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En el rincón de su existencia, un hombre sabio reposa, caminó senderos, escribió

historias, entre risas y rosas. Un padre excepcional, un faro de guía constante, en


el libro de la vida, un capítulo vibrante.
Las estrellas danzan en el cielo, testigos de su andar, un legado imborrable, como
el viento al navegar. Cosechó memorias, sembró amor en cada paso, un jardín de
enseñanzas, un eterno abrazo.
Mi progenitor, mi refugio en la tormenta, Ángel guardián, protector que mi alma
enforma. Compañero fiel, amigo leal e incondicional, guía, consejero, lágrima, todo
en su pedestal.
Amor y presencia, inquebrantables dones, compañía constante en mis noches y
mis nombres. Ejemplo de sencillez, humildad, respeto, un maestro de vida, en su
camino recto.
Pensando en el trabajo, en labores y afán, joven, aunque la vida le exigía más de
lo común. Preocupado por mí, aunque su carga era pesada, las adversidades no
lograron doblegar su mirada.
Agradecido por su presencia en mi niñez, aprendí de él la fuerza del ser, la
esencia de la vejez. Apoyo contra viento y marea, en la adversidad, padre valiente,
sostén en la tempestad.
Hoy comprendo que ser padre es un arte, un regalo divino, una lección en cada
parte. Padre, agradezco lo que haces por mí, no encuentro palabras para pagar lo
que aprendí.
Gracias por tu respaldo incondicional, por el cariño discreto, por el lazo especial.
En los momentos de necesidad, siempre presente, creíste en mí, inculcándome fe
ferviente.
Escuchaste mis palabras, entendiste mi ser, tu mano siempre extendida, tu
espacio sin retiro. Gracias, padre, por todo lo que diste, un regalo divino, mi guía,
mi artífice.
En el devenir del tiempo, la gratitud resuena, un agradecimiento eterno, en cada
escena. Pase lo que pase, gracias, Padre Celestial, porque todo lo que soy hoy es
gracias a su amor excepcional

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