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Traducido por LuiLui y Ashlee.

PRESENTACIÓN DE CLAUDIO NARANJO No recuerdo cuándo exactamente, pero


seguramente hace más de veinte años concebí el libro que con este séptimo volumen (de
nueve) sigue creciendo lentamente.

No sería un libro escrito por mí, sino uno que plasmaría y desarrollaría mi comprensión de
los veintisiete caracteres reconocidos por la aplicación del Eneagrama a la personalidad que
aprendí originalmente durante los años 1969-1970 (más implícita que explícitamente) de la
mano de Oscar Ichazo y que he venido desarrollando desde entonces.

La concepción del libro ha sido presentar a cada uno de los personajes a través de: 1) Una
autobiografía escrita por otro de mis discípulos, de quien podría decirse que ha recorrido un
rico camino de transformación, y que estaba dispuesto a producir un documento que
implicaba una confesión pública (dada la sinceridad que implicaría un relato biográfico ante
su familia y sus conocidos). La utilidad de tal ejercicio de "transparencia" a través de la
Publicación de la propia autobiografía es algo en lo que había llegado a creer a la luz de
experiencias anteriores, por lo que lo propuse con ese espíritu, y efectivamente ha sido una
experiencia enriquecedora para los participantes.
2) Un capítulo teórico (cuyo conjunto bien podría considerarse un tratado sobre la psicología
de los eneatipos) con una estructura que formulé hace tiempo y me propuse desarrollar una
serie de discípulos, en colaboración con otros voluntarios.

Naturalmente, la presentación de los distintos personajes a través de estas dos


modalidades complementarias -la del ensayo psicológico y la de la narración- hablaría a los
dos hemisferios cerebrales ("científico" y "humanístico") de los lectores.

Seguramente, los veintisiete capítulos que compondrían el "tratado de psicología de los


eneatipos" interesarían especialmente a los psicólogos académicos, y es de esperar que el
conjunto de las veintisiete biografías ejemplares interese a todos los lectores que quieran
encontrar entre ellos a su hermano o hermana psicoespiritual; Pues ayuda mucho a tomar
conciencia de uno mismo el encontrarse con el proceso de autoconocimiento de alguien que
se parece a nosotros y ha sabido tener el valor y la humildad de descubrir su sombra para
poner en palabras su "descenso a los infiernos".
Poco a poco, el proyecto de esta obra fue madurando en nueve volúmenes (cada uno
dedicado a los tres eneatipos correspondientes a una de las nueve pasiones reconocidas
por el protoanálisis de Ichazo) hasta que David Barba nos propuso fijar las fechas de
publicación de los libros en cuestión. Este paso implicaría una labor de edición más activa
que la que yo hubiera venido ofreciendo a mis colaboradores o la que los propios coautores
habían asumido hasta entonces, por lo que invité a participar en esta tarea a Grazia
Cecchini, quien desde entonces ha mantenido una estrecha correspondencia con ellos con
vistas a la mejora de los textos. Habiendo superado yo mismo los ochenta y cinco años de
edad, no puedo evitar sentir que la finalización de esta obra coincide con la de mi vida, lo
que confiere a esta tarea un cierto sentido de "misión cumplida".

Curiosamente, nunca me sentí, durante mis primeros años de enseñanza de este tema,
como alguien con el deber de desarrollarlo, ni siquiera con algún mérito particular, y sólo
ante la comercialización del Eneagrama y la charlatanería de los imitadores de mi primer
trabajo en Berkeley (creadores del movimiento comunitario o internacional del Eneagrama)
empecé a ser consciente de mi propio mérito por haber ofrecido un trabajo más serio y con
mayor poder transformador. Sin embargo, sólo recientemente, con la retrospectiva de
décadas, he llegado a sentir que, tal como Ichazo predijo, la tarea de ser un mediador de
este conocimiento para el mundo occidental de nuestro tiempo caería en mis manos.
Espero que el haber puesto por escrito todos estos entendimientos sea más una ayuda que
un impedimento para su comprensión profunda, pues a menudo he pensado que el dios
egipcio Thoth tenía razón al imaginar que el don de la escritura transformaría a los humanos
en meros repetidores de palabras, alejándolos de la sabiduría. Imagino que en este caso
mis futuros lectores se dividirán entre los que aprovechen nuestros esfuerzos para su propia
transformación y los que prefieran dedicarse a su enriquecimiento académico, cultural y
material.

Sólo me queda agradecer a todos los que han contribuido a este séptimo volumen tanto su
esfuerzo como su tolerancia a mis críticas, y desearles que el éxito de lo que han producido
les reporte la satisfacción de servir al proceso masivo de autoconocimiento que está
caracterizando a nuestra generación. Agradezco especialmente a Grazia que me haya
sustituido como editora en un momento de mi vida en el que mi actividad docente y mis
otros libros inacabados me requieren, y también a David Barba, de Ediciones La Llave, sin
cuyo aliento seguramente habría seguido posponiendo la finalización de estos nueve
volúmenes hasta que fue demasiado tarde para contarlo con mi supervisión.

PRÓLOGO AL SÉPTIMO VOLUMEN DE CRISTINA NADAL Mientras escribo estas líneas,


sintiéndome honrada y agradecida por el encargo, vuelvo a experimentar la energía
entusiasta con la que me puse a trabajar en las tareas que Claudio Naranjo me encomendó
hace años: ese ímpetu que me llevó a revisar mi convicción de que no tenía capacidad
suficiente para llevar a cabo los encargos. Me dispongo, pues, a prologar este séptimo
volumen de esta inmensa obra sobre la psicología de los eneatipos sintiendo, con la misma
energía, que Claudio sigue vivo entre nosotros, no sólo porque seguimos nutriéndonos de
sus profundas, extensas y precisas enseñanzas, sino también porque nos puso a trabajar, a
investigar, encendiendo y alimentando nuestro espíritu buscador reflejado en el acrónimo
SAT: Buscadores Tras la Verdad, de tal manera que la llama sigue ardiendo entre sus
alumnos y discípulos. Comencé mi trabajo con Claudio en la primera promoción del
Programa SAT en España y, junto con Albert Rams -entonces mi marido-, me confió a
Guillermo Borja, "Memo". El excelente ojo clínico de Memo y su estilo confrontativo fueron
decisivos en mi maduración como psicoterapeuta: Pude apoyarme en un suelo más firme, y
también pude empezar a abrazar mi locura. Aquel año, a los 27, y con la fijación cognitiva
de sentirme carente e incapaz, además de inculta, no me acerqué a Claudio: Me sentía
extremadamente pequeña frente a él. Sí, me nutrí mucho de su brillante síntesis de la
terapia gestalt, ya que sus enseñanzas significaron para mí una estructuración y ampliación
muy importantes de la base cognitiva de este enfoque. Su transmisión del Eneagrama me
aportó una comprensión de la maquinaria psíquica de las personas, de la que yo carecía
como gestaltista e incluso como psicólogo. En aquella época, las estancias en el SAT eran
de veintiocho días. La mecha se encendió rápidamente entre todas las personas
participantes: nos cuestionábamos unos a otros, competíamos por ver quién decía algo más
inteligente que los demás o quién sabía confrontar mejor, y al mismo tiempo también nos
nutríamos de la hermandad que se estaba creando en el grupo. , igual que lo he sentido en
todos los cursos del SAT que he hecho. El SAT ha sido mi tercera familia, y muchas
personas pertenecientes a la Asociación Española de Terapia Gestalt también coincidieron
en ello.
Al volver a casa después de aquel primer curso, me di cuenta de que había adquirido una
perspectiva visual específica: al mirar una zona determinada, podía determinar con más
precisión la distancia a la que se encontraban los objetos. Lo tomé como un reflejo de la
profundidad adquirida al verme a mí mismo y al mirar el mundo. La capacidad de Claudio
para relacionar conocimientos de distintos ámbitos, como el psicológico, el espiritual, el
educativo y el musical, a partir de conocimientos específicos y amplios de filosofía,
literatura, historia y otras disciplinas, además de su espíritu siempre abierto a nuevas
aportaciones, irradiaban un saber que tenía características caleidoscópicas.

Cuando me propuso ser colaboradora del SAT, en la siguiente promoción, me costó


imaginar que pudiera interesarle algo de mi forma de hacer las cosas, y pensé que tal vez
me estaba incluyendo en un pack con mi ex-marido, pues, para mí, el capaz y brillante era
él, no yo. Así que me costó aceptar su reconocimiento, y también me costó mucho
reconocer a Claudio como maestro: una forma de mantener mi cerrazón al mundo ha sido
no permitirme disfrutar de las formas del amor admirativo. Precisamente, escribir algunos
textos que él me pedía, y revisar algunos capítulos del libro para una gestalt viva, me
ayudaron a acercarme a él y a disfrutar de sentirme mi maestro.

Más tarde, me desvinculé del SAT debido a complejas situaciones personales y familiares, y
también porque, cuando Claudio se propuso cambiar el mundo cambiando la educación, no
me gustó lo que percibí como una devaluación de los planteamientos de los programas
educativos existentes que sí tenían en cuenta el valor del crecimiento personal frente al
adoctrinamiento". Cuando fui a verle, antes de que viajara por última vez a Berkeley,
California, me recibió muy bien y me hizo sentir abiertamente escuchada en todas mis
críticas. Me siento satisfecha de pertenecer a esta gran familia que ha pasado por la muerte
de nuestro maestro hace tres años, además de las complicaciones causadas por la
pandemia, lo que supuso un gran trabajo interno entre los diferentes departamentos de la
organización fundada por Claudio , con momentos muy difíciles y con jornadas y frutos
sobresalientes. Por ello, quiero expresar mi agradecimiento al equipo de la Fundación
Claudio Naranjo, al Programa SAT y al Área de Educación de la fundación, así como
destacar el esfuerzo por seguir colaborando junto a los responsables y coordinadores de los
programas SAT de todo el mundo.
Uno de los frutos de este esfuerzo por coordinar y seguir trabajando es la aparición de
nuevos volúmenes de la colección Psicología de los enneatipos. En este libro sobre el tipo
4, por lo que he visto y vivido en colaboración con muchos voluntarios en esta labor, quiero
destacar que la ejecución de la mayor parte de este volumen ha sido fruto de un trabajo
coral, como ha ocurrido en los diferentes volúmenes de esta colección. Quienes
coordinamos los capítulos teóricos, guiados y supervisados por Claudio, y posteriormente
por Grazia Cecchini, facilitamos que varias personas de cada subgrupo escribieran en
diversos capítulos, orientamos el trabajo y también colaboramos en su redacción. Comencé
mi participación en este volumen coordinando a la gente de E4 sexual en enero de 2006, y
tuve la suerte de contar con la estrecha y muy valorada colaboración de Cristina Dicuzzo,
que en paz descanse. Mientras coordinaba dicho subgrupo, me di cuenta de que yo era un
conservacionista de E4, ya que veía que los de sexual trabajaban de una manera muy
diferente a la mía. A partir de ese momento, puse mi tesón al servicio de terminar la parte
teórica del subtipo sexual. Más tarde, Claudio me pidió mi autobiografía para incluirla en el
subtipo de conservación. Y, algún tiempo después, Rossana Pavoni retomó el trabajo con el
subtipo sexual para actualizarlo y terminar el libro (junto con Águeda Segado y Antonella
Sabia, coordinadoras del libro sobre el subtipo de conservación, y Chiara Fustini,
coordinadora del libro sobre el subtipo social).

En cuanto al trabajo con el carácter, vemos que la función de cada eneatipo, además de la
construcción de la personalidad ante el vacío y la incertidumbre, es de supervivencia y
defensa ante las experiencias traumáticas, el dolor, la soledad y la desesperación infantil.
Paradójicamente, cada engranaje del carácter perpetúa el autoenajenamiento y, por tanto,
el sufrimiento, incluso cuando lo que hacemos es forzar la máquina para intentar tener éxito
o distraernos o pasarlo bien.

La envidia, una pasión de tipo 4, tiene, de entrada, muy mala prensa, y además es una
emoción difícil de reconocer para los demás. Es el eneatipo que peor imagen tiene de sí
mismo. En su primera infancia, introyecta (incorpora en sí mismo) a una madre -o figura de
apego principal- que ha ido abandonando, como forma de mantenerse en contacto con ella.
"Al introyectar a esa madre que no ha acogido emocionalmente al bebé (que por diversas
circunstancias lo ha rechazado o separado de él), se incorpora también la mala mirada
sobre sí misma. De este modo, la desvalorización constante está servida", escribí hace
años como testimonio sobre la conservación de Cuatro en el libro de Claudio, 27 personajes
en busca del ser. El mecanismo automático por el que se mantiene la envidia es la
comparación, en la que siempre sale perdiendo la persona, dado que mira lo que falta en sí
misma (y tiende a mirar lo que falta en el otro y en la situación), además de idealizar la vida
del envidiado.Así, retroalimenta la carencia: esa carencia que era real en la infancia, pero
que ahora es falsa.

La satisfacción es, por tanto, una experiencia a conquistar a lo largo de un camino de


trabajo terapéutico que implica también la aceptación y el tratamiento de la propia herida,
así como la desidealización de lo que una persona tendría que ser o hacer para tener valor
y sentirse bien; esos procesos están bien reflejados en cada libro de este volumen.

Cada subtipo maneja el intento de salir de la situación carencial, de la real y de la falsa, de


maneras diferentes: la persona de conservación E4, sufrida y abnegada, tiene un superyó o
"top dog" muy autoexigente: cree que cuanto más se esfuerce, más se alejará de esa mala
imagen interna y, además, tendrá y mantendrá la energía suficiente para trabajar y trabajar.
Lo difícil es ser capaz de reconocer lo valioso en sí mismo y en los resultados de su
esfuerzo, ya que su mirada sigue siendo desvalorizadora. La tenacidad es su pasión. En su
lema, "cueste lo que cueste", vemos cómo da valor al esfuerzo.

El subtipo sexual E4, que es el que más hace sufrir sufriendo, cree que tiene que devolver
lo perdido; su pasión es el odio. Es el que maneja la carga más agresiva, siendo a la vez el
más divertido e impulsivo, aunque su mala imagen y su sentimiento de culpa no le permiten
disfrutar de sí mismo ni de su capacidad expresiva y cognitiva. También es el subtipo más
histriónico.
En el E4 social encontramos al más sufridor de los Cuatros: su estrategia es mostrar su
carencia para conseguir lo que necesita. Su pasión es la vergüenza: se encoge y se retrae,
aunque la persona E4 social también tiene un gran anhelo de ser vista. Es el subtipo más
melancólico. Como el resto, le resulta muy difícil reconocer su derecho al bienestar.
En cada libro se repiten, con diferentes matices, cuestiones propias de cada subtipo,
vinculadas a diferentes contenidos que perfilan mejor su comprensión y que facilitan la
posibilidad de identificarse con un eneatipo a las personas que lo leen. Además, los
capítulos teóricos contienen citas autobiográficas que facilitan la comprensión en vivo de lo
explicado (en el caso del subtipo sexual, debo aclarar que, debido al tiempo transcurrido
desde su redacción, se han perdido los nombres de algunos de los autores de las citas).

Las autobiografías permiten un acercamiento más vivencial a cada uno de los subtipos y
mantienen viva la orientación de "poner la carne en el asador", seguir trabajando con los
propios asuntos personales y mostrar caminos de evolución, algo que Claudio nos animó a
hacer. para promover el camino de la transformación.

Los trabajos sobre la vida de personas relevantes, personajes de películas y libros donde se
identifican personajes de cada subtipo, nos permiten seguir profundizando y perfilando las
diferencias entre ellos.

La lectura de los libros de Claudio sobre el Eneagrama, y en concreto estos volúmenes,


facilitan que la persona se vea reflejada en multitud de aspectos y, por tanto, son
invitaciones a activar el autoconocimiento y el trabajo interno. Naturalmente, si previamente
nos identificamos en un tipo y subtipo, la forma de trabajo será más directa, pero todas las
personas estamos hechas de la misma pasta, sólo que nos juntamos en estructuras
diferentes. Dado que nada de lo que experimenta otra persona nos es realmente ajeno,
abrirnos a los reflejos de nosotros mismos que nos revelan los diferentes eneatipos y
subtipos, nos permite una trayectoria de transformación más amplia y con múltiples matices.
Como seres humanos, somos muy complejos; abrazar esta complejidad nos permite
sentirnos más a gusto en nuestra propia piel.

Espero que la lectura de este y los otros volúmenes amplíe tus horizontes y te permita
continuar el viaje de transformación con una mayor comprensión experiencial y mapas más
precisos, aunque no sean sencillos. ¡Buen viaje!

A MODO DE INTRODUCCIÓN PRINCIPALES CONTRASTES ENTRE LOS SUBTIPOS E4:


CONSERVACIÓN, SEXUAL Y SOCIAL CON APORTACIONES DE EVA MOROTE, CHIARA
FUSTINI Y ROSSANA PAVONI GALLO Una vez trascendida la idea cristiana de envidia
como rencor a la buena fortuna del prójimo, vemos que va más allá de ese deseo insaciable
que, como describe Dante, implica un "amor a los bienes propios pervertido hasta el deseo
de privar a los demás de los suyos". otros". Estos "bienes" 8son tangibles o intangibles, es
decir, también incluyen talentos o privilegios. El deseo de lo que el otro posee (o se supone
que posee) va acompañado del doloroso sentimiento de que falta, que la persona lee como
una injusticia, a lo que hay que añadir el deseo de que el otro haga bien. mal o sea
castigado, lo que, si sucede, es satisfactorio. Esto nos habla, desde el principio, de una
doble naturaleza de esta pasión que se manifiesta en sus subtipos característicos, ya que
en unos casos la envidia se siente sobre todo como carencia y tristeza por la propia
condición, real o imaginaria, y en otros se convierte sobre todo en voracidad y deseo de
dañar a los demás o vengarse de ellos.

Una de las diferencias más evidentes entre el E4 conservación y los otros subtipos de
envidia es la falta de expresión de esta pasión: la conservación es el subtipo donde la
envidia aparece más negada, y es difícil reconocerla porque la persona no se queda en la
carencia y en la envidia hacia lo que no tiene, sino que a través del esfuerzo transforma de
forma compensatoria lo que le falta, defendiéndose así del sentimiento envidioso. "Visito la
casa de una amiga y la miro, qué casa más bonita.... Lo siguiente es que pongo cortinas
nuevas en la mía, hago cambios, compenso la idea y la sensación de que mi casa es peor",
dice un testimonio de este subtipo.
En el E4 sexual y social, no aparece ninguna acción para compensar lo que no se tiene. El
E4 social, donde sí aparece una clara conciencia del sentimiento de envidia, se queda
lamentándose y quejándose de lo que no tiene, y en el E4 sexual, donde la envidia se siente
como algo muy instintivo, difícil de contener, se destruye lo que se desea para no sentir
envidia.

La carencia compensada del E4 de conservación se acompaña de una intolerancia hacia el


sentimiento de debilidad y de un gran esfuerzo personal por no sentir necesidad, que
contrasta con la falta de pudor del E4 social en mostrarse débil y necesitado. Esta tenacidad
en el esfuerzo constituye una cierta actitud narcisista en el subtipo de conservación, que
tiende a pensar que puede con todo y que no se permite mostrar su carencia, lo que sería
interpretado en cierto modo como humillante, o en todo caso. con una insoportable
sensación de vulnerabilidad. Hablamos de un tipo de persona que, en la infancia, tuvo que
cuidar de los demás: en lugar de ser cuidados, tuvieron que cuidar. Son, por tanto,
trabajadores, independientes, serios, seguros de sí mismos, dotados de integridad,
honradez y sobriedad. Al no sentir los cuidados, no los piden, y proyectan esa necesidad en
el otro, cuidando de él desde una actitud de abnegación. Por el contrario, un E4 sexual
expresa su necesidad sin miramientos, convirtiéndola en una exigencia hacia el otro,
mientras que el E4 Social es un personaje eminentemente mendicante desde su expresión
de carencia.

En el tipo 4 hay un yo deficitario: la persona siente que no vale nada, que no tiene, hay una
imagen empobrecida de sí misma, y también hay una fuerte idealización de lo que le
gustaría ser. Esta imagen idealizada se hace tremenda en el subtipo de conservación: hay
un superyó fuerte que exige constantemente a la persona que alcance ese ideal de
perfección, de omnipotencia, y que la persona nunca alcanza porque realmente es una idea
descabellada. El esfuerzo se pone al servicio, pues, de alcanzar ese ideal, como señala el
siguiente testimonio: "En mi trabajo, si siento que cometo un error, me apunto a un curso
para remediarlo, pero no estoy satisfecho con lo que he hecho. Aprendo, pero luego veo
que tengo otro error y ya estoy pensando en hacer un nuevo curso".

El autoboicot, la acción implacable, el sentimiento de no merecer, la sequedad de carácter,


se mezclan con una cierta tendencia a la autoidealización, así como una idealización de los
demás, a los que concede autoridad. El listón de la autoexigencia está tan alto que no hay
permiso para la ira legítima, y también hay miedo al conflicto directo con los demás, ya que
ellos están por encima, lo que provoca menosprecio y sumisión a los demás. Al mismo
tiempo, "cortan cabezas" (son críticos agudos, con mucho juicio contra los demás),
expresan sus opiniones y no necesitan la aprobación constante que buscan los E4 sociales.

En el E4 sexual y social, la imagen del otro también está muy idealizada, y el listón del
propio ideal también está muy alto. La gran diferencia con la conservación es que en la
sexual se busca alcanzar el ideal sin hacer grandes esfuerzos, y en la social hay un "quiero
y no puedo": sienten que no están a la altura y que no pueden alcanzarlo.

En la conservación, el esfuerzo se convierte en una herramienta para lograr el amor y el


reconocimiento del otro, anhelo fundamental del eneatipo 4, pero en la conservación se
convierte en una exigencia interna muy grande, acompañada de un alto grado de
autocontrol, como expresa el siguiente testimonio: "Mi madre era una perseguidora, yo me
esforzaba mucho para que no me pillara en un error, y llegó un momento en que vio que me
había esforzado tanto y había trabajado tanto, que me dijo: "Vale, ahora ya está bien,
descansa", y así recibía una mirada cariñosa de mi madre".
En esto, el subtipo conservación se diferencia claramente del sexual, para quien su
necesidad de amor se convierte en una reivindicación agresiva hacia el otro, y del social,
que intenta conseguir afecto compadeciendo, conmoviendo, seduciendo con su sufrimiento.

La conservación E4, a través del esfuerzo, quiere dar más que nadie, quieren ser la mejor
madre, la mejor hermana.... <<En el colegio nos decían que teníamos que sacrificarnos por
un ideal cristiano de santidad, yo me ponía piedrecitas en los zapatos, me sacrificaba". En
este testimonio se entiende que el sufrimiento, la hostilidad hacia uno mismo, no es una
búsqueda directa de ese sufrimiento, sino una condición para alcanzar otra cosa, para
poder alcanzar el ideal. En cuanto a las relaciones sociales, la conservación de E4 es un
carácter bloqueado en la relación. El grado de vigilancia frente a la mirada del otro y uno
frente a la propia actuación es tan alto, enorme inhibición, que crea un bloqueo, estar en
una relación se vuelve insoportable y la persona se siente mejor en soledad, porque no se
pone en juego toda esta dinámica interna.

En cuanto a las relaciones, algunos E4 conservación pueden soportar situaciones difíciles,


con la idea de que si insisten, la relación puede ir mejor; En cambio, otros piensan que
están mejor solos, no ponen tanto empeño en conseguir una relación, porque hay una gran
dificultad, creen que es más fácil estar y por eso no priorizan este aspecto en su vida.

En el fondo, evitan pasarlo mal, porque no manejan mal el tema de la dependencia y la


dedicación amorosa. Toda la estructura interna se ha creado sobre la base de ser
autosuficiente, de satisfacer sus propias necesidades, y la persona siente que, si se rompe,
se quedaría sin nada.
También priorizan otros aspectos en sus vidas, y ponen su esfuerzo en ellos,
fundamentalmente en el trabajo, porque hay una aspiración a alcanzar la perfección en él, y
también porque hay muchos introyectos familiares en este sentido (generalmente, hablamos
de familias en las que se ha valorado mucho el trabajo sacrificado, y en las que planea el
monstruo de la precariedad o la supervivencia).

A nivel global, la principal diferencia entre el E4 sexual y los otros subtipos de envidia es la
expresión abierta de la pasión y su inversión de energía en la relación romántica. En el E4
sexual no siempre hay conciencia de envidia, sino de algo instintivo vivido como un
pinchazo que la persona siente al compararse y percibirse por debajo del otro y como
resultado del deseo de ocupar un lugar significativo en la relación con el otro. Aunque la
comparación es común a todos los subtipos E4, en el sexual se expresa de una forma muy
diferente y visceral, como una pulsión que no se puede contener. Esta expresión puede
tener diferentes matices como la venganza y el enfrentamiento claro o la negación flagrante,
la descalificación y culpabilización del otro a través de palabras, gestos despectivos,
miradas de odio, etc. La idealización del otro como fuente de satisfacción se convierte en
desprecio por sus límites, la relación amorosa se convierte en un campo de batalla donde el
E4 sexual compite hasta la destrucción del otro y de lo que más ama. En cualquier caso, las
personas de este carácter no siempre son plenamente conscientes del alcance de su
puesta en escena, ya que el punto de partida es una reacción absoluta a lo que les ha
herido o molestado en el otro.

En los otros subtipos, esta gestión de la envidia es diametralmente opuesta. En el E4


conservación (tenaz) esta expresión reactiva está completamente contenida, incluso
exagerando la posición de control frente al instinto y la visceralidad. En el E4 social
(vergüenza) no hay atrevimiento para expresar la ira y el odio, no porque no lo sientan, sino
porque la persona cree que no va a poder expresar esas emociones y las retroalimenta,
odiándose a sí misma y buscando otros canales de expresión, desde lo secreto y lo oculto.

En todos los subtipos E4 hay una mistificación o idealización del otro, pero en el E4 sexual
esta idealización es exagerada y apasionada, queriendo acercarse a lo idealizado sin gran
esfuerzo, a diferencia del E4 conservativo, dispuesto a esforzarse. El E4 sexual tiende a
mostrar una actitud más peliculera, interpretando papeles más dramáticos y teatrales:
necesitan ser la diva y que les presten toda la atención, algo que a los otros subtipos no les
interesa tanto o no se atreven a hacer.

El E4 sexual no muestra fácilmente sus debilidades ni su necesidad, pero el subtipo


conservador o tenaz tampoco quiere saber nada de su envidia ni de su debilidad. El odio les
protege de la fragilidad e intentan hacerla desaparecer. La diferencia es la claridad con la
que el sexual daña lo que envidia frente a la contención del tenaz. El E4 sexual no pide,
exige, más o menos velada o seductoramente, algo que es casi impensable para los otros
subtipos. El tenaz, en cambio, se exige a sí mismo, y el social o "vergüenza" se esconde.

La película ¿Qué fue de Baby Jane? cuenta la relación entre dos hermanas, ambas E4, una
de ellas paralítica y la otra que actúa como su cuidadora. Una está constantemente en la
queja histriónica (subtipo sexual) y la otra en su papel de víctima resignada que lo aguanta
todo (tenaz). Los espectadores del drama toman partido por la víctima durante toda la
película, hasta que al final, ésta se rebela mostrando todo su odio contenido, y la expresión
de odio de la otra se entiende debido a una cuestión infantil no resuelta. En el subtipo
sexual, se elige el papel de "mala" porque es más glamuroso que el papel oculto de E4
vergüenza-social o el papel contenido de conservación-fuerza.

El sentimiento de que se reclama algo que se merece por derecho propio y que hay que ser
escuchado por ello, es decir, el sentimiento de injusticia contra la que hay que luchar, es un
sentimiento básico en el E4 sexual. En los otros subtipos también existe este sentimiento,
pero el sentimiento de invalidez es seguramente más fuerte en el subtipo social, o la
experiencia de tener que soportar el sentimiento de impotencia en el subtipo de
conservación.

El subtipo sexual es más irresponsable, se siente especial y espera que el otro le resuelva
las cosas; en esto se opone al tenaz E4, que utiliza el valor neurótico de no pedir nada a
nadie, el "yo no necesito". El E4 social también espera que le resuelvan las cosas, pero lo
hace desde una perspectiva más taimada, oculta y manipuladora.

El tipo 4 social es el que tiende a comportarse, metafóricamente hablando, de forma infantil;


también podría decirse que el E4 sexual tiene cierta tendencia a comportarse como un
adolescente, haciendo de la transgresión su bandera, y que el E4 conservador se comporta
como un anciano.

La extroversión y exagerada alegría, elocuencia y capacidad para destacar del subtipo


sexual es quizá el punto en el que más se nota la diferencia con el tímido subtipo social y
con el abnegado subtipo conservacionista, que puede ser irónico pero no suele comportarse
con tanto carisma ni acaparar el protagonismo. Además, el subtipo conservacionista es
emocionalmente más estable que el resto, dada su característica contención: no aclara
inmediatamente lo que le preocupa o molesta, como la sexualidad, y es mucho más
tolerante que los otros subtipos, pudiendo, en todo caso, reservarse para decir, sin
dramatismos, la última palabra en una conservación. Sin embargo, ni el conservacionista ni
el E4 social suelen defender su postura con uñas y dientes en una discusión, ni sienten la
gran necesidad del Cuatro sexual de tener razón a toda costa, de salir victoriosos o de
entablar una competencia feroz.

En cuanto a la sensibilidad, es similar en todos los subtipos E4: siempre está presente, con
más atrincheramiento, resistencia al dolor y reserva en el conservacionista, que no es tan
expresivo y es más duradero; En el sexual, en cambio, no hay tanta victimización como en
el social, pero tampoco resistencia ni contención como en el conservacionista: prefiere las
actuaciones dramáticas estelares y a menudo agresivas, esperando a que todo el mundo se
dé cuenta de sus malas actitudes.

El E4 social muestra más su inseguridad emocional, y con ese papel infantil intenta
conseguir lo que quiere. El E4 sexual intenta no mostrar su inseguridad, al igual que el E4
conservacionista, pero de forma polar: mientras que el conservador aparece como
moderado, la postura que adopta el sexual suele ser orgullosa y arrogante, con tendencia a
romperse rápidamente y pasar del odio al llanto y viceversa, en un proceso de llenarse de
odio y desvalorizar a los demás.

El descaro y la pretensión agresiva son frecuentes en el sexual, y hacen que sus relaciones
se vuelvan a menudo insostenibles. En los otros subtipos, suele haber un malestar velado,
algo que se masca en el aire pero que es más difícil de identificar, y donde se suele evitar la
confrontación directa. En su lugar, lo sexual adopta formas hirientes y culpabilizadoras
cuando la realidad no es tan idealizada. El desprecio, la rabia, la ira es algo que el E4
sexual suele permitirse con sus allegados, y suelen tener un verdadero problema con los
límites, tendiendo siempre a pasarse de la raya e intentando imponerse a los demás.

El E4 social, por el contrario, es muy dependiente de las relaciones, y el que más aguanta
en ellas; es tímido y vergonzoso. El sexual es muy polar, pero no fóbico: hace insostenible
la relación, y tiene un verdadero problema con los límites, porque tiende a imponerse al otro
con su agresividad.

El conservacionista E4 juega su agresividad utilizando la ironía, y su problema con los


límites consiste en no saber establecer límites sanos consigo mismo en relación con su
esfuerzo o con el otro. No hay límite para el cuidado y la ayuda cuando lo necesitan de un
E4 conservación, y sin embargo, hay una falta de personas que están más cerca de ellos, el
cuidado de los amigos en términos de disfrutar y compartir cosas buenas, ya que el placer
no está registrado en su código de vida. La falta de experiencias de disfrute en la infancia
explica esta reticencia: "No recuerdo haber ido con mis padres al parque o de vacaciones, sí
recuerdo que hablaban mucho de enfermedades y penas">.

En otro orden de cosas, una característica particular del eneatipo social 4 es su forma de
respirar con el pecho hacia abajo, encogiendo los hombros de forma protectora y con el
vientre proyectado hacia delante y hacia abajo, como un peso muerto. En este patrón
respiratorio hay muy poco tono en la parte inferior del cuerpo, los músculos y los órganos
abdominales. El sonido de la espiración suele ser como un suspiro contenido. Quienes
practican esta respiración caducada suspiran y jadean con frecuencia en un intento de
conseguir más aire. A diferencia de los otros patrones respiratorios, para desmontar el del
E4 social se necesita un aumento del tono corporal. Encontrar la fuerza para sostenerse,
arraigando bien los pies en el suelo y dejando que el cuerpo se estire en el canal central, es
un reto para este personaje. La falta de esta fuerza condena a este subtipo a sufrir una
sensación crónica de baja disponibilidad de energía, acompañada de constantes
autolesiones y autojuicios que consumen aún más su debilitada energía.

El social es un subtipo introvertido -a diferencia del E4 extrovertido sexual y del E4


conservacionista, que alterna introversión y extroversión, y es aparentemente más dulce
que los otros subtipos de envidia. La palabra que la define, "vergüenza", se refiere no sólo a
una dificultad para aceptarse tal como es o para mostrarse espontáneamente debido a un
sentimiento interno de ridículo o autodescalificación, porque se cree defectuoso y poco
querible, sino que también apunta a un sentimiento intrínseco de inadecuación y pérdida de
dignidad, que no le permite expresar su deseo oculto de mostrarse al mundo, de ser visible
a nivel social. Quizás por ello, cuando tiene una necesidad, no la pide, ya que no cree
merecerla, sino que manipula con indirectas, lágrimas y dramatismo para llamar la atención
y "dar pena". Cuando admira y/o envidia, se sitúa inmediatamente por debajo del otro. Ante
esta situación, su actitud frente a los demás es intentar ocultar su tristeza y su sentimiento
de inadecuación tras una sonrisa a menudo poco creíble. Tiene secretos, no se atreve a
abrir su verdad, que considera despreciable.
Con tales sentimientos, una persona así evitará enfadarse para que no le rechacen y
además sentirá que no tiene derecho a hacerlo, entrará en relaciones de dependencia con
facilidad, y en general se mostrará insegura, hasta el punto de que suele salir perdiendo en
sus comparaciones habituales con los demás y suele necesitar aprobación para todo.
Interiormente, es frecuente el sentimiento de depresión, frente a la integridad que suele
mostrar el E4 conservativo y la impulsividad del E4 sexual. La persona social se culpa por
todo, por lo que hizo y por lo que no hizo, mientras que la conservación y la sexual tienen,
además de culpa interiorizada, mucho juicio hacia otras personas.

1: LA PASIÓN EN LA ESFERA DEL INSTINTO: CÓMO FUNCIONA LA ENVIDIA EN EL


CONSERVATORIO

POR JULIANA PRUDENCIO

El conservativo E4 reprime la envidia y no es consciente del impulso que le lleva a


compararse con los demás ni del sentimiento de carencia. Ni siquiera se permite el
sentimiento de tristeza, tan presente en este eneatipo como clímax existencial. Encierra sus
emociones en un mundo interior que no tiene expresión, hasta el punto de que puede
resultar difícil reconocerlo como un personaje emocional. Podríamos decir que los
sentimientos ligados a la experiencia de carecer se han convertido reactivamente en la
capacidad de ser personas que saben contener y sostener el sacrificio, el sufrimiento y el
esfuerzo que conlleva la vida. Las capacidades de saber sufrir y esforzarse se constituyen
como rasgos de una identidad necesaria para vivir. Para entender cómo se ha constituido el
esfuerzo y el papel que juega en la estructura intrapsíquica e intersubjetiva de los sujetos,
es necesario tener en cuenta en primer lugar las condiciones biográficas de las personas
con estos rasgos característicos y considerar también la forma de interactuar con otros
elementos.

Diferentes autores confirman, en la clínica, un déficit en el desarrollo adecuado del sujeto


correspondiente a este subtipo en un ambiente desagradable, y la existencia de uno o
ambos progenitores con el mismo tipo de carácter, condición que no puede generalizarse
pero que llama la atención por su presencia en el grupo de trabajo

Bribring habla de un sentimiento depresivo en la infancia como base de depresiones


posteriores, relacionado con un sentimiento traumático infantil de desamparo, resultado de
la frustración que el niño obtiene de las señales que emite, con la consiguiente pérdida de
vitalidad y autoestima e incapacidad para proveerse de lo que denominó "sustitutos
narcisistas." Como dice un paciente de conservación E4 "Hiciera lo que hiciera, nunca nada
estaba bien. Mi madre me criticaba mucho, me decía que era muy egoísta...>>.

Markson considera que el masoquismo moral y la depresión son inseparables y que en el


caso del E4 podemos hablar de un síndrome masoquista-depresivo. En este síndrome se
ven comprometidas tres capacidades vitales: el sentimiento de derecho, la eficacia personal
operativa (éxito) y la iniciativa, siendo la condición primordial haberse sentido un niño infeliz
o una fuente de pena y decepción para los padres y haber fracasado en los intentos de
reparar a los padres por los daños de los que puedan sentirse responsables. La hostilidad y
la culpabilidad son consecuencias de estas condiciones. "Mis padres querían un niño y vine
yo, una niña. Hice cosas para que mi madre estuviera bien, pero las cosas fueron al revés.
>>
El sentimiento de conservación del E4 es el de no sentirse con derecho y no ser capaz de
actuar en el mundo y con otras personas de forma eficaz para lograr una respuesta
satisfactoria que resulte placentera. Sin embargo, el E4 no deja de hacer y hacer, y es el
más activo de todos los caracteres E4. La acción es su función psíquica más desarrollada,
coherente con la experiencia de que no vale la pena sentir ni hacerse muchas preguntas
sobre lo que está pasando: es el momento de resolver, ayudar y colaborar para mantenerse
vivo y mantener vivos a los demás. Podríamos decir que, entre los subtipos más activos de
todo el Eneagrama, el E4 Conservación es, en efecto, el que se dedica con devoción y
eficacia al trabajo, en casa y fuera de ella. Es su misión y, al mismo tiempo, su identidad de
"superviviente".

Como apoyo para la comprensión de los caracteres depresivo-masoquistas, es interesante


mencionar los escritos de Bleichmar relativos a los trastornos narcisistas, base de la baja
autoestima que se encuentra en el carácter de conservación E4. En lo que respecta a este
subtipo, estos trastornos narcisistas están causados por un déficit narcisista primario no
compensado. Así, en las biografías de conservación E4, los niños no son "admirados" en su
necesidad de reconocimiento y apoyo por parte de sus padres. Al contrario, se sienten
frustrados y devaluados.

"Qué niña más fea, tienes una cara que no se lleva ni en el mango de un paraguas">
<Cállate, qué sabes tú de la vida". "Mi madre siempre me comparaba con mi hermana, ella
era la buena, la guapa". Cuando pedí una falda porque estaba cansada de heredar los
pantalones de mi hermano, mi madre me dijo que parecía que me había hecho la boca un
fraile, que no paraba de preguntarme, ¿quién me creía que era yo>>.

Los sujetos con este carácter suelen preguntarse: "¿Para qué preguntar si no me lo van a
dar?". El otro no va a responder a su necesidad: por tanto, consigue lo que es suyo, lo que
le convierte en el más contradictorio de los envidiosos. A veces, ante la idea previa de que
no se lo van a dar y la frustración que ello conlleva, niegan la necesidad, interiorizándose en
no tener derecho. Tampoco los padres les proporcionan una imagen valorada de sí mismos,
con la que puedan identificarse; en una gran mayoría de los casos, al menos una de las
figuras parentales tiene un carácter masoquista. El masoquismo de los padres se transmite
no sólo a través de la identificación, con la autoprivación que imponen, sino a través de un
sentimiento de culpa que engendran en los hijos cuando disfrutan de lo que a los padres les
falta.

Mi padre trabajaba en el campo por la mañana y por la noche en una gasolinera, y siempre
recuerdo a mi madre trabajando en casa, o cuidando de sus familiares, la primera en
levantarse y la última en acostarse. Cuando mi padre trabajaba en una fiesta yo no podía
salir hasta que él llegaba. No salía con mis amigos porque veía a mi madre pasarlo mal y yo
no podía permitirme pasarlo bien. Aspiro al esfuerzo
La conservación de la E4 no ha sido capaz de construir una imagen valorada de sí misma y
ha sido incapaz de compensar el déficit. A lo dicho anteriormente, en la conservación E4,
hay metas e ideales elevados y una gran severidad de conciencia crítica en sus dos
variantes (Bleichmar):
a. Respecto a la no aceptación de atenuantes para no alcanzar los ideales, o desviaciones
de las normas o valores bajo los que se juzga la conducta, es un juez severo: "cuesten lo
que cuesten".
b. En un alto grado de hostilidad hacia sí mismo, eleva los ideales y rebaja las
representaciones de sí mismo para llegar a la conclusión más negativa posible. Una idea
descabellada en muchas conservaciones de E4 es "<esfuérzate y no lo consigas".

Es necesario mencionar las aportaciones de H. Bleichmar sobre el masoquismo, para


comprender mejor la conservación E4. Este autor dice que en sentido estricto, el
masoquismo es la búsqueda consciente o inconsciente del sufrimiento físico o mental, la
autolesión, el autocastigo o la autoprivación, porque estas condiciones están codificadas de
tal manera que generan placer en otro nivel. El displacer es, por tanto, la condición para
obtener placer, que es lo que finalmente se consigue, aunque sea a través de un
complicado circuito.

Para comprender este carácter, es necesario tener en cuenta el valor que ciertas
situaciones interpersonales traumáticas tienen sobre el sujeto, que necesita transformar lo
doloroso en placentero para adaptarse a ellas o para contrarrestarlas como defensa, o
busca activamente el displacer porque teme que se produzca de forma inesperada.

Cuando no se puede hacer nada para evitar que algo ocurra, o cuando se teme ser
sorprendido por lo que está fuera de la voluntad del individuo, una de las formas de
enfrentarse al sufrimiento es dar un carácter positivo a lo que en realidad es una presencia
indeseable. : la narcisización de la frustración Al principio, no estamos ante un verdadero
masoquismo, ya que no se busca el displacer, sino que en su presencia se mantiene una
cuota de placer narcisista, racionalizando lo inevitable como si fuera inevitable.

Lo que inicialmente era un acto defensivo, una vez que se fija a esta forma de satisfacción
narcisista en dos etapas: una de narcisización defensiva y otra de adicción a la privación o
al sufrimiento, que sí llegan a ser buscados, porque otorgan la sensación de que uno es
quien dirige su propio destino.

En este marco, el esfuerzo en la conservación E4 se configura como un motor de vida,


motivación que se entiende a su vez como una forma de control y transformación defensiva
de la situación traumática

Para observar cómo se dinamiza el instinto de conservación en las personas con este
carácter, nos referiremos a las biografías de las personas E4 conservación donde
encontramos, junto a las figuras parentales y las condiciones familiares, como primer
obstáculo para el desarrollo del individuo , otras experiencias muy tempranas de peligro
para la vida y la integridad física de la persona, que suponen inicialmente una lucha y un
esfuerzo por la supervivencia:

Nací con muy poco peso, un kilo. Así que empecé a luchar por sobrevivir. Dos meses
después sufrí una intoxicación y tuve que luchar por sobrevivir.
En otros casos, las vivencias remiten a angustias infantiles desestructurantes en las que la
integridad física, psíquica o emocional del sujeto se siente amenazada y/o surgen
ansiedades persecutorias, en las que de nuevo la supervivencia se siente amenazada. En la
familia se ha sobrevalorado la necesidad de poner todas las fuerzas en la supervivencia
física, se ha transmitido un sentimiento de precariedad, por lo que es necesario asegurar
bienes primarios y concretos, a cualquier precio y sobre todo a pesar de las necesidades
más emocionales o sociales. En cualquier caso, en todas las situaciones hay un esfuerzo
asociado a cómo afrontarlas y/o superarlas: Tenía que salir de la ciudad, costase lo que
costase, no lo soportaba; la sensación que me producía quedarme aquí era de muerte, de
asfixia en todos los sentidos. Para mí, el esfuerzo está ligado a la resistencia. Si se trata de
un contexto de trabajo o de formación, un contexto de supervivencia material, puedo
soportar lo indecible, bebo. No me juego las habichuelas. Si no está en juego la
supervivencia, no lo soporto.

Este esfuerzo se hace de forma autónoma: La conservación E4 es la más


contradependiente y no es ni melodramática ni descaradamente competitiva. A través del
esfuerzo, el sujeto logra una gratificación narcisista, aunque mediante esta acción no se
persigue tanto el bienestar o las metas propuestas como dotar a la persona de una
identidad idealizada. En este aspecto narcisista, el E4 conservación necesita verse a sí
mismo y ser visto como un buen padre, amigo. persona comprometida.
Mi amiga estuvo enferma mucho tiempo y preferí ir a verla y estar con ella que dejarla. Me
sentí cómoda, reconocida por mi familia.

El cuidado y la dedicación a los demás compensan la baja autoestima. A través del esfuerzo
intenta aplacar al superyó y aliviar la culpa del deseo hostil de dañar a los cuidadores
originales. Este deseo hostil tiene sus raíces en las continuas frustraciones por parte de los
padres a las iniciativas del sujeto, la continua demanda de lealtad y devoción a través del
sufrimiento por parte de los padres, el continuo fracaso en producir una correspondencia
agradable con los cuidadores.

Que no quede para mí, que ya me esfuerzo bastante. Me descubro en el estribillo de una
canción: "Que la muerte reseca no me encuentre vacío y solo sin haber hecho bastante"

Por otro lado, ese deseo hostil que forma parte de la severa conciencia crítica de la
conservación E4 traduce este subtipo en exigencia; sin embargo, a través de esta exigencia
la conservación E4, en lugar de exigir al otro, se exige a sí misma:

Para mí, el esfuerzo a veces es sentir que resuelvo cosas que de otra manera no se harían
bien; por ejemplo, en el; cuido a mi hijo, si me descuido hago de todo Además, hay
conductas en las que el esfuerzo se entiende como motivación intrapsíquica, en la que el
otro actúa como mero instrumento.

Hay condiciones en las que la conducta está dirigida a que el otro establezca un
determinado tipo de relación con el sujeto de tal manera que, a partir de las ansiedades y
deseos que tiene frente al otro, se pongan en marcha determinadas conductas destinadas a
provocar un determinado efecto, de manera que no nos agredas, no nos abandones y
danos tu amor.
Berliner señala en un estudio sobre la génesis del masoquismo en términos intersubjetivos
cómo la hostilidad y el maltrato parental determinan que el sujeto, atemorizado por la
agresividad, busque el sufrimiento como forma de inducir culpa y amor hacia los padres a
los que teme.

Menaker destaca que la actitud hostil parental está interiorizada y que el sujeto que se
maltrata sometiéndose y rebajándose ante el otro está actuando defensivamente ante la
persecución, que el sujeto atemorizado busca aplacar a su oponente mediante la técnica
inconsciente de demostrarle que no es alguien con quien se pueda rivalizar. Así, la
conservación E4 se empequeñece, se critica, se coloca en una posición subordinada, cede
sus derechos al otro, se muestra incapaz, ignorante, adopta actitudes e identidades que le
perjudican y le hacen sufrir, lo que conlleva una doble ganancia. En primer lugar, porque
este sufrimiento es menor que la angustia persecutoria. Así, en el trabajo y a veces en las
relaciones, la conservación E4 realiza esfuerzos excesivos, llegando al límite del
agotamiento, debido al terror que le inspira la autoridad que atribuye a sus superiores:

He trabajado en muchas ocasiones con fiebre, o después de un cólico renal, o los fines de
semana sin cobrar a pesar de trabajar en una institución pública. Del mismo modo, he
cuidado de él durante la enfermedad de mi padre, yendo muchos días del hospital a trabajar

En segundo lugar, pretende obtener una sensación de seguridad, que contrarreste las
ansiedades fóbicas o paranoicas. Al rebajarse, el sujeto mantiene idealizados los objetos,
creando así dioses ante los que se humilla. Con ello, además, consigue mantener reprimida
su propia agresividad contra el objeto debido al comportamiento hostil
El esfuerzo también se enfoca como un instrumento para conseguir el amor y el
reconocimiento del otro, aquí el comportamiento no trata de evitar el ataque, sino que es
una forma de autoagresión, una forma de soborno para que no nos abandonen: "Soy bueno,
trabajo duro, merezco ser amado. Voy a sacar 9 y 10 para que me miren".

Otras veces, a través del sufrimiento y del esfuerzo, se mantiene un vínculo con la madre o
el padre, que hicieron del niño o del adolescente el confidente de su sufrimiento, de tal
forma que el niño experimenta un placer infinito de encontrarse en la intimidad, siendo
alguien privilegiado que recibe confidencias.

A medida que crecía, mi madre me involucraba cada vez más en sus problemas de pareja.
Me sentía obligado a acompañar a mi madre para que pudiera llorar y desahogarse
conmigo. Así, además, me sentía con un espacio dentro de la familia, que era como ella me
veía.

A través del esfuerzo, la conservación E4 también encubre su sadismo, se sacrifica para


que el otro se sienta defectuoso, para que se sienta culpable.

Yo también me ocupo de todo en casa, si no lo hago yo, las cosas no se hacen bien. Si
vengo al trabajo enferma, no tienes excusa para no venir.
Esta condición tiene características particulares en las relaciones amorosas. Por último,
teniendo en cuenta lo anterior y sin ánimo de simplificar, nos gustaría mencionar la reseña
de Tarachow sobre la conservación del E4: "El masoquismo es la técnica de alguien que no
puede ser directo>>
2: LA NECESIDAD NEURÓTICA CARACTERÍSTICA. TENACIDAD

Por Estrella Revenga

La necesidad neurótica del subtipo de conservación E4 es la tenacidad, a través de la cual


busca el reconocimiento, el afecto, el ser único y ser indispensable y especial para el otro.
Esta necesidad tiene su origen, por un lado, en la carencia temprana de una de las figuras
de apego, generalmente la madre, que no dio suficiente apoyo al niño, en un fracaso en la
actitud de la madre para constituirse como figura de apego, debido a circunstancias como
enfermedad, depresión, conflictos parentales, necesidades neuróticas propias, rasgos de
carácter patógenos, situaciones de angustia, exigencias superyoicas, y por otro lado, debido
a un fracaso en la narcisización primaria que no fue compensado. En la mayoría de los
eneatipos de conservación E4 consultados, también falló la mirada de reconocimiento del
padre.

Como consecuencia, busca neuróticamente la mirada, el reconocimiento, el apoyo, la


satisfacción, la cercanía y su bienestar y utiliza el esfuerzo y la tenacidad para ello, como la
ilusión de ser la persona que sabe esforzarse, que sabe sostener, incluso el propio
sufrimiento. El esfuerzo nos ayuda a destacar, a salir, a ser vistos como únicos. El esfuerzo
siempre mediará a la hora de mostrar y demostrar repetidamente nuestra validez a los ojos
de los demás. Nos esforzaremos como deber, obligación y/o regalo, para evitar el malestar,
para complacer el deseo y los mandatos del super-yo con los que nos identificamos o
interiorizamos, creando así un círculo vicioso y viciado.

Mi madre era una persona muy religiosa, nos contaba vidas de santos, de mártires. En
aquella época yo anhelaba ser santo y, si mártir, aún mejor, mi madre estaría muy orgullosa
de mí. El concepto de santidad que se me ocurrió tenía mucho que ver con el dolor, con el
sufrimiento en silencio por amor a Dios. Y ahí me situé. Cuando tenía siete años me ponía
piedrecitas en los zapatos y corría kilómetros. Cuanto más dolor, más puntos para la
santidad. Después, en el internado, más de lo mismo con las monjas (y mi campo ya estaba
cultivado), el uso del cilicio, por las noches en mi camarilla, rezar de rodillas con los brazos
extendidos. Sin que nadie lo supiera. Esfuerzo, sacrificio, reconocimiento de Dios; un dios
minúsculo que tomaba nota de mis ofrendas (cuanto más caras mejor). Un dios del que mi
madre nos hablaba y con el que nos amenazaba.

Esta dinámica se generaliza y se exporta a la construcción y mantenimiento de otros


vínculos, siempre con el esfuerzo como medio para hacerse merecedor del reconocimiento
de los demás. En el fondo, obviamente, la conservación del E4 parte de un pobre
autoconcepto o autoestima que tiene la creencia de que la mirada del binomio esfuerzo le
da sentido, validez, derecho de pertenencia y, en el extremo, merece su propia existencia.

La conservación E4 configura la tenacidad como un modus vi vendi, una forma de


resistencia útil para conseguir lo que considera importante para su supervivencia, pero
también para perseguir una imagen ideal y obtener ese reconocimiento que anhela.
La tenacidad se nutre de la fortaleza de la persona, cualidad que a su vez se basa en la
capacidad de resistir, de aguantar, de acallar las emociones en nombre de la necesidad de
no rendirse.
Este aspecto se activa en cualquier situación de la vida, ya sea dirigida hacia uno mismo
(consecución de objetivos profesionales, trabajo, estudio) o dirigida hacia el exterior en
busca del apoyo de los seres queridos

E4 conservación es capaz de asumir la responsabilidad económica de que a sus hijos y a


su familia no les falte de nada, de privarse de lo que necesita para dejar espacio a las
necesidades de los demás, ni material ni emocional ni interiormente.

Si a esto añadimos que es un personaje oral de gran voracidad, veremos que no le bastará
el reconocimiento de una persona, que irá buscando el reconocimiento de todos, el cariño
de todos, que todos le vean como alguien especial. Como esto es imposible, la persona se
siente frustrada e insatisfecha.

Hay que tener en cuenta que, aunque la conservación E4 consiga el reconocimiento de


algunas personas -que a veces lo consigue-, no lo deja entrar; esto no le sirve debido al
papel que juega su superyó, hipercrítico y descalificador de los elogios y reconocimientos
que recibe de los demás. Como consecuencia de lo anterior, nada sirve y deja a la persona
frustrada, sin el ansiado reconocimiento.

Esto supone para la persona la imposibilidad de consolidar una visión interna propia en la
que pueda reconocer sus propios logros. Como consecuencia de ello, se repite una y otra
vez el círculo vicioso de su anhelado reconocimiento que persigue durante toda su vida. El
resultado de todo es la frustración. El deseo no se satisface, no obtiene el reconocimiento
fantaseado, porque no podría conseguirlo en ningún caso: para lograr algo parecido al
contacto amoroso, ofrece entonces una tarea cumplida a alguien que, debido a sus propias
dificultades, no ha podido o no ha querido vincularse amorosamente al principio de la
existencia.

El propio esfuerzo y la frustración resultante empujan a la conservación E4 a seguir


intentándolo una y otra vez, en una espiral neurótica que sólo se rompe cuando puede
hacerse consciente y poner en duda su necesidad, eficacia o razón de ser. Una actitud que
puede tener consecuencias no sólo afectivas, sino físicas.

Por otro lado, la envidia genera susceptibilidad, por lo que la conservación E4 se siente
frecuentemente discriminada cuando la autoridad o el objeto externo valioso reconoce a
otras personas, y está permanentemente controlando a la autoridad para ver qué da a los
demás y qué no. le da a él/ella. Como consecuencia de esto, la persona no está relajada y
tranquila, su mirada está siempre atenta a quién mira, a quién da afecto: le gustaría que
fuera sólo para él/ella. Todo esto le va a ocasionar problemas en las relaciones, ya que se
queda enfadado, casi siempre inconscientemente, con la persona que tiene el poder, y
posteriormente esta hostilidad negada la va a proyectar sobre la figura de autoridad, o sobre
el igual, o la puede desplazar sobre otras personas, por lo que pensará que los demás "me
quieren mal", o "están contra mí", desencadenando un sentimiento de persecución por la
figura externa.
Hay un denominador común en todos los E4 de conservación consultados, y es que donde
más se esfuerzan es en el estudio y en el trabajo. Por conseguir el ansiado reconocimiento
son capaces de hacer sacrificios insospechados que luego les cuestan muy caros, que
pueden poner en peligro su salud, o dañarles físicamente de forma irreversible. No hay
medida en el esfuerzo por conseguir el reconocimiento y el afecto del otro. Por supuesto,
como vimos en el capítulo anterior, evitar el sentimiento de envidia está implícito en el
esfuerzo. Por ejemplo, una persona que, cuando tuvo que impartir un taller sobre un
determinado tema, estudió previamente toda la bibliografía sobre ese tema, evitó
específicamente el "sentimiento de desconocimiento" y la envidia en relación con otros
profesionales. Es decir, compensaba, por un lado, el sentimiento subjetivo de carencia
frente a sí mismo y, por otro, mantenía una idea subjetiva sobre si con ese esfuerzo sabía
más que los demás.

La loca idea persiste: "<si me esfuerzo, conseguiré el afecto y el reconocimiento del otro ser
como único">.

En algunas de nuestras autobiografías observamos cómo la conservación está ligada a


experiencias tempranas cercanas a la muerte, cuando las necesidades básicas, tanto
físicas como de contacto emocional positivo, han estado en juego y no han sido satisfechas.

La necesidad neurótica está impregnada de esfuerzo, y el esfuerzo es el instinto de


conservación. Porque también en el amor se hace un tremendo esfuerzo por sobrevivir.

Las primeras ideas locas que surgen como consecuencia de lo anterior son: "no hay para
mí", "<puedo solo, tengo que hacerlo solo>", impregnadas de angustia. Esfuerzo para
sobrevivir, necesidad de no sentir. El motor es el esfuerzo, no parar de no sentir. "Cueste lo
que cueste salgo, sin necesidad". Esta necesidad neurótica se constituye de diferentes
maneras, y en diferentes circunstancias:

La decepción del deseo materno. Vemos con frecuencia casos de nacimiento de una hija en
lugar de un hijo, o al revés. Hijas no deseadas que más tarde fueron comparadas con
hermanas o hermanos nacidos en situaciones mucho más positivas para la madre.
Madres inexpertas, jóvenes y padres que tienen que esforzarse mucho para salir adelante.
Madres en constante tarea, siempre trabajando. Nuestro pensamiento loco por comparación
era: "No estoy a la altura de mi madre".
Anorexia en la adolescencia. En el esfuerzo propio hay una parte de identificación con la
actitud del esfuerzo materno: "Con mi esfuerzo siento que pertenezco, sin esfuerzo, no".
Primera hija, nieta, sobrina, que ha tenido reconocimiento y luego va lo ha perdido. El deseo
de volver a tener lo que se tenía
Mediar entre los padres para cuidar y/o conseguir los deseos de la madre. Siempre falta
algo, siempre algún reproche, las buenas notas, los sacrificios, las renuncias, los actos de
bondad no son suficientemente reconocidos..
Camino que se nos ocurre buscar la mirada o el reconocimiento, que se acerquen, que me
miren, me sientan por dentro, pero nunca son suficientes. Buscamos amor y damos
resultados de nota; el camino por el que buscamos es erróneo, y el reconocimiento, como
mucho, puntual.
Opiniones o creencias inadecuadas sobre la educación o la relación madre-hijo. "No le cojo
porque se acostumbra"; "no le alabo las notas para que no sea creyente".

Vemos muchos casos de niñas muy lloronas que son criadas lejos por familiares que no son
sus padres, escolarizadas a edades tempranas, comparadas con hermanos y denigradas
con respecto a ellos, incluso ocupando posiciones opuestas madre-hija. Junto a todo esto,
vemos muchos miedos relacionados con lo psicobiológico, algo parecido al recuerdo del
trauma, miedo a dormir solas, miedo a la oscuridad, etc.

En cuanto a la relación con los iguales, los hermanos, vemos en nuestras respectivas
autobiografías envidia en muchos casos de los hermanos predilectos, cuidados,
considerados válidos o buenos. Cólera y resentimiento latente contra ellos que se hace más
o menos explícito, directa o indirectamente. Agresividad expresada o contenida, presente en
la relación con ellos.

En muchas ocasiones, posterior sentimiento de culpa y frustración, más rechazo, más


distanciamiento del castigo de los padres. Sensación de ser malo, y vuelta a empezar en el
círculo vicioso esfuerzo-reconocimiento.

La película Alas de mariposa, de Juanma Bajo Ulloa, es un buen ejemplo de lo anterior

3 ESTRATEGIA INTERPERSONAL E IDEAS IRRACIONALES ASOCIADAS

POR ESTRELLA REVENGA Y ÁGUEDA SEGADO

Dentro de las estrategias interpersonales, las hay más cercanas a la conciencia y otras
totalmente inconscientes, como los mecanismos de defensa que vamos a mencionar en
este capítulo, ya que inciden, no sólo en la estructuración del psiquismo y en la dinámica
interna de la persona, sino también en relación con el otro.

Las estrategias interpersonales de este subtipo van a estar muy influenciadas por rasgos
como el victimismo, el sadomasoquismo, la persecución y la sumisión. Cuando hablamos
aquí de sumisión, no nos estamos refiriendo a la sumisión absoluta de una persona al
deseo de otra, sino más bien a una amplia gama de fenómenos que experimentamos frente
al otro, a la inhibición a la hora de expresarnos, a la mirada atenta de la persona frente al
otro, donde la escudriña para complacerla y no enfadarla. Hablamos de sumisión al otro por
miedo a su respuesta emocional, a que nos castigue con la pérdida de su amor.
(Bleichmar). 1. Bleichmar, H., Revista Aperturas Psicoanalíticas, nº 28

El victimismo, el sadismo, el masoquismo, la persecución y la sumisión deben verse en un


doble aspecto. Por un lado, relacionalmente, que era como se estructuraba. Por otro lado,
como consecuencia de esta estructuración en la dinámica interna de la persona. Estas
actitudes y dinámicas se apoyan en una interpretación de la realidad interna y externa que
en este modelo se define como una falsa carencia, la fijación de E4. En la conservación del
E4, la falsa carencia se expresa a través de la desvalorización de lo que hace, de sus
acciones y de su comportamiento. Siempre mira lo que le falta para comprometerse más,
para ver cómo podría hacerlo mejor, y al mismo tiempo siente una especie de satisfacción
por el esfuerzo que pone en lo que hace, por la capacidad de saber sostener los sacrificios.
El foco está en la observación fija de lo que falta, de lo que no es suficiente. mente bien
hecha, del poco valor que tiene lo que piensa, siente y hace. Detrás hay una idealización de
sí mismo como persona que sabe soportar esta carencia, que la asume como condición de
su vida. Se "conforma" con ser un mártir que sufre en silencio, con la convicción de que su
dolor es el mayor y que sabe sufrir sin caer en quejas, lamentos o lágrimas, que son
expresiones de poco valor para esta persona. Además, si expresara su dolor, se
desmontaría la imagen "orgullosa", de merecedor de admiración por ser tan carente y
dedicado a aliviar el dolor ajeno, que al mismo tiempo desprecia cuando se deja llevar por la
queja.

Ver lo que le falta y ver lo que siempre le falta le ayuda a poner más energía en la pasión de
tener un aguante perfecto, una persona incansable en su idea de hacer lo que hay que
hacer. De este modo también consigue ocultar y reprimir la envidia. La conservación E4 es
el contratipo, es decir, el subtipo que intenta sofocar la pasión de la envidia.

Ahora vamos a detallar las estrategias interpersonales, centrándonos también en las ideas
irracionales que se derivan del núcleo cognitivo distorsionado de la falsa carencia.

Existe una fuerte competencia, que a menudo no es completa. Disminuir el propio valor es
una forma de evitar las críticas y obtener algunos elogios sin exponerse a la competencia
directa.

Como hemos visto anteriormente, el tenaz E4 aprendió a relacionarse desde la sumisión


como estrategia, en una forma de encogerse frente al otro por temor a la persecución. Esta
forma de vincularse se estructuró en la infancia, donde el niño aprendió a someterse a uno
de sus padres por persecución; más tarde repetirá permanentemente este tipo de vínculo
con otras personas.

Consideremos el siguiente ejemplo: Una persona siente la competitividad y rivalidad de un


compañero y lo que hace estratégicamente es parecer más pequeño para calmar y aplacar
a la persona que compite con él porque vive con miedo. La persona se encoge, se retira,
deja su lugar al otro antes de competir. Por supuesto, estamos hablando de una estrategia
inconsciente. Vemos que, en relación con la competitividad, el E4 conservador tiene fobia a
la competencia, ya que teme la ruptura y la retirada del afecto. Los E4 conservadores son
personas tan temerosas y tan dependientes de la retirada del afecto que prefieren retirarse
antes que competir y quedar en segundo lugar. Las ideas irracionales asociadas son: <<Si
compito seguro que voy a perder, si me hago visible creo un problema a los demás>>.

En el ejemplo anterior, el área de competitividad de la persona era en el ámbito laboral;


Cabe preguntarse qué hace la persona en estas circunstancias dentro de su empresa. Lo
que hace este eneatipo es esforzarse por obtener buenos rendimientos. De esta manera
tienen un sentimiento de satisfacción y superioridad imaginaria sobre el otro, pero también
un sentimiento de satisfacción real, ya que se concentran y se esfuerzan en lo que tienen, lo
que hace que esté bien hecho; de esta manera, se cubre el sentimiento de envidia. "Si no
hay esfuerzo, no hay valor". "Si no me obliga, significa que no he hecho todo lo posible". "Si
me sacrifico, me verán y me valorarán".
Otra forma de no competir es no mostrar nunca sus éxitos, evitando así el sentimiento de
envidia que podrían despertar en el otro.

Esta forma de estrategia, como vimos anteriormente, fue aprendida en la infancia para
aplacar al perseguidor externo, uno de sus padres, y en la actualidad, la persona de este
subtipo sigue utilizando el mismo mecanismo de defensa, ya sea contra los demás o contra
sí mismo.

En cuanto al reconocimiento de sus límites, le resulta muy difícil reconocerlos y también


expresarlos frente a otras personas. No puede mostrarse con enfermedades o limitaciones,
es mucho sufrimiento para su narcisismo. "Si sufro soy débil, soy despreciable">.
Reconocer un límite puede ser vivido como una situación de humillación. Este eneatipo
puede mostrar sufrimiento neurótico, pero el dolor y los límites reales le ponen en una
situación de gran peligro y vulnerabilidad frente a los demás. Demuestran que necesitan y
que son dependientes.

La dependencia te pone en gran riesgo, la persona de la que dependes puede fallarte,


puede tener otras necesidades, otros intereses, y ante esto creas todo tipo de estrategias
para manejarte solo y no mostrar que necesitas. La dependencia del otro expone el punto
de máxima vulnerabilidad de la conservación E4. "Si lo hago solo y no pregunto, no voy a
correr el riesgo de que el otro no me ayude, no esté ahí para mí".

Por un lado, el esfuerzo por no pedir ayuda compensa claramente el sentimiento de


vergüenza e indignidad que surge de sentirse desprovisto y necesitado y, por otro, genera
relacionalmente la imagen de superioridad arrogante, implícitamente culpabilizadora, que
suele atribuirse a la conservación E4 y que desincentiva el ofrecimiento espontáneo de
ayuda. "Nadie puede ayudarme", "nadie puede entenderme", "si pido ayuda me verán como
inferior".

El riesgo inherente a mostrar la propia debilidad física es siempre el de perder la relación, o


mejor dicho, toda posibilidad de relación. Esforzarse por hacer lo propio se convierte a
menudo en el modo implícito de pedir ayuda, ya que la petición explícita de ayuda se vive
como peligrosa. Esta tendencia a proteger su buena imagen mediante el miedo y la
sumisión al otro puede llevarle a comportarse falsamente, como es el caso de no expresar
lo que realmente piensa en asuntos en los que debería posicionarse frente a los demás,
para no discrepar, y por miedo a lo que los demás puedan pensar de él.

Otra de sus manipulaciones es anticipar sus propias críticas para calmar a la persona que
teme que le critique. Es muy frecuente encontrar pacientes de este subtipo en consulta que
acuden con las tareas hechas para evitar que el terapeuta les dé algún feedback que no les
gustaría escuchar, ya que la imagen que tienen que dar frente al otro quedaría dañada. y
esto no lo pueden soportar. Pueden ser muy críticos con el otro, muy atrevidos y, por otro
lado, muy poco tolerantes con las críticas recibidas. Su defensa favorita es la justificación y
la crítica previa.

Existe otro tipo de manipulación relacional: situarse por debajo del otro. De esta forma,
delega en el otro su propio criterio interno de evaluación, sobre el reconocimiento de algo
que ha hecho, si ese algo está bien o mal. Veamos un ejemplo:
Yo acababa de hacer un trabajo y estaba satisfecho, pero cuando me encuentro con mi
compañero de trabajo le digo: "No sé si lo que he hecho está bien, quizás debería haber
hecho otra cosa, etc.>>. Todo esto con la intención de que la otra persona me valore y me
diga: "Pero si lo que has hecho está bien, tú también sabes mucho de este tema".

A través de este ejemplo, vemos que el eneatipo conservación necesita el elogio del otro,
pero lo hace poniéndose por debajo y dándole al otro autoridad sobre él para que le diga lo
que está bien o mal, ya sea en su trabajo en su vida o en sus decisiones. En este caso,
suele demostrar que no sabe de ciertos asuntos, cuando sí sabe. Este quedarse por debajo
genera entonces cierta incomodidad frente al otro. Es decir, son víctimas de su propia
manipulación. Vemos claramente la falsa falta de la que habla el Dr. Naranjo al referirse a la
fijación de este personaje.

En lo relacional, este eneatipo suele aguantar todo lo que se le viene encima, debido a la
dependencia que tienen del afecto del otro. Así, uno de sus mecanismos favoritos es la
racionalización del daño que siente que recibe de otras personas. No puede correr el riesgo
de mostrar que se siente dañado por la dependencia afectiva y por miedo a no ser bien
visto. Eso mostraría su cara de enfado y... ¿Qué pensarán los demás? ¿Y si el otro se
enfada y le retira el afecto? Digamos que este subtipo "<vendió su alma al diablo>" a
cambio de mantener una autoimagen idealizada de buena persona.

Este subtipo tiene miedo a dos cosas: a que no le vean como bueno y a que el otro se
enfade con él/ella y pueda retirarle el afecto. Para que esto no ocurra, es capaz de fingir,
disfrazar y ocultar sus verdaderos pensamientos y sentimientos. La dependencia afectiva
es, al mismo tiempo, lo que más puede desequilibrar.

Un paciente me contó que, en una conferencia, se había encontrado con una persona que
había sido muy significativa para él. Esta persona no se le acercó, no hablaron como había
sido habitual antes. La experiencia fue que el encuentro tan deseado no pudo tener lugar.
Este suceso le provocó un sentimiento de abandono y angustia.

Cuando se dan estas situaciones, la persona no puede razonar, la emoción puede, la


repetición de experiencias anteriores le arrastra sin poder hacer gran cosa. La experiencia
es que la vida se ha ido. Como dijo este paciente: "Siento que la vida se va por el desagüe".

La conservación del E4 depende afectivamente de la mirada y el reconocimiento del otro, en


este caso de la persona de una autoridad significativa a la que idealiza, no cuestiona y
somete para obtener el ansiado reconocimiento, que en su día se frustró. Dicho anhelo es
evidentemente inalcanzable, lo que ocurrirá una vez más es la repetición de un vínculo
donde tarde o temprano decepcionará a la figura de autoridad, tal y como ocurrió en su día
con uno de sus padres.

La persona se dirá a sí misma: "No soy lo que el otro espera de mí", la idea loca que surge
es: "Tal como soy, no merezco el afecto del otro, si me esfuerzo obtendré reconocimiento y
mérito". Todo esto, como sustituto del amor.
Es evidente que estamos condicionados a creer que lo que el otro siente frente a nosotros
-su entusiasmo, o su rechazo, su deseo de acariciarnos o la renuencia a las caricias-
atestigua sobre lo que somos, si somos dignos de ser amados o no, sin darnos cuenta de
que, en verdad, lo único que indica es lo que le sucede al otro.(Bleichmar)

Este párrafo es significativo como salida saludable para el apego y la dependencia afectiva
de la conservación del E4 hacia el otro, y muestra la lectura que hace de la falta de amor del
otro hacia sí mismo cuando no se produce el encuentro.

Como consecuencia de todo lo anterior, lo más común que encontramos en nuestro subtipo
es que, para salir de la angustia de someterse a la mirada, reconocimiento y afecto del otro,
prefieren romper sus relaciones, casi como una forma de salud mental y de mantener la
estabilidad psicofísica.

El aspecto sádico, no tan fuerte como en el E4 sexual, está presente, especialmente en las
relaciones con los padres y la pareja. Hay personas que han tenido un comportamiento
despectivo y de mal trato hacia la madre, con el consiguiente sentimiento de culpa por la
descarga agresiva, y, como consecuencia de ello, es frecuente la acción reparadora hacia la
persona dañada. Así, la persona que fue sometida acaba sometiendo a su sometedor

En relación a la pareja, se siente tan dependiente del otro que, a veces, la persona
subyugada puede manifestar sadismo hacia su pareja, especialmente si tiene algún rasgo
masoquista, y sobre todo porque entra en su área de descalificación: "Si esta persona me
quiere, no debe tener mucho valor." Podemos decir que tanto en la relación de pareja es su
necesidad de sentirse amado, pero llega un momento en que la persona de conservación
E4 está angustiada por la dependencia y por el dolor de no tener al otro como necesita, y en
muchos casos prefiere renunciar al amor.

Muchas personas de este subtipo optaron por renunciar a lo que más querían. Otra idea
loca que surge de esta situación: "<Solo, me las arreglo mejor>>.

El sadismo que siente hacia los demás no es nada comparado con el que siente hacia sí
mismo.

Un día vi una descarga de una paciente de conservación E4 en la que la parte sádica de su


personalidad la atacaba por tener rasgos y características que no valoraba, sino todo lo
contrario, despreciaba. Este aspecto sádico atacaba a la persona con verdadera alegría,
insultándola, con rabia y con placer por no ser perfecta, por tener errores, por verla con
límites.

La idea loca es: "Tengo que ser perfecto". Tiene un ideal de sí mismo tan grande que no
tolera tener defectos. Para terminar, vamos a centrarnos en tres de los mecanismos de
defensa más significativos de este eneatipo (introyección, retroflexión y proyección), no
tanto en cuanto a la estructuración o modificación que supone para el psiquismo, sino en
cuanto a su incidencia en el aspecto que vincula a la persona con el otro.

El mecanismo de introyección es un tipo de interiorización donde las relaciones objetales


que son buenas para la persona son sustituidas por una modificación interna del yo; la
introyección también conduce a la formación del superyó a través de la incorporación de
ciertos aspectos selectivos de los padres. Por lo tanto, vemos que, al igual que la
identificación, es una forma de estructurar la personalidad. Vamos a ver la introyección
como mecanismo de defensa en el vínculo. Freud trató el mecanismo de introyección en
Duelo y melancolía, obra de 1915 en la que describió la reacción del yo ante la pérdida de
un objeto (de una persona amada), real o imaginario, y también ante la pérdida de algo que
para el sujeto tiene el carácter de un ideal -por ejemplo, decepcionarse de sí mismo y
deprimirse-, o también de ideales en los que están implicados vínculos con personas.

Ante la pérdida del objeto, la persona se siente perdida y tiene una serie de reacciones. Una
de ellas es introyectar al ser amado. De este modo, las relaciones de objeto (con personas
o con ideales) son sustituidas por una modificación interna del yo en forma de introyección.
Ser amado u odiado, ahora dentro de la persona, se convierte en parte de su identidad, de
cómo la persona se ve a sí misma; piensa que la persona introyectada tiene los mismos
atributos.
Veamos el ejemplo de una paciente que sufrió sucesivas experiencias de abandono por
parte de su madre. Cuando nació, la madre tuvo que guardar reposo durante cuarenta días
y fue atendida por la abuela. Más tarde, a los tres meses de edad, la madre fue sometida a
una intervención quirúrgica y, de nuevo, fue retirada. Más tarde, en sucesivas ocasiones,
sus padres se fueron a trabajar y la dejaron sola, intensificando el sentimiento de abandono.
Esta persona, un día de sesión, comenta: "Soy tan manipuladora y agresiva como mi
madre". Y comienza a describir rasgos que percibía como propios y que también eran de su
madre. Impulsada a discriminar si tenía otros rasgos o actitudes diferentes a los de su
madre, no los encontró. La persona descubrió que había un gran vacío en su interior.

A partir de ese momento, comenzó a ser consciente de la relación de odio que mantenía
con ella por tener introyectada en su yo a una persona a la que odiaba. Así, la relación que
se establecía era de odio hacia ella misma por verse a imagen y semejanza de su madre.

En el transcurso de mi terapia me di cuenta de que cada vez que visualizaba mi imagen, el


rostro que imaginaba se superponía o contenía el de mi madre, y me resultaba imposible
separar las dos imágenes. Cada intento de separarlas, además de infructuoso, me producía
un fuerte sentimiento de angustia y culpa. Sólo después de permitirme reconocer mis
heridas y la rabia resultante, y de emprender un camino de verdadera reconciliación, me fue
posible empezar a separar mi propia imagen de la de mi madre. Francesca S

Naranjo, al igual que Freud, sostiene que el personaje con este mecanismo "...interioriza el
rechazo paterno o introyecta a un padre o madre no cariñosos, de modo que introduce en
su psiquismo una constelación de rasgos que van desde un mal concepto de sí mismo en
busca de una distinción especial, construyendo un sufrimiento crónico y una dependencia
(compensatoria) del reconocimiento externo.

Veamos un ejemplo de cómo una persona construye un sufrimiento crónico:

Una paciente tiene la experiencia de ser incapaz de llevar a cabo la tarea de impartir
formación en un grupo en el que están presentes su jefe y varias personas que también son
muy representativas para ella. Finalmente, lo hace con éxito, y cuando llega la opinión
externa favorable sobre su trabajo, ella rechaza que sea así, y descalifica este
reconocimiento externo.

Hay que preguntarse para qué o por qué esta persona rechaza lo que tanto anhela y por lo
que tanto había trabajado. Es una forma, como decía Naranjo, de mantener un sufrimiento
crónico, un sentimiento de carencia en las relaciones humanas y, en consecuencia, una
forma de perpetuar la envidia. De esta forma, la persona evita recriminaciones,
competencias y responsabilidades.

Claudio Naranjo comenta que en la envidia y en el carácter depresivo masoquista hay otro
mecanismo también fundamental: la retroflexión.

La retroflexión o vuelta contra uno mismo es un mecanismo a través del cual la persona se
hace a sí misma lo que le gustaría que le hicieran los demás. Literalmente significa
"volverse intensamente contra". Es decir, el sujeto vuelve contra sí mismo lo que le gustaría
hacer a los demás.
Claudio Naranjo continúa comentando: "El odio a sí mismo o autorrechazo está implícito en
la noción de haber introyectado un "objeto malo", la idea de retroflexión sugiere que la ira
generada como consecuencia de la frustración se dirige no sólo a la fuente externa de
frustración (y al frustrador original de la propia vida), sino a causa de la introyección en uno
mismo". En esta frase de Naranjo vemos lo que decíamos antes; es decir, que dentro de la
persona se establece una dinámica intrapsíquica en la que el yo está escindido: así, una
parte mira al sujeto con desprecio y odio, y la otra sufre ese maltrato de forma masoquista.
También el odio, como decía Naranjo, se dirige hacia la fuente externa; la agresividad El
problema es saber hacia dónde se dirige: si hacia el exterior o hacia el interior.

Cuando la agresividad se dirige hacia dentro, la persona no pregunta; pocas veces la


conservación E4 se queja, llora. Le es más fácil cultivar un resentimiento interno y exigirse
no tener deseos, quedarse en el desierto con poco, alimentándose de la pasión de sostener
estoicamente la pobre vida material y afectiva. Es una persona que vuelve contra sí misma
la ira que siente hacia los demás. En primer lugar, al llevar un objeto malo introyectado en
su interior, la persona se odia a sí misma. Es decir, se mira con odio, no le gusta y se
desprecia.

Por otro lado, cuando tiene que dirigir su ira contra otras personas que han sido fuentes
externas de frustración, no puede; la dirige contra sí mismo por miedo a la respuesta de la
otra persona, o por sentimiento de culpa; así que esta agresividad toma al propio sujeto
como objeto, lo que provoca en la persona diferentes tipos de somatizaciones y un estado
de desenergización y depresión permanente. "Todo depende de mí, no hay nada para mí".

El E4 social es el que más vuelve la rabia contra sí mismo. El E4 sexual es el subtipo que
expresa más abiertamente la rabia hacia los demás. El E4 de conservación transforma la
rabia en autoexigencia. En los tres casos, lo que se revela es la agresividad de este
carácter.

Hay un ejemplo de una persona que, por envidia y rivalidad hacia su marido -que era una
persona famosa en el espectáculo- le atacó permanentemente. En este caso, el objeto, es
decir, la persona amada, no muere, no se pierde en la realidad, sino que se pierde como
ideal dentro de la persona, y es entonces cuando se puede producir la pérdida dentro del
yo. Este mecanismo es muy importante para explicar ciertos casos de tendencias
autodestructivas, y está ligado al masoquismo secundario, entendido por Freud como un
retorno del sadismo sobre el propio sujeto.

Nuestro eneatipo de conservación de la igualdad no es tan escandaloso en su crítica y


competencia como el sexual, como acabamos de ver, pero el mecanismo de introyección es
el mismo para todos los subtipos. Cuando se pierde una relación significativa, ya sea de
pareja, de amistad, etc., la persona, para no sentir la pérdida del ser querido, introyectará un
aspecto parcial de éste con el que se identificará. Para no sentir el vacío por dicha pérdida.

La proyección. Mediante el mecanismo de la proyección, la persona rechaza cualidades,


sentimientos y deseos que no puede reconocer como propios porque los considera
negativos y los proyecta en el otro. Entonces, gracias a que se construye una determinada
representación del otro como malo, agresivo, ladrón, etc., es decir, cualidades proyectadas
en el otro, puede verse a sí mismo como una persona que no tiene esos defectos, es decir,
puede construirse la identidad de bueno, no agresivo, etc. De este modo, la proyección es
un proceso de distribución de identidades entre el sujeto y el otro.
Es posible que alguien no sólo deje ir los aspectos negativos, sino que también deje ir o no
reconozca los aspectos positivos debido a la culpa. Esto es frecuente en el tipo 4. La
proyección de los aspectos positivos de la propia persona es consecuencia de la necesidad
de preservar una imagen pobre de sí mismo.

El E4 de conservación se identifica con uno de los padres, que le persiguió. Esto significa
que, en momentos de gran exigencia y angustia, proyecta esa persecución en los demás.
Veamos este ejemplo:

Yo trabajaba en una empresa de informática y por motivos de salud no sentía la misma


fuerza y empecé a sentirme inseguro, y a pensar si podría realizar mi tarea como antes.
Todo esto me está dejando impotente, inseguro, cada vez estoy más ansioso y me alejo de
mis compañeros; Para contrarrestar el miedo y la angustia que sentía ante mi limitación
física, lo que hago es proyectar a mi perseguidor interno y empiezo a pensar que son los
demás los que me quieren echar del trabajo.

Podemos reconocer algunas ideas irracionales que sostienen esta dinámica: "Si no lo hago
perfectamente, me rechazarán, si no cumplo con todo, me despedirán".

Aquí vemos cómo el aspecto perseguidor interiorizado se proyecta y se convierte en


perseguidor externo, con la consiguiente angustia para la persona en sus relaciones con los
demás. Podría decirse que la conservación E4 se identificó con el perseguidor como el
personaje paranoico lo hizo con el agresor.

A continuación, vamos a poner otro ejemplo de una situación bastante normal para
cualquier persona, pero que nos ayuda a ver cómo reacciona nuestra conservación E4.
Podremos ver que en la misma situación aparecen varios mecanismos de defensa de
persecución, culpa, demanda, rabia transformada, proyección, sumisión:
Había invitado a unos primos a cenar a mi casa. Cuando les llamé para ver a qué hora
venían, me enteré de que se habían ido a otro sitio. Me sorprendí, porque el día anterior,
durante la comida familiar, habíamos concertado la cita; En vez de razonar y pensar que les
había pasado algo, empecé una especie de fabulación pensando que mis primos tendrían
algo contra mí (fabulación por noid). Entonces empecé a decirme a mí misma que si no
venían era porque yo había hecho algo malo y les había enfadado. Como el día anterior
habían estado juntos con otros parientes, empecé a repasar obsesivamente mi
comportamiento en aquella comida bajo la persecución de mi superyó: "aquí no has tenido
cuidado, has estado hablando más con otros primos y a lo mejor se han sentido molestos,
¡mira que eres descuidada!". La loca conclusión a la que llegué es: "Como no tuve cuidado
con ellos se enfadaron conmigo y por eso no vienen a cenar".

Decidí, por fin, llamar por teléfono para salir del infierno en el que me había metido, pero
mis primos no contestaron a la llamada. En lugar de pensar que estarían ocupados, pensé:
"Antes, mi primo me llamaba inmediatamente". En otras palabras, atribuía el retraso a su
proceso paranoico de contar historias. Decidí, por fin, llamar por teléfono para salir del
infierno en el que me había metido, pero mis primos no contestaron a la llamada. En lugar
de pensar que estarían ocupados, pensé: "Antes, mi primo me llamaba inmediatamente". Es
decir, el retraso lo atribuía a su proceso de narración paranoica.
En este ejemplo vemos cómo E4 transforma la ira en autoexigencia y reproches de
persecución interna. Y parte de la rabia que siente la persona la proyecta en los demás: los
demás se han enfadado conmigo cuando tenía motivos para enfadarme porque le habían
dejado plantado. No expresa su enfado por la angustia que siente ante la posibilidad de que
otros se enfaden. Aquí vemos la sumisión y dependencia del afecto de esta persona, en
este caso, hacia unos primos. Si expreso lo que siento, sólo seré un peso para los demás.
Si expreso mis necesidades, no serán comprendidas, son menos importantes que las de los
demás.

4 OTROS RASGOS CARACTERÍSTICOS


Y CONSIDERACIONES PSICODINÁMICAS
POR ÁGUEDA SEGADO Y ANTONELLA SABIA
En este capítulo se revisarán los rasgos específicos principales y secundarios del carácter
de conservación E4.

Autoexigencia y Perfeccionismo
Estrechamente relacionado con la tenacidad vive la autoexigencia,
una oralidad autorrevolucionaria que vierte sobre sí misma la demanda tácita, originalmente
dirigida a otra parte. Se alimenta de la tenacidad, ya que exige cada vez más, sube el listón
y lo que está
en juego exige, por otra parte, disponer de los recursos para sostener esta tarea. Pero la
autoexigencia también tiene que ir acompañada de insatisfacción y odio hacia uno mismo;
sólo así se mantiene el vacío interior y deja la puerta abierta a la confrontación
autoevaluativa, útil Para sentir que nunca es suficiente
Nada me basta Una tarea que abordo y que termino, siempre
pre me deja un punto de insatisfacción, como qué tengo que poner en
conciencia y decir: "Vale, está bien, es suficiente". lupe

Autoexigencia y perfeccionismo Estrechamente relacionada con la tenacidad vive la


autoexigencia, una oralidad autorrevolucionaria que vierte sobre sí misma la demanda
tácita, originalmente dirigida a otra parte. Se alimenta de la tenacidad, ya que exigir cada
vez más, elevar el listón y lo que está en juego requiere, por otra parte, disponer de los
recursos para sostener esta tarea. Pero la autoexigencia también tiene que ir acompañada
de insatisfacción y odio a uno mismo; sólo así se mantiene el vacío interior y deja la puerta
abierta a la confrontación autoevaluadora, útil para sentir que nunca es suficiente.
Nada me basta. Una tarea que abordo y que termino siempre me deja un punto de
insatisfacción, como si tuviera que ser consciente y decir: "Vale, está bien, es suficiente".
lupe

Aunque no es difícil confundir la búsqueda de la perfección de una conservación E4 con la


de una E1, la conservación E4 acompaña esta actitud de esfuerzo e insatisfacción: la
búsqueda de la perfección o de hacer las cosas perfectamente es la consecuencia de un
sentimiento de inferioridad y un intento de compensar la experiencia de ser insuficiente

Empatía
Gran sensibilidad y capacidad de observación que les permite captar y comprender las
características de quienes tienen delante. Buenos oyentes, empatizan fácilmente con el
sufrimiento ajeno y son capaces de contener y acompañar, ya sea porque ven partes de sí
mismos en el otro o porque, conociendo estados internos de profundo sufrimiento, han
desarrollado recursos de autoapoyo. Es un personaje capaz de callar, de soportar el vacío
del otro, de transmitir una comprensión profunda desprovista de juicio. En el sufrimiento
siente un vínculo, como suele ocurrir con sus afectos originales

Dificultad para aceptar los límites


Otro aspecto relacionado con el anterior es la dificultad para aceptar los límites internos y
externos. La codicia, que no conoce impedimentos, ni siquiera tiene en cuenta los limitados
recursos individuales y exige cada vez más esfuerzo y trabajo. La ignorancia de los propios
límites, sobre todo en cuanto a las posibilidades reales, va acompañada de una idea de
omnipotencia. La profunda capacidad de aguante, de tolerancia, sustenta la igualmente
profunda incapacidad de pedir ayuda, acción que, para ser practicada, requiere sobre todo
la conciencia de no poder hacerlo solo, pero también la humildad de sentir la necesidad. Es
incapaz de reconocer las necesidades reales, aunque sean físicas (dormir, descansar,
comer), bien porque experimenta un cierto nivel de desconexión con su propio cuerpo, bien
porque internamente evita percibir las necesidades que implican la inclusión del otro

actitud masoquista
La mala imagen de sí mismo, la falta de estima con la que se relaciona y la idea de no
merecer le llevan incluso a tolerar condiciones humillantes, especialmente en el ámbito
relacional. La sed de pertenencia, la necesidad de amor y reconocimiento son tales que
llevan al sujeto a tolerar sin límites, con la expectativa de que esta tolerancia sea
interpretada por el otro como una muestra de amor y aprecio
Refinamiento
Buen gusto, amor por lo bello y por todo lo refinado, característica compartida con los
demás subtipos y reveladora de una profunda sensibilidad. En el subtipo conservador, esta
sensibilidad está oculta y enmascarada por la rigidez corporal y la congelación emocional.

Cuidador de los demás; servicial y acogedor


El conservador E4 vive la relación con los demás, amigos y familia con un gran espíritu de
servicio y cuidado. En este enfoque encuentra satisfacción, un sentido de valía y una forma
práctica de expresar amor. Cuida de los demás tanto material como emocionalmente,
aunque a menudo se arriesga a asumir más de lo necesario.
En el servicio encuentra una identidad, un lugar que le hace valer y le permite pertenecer

Estoico, poco hedonista


La actitud de ganar méritos a través del trabajo deja poco espacio para la diversión y el
placer, dimensiones con las que este personaje no está familiarizado. El placer se siente
encontrando siempre satisfacción en el hacer, pero dirigido hacia algo (una meta) o alguien.
Es difícil ser consciente de lo que aumenta la felicidad de uno sin incluir al otro, de hecho
este personaje no tiene claro lo que le hace sentir bien. El contacto con la naturaleza, el
silencio, estar con uno mismo, escuchar música, dedicarse tiempo a uno mismo, son las
posibilidades que a veces se permite y que más se acercan a una idea de placer, así como,
por otro lado, se impide el placer del movimiento sin fin, de la espontaneidad y la libertad de
acción y de palabra

Buscador de recursos. creatividad decisiva


Es la capacidad de encontrar soluciones de forma creativa, especialmente cuando son
necesarias para cuestiones que conciernen a los demás y no a uno mismo. Concretamente,
la creatividad se expresa en la voluntad de encontrar posibilidades mediante la actitud
omnipotente de superar obstáculos, de ver caminos alternativos, de no rendirse a pesar de
las dificultades

entusiasmo irresistible
Esto es aún más evidente cuando se trata de apoyar a la otra persona para que recupere su
energía y sus ganas de vivir, para que se transforme y crea más en sí misma. Con un deseo
visceral de armonía y belleza, consigue comunicar que alcanzar un estado de integración es
posible. Esto surge de su propia necesidad, pero también de una profunda percepción de
que la curación (¡no la perfección!) es una realidad posible. Por último, sabe transmitir la
idea de que todo el mundo tiene valor, precisamente porque es una necesidad que siempre
ha sentido. Estas actitudes le convierten en un buen terapeuta, en caso de que se dedique
a esta profesión

Seco en ternura con los suyos. Dificultad para expresar ternura


Carácter afectuoso, benévolo, servicial, con gran empuje en amistades y relaciones pero
con profunda vergüenza de sus propios gestos cariñosos. Hay un impulso a retener la
ternura y las acciones relacionadas con ella, quizás porque en la infancia se relacionan con
la dependencia total, con mostrar la fragilidad de los sentimientos. Tanta dedicación hacia el
mundo exterior no encuentra correspondencia hacia el yo

Dificultad para enfrentarse; poca claridad en la expresión divergente


Dificultad para expresar claramente una posición divergente y contraria, sobre todo si la
mayoría piensa de forma diferente. Internamente, se mantiene en una posición diferente
que apenas tiene el valor de declarar, tal es el miedo a la marginación o a la confrontación

Rigidez
Es una rigidez mental que encuentra su correspondencia tanto en una rigidez física y
postural que tiene que ver con una forma unilateral de ver las cosas, autodestructiva en
favor del otro, pero también con una rigidez física y muscular, como para simular una
condición de alerta y miedo siempre presente, estando atento a lo que ocurre alrededor,
captando cada señal desde una perspectiva de control, para saber reaccionar y prevenir

guardar (por si acaso)


Capacidad de guardar y acumular tanto objetos que puedan ser útiles como experiencias.
Guardar para uno mismo, una especie de codicia, tener más para sentir que siempre se
puede contar con recursos interiores adicionales a los que recurrir

Vale la pena
De carácter valiente, no rehúye los retos, sabe soportar con paciencia y fuerza de voluntad
incluso las pruebas más duras, tanto si le afectan a él como a sus allegados.
Si la apuesta es alta, no hay lugar para reflexionar sobre si emprender o no caminos
difíciles.

Alerta constante, control


Tiende a vivir en estado de alerta con una actitud de control y con las antenas rectas para
percibir las señales a tiempo y saber actuar preventivamente

Irónico
Capaz de ser gracioso, irónico, incluso sarcástico en ocasiones, como forma de sublimar la
ira. Tiene humor de forma sutil e inteligente, la ironía sobre sus propias características,
sobre los acontecimientos pesados de la vida, como un intento de amortiguar el dolor y
acceder a una cierta ligereza.

Sentido de la justicia
Vive un profundo deseo de justicia que surge de su propia experiencia de haber sufrido
injusticias. Se esfuerza y lucha por la igualdad y cree en el valor de la solidaridad. Puede
ser muy disciplinado a la hora de seguir sus ideales.

Espiritual
Gracias a su contacto con la carencia, busca lo trascendente como forma de liberarse de su
dolorosa experiencia y del sentimiento de incompletud que la acompaña, pero también
como vehículo para dar sentido a sí mismo, a la vida y buscar el Más Allá. Esta aspiración a
la trascendencia, si no se libera del ego, corre el riesgo de ser una búsqueda estoica del
sacrificio, un ideal narcisista de santidad para redimirse de la carencia

EMOCIONALIDAD Y FANTASÍA
POR CATALINA LLADO

Publicamos el testimonio de una compañera que se reconoce en el subtipo de


conservación E4 y que, con gran conciencia, describe desde su carácter cómo vive la
fantasía y su relación con las emociones.

Si parto de la descripción que da el diccionario, fantasía viene del término griego phantazo,
que significa aparecer, y éste de phaino, brillar. Se dice que la fantasía es la "facultad de la
mente para representar cosas que no existen". En particular, para "inventar seres y
acontecimientos y crear obras literarias y artísticas, creando cosas que no tienen base real".

De mi personaje, parto de una idea de mí mismo que es también una fantasía. Esta fantasía
parte de un sentimiento, de una sensación interna de desagrado, de no valer. El personaje o
la idea de mí es la de no merecer.

En el día a día, la fantasía se despierta debido a alguna emoción o estado del ser al que no
doy efecto y creo una situación reparadora, compensatoria, que al mismo tiempo adormece
ese sentimiento. En ella, me desdoblo en personajes que puedo ver como en una pantalla
(mi
mente), experimentando sucesos que describen un comportamiento diferente de lo que me
está ocurriendo.

Creo que la mejor manera de hacerme entender es ejemplificando lo dicho anteriormente


yendo a los orígenes de la fantasía.

Empezaré por la familia. Soy la segunda de seis hermanos y heredé el apellido de mi


abuela paterna, suegra y cabeza de turco de la familia tanto por su hijo, mi padre, como por
mi madre. Esto me afectó desde el principio, ya que yo era el representante del malo de la
familia, aspecto que hizo que nunca me sintiera querido ni deseado. En mis juegos era a
menudo un niño que moría. Desde el papel, veía a mi hermana llorar por mi muerte. Cuando
mi madre me reñía o me castigaba, me iba de casa llorando y lleno de rabia y frustración;
me despedía de mis hermanos, a los que veía detrás de la ventana sufriendo por mi
marcha.

¿Qué conseguí con todo esto? Experimentar intensamente ese dolor, ese malestar, esa
incomodidad, esa sensación de inferioridad, de estorbo de ser malo de crear problemas de
ser incomprendido, de no ser querido, y empecé a articular pensamientos como "me voy de
aquí no me quieren y si voy a acabar con estas situaciones mi marcha servirá para que
vean que soy bueno y se arrepientan de tratarme así". Cuando pasaban las horas y me
cansaba de llorar y esconderme, volvía a casa como un perro apaleado. El regreso era
silencioso y trataba de pasar desapercibido. De ahí aprendí a sufrir en soledad y a elaborar
historias fantásticas del guerrero que vuelve y vuelve para empezar de nuevo con
propósitos heroicos de poder cambiar y continuar la historia luchando como Genoveva de
Brabante o Juana de Arco. Con sacrificio conseguiría el amor.

Hoy en día, en situaciones límite en las que me siento muy preocupada, decepcionada o
perdida, fantaseo con salir de la situación y, a veces, ser ese personaje de película, novela
u obra de teatro triste de mujer desesperada que se asoma a la ventana en busca de un
mundo mejor que suele estar lejos, en un lugar retirado, o romper con todo y empezar de
cero y labrarme un nuevo camino por mi cuenta, o la que asomada al balcón mientras mira
la luna en busca de alguna respuesta ve en el vacío un posible espacio de acogida. En
todos ellos, el denominador común es sacrificar lo que tengo. Incluso mi vida.

Otro de mis juegos favoritos que tiene el motor en la competición- Lo jugué con mi prima,
que disfrutaba siendo la más guapa de la familia. En nuestros juegos, ella hacía de princesa
africana y yo era el misionero que daba la vida por salvarla. Mi bondad llenaba el triste
corazón de una princesa secuestrada o representante de un pueblo muy pobre. Entregarme
o vivir para el otro, para tener un lugar en la relación en la que yo daba por sentado que ella
era feliz porque era guapa y yo sólo podía entregarme a su cuidado.

Hoy, a quienes admiro personal o profesionalmente, soy capaz de dedicarles


emocionalmente todos mis sentimientos. Al hacerlo, entro en una fantasía en la que formo
parte de una cruzada en la que ayudo al descubrimiento de ese ser maravilloso que tiene la
misión de despertar o cambiar el mundo.

No puedo dejar este relato de mi vínculo con la fantasía sin comentar que también hubo
momentos en esa relación con mi prima en los que la bondadosa se convertía en monstruo
y podía ser la bruja más malvada o la asesina que corría a la cocina en busca del cuchillo
más grande para poder matarla.

Aún hoy, ante quienes creo gozan de un beneficio -como la belleza de mi prima- la fantasía
me coloca en la sumisión, o en una batalla por lo ajeno, que no tengo ni obtendré jamás. Me
resigno y dejo de hacer lo mío porque el otro obtenga lo que sea, de antemano, ha hecho
que, en ocasiones de hartazgo, saque los cuchillos y luche a muerte con el otro. Al hacerlo,
la actitud es tan intensa que me recuerda a un acto vandálico que deja en mí la impresión
de que soy malo, y en el otro la idea de que lo que tiene no se lo ha ganado.

Sueños de mártir y heroína. Como heroína, recuerdo claramente que antes de dormirme y
durante mucho tiempo, soñaba con sacar buenas notas para complacer a mi padre, que me
prometía inscribirme en un club de natación donde un entrenador me descubriría como una
excelente nadadora y yo llegaría a las Olimpiadas y sería la gran campeona. Así, mi
esfuerzo serviría para que mi padre se sintiera orgulloso de mí, y yo sería válido y querido,
por fin. Después de esa fantasía que me daba el impulso para seguir día a día con
entusiasmo, quedó claro que ni sacaba buenas notas permanentemente ni mi padre me
inscribía en un club de natación, y empecé a fantasear con que cuando fuera mayor me
elegirían gobernador de mi ciudad y me encargaría de arreglar los problemas de los barrios
pobres. Esta fantasía sustituyó a la anterior; como no me descubrirían, me ocuparía de los
que tienen menos posibilidades. Descubrirles en su pobreza les salvaría de la situación.

Ese sentimiento de fantasía --- que me hace pensar y creer que no tengo valor --- despierta
en mí la necesidad de luchar para mejorar, y mientras lucho y trabajo, soy valioso.
¿Cómo está presente la fantasía en mi pareja?
La primera fantasía es posicionarme frente a él con la sensación de estar en deuda, que no
es feliz conmigo o que no soy la que necesita. Esta fantasía me lleva a estar sufriendo por
no ser lo suficientemente válida y por ello voy a recibir un castigo y lo busco como una
droga, y el castigo es el rechazo. En momentos de cansancio o perturbación, a menudo me
encuentro en esa trampa.

Admitiendo mi tendencia masoquista, estoy desarrollando una resistencia hecha de


escuchar cosas desagradables, o ver caras y emociones desagradables del otro y
comprenderlas, y aceptarlas.

Pasan los días y este aguante me lleva a un comportamiento en el que empiezo por hacer
preguntas que sé que me llevarán a un lugar de desacuerdo, enfado, disgusto, dolor e
incluso situaciones de ruptura. Aun sabiendo que al preguntarle, por ejemplo, cómo está
conmigo, qué le pasa, qué quiere o si me quiere, en esos momentos de desencuentro por
diversas y adversas circunstancias, provoco un enfrentamiento, aun sabiendo que eso va a
ocurrir, pues me posee el deseo de sufrir y persevero en mi actitud. Si pongo en imágenes
esa actitud, sería como si, mientras pregunto, me dirigiera al cadalso y sirviera mi cabeza al
otro para que poco a poco me la vaya cortando, creando en el otro el verdugo que me va a
decapitar.

Facilito que el otro me diga lo que sé que me va a hacer daño y permito que eso se
convierta en una crisis en la que, una vez más, me siento herido y destruido. A partir de ahí,
la fantasía es que si no sufro no siento, si no siento no vibro, si no vibro no vivo. Entonces,
sufro por haber creado la situación, y sufriendo siento el amor, siento que hay un vínculo,
roto pero un vínculo, y poco a poco voy reparando el vínculo dañado con mi buen hacer, mi
simpatía y dedicación. Y desde esta actitud pasan los días y me doy cuenta de que no ha
cambiado en nada, y es ahí donde se desata mi disgusto. Esta vez el asco transforma la
fantasía en anhelo. El anhelo de encontrar una pareja mejor; esa pareja es un hombre
respetable, importante, sabio, famoso, que me descubre y encuentra en mí el amor que
nunca tuvo. Soy la Cenicienta de la que se enamora el príncipe.

Ésta podría ser la fantasía equilibradora o compensatoria que alimenta el anhelo y me deja
la esperanza de que algún día este sacrificio que estoy haciendo ahora, en estos tiempos
difíciles, se verá recompensado.

Para amar hay que aguantar y sufrir. Sufro por no ser lo que él se merece, y sufriendo
siento el amor, que nace a borbotones. Mis sentimientos de amor me hablan de ser
espontánea y cariñosa y ese deseo de salir del papel de sufridora y disfrutar del amor me
ciega. Y entonces, en nombre de la libertad, me abalanzo sobre el otro en esos momentos
en los que me habla de retirada.... Y vuelta a empezar.

¿Cómo es mi fantasía en el terreno profesional?


El primer paso tiene que ver con vivir la competición. En esta competición, la fantasía es
crear en el otro alguien a quien las cosas le salgan bien, que sea más astuto y más dotado,
pero que no esté cualificado. Es simplemente que la vida le favorece y sabe sacar mejor
tajada, que se relaciona mejor. Sencillamente, le va mejor que a mí.

A los que admiro no les va mejor que a mí. A ellos les doy todo lo mejor que tengo, es decir,
las cualidades que poseo y muchas que no tengo pero que si me entrego a ellos adquiriré (y
llegará mi día).

En la práctica, vivo la fantasía de que soy el mejor trabajador, el que mejor cumple, entiende
y hace el trabajo. Es cierto que ser el mejor trabajador no incluye ser el más simpático o el
más sociable o el que crea las mejores relaciones entre compañeros. Lo que destaca es la
sensación de ser un incomprendido: soy el mejor, pero los demás no lo saben o no quieren
verlo o reconocerlo. Pero los jefes sí ven en mí al mejor representante de su ideología, o al
que consigue los mejores resultados, aunque nunca me lo dicen. Ante la autoridad, mi
fantasía es verme pequeño e indefenso; el otro es alguien grande y sabe más que yo. Mi
actitud es servil, pero hago saber que comprendo. Como él ve potencial en mí, me atrevo a
ponerle límites o a comentar su trabajo sin que me haya pedido opinión, pero en el trabajo
eso es necesario para mejorar. Oscilo entre el pequeño y el que, en nombre del trabajo, se
toma licencias con la autoridad para que todo vaya a mejor.

Para mantener esta fantasía, pienso en el trabajo en mi cabeza todo el día, y eso me lleva a
estudiar, pensar, trabajar. El deseo de ser el mejor es tan grande que la idea que me
gobierna es que todo en el trabajo es serio y profundo. Esto significa estar demasiadas
horas, porque nunca es suficiente y siempre hay mucho que hacer, entender, leer. Así,
todos verán lo comprometida y sacrificada que soy. Esta fantasía hace que me comporte de
forma aislada de los demás o, mejor aún, dejando siempre claro mi territorio.

Esta necesidad de marcar la diferencia con mis compañeros desata un pensamiento de "yo
trabajo y trabajo y los demás trabajan a medias", y en mi afán de destacar tengo una
solución para todo y siempre estoy dispuesto a dársela aunque no me la pidan, o
reservarme y no dársela, esperando que llegue el momento en que necesiten mi opinión,
que será la buena y entonces actuarán como si esa solución fuera la suya. Esto me hace
fantasear con que ellos son mis enemigos, mis rivales, y yo el portador de la verdad.

En situaciones de trabajadores enfrentados a la autoridad, adopto el papel de la que


defiende causas justas, la que pone límites a la autoridad o le dice la verdad, y entonces me
enfado por haber hecho el papel de la heroína que da la cara y la que se decepciona, pero
esto me da un lugar diferente donde fantaseo con ser la valiente, sincera y honesta, los
demás, mis compañeros, se sienten cómodos y complacientes.

Todo esto viene de no estar conforme con lo que tengo o con lo que hago, y mi fantasía
crea un ser bicéfalo: por un lado soy imprescindible y me sacrifico por el bien de la empresa
y soy el mejor, y por otro soy el que hace el trabajo sucio y se enfada por hacerlo, lo que me
convierte en el más tonto de todos. Estas dos actitudes se juntan y me agobian tanto que la
idea de trabajar a menudo me cansa más que el trabajo. La carga que produzco es más
abrumadora que el propio trabajo.
En común con los otros apartados está el que habita en mí el sentimiento de no estar
contento con lo que soy, y esta insatisfacción desata mi fantasía en la que soy diferente,
lucho a través del esfuerzo en el trabajo para ser el mejor puesto que peor me siento, y en
mi esfuerzo el sentido del deber me lleva a no tener nunca suficiente información ni los
deberes hechos y necesito seguir y seguir trabajando. Al hacerlo, me aíslo, y en el
aislamiento el otro se convierte a veces en ese ser al que no he cuidado, y entonces el
corazón se llena de culpa y arrepentimiento. Es entonces cuando surge el deseo de
ayudarle y le resuelvo el problema que tiene o le sugiero cómo solucionar algo que sé que
no le está resultando fácil. O, justo al contrario, el otro no está trabajando igual que yo, y
entonces se convierte en el enemigo a traicionar y vencer.

La heroína es la que puede estar sola y, por supuesto, nunca necesita la ayuda del otro ni
quiere favores. Veo los favores como un signo de dependencia. Yo ni pido favores ni
necesito la ayuda de los demás, y por eso fantaseo con que soy independiente. En mi
fantasía no es posible pensar que lo que hago lo hago por lo que siento al compararme con
los demás y por lo mucho que dependo de ellos. En mi dependencia no tengo vínculo
afectivo dentro del campo laboral, y sufro al ver como otros lo tienen. Dependo de la
grandeza de lo que admiro, por esa figura si me mueve el afecto. Mi fantasía me lleva a
depender de lo que creo que esa autoridad quiere y necesita. Exijo que reconozcan mi gran
esfuerzo. Tanto a mis compañeros como a la autoridad. Cuando lo recibo, me parece que
me dan una propina y no la oigo.

conclusión

Puedo hablar de mi fantasía ya que en el trabajo del Programa SAT he aprendido a ser
consciente de cómo está presente en mi carácter y, a partir de ahí, en mis quehaceres y
relaciones diarias.

Ahora, cuando ésta aparece, no soy sólo la actriz de mis fantasías o la directora que
planifica la futura película de mi vida, sino la crítica. Y desde la crítica comienza el proceso
de objetivarme y esto me ayuda a poder desprenderme de la ficción y volver a mirar la
realidad desde un lugar más presente.

La fantasía es, hasta donde yo he entendido, una ficción en la que yo soy alguien que ha
creado una identidad fantástica con la que vivo como si fuera la realidad.

Soy un ser que tiene una identidad. que sabe en algún lugar que esa identidad es falsa y
soy yo quien aún no sabe quién soy.

El corazón da sentido a mi vida, a mi pareja, a querer dar lo mejor de mí en todos los


ámbitos y aportar lo que tengo que dar en el trabajo.

Siendo este ser que sabe que es desconocido, reconozco que los sueños que persigo y
marcan mi camino son dictados por mi corazón.

La emoción no es mi identidad, la emoción me abre a la experiencia desde el corazón, me


abre el camino pero no es el camino ni es el yo. Me ayuda a abrirme, a ser quien soy desde
el corazón.
Nota

Han pasado quince años desde que escribí este capítulo. Releerlo ha sido recordar la época
vivida con ese marco y estructura neuróticos. Mis palabras revelan pensamientos,
emociones, situaciones, alegrías y miedos, bien deletreados de aquella época. Me satisface
la sinceridad del relato. El deseo de buscar la verdad sigue siendo una antorcha que me
guía del mismo modo que sigue iluminando un aspecto neurótico de agotadora exigencia.
Mi llama está hecha de un sentimiento de compromiso, dolor, entrega, placer, miedo, rabia,
realidad y fantasía con un deseo de reconocimiento ahogado en modestia. Algunos de los
rasgos neuróticos que describo en el capítulo se han convertido en una buena herramienta
de trabajo. Aprende a estudiar por placer y no sólo por obligación, sustenta el caos de la
búsqueda en las propuestas y deja de atormentarte tanto por no conocer el final. Profundiza
todo lo que puedas, combinando dureza y rigor sin miedo a acompañarlo de dulzura. Otros,
como la competencia, siguen haciéndome creer que "no hay nadie como yo", porque es
auténtico, aunque ya empiezo a oír al bufón interno reírse de que sigo por ahí, confundiendo
singularidad con unicidad. Hoy, sabiéndome y sintiéndome querido, los juegos del "todavía
no me quieres todo lo que necesito" que conlleva el sentimiento de frustración e inferioridad
están menos presentes en el amor de pareja. Sí cobran más relevancia en el ámbito laboral
y social, donde aún tengo trabajo. No pretendo ser Genoveva de Brabante, pero sí una
luchadora por la revolución que esperamos en el ámbito laboral y una rebelde con causa
social. No me he convertido en gobernadora de la ciudad para ayudar a los pobres, pero
vivo rodeada de setenta culturas diferentes y trabajo para que el teatro sea un
entretenimiento para todos. Cada vez estoy más contento y agradecido de haber tenido el
privilegio de formar parte del equipo de Claudio y de reconocer en él a un sabio de su
tiempo y a un profeta para la humanidad.

6
INFANCIA
POR EMILIA CÓRCOLES

En esta sección describiremos la infancia de la conservación de E4. Citaremos a diferentes


autores y analizaremos la forma en que sus aportaciones nos ayudan a comprender la
dinámica tanto interna como relacional de la conservación de E4

Allen Schore' afirma "A medida que la experiencia de una buena sintonía en la infancia
establece en el sistema nervioso las conexiones de la confianza corporal básica,
construyendo patrones neurobiológicos de gestión del estrés, el bebé introyecta el cuidado
en sintonía como una capacidad para regularse y calmarse. Por ejemplo, sus niveles de
cortisol y el equilibrio entre los sistemas nerviosos simpático y parasimpático reflejan su
capacidad para modular su energía y recuperarse de la adversidad.

Para J. Bolwlby: "El Modelo Operativo Interno es una representación mental de uno mismo y
de las relaciones con los demás que sirve al niño para organizar y garantizar la
permanencia controlada de las conductas de apego e interacción.
G. Tonella³ dice: "El desarrollo de sí mismo se originará a través del vínculo de apego y la
interacción temprana con la madre, una interacción adecuada permitirá la continuidad entre
las experiencias energéticas, sensoriales, motoras, emocionales y representativas.

>>La interacción con la madre calmará y dará sentido a las experiencias del bebé. Si en
esta primera interacción el bebé no se siente reconocido en su existencia, no podrá
reconocerse a sí mismo y buscará este reconocimiento en los demás. Cuando estos
vínculos de apego no ejercen su función organizadora y reguladora, el niño experimenta
angustia"

En el mismo artículo, Tonella cita a Wolf, Emde, Anders, Sanders y Stern: "El yo no se
construye sin vínculos y estos vínculos son obra de cada uno de los padres, de su apego
mutuo y de su interactividad"

También en ese artículo, Tonella menciona a Ainsworth (1978), Main y Salomón (1988), que
demuestran que el niño se protege a sí mismo, adaptando otro tipo de estrategias de apego.

Estas formas de apego inseguro establecen diferentes patrones relacionales:


ansioso-evitativo y ansioso-ambivalente, que son los más frecuentes en niños y
adolescentes de conservación E4.

Ansioso-evitativo: Los niños con este estilo de apego muestran una aparente falta de interés
y desapego hacia sus cuidadores durante los períodos de angustia. Tienen poca confianza
en que se les ayudará, presentan inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y
prefieren mantener las distancias con los demás.

Ansioso-ambivalente: los niños ambivalentes son aquellos que buscan la proximidad de la


figura primaria y al mismo tiempo se resisten a ser tranquilizados por ella, mostrando
agresividad hacia la figura de apego. Responden a la separación con intensa ansiedad y
mezclan la conducta de apego con expresiones de protesta, enfado y resistencia. Estos
niños sienten inseguridad en sus relaciones, miedo al abandono y rechazo de los objetos
significativos, así como hostilidad. Este tipo de experiencias crean vulnerabilidad a la
depresión.

Para Anzieu, el contacto con la madre, su apoyo, sus gestos y sus sonidos permitirán crear
una envoltura sonora y gestual que contenga y calme las sensaciones, emociones e
impulsos del bebé hasta que el yo en su crecimiento pueda asumir esa función envolvente.
A este yo lo llamará yo-piel. Si el contacto de la madre ha sido experimentado como
adecuado, el niño desarrollará su propia capacidad de contención y regulación. Si no es así,
el bebé sufrirá angustia por no poder calmarse.

En la conservación E4, es frecuente que la madre no haya establecido un vínculo afectivo,


ni haya estado en sintonía con los ritmos, intenciones, deseos y necesidades físicas,
sensoriales y emocionales del niño.

Una paciente dijo


Me vienen imágenes de estar sola en la cuna, con la presencia y los cuidados de mi
hermana mayor. Para mí, mi hermana mayor ha sido una hermana que ha hecho de madre,
tengo recuerdos de mucha presencia y mucho amor por su parte, compensando la ausencia
de mi madre. Siempre recuerdo la presencia de mi madre agitada y angustiada. Es una
mujer que tiene mucha energía y una gran carga de ansiedad y tensión.

Uno de mis primeros recuerdos es estar acunada en los brazos de mi madre, pero ¿cómo
es posible que yo tenga este recuerdo? Soy tan pequeño, pero sé que mi cabecita está
apoyada en su brazo derecho y mis pies en su brazo izquierdo, ella está de pie junto a la
cortina que cierra un armario muy pequeño, mi sensación no es de comodidad, sino que
siento miedo, angustia, ella está nerviosa y tiene prisa, siento su impaciencia.

Con el tiempo he podido construir que la canción que me cantaba era para rendirme al coco
que sentía como una presencia dentro del armario, no me parece posible que esta
sensación se remonte a una niña de unos tres meses. Pero ese es el recuerdo y nunca le
he cantado esa canción a mi hijo. STEFANIA GIANNINI

Los tres subtipos del rasgo E4 se gestan en la etapa oral de la vida, que abarca desde
finales del tercer mes hasta aproximadamente el decimoctavo mes de edad.

Según Juan José Albert: "Durante esta etapa, la zona que se hace más perceptible para el
niño es la boca, con todas las funciones relacionadas con la succión, el movimiento de la
mandíbula y la deglución.

>>El niño adquiere el sentido de sí mismo a través de las percepciones motoras y


sensoriales orales, de tal manera que sus experiencias vitales y sociales durante esta fase
quedan ancladas somáticamente en los músculos de los segmentos corporales: ocular, oral
y cervical.

>>Si el bebé encuentra un vacío al nacer, porque las diferentes interacciones (contactos,
cuidados, juegos) son sin afecto y sin placer, se formará en él la herida oral, que es una
herida de privación, que reducirá en el bebé la intensidad del impulso vital, el impulso de
chupar, chupar, morder. Lo que hace el bebé es "tragar"".

Algunos sujetos E4 conservación revelará experiencias negativas y la intoxicación en la


lactancia.

Hemos observado que en la infancia de las personas E4 conservación hay factores


etiológicos comunes:

- Privación fisiológica y emocional a una edad temprana, que puede deberse a la pérdida de
la madre por muerte, enfermedad, depresión, abandono o ausencia temporal, por ejemplo,
si está ocupada cuidando a un familiar enfermo, o tiene muchos hijos o porque es madre
soltera, o tiene que ayudar a su marido o como en una minoría de casos, en los que el niño
es abandonado en instituciones.
- Comunicación afectiva materna alterada. No hay respuesta, o es inadecuada a lo que el
bebé necesita, bien porque se crea distancia física en el contacto físico o verbal, bien
porque se le recrimina verbal y a veces físicamente

En el desarrollo del carácter de conservación E4 en la infancia hay dos heridas: una, en el


núcleo representacional que tocaría la herida narcisista en la "idea de sí mismo" ("soy poca
cosa", "no me lo merezco", "no soy como los demás"), hay una representación devaluada
de sí mismo a nivel consciente, aunque, tras años de terapia, observamos que a un nivel
más inconsciente se construye y activa otra representación valorada de sí mismo que le
hace darse una imagen de grandiosidad ("soy el mejor, me lo merezco todo"), y también en
la "Idea de los Otros" (que quedan como grandiosos o perseguidores). Así, se gesta la idea
persecutoria de que le van a dar mal de comer, fijándose la desconfianza hacia el alimento
ofrecido por el otro (ya se refiera a la comida o al afecto) y la ira hacia la fuente externa de
nutrición.

En el caso más general, cuando la madre permanece al lado del niño pero deja de
atenderle, cuidarle y darle un entorno seguro, el niño introyecta la figura hostil, dando lugar
a su mala imagen interna y a la vivencia de carencia y añoranza de la madre buena La
madre queda como grande e idealizada y el niño se siente muy pequeño y desvalido. Esta
forma de ver a los demás como superiores se va a repetir en sus relaciones a lo largo de su
vida.

La otra herida, en el núcleo emocional, provoca rabia hacia sí mismo y hacia el mundo por
no sentirse reconocido en sus necesidades básicas. Son niños que no hacen nada
agradable por sí mismos; por fuera están contentos y por dentro están saboteados por la
rabia que sienten al experimentar que no se les da de comer.

Hemos comprobado con algunas personas E4 conservación en consulta, que se vinculan


con la madre en la infancia y en la vida adulta de forma fusional (dependiente), vivenciando
la separación física y emocional con gran angustia, aunque la interacción sea fría, carente
de contacto físico y afectivo.

Suzy Stroke vino a mi SAT 2 y me preguntó por qué no trabajaba molestando a mi mamá; le
dije que no lo sentía, porque mi mamá era las tres B: (Bella, Buena y Buena) Bella, Buena y
Buena, y Susy entonces me preguntó: "¿Qué hacía tu mamá cuando estabas enferma de
niña?". Me iluminé y dije: "Mi mamá, cuando estaba enferma, me daba su foto, era hermosa
y yo la miraba y la tenía conmigo". Susy insistió: "¿Por qué, tu madre no estaba allí?
¿Funciona?". En ese momento se me abrió un mundo; no, mi madre no trabajaba, no sé
dónde estaba, o más bien estaba en casa pero nunca estaba conmigo, no sentía su
presencia, pero necesitaba conservar esa foto, la miraba y la idealizaba. También sentía un
sentimiento de melancolía o nostalgia, como cuando quieres a alguien que no está.
Entonces soñé que ella miraba la foto. STEFANIA GIANNINI

Otros no eran deseados, bien porque la madre esperaba un hijo del otro sexo, bien porque
eran muchos los niños que tenía que atender. En esta etapa, las relaciones con sus padres
estaban marcadas por la rabia no expresada (soportada), la lucha, el esfuerzo, la exigencia
y el deseo de ser vistos, reconocidos y amados.
En la mayoría de los casos, el niño se cría en una familia en la que existe un ambiente
familiar de sufrimiento, dolor, carencia y angustia porque al menos uno de los padres está
deprimido o enfermo. El niño está fijado a experiencias dolorosas y, sobre todo, al
sufrimiento en la forma de vincularse con sus padres. Como ya vimos en el tercer capítulo,
el niño se esfuerza por compensar y agradar a sus padres, que están sobrecargados o
enfermos, anulando sus propias necesidades para contrarrestar la angustia y el sufrimiento,
siendo el esfuerzo idealizado como una virtud y como una forma equivocada de conseguir
su mirada, reconocimiento y afecto.

En las relaciones filiales, es común que el padre de la conservación E4 se vincule


emocionalmente con el hijo y tenga una presencia cercana y cálida y, a veces, impotente
para resolver los problemas de la vida. Estas limitaciones físicas y morales permiten a
veces a sus hijos y a los hijos de éstos desarrollar y legitimar sus deseos y necesidades
sexuales.

Algunas mujeres de la conservación E4 recuerdan cómo su padre venía todas las noches a
besarlas antes de irse a dormir.

Cuenta una mujer de conservación E4:

Acudía a mi padre con gran admiración. Cuando me curaba las heridas, me parecía una
persona que sabía mucho; de hecho, todos los días me curaba los puntos del apéndice con
mucho mimo y cuidado. El único contacto físico agradable y reconfortante que recuerdo era
el de mi padre. A veces me acercaba a él cuando era pequeña, para ver algo de televisión
juntos, era un momento reconfortante para mí. Lo dejé cuando tenía unos doce años,
porque lo experimentaba débil. Su salud estaba comprometida, no contaba mucho en casa.
Era un trabajador, pero era inteligente y estaba muy bien considerado. Muchos de sus
amigos le pedían que les preparara la declaración de la renta, él lo hacía gratis y en esos
momentos yo sentía que él sentía satisfacción y yo me sentía contenta y un poco admirada.
STEFANIA GIANNINI

En muy pocos casos, la presencia del padre es represiva, rígida y de autoridad tiránica con
los hijos.

Una paciente dijo: "Mis recuerdos de mi padre en la infancia son siempre de ausencia o
brutalidad, de castigos y del miedo que mi madre nos metía con él".

Una mujer relató en su autobiografía: "La ausencia total de mi padre me conmueve mucho,
no recuerdo imágenes de jugar con él, de estar tumbada en el suelo, en mi espacio estaban
mis hermanas y a veces mi madre. Le recuerdo ocupado y con sus cosas. Mi madre se
ocupaba de las cosas de la casa".

Una conservación E4 relató: "Mi padre es el que manda en casa, no se podía ir contra él y
siempre nos decía que lo que él ordenaba se hacía sin contestar. Había que comerse toda
la comida antes de que él se levantara de la mesa.
Es un tipo de padre que por diferentes motivos no da estructuración ni orientación al niño,
ya sea por tener mucho trabajo o por estar enfermo, vividor, sádico o por estar ausente.

Otra conservación E4 informó: "Mi padre nunca me pegó físicamente, pero sí siento un tipo
de maltrato en la relación con su indiferencia e incapacidad de mostrar sus afectos y
expresar físicamente su cariño. Desde su obligación y sus "deberías", siento que no supo
respetar mi esencia y no me acompañó en mi proceso de construcción y descubrimiento,
pues ya me daba las respuestas listas"

El padre suele tener el poder económico y delega la responsabilidad en la madre en el


ámbito de la educación y los cuidados básicos. La madre se somete a hacer lo que él
espera, e incluso abandona a sus hijos para atenderle. En la mayoría de los casos hay falta
de comunicación entre la pareja y una mirada descalificadora de la madre hacia el padre,
que utiliza y hace partícipes a los hijos. En una minoría, el respeto entre los miembros de la
pareja es frecuente, siendo el lema de la familia "no pelearse nunca delante de los hijos".

Lo contaba una conservación de E4: "Mi mediación entre ambos duró casi toda mi vida:
cuando mi madre quería, pensaba o deseaba algo, no se lo planteaba directamente a mi
padre, sino indirectamente y como un reproche; mi padre se negaba, mi madre se quejaba y
yo iba a convencer a mi padre de la conveniencia del deseo de mi madre, pero de forma
sutil y seductora, halagándole primero, incluso lo conseguía. Luego iba a ver a mi madre
para decirle que lo había conseguido y ella, en lugar de agradecérmelo o alegrarse, se
"cabreaba" por haber conseguido lo que no podía".

Hemos observado que cuando el niño E4 conservación es el menor de los hermanos, es


frecuente que sienta celos o envidia hacia un hermano porque el otro era el deseado,
inteligente, guapo, estudioso o simpático y por tanto la experiencia es muy frustrante. e
inquietud; cree que nunca llegará a ese lugar de reconocimiento.

Mi madre siempre tenía en su tocador una gran foto de mi hermano guapo y alegre, al nacer
pesaba casi cuatro kilos, y en la foto está en su mejor momento, rollizo, con grandes ojos
azules brillantes y rubio; el de la otra foto, más pequeño, soy yo, ya con aspecto apagado y
con mi hermosa bricchielle en evidencia: al nacer pesaba 2,7 kilos y no era bueno para
mamar leche, así que mi madre me amamantó durante muy poco tiempo. STEFANIA
GIANNINI

Una mujer de conservación de E4 dijo: "En mi vida ha sido una constante, la eterna
comparación con mis hermanas. Su comportamiento y sus aficiones siempre han formado
parte de mi vida como una forma de ser igual que ellas".

Otra mujer de E4 conservación dijo: "Es curioso, pero apenas hay fotos de mi infancia. Esta
falta de imágenes siempre me ha molestado mucho, ya que mis tres hermanas sí tienen
fotos".

También puede darse la situación de que el niño elegido sea el que se compare con sus
hermanos, aunque no haya sido comparado por los padres.
En algunos casos, cuando el segundo subtipo es sexual, el anhelo del niño por ser querido
y reconocido le lleva a una rivalidad y lucha competitiva con sus hermanos para encontrar
su espacio entre ellos y ser visto.

En cambio, cuando el segundo subtipo es el social, es muy común en los niños que no haya
rivalidad y lucha abierta entre ellos.

Hemos observado al escuchar los relatos de algunas personas E4 conservación, que han
vivido experiencias traumáticas en una
etapa temprana del desarrollo, ya sea debido a un funcionamiento materno no empático o a
abusos psicológicos o físicos y emocionales prolongados.

La experiencia de los niños es esperar que alguien esté a su lado, les cuide y les proteja.
Necesitan convencerse constantemente de que pueden ser queridos y amados tal como
son. En el caso de una paciente que había sufrido abusos a una edad temprana y que
creció sin saberlo, esto estaba codificado en la memoria y almacenado en el cuerpo y en su
proceso terapéutico pudo establecer una relación de apego terapéutica segura y superar
ansiedades primitivas. liberarse del trauma.

Es frecuente que las personas con conservación E4 tengan un desarrollo precoz, que puede
explicarse como un esfuerzo por compensar las heridas de la pérdida, la carencia y el
abandono. Desde sus primeros años manifiestan que son independientes, aunque tienen
una actitud ante la vida y en su forma de relacionarse como si "se les debiera algo". Son
niños que muestran represión expresiva, tanto corporal como verbal. Se muestran
preocupados, sienten vergüenza y tienen una imagen distorsionada e insegura de su
cuerpo. Una mujer E4 de conservación dijo que no cogía nada si las personas mayores no
le daban permiso de antemano. Otra conservación E4 dijo "Me hice mayor y empezó a
instalarse en mí una timidez importante; me volví callada y reservada. Me veo a los cuatro o
cinco años con cara de niña buena, instalada en el patrón familiar de ser muy buena y
estudiosa.

Son típicos los episodios depresivos energéticos y emocionales al final de la infancia y al


principio de la adolescencia. En este caso, los padres apoyan las actitudes depresivas de
inhibición, con la intención de que el niño se entretenga, y frustran en él las actitudes
agresivas de expresar sus necesidades con la amenaza de retirada de afecto.

Bribring habla de un sentimiento depresivo en la infancia como base de depresiones


posteriores. Esto está relacionado con un sentimiento traumático infantil de desamparo
causado por la frustración que sufre el niño ante las señales que emite y la consiguiente
pérdida de vitalidad, autoestima e incapacidad para proveerse de lo que el autor denominó
"sustitutos narcisistas".

Se puede decir que estos niños son <<su propia madre>>.

Este es un recuerdo de cuando aún no tenía tres años. La habitación es grande y luminosa,
estoy de pie en un sillón cerca de la puerta de entrada, mi madre me deja aquí. Siento frío a
pesar de la luz. Tal vez sea primavera pero siento frío, tengo miedo de que un ogro o un oso
venga del largo pasillo que lleva a esta habitación, y me quedo quieta porque el más mínimo
movimiento o respiración podría hacer que el ogro descubriera mi presencia y viniera a
comerme estoy sola, no hay nadie que me ayude. STEFANIA GIANNINI

7
PERSONA Y SOMBRA: LO DESTRUCTIVO PARA UNO MISMO Y PARA LOS DEMÁS

CONTRIBUCIÓN PERSONAL DE TERESITA RIVERA LOZA, ROBERTA RANALLI Y


ANTONELLA SABIA

En el carácter de conservación E4 es posible identificar aspectos oscuros y partes ocultas


que, sin embargo, juegan un papel importante en la relación con uno mismo y con los
demás.

La toma de conciencia de estos caracteres internos ocultos es a menudo el resultado de un


trabajo terapéutico, ya que son difíciles de reconocer, pero igualmente fundamentales de
integrar en el proceso de autoconocimiento y armonización del ser.

Concretamente, la sombra del personaje de conservación E4 puede identificarse en estos


roles: el envidioso, el guía interior, el trabajador y el sumiso.

el envidioso
Como el E4 conservación es un contratipo del eneatipo 4 cuya pasión es la envidia, se
manifiesta como un efecto de la sombra, y no de manera franca. Dado que la imagen de sí
mismo se vive como deficiente y devaluada en comparación con una imagen interna
idealizada, se persigue mediante un esfuerzo y una tensión constantes, con la percepción
de que esa perfección está lejos, de que no se ha conseguido o hecho lo suficientemente
bien. La sostiene la loca idea de que cuando la alcance será tan especial, conquistará y
mantendrá el amor anhelado (amor que es un fuerte anhelo de fusión) o logrará la
admiración que compense el sentimiento de deficiencia interna. La percepción interna de
ser especial se manifestaría a través de la perfección alcanzada, se lograría un amor
admirativo compensatorio y, con ello, se conjuraría un profundo miedo al abandono.

Se relaciona con los demás con una envidia que alimenta la competencia, que es donde se
manifiesta la relación con el mundo exterior. La competencia alimenta a su vez el esfuerzo,
la resistencia y la perseverancia que la acompañan y que se relacionan con el miedo a ser
insuficiente, a equivocarse (no puedo fallar) y a ser señalado (esta sensibilidad conecta con
un profundo miedo a experimentar vergüenza), reacciones al sentimiento constante de
carencia.

Hay un aspecto sutil que he identificado en mí con respecto a la envidia: al no haber


permitido que mi niño interior se quejara durante la infancia, ni después, no tolero ni me
molestan las personas propensas a quejarse, a menos que se encuentren en situaciones
que, en mi opinión, son especialmente graves. Al fin y al cabo, existe envidia por el niño
interior del otro que se siente libre y con derecho a quejarse mientras que yo he excluido
esta posibilidad a cambio del reconocimiento de mi capacidad de aguante. Cuando esto no
sucede, la frustración es grande. ROBERTA RANALLI

Aquello de lo que E4 se priva en nombre de la resistencia se convierte en objeto de envidia,


pero también de desprecio cuando se reconoce en el otro. A menudo, se trata de la
espontaneidad, la ligereza, el derecho a quejarse y a obtener lo que se desea. El deseo,
como el eros, entendido como placer a todos los niveles, es lo que está más prohibido para
este tipo de carácter, de modo que su negación se convierte en una especie de bandera
que caracteriza el actuar, el sentir y el pensar.

La envidia, tácita y no expresada, se torna arrogante y omnímoda cuando uno es testigo de


cómo el otro consigue lo que ansía sin esfuerzo ni tirón, sino simplemente con una simple
petición, una secuencia casi impensable para un carácter contradependiente y desafiante
como es la conservación del E4.

el juez interior
La relación psicodinámica entre E1 y E4, en este caso con el subtipo conservación, confiere
a este último una voz interna que proyecta el mundo exterior como fuente de exigencias y
mandatos. Hay un superyó fuerte que se manifiesta claramente en el sustrato cognitivo del
personaje; un juez que cuestiona cada paso, cada conducta, cada idea.

El descubrimiento del juez interior llegó bastante tarde en mi vida y se produjo gracias a la
psicoterapia. Me parecía perfectamente normal sentir una voz interior que me acosaba con
exigencias implacables y la consiguiente desaprobación por no hacer lo suficiente o lo
suficientemente bien. Estaba atrapada en un automatismo de búsqueda continua de la
perfección que me agotaba y desmoralizaba, corroyendo obviamente mi autoestima. Sentía
que sólo logrando cosas dignas de admiración obtendría aceptación y consideración, el
amor del mundo exterior y un lugar propio en el universo. ROBERTA RANALLI

El juez interno se cierne como una exigencia constante de hacer y ser mejor de lo que uno
es, cumpliendo también la función de sabotaje y desvalorización.

Pude ver claramente, durante una actividad terapéutica, cómo el juez interno perpetuaba un
verdadero abuso contra mí, a través de una voz imperiosa y sádica que condenaba sin
piedad mi espontaneidad. Era una especie de violación del alma. No era difícil reconocer
cómo en esa parte de mí había conservado la voz y la acción de mi padre, y que, por
aterradora que fuera, me servía para mantener internamente mi relación con él.
ANTONELLA WISE

La dinámica del juez interno no se agota en la relación con uno mismo, sino que se expresa
también externamente en el juicio dirigido hacia el otro, hacia las situaciones, tomando la
forma de sentimientos de desprecio, de confrontación no explícita, de indiferencia hostil, de
retraimiento afectivo, particularmente hacia aquellos que a nuestros ojos consiguen eximirse
del autojuicio, vivir livianamente aceptándose tal como son. Una posición interna difícil de
alcanzar para una conservación E4
Del mismo modo, la ira se expresa hacia quienes alcanzan metas de un modo menos
traumático y agotador que el que uno percibe a su manera. Las diferencias se viven como
una injusticia, juzgando inseparablemente la vida de los demás como más fácil que la
propia. Más bien se expresa a través de un enfriamiento de la relación, un distanciamiento
emocional en el que no sólo se encierra la envidia, sino también, a cierto nivel, el desprecio,
que no es más que la envidia adoptando una postura arrogante.

Para quien experimenta este aspecto de la conservación de E4, no siempre es fácil


comprender lo que ocurre realmente, a menudo sólo hay un distanciamiento, una tensión,
que también se niega. Así, el juez interior prosigue su acción atormentadora con gestos
sutiles, actuando primero sobre el sujeto y luego, indirectamente, sobre los demás. Esta
dinámica se expresa también en la inseguridad que infunde en el sujeto: siempre se siente
perdedor en la confrontación con el otro, fomentando un repliegue relacional que lleva a E4
conservación a ser percibido como distante, a veces esnob, despectivo, superior, cuando en
realidad vive neuróticamente un juicio sobre sí mismo tan implacable que le impide
cualquier espontaneidad relacional.

El trabajador tenaz e incansable


La conservación E4, en su historia personal, a menudo asumió grandes problemas
familiares desde una edad temprana, aprendiendo a soportar cargas (especialmente
emocionales) y a sobrellevar dificultades con tenacidad y gran resistencia, con la
expectativa de recibir admiración y amor del cambio.

Soportar vivir alejado de la familia durante muchos años, aunque me causara un gran
sufrimiento, me hacía sentir como un héroe que comprendía y ayudaba a la familia, sin
hacer exigencias de ningún tipo para no aumentar sus problemas; cuanto mayor era mi
capacidad de soportar sin quejarme, mayor era el reconocimiento de mi sacrificio.
Estas capacidades se habían convertido así en mi mayor fuerza y mis mayores méritos,
cuantas más cargas soportaba, más problemas podía resolver, más esfuerzo podía soportar
sin quejarme y más medallas al valor acumulaba a mis propios ojos y a los del mundo.
Este modo creó en mí una compulsión neurótica por ayudar y apoyar a los demás. Así
conseguía un doble objetivo: sentirme bien y obtener el reconocimiento de una persona
digna, Roberta Ranalli

En la historia de la conservación del E4, la represión y la devaluación de la infancia suelen ir


de la mano de la valoración de la edad adulta, en la que el individuo se experimenta como
útil, productivo y capaz de contribuir a las necesidades de la familia. Este personaje reprime
sus necesidades infantiles (juego, diversión, espontaneidad) para adherirse al modelo que
permite pertenecer a la familia.

Trabajar, actuar correctamente, hacer las cosas bien, ser útil, son los rasgos que más se
valoran, por lo que este personaje no duda de la necesidad de abandonar pronto la infancia
para entrar en etapas posteriores de la vida sin estar preparado para ello.

El cuadro se agrava aún más por las precarias condiciones económicas y/o sociales, las
experiencias familiares particularmente dolorosas, los estados depresivos de los padres o
incluso la condición de ser el último en el orden de paternidad. Esta última situación agrava
la necesidad de emular a los hermanos mayores para ser queridos por sus padres si en la
familia se aplica el criterio de contribuir al sustento familiar.

Sin embargo, también hay que señalar cómo cargarse de trabajo, de actividad incesante y
extenuante, puede considerarse un modo de vida útil para anestesiar los sentimientos,
llenar vacíos existenciales, darse una fisonomía y evitar la ansiedad. La capacidad de
mantener grandes ritmos de trabajo tiene como objetivo lograr el reconocimiento de la
autoridad, que puede apreciar el compromiso, la dedicación y los resultados.

Por ello, no es difícil encontrar en esta orientación tanto aspectos de competitividad (sentir
que uno lo hace bien y mejor que los demás) como de rigidez (las cosas deben hacerse de
una determinada manera), que inevitablemente pueden agriar y hacer desagradables las
relaciones con quienes comparten el entorno laboral.

A pesar de ser un carácter emocional, la conservación de E4 tiene un fuerte impulso para la


acción que, si se utiliza en la dirección correcta, serviría para un sentimiento emocional
visceral que muy a menudo es intuitivo y espontáneo.

el melancólico
Es aquel personaje que arrastra el autocontrol emocional de su ira reprimida
(resentimientos), su tristeza por lo inalcanzable y el dolor de la desconfianza que le sitúan
en una percepción gris, desagradable o agobiante de la vida, que vive en constante tensión.
En mi caso también ha habido una profunda tristeza contenida por la introyección de ser
fuerte.

Durante muchos años he negado y evitado el sufrimiento interno. Sobre todo, los
sufrimientos de la infancia fueron minimizados o ignorados, y me complacía esta capacidad
mía de no darles espacio porque me daba una sensación de fortaleza. ROBERTA RANALLI

La melancolía es un rasgo que surge de mirar al pasado, a lo que pudo ser y no fue, a lo
que no se ha hecho. Tiene varias funciones: la evitación del presente, el contacto con
emociones dolorosas y el rechazo a asumir la responsabilidad del curso de la propia vida.

Al mismo tiempo, puede verse como un acceso a una posición infantil, el lamento del niño
por algo que no tiene o no ha tenido.

Una vez más, la melancolía tiene una implicación hacia el exterior, no sólo cargando las
relaciones personales sino también recreando dinámicas relacionales similares a las de la
familia para preservar el vínculo original.

el sumiso
Al ser una persona que se ve a sí misma desde la eficacia y el control, el E4 no ve su parte
sumisa, que surge de la obediencia a mamá so pena de perder su aprobación y con ello su
amor y pertenencia al vínculo (por miedo al rechazo y temor al abandono). Al no
consolidarse la confianza básica en una "madre suficientemente buena", tampoco se
consolida la rebeldía del niño. Una gran parte del miedo a la agresión permanece en un
lugar oscuro, transformado en autoagresión. Otra parte, se transforma en miedo al conflicto
y cuando éste se produce y si la acumulación de resentimiento es mucha, en parálisis y
explosión.

Este desequilibrio en la regulación de la agresividad genera dificultades para ser asertivo,


indecisión, hipersensibilidad a la crítica, dificultad para valorar la versión del oponente o la
magnitud del conflicto, lo que acaba generando mucho resentimiento hacia el/los
oponente/s interior, ya que gran parte de la agresividad que se presume fuera es una
proyección de la propia autoagresión. También se percibe al otro como un ser hipersensible,
una proyección de la propia hipersensibilidad. Eso tampoco favorece la asertividad.

8
AMOR
POR NOELIA MILÁN

En el E4 la búsqueda del amor es esencial, el anhelo del amor como salvación. No es tanto
una búsqueda activa como en el Cuatro sexual, ya que el Cuatro tenaz reprime más sus
deseos, no los muestra, lo hace indirectamente para que el otro le desecre, lo que le da más
seguridad. Su esfuerzo se dirige realmente más al trabajo que al amor como forma de
obtener reconocimiento. El Cuatro tenaz puede pasar mucho tiempo anhelando,
fantaseando, soñando con la pareja que llegará y le dará lo que no le dieron.

Según Karen Horney, el neurótico siente y se comporta como si toda su existencia, su


felicidad y su seguridad dependieran de ser apreciado y amado. Se plantea si el deseo de
amor es por el placer que surge de la relación con el otro o para obtener seguridad y evitar
la angustia. En el Cuatro tenaz se dan ambas cosas, aunque primero persigue sentirse
seguro, más afectivamente (que el otro le escuche, le comprenda, no le juzgue) que
materialmente (ya que con su esfuerzo sabe proveerse bien en la vida). Más tarde descubre
la importancia del placer en la relación.

Persigue una búsqueda compulsiva del amor para sentirse completo, creyendo que
encontrando a alguien que repare su sentimiento de no ser visto ni comprendido, resolverá
su insatisfacción en la vida.

Recuerdo que, de niña, mi cuento favorito era el de Cenicienta. Esta fantasía sobre el
Príncipe Azul continuó en mi adolescencia, pasaba horas fantaseando, imaginando cómo
cambiaría mi vida cuando él me encontrara, cómo me salvaría de todo el sufrimiento, vería
lo especial que era, lo que nadie había visto nunca. Me transformaría en una mujer nueva,
siempre sería feliz, por fin tendría todo el amor que no me habían dado.

En este sentido, Hugo Bleichmar explica que el objeto de apego puede ser el que contribuya
a la regulación psíquica del sujeto, a disminuir su angustia, a organizar su mente, a
contrarrestar la angustia de fragmentación, a proporcionarle un sentimiento de vitalidad. de
entusiasmo. La sensación de desvitalización, de vacío, de aburrimiento en ausencia del
objeto de apego hace que se busque compulsivamente.

Al tenaz E4 le importa más lo que va a obtener del otro, lo que va a conseguir, y a ese nivel,
la suya no es una relación recíproca, no está tan disponible para el otro, inconscientemente.
A partir de su experiencia de carencia se produce una utilización y manipulación del otro
para satisfacer sus necesidades. Esta búsqueda se hace eterna y frustrante porque es un
anhelo, está en el ideal, y entonces nunca puede realizarse en la realidad.

El tenaz E4 quiere que el otro colme su sentimiento de escasez interna, su carencia, pide un
reconocimiento, un apoyo que no es capaz de concederse a sí mismo. De ahí que desee la
presencia amorosa absoluta de la pareja, que sea el centro emocional de su vida para estar
seguro de que es amado. Pero el otro nunca va a llenarlo completamente, no puede darle
ese reconocimiento, porque el conflicto es interno, no puede darle un apoyo permanente,
una presencia amorosa total. Es irreal, porque el otro es un adulto con sus propias
necesidades que el tenaz E4 no tiene en cuenta. Cree que el otro está ahí para reparar el
daño e, inevitablemente, lo que sobreviene es frustración

H. Bleichmar afirma que se busca la intimidad porque se valida nuestro estado mental. Se
confirma que existe a través del sentimiento, en la validez de nuestras percepciones y
pensamientos, en la medida en que para el otro lo que somos, sentimos y pensamos existe.
El sentimiento de ser sujetos lleva la marca de nuestra constitución a partir del otro. De
adultos, seguimos exigiendo para nuestra confirmación como sujetos, para la validación de
sentimientos, pensamientos y acciones, que otro los valide. Una vez que se descubre
dolorosamente que el estado emocional del otro y que sus intereses y deseos pueden ser
muy diferentes de los nuestros, el deseo de reencuentro mental se convertirá en el motor de
la psique.

Siempre espero más de mi pareja, tengo dudas, como si un día fuera a descubrir mi defecto
más íntimo y dejara de quererme. Hay días en los que vivo con miedo de que aparezca otra
mujer más inteligente o más guapa y me deje. Por eso, constantemente albergo dudas
sobre si me quiere, aunque me dé pruebas de ello. Otras veces, le digo que no entiendo por
qué está conmigo, por qué me ha elegido cuando hay mujeres mejores en el mundo. Por
eso, cualquier olvido o pequeño detalle de descuido, lo interpreto como si yo no le importara
en absoluto, como si se hubiera olvidado de que existo, una prueba de profundo desamor.
Por ejemplo, si me comprometo a llamarte a una hora y no coges el teléfono porque estás
fuera de cobertura o no te das cuenta de la hora, vivo esa situación como un gran
abandono, no entiendo cómo te puede pasar eso; estaría pendiente, algo falla en la relación
para que esto esté ocurriendo.

Esta desconsideración del otro ante el más mínimo fallo surge del hecho de que ante una
vivencia de la realidad, como puede ser la ausencia de una llamada telefónica en el
momento esperado, que se vive con una inmensa angustia que toca con alguna vivencia de
abandono, le da un matiz catastrófico y surge la incapacidad de relativizar la situación
concreta a lo largo del tiempo. Esta falta de empatía no es sólo consecuencia de una actitud
exigente, sino de una angustia original que no sabe manejar desde su psiquismo porque le
desorganiza a nivel emocional.

Aparece la hipersusceptibilidad, y cualquier falta de satisfacción de sus deseos o


expectativas es sentida como un rechazo, con lo que puede pasar rápidamente de un
sentimiento de amor a otro de ira. Como no sabe relativizar la situación desde el punto de
vista racional, surge la herida narcisista, porque el otro no le quiere como él espera y se
retrae, se encierra para protegerse del dolor, con una defensa más primaria: "No te
necesito". También es una retirada orgullosa. Ante el dolor o la experiencia de que el otro
puede abandonarles o desorganizarles, dicen que pueden solos, que no les necesitan.

Otro aspecto de la demanda afectiva es que el otro cubra su vacío. Como no es así, le culpa
de su infelicidad, piensa que lo que le dan no es suficiente. El E4 tenaz no exige
directamente que el otro le dé, sino que se esfuerza y se exige a sí mismo para merecer.
Puede culparse por no ser querido y esforzarse por hacerlo mejor, es complaciente y se
sacrifica en exceso para conseguir lo que espera y se resiente cuando no le dan lo que
espera. Tienen que adivinar sus necesidades sin pedirlas directamente, ya que su tabú es
pedir y lo más negado es mostrar lo que necesitan, porque suelen ir con la máscara de que
no necesitan nada. Mostrar lo contrario deja al descubierto su dependencia y necesidad.
Además, complacer sirve para asegurarse de que el otro es feliz y no le va a abandonar.

Otro rasgo es la envidia en la relación con respecto a lo mucho que da a los demás y lo
mucho que recibe. Se compara porque la pareja disfruta más y se esfuerza menos, a lo que
sigue el reproche y el enfado porque el otro disfruta con otras personas y no es el único
para el otro. El tenaz E4 es capaz de despertar el sentimiento de culpa en la pareja, la
tiraniza e insiste en conseguir lo que quiere, unas veces presentándose como el que más
sufre, otras como alguien omnipotente, de nuevo sin tener en cuenta al otro. Se esfuerza
por ocultar su profunda debilidad (mostrando su dependencia afectiva), así como la
sensación de sentirse poco, y lo hace a través de una fachada de aparente energía.

A esto se añade la dificultad de vivir lo placentero, que sólo se permite de vez en cuando.
No deja de esforzarse, porque si no cree que le va a pasar algo malo, o que lo va a perder,
tiene que estar atento a cualquier cosa y al otro, por lo que no puede relajarse. Por un lado,
tienden a ser negativos, están preocupados por lo que falta o lo que no está bien, lo que
lleva a la imposibilidad de relajarse, dejarse llevar, confiar. Va a la intensidad, y algunos
codifican las cosas con mucha carga (por ejemplo, al final de las vacaciones o cuando el
dolor físico es exagerado, como si fuera algo tremendo, porque la persona vive con poca
flexibilidad en los cambios). El tenaz E4 vive bajo la amenaza de cómo le va a ver el otro, si
le gusta o le disgusta, si hace las cosas bien o mal, por lo que su relación puede convertirse
en un infierno. No es que busque conscientemente el sufrimiento, sino que vive con miedo a
que el otro descubra sus defectos y se vaya. Como consecuencia, vive esta relación con
miedo, sumisión y persecución, lo que le dificulta disfrutar de lo placentero.

Es característico del rasgo que el amor, una vez conseguido, se devalúe. Se cuestiona si
ese amor es verdadero, si es la persona adecuada, si podría conseguir algo mejor, y sigue
soñando con el ideal. En el momento en que alguien quiere al tenaz E4 se invalida, porque
le quiere a él, que no vale nada. Tiene un ideal de cómo tiene que ser el otro y en la realidad
cotidiana lo descalifica y resalta lo que le falta. De aquí surge el conflicto interno de cómo
continuar la relación con esa persona que ya no le sirve porque la ha descalificado. Esta
puede ser otra forma de encubrir la angustia de comprometerse y asumir que así son las
personas y la vida.

Recuerdo que, de jovencita, preguntaba a mis amigas cómo podían estar seguras de que
estaban con la persona adecuada, quería saber cómo tener esa confirmación, cómo
estaban seguras de que no habría persona que pudiera darles más. Si elegías, renunciabas
a otras posibilidades. Es lo que Claudio nombra de la insatisfacción crónica: si limito mis
aspiraciones me voy a quedar con muy poco, siempre fantaseo con una satisfacción mayor.

En otras ocasiones, la crítica tendenciosa al objeto externo priva al sujeto de todo placer
privado, ya que hace desaparecer aquel del que se espera algo y para el que se está. Esta
es la aportación de M. Klein, que pone de relieve las condiciones internas del sujeto que
conspiran contra la posibilidad de utilizar el objeto externo para su propio desarrollo, en este
caso para la confirmación de su ser y de sus experiencias.

Si hemos acumulado rabia y culpa, esto influirá en nuestras relaciones futuras. Es como si
uno aprendiera que el amor tiene dos caras, amor-rechazo, y entonces es lo que se repite.
En mi caso, no soy de expresar rabia, salvo en las relaciones de pareja, al repetir el patrón
materno, hay una descalificación del otro, a lo que se suma el aspecto de la
contradependencia; necesito sentir que soy autosuficiente, que puedo valerme por mí
misma, no me permito ser dependiente por la desconfianza de que lo que el otro me va a
dar sea bueno o que ese amor me perjudique.

Otra dificultad para el tenaz E4 es recibir y aceptar el afecto buscado, ya que está
convencido de que nadie podrá amarle nunca. Mantiene cierto resentimiento interno, porque
no lo amaron como él necesitaba y proyecta su desconfianza en el otro, sospecha que no le
darán, que el otro no lo valora, no lo tiene en cuenta, no lo hace. Desconfianza de recibir y
aceptar, rotundo rechazo a recibir algo de alguien por no depender del otro.

A veces siento que persigo ansiosamente el afecto y cuando lo recibo es como si no lo


soportara, y de nuevo más angustia. Una forma de salir de esa angustia al recibirlo es
provocar alguna discusión donde reduzco la entrada del cariño con la pelea y entonces
puedo relajarme porque me distancio emocionalmente. Esa es la situación cómoda para mí,
porque es lo que se conoce a través de la relación que tuvieron mis padres.

Esto es lo que dice H. Bleichmar sobre el masoquismo y las modalidades de establecer el


sentimiento de intimidad: observa que se siente placer cuando se sufre "junto con", lo que
genera en algunas personas una de las formas de masoquismo: El placer de sufrir deriva
del hecho de que permite alcanzar el sentimiento de intimidad con otro que sufre. Si ésta ha
sido la modalidad básica de intimidad que se vivió en la relación con los padres o hermanos,
entonces, para readquirir la experiencia del encuentro, se recreará el sufrimiento que fue el
aire que se respiró en común. La propuesta de sufrir juntos, que se propone
inconscientemente al otro, tiene el carácter agridulce derivado de ser la condición que
posibilita un sentimiento de encuentro íntimo. Repitiendo el estado de ánimo de la madre, se
logra un sentimiento de unidad y armonía con ella. La adicción al sufrimiento compartido,
que constituye toda una forma de carácter, nos sitúa de lleno en el papel de la
intersubjetividad en la génesis de la psicopatología del masoquismo. El placer en el
sufrimiento puede tener sus raíces y su actualización en el presente, en los vínculos en los
que el sufrimiento es el medio privilegiado para sentirse en comunión con el otro.

De esta forma, entiendo el sufrimiento más como placentero, en mi caso es la forma que
encontré para estar en intimidad con mi madre, sólo existía ese espacio. El descanso, la
alegría y las propias necesidades no estaban permitidas. Uno aprende que eso es bueno,
es la forma de estar con el otro, y reconozco que es lo que trasladé a otras relaciones a
partir de entonces.

El Cuatro tenaz puede experimentar una gran angustia cuando alguien le ofrece amor
sincero, ya que despierta el miedo a la dependencia.

negación y sumisión. ¿Qué pasa si me entrego y el otro me abandona? Se siente indigno de


amor debido a su baja autoestima y no se puede confiar en él; proyecta su desconfianza en
el otro. Por otro lado, si le dan mucho, se siente atrapado como en una tela de araña y eso
le preocupa. Muchos se desbordan y no saben recibir cosas agradables, no saben
manejarlo. Surge el miedo al compromiso, a perder la individualidad. No quieren vincularse
porque eso genera dependencia, temen ser sometidos, perder su libertad.

Según K. Horney, también puede ocurrir que la representación interna del encuentro con el
otro esté cargada de miedo: ser invadido, abrumado, culpado, perseguido, castigado,
entristecido, sobreexcitado, contagiado de ansiedad, obligado a hacer lo que no quiere, etc.
Ya sea a través de experiencias directas de intercambios con figuras significativas, ya sea a
través de la identificación con esas figuras que le transmitieron cómo viven la intimidad o a
través del producto de sus producciones fantasmáticas.

Hay cierta tensión en la intimidad; una forma de protegernos de ella es a través de la


presencia y la distancia. Apreciamos más al otro cuando está distante y lo despreciamos
cuando se acerca demasiado. Lo mejor es una distancia suficiente para no perder al otro,
pero no acercarse demasiado para no ser visto. Hace algún tiempo fui a unas sesiones de
masaje terapéutico, la terapeuta era una mujer muy cariñosa, tierna, "como una mamá,
tanto que no lo soportaba, mi loca fantasía era que cuando estaba recibiendo el masaje en
la espalda me iba a clavar" un cuchillo. Yo desconfiaba, ese espacio amoroso e íntimo me
producía tensión.

Como en otros temas, se desea lo que falta y se desvaloriza lo que se tiene. Es el núcleo de
la insatisfacción, la atracción está en lo lejano e imposible de alcanzar, el motor está en el
anhelo, no en lograrlo, ahí es donde se encuentra el verdadero goce. Es una necesidad
neurótica de afecto insaciable y voraz, de ahí su exigencia de amor incondicional. Como
nunca se puede llegar a eso, se fomenta un estado de melancolía, donde se intensifican los
estados de ánimo.

Surge el regodeo en una dulce tristeza, es un estado placentero y evocador de algo que se
tuvo y no se tiene. Se añora la intensidad, lo cotidiano parece aburrido, por eso se exagera.
Se tiende a ir al pasado, evocar lo que se pudo tener y no se tuvo es mejor.

Cuando mis relaciones de pareja eran tormentosas, sentía toda la intensidad del desamor y
la impotencia, eso me daba mucho margen para quejarme y sentirme infeliz en privado y en
las reuniones con amigos. Es difícil de explicar, pero había algo reconfortante en esas
situaciones dramáticas, en contarlo y despotricar de ello, en sentirme la persona más triste
del mundo y tener todos los demás aspectos de la vida con esa sensación de melancolía.
Cuando empecé a tener una relación estable, me pareció incluso aburrido: Sólo podía decir
que estaba bien, añoraba la intensidad de la queja, incluso dudaba, si faltaba lo anterior,
esto podría no ser amor. La relación de mis padres siempre fue de disputas, de idas y
venidas. Uno aprende que la satisfacción en la relación viene de la mano del sufrimiento.

El Cuatro tenaz, al participar de la idealización del sufrimiento en el encuentro con el otro, a


veces mantiene relaciones tormentosas no por el deseo de sufrir, sino por el miedo a la
ruptura, a la pérdida, o porque cree que si aguanta y se esfuerza todo puede ir bien:
entonces te sientes digno y el otro lo notará.

9
PERSONAJES HISTÓRICOS: VINCENT VAN GOGH Y GIROLAMO SAVONAROLA

VINCENT VAN GOGH


POR GIULIA DEPERO Y ELENA SANSONETTI

Todo lo que hacemos se enfrenta al infinito


VINCENT VAN GOGH

Vincent Van Gogh nació el 30 de marzo de 1853, el mismo día en que, un año antes, su
madre vio morir a su primer y más deseado hijo recién nacido, llamado Vincent.

La madre, inconsolable por tan duro duelo, puso el mismo nombre, Vincent, a su segundo
hijo. No fue una madre de rechazo explícito y no falló en la función de cuidar, sino en
reconocer la necesidad de particularizar la existencia de Vincent. Por lo tanto, esta
existencia no evolucionó como un valor en sí misma, sino que se percibió como la
sustitución del hijo perdido.

La concesión del nombre inscribe a la persona en el registro, incluyéndola en la serie de


generaciones, pero sobre todo manifiesta el poder del deseo del otro, que de este modo
puede tener derecho a existir en la particularidad de su propia existencia como ser humano.
Vincent, que lleva como propio el nombre de su hermano muerto, parece venir al mundo a
la sombra de un sentido empobrecido de la vida y de ser deseado.

La vida de Vincent está llamada a sustituir la vida de otro que, como persona perdida, tiende
fatalmente a asumir un carácter idealizado. Los padres, al no poder procesar cuanto antes
la pérdida de su primer hijo, encuentran un sustituto real. Esto implica que el pequeño
segundo Vincent, como cualquier sustituto, está condenado a mostrar toda su insuficiencia:
lleva el nombre de otro, sólo puede aparecer como un sustituto indigno, por tanto nunca a la
altura. Vincent siempre será un sustituto de segunda categoría, un rechazado, una herida
narcisista que nunca ha cicatrizado. El sentimiento fundamental de indignidad y melancolía
que le acompañará durante toda su vida es la razón subyacente de su profunda infelicidad y
de su dificultad para vivir.

Vincent murió en julio de 1890, a la edad de treinta y siete años, tras un día de agonía, en
brazos de su querido hermano Theo, después de haber intentado suicidarse pegándose un
tiro en un pozo lleno de estiércol. Poco antes de morir dijo: "Ojalá pudiera irme así". Unos
meses antes había nacido el hijo del querido hermano de Theo, que se llamaba igual que su
tío pintor. El matrimonio de su hermano había tenido lugar antes, comprometiendo
seriamente la relación de pareja entre ambos. Quizá todos estos hechos contribuyeron al
deterioro irreversible de la enfermedad, que ya se había manifestado en la Nochebuena de
1888, tras el abandono por parte de Gauguin del proyecto de Vincent de crear una
comunidad de pintores. De nuevo, el drama de una sustitución, de una expulsión, de un
desarraigo, de un rechazo: no hay lugar para él en el mundo. Su existencia es como una
más, sin sentido, como un desperdicio del mundo.

Su padre era pastor protestante. Vincent lo describe como un padre cariñoso que
encarnaba un rigor moral inflexible. La madre es evocada con ternura. Su deseo maternal
parece ocupar sólo la sombra viva de su hijo muerto. La supuesta originalidad de Vincent,
que se manifiesta en extravagancia, excentricidad, resistencia a los principios familiares,
destinada a amplificarse cada vez más negativamente a lo largo de los años, aparece así
como un signo premonitorio de su inevitable diversidad con respecto a su hijo ideal.

Vincent, durante su corta e intensa vida, se interesó mucho por la literatura, hablaba cuatro
idiomas y escribió cartas extraordinarias, verdaderas obras de arte, testimonio de su
evolución artística y de su transformación en su camino espiritual.

Emile Bernard nos dejó un testimonio escrito:


"Pelo rojo, perilla, bigote desaliñado, nuca afeitada, mirada de águila y labios afilados casi
hablando. Gesto vivo, animado al hablar, atento a explicar y desarrollar las ideas, poco
inclinado a la polémica. Y ¡cuántos sueños!">

Su hermana lo describe así: "Tiene una complexión más bien robusta que alargada, con la
espalda ligeramente curvada debido a su costumbre de mirar siempre al suelo". Dice que se
mantenía en silencio, alejado de los demás niños, y se aislaba en el jardín, en la naturaleza:
conocía todos los lugares donde crecían las flores más extrañas. Coleccionaba nidos de
diferentes pájaros. Uno de estos nidos se lo regaló a su sobrino, a quien su hermano Theo y
su esposa Johanna llevaron un domingo a Auvers, donde Vincent recibió cuidados. Ya se
vislumbra su carácter introvertido y melancólico, del que el nido representa su deseo de
intimidad y pertenencia.

Toda su existencia está marcada por una disciplina muy estricta y austera; come, simple y
escasamente, pan mojado en cerveza.
Su lujo es su pipa, el alcohol y una visita quincenal a un burdel. Se niega el placer. El placer
y la diversión parecen no estar escritos en el código de la vida. Se convierte en un motivo
de orgullo no tener esta adicción.

En marzo de 1886, la madre abandona la ciudad de Nuenen. En casa tiene una enorme
cantidad de pinturas, pinceles, objetos y, sobre todo, lienzos de Vincent, que, en lugar de
enviar a Theo, encierra en cajas y confía a un carpintero de Breda, desinteresado por la
obra de su hijo. Gran parte de ese material se perderá.

Hay una figura familiar que le da apoyo y sostén: su imprescindible hermano Theo, que le
amó profundamente a lo largo de su corta vida y compartió su pasión por el arte. Fue un
apoyo para él, una especie de espejo ajeno que refuerza y sostiene una identidad
narcisistamente precaria. Según los psicoanalistas, esta relación con un personaje
altamente dependiente aparece como una relación de compensación recíproca imaginaria.
No es casualidad que el dramático epílogo de la vida de Vincent coincida con el matrimonio
de Theo y el posterior nacimiento de su sobrino Vincent. Lo mismo ocurre con Theo: la
muerte de su hermano abre el abismo de su propia locura sobre el telón de fondo de una
situación psíquica muy frágil. Unos meses más tarde, muere de una enfermedad de origen
incierto, tras haber intentado primero matar a su mujer y a su hijo pequeño; hay relatos de
episodios dramáticos de locura y violencia.

Las relaciones
Según Lacan, la relación Vincent-Theo representa un modelo típico de "muleta imaginaria"
que compensa a un Edipo ausente. La relación con su hermano se convierte en la única
relación familiar que le hace existir como sujeto, aunque esta relación, formada por una
identificación narcisista-especular, es incapaz de sostener el sentido de su propia
existencia. Por esta razón, Vincent intentará insistentemente convencer a Theo de que le
siga en su vocación por la pintura, siempre angustiado. Más tarde, cuando Theo tome
esposa y tenga un hijo, ocupando así su lugar en el mundo, la estabilidad psíquica de
Vincent se hará añicos irremediablemente.

Incluso las relaciones afectivas significativas se caracterizan por una necesidad de


presencia y fusión que excluye la alteridad. Será una serie de dolorosos fracasos. En todos
los vínculos fuertes, ya sea con Theo, con Gauguin o con todas las relaciones
sentimentales, encontramos el patrón de identificación que animaba la relación con Theo: la
misma pasión absoluta, la misma ausencia de límites, la misma intimidad. espejo, la misma
necesidad imperiosa de presencia.

Cada fracaso es un arma para exigirse a sí mismo una prueba de sacrificio cada vez mayor.
Forjar un carácter estoico que resista cualquier prueba física, buscando una perfección no
humana, una aspiración divina libre de dependencias materiales y emocionales.

El vínculo con Gauguin desempeñó un papel crucial en el desencadenamiento de la


psicosis de Van Gogh, que había reconocido en él a la figura ideal que se adhería bien a su
exigencia de compartir absolutamente su pasión por el arte. Una pasión que ya había
intentado sin éxito compartir con Theo. El sueño de Vincent era crear una comunidad de
artistas unidos por una pasión común por la pintura y, en última instancia, material y
financieramente independientes. La primera gran crisis psicótica se produjo en la
Nochebuena de 1888. Gauguin era su medicina, por tanto un verdadero apoyo ideal para
Vincent, pero, al mismo tiempo, Vincent exigía una comunión espiritual y material absoluta y
sin reservas, que Gauguin no estaba en absoluto dispuesto a tolerar. Así, se convirtió en su
veneno, cuando decidió abandonar la casa en Nochebuena. Tras una discusión, se amputa
la oreja, se la regala a una prostituta del burdel y, más tarde, se ve abrumado por delirios y
alucinaciones. Tras esta crisis, es ingresado en el hospital de Arles.

No subestima la circunstancia de la Nochebuena, la natividad; su propio nacimiento se


produjo sin estar en el deseo del otro. Sus relaciones con las mujeres (Eugenie, Kee Sien)
están dominadas por la misma necesidad de presencia, de fusión. Todas las rupturas de
estas relaciones, aunque sólo sean platónicas, desembocarán en violentas caídas
depresivas, cuya liberación coincidirá con cambios radicales en la vida de Vincent.
De todo esto se deduce que Vincent vive la relación amorosa con una furia idealista, como
si fuera la única e insustituible. Es más, es incapaz de tolerar no ser correspondido. Más
exactamente, no puede tolerar la no correspondencia entre la representación ideal de la
relación y su realidad de hecho, con la consiguiente frustración.

Vincent demuestra que es absolutamente incapaz de soportar la discrepancia entre su


necesidad de fusión y la alteridad real del otro. Por ello, nunca hay un verdadero trabajo de
duelo después de cada separación, sino cambios bruscos de rumbo en la vida, como si la
actuación ocupara el lugar del trabajo psíquico. Este temperamento de conservación E4,
que podemos describir como sediento de amor, puede acabar renunciando al amor para no
sentirse herido y dependiente. Renuncia al deseo, con la convicción: sólo yo lo consigo
mejor.

soledad y melancolía
La experiencia que parece desprenderse de la biografía es la de una soledad implacable, la
de sentirse diferente, perseguido por un destino cruel, con un profundo sentimiento de
melancolía. Una inquietud profunda y sin nombre le ha perseguido siempre y no encuentra
salida. Sentirse diferente es su fuerza, y su capacidad de renuncia es el alimento de su
orgullo, de su vergüenza.

Entre 1873 y 1876 trabaja como marchante de arte en la galería de su tío paterno, primero
en París y luego en Londres. Las precarias condiciones del empleo revelan en él un
sentimiento de inadecuación con respecto a todo lo relacionado con la vida práctica y los
vínculos sociales. El conformismo burgués le resulta insoportable, haciendo imposible un
compromiso profesional.

Tiene una fuerte sensación de carecer de raíces, de estar destinado a una vida sin sentido,
en desorden. Esto y la constante sensación de incomprensión le llevan a reforzar su
vinculación con el cristianismo. De 1876 a 1878, se dedica en cuerpo y alma a la
experiencia evangélica. El cristianismo le parecía una solución al desastre de una existencia
sin sentido y se dedicó con fervor a transmitir la experiencia mística de Cristo.
Desgraciadamente, esta misión también fracasó, cuando en 1878 no obtuvo el
nombramiento de predicador que tanto había esperado. Ante este rechazo, viajó a Bélgica,
a la zona minera, para vivir su experiencia cristiana junto a los más pobres y desposeídos.
Se convirtió en defensor de los derechos de los demás.

Más tarde, la dramática historia de su amor no correspondido por Kee le empujó con
creciente convicción a dedicar su vida a la pintura. Y eso hizo hasta el final de su corta vida.

En 1885 murió su padre. A la muerte siguió un periodo de graves trastornos, fiebres,


debilidad y apatía que marcaron un estado de depresión que ya era continuo. En 1886 se
instala en París con Theo, galerista que trabaja principalmente con los impresionistas a los
que Vincent dedicó su atención por primera vez. Poco después, se alineó con los
experimentos más recientes sobre el color con los protagonistas más significativos del
postimpresionismo.

Vincent abandonó París en 1888 en un estado precario debido a una vida irregular y al
abuso del alcohol y el tabaco. Él mismo escribe: "Mi cerebro estaba casi arruinado". En
primavera se traslada a Arles, donde planea crear una comunidad de artistas que se reúnan
en su casa. Prepara el humilde hogar con gran pasión y esmero, a pesar de sus limitados
recursos económicos.

En su construcción se puede reconocer la gran necesidad de un nido con un fuerte sentido


estético. En la habitación de Gauguin amuebla una serie de obras que se convertirían en
sus mayores obras maestras: los girasoles. Gauguin, a quien Vincent admiraba como artista
y por su fuerte personalidad, fue el primero de los artistas invitados. Desgraciadamente, la
problemática convivencia entre los dos artistas duró sólo unos meses, desde el otoño hasta
la Nochebuena. El sueño de la comunidad se rompe con la marcha y el abandono de
Gauguin.

Tal vez Vincent se sienta atraído por el mismo egoísmo que permite a Gauguin devorar la
vida. Y entonces sabe que su amigo tiene dificultades económicas. Es un Van Gogh que
pretende ser una gallina madre y que al mismo tiempo necesita una gallina madre,
dispuesto a sacrificar más de lo que ya tiene, con tal de tener a su amigo a su lado. Una
disposición empática y nutritiva, capaz de hacer grandes sacrificios por el otro, de
complacerle para que no le abandone y de darle reconocimiento.

La ruptura definitiva de su relación provoca el estallido de la primera crisis psicótica grave


en la Nochebuena de 1888, con la manifestación de comportamientos agresivos y
autodestructivos. Es necesario su ingreso en el hospital de Arles. Después del hospital, toda
la ciudad le vigilaba.

Cualquier gesto, incluso el más trivial, parecía confirmar su peligrosidad. Lo describen con
una mirada de loco; siempre parecía querer huir y no se atrevía a mirar a nadie. Aquí
podemos ver cómo un rasgo fóbico en el reportaje se convierte ya en una fobia social y
cómo la ansiedad persecutoria se manifiesta en la realidad. Los habitantes de Arles le
persiguen hasta el punto de solicitar su internamiento en un asilo. Entre sus recaídas
debidas al insomnio y las alucinaciones, teme a los arlesianos, dice: "En cualquier caso, no
he hecho daño a nadie".

En 1889, acepta la hospitalización en Saint Rémy tras ser denunciado por sus vecinos por
molestias, con la esperanza de encontrar una contención a sus crisis, como había ocurrido
en parte en el hospital Wincent de Arles. Se compromete, entre otras cosas, porque su
hermano Theo está comprometido: una mujer ocupa el lugar de honor de su hermano y
teme no recibir más ayuda financiera; el asilo resuelve sus problemas cotidianos.

Tan grande es su deseo de trabajar que incluso le declara a Theo: primero "Si me quedara
sin tu apoyo, me dejarían suicidarme sin remordimientos" y, "aunque soy, vil acabaría por
irme. "

Tras esta carta intimidatoria, Theo decide pagar su ingreso en el manicomio. Sin embargo,
sigue pintando con frenesí y desesperación. Este personaje es capaz de despertar la culpa
y puede utilizar el arma para presentarse como víctima. Es interesante cómo vuelca sus
frustraciones en la única figura afectiva que tiene, pero que ahora teme perder.
En Saint Rémy vive una nueva experiencia de soledad e incomprensión; sólo atraviesa sus
crisis sin dejarse aplastar por ellas y saldrá de ellas a través de la pintura, que será su
verdadero apoyo.

Más tarde, también en Auvers, en los últimos meses de su vida, los chicos se burlan de él
por su rareza en el vestir.

En el último año de su vida, Vincent alternó momentos de relativa tranquilidad con otros de
crisis. Su producción artística de esos años es extraordinaria.

Imagen y sentido existencial

Como señalaba Winnicott, la respuesta del rostro de la madre permite al niño tener una
imagen positiva de sí mismo. Sólo el rostro y la mirada de la madre permiten al niño tener
un sentido de sí mismo y reconocerse y sentirse suficientemente amado por otro.

Según Lacan, la experiencia del cuerpo nunca es una experiencia naturalmente armoniosa
para el ser humano, sino que se produce originariamente como una experiencia de
no-unión, de discordancia. Cuando el niño no está suficientemente atendido por los padres,
como en el caso de Vincent, la experiencia de la existencia real puede ser difícil, fea y
agotadora. Esto define el núcleo de la experiencia melancólica.

La historia del otro es necesaria para construir un sentido completo a un yo integrado.

Por lo tanto, podemos decir que la mala imagen de sí mismo, cultivada por el E4, es la
expresión directa de la introyección de una figura parental negadora.

culpa existencial
En la melancolía, la culpa se alimenta delirantemente, no en relación con el deseo y sus
vicisitudes, sino en relación con la existencia misma. La culpa del sujeto -realmente
irremediable- es la culpa de existir.

La experiencia de su existencia como nuda vida será como un puro descarte, superfluo,
inferior, que llevará a Vicente a una continua lucha por alcanzar lo imposible. La suya fue
una existencia sin hogar, sin posibilidad de ser deseado, errante, a la deriva, desarraigado.

Freud señala que este delirio de culpabilidad es un verdadero delirio moral: el sujeto se
siente subyugado por un sentimiento infinito de indignidad, siente que no tiene derecho a
existir. Su falta fundamental es la de no haberse inscrito en el deseo del otro. El sujeto,
reducido a un objeto descartado, a un objeto rechazado, se separa de esta identificación,
imposible de soportar, pasando al acto resolutorio. Abandona literalmente la escena del
mundo. Lacan habla del suicidio melancólico como un suicidio del objeto.

El sentimiento de indignidad que acompaña su vida está siempre entrelazado con una
especie de impulso afirmativo, una voluntad de ser, una voluntad desesperada. En Van
Gogh, esto supone la lúcida distinción de dos tipos de melancolía: en una melancolía
prevalecería el abandono, la muerte, la ausencia, la esperanza, el estancamiento, la inercia,
mientras que en la otra, lo que el propio Vincent llama melancolía activa, una energía vital
que espera, aspira y busca. Esta melancolía no es en absoluto una negación maníaca de la
herida melancólica, que lleva consigo, sino que indica el esfuerzo singular de no sucumbir a
la llamada de la melancolía. Él mismo habla de ello: "La desolación de lo que se llama
sentimiento de vacío es lo primero que hay que combatir para que no se convierta en una
enfermedad crónica".

Fue precisamente la obra de arte la que adquirió en Van Gogh las características de una
auténtica melancolía activa. Vincent llegó al arte a través de un largo trabajo de
investigación interna sobre sí mismo, tras adquirir la extraordinaria capacidad de
transformar directamente la realidad sobre el lienzo, de pasar de la mirada al gesto sin
mediaciones. Su obra, en su conquistada autonomía de color/signo, se convirtió así en una
de las grandes referencias del arte moderno. La obra de arte será el dolor de la vida, será la
posibilidad de la vida frente a la tendencia a la muerte precisamente como respuesta a la
identificación del objeto perdido. La práctica del arte es entonces cómo transformar la
pulsión de muerte, cómo convertir lo negativo en positivo.

compensación de la psicosis
Sabemos que en Van Gogh la psicosis se manifiesta más claramente en la primera crisis
del invierno de 1888. Exactamente en Navidad, cuando Gauguin se marcha. Hasta
entonces no habían aparecido alucinaciones ni delirios. Esto significa que hasta entonces
había encontrado remedios para evitar que se produjeran. Remedios en los que Van Gogh
busca intensamente, incluso a través de sucesos extraordinarios, experiencias intensas,
donde la voracidad de la envidia, del pretender, del aferrarse, emerge en un apego
excesivo: la relación con su hermano Theo, las pasiones amorosas que impulsan a Vincent
hacia grandes decepciones sentimentales, la relación compensatoria con Sien, la prostituta
madre de un niño con la que Vincent convivió tras su desamor con Kee, el deseo utópico de
crear una comunidad de pintores en Arlés y el intenso pero desastroso vínculo con Gauguin,
el cuidado del pintor en cultivar la técnica pictórica copiando grandes obras del pasado.
Estas compensaciones orientaron la vida de Van Gogh, dieron sentido a su presencia en el
mundo y reforzaron sus vocaciones más singulares, las del cristianismo y la práctica del
arte. Llegó incluso al autosacrificio y a infligirse dolor a sí mismo (aspecto masoquista).

El impulso místico, hacerse cristiano

El encuentro con el mensaje evangélico fue para Vicente un encuentro con un sentido
posible de su presencia en el mundo. El amor de Dios, a diferencia del de sus padres, no le
excluye, ni le erige en hijo sustituto de otro ideal; hacerse buen cristiano es intentar rescatar
la vida de la insignificancia a la que estaba destinada. Es la necesidad de admirar el amor.
Escribe a su hermano: "El Señor me ha tomado como soy, con mis defectos". Sin esta
cercanía al amor de Dios, su vida no tendría sentido.

El padre de Vicente vivió su misión de pastor protestante, según su hijo, como una víctima
del conformismo al canon. Le había faltado esa entrega absoluta y sin reservas que exige la
palabra evangélica, mientras que el pintor vive su opción religiosa como una opción radical
que rompe con cualquier concepción estetizante de la vida, con todas esas costumbres
rituales que acaban neutralizando el auténtico mensaje de Cristo . Elegir a Cristo es un salto
al vacío, un compromiso de amor sin condiciones. Lo más importante en la experiencia
cristiana es el símbolo de la cruz, que representa una capacidad de entrega al Otro que
sabe ir más allá de los confines estériles del yo hasta provocar su propia disolución, es una
entrega de sí mismo, anulando todo apego a uno mismo.

A los ojos de Van Gogh, la figura de Cristo no es la del Señor, sino la del pobre, el mendigo,
el que acepta perderlo todo. El Cristo al que reza el pintor no es el Cristo de la
Resurrección, de la Gloria, sino el hijo del hombre, es el Cristo de la Pasión y de la cruz.
Para él, Dios no es el Dios de los filósofos o de los teólogos, sino el que sólo se realiza en
su encarnación humana. El centro de la experiencia cristiana no es la manifestación del
poder de Dios que vence a la muerte, sino el misterio de la encarnación, la kénosis, el
rebajamiento, la humanización de Dios.

La experiencia cristiana es una experiencia de renuncia a los bienes terrenales, de ascesis,


de práctica de la pobreza: convertirse en un abandonado entre los abandonados, ser un
náufrago. El cristianismo es, en este sentido, una melancolía activa. La vida y la predicación
evangélicas se le presentan como una forma activa de ocuparse de los inadaptados, los
pobres y los sin techo; la experiencia de Cristo le habla de su verdad más íntima.

Escribe a Theo: "La raza de los mineros es la raza de los últimos, de los más despreciados",
a los que Vicente se siente pertenecer, como extraños sobre la faz de la tierra, como
excluidos de la escena del mundo. mundo. El amor infinito de Dios compensa lo que nunca
ha recibido y su presencia devuelve el sentido a un mundo que parecía desprovisto de él. El
impulso místico, la tensión hacia lo infinito, lo absoluto, no termina con la caída de las
aspiraciones religiosas. Al contrario, la transición de predicador cristiano a pintor es fruto del
amor cristiano por el misterio de la naturaleza, el amor de Dios por sus criaturas, que se
amplifica en el arte. Para Van Gogh, la pintura siempre será sagrada. Será la pintura de lo
absoluto.

Convertirse en pintor como camino de transformación. El dolor puede convertirse en un


elemento de belleza
Vincent define muy lúcidamente la práctica del arte como "el único remedio para su
melancolía, sin el cual" uno se derrumba. Así, encuentra en la psicosis no sólo lo que debe
contener, sino también una posibilidad creadora, una fuerza en busca de forma.

Van Gogh afirma que la tarea más sensible de la pintura sería captar el misterio de la
naturaleza, que equivale al misterio del dolor de la vida. Todo pintor sabe, como nos
recuerda Merleau-Ponty, que las cosas no son simplemente representadas por la pintura,
sino que son tocadas, afectadas, observadas desde el propio lado del mundo del pintor. La
pintura, para Van Gogh, surge precisamente de esta mirada que se produce en el Otro. La
naturaleza no es lo que tiene delante, sino que surge como algo que le mira. El pintor se
siente afectado y dice: "Realmente para mí, el drama de la tormenta en la naturaleza y el
dolor de la vida es lo que más me afecta".

La fuerza de su obra pertenece sobre todo a la fuerza del color, por lo que siente una fuerte
atracción por el sur de Francia y su timbre de luz, diferente de la luz del norte y de sus
primeros días. El periodo de Arles y Saint Rémy le permitió conquistar nuevos horizontes
expresivos, que serían la base del arte moderno, tanto desde el punto de vista del plan
cromático, como de la maduración autónoma del lenguaje de signos, cuya rapidez se haría
legendaria, "lleno de errores y lagunas>>.
El corazón de la naturaleza sigue siendo "ese dolor de la vida". Quedarse atrapado en él
entraña un gran peligro. De hecho, en su última carta a Theo dice: "En mi trabajo siempre
arriesgo la vida".

En el epistolario se describe a sí mismo como suspendido en una zona de oscilación entre


la creación y la destrucción. Por eso la pintura es para él un estado límite.

Van Gogh siempre duda de su propio talento. Mira a Gauguin con admiración, su búsqueda
es obstinada y tenaz. No son sólo sus aptitudes las que le conducen al arte, sino que es el
arte el que le llama, le obliga a exponerse. No estamos lejos de la otra llamada, la de Cristo
crucificado, a la que el joven pintor se había acercado ardientemente. El compromiso y el
rigor constante de sus investigaciones no contrastan con la naturaleza de esta llamada que
viene de otra parte. Al convertirse en pintor, Van Gogh dio cuenta de una vida desprovista
de defensas, expuesta a lo desconocido, desprovista de refugio, que le acercó al "dolor de
existir".

Sentirse llamado por el destino. El arte como eclipse del nombre


En Van Gogh, la pintura está dedicada a la búsqueda de lo absoluto, busca identificarse
con el poder de la naturaleza.

La obra de arte de Van Gogh puede compararse a una invocación de lo absoluto, a una
plegaria. También por esta razón sólo puede ser sagrada. En el arte no hay ego, sólo Dios.

La identificación con el Cristo de la Pasión seguirá siendo crucial a lo largo de toda su


carrera, y la volveremos a encontrar en una de sus últimas obras: la Piedad, pintada en
septiembre de 1889, donde atribuye su rostro al Cristo depuesto de la cruz.

Vincent exige el autosacrificio como la religión cristiana, su propio borrado psicológico, su


propia aniquilación. En este sentido, se trata de un eclipse del nombre propio. Por eso
Jaspers, a propósito de la pintura de Vincent Van Gogh, puede decir que en ella el creador
acaba consumiéndose en la obra.

Cuando el joven crítico de arte Albert Aurier escribió en enero de 1890 un artículo titulado:
El aislado: Vincent Van Gogh, en el que intuía la grandeza del genio, Vincent se sintió
avergonzado y, escribiendo a su hermano, se sintió tomado como modelo en la pintura
moderna y no creyó merecerlo y rehuyó los cumplidos que recibía.

Su sentimiento de indignidad era tal que le resultaba imposible recibir reconocimiento; en


ninguna parte había un lugar para él.

La necesidad de eclipsarse prevalece sobre la necesidad de realizar su propia afirmación


egoica, de realizar su identificación melancólica. Esta realización tiene lugar a través del
arte, convirtiéndose en una melancolía activa capaz de dar forma a la fuerza de la pintura
para trascender su propio nombre, porque sólo le interesa lo absoluto, sólo Dios, el Dios de
la cruz y del arte, el Dios de la naturaleza.
En este gesto Vincent trasciende su carácter de conservación E4, que en lugar de vivir en el
odio a sí mismo y en la melancolía pasiva, prolonga a través de la experiencia del arte la
experiencia cristiana del amor como experiencia de entrega.

Lo sagrado y absoluto del arte desgasta y agota a Vincent. Si, por un lado, el arte funciona
como un contraveneno para su psicosis, para su tendencia melancólica, por otro, al haberse
asimilado o distanciado sin reservas del poder de la naturaleza, acaba por quemar al artista,
"quemándole el cerebro".

Abandono

La pasión por el arte sostiene a Van Gogh en la separación de todos los lazos sociales
hasta el punto de realizar su existencia como un ser abandonado.

En él expresa una fuerza profunda, una energía que se vuelve contra las instituciones de
poder, su familia patriarcal, la Iglesia, la teología, la Academia, y también contra el éxito que
estaba teniendo en ese momento el movimiento impresionista. En sus cartas se percibe un
tono crítico hacia su persona y, de las palabras de Vincent, se desprende un sentimiento de
redención cuando reitera varias veces que su obra será una contribución para los futuros
pintores, que su dedicación no será en vano.

Hay muchos temas relacionados con el sentimiento de abandono, de ser el último, de


descarte. El tema de los zapatos en Van Gogh es un tema insistente en su producción; en
todas sus obras aparecen sin adornos, desgastados, abandonados.
Con esos zapatos, Vincent se puso en marcha e hizo del viaje su destino. Al ponerse en
marcha ha mostrado un camino, ha hecho de su experiencia individual la experiencia de
muchos que se reconocen en el viaje del héroe. No son objetos fetichistas, de consumo, o
de vestir, son zapatos vividos, usados a diario, por tanto, viejos. El título es ejemplar: Un par
de zapatos, 1886. Los zapatos abandonados de Van Gogh no proponen ninguna versión
ideal de la belleza, sino que indican ese momento de transición de la vida a la muerte.

El arte japonés era para él el arte de la luz más logrado que existe. No le interesan tanto los
grandes conceptos y las especulaciones universales como el estudio de una simple brizna
de hierba, la forma más modesta y pequeña de la vida, porque el infinito también está
contenido en esta forma y se expresa en ella. Estudiar la brizna de hierba es estudiar el
mundo entero. Esto lleva al pintor a identificarse con todas las plantas, las estaciones, los
animales y la figura humana. La gran innovación japonesa consiste en reducir la práctica de
la pintura a la práctica del dibujo, por tanto esencial, sin mediación, directamente del tubo.
Alcanzar la simplicidad de la línea, del aliento, del acto sin pensamiento, requiere una
disciplina estricta, casi un nuevo ascetismo; el orden monástico de la vida japonesa debe
inspirar su vida de pintor.

Artaud define la obra de Van Gogh como el desencadenamiento y el encantamiento de los


elementos primarios, por tanto como un mano a mano ambivalente con la naturaleza, como
un desencadenamiento de su poder y como un sentimiento de ser atraído hacia ella sin
poder escapar El poder del sol en sus obras aparece inhumano e indiferente; no es el sol el
que calienta la tierra y la vida, no es el sol el que ilumina la escena del mundo, sino lo real
como imposible que emerge traumáticamente del fondo del lienzo.
No es casualidad que, tras el inicio de la psicosis, aparezca desde el norte el "tremendo
deseo de Van Gogh de volver a ver a sus amigos y el campo", vivido como una necesidad
real de superar la enfermedad. Escribe a su hermano en el último año de su vida que su
enfermedad es "típica del Sur", que volver a casa, a lo familiar, puede poner fin a las
alucinaciones. El regreso al Norte se presenta como la única terapia estratégica para hacer
retroceder la enfermedad que le consume.Siempre presente en la pintura de Van Gogh, en
un equilibrio siempre inestable, está la fuerza que tiende a romper los límites.

La fuerza cromática que Van Gogh extrae de su visión de la naturaleza nunca devasta el
cuadro, sino que lo nutre, lo hace vivo, palpitante; es la manifestación no de un significado,
sino de una realización intraducible, la elevación del objeto a una dimensión sagrada. El
cuadro está sometido a fuertes ondas sísmicas, pero éstas nunca comprometen la obra. Es
Vincent quien deja de gobernar lo que gobierna el cuadro y quien es inexorablemente
consumido por él. GIROLAMO SAVONAROLA Por Francesca Belforte Familia, infancia y
juventud (1452-1475)

Girolamo Savonarola nació en Ferrara el 21 de septiembre de 1452, hijo de Niccolò y Elena


Bonaccorsi, de Mantua.

Como tercer hijo, todas las esperanzas de su familia estaban puestas en él: siendo aún un
niño, había sido elegido para continuar las tradiciones y dar lustre a un nombre hecho
famoso por su abuelo, Miguel Savonarola.

Su abuelo, de hecho, había obtenido una cátedra en la Universidad de Ferrara por su


notoriedad como médico y hombre de letras, además de ser nombrado médico privado de
Nicolás de Este; cuando abandonó sus estudios, se aseguró una pensión, un título nobiliario
y muchos honores. Su hijo Niccolò, hombre sencillo y piadoso, sufrió la fama de su padre y
se vio ensombrecido por ella. De sus nietos, sólo en Girolamo descubrió su abuelo una
inteligencia a la que se aferró con la tenacidad de quien ve peligrar la obra de su vida por la
mediocridad de sus descendientes.

Por esta razón, Girolamo abandonó el hogar de sus padres a una edad temprana y creció
en casa de su abuelo, bajo su protección, hasta los dieciséis años.

Girolamo, tímido, melancólico, estudioso, autosuficiente, creció entre libros, mostrando un


vivo sentido de la responsabilidad.

La disposición para la filosofía y la dialéctica estaba marcada en él, y animado por su éxito,
su abuelo quiso perfeccionarlo inculcándole su propio culto a la religión, basado en el
desprecio del mundo.

A la edad en que los niños juegan a imitar la vida, los objetos de diversión de Jerónimo eran
los altares; más tarde, el libro favorito fue la Biblia, y a los dieciséis años el muchacho
modelo, cuya rectitud era ejemplar, ya se escandalizaba de la frivolidad de su generación y
unía sus lamentos a los de su abuelo. Serio y aficionado a la soledad, evitaba los
pasatiempos y la compañía de su edad. La promiscuidad de la juventud y el código varonil
de la calle o los pasatiempos frívolos le repugnaban. Era más probable encontrarlo en la
iglesia, en la soledad de una nave oscura, o dando largos y solitarios paseos por el
terraplén del Po

A la muerte de su abuelo, continuó sus estudios con su padre durante dos años, y luego fue
enviado a la universidad. Tenía dieciocho años y aquel fue su primer contacto con el mundo.
Su impresión fue de revuelta, vergüenza y consternación. Los profesores le parecían
preocupados sólo por "dar un espectáculo de virtuosismo", los grandes ideales destruidos,
la autoridad desacreditada y la juventud corrompida. Durante las disputas académicas en la
universidad, se defendía con una habilidad que impresionaba a sus oponentes y una
manera que los desarmaba, aunque interiormente se debatía entre la protesta y el disgusto.

El esfuerzo por imponerse y resistirse al ambiente universitario arruinó su salud y tuvo que
interrumpir sus estudios. Regresó a casa convencido de que el mundo y su sabiduría tenían
poco que enseñarle. Su familia intentó convencerle de que fuera a la corte estense, pero se
sentía perdido en aquel espléndido ambiente de juego y sensualidad, no conocía el juego,
no podía competir con los hombres jóvenes, fuertes y viriles, se sentía torpe, ridículo ,
inferior, inadecuado, incluso para su posición social.

Volvió de la corte, como de la universidad, asqueado del mundo. Sin embargo, en ese
momento no pensó en abandonarlo, sino que empezó a creer que podría haber sido médico
y, como su abuelo, atender a los pobres con generosidad desinteresada.

Fue también en esa época cuando se enamoró de una joven que vino a vivir cerca de su
casa, hija natural de un exiliado florentino de la ilustre familia Strozzi. Pero su decepción
ante el rechazo de la muchacha -ella le rechazó encogiéndose de hombros, diciéndole que
"la sangre y la ilustre familia Strozzi no podían admitir una unión así"- bloqueó su desarrollo
emocional, le congeló. Una amarga lucha surgió en su interior, y la amargura y la melancolía
se abrieron paso poco a poco en su corazón. Veía por todas partes en el mundo los
defectos de la muchacha: vanidad, crueldad, orgullo y frivolidad. Empezó a escribir un
tratado titulado Desprecio del mundo, reanudó la lectura de los clásicos y de la Biblia
(Sodoma y Gomorra alimentaban su imaginación). Sus virtudes eran su única superioridad y
el mundo se burlaba de ellas y las pisoteaba. Escribió entonces: <<Para ser considerado un
hombre, uno debe ensuciarse la lengua con las blasfemias más sucias y salvajes e incitar a
otros al asesinato y provocar discordia y contienda. Si vives casto y modesto, dicen que
eres tonto, si eres piadoso dicen que eres deshonesto, si crees en Dios dicen que eres
estúpido, si eres piadoso dicen que eres afeminado...>>.

Pasaron los días, los meses y los años, y esta fricción se convirtió en exasperación, y una
crisis normal de adolescente se transformó en una convicción cada vez más profunda en su
interior.

Escribe: "Empecé a reflexionar para mis adentros sobre lo que es esforzarse por fines
inútiles y cómo descuidamos lo que es útil y necesario. Y considerando lo rápido que
avanza la muerte, decidí abandonar todo lo demás, tener en mente sólo el fin del hombre y
prepararme para él con todas mis fuerzas. Por la gracia de Dios empecé a despreciar todas
las cosas terrenas. Un anhelo irresistible por la patria celestial ardía en mi corazón y decidí
servir sólo a Jesucristo, mi Señor.
Lo único que le frenaba en su decisión era el conocimiento del dolor que iba a causar a sus
padres. Además, las condiciones económicas que afligían a la familia distaban mucho de
ser prósperas. Su padre atravesaba dificultades económicas y sus hermanas no tenían
dote. Su madre se marcha al enterarse de su decisión. Un día, mientras tocaba el laúd, su
madre intuyó que la decisión estaba tomada y le dijo: "Hijo, siento que te vas". Él no se
atrevió a mirarla a los ojos y se despidieron en silencio.

Al día siguiente, mientras la familia estaba fuera con la multitud reunida para la fiesta del
Jubileo, desapareció. Y al día siguiente les envió una carta desde Bolonia. Era abril de
1475.

Ingreso en la Orden Dominicana y conquista de la elocuencia (1475-1489)


El 26 de abril de 1475, Girolamo ingresó en el convento de San Domenico de Bolonia. Su
año de noviciado fue continuo y amargo: una lucha por controlarse. Le atormentaban las
quejas de sus inconsolables padres, a los que se veía obligado a regañar con dureza. Para
domar sus tenaces afectos, se mortificaba con un celo tan excesivo que sus superiores se
veían obligados a calmarle. Con el mismo celo trabajó como novicio. Nada le asustaba, ni
los trabajos más humildes ni la fatiga intelectual. Servir a la mesa, lavar los pies, limpiar los
lugares cómodos eran considerados privilegios; no poder leer más que las reglas de la
Orden y las vidas de los santos era un favor especial; y cuando, al final del año, volvió al
colegio, lamentó haber retomado sus estudios familiares. "No he venido al convento",
escribió para cambiar el Aristóteles mundano por un Aristóteles enclaustrado. Pero se
sometió por disciplina. La vida de estudiante conllevaba privilegios, pero Jerónimo no se
permitía ningún descanso; sus mortificaciones eran continuas y sus superiores intentaban
en vano moderarle. Practicaba las más mínimas privaciones en secreto; sólo dormía cuatro
horas por noche, guardaba papel para escribir, incluso se privaba de un crucifijo. Sus
superiores le hicieron ver que el deber de un dominico era sólo la elocuencia y el estudio, y
se preguntó si se había equivocado al elegir la Orden. Observó que la preocupación
dominante de los superiores era aumentar la influencia, la riqueza y la cultura del convento,
y su "tibieza", comparada con la vida de los santos, le consternó. Su confesor no encontró
en él ninguna mancha, ni siquiera un pecado venial. Era perfecto, y en esa satisfacción
humana encontró su paz, que duró seis años.

Jerónimo sabía que la misión de la Orden era predicar, y se sentía llamado a hacerlo. Para
eso había nacido y había sufrido: para transformarse de víctima en azote (para reprender,
someter, exhortar y reformar el mundo que le había ultrajado).

Se preparó ardientemente para la misión, pero sus primeros esfuerzos fueron infructuosos.
Tenía una voz débil, una forma torpe de hablar y era excesivamente severo. Le faltaba algo
y se esforzó por superar esas dificultades. Recibió lecciones de oratoria y retórica, por
supuesto, pero cada vez era peor y menos capaz de persuadir a los demás con gestos
estudiados e hipócritas. Releía los pasajes más irisados del Antiguo Testamento y eso
despertaba en él una elocuencia que expresaba por escrito; las revelaciones que captaba al
hilo de los horrores que tenían lugar en Roma le hacían hervir la sangre; pero el púlpito le
resultaba asfixiante y sus sermones dejaban al público tan indiferente como antes. Entonces
la misión de su vida le pareció la conquista de la elocuencia.
En 1481 fue enviado a Florencia, al convento de San Marcos, y fue un gran alivio para él
dejar Ferrara, debido a sus muchos casos oratorios fallidos. En Florencia, Girolamo estaba
muy indignado por la vida lujosa y licenciosa de allí, pero cuando fue enviado a predicar a
San Lorenzo fue un desastre, y la audiencia se redujo a veinticinco personas. No tenía "ni
voz, ni movimiento", ni gracia, ni bondad en una ciudad impregnada de arte por todas
partes, y le aconsejaron que dejara de predicar, cosa que hizo desesperadamente,
profundizando en su interior. Odio la espectacularización de masas de los sermones, que
correspondían a una época blanda y corrupta, para la que había que esperar un azote
divino que castigara a la Iglesia. Comenzó a predicar en provincias, nómada de ciudad en
ciudad, durante siete años, y aquí su candor y espontaneidad produjeron un gran efecto.
Aumentó las austeridades, los ayunos y las sangrías. En 1489 fue llamado a Florencia por
Lorenzo de Médicis siguiendo las instrucciones de Pico della Mirandola, que atravesaba
entonces una crisis espiritual personal. Reanudó la predicación con una nueva emoción
interior, consiguió por primera vez conmover el corazón de la multitud y sus sermones se
convirtieron en un triunfo.

Relación con Lorenzo de Médicis (1489-1492)


Savonarola, procedente de San Marcos, comenzó a predicar en el Duomo ante diez mil
personas. Se volvió dramático y teatral, estallando en sollozos y suspiros, y para burlarse de
él, sus seguidores fueron llamados Piagnoni. Predicando contra los pecados que
perturbaban a la familia -la embriaguez, la impiedad, el juego, el libertinaje- se convirtió en
aliado de las mujeres contra el hombre libre e irresponsable, atrayendo acusaciones de
locura y charlatanería por las continuas visiones que revelaba. Como reacción, Savonarola
pasó de los oráculos a la realidad y empezó a abordar los abusos políticos en sus
sermones. Aquí el terreno se volvió más traicionero: habló de la explotación de los
trabajadores y de impuestos injustos, pagados por los pobres y no por los ricos;
Imperceptiblemente, se formó a su alrededor una corriente de opinión política que veía en él
una conexión con el descontento con el régimen de los Médicis, alguien cercano a la plebe.
Le aconsejaron que renunciara tanto a la política como a las profecías, pero ya no podía
echarse atrás porque su poder y popularidad derivaban de este impulso. Savonarola relató
un conflicto interior entre dos partes de sí mismo, pero sintió que ya no podía detenerse, a
costa de la autodestrucción.

No dejó de denunciar la corrupción del clero, la opresión de los pobres, la tiranía, la codicia
de los ricos y el libertinaje de su generación.

Fue invitado a predicar en palacio y su sermón fue un ataque indirecto y un tanto gratuito
contra Lorenzo de Médicis; Lorenzo le ignoró inicialmente, magnánimo y magnífico.

En julio de 1491 fue elegido prior de San Marcos; era costumbre que el nuevo prior hiciera
una visita de homenaje al jefe de la familia Médicis. Pero Girolamo se negó y fue tajante:
"Sólo a Dios debo mi elección, y sólo a él me inclino". Lorenzo lo consideraba una cuestión
de formas, no de principios; veía la obstinación del prior como un desafío a su encanto,
tolerancia y generosidad, acariciando la simpatía y el respeto del pueblo. Lorenzo intentó
crear encuentros casuales, incluso trató de comprar el convento con dinero, con la amenaza
a través de algunos de los protectores del convento. Después, volvió a despreocuparse
orgullosamente del prior y su disputa volvió a estar latente. Eran dos personalidades
incompatibles: Savonarola era todo principios, Lorenzo era todo conveniencia y sabiduría
mundana.
La falta de principios de Lorenzo era una provocación constante para la moral del fraile, que
le atribuía todos los males de Florencia. Carente por completo de realismo político,
Savonarola redujo el problema político de Florencia a un problema moral y vio en la
ambición de Lorenzo la única explicación del mal sistema.

Su último encuentro tuvo lugar en el lecho de muerte de Lorenzo. Poco antes de morir, no
se conformó con cualquier sacerdote a su lado, sino que quiso que llamaran a Savonarola.
Al principio se negó, pero el moribundo se rebeló contra la negativa y volvió a mandarle
llamar porque era "el único fraile honrado que conocía", y esta vez Savonarola acudió.
Nadie sabe lo que siguió. Poliziano dice que Lorenzo voló a confesarse y Savonarola le
instó a rezar con él. Otra versión dice que Savonarola impuso tres condiciones a Lorenzo
antes de que aceptara la confesión: la fe en la misericordia de Dios, la devolución de los
bienes que su familia había malversado y el retorno de la libertad a Florencia. Al parecer,
Lorenzo se volvió de cara a la pared y murió esa misma noche.

Las reformas monásticas (1492-1494)


El prestigio de Savonarola creció enormemente tras la muerte de Lorenzo. Casi al mismo
tiempo murió el Papa Inocencio VIII y fue elegido el Papa Borgia Alejandro VI: se rumoreaba
que su elección había sido comprada y que la simonía, la inmoralidad, la corrupción, el
nepotismo y la inmoralidad causaban estragos en la Iglesia.

Los sermones de Savonarola eran aclamados pero completamente ignorados, sus profecías
sonaban completamente vanas. Savonarola empezó a pensar que era hora de pasar de las
protestas orgullosas y desesperadas "a los hechos y los ejemplos, que hablan más alto que
las palabras". Decidió reformar la pequeña comunidad del convento de San Marcos. Su
primer paso fue proponer el abandono del propio convento de San Marcos, con su preciosa
biblioteca, sus celdas pintadas al fresco por Beato Angélico, sus claustros adornados con
escudos de armas y sus jardines llenos de estatuas paganas desnudas, demasiado
mundanas a sus ojos.

Decidió retirarse a una ermita con sus discípulos predilectos. Se planeó un nuevo convento
de primitiva sencillez, pero el proyecto fue boicoteado por los frailes más ancianos al darse
cuenta de la severidad que se les imponía. Savonarola comprendió entonces que la
sencillez a la que aspiraba debía alcanzarse mediante nuevas reglas monásticas,
conquistando la naturaleza humana de los monjes con dulzura y alegría (un sacrificio muy
grande para él, pero cuando el demonio de la melancolía le asaltó, lo domó en el púlpito,
donde lo desató), creando una comunidad donde reinara la serenidad, la sencillez y la
felicidad.

Indulgente con los demás, era muy estricto consigo mismo. Nadie superaba sus
austeridades. Sólo dormía cuatro horas por noche. Comía el pan más viejo, dejando el más
fresco para los enfermos y los ancianos, y no tocaba la carne. Con el tiempo, perdió por
completo el sentido del gusto. Predicaba la austeridad practicándola. Insistía en la limpieza,
realizando él mismo las tareas más serviles que se esperaban de los novicios. Y nunca
estaba irritable, salvo en el púlpito.
En la vida privada, Savonarola revelaba un carácter amable y sumiso, cortés; llevaba a sus
monjes a pasear por las colinas, a bailar la ronda o a discutir cuestiones teológicas entre las
mariposas. Pero no bastaba con ganarse a los monjes; era necesaria una decisión política
para aplicar su reforma monástica, que dependía de sus superiores lombardos. Finalmente,
se convirtió en jefe de una congregación autónoma y pudo aplicar su reforma. La regla de la
pobreza se practicaba estrictamente. La comida y la ropa estaban restringidas. Los
dominicos reformados se reconocían por sus sotanas más cortas y holgadas, que apenas
les cubrían las rodillas, y por sus sandalias remendadas; los paños que llevaban no debían
considerarse de su propiedad, los libros y las celdas se cambiaban periódicamente, todas
las cosas necesarias se convertían en otros tantos préstamos, cuya continua circulación era
un recordatorio de la fugacidad de la vida. Savonarola quería combatir todas las formas de
propiedad, rompiendo y anulando la individual en favor de la comunidad. Los monjes tenían
que trabajar para ganarse la vida, las posesiones del convento se vendían. Los que
conocían un oficio contribuían con sus ganancias al sostenimiento de la comunidad,
quedando el resto libre para las cosas espirituales.

La reforma se llevó a cabo con muchos conflictos internos. La salud de los frailes se resintió
por el ayuno excesivo y la fatiga, se dice que varios enfermaron y apenas podían tenerse en
pie. Durante los primeros esfuerzos por alcanzar la perfección, las tentaciones del demonio
eran frecuentes y, según él, el convento estaba invadido por una nube de demonios que
salían del aire contaminado. Cada noche, Girolamo los ahuyentaba, rociando las celdas con
agua bendita y cantando himnos. La nueva regla atraía a las mentes refinadas, tan nobles y
audaces, conectadas con el ideal de la vida sencilla y el pensamiento elevado. Se percibía
en Savonarola en aquel momento una alegría batalladora, un tono de satisfacción. El
desaliento se había convertido finalmente en acción. Recordemos, sin embargo, que la
ambición del moralista, por muy santa y desinteresada que sea, no deja de ser una
afirmación de sí mismo; es el elixir más poderoso, que no opera tanto sobre las cosas
materiales como sobre el hombre mismo para imponerse sus ideales, su pasión, para
imprimir cien veces su propia imagen en sus semejantes. Para Savonarola, esto significó la
reacción de toda su vida: la venganza definitiva contra un mundo que le había rechazado.
Savonarola se dio cuenta de que la incierta situación política de Florencia y de Italia era un
buen momento para un renacimiento religioso. La creciente alarma pública dio nuevo vigor a
los sermones de Savonarola, y por todas partes la realidad respondió a las visiones del
fraile. Era 1494, los franceses de Carlos VIII estaban a las puertas de Florencia, y el 17 de
marzo Savonarola predicaba en la catedral ante una gran multitud: "He aquí, haré que las
aguas vengan sobre la tierra. ¡Arrepentíos!"

Reformas políticas (1494-1495)


Por sus esfuerzos como pacificador moral contra la invasión francesa, Savonarola fue
considerado por el pueblo como un patriota. Como muestra de reconocimiento, fue invitado
a colaborar en la reorganización del nuevo gobierno de la ciudad. Savonarola intuía los
peligros de embarcarse en una carrera política, abandonando su libertad y enfrentándose a
la vida y a la muerte (desde el principio había tenido la premonición de un martirio
inminente). Pero también significaba una brillante oportunidad para terminar toda su obra y
poner a prueba las reformas iniciadas en el convento a un nivel superior. La reforma política,
sin embargo, era para él sólo un medio para alcanzar un fin más elevado: la reforma moral:
el poder de castigar el vicio mediante la ley, de sancionar la moralidad mediante
reglamentos, era la realización de todos sus sueños, la recompensa de todos sus esfuerzos.
Preparado para la prueba.

Una vez que los franceses se hubieron marchado, se eligió un gobierno provisional en
Florencia y hubo que decidir qué forma política elegir. Savonarola era partidario de la
democracia, por razones políticas. Su propuesta fue aprobada; En los tres meses
siguientes, aunque Savonarola no ocupó ningún cargo oficial, fue de hecho el inspirador o,
al menos, fue visto como el instigador de algunas reformas importantes: fiscal, la institución
del Monte de Piedad (contra '' la falsa secta judía enemiga de Dios'', los usureros), legal.
Por supuesto, todo esto aumentó enormemente sus enemigos y adversarios: los Furiosos,
los oligarcas y los Bigi (partidarios de los Medici), los Blancos (los escépticos dentro de su
partido), sus hermanos de otras órdenes religiosas, envidiosos de su lata. Los ataques
contra él y sus seguidores, llamados los Piagnoni (pero también los atragantados, las
jirafas, los mascadores de paternostri y otros vulgares apodos llenos de burla), unidos a la
fatiga de aquellos meses y a su incansable actividad en todos los campos, minaron la salud
del fraile, que acabó enfermando. Por las noches era atormentado por demonios y burlas, y
desde el púlpito podía verse que estaba enfermo, además de angustiado y deprimido.

Su precario estado de salud le había agriado, como en sus días de juventud, y ante la
amenaza de ver comprometidas sus reformas se volvió muy violento verbalmente,
recomendando severos castigos para cada ofensa (cortar cabezas, confiscar propiedades,
incitar a revueltas violentas, "Quien las corta en pedazos no peca"). El gobierno también
preveía castigos severos para el vicio contra natura, la homosexualidad, pero el edicto
quedó en papel mojado. Y las invectivas se hicieron cada vez más violentas: "Sacadlo y
decid: 'Merece la muerte'. De lo contrario, la ciudad se arruinará. Dejad los bailes y los
juegos y cerrad las tabernas... es tiempo de llorar, no de fiesta"). Después se retiró a su
celda y a la paz de su lecho de enfermo.

Reformas morales (1495-1496)


Al interrumpir temporalmente su actividad política, Savonarola pudo dedicarse a las
reformas morales. Alimentadas por el prestigio de su labor política, sus exhortaciones
cobraron mayor valor: cuando el comercio se detuvo, los mercaderes leyeron la Biblia, los
comerciantes devolvieron las ganancias deshonestas, las mujeres renunciaron a sus
caprichos para dar limosna. Pero la obstinación de las masas inertes sólo podía atacarse,
según Savonarola, con el poder legislativo y la coacción: terribles condenas por sodomía y
blasfemia. Esto servía para sofocar la maldad de la naturaleza humana, para someter la
anarquía de la vida desenfrenada, y para llamar al Universo de nuevo a la bondad,
remodelándolo a imagen del Creador, o incluso a la suya propia, ya que ahora estaba
convencido de que era un representante de Dios en la tierra. Durante este periodo, muchos
de sus enemigos externos intentaron convencer al Papa y bloquear al fraile, que le acusaba
de "aprovecharse de los cambios en Italia para hacer creer que estaba inspirado por Dios,
sin demostrarlo con milagros o revelaciones especiales". de las Escrituras, como exigía el
derecho canónico.
El Papa tardó, no intervino con ninguna excomunión y, en todo caso, le ordenó que se
abstuviera de predicar no sólo en público sino también en privado. Savonarola aceptó el
mandato de silencio como una tregua. Pero ésta duró poco.
En el Carnaval de 1496, Savonarola, con un ardor impresionante, adaptó todos los hábitos
licenciosos de la juventud florentina durante el Carnaval a su propósito moral, sustituyendo
los pasatiempos paganos por los cristianos. Se organizaron procesiones religiosas.

Se compusieron himnos sagrados: unos veinte días antes del Carnaval, el fraile instruyó a
todos los jóvenes de buenas familias y los distribuyó en equipos de distrito con sus propios
capitanes, organizados en filas como tantos soldados. Pequeños mendigos armados con
palos paraban a los transeúntes para pedirles dinero para la limosna. Cada equipo llevaba
un estandarte de Cristo y la Virgen. En la plaza del Duomo, grupos de hombres y mujeres
añadían joyas y adornos personales al dinero ya recaudado para los pobres. En resumen,
los chicos se convirtieron en una policía moral. Cada uno tenía su propia tarea, debían
vestir ropas sencillas, evitar a los poetas lascivos y las lecturas inmorales, los bailes, las
escuelas de esgrima y música, y cortarse el pelo hasta las orejas.

Estaban los Pacieri, los Correttori (establecían castigos), los Inquisitori (descubrían abusos),
los Spazzini (proporcionaban higiene y limpieza cívica). Tuvieron que incitar a los otros
muchachos a hacer las mismas renuncias, y así se convirtieron en un azote peor que antes.
Con la autorización del gobierno y del fraile, se divertían reformando severamente a todos
los demás. Los "muchachos de los frailes" atacaban las confiterías durante la Cuaresma,
irrumpían en las tabernas para asustar a los jugadores. Savonarola había encontrado en los
muchachos unos celosos aliados.

Mientras tanto, el gobierno había pedido permiso a Roma para que el fraile predicara
durante la Cuaresma y el Papa accedió, pero impuso a un dominico de confianza para que
lo observara. Y el fraile predicó un terrible sermón sobre los vicios y venalidades que se
cometían en el Vaticano. Todo le hacía audaz, no sólo el éxito de sus reformas políticas y
morales, sino también la fuerza de su incorruptibilidad. En un momento en que hubiera sido
necesaria una moderación estratégica, los sermones del fraile se volvieron cada vez más
incendiarios, y toda la Cuaresma estuvo ocupada con más y más sermones e invectivas
cada vez más violentas contra Roma, a través de visiones. desolación y depravación
universal.

La excomunión (1496-1497)
El verano de 1496 marcó una época de grave crisis económica y desolación en Florencia.
El gobierno ordenó oraciones y procesiones públicas. Savonarola reanudó la predicación y
se dio cuenta de que este momento era una oportunidad propicia para llevar a cabo su
reforma. "Hermanos míos", les exhortó el fraile, "sólo estamos en este mundo para aprender
a morir" y empleó toda su elocuencia para convencerles de la vanidad de la vida efímera.

Instó al gobierno a aplicar edictos contra el vicio, se cerraron tabernas, se suspendieron


carreras, se amenazó con torturar a los jugadores; las prostitutas fueron expulsadas de la
ciudad. Se prohibieron los bailes, incluso en el campo, ya que "no era tiempo de bailar y
cantar, sino de llorar y hacer penitencia". Se observaron estrictamente los ayunos y los
vendedores de artículos de lujo cerraron sus negocios. El Estado, inspirado por Savonarola,
se hizo cada vez más teocrático.

Mientras tanto, el Papa Alejandro VI intentaba encontrar una forma indolora de refrenar al
fraile, y puso el convento de San Marcos bajo la jurisdicción de un vicario. Savonarola se
opuso y el Papa reaccionó poco después con la excomunión, aunque no estaba muy
convencido.

El Gran Consejo se hizo más numeroso y empezó a estar formado por jóvenes, en su
mayoría arrabbiati, es decir, enemigos de Savonarola. Los arrabbiati decidieron restaurar el
Carnaval de 1497 con los antiguos juegos para levantar la moral del pueblo. Savonarola
reaccionó con la famosa quema de las "vanidades": sus frailes habían recogido máscaras,
cuadros, estatuas de desnudos, espejos, copias de las obras de Boccaccio y del Morgante
de Pulci de casa en casa en la ciudad, y con estos trofeos hicieron un montón en la plaza,
vertieron sobre él líquidos inflamables y lo coronaron con la imagen diabólica del Rey del
Carnaval. El día señalado, cuando los arrabbiati trataron de impedir el acto, la Piazza della
Signoria fue invadida por coros de niños y a una señal convenida sonaron las trompetas y
repicaron las campanas, acompañando la quema de las Vanidades.

Esta quema provocó acusaciones de fanatismo, incluso entre los partidarios del fraile, que
hubieran preferido que los objetos se vendieran y que los beneficios se destinaran a obras
de caridad. Savonarola se volvió sombrío, se sentía impotente. Y cuanto más impotente se
sentía, más redoblaba sus exhortaciones y aumentaba su indignación y melancolía.

Cuando llegó la excomunión (1497), las masas enfurecidas tomaron el control de la ciudad y
anularon todas las medidas del fraile. Se reabren las tabernas y las casas de juego, vuelven
a funcionar el correo y los confesionarios. Savonarola no puede seguir predicando, pero
medita una reacción, apelando al consejo general.

Ruptura (1497-marzo 1498)


Sus partidarios políticos reanudaron la lucha por su absolución, pero Savonarola se
mostró intransigente ante cualquier posibilidad de un intercambio venal o, en todo caso, de
llegar a un acuerdo. El Vaticano no exigía un sacrificio de sus principios, sólo exigía un acto
formal de sumisión: ir a Roma o aceptar a la congregación toscano-romana como órgano de
control de San Marcos. Savonarola se mostró completamente obstinado. Sus partidarios no
sabían si era una cuestión de orgullo ilimitado o de miedo. Pero estaba claro que su forma
de actuar sólo podía conducir a la destrucción. ¿Era acaso ésta la solución? ¿Es éste el
encanto del abismo? ¿La embriaguez del suicidio? ¿La morbosa satisfacción del martirio?
¿El sentimiento inconsciente de que su destino era el fracaso y la reconciliación una
tentación vergonzosa? En realidad, hay muchos aspectos de inconsistencia en la actitud de
Savonarola en este momento: una esperanza irracional en un resultado exitoso de su causa
intransigente, acompañada, sin embargo, de una gran exaltación emocional en la que se
sentía como un mártir, un caballero solitario luchando solo contra el Poder de las Tinieblas.
Creía que Dios defendería su causa. "Veremos quién será más poderoso, si Dios o los
hombres".

En un clima político agitado, Savonarola hizo un último intento ante el Papa escribiendo una
carta de sumisión. Al no conseguir el efecto deseado, el fraile decidió desafiar la censura la
noche de Navidad y celebró misa en San Marcos, distribuyendo la comunión a 300 de sus
seguidores. Sus seguidores se volvieron cada vez más fanáticos y extremistas, los tímidos
desaparecieron.
El último día de Carnaval, prometió bendecir al pueblo en la plaza de San Marcos, e intentó
hacer pasar la hostia santa del Señor por un milagro. Por la tarde repitió la "quema de las
vanidades", pero hubo menos entusiasmo.

Los sermones de Savonarola se publicaron y empezaron a circular por toda Europa; el fraile
recibió cartas desde Alemania de entusiastas partidarios de su doctrina. El riesgo para la
Iglesia era que Savonarola se convirtiera en la expresión de un movimiento generalizado
contra la Iglesia de Roma, que podía permitirse el lujo de eludir la excomunión de Roma.
Sin embargo, el Papa dudó, ya que conocía bien las incoherencias y la corrupción de la
Iglesia, y antes de lanzar la cuestión, buscó un mediador, el obispo de Parma, que propuso
la solución de que Savonarola pidiera la absolución, incluso fingiendo. hacer un acto de
sumisión. En resumen, el Papa intentó guardar las apariencias, ya que no quería acciones
violentas. Al final, el ultimátum del Papa al gobierno de Florencia salió a la luz. Sus
partidarios políticos se esforzaron por llegar a un compromiso político, que en cualquier
caso incluía que Savonarola suspendiera la necesidad de sus sermones.

El juicio por el fuego (marzo de 1498)


A la mañana siguiente, 18 de marzo de 1498, Savonarola predicó su último sermón. Era
inevitable que se sometiera, y se rindió, pero desafiante. Le era imposible admitir
abiertamente su derrota, y en un intento desesperado por ocultarla, abrió su corazón a la
audiencia, comunicando sus profundas meditaciones de la noche anterior, y el diálogo
directo entre él y Dios; dijo que suspendería sus sermones, pero que esto no salvaría a
Roma de una ruina inminente: "¡Oh Roma, no te será fácil romper este aguijón! Pero te
aguijoneará aún más, ¡créeme! Italia, Italia, el Señor está conmigo, no puedes hacer nada.
Os advierto, pues, que los que me persiguen caerán por la espada y por la peste, y serán
arrojados y aplastados como tantas hormigas, y su confusión será grande. Y mientras hace
esta profecía, se da cuenta de lo inútil que es en este momento y admite que se había
convertido en un "hazmerreír", y que había estado tentado varias veces de dejar de
predicar, pero una fuerza le había retenido, una fuerza contra la que su voluntad era
impotente. "Ya no podía contenerme, no podía hacer otra cosa. La Palabra de Dios se
convirtió, allá arriba, en un fuego que consumía mis entrañas, y no pude reprimirlo, y tuve
que hablar porque me sentía en llamas, inflamado por el Espíritu del Señor. Oh Espíritu,
provocas contra mí persecuciones y tribulaciones, levantas las olas del mar como el viento y
desatas las tempestades. "¡Para!" digo, pero el Espíritu responde: "No puede ser de otro
modo"".

La suspensión de los sermones no había satisfecho al Papa, que se dio cuenta de que
había concedido demasiado al aceptar una tregua en lugar de la sumisión. En ese momento
le llegó una terrible carta de Savonarola que agotó su paciencia. En la carta, el fraile se
presenta como una víctima tratada injustamente por todos, un mártir ofendido.
Tranquilamente firme en la rectitud, incluso en la santidad de sus razones, sostiene que
Dios "infligirá el castigo merecido a los que me persiguen", que no busca la gloria terrena
sino que espera con ansia la muerte y concluye amonestando al pontífice para que "cuide
de su salud".

El Papa presintió un ataque inminente y, de hecho, Savonarola inició en secreto su ataque


final. Escribió una carta dirigida a los gobernantes de Francia, Inglaterra, España, Austria y
Hungría instándoles a convocar un concilio general. De hecho, se podría haber convocado
un concilio incluso sin el consentimiento del Papa, pero había que encontrar razones
concluyentes para acusar al Papa. La simonía y los escándalos de su vida privada no eran
razones suficientes, y Savonarola pensó que la única acusación posible era la de ateísmo:
"Afirmo que no es cristiano y que no cree en Dios, lo que sobrepasa los límites de toda
infidelidad. ". Pero la carta que intentó enviar a Carlos VIII nunca llegó a su destino porque
fue interceptada en la frontera del Estado de Milán.

Juicio y muerte (abril-mayo de 1498)


El Domingo de Ramos de abril de 1498, los arrabbiati asaltaron el convento de San
Marcos, incendiando las puertas y el tejado. El asedio duró siete horas. Savonarola habló a
sus frailes, reiteró la verdad de sus ideas y fue arrestado más tarde. El pueblo intentó
lincharle, con odio y crueldad. Después fue llevado a Palacio para ser juzgado.

El juicio fue vil y mezquino, vengativo e inhumano. Actuó una justicia grosera cuyo preciso
espíritu de venganza debía más a la furia de la turba, al celo partidista y a la política
eclesiástica. La razón más profunda, sin embargo, era el enorme resentimiento hacia el
moralista: se habían acumulado años de aversión a sus pretensiones y ahora estallaba la
furia. El hecho de que también hubiera intentado plasmar sus visiones en un experimento
teocrático a lo Savonarola empeoró aún más la situación.

En efecto, en la época del Renacimiento, Savonarola personificaba el código antiguo y


dogmático del cristianismo medieval, representando un obstáculo para el desarrollo de la
dimensión más típica del Renacimiento: la clara intuición de la vida, la espontaneidad del
instinto, la libre búsqueda de la experiencia. Al martirizar al fraile, fue como si una
generación martirizara a la otra

La necesidad de dar un aspecto legal al asesinato del fraile retrasó el juicio durante
cuarenta días. El fraile se resistió y sólo la tortura le hizo delirar y confesar lo que los jueces
buscaban, es decir, que había sido un impostor y que sólo había actuado por ambición
personal. Físicamente, Savonarola, agotado por largos años de abstinencia y fatiga, quedó
aniquilado. Al final estaba tan agotado y frágil mentalmente que tuvieron que ayudarle a
comer. Durante esas noches, escribió una gran cantidad de comentarios sobre el Salmo
XXX, imaginando un diálogo con un Tentador y acusándose a sí mismo de ser un cobarde y
un niño y de no haber sabido luchar.

Fue a la muerte con calma y frialdad, defraudando las expectativas del público que rodeaba
el escenario en medio de la plaza llena de leña. Lo ahorcaron y luego lo asaron, junto con
los frailes Domenico y Silvestro.

Eso ocurrió el 23 de mayo de 1498.

10
EJEMPLOS LITERARIOS Y CINEMATOGRÁFICOS

UN EJEMPLO LITERARIO
Jane Eyre, de Charlotte Brontë, 1847.
POR SIMONA MAZZIOTTI
La novela de Charlotte Brontë describe la vida de Jane Eyre contada en primera persona,
resultando así una autobiografía escrita por una conservación E4. Emergen con claridad los
pensamientos, emociones e impulsos que rigen y estructuran la personalidad del personaje
de Jane, que desde su nacimiento está confiada a sus tíos, al haber quedado huérfana de
padre y madre.

A continuación se describen los diez años que pasa en el internado, donde es sometida a
una estricta disciplina impregnada de catolicismo de la que absorberá cierta numinosidad.
Más tarde, vivirá como institutriz en casa del señor Rochester, de quien se enamorará.

El relato comienza con una descripción de la vida de Jane Eyre a la edad de ocho años en
una situación familiar impregnada de frialdad emocional, humillación, maltrato e injusticia
(colores típicos del ambiente de privación de conservación en el que vive E4). Huérfana de
nacimiento, vive en la residencia de su tía (viuda esposa del hermano de su madre, que
tiene tres hijos algo mayores que Jane).

La protagonista no recibe el mismo trato que ella aislada y maltratada a instancias de su tía
política, marginada y tratada con severidad y crueldad, no incluida en la vida familiar, porque
[...] no era considerada una niña abierta y poco sociable. La actitud sádica de la tía hacia
ella aflora entre líneas cuando dice: "Lamentaba tener que mantenerme a distancia, pero a
sus propios ojos de que hacía serios esfuerzos por asumir una actitud sociable propia de un
chico de mi edad, de modales más amables y animoso, [...] se vio obligada a excluirme de
los privilegios destinados sólo a los niños felices y contentos".

Jane se percibe y describe a sí misma como resignada y acostumbrada a sentirse indigna,


con una búsqueda de paz en la lectura de libros, la contemplación de la naturaleza y el
dibujo cuando tenía la oportunidad de estar sola: "Me sentía feliz, feliz a mi manera".
También se describe a sí misma como presa de la furia en nombre de una justicia
reclamada y no reconocida.

Su primo John la acosa. Está asustada por sus constantes abusos, que soporta en silencio,
hasta que "el terror se ha apoderado de ella y sentimientos de otro tipo se han apoderado
de ella". Se rebela arremetiendo furiosamente contra él: naturalmente, los adultos que la
rodean sólo ven su furia y la castigan, encerrándola en la habitación donde había muerto su
tío y benefactor. Desesperada, apela a su difunto tío para que la proteja en nombre de la
justicia divina (otro tema típico del personaje).

Así describe su experiencia de aquel suceso, que siguió recordando como traumático
durante todos los años siguientes: "No tuve ninguna duda, nunca la tuve, de que si el señor
Reed seguía vivo me trataría bien... Sentía que esa idea consoladora sería aterradora si se
hiciera realidad [...] Pensé que si ese resplandor rápido y parpadeante anunciaba una visión
del otro mundo".

Se intuye -y esto se explora más adelante en el libro- que el tío de Jane se tomaba
realmente en serio a su sobrina y que su atención hacia ella había sido más sincera y
afectuosa de lo que había sido hacia sus propios hijos (los primos de Jane). Tales
atenciones y cuidados habían despertado los celos de la tía, que había prometido a su
marido que cuidaría de Jane como si fuera su propia hija: una promesa que había
predispuesto a la tía a una profunda y natural antipatía hacia ella.

En aquella casa, Jane sólo le tenía cariño a una de las institutrices, Bessie, que de vez en
cuando era amable: "Cuando tenía esos modales amables, Bessie, era la criatura más
adorable y buena del mundo: Ojalá fuera siempre tan amable, y dejara de someterme, como
solía hacer, a imposiciones, reproches y exigencias absurdas>>.

Jane es enviada a un internado. Esta salida resulta ser su salvación. Cuando Jane se
entera de la noticia, dice: "Esta situación para mí, acostumbrada como estaba a una vida de
constantes reproches y compromisos incomprendidos, debería haber sido un remanso de
paz".

De hecho, su capacidad de aguante, su resistencia física al frío y a la desnutrición (muchas


niñas del internado de Lowood morirían de tuberculosis, un escándalo que mejoraría las
condiciones del internado), su empeño en el estudio, le valdrían el reconocimiento. . Pasaba
mucho tiempo sola, disfrutando de paseos por la naturaleza: "A menudo disfrutaba de esta
vista, a pleno pulmón, libre y sin ser observada, y casi siempre sola". En el internado
entabla amistad con Helen Burns, que es amable con ella y a la que acompañó lealmente
hasta su muerte (Helen murió de tuberculosis). Dice de Helen: "Sabía encender el deseo de
cosas más elevadas y nobles en quienes tenían el privilegio de escucharla, y yo lo sabía y
lo sentía". Se siente vista por Helena, que le dice: "En tus ojos apasionados y tu mirada
pura veo una naturaleza sincera".

Así, poco a poco, Jane será apreciada por su entrega, perseverancia y disciplina. De
alumna del internado pasará a ser profesora, pero cuando la maestra, la señorita Temple
-que había seguido siendo el vínculo afectivo de referencia para ella tras la muerte de
Helen- se casa y abandona el internado, ella misma siente que ya no tiene sentido seguir
allí y que quiere marcharse : "Desde el día en que me dejó, nunca volví a ser la misma.

No era tanto el apoyo lo que me había quitado la motivación, no era la capacidad de ser
serena lo que había perdido, sino la razón de ser". Así describe su deseo de abandonar el
internado: "Que se me conceda al menos una nueva servidumbre: libertad, exaltación,
placer, sonidos realmente deliciosos, pero nada más que sonidos para mí, pero
servidumbre, eso es algo concreto".

Así comienza una nueva etapa de la vida para Jane (de apenas dieciocho años) cuando
encuentra trabajo como institutriz de una niña a través de un anuncio en el periódico.
Inmediatamente recibirá cuidados, amabilidad y consideración por parte del ama de llaves:
la señorita Fairfax. Es interesante cómo vive todo esto (típico de una conservación E4): "Me
sentí un poco confusa al recibir toda esta atención que nadie me había prestado antes,
sobre todo porque era mi nuevo empleador y, por tanto, mi superior, quien me la ofrecía".
"Un sentimiento de gratitud inundó mi corazón, así que me arrodillé. Pedí fuerzas para
conquistar aquella benevolencia que tan amablemente se me había concedido antes de
merecerla.

Es en esta etapa cuando conoce al señor Rochester, el amo de la finca, mucho mayor que
ella (ella tiene dieciocho años, él cuarenta), que resultará ser el amor de su vida, a través
del cual aflorará claramente el rasgo masoquista característico de su carácter. Jane se
relaciona inicialmente con el señor Rochester porque él se lo ordena. Por un lado obedece,
por otro también es sincera y nada complaciente, aspecto que agrada al Sr. Rochester, un
hombre rudo y brusco en sus formas, inquieto y atormentado. El Sr. Rochester encuentra en
Jane un alma especial que puede salvarlo de la desesperación con su frescura y nobleza de
espíritu. "Hice lo que se me ordenó, aunque hubiera preferido permanecer en la sombra,
pero el señor Rochester tenía una manera tan perentoria de dar órdenes que me pareció
muy natural obedecerle al instante".

El señor Rochester dice de Jane: "Tú, con tu seriedad, tu delicadeza y tu prudencia, pareces
hecha para recibir secretos. Cuanto más hablemos, tú y yo, mejor, porque yo no puedo
contaminarte, mientras que tú puedes purificarme".

Por su parte, Jane se sentía atraída por esta inquietud y habría hecho cualquier cosa por
calmarla: "No puedo negar que su dolor era también el mío, cualquiera que fuese, y que
habría hecho cualquier cosa para aliviarlo".

Así describe su estrategia relacional: "Con él había desarrollado el delicioso arte de alternar
la provocación con la adulación. Era uno de mis mayores placeres, y un instinto de
conservación me impedía cada vez ir demasiado lejos; nunca me aventuraba más allá del
límite de la provocación y, cuando estaba a punto de llegar, sabía utilizar todas mis
habilidades.

Rochester hace creer a Jane que quiere casarse con Blanche, "una refinada dama de
calidad", obligándola a asistir a una recepción en la que disfrutará cortejando a Blanche:
ante sus ojos, Jane, una institutriz sentada en un rincón También soporta los venenosos
discursos de Blanche sobre la inutilidad y la acidez de las institutrices, sometiéndose a la
humillación, parte del juego erótico masoquista con el señor Rochester, hacia quien
secretamente siente una atracción irresistible. Es evidente cómo su envidia de la soleada y
extravagante belleza de Blanche toma el camino del ataque autodestructivo, en forma de
despiadada autocrítica: "Nunca hubo, sobre la faz de la tierra, una persona más tonta que
Jane Eyre. Una pobre ilusa, que más que ella se ha atiborrado de dulces mentiras, tragando
veneno como si fuera néctar...". "Ahora, Jane Eyre, escucha tu sentencia: ponte mañana
ante el espejo y haz un retrato al pastel de ti misma, fielmente, no suavizando ningún
defecto, no omitiendo ningún detalle, por duro que sea, y alisando las irregularidades
antiestéticas luego debajo escribe: retrato de una institutriz sin familia, pobre e
insignificante."

Jane mostrará toda la tenacidad de su carácter cuando, agradecida por la confianza


depositada en ella sólo por el Sr. Rochester, tras un accidente en el que el Sr. Mason (un
huésped de la casa que más tarde resulta ser el hermano de la loca esposa oculta del Sr.
Rochester) resulta gravemente herido, es confiado a sus cuidados. Ella pasará toda la
noche limpiando la sangre, estoica, inflexible e incansable, dispuesta a todo para sentirse
leal amiga del señor Rochester (y yo diría que para satisfacer las exigencias de su amante,
cuyo afecto temía perder si no se presentaba a la tarea que le había sido asignada).

Cuando el Sr. Rochester le pide que se case con ella, Jane está encantada, pero vuelve a
mostrarse testaruda y necesitada de permanecer anclada en su autonomía: "Cuantas más
cosas me compraba, más sentía arder mi estómago". mejillas con un sentimiento de fastidio
y humillación. . . Sólo quiero sentirme a gusto, señor, y no agobiada por una gran obligación
para con usted.

Jane, justo en el altar nupcial, descubre que Rochester ya estaba casado y se siente
irremediablemente traicionada. Huirá sin rumbo ni recursos y con la convicción de que debe
confiar únicamente en sus propias fuerzas. "Cuanto más solo estoy, cuanto más sin amigos
y sin apoyo, más tengo que respetarme a mí mismo". Tras un largo viaje y un largo
deambular, llega exhausta y casi moribunda frente a la casa de San Juan; aquí encuentra la
acogida y el calor de las jóvenes Diana y María (hermanas de San Juan). San Juan, el cura
del pueblo, que resultará ser un hombre muy estricto, la ayudará dándole trabajo como
maestra en una pequeña escuela del pueblo, con una pequeña y modesta casa anexa a la
escuela. Todo ello permitirá a Jane vivir dignamente de su trabajo y con total autonomía.
San Juan quedará especialmente impresionado por la perseverancia, constancia y fortaleza
con la que Jane llevará a cabo su tarea docente. Jane parece contenta en la estabilidad de
su autonomía, excepto porque la atormenta el pensamiento del señor Rochester, de quien le
gustaría tener noticias.

El equilibrio en la vida de Jane cambiará cuando se entere de la noticia de que ha recibido


una cuantiosa herencia de un tío, que resulta ser también el tío de Diana, María y San Juan,
por tanto sus primos. El tío, sin embargo, se lo deja todo a Jane.

Así es como ella describe su reacción ante la noticia: "Sin duda fue un gran regalo y la
independencia fue algo maravilloso, sí, sentí que ese pensamiento se agolpaba en mi
corazón". Sin embargo, en nombre de un ideal de justicia, Jane decidirá dividir la herencia
en cuatro partes iguales, feliz de considerar a los primos como sus hermanos, sintiendo por
fin que forman parte de una familia. Finalmente ocurre que el joven San Juan, que pronto
partirá como misionero a las Indias, también quiere involucrar a Jane como misionera; le
dice que ve en ella el mismo ardor religioso que él y le pide que se convierta en su esposa.
Jane, impulsada por un espíritu de sacrificio, está dispuesta a acompañarle, pero como
hermana. Eso es inaceptable para él.

Jane, inflexible con el matrimonio, decide buscar de nuevo al señor Rochester. Lo encuentra
ciego y lisiado a causa del incendio provocado por la locura de su esposa, que se había
quitado la vida saltando desde un tejado en llamas. Ahora ella está dispuesta a casarse con
él, a cuidar de él para siempre. Así describe ella su amor: "Estar juntos significa, para
nosotros, sentirnos tan libres como cuando estamos solos y tan felices cuando estamos en
compañía".

ALGUNOS EJEMPLOS DE PELÍCULAS


Se han elegido dos películas para ejemplificar la forma de carácter del eneatipo E4: Tess
(1979), de Roman Polanski, y Lawrence de Arabia (1962), de David Lean.

Para ambas, hay un resumen inicial, donde se relata la trama y sus puntos principales,
seguido de un análisis del carácter de los protagonistas, de las formas en que afrontan,
reaccionan y se mueven ante las vicisitudes que viven, con la intención de resaltar la
dinámica del carácter, poniendo de manifiesto los rasgos esenciales del E4 especialmente
referidos a la envidia transformada en esfuerzo y tenacidad
A pesar de la diversidad de contextos e historias de los protagonistas, emerge con fuerza la
supremacía del aspecto superyoico, sentencioso y punitivo, en detrimento de los aspectos
maternales poco desarrollados y de un sentido lúdico o de entusiasmo por la vida casi
inexistente.

Tess, de Roman Polanski (1979)

POR ANTONELLA SABIA


Resumen

Con la Inglaterra del siglo XIX como telón de fondo, se desarrolla la historia de la pobre
familia D'Uberfyield, de la que Tess es la hija mayor, en una historia vagamente basada en
la novela de Thomas Hardy.

Tras la noticia, recibida de su padre, sobre la nobleza de los orígenes de su familia (el
apellido D'Uberfyield, en efecto, según algunas investigaciones que conoce a través de un
prelado, deriva del antiguo y noble linaje D'Uberville), la joven es enviada a reunirse con
presuntos parientes para estrechar relaciones y obtener alguna ventaja económica. Aunque
no aprueba la elección, Tess obedece y acude a los parientes que, de hecho, han adquirido
el título de nobleza (como era costumbre en la época) para atribuir prestigio a su posición
social. Tess, que atrae el interés del falso primo por su belleza, es contratada por la familia
como empleada del gallinero.

Pronto los objetivos del primo se hacen patentes y Tess sufre violencia y queda
embarazada. Accede brevemente a convertirse en su amante, pero al descubrir su
embarazo decide regresar a casa de su padre. Allí reanuda su trabajo en el campo mientras
cuida de su hijo, que, debido a las dificultades y a la pobreza, muere de desnutrición. La
deshonra del regreso de su hija no permite al padre aceptar ni los cuidados del médico ni la
asistencia religiosa del párroco para el bautismo. Por esta razón, Tess no puede dar a su
hijo una cristiana sepultura, negada por el prelado, y se encarga tanto del entierro como del
propio bautismo, durante el cual da a su hijo fallecido el nombre de Pain.

Así que se va a un nuevo trabajo, en una lechería, donde el entorno es más hospitalario, el
clima más sereno, y donde se enamora de un joven granjero que está haciendo un
aprendizaje para empezar su propio negocio. Los dos expresan lo que sienten el uno por el
otro, y Tess recibe una propuesta de matrimonio del hombre. Aunque lo desea, no puede
aceptarla tranquilamente porque siente el peso de la culpa y del pasado. Quiere confesarle
al hombre lo que le ha ocurrido, pero no puede hacerlo hasta la noche siguiente a la boda.
El marido reacciona de forma muy distinta a la que Tess esperaba y, cuando le cuenta lo
sucedido, la repudia. Los dos se separan y el marido se marcha a Brasil a montar su propio
negocio. Tess, humillada y rechazada, busca consuelo en una amiga que trabajó con ella en
la lechería y comienza a trabajar duro en el campo. Aquí se le une su prima, que le ofrece
ayuda, que Tess rechaza en un principio, sólo para aceptar tras la muerte del padre de su
marido y las miserables condiciones en las que se encuentran su madre y sus hermanos.

Las aventuras de Tess llegan a su fin cuando su marido vuelve a buscarla, arrepentido de
sus actos. Ahora se ha convertido en la esposa de su primo, pero no es indiferente a la
propuesta del hombre y en un acto de locura, para seguir a su único y mata a su primo y se
une a su marido. Sin embargo, su amor es verdadero, su huida no durará mucho, ya que
será capturada por los gendarmes y posteriormente ejecutada, pero logrará vivir la noche de
amor que le impidieron en su boda. Tess es detenida cuando, durante su huida, pisa las
rocas de la Edad de Piedra, un antiguo templo pagano utilizado para sacrificios.

Análisis de la película según los aspectos de la protagonista


La película puede dividirse en tres partes principales: una primera que se abre con el
baile de primavera y termina con la pérdida del hijo; una segunda que describe el amor de la
protagonista, el matrimonio y la posterior separación y una tercera que concluye la
narración. La división en tres fases sólo pretende mostrar el viaje personal de la
protagonista desde el punto de vista temporal de doncella a mujer, y la forma en que, a
través del entrecruzamiento de acontecimientos, surgen cíclicamente ciertos mecanismos
que atraen cada vez con más fuerza. de acontecimientos opuestos.

La primera fase comienza con un paisaje verde, telón de fondo de la Fiesta de la Primavera
en la que Tess, junto con otras niñas, baila para preparar la fiesta del pueblo que celebra la
llegada de la bella estación y el florecimiento de las flores. incipiente de las aventuras de la
niña, pero también indicativo de su florecimiento personal en la vida. En esta primera fase,
sus padres piden a Tess que visite a unos falsos parientes, poseedores del título de
Uberville, un vínculo con el que pretende obtener ventajas económicas. tess para crear una
posición de marginalidad, como muestra la escena de un baile nocturno de los trabajadores,
en el interior de un establo/granero, al que no se incorpora. En esta ocasión, como en otros
momentos de encuentro del personal de servicio, la vergüenza de mostrarse, de
permanecer en un segundo plano, de no mezclarse, se hace explícita, sin embargo, con una
actitud y una opinión orgullosas ("Si hubiera sabido cómo erais, nunca me habría alistado").

Tess mantiene un ideal de sí misma al que se aferra para sentirse diferente de las demás
trabajadoras, con las que, de hecho, comparte las tareas cotidianas, rehuyendo la
posibilidad de formar parte, de integrarse en una pequeña comunidad que podría funcionar
como apoyo y sostén. alimento. Su reticencia, su incapacidad para entregarse y confiar en
nadie, se le echa en cara cuando, en una escena, Tess es agredida verbalmente tras reírse
de una chica que accidentalmente derrama melaza. De hecho, todos los que presencian el
hilarante incidente se ríen, pero la chica se limita a arremeter contra Tess.

La escena, concatenada con la anterior en la que Tess se mantiene alejada del resto del
grupo, sugiere que la distancia que pone entre ella y los demás no le permite participar ni
siquiera en los momentos de hilaridad y alegre convivencia. . De hecho, si todos los
presentes están y se sienten en pie de igualdad con los demás, Tess, al posicionarse de
forma diferente, en términos de originalidad, en términos de sufrimiento, en términos de
belleza, atrae la antipatía y la ira de los demás. la niña, sin que le sea posible sacar a la luz
el miedo profundo, la insuficiencia, la incapacidad de pedir, de mostrar sus propios
sentimientos, que se ocultan tras esa actitud tan altiva. Pero además de los
comportamientos más manifiestos, la conducta de Tess también puede leerse como una
adhesión a su vocación más profunda, la de seguir un camino de pureza, de expiación de
las faltas que considera innatas en ella, lo que la lleva a ridiculizar, a minimizar las
necesidades simples y cotidianas como la diversión, la ligereza, incapaz de valorar el lado
más agradable de la vida.
No es casualidad que cuando se entrega espontáneamente a la risa, ésta se retire
inmediatamente, como indicando la existencia de una prohibición que en realidad es el
resultado de su propia forma de actuar.

La cadena de acontecimientos muestra claramente cómo su defensa del grupo -y su


entrega en manos de su primo- la conducirá a condiciones mucho peores, como parafrasea
un campesino (de la sartén al fuego), presagiando el acto de violencia que Tess sufrirá poco
después.

Entonces se convierte, durante un breve periodo de tiempo, en la amante de su primo, que


la libera de las obligaciones del duro trabajo y le ofrece una vida cómoda, a la que Tess, sin
embargo, no cede, haciéndola aún más infeliz. El paso de mujer trabajadora a señora de la
casa, sobre todo, sanciona un cambio al que Tess no se siente capaz de acceder, por la
ausencia de sentimientos sinceros hacia este hombre pero también por la imposibilidad de
abandonar el estado de trabajo continuo. , penurias y privaciones, que es el modo de vida
que mejor conoce. Por ello, decide marcharse y romper su relación amorosa con su primo,
llevándose consigo el fruto de su unión.

De vuelta a casa, se dedica a laboriosas tareas en el campo y a criar a un niño pequeño al


que intenta alimentar con grandes dificultades, hasta el punto de que el niño, al carecer de
alimento suficiente, muere sin ser bautizado. El padre, de hecho, no permite al párroco el
acceso a la casa, negando la presencia de un niño, además ilegítimo, fuente de vergüenza
para él, como una vergüenza más a su ya dolorosa condición de marginación y pobreza.

En este pasaje concreto, el padre de Tess se dirige amargamente al párroco ("dígale a su


Dios que trabajo como un perro"), reiterando su aversión a un principio paterno vivido como
hostil y punitivo.

Tess bautiza a su hijo con el nombre de Pain (dolor, en español). En este pasaje, ella
expresa su propia experiencia, el fruto que da en el mundo y que la guía, su enfermedad de
la vida, su dolor. Cuando se dirige directamente al sacerdote para pedirle un entierro
cristiano para su hijo y éste se lo niega, Tess reacciona con fiereza, viviendo la negativa
como un rechazo más a su deseo -pero al mismo tiempo también a su renuencia- de
pertenencia. La petición subyacente, de hecho, parece apuntar a la esperanza de que su
dolor pueda ser aceptado por la comunidad (local y religiosa), el entierro cristiano como una
oportunidad de formar parte de la comunidad de los hijos de Dios, un intento de arrancar de
su interior un profundo sentimiento de condena y resignación. El rechazo sanciona una vez
más la imposibilidad de sentirse parte del mundo de los hombres y del Reino de Dios.

Tess entierra a su hijo en un escenario oscuro y lúgubre, donde el paisaje enfatiza la dureza
del momento en el que sólo la tierra árida y oscura puede custodiar su sufrimiento, pasando
todo en silencio y sin compartirlo, guardando su sufrimiento sólo para ella.

Así termina la primera fase de la película, que podemos considerar como la transición de la
ingenua infancia de Tess a la brutalidad de la vida, que la ve a merced del engaño y el
abuso de los demás, a lo que ella responde encerrándose en sí misma y cerrando el
contacto con el mundo.
El trabajo duro es su única posibilidad de supervivencia, pero también una forma de
autofrustración, un castigo por su culpa, que parece estar ligada no sólo a su relación
ilegítima con su primo, sino también al pecado original de haber nacido, de existir, que la
condena a una vida de expiación.

La segunda fase se abre con el inicio de un nuevo trabajo de Tess, elemento que subraya y
sanciona sus dolorosas transiciones emocionales. Mientras que antes el trabajo se
realizaba en el campo, en esta fase concreta el escenario es una lechería.

Tras una primera fase en la que se relacionó con el principio masculino-paterno


(Padre/Primo/Parrotín) aceptando un aspecto primario de sí misma (agresividad, pulsiones
sexuales, ira), ahora parece abrirse en cambio a la relación Materna: el despertar de la
feminidad.

De hecho, es aquí donde Tess se enamora por primera vez de un hombre, Ángel, también
huésped de la granja como aprendiz de granjero, imbuido de ideas progresistas (se incluye
El Capital de Marx) y con un carácter orgulloso, narcisista y ambicioso.

El momento en el que Ángel parece fijarse por primera vez en Tess es durante una comida,
cuando en una conversación sobre el alma, la chica interviene aportando su experiencia y
versión del contacto con la suya, expresando cómo puede percibirse a través de la conexión
e identificación con el firmamento.

La expresión de una espiritualidad que se distingue por la sencillez y la intuición, manifiesta


un aspecto que Tess posee tanto como inclinación personal, como ideal, como refugio para
salir de una humanidad agotadora y dolorosa, y finalmente, como camino de elección para
su propia vida.

Su intervención la hace visible a los ojos de Ángel, que se enamora de ella, no sólo por su
belleza, sino también por la imagen de criatura inmaculada y etérea que transmite. Su
historia de amor se desarrolla rápidamente y pronto desemboca en una proposición de
matrimonio. En esta fase, que, como se ha indicado, remite al principio femenino, reaparece
la figura materna a través de una carta en la que la madre invita a la muchacha a aceptar la
boda sin mencionar su pasado. En esta invitación surge el impulso de emprender una nueva
posibilidad en la vida, sin anclarse a los acontecimientos ocurridos, a los que, sin embargo,
Tess, incapaz de sacudirse el peso de lo que siente como su culpa, no sabe cómo
abandonarse.

De hecho, la chica, aunque ama al joven y desea el matrimonio, sigue manteniendo vivo el
tormento dictado por la culpa, el miedo y, al mismo tiempo, la necesidad de contar la verdad
sobre su pasado, la violencia que sufrió , la relación con su primo y sus frutos. En el fondo,
quiere darse a conocer, mostrar su sufrimiento en un acto que sería también purificador, una
búsqueda de perdón que no sabe cómo concederse a sí misma. Por eso, decide escribirle
una carta en la que se desnuda y, en sentido metafórico, le entrega su vida, convirtiéndolo
en juez y artífice de su futuro. En este pasaje se hace evidente otro aspecto del carácter de
la protagonista: la entrega de su vida al otro, dueño entonces de su felicidad e infelicidad, y
la renuncia a la responsabilidad de sí misma, a su propio juicio. y a ser la guía de su propia
vida. Tess ama a Ángel de un modo totalizador, desprovisto de matices, como es típico de
este carácter específico, inclinado a idealizar al otro hasta el punto de dejar de sentirse a sí
mismo, en un acto de abnegación total. "¿Cuáles son mis manos y cuáles las tuyas?", le
preguntan. Tess responde: "Son todas tuyas".

La carta, sin embargo, se queda atascada bajo la alfombra de la habitación del hombre, una
coincidencia que parece complicar la situación, pero que también ofrece la posibilidad de
simplificarla dejando atrás el pasado. Tess llega al día de la boda guardando aún este
secreto. Sólo después de la boda, cuando su marido también le ha confesado una aventura
anterior, Tess encuentra el valor para contar su pasado. La reacción de su marido es muy
distinta de la que Tess habría esperado; se encuentra repudiada y abandonada antes de
que puedan consumar su amor. Incluso este momento de felicidad, apenas rozado, le es
arrebatado. Es la segunda vez que Tess asciende a un estado de mayor bienestar (interior y
exterior), pero ni siquiera en esta situación puede mantenerlo. Tras ser abandonada, se
despoja de sus ropas de dama y se pone las de una campesina, para volver a una
condición primigenia y terrenal de privación y soledad.

Pasa la noche a la intemperie, en una cama improvisada, en un bosque otoñal desnudo de


hojas caídas. Se despierta a consecuencia de un ruido hecho por un ciervo y, como si
despertara de un letargo, no sólo físico, expresa un concepto simple, dictado, una vez más,
por una perspectiva espiritualmente denotada: "¡Todo es vanidad!". El dolor que siente
debido a la temprana e inesperada separación de su marido aparece sublimado por una
actitud que intenta redimensionar el sentimiento, pero al mismo tiempo entra en contacto
con una verdad más profunda en la que el dolor, el sufrimiento y la fatiga de vivir no son
más que una forma narcisista de autorreconocimiento, una manera de atribuir una forma,
una visibilidad, precisamente el reflejo de una forma específica de vanidad.

El cansancio y la recuperación de la humilde condición de trabajar la tierra siguen


invariablemente a los momentos de mayor sufrimiento, como queriendo encontrar en la
tierra un posible contacto con el origen, pero también distanciarse del estado de malestar
interno debido al agotamiento del cuerpo. Así concluye también la segunda fase de la
película, que muestra la relación de Tess con el amor, con su lado femenino, con la tierra
que siempre sirve de telón de fondo a su historia, al mismo tiempo como contenedor de su
dolor y como fuente de supervivencia. En la tercera y última parte, Tess, sola de nuevo,
recurre a su única amiga, a la que conoció mientras trabajaba en la lechería, que la acoge
calurosamente a pesar de que ella también se encuentra en un estado muy incómodo. La
joven conduce a Tess a un nuevo campo de cultivo con el suelo húmedo y embarrado. Allí
se le une su primo Alec, que intenta sacarla de su estado de penuria y se ofrece a cuidarla.

Tess, obstinada y orgullosa, rechaza la ayuda y es duramente burlada por el primo, quien le
demuestra que su obtusa y altiva tenacidad es un instrumento de resistencia al servicio de
su continuo e indefectible proceso de expiación - "el orgullo se te ha metido en el cilicio"- y
que, al sostener tal estado, está sobrepasando los límites de toda razonabilidad.

Una vez más, el carácter de Tess emerge en el sentido más profundo del esfuerzo intenso,
que abarca la automortificación, su contradependencia, su incapacidad para aceptar ayuda
exterior, lo que, en la forma de pensamiento del personaje analizado, implica el miedo a
perder la fuerza para afrontar la vida de forma independiente, experimentada como peligro y
sufrimiento constantes.

La única motivación que la impulsa a aceptar la oferta de su primo es la necesidad de


asumir el destino de su madre y sus hermanos tras la muerte de su padre. Se puede intuir
indirectamente en esta decisión el papel de la madre de Tess, que deambula por las calles
con sus hijos con un carro lleno de sus pertenencias, un lugar donde quedarse.

Convertida de nuevo en amante de su primo y habiendo encontrado un nuevo hogar para la


familia, Tess mantiene un estado de melancolía e insatisfacción que se hace insoportable
cuando Ángel vuelve a ella, arrepentido de sus actos, y le pide perdón. Si al principio
muestra frialdad, juzgando una distancia irremediable, poco después se hunde en un estado
de desesperación del que su prima/amante se burla, tratando su pena como algo
insoportable, aburrido, repetitivo. Tess, quizá para acercarse a su legítimo marido al que aún
ama, quizá por la rabia acumulada hacia su primo desde el pasado y esta nueva burla, le
hiere de muerte. Después sale de la casa, llega hasta Ángel, le confiesa su hazaña y se
reúne con él. Sin embargo, queda poco tiempo para la reunida pareja, pues los guardias no
tardan en llegar hasta Tess para detenerla (y ejecutarla). Pero les queda una noche, en la
que podrán vivir ese momento de amor, romance y unión que Tess había perseguido y
deseado con fuerza. Tess, en el gesto violento por el que se libera de las cadenas del
maltrato que ha sufrido a lo largo de su existencia, realiza un acto de autoafirmación, quizá
el único en el que decide su propio camino mientras paga, una vez más, a un gran precio,
su elección de amor. Aunque no se explicita el destino que le aguarda, el director muestra a
Tess dormitando sobre las ruinas de la Edad de Piedra, un antiguo templo donde se
consumaban los sacrificios a los dioses, en un último gesto de autosacrificio.

Los rasgos típicos del carácter de Tess pueden rastrearse en la estructura del carácter de
conservación E4, ya que en ella encontramos un esfuerzo constante, materialmente
aplicado en someterse a un duro trabajo, funcional para acallar la preponderancia de su
propio mundo.

interior, un agotamiento por permanecer aislado. El autoaislamiento, a su vez, permite a


Tess mantener su posición, por dolorosa que sea, pero aún con diversidad y originalidad.
Pero la diversidad surge de la culpa, con la que se identifica (debo ser culpable) para
justificar los acontecimientos que le suceden.

En conclusión, puede decirse que Tess experimenta dos relaciones centrales con los
hombres: inicialmente con su primo, Alec, y más tarde con Ángel, su marido. Si con el
primero experimenta una relación poco amorosa y muy carnal, con el segundo la relación se
vuelve etérea y espiritual, como si en estas dos historias sentimentales Tess manifestara
dos aspectos de sí misma, la pasión más instintiva y la espiritualidad más devota, aspectos,
sin embargo, que no llegan a integrarse. Pierde a su hijo debido a la desnutrición y a la falta
de alimento y materia que a ella misma le falta, que no ha recibido ni ha sabido darse.

En su alma se exacerba la identificación con una parte materna indiferente y explotadora. El


principio masculino, el propio padre y el sacerdote, las otras dos figuras centrales que
marcan la historia de Tess, se erigen como perfiles castigadores, insensibles y distantes en
la estructura interna de Tess, como el superyó punitivo.
Tess representa la dificultad de conservación del E4 para armonizar las tres partes de la
madre, el padre y el hijo, mostrando cómo éstas cristalizan en formas neuróticas, propias
del carácter analizado, de falta de autocuración y de amor propio, de juez despiadado y
castigador y, finalmente, de represión de la vitalidad y del eros, entendido en todas sus
facetas más amplias

Lawrence de Arabia, de David Lean (1962) Por Antonella Sabia Resumen La segunda
película elegida es Lawrence de Arabia, basada en la vida del soldado británico T.E.
Lawrence, cuya trama narra las hazañas militares del protagonista con el trasfondo histórico
de la Primera Guerra Mundial y el trasfondo político de la conquista de los territorios árabes
de Oriente Medio por parte del ejército británico.

La evolución de la película y el enjuiciamiento del protagonista tienen como telón de fondo


las batallas militares libradas en el desierto, una naturaleza árida que se convierte en
coprotagonista, convirtiéndose en el alter ego de Lawrence o incluso en la expresión
externa de su interioridad. . En este complejo entramado de acontecimientos, Lawrence
emerge como figura destacada por su capacidad para asumir la tarea, tan valiente como
ambiciosa, de liderar en unidad a las divididas facciones árabes para reconquistar los
territorios ocupados por el ejército turco.

Gracias a su intuición estratégica y militar, Lawrence condujo a las facciones árabes al éxito,
cultivando en su interior la ambición de unirlas en un gobierno unificado, superando las
divisiones que siempre habían caracterizado a las tribus. La pasión, la totalidad con que se
entrega a la causa harán de él un líder verdaderamente carismático para el ejército árabe,
que lo aclamará y le dará el sobrenombre de Lawrence de Arabia. Sólo en la segunda fase
de la narración, después de haber tenido acceso a los gritos de reconocimiento tanto del
ejército británico como del árabe, Lawrence toma conciencia de que sólo era un medio para
alcanzar objetivos expansionistas y acomodos políticos entre los dos gobiernos, ve
frustrados sus ideales de unir a la Liga Árabe y se decepciona ante la verdad política que se
oculta tras las acciones militares de su país. Lawrence concluye así su historia, que en sí
misma parece ser el reflejo de un viaje existencial en el que afloran los numerosos rasgos
de carácter que sin duda le hacen pertenecer al subtipo de conservación E4. Análisis de la
película según los aspectos del protagonista La película traza las hazañas y el viaje épico,
psicológico y militar del protagonista. El comienzo de la película retrata su funeral,
multitudinario, donde varios personajes de la época gastan palabras sobre el hombre que
fue un poeta, un humanista, un valiente, pero también un exhibicionista desvergonzado sin
poder definir realmente sus rasgos personales más profundos ni expresar opiniones
diametralmente opuestas.

En la primera parte de la película, que obviamente recorre su vida, Lawrence muestra


algunos de sus fuertes rasgos de carácter en su relación con sus compañeros de armas y
en su relación con la autoridad. Manifiesta con suficiencia su resistencia al dolor como un
juego de voluntades, apagando una cerilla con los dedos "El truco está en no preocuparse
de que duela" y expresa superioridad y agresividad en la dialéctica siempre ostentosa (y
polémica) con maneras exhibicionistas, camuflando la agresión con la broma; se enfrenta a
las jerarquías militares, tratando de impresionarlas con una manera suspendida entre la
obsequiosidad y la impertinencia, para finalmente declarar abiertamente y con cierta
arrogancia: "¡Me divertiré!", cuando se le ordena ir al desierto para ayudar al ejército
establecido en Arabia, una tarea onerosa debido a las condiciones adversas que entraña el
territorio. Al principio surge la imagen desagradable de un hombre arrogante y altivo,
aparentemente incapaz de relacionarse. Así comienza el viaje a través de la grandiosa
imagen del desierto, el sol naciente, la noche azul salpicada de estrellas. Es una especie de
llamada a la Lawrence responde ("Vengo de Inglaterra, una tierra gorda", "Pero tú no eres
gordo", "Yo soy diferente").

Este pasaje queda sancionado en un intercambio entre Lawrence y el príncipe Faisal en el


que este último declara su deseo de recuperar el antiguo esplendor del pueblo árabe,
reivindicando la guerra iniciada por su propio padre. El fotograma congelado de Lawrence
parece captar el movimiento interior del hombre, como si quisiera transmitir el sentimiento
ardiente de alguien que desea intensamente encarnar ese milagro. Parece que sólo así
puede iniciar su viaje, la travesía del desierto, aceptando los duros y peligrosos desafíos, ya
que le mueve el ideal y la posibilidad de emprender un camino heroico. La chispa que le
permite traducir el pensamiento y la emoción en acción tenacidad sección es el reto de
llegar a donde parece imposible, persiguiendo un resultado considerado inalcanzable. El
esfuerzo y convertirse en herramientas eficaces para lograr la hazaña.

En este punto, es más creíble que la fuerza motriz subyacente sea su necesidad imperiosa
de demostrar valor, la única forma viable de ser aceptado y formar parte de una realidad
mayor (el ejército y el pueblo árabe) y, al mismo tiempo, darse a sí mismo el valor que
ansía. Su traducción personal de frustración y necesidad en intensidad, de pasión por la
causa, ayudan a transmitir su trágica concepción de la vida: sólo mediante un esfuerzo
extremo será bien querido y aceptado.

Las coyunturas posteriores afirman aún más este primer pasaje, ya que Lawrence pasa a
dirigir al pueblo árabe como un líder que se desvive por sus hombres más que por sí mismo,
al tiempo que hace gala de sensibilidad y humanidad.

El esfuerzo extremo queda bien simbolizado en el paso desértico de Nefud -que,


contrariamente a la imagen comúnmente arenosa, es oscuro y rocoso-, cuya travesía pone
a prueba a Lawrence y al resto del ejército. Pero Lawrence no se detiene (¡ni quiere
hacerlo!) El objetivo que se ha fijado es mucho más importante y lo que está en juego, por
inconsciente que sea, tiene una magnitud cho mayor.

Es durante esta primera parte del viaje cuando Lawrence, tras un esfuerzo extremo, se da
cuenta de que un hombre de su compañía se ha perdido atrás. Por absurdo que parezca,
Lawrence no duda de que la única acción que debe emprender es volver a montar en su
caballo y regresar en busca del hombre desaparecido. El intento de sus compañeros de
disuadirle de una empresa cuanto menos arriesgada toma la forma de las palabras
pronunciadas por su amigo: "Está escrito".

Estas palabras indican la inevitabilidad del destino, pero insinúan la duda de que la
peligrosidad del gesto no le lleve a completar la empresa. Pero Lawrence se señala la
cabeza y responde: "¡Veré Aqaba! Aquí está escrito". "No hay nada escrito". Indica así su
fuerza de voluntad y se devuelve a sí mismo la paternidad de todo. Esto le permite volver al
desierto rocoso, recuperar al hombre perdido y, con un regreso triunfal al campamento,
donde tras declarar de nuevo que nada está escrito, cae al suelo noqueado por el cansancio
tras devorarse a sí mismo en el esfuerzo y la obstinación de su gesto.

Este marco casi parecería justificar la conducta de Lawrence, si no fuera porque, más tarde,
el mismo hombre al que salvó perecerá por su propia mano, culpable de un acto ilegal
según las reglas entre las tribus árabes. La presunción de poder guiar y controlar los
acontecimientos encuentra aquí su expresión más manifiesta. Pero la acción, sin dejar de
ser heroica, le lleva a la aclamación del ejército y al reconocimiento de su liderazgo,
confirmado por la nueva ropa que recibe, un vestido blanco brillante, símbolo de su
renacimiento. Es lo que desea, a lo que aspira: ser reconocido públicamente, exteriormente,
por sus cualidades interiores. Poco después, el origen mismo de esta necesidad se revela
en confidencia: Lawrence confiesa su origen ilegítimo; es hijo de un noble y de una mujer
que no era su esposa, condición que nunca le permitió el derecho a una posición o
reconocimiento, como si no tuviera derecho a serlo, o se sintiera culpable por haber nacido.
Lawrence destaca, siempre en busca de su propia originalidad, por las estrategias que
propone para la guerra contra una guarida, sugiriendo la creación de unidades móviles para
la conquista de Damasco que puedan atacar rápidamente en el desierto.

Tras un breve retiro solitario en el desierto, Lawrence tiene un destello de genialidad:


Aqaba debe ser tomada. Es el lanzamiento de una piedra por un niño que le golpea por
detrás lo que desencadena su intuición. Pero la única manera de poner en práctica tan
brillante y peligrosa estrategia es alcanzar el objetivo sorprendiéndole por la espalda,
atravesando el desierto de Nefud. Es una hazaña al límite de lo posible con los pocos
hombres de que dispone y, al mismo tiempo, un ejemplo práctico de tenacidad extrema, de
esfuerzo que no escatima. Sin embargo, esto no desanima a Lawrence. Al contrario,
siempre con una mirada visionaria e idealista, espera ampliar su ejército, uniéndose a los
guerreros mercenarios y a los bandidos que asaltan aquella región.

Una vez más aparece, aunque como tema de fondo pero al mismo tiempo central, cómo la
acción de Lawrence se orienta a menudo a reunir partes inconexas. El ideal, que él hace
suyo, es unir a las tribus árabes bajo un solo reino, incluidos los elementos más bárbaros
pero igualmente valientes. Parece que esta tensión es una implicación de una acción
interna dirigida al mismo objetivo: reunir partes desconectadas de sí mismo para encontrar
una nueva armonía, sin excluir ninguna parte de sí mismo, ni siquiera el aspecto más
indómito, rebelde, belicoso y destructivo. Este es quizás su verdadero viaje heroico,
reivindicar el derecho a encontrarse a sí mismo. En este viaje interior suyo, la contrapartida
exterior es la adhesión total a la causa árabe, la lealtad al ejército británico. El deseo de ser
él quien triunfe en la empresa reunificadora. La travesía del Nefud, a pesar de las enormes
dificultades, resulta un éxito y contribuye a dar a Lawrence un puesto de honor entre sus
camaradas. Sin embargo, para llevar la noticia de la conquista de Aqaba al mando británico
en El Cairo, Lawrence debe atravesar de nuevo un nuevo desierto, el Sinaí. Pero es
precisamente durante el viaje cuando se produce un importante acontecimiento que dejará
en él una huella indeleble: uno de los jóvenes sirvientes, que enseguida le había infundido
confianza y admiración, pierde la vida al hundirse en las arenas movedizas. Parece que
este nuevo desierto vuelve a ser el fondo, la evidencia y la interioridad del protagonista.
Pierde a su joven amigo, o tal vez una parte de sí mismo: la ilusión propia de la juventud, la
adhesión totalizadora y acrítica, autorreferencial y egoísta, que o la dificultad de ver lo que
realmente hay. No es casualidad que el pasaje siguiente revele las tramas subyacentes del
mando británico y la decisión de que Arabia se convierta en un protectorado británico. Pero
Lawrence sigue impulsado por su misión heroica y tal es la fascinación que ejerce que atrae
la atención de la prensa, que una vez más, como otras, utiliza la idea del hombre romántico
que lidera la revolución árabe para crear un personaje. Por otra parte, Lawrence ya no
puede resistirse al encanto de ser el hombre que unió firmemente a las tribus árabes a su
alrededor en el ideal de la reunificación. Pero una vez más se encuentra con una realidad
muy distinta: abandonado por las tribus en retirada, y con sólo unos pocos hombres, no
tiene más remedio que llamar a la insurrección a los habitantes de la nueva ciudad que
pretende conquistar. . Pero aquí es detenido, capturado y sometido a un interrogatorio
durante el cual el comandante le hace un acercamiento que, aunque no se hace explícito,
parece ser un avance sexual.

Aunque Lawrence intenta rebelarse, es torturado y se convierte en blanco de la violencia


sexual. Liberado de la noche a la mañana y acogido por su amigo de toda la vida, es un
hombre destrozado y humillado. Es difícil subrayar este pasaje: la atracción del comandante
parece surgir de los rasgos vagamente femeninos de un cuerpo blanco como la luna y unas
facciones suaves, contornos que lo convierten en objeto de atención para las propensiones
maníacas del militar. la mayor parte

femenina de Lawrence, esa naturaleza suya delicada, vulnerable y dulce, la parte más
esbelta y oculta, la misma que siempre ha tratado de esconder tras gloriosas y peligrosas
hazañas militares, es la misma que de alguna manera es desenmascarada, utilizada,
violada y humillada. Tal vez se podría deducir cómo toda la vida del hombre se ha
caracterizado por un intento de cubrir su naturaleza más profunda, una vulnerabilidad que le
coloca a merced del otro, como ocurre en este mismo pasaje, como para confirmar el
peligro de mostrarse tal y como es.

Es aquí donde asistimos a un cambio de rumbo en Lawrence y en su comportamiento. La


violencia que ha soportado le transforma. Su nueva misión, al llegar a Damasco -con una
nueva cohorte de hombres que son en su mayoría depredadores y asesinos-, se convierte
en una carnicería que hace aflorar una rabia destructiva, el placer sádico de atacar al otro.
Es durante esta fase cuando Lawrence toma conciencia de esa parte de sí mismo que
nunca ha conocido y que le asusta; confiesa que ha sentido placer al matar.

Es el sadismo interior, la autodestrucción, que cambia de dirección y se dirige ahora contra


los enemigos de la guerra en una especie de auto-reivindicación, de venganza, una
explosión de rabia oculta durante tanto tiempo tras la duda y la tenaz obstinación.

Pero el descenso del hombre aún no ha encontrado un final: será la participación en el


Consejo Árabe, creado para el establecimiento de pueblos unidos bajo la dirección de
Faisal, lo que sumirá de nuevo a Lawrence en el desaliento. Pronto se da cuenta de que, a
pesar de todo, las diferentes tribus siguen cultivando el odio soterrado y entre ellas, lo que
impide cualquier posibilidad de acuerdo. Todo este esfuerzo, tan duramente conducido, ve
su confirmación en el hospital militar que alberga a los veteranos de guerra, sin agua ni
asistencia. El triste epílogo de la historia ve en la estrategia política del Reino Unido y del
Emir el acto definitivo que despide a Lawrence, considerado ahora un hombre incómodo, el
desencadenamiento de las tramas políticas que siempre han dirigido encubiertamente los
acontecimientos y, sin saberlo, también la acción del hombre, títere de facto de una red de
acuerdos mucho más amplia. Lawrence, que a estas alturas ya se ha alejado, vuelve por el
camino que le había visto victorioso a lomos de un camello y contempla el desierto por
última vez, con la mirada perdida; es el mismo desierto que durante tanto tiempo ha tratado
de combatir, de vencer, persiguiendo la locura de una autotransformación celebratoria. Pero
el desierto rocoso y arenoso y las muchas partes diferentes a las que ha intentado dar voz y
reunir dan paso finalmente a una aceptación de la realidad tal y como es y a una toma de
conciencia más profunda. Pero el viaje de Lawrence, como símbolo emblemático de un
carácter contradictorio, no puede leerse sólo como la expresión inequívoca de un carácter
autodevorador y masoquista, sino más bien como un viaje interior, un viaje hacia la
desertización del alma, un enfrentamiento con cada una de las partes del yo, una lucha que
finalmente se convierte en la toma de conciencia de la inutilidad de la propia lucha.

Bromas

12
PROCESO DE TRANSFORMACIÓN Y RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS

POR ANTONELLA SABIA, CON APORTACIONES DEL GRUPO

En este último capítulo, se exponen las tareas e indicaciones útiles para que la
conservación del E4 se abra a una transformación profunda y respetuosa consigo misma,
capaz de aligerar las cargas y, al mismo tiempo, permitirse la posibilidad de una mayor
satisfacción en la vida.

Lo relatado es el resultado de numerosas aportaciones de personas que, habiendo vivido


en primera persona los procesos de su carácter y habiéndose implicado en la bio, han
identificado las áreas a las que es imprescindible prestar atención. A continuación,
procedemos por áreas temáticas, que pueden remontarse a los rasgos de carácter
esbozados hasta ahora.

El primer tema en el que se centra es, sin duda, el dolor, el sufrimiento y la pasión por la
resistencia. La tenacidad con la que E4 conserva los combates que preservan el dolor es,
paradójicamente, una forma de ofrecerle la ventaja de no dejarse avasallar.

Al mismo tiempo, le castra inevitablemente, endurece su emocionalidad, además de


sostener la idea de poder controlarla. A esto se añade la tendencia a intelectualizar la
emoción: en cuanto ve la oleada emocional, la conservación E4 intenta explicarla y darle
una definición, con el objetivo de gestionarla. Sin embargo, de este modo, los sentimientos
no se experimentan en profundidad y se vive en un caos emocional difícil de desenredar.

En el momento en que el E4 abandona la resistencia a sentir en profundidad y deja aflorar


el sentimiento, tiene la posibilidad de contactar con su parte más vulnerable, sensible y
débil, la parte, en definitiva, que tanto se esfuerza en tapar. También es necesario que sea
capaz de distinguir el dolor evitable del inevitable para no atrincherarse en el sufrimiento y
romper el ciclo de la frustración. De hecho, la imposibilidad de ser vulnerable proviene de la
idea de que abandonar la fuerza de la tenacidad equivale a quedar a merced de los
acontecimientos sin paracaídas ni seguro, sin darse cuenta de la locura de control que la
tenacidad infunde a este personaje.

Siempre intentando ser mejor de lo que soy. ¿Y qué es ser mejor? Ahí fui directa a odiarme
por ser como era: "Así no sirves, Lola", me dijo una voz. Me topé con una mancha negra
llamada culpa íntima, amiga de no tener derecho y de no merecer. Y me metí en la mancha
de la culpa por haber nacido con el pie izquierdo; mamá casi muere al dar a luz, enfermó y
su hermoso cuerpo quedó marcado para siempre. El sufrimiento acompañó mi nacimiento y
mi nombre, Dolores, que tanto hizo sufrir a otros...

Y hay frases que ayudan: "El sufrimiento no existe para ser explicado sino para encontrarle
un sentido". Y el sentido fue que apareció la inocencia, sí, soy inocente y todos nacemos
inocentes, sentí a esa niña pura y limpia sin manchas dentro de mí y comprendí que no hay
culpa, pero en la vida pasan cosas que tenemos que vivir.

Como principal recomendación terapéutica, es bueno insistir en la necesidad de liberarse de


un estado de inmovilidad, de resistencia que entierra los sentimientos y lleva a la
resignación y a abrirse a la rabia y al llanto, que ayudan a romper la prohibición y a desatar
los nudos que el tiempo ha creado. Una vez eliminada la autorrepresión de las emociones
más profundas, surge una satisfacción que hace evidente la inutilidad de la propia
represión. Proporcionar a este personaje apoyo, alimento, significa garantizar las
condiciones para que se libere, se confiese, se desarme, haciéndose vulnerable y
reconociendo su estado endurecido.

Es importante investigar y reconocer la envidia y su negación, así como su reconvención


autodirigida y no dirigida hacia el exterior, para ver claramente cómo funciona el mecanismo
de resistencia.

A esto hay que añadir la importancia de reconocer el propio dolor y sufrimiento otorgándole
un estatus, para no tener que delegarlo en los demás en una constante expectativa de
empatía por parte de los demás.

Separar el sufrimiento propio del de la madre/padre, poner el límite, reconocer la carga de


dolor externo que se ha soportado para criar al objeto de amor, romper el cordón umbilical
del sufrimiento vivido como vínculo indisoluble y único que nos une a la familia y/o seres
queridos y, finalmente, entrar en contacto con el sufrimiento del hijo herido, experimentar
compasión, empezar a cuidarlo y responsabilizarse de sentir la herida para sanarla. La
autocompasión lleva a reconocer que el intenso deseo de ser valorado es más egoísta que
real y no deja espacio para el verdadero yo.

Hay que reconocer la trampa de la falsa carencia y abrirse a la conciencia de que la


perfección no es alcanzable, pero sobre todo de que la carencia en algún ámbito de uno
mismo no implica carencia de todo, equivalencia que suele hacer la conservación del E4.
Invertir la perspectiva, empezar a interiorizar que si falta algo, también es cierto que hay
algo más, esforzarse virtuosamente por ver ambos lados de la balanza, sorprenderse de lo
extraordinariamente equilibrado y profundamente humano que es vivir con carencia y
plenitud. Aceptar esta realidad nos abre a una mayor compasión hacia nosotros mismos y
hacia los demás, además de concedernos la misión de vivir diariamente con lo que la vida
nos presenta, renunciando a cualquier sentido de originalidad y reconociéndonos iguales a
todos los demás. "Siempre falta algo". ¿Algo para qué? ¿Para vivir? Qué locura tan dañina
que no te deja vivir. Ver esa insatisfacción eterna como un infierno que creo. "Si faltó una
vez, eso se acabó". ¿Y qué falta? ¿Cuándo estaré preparado? ¿Cuándo aprenderé (aún no
lo sé) que seré perfecto? ¿Cuándo lo tendré todo? Sentir que era yo quien me causaba
insatisfacción me rompió en pedazos. Ahora me doy cuenta de que puedo vivir con lo que
tengo y de dónde hoy, mañana no lo sé... Amor propio: llegar a comprender y sentir la
locura de la idea de que no darlo todo es lo mismo que no dar nada, y que tanta voluntad
implica un agotamiento inútil. De hecho, trabajar tanto para mostrarse bueno, para ser
valioso, para obtener el amor y el reconocimiento del otro no tiene nada que ver con el
amor, si requiere tanto esfuerzo entonces no es amor, porque el amor es más fácil. Hay que
empezar a cultivar el amor propio para facilitar el cambio del odio a uno mismo a una
perspectiva más amorosa, facilitando la transformación de un estado de sufrimiento a un
estado de plenitud.

Podemos convertir el sufrimiento en plenitud humana. No me pasa sólo a mí, no soy pobre
ni tengo mala suerte, son cosas de la vida. Mi mala suerte es cuando me recreo, me golpeo,
lo niego, lo uso y no lo suelto. Si, ha habido dolor real en mi vida y ahora puedo sentirlo
como una lección de vida de fortaleza para seguir adelante y sobre todo sentirme muy
humana y abrir mi corazón. Y como humana solo quiero ser una buena persona a la que le
pueda pasar cualquier cosa humana. El sufrimiento entendido me ha bañado de humanidad
por todos los costados. "Nada humano debe serme extraño o ajeno".

También es muy útil trabajar la conciencia del valor imposible de que lo pro -tan deseado y
buscado- es interno y que, por tanto, es contactar con él si sólo se procede por
comparación, quedando a merced de él. Es necesario observar cómo la desvalorización es
una forma de defensa contra la frustración y la carencia y aprender a convivir con ella,
sintiendo que no es nada dramático. Recurrir al humor y a la ironía ayuda a aligerar las
cargas de un personaje tan autoexigente, que se toma la vida tan en serio.

Tienes miedo de estar bien", me dijo Claudio, y me conmovió profundamente. Y era verdad,
otra neura creer que si estoy bien no tendré atención. El hecho de atreverme a estar bien
me confirmó que lo otro era una idea muy loca. Por costumbre, tuve que probar y
experimentar. Resultó que no necesito tanta atención como pensaba y además recibí
atención de otro lugar. Estando bien todo es más fácil, pero luego falta emoción, todo se
vuelve más aburrido, no hay lucha, no hay tantas cosas que contar. ¿Qué voy a hacer? Ya
no seré interesante. Seré soso y aburrido, incluso con el miedo de que ya no me quieran
así. Vivir esto disipó mi miedo: quien me quiere me quiere igual y me siento más tranquilo y
descansado.

Reconocer tu propio masoquismo Ha sido de lo más embarazoso y sorprendente. Ver cómo


aguanto para que el otro me quiera o me considere. Ha sido uno de los mayores sustos. No
es que haya desaparecido esta tendencia, pero he aprendido a poner límites y a expresar
mis sentimientos. Estoy más atenta. Reconocer cómo la dureza autoinfligida, el autocastigo,
la crueldad, es una forma de mantener vivo el odio a uno mismo y de sentir que uno es un
"sufridor especial" y que "los últimos serán los primeros", eso equivale a un acto de
arrogancia. No hay primeros ni últimos, ¡todos somos iguales e igualmente valiosos!

Otra tarea útil es darse cuenta de lo difícil que es llegar a conocerse y comprenderse de
forma auténtica, habiendo entrado, por ejemplo, en contacto con la propia voracidad de
amor que tanto aprieta y luego no acepta el amor, cuando éste llega Es un continuo "quiero,
pero no quiero" que alimenta un juego de versos de negar lo que tanto se anhela.

Prestar atención al significado y al papel del trabajo y del compromiso No es necesario


agotarse en el trabajo, pensando que nunca se puede hacer lo suficiente, porque esto
conduce a un gran derroche de energía y a la consiguiente dificultad para recuperarla. Es
importante entrar en contacto con el valor de realización y autocastigo del exceso de trabajo
y esfuerzo, que además no permite que afloren otras partes de uno mismo, que la
conservación E4 teme o ignora. Más bien, vale la pena optimizar los propios recursos,
recurriendo a una organización de las actividades, lo que permite una mayor gestión /
flexibilidad de los compromisos, con menos pérdida de tiempo, energía y evitando transferir
el compromiso compulsivo para llenar todos los espacios vacíos de la vida

Adicción y contradicción El sentimiento de contra-dependencia equivale a una dificultad


para estar en relación afectiva con el otro, a la necesidad de mantener una distancia de
control, de preservarse, especialmente en el amor y en los sentimientos.

El miedo es a sentirse asfixiado, pero al mismo tiempo también a perder su espacio vital,
porque reconocer la dependencia del otro le hace sentirse demasiado vulnerable y frágil.
Entregarse a la ternura, a la expresión de los sentimientos, de la propia dulzura, como
antídoto contra el miedo al amor.

Dejar que me cuiden y me ayuden me ha hecho bien. Necesito como todo el mundo y no
pasa nada. Aceptar la ayuda sin deudas para mí es creer en el amor.
Ámame y déjame amar. Cuando me sentía amado, tenía miedo, y ahora ¿qué tengo que
hacer? Otra locura más. Cuando no me amaba, invalidaba al otro. Y cuando empieza a
amarme, surge el miedo de depender de ese amor y perder mi libertad... Darme cuenta de
que dependo como todo el mundo, porque soy humano. Aceptarlo.
La verdad es que me gusta estar sola y también en compañía. Sola estoy muy tranquila
(con momentos de claridad). Como esta tranquilidad es bastante nueva para mí supongo
que quiero saborearla sin tantos altibajos. Salgo al mundo teniendo en cuenta mis retiros y
repliegues, para descubrir y no estar siempre fuera como antes. ANTONELLA S. Perdónate
a ti misma: los errores que has cometido, acepta tus limitaciones, míralas con compasión,
siente que tienes derecho a vivir, a un lugar en el mundo, en tu imperfección humana.
Familiarízate con la idea de que no es necesario gastar tanta energía en la autocorrección,
abandona la obstinación de castigarte por los errores y deja de imaginar una posible mejora,
siempre situada en el futuro, viendo el engaño de no vivir en el aquí y ahora. Aceptar los
límites también significa reconocer que el juicio crítico hacia el otro es proporcional a la
autocrítica.

Aceptar lo que es. Apreciar la realidad tal y como es (incluido lo que no te gusta, lo que es
aburrido, normal y corriente), abandonando las preferencias varias, practicando el "<lo que
recibo vale la pena, me basta>". Esta actitud encierra el milagro de la transformación de la
escasez en abundancia.

Recuerdo como después de mi comunión me enamoré de una frase que solía ser una
imagen del mar que decía: "El amor es algo más que un afecto, lo abarca todo. No se
necesita más, porque ya está todo y depende de si es suficiente. Vivir con lo que hay puede
estar bien, saborear un estado es dejar la lucha de querer algo diferente y estar con la
realidad tal y como es. Aceptar la frustración de lo que me gustaría y no sin dramatizar y sin
decirme que no es para tanto y que es otra cosa que pasa en la vida. Ser real, sin pelearme
con lo que me pasa y lo que me viene, sin hacer nada con ello. Risas, lágrimas, lo
agradable, lo desagradable, lo dulce, lo amargo... y trato de vivirlo como es y no pasa nada.
Como un acuerdo con lo que viene de momento, toca esto, pues toca (hay de todo para
todos), sin inventar nada al respecto para no engañarme ni engañar. No querer cambiar la
realidad ha supuesto aceptar cosas que no han sido fáciles, un viaje a mis infiernos más
profundos (mis trampas), un viaje al interior Reconocer la propia necesidad No es necesario
dar muchas explicaciones, justificarla o defenderla, sino simplemente reconocer la propia
necesidad, como forma de salir de la sensación de carencia e identificarse con ella.

La carencia es algo que queda al descubierto, y nada más, lo negativo es quedarse fijo en
ser eso. La necesidad es algo mío en este proceso vital que estoy viviendo: ahora tengo
necesidad de descanso, ahora de afecto, ahora de lo que sea. Y cuando llego a vivir eso
como algo real, a intentar satisfacerme sin culpa ni infravaloración, ya no hay problema.
Satisfago lo que puedo, soporto la fracción de lo que no puedo, y eso forma parte del juego
de la vida, y está bien. No me falta, me falta...

Detectar la diferencia Reconocer la diferencia y la individualidad como un paso más allá de


la compulsión a comparar. No imitar, sino validar lo que pertenece, en términos de
emociones, ideas, sentimientos a intuiciones. Evitar conformarse con ser una mala copia de
otro, sino conservar el valor de experimentar la propia originalidad, afrontando el miedo a no
ser especial. Soy lo que soy, y eso no tiene nada que ver con cómo es el otro. La vida tiene
mi parte para mí, y esa parte no disminuye ni aumenta en función de lo que se conceda a
los demás. Cada uno gestiona su propia vida, su propio ser. Cómo me quería mi padre, la
relación que tenía conmigo, es única entre él y yo, independiente de la que tenía con sus
otros hijos. Cómo quiero yo a cada uno de mis hijos es algo único entre ellos y yo. Así son
las cosas.

Redimensionar el ideal de uno mismo A qué aspiras, reconocer tu trampa, tener claro que la
imposibilidad de alcanzar el ideal no es más que una forma de sentirse siempre insatisfecho
y pequeño. Del mismo modo, madurar y alimentar el sentimiento de amor propio lleva a la
compasión y a admitir que hay, como en todos, una parte sana de la que sacar fuerzas y
alimentarse. Por eso, el trabajo sobre uno mismo debe vivirse como un proceso de toma de
conciencia, y no como un martirio hacia la santidad. Reconocer el orgullo, como un
movimiento defensivo, la otra cara de la moneda de la envidia. La conservación E4 no
siempre es consciente de su propia envidia, ya que reconocerla le causa dolor y le lleva a
un mayor rechazo de sí mismo. Pero, incluso cuando la admite, a menudo trata de ocultar la
evidencia, porque teme que el otro asocie la escualidez de ese sentimiento con la totalidad
de la persona, haciendo una especie de equivalencia entre la envidia y quien la siente, que
es exactamente la identificación que la conservación E4 hace de sí misma: al sentir algo
reprobable, se siente reprobable. Es igualmente básico cultivar una sana humildad,
disociándola del sentimiento de carencia e inutilidad.

Responsabilizarse de la verdadera autonomía no es una contradependencia, sino asumir la


responsabilidad del propio deseo, pensamiento, decisión y acción. La conservación E4
actúa como si fuera autosuficiente, mostrando que no necesita al otro, sino que es
autosuficiente. En realidad, incurre en un autosabotaje de su propia necesidad para evitar la
necesidad profunda del otro, la cercanía de la que no se puede prescindir.

Sentir el derecho a la vida y al propio espacio Uno ya es una persona digna, no tiene que
trabajar tanto para ganarse la vida. Atribuir valor al sentimiento de gratitud. La gratitud es
una forma temprana de aprender a amar, una especie de preludio del amor. En su hambre
compulsiva de afecto y reconocimiento, este personaje es a menudo incapaz de detenerse
el tiempo suficiente para apreciar lo que recibe, pero cuando uno es capaz de hacer esta
transición entonces siente un fuerte sentimiento de gratitud que le hace ser leal, fiel y sentir
con fuerza el alimento que conlleva. Saborear lo que se recibe reduce el sentimiento de
frustración, la sensación de especialización negativa, y fomenta el vivir en igualdad de
condiciones con otras personas. Da gracias por lo que tienes, agradece a los demás, a ti
mismo a los míos, a la Vida
Gracias, valorar lo que tengo, eso es real. Lo que no tengo o me falta no existe, es una
locura. Dejar de tratarme mal y cuidarme. No necesito tanto como creo y cuando necesito
intento dármelo si puedo y si no puedo legitimo mi necesidad sin censura, todo el mundo
tiene necesidades. No exijo ser lo que no soy, no soy perfecta, soy humana con virtudes y
defectos y todo me pasa en esta vida.

Experimentar nuevas formas de amor, desvinculadas del dolor Amar a través de pequeños
gestos no heroicos que no impliquen grandes pruebas. Alegrarse de los éxitos y
capacidades del otro. Desear el bien del otro, amar al otro incluso en el silencio del propio
corazón, sin recurrir necesariamente a expresiones verbales o comportamientos
manifiestos. Esforzarse por la espontaneidad, por la naturalidad. Sin hacer del objetivo una
lucha, intentar estar en el aquí y ahora, abandonando cierta rigidez (física y mental). Una
forma de empezar podría ser prestar atención a la relajación del cuerpo, permitirse decir
cosas sencillas, arriesgarse a ser banal, decir simplemente lo que se piensa, sin pasar cada
palabra por el escrutinio del juez interior.

Confiar en la bondad de mi naturaleza y ocuparme de que forme parte de mí, observarme


en mis acciones-intenciones y ser capaz de ver la otra clase. Ni yo soy sólo neurótico ni el
otro es sólo neurótico. Hay bondad en ti y en mí y estoy aprendiendo a verla. La bondad de
corazón que no incluye formas o maneras de hacer o de ser, nos conmueve. pero para mí
es lo que Cultivar la presencia Cuando puedo sentirme presente, creo que esa es la alegría
de la abundancia, no falta nada, hay lo que hay y se puede estar bien con eso. Existe todo
sí y por el momento. Decir que estoy centrado en lo que viene cuando "falta algo" es negar
la realidad. Cuando me siento real todo tiene un sentido, el del momento presente, y puedo
saborearlo todo. Las diferencias desaparecen para mí y todo se mezcla. Soy yo quien
establece las diferencias (ni el cielo ni el infierno, ambos), y por eso siempre me falta algo
con mis altibajos. Si dejo de hacerlo, no hay preferencias y saboreo lo que llega, sea dulce o
amargo, y eso está bien porque es real y verdadero. Y todo pasa si lo dejo pasar, está en
mis manos.

Me ayuda a prestar atención al esfuerzo. ¿Por qué me esfuerzo? Y pararlo cuando sea
compulsivo y carezca de sentido. No empujar el río y creer en esa frase: "No te esfuerces
tanto, los mejores llegan cuando menos te lo esperas". Y la verdad es que la vida me lo ha
demostrado.

Diferencias, comparación, diferente, especial. Una vez tuve una visión preciosa: un valle
lleno de amapolas, todas diferentes (color, tamaño, forma) y a la vez iguales. No eran ni
mejores ni peores, eran bellas y necesarias. Cada una su belleza particular y al mismo
tiempo la belleza del conjunto.

Experimentar el aburrimiento El aburrimiento era mi mayor fobia, ¡aburrirme! Imposible.


Probarlo me ha venido muy bien porque no es malo aburrirse, es relajante, de verdad. No
sé hasta qué punto es aburrirse o estar tranquilo, sin hacer nada extraordinario. Y me
aburro pero no me aburro. Algunos amigos me han dicho que últimamente me he vuelto
aburrido, que tengo menos batallitas que explicar, que salgo menos, que estoy más
tranquilo. Me parece que les gusto menos pero lo importante es que estoy mejor.

Confiar en lo que pasa Las cosas simplemente pasan, no soy yo quien tiene que
comprometerse o esforzarse para contribuir. Cultivar la confianza en uno mismo, en lo que
uno siente, experimenta, sin juzgar, dándose crédito, como paso para empezar a quererse,
a valorarse. Desarrollar la confianza en uno mismo y en el mundo exterior es un paso de
suma importancia en el camino de crecimiento de la conservación de E4, ya que el núcleo
de este personaje consiste en el abandono materno debido a su supuesta falta de amor.

Para sobrevivir a este dolor atroz, lo que parece necesario es "cerrar el corazón, congelarlo"
para que el canal afectivo quede bloqueado.

Es necesario invertir la dirección, abrirse a la confianza en la espontaneidad, la naturalidad


y el amor, dejar que las cosas fluyan, ser testigo de que todo sucede sin más.

Transformar la intensidad en calor nutritivo Sentir la ausencia de emociones desbordantes,


por muy interesante que sea pasear, a menudo conduce a sentirse árido, ya que la emoción
(sea positiva o negativa) te hace sentir vivo. En cambio, dejar la intensidad en un segundo
plano puede ser una oportunidad para hacer aflorar algo nuevo, creativo y, sobre todo,
desconocido, aunque esto, de nuevo a nivel mental, asuste porque socava el control.
Transformar la energía volcánica interior en un hogar interior al que se pueda acceder para
mantener el contacto con uno mismo y que se utilice para alimentarse y nutrirse.

Creo que la cosa está, al menos para mí, en estar vivo sin el "muy". Sin tener que
intensificar mis movimientos o exagerarlos para sentirlos, porque con la suavidad también
puedo disfrutarlo y es más real. Estar atento al límite donde me paso, sin ir cada vez más
lejos. Eso es producto de la represión, la censura y la culpa. "Un volcán reprimido durante
tantos años". Endulzar mis movimientos me ha ayudado, y también no culparme por mi
necesidad. Si niego ser quien soy, es peor, entonces el volcán explota, así que es mejor
dosificar esa energía. Bailar me ayuda mucho y lo necesito de verdad. Para mí es una
buena terapia bailar mis emociones (que tanto me atrapan), así las vivo, pasan y no me
engancho. Si niego mi volcán se enfada y va mal, si niego mi fuego me quema. Mejor será
el calor que abre así mi corazón y lo siento dulce por dentro y así sale delicado y suave y no
brusco y áspero. A veces me he sentido distribuidor de calor y me ha gustado regalarlo.
Siento que me gusta ocuparme de dar calor a las personas que quiero y mejor desde lo
suave y ligero, así no invado.

Actitud ante la dificultad Descomponer el problema como si fuera una expresión


matemática: minimizarlo, simplificarlo, tomar una parte cada vez, empezar poco a poco.

La tentación de no afrontar las dificultades -y, por tanto, de permanecer en el estado de


malestar- equivale a "sentir las dificultades como un castigo". Desmontar esta "<idea loca>"
significa renunciar a un estado de victimismo e infantilismo. El abandono de estos estados
está relacionado con la confianza en la posibilidad de reparación, que reside, tanto dentro
como fuera de uno mismo, en las amistades, en las personas cercanas, en un orden
superior, al que es bueno saber pedir ayuda, reconociéndose. como parte del universo e hijo
de Dios.

Otro elemento importante es reconocer la imposibilidad de enfrentarlo todo, todo junto y


todo solo. Sentir el malestar (miedo - dolor - angustia) sin sentirme abrumado, contactando
con que existe, en otro nivel, una sensación coexistente de paz, que me contiene y me
convierte en un contenedor de los sentimientos que me atraviesan, experimentando una
sensación de serenidad incluso en los momentos difíciles. Placer A este personaje le resulta
especialmente difícil entregarse al placer, sea cual sea. A menudo sucede que buscamos el
placer a través de adicciones, que toman la forma de nuevos intentos de llenar el vacío y
castrar el sentimiento. Entregarse al placer, en cambio, tiene que ver con algo delicado,
amoroso, sutil, sintiendo las pequeñas cosas, todos los días en el aquí y ahora, pero
también apreciando el juego, la risa, el eros físico y la alegría de estar vivo. Apreciar la
sensación de placer enciende la vitalidad y al mismo tiempo amortigua el ego. Placer
también para el propio cuerpo, respetándolo y evitando someterlo a fatigas innecesarias.
Dejarse llevar por el movimiento, por la danza, por las sensaciones que provoca lo físico
como canal de aligeramiento, apertura y autoexploración. Cuidarme, sentirme a gusto con
mi cuerpo, con la comida, con mi imagen, darme gustos y tiempo para mí. Ser bella y
gustarme. Vivir el placer de ser yo misma sintiéndome en mi cuerpo y en mis células. Sentir
que me hacía ver lo absurdo de que todo el mundo me quiera y ver que si no me quieren
tampoco pasa nada, sentirme un ser querible como todo el mundo me daba el amor por
dentro. Y así salir al mundo, atento a que la referencia está dentro y no fuera. Creerme no
fue fácil, por falta de costumbre. Como aprendí con nuestro querido Claudio: "La libertad se
ejerce y no hay que pedir permiso". Redescubrirme fue bueno. Y darme cuenta de que ya
son valiosos para mí y mi naturaleza bendita. que no me gusta, lo necesitaba para mí que
me amaba y valoraba, no importa lo simple que son: mi baile, mi poesía.

El trabajo corporal le va muy bien a ese eneatipo, también le gusta y le resulta fácil
expresarse con el cuerpo.

Su energía, su imaginación y su intensidad tienen que fluir hacia alguna parte. Es


importante que descubra que cualquier cosa puede ser su expresión creativa: bailar, pintar,
cocinar, etc.

Que se fije en lo bueno que tiene porque lo malo es fácil en su juego. Se topa con la
dificultad de encontrar lo bueno y aparecen la culpa y la vergüenza. En este momento se
puede producir un clic importante, como yo. para que se diga a sí mismo: "Soy yo el que no
cree en mí".

Para meditar Deja de pensar, dedícate, obsérvate y cultiva un espacio neutro, también útil
para practicar la ecuanimidad.

Cuando medito, y eso me ayuda a abrir los circuitos, puedo percibir mejor la belleza
existente. Si no medito, se produce un automatismo que pone el dolor del mundo en primer
plano con demasiada insistencia. Con la meditación calmo la intensidad y la acción
compulsiva, debido a una cierta percepción de que no hay tantas cosas que arreglar. Se
hace algo como lo esencial, dentro y fuera de mí.

De la compulsión a la creatividad Practico la no exageración, aprecio la sencillez, renuncio a


lo excesivo, intensifico para dejar paso a la dulzura. El fuego interior que suele acompañar
puede transformarse en energía creativa, ligera y nutritiva

No me queda más remedio que tomar a la mariposa como modelo, como referencia de lo
que es útil en el cambio, para mí. Yo, que tengo tanta capacidad de movimiento y acción, y
que además lo necesito para estar bien, para quitarme carga, para que la intensidad no se
vuelva contra mí como un volcán que no entra en erupción, que no explota. Ahora creo que
la salida es quitarme la culpa de eso, permitírmelo en su medida. El vendaval es lo que es
hasta que se consume y pasa, así es mi actividad y mi movimiento. ¿Qué hay de malo en
dejarse llevar? Lo único malo para mí es retroalimentarlo artificialmente en el tenaz intento
de conseguir algo que no sea la finalidad intrínseca de ese movimiento, que no es otra que
dejarme ser. Esa es la creatividad en la que creo. La mariposa vuela sólo por volar (al
menos la mía), y en eso crea la belleza que vemos. Cuando libero mi movimiento o mi
intensidad de la culpa, los hago ligeros, es decir, libres de pesadez, primero para mí y al
mismo tiempo para los demás. Me pregunto mientras lo escribo si la intensidad puede ser
ligera. No sé otros rasgos de carácter, para mí, desde luego, quitar la culpa es aligerarla,
permitirla, dejarla pasar, respirarla, conocerla, observarla sin censura, para poder también
pedirle que pase y se calme. Creo que en términos de energía, todo se trastocó con la
contención de la primera e inocente espontaneidad. No recuerdo que mi deseo fuera
hiperdeseo, que mis sentimientos fueran exagerados, que estuviera excesivamente
excitada. Lo que sí recuerdo es que mi visión del mundo o lo que imaginaba tenía colores,
mucho más color las consideraciones sobre la realidad que me devolvían los mayores.
También había un elemento de risa y disfrute que provenía de mi vitalidad, era alegre.

Practica la ecuanimidad Cultiva la ecuanimidad, conténtate con lo que eres y con lo que
tienes, renuncia al esfuerzo, ríndete y entrégate con honestidad y confianza a la vida.

AUTOBIOGRAFÍA DE LA ALEGRÍA DE LA DEDICACIÓN ESTRÉS Y TENSO, AL


RECONOCIMIENTO DEL DESEO Por CRISTINA NADAL MUSET

SX4
LA PASIÓN EN LA ESFERA DEL INSTINTO: CÓMO FUNCIONA LA ENVIDIA EN LO
SEXUAL POR CRISTINA NADAL, JUAN LEÓN Y COLABORADORES

La pasión envidiosa, en el subtipo sexual, adquiere el carácter de una pasión por reclamar
lo que se siente perdido; un reclamo que es un grito furioso contra quienes tienen talentos,
cualidades, objetos y reconocimientos, que las personas que se reconocen en este carácter
sienten que es su derecho tener. La existencia del E4 sexual se caracteriza por un drama
constante, como un enamorado que se desespera por haber perdido a su amor y sólo
puede odiar a quien tanto daño le hizo.

Este sufrimiento pasional por haber sido abandonado es lo que vivió el bebé con su madre:
la "bruja que lo dejó solo y sin nada". Todas las energías se invierten en la búsqueda de ese
amor perdido.

Es muy probable que el bebé E4 sexual sea portador de un alto nivel de energía. Son bebés
que lloran más, se hacen notar más, son más vivaces y molestos que los otros subtipos
envidiosos.

Soy el séptimo de siete hermanos junto con una hermana gemela (E4 social), en las
historias familiares siempre cuentan lo llorón que era yo. Era un bebé inquieto, me
despertaba por las noches quejándome, al contrario que mi hermana que apenas se le
notaba. JUAN LEON

En lugar de deprimirse pronto, ante la frustración de no ver satisfechas sus necesidades por
la madre, el E4 sexual invierte más energía en reclamar el alimento emocional que necesita.
En este trance, es muy posible que este bebé muerda el pezón de la madre (en sentido
figurado o real) y sea reprendido por ello. Ante una madre desinteresada y afectivamente
ausente, consigue llamar la atención, aunque sea en forma de recriminación

Por un lado, como todos los bebés que, como tales, permanecen indiferenciados del
mundo, identifica la fuente del disgusto (en este caso, la falta afectiva de la madre) como
procedente de sí mismo. Por otra parte, el E4 sexual suscita el odio de la madre y él se lo
traga, odiándose a sí mismo. Identificado con la madre y tan necesitado de ella, el bebé la
incorpora engulléndola y comienza a identificarse con una valoración interna de verse a sí
mismo como un monstruo, malo o inadecuado. Normalmente, las madres E4 sexuales son
personas muy emocionales y al mismo tiempo inestables, a menudo repentinamente
distantes o humillantes. Esta ambivalencia hace que la chica o el chico sean incapaces de
prever sus reacciones y vivan en una constante sensación de abandono, sin poder darle un
sentido; tienen una vivencia de injusticia por sentirse maltratados, sin poder asociar este
comportamiento con algún hecho objetivo de la realidad. A veces, este sentimiento de
injusticia se basa en la diferencia de trato de la madre con respecto a otros niños. Hay
muchos relatos sobre haber experimentado una diferencia en la actitud de la madre con los
hermanos, o sentirse menospreciada con respecto a otro hermano enfermo o problemático.
Podemos decir que el E4 sexual siente conocido un paraíso que le ha sido cruelmente
arrebatado
WTodo esto ocurre mientras el bebé va configurando, poco a poco, la integración de la
función materna en sí mismo, que está distorsionada. El E4 sexual pasa a las siguientes
etapas de crecimiento y maduración ya dañado o y fijado en su neurosis. Como en todos los
subtipos, este patrón fijo se reproduce en todas las fases del desarrollo y se interpone en su
diálogo con el mundo. Lo específico del subtipo sexual es que no vuelve toda la hostilidad
contra sí mismo, sino que también la proyecta hacia fuera, hacia los demás.
Veamos el siguiente testimonio que ejemplifica varios de los aspectos que se desarrollan a
continuación y en otros puntos del capítulo:
Me avergüenzo de ser tan despótica e inquisidora conmigo misma, queriéndome tan poco,
despreciándome, negándome el amor (el que puedo darme y el que puedo recibir de fuera),
para luego arrastrarme y pedirlo a diestro y siniestro de forma encubierta, nada clara. No lo
pido ni lo explicito, porque eso me compromete. Entonces, exijo ese amor y esa atención
(me muero por conseguirlo) y, si no lo consigo (que es probable al no exponerlo
abiertamente), desato mi odio y mi venganza (todo antes de sentir dolor, vacío, soledad.) ),
apunto, disparo y, si puedo, mato. Afino mi estilo. Se puede ir a matar de muchas maneras y
yo tengo estilo, no mato de cualquier manera, ¿qué mérito tiene eso? Puedo ser una zorra
con un simple levantamiento de cejas, puedo descargar toda mi rabia y odio con el más
mínimo gesto. Y aquí sí, me siento poderosa, indestructible, absolutamente sexual, porque
seré mala, ¡pero qué buena soy siendo mala! En otra cosa no, pero en el desprecio (tanto
hacia fuera como hacia dentro), soy buena. Y eso me excita, me calienta, me hace trabajar,
me suelta la melena. Aquí sí creo en mí

La estrategia para conseguir algo de amor, aunque fuera un sucedáneo, ha pasado por la
decisión temprana e inconsciente de reclamarlo abiertamente de forma intensa y airada.
Afirmaciones como:

Era muy nerviosa y llamaba la atención haciendo gilipolleces, caprichosa y obsesiva, me


ponía números si no conseguía lo que quería. Poco a poco me fui especializando en la
provocación y me enfrentaba a todos en casa. Se me nubló la razón y pasé al ataque con
mi energía loca, y luego me arrepentí. JUAN LEÓN

Esta pasión por la intensidad va a marcar el voltaje con el que el E4 sexual se va a manejar
en su vida -por debajo del cual todo le parecerá descafeinado y demasiado opaco y le
mantendrá alejado de su equilibrio hipertrofiando sus emociones, que, a su vez, el tiempo,
agrandarán su fondo carencial.

El arrepentimiento en este subtipo también alimenta la pasión por la intensidad y surge de lo


mal que se siente cuando aparece el monstruo que no puede contener, en forma de rabia,
odio o lengua viperina, y es directamente proporcional al placer que le produce. desplegarlo
cíclicamente. De hecho, es una de sus mejores herramientas de manipulación.

competitividad
La pasión dominante es la competitividad, de forma odiosa, como deseo de superioridad
ligado a un nivel instintivo. Es probable que, a medida que se desarrollan aprendiendo a
frustrar sus necesidades y a solucionar la frustración, lo compensen gestionando
componentes hostiles de la pulsión agresiva, como la rabia. También puede ser que éste
sea el origen de su sed de venganza, justificada por un sentimiento de justicia. Todo esto
tiene que ver con la vivencia de un desamor original, que proviene de la herida infantil del
amor materno. Una mujer de este subtipo declara:
Con la competitividad aprendí a medir el afecto en un ambiente familiar que no era tibio, y
fuera de casa era la mejor arma para combatir la vergüenza. Competí con mi madre,
creyendo que era la única que entendía a papá, y así tapé la envidia que me daba, que, a
pesar de muchos defectos que tenía, siempre me pareció muy sensual y el buen rollo
sexual que tenía con ella se notaba con mi padre

La envidia empuja a la competencia "yo o el otro". Valoran su valor personal en la


consecución de lo perdido, o supuestamente perdido; sin embargo, dado el alto nivel de
devaluación que utilizan como mecanismo de defensa, no creen que puedan conseguirlo
por méritos propios. Deben obtenerlo de alguna buena fuente

erotismo y sexualidad

Seducir y atrapar a través del sexo será una buena arma para ganarse a los demás, para
vencerlos. Las siguientes afirmaciones pueden ser un ejemplo:

A los hombres, hasta los treinta años, me los llevaba a la cama para quitarles su poder.

En la adolescencia me dediqué a ligar con los chicos de moda, para Demostrarles que
realmente son una mierda

Y, al mismo tiempo, con erotismo y seducción comprarles el amor: "Conmigo vas a disfrutar
mucho en la cama".

Mantienen la loca idea de que si se entregan sexualmente, les van a querer. Y es una
buena manera de apaciguar la experiencia de carencia y enmascarar el autoaplastamiento y
la desvalorización interna. La siguiente afirmación refleja la motivación original del
predominio sexual en el deseo de fusión con la madre:

A través de lo sexual, reconozco una búsqueda de fusión, en la que, en ese estar revestido,
está el elemento de búsqueda de la madre, aunque sea a través de un hombre.

El erotismo y la sexualidad también sirven para alcanzar otros aspectos valorados, como el
reconocimiento:

Entonces mi cuerpo me servía para presumir, no para engordar y vestirme a la última moda.
En el sexo buscaba algo estético, etéreo, que me impidiera disfrutar. De mayor, follaba para
ser la más moderna de la universidad. El acto en sí, creo que en el fondo, me parecía
vulgar. ANNIE CHEVREUX

La energía sexual es poderosa, cautivadora, llenadora y, al igual que la rabia, garantiza la


intensidad deseada. Junto con el resentimiento, son los grandes impulsores de este subtipo.
Manejan la envidia a través de la ira, y de hecho la ocultan a través de la ira. En lugar de
admitir la envidia, reaccionan descalificando y atacando aquello que envidian como forma
de hacerlo desaparecer. Además de la envidia, la carencia, la necesidad, el vacío y la
vergüenza se ocultan
Desde pequeña he tenido una mezcla de rabia y vergüenza, aunque siempre exigí con rabia
que me dieran lo que consideraba mío. CRISTINA DICUZZO

En la medida en que es incapaz de hacer desaparecer la envidia que siente, mantiene una
enorme tensión entre el doloroso sentimiento de no tener ni ser lo que envidia y la fantasía
de un paraíso perdido. Junto a esta tensión, mantiene la esperanza de convertirse en el
objeto envidiado. Puede entregarse a esta búsqueda de forma muy voraz. En las pocas
ocasiones en que consigue lo que envidia, más tarde lo transforma en desprecio. Como el
resto de los subtipos envidiosos, no puede valorar lo que consigue ya que nada del exterior
puede satisfacer la carencia original de amor maternal

intenté ser la persona que envidiaba ser con todas mis fuerzas, muy orientado a la imagen,
frívolo, desprecio por lo cotidiano, sentirme especial, hábil para herir a los demás con la
palabra, especialmente a mi pareja de entonces. JUAN LEON

En muchos casos está presente una madre castradora, a través de la hiperprotección y la


transmisión de su frustración:
Cuando aparecía mi madre, lo que me transmitía en una mirada era su amargura como
mujer, el odio profundo que sentía hacia los hombres. "No seas como ellos, los hombres
sólo sirven para hacer daño a las mujeres". Esa mirada también estaba llena de ternura e
iba acompañada de "Siempre te querré así, siendo un niño pequeño"

Y también contaminando el encuentro sexual, hetero u homosexual:


Creo que me sentía un poco hombre y no podía competir con ellas, así que una solución
inconsciente era seducirlas. Era mi forma de competir y de seguir teniendo a mi madre
dentro. JUAN LEÓN

2: LA NECESIDAD NEURÓTICA CARACTERÍSTICA. ODIO


POR CRISTINA NADAL Y COLABORADORES Los sujetos pertenecientes al E4 sexual
huyen del vacío aumentando el deseo de cubrirlo, exagerando la vivencia de carencia
propia del carácter envidioso. El anclaje en la fase oral -y, por tanto, voraz- típico del subtipo
sexual, es más hostil en éste que en los otros subtipos. La envidia en este subtipo es un
resentimiento apasionado. Como el instinto neurótico es sexual, el resentimiento se centra
en el otro deseado y amado, al que se le niega. El amor se convierte en odio. Le apasiona
odiar, o mejor dicho, le apasiona convertir el amor en odio, como única forma de
permanecer en la relación, negando su necesidad de ser amada y negando el amor que
recibe. Su relación amorosa se convierte en un campo de batalla, la competición y el
conflicto son las condiciones que caracterizan la relación, que la sostienen. La intensidad
pasional y competitiva es alimento para su ego, para su yo ideal, que es fuerte, correcto, y
todo se lo debe.
Injusticia y reivindicación
A veces el E4 sexual puede confundirse con un sujeto E2, una persona orgullosa de sí
misma que se presenta como una reina con trono, disfruta de su posición, se siente
afortunada y aparentemente tiene mucho que dar. Una persona E4 sexual se siente una
reina pero a la que le han robado el trono antes de tiempo, bien porque ha hecho algo mal o
porque se han dado cuenta de que no se lo merece y se pasa la vida reclamándolo.
"¡Devuélveme mi trono! ¿No te das cuenta de que es mío? Esto es injusto!". En otros casos,
el individuo E4 odio no es consciente de la pérdida del trono, pero siente que es injusto
carecer de lo que carece. Loen habló de esta característica refiriéndose a uno de sus casos:

He descubierto que esta actitud es típica del carácter oral. Le pregunté si creía que el
mundo le debía un sustento. No dudó en responder "sí". Es imposible argumentar en contra
de una idea así, ya que transmite un sentimiento interno de aprobación. El individuo que
adopta esta actitud actúa como si creyera que le han arrebatado su derecho de nacimiento
y se pasa la vida intentando recuperar su herencia".

Lo neurótico es pretender recuperar lo real o supuestamente perdido y exigir al otro lo que


le falta, suponiendo (más o menos conscientemente) que no lo conseguirá. Una de las ideas
distorsionadas, enraizada en la falta de relación afectiva con la madre en la etapa oral, es
"he venido con menos posibilidades a este mundo". Los sexuales buscan devolver lo que
perdieron o darles lo que les falta quejándose y reclamando. Esto no puede suceder porque
el otro no puede dárselo porque no son capaces de satisfacerse mutuamente. La
satisfacción nunca se logrará ya que el sentido de existir y la posibilidad de ser reconocido
está en la identificación con el odio hacia el otro; la energía vital se alimenta de la
competencia con un "otro" que siempre es vivido como la causa de la propia carencia. No
pueden recibir, hacerlo es vivido como estar en deuda o ponerse por debajo, lo cual odian.
Recibir lo concreto y limitado que el otro les da significa despedirse de la fantasía de lo que
fue o de lo que suponen que podría haber sido. Como veremos más adelante, sentir gratitud
es un poderoso antídoto contra la envidia.

Lo que hacemos es intentar apropiarnos de lo que nos falta, tenemos que cogerlo porque el
mundo te lo debe, y si no lo coges, eres tonto. Si no lo conseguimos, o competimos o le
cortamos la cabeza a todo el mundo y no será de nadie.

En el párrafo anterior se plasman al menos tres creencias distorsionadas (de las que
hablaremos en detalle más adelante): la primera es que el mundo me debe lo que me falta.
El subtipo "sexual" se identifica con la carencia pero se enfada por tenerla y la niega
mediante el orgullo y la arrogancia. Le deben lo que le falta y se enfada porque no se lo
dan. La siguiente idea loca es que tiene que tomar lo que el mundo le debe "y si no lo tomas
eres un tonto". Además de proporcionar la sensación de estar preparado, retroalimenta la
mala imagen, la experiencia de ser un monstruo. Hay cierta mala conciencia ante el robo,
que se esconde tras la ira y el resentimiento.

Para mí, la necesidad neurótica que ha predominado es la de ser la preferida, la primera en


la vida del objeto de deseo, generalmente mi pareja y antes, obviamente, mi padre.
Necesidad de que me defendieran y de que esa preferencia se demostrara con actos
evidentes para todos. Necesidad de sentirme vista como buena, bonita, adecuada, etc.
Como una princesa, y no como el monstruo con el que vivía.

Deshacerse de ese sentimiento de monstruosidad en realidad retroalimenta la reacción de


odio de los Cuatro sexuales si no logran su objetivo.

En mi último matrimonio este fue mi caballo de batalla, no podía aceptar no sentirme


preferida, constantemente quería pruebas públicas que no llegaban cuando yo las
necesitaba. Mi resentimiento y mi frustración me impedían ver al otro tal y como era, sólo
podía centrarme en mi lucha y en el desgaste inútil que esto me provocaba. La forma que
encontré para salir de este juego loco fue una vez más salirme de la relación. CRISTINA
DICUZZO

Irresponsabilidad
Muchos E4 sexuales relatan en sus autobiografías momentos en los que se han depositado
en el otro, generalmente en la pareja. Allí buscan completarse a través de actitudes
fusionales y dependientes. Refiriéndose al inicio de su relación, un E4 sexual relata:

Poco después de conocernos, nos fuimos a vivir juntos y le delegué la responsabilidad de


hacer y decidir. Sólo me despertaba en los momentos difíciles, económicos o de otro tipo, si
no, me dejaba vivir y yo le dejaba ocuparse de lo cotidiano. Lo esencial para mí, el motor
que me había puesto en marcha, era encontrar a mi pareja. Ahora que la tenía podía
dormirme en los laureles (los de mi madre que siempre había rechazado).

En la necesidad neurótica de exigir que se les devuelva lo que perdieron o lo que les falta,
verificamos que es común en este subtipo huir de las dificultades. Aunque vivan solos y
tengan éxito en su trabajo, su actitud íntima es seguir huyendo. Varios pudieron afirmar y
confirmar este testimonio:

Mi vida fue trazada huyendo de las dificultades, ese era mi motor, no soportaba la
responsabilidad de la vida y me iba a buscar personas y lugares que reprodujeran lo
maternal. JUAN LEÓN

O bueno:
Aprovechaba cualquier excusa para tirarme a la calle, necesitaba mucho a la gente, había
mucho ruido superficial en mi mente, cambiaba constantemente de trabajo, me dedicaba a
trabajos que no me gustaban, cambiaba de ciudad con facilidad, intentaba alejarme de mi
familia. Tenía mucho miedo a mi cuerpo, a la sensación de mi propio cuerpo; una sensación
de inquietud permanente, de mirar siempre hacia otro lado. JUAN LEÓN

La búsqueda del refugio materno se debe a la necesidad de encontrar la calma y al deseo


de salvarse del propio infierno. De hecho, pretende ahorrarse el verdadero trabajo de
crecimiento que supone hacerse cargo de su propia vida. Otro hombre sexual E4,
refiriéndose a su incomprensión de la responsabilidad, afirma:
Nunca he sabido lo que esto significa, al no confiar en mí mismo ni en nadie, la culpa de lo
que me pasa es de los demás. Si no me hacen responsable, sigo siendo un niño. Entonces
proyecto todo mi malestar, mi amargura, mi envidia y mi escasez en los demás, sobre todo
en las personas más cercanas, y culpo al mundo, convirtiendo todo esto en odio. Me lo
deben, lo he pasado tan mal que me lo tienen que dar, pero nunca es suficiente, siempre
hay alguien que tiene más que yo. Y si no me lo dan, lo exijo. Y si no, lo robo porque me
pertenece. Es mi parte, ellos tienen mucho. Y si no me lo dan, soy tonto

Debajo está la autodesvalorización, la desconfianza de poder alcanzar un objetivo


propuesto y el miedo a fracasar. Se creen inútiles para asumir responsabilidades. En
realidad, ni siquiera piensan en ello, les resulta más cómodo culpar a los demás. Viven los
contratiempos como una confirmación de su propia inutilidad. Tienen muy baja tolerancia a
las dificultades, se angustian rápidamente y culpan a los demás de su malestar Orientarse a
conseguir lo que quieren por sus propios medios y riesgos significa también dar el brazo a
torcer y desprenderse de la fantasía de obtener lo que suponen que se les debe --- que está
cargada de idealización ---- y quedarse con los logros obtenidos, que son concretos y que
pueden ser vividos como inferencias a los fantaseados.

3 ESTRATEGIA INTERPERSONAL E IDEAS IRRACIONALES ASOCIADAS


POR CRISTINA NADAL Y COLABORADORES

Como hemos visto, los sujetos de este subtipo exigen al mundo y a quienes les rodean una
compensación por ser o sentirse carentes, lo que viven como un agravio y lo utilizan como
arma para manipular. La falsa carencia es la visión distorsionada (fijación) de uno mismo,
proyectada sobre el otro y sobre el mundo (nadie ni nada puede llenarme). Para el E4, la
carencia no es una experiencia afectiva específica asociada a un acontecimiento concreto
de abandono o privación, sino que es una condición existencial de ser el abandonado, el
privado, el injustamente discriminado; en el subtipo sexual, esta distorsión cognitiva asume
el significado de tener todo el derecho a acusar al otro por esta carencia y pretender que el
otro sea como él quiere. El hecho de que alguien no te diera lo que necesitabas en tu
infancia no es falso, pero el problema es interpretar cualquier acontecimiento como un
abandono o un acto injusto, sintiéndote con derecho a destruir al culpable y acusando al
mundo de no ser comprensivo. . El impulso de destruir lo envidiado es típico de la envidia, y
el E4 sexual es el que más claramente lo ejecuta. Su impulso destructivo se basa en la loca
idea de que si el otro no tuviera lo que él envidia, la envidia desaparecería. Obviamente no
es así, porque la envidia es una actitud basada en la también descabellada suposición de
que lo bueno está fuera de uno. Destruir lo que se envidia no impide seguir envidiando y
contribuye a aumentar la experiencia de ser un monstruo.
Como sabemos, la fijación se basa en creencias distorsionadas sobre uno mismo, el otro y
la vida, "ideas locas" que están fuera de contexto o de la realidad. Describiremos aquí
algunas de ellas, en los diferentes ámbitos psíquicos y relacionales.

Competitividad, inseguridad y agresividad

Comparten con el otro E4 la loca idea de "o soy el mejor o soy una mierda", y como muchas
otras personas son mejores en diferentes cosas, a menudo se sienten "una mierda". Como
en todas las relaciones competitivas, están convencidos de que lo bueno es pequeño,
limitado, y que no hay para todos. Por lo tanto, experimentan la idea de que "si otro lo tiene,
yo no puedo tenerlo". El "pastel" es sólo para unos pocos, si hay otros no pueden estar y
creen que por sus cualidades o capacidades no pueden estar entre "<los elegidos>". Así, la
adhesión y la alianza con el otro sirven para conseguir un trozo de tarta. Sin embargo, esto
ni siquiera se lo declara a sí mismo, o sólo muy secretamente. Es muy difícil reconocer el
deseo de privilegio (fama, riqueza o poder) que supuestamente es para unos pocos. En
general, se cuidan de que no se note, incluso pueden despreciar a quienes no ocultan ese
deseo y se enorgullecen de no tener o mostrar esas necesidades que pueden considerarse
vulgares. Derivan de la energía competitiva en ser el centro de atención y en acaparar la
atención de los demás con expresiones histriónicas, graciosas y dramáticas.

Comenta una participante de un grupo terapéutico en el que todos menos ella eran
psicoterapeutas:

Por alguna razón especial tenía que hacerme notar. Como no podía competir en su campo,
jugaba a ser la más enferma, la más loca del lugar. Y ¡cuidado si alguien, de buena fe, se
acercaba y me daba ánimos! ¡Sus consejos y su ayuda podían ser salvadores!

En otro grupo, con las mismas condiciones, revele:


Me sentía avergonzado con ellos. Nunca se lo dije. En lugar de compartir la inseguridad que
me embargaba, les atacaba con malas caras, groserías, silencio. Decretaba que cada uno
falseaba su propio proceso, que no se implicaba realmente en él, que se protegía
intelectualmente de lo que le ocurría. Yo era el verdadero, el que se ensuciaba, el que no se
comprometía.

Este subtipo también tiene la loca idea de que mostrar inseguridad te hace indigno. Y la
inseguridad se esconde con la agresividad. La percepción de ser la única persona auténtica
en la habitación es típica de todos los odiadores, y el E4 sexual la utiliza para despreciar a
los demás de forma más explícita. Reconocerse intrínsecamente igual al resto y con los
mismos derechos que los demás es una experiencia profundamente sanadora.

Miedos y proyección Muchos expresan miedo a competir. Al igual que la envidia se esconde
bajo actitudes despectivas y orgullosas, atacar al otro será la mejor manera de no reconocer
la competitividad. Cuando ganar no es fácil, retirarse con una actitud despectiva o airada es
la mejor opción, aunque aumente el sentimiento de amargura. A este miedo se suma el del
propio odio, el de la propia furia que ciega y que aporta poder pero también implica
desestabilización psíquica y malestar interior. Una forma de manejar este miedo es aislarse
con la experiencia de ser totalmente incomprendido y establecer alianzas que los apoyen.
Desde el no reconocimiento de la competitividad de forma abierta, se afirma un odio E4:
Siempre he vivido la necesidad de señalar los defectos del otro más como una forma de
igualarme que como una necesidad de estar por encima. JUAN LEÓN

Al E4 sexual le cuesta mantener un deseado lugar de superioridad y comprometerse con la


tarea que tal autoridad conlleva. El deseo de liderazgo está presente, casi siempre se vive
en la fantasía y muchas veces se descarta en la realidad por imposible. Cuando el E4
sexual obtiene el poder puede ser muy autoritario. Vemos a Hitler como un monstruoso
representante de este subtipo.

Dado el nivel interno de desvalorización y su compensación por la competitividad, la


interacción entre iguales puede resultarles difícil. Como en otros rasgos y subtipos, el otro
se sitúa por debajo o por encima. En su funcionamiento más neurótico, se desprecia al que
está por debajo y se envidia al que está por encima, que puede ser una fuente de
enriquecimiento. Desde esta perspectiva, la experiencia de hostilidad está asegurada. Dado
el uso intensivo de la proyección como mecanismo defensivo ante la conciencia de los
propios impulsos hostiles, se hiere fácilmente al otro. El otro idealizado, como alguien que
puede contribuir a ellos, con el tiempo muestra sus límites o deja de contribuir y de repente
cae en el círculo de los despreciados. Así, se restablece el equilibrio neurótico donde el E4
sexual no se siente más inferior, para luego reiniciar el circuito: idealización, decepción,
desprecio, carencia, envidia, idealización.

El otro, más o menos cercano, se convierte fácilmente en el enemigo. Gran parte de lo


insufribles que son consigo mismos y con los demás aumenta porque confunden la rivalidad
con vivir al otro como enemigo. Se odia al rival porque ofende y activa la rabia. Si
asumieran la rivalidad, el E4 sexual daría paso al trabajo que requiere prepararse para
ganar algo. Pero el E4 sexual maneja la rivalidad con odio, no con trabajo. La idea loca
asociada a esto es: "Si los demás no son nada, entonces yo soy necesariamente mejor que
ellos"

venganza y lucha
Con la loca idea de "o me vengo o soy tonto", alimentan una venganza alimentada por
fantasías y resentimientos que llevan a cabo consciente e impunemente, convencidos de
que responden a una afrenta. <<Si me la haces, te la hago más gorda y así me pongo por
encima de ti>>. "Si no estoy por encima de ti, soy una mierda". La venganza también puede
ser automática. <<Cuando hago mierda a alguien, rastreando, casi siempre encuentro una
afrenta a la que estoy respondiendo". Como hemos visto, parece que todos los individuos
de este subtipo coinciden ya en sentir celos con gran intensidad. Varios de ellos llegan a
montar escenas histriónicas y otros tratan de ocultarlas. Declaraciones como ésta no son
extrañas:

Siempre he sido muy celoso, en primer lugar, de mi hermano pequeño. Recuerdo que
cuando mi padre le pegaba yo sentía como si me pegara a mí. Es como si quisiera estar en
su lugar, que mi padre me pegara; si lo hacía, al menos me veía.

"Luchar siempre es mucho mejor que la indiferencia". Esta última se vive como el peor de
los castigos. La pelea es una forma de relación, es una forma de ser tenido en cuenta
aunque sea siendo odiado. En la relación con el otro se juega también el odio a uno mismo
y el rechazo de la propia impotencia.

Relación con la autoridad


Este subtipo tiene la facilidad de despreciar al otro y la capacidad de ver lo que falta en la
autoridad, a la que desacreditan fácilmente. Cuando esto ocurre, se pelean o se alejan,
normalmente de forma abierta y despectiva. Son arrogantes y se enfrentan irónicamente,
disparando donde más duele. Les cuesta mucho reconocer la autoridad del otro y para
restarle poder actúan como si estuvieran al mismo nivel, los tratan de igual a igual e intentan
seducirlos. Este tipo de reconocimiento es habitual:

Necesito saber que estoy en igualdad de condiciones con la autoridad, pongo a prueba a la
humanidad y si no responde como creo que debería, le corto la cabeza, sobre todo con
desprecio, hablando mal de ella, poniéndome por encima de ella y, sobre todo, no
necesitándola. En absoluto. JUAN LEÓN

Algunos no declaran abiertamente que reconocen la autoridad de otro: "Me molesta que
pueda pensar que quiero beneficiarme de su contacto". En general, ante las pocas figuras
de autoridad que reconocen, se vuelven sumisos y serviciales y se mueven con un alto
grado de fidelidad y lealtad. En estas situaciones son capaces de desplegar una gran
capacidad de entrega y colaboración genuinas.

Puede darse el caso de que, si consiguen ser tratados de forma especial por una autoridad
reconocida, se sientan preferidos y compitan con el resto, se hinchan narcisistamente a
sentirse superiores, proyectando su propia hostilidad sobre los demás. Acusan a los demás
de ir contra ellos aunque utilicen la preferencia de la autoridad para sentirse ganadores.

La idealización de la figura de autoridad es frecuente. Cuando cae del pedestal, es posible


que este subtipo se deprima y luego la desacredite y desprecie fuertemente; no se lo
perdonará. Esto también puede ocurrir con la pareja o con un amigo idealizado.

Idealizan a quien suponen que puede salvarles de lo monstruosos que se sienten y que les
dará la intensidad que buscan. Como en otros subtipos, también idealizan a quienes creen
que les pueden aportar valores que sienten que necesitan incorporar, de forma parasitaria.
"Si tienes algo, tienes que dármelo".

herramientas de manipulación
Tienen mucha capacidad para la lucha verbal. Son muy elocuentes y agudos, cuando les
interesa saben dónde herir al otro. Ejerciendo esta habilidad pretenden obtener lo que
quieren del otro. Si esto no produce el efecto deseado, pueden pasar a la agresión física o
romper objetos en presencia del otro. El objetivo es someterlo asustándolo: tener al otro
asustado por mis crisis rabiosas e histriónicas es una forma de someterlo.

Muchos cuentan que pierden la visión del mundo cuando se enfadan, ven borroso o todo se
vuelve rojo, aunque saben perfectamente el valor de lo que van a romper y pueden ser
selectivos: no romperán el jarrón chino de quinientos años, a no ser que con ello puedan
hacer más daño al otro.
Si todo lo anterior no funciona, o no les asusta lo suficiente, pueden pasar a amenazas de
autolesión como "me voy a matar", "me voy a tirar por la ventana" o "me voy a morir de
hambre". A veces incluso cometen intentos de suicidio y se autolesionan.

Una de las manipulaciones consiste en mostrar lástima, por ejemplo, relatando y


exagerando episodios de su vida que impresionen al interlocutor. De hecho, son ellos los
que suelen tener los episodios más dramáticos y violentos de su vida. Aunque no lo
reconozcan, son conscientes de que lo hacen para llamar la atención y obtener protección.

La manipulación estrella es culpar al otro de su infelicidad y de ser tratado injustamente.


Utilizan su aguda habilidad para pillar al otro en su falsedad, mezquindad, arrogancia o
manipulación e intentan remediarlo haciendo lo que quieren en beneficio propio. Son
grandes estrategas. Otra forma es reclamar más atención de la pareja, de una novia o
amiga, de la madre, o de quien sea, dándole celos.

Muchas veces me han dicho que doy miedo, que mis reacciones asustan, que tengo una
gran fuerza y domino emocionalmente cualquier situación. Y es cierto, hay una gama infinita
de recursos para salirme con la mía, pero cuando lo consigo lo que viene después es un
sentimiento de culpa que me mata, no disfruto perdiendo, no disfruto ganando. La batalla
siempre está perdida.

Esta es una de sus grandes discapacidades, porque al ser competitivos nunca encuentran
el bienestar. No pueden estar tranquilos ni perdiendo ni ganando. La serenidad consigo
mismos es muy difícil, intentan huir de la experiencia interna de ser monstruos y no pueden
asumir sus deseos ya que están enredados en protestar por la falta y destruir el bienestar
del otro. Precisamente creer que carecen les devuelve la energía de la lucha, la posibilidad
de existir y sentirse vivos. La catarsis emocional calma durante un breve periodo de tiempo
y se busca porque aporta intensidad. Como la satisfacción no es posible para el envidioso,
ya que la satisfacción es su forma de curación, este subtipo utiliza el arrebato para
descargar la amargura y la rabia que dicha insatisfacción le produce. La falsa identidad se
basa en la falsa carencia que le permite sentir que tiene todas las razones para reclamar y
pedir, para estar en el centro del mundo. La loca idea de que si no reclamo, nadie me hace
caso sostiene la envidia y la competencia.

El subtipo sexual busca neuróticamente el amor incondicional. Si el otro me quiere, tiene


que aguantarme. Se entretiene poniendo a prueba ese amor para ver si es el definitivo, si le
va a salvar de la experiencia interna de malestar por ser tan monstruoso. Si logra demostrar
que el otro no tiene ese amor incondicional, puede culparlo y continuar en el vínculo de
guerra, típico de este subtipo.

En el fondo, espera que el otro no obedezca a su manipulación; si logra manipularlo, lo


desprecia. Cuando encuentra a alguien que no cede a sus exigencias neuróticas y está de
buen humor, no puede dejar de atacarle, ya que no tolera que los demás estén bien si él no
lo está. "Si yo no disfruto, nadie va a disfrutar aquí", "si yo no soy feliz, que nadie lo sea", "si
yo sufro, sufrimos todos". Ideas locas que se basan en una idea muy distorsionada de
justicia/injusticia.
4: OTROS ASPECTOS CARACTERÍSTICOS Y CONSIDERACIONES PSICODINÁMICAS
POR CRISTINA DICUZZO Y COLABORADORES Este apartado pretende ilustrar aspectos
característicos no desarrollados en otros capítulos que complementan la descripción del
subtipo y ayudan a descubrir si la persona corresponde al subtipo sexual E4

Devaluador
La devaluación está presente en el repertorio de mecanismos de defensa de este eneatipo
en todos los subtipos. La diferencia en el sexual es que tiende más a la proyección, a
desvalorizar al otro y a culparle abiertamente de sus carencias y defectos. En el eneagrama
no hay nadie más devaluador que el Cuatro sexual. Otros eneatipos también desvalorizan,
pero es en el estilo en lo que difiere el competitivo; Es el recortador de cabeza por
excelencia para parecer comparativamente más alto. Desvalorizar al otro menospreciándolo
y culpabilizándolo como forma de no estar en contacto permanente con su propia sensación
de inutilidad interna.

Culpabilizar y culpar a los demás


El sexual es, de los tres subtipos, el que más proyecta, y en este aspecto puede llegar
fácilmente a la crueldad, mostrando sobre todo una gran capacidad para la agresión verbal,
como ya hemos señalado. Los Cuatros Sexuales tienen fobia a sentir lo poco que se
valoran, y también a sentirse culpables. Tiende a culpar al otro, necesitando
compulsivamente encontrar un responsable de los sentimientos que no quiere ni acepta
para sí mismo.
Por otro lado, no tiene ningún problema en admitir su culpa de forma dramática cuando
siente que todo está perdido. La culpa puede ser incluso de la vida o del propio Dios, y
puede ser una forma de manipulación. Es decir, hay una gran movilidad entre los extremos
que van del "no soy culpable de nada" al desgarro del "soy culpable de todo>>.
Siempre me he movido entre un ideal muy alto de mí misma, y por otro lado una imagen
muy pobre de mí misma. Con poco empaque para reconocer el dolor y negándome a
aceptar la responsabilidad de la vida. Siempre he culpado a Dios, mi idea más loca ha sido
que Dios tiene un complot contra mí. JUAN LEON

Irresponsabilidad
Muchos E4 sexuales relatan en sus autobiografías momentos en los que se han depositado
en el otro, generalmente en la pareja. Allí buscan completarse a través de actitudes
fusionales y dependientes. Refiriéndose al inicio de su relación, un E4 sexual relata:

Poco después de conocernos, nos fuimos a vivir juntos y le delegué la responsabilidad de


hacer y decidir. Sólo me despertaba en los momentos difíciles, económicos o de otro tipo, si
no, me dejaba vivir y yo le dejaba ocuparse de lo cotidiano. Lo esencial para mí, el motor
que me había puesto en marcha, era encontrar a mi pareja. Ahora que la tenía podía
dormirme en los laureles (los de mi madre que siempre había rechazado).

En la necesidad neurótica de exigir que se les devuelva lo que perdieron o lo que les falta,
comprobamos que es común en este subtipo huir de las dificultades. Aunque vivan solos y
tengan éxito en su trabajo, su actitud íntima es seguir huyendo. Varios pudieron afirmar y
confirmar este testimonio:
Mi vida fue trazada huyendo de las dificultades, ese era mi motor, no soportaba la
responsabilidad de la vida y me iba a buscar personas y lugares que reprodujeran lo
maternal. JUAN LEÓN

O bueno:
Aprovechaba cualquier excusa para echarme a la calle, necesitaba mucho a la gente, había
mucho ruido superficial en mi mente, cambiaba constantemente de trabajo, me dedicaba a
trabajos que no me gustaban, cambiaba de ciudad con facilidad, intentaba alejarme de mi
familia. Tenía mucho miedo a mi cuerpo, a la sensación de mi propio cuerpo; una sensación
de inquietud permanente, de mirar siempre hacia otro lado. JUAN LEÓN

La búsqueda del refugio materno se debe a la necesidad de encontrar la calma y al deseo


de salvarse del propio infierno. De hecho, pretende ahorrarse el verdadero trabajo de
crecimiento que supone hacerse cargo de su propia vida. Otro hombre sexual E4,
refiriéndose a su incomprensión de la responsabilidad, afirma:

Nunca he sabido lo que esto significa, al no confiar en mí mismo ni en nadie, la culpa de lo


que me pasa es de los demás. Si no me hacen responsable, sigo siendo un niño. Entonces
proyecto todo mi malestar, mi amargura, mi envidia y mi escasez en los demás, sobre todo
en las personas más cercanas, y culpo al mundo, convirtiendo todo esto en odio. Me lo
deben, lo he pasado tan mal que me lo tienen que dar, pero nunca es suficiente, siempre
hay alguien que tiene más que yo. Y si no me lo dan, lo exijo. Y si no, lo robo porque me
pertenece. Es mi parte, ellos tienen mucho. Y si no me lo dan, soy tonto

Debajo está la autodesvalorización, la desconfianza de poder conseguir un objetivo


propuesto y el miedo a fracasar. Se creen inútiles para asumir responsabilidades. En
realidad, ni siquiera piensan en ello, es más cómodo culpar a los demás. Viven los
contratiempos como una confirmación de su propia inutilidad. Tienen muy poca tolerancia a
las dificultades, se angustian rápidamente y culpan a los demás de su malestar Orientarse a
conseguir lo que quieren por sus propios medios y riesgos significa también dar el brazo a
torcer y soltar la fantasía de conseguir lo que suponen que les corresponde --- que está
cargada de idealización ---- y quedarse con los logros obtenidos, que son concretos y que
pueden ser vividos como inferencias a los fantaseados
3 ESTRATEGIA INTERPERSONAL E IDEAS IRRACIONALES ASOCIADAS
POR CRISTINA NADAL Y COLABORADORES

Como hemos visto, los sujetos de este subtipo exigen al mundo y a quienes les rodean una
compensación por ser o sentirse carentes, lo que viven como un agravio y lo utilizan como
arma para manipular. La falsa carencia es la visión distorsionada (fijación) de uno mismo,
proyectada sobre el otro y sobre el mundo (nadie ni nada puede llenarme). Para el E4, la
carencia no es una experiencia afectiva específica asociada a un acontecimiento concreto
de abandono o privación, sino que es una condición existencial de ser el abandonado, el
privado, el injustamente discriminado; en el subtipo sexual, esta distorsión cognitiva asume
el significado de tener todo el derecho a acusar al otro por esta carencia y pretender que el
otro sea como él quiere. El hecho de que alguien no te diera lo que necesitabas en tu
infancia no es falso, pero el problema es interpretar cualquier acontecimiento como un
abandono o un acto injusto, sintiéndote con derecho a destruir al culpable y acusando al
mundo de no ser comprensivo. . El impulso de destruir lo envidiado es típico de la envidia, y
el E4 sexual es el que más claramente lo ejecuta. Su impulso destructivo se basa en la loca
idea de que si el otro no tuviera lo que él envidia, la envidia desaparecería. Obviamente no
es así, porque la envidia es una actitud basada en la también descabellada suposición de
que lo bueno está fuera de uno. Destruir lo que se envidia no impide seguir envidiando y
contribuye a aumentar la experiencia de ser un monstruo.

Como sabemos, la fijación se basa en creencias distorsionadas sobre uno mismo, el otro y
la vida, "ideas locas" que están fuera de contexto o de la realidad. Describiremos aquí
algunas de ellas, en los diferentes ámbitos psíquicos y relacionales.

Competitividad, inseguridad y agresividad

Comparten con el otro E4 la loca idea de "o soy el mejor o soy una mierda", y como muchas
otras personas son mejores en diferentes cosas, a menudo se sienten "una mierda". Como
en todas las relaciones competitivas, están convencidos de que lo bueno es pequeño,
limitado, y que no hay para todos. Por lo tanto, experimentan la idea de que "si otro lo tiene,
yo no puedo tenerlo". El "pastel" es sólo para unos pocos, si hay otros no pueden estar y
creen que por sus cualidades o capacidades no pueden estar entre "<los elegidos>". Así, la
adhesión y la alianza con el otro sirven para conseguir un trozo de tarta. Sin embargo, esto
ni siquiera se lo declara a sí mismo, o sólo muy secretamente. Es muy difícil reconocer el
deseo de privilegio (fama, riqueza o poder) que supuestamente es para unos pocos. En
general, se cuidan de que no se note, incluso pueden despreciar a quienes no ocultan ese
deseo y se enorgullecen de no tener o mostrar esas necesidades que pueden considerarse
vulgares. Derivan de la energía competitiva en ser el centro de atención y en acaparar la
atención de los demás con expresiones histriónicas, graciosas y dramáticas.

Comenta una participante de un grupo terapéutico en el que todos menos ella eran
psicoterapeutas:

Por alguna razón especial tenía que hacerme notar. Como no podía competir en su campo,
jugaba a ser la más enferma, la más loca del lugar. Y ¡cuidado si alguien, de buena fe, se
acercaba y me daba ánimos! ¡Sus consejos y su ayuda podían ser salvadores!

En otro grupo, con las mismas condiciones, revele:


Me sentía avergonzado con ellos. Nunca se lo dije. En lugar de compartir la inseguridad que
me embargaba, les atacaba con malas caras, groserías, silencio. Decretaba que cada uno
falseaba su propio proceso, que no se implicaba realmente en él, que se protegía
intelectualmente de lo que le ocurría. Yo era el verdadero, el que se ensuciaba, el que no se
comprometía.

Este subtipo también tiene la loca idea de que mostrar inseguridad te hace indigno. Y la
inseguridad se esconde con la agresividad. La percepción de ser la única persona auténtica
en la habitación es típica de todos los odiadores, y el E4 sexual la utiliza para despreciar a
los demás de forma más explícita. Reconocerse intrínsecamente igual al resto y con los
mismos derechos que los demás es una experiencia profundamente sanadora.
Miedos y proyección Muchos expresan miedo a competir. Al igual que la envidia se oculta
bajo actitudes despectivas y orgullosas, atacar al otro será la mejor manera de no reconocer
la competitividad. Cuando ganar no es fácil, replegarse con una actitud despectiva o de
enfado es la mejor opción, aunque aumente el sentimiento de amargura. A este miedo se
suma el del propio odio, el de la propia furia que ciega y que aporta poder pero también
implica desestabilización psíquica y malestar interior. Una forma de manejar este miedo es
aislarse con la experiencia de ser totalmente incomprendido y establecer alianzas que los
apoyen. Desde el no reconocimiento de la competitividad de forma abierta, se afirma un
odio E4:
Siempre he vivido la necesidad de señalar los defectos del otro más como una forma de
igualarme que como una necesidad de estar por encima. JUAN LEÓN

Al E4 sexual le cuesta mantener un deseado lugar de superioridad y comprometerse con la


tarea que tal autoridad conlleva. El deseo de liderazgo está presente, casi siempre se vive
en la fantasía y muchas veces se descarta en la realidad por imposible. Cuando el E4
sexual obtiene el poder puede ser muy autoritario. Vemos a Hitler como un monstruoso
representante de este subtipo.

Dado el nivel interno de devaluación y su compensación por la competitividad, la interacción


entre iguales puede resultarles difícil. Como en otros rasgos y subtipos, el otro se sitúa por
debajo o por encima. En su funcionamiento más neurótico, se desprecia al que está por
debajo y se envidia al que está por encima, que puede ser una fuente de enriquecimiento.
Desde esta perspectiva, la experiencia de hostilidad está asegurada. Dado el uso intensivo
de la proyección como mecanismo defensivo de la conciencia de los propios impulsos
hostiles, se hiere fácilmente al otro. El otro idealizado, como alguien que puede contribuir a
ellos, con el tiempo muestra sus límites o deja de contribuir y de repente cae en el círculo de
los despreciados. Así, se restablece el equilibrio neurótico donde el E4 sexual no se siente
más inferior, para luego reiniciar el circuito: idealización, decepción, desprecio, carencia,
envidia, idealización.

El otro, más o menos cercano, se convierte fácilmente en el enemigo. Gran parte de lo


insufribles que son consigo mismos y con los demás aumenta porque confunden la rivalidad
con vivir al otro como enemigo. Se odia al rival porque ofende y activa la rabia. Si
asumieran la rivalidad, el E4 sexual daría paso al trabajo que requiere prepararse para
ganar algo. Pero el E4 sexual maneja la rivalidad con odio, no con trabajo. La idea loca
asociada a esto es: "Si los demás no son nada, entonces yo soy necesariamente mejor que
ellos"

venganza y lucha
Con la idea loca "o me vengo o soy tonto", alimentan una venganza alimentada por
fantasías y resentimientos que llevan a cabo consciente e impunemente, convencidos de
que responden a una afrenta. <<Si me la haces, te la hago más gorda y así me pongo por
encima de ti>>. "Si no estoy por encima de ti, soy una mierda". La venganza también puede
ser automática. <<Cuando hago mierda a alguien, rastreando, casi siempre encuentro una
afrenta a la que estoy respondiendo". Como hemos visto, parece que todos los individuos
de este subtipo coinciden ya en sentir celos con gran intensidad. Varios de ellos llegan a
montar escenas histriónicas y otros tratan de ocultarlas. Declaraciones como ésta no son
extrañas:

Siempre he sido muy celoso, en primer lugar, de mi hermano pequeño. Recuerdo que
cuando mi padre le pegaba yo sentía como si me pegara a mí. Es como si quisiera estar en
su lugar, que mi padre me pegara; si lo hacía, al menos me veía.

Luchar siempre es mucho mejor que la indiferencia". Esta última se vive como el peor de los
castigos. La lucha es una forma de relación, es una forma de ser tenido en cuenta aunque
sea siendo odiado. En la relación con el otro se juega también el odio a sí mismo y el
rechazo de la propia impotencia.

Relación con la autoridad


Este subtipo tiene la facilidad de despreciar al otro y la capacidad de ver lo que falta en la
autoridad, a la que desacreditan fácilmente. Cuando esto ocurre, se pelean o se alejan,
normalmente de forma abierta y despectiva. Son arrogantes y se enfrentan irónicamente,
disparando donde más duele. Les cuesta mucho reconocer la autoridad del otro y para
restarle poder actúan como si estuvieran al mismo nivel, los tratan de igual a igual e intentan
seducirlos. Este tipo de reconocimiento es habitual:

Necesito saber que estoy en igualdad de condiciones con la autoridad, pongo a prueba a la
humanidad y si no responde como yo creo que debería, le corto la cabeza, sobre todo con
desprecio, hablando mal de ella, poniéndome por encima de ella y, sobre todo, no
necesitándola. En absoluto. JUAN LEÓN

Algunos no declaran abiertamente que reconocen la autoridad de otro: "Me molesta que
pueda pensar que quiero beneficiarme de su contacto". En general, ante las pocas figuras
de autoridad que reconocen, se vuelven sumisos y serviciales y se mueven con un alto
grado de fidelidad y lealtad. En estas situaciones son capaces de desplegar una gran
capacidad de entrega y colaboración genuinas.

Puede darse el caso de que, si consiguen ser tratados de forma especial por una autoridad
reconocida, se sientan preferidos y compitan con el resto, se hinchan narcisistamente a
sentirse superiores, proyectando su propia hostilidad sobre los demás. Acusan a los demás
de ir contra ellos aunque utilicen la preferencia de la autoridad para sentirse ganadores.

Es frecuente la idealización de la figura de autoridad. Cuando cae del pedestal, es posible


que este subtipo se deprima y luego la desacredite y desprecie fuertemente; no se lo
perdonará. Esto también puede ocurrir con la pareja o con un amigo idealizado.

Idealizan a quien suponen que puede salvarles de lo monstruosos que se sienten y que les
dará la intensidad que buscan. Como en otros subtipos, también idealizan a quienes creen
que les pueden aportar valores que sienten que necesitan incorporar, de forma parasitaria.
"Si tienes algo, tienes que dármelo".

Herramientas de manipulación.
Tienen mucha capacidad para la lucha verbal. Son muy elocuentes y agudos, cuando les
interesa saben dónde herir al otro. Ejerciendo esta habilidad pretenden obtener lo que
quieren del otro. Si esto no produce el efecto deseado, pueden pasar a la agresión física o
romper objetos en presencia del otro. El objetivo es someterlo asustándolo: tener al otro
asustado por mis crisis rabiosas e histriónicas es una forma de someterlo.

Muchos cuentan que pierden la visión del mundo cuando se enfadan, ven borroso o todo se
vuelve rojo, aunque saben perfectamente el valor de lo que van a romper y pueden ser
selectivos: no romperán el jarrón chino de quinientos años, a no ser que con ello puedan
hacer más daño al otro.

Si todo lo anterior no funciona, o no les asusta lo suficiente, pueden pasar a amenazas de


autolesión como "me voy a matar", "me voy a tirar por la ventana" o "me voy a morir de
hambre". A veces incluso cometen intentos de suicidio y se autolesionan.

Una de las manipulaciones consiste en mostrar lástima, por ejemplo, relatando y


exagerando episodios de su vida que impresionen al interlocutor. De hecho, son ellos los
que suelen tener los episodios más dramáticos y violentos de su vida. Aunque no lo
reconozcan, son conscientes de que lo hacen para llamar la atención y obtener protección.

La manipulación estrella es culpar al otro de su infelicidad y de ser tratado injustamente.


Utilizan su aguda habilidad para pillar al otro en su falsedad, mezquindad, arrogancia o
manipulación e intentan remediarlo haciendo lo que quieren en beneficio propio. Son
grandes estrategas. Otra forma es reclamar más atención de la pareja, de una novia o
amiga, de la madre, o de quien sea, dándole celos.

Muchas veces me han dicho que doy miedo, que mis reacciones asustan, que tengo una
gran fuerza y domino emocionalmente cualquier situación. Y es cierto, hay una gama infinita
de recursos para salirme con la mía, pero cuando lo consigo lo que viene después es un
sentimiento de culpa que me mata, no disfruto perdiendo, no disfruto ganando. La batalla
siempre está perdida.

Esta es una de sus grandes discapacidades, porque al ser competitivos nunca encuentran
el bienestar. No pueden estar tranquilos ni perdiendo ni ganando. La serenidad consigo
mismos es muy difícil, intentan huir de la experiencia interna de ser monstruos y no pueden
asumir sus deseos ya que están enredados en protestar por la falta y destruir el bienestar
del otro. Precisamente creer que carecen les devuelve la energía de la lucha, la posibilidad
de existir y sentirse vivos. La catarsis emocional calma durante un breve periodo de tiempo
y se busca porque aporta intensidad. Como la satisfacción no es posible para el envidioso,
ya que la satisfacción es su forma de curación, este subtipo utiliza el arrebato para
descargar la amargura y la rabia que dicha insatisfacción le produce. La falsa identidad se
basa en la falsa carencia que le permite sentir que tiene todas las razones para reclamar y
pedir, para estar en el centro del mundo. La loca idea de que si no reclamo, nadie me hace
caso sostiene la envidia y la competencia.

El subtipo sexual busca neuróticamente el amor incondicional. Si el otro me quiere, tiene


que aguantarme. Se entretiene poniendo a prueba ese amor para ver si es el definitivo, si le
va a salvar de la experiencia interna de malestar por ser tan monstruoso. Si logra demostrar
que el otro no tiene ese amor incondicional, puede culparlo y continuar en el vínculo de
guerra, típico de este subtipo.
En el fondo, espera que el otro no obedezca a su manipulación; si logra manipularlo, lo
desprecia. Cuando encuentra a alguien que no cede a sus exigencias neuróticas y está de
buen humor, no puede dejar de atacarle, ya que no tolera que los demás estén bien si él no
lo está. "Si yo no disfruto, nadie va a disfrutar aquí", "si yo no soy feliz, que nadie lo sea", "si
yo sufro, sufrimos todos". Ideas locas que se basan en una idea muy distorsionada de
justicia/injusticia.

4: OTROS ASPECTOS CARACTERÍSTICOS Y CONSIDERACIONES PSICODINÁMICAS


POR CRISTINA DICUZZO Y COLABORADORES Este apartado pretende ilustrar aspectos
característicos no desarrollados en otros capítulos que complementan la descripción del
subtipo y ayudan a descubrir si la persona corresponde al subtipo sexual E4

Devaluador
La devaluación está presente en el repertorio de mecanismos de defensa de este eneatipo
en todos los subtipos. La diferencia en el sexual es que tiende más a la proyección, a
desvalorizar al otro y a culparle abiertamente de sus carencias y defectos. En el eneagrama
no hay nadie más devaluador que el Cuatro sexual. Otros eneatipos también desvalorizan,
pero es en el estilo en lo que difiere el competitivo; es el recortador de cabeza por
excelencia para parecer comparativamente más alto. Desvalorizar al otro menospreciándolo
y culpabilizándolo como forma de no estar en contacto permanente con su propio
sentimiento de inutilidad interna.

Culpabilizar y culpar a los demás


El sexual es, de los tres subtipos, el que más proyecta, y en este aspecto puede llegar
fácilmente a la crueldad, mostrando sobre todo una gran capacidad para la agresión verbal,
como ya hemos señalado. Los Cuatros Sexuales tienen fobia a sentir lo poco que se
valoran, y también a sentirse culpables. Tiende a culpar al otro, necesitando
compulsivamente encontrar un responsable de los sentimientos que no quiere ni acepta
para sí mismo.
Por otro lado, no tiene ningún problema en admitir su culpa de forma dramática cuando
siente que todo está perdido. La culpa puede ser incluso de la vida o del propio Dios, y
puede ser una forma de manipulación. Es decir, hay una gran movilidad entre los extremos
que van del "no soy culpable de nada" al desgarro del "soy culpable de todo>>.
Siempre me he movido entre un ideal muy alto de mí misma, y por otro lado una imagen
muy pobre de mí misma. Con poco empaque para reconocer el dolor y negándome a
aceptar la responsabilidad de la vida. Siempre he culpado a Dios, mi idea más loca ha sido
que Dios tiene un complot contra mí. JUAN LEON

Irresponsable
Lo que se observa en esta forma de funcionar es la dificultad y poca capacidad para asumir
responsabilidades en los asuntos de la vida. Como hemos visto, el E4 sexual se dedica
incansablemente a hacer que algo o alguien (normalmente la pareja) se ocupe de aquellos
aspectos que no se sienten capaces de sostener o desarrollar por sí mismos, con un
sentimiento de derecho propio difícil de cuestionar razonablemente. Sólo con el trabajo de
introspección entran en contacto con lo que significa responsabilizarse de la propia vida.
Suelen depositar en el otro la necesidad de sustento material o apoyo emocional que les
permite volcar su energía en la creatividad o en mirarse el ombligo como asuntos realmente
más importantes, que les ayudan a perpetuar la sensación de ser especiales. Si ese
sustento no llega, pueden desarrollar el aspecto de ser incomprendidos, muy presente en
este subtipo, justificando arrebatos de mal humor, enfados, groserías, etc. Relacionan
directamente la irresponsabilidad con la queja y la protesta, como forma de reaccionar ante
el hecho de que no se entiende la responsabilidad:

La queja y la protesta funcionan automáticamente en mí; vivo las realidades de la vida,


comunes a todos los humanos, más de cerca, como si sólo me ocurrieran a mí de esa
manera. Quejarme es un mecanismo infantil que me permite no rendir cuentas y es quizá
uno de mis rasgos neuróticos más comunes. Protesto por todo y, si no lo expreso
verbalmente, lo hago en mi diálogo interno. Es tan automático que a veces lo único que me
detiene es la idea de acabar siendo un amargado y un cascarrabias. JUAN LEÓN

El E4 sexual también presenta tendencias obsesivas, bien hacia una persona que es objeto
de su amor, bien hacia alguna actividad en la que encuentra consuelo, y éstas se convierten
en el único salvavidas y en algo esencial que está ahí fuera para solucionar los problemas
que no afronta por sí mismo, y quizá para controlar una depresión que no ha podido
contener

Aquí llegó mi encuentro con el yoga y el trabajo interior. Me fui a vivir a una comunidad. Fue
una tabla de salvación y me obsesioné, siempre he estado muy obsesionado con las cosas
que me gustan. Siempre ha habido algo en lo que he puesto mi obsesión
Insatisfecho
Todo lo desarrollado anteriormente se basa básicamente en la insatisfacción y la forma de
relacionarse con ella. Aunque este tema se ilustrará en el apartado sobre el amor, nos
gustaría destacar de forma simpática el estilo Gata Flora ("si se lo meten, grita y si se lo
quitan, llora") del que hace gala este subtipo y que muestra su casi insatisfacción.
permanente en todos los ámbitos. Si no le dan, grita, si le dan, no sabe qué hacer con ella y
lo más probable es que la desprecie. La insatisfacción está asociada a la creencia de que
nada ni nadie es suficiente y a la experiencia de un vacío sin fondo

Emocionalmente lábiles
El E4 sexual oscila mucho entre la euforia y la depresión, no hay grises ni matices, se
mueven en los extremos del todo a la nada, siempre o nunca, de hecho son términos
habituales en su vocabulario. Esta tendencia maníaco-depresiva o ciclotímica se encuentra
en varios niveles de gravedad según el sujeto. Podemos leerla desde la pasión por los
extremos que lleva a la persona a identificarse en diferentes momentos con ser el más
maravilloso o el más mierda. Estos sujetos pueden pasar de un estado a otro en periodos
muy cortos de tiempo, ya sea por estímulos externos, circunstancias ambientales, o
internos, relacionados con la fantasía. La labilidad emocional es característica de este
subtipo. Esta red de funcionamiento conduce al modo de vida intenso con el que tanto se
identifican estas personas, y que utilizan como otra forma refinada de no estar en contacto
con la carencia real

Transgresor, intolerante con los límites


Las personas de este subtipo no se adaptan fácilmente a los límites impuestos, ya sea por
figuras de autoridad, leyes o convenciones, ni tienen muchas referencias a los límites
internos. Podríamos mencionar aquí una cierta inadaptación (no tanto como el lujurioso E8),
frenada en ocasiones por el sentimiento de culpa que suele aparecer. La transgresión de los
límites se desarrolla en muchas ocasiones en el plano de la fantasía, ante un público o un
otro imaginario. No es tan importante romper el límite en sí, sino cómo esto es visto por los
demás; Hay un placer en causar algún tipo de revuelo entre los espectadores, como si
desde ese lugar se pudiera obtener una gran adhesión o un gran rechazo, pero en
definitiva, algo intenso con lo que disfrutar y de lo que hablar.
El E4 sexual no es muy reservado, pero siente especial placer por contar sus experiencias
de forma compulsiva y desvergonzada. Su postura es: <<Si no lo cuento, es como si no me
hubiera pasado>>, y si siente que esto provoca a su público, mejor. En realidad, su objetivo,
más que compartir, es impresionar y sentirse superior, aunque lo que diga le rebaje.
Cuando no consiguen con sus manipulaciones (y finalmente ocurre), pueden emprender
un cambio y un camino hacia dentro, responsabilizándose, reconociendo la carencia como
tal y el drama. De esta manera, comenzar a transitar la soledad creativa, la fuerza interior, y
finalmente la responsabilidad de sus pensamientos, sentimientos y acciones.

Histriónico
Este rasgo hace que a veces sea difícil reconocer al personaje de este subtipo, ya que
puede parecer muy gracioso, divertido y expresivo. Le gusta ocupar el escenario también de
forma teatral y no sólo a través de lo trágico. Cuando se encuentra en esta polaridad, está
sostenido por una grandiosidad que le hace sentirse superior y que todo lo puedo.
Obviamente es una situación temporal que puede terminar rápidamente, porque es muy
susceptible y sensible a cualquier adversidad.

Egoísta
Siempre encuentra una justificación para su gran sufrimiento o dificultad o falta de
posibilidades, es fácil que sea una persona poco disponible a las necesidades del otro.
Utiliza su sufrimiento para no realizar tareas o delegar en el otro cosas que no le gustan o
que requieren esfuerzo. El egoísmo también está en la convicción de que el sufrimiento del
otro nunca es tan importante como el propio

Violento
Ya hemos hablado de la agresividad y la autolesión, aquí queremos destacar el
comportamiento dañino que pueden tener hacia los demás, llegando a la violencia física,
que sobre todo actúa en la relación de pareja o familiar. La violencia se produce de manera
especial cuando no se soporta la frustración o el miedo cuando se siente que se está
perdiendo el control sobre el otro

Extravagante
A los Cuatros Sexuales no les asusta la originalidad y suelen disfrutar sintiéndose
diferentes. Le encanta ser especial, único y original. Y lo consigue. Puede hablar de forma
muy explícita sin ajustarse a los buenos modales, así como vestir de forma llamativa y a
contracorriente. Su deseo de ser peculiar le hace también valiente y aventurero,
minimizando riesgos y peligros.

Inconstante
A pesar de ser personas muy creativas y con talento, a menudo no consiguen llevar a cabo
sus proyectos. El ideal de sí mismos es muy fuerte y suelen ocultar una baja autoestima.
Tienen muchos sueños y aspiran a ocupar lugares especiales y su sed de ser admirados es
tan grande que les resulta difícil soportar el más mínimo fracaso o cualquier obstáculo. La
dificultad para mantener la disciplina y tolerar el camino necesario puede provocar
decepción y sentimientos de incapacidad que de repente se enmascaran con ira o
desvalorización también hacia el exterior.

Celos Los celos se viven con gran intensidad y son motivo de enormes escenas, sobre todo
en la pareja; pero también, aun disimulando más o menos bien, se sienten celosos en
cualquier situación: familiar, laboral, social, de amistad. La constante competencia que les
mantiene vivos les hace valorar en cada situación si les están prefiriendo o eligiendo
respecto a los demás, y si no se sienten elegidos les duele mucho, provocando y
proyectando celos al que se convierte en su contrincante. Pero también es muy astuto,
conoce el terreno, para provocar los celos de los demás

Dominante
En las relaciones, en su impulso por ser visto y por su exigencia y necesidad de que las
cosas sean como él pretende, incapaz de ser ecuánime o sentirse igual, se impone muchas
veces con una modalidad que atropella, abusa, oprime, humilla y rebaja. Aunque ser polar
también puede ser abrumador en su generosidad, cuidado y preocupación por el otro
Vano Comparte con el vecino E3 esta característica, y con la tríada dependiente de la
imagen, en este caso para ocultar su envidia, como si se disfrazara y maquillara intentando
tapar el horror de su atmósfera interna que tanto le avergüenza. Como hemos visto, la
percepción de uno mismo se encuentra en una serie continua de altibajos, y en los
momentos de ascenso le acompaña la vanidad, como la excesiva creencia en sus
capacidades y la atracción que provoca en los demás. Si está de buen humor, cuida mucho
su aspecto (según sus cánones, claro) y le gusta que le reconozcan, aunque los cumplidos
le incomodan un poco porque en el fondo nunca se los cree del todo. Así que puede
manifestarse como arrogante, engreído y soberbio, egocéntrico y con altos puntos de
narcisismo de reina/rey, considerando a los demás como mediocres

Sarcástico
El sarcasmo del E4 sexual es fruto mixto de su amargura y de su ingenio y locuacidad. No
se ríe sanamente de sí mismo ni de la realidad, sino que se burla con ironía mordaz y cruel,
ofendiendo o burlándose. Y tienen mucha habilidad para hacerlo, sólo que, buscando
excesiva atención, ridiculizan, humillan o insultan mediante. En efecto, el origen etimológico
del sarcasmo está ligado a <<morder la carne>> (de la víctima). En su histrionismo, apelan
al humor de forma inteligente, pero maliciosa buscando hacer quedar mal al otro o si ellos
mismos, si ellos mismos también son objeto de su sarcasmo. Sin embargo, este rasgo sirve
a veces como válvula de escape para la ira, para liberarla antes de que se vuelva
incontrolable y peligrosa.

Alegres y parlanchines
Suelen ser personas muy alegres, especialmente en los momentos de euforia dentro de
sus picos maníaco-depresivos. Así como cuando están de bajón son los más dramáticos del
eneagrama, cuando están de subidón se convierten en los más divertidos, agudos y
capaces de reírse de sí mismos y de sus desgracias. Pintorescos a más no poder, pueden
ser habladores y muy locuaces en su intento de centrar la atención del público en ellos. Si
encuentran el campo abonado, no hay quien les pare, e incluso cansan al público, por
supuesto

Seductor

Intensos para lo malo pero también para lo bueno, suelen ser buenos amantes y están bien
predispuestos para el sexo, ya que es algo en lo que se han especializado como arma para
conseguir el amor. Saben disfrutar del sexo y también buscan su propio placer, a diferencia
de los otros subtipos, que pueden conformarse más con dar placer al otro. Pero no se trata
sólo de seducción sexual; el E4 sexual seduce incluso sin darse cuenta. En general, tienen
una fuerte carga erótica que impregna todos sus movimientos -caminar, bailar, comer,
hablar- y saben manejarla bien cuando está dirigida o enfocada. Seducir y rechazar a
menudo se convierte en los E4 Sexuales en la historia de nunca acabar, un círculo sin fin.
Están atentos a lo que les gusta y detectan lo que funciona y lo que no. Es un pavo real que
sólo despliega su hermosa cola cuando hay alguien que, quizás sin saberlo, le ha seducido
previamente. Son buenos observadores, analizan y captan a quien quieren seducir.

Sensibles y artísticos
Cuando dan los últimos pasos para crecer interiormente, pueden alcanzar altos grados de
comprensión y empatía con el otro y también ser expertos en la capacidad de confrontar de
forma abierta y positiva. Poseen una profunda sabiduría emocional que se traduce en una
buena comprensión del ser humano, de su gama emocional y de la disponibilidad para
conectar y ser compasivos. Son muy sensibles y pasan gran parte de su vida inmersos en
paisajes mentales internos, donde se sienten libres para cultivar y analizar sus sentimientos
y por el deseo de manifestar este mundo interior suelen tener un gran interés por las artes y
muchos se convierten en verdaderos artistas en diferentes campos. Tienen la capacidad de
ser muy creativos, gracias a su riqueza emocional, y su fértil imaginación suele traducirse
en trabajos artísticos o en otros campos en los que aportan lo nuevo, lo original. Tienen un
importante sentido estético de la vida, valoran la belleza en todas sus formas, les preocupa
estéticamente la autoexpresión y la autorrevelación en el carácter general de su estilo de
vida. Si son dados al arte pueden ser profundos, peculiares y novedosos. Por el dramatismo
del carácter pueden ser buenos actores. Buscan darle a todo un toque artístico y especial.
Son de las personas que más investigan e indagan en el crecimiento personal. Tienen
interés en encontrar salidas a lo neurótico. Debido a la experiencia de insatisfacción y
problemas relacionales, suelen estar bien predispuestos a las terapias. Cuando encuentran
un vínculo de confianza, respeto y afecto, pueden comprometerse y responder
positivamente al tratamiento

Intelectual Entre los subtipos E4, el sexual es a veces muy intelectualizado. Esto se revela
en sus aspiraciones, su inclinación al conocimiento, al estudio, a la investigación de los
temas más variados, pero sobre todo humanísticos y filosóficos. Les encanta leer y estar
informados y, en muchos casos, están fuertemente implicados en compromisos sociales o
políticos. En su obstinado inconformismo, pasión por la crítica, rebeldía contra el sistema, lo
definen como un revolucionario, aunque los ideales de justicia por los que lucha pueden
estar basados en una percepción muy personalizada de la realidad que remite a su
necesidad. de compensar su sentimiento de injusticia 5 EMOCIONALIDAD Y FANTASÍA

POR CRISTINA NADAL Y CRISTINA DICUZZO

El E4 sexual recurre a la fantasía como mecanismo de defensa frente a lo que suele


experimentar como aburrimiento. Este último es un tema omnipresente en este subtipo.
Tienen grandes dificultades para convivir con el aspecto ordinario de la vida, sobre todo
porque consideran que esta normalidad no les permite sentirse "especiales y diferentes".

¿Qué gracia e intensidad hay en los momentos corrientes de la vida cotidiana? La


respuesta es ninguna. Una vida simple y rutinaria no tiene sentido. Existe una fobia
importante a la rutina. Ante lo que no es diferente, el E4 sexual actúa de forma contrafóbica
y se rebela. En la historia que sigue vemos un ejemplo:

Trabajaba en una oficina y tenía que entrar a las nueve, como todo el mundo. Todas las
mañanas, cuando llegaba a la boca de metro, no podía meter la ficha en el molinillo, veía a
la multitud como ovejas obedientes y tenía que rebelarme todos los días. Esperaba a que
pasara todo el mundo, perdía uno o dos metros, y cuando apenas quedaba nadie, ponía mi
ficha y pasaba. Yo era diferente. No me gustan las ovejas porque tienen cara de obedientes
y porque pasan todas por el mismo lado. Cristina DICUZZO

La fantasía permite al E4 sexual salir de ese sinsentido y lo aleja excesivamente de la


realidad y de la posibilidad de reconocer hechos e interacciones concretas, especialmente
en situaciones de conflicto. La emocionalidad intensa se sustenta en la fantasía. Con la
ayuda de un pensamiento fantaseado, que a menudo se parece a una película en la que él
es el protagonista, el E4 sexual puede encontrarse de repente en el cielo o en el infierno.
Puede llorar las lágrimas más amargas (que tienen un regusto dulce y melancólico) o visitar
el paraíso, donde alcanza la experiencia última del amor total (en el futuro, por supuesto,
siempre en el futuro).

Si me sentía deprimido, ponía música para la ocasión, que terminaba en drama. Si, por el
contrario, me sentía eufórica, ponía la música que me llevaba a una euforia aún mayor, todo
esto sola en casa y a veces imaginando que alguien me miraba, lo importante era sentir que
estaba viva y no sentir el aburrimiento de la vida cotidiana. CRISTINA DICUZZO

La fantasía se relaciona con un pasado y un presente carentes y un futuro en el que


finalmente llegará el amor, el amor de pareja, el amor erótico que a su vez representará y
cumplirá las funciones de una buena madre y un buen padre que puedan brindar amor
incondicional. Descubrirán que no es malo, le reconocerán y le harán la vida más fácil, le
darán todo o le devolverán lo que le pertenece: el trono perdido que le fue arrebatado
injustamente. No olvidemos que en este subtipo aparece un fuerte sentimiento de realeza
temprana e injustamente usurpada.

En mi juventud recuerdo muchas veces que imaginaba situaciones y era esa imaginación la
que me daba impulso y fuerza para seguir viviendo. El futuro sería mejor, el amor llegaría,
sobre todo. En algún lugar secreto había alguien que me descubriría, y era por y para ese
alguien para quien yo cocinaba, me arreglaba, mantenía la casa en orden, etc. Cuando me
alejaba de esa fantasía, podía entrar en períodos de desorden, descuido personal, etc.
Recuerdo una vez en una gran tristeza o melancolía y pasar días saliendo a la calle con
aspecto de auténtico desastre rezando para que ninguna persona conocida me viera.

Una diferencia entre el tipo de intensidad del E4 sexual y el E8 es que en el E8 la búsqueda


de intensidad tiene más que ver con lo visceral y lo concreto, y está menos relacionada con
la fantasía: "Esto tiene que ser mío y lo será." ". El E4 sexual está impregnado de
emociones hasta el punto de sentirse poseído por una emoción, mientras que el E8 busca la
intensidad sensorial. El E8 toma lo que quiere y el E4 sexual se conforma con imaginar que
le llega por mérito propio. Si lo viera, no sabría qué hacer con él y tal vez sólo podría
rechazarlo: no hay ninguna referencia interna a merecer lo que es bueno, por lo que le
resulta difícil reconocerlo y valorarlo.

Por ejemplo, fantasear con algún tipo de amor platónico, incluyendo el erotismo y el
romance, puede ser suficiente para alimentar esta necesidad de intensidad emocional. Si
ese amor pasa de platónico a real, puede producirse una pérdida de interés por el objeto tan
deseado.

En la infancia, la fantasía de ser adoptado o de que uno no es hijo de la familia y por eso no
le quieren, que seguro que hay por ahí unos buenos padres que le están buscando y que
cuando aparezcan, la vida parecerá maravillosa. Incluso sin recurrir a la adopción como
fantasía, suele existir el deseo de que aparezca alguien que sea mejor que los padres que
le han tocado y que le rescate del ambiente degradado y/o vergonzoso en el que se
encuentra inmerso. Afirmaciones como la siguiente son frecuentes: "Me consuelo
inventando que mi verdadera vida está en otra parte".

Hay mucho derroche de fantasía, que, en general, parece preferible a la realidad. Esto
puede llevar al retraimiento y a la reclusión; y es en ese estado en el que se puede vivir
mejor, ya que allí hay más esperanza que en tomar la realidad tal como se presenta. Esto
último exigiría asumir la responsabilidad de cambiarla o aceptarla tal como es. Es a partir de
esta fantasía que el E4 sexual puede desarrollar, en algunos casos, la pasión por la lectura,
el cine, etc. Es decir, a través de un mundo ajeno en el que puede sentirse protagonista de
numerosas historias. Quizá sea esta faceta la que muy probablemente alimente la
creatividad y el arte tan característicos de este subtipo. En este sentido, suelen tener
predilección por determinados tipos de películas y música que evocan estados melancólicos
y a los que pueden recurrir exclusivamente para llorar.

Era adolescente y vi una película en el cine que me emocionó mucho, era trágica, ella moría
y él estaba destrozado. En el cine no podía llorar porque me daba vergüenza que me
vieran. Al rato la pusieron en la tele, me encerré en mi cuarto y justo cuando apareció el
título empecé a llorar y no paré hasta que terminó.

Dentro del aspecto fantasioso se encuentra la tendencia catastrófica y dramática


característica de este eneatipo. En el caso del subtipo sexual, hemos comprobado la
presencia de pensamientos catastróficos, del tipo de que le va a ocurrir alguna desgracia a
alguien muy querido y cercano, pensamientos que pueden sumir al individuo en un estado
emocional intenso y real como si realmente hubiera ocurrido. Es decir, puede llegar a un
grado de dolor y desesperación en el que ya no sabe por qué llora. Sin embargo, esta
tendencia es compartida por los otros subtipos E4. Lo que caracteriza al sexual es la
exteriorización intensamente dramática de los sentimientos.

Como ya se ha mencionado, al E4 le apasionan las discusiones y los enfrentamientos


verbales. En algunas ocasiones, esto ocurre a nivel imaginativo, con largas conversaciones
internas con el otro (su enemigo en ese momento), con todo lujo de detalles y reacciones.
En general, los Cuatros sexuales se permiten visualizar la derrota de su adversario de la
forma más digna. Sólo cuando pondera la actitud de víctima deja que el adversario gane en
su fantasía, es entonces cuando todos lloran por él y con eso se calma. También se han
observado fantasías vengativas, elaboradas, sádicas, violentas y de todo tipo, que en
general no se llevan a cabo, o al menos no de la forma concreta que se fantasea, pero
puede concretarse en ataques y con conflictos explícitos, o manipulación para cortar
cabezas o crear ambientes hostiles.

De lo descrito se deduce que, aunque pertenece a la tríada de eneatipos emocionales, hay


en este subtipo una gran actividad mental, que alimenta la emocionalidad, de la que resulta
que la verdadera emoción no es realmente tal, que tiene un buen componente de invención
y de inflación. Por esta razón, es importante tener en cuenta la gestión de las emociones. El
E4 sexual no soporta sentir dolor, porque le lleva a un estado de fragilidad y frustración que
no se puede permitir y que le hace sentirse tremendamente vulnerable e inferior,
dependiente de alguien en quien no confía, por lo que responde inmediatamente con rabia
como defensa, reacción y ataque que, le hace sentirse fuerte, sobre todo ante los demás,
que no podrán causarle más dolor. La rabia que pone en marcha es un potente motor que
ha lubricado y que, si no se canaliza, se desborda y se convierte en odio, un odio
notablemente intenso al que a su vez se vuelve adicto, y que le devuelve la carga que
necesita para sentirse temporalmente potente y falsamente satisfecho. Un bucle de
retroalimentación que no deja energía para ir en otra dirección. Cualquier fuente de
insatisfacción en este subtipo ha sido fijada como ajena a él, con la consiguiente hostilidad
exterior expresada en rabia, que, transformada en odio, tiene el propósito de destruir el
objeto de deseo u objeto frustrante. A través de la fantasía de destrucción, E4 contiene
parte de la angustia a cambio de sentimientos de ambivalencia y culpa.

El recuerdo de experiencias de desamparo del E4 y la conciencia de su dependencia han


creado mecanismos para contener la angustia de experiencias frustrantes con necesidades
insatisfechas. Estos dos estados desagradables no permiten el acceso a sentimientos
amorosos, como la ternura hacia uno mismo o hacia el exterior. Y la energía empleada en la
demanda es percibida como carente de valor, devaluándose a sí mismo, con lo que
desprecia el victimismo y el llanto que ve como una expresión de debilidad que le llevaría a
sentirse de nuevo indefenso y, en todo caso, sin ayuda. Esta situación genera ira contra sí
mismo por ser percibido como la fuente de su tensión, su frustración y su incapacidad para
satisfacerse. La fuente de insatisfacción con hostilidad se dirigirá también hacia el exterior,
quedando atrapado en el problema de sentir que necesita ayuda de alguien a quien quiere
destruir porque no se la da. Así, el E4 sexual convierte el odio en una negación centrípeta y
centrífuga del amor.
La detección de necesidades provoca displacer. De esta forma, el E4 sexual se
desenergiza, provocando una sensación de vacío y carencia crónica, incapaz de retener
estímulos energizantes del exterior, hay una demanda voraz constante que no se satisface.
La dificultad para retener lo que se recibe es la base de la envidia. Con el placer que
produce no poder darse permiso para sentirse carente, porque si los demás me ven como
realmente soy, no me querrán, no seré digno. Esta convicción va de la mano de una actitud
aristocrática, una fuerte ambición y un deseo de destacar, de ser especial y tener éxito.
Toda esta estructura no permite ni el llanto ni la victimización que considera denigrante, no
está a su altura.

El E4 sexual está más alejado de sus verdaderas emociones de lo que imagina; esta
distancia suele abordarse mediante un proceso de introspección personal y no es fácil de
reconocer.

6
Infancia Por Christina Nadal y Christina Dicuzzo

Se han observado infancias de abandono donde la característica principal en las personas


que desarrollan este subtipo ha sido el abandono, que puede ser real (por parte de uno o
ambos padres, por muerte prematura de uno de ellos, por desaparición, y también por
abandono en orfanatos o en manos de otros familiares) o puede ser un abandono
emocional que incluya negligencia por parte de la madre. Muchas personas con este
carácter describen a sus propias madres como muy lábiles o volubles, emocional o
psíquicamente. En general, han sido niños que no han desarrollado confianza y estabilidad
en la relación amorosa.

Este abandono, como casi siempre en la fantasía infantil, se ha producido porque el niño ha
hecho "algo malo" o, peor aún, porque simplemente "es malo".

Mi herida infantil es el abandono que sentí cuando murió mi madre, yo tenía tres años. Me
dijeron que se había ido al cielo, no me dejaron verla muerta. Pensé: se ha ido y me ha
abandonado, no me quiere. ¿Qué le había hecho? Debí de ser mala.

Tras la muerte de mi madre, ya éramos diez hermanos. Mi padre me metió en un orfanato


de monjas.Lo viví como otro abandono, otra vez la sensación de que soy demasiado malo
para que todos me abandonen.

En casos no tan extremos, y cuando la situación familiar está más normalizada, suele haber
unos celos tremendos hacia un hermano que ha sido percibido como el favorito de los
padres, ya sea por enfermedad o por ser más simpático, o más listo, o más guapo, o
adaptado". La experiencia suele ser que hay otro que es mejor, que nunca podrá ser
superado en términos de afecto y atención o consideración.

Palabras de los padres como "este niño es insoportable, no sé qué vamos a hacer con él,
no hay quien lo aguante". También suele haber comentarios comparativos con ese hermano
o hermana que es mucho más tranquilo, comprensivo, bueno, etc.
Antes de mi llegada, al ser el primero, mi padre esperaba al niño, por lo tanto yo era una
decepción para él. En mi caso, mi hermano sólo tiene trece meses menos que yo, por lo
que mi madre se queda embarazada cuando yo apenas tengo cinco meses. Para mí, éste
es el momento de perder el trono. A esto hay que añadir un problema con la lactancia, ya
que debido al embarazo me retiraron el pecho bruscamente. Mamé "mala leche" o mala
leche (al parecer, mi madre descubrió o confirmó su embarazo cuando empecé a
encontrarme mal y, llevándome al médico, le dijo que el problema era su leche, que ya no
me alimentaba por el embarazo). En otras palabras, por culpa de mi hermano perdí el
paraíso. CRISTINA DICUZZO

Ha habido muchos casos de este subtipo que han tenido experiencias negativas con la
lactancia, han expresado literalmente haber <bebido mala leche>> de su madre, incluso en
sentido literal. Poco después de nacer, mi madre contrajo una infección en el pecho. Los
tres primeros meses los pasó entre la vida y la muerte y yo me salvé por los pelos gracias a
la recién inventada penicilina. A menudo me preguntaba quién de los dos era el responsable
de la intoxicación: ella por descuidada, o yo por haberla mordido. Me quedaba la mala
sensación de haberla dañado.

Hay muchas dificultades para recordar la parte feliz de la infancia. La experiencia


generalizada es que tanto la infancia como la adolescencia son etapas que un E4 sexual no
querría revivir. Incluso cuando en la edad adulta se descubre que ha habido buenos
momentos, el recuerdo no llega asociado a la emoción, sino como una confirmación. Estos
momentos se conocen porque aparecen reflejados en fotografías, porque algún familiar los
ha recordado, o porque la persona los ha recuperado en algún trabajo de regresión, pero
con gran dificultad para sentirlos y validarlos. Lo que queda asociado a la emoción son los
momentos de sufrimiento, de rechazo, de dolor, como si hubiera una especialización en ello.

El niño/adolescente sexual E4 suele sentirse muy avergonzado de su familia o de alguno de


sus miembros, viviendo este aspecto como una desgracia e incluso como una injusticia,
envidiando a las familias de sus amigos, en las que los padres son inevitablemente mejores
que los suyos, o simplemente porque los otros tienen padres y él no.

En resumen, no recuerdo una infancia feliz, siempre albergaba la esperanza de que cuando
fuera mayor las cosas mejorarían y toda esa gente de la barriada, que no me entendía,
desaparecería. La adolescencia tampoco fue una etapa muy satisfactoria, todo se
complicaba con el tema del sexo. JUAN LEÓN

Sé que me avergonzaba de ellos (de mis padres), de lo que iban a pensar los vecinos de
nosotros.

padre, madre y mentiras

Otro aspecto recurrente es el del terror y la fascinación hacia la figura paterna. Una figura
generalmente temida y deseada, que seduce y rechaza. Quizás este sea el contexto en el
que el E4 sexual aprende a amar lo que más odia, a odiar lo que más desea y a luchar por
ser aceptado por la persona que siente que más le rechaza. Estas declaraciones son
representativas de ello:
Al mismo tiempo, desarrollo un sentimiento contradictorio respecto a la violencia y a mi
padre: terror y fascinación. Papá pasa sin transición de ser el más tierno al más implacable
de los padres. En su presencia pende en el aire la amenaza de que pueda disgustarle

Mi padre fue muy tiránico en su juventud y la vida familiar giraba en torno a él, su realidad y
sus necesidades. Nunca he visto que una necesidad de mi madre se antepusiera a una
suya.

Durante mi infancia, la vida en casa gira en torno a la figura de mi padre, su trabajo en el


teatro y las decisiones inapelables que toma con respecto a nosotros. Papá manda en todo,
incluso en el ámbito doméstico, y mamá, que le venera, se somete.

También se observa que en la infancia suele haber un aire familiar de mentira, que en algún
lugar hay una verdad oculta que el niño o adolescente sexual E4 se siente llamado a
desenterrar.

Yo crecí sin saber cuál era la verdad y cuál la mentira. En mi caso, soy hija de un padre E7 y
una madre E3, lo que creó un ambiente de fantasía en el que todo estaba perfectamente
bien, mientras yo olía a mierda todo el tiempo, pero la rara era yo. Con el tiempo descubrí
que mi abuela no era mi abuela.

Nunca sé qué es verdad y qué es mentira entre tanto drama, porque ellos se reconcilian con
el mismo ímpetu con el que han empezado a pelearse, entre risas y cariños, como si no
hubiera pasado nada al presenciar las broncas entre ellos; yo lloro y ellos me consuelan
diciéndome que era una broma.

El chico o chica E4 sexual suele ser tímido e introvertido ante el mundo exterior y con los
extraños, y le resulta más fácil la autoexclusión o el aislamiento; Puede ser celoso y
malhumorado con sus allegados y especialmente con los más cercanos (padres y
hermanos).

Yo era un salvaje que me escondía debajo de la mesa cuando no me gustaban las visitas, o
cuando no quería que se fueran. Ante mis ataques de histeria, una vez me metieron la
cabeza bajo el grifo de agua fría para sacarme del ahogo que yo misma me provocaba.

En el caso más generalizado de que la madre permanezca al lado del niño, aunque
emocionalmente ausente, se crea un fuerte sentimiento de abandono que no puede
verificarse, ya que la madre está físicamente allí proporcionando cuidados y atención. Sin
embargo, la falsedad es notoria; ésta se vive con gran intensidad y, con ella, el E4 sexual
aprende a reclamar, como forma desesperada de atraer la atención de la figura ausente
aunque físicamente presente. Tal situación proporciona una importante dosis de
desconfianza, desconcierto y desesperación que permanece a lo largo de toda la vida y
suele ser un aspecto que, si se elige, proporciona intensas emociones personales.

Era una niña muy dramática que metía a mi madre en situaciones difíciles. Tenía muchas
fantasías de abandono y violencia. Si mi madre se iba de compras, yo montaba una escena
de abandono, salía a la calle a gritar y llorar y arrastraba a mi hermano a hacer lo mismo;
tengo cenas realmente increíbles sobre esto. Gritándole a mi madre que no me pegara, yo
sola en el jardín, y mi madre dentro, pidiéndome por favor que parara, haciendo que los
vecinos se preocuparan de que mi madre me estuviera maltratando, hasta que se
asomaban al jardín y, al ver la escena no se lo podían creer (mi madre nunca me pegó).
Pero mi fantasía era enorme, realmente veía el drama. CRISTINA DICUZZO

Se ha observado en bastantes personas de este subtipo que la ira aparece como un


elemento generalmente heredado de la madre, bien porque la expresaba con facilidad, bien
porque se la tragaba, vertiéndola consciente o inconscientemente sobre el niño. El niño
aprende, en este caso, a despreciar a esa madre excesivamente dramática o
excesivamente sumisa.

En mi trabajo personal con terapia he entrado en contacto con la enorme rabia de mi madre,
que nunca vi manifestarse abiertamente -sólo recuerdo que se mordía los labios y apretaba
la boca)-, y me he sentido como si yo hubiera sido la depositaria de esa rabia suya y la
encargada de contagiarla, de declararla. Me ha costado mucho desidentificarme de ese
papel y poder encontrar dentro de mí el derecho a estar tranquila con la vida que tengo.
CRISTINA DICUZZO

Probablemente es debido a la ausencia física o emocional de la madre que el E4 sexual


tiene un claro problema de límites. Si la madre no está presente ni física ni emocionalmente,
¿cuál ha sido la formación del niño en cuanto a límites amorosos? Probablemente, la salida
que encuentra es saltárselos, sobre todo como forma de llamar la atención, aunque sea
negativamente, como forma de darse los privilegios que le han sido arrebatados, y de tomar
poder sobre el otro y sobre la vida misma.

PERSONA Y SOMBRA: LO QUE ES DESTRUCTIVO PARA SÍ MISMO Y PARA LOS


DEMÁS

POR JUAN LEÓN, CRISTINA DICUZZO Y ROSSANA PAVONI GALLO

Los E4 sexuales tienen tendencia a establecer intensos vínculos de dependencia a través


de los componentes hostiles del impulso agresivo, especialmente el odio, ya que la
experiencia inconsciente que fue procesada y codificada es que cualquier intento de
gratificación provoca frustración y que carece de valor esencial. Originalmente, la
satisfacción de sus necesidades fue percibida como carente de contenido tierno,
insatisfactoria y poco nutritiva: un estado de abandono emocional, movilizador de hostilidad.
Naturalmente, su impulso será distorsionado, orientado a la destrucción de lo que, real o
imaginario, le causa más frustración, impidiendo así cualquier posibilidad de gratificación.
Los Cuatros Sexuales disponen de más energía agresiva, por lo que pueden ser molestos y
dañinos, odiosos. De esta forma, el sentirse con derecho a ser gratificado y el hecho de que
su sensación de carencia sea permanente, le lleva a exigir demandas hostiles e
inapropiadas, e incluso en el caso de ser satisfecho, no puede vincularse con una identidad
tierna, por lo que degrada su satisfacción y a quien se la proporciona, perpetuando la
insatisfacción. Le resulta muy difícil establecer y mantener vínculos tiernos y positivos
sostenibles, porque no ha podido tenerlos consigo mismo. La dinámica de esta estructura le
predispone a la autodegradación y a relaciones que se degradan, con contactos en un
estado de minusvalía desde el que se compara constantemente. "No fui bueno para mí ni
para mi madre, ni podré serlo para los demás, ni tendrán nada bueno de mí; lo que recibí de
mí y de mi madre fue insuficiente y desagradable, como lo que recibiré yo. Otros disfrutan y
tienen, yo no". En esta dinámica interviene un mecanismo de negación y proyección de
impulsos agresivos hostiles.

Con esta experiencia infantil, perpetúa una actitud adulta que perjudica a los demás,
además de tener un impacto negativo sobre ellos, con diferentes formas de manifestarse.

Tal percepción de sí mismo y de los demás cristaliza sentimientos de envidia hacia el


bienestar de los demás, no de los bienes materiales, sino de la capacidad que atribuyen a
"ser capaz de ser feliz y tener todo. Cómo se maneja el sentimiento de carencia, unido a
una percepción sensitiva y sensorial distorsionada y desagradable de uno mismo,
sintiéndose mal consigo mismo y luego con la madre y el mundo, la envidia se expresa a
través de la rabia, se oculta a través de ella, y reacciona ante la frustración persistente
generando impulsos hostiles destructivos también con el exterior, porque el mundo no le
satisface. De la polaridad "necesito o quiero>> y "no merezco o me rechazan">, pasa a la
degradación que surge cuando intenta obtener gratificaciones: "No merezco lo que me dan,
así que lo que me dan y quien me lo da no valen nada. Esto perpetúa la insuficiencia de
pedir. En lugar de admitir la envidia, reacciona descalificando y atacando lo que envidia para
que la envidia desaparezca. La envidia se magnifica con el instinto sexual y a veces se
vuelve insostenible: cualquier objeto de envidia puede ser foco de odio, y la reacción ante
ello es la destrucción. "Si yo no puedo tenerlo, tú tampoco". Además de envidia, esconden
necesidad, vacío y vergüenza.

Se puede sentir un gran amor y admiración por alguien, pero cualquier pequeña acción
puede convertirlo en rechazo minutos después.

Cuando la culpa se convierte en depresión, el E4 sexual se desconecta de sus relaciones,


se vuelve muy reactivo y aleja a los demás, a veces de forma brusca, ante el rechazo que
cree que va a recibir.

La dificultad para sentirse querido pone en juego la invalidez del otro y la propia; el E4
denigra a aquellos con los que se relaciona. "Si me quieres o me aprecias y yo no valgo
nada, ¿qué clase de persona eres? Si me engañas, es porque tu necesidad es como la mía,
entonces eres como yo, o peor, no me sirves para nada". Para quien no concibe ser amado,
el amor, el aprecio y el reconocimiento nunca son lo bastante perfectos, románticos,
intensos como para satisfacer y reconocer al otro. El otro está constantemente desanimado,
nunca es suficiente. Eso les duele y agota a quienes están a su lado, ya que frustra
enormemente la imposibilidad de ser aceptados por lo que son.

Al ocultar la ternura y las carencias, se muestra arrogante y autosuficiente por contraste


compensatorio, lo que a veces significa no respetar al otro; Esto es evidente cuando se
vuelve autorreferencial, se mira el ombligo, se entrega a sus males, que son los peores del
mundo, y deja de lado, rechaza u olvida a muchas personas de su entorno.
A pesar de la sensibilidad y el conocimiento del sufrimiento, cuando no puede evitar el vacío
infinito en el que siente que se hunde, se vuelve egoísta, y los demás, que pueden
necesitarle en ese momento, pasan a un segundo plano. Puede mostrarse desapegado,
desinteresado, frío, ocupado, ajeno a los sentimientos y necesidades de quienes le rodean.

La desconfianza, a veces, también puede manifestarse, incluso cuando intenta mantener


buenos modales, lo que también puede resultar ofensivo. Nadie puede salvarle del
precipicio por lo especial que se siente, o sí: sólo un ser fantástico inexistente que deja al
resto de mortales comunes con la sensación de ser inútiles a pesar de sus esfuerzos.

Le resulta difícil ser dulce y cariñoso. La ternura no recibida en su momento, en su forma


adecuada, se ha instalado en él, atontándole y convenciéndole de que será muy difícil
recibirla, ya que no puede arriesgarse a sentirse defraudado y rechazado. La dulzura no es
un sentimiento espontáneo en el E4 sexual, ya que no es fácil acceder a ella; incluso la
siente como una debilidad que le ha causado dolor.

Oculta especialmente el miedo al rechazo, que no puede sentir ni mostrar. Niega ser
dependiente y se vuelve contradependiente, mostrando una elaborada y falsa
independencia que aleja y penaliza a sus allegados; se siente invadido, teme ser
descubierto y rechaza la cercanía que luego no puede soportar.

Es tan susceptible de ser herido o frustrado que prefiere anticiparse a la situación hiriendo o
frustrando. No se permite pedir abiertamente y se avergüenza del deseo, por lo que exige
fingir no fingir.. Es un buen chantajista emocional.

No declara su auténtico dolor, a pesar de la queja de sus penas, que son en realidad una
lista indefinida de carencias, a veces irreales o infladas y que sirven para tapar un único y
gran dolor que no puede declarar: no haberse sentido querido. ni atendido. Aceptarlo le
convertiría en su fantasía, en un ser indefenso que nadie quiere porque es pesado,
engorroso, gravoso. Esa herida no puede reavivarse, aunque siempre esté abierta.

Como la vida es una batalla, es destructivo, con una competitividad que impregna todos los
ámbitos de su existencia; desde la posición de quien se siente poco valioso, se centra en
perder, en derrotar y humillar al otro, en invalidar y despreciar, en devaluar lo que no tiene
para ganar la batalla. Es incapaz de disfrutar de sus éxitos sin degradar los logros de los
demás, lo cual es un no-éxito: "Si gano sobre algo que no tiene valor, ¿qué valor tiene mi
ganancia?

Los E4 sexuales tienen mayor facilidad para establecer relaciones sadomasoquistas y, con
más frecuencia que el resto de los envidiosos, pueden ser víctimas de malos tratos físicos y
psicológicos. De adultos, repiten el vínculo afectivo caracterizado por el maltrato que han
sufrido de niños, bien repitiendo la condición de víctima o aspirando a serlo, bien en el papel
de maltratador como forma de venganza; tenemos la piel dura ante el maltrato, sabemos
hacerlo con nosotros mismos y con los demás.

Una sombra del E4 sexual quizás poco explicada es la depresión, de la que huye como una
víbora ante la cruz, pero como sombra siempre la acompaña, en estado latente o presente.
En esta infancia, las actitudes depresivas se apoyaban con la intención de que el niño se
entretuviera y se apaciguara, y las actitudes agresivas o de expresión de necesidades se
frustraban con la amenaza de la retirada afectiva, para contener su demanda de atención.
El impulso de sobrevivir y evitar lo desagradable lleva a la criatura a seguir pidiendo hasta el
agotamiento, ya que la satisfacción de la necesidad no ha llegado, ni ha sido duradera y
repetida. Sus esfuerzos son inútiles y cae en la depresión energética, a la que se añade la
depresión emocional, núcleo psicopatológico del personaje. La depresión y sus variaciones
en su disforia constituyen la base de la actitud con la que se relacionará consigo mismo y
con la vida. La tristizia (tristeza) que Evagrius Ponticus nombró ha sido sustituida y es
precursora como emoción básica de la envidia. Se asocia a la depresión como un
sentimiento de inutilidad que no puede dejar de ser un sentimiento triste. Y cuando no es
pasivo, conduce a actitudes autodestructivas y autoderrotistas. Melanie Klein explica la
envidia como una especie de pecado original, un mal que nos llega genealógica y
filogenéticamente, un aspecto de un instinto de muerte inseparable de nuestra naturaleza.

En su polaridad, el E4 sexual cuando está en su fase eufórica esconde la envidia y en la


fase depresiva se esconde a sí mismo, para lamerse las heridas a solas y no ser
estigmatizado. Se sienten como un farol, una mentira, la depresión le persigue y no le
abandona, aunque emplee mucha energía en eludirla, excepto cuando le vence y tiene que
refugiarse, porque le es imposible salir del agujero negro que le engulle.

La depresión se vive como energía estancada, sobre todo cuando uno no se permite poner
límites y permanece en un pantano de energía que se ahoga. Se bloquea y se tiende a
reprimir y excluir, porque no es una emoción que esté bien vista.

En este subtipo proliferan las tendencias adictivas que nacen de la adicción básica al odio
como compensación a la falta de amor, y al sentimiento de que nada es suficiente para este
estado perenne de carencia. El E4 sexual origina adicciones orales, como el alcohol, los
psicofármacos, la comida, con la esperanza de saciar la sed materna desencantada. La
intensidad, ya de por sí un comportamiento adictivo, contribuye a agravar otras
dependencias.

Como ya hemos visto, el E4 sexual tiene una buena capacidad imaginativa, a la que
también es adicto. A través de la autosugestión, desarrolla elaborados planes de venganza
con acontecimientos deseados, e invierte mucha energía en reproducirlos una y otra vez en
su mente para saciar su sed de justicia/venganza. Cuando finalmente lleva a cabo su acción
vengativa, el subsiguiente sentimiento de culpa o remordimiento puede aparecer en
diferentes grados de intensidad; dependerá de lo ofendido que haya estado el deseo de
vengarse. En la aparición del sentimiento de culpa es donde también se aprecia la
diferencia con la forma de venganza del E8, que no suele sentirse culpable.

Si consideramos a la persona y a la sombra como partes de un revelado fotográfico,


podríamos ver a la persona como la foto donde se aprecia la apariencia y a la sombra como
su negativo, lo oculto, lo oscuro. En la foto del E4 sexual predominan los colores estridentes
en sus rasgos evidentes. Los tonos suaves o menos vibrantes, velados y apenas percibidos,
permanecen en la sombra. El E4 sexual -en su percepción distorsionada de la ternura, la
vergüenza, el miedo, la vulnerabilidad, la cobardía, la fragilidad- oculta rasgos que
considera inferiores, súcubos, monstruosos. La separación y la ruptura en su interior se
crean al no poder aceptar e integrar estas experiencias, enterrándolas, aumentando la
distancia con su esencia y con su niño interior asustado y solo. Esta poca transparencia y
ocultación es también deletérea en la relación interpersonal por su falta de ternura, placer,
amor, serenidad y espontaneidad, elementos que evita poner en juego y exponer en sus
relaciones. Paradójicamente, lo que el E4 sexual considera monstruoso e imposible de
mostrar es lo que le haría más sano si se permitiera tomar oxígeno, sacar a la luz estas
características, trazando un puente con el resto de sus rasgos que generalmente expone

En la imagen que el E4 sexual proyecta de sí mismo, se expresan más los componentes


hostiles de su impulso agresivo, como la rabia, los ataques de ira, el odio, el exhibicionismo,
la contrafobia, la transgresión, la vulgaridad, el dramatismo, la irreverencia, el desprecio, la
queja, la promiscuidad, las adicciones, la megalomanía, la loca espontaneidad, el simple
sentimiento. Hablando de las peleas de su infancia entre sus padres y sus posteriores
reconciliaciones, una mujer de este subtipo dice: "Ese fue mi primer baño de intensidad
emocional y donde acepté el mensaje de que los que se quieren de verdad se pelean a
gritos>>.

Por otra parte, los componentes del impulso tierno, aportados por la integración de la esfera
materna, apenas se expresan, y también se desvalorizan y reprimen. Podemos oír: "Me han
obligado a ser atractiva e inteligente, pero no buena". O: "No descubrí el placer de ser
servicial hasta los veintisiete años, aunque con eso me sentía súper falsa" Estos
componentes tienen que ver con el contacto con la dulzura, la modestia, el tacto, la
capacidad de respetar y respetarse, la delicadeza, el reconocimiento de la dignidad
personal, la necesidad de amor, la fragilidad, la confianza en uno mismo, la aceptación de
los límites, la dedicación, la moderación, la calma, la ternura, la generosidad, la escucha, el
aprecio, la prudencia.

Lo que más me avergonzaba era expresar el amor y la vulnerabilidad, la suavidad, la


sutileza, a pesar de ser muy emotivo y vulnerable. JUAN LEÓN

Al incorporar paulatinamente las capacidades del orden de la ternura, al dejar que se


expresen, se equilibra el exceso de impulso agresivo vuelto contra sí mismo y proyectado
sobre el otro, dominante en el E4 sexual enfermo, lo que frena gran parte del impulso tierno,
que se libera gradualmente, como si se produjera un proceso alquímico al equilibrar estas
dos fuerzas.

De apariencia orgullosa y vanidosa, he disimulado la envidia; no necesitaba nada de nadie,


y así no mostraba mi parte más vulnerable y necesitada. Es algo que me costó mucho,
significó mostrar lo malo y feo que era. Cuando soy más auténtica, es cuando mi
vulnerabilidad se convierte en ternura, sin juzgarme, es cuando encuentro la paz.

Lo que realmente puede deslumbrarnos y comprometernos positivamente es empezar a


reconocer nuestra capacidad de amar, sostener y confrontar con dulzura y humor. Este
subtipo, como los otros envidiosos, tienen una enorme capacidad de empatía. No es que los
lobos se vayan a convertir en corderos. Hay que tener en cuenta que el E4 sexual devalúa y
no admite en su expresión los componentes del impulso tierno. Este es un aspecto muy
profundo de su monstruo, porque es visto como tal cuando muestra su fragilidad, aunque
sea una apreciación subjetiva, en realidad es cuando está más equilibrado hacia el exterior,
sin perder su fuerza.

En mi sueño estaba con mi terapeuta, y mi aspecto era realmente monstruoso, nada del
exterior recordaba mi apariencia, era como si mi interior se manifestara sin poder controlarlo
ni ocultarlo. Mi terapeuta me animaba a salir con ese aspecto y presentarme ante mis
compañeros. Estaba totalmente aterrorizada. Voy hacia ellos y me saludan con toda la
naturalidad del mundo. Entonces me pregunto: ¿no ven a mi monstruo o también me
aceptan como monstruo? En este sueño tengo mi primera experiencia completa de amor
incondicional. CRISTINA DICUZZO

8
El amor

POR CRISTINA DICUZZO Y COLABORADORES CON TESTIMONIOS DE TERESA


CERULLO En el amor, el E4 sexual tiende a desplegar de forma más espectacular todas
sus características típicas. En este subtipo predomina la importancia que da a la relación y a
la figura del otro, el espacio donde se juega su autoestima y su locura, en definitiva, su
pasión. Muchas personas de este subtipo reconocen que encontrar pareja ha sido lo más
importante para ellos.

En la relación amorosa emerge como nunca la parte yoica, la que exige, ataca y desprecia.
Espero que el otro me haga feliz. El otro puede hacer cualquier cosa, pero para mí nunca es
suficiente, siempre falta algo. Si el otro no me ve, no me presta atención, no me reconoce,
para no sentirme pequeña e indigna, lo desprecio. Menospreciar, ofender, denigrar, herir es
mi especialidad. "Atraigo sus manos". A veces los hombres me han levantado la mano y yo,
en el fondo, les he comprendido. Yo también lo habría hecho con uno así. Incluso la actitud
mercantil hacia los hombres y el sexo complaciente: si no tengo sexo, ¿qué puedo dar, qué
se puede encontrar en mí? Doy placer y a lo mejor recibo amor. TERESA CERULLO

Como se ha repetido, los E4 sexuales son muy apasionados y sexualmente activos. La


sexualidad juega un papel predominante en sus relaciones, ya que ser sexualmente
atractivo para el otro asegura su afecto. Hay una gran preocupación y ocupación en parecer
apetecibles, dedicándose a mejorar su aspecto y la forma de presentarse al mundo. El E4
sexual necesita llevar las relaciones al terreno de la sexualidad, independientemente de si
realmente le interesan o no.

En este sentido, una persona perteneciente a este subtipo suele tener muchas relaciones a
lo largo de su vida dotadas de momentos intensos y mágicos en busca de ese amor que
solucione todos sus males.

El E4 sexual tiene una gran necesidad de admirar al objeto de deseo. Parece que no se
podría establecer una relación estable con alguien a quien no se admira, sobre todo por
algo que el otro tiene y que el E4 sexual siente que le falta y cree que no puede conseguir
por sí solo. Aparentemente, las parejas tienden a ser elegidas inconscientemente como
verdaderos faros que indican lo que la persona necesita para desarrollarse por sí misma y
cree que tiene que ser proporcionado por otro. Tal vez el proceso de sanación se centre en
lograr lo que se envidia en el otro y comprobar que uno mismo puede lograrlo, o atreverse a
enfrentar la frustración de no lograrlo y asumir la responsabilidad de sus logros y fracasos.

En un momento dado empiezo a ver en el otro sólo los aspectos neuróticos, sin indulgencia,
o sólo las partes que percibo como negativas. Esto se debe a que entonces podré
confirmarme a mí misma que no soy querible, salvo por una mala persona. TERESA
CERULLO.

Desgraciadamente, en muchas ocasiones llega a vislumbrar esta posibilidad cuando ya ha


conseguido destruir la relación, como si la fuerza proviniera del hecho de sentirse víctima.
Ahí aparecen actitudes como: "Voy a demostrarte, voy a demostrarme, voy a demostrar al
mundo que puedo". Destruyo al otro porque tendré un buen motivo para sentirme culpable,
denigrarme y luego expiarme. También induzco un sentimiento de culpa en el otro,
acusándole de explotación: "¡Hago todo esto por ti y tú no lo ves! Te sientes a gusto
conmigo porque te cuido, te ayudo y te apoyo, ¡pero tú nunca, ni una sola vez...!". El papel
de la víctima.

Suele encontrar especialmente atractivas a las personas que considera difíciles, porque lo
fácil, lo sencillo, lo simple y, sobre todo, lo posible, no le interesa en absoluto.
Inconscientemente busca a aquellos que representan un reto, que parecen susceptibles de
ser cambiados por la fuerza de su amor y que, sobre todo, cambiarán cuando descubran
todo lo que el E4 sexual cree que vale, que al final le elegirán a él por encima de cualquier
otra cosa.

Necesita sentirse el preferido de la pareja, ser lo más importante en la vida del otro y, al
mismo tiempo, tiene poca conciencia y capacidad para valorar lo positivo que recibe. Este
es un aspecto muy narcisista del que se tiene poca conciencia. Simplemente se da por
hecho que así debe ser en una relación. Como si de esta manera buscara la mirada del
padre y/o madre ausente física o emocionalmente, o pudiera así salir de las comparaciones
en las que se ha visto desfavorecido. Entonces establece una lucha, generalmente no
silenciosa, para obtener el lugar deseado en la vida del otro, manteniendo la eterna posición
del adolescente incomprendido.

¿Mi tartamudeo podía representar una dificultad para hablar por miedo a decir cosas
equivocadas y ser regañado? ¿O era para llamar la atención de mis padres?

En una relación amorosa siempre me siento segundo de alguien o de algo (mi madre y mi
padre, mi madre y mi hermano). Cuando no me siento vista o considerada, el dolor se
disfraza de rabia que lanzo hacia el otro. Exijo su atención, quiero ser yo ante todo, aunque
fuera así, no lo soportaría porque me sentiría asfixiada. Mi madre me contaba que cuando
estaba en la cuna me mecía con el pie mientras tejía con las manos y yo me rebelaba
gritándole que ¡tenía que mecerme con las dos manos! Quería toda la atención y todo el
cariño para mí.

Hay dificultades para crecer. Una compulsión a permanecer en un estado emocional típico
de mis experiencias infantiles. Qué difícil es reconocer la distancia entre el presente y el
pasado. Lo deletérea que es mi neurosis. Querer permanecer en ese estado doloroso como
si no pudiera ser de otra manera. Querer buscar la confirmación del rechazo recibido como
hija. Un dolor que conozco y en el que me revuelco, Como si me costara vivir un estado de
bienestar al que no estoy acostumbrada porque no me lo permito. Estar en el placer lo vivo
como un pecado. De niña, mis expresiones de alegría siempre han sido bloqueadas, vividas
por mi madre, sobre todo, como frívolas y, por tanto, dignas de desprecio. TERESA
CERULLO Desde el lugar de la carencia y del poco valor interno, tiene una gran orientación
a reconocer en todo momento lo que le falta. aunque sea un detalle minúsculo en medio de
grandes muestras de amor del otro. Es como si, ante una muestra infinitamente bella, se
especializara en detectar el único punto defectuoso, se centrara en él y pareciera que es lo
único que ve, lo único que le llega, ese pequeño defecto que le impide disfrutar plenamente
de la belleza. que tiene ante sí.

Esto es común a todos los subtipos E4. Lo que diferencia al sexual es la forma en que
reacciona ante ello: reacciona siendo abierta y descaradamente agresivo, exigiendo lo que
siente que le es dado con una amplia gama de agresiones verbales centradas en lo que no
le falta, en lo infeliz que eso le hace, asegurando probablemente que su felicidad depende
de obtenerlo.

Comparte con el subtipo E4 conservación/tenacidad la siguiente postura en relación al otro


deseado: "Eres Dios cuando no te tengo, el diablo cuando me dejas y un estorbo cuando
estás. Ven, voy a aplastarte".

No hay conciencia, mientras no se emprenda un proceso de introspección y


autoconocimiento, de que aunque se le diera lo que reclama, seguramente seguiría
detectando algún otro detalle faltante, y así hasta el infinito. No se hace cargo del agujero
interno, del saco emocional sin fondo forjado en su infancia carente, que nadie puede llenar
más que él mismo, aceptando que una parte de ese vacío le acompañará de por vida y que
debe hacerse cargo de él sin proyectarlo hacia el exterior.

Cuando mi sufrimiento no es comprendido, el sentimiento de vacío que siento es tan


profundo que tengo que llenarlo de odio, pero más que odio siento rabia por el otro. Sufro
sin pensar en el dolor que causo, sin pensar en las consecuencias que puede traer, como si
realmente me abandonaran y me quedara solo. Y cuando me abandonan entro en la
desesperación. Es aquí cuando veo al otro como la persona más maravillosa del mundo y a
la que he perdido. Como los cocodrilos que se comen a sus hijos y luego lloran. Entonces
me cubro la cabeza de ceniza y pido perdón. Y entonces, como me he rebajado, vuelvo a
sentirme vulnerable y en peligro, así que el tiovivo vuelve a empezar. Es agotador y
doloroso, además de infantil. Lo hice con mis padres, les castigué provocándoles y
llevándoles la contraria. Hice de todo para que me abandonaran y cuando esto ocurría,
entraba en ese sentimiento de fría soledad y caliente desesperación. Pero con ellos nunca
me rebajé a pedir perdón. Al menos no recuerdo haberlo hecho. TERESA CERULLO El E4
sexual suele provocar sentimientos de impotencia en su pareja que, si no se detectan a
tiempo, pueden sumir al otro en un permanente sentimiento de culpa por no ser suficiente.
La pareja puede intentar complacer a su E4 sexual hasta la saciedad y luego rechazarlo,
asumiendo que ha sido castrado y se ha vuelto impotente. En ese momento, el E4 sexual
encuentra la porción de sufrimiento donde sabe manejarse desde el victimismo, se culpa
por no ser suficiente y pide perdón, se arrastra, etc. "<Cuando me rechazan, estoy
convencido de que el otro ha visto lo monstruoso que soy por dentro>.
Podríamos decir sin equivocarnos que existe una vocación por el juego sadomasoquista,
superior-inferior, rebelde-sumiso, que junto al deseo de ser agente de cambio para el otro
con problemas son ingredientes que pueden facilitar que este subtipo entre en relaciones de
maltrato psicológico y físico.

El E4 sexual se presta fácilmente a relaciones en las que la lucha por el poder está
presente. Relaciones que le permiten disfrutar del sufrimiento, de la intensidad necesaria
que le permite sentir la vida con sentido, sin aburrimiento, con un reto y que al final lo va a
conseguir, aunque no sepa muy bien qué.

Tiempo después de arrastrar una crisis profesional y de pareja que duró años, fue cuando
me di cuenta de la faceta masoquista y sádica en la que estaba inmerso. Cuando las cosas
me iban mal, me deprimía y aparecía mi yo masoquista, pensamiento catastrofista, apatía,
irritabilidad, hipersugestión, sexualidad sadomasoquista, y cuando estaba eufórico sacaba a
pasear a mi sádico, un sadismo verbal muy pronunciado y automático; con mi pareja llegaba
a la violencia física. JUAN LEON El E4 sexual se caracteriza por estar en relaciones de gran
intensidad emocional, de lucha y reconciliación. En la pelea es agresivo, con un gran
dominio de la agresión verbal y punzante, ya que sabe detectar la zona más débil del otro y
apuntar donde más duele. Suele ser certero e hiriente. Una vez que ha hecho sentir mal al
otro, entra en la espiral de la culpa desde donde intenta solucionar o revertir la situación. Si
lo consigue, su sed de intensidad se apaga de forma positiva, como una fiera que se calma
a la vista de su presa vencida hasta que la necesidad de luchar ataca de nuevo. Si no lo
consigue, entra en la desesperación, la culpa y el victimismo típicos del abandonado y
herido, desde donde también puede desplegar toda su furia y resentimiento, sintiéndose
justificado incluso para ejercer la justa venganza por el insulto sufrido

La infidelidad se suele llevar a cabo como un acto vengativo, no tanto asociado al propio
disfrute sino para que la pareja se entere y sufra. Lo que se persigue es que el otro sea
castigado. Pero también hay casos en los que la infidelidad ni siquiera se vive con culpa,
porque al sentir la carencia constante, necesitas que tu búsqueda no se detenga y si no
sientes que tu pareja te completa, buscarás y encontrarás a otras personas fuera de la
relación principal, como un derecho a ser feliz. los tres amores Entre los subtipos de E4, el
sexual es el más erótico. Es decir, el que tiene más acceso al placer, aunque puede
descalificarlo o destruirlo rápidamente, ya que no soporta la satisfacción y se identifica con
la carencia. De hecho, es seductor y, en comparación con los otros E4, vive la sexualidad
intensamente y puede superar la vergüenza y el sentimiento de inferioridad que siente,
aunque lo oculte o reprima. Puede decirse que las personas con un carácter E4 que se
entregan a la sexualidad a menudo buscan compensar el amor materno que les ha faltado o
que les ha sido dañino.

En referencia a las situaciones lúdicas, mis expresiones de alegría siempre han sido
mortificadas y experimento el placer con culpa. En una relación amorosa, para
abandonarme y sentir placer, tengo que sentir que amo y que me aman. Sin embargo, debo
decir que he utilizado el sexo para atraer a los hombres. Como siempre me he sentido
indigna de amor, cuando un hombre se ha interesado por mí siempre he pensado: "si no le
doy sexo, ¿qué le voy a dar? ¿Qué puede encontrar en mí? Si le doy placer, se queda". Así
que mi actitud era mercantilista. Doy placer y a lo mejor consigo amor. TERESA CERULLO
El amor compasivo está en todos los E4: cuidar al otro, sufrir por el otro. Se reconoce en la
sensibilidad intensa, aunque no siempre se materializa con acciones de cuidado efectivas,
como en el caso del subtipo conservacionista. Los E4 sexuales no saben sufrir mucho ni se
esfuerzan por cuidar. Pero pueden ser protectores "animales", en caso de que su vida esté
en peligro. Es propio de todo E4 cobrar por dar tanto al otro; pero en el E4 sexual, como ya
hemos visto, cobra exigiendo que le devuelva lo que ha dado, con una pretensión agresiva.
Quizá el amor compasivo lo tenga un poco más desarrollado. Soy una persona empática,
maternal, generalmente cariñosa. También con mi pareja me gusta ser madre, cariñosa.
Pero todo esto hay que reconocerlo, si no, más que una madre, me convierto en una mala
madrastra. Este pensamiento me horroriza. TERESA CERULLO El E4 admira en el sentido
de que ve al otro como alguien que tiene lo que a él le falta. Es una admiración envidiosa
que se convierte en desprecio; al subtipo sexual le cuesta admirar, mejor decir que idealiza,
sobre todo en la pareja, y muy fácilmente la destruye porque se decepciona cuando el otro
aparece con sus límites. Este subtipo también es muy sensible a los temas sociales de
injusticia y puede estar muy implicado en batallas por la igualdad o la defensa de los
excluidos y más necesitados. Puede ser una persona apasionadamente dedicada al rescate
de los que sufren; en este sentido, siente una gran admiración por los valores de solidaridad
y colaboración.

Admirar el amor es lo que más me falta. No me resulta fácil admirar a alguien. Para que lo
haga, debe tener características como honestidad, sentido de la justicia, inteligencia
superior y un gran corazón. Una persona especial, como Claudio Naranjo. No soporto a los
jefes, que suelen ser indignos de su cargo y por los que siento respeto y desprecio al mismo
tiempo.

En la pareja, es imprescindible que sientas admiración para poder querer al otro, aunque
entonces no hago más que denigrarle. Si no me ve, no me escucha, no me reconoce, le
desprecio. Tengo que sentir que el compañero es superior a mí, pero al mismo tiempo esto
es un obstáculo para mí y tengo que demostrar que no lo es, para no sentirme pequeño e
indigno. Aquí empieza la lucha por la supremacía. Despreciar, ofender, herir es mi
especialidad. TERESA CERULLO 9 PERSONAJES HISTÓRICOS: MARQUÉS DE SADE,
SAN AGUSTÍN Y FRANCISCO DE GOYA MARQUÉS DE SADE POR VANESSA
DOROTEA Escritor y filósofo, influido por La Mettrie y Rousseau, asumió un compromiso
privado consigo mismo, luchó por su derecho a ser lo que era y trató de demostrar en sus
obras que incluso una criatura tan sumamente inmoral podía llegar a ser representativa de
un sistema moral diferente, siempre que derivara de la verdadera naturaleza del hombre.
Así es como Sade formula la máxima popular del retorno a la naturaleza, a los instintos. Los
derechos naturales corresponden al hombre natural, y el más grande es la libertad. No hay
nada más bello y más grande que el sexo, y no hay curación sin sexo. Se sentía masoquista
o sádico y, con tal polaridad, todo conducía a la satisfacción y a la liberación. Su género
mítico apunta al animal que llevamos dentro y al extraordinario papel de la inteligencia al
servicio de ese animal. No estaba loco, como les hicieron creer, sino que razonaba de otro
modo. Su musa era el odio, pero llevaba la herencia de la luz del amor ligada a Petrarca. Su
antepasado, el marqués Hugo de Sade, se casó en el siglo XIV con Laura de Noves, que
alcanzó la inmortalidad inspirando sonetos atormentados y anhelantes de Petrarca. Sade se
ocupó de la memoria de Laura, que formó una familia numerosa y murió joven. Ella se le
aparecía en sueños y le consolaba, y esto suena sentimental en alguien que "habría
apagado el Sol para no alumbrar a la humanidad", con una audaz veta de odio al mundo.
Donatien Alphonse François de Sade nació el 2 de junio de 1740 en París y fue bautizado
en Saint-Sulpice por dos criados, los únicos presentes, que habían olvidado su nombre. Su
genealogía se remonta al siglo XIV. El padre fue mariscal, ministro plenipotenciario en
cortes extranjeras y gobernador en cuatro provincias; su matrimonio con Marie Eleonore de
Maillé de Carman le emparentó con las poderosas familias de los condes Borbón y
Richelieu, por lo que pasó su infancia en el castillo de Condé.

Unido por mi madre a la Monarquía, participé, a través de mi padre, en los distinguidos que
contaba la provincia de Languedoc; en la abundancia y el lujo, imaginaba que la naturaleza
y el destino se aliaban para colmarme de dones; lo creía porque eran tan necios de
asegurármelo, y esta ridícula presunción me hizo arrogante, despótico e irascible; pensaba
que todo debía someterse a mí, que todos tenían caprichos y que yo era el único con
derecho a tener y satisfacer.

Un ejemplo ilustra ese peligroso pensamiento alimentado en mí: Nací y viví en el palacio del
príncipe, a cuya familia pertenecía mi madre. Él era de mi edad. Me acercaron a él para que
pudiera pedirle protección en cualquier momento. Un día, jugando, me enfadé porque
quería quitarme algo y se sentía con derecho, por ser superior. Respondí con golpes; nada
me detuvo y tuvieron que separarnos. (Historia de Aline y Valcour).

A los cuatro años, sin conocer aún a su padre, viajó a casa de su abuela Louise Aldonse,
en Avignon. "Me enviaron a casa de mi abuela, cuya ciega ternura me alimentó con toda
clase de vicios". Su madre viajó con su marido por negocios y él se quedó un año con su
abuela y unas tías que mimaron al hermoso niño y le hicieron travesuras. Cuando
decidieron que necesitaba un educador, eligieron a un pariente, el abate y escritor Jacques
de Sade, amigo de Voltaire, de vida frívola y mundana. El abate, de cuarenta años, educó a
su sobrino desde los cinco hasta los diez años. Se dice que la personalidad libertina del tío
influyó negativamente en el niño. Durante diez años, fue al colegio jesuita de
Louise-le-Grand con el abad Amblet, de seis de la mañana a nueve de la noche. Durante el
internado vio poco a su padre y a partir de 1760 casi nada a su madre, que se retiró en un
convento carmelita, lo que nos habla de una carencia familiar. A los catorce años, abandonó
la escuela por orden de su padre y se fue a Versalles, a la academia de caballería de la
guardia real. Su padre quería que su único hijo -otros dos habían muerto después de nacer-
hiciera carrera militar; el patrimonio familiar disminuía mucho debido a la mala
administración. Dos años más tarde, Sade marchó a Alemania, a la Guerra de los Siete
Años, como capitán de caballería; en sus años de militar, su vida desenfrenada de placer
asustó a su padre. Perdió grandes sumas de dinero en el juego. En su novela "Historia de
Aline y Valcour", escribe: "Estalló la guerra. Entrenamiento. Mientras otros iban a la escuela,
yo estaba con mi regimiento. Mi familia, atenta a mi servicio en el Ejército, no me dejó
terminar mi misión. Les aseguro que fui valiente. Mi impetuosidad innata, el alma, el fuego
que me concedía la naturaleza se asociaba a una virtud indomable, la valentía, injustamente
valorada entre los soldados, junto con la intrepidez y el ímpetu. Cuando mi regimiento fue
destruido, nos enviaron de vuelta a los barracones". Esta fase, moralmente, tuvo
consecuencias muy destructivas

En 1763 regresó a su casa paterna en París y llevó una vida desenfrenada de placeres,
deudas de juego y honores. Cliente asiduo de los tocadores, no consideró necesario
presentar sus respetos al rey. Sade evita a su padre, misántropo y lleno de reproches, y
agrava la economía familiar con deudas. El padre considera que el matrimonio es la única
salvación para su hijo. Pero Sade quería casarse con Laure de Lauris, de la que estaba
enamorado. El marqués amó cuatro veces en su vida apasionadamente y sin sadismo, una
de sus contradicciones. Su amada había entregado su corazón a otro hombre y él le
escribe: Sin duda habrás juzgado los sentimientos de mi corazón hacia el tuyo. Vana razón,
dictada por la falsedad, ingrato impostor. Teme unirse a alguien que la adora. Los eslabones
de una cadena persistente sólo son una carga para ti, y tu corazón susceptible a la
inconstancia y a la frivolidad, no fue lo bastante delicado para reconocer su encanto. Mi
amor no era suficiente para ella. Enorme, nacido para hacerte infeliz. Que la infelicidad del
traidor que ha ocupado mi lugar en tu corazón haga que el amor te parezca un día tan
odioso como tú has hecho la infidelidad a mis ojos. Pero, ¿qué digo? ¡Ah, amado amigo,
divino amigo! Único contento de mi corazón, única delicia de mi vida, ¡adónde me lleva mi
desesperación! Perdona las palabras de un infeliz fuera de sí, cuya única meta es la muerte
una vez que ha perdido lo que ama. ¿Quién puede atarme a la vida cuya única felicidad
eres tú? Te pierdo, pierdo mi vida, muero la muerte más cruel, estoy aturdido, querido
amigo, ya no estoy en mi sano juicio, las lágrimas fluyen, veo a través de una nube. ¡Sólo
en ti anhelo y deseo! ¡Sólo pienso en ti!

La elegida fue Renée-Pélagie de Montreuil, hija del presidente del tribunal de apelación y de
una mujer decidida e inteligente llamada la Presidenta. La familia Sade estaba
completamente arruinada y el padre pidió prestado dinero para los trajes y el carruaje. Antes
de la ceremonia, llegaron rumores a Mme. Montreuil sobre su futuro yerno. En 1763 fue una
boda de lujo. Desde la luna de miel, Sade fue espiado por el inspector Marais, que enviaba
informes a su suegra. Los proxenetas enviaban chicas a Sade, además de tener encuentros
con bailarinas, actrices y coristas. Sade no se dejaba ver en sociedad ni se relacionaba con
gente de su condición. Esta introversión y recelo despertaron la ira de la sociedad
versallesca, que lo tomó como un desprecio y una falta de orgullo de casta. La vida que
llevaba no estaba bien vista a nivel social y fue encarcelado seis meses después de su
matrimonio. Al cabo de catorce días, su suegra consigue liberarlo Cuando salió de la cárcel,
Renée estaba embarazada y luego abortó. Amaba a su marido a pesar de sus ausencias. Él
la consideraba fría y mojigata. Durante dos décadas se entregó totalmente a ella y en
circunstancias humillantes defendió sus intereses incondicionalmente. A diferencia de su
hermana menor Julie, con la que Sade se habría casado de buena gana, Renée era sencilla
y corpulenta. Le dio tres hijos a su marido.

Tras la cárcel, permanece monógamo en el castillo familiar de su esposa, dejándose mimar


y dedicándose a la lectura. En 1764 viaja a París, donde tiene dos amores apasionados:
Collete (una actriz de dieciocho años) y la bella Beauvoisin, que lo retuvo en sus redes
durante dos años.

En 1766 muere su padre. La relación entre ambos siempre había sido ceremoniosa y
distante, ya que el padre despreciaba a su irrespetuoso hijo, cuyo carácter perverso
consideraba incorregible. En los nueve años que siguieron a la muerte de su padre, y al
desengaño amoroso con Beauvoisin, se sucedieron todos los escándalos que hicieron del
marqués el libertino más desalmado del reino. Se tomó la libertad de agotar su yo
desenfrenado y satisfacer sus deseos perversos y sus instintos sádicos.
En 1768, llevó a su casa de Arcueil a una muchacha, Rose Keller, que más tarde apareció
maltrecha diciendo que, amenazada de muerte, había huido de la casa del marqués, que la
había azotado cruelmente. Su esposa y su suegra consiguen que Rose Keller retire la
denuncia a cambio de una suma de dinero. Pero fue detenido e ingresó en prisión, donde
permaneció hasta noviembre de 1768. Fue el primer escándalo, aunque ya se sabía que se
flagelaba en burdeles, algo habitual pero oculto en aquella época Se dedicó a escribir teatro
y en 1772 representó su primera obra en el castillo familiar. La ambición teatral prevaleció
sobre la escritura. Asiduo al teatro, conocía el ambiente, asistía a los ensayos, dominaba la
declamación dramática y comenzó a dirigir sus propias obras. Tendría que esperar treinta
años para alcanzar el éxito como director teatral. En 1769 tiene su segundo hijo y en 1771
su tercera hija. Vive en el castillo familiar de La Coste, gastando mucho dinero en
decoración, a pesar de las dificultades financieras que le llevan a la cárcel por tercera vez,
esta vez por sus deudas, mostrando un rastro de irresponsabilidad. Invita todos los meses a
la nobleza a representaciones teatrales y bailes. Llega a La Coste su joven cuñada, Ana
Prospère, que se convierte en la gran pasión amorosa de su vida. Se entrega a ella con
ciega sinceridad, y el mundo lo define como un monstruo moral. Fue capaz de una auténtica
pasión amorosa hasta la autodestrucción (rasgo típico del E4 sexual). La amaba más que
ella a él, con gran intensidad emocional. No habrá escándalos ni otras mujeres hasta 1772,
cuando parte urgentemente a Marsella en busca de dinero; allí se reúne con cuatro jóvenes
prostitutas para pasar una de nueve colas, ya que no alcanzaban el ardor adecuado (quería
hacer feliz el mañana. Además del látigo aceptaron la sodomía), les ofreció bombones de
cantaridina, una sustancia para provocar la excitación sexual. Tuvieron que llamar al
médico, que presentó un informe al fiscal. Le acusaron de intento de envenenamiento, pero
las chicas retiraron la denuncia a cambio de una indemnización. La detención no llegó a
producirse porque Sade y su lacayo huyeron. En 1772 ambos son condenados a muerte por
absentismo. Cuando se entera de que la policía le busca en Marsella, hace las maletas y se
marcha a la frontera italiana con su cuñada, que no regresará al castillo en meses.

Al seducir a Ana Prospère, hija soltera del poderoso Presidente, convierte a la suegra de
éste en su enemiga mortal; ésta ordena su detención en diciembre de 1772, pidiendo que
se pongan a su disposición todas las cartas y escritos de Sade. En 1773 huye de la cárcel.
La muerte de Luis XV y el cambio de trono beneficiaron al marqués durante un tiempo, y
nadie se preocupó por él. hasta que se produjo un nuevo escándalo con quinceañeras
contratadas con la excusa de un trabajo que incluía la bacanal sexual del marqués. Al
potente deseo sexual de Sade se sumaba la curiosidad intelectual, el afán por investigarlo
todo. Era un monstruo inteligente y fuerte en el análisis personal y en la propia observación
durante sus excesos. Después de ceder a las irresistibles inclinaciones del sadismo, era
capaz de llevar la vida de un noble, retraído y dedicado a la familia y a la lectura.
Representa muy bien la parte intelectual del personaje, la capacidad de un profundo análisis
de sí mismo y la doble vida. En 1775, a la edad de 35 años, recibe la noticia de que su
suegra ha obtenido una nueva orden de detención. Huye de nuevo a Italia. En 1777 muere
su madre. Sade había sentido poco afecto por ella desde su juventud porque era fríamente
indiferente, como con su padre, con escasas visitas de cortesía: una relación carente de
amor y de total distanciamiento, donde los rasgos de falta de cariño y ternura son evidentes
en la infancia.

Viaja a París y es detenido con una carta de caché firmada por Luis XVI. Asustado, ingresa
en la temida prisión de Vincennes, que era una especie de internamiento de seguridad para
un prominente incorregible. Disfruta de privilegios en el calabozo, lo decora y se abastece.
En 1778, el rey ordena la revisión del caso, se anula la sentencia anterior y, en un
procedimiento de urgencia, el tribunal sólo impone al marqués una pequeña multa y una
reprimenda por desorden excesivo. Le vuelven a detener porque su suegra no quiere dejar
en paz a su odiado yerno, huye de nuevo y comete una nueva imprudencia. Es detenido y
encarcelado en Vincennes, en una celda peor que la anterior, casi sin luz. Escribe cartas a
su mujer durante doce años, hasta que comprende que el propósito no es permitirle volver a
ser libre. A los cuarenta años le consumen los deseos sexuales y pierde la razón. Es un
preso muy molesto, pendenciero y alborotador, además de caprichoso y sorprendente. Un
día es dulce y educado, y al siguiente está insultando a todo el mundo (rasgos: cambios de
humor lunáticos, polaridad amor/odio, no conecta con su dolor, agresivo). Su mujer sufre
estos cambios, la agrede cuando no sigue sus instrucciones y peticiones, a pesar de cumplir
sus órdenes (Rasgos: insatisfacción permanente, maltrato). La ofende por carta y la insulta
cuando lo visita, con celos, sospechas y odio por ser hija del culpable de su fatalidad
(Rasgos: ataca para defenderse, inseguridad oculta, proyecta su odio).

En Vincennes no puede ir demasiado lejos, así que en 1780 Sade empieza a escribir. Leía y
escribía mucho, alejado del mundo y de las mujeres, creando universos imaginarios. Sus
obras eran una confrontación entre su mundo interior y el exterior, odiado por una moral
distorsionada, de la que se sentía víctima. En los años de aislamiento escribió doce
volúmenes y diarios. Se le permitía escribir con controles, confiscaciones y prohibiciones,
por lo que hacía copias que escondía o entregaba a escondidas a su mujer cuando le
visitaba. Escribía para desahogar sus instintos y abandonarse a sus vicios, sin temer la
persecución. En 1781 recibió la noticia de la muerte de su cuñada a causa de la viruela. Al
cabo de cuatro años, la marquesa obtiene permiso para visitarla en Vincennes. Las escenas
de celos eran tales que le negaron las visitas y la correspondencia. Pero ella era la única
que le amaba y debía asegurarse de que así siguiera siendo, aunque él sólo sintiera cierto
erotismo hacia ella. Sade tuvo dos hijos y una hija (de la única se sabe que era una joven
fea y aburrida, según las crónicas). Los niños vivían en el castillo de su abuela materna. A
finales de 1783 Louis-Marie, el hijo mayor, escribe a su padre para informarle de su ingreso,
a los diecisiete años, en el regimiento Roha-Soubise, lo que enfada a Sade, que no ha sido
consultado. Su criado Rousset muere, lo que provoca el abandono y la ruina del viejo
castillo de La Coste. En 1784 es trasladado a la Bastilla. Se le permite amueblar la celda a
su gusto (pide cortinas de seda y otros muebles) y la comida es abundante. Allí escribió sus
obras maestras: Justine, Aline y Valcour, Filosofía en el tocador, Diálogo entre un sacerdote
y un moribundo y Los 120 días de Sodoma.

En 1786 y 1787 se le restringieron las visitas porque era imprevisible e irascible. En 1787 se
le concede una hora de paseo al día y se le asigna un criado. Comienzan los problemas de
salud: inflamación de la córnea por trabajar con poca luz y obesidad debido a la limitación
de movimientos. Durante su injusto cautiverio (por la poderosa suegra) aprovechó todas las
oportunidades para protestar y rebelarse; fue el prisionero más rebelde del rey. Amenazó
con intentos de fuga. Nunca aceptó su situación ni se resignó, reivindicó permanentemente
su derecho a la libertad. (Rasgos: Lucha y lucha constante) En 1789 se cumplían quince
años de su cautiverio y en París comenzó la agitación. Se redoblaron las medidas de
seguridad, prohibiendo pasear a todos los prisioneros. Él no lo aceptó y amenazó: cogió un
tubo con un embudo como amplificador y gritó que querían matarle. Fue trasladado a
Charenton (hospital psiquiátrico) y en diez días estalló el levantamiento popular, la Bastilla
fue asaltada, demolida e incendiada y el gobernador sufrió una muerte cruel. El 14 de julio
de 1789 comenzó la Revolución Francesa. En mayo de 1790, escribe a su amigo Gaufridy,
tras su traslado a Charenton: "¡Mis manuscritos! Lloro lágrimas de sangre. Las camas y las
cómodas son reemplazables, pero no los pensamientos. No, amigo mío, no estoy en
condiciones de describir mi desesperación por esta pérdida irreparable. Desde entonces la
delicada Madame de Sade no quiere saber nada de mí, quiere aniquilarme y me pide el
divorcio. La marquesa podría haber recogido sus cosas, pero no lo hizo. Sade estaba
furioso. Tampoco se había hecho cargo de los numerosos manuscritos que le había
entregado en secreto durante sus visitas a Vincennes y a la Bastilla. Declaró que se los
había dado a otros, que los habían quemado. Estas declaraciones provocaron en Sade
ataques de ira y horribles escenas de odio, que vivió como un abuso. Amenazó a su mujer
con escandalizarla; ella le contestó que sería peor si testificaba. Sade aceptó una
separación ruinosa que le causó grandes dificultades económicas.

Cuando fue liberado se hizo llamar ciudadano Donatien Sade. Frecuentó los círculos
teatrales y conoció a la actriz Constance Renelle, de cuarenta años, con un hijo,
abandonada por su marido. Permaneció con el marqués hasta su muerte. Supo tratar a
aquel hombre insufrible, caprichoso y maniático, y él, a su vez, le correspondió con afecto y
gratitud.

Sade escribió mucho teatro, la mayor parte inédito. En 1791, a los cincuenta y un años,
estrenó una de sus obras en el Teatro Molière, pero un altercado provocó su suspensión.
Después se le abrieron más puertas. Gozó de estima literaria, representó obras y mejoró
bajo los cuidados de su amigo.

A pesar de sus problemas físicos, su deseo sexual no disminuyó, como muestran los nueve
libros siguientes, especialmente Justine y Juliet. Sentía un placer más profundo por la
invención y la escritura; se había convertido, gracias a su dedicación, en un verdadero
escritor. A finales de 1791 escribió a su amigo Gaufridy: "No pertenezco a ningún partido, y
a todos al mismo tiempo. Estoy en contra de los jacobinos, los odio a muerte, venero al rey
pero niego el abuso de poder. Me gustan mucho los artículos de la Constitución, otros me
indignan, desearía que su sentido volviera a la nobleza; haberla suprimido no ha traído
ninguna mejora. Quiero que el rey sea el jefe de la nación y no quiero ninguna asamblea
nacional. Prefiero dos cámaras como en Inglaterra; contiene la autoridad de los reyes, y es
sustituida por la necesidad de una nación representada en dos clases; la tercera (el clero)
es inútil, no quiero saber nada de ella. Mi frase: ¿qué soy entonces? ¿Aristócrata o
demócrata? Dímelo, te lo ruego, porque ni yo mismo lo sé". (Rasgos: elaboración mental
pero inseguridad de las propias ideas, posicionamiento difícil

Pero Sade se une y participa activamente en el proceso revolucionario. Estará en la


celebración del 14 de julio en 1790, y en 1791 es invitado a la asamblea de ciudadanos
activos. Colabora con discursos como Ideas sobre el método de promulgación de las leyes.
Se le encomiendan tareas para la organización de la mejora de los hospitales y la asistencia
pública y es nombrado secretario de su sección. Siendo presidente, le llega la acusación
contra su suegra y su marido; podría haber pronunciado su sentencia de muerte, pero
retrasa el proceso y consigue. para los que le mantuvieron en prisión más de diez años,
dinero para huir de Francia. Vemos su generosidad y el hecho de que no le entusiasmaba la
nueva situación; aborrecía el derramamiento de sangre diario con la guillotina, su sadismo
era de otro tipo. Debido a su postura a favor de los acusados inocentes, debe renunciar a su
presidencia. En 1793 es detenido sin saber por qué. Constance permanece a su lado. En
1794 es liberado, tras la caída de Robespierre y con Napoleón en el trono. En adelante.
Sade y Constance (apodada la Sensible) viven en la miseria y en 1799 acuden a mendigar.
Continúa con enemigos que le acusan de Justine o de las desgracias de la virtud que Sade
niega (su obra maestra), sintiendo el peligro del poder. "Soy un libertino de fantasía y de
comportamiento inaudito, un ateo hasta el fanatismo; mátenme o tómenme tal como soy, ya
no puedo cambiarme", escribe. (Rasgos: sinceridad o sincericidio, provocación,
transgresión, riesgo, descuido, autodestrucción).

En 1801 es detenido en casa de su editor y se le incautan numerosos manuscritos. No será


libre durante los trece años siguientes, hasta su muerte. La familia está de acuerdo: sus dos
hijos militares se avergonzaban del padre. Declarado enemigo público y enfermo mental, es
internado sin juicio. Pasa un año en una prisión civil, con una conducta escandalosa, y
luego es trasladado al manicomio de Charenton a los sesenta y un años. El director
Coulmier acoge cortésmente al anciano Sade y concede alivio al injustamente internado.
Dispondrá de muebles, alfombras y cortinas, una biblioteca con 300 libros y permiso para
pasear por sus jardines. Constance vive varios meses al año a su lado, escribiendo sus
dictados cuando le falla la vista. A pesar de los secuestros policiales, las novelas prohibidas
de Sade siguen imprimiéndose. Ofrece representaciones teatrales en Charenton con los
reclusos como actores, a las que asisten importantes personalidades. Allí escribe diez
volúmenes de obras teatrales. En 1810 muere la marquesa de Sade, divorciada, a la que
nunca perdonó la pérdida de sus manuscritos. En 1813, las obras del marqués en
Charenton dejaron de representarse por orden del ministro.

El 1 de diciembre de 1814 sufrió un ataque de asma, uno de sus hijos le visitó, y al día
siguiente murió con su nodriza Constance a su lado. Será enterrado en el cementerio de
Charenton con una ceremonia religiosa, en contra de su voluntad.

En resumen, Sade era un hombre instintivo con múltiples contradicciones. Inestable,


extremista, irresponsable, canalla. Miente, engaña, carecía de orgullo, tenía poca
compasión. Era agresivo, luchador, libertario, artista, creativo: todo lo contrario de un noble
francés; pero al mismo tiempo se considera un aristócrata y desprecia a las clases bajas. Su
relación con el dinero y los aspectos prácticos puede calificarse de infantil.

SAN AGUSTÍN DE HIPONA POR ANNIE CHEVREUX Agustín de Hipona (354 a.C.-430
d.C.) nació en Tagaste, provincia de la Numidia romana en el norte de África. De familia
profundamente romanizada, no pasa por alto sus orígenes bereberes. Su madre, una
ferviente cristiana que más tarde se convertirá en Santa Mónica, intenta con poco éxito
inculcarle los principios básicos de la religión. El joven Agustín lleva una vida turbulenta,
dando tumbos sin encontrar su propio camino. Brillante estudioso de las letras, amante de la
poesía y muy elocuente, se dedica con fervor al teatro, que le proporciona fama y elogios.
Su carácter apasionado, impaciente, impulsivo y sensual no le impide interesarse por la
filosofía. Fue decisivo para él descubrir a Cicerón. Como ferviente buscador de la verdad, se
interesa por muchas escuelas filosóficas sin llegar a adherirse a ninguna. Busca sin éxito en
doctrinas heréticas el método que guíe su vida y practica el maniqueísmo, que acaba
abandonando. Parte hacia Roma, donde cae gravemente enfermo. La dolencia que padece
es moral. Ya recuperado, conoce en Milán al obispo Ambrosio, que le ha inmovilizado no
sólo físicamente, sino que le servirá de mentor al recomendarle la lectura de Plotino y de las
Epístolas de Pablo de Tarso. Estas lecturas son decisivas para que se convierta al
cristianismo. Renuncia a la vida mundana y decide vivir ascéticamente. En su deseo de
profundizar en el origen del mal, estudia a los neoplatónicos. Considerado el "Doctor de la
Gracia y el mayor pensador del cristianismo del primer milenio, terminó su vida en Hipona
(provincia de Numidia), donde fue obispo.

Entre sus obras filosóficas y teológicas, las Confesiones representan en el mundo


occidental una autobiografía espiritual en la que acusa y se arrepiente del pecado de haber
perdido el tiempo, que, como la memoria y la interioridad, son ideas de la mayor importancia
dental y en su propio proceso de conocerse a sí mismo.

Los estudiosos de san Agustín ven su peregrinación espiritual como un itinerario tortuoso y
atormentado; su existencia implica "un sentido de búsqueda y lucha. Un sentido agónico,
casi trágico, que da a todas sus acciones la emoción apasionada de la lucha. Todo esto se
refleja en las Confesiones, la autobiografía de san Agustín, en el tono jadeante y anhelante
con que se dirige a Dios, pidiéndole repetidamente perdón por haber tardado demasiado en
entregarse a él, en romper con la secta maniquea. , por la que siguió peregrinando en la
búsqueda espiritual.

Aquí se recoge lo que se consideró importante sobre cómo trascender el ego: - Reconocer
lo bueno y lo malo dentro de uno mismo. La responsabilidad:

No salgas fuera, entra dentro de ti donde encontrarás el origen de todos tus bienes y de
todos tus males. Yo soy el que quiero y el que no quiero, el que busco, el que consiento. Mi
corazón es el centro de la controversia y la disputa dentro de mí". "Ir y llegar no era más que
querer ir". "El mal era la perversión de la voluntad". "Yo era el origen del hábito que
prevalecía contra mí, puesto que había llegado voluntariamente donde no quería".

- Dificultad y distracción:
"El yo interior impedido y atraído por la realidad que le rodea y que anhela poseer".

- Reconocerse pecador Reconocerse en la lucha: "Preferí excusarme y acusar a no sé qué


cosa extraña que había en mí y que no era yo... Mi pecado era el más incurable, porque no
me creía pecador. En mi execrable iniquidad, prefería derrotarte [hablar con Dios] para mi
perdición que ser derrotado por ti para mi salvación."
- Llevar la contraria, ir contra uno mismo:

...ni siquiera sospeché ligera y oscuramente cómo era una sustancia espiritual (enseñanzas
de la secta de los maniqueos). Así que me avergoncé, pero con alegría, de haber estado
ladrando durante tantos años, no contra la fe católica, sino contra el engendro de mi
inteligencia carnal. Había sido impío y temerario por haber dicho condenando lo que debí
aprender preguntando." "Y tenía tanto miedo de verme libre de todos aquellos obstáculos
que me rodeaban, cuando es justo ser impedido por ellos" -Apego a la obstinación: "El mal
acostumbrado era más fuerte que el bien inexperimentado"

- No abandonar la lucha interior. Apego al sufrimiento:


¿Hasta cuándo, hasta cuándo, mañana, mañana? ¿Y por qué no ahora? ¿Por qué no poner
fin a mi torpeza en este mismo momento?".

- Apego a la enfermedad: "... Estaba completamente segura de que era mejor para mí
rendirme a tu amor que someterme a mis deseos. Pero uno me complacía y ganaba; el otro
me complacía y me ataba".

-pertenencia. Fuente: "La luz no brillaba sobre mi mente, del modo en que el aceite flota
sobre el agua o el cielo cuelga sobre la tierra. Estaba por encima de mí porque era la misma
luz que me había hecho, estaba por debajo porque había sido hecha por ellos"
-Competencia (en relación con el obispo Ambrosio):
Yo, por mi parte, empecé a amarlo. Al principio no como doctor de la verdad... sino como
hombre afable conmigo. Empecé a escucharle con atención... pero no con la debida
atención. Quería juzgar por mí mismo si lo que decían de sus dotes de orador era cierto, si
su fama como tal era mayor o menor de lo que *decía....
-Búsqueda de reconocimiento. competencia con uno mismo .... El deseo de alabanza nos
lleva a mendigar la aprobación de los hombres, atribuyéndola a una cierta excelencia
personal. E incluso cuando me lo reprocho a mí mismo, sigo tentado por el deseo de
alabanza. En el acto mismo de reprocharme hay una tentación, pues con frecuencia me
envanezco aún más por haber despreciado la vanagloria.

FRANCISCO DE GOYA POR AURORA SPINOZA Francisco de Goya nació en 1746 en


Fuendetodos, cerca de Zaragoza, el menor de los seis hijos de un maestro dorador y una
mujer de una familia caída de la nobleza aragonesa. En 1749 la familia se trasladó a
Zaragoza por motivos comerciales, donde Francisco asistió a las Escuelas Pías de los
Escolapios y conoció a Martín Zapater, quien más tarde, dedicado al comercio, velaría
celosamente por los intereses del pintor. Permanecieron unidos toda la vida por una
profunda y sincera amistad: "Preferiría caer en desgracia y estar contigo para alcanzar esa
satisfacción que hemos disfrutado en el pasado y que ni las alabanzas ni las gratificaciones
de reyes y príncipes pueden darme" >. Su temprana aptitud para el dibujo y la pintura le
llevó siendo adolescente a entrar como aprendiz en el taller del pintor local José Luzán y
Martínez, donde conoció a Francisco Bayeu, que le sería de gran ayuda en su carrera como
pintor. Debido a su carácter bromista y entregado a la locura amorosa, se vio obligado a
abandonar Zaragoza a los dieciocho años, tras una sangrienta pelea en la que resultaron
heridos tres hombres. En 1763 llegó a Madrid siguiendo a Bayeu y allí, además de una
intensa actividad de estudio, pasaba el tiempo en tabernas, bebiendo y apostando, o dando
serenatas a las bellas muchachas. También participó en varias corridas de toros y, para
demostrar su fuerza e intrepidez, no dudó en unirse a una cuadrilla de toreros.

En Madrid, centro de renombrada cultura internacional, el pintor aragonés afianzó cada vez
más su convicción de hacer arte y fortaleció su fuerte deseo de afirmación y reconocimiento,
incluso habiendo fracasado dos veces en las oposiciones de la Academia de Bellas Artes.
Precisamente este rechazo, unido a su estilo antiacadémico y sin escrúpulos, fue el acicate
que le impulsó a venir a Roma, encrucijada de las experiencias artísticas más avanzadas e
ineludible para quien deseaba hacerse un hueco en el mundo del arte. Ni siquiera en la
Ciudad Eterna pudo contener su impetuosa y amenazadora arrogancia. Parece ser que
secuestró a una muchacha del Trastevere encerrada en un convento por unos parientes de
la que se había perdido irremediablemente. Por este hecho fue perseguido por la policía y
se refugió con el embajador español, de donde fue repatriado a sus expensas, regresando a
Zaragoza en junio de 1771.

Oportunismo, capacidad histriónica y teatralidad Con un egocentrismo enfático que roza el


narcisismo, el E4 sexual no ve al otro, no lo tiene en cuenta, sólo se ve a sí mismo en el
acto de sorprender, provocando para compensar el profundo sentimiento de inadecuación y
siendo el protagonista absoluto de la escena.

Tras su repatriación, Goya recibe numerosos e importantes encargos de Bayeu con los que
consolida su reputación. También fue ventajoso el matrimonio con Josefa, hermana de
Bayeu, una mujer poco agraciada a la que, a pesar de las constantes traiciones, estuvo
tiernamente unido, debido al profundo valor que Francisco concedía a la familia. Siempre
gracias a Bayeu, se le encargaron los cartones para los tapices que decorarían el Palacio
de San Lorenzo en El Escorial y el Palacio Real de Gatopardo en Madrid, en los que el
pintor plasmó "toda la jovialidad colorista de las últimas glorias de la aristocracia española
del Antiguo Régimen". El éxito le aseguró un creciente prestigio entre las clases
aristocráticas. Por su comportamiento, amante de la caza, la buena mesa, la música, el
teatro, locuaz, irónico, bromista y seductor, era muy solicitado en los círculos más
extravagantes y relevantes de la vieja nobleza española. Para el joven artista, esta Su
posición de privilegio y reconocimiento unánime debía tomar la forma de una verdadera
redención social. Nacido en provincias, Bora podía por fin presumir de figurar entre los más
destacados de Madrid y compensar su mediocre y carente imagen de sí mismo.

Necesidad de reconocimiento. Temperamento artístico entre el compromiso y la


excentricidad Contactando con el sentimiento de soledad e inutilidad de su propia
existencia, el E4 sexual apela a sus dotes artísticas naturales y crea un personaje que
destaca por ser único y excepcional, con maneras extravagantes, estrafalarias, alejadas de
las formas de ser comunes.

En los cartones para tapices que representan escenas de la vida popular, según el
testamento de la futura reina María Luisa de Parma, Goya cede por fin a su propia inventiva.
La narración es más viva, llena de participación emocional a menudo de origen
autobiográfico, las pinceladas rápidas y fluidas y los colores cálidos y vivos transmiten la
alegría de vivir típica de la vida cortesana, pero también del propio Francisco. El éxito de
Goya estaba en su apogeo. En una carta a su amigo Zapater dice: "Si escribiera con más
tiempo, te contaría los honores que, por la gracia de Dios, me han hecho el Rey, el Príncipe
y la Princesa [...]. Les he besado la mano, ¡nunca he tenido tanta suerte!". Tras ingresar en
la Academia en 1780 gracias al apoyo del rey, Goya realizó numerosas imágenes, en su
mayoría retratos de los nobles de la corte madrileña con ojos despiadados e inmortalizados
en el lienzo como maniquíes de mirada fija y ajena. Impregnados de una gran estupidez y
miseria moral, a pesar de sus diversos honores y ropajes deganados, liberales por instinto y
progresistas de ideas, denunciaron con refinada y fría determinación el mal gobierno, la
corrupción, la inmoralidad y la indiferencia de los gobernantes que deberían preocuparse
por la suerte del pueblo.
ambición y arrogancia A través de la arrogancia y el orgullo de ser superior y más que los
demás, el E4 sexual intenta encubrir su tendencia a la autodestrucción, a la negación de
sus propias necesidades profundas y a la voluntad de destruir al otro, todo aquello que
pondría de manifiesto sus carencias. La notoriedad alcanzada por Goya comenzó a ir
acompañada de reconocimiento oficial. En 1786 fue nombrado Pintor del Rey por el nuevo
monarca Carlos IV. Su ambición estaba más que satisfecha: su presencia, en efecto, se
había hecho indispensable en las recepciones y diversas reuniones galantes. Escribió a su
amigo Zapater con gran presunción y arrogancia: "Ya no soy una antesala; el que quiere
algo de mí viene a buscarme, y yo me hago desear. Si no fuera por gente de muy alto rango
o por la insistencia de algún amigo, ni siquiera estaría trabajando. Y por el mero hecho de
hacerme desear tanto, no me dejan libre ni un momento. Su carácter histriónico y
falsamente acomodaticio le permitió atravesar, sin implicarse en absoluto, incluso los
turbulentos acontecimientos que sacudieron España en aquellos años. Mientras sus amigos
y protectores eran apartados del poder, Goya mantenía su posición y continuaba, como
pintor de corte, al servicio del nuevo rey y sus ministros.

Atracción y repulsión por el mundo femenino La búsqueda imposible de la persona ideal,


que todo lo comprenda y comparta, lleva al E4 sexual a adentrarse en un laberinto en el que
la única salida, para evitar rozar el verdadero y real sentimiento de la carencia, es negar el
sentimiento del amor y convertirlo en odio profundo Sin duda, Goya sentía una atracción
irresistible por las mujeres, en cuyos brazos buscaba ese calor que había echado de menos
de niño. En los numerosos retratos que les dedicó, más allá del rango social al que
pertenecieran, siempre trató de "incorporar el calor de la carne viva a la textura del cuadro".
La famosa Maja desnuda es una clara prueba de ello. Goya es consciente de esta
dependencia de lo femenino y responde con una actitud de decidida hostilidad. A menudo,
casi movido por un sentimiento de venganza mezclado con desprecio, intenta plasmar en
los retratos de mujeres su carácter más que su belleza, exponiendo su orgullo o su
vulgaridad, su intriga o su estupidez, su lujuria o su vanidad. A veces incluso las considera
una fuente de maldad: en el dibujo La mujer víbora, una joven se contempla en el espejo
que le da la imagen de una serpiente enroscada en torno a la guadaña de la muerte. Esta
ambivalencia de atracción y rechazo, de odio y amor hacia las mujeres, deriva seguramente
de la relación con su madre, una mujer exigente, afectiva e insatisfecha, incapaz de dar a su
hijo el amor maternal incondicional que Goya buscó desesperadamente en las muchas
mujeres de su vida. Aunque siempre la cuidó con esmero, responsabilidad y gran dulzura,
Goya siempre se sintió inadecuado, rechazado y no correspondido en su amor filial, hasta el
punto de escribir a su amigo Zapater con gran melancolía y tristeza: "No he podido tratarla
con más atenciones, ¡pero no he podido satisfacerla con nada!". Una herida de amor que
sin duda condicionó su vida afectiva y sentimental, desatando en él un sentimiento de
traición y resentimiento que aplacó, como un gran bálsamo, con su furia creadora y su
intensa ternura hacia los niños en los que encontró hospitalidad, protección y calor. Su niño
interior está sediento de amor, alegría y ligereza.

Enfermedad y descenso a los infiernos El contacto con la enfermedad y la muerte, el


aislamiento del mundo real, la ofuscación de los sentidos, la manifestación del profundo
sentimiento de autodestrucción, conducen inevitablemente a la e4. sexual como intento
extremo de salvación, a arrojarse al agujero negro de la propia existencia.
En 1792 sale de Madrid para un breve viaje a Andalucía, y en Sevilla le sorprende una
grave enfermedad. Le trasladan a Cádiz como huésped de un amigo comerciante. El pintor
yacía paralizado en la cama, atormentado por terribles dolores de cabeza y oídos, mareos y
trastornos oculares, hasta tal punto que temió por su vida. En una carta de Zapater a Bayeu
leemos: "En cuanto a Goya, como le he dicho, es su escasa reflexión la que le ha llevado a
donde usted se encuentra. A pesar de conseguir recuperarse tras una larga convalecencia,
Goya perdió la audición para el resto de su vida. Este episodio marcó un notable cambio de
estilo y temática en su pintura. Abandonando los tonos alegres de los cuadros anteriores,
produjo numerosas pinturas de pequeño formato, los "cuadritos", que retratan sucesos
terroríficos y brutales como naufragios, manicomios, incendios, ataques de bandidos y
personas oscurecidas. En estos pequeños lienzos, el sentido trágico y doloroso de la vida
emerge en toda su virulencia y verdad, el sentimiento de impotencia ante la voluntad del
destino y la conciencia de una profunda soledad del hombre (agudizada por la sordera):
demonios contenidos, hasta entonces, a raya de su ambición desmedida y de su arrogante
y engañosa autoafirmación Sin embargo, a pesar de la grave enfermedad, no le faltó
reconocimiento ni flaqueó su inagotable vitalidad. Es bien conocida su apasionada relación
sentimental con la duquesa de Alba, una de las mujeres más fascinantes, ricas y sin
escrúpulos de España, a la que dedicó dos extraordinarios retratos.

La verdad hasta la crueldad Atravesar el agujero negro de la existencia significa para el E4


sexual ver y captar en sí mismo y en los demás los aspectos más espantosos y terroríficos
de la acción humana. Al tomar conciencia de sus fechorías, en un intento de redimirse, se
convierte en un verdugo implacable, transformándose de víctima en verdugo.

Su especial sensibilidad ante las grandes convulsiones políticas que atravesaron Europa y
los dramáticos acontecimientos personales que vivió en aquellos años contribuyeron mucho
a este drástico cambio de tema y estilo. Era sensual, impetuoso, petulante, vanidoso, pero
también estaba dotado de un agudo sentido de la justicia y la humanidad. Amaba "la verdad
hasta la crueldad y tenía un agudo sentido crítico". Como artista, asumió la responsabilidad
de poner de relieve el verdadero abanico del mal en el que se entrelazaban los hilos de las
acciones llevadas a cabo en nombre de la justicia y de la misericordia divina. Sentía horror
hacia la Inquisición, de la que tuvo que defenderse varias veces, y odiaba profundamente el
fanatismo y la superstición, la ignorancia tradicional y el egoísmo ciego del alto clero o de la
aristocracia ociosa. En El entierro de la sardina (1812-14) y en la posterior Peregrinación a
la fuente de San Isidro (1821-23), el hombre pierde toda su humanización para convertirse,
a través de una pincelada áspera, violenta y corpulenta, en un elemento indistinto de una
muchedumbre delirante y alucinada, empujada por fuerzas caóticas y oscuras destinadas a
producir desastres incontrolables, no muy distintos de los que la guerra civil estaba
produciendo y produciría en aquellos años. Goya, de ser investigado, pasó a ser un
inquisidor al servicio de la humanidad.

Se mira en el espejo de la miseria humana

Espectador impotente de una realidad en la que conviven indisolublemente el bien y el mal,


vencedores y vencidos, tiranos y opresores, amor y odio, el E4 sexual asume una actitud
compasiva hacia la existencia humana y hacia sí mismo que le lleva a rendirse, a perder
intensidad emocional y a ganar lucidez. En el verano de 1793 inició la serie de grabados
titulada Caprichos, en la que, con cáustica y aguda ironía, representa, en la perspectiva de
ridiculizar la bajeza común en la España de la época, rostros tan astutos, hipócritas, agudos
y malvados como los perfiles de las rapaces [...] Brujas, aquelarres, travesuras, niños
asados en un espetón, qué sé yo. Todo el libertinaje del sueño, toda la hipérbole de la
alucinación (Baudelaire). Entre los grabados, el más famoso es sin duda El sueño de la
razón produce monstruos, en el que denuncia la progresiva decadencia de los valores de la
Ilustración en favor de las violentas pulsiones instintivas del alma humana. Esta conciencia
se manifestó de forma aún más explícita en los Desastres de la guerra, en los que, con la
visión lúcida y crónica de un testigo, se ponen por escrito las atrocidades y la violencia
brutal sufridas por la población a manos de las tropas napoleónicas. . En 3 de mayo de
1808 en Madrid: fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814), se representa la
ejecución de cientos de patriotas por las tropas francesas. En una pintura extremadamente
cruda, el artista "quiere expresar más que narrar, provocar más que informar". En el lienzo
en el que se representan con gran verdad todos los matices del sentimiento trágico del
hombre ante la muerte, encuentra su punto de apoyo en la figura central del condenado
que, en nombre del ideal de libertad y justicia, se ha jugado la vida. Una clara alusión del
artista a sus propios sentimientos.

"La noche oscura del alma"

Para el E4 sexual, descender a los rincones más oscuros de la propia existencia significa
identificarse con el sufrimiento más tenebroso, con el dolor universal, con la disolución y,
sobre todo, con la despiadada y desesperada lucha por la supervivencia que muchas veces
raya en tonos trágicos y espeluznantes. En 1819 Goya, tras perder sus privilegios y
abandonar la corte, se retiró junto a su joven compañera Leocadia Zorrilla, a la que conoció
en 1805 en la boda de su hijo Javier en una casa de campo a las afueras de Madrid. Tras
otra terrible enfermedad, Goya comenzó a decorar la casa donde pasaría sus últimos años.
El lugar, bautizado por los lugareños como "Quinta del sordo", se convirtió en un teatro en el
que la energía del mal se manifestaba en las más variadas formas de desesperación
obsesiva. En las noches de insomnio y delirio, el dolor personal asumía la inmensidad del
dolor universal, que en el pintor se manifestaba en un sentimiento de profunda angustia,
caracterizado por estados de alucinaciones y percepciones alteradas de la realidad. La
enfermedad y el estado degenerativo de su otrora poderoso cuerpo le enfrentaron al
verdadero y cruel sentido de la vida. La aparente tranquilidad que los honores y el dinero le
habían proporcionado antes de la guerra se desmoronó en una pena insuperable. Todo lo
dado y hecho, todos los pensamientos que le habían agitado, todos los dolores que había
sentido en secreto, en particular la muerte prematura de dos hijas, la muerte de su esposa y
sobre todo de la duquesa de Alba, revivieron de nuevo y aparecieron en su cuerpo
torturado, en su mente alucinada, en su corazón herido. Una noche oscura del alma que
pintó en las paredes de la casa, quizá para no volverse loco y desde luego para poder
expresarse y dar rienda suelta a la inquietud, a la violenta e irreprimible libertad inventiva.
Las visiones alegres y esperanzadas del pasado se transformaron en imágenes de una
humanidad deforme, grotesca, bestial, representada con una violencia expresiva hasta
entonces inusitada, o en terribles personajes de la mitología como Saturno devorando a sus
hijos (1821-23 ), cuadro que se ha convertido en un icono de toda la obra de Goya. El
cuadro recoge al dios devorando vorazmente a uno de sus hijos recién nacidos, aterrorizado
ante la profecía de que uno de ellos le robaría su poder. Las pinceladas -movidas por una
exasperada furia expresiva corpulenta y vivaz, capaz de expresar la agresiva oralidad que le
es característica- son fuertes, rápidas y densas, con un carácter sexual material E4. No hay
que descartar que en este cuadro de gran intensidad Goya quisiera representar a Saturno
en la figura del padre tiránico y repugnante hacia el que el joven Francisco sólo podía
albergar sentimientos de odio y desprecio por su infancia robada, así como la petición
indirecta de responsabilidades tempranas hacia la madre inadecuada. La suya fue sin duda
una relación competitiva tanto en lo afectivo como en lo profesional. Goya nunca compartió
con su padre, que también trabajaba en el medio artístico, ni sus éxitos y premios ni la
lujosa vida mundana que llevaba en Madrid. Le consideraba creíble y marginal, incapaz en
el papel de padre y esposo. Con motivo de su muerte, escribió a su amigo Zapater, con
claro desprecio, que había muerto sin testamento "porque no tenía nada que hacer".

Exilio: retorno a la fuente original Una vez adquirida la conciencia de que todos y todo
pertenece a un único gran diseño, en el que las partes individuales están conectadas entre
sí, el E4 sexual alcanza un estado de tranquilidad meditativa y puede abandonarse al flujo
de la vida como un continuo de experiencias y conocimientos, y formar parte de su totalidad
y plenitud.

Nada más terminar el ciclo de pinturas negras, Goya, acogiéndose a la amnistía concedida
por el rey, decidió abandonar el país y trasladarse a Burdeos, adonde llegó "sordo, viejo,
aletargado y débil y sin saber una palabra de francés, pero deseoso de ver mundo". En la
ciudad francesa, lejos de todo el mundo, pasó los últimos años de su vida con serenidad,
dedicándose a experimentar nuevas técnicas litográficas y enseñando el arte a su pequeña
y querida hija María Rosario. Habiendo dado forma y voz a sus propios demonios,
reconocidos como manifestaciones de las fuerzas vitales del universo, se había dado por fin
la posibilidad de poder abandonarse al fluir de la vida cuyo sentido no se desvela. Los
últimos años del artista se caracterizaron por una actitud más compasiva y acogedora. A
pesar de los achaques y el agobio de una existencia convulsa, Goya nunca perdió esa
extraordinaria vitalidad que, si antes se manifestaba en la búsqueda obsesiva de lo diferente
y lo desconocido, en el desafío al misterio, en la superación del límite, ahora se revelaba en
un saborear todo lo que la vida le ofrecía, captando los aspectos más íntimos, reales y
humanos. Una alegría de vivir y de conocer que le llevó incluso en el arte a experimentar
siempre con nuevas técnicas y soluciones de composición. En La lechera de Burdeos
(1827), que representa a la joven campesina que le llevaba leche cada día, considerada su
última obra, reaparecen los tonos claros de su manera juvenil, revisados a la luz de las
experiencias impresionistas. El pintor, de más de 80 años, dejó con esta obra una especie
de testamento espiritual que invitaba a las nuevas generaciones a mirar el arte y la vida
como un espectáculo eternamente renovado, ante el que hay que situarse inocentemente,
con el encanto y el asombro de un niño. En uno de los últimos dibujos, como si quisiera
darnos una clave para entender toda su existencia de hombre y de artista, representó a un
anciano apoyado en una muleta y un bastón, con la leyenda "Todavía aprendo": el último y
profundo acto de amor hacia la vida que no requiere más que ser vivida plena e
incondicionalmente.

No vivir sin él, sin su vida, sin su alma, y finalmente se va con Edgar a Thrush Farm.
Heathcliff desaparecerá durante tres años, sin revelar dónde estuvo ni qué hizo durante ese
tiempo. Pero sabremos que ha decidido vengarse de todos. Una de las reacciones del E4
sexual es no soportar la frustración, el dolor y la humillación, siendo la huida su mejor
respuesta ante situaciones que no puede sostener.
A su regreso se ha convertido, en apariencia, en un rico caballero. Ha sufrido una
transformación incluso física. Ya no es un niño de la calle, sino que, como cuenta Nelly
Dean, se ha convertido en un hombre, alto, atlético y bien construido. "Mi amo (Edgar)
parecía un joven a su lado. Al ver su continente erguido, se pensó que debía de haber
servido en el ejército. Su semblante tenía una expresión más firme y decidida que el del
señor Linton, delataba inteligencia y, al parecer, no conservaba rastro alguno de su anterior
inferioridad. En sus cejas fruncidas y en el brillo negro de sus ojos persistía su naturaleza
feroz pero contenida. Peligroso puede ser a veces el maquillaje y los cambios externos que
los E4 sexuales consiguen en su afán y necesidad de ocultar el dolor, la vergüenza y la
vulnerabilidad, al tiempo que han encubierto su odio manteniéndolo encendido como una
brasa encuentra a su amada casada con Edgar Linton, que accede a acogerle en su casa
por amor a Catherine, sabe que la hará feliz, y se lo dice claramente a Heathcliff, que le
replica descaradamente que sólo puede sentirse feliz en una situación si hace parte de ella
(egoísmo). "He vuelto sólo para ver tu cara, me he enfrentado a mucha dureza desde la
última vez que oí tu voz" (víctima y manipulador). Tienes que perdonar mi silencio, he
luchado sólo por ti" (sacrificado y recriminador). Y sin importarle, la acosará en su propia
casa, a veces incluso en presencia de su marido. Heathcliff parece no darse cuenta, como
muchos E4 sexuales, de que su decisión, en este caso de volver, incluso enriquecido, no es
suficiente para que las cosas tomen el curso que él desea.

Catherine le pide que se marche y olvide el pasado. "Me trataste sin dignidad y si crees que
no voy a vengarme, eres estúpido", declara sin pudor para hacerla sufrir (rencoroso y
vengativo). Ofende a Edgar llamándole cobarde y le felicita sarcásticamente por el buen
gusto de su ropa.

Heathcliff también se encuentra con un Hindley anciano, empobrecido y borracho. Se


aprovecha de estas circunstancias y de las deudas y compra la casa de Cumbres
Borrascosas y sus tierras, le despoja de sus bienes, desheredándole a él y a su hijo, al que
deja sin perspectivas de futuro. Hareton se criará como un salvaje, vengándose y utilizando
al hijo como su padre lo utilizó a él. Lo bárbaro aquí, además del odio, es la ignorancia
producida por la propia civilización. De esta estructura social surgen los prejuicios de los
personajes. Heathcliff devuelve golpe por golpe cuantos recibió en su infancia. En el E4
sexual, la desmesura del propio sufrimiento, constantemente retroalimentado, es más fuerte
en muchos momentos que la capacidad de perdón y compasión hacia los demás, que da
cabida a la venganza. La envidia por quien sí la tiene, la baja autoestima por no haber sido
merecida, el odio por ser amado, es una mezcla explosiva que se revierte con el desprecio
hacia el exterior para compensar la aniquilación hacia el interior.

En la Granja de los Zorzales también conoce a Isabella Linton, que desprende la


fascinación que Heathcliff. Catherine, celosa, porque aún lo ama, le habla a pesar suyo: es
esquivo, cruel, salvaje, agresivo, un lobo. "Heathcliff tiene un alma noble", responde
Isabella. Heathcliff no pierde el tiempo y utiliza esto a su favor, disgustando a Edgar y
consiguiendo que Bella sólo le dé un buen golpe a Catherine. Seduce abiertamente a
Isabella por venganza y se casan. "Soy malvado y canalla, para tu fortuna", le dice. Desde
el primer día la condena a un amargo sufrimiento. La lleva a vivir a Cumbres Borrascosas, y
ella entabla una improbable amistad con Hindley, estrechando lazos por ser ambos víctimas
de la brutalidad de Heathcliff.
Heathcliff va de víctima a victimario, sembrando el sufrimiento allá donde va, con
premeditación y alevosía, cultivando su propia infelicidad con su pretensión de control,
víctima de su propia maldad, anuncio de su locura. El amor entre Heathcliff y Catherine
actúa como catalizador del mal, más que del bien. Su pasión, además de verse frustrada
por las convenciones sociales y la falta de oportunidades, es en sí misma destructiva. Como
una batalla constante entre el amor y el odio, entre el bien y el mal. En Heathcliff, la fuente
de su odio se identifica en su desamparada y solitaria situación infantil, que se convierte en
un caparazón de desafío al mundo, al orden social, al martirio de sentirse íntimamente
inferior y solo y ver enemigos y atraer la infelicidad.

Lockwood, su inquilino, señala que "Heathcliff contrastaba enormemente con el entorno.


Parecía un gitano, pero con los modales y la ropa de un hombre distinguido". Es
emblemático de la contradicción de su historia: su origen contrasta con su apariencia como
jefe de la casa. Se hace rico y señor, pero no puede cambiar su piel ni su origen, ni su luz ni
su sombra; la no aceptación interna es aquí más fuerte que los esfuerzos por cambiar
externa y socialmente. Quién es realmente ha sido la fuente de su infelicidad que perdura
en la imposibilidad de tener lo único que ha deseado en la vida.

Puede convertirse en una bestia, en sus amenazas, en su asociación simbólica de los


nombres de sus perros: Iragon y Spy. Su complejidad emocional y el trasfondo de sus
motivaciones y reacciones lo convierten en mucho más que un depravado villano gótico. Su
ira y su odio están ligados a la venganza que busca intensamente. Y comete actos de
violencia gratuita, como ahorcar al perro de Isabel

Su profunda herida no le permite sentir compasión por nadie que no sea Catherine. Como
cuenta Nelly Dean: "La agarró (a Isabella) del brazo y la arrojó fuera de la habitación,
volviendo exclamando: 'No puedo ser compasivo, no puedo. pisoteando, cuanto más
aumenta el dolor'". Está hablando de su mujer. La maltrata física y psicológicamente, la
destroza y la acusa de odiarse a sí misma, de no tener dignidad. No tiene límites si
encuentra a alguien a quien denigrar, y lo hace con amargura y resentimiento. Trata a todo
el mundo con salvaje tiranía y sigue enamorado de su idealización romántica.

Su amor, imposible como era, se volvió violento y apasionado en extremo, generando una
actitud defensiva de contraataque. Un amor inmaduro, bloqueado en la infancia. Los
momentos de felicidad que perseguirán a Heathcliff durante el resto de su vida apenas
tuvieron lugar en unas pocas páginas. Y muchos de ellos fueron una forma de escapar de la
violencia. Otra característica que encontramos aquí de este subtipo donde el apego a los
amores románticos e imposibles se congelan y se mantienen como fuente de perenne
desgracia por el paraíso perdido.

Catherine cae gravemente enferma mientras espera un hijo de Edgar y Heathcliff no soporta
estar lejos de ella, pero ella le dice que enfermó por su culpa, que él la mató. "Son palabras
que quedarán grabadas en mí, torturándome para siempre mientras tú descansarás en
paz"> (víctima extrema, envidia hasta la muerte). Se ha convertido en un juego agotador
que el E4 sexual conoce muy bien: se ofende, se arrastra, vuelve a atacarla: "¿Qué derecho
tenías a dejarme? Yo no te rompí el corazón, lo hiciste tú misma, y me rompiste el mío".
Catherine, moribunda, le pide perdón: "Es difícil, te perdono: Amo a mi asesino" (no puede
calmarse ni siquiera en ese momento mortal, sigue atacando). "Espero que despierte en el
más allá llena de tormento; sólo repetiré una oración para siempre: Catherine Earnshaw,
que no descanses en paz mientras yo viva. Si dices que te he matado, entonces
persígueme como a un fantasma o de cualquier otra forma, basta con que me acompañes
siempre, haz que me vuelva loco pero no me abandones" (auto-tortura flagelante). Su
contradependencia se abre en una dependencia profunda y enfermiza y repite lo que ella le
dijo cuando se fue: "No puedo vivir sin mi vida, no puedo vivir sin mi alma".

El E4 sexual está ligado a un amor imposible por la vida para seguir alimentando su
sufrimiento, que es la única modalidad demencial que conoce y a la que es adicto.
Catherine fallece al dar a luz a su hija Cathy. Heathcliff le dice a Nelly: <<Si miro al suelo,
creo ver sus rasgos grabados en las baldosas. En los árboles y en las nubes, en todo
durante el día y llenando el aire por la noche, veo su imagen. Creo verla en los rasgos más
vulgares de cada hombre y de cada mujer, ¡e incluso en mi propio rostro! El mundo es una
horrenda colección de recuerdos que me dicen que ella vivió y que yo la he perdido. La
muerte de Catherine aumenta su obsesión; llega incluso a pedir al sepulturero que la
desentierre para poder verla una vez más.

Poco después, Hindley muere e Isabella le abandona, pero él se desentiende de ambos


acontecimientos y sigue siendo el amo y señor de Cumbres Borrascosas. Isabella no puede
soportar más a aquel hombre malvado y violento y huye a Londres, donde dará a luz a
Linton. Cuando Heathcliff se entera de que ha tenido un hijo, tampoco le importa mucho,
pero jura que algún día vivirá con él. Este niño no sabrá de su padre hasta doce años
después, cuando su madre muera y su tío Edgar se lo lleve a la granja Thrush. Cuando
Heathcliff se entera, envía a su criado Joseph a buscarlo a medianoche. Edgar se niega a
entregar a su sobrino, pero no quiere problemas con Heathcliff, así que al amanecer envía a
Nelly Dean con el niño a Cumbres Borrascosas. Heathcliff no tratará a su hijo mejor que a
su madre. No tolera las constantes enfermedades que sufre el niño, lo desprecia por ser
débil. La historia se repetirá, cambiando a los personajes: Linton se comportará cruelmente
con su primo Hareton. Dieciocho años después, Cathy conoce Cumbres Borrascosas y
entra en contacto con Hareton, sin saber que es su primo. Al principio se siente atraída por
él, pero los modales groseros y la ignorancia del muchacho (fruto de los malos tratos y de la
posición servil a la que Heathcliff y su hijo lo han sometido) hacen que lo desprecie. En su
lugar, Cathy decide acudir a Linton a escondidas de su padre. Heathcliff, en su constante
miseria, sigue alimentando la venganza y el odio hacia todo y ve la oportunidad de otra
retorcida maldad: casar a su hijo con su prima, hija de la mujer a la que sigue amando, para
seguir venciendo a Edgar Linton y quedarse con la Granja de los Zorzales Lo de Heathcliff
no es ambición, sino venganza, cruel y explícita, que sigue alimentando por haber sido
ofendido, frustrado, herido, y esto le sigue resultando insoportable. Destruye a quien odias,
es su máxima.

Utilizando trampas, engaños y violencia, consigue su objetivo. Edgar Linton cae enfermo y
Heathcliff retiene a Cathy en su casa bajo chantaje para forzar el matrimonio. Ella le pide
que por favor la deje ver a su padre: "No eres un monstruo, sólo eres un hombre cruel. ¿No
has amado a nadie en tu vida? Y Heathcliff, arrogante, responde: "¿Cómo te atreves a
adularme y querer ablandarme? Te odio".

Cuando Edgar muere, Linton hereda sus bienes, como marido de Cathy. Pero también
padece una salud frágil que le lleva a una muerte prematura; antes de morir, cede todos sus
bienes a su padre. Heathcliff odia y maltrata a Cathy, ya que la considera culpable de la
muerte de la mujer que ama y le ordena que se quede a vivir en Cumbres Borrascosas,
para que él pueda alquilar la Granja. La maldice abiertamente por haber venido al mundo y
la castiga abiertamente por su dolor: "No te irás de aquí y te haré sufrir, como mi
pasatiempo favorito". Se aferra al amor imposible que le hizo sufrir para seguir pensando en
paraísos perdidos, es su forma de estar en el mundo.

Ha cosido con pasión el odio en su corazón y a su alrededor. Se odian, o creen odiarse, y


se desprecian, así como Cathy y Harenon, que se han vuelto odiosos y recalcitrantes. Tiene
que aprender a evitar que pierda el control, de lo contrario un día de estos Hareton se
desmelena con ella, pero confiesa que está de su parte en esa casa, aunque admite que
quiere a Heathcliff tanto como a un padre, a pesar de sus malos tratos. Cathy descubre el
lado noble de Hareton, se disculpa por las humillaciones que le ha infligido en el pasado y
comienza a educarlo

Incluso habiendo logrado sus perversos objetivos, Heathcliff no es feliz ni está en paz. Se
pasa la vida pensando en Catherine y en poder recordar su rostro tal y como era. Al no
poder encontrar una imagen clara de ella en sus recuerdos, decide suicidarse lentamente,
evitando dormir y comer, hasta que lo consigue.

Su sentimiento de inferioridad, dolor y soledad le ha hecho pagar a quienes se han cruzado


en su camino, como si el mundo entero debiera reconocerle y pagar por su condición, con
desprecio, victimismo encubierto y venganza sin fin, estilo y actitud de un enfermo sexual
E4. Cabe señalar aquí que la venganza también es característica del E8, que también
reprime su parte tierna y débil, es agresivo, independiente y dominante con el deseo de
controlar a los demás, pero se diferencia del Cuatro sexual con su experiencia interior de
oscuridad, tristeza, autoboicot y sentimiento de dolor y autocompasión a pesar de la
apariencia, movido por la carencia.

Hacia el final, Heathcliff confiesa a Nelly Dean que ya no le interesa la violencia, no porque
se haya hartado, sino porque ya la ha superado: "¡Qué mal desenlace! ¿No es verdad? Es
una consecuencia bastante absurda de mis esfuerzos violentos. Después de proveerme de
herramientas suficientes para derribar las dos casas, y de entregarme a unos trabajos casi
hercúleos, resulta que me falta voluntad para consumar mi obra. He derrotado a mis
antiguos enemigos y ahora puedo, si quiero, vengarme de sus descendientes. Pero, ¿para
qué? Me da igual, ya ni siquiera quiero molestarme en levantar la mano contra ellos. Se
avecina un gran cambio (atormentado). Ha sido una larga lucha y me gustaría que terminara
(agotado por su propio enredo de odio). Pierde interés en continuar su venganza, fascinado
y atormentado al mismo tiempo por las visiones de Catalina y el anuncio de su muerte. No
pensará en otra cosa que en poder unirse al fantasma invocado y a los esponsales
póstumos en el más allá de sus espíritus condenados, que para ser dignamente celebrados
requieren una apoteosis vengativa: la destrucción de las casas de Earnshaw y Linton. Pero
la tormenta que lo ha arrasado parece amainar de repente: "Lo que me detiene no es la idea
de golpear, sino sólo la pereza de levantar la mano". Descripción humanizada de un gran
vendaval que amaina. Heathcliff muere aceptando que la nuera viuda y el hijo de su odiado
enemigo vuelvan a empezar juntos. Será enterrado junto a Catherine y Edgar Linton.
En el prólogo del editor a la segunda edición póstuma del libro, en 1850, la hermana de
Emily Bronte, Charlotte, escribió: Heathcliff queda, en efecto, irredento; sin desviar nunca su
rumbo inalterable hacia la perdición.
UN EJEMPLO DE PELÍCULA August Osage County (John Wells, 2013) POR ROSSANA
PAVONI GALLO La familia Weston se reúne en casa de la madre tras la desaparición y
posterior suicidio del padre. La madre, Violet (Meryl Streep), enferma, amargada y adicta a
las pastillas. Vive con Ivy, la única de las tres hijas que se quedó en la casa y que planea
independizarse a los cuarenta años, y una chica indígena que el marido contrató, antes de
irse, para que la cuidara.

Llegan con sus cargas de miseria: Mattie, la hermana de Violet, con su marido; Bárbara, la
hija mayor, con su inminente ex marido y su problemática hija adolescente; Karen, la tercera
hija que intenta por enésima vez tener una relación estable con su novio de turno; y por
último, el sobrino de Violet, frágil y sumiso. Conflictos y sentimientos exacerbados por el
calor de agosto se ponen sobre la mesa. 121 minutos sin compasión los unos por los otros,
en un juego de espejos. Un genograma sistémico en directo de tres generaciones que
repiten, pagan y hacen pagar errores, mitos, eslóganes y dolores. Un árbol genealógico con
linfa que huele a frustración, compitiendo por quién sufre más. Les une la incapacidad de
ser felices, como si vivieran para hacerse daño, con la máxima: condenados a vivir
rodeados de soledad. El calor será una elocuencia constante a lo largo de la película,
asfixiando fuera y dentro de la casa, como el ambiente que crea el protagonista.

La personalidad de la protagonista identificada como sexual E4 (Violet Weston-Meryl


Streep) se forjó a partir de sus orígenes marginales y escasos recursos en el duro desierto
de Osage, la relación de amor-odio con su marido (profesor, poeta y alcohólico) y sus tres
hijas.

Violet padece un emblemático cáncer de lengua que le duele, como la vida, y es adicta a
una larga lista de pastillas con las que alivia su malestar y frustración. La desaparición de su
marido le trajo miedo e inseguridad, revestidos de arrogancia; nostalgia que duele y reaviva
heridas enmascaradas que escupen maldad con histrionismo y enfrentamiento. Su
fragilidad, soledad y victimismo sacan a la luz cuestiones que oculta mal con una presencia
imponente y su lengua encendida. Una madre difícil y disfuncional que se ha sacrificado
para ofrecer lo que ella no tuvo: mejores oportunidades, comodidades y posible éxito a sus
hijas, que parecen no haberlo aprovechado como ella quisiera, para después despreciarlas,
criticarlas y resaltar sus errores, con amor. contaminado que no logra suavizar, salvo en
algunos momentos de reconocimiento y afecto.

En la película se diseña una curva que comienza con su desesperación y rabia,


ascendiendo al punto más alto de agresividad y destrucción, para terminar con su caída
abandonada a su fragilidad y necesidad de ser atendida y amada.

Escenas, comportamientos y diálogos donde se destacan características sobresalientes del


E4 sexual La presentación de la protagonista de la película se realiza a través de su marido,
sombrío y cansado, que nos habla de ella, de su dependencia a las drogas (ansiolíticos,
antidepresivos, somníferos), y nos cuenta lo que le impide "hasta beber en paz". La entrada
en escena de Violeta es, a su manera innecesariamente excesiva y odiosa, una agresión a
una indígena silenciosa a la que su marido ha contratado para que la cuide. Es su
defensa-agresión, típica del subtipo, que reactiva cuando se siente celosa y traicionada,
imaginando complots contra ella. Inmediatamente demuestra su polaridad, pasando de la
impudicia a darse cuenta de su exceso sintiéndose culpable y avergonzada, con una
expresión diferente y una disculpa: "Seré empalagosamente dulce". Ahora se muestra
seductora, deseosa de ser amable. La adicción y la experiencia del cáncer pueden verse
como dos de los recursos punitivos que le inflige su insostenible sentimiento de inutilidad y
que, al mismo tiempo, utiliza para reclamar toda la atención de su pareja, algo característico
del subtipo, que acabará en la desaparición del marido, lo que llevará a la reunificación de la
familia. A través de su marido, tenemos una visión externa de Violeta: es un hombre que la
quiere pero que se siente agotado de vivir con alguien que exige y agobia, por lo que se
refugia en sus libros y en el alcohol: "Aquí todo el mundo gira en torno al higo de la India, y
siempre volvemos al higo de la India", una alusión a su vida y a ella, una fruta espinosa que
no podemos tocar sin pincharnos, a pesar de lo dulce y rica que es por dentro.

Con su hija Ivy, Violet tiene expresiones dulces que de repente van acompañadas de
quejas: "No puedo hacerlo todo yo sola", y sarcasmo, hablando mal (y a espaldas) de una
hija a la otra: "Me imagino cómo seré su ayuda, igual que tú". También es ofensiva:
"Deberías cambiar; con el pelo así y sin maquillaje pareces una lesbiana, deberías buscarte
un hombre digno". Es esclava de la imagen incluso en el dolor, no puede mostrar su
deterioro e intenta enmascarar su tragedia: "¡Todas necesitamos maquillaje, incluso
Elizabeth Taylor!". Se siente menos que nadie pero no puede admitirlo. Cuando un acorde
sensible le conmueve, consigue detenerse, reconocerlo y dar las gracias. "¿Tienes miedo?",
le pregunta su hija. "Claro que sí... Usted es una gran ayuda para mí". Al menos una de mis
hijas se quedó conmigo...".

UN EJEMPLO DE PELÍCULA August Osage County (John Wells, 2013) POR ROSSANA
PAVONI GALLO La familia Weston se reúne en casa de la madre tras la desaparición y
posterior suicidio del padre. La madre, Violet (Meryl Streep), enferma, amargada y adicta a
las pastillas. Vive con Ivy, la única de las tres hijas que se quedó en la casa y que planea
independizarse a los cuarenta años, y una chica indígena que el marido contrató, antes de
irse, para que la cuidara.

Llegan con sus cargas de miseria: Mattie, la hermana de Violet, con su marido; Bárbara, la
hija mayor, con su inminente ex marido y su problemática hija adolescente; Karen, la tercera
hija que intenta por enésima vez tener una relación estable con su novio de turno; y por
último, el sobrino de Violet, frágil y sumiso. Conflictos y sentimientos exacerbados por el
calor de agosto se ponen sobre la mesa. 121 minutos sin compasión los unos por los otros,
en un juego de espejos. Un genograma sistémico en directo de tres generaciones que
repiten, pagan y hacen pagar errores, mitos, eslóganes y dolores. Un árbol genealógico con
linfa que huele a frustración, compitiendo por quién sufre más. Les une la incapacidad de
ser felices, como si vivieran para hacerse daño, con la máxima: condenados a vivir
rodeados de soledad. El calor será una elocuencia constante a lo largo de la película,
asfixiando fuera y dentro de la casa, como el ambiente que crea el protagonista.

La personalidad de la protagonista identificada como sexual E4 (Violet Weston-Meryl


Streep) se forjó a partir de sus orígenes marginales y escasos recursos en el duro desierto
de Osage, la relación de amor-odio con su marido (profesor, poeta y alcohólico) y sus tres
hijas.
Violet padece un emblemático cáncer de lengua que le duele, como la vida, y es adicta a
una larga lista de pastillas con las que alivia su malestar y frustración. La desaparición de su
marido le trajo miedo e inseguridad, revestidos de arrogancia; nostalgia que duele y reaviva
heridas enmascaradas que escupen maldad con histrionismo y enfrentamiento. Su
fragilidad, soledad y victimismo sacan a la luz cuestiones que oculta mal con una presencia
imponente y su lengua encendida. Una madre difícil y disfuncional que se ha sacrificado
para ofrecer lo que ella no tuvo: mejores oportunidades, comodidades y posible éxito a sus
hijas, que parece que no lo han aprovechado como ella quisiera, para después
despreciarlas, criticarlas y resaltar sus errores, con amor. contaminado que no consigue
suavizar, salvo en algunos momentos de reconocimiento y cariño.

Se diseña una curva en la película, empezando por su desesperación y rabia, subiendo


hasta el punto más alto de agresividad y destrucción, para terminar con su caída
abandonada a su fragilidad y necesidad de ser atendida y querida.

Escenas, comportamientos y diálogos donde se destacan características sobresalientes del


E4 sexual La presentación de la protagonista de la película se realiza a través de su marido,
sombrío y cansado, que nos habla de ella, de su dependencia a las drogas (ansiolíticos,
antidepresivos, somníferos), y nos cuenta lo que le impide "hasta que bebas en paz". La
entrada en escena de Violeta es, a su manera innecesariamente excesiva y odiosa, una
agresión a una indígena silenciosa a la que su marido ha contratado para que la cuide. Es
su defensa-agresión, típica del subtipo, que reactiva cuando se siente celosa y traicionada,
imaginando complots contra ella. Inmediatamente demuestra su polaridad, pasando de la
impudicia a darse cuenta de su exceso sintiéndose culpable y avergonzada, con una
expresión diferente y una disculpa: "Seré empalagosamente dulce". Ahora se muestra
seductora, deseosa de ser amable. La adicción y la experiencia del cáncer pueden verse
como dos de los recursos punitivos que le inflige su insostenible sentimiento de inutilidad y
que, al mismo tiempo, utiliza para reclamar toda la atención de su pareja, algo característico
del subtipo, que acabará en la desaparición del marido, lo que llevará a la reunificación de la
familia. A través de su marido, tenemos una visión externa de Violeta: es un hombre que la
ama pero que se siente agotado de vivir con alguien que exige y agobia, y que por ello se
refugia en sus libros y en el alcohol: "Aquí todo el mundo gira en torno al higo de la India, y
siempre volvemos al higo de la India", una alusión a su vida y a ella, una fruta espinosa que
no podemos tocar sin pincharnos, a pesar de lo dulce y rica que es por dentro.

Con su hija Ivy, Violet tiene expresiones dulces que de repente van acompañadas de
quejas: "No puedo hacerlo todo yo sola", y sarcasmo, hablando mal (y a espaldas) de una
hija a la otra: "Me imagino cómo seré su ayuda, igual que tú". También es ofensiva:
"Deberías cambiar; con el pelo así y sin maquillaje pareces una lesbiana, deberías buscarte
un hombre digno". Es esclava de la imagen incluso en el dolor, no puede mostrar su
deterioro e intenta enmascarar su tragedia: "¡Todas necesitamos maquillaje, incluso
Elizabeth Taylor!". Se siente menos que nadie pero no puede admitirlo. Cuando un acorde
sensible le conmueve, consigue detenerse, reconocerlo y dar las gracias. "¿Tienes miedo?",
le pregunta su hija. "Claro que sí... Usted es una gran ayuda para mí". Al menos una de mis
hijas se quedó conmigo...".

Su hermana Mattie llega con su marido, del que comenta ácidamente a través de la
ventana, sin ser escuchada: "La aguanta porque fuma muchos porros". Dramática y
extrovertida, Violet se lanza en un abrazo con su hija mayor Barbara (Julia Roberts) nada
más llegar, y no la deja en paz durante su estancia. Barbara, agresiva pero comedida y seca
(moralista y dura), le devuelve: "Quizá papá sepa algo de ti, quizá le atacaste demasiado
cuando bebía". Desconfiada e irracional, Violeta declara que apenas sabía que era para
huir. Misteriosa, su marido se había marchado, ella revisó la caja fuerte donde guardaban
dinero y joyas, por si se los había llevado. Pero también idealiza al objeto amado, sobre
todo en su ausencia, recordándolo por "su silencio, su inteligencia, su distinguirse del resto,
y... tan sexy", o que busca un E4 sexual en las relaciones anheladas y especiales.
convertirlo en pareja.

Violeta reprocha y culpa repetidamente a su hija por no haber venido a verla, por haber
hecho sufrir a su padre, por no haber seguido estudiando, por seguir a su marido. Celosa, le
reprocha no haber vuelto cuando ella enfermó, pero vuelve por su padre. La hija responde:
"Se supone que los padres deben querer a sus hijos de la misma manera, pero tú eres muy
mezquino, siempre me he sentido tratada de forma diferente a mis hermanas>>. Violeta le
dice cínicamente: "Si quieres creer en Papá Noel, esa es la realidad, yo también sabía que
mi madre prefería a mi hermana, y aquí estoy". También exagera con glamour y elocuencia,
hiriendo a la hija: "Tu padre estaba decepcionado contigo, pensaba que tenías talento como
escritora". Violeta pretende ser una defensora de la justicia y tener siempre razón. Se ríe
como si hubiera hecho o dicho algo gracioso o sin importancia, y se marcha. En su forma de
relacionarse y de sentirse intensamente viva, no puede no herir. Pero tampoco puede
soportar el drama y su peso durante mucho tiempo; incluso se cansa de sí misma y olvida
sus flechas, aunque deje al otro postrado. La hija no puede soportarlo y se las ingenia para
atacar con -veneno-, con el que se convierte en víctima: "Estoy enferma, me arde la boca,
mi marido desaparece y tú me gritas". Violeta responde llorando en uno de los pocos
momentos en que la vemos frágil y consolada por la hija.

Cuando le anuncian que su marido ha muerto, se pone a bailar y a reír. Aunque está bajo
los efectos de los medicamentos, hay una forma característica de quitar el dolor, que no
puede ser profundamente golpeado un E4 sexual de repente; resiste, evade, no soporta. La
tercera hija llega con su historia de desastres amorosos, eficiente en el trabajo y con un
hombre mayor que ella, infantil y superficial, cree que la ama, cree que la ama, infantil y
superficial. No muestra dolor por la muerte de su padre y su madre apenas lo tiene en
cuenta. Competitiva pero con baja autoestima, Violeta no se siente ni guapa ni atractiva, e
insiste: "Las mujeres mayores no pueden ser sensuales". Si ella no lo es, tampoco lo serán
las demás. Es muy importante, como en general para el E4 sexual, el atractivo físico y la
capacidad de seducción; le duele no sentirse así nunca más, así que decide que todas
serán viejas y feas. No sabes conquistar a un hombre", le dice a su hija, jactándose a la vez
que menospreciándola.

La siguiente escena de la cena familiar tras el funeral es el ápice, en el que Violet despliega
la necesidad sexual de E4 de ser la diva, cuando tiene público y escenario para lucirse y
destacar. Llega a la mesa con lo que parece ser una arenga preparada y las armas
cargadas. "Veo que los caballeros están en mangas de camisa, creía que esto era una cena
fúnebre". Todos los hombres se levantan y, a pesar del calor y la familiaridad, se ponen las
chaquetas. Violet se asoma, dura, desafiante, fulminante. Mientras fuma, recuerda a los
presentes que alguien tiene que rezar una oración. Su cuñado comienza y ella, que no
comparte la oración con los demás, demuestra con gestos evidentes y despectivos que el
hombre es incompetente e irritante.

Comienza una retahíla de confesiones, secretos, reproches y duras realidades contadas sin
eufemismos sobre las desgracias de su vida: sacrificios, ser madre, tener cáncer, vivir en un
pueblo miserable y olvidado. No deja a nadie sin su dosis de maldad. Ya quiere deshacerse
de los muebles y renovarse, y le ofrece a su hija un mueble del que realmente quiere
deshacerse ella misma, y ni siquiera escucha a las demás. que ataca a la criada, celosa de
los piropos que recibe por la comida, enfatizando: "Para eso te pagan, que quede claro que
pagan". Se burla de la otra hija y de su nuevo novio, mordaz, y busca la complicidad de las
demás, con una mirada de desaprobación.

Destruye el objeto amado y admirado con la misma fuerza que lo idealizó, del cielo al
infierno. Critica a su amado y apenas muerto marido: "No escribió un poema hasta los
sesenta y cinco años, era alcohólico, nunca le gustó enseñar, y estaba tan borracho cuando
tuvo que dar un discurso a los antiguos alumnos de una universidad, que no pudieron
invitarle más". Tiene el valor de decir la verdad con franqueza, sin filtros, pero los tiñe de
resentimiento y envidia. Es capaz de callar a todos cada vez que abre la boca y suelta
dardos, convertida en una matriarca desquiciada que se siente la más verdadera, la más
sufrida, la que lo sabe todo, emocionalmente agotada y extenuante. Como si no hubiera
lugar para la esperanza, para la ternura, para la confianza. Aunque profundamente
insegura, es inteligente y su lenguaje corporal, su tono de voz, sus gestos gráciles y sutiles,
bien dispuestos y controlados, refuerzan el carácter histriónico, seductor e incluso valiente
(pero cruel) del personaje. Siempre necesita ser el centro de atención, hablando alto, siendo
simpática o riendo histéricamente. Critica y manipula, va de un blanco a otro, apuntando las
flechas de su acidez a cada una de las hijas, y luego se ríe.

Hablar del testamento. Una hija no quiere hablar de eso ahora. Ella insiste, gritando: "Si
quiero hablar, hablaré". Entonces, ella dice sin reparos: "Estos muebles y toda esta mierda,
si quieres te los llevas, yo no los quiero, no me sirven, los sacaré a subasta, o te los
venderé a un precio más bajo que en subasta. ". Sólo Bárbara consigue responderle con el
mismo odio: "O te mueres antes de la subasta y nos quedamos con todo, y ya está". Violeta
responde: "Sí, pueden hacerlo así", disgustada pero rezumando orgullo.

El fantasma de la vejez y la falta de belleza reaparece: "No se puede competir contra


mujeres más jóvenes que una, y es una gran injusticia de la vida". Sigue hiriendo a su hija,
preguntando a su yerno o si tiene otra mujer más joven. Él responde afirmativamente, si no
podría oponerse a una fuerza tan destructiva. "No tienes esperanza, hija", dice Violeta
triunfante, "no tienes ninguna posibilidad de ganar". Otra hija dice: "Mamá, piensa que sólo
las mujeres se deterioran con los años". "¡No!", dice ella, "he dicho que se vuelven horribles,
y eso no se discute". Y arremete contra otra hija: "Tú eres la prueba viviente de ello". El
cuñado consigue decirle: "No entiendo por qué eres tan polémica". Ella responde: "Sólo digo
la verdad, ¿alguien se siente amenazado?". Y añade: "Todos te queremos". Ella zanja: "Que
te jodan". Él no acepta el amor, no sabe recibir ni dar amor. La hija mayor dice: "¿Por qué
tengo que estar aquí cuando haces daño mezquinamente a todos los miembros de mi
familia?". Y ella responde: "¿Agredir a la familia?". Y empieza a hacerse la víctima, gritando
y hablando de cuando los novios de su madre la seguían, de lo mucho que sufrió de niña
con su padre, que las maltrataba, o de cuando su marido adolescente tuvo que dormir en un
coche con ella. la madre alcohólica. La hija le dice que todo el mundo ha sufrido de un modo
u otro en la infancia, pero ella no escucha; la infancia de Violeta fue, a sus ojos, la peor, y
sólo ella sabe lo que es sufrir.

"Crecimos sufriendo y sacrificándonos por ti", dice. Su redención incluye al marido: ahora
culpa a las hijas que han obtenido una educación universitaria sin aprovecharla. "Tú no
sabes cuáles son los problemas, sólo yo". Bárbara le pregunta: "¿Por qué nos gritas? ¿Por
qué lo pones todo en contra?", a lo que Violeta responde: "Soy el único hombre
heterosexual de esta casa y hoy es un día perfecto para aclarar las cosas". Busca atención
y se siente la campeona, la justiciera, la única con la verdad en la mano, la que puede
atacar, criticar, burlarse. "Todos piensan que soy mala". La verdad es que Violeta, como la
mayoría de los E4 sexuales, tiene varios dones como la comprensión, la intuición, la
sagacidad de unir puntos con pocos elementos, ver esquemas sistémicos amplios en poco
tiempo. Sólo que ella misma destruye su propia capacidad de ver más allá y se encoge,
cerrándose y dando vueltas alrededor de su ombligo. En una discusión extrema y
escandalosa sobre las drogas que siempre ha consumido, declara: "Sí, soy drogadicta. Me
encantan las drogas: ¡son mis mejores amigas y nunca me fallan! Intenta quitármelas y te
como viva". La hija le recrimina que con una madre adicta. Ni siquiera la escucha: "¡Estoy
en casa!"
En una escena en la que regresan del médico, ella sale corriendo del coche en medio del
campo como con vergüenza y desesperación, en una catarsis desesperada, y la única que
va detrás de ella es Barbara, que reconoce cuando la alcanza que ha perdido el control. .
Violeta, aplacada y sincera: Buscaba razones para luchar y tú me las has dado. Entonces,
¿qué podemos hacer ahora?". "<Tienes que desintoxicarte>, le dice Bárbara. Y Violeta
responde: "Sólo necesito unos días para recuperarme>>. Su apenada hija responde: "No
estás sola, si necesitas ayuda". Y ella, contra-dependiente y astuta, añade: "Tu ayuda no
me sirve de nada, puedo estar muy bien sola, sé que cuando se acaben las conversaciones,
cada uno volverá a su miserable vida, no te preocupes por mí. Sé cómo funciona. Puedo
hacerlo". Y no es mentira, sabe cómo hacerlo desde el punto de vista de su falsa imagen,
aunque paga un coste muy alto por ello. Es difícil aceptar la vejez y el cansancio de una
vida dura. Y Violeta se muestra ahora más vulnerable, sin peluca ni maquillaje, más
tranquila y emocionada al ver a sus tres hijas juntas, en un raro momento en el que no se
siente atacada ni tiene que defenderse. Las reconoce con la ternura de la que es capaz, ya
que forman parte de ella. Y les cuenta un episodio de sus trece años, ya sin teatro, ni
excesos, sin rabia, sólo con sinceridad y la pena que le causa lo que la marcó, ya no la
pobreza ni los golpes, sino una madre malvada: "Un chico me gustaba mucho y llevaba
unas botas vaqueras de las que estaba orgulloso. Pensé que con unas botas así, como
mujer, me pediría que fuera su novia. Soñaba con ello. Le rogué a mi madre por esas botas
hasta que llegó Navidad. Mi madre hizo un paquete muy bonito y lo puso debajo de un árbol
delante de casa días antes, y me dijo que no lo abriera hasta el día 25". Se emociona...
"Cuando llegó la fregona, fui a abrir el regalo: eran unas botas de hombre, grandes, usadas
y viejas, rotas y sucias de caca de perro y barro. Mi madre se rió de mí durante días".
"Estaba maldita, la hija de puta. Debía de haber tomado de ella, imagino">.

Esta historia muestra la raíz de tanto odio: habiéndose sentido humillada y habiendo
recibido la envidia destructiva de quien tenía que cuidarla y reconocerla; la salida que
encontró fue escupir el veneno que se había tragado, devolver a sus hijas lo que había
recibido como hija, quemar lo que la rodeaba y desconfiar de cualquier amor. Con su actitud
ahuyenta a todos, no se deja querer ni consigue amar, no sabe hacerlo, no se lo enseñaron
y no lo aprendió. Ella, su hermana y su hija tratan a sus hijos como ellos les trataron a ellas:
sin amor ni generosidad.

Y, como broche final, dos afirmaciones sorprendentes: "¿Quién es la víctima aquí?", le


pregunta a la hija, a la que ha revelado como un golpe, que su primo (del que está
enamorada y con el que piensa dejarlo) , es en realidad su hermano, nacido de la relación
de su padre con su tía. Pero nuestra sexual E4 no ve más víctimas que ella misma. Y con
magnanimidad y complicidad le dice a su hija mayor: "No podíamos dejar que tu hermana
se fuera a vivir con su hermano, es frágil y yo la quiero. No es fuerte como tú. Nunca le dije
a nadie que conocía este secreto, sólo a tu padre, aunque nunca hablamos de ello. Elegí
ser superior", declara con el dolor y la pesadez de haber ocultado la relación de su marido
con su hermana y el hijo concebido, mintiendo a todos por vergüenza y compasión. Cree
que nadie es capaz de un andamiaje protector que pesa tanto de soportar como ella,
armado demasiado. fuerte ¡y viste el mensaje que te había dejado avisándote! ¿Sabías
dónde había ido papá? Cogiste el dinero de la caja para detenerle!", dice la hija. Violeta
responde: "El dinero es importante, no puedes entenderlo. Y revierte la acusación de la
muerte del padre sobre su hija: "Tú eres la razón por la que se suicidó. Su sangre está en
tus manos", y se disculpa con su enfermedad por no haberle salvado. Incluso se siente
como una víctima que le juzga. Creó una estrategia cruel para hacerme sentir responsable
de su muerte, dejando un mensaje, poniéndome a prueba. Pero nadie es más fuerte que yo,
consigo resistir, cuando todo acabe estaré aquí. ¿Quién es la más fuerte? La última de las
hijas le responde Tienes razón, mamá, tú eres la más fuerte. Y se va. Violeta se queda sola.
Pone música, se quita la peluca, llama al fantasma de su amor. Sube las escaleras y abraza
a la indígena, buscando ternura y descanso en la persona a la que ha despreciado y
maltratado. Finalmente se deja ver y cae la máscara, exhausta, vulnerable, necesitada.
Un personaje herido puede pasarse toda la vida salvajemente, sin encontrar cómo limpiar y
curar sus heridas, repitiendo el patrón original una y otra vez. Puede mejorar, tal vez, su
caparazón, pero manteniendo intacto, oculto y desatendido, salvaje y agreste, el animal
interior convertido en monstruo.
so4
La pasión en la esfera del instinto

POR ALICHITA ROSSI, CHIARA FUSTINI, GIULIA CLIGNON

El E4 social tiene una actitud más suave y blanda que el E4 de conservación y el E4 sexual.
Suele tener una complexión delgada, su espalda tiende a irse hacia delante y sus hombros
a cerrarse, como si quisiera hacerse más pequeño de lo que es. Su cuerpo expresa el
deseo de no ser visto y de esconderse de los demás. Al retraer la ira hacia sí mismo, el 4
tiende a cerrar el pecho hacia delante. El rostro de E4 está marcado - es una característica
de este tipo ---, pero su mirada es lánguida, ostentosa, suplicante y dulce. Al establecer una
relación con el exterior, muestra tanto la parte más dulce de sí mismo como el sufrimiento,
para estimular aún más la bondad amorosa del otro.

Cuando Claudio me invitó a decir algo sobre mí en mi primer SAT, me comparó con Bambi
-de los dibujos animados de Disney- por mi aspecto lánguido y temeroso. Esta imagen fue
una revelación para mí. Descubrí que mi cuerpo y mi actitud iban de la mano con el deseo
de inspirar amor y dulzura para no ser castigada ni golpeada. CHIARA F
Cuando el instinto social se siente invadido por la envidia, se convierte en odio a sí mismo,
en el sentimiento de desvalorización de uno mismo en continua comparación con los demás
y el consiguiente sentimiento de inadecuación en relación con el grupo al que se pertenece
o al que se desea pertenecer.

Como todos los E4, el social tiene tendencia a hacer continuas comparaciones entre él
mismo y los demás. Se preocupa constantemente por sí mismo y siempre sale perdiendo;
no pocas veces es muy duro consigo mismo y puede tener una actitud punitiva y despectiva
hacia su persona. El aspecto social está representado precisamente por la mirada dirigida a
lo que está fuera de él, la confrontación continua con el mundo exterior, que le lleva a
mantener un enfoque constante en lo que le falta.

Durante mi primer mes de vida concibieron a mi hermana. Creo que esta circunstancia
cambió prematuramente la fase de lactancia y el vínculo con mi madre, ya que sentí que
una parte de ella ya no era para mí. Su nacimiento no mejoró las cosas. Al contrario, creó
más distancia, nada más nacer tuvo una neumonía grave que absorbió por completo la
atención y la energía de mi madre. Me sentí muy sola y abandonada, sentía que ya no
había interés por mí. Recuerdo una imagen insistente que me acompañó a lo largo del
tiempo en la que estoy de pie en el umbral del dormitorio, ni dentro ni fuera, inmóvil y
apoyada en el marco de la puerta. Nadie repara en mí, mi madre está completamente
volcada hacia mi hermana, inclinada sobre ella, como un solo organismo. Todo ese afecto
-ese "mundo"- me dolía profundamente, porque yo no formaba parte de él. Y cuanto más las
miraba, más sentía que mi cuerpo crecía desproporcionadamente como una marioneta de
goma, hinchada y sin habla, un gigante al que nadie veía ni oía. No podía hacer nada, ni
siquiera ruido, para que se fijaran en mí, sólo me convertía en "ojos>>. Rosa C

La pasión de la envidia se manifiesta de forma diferente a los otros subtipos: al principio del
curso es muy difícil para este personaje reconocerla, no sólo porque la considera un
sentimiento deplorable y negativo , sino porque al carecer de la tenacidad del subtipo de
conservación que sostiene el sentimiento de carencia -y de la libertad sexual instintiva que
toma lo que le falta-, el subtipo social transforma la envidia en falsa admiración: el otro se
convierte en el modelo que aspira a emular, aun con la convicción de que no lo conseguirá,
ya que nunca se siente adecuado. Puede tener una actitud dual hacia las personas: aunque
le resulte fácil idealizarlas, con la misma facilidad puede desvalorizarlas. La desvalorización
surge, paradójicamente, en el momento en que consigue lo que quiere. Cuando consigue el
objetivo tan deseado o codiciado, pierde su encanto, su atractivo y su importancia, a pesar
de haberle parecido el único motivo de felicidad. Este mecanismo está relacionado con una
necesidad neurótica de mantener la tensión hacia algo que no se posee internamente, pero
también está vinculado a la escasa valoración del E4 social hacia uno mismo, que luego
también transmite a quienes le demuestran amor o devoción. "Si quiere a un don nadie
como yo, es que algo le pasa, si no aspiraría a algo mejor", piensa, aunque este
pensamiento va acompañado ambivalentemente de la expectativa de ser especial, de ser
querido sin medias tintas.

Esta carencia, esta perpetua persecución de metas que perdían inmediatamente su sentido
y su significado en el momento en que se conseguían, ha sido también el motor de mi vida
para conseguir cosas. Siempre sentí que "nunca es suficiente", perseguí y logré
(probablemente con la tenacidad de mi segundo subtipo, la conservación) muchas cosas:
Me licencié en Ciencias de la Educación, luego fui ayudante de profesor, luego hice un
máster, luego una licenciatura en psicología. Nunca me sentí suficientemente competente
en mi profesión y durante años busqué fuera esa seguridad que no encontraba dentro de
mí. Pocas personas conocen todos mis caminos, porque todavía existe un sentimiento de
vergüenza al admitir lo que he conseguido. Inmediatamente se apodera de mí esa voz
desvalorizadora que me dice que con todos esos títulos cualquier otra persona habría
podido construir una carrera más satisfactoria y mejor remunerada. GIULIA C

Si miro lo que he hecho, la lista es larga. También reconozco que consigo centrarme y ser
eficaz en mi trabajo pero la sensación de "no ser suficiente" permanece, siempre me siento
como si no supiera nada, alimento esta sensación manteniéndome desordenada y
desorganizada. Un poco exagerado, ¡poniendo demasiado en el plato! Por ejemplo:
¡Siempre leo dos o tres o más libros al mismo tiempo! Casi me asombra cuando recibo
comentarios de agradecimiento de mis pacientes, ¡a quienes les encanta! Quiero decir que
el trabajo ha sido suyo; gran dificultad para atribuirse el reconocimiento y el mérito; no sé si
es envidia, pero cuando alguien lo hace, siento asco, me parece una desvergüenza.
MARINA P

Cuando terminé el bachillerato me matriculé en la Facultad de Arquitectura, una decisión


que llegó casi por casualidad, ya que combinando mi aptitud para las matemáticas y las
materias científicas y mi deseo de conocimientos humanísticos, era un "todo" para mí. Debo
decir que no tuve mayores dificultades, me gradué dentro de los plazos de los planes de
estudio, todo estaba planificado, era fácil de seguir; también estaba el cansancio, los
momentos de desconcierto cuando sentía mi incapacidad y sobre todo la falta de un
ejemplo que me guiara, pero también estaba el éxito que pude obtener de mi formación. El
problema, después, fue la incomodidad en realizar los encargos, en cumplir con las
peticiones de otros, algo por lo que me pagaban, entraba en crisis en la fase de diseño, en
mi ideación-creación. Cada vez tenía la sensación de meter las manos en un saco vacío y
antes de intentarlo temía no encontrar nada, el esfuerzo se hacía necesario y luego el
cansancio, necesitaba el enfrentamiento y la compañía. Continué mi formación ad aeternum
en varias escuelas de especialización para aumentar mis conocimientos y habilidades en
diferentes áreas, con la experiencia de la terapia quise saber más y me titulé como
orientadora pero nunca fue suficiente, al fin y al cabo era lo que sentía que mejor sabía
hacer: llenar el vacío. Rosa C

El vacío y el sentimiento de inutilidad se alimentan de la búsqueda constante y la


comparación con cosas y situaciones nuevas o ajenas ("tengo que aprender", "nunca soy
suficiente") en lugar de mirar lo que tienen o lo que es, y reconocer su propia valía. La
mirada externa sustituye a la mirada interna.

Siempre asumí tareas de gran responsabilidad: liderar equipos, llevar innovadores de


calidad a centros educativos donde realizaban proyectos de trabajo, gestionar conflictos,
organizar y dirigir sesiones de formación para cientos de profesores. El compromiso que
puse fue siempre más allá de mis límites, en un reto que nunca terminaba. Todos los
elogios, éxitos y muchos reconocimientos que recibí no cambiaron mi estado interno de
carencia, de no estar a la altura de todos modos, con el malestar y la falta de
reconocimiento que me habían asolado en mi infancia. VALTER M
El deseo y el anhelo, así como la aspiración, son emociones fuertes que le atraen. La
motivación pasional que le mantiene vivo es la envidia y el sufrimiento por no tener lo que
desea y ve en el otro.

El E4 social tiene hambre de ser amado, y para conseguirlo invierte mucha energía en ser
reconocido como perteneciente,

tener un lugar en el grupo, ser considerado y sentirse importante. Paradójicamente, suele


ser solitario, silencioso y dócil. Prefiere esconderse, no le gusta nada ser el centro de
atención, lo que evita de vez en cuando, pero al mismo tiempo si no se acuerdan de él, si no
le prestan atención, sufre y se siente inexistente. No quiere estar en el centro porque le da
miedo y no se siente suficientemente igual, pero tiene un deseo irrefrenable de ser visto,
con la ilusión de ser descubierto en su invisibilidad. Al mismo tiempo, cuando se ve a sí
mismo, siente que tiene algo profundamente inadecuado, erróneo o sucio en su interior que
le hace sentirse incómodo y avergonzado.

Recuerdo que durante un curso del SAT, al principio de mi andadura, Claudio me pidió que
me levantara y hablara. Por un momento sentí una gran vergüenza y no podía mirar al
grupo públicamente. Me preguntó de qué me avergonzaba y le dije que tenía la sensación
de que los demás podían ver dentro de mí. "¿Qué ves?", volvió a preguntar Claudio. Tenía
miedo de que vieran que yo no era una persona agradable, mansa y limpia. Me sentía
profundamente sucia. CHIARA F

El E4 social tiene una necesidad constante de reconocimiento no sólo por parte del grupo al
que pertenece, sino también de los de fuera: si me reconocen, es que valgo". Se ve a sí
mismo y se identifica en función de cómo le percibe el mundo. En el subtipo de carácter
social de la envidia hay un contacto emocional constante con la carencia y un deseo de
llenar el vacío. Vive en un sentimiento incesante de que sólo el mundo exterior es
indispensable para satisfacer su falta de plenitud y recuperar un sentido de valía personal.
Es como si una parte de él siguiera esperando lo que su madre tuvo en la infancia; sólo ha
cambiado el objeto, permanece la misma idealización del otro y la expectativa de recibir
aquello que le hará sentirse satisfecho, llenar el sentimiento de vacío y ser finalmente feliz.

El E4 social tiene poca autonomía y, al no sentirse digno ni siquiera de pedir ayuda, utiliza
lamentos: su petición de ayuda, nunca explícita, está hecha de lágrimas, dulzura, ironía,
pero también de culpar al otro, sobre todo cuando está enfadado y decepcionado por lo que
esperaba y no ha sucedido.

Tiene una fuerte emocionalidad y también una marcada capacidad de empatía, pero son
sus emociones las que surgen como reflejo del mundo exterior; es como si sus emociones,
sentimientos y comportamiento no pudieran separarse del mundo exterior a él. La empatía
es el canal a través del cual se permite experimentar sus emociones aún más plenamente y
alimentar esa parte emocional que le hace sentirse vivo y no solo.

En el contexto familiar, ha aprendido cómo debe ser para no molestar, para no irritar a su
madre, para no ser castigado o maltratado, pero se ha olvidado de escucharse a sí mismo,
de sus necesidades, de expresarlas y de confiar en que pueden ser satisfechas, algo que
quizás usted nunca ha aprendido.

Siento mi predisposición a aislarme, a no estar en grupo, sobre todo en momentos de fiesta,


de ligereza. Puntualmente prevalece en mí el miedo, cuando debería estar disfrutando con
otros, a sentirme invadida u obligada a compartir banalidades, a presumir y no estar
firmada. Todo ello con un sentimiento de autoexclusión, de no dar la talla, de renunciar
básicamente a satisfacer mis verdaderas necesidades. VALTER M

Infancia

Ya en la infancia, el E4 social alimenta la ilusión de que puede salvar a las personas que le
rodean, aunque le hagan daño y le humillen. Cree que salvándoles, dándoles una
oportunidad de redención, puede salvarse a sí mismo. Así, se identifica con el otro,
proyectando su necesidad de ser salvado, como si quisiera "comerse" a sus seres queridos.
La necesidad real de satisfacer el "hambre de madre" y la imposibilidad de hacerlo lleva al
niño social E4 a llenarse de ira hacia su propia madre, una ira que no puede permitirse
expresar, ya que la necesita, depende de ella. Así, se la traga, para sentir que la tiene
dentro. "Como no puedo tenerte, me convertiré en ti, así podré tenerte y también odiarte". El
E4 social tiene una relación consigo mismo que refleja la que experimentó con su madre: si
su madre le habla despectivamente, el niño se dirige a sí mismo despectivamente, si a su
madre le molesta su risa y su juego, él se reprime. Se prohíbe reír y jugar. Si su madre le
repite: "Lo haces todo mal, eres un inútil", y la persona se dice constantemente: "<Lo hago
todo mal, soy un inútil", y se convence de ello. Así, incorpora a la "mala madre", la lleva
dentro, se la traga, no puede soportar para sí el dolor de no tener realmente una madre
idealmente buena. El sentimiento de decepción y frustración lo vuelve contra sí mismo;
incluso el odio que naturalmente debería sentir hacia ella, lo dirige hacia sí mismo. Es como
si, al tragarse a su madre, pudiera odiarla a través del odio que se dirige a sí misma.

Soy el primero de tres hijos, el primero que nació con una "singularidad" de corta duración.
Ese mismo año, después de diez meses, nació mi hermana. Con su nacimiento (o quizás ya
durante su gestación), perdí mi "paraíso" y me convertí en "la mayor" desde el principio.
Recuerdo un sueño que tuve durante el trabajo terapéutico: "Era pequeña, creo que apenas
tenía un mes, estaba descansando en mi cuna y esperando a que mis padres volvieran de
una fiesta. Llegaron al cabo de un rato embriagados de alegría, felices, y en cuanto entraron
tuve la certeza de la concepción de mi hermana, sentí que mi madre ya no podía
alimentarme y de repente se convirtió en una asesina de la que tenía que desconfiar. ". Tan
vívido era este sentimiento que toda la noche dormía acurrucada junto a la cama de mi
compañera de habitación, segura de que alguien detrás de la puerta quería matarme. Con
el nacimiento de mi hermana, el brevísimo privilegio que había experimentado hasta
entonces desapareció por completo: era exigente, centralizadora y arrogante, acaparaba
toda la atención sobre sí misma y yo me sentía invisible. Al cabo de un tiempo, vino también
mi hermano. Me contaron que al principio yo era una chica alegre y comunicativa, con una
gran afición por la música y el baile, pero que poco a poco fui perdiendo esa alegría.
Recuerdo que mis hermanos jugaban mucho, había complicidad entre ellos, me llamaba la
atención su desparpajo, sus ganas de divertirse, los veía puros e inocentes; yo participaba
poco, me excluían y me sentía diferente y olvidada. Era como una espectadora en la
ventana de los acontecimientos familiares, esperando que algo cambiara. Rosa C
El E4 social ha interiorizado la mirada negativa y desvalorizadora de la madre y la ha
interpretado como una falta de amor hacia él. Por ello, se ha autoconvencido de que él es lo
que el adulto le hizo sentir que era, y su herida profunda es la de no ser importante. Con
estas características y un miedo indistinto al mundo, a la vida, a las cosas, a las personas,
está claro que al individuo E4 le cuesta mucho afirmarse, experimentar, saborear lo que la
vida le ofrece y lanzarse a vivir experiencias. Lo que hace más espontáneamente es
retirarse del mundo, encerrarse y aislarse. La suya es una necesidad extrema del otro para
vivir.

De niño, me di cuenta muy pronto de que tenía que valerme por mí mismo y de que no
podía pedir ayuda explícitamente, ya que siempre había alguien en la familia que tenía
problemas y necesidades más grandes e importantes, emocionales o materiales, que los
míos. Así, empecé a infravalorar y ocultar mis necesidades a mi madre, acabando por
ocultármelas a mí misma y siendo incapaz de reconocerlas. El vacío que sentía de niña se
convirtió en un vacío existencial. GIULIA C

A veces, en la infancia, ha sufrido el ascenso social de algún miembro de la familia y, por


ello, libra una batalla descendente para denunciar el movimiento neurótico y su abandono
afectivo, debido al interés del padre por el éxito, quizá intentando ser tan importante como el
mundo exterior que tanto atraía a su madre o a su padre. Otras veces, nos encontramos
con una "vergüenza" familiar por el fracaso o la "culpa", y se hace cargo de no sentirse
digno del entorno social. Es un carácter que se forma a partir de la necesidad de ser visto,
una necesidad que se autosabotea por el miedo a no tener éxito. Y es precisamente el
autosabotaje el que se convierte en la condición para seguir aspirando sin enfrentarse
realmente a los límites o al fracaso real. del mismo modo que la frustración o el dolor de no
tener éxito se convierte en un arma para expresar la ira contra quien no se hace cargo de su
daño.

Si me realizo socialmente, hago algo que le gusta y da satisfacción a mi madre (E3 social),
entonces no lo hago. Para vengarme, estoy dispuesta a destruirme y autosabotearme.
GIULIA C

Cuando lo que vive es muy desagradable o doloroso, pasa el tiempo esperando la


redención del "enemigo" que le causa tanto sufrimiento. No se va, no huye, no se salva,
sino que espera, como siempre ha hecho desde la infancia, a que la otra persona se fije en
él, en su dolor, para finalmente verle y quererle.

El E4 social ha crecido con una ambivalencia dolorosa: la persona que debería haberle
amado, que debería haber cuidado de él, es la que más le ha hecho sufrir, la que le ha
castrado y de la que debe defenderse. Esta ambivalencia está perpetuamente presente en
la vida del E4 social.

Con estas figuras parentales ambivalentes, experimenta que su felicidad está ligada a los
demás, a los sentimientos que puede inspirar a otras personas, a su presencia, a su
cercanía: factores esenciales para soportar la dolorosa sensación de soledad interior.
Aunque el E4 social tiene una enorme necesidad de atención, no la pide directamente.
Lejos está de esperarle, aunque está en su derecho. Tiene miedo de ser una carga para el
otro y, en consecuencia, de perderlo, tiene miedo de darse cuenta de que es una molestia
para el otro y, en consecuencia, puede convertirse en una persona difícil para el otro: difícil
de comprender, difícil de satisfacer. Espera siempre los tiempos y momentos de los demás.
Piensa que no es lo suficientemente importante como para dedicarle un tiempo precioso. Y
así interpreta la confirmación de que no vale lo suficiente.

A diferencia de la conservación E4, que consigue atención a través del desapego y la


tenacidad de hacer las cosas solo, la persona social intenta conseguir lo que quiere a través
de la queja, el sufrimiento, la enfermedad, todos los aspectos que le incomodan. Manifiesto
su carencia y que puede estimular al otro para que se acerque y llene su vacío con lo que
necesita; es como si dijera suplicante: <<Dame, por favor. ¿No ves cómo sufro? ¿No ves
cómo duele?

Junto con el sentimiento de fragilidad interior y la incapacidad o imposibilidad de pedir


directamente, también puede crecer en esta persona una vergüenza respecto al efecto
suscitado en el otro y puede sentirse avergonzada cuando la otra persona siente compasión
por ella. Puede avergonzarse de su propia fragilidad, de sentirse incapaz de mantenerse y
cuidarse a sí misma y de su dependencia del otro, y sentir un fuerte sentimiento de
vergüenza cuando el otro la "ve" y se da cuenta de lo indefensa que está. A veces puede
ocurrir que una enfermedad y su posterior instrumentalización reaviven en el E4 social la
perspectiva de recibir por fin del otro esa mirada amorosa que lleva esperando toda su vida.
La enfermedad puede ser para el E4 en general una forma de llamar la atención de
personas de referencia y de sentirse querido.

Recuerdo que cuando supe que tenía cáncer, pensé que mi madre por fin sería consciente
de mí, de mi existencia, que además de su hijo menor, también sería consciente de que
tenía otra hija. Para despertar tuvo que perder a esa hija que nunca había visto. Nada
parecía perturbarla ni preocuparla. Una vez, durante un viaje a África, contraje malaria
cerebral; el diagnóstico precoz fue mi salvación. Cuando volví a casa, sólo tenía que hacer
un examen de seguimiento. No sabía cómo decírselo a mi madre, temía su reacción, ya
que de todas formas era algo muy grave. En cambio, no sólo la subestimó, sino que incluso
se rió de ello. En aquella ocasión, recuerdo que tanto mi ex marido como yo nos quedamos
sorprendidos. ALICHITA R

La enfermedad puede ser una oportunidad para salir de la impotencia y la incapacidad de


actuar, para evitar el abandono, para mantener atado al otro. Puede ser un verdadero
resquicio, un medio para evitar lo peor: la separación, la cólera, el alejamiento del otro.
Frente a la fragilidad del sujeto, frente a su estado de necesidad, el otro sólo puede deponer
sus armas o sus intenciones y volver sobre sus pasos; otras veces, en cambio, la
enfermedad es un canal de expresión de la cólera, como una especie de venganza
mistificada, un castigo que puede apelar al sentimiento de culpa. En algunos contextos, la
enfermedad puede ser una excusa convincente para decir "no" a peticiones incómodas o
demasiado exigentes.

Pasé unos años muy difíciles, emocional y prácticamente, cuidando de un padre con
demencia. Al ser la única de los tres hijos soltera y sin hijos, existía un mandato familiar
para que me ocupara de papá, que cada día perdía más autonomía. Había una fuerte
ambivalencia; quería cuidar de él y al mismo tiempo intentaba seguir una voz interior que
me decía que no podía sacrificar mi vida de esa manera (ya lo había hecho por mi madre,
que ya se había ido unos diez años antes, después de luchar contra el cáncer durante
veinte años).

En un momento dado, se me atascó la espalda. Durante una semana estuve en cama sin
poder levantarme y necesitando

inyecciones y analgésicos. Creo que era mi forma de decir "no puedo más", GIULIA C.

Cuando se le encomienda una tarea, puede entregarse por completo. Al principio le asaltan
el desánimo y el pánico: "¿De verdad puedo hacerlo? Es muy difícil, ¡no estoy a la altura!
Qué figura voy a hacer!".

Lo primero que piensa es en renunciar, porque teme que sea un desastre; comienza su
agotadora lucha interna, advierte al otro de su falta de capacidad, pero luego prevalece su
deseo de participar, de pertenecer, de obedecer las exigencias de los demás. Tras una serie
de reproches a sí mismo, intenta sacudirse e intenta cumplir con lo que se le pide. Tiene
que hacer su trabajo lo mejor posible. Sin embargo, una vez que ha terminado y comprueba
si realmente ha hecho un buen trabajo, resta importancia a los elogios. Le avergüenzan,
porque siente que "roba" los cumplidos; ante los elogios se siente de mala fe porque nunca
está contento con el resultado final. Sólo ha hecho la mínima parte de su deber", o
"Curiosamente, esto me ha venido bien, he tenido suerte, lástima que no valga para nada
más". Se olvida constantemente de los éxitos repetidos y sigue demoliéndose y
lesionándose. Trae a la memoria recuerdos de "situaciones neutras", que juzga fracasos de
los que nunca se libra. Fija en su memoria con increíble facilidad las escenas de situaciones
en las que ha fracasado, mientras borra literalmente aquellas en las que ha logrado sus
objetivos brillantemente y deja pasar los cumplidos y elogios que ha recibido, encontrando
siempre una razón para devaluarlos o restarles importancia.

Cuando estaba en la universidad, recuerdo que a menudo sacaba buenas notas. Cuando
me ponían un treinta en el cuaderno no brillaba de alegría, no parecía posible que me
emocionara. En cuanto me daba la espalda y bajaba las escaleras, me decía a mí misma
que lo había hecho bien porque el profesor estaba de buen humor ese día, o que el examen
era fácil, o que me había hecho las preguntas para las que estaba más preparada. En
resumen, al pie de la escalera no quedaba ni rastro de la intensa alegría que había sentido.
ALICHITA R

Desde la primera infancia adquiere la idea de que el placer se castiga o se paga después
con dolor. El niño E4 social no se permite sentir placer porque teme el dolor que vendrá: el
dolor de descubrir que el placer no es real, o que no durará. Pero también se enfrenta al
revés, a la creencia de que si sigue sufriendo conseguirá que le presten atención. Así entra
en un círculo existencial vicioso; no es sino que sufriendo puedo recibir lo que me hará feliz,
pero si no sufro, no puedo aspirar a que me den lo que necesito.

Recuerdo bien el aire de mi casa cuando era niño. Sólo había lugar para el deber hacer,
para luchar por sobrevivir. El entretenimiento estaba prohibido, el trabajo de los domingos
era aún más exigente, nunca una película, un pequeño viaje, unas vacaciones. Si sonreía
cuando me encontraba con los ojos de mi madre, ella me detenía inmediatamente: "¿Por
qué te ríes, no sabes que mañana puede ocurrir algo terrible?". VALTER M

El rechazo airado hacia la madre suele dirigirse a la comida, que en cierto modo es lo que el
niño no puede expresar abiertamente como equivalente de la teta: "comer", alimentarse, se
convierte para él en una verdadera tortura

No comía nada, me gustaban muy pocas cosas, ¡ni siquiera la pizza! Ni siquiera podía
obligarme a comer ciertas cosas; esto era una fuente de conflictos, mi madre era muy
golosa; cambié de gustos cuando me quedé embarazada. MARINA P

Comer se convierte en una obligación, los bocados de comida se amontonan en su boca,


formando una gran "bola" que no puede tragar. Esto suele despertar ansiedad en la madre,
que intenta obligarle a comer, se enfada con él y le castiga. Lo que al principio era
agradable -la comida es uno de los mayores placeres de la vida- acaba convirtiéndose en
un tormento; al final, es la única arma que le queda para

luchar contra su madre, devolverle el odio que siente hacia ella y hacer que se quede con
ella y le dedique parte de su tiempo. Es posible concebir el trastorno alimentario como un
implacable ataque sádico contra el propio cuerpo. Para quienes padecen este trastorno, el
cuerpo representa el conflicto con la madre, con la propia feminidad y con la sexualidad
(Kernberg, 1994). El E4 social suele tener una relación ambivalente con la comida, que
representa el vínculo entre el yo y la figura materna interiorizada. Con los síntomas de la
anorexia o la bulimia, las personas de este carácter manifiestan la dificultad y la
ambivalencia entre querer convertirse en "adulto", superar la dependencia y permanecer en
la protección ilusoria de la relación primaria omnipotente.

La angustia fisiológica desencadenada por el crecimiento se refugia en la regresión a la


oralidad y la comida -deseada, rechazada, vomitada, idealizada- se convierte en el signo del
conflicto entre la ilusión de ser dueño de uno mismo y la dependencia patológica.

A menudo, el problema con la comida tiende a resurgir en la edad adulta, cuando se


vislumbra el final de una relación. En esa circunstancia, puede ocurrir que el sujeto pierda
casi todo el apetito y le resulte difícil comer. Es como si a través de la comida, en una
situación de dolor emocional especialmente intenso, se produjera en él una regresión.

En todas las situaciones, cuando terminaba una relación, el hambre desaparecía. Mis
emociones lo llenaban todo, siempre me sentía lleno. Las necesidades del cuerpo eran
aplastadas y olvidadas por la emocionalidad que me embargaba, me sentía fuerte con esa
emoción, me sentía viva aunque mi cuerpo desapareciera. CHIARA F

La comida representaba la verdadera relación que existía entre mi madre y todos los
miembros de la familia: era ella, la cocinera, quien dispensaba placer y amor a través de la
cuidadosa preparación de sus platos. Cuando salía de casa, recuerdo mi neurosis
paroxística de correr a casa a prepararme algo de comida para no entrar en pánico, ya que
me sentía en una especie de peligro mortal de no ser alimentada. La nevera estaba llena a
reventar a pesar de ser yo el único habitante de mi piso. VALTER M
Masoquismo / autodestrucción

Básicamente, existe en el E4 social un fuerte temor. Teme que el entorno inestable, poco
fiable y a veces peligroso que le rodea -que aún percibe como el de su infancia- pueda
causarle nuevos dolores. No sabe cómo moverse en el mundo, tiene la sensación de que
todo es más grande que él y que le supera y no ve ninguna salida; se siente indefenso,
como si no tuviera piel.

Y al final se crean situaciones a su alrededor que son inexorablemente fuentes de dolor:


todo se repite como en la infancia, cuando sus padres le causaban más dolor que consuelo
e incluso su ausencia le hacía sufrir: se siente como un perro que se muerde la cola.

El E4 social es el subtipo en el que más se manifiesta el masoquismo. La paradoja es


dañarse o causarse dolor físico para aliviar o sentir menos dolor emocional, o a veces
incluso "<buscar placer">, o más bien la sensación de existir, o un contacto consigo mismo.
Acostumbrado a los castigos de su madre, continúa infligiéndoselos. "¡Me he defraudado,
me avergüenzo de mí mismo!", se dice, y surge en él una angustia que, hasta que no haya
sido castigado, no le dejará vivir.

Evidentemente, el ideal de sí mismo, al no haber satisfecho nunca a la madre, es muy alto e


imposible de alcanzar, por lo que siempre se decepciona a sí mismo, se crea sufrimiento
psicológico o se procura dolor físico en el límite entre el dolor y el placer y se arriesga a
procurarse verdaderas lesiones corporales que causan enfermedades directas o indirectas
hasta el gesto extremo del suicidio, que puede vivirse como un gesto extremo de venganza
hacia el otro que no nos ha prestado la debida atención, que nos ha ignorado y ha
subestimado

nuestras necesidades y sufrimientos. En este tipo de personaje, el gesto autodestructivo


tiene el significado de un grito contra el mundo que no le comprendió, no le buscó y no vio
sus talentos.

Hay personas del E4 social que tienen tendencia a autolesionarse conscientemente. Por
ejemplo, cortarse los miembros y luego ver cómo fluye la sangre: su salida, como una
sangría, libera de la angustia, de la fealdad que uno lleva dentro y de la culpa: "¡Aquí está el
'mal'! que sale de mí, ¡ahora soy libre!". O hay quien come con avidez una cantidad y
variedad impresionante de alimentos sin dar tiempo al cuerpo a transmitir la sensación de
saciedad, sólo para detenerse cuando ya es demasiado tarde, cuando la sensación natural
de saciedad se acompaña de náuseas y vómitos, hasta desembocar en la intoxicación, la
pérdida de los sentidos y el colapso físico.

La culpa

La culpa, que le acompaña desde la infancia, surge del sentimiento de haberse equivocado
y, por tanto, de haber hecho daño a alguien, o de haber defraudado las expectativas de su
madre, siendo él mismo un "error". Este sentimiento está relacionado con su gran empatía.
De hecho, no se sentiría tan culpable si no se diera cuenta de las emociones que despierta
en los demás y no insistiría en ellas si el otro no desempeñara un papel tan importante en
su existencia.

La culpa también está asociada al concepto de castigo. Espera ser castigado y, sobre todo,
está convencido de que lo merece y de que no puede hacer nada para evitarlo. Sufre en
silencio, ni siquiera intenta exculparse o explicar sus razones. Está como rendido ante el
adulto, completamente indefenso. El sentimiento de culpa afecta a la capacidad de juicio del
sujeto y le lleva a sobrevalorar las consecuencias de sus actos.

Dependencia del otro

El subtipo social se aferra a las personas que quiere y vive con miedo a la pérdida, al
abandono, a la muerte, ya que tiene la sensación de que sin ellas, él mismo morirá, porque
está convencido de que no dispone de los recursos necesarios para salir adelante solo en la
vida. Cuenta con los demás más que consigo mismo, valora a los demás más que a sí
mismo, aunque luego acaba cayendo en un abismo en el que incluso el otro carece de
valor, es decir: el abismo de la impotencia que le rodea a él y al resto del mundo.

El verdadero drama para él llega cuando la vida le lleva por una u otra razón a experimentar
la pérdida. Es entonces cuando el dolor se hace insoportable y es como morirse. Siente
dolor emocional, psicológico y físico, como si le faltara una parte interna de su cuerpo; se
siente desolado y tiene la sensación de que no podrá vivir sin su ser querido, que le
acompañó, que le protegió en vida (más en una fantasía idealizadora que en la realidad). La
vida misma pierde sentido. Está el vacío de la pérdida de la persona amada, está el vacío
de la pérdida de la persona que se añora y se odia porque no corresponde. Muy a menudo,
la muerte le enfrenta no sólo a su amor, sino también a su odio reprimido. Sin embargo, eso
para el E4 social podría ser una gran oportunidad de crecimiento, ese dolor atroz podría
abrirle el camino hacia la autonomía y la constatación de que puede salir adelante por sí
mismo. Puede descubrir a través de ese shock que además de no morir por primera vez
puede vivir de verdad, tomar decisiones, vivir tiempo para sí mismo, dedicarse a escuchar y
cuidar; puede descubrir, cuando se rompe lo que para él es un vínculo fundamental, lo que
significa ser libre. Mientras permanezca bajo el ala del otro por miedo a la vida nunca sabrá
lo que significa vivir.

Hasta los seis años, en edad escolar, me sentí segregado, mi mundo era la familia y el
hogar. Mis padres trabajaban y cuando se iban cada día, yo lloraba en silencio entre las
canciones de nuestra niñera y las risas y juegos de mis hermanos, siempre unidos y
cómplices. Para mí siempre fue abandono. Pero aún más dramático era el miedo a que
murieran, él los controlaba si se peleaban, creyendo que podían hacerse daño, actuaba
como testigo. Recuerdo que

miraba con una mezcla de terror y compasión a un niño de mi clase que había perdido a su
madre, me obsesionaba cómo podría sobrevivir, lo mantenía a distancia, me distanciaba del
malestar que me causaba su estado, y me lo imaginaba en una casa oscura y fría, sin nada,
rezaba a todos los dioses, rogaba que nunca me pasara a mí, porque la idea era
insoportable. Rosa C
De niña me angustiaba mucho la idea de que mi madre pudiera morir. Ella, que había
perdido a su madre a los dos años, me repetía a menudo: "Yo también, como mi madre,
moriré cuando cumpla treinta y dos años". Sentía el terror dentro de mí y rogaba con todo
mi corazón al Señor que me dejara morir a mí en vez de a ella, porque yo no podría
sobrevivir al dolor de su pérdida. Walter M

El miedo al abandono contamina muchos ámbitos de la vida del E4 social y le resta libertad
y espontaneidad. Incapaz de expresar su propio punto de vista, por miedo a ser castigado y
abandonado, cuando se encuentra en una situación de discrepancia de puntos de vista,
tiende a entrar en el papel de víctima para justificar la aceptación de opciones que no son
las suyas. Evita el conflicto, pero promulga la culpabilización del otro: "Debes actuar
pensando por mí aunque yo no lo haga". Intenta resolver su sensación de inadecuación
haciendo que el otro se sienta inadecuado y culpable. Lo que no es capaz de hacer por sí
mismo, lo proyecta en el otro. Sabe asumir la defensa de otra persona, es más, siente un
verdadero impulso de defender a quien está sometido a algo que considera injusto. Por otra
parte, cuando vive situaciones similares ni siquiera piensa que afectan a su propia persona,
ni su cabeza actúa por sí misma; en el fondo, no siente que se lo merezca y, además, no se
siente con fuerzas ni energía suficientes para sostener sus propias razones.

La sensibilidad típica del E4 social y su empatía por el dolor ajeno es el mecanismo por el
que inconscientemente lidia con sus propias heridas. Tiende a retraerse. No se siente lo
suficientemente fuerte como para defenderse, ni confía en que nadie le protegerá
realmente. No puede percibir la ira como una energía vital sana y esto no le permite vivir
espontáneamente, seguir sus instintos, lanzarse literalmente al flujo de la vida. Rara vez es
capaz de permitirse situaciones de las que pueda sacar provecho o placer. Expresar la ira
significa tomar conciencia del odio reprimido, significa tomar conciencia de la
"destructividad".

El E4 social elige inconscientemente preservar su "vacío interior" como tal. No sabe estar a
solas con su propio vacío que apesta, que mata. "Si mamá ni siquiera me quería, ¿por qué
debería quererme a mí mismo?". No puede contactar con recursos adultos. Esto sucede
porque nunca renunció a la atención que no recibió de niña y siguió viviendo con la
expectativa de que tarde o temprano se la ofrecerían, tal vez un príncipe que la rescataría.
Y al igual que hizo durante la infancia con su madre, cuando se culpaba por no ser amada,
creyendo que ella era la causa de su abandono, de adulta prefiere huir con el enemigo, es
decir, también puede aceptar ser desvalorizada o maltratada con tal de no perder al otro. La
fantasía la ayuda con esto, porque le da la ilusión de que tarde o temprano las cosas
cambiarán y el otro se dará cuenta de su valor y de lo mucho que la ama. Sostenida por
estos pensamientos, puede aguantar incluso años en una relación frustrante.

2
LA NECESIDAD NEURÓTICA CARACTERÍSTICA. VERGÜENZA
POR SUSANA BAYONAS

Entre todos los subtipos sociales, el E4 social es sin duda el más difícil de reconocer.
Normalmente, un subtipo social, independientemente de su pasión dominante, se revela
muy ansioso de afirmación, de éxito, de ser visto como una persona de valor para poder
sentir que pertenece a su tribu. El E4 social vive todo esto en su interior con gran dificultad
para llevarlo a la conciencia, ya que prevalece en él una actitud de renuncia y asume que no
tiene talento ni valor. El propio deseo de

confirmación se convierte en una fuerte vergüenza, la envidia hacia aquellos que se lo


permiten es vivida como un fracaso, una culpa.

Broucek propone que la vergüenza es la evolución en la conciencia del niño, en torno a los
dieciocho meses, de su condición de objeto a los ojos de los demás, tratándose de la
conciencia pública, que conduce a la conciencia pública del yo y a una conciencia de sí
mismo basada en la observación del otro exterior.

La vergüenza se divide entre la sensación misma de vergüenza que surge con ocasión de
un acontecimiento concreto, y la sensación constante de vergüenza como ruido de fondo.
La sensación se refiere a una vergüenza anticipada o "actitud existencial" que nos hace
detenernos antes de decir o hacer algo, que nos protege de una exposición que sentimos
amenazante

La vergüenza es un sentimiento que tiene que ver con el deshonor, con la humillación. Es
una emoción que surge de creer que se ha cometido algo malo, una vergüenza que se
siente ante los demás cuando se comete una falta o cuando se hace algo que se considera
ridículo, fuerte o humillante. vivir la pasión de la vergüenza es vivir en la sensación
constante de estar en falta, en la lucha constante entre el gran deseo de ser visible y el
miedo a no estar a la altura. La necesidad de este subtipo social es pertenecer al grupo y la
forma de hacerlo es cultivar en sí mismo este deseo que le hace avergonzarse. La
vergüenza, pasión del subtipo social, es la condición que le permite vivir en la fantasía de
ser visible y no hacer nada para conseguirlo.

Detrás de la vergüenza se esconde la necesidad de caer bien a todo el mundo, la necesidad


de ser aceptado, aprobado, por eso se presenta como blando, afectuoso, tranquilo,
bonachón. Busca el reconocimiento fuera, ya que no tiene una referencia interna de
reconocimiento de sí mismo.

Cuando valora lo que hace, no puede aceptarlo. Hay una parte en la que se siente un
impostor, una parte que el otro no conoce y que quiere mantener oculta.

Los individuos con este carácter no tienen una capacidad objetiva para juzgarse a sí
mismos; tienden a encontrar aspectos negativos en sí mismos y también a negativizar sus
propios méritos. Prefieren devaluarse y no reconocer su propio valor, antes que poner en
peligro la relación o el clima de paz con los demás.

Cuando alguien me hace un cumplido porque reconoce un mérito en mí, tiendo a sentirme
incómodo, diría que avergonzado, y entonces la operación que llevo a cabo es restarle
importancia, convertirlo en algo trivial o en aspectos en los que muchas personas se
encuentran comúnmente.
Una de las razones es, sin duda, la de no querer que el otro me considere demasiado
grande, ya que temo decepcionarlo cuando me conozca más profundamente, pero también
hay un aspecto que tiene que ver con la protección del otro: es como si quisiera defenderlo
de una frustración que me es demasiado familiar, a saber, la que proviene de ser
comparado con alguien que es mejor, algo que siempre me ha sucedido. ALICHITA R

El estado de vergüenza pone a la persona por debajo, y mantiene todos sus defectos, con
el rechazo y la convicción de ser una víctima, por lo que deja al otro antes de decir que no.
Hipersensible en los afectos, con un pequeño no que les digan no intentan nada más. Y el
dolor de lo que pudo ser y no fue dura mucho tiempo, se deleitan en la carencia, en el no,
en la desconfianza en sí mismos y en la vida.

Detrás de este sentimiento de carencia hay una necesidad de sentirse mejor que el otro.
Necesita ser rescatado, resuelto, cuidado, necesita ser contenido, abrazado, aprobado,
cuidado y protegido.

Al mismo tiempo, "necesita" al rechazado para seguir sufriendo y reconfirmar su posición


existencial de carencia, posición sin la cual pierde la esperanza de ser rescatado.

Es adicto a las sustancias químicas de la tristeza y la melancolía, que necesita tanto como
el hombre enfadado necesita su inyección de adrenalina. Lo siente en el pecho; cómo sube
y baja con la respiración, que se hace profunda y negra, hacia dentro, sin fin, que da una
sensación mentolada y cálida a la vida, que duele.

Conoce el amor, que une el sufrimiento; Está acostumbrado a que le miren por encima del
hombro. "<Aun cuando me haces todo lo que me haces, te quiero porque te comprendo, y
así, con todo, sé perdonar y amar, soy buena>". María Abac Klemm, en su libro La
personalidad velada, distingue la vergüenza física y la vergüenza existencial.

La vergüenza se apodera del plexo solar y de todo el cuerpo. Me salta el plexo solar, se me
hunde el pecho, la cara se me pone muy roja, me salen manchas rojas en el cuello, me
vibra mucho todo el cuerpo y al mismo tiempo me siento helada por dentro, como si tuviera
hielo encima. el pecho irradia frío a todo el cuerpo, eso me debilita, me hace muy insegura
físicamente, muy vulnerable, se me enfrían las manos. Cuando hablo no digo lo que quería
haber dicho, se me enredan las ideas, siento que hago perder el tiempo a los demás. Un
terror paralizante me comprime el cuerpo, los costados, las costillas se tensan, la
respiración se bloquea, se limita a un nivel tremendamente superficial. Siento que me estoy
volviendo muy pequeña, muy ridícula, me aparece un horrible nudo en la garganta que me
hace ahogarme y mis ojos quieren llorar, no puedo controlarlo y lo peor es que siento que
todo el mundo se da cuenta, eso me hace sentir aún más patética. SUSANA B

E4 tiene la sensación de que no puede decir lo que quiere decir, que le resulta muy difícil
mantener el contacto visual.

Me paralizo, no puedo hablar, ¡sólo de pensarlo me inhibo aún más! También me ha pasado
en el SAT, ¡cuando antes me parecía un lugar tan protegido! Siento ansiedad, el cuerpo
rígido, taquicardia, no creo que me ruborice, si hablo mi voz es tranquila, casi automática,
debido al control que desato. Temo ser juzgado estúpido, inadecuado, no decir lo correcto,
ser menospreciado. Casi no hay capacidad de pensar, se desencadena un estado físico de
inhibición, me escondería. Siempre pensé que con una máscara (de verdad) podría decir
cualquier cosa sin que me vieran. Hoy me he dado cuenta de cómo mi madre le decía cosas
a mi hija, la regañaba, sin preguntarle, sin explicarle, sin enseñarle, ¡directamente la
regañaba! y no entendía por qué le decía que parara, ¡que lo dijera de otra manera! Era
como si "ya supiera" lo que tenía que hacer. MARINA P

La autoestima está en un nivel muy bajo y siente un fuerte sentimiento de culpa por no ser
perfecto y, por tanto, querible. Está profundamente convencido de que no tiene nada bueno
que dar a los demás. Se ve a sí mismo como débil, incapaz, necesitado de la ayuda de los
demás, se percibe a sí mismo como equivocado y está seguro de que nunca podrá mejorar,
porque no tiene cualidades. De este modo, sigue siendo eternamente un niño, aunque
pueda afrontar bien las diversas vicisitudes que experimenta, como si se sintiera más a
gusto en la adversidad que en la rutina diaria. Se esconde tras un llanto infantil, doloroso y
asustado, que expresa la necesidad desesperada de que sus padres u otra persona ocupen
ese papel, alguien que le enseñe la serenidad con la que se puede vivir, alguien que le
acoja, que le ayude a superar la acumulación de constantes abandonos que ha tenido que
soportar. La vergüenza es, entonces, la barrera tras la que puede esconderse, observando
el mundo desde las sombras, la justificación para sí mismo de la imposibilidad de recibir la
tan deseada confirmación.

En la amistad, me encariñé profundamente con una persona y se convirtió en mi vínculo con


el mundo, dejaba que

organizara salidas o qué hacer en mi tiempo libre, a través de ella podía vivir una vida social
sin ser yo quien organizara o decidiera, a veces decidía yo pero esperaba a que la amiga se
expusiera, llamara y actuara. Este aspecto mío se hizo más evidente en el mundo laboral,
mostrando enseguida buenas cualidades como persona sociable, que apoya y crea las
mejores condiciones para que otro (jefe, superior...) pueda trabajar lo mejor posible. Un
requisito indispensable era que fuera una persona a la que admirara y tuviera en alta
estima. Gracias a su capacidad y habilidad, yo también podía serlo. A través del camino
del SAT me quedó claro cómo esta posición de subordinado me permitía evitar la vergüenza
de mostrarme, pero también evitar la competencia, en definitiva, no entrar en conflicto y, por
último, asumir toda la responsabilidad de lo bueno y lo malo. CHIARA F.

Si se encuentra sufriendo por algo que le ha ocurrido, no sólo no busca distraerse del
contacto con lo que está viviendo, de los momentos de alegría con los amigos o de las
situaciones de ligereza, sino que tiende a hundirse más en la tristeza con pensamientos de
momentos que pudieron ser pero no fueron, o que están lejos en el tiempo y son
irrepetibles. Le vienen a la mente recuerdos de experiencias que nunca podrán repetirse; en
definitiva, tiende a enfatizar lo que ya está viviendo, dejándose llevar por una tristeza sin
límites. El dolor atrae magnéticamente otro dolor, la tristeza es una caja de resonancia para
otras tristezas, la vida está en el pasado, el presente no tiene valor.
A través del dolor siente que al menos es aceptado por sí mismo; es el único momento en el
que se detiene, puede observarse y se atreve a permitirse momentos de ternura para sí
mismo. En ese momento cura sus propias heridas y se siente contenido, protegido. Pero
eso no dura mucho, porque pronto aparece de nuevo la ansiedad de enfrentarse al mundo.
Todo tipo de emoción es vista con vergüenza porque podría estar mal, tal y como él piensa
que está. Y vergonzosas son, por supuesto, todas sus manifestaciones, pero ocultar las
emociones es una lucha sin cuartel. No puede contenerlas, son como el agua de un río
crecido, se le notan en la cara, la voz entrecortada, los ojos que se vuelven brillantes en un
instante, el rojo en las mejillas. En esos momentos quiere desaparecer literalmente de la
vista de los demás.

Recuerdo que cuando mi madre decía algo que me dolía, sentía un nudo en la garganta y
los ojos se me llenaban de lágrimas. Odiaba ese momento, porque sabía que, por mucho
que lo intentara, no sería capaz de contener nada, y mientras me sentía como una tonta, mi
madre se daba cuenta de que las lágrimas afloraban a mis ojos y añadía palabras que me
humillaban porque, en su opinión, la mía era una reacción ridícula. ALICHITA R

En las reuniones con más gente estaba un poco encorvada y con las piernas cruzadas en el
borde de una silla con la barbilla metida hacia dentro, la cabeza de una tortuga metida en su
caparazón (por eso nos sale una pequeña papada que oculta la cara como un centímetro),
ojos que entran y salen y se mueven como un radar que capta señales de desaprobación
para usarlas en una comparación injusta y dolorosa y luego vuelven a entrar para murmurar
como las vacas su comida, todas esas señales del mundo que son alimento para que nos
sintamos tan mal, inadecuados, engorrosos, feos, locos, desgraciados, discapacitados.
Esos ojos que salen a buscar comida son nuestra propia barrera para que los demás no se
acerquen ya que el fuego que metemos es el mismo que apagamos. Una vibración
envidiosa. Cuanto más murmuramos y nos comparamos, más nos hundimos en el sillón
como si nos pudiera tragar, y entonces viene la necesidad de que sea la misma tierra la que
nos trague y nos saque de ahí, de los demás, que tanto daño hace. No pertenecer querer
desaparecer Y si de pronto nos atrevemos a relacionarnos, la respiración superficial y corta
nos protege de no estar completos en la experiencia de estar con el otro, nos quedamos
ensimismados juzgando cada palabra, cada gesto de nuestra actuación, como una cárcel
que nos protege de mostrarnos, ya que lo que somos es inaceptable y vergonzoso. Y la
envidia juega su peor partida cuando alguien en la reunión comparte algo de sí mismo con
los demás y percibimos cómo esa persona está siendo escuchada, recibida y apreciada. No
sé los demás E4, pero yo pienso para mis adentros que puedo hacer más y mejor que lo
que hace el otro y me muero del dolor de no poder expresarlo, de no poder hacerme
escuchar y apreciar por los demás. Todavía hoy no sé darme importancia ante los demás y
eso me duele, me está afectando. Antes no me daba cuenta; mis herramientas, estrategias
y máscaras para protegerme estaban muy bien armadas y me protegían de mí misma, de
mi desprecio hacia mí misma. SUSANA B.

3
ESTRATEGIA INTERPERSONAL E IDEAS IRRACIONALES ASOCIADAS
En el melancólico observamos el deseo de comunicar a todo el mundo sus propios
defectos, como si encontrara satisfacción en este envilecimiento. SIGMUND FREUD, EL
DUELO Y LA MELANCOLÍA

POR ALICHITA R., CHIARA F., GIULIA C., MARINA P

El tema del abandono, común a todos los personajes emocionales, adquiere dimensiones
emocionales y conductuales "catastróficas" en el E4 social, como caminar siempre en el filo
entre la vida y la muerte. Cada experiencia interna o relacional y cada acontecimiento
externo se interpreta en términos de "no tener suficiente, no ser suficiente, estar privado".
La falsa carencia, el núcleo cognitivo distorsionado a través del cual todos los tipos E4 dan
sentido a lo que experimentan, se resume en este subtipo en torno a un núcleo de
autodesprecio. Si no tengo es porque no lo merezco, si la vida no me da lo que quiero es
porque no soy digno. Todas las interpretaciones van en la dirección de negarse y
maltratarse a uno mismo. No muerde el mundo como el subtipo sexual y no puede aguantar
estoicamente el desierto interior como el subtipo de conservación. Su envidia se sustenta en
un sentimiento de desesperanza.

A continuación, describimos la fijación de la falsa carencia en el subtipo social: Si te lo doy


todo, no me dejarás; Si no me enfado, si no te digo lo que necesito, si acepto tus malos
tratos, no me dejarás. El personaje masoquista se siente aplastado por la vida, por todo lo
que le sucede, siente que no tiene energía ni capacidad para afrontar las vicisitudes y
problemas que se le presentan, por lo que trata de evitar ese fuerte malestar y angustia que
siente. ante algo superior a sí mismo, apoyándose totalmente en el otro, a quien ama, en
quien deposita enormes expectativas. Se niega a autoafirmarse, mantiene una mala
percepción de sí mismo y al mismo tiempo idealiza al otro, ensalzando sus dones y
capacidades, incluso justificando comportamientos irrespetuosos. Vive a la sombra del otro,
creyéndose a salvo bajo su ala protectora, pero evita estar en contacto con la realidad,
tomar conciencia de lo que realmente es. La idea de no sobrevivir por sí mismo, de no tener
éxito si es abandonado, le induce a hacer todo lo posible por evitarlo, y si llega el punto de
arriesgarse realmente a ser rechazado o abandonado, se inclina por abandonar primero al
otro, para evitar la angustia de la espera y también el dolor insoportable, según su
sentimiento, del momento del abandono.

Cuando era muy joven y luchaba con mis primeros amores -en los que invertí mucho para
llenar un vacío interior, cuando sentía que no había suficiente interés- nunca esperé a que la
otra parte tomara una decisión: No podía quedarme en ese limbo de espera y la frustración
causada por la falta de intensidad del amor. Yo impedía los acontecimientos y era yo quien
abandonaba al otro. ALICHITA R

Cuando en una relación tengo la sensación de que la otra persona prefiere otra cosa antes
que a mí, empiezo a dudar de la verdad de la relación, cada situación empieza a confirmar
mi sensación y tiendo a crear situaciones para distanciarme y desapegarme con la certeza
absoluta de que la otra persona lo hará. Promulgo comportamientos que anticipan el
desapego. CHIARA F

El E4 social entra en las relaciones sintiéndose en deuda, como si la persona que le tiene
en cuenta le estuviera haciendo un favor. El favor que le está haciendo es que le está dando
permiso para existir, que le está mirando. Ese favor tiene un precio, y el E4 social se siente
inmediatamente en deuda. Quizá por eso a veces prefiere estar solo, para no deber tanto.
Su retraimiento es muy parecido al del personaje E5, pero mientras que el E5 se siente
aliviado y es capaz de recuperar energía, el E4 social se hunde en sus emociones y
alimenta así su propia autodesvalorización. La baja autoestima y el hecho de no haberse
sentido nunca apreciado y reconocido por su madre o por ambos padres, hace que el sujeto
desarrolle la idea de que no tiene ningún valor a los ojos del mundo. Se siente poco
interesante y, a menudo, en su relación con la otra persona, sobre todo cuando ésta se
interesa por él, se siente muy incómodo y a menudo pierde la lucidez a causa de las
emociones que literalmente explotan en su interior y le invaden, lo que complica aún más su
capacidad relacional y comunicativa. Por eso se sorprende cuando, a pesar de todo, el otro
se interesa realmente por él; casi le cuesta entenderlo.

"Si valgo menos que tú, me cuidarás, me protegerás". El E4 social es como un refugiado
que ha atravesado el desierto sin agua y siempre sentirá sed y carencia. El agua es amor,
también expresado en forma física. De adulto, mantiene viva la necesidad de un abrazo que
no tuvo en la infancia, o que le fue arrebatado demasiado pronto. Nunca es el primero en
dar el paso, tiene demasiado miedo al rechazo, pero indirectamente hace todo lo posible por
recibir atención y contacto físico del otro. Para conseguirlo, tiende a hacerse "pequeño" a
los ojos del otro. Así, vende una imagen funcional de sí mismo que despierta ternura para
obtener protección. En estos aspectos se le puede confundir con el personaje conservador
E6, aunque la diferencia entre uno y otro radica en la fuerte invasión de las emociones y la
motivación por el reconocimiento del grupo.

"Lo que te preocupa es siempre más importante". El E4 social invierte su tiempo, su energía
y sus cuidados en el otro a cambio de lealtad y de la seguridad de que no le abandonará;
así, el sujeto satisface sus deseos, sus necesidades y sus intereses labrándose pequeños
espacios para sí, a escondidas, cuidando de no separarse del otro, o se refugia en la
fantasía, en un mundo en el que nadie puede entrar y en el que sólo puede dedicarse a sí
mismo. Sigue aplicando una modalidad aprendida en la infancia, cuando veía a su madre
tan grande y sentía que no podía ocupar espacio con sus necesidades, ni molestarla con
sus exigencias. Siempre se siente menos importante que el otro, al que pone primero en
todo: en la atención, en las necesidades, en los deseos, en la vida.

En realidad, el equilibrio cambia cuando está más seguro del sentimiento del otro, pero se
inclina a no dejar que el otro lo perciba, porque sigue teniendo miedo de ocupar el espacio
para sí mismo, como si temiera algún tipo de castigo. El mayor temor sigue siendo el de ser
abandonado si se permite a sí mismo y a sus necesidades pasar a primer plano. Si soy feliz,
pierdo la esperanza de que vengas a rescatarme.

"Es mejor huir y abandonar que sentirse en peligro, o frustrado, o decepcionado".


Caracterizado por una falsa carencia, se infravalora y se victimiza. No se enfrenta a sí
mismo porque teme la derrota, ni confía en sus posibilidades de expresar una postura que
merezca ser valorada. Es más, ni siquiera tiene ganas de tener energía para hacerlo. Así,
se anticipa a la frustración, aprovechando el menor rechazo, lo que estimula una
"venganza" silenciosa, que consiste en huir. A veces puede escapar incluso permaneciendo
presente pero ya no disponible en la relación, como si estuviera allí con su cuerpo pero ya
no con su alma. La suya es una ausencia que se siente pero que es difícil de explicar. Estar
ahí frente al otro, pero ya no. Es una forma de defenderse, pero también de vengarse. Al no
conceder, castiga al otro.

"Tú sabes mucho mejor cómo hacer las cosas". No tiene suficiente confianza para hacer lo
que se le pide y además siente que no tiene suficiente energía para llevarlo a cabo. El E4
social tiende a la retroflexión, a fantasear, a elaborar proyectos, sin llegar a realizarlos;
siente el entorno hostil o frustrante y abandona la lucha. Una parte tiende a metas
insatisfechas, la otra se retroflexiona para evitar que la acción salga al exterior, lo que gasta
energía y confirma el sentimiento de inadecuación. "Necesito a alguien que sepa más que
yo, en quien pueda apoyarme". De hecho, a menudo se siente inclinado a abandonar el
resultado antes de conseguirlo, aunque el suyo haya sido un proyecto muy interesante. La
baja autoestima le hace preferir dar apoyo y ayuda a otra persona a la que reconoce y
considera capaz de realizar una tarea lo mejor posible. Sin embargo, al hacerlo, espera,
más o menos conscientemente, ser visto y tenido en cuenta. Es capaz de sentir sincera
admiración por alguien a quien considera superior, sobre todo intelectualmente, pero a
quien también considera noble desde el punto de vista humano. Pero si se ve defraudado
en sus expectativas, es decir, si reconoce errores e incapacidades en el trabajo del otro,
puede ser muy crítico, aunque apenas directamente, y también muy devaluador con quien
logra un éxito que le parece inmerecido. Esto, en lugar de elevar su nivel de autoestima, le
genera rabia hacia sí mismo, porque ha vuelto a equivocarse. También es una confirmación
de que es incapaz de hacer valoraciones objetivas. Así que, en última instancia, en lugar de
utilizarlo para ganar fuerza y confianza, lo vuelve contra sí mismo.

En realidad, hay dos instancias completamente opuestas dentro del E4 social, a saber, un
profundo sentimiento de inutilidad y un anhelo de ser especial. La fantasía de una grandeza
secreta choca con la amenazadora convicción de inutilidad que le lleva a la autoevaluación,
a una pesada sensación de vacío, a sentirse incomprendido y a fijarse en el sufrimiento. En
las ocasiones en que logra con éxito un objetivo, nunca alardea de ello, ya que le
avergonzaría y le causaría malestar. Pero, al mismo tiempo, espera que los demás se fijen
en él y, si no lo hacen, se siente muy frustrado.

Recuerdo cuando Claudio habló de las virtudes a perseguir por los Cuatro, "<equanimidad y
contentamiento>". Sentí que se podía ser feliz, ¡incluso era una meta! Me parecía un
permiso que sentía que nunca había tenido. La loca idea era que sólo el sufrimiento daba
derecho a ser visto. MARINA P

Siempre he preferido ponerme a la sombra de alguien. Elegí, por supuesto, cuidadosamente


quién. Tenía que ser un modelo a seguir, una persona a la que yo tuviera en alta estima. Así
que trabajaba seria y duramente a su lado, me aplicaba y daba lo mejor de mí. Era muy
importante recibir su estima, esa mirada que me decía muchas cosas. Incluso de adulto,
seguí buscando la estima y el aprecio que nunca había recibido de mi madre. Ni siquiera
sentía envidia del éxito que había conseguido, de mi trabajo, si acaso estaba orgulloso de
haber contribuido. Mi premio no era estar en el podio, sino tener la estima de los que
estaban ahí arriba. ALICHITA R

Si alguien acepta estar conmigo, o trabajar conmigo, entonces valgo la pena. Pero esto
también puede tener una doble cara: si alguien trabaja conmigo, entonces no vale mucho.
Otras ideas irracionales
- No soy digno
- No tengo derecho, ni a pedir, ni a tener, ni a ocupar espacio y atención, no tengo derecho
a existir.
-Estoy equivocado
-Hay algo malo en mí que debo mantener en secreto
-Si mi madre no me quiere, nadie puede quererme.
- Si sufro, existo porque me quieren y me ven.
- Si tengo éxito me odian o me envidian, me rechazan. Nunca es suficiente, nunca tengo
bastante.
- La vida es difícil y dura.
- Sólo merezco amor si soy bueno, tierno, amable, de gran zonificación, dedicado y no
conflictivo.
-Si expreso mi ira, ya no me querrán.
- Si tengo ideas diferentes a las de los demás, me rechazarán.
- Si expreso mis emociones, los demás me juzgarán estúpido, frágil, ridículo, me verán
débil, me maltratarán, se burlarán de mí.
- Si muestro mi deseo sexual, los demás verán que soy sucio.
-Sufro y siento muchas emociones, eso me hace especial.
- Como yo sufro, nadie sufre.
- Si me dejan, no sé cómo vivir.
-Al final, a pesar de todo, perderé a quien amo

Así 4
OTROS RASGOS CARACTERÍSTICOS Y CONSIDERACIONES PSICODINÁMICAS
Imaginativo/Creativo
El aspecto emocional, sensible e introspectivo le permite acceder más fácilmente a su lado
creativo e imaginativo. Desde muy pequeño, le gusta consolarse y entretenerse en mundos
fantásticos y oníricos en los que su imaginación le permite compensar la gran inhibición que
siente en la vida real. Este mundo imaginario que ha creado y en el que de alguna manera
cree que podrá materializarse en el futuro, le sirve para metabolizar la realidad cotidiana. La
poesía, el arte y la música se convierten en canales de expresión hacia el exterior

Sensible
La baja autoestima y la necesidad de defenderse de los demás le llevan a rechazar las
críticas o los comportamientos que le cuestionan. Su mirada perpetuamente dirigida al
exterior y la continua comparación que hace consigo mismo le llevan a dar una lectura e
interpretación subjetiva de lo que ocurre; la más mínima crítica le aniquila, siente que ha
dado mucho, más que los demás, se encuentra de nuevo sin reconocimiento. Además,
como le cuesta expresar directamente su opinión por miedo a ser herido o conflictivo,
espera lo mismo de los demás (comprensión, empatía)

Romántico
Para este personaje, la vida es dura, difícil y triste, pero se caracteriza por un

sentimiento romántico en su interior. Gracias a su romanticismo, el mundo se hace más


ligero y llevadero, es como si añadiera una nota o un toque de color a tanto dolor. La visión
romántica que alberga en su interior se expresa en el mundo a través de la poesía, la
música y la búsqueda de situaciones y oportunidades amorosas positivas. Es como si no se
resignara a la dura realidad a través de su aspecto romántico. Es como si a través del
romanticismo endulzara un trago amargo

Pasivo-agresivo/autodestructivo
No se permite expresar ira, siempre reprime el odio. Mostrar odio hacia su madre (o su
padre) equivaldría a perderla, algo que ningún niño puede permitirse. Así que aprendió a
reprimir su odio y a tragárselo, empezó a odiarse a sí mismo creyéndose defectuoso,
indigno de amor, culpable de no ser amado, para salvar a su madre. La ira paterna que
experimentó en la infancia es demasiado destructiva y angustiosa

Introspectiva
La cerrazón, el aislamiento en el que se refugia de niño y en el que crece, le lleva de alguna
manera a pasar mucho tiempo en contacto consigo mismo, escuchándose y analizándose,
haciendo consigo mismo lo que nadie hacía cuando era niño. El dolor y el contacto con el
sufrimiento le estimulan continuamente a estudiarse a sí mismo y a investigar su dinámica
interior, anhela salir de su sufrimiento y tiene que enfrentarse continuamente a él, pero no
cree que esto pueda hacerse actuando o tomando decisiones por sí mismo. vida. En
cambio, prefiere un movimiento interior de estudio y análisis de cómo es, qué siente y por
qué

Reservado
Es extremadamente reservado, y sólo habla de sí mismo y de su experiencia íntima con
muy pocas personas, ya que no confía en que los demás le comprendan. Desde niño ha
experimentado el no ser comprendido, el no ser visto, el tener la sensación de que nadie es
consciente de sus necesidades, y por ello, de adulto, no tiene fe en que haya alguien que
pueda comprenderle profundamente

Femenino
Delicada, dulce y lánguida. Plantea de forma delicada y tierna, y por tanto también en el E4
social masculino, las características de escucha, acogida, comprensión, cuidado, así como
una fisonomía amable en la que la sonrisa, manifestación de benevolencia hacia el mundo,
se insinúa siempre como nota de fondo. No hay en él ni rastro de agresividad ni de ataque,
sino de dulzura y ternura

Amable
Siempre es amable, se expresa con formas y enfoques suaves, ya que quiere evitar
conflictos y pérdidas. Utiliza la amabilidad para agradar al otro, intenta evitar
comportamientos que puedan provocar o irritar. Ha aprendido a ponerse de puntillas en el
mundo, a tratar de prevenir o evitar los cambios de humor o los ataques del progenitor, por
lo que ha aprendido desde pequeño que esta forma suave es la que mejor le funciona en la
relación
Comprensivo
Dispuesto a comprender los motivos de los demás, su fuerte empatía combinada con el
miedo al abandono y al conflicto le hace ser indulgente y benevolente con los motivos y
razones de los demás. Tiende a ponerse en el lugar del otro, justifica sus acciones incluso
en situaciones en las que es humillado o no es visto, tiene dificultades con la separación,
así como en las relaciones primarias. Desde pequeño aprende que es mejor no expresar su
opinión o claramente lo que quiere porque esto crea una distancia con sus padres. Así
aprende a comprenderlos, a justificarlos

Perezoso y procrastinador
Es recalcitrante para comprometerse y perezoso para realizar una tarea. Tiende a posponer
su ejecución porque siempre

siente que no está a la altura de la tarea y muy a menudo cree que es incapaz o que no lo
hace lo mejor posible. El miedo al fracaso le paraliza. Obviamente, esto está estrechamente
relacionado con la baja autoestima y la falta de confianza en sus propias capacidades.
Nunca nadie creyó en él; de niño no sólo no se le animaba, sino que, por el contrario, se le
devaluaba. Su procrastinación está ligada a la necesidad de hacer las cosas lo más
perfectamente posible, incluso más allá. No admite los errores ante sí mismo y esto le exige
en las acciones que luego emprende una enorme energía para completar la tarea.

Crítica y autodescalificación
Es crítico y descalificador tanto consigo mismo como con los demás. Tiende a ser crítico
consigo mismo porque es la experiencia que ha tenido. Ha sido muy criticado, descalificado.
En la medida en que se compara con los demás y para no ser completamente aniquilado
por la superioridad de los otros, tiende a tener una mirada crítica y a expresar, no
directamente, desaprobación, juicios negativos sobre el otro, su forma de ser. o de trabajar.
Así, la crítica del otro nace de un intento de sobrevivir, de no ser completamente aplastado
por la comparación con el mundo exterior

Tristeza y sufrimiento
Está triste y sufre desde pequeño, incluso antes de ser consciente de ello; cuando se hace
adulto sigue arrastrando este sufrimiento, ya que permanece apegado a esa necesidad de
recibir que nunca ha sido satisfecha. Su atención no se desplaza, no encuentra
compensación en la vida porque es como si siguiera esperando ese amor. Hay una parte de
él que se obstina en no querer renunciar a ella y por eso no aprende a darse el amor que no
recibió en la infancia. Así, el amor se convierte en algo sublime, inaccesible, casi imposible
de encontrar y experimentar

Orgulloso
Reacciona magníficamente ante una ofensa y una herida, en el sentido de que para
defenderse crea una distancia con el otro, o incluso se va, se separa, se vuelve frío y
distante. No retrocede, resiste su sufrimiento sin demostrarlo y confunde el orgullo con la
fuerza, tiene la ilusión de que a través del orgullo puede protegerse a sí mismo. reaviva la
herida de la misma manera que más duele

Tímido
Te gusta ser sociable y necesitas a los demás, pero tiendes a esconderte y te cuesta
exponerte, sobre todo en un contexto social nuevo y amplio. La timidez se debe a una
preocupación excesiva por el juicio de los demás, a la percepción de ser inferior a los
demás y a un sentimiento de inadecuación. Desde muy pequeño experimenta el peso de
ser juzgado, a menudo se le pide que sea diferente de lo que era o que encaje mejor en el
contexto. Desarrolla una tendencia excesiva a centrarse en su mundo interior de
pensamientos, emociones y comportamiento.

Pesimista / desconfiado
Usted percibe el mundo como peligroso e impredecible, por lo que tiende a ver siempre el
lado negativo de las cosas y las situaciones. A través de su pesimismo cree que puede
anticipar y controlar el dolor que sentirá cuando ocurra algo malo, ¡porque está seguro de
que ocurrirá! No tiene confianza en el curso de los acontecimientos ni siquiera en sí mismo,
esto se vuelve funcional para permanecer pasivo y retraído y al mismo tiempo poder
quejarse y sufrir

Inseguro
Tiene la duda constante de que sus acciones o palabras pueden llevarle a situaciones
difíciles o irremediables y que pueden llevarle a decepcionar al otro y ser abandonado por
él; esto, por supuesto, le hace ser muy inseguro. De niño, el padre corregía mucho sus
acciones o incluso le criticaba a menudo, lo que le hacía inseguro y vacilante, sobre todo a
la hora de tomar la iniciativa o actuar instintivamente

quejarse / reclamar
Se queja por cosas sin importancia, es impaciente. Necesidad de expresar y exteriorizar
continuamente la insatisfacción (tengo hambre, tengo sed, me aburro). A través de la queja
busca atención y confirmación de que otro está disponible y le ve. Quejarse es también su
forma de sentir que la otra persona está presente en la relación, es un poco como un
termómetro para comprobar que siempre está ahí, que no se ha ido. Sin embargo, en
situaciones en las que está realmente herido o tiene una necesidad realmente profunda,
tiende a retraerse y a no compartir, porque piensa que nadie podrá ayudarle. El vacío y la
angustia que siente son indescriptibles; no siente que pueda confiar en nadie, desconfía
tanto de los demás y de la vida que piensa que nadie podrá ayudarle realmente ante tanto
dolor (y, sobre todo, que no puede hacer nada para evitarlo). Es como si estuviera
desesperado, agotado. También siente que le invade la vergüenza; mostrarse con tanto
dolor delante de la otra persona te hace sentir una enorme vergüenza y E4 se siente aún
más miserable

Silencio
Es silencioso, tiende a no hacer ruido, a no hacerse notar, a no molestar. Para ser aceptado,
no hay que molestar al otro, no molestar a la propia madre, y por eso, de adulto, se tiende al
silencio, a no interferir en la atmósfera del entorno, a no ser visto por el otro
Altruista/Ayudante
Ser servicial y ayudar surge en el sujeto de la idea de que el amor debe ser merecido, que
no es gratuito. Ha aprendido que para ser amado debe ganarse ese amor de alguna manera
y por eso, cuando se le pide algo, se pone espontáneamente al servicio de la otra persona.
Además, ha experimentado el sentimiento de necesidad y, por lo tanto, es como si de
alguna manera conociera desde dentro el sentimiento del que necesita ayuda y, al ser
claramente empático, le resulta automático acudir al otro. Por último, hay que añadir que le
resulta difícil no atender la petición de alguien. Retroceder le incomoda; cuando lo hace,
siente que está en peligro de perder algo, tal vez de perder a la otra persona o de ser
abandonado

Hipersensible
Es extremadamente sensible a los ruidos fuertes, a los tonos de voz elevados y a los gestos
bruscos. Es como si hubiera desarrollado en su existencia una sensación de peligro
constante, como si estuviera constantemente alerta cuando se expone al peligro de ser
atacado y por ello reacciona con sacudidas, A veces incluso con emisiones vocales
excesivas en reacción a estímulos ambientales que pueden surgir repentinamente

Celoso
Siente celos de su pareja, pero también puede sentir celos de otros seres queridos, incluso
amigos. Sus celos provienen del miedo a que otra persona sea preferida a él, ya que esa es
la experiencia que tuvo de niño, cuando se sintió ignorado en comparación con sus
hermanos. Además, este miedo se hace aún más vívido por el hecho de que ha
desarrollado una falta de confianza en sí mismo y, por lo tanto, está convencido de que otra
persona puede ser mucho más interesante que él a los ojos de su amada

Empático
Tiene una gran capacidad para ponerse en el lugar del otro, para vivir su experiencia
emocional. Esta actitud se apoya en su sensibilidad y emotividad. Además, empatizar con el
otro le permite sentirse útil en la relación. La empatía une al otro y elimina el sentimiento de
culpa por no intervenir o ayudar

5
EMOCIONALIDAD Y FANTASÍA

La fantasía es un juego de manos que las personas hacemos sin entender cómo, y
actuamos para que una parte de nosotros no entienda lo que el otro quiere. ETHEL S.
PERSONA

POR GIULIA CLIGNON, CHIARA FUSTINI, ELENA CURIEL

La fantasía es un aspecto relevante del carácter social E4. Se manifiesta ya en la infancia


como refugio y consuelo ante la falta de atención o para crear un espacio positivo en el que
vivir y moverse con más ligereza. El sujeto elabora grandes historias en las que él es, en
última instancia, el protagonista indiscutible, a diferencia de la realidad, en la que la
comparación con el mundo exterior es despiadada y devaluadora.

El recurso a la fantasía es normal y generalizado en la infancia; a través del juego, se crean


fantasías que permiten ir más allá de los propios límites. Poco a poco, los niños se dan
cuenta de que lo que se finge no es la realidad pero que, mientras dura el juego, es como si
lo fuera.

Sin embargo, en el caso del E4 social, esta actitud se mantiene en la edad adulta porque,
mientras fantasean, experimentan una sensación de omnipotencia: rompen las barreras
entre el presente y el futuro y experimentan la ilusión de manipular la realidad a su antojo.

Desde pequeña, a menudo me invitaban a callar, porque mamá estaba demasiado ocupada
haciendo otras tareas en casa; entonces empecé a fantasear. Era mi manera de no sentir la
soledad de esos momentos y de no aburrirme.
Solía inventarme grandes historias en las que a menudo él era el protagonista. Pero sólo en
la dimensión de la fantasía, nunca en la realidad. Entonces me faltaba la fuerza para hacer
realidad esa fantasía.

Esta capacidad de abstraerme de las situaciones presentes que no me gustaban y de


escapar a mundos imaginarios creados por mí me ha acompañado desde entonces,
convirtiéndose a veces en una vía de salvación y otras en una prisión de la que no puedo
escapar fácilmente. GIULIA C

Alrededor de los seis años me llevaron a un logopeda por mi dislexia. En una de las
reuniones mi madre compartió con el médico delante de mí su preocupación: a menudo
estaba ausente y absorta en mis propios pensamientos hasta el punto de hacerle pensar
que tenía un problema de audición, pero estaba especialmente alarmada porque me
inventaba historias fantásticas o cambiaba situaciones reales contándolas y añadiendo
cosas que nunca habían sucedido. CHIARA F

a imaginación me ayudó mucho durante los duros años del internado (de los cinco a los
ocho años) a superar el dolor de sentirme abandonado por mi madre, que venía a visitarme
una vez a la semana, y por una situación de dificultad objetiva (el miedo que me infundían
las monjas, sus miradas negativas hacia mí, hijo de madre niña, para ellas sin duda un
pecador, las pesadillas que tenía por una educación religiosa basada en el terror al pecado).
Me convencí a mí mismo de que era una pelota de goma y que todo lo que me golpeaba
rebotaba, por lo que no podía sentir el dolor. VALTER M

Uno de los primeros en descubrir el poder psicológico y los mecanismos de la fantasía fue
el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, que le dio una gran importancia en la vida
mental: la fantasía era la forma de expresar necesidades insatisfechas que de otro modo no
podrían surgir.

El ser humano tiende al placer pero la realidad le obliga a renunciar a él, por lo que la
fantasía le permite acceder a mundos donde todos los deseos pueden satisfacerse,
escapando de los límites de la vida cotidiana. Las ensoñaciones nos consuelan por lo que
no somos o no tenemos, mitigan nuestras ansiedades, nos permiten deshacer, al menos
mentalmente, los errores del pasado.

Pero la actividad imaginativa no es sólo un alivio. Sirve específicamente al sujeto, porque


también es una herramienta para anticipar el futuro:

Recuerdo las primeras pasiones de la adolescencia, las grandes reflexiones sobre qué
hacer en la vida, qué rumbo tomar. Eran temas demasiado importantes como para pensar
en ellos, que a menudo me dejaban fantaseando durante horas y horas mientras los
profesores del instituto

me explicaban conceptos que en aquel momento me resultaban demasiado lejanos.


Recuerdo los largos viajes en tren en los que mis pensamientos quedaban adormecidos por
las imágenes que veía a través de la ventanilla y encontraba alivio en esos no-lugares.
GIULIA C

En el ámbito afectivo, para el E4 social, la fantasía se convierte en un aspecto predominante


en su forma de vivir las relaciones, una vía de escape de la realidad. Cuando entabla una
relación con alguien, se alimenta más de la fantasía imaginativa y amorosa que alimenta a
diario que del intercambio real; la hiperfantasía y la creación constante de expectativas
fantásticas llevan a idealizar a la otra persona y la relación. La fantasía se convierte en
cómplice y aliada.

Durante un retiro de meditación Vipassana de diez días pude comprobar cómo funciona mi
mente. Cómo, en ausencia de estímulos externos, seguía creando fantasías increíbles
sobre mi vida y mis posibilidades futuras, especialmente con fuertes tintes románticos.
Había días en los que esperaba noticias importantes en el ámbito laboral/profesional, pero
mi mente siempre volaba (con vuelos pindáricos) sobre temas afectivos, imaginando
asociaciones futuras, fantasías tan reales y concretas que se convertían en un sustituto
válido de la realidad. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para volver a un principio de
realidad, y tras largos momentos en los que imaginaba una vida en pareja, unas vacaciones
en pareja, una vida cotidiana compartida con un hombre, empecé voluntaria e
intencionadamente a repetirme mentalmente: "Tienes treinta y cuatro años, llevas años
soltera, no tienes una experiencia madura de convivencia", un mantra para volver a la
realidad y encontrar un camino real (ni hipotético ni imaginario), hecho de pequeños pasos
que más tarde podrían acompañarme hasta el destino deseado. GIULIA C

En ausencia de vínculos de pareja o de una persona que actúe como motor de este mundo
de fantasía, la E4 social tiende a imaginar historias de amor románticas e imposibles, para
no sentir el dolor de la soledad. Basta una mirada fugaz con un hombre para imaginar viajes
lejanos, pasiones románticas, una vida en pareja y compartir tiempos, espacios y lugares..

Cuando estaba en la secundaria tenía un gran deseo de tener un amor, pero no había nada
en el horizonte, ni nada que estuviera a la altura de mis expectativas e imaginaciones. Un
domingo, cuando
visitaba a mi tía con mi familia, apareció un amigo de ella con su hijo, que inmediatamente
me pareció muy guapo. Pero, como estaba acostumbrada a hacer, en lugar de acercarme,
di media vuelta y me escondí por vergüenza. No recuerdo haber intercambiado ni una sola
palabra, aparte del nombre, con él y, sin embargo, en los días y meses siguientes, construí
una fantasía tan vívida que creí que era verdad. Imaginaba que él también había quedado
impresionado por mí, que pensaba en mí todos los días, que quería volver a verme y que en
cuanto tuviera la oportunidad vendría a confesarme sus sentimientos. Por fin seríamos
felices juntos y yo me sentiría amada como nunca. ALICHITA R

A los veintinueve años estaba en Finlandia para un proyecto europeo; mi madre había
fallecido hacía poco y me alegré de haber elegido una tierra tan aislada, con una naturaleza
y unos paisajes tan impresionantes, para hacer el duelo. A menudo estaba sola y me
sumergía en entornos naturales o urbanos sin buscar compañía. Para sostener
internamente la soledad de la vida cotidiana, inventaba (¡y acababa creyendo!) historias
fantásticas: Yo era la acompañante de un diplomático en viaje de negocios obligado a comer
solo porque estaba ocupado con reuniones importantes y acompañado por el pensamiento
de que por la noche alguien me estaría esperando en casa.

Creo que esta fantasía perturbadora sirve de apoyo y justificación a una timidez patológica
que se expresa especialmente en los ámbitos que me resultan más difíciles, como el amor.
Creo que, sin descartar por completo el rasgo de la fantasía, que en sí mismo tiene un gran
potencial creativo, es necesario realizar un

gran trabajo terapéutico para ponerlo al servicio de tareas concretas y reales, para aprender
a reconocer el momento en que la fantasía se convierte en un sustituto de la realidad y,
como tal, resta energía para realizar cambios reales en la vida. GIULIA C

Las fantasías son entonces un "teatro privado" en el que el autor es a la vez actor,
generalmente el protagonista, y espectador: no se permite ningún otro público. La fantasía
está, de hecho, estrechamente vigilada: uno está dispuesto a contar sus sueños nocturnos
más a menudo que sus sueños diurnos. Puede ser por pudor, por vergüenza, por duda de
no ser comprendido. Pero a menudo también es el miedo a perder el poder de la
imaginación. En otras palabras, tememos que, una vez contada a los demás, la fantasía se
desvanezca y deje de darnos placer o aliviar nuestras tensiones. Otras veces, preferimos
vivirlas en secreto para evitar la confrontación con la realidad: la cara de perplejidad de una
persona nos hace saber que uno de nuestros sueños es irrealizable.

Inmediatamente imagino el destino final. Y en mi fantasía siempre es tan bonito, tan único,
tan especial, tan romántico, tan idealizado... que luego es difícil encontrar un hombre o
situaciones concretas que puedan colmar tan elevadas y perfectas fantasías. Y en lugar de
estrellarme o conformarme con una realidad que no me gusta, o aceptar mis idealizaciones,
acabo prefiriendo seguir alimentando mis fantasías, mucho más satisfactorias. Sin ver la
trampa: el alejamiento de la realidad.

GIULIA C

El exceso de fantasía del personaje social E4 se combina y entrelaza con el aspecto


emocional. La fantasía apoya y amplía el acceso a la experiencia y la conexión con las
emociones. La fantasía permite el acceso y la amplificación de las emociones positivas para
compensar a menudo las emociones negativas que prevalecen en la vida real. Las fantasías
no siempre son positivas, porque con la misma facilidad con la que se accede a las
positivas, muy a menudo se accede a las negativas y dañinas. En este caso, permiten
prepararse para posibles acontecimientos negativos que puedan ocurrir en la vida real. Uno
fantasea negativamente para sentirse "preparado" para lo peor.

La fantasía, la imaginación y la emoción han caracterizado mi vida desde la primera


infancia. Mi primer recuerdo es de la guardería, alrededor de los cuatro años, un primer
enamoramiento... Mientras le miraba jugar a la pelota y me adormecía con esa extraña
sensación, el romanticismo y la fantasía de la infancia recuerdo que ocupaban todos mis
pensamientos... El recuerdo de aquella experiencia va acompañado de vergüenza y pudor
porque en casa era objeto de burlas y mofas por aquel estado de ánimo. Por lo tanto, mi
mundo emocional era muy visible externamente, como si fuera imposible de controlar.
CHIARA F

Cuando era adolescente, la enfermedad de mi padre y la esquizofrenia de mi hermana


aumentaron desproporcionadamente mi sentimiento de vergüenza por quién era y por lo
que estaba ocurriendo en mi vida. La fantasía de una vida mejor y diferente se hizo realidad
mediante un intento constante de que los demás no supieran lo que me estaba pasando.
Incluso cuando las cosas eran conocidas por amigos y conocidos, actuaba como si no lo
supieran. Luego, cuando mi padre murió de cáncer y yo tenía entonces diecisiete años, le
pedí a un mejor amigo que se lo contara a otros amigos comunes y a la clase en el colegio
con órdenes de fingir que no había pasado nada. Así alimentó en mí la fantasía de que mi
padre se había ido de viaje y volvería. Ocultar las fantasías reales que tenía se convirtió en
una cuestión de supervivencia para que no me invadiera el doloroso sentimiento de
vergüenza, de estar equivocada y ser diferente a los demás miembros de mi familia.
CHIARA F

El E4 social es el tipo que está más en contacto con las emociones, a las que tiene acceso
directo. A menudo le resulta difícil contenerlas y controlar su expresión, sobre todo cuando
se trata de tristeza, decepción, etc. Es como si una ola imparable se apoderara de él y le
llevara a las lágrimas, aunque esto le genere una vergüenza y un malestar considerables.

Como ya hemos dicho, la ira es la emoción menos accesible para E4. La ira y el odio hacia
los seres queridos que han traicionado o decepcionado son emociones que no pueden
expresarse por miedo al rechazo o incluso al abandono, pero tales emociones ni siquiera
pueden alojarse en la conciencia por miedo a sentirse una mala persona, y alimentar así
todas las fantasías o conductas autodestructivas. Ser consciente del odio significaría
también, para los trabajadores sociales, romper la máscara de víctima y de buena persona,
con la que se pretende tener razón y derecho a llorar y pedir.

La tristeza y la melancolía son, sin duda, las emociones más accesibles, directamente
asociadas a la creencia de ser deficientes. Son las emociones a través de las cuales las
personas con este carácter se afligen y esperan secretamente ser vistas y puestas a salvo.

Esta emocionalidad intensa tiene muchas funciones para el E4 social. Esta fuerte
experiencia emocional da color e intensidad a la vida, la hace especial, y al mismo tiempo
especial para el personaje, que tiende a creer que este sentimiento suyo es raro, que es
suyo y de muy pocas criaturas más. La emotividad es un lugar donde se refugia, donde
confirma que está en el mundo, que está ahí, pero al mismo tiempo donde se siente
terriblemente solo. Es totalmente incapaz de gestionar su mundo emocional y, por tanto, es
esclavo de él, está dominado por él.

Cuando era adolescente me di cuenta de la agitación de emociones que se agitaban en mi


interior. A menudo, cuando me preguntaban, la respuesta era "no">, a veces incluso
expresada en un tono agrio y culpable. La sensación que tenía inmediatamente dentro de
mí tras el rechazo era una ola invasora que me subía por el pecho y me oprimía la garganta,
impidiéndome poder expresar palabra alguna. Entonces mis ideas desaparecieron, mi
cabeza se nubló por completo y me quedé como un idiota con lágrimas en los ojos que
intentaba en vano apartar y que de vez en cuando caían al suelo. Ese fue el peor momento.
El momento en que mi madre se dio cuenta de que estaba llorando fue el más bajo. Sus
palabras me hicieron sentir estúpida, profundamente sola y sin ninguna posibilidad de
salvación. Me iba a mi habitación, sola; nadie me seguía para comprenderme o aclararme, y
me hundía en mi dolor, en mi sentimiento de lo insignificante que era, de lo inexistente.
ALICITA R

Sentirse empático y en contacto con la experiencia de los demás, especialmente en


situaciones difíciles, les permite justificar y alimentar su propia experiencia emocional. Fluye
totalmente en la experiencia emocional del otro: lo que el otro experimenta es lo que está
experimentando, no hay límites y la emoción ocupa todo el espacio interior.

Escuché las noticias en la televisión y me encontré llorando no sólo por el dolor de lo que
había oído, sino más bien porque me había convertido en esa madre o esa esposa o esa
hija que había perdido a un ser querido. Yo era ella, estaba en su piel, sentía exactamente
su desesperación. ALICITA R

Al principio de mi curso de SAT, en la realidad del grupo de terapia, a menudo me sentía


desbordada por las emociones, una gran vorágine, la mayoría de las veces dolorosa y
conmovedora al presenciar el dolor de los demás. El otro se convirtió en el medio a través
del cual podía amplificar y dar rienda suelta a todo mi dolor. CHIARA F

La imagen triste refleja el sentido de identidad que el E4 social ha construido, su posibilidad


de existir radica en el sufrimiento por algo que ha perdido: el amor, el otro, la vida misma. Es
como si constantemente presentara al mundo el personaje del abandonado, triste y solitario.

El sentimiento de soledad es constante, aunque el E4 no viva solo y tenga una buena vida
social. Una sensación de ser un extraño para el mundo, alguien que ha sido rechazado,
excluido, alguien que tiene una herida sin esperanza, más profunda y especial que cualquier
otra.

El sentimiento de soledad me acompaña desde que era niño. Fui una niña muy sociable e
incluso a menudo alegre, siempre intentando estar con los demás y luchando
constantemente por no estar sola. Pero, a pesar de ello, siempre sentí una especie de
aislamiento constante del mundo exterior, que se mezclaba con el hecho de sentirme
incomprendida y sola
en el mundo, y cómo ésta era una condición inevitable para la que era imposible encontrar
remedio. CHIARA F

De niña, cuando manifestaba enfado o agitación, mi madre me hacía tumbarme en mi


habitación con luz tenue y ponía música clásica, que pensaba que me relajaría. En esas
ocasiones me sentía sola en el mundo, diferente e incomprendida. Allí accedía y amplificaba
emociones dolorosas, pero también románticas y melancólicas. CHIARA F

El miedo es sin duda una emoción que nos resulta familiar, sobre todo cuando surge la
posibilidad de exposición social. No es una emoción con la que conecte fuertemente,
también porque en su aislamiento la evita o incluso se la oculta a sí mismo, pero el miedo
siempre está teñido de falta de esperanza, de la sensación de no tener opciones ni
posibilidades.

Y, por supuesto, las emociones más lejanas son la alegría y el júbilo. No se trata tanto de no
permitirse momentos de disfrute -por supuesto que los hay- sino de que este personaje no
se permite la posibilidad de permanecer en la alegría o el contento, de poder sentirlo como
un estado duradero. El contentamiento siempre es ahuyentado por la interferencia de la loca
idea de que "no puede ser para mí, no puede durar". Permitirse la alegría y la satisfacción
sería haber dejado atrás la máscara del enfermo que permite al E4 social decirse quién es y
cómo orientarse en el mundo.

INFANCIA

CHIARA FUSTINI, ALICHITA ROSSI, GIULIA CLIGNON, VALTER MARTINI

En la mayoría de los casos, la madre del E4 social tiene una personalidad fuerte y
controladora. Es una mujer dura, que aplica un hipercontrol sobre sus hijos, lo que da al
niño la percepción de no tener su propio espacio. Y no les permite alcanzar su propia
autonomía, porque cualquier iniciativa, cualquier movimiento espontáneo de independencia
o cualquier manifestación divergente es castrada a la fuerza con una intención culpable. La
madre ocupa mucho espacio, absorbe la atención y castiga. En algunos casos, incluso
parece complacerse en impedir que su hijo lleve a cabo sus deseos o cualquier tipo de
iniciativa fuera de la familia. Llega a intervenir en sus amistades, juzgando sus conexiones.
Evalúa negativamente a las personas que le rodean y sólo aprueba a aquellas que
representan los valores en los que cree y con los que se identifica. Normalmente, los
amigos que elige el niño social no son apreciados y son desacreditados por miedo a perder
el control sobre él, que puede encontrar otros modelos fuera de la familia. Es evidente que a
través de la desvalorización de las amistades, el hijo E4 percibe desconfianza en sí mismo,
porque no se siente capaz de elegir por sí mismo.

Cuando mi madre estaba en casa era como si no estuviera, o como si no estuviera para mí,
porque siempre estaba ocupada con cosas más importantes, siempre estaba trabajando.
ALICITA R.
Mi madre no me veía como alguien distinto a ella. Yo era una extensión de ella y en esta
incapacidad de verme a mí misma sólo tenía que ser perfecta y cumplir todas sus
expectativas. Me esforzaba al máximo en todo, iba muy bien en la escuela, ayudaba en
casa como ama de casa, iba de compras, prestaba atención al dinero, ayudaba a mi padre
en el trabajo, pero el aprecio nunca llegaba. Al contrario, bastaba una nimiedad, un poco de
leche puesta a hervir en el fogón, no haber cumplido a la perfección una de sus órdenes,
para que se desatara su ira y volaran los golpes. Me sentía culpable y no permitía de
ninguna manera que la cólera se apoderara de mí. Estaba aislada del mundo, no podía
montar en bicicleta ni jugar al fútbol en el equipo del barrio: el miedo a que me hicieran daño
de alguna manera sofocaba cualquier intento de autonomía. A menudo, de niño, me decía a
mí mismo que esos no podían ser mis padres: Me engañaba a mí mismo diciéndome que
era el hijo de un rey que me había puesto en esta situación dolorosa para superar pruebas
difíciles y que más tarde, cuando creciera, vendría y me llevaría de vuelta a palacio.
VALTER M.

De niño sentía un profundo vacío, una falta de atención y afecto mezclada con la sensación
de estar olvidado. Durante mucho tiempo esperé a que mi madre se acercara a mí, me diera
un abrazo, me acariciara, me dijera que me quería, mientras yo jugaba solo en un rincón del
jardín. Con el tiempo transformé este dolor, intenté compensarlo con fantasías. Me inventé
que aquella no era mi verdadera madre, que era hija de un hada muy buena que no podía
retenerme y me había confiado a aquella familia para que me criara, pero que en cuanto
pudiera vendría a recuperarme, y entonces, por fin, sería amada y feliz. ALICITA R.

El padre del E4 social, en muchos casos, es un individuo débil y poco implicado con la
dificultad de asumir el rol de padre. No establece una relación con su hija, casi siempre
mediatizada por la madre, que suele ser la que toma todas las iniciativas y decisiones sobre
todo lo que tiene que ver con la vida de los hijos. En otros casos, el padre aparece también
como una figura punitiva, autoritaria y regañona, y lo que le preocupa a él es siempre
mucho más importante que lo que preocupa a su hija o hijo.

En las familias en las que hay hermanos, los niños del subtipo E4 social sienten que no hay
lugar ni tiempo para ellos porque las necesidades, los problemas y las enfermedades de los
hermanos son prioritarios. El E4 social renuncia a pedir la atención que debería recibir de
forma natural y siente que las necesidades de los demás son más importantes que las
suyas propias. Esta percepción se interioriza y provoca en este personaje la convicción que
le acompañará en su vida futura de que los demás son más importantes que él en todos los
sentidos: los que están enfermos tienen más derechos, los que sufren son más importantes.

El niño E4 social carecía de contacto físico, de mimos y caricias, y si los tenía, no era sólo
por un deseo de intercambiar amor, sino con otros fines. Por ejemplo, para dormirle, para
darle de comer, para comprobar su higiene. Esta falta de contacto afectuoso conduce en el
niño primero y en el adulto después a un escaso desarrollo de la confianza y de la
valoración del cuerpo. La madre de un E4 cuida de su hijo realizando únicamente funciones
básicas como la alimentación, la salud y la organización práctica de su vida. Se preocupa
por el desarrollo físico y biológico del niño pero no presta atención a sus necesidades
afectivas ni a su vida interior. Este tipo de relación afectiva puede explicar cómo se forma el
carácter social E4. Desde una edad muy temprana, el individuo elige el llanto y los gemidos
como principal expresión de sus emociones. Estas manifestaciones le permiten llamar la
atención, evitando el juicio de la madre o del adulto:

Si sufro seré importante y no podrá echarme de menos, si lloro será más amable conmigo.
CHIARA F

Esto provoca en el niño una fuerte inhibición de sus deseos de maduración, acompañada de
un sentimiento de culpa muy grande. A menudo, el niño se responsabiliza de las acciones
de sus padres, desvalorizándose a sí mismo al juzgar su comportamiento como malo y
salvando así a los adultos de su propia ira y posible desvalorización. Así, pierde la
correspondencia natural entre emoción y reacción corporal y no desarrolla la capacidad de
asociar el comportamiento adecuado con lo que exige la situación. El llanto y los gemidos
son una herramienta de manipulación inconsciente.

No sé cómo me sentía, ciertamente sola, recuerdo esperar a que un médico le dijera a mi


madre que necesitaba atención especial, para justificar con la ciencia mi gran tristeza y
encontrar una solución. Lloraba a menudo, era la actitud que más atención me daba. Me
parecía sentir una tristeza infinita. La alegría no me parecía alcanzable, por eso lloraba y me
lamentaba neuróticamente, ¡la actitud de víctima me perteneció durante mucho tiempo!
Además, este gran sufrimiento me hacía sentir especial.

El niño desarrolla frustración cuando se enfrenta a la realidad exterior que no es como él


quisiera, las personas no son como él espera. Sufre por ello, pero teme que al exteriorizar
este sentimiento le abandonen. Sufre porque no tiene lo que quiere, pero se sacrifica para
no destruir al otro. De este modo, también consigue no renunciar a la idealización de su
familia. La única manera que encuentra el niño de salvar su mundo exterior es hacerlo suyo,
poniéndose así en el lugar de su madre y de su padre, introyectándolos.

Comienza un proceso de autoacusación del sujeto, de culparse a sí mismo. Él es el


problema, él es el autor de las cosas negativas. El precio que el niño paga para que el ideal
familiar esté a la altura de sus expectativas es la imposibilidad de expresar su cólera hacia
el exterior, lo que con el tiempo se convierte en una verdadera incapacidad.

El niño E4 se construye en torno a figuras parentales introyectivas sociales, en particular la


madre. Se siente totalmente en sus manos, no tiene derecho a elegir, porque la madre elige
por él y sabe lo que es correcto y bueno para él. No puede expresar una necesidad ni hacer
ninguna petición, no puede hacer valer su autonomía ni su gusto individual.

Más exactamente, podríamos decir que incluso cuando la madre no elige por el niño, es el
propio niño quien elige las cosas que elegiría su madre, para no herirla y no arriesgarse a
ser regañado, rechazado o abandonado. La exigencia subterránea del niño es no interferir
ni ser una carga para la familia.

E4 se siente un poco como una marioneta, sólo puede moverse si su madre mueve los
hilos.
De niño no tomaba ninguna iniciativa, esperaba a que mi madre me propusiera algo.
Cuando tenía una idea, o me apetecía hacer algo, esperaba que ella lo adivinara leyéndome
la mente, pero nunca lo decía porque sus negativas me dolían demasiado. ALICITA R.

Para evitar la frustración de no ser vista o notada en la familia, me excluía a mí misma. Me


refugiaba en mi propio mundo (leer, dibujar, mi mejor amiga). CHIARA F.

El niño E4 social vive situaciones en las que a menudo se le deja de lado a la hora de
expresar sus sentimientos, en un entorno en el que la expresión de emociones no está
permitida o se juzga negativamente. En otros casos es la propia madre o el propio padre
quienes sólo apoyan los sentimientos negativos y no la alegría, el éxito y la felicidad. Dentro
de la familia y en el mundo no hay un espacio donde pueda mostrar lo que siente, entiende
y aprende desde pequeño que para sobrevivir hay que evitar ser visto. Su sentimiento se
convierte en algo que ocultar y proteger, acompañado de la sensación de ser inadecuado e
incorrecto. La vergüenza es la protección del mundo emocional interior. Volverse invisible y
no ser visto le da más libertad, ya que puede protegerse de ser juzgado y castigado.
Desarrolle una separación entre las emociones y el cuerpo. La ira, el amor y el dolor no
corresponden a una acción.

Cuando, por ejemplo, siente rabia, no se siente con derecho a expresarla, tiene miedo de
ser castigado y por eso se guarda toda la rabia dentro, inmovilizando la acción.

En muchos casos, la madre tiene un fuerte poder para inhibir el desarrollo de la feminidad
en su hija. Es como si la feminidad que expresa amenazara a la propia madre. De hecho, la
hija social apenas recibe reconocimiento en el plano estético. Es una madre muy castrante,
incluso en este aspecto. Los cumplidos nunca se dirigen a la niña, sino a algo externo,
como una prenda de vestir, pero no a la persona que la lleva. El placer del cuerpo, la
comida, las vacaciones, los lujos, el flujo de cosas bellas y agradables son inhibidos en la
niña; la sexualidad, la sensualidad y el eros serán penalizados en el futuro.

El E4 social siente que no comparte el proyecto de vida de sus padres y quiere ser
diferente, anhela algo distinto, cuida y ama la armonía estética del hogar, la originalidad de
la ropa, la belleza de los trajes, el refinamiento y la cultura. Incluso puede desarrollar, con el
tiempo, un sentimiento de vergüenza hacia el nivel sociocultural de su familia de origen.
Debido a estas profundas diferencias, no pocas veces no se siente hijo de sus propios
padres y a veces incluso desearía no serlo.

Recuerdo que cuando era joven pensaba que era adoptado, creo que era la consecuencia
de una frustración amorosa. Me sentía tan incomprendido, tan diferente que pensaba que
no era su hijo. Con el tiempo, desarrollé un gran sentido de la estética en todos los ámbitos
y un refinamiento del gusto que nada tenía que ver con los de mi familia, que eran mucho
más toscos y casi incomprensibles para mí. ALICITA R.

La búsqueda de la belleza exterior sirve para reparar el sentimiento de escasez, vacío y


carencia y, al mismo tiempo, equilibra la belleza que no se ve en el interior, porque no se
reconoce. Por eso, el niño cuasisocial experimenta la frustración de sus propias emociones
y suele esconderse en un mundo fantástico e ideal.
La realidad nunca es tan bella como la hemos imaginado, por eso muchas veces es mejor
estar en un sueño que en la realización de lo que habíamos imaginado, porque en el
momento en que toma forma, pierde su encanto y su magia. G. LEOPARDI

Ocurre a menudo que el niño, al percibir instintivamente que el único canal de comunicación
e interacción con la madre es el lingüístico, desarrolla precozmente el lenguaje. No es
infrecuente que los E4 tengan un sentimiento de escasez en su familia que se refiere no
sólo a la privación emocional, sino también a la esfera económica y social: a menudo viven
con poco y con escasez, pero esto no siempre está vinculado a una falta real de recursos
financieros. Puede haber una tendencia en la familia a ahorrar por miedo a no tener
suficiente, como si existiera la sensación de que mañana puede que no haya suficiente para
vivir. A veces, no malgastar y ahorrar es un motivo de orgullo para los padres.

El niño es muy sensible a los lloriqueos de su madre, percibe sus estados de ánimo y esto
le hace estar siempre ansioso. Son los estados de ánimo de la madre los que definen el
clima del hogar, también porque el padre se adapta completamente a ella para evitar
conflictos. No hay momentos de frivolidad: hay reglas nunca dichas, o siempre poco claras,
latentes.

El niño va por la vida con un sentimiento de carencia, y sin embargo es difícil para el sujeto
comprender lo que realmente le falta, porque no se conoce profundamente, no conoce sus
propias necesidades.

Busca amistades en las que la relación sea íntima, intensa y especial; Si la relación no tiene
esta característica de profundidad, prefiere no dar su amistad, huye de las relaciones
superficiales. Sólo tiene amigos de corazón y establece relaciones basadas en una
profunda confianza mutua y un contacto intenso. No se involucra en relaciones
superficiales.

En la infancia, también puede haber otras figuras que contribuyan decisivamente a anular el
impulso espontáneo de expresarse, como los hermanos. La presencia de otros hermanos
representa otro factor determinante para el niño E4 social, que se ve privado de la ya
escasa atención que cree recibir de la madre. En muchos casos, los hermanos del niño
presentan situaciones especialmente frágiles. Las causas pueden ser muchas y variadas:
puede ser que tenga una enfermedad o un trastorno de algún tipo que atraiga fuertemente
la atención de los padres y absorba su energía en detrimento del otro niño, de modo que
éste, que ya se siente inclinado a no expresarse por miedo al rechazo o la desaprobación,
posponga aún más cualquier manifestación espontánea, a la espera de un momento mejor
o de un espacio en el que la madre no esté tan ocupada cuidando y atendiendo al hermano.
Con el tiempo, el impulso de decir o preguntar queda como tragado, no sale sino que queda
aprisionado en el cuerpo y en la mente del sujeto, causando frustración al principio,
perdiéndose. Es decir, ocurre que al final el sujeto apenas sabe lo que quiere o lo que
realmente desea, se desconecta de sí mismo. También es debido a este fenómeno que
desarrolla una facilidad para la confluencia con el otro. Incluso de adulto, necesita detenerse
para entrar en contacto consigo mismo y sentir lo que realmente quiere y necesita.

Los hermanos, cuando están presentes, alimentan así una castración de las necesidades
del sujeto y acentúan el sentimiento de comparación y envidia. Sin embargo, el E4 social
apenas se permite expresar directamente la rabia, la frustración y la envidia, ya que quiere
evitar ser percibido como negativo y malo; por este motivo, adopta una actitud de víctima,
acentuando la queja como única forma de atraer la atención de sus padres y quitársela a
sus hermanos, encarnando el papel de niño bueno que cumple las expectativas de su
madre y no molesta.

Cuando los hermanos no están presentes, esta dinámica puede darse con personas de
referencia en el núcleo a las que los padres reservan la atención o con compañeros de
clase que son más "vistos por el profesor".

PERSONA Y SOMBRA: LO DESTRUCTIVO PARA UNO MISMO Y PARA LOS DEMÁS

POR SUSANA BAYONAS

Es evidente, según lo que hemos descrito anteriormente, que este carácter esconde sus
virtudes, cualidades y potencial para decir no, poner límites, enfadarse, brillar, entregarse al
placer o disfrutar de la vida. Ya hemos hablado de cómo esta actitud y la visión de la vida
como carencia constante conducen a comportamientos autodestructivos.

Ahora queremos mostrar cómo todo esto se vuelve perjudicial para quienes están en
relación con personas que se reconocen en el eneatipo social E4. La intensidad de la
melancolía y el sentimiento de impotencia pueden ser aterradores, ya que estas personas
no pueden sentirse correspondidas en ninguna relación.

Cuando las relaciones parten de un hambre devastadora, no hay forma humana de


satisfacer tal apetito. La insatisfacción puede ser permanente y motivo de reproche hacia el
otro, se convierte en una forma de exigencia que destruye cualquier posibilidad de amar.
Debido a la humillación vivida y a los golpes recibidos, acumulan una rabia tragada que se
retuerce en su interior, llevándolos fácilmente a la depresión, al aislamiento absoluto e
incluso al deseo de muerte, actitudes que, de alguna manera, el mundo recibe, porque la
depresión, el aislamiento y la muerte no dejan de ser, en parte, un intento de castigo
encubierto. Alguien que se siente castigado no quiere estar ahí para recibir todo eso. Una
vez más, este mecanismo destructivo actúa en una sola dirección: "Me destruyo no
destruyéndote, y al mismo tiempo quiero hacerte daño, y además te vas, con lo cual me
destruyo doblemente porque sé que lo estoy causando de alguna manera, y al mismo
tiempo provoco en ti el sentimiento de culpa por ser la causa de mi sufrimiento".

Es difícil creer que alguien pueda amar a un miserable, por lo tanto ese alguien no debe
valer mucho, o es alguien interesado, que engaña. A pesar de todo lo que el otro pueda
hacer o decir, se encontrará clavado a esta prueba inexorable, y más sentirá impotencia, ya
sea para poder cuestionar el juicio, o para poder sentir que tiene un lugar en el corazón o en
la vida de esta persona.

La empatía que sienten los E4 sociales hacia el sufrimiento ajeno es sumamente paradójica,
ya que en verdad no pueden verlos por lo que son, sino que sólo ven al otro en función de la
satisfacción que les puede proporcionar.
Mi mecanismo descalificador, el que me hace sentir tan <<miserable">, se dispara en
cualquier momento y sin previo aviso, de manera que puedo verme llorando sin saber por
qué, ante cualquier situación que implique algo que afrontar (en el trabajo, con tu pareja,
con los amigos, con tu familia...).

Diría que hay una víctima muy maltratada dentro de mí y que mi maltratador interno se
relame sin piedad con humillaciones aberrantes. Por eso, golpea sin piedad a ese enemigo
que soy yo mismo. Destruyéndome destruyo el mundo, mi mundo: mis relaciones, mis
posibilidades, mis ilusiones. SUSAN B.

Es más fácil que un E4 social sea consciente del daño que se hace a sí mismo, porque al
creerse tan inferior, no considera que pueda causar daño a los demás. Puede ser muy
inconsciente de que el autoboicot es también una forma de acusar a los demás, debilitarlos
o aniquilarlos: los utiliza como proyectil para golpear a los que están cerca de usted. Una
cierta crueldad queda muy inconsciente cuando no das reconocimiento al otro.

Para los demás puede ser muy destructivo si no crees en su amor, si no piensas que son
importantes. Puede ser muy destructivo para los vínculos y las relaciones que sin darse
cuenta esté hundiendo a los demás todo el tiempo; los sube y los baja constantemente, y
muy sutilmente los hace sentir mal.

Esto también ocurre en las relaciones sociales o laborales: con una persona tan frágil,
insegura e impotente, es imposible enfadarse o enfrentarse a ella por sus
responsabilidades. Le resulta difícil ver cómo esta forma de protegerse puede arrebatar a un
grupo la posibilidad de su ayuda, apoyo o colaboración. Para no fracasar, evita aportar lo
que puede o lo que le corresponde. Los sentimientos en torno a la autocompasión y el dolor
de no poder ocultar que no asume una responsabilidad, o que descarga una parte del
trabajo en los demás.

En la medida en que no se apropie de este mecanismo pasivo-agresivo, del mismo modo


que se impide a sí mismo destacar o brillar, también tratará de impedírselo a los demás (lo
prohibido es lo prohibido para mí y para todos). Se hace imprescindible que se apropie de
su envidia, para liberar a los demás de cubrir las responsabilidades que él no asume). Sólo
habiendo desarrollado este sentido

de la responsabilidad podrá vivir en una relación sin sentirse una cosa tan pequeña y
miserable, sin necesidad de compararse, porque entonces dispondrá de sus propios
recursos para construir lo que quiere construir, y no dependerá de lo que consigan los
demás.

En cierto modo, sería un acto de humildad: reconocer las cosas buenas es un acto de
humildad, una renuncia al lugar especial de ser la persona más sufrida del mundo.

Un día, en un grupo de SAT, estaba en medio de todos, vibrando, y me puse a llorar. Muy
inteligentemente, la terapeuta se dio cuenta de mi mecanismo y me sacó de las lágrimas,
me enfrentó a la alegría que era sentir esa energía vibrante y me obligó a tolerarla y
mostrarla delante del grupo. Fue terrible, y ahora que lo escribo vuelvo a tener las mejillas
rojas y la nariz y los ojos llorosos. Terrible porque me di cuenta de que tengo mucho miedo
a que me destruyan si soy feliz, un miedo enorme a las mujeres envidiosas. Aquí se
mezclan dos cosas: una, la transferencia que hago de mi envidiosa y castrante madre al
grupo, y la otra, mi propia envidia proyectada en los demás.

Estar allí durante esos minutos fue una experiencia llena de revelaciones. También estaba
muy presente mi mecanismo de histeria, en el que como no tengo mucho espacio en mi
cuerpo para tolerar mucha energía, se desborda y me pongo histérica. El terapeuta me
ayudó a tolerarlo y manejarlo, pude moverme mucho frente al grupo, con las caderas y con
todo; había culpa, ansiedad, histeria, vergüenza, sobre todo, miedo, ganas de desaparecer,
ganas de decirles a todos que lo que estaba pasando no era real, de pedirles disculpas
profundas por ocupar su espacio y su tiempo. ¡Qué vergüenza! Podías ver toda mi vida
corriendo a través de mí, toda la vibración de la vida apoderándose de mí, y no podía
ocultarlo más delante de todos ellos: me descubrieron. Es la vida misma la que está en la
sombra. SUSAN B.

La persona E4 social pone lo suyo en el mundo como si no fuera valioso ni importante, y


hace lo mismo con los suyos, sus hijos y su pareja. Esto es destructivo, sobre todo para los
niños, que esperan que su madre alimente su autoestima y su amor propio. La madre social
E4, al querer amar al otro, se acomoda en un lugar de servilismo sin tener el poder de poner
límites o hacer valer sus propias necesidades. Se entrega y lo da todo, genera el maltrato
de los hijos porque consigue no ser apreciada, valorada ni respetada. Con su
desvalorización, el E4 social lleva las relaciones a la desigualdad y al desequilibrio en el dar
y recibir. Esto no sólo le perjudica a él o ella, sino también a la otra persona de la relación.
Sutilmente, hay una falta de gratitud y un descontento crónico en las relaciones que las
desgasta, porque el otro siente que nunca es suficiente ni lo que da ni lo que es; se va
sintiendo poco apreciado, infravalorado, poco visto; A decir verdad, el Cuatro social no ve al
otro porque está centrado en lo que le falta, y en su sufrimiento, sólo tiene ojos para ver su
sufrimiento. Eso le quita la energía para ver al otro y amarlo con todo lo que es. Si se
atreviera a verlo, también sentiría envidia, por eso el E4 social prefiere que el otro también
se quede pequeño, para que no despierte envidia. Cuanto más pequeño es el otro, más
amor cree sentir hacia él. Se siente el salvador y, por lo tanto, digno de recibir amor. Este
juego es bastante destructivo.

AMOR

A veces el amor puede: ser mágico. Pero la magia es sólo una ilusión. JAVAN

POR ALICHITA ROSSI, CHIARA FUSTINI, GIULIA CLIGNON

La herida profunda del E4 social es la frustración respecto a la expectativa de amor de la


madre, un amor que se dirigía hacia los otros niños y que, en consecuencia, dejaba un
sentimiento de indignidad o un sentimiento de inferioridad. Este fenómeno determina un
vacío afectivo, una gran desconfianza en el amor que intenta llenar la expectativa de un
amor salvador que transfiere mucho a
la pareja y le da la ilusión de redimir su sentimiento de inferioridad. Hay una búsqueda
constante, incluso en las amistades, de un amor de fusión en el que uno pueda dejarse
llevar y confiar, como un niño en brazos de su madre, en el deseo de una intimidad profunda
sin interrupciones ni abandonos. Y por otro lado, cada pequeño límite o distancia se vive
como un abandono. Una idealización que tiene en sí misma todas las condiciones para
convertirse en decepción.

Sin ser consciente de ello, desplazó la expectativa de amor de la madre a la pareja. Pero la
realización de este tipo de relación entre Adultos es casi imposible de llevar a cabo, ya que
requiere que el otro viva y maneje su vida buscando sólo su propio bien. Esperando un
amor más parecido al de una "madre" que al de una pareja madura y adulta, no pocas
veces se encuentra con alguien que le manipula, que le engaña y que incluso puede llegar a
explotarle.

El amor es el sentido de su existencia; sin una relación amorosa, la vida parece vacía, sin
sentido. La vida consiste en esperar ese momento que lo cura y lo transforma todo como si
realmente empezara con la llegada del amor. Sólo entonces se puede ser feliz.

De niña, recuerdo que me encantaba ver pasar el coche de los novios, todo decorado con
lazos blancos. Lo veía, embelesada, deslizarse por la carretera y pensaba en los dos que
iban dentro, felices, a salvo, salvados por su amor. ALICITA R.

Recuerdo la primera dedicatoria que Claudio me hizo en su libro La via del Silenzio e la via
delle parole [Entre la meditación y la psicoterapia], en el SAT 1 de Lignano Sabbiadoro
(Italia), en 2006: "Que encuentres un hombre digno de ti". Lo releí innumerables veces,
asombrada de ver cómo el maestro espiritual que había tenido la suerte de conocer había
captado un punto tan esencial para mi vida en el primer encuentro. Y que había utilizado la
palabra "dignidad". A menudo me sentía indigna, indigna de una relación amorosa, indigna
de ser feliz. GIULIA C.

De adolescente, me divertía observando a parejas antiguas, imaginando que su unión había


sido perfecta e intocable durante tantos años, que habían abarcado toda su vida con
intimidad y poesía. CHIARA F.

Hay en este personaje un ideal de amor romántico que se construye con el tiempo, en el
que hay una comprensión total, un entendimiento profundo y una fusión de espíritus, almas
y cuerpos. Pero a menudo el destino de esta persona es permanecer soltera durante mucho
tiempo porque ningún hombre puede estar a la altura de ese ideal interior. Cuando entra en
una relación, el E4 social está cargado de ansiedades, miedos al rechazo y al abandono. Si
antes el punto central de su existencia era la espera del amor o de una pareja, más tarde se
convierte en el miedo a perderla y a ser abandonado. Como ya hemos dicho, no es raro que
permanezca y soporte relaciones insatisfactorias o destructivas precisamente porque no
renuncia a realizar su sueño. En esto puede ser tenaz, y esta tenacidad puede convertirse
en una especie de desafío a sí mismo y al otro: la necesidad se convierte en un hiperdeseo
que no admite límites.

A menudo, la imposibilidad y el miedo a expresar sus necesidades y deseos acaban por


hacerle sentir solo e incomprendido. Le angustia no encontrar a nadie que le comprenda.
Busca una persona sensible que perciba su fragilidad y le acoja bajo su protección, como si
fuera un niño. En el fondo es su mayor deseo, aunque lo mantiene oculto porque se
avergüenza de ello.

Si encuentra a alguien que piense en todo, que se ocupe de las tareas, de los problemas,
que sepa darle atención y cariño, que le abrace anticipándose a sus deseos, entonces,
protegido y seguro, podrá calmar la ansiedad de tener que enfrentarse a diario a un mundo
hostil y desconocido. Por fin podrás desconectar tu cerebro y dejarlo descansar, ya que es
otra persona la que se ocupa de todo.

Pero en su interior conviven dos instancias: por un lado, desea fervientemente sentirse
seguro, protegido y guiado y, al mismo tiempo, quiere ser absolutamente independiente,
autónomo, libre para tomar las decisiones que considere oportunas. No tolera que nadie se
comporte con él como lo hacía su madre, tratándole como a una marioneta sin derecho a
elegir ni a hacer, y está demasiado acostumbrado a tener que depender sólo de sí mismo y
a hacerlo todo solo.

Así, al no confiar realmente en los demás, tiene una fuerte necesidad de control que se
manifiesta haciendo las cosas con total autonomía en lugar de que se las haga alguien en
quien no confía, o sabiendo que tendría gente. Tiene que soportar el juicio o la
confrontación de los demás, una contradicción evidente en su interior: por un lado la
necesidad de amor y protección, por otro una necesidad absoluta de ser libre y autónomo.
Es un poco como un niño pequeño que da sus primeros pasos, que necesita darse la vuelta
y ver que le cubren la espalda porque su madre le está mirando y al mismo tiempo quiere
que nadie le coja de la mano ni se ponga delante de él.

Conseguí sobrevivir a mi angustia interna, a mi miedo a ser abandonada, mediante el


control total de las necesidades de las personas que me rodeaban, mi pareja, mis hijos.
Evitaba las necesidades de los demás para no dar espacio a las mías. Me consideraba
imprescindible, en un esfuerzo continuo, hasta la extenuación, para que todo saliera bien.
¿Quién podía hacerlo mejor que yo, sacrificarme al máximo? También es cierto que no
soportaba ninguna crítica, ningún juicio, ninguna limitación de mi autonomía. Así que
impedía la autonomía de las personas que me rodeaban y me enfadaba que los demás
tuvieran que entender mis necesidades sobre la marcha, sin que yo tuviera que expresarlas
directamente. VALTER M.

A menudo ocurre que la pareja tiene que intuir nuestros estados de ánimo, nuestros
pensamientos, nuestros deseos... antes de que los expresemos. En esto hay una
incapacidad y una falta de autoafirmación y de autoexposición, de hacerse ver tal y como
uno es. GIULIA C.

Pero el equilibrio del E4 social es precario. De hecho, basta una situación difícil para que
afloren ansiedades y miedos y se produzca una recaída en la ansiedad. Tiende a
posicionarse ante su pareja como una mujer o un hombre único, casi un hada o un héroe
que no puede compararse con nadie, ni antes, ni durante, ni después.

Está presente un aspecto narcisista, no expresado exteriormente pero cultivado de forma


encubierta, referido al propio valor; tiene una especie de ilusión de dejar una huella
indeleble de su presencia incluso después de una posible ruptura de la relación amorosa,
"¿Cómo me va a olvidar el otro?". La consecuencia de su sentimiento

La baja autoestima le lleva, para ganarse el amor y el reconocimiento del otro, a construir
una imagen de pareja ideal a los ojos de su pareja. Trabaja para que el otro reconozca en él
características y aspectos nunca antes encontrados en nadie; hay una inversión continua en
hacerse insustituible, en demostrar su propia preciosidad. En realidad, todo esto surge de
una fuerte ansiedad de abandono y la energía se lleva a cabo para alejar el peligro del fin
de la relación. Para compensar el amor deficiente, ambivalente o sádico de sus padres, ha
creado en su interior una figura que le permite obtener amor y gratificación. Con frecuencia,
la mujer social crea en su interior la figura de la princesa buena y sabia, siempre disponible
para el otro. Por eso cree finalmente que es digna de amor y que si la otra persona la deja,
con el tiempo se dará cuenta de lo que ha perdido y se arrepentirá de su elección.

Tuve una relación de siete años que empezó a una edad muy temprana, terminó porque él
se enamoró de otra chica, recuerdo que fue como morir para mí. La idea de ser
reemplazable y de perder a la persona con la que soñaba tener una familia y envejecer
juntos me llevó a un estado de desesperación total. No sentía hambre y perdí tanto peso
que no comer me hacía sentir que no necesitaba nada. Recuerdo que lo que me sacó de
ese estado fue la rabia y la envidia hacia la otra chica, que se convirtieron en ganas de
demostrar que yo era mejor y en la ilusión de que ella volviera a mí de rodillas pidiéndome
perdón. CHIARA F.

Ante el temor de perder el amor, una conmovedora melancolía nos invade con la certeza de
que pronto alguien mejor que nosotros será sustituido. Esta conmovedora melancolía no
permite vivir plenamente el presente y disfrutar del amor por lo que vendrá, ya se saborea la
trágica pena y se comprende que el futuro no es benévolo: "<me dejará tarde o temprano>",
y ese día probablemente llegará con dolorosas consecuencias... La anticipación negativa
acaba siendo una

realidad externa y, cuando llega, no sólo es inesperada, sino también inaceptable por el
bagaje de dolor que trae consigo, como si de una anticipación negativa se tratara.

Actuará como antídoto contra la pérdida. En la renuncia, uno se convierte en víctima


sacrificial; el sentido de la existencia depende del nivel de carencia. Rosi C.

En el fondo, hay una falta de autenticidad verdadera en la relación del E4 social, ya que
evita mostrar al otro lo que hay de desagradable, negativo, gravoso e incluso inaceptable en
sí mismo. Esto podría empañar la propia imagen y minar la estima de la otra persona. Así
que no se muestra realmente tal y como es, no habla del dolor existencial que siempre le ha
acompañado, del sentimiento de soledad interior, ni de los sentimientos negativos como la
envidia o los celos que pueda sentir, ya que esto le expondría al peligro de ser rechazado,
del mismo modo que no expresa abiertamente sus necesidades y deseos por el peligro de
ser visto como una carga. El resultado de esto, sin embargo, es la expectativa de que la
pareja pueda leer sus pensamientos y su alma e intuir por sí misma lo que desea. Lo que
uno se permite para llamar la atención es quejarse. Las consecuencias de estas actitudes
son frustración y decepción con la pareja, que con el tiempo se convierten en resentimiento
silencioso. Al dejar que el otro vea sólo las partes de sí mismo que considera dignas de
aprecio, incluida la imagen de la persona que sufre, crea un círculo vicioso en el que se
muestra mejor de lo que realmente se siente para ganar amor, pero al mismo tiempo
también se demuestra a sí mismo que si dejara que el otro le viera como realmente es, no
podría ser digno de su amor. El prototipo de pareja ideal incluye cuidar del otro a todos los
niveles, intentar cumplir sus deseos, tanto los expresados como los intuidos, escucharle y
cuidarle, apoyarle en las distintas esferas de la existencia, estar siempre ahí cuando lo
necesita; básicamente, una mezcla de padre, compañero/amigo ideal e incluso terapeuta en
caso de necesidad.

Este prototipo de pareja ideal tiende a hacer dependiente al otro, como si para evitar el
abandono una de las posibilidades fuera hacerse indispensable dentro de la relación,
satisfaciendo todas sus necesidades. Si esto, por un lado, ayuda a calmar la ansiedad, por
otro, a menudo hace que no se den cuenta de que están sacrificando el papel de
hombre/mujer en favor del de padre/madre. La dependencia del otro con respecto a la
pareja y la baja autoestima también hacen que sea necesario utilizar el dolor y el sufrimiento
como herramientas de manipulación. El hecho de no poder exigir directamente la
satisfacción de las propias necesidades pone en marcha una estrategia que mantiene al
otro atado a sí mismo a través de la continua necesidad de ayuda. A menudo la enfermedad
y los problemas físicos se convierten en una herramienta de chantaje para evitar el
abandono.

El miedo constante a ser abandonado permite mantener alta la tensión amorosa y evitar la
sensación de no querer lo suficiente a la pareja.

En una situación de equilibrio y certidumbre, a menudo es incapaz de sentir amor por la otra
persona, e incluso puede ocurrir que su mirada se dirija a otra parte. El amor, por tanto,
suele reducirse al inmenso esfuerzo por no ser abandonado y a la búsqueda de una certeza
y una confirmación en la relación que no sentimos y que nunca podremos percibir. La fuerte
dependencia que caracteriza a este carácter suele expresarse cuando entra en intimidad
con el otro y crea una relación de confianza. A menudo, para escapar a la conciencia de
desencadenar una fuerte dependencia de su pareja, pone en práctica el proceso contrario,
la contradependencia. Vive sus necesidades con incomodidad y vergüenza, las considera
inaceptables y huye del menor intento de vinculación seria, para no convertirse en víctima
del otro y no depender de él.

Esta dinámica, cuando no hay pareja, tiende a desbordar la dinámica de la amistad. La


necesidad de abrirse totalmente le lleva a buscar en la amistad una persona con la que
hacer un pacto de lealtad, una verdadera asociación para obviar el insoportable sentimiento
de soledad interior. La lealtad absoluta del amigo sirve para contener el miedo al abandono,
y por ello siente una fuerte necesidad de saber que se puede contar con el otro en cualquier
momento. Como en la pareja, busca la fusión en la amistad, el amor incondicional, la
protección, la confianza total. Está claro que para un personaje así no tienen sentido las
relaciones superficiales, las amistades ligeras, las salidas y el mero entretenimiento de una
noche. En la amistad deben encontrar en cierto modo un hogar, la relación de amistad es
una especie de nido que les hace sentirse seguros, protegidos del mundo y comprendidos.
Pero, precisamente por este alto nivel que se busca en la relación, una persona con este
carácter es fuertemente intransigente con respecto a
los defectos del otro; cualquier mínima desatención puede ser motivo de decepción y puede
interpretarse como una traición.

La amistad, para los E4 sociales, es un verdadero ancla, un refugio contra el espectro de la


soledad, un sustituto del amor y de los cuidados maternales.

La única posibilidad de salvación viene del sueño de un príncipe o criatura de hadas que
viene a salvarle con su amor incondicional. Pero en el momento en que el príncipe llega y le
ama profundamente, se da la paradoja de que el sujeto no puede creer que todo esto sea
cierto, y empieza a desvalorizarle.

El sentimiento de no ser querible es tan fuerte para el E4 que no puede creer que un
individuo de valor pueda amarlo.

Los tres amores

El amor menos desarrollado en el E4 social es sin duda el amor erótico. Hay muchas
razones para ello, principalmente la represión de la esfera más instintiva y la expresión de
emociones como la ira. Además, no experimentaron este tipo de amor en la relación con su
madre (en la que el contacto físico es la base) y nunca adquirieron una relación de
confianza y seguridad con su propio cuerpo. Al crecer en la fase de la pubertad, el E4 siente
el desarrollo de su propia sexualidad castrado, y es algo por lo que a menudo también se
sentía culpable. En muchos casos, las hijas se ven inhibidas por su madre a la hora de
expresar su feminidad. Así, en la edad adulta, el cuerpo y la sexualidad suelen utilizarse
únicamente para obtener la admiración y el amor maternal. La finalidad del amor físico es
contener la angustia del abandono y, así, evitar la pérdida de la persona amada.

Una Navidad, Claudio me invitó a utilizar un vibrador. ¡Yo, que había pasado años
suspirando por no haber encontrado el amor tan esperado! En los días siguientes, me dijo
que ya no tenía que esperar al príncipe azul, que los adultos también se encuentran en la
sexualidad y que de la sexualidad compartida puede nacer una relación. Para mí, fue una
revolución copernicana. GIULIA C.

El amor admirativo parece más accesible, aparentemente. En la relación con un profesor, el


E4 social consigue incorporarlo a su mundo interior, pero en realidad confunde admiración y
envidia. La relación con él se caracteriza por una gran idealización: encarna la realización
más elevada de la persona, es un punto de referencia para los demás y recibe la estima y la
admiración de todos.

Por lo tanto, el E4 social aspira a parecerse al maestro, aspira a ser como él, a ser el que
dirige, el que ayuda, pero también el que ha experimentado y superado el dolor. Sin
embargo, esta envidia es insoportable porque le priva de su relación con el profesor, así que
la convierte en admiración. El E4 social es un alumno aplicado que aspira firmemente a ser
el alumno favorito, el más respetado y querido, aunque está seguro de que esto nunca
sucederá.
El amor a Dios también se caracteriza por una fuerte devoción, pero al mismo tiempo
también está lleno de deseo, anhela conseguir algo. Es una admiración para llenar el propio
vacío interior.

El amor dominante es el amor maternal: el E4 social se siente cómodo prestando a la otra


persona atención, cuidados, ayuda de diversos tipos y apoyo emocional. La notable empatía
con la que está dotada le permite interceptar el estado de ánimo del otro, comprenderle
profundamente y hacerle sentir su cercanía, pero estar con él sin una claridad de límites. Al
ayudar al otro, se siente bien y, por tanto, más merecedora de amor; además, al cuidar de
otra persona, se distrae de algún modo de su propio dolor existencial. A través del amor
maternal, siente el calor del otro y el suyo propio, se siente generosa y a salvo del
abandono, porque el otro la necesita.

Es una inversión afectiva que con su resignación pone todo en orden, no pone obstáculos a
la vida del otro, es más, la facilita, en la relación está dispuesta a

sacrificarse para ser "inconscientemente" correspondida, asegurando así el tan ansiado


contacto . Rosi C.

Había como una idea loca dentro de mí de que si yo era atenta, cariñosa, cálida y
acogedora con mi pareja, él nunca me dejaría. Era como una garantía para mí contra el
abandono. Obviamente esto no sucedió y el dolor insoportable en el que me encontraba, y
que me hacía sentir que casi me moría por su abandono, me enseñó la lección más
importante: el único abandono real que puede hacerme morir es el que sólo yo puedo.
hacerme, y aunque no lo supiera... ¡Era lo que había estado haciendo en la vida hasta ese
momento! ALICITA R

PERSONAJE HISTÓRICO: GUSTAV MAHLER

POR WITTE MARIA WEBER

Si amas por la belleza


¡Oh, no me ames a mí!
Ama al sol,
Tiene cabellos de oro.
Si amas la juventud,
¡Oh, no me ames a mí!
Ama la primavera
Que es joven cada año.
Si amas la riqueza,
¡Oh, no me ames a mí!
Ama a la sirena
Que tiene muchas perlas brillantes.
Si amas por amor,
¡Ah sí, ámame!
Ámame siempre,

Te amaré siempre más.

FRIEDRICH RÜCKERT

¡Qué inmensa suerte para un E4 social ser bendecido con un genio de la música! Este
pensamiento me vino a la mente a medida que me acercaba a Mahler, leyendo sobre él,
viendo películas, escuchando su música. Sobre todo, me preguntaba: ¿cómo se combina la
inseguridad típica del E4 social con la genialidad de un Gustav Mahler?

Quizá el genio signifique llevar una semilla dentro de uno mismo que empuja con fuerza
hacia la luz y debe florecer absolutamente. El entorno reconoce el poder de este empuje
hacia arriba y empieza a girar en torno a la plantita para nutrirla, protegerla, dejarla crecer y
florecer. El don de Mahler abrió puertas que, de otro modo, habrían permanecido cerradas.
Recibió, sin exigirlo, lo que un E4 social medio suele luchar en vano por conseguir a lo largo
de su vida y que, porque lo percibe como injustamente retenido, ocupa el primer lugar en su
atención y alimenta su envidia: promoción, reconocimiento, un escenario , admiradores
embelesados, una mujer joven y bella de buena familia, rica y con excelentes conexiones;
en resumen: un lugar importante en medio de la sociedad, un lugar al sol.

Gustav Mahler nació en el seno de una familia judía en la ciudad bohemio-morava de


Kalischt el 7 de julio de 1860. Su madre, Marie, hija de un fabricante de jabón, no tenía
derecho a un buen partido, porque cojeaba. No se le permitió casarse con el hombre que
amaba, teniendo que

conformarse con Bernhard Mahler, de origen humilde, de temperamento rápido pero


también ambicioso. Gustav Mahler diría más tarde que no eran muy compatibles, que eran
como el fuego y el agua. La tasa de mortalidad infantil en aquella época era del cincuenta
por ciento, y de los catorce hijos que dio a luz Marie, sólo sobrevivieron ocho. Gustav, el
segundo en nacer, tuvo que sustituir a su hermano mayor.

Bernhard Mahler posee una posada que regenta junto con la destilería de vino que heredó
de su padre. A partir de octubre de 1860, un manifiesto del emperador Francisco José
permite a las personas desfavorecidas, incluidos los judíos, aprovechar las nuevas
oportunidades gracias a la libertad de circulación. Ese mismo año, Bernhard Mahler se
traslada con su familia a la ciudad de Iglau.

Gustav pasó la mayor parte de su infancia y juventud en Iglau. Su crecimiento está marcado
por las tensiones familiares, la violencia y las pérdidas. La pareja discute a menudo. El niño
experimenta traumáticamente cómo su padre golpea a su madre. Más tarde, será testigo de
la enfermedad y muerte de su querido hermano Ernst, de trece años, una experiencia
especialmente mala para el chico de catorce. Otro hermano se quitará la vida a los veintitrés
años. Antes de cumplir los treinta, Mahler también habrá perdido a sus padres en el plazo
de un año.
El talento de Gustav se hizo patente a una edad temprana. Da sus primeros pasos
musicales a los cuatro años. Se desarrolla rápidamente, para alegría y orgullo de su padre,
que le anima y le permite tomar clases con varios profesores. Gustav aprende varios
instrumentos, empieza a escribir pequeñas piezas a una edad temprana y pronto enseña él
mismo a otros. A los diez años da su primer concierto en Iglau, considerado un niño
prodigio.

El padre Mahler piensa libremente sobre cuestiones religiosas y tiene una mentalidad
abierta a la cultura alemana. Tiene muchos libros. Como siempre lleva algo para leer en sus
viajes, la gente le apoda "el cochero erudito". Su hijo recibe el bautismo de agua de diversas
fuentes musicales: quizá no oiga cantar muy a menudo en la sinagoga, pero en cambio
escucha las canciones y bailes de la taberna que impregnan el piso de arriba cada noche,
las marchas de los soldados del cercano patio de armas, la banda del pueblo escucha las
campanas de la iglesia católica de Iglau y probablemente también cante en el coro de la
iglesia. Todos estos sonidos y ritmos, los diferentes lenguajes musicales, actúan sobre él, le
forman y más tarde los entretejerá en sus obras como hilos de vida. Como compositor,
enviará a su mujer a silenciar todas las fuentes de perturbación, como cencerros, charlas,
risas, gritos, bramidos, campanas de iglesia, orquestas de baile alrededor, sí, la ruidosa vida
de los demás: necesita el mayor silencio posible para su obra, para escuchar interiormente
el eco de sus años de juventud, para conservar el recuerdo puro y dejarlo resonar en su
interior, para volver a desplegar en sí mismo una naturaleza sublime que está fuera, para
transformar lo que ha sido por obra de su genio y contar así el sufrimiento humano más
profundo, la muerte, pero al mismo tiempo la incomprensible belleza del paraíso, el puro
anhelo de vivir, dejar que el pasado cobre vida como una destilación del interior del oído y
hacerlo perceptible al mundo exterior con todos los colores de una ternura sin precedentes y
una fuerza sobrecogedora: cautivador, melancólico, amoroso, inconsolable, entusiasta,
apesadumbrado, orgiástico, enmarañado, juguetón, mortalmente serio, fresco, complicado,
expansivo, contraído, conectado con la naturaleza, aislado de lo vivo, vigoroso, de piel fina,
confiado, irritable, la calma misma, descarado e impetuoso, sereno y apacible.

Mahler debió de ser una persona intensa, nerviosa, despierta e impulsiva que llamaba la
atención por su comportamiento, a menudo inusual. Desde pequeño aprende a ser capaz
de sufrir y a tolerar las cosas cotidianas; por ejemplo, no le sorprende que, siendo un
adolescente en acogida, tenga que acostarse con hambre todos los días y que le quiten la
ropa. Cree que es así. Sin embargo, desde el principio queda claro que conoce el mundo de
la música y sabe cómo salirse con la suya, aunque no sea en la confrontación. Como
estudiante, se interesa por asuntos espirituales, vive como vegetariano durante varios años
y a muchos les parece un bicho raro en general. La falta de aprecio durante sus años de
estudio en Viena y el rechazo de su primera obra sinfónica por faltas de ortografía le
golpean en las entrañas. Más tarde, ante la falta inicial de reconocimiento de su obra
musical por parte de periodistas y público, no se rinde, sino que persiste en su camino hacia
el éxito internacional como director de orquesta y compositor. Tras la muerte de sus padres,
Mahler -ya con trabajo como director de la Ópera Real de Budapest- se encarga de
mantener a sus hermanos. A veces parece quedarse con menos dinero

para él que el que les pasa a ellos. Les pide que hagan un presupuesto mejor, porque hace
meses que no tiene dinero para coserse los zapatos.
Cuando se casa con Alma, ya mayor, está muy endeudado y le deja a ella la tarea de poner
en orden la casa y el dinero. Sin embargo, es interesante que administre el dinero ajeno
como titular de altos cargos profesionales, siempre con mucha prudencia y por el bien de
las instituciones.

La salud de Mahler es precaria. Es cierto que es deportista y que le encanta hacer ejercicio
al aire libre, dar paseos extenuantes, tomar el sol y nadar. Estar en la naturaleza significa
para él relajación y bienestar. Pero ha heredado una cardiopatía de su madre y no conoce la
medida de su resistencia. Demasiado a menudo se fuerza hasta el límite de su capacidad
física. Incluso en el marco de sus agotadoras obligaciones como director de orquesta, a
menudo combinadas con largos viajes, trabaja repetidamente hasta el agotamiento y la
enfermedad.

A pesar de todas las dificultades que experimentó desde su más tierna infancia, los
desagradables momentos en el instituto (a los once años era el peor de los sesenta y cuatro
alumnos; más tarde diría que no había aprendido nada), las preocupantes condiciones
económicas, la fragilidad física y un sentimiento general de desamparo ("como bohemio
entre austriacos, como austriaco entre alemanes y como judío en todas las naciones del
mundo"), muchas circunstancias de la vida parecen haber contribuido de forma excelente al
desarrollo de su genio. Sin embargo, la envidia, la vergüenza propia del E4 social y
profundos sentimientos de culpa también marcaron la vida de Mahler. Se considera a sí
mismo un hombre poco atractivo, larguirucho y con una cabeza demasiado grande, que al
menos no es guapo en el sentido habitual. Incluso cuando va bien vestido, tiene mal
aspecto, escribe su mujer Alma. Su andar es tormentoso y accidentado.

Mahler se asegura de que nadie anuncie la boda en el periódico a destiempo. ¿Es mayor la
preocupación de que Alma le eclipse en la ceremonia nupcial por la iglesia que la alegría de
celebrar la boda en público? ¿No se le permite a Alma ser una joven novia feliz en público?
¿Tiene miedo de comentarios desagradables, por ejemplo, sobre la diferencia de edad? ¿O
simplemente se siente demasiado inseguro e incómodo en su papel de hombre, de marido?
Alma escribe que resbaló torpemente del banco al arrodillarse, por suerte no había nadie.
Probablemente habría sido muy embarazoso.

Mahler no sólo oculta a su esposa del público en este gran día. Quiere a la bella, rica y
socialmente admirada Alma sólo para él, para que se marchite a su lado como artista y
como mujer. Actúa bajo la influencia de la envidia social, que suele referirse al estatus social
de los demás que cree no poder alcanzar. Toda la belleza, toda la riqueza es sólo basura, le
dice a Alma. Mahler se habrá sentido miserable, viejo y poco atractivo al lado de su mujer.
Dice que sólo puede amar a una mujer hermosa, pero le dice a Alma que sólo podría amarla
completamente si, por ejemplo, su cara estuviera desfigurada por marcas de viruela. Alma
se convierte en una mujer tímida con su primer embarazo y se siente visiblemente insegura
al lado del gran Mahler. Ambos están constantemente celosos el uno del otro. La pareja
evitará la compañía siempre que sea posible y vivirá en la seguridad de la unión (Mahler
prefiere el "espléndido aislamiento") o en el círculo de familiares y amigos. Un día, tras
nueve años de matrimonio, Alma tomará un amante joven, bello y dotado, lo que supondrá
un duro golpe para Gustav. Mahler, que para entonces tiene cincuenta años, despertará,
buscará ayuda y cambiará. No le queda mucho tiempo para hacerlo.
Como se desprende de las notas de Freud sobre la única sesión que Mahler pasó con él,
que duró varias horas tras largas vacilaciones, se le diagnosticó, entre otras cosas, un
"complejo de María", un apego

demasiado fuerte a Madre. Mahler buscó y echó de menos su rostro, marcado por el
sufrimiento, en su esposa Alma. ¿Cómo pudo encontrarla allí? Quizá la buscaba para
conducirla de nuevo a la redención, a la belleza, a su verdadera naturaleza a través del
poder de su música primordial, para liberarse del sentimiento de que él era el culpable de su
infelicidad en la vida, de que no la había protegido. de los golpes de su padre, el hombre
que tan bien le había tratado, el hijo brillante, y le había animado...

Si amas por amor,


¡Ah sí, ámame!
Ámame siempre,
¡te quiero siempre!

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EJEMPLOS LITERARIOS Y CINEMATOGRÁFICOS

UN EJEMPLO LITERARIO

La Peau de Chagrin (La piel de Chagrin),


de Honoré de Balzac
Personaje: Raphaël de Valentin

POR VITTE MARIA WEBER París, 1829. Raphaël de Valentin, un joven de veinticinco años
perteneciente a una aristocracia empobrecida y desilusionada con la vida, se juega el dinero
que le queda una mañana en el Palais Royal. Como no le queda nada, siente que su
existencia no tiene sentido y quiere ahogarse en el Sena. Para matar el tiempo hasta la
noche, entra en una tienda de antigüedades y se dedica a contemplar el caos de objetos y
obras de arte de todas las procedencias, épocas y culturas. El viejo propietario del
anticuario muestra a Raphaël una piel tallada, que promete cumplir todos los deseos de su
dueño. Sin embargo, el precio será vitalicio: por cada deseo cumplido, la piel se reduce. A
pesar de la insistente advertencia del anticuario, Raphaël roba la piel, pide un primer deseo
y se la lleva consigo. Nada más salir, se encuentra con sus amigos, que le estaban
buscando, y les sigue a un banquete, que acaba en orgía, tal y como había deseado. Más
tarde, Raphaël le cuenta a su amigo Emile que estaba a punto de suicidarse. Emile le
pregunta por la causa de su desesperación.

Raphaël narra toda su vida y sus historias de sufrimiento al somnoliento Emile: cómo él, hijo
único, crecido bajo la estricta vigilancia de su padre (la madre había muerto cuando
Raphäel tenía diez años), se hace abogado sólo para recuperar el honor de la familia, y
cómo tras la muerte de su padre, casi sin medios, se encuentra en el estéril desván de una
pensión barata empezando a escribir una Teoría del testamento.

Raphaël siente un amor desesperado por la condesa Feodora (la "mujer sin corazón"), y
gracias a su inteligencia y a su incipiente éxito como escritor se convierte en su confidente;
la condesa le dice de vez en cuando que no le quiere, lo que incita aún más a Raphaël a
conquistarla, porque cree que la actitud despectiva de Feodora no es más que una muestra
de su amor. Raphaël también le habla a Emile de Pauline, la hermosa y todavía muy joven
hija del ama de llaves de la pensión, que está enamorada de él, pero que, debido a su
pobre posición, no le interesa como mujer. Los relatos de Raphaël dejan claro que su amor
masoquista por Feodora y su constante preocupación por el dinero y su idea de la vida le
enferman cada vez más.

Cuando llega la mañana, Raphaël se acuerda de la piel tallada. Descontrolado, suelta un


aullido y despierta a todos los asistentes al banquete que duermen y se jacta de que es
capaz de cualquier cosa. Al mismo tiempo, quiere demostrar que la piel funciona: copia el
contorno de la piel y desea tener una gran pensión; al poco tiempo la recibe en forma de
herencia inesperada, e inmediatamente después la

piel se reduce. Raphaël se indigna ante la burla de los invitados y les amenaza con
desearles la muerte. Ahora siente que su poder, en lugar de admiración, le produce una
gran soledad y miedo.

En el capítulo siguiente, Raphaël ya vive con Jonathan, su anterior mentor, en su palacio


recién adquirido. Jonathan se encarga de organizar la vida de Raphaël según reglas bien
definidas para evitarle cualquier deseo. Una tarde han programado una visita al teatro.
Raphaël, amargado porque la gente le mira con recelo y envidia, se encuentra con muchos
conocidos, pero sin embargo evita cualquier contacto. En el centro de atención está, como
siempre, la bella condesa. Pero, de repente, hay otra mujer en el centro de todas las
miradas; se sienta directamente con Raphaël, que la ignora. Sin querer, reacciona a un
crujido en su vestido de seda, girándose para ver a la bella y radiante Pauline bellamente
vestida. Pauline huye asustada, aunque concierta una cita con él para el día siguiente;
quieren verse en el viejo desván. Tras una fase inicial de duda, Raphaël cede a sus
abrumadores sentimientos y se despoja de la piel, decidido a olvidarla. Los dos viven juntos
en la más pura felicidad de su amor hasta que, un día, el jardinero encuentra la piel:
Raphaël se asusta al ver que está muy encogida. Aparta a Pauline sin explicaciones y va a
buscar a los científicos más grandes, pero no hay manera de solucionar el problema de la
piel. Cuando Pauline regresa, sin previo aviso, Raphaël vuelve a caer rendido a sus
encantos. Al detectar los primeros síntomas de una enfermedad pulmonar, vuelve a apartar
a Pauline de su vida. Presa del pánico, busca la ayuda de cuatro médicos a la vez; a pesar
de su desconfianza, sigue sus consejos y acude a un balneario. Allí es rechazado
abiertamente por los demás pacientes, debido a su arrogancia, y es retado a duelo. Tras
matar a su contrincante, huye muy enfermo y finalmente encuentra la paz en un lugar idílico
en la naturaleza, donde es acogido por unos sencillos campesinos. Al sentirse también
observado por ellos y rechazado, se marcha a casa, decepcionado y mortalmente enfermo.
Jonathan intenta distraer a Raphaël organizando una gran fiesta, siguiendo el consejo de su
amigo, el doctor Bianchon, pero éste le golpea, enfadado: quiere una vida sin vitalidad y le
pide a Bianchon una bebida que le mantenga despierto exactamente una hora al día.
Cuando Pauline aparece de nuevo, el deseo despierta en Raphaël. Al final le explica la
desgracia de la piel. Ella lo comprende todo y quiere suicidarse para salvar a Raphaël. El
intento fracasa.

Raphaël muere de deseo mordiendo el pecho de Pauline.

Balzac explica a los lectores que Pauline representa el amor que sólo existe en la ilusión y
Feodora la sociedad que se encuentra en todas partes.

A continuación, me gustaría hablar del título que eligió Balzac: "La peau de chagrin", que
puede traducirse como "La piel de chagrin". Chagrin viene de la palabra turca sagri o çâgri y
se refiere a la parte dorsal de la piel de un burro. Del mismo modo, el título podría traducirse
como "La piel de las penas" (del francés peau, piel, y chagrin, pena, sufrimiento,
preocupación), lo que sería una descripción exacta del héroe. Raphaël siente su vida como
"un dolor persistente y difuso, y ambos podemos sentir este dolor atmosféricamente, sobre
todo cuando tenemos que ver a nuestro dotado héroe perderse cada vez más, a través de
su comportamiento errático en un estado de desesperanza y sentimientos negativos.

La piel es lo que se ve desde fuera, es casi la tarjeta de visita de una persona. Para el E4
social, el exterior se convierte en una especie de "tarjeta de visita negativa": no quiere poner
una "cara amable", odia esa idea. En general, sufre por su insoportable existencia, y esto
puede ser bastante visible, quizá como manifestación de su débil venganza. Balzac
describe a Raphaël en el primer capítulo como: "alma inocente", "muy infeliz", "muy débil">,
"aspecto terrible", "elegancia sombría", "su mirada muestra esfuerzos decepcionados",
"palidez enfermiza", "sonrisa amarga", "resignación que duele al mirarla", "genio oculto">,
"manos... frágiles como las de una mujer", "como un ángel sin rayos que ha perdido el
rumbo". Todo ello da la impresión de una persona necesitada, teatral y algo estirada, no del
todo apta para la vida. La piel también simboliza la capacidad de protegerse de los avatares
de la vida.

Se dice que alguien tiene la piel de un elefante o piel gruesa y queremos decir que es
alguien que aguanta mucho y no percibe demasiado. El rubio Raphaël tiene una piel sutil y
clara, se sonroja de vergüenza, se irrita con facilidad y se vuelve inseguro rápidamente.
Además, "la peau de chagrin" viene de un burro, de un animal de carga, que en nuestra
cultura suele representar la perseverancia, pero también la estupidez y la terquedad, que
también tienen que ver con Raphaël: a menudo insiste en su opinión en contra del sentido
común, a pesar de su indiscutible inteligencia, muestra cierta estupidez en

su impulsividad con la que se hace daño a sí mismo, sólo para demostrar una
pseudoautonomía opuesta a la descrita incapacidad para ayudarse a sí mismo diciendo con
rechazo: "No te necesito, puedo conseguirlo yo solo".

Con La piel de chagrin, Balzac creó una metáfora de una actitud desgarradora ante la vida:
todo lo positivo (los deseos) es a costa de la duración de la vida. nada se obtiene fácilmente
o gratis, nada es alegre o lúdico, es como si el placer estuviera penado y como si la vida se
vengara del propio ser vivo. Al mismo tiempo, es una metáfora de cómo uno puede morir si
se deja llevar por la pasión de sus deseos. Entonces la piel podría representar una metáfora
de la neurosis general y del hecho de que "vivimos según nuestra neurosis, que nos roba la
energía como un parásito que sabe convencernos de que su interés es el nuestro>>".

La novela es un elogio de la amarga seriedad de la vida, del vaso literalmente medio vacío,
de nuestra infravalorada mortalidad, incluso de la injusticia de la vida que se encuentra
siempre y en todas partes porque eso es lo que se busca La incapacidad de Raphaël
incluso en la inmensa felicidad que vive por la entrega total de Pauline y también en el
laborioso proceso de su trabajo para borrar el efecto de la piel de gallina demuestra su
profunda desconfianza hacia las propias fuerzas de la vida. Encerrado en sus sentimientos
de carencia, en su impotencia e inferioridad, este joven dotado se ve incapaz de asimilar
sus turbulentas experiencias vitales y de superarlas.

Parece coherente atribuir la disposición de E4 a Raphaël debido a los siguientes indicios


relativos a su infancia. Como era habitual en los círculos aristocráticos de la época, Raphaël
no fue amamantado por su madre, sino por una nodriza. Y fue educado por un mentor.
Raphaël habla de su vida con todo detalle, pero no nos cuenta ningún acontecimiento que
tenga que ver con su madre. Seguramente ella es la verdadera "mujer sin corazón">, fue su
frialdad y su ausencia lo que dificultó la vida de Raphaël desde el principio y debilitó sus
ganas de vivir. Tampoco se menciona mucho a la madre en el conjunto de la narración: sólo
sabemos que descendía de la aristocracia acomodada, que era "una buena pesca", que
mantenía al criado Jonathan con una renta vitalicia y que murió cuando Jonathan tenía diez
años. Raphaël vende la isla del Loira, con la tumba materna, con remordimiento, pero no
hacia ella, sino hacia su padre. El hombre, amargado y rígido, estuvo al menos siempre
presente durante los años de estudio de Raphaël, exigiéndole y ayudándole aunque sólo
fuera para utilizarle e instrumentalizarle al servicio de sí mismo y del honor de la familia.
Uno de los médicos de Raphaël también detecta la causa de su enfermedad en la "herida
en las raíces mismas de la energía vital".

Deducimos el aspecto social de la forma en que el héroe dirige su mirada envidiosa siempre
hacia los privilegiados, con lo que gasta mucha energía con quejas sobre su inferioridad y
falta de confianza en sí mismo, en lugar de conquistar activamente su lugar en la sociedad.
Siente envidia de los ricos y poderosos y de todos los que se sienten a gusto con sus
vínculos sociales, sueña con la fama alcanzada gracias a sus actividades literarias, unido
injustificadamente a una mujer bella y rica, lo que provoca la envidia de todos los hombres.
Tiene un vínculo con la condesa Feodora, que habría de salvarlo de esta injusticia y le daría
el lugar en la sociedad que correspondería a su genio, restituyéndole así los
correspondientes privilegios perdidos. Entonces se traiciona a sí mismo y a sus talentos, se
deja irritar por los demás y se retira de su trabajo: cuando sus amigos se burlan de sus
obras, cuando aparece Rastignac y le aconseja que abandone el trabajo serio a cambio de
endeudarse, o cuando una y otra vez es llevado de la oreja por la condesa, se desanima o
corre tras ellos, pierde tiempo, energía y su poco dinero con ellos, con el resultado de que
siente agotada su ya debilitada vitalidad, y su vida indigna de ser vivida. . El mundo exterior,
al que cree deber toda su atención, le resulta al mismo tiempo tan invasivo que le resulta
difícil encontrar su mundo interior y establecer el cambio hacia él con la flexibilidad
necesaria.

Envidia
Lo que más le gusta a Raphaël es explicarse a sí mismo, atrapado en comparaciones y
movido por un tira y afloja entre el sentimiento de inferioridad y la arrogancia. Por ejemplo,
regaña a Emile cuando se burla de la creencia de Raphaël de llevar una vida especialmente
dura, diciéndole que algunas personas tienen sentimientos mucho más profundos que otras.
En su último intento de ganarse a la condesa, le confiesa sus problemas económicos; hasta
ahora había conseguido con cierto esfuerzo convencerla de una aparente fortuna. Ahora
sólo tiene que mostrarse como una persona excepcional:
Hay dos miserias, señora [...]. Una es la miseria del pueblo, la otra, la de los aprovechados,
reyes y gente de talento. Yo no soy una persona, ni un rey, ni un vividor, tal vez no tenga
talento, soy una excepción. Mi apellido me ordena morir antes que mendigar. ¡Cálmese,
señora!

Como hombre, Raphaël pertenece al sexo privilegiado y, como hijo único, no tiene que
soportar los sentimientos de envidia de sus posibles hermanos. La raíz de su envidia es, al
parecer, una temprana falta de afecto paterno, agravada por el declive del rango social de la
familia debido a la pérdida de privilegios aristocráticos. y de riqueza.

Cuando muere su padre, Raphaël se queja de su situación, que le resulta extremadamente


dura, y se compara con otros huérfanos:

A la edad de veintidós años, y a finales del otoño de 1825, asistí, completamente solo al
funeral de mi amigo favorito, mi padre. Pocos jóvenes se han visto, como yo, solos con sus
pensamientos, escoltando una carroza mortuoria, perdidos en París, sin futuro, sin fortuna.
Los huérfanos acogidos por la caridad pública tienen, al menos, protección oficial y amparo
en un hospicio. ¡Yo fui desheredado!

En el párrafo siguiente, el hecho de que mencione a sus parientes muy influyentes y al


mismo tiempo niegue tener parientes parece extraño: que Raphaël

Aunque emparentado con personas muy influyentes y pródigas en su protección a los


extraños, yo carecía de parientes y protectores.

Raphaël también habrá alimentado cierta envidia por el hecho de que su propia madre
proporcionara una renta vitalicia al criado Jonathan mientras que él acaba sin ingresos.

Falta de perseverancia y autohumillación


En pocas frases el héroe habla de un enorme amor propio y termina describiéndose a sí
mismo como pobre:

Ese inmenso amor propio que bullía en mí, esa sublime creencia en un destino, que tal vez
convierte a un hombre en un genio, cuando no se deja arrancar por imbéciles de los
negocios, [...] han sido precisamente los que me han salvado Quería cubrirme de gloria y
trabajar en silencio para la mujer que amaba por la que esperaba verme correspondido
algún día. Todas las mujeres se resumían en una, y a ésa creí encontrarla en la primera que
se ofrecía a mis ojos; pero, viendo en cada una una reina, todas tuvieron que, como reinas
que se ven obligadas a declararse a sus amantes, salir al encuentro de mi dolorosa,
miserable y tímida personalidad. Tanta gratitud albergaba mi corazón; además de amor,
hacia quien se hubiera apiadado de mí, hacia quien la hubiera adorado siempre.
Raphaël quiere ganarse la compasión de Feodora mostrándose como una persona débil:

Le hablé de mis sacrificios, le describí mi vida, [...] Le inspiré frases que proyectan toda una
vida, repitiendo los gritos de un alma desgarrada. Mi acento era el de las últimas plegarias
elevadas por un moribundo en el campo de batalla. Fedora lloraba. Yo guardé silencio.
¡Gran Dios! Sus lágrimas eran fruto de esa emoción fugaz que se experimenta a cambio de
renunciar al precio de una entrada comprada en la taquilla de un teatro. Había alcanzado el
éxito de un buen actor.

Yo también me hago cargo de mi ridiculez; ¡Perdón! dije dulcemente, incapaz de contener


las lágrimas. Te amo lo suficiente como para escuchar con deleite las palabras que has
pronunciado.

La añoranza del paraíso perdido.


En su tercera parte - "La agonía"-, la historia se construye como una lenta regresión:
cuando Raphaël comprende los efectos de la piel de chagrin, se retira con su antiguo
mentor a palacio y vive allí con él adaptándose casi intercambiando los papeles: no es el
Raphaël rico que da órdenes a su criado, sino que es Jonathan quien se ocupa
independientemente de todos los asuntos de Raphaël, es él quien da órdenes a Raphaël.
Porque para vivir, Raphaël tiene prohibido todo deseo:

Me cuidarás, Jonathan, como a un bebé en su infancia. [...] Pensarás por mí y proveerás a


todas mis necesidades.

En este estado de "no querer nada más", Raphaël se reencuentra con la bella Pauline, que
le proporciona la alegría, la facilidad y el erotismo de su amor entregado; las cosas parecen
irle bien a Raphaël. Sin embargo, ella continúa con su actitud recelosa hasta que él se
inclina conscientemente hacia la felicidad tirando de la piel. Ambos conviven en un estado
de total inocencia en un idilio paradisíaco que dura hasta que la piel vuelve a aparecer:

Estudiándose, su amor aumentaba; ambos albergaban idénticos sentimientos de delicadeza


y pudor; la misma voluptuosidad, la más dulce de las voluptuosidades, la de los ángeles. Ni
la menor nube enturbiaba el horizonte de su felicidad. Los deseos de cada uno eran ley
suprema para el otro.

Al final de la historia, Pauline vuelve a reencontrarse con Raphaël, siendo la única persona
que le amó y que le dio y fue rechazada por él. fue apartada-.

Quiere suicidarse cuando se da cuenta de la importancia de la piel de chagrin para Raphaël,


como tal vez sólo una madre haría por su hijo. La última imagen de la novela nos muestra a
Raphaël tumbado encima de Pauline, y cómo se asfixia al morder su pecho.

¿La moraleja de la historia?


Naturalmente, una parte de Raphaël pensaba que podría ser feliz si conseguía todo lo que
quería. Pero el ego era más fuerte. No, no quería ser feliz, sino seguir sufriendo, porque
¿cómo habría acabado, quién le habría escuchado? Quería seguir revolcándose en la
carencia, en la frustración cotidiana, en la impotencia y la pena de Raphaël, quería seguir
saciándose con los sentimientos de envidia e inferioridad de Raphaël, ¡el sinsentido de sus
actos irracionales y sus sentimientos erráticos!

Para romper el círculo vicioso que le mantenía enjaulado entre el miedo a ser rechazado y
el deseo de ser admirado, en el tira y afloja entre el desprecio obstinado y la sumisión
involuntaria, Raphaël tendría que aprender a conocerse de verdad. La jubilación no puede
ser fructífera mientras actúe como un acto de venganza contra los demás, mientras se
abuse de la sociedad para reforzar la propia frustración, no hay salida. Para vivir
verdaderamente sin deseos, no se puede sentir ninguna carencia. Para no sentir ninguna
carencia, hay que vivir en el presente. Para alcanzar la paz y la contemplación necesarias,
hay que empezar por el trabajo. Por cierto, en la época de Balzac eso se llamaba
curiosamente, aunque en el sentido más concreto, "aller au chagrin".

UN EJEMPLO DE PELÍCULA

La mujer del teniente francés (Karel Reisz, 1981)


Personaje: Sarah

DE ALICHITA ROSSI, ELENA LUNARDI

La película está basada en la novela homónima de John Fowles y está

ambientada en 1867. Es una película dentro de otra película en la que la historia de la infeliz
Sarah (interpretada por Meryl Streep), desterrada en la Inglaterra victoriana por su fugaz
aventura, se entrelaza con la historia de amor de la actriz que, basándose en la misma
novela, está rodando una película.

Sarah Woodruff es una distinguida ex gobernadora inglesa rechazada por todos por haber
caído en desgracia con un teniente francés que naufraga en aguas de una pequeña
localidad costera, Lyme Regis. Todos la consideran loca y de virtud fácil. Al ser considerada
la loca del pueblo, Sarah ya no tiene una reputación que perder y puede permitirse la
libertad de estar sola en todos los lugares y a todas horas, algo absolutamente prohibido
para una joven respetable de la época. La Inglaterra victoriana está estrechamente ligada a
los valores de la intimidad, la discreción, el autocontrol y la obediencia al deber.

El joven caballero inglés Charles, paleontólogo que trabaja en la recuperación de fósiles en


la costa, está anclado en los mismos valores. Estas certezas están destinadas a
tambalearse cuando el protagonista conoce a la mujer del teniente francés. Se siente
atraído por ella que, tras ser abandonada por su amante, había caído en un profundo
sufrimiento que la atormentaba a diario y sólo le daba tregua por la noche durante el sueño.
Sarah está aquejada de una profunda melancolía.

Y es para salvarla del mar tempestuoso que Charles Smithson se aventura en el


embarcadero donde ella permanecía inmóvil, a pesar del viento y de la lluvia, mirando el
horizonte. La llama repetidamente hasta que ella se vuelve y le mira. Esa larga mirada será
el comienzo de un apasionado romance que se entrelazará con el verdadero amor de los
dos protagonistas de la película, Mike y Anna, dos actores que interpretan la historia de
amor del siglo XIX.

Sarah acepta ir a vivir a otra casa como dama de compañía, sin saber lo que le espera, pero
sólo en virtud de que esta casa tiene vistas al mar y, por lo tanto, puede permitirle
permanecer unida al recuerdo del amor y poder revivirlo a diario.

Este es un claro ejemplo del apego social al pasado que sigue dando vida a un
acontecimiento o a un sentimiento a través de la imaginación y los recuerdos suscitados, en
este caso, por el paisaje.

Charles habla de Sarah con su prometida, y esta escena pone de relieve el aspecto típico
del carácter social de E4: el apego a una relación que ha terminado y la interminable,
aunque inútil, espera del regreso del amor perdido. Una languidez emocional y sentimental
y un continuo replanteamiento de los momentos más intensos vividos con la persona
perdida. El niño social E4 promulgó en sí mismo este modo en relación con el amor de su
madre, esperando sin cesar que un día se manifestara con abrazos y contacto físico.
Aprendió a esperar, a esperar, a no dejar de esperar.

Sarah se encuentra con Charles y cuando él le pregunta si puede acompañarla, ella le dice
cortésmente que no sin levantar la vista, un gesto de vergüenza claramente visible. En este
caso se trata de la vergüenza de encontrarse con los ojos del otro, de la persona con la que
se había sentido cautivada desde el principio, como confiesa al final de la película. Así,
cuanto mayor es el interés por el otro, más intensa e insoportable es la vergüenza. Cuanto
más se desea el amor del otro, más se entra en el bucle de no ser lo suficientemente
interesante, bello, querible. Uno entra en contacto con la imagen negativa y devaluada de sí
mismo y se identifica con ella, perdiendo la percepción de lo que realmente somos y
acabando así por sentirse tan pequeño que se avergüenza a los ojos del otro. La
consecuencia de este sentimiento es la distancia, la desaparición de la mirada del otro.

Sarah suplica a Charles que la deje marchar. Le implora, es decir, le suplica, no es asertiva
ni segura de sí misma, parece incapaz de defenderse de la intromisión del otro, como si no
tuviera recursos y fuerza para poner un límite, y por otro lado delega en el otro su miedo a
decir sí o no. Y esto refleja el sentimiento de debilidad interna que experimenta un E4 social
en relación con el mundo. como si no fuera lo bastante fuerte para defenderse y poder
enfrentarse a él sola. La única forma que tiene un E4 social de defenderse y también de
evitar el fracaso es marcharse.

Sarah se encuentra con Charles en el bosque y, cuando pasan los cazadores, se esconde
inmediatamente para proteger al hombre de las habladurías que surgirían al verlos juntos.
Este personaje ha desarrollado desde niño la idea de que el otro tiene más valor e
importancia que él mismo, además ha aprendido de niño a proteger a su madre a costa de
él mismo; para no perder una buena imagen de ella, inconscientemente ha preferido
devaluarse y sentirse indigno de su amor. Se envenenó para poder tener una madre. No
dirigió su ira contra ella, que no le hizo sentirse querido, le desvalorizó, le humilló, sino que
se culpó a sí mismo y se consideró no querible.
Sarah le dice a Charles que no puede ni imaginar su sufrimiento y que sólo es feliz cuando
duerme. Este pasaje muestra lo fuerte y constante que es el tormento interior de este
personaje, un tormento tan intenso que no puede imaginarse desde fuera. Un sufrimiento
continuo que sólo el sueño puede interrumpir. Sarah se pregunta desesperadamente por
qué ha nacido como es y se compara con la novia de Charles, revelando el rasgo
característico de la envidia que lleva al sujeto a compararse constantemente con un objeto
externo, que obviamente siempre juzga mejor que el suyo propio. A continuación le cuenta
su encuentro con el teniente francés, cómo quedó cautivada por su valentía y cómo le
admiró hasta enamorarse perdidamente de él, tanto que cuando se marchó no pudo evitar
seguirle. En este pasaje de la película, Sarah explica cómo la pérdida del amor fue
insoportable, ya que la puso en contacto con un sentimiento de soledad tan profundo que se
ahogó en él. Para el E4 social, el amor es el sentido de la vida, ser amado y amar es la
única forma de alcanzar la felicidad. Perder el amor o ser abandonado por la persona
amada es como perder el sentido de la existencia. Sarah se dejó seducir por sus cumplidos
y por la bella imagen que le envió de sí misma. El E4 social se encuentra en una
devaluación tan profunda de sí mismo que vive en una necesidad constante de confirmación
y, por lo tanto, se deja seducir fácilmente por la atención y los cumplidos del otro.

Después de hacer el amor con Charles, Sarah dice: "¡Hace tanto tiempo que imagino un día
como éste!", aludiendo al hecho de que lleva mucho tiempo esperando sentirse
verdaderamente amada por el hombre que ama. Este tipo de personalidad vive esperando
un amor profundo, verdadero, intenso e idealizado, con la expectativa de sentirse amado
como nunca antes en su vida, en un intento de compensar lo que no tuvo en la infancia. Así
que ese momento de amor verdadero e intenso es como la reparación, la cura de un viejo
abismo emocional, de un viejo agujero amoroso que se originó en la infancia. Sarah insiste
en que Charles puede tomar cualquier decisión (incluso dejarla) porque en ese momento,
fuerte en el amor que ha sentido, será capaz de soportar cualquier cosa. De ese momento
nace su fuerza para vivir. Aunque ese sentimiento de satisfacción y paz logrado gracias al
amor que por fin ha recibido se convierte en melancolía y nostalgia. Cada día Sarah
recordará esos momentos y los revivirá con la languidez y la añoranza que los acompañan.
Cada día vivirá con los ojos vueltos hacia el pasado.

Anna, la actriz que interpreta a Sarah, habla con la mujer de Mike y le confiesa que le tiene
envidia por la belleza y el cuidado de su jardín, aunque está claro que en realidad le da
envidia el hecho de que la mujer pueda vivir al lado del hombre del que Anna está
enamorada. Aquí podemos ver la naturaleza de la envidia que siente un E4 social, es decir,
un sentimiento de fuerte disgusto que se refiere al amor, no a un objeto: el E4 social no
siente envidia por las cosas materiales, sino por el sentimiento de amor... Es como si la
posibilidad de existir, y sobre todo de confirmarse y tener un lugar en el mundo, girara en
torno a un gran punto de apoyo, que es precisamente el amor. Todo lo demás es
secundario, casi superfluo. La necesidad fundamental de un E4 social no es beber, ni
comer, ni poseer cosas, sino ser amado y amar. Esto significa que para este personaje no
tiene sentido vivir si no hay amor y para conseguirlo o no perderlo, puede llegar al olvido
total de sí mismo y, por tanto, a la autodestrucción.

Han pasado tres años y Sarah se asegura de que Charles está donde está. Ha cambiado
mucho, está más segura de sí misma, más serena, más presente en sí misma. Cuando
Charles le pregunta por qué no le esperó, ella le explica que en aquel momento estaba loca,
amargada y envidiosa en su interior. Sentía que se había impuesto a él, que tenía otras
obligaciones con otra mujer. No había sido capaz de quedarse a esperarle porque sentía
que todo era demasiado para ella y que probablemente se sentiría una carga. Sólo está
dispuesta a encontrarse de verdad con él después de haber construido su propia vida, su
propia identidad, como si primero necesitara encontrar su propio centro dentro de sí misma
y recuperar su dignidad. Ha dedicado estos tres años a encontrar un lugar en el mundo, a
realizarse profesionalmente y a desarrollar su talento artístico, sólo en este momento parece
estar preparada para reencontrarse con su amor.

Aquí asistimos a un cambio evolutivo en la personalidad de Sarah, que pasa de ser una
mujer totalmente dependiente del amor del otro, con su centro fuera de sí misma, a una que
se vuelve independiente y presente a sí misma, capaz, para ambos, con el otro de igual a
igual.

Al final, el amor entre los dos actores tiene un triste epílogo, ya que Anna, aunque parece
estar segura de su amor por Mike, decide no dejar a su marido y renunciar a sus propios
sentimientos, a su felicidad y a sí misma. Anna toma esta decisión, renunciando a su propia
felicidad para no causar dolor al otro. El E4 social cree irracionalmente que el otro tiene
cada vez más derecho a ser feliz. Como si no pudiera haber felicidad si ésta implica el
sufrimiento del otro, que es demasiado grande para soportarlo. Por ello, Anna decide
renunciar a su amor. Pero en este sentido y apoyándose en esta "idea loca" reafirma su
posición de falso defecto y alimenta su pasión envidiosa.

12

RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS
Y TAREAS MÁS ÚTILES

POR ALICHITA ROSSI, CHIARA FUSTINI Y SUSANA BAYONAS

El primer paso para el E4 social es dar salida a la envidia: reconocer que la comparación en
la que se tortura -en la que siempre pierde- no es una realidad objetiva sino su motivación
neurótica nuclear, es decir, una distorsión existencial, un sentimiento de identidad que le ha
servido para vivir. Es hora de quenreconduzca su envidia a una dinámica interna nuclear,
quitándole la sensación de una condición real de inferioridad y privación de su persona. Se
trata de dar dignidad a la envidia, conectándola con la historia de su vida, de su infancia,
para que pueda sentir que detrás de ella hay una herida y un dolor, en consecuencia pueda
reapropiarse del derecho a pedir lo que necesita, a dar un paso para la satisfacción y no
quedarse en la impotencia y la desconfianza. Será necesario acompañar al paciente de E4
social a asumir los límites de la realidad y sus propios límites, tendrá que confrontarse con
el ideal tan exigente e inalcanzable de sí mismo, con el derecho a ser amado por lo que es.
Se trata, en definitiva, de darse cuenta de que su llanto inexorable y su sufrimiento por no
ser adecuado son una niebla que no le permite contactar con el verdadero dolor de la
pérdida: el trabajo consiste en llorar la verdadera herida para no sufrir eternamente y, así,
darse cuenta de que la vergüenza no es una confirmación de la propia "inferioridad", sino la
pasión emocional que permite cultivar el ideal grande de tener que ser perfecto y único.
Para sanar la envidia hay que mirar hacia dentro y encontrar la propia luz, alcanzar la
conciencia de que todos somos iguales y encontrar la verdadera ecuanimidad. Para sanar el
componente masoquista es necesario deshacer la retroflexión.

Vomitar a esa madre que un día tragó. Diferenciarse de ella. Ser capaz de dirigir su rabia
hacia ella (lo que le permitirá también dirigir su rabia hacia el otro, sea quien sea el otro),
tomar conciencia del odio que siente y esconde, conectar el odio con la necesidad de amor
y reconducirlo a la rabia "justa" por no haber tenido el lugar que le pertenecía. Digamos que
el E4 social tiene que aumentar el instinto sexual para soltarse y ganar fuerza.

Necesita pasar por el dolor de aceptar que su madre nunca le dará lo que no le dio. Si le
faltó reconocimiento materno, tiene que aprender a dárselo a sí mismo y dejar de esperar
recibirlo de ella (mientras esté atrapado en la expectativa de recibir de la madre, la rabia se
retroalimenta día tras día, porque la frustración es permanente, y su madre nunca le dará lo
que no tiene, y aunque se lo diera ahora, como adulto, no sirve, la demanda es la de un
niño, la falta de la infancia ya no se puede cambiar, ese tiempo nunca volverá, lo que pasó
no se puede deshacer por hechos).

Trabajar con el cuerpo para desidentificarse de la introyección. Sólo en contacto profundo


con el propio cuerpo se pueden establecer los límites entre "lo que soy" y "<lo que es el
otro" (la madre). Se trata de romper la simbiosis.

Una vez que se diferencia lo que ella es más allá de lo que es la madre, una vez que se
produce ese vómito, entonces se puede obtener permiso interno para reír, jugar y ser feliz.
Entonces se puede romper la asociación de "placer igual a dolor". Porque deja de
castigarse (Ya no tiene a su madre dentro, ya no necesita torturarse y ya no necesita odiarla
odiándose a sí misma).

Finalmente, la auténtica curación de estos mecanismos reside en poder "ver" a la madre,


sin compararla con el ideal que ella hubiera necesitado, "comprender" la herida de la madre,
aceptar que ella le dio el amor que tenía, aunque no fuera lo que necesitaba, era todo lo que
tenía. Y poder finalmente hacer una nueva incorporación interna, esta vez de la buena
madre que nunca vio y valoró. Así podrá integrar que si merece ser amado, que si es digno,
que si proviene de una buena fuente creativa.

Mientras ha vivido sintiendo que su fuente creadora está podrida, también se ha sentido
podrido, porque él es su fruto.

Es importante comprender la dependencia, la tendencia a las relaciones destructivas y sin


amor, aprender a contenernos y anteponer nuestro propio cuidado a la ilusión de la pareja
salvadora.

El trabajo corporal debe tener un lugar central para liberar el instinto, la espontaneidad del
niño que juega, ríe y se mueve en el mundo. También hay una inhibición sexual en este
personaje, pero sobre todo en la seducción explícita, en la proposición al otro. Lo que más
le libera es la sexualidad lúdica, alegre. El trabajo corporal y la danza pueden devolverle la
conciencia de que tiene derecho a ocupar un espacio. Sería útil que hiciera un trabajo en
grupo para experimentar la exposición y poder trabajar la vergüenza.
También es conveniente integrar la terapia individual con la de grupo: en un entorno
protegido puedes aprender a soltarte y compartirte, así como crecer en la confianza de
poder pertenecer a un grupo y dejarte ver.

Si todo esto se consigue, nos encontraremos ante un obstáculo más, un impasse


"terapéutico": en el momento en que se alcanza un estado de bienestar en la terapia, una
conciencia del derecho a preguntar directamente y una posibilidad de dinamización y
esperanza, puede Puede ocurrir que el paciente de E4 social dé un gran paso atrás.
empezará a descalificar los logros, tal vez comentando que son pocos, superficiales, que lo
básico no cambia, que la vida sigue pareciéndole imposible y otras cosas similares.
Descalifica los pasos que das, igual que descalifica al terapeuta. Lo que aflora, y puede que
no sea consciente de ello por su miedo al cambio, es la resistencia a dejar la máscara del
carente y necesitado, porque aparece de nuevo el miedo a estar solo, y también la rabia por
tener que aceptar la carencia real en su mundo infantil y en su vida cotidiana. Hay una
dificultad para aceptar los límites, y por eso es mejor quedarse en el desierto y seguir
cultivando la falsa imagen de sí mismo y las interpretaciones distorsionadas de sí mismo y
de los demás. Si se da esta situación, es muy fácil interrumpir la terapia. Las personas

con este carácter son neuróticamente muy hábiles para "cortar" a los terapeutas y quedarse
con una sensación de impotencia. La gran empatía hacia el sufrimiento del otro es la
polaridad de una dificultad para ver al otro en una relación intersubjetiva.

trabajo de sanación
Déjame sentir, escucha mi cuerpo, deja mi cabeza, respira, abre mi pecho, mi corazón,
siente la grandeza de la vida, la invitación a disfrutar, respira y suelta, suelta la pesadez, la
sombra, el carácter, respira y toma el aire, el sol, detente, déjame en paz, mira las nubes,
las plantas, abraza al otro, déjame sentir, inclina mi cabeza, contigo estoy, voy y estoy, doy
un paso y la tierra está ahí, me abrazo, me apoyo en mis pies, salto, me muevo, bailo, bailo,
canto, juego, disfruto, lloro, amo, me alejo, digo no, busco tu mirada, te miro, mis ojos
sonríen, te pido un abrazo, recibo tu abrazo, tu pecho , tus caricias, respiro, grito, me
enfado, siento mis entrañas, mi fuerza, mi rabia, expreso, pido, me atrevo, confío, está bien,
me gusta esto, es grande, es suficiente.

A nivel concreto es importante trabajar el compromiso, la dedicación a lo que se ha elegido


hacer, la determinación para dejar de dudar, poner estructura y orden en el trabajo,
mantener un lugar digno entre los compañeros, no ponerse ni arriba ni abajo sin conciencia,
desarrollar habilidades de liderazgo creativo - vo para saber promocionarse, hablar bien de
uno mismo, tolerar el éxito y la abundancia, saber pedir y mandar.

gestos reparadores
- Atreverse a enfrentarse, comprobar que uno no se destruye, no desaparece.
-Atrévete a luchar por lo que quieres.
-Desarrollar la fuerza desde los pies, en las piernas, el vientre.
-Tolerar la agresividad.
-Confiar en la intuición.
-Rompe los tabúes de la ira y el placer. Permítete saborear el placer.
- Siente y disfruta del movimiento.
-Hazte cargo de la necesidad de contacto.
-Desdramatiza, deja el drama para el teatro, haz teatro.
- Confórmate con lo que te dan cuando buscas valoración.
-Más sexualidad desvergonzada del talento sexual. Entregarse al placer, no dejarse robar
por la culpa, tolerarlo sin prestarle atención mientras se disfruta.
-Aventurarse. Volverse más activo, decir sí a la acción sin pensarlo mucho, sin letargo. -Sin
avergonzarse de los propios talentos.
-Contactar con la capacidad de enfadarse, darse permiso, tolerar la energía de la ira en el
cuerpo en el plexo solar. La vida nos ha dado un instinto agresivo, soltar el ideal angelical
de no tener agresividad
- Organizarse y estructurarse con prácticas y disciplinas diarias, sin perder la dimensión
creativa.

meditación y ecuanimidad
La contemplación de la naturaleza, observada en lo pequeño, con serenidad, sin aferrarse
(...) no es diferente de mirar el cielo en la oscuridad de la noche, cuando nos sentimos
formar parte, ser una pequeña piedra del mosaico, nos calmamos, sim mas ambir: estamos
bien en nuestro lugar. CHANDRA CANDIANI, Questo immenso non sapere, Ed Einaudi,
Torino 2021, traducción libre.

La meditación Vipassana y Shamata pueden ayudar mucho al E4 social a ver lo que hay,
dentro y fuera de sí mismo, y calmar la mente pequeña para dar espacio a la neutralidad y a
las emociones más profundas, sin distraerse con la "sobrecarga emocional". Este espacio
de neutralidad cultivado en la meditación puede integrarse con la práctica de la
ecuanimidad, virtud del E4, antídoto de la envidia. Ser ecuánime significa estar en medio del
torbellino de las emociones y de la vida sin dejarse llevar por la polaridad del sufrimiento y la
idealización de la satisfacción. Tener fe en el flujo de la vida, en la providencia divina,
porque la vida está llena de frutos para todos.

Sería muy sanador meditar sobre la alegría de vivir.

Autobiografía

EQUIVALENCIAS DE E4

EN EL MUNDO ACADÉMICO:

CONSERVACIÓN, SUBTIPOS SEXUALES Y SOCIALES

POR ELENA CURIEL Y YOLANDA MARTÍNEZ

Envidia
En su obra Envidia y gratitud (1975), Melanie Klein define la envidia como "un sentimiento
de ira contra otra persona que posee o disfruta de algo deseable, siendo el impulso
envidioso el de quitárselo o dañarlo; además, la envidia implica la relación del sujeto con
una sola persona y se remonta a la relación más temprana y exclusiva con la madre" (p
186). Además, relaciona claramente el origen de ese deseo de tener lo que el otro tiene con
un sentimiento de carencia y una sensación de mal interno, que lleva a la persona a buscar
afanosamente lo bueno fuera para incorporarlo dentro de sí. Desgraciadamente para el
envidioso, ese sentimiento de ser o estar lleno de algo malo contamina todo lo que
incorpora, por lo que nunca consigue alimentarse, aumentando así su frustración y
desesperación, y siendo ésta la base de su insaciabilidad.

En cuanto a la voracidad del envidioso,podría decirse que el propio envidioso es insaciable.


Nunca puede estar satisfecha, porque su envidia viene de dentro, y por eso siempre
encuentra un objeto en el que fijarse (p. 187).

Klein explica un caso concreto de una paciente que "deseaba ser atendida pero, al mismo
tiempo, repelía el objeto mismo que debía gratificarla. Esta mujer desconfiaba del regalo
que deseaba recibir porque el objeto ya estaba dañado por la envidia y el odio, mientras que
existía un profundo resentimiento por cada frustración. Era característico de esta paciente
en su actitud hacia los demás y esto aclaraba sus relaciones anteriores con el pecho:
deseaba ser atendida, pero al mismo tiempo repelía el objeto mismo que debía gratificarla.
El recelo ante el regalo recibido, junto con su imperiosa necesidad de ser cuidada -que en
última instancia significa el deseo de ser alimentada- expresaban su actitud ambivalente
hacia el pecho. Me he referido a los bebés cuya respuesta a la frustración es hacer un uso
insuficiente de la gratificación que, por tardía que sea, podría proporcionarles la toma.
Podría suponer que, aunque no renuncian a sus deseos de un pecho gratificante, no
consiguen disfrutarlo y, por lo tanto, lo repelen. (p.210)

Klein identifica varias defensas contra la envidia que ha encontrado a lo largo de su obra. La
envidia es visiblemente odiosa en el subtipo sexual, mientras que en el subtipo social se
manifiesta como admiración desde una dolorosa posición de impotencia, de renuncia al
deseo, debido a la inhibición de la agresividad. La envidia en el E4 social toma la forma de
idealización del otro y desvalorización de uno mismo.

Algunas personas afrontan su incapacidad (derivada de una envidia excesiva) de poseer un


objeto bueno idealizándolo.

En una sección anterior he sugerido que la idealización no sólo sirve como defensa contra
la persecución, sino también contra la envidia. (...) La gran exaltación del objeto y de sus
dones es un intento de reducir la envidia. Sin embargo, si la envidia es muy fuerte, es
probable que tarde o temprano se vuelva contra el objeto idealizado primario y las demás
personas que en el curso del desarrollo llegarán a representarlo" (p. 221).

Típico del tipo 4 es la devaluación del otro como forma de compensación: "La defensa
contra la envidia adopta a menudo la forma de devaluación del objeto. He sugerido que la
ruina y la devaluación están en el corazón de la envidia. El objeto devaluado ya no necesita
ser envidiado. Lo mismo ocurre con el objeto idealizado que se devalúa y, por tanto, deja de
ser ideal. La rapidez con la que se destruye esta idealización depende de la fuerza de la
envidia. Pero la desvalorización y la ingratitud son los recursos utilizados como defensa
contra la envidia en cada etapa del desarrollo.

En el subtipo social Cuatro, la autodevaluación es muy relevante: "Una defensa particular


del tipo más depresivo es la devaluación de la propia persona. (...) Al devaluar sus propios
dones, niegan la envidia y al mismo tiempo se castigan por ella". Sin embargo, se observa
en el análisis que la desvalorización de la propia persona despierta de nuevo la envidia
frente al analista, que se percibe como superior, sobre todo porque el paciente ha sido tan
distorsionado. (...) Sin embargo, he descubierto que una de las causas más profundas de
esta defensa es la culpa y la desgracia por no haber podido conservar el objeto bueno,
debido a la envidia. Las personas que han establecido su objeto bueno de forma un tanto
precaria sufren la ansiedad de que pueda arruinarse y perderse como consecuencia de la
competencia y la envidia; de ahí que eviten el éxito y la competencia" (p. 223). En el subtipo
de conservación, podemos ver cómo el sujeto niega la envidia y el odio para resolver la
experiencia de pérdida y el sentimiento de inutilidad. La envidia no es tanto el objeto en sí
como la identidad que el objeto otorga a la persona envidiada. El sujeto se exige a sí mismo
para reparar la culpa y el sentimiento de inferioridad a través de la autoexigencia,
idealizando un yo que puede ser adecuado y perfecto con el resultado de seguir
persiguiéndose, y que retroalimenta la agresividad hacia el otro ( originalmente la madre)
contra sí mismo.

un carácter oral

El eneatipo 4 puede reconocerse como un "carácter oral". Este carácter surge de un deseo
súbitamente reprimido hacia la madre. Queda una insatisfacción insuperable que genera
una ambivalencia entre el deseo del otro y el miedo a recibir de nuevo el rechazo y la
ilusión. El niño se va deprimido o enfadado y a lo largo de su vida seguirá experimentando
la herida del abandono, pero sin renunciar definitivamente a sus necesidades, que se
activan constantemente.

El otro es vivido como una fuente que puede saciar su sed de amor, pero su necesidad de
amor no se corresponde con su capacidad de amar y de dar, ya que no desarrolla una
independencia que le permita efectivamente tener una relación amorosa mutua y adulta.

Dentro de la teoría psicoanalítica sobre la estructuración de la personalidad basada en el


desarrollo libidinal durante los primeros años de vida, y como señala Claudio Naranjo en
Carácter y neurosis, fue Karl Abraham el primero en llamar la atención sobre el síndrome
del eneatipo 4. en su descripción del "carácter agresivo oral". La cita donde Goldman-Eisler
describe este carácter se reproduce a continuación: "Este tipo se caracteriza por una visión
profundamente pesimista de la vida, a veces acompañada de estados de ánimo depresivos
y actitudes de retraimiento, actitud pasivo-receptiva, sentimiento de inseguridad, necesidad
de tener garantizado el sustento, una ambición que combina un intenso deseo de ascender
con un sentimiento de incapacidad para hacerlo, un rencoroso sentimiento de injusticia, una
susceptibilidad competitiva, un asco ante la idea de competir y una importunidad llena de
impaciencia."

Desde el enfoque bioenergético creado por Wilhem Reich y desarrollado por Alexander
Lowen, las fijaciones constitutivas de este tipo de carácter se sitúan en la etapa oral. Según
las categorías lowenianas, muscularmente hablando, los personajes orales son laxos y
bastante propensos a estados depresivos. Tienen los músculos flácidos y el tono decaído.
En el subtipo sexual vemos rasgos más psicopáticos, cuyas fijaciones son más fálicas que
en los otros subtipos envidiosos.

Lowen explica que, desde el punto de vista energético, la estructura oral es un estado de
baja carga y bajo grado de excitación sexual. En la descripción que hace de este carácter
en bioenergética, lo define de un modo más próximo al E4 social:

Decimos que una personalidad tiene una estructura de carácter oral cuando contiene
muchos rasgos típicos del periodo oral de la vida, es decir, de la infancia. Estos rasgos son
un débil sentido de la independencia, una tendencia a apegarse a los demás, una
agresividad disminuida y un sentimiento interior de necesidad de ser sostenido, atendido y
cuidado. (...) La experiencia esencial del carácter oral es la privación (...).

Tiene una necesidad exagerada de contacto con otras personas, de su calor y apoyo. El tipo
oral sufre de un sentimiento interno de vacío, y está constantemente buscando a alguien
que lo satisfaga, aunque a veces actúe como si fuera él quien proporciona y ofrece apoyo.
(...) Debido a su bajo nivel de energía, el tipo oral es propenso a los cambios de humor de
depresión y exaltación. La tendencia a la depresión es típica de la personalidad oral. Otro
rasgo peculiar suyo es la actitud de que se le debe "algo". Esto puede expresarse en la idea
de que el mundo tiene que darle vida. Se deriva directamente de su experiencia temprana
de privación.

La descripción física del tipo también es similar a la apariencia de los E4 sociales, con <<un
cuerpo que tiende a ser largo y delgado, con una musculatura poco desarrollada, un cuerpo
que muestra cierta tendencia al colapso y, a menudo, signos físicos de inmadurez, con
cuerpos de cierta apariencia infantil>>.

De lo que Lowen describe sobre el carácter oral, al que pertenecen todos los sujetos de E4,
destacamos el siguiente párrafo que abarca un poco más específicamente lo propio del
subtipo sexual:

En el carácter oral, la relación amorosa presenta las mismas alteraciones que su actividad
laboral. Tiene intereses narcisistas, sus exigencias son considerables y su respuesta es
limitada. Espera comprensión, simpatía y amor, y es excesivamente sensible a cualquier
gesto de frialdad por parte de su pareja o de quienes le rodean. Incapaz de satisfacer las
exigencias narcisistas de la otra persona, el personaje oral experimenta sentimientos de
rechazo, resentimiento y hostilidad. Dado que la pareja tiene sus propias necesidades que
el carácter oral es incapaz de satisfacer, la situación es de conflicto casi permanente. La
dependencia es considerable, pero a menudo queda oculta por la hostilidad.

El psiquiatra Juan José Albert Gutiérrez, en su libro Ternura y agresividad, obra en la que
relaciona, entre otros, los caracteres reichianos con el eneagrama, dedica un capítulo al oral
en el que explica que el hecho de que este carácter perciba sus necesidades de forma
distorsionada como fuente de tensión y angustia, sumado a la falta de energía agresiva, le
predisponen a perpetuar su carencia y sufrimiento, lo que "nos da el perfil de un importante
componente masoquista en este carácter, hasta el punto de que podemos afirmar que,
después del carácter propiamente masoquista, es el más masoquista".

Según Juan José Albert, el subtipo sexual es el que finaliza la fase oral con mayor cantidad
de energía unitaria en función agresiva. Es el subtipo envidioso el que tiene más energía
para conseguir lo que necesita. Aunque, por supuesto, la percepción de sus necesidades y
capacidades está distorsionada de forma envidiosa: aumentando sus carencias y
empobreciendo su autoimagen. En este subtipo, las respuestas chulescas y descaradas
sirven para ocultar ambas cosas.

Reich menciona muchas características orales al describir al personaje que él consideraba


masoquista. Una diferencia de interés entre el personaje oral y el masoquista es que,
mientras el primero se desarrolla sobre una estructura de personalidad histérica, que le lleva
a extrovertir sus sentimientos de sufrimiento, el masoquista lo hace desde una estructura
obsesiva tendente a la introversión emocional, la racionalización y la resignación. Por ello,
suelo decir respecto al masoquismo en estos dos personajes que, mientras el personaje
oral dramatiza el sufrimiento, el masoquista lo santifica a través de la resignación.

UTILIDAD E IMPOTENCIA EN E4

CONSERVACIÓN

POR YOLANDA MARTINEZ

El sentimiento de desesperanza e impotencia característico del subtipo Cuatro de


conservación se describe en diferentes clasificaciones de depresión y masoquismo.

Las interferencias durante las primeras fases de la crianza en la relación madre-hijo


constituyen la base de la formación de este carácter. La depresión analítica descrita por
Spitz en 1945 permitió reconocer la importancia de la relación entre el niño y la madre en la
crianza durante el primer año de vida.

El síndrome masoquista-depresivo del carácter (Markson, 1993), describe que "lo


importante está en la renuncia a las necesidades personales y al placer y en la idealización
del dolor y del sacrificio personal". El origen de este malestar está en "haberse sentido un
niño infeliz o una fuente de pena y decepción para los padres y haber fracasado en los
intentos de reparar a los padres de los daños de los que pueden sentirse responsables." "La
secuela en su desarrollo implica no sólo el empobrecimiento y la culpabilidad de sí mismo,
sino también el deterioro de una variedad de capacidades psicológicas esenciales: el
sentimiento de derecho, la eficacia operativa y la iniciativa". Markson considera el ejercicio
de estas capacidades como valiosos "instrumentos en la producción de la autoestima, la
iniciativa y la capacidad de esperanza (lo prometedor)."

Un elemento notable de los tres subtipos es el sentimiento de culpa. Al respecto, Markson


comenta que éste surge "por haber causado sufrimiento a los padres y no haber podido
aliviarlo". Considera que este "sentimiento de culpa y la infravaloración de sí mismo resultan
del sentimiento de haber sido una carga para los padres que sufren y para los depresivos,
cuya fatiga y sufrimiento personal han sido idealizados". Habla de la hostilidad que surge
hacia estos padres, que sería más manifiesta en el E4 sexual, mientras que la ira es
contenida e incluso negada en el E4 conservación. La identificación con los padres
depresivos es una condición importante en la organización del carácter depresivo
(Bleichmar).

En todos los trastornos depresivos existe un sentimiento de impotencia y desesperanza


para la realización de un deseo al que se está intensamente fijado", explica Bleichmar, a
través de su modelo modular-transformacional. La predisposición a la depresión viene dada
por "la fijación a experiencias de impotencia/desesperanza, que deja su huella en la psique".
Porque lo que comenzó como un sentimiento de impotencia termina impregnando toda la
representación del sujeto, incluyendo su sentimiento de poder para enfrentar la realidad y
sus peligros. "La representación del sujeto como incapaz, inferior, débil, crea las
condiciones para que todo sea amenazador". Comprobamos cómo en el E4 es muy común
encontrar experiencias tempranas de este tipo.

Existe otra condición que puede conducir a la depresión: la ansiedad persecutoria. En el


subtipo de conservación constituyen un elemento esencial del carácter, ya provengan de
"personajes persecutorios reales que atacan al sujeto o de la propia identificación proyectiva
de impulsos del sujeto, o de la identificación en la primera infancia con padres que vivían,
ellos mismos, en un mundo imaginario, sentido como lleno de peligros y persecuciones".
Las ansiedades persecutorias pueden conducir a la depresión debido a las consecuencias
que tienen en el funcionamiento mental: "Perturban el desarrollo del yo, el desarrollo
cognitivo, las capacidades expresivas emocionales y relacionales, las capacidades
instrumentales en la relación con la realidad, el propio sentido de la realidad". Las defensas
que se activan para disminuir los sentimientos persecutorios limitan severamente las
capacidades del sujeto, le hacen sentirse impotente, indefenso para dominar su mente y
satisfacer sus deseos. Las defensas del subtipo de conservación son el control obsesivo del
pensamiento y la acción, el retraimiento (evitación fóbica), las fantasías y las conductas
agresivas (tácitas). La depresión acaba apareciendo cuando se dan estas condiciones.
Bleichmar recoge un ejemplo a través de un circuito: "Ansiedades persecutorias / evitación
fóbica / inhibición / fracaso en los logros narcisistas / deterioro de la representación del yo /
depresión".

Las ansiedades persecutorias pueden generar episodios depresivos más episódicos,


denominados reacciones depresivas. Se producen cuando una persona "asustada por una
tarea a realizar, y temiendo no satisfacer a las figuras ante las que debe rendir cuentas,
experimenta un sentimiento de impotencia, aplastamiento, desvitalización". Esta situación
provoca en la persona insatisfacción ante la tarea, racionalización de las preguntas que le
cuestionan, inhibición en la acción, con el consiguiente deterioro de la autoestima. Se ha
comprobado que una vez eliminada la tarea aterradora, la depresión desaparece
automáticamente.

Bleichmar habla de depresión culpable cuando es imposible alcanzar el bienestar del objeto
y un sentimiento de valía moral del sujeto, y de depresión narcisista cuando no se cumple el
deseo de identificarse con el yo ideal. Ambos tipos de depresiones se observan en el Cuatro
tenaz, donde se dan ambas posibilidades. Los deseos considerados irrealizables ocupan un
lugar central en la persona de conservación E4, y tienen que ver con los "deseos de reducir
el nivel de tensión; deseos de apego; deseos narcisistas de reconocimiento y valía".
La agresividad no expresada es otro aspecto que juega un papel importante en la
generación de la depresión, porque al desgastar internamente al objeto mediante la crítica y
la desvalorización, se pierde como objeto valorado. Y si el objeto es el soporte de la
autoestima del sujeto, su desvalorización recaerá sobre el propio sujeto. Este mecanismo
produce impotencia en la persona porque conduce a un mundo vacío de objetos valiosos y
estimulantes, un mundo que es comparado por el sujeto con un mundo imaginario poblado
de objetos idealizados que son sentidos, en consecuencia, como inalcanzables".

Bleichmar también comenta la agresividad dirigida contra el propio sujeto, en forma de


autocrítica. "No sólo deteriora la propia representación (el yo), sino que también ejerce un
impacto negativo en su funcionamiento. El sujeto, odiándose a sí mismo, consume sus
energías en una guerra interna, ataca e inhibe su yo, produce déficits yoicos, restringiendo
cualquier movimiento hacia la realización de sus deseos. La consecuencia es un sujeto
empobrecido, incapaz de sostener su autoestima>>.

Bleichmar también habla de cómo la culpa puede llevar a la depresión. En este subtipo se
da de dos formas: a) "culpa debida a la identificación con los padres culpables,
incorporando todos los atributos del objeto, incluido el sentimiento de culpa", y b) "culpa
debida a la introyección del ataque del objeto: el autorreproche, la autoinculpación, es el
resultado de la introyección de la agresión originalmente dirigida contra el objeto, en el
autorreproche consciente, en el inconsciente se reprocha al objeto">, la madre.
En cuanto a los trastornos narcisistas, se puede llegar a la depresión por dos vías: a)
"directamente, porque la mala representación del sujeto le hace sentirse impotente, incapaz
de alcanzar el objeto de deseo, al que da por perdido", y b) "indirectamente, por las
consecuencias derivadas de las defensas puestas en juego... por ejemplo, para no
exponerse a situaciones que producen miedo o vergüenza, la persona se inhibe, renuncia a
contactos interpersonales y a experiencias de aprendizaje, con el consiguiente
empobrecimiento en el desarrollo de las funciones y recursos yoicos".

"También ocupa un papel central en la creación del sentimiento. desesperanza e impotencia


una realidad externa traumática". En cuanto a la dependencia afectiva del Cuatro tenaz con
el otro, encontramos que Blatt la denomina depresión anaclítica: se da en personas
"dependientes del objeto externo, que viven las vicisitudes de las pruebas de amor que éste
puede ofrecer o privar; cuando sientan "la pérdida del objeto amoroso", reaccionarán con
enorme sensibilidad", en una depresión introyectiva.

Schneider, en su libro Psychopathic Personalities, de 1962, propone una clasificación


psicopática de la personalidad. En el tipo psicopático depresivo, habla de una persona con
una visión pesimista, escéptica y negativa de la vida. Esta percepción se alimenta "con una
especie de amor no correspondido" y con una mirada preocupada al tomarse todo
"demasiado en serio". Trasladado al subtipo Tenaz Cuatro, la persona experimenta una
sensación de incertidumbre e inquietud interna que le dificulta sentirse tranquila y reposada
como actitud vital. Schneider habla también de una intensidad exagerada de las
"experiencias tristes". y todo descanso conlleva el peligro de que los fantasmas
ahuyentados irrumpan de nuevo". Esta personalidad coincide con la conservación del E4,
porque en relación con el E4 sexual y el E4 social es la más activa, siendo la más
comprometida en la asunción de responsabilidades.
Millon y Davis, en su libro Personality Disorders of Modern Life, se refieren a la personalidad
depresiva describiendo características extremadamente negativas en relación a la
conservación E4; De ellas podemos señalar algunas como el miedo al abandono y la
demanda de afecto. Señala el mecanismo del ascetismo, la abnegación, en el que cree que
debe hacer penitencia y privarse de los placeres de la vida; no sólo rechaza el disfrute, sino
que hace juicios muy duros sobre sí mismo. Tiende a culparse cuando las cosas van mal.

De los tipos de depresión incluidos en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos


mentales (DSM IV), se incluye el trastorno distímico, estrechamente relacionado con las
características descritas en la conservación E4, como: "Estado de ánimo triste o
desanimado -animado-... baja autoestima, dificultades para concentrarse o tomar decisiones
y sentimientos de desesperanza... pérdida de interés y aumento de la autocrítica, viéndose
a menudo a sí mismos como poco interesantes o inútiles". El DSM IV señala cómo estos
síntomas "forman parte de la experiencia cotidiana", no estando presentes en la conciencia
de la persona que forman parte de su propia identidad.

MELANCOLÍA EN E4 SOCIAL

POR ELENA CURIEL

La Real Academia Española define la melancolía como "tristeza vaga, profunda, tranquila y
permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no
encuentre placer ni diversión en nada". Sólo con leer esta definición, ya nos viene a la
cabeza que, de los tres subtipos de E4, el social es, sin duda, el melancólico por excelencia:
lánguido, nostálgico, hundido en la tristeza, ensimismado y quejoso.

La melancolía forma parte de la condición humana y han sido muchos los que han dedicado
su genio y esfuerzo a definir y comprender esta condición desde otras tantas disciplinas a lo
largo de la historia de la civilización. Por precisar un origen, diremos que el término
melancolía procede del griego, melanos cholés, que significa bilis negra, y que fue
Hipócrates quien dio nombre a uno de los cuatro humores fundamentales que, en aquella
época, se creía que animaban el cuerpo humano y cuyo desequilibrio causaba
enfermedades, entre ellas la melancolía, que se debía a un exceso de este <<humor
negro>>.

Galeno de Pérgamo (131-201) dedica un capítulo de su obra sobre las partes afectadas a la
melancolía, en el que defiende la existencia de un grupo de enfermedades causadas por la
bilis negra y conocidas como melancolía, describiendo así sus síntomas: Aunque cada
paciente melancólico actúa de forma muy diferente a los demás, todos muestran miedo o
desesperación. Creen que la vida es mala y odian a los demás, aunque no todos quieren
morir. Para algunos, el miedo a la muerte es la principal preocupación durante la
melancolía. Otros, por extraño que parezca, temen la muerte al mismo tiempo que la
desean. (Galeno, De los afectados, Libro III).

Abraham y Freud fueron los primeros psicoanalistas que se ocuparon de la melancolía,


dando ambos importancia a la agresividad introyectada. En su carta a Wilhelm Fliess,
conocida como "Manuscrito G", Freud reflexiona sobre la melancolía y sus posibles causas,
relacionándola con la pérdida de la libido.
El afecto correspondiente a la melancolía es el de luto o duelo; es decir, la añoranza de algo
perdido. En consecuencia, en la melancolía se trata probablemente de alguna pérdida: una
pérdida en la vida instintiva (a veces traducida como "pulsión") del propio sujeto. Por tanto,
no sería descabellado partir de la siguiente idea: La melancolía consistiría en el duelo por la
pérdida de la libido".

En su Duelo y melancolía (1917), Freud también plantea las diferencias entre ambos
conceptos. El duelo sería un proceso normal, mientras que la melancolía sería patológica.
Ambos aparecen como consecuencia de la pérdida de un objeto o situación amada, o de
una abstracción que ocupa su lugar. En ambos hay un estado de dolor y un ánimo
empobrecido, pero en la melancolía hay además un componente diferenciador: pérdida de
la autoestima, una extraordinaria reducción del sentimiento de sí mismo, un enorme
empobrecimiento del yo, autorreproches, crítica y autodenigración.

En la resolución del duelo, el sujeto comprende y asume que el objeto perdido ya no existe,
y es capaz de depositar su necesidad amorosa en otro u otros objetos; la melancolía es la
imposibilidad del duelo, porque es un duelo sin fin. A diferencia del doliente que sabe lo que
perdió, el melancólico lo ignora o al menos no sabe lo que perdió con dicha pérdida.
Entonces, y a diferencia del duelo, a veces se inicia un proceso melancólico sin pérdida
manifiesta; esto significa para Freud que la pérdida es inconsciente.

Freud propone un circuito de cuatro pasos para la melancolía. Comienza con una primera
elección narcisista de objeto, el objeto inicial es la madre. Esto da paso a la pérdida del
objeto, el abandono, la decepción, siendo una pérdida manifiesta o inconsciente. Hay un
tercer paso en el que se produce una identificación del yo con el objeto perdido: "La sombra
del objeto ha caído sobre el yo", señala Freud. Y finalmente, a partir de esta identificación,
el yo será, por la instancia crítica -el superyó-, como si fuera el objeto. La idea freudiana es
que el melancólico, al maltratarse a sí mismo, está maltratando al objeto, pero como el
objeto se ha identificado con el yo, se daña a sí mismo.

Hay un objeto en el mundo que sostenía el yo del sujeto, y cuando el objeto se pierde,
desencadena una reacción melancólica masiva. Lo que diferencia a los subtipos de E4 es la
forma en que se dañan, a través de la persecución contra nosotros mismos o contra el
objeto "perdido". La melancolía, entonces, puede concebirse como agresividad, como una
tendencia a la destrucción que, emergiendo explícitamente o no hacia el exterior, destruye
al propio sujeto, poniendo en juego un mecanismo muy primario que es la vuelta contra el
propio sujeto.

Claudio Naranjo, en su teoría de los tres amores aplicada a los personajes, explica que en
cada subtipo existe un desequilibrio, consistente en el desarrollo excesivo y neurótico de
uno de los amores (erótico, admirativo o compasivo) en detrimento de los otros.
especialmente de uno de ellos. El E4 tiene excesivamente desarrollado el amor maternal, a
pesar de la crueldad del subtipo sexual, mientras que el amor subdesarrollado difiere en
cada subtipo: para el conservativo y el social, es el amor erótico, es decir, la parte instintiva
de nuestra naturaleza esencial que incluye el placer, lo agresivo, lo sexual, lo que está
inhibido en estos subtipos. La salud vendría, pues, de recuperar esa parte y, con ella, la
espontaneidad y la libertad del niño interior.

Es importante aquí diferenciar el subtipo sexual, que carece de amor compasivo, coherente
con su dinámica de salir de la melancolía atacando al objeto deseado y perdido, no
desarrollando empatía hacia el objeto de amor, que aparece a su mirada. defectuoso o
culpable de su carencia.

W. Reich también considera que esta represión del instinto está en el origen de las
tendencias depresivas y sumisas.

Lo contrario del personaje impulsivo es el personaje de instintos inhibidos. El primero


muestra en su historia el impacto de un instinto plenamente desarrollado y de una súbita
frustración; el segundo, la frustración constante, de principio a fin, del desarrollo instintivo.
En consecuencia, la coraza de carácter tiende a ser rígida, disminuye enormemente la
movilidad psíquica del individuo, constituye la base de las reacciones depresivas y de los
síntomas compulsivos que corresponden a la agresividad inhibida; por otra parte -y éste es
su significado sociológico- hace a las personas sumisas y las priva de facultades críticas
(Reich, Análisis del carácter, p. 136).

El E4 sexual es agresivo, el E4 social triste, en este último, habiendo inhibido su


agresividad, su recurso es transformarla en sufrimiento. Gabbard lo explica en su capítulo
dedicado a los trastornos afectivos:
(...) el paciente melancólico siente una profunda pérdida de autoestima, acompañada de
autorreproches y culpabilidad, mientras que el doliente mantiene un sentimiento de
autoestima razonablemente estable. Freud explicaba el marcado autodesprecio común en
los pacientes depresivos como el resultado de una ira volcada hacia el interior. Más
concretamente, la ira se dirige hacia el interior porque el paciente se ha identificado con el
objeto perdido. En 1923 (...), en "El yo y el ello", postuló que los pacientes melancólicos
tienen un superyó severo, que relacionó con la culpa de haber mostrado agresividad hacia
los seres queridos".

Y Melanie Klein aporta: "Las experiencias de depresión y culpa implican el deseo de evitar
el daño al objeto amado y de restringir la envidia" (Klein, Envidia y gratitud, p. 225). Según
Gabbard, para Klein, "<los pacientes depresivos están desesperadamente preocupados por
haber destruido los objetos amados buenos que llevan dentro como resultado de su propia
codicia y destructividad. (...) En otras palabras, los pacientes pueden sentirse devaluados
porque perciben que han cambiado a sus buenos padres internos en perseguidores como
resultado de sus fantasías e impulsos destructivos>> .

Veinte años después de escribir su citado "Manuscrito G">, Freud publicó su artículo Duelo
y melancolía, en el que sostiene que la melancolía "se singulariza en lo psíquico por un
abatimiento profundamente herido, una anulación del interés por el mundo exterior, la
pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una reducción del
sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigración y se extrema hacia
una delirante expectativa de castigo". Más adelante completa su retrato del melancólico en I
que podemos ver claramente nuestro E4 social con su sufrimiento, tristeza y autodesprecio.
(...) la inhibición melancólica nos impresiona como algo enigmático porque no logramos ver
qué es lo que absorbe tan completamente al paciente. El melancólico nos muestra todavía
algo que falta en el duelo: una extraordinaria reducción de su sentimiento yoico, un enorme
empobrecimiento del yo. En el duelo el mundo se ha vuelto pobre y vacío; en la melancolía
eso me sucede a mí mismo. El paciente se describe a sí mismo como indigno, estéril y
moralmente despreciable; se reprocha, se denigra y espera repulsión y castigo. Se humilla
ante todos los demás y se compadece de cada uno de sus familiares por tener vínculos con
una persona tan indigna. No juzga que se haya producido una alteración en él, sino que
extiende su autocrítica al pasado; afirma que nunca fue mejor. El cuadro de este delirio de
insignificancia -predominantemente moral- se completa con el insomnio, el rechazo de la
comida y un colapso, psicológicamente asombroso en extremo, de la pulsión que obliga a
todo ser a aferrarse a la vida.

Y de nuevo Gabbard nos recuerda que Blatt (1998) sugiere dos tipos diferentes de
depresión: anaclítica e introyectiva. La depresión anaclítica estaría "caracterizada por
sentimientos de impotencia, soledad y debilidad relacionados con miedos crónicos a ser
abandonado y desprotegido. Los individuos con este tipo de depresión anhelan ser
cuidados, protegidos y amados. También se caracteriza por la vulnerabilidad a las rupturas
en las relaciones interpersonales, y la depresión se manifiesta inicialmente como
sentimientos disfóricos de abandono, pérdida y soledad".

No encontramos entre los tipos psicológicos de Jung equivalencias con el Cuatro social; a
pesar de lo que pueda sugerir el nombre de uno de ellos, el introvertido sentimental,
coincidimos con Claudio Naranjo en que los rasgos que Jung describe como típicos de este
tipo, como la frialdad, la indiferencia y el rechazo, corresponden más al eneatipo Cinco,
desapegado y retirado.

Si lo encontramos, en cambio, entre las personalidades psicopáticas de Schneider, en la


descripción de los depresivos melancólicos como "<suaves, amables, delicados, llenos de
comprensión con los sufrimientos y debilidades de los demás. Y tímido y desanimado ante
acontecimientos y tareas inusuales>>".

En general, rasgos del E4 social aparecen en todos los cuadros depresivos típicos, pero
especialmente en el trastorno depresivo de la personalidad (TDP) que el DSM IV propuso
en su apéndice B para su posible inclusión en revisiones posteriores y que finalmente fue
eliminado en el DSM IV. actual DSM V. Según Gabbard (2003), los criterios del trastorno
depresivo especifican una constelación de rasgos de personalidad que incluyen "un estado
de ánimo dominado por el descontento, la pena y la tristeza; un autoconcepto centrado en la
desvalorización y la baja autoestima; una tendencia a culparse y criticarse a sí mismo; una
propensión a sentir culpa o remordimiento; una actitud pesimista; una actitud negativa y
crítica hacia los demás; una tendencia a cavilar y preocuparse."

Criterios de investigación del trastorno depresivo de la personalidad

A. Patrón permanente de conductas depresivas y funciones cognitivas que comienza en la


edad adulta temprana y se refleja en una amplia variedad de contextos y que se caracteriza
por (o más) de los siguientes síntomas:
1. el estado de ánimo habitual está dominado por sentimientos de abatimiento, tristeza,
desánimo, decepción e infelicidad
2. la concepción que el sujeto tiene de sí mismo se centra principalmente en sentimientos
de impotencia, inutilidad y baja autoestima,
3. se critica, acusa o descalifica a sí mismo,
4. se obsesiona y tiende a preocuparse por todo,
5. critica, juzga y contradice a los demás,
6. es pesimista,
7. tiende a sentirse culpable o a tener remordimientos.

B. Los síntomas no se presentan exclusivamente en el curso de los Episodios Depresivos


Mayores y no se explican mejor por el Trastorno Distímico.

El sufrimiento

Otro rasgo significativo del E4 social, que puede parecer paradójico dada su timidez y su
sentimiento de vergüenza, es la expresión dramática del sufrimiento. En palabras de Freud,
es "significativo que el melancólico no se comporte enteramente como alguien que
construye el arrepentimiento y el autorreproche. Carece (o al menos no es perceptible en él)
de la vergüenza en presencia de los demás, que sería la característica principal de este
último estado. En el melancólico casi podría destacarse el rasgo opuesto, el de una
franqueza urgente que se complace en revelarse".

Si el amor por el objeto -ese amor que no puede resignarse como se resigna el objeto
mismo- se refugia en la identificación narcisista, el odio es despiadado con ese objeto
sustituto, insultándolo, denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganándole. a ese sufrimiento una
satisfacción sádica. Este automartirio de la melancolía, inequívocamente gozoso, implica,
en un todo como el fenómeno paralelo de la neurosis obsesiva, la satisfacción de
tendencias sádicas y de tendencias al odio que recaen sobre un objeto y que, por el camino
indicado, han experimentado un giro hacia la propia persona. En ambos afectos, los
pacientes suelen lograr, mediante el rodeo del autocastigo, vengarse de los objetos
originales y atormentar a sus seres queridos a través de su condición de pacientes, después
de haberse entregado a la enfermedad para no tener que mostrar hostilidad directamente
hacia ella. (Freud).

Esta exteriorización del sufrimiento, como explica Karen Horney y comentaremos más
adelante, cumpliría varias funciones, entre ellas la de conmover al otro y atraer su amor,
pero también una función vindicativa.

En su teoría de la neurosis, Horney agrupa las tendencias neuróticas en tres tipos de


personalidad neurótica, en función de las estrategias inconscientes que la persona utiliza
compulsiva e indiscriminadamente en su búsqueda de seguridad y en un esfuerzo por
reducir sus sentimientos de angustia y relacionarse con el mundo y los demás.

Estas categorías son las siguientes:

Sumisión (modestia): Estas personas tienden a someterse e intentan agradar y complacer a


los demás (acercarse a los demás).
Agresión: consideran la vida como una lucha, buscan el control y el dominio, muestran
hostilidad o agresividad hacia los demás (van en contra de los demás).

Resignación: su "<necesidad íntima de poner una distancia emocional entre ellos y los
demás"> les lleva a un distanciamiento neurótico (alejarse de los demás). (Horney, 1959,
p.73).

La solución del pudor es acercarse a los demás con un estilo de sufrimiento y martirio
personal en el que sin duda podemos incluir al E4 social con sus intensas necesidades de
afecto y aprobación. Aunque esto es algo que también se aplica a la conservación del E4 y,
como explica Claudio Naranjo en el libro Ensayos sobre psicología de los eneatipos, es más
realista hablar del E4 social en términos de resignación (distanciamiento).

En resumen, este tipo necesita ser deseado, querido, amado, sentirse aceptado, acogido,
aprobado o apreciado; ser necesitado, ser importante para los demás, especialmente para
una persona en particular; ser ayudado, protegido, cuidado, guiado (Horney, 1945, p. 51).

Detrás de la búsqueda compulsiva del sumiso por estar en armonía con los demás, evitando
toda fricción, se esconde un deseo de sobresalir, una gran competencia y sentimientos no
reconocidos de ira y hostilidad. Ha idealizado las cualidades de sufrimiento, impotencia y
martirio y sólo es capaz de sostener la hostilidad que no se permite expresar si se ve a sí
mismo como una persona inocente e inofensiva.

Las necesidades de amor, afecto, comprensión, simpatía o ayuda se convierten en <<Tengo


derecho al amor, al afecto, a la comprensión, a la simpatía. Tengo derecho a que hagan
cosas por mí. Tengo derecho no a perseguir la felicidad, sino a que la felicidad venga a mi
regazo. Hay que decir que estas reivindicaciones siguen siendo más inconscientes que en
el tipo expansivo (p. 232).

El sumiso es exigente, porque se siente con "derecho" debido a su gran necesidad y


sufrimiento. El sufrimiento es bueno para quien se cree muy santo, y será aún mejor si
puede extenderlo a los demás.

El sufrimiento se pone inconscientemente al servicio de la afirmación de las pretensiones, lo


que no sólo frena el incentivo para superarlo, sino que contribuye a una exageración
involuntaria. (...) Tiene que sentir que su sufrimiento es tan excepcional y tan excesivo que
le da derecho a ser ayudado. En otras palabras, este proceso hace que la persona sienta
realmente sus sufrimientos con más intensidad de lo que lo haría sin haber adquirido un
valor estratégico inconsciente (p. 233).

En el capítulo "La solución de la modestia:

La apelación al amor", Horney describe cómo este tipo utiliza el sufrimiento, el desamparo,
la impotencia y el martirio, y nos parece una buena descripción del E4 social, con rasgos
típicos como la devaluación y la autodenigración, la inhibición de la hostilidad y la
agresividad, el énfasis en lo emocional o un juez interno muy fuerte. Algunos ejemplos son
los siguientes:
- El énfasis en lo emocional, que genera la ilusión de estar intensamente vivo y de
profundidad que de alguna manera compensa la sensación de vacío interior.

- Hace hincapié en los sentimientos: sentimientos de alegría o dolor, sentimientos no sólo


por las personas, sino por la humildad, el arte, la naturaleza, valores de todo tipo. Tener
profundidad de sentimientos forma parte de su imagen. (p.225)

- La devaluación constante:

Así comienza el proceso de encogimiento que le deja indefenso. Le sería imposible


identificarse con su yo glorioso y orgulloso. Sólo puede experimentarse como su yo
subyugado y victimizado. No sólo se siente pequeño e indefenso, sino también culpable,
rechazado, no querible, estúpido e incompetente. Es el caído quien se identifica con todos
los caídos (p. 226).

- La sensación de impotencia y desamparo:

(...) la necesidad es tan grande que cualquier deseo de ayuda parece razonable (...) en
realidad representa la esperanza de que todo se hará por él. Otros tienen que tomar la
iniciativa, hacer su trabajo, asumir responsabilidades, dar sentido a su vida o hacerse cargo
de su vida para que él pueda vivirla.

En general, el E4 tiene una tolerancia muy baja a la frustración, pero cada subtipo ofrece
una respuesta diferente a ella: la llamada agresiva en el E4 sexual, un redoblamiento de los
esfuerzos en el E4 de conservación, y la respuesta de retirarse y sufrir en el E4 social.

En este último subtipo, su respuesta típica a la frustración de sus reivindicaciones es, más
que una justa indignación, un sentimiento de conmiseración hacia sí mismo por sentirse
injustamente tratado.

(...) puede hacer relatos desgarradores de sus penas, despertar la compasión y el deseo de
ser tratado mejor, pero al poco tiempo se encuentra en la misma situación.

Horney expone ampliamente las funciones que el sufrimiento tiene en este tipo neurótico,
que se correlacionan perfectamente con los rasgos masoquistas de nuestro E4 social, como
la función de dar salida a la agresividad reprimida o servir de pretexto para justificar la
impotencia y la inhibición de la acción:

La exteriorización pasiva del odio a uno mismo puede ir más allá del simple hecho de
sentirse maltratado. Puede provocar que otros le maltraten y, de este modo, trasladar la
escena interior al exterior. De este modo se convierte en la noble víctima que sufre bajo un
mundo cruel e innoble.

Sentirse maltratado también tiene una función importante. Esta función es permitir una
salida a las tendencias expansivas reprimidas (...) y al mismo tiempo mantenerlas ocultas.
Le permite sentirse secretamente superior a los demás (la corona del martirio); le permite
dar una base legítima a sus sentimientos hostiles y agresivos contra los demás; y, por
último, le permite disimular su agresividad hostil porque (...) la mayor parte de la hostilidad
está reprimida y se expresa a través del sufrimiento (p. 235).

Su medio más característico para expresar el resentimiento vengativo es el sufrimiento. La


ira puede absorberse en un aumento del sufrimiento por cualquier síntoma psicosomático
que tenga, o por sentirse postrado o deprimido.

(...) Así, el sufrimiento adquiere otra función: la de absorber la cólera y hacer que los demás
se sientan culpables, único medio eficaz de vengarse de ellos (p. 238). Su sufrimiento acusa
a los demás y le excusa (...) Le da un corte total, por no haber alegrado su vida y no haber
alcanzado metas ambiciosas. Aunque, como hemos visto, evita afanosamente la ambición y
el éxito, la necesidad de éxito sigue operando. Y su sufrimiento le permite guardar las
apariencias, manteniendo en su mente -consciente o inconscientemente- la posibilidad de
hazañas supremas, si no estuviera aquejado de dolencias misteriosas (p. 239).

En el capítulo "<Dependencia mórbida>", Horney desarrolla el tema del anhelo de amor en


este tipo, y explica cómo el amor romántico "<es y parece como el billete al paraíso, donde
acaban todos los males; no más soledad; no más sentirse perdido, culpable e indigno; no
más autorresponsabilidad; no más luchar con un mundo duro para el que no se siente
equipado. En cambio, el amor parece prometer protección, apoyo, afecto, aliento, simpatía,
comprensión. Le dará un sentido de valor. Dará sentido a su vida. Será salvación y
redención. Por eso no es de extrañar que para él la gente se divida a menudo en ricos y
pobres, no en términos de dinero o posición social, sino en términos de estar (o no estar)
casado o tener una relación equivalente.

Y encontramos también en Horney el intenso anhelo de un lugar de pertenencia


característico de este subtipo social, un lugar que desea intensamente y que nunca se
atreve a ocupar, resultando esta búsqueda una y otra vez en una dolorosa frustración que le
lleva a replegarse, perturbado por profundos sentimientos de vergüenza, inadecuación e
impotencia. Un movimiento pendular que le agota y le llena de desesperación.

(...) busca a los demás para reforzar su posición interior, dándole la sensación de ser
aceptado, aprobado, necesitado, deseado, amado, apreciado. Su salvación son los demás.
De ahí que su necesidad de los demás no sólo se refuerce enormemente, sino que alcance
con frecuencia un carácter frenético. Empezamos a comprender lo que significa el amor
para este tipo. (pp. 228 y 229) (...) t

ecesitan sentirse aceptados por los demás. Necesitan tal aceptación que el en cualquier
forma que esté disponible: atención, aprobación, gratitud, afecto, simpatía, amor, sexo. (...)
Vale tanto como lo quieren, lo necesitan el aman (p. 230).

(...) Estar solo significa para él la prueba de no ser amado, y por lo tanto es una deshonra
que debe mantenerse en secreto. Es una vergüenza ir solo al cine o de vacaciones, y es
una vergüenza pasar el fin de semana solo, cuando los demás están en sociedad (p. 230).

Anorexia
Su oralidad, sentimiento de privación dolorosa y voracidad, hacen al E4 propenso a los
trastornos alimentarios, y tanto la bulimia como la anorexia nerviosa se manifiestan en este
tipo, siendo la bulimia más característica del E4 sexual y la anorexia del E4 social. Freud, en
su ya citado "Manuscrito G", relaciona de este modo la anorexia y la melancolía,
atribuyéndola a la pérdida de la libido o, si utilizamos las palabras de Claudio Naranjo, del
sano instinto erótico:

La neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia. La conocida anorexia


nerviosa de los adolescentes me parece representar, tras una observación cuidadosa, una
melancolía en presencia de una sexualidad rudimentaria. La paciente afirma que no comía
simplemente porque no tenía apetito, y nada más. La pérdida de apetito equivale, en
términos sexuales, a la pérdida de libido.

Gabbard, en su Psiquiatría dinámica en la práctica clínica, en el capítulo dedicado a los


trastornos relacionados con las sustancias y el comportamiento alimentario, hace una
exposición de la psicodinámica subyacente a esta enfermedad en la que encontramos
correspondencias con el E4 social.

La mayoría de las pacientes con anorexia nerviosa tienen una convicción exhaustiva de que
son totalmente ineficaces e impotentes. La enfermedad suele presentar a "niñas buenas
que se han pasado la vida intentando complacer a sus padres, para de repente convertirse
en adolescentes obstinadas y negativistas". El cuerpo casi siempre se experimenta como
algo separado del yo, como si perteneciera a los padres.

Para Bruch, el origen de la anorexia nerviosa se remonta a un fallo en la relación entre el


bebé y la madre. Concretamente, la madre cría al niño en función de sus propias
necesidades y no de las del niño.

Aunque también existe una propensión a la anorexia en el eneatipo Tres, ésta tendría más
que ver con una motivación para "mejorar", aumentar su atractivo y ser el mejor, y aunque
no podemos olvidar que el E4 también se sitúa en el eneagrama en el lado de la imagen,
podemos entender la anorexia en el envidioso como una manifestación de la dificultad de
este eneatipo para integrar lo que le nutre, quedando así carente y necesitado de su
voracidad, además de ser otra forma de sufrir y castigar a los que le rodean. Gabbard
recoge de Palazzoli y Boris lo que, nos parece, explica perfectamente cómo la motivación
carencial E4 sostiene la dinámica de esta enfermedad:

Selvini Palazzoli (1978) observó que las pacientes con anorexia nerviosa han sido
incapaces de separarse psicológicamente de sus madres, lo que se traduce en un fracaso a
la hora de lograr un sentido estable de su propio cuerpo. El cuerpo se percibe entonces a
menudo como habitado por una mala madre introyectada, y la inanición puede ser un
intento de detener el crecimiento de este objeto interno intruso y hostil.

Boris (1984b) señaló que la codicia intensa constituye el núcleo de la anorexia nerviosa. (...)
A través de la identificación proyectiva, la representación del yo, glotón y exigente, se
transfiere a los padres.
En una formulación influida por el pensamiento kleiniano, Boris conceptualizó la anorexia
nerviosa como una incapacidad para recibir cosas buenas de los demás debido a un deseo
desmesurado de posesión. Cualquier acto de recibir comida o amor confronta
honestamente a estos pacientes con el hecho de que no pueden tener lo que desean. Su
solución es no recibir nada de nadie. La envidia y la codicia suelen estar estrechamente
ligadas en el inconsciente. La paciente siente envidia de las buenas posesiones de la madre
-amor, compasión, cariño-, pero recibir estas cosas aumenta su envidia. Renunciar a ellas
implica la fantasía inconsciente de dañar lo que se envidia, como hace el zorro de la fábula
de Esopo que argumentaba que las uvas que no podía alcanzar estaban agrias.

El paciente transmite el siguiente mensaje: "Como no hay nada bueno que pueda poseer,
simplemente renuncio a todos mis deseos". Tal renuncia convierte a la paciente anoréxica
en objeto de deseo de los demás y, en su fantasía, en objeto de su envidia y admiración
porque están "impresionados" por su autocontrol. La comida simboliza las cualidades
positivas de los demás que ella desea en sí misma; ser esclava del hambre es preferible a
desear poseer la figura materna.

Y, como explica Juan José Albert, si el E4 social también tiene como segundo subtipo la
conservación, se le unirá una tenacidad extrema que complicará mucho la remisión del
cuadro anoréxico.

Bruch entendió entonces el comportamiento del paciente anoréxico como un esfuerzo


frenético por ganar admiración y validación. como una persona única y especial con
atributos extraordinarios.

E4 HISTRIONISMO SEXUAL Y TRASTORNO LÍMITE

Los sexuales, debido a su alto grado de histrionismo, alimentado por el mayor uso del
mecanismo de defensa de proyección, son los más extrovertidos; de los tres subtipos son
los más histriónicos. Este subtipo presenta problemas, a veces importantes, con los límites.
Son invasivos en la relación con los demás y tienden a establecer una forma de vínculo
anaclítico típica de la organización límite o borderline. Los individuos del subtipo social, los
vergonzantes, también tienden a establecer este tipo de relación, pero su estilo es más
sumiso, mientras que el de los sexuales es exigente y manipulador. En palabras de Jean
Bergeret:" "Como indica la etimología, el término griego anaclitos significa estar echado
hacia atrás, tumbado boca arriba, de forma esencialmente pasiva". "Los significados
derivados del término anaclitos dan cuenta de los movimientos de "replegarse hacia",
"inclinarse hacia", "inclinarse contra". Y ésta es precisamente la característica propia de la
organización fronteriza. Es necesario apoyarse en el interlocutor, ya sea en la espera pasiva
y la mendicidad de una satisfacción positiva, ya sea en manipulaciones mucho más
agresivas, evidentes o no, de ese interlocutor indispensable>>.

E4 SEXUAL, E4 SOCIAL. TRASTORNO LÍMITE

POR ELENA CURIEL


En el actual DSM V,18 encontramos correspondencias con el E4 social y con el E4 sexual
en el cuadro de trastorno de la personalidad, incluido en el Grupo B, denominado Trastorno
Límite de la Personalidad. La diferencia es que el E4 sexual es más expresivo e impulsivo
en la acción, quejándose agresivamente, mientras que el social, más inhibido, tiende a
experimentar altibajos emocionales en la intimidad, quejándose con lágrimas y con una
expresión dolorosa de su sufrimiento, aunque igualmente intensa.

Criterios diagnósticos.

Patrón dominante de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y el


afecto, e impulsividad intensa, que comienza en la edad adulta temprana y se presenta en
diversos contextos, manifestándose en cinco o más de los casos. siguientes hechos:

1. Esfuerzos desesperados por evitar la falta de vivienda real o imaginaria.

2. Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracteriza por una


alternancia entre los extremos de idealización y devaluación.

3. Alteración de la inestabilidad de la

identidad e intensa y persistente autoimagen y sentido de sí mismo.

4. Impulsividad en dos o más áreas potencialmente autolesivas (por ejemplo, gastos, sexo,
drogas, conducción temeraria, atracones...).

5. 5. Comportamiento, actitud o amenazas recurrentes de suicidio o conductas autolesivas.

6. Inestabilidad afectiva debida a una marcada reactividad del estado de ánimo (por
ejemplo, episodios intensos de disforia, irritabilidad intensa o ansiedad que suelen durar
unas horas y raramente más de unos días).

7. Sensación crónica de vacío.

8. Ira inapropiada e intensa o dificultad

para controlar la ira (por ejemplo, exhibición frecuente de mal genio, ira constante, peleas
físicas recurrentes...).

9. Ideaciones paranoides transitorias relacionadas con el estrés o síntomas disociativos más


graves.

Las personas con trastorno límite de la personalidad realizan esfuerzos frenéticos para
evitar el abandono real o imaginario (Criterio 1). La percepción de una separación o rechazo
inminentes o la pérdida de una estructura externa pueden provocar cambios profundos en la
autoimagen, el afecto, la cognición y el comportamiento. Estos individuos son muy sensibles
a las circunstancias ambientales, experimentan un miedo intenso al abandono y una ira
inapropiada incluso cuando se enfrentan a una separación real limitada en el tiempo o
cuando se producen cambios inevitables en los planes.(...) Pueden creer que este
"abandono" implica que son "malos". Estos miedos al abandono están relacionados con una
intolerancia a la soledad y la necesidad de tener a otras personas con ellos.

Las personas con este trastorno tienen un patrón de relaciones inestables e intensas
(Criterio 2). Pueden idealizar a sus cuidadores o amantes potenciales en la primera o
segunda cita, exigir pasar demasiado tiempo juntos y compartir los detalles más íntimos de
una relación demasiado pronto. Sin embargo, pueden pasar rápidamente de idealizar a
desvalorizar a las personas, y sentir que la otra persona no les importa demasiado, no les
da lo suficiente o "no tiene tiempo suficiente para ellos."

Estas personas pueden comprender y preocuparse por los demás, pero sólo con la
expectativa de que esa persona "estará ahí" para sus propias necesidades cuando se lo
pida. Estos individuos son propensos a cambios repentinos y drásticos en su visión de los
demás que, alternativamente, pueden ser vistos como su mejor apoyo o como crueles
castigadores. Estos cambios suelen reflejar decepción con un cuidador cuyas cualidades
parentales han sido idealizadas o del que se espera rechazo o abandono.

Puede haber una alteración de la identidad caracterizada por una imagen o sentido de sí
mismo marcada y persistentemente inestable (Criterio 3). Se producen cambios repentinos
y drásticos en la autoimagen, caracterizados por cambios en los objetivos, valores y
aspiraciones profesionales. Puede haber cambios repentinos en las opiniones y proyectos

sobre la profesión, la identidad sexual, los valores y los tipos de amigos. Estos individuos
pueden pasar repentinamente del papel de persona necesitada que suplica ayuda, al de
persona vengadora dispuesta a reparar el maltrato. Aunque suelen tener una imagen de sí
mismos mala o dañina, las personas con este trastorno a veces tienen la sensación de que
no existen en absoluto. Estas experiencias suelen ocurrir en situaciones en las que el
individuo siente la falta de una relación significativa, de cuidados y de apoyo. Suelen rendir
peor en situaciones desestructuradas en el trabajo o en la escuela.

Los individuos con trastorno límite de la personalidad muestran impulsividad, además de E4


sexualmente explícito, en al menos dos áreas que son potencialmente perjudiciales para
ellos mismos (Criterio

4). Pueden apostar de forma patológica, gastar dinero de forma irresponsable, darse
atracones, consumir sustancias de abuso, mantener relaciones sexuales sin protección o
conducir de forma temeraria.

Las personas con este trastorno suelen mostrar comportamientos, gestos o amenazas
suicidas recurrentes, además de conductas autolesivas (Criterio 5).

Las personas con trastorno límite de la personalidad demuestran una inestabilidad afectiva
que se debe a una marcada reactividad del estado de ánimo (por ejemplo, episodios de
intensa disforia, irritabilidad o ansiedad que suelen durar unas pocas horas, raramente más
de unos pocos días) (Criterio 6). El estado de ánimo disfórico habitual de las personas con
este trastorno se ve interrumpido a menudo por períodos de ira, pánico o desesperación y
rara vez se ve aliviado por momentos de bienestar o satisfacción. Estos episodios pueden
reflejar la extrema reactividad del individuo a los factores estresantes interpersonales.

Las personas con trastorno límite de la personalidad suelen quejarse de sentimientos


crónicos de vacío (Criterio 7). También se aburren con facilidad y pueden buscar
constantemente algo que hacer.

Además, expresan la ira de forma inapropiada e intensa y tienen grandes dificultades para
controlarla (Criterio 8). Suelen manifestarse de forma muy sarcástica, con resentimientos
duraderos y arrebatos verbales. Sienten ira a menudo desencadenada cuando perciben que
un cuidador o amante es negligente, distante, indiferente o tiene intención de abandonarles.
Tales expresiones de ira provocan sentimientos de vergüenza y culpa, que a su vez
contribuyen a reforzar la idea de que son malos.

Durante periodos de estrés extremo, pueden aparecer ideación paranoide transitoria o


síntomas disociativos (por ejemplo, despersonalización) (Criterio 9).

Refiriéndose al suicidio, los intentos de suicidio o la automutilación típicos de este trastorno,


se afirma: "Estos actos autodestructivos pueden estar precipitados por temores de
separación o rechazo, o por la expectativa de tener que asumir una mayor responsabilidad.
sabilidad. La automutilación puede ocurrir durante experiencias disociativas y a menudo
proporciona alivio reafirmando su capacidad de sentir o expiando un mal sentimiento.

Siguiendo con el resto de criterios allí expuestos, que coinciden con las características del
subtipo sexual, encontramos que: "Los sujetos con trastorno límite de la personalidad
pueden presentar inestabilidad afectiva que se debe a una notable reactividad del estado de
ánimo". Y continúa diciendo: "(...) pueden estar atormentados por sentimientos crónicos de
vacío. Se aburren con facilidad y siempre están buscando algo que hacer. Los individuos
con trastorno límite de la personalidad suelen expresar una ira inapropiada e intensa o
tienen problemas para controlarla. Pueden mostrar un sarcasmo extremo, amargura
persistente o explosiones verbales. La ira suele desencadenarse cuando consideran que un
cuidador o amante es negligente, supresivo, indiferente o les abandona. Estas expresiones
de ira suelen ir seguidas de vergüenza y culpabilidad y contribuyen a que se sientan mal.

Como era de esperar y como veremos más adelante, incluso coinciden aspectos de su
infancia. "(...) en las historias infantiles de los sujetos con trastorno límite de la personalidad"
donde "son frecuentes los abusos físicos y sexuales, la negligencia en su cuidado, los
conflictos hostiles y la pérdida temprana o separación de los padres.>>

Aspectos asociados que apoyan el diagnóstico

Las personas con trastorno límite de la personalidad pueden mostrar un patrón de


autoboicot cuando están a punto de alcanzar una meta (por ejemplo, abandonan la
universidad justo antes de graduarse, empeoran gravemente después de haber tratado los
progresos en terapia, rompen una buena relación cuando es evidente que la relación puede
durar). Algunos individuos desarrollan síntomas de tipo psicótico (p. ej., alucinaciones,
distorsiones de la imagen corporal, ideas de referencia, fenómenos hipnagógicos) en
momentos de estrés. Los individuos con este trastorno pueden sentirse más seguros con
objetos transitorios (p. ej., una mascota o una posesión inanimada) que en las relaciones
interpersonales. Puede producirse una muerte prematura por suicidio, especialmente en
aquellos con depresión comórbida o trastornos por consumo de sustancias. Puede haber
discapacidad física como resultado de conductas abusivas autoinfligidas o intentos fallidos
de suicidio. También son frecuentes la pérdida recurrente del empleo, la interrupción de los
estudios y la separación o el divorcio. Los abusosbfísicos y sexuales, el abandono, los
conflictos hostiles y la pérdida prematura de los padres son frecuentes en la historia infantil
de las personas con trastorno límite de la personalidad. Los trastornos coexistentes más
frecuentes son los trastornos depresivos y bipolares, los trastornos por consumo de
sustancias, los trastornos alimentarios (especialmente la bulimia nerviosa), el trastorno por
estrés postraumático y el trastorno por déficit de atención.

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