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LA HIJA DEL ADELANTADO

CAPÍTULO I

Pedro de Alvarado también conocido como el adelantado, está a


punto de llegar a la ciudad de Santiago de caballeros,
Guatemala, junto a su esposa doña Beatriz y su hija doña
Leonor. Por lo que las personas que lo apoyan en su mandato
como gobernador preparan su llegada, mientras que aquellos que
no lo ven con buenos ojos se rehúsan a asistir a su encuentro.

En las puertas del palacio del gobernador, Pedro Rodríguez


estaba reunido con algunas personas que le hacían preguntas.
Gonzalo de Ronquillo (político en contra del adelantado) se
burla de don Pedro de Alvarado y en su defensa sale a hablar
Pedro de Portocarrero, quien le recuerda que le salvó la vida
en batalla. Por lo que el burlón solo asiente y se queda
callado.

En eso aparecen unos mozos cargando una litera, por lo que los
presentes se preguntan ¿para quién será?. El más intrigado por
esto es Pedro de Portocarrero. Resulta que es para doña
Leonor, ya que se encuentra enferma. En medio de esta
conversación se menciona que esta mujer está a punto de
casarse con Francisco de la Cueva, aquí podemos notar un
cambio en el ánimo de Portocarrero por lo que este decide
irse. Los demás especulan que es porque aún no supera a su ex,
Agustina.

Luego proceden a contar una historia acerca de un guardia que


con ayuda de un espíritu logra escapar de una prisión, tras
ser encarcelado por usar hechicería.

CAPÍTULO II

El adelantado llega a la ciudad de Santiago. Tras celebrar una


misa por su llegada, este se dirige a la sala capitular donde
se debate si este debería volver a ser gobernador. Tras un
largo rato de debatir, el adelantado saca una carta del rey
donde expresa que don Pedro de Alvarado debe ser gobernador de
inmediato.

Luego de esto nos trasladamos a la casa del ayuntamiento donde


doña Leonor y su amiga quienes charlaban acerca de un hombre
que les pareció atractivo, en eso llegó a la habitación donde
se encontraban, Francisco de la Cueva, quién se dirigió a
hablar con doña Beatriz para comentar acerca de la elección
del adelantado como gobernador, y como en lugar de encarcelar
a sus opositores/ enemigos, les estrechó la mano enfrente de
todos. Mientras tanto doña Leonor le decía a su amiga que no
se quería casar con Francisco y que le diría a su padre que
quería regresar a España y vivir en un claustro.

Luego Francisco se dirigió a hablar con doña Leonor acerca de


su viaje pero esta solo le contestó muy cortante. En eso llegó
el adelantado al lugar y luego de un tiempo se fueron todos
los invitados y solo quedó la familia.

CAPÍTULO III

La celebración de bienvenida del adelantado debía durar 8


días, el evento principal era el juego de estafermo, donde se
destacaba del resto a Portocarrero, sin embargo el veedor
Gonzalo de Ronquillo decide desafiarlo y termina humillado,
recibiendo el apodo de “estafermo”.

Nos trasladamos al gabinete de Ronquillo a eso de las 9 de la


noche, donde se reúne con Francisco de Castellanos para
planear su venganza contra Portocarrero tras su humillación.
Por lo que se dirige a la catedral de la ciudad, pues ahí
guardan las armas para el juego de estafermo. Ambos cómplices
logran entrar gracias al sacristán Reynosa, pues este le debía
su puesto a Castellanos. Al entrar, Ronquillo sabotea la
armadura de Portocarrero. Y al salir le dicen al sacristán que
no le diga a nadie de su visita.

Lo que no tenían en cuenta era que Pedro Rodríguez los estaba


siguiendo desde que salieron del gabinete de Ronquillo y que
además alcanzó a escuchar como le decían al sacristán que no
le dijera a nadie de su visita.

El 4 de octubre de 1539 se celebró el torneo donde Ronquillo


cobraría venganza a Portocarrero. Al presentarse Portocarrero
en los juegos se pudo notar en su vestimenta ciertos símbolos
que hacían referencia a doña Leonor. Pudo verse en su broquel
una rosa mejicana medio abierta bañada por los rayos del sol
en su cenit y una abeja revoloteando como tímida y respetuosa.
Aquí casi nadie se dio cuenta de estas indirectas por parte de
Portocarrero hacia doña Leonor, excepto Ronquillo y Francisco
de Castellanos.
Entonces empezaron los juegos, Portocarrero y su equipo
dominaron al equipo contrario, de repente apareció un jugador
nuevo que no quiso dar su nombre sino hasta el final del
juego, entonces Portocarrero y este nuevo jugador se
enfrentaron, Portocarrero logró rápidamente derribar a su
oponente, sin embargo desde el suelo el misterioso
contrincante le lanzó su lanza y logró impactarle en la
frente, por lo que empezó a sangrar mucho ( en este momento
doña Leonor gritó de angustia desde las casas Consistoriales y
cayó desmayada en brazos de su amiga), y Portocarrero en
respuesta le tiró nuevamente su lanza hacia la cabeza y logró
vencerlo.

Al auxiliar al misterioso oponente nuevo, se dieron cuenta que


era Gonzalo de Ronquillo, además Francisco de la Cueva le
reprocha a Portocarrero la forma en que venció a Ronquillo ya
que no fue la forma de combatir de un caballero.

Los jueces se retiran para deliberar, quienes eran Francisco


de la Cueva y Francisco de Castellanos, a su vez la reina del
torneo era doña Leonor.

CAPÍTULO IV

La servidumbre estaba reunida en la antecámara del gabinete de


don Pedro de Alvarado, hablando acerca de lo sucedido durante
el juego de estafermo del día anterior. Luego hablaron de como
ninguno recibía su salario de trabajo desde hace mucho tiempo,
en contraposición el viejo Rodríguez les dijo que debían ser
más agradecidos, pues aunque no les pagaran, el adelantado
siempre los dotaba con cosas que necesitaban sin siquiera
pedirlo y que algún día les pagarían. En eso entró el
secretario del adelantado, Diego Robledo, y habló al mayordomo
para discutir un asunto de negocios.

De repente entró Francisco de la Cueva y sin dirigir palabra a


nadie entró en el gabinete de Alvarado. Una vez adentro este
le cuenta que Portocarrero deberá rendir disculpas a Gonzalo
Ronquillo por lo sucedido en el juego de estafermo, Alvarado
no se pone contento con esta resolución, sin embargo no puede
hacer nada más. De repente entra Portocarrero al gabinete y
acepta que deberá humillarse en público, pues su forma de
actuar en el juego va en contra de los principios de un
caballero.
Luego Portocarrero le pregunta a Francisco donde será el día
para ejecutar su sentencia, y Francisco le dice que será en
las casas consistoriales. Y luego se retira.

Se quedan solo Portocarrero y Alvarado, hablando y de repente


y de la nada Alvarado le tira a Portocarrero que ha escuchado
que dicen que el ama su hija, por lo que Portocarrero le
confiesa que es verdad, sin embargo Alvarado no está de
acuerdo con ese romance ya que doña Leonor ya está
comprometida con Francisco de la Cueva y que este es parte de
una de las principales familias de Europa. Y que él hace
tiempo, así como su hija, tuvo que casarse por decisión de
alguien con un rango superior a él a pesar que estaba
enamorado de otra persona. Le dice también que su amor
imposible no es el fin del mundo y que con las recompensas que
conseguirá mediante los trabajos venideros que tienen
pendientes podrá olvidar a su hija. (Además Alvarado pensaba
que solo era un capricho de su hija)

Portocarrero le dijo que no estaba de acuerdo con él, pero que


lo aceptaba y que Alvarado tenía que actuar como él creyera
justo, con eso se retira [Portocarrero] y el adelantado llama
a su secretario.

CAPÍTULO V

Doña Leonor estaba en su habitación hablando con Melchora


Suárez acerca de su deseo de encerrarse en un claustro, pues
Leonor era muy joven como para hacer eso, en especial si la
razón por la cual lo hacía era simplemente porque no quería
casarse con don Francisco, pues se privaba de muchas cosas que
la podrían hacer feliz.

Melchora le dice que Francisco realmente no es un mal partido


ya que es un destacado miembro en la jerarquía española ya que
es parte de una de las familias más importantes en esa época,
la familia de Castilla, además recalca algunas de sus
cualidades como servidor del rey. A lo que doña Leonor
contesta que no es muy diferente a otros candidatos, como por
ejemplo Pedro de Portocarrero. Melchora le cuenta que eso está
por cambiar ya que muy pronto Portocarrero se humillara en
público debido a su incorrecta actitud en el juego de
estafermo, ante Gonzalo de Ronquillo. Al escuchar que
Portocarrero se humillara enfrente de todos, se dirige
rápidamente al gabinete del gobernador.
Al entrar se encuentran ahí, Robledo y el adelantado. De
primeras doña Leonor le pregunta a su padre cómo es posible
que deje que el primero de sus capitanes se humille así mismo,
a lo que Robledo interviene argumentado que la decisión de los
jueces es correcta y que ella lo ve de manera negativa porque
lo está juzgando con el corazón. A lo que doña Leonor se
ofendió y el adelantado le pidió a Robledo que se retirara.

Una vez solos, el adelantado le dijo a doña Leonor, que las


palabras de Robledo fueron acertadas y que él notaba que ella
tenía un sentimiento hacia Portocarrero más del que debía. A
lo que Leonor responde confesando su amor hacia Portocarrero,
el adelantado reacciona diciéndole que su unión con Francisco
de la Cueva es muy importante ya que tendrían un parentesco
con una de las primeras casas de Europa. Leonor le responde
que ella le obedecerá siempre, excepto en esto y que ella o se
encerrará en un claustro para entregarse a Dios o se casará
con Portocarrero, luego de decir esto se va.

Mientras tanto en la cámara de doña Beatriz, estaban ella y


Francisco de la Cueva hablando acerca de la sentencia de
Portocarrero. Doña Beatriz le pregunta si cree que
Portocarrero llevará a cabo su sentencia, a lo que Francisco
responde que sí, puesto que el mismo Portocarrero ya había
aceptado por sí solo la sentencia, agregando que este hecho
reducirá la estimación que doña Leonor le tiene a
Portocarrero.

Doña Beatriz le responde diciendo que deben buscar otra manera


de apagar el sentimiento de Leonor, pues aunque la sentencia
de Portocarrero podría apagarse también podría ser
contraproducente haciendo que este sentimiento crezca aún más.
Francisco le responde que hablará con Robledo para buscar
alguna otra forma de acabar con este problema. Dicho esto don
Francisco se retiró.

CAPÍTULO VI

Este capítulo empieza dándonos a conocer un poco acerca de


Robledo. Este era un simple criado del adelantado pero había
logrado ascender a un puesto importante gracias a su astucia,
ganándose la confianza del adelantado y la de los principales
miembros del ayuntamiento. Desde pequeño había generado dentro
de sí un odio hacia todos aquellos que por el nacimiento eran
superiores a él o la posición social o las riquezas. Alguien
que se destaca aquí es Portocarrero ya que tenía gran
influencia debido a la amistad fraternal que tenía con el
adelantado.

Robledo se había vendido a Francisco de la Cueva, ya que este


vio con buenos ojos la influencia que tenía como secretario
del adelantado, por lo que recibía buenos pagos por ayudarle a
de la Cueva.

Robledo entra al gabinete de Francisco de la Cueva y le dice


que aunque tenga comprada a casi toda la servidumbre de doña
Leonor, no había conseguido tener algún avance en la
eliminación de la inclinación de Leonor hacia Portocarrero.
Por lo que este le sugiere un plan fuera de los principios de
un caballero, empecemos dando contexto:

Portocarrero en su juventud tuvo una relación con Agustina


Córdova, esta mujer tenía una mala reputación ya que los
ilusionaba y luego los trataba con indiferencia, sin embargo
esta había quedado completamente loca por Portocarrero, aunque
este desde un inicio no se sentía del todo cómodo estando con
ella, debido a su reputación por lo que, cuando Portocarrero
conoció a doña Leonor cortó todo lazo entre él y Agustina y
desde entonces esta había tratado de recuperarlo, pero no
pudo, así que esta decidió casarse con Francisco Cava y siguió
llevando una vida escandalosa, hasta que Francisco se canso y
la llevó a juicio por adulterio, aquí hubo gente que intentó
incriminar a Portocarrero pero no pudieron comprobar su
culpabilidad, el juicio continuó pero Francisco murió
repentinamente bajo circunstancias sospechosas y el asunto
quedó en el olvido.

Dado esta contextualización Robledo le plantea a de la Cueva


un plan para que Leonor piense que Portocarrero realmente si
cometió adulterio junto a Agustina y de esta forma ella pierda
el interés hacia él (puesto que los hechos se harán parecer
que ocurrió cuando él ya quería a Leonor), ya que tiene los
archivos del juicio y los puede manipular para que los hechos
señalan una falsa culpabilidad hacia Portocarrero. Francisco
se niega ya que eso no es digno de un caballero ya que es una
trampa maliciosa. Francisco se va del gabinete. Momentos
después tocan la puerta, hace pasar a Francisco de Alvarado y
le dice que su sobrina está haciendo un mal trabajo ya que no
han conseguido absolutamente nada y que el señor de la Cueva
está molesto de sus resultados (esto es mentira), y que su
sobrina tiene que buscar los medios para que Leonor olvide a
Portocarrero de lo contrario no les volverán a pagar.

Luego de eso Robledo le pregunta si conoce a la viuda


Agustina, a lo que Francisco le responde que sí, entonces
Robledo le cuenta el malicioso plan que tiene en contra de
Portocarrero así que le pide que se dirija a la casa de la
viuda y le pida una entrevista secreta con Robledo para tratar
asuntos de gravedad.

CAPÍTULO VII

El día 7 de octubre se llevó a cabo la sentencia de


Portocarrero para rendirle satisfacción a Gonzalo de
Ronquillo. Todo estaba listo para empezar con
penitencia pero de repente alguien alzó la voz
diciendo que esto era una injusticia y que no debía
llevarse a cabo, esa voz era la de Pedro Rodríguez,
quién enfrente de todo el mundo contó los hechos que
habíamos visto unos capítulos atrás, procedió a
contar que 4 días antes había visto al veedor
Ronquillo junto al tesorero Francisco de Castellanos
dirigirse por la noche a la catedral y entrar en la
capilla de Vera Cruz y que además vio a uno de ellos
acercarse a la armadura azul de Portocarrero,
recalcó que no sabía lo que habían hecho a la
armadura pero que al salir le dijeron al tercer
cómplice que no dijera a nadie de aquella visita.
Francisco furioso dijo que no podían creerle sin
pruebas a un lacayo. Por lo que Rodríguez llamó al
sacristán Reynosa y le tomaron confesión y este no
pudo negar los hechos. Ronquillo y Castellanos
quedaron bajo una acusación formalmente entablada y
las autoridades eclesiásticas se encargarían del
proceso.

Los enemigos de Portocarrero protestaban la


inocencia de Ronquillo y Castellanos, además
acusaban al mismo adelantado de orquestar esta
acusaciones pues como era posible que alguien como
Rodríguez acusara a personas tan importantes de
hechicería. Doña Leonor se había dado cuenta de todo
esto gracias a que había mandado a un paje a
observar en el ayuntamiento la sentencia de
Portocarrero, así que esta al enterarse mando a
llamar a doña Juana de Artiga, ambas se alegraron al
escuchar la resolución de esta injusticia y creyeron
sin vacilación en la palabra de Rodríguez. Empezaron
a hablar acerca de cómo podrían prevenir de
cualquier maleficio a Portocarrero, por lo que
Leonor decidió enviarle su Agnus Dei, en una cajita
de ébano junto con un papel que decía: conservado
siempre en memoria mía. Esta caja fue enviada con un
pasaje que tenía encargado ir a las casas
consistoriales y por ende dejar la caja en manos de
Portocarrero. Este al recibir el relicario lo puso
en su pecho e hizo el juramento de no separarse de
este hasta la muerte.

Por otro lado, a las 9 de la noche, tuvo lugar la


reunión secreta entre Robledo y Agustina. Robledo y
el mayordomo se fueron cubiertos hasta el rostro
hacia una casa de apariencia pobre situada a la
espalda de la iglesia de San Francisco. Al llegar
fueron recibidos por una anciana, al entrar esta fue
a llamar a Agustina, cuando se presentó la viuda
Robledo quedó cautivado por su belleza. Robledo
procede a contarle de los hechos sucedidos con
anterioridad como, la discusión que había tenido con
Leonor por la sentencia de Portocarrero en el
gabinete del gobernador, en donde había dejado en
claro implícitamente los sentimientos que tenía
hacia Portocarrero y cómo esta relación era ya
antigua, que había empezado cuando Portocarrero
conoció a Leonor en Méjico, Agustina empezó a sentir
un gran enojo, pues ahora conocía la razón por la
cual Portocarrero la había dejado, disimulando su
enojo está le preguntó qué decía Francisco de la
Cueva acerca de todo esto, a lo que Robledo contestó
que de la Cueva estaba dispuesto a gastar su fortuna
en deshacer ese amorío. Agustina le dijo que no era
imposible romper la inclinación de doña Leonor hacia
Portocarrero y que podían convertir ese amor en odio
o desprecio. Robledo y el mayordomo se fueron luego
de esto.

Media hora había pasado desde que se fueron estos


invitados cuando en la casa de la viuda llegó un
nuevo personaje.

CAPÍTULO VIII

Entró a la casa de la viuda Juan de Peraza era un


médico herbolario, Agustina procedió a contarle que
Leonor amaba a Portocarrero y empezó a contarle lo
que había pasado en el torneo de estafermo y como
este concluyó y también le contó la discusión entre
Leonor y el adelantado. Pero al venir de un largo
viaje Juan se durmió escuchando lo que decía la
viuda.

Juan de Peraza era hijo de un pechero de la ciudad


de Baeza, de joven fue aprendiz en la casa de un
médico en donde aprendió un poco de acerca del
oficio de la medicina, tuvo la gran suerte que
algunos de los enfermos que trató se hayan
recuperado ganando así gran fama y dinero. Todo le
iba bien hasta que se enamoró de una chica
proveniente de una familia que pertenecía a una
clase social más elevada a la suya, aun así este
decidió declararse y pedir la mano de doña Juana de
Artiga a sus padres y claramente este fue rechazado
de inmediato. Decidió irse a Cádiz y ahí tomó un
barco con dirección a la Indias, desembarcó en
Fernandina (Cuba actualmente) de ahí llegó a
Honduras y posteriormente a Guatemala, donde se
estableció como médico o cirujano graduado de
Salamanca , aunque nunca nadie vio sus títulos.
Estudió las propiedades de los vegetales, aprendió
el uso de diferentes hierbas medicinales gracias a
los indios de las montañas por lo que ante la ciudad
de vendió como el “herbolario” , aunque este apenas
lograba curar a unos pocos mientras que el resto
moría.

Un día asistió a Francisco Cava, que se encontraba


enfermo, aunque este lo atendió tan bien que a los 8
días ya estaba enterrado (aquí como que Agustina y
Juan se pusieron de acuerdo para envenenarlo pero en
la novela no está muy claro esa parte, así que está
abierto a interpretación), posterior a la muerte de
Francisco, Agustina y Juan mantuvieron una relación
hasta que se cansaron y se separar aunque
continuaron viéndose pues se llevaban bien, aunque
lo hacían a escondidas ya que medio surgió un rumor
acerca de la repentina muerte de Francisco Cava,
aunque la mayoría lo pasó por alto y el asunto quedó
en el olvido. Un día el veedor Gonzalo Ronquillo
necesito ayuda y el herbolario lo asistió curando
sus heridas con éxito, por lo que tuvieron una buena
amistad, tal era la confianza que Ronquillo le contó
sus planes en contra del adelantado y este decidió
unirse, pues su profesión le daba grandes
facilidades para ayudarlo y así fue como adquirió
una mayor influencia.

El herbolario le había contado a Agustina acerca de


sus planes contra el adelanto aunque sin dar mucho
detalle, ya que debían mantener su amistad pues
ahora tenían un proyecto en común. Se hizo de día y
el herbolario partió hacia su casa, para llegar a
esta debía pasar por detrás del palacio del
gobernador, delante de las ventanas que daban al
volcán, pasando por ahí vio en por una ventana a su
amor de la juventud doña Juana, por lo que lanzó un
grito para llamar la atención de la mujer y
rápidamente agacho la cabeza para disimular, pero
cuando volvió a ver hacia las ventanas ya no estaba.
El pobre herbolario quedó triste y pensativo
diciendo a sí mismo: es ella es ella, doña Juana, el
destino implacable vuelve a arrojarla en mi camino,
diciendo esto derramó dos lágrimas.

Juan no sabía que ella se encontraba ahí como dama


de compañía de doña Beatriz y Leonor pues esta, al
morir sus padres consiguió un buen puesto en la
corte como dama de la reina y además entabló amistad
con las dos mencionadas anteriormente, llegando así,
hasta Guatemala.

Esa misma mañana el herbolario y Ronquillo se


reunieron en el gabinete del médico, Ronquillo le
contó lo que había pasado durante los días
anteriores, lo del torneo y la discusión entre
Leonor y el adelantado.

Juan le preguntó los nombres de las damas de


compañía de doña Beatriz, por lo que Ronquillo
contestó que el nombre que más resaltaba era el de
Juana de Artiga, Juan se puso nervioso y evadió el
tema pues a Ronquillo le sorprendió que preguntara
acerca de eso. Entonces Juan le contó lo que había
hecho durante su viaje, que aparentemente solo fue a
recoger plantas medicinales en las montañas.

CAPÍTULO IX

Comienza el capítulo con don Gonzalo y don Juan platicando


acerca de la sublevación que se estaba planeando, una más
formidable que la realizada el año de 1526.

Luego hablaron sobre un enfermo (SINACAM, rey de los


cakchiqueles), que sufría de unos síntomas graves, fiebres y
delirios. También mencionan que su compañero de celda, más
joven que SINACAM, debía su buen estado por su juventud.
(SEQUECHUL, REY DE LOS QUICHÉS).
Luego llegó agustina córdoba, está le reclamó al doctor Juan
de que se había quedado dormido mientras le refería los hechos
que se le habían rebelado mediante diego de robledo, el
secretario del gobernador.

Agustina adoraba a Don Pedro de Portocarrero, pero este estaba


enamorado de Doña Leonor, la hija del adelantado.

Pero don Juan estaba enamorado de doña Juana de Artiaga. En la


conversación que éstos surgían surgió una idea de parte de
Agustina, en donde le decía a el herbolario peraza que solo él
tenía la solución a los problemas de amor de Agustina; era
claro que ella no tenía conocimiento del amor que tenía el
doctor Juan hacia doña Juana. Ella le comentó que dentro de
sus pócimas medicinales y plantas que utilizaba para
producirlas podría encontrar los ingredientes para preparar
una pócima de amor.

DON JUAN leyó y releyó todos los libros que tenía en su


pequeña biblioteca, en no más de una hora y media había leído
todos los libros que estaban en su posesión, pero no
encontraba solución alguna. Pero su perseverancia y trabajo lo
mantendrían en pie. Juraba que encontraría los ingredientes
necesarios para realizar la pócima.

Luego don Juan se dirigió a las casas consistoriales, en donde


se encontraba los dos reyes que habían sido encerrados ya hace
15 años por haberse sublevado en 1526, fueron arrestados por
el teniente general Portocarrero, quien logró derrotar todas
las ofensivas indígenas que se le pusieron en el camino, así
es como paso este territorio (Santiago de los Caballeros,
Antigua Guatemala) a ser propiedad de la corona española.

CAPÍTULO X

Don Juan, el médico, tenía planeado usar a los dos reyes


indígenas para poder derrocar al adelantado (don Pedro de
Alvarado) y a sus fieles, y quedarse con el poder.

Don Juan le entregó una pócima a Sequechul, este debía dársela


3 veces al día para que Sinacam se recuperará.

Pasaron 15 días desde aquella visita, el doctor continuaba en


la búsqueda de esta pócima bendita que le ayudaría a recuperar
el amor de doña Juana, pero todo su esfuerzo sería en vano.
Luego se relata como Pedro de Portocarrero defendió a Pedro
Rodríguez (el viejo, criado del adelantado) de 3 malhechores,
quedando mal herido, pero no más que Pedro Rodríguez.

CAPÍTULO XI

Don Juan se encontraba desesperado por no poder encontrar esta


receta para la pócima de amor; cuando de repente se le
presentó una mujer anciana con su hija enferma, cuya salud
parecía muy deteriorada.

Esta anciana le contó que había tenido empeño en que su hija


se casara con un pariente de ellas, pero las visiones de la
joven eran distintas, así que por medio de una vecina escuchó
que había un indio que vendía brebajes, a la joven le hicieron
tomar el del amor. Su desprecio pasó a ser una obsesión con
estar con él.

El indio era de Petapa, era rechoncho, pequeño de cuerpo, y se


llamaba Diego Tziquín, un “famoso” hechicero.

Don Juan no se contentaba sólo con conseguir este brebaje,


sino que ganó la confianza de Tziquín para que le dijera cómo
elaborar y aplicar la pócima.

Tziquín aprestó sus hierbas, eran venenosas; hizo fuego con


huesos de muertos y colocó una olla pequeña con agua encima de
las brasas. Pronunció algunas palabras en su propio idioma y
fue poniendo en la marmita los vegetales y algunas sustancias
orgánicas. Sentáronse junto al fuego ambos y permanecieron en
silencio por bastante tiempo. Comenzó el hervor y Tziquín se
puso de pie con la cara hacia el oriente. Pronunció conjuros y
maldiciones, invocando siempre en su idioma, el nombre de
Caxtoq. Retiró la olla, coló el líquido sirviéndose de un
lienzo negro con manchas rojas, y luego que hubo destilado un
licor verdoso se lo dio al doctor en una redoma.

Le dijo que era indispensable que la persona que desease


hacerse amar debía verter por sí mismo dos gotas del brebaje
en medio vaso de agua.

Aprovechando que Portocarrero estaba en recuperación hizo


pasar el brebaje por medicina, pero no hacía efecto y solo
empeoraba el estado de Portocarrero, fue donde Tziquín a
reclamar, pero Tziquín le comentó que si la persona tenía una
reliquia santa el brebaje no funcionaria.

● Robledo luego de tanto visitar la casa de Agustina


Córdova se terminó enamorando de ella. Pero ella no
olvidaba desbaratar el amor entre don Pedro de
Portocarrero y Doña Juana.

Agustina al tener en posesión el Agnus Dei que don Juan le


había quitado a Portocarrero planeó una estrategia sin dar
cuenta a nadie más que a ella. Fue donde doña Leonor para
hablar con ella, esta reunión la obtuvo gracias a la criada de
doña Leonor, Melchora Suárez.

CAPÍTULO XII

Ya que doña Leonor no conocía de nada a Agustina, el


desarrollo del plan sería sencillo. Agustina le contó cómo un
hombre llamado Pedro de Portocarrero le había ofrecido su
amor, pero tenía una mujer a la cual no podría dejar ir asi
por así, y esperaba que el tiempo hiciera su trabajo para
colocar en el camino de esa mujer a otro hombre para poder
casarse con Agustina, luego le dio el Agnus Dei para dar un
soporte a los hechos que esta había referido a Doña Leonor,
entonces doña Leonor y su mejor amiga aceptaron creyeron lo
relatado sin reflexión alguna, y no le dirían a nadie sobre
ello.

Uno de estos días en el que Don Juan iba a revisar a doña


Leonor ya que se había puesto mal luego de lo que Agustina le
había dicho se topó con doña Juana en una espaciosa galería
débilmente alumbrada por una luz de una lámpara que ardía
delante de una imagen de la virgen maría. Esto lo logró debido
al plan que había realizado, ya que estaba harto de que doña
Juana evitará su presencia, por eso simuló que ya se retiraba
del palacio para luego regresar haciendo ver que se le había
olvidado referir algo para el cuidado de doña Leonor.

La plática se tornó caliente muy rápido y don Juan sacó un


puñal amenazando a doña Juana, pero luego entró Melchora a la
habitación y Don Juan guardó el puñal, escapó Doña Juana y
Melchora recibió dinero para que guardase silencio.

Además, aprovecharía esta situación para conseguir más dinero,


refiriendo el estado de doña Juana a Don Juan.
● Robledo al estar enamorado de Agustina estaba celoso del
médico don Juan, quien pasaba largas horas con Agustina,
por esto Robledo tenía el mayor empeño en escuchar las
conversaciones entre estos dos.

CAPÍTULO XIII

Cuando se verificaron los acontecimientos que hemos referido


en el último capítulo, había principado el año 1540. El
Adelantado continuaba con actividad los preparativos de su
marcha, construyéndose en el puerto de Iztapam la grande
escuadra que debía conducir la expedición.

Robledo, como todos los amigos de Alvarado sabían


perfectamente que el tesorero real Francisco de Castellanos,
el contador Zorrilla y el veedor Ronquillo y otros trabajaban
activamente contra Alvarado, pero ignoraba la existencia de
una casta y ramificada conspiración.

El médico Peraza era, aunque sin parecerlo, el verdadero jefe


de los conjurados.

Una noche del mes de febrero se reunieron todos en casa del


herbolario. (Estos se reunían en un subterráneo en la casa del
herbolario).

Reuníanse en un subterráneo que Peraza había hecho construir


secretamente y cuya entrada sólo él y los conspiradores
conocían. Estaban allí Castellanos, Ovalle, Ronquillo y otros
muchos afiliados. Presidía la reunión el tesorero real.

Castellano recopiló, en un largo discurso, las quejas que


creían tener del gobernador; concluyendo con manifestar que
todo estaba pronto, faltando únicamente señalar el día para
dar el golpe.

Por indicación de Peraza se dispuso el 20 de marzo para la


evasión de Sinacam y Sequechul.

Dispusose que Peraza, que tenía entrada franca en la torre,


proporcionará a los reyes instrumentos para limar los hierros
de la ventana, que caía precisamente en el punto que se
edificaba y en el cual se había levantado andamios para la
comodidad de los trabajadores, y a fin de que los presos
pudiesen salir, el herbolario ofreció subir y colocar una de
las mismas tablas de los andamios entre éstos y la ventana,
para que sirvieran de puente y pasasen por ella los dos reyes.
Una vez llegado abajo, tomarían los caballos que les tendrían
preparados. El mismo Peraza los acompañaría en su fuga,
quedando en la ciudad los otros conjurados para alzar el
estandarte de la rebelión, al mismo tiempo que se sublevarían
los cacicazgos.

El 16 de marzo visitó el médico a la viuda, y la vieja criada,


que procuraba escuchar las conversaciones, oyó que el 20 de
marzo a las 10 PM llegaría otra vez para contarle algo
sumamente importante, esto la criada se lo dijo a Robledo;
también le dijo que ellos generalmente se reúnen en la sala.

Robledo debía llegar temprano para poder ocultarse bajo el


canapé que estaba en la sala, ya que Agustina salía y
regresaba siempre a la 7 P.M.

Llegó el día, entonces Robledo empezó a escuchar la


conversación y se asustó, pero no quería salir de debajo del
canapé y matar a Peraza sin antes conocer a los demás
implicados en la conspiración, pero sería en vano porque no se
les mencionaba para nada.

Agustina decidió ir y participar en la revolución.

Antes que nada, Don Juan le dio unas llaves a Agustina en


donde encontraría un paquete con una cinta verde, todo lo
referido a la pócima y porque no había funcionado con
Portocarrero; además encontraría un paquete con un cordón azul
en donde estaban los papeles familiares de él, le pidió que
quemará estos papeles.

Al salir la viuda dejó con llave la casa y dejó encerrado a


Robledo dentro de la casa.

CAPÍTULO XIV

Mientras que Robledo se encontraba atrapado dentro de la casa


de Agustina, don Juan y Agustina llegaron a las casas
consistoriales, Peraza realizó todo lo planeado, sin embargo,
se empezaron a escuchar silbidos alertando que alguien se
acercaba, esto hizo que se apresuraran. Don Juan ya se
encontraba en el piso, y a Sequechul le faltaba poco; pero
Sinacam estaba más arriba, tratando de apresurarse se resbaló
y cayó desde lo alto fracturandose una pierna.
Tenían planeado abandonarlo y que solo sequechul fuera, pero
sequechul se quedó acompañando a sinacam, entonces don Juan y
Agustina trataron de huir, pero fue en vano ya que se toparon
con Robledo y 15 arcabuceros, todos menos Agustina fueron
apresados, incluyendo los reyes.

Robledo dejó que Agustina Córdoba escapara por el aprecio que


le tenía.

¿Cómo logró Diego Robledo escapar de la casa de Agustina?

La criada entró al dormitorio de Agustina, tomó las sábanas de


la cama y las ató fuertemente unas a otras, formando una
especie de soga. Mientras ejecutaba aquella operación en la
que ayudaba Don Diego, explicó a éste su proyecto. Había en el
corral de la casa un amate, cuyas extendidas ramas caían sobre
una pared que daba al campo, pues la casa se encontraba
situada en un barrio de la ciudad. El secretario podía subir
al árbol y pasar a la pared, atar la punta de la soga
improvisada a la rama misma del amate y descender por aquella,
bajar hasta el suelo. Es verdad que al pie de la pared corría
el Almolonga; pero su caudal era escaso como sabía Robledo y
lo más a que se disponía era a tomar un baño que no subiría de
las pantorrillas.

Desgraciadamente tenía esta más elevación que el largo de las


sábanas unidas, y cuando don Diego hubo llegado al extremo
quedaban aún sus pies a unas cuatro varas de distancia. La
posición era insostenible por mucho tiempo entonces se dejó
caer en el río, el baño fue mayor pero nada del que
preocuparse.

En el palacio llamó al oficial, díjole lo que ocurría y tomó a


15 soldados con los cuales se dirigió apresuradamente a las
Casas Consistoriales.

Ya atrapados los 2 reyes y don Juan, atormentaron a Peraza y a


Sequechul, ya que Sinacam debido a su condición no podría
soportar una de estas torturas; estas torturas fueron con el
objetivo de hacerlos confesar sus planes y revelar a los demás
implicados. El día 25 de mayo entraron el Adelantado, el
Escribano y el Verdugo a la cárcel. Primero pusieron a Peraza
sin ropa en el potro atado fuertemente a cuerdas que apretaban
mediante un tórculo. Esto también lo hicieron con Sequechul al
día siguiente, sin embargo, ninguno de los dos confesó.
Trataron de confesar cambiando el método de tortura, iniciando
con Peraza, lo ataron de manos y de pies, pero en la cuerda de
los pies le pusieron rocas pesadas y paso en está posición
durante mucho tiempo; lo hicieron también con Sequechul y
tampoco lograron obtener información. Después de muchos días
el Adelantado pronunció su sentencia, serían ahorcados en la
plaza pública. La ejecución debía tener lugar el día 15 de
mayo.

Agustina le traía medicamentos a don Juan por el mal estado en


que se encontraba luego de las torturas, pero un día de estos,
el 12 de mayo a la madrugada el alcalde como acostumbra hacer
las visitas se acercó a la cama del herbolario, lo llamó pero
no obtuvo ninguna respuesta, entró en la celda y vio el cuerpo
del herbolario “sin vida”, supuso que este había tomado
veneno.

Instruido el gobernador de lo ocurrido hizo que se publicase


el acontecimiento y que se expusiese el cadáver del médico en
una sala baja del edificio para que lo viese el pueblo.

Sinacam y Sequechul si fueron ahorcados el 15 de mayo.

El cuerpo del médico desapareció, ya que lo habían dejado en


una pieza para sepultarlo al día siguiente.

Luego el Adelantado y sus tropas salieron de la ciudad


recorriendo los cacicazgos comprometidos en la conspiración.
Así fue como 17 príncipes sufrieron la misma suerte que
Sequechul y Sinacam.

CAPÍTULO XV

(EL MÉDICO JUAN ESTÁ “MUERTO”, Peraza es lo mismo)

Doña Leonor estaba aparentemente restablecida de la grave


enfermedad que le causaron las mentirosas revelaciones de la
pérfida Agustina Córdoba.

Doña Juana tenía un sentimiento de compasión y de terror al


mismo tiempo sobre el herbolario.

Juan de Peraza se presentó ante Juana 2 veces; mientras ella


creía que era un fantasma, en la primera vez que la visitó la
contemplaba con una mirada triste, fina y penetrante. A la
vista de aquel fantasma, doña Juana lanzó un grito y cayó
desmayada, una doncella que se encontraba durmiendo se
despertó por el ruido y entró a la habitación de doña Juana,
en donde la consoló.

La segunda vez, se apareció don Peraza y se acercó a la joven


que estaba poseída del más profundo terror, e incapaz de
oponer la menor resistencia; levantándola con sus brazos, se
dirigió al lugar de la pared en donde parecía haberse
desprendido un botón, puso la mano encima de este y
desapareció. Al desaparecer el médico, se encontraba una
criada que había presenciado lo ocurrido, lanzó un grito y
salió rápidamente de la habitación.

Dando una explicación lógica a los hechos ocurridos:

Don Peraza tenía entre las pócimas de las que solía hacer uso,
un activo narcótico, el cual resolvió emplear, para simular un
envenenamiento, estaba seguro de que fácilmente lograría
engañar a las personas debido al poco conocimiento de quienes
lo rodeaban.

La única persona a quien se descubrió Peraza fue la camarera


de doña Leonor, Melchora Suárez.

Peraza apeló al más convincente de los argumentos, poniendo en


manos de la interesada doncella un bolsillo lleno de oro.

Y luego le contó sobre su plan para poder raptar a Doña Juana,


luego de meditar mucho sobre el caso, Melchora encontró la
solución a la dificultad, recordando haber oído a su tío
cierta historia de una entrada secreta que tenían las piezas
ocupadas a la sazón por doña Juana, y que se había hecho no
recordaba con que motivo cuando se construyó el palacio.

Peraza aprovechó esto, y al presentarse delante de doña Juana


ella perdió el conocimiento, la sacó del palacio y montando en
un ligero caballo que tenía preparado cerca de la puerta que
daba al campo, en un momento llegó a la casa. Cuando Doña
Juana volvió en sí se encontró en el oscuro subterráneo, a
donde la condujo el herbolario.

En un extremo del sótano se veía una cama de la cual no hizo


uso doña Juana, y no lejos del lecho, una mesa con manjares
que no quiso tocar.
Dos o tres horas después de que había amanecido se levantó la
puerta del subterráneo y apareció el herbolario, encontró a
doña Juana arrodillada y fortalecida por la oración.

Y dijo lo siguiente:

¡Dios!, dijo el escéptico herbolario, ¡Dios! Y sonrió


desdeñosamente, añadió, veremos si Dios tiene el poder de
sacarte de aquí.

CAPÍTULO XVI

Se relata cómo los conjurados se reunieron de nuevo en el


subterráneo que Don Juan había mandado a construir, obviando
el hecho de que en este lugar se encontraba Doña Juana de
Artiaga y que Don Juan seguía vivo.

Luego que estuvieran todos adentro, descubrieron sé y Doña


Juana estupefacta reconoció al tesorero real Francisco de
Castellanos, al veedor Gonzalo Ronquillo, al comendador
Francisco de Zorrilla, al regidor Gonzalo de Ovalle y a otros
sujetos principales de la ciudad.

Ella les pidió que la sacaran de ese lugar, y sólo el


insensible veedor Gonzalo Ronquillo se oponía, diciendo que el
paso era peligroso, que aquella mujer denunciaría a sus
libertadores y que valía más dejarla correr su suerte en
aquella mazmorra. Los demás desecharon con disgusto aquella
cruel proposición, y a fin de convencer a Ronquillo, le
hicieron saber que para poder continuar reuniéndose en aquel
sitio, necesitaban desembarazarse de un testigo inoportuno
como doña Juana.

La llevaron a una de las puertas laterales del gobernador y la


dejaron ahí.

En seguida conferenciaron un momento y resolvieron no volver


jamás al sótano de la casa de Peraza, eligiendo algún otro
punto para sus reuniones. Aquella determinación fue la
sentencia de muerte del médico.

El herbolario dándose cuenta de que la comida estaba intacta,


tendría para vivir una semana o un poco más.

Llegó el momento en donde se acabó la comida y las esperanzas


de salir de este lugar para don Juan, cayó convertido en un
cadáver, en el mismo sitio en donde pocos días antes, lleno de
arrogancia había desafiado el poder invisible que protegía a
Doña Juana.

Doña Juana no revelaría absolutamente nada sobre sus


libertadores cuando le contaría lo ocurrido a su mejor amiga,
Doña Leonor.

CAPÍTULO XVII

El palacio del gobernador tenía varias puertas. En una de las


laterales fue donde los conspiradores dejaron a Doña Juana de
Artiaga.

Luego que doña Juana hubo tomado algún refrigerio y reposado


un rato, refirió a su amiga las circunstancias de la segunda
aparición del herbolario, cómo se había apoderado de ella y
conducidola a un lóbrego subterráneo, con todos los incidentes
de su prisión y su inesperada libertad; ocultando únicamente
los nombres de sus libertadores, cumpliendo así su palabra.

Un día que Doña Leonor y Doña Juana salieron a caminar por el


parque, se encontraron con Pedro de Portocarrero; este le
preguntó a Doña Leonor sobre su repentino alejamiento hacía su
persona. A lo que no dio respuesta. Luego Doña Leonor le
preguntó sobre el relicario, tocando el punto débil de
Portocarrero, este se volvió loco al escuchar sobre el
relicario.

No bien se habían retirado las dos jóvenes, un hombre que


permanecía oculto tras un árbol muy inmediato al sitio donde
habían tenido lugar la escena anteriormente referida, salió y
se dirigió lentamente hacia el palacio. Era el anciano Pedro
Rodríguez, aquel criado fiel del Adelantado, a quien
Portocarrero había defendido de los malhechores.

No ignoraba Rodríguez la historia escandalosa de la viuda del


capitán Cava.

El anciano Pedro Rodríguez inventó un plan para conocer cómo


Agustina se había apoderado del relicario. Saludaba
cortésmente a la criada de la viuda Agustina. Del saludo
diario se puso al fin la conversación, y a los cinco días la
señora Margarita (que así se llamaba la criada) y el señor
Rodríguez charlaban como amigos íntimos.
Margarita le contó que las relaciones de don Pedro y la hija
del Gobernador estaban casi rotas a consecuencia del cierto
robo del relicario que ejecutó el difunto médico Peraza.

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