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Felipe Moretti, Martín Olivera, Melany Conde

Probémoslo, ¿qué más da?

Los pájaros cantaban y el sol brillaba, como si de un foco de luz se tratase, el cielo parecía solo una
tela de color azul claro. En una cabaña estaba la familia. Mientras preparaban la comida, el padre se
encargaba de cortar algunos vegetales junto a sus dos hijas, Cristina y Cecilia. Ellas estaban jugando y
esperando que la comida estuviese lista. De repente, interrumpiendo el ambiente, se escuchó que alguien
llamaba a la puerta. El padre fue hacia allí y dudó en abrirla, aunque ya sabía quien era. Se había
cansado de rechazar tanto al hombre que se encontraba detrás, se decidió y al abrir la puerta se encontró
por tercera vez en la semana a este hombre. Tenía un aspecto sórdido con su camperón que le tapaba casi
todo su cuerpo y su gorro de copa que estaba en un estado impecable. Este hombre era un vendedor
ambulante que iba de puerta en puerta casi todos los días. Recorría pueblos con su carreta hasta
encontrar algún lugar para poder sacarle provecho a su mercancía ya que no tenía buen estado
económico.

-Muy buenas Sr. Stanley, ¿Cómo le va? -Preguntó el hombre con una sonrisa marcada en su rostro. El Sr.
Stanley demoró en contestar, ya que no sabía con qué le iba a venir esta vez.
-Bien, ¿Qué se le ofrece? -Contestó sin ninguna expresión. El padre de familia ya sabía lo que le iba a
decir, pero aún así esperó que le contestara. -¡Ja ja!, usted es bastante serio señor, pero tengo lo mismo de
siempre para alegrarlo, sólo que esta vez traigo unas nuevas baratijas, quizás le interesan, écheles un
vistazo -y enseguida abrió su camperón mientras lo miraba- Al Sr. Stanley nunca le agradó comprar este
tipo de objetos, pero no tenía otra que comprarle algo, ya que estaba seguro de que si no nunca lo dejaría
en paz. -Mire señor, estos son mis nuevos objetos, cualquier cosa no dude en preguntarme – El Sr. Stanley
se detuvo un momento a observar los objetos del vendedor y vio algunas cosas que le habían llamado la
atención. Relojes, collares, ojo… relojes collares, ojo… relojes collares y... ¿un ojo?, extrañado por el objeto
misterioso no sabía si preguntarle por el mismo o quedar con su duda.
-¿Qué es ese ojo? -Preguntó con intriga-
-Hmm, ¿este ojo?... escuche con cuidado, este ojo como ya se habrá dado cuenta no es un ojo común y
corriente, este ojo fue hecho a base de rituales de hechiceros y gente muy poderosa, pero no hablamos de
poder económico o político, mas allá de eso, poderes inhumanos, capaces de hacer a alguien desaparecer
con solo un chasquido. Este es un talismán capaz de hacer ver el futuro, tiene que hacer que el ojo lo esté
mirando y al verlo logrará ver el futuro.

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Felipe Moretti, Martín Olivera, Melany Conde

El Sr. Stanley no se creyó ni una palabra de lo que le dijo, simplemente quería irse a comer con su mujer e
hijas.
-Démelo y váyase por favor, ¿cuánto es? -Dijo de una manera apurada-
-Serían siete libras por favor-
-¿¡siete libras!?, ¿pero cómo un ojo falso y que supuestamente es mágico va a costar eso? -preguntó
molesto
-Está bien, solo por ser usted y que lo están esperando en su mesa le haré esta única oferta: cuatro libras
por el talismán, debe entender que yo también necesito este dinero para vivir- contestó el vendedor.
-Cariño, ¿por qué tardas tanto?, solo quedas tu por venir -dijo la Sra. Stanley.
-Ya voy amor, en un minuto estoy ahí – contestó-. Tenga las cuatro libras y dame eso, suficiente charla
hemos tenido -le pagó y agarró su talismán.
-Muchas gracias señor, pero una última cosa.
-¿Qué más quiere? -dijo el Sr. Stanley ya cansado del vendedor.
-Solo tenga mucho cuidado en como usa ese talismán, anteriores portadores vieron tanto que su único
escape fue terminar con sus vidas. Disfrute su comida y tenga un buen día -terminó de decir mientras se
iba.
El Sr. Stanley fue a la mesa con su familia y se pusieron a comer, ya casi se había enfriado la comida pero
no les importó, igualmente comieron.
-¿Y qué te dijo ese hombre? -dijo la Sra. Stanley.
-Lo mismo de siempre, pero esta vez si le compré algo, a ver si nos deja en paz aunque sea una semana -le
contestó a su mujer, suspirando fuertemente.
-¿Ese ojo raro le compraste?, pude verlo mientras lo guardabas en tu ropa -preguntó, mientras todos le
miraban-. Podrías haber comprado otra cosa, no un ojo rojo sin sentido.
-Lo sé, pero de alguna manera se me hizo llamativo así que lo compré y además dijo que si el ojo miraba
hacia mi y lo observo puedo ver el futuro, igualmente no le creí nada, deben ser sus “trucos” para que la
gente le compre -contestó el Sr. Stanley.
-¡Wow!, ¿en serio se puede ver el futuro con ese ojo, papi? -dijo Cristina, con ganas de ver como
funcionaba el ojo.
-No Cris, probablemente sea solo una historia creada por el hombre que se lo vendió a papá -Dijo la
madre.
-Si es así solo hay una forma de comprobarlo, madre -habló Cecilia uniéndose a la conversación.

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Felipe Moretti, Martín Olivera, Melany Conde

-Está bien, ustedes dos hagan lo que quieran, pero yo les aviso que no va a servir de nada, es mentira lo
que ese hombre dijo, no pierdan su tiempo con tonterías -dijo el padre y se fue a su cuarto a acostarse.
-Mami, ¿tú si quieres probar el ojo con nosotras? -preguntó Cristina.
-Perdón Cris, pero tengo que ir a lavar los platos y hacer unas prendas para mis clientas, ya sabes cariño,
trabajo de mami -Seguido a eso la madre fue a la cocina a lavar las cosas.
-Bueno Ceci, solo quedamos vos y yo, probémoslo, ¿qué más da? , tampoco vamos a perder nada -dice
Cristina.
-Está bien, dale, vamos a probarlo y quizás podemos ver cómo seremos en el futuro.
-¡Sí!, ojalá ver como seremos de grande, tengo muchas ganas de saberlo -dijo Cristina contenta y
entusiasmada.
Las hermanas fueron a pedirle el talismán a su padre y luego se fueron al patio de la casa para ver si
realmente funcionaba. Quién diría que la sorpresa que se iban a llevar iba a hacer que se arrepintieran de
haber usado alguna vez ese ojo en su vida.
-Okey, según papá el ojo nos tiene que estar mirando y luego nosotras lo miramos a él para que funcione -
dijo Cecilia a su hermana.
Cecilia se posicionó junto a su hermana haciendo que el ojo apunte a ambas y observaron fijamente,
esperando a que sucediera algo… y sucedió... congeladas, congeladas quedaron las hermanas luego de ver
lo que el ojo les mostró sobre el futuro, quizás de las peores cosas que podrían haber visto, nunca se les
hubiese pasado por la cabeza.
-¡¿Qué es esto?!, ¡¿qué tipo de futuro es este?!, ¡es imposible, esto no puede pasar! -levantó la voz Cecilia,
aterrorizada y con la voz temblando de lo sucedido.
-¿Ese era… papá? -le pregunta Cristina a su hermana, totalmente asustada.
-No puede ser, no puede ser, ¡es imposible que papá vaya a morir! -dijo Cecilia, sollozando y totalmente
negada a que eso fuera a ocurrir.
Lo que Cristina y Cecilia vieron fue como su padre moría atropellado por un carruaje sin control,
manejado por los caballos, simplemente imaginarlo ya es espantoso. Lo peor de todo es que las chicas
pudieron ver al padre sufriendo y siendo arrastrado por el carruaje y sus caballos, un accidente trágico.
-Ceci, ¿qué hacemos?, ¿le decimos a papá?, no sabemos si esto es real -dijo Cristina.
-No lo sé, no puedo moverme del miedo todavía, creo que lo mejor sería decirle, además, no parecía tan
lejano en el futuro, podría ocurrir cualquier día.
Enseguida fueron al cuarto de sus padres, el miedo que tenían dentro de ellas era inexplicable, no sabían
cómo pero lo habían sentido tan vívido que estaban seguras de que eso iba a suceder.

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Felipe Moretti, Martín Olivera, Melany Conde

-¡Papá, mamá!, por favor, escúchennos -dicen ambas al unisono.


-¿Qué sucede?, ¿están bien?, se ven pálidas, como si hubiesen visto un fantasma -preocupada, les dice la
madre.
-Es… es el ojo… lo usamos y… y vimos a papá… -dijo Cristina-, ¡vimos a papá morir! -gritó, asustando a su
padre y a su madre.
-¡Pero Cristina!, ¿cómo vas a decir semejante barbaridad?, ¡Dios santo!, dejen de inventarse cosas, y así de
desagradables -respondió el padre molesto.
-Es verdad, lo que Cristina dijo es verdad, yo también lo vi, con mis propios ojos, no me lo podía creer,
pero, se sintió muy real -dijo Cecilia con un tono de voz apagado.
-Hijas, dejen de jugar con este tipo de cosas no es gracioso, por favor, vayan a hacer otra cosa y déjenme a
mi y a su padre descansar en paz -dijo la madre intentando hacer que se calme un poco el ambiente.
-Sí, hagan lo que su madre les dijo y no vuelvan a hacer bromas de ese estilo -dijo el padre.
-Por favor, créannos, no estamos mintiendo, papá por favor, te vimos, te atropelló un carruaje, ¡fue
espantoso! -dijo Cecilia intentando hacer que le creyeran.
-¡BASTA!, ¡Ya les dijimos que paren con eso!, ni su madre ni yo estamos para soportar tales cosas, váyanse
a su cuarto antes de que las castiguemos -les respondió el padre furioso.
Ya no sabían que hacer, entonces decidieron irse a su cuarto y desear que lo que vieron no fuera real o
que cambie de alguna forma, ambas no paraban de pensar en eso, estaban plenamente arrepentidas de
todo lo que habían hecho con ese ojo.
Una semana después de todo esto, la familia salió toda junta al centro del pueblo, había mucha gente
reunida ya que ese día se celebraba la fundación del pueblo. Todos estaban esperando que llegara el hijo
del fundador, como solía hacer cada año desde que su padre, falleció.
-¿Qué es ese ruido? -dijo la Sra. Stanley intrigada.
-No sé, pero parece que todos aquí se dieron cuenta -dijo Cecilia.
-¡Es el hijo del fundador, está viniendo! -dijo un hombre a lo lejos-. ¡Salgan todos del camino!
El Sr. Stanley sin entender qué estaba sucediendo fue a la calle, había mucho polvo, no se podía ver
claramente y estaban todos hablando muy alto.
-¡El carruaje!, ¡el conductor perdió el control de los caballos! -dijo un hombre, pero casi nadie podía
escuchar nada, estaba demasiado lejos y había mucho ruido de fondo.
-Papá, ¿qué haces?, si algo sucedió ellos lo manejarán -dijo Cristina con tono de preocupación. El padre
sin poder entender a su hija la ignoró y se quedó mirando intentando ver algo.

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Felipe Moretti, Martín Olivera, Melany Conde

-Espera… papá, el carruaje, caballos… esto… ¡esta es la visión! -Cecilia se da cuenta e inmediatamente le
empieza a gritar al padre.
-¡Salí de ahí papá, es la visión! -gritaba ella.
-¡Sal de ahí hombre, mira lo que se acerca! -dijo otra persona.
-¡¡Papá!! -gritó Cristina.
El padre sin entender nada de lo que decía e intentando escucharla, dejó de mirar hacia adelante y no vio
lo que se le acercaba. Todos gritaban que saliera de la calle pero él no entendía absolutamente nada.
Sintió como empezó a temblar todo el suelo, pero cuando se dió cuenta de lo que se acercaba ya era muy
tarde el carruaje había llegado hasta él. Arrastrado y arrollado tal como las hermanas lo habían visto. Los
médicos no llegaron a tiempo, el Sr. Stanley lamentablemente había fallecido de tanto dolor y heridas que
le habían provocado los caballos y las ruedas del carruaje. La Sra. Stanley no lo podía creer, sus hijas no
le habían mentido, las tres mujeres, totalmente devastadas no podían hacer nada más que consolarse.
Una vez pasado el entierro, se deshicieron de ese ojo y nunca más volvieron a comprarle objetos raros a
desconocidos.

Fin.

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