Está en la página 1de 5

DAMIÁN PICORNELL: "LA SOLEDAD ES UN FACTOR CLAVE

EN LOS CURAS QUEMADOS"

Agotamiento, sensación de bajo logro personal y reacciones hostiles. Son las tres
principales señales para detectar un caso de burnout o síndrome del
trabajador quemado, que también afecta a los sacerdotes, como señala en entrevista
con Religión Digital Damián Picornell, párroco de la Iglesia de San Roque en Almansa
(Albacete) y psicólogo.
Entre las causas de este síndrome en los curas, Picornell, autor de estudios en
prestigiosas revistas científicas internacionales, señala la mayor carga de trabajo
entre un colectivo cada vez más envejecido, así el impacto de la soledad, que
considera "un factor clave". En los próximos meses presentará una investigación en
donde analiza el impacto del burnout entre los curas españoles. En cualquier
caso, "el cuidado de la espiritualidad" es uno de los remedios que apunta
para tratar de esquivar este mal, que tiene mucho que ver con los estilos de
vida de quienes los sufren.
“Un virus silencioso con un gran impacto en la vida de los sacerdotes”. Así
lo califican algunos estudios. ¿Cuáles serían los primeros síntomas de que
un cura está 'quemado'?
De entrada, hay que subrayar algo importante. Y es que el síndrome de burnout no
es exclusivo de los sacerdotes, sino que se da en todas las profesiones. Los síntomas
son parecidos. En primer lugar, hay que tener en cuenta que este síndrome es un
síntoma de la enfermedad y que se desarrolla lentamente.
Hay tres aspectos que son tres señales de alarma. Una, el agotamiento emocional.
La persona siente como que no tiene recursos para afrontar las demandas laborales,
aunque esas, objetivamente, no sean extremas. En segundo lugar, para evitar ese
agotamiento, se produce una despersonalización: aparecen reacciones químicas
hostiles ante las personas, sobre todo ante demandas que se repiten. Y, por último,
y como consecuencia, va creciendo una sensación de bajo logro y baja realización
personal.
El burnout es una forma de estrés laboral que no se ha gestionado bien, por lo que
conlleva problemas de salud física (cardiovasculares, digestivos, insomnio, etc.), y
psicológica, con una fuerte relación con la depresión y la ansiedad.
Señalan también los estudios que hay una mayor preocupación por el
impacto entre las generaciones más jóvenes de sacerdotes. ¿Qué factores
les afectan más o han cambiado con respecto a las generaciones
anteriores?

1
Hay factores comunes a todas las profesiones. Por ejemplo, cuando alguien empieza
una nueva tarea laboral o, en el caso del ministerio, se tienen unas expectativas que
suelen ser muy altas y el choque con la realidad puede favorecer el burnout.
En el caso del clero, hay que tener en cuenta que la disminución del número de
sacerdotes supone un aumento de la media de edad y que, con muchísima
frecuencia, los sacerdotes más jóvenes asuman una gran cantidad de tareas, cargos
diocesanos y número de parroquias, en las que se ven obligados a una gran
movilidad y a veces la respuesta que encuentran a sus iniciativas es muy baja o muy
pobre, lo que produce una sobrecarga.
También es cierto que los sacerdotes somos hijos de nuestro tiempo y los más
jóvenes forman parte de una generación, de una cultura, donde la inestabilidad
emocional a veces es bastante frecuente y, sobre todo, la tolerancia a la frustración
o al fracaso es también más baja. Sin duda esos factores influyen.
El sacerdote ve que todas aquellas altas expectativas y esfuerzos que ha
hecho por construir una comunidad, por transmitir el evangelio, por vivir
el ministerio, etc., no se han visto recompensadas y puede aparecer esa
sensación de no sentirse realizado
¿Puede decirse que a los sacerdotes les afecta también la crisis de los 40?
Sí. En la evolución del burnout según la edad hay evidencias encontradas. Ahí quizás
el trabajo más profundo y más representativo se hizo en las diócesis italianas hace
unos años, donde aparecía que este síndrome evoluciona, por así decirlo, a picos.
Empieza muy alto, luego puede bajar un poco entre los 30 y 40 años, pero luego la
crisis de la mediana edad puede prolongarse y ya casi a los 45 o 50 puede repuntar.
¿Y por qué? Porque el sacerdote ve que todas aquellas altas expectativas y esfuerzos
que ha hecho por construir una comunidad, por transmitir el evangelio, por vivir el
ministerio, etc., no se han visto recompensadas y puede aparecer esa sensación de
no sentirse realizado en el ministerio. Por eso es una edad también muy crítica y a
la que sin duda hay que prestar atención.
¿Influye de alguna manera el impacto del escándalo de los abusos
sexuales a menores en esta aparición del síndrome?
Al final, el síndrome del burnout se refiere a cómo es el funcionamiento habitual de
la persona en su ámbito laboral. Y en el caso de los sacerdotes, también en su
vida. Hasta ahora no se han realizado estudios que relacionen el nivel de burnout
con las conductas de abuso a menores, cuyas causas y factores probablemente sean
más complejos. Hasta ahora no se cuenta con evidencia sobre ese tema.
¿Y se resienten de que la figura del sacerdote ya no tiene la aureola de
respetabilidad social que tenía hace décadas en España?

2
Sí. Estoy convencido de que hay factores de tipo de contexto, y ahí cabría señalar
que no es exclusivo de la sociedad española, aunque en España tiene unos matices
propios por la historia de anticlericalismo, pero a nivel global no se considera.
Estamos en un contexto de globalización a todos los niveles, político, económico,
cultural, de valores, ético, etc. Y en un proceso de secularización no ya avanzada,
sino extrema, que repercute en una baja práctica religiosa, en un descrédito de la
imagen de la Iglesia, con un impacto de la tecnología en la vida y en el trabajo a
todos los niveles.
Esa imagen de que el sacerdote ejerce su rol, un rol definido en el ámbito
territorial de una parroquia, y todo el mundo lo acepta, lo conoce, es una
imagen cada vez más anacrónica
Y todo ello tiene repercusiones para el ministerio. Por ejemplo, los límites del
ministerio son cada vez menos territoriales. Esa imagen de que el sacerdote ejerce
su rol, un rol definido en el ámbito territorial de una parroquia, y todo el mundo lo
acepta, lo conoce, es una imagen cada vez más anacrónica.
Los lenguajes que utilizamos muchas veces son incomprensibles para la gran
mayoría social. Lo veo en mi parroquia cada día. Las expectativas que el sacerdote
tiene, la respuesta de la gente o lo que espera la gente de él, también. Por esto,
estimo que, a nivel global de la Iglesia, estamos llamados a leer, a interpretar de
una manera nueva esta pequeñez.
Pero esta pequeñez habría que verla no simplemente como una pérdida de algo
grande, bueno y valioso, sino como una llamada a resituarnos de una forma más
significativa en el mundo de hoy.
Algunos estudios ponen también el acento en el problema de la soledad…
Sin duda es uno de los factores que más repercuten en el síndrome de burnout y a
nivel de todas las profesiones. En el caso del clero, hay pocos estudios, salvo alguno
en Brasil, en la India, y adelanto que, en un estudio que estoy preparando ahora
sobre los sacerdotes en España, se comprueba que el nivel de burnout es más alto
en los que viven solos que entre aquellos que lo hacen con otros sacerdotes.
Así que la soledad es un factor clave, porque se da en todos los niveles: es soledad
en estilo de vida, es soledad en estilo de trabajo, soledad a nivel afectivo… Y
posiblemente, para la prevención sea uno de los factores claves.
Pero hay un matiz interesante. Un estudio hecho en Brasil, en 2019, sostenía que
los sacerdotes que viven con otros sacerdotes, especialmente los religiosos, tenían
menos burnout. Pero cuando esos religiosos vivían como los sacerdotes diocesanos,
porque tenían que atender parroquias, su nivel de burnout subía. Y eso es
significativo también.

3
Donde parece que hay unas defensas muy fuertes frente a este síndrome
es en la vida contemplativa. En ese sentido, ¿a más oración menos
quemados están?
Sí. Hace ya años se hizo un estudio en Estados Unidos -posiblemente uno de los
mejores- donde se comparaba el nivel de burnout entre sacerdotes diocesanos,
religiosos de vida activa y religiosos contemplativos. Estos últimos eran los que
menos burnout padecían, además, muy significativamente. Quizá por un ritmo de
vida pautado, una vida en comunidad, una fuerte espiritualidad… Los religiosos de
vida activa tenían un poco más y el nivel se disparaba en los diocesanos, lo cual
puede indicar que hay factores que pueden proteger del burnout, como es la vida
en común, el apoyo de los superiores -que también se resalta- y el cuidado de la
espiritualidad.
Es probable que el celibato por sí mismo no produzca un nivel más alto de
burnout. Lo que ocurre es que la opción del celibato va unida a un estilo
de vida determinado que sí que puede influir directamente en el síndrome
Enlazando de nuevo con la cuestión de la soledad, ¿el celibato juega algún
papel en la aparición del síndrome?
Son dos variables que están relacionadas. Explícitamente, sobre la relación entre el
celibato y el burnout de los sacerdotes católicos, sólo hay un par de estudios en la
India, que no se han ampliado. Es probable que el celibato por sí mismo no produzca
un nivel más alto de burnout. Lo que ocurre es que la opción del celibato va unida
a un estilo de vida determinado que sí que puede influir directamente en el síndrome.
Como comentábamos antes, el nivel de la soledad es altísimo a todos los niveles.
En este sentido, sí que sería interesante replicar los estudios. Lo que ocurre es que
para eso es preciso compararlo. Comparar entre grupos, no ya sólo entre sacerdotes
célibes y no célibes. En Estados Unidos se han hecho algunos estudios comparando
el nivel de burnout en ministros de diferentes confesiones, pero los resultados son
también contradictorios, porque a veces, en pastores evangélicos que tienen familia,
pareja, etc., el nivel de burnout aparecía más alto, pero por la problemática familiar.
Pero a mi modo de ver hay una variable directa que está influyendo, que es el estilo
de vida. Y ahí es donde hay que insistir sin duda. Posiblemente, un celibato vivido
de una manera serena, equilibrada y con vida comunitaria produzca menos o influya
menos que un celibato vivido en soledad, en movilidad geográfica, en trabajo
disperso.
¿Y qué estilo de vida según eso sería el idóneo para conjurar estos males?
El estilo de vida se adopta en psicología cuando se estudia una perspectiva funcional.
Es decir, cómo funciona la persona. Inmediatamente, cuando he hablado de esto
con sacerdotes, suelen decir ‘no, yo no soy un funcionario’. Y no, no se trata de eso,
sino de cómo funcionas en tu vida. En concreto, cómo vives, dónde vives, incluso

4
las condiciones materiales. En segundo lugar, cómo trabajas y dónde trabajas y con
quién y para quién. En tercer lugar, cómo son tus relaciones sociales. Y, añadiendo,
además, en el caso de los sacerdotes, cómo cuidas tu espiritualidad.
Indudablemente, un estilo en el que se vive solo, en el que el trabajo es disperso y
poco reconocido, donde hay pocos vínculos sociales, no digo ya con la gente de las
parroquias, sino con los compañeros sacerdotes, con los superiores, etc. la
vulnerabilidad al burnout aumenta. Y al contrario, una vida con una relaciones sanas,
un equilibrio entre trabajo y descanso y un buen cultivo de la espiritualidad protege
del síndrome.
¿Cuál sería el prototipo de una personalidad proclive a sufrir este síntoma
en los sacerdotes?
Influyen dos tipos de factores. Entre los individuales, existen evidencias claras de
que un estilo de personalidad con baja estabilidad emocional, rigidez cognitiva e
introversión está relacionado con niveles más altos de burnout. En estos casos, las
capacidades para afrontar el estrés son limitadas. Luego están los factores
sociolaborales y organizacionales, que son de gran importancia. Por ejemplo: la
carga de trabajo, la relación y apoyo por compañeros y superiores, la organización
de las diócesis, etc.
¿Habría que introducir este tema en la formación de los seminaristas como
una manera de prevención?
Es urgente potenciar una cultura de prevención del burnout, en todas las profesiones
y también en la Iglesia. Por supuesto, desde la formación en el seminario y en los
primeros años de ministerio. Pero también en todas las franjas de edad y tipo de
ministerio, con un acompañamiento diferenciado, en el que será clave potenciar las
fortalezas personales y organizacionales.
Damián Picornell es párroco en Almansa, en la diócesis de Albacete.
La soledad es uno de los principales factores del burnout en los
sacerdotes Megan Holmes

José Lorenzo
Religión Digital

También podría gustarte