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CAEAU-UAI | 2022

DIRECTOR: ROBERTO FERNÁNDEZ

AUTOR: MATÍAS BECCAR VARELA

La villa, las flores. Una hipótesis local sobre la conformación


mítica del hábitat.

El elemento diferencial no es crítica del


valor de los valores sin ser también el
elemento positivo de una creación.

Gilles Deleuze

«Acá nosotros somos unos reyes.»

Ricardo, vecino de la villa Las Flores


1. Una crónica de la villa Las Flores
Miércoles 1° de mayo de 2002

Primera visita. 45 minutos dentro de la villa. 2 horas en el almacén sobre Av. Constituyentes. 2 horas en
el Hospital junto a la Licenciada Cristina Villafañe, quien nos introduce en el barrio y nos presenta a
varios de sus habitantes1.

/ Encuentro con Juan y Graciela. Trabajan en todo lo referente a captación y organización de servicios,
planes, subsidios, etc., de los gobiernos municipal, provincial o nacional. Su función primordial es acercar
la información a los vecinos de la villa. Entre Cristina y ellos conforman el nexo absolutamente necesario
(por inexistente bajo cualquier otro tipo de forma) entre los habitantes de la villa y el gobierno.

/ Juan tiene alrededor de 40 años. Vive en la villa. Es discapacitado y se mueve en silla de ruedas (perdió
ambas piernas). No queda claro, por el momento, si percibe algún tipo de remuneración por su trabajo. Se
ocupa principalmente de nuclear los reclamos de la gente con discapacidades motrices. Cuenta que ha
conseguido, tras meses de reclamos, que la municipalidad le entregue 8 bolsas de cemento para rectificar
los 40 metros de pasillo que lo llevan hasta su casa. En la actualidad los agujeros y grietas en el cemento
le hacen particularmente difícil su desplazamiento. Cuando llega al almacén donde nos encontramos,
notamos que para venir tuvo que bajar a la Av. Constituyentes y moverse por ahí entre los autos. En
seguida salta a la vista la irregularidad increíble de la vereda que da sobre esta calle. Al menos cada 10
metros hay 2 o 3 escalones. En el interior de la villa aparentemente la cota de los pasillos se mantiene más
pareja.

/ Graciela tiene alrededor de 30 años. Vive en la villa, en la parte central, más cerca de la calle Santa
Rosa. Tiene un problema motriz en una pierna. Tampoco queda claro si ella percibe remuneración por su
trabajo.

Con ella entramos por primera vez en la villa.

Nos conduce a través de los pasillos centrales; la atravesamos entera desde Melo a Santa Rosa, hasta
llegar a su casa. Prefiere que no pasemos adentro. Entra y sale enseguida con su hija. Quiere salir
rápidamente de este sector. Aparentemente no le gusta su pasillo, el más estrecho de los que conozco
hasta el momento. Volvemos hacia adentro y alcanzamos la casa de Don Vera. Es un hombre de unos 65
años, con bastantes problemas de salud: le faltan ambas piernas, tiene diabetes, tiene los ojos en muy mal
estado y un cuadro psiquiátrico complicado. Vive por completo de los programas de asistencia social y de
la caridad de algunos vecinos. No obstante, desconfía de todos y vive recluido en su casa. A nosotros nos
habla desde su encierro, en una especie de “estar-patio” techado y cerrado con alambre de gallinero. La
puerta está cerrada con candado. Se aferra con las manos al alambrado. Habla a los gritos y a las
carcajadas. Nos cuenta (parece que es una costumbre) que es paraguayo y que ha estado “en las guerras
del Paraguay y del Brasil, en Malvinas...” y que no sabe quién le roba su pensión millonaria de veterano
ilustre. Graciela es la encargada de inyectarle insulina todos los días. Hoy Graciela le dice que va a dejar
de hacerlo porque no puede soportar sus insultos. Cristina trata de hacerle entender a Don Vera que así
nadie lo va a querer ayudar. Y él insiste, una y otra vez: “si ella no quiere venir, que venga otra”.

1
Para mayo del año 2002, la Licenciada en Psicología Cristina Villafañe trabajaba en la villa Las Flores desde
hacía ya 20 años. Ella fue, en aquel momento, nuestro anclaje en el barrio. Su lugar formal de trabajo era un
consultorio en el Hospital Manuel Belgrano, situado justo en frente a la villa, cruzando la Av. Constituyentes. Sus
tareas habían ido variando a lo largo de los años, pero principalmente se había ido volcando de forma progresiva
hacia la problemática interna de la villa. Su lugar de trabajo real eran los pasillos del barrio, quedando su consultorio
como sede representativa de lo que en el Hospital se llamaba “Área de Recursos Institucionales”.
Salimos de los pasillos hacia Melo y recorremos la vereda de los monoblocks. Entramos en una de las
viviendas en planta baja. Su propietaria se llama Rosa, tiene alrededor de 70 años y vive con su hija y su
nieto de 12 años. Es jubilada del PAMI y con ese dinero paga la vivienda, los servicios y la comida del
mes. Separa todas las noches un plato de comida para Don Vera y se mete en la villa para alcanzárselo
(está preocupada porque no sabe si está cumpliendo con las restricciones alimenticias de los diabéticos).
La hija trabaja en una fábrica, en el sector limpieza y “es muy deportista...corre mucho, tiene medallas...”
Las medallas y los trofeos son una parte importante en el decorado del estar, que como elemento
sobresaliente tiene una colección inmensa de muñequitos diminutos de plástico, dispuestos sobre el
machimbrado a media altura de la pared. Todo el departamento se ve muy bien, muy cuidado. Como
característica sobresaliente notamos que las persianas se hallan completamente cerradas. Es pleno
mediodía, con un sol radiante, y sin embargo adentro está oscuro y se respira humedad. Rosa nos habla de
su vocación religiosa, y nos hace entender que es un motor para su acción solidaria. Ha vivido siempre en
la villa y con una sonrisa dice: “Porque sufrí mucho, ahora le río a la vida.” No le importa vivir al lado de
la villa, ahora que por fin accedió a una propiedad más cómoda y legal: “Yo sigo siendo pobre; a mí qué
me importa la villa.”

/ Los pasillos por los que transitamos hoy tienen en todos los sectores no más de 2 metros de ancho; más
del 50%, sobre todo hacia el centro de la villa, no llegan al metro y medio. El piso está hecho en cemento.
Con el paso de los años –ésta parece ser la única razón– se ha deteriorado. En los pasillos principales se
ve un caño de desagüe pluvial que corre por debajo. Cada unos 10 metros aparecen los huecos para las
rejillas (30x30cm). En la mayoría de los casos las rejillas no están y el hueco es un obstáculo más para
sortear, entre pozos y grietas.

/ Las casas se hacen más precarias a medida que nos acercamos al centro. Techos muy bajos (2,30m),
paredes de ladrillo hueco o de una especie de adobe. En mucho menor proporción aparecen casas de
madera, chapa o desperdicios industriales. Hacia el centro también desaparecen las rejas, las puertas de
las casas están todas abiertas, y también prácticamente desaparecen las ventanas. Las puertas abiertas
reemplazan a las ventanas.

/ A través de las puertas se adivinan interiores oscuros, de unos 3 x 4m, donde se ven agrupadas la cocina,
el televisor, una mesa para comer, y generalmente una cama. Lo común es ver 1 o 2 personas,
generalmente mujeres, mirando TV o cocinando.

/ En los rincones de los pasillos se agrupan algunos hombres, generalmente jóvenes, en grupos de 3 a 5,
cada unos 30 metros promedio.

[Los pasillos que recorremos se estrechan a medida que se acercan al centro de la villa. Hacia el centro
notamos una presencia más destacada de los interiores de las casas. Hacia el centro todas las puertas están
abiertas y todas las interioridades se confunden, en una yuxtaposición pacífica de privacidades. Esto es lo
que da forma al “espacio público” en la villa. Los pasillos son en realidad una sumatoria de espacios
privados, atravesados simultáneamente por lo necesariamente público del tránsito desde/hacia las casas.
Los pasillos funcionan como el “estar”, el “living-room” de la vivienda tradicional. Las casas
son evidentemente muy pequeñas, y funcionan más como “cuartos” que alimentan el “estar común”, que
es la trama de pasillos, hecho de “estares” privados, que son sectores de pasillos. Los pasillos son de
alguna manera lo que fue el patio en el conventillo; pero son algo más. En los pasillos la gente está
siempre de pie, recostada contra alguna pared o, donde existe, en algún recoveco. Se percibe un cierto
espíritu de tránsito y al mismo tiempo de interacción continua. El “estar” de los pasillos es privado sobre
todo cuando es tránsito, y es público cuando hay un saludo, un freno, una conversación.
Pareciera que lo que hace funcionar esta configuración es la completa yuxtaposición indiferenciada del
habitar público y el privado. Las puertas abiertas, los sonidos y las miradas que salen y se cruzan de una
casa al pasillo, y de una casa a la otra, son la constatación extraña de que otro tipo de ciudad es posible.]

Miércoles 15 de mayo de 2002

Segunda visita. 6 horas dentro de la villa. Unas 4 horas entre el hospital y la calle.

/ Por la mañana hay mucho movimiento. Cristina, Juan y Graciela están trasladando a las personas que
han preparado para anotarse hoy en el plan nacional “Jefas y jefes de hogar desocupados” ($150
mensuales). Hay una camioneta prestada por el día por una empresa privada y un automóvil particular. Se
traslada hasta la municipalidad principalmente a la gente con problemas de discapacidad o de edad
mayor.

/ Hacia el mediodía, caminando por la calle Santa Rosa, nos metemos en la villa por el último pasillo. A
unos 50 metros está el “Predio”. Es la sede de la Comisión Vecinal. Es un salón de unos 6 x 6 m, con dos
cuartos más pequeños a un lado, de unos 3 x 3 m. En unas mesas en el centro están Cristina, Juan,
Graciela, Beba, Eva y Ricardo informando y anotando a la gente que se acerca por el plan, que vence
mañana.

/ Beba tiene alrededor de 50 años. Es madre y abuela, vive con 8 personas en su casa (uno de los dúplex
de la calle Roca). Integra la Comisión Vecinal, conformada por 15 delegados, en representación de sus
130 socios. Los requisitos para ser socio son: vivir dentro de la villa y pagar una cuota mensual de 30
centavos (para fotocopias, etc.) De todas formas, los integrantes de la Comisión aclaran que trabajan para
todos los vecinos de la villa y Beba insiste justamente en que lo que a ella más le preocupa es “la igualdad
de oportunidades” (por ejemplo: documentar a todos, ya que sin documentación no se puede acceder a
ningún programa laboral o de asistencia). Lo que más la “apasiona” es el Plan de Vivienda, del que su
familia, por ser tan numerosa, fue de las primeras en beneficiarse. Trabajó en las tareas de relocación de
familias en las dos etapas ya concluidas del plan. Este trabajo lo hizo como parte de un equipo nucleado
por una Antropóloga y una Asistenta Social, dispuestas en el barrio por el Plan de Vivienda.

/ Eva tiene también unos 50 años. Vive en la villa. Conoce a todos sus vecinos y se lleva bien con todos.
Conoce cada pasillo y cada recoveco. Todo esto, aparentemente, no es lo más común en un habitante de la
villa. A Eva –a diferencia de Beba– le gustan los problemas difíciles; no le molesta tratar con los
“chicos malos”, con casos de drogadicción o violencia; le gusta brindar “soporte psicológico”. Conoce
todas las historias de la villa. Es parte de la Comisión Vecinal. Trabajó en el Plan de Vivienda.

/ Ricardo (el “Bicho”) tiene alrededor de 35 años. Vive en la villa. Es otro miembro de la Comisión
Vecinal (lo han votado los últimos 4 años). Muy enganchado con el desarrollo del Plan de Vivienda.

Con él damos un paseo rápido por un sector de la villa. Esta vez ya es de noche y la zona por la que
caminamos es muy diferente de la del miércoles. Es lo que originariamente se llamaba “Barrio Las
Flores”, a diferencia del “Barrio Obrero” que es toda la parte del centro y más cercana a la calle
Constituyentes. Los pasillos aquí son notablemente más espaciosos y las casas menos precarias. Abundan
las paredes de material, las ventanas y las rejas de seguridad. En el triángulo que ha quedado liberado tras
la relocación de la segunda etapa del Plan de Vivienda, ahora funciona una cancha de fútbol (transitoria
hasta la tercera etapa, pero que por ejemplo ya dispone de iluminación). En una esquina del triángulo
vacío ha quedado una casa sin demoler. Ricardo explica que es una familia que ha crecido mucho en los
últimos años y que no se ha querido mudar a ningún precio. También nos cuenta de otra familia conocida
suya que se ha mudado a los monoblocks, y que al no poder pagar las cuotas de la compra del
departamento, ni los servicios de luz, gas, etc., prefirió vender y regresar a la villa. Nos enseña, en un
terreno liberado para la tercera etapa, cómo la gente se preocupa por preservar el espacio vacío; aquí, con
la ayuda de la Iglesia, han alambrado y dispuesto unos juegos caseros para los chicos del Jardín de
Infantes. De esta manera reaseguran que la ejecución de las futuras etapas no sufrirá contratiempos.

Viernes 17 de mayo de 2002

Tercera visita. 4 horas en la villa.

/ Llueve intensamente. Ricardo nos espera (vinimos con un amigo) a dos cuadras de la villa. Empapados,
corremos hasta la entrada de un pasillo y caminamos hasta su casa. Nos invita a pasar hasta que pare un
poco la lluvia. Adentro está Yenny, su compañera, con la que comparte la casa.

/ La casa de Ricardo es de dos ambientes: un estar-comedor-cocina-dormitorio de 2,50 x 3,50, y un


lavadero-depósito-etc. de 1,50 x 2,00. El baño queda entre ambos, y consiste en un inodoro sin depósito
de descarga (al costado hay un barril de 200 litros lleno de agua y un balde). El techo de chapa está a 2,40
del piso y tiene en el estar un cielorraso de machimbre rudimentario. Las paredes pintadas de blanco. El
piso es de cerámicos azules como nuevos. Hay una cama de madera de dos cuchetas. Un buen ropero de
madera. Una buena heladera con freezer, último modelo. Cocina de 4 hornallas y horno. El televisor,
inmenso, está en el centro de la escena, siempre encendido. Entre todos estos objetos queda un poco de
lugar para poner unas sillas de plástico y sentarnos. [Estamos en toda la casa de Ricardo. Esa es la
sensación.] Miramos un programa de TV, tomamos coca-cola y fumamos cigarrillos. Encima de la tele,
en una repisa, se destaca una colección considerable de paquetes vacíos (fumados) de Marlboro Box.
Completan la decoración un reloj, una imagen de la Virgen, una de un Santo.

/ Salimos a buscar las llaves del “Predio” (sede de la Comisión Vecinal). Caminamos hasta los dúplex de
Roca, y hablamos con Beba, que tiene las llaves. Arreglamos para ir todos al Predio. Antes hay que
buscar agua caliente para el mate en lo de Ricardo, que tiene garrafa de gas, porque Beba está conectada a
la red y no quiere pagar más a fin de mes. Volvemos a lo de Ricardo y calentamos el agua para el termo y
terminamos tomando mate en su casa. Más TV y cigarrillos. Al rato aparece Beba, que no entiende por
qué no fuimos para el Predio. Vamos todos para el Predio. Adentro está una mujer joven con sus seis
hijos, que han pasado ahí la noche en dos colchones. Ricardo nos cuenta que hace poco tiempo se les
incendió la casa. Tomamos mate. Beba nos muestra láminas viejas con fotos de actividades que se han
realizado en el Predio. Cumpleaños, partidos de fútbol; una salida con algunos chicos a Mar del Plata.
Beba nos cuenta un poco de su vida y del Plan de Vivienda. Ella trabajaba hasta hace algunos años atrás;
ahora se encarga más de su familia y de la Comisión. Su marido trabaja bien y mantiene económicamente
a toda la familia. Cuenta cómo en otros tiempos su marido (“un apasionado de los chicos”) ha dedicado
enormes esfuerzos por darle la oportunidad de jugar al fútbol a algunos chicos (los “peores”, los que son
como “paquetes” para sus padres y que no han sido aceptados en ningún club de fútbol). Organizaba
campeonatos, se encargaba de los traslados, etc. Un verano los llevó a Mar del Plata.

Es recurrente en el diálogo la alusión que hacen tanto Beba como Ricardo al rechazo que les genera la
utilización política que algunas personas hacen de la Comisión Vecinal. Luchan constantemente con el
trabajo subrepticio de punteros encubiertos.

Ricardo cuenta que él ha trabajado 7 años con “un político”. Ya conoce bastante cómo funciona el asunto
y no quiere saber nada con los clientelismos. Ricardo nos cuenta que el único verdadero problema en esta
villa es el de los pozos ciegos. Se saturan frecuentemente y todo depende de las campañas de vaciamiento
que se realizan periódicamente (cada unos 3 meses). Hay prácticamente un pozo ciego por casa, lo que
quiere decir que hay alrededor de 1200 en toda la villa. Las campañas se hacen largas y difíciles por esta
cuestión. Pero, sin embargo, “acá nosotros somos unos reyes”. Lo que ve en TV sobre las villas del resto
del país le parece increíble. Cuenta que hace poco vio un documental sobre La Cava, en San Isidro, y que
quedó profundamente impresionado. “Acá nosotros somos unos reyes”, lo repite.

/ Ha estado lloviendo durante todo el día y al salir de la villa (atravesamos de noche algunos pasillos de la
parte central) no notamos problemas de obstrucción de desagües. Los pasillos no están inundados. Sí,
quizás, hay muchas zonas donde los pozos se transforman en charcos inmensos. Otro dato de este paseo
es la cantidad de agua que cae sobre la cabeza de uno cuando se camina por los pasillos, bajo el libre
escurrimiento de los techos de chapa en un día de lluvia.

/ La gente se agrupa en algunas zonas de los pasillos, bajo las salientes de los techos más grandes, cerca
de los focos de luz, o donde termina la villa frente a alguna calle del barrio que la rodea.

Sábado 8 de junio de 2002

Cuarta visita. 5 horas en la villa.

/ Salimos desde el hospital con Cristina y Eva. Con mucho sol, atravesamos la villa por el borde norte: un
pasillo estrecho –1,50m de ancho promedio– que se forma entre la villa y la medianera de los chalets.
Este es el camino longitudinal más usado por los que viven lejos de la calle Melo; es la forma más rápida
y segura de llegar a la Av. Constituyentes.

Llegamos al Predio (sede de la Comisión Vecinal). Hoy el trabajo consiste en anotar en las planillas del
plan “Jefas y jefes de hogar” a los habitantes del barrio con problemas de discapacidad. La idea es que el
hecho de no ser “jefe” o “jefa” de hogar no sea un impedimento para que los discapacitados accedan al
plan. En la puerta del Predio hay 3 personas esperando. Cuando estamos adentro vienen algunas más. En
toda la tarde se habrán llenado unas 10 planillas. Antes de empezar con el trámite, Cristina explica a las
personas cuál es la idea de este plan. La idea es que deben trabajar y capacitarse por un total de 4 horas
diarias. Les explican que los trabajos estarán pensados a la medida de las dificultades de cada uno. Las
personas mayores y las de menor movilidad, deberán hacer pequeñas tareas, juntarse regularmente, etc.
Los más jóvenes, los de mejores condiciones físicas, deberán tener como meta alguna capacitación, ya sea
a través del estudio (la mayoría tiene la escuela primaria incompleta), ya sea a través del aprendizaje
de algún oficio. A la vez deberán cumplir con trabajos, fundamentalmente de carácter comunitario. La
naturaleza y la distribución de los trabajos puede salir como propuesta del grupo (a través de la Comisión
Vecinal) o como programa especialmente dispuesto por la municipalidad.

/ Uno de los jóvenes que se presentan tiene alrededor de 35 años, está en silla de ruedas y lo acompaña un
amigo bastante más chico. Cuando le hablan de estudiar se ríe a carcajadas. Dice que no piensa estudiar;
que dejó el colegio porque no le “funciona la capocha”. En cuanto a capacitarse en algún oficio también
manifiesta su desconfianza: quizá lo que más le interesa es “mecánica y electricidad del automóvil”, pero
deja todo bien claro cuando dice riendo que el problema es que él no entiende nada de cómo se arman los
autos, aunque sí de cómo se desarman. / Otro de los más jóvenes tiene alrededor de 25 años y se mueve
con muletas. Está acompañado por la madre. La madre tiene unos 60 años. Es a ella a quien no convence
la idea de que su hijo tenga que estudiar y trabajar. Dice que no puede dejarlo salir solo. Dice que “el
chico” (así se refiere a su hijo) está en rehabilitación por drogas y que no puede estar en la calle. Ella
trabaja a la tarde y no podría acompañarlo. Cuando Eva le ofrece de buscarlo y llevarlo a su casa todos los
días, la madre contesta que tampoco puede ser porque para eso le tendría que dejar las llaves de la casa.
El joven, que ahora entendemos que se queda encerrado en su casilla cuando la madre sale, propone a la
madre que le deje las llaves al vecino: entonces Eva las busca ahí, le abre, lo saca, lo lleva, lo devuelve y
lo encierra. La madre dice que lo va a pensar, porque en el fondo, dice, le gustaría que el hijo saliera un
poco, “así no se aburre tanto y no le vienen ganas de hacer tonterías”. / En una hora de la tarde entra una
chica vendiendo pan. Cristina cuenta que esta misma chica ha tenido mellizos hace 11 días, y que ha
salido a vender pan hace 5. / Uno de los más viejos es un hombre de unos 70 años. Se llama Félix.
Camina y se mueve con mucha dificultad. Le cuesta concentrarse, dar respuestas claras. La mujer que lo
acompaña nos ayuda a terminar la planilla. Ella nos cuenta que ambos son viudos desde hace 25 años, que
se han juntado y que ella se pasa el día cuidándolo. Ella no sabe leer ni escribir, pero no le interesaría
estudiar. Dice que eso lo tienen que hacer los jóvenes. Ella viene del campo y en aquella época “en el
campo se enseñaban otras cosas”. Félix trabajó de albañil en la obra de los monoblocks del Plan de
Vivienda. Ese fue su último trabajo. Se lo pagaron todo en negro.

/ Cuando dan por terminada la jornada de inscripción, Cristina, Eva, Juan y Graciela se quedan
discutiendo sobre las vicisitudes de los próximos pasos a seguir. Afuera, frente a la puerta del Predio,
está uno de los hombres que se ha inscripto en el plan. Tiene unos 55 años y anda con muletas.
Charlamos. Nos dice que el mayor problema de la villa son “los que chorean”. La villa está divida en
dos. Adelante (hacia Constituyentes) están todos los ladrones, los que se drogan, los violentos, etc. Para
acá atrás está la gente honesta. El problema es que acá te chorean los de adelante. Y si vas por los pasillos
de adelante te van a sacar las zapatillas, una camperita... Nadie quiere vivir adelante; pero los que llegan
de afuera no saben eso y compran su casilla ahí. Después los terminan robando o corriendo. Porque ahí
viven los que chorean adentro de la villa. Los ladrones de bancos y esos más grandes se compran su
chalecito afuera. El problema acá es que hacen lo que quieren. Esto es así: ponele que vos tenés un amigo
en la villa; vos vivís en tu barrio y le vas a tirar a tu amigo una fija; se chorean una casa y vienen y se
esconden acá. Acá adentro no los agarran más. Claro. Si la cana no se mete. Solamente se mete cuando
hay casos importantes... y ahí se cargan a unos cuantos.

/ Queda confirmado: Juan y Graciela están incluidos en un plan del gobierno y por el trabajo comunitario
que hacen perciben una remuneración. Más allá de esta formalidad, ambos trabajan otras tantas horas en
la villa, tanto en asociación con Cristina como con la Comisión Vecinal, o en la organización para
discapacitados que ellos fundaron, la fundación “Pro en pie”.

/ Salimos del Predio y vamos a buscar a las personas discapacitadas que no pueden salir de sus casas.
Pasamos por la capilla. Es el sector más consolidado de la villa. Las casas son de material, están pintadas,
tienen ventanas amplias. Seguimos hacia Constituyentes y llegamos a lo de Don Vera. Llenamos su
planilla. Don Vera sigue contando historias, como todos los días. Dice que no entiende de qué va a
trabajar, si ya no sirve para nada. Eva le dice que podría ir a las reuniones en el Predio y contar sus
chistes. Antes de despedirnos Don Vera nos muestra una “herida” que la ha dejado un “misil” en la guerra
de Malvinas: nos muestra la pelada. Nos vamos. En el camino Graciela nos cuenta que Don Vera siempre
habla de la guerra de Malvinas. Que se salvó cuando su submarino se “ahogó”. Que en el medio del mar
lo rescataron dos ballenas y que lo trajeron hasta el puerto de Olivos. Eva se ríe y nos dice que lo conoce
desde hace 40 años y que desde hace 40 años que no sale de la villa.

/ Llegamos a otra casa. Esta vez, la casa queda al fondo de un pasillo angosto (90cm). Se abre la puerta,
asoma una señora mayor, sonríe, abre la cerradura de la reja y nos deja pasar. El trámite es para su
esposo, pero ella lo llenará por él. Adentro también está la hija. La casa es muy grande. Lo que
alcanzamos a ver es un gran espacio de planta cuadrada, de unos 6 x 6m, el cielorraso alto, las paredes
pintadas de azul claro. Hay una escalera que lleva al primer piso, una puerta que da a un patio donde se
escucha un perro, una puerta que da a otro cuarto donde se escucha un televisor. En este lugar está la
cocina, una mesada grande, con pileta con agua corriente, una heladera vieja, un equipo de música
grande, una TV y dos mesas con 6 sillas cada una. Cuando salimos Eva nos cuenta que el hombre había
sido uno de los principales constructores de casas en la villa.

/ Seguimos hasta Constituyentes, de noche, otra vez por el pasillo del borde norte. Graciela camina con
dificultad por el piso destruido. Cuando pasamos por el “pasillo de la muerte” (el último antes de
Constituyentes), nos cuenta que en los últimos tiempos la cosa se puso más tranquila, porque mataron “a
unos cuantos”. En el hospital nos despedimos.

[Con el sol hemos descubierto hoy algo: en los pasillos abundan los niños. La gran impresión fue: niños,
niños y niños. Si la villa se mantiene en pie es gracias a los pibes que juegan, gritan, pelean y lloran en los
pasillos. Los pasillos parecen lugares hechos a su escala. Son los que sostienen toda la villa: a sus padres,
a los adolescentes “problemáticos”, a los viejos nostálgicos. Definitivamente la fuerza de la villa, su gran
depósito de optimismo está ahí.]

Miércoles 26 de junio de 2002

Quinta visita. 3 horas en la villa.

/ Acompañados por algunos compañeros y docentes de la facultad, con la presencia especial de Jorge
Jáuregui. En lo que a él se refiere, hace un reconocimiento rápido de algunos pasillos de la villa, habla
con dos o tres personas, obtiene informaciones diversas; pregunta haciendo hincapié por el lugar donde se
baila y se hacen las fiestas, y por otro lado por el tipo de oficio preponderante entre los desocupados
actuales. De pronto, como si se hubiera abierto un cofre, nos venimos a enterar de que la gran mayoría de
los residentes trabajaba en la compostura de calzado. Antaño existía en la zona, aparentemente, una
fábrica grande de calzado que empleaba a muchos de los habitantes actuales de la villa. [Recordamos que
de hecho Don Vera tiene una máquina de zapatero en su casa.]

Sábado 6 de julio de 2002

Sexta visita. 3 horas en la villa y alrededores.

/ Conocemos la casa de María, la chica que está viviendo en el Predio con sus 6 hijos. El incendio no dejó
nada y, aunque ocurrió ya hace 6 meses, la casa sigue sin terminarse. Ahí está el piso de tierra, las
medianeras de ladrillo hueco y arriba el cielo abierto. La casa no mide más de 2 metros de ancho y 6 de
largo. El vecino, al que también se le ha incendiado la casa, cuando reconstruyó la suya avanzó 1,70 m
sobre la casa de María. Nos explican que han iniciado la demanda con el Juez, y que no hay nada más que
se pueda hacer. La Comisión Vecinal no tiene suficiente autoridad en este sentido. Incluso los mismos
vecinos están indignados con lo ocurrido, pero nos sugieren que es mejor quedarse tranquilos para evitar
problemas mayores. En una casa hacia el centro de la villa nos paramos a comprar dos chapas. Están
usadas, pero en relativo buen estado. Miden 1 x 2,50 m y cuestan 10 pesos cada una. Las llevamos al
Predio, donde van a estar más seguras.
Breve reseña del Plan de Vivienda para la villa Las Flores

Una historia rápida del barrio: en el año 1958 se asientan las primeras familias, como parte de un “plan”
de relocación de las viviendas demolidas por la ampliación de la Autopista Panamericana. Estas primeras
familias se asientan en casas “chalet”, prefabricadas en madera, a pagar en cuotas. Son las casas que hoy
observamos (aunque saturadas con nuevas construcciones) en la parte Este de la villa. Es lo que desde un
principio lleva la denominación de “Barrio Las Flores”, y es la única parte con loteo regularizado (aunque
hoy muy subdividido) de la villa. Con el paso de los años y principalmente a partir de los años ´60, con la
consolidación del sector industrial de los alrededores, nuevas familias de trabajadores se fueron
instalando espontáneamente en viviendas precarias y “transitorias”. Este es el sector Oeste de la villa,
tradicionalmente denominado “Barrio Obrero”. A partir de la década del ’80 la villa menguó
su crecimiento –el espacio se encontraba ya saturado– y desde entonces se observa un incremento
relativamente bajo de la ocupación del terreno. Las viviendas empiezan a crecer en el primer piso. Hacia
1984 se logra un mejoramiento notable de los pasillos y la instalación de la red de agua potable.

El “Plan de Vivienda” se comenzó en el año 1984. El lema general del proyecto era “urbanizar con
reubicación in situ”. Con la relocación de la vivienda se lograría recuperar calles y abrir espacios. Un
punto de fundamental importancia (y por lo cual el plan también se diferenciaba de los modelos
precedentes) era la aplicación de una “metodología participativa”, donde se incorporaba a la población en
el diseño del proyecto.
El Plan comenzó a implementarse en etapas. De las siete etapas ideadas inicialmente, sólo se completaron
dos.
La primera se terminó en 1985. Reubicó a un total de 172 familias. Sus viviendas eran las que formaban
la franja de 20 metros adyacentes a la calle Melo. Una vez mudadas las familias a los edificios tipo
dúplex, construidos para este fin sobre la calle Roca, la franja de casillas se fue demoliendo ycomenzaron
a construirse las tiras de vivienda (tipo monoblock) para la implementación de la segunda etapa.
La segunda etapa del Plan reubicó a 198 familias, y se concluyó en el año 1997. Sus viviendas eran las
que ocupaban el sector triangular del extremo Suroeste de la villa. Las familias se mudaron y se
demolieron las casillas. Aunque no se logró demoler la totalidad de las que estaban planeadas. El Plan
comenzó a trabarse y nuevas familias empezaron a ocupar casas que debían ser demolidas.
La tercera etapa tenía planeada la relocación de 350 familias. El Plan pasó de la agenda provincial a la
municipal y se paralizó definitivamente a partir de los hechos de diciembre de 2001. Las familias
adjudicatarias de esta etapa son las ubicadas en todo el sector del extremo Este de la villa. La situación de
“transitoriedad” se ve hoy acentuada en el estado de ese sector.

*
Nota del año 2022. Casi exactamente veinte años después de nuestras visitas y recorridas enunciadas más
arriba, la situación de este enclave urbano no muestra demasiados cambios. La parcela liberada por la
segunda etapa del plan –aquel triángulo que los vecinos, para asegurarse su no intrusión, habían
establecido como cancha de fútbol– se ha ocupado con edificios. Estos edificios no materializan la pisada
mostrada en el Plan, sino que se aprietan entre sí y aumentan en dos niveles su altura. Una práctica de
densificación bastante común en las últimas dos décadas de producción de vivienda estatal, en las que la
liberación de tierras en barrios de emergencia se hizo cada vez más rara y el espacio disponible por ende
menor. Por último, la factura tipológica procura acercarse a una concepción más próxima al “chalet”
(unidades individuadas, techos inclinados) que al viejo “monoblock” (unidades colectivas, cubiertas
planas), esto sin duda por razones de retórica urbana pero también por la (según la casuística conocida:
inventada) preocupación por una eventual ocupación y crecimiento a partir de las azoteas libres. Por lo
demás, el barrio se mantiene prácticamente intacto, idéntico veinte años después, con la misma
configuración precaria que parecía hecha para no durar dos años, con la misma pregunta persistiendo
oculta en su trama abigarrada.
2. Exploraciones sobre la conformación mítica del hábitat

Atarse a través de promesas sirve para establecer


en el océano de inseguridad del futuro islas de
seguridad, sin las que ni siquiera la continuidad,
menos aún la durabilidad de cualquier tipo, serían
posibles en las relaciones entre los hombres.

(Hannah Arendt)
A. Exclusión / Integración

1. El problema propio de la villa tiene que ver con la inaccesibilidad a los servicios de la ciudad y, a la
vez, con la inaccesibilidad a los sistemas de generación de sustento propios también de la ciudad. Esto es,
rápidamente, para nosotros, lo que significa la palabra “exclusión”. No hay lugar para todos en la ciudad,
no hay oportunidades para todos. En este orden de cosas –que es global pero que se ve exacerbado en
nuestro medio– hay ganadores y perdedores: el que habita en la villa es el gran perdedor, el excluido
absoluto. La villa como forma, el “asentamiento precario” –como en el otro extremo también el
“barrio cerrado”– es la expresión urbana de este conflicto fundamental. La villa es un problema para la
civilización (para la ciudad en los comienzos del siglo XXI) pero primero es un problema de la
civilización. Este es el nudo gordiano que pareciera transformar todos los intentos por intervenir y
mejorar la situación en las villas en un intríngulis en el que las soluciones nunca parecen superar el
estatuto de meros paliativos.

2. Las condiciones precarias de la existencia en la villa se ven intensificadas por el contraste que significa
estar insertos en la urbe contemporánea. La ciudad que envuelve la villa es la civilización, la
consumación tangible del progreso del colectivo humano. La inmediatez espacial de una situación con la
otra genera un contraste tal que desde afuera llegamos a leer el episodio “villa” como un anacronismo,
una imposibilidad. Sin embargo la villa está ahí, vuelve todos los días, trascendiendo décadas de
intenciones vaciadas, transformando la promesa de su solución en una ilusión desesperanzada.

3. La villa nos sitúa en el centro de la marginalidad. La persona que habita en la villa habita en la ciudad:
sin embargo, de alguna manera, la ciudad no es su hábitat, no al menos en toda la extensión de su
significado. Esto es la marginación. Esta separación, esta discontinuidad en las relaciones sociales, es
causa suficiente –junto con la desesperación por la subsistencia– para la aparición de prácticas para-
sistemáticas que le darán a sus habitantes la posibilidad misma de sobrevivir: hurto, narcomenudeo,
criminalidad. La villa es el espacio en la ciudad que posibilita y potencia estos medios de subsistencia; la
marginación genera más marginación, violencia, separación. El círculo se cierra por donde empieza: la
exclusión se vuelve sobre sí misma, en un ciclo del que no parece haber escapatoria.

4. Integración, cuando hablamos de exclusión, de dos ciudades en un mismo lugar, parece ser el concepto
más indicado para abordar el conflicto. Sin embargo, pareciera que el problema es mucho más profundo
de lo que se muestra como una discontinuidad en la superficie.

5. Para empezar: ¿qué es integración? Y seguidamente: ¿qué puede significar integrar, como práctica?
¿Qué es integrar, desde la arquitectura?

6. Integración puede entenderse como el lazo comunitario, lo social mismo, en su estado más fortalecido.
Se puede decir de la integración que es el objetivo de todas las sociedades. Si hay integración total
(utopía) no hay problemas en la sociedad: no hay pobreza, no hay violencia, no hay guerras, etc. El estado
de cosas en el que vivimos nos induce a pensar que nos movemos más cerca de una des-integración total
que de algún tipo de integración. De cualquier manera, la integración como deseo sigue siendo todo lo
que nos mueve a obrar políticamente.

7. Integración como deseo: ¿cómo se procede cuando el objetivo es la integración de la sociedad? ¿Qué
es proceder integrando? Si nos limitamos a la práctica de nuestra disciplina, podemos esbozar esta
hipótesis: no hay que pensar necesariamente en “integrar” cuando nuestro objetivo final es la
integración. Podemos permitirnos reflexionar, una vez que tenemos bien claro nuestro objetivo, acerca de
cuáles son los mejores caminos que a él conducen. No siempre el camino recto es el más corto... Lo
primero que se piensa, en cuanto se detecta una discontinuidad superficial, es en la manera de suprimirla
y de producir una conectividad. Pero no hace falta ir muy lejos para entender que detrás de esa forma hay
una historia, que en esa historia hay unos tiempos, que en esos tiempos todos los síntomas tienen una
causa, una explicación. Cuando se ataca directamente la des-integración formal, lo que se está
solucionando es la piel del problema; y no parece extraño que así sea, en cuanto la piel es todo lo que
propiamente se ve o se vende.

8. Hipótesis de proyecto: la villa tiene que seguir existiendo. No se la puede tocar. Menos que nada
“coser” con la ciudad que la rodea. Su marginalidad es una necesidad.

B. Integración / Institución

1. Denis Merklen (1999): «El individuo libre y responsable es el ideal de la integración social moderna.
Pero ese individuo no es autosuficiente [...] El individuo necesita soportes, que en las sociedades
latinoamericanas son de tres tipos:

a) asociados al empleo;
b) asociados a la ciudadanía y al Estado;
c) asociados a la familia, al vecinazgo y a las relaciones interpersonales.

El problema [...] es que se han debilitado tanto los soportes de tipo “a” como de tipo “b” luego de un siglo
de construcción de esas redes de integración social. En consecuencia, se han reforzado los lazos de tipo
“c”, favoreciendo la aparición de comunidades marginales de base territorial. […] Esta fragilidad se
expresa en la vida cotidiana, pero tiene su origen en la forma de las instituciones que organizan
la cohesión social. […] La vida en los sectores populares urbanos de fin de siglo es inestable
principalmente debido a su débil integración al empleo y a la educación, pero también debido a la
fragilidad de la mayor parte de los vínculos institucionales en los que participan.» (Merklen 1999)

2. El concepto de integración va íntimamente ligado al concepto de institución. Las instituciones son, de


alguna manera, la formalización del lazo social. En cada institución están depositadas las voluntades de,
por lo menos, más de un sujeto. Lo instituido es lo que permanece, lo que queda como resultado del
diálogo y el acuerdo entre los hombres, la cristalización de sus visiones conjuntas, la apuesta comunitaria
para el futuro, las promesas comunes.

3. Las instituciones funcionan de una manera que podemos denominar como “integradora”. Es decir, en el
concepto de institución vamos encontrando una forma de vehiculizar el verbo, la acción, de integrar. Si
trabajamos en la producción –no en la mera reproducción– de nuestras instituciones, estaremos trabajando
en la producción de nuestra integración como sociedad.

4. Lo que debemos especificar es la manera en que producimos esas instituciones. Desde que entendemos
que la institución es un escalón donde se apoya la sociedad en su camino hacia la integración, más aún,
que la sociedad como un todo no deja de ser nunca otra cosa que algo instituido, o, en todo
caso, constantemente instituyéndose, desde que entendemos esto nuestro objetivo tiene que ser trabajar en
esa producción concreta de lo institucional.

5. Castoriadis (1989), concepto de autonomía: «Es autónomo quien se da a sí mismo sus propias leyes.
(No quien hace lo que le apetece: quien se da leyes.) [...] Y, para una sociedad, darse a sí misma su ley
significa aceptar enteramente la idea de que es ella la que crea su propia institución, y que lo hace sin
poder apelar a ningún fundamento extrasocial. [...] Es ella la que ha de decidir qué es justo e injusto –ésta
es la cuestión con la que tiene que ver la verdadera política. [...] La sociedad está ahí para hominizar a ese
monstruo llorón que viene al mundo y volverlo apto para la vida.» [Este es el carácter mítico-redentor de
la institución de la sociedad: el hombre se aferra a ella al mismo tiempo que la produce. La institución es
el diálogo social hecho fuerza: donde un hombre necesita aferrarse, muchos hombres producen –sin
saberlo– la institución, como el soporte que ese hombre necesita para no caer.] «Así pues, en adelante, la
institución procura el ´sentido´ a los individuos socializados; pero también les procura los medios para
crear ese sentido por ellos mismos. [...] La única transformación radical de la sociedad, de ser posible,
sólo podrá ser obra de individuos que quieran su autonomía, a escala social y a nivel
individual.» (Castoriadis 1989)

6. Emilio Tenti Fanfani (1996): «Los marginados sociales son los que están de más y que, en la medida
en que así lo autoperciban, no tienen mayores razones para vivir, es decir, para encontrarle un sentido a la
vida.» [Y podríamos agregar: para encontrarle un sentido a la sociedad. Los marginados no creen en la
institución (o más bien: no toman a la institución como tal) porque la institución no les da nada, ni
tampoco recibe nada de ellos. En el marginal no se genera la representación que constituye lo
institucional social; es decir, la sociedad “incluida” –la oficial, la urbana, la formal– no significa nada
para él. En la sociedad no encuentra la materialización de ninguno de sus deseos ni creencias (no se ve
representado en ella), ni tampoco encuentra en ella algún tipo de contención (ella no le representa
nada). En ese sentido la villa es una configuración emergente pero clave en la subsistencia de la persona
marginal. En la villa se estructuran mínimamente las instituciones que la ciudad no le ofrece y de cuya
contención necesita como del aire para respirar.]

7. Maria Cristina Cravino (2001) «Los villeros son tomados desde su pertenencia territorial y de allí se les
asocian características sociales que son construidas como típicas o esencializadas (“todos los villeros
son...”) Pero, al mismo tiempo, en la construcción de las reivindicaciones los pobladores muestran su
identidad como unívoca y como bandera, esto es como parte de una estrategia de lucha (“las villas
reclaman...”). La identidad es parte, entonces, de la disputa por el espacio territorial: físico, social y
político. Tal como sostiene Penna: “Las representaciones de identidad cumplen funciones
organizacionales en el grupo: demarcan sus límites... creando una unidad en torno de intereses
(materiales y/o simbólicos) o mismo de un proyecto común.” [...] esto implica un proceso de
representación en un doble sentido: como forma de autorreconocimiento y como imagen para los otros
junto a una representatividad de carácter político.» [Las nociones de institución e identidad funcionan en
este sentido social/urbano prácticamente como sinónimos. Juntas, circunscriben la definición de “mito”
en el sentido que estamos persiguiendo.]

C. Institución / Proyecto

1. Seis hipótesis para la introducción de espacio en el tejido de la villa Las Flores:


HIPÓTESIS A
El programa es introducido mediante fragmentos. El espacio necesario se busca en diferentes sectores
aislados del tejido y se genera con pequeños vaciamientos. Como resultado tenemos una totalidad
cubierta por diferentes programas, conformando una estructura invisible de nodos programáticos
específicos. La totalidad sólo se experimenta como tal en la medida que los fragmentos constituyan un
sistema simbólico que remita a la estructura general.

HIPÓTESIS B
El programa es introducido mediante una red. El espacio necesario se busca y se genera principalmente a
partir de los espacios ya abiertos del tejido, fundamentalmente las circulaciones. Como resultado tenemos
una estructura visible, donde la totalidad del gesto se reconoce en todas las situaciones. Los diferentes
programas aparecen en el paseo “programático” que constituye la red.

HIPÓTESIS C
El programa es introducido mediante un gesto concentrado. El espacio necesario se genera con el
vaciamiento de un sector específico del tejido. El resultado es una alta centralización programática, una
imagen fuerte de totalidad, y una continuidad con respecto del pasado en las zonas periféricas.
HIPÓTESIS D
El programa es introducido mediante corredores. El espacio necesario se genera con el vaciamiento de
franjas que surcan el tejido de lado a lado. Como resultado tenemos un nuevo tejido regulador,
yuxtapuesto al tejido existente, y continuador o autónomo respecto del tejido de los barrios circundantes.
El programa arma la espacialidad de estos “bulevares”.

HIPÓTESIS E
El programa es introducido en los bordes. El espacio necesario se busca y se genera a partir de los vacíos
existentes en los bordes del tejido. Como resultado tenemos una articulación marcada entre la villa y los
barrios vecinos. Los diferentes programas se reparten actuando como fuelle entre sendas configuraciones.
Hay una continuidad con respecto del pasado en las zonas centrales.

HIPÓTESIS F
El programa no es introducido en la villa, sino en sus alrededores. El espacio necesario se busca en calles
y lotes privados abandonados. El resultado es similar al de la Hipótesis E, sin embargo, aquí la villa
realiza una especie de movimiento expansivo sobre los barrios vecinos. Es en principio la situación que se
experimenta en el presente, en que prácticamente todo el programa de servicios de la villa se encuentra
fuera de sus límites. Continuidad total en la configuración interna de la villa.
2. Nuestra propuesta de “integración” quiere ir más allá de la integración explícita, de la articulación
espacial, formal, entre dos realidades. Entendemos que este último tipo de integración es el resultado de
una lectura demasiado ligera del problema de la marginalidad.

3. Nuestra integración no se formaliza en una formal integración con la ciudad. Creemos que para dar
cabida a una integración real hacen falta unos pasos previos, hace falta un proceso que actúe en el
tiempo. El problema que surge cuando se plantea la posibilidad de integrar un sistema marginal a uno
hegemónico tiene que ver con un cierto desfasaje temporal. El proceso de integración debe tener en
cuenta esta característica para implementarse acertadamente en un proyecto de largo aliento.

4. La parte que a nosotros nos toca –a nosotros como ciudad y como poder– en el proceso de integración
se inscribe fundamentalmente en la calidad de nuestro gesto, en la precisión con la que atiende a las
demandas más asordinadas de la situación no sólo urbana sino fundamentalmente social. La integración
“formal” conviene en alguna medida a ambas partes, pero principalmente a la ciudad formal. La
calificación de la villa como sistema en sí conviene principalmente a la villa y, a largo plazo, también a la
ciudad.

5. La posibilidad de generar un espacio claramente comunitario, pero aún exclusivo y propio de la villa
en tanto que villa, puede ser el paso previo y necesario para una deseada integración definitiva.

6. La plaza central (Hipótesis C) es, posiblemente, nuestro mejor gesto.

7. La operación de abrir el corazón espacial de la villa es el primer paso (desesperado) de un programa


más ambicioso, sino finalmente utópico. Pues lo que sigue es la transformación paulatina y total de la
villa, de adentro hacia fuera, en un continuo que finalmente no se diferencie –no necesite diferenciarse–
del resto de la ciudad.

8. La “plaza central” es la configuración espacial que mejor responde a la necesidad de lo institucional, de


lo mítico, de lo dado. Lo institucional es la manera que tiene de materializarse la cohesión social. La
integración de una sociedad depende de la fuerza positiva de sus instituciones. Las instituciones son
precisamente lo que se comparte. La familia, el amigo, el barrio, el trabajo, la escuela, el hospital, el club:
son las instituciones (los mitos) que conjugan a los sujetos, son los soportes de lo social.

9. La plaza central plasma lo institucional como forma y como programa en sí misma. Es, al mismo
tiempo, una configuración propicia para albergar diferentes programas “institucionales”. Esta plaza, como
corazón visible de la villa, es la forma que mejor reúne a sus habitantes. En esta reunión como diálogo
interno, como identidad compartida, como objetivo común, encontramos la fuerza que se hace necesaria
en la villa para dar un paso hacia la integración final con la ciudad.

10. Si se saltea este paso previo, creemos, los habitantes de la villa pueden quedar en la ciudad “al
descubierto”. La palabra clave de la intervención tiene que ser: contención. De aquí en más: institución –
cohesión – comunidad – fuerza. Fortalecer lo institucional es acercar un poco la villa a lo que es la
configuración institucional por excelencia: la ciudad.

11. El espacio institucional –la plaza central– lo podemos entender como un espacio simbólico-identitario.
Es el espacio único, preciso y bien accesible, que nuclea todas las aspiraciones positivas del barrio. Es el
lugar que fotografiamos para vernos representados afuera: los chicos jugando al fútbol, los adolescentes
reunidos, la gente mayor al sol, una murga ensayando, las celebraciones…

12. Un espacio que de esta manera refuerza (o produce) el lazo social, porque refuerza la identidad del
barrio, relativiza las luchas internas, refuerza la noción de pertenencia a una comunidad, refuerza la
contención de cada uno de los habitantes, en fin: el habitante de la villa, fortalecido como sujeto y seguro
de sí mismo, de sus relaciones sociales y de los significados inscriptos en ellas, estará en posición, ahora
sí, de acercarse a una integración real con el sistema formal urbano.

13. La plaza central –como institución dinámica, que favorece la contención, que favorece el proceso
integrador– es la forma que transcribe el discurso velado de lo marginal y que se propone como “mito” al
cual aferrarse y desde el cual proyectarse.
14.
La plaza-central-como-forma es la mejor manera de:

- introducir el necesitado drenaje circulatorio longitudinal en la villa, sin abrir una calle que meta a la
fuerza la ciudad en la villa;
- introducir un gran espacio vacío, sin que se pierda la intimidad, la proximidad de los edificios-límite,
logrando distribuir en forma pareja la accesibilidad a un espacio común calificado;
- introducir vacío en un espacio saturado de vivienda, siendo equidistante la accesibilidad al mismo,
logrando garantizar que no volverá a ser ocupado.

La plaza-central-como-mito es la mejor manera de:

- agrupar lo institucional (como institución en sí misma y como núcleo de las distintas instituciones
sociales concretas existentes y por existir);
- propiciar la convivencia comunitaria, volverla visible y enteramente compartida, a la vez que
resguardada;
- dar espacio abierto de recreación a los niños, institucionalizarlo (como símbolo identitario), junto a la
reunión positiva y visible de todos los demás grupos etarios;
- positivar la noción de urbanidad, de espacio público, de civitas, en el horizonte del habitante de la villa.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arendt, Hannah. La condición humana. Barcelona, Paidós, 1993.

Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. Vol. 2, El imaginario social y la


institución. Barcelona, Tusquets Editores, 1989.

Cravino, María Cristina. La propiedad de la tierra como un proceso. Estudio comparativo de casos en
ocupaciones de tierras en el Area Metropolitana de Buenos Aires. SLASS – URBARED – Cámara de
Diputados de la Provincia de Santa Cruz, 2001.

Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-Textos, 1988.

Deleuze, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Barcelona, Anagrama, 2000.

Eliade, Mircea. Mito y realidad. Barcelona, Editorial Labor/Guadarrama, 1978.

Merklen, Denis. La cuestión social al sur desde la perspectiva de la integración. Políticas sociales y
acción colectiva en los barrios marginales del Río de la Plata. Montevideo, Udelar FCS-DS, 1999.

Tenti Fanfani, Emilio. Metamorfosis del Estado y la política. Del poder central al poder local. En:
Minujín, Alberto (comp.) Desigualdad y exclusión: Desafíos para la política social en la Argentina de fin
de siglo. Buenos Aires, UNICEF-Losada, 1996.

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