PRESERVACION Y PROMOCION DEL PATRIMONIO MONUMENTAL
1. Punto de vista de la arqueología
La defensa del patrimonio monumental de la nación ha sido siempre una de las preocupaciones del Estado. Parte de la defensa es la política de conservación, restauración y reconstrucción de los bienes materiales del Perú precolombino. Esta preocupación ha sido expresada desde diversas posiciones, tanto institucionales como individuales, desde el nivel de los gobernantes como de los gobernados. Sin embargo, la defensa y la forma de preservar el legado histórico del Perú indígena, ha sido siempre una meta no fácil de deslindar entre lo objetivo y lo subjetivo. Nuestra legislación al respecto casi siempre ha sido letra muerta. Las consecuencias las vemos a diario en la contante destrucción, comercialización y hasta desfiguración de los monumentos, de modo que el Perú de hoy presenta un panorama desolador de depredación de su propio patrimonio cultural, lo cual inquieta, como es natural, a instituciones tutelares del patrimonio de la humanidad, como la UNESCO. Por patrimonio monumental se entiende principalmente a los testimonios arqueológicos. En este aspecto, el Perú es un país privilegiado, como heredero de una extraordinaria riqueza cultural indígena, cuyas obras materiales se encuentran dispersar a todo lo largo y lo ancho de su territorio. El Perú indígena de ayer es por ello comparable a viejas civilizaciones de Asia y Europa, en cuanto a los logros obtenidos en el campo de la utilización de los recursos naturales, la organización social, la fundación de aldeas y ciudades, construcción de obras de infraestructura, etc. Como ejemplo concreto de algunas de esas conquistas, señalaremos que dentro del espacio que ocupa el Perú contemporáneo se domesticaron cerca de un centenar de plantas y tres especies de animales. Las tareas de domesticación no fueron hechos aislados, respondieron a procesos y situaciones de orden económico, social, tecnológico, etc., que la arqueología peruana está todavía lejos de conocer en su cabal realidad. Existe una tercera causa igualmente importante. Es el carácter dominante de una cultura frente a la otra. Desde la invasión europea en 1532, la población nativa fue subyugada por completo. Sus templos, sus edificios públicos, hasta los mismos campos de cultivos sufrieron, y siguen sufriendo, una despiadada destrucción. Y como la destrucción se aplica a todo aquello que no responde a los cánones de la cultura y sociedad dominantes, el patrimonio monumental de la sociedad dominada se ve irremediablemente condenado su liquidación. La arqueología comprende la historia cultural de los pueblos del Perú, mientras que el Turismo tiene que ver con asuntos de orden económico, aspecto importante tanto para el Estado como para las personas que lo promueven. Finalmente, la misma abundancia de restos arqueológicos hace que la destrucción de algunos, aparentemente no signifique mucho. Esta abundancia ha dado lugar a la idea de que nuestros yacimientos son inagotables. En el Perú, allí donde se excave siempre es posible encontrar testimonios indígenas de diversa índole. La primera Carta Magna, promulgada por el general San Martin, ya establecía normar para la defensa y conservación de los monumentos históricos del Perú. En 19822, durante el Protectorado de don José de Torre Tagle, siendo ministro de Instrucción don Bernardo de Monteagudo, se fundó el Museo Nacional con el propósito de custodiar el patrimonio cultural de la nación. En 1929 se da la Ley n° 6634, dedicada al patrimonio arqueológico, ley vigente, aunque en gran parte anacrónica, pero eficiente si hubiese voluntad de cumpliría o hacerla cumplir en su espíritu. Esta ley fue elaborada y gestionada por el pionero en la defensa del patrimonio, don Horacio H. Urteaga, recogiendo el sentir de quienes como el buscaban una política de protección del legado de la sociedad andina precolombina. Otro insigne pionero en esta labor de defensa y conservación fue donde don Emilio Gutiérrez de Quintanilla, quien desde 1909 inicio uno de los primeros inventarios de los museos. Llego a presentar un anteproyecto de Ley de protección del Patrimonio de la Nación, y bajo su dirección empezaron a catalogarse los fondos de los museos. Max Uhle, que brillo notoriamente en las primeras décadas del presente siglo, dedicó enormes esfuerzos a la investigación mas no así a la defensa y protección del patrimonio. Los resultados de sus trabajos de campo casi en su totalidad fueron enviados a los Estados Unidos. Julio C, Tello, con justa razón llamado el “padre de la arqueología peruana”, es sin lugar a dudas el arqueólogo que más ha dedicado su vida y esfuerzo a la defensa y protección de los bienes monumentales. Luego, el doctor Jorge C, Muelle, con la experiencia aprendida de Uhle, Tello y Valcárcel, supo imponer una nueva tónica a la defensa del patrimonio monumental. Fue el quien más reservas opuso a las iniciativas y proyectos personales que buscaban conservar los documentos. Desde su posición de director del Museo Nacional De Antropología y Arqueología, y luego como presidente del Patrimonio Nación, lucho denodadamente por defender la intangibilidad del patrimonio. Las operaciones posteriores, lamentablemente, no continuaron con la misma mística. Las leyes fueron quedando sin aplicarse y quienes ocuparon las posiciones más importantes en el tutelaje y la conducción del quehacer arqueológicas, poco a nada hicieron para continuar con la posición dejada por los antecesores especialmente los que siguieron en la Dirección técnica del Centro de Investigaciones y de Restauración de Bienes Patrimoniales del Instituto Nacional de Cultura.
Desde un punto de vista estrictamente arqueológico, técnico e histórico,
los trabajos de Jiménez Borja pueden ser criticados, pero como labor de protección, de defensa y de esfuerzo para ponerlos al servicio del turismo creo que nadie puede regatear su trascendencia. Como un “apasionado de la cultura andina” ha dedicado su tiempo y energía a una tarea totalmente descuidada en el Perú. Obviamente, ha cometido muchos errores, pero gracias a su esfuerzo, hoy el Perú cuenta con varios museos de sitio, monumentos restaurados y algunas colecciones formadas, desde las arqueológicas hasta etnográficas. Entre los jóvenes profesionales, en unos casos por la escasa oportunidad que se les ha ofrecido en las funciones públicas, y en otro por la rutina burocrática, hemos carecido de líderes con honestidad, dedicación y rigor académicos. Lamentablemente, las posiciones en el Estado se han convertido en una suerte de “cargos de confianza” o cargos conseguidos por influencia política. Los ejemplos se dan por igual en el Museo Nacional de Antropología, y en el Instituto Nacional de Cultura, en los museos regionales y hasta en los museos universitarios. Resultado de esta forma de administrar la arqueología peruana y la defensa del Patrimonio en el Perú, es el panorama desolador que todos lamentamos. Desafortunamente, en la actualidad no hay líder calificado entre los arqueólogos. Me refiero a quien muestre, además de una figura pública y reconocida, idoneidad y honestidad en su quehacer y en su conducta. Aquello que tienen cualidades para asumir el liderazgo, prefieren mantenerse al margen. Patronato Nacional de Arqueología Este organismo estatal ha sido uno de los más importantes en la política de defensa del patrimonio monumental de la nación. Fue creado por mandato de la Ley 6634. Estuvo presidido por el ministro de Educación, quien generalmente delegada la función en el directo del Museo Nacional, y estaba integrado por los directores de los Museos Nacionales, delegados de las universidades y el Arzobispado de Lima. Con la autoridad moral que siempre mantuvo muy en alto, el PPNA protegió muchos monumentos especialmente los ubicados en Lima de la voracidad de las urbanizadoras y a veces hasta de los mismos planes del gobierno central. Los acuerdos del Patronato se discutían a nivel de ministros. Sus informes y dictámenes eran considerados en el poder Judicial. La delicada misión de los patronados, como organismo consultivos, era respaldada por el prestigio profesional y moral de sus presidentes. Los nombres de Valcárcel, Tello, Muelle, y en las postrimerías de su existencia Arturo Jiménez Borja y Pablo Maceras, siempre estuvieron identificados con la tarea de defensa del patrimonio arqueológico de la nación. Coleccionista y defensores En el Perú, como en muchas partes del mundo, existen personas que, entusiasmadas por el patrimonio arqueológico, han organizado excelentes colecciones, principalmente consistentes en ceramios, metalurgia y tejidos. Se trata de coleccionistas y anticuarios. No importan los medios: lo que cuenta es las adquisiciones de objetos, a cualquier precio y de cualquier manera. En el Perú existe coleccionista de las más variedades modalidades, desde aquellos que realmente dedican su tiempo y economía la compra de piezas arqueológicas con deseos de formar o incrementar museos privados, hasta los que buscan hacerlo como un recursos de comercialización, sin importarles la procedencia de estos valores históricos, y, en muchos casos, ni siquiera su autenticidad y originalidad . En el primer caso, as colecciones casi siempre se transmiten de generación en generación y en su mayoría pertenecen a las antiguas haciendas. Es cierto que se puede discutir el valor científico o histórico de estas colecciones, pero nadie podría negar que constituyen realmente un buen renglón del patrimonio cultural. Si bien es verdad que no disponen del rigor que los estudios arqueológicos exigen, sin embargo, son también de yacimientos que han desaparecido totalmente, sin que la investigación haya alcanzado a estudiarlos. Larco Herrera se preocupó por la creación de un museo como una manera de preservar y conservar el patrimonio cultural. Los fondos del museo son considerables. Como es obvio en estos casos, una parte procede de sus propias excavaciones y la gran mayoría fue adquirida mediante compra. Estos tres museos son los mas grandes repositorios privados del patrimonio cultural indígena, originados desde diversas perspectivas. Larco Herrera, dedicado principalmente a la cerámica de la costa norte; A mano, especializado en la textilería, y el de Oro, dedicado a la metalurgia. Cada uno de sus propietarios le ha impreso una metodología diferente, tanto en la formación misma, cuanto en el carácter y propósitos que les han sabido dar. Son tres museos que sin reunir las condiciones básicas para ser tales, prestigian al Perú, pretenden conservar una parte del patrimonio cultural y difunden los logros alcanzados por la sociedad andina en tres aspectos específicos. Posiblemente por la diferencia que son acreedores entre los museos particulares, no aparecen en la lista oficial de coleccionista de objetos arqueológicos del INC. En general, este tipo de colecciones nunca se exhiben al público. Son literalmente privadas, y como tales pueden existir ahora, pero nadie garantiza lo que pasara en el futuro. Esta es la suerte de las colecciones surgidas o formadas al amparo de una persona inquieta, pero al desaparecer físicamente el autor, los herederos, que no tienen la misma sensibilidad, disponen de las colecciones a su antojo. Generalmente son vendidas al mejor postor, en la mayoría de los casos coleccionista extranjeros. Existen muchos ejemplos al respecto. Entre los coleccionistas, de acuerdo al propietario, se pueden distinguir: a. BANCOS: las instituciones bancarias y crediticias han demostrado en todas partes ser buenas patrocinadoras de proyectos de conservación, rescate e investigación del patrimonio monumental. Los ejemplos más cercanos se tienen en los museos de Oro asociados o dentro de los Bancos Centrales de Ecuador y Colombia. El banco Wiese compra colecciones y muestras de alta calidad en arqueología. Como el banco es privado y pertenece a una familia, las colecciones adquiridas van a formar parte de los fondos de la familia Wiese, separadamente del Banco. b. TESTAMENTARIAS: Existen muchas en Lima y provincias, mediante las cuales, las antiguas familias han legado sus propiedades, y dentro de ellas las colecciones históricas, a sus herederos. En algunos casos se han conservado en su integridad como la colección de Pedro de Osma, Riva – Agüero, etc. Mientras que en otros casos fueron dividas por los herederos. c. UNIVERSIDADES: Las universidades han sido siempre las instituciones que con mayor empeño, de una u otra manera, se han dedicado a la investigación, conservación y defensa del patrimonio monumental. El interés de sus profesores y estudiantes han obligado a la institución a asumir un rol especial en esta labor. El museo de Etnología y Arqueología de la Universidad de San Marcos, aunque alejado de proyectos de investigaciones de sus profesores y estudiantes debido a ciertas normas impuestas por sus ex directores, constituyen uno de los museos importantes de Lima. d. ASOCIACIONES CULTURALES Estas asociaciones, especialmente las de relaciones internacionales, como el peruano – italiano, el peruano – norteamericano, por un lado, y otras de carácter social como algunos clubs provinciales, cuentan entre sus bienes con colecciones arqueológicas. En todos estos casos, los objetos son considerados como ornamentos del local. e. INMOBILIARIAS Estas entidades, dedicadas estrictamente al negocio, también han distraído un poco de sus fondos en la adquisición de ejemplares arqueológicos e históricos, en la mayoría de los casos para ser usados como objetos decorativos de sus oficinas. f. HOTELES Los hoteles, hostales y además entidades similares, como parte de su negocio, para tratar de hacer más atractivo sus ambientes, se han preocupado en conseguir muestras arqueológicas y cuadros de pintura colonial. En otros casos, las mismas edificaciones antiguas y sus esculturas han sido utilizadas en la ambientación. g. AGENCIAS DE TURISMO Estas oficinas tratan también de adquirir muestras arqueológicas y cuadros coloniales, solamente con el afán adornar sus ambientes. La mayoría de las agencias en Lima tienen una o más muestras entre los objetos decorativos de la oficina, con igual consideraciones que cualquier afiche o artesanía exótica. Ignoran su contenido histórico y patrimonial, y por ello mismo su tratamientos es irrespetuoso. h. MUSEOS ESCOLARES Constituyen toda una actividad generalizada en nuestro medio. Los profesores de Historia, los maestros de primaria y algunos directos entusiastas, tienden a implementar los llamados “museos escolares”. Para ello, generalmente solicitan entre sus estudiantes donaciones y compras, y en otros casos ellos mismos organizan excursiones a lugares arqueológicos para coleccionar muestras excavando y destruyendo los monumentos. i. COLECCIONES PERSONALES Para nadie es un secreto la existencia de colecciones privadas, personales o familiares. En todos estos casos se puede distinguir tres niveles de poseedores. Unos que las tienen por hobby, sin interesarles en absoluto, el contenido cultural, histórico o patrimonial. Estos son por ello, conjunto totalmente inestables y carentes de un sentido mínimo de defensa y conservación. Un segundo grupo tiene las muestras como parte de la herencia familiar, y las cuidan porque fueron del ascendiente, pero en tercera o cuarta generación se dividen estas colecciones y desaparecen, salvo que se constituyan testamentarias que las incluyan entre los bienes protegidos. El tercer grupo lo forman las personas que adquieren los ejemplares con criterio de arte, historia o arqueología. COMENTARIOS FINALES Las legislaciones de protección y conservación de los bienes históricos, arqueológicos y artísticos de la nación son explicitas al señalar la misión del Estado como entidad tutelar. Por esta razón, todo este patrimonio constituye propiedad del Estado, con carácter inalienable e imprescriptible. La destrucción del patrimonio arqueológico en el Peru desde la década del cincuenta, puede ser resumida en dos formas, según los responsables: la oficial y la no oficial. En el primer caso tenemos, a su vez, dos modalidades: primero, la destrucción realizada por las entidades del Estado con el propósito de construir una nueva infraestructura como carreteras, irrigaciones, etc., y segundo, como una “iniciativa peruana”, el organismo creado para tutelar el patrimonio frente al avance de los interés privados, especialmente las urbanizaciones, efectúa “ proyectos de liberación de terrenos” 2.