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Antonio del Corro

Carta a Felipe II

Biblioteca Saavedra Fajardo 2021


Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO Antonio del Corro
de Pensamiento Político Hispánico Carta a Felipe II

Transcripción por Rodolfo Gutiérrez Simón, respetando la ortografía y modos expresivos,


a partir de: Obras de los Reformadores Españoles del Siglo XVI. Antonio del Corro. Carta
a los Pastores Luteranos de Amberes; Carta a Felipe II; Carta a Casiodoro de Reina;
Exposición de la Obra de Dios. Lectura para uso exclusivo académico, cedida por el
Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español, Sevilla, España, enero
de 2021, páginas 99-213. Traducción de E. Boehmer.
Esta obra se ha publicado en la Colección “Diáspora Hispánica” de la Biblioteca
Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico gracias a la financiación del
Proyecto “La Biblioteca Digital de Pensamiento Político Hispánico Saavedra Fajardo”
(Fundación BBVA – Ayudas Fundación BBVA a equipos de investigación científica
2018).

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de Pensamiento Político Hispánico Carta a Felipe II

Contenido

Carta de Antonio del Corro, a Felipe II................................................................... 7

A la Alta Majestad del Rey de las Españas, etc. Nuestro Señor ......................... 8
Obligación de los Reyes y Magistrados .............................................................. 9
Acusación contra el Doctor Egidio de Sevilla .................................................. 10
Un inquisidor descubre las faltas de sus compañeros ....................................... 11
Del monte sale quien el monte quema .............................................................. 12
Doctrina del Doctor Egidio ............................................................................... 12
Prohibición de leer la Palabra de Dios en lengua vulgar .................................. 13
Conocimiento falso de Dios .............................................................................. 15
El Dios del Papado cruel, injusto y aficionado a los presentes ......................... 15
Incertidumbre de la gracia y desconfianza ........................................................ 16
Fe enseñada en el Papado .................................................................................. 17
Remedios contra el pecado en el Papado .......................................................... 17
Obras de superstición en el Papado ................................................................... 17
Falsa regeneración ............................................................................................. 18
Confirmación papística ..................................................................................... 19
Del matrimonio ................................................................................................. 19
Sacramentos inventados por los hombres ......................................................... 20
Adoración de las imágenes................................................................................ 21
Votos de los frailes y de las monjas. La frailera es estimada en el Papado como
un segundo Bautismo ................................................................................................. 22
¿Qué es comerse a los hombres después de la muerte? .................................... 24
Los Reyes deberían conocer la causa de los acusados por la Religión antes de
ejecutarlos ................................................................................................................... 24
Crueldad de los perseguidores de los fieles ...................................................... 26
Castigos sobrevenidos a los perseguidores de los fieles ................................... 27
De la Santa Escritura, su autoridad y de su lectura en todas las lenguas .......... 31
Por qué Cristo es llamado la Palabra................................................................. 31
Diversas maneras de manifestación de la Voluntad Divina .............................. 32

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De dónde viene la autoridad de la Palabra de Dios ........................................... 33


La escritura es obscura a los que no son regenerados ....................................... 34
Del conocimiento de Dios sacado de su Santa Palabra ..................................... 34
Deliberación de los perseguidores de los fieles ................................................ 35
Tercera clase en la cual son enseñados los hijos del Reino .............................. 36
Origen de las cuestiones de nuestro tiempo ...................................................... 36
De la Creación del hombre, de su primer estado e inocencia, y de su miserable
caida ............................................................................................................................ 37
Del pecado llamado original y de su derivación a todos los hombres .............. 38
Descripción del hombre y de su corrupción antes de ser regenerado ............... 38
Semejanza para saber lo que es el pecado original en el alma .......................... 39
Frutos del pecado original ................................................................................. 40
Los primeros movimientos para pecar son pecados .......................................... 40
Los pecados de voluntad son reputados como obra .......................................... 40
Del pecado llamado actual ................................................................................ 40
Descripción de la persona de Cristo en la Iglesia papal .................................... 42
De la Ley de Dios y de sus oficios para con el hombre .................................... 42
De las ceremonias y sacrificios del Antiguo Testamento ................................. 43
Ceremonias de la Iglesia papal .......................................................................... 44
De la Venida de Jesucristo y de su doctrina evangélica.................................... 45
Origen de las diferentes religiones que hay hoy en el mundo........................... 46
Hinc illae lachrimae .......................................................................................... 47
Del bautismo de la iglesia papal........................................................................ 47
Uso del bautismo cristiano ................................................................................ 48
De la penitencia de la Iglesia papal ................................................................... 49
Partes de la penitencia papal y de la contrición que ellos llaman la primera .... 49
De la verdadera contrición enseñada en la palabra de Dios .............................. 51
De la confesión papística .................................................................................. 51
Frutos de la confesión papística ........................................................................ 52
De la confesión cristiana ................................................................................... 53
Medio para venir al conocimiento del pecado .................................................. 53
Voz de dios en el corazón del hombre .............................................................. 54
Verdadera confesión del pecado ....................................................................... 55

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Lengua del cristiano enseñada por Dios............................................................ 56


De la satisfacción de la Iglesia papal ................................................................ 57
Capite omnis utriusque sexus ............................................................................ 58
Bulas o mejor dicho, burlas de composición .................................................... 59
Aplicación de los méritos monacales ................................................................ 60
Ocasión de inventar el Purgatorio ..................................................................... 60
De la satisfacción por los pecados que nos enseña la palabra del Evangelio ... 61
Confesión saludable .......................................................................................... 61
Origen del temor de Dios .................................................................................. 62
Oficios del espíritu de Dios ............................................................................... 62
Qué es fe cristiana ............................................................................................. 62
Comunicación y recepción de Cristo ................................................................ 63
Bautismo interior o regeneración ...................................................................... 63
Cristo es juez para absolver a los que creen en él (Juan 5.) .............................. 63
Justificación gratuita ......................................................................................... 64
Decreto de Cristo contra el pecador fiel y que contiene su absolución ............ 64
De la doctrina de la justificación de la Iglesia papal ......................................... 65
De la doctrina de la justificación sacada de la Palabra de Dios ........................ 67
¿Qué es justificación? ....................................................................................... 67
Regeneración del entendimiento y de la voluntad ............................................ 68
Doctrina del libre arbitrio .................................................................................. 69
Herencia de los hijos de Adán ........................................................................... 69
Participación con Jesucristo .............................................................................. 70
De las buenas obras enseñadas en el Papado .................................................... 72
Jesucristo en el corazón del hombre le hace poderoso en toda buena obra ...... 73
Obras de consejo ............................................................................................... 74
Obras inventadas por el cerebro del hombre ..................................................... 74
De las buenas obras del hombre justificado ...................................................... 75
Fin de nuestra justificación ............................................................................... 75
Signo de nuestra regeneración .......................................................................... 77
Espíritu santo habitando en el hombre .............................................................. 77
Aumento de la fe, muerte gradual, caridad fraternal ......................................... 77
Juicio de Salomón entre dos mujeres ................................................................ 79

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Diligencia de los reyes paganos para oir las quejas de sus súbditos ................. 80
Institución de un rey fiel ................................................................................... 81
Significado de la unción de los reyes ................................................................ 83
Concilio del Papado .......................................................................................... 87
Daños que resultan de las persecuciones a causa de la Religión ...................... 89
Paciencia de los fieles en la persecución........................................................... 91
Los cristianos hechos por la fuerza nunca lo son de buen corazón ................... 92
Debate principal entre los papistas y los protestantes ..................................... 104

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Carta de Antonio del Corro, a Felipe II

Carta enviada á la Majestad del Rey de las Españas, etc., nuestro Señor, por la que
un su muy humilde súbdito le da razon de su partida del reino de España y presenta á Su
Majestad la confesion de nuestra religion cristiana, mostrándole las graves persecuciones
que sufren sus súbditos de los Países Bajos por mantener la dicha religion y el medio de
que Su Majestad podría usar para remediarlo.
Sed, pues, sujetos á toda ordenacion humana por Dios: ahora sea á Rey como á
superior, ahora á los gobernadores como de él enviados para venganza de los malhechores
y para loor de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios, que haciendo bien,
hagais callar la ignorancia de los hombres vanos; como estando en libertad, y no como
teniendo la libertad por cobertura de malicia, sino como siervos de Dios. Honrad á todos.
Amad la fraternidad. Temed á Dios. Honrad al Rey (l.ª Pedro 2, 13 á 17, segun la primera
edicion de la version de Reina, 1569).
Carísimos: no os maravilleis cuando sois examinados por fuego (lo cual se hace
para vuestra prueba), como si alguna cosa peregrina os aconteciese; más antes, en que
sois participantes de las aflicciones del Cristo, os gozad: para que tambien en la revelación
de su gloria, os goceis en triunfo. Si sois vituperados en nombre del Cristo, sois
bienaventurados, porque la Gloria y el Espíritu de Dios, reposan sobre vosotros. Cierto,
segun ellos, él es blasfemado, mas segun vosotros, es glorificado. Así, que no sea ninguno
de vosotros afligido como homicida, ó ladron, ó malhechor, ó codicioso de los bienes
ajenos. Pero si alguno es afligido como cristiano, no se avergüence; antes glorifique á
Dios en esta parte, porque tambien ya es tiempo que el juicio comience de la casa de Dios,
y si primero comienza de nosotros ¿qué fin será el de aquellos que no obedecen al
evangelio de Dios? Y si el justo es dificultosamente salvo, ¿á dónde parecerá el infiel y
el pecador? Y por eso, los que son afligidos, segun la voluntad de Dios, encomiéndenle
sus ánimas como á fiel posesor, haciendo bien. Mas tambien si alguna cosa padeceis por
hacer bien, sois bienaventurados. Por tanto, no temais por el temor de aquellos y no seáis
turbados, pero santificad al Señor Dios en vuestros corazones, y estad siempre aparejados
para responder á cada uno que os demanda razon de la esperanza que está en vosotros, y
esto con mansedumbre y reverencia, teniendo buena conciencia, para que en lo que

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murmuran de vosotros como de malhechores, sean confundidos los que blasfeman vuestra
buena conversacion en el Cristo; porque mejor es que seais afligidos haciendo bien (si la
voluntad de Dios así lo quiere), que no haciendo mal, porque tambien el Cristo padeció
una vez por los pecados. (1.ª Pedro 4, 12 á 19, y cap. 3, 14 á 18, segun la edicion de la
version de Reina, 1569).

A la Alta Majestad del Rey de las Españas, etc. Nuestro Señor

Señor: Habiendo sabido la abertura que el Señor habia hecho á la predicacion de su


santo Evangelio en las tierras del Pais Bajo, pertenecientes á su Real Majestad, tomé la
resolucion de dejar todas las demás ocupaciones para venir al dicho pais; en parte, para
participar de la alegría y gozo espiritual comun a muchos hombres de bien temerosos del
Señor, de que vemos en nuestro tiempo, una tan grande bondad de Dios desplegada en las
tierras de Su Majestad; y en parte, para ayudar con mis pocas fuerzas al adelanto de un
tal edificio espiritual, visto que el Señor me ha puesto en tal vocacion.
Cuanto á la causa primera, señor, puedo sinceramente y con buena conciencia
asegurar á Su Majestad, que desde diez años á esta parte que salí de su reino de España,
no he deseado cosa alguna con deseo más ardiente que la que ahora aquí veo: estimando
que esta bendicion que el Señor ha enviado á su Pais Bajo servirá como de abertura para
introducir el conocimiento verdadero y sincero de Jesucristo en su reino de España, y
ahuyentar de allí poco á poco todas las supersticiones é idolatrías mezcladas con nuestra
religion, por la ignorancia del evangelio de Jesucristo; y que igualmente esta presente
mudanza daría ocasion á vuestra Majestad de querer escuchar las quejas, miserias y
calamidades de tanta pobre gente que, siendo sus súbditos y muy leales vasallos, se ven
siempre atormentados, afligidos, perseguidos y desterrados y lo que es más: sin verdadero
conocimiento de causa, contra toda ley divina y humana, son condenados á suplicios y
géneros de muerte, más que bárbaros y apartados de toda humanidad. Sin embargo, los
jueces que dan semejantes sentencias, hacen creer á su real Majestad, que no es la
vocacion de los reyes y príncipes, de mezclarse en el hecho de la religion para conocerlo
ni juzgar,

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Obligación de los Reyes y Magistrados

siendo sin embargo así, Señor, que la palabra de Dios nos demuestra todo lo contrario,
dando el encargo á los reyes, príncipes y magistrados de gobernar la Iglesia cristiana, para
que procuren primeramente á establecer la publicacion de la pura y sana doctrina
contenida en la primera tabla de su ley, y despues que mantengan el pueblo de Dios en
toda justicia derecho y equidad; lo cual es muy difícil de hacer sin tener fundamento del
verdadero conocimiento de Dios: como los mismos paganos lo han conocido bien por la
ley de la naturaleza y han dicho; «que es imposible mantener justicia en una república ó
monarquía sin haber puesto antes el fundamento de religion sincera y verdadero
conocimiento de Dios; » [Ciceron Lib, I, de nat, deorum.] la cual veo ahora predicada y
anunciada en este Pais Bajo, que me hace tener la confianza de que todo el resto de los
asuntos sucederá muy felizmente, y que vuestra Majestad se servirá de semejante ocasion
para ser el juez de esta causa y expurgar los abusos introducidos en nuestra religion
cristiana.
Ahora, pues, Señor, habiendo llegado á su ciudad de Amberes, algunos encontraron
tan extraña mi venida, que les parecia casi una cosa increíble que un hombre de
naturalidad española hubiese abrazado á ciencia y conciencia la pura doctrina del
evangelio; hasta hacerse predicador y anunciador de ella. Y como el ruido de esto ha sido
tan grande que hasta (segun yo pienso) habrá sonado en los oídos de su Majestad, y acaso
acompañado de algunas calumnias, ó acusaciones siniestras, me ha parecido que
semejante suceso me daba muy buena y cómoda ocasion de abrir la boca (que he tenido
cerrada por espacio de diez años), y comenzar á exponer el hecho de mi persona y de mi
doctrina, por escrito, á la presencia de vuestra Real Majestad, suplicando á vos
humildísimamente, Señor, de tomar á bien que su humildísimo y leal súbdito le dé razon
de su partida de su reino de España, y del motivo que me ha traído aquí; que no ha sido
para alterar los asuntos, ni para hacer dificultades ni disension, sino más bien (como el
Señor lo sabe) para suavizar las cosas, y mostrar la fidelidad que debo á mi príncipe
natural, lo que espero que su Majestad conocerá con el tiempo; es decir, para instruir á
vuestros súbditos en la doctrina de Jesucristo, nuestro Redentor, segun la medida de
inteligencia que me ha dado de su divina palabra. Y para que su Majestad pueda saber
cuál es mi creencia y doctrina, pondré aquí un breve sumario de algunos artículos de

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nuestra religion cristiana, estando preparado á dar cuenta por lo demás todas y cuantas
veces vuestra Majestad me lo ordenare.
Para venir, pues, al primer punto, á saber: de exponer á su Majestad las causas que
me hicieron salir de vuestro reino de España, no ignoro, Señor, que esto no sería una cosa
grandemente notada, tanto por la gran compañía que salía al mismo tiempo, que por la
ocasion que dijimos sabernos obligado y puesto en la necesidad de poner en ejecucion
semejante viaje; de suerte que los hombres bien tenían razon de admirarse de tal destierro
voluntario, viendo que yo no tenia motivo ninguno de temer, no siendo en ningun modo
perseguido ni apuntado por causa de mi religion, sino estando al contrario, en la mayor
estima y buena opinion, entre hombres de bien y temerosos de Dios, en que jamás fue
hombre de mi condicion. De esta manera, lo que yo llamo obligacion de marchar, no es
una obligacion externa por persecucion de los magistrados ó inquisidores (entre los que
yo era muy bien venido); sino que ha sido una obligacion de conciencia, la que (enseñada
por el Espíritu de Dios) era como un tormento é infierno perpetuo, viéndose á la fuerza
sumida en infinidad de supersticiones é idolatrías, las que, aun cuando son tan
numerosísimas, que sería difícil enumerarlas sin emplear en ello mucho tiempo y
escritura, sin embargo, para mostrar la justicia de mi causa, mencionaré algunas,
suplicando humildísimamente á vuestra Real Majestad sea de vuestro agrado prestar un
oido atento á este mi relato, para poder juzgar mejor si mi viaje ha sido digno de ser
excusado; si ó no.
Y para tratar las cosas desde el primer comienzo, referiré primeramente el medio
admirable y extraordinario del que el Señor se valió para abrirme los ojos del
entendimiento y conocer la verdad.

Acusación contra el Doctor Egidio de Sevilla

Plegue á vuestra Majestad escuchar que al tiempo de ordenar el difunto emperador,


de muy alta memoria, que el doctor Egidio, canónigo magistral de vuestra ciudad de
Sevilla, fuese designado obispo del obispado de Tortosa, inmediatamente los frailes de
Sevilla entraron en tal envidia y furia, que no pudiendo impedir á dicho personaje llegar
á la dignidad que la Majestad imperial le habia ordenado, encontraron el expediente muy
cómodo de acusar á dicho doctor de algunas herejías que decian haber proferido desde su
eleccion á la dignidad episcopal; pues, anteriormente (aun segun confesion de ellos),
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dicho Egidio era un apóstol en sus predicaciones, y un modelo y ejemplo de buena vida,
para incitar á los otros predicadores á imitarle y á seguirle.
Estas falsas acusaciones y calumnias continuaron por espacio de dos años, en que
el pobre doctor sufrió diversas aflicciones, encarcelamientos y otros tormentos de cuerpo
y espíritu. Sin embargo, cuando oia hablar de sus aflicciones, yo las encontraba muy justas
y equitativas, y solamente de oir su nombre en mis oidos el cabello se me erizaba, oyendo
decir que era un hereje, predicador de la doctrina de Martin Lutero y enemigo jurado del
pontífice romano. Continué en esta ignorancia (no siéndole adversario sin embargo en
nada), hasta que uno de los inquisidores que tenia en manos su proceso, comenzó á
hacerme quejas de la iniquidad o injusticia de sus compañeros en diferentes asuntos
pertenecientes á su oficio, y marcadamente con motivo de dicho doctor Egidio, á quien
estimaba como verdadero hombre de bien, personaje cristiano y mejor que todos aquellos
que se mostraban sus adversarios, á pesar de que fuesen doctores en teología y personas
de mucha nombradía. En fin, sabia bien de qué lugar procedian semejantes calumnias y
falsas acusaciones, y que si los frailes no estuvieran apoyados por la proteccion de algun
gran prelado, sería imposible que tuviesen la osadía de emprender la destitucion de un
personaje tan grande, á quien la Majestad imperial habia elegido ya para ser obispo.

Un inquisidor descubre las faltas de sus compañeros

A este propósito el dicho inquisidor me refirió varias crueldades ejecutadas por el


Santo Oficio de la Inquisición con motivo de aquellos que están entre sus manos, que
haria buena falta que vuestra Majestad oyese, á fin de que supiese, Señor, que no es oro
todo lo que reluce, y que la majestad y pompa exterior del oficio de la Inquisicion (que
llaman Santa), no tiene en sí nada menos que santidad. A este fin, dijo esa buena persona,
que desde mucho tiempo hubiera abandonado los asuntos de su estado para no mezclarse
más que por propia voluntad en el juicio de ciertas cosas, y que sólo retenia el nombre y
la autoridad de su profesion para poder, por semejante medio, asistir y favorecer á muchos
que, de otro modo, serian oprimidos y tratados inhumanamente por la tiranía de sus
compañeros; quienes, decía, son tan temerarios y despojados de toda conciencia cristiana,
que juzgan y condenan las personas sin tener conocimiento alguno de su acusacion. Como
en este ejemplo presente, decía, veo que en la causa del doctor Egidio estamos tan
ignorantes que no sabemos lo que es verdad ó error, y por esta razon estamos obligados
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á llamar á los frailes para hacer las calificaciones y pedir sus informes, que vemos
llevados y dirigidos por un espíritu lleno de odio y de envidia contra esta buena persona;
quien si, como ellos dicen, es hereje, yo tambien lo soy, porque yo creo sinceramente que
lo que él predica es la verdadera Palabra de Dios; y su buena y santa vida, acorde con su
doctrina, me confirma en esta opinion, pues no hay ninguno de los predicadores de esta
ciudad que muestre como éste, por medio de obras externas, su piedad y religion,
empleando todo su haber y bienes eclesiásticos en verdaderas limosnas y obras de caridad.

Del monte sale quien el monte quema

Al oir estas proposiciones, para deciros la verdad, Señor, estuve escandalizado en


extremo de oir de la boca de semejante personaje, hombre avisado y de buena conciencia,
tales palabras pronunciadas contra personas que yo tenia y casi adoraba como pilares y
columnas de la Iglesia cristiana, como jueces justísimos y equitativos respecto de nuestra
religion. Sin embargo, viendo la autoridad del que hablaba y el afecto que me profesaba,
considerando asimismo que semejante personaje, como testigo ocular y de larga
experiencia, bien podia hablar de tales asuntos, me puse á meditar sobre el particular, y
despues de haber terminado esta tarea, le supliqué me mostrara las acusaciones hechas
contra el doctor Egidio, y las calificaciones y censuras de los teólogos dadas sobre el
particular, lo que dicho inquisidor hizo de muy buena voluntad, y me mostró tambien las
apologías y respuestas en contra, del dicho doctor.

Doctrina del Doctor Egidio

Teniendo estos papeles entre mis manos, empecé á ver cosas que me causaron
extraña admiracion. Pues en vez de lo que se me había dicho, que Egidio era un adversario
de Jesucristo, yo no veía otra cosa en sus escritos que una perpetua alabanza del Hijo de
Dios, de la satisfaccion que hemos recibido por el sacrificio de su muerte, la consolacion
que deben tener las conciencias cristianas en la meditacion de semejante beneficio; en
vez de que se decía que era un hereje, yo veía que se daba gran trabajo en alabar la virtud
de la fe contra las obras de hipocresía y supersticion que el hombre fabrica por sí mismo
para complacer á Dios.

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Y para ser breve, Señor, vi en estos papeles una especie de doctrina que lanzaba
rayos flameantes y luminosos en mi corazon, y me parecía casi que Jesucristo crucificado
por la salvacion de los hombres estaba allí encerrado. Esto me dió ocasion, desde luego,
á poner empeño en hablar al dicho doctor, leer sus sermones y comentarios que él había
hecho sobre algunos libros de las Sagradas Escrituras; y comparando estas cosas con la
doctrina de los otros sacerdotes y frailes que predicaban en dicha villa su doctrina del
purgatorio, sus indulgencias papales, que llaman bulas; en fin, la doctrina de sus obras
llenas de supersticion, notaba tanta diferencia entre una y otra doctrina, como la que
vemos entre el día y la noche, entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y la mentira,
entre la doctrina procedente del Espíritu de Dios y la que está fraguada en el cerebro del
hombre, Además de esto, puse empeño en procurarme algunos libros de Martín Lutero y
de otros doctores protestantes de Alemania, que me dieron de buena voluntad los mismos
oficiales de la Inquisicion, en cambio de algun presente ó favor que yo les hacia. En esto
veía una providencia admirable de Dios, que para remediar mis ignorancias, ordenaba
que los mismos inquisidores fuesen los instrumentos para procurarme los libros que me
eran necesarios para enseñarme. Y lo que ellos quitaban con mucha diligencia de las
manos de otros, Dios lo ponia entre mis manos, que fue la causa de que en poco tiempo
el Señor me adelantó en el conocimiento de su palabra.
Desde entonces, Señor, poco á poco Dios empezó á abrirme los ojos, y me concedió,
por decirlo así, lentes del conocimiento, con que veía las mismas cosas que antes; pero
notaba en ellas muchos secretos y abominaciones escondidas que no había conocido hasta
entonces. Y para referir algunas consideraciones que el Señor me dió en ese tiempo para
llevarme al conocimiento de la verdad, pondré delante primeramente la meditacion que
me dió mayor abertura para conocer la tiranía del Papa y de la Inquisicion.

Prohibición de leer la Palabra de Dios en lengua vulgar

Yo consideraba en mí mismo la necesidad que los hombres tienen do ser enseñados


por la Palabra de Dios, á causa de su ignorancia, y como el Señor nos la ha dejado para
servir de alimento y de sostenimiento á nuestra fe, la cual nos da vida espiritual. Por otro
lado, yo consideraba la extrema diligencia que el Papa, los inquisidores y sus
sostenedores, ponían para privar á los cristianos de la lectura de la Palabra de Dios.

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Veía tambien los edictos rigurosísimos que se publicaban diariamente contra los
que poseían la Biblia ó el Nuevo Testamento en lengua vulgar, lo cual oyéndolo decía:
¡Ay! ¡Señor! ¿es posible que semejantes mandatos emanen de los verdaderos
ministros de Dios? El Señor ordena que todos lean su Palabra; éstos la prohiben; el Señor
dijo á Josué al constituirle magistrado y conductor de su pueblo, que tomase por regla de
sus empresas y ocupaciones el libro de la Ley de Dios, [Josué 1] y el pueblo no quiso
recibirlo sino á condicion que los gobernara y condujera segun la misma Palabra. Sin
embargo, veia que los inquisidores por sus edictos y amenazas querían alejar á los
príncipes y á los magistrados de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Yo leía lo que
Jesucristro, nuestro Redentor, dice por San Juan, que cada uno leyese diligentemente las
Escrituras santas, pues ellas dan testimonio de él [Juan 5]: los inquisidores, al contrario,
decían que las Escrituras no debian de leerlas más que los hombres de letras que podían
leerlas en latin, y que todos los demás no fuesen tan atrevidos en leerlas en lengua vulgar,
pues tenían pena de muerte. Además veia lo que dice San Pablo, que el justo vivirá por la
fe, y en otro pasaje que la fe se engendra por la palabra del Evangelio: los inquisidores
decían que era suficiente vivir de la fe universal de toda la Iglesia. Y si preguntaba ¿cuál
era la Iglesia? respondian que era el Papa, los cardenales, obispos é inquisidores, los
cuales demuestran bien por sus obras, cuál sea su fe. Me parecía que una prohibicion
semejante de leer las Escrituras excedia á toda regla de buen juicio, y aun hasta la regla
de política; pues yo os pregunto, Señor, ¿qué rey habrá que por un lado mande á sus
súbditos guardar sus leyes y ordenanzas, y por otro que sus agentes prohiban
expresamente el leerlas y manejarlas? Pareceria que el rey no buscaba más que á
sorprender á su pueblo: ó bien, que los agentes faltaban completamente á la voluntad del
príncipe, puesto que es muy difícil de observar las leyes sin oírlas y leerlas con diligencia.
Ni aun Mahoma, decía yo en mí mismo, ha sido tan cruel para con sus sectarios;
pues él les dejó por escrito el Coran, ó libro de doctrina de esta secta abominable. Y esto,
á fin que todos, grandes y pequeños, sabios é ignorantes, supieran en su lenguaje lo que
debian creer, para seguir el error del que ellos reciben como su Legislador. Con mucha
más razon, decía yo, las justísimas leyes y la sagrada doctrina de nuestro Dios deben de
ser leidas y manejadas por aquellos que hacen profesion de ser discípulos de su escuela y
ciudadanos de su iglesia.
Para decir brevemente los efectos maravillosos que el Espíritu de Dios obró en mi
corazon por esta consideracion, diré, que desde entonces tuve la conviccion que el Papa,

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los inquisidores y todos sus sostenedores, eran verdaderos enemigos de la gloria de Dios,
del progreso de su reino, grandes adversarios de la dignidad y excelencia de Jesucristo,
instrumentos y órganos de Satanás para seducir y engañar á las pobres almas: puesto que
las privaban del alimento para la vida espiritual que tomamos por medio de la Palabra de
Dios; y que tambien constreñían á los cristianos de ir á mendigar por los conventos
algunas migajas de sana doctrina que los frailes vendian á gran precio, y aun así
mezclando la levadura de su fariseismo. Y mi corazon lloraba de compasion viendo á las
pobres mujeres, y al pueblo sencillo correr de un lado á otro, buscando confesores que los
consolasen en sus aflicciones, y de las acusaciones de sus conciencias.
Yo veía tambien que esos tiranos tenian de tal manera escondida la Palabra de Dios,
que no querían comunicarla más que cuando les parecia y en ciertas épocas del año, como
en la Cuaresma, en el Adviento, y en algunos domingos ó dias de fiesta: y aun así, una
palabra vendida por dinero, profanada con idolatrías y supersticiones, falsificada y llena
de ordenanzas humanas, las cuales no tienden más que á sostener al Papa y á todos los
que le rodean, y no pueden dar nunca perfecto descanso á las conciencias afligidas, ni
completo conocimiento de los sacratisimos misterios de nuestra religion cristiana.

Conocimiento falso de Dios

Efectivamente, bien podeis pensar, Señor, ¡qué conocimiento de Dios podrán tener
los hombres con tales doctores!
Por mi parte, yo puedo bien decir que el Dios que había puesto en mi entendimiento
semejante doctrina, era un Dios despojado de las principales virtudes que el Señor nuestro
Criador tiene en sí, á saber, la misericordia y la justicia.

El Dios del Papado cruel, injusto y aficionado a los presentes

Efectivamente, el Dios que enseñan estos predicadores de mentira, era un Dios


inhumano y rigurosísimo para aquellos que no tenían dinero con que satisfacer por sus
pecados; pues si (como ellos predican), Dios tiene por más agradable á los que fundan
más abadias, alimentan más frailes, edifican templos y altares, regalan lámparas de plata,
fundan aniversarios, mandan decir innumerables misas, dan vestidos y adornos para los

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sacrificadores y los sacerdotes, entonces ¡ay! (decía yo), ¿qué será de los pobres,
viñadores y artesanos que no tienen nada que dar, cuando no pueden alimentarse del
trabajo de sus manos sino con grandes dificultades? ¡ay! (decía yo), ¿qué entrada podrán
tener á este Dios tan aficionado á los regalos y á las riquezas, los que no tienen nada que
presentarle? La misericordia de Dios no es general ni universal. Por otro lado, yo concluía
que el Dios que enseñaba tales predicadores no era enteramente justo, puesto que
perdonaba las ofensas y pecados cometidos contra su justicia por el dinero ó por algunos
presentes, cuando un hombre de bien y de honor nunca querría perdonar sus injurias por
ningun precio; pues es una cosa muy baja é infamante que un hombre perdone sus injurias
por alguna recompensa ó por el dinero.
Sin embargo, el Dios del Papa y de sus predicadores, no contentándose con la
satisfaccion de Jesucristo, eterno sacrificio por nuestros pecados, hace merced de su
gracia, amistad y reconciliacion por dinero, ofrendas, sacrificios, peregrinaciones y otras
cosas semejantes.

Incertidumbre de la gracia y desconfianza

De ahí, yo veia las consecuencias que traía, esto es, que en presencia de ese Dios
las conciencias estaban temblando y llenas de miedo, no teniendo jamás seguridad ni
certeza de cuál sea la voluntad de Dios hacia los pecadores.
Y si alguien, enseñado por el Espíritu Santo, recibía algun consuelo y seguridad de
buena esperanza, inmediatamente era llamado hereje, presuntuoso, orgulloso y lleno de
vanidad, tanto más cuanto que se atrevia á tomar seguridad y certeza en la amistad de un
Dios que tan difícil es de contentar. Ahora bien, yo veia que lanzaban semejante
condenacion, para tener siempre las conciencias agitadas, ó por mejor decir, en
desconfianza y en angustia, á fin que los hombres tengan que recurrir á sus secretas con-
fesiones. Y, para mantenerlos en esta incertidumbre, abusaban de ciertos pasajes de la
Escritura muy mal á propósito, pero no fuera de su provecho.
Esta doctrina, en efecto, incita siempre á las gentes á buscar cada vez más la gracia
de Dios, la cual estos mercaderes venden y vuelven á vender. Ademas, yo veia que los
hábitos y vestidos de sacerdotes y frailes, las campanas de los templos y otras cosas
semejantes, servian de muestras para mostrar que encontraron expuesta en venta la gracia
y la reconciliacion con Dios por medio del dinero.
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Fe enseñada en el Papado

Ahora bien, yo os ruego, Señor, de considerar todavía qué fe podrán tener las pobres
gentes llevadas y conducidas por tales ciegos, los cuales dan á comprender que la fe no
es más que una persuasion engendrada en el entendimiento del hombre; por la cual creen
que todo lo que cree y hace el Papa, cardenales y clero (que ellos llaman la Iglesia) es la
pura voluntad de Dios. Y esta fe ellos la llaman implícita ú oculta, dando á entender que
no es necesario informarse de la doctrina de la religion, sino fiarse á lo que los otros creen.

Remedios contra el pecado en el Papado

Además de esto, cuando una conciencia estaba atormentada de la rigurosa


acusacion de la ley, del sentimiento de su propio pecado, por no haber nunca
experimentado la seguridad de su justificacion para con el Señor, ¡ay! ¿y qué remedios
presentaban estos buenos doctores? El confesarse inmediatamente á ellos, el hacer un
largo relato de las faltas pasadas, hacer una lista de todos los pecados de la vida para hacer
una confesion general; cosa que –además de la gran dificultad que proporciona– sirve
más bien de motivo de desesperacion á los afligidos que de consolacion, á no ser que sea
sabia y prudentemente conducido por personas espirituales que sepan el buen uso de la
confesion.
Por lo demás, en cuanto al asunto de la justificacion gratuita y de la reconciliacion
con el Padre celestial por la sangre de Jesucristo nuestro Redentor, no hablan jamás ni
una palabra, pues que eso no les traía ningun provecho á la bolsa.
En el asunto de la penitencia, cuantas sutilezas encontraban fuera de la Palabra de
Dios, á fin de halagar á los ricos y á los usureros en sus abominables pecados, diciéndoles
que si no tenian contricion, por haber cometido semejantes maldades, les bastaba delante
del Dios del Papa el tener atricion; es decir, algun disgusto, porque se agradaban en la
continuacion de sus abominables pecados.

Obras de superstición en el Papado

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Yo veia tambien que acerca de la justificacion y de la santificacion de los hijos de


Dios y de las obras interiores que el Señor pide de sus hijos, no hablaban nunca esos
predicadores, sino que cuando predicaban las buenas obras eran siempre obras meritorias,
justificativas y supererogatorias, que ellos llaman obras que agradan á su Dios que ellos
han inventado, el cual se contenta con que coman pescado en lugar de carne, con que
lleven una camisa de lana en lugar de tela, con que se acuesten en la paja más bien que
en la lana, y con ir á Santiago ó visitar cualquier otro ídolo. Pero de la fe viva que obra
por la caridad, de la esperanza firme y constante, de la caridad que busca más bien el bien
de los otros que el suyo propio, de la muerte del viejo Adam que nos hace una continua
guerra, ese Dios no pedia nada de todo esto.
He aquí por qué, Señor, los cristianos se encuentran tan bien y se mantienen en la
Iglesia papal, porque sus doctores no piden nunca el corazon sino el cuerpo; es decir,
ciertas apariencias y ceremonias exteriores, en el ejercicio de las cuales el más diligente
es el mejor cristiano, y el más hipócrita es estimado como muy avanzado en santidad y
en el ejercicio de la verdadera piedad.
En cuanto al asunto de la regeneracion, ¿qué podremos decir, sino que demuestran
muy bien no haber jamás sentido un beneficio semejante?, pues lo buscan únicamente en
el dia del bautismo, cuando ellos no tenian ni entendimiento, ni voluntad, ni fe para recibir
á Jesucristo.
Sin embargo, ellos se enorgullecen tanto y hacen á los demás por su doctrina tan
orgullosos, que piensan haber revestido á Jesucristo únicamente porque han sido lavados
ó regados con el agua visible en el bautismo externo, y estiman que Dios les debe como
un débito su gloria, porque han sido bautizados no habiendo nunca sentido ni experimen-
tado el lavamiento de la sangre de Jesucristo ni el testimonio de buena conciencia que el
apóstol San Pedro exige á aquellos que han sido bautizados en Jesucristo y han recibido
el agua de su gracia.

Falsa regeneración

No me detendré apenas en hablar, para evitar el ser prolijo, de las profanaciones


que veia haber sido introducidas en la administracion de este santo sacramento.
Solamente, Señor, os suplicaré muy humildemente de considerar, la audacia de esos
obreros de iniquidad de querer echar los diablos de los cuerpos de los niños pequeños que
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Dios reconoce por suyos, y esto lo hacen soplándoles, escupiéndoles en la cara,


poniéndoles sal en la boca y aceite podrido en las espaldas y en la frente, como si nuestro
Redentor Jesus hubiese alguna vez ordenado ó mandado tales cosas.

Confirmación papística

Despues, en lugar de la confirmacion acostumbrada en la iglesia antigua, para


fortificar á los cristianos por medio de la predicacion del catecismo y de la explicacion de
las doctrinas más particulares para los ignorantes, yo veia que habían introducido un
verdadero remedo, á saber: que el obispo, vestido de sus adornos y atavíos pontificales,
vendaba la frente (ó mejor dicho los ojos) del que debia de ser confirmado, y des-pues le
daba una bofetada á fin de que se acordase que habia pasado por sus manos, es decir, que
estaba ya confirmado para seguir (como un ciego, los ojos vendados) á los otros ciegos
que les conducían por el camino de perdicion. Y esta execrable ceremonia se atrevian
ellos á llamarla sacramento del Nuevo Testamento, poniéndolo en la misma linea que los
que Jesucristo ha instituido.

Del matrimonio

Yo veia tambien que ellos usaban del mismo atrevimiento tocante al santo
matrimonio, el cual siendo instituido por Dios, es una cosa política, y que su celebracion
y contrato podria hacerse lo mismo delante del magistrado como delante de la iglesia
(visto que en esto no se pretende más que advertir á todo el pueblo que tales personas
están unidas legítimamente en matrimonio y mutua promesa).
Sin embargo, esos doctores llamaban al matrimonio tambien un sacramento, no para
honrar esta santa institucion, puesto que llaman mundanos, seglares y cristianos
imperfectos á los que se casan, y tambien gentes que viven segun la carne. Pero ellos han
querido encontrar medios de sacar el dinero de todo lo que puedan, y así dan á entender
que los matrimonios no estaban legítimamente celebrados, si los sacerdotes no recibian
su ganancia. Pero se puede notar al paso la grande impudencia de esas gentes que
destruyen y desacreditan de un lado la excelencia y dignidad del santo matrimonio, para
poner en boga su celibato y votos de castidad llenos de infeccion (justificando en ellos

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mismos la profecia del apóstol contra los menospreciadores del santo matrimonio, l.ª
Timoneo 4) y de otro lado, para tener el medio de ganar dinero, lo hacen sacramento de
la Iglesia.

Sacramentos inventados por los hombres

Además, yo veía de qué atrevimiento usaban los doctores del papado en haber
aumentado cinco sacramentos además de los dos que Jesucristo había instituido. Y de
entre algunas de las santas ceremonias que los padres antiguos usaban muy
modestamente, estos hacían tienda de mercaderías sacramentales, prometiendo gracia y
salvacion por tales medios, sin poder nunca señalar ni una sola palabra en la Palabra de
Dios que confiriese semejantes promesas á los sacramentos inventados por esos doctores.
En cuanto al asunto del santo sacramento de la Cena ¡ay! ¡cuántos abusos veia
introducidos por el punible descuido de los hombres! Primeramente, yo veía que tanto en
la colebracion de este sacramento como en el del bautismo, toda se recitaba en lengua
desconocida al pueblo sencillo, de tal manera, que los ignorantes no veían más que
remedos y gestos que no les enseñaban nada. Además se les hacia creer que la ceremonia
de la Misa era un sacrificio de propiciacion, es decir, que por su medio, Dios nos era
propicio y favorable, cuyo favor vendían por dinero á todos los que querian comprarlo,
aun cuando fuesen los más malos del mundo. Tambien por dinero se aplicaba este sacri-
ficio como medicina de los pecados, no solamente de los vivos, sino tambien de los
muertos, doctrina que nunca se encontrará en la Palabra de Dios. Y para colmo de toda
iniquidad, hacían creer al pobre y sencillo pueblo, que los curas y sacerdotes tenían tal
virtud que por las palabras (que ellos llaman consagracion ó sacramentales) podían hacer
venir á Jesucristo en carne y hueso para ponerse entre sus manos para ser roto, inmolado,
sacrificado, masticado y desgarrado, siendo como es, el Señor Jesus inmortal, impasible,
teniendo una potencia eterna, y la muerte no tiene ya dominacion sobre él.
Además, cuando se trataba de distribuir al pueblo la comunion de este sacramento,
yo veía que quitaban á los fieles la comunion de una de las especies, á saber, el vino
consagrado, y esto contrariamente á la institucion de Cristo, cuya ordenanza han
reconocido perfectamente los padres del concilio de Trento, pero que por ciertas razones,
(dicen ellos) la iglesia romana ordena que los fieles no tomen el sacramento de la sangre
de Cristo. (Ses. 5 can. 3.)
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Además de esas abominaciones, yo veía que hacían adorar á un pedazo de pan ó


una oblea con la misma adoracion que pide el Dios eterno de nosotros. A este Dios de
pasta y de harina lo llevaban por las calles y plazas en procesión con velas encendidas y
con repiques de campanas, lo llevaban para consolar á los enfermos, para disipar las
borrascas, las tempestades y las tormentas, lo paseaban por los campos para hacer fértil á
la tierra, para destruir la langosta y los insectos que dañan á los trigos; en fin, los abusos,
las supersticiones, las idolatrías, las ganancias deshonestas, las rnercaderias infames (que
yo veía que hacían con ese ídolo los sacerdotes y los frailes), son innumerables.
Esos son, Señor, en parte los motivos que me obligaron á salir de su reino de
España, con gran sentimiento mío por tener que dejar la tierra de su dominacion que es
mi pais natal, y renunciar al contento y gozo de mis padres y amigos, y aun cuando
sufriendo varias indisposiciones corporales, sin embargo decidí ponerme en camino y
pasar en el destierro y extrañamiento voluntario los pocos dias que el Señor quiera
dejarme vivir en este mundo, á fin que si mi vida no fuera lo suficientemente larga para
dar á conocer con las palabras y por escrito las causas de mi partida, que al menos mi
muerte en país extranjero dé testimonio de mi voluntad é intencion y sirva de confesion
la cita de mi fe á la posteridad: prefiriendo sufrir aflicciones, persecuciones, pobreza y
otras muchas calamidades con el pueblo de Dios, que vivir entre las ollas de Egipto y
gozar del favor de los que las sostienen. Y esto porque (cono dice el apóstol) tales
calamidades son temporales, perecederas y pasan como el humo.
Y ¿de qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, gozar de las delicias y
contentos que nos presenta, si con todo su alma está en peligro de perdicion? Y si las
comodidades que el mundo ofrece son temporales tambien lo son las aflicciones que
soportarnos para mantener la gloria del Señor, comparándolas sobre todo con la eternidad
que Dios nos ha prometido.
Ahora bien, Señor, estos abusos que me dieron la ocasion de salir de España yo no
los he tocado más que en resumen y como de paso. Efectivamente, para tratar todas las
demás ceremonias é invenciones que los hombres han imaginado para servir al. Señor y
agradarle, seria demasiado largo para referirlo detalladamente.

Adoración de las imágenes

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Sin embargo, no debo de omitir la supersticiosa adoracion de las imágenes y cruces;


pues bajo el pretexto de las distinciones entre latría, dulía é hiperdulía, veia que habían
introducido una execrable idolatría en donde la madera y la piedra reciben veneracion y
adoración pero no solamente las imágenes que representan á las personas buenas y santas
(como ellos las llaman) son adoradas, sino tambien los retratos é imágenes de otras
imágenes que han hecho mucho ruido y han alcanzado autoridad. Así vemos que nuestra
señora de Montserrat y de Guadalupe no solamente son adoradas y veneradas, sino
tambien los retratos y pinturas hechas a la imitación.

Votos de los frailes y de las monjas. La frailera es estimada en el Papado


como un segundo Bautismo

En cuanto á la doctrina de fraileria y votos de castidad y de pobreza, dejo á la


consideración de aquellos que diariamente ven por sus propios ojos la vida disoluta y
llena de impurezas de los que han hecho tales promesas, qué servicio Dios podrá recibir
de esos mandamientos. Pero lo que es mas digno de notar es que veía, que estos doctores
de mentira, para hacer valer sus constituciones y reglas monacales, han llegado á tal grado
de imprudencia y de diabólica temeridad, que públicamente han escrito y predicado, que
el voto de frailería proporcionaba tanta inocencia como el santo bautismo, y que los demás
cristianos no eran regenerados más que una sola vez, mientras que los frailes y las monjas
recibian una segunda regeneracion con el hábito ó el velo de su profesion. ¡Indigna
blasfemia de ser oida por oídos cristianos! ¡Oh! qué diabólico atrevimiento y que
presuncion digna de ser condenada, el querer comparar y aun poner en la misma línea los
delirios y constituciones de un Benito, ó de un Francisco ó de un Domingo, con la muy
sagrada institucion de nuestro santo bautismo ordenado por nuestro Redentor Jesus, para
simbolizarnos y certificarnos del lavamiento y purificacion que el Señor hace á su Iglesia
con la sangre del Cordero sin mácula, inmolado y sacrificado por nosotros.
Y el que quisiere ahora indagar en detalle la vida y las conversaciones de aquellos
y de aquellas que se llaman dos veces regenerados ó regeneradas, tendria que entrar en
un cenagal tan apestosísimo y tan lleno de malos olores que seria necesario taparse la
nariz al atravesarlo.

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Bastará únicamente decir que el testimonio de su vida demuestra bien que su


segunda regeneracion ha sido para hacerse hijos del diablo, allí donde quizás antes habria
algunos destellos y marcas de divina adopcion.
Yo deploraba grandemente el ver cómo estos habian demolido las buenas
instituciones de la primitiva Iglesia acerca de la vida de los monjes. Efectivamente, los
fieles en el principio de la Iglesia, siendo perseguidos por los magistrados paganos, huian
á los desiertos, para vivir con libertad de conciencia y evitar la persecucion, y por esto les
llamaban monjes, es decir solitarios, gentes retiradas para meditar en la doctrina cristiana
y enseñar en ella á los otros. Despues nuestros padres antiguos, viendo la necesidad que
tenía la Iglesia de gentes de saber para enseñar la doctrina de Cristo, empezaron á solicitar
de los cristianos á que edificaran colegios para enseñar y doctrinar á la juventud en la
pura doctrina sacada de las Santas Letras á fin de poder escoger de esos colegios ministros
y pastores que enseñasen la doctrina evangélica. Pero despues que la corrupcion y la
ignorancia papal empezó á reinar, sucedió, que la juventud en lugar de estudiar las Santas
Letras, fue empleada en cantar y aullar dia y noche, llevando un hábito para indicar su
segunda regeneracion, y en practicar algunas ceremonias ó remedos llenos de idolatrías y
de supersticiones. ¡Ay Señor! ¿Qué hombre habria tan abandonado de Dios, tan olvida-
dizo y negligente de la salvacion de su alma que viendo semejantes corrupciones y
teniéndolas siempre á la vista, comprendiendo por la Palabra divina que Dios las tiene en
abominacion quisiera quedarse y ser participante de tales cosas? Yo debo decir, cómo
veia que nuestra religion cristiana estaba expuesta en venta como una mercadería, y que
los templos no eran sino tiendas abiertas para vender y revender á Jesucristo y hacer de
su sangre una mercancia. Y ¿qué es la publicacion de las indulgencias, los perdones, las
rogativas y las bulas, sino una pública almoneda de la sangre de nuestro Redentor vendida
al mejor postor? Y en este tráfico ni áun los muertos pueden escapar. Yo veia que cuando
un pobre hombre sale de este mundo todas sus deudas se concluyen, pues sus acreedores
no piden nada; pero los mercaderes del Papado hacian todo lo contrario, pues no
contentándose con comerse á los hombres en vida, roer los huesos, y áun, como dice el
Profeta, romperlos y ponerlos en el caldero para hacer su menestra, ellos quieren aún
parecerse á los cuervos y alimentarse de animales corrompidos y cuerpos muertos. ¿No
es comer á un hombre en vida el imponerle una obligacion tal que no pueda bautizar á su
hijo sin dinero, que no pueda confirmarlo sin dinero, que no pueda hacerlo sacerdote sin

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dinero, y que no pueda disfrutar de la Santa Cena de Jesucristo sin dinero, que no se pueda
disponer á ir á la tierra sin antes ser cebado ú oleado por dinero?

¿Qué es comerse a los hombres después de la muerte?

Para colmar la medida de toda malignidad e insaciable avaricia, yo veía que la tierra
misma que el Señor ha creado para el uso del hombre y para que en ella se convirtiese en
polvo, no se daba sin antes pagar á sus usurpadores; esto es lo que yo llamo comerse á los
hombres y roerlos despues de su muerte. Y si por casualidad, el pobre esqueleto debia
algunos diezmos, primicias ú otra cualquier renta eclesiástica, le negaban la tierra que
ellos llaman santa, hasta que pagasen por él. Y en cuanto á la caridad de aquellos que
enterraban á los cuerpos de los cristianos, yo veia cuán grande era, pues ellos vendian no
solamente sus canturreos y aullidos, sino tambien sacaban dinero de la cruz, de las
campanas, de los inciensos, del ataud, del paño para cubrirlo, de la lápida de la sepultura,
y miles de socaliñas que el diablo les ha enseñado en su escuela á estos mercaderes para
sacar el dinero de los ricos y de los pobres, de los vivos y de los muertos.
He aquí por qué, Señor, un número tan grande de personas en nuestro reino de
España, habiendo oido semejantes abusos y supersticiones de la Iglesia papal, gemian en
sus corazones, y no pudiendo poner remedio, suplicaban al Señor de poner su mano, y no
pudiéndose ya contener, decian en público y en secreto algunas cosas de esas abo-
minaciones, lo que ha motivado que algunos hayan tenido que salir de vuestro reino y de
las tierras de vuestra dominacion, y los que han quedado se han visto expuestos á la rabia
de los inquisidores; unos han sido quemados vivos; otros ahorcados, otros atormentados
y muertos en la tortura, otros han muerto entre las manos crueles de los carceleros de la
inquisicion, y lo que es peor, toda esta comedia se representa, Señor, en nombre de vuestra
Majestad, diciendo que vos sois el que ordenais encarcelar, matar y quemar á los que
conocen tales abusos y desean gozar de la libertad que la doctrina del santo evangelio de
Jesucristo nos promete y nos presenta.

Los Reyes deberían conocer la causa de los acusados por la Religión antes
de ejecutarlos

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Por lo menos, Señor, vuestra majestad debiera oir primero la verdad y la justicia de
esta causa, antes de dar el poder á jueces inicuos, quienes por su propio interés la odian,
y no permitirles dar sentencia de muerte contra aquellos que conocen sus abusos.
Leemos que el emperador Adriano, aunque estando sin la luz de la verdad de Cristo,
no rehusó sin embargo el conocimiento de las quejas de los cristianos. Ademas, Poncio
Pilato, juez pagano, no quiso juzgar ni condenar á Jesucristo sin proceder con alguna
forma de juicio, queriendo conocer la causa misma, de la propia boca del acusado y en
ausencia de sus enemigos. Festo y Felix, gobernadores paganos, no quisieron condenar á
San Pablo, hasta que de su propia boca oyeron su justificacion y su defensa. La Majestad
Imperial de vuestro difunto padre, Señor, no tuvo reposo en su corazon hasta que habló
boca a boca y en particular con Martin Lutero, por lo que el papa Pablo estuvo muy
pesaroso y celoso y empezó á lanzar rayos contra la Majestad Imperial, porque quería oir
á los herejes en sus justificaciones. Una prueba de que se tiene una mala causa, es cuando
no se quiere que se discuta públicamente delante de los jueces. Si el papa y sus sectarios
defienden una buena y justa causa, ¿por qué estarán pesarosos de que los reyes y los
príncipes sean testigos de su justicia? ¿Por qué temen tanto de venir á una conferencia, ó
concilio general, en donde el asunto fuera discutido con toda libertad y sin temor de su
tiranía? ¿Por qué las Iglesias de Oriente, á saber, de Grecia, de Asia, de Macedonia y otras
circunvecinas, la Iglesia Africana, otra Constantinopolitana, y de Antioquia, no han
querido nunca recibir el primado ó mejor dicho, la tiranía del papa romano? Pero, como
atestiguan las historias y los concilios, estas Iglesias en todo tiempo se han opuesto al
papa, no queriendo recibir su autoridad, (que él dice tenerla) de poder deponer á los
emperadores, quitar la corona y los reinos á los reyes y darlos en botin á los que él quiera.
Y sin embargo, los reyes y monarcas, aunque teniendo que beber el cáliz de ese tirano,
vienen á él para besarle los pies, le llaman Dios en la tierra, Padre muy santo, soberano
Pontífice y jefe de la Iglesia Cristiana, el cual, no pudiendo de ninguna manera errar,
habria justa y rectamente condenado á los luteranos que no le quieren adorar, y que, por
consiguiente con buena y justa razon y con la seguridad de una buena conciencia, los
reyes y los príncipes pueden ser los ejecutores de la muy santa sentencia y los inquisidores
los verdugos para aplicar los castigos.
¡Oh Dios eterno, que ceguedad! ¡Oh! qué terrible castigo, y qué riguroso juicio de
Dios veia yo caer sobre nuestras cabezas considerando que los hombres andaban en
tinieblas aún más espesas y palpables que las que Dios envió para castigar á los Egipcios,

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y tanto más peligrosas, ¡cuanto que son espirituales! Sin embargo, ellos se creen estar en
luz, y aún presumen de ello hasta tal punto, que llaman ciegos á los que ven claro, y les
saltan los ojos para que no vean más.

Crueldad de los perseguidores de los fieles

Yo me hacia la siguiente consideracion: Si somos herejes (como ellos dicen) ¿por


qué no tienen compasion de nuestras almas; ya que de nuestros cuerpos no quieren
tenerla? ¿Por qué nos matan perseverando en nuestro error (como ellos estiman), puesto
que eso seria causa de eterna condenacion? ¿Por qué no procuran convertirnos y
persuadirnos de la verdad? ¿Por qué al quitarnos la vida, se esfuerzan en escoger los
tormentos más crueles que se pueda pensar para lanzar á la desesperacion á los que más
bien deberian ganar y convertir?
Pero Dios permite (me decia yo) que usen una rabia más que inhumana y una furia
diabólica para demostrar perfectamente que son hijos del diablo, homicidas desde el
principio, hermanos de Cain, raza maldita á la cual Dios pedirá cuenta y razon en su
rigurosísimo juicio, de la sangre derramada en la tierra, empezando desde el justo Abel
hasta la sangre de los profetas y de los mártires.
Sin embargo, Señor, suplico muy humildemente á su Real Majestad, de no manchar
sus manos con la sangre de los inocentes, y que esos enemigos de Dios y verdugos de
Satanás no abusen más de su bondad y de su natural clemencia. No permitais que en su
nombre se cometan tales crueldades. No entregueis en la boca de esos lobos las ovejas
que el Señor os ha dejado á su cargo. No deis ocasion á la posteridad de que os ponga en
la misma linea de aquellos que, á sabiendas, han perseguido, afligido y atormentado á los
verdaderos cristianos é hijos de Dios.
No querais, Señor, que con justa razon se pueda decir que en vuestro tribunal ó
consejo, las criaturas de Dios han sido condenadas contra toda ley divina y humana, sin
ser oidas en sus justificaciones; pues, además de que este proceder lo juzgará extraño la
posteridad, que es la que menos debemos de temer, el Señor de los ejércitos, el muy
poderoso de Israel, enviará un castigo tan grande sobre las cabezas de los hijos, reinos y
señorios de estos jueces inhumanos que las naciones extranjeras, y los hombres del
porvenir tendrán ocasion de hablar y tomarán estos terribles castigos como parábola y
como ejemplo.
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Castigos sobrevenidos a los perseguidores de los fieles

Así es como tomamos ahora ejemplos de Faraon sumergido en la mar, de


Nabucodonosor convertido en bestia (ó bien abandonado á brutales delicias, pues es la
misma cosa); de Holofernes, muerto por una mujer, de Herodes comido de gusanos, de
un Neron, Caligula, Juliano el apóstata y otros semejantes.
Se dice generalmente que quien se castiga en cabeza ajena es muy prudente. Es una
misericordia de Dios el querernos enseñar á costa de los otros, lo que podreis hacer muy
bien, Señor, si su Majestad quiere abrir los ojos y mirar aun en nuestro tiempo el fin
desastroso que han tenido los que han perseguido á la Iglesia.
Ahora bien, Señor, volviendo a mi primer propósito, he ahí un resumen o
compilación de los abusos y supersticiones que me obligaron a salir de su reino de España
y peregrinar durante diez años en paises extranjeros, sufriendo una extrema pobreza é
indigencia, obligado como un niño que viene al mundo á aprender lenguas extranjeras
para poder vivir entre las gentes, estando rodeado de muchas enfermedades corporales,
cosas que he sufrido y sufro todavía con gozo espiritual, que el Señor quiera concederme,
certificándome que sus hijos no tendrán en el mundo mejor recibimiento que el que tuvo
su jefe y hermano Jesucristo, lo que me certifica que el mundo no me recibe en su alianza
y confederacion. Efectivamente, si yo estuviese de su parte, amaria lo suyo, lo pondria en
estimacion, le concederia honores, riquezas y otras comodidades que tiene costumbre de
dar á los que están consagrados á su servicio. Pero yo doy gracias inmortales al Eterno
Creador, que sin haberlo merecido, él ha querido darme no solamente la fe para creer en
el Evangelio de Jesucristo su hijo, sino tambien me ha hecho participante de su cruz y de
su afliccion.
Sin embargo, nada he sufrido en toda mi peregrinacion que más me haya
atormentado, como el considerar la extrema diligencia que ponían los hombres de su
consejo, Señor, para tener entre sus manos este pequeño número de españoles que estaban
por este lado, y yo con ellos. Para hacer esto, han enviado espias muy diligentes, han
gastado sumas enormes de dinero y han enviado por todos lados sus satélites. Empero el
Señor les ha cegado de tal manera, que, viéndome en su presencia, ó no me conocian, ó
bien Dios les avergonzaba de tal manera, que no sabian ni qué decir ni qué hacer. Sin
embargo (á Dios sea la gloria), yo no me he ocultado ni me he marchado á ningun rincon
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del pais, sino que más bien el Señor me fortaleció hasta tal punto, que en Italia, Saboya,
Alemania, Francia, y ahora en vuestros Paises Bajos, Señor, no he disimulado nunca ni
mi persona ni mi religion; al contrario, como pueden dar testimonio cien mil personas, he
publicado y anunciado la palabra del Evangelio en grandes y célebres ciudades y en
presencia de príncipes y señores que tienen dignidad entre los más ilustres de Europa, con
un ejemplo tal, que por la bondad del Señor me han estimado como un hombre de bien, á
pesar de las fragilidades y debilidades que reconozco delante del mundo hay en mí, y las
continuas ofensas y pecados que he cometido y cometo diariamente delante de la faz del
Señor, sabiendo perfectamente que soy de la raza corrompida de Adan y que mis obras
delante de Dios no serán más que abominaciones, si Dios no las mira cubiertas con el
manto de la justicia y de la inocencia de mi Redentor Jesus.
Pero delante de los hombres, Señor, yo no tengo motivo para ocultarme ni de
disfrazarme, pues aun viviendo en vuestro reino de España, jamás fui acusado ni
sospechado de crimen que mereciera persecucion, confesando en esto mi debilidad, que
habiendo recibido conocimiento de varios abusos del papado, yo no descubrí nada sino á
un pequeño número de personas, de suerte que seis meses despues de mi salida de España,
los inquisidores podían creer muy difícilmente que yo me hubiese marchado á causa de
mi religion, estimándome un buen católico romano (como ellos dicen) y consentidor en
sus maneras de proceder. Sin embargo, esos perseguidores, satélites, espías, miembros y
familiares de los inquisidores, empleaban tanta diligencia en perseguirme por vuestro
mandato (decían ellos, lo que no puedo creer) como si yo hubiese sido antes de salir de
España algun estafador, ó bandido, ó ladron, ó monedero falso, ó que hubiese cometido
algun crimen de lesa majestad, no siéndolo en ninguna manera por la gracia de Dios. Esto
mismo podrán testificar, si quieren decir la verdad, los inquisidores y sus familiares (aun
cuando sean mis adversarios).
El mayor crimen, Señor, de que yo pudiera ser acusado delante de vuestra majestad,
es el de no creer en lo que el Papa y sus doctores creen. Y esto lo tengo tan lejos de
considerarlo como un crimen, que es más bien mi gloria, y desearía con mucho gusto que
la bondad divina me concediese el privilegio y la gracia de derramar mi sangre para la
confirmacion de mi fe. Pero yo no creo que esos rabiosos tengan muchas ocasiones de
beber mi sangre como desearan, porque mi fe no está fundada en sus invenciones,
supersticiones é idolatrías.

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Tambien soy de opinion, Señor, que los reyes y los magistrados tienen su poder
reducido y limitado sin que pueda llegar hasta la conciencia del hombre, segun lo que
dice Jesucristo soberano y doctor celestial; que demos á César lo que es del César y á
Dios lo que es de Dios. Conforme á esta regla, los reyes deberían contentarse con que sus
súbditos les rindiesen obediencia, empleasen sus personas, bienes, haberes, mujeres é
hijos y hasta la vida, si es necesario, para servirles, pagándoles libremente y sin engaños,
sus impuestos, rentas, arbitrios, gabelas y portazgos. Pero en cuanto á la conciencia,
solamente á Dios pertenece dirigirla por su palabra santa, la cual nos enseña lo que
debemos creer y el servicio espiritual que quiere que le rindamos.
Así es que suplico muy humildemente á vuestra majestad, de no estimar como un
crimen lo que no es, aun cuando así lo estimen los doctores de mentira. Por esta causa,
teniendo mi conciencia pura y limpia delante de los jueces de la tierra, no he tenido temor
de venir de las tierras de vuestra majestad para haceros un servicio muy humilde en tal
necesidad. Y esto, considerando principalmente que en Alemania, Inglaterra, Escocia, y
no hace mucho tiempo en Francia, el cambio de religion ha causado tantas turbulencias,
disensiones y guerras civiles, que Dios ha sido muy ofendido de ambas partes. Esto ha
ocurrido á causa de nuestros grandes pecados y de la indiscrecion de aquellos que con
animosidad piensan llegar al objeto de sus deseos, y que faltando á la prudencia, quieren
tratar los asuntos de la religion de la misma manera que se manejan los asuntos políticos
ó la guerra contra el enemigo.
Ahora bien, con mi venida, Señor, yo pensaba (teniendo ya alguna experiencia)
ablandar los corazones de los unos y de los otros por medio de mis predicaciones, de tal
manera que al menos viviesen en paz, union y caridad fraternal, soportándose los unos á
los otros en su ignorancia y flaqueza, hasta que vuestra majestad por su real presencia, ó
bien por medio de los Estados, diese audiencia á tantas pobres conciencias que se
lamentan y lloran bajo el peso insoportable de la tirania del papa.
Y creed, Señor, en verdad, que por lo que entiendo, si los habitantes de vuestros
Paises Bajos tuviesen la libertad de manifestar lo que ellos tienen en el corazon, pienso
que las nueve décimas partes quisieran más bien entregar sus bienes y quedarse pobres,
que continuar creyendo en las falsedades de la Iglesia papal y en la tiranía de sus
inquisidores. Pero ahora, los unos temen la guerra, los otros las persecuciones, otros
temen caer en vuestro enojo, así es que casi no se atreven á hablar esperando de vuestra
bondad, tener la libertad de servir al Señor segun su santa Palabra. Esto es, Señor, lo que

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yo desearia; y que cesasen esas locuras cometidas antes de mi venida, como destruir las
imágenes y los altares, desterrar á los sacerdotes y frailes, y quemar los conventos y los
templos; pues es muy razonable que si queremos servir á Dios é invocarle tal como él nos
lo enseña, es decir, en espíritu y en verdad, dejemos tambien á los demás vivir en su
miserable esclavitud é ignorancia, llena de ceremonias y constituciones más que judaicas,
puesto que en buena conciencia no tienen la libertad de poder abandonarlas.
Y en esto debemos de soportar sus flaquezas y pedir al Señor que los ilumine,
procurando darles un ejemplo tal de modestia y de buena vida que les sirva como un
argumento muy evidente para confirmar la falsedad de sus supersticiones y la verdad de
nuestra religion.
Y á fin de que, Señor, vuestra real majestad pueda ver brevemente los principales
puntos, en los cuales estamos en desacuerdo y en diferencia con el Papa y sus doctores,
siguiendo el mismo orden observado al hacer notar sus abusos, yo recitaré la pura
confesion que tengo y que creo está sacada de la Palabra de Dios, y la que pienso predicar
entre vuestros súbditos. Y para evitar el ser prolijo, no me entretendré en avanzar pruebas
y razones largamente deducidas, sino solamente tocaré (como de paso) las citaciones de
la divina Escritura, que confirman esta confesion mia y refutan la de ellos.
Esto servirá para demostrar á la posteridad con cuán poca razon me han perseguido
como hereje los inquisidores de España. Además, vuestra majestad sabrá qué doctrina
quiero enseñar á sus súbditos. Y como el tratado seria demasiado largo, si yo quisiera
comparar todos los puntos de doctrina de nuestra religion que estan ahora en litigio, yo
trataré únicamente cinco ó seis de ellos, los más necesarios de nuestra confesion y que
son como las columnas que sostienen el edificio de nuestro cristianismo.
Además, á fin de que Vuestra Majestad pueda juzgar entre una y otra doctrina,
tocaré (como de paso), la de nuestros acusadores, sacada de sus libros, y especialmente
de un tratado que un doctor de la universidad de Lovaina llamado Ruard Tapper ha
dedicado á Vuestra Majestad, el cual ha sido aprobado por una carta y privilegio vuestro,
inserto en el mismo libro en su segunda parte. Efectivamente, puesto que Vuestra
Majestad por su referida carta, aprueba el contenido del escrito de dicho doctor, tendré
mejor motivo para autorizar la doctrina del papado por las palabras sacadas del mismo
libro. De otra manera, en el dia de hoy, es una gran dificultad el sacar alguna resolucion
de los teólogos de la Iglesia romana, en vista de sus grandes disensiones y contradicciones
que les hacen condenarse unos á otros. Las mismas universidades han notado y condenado

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los errores de varios doctores que son considerados como columnas de la Iglesia romana;
entre estos son censurados Tomás de Aquino, el Maestro de las sentencias, Duns Escoto
y otros semejantes.

De la Santa Escritura, su autoridad y de su lectura en todas las lenguas

Puesto que (como dice el apóstol) la Iglesia de Jesucristo está edificada sobre el
fundamento da los profetas y apóstoles, que es Jesucristo, Palabra celestial, es muy
razonable que principiemos la confesion de nuestra religion cristiana por el tratado de
esta divina Palabra, sobre la cual la Iglesia se sostiene y funda su esperanza.
Nosotros confesamos que hay una Palabra de Dios que era en el principio, la cual
estaba con Dios y Dios era aquella Palabra. (Juan 1; 1ª Juan 1). Creemos tambien que
aquella Palabra se hizo carne y que para nuestra reconciliacion con el Padre celestial y
para nuestra instruccion, ha conversado y ha habitado entre nosotros; y se ha llamado
JESUS para indicar con este nombre la redencion y la salvacion que su presencia nos
proporcionaba. (Heb. 1; Lucas 2; Heb. 9). Además, se ha llamado tambien CRISTO para
indicar la divina uncion de su sacerdocio eterno, de su reino perpetuo y de su profetismo
muy verdadero.

Por qué Cristo es llamado la Palabra

Por cuanto el Dios eterno es invisible é incomprensible al entendimiento humano,


él ha querido manifestar los tesoros de su sabiduría y de su benignidad por medio de este
Embajador y Heraldo celestial, Jesus. De ahí viene que este sea, á justo título, llamado
Palabra, del mismo Dios producida y engendrada de toda eternidad y antes de la creacion
de todas las demás criaturas celestiales y terrenales. Este Jesus es el que desde el principio
ha hablado á los patriarcas y profetas mostrando la voluntad del que lo había producido y
engendrado. Siendo él el hijo, el resplandor de gloria y la misma imagen de su sustancia
y sustentando todas las cosas con su palabra poderosa, siendo creadas por él todas las
cosas visibles é invisibles. (Heb. 1). Decimos que esta divina Palabra no se puede com-
prender con la tinta ni el papel, sino la que él ha pronunciado con su sagrada boca, ó por
los órganos escogidos por él para esto mismo.

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Esta palabra pronunciada por la divina Palabra ó por los que han sido inspirados
por su Espíritu, la llamamos Escritura Santa y no sin razon; pues en ella tenemos la
manifestacion del verdadero camino para llegar á toda santidad. Además la llamamos
santa para distinguirla de toda palabra humana, la cual va siempre acompañada de la
infeccion, corrupcion é ignorancia que todo hombre tiene por naturaleza.
Confesamos que esta Palabra y manifestacion de la voluntad divina, está
comprendida en los libros que llamamos el Antiguo y Nuevo Testamento, los cuales nos
han sido dados para conocer á Dios nuestro Creador, y saber distinguirlo de entre los
falsos dioses que los hombres se forjan en su imaginacion.
Aun cuando la consideracion de las cosas creadas nos da alguna claridad ó algunos
rayos del conocimiento de un Creador, de su potencia y divinidad, sin embargo no nos
puede conducir hasta un grado tal, que se grabe perfectamente en nuestro entendimiento
á no ser que seamos previamente iluminados de su Espíritu y enseñados en esta divina
Palabra. (Rom. 1; Heb. 2). Efectivamente, por ella descubrimos los rasgos y el verdadero
retrato de la persona de nuestro Dios y de su Deidad, que seria incomprensible de otra
manera á toda criatura humana, y por este medio grabamos en nuestro entendimiento una
verdadera y viva presencia de nuestro Dios y Creador.
Ese ha sido el orden que Dios ha observado en todo tiempo, no solamente desde
que él quiso escoger un pueblo particular para manifestarse más claramente á él, sino
desde el principio de la creacion él usó de este medio para enseñar á Adan y á Abel, para
condenar el pecado de Cain, para mostrar su voluntad á Noé y á los otros patriarcas de su
tiempo.

Diversas maneras de manifestación de la Voluntad Divina

Los modos y maneras que el Señor ha usado para mostrar su voluntad á los hombres
han sido varios: unas veces él hablaba por la boca de su divina y esencial Palabra,
haciéndose oir sensiblemente en nuestros padres; otras veces trabajando interiormente por
la obra de su Espíritu Santo; y otras por medio de visiones y sueños; pero esta diversidad
producía en los corazones de los discípulos de Dios, tal seguridad y certeza, que cada uno
estaba muy persuadido que semejante doctrina y revelaciones eran una verdad infalible
sacada del corazon y de la voluntad del Señor, el cual no podía engañar ni seducir á los
hombres, como tampoco podía dejar de ser Dios muy verdadero como lo es.
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De ahí resulta que los patriarcas y profetas, teniendo tal seguridad y certeza de la
doctrina de Dios, no han vacilado de sellarla con su propia sangre, cuando el Señor ha
querido llamarles á hacerlo. Y con la misma seguridad nos han dejado sus escritos y
doctrinas, á fin que por ese medio, seamos conducidos y solicitados á frecuentar la escuela
de nuestro Dios, en donde su Espíritu nos enseñará como á ellos y nos mostrará que así
como no ha habido ni habrá más que una Iglesia, así también no hay ni habrá más que
una sola Palabra y doctrina verdadera, aun cuando sea propuesta más claramente en un
tiempo que en otro, segun la disposicion admirable de Dios y la capacidad que él da á sus
discípulos y oyentes.
Segun esta consideracion, confesamos que por medio de esta Palabra escrita y
sellada por la voluntad y mandamiento de Dios en la Ley y los Profetas, conocemos al
verdadero Dios, Creador y Gobernador de todas las cosas, y tal como nuestros padres lo
han conocido: tambien decimos que esta Palabra y Santa Escritura nos debe servir para
regular no solamente nuestras acciones y obras externas, sino tambien nuestras conside-
raciones y nuestros ejercicios espirituales; á fin que la vanidad de nuestro espíritu no nos
lleve á seguir vanas especulaciones y nos haga revolotear y recibir los delirios y los
ensueños de nuestro cerebro.

De dónde viene la autoridad de la Palabra de Dios

Si pues la divina Palabra y Santas Escrituras es una doctrina salida de la boca de


Dios, diremos que no hay ninguna razon para que ella tome su autoridad de los papas, ni
de los concilios; sino más bien diremos que si los concilios son asambleas de la Iglesia
de Jesucristo, deben de ser autorizados y hacerse valer por esta divina Palabra. Además
decimos que aun cuando el Espíritu de Dios no sea ligado á ningun medio exterior, para
trabajar en nosotros y enseñarnos, sin embargo, él ha prometido ya y decretado que no
nos enseñará nada que sea contrario á la doctrina que ha enseñado á nuestros padres, la
cual nos ha sido dejada como una piedra de toque á fin de poder por ella examinar y
conocer qué inspiraciones vienen del Espíritu de Dios; y cuáles las que produce el espíritu
de nuestra carne y nuestra vana curiosidad.
Y en cuanto á que la intencion de nuestro Dios al dejarnos esta Palabra ha sido
hacerse conocer á toda criatura, estimamos que es un crimen de lesa majestad cometido
contra la persona de nuestro Dios el querer prohibir la lectura de esta Palabra á ninguna
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criatura; y quisiéramos que no solamente los hombres y mujeres, sabios é ignorantes que
hacen profesion de nuestra religion cristiana, leyesen esta divina Palabra, cada uno en su
lengua materna, sino que aún deseariamos que los turcos, los indios y todas las demás
naciones idólatras, tuviesen el medio de leerla y manejarla traducida en su lengua.

La escritura es obscura a los que no son regenerados

Además estimamos que los que calumnian la divina sabiduría, diciendo que ella nos
ha dejado esta Palabra rodeada y embrollada de varias dificultades y obscuridades, dando
ocasion á inducir á las gentes en el error y en la falsedad, estimamos que esos son
blasfemadores de la divina Majestad, gentes privadas del Espíritu divino y por
consiguiente de luz para saber juzgar de tales cosas.

Del conocimiento de Dios sacado de su Santa Palabra

Desde el principio en que el Señor creó á los hombres para hacerles participantes
del conocimiento de sí mismo, arregló tres clases en su escuela. La primera ha sido de
una leccion comun y universal á toda criatura capaz de razon, tomada del libro de esta
creacion admirable y de esta máquina redonda en que la multitud y la diversidad de las
criaturas nos sirven de letras, que ordenadas, nos enseñan la potencia, la eternidad y
divinidad de nuestro Dios, de tal modo que (como dice el profeta) los cielos, la tierra, el
sol, la luna, las estrellas, la mar y todas las demas criaturas comprendidas en ellos, nos
cuentan de día y de noche la gloria y la excelencia de nuestro Dios (Salmo 19); y no hay
nacion, por bárbara que sea, que no se encuentre capaz de aprender la leccion de esta
clase, lo que hace inexcusable á cada uno en la presencia de Dios, el cual podrá condenar
justamente á todos los que vienen á este teatro universal del mundo; y tanto más, cuanto
que habiendo conocido al Señor por semejante medio, no lo habrán servido y honrado
como corresponde á la grandeza y excelencia de tal Majestad (Rom. 1).
La segunda clase de su escuela es singularmente erigida para aquellos que él ha
escogido por su pueblo particular, á fin de manifestarse á ellos más vivamente.
Entendemos por esta palabra de pueblo de Dios, no solamente los elegidos por Jesucristo
su Hijo, sino tambien los hipócritas y disfrazados que de todo tiempo se han mezclado

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con los elegidos y hasta han estado en boga y preeminencia para perseguir á los demás.
Tales eran los escribas, fariseos y pontífices de Jerusalen en el tiempo en que Jesucristo
vino á este mundo. Tales son en nuestro tiempo los papas, varios cardenales, arzobispos,
obispos, sacerdotes y frailes, los cuales entran algunas veces en esta segunda clase, porque
escuchan en la Iglesia la Palabra del Señor, ó la leen, pero muchos de ellos en lugar de
escucharla para provecho particular de su conciencia y para comunicarla á los otros,
abusan de ella muy indignamente y conservan las divinas lecciones para hacer de ellas
una mercadería, y para sostenerse y alimentarse delicadamente en pompas y delicias. Y
si los buenos y fieles discípulos de Dios conocen esta hipocresía y máscara de religion,
inmediatamente empiezan á perseguirlos, teniendo el lenguaje que el Espíritu de Dios
pone en la boca de los malos cuando dicen:

Deliberación de los perseguidores de los fieles

«Hollemos al pobre justo y no perdonemos á ninguno: pongamos un lazo para


sorprenderle, puesto que nos es perjudicial y contraría nuestra obra. El nos condena por
los pecados cometidos contra la ley y nos afea las faltas de nuestra manera de vivir. El se
glorifica de tener conocimiento de Dios y se llama hijo del Señor. El ha sido hecho para
reprender nuestros pensamientos. Aun el mirarle nos es un agravio, porque su vida no es
semejante á la de los otros y difiere de los otros en sus caminos. No somos estimados de
él nada más que como falsa moneda y se abstiene de nuestras obras como villanías,
estimando muy feliz el fin de los justos y glorificándose de tener á Dios por su Padre.
Veamos si sus palabras son verdaderas y hagamos la prueba de lo que le puede sobrevenir;
pues si el justo es hijo de Dios, tomará Dios la causa en su favor y le librará de las manos
de sus adversarios. Examinémosle con injurias y tormentos para que conozcamos su
dulzura y tentemos su paciencia. Condenémosle á infame muerte, pues será librado si es
verdad lo que dice. Ellos han pensado así y han errado porque su malicia les ha cegado.»
(Sapienc. 2).
Tales y semejantes propósitos, Señor, desbordan en los discípulos llenos de
fingimientos y de hipocresía, y constituyéndose en acusadores é inquisidores de la fe de
los demás, les dan el mismo trato en conformidad con las palabras que pronuncian. Las
lecciones que estos oyen, les sirven de veneno y de ceguedad; pues en lugar de conocer
por tal medio al verdadero Dios Creador de todas las cosas, perfectamente justo y
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perfectamente misericordioso, ellos se graban en su entendimiento la imagen de una cierta


deidad privada de estas dos virtudes. Y en lugar de conocer á un verdadero Jesucristo
Dios y hombre, ellos se forjan un Jesucristo, el cual viene á toda hora entre sus manos
para darles á ganar. En lugar de reconocer una sola obligacion hecha por Cristo, ellos
introducen sus satisfacciones y méritos: en lugar de dar á Jesucristo su dignidad v
excelencia, ellos le despojan de su reino, sacerdocio y profecía. En resumen: estos
miserables hipócritas, aun cuando entran en segunda clase por oir la palabra y doctrina
del Señor con los otros hijos del reino, sin embargo, jamás aprenden á conocerse ellos
mismos y la necesidad que tienen del beneficio de Jesucristo. Ellos no saben lo que es la
verdadera fe ni el medio por el cual los hombres podrán ser reconciliados con el Señor.

Tercera clase en la cual son enseñados los hijos del Reino

Al contrario, las creyentes en Jesucristo son enseñados en toda verdad, tanto mas
cuanto que habiendo salido de la segunda clase, el Espíritu del Señor les introduce en la
tercera y les repite lo que es necesario retener y aprender en la primera y la segunda
leccion. Efectivamente, las criaturas, no siendo miradas con los ojos iluminados y con el
entendimiento alumbrado por el Espíritu de Dios, no podrán enseñar una perfecta leccion.
Además, si las Escrituras no son leidas con la ayuda de la luz divina, no nos podrán nunca
conducir á la vida eterna, sino más bien en lugar de alimentarnos con su médula y su
substancia, nos contentaremos con la cáscara, es decir, con la letra muerta; y en lugar de
tomar la espada afilada para cortar el cuello al hombre viejo y á los malos afectos que
viven en nosotros, tomaremos la vaina que la cubre, con la cual, cuando demos el golpe,
hará mucho ruido, pero ninguna herida. Así que toda nuestra vida estaria llena de engaño,
ilusion é hipocresía de nosotros mismos; lo que no sucede con los hijos de Dios, sino más
bien siendo espirituales, juzgan á los demás, y no son juzgados, tanto más cuanto tienen
la verdadera inteligencia de la voluntad de Dios por medio de las continuas lecciones que
el Espíritu Santo les enseña en sus corazones y en sus conciencias.

Origen de las cuestiones de nuestro tiempo

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He aquí, Señor, la fuente y primer origen de toda diversidad de religion que tenemos
ahora. He aquí de dónde vienen tantas cuestiones y debates acerca del hecho de nuestra
creencia. He aquí de dónde viene que los inquisidores nos condenan como herejes, y
nosotros por el contrario les llamamos seducidos y engañados, enemigos de la gloria de
Dios y seguidores de su propia gloria, profanadores de la santa y divina Palabra,
haciéndola servir á su provecho, comodidades y ambiciones, no habiéndola aprendido por
la luz. celestial. He aquí por qué estimamos que son jueces indignos en la causa de los
hijos de Dios, los cuales no solamente han sido enseñados en la escuela de la letra muerta,
sino que, habiendo pasado más allá, el Espiritu Santo les ha mostrado á Jesucristo como
su salvacion, el cual está encerrado y envuelto en la Escritura, y les ha enseñado el
verdadero medio de buscar la reconciliacion con el Padre celestial.
Ahora falta que veamos, cuál es la doctrina que confiesan los unos, siendo
conducidos y llevados por la palabra del Señor y la luz de su Espíritu; y por otro lado, que
consideremos la doctrina de los hipócritas que ellos pretenden (falsamente, sin embargo),
haberla tomado de la Escritura santa. Pero la prudencia de su carne es realmente el
verdadero maestro que les ha enseñado y los conserva aun en una ignorancia tan grande,
que piensan tener la verdadera inteligencia de la Escritura santa, y todos los dias sofistican
con sus filosofias, ó por mejor decir, con los delirios de sus cerebros.

De la Creación del hombre, de su primer estado e inocencia, y de su miserable


caida

Los hijos de Dios, enseñados por su Espíritu y por su Palabra, confiesan que Dios
ha creado al hombre en el principio á su imagen y semejanza, á saber: justo, equitativo,
recto, amante y celoso de la gloria de Dios; y en este estado que se llama de justicia
original, perseveró hasta que abusando voluntariamente de su libertad y de su libre
arbitrio que Dios le había concedido para hacerlo una perfecta criatura en su especie, se
separó de la obediencia de Dios, su creador, y se hizo esclavo y súbdito de Satanás,
habiendo obedecido á la falsa persuasion y á las vanas promesas de éste.
Esta ofensa y transgresion voluntaria de la voluntad de Dios, causó tales efectos en
el hombre miserable, que lo privó de la dignidad y excelencia que él tenia antes, borrando
en él los rasgos de la imagen de Dios, haciéndole injusto, infiel, rebelde á su Creador y

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verdadero enemigo de su gloria, despojado de todas las dignidades y perfecciones que


poseia en su primer estado.

Del pecado llamado original y de su derivación a todos los hombres

Esta desgracia no se limitó solamente á la persona del primer hombre y de la


primera mujer; sino que siendo ellos como granos de simiente de todo el género humano,
todas sus imperfecciones están de tal modo unidas á la propagacion natural, que todos los
demás hombres concebidos y nacidos segun el orden humano, son participantes de la
misma corrupccion é infeccion de Adan, exactamente como si hubiesen sido en propia
persona, compañeros de la transgresion con Adan y su mujer.
Se llama comunmente este pecado de Adan y su derivacion y propagacion, pecado
original, en cuanto es nuestro, habiéndole tomado, sin embargo, como por herencia del
primer linaje y tronco de quien hemos tomado origen. Tambien se llama pecado original,
porque es la fuente y el origen de todos los demás males y desórdenes que vemos en todo
el género humano en general y en cada hombre en particular. El poder, la fuerza y la
energia de este pecado en el hombre es tan grande, que le vuelve ignorante para oir los
misterios de Dios, ciego para ver su luz, rebelde para obedecer su voluntad, ingrato para
reconocer sus beneficios, impotente y débil para no poder nunca levantar los brazos ni las
manos para hacer la voluntad del Señor.

Descripción del hombre y de su corrupción antes de ser regenerado

Y para poner delante de los ojos un verdadero cuadro y retrato del hombre
miserable, hijo solamente de Adan, sin ser regenerado, será bueno que tomemos los
rasgos de la descripcion y el cuadro que el apóstol San Pablo nos pone delante cuando
dice: Todos, tanto judios como griegos, están bajo el pecado, como está escrito: «No hay
justo ni aun uno, no hay quien entienda, ni quien busque á Dios, todos han caido y juntos
han sido hechos injustos, no hay quien haga el bien, no hay ni aun uno; sepulcro abierto
es su garganta: han usado fraudulentamente de sus lenguas, veneno de áspides está debajo
de sus labios, cuya boca está llena de maledicencia y de amargura; sus pies son ligeros á
derramar sangre, destruccion y miseria hay en sus caminos, y camino de paz no

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conocieron, no hay temor de Dios delante de sus ojos.» (Rom. 3, Salm. 31, Is. 19, Prov.
1, Salmo 13, Salm. 35). Esta es la anatomía, Señor, que el Apóstol hace de toda nuestra
persona, á fin de cerrar la boca á nuestras invenciones de libre arbitrio, de obras de
preparación, de méritos de congruo y de condigno, y otras sofisterías semejantes que los
espíritus arrebatados han introducido en la religion cristiana, para lisonjearse ellos
mismos y adular á los otros en sus maldades y en su corrupcion.
Ahora bien; para tratar claramente esta materia y contar tales sutilezas, decimos que
hay en el hombre lo que el Apóstol llama un cuerpo de pecado. (Col. 2.)

Semejanza para saber lo que es el pecado original en el alma

El pecado puede ser representado como una mancha de aceite apestosa derramada
en una hoja de papel blanco, y derramada de tal manera que el papel ha quedado embebido
y apestado; así que no se puede sacar un pedazo de esta hoja, por pequeño que sea, sin al
mismo tiempo sacar la infeccion de esta mancha. Decimos pues, que el pecado que se
llama original en el hombre, no es una herida en alguna parte de él, sino una ceguedad de
entendimiento para no conocer al Señor; es una rabelion de la voluntad contra su obedien-
cia, y una impotencia y desfallecimiento de fuerzas para poder poner en ejecucion nada
que sea agradable á Dios, y para decirlo en una palabra, la plenitud de esta infeccion es
tal que es necesario estimar que no hay parte en el hombre, desde la cabeza hasta los pies,
que no esté tomada, invadida é infectada de esta perversidad como el Apostol lo prueba
en la citacion alegada anteriormente, por una induccion tomada con una maravillosa
destreza de las diversas sentencias de la santa Escritura. Esta fuente de iniquidad no deja
nunca de hervir y producir una infinidad de especies de pecados, aun en el corazon de los
regenerados. Y aun en el caso que esta fuente no produjera en nosotros los referidos
efectos, con todo estaremos sujetos á condenacion por haber sido verdaderos sucesores y
herederos del primer transgresor y de su pecado.
Pero las personas más santas, han sentido muy bien la energia y la fuerza de este
veneno, el cual engendra en nosotros tres especies de pecados; no cesando nunca, como
un horno ardiente, de relumbrar y centellear en todas las partes, aun las más nobles de
nuestro ser.

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Frutos del pecado original

De ahí viene la primera especie de pecado, á saber: los movimientos interiores, los
pensamientos, las concepciones y las empresas producidas en la fragua de nuestro
entendimiento, aun cuando la voluntad no lo consienta.
Los hijos de Dios conocen perfectamente el mal que estos pecados hacen al hombre
interior y espiritual, que no desea más que despojarse de día en día de la corrupcion del
viejo Adan. Y la Escritura nos atestigua que tales movimientos y pensamientos son
pecados que ofenden al Señor, el cual pide de nosotros el corazon entero y no en parte
para vanas empresas.

Los primeros movimientos para pecar son pecados

Los teólogos y doctores de error, sin embargo, para halagar á los hombres en sus
vicios, han buscado ciertas distinciones de primeros, segundos y terceros movimientos, á
fin de escapar á la condenacion que el Señor ha pronunciado contra los transgresores de
su santa ley.

Los pecados de voluntad son reputados como obra

La segunda especie de pecados que produce esta perversidad original, está


acompañada no solamente de los movimientos del entendimiento, sino tambien de un
consentimiento de la voluntad, el cual califica de tal manera al pecado delante del Señor,
que (como dice Jesucristro nuestro Redentor) tales concupiscencias son reputadas en el
juicio de Dios como el hecho mismo. Sin embargo, nuestros teólogos, queriendo medir
los pecados con la medida de su imaginacion, han encontrado aún en este segundo grado,
ciertas distinciones de complacencias, las unas breves, las otras cortas, las unas anchas,
las otras estrechas; pero la justicia divina les mostrará un día el fin de tal temeridad.

Del pecado llamado actual

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La tercera especie de pecados es de los que vienen á la evidencia acompañados de


movimientos del entendimiento, del afecto de la voluntad y de la ejecucion deliberada.
Tales son las idolatrías, las blasfemias, los juramentos ignominiosos contra la persona del
Señor. Además tambien las adoraciones y peregrinaciones supersticiosas y otros pecados
cometidos contra la segunda tabla de la Ley, los cuales son tan evidentes que aun los
paganos los tienen en aborrecimiento en sus filosofías. Sin embargo, nuestros teólogos,
con otra distincion sutil entre pecados mortales y veniales, han querido mantener á los
hombres en sus maldades de tal manera que bajo color de pecado venial, el cual se
perdona (dicen ellos) con el agua bendita, con la señal de la cruz y otras cosas semejantes,
alimentan al mundo en toda clase de disoluciones, lo que es causa que veamos á la Iglesia
de Jesucristo llena de los más execrables crímenes y las más desvergonzadas disoluciones,
tales como nunca han sido en las repúblicas de los filósofos paganos que vivian sin la luz
de la Escritura.
En resumen, Señor, las personas de entendimiento y despojadas de animosidad,
confesarán que las doctrinas del Papado han errado grandemente en la doctrina del pecado
original, no solamente en lo que concierne á su esencia, sino tambien en los desgraciados
efectos que produce en nosotros.
De ahí viene que habiendo sido engañados y engañadores de los otros en un punto
tan importante y que es el fundamento de nuestra enfermedad, así tambien se han
extraviado del verdadero camino, al querer aplicar el remedio y la medicina, como
veremos despues.
Viendo el Padre benigno y misericordioso, que una criatura que él habia hecho tan
excelente entre las demás, habiendo sido seducida por Satanás, se había separado
voluntariamente de su obediencia, resolvió hacer uso de su perfecta misericordia y de su
perfecta justicia; la una para castigar la transgresion del hombre y la otra para remediarla.
Y así ordenó que la misma naturaleza humana que había sido desobediente seria corregida
y castigada; pero no en la misma persona del que había desobedecido, sino en la persona
de un nuevo y celestial Adan, el cual debia de ser perfecto intercesor entre Dios y los
hombres, siendo verdadero hijo de Dios y verdadero hombre. Ahora bien, para poder tener
lugar este acuerdo y reconciliacion, era necesario que este segundo Adan fuese verdadero
hombre pasible y mortal, para sufrir el castigo justamente decretado contra la carne
pecadora, y que fuese hijo de Dios para vencer á la muerte, al pecado, al mundo, al
infierno, y despojar á Satanás de su tiranía y dominacion.

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Esta benignidad divina fue declarada por expresas palabras en la presencia del
primer hombre, cuando el Señor dijo que la simiente de la mujer quebrantaria la cabeza
de la serpiente; y despues fue repetida á varios personajes del Antiguo Testamento, como
á Abraham.
Este Adan celestial fue prefigurado y representado por diversas significaciones y
sacramentos, á fin que por un tal medio los hombres viviesen en consolacion espiritual y
seguridad del cumplimiento de las promesas de Dios.

Descripción de la persona de Cristo en la Iglesia papal

Hé aquí, Señor, en pocas palabras lo que entendemos y creemos acerca de la persona


de nuestro Redentor Jesus, de cuya materia los teólogos, ó (mejor dicho) los sofistas de
nuestro tiempo han tratado y controvertido una infinidad de cuestiones curiosas y de
ninguna edificacion, sino más bien para hacer al cristianismo digno de burla y de irrision,
y para alejar á los paganos y á los judíos de recibir á nuestro Señor Jesucristo, al cual
estos soñadores han cambiado de tal manera, que más bien parece un fantasma forjado en
cerebros humanos, que un Mesías enviado por la admirable providencia y potencia de
Dios.
¿Para qué vamos á entretenernos en disputar de la inmensidad de Dios, de la
infinidad de Dios, de las nociones que ellos llaman de Dios, de las ideas en Dios, de las
relaciones y fundamentos de la Trinidad, de la produccion inefable de la divina palabra,
informándonos si ella ha sido hecha en un instante ó en el tiempo por modo de procesion
ó de generacion?
Todas estas cosas, ¿no son infructuosas é inútiles para edificar á la Iglesia?
Sin embargo, la teología es la que está en boga en nuestro tiempo; y es cosa admitida
entre nuestros doctores que ignoramos los secretos divinos, porque rechazando las
sutilezas de Scoto, las curiosidades de Tomás de Aquino, las temeridades de Durand y la
atrevida imprudencia de muchos otros, nos contentamos con la sencillez de la Palabra de
Dios.

De la Ley de Dios y de sus oficios para con el hombre

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Viendo el Señor la grande miseria y calamidad de los hombres en la cual se


complacian, no conociendo la necesidad que tenian de ser remediados por el
cumplimiento de las promesas divinas, queriendo tambien distinguir más particularmente
á su pueblo y á su Iglesia entre todas las demás naciones del mundo, despues de haberla
sacado de la tiranía de Faraon y de la esclavitud de Egipto, dio la ley á los hijos de Israel
en el monte de Sinaí.
Los oficios de esta Ley eran despertar á los dormidos en el pecado, acusarlos,
redargüirlos y presentarlos delante del tribunal y juicio de Dios. Además de mostrarles la
necesidad que tenian de buscar justicia fuera de ellos mismos, en vista de la mancha y de
la corrupcion que cada uno sentia en su corazon por la redargucion de la Ley. Además, la
Ley servia para mostrar á los elegidos las obras y acciones que el Señor pide de sus hijos,
á fin que nadie pudiera forjarse en su cabeza servicios á su fantasía.
Ahora bien; á pesar de que el Apóstol muestra muy claramente la suma de esta
doctrina en sus epístolas y tratados, sin embargo, estos doctores de mentira han
introducido un judaísmo en nuestra religion cristiana, diciendo que la Ley nos ha sido
dada para hacer buenas obras y ser justificados por ese medio y reconciliarnos con Dios,
y ser gratos y agradables á su Majestad. Y apoyados en esto, nos calumnian diciendo que
negamos las buenas obras, y que hacemos á los hombres perezosos en el ejercicio de la
virtud, y los dejamos que se corrompan en toda disolucion; cuando al contrario, nuestra
voluntad y nuestra intencion no tienden más que á mostrar al hombre regenerado la
necesidad que tiene de testificar por sus buenas y santas obras de mortificacion y de
caridad, la certeza de su eleccion y la residencia del Espíritu de Dios, que habitando en
los corazones de los regenerados, los hace emplearse en ejercicio de verdadera piedad.
Decimos sin embargo, que tales obras no son la causa de nuestra justicia, sino los efectos,
las señales y notas que demuestran la fe viva que hay en nosotros, de la misma manera
que los buenos frutos demuestran la bondad del árbol que los produce.

De las ceremonias y sacrificios del Antiguo Testamento

Por cuanto el hombre corrompido y entregado al pecado no podía poner su


seguridad y fe en Dios, encontrando muy difícil esta empresa de ser librado de la
servidumbre de Satanás y de la corrupcion de su pecado, y lo que es más de la tiranía de
la Ley, la cual le acusaba diariamente, pidiendo de él un tributo imposible de pagar, á
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saber, la pureza, la integridad y la santidad muy perfecta y cordial, el Señor decretó el


ordenar algunas ceremonias, sacrificios y holocaustos, á fin de demostrar por ellos al
hombre la necesidad que tenia de la venida de un Redentor y Medianero entre Dios y el
hombre, el cual tuviese la potencia de quitarlo de toda necesidad. Y para mostrar á la
vista, por predicaciones y ceremonias visibles, como en un cuadro la persona, los oficios,
y los efectos singulares y excelentes de nuestro Redentor Jesus, ordenó el sacerdocio, los
sacrificios, el santuario, el propiciatorio, el velo, la mesa y los panes de la proposicion, el
altar del holocausto y otras cosas semejantes las cuales fueron completamente abolidas
por la presencia de Aquél que estaba figurado por ella. (Leed la Epístola á los Hebreos
para comprender el significado de estas cosas.)

Ceremonias de la Iglesia papal

Ahora bien; en nuestros tiempos vemos á la Iglesia cristiana cargada de tantas


ceremonias que sobrepujan á la de los judíos, de lo cual San Agustin se quejaba ya en su
tiempo; y miremos desde entonces cuántas cosas se han aumentado; pues nuestros
doctores papistas no se han contentado con sacar del judaismo una gran multitud de
ceremonias judaicas, sino lo que es peor, han tomado de los paganos é idólatras otra gran
parte, como se puede ver particularmente en el sacrificio que ellos llaman de la Misa, el
cual está lleno y plagado de muchas ceremonias tomadas del paganismo y del judaismo,
como podrán comprenderlo muy bien los que quieran considerar diligentemente las
historias de los sacrificios paganos y particularmente las ordenanzas de Numa Pompilio,
restaurador de la religion entre los romanos.
Arnobio, doctor muy antiguo, compuso una apología para defender nuestra religion
cristiana contra los paganos, y dice en ella, que entre las acusaciones que los adversarios
dirigían á los cristianos, una muy criminal era esta, á saber: que no tenían templos
consagrados á su Dios, que no tenian altares, incensarios, vasos de oro ni de plata, para
servir á su Dios, ni otras cosas semejantes.
A esto responde el autor que los cristianos carecen de estas cosas, no porque quieran
economizar sus bienes por el servicio de su Señor, sino porque pensaban que Dios se
burlaria de tales cosas, (si es que Dios puede burlarse) ó se enojaria muy agriamente
contra los que le rindieran esas especies de servicios. (Ved el libro de Arnobio contra los
gentiles, lib. 6.)
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Si los acusadores de aquel tiempo vieran hoy los templos y ceremonias papistas, no
tendrían ocasion de estimarlos cristianos, ó por lo menos no avanzarían tales acusaciones
contra ellos. Esto lo digo, de pasada, habiendo hecho mencion de la ley ceremonial.

De la Venida de Jesucristo y de su doctrina evangélica

Para volver, Señor, al primer propósito, del medio admirable de nuestra redencion,
diré que estando cumplido el tiempo que la divina bondad había decretado en su consejo
eterno de remediar al pobre género humano, cansado del peso del pecado, tragado por las
fauces del infierno, tiranizado por Satanás y amenazado por las sentencias rigurosísimas
de la ley, el Padre celestial envió su propia fuerza, sabiduría y palabra, la cual por obra
inefable de su Espíritu Santo fue hecha carne, siendo concebido del Espíritu Santo, por
obra admirable, en el seno de Santa Maria virgen, á fin que el que había sido prometido
á los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento y en la fe del cual habían sido salvos,
fuese manifestado y nacido de la santa virgen como su hijo propio y natural, verdadero
hijo de Dios, y verdadero hombre, para cumplir en su propia persona la satisfaccion que
la justicia divina pedía contra el pecado del hombre y para poder, por el sacrificio de
obediencia y muerte, reconciliar de tal manera al hombre con Dios, que en lugar de serle
enemigo, fuese recibido por su hijo heredero de su reino celestial, gozando perpetuamente
de su divina presencia, y lo que es más, participando de su naturaleza divina. (Juan 1.
Luc. 1. Mat. 1).
La suma de la doctrina de este Redentor Jesus puede ser comprendida en dos puntos.
En primer lugar él queria mostrar á los hombres el admirable consejo de su Padre celestial
empleado para su remedio, á saber, que él queria redimirlos de la tiranía de Satanás, por
medio de la muerte y satisfaccion de su propio hijo natural y engendrado por él, y que por
la obediencia de este segundo Adan celestial, la rebelion y transgresion del primer Adan
terrestre y corruptible y de toda su posteridad, seria borrada con la sangre de este cordero
sin mácula. El segundo punto de la predicacion tendia á mostrar por qué medios los
hombres podrían gozar de semejante misericordia y reconciliacion presentada por Dios,
y de qué gratitud y reconocimiento debian de usar hacia Aquél que los habia elevado á
una dignidad tan grande.

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Origen de las diferentes religiones que hay hoy en el mundo

Toda la doctrina pues, las predicaciones, los hechos y las obras de Jesucristo,
nuestro Redentor, no han tenido otro objeto ni otra intencion que estos dos puntos que
hemos señalado; la inteligencia de estos dos puntos engendra hoy tantas y diversas sectas
y religiones.
Los unos, que no convienen en la recepcion y reconocimiento del primer punto de
la persona y oficios de Cristo, como son los judíos, los mahometanos y demás paganos;
los otros que no convienen en la inteligencia del segundo punto de la doctrina cristiana, á
saber, por qué medios podrán los hombres gozar de la justicia é inocencia de Cristo, visto
que sin ella es imposible que el hombre pueda ser agradable á Dios. Esta es la cuestion y
el debate que tenemos ahora con los doctores de la Iglesia romana.
Hé aquí, Señor, el principal debate de nuestro tiempo. No es una sencilla cuestion
de lana de cabra (como vulgarmente se dice), pues no debatimos aquí solamente, si los
obispos, sacerdotes y los frailes se alimentarán de las rentas del Purgatorio, si se puede
comer carne ó pescado, si es necesario encender velas en pleno día para servir á Dios y
llevar hábitos ó cilicios para ser perfecto cristiano. Nosotros les dejamos todo ese fárrago,
y que gocen de él hasta que se harten, con tal que nos dejen á Jesucristo crucificado, y no
nos enreden ni nos priven de la doctrina que nos enseña el verdadero y único medio de
gozar de un beneficio tan grande. Estamos muy seguros que estarían muy contentos de
tomar este partido, á saber, que tengamos á Jesucristo entero, que gocemos de é1 á nuestra
satisfaccion, con tal que sus rentas no disminuyesen y que su mesa esté tan repleta como
de costumbre.
Pero temen que si el pueblo llega á conocer una vez sus abusos, falsedades y
engaños, sean inmediatamente despojados de rentas, ofrendas, diezmos, primicias y las
contribuciones tan abundantes y magníficas como las que se les da ahora. Y entonces,
¿qué haria el señor cardenal con su cuadrilla de caballos y servidores? ¿Cómo se
calentaria la cocina de los obispos sin el fuego del Purgatorio? ¿Cómo podrían volverse
los asadores de los abates sin semejante humo? ¡Ay! ¡qué frialdad y qué enfriamiento
caería en la olla de los curas y de los frailes!

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Hinc illae lachrimae

Ese es su temor; ese es su miedo; pues de sostener á Jesucristo y á su gloria no se


cuidan ellos como no se cuidan de la nieve que cae en la calle.
Así pues, nuestra diferencia no está en el primer punto de nuestra religion, á saber,
en la persona de nuestro Redentor Jesus; pues en esto, nuestros adversarios mismos
confiesan que retenemos la doctrina y el sentimiento de toda la Iglesia antigua de los
padres ortodoxos; es decir, de aquellos que de una manera sana y pura han opinado de
nuestro Redentor Jesucristo. Nosotros, pues, detestamos y tenemos en abominacion los
errores y la obstinacion de los judíos, de la secta execrable de Mahoma, las ciegas
opiniones de los paganos, áun cuando sean filósofos y sabios. Tambien desechamos las
falsedades y herejías de los herejes antiguos y modernos, las cuales tienden á disminuir ó
á destruir la divinidad ó la humanidad de nuestro Redentor Jesus de cualquier manera que
sea. Ahora nos queda por examinar la diferencia del segundo punto, á saber: por qué
medios los hombres podrán gozar del muy excelente y admirable beneficio que el Padre
celestial nos otorga en la persona de su Hijo único Jesucristo.

Del bautismo de la iglesia papal

Si preguntamos á esos doctores y sapientísimos teólogos qué medios tendrían los


hombres para gozar del beneficio de Jesucristo, para cubrir se de su inocencia y de su
justicia, para poder comparecer en juicio delante del tribunal de Dios, responderán que la
primera entrada á un tal beneficio es el de ser bautizados; pues en el bautismo (dicen
ellos) se lanza al diablo fuera de las criaturas con tal que el sacerdote sople y eche su
aliento en la cara del bautizado. Además de esto, Dios comunica su sabiduría con tal que
se ponga sal en la boca de la criatura: el niño recibe la luz de la fe con ponerle entre las
manos un cirio ó una antorcha encendida y cuanto mayor sea, mejor, porque en el paraiso
del papa se da la fe segun el peso de la cera. En el bautismo (dicen ellos) la inocencia y
pureza de Jesucristo es comunicada con tal que le pongan en la cabeza del bautizado algun
hábito ó tocado blanco que le cubra todo. Entonces es cuando Jesucristo recibe á sueldo
á los bautizados y los reconoce como sus soldados, capitanes y abanderados, y para eso
se les ensucia con el crisma ó el aceite podrido.

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Para consagrar este aceite, es necesario alimentar una multitud de obispos que se
juntan una vez en el año para dar un culto idólatra y hacer reverencias á una botella de
aceite, como si el Señor estuviera allí encerrado. Y por toda conclusion, los ciegos de
nacimiento reciben la vista espiritual, siendo bautizados, sólo con que el sacerdote les
frote los ojos con su saliva.
Estas ceremonias, ó mejor dicho, gestos y encantamientos, una vez concluidas,
tenemos á los bautizados hechos fieles, hermanos de Jesucristo, hijos de Dios, nuevas
criaturas iluminadas de sabiduría celestial, abanderados de Cristo. ¿Y por qué no? con tal
que se pague bien se tendrá más. Pues, date et dabitur vobis: Dad y se os dará. Tal es el
comun proverbio de esas gentes.

Uso del bautismo cristiano

Os suplico muy humildemente, Señor, que no penseis que yo digo estas cosas para
zaherir á esas pobres gentes; pues Dios sabe cuánta compasion tengo en mi corazon á
causa de su ceguedad. y obstinacion en mantener tales abusos y supersticiones; pero si lo
digo es para que los pobres ignorantes conozcan tales abusos dignos de la burla y de la
irrision, y lo que es peor, amontonando errores en la administracion de un sacramento tan
dignísimo y excelente que nuestro Señor Jesus dejó á su Iglesia, para mostrar y representar
á todo el mundo el levantamiento y la purgacion admirable que Dios hace á sus hijos por
la aspersion y derramamiento de la sangre purísima é inocente de su propio Hijo, á fin
que la Iglesia de los fieles sea purgada, limpia y exenta de toda arruga, mancha ó mácula
de pecado. Y si Jesucristo manda a sus apóstoles de bautizar en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo no es para dar á una ceremonia semejante lo que sólo pertenece
á la gracia de la regeneracion, sino para mostrar en el santo bautismo, la bondad y la
misericordia admirable del Padre celestial, el cual no se ha desdeñado en lavar y purgar
nuestras manchas y pecados con la sangre de su propio Hijo. Además, para mostrarnos
que todas las veces que celebremos este sacramento de su alianza con nosotros,
confiándonos que somos comprendidos en ella, él nos hará verdaderamente participantes
del beneficio demostrado en este sacramento.
De manera que cuando bautizamos segun la institucion de Jesucristo nuestro
Redentor, no es para pensar que ex opere operato (como dicen los teólogos romanos) es
decir, por la obra operada seamos inmediatamente revestidos de justicia y de santidad, y
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que no debamos hacer ya otra cosa para ser cristianos, sino que tomemos seguridad en
nuestro bautismo, que el Padre celestial nos quiere recibir en su amistad y alianza; visto
que en el bautismo él manifiesta, desplega y presenta á todos los hijos de Adan, una
amplísima misericordia, queriéndoles recibir en gracia, limpiándoles de todas las
manchas naturales y adquiridas por e1 pecado de su padre, y consagrándoles á su santo y
puro servicio, sean librados del temor de sus enemigos, y vivan desde ahora en adelante
en la justicia y en la santidad todos los dias de su vida, en presencia de Aquel que por su
sola bondad les ha remediado y redimido por un medio tan admirable. Esto bastará por el
presente hasta que en algun tratado particular, deduzcamos mas ampliamente la materia
del santo bautismo.

De la penitencia de la Iglesia papal

Si por casualidad alguno, habiendo sentido en su corazon el engaño y la falsedad


con que ha sido engañado en la doctrina del santo bautismo, y comprende bien en su
corazon y por su propia experiencia que es aun hijo de Adan, y que las distinciones de
pecado original, quoad reatum, quoad culpam, quoad veniam, y otros delirios semejantes
no le sirven de nada; y que esa es más bien una doctrina para dormir á los hombres, y
darles una falsa seguridad (como dice el profeta; Ezequiel 13) y no para mostrarle el
verdadero cristianismo; si un tal hombre (digo), pide algun remedio para su salvacion,
algun medio para escapar á la ira de Dios, que él experimenta por la acusacion de su
conciencia, entonces se le da una segunda tabla, post naufragium (dicen ellos) á saber, la
penitencia. Y Dios sabe de qué penitencia hablan, pues es una verdadera impostura, y una
invencion de su cabeza para sacar el dinero, más bien que una tabla para escapar á la
borrasca y á la tempestad de la ira y del furor de Dios.
Es más bien una tabla para ahogarse de nuevo y enfangarse en un cenagal
irremediable, que para salir á la orilla y obtener la salvacion.

Partes de la penitencia papal y de la contrición que ellos llaman la primera

Ellos asignan tres partes á esta penitencia ó segunda tabla, á saber: contricion de
corazon, confesion de boca, y satisfaccion de obras; las pruebas de esta division son muy

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excelentes y dignas de semejantes autores; quien quiera verlas que lea Tomás de Aquino,
Durand y Escoto en sus libros de las cuestiones de teologia. Pero para escudriñar cada
una de estas partes en particular, veamos la definicion que ellos dan á la primera: Contritio
(dicen ellos) dolor voluntarie pro peccatis assumptus cum proposito confitendi et
satisfacdendi, etc. [ Vide compendium Theoiogiae, lib. 6, cap. 24. Además el libro de
Monsieur Ruard Tapper, doctor de Lovaina, en el articulo Sobre la penitencia.] Es decir,
la contricion es un dolor tomado voluntariamente por los pecados, con el propósito de
confesarlos y satisfacerlos.
Despues enseñan que la contricion puede ensancharse tanto, que por medio de ella
no solamente la culpa, sino lo que es más, toda la pena será perdonada. Y esto sucede de
dos maneras, dicen ellos. En primer lugar, del lado de la caridad, la cual es causa del
pesar. Y en cuanto que esta caridad se extiende actualmente en una manera maravillosa,
la contricion que sale de ahí merece la remision y el perdon aun de toda la pena. En
segundo lugar, del lado del dolor sensual que la voluntad despierta en la contricion. Y en
cuanto que este dolor es muy penoso y angustiado, de ahí viene que sea suficiente para
abolir la culpa y la pena. Además, dicen que el dolor sensual de la contricion es de tres
especies: la una deficiente, la otra suficiente ylatercera preminente. La primera conduce
al infierno, la segunda al purgatorio y la tercera al paraiso. Además hay diferencia entre
contricion y atricion. Así tambien entre la fe formada y la fe informada. Por otro lado es
un grave asunto el saber si de la atricion se puede hacer la contricion; y si hay contricion
en el infierno, en el purgatorio y en el paraiso.
Ese es, Señor, el resumen de su dotrina de contricion, sin contar otros millares de
asuntos que mueven sobre ese particular.
Le suplico muy humildemente de considerar qué remedio podrá encontrar en tal
doctrina una pobre y miserable conciencia afligida y cargada con el peso de sus
iniquidades.
¿Cómo será posible considerar tantas distinciones y sutilezas? Y aun ¿qué
consolacion podrá traer al hombre una doctrina que le muestra el remedio en su propia
diligencia? Pues si la contricion proviene de la voluntad, el hombre pecador se siente más
bien inclinado á continuar en sus iniquidades que tener pesar y dolor por lo que comete.
Pero lo que pedimos es, qué remedio podrá encontrar el hombre para obligar á la voluntad
á humillar y quebrantar su corazon y tener en abominacion todas las acciones y empresas
malas. Y aun vemos que en toda esta doctrina no hay ni una sola palabra de Dios, ni de

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Jesucristo, ni de su Espíritu: no hay más que el hombre que pueda hacer todo, su voluntad,
su dolor, su pesar, su caridad y atricion, la cual, por arte de encantamiento, se transforma
en contricion.

De la verdadera contrición enseñada en la palabra de Dios

Ahora bien, la santa Palabra de Dios nos enseña, que la contricion es una obra
admirable del Señor, y que Dios, teniendo misericordia del pobre pecador, le conduce á
ese primer grado, quebrantando y ablandando su corazon, que antes era más duro que la
piedra y el diamante, rebelde, obstinado e inclinado a toda iniquidad. El es el que lo
convierte en corazon de carne, sensible, dócil y obediente á la voluntad del que lo ha
renovado. (Ezeq. 11).
Vemos á este propósito la peticion que hace el profeta David en reconocimiento de
su pecado, cuando pide que el Señor crée en él un corazon completamente nuevo, que
estando quebrantado y humillado por la virtud y el martillo de la Palabra divina, y por la
obra del Espíritu Santo, Dios no lo despreciará.
Este es, pues, el verdadero remedio que el Señor aplica para quebrantar y humillar
el corazon del hombre, á saber: ponerle delante de las amenazas de la ley y mostrarle una
cara airada, como lo conocen muy bien por experiencia aquellos que habiendo
abandonado la doctrina de mentira con buena conciencia, se han arrepentido de haber
seguido las falsedades de Satanás y han experimentado por qué grados Dios conduce al
hombre á la dignidad de la regeneracion y del bautismo interior, sin el cual es imposible
poder participar de la inocencia y de la justicia de Jesucristo ni tener entrada en el reino
celestial. (Juan 3).

De la confesión papística

Los doctores de la Iglesia romana dicen que la segunda parte de la penitencia


cristiana es la confesion que se hace á los sacerdotes. Ellos la llaman sacramento ordenado
por Jesucristo que él instituyó (segun sus opiniones) tácitamente (Mat. 16 y 18); y que los
apóstoles pusieron esta confesion en evidencia y mostraron el verdadero uso de ella.
(Santiago 5).

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Así, pues, ellos enseñan que una tal confesion es necesaria para la salvacion, y que
es necesario confesar no solamente los pecados, sino tambien sus circunstancias y
particularmente las que ellos llaman agravantes, las cuales son quince, como todos podrán
ver en sus libros (Ved el resumen de teología, lib. 6, cap. 25. Además el libro de Mr.
Ruard Tapper, art. de la confesion).

Frutos de la confesión papística

Los frutos y utilidades de esta confesion hecha al oido de los sacerdotes son en gran
número y de maravillosas virtudes. En efecto, primeramente ella nos libra de la muerte
eterna. En segundo lugar ella cura las llagas de nuestras almas. En tercer lugar nos
descubre la presencia de Dios. Cuarto: nos abre las puertas del paraiso. Quinto: cubre y
esconde nuestros pecados de tal manera que Dios no los puede ver. Sexto: dulcifica y
atrae la divina misericordia. Séptimo: da sanidad al alma. (Salm. 41). Octavo: multiplica
los abogados para con Dios, pues los sacerdotes ruegan por los que se confiesan á ellos.
(Heb. 7.) Noveno: purifica la conciencia y la embellece. Décimo: rompe la confederacion
con e1 diablo por cuanto el secreto que habia entre el pecador y él, ha sido descubierto.
Undécimo: reune al hombre con Dios. Duodécimo: nos encamina por la senda de la
salvacion. Décimo tercio: borra los pecados delante de Dios. (Salm. 31). Dixi, confitebor
adversum me, etc. Décimo cuarto: sirve en parte de pago y de satisfaccion por los pecados,
á causa de la vergüenza grande de tener que descubrirlos á los sacerdotes. Finalmente la
confesion auricular preserva á las personas de recaer en nuevos pecados: lo que declaran
por una notable semejanza tomada de los dentistas, los cuales echan fuera la muela cariada
á fin que no haga caer á las otras. De la misma manera el pecador echa fuera sus pecados
á fin que la conciencia no sea completamente infectada. ¡Oh, qué execrables desvaríos!
¡Oh, qué invenciones diabólicas para seducir á las pobres almas!
Yo os pregunto, Señor, si estos frutos fuesen verdaderos, ¿qué necesidad
tendríamos de la gracia de Dios? ¿A qué iríamos á buscar á Jesucristo y su intercesion?
¿Qué provecho tendríamos de la obra y de la operacion del Espíritu Santo, puesto que la
confesion hace todo, obtiene todo y para decirlo en una palabra, hace que el hombre malo
y pecador sea hijo de Dios y heredero del reino celestial? ¿No es una gran blasfemia? ¿No
es un abuso insoportable? Sin embargo, el mundo es tan ciego, que aflige, persigue,
quema y hiere á los que descubren tales abominaciones y quieren librarle de ellas.
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Esta confesion (dicen ellos) debe de hacerse por lo menos una vez al año, bajo pena
de excomunion, ó exclusion del cuerpo de Cristo. Además deben de decirse los pecados
á los sacerdotes que tienen las llaves de la ciencia para discernir entre el bien y el mal, y
la del poder para ligar y desligar (Capit. Omnis utrius sexus, de summa trinitate, etc. Et
de poeniten. Et remiss).
El secreto de esta confesion debe ser grande, por cuanto el sacerdote representa la
persona de Dios, el cual interiormente cubre los pecados que se manifiestan exteriormente
al sacerdote; quien de ninguna manera podrá descubrirlos, á no ser que lo sepa fuera de
la confesion.
Además ellos hacen algunas distinciones y diferencias de absoluciones y de pecados
de los papas, otros de los arzobispos, otros de los simples obispos, otros de los curas. Bien
es verdad que las cuatro órdenes mendicantes tienen bula que ellos llaman el mar grande
de indulgencias ó perdones, que les da el poder de perdonar todo, y no solamente pueden
perdonar los pecados cometidos en el pasado, sino lo que es más, los que se cometerán
en el porvenir, si queremos creer sus jactancias en este punto.
Ved, Señor, qué burlas y qué encantamientos para embaucar á las gentes y
mantenerlas en el error y en la supersticion; y sin embargo, el uso de la confesion,
sanamente comprendida, puede traer un singular beneficio al hombre fiel, del cual Satanás
nos ha querido privar habiendo discurrido sus execrables invenciones.

De la confesión cristiana

Ahora bien, para que esta deduccion de los puntos de nuestra religion cristiana no
sea sin fruto, trataremos de tal manera los abusos de la Iglesia papal que al mostrar la sana
doctrina aprendamos al mismo tiempo la verdadera práctica de ella.
Lo que se requiere principalmente en esta suerte de penitencia es la confesion y la
satisfaccion como el primer grado y entrada á los hombres para participar de Jesucristo y
gozar de su justicia.

Medio para venir al conocimiento del pecado

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Nosotros decimos acerca de este asunto, que despues que el Espíritu de Dios nos ha
mostrado el rigurosísimo cumplimiento de justicia y de santidad que la ley divina pide de
nosotros y que por el mismo medio nos ha abierto los ojos para conocer nuestra
corrupcion y fuente del pecado, nuestra debilidad é incapacidad para poder cumplir lo
que la santa ley nos pida, el hombre miserable viéndose en estrecho, no sabe de qué lado
volverse; pues, negar sus pecados y hacerse mentiroso y falsario delante de Dios, él ve
bien que eso es imposible, tanto más, cuanto que los ojos del Señor tienen una vista tan
perspicaz y penetrante que ven hasta lo más profundo del corazon del hombre. El pensar
en imitar á Adan y ocultarse bajo las ramas de los árboles y cubrir sus vergüenzas y
abominaciones con hojas de higuera, de buena gana lo haría el hombre (de otro modo no
seria de la raza.) (Gen. 3).
Pero tan pronto como el hombre busca ese remedio para escapar á la ira divina, el
Dios eterno, viéndole poner su ciencia en algunas obras externas, como ayunos,
oraciones, cilicios, vigilias y otras mortificaciones externas, tales como las que el hombre
busca en tal estado (las cuales no son más que hojas de higuera que se marchitan al primer
soplo del viento), Dios, digo, grita frecuentemente con grande y alta voz en el corazon
del hombre, diciéndole: Adan, ¿dónde estás tú? Adan, ¿dónde estás tú? Efectivamente, el
carácter del Señor, que es muy benigno y misericordioso, no quiere dejar á sus elegidos
que sigan la impertinencia de Cain y de Júdas; sino que habiendo empezado su obra en
aquellos que ha escogido, para hacerles participantes del beneficio y de la reconciliacion
del Adan celestial, Jesucristo, continúa en su bondad, haciendo oir su voz en los oidos del
corazon del hombre que piensa estar muy oculto.

Voz de dios en el corazón del hombre

Ahora bien, el hombre viéndose estrechado por la voz de Dios, la cual le hace
temblar y le tiene en un temor tan grande que no le deja comer ni beber ni dormir, olvida
todas las demás cosas de la vida humana, hasta el punto de no atreverse á mirar la luz del
sol, empleando casi todo su tiempo en oir la voz terrible y espantosa de ese gran Dios
vivo, voz que resuena de tal modo en sus oídos que parece ser la trompeta que resonaba
en el monte Sinaí y hacia caer á tierra á los más fuertes y valientes de los hijos de Israel.

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Verdadera confesión del pecado

De esta manera el hombre, estrechado y sujetado á esta tortura, al fin confiesa que
es hijo de Adam, es decir, pecador como su padre, despreciador de la palabra de Dios,
como su padre, envidioso de la gloria y de la majestad de Dios como su padre; él confiesa
que el principal objeto de su vida en este mundo no era más que robar la ciencia á Dios y
revestirse de ella, de conocer el bien y el mal, es decir, poder juzgar por el nivel de su
juicio corrompido y de su sabiduría insensata, qué cosas son buenas y cuáles malas, qué
cosas son agradables ó desagradables á Dios. En suma, el hombre confiesa que es un
hipócrita como su padre, y que el conocimiento de su desnudez le dió la ocasion de
ocultarse bajo las ramas de los árboles y de cubrirse con las hojas de higuera, es decir
(para hablar más claramente), él pensaba por su prudencia, sabiduría, diligencia, buenas
obras, méritos y mortificaciones cubrir sus abominables pecados y esconderlos de la faz
del Señor.
He ahí. Señor, lo que la palabra divina y nosotros adheridos á ella, llamamos
confesion. Es una manifestacion obligada (aunque voluntaria), que el hombre hace de sus
pecados delante del Señor, estando atormentado y oprimido por la voz terrible de Dios,
la cual resuena en el corazon del hombre llevado á arrepentimiento por la ley divina. De
esta primera confesion (como verdadera fuente de conocimiento de si mismo), salen
varias otras confesiones que mantenemos en nuestras Iglesias y que enseñamos en
nuestras predicaciones.
La primera confesion es privada é individual en el corazon de aquel que habiendo
sentido la voz de la ley divina que le acusa y le condena, hace diariamente una verdadera
y sincera confesion de sus pecados, diciendo en su corazon con el profeta: “Señor, he sido
engendrado en iniquidades, y en pecados me concibió mi madre. Señor, crea en mí un
corazon puro y limpio y renueva en mis entrañas un espíritu de rectitud y de equidad.
Señor, no entres en juicio con tu siervo, pues ningun hombre viviente será encontrado
justo delante de ti». (Salmo 51.) Y con el publicano: «Señor, ten piedad de mí, pobre
pecador». Y con el hijo pródigo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra tí, no soy
digno de ser llamado tu hijo», etc. Tales y semejantes confesiones deben resonar
continuamente en la boca y en el corazon de los hijos de Dios y verdaderos arrepentidos.
Estos, habiendo experimentado la dulzura y benignidad del Señor, se dirigen á él, para
ser cada vez más lavados y purificados de sus pecados y contínuas faltas.

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Lengua del cristiano enseñada por Dios

La segunda confesion cristiana, la llamamos así, cuando un hombre afligido,


atormentado y oprimido en su conciencia por la voz de la ley divina y la tentacion de su
infidelidad, viendo que en sí mismo no encuentra ningun remedio, ni alivio, ni consuelo
espiritual, comunica su afliccion y tentacion á otra persona dotada del Espíritu de Dios y
que sigue la verdadera y sincera piedad, que pueda aliviar con su lengua, enseñada por
Dios, á los que están cansados, abatidos y quebrantados de corazon. El Señor quiere que
esta confesion sea conservada en su Iglesia á fin de abatir la arrogancia de los más sabios
y mantenernos en una verdadera y cordial humanidad, necesitándonos los unos á los otros
para consolarnos en nuestras aflicciones. Esta confesion puede hacerse á los pastores ó
doctores de la Iglesia, con tal que nuestra conciencia nos dé testimonio que su vocacion
va acompañada del Espíritu de Dios.
La tercera especie de confesion es aquella que el hombre fiel hace voluntariamente
delante de los hombres, siendo impulsado por un celo muy ardiente de humillarse, cuyo
celo proviene de la vehementísima impresion que tiene en su memoria, porque Dios ha
conocido sus pecados y le parece que todas las criaturas se levantarán contra él, si no
manifiesta sus pecados por una pública confesion que áun hasta la posteridad pueda tener
conocimiento de ella. Tal ha sido la confesion de David en el salmo 22 y en el 51, los
cuales han sido compuestos para servir de pública confesion á todo el mundo, para que
se conozcan los grandes crímenes y pecados de un rey del pueblo de Dios. Tal es la
confesion del profeta Daniel (Daniel 9). Tal es la confesion que San Pablo dejó de sí
mismo diciendo que él había sido blasfemo y perseguidor de la Iglesia de Dios. El piadoso
San Agustin compuso algunos libros acerca de este particular; en los cuales puso por
escrito aun las faltas y pecados cometidos desde su infancia. Tales confesiones sirven en
la Iglesia de Dios de testimonio de humildad en aquellos que las hacen, y de consuelo
para los otros pecadores, los cuales, como dice el apóstol, viendo la misericordia y
benignidad de Dios ejercida en otros, se fortifican y se aseguran de su bondad hacia ellos,
á pesar de que se sienten manchados de muchos pecados é iniquidades.
La cuarta confesíon que los fieles hacen en la Iglesia y en la asamblea cristiana, es
general, esto es, que cuando al principio de la predicacion, cada uno en su corazón con
toda la congregacion confiesa sus ignorancias, que desea que les sean corregidas por la
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predicacion del Evangelio, viene con toda la congregacion para confesar sus pecados y
recibir la absolucion; es decir, la certeza y la seguridad por el Evangelio de Jesucristo,
que Dios recibe á los pecadores á misericordia, y que en la Iglesia se encuentra remision
de los pecados por la sangre del Cordero sin mácula.
La quinta especie de confesion es la que llamamos reconciliacion con nuestro
prójimo ofendido, cuando, reconociendo nuestra falta delante de Dios y delante de nuestro
prójimo, procuramos rendirle el corazon, á fin que nos perdone de buena voluntad la falta
que hemos cometido contra él, siguiendo el mandamiento de nuestro Redentor Jesus.
(Mat. 5)
Pero si la falta que hayamos cometido contra alguien, ó de otra manera, ha sido
pública y ha traído escándalo á la Iglesia, entonces será necesario usar de la sexta especie
de confesion, á saber, que al juicio de la Iglesia, la confesion y el reconocimiento de una
falta semejante se haga públicamente, así como los Padres antiguos tenían costumbre de
hacer y nos han dejado por escrito en los cánones de Penitencia (Ved la historia de Nicéfo-
ro, libro XII, cap. XXVIII). La ejecucion y ejercicio, de los cuales habiendo sido
despreciados por la Iglesia romana, ella empezó á ordenar que uno de los pastores ó
ancianos podría oir el reconocimiento y confesion de los pecadores para disminuir su
vergüenza; y esto despues ha sido mantenido y cambiado en dos especies de abusos muy
execrables y condenables. El primer abuso es que en lugar de penitencia pública se ha
introducido la confesion secreta, aboliendo todo buen orden y disciplina eclesiástica y
ejerciendo una extrema tiranía sobre las conciencias afligidas.
El otro abuso es de haber establecido en la ciudad de Roma ciertos penitenciarios,
ó mejor dicho, mercaderes de pecados, quienes por dinero dan remision y perdon de faltas
cometidas escandalosamente en la Iglesia.
En esto podrán ver bien nuestros adversarios, que nos llaman herejes, que nuestra
intencion no es de abolir la confesion en la iglesia cristiana, sino más bien en lugar de una
confesion supersticiosa y llena de una infinidad de abusos, enseñamos seis especies de
confesiones aprobadas y reunidas en la palabra de Dios.

De la satisfacción de la Iglesia papal

Si hay un artículo en la doctrina de nuestra religion cristiana grandemente


profanado, este es uno de ellos, cuya falsa inteligencia mantiene en el dia de hoy todos
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los debates y diferencias que vemos en la Iglesia cristiana y que será la causa de tratarlo
algo más largamente que lo que este breve tratado comportaría. Pero viendo la
importancia del asunto, suplico muy humildemente á su Majestad, Señor, de leerlo
atentamente y juzgar las falsas acusaciones que nuestros adversarios dirigen contra
nosotros acerca de la doctrina de la satisfaccion.
Los historiadores eclesiásticos nos cuentan que en la Iglesia primitiva, santamente
reformada, los crímenes escandalosos de los cristianos estaban rigurosamente castigados
con penitencia y confesion pública y satisfacciones de larga duracion y muy vergonzosas
para los penitentes, hasta que la avaricia de los obispos empezó á arruinar toda disciplina
eclesiástica, cambiando por dinero las satisfacciones decretadas por la Iglesia contra los
pecadores y escandalosos. Esto empezó á hacerse bajo cualquier pretexto de piedad,
dedicando el dinero tomado como rescate de la penitencia pública á edificar templos, á
redimir cautivos de las manos de los paganos, á sostener las escuelas de los niños
cristianos y otras cosas semejantes. Eso es lo que hacen ahora los inquisidores de España
con los reconciliados (como ellos dicen) que toman dinero bajo cualquier pretexto de
piedad para quitarles el vestido ó el hábito de dos cruces rojas que ponen á los penitentes.
Esta costumbre siguió así hasta que los obispos tuvieron la osadía de privar á la
Iglesia de su autoridad y se la atribuyeron á ellos mismos, haciendo llamar á su presencia
á los pecadores escandalosos para darles el perdon y la penitencia á su capricho, á fin de
peder comerciar con el penitente y por este medio sacarle el dinero por el castigo de
excomunion y exclusion de la Iglesia.
Los cristianos, viendo esos abusos y que la disciplina eclesiástica y la de penitencia
se fundaba en la avaricia, empezaron á despreciarla, y varios no querían presentarse
voluntariamente á confesar sus pecados más que los acusados y los convictos.
Viendo los obispos esto y que su ganancia venia disminuyendo por ese medio,
pensaron poner un remedio á tal pérdida é hicieron una constitucion y ordenanza que
todos los cristianos, al menos una vez al año, vendrían en presencia de sus obispos para
confesarles sus culpas y pecados.

Capite omnis utriusque sexus

El primero que hizo esta hermosa ordenanza fue Inocencio III. Y para fundarla
mejor, dieron á entender que la palabra de Jesucristo mandaba hacerlo, y de este modo de
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grado en grado por la predicacion de los pastores ignorantes y entregados á la avaricia, la


confesion secreta fue establecida bajo pena de pecado mortal y exclusion del cuerpo de
Cristo. Habiéndose apoderado los obispos de las conciencias de los cristianos, de esta
manera empezaron á introducir la doctrina de las falsas satisfacciones, pero no sin su
ganancia. El primer grado de satisfaccion era de hermosa apariencia, esto es, abstenerse
de los pecados pasados. El segundo restituir las cosas mal adquiridas, y en esto la codicia
tenia una buena ocasion para emplearse.

Bulas o mejor dicho, burlas de composición

Efectivamente, si aquellos á quienes se debía hacer la restitucion habían muerto ó


estaban ausentes, el obispo disponía á su capricho de estas cosas, que es lo que hace ahora
el Papa por las bulas que se llaman de composicion, las cuales sirven para pagar todos los
latrocinios, pillajes, robos, usuras y otras ganancias deshonestas, hechos á personas
muertas ó desconocidas, con tal que se paguen seis reales.
E1 tercer artículo de la satisfaccion era un abuso espiritual, y, por consiguiente peor
que el de la bolsa, á saber, que en pago de la falta cometida contra el Señor, era necesario
ayunar, velar, hacer limosnas, ir en peregrinaciones, azotarse, edificar capillas; (y ahora
en nuestro tiempo la principal satisfaccion es de hacer decir muchas misas que el confesor
toma á su cargo y el dinero para decirlas ó pagarlas). Además, ellos enseñan otro medio
para hacer más asegurada esta satisfaccion espiritual, á saber, las obras que llaman
supererogatorias, como hacerse fraile, prometer castidad perpetua, pobreza y obediencia
á cualquier hombre ó mujer.
En resumen, su doctrina de la satisfaccion contiene tres medios por los cuales
podemos obtener el perdon de la pena debida á nuestros pecados, á saber: por castigo y
afliccion de nuestro cuerpo, por rescate dando limosnas y ofrendas, y por oraciones, ya
sean nuestras ó compradas por dinero; pues en esta tienda todo se pone en venta, hasta la
gracia de Dios. (Ved el Compendio de Teología, libro 6, cap. 29. Además, el libro de los
artículos de M. Ruard Tapper, doctor de Lovaina, art. 6.° de la satisfaccion.)
Los provechos y utilidades que se sacan de esta satisfaccion son grandes y
admirables, pues por medio de la limosna impetramos (dicen) la gracia de Dios, por los
ayunos y castigos corporales obtenemos la remision de la pena, y por la oracion son

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purgadas las reliquias de la culpa, que Jesucristo había dejado por perdonar, en la
conciencia del penitente.
Pero como algunos ricos eran tan blandos y delicados que no querían azotarse de
buena gana, ni querian ayunar ni mortificar su otra parte, como no tenian tiempo de orar
y de invocar a1 Señor á causa de sus quehaceres (que ellos estiman muy necesarios), se
pensó remediar este inconveniente, reduciendo las tres partes de la satisfaccion en una, y
que por medio de la limosna y de la distribucion de dinero se podía dispensar de todo lo
demás.

Aplicación de los méritos monacales

Los frailes, en efecto, aplicarían con mucho gusto los méritos y las buenas obras
que les quedan delante de Dios, para pagar y satisfacer por los pecados de los demás.
Pero, ¿qué sucederá, dirá alguno, si ésos hombres blandos, delicados é
impertinentes son sorprendidos por la muerte antes que la aplicacion de los méritos de los
frailes se haga?

Ocasión de inventar el Purgatorio

Efectivamente habría un gran peligro que tales almas fuesen condenadas. A esto
respondemos que ya se ha proveido á todo, presentando las llamas del purgatorio en donde
entraran un monton de gentes sin poder salir hasta que el Papa aplique los tesoros de la
sangre de Jesucristo y los méritos de los santos mártires, y que los frailes den la
participacion y los tesoros de sus buenas obras, con tal que los parientes del difunto
quieran abrir el portamoneda y pongan de manifiesto los tesoros de sus escudos. Este es
un breve relato de la doctrina de la satisfaccion que enseñan los teólogos de la Iglesia
romana, dejando por contar un millon de abominaciones y de blasfemias que esos
doctores de mentira han dicho y diariamente dicen contra el beneficio de Jesucristo y la
satisfaccion ofrecida á los pecadores, por el sacrificio y el derramamiento de su sangre, á
fin de establecer y autorizar sus invenciones.

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De la satisfacción por los pecados que nos enseña la palabra del Evangelio

Si su Majestad ha considerado atentamente la doctrina de la satisfaccion expuesta


en este mi compendio, y en el libro de Monsieur Ruad, de donde está sacada y más
extensamente tratada, vereis Señor, cuan poco mencionan los doctores teólogos del
papado la satisfaccion ofrecida por Jesucristo verdadero y único Redentor de nuestras
almas. Así es que toda la consolacion que tenemos en la leccion de la palabra de Dios,
está fundada sobre la satisfaccíon gratuita que nuestro eterno sacerdote y celestial Adan
Jesucristo ha ofrecido y presentado á la justicia divina, para pago de nuestros pecados,
los cuales ha llevado verdaderamente sobre sí mismo (como dice el profeta Isaías, cap.
53), habiendo cargado con el peso de nuestras iniquidades. Y de esta manera nuestras
injusticias y pecados fueron puestos sobre él, quien á causa de ellos fue quebrantado,
sacrificado é inmolado, sufriendo en su propia persona los efectos de la ira y el furor de
Dios, que todos los hombres en general y cada uno en particular debía de experimentar
como castigo de sus crímenes y transgresiones.
Pero para comprender mejor esta materia tan importantísima y necesaria volvamos
á considerar el estado del hombre pecador y penitente de la manera que lo hemos
propuesto hablando de la verdadera confesion cristiana.

Confesión saludable

Decimos, Señor, que el hombre siendo presentado delante del trono y tribunal de
Dios, conducido como por la fuerza de la voz de Dios, sacado fuera de las cavernas y
espesas ramas en donde se había ocultado y escondido, estando molestado y atormentado
por el continuo interrogatorio del procurador de Dios, es decir, su divina justicia, al fin,
él confiesa su desnudez, pobreza, hipocresía, temor y temblor de encontrarse en la
presencia de ese Dios vivo, cuya voluntad sin embargo, al llamar de esta manera vigorosa,
no es para exterminarlo ni abatirlo, sino mas bien para llevarlo al reconocimiento de su
pecado y de su estado miserable no deseando mas que la vida, conversion y salvacion de
una criatura que tanto ama.
Estando el hombre en este estado, el Espirito de Dios empieza á reconocerle como
hijo de la casa, por quien el Padre de misericordia delibera para recibirlo en gracia. Y

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desde entonces él empieza á grabar en su corazon una viva imagen de ese Dios vivo y
airado cuya voz era la causa de su temor y temblor.

Origen del temor de Dios

La intencion del Espíritu de Dios en esto es de conservar al hombre justificado en


un temor tal, que todas las veces que el pecado se le presente, pueda recordarse de la voz
terrible de Dios y de su formidable presencia, que él manifiesta al hombre pecador, y por
medio de esta consideracion, e1 pecador se retira y se aleja de toda ocasion de pecado.
Despues el mismo Espíritu del Señor empieza á presentarle á Jesucristo, verdadero
hijo de Dios y verdadero hombre crucificado é inmolado para satisfaccion de sus pecados.

Oficios del espíritu de Dios

Pero en cuanto que el hombre miserable, sintiéndose tan alejado de Dios y de su


favor, no podría creer que semejante beneficio sea para él, el Espíritu Santo toma el cargo
primeramente de escribir y grabar en su corazon la buena voluntad que el Creador y Padre
tiene para con los hombres.
Además, toma cuidado de abrir los ojos del entendimiento del pobre ciego, para que
vea el medianero de su salvacion.
En tercer lugar, ablanda la voluntad dormida y obstinada y la hace osada y poderosa
por las divinas promesas, á fin de que pueda querer, desear, recibir y abrazar á Jesucristo,
que es el remedio que el Espíritu le presenta.

Qué es fe cristiana

El efecto de esta operacion y obra del Espíritu de Dios en el corazon, entendimiento


y voluntad del hombre pecador y penitente, llamamos fe, la cual no es una frívola
persuasion ó acogida de la palabra de Dios, sino una cosa viva que produce efectos vivos;
á saber, verdadera y cierta seguridad que Dios nos ama y quiere hacernos herederos de
todos sus bienes celestiales y que para hacernos capaces de semejante herencia, perdida
en la persona de Adan, quiere que gocemos de la inocencia, justicia, cumplidísima

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satisfaccion y obediencia del segundo y celestial Adan. Además, por medio de esta fe
estamos segurísimos que el Dios que nos ha recibido en gracia y reconciliacion aborrece
toda injusticia é iniquidad, y que la salvacion que nos ha dado, habiéndonos librado del
poder de nuestros enemigos, es para que desde ahora, despojados de todo temor servil,
vivamos santa y justamente delante de él. (Luc. 2. Tito 2.)

Comunicación y recepción de Cristo

Esta fe engendrada en el hombre por el Espíritu de Dios, le sirve como de una mano
para acoger y abrazar á Jesucristo, y tambien le sirve como de una boca para recibirle
como comida y alimento espiritual. (Juan 17). Así que desde ahora el hombre arrepentido,
no es ya estimado en la casa de Dios como un hijo de Adan, sino hermano de Jesucristo,
quien se une á él por medio de esta fe y lazo del Espíritu Santo, de tal manera que el
cristiano y Cristo, y Cristo y el hombre cristiano, no son más que una misma cosa. (Juan
17)

Bautismo interior o regeneración

Despues que esta union ha sido hecha por el lazo del Espíritu de Dios y la operacion
de la fe engendrada por él, el Padre celestial, volviendo los ojos hácia el pecador, le
encuentra vestido y cubierto de la purísima é inocente carne de Cristo, adornado de su
justicia y satisfaccion, puestos los vestidos del hijo primogénito de Dios. Y aun cuando
el Señor conozca que el que está oculto era un hijo de Adan y pecador, sin embargo,
habiendo sentido el olor suavísimo de los vestidos de que está cubierto, le da su bendicion
y le hace heredar la posesion de su reino celestial de la misma manera que el patriarca
Isaac dió la bendicion á su hijo Jacob, habiéndole encontrado cubierto con los vestidos de
su hijo primogénito Esaú. (Gén. 27.)

Cristo es juez para absolver a los que creen en él (Juan 5.)

Cuando el pecador arrepentido ha llegado á este grado, el Dios vivo en lugar de


pronunciar una rigorosísima sentencia de muerte y de condenacion contra él, como Padre

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celestial, constituye como juez de esta causa al mismo Jesucristo, ya unido por la fe con
el pecador acusado.
Consideremos pues, qué sentencia podrá pronunciar el Redentor de los hombres
contra un miembro de su propio cuerpo, sabiendo que su poder de juzgar no le ha sido
dado para que aquellos que creen en él perezcan, sino para que tengan vida eterna.
Así que segun esta promesa, este justísimo juez (y sin embargo soberano Abogado
de los hombres) pronuncia el decreto y sentencia de perfecta y entera absolucion, puesto
que el acusado es ya poseedor de la perfectísima satisfaccion del que es su propio juez.

Justificación gratuita

Cuando el Redentor Jesus pronuncia este decreto no mira á lo que el hombre haya
hecho, ni á lo que pudiera merecer, por cuanto toda su vida hasta entonces no ha sido otra
cosa más que pura abominacion delante del Señor, siendo hijo de Adan, pecador y
enemigo de Dios. Entonces (digo) el Señor Jesus no pide ni ayunos, ni vigilias, ni
peregrinaciones, ni satisfacciones, ni ofrendas, ni misas, ni participaciones de méritos de
santos ni santas, y aun menos de frailes y monjas (los cuales no podrán producir más que
méritos dignos de muerte y de condenacion eterna), sino que en pocas palabras dice: Tu
fe te ha salvado, vete en paz y no peques más, para que no te suceda algo peor. (Luc 7).

Decreto de Cristo contra el pecador fiel y que contiene su absolución

En vista de que por medio de la fe dada de lo alto, has sabido y has recibido
seguridad que mi satisfaccion y obediencia es tuya, yo te la doy; y por medio de ella yo
te absuelvo de la culpa y de la pena, no exigiendo de ti ningun otro pago ni rescate por
tus pecados. Pero mira que desde ahora debes de pensar en la union que tienes conmigo,
en virtud de la cual eres recibido por hijo de mi Padre, heredero de su reino, miembro de
mi propio cuerpo, y participante de mi inocencia; pon mucha diligencia en mostrar por
medio de vivas y buenas obras de esperanza, mortificacion y caridad, la viva raiz de fe
que está en tu corazon, y la union que tengo contigo desviándote y alejándote del pecado
para que no te suceda algo peor que lo pasado.

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Ese es, Señor, el decreto y sentencia que los oídos de los fieles oyen de la boca de
Jesucristo, quien les da una tal seguridad y consolacion espiritual, que en sus tentaciones
y temores de la conciencia no buscan otro remedio sino la predicacion y meditacion de la
divina palabra, la cual diariamente les propone este remedio muy cierto y asegurado.
Esa es la razon por la cual vuestros súbditos de los Paises Bajos y varios de vuestro
reino de España, viéndose engañados en una doctrina de tanta importancia, desean que
vuestra majestad tenga á bien dejarles gozar de la libertad de sus conciencias y del
beneficio del Evangelio, el cual sin exigirles ningun rescate ni tiranizarlos, les indica la
verdadera fuente de su salvacion. Y me parece que un deseo y un afecto tan bueno no es
digno de ser castigado, ni perseguido á sangre y fuego, sino más bien ser alabado y
favorecido. Considere bien vuestra Majestad, si al Señor le agradará que sus criaturas
hechas á su imagen y semejanza, redimidas por la sangre de su Hijo Jesucristo sean
tratadas tan inhumanamente por creer y seguir esta doctrina y esta confesion.

De la doctrina de la justificación de la Iglesia papal

Pero para que vuestra Majestad pueda comprender más extensamente el origen de
todos éstos debates, bueno será dar un compendio de la doctrina que los teólogos de la
Iglesia romana enseñan para mostrar al hombre la manera de hacerse justo y agradable á
Dios. La justificacion (dícese) es un movimiento del hombre malo y pecador para pasar
de la injusticia á la justicia (Vide compendium totius theolog. Veritatis. lib. 6, ch. 39.
Además el libro de Pygius controversia, 8. Además. Thomas, 28,9,12. Además artículo 8
de Ruard Tapper. Además el Concilio de Trento, cap. 7).
En la justificacion del pecador se requieren cuatro condiciones; á saber: movimiento
de libre arbitrio, contricion, infusion de gracia y remision de culpa. Las dos primeras
proceden del lado del pecador que tiene que ser justificado, y las otras dos del lado del
que le justifica. Ellos dicen tambien que las dos primeras condiciones son como causas
que preparan el corazon del pecador para recibir la gracia de Dios. Además ellos enseñan
que en la justificacion del pecador se encuentran tres causas principales: la primera es
Dios, la segunda el pecador y la tercera la Iglesia. Dios, por su parte, da su misericordia,
por medio de la cual la falta es perdonada, y muestra su justicia, la cual pide satisfaccion,
ó en este mundo ó en el otro, es decir, en el purgatorio. Estas dos cosas han sido
significadas por los dos discípulos que el Señor envió á todos los lugares á donde tenia
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que ir. (Luc. 10). Efectivamente, lo que entonces se hacia corporalmente (dicen), ahora
se hace espiritualmente. Además, de la parte del pecador, se requiere tambien dos cosas,
á saber: Amor y dolor que son las dos muelas del molino entre las cuales el pecado es
molido y triturado, figuradas en el libro de la Ley (Deut.2, 4).
De la parte de la Iglesia proceden tambien dos cosas, á saber: el mérito de Cristo y
de los santos, los cuales han hecho muchas más buenas obras que las que debieran, y estas
obras están guardadas, bajo el poder de las llaves de la Iglesia, para que lo que falta sea
recompensado por el otro. En segundo lugar, la Iglesia da las indulgencias al pecador por
mediacion del Papa y de los obispos (Quae tantum valent quantum sonant), es decir, que
su valor es tan grande como lo que contiene el tenor de las cédulas. Los que han querido
tratar esta materia con mayor pureza, al fin (tamo á la fuerza) han reconocido que la fe es
el fundamento de nuestra justificacion, la cual nos sirve (dicen) de preparacion para
recibir la caridad y contentamiento de Dios, que es la causa de nuestra justicia, la cual él
nos la da, por cuanto le amamos. No quiero mencionar expresamente el relato de un
millon de cuestiones frívolas que los teólogos y los escolásticos presentan en esta materia
de la justificacion que sirven más bien para embrollarla que para hacerla comprender á
los que, movidos por el Espíritu de Dios, tienen hambre y sed de justicia: así por ejemplo,
el Concilio de Trento y el Interim presentado á los protestantes; porque lo que hemos
dicho aquí, es suficiente para considerar las espesas tinieblas en las cuales nos han tenido
cegados hasta ahora un gran número de doctores, los cuales se esfuerzan por todos los
medios posibles de mantenernos en la misma ignorancia, embrollando esta materia tan
importante de nuestra religion con debates inútiles y distinciones fantásticas, como por
ejemplo, preguntar si la justificacion se verifica en un momento, ó en un largo periodo de
tiempo; saber si Jesucristo despues de su resurreccion estaba en estado y condicion de
poder merecer justicia en nuestro favor hácia Dios ó no; saber si esta palabra justificacion
se debe tomar en un sentido extenso ó estrecho, cuando San Pablo dice: Justificados por
la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de Jesucristo. (Rom. 5). Además preguntan
si la justificacion es un movimiento para obtener justicia perfecta ó imperfecta. En
semejantes frivolidades gastan su tiempo estos doctores ociosos y curiosos (Ved el libro
de teologia de Alejandro).
En todo esto no oimos ni una sola palabra de Jesucristo hijo de Dios y verdadera
justicia del hombre: la predicacion de Cristo debe diariamente resonar en la boca de los
doctores del Evangelio para hacerla oir en los oidos de las conciencias afligidas y

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abrumadas por la carga de sus iniquidades, para impedir las acusaciones que la ley divina
dirige todos los días contra nosotros y los pavorosos gritos de nuestra desconfianza en las
promesas de Dios; pues, ¿de que me serviran tantas cuestiones y distinciones sutiles si no
se me enseña por qué medio podria yo ser librado de la tiranía del pecado, de las amenazas
de la ley, del poder de Satanás, do la boca del infierno y del temor de la muerte?
Esta es la doctrina, esta es, repito, la verdadera teología que debemos todos
aprender, y habiéndola experimentado en nosotros debemos de enseñarla á los demás.

De la doctrina de la justificación sacada de la Palabra de Dios

Quien quisiere ahora tratar en esta materia todas las dificultades y sutilezas que
algunos han presentado, sería demasiado larga y propio para embrollar el asunto y ponerlo
más oscuro.
Contentémonos con la sencillez de la Palabra de Dios, y procuremos más bien sentir
y experimentar lo que ella nos enseña, que buscar cuestiones y debates.

¿Qué es justificación?

Llamamos justificacion la obra de Dios, por la cual recibe á los hijos de Adan
pecadores y enemigos suyos, en gracia y reconciliacion, y los hace hijos suyos, miembros
y hermanos de Jesucristo su Hijo. Sabemos perfectamente, en cuanto al primer punto,
que, puesto que el hombre es el que debe ser justificado, esta obra no puede hacerse sin
él; pues Dios no da jamás á nadie la justicia por procuracion; tambien debemos decir que
el hombre que recibe esta justicia de la mano de Dios, no es una piedra ni un pedazo de
madera, sino que está dotado de entendimiento, de voluntad y de razon para saber,
conocer, y querer recibir lo que Dios le presenta gratuitamente y con una benignidad
paternal.
Así, pues, los que mezclan la cuestion del libre arbitrio en este punto, son demasiado
importunos, tanto más, cuanto cada fiel sabe muy bien, por experiencia, que cuando el
Señor llama al hombre pecador para incorporarlo á Cristo, está ciego para conocer, no
solamente su enfermedad, sino que tampoco conoce su remedio; y lo que es peor, su
voluntad está de tal modo endurecida y obstinada, que no quisiera nunca venir ni

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comparecer en presencia de Aquél que le puede curar, si no es por fuerza. Por esta razon
decimos que la primera operación del Espíritu de Dios en el hombre pecador es abrirle
los ojos del entendimiento para conocer su mal y al Médico soberano.

Regeneración del entendimiento y de la voluntad

La segunda es ablandar el corazon y la voluntad para recibir el remedio propuesto


por el Padre celestial. Esta obra del Espíritu de Dios la llamamos don de la fe, por la cual
el hombre recobra fuerza y poder para hacerse miembro del cuerpo de Cristo y gozar de
su justicia, abrazándole con una libre y franca voluntad, dada, sin embargo, de lo alto,
puesto que semejante bien no puede venirle de su corazon y naturaleza corrompida.
El hombre, hecho capaz de recibir á Jesucristo por medio de las mencionadas
operaciones del Espíritu de Dios, el Padre de misericordia hace gracia al pecador que ha
sido adoptado, de un doble beneficio. Primeramente le perdona todos sus pecados,
borrándolos de su presencia con la sangre del Redentor, y los cubre con el manto de
inocencia del Adan celestial. El no le imputa más, ni se lo pone en cuenta, estando ya
satisfecho con el pago del sacrificio agradabilísimo del soberano y eterno sacrificador
Jesus. Esto es lo que el apóstol quiere mostrar claramente cuando recita la citacion de
David en el salmo 32, en donde el profeta por medio de tres comparaciones, ó maneras
de hablar, declara este primer beneficio, que el hombre recibe de Dios con la justificacion,
diciendo así: «Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas y borrados sus
pecados. Bienaventurado es el hombre á quien no imputa Jehová la iniquidad, ni la toma
en cuenta.» En la primera sentencia de esta citacion el profeta usa de la imagen tomada
de los jueces, príncipes ó señores, recibiendo en su misericordia á sus súbditos convictos
de algun gran crimen, hacia los cuales ellos quieran usar de gracia y bondad,
perdonándoles las faltas cometidas. La segunda imagen es tomada de aquellos que quieren
cubrir la desnudez de otro con un manto prestado; esto es lo que hace el Padre celestial,
cuando cubre y oculta nuestra mancha natural, nuestros pecados y abominaciones con la
inocencia de su Hijo Jesucristo. La tercera imagen está tomada de los deudores y
acreedores, quienes escriben en sus libros las deudas que se les tiene que pagar; pero
aquellas de las cuales están ya satisfechos, no quieren contarlas ni ponerlas por escrito.
Por esto dice el apóstol que el Padre celestial encontrándose enteramente y perfectamente
pagado de las deudas y transgresiones del hombre en la persona del Adan celestial,
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Jesucristo, no quiere contarla, ni imputarlas al hombre, habiéndole sido aplicado por la fe


el beneficio de Cristo, y habiéndole abrazado como cosa suya.

Doctrina del libre arbitrio

Ahora bien: por cuanto en esta obra admirable de Dios, el hombre por su parte,
demuestra un verdadero conocimiento de sus pecados y arrepentimiento de haberlos
cometido, y amarga contricion de haber ofendido la majestad divina, así como tambien
una verdadera confesion y declaracion de todas sus transgresiones, los teólogos de nuestro
tiempo quieren decir que tales obras y diligencias provienen únicamente de la destreza,
sabiduría y libre arbitrio del hombre y que sirven como una preparacion para recibir el
don de la fe, por medio de la cual el hombre se hace miembro de Jesucristo. Y aun cuando
decimos que á pesar de que el conocimiento del pecado, el arrepentimiento, la contricion
y la confesion son obras del hombre, son empero de tal manera suyas que proceden del
podar y virtud del Espíritu de Dios, el cual hace al hombre capaz de obrar así; y sin
embargo estos nos llaman herejes, gentes que niegan las buenas obras, que hacen á los
hombres perezosos para hacer el bien y menospreciadores de la obediencia que se le debe
al Señor.
Si esta acusacion es verdadera ó no, vuestra Majestad misma podrá ser juez, y
considerar si el hombre tiene el poder de reconocerse pecador delante de Dios cuando
quiere, arrepentirse de su pecado cuando quiere, si puede hacer la confesion de sus
transgresiones delante del tribunal de Dios cuando quiere; y si tiene poder, afecto y
voluntad para recibir á Jesucristo por único redentor y rescate de sus pecados, cuando
quiere. Ahora bien: si ellos hablan y disputan de tales materias de nuestra religion
cristiana, sin haberlas experimentado, les suplicamos que se callen y rueguen que el Señor
les haga sentir aquello de que murmuran tan atrevidamente, con seguridad,, más bien de
oída, ó por la leccion de algunos libros ó tratados de otros, que por enseñanza del Espíritu
de Dios.

Herencia de los hijos de Adán

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Y si ellos presumen haber salido de otra estirpe y de otro tronco que nosotros, en
ese caso les rogamos en el nombre del Señor que nos dejen en paz en nuestra abyeccion
y humildad: pues nosotros nos reconocemos hijos de Adan, transgresores de la voluntad
de Dios, ciegos para conocer nuestro pecado, obstinados para poder arrepentirnos,
endurecidos para ser quebrantados y contritos en nuestros corazones, orgullosos y
arrogantes para querer confesar las transgresiones aun delante de aquel que las conoce.
En suma: completamente inhábiles é incapaces para no poder ni querer recibir
nuestra salvacion á menos que el Espíritu de Dios nos conduzca, nos mueva y nos haga
capaces de poner en ejercicio tales obras ¿Tan envidiosos están de nuestra humildad y del
homenaje que rendimos á Dios, reconociendo todas las cosas que vienen de su mano? Y
aun cuando fuese humillarse demasiado delante de Dios, ¿es un pecado tan grande que
deban por eso perseguirnos, afligirnos, desterrarnos, echarnos en la cárcel, herirnos ó
quemarnos tan cruelmente, lo que hacen ahora nuestros adversarios?
A la verdad, señor, tales crueldades é inhumanas maneras de proceder, deben de dar
á conocer á vuestra Majestad que el celo de esos teólogos que nos acusan no es un celo
de Dios, sino más bien una animosidad acompañada de ignorancia y de malicia. Pero
dejémosle pasar.

Participación con Jesucristo

El segundo beneficio que el hombre recibe en la justificacion le podemos llamar


union con Cristo; pues no es suficiente que el hombre sea absuelto y perdonado de su
pecado, sino tambien es necesario que sea una nueva criatura, y dé una nueva obediencia
despues de su justificacion, lo que en ninguna manera podrá hacer más que por la virtud
y potencia de Dios (que está en Jesucristo), que habita en él y le da fuerzas para hacerlo.
Es el segundo efecto de la fe que el Espíritu de Dios ha engendrado en nosotros, y que
despues de haber librado al hombre pecador del temor de sus enemigos y de toda
condenacion, le hace poseedor del celestial Adan, Jesucristo, verdadero hijo de Dios y
verdadero hombre, á fin de que viviendo en él, no segun la carne, sino segun el Espíritu,
viva desde aquí en adelante sin temor de condenacion, en justicia y santidad en la
presencia de aquel que ha sido su libertador y fiador por medio del sacrificio de su sangre.
(Luc. 1). El hombre, reconocido al amor y caridad que Dios le muestra en Jesucristo, ama
al Señor recíprocamente, y se emplea con toda diligencia y cuidado en la observancia de
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sus mandamientos. Esta doctrina nos la enseña el apóstol San Pablo cuando nos habla del
asunto de la justificacion en la epístola á los Romanos, cap. 8, en donde dice:
«Ahora, pues, ninguna condenacion hay para los que están en Cristo Jesus, que no
andan conforme á la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida
que está en Jesucristo, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque (lo que
era imposible á la ley por cuanto era débil por la carne), Dios, enviando á su Hijo en
semejanza de carne de pecado y á causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para
que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme á la carne,
mas conforme al espíritu. Porque los que viven conforme á la carne, de las cosas que son
de la carne se ocupan, mas los que conforme al Espíritu, de las cosas del Espíritu. Ahora
bien: la intencion de la carne es muerte; mas la intencion del Espíritu es vida y paz. Por
cuanto la intencion de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta á la ley de
Dios, ni tampoco puede. Así que los que están en la carne no pueden agradar á Dios. Mas
vosotross no estais en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él. Y si Cristo está en
vosotros el cuerpo está muerto á causa del pecado, pero el Espíritu es vida á causa de la
justicia. Si el Espíritu, pues, de aquel que resucitó á Jesus de los muertos mora en
vosotros, el que resucitó á Cristo de los muertos vivificará tambien vuestros cuerpos
mortales á causa de su Espíritu que mora en vosotros. Así pues, hermanos mios, deudores
somos no á la carne para vivir conforme á la carne; pues si viviereis conforme á la carne,
morireis; pero si por el Espíritu mortificareis las obras del cuerpo, vivireis; pues todos los
que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.»
En este trozo vemos cómo el Apóstol nos demuestra esta segunda parte de nuestra
justificacion y por qué estamos unidos con Jesucristo, á saber: para que andemos
conforme al Espíritu y no conforme á la carne. Si estuviésemos bien enseñados en la
escuela de Dios y de los frutos admirables que nos da esta union con el Señor Jesus,
muchas cuestiones inútiles se quitarían de la Iglesia cristiana.
¿De qué nos sirve disputar, si la justicia del hombre cristiano es sustancia ó
accidente, si es una cualidad inherente ó una sencilla imputacion y otras sutilezas
semejantes; si no hemos sentido en nuestros corazones y en nuestras conciencias la
presencia y operación de Jesucristo? Sabemos que él habita en los corazones de los
verdaderos fieles, segun la oracion que el Apostol hacia por la Iglesia de Efeso (Efesios
3); y en otra parta dice que al Señor ama á su Iglesia, tanto más que somos miembros de

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su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Además, escribiendo á los Corintios, dice que
Jesucristo hablaba en él, de lo cual los Corintios sentían bien la potencia y virtud
desplegada en la palabra de su Apostol y exhorta á los Corintios de mirar tambien, cómo
Jesucristo estaba en ellos, diciendo que de otra manera sería una señal de reprobacion. (2
Cor. 13).
Además, nuestro Redentor Jesus rogó á su Padre celestial que aquellos que creerían
en él fuesen unidos de tal manera con su propia persona, que fuesen una misma cosa,
como él y su Padre celestial no eran más que uno. (Juan 17). Cirilo, doctor muy antiguo,
trata maravillosamente este asunto de la union con Jesucristo, interpretando este texto de
San Juan, lo que todos podrán ver leyendo este autor; para evitar el ser prolijo.
Sin duda esta manera de hablar de San Pablo y de los doctores antiguos es extraña
en nuestro tiempo, por cuanto los hombres están ahora más dedicados á hacer valer su
religion por ceremonias y demostraciones aparentes, que en ejercitarse en la meditacion
y en el sentimiento de las cosas espirituales.
De ahí viene que nuestros teólogos no conocen más participacion del cuerpo de
Cristo, que la que ellos preconizan por medio de la celebracion de la Cena. No conocen
más regeneracion que la que ellos quieren mostrar por la recepcion del bautismo exterior.
No comprenden más justificacion y justicia en el hombre, que cierta imaginacion, que
Cristo estando lejos de nosotros, es justo en nuestro lugar. Asi es que el hombre,
despojado de Cristo, lo está igualmente de inocencia, de satisfaccion y justicia para
atreverse á comparecer delante de Dios. Y si los apóstoles y los fieles no han sido
comprendidos en esta materia, no es extraño; pues tan imposible es hacerla comprender
al hombre natural y carnal, como el querer demostrar al ciego de nacimiento la excelencia
del sol por la semejanza de otras criaturas que no ha visto nunca. Yo rogaré, pues, de
buena gana, en el nombre de Jesucristo, verdadera justicia de los hombres, yo rogaré á
estos personajes que aconsejan á vuestra majestad de perseguirnos, de matarnos y
quemarnos, que entren primero en la escuela del Señor, para aprender lo que es
justificacion y de qué justicia es revestido el hombre cristiano, antes de condenarnos como
herejes é indignos de vivir en la tierra.

De las buenas obras enseñadas en el Papado

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Habiéndose equivocado estos personajes en el primer fundamento de la doctrina


cristiana, á saber, en la satisfaccion y en la justicia del hombre fiel, no pueden enseñar
rectamente la doctrina de las buenas obras.
Sin embargo, oyéndoles hablar y dar sus decretos y sentencias contra nosotros,
porque negamos las buenas obras, as cosa digna ó de gran risa, para los que de tales cosas
pueden reirse, ó por mejor decir, de gran lamentacion para los que sienten cuánto daño
trae semejante doctrina á las pobres conciencias ignorantes.
Ahora bien, para fundamentar bien sus buenas obras, dicen que el hombre, siendo
justificado, adquiere una tal potencia sobre su propia voluntad, que puede aplicarla
siempre y cuantas veces quiera á la entera y perfecta observacion de la ley de Dios. A
esto le llaman operacion del libre arbitrio, el cual, ayudado por la gracia de Dios, tiene el
poder de producir obras meritorias.

Jesucristo en el corazón del hombre le hace poderoso en toda buena obra

Y sin embargo, ni de Jesucristo, ni de su presencia en el corazon del hombre (que


nos hace poderosos en todo) no dicen ni una palabra. Los frutos que produce este nuevo
arbitrio son llamados méritos, los cuales son de tres géneros. El primero es llamado mérito
de congruo; es aquel por el cual nos disponemos á recibir la gracia de Dios. El segundo
es llamado mérito de dignidad, por cuanto la persona del que obra es digna de recibir la
gracia del Señor, como los que están ya en la gracia de Dios merecen con justicia tener
aumento de la misma gracia. El tercer género de méritos es llamado de condigno, cuando
las obras del hombre son tan excelentes que pueden compararse á la remuneracion y pago
que Dios hace por ellas, en consideracion á ellas.
En cuanto al primer género de méritos, ellos enseñan que el hombre de su propia
voluntad, sin la gracia de Dios, puede prepararse para recibir dicha gracia, haciendo cada
uno lo que le es posible. Esta obra contiene tres partes: primera, deja la obra del pecado;
segunda, se despoja de su voluntad y deseo de ofender á Dios; y tercera, se esfuerza en
abrazar la bondad y la rectitud.
Además, ellos dicen que para hacer una obra meritoria se requieren de parte del
hombre tres cosas, á saber: el alma que obra, el libre arbitrio que la conduce, y la intencion
que la lleva á buen fin; pero no se hace ninguna mencion ni de Dios ni de la operacion de
su Espíritu Santo.
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Las obras que salen de esta tienda, merecen tres cosas, á saber: remision de la pena,
aumento de gracia, y posesion de la vida eterna, la cual merecemos por medio de la
caridad y de la excelencia de la buena obra.
Además, las buenas obras se dividen en dos clases: las unas son obras de
mandamientos y las otras de consejo; ó por otro nombre, de supererogacion, por cuanto
que el hombre se emplea en hacer tales obras, no porque deba ó esté obligado á hacerlas,
sino porque tiene voluntad y deseo de merecer más.

Obras de consejo

Estas obras de consejo son, segun ellos, las que Jesucristo enseña en San Mateo 5,
diciendo: “Que Jesús viendo las gentes subió á un monte y cuando se sentó se llegaron á
él sus discípulos, y él abriendo su boca les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres
en espíritu: porque de ellos es e1 reino de los cielos. Bienaventurados los que están en
duelo: porque serán consolados. Bienaventurados los mansos: porque heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque serán hartos.
Bienaventurados los misericordiosos: porque misericordia les será hecha.
Bienaventurados los limpios de corazon porque ellos verán á Dios. Bienaventurados los
pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios: Bienaventurados los que
padecen persecucion por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os dirigieran injurias y os perseguieran y dijeran toda mala
palabra contra vosotros, por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra
merced es grande en los cielos; pues así persiguieron á los profetas que fueron antes de
vosotros.» De estos textos y otros de los Evangelios muy mal comprendidos, sacan el
estado muy execrable de la frailería, los votos de su castidad mancillada, de obediencia y
pobreza llenas de toda abominacion y dan á comprender al mundo que es un estado más
perfecto y agradable al Señor que el de todos los demás cristianos que ellos llaman
seculares y mundanos, y las obras que ellos hacen son las obras supererogatorias.

Obras inventadas por el cerebro del hombre

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E1 resto de sus buenas obras son: ayunar en cuaresma, no comer carne en ciertos
dias, disciplinarse en Semana Santa, edificar capillas, fundar aniversarios, encender velas
á los ídolos en pleno dia, ir en peregrinacion, mandar decir misas y otras supersticiones
dignas de condenacion, contra las cuales el Señor podría decir lo que el profeta Isaías dijo
en otro tiempo á los hipócritas de Jerusalem: ¿Quién os ha pedido tales cosas de vuestras
manos? (Isaías 1) Y con mucha razon; pues estas obras de supersticion Dios no las ha
pedido nunca., sino más bien, estos terribles castigos que diariamente hace caer sobre
nosotros, nos dan la certidumbre y testimonio de que su divina Majestad las tiene en
execracion y en abominable aversion.
Si nuestros adversarios nos acusan de que no queremos exhortar á nuestros oyentes
á tales obras, nos congratulamos grandemente de ser perseguidos por ello; pues si los
hombres nos condenan, Dios nos dará la absolucion. Si los hombres nos persiguen, Dios
será nuestra seguridad. Si los hombres nos quitan la vida por esta doctrina, el Dios Eterno
que siempre vive, nos ha dado á Jesucristo, que es nuestra vida, y nos devolverá la vida.
Si los hombres, por esta confesion, reducen nuestros cuerpos en ceniza, quemándolos en
el fuego, el que ha resucitado á Jesucristo de los muertos, nos resucitará tambien y
glorificará nuestros cuerpos quemados, por cuanto su Espíritu Santo habita en nosotros.
(Rom. 8.)

De las buenas obras del hombre justificado

En cuanto al asunto de las buenas obras, decimos en primer lugar, que es una
atrevida y falsa calumnia la que nuestros adversarios nos levantan, haciendo correr el
rumor que negamos las buenas obras y que predicamos á nuestros oyentes que se aseguren
que son santos y justos en Jesucristo y que por lo demas no hagan caso de vivir bien ni
de hacer el bien. A esto respondemos que tal doctrina no nos está enseñada en la palabra
del Evangelio, el cual nos demuestra que el buen árbol debe de producir buen fruto y en
eso se verá que la raíz es buena.

Fin de nuestra justificación

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El apóstol también nos enseña á qué fin nuestro Redentor Jesús nos ha redimido de
la tiranía del pecado, y hecho justo por su justicia, cuando dice: “Nosotros éramos antes
insensatos, rebeldes, extraviados, sirviendo á concupiscencias y deleites diversos,
viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles y aborreciendo los unos á los otros; mas
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor para con los hombres,
nos salvó, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia,
por el lavacro de la regeneracion y de la renovacion del Espíritu Santo, el cual derramó
en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su
gracia seamos herederos segun la esperanza de la vida eterna”. (Tito cap. 3).
Y en otra parte dice: «Que la gracia de Dios y nuestro Salvador se manifestó, á fin
que los hombres aprendan á despojarse y á renunciar á la impiedad y deseos mundanos y
que pongan toda diligencia y cuidado en vivir en piedad sincera, justicia y sobriedad,
esperando la bienaventurada esperanza y gloriosa venida de ese gran Dios. »
Si estas palabras son verdaderas (como creemos que son), nuestra imprudencia sería
ya demasiado evidente si quisiéramos decir que el hombre cristiano debe ó puede estar
ocioso, ó ser perezoso en la casa de Dios. Pero lo que decimos es: Que el hombre natural
y despojado del espíritu de regeneracion no puede hacer ninguna obra que sea agradable
á Dios, ni aun decir ó reconocer en su corazon que Jesucristo es el Señor á no ser inspirado
del Espirita de Dios. Así es que estimamos que toda la doctrina ya mencionada, de los
méritos, de congruo, de dignidad, y de condigno, y otras distinciones y doctrinas
semejantes, son un verdadero monton de mentiras, para mantener á las gentes en una vana
seguridad é hipocresía sin darles á comprender su desdicha y condenacion. De esta
condenacion jamás podremos salir, ni por nuestras preparaciones, ni por nuestras obras,
ni por nuestra diligencia, prudencia ni sabiduría carnal, sino solamente que el Señor por
su pura bondad quiera tocarnos vivamente, y por su potencia soberana nos abra los ojos
para reconocer nuestro desgraciado estado y por ella nos eche fuera del fangoso cenagal
en que estamos caídos y que por su benignidad él nos lave, purifique y limpie de todas
nuestras suciedades y manchas espirituales por el derramamiento de la sangre purísima é
inocente de nuestro Redentor Jesus, lo que llamamos regeneracion ó renovamiento.
Pero despues que hemos sido justificados y hechos nuevas criaturas, Jesucristo está
tan unido á nosotros por el lazo de su Espíritu, que nuestras obras son ya obras de Cristo
y por consiguiente muy agradables en la presencia del Padre celestial. Pero para que nadie
suelte las riendas de sus pensamientos carnales y groseros, y para que no piense que

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cuando hablamos aquí de esta union con Cristo, que esto sea alguna metamórfosis, ó
trasmutacion ó trasformacion del cuerpo de Cristo en nosotros con destruccion de su
verdadera y humana naturaleza, declaramos que esta consideracion requiere un hombre
espiritual que sepa conocer y juzgar todas las cosas, y que esté enseñado por el Espirita
de Dios á contemplar la persona de nuestro Redentor Jesus, verdadero Hijo de Dios y
verdadero hombre glorificado á la derecha de su Padre celestial, teniendo todo poder en
el cielo y en la tierra, y viviendo por la fe en el corazon de aquellos que son sus verdaderos
miembros. (Mat. 28).

Signo de nuestra regeneración

Los que son así justificados y santificados no emplean su tiempo en edificar


capillas, ni mandar misas, ni en ir en peregrinacion, ni cometer semejantes idolatrías y
supersticiones; sino se ejercen en buscar de hacer las obras que el Señor pide á sus hijos.
Y principalmente ellos son cuidadosos y diligentes en mantener en su corazon la
consideracion que les asegura la union que tienen con Cristo, el Espíritu del cual da
testimonio á nuestro espíritu que somos hijos da Dios y hermanos de Cristo en la herencia
celestial. (Rom. 8).

Espíritu santo habitando en el hombre

Este testimonio del Espíritu de Dios, le sirva al cristiano de verdadero signo de su


eleccion y reconciliacion con Dios como lo dice el profeta Isaías tratando de la alianza y
confedaracion del Señor con los suyos. (Isaías 59.) El verdadero medio de mantener esta
certidumbre y seguridad de la adopcion divina, es la oracion continua y la invocacion
acompañadas de meditacion de la divina Palabra, de la muerte gradual del viejo Adan y
de la caridad para con los hombres.

Aumento de la fe, muerte gradual, caridad fraternal

Y para saber, con algun orden, cuáles sean las buenas obras del hombre regenerado,
se podrán reducir estos tres puntos, á saber: Aumento de la fe, solícita muerte gradual y

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caritativa union entre los hombres. Y en esto se pueden reducir todas las ocupaciones del
hombre cristiano y regenerado, como San Pablo las describe en la epístola á los Romanos
2, en los Gálatas 5 y en los Colosenses cuando dice: “Si pues habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas de arriba en donde Cristo está sentado á la diestra de Dios. Pensad en las
cosas que están arriba, y no en las que están en la tierra. Pues vosotros estais muertos, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo vuestra vida apareciere,
entonces tambien vosotros apareceréis con él en gloria. Amortiguad, pues, vuestros
miembros que están en la tierra: fornicacion, inmundicia, apetito desordenado, mala
concupiscencia y avaricia, que es idolatría. Por las cuelas cosas la ira de Dios viene sobre
los hijos de rebelion, etc.” Colosenses 3.
He ahí, Señor, un resumen del punto de la justificacion, de cuya diversidad viene el
origen de todas las cuestiones y debates que vemos ahora en todos los reinos de Europa
y especialmente en vuestros Paises Bajos. Y de esta comparacion que hemos hecho entre
una y otra doctrina, vuestra majestad podrá ver bien que nuestro debate no es una cosa
baladí. No es un pleito llevado de buena voluntad, puesto que aventuramos los bienes y
la vida. No es una demanda para ganar viñas y casas, ni herencia, pues bien se ve que los
que se mezclan en mantener tal confesion, en lugar de adquirir nuevas posesiones, pierden
las que sus predecesores habian dejado como legítima herencia. Lo que nosotros
deseamos es gozar de Jesucristo y del beneficio de su reconciliacion entera y
perfectamente como el Padre celestial lo ha prometido y da á todos aquellos que creen en
sus divinas promesas, sin ser vendidas ni ser ocultas en doctrinas y supersticiones de los
hombres.
Vuestra majestad considere si un deseo semejante merece ser perseguido á fuego y
llamas, si este afecto es digno de ser perseguido con las armas para matar y asesinar á los
que no desean sino vivir para servir á Dios su Creador en espíritu y en verdad, y para
obedecer en todo su poder á vuestra real majestad, y emplearse de muy buena voluntad
en la ejecucion de todos los oficios y obligaciones debidos á su príncipe natural. Yo le
suplico muy humildemente, Señor, de considerar si este pleito, llevado y debatido entre
vuestros leales súbditos de los Paises Bajos, merece que seais el juez, ó bien si es
razonable que un príncipe tan benigno como vos, ordene que se mate, se asesine y se
extermine (sin ser oidos) á los que os suplican se sirva ser su juez en una causa de tanta
importancia.

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Juicio de Salomón entre dos mujeres

Leemos que Salomon, el mayor de los reyes de la tierra, al cual venían de otros
paises del mundo para verle y admirarle, viendo á dos mujeres que reñían por llevarse al
niño que había quedado con vida, no tuvo á menos el llamarlas y oir su disputa y dar un
juicio y sentencia, el más ilustre y excelente que se pueda leer en la historia. Este ejemplo
podrá servir de instruccion á vuestra majestad en el asunto de que se trata. Efectivamente,
de la misma manera que Salomon conoció perfectamente que la mujer ramera que quería
que el niño vivo fuese cortado por medio, no era su propia madre, puesto que sus entrañas
no se conmovieron de compasion cuando el rey pronunció una sentencia tan cruel, así
tambien podrá comprender vuestra majestad que la santa Iglesia católica (que llaman), no
es la verdadera madre que da á luz á los hijos de Dios; puesto que no solamente no se ha
conmovido de compasion al oir las sentencias pronunciadas contra sus hijos (como lo
pretende), sino lo que es peor, ella misma es la que incita é inflama á los príncipes para
que sean crueles, la que paga á los soldados, la que afila las armas, la que prepara las
horcas, la que enciende la leña para quemar á sus propios hijos que falsamente quiere
atribuirse.
¡Ay! si el Papa es padre santo, si es pastor de las ovejas de Dios, ¿por qué quiere
mejor matarlas que llevarlas por la dulzura y la persuasion al rebaño de Cristo? Sed, pues,
Señor, el juez de una iniquidad semejante y no tened á menos el imitar á ese gran rey
Salomon. Y puesto que la madre Iglesia es tan cruel é inhumana que quiere matar á las
criaturas que Dios mantiene con vida por su providencia, no concededle la autoridad de
juzgar en esta causa, y mucho menos la espada en sus manos para hacer la ejecucion; pues
el juicio que ella quiere hacer, es contra la disposicion de todo derecho divino y humano.
Yo pienso que jamás se encontrará en la historia del mundo un ejemplo de una
forma de juicio tal que habiéndose presentado dos partes litigantes, la una que acusa y la
otra que se defiende, se le haya dado el poder de juzgar, condenar y hacer ejecutar á la
parte acusada. Y esto es precisamente lo que vemos en la forma de juicio que se usa ahora
contra los que se dicen Protestantes. Nosotros acusamos al Papa y á toda la Iglesia romana
de habernos quitado á Jesucristo, vida y salvacion de los creyentes; de habérnoslo vendido
por dinero, aunque disfrazado y cambiado; y sin embargo, los reyes y principes de la tierra
otorgan su poder á nuestra parte contraria á quien acusamos, para que ella nos juzgue y
nos condene. Nosotros acusamos á los nuevos y últimos concilios de falsedad y

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temeridad, y se nos envía á los concilios para ser juzgados. Nosotros acusamos á los
cardenales porque han enrojecido sus vestidos con la sangre de los hijos de Dios,
asesinados y degollados, y sin embargo nos entregan á ellos para juzgar esta acusacion.
Nosotros acusamos á los obispos de que en lugar de apacentar el rebaño de Jesucristo se
alimentan ellos mismos; y sin embargo los obispos en el día de hoy, habiéndonos
desollado y quitado nuestros bienes (so color de piedad), se los dan á los soldados para
matarnos y hacernos la guerra, y como jueces en su propia causa, dicen que tales
ejecuciones son hechas justamente.
¿Qué diremos á esto, Señor? ¿Quisierais, Señor, soportar tales exacciones y formas
inicuas de juicios en vuestras tierras?
Si los otros reyes y príncipes no han tenido la oportunidad, á causa de sus guerras
y empresas, de escuchar la justicia de esta acusacion que presentamos contra la Iglesia
romana, al menos vuestra majestad, debería dejar toda ocupacion para entender en la
decision de este negocio.

Diligencia de los reyes paganos para oir las quejas de sus súbditos

No permitamos, Señor, yo os lo suplico, que los reyes paganos nos avergüencen en


este punto. Leemos que Mitrídates, rey de Ponto, se tomó el trabajo de aprender veintidos
lenguas extranjeras para poder escuchar las demandas y las quejas de aquellos que de
diferentes países de su dominacion venían á él á pedirle justicia. Filipo, rey de los
Macedonios, estimaba que su principal ocupacion debia de ser sentarse todos los días
algun tiempo en el trono judicial para administrar justicia á su pueblo.
Alejandro, su hijo, siguiendo la buena institucion del padre y de los preceptores,
empleaba todos los días algunas horas para oir las quejas de sus súbditos, y aun dando un
ejemplo muy digno de imitacion, cerrando un oido cuando el acusador hablaba,
reservándolo para escuchar la defensa y las razones del acusado.
Ahora bien, si esos paganos en causa de pequeñeces y proceso de cosas perecederas
han querido tomarse el trabajo de juzgar las quejas de sus súbditos, con mucha más razon,
Señor, vos que sois rey cristiano, deberiais oir los debates y cuestiones de una materia tan
excelente y digna de ser oida, como es ésta, á saber, el verdadero medio para obtener la
vida eterna.

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Institución de un rey fiel

Le suplico muy humildemente, Señor, de tener la bondad de leer la institucion que


la palabra de Dios otorga á los reyes para ejercer debidamente su vocación, cuya
institucion se encuentra escrita en el quinto libro de la ley (Deuteronomio 17), en donde
al patriarca Moisés por mandamiento de Dios, habla de esta manera al pueblo de Israel:
“Cuando tú entrares en la tierra que el Señor tu Dios te da, y que la poseyeres y habitares
en ella y dijeres: Pondré un rey sobre mí como todas las gentes que están alrededor de mí;
entonces constituirás un rey sobre ti al que el Señor tu Dios habrá elegido; de en medio
de tus hermanos constituirás rey sobre ti, y no podrás poner sobre ti, ningun hombre
extranjero, que no sea tu hermano. Empero no se dará de muchos caballos, á fin que por
la multitud de caballos no haga volver al pueblo á Egipto, puesto que el Señor os ha dicho:
vosotros no volvereis nunca más por este camino. Y no tomará muchas mujeres para que
su corazon no se desvíe: ni plata ni oro acrecentará para sí en gran copia. Y será cuando
se asentare sobre el solio de su reino que ha de escribir para sí esta ley en un libro por los
sacerdotes Levitas. Esta ley la tendrá consigo y la leerá todos los dias de su vida, (él
entiende el libro de la ley llamado Deuteronomio) para que aprenda á temer al Señor su
Dios; y para que guarde todas las palabras de esta ley y estas ordenanzas para ponerlas
por obra, para que no se eleve su corazon sobre sus hermanos ni se aparte del
mandamiento ni á diestra ni á siniestra; á fin que prolongue sus días en su reino, él y sus
hijos en medio de Israel.”
Vuestra majestad, ve bien en este pasaje cuál es la vocacion de los reyes y qué
conocimiento deben tener de la divina voluntad revelada en la palabra para mantener á
sus súbditos en la verdadera religion, rectitud, justicia y equidad; y como los que
pretenden que los reyes no deben mezclarse en estudiar la palabra del Señor, ni escuchar
las diferencias en materia de religion, están en oposicion á esta palabra expresa de Dios
mandada en su ley. Es pues, propio de vuestro cargo, Señor, de quitar el juicio y el poder
de condenar de las manos de los acusados, es decir, del Papa y de toda la jerarquía
eclesiástica, y que vos, como los demás príncipes cristianos, tomeis el trabajo de escuchar
este debate, y pacificar vuestros paises y dominios, y ayudar á vuestros pobres vasallos y
súbditos perseguidos, afligidos, muertos y saqueados por la tirania de esos jueces de
iniquidad, que so color de mantener la pura religion cristiana, persiguen á los que de todo
corazon quieren abrazarla.

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De otra manera es muy de temer que si vuestra majestad no pone pronto remedio,
que en lugar de tener súbditos para serviros con sus cuerpos y sus bienes no tendréis mas
que esqueletos colgados en las horcas, y cuerpos quemados y reducidos á ceniza, pues la
diligencia de los inquisidores de ahora no tiende á otra cosa; y en lugar de que sus bienes
sean empleados en vuestro servicio, los ladrones los llevarán á paises extranjeros.
Continuando las crueldades de la misma manera que al principio, ¿qué es eso sino
hacer daño á vuestra misma persona? Los que han persuadido á los hombres á vivir en
monarquía y han buscado la proteccion y gobierno de un rey, han procurado inducirles á
recibir esta especie de gobierno por la semejanza tomada del cuerpo humano, al cual
(dicen ellos) es semejante el monarca y sus súbditos, él como jefe, y los demás como
miembros que forman un cuerpo.
Ahora bien; si esta semejanza es muy propia para manifestar la union y concordia
de un rey con sus súbditos, ¿no sería una cosa muy extraña que un rey viese venir delante
de sus ojos á alguien que le quisiera cortar con su propia espada el brazo ó la pierna, y
que él mismo en lugar de rechazarlo le diese su cuchilla para hacerlo? En verdad un caso
semejante sería la admiracion de las gentes. ¿Y qué es lo que haceis ahora, Señor, sino
dar la cuchilla de vuestra autoridad á los inquisidores y perseguidores para cortar los
miembros de vuestro propio cuerpo, á saber, vuestros súbditos y muy leales vasallos, y
por este medio debilitar y disminuir las fuerzas del cuerpo de vuestro pueblo? Esto es lo
que vemos por la experiencia en los reinos de nuestros vecinos, los cuales por medio de
semejantes modos de proceder están ten debilitados, que les ha sido ahora forzoso sufrir
las mismas pérdidas por mar y por tierra y hacer con sus enemigos confederaciones
desventajosas. Además, este modo de proceder pareceria como una señal de no tener su
cuerpo (es decir, su pueblo) en la misma recomendacion que aun los filósofos paganos
han enseñado en sus libros compuestos para mostrar las reglas de legítimo gobierno.
Aristóteles el filósofo pagano, cuenta en el libro de sus políticas (abominando
extremamente semejante manera de gobierno) un juramento que los bárbaros hacían al
tomar un cargo en la república, a saber, que serian siempre enemigos capitales del pueblo,
(temiendo por acaso que la concordia del uno y del otro no trajese algun trastorno en las
leyes y ordenanzas civiles). Ciertamente pienso que si ese filósofo volviera ahora al
mundo seria muy sorprendido de ver el trato que el pueblo recibe de sus señores, y quizá
pensaria que los cristianos obran en el dia de hoy, en cuanto al gobierno, de la misma
manera en que él habla en su libro ya citado, y que los príncipes hayan hecho el referido

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juramento de aborrecer y de arruinar á sus súbditos, viendo sobre todo, tantas horcas
levantadas, tantas cárceles llenas de gentes, tantos pobres desterrados de los paises de su
naturaleza, errantes, vagabundos, en paises extranjeros; no por haber cometido asesinatos,
ni adulterios, ni pillajes, ni latrocinios, ni otros crímenes dignos de castigo, sino porque
no quieren creer en las doctrinas inventadas por los hombres, y sí solamente recibir la
palabra de Dios su Creador. Esto es lo que los reyes y príncipes podrian ver muy bien si
en lugar de perseguir á las personas quisieran ocuparse en oir sus razones.
En verdad, no se qué satisfaccion podría tener un monarca ó un príncipe de ser
aborrecido por sus súbditos, y saber en su corazon que la mayor parte de su pueblo no le
ama como á padre, sino que le teme como á enemigo. Y yo os pregunto, Señor: ¿qué amor
podrán tener las mujeres hácia los príncipes que hacen quemar á sus padres? ¿qué volun-
tad tendrán los súbditos de emplear sus servicios en favor de aquel que procurara
arruinarlos y exterminarlos sin haber cometido crímenes que merezcan castigo?
Pero, aun cuándo todos esos inconvenientes no se siguieran, considerad solamente,
Señor, la profesion de vuestro cristianismo, sabiendo que muchas cosas que no serian
impropias de un príncipe infiel, lo son para vuestra majestad que hace profesion de la
religion cristiana, la cual nos enseña á todos clemencia y benignidad aun hácia aquellos
que han cometido faltas y crímenes dignos de castigo.

Significado de la unción de los reyes

¿Qué quería el Señor significar en la ley antigua, cuando mandó que los reyes de su
pueblo fuesen ungidos de aceite antes de empezar á reinar? El mostraba que los tales
debían de estar adornados de un espíritu de dulzura, mansedumbre y clemencia,
significado en el aceite, que es más bien aplicado para curar y calmar las llagas y no para
hacer otras nuevas. Así pues, los reyes cristianos están más obligados á usar de man-
sedumbre y benignidad que los de las naciones bárbaras, puesto que el Señor los ha
constituido para gobernar á su pueblo y á su Iglesia. Vemos que nuestro Redentor Jesus
hace una diferencia entre los reyes infieles y los que gobiernan á su Iglesia, diciendo: Los
reyes, de las naciones se enseñorean de ellas, y los que ejercen autoridad sobre ellas, son
llamados bienhechores; pero entre vosotros no es así; sino el mayor entre vosotros sea
como el menor y el que gobierna como el que sirve.

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Este pasaje, aun cuando esté dirigido á los apóstoles, debe de servir tambien en
general á los magistrados cristianos. Y esta sentencia no quita la grandeza y la excelencia
á los reyes y príncipes, sino solamente les exige un corazon humilde y benigno para
reconocer que son constituidos por Dios y son ordenados para gobernar, no a las bestias,
sino á las criaturas hechas y creadas á la imagen del mismo Señor, y que consideren
también que sus súbditos son herederos con ellos de un mismo reino celestial, hermanos
de Jesucristo, quien ha empleado el sacrificio de su obediencia para redimir de la tiranía
del pecado, lo mismo á un humilde viñero ó pobre artesano, que á un gran monarca de la
tierra.
El deber, pues, de un rey cristiano, será pensar que el Señor le ha constituido como
gobernador y supremo magistrado entre aquellos que son sus hermanos, descendiendo de
una misma raza de Adam, de una misma extirpe y de un mismo tronco, y que además son
llamados en una misma iglesia, en la cual los unos no deben de enorgullecerse por encima
de los otros, sino que con toda modestia, mansedumbre y dulzura, deben de gobernar á
sus hermanos en Cristo y súbditos en cuanto á lo político, sin querer, sin embargo por
eso, usurpar el señorío y la dominación, que pertenece á un solo Dios y Señor de los
hombres.
Los historiadores cuentan que un adulador, pensando agradar á Octavio Augusto,
empezó á nombrarle en una grande asamblea Amo y Señor; pero él rechazó
inmediatamente semejante honor, queriendo más bien ser llamado gobernador de sus
ciudadanos y de sus súbditos, que tomar un título tal que dé á comprender algún orgullo
y arrogancia de la persona hácia el pueblo. Por nuestra parte, Señor, tenemos mucho gusto
en honrar á nuestros reyes, príncipes, magistrados, con los títulos más excelentes y
honorables que podamos encontrar como poderes ordenados de Dios, con tal que el
corazon sea conmovido con el espíritu de compasion cristiana y caritativa para considerar
las lágrimas, llantos y gemidos de los pobres súbditos condenados sin ser oidos. Ahora
bien: si todas estas obligaciones son válidas en cualquier otro rey y príncipe cristiano ellas
deben de ser aún de mayor eficacia y virtud en la persona de vuestra real majestad.
Consideremos, Señor, los singulares dones y privilegios con que el Señor os ha
adornado al constituiros rey en una gran parte de la iglesia. Yo omito la antigüedad de
vuestra casa, las ilustres victorias y triunfos de vuestros antepasados, y particularmente
de la majestad imperial de vuestro padre, de muy célebre memoria.

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Consideremos solamente una de las virtudes que el Señor ha puesto en vos, Señor,
muy precisa en un príncipe cristiano, á saber: la clemencia y benignidad natural que se
esfuerzan en arrebataros aquellos que, so color de celo por la religion, toman su cuchilla
para cometer crueldades más que inhumanas y bárbaras, y esto en vuestro nombre y bajo
la sombra de vuestra autoridad y mando.
Si las ejecuciones y crueldades cometidas en vuestras tierras de los Paises Bajos
fuesen perpetradas por vuestros mayores enemigos, vuestra majestad no tendria la
paciencia de mantenerse ausente por tanto tiempo y dejar perecer tantas pobres criaturas
de Dios; y áun menos debeis permitir que se diga que se cometen bajo vuestra autoridad
y en vuestro nombre.
Al oir estas cosas, vuestra majestad deberia venir para librar a sus súbditos de tantos
males. Y para hacer esto, Señor, no es necesario hacer grandes preparativos de guerra. ¿Y
para qué se necesitan tantos navíos y galeras? ¿Qué necesidad hay de tantas armas y
soldados? ¿Para qué se alistarán millares de caballos ligeros y hombres de armas, que
pillan, comen y arruinan vuestras tierras? ¿Qué necesidad hay de llamar á varias naciones
extranjeras, si vuestra majestad no viene al país de sus enemigos, sino al de vuestros muy
leales súbditos y muy afectuosos vasallos, y que vuestra venida, Señor, no es para
expulsar á los turcos ni á los infieles de vuestras ciudades y castillos, sino para limpiar
las idolatrías, supersticiones, abusos y falsas invenciones introducidas por los hombres en
nuestra santa religion cristiana?
En vista pues, de que los enemigos son espirituales, no es necesario preparar
multitud de piezas de artillería, de lanzas, alabardas, picas, arcabuces ni otras fuerzas de
armas externas; sino solamente es necesario armarse de la espada aguda y de buen filo de
la divina palabra, la cual es suficiente para cortar el cuello de Satanás con todas sus
astucias é invenciones y para exterminar los abusos y supersticiones que reinan ahora en
la Iglesia. Cuando vuestra majestad esté armado con esa espada de buen filo y muy
penetrante, creed, Señor, que sin derramamiento de sangre cristiana, traereis á la
obediencia de su Creador á todos vuestros súbditos de los Paises Bajos, ya que la vuestra
la siguen muy lealmente, como de costumbre, y no desean más que una cosa, que sea del
buen agrado de vuestra real majestad el constituirse en juez de su causa, llamando á
vuestra presencia á algunas personas de saber y piedad, tanto de la Iglesia romana como
de la Iglesia protestante, y que las materias de la doctrina cristiana sean tratadas y
consideradas amistosamente y todo en vuestra presencia.

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A esto, los inquisidores, le diran á vuestra majestad que no hay ya necesidad de


discurrir, ni disputar de nuestra doctrina, tanto mas que ha sido ya condenada por varias
Universidades y últimos concilios, y particularmente en el concilio de Constanza, en
donde Juan Huss y Jerónimo de Praga fueron quemados porque empezaron á defender
esta doctrina que Martín Lutero, ha seguido despues. Además, le dirán, que el concilio
reunido en la ciudad de Trento ha anatematizado ya por dos ó tres veces la doctrina de los
luteranos, y que por consiguiente no queda ahora mas que hacer morir y quemar á aquellos
que no quieran obedecer á la deliberacion y decretos de los referidos concilios, y saquear
y confiscar sus bienes, puesto que son gentes rebeldes y desobedientes á la santa Madre
Iglesia.
Esta objecion, Señor, tiene á la verdad alguna hermosa apariencia, para hacer seguir
á los reyes en la crueldad que experimentamos ahora; pero si vuestra majestad quiere
examinar las palabras de ella, verá muy claramente que no es de tanto peso que deba
impedir á los reyes el buscar los medios de librar á sus súbditos de manos de una Iglesia
tan cruel é inhumana.
Efectivamente, en cuanto al primer punto de las Universidades y doctores teólogos
que han condenado nuestra doctrina y confesion, todos saben bien y ellos mismos son
testigos que una buena parte de estos doctores calificadores hablan contra su conciencia,
teniendo miedo de manifestar la verdad que ellos conocen en su corazon, no sea que por
acaso sean privados de sus rentas y beneficios eclesiásticos que los mantienen en honor
y grandeza, ó bien por el temor del deshonor ó de la muerte; como el ejemplo nos lo ha
demostrado en algunos personajes de la ciudad de Sevilla, los cuales habiendo dado su
opinion para hacer desdecir al doctor Egidio, al fin instados por sus conciencias
manifestaron el sentimiento de su doctrina. Y por esta causa, el teólogo llamado el
Maestro Blanco, fue quemado, y el doctor Constantino murió en cárcel muy estrecha por
causa del cruel y mal trato de los inquisidores.
Ahora bien: considerad, Señor, si estos dos personajes hubiesen encontrado un
tribunal libre para defender la causa de la verdad, ciertamente tendrían que responder;
pues los teólogos de España pueden seguramente confesar las ventajas en ciencia y en
piedad, que reconocían en los que han sido quemados por la defensa de esta doctrina que
confesamos con los príncipes protestantes de la Germania. Otra parte de los calificadores
se componen de gentes sencillas y de buena intencion que temen saber más que sus
maestros y se dejan llevar como un rebaño de carneros del que lleva el cencerro, es decir,

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de un maestro de la Sorbona, de un rector de la Universidad de Lovaina, de un prior de


un convento, ó de un doctor graduado en teología, y se sabe muy bien que todas esas
gentes viven bajo la proteccion del Papa y sacan sus rentas de la invencion del purgatorio.
Pensad, Señor, yo os ruego, qué sentencia podrán dar en favor de aquellos que segun la
palabra de Dios predican y enseñan á los cristianos que no hay más purgatorio que la
sangre de Cristo.
Tocante al concilio de Constanza, se sabe bien quién era el Papa Juan y quiénes los
antipapas y compañeros de que estaba rodeado y qué constituciones y derechos fueron
allí dados. Y en verdad, los efectos lo demostraron bien, puesto que contra su promesa y
juramento solemne hicieron quemar á los que Dios les enviaba para advertirles acerca de
los abusos y supersticiones que Satanás ha introducido en la Iglesia cristiana. Las historias
hacen muy amplia mencion de todo, y algunos llaman al concilio de Constanza,
conciliábulo, queriendo significar que semejante asamblea fue más bien una reunion de
diablos encarnizados para arruinar á la Iglesia, que de pastores evangélicos para
levantarla, puesto que todos estaban en un cisma y en una division muy escandalosa en la
que tres papas se hacían la guerra el uno contra el otro, y al fin, habiendo sido depuestos
los tres, sucedió como cuarto el Papa Martin, de cuyo valor cantaban por las calles los
niños en Italia; y sin embargo, él fue quien confirmó todos los decretos y cánones que
fueron instituidos en el referido concilio.
Empero para hablar en general de la autoridad de los concilios en este lugar, se sabe
perfectamente que jamás la parte acusada pronunciará una sentencia contra ella misma.

Concilio del Papado

Así, pues, el concilio de Trento, reunido para condenar á los que acusan á todo el
papado, es semejante á una banda de malhechores que viviendo en los campos del saqueo
y del robo, se reunen en cualquier bosque y pronuncian sentencia de muerte contra los
ciudadanos y los aldeanos qua han deliberado de perseguirlos y presentarlos delante del
magistrado; véase si el Papa y sus secuaces no hacen algo semejante en los concilios.
Efectivamente, ellos buscan primeramente una de las ciudades más seguras, reunen á la
gendarmería para guardarlos y tenerlos en seguridad; ellos no permiten que esté entre
ellos ninguno que les pueda contradecir bajo pena de muerte, y desde allí lanzan los rayos
y truenos de las excomuniones, maquinan guerras, saqueos, muertes y hogueras contra
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los que les acusan de haber arrebatado á Jesucristo á los cristianos, para venderle por
dinero y vivir con tales prácticas en la pompa y en las disoluciones.
Considerad, Señor, si semejante juicio puede tener validez; si es justo y equitativo
que so color de tales sentencias y decretos, los príncipes cristianos ordenen que sus
súbditos sean asesinados y quemados, sus bienes confiscados y sus casas derribadas. ¿No
seria mejor seguir el ejemplo del emperador Constantino, quien viendo la discusion en la
Iglesia entre los arrianos y los católicos, él mismo de su propia autoridad, sin esperar la
autoridad del Papa, reunió un concilio libre y abierto á cada uno, y se constituyó en
protector de las dos partes, y tomando los escritos que los unos producían contra los otros
para acusarse los encerró en un cofre para despues quemarlos, y habiéndose constituido
en presidente del referido concilio, escuchó una y otra parte y encontró medios de conci-
liarlos hasta que Satanás empezó despues á suscitar nuevas disensiones sobre el mismo
asunto?
En el caso que una asamblea semejante á concilio no pueda buenamente hacerse
para todos los cristianos, al menos que cada monarca en su reino y dominio ponga orden
para pacificar á sus súbditos, y quitar las supersticiones introducidas en nuestra religion
cristiana. Los reyes de nuestro tiempo deberian imitar á los reyes del Antiguo Testamento
que cuidaban tan diligentemente en mantener y restaurar la pura y sincera religion. A
éstos los han imitado despues varios emperadores cristianos, especialmente Teodoro,
Justiniano, Carlomagno y otros semejantes, cosa que los doctores antiguos han aprobado
mucho y han alabado, en particular San Agustín en el libro de la correccion de los
donatistas.
Y el Papa Leon, en la epístola 73, dice al emperador que debía de considerar que el
poder real no le era dado para gobernar solamente las ciudades, sino principalmente para
ser el protector de la Iglesia. Gregorio I alabó mucho la diligencia de Recaredo, rey de
los godos, para extirpar los errores de los arriarnos. Tambien Isidoro, obispo de Sevilla,
dice (como lo cita Graciano): que los reyes y príncipes darán cuenta de la disipacion de
la Iglesia, la cual el Señor les ha puesto entre las manos, no para arruinarlas, sino más,
bien para ser sus bienhechores, como el espíritu de Dios les da el cargo como se encuentra
en el profeta Isaías.
Yo no dudo que el Papa no procure impedir por todos los medios posibles un tal
concilio nacional, pero en esto podrá muy bien ver vuestra majestad cómo no está
asegurado de la justicia de su causa ni de la verdad de la doctrina que sostiene. En efecto,

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se sabe perfectamente los reproches y las amenazas que el Papa Paulo III hizo por cartas
y por legados á la majestad imperial de vuestro difunto padre, de muy alta memoria,
porque su majestad quería reunir una Asamblea Nacional para otorgar á los príncipes de
la Germania la doctrina que nosotros confesamos en las Iglesias de éstos vuestros Paises
Bajos.
Ahora bien; si el Papa está asegurado de la justicia de su causa, ¿por qué teme que
sea discutida en presencia de los reyes y de los príncipes, para que la conozcan y la
favorezcan? ¿Por qué manda quemar los libros de los que lanzan las acusaciones contra
él? Pues si son falsas, los hombres de buen sentido las estimaran frívolas, y al final nuestra
empresa se disipará como el humo; pero como los Papas, el clero y los inquisidores ven
bien que los hombres de letras y prudentes empiezan á abrir los ojos para conocer los
execrables abusos que han introducido en la religion en lugar de la verdadera y sincera
piedad, procuran sepultar nuestros libros y escritos, y aconsejan á los reyes y príncipes de
tapar los oidos á todas las peticiones y suplicaciones, y con mano fuerte, obligar y forzar
á las conciencias á creer en las constituciones de los hombres en lugar de la palabra de
Dios.

Daños que resultan de las persecuciones a causa de la Religión

Yo os suplico muy humildemente, Señor, de considerar qué frutos espirituales y


corporales podrá traer á vuestro reino y dominacion la ejecucion de un consejo tan cruel
como es este. Pues primeramente si vuestros súbditos de los Paises Bajos al obligarles á
recibir la religion del Papa son firmes y constantes prefiriendo ser saqueados, asesinados
y quemados, á ser lastimados en sus conciencias, en este caso, si vuestra majestad quiere
proceder con rigor y permitir que los inquisidores y perseguidores continúen con sus
crueldades acostumbradas; pensad, os suplico, qué ofensa tan grande será delante del
Señor, el matar y asesinar tantos cuerpos de criaturas de Dios (por quienes el Señor es tan
cuidadoso en producir y conservar los frutos de la tierra para alimentarlos y sostenerlos),
pues en cuanto á sus almas, ningun tormento de muerte puede tocarlas, segun lo que está
escrito en el libro de la Sapientia, capítulo tercero, que dice así: “Las almas de los justos
están en la mano de Dios, y ningun tormento les tocará. Ha parecido á los ojos de los
insensatos que moririan, y su muerte ha sido estimada angustiosa, y ha parecido, á su
partida de este mundo, que estaban perdidos, pero estaban en paz; y si han sufrido
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tormentos delante de los hombres, su esperanza estaba llena de inmortalidad. Y habiendo


sido castigados ligeramente, recibirán muchos bienes porque Dios los ha probado y los
ha encontrado dignos de fe. El los ha probado como el oro en el horno, y los ha aceptado
como un sacrificio de holocausto y tendrá consideracion con ellos cuando sea tiempo.
Ellos resplandecerán y se esparcirán por todas partes como las centellas en medio de los
cañaverales. Ellos juzgarán á las naciones y tendrán dominacion sobre los puebles y el
Señor de ellos reinará para siempre. Los que se confiaren en él comprenderán la verdad
y los fieles se reposarán con él en dileccion, pues la gracia y la misericordia es de sus
santos y él tiene cuidado de sus elegidos.”
En segundo lugar, si vuestros súbditos perseguidos, Señor, son débiles, sin fuerza,
inconstantes, si prefieren desdecirse y abandonar su religion y su fe, lastimando sus
conciencias en semejante negacion, más bien que sufrir crueles prisiones, inhumanos
tormentos, y fuegos insoportables de los inquisidores, entonces vos, Señor, sereis la causa
de la condenacion y de la perdicion de tantas almas, cuya falta seria peor que la primera,
pues habría que dar más estrecha cuenta en el juicio del Señor. Su regla y su ley la
conocemos ya en la palabra de Jesucristo cuando dice: “Con la misma medida con que
medireis os volverán á medir.” ¡Pobres de nosotros! ¡Qué tormento y condenacion
amontonamos sobre nuestras cabezas, si Dios quiere ejecutar rigurosamente esta
sentencia contra nosotros!
En tercer lugar, considere vuestra majestad que esta manera de proceder con
crueldad es causa que el santo nombre y la sacratísima doctrina de nuestro soberano
profeta Jesucristo, lleno de benignidad y dulzura sea blasfemado y vituperado entre las
naciones bárbaras é infieles como son los judíos, los turcos y los indios, los cuales viendo
semejantes persecuciones entre los cristianos por causa de su religion, y tales guerras y
carnicerias á causa de su doctrina, la vituperan y la desprecian y de ahí toman ocasion de
no querer jamás pensar en unirse á ella.
En cuarto lugar, considerad, Señor, que semejantes persecuciones y crueldades
engendran fácilmente odios y rencores mortales y áun inmortales, pues, muchas veces
sucede que la impresion de tales persecuciones queda grabada de tal modo en la memoria
de los hombres que pasa de padre á hijo y nunca puede borrarse de sus recuerdos la sangre
derramada de sus padres, los bienes confiscados, las casas saqueadas y otras crueldades
semejantes.

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En quinto lugar, yo estimo como muy miserables á los príncipes, gobernadores y


magistrados que viven odiados de sus súbditos; pues aun cuando estén rodeados de
muchos soldados y de grande cancillería jamás estará en reposo su corazon. Así es que la
guardia más hermosa y asegurada de un príncipe cristiano es la benevolencia y el amor
que le tienen su pueblo y sus súbditos. Y cuando sea amado de su pueblo, podrá estar
asegurado que tiene tantos soldados alrededor de su persona como súbditos tiene en su
monarquía y dominación.

Paciencia de los fieles en la persecución

Finalmente, Señor, yo considero que no todos los que hacen profesion del
Evangelio de Cristo son tan prudentes y bien enseñados como sería de desear, sino que
se encuentran algunos que (no sabiendo la paciencia que Dios pide de nosotros en las
aflicciones, y que es necesario orar por los que nos persiguen más bien que devolver mal
por mal), se dejan llevar algunas veces por la pasion de la venganza y toman las armas
para resistir á los que quieren exterminarlos (cosa muy indigna de personas que hacen
profesion del Evangelio de Jesucristo). Pero cuando las cosas vienen á un estado tan
lametable como ese, yo os suplico muy humildemente, Señor, de considerar qué desorden
se ve en un reino ó república, qué pillerias, salteamientos, robos, extorsiones, latrocinios,
violaciones de mujeres, raptos de jóvenes, saqueos de bienes, asesinatos y matanzas de
diferentes especies los unos á filo de espada, otros quemados en el fuego con sus casas,
otros arrojados en los rios y ahogados en el agua de donde se siguen tales infecciones en
el aire que despues de la guerra se ve la peste y la mortalidad, y despues de una y otra
plaga viene necesariamente la hambre, tanto más cuanto que la labranza y toda especie
de agricultura cesan en un tiempo de empresas tan miserables y malditas. Y esto no es
aún todo, pues un reino ó pais no puede levantarse ni restablecerse en su primer estado
por lo menos en veinte años. En efecto, las leyes, habiendo sido derrocadas, y las gentes
encarnizadas en la presa y acostumbradas á la efusion de la sangre humana, es muy difícil
de tenerlas en perfecta pacificacion y poner término á las insolencias que quedan como
reliquias ordinarias de la guerra civil.
Además de todo esto, ¿qué ganaremos, ó mejor dicho, qué ganará Jesucristo con
que los hombres reciban por fuerza la religion que el Papa enseña, aun en el caso que
fuera pura y según el Evangelio? Pues vemos manifiestamente que los que están forzados
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á abrazar una religion, sean pueblos ó individuos, no la abrazan nunca de buen grado, sino
al contrario, semejante violencia les repugna para poder recibirla. Y ¿de qué nos servirá
que una persona por la fuerza, estando amenazada con el fuego y con las torturas confiese
de boca que la religion del Papa es el puro Evangelio, si por otro lado en su corazon dice
que el Papa es el verdadero anticristo y órgano del diablo, y si llama á los que le fuerzan
á renegar su fe, verdugos del mismo anticristo?

Los cristianos hechos por la fuerza nunca lo son de buen corazón

Vuestra Majestad ve bien, por ejemplo, de qué ha servido la fuerza en asuntos de


religion hacia los judios y mahometanos que viven en vuestro reino de España, los cuales,
habiendo recibido el sacramento del santo bautismo y fingiendo abrazar la religion de
Jesucristo, están tan obstinados, que áun hasta el día de hoy los inquisidores tienen
bastante trabajo entre ellos y la confiscacion de sus bienes sirve para mantener á sus per-
seguidores; y Dios sabe cuantos hay que quisieran salir de España para volver á su
judaísmo ó á la observancia del Coran de Mahoma. Es una cosa muy evidente que la
religion del hombre debe de ser libre, puesto que delante del Señor de nada sirven las
ceremonias y las apariencias externas, si el corazon no está primeramente bien enseñado
y lleno de amor por la voluntad de Dios. El corazon debe de ser ganado por la dulzura y
una amable persuasion, por el buen ejemplo de nuestra vida, y por oraciones ardientes al
Señor, á fin que su Divina Majestad lo ablande por este medio y no por las amenazas, las
torturas, los asesinatos y las hogueras. A la verdad, Señor, yo pensaría que los que
aconsejan á vuestra Majestad proceder por medio de la crueldad, para pacificar á vuestros
súbditos de los Paises Bajos no desean el adelantamiento de vuestra grandeza, sino su
propio provecho, sabiendo que á rio revuelto ganancia de pescadores. Y la experiencia de
nuestros vecinos debe de hacernos prudentes en este asunto, los cuales habiendo tomado
consejo, en el principio de un monton de consejeros turbulentos, sanguinarios, ambiciosos
y amantes de su provecho persiguieron inhumanamente; pero al fin vieron que cuanto
más quemaban y mataban, tanto más aumentaba el número, y por un hombre quemado,
sus cenizas producían un ciento, segun lo que decía ese autor antiguo que la sangre de los
mártires derramada y sembrada en la tierra servia de riego á la Iglesia para producir y
fortificar á los hijos de Dios. Y cuando los fariseos de Jerusalem creyeron haber
exterminado á toda la Iglesia cristiana por la muerte de San Esteban, entonces fue cuando
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el número de los fieles tomó un maravilloso crecimiento como lo cuenta el evangelista


San Lucas en el segundo libro de su historia. (Hechos 8.) La naturaleza del hombre es tal,
que busca más diligentemente aquello que se le prohibe. A1 fin el consejo de estos
testarudos consejeros fue abandonado al ver el poco provecho y adelanto que
proporcionaba á la piedad, ni á la pacificación política; y habiendo dejado vivir á cada
uno en libertad de conciencia, dió por resultado la paz y la tranquilidad.
Yo sé muy bien, Señor, la poca autoridad y el poco valor que tiene mi persona y mi
consejo para la grandeza de vuestra Majestad; sin embargo, os suplico muy humildemente
que hagais en este caso lo que acostumbran hacer los personajes que sufren alguna
enfermedad peligrosa, quienes cuando ven que el consejo ordinario de sus médicos no les
sirve de nada, antes al contrario les aumenta el dolor y la enfermedad, hacen llamar á
otros, y aun á menudo á algun empírico ó arborista, el cual sabe más que todos aquellos
que están cargados de libros y de puras especulaciones. Y al fin, los efectos muestran que
aquél ha comprendido mejor la enfermedad y ha dado el remedio, lo que los otros juntos
no han podido hacer.
Así le sucedió á Faraon, rey de Egipto, quien viendo que ninguno de los
encantadores, hechiceros, ni adivinos podían darle una interpretacion del sueño que Dios
le habia mostrado, no tuvo á menos oir la declaracion de un pobre preso, José, y tomó su
consejo para evitar la plaga y castigo de esterilidad y hambre que el Señor habia decretado
contra todo el reino de Egipto. Casi del mismo modo, Señor, yo me veo ahora rechazado
de vuestra buena gracia y rodeado da tantas calamidades, pobreza y abyeccion, fuera de
mi propio pais, de tal manera que los consejeros de vuestro reino se burlarán porque me
atrevo á daros consejos completamente contrarios á los que ellos os dan diariamente; pero
en esto, los efectos y consecuencias podrán perfectamente demostrar qué consejo es el
mejor, el mio ó el de ellos. Ellos aconsejan á vuestra Majestad de matar, asesinar, quemar
á los herejes (como les llaman) de vuestros Paises Bajos, áun sin oirlos ni escuchar sus
descargos. Mi consejo es, Señor, que vuestra Majestad tenga consideracion á la religion
de Cristo, que nos enseña la dulzura, la clemencia y la benignidad aun hacia aquellos que
hubiesen errado gravemente. Además, Señor, que considereis que el cetro que Dios os ha
dado no es una vara de hierro para quebrantar y exterminar á las criaturas de Dios; sino
un cetro de gobierno para mantenerlas en la pura religion y tranquilidad política. Yo
desearia tambien que conforme á vuestra bondad natural, deber y oficio de un magistrado
bueno y cristiano, tuvieseis á bien de hacer cesar la guerra y la persecucion de los Paises

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Bajos hasta que la presencia de vuestra real Majestad viniese á poner orden, ó bien
ordenar que los Estados generales y príncipes del pais resolviesen las diferencias en estos
asuntos. Me parece, Señor, que esta cesacion no podría tener inconveniente ni traer
ningun daño al progreso de vuestra grandeza, sino al contrario más bien estimo, que la
opinion opuesta que muchos os presentan, podría traer pérdidas irreparables de varias
almas condenadas, daños políticos que serian muy difíciles de remediar en largo tiempo.
Los efectos demostrarán la verdad de una ó de otra opinion. Yo ruego al Señor que no
permita jamás que el consejo de ellos sea puesto en ejecucion.
En conclusion, Señor; os suplico muy humildemente y en el nombre de vuestro
Redentor Jesus que pidais consejo al Espíritu de Dios en un asunto de tan gran
importancia, el cual nunca os engañará si le invocais de todo corazon y poneis en sus
manos vuestras deliberaciones y empresas. Y no os fieis en la gran multitud de personas,
aunque sean doctores y predicadores que os gritarán diariamente en los oidos guerras,
muertes y hogueras; pues vuestra Majestad sabe bien cómo el rey Achab, teniendo á su
lado 400 profetas no estaba siempre enseñado en la voluntad de Dios tocante á una guerra
que quería hacer, en la cual murió; habiendo tomado el consejo de la multitud de falsos
doctores que estaban cerca de su persona, cuando si hubiese creído á la palabra de un
Micheas (aun cuando fue despreciado y rechazado, por los otros) los asuntos de ese rey
hubiesen salido de diferente manera. (1.° Reyes cap. 22). Muchas veces el Señor revela
sus secretos y sus consejos á los pequeños, dejando en la ceguedad y en la ignorancia á
los sabios y honorables de este mundo. El buen consejo no estriba en multitud de cabezas
adornadas con vestidos rojos ó violetas, sino en el temor del Señor, el cual revela sus
secretos á los que le temen. (Salmo, 34). Y como decia un autor antiguo: Los reyes y
príncipes que quieren gobernar con sabiduría y prudencia su reino y país no deben tener
en cuenta las opiniones y sufragios de sus consejeros, sino deben más bien examinar con
cuidado y considerar sobre qué fundamento está edificado el consejo y la opinion de cada
uno, si es sobre la avaricia ó la ambicion ó sobre algún otro afecto semejante.
Ahora bien: si esta dulzura y benigna clemencia, que se desea en vuestra Majestad,
merece ser empleada en favor de cualquier nacion que esté hoy bajo el cielo, los reinos
de Flandes y la dominacion de vuestros Paises Bajos deben de tener el primer lugar, y ser
librados de esas carnicerías y crueldades, por ser el país natal de la majestad imperial,
vuestro padre de muy alta memoria y ha sido por consiguiente como la nodriza de vuestra
real Majestad, con tal lealtad, que sin jactancia, los habitantes de ese país pueden

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vanagloriarse da haber sido los más obedientes y leales súbditos que jamás vasallos lo
hayan sido á sus príncipes. ¿No tendreis compasion, Señor, de oir decir que tales súbditos
son asesinados y exterminados? ¿que los que pueden escapar de la cuchilla se ven
vagabundos y errantes entre las otras naciones de la tierra quejándose del inhumano
tratamiento que reciben de los que conducen los negocios en ausencia de vuestra
Majestad? Esta nacion en particular llena de dulzura y de humanidad ha recibido en todo
tiempo y recibe ahora á todos los extranjeros con tal hospitalidad que en esta virtud
sobrepujan á todas las naciones del mundo, y por esta causa ellos merecerían gozar de su
país, que ofrecen con mucho gusto á todos los que van y vienen. Yo os pregunto, Señor,
¿en dónde han encontrado los italianos buena acogida sino en Flandes? ¿Adónde han
venido los franceses sino á Flandes? ¿En dónde han encontrado humanidad los alemanes,
ingleses, escoceses, y aun turcos y paganos sino en Flandes? Y para venir á lo que nos
toca de mas cerca, ¿en dónde ha encontrado la nacion española padre, madre, honor y
acogida mas ventajosamente que en el pais de Flandes? ¿En dónde han encontrado los
españoles personas que les diesen sus hijas en matrimonio y que de pobres hombres no
teniendo mas que la capa y la espada, hayan hecho ricos mercaderes y gentes de valor,
sino en el pais de Flandes? Y ahora en lugar de reconocer tales beneficios y agasajos, son
los primeros en dar consejo de saquear, matar y quemar á los que con tanta benignidad
los han tratado. ¡Ay¡ ¡qué ingratitud más que brutal! Y ¿qué valor tendrán ahora las
personas para recibir á estas gentes que sin causa quieren hacerse amos del pais de otro?
En lugar de exhortar al príncipe á la humanidad y á la dulzura sirven de fuelle y de pajuela
para inflamarlo y provocarlo á ira, y lo que es peor, sin querer jamás oir las causas ni las
razones de las diferencias entre las dos religiones para poder al menos hablar con mas
seguridad de lo que condenan y persiguen.
En fin, para mencionar algunas particularidades de esas crueldades inhumanas
perpetradas en este pais de vuestra Majestad, yo diré solamente por mi parte de las cosas
que han sucedido en mi presencia cerca de esta ciudad de Amberes el día 12 de este mes
de Marzo. Sepa vuestra Majestad que despues que la ciudad de Valenciennes, Tournay y
varias otras de Flandes fueron de tal manera perseguidas que un gran número de personas
tuvieron que salir de ellas, abandonando sus bienes y casas entre las manos de soldados
más crueles que turcos, un millar de hombres viéndose en un extremo peligro de su vida,
deliberaron reunirse para resistir á los prebostes de los veterinarios que querían matarlos.
(Esta empresa fue muy loca y contraria á la paciencia cristiana que el Evangelio nos

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enseña; pero vemos que todos los que escuchan su palabra nos hacen lo que piden de
nosotros.) Ahora bien, estas pobres gentes, habiéndose puesto bajo la proteccion de la
ciudad de Amberes y esperando que les seria hecho algun señalamiento, de pronto he aquí
que vino una numerosa tropa de caballería en tren de guerra con una gran multitud de
infantería y por otro lado navios y barcos que por el rio vinieron á sitiar á ese pobre rebaño
de gentes, que tenian mas deseos de huir que de combatir. Ah! ¡qué carnicería se veía
desde los muros de la ciudad cuando esas tropas empezaron á arrojarse sobre ellos!
No se contentaban con ver que las pobres gentes sitiadas se rendian y gritaban por
que se les hiciera gracia, ni tampoco con ver que arrojaban las armas á tierra, que huian á
las granjas y á las casas, (cosa que ya contenta y da satisfaccion al enemigo mas cruel)
sino que para mostrar su inhumanidad, á los unos mataron á filo de espada, á otros
quemaron en las granjas y en las casas, á otros arcabucearon, á otros ahogaron en el agua,
y los que quedaron fueron ahorcados en los árboles ó llevados prisioneros para ser
atormentados antes de morir.
Sin embargo los de la ciudad contemplaban ese triste espectáculo con lágrimas y
gemidos que llegaban hasta el cielo, tanto más cuanto que las mujeres veian á sus maridos
ser asesinados, los que estaban cerca veian á sus padres, hermanos, amigos y aliados ser
perseguidos á pistoletazos y á arcabuzazos como si fueran bestias feroces ó algo peor.
¡Oh! ¡Dios mio! si vuestra Majestad hubiese visto con sus ojos la centésima parte de estas
crueldades, pienso que vuestro corazon y vuestras entrañas se hubiesen conmovido en
gran manera, y con gran trabajo hubieseis podido, Señor, impedir á vuestros ojos llorar la
calamidad acaecida á estas pobres gentes, aun cuando no fueran vuestros propios
súbditos, sino considerando solamente que esas pobres gentes eran criaturas de Dios.
Por otra parte, los de la ciudad da Amberes, aun cuando tuviesen alguna voluntad
de evitar semejante carniceria y crueldad más que bárbara, sin embargo, los unos rompian
los puentes, los otros cerraban las puertas, otros para mostrarse afectuosos servidores de
vuestra Majestad, enviaban mensajeros y espías para hacer traicion á los sitiados, y otros
hacian venir barcos por el rio para que los rodeasen por todos lados y que no tuviesen
medio alguno de escapar ni aun arrojándose al agua. En suma, cada uno empleó todo su
poder para impedir que ninguna asistencia ni ayuda fuese dada á los que estaban fuera,
diciéndose ser enviados en vuestro nombre.
Ahora bien, yo os suplico muy humildemente, Señor, de considerar qué es lo que
los turcos y los paganos podrán pensar y juzgar de nuestra religion cristiana al oir contar

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estas miserables tragedias; qué deseos podrán tener de abrazar nuestra fe y creencia,
puesto que en estado de guerra cuando nos han ganado la batalla se quedan satisfechos y
se contentan con tomar prisioneros á los vencidos y hacerles pagar algun rescate y
nosotros (digo) que hacemos profesion del Evangelio de Cristo, somos tan crueles y tan
extremamente inhumanos que, porque los hombres no quieren creer lo que el Papa ordena,
sino lo que el Eterno Dios manda, les asesinamos, les quemamos, les ahogamos, les
saqueamos sus bienes, y desplegamos contra ellos una rabia que siendo mas que brutal
no le puedo dar otro nombre sino de diabólica, y pienso como cosa cierta que el Espíritu
de Jesucristo no ha guiado á los que aconsejaron á vuestra Majestad el permitir ó mandar
tales cosas.
Y no es esto todo; del desorden ocurrido fuera, se originó otro en la ciudad que si
Dios no pone de su mano para guardar esta ciudad de Amberes tan célebre, hubiere sido
quemada y enteramente arruinada.
Efectivamente, viendo los que siguen la religion protestante la matanza que se hacia
fuera con sus padres, hermanos, amigos y aliados que confiesan á un mismo Jesucristo
como su solo Redentor como ellos; estos (digo) empezaron á gritar en alta voz que se les
abriesen las puertas para ir á ayudar á los que asesinaban fuera, y el escándalo y la gritería
fue tal, que en el espacio de seis horas tomaron las armas más de 15.000 personas; los
unos para abrir las puertas, otros para guardar las calles, otros para hacerse fuertes en sus
casas, temiendo que las tropas entrasen en la ciudad despues de haber terminado en los
campos su cruelísima empresa.
La locura de este pueblo llegó á tal punto, que ya desesperado de la vida, se apoderó
de una casa en donde estaba encerrada una gran parte de la artillería de la ciudad, la cual
colocó en cierto lugar para hacerse fuerte, y resistir á los que vinieran á asaltarle.
Ahora bien, yo os ruego muy humildemente, Señor, de considerar con qué miedo
estaban las gentes en una tal devastacion. En cuanto á mí, puedo decir, que en toda mi
vida he visto con mis ojos un espectáculo tan lastimoso, y sobre todo cuando todo el resto
de la ciudad se puso en armas para matarse los unos á los otros. ¡Ay, Señor! ¿qué hubieseis
ganado en semejante combate? ¿qué provecho hubiese traido á vuestra corona la ruina de
esta ciudad tan ilustre, y que sin avergonzar á las ciudades de vuestro reino podemos
llamarla la rosa más hermosa de vuestro sombrero?
Pero dejemos esto aparte, y consideremos qué es lo que el Dios vivo habrá juzgado
de este suceso; pues delante de él y de su trono debemos de dar razon de nuestras empresas

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y de nuestros proyectos, y aun cuando los hombres encuentren buenas nuestras


deliberaciones, si el Señor no las aprueba seremos condenados en su juicio.
Ahora bien, al referir estas cosas no penseis, Señor, os ruego, que yo quiera defender
las temeridades y consejos de los que por las armas quieren resistir á sus perseguidores;
pues yo sé bien, gracias al Señor, la dulzura y la paciencia que nos enseña la doctrina del
Evangelio. Pero refiero estas cosas para demostrar cuán peligroso es lanzar á los hombres
á la desesperacion. Generalmente, se dice que el pueblo es una bestia con varias cabezas,
que viéndose desesperada y sin poder escapar al peligro de muerte, maquina y emprende
cosas terribles, olvidando hasta el temor que debemos al Señor. ¿Por qué causa los
monarcas, los príncipes y reyes de todos los tiempos han perdonado los crímenes y faltas
de un pueblo? Por la consideracion que se tiene por la desesperacion de un pueblo; el cual
por el temor de la muerte se arrebata y emprendo cosas terribles. Así es que se dice como
proverbio, que la multitud merece ser perdonada, aun cuando el rey tenga los medios y la
fuerza para castigarla, lo que reconocemos en la persona de vuestra Majestad, que Dios
os ha dado tal poder que con la mayor facilidad podriais someter á los que quisieran ser
rebeldes á vuestra corona. Pero en este asunto, Señor, no hay apariencia de rebelion, pues
vuestros súbditos de los Paises Bajos lo que pretenden es (huyendo de acá para allá para
escapar de los que quieren matarlos) presentarse delante de vuestra real Majestad, y
suplicaros de ser juez en esta controversia de su religion; pero todos de un comun acuerdo
no desean más que perseverar en vuestra obediencia y serviros y honrarle como su
soberano magistrado.
Seguid el ejemplo, Señor, de la clemencia y benignidad que usó la Majestad
imperial de vuestro difunto padre, de muy ilustre memoria, el cual al principio de su reino
encontró todo el reino de España perturbado y el pueblo en una guerra civil que duró
bastante tiempo; sin embargo este príncipe benigno, no teniendo en cuenta lo que el
pueblo merecia, hizo proclamar un perdon general. Por este perdon su Majestad ganó de
tal manera la buena gracia y la benevolencia del pueblo que desde entonces la nacion
española jamás ha borrado de su memoria un ejemplo semejante de clemencia y de
benignidad, lo que pienso harán tambien vuestros muy humildes súbditos de los Paises
Bajos, Señor, cuando hayan experimentado semejante clemencia de vuestra Majestad en
su favor. Quizá, Señor, alguno de vuestro consejo pensará que lo que hablo aquí de perdon
general, tiende á alguna comodidad particular de mi persona como si yo quisiera

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indirectamente y por medio de otros ganar la buena gracia de vuestra Majestad. Pero á
esto diré francamente, y como delante de Dios, lo que siento en mi corazon.
En primer lugar, yo no puedo negar que la ausencia de mi pais natal, parientes y
amigos no me sea una cosa muy dura de llevar, y desearia mucho que nuestro Señor
iluminara de tal modo al reino de España que se quitaran de nuestra religion cristiana las
idolatrías, las supersticiones y los abusos, y que por ese medio los que estan aquí en
destierro voluntario volviesen al pais de su nacimiento. Ahora bien, yo prefiero sufrir
pobreza, afliccion, persecucion y otras infinidades de males y peligros que acompañan á
los que cristianamente quieren seguir el Evangelio, que mancillar mi conciencia con
ejercicios de religion prohibidos en la palabra de Dios.
En segundo lugar, Señor, yo puedo en este punto dar gracias al Señor por haberme
asistido en mi peregrinacion de tal modo, que los que nunca me habian conocido, han
ejercido en mi favor los cuidados y agasajos de verdaderos parientes y amigos. Así es que
ya no puedo llamarme extranjero en el pais á donde el Señor me ha enviado, en vista de
que su divina Majestad toca los corazones de los que tienen los medios para hacerme
bien, á fin que me asistan de buena voluntad, y doy gracias á mi Dios que aun (estando
ausente) muchas personas temerosas de Dios que tienen gusto en comunicarse conmigo,
me solicitan para que los visite, lo que ha sido la principal ocasion de mi venida á esta
ciudad le Amberes, y esto lo digo á fin que vuestra Majestad no piense de mi mismo que
me he ingerido para abarajar las cartas (como dicen) ni para perturbar las cosas segun
como estaban antes.
Efectivamente, puedo certificar en buena conciencia á vuestra Majestad y con
muchos testigos dignos de fe, que cuatro meses antes que viniese á esta ciudad, había yo
sido solicitado por cartas y por mensajeros de venir á los ruegos y peticion de más de mil
personas, de los que están en esta ciudad, en nombre de las cuales me fueron enviadas
varias misivas. Por consiguiente, yo os ruego, Señor, de no dar fe á los informes de los
que os digan que yo he venido aquí para una cosa muy diferente que para haceros un
servicio humilde y agradable, y para persuadir á las personas á temer al Señor y á obedecer
á vuestra Majestad; pues yo aborrezco las turbulencias, disensiones, debates y facciones
de tal manera que no hay nada en este mundo que me haga huir, como ver á las personas
en querellas y en guerras, sobre todo en cuestiones religiosas; pues con tales medios yo
no he visto ni veo ahora fruto ni ninguna utilidad, ni para las conciencias ni para las
repúblicas, lo que he hecho conocer y he predicado públicamente en todos los paises y

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tierras en donde me he encontrado en semejantes ocasiones. Y creed, Señor, que aun


cuando la comunicacion y el trato de vuestros súbditos de los Paises Bajos me sea muy
agradable á causa de su sinceridad y de la voluntad inclinada á seguir la pura doctrina del
Evangelio, sin embargo viendo que las armas empiezan á corretear por el pais y que no
se habla más que de caballería, artillería, soldados, sitios de ciudades, asesinatos y
matanzas, prefiero estar privado del contento que pueda tener en la compañía de esas
personas, que estar rodeado y mezclado entre tales desórdenes y oir todos los dias
lastimosas nuevas.
En tercer lugar, Señor, me parece que donde no hay delito cometido, no hay
necesidad de desear ni pedir perdon. En cuanto á mi, yo presento á nuestro Señor come
testigo que mi conciencia no me acusa de haber hecho ninguna cosa contra el deber que
Dios me ordena hácia el rey y soberano magistrado, motivo por el cual estoy seguro que
todas las veces que vuestra Majestad será servido, no rehusaré vuestra presencia ni de los
que en vuestro nombre quisieran informarse de mi fe y creencia, la cual difiere de los
artículos decretados en el Concilio de Trento y de la doctrina de los doctores de la Iglesia
romana; en esto, Señor, no puedo hacer de otra manera, pues vuestra Majestad sabe bien
que el hombre no tiene tal poder sobre su corazon que pueda creer todo lo que quiera;
sino que es el Espíritu de Dios el que graba en nuestros corazones lo que debemos creer.
A este Espíritu de Dios he hecho resistencia más de veinte meses antes de mi salida de
España, previendo y temiendo por la prudencia de la carne las aflicciones y peligros que
debían de seguirme desde el dia que tomé la resolucion de abandonar las supersticiones
de la Iglesia papal, y seguir la pureza del Evangelio. Efectivamente, corno dice el apóstol,
los que quieran vivir en sincera piedad y seguir á Jesucristo, tendrán que sufrir muchas
persecuciones; pero es un gran gozo espiritual para el hombre fiel de estar seguro en su
corazon que no es afligido por haber sido un ladron, ni un bandolero, ni por ningun crimen
semejante, sino solamente por tener la voluntad firme de seguir lo que el Espíritu de Dios
le enseña en su corazon.
Creed, Señor, que la naturaleza de nuestra carne corrompida es tal, que todos
quisieran seguir una religion que fuese bien recibida por todos y alejada de toda aflicción
y persecucion; pero en cuanto el Señor ha decretado salvar á los hombres por la fe en su
Hijo Jesucristo crucificado, haciéndoles participantes de su cruz temporal y de su muerte
para resucitarlos con él, por esto, los hijos del reino y predestinados al goce de un tal
beneficio, no pueden, aun cuando quieran, impedir la obra admirable del Espíritu Santo,

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ni el trabajo en sus corazones y conciencias, tanto más cuanto que la divina eleccion y
adopcion es libre, y no tiene ningun fundamento en nuestras personas, ni en nuestros
méritos, ni en nuestras obras; pero Dios ilumina á los que no le agradan.
¿Pensais, Señor, que vuestros súbditos de los Paises Bajos, no están muy tristes
porque vuestra Majestad no encuentra de su agrado la religion de ellos y su ejercicio?
Se puede decir con verdad, que si pudieran ganar la buena gracia de vuestra
Majestad, con la pérdida de sus bienes, hay muchos que lo harian, con tal que su
conciencia fuese libre para servir al Señor, segun la palabra. ¿Pensais, Señor, que esas
pobres gentes no están extremamente disgustadas y atormentadas de verse en peligro de
sus vidas, despojadas de sus bienes, vagabundas y errantes en paises extranjeros, dejando
sus posesiones, adquiridas con el trabajo y la fatiga de toda su vida? Pero si por un lado
tienen un gusano que les roe continuamente la conciencia, tienen tambien el Espíritu de
Dios, que les amenaza de condenacion eterna, si por seguir el favor y la buena gracia del
mundo, prefieren sepultar y olvidar el conocimiento que tienen de Jesucristo, y el servicio
que deben á su Creador.
Por consiguiente, Señor, en nombre de nuestro Redentor Jesus, tened piedad de
vuestros súbditos de este pobre pais, los cuales no hacen nada contra su conciencia, de tal
manera que si pensaran que la doctrina de la Iglesia Romana, era pura y santa y propia
para llevarlos á la salvación, no querrían en ninguna manera dar ocasion á vuestra real
Majestad, ni á los que representan á vuestra persona en este país, de enojarse contra ellos,
ni mucho menos querrían provocar guerras civiles ni disensiones populares; pero nuestros
pecados son la causa que tales cosas sucedan, aun contra nuestra voluntad y deseo.
Para concluir, Señor, (á fin de que no moleste más á vuestra Majestad con un escrito
demasiado largo), me parece que si quisierais, en primer lugar, considerar atentamente el
asunto de la diferencia religiosa, tan digno de ser estudiado y escuchado, vereis que
vuestros súbditos de los Paises Bajos, no hacen tanto mal como se piensa, de querer buscar
su salvacion; tal diligencia, y santo deseo no merece ser castigado con crueldad é
inhumanidad.
En segundo lugar, Señor, si mirais á las cualidades de vuestra persona, á saber,
vuestro cristianismo, dominacion real y principado (que los filósofos oponen á la tiranía),
y si fijais los ojos de vuestra meditación en hacer valer las virtudes heroicas y admirables
que el Señor os ha concedido, y especielmente la dulzura y benignidad natural, alejada de
felonía y soberbia (vicios, sin embargo, que fácilmente acompañan á las personas puestas

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en elevacion y grandeza, como vos lo estais), más bien empleariais tales virtudes en
favorecer, proteger y consolar á vuestros pobres y afligidos vasallos que en arruinarlos y
destruirlos.
En tercer lugar, Señor, debeis de considerar, contra qué gentes os aconsejan de ser
cruel; á saber, contra criaturas de Dios, como vos, contra hombres de razon, como vos,
contra cristianos que creen en Dios y en Jesucristo, su Redentor, en el Espírítu Santo,
conductor de los elegidos, que reciben la ley de Dios, como vos. Además os aconsejan de
ser cruel contra vuestros súbditos, muy leales y fieles, dulces por naturaleza,
misericordiosos, amigos de ejercer la hospitalidad, religiosos, tan obedientes á sus
magistrados, que para quitar toda sospecha de querer resistir, aun á sus perseguidores,
desde hace ya treinta años, más de treinta mil personas han sido en vuestros Paises Bajos
asesinadas, ó quemadas, ó sepultadas en vida, ó ahogadas en el agua, sin que jamás, ni
hombre ni mujer, de los que tan inhumanamente ya han sido ejecutados, hayan proferido
ni una sola palabra que tendiera á la sedicion ni á la rebelion contra el magistrado, ni
desear ninguna venganza particular, sino más bien al morir han orado por los que les
perseguían. ¿Qué corazon habrá tan endurecido que no tenga compasion de semejantes
personas?
En cuarto lugar, considerad, Señor; que lo que todos vuestros súbditos de los Paises
Bajos piden y explican á vuestra Majestad, no es el estar en errores y falsas doctrinas
contrarias á la palabra de Dios y aun menos quieren que vuestros Paises Bajos sean
refugio de gentes de mal vivir, asesinos, adúlteros, bandidos ó mancharlos de crímenes
semejantes. Ellos desean solamente, que vuestra real Majestad tenga á bien de escuchar
su causa, de ser su juez y de oir sus diferencias. En caso que vuestra Majestad estuviese
impedido por otros asuntos importantes, que por lo menos, bajo su protección y
salvaguardia, cada uno pueda vivir en la libertad de su conciencia con derecho al ejercicio
y predicación de la palabra, según la sencillez y sinceridad que los apóstoles y cristianos
de la Iglesia primitiva guardaban (como nos lo demuestran los historiadores).
Y cuando vuestra Majestad sepa y haya considerado los abusos, supersticiones,
idolatrías y vanas ceremonias que el Papa quiere que mezclemos al ejercicio de nuestra
religion cristiana, vuestra Majestad juzgará que tales cosas no son dignas que se sufran
en la Iglesia de Cristo. Mientras dure el ínterim que piden á vuestra Majestad los súbditos
de los Paises Bajos de la confesion protestante, ellos no pondrán ningun impedimento á
los que, sea por temor ó por ignorancia, quieran guardar las ceremonias de la Iglesia papal;

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sino al contrario, los abrazarán como hermanos y amigos débiles, rogando al Señor que
les envíe los rayos de su divina luz; por otro lado, ellos deploran que un puñado de
holgazanes, de mujercillas y de niños, sin su conocimiento ni aprobacion, se empleen en
destruir las imágenes y los altares de los templos del papado, desaprobando
completamente esas ligerezas y maneras de obrar indignas de personas que desean la
pacificacion y la tranquilidad pública.
Alguien pudiera objetar á esto, diciendo á vuestra Majestad que es imposible tener
paz ni reposo público en donde quiera que se profesen igualmente dos religiones
diferentes. A esto no responderé en este escrito tan extensamente como pudiera, tanto más
cuanto que la deduccion de este asunto seria demasiado larga, esperando con la ayuda de
Dios escribir en su día un tratado particular á vuestra Majestad acerca de este asunto. Pero
sí diré solamente una palabra de pasada: que los que se fundan en tal objecion hacen gran
agravio á los príncipes cristianos, porque los despojan de esa prudencia y buen gobierno
político de que están adornados los príncipes paganos é infieles. En efecto, se sabe que el
turco en su ciudad de Constantinopla mantiene con toda paz y tranquilidad por 1o menos
tres clases de religiones más diversas y diferentes entre sí que el día y la noche; pues yo
os pregunto, Señor: ¿qué union tiene el Coran de Mahoma que siguen las turcos con la
ley de Moisés que siguen los judíos? y ¿qué trato pueden tener los cristianos con las otras
dos sectas que tienen en execrable aversion á nuestro Redentor y soberano Pontífice
Jesucristo? Y sin embargo, cada uno, teniendo su creencia diferente, todos se hablan y
trafican y viven en paz y amistad sin ponerse ningun impedimento los unos á los otros:
por consiguiente con mucha más razon los que hacen profesion de un mismo Dios y
Redentor, recibiendo un mismo Evangelio, podrán vivir juntos en paz y amistad, puesto
que la diferencia no está más que en rechazar las constituciones humanas, los abusos y
supersticiones introducidos en la religion cristiana por la ignorancia y la avaricia de los
hombres.
A este propósito puede tambien servir el ejemplo del Papa, quien sabiendo bien que
los judíos son adversarios y enemigos jurados de Jesucristo nuestro Redentor y de su muy
sagrada doctrina, sin embargo los sostiene en sus tierras, los favorece y los guarda bajo
su proteccion, y lo que es más digno de consideracion, les permite tener templos para
celebrar sus ceremonias y sacrificios de la ley mosaica, antes abolida por la venida del
Mesías nuestro Redentor Jesucristo, el cual es muy deshonrado y ofendido con tales
ejercicios de religion, tanto más, cuanto que tales ceremonias son una verdadera negacion

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de su muy saludable venida, y una abolición y destruccion del sacrificio eterno de su


obediencia para la expiacion de nuestros pecados.

Debate principal entre los papistas y los protestantes

Ahora bien, Señor, si el Papa por ganar dinero, permite en sus tierras y entre los
cristianos una religion tan contraria á la de nuestro Redentor Jesus, con mucha más razon,
vuestra Majestad pudiera, en buena conciencia, permitir en sus tierras y bajo su
preteccion, dos clases de religion que convienen las dos en recibir á Jesucristo, como su
Redentor, y que solamente difieren en que los unos dicen que el Padre celestial presenta
gratuitamente la reconciliacion, ganada por ese Redentor y eterno sacerdote Jesus, sin
precio ni de dinero, ni de buenas obras, ni méritos, de parte del hombre, y que la aplicacion
de tal beneficio se hace por la operacion admirable de la divina palabra y del Espíritu
Santo, que produce la fe en el corazon de los creyentes, para que abracen ese beneficio,
sin que esto se deba ni á la diligencia, ni á la santidad de los hombres, ni á cualquiera otra
ceremonia ó institucion; mientras que los otros enseñan todo lo contrario, queriendo hacer
depender el beneficio de nuestra reconciliacion, regeneracion y justificacion de algunas
ceremonias y buenas obras ó méritos, viniendo de parte de los hombres.
Esta diferencia seria muy fácil de zanjar, si vuestra real Majestad quisiera tomar
con interés estos asuntos y pensar que semejante concordia en la Iglesia cristiana, seria la
empresa más ilustre ventajosa y memorable que jamás príncipe cristiano hubiese hecho,
y las historias contarán un hecho semejante á la posteridad, cuyo hecho quedará grabado
en la memoria de todos, y vuestros súbditos de los Paises Bajos, especialmente, Señor,
quedarán maravillosamente obligados á rogar á Dios por la prosperidad y grandeza de
vuestra real Majestad. Pero como yo sé bien que los corazones de los reyes y príncipes,
no están en sus manos ni en su poder, sino más bien entre las manos de Dios, que los
dirige, según su buena voluntad, como lo conoció muy bien el rey Salomon, yo no
presentaré otras varias razones que podrían inducir y persuadir á vuestra real majestad á
tener piedad de vuestros pobres súbditos de los Paises Bajos tan afligidos, atormentados
y perseguidos, sino que me volveré hacia la paz de nuestro buen Dios benignísimo y
misericordioso, para suplicarle que tenga á bien de mirarnos, no como hijos de Adan, sino
como sus propios hijos, ingertados en Jesucristo, su muy querido hijo y nuestro único
abogado, á fin, que por su mediacion é intercesion, el Padre celestial borre de su memoria
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nuestros grandes pecados é iniquidades, que son la causa que se enoje contra nosotros, y
que haya permitido que los reyes y príncipes, que deberian sostener á los fieles y alimentar
á la Iglesia de Cristo, sean los que la olvidan y la dejan entre las manos de las personas
que quieren arruinarla.
A1 Padre de nuestro Redentor Jesus, le suplico que se digne muy vivamente tocar
el corazon de vuestra real Majestad y darle á comprender la verdad de esta diferencia, y
que os encienda, Señor, de un afecto muy ardiente de su Espíritu Santo, á fin que el
principal objeto de vuestras reales empresas sea la gloria de Dios nuestro Creador y la
extension del reino eterno de Jesucristo, su Hijo, quien deseo y ruego esté de tal manera
ingerto y unido al corazon de vuestra real Majestad, que él os dé una larga y muy dichosa
vida, despues de la cual, Aquél que está en vos, por la virtud que le hizo resucitar de entre
los muertos, resucite tambien vuestro cuerpo y le glorifique para gozar de la gloria eterna,
que ha sido prometida á todos los que de un corazon fiel recibirán estas promesas.
Escrita en vuestra ciudad de Amberes el 15 de Marzo del año de 1567, por vuestro
muy humilde y leal vasallo, y muy afecto en hacer servicio á vuestra real Majestad.

Antonio del Corro

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