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–¿Qué son estas horas de llegar, Emma?

–inquiere al instante Amelia mientras que con su mirada

busca detrás de mí.

No me espera a mí sino a su hija.

–No la he visto, así que no la busques –intento pasar a su lado, pero me lo impide.

–Tu tío te espera en el despacho –anuncia antes de darse la vuelta y perderse de mi vista.

Un suspiro resignado escapa de mis labios y a paso despreocupado me dirijo al despacho, abro la

puerta sin tocar y la figura de mi tío sentando detrás del escritorio mirando unos papeles me

recibe.

–¿Me querías ver?

–Se saluda, Emma –desvía la mirada de los documentos a mí–. Necesito unos papales que tenía

tu padre aquí, pero como tú has decidido guardar todo bajo llave en la que era su habitación no

tengo acceso a ellos.

Un atisbo de rabia se percibe en su voz.

–Te deje aquí todo lo que poseía el logo de la empresa, así que no creo que estén allá, sin embargo,

revisare si se me paso alguno.

–Déjame hacerlo a mí, yo los puedo buscar.

–Nadie más que no sea yo pisa esa habitación; pensé que estaba claro, Patricio –alego en tono

cansado.

–Mi hermano hubiera...

–¡Basta! –lo corto al escuchar la mención de mi padre–. ¡Ni tú, ni cualquiera que no posea la

misma humildad y nobleza de mi padre pude nombrar su nombre o tan solo decir lo que él hubiese

querido! –exclamo sintiendo la rabia recorrer mi cuerpo.


–Quizás tienes una visión errada del mismo hombre que yo conocí, es más, es posible que te

mostrara ser una persona distinta a lo que en realidad era mi hermano, Luis –contraataca sin

miramientos.

–No había persona que lo conociera mejor que yo, de eso estoy segura –replico con los ojos

inyectados en furia.

–Nunca se llega a conocer a las personas realmente, Emma –hago una mueca de desagrado y él

sonríe con malicia–. Por lo visto tu padre te mantuvo apartada de todo lo que en realidad pasaba

a su alrededor.

–¿Qué carajos quieres decir? –su sonrisa se vuelve victoriosa ensanchándose en su rostro.

Ganó, logro sembrar una duda estúpida, pero latente en mi con respecto al hombre que me

engendro, que aporto su granito de arena para convertirme en la mujer que soy hoy en día.

–Puede que no te dijeran la verdad de tu origen y otras cosillas más, pero ese no es mi problema.

–¡Mentira, todo lo que sale de tu boca es mentira! –bufo molesta y con un leve atisbo de duda que,

aunque no quiera se ha adherido a mi–. No ensucies el nombre de mi padre.

Le dedico una mirada fulminante antes de salir del despacho cerrando la puerta detrás de mí con

un portazo.

Capítulo 4:

Todo es un jodido dolor de cabeza que parece no terminar nunca.

Ha sido una semana realmente estresante, tengo unas ojeras maravillosas producto de mi escaso

sueño debido a mi insomnio y mi humor solo parece empeorar con el pasar de los minutos.
La sola idea de pensar que en una realidad alternativa mi padre era otra persona y que además

andaba en malos pasos quema y frustra todo en mí; no lo veo ni me lo imagino haciendo eso, era

demasiado bueno para ser una mentira.

Y para colocarle la cereza al pastel en el Instituto todo parece venirse abajo, he estado lo

suficientemente distraída como para no rendir en lo absoluto, si no fuera por Rusher y su ayuda

en ese aspecto de mi vida todo sería un maldito caos.

Paso las manos por mi melena castaña lacia una vez más en menos de diez minutos y mi cabeza

parece querer explotar de tanto pensar y analizar mis diecisiete años de vida para ver si he pasado

por alto alguna señal, pero mis recuerdos son solo eso: recuerdos de un hombre excepcional que

hacia el bien sobre todo pronóstico. Nunca lo vi hacer el mal ni cuando merecían ser castigados,

en su corazón solo había amor, bondad y perdón para todo aquel quelo dañara.

–¡Es mentira, conozco mi origen, sé quiénes eran mis padres! –susurro para mí en un intento

desesperado por borrar todo rastro de duda en mí. Fracaso–. ¡Maldición!

Me dejo caer en la cama frustrada, con miles de preguntas que posiblemente jamás obtengan

respuestas porque quién podría responderlas está muerto. Pequeñas lágrimas cálidas y amargas

empiezan a desbordarse de mis ojos, nublado todo y haciendo todo aún más difícil y doloroso.

Quiero gritar, hacerlo hasta que mis pulmones no puedan más, sacar de mi sistema todo está

mierda que me consume y roba el sueño. Simplemente quiero saber cómo lidiar con todo lo que

pasa a mi alrededor sin que parezca un desafío.

Cierro mis ojos en un intento por conciliar el sueño, lágrimas siguen brotando de ellos y

sorpresivamente la pastilla que me tome momentos antes empieza hacer efecto, mis parpados

empiezan a pesar y después de una larga semana lentamente me quedo dormida.

A la mañana siguiente mi humor no mejora. Mis dudas y miedos de descubrir mentiras vestidas

de verdad me agobian profundamente volviendo todo un maldito desastre. Me quedo acostada en


la cama con la vista en el techo donde yacen pegadas estrellas fluorescentes de diferentes tamaños,

mismas que un día mi padre trajo para mí.

Y de repente, sin previo aviso todo me golpeo con tanta fuerza que el dolor fue inevitable.

Flashback

–¡Hija, ya estamos aquí! –anuncia mi padre desde la planta baja y acto seguido se escucha el

sonido de la puerta al cerrarse.

Corro a sus brazos tan rápido como mis pequeñas piernas me lo permiten.

–¡Papi! –chillo en sus brazos, emocionada.

Me da un beso en la frente y me entrega a los brazos de mamá, quien besa mis mejillas y estruja

contra ella.

–Hola, cariño.

–¡Mami!

–Te hemos traído algo para decorar tu habitación, princesa –dice papá, sacando una bolsa del

resto.

–Son estrellas fluorescentes y las pegares en el techo de tu recamara, así cada que las veas te

acordaras de este día y de lo mucho que te amamos, pequeña –dice mi madre alegre.

–¡Si, vamos! –exclame emocionada.

Fin del flashback

Ese día demoramos alrededor de dos horas pegando las estrellas de acuerdo a las alineaciones de

las costelaciones.

Bufe molesta y llena de una mezcla extraña entre tristeza, duda y dolor me levante de la cama,

tome mi bisturí y empecé a despegarlas.


No quería manchar un recuerdo tan puso como ese, pero necesitaba respuestas y quizás, tal vez

algunas estaban allí.

Al terminar y comprobar que solo eran estrellas y nada más sentí culpa, pero también tranquila

en mi interior. Sus palabras no eran más que mentiras, engaños para conseguir lo que quería y

nada más.

Agarre mi teléfono, busque el número de Rusher y le marque.

–Te necesito en mi casa, lo mas pronto posible –le indique apenas descolgó.

–Hola a ti también, Emma –saludo del otro lado de la línea–. Y que casualidad, porque justo estoy

aquí y con algo que necesito que veas.

–Bien, espérame abajo. Ya estoy contigo.

Necesitaba que me ayudara a buscar entre los papeles que deje en la recamara de mis padres algo

que pareciera sospechoso o aquel documento que Patricio quiere, pero si tiene algo que debo ver

es mejor si lo hago por fuera, donde las paredes no pueden escuchar y tampoco ver.

Mi casa ya no era un lugar seguro, no mientras yo sea el inconveniente para que mi tío y su familia

se quede con lo que es mío.

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