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En nuestra vida, nos encontramos con personas que nos acompañan en nuestro
camino y con quienes aprendemos. Estos individuos pueden ser nuestros padres,
amigos, profesores o mentores. Su presencia y apoyo son esenciales para nuestro
desarrollo, ya que nos brindan conocimientos, experiencias y perspectivas
diferentes. A través de estas interacciones, adquirimos habilidades sociales,
valores y conocimientos que nos ayudan a enfrentar los desafíos de la vida.
Los gestos y movimientos que utilizamos en nuestra vida diaria no solo nos
definen como individuos, sino que también nos ayudan a construir y fortalecer
nuestra comunidad. El simple acto de dar la bienvenida, agradecer, despedirse o
pedir permiso se traduce en movimientos corporales significativos, como abrazar,
dar un beso o apretar la mano. Estos gestos físicos no solo son una forma de
comunicación, sino que también refuerzan los lazos sociales y demuestran nuestro
respeto y afecto hacia los demás.
Cuando somos capaces de identificar los indicios que revelan el estado de ánimo
de los demás, podemos brindar un apoyo más efectivo y comprensivo. Por
ejemplo, si notamos que un estudiante se muestra apagado o triste, podemos
acercarnos a él y ofrecerle un espacio seguro para expresar lo que siente. Del
mismo modo, si percibimos que un colega está estresado o abrumado, podemos
ofrecer nuestra ayuda y colaboración.
En el s. I d.C., el filósofo griego Epícteto (1802) afirmaba que “No son las cosas
las que turban a los hombres, sino la opinión que de ellas forman” (p. 76). En otras
palabras, no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que pensamos y nos decimos al
respecto. (p, 42)
Como lo refieren Jordi Grané y Anna Forés (2019), “Resiliar consiste en hacer
brillar los ojos a nuestro alrededor”. En este sentido, quienes sustentan el enfoque
de resiliencia, la definen como la capacidad de superar la adversidad y seguir
adelante. (p, 47)
La relación entre los sonidos y las emociones es tan estrecha que incluso
podemos utilizar la música como una herramienta terapéutica para promover la
resiliencia y el bienestar emocional. La música tiene la capacidad única de evocar
recuerdos, despertar sentimientos y generar una respuesta emocional profunda. A
través de su ritmo, melodía y armonía, la música puede influir en nuestro estado
de ánimo, ayudándonos a encontrar consuelo, motivación y fortaleza en
momentos de adversidad.
■ Un sujeto resiliente tiene más posibilidades de ser alegre, estar en paz, aceptar
las diferencias, no discriminar, confiar y sostenerse en la idea de que su vida
merece ser vivida y valorada por él mismo y por los otros. La resiliencia crea
fortaleza, no sólo nos hace más fuertes, sino que nos arraiga a nuestro ser, a
nuestras referencias.
La educación desempeña un papel crucial en este proceso, ya que nos brinda las
herramientas y los conocimientos necesarios para enfrentar los desafíos que se
nos presentan. Al educarnos, no solo adquirimos habilidades técnicas y
conocimientos académicos, sino que también aprendemos a enfrentar los desafíos
de la vida y a desarrollar habilidades para resolver problemas de manera creativa.
En la actualidad, la creatividad juega un papel fundamental en nuestra capacidad
para enfrentar un mundo en constante cambio. Nos permite imaginar y desarrollar
múltiples respuestas a los problemas que surgen en nuestra vida cotidiana. Al
cultivar y fomentar la creatividad, nos preparamos para adaptarnos y prosperar en
un entorno que se transforma rápidamente.
La educación desempeña un papel crucial en este proceso, ya que nos brinda las
herramientas y los conocimientos necesarios para enfrentar los desafíos que se
nos presentan. Al educarnos, no solo adquirimos habilidades técnicas y
conocimientos académicos, sino que también aprendemos a enfrentar los desafíos
de la vida y a desarrollar habilidades para resolver problemas de manera creativa.
(p, 84 - 85)
Las artes, en todas sus manifestaciones, comparten una actitud similar al juego.
En este sentido, permiten que la imaginación se libere de sus limitaciones y
brindan una licencia para explorar y sucumbir a los impulsos que la obra envía al
creador, y que el creador a su vez transmite a la obra. Esta conexión entre el juego
y las artes se vuelve especialmente evidente al observar a los niños en edad
preescolar mientras juegan.
A esta temprana edad, los niños experimentan un placer especial al explorar el
potencial sensorial de los materiales que tienen a su disposición. La capacidad de
imaginación de los niños, aún libre de las limitaciones impuestas por la cultura, les
permite transformar un simple palo en un avión que vuela, un calcetín en una
muñeca a la que arrullar, o una serie de líneas dibujadas en una representación de
su padre. Para los niños pequeños, el mundo sensorial es una fuente de
satisfacción y la imaginación es una fuente de placer basado en la exploración.
Para el filósofo alemán Boris Groys (2017), enseñar arte significa enseñar la vida,
por esa razón nos interesa pensar en la posibilidad de aprovechar los lenguajes
del cine, el teatro, la música, la poesía y las artes plásticas para instaurar la vida
como centro de nuestra acción educativa. (p, 96)