pero el aprecio nunca llegaba. Al contrario, bastaba una nimiedad, un poco de
leche puesta a hervir en el fogón, no haber cumplido a la perfección una de sus órdenes,
para que se desatara su ira y volaran los golpes. Me sentía culpable y no permitía de
ninguna manera que la cólera se apoderara de mí. Estaba aislada del mundo, no podía
montar en bicicleta ni jugar al fútbol en el equipo del barrio: el miedo a que me hicieran daño
de alguna manera sofocaba cualquier intento de autonomía. A menudo, de niño, me decía a
mí mismo que esos no podían ser mis padres: Me engañaba a mí mismo diciéndome que
era el hijo de un rey que me había puesto en esta situación dolorosa para superar pruebas
difíciles y que más tarde, cuando creciera, vendría y me llevaría de vuelta a palacio.
VALTER M.
De niño sentía un profundo vacío, una falta de atención y afecto mezclada con la sensación
de estar olvidado. Durante mucho tiempo esperé a que mi madre se acercara a mí, me diera
un abrazo, me acariciara, me dijera que me quería, mientras yo jugaba solo en un rincón del
jardín. Con el tiempo transformé este dolor, intenté compensarlo con fantasías. Me inventé
que aquella no era mi verdadera madre, que era hija de un hada muy buena que no podía
retenerme y me había confiado a aquella familia para que me criara, pero que en cuanto
pudiera vendría a recuperarme, y entonces, por fin, sería amada y feliz. ALICITA R.
El padre del E4 social, en muchos casos, es un individuo débil y poco implicado con la
dificultad de asumir el rol de padre. No establece una relación con su hija, casi siempre
mediatizada por la madre, que suele ser la que toma todas las iniciativas y decisiones sobre
todo lo que tiene que ver con la vida de los hijos. En otros casos, el padre aparece también
como una figura punitiva, autoritaria y regañona, y lo que le preocupa a él es siempre
mucho más importante que lo que preocupa a su hija o hijo.
En las familias en las que hay hermanos, los niños del subtipo E4 social sienten que no hay
lugar ni tiempo para ellos porque las necesidades, los problemas y las enfermedades de los
hermanos son prioritarios. El E4 social renuncia a pedir la atención que debería recibir de
forma natural y siente que las necesidades de los demás son más importantes que las
suyas propias. Esta percepción se interioriza y provoca en este personaje la convicción que
le acompañará en su vida futura de que los demás son más importantes que él en todos los
sentidos: los que están enfermos tienen más derechos, los que sufren son más importantes.
El niño E4 social carecía de contacto físico, de mimos y caricias, y si los tenía, no era sólo
por un deseo de intercambiar amor, sino con otros fines. Por ejemplo, para dormirle, para
darle de comer, para comprobar su higiene. Esta falta de contacto afectuoso conduce en el
niño primero y en el adulto después a un escaso desarrollo de la confianza y de la
valoración del cuerpo. La madre de un E4 cuida de su hijo realizando únicamente funciones
básicas como la alimentación, la salud y la organización práctica de su vida. Se preocupa
por el desarrollo físico y biológico del niño pero no presta atención a sus necesidades
afectivas ni a su vida interior. Este tipo de relación afectiva puede explicar cómo se forma el
carácter social E4. Desde una edad muy temprana, el individuo elige el llanto y los gemidos
como principal expresión de sus emociones. Estas manifestaciones le permiten llamar la
atención, evitando el juicio de la madre o del adulto:
Si sufro seré importante y no podrá echarme de menos, si lloro será más amable conmigo.
CHIARA F
Esto provoca en el niño una fuerte inhibición de sus deseos de maduración, acompañada de
un sentimiento de culpa muy grande. A menudo, el niño se responsabiliza de las acciones
de sus padres, desvalorizándose a sí mismo al juzgar su comportamiento como malo y
salvando así a los adultos de su propia ira y posible desvalorización. Así, pierde la
correspondencia natural entre emoción y reacción corporal y no desarrolla la capacidad de
asociar el comportamiento adecuado con lo que exige la situación. El llanto y los gemidos
son una herramienta de manipulación inconsciente.
Más exactamente, podríamos decir que incluso cuando la madre no elige por el niño, es el
propio niño quien elige las cosas que elegiría su madre, para no herirla y no arriesgarse a
ser regañado, rechazado o abandonado. La exigencia subterránea del niño es no interferir
ni ser una carga para la familia.
E4 se siente un poco como una marioneta, sólo puede moverse si su madre mueve los
hilos.
De niño no tomaba ninguna iniciativa, esperaba a que mi madre me propusiera algo.
Cuando tenía una idea, o me apetecía hacer algo, esperaba que ella lo adivinara leyéndome
la mente, pero nunca lo decía porque sus negativas me dolían demasiado. ALICITA R.
El niño E4 social vive situaciones en las que a menudo se le deja de lado a la hora de
expresar sus sentimientos, en un entorno en el que la expresión de emociones no está
permitida o se juzga negativamente. En otros casos es la propia madre o el propio padre
quienes sólo apoyan los sentimientos negativos y no la alegría, el éxito y la felicidad. Dentro
de la familia y en el mundo no hay un espacio donde pueda mostrar lo que siente, entiende
y aprende desde pequeño que para sobrevivir hay que evitar ser visto. Su sentimiento se
convierte en algo que ocultar y proteger, acompañado de la sensación de ser inadecuado e
incorrecto. La vergüenza es la protección del mundo emocional interior. Volverse invisible y
no ser visto le da más libertad, ya que puede protegerse de ser juzgado y castigado.
Desarrolle una separación entre las emociones y el cuerpo. La ira, el amor y el dolor no
corresponden a una acción.
Cuando, por ejemplo, siente rabia, no se siente con derecho a expresarla, tiene miedo de
ser castigado y por eso se guarda toda la rabia dentro, inmovilizando la acción.
En muchos casos, la madre tiene un fuerte poder para inhibir el desarrollo de la feminidad
en su hija. Es como si la feminidad que expresa amenazara a la propia madre. De hecho, la
hija social apenas recibe reconocimiento en el plano estético. Es una madre muy castrante,
incluso en este aspecto. Los cumplidos nunca se dirigen a la niña, sino a algo externo,
como una prenda de vestir, pero no a la persona que la lleva. El placer del cuerpo, la
comida, las vacaciones, los lujos, el flujo de cosas bellas y agradables son inhibidos en la
niña; la sexualidad, la sensualidad y el eros serán penalizados en el futuro.
El E4 social siente que no comparte el proyecto de vida de sus padres y quiere ser
diferente, anhela algo distinto, cuida y ama la armonía estética del hogar, la originalidad de
la ropa, la belleza de los trajes, el refinamiento y la cultura. Incluso puede desarrollar, con el
tiempo, un sentimiento de vergüenza hacia el nivel sociocultural de su familia de origen.
Debido a estas profundas diferencias, no pocas veces no se siente hijo de sus propios
padres y a veces incluso desearía no serlo.
Recuerdo que cuando era joven pensaba que era adoptado, creo que era la consecuencia
de una frustración amorosa. Me sentía tan incomprendido, tan diferente que pensaba que
no era su hijo. Con el tiempo, desarrollé un gran sentido de la estética en todos los ámbitos
y un refinamiento del gusto que nada tenía que ver con los de mi familia, que eran mucho
más toscos y casi incomprensibles para mí. ALICITA R.
Ocurre a menudo que el niño, al percibir instintivamente que el único canal de comunicación
e interacción con la madre es el lingüístico, desarrolla precozmente el lenguaje. No es
infrecuente que los E4 tengan un sentimiento de escasez en su familia que se refiere no
sólo a la privación emocional, sino también a la esfera económica y social: a menudo viven
con poco y con escasez, pero esto no siempre está vinculado a una falta real de recursos
financieros. Puede haber una tendencia en la familia a ahorrar por miedo a no tener
suficiente, como si existiera la sensación de que mañana puede que no haya suficiente para
vivir. A veces, no malgastar y ahorrar es un motivo de orgullo para los padres.
El niño es muy sensible a los lloriqueos de su madre, percibe sus estados de ánimo y esto
le hace estar siempre ansioso. Son los estados de ánimo de la madre los que definen el
clima del hogar, también porque el padre se adapta completamente a ella para evitar
conflictos. No hay momentos de frivolidad: hay reglas nunca dichas, o siempre poco claras,
latentes.
El niño va por la vida con un sentimiento de carencia, y sin embargo es difícil para el sujeto
comprender lo que realmente le falta, porque no se conoce profundamente, no conoce sus
propias necesidades.
Busca amistades en las que la relación sea íntima, intensa y especial; Si la relación no tiene
esta característica de profundidad, prefiere no dar su amistad, huye de las relaciones
superficiales. Sólo tiene amigos de corazón y establece relaciones basadas en una
profunda confianza mutua y un contacto intenso. No se involucra en relaciones
superficiales.
En la infancia, también puede haber otras figuras que contribuyan decisivamente a anular el
impulso espontáneo de expresarse, como los hermanos. La presencia de otros hermanos
representa otro factor determinante para el niño E4 social, que se ve privado de la ya
escasa atención que cree recibir de la madre. En muchos casos, los hermanos del niño
presentan situaciones especialmente frágiles. Las causas pueden ser muchas y variadas:
puede ser que tenga una enfermedad o un trastorno de algún tipo que atraiga fuertemente
la atención de los padres y absorba su energía en detrimento del otro niño, de modo que
éste, que ya se siente inclinado a no expresarse por miedo al rechazo o la desaprobación,
posponga aún más cualquier manifestación espontánea, a la espera de un momento mejor
o de un espacio en el que la madre no esté tan ocupada cuidando y atendiendo al hermano.
Con el tiempo, el impulso de decir o preguntar queda como tragado, no sale sino que queda
aprisionado en el cuerpo y en la mente del sujeto, causando frustración al principio,
perdiéndose. Es decir, ocurre que al final el sujeto apenas sabe lo que quiere o lo que
realmente desea, se desconecta de sí mismo. También es debido a este fenómeno que
desarrolla una facilidad para la confluencia con el otro. Incluso de adulto, necesita detenerse
para entrar en contacto consigo mismo y sentir lo que realmente quiere y necesita.
Los hermanos, cuando están presentes, alimentan así una castración de las necesidades
del sujeto y acentúan el sentimiento de comparación y envidia. Sin embargo, el E4 social
apenas se permite expresar directamente la rabia, la frustración y la envidia, ya que quiere
evitar ser percibido como negativo y malo; por este motivo, adopta una actitud de víctima,
acentuando la queja como única forma de atraer la atención de sus padres y quitársela a
sus hermanos, encarnando el papel de niño bueno que cumple las expectativas de su
madre y no molesta.
Cuando los hermanos no están presentes, esta dinámica puede darse con personas de
referencia en el núcleo a las que los padres reservan la atención o con compañeros de
clase que son más "vistos por el profesor".
Es evidente, según lo que hemos descrito anteriormente, que este carácter esconde sus
virtudes, cualidades y potencial para decir no, poner límites, enfadarse, brillar, entregarse al
placer o disfrutar de la vida. Ya hemos hablado de cómo esta actitud y la visión de la vida
como carencia constante conducen a comportamientos autodestructivos.
Ahora queremos mostrar cómo todo esto se vuelve perjudicial para quienes están en
relación con personas que se reconocen en el eneatipo social E4. La intensidad de la
melancolía y el sentimiento de impotencia pueden ser aterradores, ya que estas personas
no pueden sentirse correspondidas en ninguna relación.
Es difícil creer que alguien pueda amar a un miserable, por lo tanto ese alguien no debe
valer mucho, o es alguien interesado, que engaña. A pesar de todo lo que el otro pueda
hacer o decir, se encontrará clavado a esta prueba inexorable, y más sentirá impotencia, ya
sea para poder cuestionar el juicio, o para poder sentir que tiene un lugar en el corazón o en
la vida de esta persona.
La empatía que sienten los E4 sociales hacia el sufrimiento ajeno es sumamente paradójica,
ya que en verdad no pueden verlos por lo que son, sino que sólo ven al otro en función de la
satisfacción que les puede proporcionar.
Mi mecanismo descalificador, el que me hace sentir tan <<miserable">, se dispara en
cualquier momento y sin previo aviso, de manera que puedo verme llorando sin saber por
qué, ante cualquier situación que implique algo que afrontar (en el trabajo, con tu pareja,
con los amigos, con tu familia...).
Diría que hay una víctima muy maltratada dentro de mí y que mi maltratador interno se
relame sin piedad con humillaciones aberrantes. Por eso, golpea sin piedad a ese enemigo
que soy yo mismo. Destruyéndome destruyo el mundo, mi mundo: mis relaciones, mis
posibilidades, mis ilusiones. SUSAN B.
Es más fácil que un E4 social sea consciente del daño que se hace a sí mismo, porque al
creerse tan inferior, no considera que pueda causar daño a los demás. Puede ser muy
inconsciente de que el autoboicot es también una forma de acusar a los demás, debilitarlos
o aniquilarlos: los utiliza como proyectil para golpear a los que están cerca de usted. Una
cierta crueldad queda muy inconsciente cuando no das reconocimiento al otro.
Para los demás puede ser muy destructivo si no crees en su amor, si no piensas que son
importantes. Puede ser muy destructivo para los vínculos y las relaciones que sin darse
cuenta esté hundiendo a los demás todo el tiempo; los sube y los baja constantemente, y
muy sutilmente los hace sentir mal.
Esto también ocurre en las relaciones sociales o laborales: con una persona tan frágil,
insegura e impotente, es imposible enfadarse o enfrentarse a ella por sus
responsabilidades. Le resulta difícil ver cómo esta forma de protegerse puede arrebatar a un
grupo la posibilidad de su ayuda, apoyo o colaboración. Para no fracasar, evita aportar lo
que puede o lo que le corresponde. Los sentimientos en torno a la autocompasión y el dolor
de no poder ocultar que no asume una responsabilidad, o que descarga una parte del
trabajo en los demás.
de la responsabilidad podrá vivir en una relación sin sentirse una cosa tan pequeña y
miserable, sin necesidad de compararse, porque entonces dispondrá de sus propios
recursos para construir lo que quiere construir, y no dependerá de lo que consigan los
demás.
En cierto modo, sería un acto de humildad: reconocer las cosas buenas es un acto de
humildad, una renuncia al lugar especial de ser la persona más sufrida del mundo.
Un día, en un grupo de SAT, estaba en medio de todos, vibrando, y me puse a llorar. Muy
inteligentemente, la terapeuta se dio cuenta de mi mecanismo y me sacó de las lágrimas,
me enfrentó a la alegría que era sentir esa energía vibrante y me obligó a tolerarla y
mostrarla delante del grupo. Fue terrible, y ahora que lo escribo vuelvo a tener las mejillas
rojas y la nariz y los ojos llorosos. Terrible porque me di cuenta de que tengo mucho miedo
a que me destruyan si soy feliz, un miedo enorme a las mujeres envidiosas. Aquí se
mezclan dos cosas: una, la transferencia que hago de mi envidiosa y castrante madre al
grupo, y la otra, mi propia envidia proyectada en los demás.
Estar allí durante esos minutos fue una experiencia llena de revelaciones. También estaba
muy presente mi mecanismo de histeria, en el que como no tengo mucho espacio en mi
cuerpo para tolerar mucha energía, se desborda y me pongo histérica. El terapeuta me
ayudó a tolerarlo y manejarlo, pude moverme mucho frente al grupo, con las caderas y con
todo; había culpa, ansiedad, histeria, vergüenza, sobre todo, miedo, ganas de desaparecer,
ganas de decirles a todos que lo que estaba pasando no era real, de pedirles disculpas
profundas por ocupar su espacio y su tiempo. ¡Qué vergüenza! Podías ver toda mi vida
corriendo a través de mí, toda la vibración de la vida apoderándose de mí, y no podía
ocultarlo más delante de todos ellos: me descubrieron. Es la vida misma la que está en la
sombra. SUSAN B.
AMOR
A veces el amor puede: ser mágico. Pero la magia es sólo una ilusión. JAVAN
Sin ser consciente de ello, desplazó la expectativa de amor de la madre a la pareja. Pero la
realización de este tipo de relación entre Adultos es casi imposible de llevar a cabo, ya que
requiere que el otro viva y maneje su vida buscando sólo su propio bien. Esperando un
amor más parecido al de una "madre" que al de una pareja madura y adulta, no pocas
veces se encuentra con alguien que le manipula, que le engaña y que incluso puede llegar a
explotarle.
El amor es el sentido de su existencia; sin una relación amorosa, la vida parece vacía, sin
sentido. La vida consiste en esperar ese momento que lo cura y lo transforma todo como si
realmente empezara con la llegada del amor. Sólo entonces se puede ser feliz.
De niña, recuerdo que me encantaba ver pasar el coche de los novios, todo decorado con
lazos blancos. Lo veía, embelesada, deslizarse por la carretera y pensaba en los dos que
iban dentro, felices, a salvo, salvados por su amor. ALICITA R.
Recuerdo la primera dedicatoria que Claudio me hizo en su libro La via del Silenzio e la via
delle parole [Entre la meditación y la psicoterapia], en el SAT 1 de Lignano Sabbiadoro
(Italia), en 2006: "Que encuentres un hombre digno de ti". Lo releí innumerables veces,
asombrada de ver cómo el maestro espiritual que había tenido la suerte de conocer había
captado un punto tan esencial para mi vida en el primer encuentro. Y que había utilizado la
palabra "dignidad". A menudo me sentía indigna, indigna de una relación amorosa, indigna
de ser feliz. GIULIA C.
Hay en este personaje un ideal de amor romántico que se construye con el tiempo, en el
que hay una comprensión total, un entendimiento profundo y una fusión de espíritus, almas
y cuerpos. Pero a menudo el destino de esta persona es permanecer soltera durante mucho
tiempo porque ningún hombre puede estar a la altura de ese ideal interior. Cuando entra en
una relación, el E4 social está cargado de ansiedades, miedos al rechazo y al abandono. Si
antes el punto central de su existencia era la espera del amor o de una pareja, más tarde se
convierte en el miedo a perderla y a ser abandonado. Como ya hemos dicho, no es raro que
permanezca y soporte relaciones insatisfactorias o destructivas precisamente porque no
renuncia a realizar su sueño. En esto puede ser tenaz, y esta tenacidad puede convertirse
en una especie de desafío a sí mismo y al otro: la necesidad se convierte en un hiperdeseo
que no admite límites.
Si encuentra a alguien que piense en todo, que se ocupe de las tareas, de los problemas,
que sepa darle atención y cariño, que le abrace anticipándose a sus deseos, entonces,
protegido y seguro, podrá calmar la ansiedad de tener que enfrentarse a diario a un mundo
hostil y desconocido. Por fin podrás desconectar tu cerebro y dejarlo descansar, ya que es
otra persona la que se ocupa de todo.
Pero en su interior conviven dos instancias: por un lado, desea fervientemente sentirse
seguro, protegido y guiado y, al mismo tiempo, quiere ser absolutamente independiente,
autónomo, libre para tomar las decisiones que considere oportunas. No tolera que nadie se
comporte con él como lo hacía su madre, tratándole como a una marioneta sin derecho a
elegir ni a hacer, y está demasiado acostumbrado a tener que depender sólo de sí mismo y
a hacerlo todo solo.
Así, al no confiar realmente en los demás, tiene una fuerte necesidad de control que se
manifiesta haciendo las cosas con total autonomía en lugar de que se las haga alguien en
quien no confía, o sabiendo que tendría gente. Tiene que soportar el juicio o la
confrontación de los demás, una contradicción evidente en su interior: por un lado la
necesidad de amor y protección, por otro una necesidad absoluta de ser libre y autónomo.
Es un poco como un niño pequeño que da sus primeros pasos, que necesita darse la vuelta
y ver que le cubren la espalda porque su madre le está mirando y al mismo tiempo quiere
que nadie le coja de la mano ni se ponga delante de él.
A menudo ocurre que la pareja tiene que intuir nuestros estados de ánimo, nuestros
pensamientos, nuestros deseos... antes de que los expresemos. En esto hay una
incapacidad y una falta de autoafirmación y de autoexposición, de hacerse ver tal y como
uno es. GIULIA C.
Pero el equilibrio del E4 social es precario. De hecho, basta una situación difícil para que
afloren ansiedades y miedos y se produzca una recaída en la ansiedad. Tiende a
posicionarse ante su pareja como una mujer o un hombre único, casi un hada o un héroe
que no puede compararse con nadie, ni antes, ni durante, ni después.
La baja autoestima le lleva, para ganarse el amor y el reconocimiento del otro, a construir
una imagen de pareja ideal a los ojos de su pareja. Trabaja para que el otro reconozca en él
características y aspectos nunca antes encontrados en nadie; hay una inversión continua en
hacerse insustituible, en demostrar su propia preciosidad. En realidad, todo esto surge de
una fuerte ansiedad de abandono y la energía se lleva a cabo para alejar el peligro del fin
de la relación. Para compensar el amor deficiente, ambivalente o sádico de sus padres, ha
creado en su interior una figura que le permite obtener amor y gratificación. Con frecuencia,
la mujer social crea en su interior la figura de la princesa buena y sabia, siempre disponible
para el otro. Por eso cree finalmente que es digna de amor y que si la otra persona la deja,
con el tiempo se dará cuenta de lo que ha perdido y se arrepentirá de su elección.
Tuve una relación de siete años que empezó a una edad muy temprana, terminó porque él
se enamoró de otra chica, recuerdo que fue como morir para mí. La idea de ser
reemplazable y de perder a la persona con la que soñaba tener una familia y envejecer
juntos me llevó a un estado de desesperación total. No sentía hambre y perdí tanto peso
que no comer me hacía sentir que no necesitaba nada. Recuerdo que lo que me sacó de
ese estado fue la rabia y la envidia hacia la otra chica, que se convirtieron en ganas de
demostrar que yo era mejor y en la ilusión de que ella volviera a mí de rodillas pidiéndome
perdón. CHIARA F.
Ante el temor de perder el amor, una conmovedora melancolía nos invade con la certeza de
que pronto alguien mejor que nosotros será sustituido. Esta conmovedora melancolía no
permite vivir plenamente el presente y disfrutar del amor por lo que vendrá, ya se saborea la
trágica pena y se comprende que el futuro no es benévolo: "<me dejará tarde o temprano>",
y ese día probablemente llegará con dolorosas consecuencias... La anticipación negativa
acaba siendo una
realidad externa y, cuando llega, no sólo es inesperada, sino también inaceptable por el
bagaje de dolor que trae consigo, como si de una anticipación negativa se tratara.
En el fondo, hay una falta de autenticidad verdadera en la relación del E4 social, ya que
evita mostrar al otro lo que hay de desagradable, negativo, gravoso e incluso inaceptable en
sí mismo. Esto podría empañar la propia imagen y minar la estima de la otra persona. Así
que no se muestra realmente tal y como es, no habla del dolor existencial que siempre le ha
acompañado, del sentimiento de soledad interior, ni de los sentimientos negativos como la
envidia o los celos que pueda sentir, ya que esto le expondría al peligro de ser rechazado,
del mismo modo que no expresa abiertamente sus necesidades y deseos por el peligro de
ser visto como una carga. El resultado de esto, sin embargo, es la expectativa de que la
pareja pueda leer sus pensamientos y su alma e intuir por sí misma lo que desea. Lo que
uno se permite para llamar la atención es quejarse. Las consecuencias de estas actitudes
son frustración y decepción con la pareja, que con el tiempo se convierten en resentimiento
silencioso. Al dejar que el otro vea sólo las partes de sí mismo que considera dignas de
aprecio, incluida la imagen de la persona que sufre, crea un círculo vicioso en el que se
muestra mejor de lo que realmente se siente para ganar amor, pero al mismo tiempo
también se demuestra a sí mismo que si dejara que el otro le viera como realmente es, no
podría ser digno de su amor. El prototipo de pareja ideal incluye cuidar del otro a todos los
niveles, intentar cumplir sus deseos, tanto los expresados como los intuidos, escucharle y
cuidarle, apoyarle en las distintas esferas de la existencia, estar siempre ahí cuando lo
necesita; básicamente, una mezcla de padre, compañero/amigo ideal e incluso terapeuta en
caso de necesidad.
Este prototipo de pareja ideal tiende a hacer dependiente al otro, como si para evitar el
abandono una de las posibilidades fuera hacerse indispensable dentro de la relación,
satisfaciendo todas sus necesidades. Si esto, por un lado, ayuda a calmar la ansiedad, por
otro, a menudo hace que no se den cuenta de que están sacrificando el papel de
hombre/mujer en favor del de padre/madre. La dependencia del otro con respecto a la
pareja y la baja autoestima también hacen que sea necesario utilizar el dolor y el sufrimiento
como herramientas de manipulación. El hecho de no poder exigir directamente la
satisfacción de las propias necesidades pone en marcha una estrategia que mantiene al
otro atado a sí mismo a través de la continua necesidad de ayuda. A menudo la enfermedad
y los problemas físicos se convierten en una herramienta de chantaje para evitar el
abandono.
El miedo constante a ser abandonado permite mantener alta la tensión amorosa y evitar la
sensación de no querer lo suficiente a la pareja.
En una situación de equilibrio y certidumbre, a menudo es incapaz de sentir amor por la otra
persona, e incluso puede ocurrir que su mirada se dirija a otra parte. El amor, por tanto,
suele reducirse al inmenso esfuerzo por no ser abandonado y a la búsqueda de una certeza
y una confirmación en la relación que no sentimos y que nunca podremos percibir. La fuerte
dependencia que caracteriza a este carácter suele expresarse cuando entra en intimidad
con el otro y crea una relación de confianza. A menudo, para escapar a la conciencia de
desencadenar una fuerte dependencia de su pareja, pone en práctica el proceso contrario,
la contradependencia. Vive sus necesidades con incomodidad y vergüenza, las considera
inaceptables y huye del menor intento de vinculación seria, para no convertirse en víctima
del otro y no depender de él.
La única posibilidad de salvación viene del sueño de un príncipe o criatura de hadas que
viene a salvarle con su amor incondicional. Pero en el momento en que el príncipe llega y le
ama profundamente, se da la paradoja de que el sujeto no puede creer que todo esto sea
cierto, y empieza a desvalorizarle.
El sentimiento de no ser querible es tan fuerte para el E4 que no puede creer que un
individuo de valor pueda amarlo.
El amor menos desarrollado en el E4 social es sin duda el amor erótico. Hay muchas
razones para ello, principalmente la represión de la esfera más instintiva y la expresión de
emociones como la ira. Además, no experimentaron este tipo de amor en la relación con su
madre (en la que el contacto físico es la base) y nunca adquirieron una relación de
confianza y seguridad con su propio cuerpo. Al crecer en la fase de la pubertad, el E4 siente
el desarrollo de su propia sexualidad castrado, y es algo por lo que a menudo también se
sentía culpable. En muchos casos, las hijas se ven inhibidas por su madre a la hora de
expresar su feminidad. Así, en la edad adulta, el cuerpo y la sexualidad suelen utilizarse
únicamente para obtener la admiración y el amor maternal. La finalidad del amor físico es
contener la angustia del abandono y, así, evitar la pérdida de la persona amada.
Una Navidad, Claudio me invitó a utilizar un vibrador. ¡Yo, que había pasado años
suspirando por no haber encontrado el amor tan esperado! En los días siguientes, me dijo
que ya no tenía que esperar al príncipe azul, que los adultos también se encuentran en la
sexualidad y que de la sexualidad compartida puede nacer una relación. Para mí, fue una
revolución copernicana. GIULIA C.
Por lo tanto, el E4 social aspira a parecerse al maestro, aspira a ser como él, a ser el que
dirige, el que ayuda, pero también el que ha experimentado y superado el dolor. Sin
embargo, esta envidia es insoportable porque le priva de su relación con el profesor, así que
la convierte en admiración. El E4 social es un alumno aplicado que aspira firmemente a ser
el alumno favorito, el más respetado y querido, aunque está seguro de que esto nunca
sucederá.
El amor a Dios también se caracteriza por una fuerte devoción, pero al mismo tiempo
también está lleno de deseo, anhela conseguir algo. Es una admiración para llenar el propio
vacío interior.
Es una inversión afectiva que con su resignación pone todo en orden, no pone obstáculos a
la vida del otro, es más, la facilita, en la relación está dispuesta a
Había como una idea loca dentro de mí de que si yo era atenta, cariñosa, cálida y
acogedora con mi pareja, él nunca me dejaría. Era como una garantía para mí contra el
abandono. Obviamente esto no sucedió y el dolor insoportable en el que me encontraba, y
que me hacía sentir que casi me moría por su abandono, me enseñó la lección más
importante: el único abandono real que puede hacerme morir es el que sólo yo puedo.
hacerme, y aunque no lo supiera... ¡Era lo que había estado haciendo en la vida hasta ese
momento! ALICITA R
FRIEDRICH RÜCKERT
¡Qué inmensa suerte para un E4 social ser bendecido con un genio de la música! Este
pensamiento me vino a la mente a medida que me acercaba a Mahler, leyendo sobre él,
viendo películas, escuchando su música. Sobre todo, me preguntaba: ¿cómo se combina la
inseguridad típica del E4 social con la genialidad de un Gustav Mahler?
Quizá el genio signifique llevar una semilla dentro de uno mismo que empuja con fuerza
hacia la luz y debe florecer absolutamente. El entorno reconoce el poder de este empuje
hacia arriba y empieza a girar en torno a la plantita para nutrirla, protegerla, dejarla crecer y
florecer. El don de Mahler abrió puertas que, de otro modo, habrían permanecido cerradas.
Recibió, sin exigirlo, lo que un E4 social medio suele luchar en vano por conseguir a lo largo
de su vida y que, porque lo percibe como injustamente retenido, ocupa el primer lugar en su
atención y alimenta su envidia: promoción, reconocimiento, un escenario , admiradores
embelesados, una mujer joven y bella de buena familia, rica y con excelentes conexiones;
en resumen: un lugar importante en medio de la sociedad, un lugar al sol.
Bernhard Mahler posee una posada que regenta junto con la destilería de vino que heredó
de su padre. A partir de octubre de 1860, un manifiesto del emperador Francisco José
permite a las personas desfavorecidas, incluidos los judíos, aprovechar las nuevas
oportunidades gracias a la libertad de circulación. Ese mismo año, Bernhard Mahler se
traslada con su familia a la ciudad de Iglau.
Gustav pasó la mayor parte de su infancia y juventud en Iglau. Su crecimiento está marcado
por las tensiones familiares, la violencia y las pérdidas. La pareja discute a menudo. El niño
experimenta traumáticamente cómo su padre golpea a su madre. Más tarde, será testigo de
la enfermedad y muerte de su querido hermano Ernst, de trece años, una experiencia
especialmente mala para el chico de catorce. Otro hermano se quitará la vida a los veintitrés
años. Antes de cumplir los treinta, Mahler también habrá perdido a sus padres en el plazo
de un año.
El talento de Gustav se hizo patente a una edad temprana. Da sus primeros pasos
musicales a los cuatro años. Se desarrolla rápidamente, para alegría y orgullo de su padre,
que le anima y le permite tomar clases con varios profesores. Gustav aprende varios
instrumentos, empieza a escribir pequeñas piezas a una edad temprana y pronto enseña él
mismo a otros. A los diez años da su primer concierto en Iglau, considerado un niño
prodigio.
El padre Mahler piensa libremente sobre cuestiones religiosas y tiene una mentalidad
abierta a la cultura alemana. Tiene muchos libros. Como siempre lleva algo para leer en sus
viajes, la gente le apoda "el cochero erudito". Su hijo recibe el bautismo de agua de diversas
fuentes musicales: quizá no oiga cantar muy a menudo en la sinagoga, pero en cambio
escucha las canciones y bailes de la taberna que impregnan el piso de arriba cada noche,
las marchas de los soldados del cercano patio de armas, la banda del pueblo escucha las
campanas de la iglesia católica de Iglau y probablemente también cante en el coro de la
iglesia. Todos estos sonidos y ritmos, los diferentes lenguajes musicales, actúan sobre él, le
forman y más tarde los entretejerá en sus obras como hilos de vida. Como compositor,
enviará a su mujer a silenciar todas las fuentes de perturbación, como cencerros, charlas,
risas, gritos, bramidos, campanas de iglesia, orquestas de baile alrededor, sí, la ruidosa vida
de los demás: necesita el mayor silencio posible para su obra, para escuchar interiormente
el eco de sus años de juventud, para conservar el recuerdo puro y dejarlo resonar en su
interior, para volver a desplegar en sí mismo una naturaleza sublime que está fuera, para
transformar lo que ha sido por obra de su genio y contar así el sufrimiento humano más
profundo, la muerte, pero al mismo tiempo la incomprensible belleza del paraíso, el puro
anhelo de vivir, dejar que el pasado cobre vida como una destilación del interior del oído y
hacerlo perceptible al mundo exterior con todos los colores de una ternura sin precedentes y
una fuerza sobrecogedora: cautivador, melancólico, amoroso, inconsolable, entusiasta,
apesadumbrado, orgiástico, enmarañado, juguetón, mortalmente serio, fresco, complicado,
expansivo, contraído, conectado con la naturaleza, aislado de lo vivo, vigoroso, de piel fina,
confiado, irritable, la calma misma, descarado e impetuoso, sereno y apacible.
Mahler debió de ser una persona intensa, nerviosa, despierta e impulsiva que llamaba la
atención por su comportamiento, a menudo inusual. Desde pequeño aprende a ser capaz
de sufrir y a tolerar las cosas cotidianas; por ejemplo, no le sorprende que, siendo un
adolescente en acogida, tenga que acostarse con hambre todos los días y que le quiten la
ropa. Cree que es así. Sin embargo, desde el principio queda claro que conoce el mundo de
la música y sabe cómo salirse con la suya, aunque no sea en la confrontación. Como
estudiante, se interesa por asuntos espirituales, vive como vegetariano durante varios años
y a muchos les parece un bicho raro en general. La falta de aprecio durante sus años de
estudio en Viena y el rechazo de su primera obra sinfónica por faltas de ortografía le
golpean en las entrañas. Más tarde, ante la falta inicial de reconocimiento de su obra
musical por parte de periodistas y público, no se rinde, sino que persiste en su camino hacia
el éxito internacional como director de orquesta y compositor. Tras la muerte de sus padres,
Mahler -ya con trabajo como director de la Ópera Real de Budapest- se encarga de
mantener a sus hermanos. A veces parece quedarse con menos dinero
para él que el que les pasa a ellos. Les pide que hagan un presupuesto mejor, porque hace
meses que no tiene dinero para coserse los zapatos.
Cuando se casa con Alma, ya mayor, está muy endeudado y le deja a ella la tarea de poner
en orden la casa y el dinero. Sin embargo, es interesante que administre el dinero ajeno
como titular de altos cargos profesionales, siempre con mucha prudencia y por el bien de
las instituciones.
La salud de Mahler es precaria. Es cierto que es deportista y que le encanta hacer ejercicio
al aire libre, dar paseos extenuantes, tomar el sol y nadar. Estar en la naturaleza significa
para él relajación y bienestar. Pero ha heredado una cardiopatía de su madre y no conoce la
medida de su resistencia. Demasiado a menudo se fuerza hasta el límite de su capacidad
física. Incluso en el marco de sus agotadoras obligaciones como director de orquesta, a
menudo combinadas con largos viajes, trabaja repetidamente hasta el agotamiento y la
enfermedad.
A pesar de todas las dificultades que experimentó desde su más tierna infancia, los
desagradables momentos en el instituto (a los once años era el peor de los sesenta y cuatro
alumnos; más tarde diría que no había aprendido nada), las preocupantes condiciones
económicas, la fragilidad física y un sentimiento general de desamparo ("como bohemio
entre austriacos, como austriaco entre alemanes y como judío en todas las naciones del
mundo"), muchas circunstancias de la vida parecen haber contribuido de forma excelente al
desarrollo de su genio. Sin embargo, la envidia, la vergüenza propia del E4 social y
profundos sentimientos de culpa también marcaron la vida de Mahler. Se considera a sí
mismo un hombre poco atractivo, larguirucho y con una cabeza demasiado grande, que al
menos no es guapo en el sentido habitual. Incluso cuando va bien vestido, tiene mal
aspecto, escribe su mujer Alma. Su andar es tormentoso y accidentado.
Mahler se asegura de que nadie anuncie la boda en el periódico a destiempo. ¿Es mayor la
preocupación de que Alma le eclipse en la ceremonia nupcial por la iglesia que la alegría de
celebrar la boda en público? ¿No se le permite a Alma ser una joven novia feliz en público?
¿Tiene miedo de comentarios desagradables, por ejemplo, sobre la diferencia de edad? ¿O
simplemente se siente demasiado inseguro e incómodo en su papel de hombre, de marido?
Alma escribe que resbaló torpemente del banco al arrodillarse, por suerte no había nadie.
Probablemente habría sido muy embarazoso.
Mahler no sólo oculta a su esposa del público en este gran día. Quiere a la bella, rica y
socialmente admirada Alma sólo para él, para que se marchite a su lado como artista y
como mujer. Actúa bajo la influencia de la envidia social, que suele referirse al estatus social
de los demás que cree no poder alcanzar. Toda la belleza, toda la riqueza es sólo basura, le
dice a Alma. Mahler se habrá sentido miserable, viejo y poco atractivo al lado de su mujer.
Dice que sólo puede amar a una mujer hermosa, pero le dice a Alma que sólo podría amarla
completamente si, por ejemplo, su cara estuviera desfigurada por marcas de viruela. Alma
se convierte en una mujer tímida con su primer embarazo y se siente visiblemente insegura
al lado del gran Mahler. Ambos están constantemente celosos el uno del otro. La pareja
evitará la compañía siempre que sea posible y vivirá en la seguridad de la unión (Mahler
prefiere el "espléndido aislamiento") o en el círculo de familiares y amigos. Un día, tras
nueve años de matrimonio, Alma tomará un amante joven, bello y dotado, lo que supondrá
un duro golpe para Gustav. Mahler, que para entonces tiene cincuenta años, despertará,
buscará ayuda y cambiará. No le queda mucho tiempo para hacerlo.
Como se desprende de las notas de Freud sobre la única sesión que Mahler pasó con él,
que duró varias horas tras largas vacilaciones, se le diagnosticó, entre otras cosas, un
"complejo de María", un apego
demasiado fuerte a Madre. Mahler buscó y echó de menos su rostro, marcado por el
sufrimiento, en su esposa Alma. ¿Cómo pudo encontrarla allí? Quizá la buscaba para
conducirla de nuevo a la redención, a la belleza, a su verdadera naturaleza a través del
poder de su música primordial, para liberarse del sentimiento de que él era el culpable de su
infelicidad en la vida, de que no la había protegido. de los golpes de su padre, el hombre
que tan bien le había tratado, el hijo brillante, y le había animado...
10
UN EJEMPLO LITERARIO
POR VITTE MARIA WEBER París, 1829. Raphaël de Valentin, un joven de veinticinco años
perteneciente a una aristocracia empobrecida y desilusionada con la vida, se juega el dinero
que le queda una mañana en el Palais Royal. Como no le queda nada, siente que su
existencia no tiene sentido y quiere ahogarse en el Sena. Para matar el tiempo hasta la
noche, entra en una tienda de antigüedades y se dedica a contemplar el caos de objetos y
obras de arte de todas las procedencias, épocas y culturas. El viejo propietario del
anticuario muestra a Raphaël una piel tallada, que promete cumplir todos los deseos de su
dueño. Sin embargo, el precio será vitalicio: por cada deseo cumplido, la piel se reduce. A
pesar de la insistente advertencia del anticuario, Raphaël roba la piel, pide un primer deseo
y se la lleva consigo. Nada más salir, se encuentra con sus amigos, que le estaban
buscando, y les sigue a un banquete, que acaba en orgía, tal y como había deseado. Más
tarde, Raphaël le cuenta a su amigo Emile que estaba a punto de suicidarse. Emile le
pregunta por la causa de su desesperación.
Raphaël narra toda su vida y sus historias de sufrimiento al somnoliento Emile: cómo él, hijo
único, crecido bajo la estricta vigilancia de su padre (la madre había muerto cuando
Raphäel tenía diez años), se hace abogado sólo para recuperar el honor de la familia, y
cómo tras la muerte de su padre, casi sin medios, se encuentra en el estéril desván de una
pensión barata empezando a escribir una Teoría del testamento.
Raphaël siente un amor desesperado por la condesa Feodora (la "mujer sin corazón"), y
gracias a su inteligencia y a su incipiente éxito como escritor se convierte en su confidente;
la condesa le dice de vez en cuando que no le quiere, lo que incita aún más a Raphaël a
conquistarla, porque cree que la actitud despectiva de Feodora no es más que una muestra
de su amor. Raphaël también le habla a Emile de Pauline, la hermosa y todavía muy joven
hija del ama de llaves de la pensión, que está enamorada de él, pero que, debido a su
pobre posición, no le interesa como mujer. Los relatos de Raphaël dejan claro que su amor
masoquista por Feodora y su constante preocupación por el dinero y su idea de la vida le
enferman cada vez más.
piel se reduce. Raphaël se indigna ante la burla de los invitados y les amenaza con
desearles la muerte. Ahora siente que su poder, en lugar de admiración, le produce una
gran soledad y miedo.
Balzac explica a los lectores que Pauline representa el amor que sólo existe en la ilusión y
Feodora la sociedad que se encuentra en todas partes.
A continuación, me gustaría hablar del título que eligió Balzac: "La peau de chagrin", que
puede traducirse como "La piel de chagrin". Chagrin viene de la palabra turca sagri o çâgri y
se refiere a la parte dorsal de la piel de un burro. Del mismo modo, el título podría traducirse
como "La piel de las penas" (del francés peau, piel, y chagrin, pena, sufrimiento,
preocupación), lo que sería una descripción exacta del héroe. Raphaël siente su vida como
"un dolor persistente y difuso, y ambos podemos sentir este dolor atmosféricamente, sobre
todo cuando tenemos que ver a nuestro dotado héroe perderse cada vez más, a través de
su comportamiento errático en un estado de desesperanza y sentimientos negativos.
La piel es lo que se ve desde fuera, es casi la tarjeta de visita de una persona. Para el E4
social, el exterior se convierte en una especie de "tarjeta de visita negativa": no quiere poner
una "cara amable", odia esa idea. En general, sufre por su insoportable existencia, y esto
puede ser bastante visible, quizá como manifestación de su débil venganza. Balzac
describe a Raphaël en el primer capítulo como: "alma inocente", "muy infeliz", "muy débil">,
"aspecto terrible", "elegancia sombría", "su mirada muestra esfuerzos decepcionados",
"palidez enfermiza", "sonrisa amarga", "resignación que duele al mirarla", "genio oculto">,
"manos... frágiles como las de una mujer", "como un ángel sin rayos que ha perdido el
rumbo". Todo ello da la impresión de una persona necesitada, teatral y algo estirada, no del
todo apta para la vida. La piel también simboliza la capacidad de protegerse de los avatares
de la vida.
Se dice que alguien tiene la piel de un elefante o piel gruesa y queremos decir que es
alguien que aguanta mucho y no percibe demasiado. El rubio Raphaël tiene una piel sutil y
clara, se sonroja de vergüenza, se irrita con facilidad y se vuelve inseguro rápidamente.
Además, "la peau de chagrin" viene de un burro, de un animal de carga, que en nuestra
cultura suele representar la perseverancia, pero también la estupidez y la terquedad, que
también tienen que ver con Raphaël: a menudo insiste en su opinión en contra del sentido
común, a pesar de su indiscutible inteligencia, muestra cierta estupidez en
su impulsividad con la que se hace daño a sí mismo, sólo para demostrar una
pseudoautonomía opuesta a la descrita incapacidad para ayudarse a sí mismo diciendo con
rechazo: "No te necesito, puedo conseguirlo yo solo".
Con La piel de chagrin, Balzac creó una metáfora de una actitud desgarradora ante la vida:
todo lo positivo (los deseos) es a costa de la duración de la vida. nada se obtiene fácilmente
o gratis, nada es alegre o lúdico, es como si el placer estuviera penado y como si la vida se
vengara del propio ser vivo. Al mismo tiempo, es una metáfora de cómo uno puede morir si
se deja llevar por la pasión de sus deseos. Entonces la piel podría representar una metáfora
de la neurosis general y del hecho de que "vivimos según nuestra neurosis, que nos roba la
energía como un parásito que sabe convencernos de que su interés es el nuestro>>".
La novela es un elogio de la amarga seriedad de la vida, del vaso literalmente medio vacío,
de nuestra infravalorada mortalidad, incluso de la injusticia de la vida que se encuentra
siempre y en todas partes porque eso es lo que se busca La incapacidad de Raphaël
incluso en la inmensa felicidad que vive por la entrega total de Pauline y también en el
laborioso proceso de su trabajo para borrar el efecto de la piel de gallina demuestra su
profunda desconfianza hacia las propias fuerzas de la vida. Encerrado en sus sentimientos
de carencia, en su impotencia e inferioridad, este joven dotado se ve incapaz de asimilar
sus turbulentas experiencias vitales y de superarlas.
Deducimos el aspecto social de la forma en que el héroe dirige su mirada envidiosa siempre
hacia los privilegiados, con lo que gasta mucha energía con quejas sobre su inferioridad y
falta de confianza en sí mismo, en lugar de conquistar activamente su lugar en la sociedad.
Siente envidia de los ricos y poderosos y de todos los que se sienten a gusto con sus
vínculos sociales, sueña con la fama alcanzada gracias a sus actividades literarias, unido
injustificadamente a una mujer bella y rica, lo que provoca la envidia de todos los hombres.
Tiene un vínculo con la condesa Feodora, que habría de salvarlo de esta injusticia y le daría
el lugar en la sociedad que correspondería a su genio, restituyéndole así los
correspondientes privilegios perdidos. Entonces se traiciona a sí mismo y a sus talentos, se
deja irritar por los demás y se retira de su trabajo: cuando sus amigos se burlan de sus
obras, cuando aparece Rastignac y le aconseja que abandone el trabajo serio a cambio de
endeudarse, o cuando una y otra vez es llevado de la oreja por la condesa, se desanima o
corre tras ellos, pierde tiempo, energía y su poco dinero con ellos, con el resultado de que
siente agotada su ya debilitada vitalidad, y su vida indigna de ser vivida. . El mundo exterior,
al que cree deber toda su atención, le resulta al mismo tiempo tan invasivo que le resulta
difícil encontrar su mundo interior y establecer el cambio hacia él con la flexibilidad
necesaria.
Envidia
Lo que más le gusta a Raphaël es explicarse a sí mismo, atrapado en comparaciones y
movido por un tira y afloja entre el sentimiento de inferioridad y la arrogancia. Por ejemplo,
regaña a Emile cuando se burla de la creencia de Raphaël de llevar una vida especialmente
dura, diciéndole que algunas personas tienen sentimientos mucho más profundos que otras.
En su último intento de ganarse a la condesa, le confiesa sus problemas económicos; hasta
ahora había conseguido con cierto esfuerzo convencerla de una aparente fortuna. Ahora
sólo tiene que mostrarse como una persona excepcional:
Hay dos miserias, señora [...]. Una es la miseria del pueblo, la otra, la de los aprovechados,
reyes y gente de talento. Yo no soy una persona, ni un rey, ni un vividor, tal vez no tenga
talento, soy una excepción. Mi apellido me ordena morir antes que mendigar. ¡Cálmese,
señora!
Como hombre, Raphaël pertenece al sexo privilegiado y, como hijo único, no tiene que
soportar los sentimientos de envidia de sus posibles hermanos. La raíz de su envidia es, al
parecer, una temprana falta de afecto paterno, agravada por el declive del rango social de la
familia debido a la pérdida de privilegios aristocráticos. y de riqueza.
A la edad de veintidós años, y a finales del otoño de 1825, asistí, completamente solo al
funeral de mi amigo favorito, mi padre. Pocos jóvenes se han visto, como yo, solos con sus
pensamientos, escoltando una carroza mortuoria, perdidos en París, sin futuro, sin fortuna.
Los huérfanos acogidos por la caridad pública tienen, al menos, protección oficial y amparo
en un hospicio. ¡Yo fui desheredado!
Raphaël también habrá alimentado cierta envidia por el hecho de que su propia madre
proporcionara una renta vitalicia al criado Jonathan mientras que él acaba sin ingresos.
Ese inmenso amor propio que bullía en mí, esa sublime creencia en un destino, que tal vez
convierte a un hombre en un genio, cuando no se deja arrancar por imbéciles de los
negocios, [...] han sido precisamente los que me han salvado Quería cubrirme de gloria y
trabajar en silencio para la mujer que amaba por la que esperaba verme correspondido
algún día. Todas las mujeres se resumían en una, y a ésa creí encontrarla en la primera que
se ofrecía a mis ojos; pero, viendo en cada una una reina, todas tuvieron que, como reinas
que se ven obligadas a declararse a sus amantes, salir al encuentro de mi dolorosa,
miserable y tímida personalidad. Tanta gratitud albergaba mi corazón; además de amor,
hacia quien se hubiera apiadado de mí, hacia quien la hubiera adorado siempre.
Raphaël quiere ganarse la compasión de Feodora mostrándose como una persona débil:
Le hablé de mis sacrificios, le describí mi vida, [...] Le inspiré frases que proyectan toda una
vida, repitiendo los gritos de un alma desgarrada. Mi acento era el de las últimas plegarias
elevadas por un moribundo en el campo de batalla. Fedora lloraba. Yo guardé silencio.
¡Gran Dios! Sus lágrimas eran fruto de esa emoción fugaz que se experimenta a cambio de
renunciar al precio de una entrada comprada en la taquilla de un teatro. Había alcanzado el
éxito de un buen actor.
En este estado de "no querer nada más", Raphaël se reencuentra con la bella Pauline, que
le proporciona la alegría, la facilidad y el erotismo de su amor entregado; las cosas parecen
irle bien a Raphaël. Sin embargo, ella continúa con su actitud recelosa hasta que él se
inclina conscientemente hacia la felicidad tirando de la piel. Ambos conviven en un estado
de total inocencia en un idilio paradisíaco que dura hasta que la piel vuelve a aparecer:
Al final de la historia, Pauline vuelve a reencontrarse con Raphaël, siendo la única persona
que le amó y que le dio y fue rechazada por él. fue apartada-.
Para romper el círculo vicioso que le mantenía enjaulado entre el miedo a ser rechazado y
el deseo de ser admirado, en el tira y afloja entre el desprecio obstinado y la sumisión
involuntaria, Raphaël tendría que aprender a conocerse de verdad. La jubilación no puede
ser fructífera mientras actúe como un acto de venganza contra los demás, mientras se
abuse de la sociedad para reforzar la propia frustración, no hay salida. Para vivir
verdaderamente sin deseos, no se puede sentir ninguna carencia. Para no sentir ninguna
carencia, hay que vivir en el presente. Para alcanzar la paz y la contemplación necesarias,
hay que empezar por el trabajo. Por cierto, en la época de Balzac eso se llamaba
curiosamente, aunque en el sentido más concreto, "aller au chagrin".
UN EJEMPLO DE PELÍCULA
ambientada en 1867. Es una película dentro de otra película en la que la historia de la infeliz
Sarah (interpretada por Meryl Streep), desterrada en la Inglaterra victoriana por su fugaz
aventura, se entrelaza con la historia de amor de la actriz que, basándose en la misma
novela, está rodando una película.
Sarah Woodruff es una distinguida ex gobernadora inglesa rechazada por todos por haber
caído en desgracia con un teniente francés que naufraga en aguas de una pequeña
localidad costera, Lyme Regis. Todos la consideran loca y de virtud fácil. Al ser considerada
la loca del pueblo, Sarah ya no tiene una reputación que perder y puede permitirse la
libertad de estar sola en todos los lugares y a todas horas, algo absolutamente prohibido
para una joven respetable de la época. La Inglaterra victoriana está estrechamente ligada a
los valores de la intimidad, la discreción, el autocontrol y la obediencia al deber.
Sarah acepta ir a vivir a otra casa como dama de compañía, sin saber lo que le espera, pero
sólo en virtud de que esta casa tiene vistas al mar y, por lo tanto, puede permitirle
permanecer unida al recuerdo del amor y poder revivirlo a diario.
Este es un claro ejemplo del apego social al pasado que sigue dando vida a un
acontecimiento o a un sentimiento a través de la imaginación y los recuerdos suscitados, en
este caso, por el paisaje.
Charles habla de Sarah con su prometida, y esta escena pone de relieve el aspecto típico
del carácter social de E4: el apego a una relación que ha terminado y la interminable,
aunque inútil, espera del regreso del amor perdido. Una languidez emocional y sentimental
y un continuo replanteamiento de los momentos más intensos vividos con la persona
perdida. El niño social E4 promulgó en sí mismo este modo en relación con el amor de su
madre, esperando sin cesar que un día se manifestara con abrazos y contacto físico.
Aprendió a esperar, a esperar, a no dejar de esperar.
Sarah se encuentra con Charles y cuando él le pregunta si puede acompañarla, ella le dice
cortésmente que no sin levantar la vista, un gesto de vergüenza claramente visible. En este
caso se trata de la vergüenza de encontrarse con los ojos del otro, de la persona con la que
se había sentido cautivada desde el principio, como confiesa al final de la película. Así,
cuanto mayor es el interés por el otro, más intensa e insoportable es la vergüenza. Cuanto
más se desea el amor del otro, más se entra en el bucle de no ser lo suficientemente
interesante, bello, querible. Uno entra en contacto con la imagen negativa y devaluada de sí
mismo y se identifica con ella, perdiendo la percepción de lo que realmente somos y
acabando así por sentirse tan pequeño que se avergüenza a los ojos del otro. La
consecuencia de este sentimiento es la distancia, la desaparición de la mirada del otro.
Sarah suplica a Charles que la deje marchar. Le implora, es decir, le suplica, no es asertiva
ni segura de sí misma, parece incapaz de defenderse de la intromisión del otro, como si no
tuviera recursos y fuerza para poner un límite, y por otro lado delega en el otro su miedo a
decir sí o no. Y esto refleja el sentimiento de debilidad interna que experimenta un E4 social
en relación con el mundo. como si no fuera lo bastante fuerte para defenderse y poder
enfrentarse a él sola. La única forma que tiene un E4 social de defenderse y también de
evitar el fracaso es marcharse.
Sarah se encuentra con Charles en el bosque y, cuando pasan los cazadores, se esconde
inmediatamente para proteger al hombre de las habladurías que surgirían al verlos juntos.
Este personaje ha desarrollado desde niño la idea de que el otro tiene más valor e
importancia que él mismo, además ha aprendido de niño a proteger a su madre a costa de
él mismo; para no perder una buena imagen de ella, inconscientemente ha preferido
devaluarse y sentirse indigno de su amor. Se envenenó para poder tener una madre. No
dirigió su ira contra ella, que no le hizo sentirse querido, le desvalorizó, le humilló, sino que
se culpó a sí mismo y se consideró no querible.
Sarah le dice a Charles que no puede ni imaginar su sufrimiento y que sólo es feliz cuando
duerme. Este pasaje muestra lo fuerte y constante que es el tormento interior de este
personaje, un tormento tan intenso que no puede imaginarse desde fuera. Un sufrimiento
continuo que sólo el sueño puede interrumpir. Sarah se pregunta desesperadamente por
qué ha nacido como es y se compara con la novia de Charles, revelando el rasgo
característico de la envidia que lleva al sujeto a compararse constantemente con un objeto
externo, que obviamente siempre juzga mejor que el suyo propio. A continuación le cuenta
su encuentro con el teniente francés, cómo quedó cautivada por su valentía y cómo le
admiró hasta enamorarse perdidamente de él, tanto que cuando se marchó no pudo evitar
seguirle. En este pasaje de la película, Sarah explica cómo la pérdida del amor fue
insoportable, ya que la puso en contacto con un sentimiento de soledad tan profundo que se
ahogó en él. Para el E4 social, el amor es el sentido de la vida, ser amado y amar es la
única forma de alcanzar la felicidad. Perder el amor o ser abandonado por la persona
amada es como perder el sentido de la existencia. Sarah se dejó seducir por sus cumplidos
y por la bella imagen que le envió de sí misma. El E4 social se encuentra en una
devaluación tan profunda de sí mismo que vive en una necesidad constante de confirmación
y, por lo tanto, se deja seducir fácilmente por la atención y los cumplidos del otro.
Después de hacer el amor con Charles, Sarah dice: "¡Hace tanto tiempo que imagino un día
como éste!", aludiendo al hecho de que lleva mucho tiempo esperando sentirse
verdaderamente amada por el hombre que ama. Este tipo de personalidad vive esperando
un amor profundo, verdadero, intenso e idealizado, con la expectativa de sentirse amado
como nunca antes en su vida, en un intento de compensar lo que no tuvo en la infancia. Así
que ese momento de amor verdadero e intenso es como la reparación, la cura de un viejo
abismo emocional, de un viejo agujero amoroso que se originó en la infancia. Sarah insiste
en que Charles puede tomar cualquier decisión (incluso dejarla) porque en ese momento,
fuerte en el amor que ha sentido, será capaz de soportar cualquier cosa. De ese momento
nace su fuerza para vivir. Aunque ese sentimiento de satisfacción y paz logrado gracias al
amor que por fin ha recibido se convierte en melancolía y nostalgia. Cada día Sarah
recordará esos momentos y los revivirá con la languidez y la añoranza que los acompañan.
Cada día vivirá con los ojos vueltos hacia el pasado.
Anna, la actriz que interpreta a Sarah, habla con la mujer de Mike y le confiesa que le tiene
envidia por la belleza y el cuidado de su jardín, aunque está claro que en realidad le da
envidia el hecho de que la mujer pueda vivir al lado del hombre del que Anna está
enamorada. Aquí podemos ver la naturaleza de la envidia que siente un E4 social, es decir,
un sentimiento de fuerte disgusto que se refiere al amor, no a un objeto: el E4 social no
siente envidia por las cosas materiales, sino por el sentimiento de amor... Es como si la
posibilidad de existir, y sobre todo de confirmarse y tener un lugar en el mundo, girara en
torno a un gran punto de apoyo, que es precisamente el amor. Todo lo demás es
secundario, casi superfluo. La necesidad fundamental de un E4 social no es beber, ni
comer, ni poseer cosas, sino ser amado y amar. Esto significa que para este personaje no
tiene sentido vivir si no hay amor y para conseguirlo o no perderlo, puede llegar al olvido
total de sí mismo y, por tanto, a la autodestrucción.
Han pasado tres años y Sarah se asegura de que Charles está donde está. Ha cambiado
mucho, está más segura de sí misma, más serena, más presente en sí misma. Cuando
Charles le pregunta por qué no le esperó, ella le explica que en aquel momento estaba loca,
amargada y envidiosa en su interior. Sentía que se había impuesto a él, que tenía otras
obligaciones con otra mujer. No había sido capaz de quedarse a esperarle porque sentía
que todo era demasiado para ella y que probablemente se sentiría una carga. Sólo está
dispuesta a encontrarse de verdad con él después de haber construido su propia vida, su
propia identidad, como si primero necesitara encontrar su propio centro dentro de sí misma
y recuperar su dignidad. Ha dedicado estos tres años a encontrar un lugar en el mundo, a
realizarse profesionalmente y a desarrollar su talento artístico, sólo en este momento parece
estar preparada para reencontrarse con su amor.
Aquí asistimos a un cambio evolutivo en la personalidad de Sarah, que pasa de ser una
mujer totalmente dependiente del amor del otro, con su centro fuera de sí misma, a una que
se vuelve independiente y presente a sí misma, capaz, para ambos, con el otro de igual a
igual.
Al final, el amor entre los dos actores tiene un triste epílogo, ya que Anna, aunque parece
estar segura de su amor por Mike, decide no dejar a su marido y renunciar a sus propios
sentimientos, a su felicidad y a sí misma. Anna toma esta decisión, renunciando a su propia
felicidad para no causar dolor al otro. El E4 social cree irracionalmente que el otro tiene
cada vez más derecho a ser feliz. Como si no pudiera haber felicidad si ésta implica el
sufrimiento del otro, que es demasiado grande para soportarlo. Por ello, Anna decide
renunciar a su amor. Pero en este sentido y apoyándose en esta "idea loca" reafirma su
posición de falso defecto y alimenta su pasión envidiosa.
12
RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS
Y TAREAS MÁS ÚTILES
El primer paso para el E4 social es dar salida a la envidia: reconocer que la comparación en
la que se tortura -en la que siempre pierde- no es una realidad objetiva sino su motivación
neurótica nuclear, es decir, una distorsión existencial, un sentimiento de identidad que le ha
servido para vivir. Es hora de quenreconduzca su envidia a una dinámica interna nuclear,
quitándole la sensación de una condición real de inferioridad y privación de su persona. Se
trata de dar dignidad a la envidia, conectándola con la historia de su vida, de su infancia,
para que pueda sentir que detrás de ella hay una herida y un dolor, en consecuencia pueda
reapropiarse del derecho a pedir lo que necesita, a dar un paso para la satisfacción y no
quedarse en la impotencia y la desconfianza. Será necesario acompañar al paciente de E4
social a asumir los límites de la realidad y sus propios límites, tendrá que confrontarse con
el ideal tan exigente e inalcanzable de sí mismo, con el derecho a ser amado por lo que es.
Se trata, en definitiva, de darse cuenta de que su llanto inexorable y su sufrimiento por no
ser adecuado son una niebla que no le permite contactar con el verdadero dolor de la
pérdida: el trabajo consiste en llorar la verdadera herida para no sufrir eternamente y, así,
darse cuenta de que la vergüenza no es una confirmación de la propia "inferioridad", sino la
pasión emocional que permite cultivar el ideal grande de tener que ser perfecto y único.
Para sanar la envidia hay que mirar hacia dentro y encontrar la propia luz, alcanzar la
conciencia de que todos somos iguales y encontrar la verdadera ecuanimidad. Para sanar el
componente masoquista es necesario deshacer la retroflexión.
Vomitar a esa madre que un día tragó. Diferenciarse de ella. Ser capaz de dirigir su rabia
hacia ella (lo que le permitirá también dirigir su rabia hacia el otro, sea quien sea el otro),
tomar conciencia del odio que siente y esconde, conectar el odio con la necesidad de amor
y reconducirlo a la rabia "justa" por no haber tenido el lugar que le pertenecía. Digamos que
el E4 social tiene que aumentar el instinto sexual para soltarse y ganar fuerza.
Necesita pasar por el dolor de aceptar que su madre nunca le dará lo que no le dio. Si le
faltó reconocimiento materno, tiene que aprender a dárselo a sí mismo y dejar de esperar
recibirlo de ella (mientras esté atrapado en la expectativa de recibir de la madre, la rabia se
retroalimenta día tras día, porque la frustración es permanente, y su madre nunca le dará lo
que no tiene, y aunque se lo diera ahora, como adulto, no sirve, la demanda es la de un
niño, la falta de la infancia ya no se puede cambiar, ese tiempo nunca volverá, lo que pasó
no se puede deshacer por hechos).
Una vez que se diferencia lo que ella es más allá de lo que es la madre, una vez que se
produce ese vómito, entonces se puede obtener permiso interno para reír, jugar y ser feliz.
Entonces se puede romper la asociación de "placer igual a dolor". Porque deja de
castigarse (Ya no tiene a su madre dentro, ya no necesita torturarse y ya no necesita odiarla
odiándose a sí misma).
Mientras ha vivido sintiendo que su fuente creadora está podrida, también se ha sentido
podrido, porque él es su fruto.
El trabajo corporal debe tener un lugar central para liberar el instinto, la espontaneidad del
niño que juega, ríe y se mueve en el mundo. También hay una inhibición sexual en este
personaje, pero sobre todo en la seducción explícita, en la proposición al otro. Lo que más
le libera es la sexualidad lúdica, alegre. El trabajo corporal y la danza pueden devolverle la
conciencia de que tiene derecho a ocupar un espacio. Sería útil que hiciera un trabajo en
grupo para experimentar la exposición y poder trabajar la vergüenza.
También es conveniente integrar la terapia individual con la de grupo: en un entorno
protegido puedes aprender a soltarte y compartirte, así como crecer en la confianza de
poder pertenecer a un grupo y dejarte ver.
con este carácter son neuróticamente muy hábiles para "cortar" a los terapeutas y quedarse
con una sensación de impotencia. La gran empatía hacia el sufrimiento del otro es la
polaridad de una dificultad para ver al otro en una relación intersubjetiva.
trabajo de sanación
Déjame sentir, escucha mi cuerpo, deja mi cabeza, respira, abre mi pecho, mi corazón,
siente la grandeza de la vida, la invitación a disfrutar, respira y suelta, suelta la pesadez, la
sombra, el carácter, respira y toma el aire, el sol, detente, déjame en paz, mira las nubes,
las plantas, abraza al otro, déjame sentir, inclina mi cabeza, contigo estoy, voy y estoy, doy
un paso y la tierra está ahí, me abrazo, me apoyo en mis pies, salto, me muevo, bailo, bailo,
canto, juego, disfruto, lloro, amo, me alejo, digo no, busco tu mirada, te miro, mis ojos
sonríen, te pido un abrazo, recibo tu abrazo, tu pecho , tus caricias, respiro, grito, me
enfado, siento mis entrañas, mi fuerza, mi rabia, expreso, pido, me atrevo, confío, está bien,
me gusta esto, es grande, es suficiente.
gestos reparadores
- Atreverse a enfrentarse, comprobar que uno no se destruye, no desaparece.
-Atrévete a luchar por lo que quieres.
-Desarrollar la fuerza desde los pies, en las piernas, el vientre.
-Tolerar la agresividad.
-Confiar en la intuición.
-Rompe los tabúes de la ira y el placer. Permítete saborear el placer.
- Siente y disfruta del movimiento.
-Hazte cargo de la necesidad de contacto.
-Desdramatiza, deja el drama para el teatro, haz teatro.
- Confórmate con lo que te dan cuando buscas valoración.
-Más sexualidad desvergonzada del talento sexual. Entregarse al placer, no dejarse robar
por la culpa, tolerarlo sin prestarle atención mientras se disfruta.
-Aventurarse. Volverse más activo, decir sí a la acción sin pensarlo mucho, sin letargo. -Sin
avergonzarse de los propios talentos.
-Contactar con la capacidad de enfadarse, darse permiso, tolerar la energía de la ira en el
cuerpo en el plexo solar. La vida nos ha dado un instinto agresivo, soltar el ideal angelical
de no tener agresividad
- Organizarse y estructurarse con prácticas y disciplinas diarias, sin perder la dimensión
creativa.
meditación y ecuanimidad
La contemplación de la naturaleza, observada en lo pequeño, con serenidad, sin aferrarse
(...) no es diferente de mirar el cielo en la oscuridad de la noche, cuando nos sentimos
formar parte, ser una pequeña piedra del mosaico, nos calmamos, sim mas ambir: estamos
bien en nuestro lugar. CHANDRA CANDIANI, Questo immenso non sapere, Ed Einaudi,
Torino 2021, traducción libre.
La meditación Vipassana y Shamata pueden ayudar mucho al E4 social a ver lo que hay,
dentro y fuera de sí mismo, y calmar la mente pequeña para dar espacio a la neutralidad y a
las emociones más profundas, sin distraerse con la "sobrecarga emocional". Este espacio
de neutralidad cultivado en la meditación puede integrarse con la práctica de la
ecuanimidad, virtud del E4, antídoto de la envidia. Ser ecuánime significa estar en medio del
torbellino de las emociones y de la vida sin dejarse llevar por la polaridad del sufrimiento y la
idealización de la satisfacción. Tener fe en el flujo de la vida, en la providencia divina,
porque la vida está llena de frutos para todos.
Autobiografía
EQUIVALENCIAS DE E4
EN EL MUNDO ACADÉMICO:
Envidia
En su obra Envidia y gratitud (1975), Melanie Klein define la envidia como "un sentimiento
de ira contra otra persona que posee o disfruta de algo deseable, siendo el impulso
envidioso el de quitárselo o dañarlo; además, la envidia implica la relación del sujeto con
una sola persona y se remonta a la relación más temprana y exclusiva con la madre" (p
186). Además, relaciona claramente el origen de ese deseo de tener lo que el otro tiene con
un sentimiento de carencia y una sensación de mal interno, que lleva a la persona a buscar
afanosamente lo bueno fuera para incorporarlo dentro de sí. Desgraciadamente para el
envidioso, ese sentimiento de ser o estar lleno de algo malo contamina todo lo que
incorpora, por lo que nunca consigue alimentarse, aumentando así su frustración y
desesperación, y siendo ésta la base de su insaciabilidad.
Klein explica un caso concreto de una paciente que "deseaba ser atendida pero, al mismo
tiempo, repelía el objeto mismo que debía gratificarla. Esta mujer desconfiaba del regalo
que deseaba recibir porque el objeto ya estaba dañado por la envidia y el odio, mientras que
existía un profundo resentimiento por cada frustración. Era característico de esta paciente
en su actitud hacia los demás y esto aclaraba sus relaciones anteriores con el pecho:
deseaba ser atendida, pero al mismo tiempo repelía el objeto mismo que debía gratificarla.
El recelo ante el regalo recibido, junto con su imperiosa necesidad de ser cuidada -que en
última instancia significa el deseo de ser alimentada- expresaban su actitud ambivalente
hacia el pecho. Me he referido a los bebés cuya respuesta a la frustración es hacer un uso
insuficiente de la gratificación que, por tardía que sea, podría proporcionarles la toma.
Podría suponer que, aunque no renuncian a sus deseos de un pecho gratificante, no
consiguen disfrutarlo y, por lo tanto, lo repelen. (p.210)
Klein identifica varias defensas contra la envidia que ha encontrado a lo largo de su obra. La
envidia es visiblemente odiosa en el subtipo sexual, mientras que en el subtipo social se
manifiesta como admiración desde una dolorosa posición de impotencia, de renuncia al
deseo, debido a la inhibición de la agresividad. La envidia en el E4 social toma la forma de
idealización del otro y desvalorización de uno mismo.
En una sección anterior he sugerido que la idealización no sólo sirve como defensa contra
la persecución, sino también contra la envidia. (...) La gran exaltación del objeto y de sus
dones es un intento de reducir la envidia. Sin embargo, si la envidia es muy fuerte, es
probable que tarde o temprano se vuelva contra el objeto idealizado primario y las demás
personas que en el curso del desarrollo llegarán a representarlo" (p. 221).
Típico del tipo 4 es la devaluación del otro como forma de compensación: "La defensa
contra la envidia adopta a menudo la forma de devaluación del objeto. He sugerido que la
ruina y la devaluación están en el corazón de la envidia. El objeto devaluado ya no necesita
ser envidiado. Lo mismo ocurre con el objeto idealizado que se devalúa y, por tanto, deja de
ser ideal. La rapidez con la que se destruye esta idealización depende de la fuerza de la
envidia. Pero la desvalorización y la ingratitud son los recursos utilizados como defensa
contra la envidia en cada etapa del desarrollo.
un carácter oral
El eneatipo 4 puede reconocerse como un "carácter oral". Este carácter surge de un deseo
súbitamente reprimido hacia la madre. Queda una insatisfacción insuperable que genera
una ambivalencia entre el deseo del otro y el miedo a recibir de nuevo el rechazo y la
ilusión. El niño se va deprimido o enfadado y a lo largo de su vida seguirá experimentando
la herida del abandono, pero sin renunciar definitivamente a sus necesidades, que se
activan constantemente.
El otro es vivido como una fuente que puede saciar su sed de amor, pero su necesidad de
amor no se corresponde con su capacidad de amar y de dar, ya que no desarrolla una
independencia que le permita efectivamente tener una relación amorosa mutua y adulta.
Desde el enfoque bioenergético creado por Wilhem Reich y desarrollado por Alexander
Lowen, las fijaciones constitutivas de este tipo de carácter se sitúan en la etapa oral. Según
las categorías lowenianas, muscularmente hablando, los personajes orales son laxos y
bastante propensos a estados depresivos. Tienen los músculos flácidos y el tono decaído.
En el subtipo sexual vemos rasgos más psicopáticos, cuyas fijaciones son más fálicas que
en los otros subtipos envidiosos.
Lowen explica que, desde el punto de vista energético, la estructura oral es un estado de
baja carga y bajo grado de excitación sexual. En la descripción que hace de este carácter
en bioenergética, lo define de un modo más próximo al E4 social:
Decimos que una personalidad tiene una estructura de carácter oral cuando contiene
muchos rasgos típicos del periodo oral de la vida, es decir, de la infancia. Estos rasgos son
un débil sentido de la independencia, una tendencia a apegarse a los demás, una
agresividad disminuida y un sentimiento interior de necesidad de ser sostenido, atendido y
cuidado. (...) La experiencia esencial del carácter oral es la privación (...).
Tiene una necesidad exagerada de contacto con otras personas, de su calor y apoyo. El tipo
oral sufre de un sentimiento interno de vacío, y está constantemente buscando a alguien
que lo satisfaga, aunque a veces actúe como si fuera él quien proporciona y ofrece apoyo.
(...) Debido a su bajo nivel de energía, el tipo oral es propenso a los cambios de humor de
depresión y exaltación. La tendencia a la depresión es típica de la personalidad oral. Otro
rasgo peculiar suyo es la actitud de que se le debe "algo". Esto puede expresarse en la idea
de que el mundo tiene que darle vida. Se deriva directamente de su experiencia temprana
de privación.
La descripción física del tipo también es similar a la apariencia de los E4 sociales, con <<un
cuerpo que tiende a ser largo y delgado, con una musculatura poco desarrollada, un cuerpo
que muestra cierta tendencia al colapso y, a menudo, signos físicos de inmadurez, con
cuerpos de cierta apariencia infantil>>.
De lo que Lowen describe sobre el carácter oral, al que pertenecen todos los sujetos de E4,
destacamos el siguiente párrafo que abarca un poco más específicamente lo propio del
subtipo sexual:
En el carácter oral, la relación amorosa presenta las mismas alteraciones que su actividad
laboral. Tiene intereses narcisistas, sus exigencias son considerables y su respuesta es
limitada. Espera comprensión, simpatía y amor, y es excesivamente sensible a cualquier
gesto de frialdad por parte de su pareja o de quienes le rodean. Incapaz de satisfacer las
exigencias narcisistas de la otra persona, el personaje oral experimenta sentimientos de
rechazo, resentimiento y hostilidad. Dado que la pareja tiene sus propias necesidades que
el carácter oral es incapaz de satisfacer, la situación es de conflicto casi permanente. La
dependencia es considerable, pero a menudo queda oculta por la hostilidad.
El psiquiatra Juan José Albert Gutiérrez, en su libro Ternura y agresividad, obra en la que
relaciona, entre otros, los caracteres reichianos con el eneagrama, dedica un capítulo al oral
en el que explica que el hecho de que este carácter perciba sus necesidades de forma
distorsionada como fuente de tensión y angustia, sumado a la falta de energía agresiva, le
predisponen a perpetuar su carencia y sufrimiento, lo que "nos da el perfil de un importante
componente masoquista en este carácter, hasta el punto de que podemos afirmar que,
después del carácter propiamente masoquista, es el más masoquista".
Según Juan José Albert, el subtipo sexual es el que finaliza la fase oral con mayor cantidad
de energía unitaria en función agresiva. Es el subtipo envidioso el que tiene más energía
para conseguir lo que necesita. Aunque, por supuesto, la percepción de sus necesidades y
capacidades está distorsionada de forma envidiosa: aumentando sus carencias y
empobreciendo su autoimagen. En este subtipo, las respuestas chulescas y descaradas
sirven para ocultar ambas cosas.
UTILIDAD E IMPOTENCIA EN E4
CONSERVACIÓN
Bleichmar habla de depresión culpable cuando es imposible alcanzar el bienestar del objeto
y un sentimiento de valía moral del sujeto, y de depresión narcisista cuando no se cumple el
deseo de identificarse con el yo ideal. Ambos tipos de depresiones se observan en el Cuatro
tenaz, donde se dan ambas posibilidades. Los deseos considerados irrealizables ocupan un
lugar central en la persona de conservación E4, y tienen que ver con los "deseos de reducir
el nivel de tensión; deseos de apego; deseos narcisistas de reconocimiento y valía".
La agresividad no expresada es otro aspecto que juega un papel importante en la
generación de la depresión, porque al desgastar internamente al objeto mediante la crítica y
la desvalorización, se pierde como objeto valorado. Y si el objeto es el soporte de la
autoestima del sujeto, su desvalorización recaerá sobre el propio sujeto. Este mecanismo
produce impotencia en la persona porque conduce a un mundo vacío de objetos valiosos y
estimulantes, un mundo que es comparado por el sujeto con un mundo imaginario poblado
de objetos idealizados que son sentidos, en consecuencia, como inalcanzables".
Bleichmar también habla de cómo la culpa puede llevar a la depresión. En este subtipo se
da de dos formas: a) "culpa debida a la identificación con los padres culpables,
incorporando todos los atributos del objeto, incluido el sentimiento de culpa", y b) "culpa
debida a la introyección del ataque del objeto: el autorreproche, la autoinculpación, es el
resultado de la introyección de la agresión originalmente dirigida contra el objeto, en el
autorreproche consciente, en el inconsciente se reprocha al objeto">, la madre.
En cuanto a los trastornos narcisistas, se puede llegar a la depresión por dos vías: a)
"directamente, porque la mala representación del sujeto le hace sentirse impotente, incapaz
de alcanzar el objeto de deseo, al que da por perdido", y b) "indirectamente, por las
consecuencias derivadas de las defensas puestas en juego... por ejemplo, para no
exponerse a situaciones que producen miedo o vergüenza, la persona se inhibe, renuncia a
contactos interpersonales y a experiencias de aprendizaje, con el consiguiente
empobrecimiento en el desarrollo de las funciones y recursos yoicos".
MELANCOLÍA EN E4 SOCIAL
La Real Academia Española define la melancolía como "tristeza vaga, profunda, tranquila y
permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no
encuentre placer ni diversión en nada". Sólo con leer esta definición, ya nos viene a la
cabeza que, de los tres subtipos de E4, el social es, sin duda, el melancólico por excelencia:
lánguido, nostálgico, hundido en la tristeza, ensimismado y quejoso.
La melancolía forma parte de la condición humana y han sido muchos los que han dedicado
su genio y esfuerzo a definir y comprender esta condición desde otras tantas disciplinas a lo
largo de la historia de la civilización. Por precisar un origen, diremos que el término
melancolía procede del griego, melanos cholés, que significa bilis negra, y que fue
Hipócrates quien dio nombre a uno de los cuatro humores fundamentales que, en aquella
época, se creía que animaban el cuerpo humano y cuyo desequilibrio causaba
enfermedades, entre ellas la melancolía, que se debía a un exceso de este <<humor
negro>>.
Galeno de Pérgamo (131-201) dedica un capítulo de su obra sobre las partes afectadas a la
melancolía, en el que defiende la existencia de un grupo de enfermedades causadas por la
bilis negra y conocidas como melancolía, describiendo así sus síntomas: Aunque cada
paciente melancólico actúa de forma muy diferente a los demás, todos muestran miedo o
desesperación. Creen que la vida es mala y odian a los demás, aunque no todos quieren
morir. Para algunos, el miedo a la muerte es la principal preocupación durante la
melancolía. Otros, por extraño que parezca, temen la muerte al mismo tiempo que la
desean. (Galeno, De los afectados, Libro III).
En su Duelo y melancolía (1917), Freud también plantea las diferencias entre ambos
conceptos. El duelo sería un proceso normal, mientras que la melancolía sería patológica.
Ambos aparecen como consecuencia de la pérdida de un objeto o situación amada, o de
una abstracción que ocupa su lugar. En ambos hay un estado de dolor y un ánimo
empobrecido, pero en la melancolía hay además un componente diferenciador: pérdida de
la autoestima, una extraordinaria reducción del sentimiento de sí mismo, un enorme
empobrecimiento del yo, autorreproches, crítica y autodenigración.
En la resolución del duelo, el sujeto comprende y asume que el objeto perdido ya no existe,
y es capaz de depositar su necesidad amorosa en otro u otros objetos; la melancolía es la
imposibilidad del duelo, porque es un duelo sin fin. A diferencia del doliente que sabe lo que
perdió, el melancólico lo ignora o al menos no sabe lo que perdió con dicha pérdida.
Entonces, y a diferencia del duelo, a veces se inicia un proceso melancólico sin pérdida
manifiesta; esto significa para Freud que la pérdida es inconsciente.
Freud propone un circuito de cuatro pasos para la melancolía. Comienza con una primera
elección narcisista de objeto, el objeto inicial es la madre. Esto da paso a la pérdida del
objeto, el abandono, la decepción, siendo una pérdida manifiesta o inconsciente. Hay un
tercer paso en el que se produce una identificación del yo con el objeto perdido: "La sombra
del objeto ha caído sobre el yo", señala Freud. Y finalmente, a partir de esta identificación,
el yo será, por la instancia crítica -el superyó-, como si fuera el objeto. La idea freudiana es
que el melancólico, al maltratarse a sí mismo, está maltratando al objeto, pero como el
objeto se ha identificado con el yo, se daña a sí mismo.
Hay un objeto en el mundo que sostenía el yo del sujeto, y cuando el objeto se pierde,
desencadena una reacción melancólica masiva. Lo que diferencia a los subtipos de E4 es la
forma en que se dañan, a través de la persecución contra nosotros mismos o contra el
objeto "perdido". La melancolía, entonces, puede concebirse como agresividad, como una
tendencia a la destrucción que, emergiendo explícitamente o no hacia el exterior, destruye
al propio sujeto, poniendo en juego un mecanismo muy primario que es la vuelta contra el
propio sujeto.
Claudio Naranjo, en su teoría de los tres amores aplicada a los personajes, explica que en
cada subtipo existe un desequilibrio, consistente en el desarrollo excesivo y neurótico de
uno de los amores (erótico, admirativo o compasivo) en detrimento de los otros.
especialmente de uno de ellos. El E4 tiene excesivamente desarrollado el amor maternal, a
pesar de la crueldad del subtipo sexual, mientras que el amor subdesarrollado difiere en
cada subtipo: para el conservativo y el social, es el amor erótico, es decir, la parte instintiva
de nuestra naturaleza esencial que incluye el placer, lo agresivo, lo sexual, lo que está
inhibido en estos subtipos. La salud vendría, pues, de recuperar esa parte y, con ella, la
espontaneidad y la libertad del niño interior.
Es importante aquí diferenciar el subtipo sexual, que carece de amor compasivo, coherente
con su dinámica de salir de la melancolía atacando al objeto deseado y perdido, no
desarrollando empatía hacia el objeto de amor, que aparece a su mirada. defectuoso o
culpable de su carencia.
W. Reich también considera que esta represión del instinto está en el origen de las
tendencias depresivas y sumisas.
Y Melanie Klein aporta: "Las experiencias de depresión y culpa implican el deseo de evitar
el daño al objeto amado y de restringir la envidia" (Klein, Envidia y gratitud, p. 225). Según
Gabbard, para Klein, "<los pacientes depresivos están desesperadamente preocupados por
haber destruido los objetos amados buenos que llevan dentro como resultado de su propia
codicia y destructividad. (...) En otras palabras, los pacientes pueden sentirse devaluados
porque perciben que han cambiado a sus buenos padres internos en perseguidores como
resultado de sus fantasías e impulsos destructivos>> .
Veinte años después de escribir su citado "Manuscrito G">, Freud publicó su artículo Duelo
y melancolía, en el que sostiene que la melancolía "se singulariza en lo psíquico por un
abatimiento profundamente herido, una anulación del interés por el mundo exterior, la
pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una reducción del
sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigración y se extrema hacia
una delirante expectativa de castigo". Más adelante completa su retrato del melancólico en I
que podemos ver claramente nuestro E4 social con su sufrimiento, tristeza y autodesprecio.
(...) la inhibición melancólica nos impresiona como algo enigmático porque no logramos ver
qué es lo que absorbe tan completamente al paciente. El melancólico nos muestra todavía
algo que falta en el duelo: una extraordinaria reducción de su sentimiento yoico, un enorme
empobrecimiento del yo. En el duelo el mundo se ha vuelto pobre y vacío; en la melancolía
eso me sucede a mí mismo. El paciente se describe a sí mismo como indigno, estéril y
moralmente despreciable; se reprocha, se denigra y espera repulsión y castigo. Se humilla
ante todos los demás y se compadece de cada uno de sus familiares por tener vínculos con
una persona tan indigna. No juzga que se haya producido una alteración en él, sino que
extiende su autocrítica al pasado; afirma que nunca fue mejor. El cuadro de este delirio de
insignificancia -predominantemente moral- se completa con el insomnio, el rechazo de la
comida y un colapso, psicológicamente asombroso en extremo, de la pulsión que obliga a
todo ser a aferrarse a la vida.
Y de nuevo Gabbard nos recuerda que Blatt (1998) sugiere dos tipos diferentes de
depresión: anaclítica e introyectiva. La depresión anaclítica estaría "caracterizada por
sentimientos de impotencia, soledad y debilidad relacionados con miedos crónicos a ser
abandonado y desprotegido. Los individuos con este tipo de depresión anhelan ser
cuidados, protegidos y amados. También se caracteriza por la vulnerabilidad a las rupturas
en las relaciones interpersonales, y la depresión se manifiesta inicialmente como
sentimientos disfóricos de abandono, pérdida y soledad".
No encontramos entre los tipos psicológicos de Jung equivalencias con el Cuatro social; a
pesar de lo que pueda sugerir el nombre de uno de ellos, el introvertido sentimental,
coincidimos con Claudio Naranjo en que los rasgos que Jung describe como típicos de este
tipo, como la frialdad, la indiferencia y el rechazo, corresponden más al eneatipo Cinco,
desapegado y retirado.
En general, rasgos del E4 social aparecen en todos los cuadros depresivos típicos, pero
especialmente en el trastorno depresivo de la personalidad (TDP) que el DSM IV propuso
en su apéndice B para su posible inclusión en revisiones posteriores y que finalmente fue
eliminado en el DSM IV. actual DSM V. Según Gabbard (2003), los criterios del trastorno
depresivo especifican una constelación de rasgos de personalidad que incluyen "un estado
de ánimo dominado por el descontento, la pena y la tristeza; un autoconcepto centrado en la
desvalorización y la baja autoestima; una tendencia a culparse y criticarse a sí mismo; una
propensión a sentir culpa o remordimiento; una actitud pesimista; una actitud negativa y
crítica hacia los demás; una tendencia a cavilar y preocuparse."
El sufrimiento
Otro rasgo significativo del E4 social, que puede parecer paradójico dada su timidez y su
sentimiento de vergüenza, es la expresión dramática del sufrimiento. En palabras de Freud,
es "significativo que el melancólico no se comporte enteramente como alguien que
construye el arrepentimiento y el autorreproche. Carece (o al menos no es perceptible en él)
de la vergüenza en presencia de los demás, que sería la característica principal de este
último estado. En el melancólico casi podría destacarse el rasgo opuesto, el de una
franqueza urgente que se complace en revelarse".
Si el amor por el objeto -ese amor que no puede resignarse como se resigna el objeto
mismo- se refugia en la identificación narcisista, el odio es despiadado con ese objeto
sustituto, insultándolo, denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganándole. a ese sufrimiento una
satisfacción sádica. Este automartirio de la melancolía, inequívocamente gozoso, implica,
en un todo como el fenómeno paralelo de la neurosis obsesiva, la satisfacción de
tendencias sádicas y de tendencias al odio que recaen sobre un objeto y que, por el camino
indicado, han experimentado un giro hacia la propia persona. En ambos afectos, los
pacientes suelen lograr, mediante el rodeo del autocastigo, vengarse de los objetos
originales y atormentar a sus seres queridos a través de su condición de pacientes, después
de haberse entregado a la enfermedad para no tener que mostrar hostilidad directamente
hacia ella. (Freud).
Esta exteriorización del sufrimiento, como explica Karen Horney y comentaremos más
adelante, cumpliría varias funciones, entre ellas la de conmover al otro y atraer su amor,
pero también una función vindicativa.
Resignación: su "<necesidad íntima de poner una distancia emocional entre ellos y los
demás"> les lleva a un distanciamiento neurótico (alejarse de los demás). (Horney, 1959,
p.73).
La solución del pudor es acercarse a los demás con un estilo de sufrimiento y martirio
personal en el que sin duda podemos incluir al E4 social con sus intensas necesidades de
afecto y aprobación. Aunque esto es algo que también se aplica a la conservación del E4 y,
como explica Claudio Naranjo en el libro Ensayos sobre psicología de los eneatipos, es más
realista hablar del E4 social en términos de resignación (distanciamiento).
En resumen, este tipo necesita ser deseado, querido, amado, sentirse aceptado, acogido,
aprobado o apreciado; ser necesitado, ser importante para los demás, especialmente para
una persona en particular; ser ayudado, protegido, cuidado, guiado (Horney, 1945, p. 51).
Detrás de la búsqueda compulsiva del sumiso por estar en armonía con los demás, evitando
toda fricción, se esconde un deseo de sobresalir, una gran competencia y sentimientos no
reconocidos de ira y hostilidad. Ha idealizado las cualidades de sufrimiento, impotencia y
martirio y sólo es capaz de sostener la hostilidad que no se permite expresar si se ve a sí
mismo como una persona inocente e inofensiva.
La apelación al amor", Horney describe cómo este tipo utiliza el sufrimiento, el desamparo,
la impotencia y el martirio, y nos parece una buena descripción del E4 social, con rasgos
típicos como la devaluación y la autodenigración, la inhibición de la hostilidad y la
agresividad, el énfasis en lo emocional o un juez interno muy fuerte. Algunos ejemplos son
los siguientes:
- El énfasis en lo emocional, que genera la ilusión de estar intensamente vivo y de
profundidad que de alguna manera compensa la sensación de vacío interior.
- La devaluación constante:
(...) la necesidad es tan grande que cualquier deseo de ayuda parece razonable (...) en
realidad representa la esperanza de que todo se hará por él. Otros tienen que tomar la
iniciativa, hacer su trabajo, asumir responsabilidades, dar sentido a su vida o hacerse cargo
de su vida para que él pueda vivirla.
En general, el E4 tiene una tolerancia muy baja a la frustración, pero cada subtipo ofrece
una respuesta diferente a ella: la llamada agresiva en el E4 sexual, un redoblamiento de los
esfuerzos en el E4 de conservación, y la respuesta de retirarse y sufrir en el E4 social.
En este último subtipo, su respuesta típica a la frustración de sus reivindicaciones es, más
que una justa indignación, un sentimiento de conmiseración hacia sí mismo por sentirse
injustamente tratado.
(...) puede hacer relatos desgarradores de sus penas, despertar la compasión y el deseo de
ser tratado mejor, pero al poco tiempo se encuentra en la misma situación.
Horney expone ampliamente las funciones que el sufrimiento tiene en este tipo neurótico,
que se correlacionan perfectamente con los rasgos masoquistas de nuestro E4 social, como
la función de dar salida a la agresividad reprimida o servir de pretexto para justificar la
impotencia y la inhibición de la acción:
La exteriorización pasiva del odio a uno mismo puede ir más allá del simple hecho de
sentirse maltratado. Puede provocar que otros le maltraten y, de este modo, trasladar la
escena interior al exterior. De este modo se convierte en la noble víctima que sufre bajo un
mundo cruel e innoble.
Sentirse maltratado también tiene una función importante. Esta función es permitir una
salida a las tendencias expansivas reprimidas (...) y al mismo tiempo mantenerlas ocultas.
Le permite sentirse secretamente superior a los demás (la corona del martirio); le permite
dar una base legítima a sus sentimientos hostiles y agresivos contra los demás; y, por
último, le permite disimular su agresividad hostil porque (...) la mayor parte de la hostilidad
está reprimida y se expresa a través del sufrimiento (p. 235).
(...) Así, el sufrimiento adquiere otra función: la de absorber la cólera y hacer que los demás
se sientan culpables, único medio eficaz de vengarse de ellos (p. 238). Su sufrimiento acusa
a los demás y le excusa (...) Le da un corte total, por no haber alegrado su vida y no haber
alcanzado metas ambiciosas. Aunque, como hemos visto, evita afanosamente la ambición y
el éxito, la necesidad de éxito sigue operando. Y su sufrimiento le permite guardar las
apariencias, manteniendo en su mente -consciente o inconscientemente- la posibilidad de
hazañas supremas, si no estuviera aquejado de dolencias misteriosas (p. 239).
(...) busca a los demás para reforzar su posición interior, dándole la sensación de ser
aceptado, aprobado, necesitado, deseado, amado, apreciado. Su salvación son los demás.
De ahí que su necesidad de los demás no sólo se refuerce enormemente, sino que alcance
con frecuencia un carácter frenético. Empezamos a comprender lo que significa el amor
para este tipo. (pp. 228 y 229) (...) t
ecesitan sentirse aceptados por los demás. Necesitan tal aceptación que el en cualquier
forma que esté disponible: atención, aprobación, gratitud, afecto, simpatía, amor, sexo. (...)
Vale tanto como lo quieren, lo necesitan el aman (p. 230).
(...) Estar solo significa para él la prueba de no ser amado, y por lo tanto es una deshonra
que debe mantenerse en secreto. Es una vergüenza ir solo al cine o de vacaciones, y es
una vergüenza pasar el fin de semana solo, cuando los demás están en sociedad (p. 230).
Anorexia
Su oralidad, sentimiento de privación dolorosa y voracidad, hacen al E4 propenso a los
trastornos alimentarios, y tanto la bulimia como la anorexia nerviosa se manifiestan en este
tipo, siendo la bulimia más característica del E4 sexual y la anorexia del E4 social. Freud, en
su ya citado "Manuscrito G", relaciona de este modo la anorexia y la melancolía,
atribuyéndola a la pérdida de la libido o, si utilizamos las palabras de Claudio Naranjo, del
sano instinto erótico:
La mayoría de las pacientes con anorexia nerviosa tienen una convicción exhaustiva de que
son totalmente ineficaces e impotentes. La enfermedad suele presentar a "niñas buenas
que se han pasado la vida intentando complacer a sus padres, para de repente convertirse
en adolescentes obstinadas y negativistas". El cuerpo casi siempre se experimenta como
algo separado del yo, como si perteneciera a los padres.
Aunque también existe una propensión a la anorexia en el eneatipo Tres, ésta tendría más
que ver con una motivación para "mejorar", aumentar su atractivo y ser el mejor, y aunque
no podemos olvidar que el E4 también se sitúa en el eneagrama en el lado de la imagen,
podemos entender la anorexia en el envidioso como una manifestación de la dificultad de
este eneatipo para integrar lo que le nutre, quedando así carente y necesitado de su
voracidad, además de ser otra forma de sufrir y castigar a los que le rodean. Gabbard
recoge de Palazzoli y Boris lo que, nos parece, explica perfectamente cómo la motivación
carencial E4 sostiene la dinámica de esta enfermedad:
Selvini Palazzoli (1978) observó que las pacientes con anorexia nerviosa han sido
incapaces de separarse psicológicamente de sus madres, lo que se traduce en un fracaso a
la hora de lograr un sentido estable de su propio cuerpo. El cuerpo se percibe entonces a
menudo como habitado por una mala madre introyectada, y la inanición puede ser un
intento de detener el crecimiento de este objeto interno intruso y hostil.
Boris (1984b) señaló que la codicia intensa constituye el núcleo de la anorexia nerviosa. (...)
A través de la identificación proyectiva, la representación del yo, glotón y exigente, se
transfiere a los padres.
En una formulación influida por el pensamiento kleiniano, Boris conceptualizó la anorexia
nerviosa como una incapacidad para recibir cosas buenas de los demás debido a un deseo
desmesurado de posesión. Cualquier acto de recibir comida o amor confronta
honestamente a estos pacientes con el hecho de que no pueden tener lo que desean. Su
solución es no recibir nada de nadie. La envidia y la codicia suelen estar estrechamente
ligadas en el inconsciente. La paciente siente envidia de las buenas posesiones de la madre
-amor, compasión, cariño-, pero recibir estas cosas aumenta su envidia. Renunciar a ellas
implica la fantasía inconsciente de dañar lo que se envidia, como hace el zorro de la fábula
de Esopo que argumentaba que las uvas que no podía alcanzar estaban agrias.
El paciente transmite el siguiente mensaje: "Como no hay nada bueno que pueda poseer,
simplemente renuncio a todos mis deseos". Tal renuncia convierte a la paciente anoréxica
en objeto de deseo de los demás y, en su fantasía, en objeto de su envidia y admiración
porque están "impresionados" por su autocontrol. La comida simboliza las cualidades
positivas de los demás que ella desea en sí misma; ser esclava del hambre es preferible a
desear poseer la figura materna.
Y, como explica Juan José Albert, si el E4 social también tiene como segundo subtipo la
conservación, se le unirá una tenacidad extrema que complicará mucho la remisión del
cuadro anoréxico.
Los sexuales, debido a su alto grado de histrionismo, alimentado por el mayor uso del
mecanismo de defensa de proyección, son los más extrovertidos; de los tres subtipos son
los más histriónicos. Este subtipo presenta problemas, a veces importantes, con los límites.
Son invasivos en la relación con los demás y tienden a establecer una forma de vínculo
anaclítico típica de la organización límite o borderline. Los individuos del subtipo social, los
vergonzantes, también tienden a establecer este tipo de relación, pero su estilo es más
sumiso, mientras que el de los sexuales es exigente y manipulador. En palabras de Jean
Bergeret:" "Como indica la etimología, el término griego anaclitos significa estar echado
hacia atrás, tumbado boca arriba, de forma esencialmente pasiva". "Los significados
derivados del término anaclitos dan cuenta de los movimientos de "replegarse hacia",
"inclinarse hacia", "inclinarse contra". Y ésta es precisamente la característica propia de la
organización fronteriza. Es necesario apoyarse en el interlocutor, ya sea en la espera pasiva
y la mendicidad de una satisfacción positiva, ya sea en manipulaciones mucho más
agresivas, evidentes o no, de ese interlocutor indispensable>>.
Criterios diagnósticos.
3. Alteración de la inestabilidad de la
4. Impulsividad en dos o más áreas potencialmente autolesivas (por ejemplo, gastos, sexo,
drogas, conducción temeraria, atracones...).
6. Inestabilidad afectiva debida a una marcada reactividad del estado de ánimo (por
ejemplo, episodios intensos de disforia, irritabilidad intensa o ansiedad que suelen durar
unas horas y raramente más de unos días).
para controlar la ira (por ejemplo, exhibición frecuente de mal genio, ira constante, peleas
físicas recurrentes...).
Las personas con trastorno límite de la personalidad realizan esfuerzos frenéticos para
evitar el abandono real o imaginario (Criterio 1). La percepción de una separación o rechazo
inminentes o la pérdida de una estructura externa pueden provocar cambios profundos en la
autoimagen, el afecto, la cognición y el comportamiento. Estos individuos son muy sensibles
a las circunstancias ambientales, experimentan un miedo intenso al abandono y una ira
inapropiada incluso cuando se enfrentan a una separación real limitada en el tiempo o
cuando se producen cambios inevitables en los planes.(...) Pueden creer que este
"abandono" implica que son "malos". Estos miedos al abandono están relacionados con una
intolerancia a la soledad y la necesidad de tener a otras personas con ellos.
Las personas con este trastorno tienen un patrón de relaciones inestables e intensas
(Criterio 2). Pueden idealizar a sus cuidadores o amantes potenciales en la primera o
segunda cita, exigir pasar demasiado tiempo juntos y compartir los detalles más íntimos de
una relación demasiado pronto. Sin embargo, pueden pasar rápidamente de idealizar a
desvalorizar a las personas, y sentir que la otra persona no les importa demasiado, no les
da lo suficiente o "no tiene tiempo suficiente para ellos."
Estas personas pueden comprender y preocuparse por los demás, pero sólo con la
expectativa de que esa persona "estará ahí" para sus propias necesidades cuando se lo
pida. Estos individuos son propensos a cambios repentinos y drásticos en su visión de los
demás que, alternativamente, pueden ser vistos como su mejor apoyo o como crueles
castigadores. Estos cambios suelen reflejar decepción con un cuidador cuyas cualidades
parentales han sido idealizadas o del que se espera rechazo o abandono.
Puede haber una alteración de la identidad caracterizada por una imagen o sentido de sí
mismo marcada y persistentemente inestable (Criterio 3). Se producen cambios repentinos
y drásticos en la autoimagen, caracterizados por cambios en los objetivos, valores y
aspiraciones profesionales. Puede haber cambios repentinos en las opiniones y proyectos
sobre la profesión, la identidad sexual, los valores y los tipos de amigos. Estos individuos
pueden pasar repentinamente del papel de persona necesitada que suplica ayuda, al de
persona vengadora dispuesta a reparar el maltrato. Aunque suelen tener una imagen de sí
mismos mala o dañina, las personas con este trastorno a veces tienen la sensación de que
no existen en absoluto. Estas experiencias suelen ocurrir en situaciones en las que el
individuo siente la falta de una relación significativa, de cuidados y de apoyo. Suelen rendir
peor en situaciones desestructuradas en el trabajo o en la escuela.
4). Pueden apostar de forma patológica, gastar dinero de forma irresponsable, darse
atracones, consumir sustancias de abuso, mantener relaciones sexuales sin protección o
conducir de forma temeraria.
Las personas con este trastorno suelen mostrar comportamientos, gestos o amenazas
suicidas recurrentes, además de conductas autolesivas (Criterio 5).
Las personas con trastorno límite de la personalidad demuestran una inestabilidad afectiva
que se debe a una marcada reactividad del estado de ánimo (por ejemplo, episodios de
intensa disforia, irritabilidad o ansiedad que suelen durar unas pocas horas, raramente más
de unos pocos días) (Criterio 6). El estado de ánimo disfórico habitual de las personas con
este trastorno se ve interrumpido a menudo por períodos de ira, pánico o desesperación y
rara vez se ve aliviado por momentos de bienestar o satisfacción. Estos episodios pueden
reflejar la extrema reactividad del individuo a los factores estresantes interpersonales.
Además, expresan la ira de forma inapropiada e intensa y tienen grandes dificultades para
controlarla (Criterio 8). Suelen manifestarse de forma muy sarcástica, con resentimientos
duraderos y arrebatos verbales. Sienten ira a menudo desencadenada cuando perciben que
un cuidador o amante es negligente, distante, indiferente o tiene intención de abandonarles.
Tales expresiones de ira provocan sentimientos de vergüenza y culpa, que a su vez
contribuyen a reforzar la idea de que son malos.
Siguiendo con el resto de criterios allí expuestos, que coinciden con las características del
subtipo sexual, encontramos que: "Los sujetos con trastorno límite de la personalidad
pueden presentar inestabilidad afectiva que se debe a una notable reactividad del estado de
ánimo". Y continúa diciendo: "(...) pueden estar atormentados por sentimientos crónicos de
vacío. Se aburren con facilidad y siempre están buscando algo que hacer. Los individuos
con trastorno límite de la personalidad suelen expresar una ira inapropiada e intensa o
tienen problemas para controlarla. Pueden mostrar un sarcasmo extremo, amargura
persistente o explosiones verbales. La ira suele desencadenarse cuando consideran que un
cuidador o amante es negligente, supresivo, indiferente o les abandona. Estas expresiones
de ira suelen ir seguidas de vergüenza y culpabilidad y contribuyen a que se sientan mal.
Como era de esperar y como veremos más adelante, incluso coinciden aspectos de su
infancia. "(...) en las historias infantiles de los sujetos con trastorno límite de la personalidad"
donde "son frecuentes los abusos físicos y sexuales, la negligencia en su cuidado, los
conflictos hostiles y la pérdida temprana o separación de los padres.>>